Historia de Chile 1960 2010 Tomo 2 El PR
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ÉPOCA DE CAMBIOS
1060 De primera mano ver Ignacio Ramonet, Fidel Castro. Biografía a dos voces (Barcelona, Debate,
2006). Una visión crítica en Huber Matos, Cómo llegó la noche (Buenos Aires, Tusquets, 2004).
1061 Sobre el impacto de la Revolución Cubana, ver el interesante trabajo de Christopher Andrew
y Vasili Mitrokhin, The World was going our way. The KGB and the battle for the Third World
(New York, Basic Books, 2005), pp. 25-57.
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1062 Entrevista a Salvador Allende en Sergio Guillisasti, Caminos de la política (Santiago, Editorial
Universitaria, 1960), pp. 190-197.
1063 Pablo Neruda, “Escrito en el año 2000”, en Canción de Gesta (La Habana, Imprenta Nacional
de Cuba, 1960).
1064 El concepto territorio libre lo usa Salvador Allende, en su visita a La Habana en 1966, con oca-
sión de la reunión de la Tricontinental, en la que participó como presidente de la Delegación
Chilena. Ver Mario Amorós, Allende, p. 214.
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El final del gobierno de Jorge Alessandri tuvo una expresión doble, fruto
de las contradicciones políticas propias del momento. Soplaban vientos
de cambio, el país no era ni volvería a ser el mismo y Alessandri regresa-
ba a su departamento con el aprecio de la ciudadanía y el apoyo de sus
electores, aunque combinado con el reproche de quienes no entendían
que ese enorme capital político no se hubiera usado para dar continui-
dad a su administración.1065
De ahí que las primeras evaluaciones políticas hablan de signos pre-
ocupantes. Así lo mostraban los resultados de las elecciones parlamen-
tarias de 1961 y en las municipales de 1963, que registraban el retroceso
en los partidos de derecha. Adicionalmente, de cara a la elección presi-
dencial de 1964, no aparecía en el camino un heredero de Alessandri,
quien no lograba transmitir su prestigio y popularidad a los potencia-
les candidatos, y todo indicaba que la sucesión quedaría en manos de la
Democracia Cristiana o del marxismo, las dos grandes tendencias que
se enfrentaron finalmente el 4 de septiembre de ese año.
Desde el punto de vista económico también había algunas manifes-
taciones que provocaban frustración, como la persistencia de los altos
niveles de inflación, sumado a demandas crecientes en materia de sala-
rios y el aumento de las huelgas. Como resultado, se seguirían buscando
alternativas políticas para dirigir el país, y las grandes fuerzas políticas
rivalizarían en propuestas y ofrecimientos para ganar las elecciones.
En segundo lugar, la otra cara de esta medalla es que, en los hechos,
Alessandri gozaba de popularidad y despertaba afecto y respeto en la
población. Años después, el gobernante reflexionó sobre el tema:
1065 Un interesante artículo sobre el tema es Erica Vexler, “Enigma de la popularidad de JAR”,
Ercilla, 7 de octubre de 1964.
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contestaba: hagan lo mismo que hago yo; son ustedes los que me están
encumbrando. Ustedes saben que si tengo mis normas fijas, no es en be-
neficio mío, sino que en beneficio del país, de manera que no me hagan
estas exigencias ni me planteen estos problemas porque se aprovecha la
prensa de oposición para hacer lo que ustedes están representándome…
Lógicamente que de este prestigio que adquirí, no podían beneficiarse
los partidos, aun cuando yo siempre les dije que debían tratar de tener
un comportamiento parecido al mío porque eso es lo que quiere la opi-
nión pública. Pero no conseguí nada en esta materia”.1066
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era solamente una autopercepción del gobernante, sino que tuvo expre-
siones visibles a través del tiempo. Algunos partidarios llegaron a creer
que se justificaba impulsar una reforma a la Constitución para permitir
la reelección presidencial; otros muy pronto se organizaron para planifi-
car el futuro regreso de don Jorge a La Moneda, intento que se concreta-
ría en la nueva candidatura presidencial de 1970.
Sin perjuicio de ello, en sus últimos meses de gobierno, Jorge
Alessandri pudo observar cómo, inexorablemente, avanzaba hacia la
Presidencia de la República uno de sus principales adversarios.
“Pese a que esta actitud mía no ha sido comprendida ni siquiera por los
conglomerados políticos que a través de todo mi período me han hecho
una oposición implacable, y de uno de los cuales saldrá mi sucesor, se-
guiré procurando por todos los medios a mi alcance hasta el último ins-
tante, que el elegido reciba el país dentro de una perfecta normalidad
económica, con el mismo ritmo de actividad actual, sin cesantía…”.1068
1068 Mensaje de S.E. el Presidente de la República don Jorge Alessandri Rodríguez al Congreso Nacional
al inaugurar el período ordinario de sesiones. 21 de mayo de 1964, p. 620. Se refiere a las adver-
tencias que formulaba acerca de los aspectos económico-sociales y políticos.
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A raíz de lo mismo, en 1964 llegó a decir que temía que Chile estu-
viera “caminando hacia un golpe de Estado, que nos haga abrir los ojos
a la realidad”, según manifestó a Pedro Lira Urquieta, embajador ante
la Santa Sede.1070 Pensó que una buena solución podría haber sido una
reforma constitucional, que permitiera mejorar aspectos importantes
de la institucionalidad en los que veía gérmenes de obstrucción hacia
el Presidente de la República o bien una apertura a la irresponsabilidad
parlamentaria. Sin embargo, el tema era mucho más complejo de lo que
podía advertir el propio Alessandri.
Paralelamente, la derecha política se había quedado sin un discurso
atractivo que pudiera contraponer a la irrupción de las alternativas re-
volucionarias. Tampoco sería capaz de levantar y mantener una opción
presidencial en 1964: los partidos Conservador y Liberal experimenta-
ron una baja en sus votaciones, todo esto sumado al distanciamiento que
se produjo entre los conservadores y la Iglesia Católica, que tendió a fa-
vorecer las posturas representadas por la Democracia Cristiana.1071
Mientras el Presidente se convencía de que los problemas nacionales
debían enfrentarse con estudios serios y soluciones técnicas adecuadas,
las cuales se debían complementar necesariamente con hábitos políti-
cos limpios y ciertas virtudes imprescindibles en los gobernantes, el país
había entrado de una manera evidente en una espiral revolucionaria
cuyo fin era desconocido. No obstante, Alessandri no parecía preocupa-
do de dejar un sucesor y, tal vez, no alcanzó a ver todas las dimensiones
del cambio de época.
La jornada del 3 de noviembre, fecha de la entrega del mando, fue
de dulce y de agraz. Por una parte pudo confirmar nuevamente el res-
1069 Mensaje de S.E. el Presidente de la República don Jorge Alessandri Rodríguez al Congreso Nacional
al inaugurar el período ordinario de sesiones. 21 de mayo de 1964. 21 de mayo de 1964, p. 461.
1070 Carta de Jorge Alessandri a Pedro Lira Urquieta, 10 de junio de 1964, en Sergio Carrasco
Delgado, Cartas del presidente Jorge Alessandri con los embajadores en la Santa Sede, p. 105.
1071 Ver Sofía Correa, Con las riendas del poder, pp. 243-265.
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1072 Carta de Jorge Alessandri a Arturo Alessandri Rodríguez, de 15 de noviembre de 1964. Como
una de las últimas actividades de su gobierno, en octubre de 1964, efectuó una gira al norte
del país, en la cual recibió grandes demostraciones de adhesión.
1073 Incluso se pensó que podría ser candidato a senador en 1965, después de “su triunfal gira” de
despedida. Ver “JAR: la gran incógnita”, Ercilla, 14 de octubre de 1964.
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que era lo mejor para Chile, e incluso pensaba que podría conducir al
país a la crisis.1074
Aunque el período de gobierno concluía en medio de circunstancias
normales y de aprecio colectivo, con rara generalidad se comentó en los
medios de información el hecho de haber asumido el presidente Eduar-
do Frei, lo que abriría camino a la crítica sobre el significado y los alcan-
ces del gobierno de Alessandri.
No planteándose mayores objeciones a la tarea constructiva del pe-
ríodo, ni a las dotes personales del gobernante, la mayor crítica, por lo
demás mantenida en el tiempo, provino de no pocos hombres públi-
cos, de distintos sectores políticos. Algunos calificaron la gestión de
Alessandri simplemente como una administración eficiente y honrada,
con un Presidente que solo cumplió tal rol, en el mejor de los casos, con
disposición a un trabajo personal y respetable, pero sin alcances sustan-
tivos de importancia, careciendo de un diseño de futuro, y que por esa
carencia no tendría mayor relieve en la historia nacional.1075 En palabras
de Fernando Silva, el gobierno —en la última parte de su mandato— se
vio “relegado al cumplimiento de simples tareas administrativas”, y lo
más grave se expresaba en la “inexistencia de una opción política bien
diseñada, que pudiera hacer frente a las críticas y a las promesas que a
las masas hacían el FRAP y la Democracia Cristiana”.1076
Este no es un juicio que se pueda obviar a la luz del gobierno que asu-
miría en 1964.
1074 En una ocasión Alessandri había advertido que Eduardo Frei no tenía “conocimiento perso-
nal y práctico de los problemas y, además, es un hombre de muy poca acción y, por obra de
esas circunstancias, vacilante”, si bien reconocía su ilustración, inteligencia y honradez. Ver
Carta de Jorge Alessandri a Joaquín Undurraga Fabres (Hacienda Lo Vargas, Lampa), 25 de
febrero de 1957. En Archivo Jorge Alessandri R.
1075 Algunas las hubo, como escribe el propio Alessandri a días del término de su gobierno: “Efec-
tivamente, mi gobierno ha significado un gran avance en nuestro desarrollo, pero pese a ello
debo estar soportando la maldad de René Silva Espejo que en El Mercurio [era entonces direc-
tor del diario] está dado a la patriótica tarea de desacreditarme, tratando demostrar que mi
popularidad no se justifica porque se me han atribuido actitudes y hechos que en la intimidad
no son efectivos”. En carta de Jorge Alessandri a Pedro Lira U., 20 de noviembre de 1964. En
Archivo Jorge Alessandri R.
1076 Fernando Silva, “Un contrapunto de medio siglo: Democracia liberal y estatismo burocrático
1924-1970”, pp. 865-866.
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1077 Sobre el líder DC en la etapa previa a llegar a La Moneda ver Cristián Gazmuri, Eduardo Frei
Montalva y su época, Tomo II, pp. 487-553.
1078 Sobre las elecciones en este período y el auge de la DC ver Jaime Etchepare, Surgimiento y
evolución de los partidos políticos en Chile, pp. 211-224.
1079 El pensamiento de la Democracia Cristiana en esos años está expuesto en Sergio Guillisasti,
Caminos de la política, en el capítulo “Doctrina Demócrata Cristiana”, que incluye entrevistas
a Eduardo Frei Montalva y Juan de Dios Carmona, pp. 103-137.
1080 Ver “Chile. El pueblo respalda a la Democracia Cristiana”, Política y Espíritu, Nº 259 (abril de
1961), pp. 48-50.
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UN PAÍS EN CRISIS
1085 Sobre la crítica del pensamiento chileno en la época, ver Javier Pinedo, “El pensamiento de
los ensayistas y cientistas sociales en los largos años 60 en Chile (1958-1973). Los críticos al
proyecto de Francisco A. Encina”, Atenea, N° 497, Concepción (2008), pp. 123-149.
1086 Aníbal Pinto, Chile, un caso de desarrollo frustrado (Santiago, Editorial Universitaria, 1959).
1087 Aníbal Pinto, Chile, un caso de desarrollo frustrado, p. 184.
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A DERROTAR LA DESNUTRICIÓN EN CHILE
Entre las deficiencias sociales que tuvo Chile en el siglo XX, destacaban
la desnutrición y la mortalidad infantil, que a su vez generaban otras
consecuencias lamentables.
En 1939 Salvador Allende —médico socialista y ministro de Salubri-
dad Pública del presidente Pedro Aguirre Cerda— denunció que “Chile
tiene la más alta mortalidad infantil del mundo”, mientras “en casi to-
dos los países ha ido disminuyendo en proporciones apreciables” (La
realidad médico-social chilena, Imprenta Lathrop). Las manifestaciones
de estos problemas de salubridad —que tenían su origen en la alimen-
tación deficitaria— eran diversas: deficiencia en la estatura y el peso de
los niños, frecuencia de enfermedades contagiosas.
A mediados de siglo, y casi por casualidad, otro médico emprende-
ría la tarea titánica de abordar el asunto en sus diversas dimensiones:
el doctor Fernando Monckeberg, quien narra esta historia en Contra
viento y marea. Hasta erradicar la desnutrición (Santiago, El Mercu-
rio-Aguilar, 2011). Su inquietud nació en la población La Legua, donde
vio “muchísimos niños tristes, semidesnudos y sin zapatos, convivien-
do con perros flacos, basurales y una gran cantidad de moscas”. Preci-
samente, se morían como moscas, según le dijo el cura Rafael Maroto,
pidiéndole un pediatra para el lugar.
Decidió quedarse, procurando objetivar, es decir, obtener datos
científicos, sobre las causas y consecuencias de la miseria. Observó una
estructura familiar frágil, un uso del lenguaje muy simple, con pocas
palabras; además comprobó un desarrollo insuficiente de la capacidad
intelectual. Los niños morían, cada día, y los que sobrevivían tenían da-
ños irreparables. Adicionalmente había un gran analfabetismo, deser-
ción escolar, niños sin zapatos, muchos de los cuales trabajaban desde
pequeños. Todo esto “no obedecía a causas raciales, sino al efecto ne-
gativo de la ancestral marginalidad y pobreza de los grupos humanos”.
Todos tenían un elemento común: la desnutrición, mala alimentación
con deficiencia en proteínas y vitaminas.
La Legua fue “su universidad”, pero luego continuaría sus estudios
en la prestigiosa Universidad de Harvard, en Estados Unidos. Ahí se dio
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cuenta que habían enfermedades del mundo desarrollado y otras del
mundo subdesarrollado, lo que exigía desarrollar investigaciones pro-
pias, para lo cual sería necesario conseguir recursos, contratar investi-
gadores, hacer publicaciones, obtener resultados. Más todavía cuando
“los daños de los primeros años de vida no eran reparables”.
Para ello era necesario enfrentar múltiples desafíos, si bien todos los
factores estaban entrelazados: procurar mejor alimentación, desarrollar
al máximo el potencial genético de todos los niños, superar el daño ce-
rebral producido por generaciones que vivieron en la marginalidad y la
subalimentación, procurar el mejor ambiente sicosocial posible para los
pequeños. Adicionalmente, era necesario convencer a economistas, polí-
ticos, sociólogos y planificadores de la necesidad de acometer esta tarea.
En el plano de los recursos, “debíamos conseguir fondos mediante
aportes de agencias extranjeras o de empresas privadas”. Así lo señaló
recientemente el médico pediatra: “Mi interés era conseguirme plata.
Y había organizaciones que ayudaban: Ford Foundation, Kellogg Foun-
dation, Nutrition Foundation, Rockefeller Foundation. Y había por pro-
yectos, que uno podía optar. Y toda mi estada en EE.UU. fue organizar
proyectos y más proyectos, lo que les convenía también a las fundacio-
nes, que tenían que demostrar eficiencia dando resultados... Ganába-
mos todos ” (entrevista de José Manuel Castro, Alejandro San Francis-
co y Jorge Soto a Fernando Monckeberg, Santiago, 2 de agosto de 2016).
Por otro lado “se requeriría voluntad política que no iba a ser fácil
conseguir, dada la extrema ideologización que se vivía en aquella épo-
ca y a la que Chile no estaba ajeno”. La política de Estado tendría que
seguir esperando, todavía no estaban dadas las condiciones ni el tema
era una preocupación central de los gobernantes, aunque el 50% de la
población chilena “estaba siendo dañada durante generaciones”.
Es interesante recordar que la solución era difícil y compleja, re-
quería de mucha colaboración, pero que hacia 1960 ya estaba definido
el camino a recorrer. Se requería la inteligencia de las universidades:
Monckeberg estudió en la Universidad Católica de Chile y luego en
Harvard, y trabajó en la Universidad de Chile; se necesitaban muchos
recursos, que provendrían del mundo privado y, más tarde, del Estado;
el tema debía abordarse a escala nacional, y no de manera aislada. Una
obra titánica, que tendría final feliz décadas después.
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Por difícil que pueda ser esta reforma —agregaba Lagos—, ella debía
producirse, pues solo con la transformación profunda de la estructura
económica vigente se podría conseguir que el desarrollo y el progreso
alcanzaran a todos los sectores de la comunidad. “Provocar y dirigir
este cambio orgánico de nuestras sociedades es el reto que la historia ha
planteado a la generación presente, reto que ésta no podrá desconocer
ni eludir”.1089
Las revoluciones de Frei Montalva y de Salvador Allende se dirigi-
rían precisamente, y de manera progresiva, en esa dirección. El período
1964 a 1973 pasaría a ser la era de las revoluciones, una democratacris-
tiana y la otra socialista, destinadas a cambiar el curso de la historia.
Previamente, los conceptos y principios de la derecha también tuvieron
una oportunidad, con el gobierno de Jorge Alessandri. En los hechos,
esos tres últimos gobernantes fueron parte de un clima internacional y
1088 Esta etapa de su vida está narrada en Ricardo Lagos, Mi vida. De la infancia a la lucha contra
la dictadura, pp. 74-119; la referencia a su estudio -memoria en la carrera de Derecho de la
Universidad de Chile-, en pp. 106-112.
1089 Ricardo Lagos Escobar, La concentración del poder económico en Chile (Santiago, Editorial del
Pacífico, 1963), pp. 172-173.
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nacional que daba cuenta de una creciente crisis del régimen democráti-
co vigente, así como también de su modelo económico y social.
1090 Winston Churchill, Discurso en Fulton, Missouri, 5 de marzo de 1946, en Winston Churchill,
La Segunda Guerra Mundial (Madrid, La Esfera de los Libros, 2009), pp. 1054-1055.
1091 Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX (Buenos Aires, Crítica, 2014).
1092 Olga Ulianova, “Algunas reflexiones sobre la Guerra Fría desde el fin del mundo”, en Fernan-
do Purcell y Alfredo Riquelme (editores), Ampliando miradas. Chile y su historia en un tiempo
global (Santiago, Ril Editores/Instituto de Historia PUC, 2009), p. 236
1093 Olga Ulianova, “Algunas reflexiones sobre la Guerra Fría”, pp. 236-237.
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Esto fue propiciado por dos sistemas ideológicos cuyo potencial de con-
versión los animaba a intervenir en los procesos de cambio en socieda-
des del tercer mundo, configurando, de este modo, un proceso político a
escala planetaria.1094
En América Latina, los sucesos emblemáticos de la “Guerra Fría
Interamericana” se expresaron especialmente después de mediados de
siglo.1095 Y se hicieron presentes con la intervención norteamericana en
Guatemala en 1954 o con el desarrollo de la Revolución Cubana desde
1959, ambos procesos entendidos como parte de un conflicto global ins-
talado en el continente y en el que los actores observaban un futuro que,
irremediable e irreversiblemente, se decidiría en favor del comunismo
soviético o del liberalismo norteamericano.
De este modo, cada acontecimiento, nacional o internacional, podía
ser concebido como “un signo de la Guerra Fría”. Ahora bien, es cierto
que los actores políticos de cada sociedad interpretaban su propia reali-
dad según las categorías de dicho conflicto, pero simultáneamente rea-
lizaban una lectura de los acontecimientos locales orientada al logro de
sus propios intereses.
El 1° de enero de 1959 se consolidó el triunfo de la Revolución Cubana,
que primero se presentaba como una lucha antidictatorial —contra
Fulgencio Batista—, y se transformó posteriormente en la consolidación
de la primera dictadura marxista leninista de América Latina, liderada
por Fidel Castro, que se extendería más de medio siglo.1096 Con esto, la
construcción del socialismo apareció como una posibilidad real y dejaba
de ser una mera esperanza o doctrina transmitida a través de los libros.
El triunfo de Castro, Ernesto Che Guevara y sus compañeros de lu-
cha en la Sierra Maestra, significó no solo un cambio de gobierno en la
isla, sino que también una transformación sobre el modo de hacer políti-
ca en el continente. De esta manera, muy pronto surgieron movimientos
1094 Odd Westad, The global cold war. Third world interventions and the making of our times (Cam-
bridge University Press, 2007).
1095 Sobre dicho concepto ver Tanya Harmer, El gobierno de Allende y la Guerra Fría Interamerica-
na (Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2013).
1096 Una visión sintética y valiosa sobre el tema en Rafael Rojas, Historia mínima de la Revolución
cubana (Madrid y Ciudad de México, Turner/El Colegio de México, 2015).
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guerrilleros en las más diversas naciones, cada una con su propia histo-
ria local, pero ciertamente influidas por el modelo cubano. Así comen-
zaron a aparecer grupos como los Montoneros, los Tupamaros, el MIR,
entre otras manifestaciones del mismo fenómeno, y la fundación de la
Organización Latinoamericana de la Solidaridad (OLAS) en 1967, pro-
clamaría que “la lucha revolucionaria armada constituye la línea funda-
mental de la Revolución en América Latina”.1097
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1099 Fernando García y Óscar Sola (edición), Salvador Allende. Una época en blanco y negro (Buenos
Aires, El País/Aguilar, 1998), p. 48.
1100 Pablo Neruda, Canción de Gesta (La Habana, Imprenta Nacional de Cuba, 1960).
1101 Julio Pinto, “Hacer la Revolución en Chile”, en Julio Pinto (coordinador-editor), Cuando hici-
mos historia. La experiencia de la Unidad Popular (Santiago, LOM Ediciones, 2005), pp. 9-33.
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1106 Este tema está muy bien tratado en Marcelo Casals, El alba de una revolución.
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“De este modo se evitaba clasificar la lucha armada como ley de la revo-
lución y el camino pacífico como excepción. Los productores naciona-
les pusieron mucho énfasis en que la violencia no era esencial, sino más
bien correlativa con la violencia reaccionaria. La posibilidad del camino
pacífico, sin guerra, en el cual podrían primar los aspectos políticos de la
lucha de clases, dependería directamente de la ‘respuesta burguesa’”.1108
1107 Al respecto, Carmelo Furci, El Partido Comunista de Chile y la vía al socialismo (Santiago,
Ariadna Ediciones, 2008).
1108 Tomás Moulián, Contradicciones del desarrollo político chileno 1920-1990 (Santiago, LOM Edi-
ciones, 2010), pp. 72-73. La referencia corresponde al artículo inserto en este libro titulado
“El Marxismo en Chile: producción y utilización”, pp. 57-109.
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1109 Jacques Chonchol, “Los factores de aceleración revolucionaria”, Mensaje, Nº 115 (noviembre
1962), pp. 82-86.
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laba dos polos políticos y de construcción del futuro, los que eran parte
de las tensiones dominantes del Chile de entonces, caracterizadas por la
expansión del ideal revolucionario.
1123 El estudio más completo al respecto es Marcelo Casals, La creación de la amenaza roja.
1124 Ver Julio Pinto, Luis Emilio Recabarren. Una biografía histórica (Santiago, LOM Editores, 2013)
y Sergio Grez, Historia del Comunismo en Chile. La era de Recabarren (1912-1924) (Santiago,
LOM Editores, 2011).
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1125 Alonso Daire, “La política del Partido Comunista de la post-guerra a la Unidad Popular”, en
Augusto Varas, Alfredo Riquelme y Marcelo Casals (editores), El Partido Comunista en Chile.
Una historia presente (Santiago, USACH/FLACSO/Catalonia, 2010), pp. 121-172.
1126 Al respecto ver Anne Applebaum, El Telón de Acero. La destrucción de Europa del Este 1944-
1956 (Barcelona, Debate, 2014).
1127 Alfredo Riquelme, “La Guerra Fría en Chile: los intrincados nexos entre lo nacional y lo glo-
bal”, en Tanya Harmer y Alfredo Riquelme (editores), Chile y la Guerra Fría global (Santiago,
Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile/RIL Editores, 2014), pp. 11-43.
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1132 Luis Corvalán, “Esta y no otra es la política de los comunistas”, Principios, Nº 102 (julio-agos-
to de 1964), p. 137.
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1136 Hernán Ramírez Necochea, Historia del imperialismo en Chile (La Habana, Edición Revolu-
cionaria, 1966), p. 9.
1137 Un camino nuevo para Chile: el Programa del Gobierno Popular (Santiago, s.p.d.i., 1958).
1138 “Programa presidencial del Frente de Acción Popular”, Arauco, Nº 36 (enero de 1963).
1139 “Declaración de Principios del Partido Socialista de Chile”, 1933, n. 4. En Julio César Jobet,
Historia del Partido Socialista de Chile (Santiago, Editorial Documentas. 1987), p. 115.
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1145 José Manuel Vergara, Don Jorge y el dragón (Santiago, Nuevo Extremo, 1962).
1146 José Donoso, Diarios, ensayos, crónicas. La cocina de la escritura (Santiago, RIL Editores,
2009), p. 251.
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Jorge, al saber de los maltratos que sufría María —a quien han aco-
gido en su casa— va donde el Tordo y le da una semana de plazo —que
luego se transformará en un día— para retirar su choza, de lo contrario
“lo seco en la cárcel”, palabras que se sumaban a otras que le profirió en
una breve conversación: “usted es un sinvergüenza y un cobarde”; “us-
ted no trabaja porque no quiere”; “a usted se lo come el vicio y la flojera”.
El Tordo contestaba a todo con un sumiso “sí patrón”, que se transformó
después de la partida del hombre rico en una promesa mortal: “Lo mato.
Lo mato. Juro que lo mato. Juro, juro, juro por Dios que lo mato”.
Acoger a la María se transformó en una tragedia: el chofer de la casa
se aprovechó de ella, quien decidió volver con el Tordo, avergonzada.
Los sucesos generaron un debate en el cual participaron los dueños de
casa con un matrimonio amigo, don Ramón y doña Leonor. El momento
más conflictivo de la conversación lo protagonizó Rodrigo, quien había
tomado más de la cuenta y pronunció unas palabras que “tenían un tono
de político profesional”, por su elocuencia, y que ilustraban la ruptura
doctrinal y política con su padre, anunciando un quiebre social:
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“¡Váyase de aquí! ¡Yo lo echo a usted, sin plazo, ahora mismo, en el nom-
bre del Dios verdadero que ama a los pobres, que aborrece la injusticia,
que abomina de la vanidad! ¡Váyase de aquí! ¡Vuélvase a su reino! ¡Vá-
yase, váyase, váyase! -gritaba don Carlitos, al tiempo que avanzaba, al
trote, tras del escandalizado don Jorge”.1148
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1149 Gerardo Claps, “Don Jorge y el Dragón”, Revista Mensaje, Nº 107 (1962), pp. 94-95.
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1150 Una interesante conceptualización sobre el “sujeto popular” en Gabriel Salazar y Julio Pinto,
Historia contemporánea de Chile II. Actores, identidad y movimiento (Santiago, LOM Ediciones,
2010, 10ª Reimpresión), pp. 93-136; en relación al mundo rural, ver pp. 93-112.
1151 Al respecto “Así pasa las horas el Chacal”, Las Últimas Noticias, 30 de abril de 1963, p. 3.
1152 “A las 7.22 fue el fusilamiento”, Las Últimas Noticias, 30 de abril de 1963, p. 20.
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Impacto causó en el país la muerte del Chacal de Nahueltoro. La prensa recogió sus últimos
momentos. Las Últimas Noticias, 30 abril de 1963 y Ercilla, 1 de mayo de 1963.
“Hay que ir a Nahueltoro o a San Fabián de Lico para saber que el medio
puede ser un condicionamiento para la muerte: los niños raquíticos, los al-
rededores del pueblo rodeados de cantinas. Y no hay escuelas. Aquí matar
a una o a seis personas no es cuestión de moral; es cuestión de oportunidad.
Y todos somos culpables y responsables de que esta realidad exista”.1155
1153 En “Así pasa las horas el Chacal”, Las Últimas Noticias, 30 de abril de 1963, p. 3.
1154 Ver Alicia Vega, Re-visión del cine chileno (Santiago, Editorial Aconcagua, 1979), “El Chacal de
Nahueltoro” en pp. 145-160.
1155 “Sería irresponsable ignorar la realidad”, Ecrán, Nº 1955, 13 de agosto de 1968.
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1168 Mensaje de S.E. el Presidente de la República don Jorge Alessandri R. al Congreso Nacional al inau-
gurar el período ordinario de sesiones, 21 de mayo de 1963.
1169 De acuerdo a las experiencias históricas esto se hace especialmente difícil de percibir para
quienes ejercen el poder.
1170 Por ejemplo, es nítidamente el caso, en Europa, de Charles de Gaulle, en los dos periodos en
que Francia se encontró dramáticamente comprometida. En Chile, sería el caso de Arturo
Alessandri frente a la caída del seudo parlamentarismo y al reconocimiento de “la cuestión
social”.
1171 “Es necesario crear la crisis”.
1172 “Testimonio de Jorge Alessandri”, 18 de enero de 1984.
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1173 Carta a Arturo Alessandri R., de 15 de noviembre de 1964. Como una de las últimas activida-
des de su gobierno, en octubre de 1964, efectuó una gira al norte del país, en la cual recibió
grandes demostraciones de adhesión.
1174 Joaquín Fermandois, Mundo y fin de mundo, pp. 297-302.
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