Historia de Chile 1960 2010 Tomo 2 El PR

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La crisis chilena y el camino a las revoluciones

La crisis chilena y el camino a las revoluciones

ÉPOCA DE CAMBIOS

El gobierno de Jorge Alessandri tuvo un modo de ser propio, que se vio


afectado por las transformaciones de su época.
El Presidente se había propuesto llevar adelante una serie de medi-
das con un estilo sui generis, de gobernante servidor del país, con ten-
dencia al orden, y también tributario del Chile de mediados de siglo,
con sus procesos sociales y económicos que llevaban varias décadas de
desarrollo. Sin embargo, resulta evidente que las transformaciones ex-
perimentadas en América Latina y el país durante esos años eran tan
profundas que excedían ampliamente los parámetros en que se desen-
volvía la administración de Alessandri.
Un factor determinante para las transformaciones que sobreven-
drían fue el triunfo de la Revolución Cubana de Fidel Castro en enero
de 1959, la que junto con constituir un hito en la política de la isla, se
convirtió pronto en un referente continental en la marcha de la histo-
ria hacia el socialismo.1060 Los barbudos victoriosos, con su vestimen-
ta verde olivo, su rebeldía y espíritu contestatario, sumado a cierto aire
mesiánico que rodeaba sus figuras y discursos, pasaron a ser una fuen-
te de inspiración para los partidos y movimientos de izquierda en todo
el continente. Como consecuencia, irrumpió con fuerza la inminencia
de la alternativa revolucionaria que reflotó la posibilidad de lograr los
cambios por medio de la acción violenta. En diversos países de América
Latina se formaron grupos guerrilleros que pretendían emular la proeza
de Castro y el Che.1061
En el caso particular de Chile, no se trataba de una mera repetición
del “modelo cubano”, puesto que las distintas agrupaciones y sus líderes
tenían conciencia de las profundas diferencias históricas e instituciona-

1060 De primera mano ver Ignacio Ramonet, Fidel Castro. Biografía a dos voces (Barcelona, Debate,
2006). Una visión crítica en Huber Matos, Cómo llegó la noche (Buenos Aires, Tusquets, 2004).
1061 Sobre el impacto de la Revolución Cubana, ver el interesante trabajo de Christopher Andrew
y Vasili Mitrokhin, The World was going our way. The KGB and the battle for the Third World
(New York, Basic Books, 2005), pp. 25-57.

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les entre ambos países, como era la larga trayectoria democrática y la


ausencia de una dictadura como la que habían soportado los cubanos.
Por eso el senador y ex candidato presidencial Salvador Allende solía
recordar “el peligro de procurar el trasplante de experiencias que hoy
realizan otros pueblos en su camino hacia el socialismo”, y concluía:
“Nuestro socialismo es, en síntesis, absolutamente chileno y america-
no. No por eso, es menos revolucionario, menos marxista o menos cien-
tífico. Es, precisamente, revolucionario, marxista y científico, porque
contempla lo anterior”.1062 Pero no cabe duda de que la revolución de
Castro y de Guevara, como suceso, despertó un estallido de entusiasmo,
en ocasiones utópico, que animaba a acelerar el curso de la historia y
a trabajar por la próxima llegada del socialismo. El respaldo inicial fue
amplio y las muestras de rechazo muy escasas. Sin embargo, su triunfo
instalaba un gran dilema en el mundo de la izquierda, como era saber
si los cambios parciales y graduales tendrían futuro, o si las sociedades
debían apostar resueltamente por transformaciones radicales y estruc-
turales. De paso era necesario establecer si la vía electoral seguía siendo
razonable o si había que quemar las naves con la adhesión a la vía vio-
lenta, cuestión que suscitó un debate profundo y persistente dentro de
las corrientes marxistas. Después de todo, la revolución ya no era solo
una opción política presente en los manuales, sino que también una rea-
lidad posible en el continente latinoamericano, como señalaba Neruda
al referirse a Cuba como la “común bandera del hemisferio oscuro que
esperaba por fin una victoria verdadera”.1063
Si la hora de Cuba había llegado triunfante: ¿Podría ser Chile el se-
gundo “territorio libre” de América Latina?1064

1062 Entrevista a Salvador Allende en Sergio Guillisasti, Caminos de la política (Santiago, Editorial
Universitaria, 1960), pp. 190-197.
1063 Pablo Neruda, “Escrito en el año 2000”, en Canción de Gesta (La Habana, Imprenta Nacional
de Cuba, 1960).
1064 El concepto territorio libre lo usa Salvador Allende, en su visita a La Habana en 1966, con oca-
sión de la reunión de la Tricontinental, en la que participó como presidente de la Delegación
Chilena. Ver Mario Amorós, Allende, p. 214.

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LA DESPEDIDA DEL PRESIDENTE ALESSANDRI.


LUCES PERSONALES Y SOMBRAS POLÍTICAS

El final del gobierno de Jorge Alessandri tuvo una expresión doble, fruto
de las contradicciones políticas propias del momento. Soplaban vientos
de cambio, el país no era ni volvería a ser el mismo y Alessandri regresa-
ba a su departamento con el aprecio de la ciudadanía y el apoyo de sus
electores, aunque combinado con el reproche de quienes no entendían
que ese enorme capital político no se hubiera usado para dar continui-
dad a su administración.1065
De ahí que las primeras evaluaciones políticas hablan de signos pre-
ocupantes. Así lo mostraban los resultados de las elecciones parlamen-
tarias de 1961 y en las municipales de 1963, que registraban el retroceso
en los partidos de derecha. Adicionalmente, de cara a la elección presi-
dencial de 1964, no aparecía en el camino un heredero de Alessandri,
quien no lograba transmitir su prestigio y popularidad a los potencia-
les candidatos, y todo indicaba que la sucesión quedaría en manos de la
Democracia Cristiana o del marxismo, las dos grandes tendencias que
se enfrentaron finalmente el 4 de septiembre de ese año.
Desde el punto de vista económico también había algunas manifes-
taciones que provocaban frustración, como la persistencia de los altos
niveles de inflación, sumado a demandas crecientes en materia de sala-
rios y el aumento de las huelgas. Como resultado, se seguirían buscando
alternativas políticas para dirigir el país, y las grandes fuerzas políticas
rivalizarían en propuestas y ofrecimientos para ganar las elecciones.
En segundo lugar, la otra cara de esta medalla es que, en los hechos,
Alessandri gozaba de popularidad y despertaba afecto y respeto en la
población. Años después, el gobernante reflexionó sobre el tema:

“Muchas veces me dijeron que estaba pasando un fenómeno muy cu-


rioso, porque mi imagen seguía creciendo ante la opinión pública, pero
que esto no rebalsaba a los partidos que me apoyaban. Yo entonces les

1065 Un interesante artículo sobre el tema es Erica Vexler, “Enigma de la popularidad de JAR”,
Ercilla, 7 de octubre de 1964.

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contestaba: hagan lo mismo que hago yo; son ustedes los que me están
encumbrando. Ustedes saben que si tengo mis normas fijas, no es en be-
neficio mío, sino que en beneficio del país, de manera que no me hagan
estas exigencias ni me planteen estos problemas porque se aprovecha la
prensa de oposición para hacer lo que ustedes están representándome…
Lógicamente que de este prestigio que adquirí, no podían beneficiarse
los partidos, aun cuando yo siempre les dije que debían tratar de tener
un comportamiento parecido al mío porque eso es lo que quiere la opi-
nión pública. Pero no conseguí nada en esta materia”.1066

El presidente Alessandri saludando después de su último mensaje al país (1964). Museo


Histórico Nacional, donación sucesión Jorge Alessandri.

Alessandri estaba convencido de que el apoyo personal que recibía,


frente al rechazo a los políticos, tenían una explicación: que él había “re-
presentado en la vida pública de este país un nuevo estilo”, que se resu-
mía en cultivar la responsabilidad en la gestión, buscar el bien común,
rechazar la demagogia y practicar la austeridad.1067 Esta popularidad no

1066 “Testimonio de Jorge Alessandri”, 18 de enero de 1984.


1067 Carta de agradecimiento al crítico literario Hernán Díaz Arrieta (Alone), de 17 de noviembre
de 1965. En Archivo Jorge Alessandri R.

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era solamente una autopercepción del gobernante, sino que tuvo expre-
siones visibles a través del tiempo. Algunos partidarios llegaron a creer
que se justificaba impulsar una reforma a la Constitución para permitir
la reelección presidencial; otros muy pronto se organizaron para planifi-
car el futuro regreso de don Jorge a La Moneda, intento que se concreta-
ría en la nueva candidatura presidencial de 1970.
Sin perjuicio de ello, en sus últimos meses de gobierno, Jorge
Alessandri pudo observar cómo, inexorablemente, avanzaba hacia la
Presidencia de la República uno de sus principales adversarios.

“Pese a que esta actitud mía no ha sido comprendida ni siquiera por los
conglomerados políticos que a través de todo mi período me han hecho
una oposición implacable, y de uno de los cuales saldrá mi sucesor, se-
guiré procurando por todos los medios a mi alcance hasta el último ins-
tante, que el elegido reciba el país dentro de una perfecta normalidad
económica, con el mismo ritmo de actividad actual, sin cesantía…”.1068

Ese mismo 21 de mayo —en su último mensaje ante el Congreso


Pleno— alertó, con preocupación, sobre el crecimiento de las expectati-
vas de los chilenos, cuestión que lo llevó a denunciar la demagogia y el
interés de muchos políticos de congraciarse con la población.

“Un hondo imperativo patriótico me impulsa a prevenir a los sembrado-


res de ilusiones y quimeras porque pueden tener más tarde una amarga
y tal vez trágica cosecha. ¡Tengan cuidado!, porque ante la imposibilidad
de ir más de prisa que este gobierno no faltarán quienes, para aquietar las
expectativas defraudadas, piensen o propicien lanzarse por la pendiente
del despojo, que si bien satisface el más hondo y negativo sentimiento
de los hombres, que es la envidia, produce efectos que no solo son efí-
meros sino que por entero contraproducentes para hacer más rápida la
pronta satisfacción de los explicables anhelos de una vida más holgada

1068 Mensaje de S.E. el Presidente de la República don Jorge Alessandri Rodríguez al Congreso Nacional
al inaugurar el período ordinario de sesiones. 21 de mayo de 1964, p. 620. Se refiere a las adver-
tencias que formulaba acerca de los aspectos económico-sociales y políticos.

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para todos, aparte de la mancha indeleble que ello pondría en la limpia


tradición de juridicidad, de la cual con razón Chile se enorgullece”.1069

A raíz de lo mismo, en 1964 llegó a decir que temía que Chile estu-
viera “caminando hacia un golpe de Estado, que nos haga abrir los ojos
a la realidad”, según manifestó a Pedro Lira Urquieta, embajador ante
la Santa Sede.1070 Pensó que una buena solución podría haber sido una
reforma constitucional, que permitiera mejorar aspectos importantes
de la institucionalidad en los que veía gérmenes de obstrucción hacia
el Presidente de la República o bien una apertura a la irresponsabilidad
parlamentaria. Sin embargo, el tema era mucho más complejo de lo que
podía advertir el propio Alessandri.
Paralelamente, la derecha política se había quedado sin un discurso
atractivo que pudiera contraponer a la irrupción de las alternativas re-
volucionarias. Tampoco sería capaz de levantar y mantener una opción
presidencial en 1964: los partidos Conservador y Liberal experimenta-
ron una baja en sus votaciones, todo esto sumado al distanciamiento que
se produjo entre los conservadores y la Iglesia Católica, que tendió a fa-
vorecer las posturas representadas por la Democracia Cristiana.1071
Mientras el Presidente se convencía de que los problemas nacionales
debían enfrentarse con estudios serios y soluciones técnicas adecuadas,
las cuales se debían complementar necesariamente con hábitos políti-
cos limpios y ciertas virtudes imprescindibles en los gobernantes, el país
había entrado de una manera evidente en una espiral revolucionaria
cuyo fin era desconocido. No obstante, Alessandri no parecía preocupa-
do de dejar un sucesor y, tal vez, no alcanzó a ver todas las dimensiones
del cambio de época.
La jornada del 3 de noviembre, fecha de la entrega del mando, fue
de dulce y de agraz. Por una parte pudo confirmar nuevamente el res-

1069 Mensaje de S.E. el Presidente de la República don Jorge Alessandri Rodríguez al Congreso Nacional
al inaugurar el período ordinario de sesiones. 21 de mayo de 1964. 21 de mayo de 1964, p. 461.
1070 Carta de Jorge Alessandri a Pedro Lira Urquieta, 10 de junio de 1964, en Sergio Carrasco
Delgado, Cartas del presidente Jorge Alessandri con los embajadores en la Santa Sede, p. 105.
1071 Ver Sofía Correa, Con las riendas del poder, pp. 243-265.

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paldo ciudadano hacia su figura: “Una enorme muchedumbre se agolpó


frente a mi casa por varias horas en que debí repetidamente salir al bal-
cón. Igualmente fueron estruendosas las ovaciones dentro del Congreso
Pleno”.1072 En la ocasión se repetían los saludos y manifestaciones como
aquella multitudinaria despedida que recibió en Antofagasta —con el
estadio de la ciudad repleto— poco antes de terminar su gobierno.1073

Al finalizar su gobierno el presidente Alessandri visitó algunas provincias del país. En la


imagen en el estadio de Antofagasta (1964). Fotografía de Foto Lux (Antofagasta). Museo
Histórico Nacional, donación Archivo Zig-Zag/Quimantú.

Sin embargo, en esa misma ocasión debió entregar la banda presi-


dencial a Eduardo Frei Montalva, quizá el mayor opositor a su gestión,
y una figura muy distante de lo que el propio Alessandri consideraba

1072 Carta de Jorge Alessandri a Arturo Alessandri Rodríguez, de 15 de noviembre de 1964. Como
una de las últimas actividades de su gobierno, en octubre de 1964, efectuó una gira al norte
del país, en la cual recibió grandes demostraciones de adhesión.
1073 Incluso se pensó que podría ser candidato a senador en 1965, después de “su triunfal gira” de
despedida. Ver “JAR: la gran incógnita”, Ercilla, 14 de octubre de 1964.

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que era lo mejor para Chile, e incluso pensaba que podría conducir al
país a la crisis.1074
Aunque el período de gobierno concluía en medio de circunstancias
normales y de aprecio colectivo, con rara generalidad se comentó en los
medios de información el hecho de haber asumido el presidente Eduar-
do Frei, lo que abriría camino a la crítica sobre el significado y los alcan-
ces del gobierno de Alessandri.
No planteándose mayores objeciones a la tarea constructiva del pe-
ríodo, ni a las dotes personales del gobernante, la mayor crítica, por lo
demás mantenida en el tiempo, provino de no pocos hombres públi-
cos, de distintos sectores políticos. Algunos calificaron la gestión de
Alessandri simplemente como una administración eficiente y honrada,
con un Presidente que solo cumplió tal rol, en el mejor de los casos, con
disposición a un trabajo personal y respetable, pero sin alcances sustan-
tivos de importancia, careciendo de un diseño de futuro, y que por esa
carencia no tendría mayor relieve en la historia nacional.1075 En palabras
de Fernando Silva, el gobierno —en la última parte de su mandato— se
vio “relegado al cumplimiento de simples tareas administrativas”, y lo
más grave se expresaba en la “inexistencia de una opción política bien
diseñada, que pudiera hacer frente a las críticas y a las promesas que a
las masas hacían el FRAP y la Democracia Cristiana”.1076
Este no es un juicio que se pueda obviar a la luz del gobierno que asu-
miría en 1964.
1074 En una ocasión Alessandri había advertido que Eduardo Frei no tenía “conocimiento perso-
nal y práctico de los problemas y, además, es un hombre de muy poca acción y, por obra de
esas circunstancias, vacilante”, si bien reconocía su ilustración, inteligencia y honradez. Ver
Carta de Jorge Alessandri a Joaquín Undurraga Fabres (Hacienda Lo Vargas, Lampa), 25 de
febrero de 1957. En Archivo Jorge Alessandri R.
1075 Algunas las hubo, como escribe el propio Alessandri a días del término de su gobierno: “Efec-
tivamente, mi gobierno ha significado un gran avance en nuestro desarrollo, pero pese a ello
debo estar soportando la maldad de René Silva Espejo que en El Mercurio [era entonces direc-
tor del diario] está dado a la patriótica tarea de desacreditarme, tratando demostrar que mi
popularidad no se justifica porque se me han atribuido actitudes y hechos que en la intimidad
no son efectivos”. En carta de Jorge Alessandri a Pedro Lira U., 20 de noviembre de 1964. En
Archivo Jorge Alessandri R.
1076 Fernando Silva, “Un contrapunto de medio siglo: Democracia liberal y estatismo burocrático
1924-1970”, pp. 865-866.

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FREI CAMINO A LA MONEDA

A partir de 1957, cuando Eduardo Frei Montalva obtuvo un resonante


triunfo senatorial en Santiago, alzándose con la primera mayoría nacio-
nal, consolidó el camino que lo llevaría finalmente al gobierno de Chile.
Frei quedó prácticamente ungido como candidato para 1958, debido
a su creciente liderazgo y también a la rápida consolidación de su par-
tido; la derrota de ese año retrasó el proceso, que culminaría exitosa-
mente en 1964.1077 Durante ese período asumió con decisión un papel de
constante opositor al gobierno de Jorge Alessandri, como presidente de
la DC hasta 1961 y como senador durante toda la administración. En la
práctica, la DC logró un importante crecimiento en los diversos procesos
electorales: en las elecciones municipales de 1960 obtuvo el 14,6% de
los votos; en la parlamentaria de 1961, el 15,4%, eligiendo 23 diputados
y superando en votos al Partido Conservador; finalmente, en las muni-
cipales de 1963 llegó al 22,7%, con 452.987 votos, lo que transformó a la
Democracia Cristiana en el partido más grande del país, consolidando
su trayectoria y poniendo a Frei a las puertas de La Moneda.1078
Paralelamente, el Partido Demócrata Cristiano comenzó a experi-
mentar una evolución en su camino hacia el gobierno.1079 En 1961 adoptó
su famoso acuerdo de Millahue, cuando se reunió el Consejo Nacional
del Partido el 8 y 9 de abril, destacando que la DC era la única vía, por-
que consideraban que “el capitalismo y el marxismo no son soluciones
eficaces para los problemas concretos de la nación chilena en la actual
realidad histórica”.1080 Ese mismo año asumió como nuevo presidente

1077 Sobre el líder DC en la etapa previa a llegar a La Moneda ver Cristián Gazmuri, Eduardo Frei
Montalva y su época, Tomo II, pp. 487-553.
1078 Sobre las elecciones en este período y el auge de la DC ver Jaime Etchepare, Surgimiento y
evolución de los partidos políticos en Chile, pp. 211-224.
1079 El pensamiento de la Democracia Cristiana en esos años está expuesto en Sergio Guillisasti,
Caminos de la política, en el capítulo “Doctrina Demócrata Cristiana”, que incluye entrevistas
a Eduardo Frei Montalva y Juan de Dios Carmona, pp. 103-137.
1080 Ver “Chile. El pueblo respalda a la Democracia Cristiana”, Política y Espíritu, Nº 259 (abril de
1961), pp. 48-50.

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de la colectividad el diputado Renán Fuentealba, con un doble objetivo:


mejorar la organización interna del PDC y trabajar para lograr el triunfo
en la elección presidencial de 1964.1081 Los resultados de la elección mu-
nicipal de 1963 permitían abrigar esperanzas, cuando el partido obtuvo
el mencionado 22,7% de los votos. Más abajo venían los radicales con el
21,6%, y a mayor distancia el Partido Liberal, con 13,4%; el Comunista,
con el 12,7%; el Socialista con el 11,5% y el Conservador, con el 11,4%.1082
La propuesta que se hace con vistas a la elección de 1964 es de una
transformación más radical, con el título emblemático de Revolución
en Libertad y la urgencia de cambios estructurales, donde la libertad
era defendida como un principio esencial, en contraposición a las pos-
turas comunistas. Estas ideas le valieron al líder DC ser acusado de an-
ticomunismo, y también una polémica con el secretario general del PC
Luis Corvalán, a quien el senador Frei explicó con claridad que no ha-
bía país dominado por un régimen de esa ideología donde subsistiera
la Democracia Cristiana como organización política o expresión ideo-
lógica.1083
Asimismo estas ideas se compaginaban con otros cambios que vivía
la sociedad chilena, como era el caso de aquellos por los que atrave-
saba la Iglesia Católica. Así lo muestra el mencionado documento de
los Obispos de Chile titulado “El deber social y político de los católicos
en la hora presente”, que daba cuenta del trance que experimentaba la
propia Iglesia.1084
El texto hacía una serie de afirmaciones muy duras respecto de la
situación del país: hablaba de “los repetidos hechos que nos revelan el
malestar general” (n. 2); y señalaba que “aún no se han encendido las
pasiones políticas en toda su violencia” (n. 5); en un contexto en que “la
miseria nos rodea y se perpetúa entre nosotros” (n. 5).

1081 Entrevista de Alejandro San Francisco a Renán Fuentealba, La Serena, 21 de noviembre de


2014.
1082 Jaime Etchepare, Surgimiento y evolución de los partidos políticos en Chile, p. 223.
1083 “Respuesta del presidente del Partido Demócrata Cristiano, senador Eduardo Frei, al se-
cretario general del Partido Comunista, senador Luis Corvalán”, Política y Espíritu, Nº 260
(mayo de 1961).
1084 Conferencia Episcopal de Chile, El deber social y político en la hora presente.

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Por lo mismo, se refería a la necesidad de un cambio estructural de


la sociedad: “El cristiano, para serlo verdaderamente, tiene que tomar
posición con respecto a estas reformas, a fin de obtener que las estructu-
ras sociales sean tales que permitan a las capas de menores ingresos una
mayor participación en los frutos del proceso productivo”. Por lo tanto
los cristianos deberán aprobar cambios institucionales como la reforma
agraria, la reforma de la empresa, la reforma tributaria, la administrati-
va y otras análogas. Por lo mismo, más adelante establece la necesidad
de “promover por medio del voto una verdadera reforma de las estruc-
turas del país, para que en la medida de lo posible, su fisonomía sea más
conforme a los principios cristianos” (n. 26).
Considerando el tenor y el momento en que se dio a conocer, se ins-
taló la sospecha de que una de sus motivaciones era influir en el debate
de ideas con miras a la elecciones presidenciales de 1964. Más todavía
cuando “El deber social y político en la hora presente” recordaba “el gra-
ve deber” de votar, es decir, de participar en política, lo que era seguido
por un rechazo abierto al comunismo, dejando al descubierto los erro-
res del materialismo marxista, como despojar al hombre de su libertad,
atentar contra la familia, no respetar la propiedad, negar los derechos
de los trabajadores, rechazar a Dios y procurar el engrandecimiento del
Estado. En la práctica esto se inscribía dentro de lo que sería denunciado
como la “campaña del terror” anticomunista.
Efectivamente Frei, en 1964, se levantó como una alternativa contra
el comunismo, pero desde una perspectiva autodenominada revolucio-
naria, pero en la lógica de un régimen libre, democrático, occidental.
Con ello se reflejaba nítidamente el esquema de la Guerra Fría, a través
del enfrentamiento de proyectos internacionales como la Alianza para
el Progreso o la Revolución Cubana.

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UN PAÍS EN CRISIS

La situación social y económica del Chile de mediados del siglo XX


—que se agudizaría en las décadas siguientes— tenía muchos aspec-
tos propios de una crisis, presentados a la opinión pública a través de
la crítica social de ciertos autores relevantes. Esta fórmula de crisis-
crítica se fue agudizando con el paso del tiempo, sin que se advirtieran
soluciones de fondo a los problemas más graves, como el subdesarrollo
económico, la miseria extendida en amplios grupos de la población y la
inflación, entre otros.1085
Al respecto, es posible considerar algunos fundamentos de los pro-
yectos revolucionarios de los años sesenta, como parte de la explicación
de la crisis terminal del sistema institucional chileno, tanto por razones
políticas como por el subdesarrollo económico y social del país.
En 1959 Aníbal Pinto publicó un libro titulado, de manera dramática
y elocuente, Chile, un caso de desarrollo frustrado. La obra tiene la parti-
cularidad de resumir en el título el estado de postración en que, a juicio
de muchos analistas, se encontraba el país.1086
El autor subrayó la “gran contradicción” nacional, “que se viene
planteando desde antiguo entre el ritmo deficiente de la expansión de
su economía y el desarrollo del sistema y la sociedad democráticas”. En
otra parte agregaba:

“¿Qué valor o trascendencia efectiva podrían tener los índices de creci-


miento más halagüeños si ellos no implicaran un aumento del bienestar
de la gran mayoría? Al fin y al cabo, el ejercicio económico solo tiene
sentido en cuanto salva a los hombres del cerco de la necesidad y les
permite realizar sus potencialidades, antes constreñidas por la presión
de urgencias vitales”.1087

1085 Sobre la crítica del pensamiento chileno en la época, ver Javier Pinedo, “El pensamiento de
los ensayistas y cientistas sociales en los largos años 60 en Chile (1958-1973). Los críticos al
proyecto de Francisco A. Encina”, Atenea, N° 497, Concepción (2008), pp. 123-149.
1086 Aníbal Pinto, Chile, un caso de desarrollo frustrado (Santiago, Editorial Universitaria, 1959).
1087 Aníbal Pinto, Chile, un caso de desarrollo frustrado, p. 184.

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La crisis chilena y el camino a las revoluciones

A su juicio, los antecedentes de la frustración nacional eran variados,


como el retraso de la economía nacional, a pesar de los progresos demo-
cráticos; el fracaso de la agricultura chilena; el abuso de los créditos; la
brecha social en el campo. Para el período 1940-1955 los problemas eran
diversos y formaban parte del diagnóstico del fracaso o “desarrollo frus-
trado” del cual hablaba el autor.

La desnutrición fue uno de los grandes males


de Chile en el siglo XX. Portada de Ercilla N°
1244, 25 de marzo de 1959.

Un primer factor dice relación con lo político, y se refiere a la serie-


dad del esfuerzo que se requería para superar las dificultades económi-
cas y acometer los desafíos nacionales. A ello se sumaba la inflación,
reconocida como un problema con una considerable “persistencia e in-
tensidad”. Otro aspecto relevante era el retraso del campo, y sus dificul-
tades estructurales en cuanto a la propiedad, lo que haría explicable una
reforma agraria. Aníbal Pinto también mencionó otros asuntos, como la
dependencia y la expansión de los servicios a mayor velocidad de lo que
crecen los bienes.
Finalmente, Pinto señala otros dos aspectos que limitaban el desa-
rrollo nacional. Uno era la deficiente organización del Estado, con res-
ponsabilidades que excedían las capacidades reales de la administra-
ción. El otro era la distribución social de sus frutos, considerando que

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A DERROTAR LA DESNUTRICIÓN EN CHILE

Entre las deficiencias sociales que tuvo Chile en el siglo XX, destacaban
la desnutrición y la mortalidad infantil, que a su vez generaban otras
consecuencias lamentables.
En 1939 Salvador Allende —médico socialista y ministro de Salubri-
dad Pública del presidente Pedro Aguirre Cerda— denunció que “Chile
tiene la más alta mortalidad infantil del mundo”, mientras “en casi to-
dos los países ha ido disminuyendo en proporciones apreciables” (La
realidad médico-social chilena, Imprenta Lathrop). Las manifestaciones
de estos problemas de salubridad —que tenían su origen en la alimen-
tación deficitaria— eran diversas: deficiencia en la estatura y el peso de
los niños, frecuencia de enfermedades contagiosas.
A mediados de siglo, y casi por casualidad, otro médico emprende-
ría la tarea titánica de abordar el asunto en sus diversas dimensiones:
el doctor Fernando Monckeberg, quien narra esta historia en Contra
viento y marea. Hasta erradicar la desnutrición (Santiago, El Mercu-
rio-Aguilar, 2011). Su inquietud nació en la población La Legua, donde
vio “muchísimos niños tristes, semidesnudos y sin zapatos, convivien-
do con perros flacos, basurales y una gran cantidad de moscas”. Preci-
samente, se morían como moscas, según le dijo el cura Rafael Maroto,
pidiéndole un pediatra para el lugar.
Decidió quedarse, procurando objetivar, es decir, obtener datos
científicos, sobre las causas y consecuencias de la miseria. Observó una
estructura familiar frágil, un uso del lenguaje muy simple, con pocas
palabras; además comprobó un desarrollo insuficiente de la capacidad
intelectual. Los niños morían, cada día, y los que sobrevivían tenían da-
ños irreparables. Adicionalmente había un gran analfabetismo, deser-
ción escolar, niños sin zapatos, muchos de los cuales trabajaban desde
pequeños. Todo esto “no obedecía a causas raciales, sino al efecto ne-
gativo de la ancestral marginalidad y pobreza de los grupos humanos”.
Todos tenían un elemento común: la desnutrición, mala alimentación
con deficiencia en proteínas y vitaminas.
La Legua fue “su universidad”, pero luego continuaría sus estudios
en la prestigiosa Universidad de Harvard, en Estados Unidos. Ahí se dio

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cuenta que habían enfermedades del mundo desarrollado y otras del
mundo subdesarrollado, lo que exigía desarrollar investigaciones pro-
pias, para lo cual sería necesario conseguir recursos, contratar investi-
gadores, hacer publicaciones, obtener resultados. Más todavía cuando
“los daños de los primeros años de vida no eran reparables”.
Para ello era necesario enfrentar múltiples desafíos, si bien todos los
factores estaban entrelazados: procurar mejor alimentación, desarrollar
al máximo el potencial genético de todos los niños, superar el daño ce-
rebral producido por generaciones que vivieron en la marginalidad y la
subalimentación, procurar el mejor ambiente sicosocial posible para los
pequeños. Adicionalmente, era necesario convencer a economistas, polí-
ticos, sociólogos y planificadores de la necesidad de acometer esta tarea.
En el plano de los recursos, “debíamos conseguir fondos mediante
aportes de agencias extranjeras o de empresas privadas”. Así lo señaló
recientemente el médico pediatra: “Mi interés era conseguirme plata.
Y había organizaciones que ayudaban: Ford Foundation, Kellogg Foun-
dation, Nutrition Foundation, Rockefeller Foundation. Y había por pro-
yectos, que uno podía optar. Y toda mi estada en EE.UU. fue organizar
proyectos y más proyectos, lo que les convenía también a las fundacio-
nes, que tenían que demostrar eficiencia dando resultados... Ganába-
mos todos ” (entrevista de José Manuel Castro, Alejandro San Francis-
co y Jorge Soto a Fernando Monckeberg, Santiago, 2 de agosto de 2016).
Por otro lado “se requeriría voluntad política que no iba a ser fácil
conseguir, dada la extrema ideologización que se vivía en aquella épo-
ca y a la que Chile no estaba ajeno”. La política de Estado tendría que
seguir esperando, todavía no estaban dadas las condiciones ni el tema
era una preocupación central de los gobernantes, aunque el 50% de la
población chilena “estaba siendo dañada durante generaciones”.
Es interesante recordar que la solución era difícil y compleja, re-
quería de mucha colaboración, pero que hacia 1960 ya estaba definido
el camino a recorrer. Se requería la inteligencia de las universidades:
Monckeberg estudió en la Universidad Católica de Chile y luego en
Harvard, y trabajó en la Universidad de Chile; se necesitaban muchos
recursos, que provendrían del mundo privado y, más tarde, del Estado;
el tema debía abordarse a escala nacional, y no de manera aislada. Una
obra titánica, que tendría final feliz décadas después.

475
Historia de Chile 1960-2010

unos pocos habían tenido un aumento importante de ingresos, cuestión


que no había beneficiado a las grandes mayorías.
Antes y después de este libro de Pinto hubo otros tantos documen-
tos que acometieron análisis en la misma dirección. Uno de ellos fue La
concentración del poder económico en Chile, del joven abogado Ricardo
Lagos Escobar, que llegaría décadas después a ser Presidente de la
República.1088 Era una obra cargada de retórica que mezclaba elementos
de estructuralismo con marxismo, muy presentes en economistas chile-
nos de mediados de siglo. En ese texto Lagos señalaba:

“La única y verdadera solución es, entonces, la abolición de la propie-


dad privada sobre los medios de producción, los cuales deben pasar al
Estado. En la medida que dicha propiedad subsista, todas las leyes que
se dicten solo serán paliativos que jamás conseguirán la eliminación
definitiva de las diversas formas de concentración...”

Por difícil que pueda ser esta reforma —agregaba Lagos—, ella debía
producirse, pues solo con la transformación profunda de la estructura
económica vigente se podría conseguir que el desarrollo y el progreso
alcanzaran a todos los sectores de la comunidad. “Provocar y dirigir
este cambio orgánico de nuestras sociedades es el reto que la historia ha
planteado a la generación presente, reto que ésta no podrá desconocer
ni eludir”.1089
Las revoluciones de Frei Montalva y de Salvador Allende se dirigi-
rían precisamente, y de manera progresiva, en esa dirección. El período
1964 a 1973 pasaría a ser la era de las revoluciones, una democratacris-
tiana y la otra socialista, destinadas a cambiar el curso de la historia.
Previamente, los conceptos y principios de la derecha también tuvieron
una oportunidad, con el gobierno de Jorge Alessandri. En los hechos,
esos tres últimos gobernantes fueron parte de un clima internacional y

1088 Esta etapa de su vida está narrada en Ricardo Lagos, Mi vida. De la infancia a la lucha contra
la dictadura, pp. 74-119; la referencia a su estudio -memoria en la carrera de Derecho de la
Universidad de Chile-, en pp. 106-112.
1089 Ricardo Lagos Escobar, La concentración del poder económico en Chile (Santiago, Editorial del
Pacífico, 1963), pp. 172-173.

476
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

nacional que daba cuenta de una creciente crisis del régimen democráti-
co vigente, así como también de su modelo económico y social.

LA GUERRA FRÍA EN AMÉRICA LATINA Y EN CHILE

Tras la Segunda Guerra Mundial estalló un nuevo conflicto ideológico


que reordenaría el mapa político internacional. Mientras Europa orien-
taba sus esfuerzos a la reconstrucción de la posguerra, la Unión Soviéti-
ca y Estados Unidos se erigían como los nuevos protagonistas del siste-
ma internacional, reconfigurándose los equilibrios globales en torno a
la relación entre estos dos países. En 1946 Winston Churchill denunció
la formación de una “Cortina de Hierro” que dividía al mundo entre las
naciones partidarias de la democracia y aquellas que quedaban some-
tidas al régimen comunista.1090 El período que va entre ese año y 1991
quedaría marcado por el conflicto de las superpotencias y la amenaza
nuclear en el mundo.1091
La Guerra Fría sería comprendida no solo como un enfrentamiento
político entre dos grandes potencias, sino que además como una “época
histórica global”.1092 Esto permite explicar las múltiples dimensiones en
que se expresó el conflicto: en la política, en la economía, en la cultura,
en las relaciones internacionales, así como en el plano bélico. Se trató de
un fenómeno que contrastó a nivel planetario “dos proyectos ideológi-
cos, holísticos, totales, mutuamente excluyentes, vivida por los contem-
poráneos como una época de alternativas políticas, económicas, socia-
les y filosóficas extremas”.1093 La disyuntiva entre dos alternativas con
aspiraciones universales no solo se desarrolló bajo el clásico esquema
global este-oeste, sino que también bajo una dinámica norte-sur, com-
plementada con un conflicto que se vivió al interior de cada sociedad.

1090 Winston Churchill, Discurso en Fulton, Missouri, 5 de marzo de 1946, en Winston Churchill,
La Segunda Guerra Mundial (Madrid, La Esfera de los Libros, 2009), pp. 1054-1055.
1091 Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX (Buenos Aires, Crítica, 2014).
1092 Olga Ulianova, “Algunas reflexiones sobre la Guerra Fría desde el fin del mundo”, en Fernan-
do Purcell y Alfredo Riquelme (editores), Ampliando miradas. Chile y su historia en un tiempo
global (Santiago, Ril Editores/Instituto de Historia PUC, 2009), p. 236
1093 Olga Ulianova, “Algunas reflexiones sobre la Guerra Fría”, pp. 236-237.

477
Historia de Chile 1960-2010

Esto fue propiciado por dos sistemas ideológicos cuyo potencial de con-
versión los animaba a intervenir en los procesos de cambio en socieda-
des del tercer mundo, configurando, de este modo, un proceso político a
escala planetaria.1094
En América Latina, los sucesos emblemáticos de la “Guerra Fría
Interamericana” se expresaron especialmente después de mediados de
siglo.1095 Y se hicieron presentes con la intervención norteamericana en
Guatemala en 1954 o con el desarrollo de la Revolución Cubana desde
1959, ambos procesos entendidos como parte de un conflicto global ins-
talado en el continente y en el que los actores observaban un futuro que,
irremediable e irreversiblemente, se decidiría en favor del comunismo
soviético o del liberalismo norteamericano.
De este modo, cada acontecimiento, nacional o internacional, podía
ser concebido como “un signo de la Guerra Fría”. Ahora bien, es cierto
que los actores políticos de cada sociedad interpretaban su propia reali-
dad según las categorías de dicho conflicto, pero simultáneamente rea-
lizaban una lectura de los acontecimientos locales orientada al logro de
sus propios intereses.
El 1° de enero de 1959 se consolidó el triunfo de la Revolución Cubana,
que primero se presentaba como una lucha antidictatorial —contra
Fulgencio Batista—, y se transformó posteriormente en la consolidación
de la primera dictadura marxista leninista de América Latina, liderada
por Fidel Castro, que se extendería más de medio siglo.1096 Con esto, la
construcción del socialismo apareció como una posibilidad real y dejaba
de ser una mera esperanza o doctrina transmitida a través de los libros.
El triunfo de Castro, Ernesto Che Guevara y sus compañeros de lu-
cha en la Sierra Maestra, significó no solo un cambio de gobierno en la
isla, sino que también una transformación sobre el modo de hacer políti-
ca en el continente. De esta manera, muy pronto surgieron movimientos
1094 Odd Westad, The global cold war. Third world interventions and the making of our times (Cam-
bridge University Press, 2007).
1095 Sobre dicho concepto ver Tanya Harmer, El gobierno de Allende y la Guerra Fría Interamerica-
na (Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2013).
1096 Una visión sintética y valiosa sobre el tema en Rafael Rojas, Historia mínima de la Revolución
cubana (Madrid y Ciudad de México, Turner/El Colegio de México, 2015).

478
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

guerrilleros en las más diversas naciones, cada una con su propia histo-
ria local, pero ciertamente influidas por el modelo cubano. Así comen-
zaron a aparecer grupos como los Montoneros, los Tupamaros, el MIR,
entre otras manifestaciones del mismo fenómeno, y la fundación de la
Organización Latinoamericana de la Solidaridad (OLAS) en 1967, pro-
clamaría que “la lucha revolucionaria armada constituye la línea funda-
mental de la Revolución en América Latina”.1097

Pablo Neruda escribió el primer libro de


poesía en homenaje a la Revolución Cubana,
publicado en La Habana en 1960. Portada de
Canción de gesta (Imprenta Nacional de Cuba,
1960).

Chile fue un lugar donde el castrismo o la admiración por la


Revolución Cubana adquirieron una devoción especial. Salvador
Allende, futuro Presidente de la República, visitó prácticamente todos
los años la isla de Cuba, y ahí conoció a Ernesto Che Guevara y a Fidel
Castro.1098 El Che le regaló su famoso libro Guerra de guerrillas, con una
1097 “Proclama de la Primera Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad
(OLAS), 10 de agosto de 1967”, en Pedro Martínez Lillo y Pablo Rubio Apiolaza (editores),
América Latina y tiempo presente. Historia y documentos (Santiago, LOM Ediciones, 2015),
pp. 188-189. Corresponde al punto Nº 5 de la Proclama.
1098 El impacto de la Revolución Cubana y de la figura del Che en el líder socialista en Mario
Amorós, Allende, pp. 170-176 y 219-224.

479
Historia de Chile 1960-2010

dedicatoria que expresaba a la vez afecto y comprensión sobre la forma


distinta de encarar las posibilidades de la revolución en América Latina:
“A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo.
Afectuosamente, Che”.1099 Por su parte Pablo Neruda escribió el pri-
mer homenaje literario a la Revolución Cubana, que tituló Canción de
Gesta.1100
De este modo, la izquierda chilena —que tradicionalmente había
observado las formas democráticas— ungió a la isla como su referente
revolucionario. Si bien sus líderes se preocuparon en una primera eta-
pa de precisar que se trataba de un ejemplo, por haberse constituido en
“primer territorio libre de América Latina”, también se apuraron a acla-
rar que existían los medios para que cada país procurara emprender un
camino revolucionario acorde con su propia realidad e historia.

EL MARXISMO Y LA REVOLUCIÓN COMO NECESIDAD HISTÓRICA

La Revolución Cubana era una muestra, elocuente y atractiva, de la


posibilidad de cambiar el orden de las cosas en América Latina. Por lo
mismo, en muchos lugares el cambio radical de la sociedad pasó a ser
no solo una utopía, sino también una posibilidad histórica cierta. Y en
este predicamento no estaban solo los partidos y líderes de la izquierda,
puesto que se fue produciendo una progresiva comprensión y aceptación
de la revolución como proceso histórico.
Para la izquierda chilena, como ha destacado Julio Pinto, la revolu-
ción era un “objetivo compartido”.1101 Lo era por adhesión a la ideología
marxista-leninista, así como por la convicción de que había llegado el
momento histórico preciso para realizarla. A todo esto se agregaba que
la Revolución Cubana era considerada “como símbolo del triunfo del
movimiento revolucionario armado y los países donde se llevan a cabo

1099 Fernando García y Óscar Sola (edición), Salvador Allende. Una época en blanco y negro (Buenos
Aires, El País/Aguilar, 1998), p. 48.
1100 Pablo Neruda, Canción de Gesta (La Habana, Imprenta Nacional de Cuba, 1960).
1101 Julio Pinto, “Hacer la Revolución en Chile”, en Julio Pinto (coordinador-editor), Cuando hici-
mos historia. La experiencia de la Unidad Popular (Santiago, LOM Ediciones, 2005), pp. 9-33.

480
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

las acciones revolucionarias armadas, constituyen la vanguardia del


movimiento antimperialista latinoamericano”.1102 El propio Fidel Castro
había resumido muy bien la tarea que tenían que cumplir en la historia:
“El deber de todo revolucionario es hacer la revolución. Se sabe que en
América y en el mundo la revolución vencerá, pero no es de revoluciona-
rios sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del impe-
rialismo”.1103
Casi como un determinismo histórico, la revolución pasó a ser una
aspiración, un discurso, una forma de vida. Lo interesante es que no se
trataba de una restricción del término a categorías marxistas, sino que
se extendía generacionalmente y de manera transversal, de forma que
otras personas e instituciones asumieron —cada uno según sus propias
fuentes de pensamiento— un lenguaje y una acción revolucionaria.
Así lo expresó con franqueza la revista católica Mensaje, en 1962:

“Anhelada o temida, propiciada o combatida, la revolución está presen-


te en la mente de todos... Soplan, en efecto, aires revolucionarios. Una
inmensa, y cada vez más creciente mayoría, está tomando conciencia
de su fuerza, de la miseria y de la injusticia de ese ‘orden’ político, jurí-
dico, social y económico que se le obliga a aceptar; y esa mayoría no está
dispuesta a esperar más. Exige un cambio: un cambio rápido, profundo
y total de las estructuras. Si es necesaria la violencia, está dispuesta a
usar la violencia”.1104

Todo lo anterior fue presentado como una descripción de la realidad


social, de manera “objetiva”, si se puede decir así, y no como una toma
de posición de la publicación jesuita. Sin embargo, más adelante el mis-
mo texto agregaba que “frente a la ‘revolución en marcha’ no es posible
permanecer neutral”, lo que obliga a comprometerse con ella o a com-
batirla. Y finalizaba declarando su propia posición: “No vemos cómo

1102 “Proclama de la Primera Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad


(OLAS), 10 de agosto de 1967”, Nº 14 de la proclama.
1103 Discurso de Fidel Castro en la Segunda Asamblea Nacional del Pueblo de Cuba (Segunda
Declaración de La Habana), 4 de febrero de 1962.
1104 “Revolución en América Latina”, Mensaje Nº 115 (Santiago, noviembre de 1962), pp. 9-12.

481
Historia de Chile 1960-2010

pueda conciliarse una actitud auténticamente cristiana con una actitud


cerradamente antirrevolucionaria, opuesta al cambio radical y urgente
de las estructuras”. Es verdad que la revolución “es un riesgo”, concluía
el texto, “pero la vida es riesgo y el cristianismo no es una religión de
seguridades muelles, sino de generosas locuras”.
En el estudio sobre cambio social en Chile, del jesuita Joseph Fichter,
se preguntaba sobre “las expectativas de revolución en los próximos cin-
co años”, obteniendo respuestas elocuentes: entre los jóvenes el 40,7%
estimaba que habría una revolución pacífica, mientras el 28,1% creía que
habría una revolución violenta. Sobre la base de estos datos, el estudio
concluía que para los jóvenes el ritmo de los cambios era demasiado len-
to, “y que, debido tal vez a este ritmo lento, es casi seguro que habrá un
trastorno social en el país, dentro de los próximos cinco años”.1105 Era el
signo de los tiempos.

LA CRISIS DE LA “DEMOCRACIA BURGUESA”


EN CHILE EN LA DÉCADA DE 1960

En noviembre de 1964 asumió el gobierno Eduardo Frei Montalva, que


presentaba su proyecto como representante de la Revolución en Liber-
tad —campaña épica y cargada de mesianismo— única forma que per-
mitiría que Chile realizara los cambios estructurales necesarios, pero
sin perder su sistema de gobierno democrático. La izquierda de Salva-
dor Allende y el FRAP, como contrapartida, era considerada por el líder
falangista como una opción que terminaría para siempre con las liber-
tades personales y públicas, que establecería una dictadura comunista
como medio para realizar sus transformaciones, siguiendo de alguna
manera el legado de la Revolución Cubana.
En noviembre de 1970 se produciría un escenario que Frei Montalva
no hubiera deseado y que quizá ni siquiera previó: le entregó la banda
presidencial al propio Salvador Allende, que asumía como Presidente de
la República tras ser el candidato de la Unidad Popular, coalición que

1105 Joseph H. Fichter, Cambio social en Chile, p. 116.

482
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

agrupaba a las fuerzas de la izquierda chilena. Si primero Frei fue alter-


nativa a la revolución marxista, luego se transformó en antecesor de la
misma; si los cambios que promovió la Democracia Cristiana iniciarían
una nueva etapa en la historia de Chile, en realidad se convirtieron solo
en el anticipo de una historia mucho más radicalizada.
¿Por qué Chile cambió tanto en pocas décadas? Si había un legítimo
orgullo por la democracia chilena, ¿qué llevó después a considerarla un
régimen caduco, que ya no respondía a las necesidades nacionales o que
estaba simplemente al servicio de un grupo pequeño, que disfrutaba del
poder y de los bienes, mientras la mayoría permanecía en el estanca-
miento y la pobreza? Se trata de un problema complejo, por lo que cier-
tamente la respuesta debe ser plural. Lo que sí es relativamente claro, es
que en la década de 1960 la democracia chilena, o “democracia burgue-
sa” como la denominaron sus detractores, entró en una fase crítica, pos-
teriormente agónica, y que terminaría con la destrucción del régimen,
de una manera probablemente impensada, o no imaginada.
Una de las razones del cambio a nivel nacional estuvo en el creci-
miento y transformación de los partidos marxistas que se habían con-
solidado en Chile en la década de 1930, y que por primera vez habían
llegado a La Moneda en 1938, con el Frente Popular de Pedro Aguirre
Cerda. En ambos casos, tanto socialistas como comunistas se propo-
nían avanzar hacia el socialismo, y aspiraban a sustituir la democracia
—a la que consideraban meramente formal—, mientras se caminaba ha-
cia la sociedad sin clases. Eso en lo teórico.
En la situación política práctica, después del gobierno de Aguirre
Cerda, los comunistas volvieron al gobierno en 1946, por breve tiempo,
con Gabriel González Videla; luego fueron proscritos en 1948, con la Ley
de Defensa Permanente de la Democracia. Sin perjuicio de ello, durante
el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo tuvieron una actuación relati-
vamente pública, e incluso en 1956 formaron un nuevo pacto político con
los socialistas, que se llamó Frente de Acción Popular (FRAP).1106 Se re-
conocía como una fuerza política de unidad de los partidos y grupos de

1106 Este tema está muy bien tratado en Marcelo Casals, El alba de una revolución.

483
Historia de Chile 1960-2010

avanzada. En 1958 levantaron la candidatura presidencial del socialista


Salvador Allende, y en general actuaron con espíritu de unidad, aunque
también hubo conflictos ideológicos entre comunistas y socialistas, es-
pecialmente entre la opción sistémica de los primeros y el rupturismo de
los segundos. En este sentido, la vía chilena al socialismo tenía su prime-
ra etapa, promovida especialmente por el Partido Comunista.1107 Como
enfatiza Tomás Moulián, el discurso del marxismo-leninismo procuró
para entonces que la teoría del tránsito institucional se entendiera en re-
lación con los clásicos del pensamiento marxista, de manera de evitar
que apareciera como una mera consecuencia de la desestalinización:

“De este modo se evitaba clasificar la lucha armada como ley de la revo-
lución y el camino pacífico como excepción. Los productores naciona-
les pusieron mucho énfasis en que la violencia no era esencial, sino más
bien correlativa con la violencia reaccionaria. La posibilidad del camino
pacífico, sin guerra, en el cual podrían primar los aspectos políticos de la
lucha de clases, dependería directamente de la ‘respuesta burguesa’”.1108

El tema de fondo, más allá del crecimiento de una corriente política


específica, se refiere a la ruptura de ciertos acuerdos fundamentales, de
carácter político o constitucional, que suponen la forma en la que el país
ha decidido organizarse. El crecimiento de grupos rupturistas o revolu-
cionarios permite apreciar la existencia de partidos que no anhelaban
mejorar el sistema, seguramente porque lo consideraban inconducente
o inútil, sino que aspiraban a transformar de manera radical el orden
existente. Se trataba de un camino que erosionaba las bases de la convi-
vencia, por una promesa de futuro mejor.
Chile era un país tradicionalmente orgulloso de su régimen institu-
cional, y así se presentaba ante el mundo, apareciendo como una nación

1107 Al respecto, Carmelo Furci, El Partido Comunista de Chile y la vía al socialismo (Santiago,
Ariadna Ediciones, 2008).
1108 Tomás Moulián, Contradicciones del desarrollo político chileno 1920-1990 (Santiago, LOM Edi-
ciones, 2010), pp. 72-73. La referencia corresponde al artículo inserto en este libro titulado
“El Marxismo en Chile: producción y utilización”, pp. 57-109.

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La crisis chilena y el camino a las revoluciones

excepcional en el continente. Por otra parte, los demás países también


miraban con cierta admiración a Chile, e incluso lo consideraban como
una democracia sólida, y reconocían ese rasgo de excepcionalidad. Esa
situación cambió en la década de 1960. Por diversas razones, en esos
años esta democracia entró en crisis, empezó a experimentar una crítica
intelectual a nivel político, económico y social o, como llegarían a hablar
algunos, una “crisis integral”. Poco a poco el régimen chileno pasó a ver-
se como un sistema limitado y susceptible de cambio. A medida que las
corrientes revolucionarias de izquierda —pero no solo de la izquierda—
fueron adquiriendo un mayor protagonismo y aceptación, la democra-
cia comenzó a ceder paso a nuevas alternativas. Se cuestionó el régimen
político chileno, la democracia era calificada con apellidos que la debili-
taban, y recibía críticas que buscaban dejar sus falencias al descubierto.
En 1962, Jacques Chonchol, entonces miembro de la Democracia
Cristiana, expresó que el fracaso del sistema chileno era a la vez eco-
nómico y político: “América Latina se bambolea de dictaduras persona-
listas a democracias oligárquicas”, incapaz de generar una fórmula po-
lítica que combine “un desarrollo político y social acelerado” con “una
democracia de participación progresiva de todos”. En materia de dere-
chos personales, aquellos que garantiza el régimen democrático han
sido apenas gozados por una minoría, pero no por las masas campesinas
y el subproletariado urbano.1109
Resulta interesante seguir el pensamiento socialista en torno a la
democracia chilena, especialmente a través de las páginas de la revista
Arauco, que se consideraba una “Tribuna del Pensamiento Socialista”,
cuyo primer número apareció en 1959. Sobre la base teórica del mar-
xismo leninismo, diversos artículos y documentos aparecidos en la re-
vista se distanciaron del régimen vigente en Chile. El propio Salvador
Allende, candidato socialista a la Presidencia de la República, se cues-
tionaba el asunto en un texto que reproducía la publicación:

1109 Jacques Chonchol, “Los factores de aceleración revolucionaria”, Mensaje, Nº 115 (noviembre
1962), pp. 82-86.

485
Historia de Chile 1960-2010

“¿Es Chile una ‘democracia representativa legítima’, en un genuino


concepto social y no de simple ‘juridicidad’ técnica?
Desde un punto de vista formal, la respuesta es afirmativa; desde un
ángulo ‘funcional’, negativa”.1110

Un artículo de Julio César Jobet, historiador socialista, sostenía que


diversos factores influían en la pobreza y en las contradicciones de Chile,
tales como el atraso de su economía y la subyugación de su soberanía por
el capitalismo extranjero, a lo que añadía el “carácter formal y fraudulen-
to de la democracia existente”.1111 Otro texto habla de la planificación so-
cialista, que implica la formación de “un poder fuerte, audaz y realizador,
con unidad y claridad de propósitos”. Todo eso “no se da en las democra-
cias burguesas corrompidas, envejecidas y llenas de contradicciones”.1112
Criticando al gobierno de Jorge Alessandri —al que sindicaba como
representante genuino de los sectores sociales vinculados a las empresas
extranjeras y al dominio de la tierra—, un editorial de Arauco señala que
representa “la decadencia de un régimen, de un sistema social de insti-
tuciones caducas y cancerosas; es el empresario de la decadencia de los
partidos seniles y de una democracia fraudulenta”.1113 Esta “democracia
burguesa”, se asegura, tiene un carácter clasista que excluye a las ma-
sas, por tratarse de una “democracia limitada e indirecta”, concluyendo
que “la democracia indirecta es la forma de su dictadura de clase”.1114
Por lo mismo, se afirma en otra ocasión, la “democracia burguesa”, que
en apariencia representa a la mayoría, “oculta en verdad el dominio de
las minorías poseedoras”.1115 En el caso de los socialistas, no puede con-
siderarse “el proceso electoral como única alternativa para las masas”,
1110 Salvador Allende G., “¿A dónde va América Latina?”, Arauco, Nº 55 (agosto de 1964), p. 2.
1111 Julio César Jobet, “Teoría y Programa del Partido Socialista de Chile”, Arauco, Nº 27 (abril de
1962), p. 19.
1112 Iván Núñez, “Fundamentos de la Política Educacional Socialista”, Arauco, Nº 31 (agosto de
1962), p. 32.
1113 M.G., “Otro año de fracasos” (editorial), Arauco, Nº 14 (diciembre de 1960), p. 5.
1114 Najdan Pasic, “La Democracia en la teoría y en la práctica”, Arauco, Nº 42 (julio de 1963),
p. 23.
1115 Anónimo, “Enjuiciamiento socialista de la política educacional del régimen”, Arauco, Nº 17
(junio de 1961), pp. 10-11.

486
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

porque ello conduciría a la prolongación del sistema y a la aceptación re-


signada de “las reglas del juego dictadas por la democracia burguesa”.1116
En un análisis sobre el gobierno de Jorge Alessandri, el socialis-
ta Óscar Waiss sostiene que los monopolios capitalistas se buscan go-
bernantes “hechos a su imagen y semejanza”, sea a través del sistema
“democrático” de las elecciones “libres”, o bien mediante cuartelazos
o golpes de Estado militares”.1117 El mismo texto agrega que la desvia-
ción “electoral” tiene el efecto de frenar “el impulso revolucionario” y
“castrar la combatividad de las masas”.1118 Otro autor advierte sobre un
“estado de ánimo derrotista y de desilusión [que] se traduce en un peli-
groso hastío hacia la estructura republicana y las formas democráticas
de gobierno”.1119
Alejandro Chelén, por su parte, sostiene que ninguna revolución
mantuvo el Parlamento en sus comienzos, como demostraban los casos
de Rusia, China, Yugoslavia o Cuba. Esto porque dichas instituciones
son justificables para el sistema burgués, en circunstancias que “el obje-
tivo básico para un auténtico revolucionario debe ser el poder”. De esta
manera, concluía, “los conceptos jurídicos o reglamentarios tan comu-
nes en la sociedad democrático burguesa de nada sirven para doblegar
su voluntad, si saltaron la etapa parlamentaria, domesticadora de volun-
tades y reacia a toda innovación social”.1120
El Programa de gobierno del Frente de Acción Popular sostenía en
1963 que el régimen democrático chileno “está viciado desde sus raíces
mismas, funciona en beneficio de los poderosos y tiende a perpetuar la
dominación de los sectores reaccionarios y a impedir el acceso del pue-
blo al poder”.1121
1116 Corbalan G., “Dar a las masas las enseñanzas de la lucha revolucionaria y los principios bási-
cos del Socialismo, es la tarea actual del Partido”, Arauco, Nº 19 (agosto de 1961), p. 17.
1117 Óscar Waiss, “¿Hacia dónde va Chile? Perspectivas del movimiento popular a los dos años de
gobierno reaccionario”, Arauco, No 13 (noviembre de 1960), p. 6.
1118 Óscar Waiss, “¿Hacia dónde va Chile?”, p. 8.
1119 Julio César Jobet, “Democracia liberal y subdesarrollo económico en Chile”, Arauco, Nº 16
(marzo de 1961), p. 11.
1120 Alejandro Chelen Rojas, “Flujos y reflujos del socialismo chileno”, Arauco, Nº 15 (febrero de
1961), p. 12.
1121 “Programa Presidencial del Frente de Acción Popular”, Arauco, Nº 36 (enero de 1963), p. 11.

487
Historia de Chile 1960-2010

En esas mismas fechas, Jaime Faivovich se refirió a las transforma-


ciones que produciría un “Gobierno Popular”, realizando una crítica a la
democracia chilena, a la que calificaba de “parodia”:

“La democracia preconizada por la oligarquía implica la miseria, el


hambre, la desnutrición, la proliferación de las poblaciones callampa,
la insalubridad, la falta de asistencia médica y hospitalaria, la dismi-
nución progresiva del poder adquisitivo de sueldos y salarios, la paupe-
rización intensiva, la elevación de los índices de mortalidad infantil, el
desamparo de la niñez, la frustración de la juventud, el analfabetismo,
la injusticia social y económica, la cesantía, la prostitución, la delin-
cuencia, el vicio. Dentro de esta democracia, el Estado es administra-
do por una minoría privilegiada, en su propio beneficio, de espaldas a
las masas y contra sus intereses. Dentro de esta democracia, el pueblo,
que constituye la mayoría, no gobierna y está supeditado, dominado y
explotado por la oligarquía. Dentro de esta democracia se reducen los
beneficios sociales y se suprimen otros; el pueblo soporta el mayor peso
de los tributos; se malversan los caudales públicos; la Justicia discrimi-
na en favor de los patrones y de los poderosos y los pobres no pueden
defenderse ni obtener el reconocimiento de sus derechos. Dentro de
esta democracia, en fin, a los trabajadores se les cierran las puertas de
acceso a la educación, a la cultura a las manifestaciones del arte.
Todo esto representa la antítesis de la democracia.
Este régimen constituye una parodia democrática”.1122

De esta manera, a comienzos de la década de 1960 se empezó a de-


sarrollar con más fuerza la corriente crítica contra el sistema de organi-
zación social y política de Chile. Paralelamente, emergió con fuerza el
ejemplo revolucionario castrista, que para muchos simbolizaba una al-
ternativa frente al capitalismo y la democracia burguesa. La Democracia
Cristiana lograría evitar esa posibilidad en 1964, al triunfar Eduardo
Frei en las elecciones presidenciales, pero seis años después la situación
cambiaría con la llegada de Salvador Allende a La Moneda. Esto insta-

1122 Jaime Faivovich, “Reformas Jurídicas e Institucionales en el Gobierno Popular”, Arauco,


Nº 36 (enero de 1963), p. 15.

488
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

laba dos polos políticos y de construcción del futuro, los que eran parte
de las tensiones dominantes del Chile de entonces, caracterizadas por la
expansión del ideal revolucionario.

UNA DIALÉCTICA DE LA CRISIS: COMUNISMO Y ANTICOMUNISMO

La historia política de Chile estuvo cargada de tensiones dialécticas des-


de el comienzo del sistema republicano. La lucha entre la independencia
y la monarquía fue una representación muy visible de lo anterior, que in-
cluso se resolvió mediante la lucha armada. Lo mismo puede decirse en
las décadas siguientes, en relación con el conservantismo que se enfren-
ta al liberalismo en el plano de las ideas y de la disputa por el poder, que
cruza gran parte del siglo XIX, y que tiene expresiones importantes en
el ámbito religioso, como fue el caso de la secularización de la sociedad.
En el siglo XX los problemas de la época generaron otros choques, que
van desde un Estado liberal a uno intervencionista, la conceptualización
del imperialismo en oposición al nacionalismo (conceptos no siempre
definidos con claridad). En esta dinámica se puede encontrar, cada vez
con más fuerza, la dialéctica comunismo-anticomunismo, que sería
decisiva entre 1959 y 1973, vale decir, entre el triunfo de la Revolución
Cubana y el fin de la llamada vía chilena al socialismo.
Esta situación tenía larga data en Chile.1123 Desde el siglo XIX ya hay
comentarios sobre el peligro comunista, pero toman más fuerza con la
irrupción del movimiento obrero, especialmente en el norte, con la figu-
ra de Luis Emilio Recabarren, fundador del Partido Obrero Socialista
(1912), de la Federación Obrera de Chile y del Partido Comunista (nom-
bre que adoptó en 1922).1124
Sin embargo, fue a partir de los años 30 cuando el problema adqui-
rió una nueva dimensión. En parte fue por el surgimiento del Partido
Socialista en 1933, y también porque el Partido Comunista ya había

1123 El estudio más completo al respecto es Marcelo Casals, La creación de la amenaza roja.
1124 Ver Julio Pinto, Luis Emilio Recabarren. Una biografía histórica (Santiago, LOM Editores, 2013)
y Sergio Grez, Historia del Comunismo en Chile. La era de Recabarren (1912-1924) (Santiago,
LOM Editores, 2011).

489
Historia de Chile 1960-2010

adoptado su línea prosoviética, que no abandonaría en las décadas


siguientes. El primero se definía como marxista y el segundo como
marxista-leninista, si bien ambos participaban dentro del sistema de-
mocrático chileno. Durante muchos años experimentaron un desarrollo
paralelo y permanentes enfrentamientos doctrinales y prácticos.1125
La década de 1950 marcó dos grandes diferencias en la trayectoria
de socialistas y comunistas. La primera es que en 1956 ambos formaron
una alianza, el Frente de Acción Popular, que organizaba a los princi-
pales partidos de izquierda con el objetivo de disputar los espacios po-
líticos y electorales, para llegar al gobierno. Aquí ya no estaban bajo
la égida del Partido Radical, como había ocurrido en las elecciones de
Aguirre Cerda y González Videla, sino que ahora el PS y el PC lidera-
ban el Frente y llevarían a uno de sus candidatos en 1958, el socialista
Salvador Allende. El segundo hito es la ya mencionada llegada de Fidel
Castro al gobierno en Cuba, y la instalación de un gobierno revoluciona-
rio que impactó al continente.
Esto formaba parte de un contexto internacional que iba en la misma
dirección. Al triunfo bolchevique de 1917 se sumó la Revolución China
de Mao Zedong en 1949. Después de la Segunda Guerra Mundial nu-
merosos países de Europa del Este sufrieron una anexión forzada como
satélites de la Unión Soviética.1126 El proceso se consolidó con la primera
revolución triunfante en América Latina, que encontró entusiastas se-
guidores en Chile.1127 De esta manera, el período que corre entre el 1°
de enero de 1959 y la elección presidencial de 1964 estuvo fuertemente
marcado por la dialéctica comunismo-anticomunismo.
Esta fue una elección decisiva en términos de internacionalización
de la política, de participación diplomática en las decisiones internas de

1125 Alonso Daire, “La política del Partido Comunista de la post-guerra a la Unidad Popular”, en
Augusto Varas, Alfredo Riquelme y Marcelo Casals (editores), El Partido Comunista en Chile.
Una historia presente (Santiago, USACH/FLACSO/Catalonia, 2010), pp. 121-172.
1126 Al respecto ver Anne Applebaum, El Telón de Acero. La destrucción de Europa del Este 1944-
1956 (Barcelona, Debate, 2014).
1127 Alfredo Riquelme, “La Guerra Fría en Chile: los intrincados nexos entre lo nacional y lo glo-
bal”, en Tanya Harmer y Alfredo Riquelme (editores), Chile y la Guerra Fría global (Santiago,
Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile/RIL Editores, 2014), pp. 11-43.

490
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

Chile, y de enfrentamiento discursivo entre dos tendencias de presencia


mundial, como era la dicotomía democracias occidentales y comunis-
mo.1128 Adicionalmente, fue un espacio privilegiado para que las ilusiones
y los temores transformaran los comicios de 1964 en una elección alta-
mente competitiva, si bien los resultados no serían estrechos. Todo esto
contribuyó al desarrollo de una campaña del terror, como fue bautizada
por los partidos marxistas, dirigida contra la candidatura frapista.1129
Sin embargo, es preciso aclarar que los ataques —o clarificaciones
doctrinales, defensas y ataques— se habían desarrollado desde mucho
antes, más aun cuando empezó a ser claro que las alternativas políticas
serían Frei y Allende, la Democracia Cristiana y el FRAP. Frente a esa
realidad, la DC rechazó las posibilidades de la revolución socialista para
Chile, contrastando democracia y revolución, la primera en ascenso
como gobierno del pueblo, la segunda “hecha por minorías enfermas de
irracionalismo, y soñadoras violencias”.1130
Esta misma idea reflejarían las palabras del candidato Eduardo Frei
Montalva en 1964, contrastando su candidatura con la del líder socialis-
ta Salvador Allende:

“Son dos concepciones que en Europa se enfrentaron después de la últi-


ma guerra y que hoy se presentan en Chile.
Esta elección es decisiva también para América Latina.
El Frente de Acción Popular, cualesquiera sean sus tácticas electorales,
propone al pueblo el camino del marxismo-leninismo; de la violencia
moral y política; de la omnipotencia del Estado en todas las manifes-
taciones de la vida nacional; de la colectivización y de la desviación del
porvenir de Chile hacia la órbita del mundo comunista”.1131

1128 Joaquín Fermandois, Mundo y fin de mundo, pp. 297-298.


1129 Marcelo Casals, La creación de la amenaza roja, especialmente pp. 409-492.
1130 Jaime Castillo, “El socialismo chileno y la revolución latinoamericana”, Política y Espíritu,
Nº 252 (octubre de 1960), pp. 16-21.
1131 Eduardo Frei Montalva, Discurso en el Teatro Caupolicán, 18 de junio de 1964. Ver también
“Tareas básicas que afrontará su gobierno expuso senador Frei a los profesionales”, en El
Mercurio, 19 de junio de 1964.

491
Historia de Chile 1960-2010

El mensaje era explícito y binario, pero a juicio del líder DC la si-


tuación no admitía dudas, lo que se sumaba al contexto de la campa-
ña presidencial. Como contrapartida, el Secretario General del Partido
Comunista, Luis Corvalán, explicaba su posición:

“Aspiramos a establecer un nuevo orden social, no una anarquía; a


corregir injusticias, no a cometerlas.
No estamos cegados por el odio. Nuestros fuegos y los fuegos de nues-
tros aliados apuntan contra determinados intereses, porque la conquis-
ta del bienestar para todos solo puede logarse terminando para siempre
con los privilegios de algunos. El pueblo de Chile y nuestros aliados
pueden tener la seguridad de que estaremos siempre con ellos en esta
tarea, porque sin hacer esto no hay revolución posible, y sin la revolu-
ción no puede haber cambios, ni libertad, ni bienestar, ni justicia”.1132

Se trataba de dos formas diametralmente opuestas de mirar la rea-


lidad, pero ambas alimentarían —en lo que era otro de los principales
paradigmas de división política—, la construcción del socialismo como
propuesta de una sociedad mejor, difundida por los partidos de izquier-
da, enfrentada al peligro de la instalación de una dictadura comunista
en Chile, posición que identificaba a la derecha, a un amplio sector de la
Democracia Cristiana, y que terminaría siendo la de los militares el 11
de septiembre de 1973.

ESTADOS UNIDOS Y EL ANTIIMPERIALISMO

Una de las contrapartidas del anticomunismo fue el llamado antiimpe-


rialismo, que se entendió en el siglo XX —la mayoría de las veces— como
una oposición a la intervención o influencia de los Estados Unidos en la
economía y en la política chilena. La influencia norteamericana había
sido muy importante en Chile, en ámbitos tan diversos como la prensa

1132 Luis Corvalán, “Esta y no otra es la política de los comunistas”, Principios, Nº 102 (julio-agos-
to de 1964), p. 137.

492
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

y la política, las inversiones y el ámbito militar, en la formación aca-


démica y en el cine. Esta influencia también fue mirada con el prisma
contestatario de los nuevos tiempos, si bien tenía sus raíces a comien-
zos del siglo.1133
La crítica antiestadounidense estaba nutrida por varios factores. Uno
de ellos era la influencia del capital norteamericano en Chile, especial-
mente en la industria del cobre, tema que se transformaría en uno de los
ejes de discusión en los años 60. En particular, la izquierda argumenta-
ba que Estados Unidos abusaba de Chile, al determinar los precios del
metal rojo y por el hecho de que sus empresas, supuestamente, pagaban
escasos impuestos.1134
El otro gran punto de conflicto era la recepción de la política de
Washington hacia América Latina. En Chile se lamentaba el énfasis de
la Casa Blanca en la contención del comunismo, en contraste con el en-
vío de ayuda económica, siendo un reclamo constante la ausencia de un
plan Marshall para la región. Pero lo que más inflamaba el sentimiento
antiestadounidense eran las intervenciones de Estados Unidos en los
países latinoamericanos, como ocurrió en el golpe en Guatemala en
1954, la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961 y, más tarde, el
desembarco de marines en República Dominicana en 1965.
Aunque no era exclusivo a este sector político, el sentimiento anti-
norteamericano pasaría a tener un lugar fundamental en el lenguaje y
cultura política de los partidos de izquierda.1135 En su prólogo a la edi-
ción cubana de su Historia del imperialismo en Chile, Hernán Ramírez
Necochea señala que “con la emoción del hombre que tiene vieja mili-
tancia en el Partido Comunista de Chile y que ha ocupado el lugar que le
1133 Al respecto ver Stefan Rinke, Encuentros con el yanqui: Norteamericanización y cambio socio-
cultural en Chile 1898-1990 (Santiago, DIBAM/Pontificia Universidad Católica de Valparaíso/
Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2013), pp. 139-160.
1134 Joaquín Fermandois, “La nación irredenta: clase política y la cuestión del cobre en Chile,
1955-1971”, en Gabriel Cid y Alejandro San Francisco (editores), Nacionalismos e identidad
nacional en Chile. Siglo XX (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2010), Volumen 2,
pp. 107-142.
1135 Sobre la derecha y los Estados Unidos ver Frederick Pike, Chile and the United States, 1880-
1962. The emergence of Chile’s social crisis and the challenge to United States Diplomacy (Notre
Dame, Indiana, University of Notre Dame Press, 1963), pp. 243-256.

493
Historia de Chile 1960-2010

corresponde en la barricada anti-imperialista, he aceptado que en Cuba


se publique este ensayo”.1136
El Programa del Frente de Acción Popular de 1958 sostenía que Chile
estaba subordinado económica, cultural y políticamente a los Estados
Unidos, lo que hacía necesario obtener la independencia nacional. Entre
los méritos atribuidos a su candidato Salvador Allende señalaba que
cuando fue diputado había planteado “con energía y visión, la situación
de los países poco desarrollados frente al imperialismo”.1137 El mismo
conglomerado expresaba en su propuesta, de cara a la elección presiden-
cial de 1964, que el pueblo chileno se enfrentaba desde hacía años “al
imperialismo, a la oligarquía terrateniente y al capital monopolista”.1138
Décadas atrás, Partido Socialista había establecido en sus primeras
definiciones:

“El socialismo chileno es antiimperialista. Denuncia la penetración


del capital imperialista y la absorción de las materias primas naciona-
les, transformando al país en una colonia de los grandes monopolios
internacionales. Su antiimperialismo señala, a la vez, el apoyo que la
oligarquía nativa le presta, facilitando su intervención y sirviendo a sus
intereses”.1139

Por su parte Arauco, en el primer número de la publicación de pensa-


miento socialista, definía la situación chilena hacia 1959 de la siguiente
manera:

“La alianza evidente de nuestra incipiente burguesía con la oligarquía


de la tierra y su manifiesto entronque con el imperialismo norteameri-
cano en un solo frente de clases opresoras, le ha dado al cuadro político
chileno en los últimos años una gran racionalidad, hasta el punto de que
puede servir de modelo para las situaciones semejantes que ya se han

1136 Hernán Ramírez Necochea, Historia del imperialismo en Chile (La Habana, Edición Revolu-
cionaria, 1966), p. 9.
1137 Un camino nuevo para Chile: el Programa del Gobierno Popular (Santiago, s.p.d.i., 1958).
1138 “Programa presidencial del Frente de Acción Popular”, Arauco, Nº 36 (enero de 1963).
1139 “Declaración de Principios del Partido Socialista de Chile”, 1933, n. 4. En Julio César Jobet,
Historia del Partido Socialista de Chile (Santiago, Editorial Documentas. 1987), p. 115.

494
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

planteado o se están insinuando en los países hermanos que comienzan


a vivir la misma experiencia”.1140

La Alianza para el Progreso era percibida como un intento de “sobor-


nar y comprar a los pueblos latinoamericanos”, para la mantención de
los regímenes oligárquicos y para “afirmar la política de rapiña y saqueo
de los consorcios imperialistas dueños de las materias primas del con-
tinente”.1141 En otro texto aseguraba: “Los norteamericanos nos roban
más de lo que nos prestan”.1142
Como señala Joaquín Fermandois, “el antiimperialismo ha sido un
arma de recurrencia favorita en la política pública en América Latina. Le
subyace la tesis de que EE. UU. es el principal culpable de los problemas
generales de las sociedades al sur del río Grande”.1143 Esta visión está di-
rectamente vinculada con la teoría de la conspiración, para explicar de
manera simple procesos que son complejos, y donde el antiimperialismo
ha resultado útil, aunque tenga mucho de mito y sea insuficiente.
La elección de 1964 ayudaría a radicalizar la posición antiimperialis-
ta de la izquierda. Ya durante la campaña los partidos del FRAP habían
denunciado la injerencia de funcionarios norteamericanos en la elección
chilena. Tras la derrota, responsabilizaron al imperialismo estadouni-
dense como uno de los causantes de su fracaso electoral, lo que reforzó
la idea de ver a Estados Unidos como el enemigo a combatir, por su con-
dición de principal aliado de las fuerzas de la oligarquía y reaccion local.
Por ello, durante los años de Frei la izquierda adoptaría una posición de
denuncia, que acusaría la existencia de una extensa intromisión extran-
jera en Chile, liderada por la CIA, que pretendía invadir todos los sectores
de la vida nacional.1144

1140 “Nuestro propósito”, Arauco, Nº 1 (octubre de 1959) pp. 2-5.


1141 Julio César Jobet, “Realidad y perspectiva de la Revolución Cubana”, Arauco, Nº 25 (febrero
de 1962), p. 13.
1142 Editorial, “La penetración imperialista en Chile”, Arauco, Nº 44 (septiembre de 1963),
pp. 1-6, y La penetración imperialista en Chile, Arauco, Nº 45 (octubre de 1963), pp. 1-6.
1143 Joaquín Fermandois, “La persistencia del mito: Chile en el huracán de la Guerra Fría”, Estu-
dios Públicos, Nº 92 (primavera de 2003), p. 290.
1144 Eduardo Labarca Goddard, Chile invadido: reportaje a la intromisión extranjera (Santiago, Edi-
tora Austral, 1968).

495
Historia de Chile 1960-2010

En los años siguientes el antiimperialismo seguiría siendo un as-


pecto central del pensamiento político de la izquierda, pero también
tendría expresiones en otros sectores políticos, especialmente después
de 1973.

DOS ASESINATOS EN UN CHILE “MISERABLE”

En 1962 apareció la novela Don Jorge y el Dragón, de José Manuel Verga-


ra.1145 Es verdad, como señala José Donoso, que no se trata de una “obra
maestra” —por ser “demasiado esquemática y rápida”—, pero reconoce
que “da agudos pinchazos a las clases sociales y actitudes políticas, con
personajes y situaciones que todos reconocen”.1146
En la práctica, en pocas páginas la obra procura mostrar las contra-
dicciones de la sociedad de comienzos de la década de 1960: la riqueza
y la miseria, los antagonismos sociales, las transformaciones al interior
de la Iglesia Católica, la ruptura generacional, el cambio de época que
advierte un mundo que se acaba sin precisar con exactitud lo que co-
menzará sobre sus cenizas. Y como telón de fondo, la irrupción de las
acechanzas de la muerte.
Los personajes de la obra son Jorge, el padre de familia, un empresa-
rio, conservador; su mujer Emilia, católica y generosa; el hijo de ambos,
Rodrigo, distante de su progenitor, de sus ideas y forma de vida. Por otra
parte están el Tordo, hombre negro y feo en descripción de su madre,
borracho y poco trabajador, que convive con María —una mujer a la que
golpea y maltrata— y el hijo de ambos, Francisco; todos pasaban ham-
bre. Ambas familias son vecinas, pero viven separados de una manera
irreconciliable por el canal San Carlos: Jorge y su familia en una hermo-
sa y amplia casa con piscina y servicio doméstico; el Tordo y los suyos
en la choza de una “callampa”, que por alguna razón las autoridades no
habían logrado alejar del barrio alto.

1145 José Manuel Vergara, Don Jorge y el dragón (Santiago, Nuevo Extremo, 1962).
1146 José Donoso, Diarios, ensayos, crónicas. La cocina de la escritura (Santiago, RIL Editores,
2009), p. 251.

496
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

Jorge, al saber de los maltratos que sufría María —a quien han aco-
gido en su casa— va donde el Tordo y le da una semana de plazo —que
luego se transformará en un día— para retirar su choza, de lo contrario
“lo seco en la cárcel”, palabras que se sumaban a otras que le profirió en
una breve conversación: “usted es un sinvergüenza y un cobarde”; “us-
ted no trabaja porque no quiere”; “a usted se lo come el vicio y la flojera”.
El Tordo contestaba a todo con un sumiso “sí patrón”, que se transformó
después de la partida del hombre rico en una promesa mortal: “Lo mato.
Lo mato. Juro que lo mato. Juro, juro, juro por Dios que lo mato”.
Acoger a la María se transformó en una tragedia: el chofer de la casa
se aprovechó de ella, quien decidió volver con el Tordo, avergonzada.
Los sucesos generaron un debate en el cual participaron los dueños de
casa con un matrimonio amigo, don Ramón y doña Leonor. El momento
más conflictivo de la conversación lo protagonizó Rodrigo, quien había
tomado más de la cuenta y pronunció unas palabras que “tenían un tono
de político profesional”, por su elocuencia, y que ilustraban la ruptura
doctrinal y política con su padre, anunciando un quiebre social:

“Pienso, que no será una contienda entre partidos, ni siquiera entre


oriente y occidente, sino entre ricos y pobres, entre callamperos y geren-
tes —puntualizó mirando significativamente a su padre—, entre dueñas
de casa con piscina y auto y dueñas de pocilgas con barro y pulgas -aña-
dió ahora mirando a su madre, pero sin ahorrarse una sonrisa para ella”.

El joven rupturista concluía su perorata afirmando: “la muerte ronda


el Barrio Alto, acecha en la oscuridad y se apronta a saltar”, agregando
que “cuando surja la roja llama, de nada las valdrá correr a buscar refu-
gio en los montes, porque las montañas también vomitarán fuego”.1147
Don Jorge estaba indignado y avergonzado, su hijo en cambio había lo-
grado decir lo que pensaba.
Finalmente, emerge el factor religioso en esta historia. Don Jorge y
su mujer habían visitado al padre Renato Valencia, su párroco, para co-

1147 José Manuel Vergara, Don Jorge y el dragón, pp. 90-91.

497
Historia de Chile 1960-2010

mentar el problema, lo que concluyó con Jorge comprometiéndose a dar-


le al Tordo una cantidad dinero y más plazo para partir. A su vez hubo
una conversación decisiva entre don Renato y don Carlitos, su nuevo te-
niente-cura, de apenas veintiséis años: hablaban sobre servir a los ricos
o a los pobres, sobre si los pobres necesitaban un amigo o comida. Todo
culmina con don Carlitos decidiendo ir a visitar a los pobres, precedido
no de pan, sino de amor. Ahí se encontró con el Tordo, que estaba con un
amigo, pero ya no existía “la casita”, que en realidad era un montón de
tablas y latas. No dieron mayor importancia al cura y pronto partieron.
El sacerdote estaba avergonzado, deseando no tener zapatos nuevos, ni
“tampoco su sotana ni su albo alzacuello con tal de sentirse más cerca
de ellos”, que lo llevaron a sentir una especie de fracaso en su labor sa-
cerdotal. En ese instante llegó don Jorge, quien le explicó al joven sacer-
dote que venía a dar un mayor plazo al callampero para permanecer en
el lugar, pese a calificarlos de “gente indeseable de un barrio residencial
en el que no pueden estar”. “Una extraña violencia se apoderó entonces
del joven sacerdote”, nacida desde su interior y que se expresó en pala-
bras durísimas:

“¡Váyase de aquí! ¡Yo lo echo a usted, sin plazo, ahora mismo, en el nom-
bre del Dios verdadero que ama a los pobres, que aborrece la injusticia,
que abomina de la vanidad! ¡Váyase de aquí! ¡Vuélvase a su reino! ¡Vá-
yase, váyase, váyase! -gritaba don Carlitos, al tiempo que avanzaba, al
trote, tras del escandalizado don Jorge”.1148

Pronto los acontecimientos se precipitaron. Don Jorge escribió una


carta de denuncia contra don Carlitos; los dos sacerdotes conversaron
largamente sobre la situación, con reflexiones que marcaban la época:
“los pobres ya han llegado al límite de la decepción... tengo que ir donde
ellos: tengo que cruzar el abismo”. A esto se sumaba la discusión sobre si
servir al bando de los ricos o al bando de los pobres, a lo que don Renato
intentaba explicar que “para nosotros no puede haber ricos o pobres,

1148 José Manuel Vergara, Don Jorge y el dragón, p. 113.

498
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

sino ricos y pobres... Te repito: no podemos tomar partido”. Entonces


Carlos Blest —este era el representativo apellido del joven sacerdote—
respondió que nunca más podría encarar al pobre solo con amor o solo
con pan: “no sé que voy a hacer... La fuerza que me impulsa es mayor
que yo, y la Iglesia tendrá que hallarle su cauce”.
Finalmente, y tras una breve discusión con su hijo —quien le señaló
que la carta escrita al Obispo era “un verdadero testamento de una clase
social que está a las puertas de la muerte”—, don Jorge salió a pasear con
su perro Acuario, como solía hacerlo. Entonces desde el matorral “se ha
desprendido un hombre que parece hecho de sombra”, que avanza hacia
el hombre de “blanca camisa deportiva”. En breves instantes la navaja
ha provocado la muerte de don Jorge, cerrando con sangre una historia
que había comenzado con el juramento de darle muerte. “Entretanto,
duermen las hermosas mansiones envueltas en sus jardines”, es el iró-
nico y triste final de una historia de lucha, falta de entendimiento, divi-
sión, rebelión y muerte. Un asesinato que parecía imposible de ser evita-
do, inscrito en los problemas sociales que vivía Chile en aquellos años.
El sacerdote jesuita Gerardo Claps escribió en revista Mensaje un
interesante comentario sobre Don Jorge y el dragón, que concluía con la
siguiente reflexión:

“¿Seguirá el canal en su carrera separando dos mundos, simbolizados


por esas dos habitaciones, por esas dos familias, por esos dos hombres,
don Jorge y el Tordo? ¿Llegará la rebelión y la violenta descarga del re-
sentimiento antes que la fraternidad destruya prejuicios y anule distan-
cias? La novela de José Manuel Vergara puede considerarse una adver-
tencia o un vaticinio. Dios quiera que sea lo primero”.1149

Eran preguntas sinceras, en un momento de transformaciones socia-


les y presagios de males futuros.

El segundo asesinato ocurrió en la vida real, fue un caso dramático que


conmovió efectivamente a Chile a comienzos de los años 60. Por ello,

1149 Gerardo Claps, “Don Jorge y el Dragón”, Revista Mensaje, Nº 107 (1962), pp. 94-95.

499
Historia de Chile 1960-2010

no se trata de la narración propia de la ficción literaria, sino la expresión


elocuente de los problemas sociales del país.
Jorge del Carmen Valenzuela Torres estaba destinado a ser una per-
sona ignorada en la historia de Chile.1150 Pero todo cambió el 20 de agos-
to de 1960. Ese día mató a Rosa Rivas, con quien se había emparejado
tiempo atrás, y a las cinco hijas pequeñas de ella. Se transformó en un
caso de proyección nacional, que excedió ampliamente la importancia
que habían tenido los numerosos fusilamientos de criminales ocurridos
con anterioridad.
El crimen fue feroz, no solo por involucrar a cinco menores, sino por
algunos datos que extremaban la violencia: por ejemplo, que la más pe-
queña de los hijas fue pisoteada por Valenzuela. Luego el autor de los
hechos cubrió los cuerpos con piedras y se fue del lugar. Tiempo des-
pués se descubrieron los cadáveres, el hecho fue denunciado a la policía
y el Chacal —como sería conocido—, fue detenido. Para entregar mayor
complejidad social al caso, durante los meses en la cárcel el criminal se
redimió, se arrepintió, aprendió un oficio y también a leer y a escribir.
La historia del Chacal de Nahueltoro fue profusamente difundida
por la prensa. Era un hombre marginal, sin trabajo fijo, alcohólico, in-
deseable. Su infancia había sido sufrida: fue golpeado sistemáticamente
en su casa, de la cual huyó cuando tenía nueve años. Tiempo después
conoció a la viuda y entabló una relación bastante precaria. Tras una dis-
cusión, decidió asesinarla junto a sus hijas. Todo esto contrasta con la
persona que empezó a surgir en la cárcel, con ayuda de un sacerdote. Se
convirtió, aprendió a leer, se transformó “en persona”.
Sus últimos días generaron interés en el público y en la prensa.1151 A
pesar de la discusión que generó su caso, la historia terminó con el fusi-
lamiento del Chacal en la cárcel de Chillán, el 30 de abril de 1963, a las
7.22 horas.1152 Dejó una nota manuscrita que decía, en su ortografía ori-

1150 Una interesante conceptualización sobre el “sujeto popular” en Gabriel Salazar y Julio Pinto,
Historia contemporánea de Chile II. Actores, identidad y movimiento (Santiago, LOM Ediciones,
2010, 10ª Reimpresión), pp. 93-136; en relación al mundo rural, ver pp. 93-112.
1151 Al respecto “Así pasa las horas el Chacal”, Las Últimas Noticias, 30 de abril de 1963, p. 3.
1152 “A las 7.22 fue el fusilamiento”, Las Últimas Noticias, 30 de abril de 1963, p. 20.

500
La crisis chilena y el camino a las revoluciones

ginal: “Me despido de la prensa y tambien le ruego que ayuden a madre


y que nunca más vuelba a suceder lo que me paso a mi”.1153

Impacto causó en el país la muerte del Chacal de Nahueltoro. La prensa recogió sus últimos
momentos. Las Últimas Noticias, 30 abril de 1963 y Ercilla, 1 de mayo de 1963.

El caso había adquirido una repercusión nacional, que se acrecentó


cuando la historia fue llevada al cine por Miguel Littin, que popularizó
el drama con una de las cintas más relevantes de la historia del cine chi-
leno.1154 Para el dramaturgo el tema de fondo era mucho más profundo,
porque José del Carmen “no nació asesino de cinco años”, como explicó
en una entrevista:

“Hay que ir a Nahueltoro o a San Fabián de Lico para saber que el medio
puede ser un condicionamiento para la muerte: los niños raquíticos, los al-
rededores del pueblo rodeados de cantinas. Y no hay escuelas. Aquí matar
a una o a seis personas no es cuestión de moral; es cuestión de oportunidad.
Y todos somos culpables y responsables de que esta realidad exista”.1155

1153 En “Así pasa las horas el Chacal”, Las Últimas Noticias, 30 de abril de 1963, p. 3.
1154 Ver Alicia Vega, Re-visión del cine chileno (Santiago, Editorial Aconcagua, 1979), “El Chacal de
Nahueltoro” en pp. 145-160.
1155 “Sería irresponsable ignorar la realidad”, Ecrán, Nº 1955, 13 de agosto de 1968.

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Historia de Chile 1960-2010

Adicionalmente, el cineasta dedicó su obra tanto a las víctimas como


al victimario. El Mercurio calificó la película como “una cruda estampa
de la realidad”;1156 El Siglo, por su parte hablaba de “un enjuiciamiento a
la sociedad”.1157
Además, el caso transformó la pregunta sobre la culpabilidad de crí-
menes de esta naturaleza. En los siglos XIX y XX se había desarrollado
una concepción sobre los delincuentes y la criminalidad que incluso les
asignaba a los antisociales algunas características físicas y ciertas con-
diciones hereditarias. Después comenzaría a cambiar, al menos parcial-
mente, la percepción sobre el origen de los crímenes y las responsabili-
dades, a través de “reformulaciones sociológicas” sobre el delito y los
delincuentes.1158
Con el caso del Chacal de Nahueltoro la cuestión se pudo plantear de
manera distinta, como lo sintetizó Arturo Olavarría Bravo, al referirse a
la deuda que Jorge del Carmen Valenzuela tenía con la sociedad chilena:

“¿De quién es la verdadera deuda? ¿De Valenzuela que asesinó a seis


personas, encontrándose en el estado de ebriedad a que lo inducían su
incultura, su carencia de hogar, su ignorancia de todo sentimiento ge-
neroso y altruista? ¿O es de la sociedad que no fue capaz de enseñarle
a leer y escribir, que no supo inculcarle hábitos de trabajo, que lo dejó
rodar por el abismo de un semisalvajismo, sin darle a conocer ninguna
de las virtudes que elevan el alma humana?”1159

1156 El Mercurio, “Una cruda estampa de la realidad”, 5 de mayo de 1970.


1157 El Siglo, “El Chacal: enjuiciamiento a la realidad”, 24 de abril de 1970. Ver también Luis Al-
berto Mansilla, “El Chacal de Nahueltoro”, El Siglo, 10 de mayo de 1970. El texto muestra el
tema de la culpa social y la urgencia de cambios: “José Carmen Valenzuela creció solitario y
abandonado. No conoció otra cosa que la miseria. Era golpeado en todas partes. Era un lum-
pen agrario, errante, harapiento, sin desarrollo de ninguna de sus facultades humanas, casi
sin descernimiento por los golpes de la miseria. Era, en síntesis, una víctima del latifundio,
la imagen de un estado de cosas contra las que hay que combatir sin descanso; que hay que
cambiar sin demora”.
1158 Marco Antonio León, Construyendo un sujeto criminal. Criminología, criminalidad y sociedad
en Chile. Siglos XIX y XX (Santiago, Editorial Universitaria, 2015). Las “reformulaciones socio-
lógicas” en pp. 148-168.
1159 Arturo Olavarría Bravo, Chile entre dos Alessandri, Tomo III, p. 250.

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La crisis chilena y el camino a las revoluciones

El problema estaba planteado. Una posible interpretación de esta


reacción nacional frente a estos asesinatos la da María Angélica Illanes,
al señalar que entonces se vivía en Chile “una gran revolución ética que
atravesaba por casi todos los sectores de la sociedad y que inspiraba es-
pecialmente a la juventud”. De esta manera, a diferencia de una visión
clásica en que la responsabilidad era exclusivamente de quien come-
tiera un delito, en este caso la culpa pasaba a ser de las “estructuras de
la sociedad”.1160

PLANIFICACIONES GLOBALES, IDEOLOGÍAS Y REVOLUCIONES

Si el gobierno de Chile entre 1932 y 1964 podría ser caracterizado como


un régimen presidencial en alianza con los partidos políticos, la situación
cambiaría a partir de la llegada de Eduardo Frei Montalva a La Moneda.
Es evidente que se trató de un proceso, no de un momento específico,
Bernardino Bravo Lira ha explicado que con el gobierno de Frei y
posteriormente con el de Salvador Allende arribaron a La Moneda los
partidos ideológicos, con presidentes ejecutores de programas partidis-
tas, marcando un quiebre con las décadas precedentes.1161 Ahí se ini-
ciaría lo que Mario Góngora denominó la época de las “planificaciones
globales”, con gran influencia de “una serie de economistas y sociólogos
que piensan en términos estructurales y globales”.1162 En la misma línea
Adolfo Ibáñez expone que hacia 1960 se abre una nueva época, “la mo-
dernidad revolucionaria”, caracterizada por un “estrechamiento de la
tolerancia” y por la convicción de que “las soluciones solo se encontra-
ban en la acción política total que realizarían los líderes organizados en
los nuevos partidos”.1163 Para Gabriel Salazar existió un “extraño engen-
dro” entre 1964 y 1973, el “Estado liberal-revolucionario”, con “exceso
1160 María Angélica Illanes, La batalla de la memoria (Santiago, Planeta/Ariel, 2002), pp. 146-148.
Cursivas en el original.
1161 Bernardino Bravo Lira, Régimen de gobierno y partidos políticos en Chile, pp. 131-132.
1162 Mario Góngora, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile, Capítulo “1964-1980: La
época de las planificaciones globales”, pp. 280-305.
1163 Adolfo Ibáñez, Historia de Chile (1860-1973), Tomo II, pp. 11-21.

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Historia de Chile 1960-2010

de certezas teóricas”, pero “rebasado por su izquierda por la energía po-


lítica del movimiento popular”.1164
El tema de fondo en torno a la primera mitad de la década de 1960
fue la transformación ideológica y política que se va produciendo en
Chile, en medio de la sensación de fracaso de su sistema socioeconó-
mico —reflejado en la noción de “crisis integral”—, hecho que debía ser
enfrentado de manera tan urgente como radical.1165 Por lo mismo, las
críticas se extendieron al sistema político, a la misma democracia antes
admirada, que pasaba a ser calificada —o descalificada— como burgue-
sa, liberal, formal, que a todas luces resultaba insuficiente y debía ser
superada, como proclamaron muchos.
Por eso las elecciones de 1964 se plantearían como una posibilidad
histórica de superar el subdesarrollo y avanzar hacia mayores grados de
justicia, pero dentro de un orden democrático. El incumplimiento o cre-
cimiento de las expectativas, mostraría en los años siguientes que Chile
estaba frente a una crisis mucho más compleja, no simplemente retóri-
ca, que podría desembocar en una ruptura institucional.
Jorge Alessandri alcanzó a vislumbrar los peligros que se vivían. Con
fuerza —pero sin ser percibido a tiempo en sus alcances—, resonarían en
la historia los términos del Mensaje Presidencial de 21 de mayo de 1964,
cuando advirtió respecto a “los sembradores de ilusiones y quimeras
porque pueden tener más tarde una amarga y tal vez trágica cosecha”.1166
Al mes siguiente escribió la mencionada carta al embajador de Chile
ante la Santa Sede, Pedro Lira Urquieta, donde manifestaba su temor
de que el país estuviera “caminando hacia un golpe de estado, que nos
haga abrir los ojos a la realidad”.1167 Antes, había citado la no correspon-
1164 Gabriel Salazar, La enervante levedad histórica de la clase política civil (Chile, 1900-1973) (San-
tiago, Debate, 2015), pp. 972-973.
1165 La noción de crisis integral había sido planteada en Jorge Ahumada, En vez de la miseria (San-
tiago, Editorial del Pacífico, 1958), pp. 17-20, y volvería sobre ella en La crisis integral de Chile
(Santiago, Editorial Universitaria, 1966).
1166 Mensaje de S.E. el Presidente de la República don Jorge Alessandri R. al Congreso Nacional al in-
augurar el período ordinario de sesiones, 21 de mayo de 1963 (Santiago, Imprenta del Servicio de
Prisiones, 1963), p. 461.
1167 Carta de 10 de junio de 1964; texto completo en Sergio Carrasco D., Cartas del Presidente Jorge
Alessandri con los Embajadores ante la Santa Sede, p. 106.

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La crisis chilena y el camino a las revoluciones

dencia de su criterio con el expresado en la frase que recorre la histo-


ria, del inerte Luis XV, Rey de Francia: “Yo no tengo el espíritu de aquél
desaprensivo monarca francés al cual no le importaba que después de él
viniera el diluvio”.1168
Las crisis, que proceden de causas anteriores, son momentos deci-
sivos, cuya ocurrencia no puede adelantarse y rara vez demorarse con
simple voluntad. Lo normal es que sus autores o protagonistas no suelen
visualizarlas.1169 Pero sí por quienes tienen, en lo público, el don de la
visión política o de la oportunidad.1170
Por eso es que durante el gobierno de Alessandri, con ocasión de las
visitas al país del Presidente de Francia, Charles de Gaulle y del ministro
André Malraux, éste le recomienda al presidente chileno “il faut cher-
chez la crie”.1171 Alessandri le encuentra razón pero le contesta que aún
quienes debían actuar no la veían, por lo cual su deber y conciencia era
anunciar qué medidas debían aplicarse o cuáles actitudes tener para
evitar el sufrimiento de la crisis y las consecuencias de ésta. Años más
tarde comentaría con laconismo: “No fui oído”.1172
La entrega del gobierno, el 3 de noviembre de 1964, fue ocasión para
que se evidenciara que Alessandri había acrecentado su apoyo público.

“…la adhesión que se me manifestó el día de la transmisión [del man-


do], en el trayecto de La Moneda al Congreso y después desde el Con-
greso hasta mi casa, fue mucho más emocionante que todo lo que podía
imaginar. Una enorme muchedumbre se agolpó frente a mi casa por va-
rias horas en que debí repetidamente salir al balcón. Igualmente fueron
estruendosas las ovaciones dentro del Congreso Pleno, fuera de todo lo

1168 Mensaje de S.E. el Presidente de la República don Jorge Alessandri R. al Congreso Nacional al inau-
gurar el período ordinario de sesiones, 21 de mayo de 1963.
1169 De acuerdo a las experiencias históricas esto se hace especialmente difícil de percibir para
quienes ejercen el poder.
1170 Por ejemplo, es nítidamente el caso, en Europa, de Charles de Gaulle, en los dos periodos en
que Francia se encontró dramáticamente comprometida. En Chile, sería el caso de Arturo
Alessandri frente a la caída del seudo parlamentarismo y al reconocimiento de “la cuestión
social”.
1171 “Es necesario crear la crisis”.
1172 “Testimonio de Jorge Alessandri”, 18 de enero de 1984.

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Historia de Chile 1960-2010

que se podía esperar ya que mis amigos no pudieron conseguir entradas


para ese acto, en parte debido al enorme número de representantes que
constituían las sesenta y tantas delegaciones invitadas por Frei. Todo
esto ha causado viva impresión entre esos extranjeros y cada vez que
salgo a la calle, o que aparezco en las pantallas de los cinematógrafos,
se repiten escenas parecidas”.1173

La preocupación por el destino de Chile excedió en 1964 los límites


nacionales, y se podría decir que, por primera vez en la historia, unas
elecciones presidenciales chilenas tenían repercusión en el continente
y suscitaron atención incluso en Europa.1174 Era un momento en que los
principales líderes nacionales —no solo Alessandri— mostraban preocu-
pación por el país, su democracia, y temían una división más profunda o
incluso una resolución de fuerza del conflicto político.
Aquel 3 de noviembre de 1964 no solo culminó el gobierno de Jorge
Alessandri, sino que también una etapa en la historia de Chile. Así co-
menzaba la era de las revoluciones, que tendría múltiples expresiones
en los años siguientes. De un momento a otro pareció que el tiempo his-
tórico experimentaría una aceleración, con problemas crecientes, radi-
calización ideológica y pérdida de confianza en el régimen institucional
chileno. Una historia que nuevamente tendría promesas y esperanzas,
pero también muchos problemas y desilusiones.

1173 Carta a Arturo Alessandri R., de 15 de noviembre de 1964. Como una de las últimas activida-
des de su gobierno, en octubre de 1964, efectuó una gira al norte del país, en la cual recibió
grandes demostraciones de adhesión.
1174 Joaquín Fermandois, Mundo y fin de mundo, pp. 297-302.

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