Los Comensales-Ensayo-Argote
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LICENCIATURA EN LETRAS
“Cuando en vida del general don Miguel de Ledesma y Balderrama con sus
ayudantes escogía el sitio donde iba a levantarse el Fuerte se dice que, aún
lúcidos, comenzaron a sentir los primeros escalofríos. Por suerte para ellos
fueron liquidados por las lanzas mocovíes antes que por el paludismo”
La información que brinda nos va abriendo un recorrido narrativo que apela a los
lugares que en las sociedades conservadoras se ubica a la mujer. Valentín relata su
vinculación con Rosario como alguien con la que tuvo “relaciones ilícitas”.
Inmediatamente la autoridad relaciona esa declaración con la práctica de la prostitución
lo que es desmentido por el declarante y reduce la historia con ella a una “caída”,
erigiéndose una representación del sexo como una transgresión, cuya culpa recae casi
exclusivamente sobre el cuerpo femenino, que no supo poner resistencia ante la
tentación. También aquí aparece otro hombre vinculado con ella: Luciano Suárez, el
hombre de Buenos Aires con el que Rosario decidió abandonar Balderrama.
-“En los últimos tiempos le había entrado por volver al pago. Se acordaba
hasta del último rufián de Balderrama pero tenía miedo de que el muchacho, su
hijo no la perdonase. Francamente estaba insoportable”
(…)
-Mire, usted sabrá que yo no estuve enamorado de ella: quise tenderle una
mano y nada más. Eso sí, otro tipo se hubiera sentido celoso de usted. Para mí
no fue otra cosa que la costurerita que dio el mal paso. Así y todo, creyó que
podía seducirme. Creo que estaba metida conmigo. (Los comensales,12)
Este dialogo de dos hombres expresa la disputa por el sufrimiento y el amor que pudo
haber sentido Rosario en vida. Y de este modo, aparece un tercer hombre: Silverio, el
hijo de Rosario, quien fue abandonado en dos oportunidades, primero por su padre,
quien huyó cobardemente en un tren a la madrugada luego de las amenazas de una
familia conservadora que no quería ver manchada su reputación en el pueblo. Y en una
segunda oportunidad, lo abandonó su madre, que aprovechó la huida de Suarez después
de una huelga fallida, escapando de los juicios morales y de la condena social por haber
sido una madre soltera.
La orfandad como una marca identitaria empieza a construirse desde esta primera parte.
Primero a través del viaje que inicia Valentín después de reconocer el cuerpo de
Rosario:
“(…) tan solo yo que la madre puedo decir todo lo que la infeliz tuvo que
soportar, tanto desprecio, señor, y tanta ignominia. La pobreza al lado de esto
era una dignidad para nosotras. Y ahora ¿qué me haré sola?” (LC, 54)
Construye la figura de su nieto como producto del pecado, asemejándolo con una
desgracia, con una tormenta que arrasa todo y que anega a su familia y a su honra.
“Y qué le digo del pequeño, con ese carácter sombrío y huraño: una calamidá
de niño. Siempre callado, con unos ojos que, no le miento, a veces me miran
como acusándome.”
Su hija es culpable de haber seguido las órdenes del cuerpo, por haber cesado en resistir
ante el deseo: la culpa es de la mujer y de su cuerpo entregado al placer. Asimismo,
exonera de culpa a Valentín, y lo reconoce como una víctima de los deseos carnales
producidos por el cuerpo de su hija.
Luego de enterarse de la muerte de Rosario, en el velorio, se ve tomada por la locura,
enajenada repite que es consciente de que ella es la próxima en ser metida en un cajón.
Todos aquellos que juzgaron a su hija ahora se constituyen en sus verdugos y quieren
enterrarla junto a ella. En su locura no puede ver que ella también se erigió como juez
ante la conducta de su hija, y en ese juicio la condenó.
Queda aquí reflejado el doble sino que tienen los sujetos femeninos en el relato de Los
Comensales: la mujer será “yuguiada” cuando cae ante la tentación de la carne, ante el
mandato del cuerpo; o también será “la loca” cuando perdiendo todo el sentido de la
realidad y de los mandatos sociales se vea enajenada de toda razón.
En esta polifonía se sucede la secuencia que dará origen a la orfandad que será la marca
identitaria de Silverio. Una mujer dotada de un cuerpo hermoso, que debe resistir y
defenderse del acoso y la violencia de los hombres. Una lucha contra el deseo, contra
una lógica determinista:
“Por lo tanto, no se debe defraudarlos: primero hay que crecer, un día llamar
la atención con el cuerpo y concitar la lujuria, después aparecer con el fruto de
la caída (ya la han voltiao). (Los Comensales, 20)
Ante este hecho inevitable (la caída), se producirá un doble abandono: Valentín huye a
Buenos Aires, dejando a Charito embarazada y con la “honra” manchada. Tiempo
después, será ella quien huya, dejando a ese niño bajo el cuidado de una abuela que se
ganaba la vida lavando y planchando ropas ajenas.
“-¿Le importaba a uste saber que yo me iba a dormir con el estómago vacío y al
otro día, a las cinco de la mañana, tiritando de frío, me iba a la estación a
hacer alguna changa que, porque me veían chico, nunca eran más de diez
centavos? ¿Dónde estaban mis padres cuando caía enfermo y tenía fiebre?
(…) Despreciable. Culpar al sol de Balderrama por sus actos. Cobarde y ruin.
¿Perdió, entonces, por no haberlo conocido, escuchado, obedecido, admirado?
¿Era lamentable su ausencia en las enfermedades cuando afiebrado deseaba
estrecharle la mano entre las suyas? ¡Qué poca valía! ¿Qué carajo de hombre
era, que el apellido, la opinión le habían hecho renegar de su sangre, la
consecuencia de sus actos? (Los Comensales, 89)
Bibliografía: