El Simbolismo Del Ajedrez

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 4

 

                        
     

          

EL SIMBOLISMO DEL AJEDREZ


    
Titus Burckhardt
     

 
        El juego de ajedrez es originario de la India. Fue transmitido al
Occidente medieval por medio de los persas y los árabes. Una prueba de
ello es la palabra "jaque mate" que deriva del persa (shah -rey- y el árabe
-mat- ha muerto).

         El orden estratégico es evidente en la posición de las figuras


utilizadas, igual que en la guerra en el Oriente antiguo. La tropa ligera,
representada por los peones, ocupa la primera línea; el grueso del ejercito
lo constituye la tropa pesada, carros de guerra (torres), caballeros
(Caballos) y elefantes de combate (alfiles); el rey con su "dama" o
"consejero" permanecen en el campo de las tropas.

         La forma del tablero corresponde al tipo clásico del Vastumandala, el


diagrama que también constituye el trazado céntrico o fundamental de un
templo o ciudad. Dicho diagrama simboliza la existencia concebida como
campo de acción de las fuerzas divinas. En su significado más universal, el
combate figurado por el juego del ajedrez representa la batalla mítica de los
devas con los asuras, de los dioses con los titanes, o de los ángeles con los
demonios, derivándose de este todos los demás significados del juego.

         El ajedrez es de origen brahamanico, lo prueba el carácter


eminentemente sacerdotal del diagrama de 8x8 cuadrados. Los hindúes
consideraban el juego como una escuela de gobierno y defensa.

         Hagamos notar que los hindúes cuentan ocho planetas: el sol, la luna,
los cinco planetas conocidos y Rahu, el astro oscuro de los eclipses; cada
uno corresponde a las ocho direcciones del espacio. Los indios dan un
sentido misterioso a la progresión geométrica efectuada en las casillas del
tablero; establecen una relación entre la causa primera, que domina todas
las esferas y a la que todo conduce, y la suma del cuadrado de las casillas.

         El simbolismo cíclico del tablero de ajedrez reside en el hecho de que


expresa el despliegue del espacio según el principio cuartario y octonario
de las direcciones principales (4x4x4=8x8), y que sintetiza en forma
cristalina, los dos grandes ciclos del sol y la luna: el duodenario del zodiaco
y las 28 mansiones lunares. Por otra parte, el número 64, suma de las
casillas del tablero, es submultiplo del número cíclico fundamental que
mide con precisión los equinoccios.

         Los astros simbolizan al mismo tiempo un aspecto divino,


personificado por un deva. Así es como este mandala, simboliza a la vez el
cosmos visible, el mundo del espíritu y la divinidad en sus múltiples
aspectos.

         (Mencionemos también, que en la tradición china, los 64 signos que


se derivan de los ocho trigramas comentados en el I King. Estos 64 signos
suelen estar dispuestos de manera que correspondan a las ocho direcciones
del espacio. Ahí también se encuentra, pues, la idea de una división
cuaternaria y octonaria del espacio, que resume todos los aspectos del
universo.)

         El despliegue alternativo de los cuadrados blancos y negros, pueden


ser considerados como un mandala de Shiva, dios en su aspecto
transformador. Los cuatro cuadrados, puestos alrededor de un centro no
manifestado, simbolizan las fases cardinales de todo ciclo. La alternación
de las casillas blancas y negras, en este esquema elemental, hace del
equivalente rectangular del símbolo extremo oriental del yin-yang. Es una
imagen del mundo en su dualismo fundamental. Son dos aspectos
complementarios pero opuestos del mandala, es decir, un símbolo del
espíritu universal (Purusha) en cuanto a síntesis inmutable y trascendente
del cosmos. Por otra parte es emblema de la existencia (Vastu) considerada
como soporte pasivo de las manifestaciones divinas. La cualidad
geométrica del símbolo expresa el espíritu, y su coagulación limitativa es
existencia o materia; en la polaridad considerada como tenebrosa y caótica,
raíz del dualismo existencial. Recordemos aquí el mito de según el cual el
Vastu-mandala representa un asura, personificación de la existencia bruta:
los davas han vencido a este demonio y han establecido sus moradas sobre
el cuerpo tendido de su víctima; así, le imprimen su "forma", pero es el
quien los manifiesta.

         Este doble sentido que caracteriza al Vastu-Purusha-mandala, y que,


por lo demás, se encuentra de manera mas o menos explicita en todo
símbolo, era como actualizado por el combate que el juego del ajedrez
representa. Tal combate, decíamos, es esencialmente el de los devas y los
asuras, que se disputan el tablero del mundo. El ejército blanco es el de la
luz, el negro es el de las tinieblas. En un orden relativo, la batalla figurada
en el tablero representa, bien la de los dos ejércitos terrenales. Cada uno de
los combates en nombre de un principio, el espiritual y el de las tinieblas en
el hombre, como una guerra santa. Se advertirá el parentesco del
simbolismo implicado en el juego de ajedrez con el tema del Baghavad-
Gita, libro que se dirige a los kshatriyas.

         Se traspone el significado de las diferentes piezas del juego en el


orden espiritual, estas corresponden a diferentes maneras de realizar las
posibilidades cósmicas representadas por el tablero; hay el movimiento
axial de las torres o carros de combate, el movimiento diagonal de los
alfiles o elefantes que siguen un solo color, y el movimiento complejo de
los caballos. La marcha axial que corta a través de los diversos colores, es
lógica y viril. Mientras que la marcha diagonal corresponde a una
continuidad existencial y, por lo tanto, femenina. El salto de los caballos
corresponde a la intuición.

         Lo que más fascina al hombre de casta noble y guerrera es la relación


entre voluntad y destino. Pues bien, exactamente eso es lo que el juego de
ajedrez ilustra, precisamente porque sus encadenamientos son siempre
inteligibles, sin ser limitados en su variación. Un rey de la India quiso saber
si el mundo obedecía a la inteligencia o a la suerte. Dos sabios, sus
consejeros, dieron respuestas contrarias, y para probar sus tesis respectivas
uno de ellos tomó por ejemplo el ajedrez, en el que la inteligencia
prevalece sobre el azar, mientras que el otro trajo unos dados imagen de la
fatalidad.
         En cada fase del juego, el jugador es libre de elegir entre varias
posibilidades, pero cada movimiento traerá una serie de consecuencias
ineluctables, de modo que la necesidad delimita la libre elección cada vez
más, apareciendo el final del juego no como fruto del azar sino como el
resultado de leyes rigurosas.

         Se revela aquí no sólo la relación entre voluntad y destino, sino


también entre libertad y conocimiento: a menos que haya una inadvertencia
del adversario, el jugador salvaguardará su libertad de acción solo en la
medida en que sus decisiones coinciden con la naturaleza del juego, es
decir, con las posibilidades que este implica. Dicho de otro modo; la
libertad de acción es aquí solidaria de la previsión, del conocimiento de las
probabilidades; inversamente, el impulso ciego, por libre y espontáneo que
parezca en el primer momento, se revela a fin de cuentas como una no-
libertad.

         El arte regia es gobernar el mundo exterior o interior en conformidad


con sus propias leyes. Esta arte supone sabiduría, que es el conocimiento de
las posibilidades; ahora bien, todas las posibilidades están contenidas, de
manera simétrica, en el espíritu divino. La verdadera sabiduría es la
identificación mas o menos perfecta con el Espíritu (Purusha), siendo
simbolizado este por la cualidad geométrica del tablero, sello de unidad
esencial de las posibilidades cósmicas. El Espíritu es la verdad; por Ella es
libre el hombre; fuera de ella es esclavo de su destino. Esa es la enseñanza
del juego del ajedrez.

‘El Simbolismo del Ajedrez’, Cielo y Tierra (Barcelona), No. I, 1982


 
   
 
     

También podría gustarte