Simulacion Del Acto Juridico - Carrera de Derecho IV

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“Antes de dictar una ley se necesita proceder con gran

pulso y reflexión, a fin de no exponerse el legislador a tener

que revocarla, por causa de hacerse imposible su

cumplimiento.”

Apellidos y Nombres:

Acosta Paz, John

Alvarado Pinto, Eva

Flores Mamani, Milagros

Fuentes Marca, Miguel

Herrera Yunganina, Karent

Huallpa Hunca, Daynne

Manchego Vasquez, Milagros

Pari Chacon, Fiorella

Ciclo: IV

Carrera: Escuela Profesional de Derecho

Tema: Simulacion del Acto Juridico

Fecha: 03/12/2020
INDICE

SIMULACION DEL ACTO JURIDICO........................................................................................1

CONCEPTO DE SIMULACION................................................................................................1

EL CAMPO DE LA SIMULACIÓN..........................................................................................2

HISTORIA DE LA SIMULACION DEL ACTO JURIDICO........................................................4

CARACTERISTICAS DE LA SIMULACIÓN:.............................................................................7

1.ACUERDO ENTRE LAS PARTES O ACUERDO SIMULATORIO....................................7

2. FIN DE ENGAÑAR A TERCEROS O PRODUCIR ENGAÑO............................................9

3. DISCONFORMIDAD ENTRE LAS PARTES.....................................................................11

CLASES DE SIMULACIÓN................................................................................................11

6. ACCIÓN DE SIMULACIÓN................................................................................................15

6.1. Legitimación en la causa e interés para actuar...............................................................16

6.2. Prueba de la Simulación: carga, medios de prueba y valoración judicial......................17

EFECTOS DE LA DECLARACIÓN DE SIMULACIÓN...........................................................20

SIMULACIÓN Y NULIDAD...................................................................................................21

EFECTOS DE LA SIMULACIÓN CUANDO HAY TERCEROS DE BUENA FE...............22

CONCLUSIONES:........................................................................................................................25

BIBLIOGRAFIA:..........................................................................................................................27
1

SIMULACION DEL ACTO JURIDICO

Se trata del estudio de ciertas situaciones en las que existen discrepancias entre lo que en realidad

se quiere y lo que se declara o exterioriza por alguna de las partes o por ambas.

CONCEPTO DE SIMULACION.

Se dice que un acto jurídico se ha realizado bajo simulación cuando este se ha celebrado sin que

se deseen los efectos jurídicos propios del mismo, es decir, en realidad es un acto fingido.

La simulación es la declaración solo aparente, que se emite de acuerdo con la otra parte para

engañar a terceros.

Se trata de un acuerdo de los sujetos que intervienen en el acto jurídico para emitir una falsa

declaración de voluntad, con el ánimo de que los terceros crean en lo aparente y no conozcan la

realidad.

También se dice que el acto jurídico simulado es aquel que, por su concierto de las partes, tiene

una apariencia distinta de la que realmente le corresponde. Es decir, existe en ambos sujetos el

propósito de presentar el acto como real, a pesar de que no existe el acto jurídico o es distinto del

que se aparenta realizar; se trata, pues, de una ficción para engañar a terceros.

En consecuencia, el acto simulado es el que tiene una apariencia contraria a la realidad, o porque

no existe en absoluto o porque es distinto de como aparece.

La simulación del acto jurídico, si bien es cierto lleva consigo como uno de sus componentes

esenciales el engaño hacia los demás, sin embargo, debe precisarse que no toda simulación es

ilícita o perjudicial, por cuanto mientras no vaya contra el ordenamiento legal o agravie a

terceros, un acto jurídico simulado puede ser válido.


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Ejemplo, el deudor para impedir una medida cautelar como el embargo, simula haber vendido la

totalidad de su patrimonio a otra persona que acepta participar en el acto simulado. El acreedor

que cree que es cierto ya no podrá ordenar ejecución sobre esos bienes. Pero al margen de esta

apariencia, el supuesto vendedor y comprador saben que tal circunstancia solo es aparente, en la

medida que en la realidad el desplazamiento no se ha producido. El acreedor cree en el cuento

porque desconoce la realidad.

Dado que los contratantes no siempre disimulan del mismo modo, existen dos especies de

simulación: la absoluta y la relativa. Se produce la primera cuando las partes buscan el propósito

fundamental de crear frente a terceros la apariencia de cierto acto jurídico y los efectos propios

del mismo, obran bajo el recíproco entendimiento de que no quieren el acto que aparecen

celebrando, ni, desde luego, sus efectos, dándolo por inexistente. La declaración oculta tiene

aquí, pues, el cometido de contradecir frontalmente y de manera total la pública, y a eso se

reducen su contenido y su función (Corte Suprema de Justicia, 1969).

Es decir, aquí la negociación es toda fingida, de manera que una vez corrido el velo que cubre el

contrato simulado, no queda absolutamente nada.


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EL CAMPO DE LA SIMULACIÓN

El espectro de la simulación cobija, al menos en teoría, a la mayoría de los negocios jurídicos.

Empero, existen unos cuantos casos en los cuales la simulación como situación de hecho carece

de efectos, revista de derecho, universidad del norte, 34: 377-409, 2010 generalmente los actos

de derecho de familia, a saber: (i) el matrimonio, el cual las partes podrían tener interés en

simular para evadir posibles inhabilidades y prohibiciones de ley, no puede ser afectado por este

fenómeno por ser un acto de carácter institucional cuya estabilidad resulta imperativa; (ii) el

divorcio y la separación de cuerpos, por iguales razones; y (iii) el reconocimiento de hijos

naturales. Para Cámara (1958), tampoco es posible la simulación en los siguientes actos

jurídicos: (iv) el testamento, la aceptación y la repudiación de una herencia, por ser actos

unilaterales, en los cuales a lo sumo procedería la reserva mental; (v) la constitución de personas

jurídicas cuando se requiera la intervención del Estado en su formación; (vi) los actos judiciales;

y (vii) los actos en los cuales un funcionario público plasma su voluntad, los cuales no pueden

ser impugnados por ser simulados.

Ferrara (1960) coincide en señalar los “actos de potestad del Estado” y los “actos con

intervención de autoridad pública” como categorías de actos no simulables, aclarando que los

segundos se circunscriben a la intervención integrante del funcionario público, donde éste

interviene como parte en el negocio jurídico, completándolo y perfeccionándolo con su

declaración de voluntad; así como la intervención constitutiva de derechos, como el caso del

reconocimiento de personas jurídicas. Por el contrario, en los casos en que la intervención es

meramente autorizante y certificadora (el caso de notarios y otros oficiales públicos llamados al

ejercicio de la función notarial) sí puede ocurrir la simulación.


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El mismo autor sostiene que los actos complejos en sí mismos son susceptibles de reserva mental

colectiva por parte de los varios sujetos del negocio jurídico, pero no de simulación, salvo que al

acto complejo se una la voluntad de otra parte contratante, como ocurriría si varios condóminos

fingen enajenar un bien a un tercero.

HISTORIA DE LA SIMULACION DEL ACTO JURIDICO

Los jurisconsultos Romanos se ocuparon extensamente de los negocios simulados. En base a

textos romanos se ha formulado la doctrina de la simulación y su distinción absoluta que es la

apariencia, nada más, de un negocio y relativa, que esconde un negocio bajo la forma externa de

otro, sin que pueda percibirse en ello una conversión voluntaria.

El originario formulismo rígido y la tipicidad de los actos jurídicos constituyo un obstáculo

para la simulación, ya que los sujetos solo podían ejercitar su autonomía negociar utilizando

esquemas rituales. Valía el negocio exteriormente reconocible; el derecho no consideraba las

intenciones no expresadas mediante el ritual formal del negocio. Superada la fase primitiva del

(ius Civile) romano, la jurisprudencia y el pretor no permanecieron insensibles a la exigencia

practica de regular el negocio simulado, sancionándolo con la nulidad y valorando de un modo

variado el fin disimulado en relación a su naturaleza y según que se trate de simulación absoluta

o de simulación relativa. Para los romanos la verdad debía prevalecer sobre el escrito; solo tenía

valor el acto real y secreto, y no el ficticio y aparente, principio que está contenido en el C. 4,22,

El principio general de considerar invalido el acto simulado esta afirmado en el D. 44,7,54, que

establece: "Contractus imaginarii etiam in emptionibus iuris vinculum non optinent, cum fides

facti simulatur, non intercederéveritate" (los contratos imaginarios aun en la compraventa, no


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alcanzan vinculo de derecho cuando se simula la realidad de un hecho, que no corresponde a la

verdad). Por lo que se refiere a las nupcias simuladas el D. 23,2,30, dice "Simulatae nuptiae

nullius momneti sunt", es decir, que no existen en ningún momento.

Para los romanos eran nulos los actos prohibidos por la ley. La simulación absoluta que

ocultaba un fin ilícito, vale decir que trasgredía normas o principios jurídicos, era nula; la

nulidad opera frente a las partes y a los terceros perjudicados. Si la simulación era relativa, el

acto disimulado era válido sin el fin perseguido era licito, caso contrario era nulo, como sucede

por ejemplo, con la donación entre conyuges disfrazada bajo la apariencia de venta, caso en el

que la venta era nula por simulada y también nula la donación por estar prohibida por ley.

Como refiere Pastori, la doctrina moderna que considera a la simulación como un "vicio" de la

determinación causal del acto jurídico es limitada si nos remitimos a la historia de la institución.

Esto por dos razones: primero, porque al menos en el derecho clásico, la simulación determina la

invalidez del negocio, no como vicio del elemento subjetivo, o sea en cuanto las partes no desean

el negocio simulado, sino en base a la objetiva consideración del fin diferente que tienden a

superar con el vínculo debido a la tipicidad de las figuras negociales. En cambio, en el Derecho

justinianeo la simulación es considerada como un vicio de la voluntad que invalida el acto por

cuanto no es querido por las partes. En efecto, si nos referimos al antiguo formalismo y a la

tipicidad de los actos jurídicos, el criterio para juzgar la valides era solamente el de la

conformidad a los esquemas legales, mientras que se sustraía a la valoración del derecho el

eventual fin practico perseguido por las partes cuando no era coincidente con la causa negocial.

La segunda razón se debe a que en el derecho romano el instituto de la simulación no constituye

siempre una anomalía del negocio, relevante en sentido negativo para el derecho sino que

cumple una función positiva, como medio para alcanzar finalidades prácticas de autonomía


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privada exigidas por el desarrollo económico social, pero no permitidas por las limitadas figuras

negóciales reconocidas.

A propósito de lo expuesto, veamos el caso histórico de la mancipatio, cuya estructura originaria

fue adecuada a la especifica función del cambio de una cosa por un precio. Pero enseguida el

esquema formal de mancipatio es adoptado para realizar funciones diversas de venta. Por

ejemplo, el caso notorio de la mancipatio que ocurría "sestercio numo uno" o sea con un precio

simbólico, lo que implicaba, antes que una venta, una donación: fin de autonomía privada, este,

que luego obtiene el reconocimiento por obra de la interpretación jurisprudencial, deviniendo

luego en la causa de un negocio escogido a propósito. Otros ejemplos: la mancipatio familiar con

la cual en proximidad de la muerte se trasfería el patrimonio mortis causa constituyendo a un

amigo en heredero que luego asume autonomía como testamentum per aes at libram; la

aplicación de la mancipatio para constituir, trasferir o extinguir la potestad familiar, la datio in

adoptionem; la emancipatio; la coemptio matrimonio causa; y la noxae deditio del libre.

Los mencionados negocios fundados en la mancipatio, reconocidos como relaciones autónomas

en edad posterior, son calificadas como "imaginarii" en cuanto al esquema típico de la venta real

propio de la mancipatio se recurre solo formalmente "dicis gratia propter veteris iuris

imitationem" Gayo 2,103, a propósito del testamento, refiere esta expresión" "per aes et libram"

que se cumple con la mancipatio y la intervención del familiae emptor, pero el interesado no usa

el acto con el fin de trasferir sino para disponer mortis causa. Negocios de este género que

"imitaban" el viejo esquema de la mancipatio para cumplir diversas funciones, en su origen eran

negocios simulados, en cuanto el objetivo practico que las partes entendían realizar era diferente

de la causa típica de la mancipatio. Desde esta perspectiva se aprecia que la simulación no


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configura un vicio del negocio jurídico, sino un instrumento de promoción jurídica, que permitía

utilizar viejos esquemas negóciales para conseguir finalidades nuevas.

A la mancipatio desprendida de su típica función de venta real y adaptada para la trasferencia

de la propiedad a cualquier título se le denomina imaginaria ventitio. Lo mismo ocurrió con

la acceptitatio (acto solemne con el cual el acreedor declaraba Haber recibido la prestación) que

podía ser usada como medio de extinción de la obligación cuando el cumplimiento todavía no se

había realizado, por lo que, tratándose de un pago ficticio, se le denomino imaginaria solutio.

Por último, en aquella época la invalidez del negocio simulado no se debía a la discordancia

entre voluntad declaración sino a la ausencia de precio, de renta, o de otro elemento esencial del

contrato simulado. Se sigue el principio que la verdad debe prevalecer sobre la ficción, sea que el

acto falso esté escriw o no; pues los actos simulados no pueden cambiar la sustancia de la verdad

ni perjudicarla. En este período se busca la verdadera naturaleza de la obligación. No dejando

subsistir más que el acto efectivamente querido por las partes anulando el falso.

CARACTERISTICAS DE LA SIMULACIÓN:

La Corte Suprema de Justicia (2000), sobre la base del artículo 1766 del Código Civil, ha

delineado las principales características de la simulación. Ellas coinciden, a grandes rasgos, con

lo que Cámara (1958) denominó “elementos constitutivos” de la simulación, y que se remontan a

los “requisitos del negocio simulado” expuestos por Ferrara (1940), aunque lo cierto es que la

Corte no cita al autor argentino ni al célebre jurista italiano.

Entonces, Para que exista el acto jurídico simulado, debe concurrir la disconformidad entre lo

que los celebrantes emiten como declaración ante los demás y, la real intención que permanece
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guardada o reservada para ellos. Como se apreciará la voluntad exteriorizada (declaración) no

debe guardar conformidad con la voluntad interna que existe entre los celebrantes (intención).

La simulación para ser considerada como tal, requiere de la presencia de tres elementos que la

configuran, las mismas que son las siguientes:

1.ACUERDO ENTRE LAS PARTES O ACUERDO SIMULATORIO

La doctrina y la jurisprudencia exigen acuerdo entre las partes para realizar el negocio aparente,

para fingir ante terceros la realidad de su convenio, de manera que todas las partes del contrato

actúen conscientemente con el fin de crear una ilusión ante terceros.

Es precisamente éste el elemento que diferencia a la simulación del dolo y de la reserva mental,

que ocurre cuando tal fin proviene y se concreta por una sola de las partes. Si bien el dolo es

conocido de sobra en la teoría del derecho civil, la reserva mental merece una breve alusión.

En ésta, al igual que en la simulación, se declara una cosa que no se quiere con el propósito de

engañar; pero lo que separa a una figura de la otra es que en la reserva mental es uno de los

contratantes quien oculta su verdadera voluntad frente al otro, sin que ello reste eficacia al

contrato; mientras que en la simulación existe un acuerdo entre las partes dirigido a ocultar de los

terceros el negocio real, que por tanto es inoponible a quienes resultaron asaltados en su buena

fe. Ahora bien, mientras que en derecho canónico la reserva mental es causal de la nulidad del
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matrimonio, el principio no puede trasportarse al campo del Derecho Civil, donde se trata de

negocios jurídicos y no de sacramentos (Ferrara, 1960).

La simulación en un contrato solamente puede ofrecerse cuando quienes participan en él se

conciertan para crear una declaración aparente que oculte ante terceros su verdadera intención

que puede consistir, en descartar inter partes todo efecto negocial (simulación absoluta), o en que

se produzcan otros efectos distintos, en todo o en parte, de los que surgen de la declaración

aparente (simulación relativa).

Cuando uno sólo de los agentes, mediante el contrato persigue una finalidad u objeto jurídico que

le oculta al otro contratante, ya no se da el fenómeno simula torio, porque esta reserva mental

(propósito in mente retentó) no convierte en irreal el contrato celebrado en forma tal que éste

pueda ser declarado ineficaz o dotado de efectos distintos de los que corresponden al contrato

celebrado de buena fe por la otra parte; ésta se ha atenido a la declaración que se le ha hecho;

carece de medios para indagar si ella responde o no a la intención interna de su autor, y esa

buena se merece protección (Corte Suprema de Justicia, 1971)

Es cierto que algunos autores discrepan de esta postura, como lo hace Fourcade (1887), quien

sostiene que hay muchas hipó tesis en las que no participan las dos partes en la apariencia. No

obstante, rechazamos de plano esta afirmación, pues con ella desaparecería el límite entre la

simulación, por un lado, y el dolo y la reserva mental, por el otro.

2. FIN DE ENGAÑAR A TERCEROS O PRODUCIR ENGAÑO

Como es evidente, el fin deliberado de dicho acuerdo debe ser engañar a terceros. Sin embargo,

contrario a la idea de Wolf sobre el requisito de la “consumación del engaño”, la consecución del

fin perseguido no es un elemento esencial para que se configure la simulación. Más aun, ese fin
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de engañar puede tener “o no como propósito el daño o fraude, que es asunto diferente y que

antes se solía confundir” (Corte Suprema de Justicia, 2000); pues, como bien lo anota Cámara

(1958), es importante no mezclar el propósito de engañar a terceros –que no al otro contratante–

con la intención de dañar, ya que, si bien el fraude es de la naturaleza de la simulación, no es de

su esencia.

Existen posiciones aisladas que determinan como único objeto de la ficción la intención ilícita,

como lo hace Vampré (1920), quien define la simulación como la declaración engañosa de

voluntad para producir efectos diversos del ostensiblemente indicado, “con intención de violar

derechos de terceros o disposiciones de la ley”. Y lamentablemente, en la práctica es así las más

de las veces: la simulación absoluta suele tener carácter fraudulento y tiende a causar perjuicio a

terceros, frustrando legítimas expectativas; mientras que la simulación relativa suele servir para

disfrazar una ilegalidad.

Aun así, la doctrina mayoritaria reconoce que la simulación relativa y la absoluta “puede tener

objetivos lícitos y hasta generosos” (Cámara, 1958). Entre nosotros, tanto la Corte Suprema de

Justicia (2008) como la Corte Constitucional (2004) han reconocido que en la simulación no

siempre encontramos tintes ilícitos o de inmoralidad, sino que puede tratarse de un contrato

genuinamente concluido pero disfrazado ante terceros sin lesión para éstos en cuanto a su

naturaleza, sus condiciones particulares o la identidad de sus agentes.

Este segundo elemento de la simulación hace imperioso distinguir entre el negocio simulado y el

negocio in fraudem legis. Este último no es para nada aparente, sino que es efectivamente el

negocio deseado por las partes, sólo que al celebrarlo ellas tienen el propósito de violar

indirectamente la ley, no en su contenido sino en su espíritu, con el fin de conseguir el resultado

que la ley quería impedir.


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Con éste se muda el estado de hecho regulado por la ley, pero los contratantes no fingen

jurídicamente el acto que realizan, sino que recurren realmente a ciertas formas jurídicas para

obtener ulteriores consecuencias que por otras vías legales serían inalcanzables.

Por eso, en los actos in fraudem legis lo que hay es una simulación en sentido económico, pero

no jurídico (Ferrara, 1960).

Entonces podemos decir que, si existe disconformidad entre lo declarado ante los demás y lo

realmente querido, acuerdo entre los celebrantes para generar el acto simulado, también se

requerirá que exista el firme propósito de engañar entre los celebrantes para generar el acto

simulado, también se requerirá que exista el firme propósito de engañar ante los demás, por

cuanto se hará aparecer una verdad distinta a lo realmente deseado por los celebrantes.

3. DISCONFORMIDAD ENTRE LAS PARTES

Es de la esencia de la simulación que exista discordancia entre el contrato deseado por las partes,

de haberlo, y lo que se muestra al público, que es un contrato ilusorio que disimula su real y

oculta voluntad “bien de no celebrar contrato alguno, o de celebrar uno diferente o con

estipulaciones distintas del pregonado o, en fin, con otra persona, de la que se hace figurar como

parte” (Corte Suprema de Justicia, 2000). Así, el acto simulado es la consecuencia de un proceso

en el que hay deliberación de los autores, siendo éste el rasgo que distingue a la figura del error,

el cual se caracteriza porque la disconformidad entre los contratantes es involuntaria (Cámara,

1958).
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CLASES DE SIMULACIÓN

En el acto jurídico existen dos clases de simulación estas son la simulación absoluta y la

simulación relativa, dentro de la simulación relativa también tenemos la simulación parcial, la

simulación por interpósita persona, simulación licita y simulación ilícita.

Simulación absoluta

Cuando se aparenta la celebración de un acto jurídico, sin que exista ninguno otro encubierto.

Las dos partes acuerdan declarar un acto jurídico que aún no se ha alcanzado y no encubrirá otro

acto jurídico que deseen. Debido a la falta de una verdadera expresión de voluntad, se clasifica

como inexistente. Este es un concierto totalmente engañoso, no parece haber ningún acto legal

que sea verdaderamente elogiado.

A través de la simulación absoluta se busca dar existencia a un acto jurídico sin contenido, vacío

y neutro, donde la voluntad es una ficción, nada es querido, nada es deseado; no existe una

voluntad real de celebrar el acto jurídico. Por tanto, un aspecto importante de esta doctrina es que

en los actos jurídicos que acompañan a esta doctrina, casi no hay consentimiento para la

simulación absoluta. El testamento externo es incompatible con el testamento interno emitido por

el anfitrión, por lo que, cuando realmente no hay voluntad firme para implementar el acto

jurídico.

El código civil en el artículo 190 nos habla de la simulación absoluta. Nos dice “Por la

simulación absoluta se aparenta celebrar un acto jurídico cuando no existe realmente voluntad

para celebrarlo”

Para poder comprender mejor el concepto de simulación absoluta se dará un breve ejemplo:
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“Pedro celebra un contrato de compraventa de su casa con Juan; sin embargo, dicho bien

inmueble permanece en poder de Pedro, donde Juan en ningún momento reclama la propiedad de

dicho bien para sí mismo, no hace valer el supuesto precio pagado por dicha compraventa".

El ejemplo anterior significa que han estado completamente ante los actos jurídicos

aparentemente imitados, y declaraciones absolutamente falsas (donde las declaraciones son solo

ficticias), y ningún anfitrión lo quiere.

La causa de la simulación absoluta es la finalidad concreta de crear una situación aparente y, por

tanto, no vinculante. Los simulantes quieren solamente la declaración, pero no sus efectos, esto

es, se crea una mera apariencia carente de consecuencias jurídicas entre los otorgantes, destinada

a engañar a terceros. Hay una declaración exterior vacía de sustancia para los declarantes.

Por tanto, se puede entender que la simulación absoluta es un negocio jurídico en el cual las

partes acuerdan realizar intencionalmente declaraciones discrepantes de sus respectivas

voluntades internas para engañar a terceras personas.

Simulación relativa

La simulación es relativa cuando, tras el acto jurídico aparente, se encubre un acto realmente

realizado. Las partes han expresado sus dos intenciones: la intención real de realizar un acto

jurídico al que se ha dado apariencia de otro, en el que se expresa la intención ficticia.

A diferencia de la simulación absoluta, en este caso si existe una voluntad real de celebrar el acto

jurídico que aparece ocultado, donde se hace ver ante los demás un acto aparente.

Por lo tanto, se puede ver en la descripción general que hay dos acciones en la simulación

relativa, a saber:
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El contenido oculto, secreto, disimulado y escondido contiene la verdadera intención de los

anfitriones.

El anfitrión logra el propósito del engaño a través de otro comportamiento obvio, virtual o

imitativo, que, dicho sea de paso, estos comportamientos no contienen los deseos reales de esas

personas.

Por tanto, para que exista una simulación relativa, estos dos comportamientos deben existir al

mismo tiempo en esencia y forma, por lo que algunas personas señalan que el comportamiento

aparente y el comportamiento secreto pero efectivo deben coexistir.

El código civil peruano en el artículo 191 nos habla de la simulación relativa. Este artículo nos

dice: “Cuando las partes han querido concluir un acto distinto del aparente, tiene efecto entre

ellas el acto ocultado, siempre que concurran los requisitos de sustancia y forma y no perjudique

el derecho de tercero.”

A modo de conclusión entendemos que la simulación absoluta no existe acto jurídico porque se

trata de una apariencia. En cambio, en la simulación relativa, hay un acto oculto, verdadero y un

acto aparente. En la simulación absoluta el acto aparente flota en el vacío; en la simulación

relativa, el aparente se sostiene en un acto oculto y real.

Simulación parcial.

La simulación parcial es aquella que está referida esencialmente a engañar a los demás en base a

ciertos componentes que forman parte del acto jurídico que se está simulando. Por lo tanto, se

tiene que limitar esta simulación a proporcionar datos irreales o inexactos, como cantidades,

montos de dinero, fechas y otras situaciones que no coinciden con la realidad existente.
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No hay duda de que, para la existencia de este tipo de simulación, el moderador debe

comprender y estar de acuerdo con la simulación antes de que pueda ser considerada como tal.

Simulación relativa por interpósita persona.

Esto sucede cuando hay una tercera persona y el negocio finalmente recaerá sobre esa persona.

Esta tercera persona aparenta asumir un carácter definitivo, derechos y obligaciones a su nombre,

cuando en realidad pertenece o habrán de pertenecer a un tercero oculto.

En esta simulación aparece un tema planteado por personas que están realmente interesadas en

participar en acciones legales, y no pueden hacer cumplir la ley directamente, por lo que recurren

a una tercera persona con la finalidad de viabilizar y plasmar el acto jurídico que los interesados

no pueden hacer de manera directa.

Pues bien, la persona que aparece ficticiamente viene a ser el "testaferro", que es el sujeto

interpuesto, precisándose que deberá existir la necesidad de la celebración de otro acto jurídico

adicional, donde aquel tercero puedan transferir a aquella persona que no pudo hacerlo con el

contratante inicial.

El requisito sine qua non para la existencia de la simulación por interpósita persona, consiste en

que todos los intervinientes deben tener conocimiento de ello, así como estar de acuerdo con la

simulación que se está realizando.

Simulación licita.

Como señalamos anteriormente, la simulación se basa en la autonomía de la voluntad, por lo que

es legal, y por lo tanto licito, no viola el ordenamiento jurídico, y no lesiona los derechos de
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terceros. Es por ello que el "Código Civil" no prohíbe la existencia de simulaciones legales,

siempre que se sigan los contenidos indicados previamente.

Simulación ilícita.

La simulación tiene como finalidad engañar a un tercero, que es uno de sus componentes

básicos, sin embargo, cuando este engaño se torne malintencionado o lesione los derechos del

tercero mencionado anteriormente, o cuando su finalidad también sea ilegal, nos enfrentaremos a

una simulación ilegal, por lo que, son rechazados por ley.

El artículo 193 del código civil peruano nos señala que: “La acción para solicitar la nulidad del

acto simulado puede ser ejercitada por cualquiera de las partes o por el tercero perjudicado,

según el caso.”

6. ACCIÓN DE SIMULACIÓN

La acción de simulación es aquella que se concede o reconoce a toda persona que tenga interés,

para que se declare que, un acto ha nacido sólo en apariencia y que no envuelve realidad jurídica

alguna; o que se trata de un acto disimulado por otro de carácter público, y debe, por tanto,

prevalecer su verdadera naturaleza jurídica. Se trata de una acción personal, declarativa,

transmisible y prescriptible.

La acción de simulación se ha estructurado, también, a partir de la interpretación jurisprudencial

de la Corte Suprema de Justicia (1935) sobre el artículo 1766 del Código Civil, en relación con

sus manifestaciones, clases, efectos, naturaleza, titulares, etc. A partir de allí se han erigido las

características de esa “acción dirigida a la comprobación judicial de una realidad jurídica

escondida tras el velo creado deliberadamente por los estipulantes, que causa al actor una
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amenaza a sus intereses” (Corte Suprema, 2000). El fin de la acción es, pues, obtener la

revelación del acto oculto que se configuró a partir de la genuina expresión de voluntad de las

partes.

6.1. Legitimación en la causa e interés para actuar

En efecto, para la Corte Suprema (1998), “el derecho de donde se derive el interés jurídico debe

existir, lo mismo que el perjuicio, al tiempo de deducirse la acción, porque el derecho no puede

reclamarse de futuro...en las acciones de esa naturaleza tales principios sobre el interés para

obrar en juicio se concretan en el calificativo de legítimo o jurídico, para significar, en síntesis,

que al intentar la acción debe existir un estado de hecho contrario al derecho. Esta premisa ha

llevado a la Corte a negar la existencia de interés en la causa, por ejemplo, cuando la simulación

deja de tener relevancia a causa de negocios jurídicos posteriores que alteran o diluyen las

implicaciones o el perjuicio efectivo de la simulación; pero la ha avalado cuando, para citar un

caso, el cónyuge afectado discute la veracidad de la venta de bienes que pertenecen a la sociedad

conyugal con el fin de reintegrarlos a la masa social una vez disuelta ésta, o cuando mediante

actos simulados se transfieren en vida los bienes a los hijos matrimoniales para desconocer los

derechos herenciales de los extramatrimoniales.

6.2. Prueba de la Simulación: carga, medios de prueba y valoración judicial

6.2.1. Carga de la prueba

Los negocios jurídicos gozan de presunción de veracidad, puesto que se reputan auténticos y

legítimos en tanto no se demuestre lo contrario. En ese sentido, la carga de demostrar la

disparidad entre la voluntad interna, real y su exteriorización ontológica (voluntas aparente)


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radica en quien pretende desvirtuar la presunción. Así las cosas, cuando quien alega la

simulación falla en demostrarla, “habrá de estarse mejor a la realidad de aquello que se hizo

público, criterio que es usual expresar con el conocido adagio latino: In dubio benigna

interpretatio adhiben da est, tu magis negotium valet quam pereat” (Corte Suprema, 1992).

6.2.2. Medios de prueba

La jurisprudencia y la doctrina han reconocido como indicios de simulación, en esencia, los

siguientes: las dificultades económicas del vendedor para la época de la celebración del contrato;

la falta de capacidad del comprador aparente para adquirir el bien (insolvencia, no mera

iliquidez); la venta en bloque de los bienes que integran el patrimonio del demandado o la

enajenación simultánea de otros bienes para insolventarse; las condiciones en las que se efectuó

el pago (por ejemplo, no tiene un grado alto de verosimilitud que se convenga pagar el valor total

de un contrato cuantioso en efectivo en la sede de la Notaría en un país como Colombia, donde

los hurtos están a la vuelta de la esquina); la estrecha relación afectiva o de parentesco entre las

partes del negocio impugnado; el momento en el cual se realizó el negocio (suele analizarse la

existencia de embargos o procesos ejecutivos en curso, la disolución de un matrimonio, la

reciente creación de la sociedad a la cual se le transfieren los bienes, etc.); que el precio del

negocio sea irrisorio frente al comercial o que sea el mismo precio por el cual el vendedor

adquirió el bien años atrás; la falta de acreditación de movimientos bancarios de las partes; la

tardanza en inscribir la escritura que protocolizó el negocio aparente; la falta de necesidad de

gravar o enajenar; la falta de exteriorización de la calidad de comprador o socio supuestamente

adquirida por virtud del negocio, etc.


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6.2.3. Valoración

En la acción de simulación, el juez tiene mayor amplitud al momento de fallar, sin por ello

vulnerar el imperativo de congruencia, pues no es necesario que desde la demanda misma el

actor formule impecablemente las súplicas, ni que enumere taxativamente los hechos que

probará para acreditar la simulación, ni que éstos permanezcan inmutables durante el proceso.

Por el contrario, para que el juez declare la simulación basta que la intención del actor se

deduzca del libelo por una interpretación lógica basada en el conjunto de la demanda (Corte

Suprema, 2009), que tales hechos aparezcan probados en el proceso como fruto de la actividad y

controversia de las partes, y que ellos doten al juez de convicción sobre la voluntad real de las

partes, diferente de la declarada.

En lo que sí debe tener cuidado el juez es en hacer una ponderación razonada del mérito de los

medios de prueba en su conjunto para determinar si los medios allegados bastan para encontrar

probada la simulación, pues cuando la prueba sea indiciaria, éstas y las conjeturas deben tener el

suficiente mérito para fundar en el juez la firme convicción de la simulación del negocio.

Sólo excepcionalmente puede la Corte pronunciarse al respecto, cuando la estimación se ve al

romper como arbitraria, contraevidente o contraria a la lógica, por errores “evidentes y

trascendentes” (Corte Suprema, 1998) que afloran sin necesidad de grandes esfuerzos racionales

o intelectuales, como cuando se suponen o pretermiten ciertos hechos que dan lugar a deducir

cierta conjetura o dejar de hacerlo, o cuando existe un quiebre en el juicio lógico jurídico de

inducción del hecho desconocido a partir del hecho conocido por inexistencia de un vínculo de

causalidad entre uno y otro. Por eso no basta que las pruebas arrojen varias posibles conclusiones

contrapuestas y que el juez superior no esté de acuerdo con la opción elegida por el de instancia,
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pues en estos casos la presunción de legalidad y acierto que ampara las sentencias judiciales debe

prevalecer.

6.2.4. Finalidad de la acción de simulación.

La acción de simulación, que es una acción rescisoria o revocatoria, permite a una persona que se

haya visto afectada por la simulación del contrato o negocio, demande ante un juez para que este

declare la simulación y por consiguiente la inexistencia de contrato, o su nulidad, lo que

implicará que los bienes o propiedad objetos de la simulación, vuelvan al patrimonio del dueño

original.

6.2.5. Hechos que se consideran indicios de simulación.

En la simulación, la prueba indiciaria se considera fundamental, puesto que no es fácil probar

con documentos que un contrato de compraventa fue simulado, ya que generalmente los

acuerdos encaminados a simular un negocio jurídico son verbales.

Es por ello que la jurisprudencia ha elaborado una especie de lista de hechos que podrían indicar

la simulación de un acto jurídico. Acción de simulación y acción pauliana.

La acción de simulación se puede confundir con la acción pauliana, pues las dos persiguen el

mismo objetivo, que es rescindir o revocar el contrato o negocio jurídico llevado a cabo. Los

negocios pueden ser reales o simulados, y cuando el negocio es real, procede la acción pauliana,

y cuando el negocio es simulado, naturalmente procede la acción de simulación.

6.2.6. ¿Término para interponer la acción de simulación?

El término que el interesado tiene para interponer la demanda acción de simulación es de 10 años

tal como se precisa en el siguiente artículo. Una vez expirado ese término el acreedor defraudado
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no puede demandar la simulación del negocio jurídico cuestionado, y no se cuentan con más

recursos legales para evitar que el presunto fraude se consuma o materialice.

6.2.7. Titulares de la Acción.

En términos generales, podemos decir que «es toda persona interesada” en que esta se declare,

noción que comprende, tanto a las partes, como a terceros perjudicados.

EFECTOS DE LA DECLARACIÓN DE SIMULACIÓN

Los efectos de la simulación dependen, sin lugar a dudas, de la especie de simulación que se

declare. En efecto, mientras que la simulación absoluta conlleva ineludiblemente a que todo el

negocio desaparezca del mundo jurídico.

sí, envuelve la inexistencia del negocio jurídico aparente, la simulación relativa, presupone la

ineludible existencia de un acto dispositivo diferente al aparente” En uno u otro caso, el juez que

la declare debe ordenar las restituciones mutuas y la glosa en ese sentido de la escritura pública

que contenga el acto simulado para revelar ante los terceros la realidad que subyace a dicha

exteriorización de la voluntad.

Además, es lógico que, una vez develada la simulación, no existe razón jurídica que justifique

que el propietario aparente retenga bienes ajenos, por lo cual procede devolver las cosas al estado

anterior

o, de ser imposible, restituirlas, por ejemplo, restituyendo en lo posible los derechos de los

acreedores defraudados con la simulación.


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SIMULACIÓN Y NULIDAD

la voluntad por sí sola no basta para generar efectos jurídicos, y el ordenamiento jurídico protege

sólo las determinaciones serias de voluntad manifestadas de buena fe y con un interés lícito, con

algunas excepciones que abordaré más adelante. Por ello, la simulación absoluta, que apareja la

inexistencia del acto jurídico, es excluyente por incompatible con una declaración de nulidad,

“no pudiéndose predicar de un mismo acto dispositivo que es simultáneamente inexistente e

inválido”.

Sin embargo, no ocurre lo mismo en el caso de la simulación relativa, en la que sí existe un

negocio vedado que, de no cumplir los requisitos legales de validez, debe anularse.

los conceptos de simulación y nulidad se encuentran claramente diferenciados: mientras que en

la primera no existe vicio alguno en el negocio jurídico, 'en la nulidad, en cambio, la voluntad de

las partes persigue en todo caso la efectividad del acto, pero éste surge viciado radicalmente en

su causa o en su objeto, o sin la solemnidad exigida por la ley para que nazca a la vida del

derecho.

En efecto, una vez develada la realidad del negocio jurídico celebrado por vía de la declaración

judicial de simulación relativa, compete al juez analizar los contornos del verdadero contrato,

para que cuando éste esté viciado de nulidad absoluta así lo declare el juez.

Es decir que si todas las partes del contrato están presentes en el proceso, el juez declarará la

nulidad o simulación del acto o contrato, pero si al proceso no comparecen todas las partes que

intervinieron en la formación del acto jurídico, el juzgador sólo podrá acoger como fundada la

excepción, con lo cual se enervan las pretensiones del actor, impidiendo “que los contratos nulos

o simulados puedan producir los efectos que los litigantes persiguen o que lleguen a causar
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ulteriores perjuicios” ). Entiendo que esta postura es la más acertada, puesto que de entrada

parece un contrasentido que, si el juez encuentra probado lo ficticio del negocio, aun así, esté

obligado a reconocerle los efectos jurídicos pretendidos por las partes.

EFECTOS DE LA SIMULACIÓN CUANDO HAY TERCEROS DE BUENA FE

Ahora bien, es menester dejar en claro que, en ocasiones, pese a que se observen claramente los

elementos que configuran la simulación, el juez debe denegar las pretensiones si encuentra que

de aniquilarse la venta simulada y disponerse la consiguiente anotación en el protocolo y el

registro, se vulnerarían los derechos de los terceros que contrataron con el sedicente comprador.

Dicho sincopadamente, los acreedores del comprador simulado y propietario aparente, por ser

terceros, y de buena fe exenta de culpa, no pueden ser alcanzados por los efectos de la

simulación absoluta.

si bien en principio se protege al acreedor del vendedor aparente, la doctrina ha reconocido que

en los casos en los cuales los acreedores del comprador aparente hayan promovido de buena fe

“la ejecución sobre los bienes simuladamente adquiridos por su deudor, son considerados de la

misma condición que los terceros que hayan adquirido de buena fe, confiando en la eficacia del

negocio simulado”

En estos casos, al igual que si el bien objeto del negocio simulado fue embargado o adjudicado

por liquidación de una sociedad conyugal, el negocio se volverá intangible, sin que por ello los

simulados negocios jurídicos adquieran la calidad de reales convenciones con entidad para
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producir efectos entre las partes. Lo que ocurre es sencillamente que “el actor carece de interés

jurídico para formular sus súplicas”.

así que no será posible recomponer el patrimonio del vendedor simulado sino, por el contrario, la

declaración de simulación debe ajustarse para provocar el menor daño posible a los acreedores

del propietario real. Lo anterior podría lograrse, por ejemplo, reconociendo el derecho de

aquéllos a perseguir los remanentes de los procesos ejecutivos promovidos contra el propietario

aparente.

En conclusión, es congruente con lo que se ha dicho sobre la necesidad de que, una vez

descubierta la simulación, los bienes sean detentados por su verdadero propietario y queden

afectados a la prenda general de los acreedores de éste. la simulación de actos jurídicos consiste

en el acuerdo de dos o más personas para fingir jurídicamente ante los demás la existencia de un

negocio, o algunos elementos del mismo, con el fin de crear ante terceros la apariencia de cierto

acto jurídico elegido por las partes, y sus efectos de ley, en deliberada discordancia con la

voluntad real de las partes.

Su campo abarca la mayoría de negocios jurídicos, salvo algunos casos en los que la ley ha

optado por dar prelación a la estabilidad del negocio sobre la necesaria identidad entre la

voluntad de las partes y la declaración de la misma.

La acción para develar la realidad que yace tras el velo del contrato simulado puede ser intentada

bien por las partes o bien por terceros que hayan sufrido perjuicios ciertos y reales a raíz del

contrato simulado (como excepción a la aplicación estricta de la teoría de la relatividad de los

contratos), y quien la alegue deberá demostrar la existencia de los hechos que acreditan la

simulación.
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Se ha visto que, a raíz del sigilo con el que suelen actuar las partes, la principal prueba suele ser

la indiciaria, pero lo cierto es que proceden todos los medios de prueba estipulados en la ley. A

su vez, en este ámbito se acentúa la libertad apreciativa del acervo probatorio por parte del juez

de instancia que en principio es intocable en casación y el principio de congruencia fáctica se

atenúa, dotando al juez de mayores posibilidades para auscultar la verdad detrás del negocio

aparente.

Por último, en caso de prosperar las pretensiones, el negocio desaparecerá del mundo jurídico, o

desaparecerán los elementos ficticios del mismo, salvo que tal declaración pueda afectar los

derechos de los terceros de buena fe, o que el negocio real vulnere el ordenamiento jurídico.
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CONCLUSIONES:

A los efectos de la simulación, es importante mentir, ya sea porque un hecho está oculto total o

parcialmente, o porque hace que el mentiroso parezca real, o porque una verdad diferente a la

emocional aparece a los ojos de un tercero. En el acto jurídico simulado hay una especie de

resonancia de la voluntad, es decir, proponer un acto jurídico que no responde a la voluntad

interna de las partes, sino que es solo un medio para engañar a un tercero.

Como afirma la jurisprudencia, la simulación se refiere a una manifestación de voluntad irreal en

un acto jurídico, que es liberada de forma consciente y deliberada por las partes, y que tiene por

objeto producir actos jurídicos que no tienen efecto jurídico por medio del engaño. Apariencia.

Existente o diferente de la conducta realmente realizada. La simulación en sí está prohibida. En

este sentido, no hay reglas. Solo los casos en los que los daños a terceros estén prohibidos por

ley. En definitiva, en la simulación, las partes contratantes firmaron deliberadamente un contrato

que no querían firmar, y no hay una simulación real absoluta del contrato. O el comportamiento

que celebran es diferente del comportamiento aparente o la simulación relativa obvia (en algunos

aspectos conocido por terceros).


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Entendemos que la simulación absoluta se refiere al negocio legal en el que ambas partes

acuerdan deliberadamente realizar declaraciones diferentes sobre sus respectivas intenciones

internas de engañar a un tercero. Este tipo de negocio legal tiene un carácter obvio o simulado.

A través de la simulación, podemos entender que a diferencia de las transacciones legales

aparentes o simuladas (porque las partes han anunciado transacciones diferentes a su respectiva

voluntad interna), estas partes nunca están dispuestas a celebrar, pero el propósito de hacerlo es

ocultar Comportamiento realmente deseado. Este comportamiento quiere, pero no oculta a

terceros, el carácter oculto y la posibilidad de efecto.

La simulación es el fracaso de un acto jurídico, y su composición es que los deseos de las partes

muestren un carácter ficticio. Estas partes en realidad no quieren constituir los derechos

mencionados en sus declaraciones, o no quieren establecer la constitución de las partes que

claramente no son esos derechos.

Es un acto jurídico basado en el tipo de simulación, ejerce la tutela para inferir las consecuencias

judiciales del contrato ficticio, declarando que no existe o que ha sustituido oficialmente al

contrato formal.

La simulación del acto jurídico se caracteriza por: La divergencia entre la voluntad interior y la

voluntad expresada. Las dos partes llegaron a un acuerdo para producir un comportamiento

simulado. El propósito de engañar a un tercero.


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