01 Nallim Revlitmod12 73
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C'ión que queda vibrando: "Era hidalgo de raza y gaucho por edu-
-cación y temperamento". En el segundo. se suman las cualida:des de
su casta y las aptitudes del indio.
El animal participa de la experiencia del amq. Su mula no es
-descripta pero a ella 5e le dedica· un •inusita¡do ~logio, el de ser
""baquiana" para comer ( daba vuelta de raíz la mata estepar-ia para·
no dañarse el hocico). Al elogio en boca -de un peón, Antenor con-
testa "-Van doce viajes que me acompaña. Sahe buscarse la vida".
Tal cabaHería para tal jinete.
Los peones, los tres peones que acompañaban al gaucho patrón
también tienen su etopeya, singular quiiz.'t porque representan Ql
·gaucho salteño, que se aguantan en silencio, hablan parca y fon-
tamentc, trabajan contentos, ·resignados enfrentan los males de la
vida, alegre o de fiesta saben comunicar su contento y participar
del regocijo colectlivo. En el cuento que nos ocupa la faceta que
-se nos muestra es ]a del sacrificio: "seres pasivos y leales en cuyas
rudas almas el sufrimiento era un h ábito h eroico. Ellos no dijeron
ni una palabra de queja, pero Sáncli:ez les había visto en -d iversos
momentos ocultar su aflicción y sacudirse sollozando -0n silencio".
Obedientes, leales y amigos del gaucho que los manda con la auto-
ridad que emerge del ejemplo, cuando por él tienen que jugarse
lo hacen sin dudar, al requel'imiento de si seguir o no, cuando lia
tom1enta y el peligro son tales que arredran al más valiente, la
respuesta unái:iime de est<;>s hombres veteranos en el sufrir y. sufri-
dos sin queja,· se contiene en un "-A,. lo que usté ordene, patrón".
El baqueano, personaje infalfu.ble en todo ambiente de cordi-
llera andina, también_ tiene El viento blarn;o su · lugar, como en
todo buen cuento su importancia emerge no del escaso número de
líneas que se le dedica -sino de lo que esas líneas son capaces de
-sugerir. Her.ibertÓ CaUoja ''aprendió a conocer la cordille;á como a
'SUS manos, en vei_ n te leguas a la -redonda": "P;redecía oon certeza de
:augur los cambios de tiempo y s6lo él saibía hallar el 1'ffl'Jlbo -de·salida
).6 CARLOS o. NAL~ RLM, 12 ( 1973 >
3 Si nos limit~mos a la edición que estamos :usando, hay que advertir que
lleva el titulo genérico de relatos ( El viento blanco y otros relatw ) con lo que
se obvia ~I inconveniente de las'difíciles precisiones. :A.si, El ata;acamino, El se-
Cf'etp del opa, De hombre a hombre, .Un se-pelio atmosférico ( Crónica de 1891),
La Zancadilla y la cola'de.J gato y Ctiatro cuentos del zorro, siguen a El v iento
blanco y llenan el tomito.
18 CARLOS o. NALLJM RLM, 12 ( 1973)
más leer que escribir, más m edita-r que hacer. No hay que olvidat""
que ~ te señor, jamás señorón, que etse hombre que se sentía tan
unido a su "habitat", que .regresó Q él después d e su estanC'ia en
Buenos Aires, donde alternó con Eviar Méndez, Enrique Mé:idez.·
Calzada, Juan Allonso Carrizo y otros poetas y escritores, se sintió-
poeta y sus primeros -libros son precisamente de versos. Pronto se-
dto cuenta que se sentía más a gusto en la prosa y se nos ocurre-
pensar que hallamos tanto poesía en sus líneas cadendiosas, natural-
mente cadenciosas, como en sus medidos versos.
Es que la es'tructu11a natural de la lengua tiambién ti.ene su
ritmo y medida cuan-do se la domina y se la sabe cultivar: sencillar
sí, pero de aquella sencillez no fácil de lograr que suele distinguir
a los .buenos prosistas. A igual que Cervantes se dolía de sus "malos:
versos" Tespecto de su "buena prosa", y no obstante si leernos un
poco más sus versos, a igual que en C ervantes el sentimiento de
ma.Jos poetas que a veces los abruma es excesivo. Ya que tanto en
uno como en otro no sólo se pueden rescatar algunos versos sino que-
también encontramos verdaderos buenos poemas. Pero la fama, y ·
el sa:beme buen prosista tiene su peso 5 •
Manuel Gálv,ez en el último tomo de sus Recuerdos de la vi.da
literaria., :recuerda con desenfado a fos hombres y a los hechos, y
a pesar de su aspereza de viejo experimentado, cuando se refiere a
Júan Carlos Dávalos· lo recuerda como hombre de "tialento, y perso-
nalidad y capacidad creadora. Era un típico- argentino del Norte,.
y toda su obra tiene valor representativo. Algo -de ella viv'irá, por
lo menos E•l viento blanco, im-presionante y vigoroso reJato, que
S Vid . por ejemplo Ausencia (de su A ntología Poética): ... "y amas mis-
malos versos más que mi ,buena prosa". En la t ercera y {,!tima estrofa puede-
uno P..dmirar la frescura, la cla~icidad, la popularidad de estos pareados:
"Nuestro amor fue mirar, y reír y llorar,
y haiblar yo de mi tierra.y hablarme tú del mar,
y aun no poder vivir separados y aun no
dejar de pensar uno lo que el otro pens6"·...
JUAN CARLOS DÁVALOS: EL N ~ R DE SALTA 21
vale ntón. Entre el indio que no ·sab é p eJem· pero que está e namorado
y el gaucho cuchillero que viola ·su prenda, está el e terno desgarro
del amante desesperado que termina matando al felón con astucia.
de indio en un escenario prieto d e rocas y matas, .de sabor y olor.
Cómo no .r ecorda.T el Idi:lio Pastoril donde las violas clásicasi
son reempfozadas por el ama noay ·blanco y el a mamcay amarillo,.
donde las delicadas ofu-e ndas flomles para los dioses ceden su lugar
al aroma de la menta· y la jarilla. La misma gruta de follaje, a ]a
hom del bochorno, la gramilla que cosquillea los pies, el .sol, el
ensueño. No es Cloe, es Faustina Renfiges, que •t ras su almuerro
de maíz y charqui espanta los pájaros del tr.iga·l , al m'ismo tiempo
que caminando trabaja con su vellón y rueca calchaquí. Es la
pajarera que gozosa ;recue rda el atrev,imiento de días pasados deI
pastor y vecino Tomasito Chocobar, y cómo pudo alejarlo sin da ño.
No ha,y aquí un F.hletas que cante a fas ninfas, toque la flauta
en h onor de Pan, explique a una pareja joven q ué es el a mor, cuál su
poder, cuál su belleza. No hace falta el consejo de vie ja teroera ail-
guna, ni el descubrir calidades principescas a los contraye ntes antes
de fa unión al son de himnos ,n upciales. Aquí el amante aparece de
súbito, e n el mome nto oportuno, en un ma rco que IJ'ecuer<la tantos
otros «idilios» que desde la antigüed ad dicen las mismas cosas, de
disth1tos modos, pero aquí se encuentran frente a frente como dos
vicuñas jóvenes.
Ahí está también el Dávalos burlón de los "opas". Cómo no
recordar, por lo menos, a Butrián, d e ".Ja especie inofensiva de los
opas beatos", que Ueva aJ a utor soca rrón a mofarse de c iertas cos-
tumbl"es Jug•a reñas pero mucho más de la estupidez de los que no
son opas. O el Dávailos, oonocedor de !la psioología y <relaciones de
esllanoier-os y servidores. F ácil es imagilnrur al iparh·6n cuando se
nos dice:
"Lucía don Santiago en su estancia la mism'.l indumentaria
que el cap ataz. Pero lo distinguía del gaucho ele medio pelo, su
altivo gesto hecho a ·mandar, su persona y b'.lrbas, más aliñad as,
sus silloneros de estima que sólo él montaba, su rico tirador con,
JUAN CARLOS DÁVALOS: EL NAIUIA.OOH DE SALTA 23
inbere6a por lo que contiene ·de crea1ción, por la capacidad -de i,n-
venci6,n, si.n olvidar que aún fa anécdota .}tjgera o el hecho intras-
-cende nte da,n a conocer una Argentiina ,n o muy conocida, recostada
y como abnitgada en el noroeste, lejos -d e la pri-sa que ya empi10za a
llega:r y que se va adentrando sin pedir permiso. Este costumbrismo
·•interesa no sólo porque pueoo Uevarnos un espíritu de etnólogo o
antropólogo que p1,evé la pronta pérdida de un sob erbio pa tnimonio
dig,no de estudio, sino también porque es intere~'<'l nte en sí mismo,
l>elilo, auténtico.
No es lo único argenltino, simplemenre es una forma de vida y
una forma d e hacer -literatura. dentro del más ancho campo de la
cultura. argentina. No es tiempo <le hacer "argenbini<lad" preten-
diendo agarrarse a tradiciones más o menos folclóricas, más o menos
auténticas para conf.ront.arlas en "s,logans" ·conhra otros "slogans" que
protenden cambiarlo to do. Ese va.Jor en sí imtismo de que hemos
hablado no permitiría Ia confusión, Jo auténtico no puede s·e r ma-
noseado sino cultiva.do. Juan Carlos Dávalos lo supo hacer a su modo
y con ru:tie.
Juan Oa·rlos Dávalos miró, contempló, y camtó Jo que sentía en
profundidad, no fo h izo falta estar a fa caza d e pintoresquismos,
n'i caer en ,l a frivo1idaid d e hacer ostentaciones d e un "gauchismo"
ma:l entendido con -el que ,a veces y e11r6neamente se •i dentifica a
1os argentinos. Dávaios con esa "voz vi.Ti! y suave, con esa acentua-
ción especial de los salteños que aolarga .los párrafos como una plancha
quita arrugas", al decir de Güiraldes 10, sabe hacerse sentir e n su
obra espléndido e n sus descr-ipciones, rico en sus relatos, ,sabio· e n
loo decires. Nunca s,u obra literaria •e stuvo a la busca de tipos "more
zoológlico". Esto adquiere más valor aun si p ensamos en el profesor
de Ciencias NatuTales del Colegio Naciona:1, si pensamos en su propia
observación -d e ha,lla,rse influido, e n su orientación Htera:ria, por estas