Primera Parte Del Resumen Del Metodo de Descartes

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Universidad autónoma de Chiriquí

Facultad de Ciencias Naturales y Exactas

Escuela de química

Resumen del:

El discurso del Método de René Descartes


Primera parte

Seminario QM 480

Salvador Nicosia
7-711-526

Prof. Smith Camargo

2021
Prologo
El discurso del método y las mediciones metafísicas son obras de plenitud mental.
No hay libro alguno que supere en profundidad y variedad de intereses y
sugestiones. Inauguran la filosofía moderna; abren nuevos causes a la ciencia;
iluminan los rasgos esenciales de la literatura y del carácter superior, que
representan, en grado máximo, las mas nobles cualidades de una raza nobilísima.
El pensamiento cartesiano es como el pórtico de la filosofía moderna. Los rasgos
característicos de su arquitectura se encuentran reproducidos, en líneas generales
en la estructura y economía ideológica de los sistemas posteriores. Descartes
inaugura la actitud filosófica que, en su raíz, recibe el nombre de idealismo. La
historia de la filosofía no es, como muchos creen, una confusa y desconcertante
sucesión de doctrinas u opiniones heterogéneas, sino una continuidad real de
superaciones históricas.
1. Antecedentes: El Renacimiento
Entre Descartes y la escolástica hay un hecho cultural, no solo científico, de
importancia incalculable: el Renacimiento. Siendo este el que esta mejor
representado por la filosofía. El Renacimiento es una época de crisis; es decir,
épocas en que las convicciones vitales de los siglos anteriores se resquebrajan,
cesan de regir, dejan de ser creídas. El realismo aristotélico, servía de basa a un
conjunto de convicciones de la crisis de la época, donde el hombre se queda sin
filosofía y el hombre no puede vivir sin filosofía, es allí donde la angustia
intolerable de la duda es descrita magistralmente por Descartes en las primeras
líneas de la segunda meditación metafísica.
El Renacimiento es, por una parte, la negación de todo el pasado filosófico y por
otra es también el angustioso afán de encontrar un nuevo punto de apoyo capaz
de salvar al hombre, a la cultura, del gran naufragio. Con Descartes comienza la
segunda navegación del pensamiento filosófico, satisfaciendo el afán de salvación
y descubriendo la basa firme para un nuevo filosofar.
Descartes al replantear el origen del problema de la filosofía, el mundo y el
hombre ya no eran como en los tiempos de Parménides o de Platón, el
pensamiento ya no tiene la virginidad o la inocencia primitiva. Todo el pretérito
presiona ahora sobre todo el presente, imponiendo condiciones nuevas y
principalmente la condición de evitar error. El pensamiento de Descartes esta,
pues, con la filosofía procedente en una conexión histórica real muy distinta y
mucho mas profunda.
La verdadera filosofía de Descartes esta mejor representada por la crisis del
realismo aristotélico, en donde obliga de nuevo a plantear el problema de ser,
conduciendo la naturaleza insólita, difícil y contraria del hombre.
2. Vida de Descartes
René Descartes nació en La Haye, aldea de la Touraine, el 31 de marzo de 1596.
Era de familia magistrados, nobleza de toga. Descartes en su infancia curso en el
colegio de La Fleche, que dirigían los jesuitas, allí recibió una sólida educación
clásica y filosófica, cuyo valor lo ha reconocido en varias ocasiones. El curso de la
filosofía duraba 3 años, el primero se dedicaba al estudio de la lógica de
Aristóteles. En el segundo año se estudiaba la física y las matemáticas y, por
último, en el tercer año se daba metafísica de Aristóteles. La enseñanza era
totalmente objetiva e impersonal.
Descares en el Discurso del Método, nos da claramente la sensación de que ya en
el colegio sus trabajos filosóficos no iban sin cierta e intima reservas mentales. Su
juicio sobre la filosofía escolástica es por un parte benévolo y por otra radicarme
condenatorio. Descartes salió de La Fleche en 1612, con un vago, pero firme
propósito de buscar en sí mismo lo que en el estudio no había podido encontrar.
Cuando comenzó sus años de peregrinación, entro al servicio del príncipe
Mauricio de Nassau; guerreo en Alemania y Holanda; sirvió bajo el duque de
Baviera; recorrió los Países Bajos. Comenzó a comprende los fundamentos del
nuevo método de filosofar. Estuvo en parís dos años, en done asistió como
voluntario al ejercito real al sitio de La Rochelle en 1629 dio fin a este segundo
periodo de su vida de soldado, diletante, viajero y observador.
París no le convenia y vivió 20 años en Holanda, entonces decidió consagrarse al
estudio y meditación. Y durante ese tiempo escribió y publico sus principales
obras: el Discurso del método, con la Dióptrica, los Meteoros y la Geometría, en
1637, las Meditaciones metafísicas, en 1641 (en 1647 se publicó la traducción
francesa del duque de Luynes, revisada por Descartes), los Principios de la
filosofía en 1644 (en latín primero, y luego, en 1647, en francés); el Tratado de las
pasiones humanas, en 1650.
Su nombre fue pronto celebérrimo y su persona y su doctrina fueron combatidas,
uno de sus adeptos del cartesianismo, Leroy, empezó a exponer en la Universidad
de Utrecht los principios de la filosofía nueva. De la cual protestaron los violentos
peripatéticos, acusando a Descartes de ateísmo y de calumnia. Entonces los
magistrados intervinieron, mandado a quemar los libros que contenían la nefanda
doctrina. Y gracias a la intervención del embajador de Francia se logro detener el
proceso.
En 1649 llego a Estocolmo y fue recibido con los mayores honores. Toda la corte
se reunió en la biblioteca para oírle disertar sobre temas filosóficos de física y
matemática. En el año 1650, llego a Suecia en donde murió a los 53 años y en
1667 sus restos fueron trasladados a parís y enterrados en la iglesia de Sainte
Geneviéve du Mout.
Después de la muerte del filósofo, se publicaron: El mundo, o tratados de la luz
(París, 1667). Cartas de René Descartes sobre diferentes temas, por Clerselier
(París, 1667). En la edición de las obras póstumas de Amsterdam (1701) se
publicó por primera vez el tratado inacabado: Regulae ad directionem ingenii,
importantísimo para el conocimiento del método.
3. El Método
Los orígenes del método están, según Descartes, en la lógica, el análisis
geométrico y el algebra. Ya que el error o defecto de la lógica de Aristóteles es,
para Descartes, su incapacidad de invención. Descartes busca reglas fijas para
descubrir verdades, no para defender tesis o exponer teorías. Estas reglas se
basan en procedimientos matemáticos, puesto que es mucho mas claro y tiene
una mayor eficacia en el análisis. Según Euclides, el análisis consiste en admitir
aquello mismo que se trata de demostrar y, partiendo de ahí, reducir, por medio de
consecuencias, la tesis a otras proposiciones ya conocidas.
También explica que: “si se quiere resolver un problema, hay que considerarlo
primero como ya resuelto y poner nombres a todas las líneas que parecen
necesarias para construirlo, tanto a las conocidas como a las desconocidas. Luego
recorrer la dificultad según el orden que muestre la dependencia mutua de las
otras…”
El silogismo sirve mas para exponer o defender verdades que para hallarlas; el
análisis es, pues, el primer momento del método. En una dificultad se plantea el
problema y es considerado dividirlo en bloques o partes (segunda regla del
método, Discurso). La división se detendrá cuando se halla la presencia de
elementos del problema que se puedan conocer inmediatamente como verdadero.
Tales elementos simples son ideas claras y distintas (final de la primera regla).
Es imposible continuar exponiendo el método de Descartes sin antes indicar
algunos de sus principios en el conocimiento de la metafísica, estas reglas serán
enumeradas a continuación: En primer lugar, la regla propone la evidencia como
criterio de verdad. Este criterio se subdivide en claridad que es una idea cuando
esta separada y conocida separadamente de las demás ideas y distinta es una
idea cuando sus partes son separadas unos de otros y conocidos con interior
claridad.
La intuición es el acto que aprehende y conoce la naturaleza simple de las ideas,
también lo dice con la meditación, una inspección del espíritu. Es la deducción,
para Descartes, una enumeración o sucesión de intuiciones, por medio de la cual
vamos pasando de una a otra verdad evidente, hasta llegar a la que queremos
demostrar.
4. La metafísica
La noción del método, la teoría del conocimiento y la metafísica se halla
íntimamente enlazadas y como fundidas en la filosofía de descartes. El funde los
estos elementos, reuniendo la metafísica con la lógica, y esta, a su vez, con la
física y la psicología.
El punto de partida es la duda metódica
La duda cartesiana refleja la situación real, histórica del momento. El hombre no
posee una verdad cierta que halle a cubierto de la duda, pero necesita de esa
verdad. La duda cartesiana no es de desconfianza y de cautela, la exigencia de
una evidencia indestructible; y segundo: un método de investigación positiva.
Entre las dificultades que plante la duda metódica nos detendremos en una tan
solo: en las famosas hipótesis del genio o espíritu maligno. Descartes rechaza la
idea que existe un dios omnipotente pero tan lleno del maldad y astucia que se
complace en engañar y burlarse a cada paso. La hipótesis del genio maligno ni es
un juego, ni un circulo de hierro, sino un movimiento dialéctico, muy importante en
el curso del pensamiento cartesiano.
La hipótesis dialéctica del genio maligno tiene dos sentidos, estrechamente
entrelazados, la expresión rigurosa del punto de vista idealista adoptado desde
luego por Descartes. La duda metódica hace mella en todo contenido de
pensamiento y únicamente se detiene ante el pensamiento de algo. Esta hipótesis
expresa rigurosamente ese carácter mediato del objeto, frente al carácter
inmediato del pensamiento, significa que en el contenido del pensamiento no hay
nada que legitime la existencia del objeto.
Otra parte, la hipótesis del genio maligno significa el planteamiento y solución de
un grave problema lógico, que luego ocupará hondamente a Kant: el problema de
la racionalidad o cognoscibilidad de lo real. El genio maligno y sus artes de
engaño simbolizan la duda profunda de si en general la ciencia es posible.
La primera base de la filosofía cartesiana es el cogito ergo sum: pienso, luego soy.
La existencia, la realidad del yo pensante, del yo como pensamiento, es la primera
verdad que el náufrago de la filosofía encuentra, para sobre ella asentar
sólidamente su salvación. La duda metódica se detiene ante la inmediatez del
pensar como puro pensar. Pero de la certidumbre del yo hay que transitar ahora a
otras certidumbres. La evidencia que acompaña la intuición de mi mismo, como
pensamiento, contiene mi existencia.
El primer problema que Descartes acomete después del cogito es el de la
existencia de Dios. Esta la demostró en el famosísimo argumento ontológico: la
existencia pertenece a la esencia de Dios; es decir, que, así como no se puede
concebir un triángulo sin tres ángulos o una montaña sin valle no se no se puede
tampoco concebir a Dios sin la existencia. Aquí Descartes considera la existencia
de Dios más bien como intuida que como demostrada.
5. La física
La metafísica le conduce sin tropiezo a la física. Esta debuta en realidad con la
distinción esencial del alma y del cuerpo. El alma se define por el pensamiento. El
cuerpo se define por la extensión. Y todo lo que en el cuerpo sucede como cuerpo
puede y debe explicarse con los únicos elementos simples de la extensión, figura
y movimiento. Hay, pues, que considerar dos partes en la física cartesiana. Una
donde se trata de los sucesos en los cuerpos (mecánica); y otra, donde se trata de
definir la sustancia misma de los cuerpos (teoría de la materia).
La física de Descartes es, como todo el mundo sabe, mecanicista; Descartes no
quiere más elementos, para explicar los fenómenos y sus relaciones, que la
materia y el movimiento. Todo en el mundo es mecanismo, y en la mecánica
misma, todo es geométrico entonces esta es una mecánica de la cantidad pura. La
causa del movimiento es doble. Una causa primera que, en general, lo ha creado
e introducido en la materia, y esta causa es Dios. Una vez introducido el
movimiento en la materia, Dios no interviene más, si no es para continuar
manteniendo la materia en su ser; de aquí resulta que la cantidad de movimiento
que existe en el sistema del mundo es invariable y constante.
Pero de cada movimiento en particular hay una causa particular, que no es sino un
caso de las leyes del movimiento. Estas leyes son tres: la primera es la ley de
inercia, hermoso descubrimiento de Descartes que, aunque no hubiese hecho
otros, bastaría para colocarle entre los fundadores de la ciencia moderna. La
segunda es la de la dirección del movimiento: un cuerpo en movimiento tiende a
continuarlo en línea recta, según la tangente a la curva que describa el móvil. La
tercera ley es la ley del choque, que Descartes especifica en otras leyes
especiales. Todas ellas son falsas.
La corrección fundamental que Leibniz hace a la física de Descartes: no es la
cantidad de movimiento lo que se conserva constante en la naturaleza, sino la
fuerza viva, la energía. Pero Descartes, en su afán de no admitir nociones
oscuras, considera las nociones de energía o fuerza como incomprensibles,
porque no son geométricamente representables; y las desecha para limitarse a
concebir en la materia la pura extensión geométrica.
La materia no es otra cosa que el espacio, la extensión pura, el objeto mismo de la
geometría. Las cualidades secundarias que percibimos en los objetos sensibles:
color, sabor, olor, etc., son intelectualmente inconcebibles y, por tanto, no
pertenecen a la realidad. La materia se reduce a la extensión en longitud, latitud y
profundidad, con sus modos, que son las figuras o límites de una extensión por
otra.
6. La psicología
El hombre está compuesto de un cuerpo al cual está íntimamente unida el alma,
sustancia pensante. Esta unión, a la par que distinción entre el cuerpo y el alma,
domina todas las tesis psicológicas. En sí misma, el alma es inteligencia, facultad
de pensar, de verificar intuiciones intelectuales; en este punto, la psicología se
confunde con la metafísica o la lógica. Por otra parte, entre las ideas del alma
están sus voluntades.
La voluntad o libertad la sitúa, empero. Descartes en el mismo plano que las
demás intuiciones intelectuales; la voluntad es la facultad, totalmente formal, de
afirmar o negar. Y tan grande es el carácter lógico y metafísico que le da a la
voluntad, que de ella deriva su teoría del error, el cual, proviene de que, siendo la
voluntad infinita, y el entendimiento finito, aquélla a veces afirma la realidad de una
idea confusa (por precipitación) o niega la de una idea clara (por prevención), y en
ambos casos provoca el error.
Réstanos considerar el alma como unida al cuerpo. En este sentido, el alma es,
ante todo, conciencia, es decir, que conoce lo que al cuerpo ocurre y se da cuenta
de este conocimiento. Mas siendo el cuerpo un mecanismo, si no hay alma no
habrá conciencia, ni voluntad, ni razón. Así los animales son puros autómatas,
máquinas maravillosamente ensambladas, pero carentes en absoluto de todo lo
que de cerca o de lejos pueda llamarse espíritu.
En el hombre, en cambio, porque hay un alma inteligente y razonable, hay
pasiones; es decir, los movimientos del cuerpo se reflejan en el alma; y este reflejo
es precisamente lo que llamamos pasión, que no es sino un estado especial del
alma, consecuencia de movimientos del cuerpo. Hay seis pasiones
fundamentales. La primera, la admiración, es apenas pasión, y señala el tránsito
entre la pura intuición intelectual y la pasión propiamente dicha; es, en suma, la
emoción intelectual. De ella nacen el amor, el odio, el deseo, la alegría, la tristeza.
De estas seis pasiones fundamentales se derivan otras muchas: el aprecio, el
desprecio, la conmiseración, etc.
POST SCRÍPTUM
Entre 1937, fecha de la primera edición llevada a cabo por Austral del Discurso del
método y de las Meditaciones metafísicas, y la actualidad han transcurrido más de
diez lustros; Descartes no sólo no ha dejado de estar vivo para pensamiento
contemporáneo, sino que su terminología filosófica ha calado también en este final
de siglo en hombre de la calle. La duda metódica, el «ego cogito, ergo sum, sive
existo», Descartes, forman parte del patrimonio histórico y cultural de la
humanidad.
Desde un punto de vista sociológico y cultural, la filosofía cartesiana constituye un
ejemplo paradigmático del influjo que puede tener la filosofía, concebida
técnicamente, en el lenguaje de las urgencias vitales. Descartes en su
pensamiento no ha sido observado con suficiente precisión por los profesionales
de la enseñanza de la filosofía, han olvidado la máxima kantiana de que «no se
aprende filosofía, sino filosofar». En este sentido, seguramente no exista hoy
mejor manera de acercarse a la reflexión filosófica y, por ende, al pensamiento de
Descartes que a través de esta primera fenomenología del espíritu que es el
Discurso del método.
Efectivamente, la filosofía cartesiana es deudora de las estructuras operantes de
una determinada época histórica, que intenta desligarse de las tutelas de la
tradición creando sus propios recursos teóricos.
La obra de Descartes aparece tan viva como fecundo. Así, frente a las
interpretaciones tradicionales de Descartes que priman las Meditaciones
metafísicas, hay, por ejemplo, que volver a recordar que el Discurso del método
sirve de prólogo a tres ensayos científicos, que tampoco tienen por qué ser
considerados únicamente con un carácter exclusivamente especulativo-metafísico,
pues, como ha dicho recientemente
En cualquier caso, una lectura actual del Discurso del método no podrá prescindir
de su objetivo último: fundamentar un nuevo saber-teórico y práctico-moderno, un
proyecto que parece no tener fin, pero cuyas posibilidades y límites cabe a
Descartes el honor de haber sido el primero en vislumbrar.

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