Roitman - 2005 - APA - 62-2

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Trauma temprano. Escisiones en el yo inicial.

Su incidencia en trastornos
psicosomáticos y adicciones
Clara R. Roitman. Publicado e Revista de psicoanálisis, LXII, 2, 2005.

Resumen

El autor describe un fragmento de un historial clínico en el cual se


abarca un síndrome temprano, basado en una escisión en el yo de realidad
inicial (Freud). Las defensas posteriores permiten alcanzar un cierto equilibrio
psíquico, que mantiene inalterada la escisión temprana. El origen de esta
fractura es una reacción defensiva ante un factor traumático. Durante largo
tiempo la eficacia de esta organización puede no hacerse evidente, hasta que
la pone en evidencia un problema clínico severo, generalmente afecciones de
tipo psicosomático o adicciones.

Desde la perspectiva clínica, la historia que el autor presenta no es


atípica, sino que representada a múltiples situaciones observadas tanto en
niños como en adultos. La descripción y comprensión de los procesos
psíquicos en el yo temprano permiten instrumentar sistemas de prevención y
tratamiento en la infancia y realizar construcciones que refinan nuestras
interpretaciones con pacientes adultos.

Desde la perspectiva teórica, las más frecuentes descripciones de


escisiones se refieren a la oposición entre el yo placer purificado y el yo real
definitivo y corresponden a patologías narcisistas, psicóticas y no psicóticas
(perversiones, depresiones, esquizoidias). En cambio, la escisión descrita por
el autor corresponde a un tiempo anterior. Los aportes kleinianos y
postkleinianos, al igual que la teoría del apego, parecen más afines con esta
propuesta, que enfoca el problema desde la perspectiva freudiana.

Palabras clave

Trauma temprano – yo temprano – psicosomática – adicción

Summary
The author describes a fragmentary clinical history where it is possible to note
an early syndrome, including a solution, based on a dissociation in the primitive
real ego. The posterior defenses allow to reach a certain psychic equilibrium,
with the maintenance of the early splitting. The origin of the fracture is a
defensive reaction against a traumatic factor, and during a long time its efficacy
can not be evident, until the emergence of a severe clinic problem, usually
psychosomatic affections and/or addictions.
The most frequently descriptions of splitting concern to the opposition between
the purified pleasure ego and the definitive real ego, and correspond to the
narcissistic pathologies, psychotic and non-psychotic (perversions, depressions,
schizoids). The splitting studied in this paper concerns to the real primitive ego.
In adult patients, specially in addictions or psychosomatics, this splitting
is already consolidated and the therapeutic way is more complex than in the
neurotic structure. The description and comprehensions of the psychic
processes of this early ego splitting allow to refinate our interpretations and
techniques and to reach a more therapeutic efficacy.

Key words

Early trauma – early ego – psychosomatics – addictions

Presentación

Este trabajo surge de la investigación teórico-clínica realizada a lo largo


de varias décadas cotejando trastornos en los niños (incluso bebés), con
patologías en pacientes adultos, especialmente aquellos que presentan
afecciones psicosomáticas y adicciones. En estos casos me ha llamado la
atención, al igual que a otros colegas, que hasta el momento en que el
trastorno se hace presente el paciente parece una persona fuerte, equilibrada y
en algunos casos con una rica producción en el campo laboral o profesional. Lo
mismo observé con algunos pacientes que consumen y que dicen poder
controlar la ingesta.

Mi interrogante se centra en torno de la organización de las escisiones


en el psiquismo. Parto de un supuesto: que tendríamos que considerar distintos
niveles de organización y complejización del yo, y por lo tanto distintos niveles
en que se produce la alteración, siendo las escisiones una de estas formas de
alteración que, cuando se producen tempranamente, pueden modificar la
estructura, y producir perturbaciones en el funcionamiento psíquico (mundo
representacional, defensas, etc).
Freud (1926d) considera a la situación traumática como un estado de
desvalimiento debido a un estímulo externo que genera un dolor que no cesa o
debido a la imposibilidad de tramitar una exigencia pulsional, lo cual genera un
estasis de la necesidad (pulsión de autoconservación).
En la temprana infancia esta situación traumática puede afectar al yo
temprano, al cual Freud (1915c) llama Yo Realidad Inicial. En tal caso, queda
afectado el procesamiento pulsional mediante la alteración interna. Para Freud
(1950a) la alteración interna es el primer modo de procesamiento de la pulsión,
previa al descubrimiento de la acción específica y la investidura objetal. La
perturbación en el procesamiento por la alteración interna es propia de las
afecciones psicosomáticas, adicciones y otros trastornos. Estas fijaciones en
traumas tempranos producen escisiones en el yo y una defusión en lugar de la
liga de la pulsión de muerte a Eros. En esta presentación me propongo
describir las vías de constitución de las escisiones tempranas, originadas sobre
una base somática, en relación con las primeras manifestaciones afectivas, que
pueden combinarse con otras, desarrolladas con posterioridad. Las escisiones
más frecuentemente descriptas, corresponden a la oposición entre Yo Placer
Purificado y Yo Real Definitivo, y son propias de las estructuras perversas y
otras afines. En cambio, las escisiones que describo en este trabajo
(correspondientes al Yo Real Inicial) parecen específicas de las fijaciones en
situaciones traumáticas tempranas.

I. Presentación clínica
Mariana fue primera hija, muy deseada. Nació a término. Pesaba 3,200.
El parto fue con fórceps, la madre no sabe por qué, ya que ella estuvo en sala
de parto muy poco tiempo. La respuesta fue: "No sale". Durante la internación
el bebé no estuvo al lado de la madre. Lo traían para comer y lo dejaban un
rato. La mamá no se sentía bien, primero mareada por la anestesia, y al tercer
día tuvo fiebre sin que la viera un médico hasta la noche. Mariana estaba
oscurita, pero la mamá pensó que era de piel mate. A los pocos días observó
que se aclaraba. Cuando la llevaban para comer estaba profundamente
dormida. Era difícil despertada, igual mamaba algo. La madre pidió que la viera
un neonatólogo, que llegó de noche, la examinó y afirmó que era normal, y que
estaba despierta, que quizás en la nursery le daban algo para sedarla, y que se
entenderían mejor al volver a casa.
Ya en la casa la mamá descubrió qué pasaba. Mariana dormía
profundamente desde las 7 de la mañana hasta las 18 hs. aproximadamente,
despertándose sólo para comer, y a esa hora comenzaba a estar más vivaz.
Cuando comenzaba a adormecerse (en esos horarios) y se la quería poner en
la cunita, se despertaba abruptamente, como sobresaltada, y comenzaba a
llorar. Consultado el pediatra, dio indicaciones de que la entretuvieran de día y
que la casa entrase en ritmo de reposo al anochecer, pero no hubo cambio.
Mariana comenzó a llorar cada vez con más fuerza. Parecía molesta, dolorida,
con cólicos (siempre en esos horarios). No usaba chupete, lo escupía. La
madre se sentía presionada por la familia, que le decía que ya la había
malcriado, que la tenía que dejar llorar para que se acostumbrase. Cuando
tenía aproximadamente un mes la dejaron llorar 12 minutos. Madre e hija
terminaron agotadas, la madre por la angustia que le provocaba la actitud no
aceptada por ella. Consultado nuevamente el pediatra dijo que no la dejara
llorar así y la "autorizó" a tenerla en brazos el tiempo que el bebé necesitara
porque Mariana podía herniarse.
Con esta autorización la mamá y Mariana pasaron juntas muchas
noches en la mecedora, pese a los intentos constantes para que la bebé se
acostumbrase a dormir acostada. En muchos momentos, durante los primeros
tres meses, Mariana parecía cansada o enfurruñada, dando muestras de un
malestar difícil de interpretar: ¿hambre, sed, calor, cambio de posición? Se
tranquilizaba y adormecía en brazos. En otros momentos, cuando estaba
despierta (generalmente de noche), era alegre y vivaz.
El sueño invertido cambió aproximadamente entre los 5-6 meses, pero
igualmente había que acompañarla, acunarla: cuanto más cansada estaba,
más difícil resultaba que se durmiera. Esto fue así sobre todo durante el primer
año, pero presentó dificultades para dormirse hasta los 6 años.
Al mes tuvo una otitis que curó con antibióticos. Más o menos al mes, si
estando despierta se la ponía en la cunita boca abajo, levantaba la cabecita, la
echaba hacia atrás y observaba con atención el entorno. Tenía una expresión
seria, reconcentrada. Por esa misma época, al levantarla de la cunita, muchas
veces se echaba, curvada, hacia atrás (opistótono), pero con caricias bajaba su
tono muscular y se moldeaba sobre el cuerpo de la persona que la sostenía.
Por indicación del pediatra a los 3 meses se le introdujo papilla láctea y a
los 4 meses papillas de vegetales, ya que parecía constipada. Esto le produjo
cólicos, y se le continuó dando en dosis mínimas. Igualmente continuó tomando
pecho hasta el año, aunque se le incorporaron sólidos a los 6 meses. Alrededor
de los 2 meses comenzó a chupar la punta de su sabanita y continuó
escupiendo el chupete.
A los 3 meses se le colocó un sonajero atado por sus dos extremos en
los bordes de la cunita, que ella golpeaba para escucharlo. Alrededor de los 5
meses comenzó a participar el papá para hacerla dormir en brazos o para
acunarla.
A los nueve meses, con el mayor desarrollo de la motricidad de sostén y
movimiento, comenzó a pararse apoyándose primero en la cunita. También
saltaba en ella, de buen humor y con mucho interés. Desde el suelo, se paraba
activamente apoyándose en sus cuatro extremidades. También se ejercitaba
en la marcha, de la mano de un adulto o apoyándose en las paredes,
infatigable y feliz. Se alimentaba bien y era un bebé atento y sonriente.
Continuaban los problemas para conciliar el sueño. A los 14 meses comenzó a
caminar sola, y también a pronunciar sus primeras palabras. Entre ellas
prevalecía "iá", mientras señalaba, que correspondía a "mirá", término que a
menudo usaba también la madre para mostrarle algo. No se la podía perder de
vista, pues parecía no tener noción del peligro. A los 16 meses tuvo una
quemadura de segundo grado en un brazo, al tirarse sobre la falda de su
madre, que sostenía en ese momento una taza de té.
Era infatigable, pero se caía con frecuencia al caminar, como perdiendo
el equilibrio. Por este motivo, a los tres años se le hizo un EEG, para el cual se
le dio un sedante, y ya dormida hizo una convulsión. El pediatra dijo que daba
una respuesta paradojal a los sedantes. No aclaró más. El EEG no mostró
alteraciones. A los dos años hablaba muy bien y era muy expresiva.
Desde el mes, siguió con las otitis a repetición, cada 40 o 50 días,
combinadas con anginas hasta alrededor de los diez años. Los médicos, luego
de todo tipo de análisis, no encontraron nada orgánico. Hablaron de "bajas
defensas". Mostraba cierto grado de hiperkinesia, tolerada por su familia, que la
sacaba a pasear o la llevaba a la plaza.
En la escuela primaria mostró cierto grado de déficit atencional.
Alrededor de los siete años (con un cambio de escuela) evidenció apetito
diferencial. ¿Cierta anorexia larvada? A los once años comenzó a tirarse y
arrancarse los cabellos, de a uno (tricotilomanía). También presentó alergia
respiratoria suave y un bruxismo suave. Debido a sus constantes fisuras en los
dedos de las manos cuando practicaba deportes se la encontró hiperlaxa. Se
apasionaba por ir a parques de juegos tipo Disney World, sobre todo la
"Montaña rusa" y otros en que prevalecían la velocidad y el vértigo.

Comentarios teórico-clínicos
En primer lugar merece considerarse una alteración notable en el
nacimiento (expresada en la oscuridad de su piel) que no fue diagnosticada
adecuadamente. Durante unos cinco o seis meses Mariana mostró dificultades
para la regulación de los ritmos nigtamerales. También tuvo dificultades para
sostener el sueño: se adormecía y con el cambio de posición se despertaba.
Asimismo, reveló un malestar difícil de comprender por los padres, y que según
nuestra interpretación tenían que ver con indicadores poco específicos en el
bebé. Todo esto podía culminar en llantos intensos y un arqueo tónico
(opistótono) que cedía al ser levantada (cambio de posición), acariciada,
acunada. Luego surgieron los cólicos y los dolores intensos con la otitis,
rápidamente detectada porque al mamar y tragar rompía en llanto. Entre el mes
y los dos meses, cuando estando despierta se la colocaba boca abajo,
levantaba la cabecita y miraba atentamente el entorno.
Podemos pensar en una perturbación temprana en el vínculo, pero no
sabemos si el trastorno se presentó debido a alteraciones en la conducta de la
madre o si la madre se interfirió por no poder calmar al bebé. Pareciera tratarse
de un encuentro poco adecuado (pese a los esfuerzos de todos los
participantes), pero me pregunto acerca de la especificidad de este tipo de
trastorno.
Desde el nivel somato-afectivo pareciera producirse un primer
movimiento (¿defensivo?) de salida desde un interior doloroso hacia un intento
de investidura de la percepción distal, mientras que se mantenía una cierta
vulnerabilidad somática.
Podríamos pensar que el trastorno de Mariana se debía a los cólicos, y
que estos iban a ceder cuando el bebé, por mayor desarrollo psíquico, pasará a
tener medios más efectivos para procesar las tensiones. En el caso de Mariana
se mantuvieron las alteraciones. Quizás podríamos pensar que la
hipertonicidad respondía a un dolor de tipo propioceptivo. Sería una respuesta
al dolor producido por determinados cambios de posición, y los cólicos se
relacionarían con esta tensión dolorosa, y no son únicamente la causa del
dolor. Los orígenes de esta tensión se relacionarían con alteraciones en las
regulaciones, especialmente con un dolor de origen propioceptivo. De hecho,
los trastornos se redujeron a medida que Mariana maduraba y tenía otros
recursos.
Distintos autores han relacionado la regulación tónica con la presión
cutánea suave (Ajuriaguerra y Marcelli, 1993, Bergés, 1988). Mariana se
tranquilizaba en brazos.
Cuando el bebé está en el útero tal presión está ejercida desde el medio
líquido en que se encuentra. Quizás algunos bebés no realicen fácilmente las
regulaciones homeorrheicas (Waddington, 1957), y, al igual que los
cosmonautas, sufran alteraciones en receptores arteriales y articulatorios y/o
viscerales, en el pasaje de un tipo de atmósfera a otra (Prives, Lisenkov,
Bushkovich, 1975). En Mariana el pasaje de un medio líquido a un medio aéreo
pareciera provocar dolor, y su repuesta es tónica y afecta a la función del
sueño, aparte de producir cólicos.
Podríamos agregar que, de acuerdo a la anamnesis, estos trastornos
siguieron una línea, en que algunos cedieron (los cólicos), y otros se
mantuvieron, sobre todo las perturbaciones del dormir y las otitis. La
sobreinvestidura defensiva de las percepciones distales, que Mariana
desarrolló posteriormente, dificultó la retracción narcisista necesaria para el
dormir. Por fin, se desarrolló también una hiperkinesia, que se expresó en el
momento en que comenzaba un mayor desarrollo de la musculatura de
movimiento, que permite que las descargas sean dirigidas a los
desplazamientos motrices y la exploración del mundo exterior.
En el caso de Mariana la alteración temprana de las funciones relativas a
la regulación de los ritmos circadianos y a los cambios de posición en el
espacio quizás derivaron de que al nacer padecía un estado tóxico. Este le
impidió regular el ritmo del sueño y cuando pudo hacerlo se hizo más evidente
la sensibilidad a los cambios de posición. Quizás influyó en todo ello la
perturbación en el vínculo con la madre, pero no es este el aspecto que
procuramos estudiar aquí.
Alrededor de los tres meses el bebé desarrolla conductas dirigidas e
intencionadas hacia su medio, y respuestas sociales. En Mariana encontramos
algo más: la coraza tónica, que pareciera tener el sentido de una pantalla
contra los estímulos abrumadores y difíciles de descargar, y que funciona a la
manera de una prótesis. También la tonicidad le permite erguir la cabecita y
favorecer el pasaje desde la sensibilidad profunda a la investidura de la
percepción distal: se trata de un desvío de la atención, realizada especialmente
en posición horizontal, aquella que la hace despertar cuando está adormilada
En Mariana, la coraza tónica intenta reforzar a la pantalla antiestímulo, y
la investidura de atención hacia el mundo exterior es algo prematura y tiene
características de defensa para evitar un proceso de descarga pulsional de tipo
hemorrágico (Roitman, 1995). Esta defensa se constituye para mantener la
organización yoica, que se desarrolla simultáneamente.
En ella no funcionaron bien las primeras vías intentadas, centradas en la
alteración interna. Hubo un fracaso parcial en la segunda vía: la dificultad del
pasaje desde la alteración interna a la acción específica. Igualmente el
desarrollo siguió, y con cada nueva exigencia mostraba un cierto desequilibrio:
la anorexia encubierta, y posteriormente el tirarse los pelos. Podríamos
interpretar estas manifestaciones como intentos de descarga de un monto de
tensión que no puede ser adecuadamente procesado. Igualmente, podemos
considerar que ambas manifestaciones son intentos de provocarse una tensión
no conciente -hambrienta en el primer caso, dolorosa en el segundo- como
forma de poner un dique a los procesos de desinvestidura. En ese sentido
entrarían también la búsqueda de sensaciones de vértigo en la "Montaña rusa".
Estos actos procuran mantener la conciencia primaria, la conciencia de
sí, la subjetividad, a partir de lo doloroso (Roitman, 1995a). Son formas de
masoquismo erógeno (Freud, 1924d): se repite en un intento de ligar afectos y
representaciones vinculadas a la alteración interna (visceral, tónica, postural) y
al movimiento. En estos actos confluyen los intentos de constituir y preservar
las identificaciones primarias, a costa de una cierta vulnerabilidad.

Contribuciones al estudio de las escisiones tempranas


Podemos adjudicar a la coraza tónica ya descrita un valor en el marco
del desarrollo de las defensas tempranas en el Yo Realidad Inicial (Freud,
1911b) al que llamaré Yo Real Primitivo. Por un lado evitan el vaciamiento por
dolor y mantienen la economía psíquica en un principio de constancia. Impiden
la caída a cero, al principio de inercia. Por otro lado, crean un gasto de energía
de carácter hemorrágico. Al mismo tiempo, en otro sector de este yo inicial, la
coraza tónica es sustituida por el amoldamiento a los brazos del adulto. Pero la
fijación en este recurso (basado en el alteración interna) subsiste (otitis a
repetición), por lo cual se mantiene una escisión en el Yo Real Primitivo. Al
organizarse las vivencias de satisfacción y dolor (nueva regulación económica
sobre la base del principio de displacer-placer, con el desarrollo de acciones
específicas (Yo Placer Purificado, Freud, 1915c), frente a la inminencia del
dolor se recurre en exceso a la defensa previa, sobre todo a un refugio en un
estado de hiperexcitabilidad.
En consecuencia, libido y autoconservación operan en el nivel de un
sistema funcional, y se mantiene la predominancia de la alteración interna. Al
mismo tiempo se produce una investidura lábil del sistema representacional
derivado de las vivencias de satisfacción y de dolor, lo cual reduce la
complejización económica y tópica necesaria para la constitución y el
mantenimiento del principio del placer.
La sobreinvestidura del sistema tónico, sin posibilidad de una tramitación
psíquica por la vía de las representaciones, potenciaría a su vez un proceso de
estasis. Pero no nos referimos a las neurosis actuales (libido sexual somática),
ni a la retracción narcisista de las psicosis, previa a la restitución. Estaríamos
en este caso ante una estasis que abarca también a las pulsiones de
autoconservación, como Freud (1926d) lo destaca en relación con los efectos
de los traumas sobre la economía pulsional.

La sobreinvestidura (defensiva) prematura de atención hacia la


percepción exterior (que marca una diferencia con la inermidad, la pasividad
total ante incitaciones dolorosas endógenas, o quizás exógenas, en los estados
de marasmo) resulta una solución precaria, una forma inicial de la
sobreadaptación, con la consiguiente estasis pulsional de la autoconservación
y la libido narcisista en anaclisis. Esto lo deducimos del predominio de los
trastornos orgánicos (en el caso de Mariana, los procesos infecciosos a
repetición sin que se les encuentre un factor específico que los produzca). Otra
vía de salida se produce con el dominio de la motricidad de movimiento, a partir
de los nueve meses o aún antes, que da lugar a una cierta hiperkinesia. La
adquisición del lenguaje y su riqueza expresiva permiten el procesamiento
representacional: se han constituido los sistemas inconciente y preconciente, la
pulsión se liga a representaciones-palabra, comienza el Yo Real Definitivo
(Freud, 1915c), pero las enfermedades (por prevalencia de la alteración
interna) se mantienen. En la escuela pueden aparecer, como en Mariana,
dificultades de atención, que son toleradas en el ambiente escolar y familiar. El
déficit atencional revelaría una suspensión rápida y transitoria de la conciencia
primaria, de origen funcional (Roitman, 2002b).

Las alteraciones somáticas (en el caso de Mariana, una anorexia y un


bruxismo leves, la tricotilomanía) suelen subsistir coexistentes con un
desarrollo psíquico creciente en otras áreas. Los recursos recién mencionados,
que implican una modificación interna para mantener un equilibrio pulsional,
una tensión vital que neutraliza la hemorragia, conducen a describir un
desarrollo psíquico con líneas paralelas, en conflicto.
Una línea corresponde a la desinvestidura de la realidad hacia el yo
corporal y la estasis de las pulsiones de autoconservación, con las pulsiones
libidinales en anaclisis. En estos pacientes parecieran darse procesos
contrapuestos en cuanto a una regulación económica: pueden presentar una
tendencia a desinvestir, por efecto del dolor, y/o pueden mantener un resto de
tensión, sin descarga ni procesamiento psíquico. En Mariana se daban
tentativas de tramitar dicha tensión mediante la alteración interna, en el marco
de un masoquismo erógeno intracorporal (Freud, 1924c). Esta tentativa de
tramitación se puede acompañar de una sobreinvestidura defensiva de la
percepción exterior, distal, que puede llevar a la sobreadaptación. Esta
combinación entre recursos defensivos (alteración de la autoconservación,
sobreinvestidura tónica, trastornos del dormir y sobreinvestidura defensiva de la
percepción distal) se ubican en el marco de las alteraciones internas.
La otra línea, en cambio, se basa en el énfasis en la acción específica.
Esta última suele promover un ideal del yo y un superyó que conducen a un
refuerzo de la sobreadaptación. Si estas vías paralelas no se equilibran, las
más evolucionadas, complejas y lábiles pueden fracasar parcialmente e
irrumpir las primitivas. Estas organizaciones, con el tiempo, se muestran
escindidas, como aspectos diferentes de su psiquismo.
En Mariana la respuesta kinestésica tiene el valor de una defensa ante
las vivencias de cambio de posición en el espacio y a la atracción gravitacional,
y luego a ello se agrega el aferramiento defensivo a la percepción visual. La
sensorialidad visual toma preeminencia sin haber integrado totalmente las
anteriores. Es una vía defensiva patógena, no una integración. Por eso se torna
base de una escisión temprana.
En relación con el surgimiento de las escisiones, podríamos decir que en
principio la coraza tónica aparece como una defensa que no resuelve el
problema pero intenta aliviarlo. El momento ulterior, la sobreinvestidura vía
percepción, produce un desvío de la atención y un precoz recurso a la conexión
con el mundo sensorial. Una parte de la libido queda en estasis, y otra se dirige
al mundo exterior, establecimiento un dique en relación a la corriente anterior.
Recordemos que Freud (1920g, 1926d) destacaba la combinación entre
desinvestidura y contrainvestidura ante el dolor (Roitman, 1995a). La respuesta
tónica opera como contrainvestidura que no cesa, y la percepción visual la
complementa, en la tentativa de desinvestir las sensaciones internas y
aferrarse a la percepción exterior. Esta organización económica defensiva
contiene las bases neurofisiológicas (en las cuales se reúnen la vida pulsional y
el funcionamiento neuronal) que facilitan y anteceden a la escisión: dos
fragmentos yoicos mantienen un movimiento paralelo: uno sostiene la libido
corporal (un tipo de autoerotismo vinculado con la alteración interna) y otro
enlaza la libido y el interés con el mundo. En un momento ulterior se
constituyen las vivencias (de satisfacción, de dolor). Las cantidades han podido
cualificarse y adquirir representabilidad. Se mantiene una escisión respecto al
primer tiempo: por ejemplo, Mariana podía ser vivaz y alegre pero se
enfermaba con facilidad. Ambos sectores escindidos mantienen cierta
autonomía, operan sobre los más variados procesos psíquicos y se combinan
en mezclas diversas.
Si consideramos al afecto como la base de la constitución del psiquismo,
tal como lo postulan Freud (1926d, 1950a), Le Doux (1994) y otros (Stern,
1985; Emde, 1999) y consideramos la emergencia de afectos desbordantes
para el psiquismo, tal como el dolor orgánico, o el terror, puede suceder que
este pierda el matiz, el cual permite que sea sentido como tal. Entonces se
pueden producir escapes defensivos hacia la percepción. En estos casos el
afecto no incita o dirige la búsqueda perceptual (el bebé como buscador de
estímulos) sino que el yo se aferra defensivamente a la percepción. Se da
entonces un tipo de escisión entre dos corrientes psíquicas: a) el afecto hace
de fundamento a la percepción y le da significado (posteriormente, en la
organización que corresponde al Yo Placer Purificado, será el sostén de los
juicios de atribución), b) procede a la inversa del anterior: la percepción da
significado al afecto. Como el afecto está desestimado, queda la percepción
vaciada de significado, ya que deja a la subjetividad desconectada de un sentir
que no logra integrar en un espacio psíquico. (las ansiedades primordiales
previas al derrumbe, citadas por Winnicott en 1963). Freud (1918b) considera a
la desestimación como una corriente psíquica, al igual que la represión y la
desmentida. Esta corriente psíquica puede establecerse en un tiempo
temprano de constitución de la estructura, en el Yo Real Primitivo (Roitman,
1993). La desestimación es para Freud una defensa ante lo nuevo, y, como lo
primero nuevo en desarrollarse en la vida psíquica es el afecto, la defensa
puede oponerse a él. Así ocurre en los momentos iniciales del desarrollo
psíquico. Las escisiones psíquicas en el Yo Real Primitivo pueden ser
funcionales, darse en un momento del desarrollo y luego terminar en un
equilibrio del sistema.
Más tarde, en Mariana con la mayor complejidad psíquica, surge el
desarrollo de funciones (marcha, lenguaje), y se establecen nuevas
identificaciones primarias, pero el núcleo tóxico puede mantenerse y con él la
presencia de la alteración interna conjuntamente con la acción específica, que
funcionan alternada o conjuntamente.
Con el desenlace ulterior de los Complejos de Edipo y Castración, las
corrientes psíquicas previas pueden evolucionar y equilibrarse o constituirse en
defensas estables. Se organiza el superyó sobre la base de las identificaciones
secundarias. Se puede dar entonces un incremento de la represión y del
masoquismo moral, con una fuerte autoexigencia acompañada de sentimientos
de inferioridad.
Así como la sobreinvestidura de la percepción forma parte de la defensa,
también lo constituye la hipertonía, que la precede, como contrainvestidura. La
creación de esta defensa tiene además su valor en el esfuerzo por conservar la
tensión vital, en el marco de la luchas entre Eros y pulsión de muerte.
Las escisiones más habitualmente descriptas, correspondientes a
patologías narcisistas (perversiones, depresiones, esquizoidías o inclusive
psicosis), incluyen la separación entre dos yoes: el Yo Placer Purificado y el Yo
Real Definitivo. En cambio, la escisión que describo en este trabajo,
correspondientes a las adicciones, las afecciones psicosomáticas, etc., abarcan
la estructura interna del Yo Real Primitivo.

La clínica con pacientes adultos


Quizás estos aportes desde la clínica infantil y su vinculo con la génesis
del psiquismo puedan contribuir a la comprensión de las patologías en adultos
con estados de retracción sin restitución psicótica (Maldavsky, 1998, Roitman,
1995a, 1995b, 1998a, 1998c, 1999a, 1999b, 1999c, 2000, 2001a, 2001b,
2002a, 2002b, 2004), en los que se observan alteraciones en el mantenimiento
y la continuidad de los procesos representacionales, tal como ocurre en
organizaciones con trastornos psicosomáticos o adicciones, por citar solo
algunas. Habitualmente encontramos una combinatoria de niveles: a) neurótico,
escindidos en relación a los más arcaicos, que corresponden a b) las estasis, lo
traumático, y a c) lo propiamente narcisista.
Si Mariana tuviera 20 años en lugar de dos meses, podríamos decir que
desmiente la realidad dolorosa, desestima a su yo que la percibe y sus afectos,
y con ello la conciencia de lo percibido. Hablaríamos de desestimación del
afecto (Mc. Dougall, 1982) o, en términos freudianos, de los efectos del dolor,
de lo traumático, en la conciencia primordial, es decir en el yo capaz de
percibirse a sí mismo.
Cuando se habla, en el adulto, de estados de vacío, depresión esencial,
en general se apela a considerar los estados afectivos, o la pérdida de la
capacidad de representar (Green, 1993). Aun se han estudiado
insuficientemente los conceptos acerca de la conciencia primaria y la pérdida
de la subjetividad, la capacidad de reconocerse a sí mismo.
Me he preguntado acerca de la utilidad clínica de estas hipótesis. Si se
tratara de un bebé, como Mariana, trabajaríamos a partir del vínculo,
sosteniendo a una madre en sus esfuerzos por aliviar a su hijo, en los
momentos en que la subjetividad se constituye cuando se es sentido por un
otro, de un modo empático. Si se tratara de un adulto, o niños mayores, nuestra
escucha clínica debe afinarse y en las intervenciones tender a hacer
construcciones acerca de un sentir difícil de comunicar con palabras,
considerando las defensas contra ese sentirse, así como las formas de
reaccionar arcaicas y automáticas que permanecen agazapadas en la
penumbra de la conflictiva edípica. Quizás podríamos comprender que las
exigencias superyoicas actuales son relictos de antiguos intentos de ligadura
entre Eros y pulsión de muerte.

Resumen
Freud (1926d) considera a la situación traumática como un estado de
desvalimiento debido a un estímulo externo que genera un dolor que no cesa o
debido a la imposibilidad de tramitar una exigencia pulsional, lo cual genera un
estasis de la necesidad (pulsión de autoconservación).
En la temprana infancia esta situación traumática puede afectar al yo
temprano, al cual Freud llama yo real primitivo. En tal caso, queda afectado el
procesamiento pulsional mediante la alteración interna. Para Freud (1950a) la
alteración interna es el primer modo de procesamiento de la pulsión, previa al
descubrimiento de la acción específica y la investidura objetal. La perturbación
en el procesamiento por la alteración interna es propia de las afecciones
psicosomáticas, adicciones y otras trastornos. Estas fijaciones en traumas
tempranos producen escisiones en el yo y una defusión en lugar de la liga de la
pulsión de muerte a Eros. En esta presentación me propongo describir las vías
de constitución de las escisiones tempranas, originadas sobre una base
somática, en relación con las primeras manifestaciones afectivas.
A partir de notas clínicas acerca de un bebe desde su nacimiento y en su
desarrollo posterior he realizado un análisis de la organización temprana y sus
alteraciones. El marco teórico de base que utilizo es el de Freud (1915c, 1920g,
1926d, 1950a).
He considerado las alteraciones en este desarrollo temprano tomando
en cuenta la relación entre la inmadurez neurológica (diagnosticada
posteriormente) y los problemas que surgen en las interacciones tempranas.
Presté atención a la tramitación pulsional inicial centrada en la alteración
interna y al valor defensivo de una coraza tónica. Analicé el surgimiento de las
primeras escisiones, en un yo inicial, dando lugar al mantenimiento de
corrientes psíquicas paralelas, que originariamente son defensas normales que
buscan conservar una estructura en equilibrio. Cuando una de ellas es sobre
investida hipertróficamente, en detrimento de otra corriente, la estructura no se
integra sino que se mantiene la escisión, y esto es lo que constituye a este
primer movimiento defensivo en patológico. Subsiste un resto de tensión
pulsional que queda sin procesamiento psíquico y persiste el recurso a la
alteración interna, o bien, en un intento de resolución, este es reforzado por el
masoquismo erógeno. Todo ello puede producir alteraciones del tipo del
rocking, onicofalgia, tricotilomanía, bruxismo, adicción a estados de vértigo o
manifestaciones más graves, tales como trastornos psicosomáticos,
adicciones, etc., que en la temprana infancia son ya indicadores de una
perturbación en la organización de la estructura. Esto indica un desarrollo
vulnerable que luego puede dar lugar a un quiebre global del equilibrio
psíquico.
Las escisiones más frecuentemente descriptas, corresponden a la
oposición entre el Yo Placer Purificado y el Yo Real Definitivo, y se presentan
en las patologías narcisistas, psicóticas y no psicóticas (perversiones,
depresiones, esquizoidias). En cambio, la escisión estudiada en este trabajo
corresponde al Yo Real Primitivo. En los pacientes adultos, especialmente en
cuadros de adicciones o pacientes psicosomáticos, las escisiones ya están
consolidadas y resulta más dificultoso el trabajo terapéutico.
La descripción y comprensión de los puntos de inflexión en que se
producen estas escisiones en el yo temprano nos permiten refinar nuestras
interpretaciones y técnicas terapéuticas considerando los momentos primitivos
de su organización y su valor a posteriori y por consiguiente lograr mayor
eficacia terapéutica.
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