Roitman - 2005 - APA - 62-2
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Su incidencia en trastornos
psicosomáticos y adicciones
Clara R. Roitman. Publicado e Revista de psicoanálisis, LXII, 2, 2005.
Resumen
Palabras clave
Summary
The author describes a fragmentary clinical history where it is possible to note
an early syndrome, including a solution, based on a dissociation in the primitive
real ego. The posterior defenses allow to reach a certain psychic equilibrium,
with the maintenance of the early splitting. The origin of the fracture is a
defensive reaction against a traumatic factor, and during a long time its efficacy
can not be evident, until the emergence of a severe clinic problem, usually
psychosomatic affections and/or addictions.
The most frequently descriptions of splitting concern to the opposition between
the purified pleasure ego and the definitive real ego, and correspond to the
narcissistic pathologies, psychotic and non-psychotic (perversions, depressions,
schizoids). The splitting studied in this paper concerns to the real primitive ego.
In adult patients, specially in addictions or psychosomatics, this splitting
is already consolidated and the therapeutic way is more complex than in the
neurotic structure. The description and comprehensions of the psychic
processes of this early ego splitting allow to refinate our interpretations and
techniques and to reach a more therapeutic efficacy.
Key words
Presentación
I. Presentación clínica
Mariana fue primera hija, muy deseada. Nació a término. Pesaba 3,200.
El parto fue con fórceps, la madre no sabe por qué, ya que ella estuvo en sala
de parto muy poco tiempo. La respuesta fue: "No sale". Durante la internación
el bebé no estuvo al lado de la madre. Lo traían para comer y lo dejaban un
rato. La mamá no se sentía bien, primero mareada por la anestesia, y al tercer
día tuvo fiebre sin que la viera un médico hasta la noche. Mariana estaba
oscurita, pero la mamá pensó que era de piel mate. A los pocos días observó
que se aclaraba. Cuando la llevaban para comer estaba profundamente
dormida. Era difícil despertada, igual mamaba algo. La madre pidió que la viera
un neonatólogo, que llegó de noche, la examinó y afirmó que era normal, y que
estaba despierta, que quizás en la nursery le daban algo para sedarla, y que se
entenderían mejor al volver a casa.
Ya en la casa la mamá descubrió qué pasaba. Mariana dormía
profundamente desde las 7 de la mañana hasta las 18 hs. aproximadamente,
despertándose sólo para comer, y a esa hora comenzaba a estar más vivaz.
Cuando comenzaba a adormecerse (en esos horarios) y se la quería poner en
la cunita, se despertaba abruptamente, como sobresaltada, y comenzaba a
llorar. Consultado el pediatra, dio indicaciones de que la entretuvieran de día y
que la casa entrase en ritmo de reposo al anochecer, pero no hubo cambio.
Mariana comenzó a llorar cada vez con más fuerza. Parecía molesta, dolorida,
con cólicos (siempre en esos horarios). No usaba chupete, lo escupía. La
madre se sentía presionada por la familia, que le decía que ya la había
malcriado, que la tenía que dejar llorar para que se acostumbrase. Cuando
tenía aproximadamente un mes la dejaron llorar 12 minutos. Madre e hija
terminaron agotadas, la madre por la angustia que le provocaba la actitud no
aceptada por ella. Consultado nuevamente el pediatra dijo que no la dejara
llorar así y la "autorizó" a tenerla en brazos el tiempo que el bebé necesitara
porque Mariana podía herniarse.
Con esta autorización la mamá y Mariana pasaron juntas muchas
noches en la mecedora, pese a los intentos constantes para que la bebé se
acostumbrase a dormir acostada. En muchos momentos, durante los primeros
tres meses, Mariana parecía cansada o enfurruñada, dando muestras de un
malestar difícil de interpretar: ¿hambre, sed, calor, cambio de posición? Se
tranquilizaba y adormecía en brazos. En otros momentos, cuando estaba
despierta (generalmente de noche), era alegre y vivaz.
El sueño invertido cambió aproximadamente entre los 5-6 meses, pero
igualmente había que acompañarla, acunarla: cuanto más cansada estaba,
más difícil resultaba que se durmiera. Esto fue así sobre todo durante el primer
año, pero presentó dificultades para dormirse hasta los 6 años.
Al mes tuvo una otitis que curó con antibióticos. Más o menos al mes, si
estando despierta se la ponía en la cunita boca abajo, levantaba la cabecita, la
echaba hacia atrás y observaba con atención el entorno. Tenía una expresión
seria, reconcentrada. Por esa misma época, al levantarla de la cunita, muchas
veces se echaba, curvada, hacia atrás (opistótono), pero con caricias bajaba su
tono muscular y se moldeaba sobre el cuerpo de la persona que la sostenía.
Por indicación del pediatra a los 3 meses se le introdujo papilla láctea y a
los 4 meses papillas de vegetales, ya que parecía constipada. Esto le produjo
cólicos, y se le continuó dando en dosis mínimas. Igualmente continuó tomando
pecho hasta el año, aunque se le incorporaron sólidos a los 6 meses. Alrededor
de los 2 meses comenzó a chupar la punta de su sabanita y continuó
escupiendo el chupete.
A los 3 meses se le colocó un sonajero atado por sus dos extremos en
los bordes de la cunita, que ella golpeaba para escucharlo. Alrededor de los 5
meses comenzó a participar el papá para hacerla dormir en brazos o para
acunarla.
A los nueve meses, con el mayor desarrollo de la motricidad de sostén y
movimiento, comenzó a pararse apoyándose primero en la cunita. También
saltaba en ella, de buen humor y con mucho interés. Desde el suelo, se paraba
activamente apoyándose en sus cuatro extremidades. También se ejercitaba
en la marcha, de la mano de un adulto o apoyándose en las paredes,
infatigable y feliz. Se alimentaba bien y era un bebé atento y sonriente.
Continuaban los problemas para conciliar el sueño. A los 14 meses comenzó a
caminar sola, y también a pronunciar sus primeras palabras. Entre ellas
prevalecía "iá", mientras señalaba, que correspondía a "mirá", término que a
menudo usaba también la madre para mostrarle algo. No se la podía perder de
vista, pues parecía no tener noción del peligro. A los 16 meses tuvo una
quemadura de segundo grado en un brazo, al tirarse sobre la falda de su
madre, que sostenía en ese momento una taza de té.
Era infatigable, pero se caía con frecuencia al caminar, como perdiendo
el equilibrio. Por este motivo, a los tres años se le hizo un EEG, para el cual se
le dio un sedante, y ya dormida hizo una convulsión. El pediatra dijo que daba
una respuesta paradojal a los sedantes. No aclaró más. El EEG no mostró
alteraciones. A los dos años hablaba muy bien y era muy expresiva.
Desde el mes, siguió con las otitis a repetición, cada 40 o 50 días,
combinadas con anginas hasta alrededor de los diez años. Los médicos, luego
de todo tipo de análisis, no encontraron nada orgánico. Hablaron de "bajas
defensas". Mostraba cierto grado de hiperkinesia, tolerada por su familia, que la
sacaba a pasear o la llevaba a la plaza.
En la escuela primaria mostró cierto grado de déficit atencional.
Alrededor de los siete años (con un cambio de escuela) evidenció apetito
diferencial. ¿Cierta anorexia larvada? A los once años comenzó a tirarse y
arrancarse los cabellos, de a uno (tricotilomanía). También presentó alergia
respiratoria suave y un bruxismo suave. Debido a sus constantes fisuras en los
dedos de las manos cuando practicaba deportes se la encontró hiperlaxa. Se
apasionaba por ir a parques de juegos tipo Disney World, sobre todo la
"Montaña rusa" y otros en que prevalecían la velocidad y el vértigo.
Comentarios teórico-clínicos
En primer lugar merece considerarse una alteración notable en el
nacimiento (expresada en la oscuridad de su piel) que no fue diagnosticada
adecuadamente. Durante unos cinco o seis meses Mariana mostró dificultades
para la regulación de los ritmos nigtamerales. También tuvo dificultades para
sostener el sueño: se adormecía y con el cambio de posición se despertaba.
Asimismo, reveló un malestar difícil de comprender por los padres, y que según
nuestra interpretación tenían que ver con indicadores poco específicos en el
bebé. Todo esto podía culminar en llantos intensos y un arqueo tónico
(opistótono) que cedía al ser levantada (cambio de posición), acariciada,
acunada. Luego surgieron los cólicos y los dolores intensos con la otitis,
rápidamente detectada porque al mamar y tragar rompía en llanto. Entre el mes
y los dos meses, cuando estando despierta se la colocaba boca abajo,
levantaba la cabecita y miraba atentamente el entorno.
Podemos pensar en una perturbación temprana en el vínculo, pero no
sabemos si el trastorno se presentó debido a alteraciones en la conducta de la
madre o si la madre se interfirió por no poder calmar al bebé. Pareciera tratarse
de un encuentro poco adecuado (pese a los esfuerzos de todos los
participantes), pero me pregunto acerca de la especificidad de este tipo de
trastorno.
Desde el nivel somato-afectivo pareciera producirse un primer
movimiento (¿defensivo?) de salida desde un interior doloroso hacia un intento
de investidura de la percepción distal, mientras que se mantenía una cierta
vulnerabilidad somática.
Podríamos pensar que el trastorno de Mariana se debía a los cólicos, y
que estos iban a ceder cuando el bebé, por mayor desarrollo psíquico, pasará a
tener medios más efectivos para procesar las tensiones. En el caso de Mariana
se mantuvieron las alteraciones. Quizás podríamos pensar que la
hipertonicidad respondía a un dolor de tipo propioceptivo. Sería una respuesta
al dolor producido por determinados cambios de posición, y los cólicos se
relacionarían con esta tensión dolorosa, y no son únicamente la causa del
dolor. Los orígenes de esta tensión se relacionarían con alteraciones en las
regulaciones, especialmente con un dolor de origen propioceptivo. De hecho,
los trastornos se redujeron a medida que Mariana maduraba y tenía otros
recursos.
Distintos autores han relacionado la regulación tónica con la presión
cutánea suave (Ajuriaguerra y Marcelli, 1993, Bergés, 1988). Mariana se
tranquilizaba en brazos.
Cuando el bebé está en el útero tal presión está ejercida desde el medio
líquido en que se encuentra. Quizás algunos bebés no realicen fácilmente las
regulaciones homeorrheicas (Waddington, 1957), y, al igual que los
cosmonautas, sufran alteraciones en receptores arteriales y articulatorios y/o
viscerales, en el pasaje de un tipo de atmósfera a otra (Prives, Lisenkov,
Bushkovich, 1975). En Mariana el pasaje de un medio líquido a un medio aéreo
pareciera provocar dolor, y su repuesta es tónica y afecta a la función del
sueño, aparte de producir cólicos.
Podríamos agregar que, de acuerdo a la anamnesis, estos trastornos
siguieron una línea, en que algunos cedieron (los cólicos), y otros se
mantuvieron, sobre todo las perturbaciones del dormir y las otitis. La
sobreinvestidura defensiva de las percepciones distales, que Mariana
desarrolló posteriormente, dificultó la retracción narcisista necesaria para el
dormir. Por fin, se desarrolló también una hiperkinesia, que se expresó en el
momento en que comenzaba un mayor desarrollo de la musculatura de
movimiento, que permite que las descargas sean dirigidas a los
desplazamientos motrices y la exploración del mundo exterior.
En el caso de Mariana la alteración temprana de las funciones relativas a
la regulación de los ritmos circadianos y a los cambios de posición en el
espacio quizás derivaron de que al nacer padecía un estado tóxico. Este le
impidió regular el ritmo del sueño y cuando pudo hacerlo se hizo más evidente
la sensibilidad a los cambios de posición. Quizás influyó en todo ello la
perturbación en el vínculo con la madre, pero no es este el aspecto que
procuramos estudiar aquí.
Alrededor de los tres meses el bebé desarrolla conductas dirigidas e
intencionadas hacia su medio, y respuestas sociales. En Mariana encontramos
algo más: la coraza tónica, que pareciera tener el sentido de una pantalla
contra los estímulos abrumadores y difíciles de descargar, y que funciona a la
manera de una prótesis. También la tonicidad le permite erguir la cabecita y
favorecer el pasaje desde la sensibilidad profunda a la investidura de la
percepción distal: se trata de un desvío de la atención, realizada especialmente
en posición horizontal, aquella que la hace despertar cuando está adormilada
En Mariana, la coraza tónica intenta reforzar a la pantalla antiestímulo, y
la investidura de atención hacia el mundo exterior es algo prematura y tiene
características de defensa para evitar un proceso de descarga pulsional de tipo
hemorrágico (Roitman, 1995). Esta defensa se constituye para mantener la
organización yoica, que se desarrolla simultáneamente.
En ella no funcionaron bien las primeras vías intentadas, centradas en la
alteración interna. Hubo un fracaso parcial en la segunda vía: la dificultad del
pasaje desde la alteración interna a la acción específica. Igualmente el
desarrollo siguió, y con cada nueva exigencia mostraba un cierto desequilibrio:
la anorexia encubierta, y posteriormente el tirarse los pelos. Podríamos
interpretar estas manifestaciones como intentos de descarga de un monto de
tensión que no puede ser adecuadamente procesado. Igualmente, podemos
considerar que ambas manifestaciones son intentos de provocarse una tensión
no conciente -hambrienta en el primer caso, dolorosa en el segundo- como
forma de poner un dique a los procesos de desinvestidura. En ese sentido
entrarían también la búsqueda de sensaciones de vértigo en la "Montaña rusa".
Estos actos procuran mantener la conciencia primaria, la conciencia de
sí, la subjetividad, a partir de lo doloroso (Roitman, 1995a). Son formas de
masoquismo erógeno (Freud, 1924d): se repite en un intento de ligar afectos y
representaciones vinculadas a la alteración interna (visceral, tónica, postural) y
al movimiento. En estos actos confluyen los intentos de constituir y preservar
las identificaciones primarias, a costa de una cierta vulnerabilidad.
Resumen
Freud (1926d) considera a la situación traumática como un estado de
desvalimiento debido a un estímulo externo que genera un dolor que no cesa o
debido a la imposibilidad de tramitar una exigencia pulsional, lo cual genera un
estasis de la necesidad (pulsión de autoconservación).
En la temprana infancia esta situación traumática puede afectar al yo
temprano, al cual Freud llama yo real primitivo. En tal caso, queda afectado el
procesamiento pulsional mediante la alteración interna. Para Freud (1950a) la
alteración interna es el primer modo de procesamiento de la pulsión, previa al
descubrimiento de la acción específica y la investidura objetal. La perturbación
en el procesamiento por la alteración interna es propia de las afecciones
psicosomáticas, adicciones y otras trastornos. Estas fijaciones en traumas
tempranos producen escisiones en el yo y una defusión en lugar de la liga de la
pulsión de muerte a Eros. En esta presentación me propongo describir las vías
de constitución de las escisiones tempranas, originadas sobre una base
somática, en relación con las primeras manifestaciones afectivas.
A partir de notas clínicas acerca de un bebe desde su nacimiento y en su
desarrollo posterior he realizado un análisis de la organización temprana y sus
alteraciones. El marco teórico de base que utilizo es el de Freud (1915c, 1920g,
1926d, 1950a).
He considerado las alteraciones en este desarrollo temprano tomando
en cuenta la relación entre la inmadurez neurológica (diagnosticada
posteriormente) y los problemas que surgen en las interacciones tempranas.
Presté atención a la tramitación pulsional inicial centrada en la alteración
interna y al valor defensivo de una coraza tónica. Analicé el surgimiento de las
primeras escisiones, en un yo inicial, dando lugar al mantenimiento de
corrientes psíquicas paralelas, que originariamente son defensas normales que
buscan conservar una estructura en equilibrio. Cuando una de ellas es sobre
investida hipertróficamente, en detrimento de otra corriente, la estructura no se
integra sino que se mantiene la escisión, y esto es lo que constituye a este
primer movimiento defensivo en patológico. Subsiste un resto de tensión
pulsional que queda sin procesamiento psíquico y persiste el recurso a la
alteración interna, o bien, en un intento de resolución, este es reforzado por el
masoquismo erógeno. Todo ello puede producir alteraciones del tipo del
rocking, onicofalgia, tricotilomanía, bruxismo, adicción a estados de vértigo o
manifestaciones más graves, tales como trastornos psicosomáticos,
adicciones, etc., que en la temprana infancia son ya indicadores de una
perturbación en la organización de la estructura. Esto indica un desarrollo
vulnerable que luego puede dar lugar a un quiebre global del equilibrio
psíquico.
Las escisiones más frecuentemente descriptas, corresponden a la
oposición entre el Yo Placer Purificado y el Yo Real Definitivo, y se presentan
en las patologías narcisistas, psicóticas y no psicóticas (perversiones,
depresiones, esquizoidias). En cambio, la escisión estudiada en este trabajo
corresponde al Yo Real Primitivo. En los pacientes adultos, especialmente en
cuadros de adicciones o pacientes psicosomáticos, las escisiones ya están
consolidadas y resulta más dificultoso el trabajo terapéutico.
La descripción y comprensión de los puntos de inflexión en que se
producen estas escisiones en el yo temprano nos permiten refinar nuestras
interpretaciones y técnicas terapéuticas considerando los momentos primitivos
de su organización y su valor a posteriori y por consiguiente lograr mayor
eficacia terapéutica.
Bibliografía
Ajuriaguerra, J. de y Marcelli, D.
(1993) Psicopatología del niño. España, Ed. Toray-Masson, 1982.