Este documento analiza las lógicas de la sociedad de consumo a través de tres regímenes semióticos: régimen significante, régimen parasignificante y régimen postsignificante. Cada régimen representa una evolución histórica en las relaciones entre signos y consumidores.
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Este documento analiza las lógicas de la sociedad de consumo a través de tres regímenes semióticos: régimen significante, régimen parasignificante y régimen postsignificante. Cada régimen representa una evolución histórica en las relaciones entre signos y consumidores.
Este documento analiza las lógicas de la sociedad de consumo a través de tres regímenes semióticos: régimen significante, régimen parasignificante y régimen postsignificante. Cada régimen representa una evolución histórica en las relaciones entre signos y consumidores.
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Las lógicas de la sociedad de consumo
Las relaciones entre signos y cuerpos de consumo se transforman de acuerdo
con los procesos históricos de producción28. Estas figuras organizan signos con pretensión colectiva y mental como el estereotipo o el personaje aspiracional. Entre expresión y contenido, entre signos y cuerpos-consumo, existen variaciones temporales, discontinuidades y rupturas históricas que se han producido por crisis económicas, cambios tecnopolíticos y acontecimientos sociales. Por lógica, no debemos entender una racionalidad o coherencia del consumo, sino un movimiento extensivo e intensivo singular de la sociedad de consumo. Una lógica es un viento o movimiento en esencia no direccionado del espacio semiótico.
Lógica I: régimen significante
El significante es el signo en el que todos los signos redundan, el agujero al que todos los signos caen. Su organización puede darse a través del lenguaje o presentarse como un objeto-significante, un rostro-significante, una posición-significante. Cuando hablamos de significante queremos decir que esta vaciado de significado, que es una posición, un momento relativo de identidad e identificación. En este sentido, denominamos régimen significante a la organización de signos que tiene al signo-significante como centro. En el consumo, la lógica I tiene un régimen significante que corresponde a lo que Dani Rodrik denomina capitalismo 1.0, es decir, aquella acumulación oligárquica de capital y poder en manos de pocos. Mucha producción de mercancías a bajo precio a nivel de consumo quiere decir una producción de signos centralizada en la mercancía como significante. El mercado se hace óptico, el ojo se subsume al significante y la mirada se hace producto. De esta manera, la lógica I tiene como régimen de signos al significante. El semiotista Jean-Marie Floch se refería al régimen significante como discurso publicitario referencia1. Inspirándonos nuevamente en Gilíes Deleuze y Félix Guattari, denominamos a este orden de signos régimen significante. El gráfico muestra el funcionamiento del régimen significante de la lógica I. El punto 1 nos señala el centro significante, es decir, el producto como signo que prevalece ante todo aparece más grande en el anuncio publicitario, tiene mayor jerarquía en la narrativa de la historia publicitaria y fundamenta toda la comunicación. El punto 2 representa los signos asignificantes y significantes menores, que son signos que orbitan alrededor del significante producto. Desarrollaremos estos últimos signos para aproximarnos al funcionamiento semiótico en la lógica I. Se denominan significantes menores a aquellos signos que orientan al significante mayor al nivel del lenguaje y la estrategia apoyando su centralidad. Así, se desarrollan personajes, relaciones, pasiones, tiempos y espacios lingüísticos que conducen u optimizan la mirada hacia el significante mayor o el producto. La lógica I implica relaciones entre signos y cuerpos, crea relaciones de programación o recodificación que son limitadas siempre en la sujeción a un centro de dominio aristócrata, estatal, oligárquico e institucional.
Lógica II: régimen parasignificante
Sobre este régimen centrípeto que succiona todo a su centro-producto se fortalece un signo abstracto en uno de estos círculos, creando un régimen parasignificante propio de una lógica II. En el punto 2 se ubica ya no el producto, sino lo que vamos a llamar signo-tipo, en referencia a lo que Charles Sanders Peirce denominaba type. Esta clase de signo es una identidad teórica abstracta y no un elemento que puede ser manipulado o tocado, como sí lo es el producto-mercancía. El type, por el contrario, es un signo que permite, en su abstracción, ser comprendido por todos, como un reconocimiento interiorizado y estabilizado que se tiene sobre un signo. Este uso del signo-tipo es el nodo de una red material de relaciones de consumo que pretende Kirma, producción y distribución estandarizada del producto, un mercado de consumidores existente pero anónimo en tanto su figura se funde en la del tipo. Con ello, el signo-tipo es el nodo vital del marketing de masas. Signo-tipo: tres aspectos Un signo-tipo muy conocido en la publicidad es el estéreo-tipo o las famosas imágenes aspiracionales, que no son más que signos reconocibles por un grupo grande de con¬sumidores, fáciles de identificar por su convención cultural. De hecho, los mercados artesanales denominados des-capitalizados, descritos su¬perficialmente como el «afuera del mercado» son los que mejor integran el signo-tipo en su oferta de productos en contacto con la exportación o el consumo turístico. Pensemos también en los modelos de segmentación que aparecieron en la lógica II y que siguen vigentes hoy en día, estudios que se contentan con comunicar a un consumidor por su clase económica, o que lo estereotipan de acuerdo con sus estilos de vida. El signo-tipo es inseparable del concepto de saturación, que lo aplica en mayor o menor medida. Si la identidad marca un límite y frontera, la saturación, inherente al signo-tipo, permite redefinir nuevamente los territorios. En este sentido, el signo-tipo siempre tiende a una existencia hiperbólica y a su propia saturación conforme el fundamento material del mercado ha ido en desarrollo. Si la saturación de la lógica I era la sobrecarga de signos y mercancías en el punto de venta, que alejaban al consumidor y hacían que el proceso de acumulación de capital sea más difícil, en la lógica II el signo-tipo, el estereotipo, es la condición de la propia saturación para esta lógica de consumo. Nuevamente, ante un proceso de saturación la lógica del mercado no decae hasta su extinción, sino que, más bien, se fortalece y expande demostrando que su éxito siempre estuvo en sus propias contradicciones y crisis.
Lógica III: régimen postsignificante
El mercado global se mueve con chirridos de máquina estropeada. Desde la década de 1980 hemos asistido a un proceso de globalización y dinamismo del mercado que se ha tejido como fondo de las sociedades de consumo locales. Asimismo, el consumo y la distribución solo señalan un quiebre exponencial de la producción. Así, la innovación tecnológica del mercado se sumerge en la producción que reemplaza el trabajo vivo y complejiza aún más su división. El trabajo, la esencia del proceso capitalista, se deshace de los centros corporativos y la figura de la empresa como realización laboral para anclar en el autoempleo, la autogestión de la marca propia que desplaza la producción, el control y la vigilancia, a cargo del propio sujeto, su nuevo déspota. La publicidad, como semiótica del mercado, manifiesta ese chirrido global de la máquina capitalista. Desde hace algunos años, la comunicación publicitaria de lógica II ha mutado. Mucho se habla de esta transformación en libros, artículos y producción académica, como también en el mundo empírico de la publicidad, en las prácticas de la agencia publicitaria. Así, la globalización y la fase contemporánea del capitalismo orquestan el gran número de desplazamientos teóricos de la publicidad. El paso de las 4 «p» a las 4 «c» el paso del storytelling al story- doing, el paso de las marcas corporativas a las marcas humanas, de la comunicación mass media a la self media, el paso del product placement al branded content, el paso de la publicidad masiva a la digital, etcétera. Este cambio de los signos solo indica que el límite de la lógica II ha sido desplazado, la hora de la muerte una vez más prolongada. Philip Kotler y Kevin Keller señalan que el actual mercado «ya no es lo que era». Las fuerzas sociales de carácter convergente han permitido un nuevo desplazamiento del límite del mercado que se transforma en una nueva forma de desarrollo. Se habla de transformación, el desarrollo de una lógica, no de un «fin de la historia». El sociólogo y filósofo Lipovetsky rescata de estas fuerzas sociales la «producción a medida» o customización, es decir, «la dinámica de la individualización de los productos solo ha podido alcanzarse gracias a la alta tecnología basada en la microelectrónica y la informática». En la publicidad, las formas de segmentación por estereotipos pasan a un delirio de la segmentación con la data digital más precisa, subdividida, casi exacta en la particularidad de los movimientos del consumidor en el mercado virtual. Sin duda Ries se adelantó en el diagnóstico, la publicidad sigue viviendo conjuntamente con los procesos de acumulación y creación de valor aún vigentes del mercado. Consumir doble significa alejarse de la comunicación de producto para construir una comunicación y experiencia distinta del discurso de las lógicas I y II. En este sentido, si hablamos de experiencia en la lógica III, esta debe ser en principio completamente ajena a la experiencia de producto o a los valores colectivos de la marca. Product placement y branded content son conceptos publicitarios propios de la lógica I y de la lógica II, respectivamente, de hecho, mientras que la publicidad nativa, vinculada indefectiblemente a las relaciones digitales, en línea, será la semiótica de la lógica III. En la hiperpublicidad, el recurso de la publicidad nativa expresa el rechazo al valor de la mercancía por su desempeño, rechazo a la obviedad de la narrativa publicitaria, de sus imágenes, de sus formas, de sus conceptos, de su clara manifestación. Nos animamos a introducir el concepto de huida como central en el hiperconsumo, huida de las formas tradicionales de comunicación, huida de los binarismos, huida de las formas fijas de ser, huida de las metas y objetivos teleológicos, en suma, el consumidor huye de la publicidad.