28 Dragonsworn 1 Cazadores Oscuros
28 Dragonsworn 1 Cazadores Oscuros
28 Dragonsworn 1 Cazadores Oscuros
Sinopsis
Glosario de la saga
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo
Sobre la autora
Saga Dark Hunter
Sinopsis
No hay nada en el universo que el maldito dragón, Falcyn, odie más que
la humanidad… y en particular, a los humanos griegos. En una guerra de la
que no quería ser parte, destruyeron sistemáticamente todo lo que siempre
había cuidado. Ahora se encuentra en aislamiento, alejado del mundo y a la
espera del día en que la evolución finalmente lo librará de los bichos
humanos.
Medea nació como la nieta del dios griego Apolo, y entre los primeros de
su pueblo que él maldijo a morir. Pero ella no dejará que nadie gobierne su
vida. Ni siquiera su notorio abuelo. Y cuando Apolo envía una nueva plaga
para destruir lo que queda de su gente, ella se niega a esperar y verlo acabar
con todo lo que ama de nuevo.
Esta vez, ella sabe de un arma secreta que puede detener al antiguo dios y
a su ejército de demonios. De una vez por todas. Sin embargo, dicho
dispositivo está en manos de un dragón que no quiere nada que ver con la
política, los dioses, la humanidad, los demonios o los apollitas griegos. Y
sobre todo ella. Es el objeto inamovible.
El enemigo de mi enemigo…
Cuando Apolo hace un movimiento estratégico que se vuelve
contraproducente, obliga a Falcyn a volver a jugar. Ahora Medea tiene el
arma que necesita para salvar a su gente, o desata el Armagedón total. Si no
puede encontrar alguna manera de controlar al dragón antes de que sea
demasiado tarde, Falcyn será una plaga aún peor en el mundo que la que
Apolo ha liberado. Pero ¿cómo puede alguien controlar a un dragón
demoníaco cuyo único derecho de nacimiento es la destrucción total?
Glosario de la saga
Traición.
Fría y brutal, siempre tomaba la forma y el estado del amigo más cercano
y aliado. Y picaba tan profundo en el alma que te dejaba sangrando y débil,
preguntándote si encontrarías alguna vez tu camino para confiar otra vez.
Te dejaba a la deriva en la miseria y con dolor en el corazón. Incapaz de
respirar por el dolor.
Peor que eso, el traidor bastardo siempre venía cuando menos lo
esperabas. Y en el peor maldito momento.
Dadas las brutales circunstancias de su nacimiento, Falcyn Drago nunca
se había considerado inmune a sus garras fétidas. Lejos de eso.
Ciertamente, había sido cuidado en su mayor fealdad y gusto amargo. Había
aprendido a anticiparlo de todos a su alrededor, todas las veces. Y
tristemente, nadie nunca le había decepcionado por estar encima de ello.
Ni una vez.
Más bien, parecían vanagloriarse apuñalándolo a través de su corazón
herido tan despiadado y viciosamente como era posible.
Y nadie más que su propio hermano, quien ahora estaba delante de él en
toda la gloria santurrona y presumida de Max. Algo que habría sido irritante
teniendo a su hermano en el cuerpo de su verdadero y real dragón, pero así,
en el disfraz de hombre, la traición quemaba dos veces más profunda.
Y dolía aún más.
—¡Maldita sea, Maxis! ¿No fue suficiente que dejaras a Hadyn sola para
morir entre los humanos? ¡Ahora también tomas a mi hijo!
Los ojos de color verde avellana de Maxis brillaron hasta convertirse en
oro, luego en rojo cuando su ira se encendió.
—¡No es justo! Hice todo lo que pude para salvar a nuestro hermano.
¿Cómo te atreves a tirarme eso a la cara! ¡Habría dado mi vida por la suya!
—¡Tonterías! ¡Debería haberte estrangulado en el momento que te
arrastraste fuera de tu huevo!
Agarrándolo por la garganta, Max lo empujó contra la pared de la sala de
piedra donde Falcyn había pensado encontrar a su hijo, pero ahora en su
lugar se encontraba encarcelado para siempre en el reino que su hijo
llamaba hogar.
¡Por Max! La carne de su carne.
Su peor pesadilla.
Los ojos de Max mostraban las profundidades de su propia
desesperación.
—Ojalá lo hubieras hecho, hermano. Desearía que lo hubieras hecho.
La agonía de su hermano abrasó a Falcyn, pero no tanto como su propia
miseria que le comía entero y lo dejaba despojado de cualquier cosa menos
la desesperación absoluta. Maldito fuera por preocuparse por los
sentimientos de Max cuando era obvio que su hermano no daba una mierda
por los suyos. Las lágrimas le cegaban.
—Maddor era todo lo que tenía en este mundo. ¡Cómo pudiste!
Un tic comenzó en la mandíbula de Max mientras se alejaba.
—No tuve elección. ¡Maldita sea, Falcyn! Sé razonable. El Adoni planea
usarlo como herramienta. Nada más. Ellos criaron a un niño híbrido
contigo, sin tu conocimiento o consentimiento, y ¿estás bien con esto?
—¡Igraine iba a ser mi esposa!
—Igraine es una prostituta infiel. Una hechicera Adoni quien ha matado a
doscientos maridos antes de ti… ¿crees que te ahorraría su traición?
—¿Cómo tú?
Max se echó hacia atrás como si le hubiese golpeado, pero debió haber
vuelto a pensar esa estupidez. Porque ambos sabían que Max nunca
sobreviviría a una pelea real con Falcyn.
—Si realmente te amaba, hermano, mi hechizo sobre tu hijo no le habría
importado, ¿verdad?
Nay, no lo haría. La verdad era una píldora aún más amarga de tragar.
Y por eso, odiaba a Max todavía más. Porque ahora sabía por un
indiscutible hecho que era tan poco amable como su querida madre había
proclamó que era su llegada a esta existencia odiosa.
Max respiró hondo.
—Fuimos maldecidos por nuestros nacimientos, y lo sabes. Los dioses
nos rechazaron y nuestras madres nos abandonaron. La única esperanza que
tiene tu hijo es que, si es más hombre que drake, no vendrá bajo su fuego…
o aviso. O control.
—¡Eso no era cosa tuya!
—Y tú nunca deberías haber permitido ser utilizado por el Adoni.
Conoces las leyes de la magia igual que yo. Por esto… alguna deuda será
recogida.
Falcyn hizo una mueca a otra verdad que no quería enfrentar.
—Estaba protegiéndole de esto. Ahora… —Gesticuló hacia el velo que
separaba este mundo de donde Igraine había tomado a su hijo para criarlo
lejos de su alcance y cuidado. No había nada que pudiera hacer por su hijo.
Tanto como Maddor viviera en el reino de su madre, Falcyn no podía llegar
a él. Ni siquiera sus poderes eran tan geniales—. Nunca, jamás me hables
otra vez, Maxis. He terminado contigo.
Volviendo a su cuerpo de dragón, extendió sus alas, intentando volar.
—Cuidado con tu ultimátum, hermano. Como la magia, regresan con un
terrible mordisco.
Falcyn disparó una explosión de llamas hacia él.
—¡Y así lo haré, Max! ¡Así lo haré!
Capítulo 1
—¿Cuál es tu trauma?
Blaise resopló burlonamente ante la gruñona pregunta de Falcyn.
—Falta de apoyo parental. Falta de vínculo. Kerrigan me golpeó en
demasiadas paredes por ser insolente cada vez que él estaba de mal humor,
lo cual era bastante frecuente. Miedo a los conejitos peludos, pero no es por
eso que estoy aquí.
—¿Conejitos peludos? —Falcyn no estaba seguro de querer saber la
respuesta a esa pregunta, pero estaba tan fuera de lugar por este mandrake
audaz y lunático, que se sintió obligado a escuchar su explicación, incluso
contra todo sentido común.
—¿Has visto alguna vez la película Bambi? Esos bastardos son una
extraña arma. Y no me hagas empezar con el Santo Grial de Monty Python
2
y ese harey -pesadilla. —Blaise se estremeció visiblemente—. Llega hasta
el punto que ni siquiera quiero ver esa cosa rosada de relleno que lleva Nim.
Al mencionar al inocente demonio babosa, Falcyn rodó sus ojos tan
fuerte en su cráneo, que en realidad quemó.
—Eres muy extraño.
—Oh sí, porque estás acaparando toda la normalidad. ¿Alguna vez te has
molestado en mirar en ese abismo, amigo mío? Te prometo que la olla está
llamando a la cazuela.
—¿Tienes un punto para esta misión, aparte de molestarme e insultarme?
En cuyo caso, la misión está cumplida, pero tu vida se está acercando
peligrosamente a su final como resultado.
—Vaya, eso es una hostilidad seria la que tienes ahí dentro, amigo.
Necesitas darte un respiro.
Falcyn arqueó una ceja ante las palabras inusuales. ¿Darte un respiro?
—¿De quién has estado rodeado que has recogido todo este nuevo
vocabulario?
Blaise sonrió.
—El nuevo juguete de Morgen. Es adicto a todo tipo de cosas
peculiares… Y no solo porno. Por eso estoy aquí.
—¿Qué? ¿Por porno? Lo siento. Nada de chulos. No necesito un
proxeneta. No quiero un chulo.
—No estaba planeando actuar como tal. Tampoco sabía que estabas entre
los chicos.
Falcyn hizo una mueca.
—Hablar contigo siempre me da un tumor cerebral. ¿Explícame cómo es
que nadie te ha asesinado hasta la fecha?
—No por falta de intentos de su parte, te lo aseguro. Permíteme revisar el
conjunto de golpes que Kerrigan me dio contra las paredes. Pero soy muy
rápido con mis reflejos. Y suerte para mí, eres un viejo dragón. Decrépito.
—¿De verdad quieres probar esa teoría?
—No sin respaldo. Así que hasta mi punto de visita…
Más agitado de lo que quería, Falcyn cruzó los brazos sobre el pecho
mientras esperaba a que Blaise terminara esa frase.
—¿Has perdido tu pensamiento, tu mente… o solo tu nervio?
Inclinando la cabeza, Blaise entrecerró la mirada como si estuviera
escuchando atentamente a algo.
—Ellos están aquí.
—¿Ellos?
—Los perros de Morgen. Eso es lo que intentaba decirte. Ella les estaba
dando un agujero, y mientras no puede atravesarlo, su Círculo ahora puede.
—¿Y qué? ¿Por qué debería importarme? Esa es tu batalla, hermano. No
es la mía.
Y antes de que Blaise pudiera soltar otra palabra, la puerta detrás de él se
abrió.
El intestino de Falcyn se tensó a la vista y la llegada de la mano derecha
de la perra de Narishka duFey Morgen.
Y la criatura que Falcyn odiaba más.
Tanto para ser solo la batalla de Blaise. La sangre de Falcyn fluyó gruesa
a través de sus venas mientras se dirigía hacia la rubia Adoni que le había
robado todo lo que había esperado amar.
Sosteniendo su mano, ella lo atrapó con sus poderes y chasqueó la
lengua.
—Lo sabes mejor dragón. ¿Qué estabas pensando?
—Cuánto quiero darme un festín con tus entrañas, ¡puta!
Y todavía no se estremeció. Más bien, sacudió la cabeza hacia él.
—Vamos, ¿esa es la manera de hablar a la madrastra de tu hijo?
Esas palabras solo incendiaron más su ira cuando despertaron un dolor
tan profundo dentro de él que ni siquiera todos esos siglos pudieron
sofocarlo.
—Te refieres a la asesina de mi hijo, ¿verdad?
Blaise jadeó. El nacimiento de su hijo era algo que Falcyn nunca había
mencionado a otra criatura viviente.
Aparte de Max.
Y ninguno de ellos hablaba de Maddor, ya que su mera mención lo hacía
más violento contra su hermano.
Narishka solo lo sabía porque había ayudado a su hermana a concebir y a
dar a luz a su hijo. ¿Y con qué propósito? Ser esclavo de Morgen le Fey,
gracias a Max y su interferencia. Debido a las acciones de su hermano, los
mandrakes no eran en ningún lugar tan poderosos como deberían haber
sido. Por lo tanto, vivían en servidumbre para las putas fey de Avalon y
Camelot.
Maddor, como su progenitor, había sido el primero en sufrir gran parte de
la rabia ciega de Morgen debido a las acciones de Max. Y no había habido
nada que Falcyn pudiera hacer para detenerla o ayudar a su hijo.
Nada.
Ni siquiera el día en que finalmente mataron a Maddor por la maldición
de Max. Por eso solo, Falcyn todavía quería sus corazones en sus puños. No
pasaba ni un día en el que no ardiera en cólera sobre la pérdida de su hijo.
Y ese era el porqué Falcyn había amado y protegido a Blaise durante
todos estos siglos.
Porque Blaise no era realmente su hermano.
Era su nieto. Le habían prohibido conocerlo hasta mucho tiempo después
de que Blaise hubiera crecido solo. Por eso Falcyn había escondido el
conocimiento de su nacimiento a Blaise. Nada excepto más dolor podría
venir de Blaise conociendo la verdad.
No había sido abandonado por su padre. Él había sido arrancado de ellos
y dejado para morir por el Adoni, quien era aún más cruel.
Y le picaba lo suficiente por los dos. No había necesidad de cargar a
Blaise con una realidad que no podía cambiar. Que se fuera al infierno,
Falcyn moriría antes de permitir que alguien volviera a dañar a Blaise.
—¡Perra, por favor! —Falcyn usó sus poderes para romper su agarre y
golpearla de nuevo contra la pared lo suficientemente fuerte para hacer una
abolladura en el aglomerado.
Finalmente, el pánico y el miedo se reflejaron en sus ojos al percatarse de
la verdadera extensión de sus poderes y su propia debilidad en
comparación. Ella luchó contra su agarre invisible.
—Mátame y tu hijo también morirá.
—Mi hijo murió hace mucho tiempo.
Narishka sacudió la cabeza.
—Maddor todavía vive.
Esas tres palabras inesperadas le salvaron la vida.
—¿Qué quieres decir?
Haciendo una mueca, miró a Blaise.
—¡Díselo! Maddor todavía gobierna a mandrakes en Camelot.
Falcyn sintió que la sangre se le escurría de las mejillas. No… ella estaba
mintiendo.
Tenía que hacerlo.
—Juegas conmigo, puta Adoni, y así que ayúdame…
—¡Yo nunca lo haría! —Asfixiándose, ella escupió a Blaise—. ¡Díselo,
maldito seas!
Blaise se lamió los labios lentamente. Su tez palideció tanto como
Falcyn.
—¿Maddor es realmente tu hijo?
Falcyn no podía soportar responder a esa pregunta. No mientras las
lágrimas silenciosas le ahogaban.
—¿Vive? —Su voz se quebró en esas palabras.
Blaise asintió.
—Sí, vive. Pero es un hijo de puta de sangre fría.
De tal palo tal astilla.
Con una risa amarga, Falcyn cerró la distancia entre él y Narishka.
—En realidad, era una puta. Traidora desde el primer suspiro hasta el
último.
Narishka levantó la barbilla con un valor que sería admirable si no fuera
por la estupidez de su desafío, dado su odio y descarada indiferencia por su
vida.
—Te dije que no mataras a mi hermana.
Siseando, se movió para acabar con ella y pudiera unirse a Igraine en el
infierno.
—¡Espera! —gritó ella.
—¿Para qué? —La pregunta estaba fuera antes de que pudiera detenerla.
Ni siquiera sabía por qué se molestaba, ya que no tenía ningún deseo de
extender su vida o escuchar otra sílaba de sus labios que estaban más
acostumbrados a derramar mentiras que verdades.
—Tienes algo que necesitamos.
¿Y qué? ¿Estaba de broma? No podía importarles menos o sus
necesidades.
Él arqueó una ceja ante eso.
—No tengo nada.
—No dije que lo poseyeras. Lo proteges.
Él frunció el ceño aún más, ya que no había nada en la vida que protegía.
Nada más que a Blaise e Illarion. Y nunca le permitiría tener a ninguno
de ellos.
—¿Perdón?
Una luz oscura e insidiosa jugó en lo profundo de sus ojos.
—¿Debemos negociar?
<><><><><>
Urian frunció el ceño a Medea mientras hablaban dentro de la pequeña
habitación privada en el Santuario que se reservaba para cada vez que la
clientela sobrenatural necesitaba un tiempo fuera de los testigos humanos
que podían no reaccionar bien a la realidad con la que compartían su
mundo. Apenas más de un armario, sus habitaciones eran estrechas, pero les
permitía no ser oídos por cualquiera de los humanos de fuera.
O los Were Hunters, quienes por regla general tenían una audición muy
sensible.
Y dado el hecho de que su hermana le había hablado de una misteriosa
plaga que estaba a punto de destruir a su pueblo, se alegró de que nadie
pudiera oírlos.
—¿Por qué me estás diciendo esto? Ya no soy un Daimon.
Medea cruzó los brazos sobre su pecho.
—Sí, pero por lo que sabes, esta plaga podría infectarte también. Sea lo
que sea que Apolo desató sobre nosotros se está cobrando un terrible peaje.
Sé que odias a nuestro padre, pero…
—¡Stryker no es mi padre! —le recordó con frialdad.
—Biológicamente, es cierto. Sin embargo, te crió como suyo. Su esposa
te dio a luz.
—Después de que me arrancaran del estómago de mi verdadera madre
por esa perra a la que sirves… ¡y meterme en su vientre sin el conocimiento
ni el consentimiento de nadie! —Y Medea recordándole cuánto los dioses
lo habían jodido no le estaba acercando a su causa.
En absoluto.
Honestamente, ya había tenido suficiente siendo su hijastro bastardo que
pateaban siempre que se aburrían.
—Esa perra es también la madre de tu actual jefe y el amado protector de
tus verdaderos padre y madre, ¡no lo olvides!
Urian siseó ante su menos que sutil recordatorio sobre la posición de
Apollymi en su mundo.
—Tienes un poco de nervio para venir aquí y pedirme que ayude a
Stryker o a Apollymi, habida cuenta de lo que ambos me han quitado.
—Lo sé. Lo cual te dice lo desesperada que estoy. —Tragó saliva—. No
son los únicos que están enfermos, Uri. Davyn también. Él morirá si no nos
ayudas.
Vio la incertidumbre que lo atormentaba al mencionar al Daimon que
todavía consideraba su familia. Mientras que Urian podría estar enojado con
sus padres y Apollymi, nunca le daría la espalda a Davyn. No después de
todos los siglos en los que habían sido más hermanos que amigos.
No después de toda la información por la que Davyn había arriesgado su
vida para llevar a Urian.
La única verdad sobre su hermano: era leal por encima de todo lo demás.
Incluso su propio orgullo y ego.
Y ambos amaban a Davyn y lo apreciaban por el raro Daimon que era.
—Por favor, Urian. Perdí a mi marido y a mi único hijo porque mi
abuelo, el abuelo de tu gemelo de nacimiento, era un bastardo. Les vi a
ambos ser asesinados delante de mis propios ojos por los bichos humanos
que proteges. Sin razón, aparte de que nos temían cuando no habíamos
hecho nada sospechoso. Éramos inocentes e inofensivos, cuidando nuestro
propio negocio cuando nos atacaron. Así que no creo ni por un minuto que
tengas algún tipo de marca compartida en el dolor. Porque confía en mí,
hermano, eres un novato. No tienes ni idea de lo que pasé por mi vida
mortal o ésta. Lo siento por lo que Stryker les hizo a ti y a Phoebe. Lo
lamento, pero he perdido a demasiados para sentarme y ver al resto morir y
no hacer nada excepto intentar ayudarlos. Esa no soy yo.
Urian se congeló como si finalmente sus palabras atravesaran su dolor
para abrir los ojos a una verdad sobre su hermana que nunca había visto
antes.
—Es por eso que torturaste a Jared, ¿no?
Medea se estremeció ante la mención del Sephiroth que había sido
retenido cautivo por su madre y su tía. Hasta el día de hoy, se avergonzaba
de algo que le que había hecho mientras él había vivido bajo su custodia.
Pero no completamente. En su mente, se merecía todo lo que le habían
hecho pasar.
—Se volvió en su contra solo. Los llevó a la masacre por los dioses
quienes nos traicionaron mientras sus soldados ponían su fe y sus vidas en
sus manos. ¿Y para qué? Su propio beneficio. Nada más. Sabía exactamente
cuán traicioneros eran todos los dioses y no le importó. Solo su pacto lo
hacía. Dejó a sus soldados morir bajo su mando. Así que sí, lancé mi ira
sobre él cuando se convirtió en más de lo que podía hacer frente. ¿Cómo no
iba a hacerlo? ¿Cómo podía alguien traicionar a las personas que confiaron
en él de la manera que lo hizo? Siéntate y deja que sus enemigos desgarren
a sus amigos y familiares. Brutalmente. No lucharé el amargo final por un
extraño. Y se supone que soy el villano. La hipocresía de lo que le hizo
Jared a su ejército me enferma cada vez que pienso en él. Los vendió a
todos para salvar su propio culo para sobrevivir a esa guerra. No hay nada
que odie más en este mundo que a un cobarde.
—Excepto a los humanos.
Una sola lágrima se deslizó por su mejilla al ver la cara de su bebé en el
ojo de la mente. Había sido tan precioso y hermoso con su rizado cabello
rubio y ojos brillantes. Las mejillas onduladas y una risa que había venido
de los mismos ángeles. Tan inocente y dulce. Medea nunca había vivido
realmente hasta el día que había sostenido ese trozo de cielo en sus brazos.
Y su corazón lo había seguido hasta su tumba.
—Praxis tenía cinco años, Uri. Cinco. Y murió en agonía en sus
despiadadas manos, gritando para que yo le ayudara mientras ellos… —Se
ahogó con las palabras que todavía no podía pronunciar. Ni siquiera
después de todos estos siglos. El horror era todavía demasiado fresco y
crudo en su corazón.
Ninguna cantidad de tiempo había rectificado lo que le habían quitado
brutalmente.
No, no quitado.
Destrozado. Podría haber sobrevivido físicamente, pero por dentro estaba
tan muerta como su marido y su hijo. Solo una cáscara de la mujer que
había sido una vez.
Y nunca más la inocente de ojos de ciervo que alguna vez pensó en este
mundo como un hermoso lugar.
Así que, en vez de eso, miró a su hermano.
—Dime, Urian, ¿cómo puedo siquiera sanar, dado lo que me robaron
violentamente? ¡Ninguna cantidad de tiempo puede atenuar un dolor tan
fuerte!
La atrajo contra él.
—Lo siento mucho, Dee.
Sus lágrimas se disolvieron en furia, como siempre lo hacían. Porque no
podía manejar todo el peso de su dolor. Era una emoción sin valor, horrible,
que la hacía débil y vulnerable. La ira la motivaba. La rabia la mantenía en
movimiento para pasar el dolor más miserable.
Esa era la única razón por la que todavía estaba de pie. Era lo que la
había mantenido a través de los horrores de su vida y lo que le permitía
funcionar. Le alimentaba como una leche materna y la mantenía fuerte. Era
lo que abrazaba con los dos puños.
Con su respiración irregular, lo empujó lejos.
—No necesito tu lástima. Es inútil. Puedes mantenerlo, especialmente si
no me vas a ayudar.
Urian la cogió del brazo cuando empezó a marcharse.
—¡Espera! —Quería negarle esa petición. En verdad, quería que Stryker
ardiera y se reiría mientras lo veía suceder. Después de todo, el bastardo
había cortado la garganta de Urian a sangre fría y asesinó a su preciosa
Phoebe, la única mujer en el mundo que jamás había amado.
Pero Medea tenía razón. No podía permitir que el resto de lo que había
sido sus familiares y amigos murieran y no hacer nada. A diferencia de
Jared, no podía soportar ver a sus amigos asesinados injustamente.
No, si pudiera evitarlo.
—Hay una cosa que podría salvarlos.
—¿Qué?
Él dudó. No porque no quisiera ayudarlos, sino porque no sabía lo que
Stryker podría hacer con la cura. En sus manos, podría resultar más letal.
Ninguna buena acción queda sin castigo.
De alguna manera esto iba a volverse contra él. Lo sabía. Tales cosas
siempre lo hacían, y lo dejarían sangrando y maldiciendo. Aun así, no podía
permitir que Medea sufriera algo peor de lo que ya había sufrido. Ella tenía
razón. Había pasado por bastante, y al final del día, eran familia. Quizás no
en el sentido convencional, pero sentía un parentesco con ella. Y había
crecido pensando que era uno de los hijos de Stryker. Pensando en la hija de
Stryker como su propia hermana.
Cada vez que miraba a Medea, veía la cara amada de Dyana. Recordado
su tiempo como niños y el día que la habían llamado Tannis porque ya no
podían soportar llamar a su única hermana por el nombre de su tía quien
permitió que su propio hermano, el dios Apolo, los maldijera para morir por
algo en lo que ninguno de ellos había participado.
Todos habían sido víctimas inocentes de un juego de poder fétido entre
los antiguos dioses. Todos ellos habían pagado un alto costo para seguir
viviendo, solo para odiar a quienes les vieron caer sin razón alguna.
Para bien o para mal, Medea era un poco más su hermana que Tannis. Y
porque la amaba, se negó a aumentar su dolor.
—No sé si funcionará o no.
Medea se enfadó por su evasiva.
—¡Oh, por Dios, dilo ya!
—Una piedra de dragón.
Se echó hacia atrás y le frunció el ceño.
—¿Una qué?
Urian evadió mientras buscaba una forma de explicarlo. Pero no era tan
fácil como debiera ser.
—Por falta de un término mejor, es una roca encantada que tienen los
dragones. Supuestamente, puede curar cualquier cosa. Incluso a los
muertos. Incluso trajo a Max de vuelta después de ser asesinado salvando a
su esposa y a sus hijos. Así que asumiría que podría curar esto, también.
—¿De dónde sacas una?
Esa era la parte fácil.
Y lo más difícil que se podía imaginar.
—Como te acompaña la suerte, hay uno aquí.
La alegría regresó a sus oscuros ojos.
—¿Dónde?
Él visiblemente hizo un gesto hacia el último lugar al que ninguno de
ellos quería aventurarse. Porque pedir ayuda era todo tipo de estupidez
descontrolada.
—Eso sería del insistente, ya que pertenece a Falcyn.
—¿Esa bestia ruda que conocí antes?
Él asintió.
—A mi conocimiento, ese es el último que existe. El resto fueron todas
destruidas o desaparecidas.
Medea gruñó en voz alta cuando su estómago se encogió ante el
pensamiento de tener que negociar con Falcyn sobre algo tan raro. Se estaba
moviendo. Podría muy bien meter la cabeza en la boca de un león
hambriento y pedirle que no la mordiera.
O su madre que derramara la sangre cuando estaba en uno de sus estados
de ánimo.
—Estupendo. Entonces, ¿cómo voy a conseguir eso?
—¿Un consejo? Pregunta amablemente.
<><><><><>
Falcyn miró a Narishka.
—¿Quieres mi piedra de dragón? —Se rió en su cara—. Vete a la mierda
y muere en agonía, perra sin valor.
—¿Entonces quieres decir que tu hijo tan poco vale?
—Por tanto que valoras tu vida. —Él sonrió burlonamente.
Blaise se interpuso entre ellos, fastidiando a Falcyn, para impedir que la
matara.
—¿Por qué necesitas su piedra?
Narishka le dirigió una mirada fría.
—Esto no te concierne, gusano. Mantente fuera de esto.
Falcyn cruzó los brazos sobre su pecho mientras se aclaraba la garganta.
—¿Puedo matarla ahora? —le preguntó a Blaise con un tono suave que
desmentía su furia.
—Estoy a punto de dártela, pero ¿no tienes curiosidad sobre por qué está
aquí?
—No lo suficiente para ampliar su vida.
Blaise se rió.
—Vaya. Recuérdame que nunca te enoje.
—Lo haría, pero no escuchas. —Cuando se movió para cumplir su
amenaza, la puerta se abrió para admitir a Urian y Medea en la habitación.
Falcyn se quedó parado al verlos. Y en ese punto, estaba en lo último de
su paciencia para cualquier persona. Incluso una mujer con un culo tan
bonito.
—¿Aquí para ayudar o para obstaculizar? Declárate.
Los ojos de Urian se abrieron antes de que contestara.
—Cualquiera que sea la elección termina conmigo en tu lado bueno.
—Coge a la perra.
Pero antes de que alguien pudiera moverse, una luz brillante pulsó dentro
de la habitación, cegando a todos excepto a Blaine, quien no podía ver de
todos modos.
Falcyn maldijo mientras el dolor se irradiaba a través de su cráneo,
dejando detrás un parpadeo estroboscópico que le mareó mientras trataba de
ver más allá de los puntos blancos que giraban y salpicaban su visión.
—¿Urian?
—¡Ciego como un murciélago! —replicó en respuesta a la llamada de
Falcyn—. ¿Dee?
—No puedo ver ni una mierda. —Medea levantó su mano para proteger
sus ojos sensibles a la luz.
—Hay demonios en la habitación. —Blaise se movió para cubrirlos—.
Gallu.
Ah, eso es genial.
—¿Quién invitó a los imbéciles a nuestra fiesta? —gruñó Falcyn.
Era una de las pocas razas que podían infectar a una víctima y
convertirlos en esclavos sin mente.
O máquinas de matar. Ninguno de los cuales apelaba a Falcyn. Mientras
que no le importaba la violencia sin sentido por su bien, quería la decisión
final de a quién y qué mataba para ser solo suyo, y no la orden de algún
malvado señor. Nadie tendría dominio sobre él.
Nadie.
Algo agarró a Falcyn.
Se movió para golpear al tonto.
—No te atrevas —gruñó Blaise en su oído—. O te dejaré con ellos.
En otro desenfoque rápido, Falcyn se sintió cayendo. Extendió la mano y
empezó a transformarse, luego se detuvo, ya que la transformación podría
matar a Blaise, o a él, o a ambos, dependiendo de lo que Blaise estuviera
haciendo. Porque esto repentinamente se sentía como un viaje
interdimensional. Y transformarse durante el medio de eso nunca fue una
buena idea.
—¿Blaise? ¿Qué estás haciendo?
—¡Agárrate! ¡Que todo el mundo se quede quieto!
Sí claro. La calma no era su estado natural de ser.
¿Enfadado?
Comprobado.
—Entonces, ¿por qué suenas aterrado y por qué todavía estoy ciego?
Tan pronto como Falcyn terminó esa frase, se estrelló contra un cojín
musgoso. Y algo suave y curvilíneo aterrizó encima de él con un fuerte
“huff”. Peor que eso, le dio un codazo en el estómago.
Y habría golpeado su ingle si no se hubiera torcido y se hubiera movido
con la velocidad de la luz.
—¡Hey, hey, amor! Tú solo tocas la no-zona, si quieres hacerla feliz.
Haciendo una mueca, Medea le dirigió una mirada que decía que era
alguna porquería indeseable que se había pegado a la parte inferior de su pie
descalzo en su salida del baño.
—No hay suficiente cerveza en el universo para que toque tu no-zona,
libélula. No te halagues.
—Dice el Daimon que se me arrastra por todas partes.
—Dando el salto, quieres decir, antes de que coja algo que estoy segura
que los antibióticos no curarán.
Se burló de su insulto.
—No es lo que se sienta desde donde estoy tumbado, y todavía estás
encima de… ¡umph! —gruñó cuando le dio un codazo y le dejó sin aire en
los pulmones.
Con un ceño fruncido, frotó el área maltratada y se puso de pie de modo
que podía mirar alrededor hacia algo más que su culo bien definido.
Esperaba encontrarse en el bar o en Casa Peltier, la residencia que los osos
poseían que estaba pegada a su bar.
Esto no era ni lo uno ni lo otro.
Irritado, se enfrentó a la causa de este desastre en particular.
—Blaise, ¿qué hiciste?
Estaban en un prado. Una pradera oscura, lúgubre, escalofriante, como la
que usaban los niños humanos para asustarse. O directores de películas de
serie B favorecidos por los telones de fondo de sus juegos cursi.
Sí, definitivamente podía ver a algún lunático manejando hachazos y
viniendo a ellos desde los arbustos. Por supuesto, el estado de ánimo en que
estaba, ese lunático podría ser él antes de que pasara mucho tiempo.
Blaise se dio la vuelta lentamente de una manera que decía que estaba
usando su vista de dragón para sentir el éter.
—Bueno, esto no era lo que había planeado.
—¿Qué? —La voz de Urian goteó de sarcasmo—. ¿No querías un viaje
al Pueblo de Halloween? Estoy muy decepcionado, Blaise. Esperaba
conseguir mi ropa interior firmada por Jack Skellington.
Falcyn resopló ante la repentina imagen que tenía de Urian en su cabeza,
posando en calzoncillos ante Jack Skellington como un modelo de Calvin
Klein. En realidad, podía ver al loco en eso. Lo que era la parte más
perturbadora de todo. Porque realmente, preferiría despilfarrar esa
capacidad cerebral imaginando a Medea desnuda que imaginar a Urian en
su retorcida y fetiche ropa interior de Disney.
Apartando las imágenes de su mente antes de que fuera tan ciego como
Blaise, Falcyn rascó su mejilla barbuda.
—¿Y cómo llegamos aquí?
—No estoy seguro. Estaba apuntando a la sala de Casa Peltier. —Blaise
frunció su frente—. Fallo épico. Ni siquiera estoy seguro de dónde estamos.
Urian dejó escapar un largo y cansado suspiro mientras observaba el
retorcido paisaje.
—Creo que lo sé. Pero no les va a gustar. Estoy seguro de que no.
Medea frunció los labios.
—Ponnos a prueba.
—Myrkheim.
Falcyn hizo una mueca ante lo acertado que estaba Urian, cuando una
úlcera comenzó en su estómago.
Blaise hizo una expresión de felicidad exagerada.
—¡Oh genial! ¡Las fronteras donde los paganos van a pudrirse! ¡Justo
donde quería construir mi casa de vacaciones! ¿Dónde hay un contrato de
arrendamiento? ¡Firma mi culo escamoso!
Medea rodó los ojos.
—¿Qué es Myrkheim?
Falcyn rió amargamente de su inocente pregunta. La cual tenía sentido,
considerando todas las cosas.
—Supongo que los Daimons no pasan mucho tiempo aquí, ya que no es
parte de tu mitología. Es un reino inferior. Una tierra de retención, si
quieres, entre la tierra de luz y la oscuridad donde los fey pueden practicar
su magia.
—¿Quiénes son la gente fey?
Era una pregunta legítima, supuso, ya que había muchos fey en el mundo
yendo a todas partes, y él no había especificado el panteón. Falcyn suspiró.
—En un tiempo, todos. Pero hoy en día, está reservado principalmente
para los rechazados de Morgen. Y algunos otros bastardos que sufren el
IBS.
—Sí, está bien… Entonces, ¿cuál es el…? —Antes de que pudiera
terminar su frase, un perno de luz se disparó entre ellos, estrechamente
fallando por poco.
De hecho, solo falló porque Falcyn lo desvió.
—Magia perdida. Tienes que mantener la cabeza en su lugar. Si te
golpea, no se puede decir lo que podría hacer. Podría vaporizarte.
Convertirte en un sapo. O simplemente arruinar tus oportunidades para
tener hijos.
Los ojos de Medea se agrandaron al verla explotar y transformar un árbol
no muy lejos de ellos en un pollo que chilló, luego se zambulló bajo el
suelo a la madriguera como un conejo asustado.
—¿Eso pasa mucho?
Falcyn asintió.
—¿Por aquí? Mucho.
—Estupendo. ¿Hay algo más de lo que deba preocuparme?
—Sí —dijo amargamente—. De todo.
Parpadeando, se encontró con la mirada de Urian.
—¿Está de broma?
—Falcyn no tiene sentido del humor. Al menos ninguno que hayamos
identificado hasta la fecha.
Blaise trenzó su largo cabello blanco y lo aseguró con un lazo de cuero
que había desenrollado de su muñeca.
—Bueno, Max dijo que Falcyn no siempre fue el dolor en el culo que
conocemos. Pero solo puedo hablar de los últimos cientos de años. Y no ha
cambiado mientras lo conozco.
—No ayudas, Blaise —dijo Urian secamente.
Abrió los brazos para indicar el entorno.
—En caso de que no lo hayas notado, no soy muy bueno en eso. Tienden
a fastidiarse todas las cosas siempre que intento ayudar.
—Y Merlín te eligió como caballero del Grial. ¿En qué diablos estaba
pensando?
Blaise siseó.
—¡No hablamos de eso en voz alta, Falcyn! ¡Mierda! ¿Qué? ¿Intentas
que me maten?
Falcyn disparó una ráfaga de fuego al cielo.
—Todavía intento averiguar cómo llegamos aquí… y por qué. Porque
hagámosle frente, no nos enviaron aquí para algo bueno.
—Esperaba que no lo notaras. —Blaise se aclaró la garganta—. Menuda
manera de fastidiar mi zen, amigo.
Falcyn puso los ojos en blanco hacia Blaise.
—Tienes que dejar de salir con Savitar. Odio a ese bastardo.
—Odias a todo el mundo —le recordó Blaise.
—A ese bastardo con tablas de surf es al que más odio.
Blaise arqueó una ceja inquisitiva.
—¿Más que a Max?
Falcyn gruñó.
—¿Vamos a discutir intrascendencias o buscar un camino a casa? Porque
acabo de probar mis poderes y no hicieron ni una mierda por sacarnos de
aquí.
Avergonzándose, Blaise frotó nerviosamente su cuello.
—El mío tampoco, y tenía la esperanza de mantenerte distraído para que
no me patearas el culo por esta situación.
Falcyn miró a Urian.
—¿Qué hay de ti, princesa Guisante? ¿Tienes algo?
—¿Además de una migraña palpitante? No. Mi teletransportación no está
cooperando ya.
Todos miraron a Medea.
—¿De verdad? Si el mío funcionara, ¿creen que estaría aquí
escuchándoos a todos? Lo prometo, habría desaparecido hace mucho
tiempo.
Blaise suspiró.
—Creo que vi esta película una vez. No fue bien para la gente, cuando se
convirtieron mutuamente e implicaba motosierras… y un montón de sangre.
—¿Pero había silencio? Esa es la verdadera pregunta.
Urian resopló ante el irritable comentario de Falcyn.
¿Peor?
Había un silencio repentino. Resonó a su alrededor con esa extraña clase
de quietud que ponía cada terminación nerviosa en el borde. El tipo que
irradiaba con malevolencia porque era un presagio.
Los hombres se unieron para estar de pie, espaldas con espalda para que
pudieran enfrentarse y luchar contra cualquier amenaza que se les
presentara.
Medea no era tan rápida de confiar. Mientras ellos eran aliados, no eran
los suyos. Y la confianza no le resultaba fácil, no lo había hecho en mucho,
mucho tiempo.
En realidad, no estaba segura si alguna vez había sido parte de su
vocabulario. Así que se quedó de pie como lo había hecho toda su vida.
Sola.
Barras-K dibujadas. Después de todo, era lo que mejor sabía. Y esperó la
inminente tormenta que haría lo posible por destrozarla. Así como siempre
lo hacía.
Falcyn se congeló al ver a Medea y su postura de guerrero. Ella era una
cosa de exquisita belleza y no estaba describiendo su apariencia física. Más
bien era esa determinación cruda en sus ojos oscuros. El acero en su espina
dorsal cuando estaba de pie lista para asumir cualquier amenaza que viniera
a ella con astuta confianza.
Maldita sea.
Ese tipo de coraje se extendió y lo tocó a un nivel inesperado.
Uniéndolos. Porque solo alguien que había pasado por un infierno que él
había conocido podía verse así.
Y antes de reconsiderar sus acciones, se movió para estar de pie con ella.
Ella le frunció el ceño.
—¿Qué estás haciendo?
—Cubriendo tu flanco.
—Tengo vaqueros para eso.
Se mordió una sonrisa irónica.
—Sí, los tienes. Y un buen culo que acunan. Estoy aquí para asegurarme
de mantenerlo pegado donde está y sin sangre.
Una sombra no identificable pasó detrás de sus ojos, pero lo que fuera
ablandó sus rasgos y lo golpeó. Más que eso, causó que su pene se
sacudiera en el peor momento posible. Y no sabía por qué, cuando
necesitaba su sangre en el cerebro para que pudiera pensar en la mejor
forma de derrotar a quien fuera que estuviera planeando matarlos.
De repente, una luz brillante brilló cerca de ellos. Uno que le cegó
momentáneamente con su intensidad.
Se echó hacia atrás para enfrentarse a la niebla que se solidificó en un
hombre alto y delgado con cabello castaño y ojos rojos.
Haciendo una mueca de desprecio hacia el demonio vestido en un diseño
negro sobre negro esnob, Falcyn miró a Urian, que pareció reconocer al
aspirante a Fabio.
—Así que, Slim, ¿quién es este imbécil de diseño?
Capítulo 3
Luz y sonido explotaron por todas partes. Era como si todo el bosque
hubiera vuelto a la vida para consumirlos. O al menos derribarlos. Todo
estaba estallando como una especie de espectáculo de luces de heavy metal.
Ciega y desorientada temporalmente, Medea no tenía idea en qué
dirección dirigirse.
Alguien la agarró.
Se giró para golpearlos, sólo para captar el aroma masculino que conocía
más íntimamente de lo que quería admitir. Y era uno que estaba empezando
a darle un consuelo innato que ni siquiera quería investigar.
—¿Falcyn?
—Síp, espera. —La levantó y tiró de ella con él hacia su izquierda.
Normalmente, protestaría siendo maltratada de esta manera. Pero estaba
tan agradecida de tener a alguien que pudiera ver lo que estaba pasando que
lo aceptó sin quejas ni agresiones. Especialmente porque él estaba siendo
notablemente gentil. De hecho, la mantuvo acunada contra él mientras se
retorcía y esquivaba cosas que ella sólo podía adivinar.
Y eso la aterrorizaba. No había confiado en nadie de esta manera, con su
seguridad, en más siglos de los que podía contar. A decir verdad, no
recordaba haber sido tan confiada. Simplemente no estaba en ella. Sin
embargo, algo acerca de Falcyn lo hacía mucho más fácil de lo que había
pensado posible.
En el momento en que llegaron al bosque, pudo ver finalmente otra vez.
Y fue entonces cuando se dio cuenta de lo apretada que estaba sujeta a él.
Del hecho de que tenía su rostro enterrado en la curva de su cuello y se
había entregado por completo.
Eso era aún más aterrador que los atacantes que no podía ver.
Él era su ancla en esta locura que la mantenía firme y sana.
Mejor aún, él era su salvavidas. Y ella odiaba y adoraba esa sensación.
¿Qué demonios es lo que me pasa?
¿Cómo podía confiar en un extraño así? ¿Un dragón, no menos?
Con ella todavía en sus brazos, Falcyn se dio la vuelta lentamente para
examinar su entorno y para asegurarse que habían escapado de las poseídas
sílfides gallu.
Aunque era un poco doloroso y su vista estaba salpicada de puntos de
luz, ella escaneó con él y no vio nada. Parecían seguros por el momento.
Para su inmediato pesar, Falcyn la puso en pie. No sabía por qué, pero
una parte de ella quería que él se aferrara a ella como Blaise había hecho
con Brogan. Ser tan renuente a dejarla ir.
¿Estás loca?
Tenía que estarlo. Medea Theoxena no necesitaba a nadie. No para nada.
Las emociones eran para los idiotas y los tontos. Ninguno de los dos era
ella.
Nunca.
Nunca volveré a ser débil. No por ninguna razón.
No por cualquier persona.
Aquella había sido la promesa que se había hecho el día en que estaba de
pie sobre los cuerpos de su marido y su hijo. El día en que había destrozado
al pueblo humano como una arpía vengativa, arrasando a cada ser allí.
Hasta el día de hoy, podía oír sus gritos y ver sus rostros mientras les
hacía pagar por lo que le habían quitado despiadadamente sin consideración
ni remordimiento.
Eso era lo único que le había permitido vivir con la angustia de su
pérdida. El conocimiento de que ella les había devuelto el mismo dolor que
le habían servido fríamente.
Y todavía no era suficiente. Esta sed de venganza continuaba ardiendo en
ella como las pasiones de Afrodita. Con ese fin, comprendía por qué su
abuelo se había vuelto loco con la raza Apolita por su propio hijo y amante.
Nunca lo culparía por esa rabia que exigía sacrificios de sangre para
saciarla.
Pero nunca habría maldecido a sus propios hijos, ni siquiera en medio de
ese tipo de dolor irracional. Por nada. Que él pudiera hacer eso a su padre y
a ella era un pecado imperdonable.
Y Falcyn comprendía esa pérdida. Aunque no habían matado a su hijo, él
había pensado que lo asesinaron, que era la misma gama de emociones con
la que Medea había vivido. Él había experimentado un dolor idéntico a lo
largo de los siglos.
No era de extrañar que estuviera apenas a este lado de la locura. Vivía en
el mismo infierno que ella llamaba hogar.
Eso también la debilitaba por él. Los unía. Era raro encontrar a alguien
que pudiera relacionarse con su furia. A su necesidad de expiación de
sangre. Alguien que no la juzgaba por querer venganza, incluso todos estos
siglos más tarde.
Peor aún, esos pensamientos trajeron una inesperada oleada de ternura
estrellándose contra ella. Una que hizo a su garganta cerrarse y a sus ojos
aguarse.
¡No, Medea! No podía permitirse emocionalmente ir allí. Más bien,
necesitaba concentrarse en otra cosa.
Rápido, antes de que se perdiera por completo por este dragón a su lado.
Parpadeando, trató de despejar su visión.
—¿Dónde están los otros?
—No estoy seguro. —Miró a su alrededor como si estuviera buscando un
amigo o un enemigo. Había una luz detrás de sus ojos que decía que tenía
algo más en sus pensamientos—. Se dispersaron, y como tú, estaba lo
suficientemente ciego como para no ver dónde iban. Estoy tratando de
9
alcanzar a Blaise con mis poderes. Algo me ha bloqueado. El Bane-Cry ,
pero dado este lugar, no estoy seguro de querer incluso intentar eso. Quién
sabe qué podría responder con él, o dirigirlo hacia su posición. Si bien no
tengo ningún problema en derrotar a cualquier cosa que levante la cabeza,
no quiero llevar problemas a él.
Ella reprimió una sonrisa ante la emoción en su voz. Él siempre pensaba
en Blaise primero.
En cada situación. Lo que la hacía sospechar...
—Lo amas mucho más que a un hermano, ¿sabes? ¿Qué pasa con ustedes
dos?
Con las manos en las caderas, se volvió hacia ella.
—No sé a qué te refieres.
Le chasqueó la lengua al dragón súbitamente defensivo que confirmaba
su opinión y la solidificaba. No era de extrañar que fuera tan protector...
Sólo había una razón lógica para ello.
—Hubo un momento en el que pensé que podría ser ese hijo que
mencionaste, pero dado que él conoció a tu hijo en Camelot... mi dinero
dice que es tu nieto, ¿verdad?
Ah, síp, ahí estaba la expresión que lo confirmaba en esos hermosos
rasgos de dragón. Falcyn nunca debería jugar al póquer. Sus oponentes
limpiarían la casa con su cartera.
Su silencio continuado en este asunto sólo agregaba otra capa de
veracidad.
Medea se le acercó lentamente.
—Es por eso que no lo pregunté mientras estaban alrededor de nosotros.
Sabía que eso te enfurecería. Y tenía razón. —Nadie podía perderse la furia
que ardía profundamente en esos ojos azules de acero.
Chasqueando la lengua, ella ladeó la cabeza.
—Entonces, ¿qué sucedió realmente para separarlo de sus padres? Porque
sé que no lo abandonaste sin pelear.
Falcyn comenzó a decirle que se fuera al infierno y que se llevara sus
ridículos supuestos con ella. Era lo que siempre había hecho en el pasado
cuando alguien le preguntaba algo que no le gustaba. No podía soportar ser
interrogado.
Y, sin embargo, al ver su sincera honestidad y la ternura de su expresión y
tocar una parte de él que odiaba, la verdad pasó por sus labios antes de que
pudiera atraparla y encerrarla.
—No lo sé. No estaba allí cuando nació Blaise. Tal vez su padre hizo lo
que Blaise dijo y lo dejó morir. Nunca he conocido a Maddor. No tengo ni
idea de su carácter o cualquier otra cosa. Podría ser fácilmente un gran
bastardo como yo. Aunque es mi hijo, es un completo extraño para mí.
—¿Por qué? —Tan pronto como la pregunta salió, lo lamentó, porque le
arrancó una mirada de dolor tan grande que ella pudo sentirlo.
Era una expresión de profunda angustia. El tipo que sólo un padre podría
sentir ante la pérdida de un hijo.
Y odiaba lo bien que ella se relacionaba con ello. Cuánto lo entendía.
Cuánto se despreciaba por reabrir sus heridas cuando era obvio que él no
era realmente un bastardo. A pesar de sus palabras, se preocupaba por su
hijo desconocido tanto como a ella le había importado el suyo. Y le dolía
tanto por la pérdida. Era la pérdida de todos esos años juntos que nunca
fueron. La angustia de preguntarse qué podría haber sido. En qué clase de
hombre su hijo se habría convertido. Qué clase de relación habrían tenido.
Todas esas preguntas y todas esas dudas y el dolor. Nunca se embotaban.
Nunca se detenían.
Maldita sea la vida por ello.
Y Falcyn amaba a Blaise más que a su propia vida. Había visto eso de
primera mano en todo lo que hacía por él. La forma en que lo hacía y lo
cuidaba.
Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, lo tiró contra ella y lo
abrazó.
—Lo siento, Falcyn.
Falcyn tragó saliva, deseando empujarla y a su compasión lejos de él
como una enfermedad. Él era un drakomai. El primero de los dragones. No
necesitaba amabilidad ni compasión.
Seguro como el infierno que no quería que fuera de una líder Daimon.
Eso era lo que su mente gritaba. Pero su cuerpo no cooperaba ni
escuchaba. En todos estos siglos, nadie lo había sostenido cuando estaba
herido.
Ni una sola vez.
Siempre fue abandonado durante las horas más oscuras de su vida.
Dejado solo para padecer doler y sangrar hasta que había aprendido a no
esperar nada más.
De cualquier persona.
Pero en lugar de rechazarla por su bondad única, levantó la mano y la
enterró profundamente en su suave cabello para poder abrazarla y saborear
la novedad de este momento. La novedad de ser sostenido y calmado por
alguien que olía como suaves flores de lirio.
Maldita sea.
El calor de su piel era diferente a todo lo que había sentido o conocía. Lo
sacudía hasta el corazón de su ser. Y le tocaba más de lo que quería.
Él la sintió sonreír contra su mejilla.
—Tu piel es más fresca que la de la mayoría, ¿verdad?
Una vez más, tal comentario lo habría llevado normalmente a una ira
justa, pero no oyó desdén o burla en su tono. A ella le divertía el hecho de
que él fuera una criatura de sangre fría.
—Mi temperatura basal es significativamente menor que la tuya, sí.
—Es agradable. Mi piel siempre está caliente. No puedo soportarlo la
mayor parte del tiempo.
—Siempre que quieras refrescarte, me ofrezco a chupar todo el calor de
ti.
Sonriendo aún más ampliamente, ella colocó el más casto beso
imaginable en su mejilla antes de alejarse, y, sin embargo, encendió su
sangre más de lo que alguna vez había sido encendida antes.
¿Cómo de loco era eso?
Aún peor eran las repentinas fantasías en su mente de sostenerla en un
ambiente mucho más íntimo. De hacer el amor con ella por el resto del día
hasta que ambos estuvieran sudorosos y agotados.
Al demonio las consecuencias. Y lo dejó más duro de lo que había estado
nunca. Más necesitado de lo que podía soportar. Lo único que quería era
estar dentro de ella.
Sin darse cuenta de su hambre, Medea se dirigió más profundo hacia el
bosque para buscar a los demás.
—Mi hermano.
Hizo una pausa ante las palabras apenas audibles de Falcyn.
—¿Perdón?
—Me preguntaste por qué no estaba cerca de mi hijo. Mi hermano lo
maldijo.
Medea se congeló al instante. Esas palabras la sacudieron en varios
niveles. No menos importante la que era una muy personal sobre lo que
había resultado después de que su abuelo había maldecido a toda su raza a
morir. Aunque no conocía al hermano de Falcyn, este conocimiento la hizo
odiarlo de inmediato.
—¿Qué clase de maldición?
—Que los mandrake nunca podrían sostener sus formas de dragón por
mucho tiempo. Pueden luchar en ellas, volar en ellas, pero no pueden vivir
permanentemente como dragones. Los mandrake son básicamente nada más
que hombres que tienen la capacidad de asumir el poder de un dragón
cuando lo necesitan.
Ella frunció el ceño ante sus palabras.
—¿Por qué hizo eso?
—Por el propio bien de ellos y el mío —dijo.
Ella no se perdió el tono en su voz mientras hablaba.
—¿Pero no crees eso?
Dejó escapar una risa amarga y burlona.
—La madre de mi hijo estaba tan enfurecida cuando se enteró de que
Max los había maldecido que llevó a Maddor a Landvætyria donde yo no
podía llegar a él. Cuando Igraine y sus hermanas no pudieron encontrar
ningún modo de evitar el hechizo de Max, toda la raza mandrake que
concibieron fue esclavizada y torturada por eso, con mi hijo siendo su
principal chivo expiatorio y el punto focal de su odio. Entonces, ¿cómo
puedo creerlo? Me fue prohibido ver a mi hijo. Para protegerlo de la
crueldad de ellos. Él podría estar de pie a mi lado el día de hoy y no lo
reconocería. Estoy seguro de que me odia. ¿Quién podría culparlo por ello?
Con una respiración entrecortada, sacudió la cabeza.
—No lo sé. Tal vez Max tenía razón. Los Adoni probablemente habrían
encontrado una manera de esclavizarlos para sus propósitos, y tarde o
temprano habríamos estado en guerra con ellos por Morgen y sus
ambiciones. Como la malvada perra que es, ella nos habría enfrentado. Eso
no lo dudo. Así es ella. La guerra habría venido independientemente. Si
Merlín no hubiera aislado a los mandrake aquí detrás del velo hace siglos,
lo más probable es que nos hubiéramos visto obligados a sacrificarlos por
su bien y por el nuestro. Pero el padre en mí no se preocupa por nada de
eso. Hubiera encontrado una forma de salvar a mi hijo.
—¿Y tu hermana? ¿Por qué está atrapada aquí?
Él hizo una mueca.
—Ella vino aquí por mí y por Maddor. Aunque a mí me estaba prohibido
visitar Landvætyria, a ella no. Morgen y sus tías intentaron engendrar más
mandrakes con otros dragones. Los atraerían aquí, los criarían y luego los
matarían. No sabía la última parte hasta después de que el hijo de Arturo,
Anir, me trajo la noticia de que Xyn estaba muerta. Que había muerto
mientras trataba de liberar a Anir, a su ejército y a Maddor de Morgen.
—¿Pero ella es una estatua? ¿No murió? —Eso era lo que Brandor había
dicho.
—Debería haber pensado en eso. Debe haber sido lo que ella estaba
haciendo en vez de matarlos. —Soltó un largo suspiro—. Siempre fue la
crueldad especial de Morgen para sus enemigos. Anir y cada soldado bajo
su mando fueron convertidos por su magia en su Legión de Piedra personal.
Medea frunció el ceño ante el término desconocido.
—¿Legión de Piedra?
—Un ejército de gárgolas. El único alivio que Merlín pudo darles por el
mal de Morgen es que, bajo la luz de la luna llena, se vuelven humanos
hasta el amanecer. De lo contrario, son estatuas congeladas durante la luz
del día y son su ejército siempre que lo necesite.
¿Así que los maldijo y luego los obligó a luchar por ella? Síp, qué perra
cruel. Ni siquiera su madre era tan mala, y su madre podía ser brutal.
—¡Eso es horrible!
Él asintió.
—La compasión no es una de las virtudes de Morgen.
—¿Y la madre de Maddor? ¿Quién era? —Esperaba que no fuera
Morgen.
Cuando él habló, supo que tenía razón. Pero la verdad era aún peor.
—La madre de Morgen.
Medea se sintió enferma ante esa noticia.
—¿Morgen le Fey es la media hermana de tu hijo?
Un tic comenzó a palpitar en su mandíbula.
—En efecto.
—¿Morgen lo sabe?
—Estoy seguro de que sí. No es como si Igraine o sus hermanas alguna
vez lo ocultaron.
Y aun así Morgen había esclavizado a su propio hermano...
Aunque en realidad, ¿por qué se sorprendía?
Si las leyendas eran ciertas, Morgen había hecho cosas mucho peores que
eso a su familia. Especialmente a su hermano Arturo. Así que por qué
esperaba que tuviera alguna compasión por Maddor, no lo sabía.
Por eso Medea no tenía ninguna consideración por la humanidad. Por qué
los veía como parásitos. Su crueldad era verdaderamente espectacular y
superada sólo por los propios dioses.
Deseando un mundo mejor para todos ellos, Medea hizo una pausa en
medio del bosque, al darse cuenta de que todo aquello parecía igual. Una
persona podría fácilmente perderse y nunca encontrar una salida del bosque.
Girar y caminar en círculos sin saberlo nunca.
Sin embargo, Falcyn iba por el paisaje como si supiera exactamente hacia
dónde se dirigía.
—¿Dónde estamos?
Él le dedicó una sonrisa sarcástica.
—En un bosque oscuro y encantado.
Ella puso los ojos en blanco ante su sarcasmo.
—Impertinente. ¿Adónde vamos?
—Al palacio de Merlín. Ya que fue el último lugar que discutimos, creo
que es donde es más probable que encontremos a los otros.
—Y sabes el camino... ¿cómo?
—Aunque mis poderes no están a la altura, todavía puedo sentir el
corazón, por así decirlo, de este lugar. ¿Tú no puedes?
—Pensé que era indigestión.
Él bufó.
—Síp, claro que pensaste eso.
Pero él tenía razón. Podía sentir esos poderes agudos y emanantes. Si no
hubiera estado con ella, los habría evitado. No por miedo. Por respeto. Uno
no entraba en la guarida de un hechicero sin saber en qué se metía.
Sin ninguna solución mejor sobre cómo salir de este lugar, lo siguió de
nuevo.
—Entonces, ¿cómo te enredaste con Igraine, de todas las personas?
—Dragonvane.
Eso no tenía sentido para ella.
—Pensé que eso los repelía.
10
—No veneno . Vane. Es un olor especial que mezcla ámbar y almizcle
con mirra. Tristemente, lo encontramos tan irresistible como un gato a la
hierba gatera.
Ah, eso lo explicaba.
—Estabas drogado.
—Te lo aseguro, no habría dormido con ella de otra manera. Aunque
Igraine era muy atractiva, yo era muy consciente de cómo había matado
brutalmente a su segundo marido con el fin de seducir y luego casarse con
el padre de Arturo. Dado su historial de asesinato de esposos y amantes,
nunca me habría dado un chapuzón en su piscina, si hubiera estado en mi
sano juicio. Ninguna mujer es tan atractiva. —Soltó un suspiro cansado—.
Me hace preguntarme qué hechizo usó en Uther Pendragon. Me cuesta creer
que hubiera sucumbido más rápido que yo.
—Al menos, estás en buena compañía.
—Síp, el Club de los Jodidos. ¡Hurra! Eso lo hace mucho mejor.
Ella le dio un puñetazo en el brazo.
Sorprendido, él se quedó boquiabierto.
—No me tienes absolutamente nada de miedo, ¿verdad?
—¿Debería?
—¿Dado mi historial? Síp, deberías. Yo vivo para hacer comidas de
bocadillos tiernos como tú.
Resoplando, ella se adelantó y sonrió en su cara.
—¿Has visto mi historial, amigo? Entre nosotros dos, probablemente
deberías ser el que tenga miedo.
—Ahora solo estás tratando de excitarme.
—Y eso funciona para ti, ¿eh?
Con una sonrisa perversa, él echó un vistazo a la protuberancia en sus
vaqueros.
—Aparentemente.
Medea se sonrojó al darse cuenta que no estaba bromeando. Realmente
estaba excitado.
¿Peor aún? No se ofendía por ello.
En su lugar, envió una ola de deseo inesperado a través de ella. Y otra de
gran curiosidad. Una que realmente no soportaría investigar. O pensar
acerca de ello, ya que llevaba a sus pensamientos hacia un territorio muy
peligroso.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó él.
—¿De qué?
Una sonrisa burlona curvó sus labios.
—Mucho tiempo, ¿eh? ¿No puedes ni recordar lo que te estoy
preguntando?
Más calor se deslizó por sus mejillas.
—Ha pasado un tiempo. Es difícil intimar con hombres que sabes que
están a sólo un minuto de la muerte. Especialmente después de que ya has
perdido tu corazón y tu alma… al último de los buenos. —Le dirigió una
mirada de acero—. ¿Qué pasa contigo?
—Sé exactamente cuánto tiempo ha pasado desde que dormí por última
vez con alguien. No estaba preguntando por mí.
Ella resopló irritada ante su continuo sarcasmo.
—Estás evitando mi pregunta.
—Lo sé. Y me gustaría seguir evitándola, dado que acabo de tener un
altercado desagradable sobre este mismo tema.
—¿En qué sentido?
Él se frotó el ojo.
—Estuve brevemente y me refiero a b-r-e-v-e-m-e-n-t-e involucrado con
una amazona asesina de dragones.
Ella hizo una pausa para mirarlo.
—Perdón... ¿estás loco?
—Síp, bueno, en mi defensa, funcionó bien para ambos de mis hermanos.
Están muy felizmente casados con dragonswans asesinas de dragones. En
mi caso en el frente de citas, no tanto. Definitivamente ella quería
despellejar mi piel más que subirla. Pero ella es la única razón por la que
pasaba el rato alrededor del Santuario mientras lo hice.
—¿Estabas intentando que funcionara?
—Realmente no. Incluso mi masoquismo tiene sus límites. Me estaba
preparando para marcharme cuando apareciste.
Medea no sabía por qué, pero se sentía mal por él. Y un poco celosa. Pero
al final, su curiosidad sacó lo mejor de ella mientras retrasaba su paso.
—Entonces, ¿qué salió mal?
—Mientras yo estuviera en un cuerpo humano, ella estaba bien. Por
desgracia, no puedo quedarme en uno. Tarde o temprano, tengo que ser lo
que soy. Y humano no es. En el momento en que cambié y Tis se acordó de
que soy un animal, perdió la cabeza.
Medea trató de imaginar cómo debía verse como un dragón. Era difícil
pensar en este hombre increíblemente sexy con escamas y garras. Pensar en
él como una enorme bestia.
Por supuesto, era enormemente grande en forma humana, también. Hasta
sus manos eran gigantescas.
Lo cual la hizo sentirse aún más curiosa…
—Entonces, ¿cómo es que puedes cambiar de forma? No pensé que un
drakomai de sangre pura pudiera hacer eso.
—La mayoría no puede.
Ella le arqueó una ceja.
—Pero…
Esta vez fue él quien hizo una pausa. Se volvió para mirarla como si
quisiera ver su expresión.
—Puedo cambiar por la misma razón que tu padre puede.
Eres un idiota fue el primer pensamiento que tuvo ella, pero rápidamente
fue seguido por la verdad.
Una verdad que la golpeó con fuerza.
No…
Su estómago se encogió.
—Eres un semidiós.
—Técnicamente, soy un dios completo que fui maldecido en mi
nacimiento.
Ah, síp, ahora una úlcera empezaba a formarse. O eso, o ella se estaba
preparando para dar a luz a un diamante, porque su estómago se tensó lo
suficiente como para crear uno en el hoyo de su vientre.
—¿Qué?
—Ya sabes —dijo sarcásticamente—. Mis dos padres eran dioses. Mi
madre hizo una jugada por el líder de su panteón, y cuando su esposa se
enteró, ella reaccionó como cualquier diosa lo haría. Tristemente, los
poderes de mi madre no eran lo que ella pensaba que eran, y aprendió de la
manera más dura cuán débil era en comparación con Shyamala.
Medea frunció el ceño mientras trataba de seguir su explicación.
—¿Shyamala? No conozco a una diosa con ese nombre.
—Sí, lo haces. La conoces por su nombre más contemporáneo. Azura.
Medea sintió que la sangre se escurría de sus mejillas mientras hacía la
conexión más horrible de todos los tiempos.
Si Azura era la diosa que maldijo a su madre por coquetear con su pareja,
había solamente un dios masculino que podría haberlo engendrado.
Santa jodida mierda...
—Eres hijo de Noir.
El rey dios de todo mal.
Capítulo 8
Esto era muy malo, y en muchos niveles. Falcyn giró lentamente mientras
intentaba pensar en cómo combatir a los SODs. Pero como Medea, sintió el
abrumador sentido de la duda en sus habilidades para hacer algo, y la última
desesperación.
Nunca lo había sabido.
¡Soy drakomai!
Sí, ¿y qué? Así son muchos dragones…
¿Qué te hace un copo de nieve especial?
Tenía que sacar esta mierda de su cabeza antes de que se volviera loco. Y
desde la profundidad de esa locura, solo había un lugar al que podía pensar
ir.
—¿Medea?
Ella lo miró.
—Odio este sentimiento, libélula. ¿Cómo lo combates? ¡Quiero algo
externo que pueda matar!
Lo mismo que él. Esto era muy insidioso. Como una locura consumiendo
su voluntad y deseos. Estaba tan cansado de eso. Como si un peso
presionara sobre no solo su voluntad, sino en todo su cuerpo.
Necesitaba a Blaise o a Brandor para explicarle lo qué sería el enemigo
mortal de esos bastardos para que pudieran usarlo contra ellos y acabar con
esto.
—Todo tiene una debilidad. Podemos encontrar las suyas.
—¿Cómo? Ni siquiera podemos verlos. Es imposible. Imposible. Nunca
ganaremos.
En ese momento, odió a su hermano Max más de lo que había hecho
antes. ¿Por qué? Porque las siguientes palabras de su boca salieron
directamente de su hermano y él lo sabía. Prácticamente podía oír la voz de
Max sobre la suya mientras decía las terribles palabras felices que lo
enfermaron.
—Nada es inútil.
Sí, él deseaba estar de vuelta en el Santuario para poder golpear la mierda
fuera de ese bastardo siempre optimista.
Cómo odiaba al Sr. Merry Sunshine.
Tan malo como Max había sido antes de estas últimas semanas, era dos
veces más horrible y santurrón ahora que tenía a su dragonswan y a sus
hijos con él. Había momentos en que Falcyn estaba seguro que vomitaría
por la sobrecarga de sacarina al estar rodeado por muchos de ellos. Lo único
peor que Max eran sus hijos y su esposa.
Especialmente ese hijo optimista que Seraphina se había atrevido a
nombrar como su hermano Hadyn.
Queridos dioses, era como si alguien hubiera clonado a Max.
Se estremeció. Y Hadyn cagaría en un ladrillo para conocer su feliz Opie
Taylor, actuando como su homónimo.
Con una mueca de desprecio, Falcyn trató de limpiar físicamente con sus
manos, pero era inútil. Por mucho que se rascaba la piel o la frotaba, la
sensación permanecía.
—¿Qué te quitó la duda?
—Confianza —dijo Medea—. Un salto de fe. Darle con un martillo a la
cara a quien te hizo dudar de ti mismo. Personalmente, me gusta esto
último.
Él se rió por su tono hosco y sus palabras le sonaron a él, como le
gustaría algo mejor.
Luego se puso serio.
—¡Eso es!
—¿Qué? ¿Puedo golpear a alguien con un mazo? Estoy jugando si tú
juegas. Solo señala al bastardo.
Él hizo una mueca ante su repentina felicidad y lo que la había causado.
—Tanto tiempo como estés desnuda, puedes darme de martillazos todo lo
que quieras.
Ella puso los ojos en blanco y bufó.
—¿Esa es realmente tu solución?
—No, pero ahora tengo una imagen de ti desnuda encima de mí otra vez
y he olvidado completamente mi tren original de pensamiento.
—¿En serio?
—Por desgracia, sí. Me distraes terriblemente. ¿Qué estaba diciendo?
—Oh, Dios mío, ¡Falcyn! ¿De verdad?
Echó la cara hacia arriba y gimió.
—Sí. ¿Adónde iba hace un minuto? Parece que he perdido mi camino en
el valle profundo de tu camisa hundiéndose entre tus senos.
Ella lo golpeó ligeramente sobre su estómago.
—Estábamos hablando de alejar la duda ¿Recuerdas? Dije confianza y
saltos de fe.
—¡Oh sí… sí! Tenía un pensamiento sobre eso. Saltos de fe. ¿Ya sabes?
Medea le frunció el ceño. Lo dijo como si ella debería entender algo
arcano Detrás de esa frase. Pero no significaba nada para ella.
—¿Sí? Bueno…
Se desinfló ante sus ojos y sacudió la cabeza.
—Sigo olvidando que eres una Apolita. Sin experiencia real entre los fey.
—Lo siento. No estamos en sus listas de fiestas.
—Confía en mí, estás mejor fuera. La última vez que salieron a jugar con
tu gente, hicieron la raza Were Hunter.
Ella se burló de su simplificación excesiva de ese acontecimiento
histórico importante.
—Dagon no era una criatura fey. Y creo que, como dios sumerio, él
estaría altamente ofendido por tu categorización como tal.
—Cierto. Pero como su hermano, estoy moralmente obligado a reventar
sus chuletas en cada oportunidad que consigo. Lo cual apreciaría si
estuviera aquí y volvería diciendo insultos con gusto. Y probablemente un
puñetazo.
Su mandíbula cayó en algo que ella había sido completamente
inconsciente.
—No eres realmente su hermano, ¿verdad?
—Lo soy, ciertamente. La mitad, de todos modos. Hekate era su madre.
Pero compartimos el mismo pedazo de mierda del donante de esperma.
—¿Por eso se unió al panteón sumerio?
—Eso fue en su mayoría una mala pelea de rebelión adolescente… o,
más al punto, un combate de crisis de mediana edad por un dios. —Falcyn
hizo una pausa para considerarlo—. O tal vez, ¿dada su reciente extrema
edad avanzada, lo mejor sería considerarlo un berrinche pre adolescente?
Se rió de la forma en que resumía las cosas. El dragón tenía un fraseo y
una perspectiva.
—Tienes un interesante árbol genealógico.
—Dice la mujer relacionada con Apolo y el rey de los Daimons.
—Y tú estás fuera de punto de nuevo… He notado que tiendes a hacer
eso. Mucho. —Gesticulando hacia los árboles a su alrededor—. ¿Saltos de
fe? ¿A dónde ibas con eso?
—Oh sí. Lo siento. La fe es una palabra moderna para los fey. Y, saltos de
fey, fue una vez un término para el agua corriente y fresca acumulada en un
arroyo, en contraposición a un bien.
—De acuerdo… —Todavía no tenía ni idea de a dónde iba con eso.
—Estoy pensando que, si podemos recolectar algo, podremos usarlo para
deshacernos de ellos.
¡Ah! Eso tenía sentido. A menudo se utilizaba el agua corriente para
perseguir a los espíritus malévolos. De ahí la tendencia de arrojar agua
bendita en los exorcismos. Y por qué algunas especies paranormales no
podían cruzar arroyos o ríos.
—Eso se merece un intento.
—Es lo que estoy pensando.
—Pero, ¿y si no encontramos nada? —Suspiró pesadamente—. ¿Y si no
funciona? ¿Y si no hay esperanza y nos quedamos así para siempre?
Gruñó profundamente en su garganta.
—¿Estás dudando de mí?
Medea le dedicó una mirada de no.
—Estoy poseída por los espíritus de la duda. ¿Te lo crees? Por supuesto
que estoy dudando de ti. Y gracias por esta maravillosa experiencia, ¡por
cierto! Mucho mejor que un viaje a Disneyland. No puedo creer que me
fuera de casa por esto.
Él soltó un “heh” en su sarcasmo continuado.
—Solo ayúdame a encontrar algunos fey del agua.
—Eso no estalla cuando lo tocamos.
—Exactamente.
Suspirando, ella lo siguió mientras buscaban un arroyo o riachuelo.
—Supongo que debo estar agradecida, considerando todo.
—¿Cómo? —preguntó Falcyn.
Señaló el cielo gris y nublado.
—Por lo menos no estoy estallando en llamas a la luz del día.
Se calló ante sus palabras.
—Haces eso mucho, ¿verdad?
—Bueno, estaba amonestada por eso cuando era niña. Después de que
Apolo hiciera su maldición.
—¿Pero ya no?
—¿Esa sangre de demonio que me oliste?
Él asintió.
—Me permite aprovechar sus poderes y me protege de su maldición. Con
eso, puedo caminar a la luz del día. No por mucho tiempo. Solo me deja
con unas desagradables quemaduras de sol y la carne no explota. Y soy
completamente inmune a su maldición en otros reinos, como este. —Cruzó
sus brazos sobre su pecho—. La sangre de demonio por lo menos me da
tiempo a hacer algún daño en el reino humano para ir detrás de los
enemigos donde y cuando son más vulnerables.
—Te gusta ser un villano, ¿no?
Eso era una obviedad.
—¿Jugué con las reglas y qué conseguí? Un corazón roto y una familia
asesinada. El cuerpo reventado. A la mierda. Así que sí. Aprendí a
endurecer mi corazón y a dar tanto como recibo. Con gusto.
Él la hizo detenerse.
—Conozco el sentimiento.
—Lamento mucho que lo hagas. Nunca te habría quitado a tu hijo.
Especialmente no como tu hermano lo hizo. Si quieres, te ayudaré a
patearle el trasero.
Con una expresión tierna, rozó su pulgar contra su mejilla.
—Y yo nunca hubiera permitido que los humanos hicieran daño al tuyo,
o a ti.
Una lágrima cayó de su ojo cuando esas palabras sinceras le cantaron.
—Encontraremos a tu Maddor por ti. Deberías conocerlo al menos una
vez en tu vida.
—No sé si es una buena idea.
—Esa es la SOD hablando.
—No. Es el sentido común el que habla. Estoy seguro de que me odia por
lo que mi hermano le hizo. Me odia por no encontrarlo antes. —Juntó las
cejas en profunda consternación—. Tienes razón. Esa podría ser la SOD
hablando y no yo.
Levantándose sobre los dedos de los pies, le besó la mejilla.
—Eres adorable cuando te sonrojas. La incertidumbre te queda bien.
Falcyn saboreó la dulzura de su toque.
—¿Por qué eres tan amable conmigo?
—No tengo ni la más mínima idea. Realmente no soy yo. Normalmente
soy una perra importante para todo el mundo. —Se alisó el cuello—. Pero
algo en ti hace que quiera arrancarme las garras.
Se tocó la oreja.
—Sí. Siento lo mismo contigo. Hay una calma dentro de mí cada vez que
te acercas. Y no lo entiendo. Incluso ahora. La mayoría saca a la bestia en
mí. Pero tú… pareces sacar solo lo mejor.
Esas palabras hicieron que sus ojos se aguaran. Incluso más extraño, la
hacían sentirse mareada como una niña otra vez. Algo que no había sentido
en innumerables siglos.
Más que eso, él la hacía sentirse segura de una manera que nadie jamás lo
había hecho.
Era tan peculiar. No desagradable.
Pero extraño, sin embargo.
—¿Cómo te sientes en la forma de tu dragón?
—Estoy seguro de que no quieres saberlo. Tiende a aterrorizar a los
nativos.
—Apuesto a que eres hermoso.
Él rió amargamente.
—Apuesto a que gritarías.
—Apuesto a que no.
—Nunca conocí a una mujer no dragón que no gritara al verme por
primera vez en mi cuerpo real.
Se puso de pie audazmente ante él, con las manos en las caderas, para
enfrentarse a él.
—Nunca me has conocido.
Gruñendo bajo en su garganta, sintió levantarse el dragón en él. La bestia
estaba hambrienta y era feroz. No esperaba nada de eso.
Sin embargo, esta vez, funcionó.
En un abrir y cerrar de ojos, se transformó en su brillante cuerpo de
dragón rojo.
Medea dio un paso atrás. No por miedo.
Por respeto. Era una bestia enorme y peligrosa. Incluso más grande de lo
que ella había esperado nunca. Sus escamas rojas relucían como si tuvieran
manchas doradas en su color rojo. Largas y brillantes garras de oro y
colmillos curvos sobresalían, recordándola que era un depredador del orden
superior.
De hecho, su cabeza sola era más grande que todo su cuerpo.
Audaz. Sin aliento, se acercó a él hasta que pudo poner su mano sobre su
gran hocico.
—Eres hermoso —dijo, acariciándole la mejilla, bajo su gran ojo rojo de
serpiente. Supuso que sus escamas estarían secas y frías al tacto, pero más
bien eran suaves como pétalos de rosa, y, sin embargo, tan duras como el
acero caliente—. ¿Puedes entenderme?
Te entiendo.
Ella rió en voz alta.
—¿Todavía puedes hablar conmigo?
Puedo.
—¡Esto es increíble! ¿Puedo subir encima de ti?
Su profundo rumor se apoderó de ella.
Ya lo hiciste, lady Apolita. Te dije que siempre estoy a tu disposición.
Empujó juguetonamente su hocico.
—¡No es lo que quiero decir y lo sabes!
Una silla de montar mágicamente apareció en su espalda.
Sube a bordo.
Sin embargo, en el momento en que ella avanzó hacia él, las sombras se
acercaron. Al principio ella no pensé en ello.
Ni Falcyn tampoco.
No hasta que alguien la arrancó hacia atrás y ambos se dieron cuenta de
que era un SOD. Rodeándola, la obligó a alejarse de él y cubrió su cuerpo.
Furioso, Falcyn cambió de nuevo al cuerpo de su ser humano.
Pero era demasiado tarde.
El demonio fey la tenía.
Capítulo 11
—¡Sacude a ese hacedor de dinero, nene! ¡Ve tú! ¡Haz que esa barrera
pague! ¡Patéala! ¡Muéstranos más bíceps! ¡Azota hasta que sangre! Vamos,
puedes hacerlo. ¡Golpea más duro! Pon un poco de músculo en él.
Atónito e irritado, Falcyn se volvió para mirar a Medea mientras se
sentaba al lado de Brogan y les abucheaban mientras él, Urian, Blaise y
Brandor buscaban alguna manera de romper la barrera. Con las manos en
las caderas, él estrechó su mirada hacia ella.
—No es útil.
Medea se llevó la mano a los labios antes de acercarse a Brogan para
susurrar en voz alta.
—Tampoco lo son sus intentos, pero notarlo no les detiene de intentarlo.
Brogan se echó a reír.
Falcyn arqueó una ceja ante su extravagante humor. Y fue entonces
cuando se sorprendió por lo diferentes que eran las dos mujeres. No solo
porque una era rubia y la otra morena. Medea estaba vestida de cuero negro,
camiseta apretada y vaqueros, y botas de tacón con un aura innata de te-
cortaré-si-me-irritas que sangraba de cada fibra de su ser. Mientras tanto,
Brogan era mucho más suave con su gasa multicolor verde y marrón
brillante que flotaba sobre su marrón cuero. Aunque era una poderosa
kerling con las habilidades de una Vidente de la Muerte, había un aire de
serena dulzura.
Qué enfermo por su parte que prefiriera el fuego áspero de Medea y su
espíritu a la naturaleza mucho más tenue y tranquila de Brogran.
Sí, no sentía nada por la kerling, pero una mirada a Medea era suficiente
para ponerle duro y dolorido por otro sabor de sus exuberantes y llenas
curvas.
Incluso mientras ella lo insultaba frente a todos.
—En lugar de bromear, mujer, podrías intentar ayudar.
Ella destelló una sonrisa para exponer un toque de colmillo que, por
alguna razón loca, encontró adorable.
—Estoy ayudando. Te estoy dando ánimos, libélula.
Su mandíbula se desencajó de su articulación, y se volvió hacia Urian.
—¿Considerarías esto alentador?
—¿Viene de mi hermana? Sí. No te está tirando cosas o nos está
insultando directamente a nosotros o a nuestra paternidad. Infierno de una
mejora, si me preguntas. Me hace preguntarme qué le has hecho que
actualmente localizó algo parecido al humor y buena naturaleza.
Medea disparó una explosión a Urian, que hábilmente esquivó y se rió
antes de devolver una de las suyas.
—¡Oye! —exclamó Falcyn, apartando a Urian—. ¡Juega limpio! Si
lastimas a tu hermana te freiré el culo. Cenizas o ninguna ceniza.
Medea se enderezó desde donde se había zambullido para esquivar la
explosión de Urian.
—Díselo, dulces mejillas.
Urian frunció el ceño.
—¿Está borracha? —Miró de nuevo a Blaise y Brandor.
—¿Qué le lanzaste otra vez?
—Agua. —Brandor se enjugó la frente.
Medea se burló.
—Estoy bien. Estamos disfrutando de la visión de la terquedad masculina
en su mejor momento, y preguntándonos en qué punto cederán derrotados a
la protección de Penmerlin. —Miró a Brogan—. ¿Cuánto tiempo han estado
golpeando a esa pobre cáscara indefensa?
—Por lo menos una hora. —Brogan arrugó su nariz.
Blaise disparó una súbita explosión que rebotó y golpeó a Brandor
directamente en el pecho. La explosión le golpeó de nuevo a cuatro metros
y le envió la cabeza sobre los talones hasta que aterrizó sobre su costado, en
un montón humeante.
Medea se echó a reír de nuevo.
Con un gemido, se colocó en una posición sentada para mirar a Blaise.
—¿En serio, mandrake? ¿De verdad?
Temblando de miedo por su hermano, Brogan se puso de pie para revisar
a Brandor y asegurarse de que no atacaba a Blaise por la ira de su
indignidad.
Medea abrió la boca y frotó su pulgar contra su colmillo.
—Ya sabes, Falcyn, creo que debes poner en el muro más puntos extra en
todos tus lamentables escondites.
—Al menos estamos haciendo algo. Podrías intentar manejarlo, ¿sabes?
—¿Por qué? Evidentemente no se está moviendo. Si la pura fuerza de
voluntad pudiera abrirla, te lo daría y se habría rendido hace diez horas.
—Hace una hora.
—Tomate. Tomate. —Apoyándose en su lado, ella apoyó su cabeza en su
mano y apoyó su otro brazo en el hueco de su estrecha cintura—. Debería
seguir y echar una siesta mientras que ustedes pierden el tiempo.
No estaba seguro si eran las palabras o su nueva posición, pero en ese
momento una siesta era lo último en lo que podía pensar.
Medea desnuda debajo de él…
Sí, esa imagen era vívida y aguda. Y hacía sus pantalones
incómodamente apretados en la entrepierna.
Más agitado aún, le dio la espalda y pensó en darle patadas al escudo. No
haría nada bueno, pero en este punto, estaría dispuesto a lanzar un zapato
solo para obtener algo de satisfacción de la agravante y maldita cosa.
Al menos eso era lo que pensaba hasta que una luz aguda casi le cegó.
Invocando su fuego de dragón, estaba a punto de soltarlo cuando la
sombra tomó forma de un hombre que conocía bien.
Uno en quien no confiaba en absoluto.
En el momento en que vio el resplandor que envolvía la mano de Falcyn,
Shadow elaboró en corto tiempo el fuego en sus propias manos como para
tomar represalias.
—¡Vaya, dragón! ¡Abajo, chico!
—¿Qué estás haciendo aquí?
Después de dejar que el fuego en sus manos desapareciera, Shadow sacó
uno de los tres amuletos que llevaba al cuello sobre su cabeza.
—Tengo un regalo para ti.
Mientras decía esas palabras, otra forma apareció al lado de Shadow.
Puesto que Shadow no reaccionó a la peculiar gárgola con él, Falcyn
asumió que debían ser aliados, ya que Shadow toleraba a pocos de pie en su
periferia donde podrían atacar sin ser visto. Sobre todo, porque la gárgola se
quedó atrás y cruzó los brazos sobre su musculoso pecho como si estuviera
contento de esperar a que terminaran su negocio.
Sí, definitivamente eran aliados de algún tipo.
—Es una llave de portal —dijo Blaise instantáneamente—. Puedo
sentirlo en él.
—El mandrake está en lo correcto. Varian me envió a escoltarlos a todos
de aquí.
—Tenemos que volver al Santuario. —Medea se puso en pie—. Hemos
malgastado suficiente tiempo.
—Primero tenemos que liberar a los dragones de Camelot —le recordó
Blaise.
Medea rodó los ojos.
—Son estatuas, ¿verdad? Lo han sido durante siglos. ¿Qué son unos días
más? Mientras tanto, mi pueblo se está muriendo mientras hablamos.
¡Tenemos que salvarlos!
Blaise se acercó a ella a grandes zancadas. El hecho de que pudiera
caminar tan seguramente mientras era ciego, sorprendió a Falcyn. Siempre
lo había hecho. Sin embargo, se detuvo frente a ella para que pudiera hablar
con agudos golpes de staccato.
—Si Morgen libera a los dragones, romperá a través de tus Daimons. De
todos modos, morirán.
—Y la hermana de Falcyn está entre los que están en Camelot. Ella será
la primera a la que Morgen matará si la despierta. ¿También la condenarías?
Falcyn arqueó una ceja ante la inesperada revelación de Brandor. No
tenía ni idea de que Xyn fuera uno de los dragones congelados bajo
Camelot. Y lo sorprendió que los cortesanos fey supieran de su presencia
allí cuando acababa de aprender eso.
Shadow frunció el ceño mientras los escuchaba discutir. Después de una
segunda ronda de sus escalonados golpes, silbó.
—Si bien este argumento es realmente poco divertido e improductivo, y
no me importa menos el resultado, me siento obligado a mencionar algo que
podría resultar interesante. —Esperó hasta que todos estuvieron frente a él
antes de hablar de nuevo—. ¿Por qué Morgen convocaría a Maddor para
esto? Parece un enorme desperdicio de sus talentos, si me lo preguntas.
Falcyn sintió que el color se le escurría de la cara.
—¿Qué ilusiones estás sufriendo?
—No hay delirios, amigo. Justo antes de irme, enviaron un guardia tras
él. Conociéndola, no era para el café o té, ni para un bocado de la tarde.
Mientras él soporta algunas características similares con sus amantes
pasados… —cortó una mirada significativa hacia Brandor—… no es su
tarifa habitual, y ella normalmente lo mantiene con una corta correa, a poca
distancia, que odia a la bruja con una pasión desesperada y es probable que
le arranque la garganta un día. Pero ninguno de nosotros podría averiguar
por qué ella lo querría. Generalmente solo lo llama para la guerra.
Medea maldijo entre dientes mientras un mal sentimiento la atravesaba.
Solo uno le vino a la mente.
Y en el momento en que se encontró con la mirada de acero de Falcyn,
supo que tenía el mismo pensamiento aterrador que ella.
—Ellos planean usarlo para atraerte, ¿verdad?
Falcyn asintió.
—Está caminando a una trampa.
Por la expresión en su cara, ella conocía el dolor en su corazón.
Y lo que necesitaba hacer.
—¿Urian? —Sacó el anillo de su meñique y se lo tendió—. Ve con
Davyn y asegúrate de que está bien. Dile que estaré allí con la piedra
dragón tan pronto como pueda. Por favor, mantenlo a salvo para mí.
Falcyn le dirigió una mirada de perplejidad.
—¿Qué estás haciendo?
—No voy a dejar que entres en esa pesadilla sin alguien a tu espalda.
Dios o lo que seas, todavía necesitarás algún apoyo con el que puedas
contar.
—¿Qué hay de tu gente?
—No son mi hijo. Pero Maddor es el tuyo. —Las lágrimas empañaron su
visión—. Por eso, marchamos al infierno mismo.
Su expresión se suavizó en la más tierna mirada imaginable. Una que tiró
a su corazón. En dos pasos, se movió para estar de pie delante de ella y la
tiró contra él por el beso más caliente que había conocido.
Y cuando él retrocedió, vio la primera chispa de amor en sus ojos
mientras acunaba su rostro en sus callosas manos. No dijo las palabras, pero
ella sabía lo que significaba la suavidad en sus ojos. Era la misma mirada
que Evander la había dado tantos siglos antes. Una que había echado tanto
de menos que por un momento, casi la rompió, cuando nunca, nunca jamás
había pensado que otro hombre la miraría así. Sintiendo la repentina
avalancha primaria a través de su cuerpo quiso sujetarle a salvo y
mantenerle cerca.
Para siempre jamás.
Con una respiración irregular, empujó sus tiernas emociones a un lado y
se forzó a recordar su enojo que la mantenía fuerte.
Esto era sobre sangre. Y juramentos.
Familia.
Hoy lucharían. Mañana, sentiría.
Brandor se aclaró la garganta mientras daba un codazo a Urian.
—Estoy pensando que no solo se perdieron en esos bosques.
—Sí… —Urian soltó la palabra—. Me pregunto si debería golpear el
culo del dragón ahora, o más tarde.
Medea mordió la barbilla de Falcyn, luego se volvió hacia su hermano.
—Pon un dedo en mi libélula, hermano, y te faltarán partes vitales del
cuerpo.
Urian resopló.
—No es una gran amenaza, viendo cómo nunca las usas, de todos modos.
Medea frunció el ceño mientras se enfrentaba a Shadow.
—¿Te conozco?
—No.
Y todavía tenía una extraña sensación de que se habían encontrado en
alguna parte. Que ella lo había visto. Algo en él era increíblemente familiar.
No sabía qué.
Falcyn la rodeó.
—Shadow, haz que Urian regrese al Santuario. Nosotros…
—Ah, no —dijo Urian, interrumpiéndolo—. Nos quedamos juntos.
Shadow intercambió una mirada menos que divertida con su gárgola.
—Oh sí, porque un grupo heterogéneo grande y desconocido que se
esconde a través de Camelot nunca se nota. Por nadie. O informar a Morgen
y a sus perras suena como un gran plan suicida para mí. Me alegra que
Varian me ofreciera para esta feliz aventura en la tortura y el infierno. ¡Fey
rata bastarda que es!
—No insultes a mi padre así.
Todos se quedaron boquiabiertos ante la indignada gárgola.
La gárgola miró a su alrededor y sus expresiones sorprendidas.
—Bueno, obviamente soy adoptado. Aunque mi padre pudiera tener una
moral cuestionable, prometió que nunca se había vuelto loco con una roca.
Medea se rió por la última cosa que había esperado. Una roca con sentido
del humor.
Shadow sonrió.
—Me doy cuenta tardíamente que debería haberlos presentado a todos.
Beau duFey… estos son… ellos. Mejor conocidos como los que van a
conseguir que nos maten.
—¿Es un miembro de la Legión de Piedra? —Medea recordó a Blaise
hablando sobre ellos antes.
Beau levantó las alas.
—La Legión eran todos miembros de la Mesa redonda. Caballeros que
fueron maldecidos. Nací mucho después de que Morgen tomara Camelot de
Arturo.
—De hecho, nació no muy lejos de aquí.
Beau asintió hacia Blaise.
—Tío Blaise estaba allí por eso. Más o menos.
Blaise se dirigió a la gárgola.
—Y deberías haber hablado antes para hacerme saber que estabas aquí
con Shadow. Pensé que sentía otra presencia, pero luego te quedaste quieto
y ya no te sentía.
Beau lo abrazó.
—Lo siento, tío. Parecías muy ocupado y no quería entrometerme.
Blaise le dio una palmada en la espalda antes de dejarlo ir.
—Ese es el problema con todas las gárgolas de nacimiento… no es un
grupo muy detallado.
Falcyn colocó su brazo sobre Medea.
—¿Estás segura de esto? Shadow tiene razón. Caminar hacia Camelot
con nosotros no es la mejor apuesta.
Ella asintió.
Él se inclinó para besarle la cabeza.
Tan pronto como la ternura había llegado, desapareció en el instante en
que Falcyn se encontró con la mirada de Shadow.
—Está bien, demonio, a Camelot para ver qué problemas podemos
encontrar.
Shadow soltó un gemido feroz.
—¿Por qué siempre termino con el loco?
Urian le guiñó un ojo.
—¿Pájaros del mismo plumaje?
Shadow se burló de él.
—Ahora recuerdo por qué no me caes bien. —Barrió con su mirada a
Blaise y Falcyn—. Cualquiera de ustedes, en lo que respecta a eso. —Con
una respiración profunda, Shadow crujió sus nudillos—. Muy bien, chicos.
Última oportunidad. Aquellos que quieran un billete para la Cordura, que
levante la mano y saldremos al portal a su reino casa.
Esperó un minuto antes de soltar un gruñido exagerado.
—Muy bien entonces, que sea el suicidio. Abróchense el cinturón,
ranúnculos. Mantengan las manos dentro del coche en todo momento y no
intenten sacar la cabeza. Gracias por elegir montar en La Gran Estupidez
hoy, y por arrastrarme a esto cuando me gustaría mucho más estar en casa,
clasificando mi ropa interior sucia y viendo crecer la hierba.
—Ah, deja de castigarte. —Blaise le dio una palmada en el brazo—.
Adoras la emoción.
—Sí, sigue creyendo esas mentiras, mandrake e inhalando esos vapores.
—Shadow manifestó una larga cuerda.
Medea frunció el ceño mientras caminaba hacia Brogan con ella.
—¿Qué estás haciendo?
Se detuvo para darle una mueca irritada.
—Bueno, cariño, si marchamos a través de las puertas delanteras, el
Círculo entero de Morgen descenderá sobre nosotros como buitres de
camino a la carretera. Y mientras que tengo más estupidez que el hombre
medio y un cierto talento para la teatralidad, realmente puedo pasar sin una
evisceración. El hecho es, que he hecho mi mejor esfuerzo para evitar la
experiencia durante la totalidad de mi vida excepcionalmente larga. —
Anudó la cuerda alrededor de la cintura de Brogan.
—Planeas llevarnos a través de la Tierra de las Sombras. —La voz de
Brogan era más que un susurro.
Él asintió.
—Si nos teletransportáramos a Camelot, Morgen lo sabrá al instante. La
única manera segura de entrar y salir es mi reino.
Medea estaba aún más confundida cuando Shadow se movió para hacer
un lazo y atar a Brogan con Brandor.
—Y entonces pregunto de nuevo… ¿por qué la cuerda?
—Te impide perderte en la oscuridad, princesa. —Shadow se movió al
lado de Blaise.
—¿Recuerdas la SOD? —le preguntó Brandor.
—Sí.
Brandor comprobó el nudo en su cintura, lo que le dijo cuán grave era
esto.
—Vamos al mundo que los engendró.
Su corazón dejó de latir mientras comprendía.
—¿El hilo entre los mundos?
Shadow asintió.
—Hogar dulce jodido hogar. La cuerda es para evitar que cualquier cosa
me arrebate a uno de ustedes mientras me muevo a través de él.
Porque perderse allí era no volver a verlo nunca más. La oscuridad estaba
siempre hambrienta y buscaba cualquier alimento que pudiera encontrar.
La vida era su sustento número uno.
Shadow ató a Urian.
—Mantén tu miedo bajo control. La ira más. Recuerda que las sombras
son solo una burla de las formas y sentimientos que están intentando
duplicar. Nebulosa y transitoria, carecen de toda sustancia y forma. Se
dispersan con miedo ante el primer signo de luz, porque saben que no
pueden mantener su propia forma. El engaño y el truco son las armas
primarias que las sombras utilizan para distraer a los incautos y engañarlos
pensando que son algo que no son. Pero al final, esas sombras no son más
que trucos de baile que se aprovechan de las mentes desprevenidas,
incapaces de diferenciar la mentira de la verdad. Cuando todo está dicho y
hecho, las sombras son tragadas ya sea por los rayos del sol abrasador o por
la oscuridad que los come enteros.
Se detuvo frente a Medea.
—¿Tienes miedo?
—La verdad nunca me asusta. Estuve aquí antes de que comenzara el
tiempo y estaré aquí durante mucho tiempo después de que tus sombras
sean olvidadas.
Sonriendo, inclinó la cabeza en respeto por su lucha y valentía. Pero
cuando se acercó a su cintura, Falcyn lo detuvo.
—Me ocuparé de Medea y de mí.
Shadow se lanzó contra él.
—Cuidado, Veles. Ha pasado mucho tiempo desde que he visto este lado
tuyo.
—Sí, y no he olvidado que eres un bastardo mercenario. Como dijiste, las
sombras son cosas engañosas, de hecho. Siempre es más probable que
mientan a que digan la verdad.
Sin vergüenza, sonrió a Falcyn.
—Hacemos lo que tenemos que hacer, para sobrevivir, ¿no es así,
hermano?
Algo oscuro y vil pasó entre ellos en una sola mirada. Un reconocimiento
de sus pasados que cada uno conocía mutuamente, y sin embargo no
querían compartir con nadie más. Fue tan intenso que por unos segundos
esperaba que Falcyn lo atacara.
Finalmente, se estableció para ser nada más que un tic en la mandíbula de
Falcyn.
—¿Por qué no vas a abrazar una pared?
—Ese es mi plan.
Falcyn puso los ojos en blanco.
Cuando Shadow se volvió para revisar los nudos de todos, Falcyn captó
una extraña imagen al ver el perfil de Shadow. Era tan peculiar. Su mente se
trasladó a un recuerdo de Maxis sobre el rostro de Shadow. Pero no una
reciente. Era de Maxis del mundo antiguo cuando había sido adornado con
pieles y pintura.
Extraño… nunca se había dado cuenta de cuánto favorecían a Shadow y
Max.
Incluso la forma en que el demonio se movía.
Shadow hizo una pausa cuando atrapó a Falcyn mirándolo fijamente.
—Por favor dime que no estás pensando en invitarme a salir, dragón. O
peor aún, por una llamada de botín.
Falcyn se burló del mero pensamiento de ser íntimo con alguien tan
traicionero como Shadow.
—Creo que acabo de vomitar en mi boca. Confía en mí, si fuera a doblar
mis gustos en esa dirección, no serías tú.
Medea arqueó una ceja.
—¿Por qué lo odias así? —le preguntó a Falcyn.
—¿Alguna vez te has preguntado cómo Jared fue capaz de cambiar las
espadas por su ejército?
Shadow se congeló cuando una agonía tan profunda que incluso ella
podía sentir oscureció sus ojos.
—No sabes nada de lo que pasó ese día, dragón. —Su respiración era
irregular, y miró a Falcyn—. Me estás juzgando, bastardo… pero no sabes
nada de mi pasado.
—Sé lo suficiente.
—Eso es lo que todos dicen justo antes de recoger las piedras para matar
a una víctima por ser parte de un crimen del que nunca quisieron ser parte.
Regodéate en tu miseria. Gime y lloriquea, dragón. En eso eres bueno.
Algunos de nosotros nunca nos permitimos un refugio donde poder ceder a
semejantes rabietas.
Y con eso, Shadow se movió para atar a Beau.
Beau lo detuvo.
—Puedo caminar por las puertas delanteras de Camelot y nadie lo notará
o será lo más sabio. —Guiñó un ojo a Shadow—. Sin ofensa, las gárgolas
no lo pasan bien en el Nithing. Te estaré esperando en la Torre Sur.
—Ve seguro. —Shadow le dio unas palmaditas en el brazo.
Beau extendió sus alas.
—Y tú. —Él se lanzó en vuelo y desapareció rápidamente en las nubes
oscuras y grises.
Con su expresión sombría, Shadow se volvió hacia ellos.
—Recuerden evitar a las SODs. No escuchen nada y manténgase
enfocados en su objetivo. No dejen que nada los distraiga.
Sí, ese tono no era espeluznante en absoluto.
Medea estaba a punto de preguntarle a Falcyn cuando Shadow levantó su
brazo y dibujó una serie de símbolos. Le recordó a un director de orquesta,
dirigiendo una banda que solo él podía oír. Entonces comenzó un tarareo
melancólico desde lo más profundo de su pecho. Persistente y atronador,
cogió el crescendo, y mientras lo hacía, el aire a su alrededor se agitaba.
En un momento estaban de pie fuera, y en el siguiente estaban en un
borroso mundo arremolinado color sepia oscura. Era como estar atrapado
dentro de una vieja máquina de nickelodeon. Todo tenía una sensación
desordenada y surrealista. Uno que la dejaba desorientada, y un poco
mareada.
Medea tropezó. Falcyn la atrapó y la sostuvo contra su costado.
—Tardarás unos minutos en acostumbrarte. —La voz de Shadow sonaba
distorsionada como el paisaje.
—¿Por qué todo es tan raro aquí?
—Estás en el revestimiento de los mundos. Piensa en ello como un reino
hueco. —Shadow levantó la mano izquierda y apareció un pequeño portal
para mostrarles un soleado parque donde los niños jugaban un juego de
persecución—. Desde aquí, puedes aventurarte a cualquier lugar. Pasado.
Presente. Futuro. En todos los mundos. —Cerró el portal y abrió uno a su
derecha que mostraba un mar embravecido.
Era hermoso y aterrador.
Shadow avanzó, lentamente, dibujando más ventanas para que vieran
diferentes tiempos y lugares.
—¿Has crecido aquí?
La miró por encima del hombro.
—No es tan romántico o espectacular como tu voz lo hace sonar. Por toda
la belleza, está plagado de pesadillas.
Un aullido resonó en la distancia.
Shadow inclinó la cabeza hacia atrás y respondió con un escalofriante,
grito de batalla.
Medea comenzó a convocar a un dios-perno, pero Falcyn cogió su mano
y se quedó allí.
—Es un skatos.
Ella frunció el ceño ante un término que nunca había oído antes.
—¿Un qué?
—Guardianes —respiró Shadow—. Para asegurarse que perteneces aquí.
Si eres un intruso que no tiene negocios en este reino, desatan a los Fringe-
Hunters sobre ti.
—No estás solo, Shadow…
Brogan soltó un chillido ante la figura oscura y encapuchada que apareció
a su lado y pronunció esas palabras decepcionadas.
—Vete, Mairee.
Ella chasqueó la lengua.
—¿Te atreves a desobedecer las reglas? Incluso un príncipe debe
responder cuando cruza la línea.
—Entonces, tráelos. Te reto.
La mujer se dirigió a Medea y no fue hasta que estuvo tranquila con ella
que Medea comprendió por qué Brogan había jadeado en voz alta. La mitad
de la cara de la mujer faltaba. Lo que quedaba se transformó en una
pesadilla espeluznante.
—¿No tienes miedo de mí?
Medea resopló.
—Algo mucho más aterrador que tú se mete en la cama por la noche.
Mairee se movió para acercarse a Shadow. Lo estudió intensamente
durante varios minutos.
—¿Adónde vas?
Siguió avanzando.
—No tengo tiempo para ti. Así que busca otro al que molestar.
Ella se inclinó para susurrar, pero su voz llegó claramente.
—Teme a la sombra del halcón cuando vuela, porque sus garras muerden
profundamente.
Shadow la apartó. Pero no pasó mucho antes de que empezara a cantar
una cantinela embrujada.
—En tu vida, el halcón se arrastra… canta, hija mía, canta. Deja tu voz al
cielo volar… pero recuerda que no hay nadie que te salve cuando mueres.
—¡Basta! —rugió Shadow. Y cuando lo hizo, sus ojos se pusieron del
color de la sangre. Resplandecieron en un fuego profano en la oscuridad.
Y aun así ella chasqueó la lengua.
—El Halcón de las Sombras se levanta y todo el mundo se arrodilla…
Inclinarte debes o tu vida te robará.
—¡Te juro por mi alma podrida y maldita, que, si no te vas, Mairee,
acabaré lo que Sakers comenzó!
—Temperamento, temperamento, lord de Sombras y Oscuridad. Hubo un
tiempo en que rogabas por mi sonrisa.
—Eso fue antes de que me traicionaras.
—¿Tus amigos saben lo que siguen? ¿Qué tan rápido te giras?
Shadow soltó una risa amarga. Avanzó hacia ella, luego se detuvo. Se
volvió hacia ellos y maldijo.
—¡Brogan!
Medea miró para ver que el viento aullaba enmascarando los sonidos del
caballo de Crom mientras se precipitaba hacia ellos.
Y no estaba solo.
Lo que parecía ser un centenar de perros de sombra seguían su paso, con
los ojos amarillos que brillaban intensamente.
Medea sintió que la sangre se le escurría de la cara al darse cuenta de que
no había manera de luchar ese número.
Shadow entregó la cuerda a Falcyn.
—Quédate en el camino. Avanza y me uniré a ti tan pronto como pueda.
—¿Qué vas…?
—¡Vete! —rugió a Falcyn—. Adelante. ¡No pares! Si los ladridos de los
perros te alcanzan, estarás acabado.
Falcyn se precipitó hacia delante, arrastrándolos a su paso. Corrieron
hasta una pequeña colina y se volvió justo a tiempo para ver a Shadow
invadido por los perros demoníacos que habían intentado contener sus
talones.
Los ojos de Medea se ensancharon ante la horrenda vista.
—Estamos malditamente muertos.
Capítulo 13
Medea había estado temiendo este momento durante días. Pero era algo
que tenía que hacer y algo que no quería que Urian descubriera por su
cuenta. Mejor que las noticias vinieran de alguien a quien amaba que ser
arrojado sobre él por accidente.
Y cómo había permitido que Falcyn la convenciera para hacer eso en el
palacio de Acheron en Katateros, no tenía ni idea.
Definitivamente amaba a la bestia. Solo eso podría explicar este nivel de
locura.
Pero al final, tenía razón. Era mejor que Urian se sintiera cómodo y
rodeado por la familia cuando aprendiera la verdad que estar cegado y
rodeado de extraños. Esto no auguraba nada bueno para nadie.
Todavía…
Esto era nervioso. El enorme palacio de mármol era impresionante, como
alguien esperaría que fuera el hogar de los antiguos dioses. Fue construido
para impresionar, y definitivamente no era inmune a su austeridad.
El trono de Acheron estaba puesto a la derecha en un enorme estrado
donde varias pequeñas criaturas como dragones estaban rizadas y dormidas
con los dos hijos de Acheron. Por la forma en que las criaturas estaban
entrelazadas, ni siquiera estaba segura de cuántos de ellos había.
Simi y su hermana Caronte estaban en el suelo a su izquierda, viendo
algún canal comercial en un gran monitor que estaba colocado en la pared.
Totalmente contentas, estaban comiendo palomitas asadas con salsa
barbacoa de un plato que compartían que estaba entre ellas mientras el
administrador de Acheron, Alexion, y su esposa, Danger, lo mantenían
lleno hasta su capacidad.
El hermano gemelo de Acheron, Styxx, se encontraba con ella y Falcyn
en la puerta. Casi de dos metros de altura, era una bestia
impresionantemente hermosa. Vestido en una camisa de botones azul casual
y vaqueros, estaba muy lejos de la preferida del estilo gótico de Ash.
—Sí, lo sabemos. Pero los mantiene fuera de problemas y evita que les
pongan cuernos a los bebés en las cabezas.
Medea se rió al ver a la esposa de Styxx, Bethany, que estaba sosteniendo
a su hijo menor en sus brazos y murmurando al niño.
—Así que este es el pequeño Aricles del que oigo cosas de su hermano
mayor Urian.
Con sus negros rizos en espiral alejados de su cara en una cola de caballo,
Bethany frotó la espalda de su hijo. Su piel de caramelo era impecable
sobre las cinceladas características agudas.
—¿Te gustaría cogerlo?
—Podría quedármelo si lo hago.
Ari sonrió mientras él la miraba.
—¿Mimi?
Completamente hundida, Medea lo tomó y se perdió en el momento en
que envolvió sus brazos alrededor de su cuello y la abrazó con un chillido
vertiginoso y un rebote. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que
tuvo a un bebé que había olvidado lo maravilloso que se sentía tener un
afecto tan ilimitado.
Esa era la parte más difícil de estar cerca de los Daimons, no podían tener
niños. Solo los Apolitas podían.
Falcyn le pasó la mano por el cabello.
—¿Estás bien?
Ella asintió.
—Estás jodido. Palabra de advertencia. Quiero un montón de estos de
nuevo.
Arrugó la nariz cuando Aricles apretó el dedo de Falcyn y lo mordió.
—No sé. Es un poco maloliente y tiene fugas en ambos extremos.
Bethany se echó a reír.
—No te molesta cuando es el tuyo quien huele de esa manera.
—Si tú lo dices. —Se encontró con la dudosa mirada de Styxx.
Styxx se aclaró la garganta.
—Estoy de acuerdo con Beth. De todas las maneras.
—Eso es porque mi hermano no es tonto. —Acheron entró y colocó sus
manos en los hombros de Styxx.
Medea se congeló al verlos juntos. Aunque sabía que eran idénticos, a
excepción de su color de ojos y color de cabello —y eso solo porque
Acheron artificialmente se teñía de rojo y negro— todavía era chocante
verles lado a lado así.
Si los dos pusieran su mente en ello, realmente no habría manera de
identificarlos.
Escalofriante.
—Queridos dioses, ¿quién está muerto?
Todos se congelaron cuando Urian entró en la habitación para atraparles
reunidos.
—Por favor, dime que es Stryker. —No faltaba la nota esperanzadora en
la voz de Urian.
—No es gracioso. —Ella devolvió a Aricles a Bethany mientras se
preparaba para la última cosa que quería hacer.
¿Cómo demonios iba a contarle a Urian lo de Phoebe…?
Ahora deseaba haber aceptado la oferta de Davyn de estar aquí para esta
confrontación. Pero entonces ella no era una cobarde, y Urian era su
hermano.
Puedo hacer esto.
Falcyn puso su mano en su hombro para hacerle saber que estaba con
ella. Ella tomó consuelo de su presencia.
Y con una respiración profunda, se preparó para lo que iba a ser una mala
reacción.
Realmente mala.
—Hay algo que necesito decirte, Urian. Algo que no vas a creer.
—¿He ganado la lotería de un millón de millones?
Ella puso los ojos en blanco ante su humor extravagante y
extremadamente irritante.
—No. Es sobre Phoebe.
Eso lo dejó serio por completo. El color se desvaneció de sus mejillas.
Cuando habló, su tono era frágil.
—¿Qué pasa con ella?
No había una manera fácil de hacer esto. Así que se conformó con
arrancar la tirita tan rápida y misericordiosa como fuera posible.
—Stryker no la mató esa noche. Sigue viva.
Ja, eso sonó duro incluso a sus propios oídos. Ella podría patear su propio
culo.
Delicado, tu nombre no es Medea.
Él se tambaleó de nuevo hacia los brazos de su padre y habría caído si
Styxx no hubiera estado allí.
—¿Qué?
—Respira —susurró Styxx en su oído—. Te tengo.
Urian sacudió la cabeza.
—No es posible.
Lo siento, hermano.
Pero tenía que ser fuerte por él. Y no tenía más remedio que ver esto a
través.
—Tanto Davyn como yo la vimos. Está viva, Urian. No es la misma.
Las lágrimas llenaron sus ojos cuando se encontró con la mirada de
Acheron.
—¿Lo sabías?
—Juro por la vida de mi madre, que no tenía ni idea. Ella no es humana,
así que no puedo ver su destino. Está más allá de mis poderes. Si lo hubiera
sabido, te lo habría dicho.
Urian parpadeó y parpadeó de nuevo mientras lentamente digería sus
noticias y llegó a términos con ellas.
—¿Stryker lo sabía?
Medea asintió débilmente.
Su respiración se hizo irregular, Urian la fulminó con la mirada.
—¿Por qué no me lo dijo?
—No quería que te sintieras culpable por en lo que se convirtió. Por lo
que hizo.
Él le frunció el ceño.
—¿Qué hizo?
—Atacó la comuna donde la tuviste alojada. Él dijo que se corrompió por
las almas que estaba consumiendo para vivir.
Una lágrima corrió por su mejilla mientras miraba hacia el espacio.
Angustia cruda y atormentada irradiaba de él. Era obvio que se culpaba a sí
mismo, al igual que su padre había predicho.
—Ash… ¿hay alguna manera de recuperarla?
—No que yo sepa. Pero soy un dios del destino. No uno de las almas.
—Bethany.
Ella sacudió su cabeza.
—La ira, la guerra, la miseria y la caza. Necesitas a alguien cazado y
matado con prejuicios extremos, soy tu chica. Pero nunca estuve a cargo de
las almas, tampoco. Lo siento.
Falcyn suspiró.
—Y yo también soy un dios de la guerra. ¡Qué inútil somos!
—A menos que…
Se volvieron para mirar a Acheron.
Ash se mordió el labio mientras consideraba algo.
—Esto es un tiro largo. Quiero decir que es un Ave María de todos los
tiempos.
—¿Qué? —Urian se alejó de su padre.
—Puede que conozca a alguien que pueda ayudarme con esto… Xander.
Medea frunció el ceño.
—¿Quién es Xander?
—Un Dark Hunter actualmente establecido en Nueva Orleans. Era un
hechicero. Uno de los poderes más oscuros. Tanto es así, que Artie solo
tiene una parte de su alma. Trata con transmutaciones y es el único no
demonio que conozco que puede negociar con Jaden y Thorn. Si alguien
puede ayudarte, será tu mejor apuesta.
—¿Crees que lo hará?
Ash soltó una risa nerviosa.
—No lo sé. Es un tramposo hijo de puta. Pero tiene una debilidad.
—¿Y esa es?
—Brynna Addams y Kit Baughy. Pueden hablarle sobre la mayoría de las
cosas. Tal vez, solo tal vez, puedan convencerlo de esto.
<><><><><>
Apolo se congeló al ver a Morgen acercándose a su trono. Su cabello
estaba chamuscado, su vestido rasgado y sucio.
—Te ves un poco peor por el desgaste, amor.
Ella realmente le disparó una explosión.
—¡Bastardo!
Él arqueó una ceja hacia ella. Temblor, temperamento.
—Ten cuidado con eso, para que no tome ofensa.
—¡Toma todo lo que quieras! ¿Qué pasó con la piedra dragón que me
prometiste?
—Paciencia. El juego no ha terminado. Solo un pequeño reajuste en el
tablero.
Ella frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Dejó escapar un largo y cansado suspiro.
—Olvidé que no eres un dios. Jugar con la vida de las personas no es
algo con lo que tengas mucha experiencia. A veces tienes que dejar que las
cosas sigan su curso.
—¿Significa? —repitió.
—Lo que significa que los buenos tenían todos los dragones… ahora no.
Y Urian contiene la sangre de Apollymi, Bet, Set y Acheron…
Morgen aspiró el aliento cuando finalmente lo comprendió.
—Él es la llave para acabar con todos ellos.
—Pero no es él. ¿Y sabes lo que acabamos de descubrir?
Una lenta sonrisa curvó sus labios.
—La fuente de su destrucción.
Apolo asintió lentamente. Con Phoebe bajo su control, no necesitaba
encontrar al padre de Acheron, después de todo. Tenía algo aún mejor a su
disposición.
La venganza de Acheron.
Porque esa era la belleza de ser un dios de la profecía. Conocía el futuro.
El destino final del mundo —de toda la humanidad— no estaba
realmente en manos de Acheron, o incluso de Apollymi.
En realidad, estaba en el linaje de la familia de Styxx.
Fin
Sobre la autora
Arco Acheron
00 El Comienzo (The Beginning, 2002)
01 Amante de ensueño (Fantasy Lover, 2002)
01.5 Dragonswan (Dragonswan, 2002)
02 Placeres de la noche (Night Pleasures, 2002)
03 El abrazo de la noche (Night Embrace, 2003)
03.5 Amante Fantasma (Phantom Lover, 2003)
04 Bailando con el diablo (Dance with the Devil, 2003)
04.5 La navidad de un Cazador Oscuro (A Dark-Hunter Christmas, 2003)
05 El beso de la noche (Kiss of the Night, 2004)
06 El Juego de la Noche (Night Play, 2004)
06.5 Nacida en Invierno (Winter Born, 2004)
07 Disfruta de la noche (Seize the Night, 2004)
08 Pecados de la noche (Sins of the Night, 2005)
08.5 Segundas Oportunidades (Second Chances, 2005)
09 Desnuda la noche (Unleash the Night, 2005)
10 La cara oscura de la Luna (Dark Side of the Moon, 2006)
10.1 Un Duro día para el Investigador Nocturno (A Hard Day’s Night
Searcher, 2006)
10.2 Hasta que la muerte nos separe (Until Death We Do Part, 2006)
10.3 Temiendo la oscuridad (Fear the Darkness, 2007)
11 El cazador de sueños (The Dream-Hunter, 2007)
12 El diablo puede llorar (Devil May Cry, 2007)
13 La luna de la medianoche (Upon The Midnight Clear, 2007)
13.5 Manual Dark-Hunter (2007)
14 Atrapando un sueño (Dream Chaser, 2008)
15 Acheron (Acheron, 2008)
Arco Jaden
16 El silencio de la noche (One Silent Night, 2008)
16.5 A la sombra de la luna (Shadow of the Moon, 2008)
17 El Guardian de los sueños (Dream Warrior, 2009)
17.5 Donde los Angeles temen aventurarse (Where Angels Fear to Tread,
2008)
18 La noche de la luna negra (Bad Moon Rising, 2009)
19 Un amor despiadado (No Mercy, 2010)
20 Sed de Venganza (Retribution, 2011)
21 El Guardian (The Guardian, 2011)
22 Tiempo Sin Tiempo (Time Untime, 2012)
23 Styxx (Styxx, 2013)
24 Dark Bites (Recopilatorio de historias cortas, 2014)
Amante Fantasma
Nacida en invierno
La navidad de un Cazador Oscuro
Hasta que la muerte nos separe
Un duro día para un investigador nocturno
A la sombra de la luna
Donde los angeles temen aventurarse
Temiendo la oscuridad
House of the Rising Son
25 Hijo de Nadie (Son of No One, 2014)
26 El Estigma del Dragón (Dragonbane, 2015)
27 La marca del Dragón (Dragonmark, 2016)
28 Dragonsworn (2017)
29 Battle Born (2018)
Notes
[←1]
The Howlers: Los Aulladores.
[←2]
Hace una pequeña referencia harey karey que es un ritual de suicidio japonés.
[←3]
Kerling, una gigante femenina en la mitología islandesa, asociada con la isla de Drangey.
[←4]
Tipo de margarita, planta de la familia de las Asteraceae. El género tiene una distribución
cosmopolita con la mayor diversidad en Norteamérica.
[←5]
Se pierda el chiste al traducir porque viene de la frase anterior de Blaise, al usar la palabra
“KNOCK UP”, que para los británicos una de sus acepciones se traduce como “LLAMAR” y
Falcyn usa de nuevo “KNOCK UP” pero en el sentido del argot norteamericano significa
“DEJAR EMBARAZADA”.
[←6]
Médicos de plagas: Se refiere a los médicos que trataban a los pacientes víctimas de la
peste negra. Se reconocían por la máscara con aberturas para los ojos de cristal y una nariz en
forma de pico, típicamente rellena de hierbas, paja y especias.
[←7]
“Sod” se traduce como “césped” o “suelo”, por eso la confusión de Medea por las siglas
que usa Blaise.
[←8]
Original: Shadows of Doubt (SOD)
[←9]
Se puede entender como el llamado o la llamada.
[←10]
Original: Bane, que una de sus traducciones es veneno, de ahí el comentario de Medea y la
aclaración de Falcyn.
[←11]
Baghs nakas: Es un arma como una garra de la India diseñada para encajar en los nudillos
o ser oculta debajo o contra la palma.
[←12]
Pteruges: Pieza decorativa que cae de la cintura de la armadura de los antiguos soldados
romanos y griegos.