28 Dragonsworn 1 Cazadores Oscuros

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Esta traducción fue realizada por un grupo de personas que de manera


altruista y sin ningún ánimo de lucro dedica su tiempo a traducir, corregir y
diseñar de fantásticos escritores. Nuestra única intención es darlos a
conocer a nivel internacional y entre la gente de habla hispana, animando
siempre a los lectores a comprarlos en físico para apoyar a sus autores
favoritos.
El siguiente material no pertenece a ninguna editorial, y al estar realizado
por aficionados y amantes de la literatura puede contener errores.
Esperamos que disfrute de la lectura.
Índice

Sinopsis
Glosario de la saga
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo
Sobre la autora
Saga Dark Hunter
Sinopsis

No hay nada en el universo que el maldito dragón, Falcyn, odie más que
la humanidad… y en particular, a los humanos griegos. En una guerra de la
que no quería ser parte, destruyeron sistemáticamente todo lo que siempre
había cuidado. Ahora se encuentra en aislamiento, alejado del mundo y a la
espera del día en que la evolución finalmente lo librará de los bichos
humanos.
Medea nació como la nieta del dios griego Apolo, y entre los primeros de
su pueblo que él maldijo a morir. Pero ella no dejará que nadie gobierne su
vida. Ni siquiera su notorio abuelo. Y cuando Apolo envía una nueva plaga
para destruir lo que queda de su gente, ella se niega a esperar y verlo acabar
con todo lo que ama de nuevo.
Esta vez, ella sabe de un arma secreta que puede detener al antiguo dios y
a su ejército de demonios. De una vez por todas. Sin embargo, dicho
dispositivo está en manos de un dragón que no quiere nada que ver con la
política, los dioses, la humanidad, los demonios o los apollitas griegos. Y
sobre todo ella. Es el objeto inamovible.
El enemigo de mi enemigo…
Cuando Apolo hace un movimiento estratégico que se vuelve
contraproducente, obliga a Falcyn a volver a jugar. Ahora Medea tiene el
arma que necesita para salvar a su gente, o desata el Armagedón total. Si no
puede encontrar alguna manera de controlar al dragón antes de que sea
demasiado tarde, Falcyn será una plaga aún peor en el mundo que la que
Apolo ha liberado. Pero ¿cómo puede alguien controlar a un dragón
demoníaco cuyo único derecho de nacimiento es la destrucción total?
Glosario de la saga

Acheron(Ash): Dios del Destino Final y líder de los Dark Hunters. Es


hijo de los dioses atlantes, su madre era la diosa Apollymi, la Destructora.
Es el más fuerte y antiguo de todos los Cazadores Oscuros (tiene más de
11.000 años de vida), sus poderes superan incluso a los de un dios corriente.
Es capaz de ver el futuro, siempre que no sea el propio o de aquellos que le
importan.
Dark-Hunter/Cazador Oscuro: Aquel o aquella que le vende su alma a
Artemisa para que pasen el resto de su vida cazando Daimons. Cuando un
humano sufre una gran traición antes de morir, su alma grita tan fuerte que
Artemisa le oye en el Olimpo y baja para ofrecerle un Acto de Venganza
contra quien le traicionó a cambio de cazar Daimons para siempre. Se les da
dinero y sirvientes para que los ayuden en su trabajo. Los Cazadores son
físicamente más fuertes, rápidos y agiles que los humanos, poseen una vista
nocturna muy sensible y cada uno desarrolla un poder individual propio. No
pueden salir a la luz de sol, poseen colmillos y son capaces de percibir las
almas de los demás. Solo se los puede matar cortándoles la cabeza o
desmembrándoles. Al carecer de alma, no pueden frecuentar los
cementerios u otros lugares embrujados, ya que son muy susceptibles a ser
poseídos.
Squires/Escuderos. Sirvientes o ayudantes de los Cazadores Oscuros.
Son completamente humanos, sin ningún poder o habilidad especial.
Ayudan a los Dark Hunters a parecer normales. Acheron fundó un consejo
de escuderos humanos que los sirvan. Trabajan con ellos, generalmente
viviendo en la misma casa y, para el mundo exterior, simulando ser los
dueños. Se les paga extremadamente bien por sus servicios.
Apolita. Descendientes de Apolo. Alguna vez fueron una raza única.
Pero cuando un grupo se reunió y mató a la amante de Apolo junto con su
hijo, este dios los maldijo a todos. Ahora no pueden exponerse a la luz solar
y deben alimentarse de la sangre de otros Apolitas para sobrevivir. La peor
parte de la maldición es que morirán en su cumpleaños número veintisiete,
la edad de la amante de Apolo al morir.
Were Hunter. Primos de los Apolitas, son una especie creada por el rey
Lycaon de Arcadia. Lycaon se había casado con una Apolita, y cuando ésta
murió a sus veintisiete años, él supo que lo mismo le pasaría a sus dos hijos,
por lo que reunió un gran grupo de Apolitas, y usando la magia, intentó
combinar su fuerza de vida con la de animales fuertes (lobos, panteras,
dragones, halcones, leopardos, entre otros) para salvarlos. Funcionó, creó
una nueva especie con una esperanza de vida de alrededor de mil años
además de poseer numerosos dones y poderes extras, como viajar en el
tiempo. Sin embargo, su magia también creó dos seres donde antes había
uno: unos con corazón humano (llamados Arcadianos) y otros con corazón
animal (llamados Katagaria). Las Destinos, molestas con Lycaon por
desafiarlas, sentenció a las dos especies a guerrear de por vida.
Arcadianos. Humanos que pueden tomar forma animal. Son
descendientes de un padre humano con una madre Apolita.
Aristo. Rara especie de Arcadiano con la habilidad de ejercer la magia
sin esfuerzo. Son los más poderosos de su raza. Los Aristi son considerados
dioses en el reino Arcadiano, y son cuidados celosamente por su patria,
quienes morirían felizmente por ellos.
Centinelas. Elegidos por los Destinos, son miembros de los Were-
Hunters Arcadianos que protegen a los humanos y los Arcadianos de los
Katagaria. Son los Were-Hunters más fuertes y persiguen y ejecutan a los
Slayers. Un colorido diseño geométrico cubre un lado de sus rostros una
vez que llegan a la madurez, pero pueden esconderlo si así lo desean.
Slayers/Asesinos. Katagaria o Arcadianos que son llevados por la locura
por sus hormonas. Matan indiscriminadamente.
Compañero/a Were Hunter. Cada Were-Hunter posee un compañero/a
que es elegido, generalmente contra su voluntad, por los Destinos. Los
compañeros son señalados por un tatuaje idéntico especial que aparece en la
mano de ambos compañeros pocas horas después de tener sexo. Entonces,
tienen tres semanas para aceptar o rechazar el emparejamiento. No hay
modo de forzar a un compañero a aceptar al otro. Si la unión es aceptada
mutuamente, pueden tener hijos juntos. Si no, ambos serán estériles el resto
de sus vidas. Luego de encontrar a su compañera, un Were-Hunter
masculino jamás podrá volver a tener sexo con alguien. Una Were-Hunter
femenina podrá tener sexo, pero no será capaz de tener hijos con nadie más.
Daimon. Vampiros o demonios. Cuando un Apolita llega a la edad de
veintisiete años tienen una opción. Pueden matarse o a la hora de su
cumpleaños su alma los abandona y tanto lento como dolorosamente
comienzan a deteriorarse por un periodo de veinticuatro horas. La única
forma de escapar de este destino es que se vuelvan Daimons y roben almas
humanas para engañar a sus cuerpos para que mantengan su juventud.
Siempre y cuando posean un alma humana, pueden vivir indefinidamente,
si bien no pueden exponerse a la luz solar. Poseen poderes y habilidades
como telepatía, telequinesis, entre otros. Sin embargo, varían según el
individuo. Solo pueden ser destruidos apuñalándoles en la marca que
aparece en su pecho.
Daimon Spathi. Son la clase guerrera en el mundo de los Daimons.
Aunque el término ha sido reducido y aplicado a cualquier Daimon que
pelee contra los Cazadores Oscuros, en realidad forman casi una subespecie
que vive en Kalosis, el lugar donde está encerrada Apollymi, la Destructora.
Son más fuertes y viejos que cualquier Daimon (algunos tienen diez mil
años o más de existencia) y los mejores forman a los Illuminati, la guardia
personal de Apollymi, compuesta por los treinta Spathis más fuertes. Son
difíciles de matar e incluso si los destruyes, pueden regresar.
Katagaria. Término en plural para referirse a la rama animal de los
Were-Hunters. Son animales que pueden tomar forma humana.
Limani. Santuario de Were-Hunters donde tanto Arcadianos como
Katagaria pueden asistir, sin miedo a ser cazados. Ningún tipo de violencia
está permitida en un limani. El estatus de Limani es difícil de alcanzar.
Omegrion. Consejo gobernante de los Were-Hunters. Similar a un
senado, sólo un representante de cada raza de los Arcadianos y los
Katagaria es enviado para representarlos a todos. Hacen leyes que rigen a
todos los Were-Hunters y son responsables de fundar santuarios.
Phaser. Arma de los Centinelas Arcadianos, desarrollada para usarla
contra los Katagaria. Más fuerte que un Taser, envía un violento choque de
electricidad a través de las víctimas, ocasionando que su magia se vuelva
loca. Son incapaces de mantener una u otra de sus formas, y un choque lo
suficientemente fuerte hará que literalmente salgan de sus cuerpos y se
vuelvan seres incorpóreos, parecidos a los fantasmas.
Tessera. Grupo de cuatro Were-Hunters enviados a cazar a otros de su
especie.
Regis. Líder de una manada de Were-Hunter, que es esencialmente su rey
y representante.
Prólogo

En el año de Nuestro Señor 417


5 de mayo
Glastonbury Tor

Traición.
Fría y brutal, siempre tomaba la forma y el estado del amigo más cercano
y aliado. Y picaba tan profundo en el alma que te dejaba sangrando y débil,
preguntándote si encontrarías alguna vez tu camino para confiar otra vez.
Te dejaba a la deriva en la miseria y con dolor en el corazón. Incapaz de
respirar por el dolor.
Peor que eso, el traidor bastardo siempre venía cuando menos lo
esperabas. Y en el peor maldito momento.
Dadas las brutales circunstancias de su nacimiento, Falcyn Drago nunca
se había considerado inmune a sus garras fétidas. Lejos de eso.
Ciertamente, había sido cuidado en su mayor fealdad y gusto amargo. Había
aprendido a anticiparlo de todos a su alrededor, todas las veces. Y
tristemente, nadie nunca le había decepcionado por estar encima de ello.
Ni una vez.
Más bien, parecían vanagloriarse apuñalándolo a través de su corazón
herido tan despiadado y viciosamente como era posible.
Y nadie más que su propio hermano, quien ahora estaba delante de él en
toda la gloria santurrona y presumida de Max. Algo que habría sido irritante
teniendo a su hermano en el cuerpo de su verdadero y real dragón, pero así,
en el disfraz de hombre, la traición quemaba dos veces más profunda.
Y dolía aún más.
—¡Maldita sea, Maxis! ¿No fue suficiente que dejaras a Hadyn sola para
morir entre los humanos? ¡Ahora también tomas a mi hijo!
Los ojos de color verde avellana de Maxis brillaron hasta convertirse en
oro, luego en rojo cuando su ira se encendió.
—¡No es justo! Hice todo lo que pude para salvar a nuestro hermano.
¿Cómo te atreves a tirarme eso a la cara! ¡Habría dado mi vida por la suya!
—¡Tonterías! ¡Debería haberte estrangulado en el momento que te
arrastraste fuera de tu huevo!
Agarrándolo por la garganta, Max lo empujó contra la pared de la sala de
piedra donde Falcyn había pensado encontrar a su hijo, pero ahora en su
lugar se encontraba encarcelado para siempre en el reino que su hijo
llamaba hogar.
¡Por Max! La carne de su carne.
Su peor pesadilla.
Los ojos de Max mostraban las profundidades de su propia
desesperación.
—Ojalá lo hubieras hecho, hermano. Desearía que lo hubieras hecho.
La agonía de su hermano abrasó a Falcyn, pero no tanto como su propia
miseria que le comía entero y lo dejaba despojado de cualquier cosa menos
la desesperación absoluta. Maldito fuera por preocuparse por los
sentimientos de Max cuando era obvio que su hermano no daba una mierda
por los suyos. Las lágrimas le cegaban.
—Maddor era todo lo que tenía en este mundo. ¡Cómo pudiste!
Un tic comenzó en la mandíbula de Max mientras se alejaba.
—No tuve elección. ¡Maldita sea, Falcyn! Sé razonable. El Adoni planea
usarlo como herramienta. Nada más. Ellos criaron a un niño híbrido
contigo, sin tu conocimiento o consentimiento, y ¿estás bien con esto?
—¡Igraine iba a ser mi esposa!
—Igraine es una prostituta infiel. Una hechicera Adoni quien ha matado a
doscientos maridos antes de ti… ¿crees que te ahorraría su traición?
—¿Cómo tú?
Max se echó hacia atrás como si le hubiese golpeado, pero debió haber
vuelto a pensar esa estupidez. Porque ambos sabían que Max nunca
sobreviviría a una pelea real con Falcyn.
—Si realmente te amaba, hermano, mi hechizo sobre tu hijo no le habría
importado, ¿verdad?
Nay, no lo haría. La verdad era una píldora aún más amarga de tragar.
Y por eso, odiaba a Max todavía más. Porque ahora sabía por un
indiscutible hecho que era tan poco amable como su querida madre había
proclamó que era su llegada a esta existencia odiosa.
Max respiró hondo.
—Fuimos maldecidos por nuestros nacimientos, y lo sabes. Los dioses
nos rechazaron y nuestras madres nos abandonaron. La única esperanza que
tiene tu hijo es que, si es más hombre que drake, no vendrá bajo su fuego…
o aviso. O control.
—¡Eso no era cosa tuya!
—Y tú nunca deberías haber permitido ser utilizado por el Adoni.
Conoces las leyes de la magia igual que yo. Por esto… alguna deuda será
recogida.
Falcyn hizo una mueca a otra verdad que no quería enfrentar.
—Estaba protegiéndole de esto. Ahora… —Gesticuló hacia el velo que
separaba este mundo de donde Igraine había tomado a su hijo para criarlo
lejos de su alcance y cuidado. No había nada que pudiera hacer por su hijo.
Tanto como Maddor viviera en el reino de su madre, Falcyn no podía llegar
a él. Ni siquiera sus poderes eran tan geniales—. Nunca, jamás me hables
otra vez, Maxis. He terminado contigo.
Volviendo a su cuerpo de dragón, extendió sus alas, intentando volar.
—Cuidado con tu ultimátum, hermano. Como la magia, regresan con un
terrible mordisco.
Falcyn disparó una explosión de llamas hacia él.
—¡Y así lo haré, Max! ¡Así lo haré!
Capítulo 1

—¡Remi! ¡No puedes matar Daimons en la puerta delantera! —Dev


Peltier disparó a través del suelo principal de la barra del Santuario en una
carrera a muerte, con su cuñado hombre lobo Fang Kattalakis en sus
talones.
—Seguro que puedo —dijo bruscamente su hermano idéntico en su
auricular—. ¡Obsérvame!
Temiendo la escena de su cambiante doble arrancando el corazón de un
demonio en las calles ocupadas de Nueva Orleans debajo de una cámara de
circuito cerrado de la policía, Dev consideró teletransportarse para detener
el próximo desastre, pero eso solo empeoraría este fiasco.
Y les garantizaba a ambos algo de tiempo de calidad especial en un
laboratorio de alta seguridad del gobierno en algún lugar donde nunca les
verían ni les oirían otra vez.
Él y Fang apenas alcanzaron la puerta delantera que estaba abierta a
tiempo para agarrar a la alta y musculosa montaña que algunas veces
pasaba como ser humano antes que Remi se comiera a la pequeña rubia de
pie despreocupadamente bajo la luz de la farola exterior.
Y ese bastardo les luchaba con todo lo que tenía cuando le alejaron de la
que sería su víctima. Una víctima quien no parecía preocupada ni lo más
mínimo de haber escapado por poco de una muerte segura a mano de un
salvaje oso-humano-bestia.
Remi incluso mordió a Dev en el hombro mientras luchaba contra ellos.
—¡Maldita sea! —gruñó Dev—. ¡Es mejor que te hayan vacunado contra
la rabia, muchacho!
Gruñendo en esa forma única que solo un cambiante oso podía, Remi
continuó intentándolo y empujándolos para que pudiera alcanzar a la mujer
quien aún no se había movido.
De hecho, la Daimon bostezó. Luego comprobó su reloj y la manicura
como si todo el evento la dejara aburrida hasta la locura.
—¿Puedo entrar ahora? Los dos le tienen controlado, ¿cierto?
La mandíbula de Fang cayó por su tono despreocupado.
—Sabes, Medea, dado lo que ocurrió la última vez a uno de tus grupos
cuando se presentaron aquí, has tenido mucho nervio.
—Por supuesto que lo tengo. Eso es lo que me hace la chica mala. Y se lo
he dicho a mi medio hermano arriba, jugando al póquer con tu hermano
pequeño. Así que si no te importa… —Entró como si no tuviera un bar
lleno de cambiaformas quienes adorarían hacerla su aperitivo de última
hora de la noche.
Remi continuó maldiciéndolos.
—¡Ellos mataron a mamá y a papá! ¿Cómo pueden dejarla moverse tan
campante en nuestro bar?
Dev mantuvo a su hermano en su lugar con su antebrazo a través de la
garganta de Remi.
—Porque si le haces daño a un cabello de su cabeza, perderemos nuestra
licencia de santuario otra vez. ¡Piensa en tus sobrinos y sobrinas y en el
peligro que les pondrás!
La última vez que habían perdido su licencia, Santuario había sido
demolido y habían perdido a sus padres y a varios buenos amigos.
La mirada de Remi cayó en Fang, y Dev supo que finalmente había
atravesado la locura temporal de su hermano y necesitaba una venganza de
sangre. Su hermana —la esposa de Fang— acababa de dar a luz a un hijo y
una hija. Y la propia esposa de Dev estaba embarazada después de haber
abandonado su inmortalidad para que pudieran comenzar una familia
propia. Lo último que alguno de ellos quería era arriesgarse a que los
enemigos tiraran la puerta y quemaran el Santuario hasta las cenizas.
Otra vez.
Sobre todo, tenían que mantener su limani en pie para que ningún
cambiaformas o demonio pudieran guerrear aquí. Todos habían perdido
demasiado durante la última batalla que había destrozado su familia. Ahora,
tenían incluso más que perder.
Finalmente, el fuego se apagó en los ojos de Remi cuando paró de luchar
contra ellos.
—¿Bien?
Remi asintió.
Liberándole, Dev caminó hacia atrás para mirar a Fang.
—¿Así que qué idiota puso el calentón en la puerta esta noche?
Fang le lanzó una mirada disgustada.
—Me han dicho que soy idiota. Muchas gracias. Creía que él eras tú.
¿Podría uno de ustedes, bastardos, cortarse el cabello para poder
diferenciarlos?
Dev rodó los ojos. Luego señaló al doble tatuaje del arco y la flecha en su
bíceps.
—Tengo una marca que me distingue de los otros idiotas con los que
estoy relacionado con sangre, ¿sabes?
Fang se burló mientras Remi miraba hacia la puerta.
—¡Oye, oye! —Dev atrapó su brazo—. ¿En qué estás pensando, hombre?
—Que mamá debería haberte comido cuando fuiste parido. O al menos
antes de destetarte.
Dev bufó.
—No puedes ir ahí y empezar a pelear con ella. Necesito recordarte que
hay una tonelada de mierda de turistas humanos en ese bar y Max está un
poco preocupado esta noche con su dragonswan. Ese chico no ha estado en
el aire en días, así que no podemos contar con él para ayudarnos a borrar las
mentes de los humanos en el caso que vean algo que no deberían.
La nariz de Remi se arrugó en esa manera que decía que estaba muy
inclinado por la sangre.
—¿Entonces su hermano no puede limpiarles la mente?
Buena pregunta. Falcyn podría tener los mismos poderes que Max.
Entonces otra vez, él no podría. Incluso si lo hiciera, no había garantía que
los usara, ya que ayudar a otros no era exactamente la prioridad del hosco
dragón.
—No tengo ni idea. ¿Quieres preguntar a Falcyn? —Ese cambiaformas
bastardo era la única criatura viva con una actitud peor que Remi.
A menos que contaras el ex Cazador Oscuro Zarek. Aunque para ser
honestos, Dev enfrentaría a Falcyn contra Z cualquier día. Tres veces en
domingo.
¿Para probar el punto? Remi reculó inmediatamente por el pensamiento
de hablar con Falcyn, y eso era algo que su hermano nunca hacía.
—Iré a vigilarla —se quejó Remi antes de dirigirse dentro.
Dev gruñó bajo en la parte de atrás de su garganta cuando encontró la
sonrisa irritada de Fang.
—Lo sé. Dev, ve a vigilar a tu hermano.
—Y encuéntrame a alguien más para proteger la puerta.
—¿Dónde está tu auri…? —La voz de Dev se apagó cuando recordó que
una de las cosas favoritas de Aimee era mordisquear las orejas de Fang en
la habitación trasera cuando nadie más estaba alrededor. Disgustado por el
pensamiento de su hermana pequeña tocando algún macho en una manera
sexual, le hizo estremecerse—. No importa. Agarraré a Cherif. No puedes
equivocarte. Es el que se parece a mí, pero no lo es.
—Ese también puede ser Quinn.
—No me lo recuerdes. —Era un infierno ser uno de cuatrillizos idénticos.
Solo Aimee y el Dark Hunter Acheron habían sido capaces de
diferenciarlos.
Y la esposa de Dev, Sam. Ella nunca le había confundido con sus
hermanos, lo cual era una de las muchas razones por las que la amaba.
—¡Tiempo doble, Oso! —dijo bruscamente Fang—. ¡No necesito que tu
hermano empiece alguna mierda mientras tenemos a los humanos alrededor
para ser testigos!
Soltando un gruñido de oso en su garganta, Dev fue para encontrar a
Remi antes que el oso que realmente se comió al Daimon, comenzara otra
guerra que no necesitaban luchar.
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Medea arrugó su cara hacia todos los humanos en el oscuro y ruidoso bar
cuando se mecieron con la música de la banda local de cambiaformas que
1
irónicamente se hacían llamar The Howlers . Mierda, como los odiaba a
todos. Aunque para ser honestos, sería un buen festín para ella si tenía que
elegir darse el gusto, no es que necesitara su sangre para alimentarse, a
diferencia de los otros de su raza.
Para ella, era solo una divertida venganza…
Cuanto más tentada estaba, más se esforzaba para ignorar todas las
gargantas que serían tan fáciles de desgarrar y buscar la cara familiar de su
medio hermano. Aunque ella y Urian técnicamente eran enemigos quienes
luchaban en lados opuestos de esta guerra, él aún era uno de los pocos que
consideraba amigo.
Ahora mismo, tenía noticas urgentes que él necesitaba oír.
—¡Hola, nena! ¿Me estás buscando?
Medea frunció su labio ante una línea cursi. ¿Peor? El sucio humano
apestoso de alcohol barato y algo de colonia debía haber sacado una
autorización de pasillo en la farmacia.
—Fuera de mi camino.
—Ah, vamos, ¿por qué quieres hacerme eso, nena? Sé amable y quédate
un ratito. —Él puso un áspero agarre en su brazo para sujetarla a su
costado.
Riendo, ella se mordió el labio seductoramente.
—Dulzura, ¿tienes alguna idea de lo que realmente quiero hacer
contigo…?
Sus cejas se dispararon hacia arriba.
—¿Oh sí?
—Umm-hmm. —Caminó a sus brazos cuando soñaba con destriparle en
el suelo.
Un instante después, él fue arrancado hacia atrás y sacudido como un
perro haría con su juguete favorito.
—Ve a dar un paseo.
El humano comenzó a atacar, hasta que echó un vistazo al hombre quien
le había agarrado. Tomó muy poca fanfarronada de él, y rápidamente se
alejó corriendo.
No es que Medea le culpara. Este Cazador Were era enorme, incluso para
los estándares no humanos. Alto. Musculoso. Su piel caramelo le haría la
boca agua a cualquier mujer. Y para su instantáneo horror, no era inmune a
sus encantos.
De hecho, estaba extrañamente sin respiración cuando su mirada
encontró al par de ojos azules plateados que prácticamente brillaban. Entre
eso y su cabello negro, casi habría pensado que era un Cazador de Sueños.
Ciertamente, sus poderes eran lo bastante fuertes para ser como un dios.
El aire a su alrededor estaba lleno de ellos. Este crujió en una manera que
era evocador de Acheron Parthenopaeus, un dios atlante quien pretendía ser
un Cazador Oscuro por razones que solo él sabía. Más que eso, ni siquiera
podía decir a qué pertenecía este engendro particular de Cazador Were.
Oso, lobo, pájaro, león, leopardo, pantera, tigre, dragón, jaguar, chacal, o
mono. Él era tan poderoso.
—¿Qué eres?
Falcyn sintió una extraña media sonrisa curvando sus labios. Algo raro,
raro en él. Pero entonces había pasado mucho tiempo desde que había visto
un bocado tan apetitoso como esto. Su cabello rubio-blanco era de un tono
inusual, pero natural. Y contrastaba afiladamente con sus ojos negros.
Y ella no solo era una Daimon. Había algo mucho más fuerte dentro de
ella. Algo que podía saborear y oler. Su olor era como miel para su lengua.
—Hambriento —susurró él.
Ella en realidad rodó sus ojos y caminó a su alrededor.
Un sonido retumbó de él que era incluso más raro que su sonrisa. Tan
rato, de hecho, que le tomó unos pocos segundos darse cuenta que era una
risa.
Nadie había sido tan desdeñoso con él. Mayormente porque se comía a
esos idiotas y limpiaba sus dientes con sus huesos. Y antes de que incluso
se diera cuenta de lo que estaba haciendo, estaba detrás de ella.
Ella paró en la multitud para girarse y mirarle.
—Oh, ya veo. Eres un perro. Bueno, Fido, estoy segura que hay algunos
humanos amables en el bar a quienes les gustaría llevarte a casa y
domesticarte. Yo no soy una de ellos. Así que vete, chico. —Le chasqueó su
lengua como haría una humana a su mascota o a un vagabundo al que
estaban intentando desgarrar—. ¡Vete! ¡Vamos!
Cuando comenzó a irse, Falcyn se lamió los labios.
—Así que eres la reina bruja de los Daimons. Ellos me dijeron que eras
algo más. Pero ¿cómo saben muchos de ellos que tienes sangre de demonio
en ti?
Ella levantó una ceja a su pregunta, luego le dio una sonrisa insidiosa que
hizo que su pene se sacudiera.
—¿Antes o después de matarles? —Su mirada se estrechó cuando barrió
una mirada taladradora sobre él que decía que le estaba midiendo para una
batalla—. Y estás equivocado sobre mi título. La reina sería mi madre.
—¿Entonces qué te haría eso?
—La niñita más preciada de papá.
Él rió. Algo que hizo que cada Were Hunter cerca de ellos retrocediera y
mirara boquiabierto.
Eso finalmente sacó algo de sus fanfarronadas, cuando echó un vistazo a
su reserva no característica.
Y miedo. Especialmente desde que nunca tenían miedo a nada.
Excepto de él. Sí, él era tan peligroso.
—¿Quién eres? —preguntó ella con una nota de cautela en su voz.
—Pregunta equivocada.
—¿Por qué?
—No es tanto quién soy… sino qué soy.
Medea sintió un temblor de miedo finalmente descendiendo por su
columna.
—No eres ninguno de ellos, ¿verdad? —Los Were Hunters habían sido
creados hace eones por el rey de Arcadia en un intento desesperado para
salvar las vidas de sus hijos de una maldición lanzada sobre la raza de su
madre por el dios griego Apolo, el propio abuelo de Medea. Buscando
estirar las vidas de sus hijos, el rey había negociado con un dios sumerio
para unir mágicamente su ADN con animales.
Había funcionado, y el dios Sumerio y el rey Arcadio habían creado dos
razas de cambiaformas. Esos quienes contenían corazones humanos, fueron
llamados Arcadianos —humanos en sus formas básicas, podían tomar
forma animal— y los Katagarianos, quienes tenían corazones de animales y
eran capaces de cambiar a humanos.
El “hombre” delante de ella sacudió su cabeza lentamente para indicar
que no pertenecía a ningún grupo. Como dijo, era algo más completamente.
Aún cargaba con el olor de un guerrero Katagariano. Un animal de
corazón y en forma básica. Conocía el almizcle crudo y sobrenatural que
penetraba en su raza. Era diferente a algo más en el mundo. Y aunque
teñido con algo más, era inconfundible.
Este no era un hombre con el que hubiera tratado, sino una criatura de
inmenso poder.
—Como tú, princesa, soy algo mucho, mucho más viejo que esos medio
griegos por golpes… Mortífero. E impredecible.
—Sé que no eres un dios.
Se acercó a ella lentamente, y mientras no estaba en ella retirarse, se
encontró retrocediendo para evitar ser abrumada por su puro tamaño. Por la
magnitud de sus poderes arcanos que parecían crecer más cuanto más
estaba allí.
—Quizá, amor —dijo él en su oído con ese profundo y resonante
barítono—. Pero hay cosas en este mundo que incluso los dioses temen.
Y él definitivamente era uno de ellos. Ella lo sabía con cada simple
molécula de su ser.
—¡Falcyn!
Medea parpadeó por el afilado tono de la voz de su hermano.
La criatura delante de ella no reaccionó después de todo. Aparte de darla
una extraña media sonrisa, chasqueó la lengua tanto a ella como a Urian.
—¿Realmente crees que me pondrás bajo tu suela con tu orden, perrito
faldero?
Alto y musculoso, e imperturbable por ese insulto, Urian estrechó sus
ojos mientras rápidamente cerraba la distancia entre ellos. Su cabello rubio-
blanquecino caía suelto alrededor de sus hombros, acentuando sus afilados
gestos cuando mantuvo su atención intensamente centrada en Falcyn,
observando sus sacudidas. Las cuales también le dijeron cuán letal y rápido
ser era.
Una bestia sin miedo y poderosa, Urian era solo cauteloso alrededor de
esos quienes eran dignos. Descartaba al resto.
Caminando entre ellos, Urian la dio un poco de espacio para respirar.
—Te advierto que estás en un limani.
Falcyn bufó.
—Como si diera dos mierdas por las leyes de Savitar. —Él rastrilló una
amarga mirada sobre Urian—. O a ti, por lo que importa. E incluso menos
para tu jefe. Así que ni siquiera pienses en arrastrar el nombre de Acheron
en esto como protección de mi ira. Le reto a decirme una simple palabra…
sobre algún asunto.
Urian frunció el ceño por sus palabras y bravuconería, dado el hecho de
que Acheron era el Destino final después de todo. Desafiarle mientras
conocías su verdadero lugar en el universo era un nivel especial de
estupidez y valentía que muchos carecían.
—¿No hay nada que temas?
La mirada de Falcyn pasó por encima del hombre de Urian hacia algo en
la multitud.
—Sí, pero tristemente no está aquí.
Medea saltó por la profunda voz que habló cerca de su oído.
Sobresaltada, se giró para ver a otro hombre extraño en la multitud del bar.
Uno quien estaba de pie como Falcyn, pero por otras razones. Su cabello
era tan pálido como el suyo, incluso un poco más, y sus ojos de un tono
lavanda particular. Aún con toda su palidez, su piel no era blanca como
había asumido que sería alguien con albinismo. Más bien, era de un rico
caramelo como la de Falcyn.
Más que eso, sus orejas eran un poco puntiagudas. Durante un momento,
dada la belleza de sus gestos, pensó que podría ser fey… Adoni o algo así.
Pero por la manera que se movía, y dado el olor en él, desechó el
pensamiento.
No, él era más animal que Adoni.
Lánguido y rápido. Una rara dicotomía que solo un cambiaformas nacido
podía conseguir. Y como Falcyn, el aire a su alrededor era abundante con
poderes sobrenaturales que bailaban a su orden. La bestia era incluso un
poco más poderosa. De una manera diferente.
O sus poderes eran oscuros o siniestros. Esta no era una criatura quien
tomara placer en hacer daño. Ciertamente, parecía de buena naturaleza.
Falcyn chasqueó la lengua hacia él.
—Ahora, Blaise, ¿por qué no vas y traes a Xyn a esto? ¿Especialmente
dado que es un tema doloroso?
Blaise soltó una sonrisa encantadora.
—Siento la necesidad de agraviar a mi hermano mayor. Además, todos
los demás también te tienen miedo. Me necesitas para salir. —No fue hasta
que él avanzó con su mano levantada para sentir su camino a través de ellos
que Medea se dio cuenta que Blaise era ciego—. Y si estás asustando a los
nativos, tengo algo sobre lo que necesito hablarte.
Falcyn se burló.
—Prefiero pasar el tiempo asustando a los nativos que escuchando tus
petulantes gimoteos.
—Ah, ahora, vas a herir mis sentimientos.
—No tienes ningún sentimiento.
—No es cierto. Tengo muchos, hasta que tú, Kerrigan, e Illarion los
marchitan en el olvido. Pero creo que me las arreglo para salvar a uno o
dos. Por favor, intenta no matar a esos dos. Podría necesitarlos un día.
Falcyn hizo un ruido rudo de despido.
—A eso se llama pinchazos de hambre.
Riendo, Blaise sacudió su cabeza.
—Hambre para una palabra amable, quieres decir.
—Bueno, no lo conseguirás aquí. —Falcyn gesticuló hacia las escaleras
como si su hermano pudiera ver sus movimientos—. Así que sal conmigo.
Blaise suspiró pesadamente.
—Me temo que no. Debo inmiscuirme. No puedo esperar.
Falcyn hizo otro sonido tan profundo en su garganta que vibró a través
del cuerpo de Medea.
Urian la empujó hacia atrás.
—Bueno, entonces. Los dejaremos con su discusión. Vamos, hermana
mayor. Salgamos de aquí antes de que Godzilla y Mothra vengan y nos
atrapen en el fuego cruzado.
—¿Ante quién y qué?
Urian gruñó entre dientes.
—Un día tenemos que hacer todo un día de maratón de películas para
ponerte al día con mis referencias. —Y con eso, la empujó hacia las
escaleras.
Pero Medea no pudo resistir una rápida mirada de vuelta al extraño cuya
presencia aún la embrujaba. ¿Peor? Él continuó observándola con esa
penetrante mirada como si fuera una liebre con la que estaba jugando para
devorar en el almuerzo.
—¿Qué son? —preguntó a Urian cuando la guió escaleras arriba al área
de menos gente del bar.
—Blaise es un mandrake. Falcyn… infiernos si lo sé. Es uno de los
dragones nacidos, pero no un Were Hunter.
—Si son hermanos, él sería un mandrake, también. ¿Cierto?
Urian dudó.
—No creo que estén relacionados realmente. Los dragones tienen una
idea incluso más peculiar de lo que constituye la familia que nosotros.
Ella estaba muy perpleja por eso.
—Pero si él es un dragón y no es un mandrake o Were Hunter, ¿cómo
puede ser humano? —Esos eran los dos únicos tipos de dragones de pura
sangre quienes podían tomar forma humana.
Al menos que ella supiera, y dado el hecho de que había caminado por
esta tierra durante más de once mil años, sabía bastante sobre los
cambiaformas y el mundo sobrenatural que la había visto nacer.
Y ellos.
Especialmente desde que su padre era uno. Pero su forma de dragón
venía del hecho de que era un semidios, y no un cambiaformas verdadero.
A diferencia de ellos, él no podía aguantar su forma durante mucho tiempo,
o vivir en ella.
Urian se detuvo para mirar de ella a los dos dragones en la multitud de
abajo.
—Esa, Medea, es la pregunta que todos nos hacemos y nadie responderá.
Todo lo que sabemos es que es una bestia sedienta de sangre quien es mejor
evitar.
Capítulo 2

—¿Cuál es tu trauma?
Blaise resopló burlonamente ante la gruñona pregunta de Falcyn.
—Falta de apoyo parental. Falta de vínculo. Kerrigan me golpeó en
demasiadas paredes por ser insolente cada vez que él estaba de mal humor,
lo cual era bastante frecuente. Miedo a los conejitos peludos, pero no es por
eso que estoy aquí.
—¿Conejitos peludos? —Falcyn no estaba seguro de querer saber la
respuesta a esa pregunta, pero estaba tan fuera de lugar por este mandrake
audaz y lunático, que se sintió obligado a escuchar su explicación, incluso
contra todo sentido común.
—¿Has visto alguna vez la película Bambi? Esos bastardos son una
extraña arma. Y no me hagas empezar con el Santo Grial de Monty Python
2
y ese harey -pesadilla. —Blaise se estremeció visiblemente—. Llega hasta
el punto que ni siquiera quiero ver esa cosa rosada de relleno que lleva Nim.
Al mencionar al inocente demonio babosa, Falcyn rodó sus ojos tan
fuerte en su cráneo, que en realidad quemó.
—Eres muy extraño.
—Oh sí, porque estás acaparando toda la normalidad. ¿Alguna vez te has
molestado en mirar en ese abismo, amigo mío? Te prometo que la olla está
llamando a la cazuela.
—¿Tienes un punto para esta misión, aparte de molestarme e insultarme?
En cuyo caso, la misión está cumplida, pero tu vida se está acercando
peligrosamente a su final como resultado.
—Vaya, eso es una hostilidad seria la que tienes ahí dentro, amigo.
Necesitas darte un respiro.
Falcyn arqueó una ceja ante las palabras inusuales. ¿Darte un respiro?
—¿De quién has estado rodeado que has recogido todo este nuevo
vocabulario?
Blaise sonrió.
—El nuevo juguete de Morgen. Es adicto a todo tipo de cosas
peculiares… Y no solo porno. Por eso estoy aquí.
—¿Qué? ¿Por porno? Lo siento. Nada de chulos. No necesito un
proxeneta. No quiero un chulo.
—No estaba planeando actuar como tal. Tampoco sabía que estabas entre
los chicos.
Falcyn hizo una mueca.
—Hablar contigo siempre me da un tumor cerebral. ¿Explícame cómo es
que nadie te ha asesinado hasta la fecha?
—No por falta de intentos de su parte, te lo aseguro. Permíteme revisar el
conjunto de golpes que Kerrigan me dio contra las paredes. Pero soy muy
rápido con mis reflejos. Y suerte para mí, eres un viejo dragón. Decrépito.
—¿De verdad quieres probar esa teoría?
—No sin respaldo. Así que hasta mi punto de visita…
Más agitado de lo que quería, Falcyn cruzó los brazos sobre el pecho
mientras esperaba a que Blaise terminara esa frase.
—¿Has perdido tu pensamiento, tu mente… o solo tu nervio?
Inclinando la cabeza, Blaise entrecerró la mirada como si estuviera
escuchando atentamente a algo.
—Ellos están aquí.
—¿Ellos?
—Los perros de Morgen. Eso es lo que intentaba decirte. Ella les estaba
dando un agujero, y mientras no puede atravesarlo, su Círculo ahora puede.
—¿Y qué? ¿Por qué debería importarme? Esa es tu batalla, hermano. No
es la mía.
Y antes de que Blaise pudiera soltar otra palabra, la puerta detrás de él se
abrió.
El intestino de Falcyn se tensó a la vista y la llegada de la mano derecha
de la perra de Narishka duFey Morgen.
Y la criatura que Falcyn odiaba más.
Tanto para ser solo la batalla de Blaise. La sangre de Falcyn fluyó gruesa
a través de sus venas mientras se dirigía hacia la rubia Adoni que le había
robado todo lo que había esperado amar.
Sosteniendo su mano, ella lo atrapó con sus poderes y chasqueó la
lengua.
—Lo sabes mejor dragón. ¿Qué estabas pensando?
—Cuánto quiero darme un festín con tus entrañas, ¡puta!
Y todavía no se estremeció. Más bien, sacudió la cabeza hacia él.
—Vamos, ¿esa es la manera de hablar a la madrastra de tu hijo?
Esas palabras solo incendiaron más su ira cuando despertaron un dolor
tan profundo dentro de él que ni siquiera todos esos siglos pudieron
sofocarlo.
—Te refieres a la asesina de mi hijo, ¿verdad?
Blaise jadeó. El nacimiento de su hijo era algo que Falcyn nunca había
mencionado a otra criatura viviente.
Aparte de Max.
Y ninguno de ellos hablaba de Maddor, ya que su mera mención lo hacía
más violento contra su hermano.
Narishka solo lo sabía porque había ayudado a su hermana a concebir y a
dar a luz a su hijo. ¿Y con qué propósito? Ser esclavo de Morgen le Fey,
gracias a Max y su interferencia. Debido a las acciones de su hermano, los
mandrakes no eran en ningún lugar tan poderosos como deberían haber
sido. Por lo tanto, vivían en servidumbre para las putas fey de Avalon y
Camelot.
Maddor, como su progenitor, había sido el primero en sufrir gran parte de
la rabia ciega de Morgen debido a las acciones de Max. Y no había habido
nada que Falcyn pudiera hacer para detenerla o ayudar a su hijo.
Nada.
Ni siquiera el día en que finalmente mataron a Maddor por la maldición
de Max. Por eso solo, Falcyn todavía quería sus corazones en sus puños. No
pasaba ni un día en el que no ardiera en cólera sobre la pérdida de su hijo.
Y ese era el porqué Falcyn había amado y protegido a Blaise durante
todos estos siglos.
Porque Blaise no era realmente su hermano.
Era su nieto. Le habían prohibido conocerlo hasta mucho tiempo después
de que Blaise hubiera crecido solo. Por eso Falcyn había escondido el
conocimiento de su nacimiento a Blaise. Nada excepto más dolor podría
venir de Blaise conociendo la verdad.
No había sido abandonado por su padre. Él había sido arrancado de ellos
y dejado para morir por el Adoni, quien era aún más cruel.
Y le picaba lo suficiente por los dos. No había necesidad de cargar a
Blaise con una realidad que no podía cambiar. Que se fuera al infierno,
Falcyn moriría antes de permitir que alguien volviera a dañar a Blaise.
—¡Perra, por favor! —Falcyn usó sus poderes para romper su agarre y
golpearla de nuevo contra la pared lo suficientemente fuerte para hacer una
abolladura en el aglomerado.
Finalmente, el pánico y el miedo se reflejaron en sus ojos al percatarse de
la verdadera extensión de sus poderes y su propia debilidad en
comparación. Ella luchó contra su agarre invisible.
—Mátame y tu hijo también morirá.
—Mi hijo murió hace mucho tiempo.
Narishka sacudió la cabeza.
—Maddor todavía vive.
Esas tres palabras inesperadas le salvaron la vida.
—¿Qué quieres decir?
Haciendo una mueca, miró a Blaise.
—¡Díselo! Maddor todavía gobierna a mandrakes en Camelot.
Falcyn sintió que la sangre se le escurría de las mejillas. No… ella estaba
mintiendo.
Tenía que hacerlo.
—Juegas conmigo, puta Adoni, y así que ayúdame…
—¡Yo nunca lo haría! —Asfixiándose, ella escupió a Blaise—. ¡Díselo,
maldito seas!
Blaise se lamió los labios lentamente. Su tez palideció tanto como
Falcyn.
—¿Maddor es realmente tu hijo?
Falcyn no podía soportar responder a esa pregunta. No mientras las
lágrimas silenciosas le ahogaban.
—¿Vive? —Su voz se quebró en esas palabras.
Blaise asintió.
—Sí, vive. Pero es un hijo de puta de sangre fría.
De tal palo tal astilla.
Con una risa amarga, Falcyn cerró la distancia entre él y Narishka.
—En realidad, era una puta. Traidora desde el primer suspiro hasta el
último.
Narishka levantó la barbilla con un valor que sería admirable si no fuera
por la estupidez de su desafío, dado su odio y descarada indiferencia por su
vida.
—Te dije que no mataras a mi hermana.
Siseando, se movió para acabar con ella y pudiera unirse a Igraine en el
infierno.
—¡Espera! —gritó ella.
—¿Para qué? —La pregunta estaba fuera antes de que pudiera detenerla.
Ni siquiera sabía por qué se molestaba, ya que no tenía ningún deseo de
extender su vida o escuchar otra sílaba de sus labios que estaban más
acostumbrados a derramar mentiras que verdades.
—Tienes algo que necesitamos.
¿Y qué? ¿Estaba de broma? No podía importarles menos o sus
necesidades.
Él arqueó una ceja ante eso.
—No tengo nada.
—No dije que lo poseyeras. Lo proteges.
Él frunció el ceño aún más, ya que no había nada en la vida que protegía.
Nada más que a Blaise e Illarion. Y nunca le permitiría tener a ninguno
de ellos.
—¿Perdón?
Una luz oscura e insidiosa jugó en lo profundo de sus ojos.
—¿Debemos negociar?
<><><><><>
Urian frunció el ceño a Medea mientras hablaban dentro de la pequeña
habitación privada en el Santuario que se reservaba para cada vez que la
clientela sobrenatural necesitaba un tiempo fuera de los testigos humanos
que podían no reaccionar bien a la realidad con la que compartían su
mundo. Apenas más de un armario, sus habitaciones eran estrechas, pero les
permitía no ser oídos por cualquiera de los humanos de fuera.
O los Were Hunters, quienes por regla general tenían una audición muy
sensible.
Y dado el hecho de que su hermana le había hablado de una misteriosa
plaga que estaba a punto de destruir a su pueblo, se alegró de que nadie
pudiera oírlos.
—¿Por qué me estás diciendo esto? Ya no soy un Daimon.
Medea cruzó los brazos sobre su pecho.
—Sí, pero por lo que sabes, esta plaga podría infectarte también. Sea lo
que sea que Apolo desató sobre nosotros se está cobrando un terrible peaje.
Sé que odias a nuestro padre, pero…
—¡Stryker no es mi padre! —le recordó con frialdad.
—Biológicamente, es cierto. Sin embargo, te crió como suyo. Su esposa
te dio a luz.
—Después de que me arrancaran del estómago de mi verdadera madre
por esa perra a la que sirves… ¡y meterme en su vientre sin el conocimiento
ni el consentimiento de nadie! —Y Medea recordándole cuánto los dioses
lo habían jodido no le estaba acercando a su causa.
En absoluto.
Honestamente, ya había tenido suficiente siendo su hijastro bastardo que
pateaban siempre que se aburrían.
—Esa perra es también la madre de tu actual jefe y el amado protector de
tus verdaderos padre y madre, ¡no lo olvides!
Urian siseó ante su menos que sutil recordatorio sobre la posición de
Apollymi en su mundo.
—Tienes un poco de nervio para venir aquí y pedirme que ayude a
Stryker o a Apollymi, habida cuenta de lo que ambos me han quitado.
—Lo sé. Lo cual te dice lo desesperada que estoy. —Tragó saliva—. No
son los únicos que están enfermos, Uri. Davyn también. Él morirá si no nos
ayudas.
Vio la incertidumbre que lo atormentaba al mencionar al Daimon que
todavía consideraba su familia. Mientras que Urian podría estar enojado con
sus padres y Apollymi, nunca le daría la espalda a Davyn. No después de
todos los siglos en los que habían sido más hermanos que amigos.
No después de toda la información por la que Davyn había arriesgado su
vida para llevar a Urian.
La única verdad sobre su hermano: era leal por encima de todo lo demás.
Incluso su propio orgullo y ego.
Y ambos amaban a Davyn y lo apreciaban por el raro Daimon que era.
—Por favor, Urian. Perdí a mi marido y a mi único hijo porque mi
abuelo, el abuelo de tu gemelo de nacimiento, era un bastardo. Les vi a
ambos ser asesinados delante de mis propios ojos por los bichos humanos
que proteges. Sin razón, aparte de que nos temían cuando no habíamos
hecho nada sospechoso. Éramos inocentes e inofensivos, cuidando nuestro
propio negocio cuando nos atacaron. Así que no creo ni por un minuto que
tengas algún tipo de marca compartida en el dolor. Porque confía en mí,
hermano, eres un novato. No tienes ni idea de lo que pasé por mi vida
mortal o ésta. Lo siento por lo que Stryker les hizo a ti y a Phoebe. Lo
lamento, pero he perdido a demasiados para sentarme y ver al resto morir y
no hacer nada excepto intentar ayudarlos. Esa no soy yo.
Urian se congeló como si finalmente sus palabras atravesaran su dolor
para abrir los ojos a una verdad sobre su hermana que nunca había visto
antes.
—Es por eso que torturaste a Jared, ¿no?
Medea se estremeció ante la mención del Sephiroth que había sido
retenido cautivo por su madre y su tía. Hasta el día de hoy, se avergonzaba
de algo que le que había hecho mientras él había vivido bajo su custodia.
Pero no completamente. En su mente, se merecía todo lo que le habían
hecho pasar.
—Se volvió en su contra solo. Los llevó a la masacre por los dioses
quienes nos traicionaron mientras sus soldados ponían su fe y sus vidas en
sus manos. ¿Y para qué? Su propio beneficio. Nada más. Sabía exactamente
cuán traicioneros eran todos los dioses y no le importó. Solo su pacto lo
hacía. Dejó a sus soldados morir bajo su mando. Así que sí, lancé mi ira
sobre él cuando se convirtió en más de lo que podía hacer frente. ¿Cómo no
iba a hacerlo? ¿Cómo podía alguien traicionar a las personas que confiaron
en él de la manera que lo hizo? Siéntate y deja que sus enemigos desgarren
a sus amigos y familiares. Brutalmente. No lucharé el amargo final por un
extraño. Y se supone que soy el villano. La hipocresía de lo que le hizo
Jared a su ejército me enferma cada vez que pienso en él. Los vendió a
todos para salvar su propio culo para sobrevivir a esa guerra. No hay nada
que odie más en este mundo que a un cobarde.
—Excepto a los humanos.
Una sola lágrima se deslizó por su mejilla al ver la cara de su bebé en el
ojo de la mente. Había sido tan precioso y hermoso con su rizado cabello
rubio y ojos brillantes. Las mejillas onduladas y una risa que había venido
de los mismos ángeles. Tan inocente y dulce. Medea nunca había vivido
realmente hasta el día que había sostenido ese trozo de cielo en sus brazos.
Y su corazón lo había seguido hasta su tumba.
—Praxis tenía cinco años, Uri. Cinco. Y murió en agonía en sus
despiadadas manos, gritando para que yo le ayudara mientras ellos… —Se
ahogó con las palabras que todavía no podía pronunciar. Ni siquiera
después de todos estos siglos. El horror era todavía demasiado fresco y
crudo en su corazón.
Ninguna cantidad de tiempo había rectificado lo que le habían quitado
brutalmente.
No, no quitado.
Destrozado. Podría haber sobrevivido físicamente, pero por dentro estaba
tan muerta como su marido y su hijo. Solo una cáscara de la mujer que
había sido una vez.
Y nunca más la inocente de ojos de ciervo que alguna vez pensó en este
mundo como un hermoso lugar.
Así que, en vez de eso, miró a su hermano.
—Dime, Urian, ¿cómo puedo siquiera sanar, dado lo que me robaron
violentamente? ¡Ninguna cantidad de tiempo puede atenuar un dolor tan
fuerte!
La atrajo contra él.
—Lo siento mucho, Dee.
Sus lágrimas se disolvieron en furia, como siempre lo hacían. Porque no
podía manejar todo el peso de su dolor. Era una emoción sin valor, horrible,
que la hacía débil y vulnerable. La ira la motivaba. La rabia la mantenía en
movimiento para pasar el dolor más miserable.
Esa era la única razón por la que todavía estaba de pie. Era lo que la
había mantenido a través de los horrores de su vida y lo que le permitía
funcionar. Le alimentaba como una leche materna y la mantenía fuerte. Era
lo que abrazaba con los dos puños.
Con su respiración irregular, lo empujó lejos.
—No necesito tu lástima. Es inútil. Puedes mantenerlo, especialmente si
no me vas a ayudar.
Urian la cogió del brazo cuando empezó a marcharse.
—¡Espera! —Quería negarle esa petición. En verdad, quería que Stryker
ardiera y se reiría mientras lo veía suceder. Después de todo, el bastardo
había cortado la garganta de Urian a sangre fría y asesinó a su preciosa
Phoebe, la única mujer en el mundo que jamás había amado.
Pero Medea tenía razón. No podía permitir que el resto de lo que había
sido sus familiares y amigos murieran y no hacer nada. A diferencia de
Jared, no podía soportar ver a sus amigos asesinados injustamente.
No, si pudiera evitarlo.
—Hay una cosa que podría salvarlos.
—¿Qué?
Él dudó. No porque no quisiera ayudarlos, sino porque no sabía lo que
Stryker podría hacer con la cura. En sus manos, podría resultar más letal.
Ninguna buena acción queda sin castigo.
De alguna manera esto iba a volverse contra él. Lo sabía. Tales cosas
siempre lo hacían, y lo dejarían sangrando y maldiciendo. Aun así, no podía
permitir que Medea sufriera algo peor de lo que ya había sufrido. Ella tenía
razón. Había pasado por bastante, y al final del día, eran familia. Quizás no
en el sentido convencional, pero sentía un parentesco con ella. Y había
crecido pensando que era uno de los hijos de Stryker. Pensando en la hija de
Stryker como su propia hermana.
Cada vez que miraba a Medea, veía la cara amada de Dyana. Recordado
su tiempo como niños y el día que la habían llamado Tannis porque ya no
podían soportar llamar a su única hermana por el nombre de su tía quien
permitió que su propio hermano, el dios Apolo, los maldijera para morir por
algo en lo que ninguno de ellos había participado.
Todos habían sido víctimas inocentes de un juego de poder fétido entre
los antiguos dioses. Todos ellos habían pagado un alto costo para seguir
viviendo, solo para odiar a quienes les vieron caer sin razón alguna.
Para bien o para mal, Medea era un poco más su hermana que Tannis. Y
porque la amaba, se negó a aumentar su dolor.
—No sé si funcionará o no.
Medea se enfadó por su evasiva.
—¡Oh, por Dios, dilo ya!
—Una piedra de dragón.
Se echó hacia atrás y le frunció el ceño.
—¿Una qué?
Urian evadió mientras buscaba una forma de explicarlo. Pero no era tan
fácil como debiera ser.
—Por falta de un término mejor, es una roca encantada que tienen los
dragones. Supuestamente, puede curar cualquier cosa. Incluso a los
muertos. Incluso trajo a Max de vuelta después de ser asesinado salvando a
su esposa y a sus hijos. Así que asumiría que podría curar esto, también.
—¿De dónde sacas una?
Esa era la parte fácil.
Y lo más difícil que se podía imaginar.
—Como te acompaña la suerte, hay uno aquí.
La alegría regresó a sus oscuros ojos.
—¿Dónde?
Él visiblemente hizo un gesto hacia el último lugar al que ninguno de
ellos quería aventurarse. Porque pedir ayuda era todo tipo de estupidez
descontrolada.
—Eso sería del insistente, ya que pertenece a Falcyn.
—¿Esa bestia ruda que conocí antes?
Él asintió.
—A mi conocimiento, ese es el último que existe. El resto fueron todas
destruidas o desaparecidas.
Medea gruñó en voz alta cuando su estómago se encogió ante el
pensamiento de tener que negociar con Falcyn sobre algo tan raro. Se estaba
moviendo. Podría muy bien meter la cabeza en la boca de un león
hambriento y pedirle que no la mordiera.
O su madre que derramara la sangre cuando estaba en uno de sus estados
de ánimo.
—Estupendo. Entonces, ¿cómo voy a conseguir eso?
—¿Un consejo? Pregunta amablemente.
<><><><><>
Falcyn miró a Narishka.
—¿Quieres mi piedra de dragón? —Se rió en su cara—. Vete a la mierda
y muere en agonía, perra sin valor.
—¿Entonces quieres decir que tu hijo tan poco vale?
—Por tanto que valoras tu vida. —Él sonrió burlonamente.
Blaise se interpuso entre ellos, fastidiando a Falcyn, para impedir que la
matara.
—¿Por qué necesitas su piedra?
Narishka le dirigió una mirada fría.
—Esto no te concierne, gusano. Mantente fuera de esto.
Falcyn cruzó los brazos sobre su pecho mientras se aclaraba la garganta.
—¿Puedo matarla ahora? —le preguntó a Blaise con un tono suave que
desmentía su furia.
—Estoy a punto de dártela, pero ¿no tienes curiosidad sobre por qué está
aquí?
—No lo suficiente para ampliar su vida.
Blaise se rió.
—Vaya. Recuérdame que nunca te enoje.
—Lo haría, pero no escuchas. —Cuando se movió para cumplir su
amenaza, la puerta se abrió para admitir a Urian y Medea en la habitación.
Falcyn se quedó parado al verlos. Y en ese punto, estaba en lo último de
su paciencia para cualquier persona. Incluso una mujer con un culo tan
bonito.
—¿Aquí para ayudar o para obstaculizar? Declárate.
Los ojos de Urian se abrieron antes de que contestara.
—Cualquiera que sea la elección termina conmigo en tu lado bueno.
—Coge a la perra.
Pero antes de que alguien pudiera moverse, una luz brillante pulsó dentro
de la habitación, cegando a todos excepto a Blaine, quien no podía ver de
todos modos.
Falcyn maldijo mientras el dolor se irradiaba a través de su cráneo,
dejando detrás un parpadeo estroboscópico que le mareó mientras trataba de
ver más allá de los puntos blancos que giraban y salpicaban su visión.
—¿Urian?
—¡Ciego como un murciélago! —replicó en respuesta a la llamada de
Falcyn—. ¿Dee?
—No puedo ver ni una mierda. —Medea levantó su mano para proteger
sus ojos sensibles a la luz.
—Hay demonios en la habitación. —Blaise se movió para cubrirlos—.
Gallu.
Ah, eso es genial.
—¿Quién invitó a los imbéciles a nuestra fiesta? —gruñó Falcyn.
Era una de las pocas razas que podían infectar a una víctima y
convertirlos en esclavos sin mente.
O máquinas de matar. Ninguno de los cuales apelaba a Falcyn. Mientras
que no le importaba la violencia sin sentido por su bien, quería la decisión
final de a quién y qué mataba para ser solo suyo, y no la orden de algún
malvado señor. Nadie tendría dominio sobre él.
Nadie.
Algo agarró a Falcyn.
Se movió para golpear al tonto.
—No te atrevas —gruñó Blaise en su oído—. O te dejaré con ellos.
En otro desenfoque rápido, Falcyn se sintió cayendo. Extendió la mano y
empezó a transformarse, luego se detuvo, ya que la transformación podría
matar a Blaise, o a él, o a ambos, dependiendo de lo que Blaise estuviera
haciendo. Porque esto repentinamente se sentía como un viaje
interdimensional. Y transformarse durante el medio de eso nunca fue una
buena idea.
—¿Blaise? ¿Qué estás haciendo?
—¡Agárrate! ¡Que todo el mundo se quede quieto!
Sí claro. La calma no era su estado natural de ser.
¿Enfadado?
Comprobado.
—Entonces, ¿por qué suenas aterrado y por qué todavía estoy ciego?
Tan pronto como Falcyn terminó esa frase, se estrelló contra un cojín
musgoso. Y algo suave y curvilíneo aterrizó encima de él con un fuerte
“huff”. Peor que eso, le dio un codazo en el estómago.
Y habría golpeado su ingle si no se hubiera torcido y se hubiera movido
con la velocidad de la luz.
—¡Hey, hey, amor! Tú solo tocas la no-zona, si quieres hacerla feliz.
Haciendo una mueca, Medea le dirigió una mirada que decía que era
alguna porquería indeseable que se había pegado a la parte inferior de su pie
descalzo en su salida del baño.
—No hay suficiente cerveza en el universo para que toque tu no-zona,
libélula. No te halagues.
—Dice el Daimon que se me arrastra por todas partes.
—Dando el salto, quieres decir, antes de que coja algo que estoy segura
que los antibióticos no curarán.
Se burló de su insulto.
—No es lo que se sienta desde donde estoy tumbado, y todavía estás
encima de… ¡umph! —gruñó cuando le dio un codazo y le dejó sin aire en
los pulmones.
Con un ceño fruncido, frotó el área maltratada y se puso de pie de modo
que podía mirar alrededor hacia algo más que su culo bien definido.
Esperaba encontrarse en el bar o en Casa Peltier, la residencia que los osos
poseían que estaba pegada a su bar.
Esto no era ni lo uno ni lo otro.
Irritado, se enfrentó a la causa de este desastre en particular.
—Blaise, ¿qué hiciste?
Estaban en un prado. Una pradera oscura, lúgubre, escalofriante, como la
que usaban los niños humanos para asustarse. O directores de películas de
serie B favorecidos por los telones de fondo de sus juegos cursi.
Sí, definitivamente podía ver a algún lunático manejando hachazos y
viniendo a ellos desde los arbustos. Por supuesto, el estado de ánimo en que
estaba, ese lunático podría ser él antes de que pasara mucho tiempo.
Blaise se dio la vuelta lentamente de una manera que decía que estaba
usando su vista de dragón para sentir el éter.
—Bueno, esto no era lo que había planeado.
—¿Qué? —La voz de Urian goteó de sarcasmo—. ¿No querías un viaje
al Pueblo de Halloween? Estoy muy decepcionado, Blaise. Esperaba
conseguir mi ropa interior firmada por Jack Skellington.
Falcyn resopló ante la repentina imagen que tenía de Urian en su cabeza,
posando en calzoncillos ante Jack Skellington como un modelo de Calvin
Klein. En realidad, podía ver al loco en eso. Lo que era la parte más
perturbadora de todo. Porque realmente, preferiría despilfarrar esa
capacidad cerebral imaginando a Medea desnuda que imaginar a Urian en
su retorcida y fetiche ropa interior de Disney.
Apartando las imágenes de su mente antes de que fuera tan ciego como
Blaise, Falcyn rascó su mejilla barbuda.
—¿Y cómo llegamos aquí?
—No estoy seguro. Estaba apuntando a la sala de Casa Peltier. —Blaise
frunció su frente—. Fallo épico. Ni siquiera estoy seguro de dónde estamos.
Urian dejó escapar un largo y cansado suspiro mientras observaba el
retorcido paisaje.
—Creo que lo sé. Pero no les va a gustar. Estoy seguro de que no.
Medea frunció los labios.
—Ponnos a prueba.
—Myrkheim.
Falcyn hizo una mueca ante lo acertado que estaba Urian, cuando una
úlcera comenzó en su estómago.
Blaise hizo una expresión de felicidad exagerada.
—¡Oh genial! ¡Las fronteras donde los paganos van a pudrirse! ¡Justo
donde quería construir mi casa de vacaciones! ¿Dónde hay un contrato de
arrendamiento? ¡Firma mi culo escamoso!
Medea rodó los ojos.
—¿Qué es Myrkheim?
Falcyn rió amargamente de su inocente pregunta. La cual tenía sentido,
considerando todas las cosas.
—Supongo que los Daimons no pasan mucho tiempo aquí, ya que no es
parte de tu mitología. Es un reino inferior. Una tierra de retención, si
quieres, entre la tierra de luz y la oscuridad donde los fey pueden practicar
su magia.
—¿Quiénes son la gente fey?
Era una pregunta legítima, supuso, ya que había muchos fey en el mundo
yendo a todas partes, y él no había especificado el panteón. Falcyn suspiró.
—En un tiempo, todos. Pero hoy en día, está reservado principalmente
para los rechazados de Morgen. Y algunos otros bastardos que sufren el
IBS.
—Sí, está bien… Entonces, ¿cuál es el…? —Antes de que pudiera
terminar su frase, un perno de luz se disparó entre ellos, estrechamente
fallando por poco.
De hecho, solo falló porque Falcyn lo desvió.
—Magia perdida. Tienes que mantener la cabeza en su lugar. Si te
golpea, no se puede decir lo que podría hacer. Podría vaporizarte.
Convertirte en un sapo. O simplemente arruinar tus oportunidades para
tener hijos.
Los ojos de Medea se agrandaron al verla explotar y transformar un árbol
no muy lejos de ellos en un pollo que chilló, luego se zambulló bajo el
suelo a la madriguera como un conejo asustado.
—¿Eso pasa mucho?
Falcyn asintió.
—¿Por aquí? Mucho.
—Estupendo. ¿Hay algo más de lo que deba preocuparme?
—Sí —dijo amargamente—. De todo.
Parpadeando, se encontró con la mirada de Urian.
—¿Está de broma?
—Falcyn no tiene sentido del humor. Al menos ninguno que hayamos
identificado hasta la fecha.
Blaise trenzó su largo cabello blanco y lo aseguró con un lazo de cuero
que había desenrollado de su muñeca.
—Bueno, Max dijo que Falcyn no siempre fue el dolor en el culo que
conocemos. Pero solo puedo hablar de los últimos cientos de años. Y no ha
cambiado mientras lo conozco.
—No ayudas, Blaise —dijo Urian secamente.
Abrió los brazos para indicar el entorno.
—En caso de que no lo hayas notado, no soy muy bueno en eso. Tienden
a fastidiarse todas las cosas siempre que intento ayudar.
—Y Merlín te eligió como caballero del Grial. ¿En qué diablos estaba
pensando?
Blaise siseó.
—¡No hablamos de eso en voz alta, Falcyn! ¡Mierda! ¿Qué? ¿Intentas
que me maten?
Falcyn disparó una ráfaga de fuego al cielo.
—Todavía intento averiguar cómo llegamos aquí… y por qué. Porque
hagámosle frente, no nos enviaron aquí para algo bueno.
—Esperaba que no lo notaras. —Blaise se aclaró la garganta—. Menuda
manera de fastidiar mi zen, amigo.
Falcyn puso los ojos en blanco hacia Blaise.
—Tienes que dejar de salir con Savitar. Odio a ese bastardo.
—Odias a todo el mundo —le recordó Blaise.
—A ese bastardo con tablas de surf es al que más odio.
Blaise arqueó una ceja inquisitiva.
—¿Más que a Max?
Falcyn gruñó.
—¿Vamos a discutir intrascendencias o buscar un camino a casa? Porque
acabo de probar mis poderes y no hicieron ni una mierda por sacarnos de
aquí.
Avergonzándose, Blaise frotó nerviosamente su cuello.
—El mío tampoco, y tenía la esperanza de mantenerte distraído para que
no me patearas el culo por esta situación.
Falcyn miró a Urian.
—¿Qué hay de ti, princesa Guisante? ¿Tienes algo?
—¿Además de una migraña palpitante? No. Mi teletransportación no está
cooperando ya.
Todos miraron a Medea.
—¿De verdad? Si el mío funcionara, ¿creen que estaría aquí
escuchándoos a todos? Lo prometo, habría desaparecido hace mucho
tiempo.
Blaise suspiró.
—Creo que vi esta película una vez. No fue bien para la gente, cuando se
convirtieron mutuamente e implicaba motosierras… y un montón de sangre.
—¿Pero había silencio? Esa es la verdadera pregunta.
Urian resopló ante el irritable comentario de Falcyn.
¿Peor?
Había un silencio repentino. Resonó a su alrededor con esa extraña clase
de quietud que ponía cada terminación nerviosa en el borde. El tipo que
irradiaba con malevolencia porque era un presagio.
Los hombres se unieron para estar de pie, espaldas con espalda para que
pudieran enfrentarse y luchar contra cualquier amenaza que se les
presentara.
Medea no era tan rápida de confiar. Mientras ellos eran aliados, no eran
los suyos. Y la confianza no le resultaba fácil, no lo había hecho en mucho,
mucho tiempo.
En realidad, no estaba segura si alguna vez había sido parte de su
vocabulario. Así que se quedó de pie como lo había hecho toda su vida.
Sola.
Barras-K dibujadas. Después de todo, era lo que mejor sabía. Y esperó la
inminente tormenta que haría lo posible por destrozarla. Así como siempre
lo hacía.
Falcyn se congeló al ver a Medea y su postura de guerrero. Ella era una
cosa de exquisita belleza y no estaba describiendo su apariencia física. Más
bien era esa determinación cruda en sus ojos oscuros. El acero en su espina
dorsal cuando estaba de pie lista para asumir cualquier amenaza que viniera
a ella con astuta confianza.
Maldita sea.
Ese tipo de coraje se extendió y lo tocó a un nivel inesperado.
Uniéndolos. Porque solo alguien que había pasado por un infierno que él
había conocido podía verse así.
Y antes de reconsiderar sus acciones, se movió para estar de pie con ella.
Ella le frunció el ceño.
—¿Qué estás haciendo?
—Cubriendo tu flanco.
—Tengo vaqueros para eso.
Se mordió una sonrisa irónica.
—Sí, los tienes. Y un buen culo que acunan. Estoy aquí para asegurarme
de mantenerlo pegado donde está y sin sangre.
Una sombra no identificable pasó detrás de sus ojos, pero lo que fuera
ablandó sus rasgos y lo golpeó. Más que eso, causó que su pene se
sacudiera en el peor momento posible. Y no sabía por qué, cuando
necesitaba su sangre en el cerebro para que pudiera pensar en la mejor
forma de derrotar a quien fuera que estuviera planeando matarlos.
De repente, una luz brillante brilló cerca de ellos. Uno que le cegó
momentáneamente con su intensidad.
Se echó hacia atrás para enfrentarse a la niebla que se solidificó en un
hombre alto y delgado con cabello castaño y ojos rojos.
Haciendo una mueca de desprecio hacia el demonio vestido en un diseño
negro sobre negro esnob, Falcyn miró a Urian, que pareció reconocer al
aspirante a Fabio.
—Así que, Slim, ¿quién es este imbécil de diseño?
Capítulo 3

El demonio hizo una mueca ante la pregunta de Falcyn.


—Es señor Imbécil para ti, Dragón.
—Claro, calabacita. Lo que sea que te haga feliz.
Medea empujó a Falcyn en el hombro antes de levantarse en los dedos de
los pies para susurrarle al oído.
—Puede que no quieras contrariarle.
—Dice la mujer que no me conoce en absoluto. Créeme. Me he orinado
en la garganta de monstruos que hacen que este chico elegante parezca
incluso más patético de lo que es. En mi medidor de miedo, ni siquiera
mueve la aguja.
El demonio sonrió a regañadientes.
—Es por eso que has mantenido tu piedra de dragón más tiempo que
cualquier otro dragón en la historia. Ahora sé un buen chico, dámela.
Falcyn soltó un bufido burlón mientras lo miraba con una mirada menos
que impresionada.
—Uh... como el infierno que no.
Una lenta sonrisa se extendió sobre los rasgos cincelados del demonio,
pero no alcanzó sus ojos rojos.
—Danos la piedra y te diré cómo salvar a tu hermana.
Falcyn se quedó inmóvil ante esas palabras.
—Mi hermana está muerta. Y si me haces un Narishka, te juro, demonio,
que me comeré tu corazón para el almuerzo y lo eructaré para el postre.
—No sé lo que Narishka hizo, pero tu hermana se convirtió en piedra.
Así que, aunque ella no está técnicamente viva, tampoco está exactamente
muerta.
Falcyn sintió que la sangre se le drenaba de las mejillas mientras esas
palabras se hundían y se dio cuenta de que por segunda vez hoy, le habían
mentido. No es que se sorprendía. Su mayor sorpresa era el hecho de que
todos habían logrado mantener el secreto.
—¿Blaise? ¿Sabías sobre esto?
—No. Me fue dicho que ella cayó peleando contra Morgen con Anir. —
Anir fue el hijo del rey Arturo, que se había convertido en una gárgola
debido a otra maldición que la perra fey le había puesto a él y a sus
caballeros.
Medea puso su mano en el antebrazo de Falcyn en un gesto reconfortante
antes de apoyarse contra su espalda.
—Kessar es un bastardo traidor. No confíes en él. No sabría la verdad si
le mordiera su peludo trasero.
Kessar.
Ese era un nombre que Falcyn conocía bien.
—Así que chico elegante es el líder gallu contra el que los dioses
sumerios se volvieron. Apuesto a que arruinó tu día, ¿eh?
—Deberías saberlo, hijo de Lilith.
Blaise succionó aire entre sus dientes.
—Nunca, jamás... jamás traigas a su madre a las cosas. Esa es sólo una
buena manera de que te pateen el culo, ya que tiende a arremeter como un
loco cada vez que mencionas a quien-nunca-debería-ser-nombrada.
—Deberías escuchar a mi hermano, demonio. Al menos conozco el
nombre de mi madre. Lo que es más que tú. —Le hizo una mueca a Kessar
—. Y si sabes eso de mí, entonces sabes quién y qué me ha engendrado. Así
que, si yo fuera tú, correría antes de que decida sacarte tus alas por
diversión y clavarte a una pared en alguna parte para lanzar dardos cada vez
que estoy borracho.
Imperturbable, Kessar examinó sus garras.
—Bien. ¿Creo que no te interesa saber dónde mandaron a tu hermana?
Una sonrisa lenta e insidiosa se extendió por el rostro de Falcyn.
—Oh, la encontraré. En cuanto me coma tu cerebro y absorba la
información.
Más rápido de lo que Medea podía parpadear, Falcyn estaba sobre
Kessar, rasgando su carne.
Con un gruñido profano, agarró la cabeza del demonio por detrás y le
habría arrancado la garganta si Kessar no hubiera desaparecido.
Sangre goteaba de las manos y la barbilla de Falcyn mientras se dirigía
hacia el cielo desolado.
—¿Qué? ¿Fue algo que dije? ¡Vuelve aquí, bastardo maricón! ¿Qué clase
de demonio huye como una perra por un pequeño mordisco?
Urian cruzó los brazos sobre su pecho mientras se encontraba con la
mirada sorprendida de Medea.
—Y ahora sabes por qué tuve mis reservas acerca de buscar a nuestro no
tan amistoso dragón para conversar. No puedes sacarlo en público. O en
privado tampoco.
Medea habría hecho un comentario si Falcyn no hubiera decidido lamer
la sangre de sus dedos.
—Tienen estas cosas llamadas servilletas, ¿sabes? Han estado alrededor
por miles de años. Deberías probar una.
Secándose la sangre de los labios con el nudillo, él le sonrió.
—¿Un Daimon delicado? ¿En serio? Además, me gusta el sabor de la
sangre de mi enemigo. Me tranquiliza. La sangre de mis amigos es aún
mejor, pero tienden a ponerse un poco irritables cada vez que comparto mi
manjar favorito.
Blaise suspiró.
—Realmente, intentamos entrenar en casa. Fracasó miserablemente. Pero
es impresionante cuando se necesita a alguien asesinado y no tienes un
lugar para ocultar un cuerpo. Él come todos los rastros de ello. Mejor que
un demonio Caronte.
Con una última lamida de su dedo medio, Falcyn se volvió hacia Blaise.
—¿Puedes transformarte?
—No lo he intentado. ¿Por qué?
—Yo no puedo.
Blaise parecía enfermo del estómago al darse cuenta de ello. Después de
un segundo, sacudió la cabeza.
—¿Por qué no podemos cambiar?
—Esa sería la inquietante pregunta del momento, ¿no?
Urian rió nerviosamente.
—¿Cómo regresamos?
—Siempre hay un portal de algún tipo. —Falcyn giró en un círculo
pequeño y lento mientras observaba la tierra que los rodeaba—. Sólo
tenemos que averiguar dónde está y cómo se ve. Sabes... una mierda
divertida, siempre.
—Síp. Mucha diversión. —La voz de Urian goteaba con sarcasmo—. Y
evita la magia perdida y a los demonios.
—Y todo lo demás —añadió Medea.
—Exactamente lo que ella dijo —murmuró Falcyn en voz baja.
—Me alegro mucho de haberme levantado esta mañana. —Blaise suspiró
pesadamente—. Demonios, hasta me bañé.
Falcyn le dirigió una sonrisa burlona.
—Me alegra mucho estar aquí con todos ustedes. Quejándose y
gimiendo. De repente me siento como si estuviera enseñando en un jardín
de infantes.
Medea sacudió la cabeza ante el tono burlón de Falcyn.
—Sé por qué yo necesito tu piedra de dragón. ¿Cuál es el asunto con los
demás, de todos modos? ¿Por qué están tan ansiosos de poner las manos en
ella?
—¿Aparte del hecho de que son idiotas? —Falcyn se dirigió hacia el
bosque. Parecía un lugar tan probable como cualquiera para encontrar un
portal encantado—. Narishka quiere que Mordred vuelva a la vida.
—¿Mordred le Fey?
Inclinó la cabeza hacia ella.
—Síp. Al parecer, piensan que han encontrado su tumba, y mamá quiere
una reunión con su preciado niño. —Sonrió —. Personalmente, me gustaría
reunirlos en el infierno. ¿Quién está conmigo? —Su mirada fue primero a
Urian, luego a Blaise—. ¿De verdad? —preguntó secamente—. ¿Ningún
interesado?
Medea se encogió de hombros.
—Podría sentirme tentada si supiera de quién estabas hablando.
—La reina Perra, Morgen le Fey. No pasa desapercibida. Alta, preciosa,
más mala que la mierda. Rubia y letal.
—Suena como yo... excepto por la altura.
Él rió.
—Eso es lo que dicen todas las historias sobre ti. ¿Son verdad?
—Depende de tu lado de las cosas. Mi madre dice que no soy lo bastante
mala.
—Auch. —Falcyn aspiró una respiración bruscamente—. ¿Lo tomo
como que Mami Querida tiene algunos problemas?
Medea resopló.
—Sus problemas se arrastran en maletas.
Urian apareció entre ellos.
—Basta de llevarse bien, ustedes dos. Está empezando a asustarme. La
última cosa que cualquiera de nosotros necesita es una reunión de dos
males.
Ella puso los ojos en blanco.
—Ya pasó eso. Mis padres. Además, Falcyn no me parece malvado.
Falcyn ladeó la cabeza, instantáneamente intrigado. Nadie lo ponía en
ninguna otra categoría. Nunca. De hecho, la mayoría huía de él como si
fuera su padre, la fuente de todo el mal mismo. Y la mayoría de los seres no
tenía idea de lo que le generaba. Sólo lo asumían, dada la naturaleza y
posición de su padre.
—¿De verdad?
—Hmmm. —Ella barrió una mirada penetrante sobre su cuerpo—.
Aunque definitivamente eres un cascarrabias, no disfrutas de lastimar a
otros.
—¿Y cómo lo sabes?
Medea sonrió.
—He estado alrededor de mal real el tiempo suficiente para saber la
diferencia. Confía en mí, cariño, no lo tienes ni por asomo.
Falcyn se desaceleró mientras ella aceleraba sus pasos para alcanzar a
Blaise. ¿Qué demonios fue eso?
¿Un cumplido?
No estaba muy seguro, ya que normalmente no los conseguía de nadie.
¿Patadas en el culo y los dientes?
Las recibía rutinariamente.
¿Pero golpes al ego? Bestias extrañas y ajenas de las que no tenía
concepto. Extraño. Y le dejó una extraña sensación en el estómago.
Tal vez eran los dolores de hambre antes mencionados.
Sin embargo, por primera vez se sentía como un hambre de algo distinto
que por comida. Y lo hizo ponerse más duro de lo que había estado en su
vida.
Urian se acercó y rozó su pulgar contra la mandíbula de Falcyn.
—Estás boquiabierto, hermano. Puede que quieras cerrar eso antes de
atrapar algunas moscas.
Golpeó la mano de Urian.
—No seas idiota.
—No puedo evitarlo. Pasé demasiados siglos como la mano derecha del
mal, yo mismo. Dejó una marca negra en mi alma.
A medida que se acercaban al borde del bosque, Falcyn tenía la extraña
sensación de ser observado. Afortunadamente, eso frenó su atención a
Medea, y distrajo a su mirada de desviarse hacia ella constantemente.
Maldición, ella era mucho más distrayente de lo que debería ser. Si su
cuerpo no se detenía, iba a empezar a cortar pedazos de él.
Falcyn se frotó los pelos de la nuca que se habían levantado.
—¿Blaise?
—Sí... lo siento.
Los oscuros ojos de Medea se encontraron con los suyos y le hicieron
cosas extrañas en el estómago. Lo cual lo puso aún más duro, maldita sea.
—¿Qué es?
—No estoy seguro. —Falcyn caminó hacia atrás para poder escudriñar la
pradera mientras trataba de no pensar en por qué quería permanecer cerca
de ella para protegerla de cualquier amenaza que sintiera. Esa era una
característica innata del dragón. Una que él no quería analizar, porque las
ramificaciones le aterrorizaban.
No veía nada a su alrededor.
No que significara algo, dados los poderes que poseían algunos de sus
hermanos sobrenaturales. Y realmente echaba de menos estar en el cuerpo
de su dragón en este momento. La vista de un dragón era muy diferente de
la de un ser humano. Mucho más nítida y clara. Y aunque un rastro de eso
seguía en su cuerpo humano, aun así, no era tan bueno como sería en su otra
forma. Por eso Blaise no era ciego como un dragón.
Sólo como hombre.
Entonces Falcyn lo escuchó.
Una simple brizna de aliento. Tan baja como para ser virtualmente
inaudible. Para una criatura normal. Pero él no era normal. Demasiados
siglos de luchar para sobrevivir le habían dejado paranoico y muy en
sintonía con todo lo que le rodeaba.
Como el suave aroma de lirio de Medea.
Especialmente ese cambio sutil en el aire que decía que estaba siendo
acosado por algo invisible. Algo aproximándose rápidamente a su derecha...
Con los reflejos de un relámpago afilados por la batalla, se estiró y agarró
a su perseguidor.
—¡No tengo malas intenciones! —El sonido de la voz de una mujer lo
sacudió.
Falcyn apretó con más fuerza lo que parecía una garganta.
—Muéstrate.
Ella se materializó en su puño y, como él había supuesto, su mano estaba
envuelta en su cuello. Grandes ojos de color lavanda tragaban una cara que
parecía más de niña que de mujer, y sin embargo la plenitud de su cuerpo
envuelto en cuero decía que tenía casi veinte años. Físicamente, de todos
modos.
Probablemente mayor dada la cantidad de poder y confianza que sentía
de ella. Ese nivel de experiencia provenía de una criatura que tenía siglos de
antigüedad.
—¿Qué eres?
Ella le frotó la muñeca para recordarle que su agarre mortal le estaba
quitando la habilidad de hablar. Otra acción que decía que era mayor que
una adolescente asustada.
Falcyn
relajó su agarre, pero no lo suficiente como para permitirle escapar. No
era tonto y no había vivido hasta su avanzada edad actuando como uno.
—Soy Brogan.
—No pregunté tu nombre. Realmente no me importa. Pregunté qué eres.
—Maldita. Exiliada y condenada. Por favor, déjame ir y puedo ayudarte.
Se estaba protegiendo y a él no le gustó. Las criaturas que jugaban juegos
normalmente tenían algo que ocultar.
—¿Por qué?
—¿Por qué deberías dejarme ir? Para que pueda respirar.
Falcyn apretó los dientes.
—No, ¿por qué deberíamos confiar en que nos vas a ayudar?
—Porque quiero salir de aquí más que nada, pero me faltan los poderes
para romper el sello o negociar por libertad. Si me llevas contigo, te
mostraré dónde está un portal.
Todavía sospechoso, la soltó.
—Y de nuevo, te pregunto qué eres.
3
—Una kerling Vidente de la Muerte.
Falcyn conjuró una bola de fuego y la sostuvo para que supiera que su
propia muerte era inminente.
—¿Vidente de la Muerte o buscadora?
Un vidente veía la muerte. Un buscador la causaba.
Levantando las manos, se apartó de él.
—Vidente —dijo ella rápidamente, haciéndole saber que entendía la
amenaza menos que velada en sus acciones—. Aunque a menudo el Crom
Negro me usa para encontrar a sus víctimas.
—¿Y por qué es eso?
—Fui vendida a él para eso.
Falcyn se movió para matarla, pero Blaise lo agarró del brazo.
—No le hagas daño.
Asombrado, lo miró fijamente.
—¿Tu mente de mandrake está atrofiada?
Blaise resopló.
—Todo el tiempo. Pero no por esto. —Extendió su mano hacia la
pequeña morena—. Vamos, Brogan. No dejaré que te haga daño.
Dejando que el fuego en su mano desapareciera, le frunció el ceño a
Blaise.
—¿Puedes verla?
Blaise sacudió la cabeza.
—Sólo puedo oír su voz. ¿Por qué?
Porque ella era exquisitamente hermosa. Su largo cabello castaño oscuro
que había escapado de sus trenzas apretadas hacía espirales perfectas
alrededor de sus rasgos élficos y orejas puntiagudas. Rasgos encantadores
fey a menudo utilizados para atraer a otros a su destino. Y eso incluía sus
ajustados pantalones de cuero marrón y corsé que estaban cubiertos por una
delgada túnica verde, y el collar de piedras preciosas y la diadema que
llevaba.
Pero si Blaise no podía verla, entonces no era una trampa para él.
—¿Por qué te sientes atraído por ella?
—No dije que lo estaba. Sólo escucho la verdad en su voz. No nos está
mintiendo. Así que creo que deberíamos ayudarla.
—Y ninguna buena acción queda impune. La ayudas y es probable que
pagues por ello. De la peor manera imaginable y en el peor momento
posible.
Blaise suspiró pesadamente ante la desconfianza de Falcyn que había
venido de una vida de traición.
—Lo que más me gusta de ti, Fal. Tu optimismo interminable. Me vuelve
loco.
Tal vez, pero tristemente esperaba sólo lo peor de los que lo rodeaban, y
muy rara vez habían superado sus bajas expectativas.
Bajando sus sedosas alas para que no pudieran verse, Brogan recuperó su
morral.
Cuando pasó junto a Falcyn, él la detuvo.
—Le haces daño... o haces que le hagan daño de cualquier manera,
incluso una uña encarnada, y me aseguraré de que mueras gritando en
agonía.
Los ojos de ella se agrandaron ante su amenaza.
—No veo muerte alguna para él. No tienes motivos para amenazarme en
su nombre.
Mientras se movía para caminar junto a Blaise, Medea se dejó caer al
lado de Falcyn.
—¿Qué es un kerling?
—Una bruja conjurada.
—¿Por eso preguntaste si buscaba la muerte?
Asintió.
—Los kerlings puede ser un puñado.
—¿Conoces a muchos?
—No, pero he matado mi parte justa.
Brogan jadeó y miró por encima de su hombro a Falcyn.
Con una falsa sonrisa, él la saludó.
Ella dejó escapar un chillido y se acercó más a Blaise, que lanzó una
feroz mueca en su dirección.
—¿Qué hiciste?
—Sonreí.
—Ah, eso lo explica. Es un acto tan poco natural en ti que te pareces a
alguna bestia buscada cuando lo intentas.
Falcyn arrugó su cara mientras Blaise permitía que la kerling los
dirigiera.
Medea frunció el ceño.
—¿Y cuál es el trato?
—¿Con?
Levantó la barbilla hacia Blaise.
—Sólo cedes por él. ¿Por qué es eso?
—Yo no cedo por él. Protejo a mis hermanos.
—Así dices, pero eso no es lo que parece desde donde estoy parada.
—Entonces necesitas un par de anteojos, un mejor punto de vista, y mira
de nuevo.
—No te vuelvas loco conmigo, libélula. Simplemente me parece
fascinante que metes las garras por tu hermano. Simplemente parece fuera
de lugar de ti. Y raro.
—¿Raro?
—Síp. Nunca repliego las mías por Urian. En vez de eso, las utilizo como
un aguijón.
—Eso es verdad. Deja sangre cada vez que se acerca a mí.
Falcyn se erizó bajo su mirada penetrante.
—Somos dragones, no Daimons.
Medea se congeló ante sus palabras.
—¿Que se supone que significa eso?
—Somos de sangre fría. La única calidez que tenemos es nuestra familia,
por lo que tendemos a refugiarnos más estrechamente que otros. ¿Por qué?
¿Qué creías que quería decir?
—Ella pensó que te estabas refiriendo a que nos alimentamos de la
sangre de otros.
Falcyn resopló.
—Oh... está eso. Honestamente, no lo había pensado. O podría haberlo
señalado.
Brogan los miró antes de acercarse a Blaise.
—¿Siempre arman escándalo así?
—Realmente no. Acaban de conocerse.
—Sin embargo, discuten como una pareja casada... hmmm.
Falcyn convocó otra bola de fuego para la bruja.
Medea le agarró el brazo antes de que pudiera lanzarla.
—Hazla barbacoa, Simi, y estaremos atrapados aquí sin manera de
volver.
—No atascados. Simplemente detenidos.
—Síp, bueno, necesito llegar a casa. No puede permitirme el lujo de ser
detenida más de lo necesario. Así que guarda el fuego y el temperamento,
princesa, y sé amable.
—Nunca soy amable —dijo con tono hosco.
A él ni siquiera le gustaba el sonido de esa palabra de seis letras. Hmmm,
tal vez había algo de Simi en él, después de todo.
De repente, Brogan se detuvo.
Falcyn frunció el ceño mientras ella inclinaba la cabeza.
—¿Hay algún problema?
Sus ojos se volvieron de un color peculiar que desafiaba toda descripción.
Era un extraño color fey que decía que estaba aprovechando poderes
arcanos para leer su entorno.
Con el más leve susurro en su voz, habló:
—La muerte está sobre nosotros
Capítulo 4

Antes de que Falcyn tuviera la oportunidad de preguntarle a Brogan qué


quiso decir, el suelo alrededor de ellos comenzó a hervir. Literalmente.
Trozos de tierra burbujeaban y se agitaban como si se tratara de una criatura
viva y respiradora a punto de levantarse bajo sus pies.
Medea maldijo mientras bailaba alrededor para no tropezar. Del mismo
modo, él saltó sobre un segmento de la tierra que estalló debajo de él.
Rodaba trozos de tierra, hierba y barro por todas partes.
—¿Qué demonios es esto? Soy demasiado viejo para la rayuela.
Brogan jadeó mientras saltaba sobre otro surco que estalló.
—Svartle Orms. Cada vez que los herreros descansan durante el día, los
orms se sueltan de las fraguas y se precipitan hacia la libertad.
La cabeza de una bestia fea y pestilente surgió del suelo. Abrió la boca,
mostrando hileras de colmillos serrados.
—También están muriéndose de hambre —agregó Brogan—. Y comerán
cualquier cosa de la que capten el olor.
—No estoy en tu menú, amigo. —Falcyn soltó sus bolas de fuego en la
garganta de la bestia.
Aullando, se lanzó hacia él.
Medea cayó a su lado, añadiendo descargas celestiales a su fuego para
ayudar a freír al bastardo. Urian y Blaise cubrían a Brogan.
—¿Qué debemos hacer? —preguntó Blaise.
Brogan levantó los brazos y comenzó a silbar suavemente. El canto
atravesó a Falcyn, haciendo que le dolieran sus oídos sensibles. Blaise hizo
un sonido de fuerte desaprobación.
Sin embargo, ella continuó. Hasta que comenzó a hacer retroceder a los
orms.
—¡Corran! —dijo ella—. ¡Diríjanse a las cuevas de roca! No entrarán
allí.
Mientras se dirigían hacia ellas, un viento frío azotó a los árboles.
—¡Ignórenlo y sigan! No miren hacia arriba. ¡Ojos adelante!
¿No miren hacia arriba? ¿Estaba bromeando? Ahora se hacía una
necesidad imperiosa hacerlo. Pero la sabiduría convencional decía que sería
muy estúpido desafiar la orden de Brogan.
Muy…
¡Mierda!
Falcyn levantó la vista antes de que pudiera detenerse.
Y en el momento en que lo hizo, fuego llovió desde el cielo.
No sólo fuego. Rocas. Lava. Y algún tipo de larvas con aguijones.
Brogan hizo un ruido de supremo disgusto.
—¡Qué parte de no miren hacia arriba no entendiste, dragón!
—¡La parte que es la naturaleza de un dragón hacer lo que nos dicen que
no hagamos!
Blaise maldijo y golpeó a los insectos.
—¿Qué son estas cosas?
—Bloodvlox. No dejes que te rompan la piel o pueden infectarte y
apoderarse de ti. Si aterrizan cerca de tus oídos, ¡pueden arrastrarse por
dentro e ingerir tu cerebro! Y manténgalos alejados de sus ojos, también.
Medea siseó y dio una palmada en uno que estaba tratando de hundirse
bajo su piel.
—¿Cómo nos libramos de ellos?
4
—Erigeron , pero no tengo ninguna conmigo y no puedo conjurar
ninguna hasta que nos alejemos de los orms. —Brogan los golpeó—.
Aumentaré sus poderes para que puedan teletransportarse a las cuevas de
allá. Debería ser suficiente para llevarlos a un lugar seguro. Pero tendrán
que hacerlo rápido, antes de que ellos se den cuenta y ustedes vuelvan a
perder la habilidad.
Gruñendo ante la idea de confiar ciegamente en ella, Falcyn miró a su
alrededor y decidió que no había otra salida.
—Está bien. A la de tres, nos teletransportamos justo enfrente de las
cuevas. —Y si ella estaba mintiendo o los traicionaba, se la comería entera
—. ¿Listos?
—¡Listo! —dijeron al unísono.
Falcyn contó.
En uno se fueron, pero justo cuando él comenzó a seguirlos, un orm
agarró su pierna. Se volvió contra la criatura y la atrapó con su garra,
deseando poder darle lo que realmente merecía.
El veneno de su dragón.
Pisoteó y pateó hasta que se liberó, luego se teletransportó, asegurándose
de que no llevara a ninguna bestia perdida con él, ya que eso podría hacer
que su ADN se fusionara con el suyo… algo que definitivamente no quería
que sucediera. Estaba suficientemente dañado. Con su suerte, le brotaría
otro brazo o cabeza.
U otra pieza de anatomía que no quería pensar en duplicar, porque una
era suficiente para meterlo en toda clase de problemas. Definitivamente no
necesitaba un gemelo.
Especialmente no alrededor de Medea.
En el momento en que llegó a la cueva y retomó una forma sólida, el
aullido había subido de volumen y las pulgas estaban aguijoneando aún más
cuando lo rodearon al momento en que estaba sólido de nuevo. Blaise las
azotó con su camisa mientras Medea metía al interior a Falcyn de un tirón
por el brazo.
Urian utilizó sus poderes para sellarlos en la cueva.
Trabajo en equipo...
Se estremeció. Le ponía los pelos de punta. Nunca le había convencido
eso. Los dragones eran criaturas solitarias, y aunque había luchado con sus
hermanos un puñado de veces, no era suficiente para que lo dejara cómodo
con tales cosas. Y definitivamente no cuando estaba rodeado por estos
muchos extraños.
—¿Los orms pueden encontrarnos aquí? —preguntó Falcyn mientras
Blaise se ponía la camisa de nuevo.
Brogan sacudió la cabeza.
—Pero hay otros que sí pueden. Las fraguas están en lugares similares a
este... como lo están sus hogares. Es por eso que los orms los evitan cuando
están libres.
—Impresionante —respiró Urian—. ¿También están los portales aquí?
—No están cerca. Eso sería demasiado fácil.
Por supuesto que lo sería.
Urian gruñó.
—¿Crees que si llamara a Acheron, podría oírme y venir a rescatarme?
—Puedes intentarlo. —Falcyn esperó.
Después de unos segundos, Urian gruñó otra vez.
—Valió la pena el intento.
—¿Alguien conoce a un elfo oscuro? —Falcyn miró a Blaise, que tenía la
costumbre de ir de fiesta con ellos.
—Ninguno a quien yo quiera llamar. Muchas gracias. ¿Quieres llamar a
Narishka?
Falcyn lo fulminó con la mirada.
—Dejé embarazada a su hermana. Es lo que nos metió en esto,
¿recuerdas?
5
—Ja, ja, ja, jerga americana . Apestas mucho —gimió Blaise.
—Síp, bueno, tampoco eres muy bueno en tu argot, grosero.
Blaise sacudió la cabeza con irritación.
—Maldito yanqui.
Falcyn iluminó la cueva con sus bolas de fuego.
—Lástima que no tengamos a Cadegan aquí. Un agujero oscuro como
este es justo de su agrado.
—Para Illarion, también —le recordó Urian.
Falcyn asintió. Él tenía razón sobre eso. Ellos habían vivido en cuevas
monótonas durante siglos.
Medea le dirigió una mirada juguetona.
—También habría pensado que aquí estarías en casa.
Le dirigió una mueca a la ex Daimon.
—Detente con los estereotipos. No todos los dragones hibernan en
cuartos cerrados. Vivía en una isla, encima de ruinas. Al aire libre y muy
feliz de no estar encerrado. Mi hermano Max vive en un bar.
—Aye a eso —intervino Blaise—. Mi casa era un castillo en Camelot.
Por lo general, bajo los pies del Pendragon, pero no vamos a hablar de eso,
ya que es sólo un triste recuerdo. En retrospectiva, no sé por qué lo
mencioné.
Brogan levantó la cabeza.
—La mayoría de los dragones aquí son habitantes de cuevas. El fuego de
nuestras fraguas. El resto se esconde para no ser esclavizado.
—¿Cuántos residen aquí?
Ella frunció el ceño ante la pregunta de Blaise.
—Una docena que yo sepa. Sin contar a los orms. Fueron criados una vez
que el número de los dragones comenzó a disminuir.
—Tiene sentido. —Falcyn le lanzó una mirada triste a Blaise—. No
llevamos bien el cautiverio.
—¿Es por eso que estás ciego? —preguntó Brogan.
—No. Mi padre me cegó, con la esperanza de que muriera en estado
salvaje cuando yo era un bebé... al menos eso es lo que me dijeron.
Brogan palideció.
—¿Perdón? ¿Por qué le haría algo tan terrible a su propio hijo?
—Mi madre me hizo ser una herramienta para controlar a mi padre, pero
cuando él me rechazó debido a mi albinismo, mi madre me abandonó a él y
me llevó a los bosques y me dejó allí para morir. Iba a ser una ofrenda a los
dioses. Afortunadamente, también me rechazaron.
Con cada palabra que pronunciaba, la furia alcanzaba con fuerza a
Falcyn, y cruzó la habitación hacia el lado de Blaise. Sus facciones
volviéndose oscuras y mortales, Falcyn puso su mano en el cabello de
Blaise y lo estrechó contra él.
—Nunca fuiste rechazado por mí. ¡Nunca!
Cruda tristeza flotó en sus ojos ciegos.
—Lo sé.
Con un gruñido ronco, Falcyn lo soltó y dio un paso atrás.
Medea sintió un extraño nudo en su garganta al ver la humedad que
Falcyn contenía en sus ojos y la forma en que Blaise se lamía los labios y
aclaraba su garganta como si estuviera conteniendo su propia ronda de
lágrimas. Eso era amor en su forma masculina más pura y ruda.
Ahora sabía por qué Falcyn lo protegía tan celosamente.
Y ese pensamiento trajo una ola de fuerte emoción elevándose a través de
ella que no podía identificar. Pero era definitivamente tierna y abrumadora.
Había mucho más en este dragón que la bestia que dejaba ver al mundo.
Y Brogan también lo veía.
Aclarando su propia garganta, Brogan señaló hacia la parte trasera de la
cueva.
—Debería haber un túnel que conduzca hacia los canales subterráneos
donde podríamos encontrar un camino hacia el pórtico.
—¿El pórtico? —Medea no entendía la palabra, pero la manera en que la
mujer la decía se sentía como ella si lo hiciera.
—Aye. Es la meseta donde los ancianos se reúnen para ver los otros
reinos. Allí hay un portal.
—¿Por qué hacen eso?
Brogan resopló ante su pregunta.
—En caso de que no te hayas dado cuenta, milady, no hay mucho que
hacer aquí, aparte de sobrevivir y fabricar armamento para los dioses y los
seres fey. Así que los ancianos wyrdlings observan, elijen a un mortal feliz,
y arruinan su vida. Por diversión y apuestas.
Medea se quedó boquiabierta.
—¿Hablas en serio?
Con sus rasgos serios, Brogan asintió.
—Lo llaman el yewing. El mortal es seleccionado al azar y su destino es
cualquier destino que saquen de su bolsa skytel mientras lo están viendo.
Ellos piensan que es entretenido.
—¡Lo sabía! —gruñó Blaise—. Sabía que mi vida no era más que una
broma enfermiza de los fey. Y todos ustedes me dijeron que estaba loco. —
Cuando nadie hizo un comentario, se aproximó hoscamente—. Bueno, lo
hicieron. Y yo tenía razón.
Falcyn resopló.
—De todos modos, vamos a encontrar este pórtico y ver si podemos
localizar el portal de vuelta a casa. O al menos a Avalon o a Camelot. Desde
allí, podemos regresar. Por lo demás, iría a Vanaheim o a Asgard.
—¿Podrías viajar desde allí? —preguntó Medea con un tono
impresionado.
—Tengo amigos en lugares bajos.
—Esos no son lugares bajos — advirtió Brogan.
—Eso depende de tu punto de vista. —Falcyn le guiñó un ojo—. De
donde ellos están parados, están en la cuneta.
—¿Quiénes son tus padres? —preguntó Medea, aún más curiosa por él
ahora.
Blaise sacudió la cabeza.
—No vayas allí. Es un lugar oscuro de dolor que no queremos visitar, ya
que lo enviará a un nivel de enojo del que no volverá por un buen rato.
Simplemente decimos que él fue engendrado de la fuente del mal y lo
dejamos en eso.
—¿Así que ustedes dos no tuvieron la misma madre? —preguntó Brogan.
Blaise sacudió la cabeza.
—Sólo eran de la misma especie letal.
—¿Podemos cambiar de tema? —El rugido en el tono de Falcyn añadió
veracidad a las palabras de Blaise.
Medea levantó las manos en señal de rendición. Obviamente, él tenía
tanto amor por sus padres como lo tenía Urian por Stryker. Y hablando de...
ella realmente necesitaba llegar a casa y ayudar a su familia.
—¿No podemos teletransportarnos al portal?
Brogan sacudió la cabeza.
—No lo aconsejaría. Esos poderes tienden a atraer la atención no deseada
en este reino. Cuanta menos magia sea usada con la que no están
familiarizados, más seguro será.
Increíble. Solo condenadamente impresionante.
De repente, otro rayo pasó por delante de la cara de Medea.
—Por ejemplo —dijo Brogan en voz baja—. Hay suficientes problemas
con cosas como esa atacándonos. Lo último que necesitamos es estar
agregando algo.
—¿Qué causa que eso suceda? — Medea lo observó rebotar y explotar
detrás de Urian.
Brogan tocó la pared. Cuando lo hizo, empezó a brillar con un tenue
resplandor verde que les permitía ver profundamente en la oscuridad.
Curiosamente, parecía más un cielo nocturno brillante que una caverna
subterránea. Verdaderamente, era mágico e impresionante. Como algo de un
sueño.
—Bueno, eso depende. Algunas de esas luces son chispas que quedan de
la creación de objetos mágicos en las fraguas. Danzan hasta que se
extinguen por su cuenta. Otras son ciertos hechizos que nunca se debilitan.
Algunas en realidad se vuelven más fuertes. Cuando no pueden ser
contenidas en sus propios mundos o ambientes, están naturalmente atraídas
aquí.
Medea frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Es para lo que se preparó esto. —Brogan señaló las paredes que los
rodeaban—. Myrkheim. Es un reino de imanes para que esa magia proteja a
los otros mundos.
Su ceño se hizo más profundo.
—Usas esa palabra como si tuviera sentido para mis oídos Apolitas.
Sonriendo, Brogan miró a Blaise.
—Por tu color, milady, supongo que eres una Ljósálfr como Blaise.
Blaise se atragantó con la palabra.
—En realidad mi madre era Adoni. Así que te equivocarías con tu
suposición, lady Brogan. La perra que me dio a luz era definitivamente un
miembro de los dökkálfar. Los fey oscuros —explicó para Medea—. Los
ljósálfar son aquellos que siguen a la luz y practican magia que sólo
beneficia a los demás. Los Adoni son egoístas y practican las artes oscuras.
De ahí su nombre de dökkálfar, o los fey oscuros, como se les llama más
comúnmente. —Miró por encima de su hombro hacia Medea—. Myrkheim
significa “guarda oscura”, por lo cual es porque fue nombrado así este
mundo.
Ah, ahora comprendía las distinciones. Medea estrechó su mirada en
Brogan.
—¿De qué lado estás?
—Soy lo que se llama un myrkálfr. Fey sombra. Puedo sacar mis poderes
de la luz y la oscuridad según sea necesario.
—En otras palabras, no se ha declarado en un bando. —Falcyn le dirigió
una mirada entornada—. Nadie confía en ellos como resultado. Y son más
débiles en sus poderes porque no se han comprometido con una causa u
otra.
—Esa es una teoría. —Brogan levantó su barbilla—. Pero me gusta
mantener abiertas mis opciones. Nunca sabes cuándo vas a necesitar
poderes de la luz o de la oscuridad. El mundo es un lugar tenue.
—Y prefiero no juzgar a los demás. —Blaise le ofreció su brazo.
Medea no hizo ningún comentario.
—Siempre pensé que la cosa fey de la luz y la oscuridad tenía que ver
con su color.
Brogan metió la mano en el doblez del codo de Blaise. Medea no se
perdió la forma en que las facciones de Brogan se suavizaron tan
ligeramente hacia él cuando colocó su mano sobre la suya.
—Muchas personas erróneamente lo hacen, pero no tiene nada que ver
con nuestros rasgos o color. La mayoría de los Adoni son muy rubios, y casi
todos ellos son oscuros en sus poderes. Las designaciones son de naturaleza
más religiosa y por lo tanto son elecciones que tomamos voluntariamente.
Y por el modo en que los ojos de Falcyn se estrecharon ante ese toque
íntimo, Medea tuvo la sensación de que tampoco se perdió el creciente
afecto entre ellos. Más que eso, no parecía aprobar la manera en que Blaise
estaba siendo cariñoso con su nueva amiga.
En absoluto.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Falcyn se volvió hacia ella con una furia inquietante. Medio esperaba que
él le fuera a escupir fuego por sus fosas nasales. Si no lo conociera mejor,
podría pensar que estaba celoso.
—Abajo, chico. Yo no lo hice.
Él le arqueó una ceja.
—¿Qué?
—Qué, qué. Sea lo que sea que causó esa mirada de odio en tus ojos. Yo
no lo hice. Así que respira, relájate y parpadea.
Perplejo, Falcyn miró a Urian.
—¿Ella siempre es tan superficial?
—Síp. Tú no tienes sentido del humor. Ella no tiene sentido mensurable
de miedo. Combo malo si me lo preguntas. Pero semi-divertido para el resto
de nosotros.
—Brogan...
Desacelerando, Falcyn hizo una pausa ante el susurro musical que resonó
en las paredes a su alrededor.
Brogan se congeló.
—¿Qué es eso? —susurró Blaise.
—Un haunt. Ignórenlo. Es simplemente otra alegría que viene con vivir
aquí.
—Brogan... —se repitió.
Medea se estremeció cuando un escalofrío bajó por su columna. Era
como si alguien caminara sobre su tumba. La voz cantante era tan
espeluznante en su tono, y al mismo tiempo, extrañamente atractiva.
—¿Qué son estas cosas?
—Primos de los púcas, viven en la oscuridad y atraen a los incautos a sus
muertes. Te dije que soy una Vidente de la Muerte, así que me llaman cada
vez que me acerco. Reclamar a uno de mi clase es un bono para ellos.
—¡Medea! ¡Ven a ver lo que tengo para ti! ¡Quieres visitar el pasado!
Ven. ¡Ven a ver lo que tengo! ¡Te va a gustar, te lo prometo!
—Ignórenlo. —Brogan levantó la voz más fuerte para cubrir sus voces—.
Sólo está tratando de que caminen por el borde y caigan a su muerte.
—Falcyn... ¿no quieres ver a Hadyn otra vez?
Él se dio unas palmadas en la oreja.
—¿Hay alguna manera de deshacerse de él?
—Ellos le temen a los hellhounds... la luz.
Urian hizo una mueca mientras se encogía ante un grito penetrante.
—Pero aparentemente no a los dragones ni a los Daimons.
—O a las Videntes de la Muerte —añadió Blaise.
—¿Alguien tiene el número de Aeron? —preguntó Falcyn, pensando en
el dios celta de la guerra que viajaba con Cŵn Annwn. Conseguirían un dos
por uno con él y Kaziel… en realidad un tres por uno dado que Aeron había
sido maldito una vez para ser un púca.
Más susurros comenzaron a resonar y cantar con la primera voz,
aumentando el volumen y haciendo que el señuelo fuera más difícil de
ignorar.
Sus voces combinadas se volvieron ensordecedoras a los oídos sensibles
de Falcyn. Blaise tropezó y cayó.
Urian maldijo ante el sonido.
Brogan se volvió hacia Medea.
—¿Qué debemos hacer?
—¿Hay una manera de matar a un haunt?
—No que yo sepa.
Los hombres estaban ahora de rodillas con las manos sobre las orejas, en
total agonía.
—¡ Me-dee-ah! —continuaron tratando de llamarla también.
Pero ese tono sonsonete le dio una idea.
Cerrando los ojos, respiró hondo y comenzó a cantar su canción favorita
de Adam Ezra Group a pleno pulmón para ahogarlos.
—Ella pone una luz a las velas alrededor de la habitación como un
santuario...
Curiosamente, parecía estar funcionando. Al menos Falcyn tuvo un poco
de alivio.
Vacilando cuando sus ojos se encontraron y vio su profunda gratitud,
Medea comenzó a cantar más fuerte.
—Ella dice, “Si no viene en vinilo entonces no es música divina... ¡ella
me llama su objeto perdido!
Falcyn parpadeó al oír la angelical voz de Medea sobre el dolor de la
crueldad de los acechadores. Como un coro celestial, anulaba su agonía y la
expulsaba de él. Más que eso, ella envolvió sus brazos alrededor de su
cabeza como para protegerlo de ellos mientras continuaba cantando con la
voz más increíble que había escuchado de nadie.
Era como si fuera parte sirena o miren. Y lo capturaba completamente,
alejándolo de la tentación del haunt.
Ella sostuvo su cabeza contra su muslo.
—Su voz encuentra esperanza y diamantes y fábulas por todos lados y
ahora se apodera de mí, por experimentar el sonido por el alma... cuando
estoy perdido en la oscuridad... cuando estoy postrado... ella dice “puedes
darle tu alma a la ciudad... acabas de traerme tu corazón a casa”... ella dice
“sé acerca de tus problemas... tomate un descanso por un rato”, y cada señal
en la carretera dice que estaré en casa otra vez pronto.
Cerrando los ojos, saboreó la sensación de su mano en su cabello
mientras ella cantaba y lo sostenía contra su cuerpo. Nadie lo había
sostenido nunca con tanto afecto.
Como si importara.
Como si fuera humano.
Como si fuera suyo para sostener y mantener...
Las palabras le fallaron por completo cuando emociones inexplicables lo
asaltaron. Una ola desconocida de ternura se alzó y lo tragó entero. Ninguna
palabra podría describir este... calor interno. Sabía a miel en su lengua y lo
dejaba aún más indefenso que el canturreo de los haunts.
Y ella aún cantaba mientras se movía suavemente. Nunca una vez en su
vida había querido pertenecer a nadie. Siempre se había enorgullecido de
estar solo. En ser la bestia siniestra y solitaria.
Soy un drakomai.
Sin embargo, en este momento, se entregó a ella completamente.
Entonces, en un solo latido del corazón, los haunts habían desaparecido.
Y así mismo cualquier resistencia a ella que él podría haber tenido alguna
vez...
Urian fue el primero en recuperarse.
—Maldita sea, hermana mayor. No tenía idea de que pudieras cantar así.
Aclarándose la garganta, ella parecía avergonzada mientras se alejaba de
Falcyn.
—No lo hago a menudo.
Él atrapó su mano antes de que ella pudiera dejarlo completamente.
Falcyn quería decirle algo. Decirle lo que había significado para él. Lo
mucho que lo había tocado de una manera que nadie lo había tocado antes.
Pero las palabras le fallaron completamente. No quería desvalorizarlo con
algo tan trivial como palabras vacías que las personas hablaban entre sí sin
sentido.
Todo lo que pudo hacer fue mirar hacia arriba a esos ojos oscuros, duros
y doloridos, inseguros y perdidos. En ese momento, se dio cuenta de lo
inhumano que era él.
Cuán humano quería ser.
Para ella. Esa comprensión lo aterrorizó a un nivel que nunca había
soñado.
Ella es una Daimon.
No, no una Daimon. Una Apolita. Técnicamente, nunca se había
convertido en la bestia parásita que tenía que cazar almas humanas para
vivir. Su madre la había salvado de ese destino de pesadilla.
Por eso la verdadera tragedia de su vida. Los humanos la habían atacado
a ella y a su familia cuando no habían sido Daimons. Ni Medea, ni su
marido ni su hijo habían hecho daño a un ser humano. De acuerdo con
Urian, habían sido miembros dedicados del Culto de Pollux-Apolitas que
tomaban juramentos por los cuales juraban no dañar a ningún humano y
morir como Apolo pretendía, pacíficamente en su cumpleaños veintisiete.
Inocentes víctimas de la inhumanidad y el miedo del hombre. En el
momento de su muerte, Medea no había sabido cómo luchar o protegerse.
Nunca había probado sangre humana o violencia de esa naturaleza. No
había estado preparada para lo que le habían hecho. Lo que habían hecho
con su hijo.
No era justo. Pero claro que nada en la vida lo era. Él de todos los seres
sabía eso.
La vida se aprovecha de los débiles. Se aprovechaba de los fuertes. Pero
al menos los fuertes podían resistir. Podían resistir el infierno que llovía
sobre ellos. Los débiles rara vez eran tan afortunados.
En un instante todo había cambiado para Medea. Su inocencia había
muerto con una muerte brutal. Y había sido bautizada con la sangre de su
familia.
La vida hacía víctimas de todos. Sin piedad. O compasión. No perdonaba
a nadie.
Levantándose, la envolvió en sus brazos, deseando refugiarla allí. Para
mantenerla a salvo de cualquier daño, como ella lo había hecho con él. Eso
era lo que hacía su especie. Era así como mostraban afecto.
No con palabras.
Con acción.
—Um... ¿Falcyn?
Blaise se rió del tono de Medea.
—¿Qué está haciendo mi hermano?
—Sosteniéndome de una manera incómoda y apretada. Es muy extraño.
—¿Pero está sentado sobre ti?
—No... —Medea extendió la palabra—. ¿Por qué? ¿Debería estar
preocupada?
—Bueno, significa que no está tratando de empollarte. Todavía. Eso
siempre es un bonus.
—Deténganse —gruñó Falcyn—. Los dos. —La abrazó un instante más
antes de soltarla—. Solo estaba diciendo gracias por ayudarme.
Medea sonrió a pesar de sí misma.
—De nada. —Mordiéndose el labio, lo miró mientras se volvía hacia su
hermano. A quien sumariamente le dio un golpe juguetón.
Maldición, él era excepcionalmente guapo.
Y despreciaba el hecho de que ella lo notara. Odiaba lo comestible que
era su culo con esos ajustados jeans negros.
Normalmente, en realidad no prestaba atención a esas cosas, excepto de
pasada. Sin embargo, mientras más tiempo estaba cerca de Falcyn, más veía
lo maravilloso que era y más difícil era llegar a pasarlo por alto.
¿Lo peor? Le gustaba la forma en que la había abrazado. Había pasado
mucho tiempo desde que alguien la había tocado como él lo había hecho.
Como si ella importara.
Había olvidado lo que se sentía ser parte de una pareja, tener a un hombre
que la mirara como si estuviera pendiente de cada palabra de ella. Pero
Falcyn le hacía recordar cosas que había hecho lo imposible por olvidar.
Más que eso, él la hacía volver a anhelarlo.
¡No! No quería ser herida. Así no. No después de lo que había pasado
con Evander. Casi la había matado perderlo, y nunca quería ser herida de
esa manera otra vez.
Y aun así…
Esto era diferente.
Él era diferente.
Y no era sólo porque Falcyn era un dragón. Aunque era una gran parte de
ello, había mucho más.
Algo en ella se extendía por él en contra de su voluntad. No lo entendía.
Y odiaba esa debilidad con cada parte de sí misma. Eres más fuerte que
esto.
No necesitaba a nadie. Nunca. No para nada. Se mantenía sola. Así era
como vivía. Era lo que mejor sabía. Lo que le gustaba. Nada podía herirla a
menos que ella lo permitiera y se negaba a ser vulnerable.
No conexiones. Tenía a su hermano y a Davyn. Dos guerreros que eran
prácticamente incapaces de caer. Eran los únicos a los que ella estaba unida.
Y sus padres, que no caerían ante nadie.
Ni siquiera los dioses.
Eso era todo lo que se permitía. Ya no estaré de pie bajo piras para ver a
mis seres queridos ser quemados. Se negaba a ser Urian. Vivir en un pesar
absoluto. Una sombra de su antiguo yo. Una sombra perdida en la angustia
de un corazón roto. Había estado allí durante demasiados siglos y le había
tomado demasiado tiempo superar la muerte de su bebé y su marido.
Medea no podía volver atrás.
No volvería.
Ni siquiera por Falcyn.
La angustia era para los tontos. El amor era para los débiles. Ella no tenía
ningún uso para cualquiera de los dos. Soy más fuerte sola, siempre.
No importaba qué, tenía que hacerse creer eso y recordar eso. Vivirlo.
Y mientras caminaban, Brogan regresó al lado de Medea e inclinó la
cabeza de una manera muy de ave.
—¿Te llamaron Daimon?
—Algo así.
—No conozco a tu especie. ¿Eres como los fey?
—Mi pueblo fue creado por el dios griego Apolo y luego maldecido por
él.
—¿Por qué?
En efecto, por qué. Aquella había sido la pregunta que la había molestado
toda su vida excepcionalmente larga.
Medea suspiró cuando fue empujada contra su voluntad a recordar la
tragedia del destino mortal de su madre. Completamente enamorada cuando
era una niña, se había casado con el hijo de Apolo sin dudarlo. Y luego,
embarazada de ella, su madre se había visto obligada a divorciarse del padre
de Medea o verse violada y asesinada por el dios vengativo.
Dejar a su padre había destruido emocionalmente a su madre. Había
matado algo profundo dentro de ella que no había vuelto a la vida hasta el
día en que ellos se habían reunido de nuevo.
Siglos después de que Stryker se hubiera casado y hubiera criado otra
familia con otra esposa, la madre sustituta de Urian.
Y así había comenzado la maldición de su gente, mientras Stryker había
hecho un trato con una diosa Atlante para salvar a su familia de la
maldición de su padre.
—Apolo tenía una amante griega que hizo que su reina amante apolita se
pusiera celosa, ya que ella se sentía traicionada por él porque su propio hijo
había muerto. O eso pensaba ella... La reina no sabía que su hijo había
vivido porque Apolo lo había salvado. Que Stryker había sido sacado de su
vientre para poder ser criado con seguridad por su padre en Grecia, con una
madre sustituta. Así que cuando Apolo engendró otro hijo con su puta
griega, envió a sus soldados a asesinar a la amante de Apolo y a su hijo.
Sólo que la reina apolita no tuvo las agallas para cumplir su decreto. Más
bien, les dijo que lo hicieran parecer como si un animal los hubiera
desfigurado, como si un dios no pudiera averiguar la verdad. Te dice
exactamente qué clase de imbécil era mi abuela, y me estremezco por el
hecho de que comparto los genes con ese cerebrito.
Medea gruñó y puso los ojos en blanco por la naturaleza de la idiotez
celosa de la gente.
—De todos modos, enfurecido por sus asesinatos, Apolo maldijo no sólo
a la verdadera madre de Stryker y a sus soldados que habían hecho la
acción, sino a cada uno de los miembros de la raza que había creado, mi
pueblo, incluido a mi padre y a mi madre, porque olvidó por completo que
compartían su sangre... a morir a la edad de su amante. Nos fue dado
colmillos de animal y nos obligaron a buscar nuestro único sustento de la
sangre del otro, y a que ninguna otra comida podría alimentarnos de nuevo.
Tenemos prohibida la luz solar conocida por Apolo, para que él nunca tenga
que soportar la visión de uno de nosotros otra vez. Y si eso no fuera un
castigo suficiente, en nuestro vigésimo séptimo cumpleaños nos
marchitaremos y desintegraremos en polvo de la manera más dolorosa que
puedas imaginar.
—¡Eso es horrible! —Suspiró ella.
—Lo es, sin duda. —Más aún porque era nieta de Apolo, su propia carne
y sangre, y el bastardo podrido no había salvado a ninguno de ellos de su
ira. No a ella. No a Urian ni a ninguno de sus hermanos o a su otra
hermana.
Ni a Stryker, el propio hijo de Apolo.
Todos ellos habían sido condenados por el enojo del dios por algo en lo
que no tuvieron parte o capacidad para detener. Ni siquiera habían vivido en
la Atlántida en el momento en que la reina lo había hecho.
Cómo odiaba Medea a Apolo por su crueldad vengativa.
De hecho, todos lo hacían. Para ser un dios de la profecía, él había
demostrado ser muy miope, de hecho.
—Lo siento mucho, Medea.
Se encogió de hombros.
—Lo superé. Además, yo tenía seis años cuando nos maldijo. Apenas
recuerdo la vida antes de ese día.
—¿No comes comida?
Sacudió su cabeza.
Brogan guardó silencio por un momento.
—Pero si tenías que morir a los veintisiete y no eres una Daimon ahora,
¿cómo es que aún estás viva?
—Un trato que mi madre hizo por mi vida.
La tristeza convirtió los ojos de Brogan en un púrpura vivo.
—Cuéntame de una madre que tanto ama a su hija. ¿Ella es bella?
¿Maravillosa?
Medea asintió.
—Indescriptible. —Sacó el medallón de su cuello y lo tendió a Brogan
para que pudiera ver la foto que tenía de su madre—. Su nombre es
Zephyra.
—¿Como el viento?
—Sí. Sus ojos son negros ahora, pero cuando yo era una niña, eran de un
impresionante verde vívido.
Brogan tocó la foto con una sonrisa triste tirando de los bordes de sus
labios.
—La admiras.
—Ella es la mujer más fuerte que he conocido. Y la quiero por ello.
Cerrando el medallón, se lo devolvió a Medea.
—Se parece a ti.
—Gracias. Pero creo que es mucho más hermosa. —Medea lo volvió a su
cuello—. ¿Qué hay de tu madre?
Una lágrima cayó por su mejilla.
—Mi madre me vendió al Crom Negro cuando tenía trece años. Si alguna
vez me amó, nunca lo demostró.
—Lo siento.
Enjugándose la mejilla, respiró hondo.
—No es tan malo. Ella vendió a mis hermanos mucho peor. Al menos yo
tenía la Visión. Si hubiera nacido sin nada, mi destino habría sido... —Se
estremeció como si no pudiera decir más.
—¿Qué es exactamente el Crom Negro? —preguntó Medea, tratando de
distraerla del horror que permanecía en la parte de atrás de esos ojos
lavanda.
—Un Jinete de la Muerte sin cabeza que busca las almas de los
condenados o malditos.
Medea saltó ante la voz de Falcyn en su oído.
—Un kerling puede cantarles para ofrecer un sacrificio antes de la
batalla. O convocarlos para una víctima en particular.
—Puedo —dijo Brogan, levantando la barbilla desafiante. Había algo en
ella, ardiente y valiente—. Pero no lo hago. Odio al Crom. Él brota de
Annwn para reclamar las almas de sus víctimas con un látigo hecho de las
espinas de huesos de cobardes. Monta un caballo pálido con ojos
luminiscentes que pueden incinerar al culpable y al inocente por igual si
tropiezan con él y los mira fijamente. Ninguno está a salvo en su camino.
Hasta en el mismo hoyo con él y su locura. No tengo ningún uso para los
gustos de esa bestia. No tienes ni idea de lo que es vivir en su sombra.
Sujeta a sus caprichos despiadados.
Aunque acababa de conocerla, Medea se sentía horrible por la mujer.
—¿Puedes ser liberada?
Ella sacudió su cabeza.
—Ni siquiera la muerte puede liberarme, pues estoy ligada a él por toda
la eternidad. Lo hecho, hecho está. Sólo quiero ser liberada de este reino
para que ya no sea usada por los dökkálfar para sus esquemas donde él está
interesado.
—¿Usada cómo? —No pasaba desapercibida la sospecha en el tono de
Falcyn.
—Pueden negociar con el Crom por mis servicios, y cuando lo hacen, no
tengo más remedio que darles lo que sea que hayan contratado. No tengo
nada que decir en el asunto.
Medea hizo una mueca ante la pesadilla que describía.
—¿Eso cambiará una vez que salgas de aquí?
—Esto debilitará su dominio sobre mí. Aye.
De repente, Brogan dejó de moverse.
Medea se puso instantáneamente nerviosa ante una mirada que estaba
empezando a reconocer.
—¿Algo está mal?
—Nos estamos acercando al pórtico —susurró ella.
—¿Es tan malo?
Ella no respondió a la pregunta, excepto para decir:
—El Crom está aquí..
Capítulo 5

—Así que eso es un Crom... —Medea sintió que su mandíbula se aflojaba


al ver el enorme jinete que brillaba intensamente. Al principio, parecía sin
cabeza. Hasta que te dabas cuenta de que su cabeza estaba formada por la
niebla al final del látigo espinoso que manejaba mientras cabalgaba. El
caballo blanco era de tamaño gigante... casi tan grande como un camión
Mack. Un terrible hedor de azufre penetró en la caverna, ahogándola y
clavándose en su garganta como si hubiera sido creado a partir de espinas.
Aún más desconcertante, el aullido del caballo hacía el sonido de veinte
bestias resonantes. Y sus cascos eran truenos… como un tren
aproximándose. Los sonidos reverberaban a través de ella, sacudiendo sus
huesos.
—¡No lo haré! —gritó Brogan—. ¡Te reniego!
El caballo se alzó cuando el Crom agitó su látigo en el aire. Fuego se
disparó desde la punta del látigo mientras resonaban más truenos.
Imperturbable y con los puños apretados a los costados, Brogan
permaneció obstinadamente entre ellos y el Crom.
—Golpéame todo lo que quieras. No te daré ese poder. ¡No otra vez! ¡No
sobre mis nuevos amigos!
—¿Qué está pasando? —preguntó Medea.
Brogan mantuvo la mirada fija en su amo.
—Él quiere la capacidad de hablar. Pero si se la doy, entonces puede
invocar tu nombre y reclamar tu alma para llevarla con él al infierno. Y no
lo permitiré.
Con un dedo largo y huesudo, él señaló a Brogan.
Ella sacudió la cabeza.
—Entonces, llévame, si es necesario. ¡Soy todo lo que conseguirás hoy!
¡No te dejaré tenerlos! ¿Me escuchas? ¡No más!
Él cargó hacia ella.
En un acto de absoluta valentía, ella se mantuvo firme sin vacilar.
Blaise la atrapó un instante antes de que el Crom la hubiera atropellado.
Alzándola entre sus brazos, el mandrake la hizo girar más allá de las
afiladas pezuñas incrustadas de sangre que estaban atascadas con los restos
de las víctimas pasadas del Crom.
Falcyn y Urian fueron a arremeter para cubrirlos.
Rodando los ojos a su valiente estupidez ya que ninguno de ellos estaba
armado, Medea se unió a su causa. Manifestó su espada y la giró alrededor
de su cuerpo. Falcyn desató sus bolas de fuego mientras observaba a la
criatura fey darse la vuelta para otro pase.
Avanzó hacia ellos.
Hasta que vio la espada de ella.
Con un último grito chillón, desapareció en una nube de humo verde y
penetrante.
¿Qué demonios fue eso?
—Está bien... eso fue muy raro. ¿Adónde se fue? —Echó un vistazo
alrededor, medio esperando que se manifestara detrás de ellos—. ¿Qué
acaba de suceder?
Brogan inclinó la cabeza hacia la espada de Medea.
—Es el oro de tu espada y su empuñadura. Es su debilidad. Con eso,
podrías haberlo mutilado.
Medea la miró boquiabierta.
—¿No podrías haberme dicho eso antes de que él atacara?
—No tenía permitido decírtelo hasta que tú lo averiguaras por tu cuenta.
Lo tengo prohibido.
—¡Bueno, eso es una mierda!
Brogan sonrió.
—Para mí más que para ti, milady. Créeme.
Ella tenía razón.
Y Blaise todavía no la había puesto de nuevo sobre sus pies. De hecho,
parecía reacio a dejarla ir.
—¿Milord? —Brogan se sonrojó profusamente.
Blaise vaciló.
—No estoy seguro de que deba bajarte. Parece que siempre encuentras
problemas cuando lo hago.
Medea miró hacia otro lado mientras una extraña ternura la atravesaba
por lo adorable que eran los dos. Especialmente cuando Brogan envolvió
sus brazos alrededor de su cuello y se acurrucó contra su pecho como si
estuviera contenta de quedarse donde estaba.
Pero Falcyn no era tan amable.
—¡Blaise! ¡Bájala! ¡Ahora!
Medea le dio un puñetazo en el brazo cuando Brogan parecía afligida por
su tono agudo.
—¿Cuál es tu problema?
Falcyn hizo un gesto a Brogan.
—Él no sabe dónde ha estado ella.
¿Hablaba en serio?
—Oh, Dios mío, ¡Falcyn! ¡No es un niño de dos años y ella no es un
trozo de caramelo que él encontró en el piso y se lo metió en la boca!
—Bueno, así es como está actuando. La mira como si pudiera comérsela.
—Y estás actuando como un bebé. Supéralo. Él es un dragón adulto. Se
le permite ser amable con cualquier mujer que quiera. Sin tu permiso o
aprobación, ¿sabes?
La nariz de Falcyn en realidad se crispó y se encendió.
—No significa que tenga que gustarme —gruñó como ese niño de dos
años que ella acababa de mencionar.
Blaise rodó los ojos y sacudió la cabeza.
—Siempre actúa como una anciana. Estoy acostumbrado a ello. Es igual
con Illarion. Max es igual de malo, o tal vez peor. Por lo menos ya no tratan
de hacerme eructar después de mi alimentación. O revisar mi pañal.
Brogan se echó a reír mientras Blaise finalmente la ponía sobre sus pies,
pero la mantuvo a su lado.
Y, sin embargo, hubo un dolor profundo en los ojos de Falcyn que Medea
no se perdió. ¿Qué era esa sombra oscura que lo atormentaba tanto?
Antes de que pudiera preguntar, Brogan llamó su atención sobre las
piedras que, cuando retrocedieron, Medea se dio cuenta que formaban un
rostro demoníaco medio roto suspendido en pedestales sobre un abismo
profundo y ardiente.
—Bueno, eso es diferente. —Y el estrado era imposible de alcanzar.
Medea arqueó una ceja.
—¿Asumo que es el portal que estamos buscando?
Brogan asintió. Su estado de ánimo ahora era suave y silencioso. Se había
ido cualquier indicio de la hadita juguetona que había tenido hace unos
segundos.
Medea lanzó una mirada seca a Falcyn.
—Esto es cuando tener un dragón volador sería útil.
Falcyn resopló.
—También lo sería una cuerda... y una mordaza.
Antes de que pudiera detenerse, Medea echó una mirada caliente y
seductora sobre su cuerpo largo y exuberante.
—Una cuerda y una mordaza son útiles para muchas cosas, princesa —
dijo ella con suavidad.
—¡Ew! ¡Oye, hermano justo aquí, y no apruebo toda esta conversación
con mi hermana! Vuelvan a la calificación G, amigos.
Riendo, aunque un poco nerviosa, Brogan se dirigió hacia la plataforma.
Sólo había dado un paso antes de que una luz parpadeara y humo
explotara delante de ellos… a este reino parecía gustarle mucho eso. Al
parecer, todo el lugar parecía ser manipulado por una gira de conciertos de
heavy metal.
El peculiar portal delante de ellos se agitó, girando y girando como un
tocadiscos oxidado. Luz salió de la boca y de los ojos del demonio, con una
intensidad cegadora. Símbolos se retorcían a su alrededor en un baile
frenético que era doloroso de observar.
Y de esa locura vino más humo y niebla. Como si una bestia enojada les
lanzara un furioso odio. Haciendo espirales hacia arriba y bailando a un
ritmo espasmódico, la niebla se solidificó en la forma de una bestia alta
encapuchada.
No, no una bestia.
Un hombre.
Al principio, Medea pensó que la figura emergente era un mago de algún
tipo. O chamán. De hecho, su túnica suelta con plumas y cadenas, junto con
el cabello negro trenzado y el enorme y elaborado tocado de cráneo de
cuervo, se habrían prestado a esa suposición. Sobre todo, porque campanas
sonaban mientras se movía y sostenía una antorcha de báculo rojo intenso
en la mano izquierda. Una que eructó más fuego y humo mientras disparaba
bolas de luz arqueadas alrededor de su cabeza.
Sin embargo, había algo más de él que eso. Algo poderoso y antiguo.
Eterno.
Cuando se volvió hacia ellos, vio que había pintado una espesa banda
negra sobre sus ojos dorados que hacían que su color inusual fuera más
vibrante. Bajó del estrado con la gracia de un hombre de la mitad de su
edad. Y cuando se acercó a ellos, flexionó su mano de guante gris oscuro
que sostenía el báculo, clavando las garras de madera que estaban pegadas a
sus yemas de los dedos en su eje envuelto en cuero. Su mirada se hundió en
ellos con la sabiduría de años, y con la agudeza de dagas. Como si estuviera
escindiendo secretos de sus mismas almas.
—Kerling —gruñó con el más rudo de los tonos—. ¿Qué es esto?
Brogan le hizo una reverencia.
—Fueron traídos aquí contra su voluntad, copián. No pertenecen a este
reino. Quiero enviarlos de regreso.
Un profundo y feroz ceño frunció su frente. La luz roja de su antorcha
volvió a encenderse y se volvió azul.
Confundida, Medea se inclinó hacia Falcyn.
—¿Qué es un copián?
—Es difícil de explicar exactamente. A falta de un mejor término, son
guardianes del tiempo y guardianes de los portales.
Eso sólo la confundió más.
—¿Por qué no tenemos uno para los refugios en Kalosis, entonces?
—Lo tienen —dijo el copián—. Braith, Verlyn, Cam y Rezar fueron los
primeros de nuestra clase. Establecieron los perímetros para los mundos y
diseñaron las puertas del portal entre ellos. Es como atraparon a Apollymi
en su reino… por su propia sangre y diseño. Es por eso que su hijo es el
único que puede liberarla de su reino, donde fue encarcelada por su propia
hermana y hermano por los crímenes que imaginaban, que ella nunca
cometió.
Ah, por fin ella entendió. Porque Apollymi era la antigua diosa Braith.
Una de los dioses que primero había puesto las puertas.
Medea se quedó boquiabierta. Santa mierda... literalmente. No es de
extrañar que la antigua diosa Atlante estuviera tan enojada todo el tiempo.
Ahora tenía sentido. Así fue como Apollymi había sido capaz de abrir el
portal originalmente y traer a Stryker a través de él. Como lo controlaba
para permitir que los Daimons fueran y vinieran, mientras mantenían a
todos los demás fuera.
Apollymi era una de los creadores del mismo.
Medea siempre se había preguntado sobre eso. No era de extrañar que
Apollymi pasara horas en su jardín en su piscina de espejos, observando el
reino humano.
Ella fue una de los primeros guardianes del portal.
Brogan hizo un gesto hacia ellos.
—Como puede ver, la presencia de ellos perturba el equilibrio. Este no es
su mundo y no deberían estar aquí. Tenemos que devolverlos antes de que
sean descubiertos por los demás y se produzca el caos.
Dos luces salieron disparadas de su antorcha. Estallaron como las
explosiones de magia habían hecho antes, e hicieron un círculo alrededor
del viejo copián para aterrizar a cada lado de él. Allí se retorcieron hacia
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arriba desde el suelo para crear dos médicos de plagas , altos, delgados y
envueltos en lino. Con sombreros de caballeros de ala ancha, miraban desde
sus largas máscaras de lino negro de ojos brillantes de ébano. Ojos
desalmados que parecían estar sangrando alrededor de las esquinas. Incluso
el lino estaba manchado con su sangre.
Era una visión misteriosa y macabra que hacía que el pelo detrás del
cuello de Medea se elevara. Y teniendo en cuenta a los espeluznante
Carontes, demonios gallu y Daimons con los que trataba en casa, eso decía
mucho.
—¿Que son esos?
—Zeitjägers —le susurró Falcyn.
Otro término que nunca había oído antes.
—¿Qué hacen?
—Custodian el tiempo. Pero la mayoría lo roban.
¿Hablaba en serio?
—¿Cómo robas tiempo?
Falcyn se echó a reír.
—¿Alguna vez has estado haciendo algo... miras hacia arriba y es horas
más tarde y no puedes entender adónde se fue el tiempo porque sientes
como si acabaras de sentarte?
Síp, por supuesto. Todo el mundo conocía ese sentimiento.
Asintió.
—Los Zeitjägers —dijo simplemente—. Insidiosos bastardos. Te quitaron
ese tiempo y lo embotellaron por sus propios medios.
—¿Por qué?
—Para poder venderlo. —El copián miró a sus compañeros—. El tiempo
es la mercancía más preciosa en todo el universo. El más sagrado. Y sin
embargo es el más a menudo desperdiciado. Desde el momento de nuestros
nacimientos, sólo se nos asigna gran parte de él. Y hasta por una hora más,
hay quienes están dispuestos a renunciar a cualquier cosa por él. —Una
sonrisa maligna rizó sus labios—. Incluso sus almas inmortales.
Un escalofrío subió por su columna ante la forma en que dijo eso.
El copián bajó para acercarse a Medea.
—Seguramente una niña de la raza apolita puede entender a qué te
impulsa la desesperación mejor que la mayoría.
Él tenía razón sobre eso. Nada como ser condenado a sólo veintisiete
años por algo que no hiciste para hacer que alguien se diera cuenta de lo
preciosa que era la vida.
Aún más, mientras miras que todos a tu alrededor mueren mucho antes de
su tiempo.
Por una respiración más, su pueblo estaba dispuesto a tomar vidas
humanas y destruir sus almas inmortales. Su única gracia salvadora era que
su madre había sacrificado su propia alma para salvar a Medea de tener que
tomar esa decisión.
Porque la triste verdad era que Medea había sido demasiado cobarde para
hacerlo. A diferencia de Urian y su padre, no había sido capaz de destruir
una sola alma humana para su propia salvación. Se había contentado con
morir como Apolo había decretado. Honestamente, había pensado que no
era su lugar hacer eso a otro ser vivo. Que la humanidad era inocente y no
merecían tal destino horrendo.
No fue hasta que los humanos le robaron a los únicos que ella tenía como
lo más sagrado que había perdido su propia alma en el proceso y aprendido
a no preocuparse. No sólo fue a su hijo a quien habían matado ese día. Fue
a su compasión y capacidad de sentir empatía por cualquier otra persona. Si
eran incapaces de respetar a sus seres queridos, que la condenaran si ella iba
a respetar a los suyos.
Eso era una responsabilidad compartida.
Así que se había convertido en el monstruo que ellos pensaban que era. Y
había estado en una búsqueda de siglos para sobrevivir desde entonces.
Poniendo el bien de su raza por encima del de ellos. Los seres humanos
bien podían pudrirse por lo que a ella le interesaba.
Nada más importaba. En ese frío día de invierno, se habían convertido en
parásitos para ella.
No. Peor que eso.
Se habían convertido en comida.
El copián ladeó la cabeza de tal modo que casi esperaba que su elaborado
tocado se cayera. Sin embargo, permaneció perfectamente posado sobre su
cabeza, como si fuera parte de su cuerpo.
—¿Has oído la expresión “vivir con tiempo prestado”?
—Síp.
Él le dirigió una sonrisa torcida.
—Nosotros somos los que te lo préstamos.
Oh síp, eso envió escalofríos por todo su cuerpo.
Él barrió su siniestra mirada sobre ellos.
—Mi precio es simple. Una hora de cada uno de ustedes y abriré el
portal.
—¿Una hora? —exclamó Falcyn—. ¿Qué te parece si arranco algunas
cabezas hasta que cedes?
El copián sonrió.
—Podrías hacerlo, pero no puedes abrir el portal sin mí.
—Seguro que podría encontrar a alguien.
—¿De verdad quieres probarlo?
La expresión de Falcyn decía que estaba dispuesto a arriesgarse.
El copián le chasqueó la lengua.
—Tanta violencia de un inmortal que puede dar una hora sin ningún
problema. Piense en ello como esos seres humanos que donan el cambio de
más para la caridad. Una hora es solamente un centavo, y tú tienes un tarro
lleno de ellos esperando en tu hogar que nunca utilizarás. ¿Por qué no dar
uno a alguien que realmente lo necesita? ¿Por qué ser tan egoísta?
—Porque estás suponiendo que lo utilizarán para el bien, cuando sé que
la mayoría de las personas que negocian contigo no tienen bondad en sus
corazones.
—Es cierto, pero a veces la basura que sacan en su camino a la tumba es
un servicio en sí mismo, ¿verdad? —Le lanzó una mirada afilada a Urian,
cuya mirada se estrechó peligrosamente mientras el viejo bastardo golpeaba
un nervio sensible en el ex Daimon que una vez había hecho sus comidas de
la peor especie de la humanidad para poder alargar su vida.
Blaise tomó una respiración brusca.
—¿Una advertencia cuando se trata de estos dos? Yo no iría por un dos
por uno en insultos. Incluso con los zeitjägers como respaldo. Quiero decir,
seamos realistas. No están siendo pacíficos en este momento porque no
saben cómo ser violentos... sin embargo, voy a ser el primero en decir que
sí, si puedes sacarnos de aquí. Puedes tomar dos horas de mí.
El copián le frunció el ceño a Blaise.
—¿Dos?
—Síp. Una de mí y otra de Brogan. Yo pagaré su cuota.
Ella jadeó ante su oferta.
—¿Por qué harías eso?
Blaise se encogió de hombros.
—Estar atrapado aquí ha sido un castigo suficiente para ti. Como noté, no
perderé dos horas de mi vida. De todos modos, las habría desperdiciado en
una sala de cine. Y de esta manera, puedo hacer algo útil con ellas y ser un
héroe para ti. Esa es una pérdida con la que puedo vivir. —Le guiñó un ojo
—. Además, no tengo intención de salir de aquí sin ti.
—Aguántate, creído —murmuró Falcyn. Luego más fuerte—: Bien, toma
la mía.
Medea vaciló mientras una mala sensación la atravesaba. No podía
explicarlo, pero a algo en su interior no le gustaba esto. Y la mirada en los
ojos de Falcyn decía que cada paso era muy sospechoso.
Si los demás lo sentían también, no daban la menor pista de que algo
estaba fuera de lo normal.
—Así que, ¿cómo tomas este tiempo de nosotros? —Medea miró hacia
atrás a los zeitjägers.
El copián se echó a reír.
—Ya se ha ido. Como he dicho, ni siquiera lo echas de menos. Ni
siquiera sabías que lo hicimos.
Falcyn se inclinó para susurrarle al oído.
—Te lo dije. Insidiosos bastardos.
En serio. La única pista era el extraño ruido que hacían los zeitjägers. Al
menos, suponía que provenía de ellos.
Tal vez no.
Síp... e-s-p-e-l-u-z-n-a-n-t-e.
El copián caminó hacia el portal y levantó su bastón. En el momento en
que lo hizo, el portal cobró vida con colores vibrantes y remolinos. Movió
su bastón hasta que la niebla comenzó a imitar sus movimientos.
Fuego rojo se disparó de la antorcha y fue absorbido por la niebla.
—Está listo.
Urian le sonrió a Medea.
—Las damas primero.
Ella le puso los ojos en blanco a su hermano.
—Como si así no sabrías que no lo logré.
—Puedes ser cortés y gritar... claro que, eres tú. ¿Tal vez Blaise debe ir
primero? Sé que gritaría para avisarnos.
Se volvió para mirar con enojo a Falcyn.
—¿Pensé que no ibas a decirle a nadie acerca de mis ataques de gritos?
—No lo hice. Ese fue Max quien te defraudó.
—Oh... Recuérdame que lo mate más tarde. —Blaise se dirigió al portal
—. Bien, iré primero.
Brogan tomó su mano.
—Iré contigo.
Tocado por el gesto, Medea subió la plataforma hacia la extraña bestia
que parecía tener vida propia. Sin embargo, al llegar al portal, Falcyn la
retuvo.
Él le dirigió una peculiar sonrisa.
—En caso de que mi suerte habitual se mantenga y todo esto se vaya al
infierno.
Antes de que ella pudiera decir lo que pretendía, él bajó la cabeza y
capturó sus labios con el beso más ardiente que jamás le habían dado. La
abrazó como si fuera la cosa más preciada de su mundo.
Como si la amara.
Aturdida, no podía respirar. En realidad, le llevó un momento antes de
que pudiera reaccionar lo suficiente como para devolverle el beso. Pero
cuando su cerebro comenzó a funcionar, tuvo que admitir que él era
excepcional en esto.
Más que eso, él la prendía en fuego. Había pasado demasiado tiempo
desde que alguien la había besado de esa manera. Puesto que cualquier
hombre la había hecho sentirse excepcional. Aunque no había sido casta,
tampoco había sido promiscua. Principalmente porque había evitado
cualquier enredo emocional con otro ser vivo, aparte de su madre.
No importaba cuánto tiempo pasara. Los pensamientos de su hijo y su
esposo la atormentaban siempre. Nada podía ahuyentar el recuerdo de sus
sonrisas. El calor que una vez había dado por sentado.
El temor de perder a otro había mantenido su corazón encerrado en hielo.
Apolitas y Daimons eran criaturas cazadas que a menudo vivían vidas
excepcionalmente breves. Incluso sus más fuertes eran a menudo
aniquilados por los Dark Hunters, más pronto que tarde. Y eso sólo
agravaba sus temores hasta el punto de que ella había sido incapaz de
abrirse para más angustias.
Pero Falcyn no era Apolita.
Definitivamente no era un Daimon.
Y cuando él retrocedió, ella quedó aturdida y sin aliento por el sabor de
él. Una linda sonrisa se posó en el borde de sus labios mientras la miraba
fijamente.
Sin decir una palabra, la condujo al portal y la mantuvo firme…
Falcyn maldijo al momento en que sintió la energía tirando de su cuerpo.
Y luego los chupó en el vórtice.
Siempre había odiado pasar por uno de estos portales. Blaise estaba
mucho más acostumbrado a ellos que él, ya que tenía una de las llaves que
le permitía viajar hacia y desde el mundo del velo donde Merlín había
sacado a Avalon y a Camelot para poder proteger los otros mundos y reinos
del mal de Morgen. Después de la muerte del rey Arturo, había sido la única
manera de asegurar al reino humano y a los otros ocho mundos de Morgen
y su Círculo malvado. De lo contrario, la corte fey de Morgen habría
esclavizado a todos.
Pero en cuanto a Falcyn, le gustaba quedarse plantado en una dimensión.
Esta cosa de saltar a través de portales inferiores de mierda no era su fuerte.
Y a medida que los colores se arremolinaban y perdía el rumbo y temía
que le seguiría su almuerzo, Falcyn definitivamente entendió por qué
siempre se había sentido así. ¡Esta mierda apestaba! Denle alas y vuelo y
teletransportación cualquier día.
Especialmente cuando fue estrellado fuerte contra un suelo oscuro y
húmedo unos minutos más tarde.
¡Arg! Eso iba a dejar una marca.
Gimiendo, se tumbó sobre su espalda mientras todo giraba como una
calesita. Y ni siquiera había conseguido sacar de ello un churro o un
pastelito frito.
Con una mueca, Falcyn se frotó los ojos.
—¿Blaise? ¿Estás muerto?
—No. —No parecía que estuviera en mejor forma que Falcyn.
—Bueno. ¡Quiero el placer de matarte yo mismo, bastardo! —Blaise
resopló.
—No te burles, dragón —dijo Urian, con un tono muy irritado—. Tan
pronto como pueda moverme de nuevo, tengo la intención de ayudar con tu
asesinato y desmembramiento.
Falcyn volvió la cabeza hacia la derecha, donde Medea estaba a unos
metros a su lado, inmóvil sobre la hierba.
—¿Medea?
Finalmente levantó una mano para cepillar el cabello fuera de su cara.
—Tampoco muerta.
Eso lo hizo sentir un poco mejor.
—¿Brogan?
—Sólo deseando estarlo. —Moviendo las piernas, ella no hizo ningún
movimiento para levantarse. Más bien parecía contenta yaciendo sobre su
espalda, mirando fijamente el desolado cielo gris—. ¿Es siempre tan
miserable viajar así?
Blaise suspiró.
—Más o menos. Por lo menos no me metí en un campo de fuerza
invisible esta vez.
Volviéndose, Falcyn se colocó en una posición sentada, luego frunció el
ceño al ver los oscuros árboles torcidos a su alrededor. Árboles que
bordeaban un paisaje igualmente desolado y sombrío como el que no había
pensado volver a ver.
Oh, esto no puede estar bien.
Sin embargo, sabía que no estaba soñando. Y definitivamente no estaba
imaginando esto.
—Oye, Blaise... ¿Por qué demonios estamos en Camelot?
—¿Quéééé? —Se levantó con una mirada feroz y miró hacia arriba como
si pudiera ver el cielo, cosa que no podía. Pero eso no le impidió intentarlo.
Falcyn soltó un suspiro cansado e irritado.
—Corrígeme si estoy equivocado.
Con su cabello blanco y rubio brillando en la tenue luz, Blaise palideció
mientras olfateaba el aire.
—Bueno... estás un poco equivocado.
—¿Cómo es eso?
—Esto no es Camelot... exactamente.
Eso sólo le hizo apretar el estómago con temor.
—¿Cómo no es exactamente Camelot?
—Val Sans Retour.
Ah, mierda... Preferiría estar en Camelot. Con Morgen, atado a su trono.
Desnudo y sin uñas.
Amordazado incluso.
Sentándose de inmediato, Medea le frunció el ceño a ambos.
—¿El qué?
Falcyn soltó otro gemido antes de responder:
—El Valle del No Retorno. Así se llama porque nadie sale de aquí vivo.
Igual que Blaise... porque lo voy a matar tan pronto como encuentre mis
fuerzas.
—¡No es cierto! —Blaise se levantó y tomó una posición defensiva—.
Salí vivo hace unos años cuando estuve aquí.
Falcyn hizo un ruido grosero ante el recuerdo de la aventura menos-que-
estelar del mandrake.
Medea se levantó y se apartó.
—¿Lo hiciste?
—Síp. Varian y yo. Merewyn, también.
Con su enojo elevándose, Falcyn se acercó al mandrake, temiendo una
respuesta a una pregunta que nadie estaba preguntando.
—Pero ¿por qué estamos aquí ahora, Blaise? ¿Cómo llegamos aquí?
Blaise le dirigió una sarcástica sonrisa que realmente probó la paciencia y
la moderación de Falcyn.
—¿Te dormiste en la parte en la que entramos en un portal mágico y
fuimos succionados por un vórtice?
—No me hagas golpearte con mi zapato.
—Bueno, me lo estoy preguntando. Porque me preguntaste. Quiero decir,
estuviste allí, ¿no? No te perdiste esa luz, bastante grande y horrible, en la
que entramos, ¿verdad?
—Síp, pero ahora tengo una herida en la cabeza. Tal vez una conmoción
cerebral. Estoy pensando en algún tipo de daño cerebral serio.
Definitivamente un trauma de algún tipo. Y una migraña de tu tamaño.
Urian rompió la diatriba de Falcyn tirando de su manga para llamar su
atención.
Incluso más irritado, Falcyn apenas se contuvo de golpearlo. Pero había
algo en los ojos del hombre que suspendió su reacción.
Curioso, siguió la línea de visión de Urian y giró la cabeza hacia donde
Urian miraba algo por encima del hombro izquierdo de Falcyn.
En el momento en que su mirada se centró en Brogan y en el hombre que
se había materializado a su lado, frunció el ceño.
—¿Qué es eso?
—No lo sé, pero parece que ella lo conoce.
Por la mirada en la cara de Blaise, él también lo conocía.
Y ellos no eran amigos.
Falcyn entrecerró su mirada en él.
—¿Blaise?
Un tic comenzó en su mandíbula.
—Reconozco esa esencia cuando la siento. Es Brevalaer. La puta mascota
de Morgen.
Capítulo 6

Brogan le siseó a Blaise.


—¡Su nombre es Brandor! ¡No Brevalaer! ¡Y no le faltarás el respeto de
nuevo en mi presencia con un insulto tan fey para él! ¿Me entiendes?
La mandíbula de Falcyn se aflojó ante su inesperado arrebato.
De acuerdo, entonces ...
Agradable ataque de nuestra nueva compañera.
Totalmente enojada, Brogan abrazó al alto y oscuro Adoni macho. Con
ojos abiertos como platos, Medea se encontró con la expresión de Blaise
igualmente sorprendida. Aunque en realidad no podía ver sus acciones, él
definitivamente había oído su explosión verbal.
Un tic comenzó en la mandíbula del mandrake.
—¿Están besándose?
Atónita por la cantidad de celos traicionados en esa única pregunta,
Medea arrugó la cara.
—No, pero lo está abrazando como si no lo hubiera visto en mucho,
mucho tiempo.
Falcyn ladeó la cabeza.
—¿Besar su mejilla cuenta?
Medea lo golpeó en el estómago cuando la expresión de Blaise se
convirtió en un dolor extremo.
—¡Eso es cruel! ¡No tortures al pobre mandrake!
Con una mueca feroz, Falcyn y Urian caminaron alrededor de ella para
acercarse a Brogan y Brandor con esos movimientos de depredadores que
conocía tan bien.
—¿Que está pasando aquí?
Medea siguió detrás para cubrirlos.
Por si acaso. Como había aprendido rápidamente al pasar el rato con
estos dos, literalmente todo era posible.
Brandor, que tenía la misma altura que Falcyn, se puso entre Brogan y
ellos. A pesar de que su ropa estaba harapienta y era obvio que no había
estado viviendo bien, mantuvo un brazo sobre Brogan como para
protegerla, mientras él preparaba su cuerpo para confrontar a Falcyn.
Medea le daría puntos de bonificación por eso. Hablaba bien de él que le
preocupara el bienestar de Brogan.
Sin embargo, se reservó el juicio.
Incluso los idiotas podían tener conciencia de vez en cuando.
Extremadamente alto y guapo, tenía los mismos rasgos llamativos que
marcaban a los Adoni. Por supuesto, mucho de eso tenía que ver con el
hecho de que, si algún niño era considerado “indigno”, sus madres los
abandonaban para morir. O los dejaban en el mundo humano para
defenderse por sí mismos sin el conocimiento de sus lazos al otro mundo.
Síp, los fey y los demonios tenían mucho en común.
Casi podía sentirse mal por el chico, incluso si era guapísimo, con su
cabello largo y ondulado y sus ojos color avellana tan verdes que brillaban
con un fuego impío.
Por su postura depredadora, era obvio que sabía cómo luchar y no tenía
miedo de sangrar.
Pero cuando Medea apartó la mirada de él hacia Brogan y de regreso, se
dio cuenta de que sus rasgos eran extremadamente parecidos. No sólo
porque ambos eran fey y ambos tenían orejas puntiagudas...
—He hecho que Brogan los trajera aquí para poder hablar con ustedes.
La mirada en el rostro de Falcyn decía que, si aún poseyera al dragón,
Brandor habría sido incinerado en el acto.
—¿Disculpa?
Brandor se tensó, observándolos por cualquier indicio de un ataque
venidero.
—Sé que no confías en mí. No tienes ninguna razón para hacerlo, pero
Blaise puede decirte que he estado al tanto del consejo más íntimo de
Morgen durante años.
—Claro, ¿y por qué estás aquí y no estás enterrado en alguna parte de su
cuerpo, donde normalmente vives? —Blaise casi gruñó esas palabras.
Enojo se despertó en los ojos de Brandor, pero lo refrenó
admirablemente.
—Me sorprendieron tratando de pasar una llave de portal a mi hermana.
Morgen no me dio ninguna oportunidad de explicarme antes de que fuera
desterrado aquí en uno de sus ataques de rabia más estelar.
Esa noticia pareció sorprender a Blaise.
—¿Quién es tu hermana?
Medea se echó a reír ante la pregunta de Falcyn, incapaz de creer que
podía pasar por alto lo obvio, dado lo observador que era normalmente en
todos los demás asuntos.
—Brogan.
—¿Brogan? —Urian, Blaise y Falcyn hablaron al unísono.
Brandor se quedó boquiabierto ante Medea.
—¿Cómo lo supiste?
Hizo un gesto entre los dos.
—Es obvio. Se ven iguales. Y aunque ella te abrazó, no fue el que se le
daría a un novio o a un amante. Fue definitivamente familiar. ¿Son
gemelos?
Brogan finalmente se alejó de él. Echó una mirada tímida hacia Blaise.
—Aye. Te dije que podría haber sido mucho peor. La vida de mi hermano
ridiculiza la mía y la de mis hermanas combinadas. Para protegerme de su
destino, Bran renunció al grueso de sus poderes en la pubertad, me los
transfirió para que yo fuera más fuerte y tuviera más valor.
La tristeza oscureció los ojos de Brandor.
—He estado tratando de ayudar a Ro durante mucho tiempo. Pero
Morgen no puede soportar a los Videntes de la Muerte en su Círculo o en la
corte fey. Y como dijo Ro, tengo poco poder. En el momento en que oí que
habían sido metidos en su reino, sabía que era la única oportunidad que
tendríamos para ayudarnos mutuamente y liberarla.
—Entonces, ¿qué noticias tienes que compartir? —Medea quería
mantenerlo en el punto y no dejarlo vagar en detalles inconsequentes.
—Morgen ha hecho un pacto con el dios Apolo. Están detrás de la diosa
Apollymi y pretenden usar su ejército de Carontes para matar a Acheron y
hacerse cargo del Myddangeard y del Olimpo.
Eso estaba muy bien, excepto por una cosa.
Su gente.
—¿Y los Daimons que protegen a Apollymi?
—Apolo ha enviado una plaga para matarlos y a los gallu para castigarlos
por su rebelión contra él.
Bueno, eso explicaba la enfermedad extraña que estaba destrozando sus
filas. No era de extrañar que no pudieran combatirla. ¡Maldito sea su
abuelo! ¿Nunca iba a crecerle un corazón y dejarlos en paz?
—¿Por qué quieren mi piedra? —preguntó Falcyn.
—Es lo único que puede detenerlos. Los gallu necesitan una piedra de
dragón para reparar la tableta de tu hermano. Aparentemente, el tesoro de
Hadyn es una llave de algún tipo que necesitan para liberar a sus hermanas.
La expresión en el rostro de Falcyn decía que había mucho más que eso,
pero no hizo ningún comentario.
—Síp, bueno, pueden pudrirse. —Él sacudió la cabeza—. No voy a
ayudar a ninguno de ellos.
Brandor le dirigió una mirada pícara.
—¿Ni siquiera para salvar a tu propia hermana?
Ese frío odio acerado volvió a los ojos de Falcyn, e hizo que la sangre de
Medea se enfriara.
—No vayas allí.
Brandor miró a Brogan.
—Jamás me burlaría de nadie con tanta crueldad. La familia nunca debe
usarse como herramienta de trueque. Pero es con lo que ellos te controlarán
y lo usarán contra ti si no haces lo que quieren. Es por eso que le dije a Ro
que te trajera aquí. Sé dónde está Sarraxyn, y te llevaré a ella antes de que
le hagan daño para llegar hasta ti.
—¿A qué precio?
Él tomó la mano de su hermana.
—Ya lo pagaste. Liberaste a mi hermana de su reino y la trajiste a mí para
que yo pueda protegerla de su amo. Te ayudaré a liberar a la tuya de ella. Es
lo menos que puedo hacer.
Blaise sacudió la cabeza.
—Pura mierda. No te creo.
Las mejillas de Brogan se iluminaron con color.
—Puedes confiar en él, Blaise. Es un buen hombre.
—No confío en nadie que se acuesta con Morgen.
—¿Dice el mandrake que sirvió a Kerrigan? —Urian levantó una ceja
sarcástica.
Por fin sofocado, Blaise se aclaró la garganta.
—Está bien... entiendo tu punto.
Urian suspiró mientras miraba a cada uno de ellos.
—Síp, no creo que nadie en este grupo pueda juzgar a otro por sus hechos
pasados.
Medea no hizo ningún comentario al respecto. Principalmente porque él
tenía razón. Todos ellos habían servido al mal en algún momento.
Por supuesto, ella y Brogan eran las dos únicas que seguían haciéndolo.
Pero aun así…
—Esto está muy bien, pero no perdamos de vista el hecho de que Urian y
yo no estamos aquí de vacaciones. Necesito tu piedra de dragón, Falcyn.
Todavía está la cuestión de la plaga que se propaga a través de mi gente. No
puedo ver a mis padres y a mi mejor amigo morir. Ya he tenido suficiente
de muerte y no quiero más.
Brandor frunció el ceño.
—¿Eres la hija de Stryker?
Su pregunta puso sus sospechas directamente a la vanguardia y la puso
inmediatamente en guardia.
—¿Cómo sabes eso?
—Morgen y Apolo. Como dije, he estado al tanto del consejo más íntimo
de Morgen. La palabra brevalaer es fey para nada. Que es exactamente lo
que ella me considera. Por lo tanto, nunca se preocupó por lo que oía o veía,
ya que no pensaba que podría usarlo contra ella.
Falcyn le entrecerró los ojos a Brandor.
—¿Cuánto has oído?
—Todo.
Blaise asintió.
—Ella lo mantenía literalmente encadenado a su trono o a la cama la
mayor parte del tiempo. Puedo dar fe de ello.
—Bueno, si sabes tanto, ¿alguna idea del porqué no podemos
convertirnos ahora en dragones?
—No, pero puedo decirte esto. Si Narishka hizo un trato y la rechazaste,
pondrá un precio a tu cabeza.
—¿Qué tipo de asesinos?
—¿Has oído hablar de un strykyn?
Medea no tenía ni idea de lo que era, pero la cólera que ardía en esos ojos
azules de acero decía que Falcyn había tratado con más que su parte justa
de ellos.
—He matado a unos pocos. —Oh síp, su voz era apenas más que un
gruñido feroz.
—Eso es lo que van a enviar... junto con cualquier otra cosa que puedan
sobornar.
Medea esperó una explicación, pero no parecían ansiosos por explicar
con detalles. Así que los incitó.
—¿Qué es un strykyn?
Falcyn le dirigió una mirada fría.
—Los hijos de Stryx.
—¿La bruja del agua?
Él asintió.
—Síp, y tu padre fue nombrado así por ellos. Feroces aves de rapiña que
una vez sirvieron a Ares en sus grandes batallas. Son los búhos negros de
guerra con alas rojas y picos dorados que viven en el borde del Hades,
donde se deleitan con las almas de los condenados y comen los cadáveres
de los cobardes.
Los que viajaban en enjambres y podían derribar ejércitos enteros...
Ella se quedó boquiabierta ante la vieja leyenda que su madre había
usado para asustarla para que se comportara cuando ella era una niña. Pero
en vez de usar su verdadero nombre, su madre, siendo una Apolita Atlante,
se había referido a ellos como Aves de Guerra Griegas.
—¿Sus preciados pájaros que amamantó con la sangre de bebés y niños
de mal comportamiento?
—Síp. Para la batalla o para luchar, se convierten en guerreros grandes y
montañosos con serios problemas de actitud. Bastardos tan irritables, que
me hacen ver amigable.
Eso le gustaría verlo.
Urian maldijo.
—Apolo debió haberse apoderado de ellos cuando derrotó a Ares y a los
demás en el Olimpo y se hizo cargo de ellos.
—Sería mi suposición y nuestra suerte. —Falcyn maldijo en voz baja—.
Maldición. Realmente tenemos que patear sus traseros fuera de ese lugar
pronto.
Estupendo. La cabeza de Medea empezaba a palpitar de nuevo.
—¿Cómo peleamos y los derrotamos?
Brogan cruzó los brazos sobre su pecho.
—El fruto del árbol de las fresas puede paralizarlos.
—Es bueno saberlo. —Medea miró alrededor del desolado paisaje que
tristemente carecía de fresas. Lástima que no eran alérgicos a los desolados
grises asquerosos...
—¿Algún otro truco?
Brandor lo consideró un momento.
—Pueden ser distraídos con restos de carne. Incluso si es cruda. Pero si te
atrapan, no hay manera de escapar de ellos.
—Hermoso.
Falcyn resopló burlonamente.
—Arráncales sus corazones. Sus cabezas. Incinéralos. Lo mejor de todo
es que saben a pato y son muy abundantes, o tal vez de sabor un poco
fuerte.
Medea arqueó una ceja ante el tono seco de Falcyn.
—¿Perdón?
—Preguntaste cómo matarlos. Es lo que siempre funcionó para mí. Soy
un dragón, ¿sabes?
Con una risa sarcástica, ella suspiró.
—Realmente eres violento hasta el fondo, ¿verdad?
Había una luz en sus ojos que ella no entendía bien.
—Desde el momento en que cometí el error de arrastrarme fuera de mi
huevo, todos a mi alrededor han intentado matarme por una razón u otra.
Comenzando con mi propia madre. Ese tipo de supervivencia no se presta
exactamente a la benevolencia o la confianza. Sólo a un montón de enojo.
Esas palabras la conmovieron mientras le daban una perspectiva de él que
era brutalmente honesta.
Por más duras que las cosas habían sido para ella, no importaba el
infierno que la vida había desatado, siempre había tenido el abrigo del amor
de su propia madre. No podía imaginarse estar sola como lo había estado él.
De ser dejado para valerse por sí mismo.
Y aunque la muerte de su familia la atormentaba, allí por un tiempo,
había sido delirantemente feliz con ellos. Era una felicidad que Falcyn ni
siquiera podía comenzar a comprender.
Ese pensamiento le produjo un increíble dolor en el pecho. ¿Cómo podía
él seguir adelante cuando se lo habían quitado todo?
En ese momento, lo vio por lo que realmente era.
Un sobreviviente en el más puro sentido de la palabra.
Con una frialdad que sabía que era sólo protección superficial, él se
volvió hacia los demás.
—¿Blaise? ¿Puedes abrir el portal para salir de aquí?
—La llave que tengo sólo funciona en Avalon. Mi padre mantiene todo
encerrado aquí porque no quiere que nadie descubra que todavía está vivo.
Pero podríamos encontrarlo en su palacio, y conseguir que lo abra.
Aunque... él lanzó un glorioso berrinche sobre abrir una puerta la última vez
que estuve aquí con Varian y le preguntamos. Podría ser más fácil conseguir
un riñón de él que una llave.
Brandor frunció el ceño.
—¿Tu padre?
—Emrys Penmerlin.
—¿Tu padre? —repitió—. ¿Ese bastardo?
—¡Oye! No hables mierda del hombre que me aceptó y me salvó la vida.
Le debo todo.
Y aun así Brandor balbuceaba como si fuera un neumático sobreinflado
que había conseguido una fuga en una tarde calurosa. Realmente, los
sonidos eran bastante impresionantes.
Una parte de ella tenía el impulso de inclinar la tetera antes de que
explotara.
Pero después de unos segundos, Brandor se recompuso.
—Bueno, tenemos que darle las gracias por las preciosas trampas en este
lugar. Así que les advierto a todos ustedes que tengan cuidado con el lugar
en el que se detienen y que mantengan sus sentidos alertas. En todo
momento.
Blaise soltó una risa falsa.
—No estaría equivocado al respecto. Mi padre fue un poco exagerado
cuando se trataba de poblar el paisaje con creaciones aterradoras. —Se frotó
torpemente el cuello—. Definitivamente no quieres caer en los pozos de la
desesperación.
Medea frunció el ceño. ¿Realmente quería decir lo que acababa de decir?
—¿Los que... qué?
Blaise le lanzó una sonrisa nerviosa.
—Tienen un gas en ellos que te vuelven increíblemente deprimido y que
ataques a todo el mundo. A pesar de que… Merewyn fue un poco
entretenida cuando tropezó con un pozo, al menos por un tiempo. Aun así,
es mejor evitarlos.
—Qué bien. ¿Qué más?
—El agua estancada —dijo Brandor irritado—. Explota cuando la tocas.
—Oh, síp. —Blaise sonrió—. Me olvidé de eso.
Brandor resopló.
—Ojalá yo pudiera. Por suerte, aprendí la lección cuando una liebre
cometió el error de intentar beberla antes que yo. Por lo menos conseguí
sacar un poco de hasenpfeffer de ella.
Medea arrugó la nariz ante su extravagante sentido del humor. Aunque,
apreciaba su capacidad de convertir limones en limonada, o en este caso, las
entrañas de conejo en guiso.
Sin detenerse, Brandor continuó con las advertencias:
—Básicamente, Merlín controla todo aquí excepto las sílfides, que odian
sus tripas. También odian las nuestras. Por lo tanto, de nuevo, eviten
cualquier agua donde podrían vivir las sílfides de agua, incluyendo los
charcos profundos, y los árboles donde están las sílfides de los árboles, que
son esas desagradables perras que odian a los hombres y que nos arrancarán
nuestras extremidades para entretenerse.
—Y las rocas también atacarán. —Blaise les lanzó otra sonrisa.
—¿Me estás jodiendo? —Urian estaba horrorizado.
—Nop. Muchos de ellos son bantlings y goylestones.
—¿Quién? ¿Qué? —preguntó Medea de nuevo.
—Gárgolas bebé. No son muy brillantes, pero son rocas y atacarán en
masa. Así que hace que sacude tus rocas tome un nuevo significado.
¿Por qué no le sorprendía? Maldita sea. Era tan difícil vivir aquí como en
Kalosis, que era el reino del infierno Atlante donde debías evitar todo tipo
de cosas de miedo. Cosas que incluían Carontes hambrientos y a sus padres.
—Encantador.
—Y lo que sea que hagan, deben evitar a las SOD.
Medea miró hacia abajo y movió los pies mientras una ola de severos
temblores la atravesaba.
—¿La tierra? ¿En serio? ¿Por qué? ¿Qué sucede?
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—No el suelo . SOD. —Hizo hincapié en la palabra como si hubiera una
diferencia en sus oídos.
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—S-O-D. Sombras de la Duda . Primos de los sharoc, se extienden desde
las sombras, te agarran cuando menos te lo esperas y te chupan la vida. No
los sentirás al principio. Sólo una pequeña punzada que no puedes
completar lo que estás haciendo. Lo siguiente que sabes es que estás
paralizado de dudas. Incapacitado y tienen sus colmillos en ti. Una vez que
lo hacen... eres de ellos. Les perteneces y estás muerto.
Medea le lanzó una mirada boquiabierta menos que divertida a Urian.
—¿Y piensan que los Daimons garantizan un escuadrón de ejecución
dedicado? ¿En serio? Por lo menos les damos a los humanos una muerte
rápida e indolora. Y una elección. No atacamos por la espalda.
Él se encogió de hombros.
—¿Qué quieres que te diga? Son sombras. Nadie tiene miedo de una
sombra… por esa mierda infantil de Peter Pan. Pero todos le temen a la
oscuridad. Además, sólo los cobardes y los ladrones acechan en las
sombras. Se necesita un verdadero guerrero para cazar en la oscuridad
donde tus temores reales y amenazas prosperan, y para patear el culo del
verdadero mal donde vive y respira. A ese verdadero hombre o mujer. No a
un cobarde de mierda.
Falcyn resopló.
—De ahí la otra rama tan acertadamente llamada Were Hunters que
utilizan para mis hermanos.
Porque Were era la palabra del inglés antiguo para hombre y era una
palabra raíz compartida para miedo y guerra. Lo que significa que los Were
Hunters eran hombres-cazadores o aquellos que cazaban lo que los hombres
más temían y no tenían miedo de patear su culo dondequiera que lo
encontraran.
Y hablando del gran mal...
—Entonces, ¿dónde encontramos a este Merlín?
—¡Papá!
Falcyn se encogió ante el inesperado grito de Blaise. No es que Medea le
echara la culpa. Sus propios oídos tampoco estaban contentos con ese
agudo nivel de decibelios.
Y nadie respondió al chillido horrible.
Blaise ladeó la cabeza para escuchar.
—Extraño.
—¿Qué?
—Mi padre siempre me responde. —Se echó hacia atrás y se llevó las
manos a la boca para gritar más fuerte—. ¿Padre? ¿Nimue?
Una vez más, nada.
Ni siquiera un animal se movió. Y ahora que se daba cuenta, eso era muy
curioso de hecho.
Medea tenía esa mala sensación de nuevo. Algo sobre esto no estaba
bien. Podía sentirlo profundamente en su interior.
Sin una palabra a ellos, Blaise se dirigió hacia los árboles.
—¿Sílfide?
Curiosa, Medea se encaminó tras él, hacia el bosque. Nunca antes había
visto un verdadero espíritu de sílfide. Sólo había escuchado leyendas e
historias sobre ellas.
Pero mientras el árbol se despertaba con un color rojizo y con una forma
retorcida, ella tenía sus dudas sobre toda la gran belleza que se suponía que
poseían.
Un aplauso para la licencia creativa.
Pensó que era sólo que estaba siendo juiciosa sobre ellas hasta que Blaise
saltó lejos con una maldición.
—¿Qué pasa? —preguntó Urian.
Transformándose en un cuerpo malditamente demoníaco, la sílfide
avanzó sobre ellos con una ronda de maldiciones y silbidos.
Blaise se puso pálido antes de agarrar a Brogan para apartarla del árbol.
—¡Ella es una gallu! ¡Corran!
Capítulo 7

Luz y sonido explotaron por todas partes. Era como si todo el bosque
hubiera vuelto a la vida para consumirlos. O al menos derribarlos. Todo
estaba estallando como una especie de espectáculo de luces de heavy metal.
Ciega y desorientada temporalmente, Medea no tenía idea en qué
dirección dirigirse.
Alguien la agarró.
Se giró para golpearlos, sólo para captar el aroma masculino que conocía
más íntimamente de lo que quería admitir. Y era uno que estaba empezando
a darle un consuelo innato que ni siquiera quería investigar.
—¿Falcyn?
—Síp, espera. —La levantó y tiró de ella con él hacia su izquierda.
Normalmente, protestaría siendo maltratada de esta manera. Pero estaba
tan agradecida de tener a alguien que pudiera ver lo que estaba pasando que
lo aceptó sin quejas ni agresiones. Especialmente porque él estaba siendo
notablemente gentil. De hecho, la mantuvo acunada contra él mientras se
retorcía y esquivaba cosas que ella sólo podía adivinar.
Y eso la aterrorizaba. No había confiado en nadie de esta manera, con su
seguridad, en más siglos de los que podía contar. A decir verdad, no
recordaba haber sido tan confiada. Simplemente no estaba en ella. Sin
embargo, algo acerca de Falcyn lo hacía mucho más fácil de lo que había
pensado posible.
En el momento en que llegaron al bosque, pudo ver finalmente otra vez.
Y fue entonces cuando se dio cuenta de lo apretada que estaba sujeta a él.
Del hecho de que tenía su rostro enterrado en la curva de su cuello y se
había entregado por completo.
Eso era aún más aterrador que los atacantes que no podía ver.
Él era su ancla en esta locura que la mantenía firme y sana.
Mejor aún, él era su salvavidas. Y ella odiaba y adoraba esa sensación.
¿Qué demonios es lo que me pasa?
¿Cómo podía confiar en un extraño así? ¿Un dragón, no menos?
Con ella todavía en sus brazos, Falcyn se dio la vuelta lentamente para
examinar su entorno y para asegurarse que habían escapado de las poseídas
sílfides gallu.
Aunque era un poco doloroso y su vista estaba salpicada de puntos de
luz, ella escaneó con él y no vio nada. Parecían seguros por el momento.
Para su inmediato pesar, Falcyn la puso en pie. No sabía por qué, pero
una parte de ella quería que él se aferrara a ella como Blaise había hecho
con Brogan. Ser tan renuente a dejarla ir.
¿Estás loca?
Tenía que estarlo. Medea Theoxena no necesitaba a nadie. No para nada.
Las emociones eran para los idiotas y los tontos. Ninguno de los dos era
ella.
Nunca.
Nunca volveré a ser débil. No por ninguna razón.
No por cualquier persona.
Aquella había sido la promesa que se había hecho el día en que estaba de
pie sobre los cuerpos de su marido y su hijo. El día en que había destrozado
al pueblo humano como una arpía vengativa, arrasando a cada ser allí.
Hasta el día de hoy, podía oír sus gritos y ver sus rostros mientras les
hacía pagar por lo que le habían quitado despiadadamente sin consideración
ni remordimiento.
Eso era lo único que le había permitido vivir con la angustia de su
pérdida. El conocimiento de que ella les había devuelto el mismo dolor que
le habían servido fríamente.
Y todavía no era suficiente. Esta sed de venganza continuaba ardiendo en
ella como las pasiones de Afrodita. Con ese fin, comprendía por qué su
abuelo se había vuelto loco con la raza Apolita por su propio hijo y amante.
Nunca lo culparía por esa rabia que exigía sacrificios de sangre para
saciarla.
Pero nunca habría maldecido a sus propios hijos, ni siquiera en medio de
ese tipo de dolor irracional. Por nada. Que él pudiera hacer eso a su padre y
a ella era un pecado imperdonable.
Y Falcyn comprendía esa pérdida. Aunque no habían matado a su hijo, él
había pensado que lo asesinaron, que era la misma gama de emociones con
la que Medea había vivido. Él había experimentado un dolor idéntico a lo
largo de los siglos.
No era de extrañar que estuviera apenas a este lado de la locura. Vivía en
el mismo infierno que ella llamaba hogar.
Eso también la debilitaba por él. Los unía. Era raro encontrar a alguien
que pudiera relacionarse con su furia. A su necesidad de expiación de
sangre. Alguien que no la juzgaba por querer venganza, incluso todos estos
siglos más tarde.
Peor aún, esos pensamientos trajeron una inesperada oleada de ternura
estrellándose contra ella. Una que hizo a su garganta cerrarse y a sus ojos
aguarse.
¡No, Medea! No podía permitirse emocionalmente ir allí. Más bien,
necesitaba concentrarse en otra cosa.
Rápido, antes de que se perdiera por completo por este dragón a su lado.
Parpadeando, trató de despejar su visión.
—¿Dónde están los otros?
—No estoy seguro. —Miró a su alrededor como si estuviera buscando un
amigo o un enemigo. Había una luz detrás de sus ojos que decía que tenía
algo más en sus pensamientos—. Se dispersaron, y como tú, estaba lo
suficientemente ciego como para no ver dónde iban. Estoy tratando de
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alcanzar a Blaise con mis poderes. Algo me ha bloqueado. El Bane-Cry ,
pero dado este lugar, no estoy seguro de querer incluso intentar eso. Quién
sabe qué podría responder con él, o dirigirlo hacia su posición. Si bien no
tengo ningún problema en derrotar a cualquier cosa que levante la cabeza,
no quiero llevar problemas a él.
Ella reprimió una sonrisa ante la emoción en su voz. Él siempre pensaba
en Blaise primero.
En cada situación. Lo que la hacía sospechar...
—Lo amas mucho más que a un hermano, ¿sabes? ¿Qué pasa con ustedes
dos?
Con las manos en las caderas, se volvió hacia ella.
—No sé a qué te refieres.
Le chasqueó la lengua al dragón súbitamente defensivo que confirmaba
su opinión y la solidificaba. No era de extrañar que fuera tan protector...
Sólo había una razón lógica para ello.
—Hubo un momento en el que pensé que podría ser ese hijo que
mencionaste, pero dado que él conoció a tu hijo en Camelot... mi dinero
dice que es tu nieto, ¿verdad?
Ah, síp, ahí estaba la expresión que lo confirmaba en esos hermosos
rasgos de dragón. Falcyn nunca debería jugar al póquer. Sus oponentes
limpiarían la casa con su cartera.
Su silencio continuado en este asunto sólo agregaba otra capa de
veracidad.
Medea se le acercó lentamente.
—Es por eso que no lo pregunté mientras estaban alrededor de nosotros.
Sabía que eso te enfurecería. Y tenía razón. —Nadie podía perderse la furia
que ardía profundamente en esos ojos azules de acero.
Chasqueando la lengua, ella ladeó la cabeza.
—Entonces, ¿qué sucedió realmente para separarlo de sus padres? Porque
sé que no lo abandonaste sin pelear.
Falcyn comenzó a decirle que se fuera al infierno y que se llevara sus
ridículos supuestos con ella. Era lo que siempre había hecho en el pasado
cuando alguien le preguntaba algo que no le gustaba. No podía soportar ser
interrogado.
Y, sin embargo, al ver su sincera honestidad y la ternura de su expresión y
tocar una parte de él que odiaba, la verdad pasó por sus labios antes de que
pudiera atraparla y encerrarla.
—No lo sé. No estaba allí cuando nació Blaise. Tal vez su padre hizo lo
que Blaise dijo y lo dejó morir. Nunca he conocido a Maddor. No tengo ni
idea de su carácter o cualquier otra cosa. Podría ser fácilmente un gran
bastardo como yo. Aunque es mi hijo, es un completo extraño para mí.
—¿Por qué? —Tan pronto como la pregunta salió, lo lamentó, porque le
arrancó una mirada de dolor tan grande que ella pudo sentirlo.
Era una expresión de profunda angustia. El tipo que sólo un padre podría
sentir ante la pérdida de un hijo.
Y odiaba lo bien que ella se relacionaba con ello. Cuánto lo entendía.
Cuánto se despreciaba por reabrir sus heridas cuando era obvio que él no
era realmente un bastardo. A pesar de sus palabras, se preocupaba por su
hijo desconocido tanto como a ella le había importado el suyo. Y le dolía
tanto por la pérdida. Era la pérdida de todos esos años juntos que nunca
fueron. La angustia de preguntarse qué podría haber sido. En qué clase de
hombre su hijo se habría convertido. Qué clase de relación habrían tenido.
Todas esas preguntas y todas esas dudas y el dolor. Nunca se embotaban.
Nunca se detenían.
Maldita sea la vida por ello.
Y Falcyn amaba a Blaise más que a su propia vida. Había visto eso de
primera mano en todo lo que hacía por él. La forma en que lo hacía y lo
cuidaba.
Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, lo tiró contra ella y lo
abrazó.
—Lo siento, Falcyn.
Falcyn tragó saliva, deseando empujarla y a su compasión lejos de él
como una enfermedad. Él era un drakomai. El primero de los dragones. No
necesitaba amabilidad ni compasión.
Seguro como el infierno que no quería que fuera de una líder Daimon.
Eso era lo que su mente gritaba. Pero su cuerpo no cooperaba ni
escuchaba. En todos estos siglos, nadie lo había sostenido cuando estaba
herido.
Ni una sola vez.
Siempre fue abandonado durante las horas más oscuras de su vida.
Dejado solo para padecer doler y sangrar hasta que había aprendido a no
esperar nada más.
De cualquier persona.
Pero en lugar de rechazarla por su bondad única, levantó la mano y la
enterró profundamente en su suave cabello para poder abrazarla y saborear
la novedad de este momento. La novedad de ser sostenido y calmado por
alguien que olía como suaves flores de lirio.
Maldita sea.
El calor de su piel era diferente a todo lo que había sentido o conocía. Lo
sacudía hasta el corazón de su ser. Y le tocaba más de lo que quería.
Él la sintió sonreír contra su mejilla.
—Tu piel es más fresca que la de la mayoría, ¿verdad?
Una vez más, tal comentario lo habría llevado normalmente a una ira
justa, pero no oyó desdén o burla en su tono. A ella le divertía el hecho de
que él fuera una criatura de sangre fría.
—Mi temperatura basal es significativamente menor que la tuya, sí.
—Es agradable. Mi piel siempre está caliente. No puedo soportarlo la
mayor parte del tiempo.
—Siempre que quieras refrescarte, me ofrezco a chupar todo el calor de
ti.
Sonriendo aún más ampliamente, ella colocó el más casto beso
imaginable en su mejilla antes de alejarse, y, sin embargo, encendió su
sangre más de lo que alguna vez había sido encendida antes.
¿Cómo de loco era eso?
Aún peor eran las repentinas fantasías en su mente de sostenerla en un
ambiente mucho más íntimo. De hacer el amor con ella por el resto del día
hasta que ambos estuvieran sudorosos y agotados.
Al demonio las consecuencias. Y lo dejó más duro de lo que había estado
nunca. Más necesitado de lo que podía soportar. Lo único que quería era
estar dentro de ella.
Sin darse cuenta de su hambre, Medea se dirigió más profundo hacia el
bosque para buscar a los demás.
—Mi hermano.
Hizo una pausa ante las palabras apenas audibles de Falcyn.
—¿Perdón?
—Me preguntaste por qué no estaba cerca de mi hijo. Mi hermano lo
maldijo.
Medea se congeló al instante. Esas palabras la sacudieron en varios
niveles. No menos importante la que era una muy personal sobre lo que
había resultado después de que su abuelo había maldecido a toda su raza a
morir. Aunque no conocía al hermano de Falcyn, este conocimiento la hizo
odiarlo de inmediato.
—¿Qué clase de maldición?
—Que los mandrake nunca podrían sostener sus formas de dragón por
mucho tiempo. Pueden luchar en ellas, volar en ellas, pero no pueden vivir
permanentemente como dragones. Los mandrake son básicamente nada más
que hombres que tienen la capacidad de asumir el poder de un dragón
cuando lo necesitan.
Ella frunció el ceño ante sus palabras.
—¿Por qué hizo eso?
—Por el propio bien de ellos y el mío —dijo.
Ella no se perdió el tono en su voz mientras hablaba.
—¿Pero no crees eso?
Dejó escapar una risa amarga y burlona.
—La madre de mi hijo estaba tan enfurecida cuando se enteró de que
Max los había maldecido que llevó a Maddor a Landvætyria donde yo no
podía llegar a él. Cuando Igraine y sus hermanas no pudieron encontrar
ningún modo de evitar el hechizo de Max, toda la raza mandrake que
concibieron fue esclavizada y torturada por eso, con mi hijo siendo su
principal chivo expiatorio y el punto focal de su odio. Entonces, ¿cómo
puedo creerlo? Me fue prohibido ver a mi hijo. Para protegerlo de la
crueldad de ellos. Él podría estar de pie a mi lado el día de hoy y no lo
reconocería. Estoy seguro de que me odia. ¿Quién podría culparlo por ello?
Con una respiración entrecortada, sacudió la cabeza.
—No lo sé. Tal vez Max tenía razón. Los Adoni probablemente habrían
encontrado una manera de esclavizarlos para sus propósitos, y tarde o
temprano habríamos estado en guerra con ellos por Morgen y sus
ambiciones. Como la malvada perra que es, ella nos habría enfrentado. Eso
no lo dudo. Así es ella. La guerra habría venido independientemente. Si
Merlín no hubiera aislado a los mandrake aquí detrás del velo hace siglos,
lo más probable es que nos hubiéramos visto obligados a sacrificarlos por
su bien y por el nuestro. Pero el padre en mí no se preocupa por nada de
eso. Hubiera encontrado una forma de salvar a mi hijo.
—¿Y tu hermana? ¿Por qué está atrapada aquí?
Él hizo una mueca.
—Ella vino aquí por mí y por Maddor. Aunque a mí me estaba prohibido
visitar Landvætyria, a ella no. Morgen y sus tías intentaron engendrar más
mandrakes con otros dragones. Los atraerían aquí, los criarían y luego los
matarían. No sabía la última parte hasta después de que el hijo de Arturo,
Anir, me trajo la noticia de que Xyn estaba muerta. Que había muerto
mientras trataba de liberar a Anir, a su ejército y a Maddor de Morgen.
—¿Pero ella es una estatua? ¿No murió? —Eso era lo que Brandor había
dicho.
—Debería haber pensado en eso. Debe haber sido lo que ella estaba
haciendo en vez de matarlos. —Soltó un largo suspiro—. Siempre fue la
crueldad especial de Morgen para sus enemigos. Anir y cada soldado bajo
su mando fueron convertidos por su magia en su Legión de Piedra personal.
Medea frunció el ceño ante el término desconocido.
—¿Legión de Piedra?
—Un ejército de gárgolas. El único alivio que Merlín pudo darles por el
mal de Morgen es que, bajo la luz de la luna llena, se vuelven humanos
hasta el amanecer. De lo contrario, son estatuas congeladas durante la luz
del día y son su ejército siempre que lo necesite.
¿Así que los maldijo y luego los obligó a luchar por ella? Síp, qué perra
cruel. Ni siquiera su madre era tan mala, y su madre podía ser brutal.
—¡Eso es horrible!
Él asintió.
—La compasión no es una de las virtudes de Morgen.
—¿Y la madre de Maddor? ¿Quién era? —Esperaba que no fuera
Morgen.
Cuando él habló, supo que tenía razón. Pero la verdad era aún peor.
—La madre de Morgen.
Medea se sintió enferma ante esa noticia.
—¿Morgen le Fey es la media hermana de tu hijo?
Un tic comenzó a palpitar en su mandíbula.
—En efecto.
—¿Morgen lo sabe?
—Estoy seguro de que sí. No es como si Igraine o sus hermanas alguna
vez lo ocultaron.
Y aun así Morgen había esclavizado a su propio hermano...
Aunque en realidad, ¿por qué se sorprendía?
Si las leyendas eran ciertas, Morgen había hecho cosas mucho peores que
eso a su familia. Especialmente a su hermano Arturo. Así que por qué
esperaba que tuviera alguna compasión por Maddor, no lo sabía.
Por eso Medea no tenía ninguna consideración por la humanidad. Por qué
los veía como parásitos. Su crueldad era verdaderamente espectacular y
superada sólo por los propios dioses.
Deseando un mundo mejor para todos ellos, Medea hizo una pausa en
medio del bosque, al darse cuenta de que todo aquello parecía igual. Una
persona podría fácilmente perderse y nunca encontrar una salida del bosque.
Girar y caminar en círculos sin saberlo nunca.
Sin embargo, Falcyn iba por el paisaje como si supiera exactamente hacia
dónde se dirigía.
—¿Dónde estamos?
Él le dedicó una sonrisa sarcástica.
—En un bosque oscuro y encantado.
Ella puso los ojos en blanco ante su sarcasmo.
—Impertinente. ¿Adónde vamos?
—Al palacio de Merlín. Ya que fue el último lugar que discutimos, creo
que es donde es más probable que encontremos a los otros.
—Y sabes el camino... ¿cómo?
—Aunque mis poderes no están a la altura, todavía puedo sentir el
corazón, por así decirlo, de este lugar. ¿Tú no puedes?
—Pensé que era indigestión.
Él bufó.
—Síp, claro que pensaste eso.
Pero él tenía razón. Podía sentir esos poderes agudos y emanantes. Si no
hubiera estado con ella, los habría evitado. No por miedo. Por respeto. Uno
no entraba en la guarida de un hechicero sin saber en qué se metía.
Sin ninguna solución mejor sobre cómo salir de este lugar, lo siguió de
nuevo.
—Entonces, ¿cómo te enredaste con Igraine, de todas las personas?
—Dragonvane.
Eso no tenía sentido para ella.
—Pensé que eso los repelía.
10
—No veneno . Vane. Es un olor especial que mezcla ámbar y almizcle
con mirra. Tristemente, lo encontramos tan irresistible como un gato a la
hierba gatera.
Ah, eso lo explicaba.
—Estabas drogado.
—Te lo aseguro, no habría dormido con ella de otra manera. Aunque
Igraine era muy atractiva, yo era muy consciente de cómo había matado
brutalmente a su segundo marido con el fin de seducir y luego casarse con
el padre de Arturo. Dado su historial de asesinato de esposos y amantes,
nunca me habría dado un chapuzón en su piscina, si hubiera estado en mi
sano juicio. Ninguna mujer es tan atractiva. —Soltó un suspiro cansado—.
Me hace preguntarme qué hechizo usó en Uther Pendragon. Me cuesta creer
que hubiera sucumbido más rápido que yo.
—Al menos, estás en buena compañía.
—Síp, el Club de los Jodidos. ¡Hurra! Eso lo hace mucho mejor.
Ella le dio un puñetazo en el brazo.
Sorprendido, él se quedó boquiabierto.
—No me tienes absolutamente nada de miedo, ¿verdad?
—¿Debería?
—¿Dado mi historial? Síp, deberías. Yo vivo para hacer comidas de
bocadillos tiernos como tú.
Resoplando, ella se adelantó y sonrió en su cara.
—¿Has visto mi historial, amigo? Entre nosotros dos, probablemente
deberías ser el que tenga miedo.
—Ahora solo estás tratando de excitarme.
—Y eso funciona para ti, ¿eh?
Con una sonrisa perversa, él echó un vistazo a la protuberancia en sus
vaqueros.
—Aparentemente.
Medea se sonrojó al darse cuenta que no estaba bromeando. Realmente
estaba excitado.
¿Peor aún? No se ofendía por ello.
En su lugar, envió una ola de deseo inesperado a través de ella. Y otra de
gran curiosidad. Una que realmente no soportaría investigar. O pensar
acerca de ello, ya que llevaba a sus pensamientos hacia un territorio muy
peligroso.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó él.
—¿De qué?
Una sonrisa burlona curvó sus labios.
—Mucho tiempo, ¿eh? ¿No puedes ni recordar lo que te estoy
preguntando?
Más calor se deslizó por sus mejillas.
—Ha pasado un tiempo. Es difícil intimar con hombres que sabes que
están a sólo un minuto de la muerte. Especialmente después de que ya has
perdido tu corazón y tu alma… al último de los buenos. —Le dirigió una
mirada de acero—. ¿Qué pasa contigo?
—Sé exactamente cuánto tiempo ha pasado desde que dormí por última
vez con alguien. No estaba preguntando por mí.
Ella resopló irritada ante su continuo sarcasmo.
—Estás evitando mi pregunta.
—Lo sé. Y me gustaría seguir evitándola, dado que acabo de tener un
altercado desagradable sobre este mismo tema.
—¿En qué sentido?
Él se frotó el ojo.
—Estuve brevemente y me refiero a b-r-e-v-e-m-e-n-t-e involucrado con
una amazona asesina de dragones.
Ella hizo una pausa para mirarlo.
—Perdón... ¿estás loco?
—Síp, bueno, en mi defensa, funcionó bien para ambos de mis hermanos.
Están muy felizmente casados con dragonswans asesinas de dragones. En
mi caso en el frente de citas, no tanto. Definitivamente ella quería
despellejar mi piel más que subirla. Pero ella es la única razón por la que
pasaba el rato alrededor del Santuario mientras lo hice.
—¿Estabas intentando que funcionara?
—Realmente no. Incluso mi masoquismo tiene sus límites. Me estaba
preparando para marcharme cuando apareciste.
Medea no sabía por qué, pero se sentía mal por él. Y un poco celosa. Pero
al final, su curiosidad sacó lo mejor de ella mientras retrasaba su paso.
—Entonces, ¿qué salió mal?
—Mientras yo estuviera en un cuerpo humano, ella estaba bien. Por
desgracia, no puedo quedarme en uno. Tarde o temprano, tengo que ser lo
que soy. Y humano no es. En el momento en que cambié y Tis se acordó de
que soy un animal, perdió la cabeza.
Medea trató de imaginar cómo debía verse como un dragón. Era difícil
pensar en este hombre increíblemente sexy con escamas y garras. Pensar en
él como una enorme bestia.
Por supuesto, era enormemente grande en forma humana, también. Hasta
sus manos eran gigantescas.
Lo cual la hizo sentirse aún más curiosa…
—Entonces, ¿cómo es que puedes cambiar de forma? No pensé que un
drakomai de sangre pura pudiera hacer eso.
—La mayoría no puede.
Ella le arqueó una ceja.
—Pero…
Esta vez fue él quien hizo una pausa. Se volvió para mirarla como si
quisiera ver su expresión.
—Puedo cambiar por la misma razón que tu padre puede.
Eres un idiota fue el primer pensamiento que tuvo ella, pero rápidamente
fue seguido por la verdad.
Una verdad que la golpeó con fuerza.
No…
Su estómago se encogió.
—Eres un semidiós.
—Técnicamente, soy un dios completo que fui maldecido en mi
nacimiento.
Ah, síp, ahora una úlcera empezaba a formarse. O eso, o ella se estaba
preparando para dar a luz a un diamante, porque su estómago se tensó lo
suficiente como para crear uno en el hoyo de su vientre.
—¿Qué?
—Ya sabes —dijo sarcásticamente—. Mis dos padres eran dioses. Mi
madre hizo una jugada por el líder de su panteón, y cuando su esposa se
enteró, ella reaccionó como cualquier diosa lo haría. Tristemente, los
poderes de mi madre no eran lo que ella pensaba que eran, y aprendió de la
manera más dura cuán débil era en comparación con Shyamala.
Medea frunció el ceño mientras trataba de seguir su explicación.
—¿Shyamala? No conozco a una diosa con ese nombre.
—Sí, lo haces. La conoces por su nombre más contemporáneo. Azura.
Medea sintió que la sangre se escurría de sus mejillas mientras hacía la
conexión más horrible de todos los tiempos.
Si Azura era la diosa que maldijo a su madre por coquetear con su pareja,
había solamente un dios masculino que podría haberlo engendrado.
Santa jodida mierda...
—Eres hijo de Noir.
El rey dios de todo mal.
Capítulo 8

Falcyn soltó un largo y cansado suspiro.


—Nadie puede evitar quiénes son sus padres.
—Sí, pero Noir... No sabía que tuviera hijos.
—Somos pocos y muy distantes, ya que Azura no puede soportarnos y
tiende a ponernos en la lista negra desde el momento en que somos
concebidos. La mayoría de nuestras madres nunca sobreviven a nuestro
nacimiento.
No es de extrañar que estuviera tan paranoico. Enojado.
Y feroz.
Sin duda había estado mirando por encima de su hombro toda su vida.
—¿Qué le pasó a tu madre?
—Tan pronto como Azura se enteró, mi madre, Lilith, fue echada de su
Panteón, convertida en un demonio, y una delincuente. Por supuesto, mi
madre no se fue pacíficamente en mitad de la noche. Su ira era tal que
abrazó su nuevo papel como maldita perra, y comenzó a tramar su venganza
contra todos ellos.
Medea tuvo que reprimir una risa sarcástica. Azura y Noir eran dos de los
dioses más letales y peligrosos que el universo había escupido. Decía
mucho sobre su madre que alguna vez hubiera pensado en encargarse de
ellos, que era algo que su propia madre podía haber hecho en su juventud.
Lilith era extremadamente valiente o totalmente estúpida. Sin embargo,
honestamente, Medea no podía imaginar que ninguno de los dos fuera
suficiente para intentar asumir alguna vez un poder primitivo.
No digamos dos ...
La reputación de su madre en la historia empezaba a tener sentido.
—¿Cómo esperaba derrotarlos?
—Ella y sus hermanas comenzaron a criar una raza de dragones para
derribar todos los Panteones. Si se les maldijo a parir solo monstruos,
decidieron que iban a sacarle el máximo provecho y usarnos para luchar
contra ellos.
—No es de extrañar que tu infancia fuera sombría.
El fuego encendió sus ojos, convirtiéndolos de un naranja vibrante.
—No tienes idea.
¿Hablaba en serio?
—¿No sabes lo que significa ser maldecido? ¿Sangrar por las acciones de
otros por algo en lo que no has participado? Oh sí. No tengo idea de cómo
es eso. En absoluto.
Falcyn se estremeció al darse cuenta de lo estúpido que debió sonar
hacerle una queja. Un Apolita. De todas las criaturas, en todos los mundos,
era la única que lo comprendía. Quien sabía exactamente su dolor.
—Lo siento. Olvidé mi audiencia.
Se encogió de hombros con una indiferencia que estaba seguro que no
sentía.
—Está bien. Hace mucho tiempo aprendí que nadie está inmune a la
miseria. Y a algunos de nosotros, nos acecha como a su perra favorita en
celo.
Hizo una pausa para acariciar su mejilla.
—Lo siento por todo lo que has perdido. Los inocentes nunca deberían
verse obligados a pagar por los actos de los demás. Cada gota de sangre
derramada por ellos es una acusación contra el mundo entero por su falta de
corazón.
Ella colocó su mano sobre la suya mientras sus ojos le quemaban con la
profundidad de su dolor y coraje. Su estómago se tensó cuando se encontró
con su mirada y vio la verdad en ella. Vio los horrores de los que no se
atrevía a hablar porque le dolían tanto que hablar de ellos solo le hería más.
Así que la única manera de sobrevivir era enterrar la agonía tan
profundamente que se pudiera pasar por alto la mayoría de los días, y rezar
a los dioses que nunca rompieras y abrieras la puerta donde estaban
guardados.
Y aun así su mirada le quemaba profundamente en su alma.
— Tú fuiste el primer dragón hecho, ¿no es así?
Se estremeció ante una verdad de la que nunca hablaba. Muchos lo
sospechaban, pero nunca lo había confirmado ni negado. Ni siquiera Max lo
sabía con certeza. Un pequeño puñado de otros lo sabían, y nunca dijeron
una palabra de ello.
En realidad, no había razón alguna para mantenerlo en secreto, aparte de
sentirse de alguna manera responsable de todos sus hermanos nacidos de
sus madres demoníacas.
Como si hubiera podido detenerlo si hubiera sido un mejor asesino para
su madre y sus hermanas. Un mejor dragón.
Xyn había compartido eso. Había nacido sólo un año después que él.
Juntos, habían tratado de aplacar la ira de sus madres.
Y fallado miserablemente.
Los dioses hicieron enemigos despiadados, y los dos habían sido unidos
por sus esfuerzos para corregir el odio. Enlazados por sus cicatrices.
—¿Falcyn?
—Sí. Yo fui el primero.
Medea tragó aquellas palabras susurradas. Su pobre dragón. No podía
imaginar la pesadilla por la que había pasado. La suya propia era bastante
asombrosa.
Y allí, en ese momento, se sintió más cerca de él de lo que nunca había
sentido a nadie.
—Somos las cobayas —dijo con un suspiro—. Y como tales, siempre
estamos fritos por la experimentación.
Él rió amargamente.
—Cierto.
Con un suspiro irregular, miró alrededor del bosque.
—¿Dónde crees que están los otros?
—No lo sé, y no me gusta no saberlo. Nunca he estado de esta forma sin
mis poderes. Es... irritante. Y no es algo a lo que estoy acostumbrado.
Ella estuvo de acuerdo.
—Somos criaturas similares, tú y yo.
—Como un Daimon y un dragón, quieres decir.
—Ambos engendrados por el mal, para hacer el mal. Como los Malachai.
Falcyn lo consideró mientras caminaban. El Malachai era uno de los
demonios más malos por allí. El rey de todos ellos, por así decirlo.
Afortunadamente, sólo había uno de ellos vivo. El resto había sido
sacrificado hacía mucho tiempo.
—¿Alguna vez conociste al Malachai?
Medea asintió.
—El Malachai actual sirvió a mi padre durante un tiempo. Asesinó a mi
tía. ¿Tú lo conociste?
Él le dirigió una mirada cautelosa antes de responder en un insidioso
tono.
—Los he conocido a todos.
Su mandíbula se relajó ante esa revelación.
—El actual Malachai, Nick Gautier, era sólo el último de una línea de
miles de ellos. Y cada uno vivió durante cientos, a veces miles, de años.
Para Falcyn haberlos conocido a todos lo hacía más viejo que su abuelo
Apolo.
Lo hacía mayor de lo que realmente podía concebir.
Vaya mierda... literalmente.
—¿Exactamente cuándo naciste?
Él le dirigió una sonrisa maliciosa y arrogante.
—Déjame explicarlo de esta manera, luché en el Primus Bellum.
La primera guerra de los dioses ...
Con la boca abierta, Medea se congeló cuando ese conocimiento la dejó
estupefacta.
Y con ella llegó otra sorprendente revelación cuando recordó algo que
Urian le había contado de la piedra de dragón de Falcyn y por qué era tan
especial.
—Tu piedra no es como las otras, ¿verdad?
El no respondió.
Y con ese silencio, le dijo todo. Si él fuera tan viejo y el hijo de dos
dioses, incluso uno que fue maldecido, su piedra tendría que ser mayor que
la de los otros también. Más poderosa.
La voz de Urian susurró en su mente.
“Incluso puede traer a los muertos de vuelta a la vida”.
Ese poder estaba reservado para muy pocos, y de los pocos capaces de
hacerlo ...
—Mierda —dijo mientras todas las piezas encajaban en una cegadora
revelación—. Eres el antiguo dios de la guerra Veles.
Por eso él podía cambiar de forma cuando los demás no podían. No era
sólo un dragón.
Como había dicho, era un dios.
—Y eso que llevas no es una piedra de dragón, en absoluto... es el
maldito Dragonsworn. ¡El huevo del mundo!
La piedra de nacimiento de los dioses originales.
Mirándolo fijamente, vio la verdad que él no se molestó en negar.
—Estoy en lo cierto, ¿no es así?
Falcyn empezó a decirle que estaba loca. Desde los albores del tiempo,
había llevado ese secreto. No le contó a nadie la verdad sobre sí mismo ni
sobre su piedra. A nadie.
No tenía ninguna razón para confiar en ella. Y todas las razones para
permanecer en silencio.
Y, sin embargo, cuando la miró, se perdió ante la oscuridad de aquellos
ojos.
La suavidad de sus labios. Antes de que pudiera pensarlo mejor, asintió.
Porque él era el primero, y porque Noir era su padre, obtuvo más poderes
que cualquiera de sus hermanos. Y fue por su padre y la ira de su madre que
había sido considerado y adorado como el primer dios de la guerra del
mundo.
—Pero, ¿cómo puede ser?
Se encogió de hombros ante la simple y complicada verdad de lo que era.
—Cuando Chaos y el Orden estuvieron juntos por primera vez y se
unieron para crear la vida de la nada, el huevo provino de la fricción de su
unión. Desde esa inicial explosión, el viento del norte llevó ese primer
huevo y lo puso sobre la tierra para evitar que se rompiera. De la oscuridad
surgió la luz que lo partió en dos, y Shyamala surgió primero, seguido por
sus otros seis hermanos, aunque a menudo mienten y engañan acerca de
quién nació primero y en qué orden. Nunca entendí por qué, pero
aparentemente es un problema entre ellos. El orden, sin embargo y sin
importar lo que ellos reclaman, es simple. Braith. Leva. Rezar. Verlyn.
Lilith. Kadar.
»Tres nacidos de orden. Tres de caos. Tres de la luz. Tres de la oscuridad.
Cuando Lilith nació, dicen que se resbaló o fue posiblemente empujada, y
fue dañada en la caída, lo que hizo que sus poderes se mezclaran de nuevo.
Ella era neutral al principio. Obstinada. Insaciablemente curiosa, y en un
esfuerzo por arreglarse a sí misma, tomó las piezas del huevo y las fundió
de nuevo junto con su ADN. Pero nunca les dijo a los otros que lo había
hecho. Era su secreto.
—Entonces, ¿cómo lo conseguiste?
—Yo también nací de ella, después de Shyamala, o Azura como se la
conoce, prohibió que naciera del vientre de mi madre. Lo hizo para que mi
madre nunca fuera capaz de dar a luz a alguno vivo, para que naciéramos
muertos. Contrariamente y decidida a que Azura no conseguiría lo que
quería, mi madre me sacó de su vientre y decidió que mis hermanos y yo
naceríamos de un huevo, criaturas que podrían estar ocultas de la ira de
Azura. De esta manera, incluso si Azura o uno de los otros dioses matara a
las madres lilit que mi madre había creado de su propia sangre para que la
perra se ganara su gracia, los bebés malditos nacidos de huevo sobrevivirían
sin sus madres.
Medea frunció el ceño mientras trataba de entender el razonamiento de
Lilith.
—¿Por qué tu madre creó a los demás, sabiendo que los dioses tratarían
de matarlos también?
Se pasó la mano por el cabello y suspiró.
—El lilit eran sus señuelos para distraer a Azura y a los demás de mí y de
mi hermana. Pero mi madre perdió la cordura en el proceso y con ella se
convirtió en el demonio mismo que la había doblado. Nosotros fuimos
rápidamente olvidados como hijos suyos y convertidos en instrumentos para
ser utilizados en su guerra contra todos.
—¿Y tu padre?
—Es un bastardo sin valor que hace que el tuyo parezca amoroso en
comparación. Todo por lo que él me quiso siempre fue por venganza contra
los otros dioses. Yo nunca signifiqué nada para él, excepto para ser utilizado
como herramienta. Si hay algo o alguien valioso para Noir, no lo sé. Dudo
que se preocupe por Azura. No creo que sea capaz de preocuparse por
alguna cosa.
—Bueno, por lo que he oído, por la dominación del mundo.
Falcyn resopló.
—Sí. Únicamente por eso. Los dioses saben, que nunca sería por sus
hijos o su esposa-hermana.
Eso tenía sentido. Medea permaneció en silencio durante un rato mientras
avanzaban a través del bosque. Su cabeza rebosaba con esta nueva
información sobre Falcyn y su familia. Había tanto que nunca hubiera
imaginado, y eso la hizo preguntar algo más.
—¿Por qué cambiaste tu nombre de Veles a Falcyn?
Se encogió de hombros.
—Me aburrí con la política del panteón. Nunca fui mucho de jugar en
equipo de todos modos.
—Sí, recuerdo haber oído esas historias sobre Veles.
Una luz juguetona brilló en sus ojos.
—Probablemente todo sea cierto. Especialmente las partes sangrientas.
—Y estás evitando mi pregunta otra vez. ¿Por qué cambiaste de nombre?
La luz se apagó en sus ojos y el dolor reemplazó la chispa.
—Después de la destrucción de mi último templo, fui a vivir en
reclusión. Fue mi hermana quien me renombró Falcyn por las garras en
forma de gancho que tengo y porque siempre fue mi arma elegida en la
batalla cada vez que luché como un humano. Una vez que ella se fue,
conservé el nombre para acordarme de ella como si fuera todo lo que me
quedaba de Xyn.
No era de extrañar que hubiera evitado responder. Ahora se sentía
horrible por haber insistido en el tema.
—Me gusta, y te pega mejor que Veles, creo.
Una media sonrisa torcida curvó sus hermosos labios.
—Voy a tomarme eso como un cumplido.
—Bueno, porque lo era... Y dime, lord Falcyn, ¿qué hace el dragón que
ha vivido tanto tiempo?
Se dio cuenta demasiado tarde de que era la pregunta equivocada, ya que
sus ojos se volvieron de un profundo color rojo oscuro y él frenó el paso.
Más que eso, apretó los puños y bajó la cabeza.
—¿Por qué un líder Daimon lo quiere saber?
—Sólo estaba conversando. Pero ahora veo las profundidades de tu
desconfianza. No es que te culpe. Has vivido lo suficiente para saber lo que
supone abrirse a un extraño. Así que no te culparé por esa desconfianza. De
hecho, eres un sabio dragón.
Él la hizo detenerse.
—Dime lo que valoras.
—Nada en realidad. Sólo a mi madre y Davyn. Algunos días a mi padre y
a hermano.
—¿Sólo algunos días?
Ella soltó una risa amarga.
—Triste, ¿verdad? Apenas los conozco aún. Quiero amar a mi padre,
pero es difícil perdonarlo por lo que mi madre pasó. Por todos los siglos la
vi llorar por él.
—¿Y qué hay de Urian?
—Amo a mi hermano porque es mi hermano. Pero cuando le conocí,
estaba sirviendo a Acheron, nuestro peor enemigo, que nos caza y que
entrena al ejército de Artemisa para matarnos. ¿Cómo puedo confiar en
alguien que está al servicio de mi enemigo? Entiendo su odio hacia Stryker.
No lo culparé por despreciar a alguien que le cortó la garganta y asesinó a
su esposa. Pero al mismo tiempo, no soy tan tonta como para confiar en
Urian más que en el amor de una hermana. No tengo expectativas con él
más allá de eso.
—Pero ¿lo has buscado en este asunto?
—Sólo porque confío en su amor por Davyn. Aunque tal vez no sea
capaz de darle la espalda a Urian, su historia con Davyn es tal que dudo que
traicionara a su único, y verdadero hermano. Ellos han sangrado con
demasiada frecuencia el uno por el otro en el pasado y tienen demasiada
historia el uno con el otro. Confío en Davyn y Davyn confía en Urian.
Falcyn se burló cuando llegaron a un borde dentado. Se volvió para
ayudarla a subir el pequeño terraplén.
—Es una lógica retorcida, milady. Es triste que yo lo entienda y
comprenda. Como dijiste, somos criaturas semejantes.
Medea no habló cuando la levantó sin esfuerzo para estar a su lado. Él era
una bestia enorme. Más fuerte que cualquier hombre con quien había estado
en mucho tiempo. Y siempre había tenido debilidad por los grandes y
fuertes.
Peor era lo mucho que le gustaba el olor de su piel. Se estaba
intoxicando.
Incluso ahora, todavía podía saborear sus labios del beso que le había
dado. Y cuando se encontró con su mirada, sabía que esos pensamientos
estaban desnudos ante su sabio sentido de dragón.
Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, se inclinó para besarlo
de nuevo.
Falcyn cerró los ojos mientras la saboreaba a ella y a la pasión más dulce
que jamás había conocido. A diferencia de Tisiphone, ella no lo juzgaba por
un nacimiento que no podía evitar. O lo creía innecesariamente duro por los
sentimientos y rencores que tenía contra un mundo brutal.
Ella lo entendía. Sobre todo, porque ahora sabía que era un dios de la
guerra. Un secreto que nunca había dejado que nadie supiera.
Y nunca antes había estado en manos de una criatura similar. Debido a
que los dragones compartían un fondo genético común y la historia, había
evitado dormir con uno, ya que veían a todas sus hembras como sus
hermanas.
Su odio por su madre lo había mantenido alejado de los demonios. Así
que la mayoría de sus amantes habían sido humanos y fey. Nunca había
estado con un Apolita o Daimon. Como eran de origen griego y despreciaba
a los griegos por lo que le habían hecho a su raza y a sus hermanos, los
consideraba criaturas repugnantes.
Sin embargo, no había desprecio en su interior por esta mujer. Ni siquiera
una pizca.
Ella agarró su camisa con sus puños, presionándolo contra su cuerpo.
Sin aliento, él profundizó su beso, deseándola más de lo que nunca había
deseado algo.
Aterrorizado de a dónde podrían llevarlo esos sentimientos, se apartó de
sus labios.
—Aléjame, Medea —dijo Falcyn entrecortadamente—. Dime cuán
repulsivo soy para ti y que no quieres tener nada que ver con un hijo de puta
malhumorado, auto-compasivo que no tiene ninguna utilidad para este
mundo o cualquier otro.
Medea frunció el ceño ante sus inesperadas palabras. ¿Quién le había
dicho eso?
—No te encuentro repugnante, dragón. Todo lo contrario.
Tomó su cara y la miró fijamente. Sus ojos eran oscuros y llenos de un
profundo tormento que ella no entendía.
—Dilo, Medea —insistió él—. Porque ahora mismo, todo lo que quiero
es estar dentro de ti aquí en el bosque como el animal que soy. Y sé cuán
malo es anhelarte cuando no hay nada para ninguno de los dos. Sé que
mereces algo mejor y que no tenemos tiempo para ello. Pero honestamente,
no me importa una mierda eso o cualquier otra cosa. En todo lo que puedo
pensar ahora es en ti y cuánto te deseo.
Sus palabras la conmovieron tanto por su sinceridad como por la
desesperación que oyó en su voz.
Peor aún, hacía que su cuerpo estuviera caliente y con escalofríos.
Necesitado. Cosas que no había sentido en tanto tiempo que casi había
olvidado lo que era sentirse así con otro.
Esto no era sólo una necesidad biológica. Había algo más en sus
sentimientos por él.
Algo espeluznante y exigente.
Algo que no quería negar.
Lo había sentido desde el momento en que había entrado en el Santuario
y lo había visto por primera vez entre la multitud.
Era extraño, siempre se había preguntado cómo sería acostarse con una
de las otras especies, ya fuera un hombre o un Were. En sus fantasías más
salvajes, a veces se imaginaba cómo tomarían a una mujer. Si serían
violentos o tiernos. O tan gentiles como su propio marido, que se había
ganado su corazón cuando ella no era más que una niña inocente mucho
tiempo atrás en su antiguo mundo.
Pero era este temible dragón quien la tentaba ahora. Una bestia feroz,
violenta, que no toleraba a nadie. Su ira era tan evidente, era prácticamente
tangible.
No lo hagas.
La palabra flotó en su mente como un fantasma sin aliento. Sería la peor
de las tonterías dormir con él. Era el hijo de dos de los más poderosos
antiguos linajes y ella era la hija de una raza maldita y un dios en guerra
con su panteón.
Una raza que él odiaba. No tenían futuro juntos. ¿Cómo podrían?
Incluso podría concebir a su hijo. ¿Y entonces dónde terminarían?
Pero en lugar de horrorizarla como siempre había hecho en el pasado, el
pensamiento en realidad hizo que su corazón saltara. El temor de tener otro
hijo ya no estaba ahí. Porque sabía que Falcyn protegería a su bebé con la
misma locura con que solía mantener a Blaise a salvo.
La que usó para poder protegerla.
¿Cuánta determinación más mostraría Falcyn por sí mismo?
No…
Este dragón no permitiría que un simple humano hiciera daño a su bebé.
Nunca. Daría su vida antes de que viera arañada la piel de su rodilla. Sería
el tipo de padre con el que había soñado. A diferencia del suyo, nunca se
iría. Nunca permitiría que su hijo estuviera solo o se le hiciera daño.
Y por primera vez en siglos, vio un futuro para sí misma donde no estaba
sola. Uno que no era amargo.
¡Detente, Medea!
Fue muy tarde. La compuerta estaba abierta y todos esos sueños
reprimidos se precipitaron sobre ella. Lo único que había querido era un
bebé a quien amar. Una vida para compartir con alguien más.
Su madre siempre había dicho que su corazón imprudente la llevaría por
mal camino.
Hoy la había llevado directamente a Falcyn Drakos. Y aunque sabía que
esto era una completa y total locura, se negó a retroceder.
—Hazme el amor, Falcyn.
Capítulo 9

Falcyn estaba completamente aturdido por sus palabras. Se suponía que


Medea le maldijera y lo alejara de ella. Que le golpeara en la cara o le
arrancara el corazón.
No se suponía que lo quisiera.
Un hombre decente se alejaría de ella. Pero no era decente. Tampoco era
un hombre. Era salvaje hasta el núcleo de su dragón y más duro que el
infierno. Un dragón que tomó lo que quería, con las consecuencias de ser
condenado.
Era lo que le había metido en problemas con Igraine. Drogado y
tambaleante, había actuado con ella en el calor de la pasión, y luego pagado
caro por ello.
En un abrir y cerrar de ojos, y como resultado, lo había perdido todo.
Porque no creía en reglas o refinamiento. Esos eran para Max y sus
hermanos y hermanas. Ellos fueron los que prestaron atención a las reglas y
ordenes de Savitar. Aquellos que respetaron los pactos y la política de los
dioses.
Como dios mismo, siempre se había considerado a sí mismo por encima
de tan pequeñas, e irritantes cosas que habían sido relegadas a los mortales
y a las criaturas menores.
Justo como había estado por encima de las emociones y deseos. No
necesitaba compañerismo.
Él era drakomai. Eran solitarios y felices de serlo.
Hasta ahora.
En el instante en que ella entró en su círculo, Medea había cambiado todo
en su sombrío mundo. La anhelaba con una locura que no entendía. La
quería con él de una manera como nunca había querido otra cosa.
Ahora deseaba saber qué palabras podrían expresar cuánto significaba
este momento.
Lo mucho que significaba para él.
Había vivido toda su vida sin el calor de una tierna caricia. ¿Cómo podría
alejarse ahora?
Trazó la curva de sus labios hinchados con la yema del dedo, antes de
separar sus labios y besarla profundamente.
Falcyn cerró los ojos e inhaló la dulzura de su aliento cuando dejó suelta
su lengua para lanzarse contra la de ella, para barrer hasta el paladar de su
boca hasta que ella gimió y se retorció. La sensación de su cuerpo flexible
presionado contra el suyo mientras sacaba su camisa negra de sus
pantalones.
—Realmente deberías alejarme —dijo, levantando la cabeza para mirar
hacia abajo a sus ojos tiernos y oscuros.
Ella arqueó una adorable sonrisa que expuso sus colmillos.
—Nunca he sido de hacer lo que se supone que debo hacer. Va con todo
mi malvado título de villana.
—Sí, y me parece una de tus cualidades más atrayentes.
—¿Te estás burlando de mí?
—Nunca, mi amor. Nunca me burlaría de ti por miedo a que me patearas
el trasero.
El corazón de Medea se agitó cuando él le ofreció una sonrisa real con
esas palabras burlonas. Fue inesperado e impresionante.
Sus ojos pálidos resplandecían en la tenue penumbra mientras la
levantaba suavemente y la bajaba hasta sus rodillas. Su calor la rodeó
mientras sus brazos la protegieron del frío y húmedo suelo. El calor y la
fuerza de él la rodearon.
Y contra toda cordura y razón, quería más de su cuerpo duro.
Ronroneó cuando volvió a sus labios para besarla suavemente. Ella nunca
había sido tocada de esta manera. Nunca pensó que un simple beso podría
ser tan maravillosa experiencia.
Y cuando su cálida y callosa mano se cerró alrededor de su pecho, saltó
con una excitación nerviosa. El dolor y el placer apuñalaron su cuerpo
mientras el calor se acumulaba entre sus muslos.
Nunca en su vida había ardido así. Ansiando a otro con un calor tan
feroz. Ni siquiera podía comprender esas sensaciones extrañas. Eran tan
confusas y arrolladoras, y no podía imaginar porqué las sentía hacia él.
Electrificantes. Tortuosas, y que la dejaban deseándole más.
Su enemigo.
Falcyn dejó sus labios para dejar un sendero de besos bajando por su
garganta hasta el pecho que acarició.
Medea tragó al ver su oscura cabeza en su pecho, y con la sensación de
su lengua acariciando su pezón tenso. Su lengua era áspera y caliente, sus
labios relajantes y tiernos.
Ella le acarició la cabeza, y dejó que las ondas de su cabello suave
acariciaran las puntas de sus dedos.
Estaba tan hermoso allí, saboreándola, acariciándola. Las líneas tensas de
su hermoso rostro mostraban el placer que recibía sólo con tocarla. Y eso
hizo que su corazón latiera.
Ella suspiró contenta y dejó que las increíbles sensaciones terrenas la
recorrieran hasta no ser más que una extensión del dragón que la abrazaba.
Cerrando los ojos, se entregó completamente a él.
Falcyn nunca había probado nada parecido a su cuerpo. Ella estaba tan
caliente. Tan atractiva. Más aún porque sabía que estaba compartiendo con
él lo que tan rara vez había compartido con nadie más. Ella no era una
criatura más confiada de lo que él era.
Ni siquiera podía imaginar por qué ella lo elegiría ahora mismo.
Era tan indigno de lo que le ofrecía. Tan indigno de ella, y punto.
Pero ellos eran compañeros en la oscuridad y el dolor. Ambos habían
recibido más que su justa cantidad de agonía y traición. Ambos habían visto
lo peor de la humanidad y del fey, y se levantaron del borde de la
desesperación para luchar a pesar de esa brutalidad.
Era algo de lo que las cicatrices de su cuerpo daban testimonio, igual que
las suyas.
Y se estremeció al ver las escarpadas dentadas que permanecían sobre su
todavía bello estómago donde había llevado a su hijo. A diferencia de él,
llevaba esa agonía en el interior y en el exterior de su corazón. ¿Cómo
podía soportar ver un recordatorio tan obvio de su pérdida?
Hasta ahora, nunca se había dado cuenta de lo afortunado que era de
haberse salvado de tal golpe físico.
Un recordatorio tan brutal y continuo.
Decía mucho sobre su fuerza y carácter la gracia y la determinación que
había mostrado todos estos siglos pasados.
Que hubiera permanecido cuerda a través de todo eso. Nunca había
respetado a nadie más.
Y se alegró de que, en ese momento, y por cualquier razón, estuviera con
él.
Medea tiró de su camisa.
Ansioso por complacerla, se la quitó.
Ella jadeó audiblemente mientras pasaba sus manos sobre sus tensos
brazos. Apretó los dientes mientras su cabeza daba vueltas de placer.
Las cosas que sus caricias le hacían...
Era increíble. Vigorizante. Le hacía sentir viril y salvaje.
Como el dragón que había nacido.
Estaba duro y dolorido. Por encima de todo, se sentía vulnerable de una
manera que nunca imaginó.
Pero no podía contenerse. Ahora no. Necesitaba más de ella. Necesitaba
tocar cada centímetro de su cuerpo y reclamarlo como suyo.
Medea sintió un momento de pánico cuando se quitó el resto de su ropa.
De repente estuvo expuesta a él. No sólo desnuda.
Verdaderamente desnuda. De una manera que nunca había estado antes.
No sólo vio su cuerpo. Él la vio a ella. Su corazón. Su alma.
Por encima de todo, vio su dolor.
Era aterrador y extrañamente erótico. No recordaba haber estado tan
expuesta a cualquiera.
A nadie sino a Falcyn.
Con el corazón martilleándole, se quedó mirando el gran tamaño de él y
suavemente lo tomó en su mano. En el instante en que lo agarró, gruñó con
una mirada de supremo placer.
Sus ojos brillaron con un rojo vibrante.
—Apuesto a que aterrorizas a los humanos con eso.
Él se rió y acarició su cuello.
—He enviado unos cuantos gritando por las colinas.
Aspirando su aliento bruscamente, ella lo apretó y se deleitó con la
sensación de su piel caliente deslizándose contra la suya.
—¿Por qué huele a canela?
—Todo lo mejor para seducirte.
Y lo hizo.
Se acostó encima de ella y la tomó en sus brazos. Sus pensamientos se
disiparon con la gloriosa sensación de su piel contra la suya. De su enorme
peso que era agradable en lugar de agobiante.
Falcyn le tomó la mano y la guio hacia él.
—Nunca tengas miedo de mí, Medea —susurró—. Eres la única persona
a la que nunca haría daño.
Ella le mordió la barbilla.
—Voy a hacerte mantener esa promesa, dragón. Si me mientes, tu dragón
asesino amazónico será la menor de tus preocupaciones.
Medea pasó su mano por su cuerpo antes de guiarlo suavemente hacia su
cuerpo. Él la besó de nuevo, y luego se metió en ella.
Falcyn susurró dulces alientos en su oído mientras usaba su lengua para
jugar con la tierna carne de su cuello.
Gritando de placer, Medea arqueó la espalda contra él. Nunca imaginó
que un dragón o cualquier hombre pudieran sentirse así, pero se alegraba de
que Falcyn estuviera dentro de ella en ese momento. Feliz por tener sus
fuertes brazos a su alrededor y el sonido de su voz profunda en su oído.
Medea envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y enterró su cara
contra su musculoso cuello para poder inhalar el cálido olor de él mientras
empujaba sus caderas contra las suyas. Queridos dioses, cómo quería esto.
Quería compartir su cuerpo con él y que la llenara por el resto de la
eternidad.
Falcyn apretó los dientes por lo increíble que se sentía. La quería de una
manera inimaginable. Ella le rodeó con calor y su aliento contra su cuello
envió mil escalofríos directamente a su alma.
En este momento, no quería dejarla ir nunca.
Especialmente cuando levantó la vista con una sonrisa de adoración que
prendió fuego a cada parte de él. Dentro y fuera. La visión de ella yaciendo
debajo de él, su cuerpo desnudo y unido al suyo...
Era lo más increíble que había visto. Una oleada de feroz posesión lo
atravesó entonces, especialmente cuando miró hacia abajo para verlos
unidos.
De repente, ella se mordió el labio y frunció el ceño.
—¿Estás creciendo más dentro de mí?
Falcyn se rió de su pregunta. No era algo que normalmente hacían.
No a menos que estuvieran muy excitados.
—Sí. Lo hacemos a veces.
Empujó más profundo dentro de ella.
Ella jadeó y le hundió las uñas en su espalda.
—Te juro que puedo sentirte todo hasta mi núcleo.
Él aspiró su aliento con sus palabras y la imagen que crearon. Le gustaba
oírla hablar de tales cosas.
—¿Puedes?
Ella asintió.
Él retrocedió y empujó sus caderas contra las suyas.
Gimieron al unísono.
—No te estoy lastimando, ¿verdad?
Ella arrugó su nariz hacia él.
—Confía en mí, te haría daño si lo hicieras.
Aun así, él suavizó sus empujes, teniendo cuidado con ella, ya que nunca
había hecho esto con una mujer antes. No estaba seguro de cuán
exactamente grande se pondría.
—Oh, eso se siente tan bien. —Suspiró ella.
Girando su cabeza, Falcyn rodó con ellos aún unidos. La sentó encima de
él y la observó mientras ella tomaba el control para que él no tuviera que
preocuparse de hacerle daño mientras su cuerpo continuaba expandiéndose.
Porque sinceramente, sentía como si estuviera a punto de morir por el
placer de hacerlo.
Especialmente cuando se inclinó hacia adelante, azotando su cabello
pálido sobre su pecho mientras ella lo montaba.
Su risa resonó en sus oídos mientras le mordisqueaba la barbilla.
—¿Esto me convierte en un jinete de dragón?
Se rió, incapaz de creer el sonido. O que podría ser tan divertido mientras
tenían relaciones sexuales.
—Soy tuyo en cualquier momento en que estés dispuesta, lady Apolita.
Con su mente aturdida por la sensación de su piel desnuda deslizándose
contra la de él, recorrió sus manos sobre su cuerpo.
—Dime cómo me sientes dentro de ti.
—Duro y fuerte. Incluso puedo sentirte pulsando aquí. —Bajó la mano
hasta su abdomen.
La visión de sus manos unidas acariciando su estómago tan cerca de la
coyuntura de sus muslos casi terminó con su control. En cambio, se mordió
el labio antes de hundir su mano en esa mata de vello para poder acariciarla
al mismo tiempo que se movía.
Ella gritó tan fuerte que resonó en los árboles y se apoyó contra él de una
manera sublime.
Medea se sentía tan extrañamente libre con él. En cierto modo nunca lo
había hecho antes. Ni siquiera con su marido. Pasó las manos por los duros
músculos de su pecho y abdomen. Era tan extraño verlo tumbado debajo de
ella, entre sus muslos extendidos
Su dragón.
Sabía que no sería así para muchos. No un dragón que odiaba tanto como
éste. Simplemente él no era así.
Él sostuvo sus caderas en sus manos y guio sus movimientos. Pero, lo
que la tenía cautivada era la expresión de felicidad en su rostro. Sus mejillas
estaban ruborizadas, sus ojos oscuros y desenfocados.
Ella gimió mientras movía sus manos de sus caderas a sus pechos, donde
jugó con sus pezones hinchados.
Si alguien le hubiera dicho que alguna vez se sentaría sobre un dragón de
sangre pura como éste y lo disfrutaría, los habría llamado mentirosos, y sin
embargo se había sentado con su gruesa dureza dentro de ella. Y no
cualquier dragón.
El hijo de Noir ...
—¿Cómo me siente a mí, Falcyn?
—Mojada y suave.
—¿Has estado con un Apolita antes?
Dejó de moverse.
—No. ¿Por qué?
Ella sonrió ante eso. Eso hizo ese momento aún más especial para ella.
—Me alegro. Quiero que esto sea especial entre nosotros.
Falcyn tomó su rostro en sus manos.
—Créeme, Medea, lo es.
Tiró de ella hacia bajo y la besó ferozmente.
Medea temblaba ante la pasión que sentía, por la forma en que acarició
sus labios con los de él y envolvió su lengua alrededor de la suya. Sus
músculos se apretaron alrededor de ella, haciéndola temblar.
Cuando la besó así, casi podía creerle.
Por favor, que no me esté mintiendo. Odiaría tener que matarlo por ello.
Y lo mataría. Porque si él estaba mintiendo, ella no sería capaz de soportar
la vida con el dolor de que la dejara con un engaño tan terrible.
Simplemente no estaba en ella el perdonar.
No a cualquiera.
Falcyn se apartó del beso, luego se dio la vuelta y tomó el control de
nuevo.
Medea arqueó la espalda mientras se movía más rápido. Más fuerte. Era
como si estuviera compitiendo por algo.
Era tan grande ahora que estaba llenándola. Cada golpe trajo más placer.
Cada beso y cada caricia reverberaban a través de ella.
—Hazme tuya, Falcyn.
Pero en su corazón, ella sabía que ya lo había hecho.
Él reclamó sus labios de nuevo cuando se estrelló contra ella aún más
profundo de lo que había estado antes. En ese momento, gritó mientras salía
su liberación. Su cuerpo explotó con color y placer.
Envolvió sus piernas alrededor de sus caderas y dejó que su pasión la
arrastrara.
Bajó la cabeza hasta su hombro y gruñó al liberarse dentro de ella y se
estremeció en sus brazos.
Ella respiró con dificultad cuando se derrumbó sobre ella y la abrazó con
fuerza.
—Gracias, Medea —le susurró al oído mientras jadeaba fuerte. Luego
besó sus labios nuevamente en una tierna caricia que hizo que la
atravesaran escalofríos.
Se retiró de ella y rodó sobre su espalda y la atrajo contra su costado.
Ella había supuesto que él había terminado con ella, por lo que la
sorprendió cuando extendió sus piernas y tocó el lugar más privado de su
cuerpo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella.
—Te estoy reclamando de la forma en que un dragón reclama a su
dragonswan.
—¿Disculpa?
Él sonrió perversamente.
—Nunca he tomado a una mujer como dragón. Nunca encontré una que
fuera suficiente mujer para ello.
Ese pensamiento la puso un poco nerviosa.
—¿Y qué quieres decir con eso?
—¿Confías en mí?
Realmente no.
Pero …
Medea tragó saliva mientras sus largos y delgados dedos se hundían
profundamente en su cuerpo. Se tensó un poco mientras quemaban la tierna
carne de sus labios inferiores.
—No te haré daño, Medea.
Se levantó de rodillas colocando su espalda frente a él y la apoyó contra
él con los muslos extendidos.
A pesar de que no era natural que ella lo hiciera, se entregó a él.
Lo sintió endurecerse contra sus nalgas mientras se estremecía en sus
brazos. Su aliento acariciaba su carne mientras él jugó hasta que ella estuvo
sin aliento y caliente.
Recorrió su largo y afilado dedo por su hendidura. Ella se estremeció y
cada terminación nerviosa en su cuerpo chisporroteaba.
Puso su mano en ella, y ella arqueó la espalda y gimió. Ya no podía
hablar, todo lo que podía hacer era sentir cada deliciosa caricia que le daba
hasta que volvió a entrar en su cuerpo. Sólo que esta vez, algo era diferente.
Se sentía como si estuviera envuelto completamente a su alrededor. Como
si fueran verdaderamente una bestia.
¿Quién podría haberlo imaginado? Su aliento era caliente contra su carne
desnuda cuando acarició su cuerpo entero con el suyo, por dentro y por
fuera.
Con la cabeza enterrada en la curva de su cuello, le hizo el amor hasta
que ella volvió a gritar su nombre.
Sólo entonces encontró su propia liberación.
Ella esperaba que se alejara.
No lo hizo.
Por el contrario, se sentó, abrazándola.
—No puedo salir por unos minutos. No sin lastimarte.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que todavía estaba hinchado dentro
de ella.
—Eso es impresionante.
Cerrando los ojos, siseó ligeramente.
—Sí, lo eres.
Completamente agotada y débil, respiró con dificultad cuando Falcyn la
abrazó.
Medea sonrió y se acurrucó en él, deseando estar lo más cerca posible.
—Sabes, si los demás nos encuentran mientras estoy desnuda, voy a
matarte, dragón.
Él rió.
—Eres tan violenta.
—Y te encanta eso de mí.
—De hecho, sí lo hace. Es agradable estar con una mujer que entiende mi
oscuro, y feliz lugar a donde ir.
La besó, luego la levantó suavemente de sus caderas.
—Maldita sea. Tienes el culo más bonito que he visto.
Él mordió su mejilla mientras ella se levantaba para comenzar a vestirse.
Se pasó los dedos por la mejilla y le dirigió una cálida y dulce mirada.
—Si sigues haciendo eso, nunca saldremos de aquí.
—No me tientes. Además, no podemos quedarnos. No pertenecemos a
este mundo. El equilibrio sería alterado.
Eso era cierto. Una cosa que sabía acerca de los viajes
interdimensionales, es que a menos que tuvieran permiso o circunstancias
especiales, se podían visitar, pero sólo por tiempo limitado. Para quedarse,
tenías que intercambiar lugares con otra persona.
Un alma por un alma.
Eso no era fácil de hacer. Y si no elegías o robabas el alma por ti mismo
dentro de un tiempo especificado, los poderes lo harían, normalmente en el
peor momento posible.
Eso era lo último que alguien quería, ya que rara vez escogían la que
habías elegido. Más bien iban detrás de la primera para causarle el mayor
dolor posible.
Bastardos vengativos, siempre encontraban una manera de castigarte por
atreverte a frustrar sus voluntades.
Al igual que los Destinos.
Y los dioses.
La tristeza ahuyentó su felicidad con ese pensamiento mientras se vestía.
Los dioses y los Destinos jamás le habían permitido ninguna paz o real
felicidad. Parecían obtener un placer perverso en arrebatársela.
Las lágrimas la ahogaron cuando la realidad la golpeó y ese pequeño
vislumbre de un futuro que había tenido hace unos momentos murió
horriblemente. No había posibilidad de nada con Falcyn, o cualquier otra
persona.
Era una Apolita condenada por una maldición que su padre había
impuesto a su raza debido a las acciones de una reina zorra celosa.
Falcyn era un dragón condenado por su propio nacimiento por una celosa
diosa perra.
Como decía el viejo refrán, el fuego y la pólvora hicieron un matrimonio
muy pobre y extremadamente corto.
Nunca podría haber nada para ninguno de ellos, excepto la muerte y la
miseria.
Eso era todo lo que los dioses jamás les permitirían. Todo lo que sus
enemigos les dejarían. Y entre los dos, tenían una lista espantosamente
larga de criaturas que los querían muertos.
Soltando una respiración irregular, se relegó a una fría y amarga realidad.
A una eternidad de estar sola.
—Tenemos que encontrar a los demás.
Falcyn asintió.
—Lo sé.
Mientras se iba, vio las extrañas marcas de desplazamiento en la parte
baja de su espalda que no había visto antes. Se estiró para trazar los
antiguos remolinos negros.
—¿Qué es esto?
La miró por encima del hombro.
—Símbolos de sanación y protección que fueron colocados ahí por mi
hermano, Hadyn.
—Son hermosos.
Él asintió.
—Era increíblemente poderoso. Uno de los más fuertes Simeon Magi
entrenado nunca. Un verdadero manslaghe. —Eso era impresionante dado
que un manslaghe no sólo podría tomar una vida, sino que podía destruir un
alma.
Era lo que los convertía en una de las razas más temidas de un asesino de
dioses. Más que incluso los Chtonianos que habían sido creados para vigilar
a los propios dioses.
—¿Han luchado juntos?
La tristeza oscureció sus ojos.
—Me salvó la vida durante el Primus Bellum.
—¿Para qué lado peleaste?
—No fue tan importante el lado por el que luché, sino la persona con la
que luché. —Se metió su camisa sobre su cabeza—. Serví con los Sephirii.
Protegían a su comandante.
Hizo una pausa mientras se vestía para mirarlo. Seguramente estaba
bromeando ...
—¿Jared? ¿Protegiste a ese bastardo?
—No. Antes que a él. A su madre. Myone. —Un tic comenzó en su
mandíbula como si compartiera su ira por el comportamiento de Jared.
Y cuando habló, se dio cuenta de que sí, de hecho, entendía por qué ella
albergaba tanto odio por el antiguo guerrero Sephiroth.
—Estuve allí cuando Jared volvió a su ejército y los llevó a la masacre.
Lo que hiciste con él mientras tu madre lo sostenía por Artemis, no me
importa. Por lo que a mí respecta, se lo merecía. Sé que él piensa que tiene
un noble motivo para sus acciones, pero no puedo perdonarlo. Todo lo que
puedo decir es que me alegro de que su madre estuviera muerta en ese
momento. Habría roto su corazón al verlo traicionar su juramento.
—Eres uno de los pocos que se siente así.
—Porque estaba allí. Vi la carnicería. —Se sujetó los pantalones—. Hay
tanto por lo que odio a los dioses.
—Créeme, comparto tu dolor.
Falcyn se acercó a su lado para poder pasarse los dedos por el cabello.
—Ayudaré a tus padres. No por lo que hemos hecho ahora. Sino porque
estoy cansado de ver a los dioses destruir vidas sin razón.
—Gracias.
Inclinó la cabeza hacia ella.
—No hay problema. Sólo tienes que encontrar una forma de sacarnos de
aquí para que pueda llegar a ellos.
—Bueno, eso es más fácil decir que... —Medea hizo una pausa en su
frase cuando una extraña sensación atravesó su cuerpo. Como si alguien o
algo hubiera apretado su alma. Era de lo más curioso. Un dolor profundo y
oscuro la penetró. Uno que la hizo sentirse extrañamente deprimida y
agotada.
—¿Medea?
—De repente, estoy tan cansada. Apenas puedo mantener los ojos
abiertos. —Se sentó para terminar de vestirse—. Supongo que simplemente
estoy abrumada. Hay tanto que hacer. Ni siquiera sé por dónde empezar. —
Su corazón se hundió ante la idea de lo que tenían por delante—. ¿Y si no
podemos llegar a ellos a tiempo? ¿Y si es demasiado tarde?
—No lo es.
—¿Y si es así? ¿Y si estamos subestimando a Kessar y Apolo? Él es un
Dios, ya sabes... ¿Cómo podemos esperar luchar contra eso? —Se frotó la
frente mientras las lágrimas la ahogaban.
Falcyn sintió un escalofrío al ver un movimiento en las sombras a su
izquierda. Algo no iba bien y tenía una mala, mala sensación de que sabía
lo que era.
—¿Medea? Mírame.
Ella lo hizo.
Ahuecando su barbilla en su mano, estudió sus oscuros ojos. Sus pupilas
estaban un poco dilatadas. Tenía un esmalte divertido sobre ellos mientras
continuaba lamentando su situación.
Mierda…
—¿Te sentaste en una sombra?
—¿Qué? —Ella frunció el ceño.
—¿Una de las sombras te atravesó? Estás lloriqueando, y esa no es el
Daimon psicótico que conozco tan bien. Estoy pensando que te golpeó uno
de los SODs.
Sus ojos estaban llenos de una desesperación inusitada.
—¿Cómo puedo saber? Oh, ¿qué importa? Estamos condenados de todos
modos. Aunque tengamos éxito, fracasaremos.
Ah, sí, eso tenía SOD por todos lados.
—Dee... quédate conmigo.
—No voy a ninguna parte. ¿Por qué molestarse? De todos modos, es
inútil.
Gruñendo bajo en su garganta, Falcyn intentó pensar en alguna manera de
conseguir devolverla a la normalidad.
No había esperanza. Como ella había dicho. Todo lo que hacían se
convertía en una mierda.
Oh mierda…
Ahora también lo tenía él.
Capítulo 10

Esto era muy malo, y en muchos niveles. Falcyn giró lentamente mientras
intentaba pensar en cómo combatir a los SODs. Pero como Medea, sintió el
abrumador sentido de la duda en sus habilidades para hacer algo, y la última
desesperación.
Nunca lo había sabido.
¡Soy drakomai!
Sí, ¿y qué? Así son muchos dragones…
¿Qué te hace un copo de nieve especial?
Tenía que sacar esta mierda de su cabeza antes de que se volviera loco. Y
desde la profundidad de esa locura, solo había un lugar al que podía pensar
ir.
—¿Medea?
Ella lo miró.
—Odio este sentimiento, libélula. ¿Cómo lo combates? ¡Quiero algo
externo que pueda matar!
Lo mismo que él. Esto era muy insidioso. Como una locura consumiendo
su voluntad y deseos. Estaba tan cansado de eso. Como si un peso
presionara sobre no solo su voluntad, sino en todo su cuerpo.
Necesitaba a Blaise o a Brandor para explicarle lo qué sería el enemigo
mortal de esos bastardos para que pudieran usarlo contra ellos y acabar con
esto.
—Todo tiene una debilidad. Podemos encontrar las suyas.
—¿Cómo? Ni siquiera podemos verlos. Es imposible. Imposible. Nunca
ganaremos.
En ese momento, odió a su hermano Max más de lo que había hecho
antes. ¿Por qué? Porque las siguientes palabras de su boca salieron
directamente de su hermano y él lo sabía. Prácticamente podía oír la voz de
Max sobre la suya mientras decía las terribles palabras felices que lo
enfermaron.
—Nada es inútil.
Sí, él deseaba estar de vuelta en el Santuario para poder golpear la mierda
fuera de ese bastardo siempre optimista.
Cómo odiaba al Sr. Merry Sunshine.
Tan malo como Max había sido antes de estas últimas semanas, era dos
veces más horrible y santurrón ahora que tenía a su dragonswan y a sus
hijos con él. Había momentos en que Falcyn estaba seguro que vomitaría
por la sobrecarga de sacarina al estar rodeado por muchos de ellos. Lo único
peor que Max eran sus hijos y su esposa.
Especialmente ese hijo optimista que Seraphina se había atrevido a
nombrar como su hermano Hadyn.
Queridos dioses, era como si alguien hubiera clonado a Max.
Se estremeció. Y Hadyn cagaría en un ladrillo para conocer su feliz Opie
Taylor, actuando como su homónimo.
Con una mueca de desprecio, Falcyn trató de limpiar físicamente con sus
manos, pero era inútil. Por mucho que se rascaba la piel o la frotaba, la
sensación permanecía.
—¿Qué te quitó la duda?
—Confianza —dijo Medea—. Un salto de fe. Darle con un martillo a la
cara a quien te hizo dudar de ti mismo. Personalmente, me gusta esto
último.
Él se rió por su tono hosco y sus palabras le sonaron a él, como le
gustaría algo mejor.
Luego se puso serio.
—¡Eso es!
—¿Qué? ¿Puedo golpear a alguien con un mazo? Estoy jugando si tú
juegas. Solo señala al bastardo.
Él hizo una mueca ante su repentina felicidad y lo que la había causado.
—Tanto tiempo como estés desnuda, puedes darme de martillazos todo lo
que quieras.
Ella puso los ojos en blanco y bufó.
—¿Esa es realmente tu solución?
—No, pero ahora tengo una imagen de ti desnuda encima de mí otra vez
y he olvidado completamente mi tren original de pensamiento.
—¿En serio?
—Por desgracia, sí. Me distraes terriblemente. ¿Qué estaba diciendo?
—Oh, Dios mío, ¡Falcyn! ¿De verdad?
Echó la cara hacia arriba y gimió.
—Sí. ¿Adónde iba hace un minuto? Parece que he perdido mi camino en
el valle profundo de tu camisa hundiéndose entre tus senos.
Ella lo golpeó ligeramente sobre su estómago.
—Estábamos hablando de alejar la duda ¿Recuerdas? Dije confianza y
saltos de fe.
—¡Oh sí… sí! Tenía un pensamiento sobre eso. Saltos de fe. ¿Ya sabes?
Medea le frunció el ceño. Lo dijo como si ella debería entender algo
arcano Detrás de esa frase. Pero no significaba nada para ella.
—¿Sí? Bueno…
Se desinfló ante sus ojos y sacudió la cabeza.
—Sigo olvidando que eres una Apolita. Sin experiencia real entre los fey.
—Lo siento. No estamos en sus listas de fiestas.
—Confía en mí, estás mejor fuera. La última vez que salieron a jugar con
tu gente, hicieron la raza Were Hunter.
Ella se burló de su simplificación excesiva de ese acontecimiento
histórico importante.
—Dagon no era una criatura fey. Y creo que, como dios sumerio, él
estaría altamente ofendido por tu categorización como tal.
—Cierto. Pero como su hermano, estoy moralmente obligado a reventar
sus chuletas en cada oportunidad que consigo. Lo cual apreciaría si
estuviera aquí y volvería diciendo insultos con gusto. Y probablemente un
puñetazo.
Su mandíbula cayó en algo que ella había sido completamente
inconsciente.
—No eres realmente su hermano, ¿verdad?
—Lo soy, ciertamente. La mitad, de todos modos. Hekate era su madre.
Pero compartimos el mismo pedazo de mierda del donante de esperma.
—¿Por eso se unió al panteón sumerio?
—Eso fue en su mayoría una mala pelea de rebelión adolescente… o,
más al punto, un combate de crisis de mediana edad por un dios. —Falcyn
hizo una pausa para considerarlo—. O tal vez, ¿dada su reciente extrema
edad avanzada, lo mejor sería considerarlo un berrinche pre adolescente?
Se rió de la forma en que resumía las cosas. El dragón tenía un fraseo y
una perspectiva.
—Tienes un interesante árbol genealógico.
—Dice la mujer relacionada con Apolo y el rey de los Daimons.
—Y tú estás fuera de punto de nuevo… He notado que tiendes a hacer
eso. Mucho. —Gesticulando hacia los árboles a su alrededor—. ¿Saltos de
fe? ¿A dónde ibas con eso?
—Oh sí. Lo siento. La fe es una palabra moderna para los fey. Y, saltos de
fey, fue una vez un término para el agua corriente y fresca acumulada en un
arroyo, en contraposición a un bien.
—De acuerdo… —Todavía no tenía ni idea de a dónde iba con eso.
—Estoy pensando que, si podemos recolectar algo, podremos usarlo para
deshacernos de ellos.
¡Ah! Eso tenía sentido. A menudo se utilizaba el agua corriente para
perseguir a los espíritus malévolos. De ahí la tendencia de arrojar agua
bendita en los exorcismos. Y por qué algunas especies paranormales no
podían cruzar arroyos o ríos.
—Eso se merece un intento.
—Es lo que estoy pensando.
—Pero, ¿y si no encontramos nada? —Suspiró pesadamente—. ¿Y si no
funciona? ¿Y si no hay esperanza y nos quedamos así para siempre?
Gruñó profundamente en su garganta.
—¿Estás dudando de mí?
Medea le dedicó una mirada de no.
—Estoy poseída por los espíritus de la duda. ¿Te lo crees? Por supuesto
que estoy dudando de ti. Y gracias por esta maravillosa experiencia, ¡por
cierto! Mucho mejor que un viaje a Disneyland. No puedo creer que me
fuera de casa por esto.
Él soltó un “heh” en su sarcasmo continuado.
—Solo ayúdame a encontrar algunos fey del agua.
—Eso no estalla cuando lo tocamos.
—Exactamente.
Suspirando, ella lo siguió mientras buscaban un arroyo o riachuelo.
—Supongo que debo estar agradecida, considerando todo.
—¿Cómo? —preguntó Falcyn.
Señaló el cielo gris y nublado.
—Por lo menos no estoy estallando en llamas a la luz del día.
Se calló ante sus palabras.
—Haces eso mucho, ¿verdad?
—Bueno, estaba amonestada por eso cuando era niña. Después de que
Apolo hiciera su maldición.
—¿Pero ya no?
—¿Esa sangre de demonio que me oliste?
Él asintió.
—Me permite aprovechar sus poderes y me protege de su maldición. Con
eso, puedo caminar a la luz del día. No por mucho tiempo. Solo me deja
con unas desagradables quemaduras de sol y la carne no explota. Y soy
completamente inmune a su maldición en otros reinos, como este. —Cruzó
sus brazos sobre su pecho—. La sangre de demonio por lo menos me da
tiempo a hacer algún daño en el reino humano para ir detrás de los
enemigos donde y cuando son más vulnerables.
—Te gusta ser un villano, ¿no?
Eso era una obviedad.
—¿Jugué con las reglas y qué conseguí? Un corazón roto y una familia
asesinada. El cuerpo reventado. A la mierda. Así que sí. Aprendí a
endurecer mi corazón y a dar tanto como recibo. Con gusto.
Él la hizo detenerse.
—Conozco el sentimiento.
—Lamento mucho que lo hagas. Nunca te habría quitado a tu hijo.
Especialmente no como tu hermano lo hizo. Si quieres, te ayudaré a
patearle el trasero.
Con una expresión tierna, rozó su pulgar contra su mejilla.
—Y yo nunca hubiera permitido que los humanos hicieran daño al tuyo,
o a ti.
Una lágrima cayó de su ojo cuando esas palabras sinceras le cantaron.
—Encontraremos a tu Maddor por ti. Deberías conocerlo al menos una
vez en tu vida.
—No sé si es una buena idea.
—Esa es la SOD hablando.
—No. Es el sentido común el que habla. Estoy seguro de que me odia por
lo que mi hermano le hizo. Me odia por no encontrarlo antes. —Juntó las
cejas en profunda consternación—. Tienes razón. Esa podría ser la SOD
hablando y no yo.
Levantándose sobre los dedos de los pies, le besó la mejilla.
—Eres adorable cuando te sonrojas. La incertidumbre te queda bien.
Falcyn saboreó la dulzura de su toque.
—¿Por qué eres tan amable conmigo?
—No tengo ni la más mínima idea. Realmente no soy yo. Normalmente
soy una perra importante para todo el mundo. —Se alisó el cuello—. Pero
algo en ti hace que quiera arrancarme las garras.
Se tocó la oreja.
—Sí. Siento lo mismo contigo. Hay una calma dentro de mí cada vez que
te acercas. Y no lo entiendo. Incluso ahora. La mayoría saca a la bestia en
mí. Pero tú… pareces sacar solo lo mejor.
Esas palabras hicieron que sus ojos se aguaran. Incluso más extraño, la
hacían sentirse mareada como una niña otra vez. Algo que no había sentido
en innumerables siglos.
Más que eso, él la hacía sentirse segura de una manera que nadie jamás lo
había hecho.
Era tan peculiar. No desagradable.
Pero extraño, sin embargo.
—¿Cómo te sientes en la forma de tu dragón?
—Estoy seguro de que no quieres saberlo. Tiende a aterrorizar a los
nativos.
—Apuesto a que eres hermoso.
Él rió amargamente.
—Apuesto a que gritarías.
—Apuesto a que no.
—Nunca conocí a una mujer no dragón que no gritara al verme por
primera vez en mi cuerpo real.
Se puso de pie audazmente ante él, con las manos en las caderas, para
enfrentarse a él.
—Nunca me has conocido.
Gruñendo bajo en su garganta, sintió levantarse el dragón en él. La bestia
estaba hambrienta y era feroz. No esperaba nada de eso.
Sin embargo, esta vez, funcionó.
En un abrir y cerrar de ojos, se transformó en su brillante cuerpo de
dragón rojo.
Medea dio un paso atrás. No por miedo.
Por respeto. Era una bestia enorme y peligrosa. Incluso más grande de lo
que ella había esperado nunca. Sus escamas rojas relucían como si tuvieran
manchas doradas en su color rojo. Largas y brillantes garras de oro y
colmillos curvos sobresalían, recordándola que era un depredador del orden
superior.
De hecho, su cabeza sola era más grande que todo su cuerpo.
Audaz. Sin aliento, se acercó a él hasta que pudo poner su mano sobre su
gran hocico.
—Eres hermoso —dijo, acariciándole la mejilla, bajo su gran ojo rojo de
serpiente. Supuso que sus escamas estarían secas y frías al tacto, pero más
bien eran suaves como pétalos de rosa, y, sin embargo, tan duras como el
acero caliente—. ¿Puedes entenderme?
Te entiendo.
Ella rió en voz alta.
—¿Todavía puedes hablar conmigo?
Puedo.
—¡Esto es increíble! ¿Puedo subir encima de ti?
Su profundo rumor se apoderó de ella.
Ya lo hiciste, lady Apolita. Te dije que siempre estoy a tu disposición.
Empujó juguetonamente su hocico.
—¡No es lo que quiero decir y lo sabes!
Una silla de montar mágicamente apareció en su espalda.
Sube a bordo.
Sin embargo, en el momento en que ella avanzó hacia él, las sombras se
acercaron. Al principio ella no pensé en ello.
Ni Falcyn tampoco.
No hasta que alguien la arrancó hacia atrás y ambos se dieron cuenta de
que era un SOD. Rodeándola, la obligó a alejarse de él y cubrió su cuerpo.
Furioso, Falcyn cambió de nuevo al cuerpo de su ser humano.
Pero era demasiado tarde.
El demonio fey la tenía.
Capítulo 11

Furioso, Falcyn atacó a las sombras, pero no le sirvió de nada. Ni siquiera


con sus poderes divinos. Porque no tenían forma sólida para atacar y
destruir, no podían ser asesinados de una manera convencional o cualquier
otro medio. Más bien, se desintegraban tan pronto como tomaban contacto,
solo para reaparecer tan rápidamente como desaparecían. A veces en nano
segundos.
Encima. Detrás. Uno incluso golpeó su hombro, solo por ser un imbécil.
Y todo el tiempo se rieron y se burlaron de sus esfuerzos. Lo que solo
hizo enfurecerle más.
Más determinado a encontrar alguna manera de hacerles daño.
¡Cómo se atreven! Dio un puñetazo y se retorció, tratando de terminar
con ellos. O por lo menos exprimir un gemido de sus gargantas.
Nada funcionó.
—¡Falcyn!
De repente, oyó el grito de Blaise, junto con el de Urian. Pero no los
reconoció. O sus voces le ralentizaron de alguna manera. Tenía que seguir
intentando luchar y dispersar a sus atacantes y llegar a su Daimon. Nada
importaba más allá de liberar a Medea. Se consumió con una frenética
locura para salvarla, y acabar con esos bastardos.
Su sangre golpeaba en sus oídos. Saboreó la bilis y el sudor. En un
minuto las sombras la estaban consumiendo y en el siguiente, finalmente
estaba en sus brazos, sujetándolo. Trayéndolo de vuelta lentamente a la
cordura.
Ella parpadeó, su mirada se llenó de total incredulidad cuando levantó la
mano para situar sus fríos dedos en su barbilla.
—¿Falcyn?
Apenas podía respirar mientras contemplaba aquellos oscuros ojos.
Acariciando su cabeza en la palma de la mano, la atrajo contra él y la
abrazó con fuerza. Su aliento entraba en jadeos irregulares.
—¿Estás bien?
Ella lo miró como si estuviera aturdida.
—Estaban intentando infiltrarse en mi mente… para acabar conmigo y
hacerme pensar sus pensamientos. ¡Fue horrible! Estaba segura que me
tenían.
—Lo sé. Yo también.
—¿Cómo me liberaste?
Brandor se aclaró rudamente la garganta para indicar la botella en la
mano.
—Tiré agua fey sobre ellos para hacerlos sólidos, y él les golpeó la
mierda mientras se debilitaban. Estábamos intentando explicarle qué hacer.
Pero no escuchaba.
—No lo necesitaba —añadió Blaise con una carcajada—.
Aparentemente, solo puedes llorar a los sangrientos mocosos fuera de
cualquier cuerpo húmedo. Bien, viejo Falcyn. No hay problema tan grande
que no se puede resolver con un suministro adecuado de la maldita cosa
enlatada.
Falcyn soltó a regañadientes a Medea y resopló ante el término poco
característico de Blaise, el cual mostraba que había estado pasando
demasiado tiempo en el Santuario últimamente.
—Sabes, nunca he entendido esa expresión. En serio. Si alguien dice que
va a abrir una lata de esa cosa maldita sobre ti, significa que alguien por ahí
está en realidad enlatando esa mierda. La verdad sea dicha, eso es lo que
más temo.
Urian se rió.
—Buen punto. La próxima vez que Nick o Dev lo usen, tendré que
sacarles el tema. —Levantó la barbilla hacia Medea—. ¿Te sientes mejor?
Echó una mirada desagradable a Brandor mientras se ponía en pie.
Limpiándose el polvo, le hizo una mueca.
—Aparte del agua que algún irreflexivo bastardo me ha tirado encima, sí.
Con una sonrisa divertida, Falcyn utilizó sus poderes para crear una
chaqueta de cuero que dejó caer sobre sus hombros.
—Si te hace sentir mejor, ganarías el torneo del Santuario de camisetas
mojadas, manos abajo.
Se burló mientras se encogió de hombros y dirigía la mueca hacia él.
—No vayas allí. Los demonios Caronte me han dicho que el dragón
asado es bastante sabroso. Con o sin la salsa de barbacoa.
—Esa amenaza tendría más peso si no fueras una Apolita que vive
únicamente de la sangre de su propia especie.
—Sí, pero todavía cazo y mato por deporte. Nunca olvides eso.
Blaise golpeó a Urian en el hombro.
—Y aquí tú temías que comenzaran a llevarse bien si se quedaban sin
vigilancia. Te dije que no tenías nada que temer. Falcyn molesta a todo el
mundo. Incluso sin intentarlo. No puede evitarlo.
Medea se quedó callada cuando el comentario llegó un poco demasiado
cerca de casa. No es que Falcyn la hubiera despreciado.
Más bien se habían llevado mucho mejor de lo que los demás podrían
adivinar. Y el aroma seductor de su dragón tan cerca de ella ahora la estaba
calentando mucho más que la chaqueta de cuero que había conjurado.
Peor era la necesidad que tenía de enterrar su rostro en el cuello y
respirarle. Lamer ese tendón que destacó solo un poco a lo largo de su
clavícula y hundir su mano en esos rizos suaves y cortos.
Jugar en su mandíbula con sus colmillos…
Era todo lo que podía hacer para no ceder a esos impulsos que hacían que
su cuerpo entero ardiera.
Como si pudiera leer sus pensamientos, sus mejillas se oscurecieron y
Falcyn rápidamente cambió de tema.
Y para su disgusto, también dio un paso a la derecha, lejos de ella.
—Mi poder para cambiar está de vuelta —le dijo a Blaise—. ¿Cómo está
el tuyo?
Blaise rápidamente cambió a su forma de dragón. Pero no permaneció
mucho tiempo antes de volver a su cuerpo humano. Sin embargo, la
expresión en su rostro decía que no estaba contento de tener la capacidad
restaurada. Esto no era bueno.
Su ira irritó a Medea. Seguramente tenía que sentirse aliviado de tener
esos poderes restaurados.
—Esto no es bueno.
—¿Por qué no?
—Estoy pensando que si podemos cambiar solo podría significar una
cosa… Necesitamos llegar al castillo de mi padre. ¡Rápido!
—Por favor, hermano. Tengo tus seis.
Falcyn y Blaise regresaron a sus cuerpos de dragón. Bajó su ala para que
Medea tuviera acceso a su parte posterior mientras que Blaise permitía que
Brogan y Brandor montaran en él para un paseo.
En el momento en que Medea se deslizó en su lugar, sintió la respiración
aguda de Falcyn cuando se estremeció entre sus muslos extendidos. Peor
era la ola de deseo que reverberaba a través de todo su ser. Rápidamente
miró a los otros para asegurarse que no lo vieron, y sobre su hombro para
asegurarse que su hermano no lo había captado.
Por suerte, nadie pareció darse cuenta. Sin embargo, sus mejillas se
calentaron de todos modos. Era tan incómodo saber qué pensamientos
estaban en su cabeza y en los de Falcyn. Y odiaba el poder que tenía sobre
ella. Odiaba el poco control que tenía donde su dragón estaba involucrado.
Especialmente cuando levantó el borde de su ala hasta acariciar su rostro y
ella captó la mirada caliente en esos ojos de serpiente.
Sí, no se perdió eso. O el ruido sordo que precedió a un poco de fuego
que salió de su boca antes de levantarse en toda su gloria de dragón.
Inconsciente de dónde sus pensamientos rebeldes seguían flotando, Urian
se situó detrás de ella en la silla mientras Brogan tomaba las riendas de
Blaise.
Una vez que todo el mundo estuvo asegurado, tomaron vuelo sobre el no
tan divertido encantado bosque.
Medea aprendió rápidamente que no estaba interesada en viajar en avión.
En absoluto. De hecho, lo odiaba con cada molécula de su ser. Lo único que
lo hizo tolerable era que Urian la mantenía anclada por detrás mientras
Falcyn volaba bajo hacia el suelo tan pronto como se dio cuenta de lo
asustada que estaba de estar en su silla de cuero.
A ella realmente no le importaba esto en absoluto, y mantenía un agarre
mortal en sus crestas espinosas. ¿Cómo podía alguien volar así?
No te haré daño.
Le acarició las escamas del cuello y le proyectó sus propios
pensamientos.
Lo sé. Pero todavía tendría mis pies con seguridad en el suelo.
Al fin y al cabo, no era un dragón. Al menos, no de esta manera. Cómo
alguien podía montarlos en la batalla y la lucha, no podía imaginarlo. La
sensación de balanceo combinada con la inmersión y la subida, y el viento,
la estaba dando ganas de vomitar.
Pero afortunadamente, fue solo una cuestión de minutos antes de que
vieran el brillante castillo de cristal que flotaba sobre la línea de árboles,
girando en un lento círculo. Sin duda, sabía que esto era donde Emrys
Merlín hizo su casa. Y tan pronto como llegó a enfoque, era obvio que algo
horrible había ocurrido aquí.
Blaise tenía razón.
De las torres ennegrecidas surgían zarcillos de humo gris. Animales y
demonios estaban asesinados en el camino, que llevaba desde el bosque
hacia los terrenos despejados y los prados. Había más de mil torres tiradas
en el suelo en una exhibición torcida, y macabra.
El puente levadizo se abrió para mostrar un salón brillante y dorado que
brillaba en la tenue luz. Sin embargo, para toda la riqueza ostentosa, no era
acogedor.
Era insidioso contra el paisaje cargado de sangre. Como lo era el silencio
que reverberaba y solo se rompía por el sonido de las alas de los dragones.
Blaise se puso verde al examinar el daño.
—¿Quién se atrevería a atacar?
—¿Morgen, tal vez? —preguntó Brandor.
—No. —Los ojos de Brogan resplandecían brillando en la tenue niebla
—. Ni siquiera ella se atrevería a atacar a Nimue. Nunca le importó Merlín.
No aquí en su bastión.
—Ella tiene razón —estuvo de acuerdo Blaise—. Además, habría
gárgolas, Adoni, y mandrakes entre los muertos que Morgen habría
enfrentado aquí. Ella no es suficientemente humana para atender a los
muertos. Los habría dejado dondequiera que cayeran.
Después de aterrizar en un pequeño claro y asegurarse de que sus
pasajeros estaban a salvo, Blaise salió corriendo por el estrecho puente que
estaba suspendido sobre un profundo, barranco peligroso. Brogan y Brandor
se quedaron para revisar los cuerpos buscando señales de vida mientras
Falcyn aterrizaba y ayudaba a Urian y Medea a desmontar.
Urian fue a ayudarlos.
Falcyn volvió a su cuerpo humano y corrió detrás de Blaise, sabiendo lo
que encontraría y que su pariente mandrake necesitaría consuelo cuando lo
hiciera. El hecho de que Blaise ni siquiera pensara en teletransportarse le
dijo todo sobre cuán molesto estaba el chico. No estaba pensando bien.
Solo sentía el dolor de la pérdida y la desesperación.
Y Falcyn supo el momento en que Blaise encontró su cuerpo. Su angustia
gritó a través del Gran Salón quemado, e hizo que el estómago de Falcyn se
tensara fuerte. Nunca había oído un sonido más triste. Uno que contenía la
traición de las edades. Quería llorar por él.
Más que eso, quería aliviar el dolor y sabía que no había manera de
calmar lo que oyó. Ninguna palabra podría deshacer esto. Ni la magia.
Para cuando Falcyn llegó allí, Blaise estaba de rodillas, acunando el
cuerpo de Emrys en sus brazos. Se estremeció ante la visión de ellos
entrelazados, en la manera que Blaise lloraba mientras sostenía al hombre
que consideraba su padre. Pero lo que más dolía era saber que su propia
sangre nunca lloraría por él a esa profundidad.
Sin embargo, Falcyn estaría mucho más devastado si algo le pasaba a
Blaise. Había estado aún más inconsolable después de que Max lo hubiera
separado de Maddor. Y eso era lo que ardía tan profundamente en este
momento.
Había llorado esas lágrimas durante miles de años. Había aullado y
maldecido por su hijo, mientras que su alma y corazón habían sangrado de
una herida que ninguna cantidad de nada podría sanar.
¡Malditos todos por esto!
Arrepintiéndose por su pasado más que nunca, se obligó a arrodillarse al
lado de Blaise y le sujetó.
—Lo siento.
—¿Cómo puede estar muerto? —Blaise se ahogó con las palabras—. Era
tan poderoso.
Falcyn no tenía ni idea. Pero incluso los dioses podían caer. Todo lo que
tomaba era un paso en falso. Un enemigo más letal. Miró a su alrededor, a
la destrucción. Por los restos y las manchas de sangre por todas partes, era
obvio que Emrys había puesto una cruel pelea por su vida.
—¿Dónde está Nimue?
Eso logró distraer a Blaise.
—Ella nunca lo dejaría en la batalla por su cuenta. —Dejó a Emrys
suavemente en el suelo de piedra, luego se trasladó a buscar en la
habitación—. ¿Nimue?
Buscaron su cuerpo. No había ninguna señal de ella en ninguna parte.
Hasta que Falcyn oyó un suave gemido en la distancia.
Juntos, corrieron hacia el pequeño patio de atrás. Al principio, no vieron
nada. Pero entonces Falcyn se dio cuenta de que la luz en la pared del fondo
no era realmente luz.
Tampoco era una sombra.
Era Nimue encerrada en la pared. Parecía como una pintura con textura, o
un espeso fresco.
¿Qué demonios?
Frunciendo el ceño, Blaise se detuvo ante su imagen apagada.
—¿Nimue? ¿Puedes escucharme?
Abriendo los ojos, se ahogó al verlos a los dos. Sangre goteaba de la
esquina de su boca.
Te escucho, pero me estoy muriendo. Sus labios no se movieron en
absoluto. Para todos los efectos, ella parecía ya sin vida.
—¿Qué pasó? —Blaise pasó su mano sobre su brazo y su manga de
piedra como si buscara una forma de romper a través de la magia que la
mantenía atrapada en la pared.
Gallu llegó. No éramos lo bastante fuertes para luchar contra ellos.
Ejercían alguna forma de magia que nunca hemos visto antes. Algo más
viejo de lo que conocía Merlín.
—¡No!
Una lágrima corrió por el rabillo del ojo y se congeló hasta la mitad de su
mejilla para convertirse en un guijarro sólido en la pared.
Escúchame, Blaise. Merlín te amaba… como yo. Siempre fuiste
considerado como su verdadero hijo. Igual que Arturo. Ahora necesitamos
que saques la piedra de su anillo y la uses para liberar a los dragones que
Morgen encarceló debajo de su castillo.
—No lo entiendo.
¿El aliento del dragón de Camelot? Está hecho por ellos. Los verdaderos
dragones de antaño. Los que utilizaba para hacer a los mandrakes. Si se les
deja sin vigilancia, puede despertarlos ahora que está muerto, y
esclavizarlos para sus batallas. Emrys ya no está más aquí para
protegerlos de ella o para evitar que los use en su ejército. Debes hacer
esto por él, de lo contrario el mundo del hombre se derrumbará y todos
nosotros nos habremos sacrificado por nada.
—¿Por qué no liberó a los dragones?
Ellos lo habrían matado por lo que les hizo. No se atrevió a arriesgarse a
su ira. ¡Por favor, querido! Debes… Su voz se apagó cuando expulsó una
respiración profunda y se congeló por completo.
—¡Nimue! —gritó Blaise, golpeando con fuerza el puño contra la pared.
Era muy tarde.
Ella se fue.
Falcyn sacudió la cabeza.
—¿Quiere que liberemos a un grupo de dragones enojados? Increíble.
Blaise no hizo ningún comentario. Se quedó completamente quieto como
si estuviera catatónico por la pérdida, y eso hizo que Falcyn se sintiera
como una mierda totalmente insensible. Queriendo consolarlo, extendió la
mano y lo atrajo hacia sus brazos.
El hecho de que Blaise no protestara por su abrazo le dijo exactamente
cuánto dolor estaba sintiendo Blaise. De hecho, apoyó la cabeza en su
hombro como un niño, algo que nunca había hecho antes.
Apretando la mano en el cabello blanco de Blaise, Falcyn lo sostuvo con
un nudo en su estómago cuando se resintió por cada año que Igraine y
Narishka le habían robado y a su hijo y nieto. Les maldijo al infierno por
esto. Debería haber estado allí para Maddor y Blaise. Ninguno de los dos
debería haber conocido nunca un momento de mofa. Un momento de dolor.
Habría golpeado el infierno fuera de cualquiera que les hubiera hecho daño.
Y maldito Max por todo eso…
Era tan injusto. Cerrando los ojos, sintió que sus poderes divinos surgían
en una manera que no lo habían hecho en siglos. Poderes inactivos que
había dejado atrofiar porque no le había importado lo que le ocurriera. No
le había importado lo que le pasara al mundo o a Max. Todo lo que había
amado había sido tomado y así había aprendido a vivir en el estado de Que
los jodan a todos.
Ahora, sintió un amargo renacimiento mientras las viejas emociones se
despertaban dentro de él.
No con un toque suave. Sino con un ácido empapado.
Y no había nada que pudiera hacer para detenerlo.
Medea se congeló al entrar en la habitación y vio la angustia en la cara de
Falcyn y la forma en que se aferraba a Blaise. Bloqueó la puerta para darles
privacidad cuando los demás comenzaron a entrar en el salón. Ambos
necesitaban esto. Blaise para afligirse y Falcyn para sostener a su niño por
primera vez en su vida.
Pasaron varios minutos antes de que Blaise se apartara y se secara los
ojos.
—¿Estás bien? —La voz de Falcyn era apenas audible.
Blaise asintió mientras se aclaraba la garganta. Se sonrojó en cuanto se
dio cuenta que Medea estaba allí y había visto su debilidad.
Deseando consolarlo, se acercó y le besó la mejilla.
—Nunca te juzgaría.
—Gracias. —Se fue para unirse a los otros, que finalmente estaban
entrando en la antigua sala.
Con sus propios ojos húmedos, alargó la mano para pasar su mano por el
cabello de Falcyn.
—¿Estás bien?
—Siempre estoy bien.
—¿De verdad crees que voy a comprar esa mierda?
Su fachada se agrietó. Una súbita luz parpadeó profundamente en sus
ojos traicionando su nacimiento divino, y envió un escalofrío sobre ella.
Qué extraño. Conocía los poderosos orígenes de su padre y abuelo. Sin
embargo, ninguno de ellos la había asustado.
Pero aquí mismo. Ahora mismo…
Falcyn lo hizo.
Éste no era el gentil dragón que había hecho el amor con ella. Este era el
antiguo dios de la guerra Veles, al que los guerreros antiguos más fieros
habían hecho sacrificios de sangre antes de conducir sus ejércitos a la
batalla.
Algo en él había cambiado en los últimos minutos. Era una bestia muy
diferente.
Incluso más fuerte que antes.
Más feroz.
Medea tragó saliva.
—¿Qué tienes en la cabeza?
—Que nadie haga daño a mi nieto de esta manera con impunidad. Ellos
quieren una guerra… estoy aquí para dársela.
De hecho, el humo salía de sus fosas nasales.
Oh sí, Kessar había despertado a una bestia dormida en Falcyn. Ella
arqueó una ceja a eso.
—Buen truco.
—No te asusto en absoluto, ¿verdad?
Más de lo que él creería. Y mucho más de lo que se sentía cómoda.
—Mando a demonios y acorralé y sostuve a los Sephiroth durante miles
de años. ¿Qué puedo decir? Se necesita mucho. —Pero, honestamente, él lo
hizo. Ella no era el tipo de persona que lo admitiría en voz alta. Ese
conocimiento daba demasiada energía a otros sobre ella y eso era algo que
nunca haría.
No por nada.
Sin otra palabra, Falcyn siguió a Blaise.
Enfadada, se quedó a mirar. Había algo misterioso en el aire. Eso dejó el
pelo en la parte posterior de su cuello de punta. La piel de gallina corrió a lo
largo de sus brazos.
Temblando, miró alrededor de la habitación. Si no lo supiera mejor,
juraría que alguien o algo la estaba mirando. No queriendo ninguna parte de
esto, corrió para seguir a Blaise, a Falcyn, a Brandor y a Brogan.
Todos estaban reunidos sobre el cuerpo de Emrys.
—¿Cómo puede esta piedra liberar a los dragones? —Urian ladeó su
cabeza para mirarla.
—No lo sé. —Blaise sacó suavemente el anillo de la mano del hombre.
Lo que era muy extraño para Medea, cuando se dio cuenta de lo más
joven que Emrys Merlín había sido en comparación con Blaise.
—¿Cómo puede ser tu padre cuando es obvio que eres al menos diez años
más viejo?
Blaise soltó una risa triste.
—Él envejeció al revés.
—¿En serio?
Asintiendo, sonrió.
—Tanto él como Nimue. Era un hechizo.
—Maldita sea… Necesito esa magia. ¿Alguna posibilidad de que lo
sepas?
—Lo siento, Dee. Si lo hiciera, lo vendería a Lancôme y me jubilaría en
una isla como Savitar.
Falcyn resopló.
—Habiendo sido jubilado de tal manera, puedo decirte que no te
molestes. Siempre aparece un idiota, que quiere un favor. Generalmente
cuando estás en tu más zen… o desnudo.
Ahora eso era intrigante.
—Pasas mucho tiempo desnudo, ¿verdad? —Medea frunció su frente
para advertirle que sería mejor tener cuidado con esa respuesta.
Él le sonrió.
—Solo en mi cuerpo de dragón natural. Difícil de encontrar ropa que me
valga.
Rodando los ojos, sacudió la cabeza.
—Eres un tonto.
—¿Soy un tonto? Tú eres la que pide crema para el envejecimiento
cuando no envejeces.
—Sí, pero puedo venderlo a los humanos y hacer un asesinato.
Falcyn le dirigió una mirada perforante.
—¿Eso es humor Daimon?
—Más o menos.
—Har… har —dijo con voz sarcástica.
Blaise deslizó el anillo de Merlín sobre su mano, luego levantó su cuerpo
y lo llevó a donde Nimue estaba atrapada en la pared.
En silencio y con reverencia, usó sus poderes para colocar a su padre en
la pared a su lado. Tan pronto como Merlín estuvo en un boceto como
Nimue, su imagen se estiró y tomó la mano de Nimue en la suya. Luego,
expulsando el aliento, lo situó en el muro y se puso pálido.
Con una respiración entrecortada, Blaise extendió la mano sobre la
imagen de su padre.
—Podrían haber luchado constantemente, pero se amaron más que nada.
No podía dejarlos separados. Ni siquiera en la muerte.
Falcyn le dio unas palmaditas en la espalda mientras miraba los dos
frescos serenos.
—Lo aprecian.
Una sola lágrima pasó por delante de Blaise para deslizarse por su
mejilla. Sin una palabra, la limpió.
—Quiero el corazón de Kessar en mi puño.
—Lo tendré yo mismo. —Los ojos de Falcyn ardieron con su furia
mientras hacía su promesa.
Medea se aclaró la garganta suavemente para llamar su atención.
—No quiero entrometerme, pero tengo una pregunta… con ellos
desaparecidos… ¿cómo salimos de aquí?
<><><><><>
—Están en Val Sans Retour.
Narishka se quedó paralizada a medio paso por la última cosa que
esperaba oír.
—¿Perdón?
El guerrero Adoni que la había estado sirviendo durante siglos cambió
nerviosamente cuando volvió a pensar en su informe. De hecho, dio un paso
atrás en su escolta de dos hombres armados en el estrecho pasillo que estaba
iluminado por las resplandecientes entrañas de los demonios que habían
desagradado a la amante que servían. Tan pronto como se separó y chocó
contra la pared, hizo una mueca y tragó saliva.
—Lo escuché desde el reino Sylph yo mismo. Entraron en su reino hace
poco tiempo. Un mandrake, un dragón, un Apolita, un Vidente de la
Muerte, y un hombre cuyos poderes no podía identificar. Al parecer, se han
hecho amigos de Brevalaer.
Maldijo la falta de previsión de Morgen por desterrar a su juguete en las
manos traicioneras de Emrys.
—¿Un Vidente de la Muerte, dices?
—Sí, milady.
Esa solo podía ser la hermana de la puta que había estado zumbando y
lloriqueando.
—Ahora hay un rostro para la radio. ¿Quién enojó a tu Wheaties,
Narishka?
Narishka giró una mirada fría y áspera del Adoni ante ella hasta el
excepcionalmente alto hombre rubio que se acercaba a ellos. Vestido con
una armadura verde y dorada como los tres Adoni que le habían estado
informando, Arador Pendragon todavía iba como un ladrón y hablaba en la
lengua vernácula de los campesinos. Como el último amante de Morgen y
el rey de su corte y Círculo, pensaba en sí mismo como el guerrero más
letal y capaz en todo el mundo.
Pero palidecía en comparación con Kerrigan, una vez grande, que había
gobernado aquí antes que él. Y no solo porque Kerrigan fuera el guardián
de la espada Caliburn.
Nay, había mucho sobre los poderes oscuros de Kerrigan que pocos
superaron. Y nadie podía tocar las habilidades de su propio hijo traidor,
Varian duFey. Mientras que los poderes merlinianos de Arador eran
impresionantes, tenían un largo, largo camino para seguir antes de que
pudiera empezar a desafiar a algunos de los más feroces miembros de los
señores de Avalon que se opusieron a ellos.
O a ella.
Aunque ella no podría poseer la Piedra de Taranis de Arador que podría
encantar cualquier cuchilla que tocara y la cubriría con un veneno tan letal
que traería instantáneamente la muerte a cualquiera que arañara, no era
menos peligrosa. De hecho, había puesto a muchos hombres y mujeres en
sus tumbas con un solo beso.
Y un cuchillo en sus gargantas.
Dándole una reverencia que la arrastró hasta el centro de su ser, le ofreció
una sonrisa fría.
—No sabía que habías vuelto… majestad.
—Cuidado. Esa falta de vigilancia aquí podría costarte. Tu belleza. Tu
posición. —Hizo una pausa y rastrilló una sonrisa fría sobre su cuerpo—.
Tu vida.
Ella entrecerró su mirada hacia él cuando esa amenaza la hizo hervir. Sin
embargo, se negó a dejar que lo supiera. En cambio, sonrió como si sus
palabras no la molestaran en absoluto. Porque mientras la enojaban, no lo
veía como una amenaza. No más que el zumbido de un mosquito.
—¿Y qué le trae a nuestro rey a nuestro consejo?
—Morgen me convocó.
—Ah.
—¿Qué se supone que significa eso? —A diferencia de ella, no tenía la
sabiduría para evitar la ira en su tono.
Ella devolvió una sonrisa verdadera. Lo que eso significaba, era que no
estaba cerca del hombre que Kerrigan había sido. Ese cabrón bastardo
nunca había llegado a los deseos de Morgen. Más bien, había llevado a su
sobrina a la distracción con su desafío sin fin. Y esa era una de las razones
por las que Kerrigan había durado más que cualquier otro en su reino.
Pero Narishka no tenía interés en ayudar a Arador a contener su poder.
No cuando estaba en su mejor interés destronar a Arador antes de que él
aprendiera más de las habilidades de Merlín y se hiciera lo suficientemente
fuerte para golpearles.
—No es nada. La encontrarás en su dormitorio con Apolo.
Una extraña luz apareció en sus ojos antes de que pasara junto a ella.
—¿Arador?
Él paró para mirarla.
—Para responder a tu pregunta… sí, a Apolo le encantaría un trío, y a
Morgen tampoco le importaría.
Su rostro se puso blanco.
—¿Cómo supiste lo que estaba pensando?
—Tienes tus habilidades. Yo tengo las mías. —Y él nunca debía
subestimar las suyas—. Ahora, adelante. A Morgen no le gusta que le hagan
esperar.
Se volvió y se marchó.
En el momento en que se perdió de vista, agarró al caballero Adoni detrás
de ella y le acercó más para poder susurrarle al oído.
—Tráeme a Maddor. ¡No me importa qué puta tengas que sacarle de
encima, tráelo dentro de un cuarto de hora o tus pelotas serán lo que cene
esta noche! —Lo apartó—. Lo aguardaré en el estudio.
Con esas palabras pronunciadas, fue a reunir a sus propios agentes para
planificar su estrategia para la próxima ronda.
El Adoni se volvió hacia sus compañeros con un siseo.
—¡Ya la han oído! ¡Busquen al mandrake!
<><><><><>
—Jódete. —Varian duFey deslizó su cuchillo directamente hacia el
pulmón del bastardo delante de él y lo mantuvo erguido hasta que dejó de
luchar. Solo entonces usó sus poderes para quitar todos los rastros de la
existencia del fey.
—Maldición, V. Eso es muy frío.
Secándose la sangre en la manga de su jerkin, se burló de su compañero
perro del infierno.
—Oh, como si no hubieras mordido su garganta, y luego te hubieras
lamido tus propias pelotas.
—Probablemente lo primero, pero nunca lo segundo. Demasiados otros
dispuestos a hacerme eso. —Kaziel le sonrió—. En cualquier caso, matar a
un Adoni por un recado de tu madre parece un poco imprudente cuando se
supone que debemos mantener un bajo perfil. Y pensar, que Aeron y Nick
me acusan de ser temerario.
—Eres una erupción, amigo mío. Tal erupción, que actualmente se está
arrastrando por tu cuello.
—Esa es la urticaria que obtengo al estar tan cerca de ti cuando estás
haciendo algo profundamente estúpido. —Kaziel miró por el pasillo para
asegurarse de que nadie más estaba alrededor—. Maldita pena estar tan
cerca de tu madre y ella no reconocerte.
—No tienes ni idea. Pero no pondría nada más allá de ella. Lo principal
por ahora es que encontremos a Blaise y que él y Emrys sepan lo que está
pasando. Tú toma a Beau y encuéntralos.
Kaziel dudó.
—¿Qué pasa contigo?
—Todavía necesitamos más información para nuestro Merlín. Estoy
buscando a Maddor para ver por qué mi madre insistía tanto en él. Esa no es
ella. Lo que significa que hay algo peculiar allí, y tengo la intención de
averiguar qué.
Kaziel inclinó la cabeza hacia él. Mientras se alejaba, Varian agarró su
muñeca y lo atrajo hacia una alcoba oscura.
Apenas habían desaparecido en las sombras de las cortinas antes de que
los dos amantes más recientes de Morgen bajaran por el pasillo, gruñendo.
—Me gustaría que Brevalaer estuviera todavía aquí. Nadie más puede
manejarla cuando está en este mal humor. ¿Cómo lo manejó durante tanto
tiempo?
—¿Brevalaer? ¿Cómo hizo Kerrigan? Juro que apenas puedo caminar.
Se detuvieron justo delante de su escondite para que pudieran examinarse
el uno al otro.
—No crees que estamos infectados, ¿verdad?
El moreno Adoni se mordió el labio.
—Espero que no. Están alimentando a los gallu con los infectados.
Maldiciendo, siguieron su camino.
Varian no se movió durante varios latidos del corazón mientras digería
aquella noticia.
—¿Morgen está trabajando con el gallu? ¿Por qué?
—Ni idea. Pero estoy seguro que no puede salir nada bueno.
Algo frío se frotó contra Varian. Más rápido de lo que podía pensar, sacó
su daga y la lanzó.
La sombra a su lado se solidificó en un hombre quien rápidamente lo
desarmó, y chasqueó la lengua.
—Cuidado, primo. Necesito cenar antes de que alguien me hinque una
daga.
Rodó los ojos hacia el demonio sombra. Justo por encima de la altura
media, bien construida, la Sombra tenía ojos de acero. Y como su alma
misma, su cabello hasta su hombro que llevaba atado en una cola de caballo
corta que no era ni ligera ni oscura, pero los filamentos de diversas sombras
estaban atrapados directamente entre sus dos naturalezas duelistas. El
hombre era intrépido como regla, de ahí su lema personal que no temía
ningún mal, porque era la cosa más malvada que acechaba la oscuridad y
llamaba casa a la noche más mortífera.
—Cuidado, demonio. Pisas tierra traicionera para estar sigilosamente
sobre mí.
—Lo siento, pero tu Merlín me envió con noticias. Emrys y Nimue han
caído.
Varian jadeó ante lo último que esperaba oír.
—¿Qué quieres decir?
—Apolo ordenó a sus demonios que los asaltaran. Él está cerrando el
lazo alrededor de los dragones, tratando de llegar a la piedra de dragón
primero. Mientras tanto, tienes que obtener la losa de Morgen antes de que
encuentre la piedra de Falcyn y resucite a Mordred. De lo contrario, todo
está perdido.
—Eso es lo que estaba tratando de hacer cuando te metiste bruscamente.
La sombra le gruñó.
—Y te salvó la vida. No olvidemos la parte buena.
—¿Has terminado de acosarme?
—Ni siquiera se acerca. —Él lanzó una sonrisa arrogante a Varian—. Ella
también quiere que entregues una llave de portal.
Varian se echó a reír. Hasta que se dio cuenta de que no era una broma.
—¿Merlín está loca? —Sin una llave, estaría atrapado aquí.
—Probablemente. Ha estado inhalando humos nuevamente en su
biblioteca. Sin embargo, sin Emrys alrededor, el dragón y el equipo están
atrapados en el Valle y no tienen manera de caminar a través de los portales,
de vuelta a su mundo. Quiere que los escolte a través y me asegure que
están a salvo.
—¿No puedes conseguirlos por tu cuenta?
Sacudió la cabeza.
—Los caminantes de sombras solo pueden pasar a través de uno en uno.
Sin una clave, estarían atrapados y obligados a oírme al otro lado.
—Bueno, eso es una mierda.
—Más de lo que sabes. —La sombra sacó su mano—. Entrégala.
Gruñendo, Varian sacó la llave del dragón de su cuello y se la entregó.
—¿Cómo se supone que debo volver?
Después de meter la llave una bolsa, la sombra le dio una palmada en el
brazo.
—Seguro que piensas en algo. He oído que eres bueno en una crisis.
—Eres un bastardo.
—Por supuesto que sí. Amamantado de la melena de todo mal en sí.
Nunca había avergonzado al demonio de rango. Él prosperaba en insultos
por alguna razón desconocida.
Varian, contrariado y enfado, suspiró.
—Y aquí pensé que eras un maestro ladrón que podía robar una llave de
quien quisieras.
—Puedo. Desafortunadamente, tienden a perder semejante elemento
rápidamente y forman una partida de búsqueda por ello. Lo último que
necesitamos es que encuentren a nuestros camaradas antes que nosotros. Si
la piedra de Falcyn cae en manos de Morgen… sería tan malo como
encontrar una manera de restaurar la Mesa.
Eso harían.
Y el estómago de Varian se tensó ante el pensamiento. Shadow tenía
razón y él lo sabía. La Mesa Redonda de Arturo era solo uno de varios
objetos divinos que escondía el reino de los mortales y estaba protegido por
un grupo de guardianes que hizo un juramento de sangre para mantenerlos
fuera de las manos del mal. Darían su vida antes de permitir que sus objetos
sagrados fueran usados para medios destructivos.
Mientras habían ganado a Kerrigan antes del Círculo de Morgen, Arador
y su cargo todavía permanecía en sus manos. Lo último que podían
permitirse era ver más de los objetos mortales o fey de Arturo tomados por
sus miembros.
Lo cual también le hizo pensar en otra cosa.
—¿Pregunta?
—No soy un oráculo, pero eres libre de intentarlo.
—¿Cómo es que el sharoc no puede detectarte? —Los aliados y espías
crueles de Morgen, el sharoc era el fey de la sombra que prosperó en
Camelot. Varian tenía un momento bastante difícil eludiendo su detección
cada vez que se aventuraba en sus misiones. Nunca entendió cómo se las
arreglaba Shadow.
—Quieres secretos que no estoy dispuesto a dar. —Pasó una mirada
perforante a Kaziel, que estaba siendo inusualmente callado—. Los dos no
son los únicos con pasados que no quieren revelar. —Y con eso,
desapareció.
Kaziel cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿Confías en él?
—No confío en nadie más que en mi esposa e hijos, pero nunca me ha
dado una razón específica para no hacerlo. ¿Por qué?
—Solo pensando en algo que Aeron siempre dice. Preferiría confiar en
mi enemigo que en un amigo, ya que puedo permitirme perder a un
enemigo. Pero matar a un amigo por traición quema dos veces más
profundo y tres veces más tiempo.
—¿Tu punto?
—En realidad no tiene sentido. Solo algo sobre ese demonio hace que se
me levanten los pelos.
Varian no podía estar más de acuerdo.
—No te preocupes. Como tú, mi mordida es mucho peor que mi ladrido.
—Y había tomado suficientes vidas para probarlo. Si Shadow traicionaba a
Varian no tendría ninguna compasión por abrir su garganta.
Sin embargo, allí había una presencia maligna, y por una vez no era su
madre o Morgen.
No, esto era algo mucho más insidioso. Como una negrura intentando
devorar el mundo. Como Níthöggur royendo las raíces de Yggdrasill
cuando intentó liberarse de su prisión.
Por ahora estaba contenido, pero su instinto le decía que no se quedaría
de esa manera.
Kaziel le frunció el ceño.
—¿Qué sucede?
—Solo una mala premonición.
—¿De?
—Cómo sería el mundo si dejamos de detener a Morgen y Apolo
<><><><><>
Morgen observó a Apolo salir de su cama para vestirse.
Excepcionalmente alto y dorado justo desde la parte superior de su cabeza
rubia hasta los pies, era exactamente lo que alguien esperaría de un dios.
Dentro y fuera de la cama.
Hizo una mueca hacia él.
—¿Por qué te vas?
—Está tomando demasiado tiempo reunir al dragón. No me gusta este
retraso.
Ella se burló de su tono preocupado.
—Mis hombres se encargarán de ello. Ellos saben bien que no deben
fallarme.
Se enjuagó la boca y escupió antes de volverse hacia ella, acariciando su
barbilla seca.
—Y conozco a mi hijo. Siempre fue ingenioso. Por no hablar de esa perra
a la que sirve. Apollymi me odia con pasión. Como sus dos hijos.
Esa noticia la conmocionó.
—¿Dos hijos? Pensé que su único hijo estaba muerto.
—Ojalá. —Soltó una risa amarga—. No, mi malvada reina fairie. No está
muerto. Acheron es suyo por nacimiento y concepción. Traído de vuelta a la
vida por mi idiota hermana gemela que quería follarle, y en lugar de eso nos
jodió al resto por su insaciable apetito por una ex puta humana. En cuanto a
Styxx, pertenece a Apollymi por adopción. Con ese fin, puedes contar a mi
hijo también. De hecho, ella a menudo cita a las madres de Stryker más que
a ella misma.
—De verdad… —La mente de Morgen giró con esta nueva información
—. ¿Algún otro mocoso del que necesito saber?
Dejó caer la toalla y cogió los pantalones para ponérselos.
—Podrías casi contar al Malachai. Él es descendiente directo de su
primogénito. Concedido, y mil veces eliminado.
Cuatro hijos para Apollymi…
Morgen se levantó para apoyarse contra Arador, que dormía en su cama.
El imbécil sin valor no tenía resistencia.
—¿Consideras al actual Malachai como uno de ellos?
—No tan lejos como sé. Su lealtad a ese fin parece haber muerto con su
hijo original, Monakribos.
—¿Y qué hay de su padre? ¿Se suponía que Kissare no iba a renacer para
poder volver a ella?
Apolo se congeló en medio de abotonarse la camisa. Parpadeó lentamente
antes de responder.
—Lo era, de hecho. —Una lenta sonrisa maligna se extendió por su
rostro—. Por qué, Morgen, querida bruja malvada, creo que has encontrado
algo.
—¿Entonces renació?
Riendo, Apolo cruzó el suelo hasta su cama y tiró de su cuerpo desnudo
contra el suyo.
—No lo sé. Pero sé quién lo hará.
Los Destinos.
Él no lo dijo, pero Morgen sabía la respuesta tan bien como él. Esas tres
putas sabían todo sobre todo el mundo.
—¡Y si vive —susurró Apolo contra sus labios—, lo encontraremos y le
destriparás a sus pies!
—No te sigo. ¿No sería un poco anticlimático? ¿Cuál es el punto?
Él besó sus labios.
—El punto es que la diosa de toda destrucción y oscuridad solo ha tenido
tres debilidades en toda su vida. Kissare, Monakribos y Acheron. —Él
mordió sus labios—. Dado lo frígida que es la perra, estoy dispuesto a
apostar que tenían más en común que solo su madre.
Los ojos de Morgen se ensancharon cuando finalmente lo comprendió.
—¿Estás pensando que el padre de Acheron es Kissare reencarnado?
En realidad, sacó la sangre de su labio inferior con sus colmillos cuando
retrocedió y asintió.
—Explicaría tanto… Archon juró que nunca sería el padre de un hijo con
ella y fue a su estado nebuloso demandando que Acheron no era su hijo. Si
Apollymi realmente lo hubiera amado, nunca habría terminado con él como
lo hizo. Dios sabe, sufrió mucho para proteger a Kissare y a su
descendencia.
—Entonces, ¿quién es el verdadero padre de Acheron?
—Solo Apollymi lo sabe.
Morgen sonrió ante este nuevo conocimiento y lo que significaba.
—Y Destinos.
—Si no lo hacen, lo aprenderán. —Él le dio un último beso, luego se
alejó caminando.
Ella frunció el ceño ante sus acciones.
—¿Adónde vas?
—A encontrar a Kessar. Tengo otro recado para él.
Capítulo 12

—¡Sacude a ese hacedor de dinero, nene! ¡Ve tú! ¡Haz que esa barrera
pague! ¡Patéala! ¡Muéstranos más bíceps! ¡Azota hasta que sangre! Vamos,
puedes hacerlo. ¡Golpea más duro! Pon un poco de músculo en él.
Atónito e irritado, Falcyn se volvió para mirar a Medea mientras se
sentaba al lado de Brogan y les abucheaban mientras él, Urian, Blaise y
Brandor buscaban alguna manera de romper la barrera. Con las manos en
las caderas, él estrechó su mirada hacia ella.
—No es útil.
Medea se llevó la mano a los labios antes de acercarse a Brogan para
susurrar en voz alta.
—Tampoco lo son sus intentos, pero notarlo no les detiene de intentarlo.
Brogan se echó a reír.
Falcyn arqueó una ceja ante su extravagante humor. Y fue entonces
cuando se sorprendió por lo diferentes que eran las dos mujeres. No solo
porque una era rubia y la otra morena. Medea estaba vestida de cuero negro,
camiseta apretada y vaqueros, y botas de tacón con un aura innata de te-
cortaré-si-me-irritas que sangraba de cada fibra de su ser. Mientras tanto,
Brogan era mucho más suave con su gasa multicolor verde y marrón
brillante que flotaba sobre su marrón cuero. Aunque era una poderosa
kerling con las habilidades de una Vidente de la Muerte, había un aire de
serena dulzura.
Qué enfermo por su parte que prefiriera el fuego áspero de Medea y su
espíritu a la naturaleza mucho más tenue y tranquila de Brogran.
Sí, no sentía nada por la kerling, pero una mirada a Medea era suficiente
para ponerle duro y dolorido por otro sabor de sus exuberantes y llenas
curvas.
Incluso mientras ella lo insultaba frente a todos.
—En lugar de bromear, mujer, podrías intentar ayudar.
Ella destelló una sonrisa para exponer un toque de colmillo que, por
alguna razón loca, encontró adorable.
—Estoy ayudando. Te estoy dando ánimos, libélula.
Su mandíbula se desencajó de su articulación, y se volvió hacia Urian.
—¿Considerarías esto alentador?
—¿Viene de mi hermana? Sí. No te está tirando cosas o nos está
insultando directamente a nosotros o a nuestra paternidad. Infierno de una
mejora, si me preguntas. Me hace preguntarme qué le has hecho que
actualmente localizó algo parecido al humor y buena naturaleza.
Medea disparó una explosión a Urian, que hábilmente esquivó y se rió
antes de devolver una de las suyas.
—¡Oye! —exclamó Falcyn, apartando a Urian—. ¡Juega limpio! Si
lastimas a tu hermana te freiré el culo. Cenizas o ninguna ceniza.
Medea se enderezó desde donde se había zambullido para esquivar la
explosión de Urian.
—Díselo, dulces mejillas.
Urian frunció el ceño.
—¿Está borracha? —Miró de nuevo a Blaise y Brandor.
—¿Qué le lanzaste otra vez?
—Agua. —Brandor se enjugó la frente.
Medea se burló.
—Estoy bien. Estamos disfrutando de la visión de la terquedad masculina
en su mejor momento, y preguntándonos en qué punto cederán derrotados a
la protección de Penmerlin. —Miró a Brogan—. ¿Cuánto tiempo han estado
golpeando a esa pobre cáscara indefensa?
—Por lo menos una hora. —Brogan arrugó su nariz.
Blaise disparó una súbita explosión que rebotó y golpeó a Brandor
directamente en el pecho. La explosión le golpeó de nuevo a cuatro metros
y le envió la cabeza sobre los talones hasta que aterrizó sobre su costado, en
un montón humeante.
Medea se echó a reír de nuevo.
Con un gemido, se colocó en una posición sentada para mirar a Blaise.
—¿En serio, mandrake? ¿De verdad?
Temblando de miedo por su hermano, Brogan se puso de pie para revisar
a Brandor y asegurarse de que no atacaba a Blaise por la ira de su
indignidad.
Medea abrió la boca y frotó su pulgar contra su colmillo.
—Ya sabes, Falcyn, creo que debes poner en el muro más puntos extra en
todos tus lamentables escondites.
—Al menos estamos haciendo algo. Podrías intentar manejarlo, ¿sabes?
—¿Por qué? Evidentemente no se está moviendo. Si la pura fuerza de
voluntad pudiera abrirla, te lo daría y se habría rendido hace diez horas.
—Hace una hora.
—Tomate. Tomate. —Apoyándose en su lado, ella apoyó su cabeza en su
mano y apoyó su otro brazo en el hueco de su estrecha cintura—. Debería
seguir y echar una siesta mientras que ustedes pierden el tiempo.
No estaba seguro si eran las palabras o su nueva posición, pero en ese
momento una siesta era lo último en lo que podía pensar.
Medea desnuda debajo de él…
Sí, esa imagen era vívida y aguda. Y hacía sus pantalones
incómodamente apretados en la entrepierna.
Más agitado aún, le dio la espalda y pensó en darle patadas al escudo. No
haría nada bueno, pero en este punto, estaría dispuesto a lanzar un zapato
solo para obtener algo de satisfacción de la agravante y maldita cosa.
Al menos eso era lo que pensaba hasta que una luz aguda casi le cegó.
Invocando su fuego de dragón, estaba a punto de soltarlo cuando la
sombra tomó forma de un hombre que conocía bien.
Uno en quien no confiaba en absoluto.
En el momento en que vio el resplandor que envolvía la mano de Falcyn,
Shadow elaboró en corto tiempo el fuego en sus propias manos como para
tomar represalias.
—¡Vaya, dragón! ¡Abajo, chico!
—¿Qué estás haciendo aquí?
Después de dejar que el fuego en sus manos desapareciera, Shadow sacó
uno de los tres amuletos que llevaba al cuello sobre su cabeza.
—Tengo un regalo para ti.
Mientras decía esas palabras, otra forma apareció al lado de Shadow.
Puesto que Shadow no reaccionó a la peculiar gárgola con él, Falcyn
asumió que debían ser aliados, ya que Shadow toleraba a pocos de pie en su
periferia donde podrían atacar sin ser visto. Sobre todo, porque la gárgola se
quedó atrás y cruzó los brazos sobre su musculoso pecho como si estuviera
contento de esperar a que terminaran su negocio.
Sí, definitivamente eran aliados de algún tipo.
—Es una llave de portal —dijo Blaise instantáneamente—. Puedo
sentirlo en él.
—El mandrake está en lo correcto. Varian me envió a escoltarlos a todos
de aquí.
—Tenemos que volver al Santuario. —Medea se puso en pie—. Hemos
malgastado suficiente tiempo.
—Primero tenemos que liberar a los dragones de Camelot —le recordó
Blaise.
Medea rodó los ojos.
—Son estatuas, ¿verdad? Lo han sido durante siglos. ¿Qué son unos días
más? Mientras tanto, mi pueblo se está muriendo mientras hablamos.
¡Tenemos que salvarlos!
Blaise se acercó a ella a grandes zancadas. El hecho de que pudiera
caminar tan seguramente mientras era ciego, sorprendió a Falcyn. Siempre
lo había hecho. Sin embargo, se detuvo frente a ella para que pudiera hablar
con agudos golpes de staccato.
—Si Morgen libera a los dragones, romperá a través de tus Daimons. De
todos modos, morirán.
—Y la hermana de Falcyn está entre los que están en Camelot. Ella será
la primera a la que Morgen matará si la despierta. ¿También la condenarías?
Falcyn arqueó una ceja ante la inesperada revelación de Brandor. No
tenía ni idea de que Xyn fuera uno de los dragones congelados bajo
Camelot. Y lo sorprendió que los cortesanos fey supieran de su presencia
allí cuando acababa de aprender eso.
Shadow frunció el ceño mientras los escuchaba discutir. Después de una
segunda ronda de sus escalonados golpes, silbó.
—Si bien este argumento es realmente poco divertido e improductivo, y
no me importa menos el resultado, me siento obligado a mencionar algo que
podría resultar interesante. —Esperó hasta que todos estuvieron frente a él
antes de hablar de nuevo—. ¿Por qué Morgen convocaría a Maddor para
esto? Parece un enorme desperdicio de sus talentos, si me lo preguntas.
Falcyn sintió que el color se le escurría de la cara.
—¿Qué ilusiones estás sufriendo?
—No hay delirios, amigo. Justo antes de irme, enviaron un guardia tras
él. Conociéndola, no era para el café o té, ni para un bocado de la tarde.
Mientras él soporta algunas características similares con sus amantes
pasados… —cortó una mirada significativa hacia Brandor—… no es su
tarifa habitual, y ella normalmente lo mantiene con una corta correa, a poca
distancia, que odia a la bruja con una pasión desesperada y es probable que
le arranque la garganta un día. Pero ninguno de nosotros podría averiguar
por qué ella lo querría. Generalmente solo lo llama para la guerra.
Medea maldijo entre dientes mientras un mal sentimiento la atravesaba.
Solo uno le vino a la mente.
Y en el momento en que se encontró con la mirada de acero de Falcyn,
supo que tenía el mismo pensamiento aterrador que ella.
—Ellos planean usarlo para atraerte, ¿verdad?
Falcyn asintió.
—Está caminando a una trampa.
Por la expresión en su cara, ella conocía el dolor en su corazón.
Y lo que necesitaba hacer.
—¿Urian? —Sacó el anillo de su meñique y se lo tendió—. Ve con
Davyn y asegúrate de que está bien. Dile que estaré allí con la piedra
dragón tan pronto como pueda. Por favor, mantenlo a salvo para mí.
Falcyn le dirigió una mirada de perplejidad.
—¿Qué estás haciendo?
—No voy a dejar que entres en esa pesadilla sin alguien a tu espalda.
Dios o lo que seas, todavía necesitarás algún apoyo con el que puedas
contar.
—¿Qué hay de tu gente?
—No son mi hijo. Pero Maddor es el tuyo. —Las lágrimas empañaron su
visión—. Por eso, marchamos al infierno mismo.
Su expresión se suavizó en la más tierna mirada imaginable. Una que tiró
a su corazón. En dos pasos, se movió para estar de pie delante de ella y la
tiró contra él por el beso más caliente que había conocido.
Y cuando él retrocedió, vio la primera chispa de amor en sus ojos
mientras acunaba su rostro en sus callosas manos. No dijo las palabras, pero
ella sabía lo que significaba la suavidad en sus ojos. Era la misma mirada
que Evander la había dado tantos siglos antes. Una que había echado tanto
de menos que por un momento, casi la rompió, cuando nunca, nunca jamás
había pensado que otro hombre la miraría así. Sintiendo la repentina
avalancha primaria a través de su cuerpo quiso sujetarle a salvo y
mantenerle cerca.
Para siempre jamás.
Con una respiración irregular, empujó sus tiernas emociones a un lado y
se forzó a recordar su enojo que la mantenía fuerte.
Esto era sobre sangre. Y juramentos.
Familia.
Hoy lucharían. Mañana, sentiría.
Brandor se aclaró la garganta mientras daba un codazo a Urian.
—Estoy pensando que no solo se perdieron en esos bosques.
—Sí… —Urian soltó la palabra—. Me pregunto si debería golpear el
culo del dragón ahora, o más tarde.
Medea mordió la barbilla de Falcyn, luego se volvió hacia su hermano.
—Pon un dedo en mi libélula, hermano, y te faltarán partes vitales del
cuerpo.
Urian resopló.
—No es una gran amenaza, viendo cómo nunca las usas, de todos modos.
Medea frunció el ceño mientras se enfrentaba a Shadow.
—¿Te conozco?
—No.
Y todavía tenía una extraña sensación de que se habían encontrado en
alguna parte. Que ella lo había visto. Algo en él era increíblemente familiar.
No sabía qué.
Falcyn la rodeó.
—Shadow, haz que Urian regrese al Santuario. Nosotros…
—Ah, no —dijo Urian, interrumpiéndolo—. Nos quedamos juntos.
Shadow intercambió una mirada menos que divertida con su gárgola.
—Oh sí, porque un grupo heterogéneo grande y desconocido que se
esconde a través de Camelot nunca se nota. Por nadie. O informar a Morgen
y a sus perras suena como un gran plan suicida para mí. Me alegra que
Varian me ofreciera para esta feliz aventura en la tortura y el infierno. ¡Fey
rata bastarda que es!
—No insultes a mi padre así.
Todos se quedaron boquiabiertos ante la indignada gárgola.
La gárgola miró a su alrededor y sus expresiones sorprendidas.
—Bueno, obviamente soy adoptado. Aunque mi padre pudiera tener una
moral cuestionable, prometió que nunca se había vuelto loco con una roca.
Medea se rió por la última cosa que había esperado. Una roca con sentido
del humor.
Shadow sonrió.
—Me doy cuenta tardíamente que debería haberlos presentado a todos.
Beau duFey… estos son… ellos. Mejor conocidos como los que van a
conseguir que nos maten.
—¿Es un miembro de la Legión de Piedra? —Medea recordó a Blaise
hablando sobre ellos antes.
Beau levantó las alas.
—La Legión eran todos miembros de la Mesa redonda. Caballeros que
fueron maldecidos. Nací mucho después de que Morgen tomara Camelot de
Arturo.
—De hecho, nació no muy lejos de aquí.
Beau asintió hacia Blaise.
—Tío Blaise estaba allí por eso. Más o menos.
Blaise se dirigió a la gárgola.
—Y deberías haber hablado antes para hacerme saber que estabas aquí
con Shadow. Pensé que sentía otra presencia, pero luego te quedaste quieto
y ya no te sentía.
Beau lo abrazó.
—Lo siento, tío. Parecías muy ocupado y no quería entrometerme.
Blaise le dio una palmada en la espalda antes de dejarlo ir.
—Ese es el problema con todas las gárgolas de nacimiento… no es un
grupo muy detallado.
Falcyn colocó su brazo sobre Medea.
—¿Estás segura de esto? Shadow tiene razón. Caminar hacia Camelot
con nosotros no es la mejor apuesta.
Ella asintió.
Él se inclinó para besarle la cabeza.
Tan pronto como la ternura había llegado, desapareció en el instante en
que Falcyn se encontró con la mirada de Shadow.
—Está bien, demonio, a Camelot para ver qué problemas podemos
encontrar.
Shadow soltó un gemido feroz.
—¿Por qué siempre termino con el loco?
Urian le guiñó un ojo.
—¿Pájaros del mismo plumaje?
Shadow se burló de él.
—Ahora recuerdo por qué no me caes bien. —Barrió con su mirada a
Blaise y Falcyn—. Cualquiera de ustedes, en lo que respecta a eso. —Con
una respiración profunda, Shadow crujió sus nudillos—. Muy bien, chicos.
Última oportunidad. Aquellos que quieran un billete para la Cordura, que
levante la mano y saldremos al portal a su reino casa.
Esperó un minuto antes de soltar un gruñido exagerado.
—Muy bien entonces, que sea el suicidio. Abróchense el cinturón,
ranúnculos. Mantengan las manos dentro del coche en todo momento y no
intenten sacar la cabeza. Gracias por elegir montar en La Gran Estupidez
hoy, y por arrastrarme a esto cuando me gustaría mucho más estar en casa,
clasificando mi ropa interior sucia y viendo crecer la hierba.
—Ah, deja de castigarte. —Blaise le dio una palmada en el brazo—.
Adoras la emoción.
—Sí, sigue creyendo esas mentiras, mandrake e inhalando esos vapores.
—Shadow manifestó una larga cuerda.
Medea frunció el ceño mientras caminaba hacia Brogan con ella.
—¿Qué estás haciendo?
Se detuvo para darle una mueca irritada.
—Bueno, cariño, si marchamos a través de las puertas delanteras, el
Círculo entero de Morgen descenderá sobre nosotros como buitres de
camino a la carretera. Y mientras que tengo más estupidez que el hombre
medio y un cierto talento para la teatralidad, realmente puedo pasar sin una
evisceración. El hecho es, que he hecho mi mejor esfuerzo para evitar la
experiencia durante la totalidad de mi vida excepcionalmente larga. —
Anudó la cuerda alrededor de la cintura de Brogan.
—Planeas llevarnos a través de la Tierra de las Sombras. —La voz de
Brogan era más que un susurro.
Él asintió.
—Si nos teletransportáramos a Camelot, Morgen lo sabrá al instante. La
única manera segura de entrar y salir es mi reino.
Medea estaba aún más confundida cuando Shadow se movió para hacer
un lazo y atar a Brogan con Brandor.
—Y entonces pregunto de nuevo… ¿por qué la cuerda?
—Te impide perderte en la oscuridad, princesa. —Shadow se movió al
lado de Blaise.
—¿Recuerdas la SOD? —le preguntó Brandor.
—Sí.
Brandor comprobó el nudo en su cintura, lo que le dijo cuán grave era
esto.
—Vamos al mundo que los engendró.
Su corazón dejó de latir mientras comprendía.
—¿El hilo entre los mundos?
Shadow asintió.
—Hogar dulce jodido hogar. La cuerda es para evitar que cualquier cosa
me arrebate a uno de ustedes mientras me muevo a través de él.
Porque perderse allí era no volver a verlo nunca más. La oscuridad estaba
siempre hambrienta y buscaba cualquier alimento que pudiera encontrar.
La vida era su sustento número uno.
Shadow ató a Urian.
—Mantén tu miedo bajo control. La ira más. Recuerda que las sombras
son solo una burla de las formas y sentimientos que están intentando
duplicar. Nebulosa y transitoria, carecen de toda sustancia y forma. Se
dispersan con miedo ante el primer signo de luz, porque saben que no
pueden mantener su propia forma. El engaño y el truco son las armas
primarias que las sombras utilizan para distraer a los incautos y engañarlos
pensando que son algo que no son. Pero al final, esas sombras no son más
que trucos de baile que se aprovechan de las mentes desprevenidas,
incapaces de diferenciar la mentira de la verdad. Cuando todo está dicho y
hecho, las sombras son tragadas ya sea por los rayos del sol abrasador o por
la oscuridad que los come enteros.
Se detuvo frente a Medea.
—¿Tienes miedo?
—La verdad nunca me asusta. Estuve aquí antes de que comenzara el
tiempo y estaré aquí durante mucho tiempo después de que tus sombras
sean olvidadas.
Sonriendo, inclinó la cabeza en respeto por su lucha y valentía. Pero
cuando se acercó a su cintura, Falcyn lo detuvo.
—Me ocuparé de Medea y de mí.
Shadow se lanzó contra él.
—Cuidado, Veles. Ha pasado mucho tiempo desde que he visto este lado
tuyo.
—Sí, y no he olvidado que eres un bastardo mercenario. Como dijiste, las
sombras son cosas engañosas, de hecho. Siempre es más probable que
mientan a que digan la verdad.
Sin vergüenza, sonrió a Falcyn.
—Hacemos lo que tenemos que hacer, para sobrevivir, ¿no es así,
hermano?
Algo oscuro y vil pasó entre ellos en una sola mirada. Un reconocimiento
de sus pasados que cada uno conocía mutuamente, y sin embargo no
querían compartir con nadie más. Fue tan intenso que por unos segundos
esperaba que Falcyn lo atacara.
Finalmente, se estableció para ser nada más que un tic en la mandíbula de
Falcyn.
—¿Por qué no vas a abrazar una pared?
—Ese es mi plan.
Falcyn puso los ojos en blanco.
Cuando Shadow se volvió para revisar los nudos de todos, Falcyn captó
una extraña imagen al ver el perfil de Shadow. Era tan peculiar. Su mente se
trasladó a un recuerdo de Maxis sobre el rostro de Shadow. Pero no una
reciente. Era de Maxis del mundo antiguo cuando había sido adornado con
pieles y pintura.
Extraño… nunca se había dado cuenta de cuánto favorecían a Shadow y
Max.
Incluso la forma en que el demonio se movía.
Shadow hizo una pausa cuando atrapó a Falcyn mirándolo fijamente.
—Por favor dime que no estás pensando en invitarme a salir, dragón. O
peor aún, por una llamada de botín.
Falcyn se burló del mero pensamiento de ser íntimo con alguien tan
traicionero como Shadow.
—Creo que acabo de vomitar en mi boca. Confía en mí, si fuera a doblar
mis gustos en esa dirección, no serías tú.
Medea arqueó una ceja.
—¿Por qué lo odias así? —le preguntó a Falcyn.
—¿Alguna vez te has preguntado cómo Jared fue capaz de cambiar las
espadas por su ejército?
Shadow se congeló cuando una agonía tan profunda que incluso ella
podía sentir oscureció sus ojos.
—No sabes nada de lo que pasó ese día, dragón. —Su respiración era
irregular, y miró a Falcyn—. Me estás juzgando, bastardo… pero no sabes
nada de mi pasado.
—Sé lo suficiente.
—Eso es lo que todos dicen justo antes de recoger las piedras para matar
a una víctima por ser parte de un crimen del que nunca quisieron ser parte.
Regodéate en tu miseria. Gime y lloriquea, dragón. En eso eres bueno.
Algunos de nosotros nunca nos permitimos un refugio donde poder ceder a
semejantes rabietas.
Y con eso, Shadow se movió para atar a Beau.
Beau lo detuvo.
—Puedo caminar por las puertas delanteras de Camelot y nadie lo notará
o será lo más sabio. —Guiñó un ojo a Shadow—. Sin ofensa, las gárgolas
no lo pasan bien en el Nithing. Te estaré esperando en la Torre Sur.
—Ve seguro. —Shadow le dio unas palmaditas en el brazo.
Beau extendió sus alas.
—Y tú. —Él se lanzó en vuelo y desapareció rápidamente en las nubes
oscuras y grises.
Con su expresión sombría, Shadow se volvió hacia ellos.
—Recuerden evitar a las SODs. No escuchen nada y manténgase
enfocados en su objetivo. No dejen que nada los distraiga.
Sí, ese tono no era espeluznante en absoluto.
Medea estaba a punto de preguntarle a Falcyn cuando Shadow levantó su
brazo y dibujó una serie de símbolos. Le recordó a un director de orquesta,
dirigiendo una banda que solo él podía oír. Entonces comenzó un tarareo
melancólico desde lo más profundo de su pecho. Persistente y atronador,
cogió el crescendo, y mientras lo hacía, el aire a su alrededor se agitaba.
En un momento estaban de pie fuera, y en el siguiente estaban en un
borroso mundo arremolinado color sepia oscura. Era como estar atrapado
dentro de una vieja máquina de nickelodeon. Todo tenía una sensación
desordenada y surrealista. Uno que la dejaba desorientada, y un poco
mareada.
Medea tropezó. Falcyn la atrapó y la sostuvo contra su costado.
—Tardarás unos minutos en acostumbrarte. —La voz de Shadow sonaba
distorsionada como el paisaje.
—¿Por qué todo es tan raro aquí?
—Estás en el revestimiento de los mundos. Piensa en ello como un reino
hueco. —Shadow levantó la mano izquierda y apareció un pequeño portal
para mostrarles un soleado parque donde los niños jugaban un juego de
persecución—. Desde aquí, puedes aventurarte a cualquier lugar. Pasado.
Presente. Futuro. En todos los mundos. —Cerró el portal y abrió uno a su
derecha que mostraba un mar embravecido.
Era hermoso y aterrador.
Shadow avanzó, lentamente, dibujando más ventanas para que vieran
diferentes tiempos y lugares.
—¿Has crecido aquí?
La miró por encima del hombro.
—No es tan romántico o espectacular como tu voz lo hace sonar. Por toda
la belleza, está plagado de pesadillas.
Un aullido resonó en la distancia.
Shadow inclinó la cabeza hacia atrás y respondió con un escalofriante,
grito de batalla.
Medea comenzó a convocar a un dios-perno, pero Falcyn cogió su mano
y se quedó allí.
—Es un skatos.
Ella frunció el ceño ante un término que nunca había oído antes.
—¿Un qué?
—Guardianes —respiró Shadow—. Para asegurarse que perteneces aquí.
Si eres un intruso que no tiene negocios en este reino, desatan a los Fringe-
Hunters sobre ti.
—No estás solo, Shadow…
Brogan soltó un chillido ante la figura oscura y encapuchada que apareció
a su lado y pronunció esas palabras decepcionadas.
—Vete, Mairee.
Ella chasqueó la lengua.
—¿Te atreves a desobedecer las reglas? Incluso un príncipe debe
responder cuando cruza la línea.
—Entonces, tráelos. Te reto.
La mujer se dirigió a Medea y no fue hasta que estuvo tranquila con ella
que Medea comprendió por qué Brogan había jadeado en voz alta. La mitad
de la cara de la mujer faltaba. Lo que quedaba se transformó en una
pesadilla espeluznante.
—¿No tienes miedo de mí?
Medea resopló.
—Algo mucho más aterrador que tú se mete en la cama por la noche.
Mairee se movió para acercarse a Shadow. Lo estudió intensamente
durante varios minutos.
—¿Adónde vas?
Siguió avanzando.
—No tengo tiempo para ti. Así que busca otro al que molestar.
Ella se inclinó para susurrar, pero su voz llegó claramente.
—Teme a la sombra del halcón cuando vuela, porque sus garras muerden
profundamente.
Shadow la apartó. Pero no pasó mucho antes de que empezara a cantar
una cantinela embrujada.
—En tu vida, el halcón se arrastra… canta, hija mía, canta. Deja tu voz al
cielo volar… pero recuerda que no hay nadie que te salve cuando mueres.
—¡Basta! —rugió Shadow. Y cuando lo hizo, sus ojos se pusieron del
color de la sangre. Resplandecieron en un fuego profano en la oscuridad.
Y aun así ella chasqueó la lengua.
—El Halcón de las Sombras se levanta y todo el mundo se arrodilla…
Inclinarte debes o tu vida te robará.
—¡Te juro por mi alma podrida y maldita, que, si no te vas, Mairee,
acabaré lo que Sakers comenzó!
—Temperamento, temperamento, lord de Sombras y Oscuridad. Hubo un
tiempo en que rogabas por mi sonrisa.
—Eso fue antes de que me traicionaras.
—¿Tus amigos saben lo que siguen? ¿Qué tan rápido te giras?
Shadow soltó una risa amarga. Avanzó hacia ella, luego se detuvo. Se
volvió hacia ellos y maldijo.
—¡Brogan!
Medea miró para ver que el viento aullaba enmascarando los sonidos del
caballo de Crom mientras se precipitaba hacia ellos.
Y no estaba solo.
Lo que parecía ser un centenar de perros de sombra seguían su paso, con
los ojos amarillos que brillaban intensamente.
Medea sintió que la sangre se le escurría de la cara al darse cuenta de que
no había manera de luchar ese número.
Shadow entregó la cuerda a Falcyn.
—Quédate en el camino. Avanza y me uniré a ti tan pronto como pueda.
—¿Qué vas…?
—¡Vete! —rugió a Falcyn—. Adelante. ¡No pares! Si los ladridos de los
perros te alcanzan, estarás acabado.
Falcyn se precipitó hacia delante, arrastrándolos a su paso. Corrieron
hasta una pequeña colina y se volvió justo a tiempo para ver a Shadow
invadido por los perros demoníacos que habían intentado contener sus
talones.
Los ojos de Medea se ensancharon ante la horrenda vista.
—Estamos malditamente muertos.
Capítulo 13

Falcyn, Urian, Blaise, y Brandor tomaron posición entre Medea y Brogan


mientras los perros rabiosos se acercaban a ellos. Medea contuvo la
respiración, esperando a ser invadidos y en manada de la misma manera que
habían hecho con el pobre Shadow.
No quedó nada donde había estado él.
Ni siquiera una gota de sangre. Parecía como si hubiera sido
completamente devorado por ellos. Hasta el último trozo. Cuerpo y alma.
Cada vez más fuerte, los ladridos y gruñidos aumentaron. Brogan
extendió la mano y tomó la suya. Mientras estaba de pie valientemente con
su mandíbula apretada en silencio, hubo el más mínimo temblor en su mano
para que Medea supiera cuánto miedo tenía la mujer.
Entonces, justo cuando los retorcidos perros demoníacos les alcanzaron,
la tierra sombreada se disparó en un ángulo recto, formando un muro entre
ellos y las bestias demoníacas. Ellos cayeron en ella y gritaron en agonía.
Arremolinándose y girando como humo, el suelo formó una mano gigante
que envió a los animales a dispersarse y salir corriendo hacia la oscuridad.
El Crom llegó en la siguiente ola, en su misterioso corcel fantasma.
Corriendo y resoplando fuego, la bestia parecía igual de determinada a
añadirlos a su menú. Justo cuando habría alcanzado su posición, una mano
se enroscó y se curvó hasta formar una enorme bestia de hombre.
—¡Tú no tienes poder aquí! —A pesar de que la voz fue distorsionada en
su gruñido inhumano y modulada, Medea aún la reconoció como la de
Shadow.
El Crom tiró de su caballo a una parada brusca, haciendo que la parte
trasera y la pata se dispararan hacia la mano.
—¡Este kerling me pertenece! —La voz áspera vino de Brogan.
Medea se quedó boquiabierta cuando vio que los ojos de Brogan ahora
eran de color blanco lechoso, sin iris o pupila de ningún tipo. Su piel estaba
helada al tacto.
El Crom, obviamente, se había apoderado por completo de ella para
poder hablar a través de ella.
Blaise gruñó desde el fondo de su garganta cuando debió darse cuenta de
lo que estaba pasando.
—¡No te la vas a llevar!
—B-b-b-b… —Brogan se ahogó, y luego cayó de rodillas agarrándose la
garganta. Era obvio que el Crom estaba imponiéndose para que pronunciara
el nombre de Blaise y ella se negaba a darle el poder de la muerte sobre el
mandrake.
Echando la cabeza hacia atrás, Brogan dejó escapar un grito que heló la
sangre. Golpeó el suelo hasta que su puño estuvo ensangrentado y
magullado.
—¡Basta! —Blaise cambió al cuerpo de su dragón. Soltó una ráfaga de
fuego hacia el Crom.
Engullido por el fuego, se rió a través de la garganta de Brogan. Luego
tiró el látigo de huesos y cráneos hacia Blaise. La cabeza al final con su
boca abierta como si estuviera gritando en silencio al mandrake.
Shadow lo atrapó y tiró de vuelta hacia el caballo y el jinete.
—¡Sal de aquí, o voy a cenármelos a los dos!
Liberando de un tirón su látigo del agarre de Shadow, el Crom lo sacudió
en el aire, disparando chispas de fuego en todas las direcciones. El azufre
atragantó a Medea y le quemó la garganta.
—¡Exijo mi propiedad! —Sacudió su látigo hacia Brogan.
Shadow lo atrapó de nuevo y tiró al Crom de su caballo. Más rápido de lo
que Medea pudo parpadear, Falcyn estaba sobre él.
Él agarró al Crom y lo levantó del suelo.
—Renuncia a tu reclamo sobre la kerling. Aquí y ahora. ¡Dale su libertad
o te quitaré tu esencia por toda la eternidad!
El Crom luchó durante varios segundos hasta que se dio cuenta de que
Falcyn no estaba dispuesto a ceder. Más que eso, llegó a la conclusión
sorprendente y veraz de que Falcyn de hecho tenía los medios y la
capacidad para llevar a cabo su amenaza no tan vacía.
—Muy bien, mi lord. Le doy a la kerling su libertad.
Tan pronto como Brogan dijo esas palabras cayó hacia adelante en un
montón. Blaise volvió a su forma humana para poder correr a su lado y tirar
de ella hacia sus brazos.
—¿Ro? —Su voz temblaba por la tensión de su miedo—. ¡Háblame! ¡Di
algo!
Brandor se arrodilló al lado de ellos.
—¡Brogan, por favor, no me dejes solo!
Sin embargo, ella no se movió. Ni siquiera parecía respirar. Su rostro se
puso pálido, luego azul.
Las lágrimas de miedo ahogaron a Medea mientras temía lo que habían
hecho. Que el Crom había liberado a Brogan matándola. A pesar de que
acababa de conocer a la mujer, lo sentía por ella y no quería perderla más de
lo que lo hacían los hombres.
Blaise ahuecó su mejilla y la acunó contra su hombro.
—Háblame, milady. No puedo vivir sabiendo que te hice daño.
Cuando ella no respondió, Blaise se atragantó con un sollozo y la levantó.
Su cabeza cayó hacia atrás mientras Brandor le tomó de la mano y la besó
como si fuera indeciblemente preciosa. Las lágrimas escaparon por sus
mejillas. Este era el amor fraternal puro y hacía que su pecho se apretara en
simpatía por todos ellos.
La mirada de Medea nadaba en sus propias lágrimas, sobre todo al ver la
agonía en el rostro de Urian. Sin ser dicho, sabía que estaba reviviendo la
muerte de su propia hermana. Y más que eso, su amada esposa.
Su más preciada Phoebe.
Esa mirada torturada le hizo doler el estómago por él. Y atrajo los
recuerdos de su propia pérdida. Hizo que todas esas viejas heridas se
abrieran frescas de nuevo.
Por un momento, temió rendirse a la agonía del pasado y ser arruinada
por eso de nuevo.
Falcyn envolvió con sus brazos a su alrededor y la sostuvo de espaldas a
él mientras su visión se volvía borrosa por las lágrimas no derramadas. Ella
sintió que su mandíbula crujía cuando susurró:
—No puedo interferir en este ámbito. Mis poderes no funcionan aquí.
—¿Qué?
Falcyn apretó los dientes.
—No puedo salvarla de esto.
Sus ojos llamearon ante esas palabras, Shadow los rodeó para llegar a
Brogan y tocó ligeramente su mejilla.
Tan pronto como él retiró la mano sus ojos se abrieron. Perdidos en su
dolor, ni Blaise ni Brandor lo vieron en un principio.
No hasta que Brogan retiró la mano de las de su hermano y la hundió en
el cabello claro de Blaise.
—Pueden tomarme por la fuerza y romper todos los huesos que tengo,
pero sólo tu tendrás siempre mi corazón, Blaise. Porque es lo único mío
para dar.
Riendo y llorando, tiró de ella hacia sus labios para poder besarla.
Brandor se retiró rápidamente de ellos. Y aunque era obvio que no le
gustaba ver a su hermana en los brazos de otro hombre, no dijo una palabra
mientras se movía para pararse al lado de Medea. Enfrentando a la
dirección opuesta.
Al igual que Urian.
Resoplando ante sus acciones ridículas, Medea se secó los ojos. Jaló una
respiración entrecortada, agradecida.
Urian miró con Falcyn, luego a Brandor.
—¿No nos sentimos como los que sobramos?
Shadow se manifestó entre ellos y envolvió sus brazos en torno a sus
hombros.
—Siento su dolor, hermanos míos. Siempre soy el que más está de sobra.
—Lanzó un vistazo a su alrededor—. Entonces ¿quién de ustedes panda de
idiotas, destruyó mi cuerda?
Medea soltó una carcajada.
—¿Esa es tu preocupación? ¿En serio?
—Me gusta mi cuerda. Es muy útil para todo tipo de cosas. Y todavía
tenemos que conseguir que todos salgamos de aquí. Mairee es solo una de
una serie de perras traidoras que pueden invocar toda clase de infierno
sobre nosotros.
Eso le hizo pensar en otra cosa, aparte de su casi perdida.
—Ella te llamó el príncipe de las sombras. ¿Por qué?
Él dejó escapar un largo suspiro.
—Esta dimensión es su propio mundo. Con sus propios depredadores.
Sus propias reglas. Y como con todas las cosas en el reino de las sombras,
el título es a la vez una de respeto como una de vergüenza. Ni todo bueno ni
todo malo. Siempre hay algo en el medio.
Ella no entendió.
—¿Cómo es eso?
—Debido a que yo reino aquí como el supremo machote, y, al mismo
tiempo, es un recordatorio de que mi madre me abandonó a las bestias que
solían gobernar esta tierra cuando era un niño, para ser cazado. —Lanzó
una mirada siniestra hacia Falcyn—. Tú podías confiar en tu hermana y
hermanos. Yo no tuve a nadie. Mis hermanos ni siquiera saben que existo.
Las acciones tomé para sobrevivir durante el Primus Bellum, las tomé para
proteger a la única familia que he conocido. Y en vez de protegerme por mi
lealtad, ellos me quitaron mis poderes y me enviaron de vuelta aquí, donde
me llevó mil años recuperar todo lo que había perdido en un abrir y cerrar
de ojos. Me juzgas cuando no sabes nada de quien soy o lo que he pasado.
Y sabes mucho menos acerca de Jared. En lugar de guardar rencor por lo
que piensas que sucedido, tal vez deberías pasar cinco minutos averiguando
la verdad. Abre los ojos y emplea el cerebro que los dioses te dieron para
algo más que ver porno y llegar a conclusiones que incluso un niño de tres
años vería que eran estúpidas mentiras.
Con esas palabras amargas, se volvió y levantó la capucha para cubrir su
cabeza. Su armadura gris carbón resonó en la oscuridad mientras caminaba
con la mano en la empuñadura de su espada.
—Síganme o no, depende por completo de ti. Pero a menos que desees
construir una casa en este agujero del inferno, te sugiero que apures el paso.
Falcyn se quedó en silencio mientras observaba a Shadow moverse hacia
delante. Él fue a ayudar a Brogan y Blaise para que todos pudieran seguir a
Shadow.
Urian y Brandor se quedaron en silencio detrás de ellos.
Medea tomó el brazo de Falcyn.
—Está bien, entiendo que, como tú, él es más viejo que la mierda y luchó
en el Primus Bellum. ¿De qué lado estaba él?
—Del suyo propio. Empezó con los demonios, luchando por Noir y el
Mavromino. Por razones desconocidas, se pasó a luchar con el Kalosum…
hasta que ayudó a Jared a masacrar a su ejército para Noir.
—¿Y nadie sabe por qué?
Falcyn sacudió su barbilla hacia Shadow mientras esas palabras lo
perseguían y trató de entenderlas. Nada en esa guerra había sido sencillo.
Incluso menos había tenido sentido. Especialmente, las partes que cada uno
habían elegidos para luchar tampoco. O las razones del porqué.
—Estoy seguro de que él sabe sus razones. Jared podría saberlo también.
Y, sin embargo, mientras caminaban, los detalles del pasado se
reprodujeron por su mente. Cosas que había olvidado por completo.
O tal vez la verdadera realidad era que había elegido enterrarlos más que
simplemente olvidarse de ellos.
Shadow había llegado antes para hablar con Caleb, quien había llevado a
una de sus más grandes bandas de demonios contra el Mavromino. Falcyn y
Adidiron, uno de sus comandantes Arel, habían tropezado en ese encuentro
por accidente.
Al día de hoy, podía ver la mueca en el rostro de Shadow mientras pasaba
una mirada fría sobre el cuerpo de Adidiron, contemplando su armadura de
oro y sus alas.
—Vigila tu espalda, Caleb. Aquellos que profesan el bien demasiado a
menudo practican el mal en su nombre.
—¿Por qué estás tú aquí? —Adidiron llevaba la misma expresión de
alguien que acabara de pisar un montón de mierda.
—Visitando los barrios bajos. —Shadow se levantó lentamente.
Adidiron rodó sus ojos.
—Vuelve a las putas sombras donde perteneces.
Shadow había sacudido la cabeza.
—Cuidado, Arel. No sea que aprendas una lección demasiado tarde.
—¿Y esa es?
—Nunca somos castigados por los pecados que cometemos. Más bien
somos castigados por ellos.
Esas palabras sabias persiguieron a Falcyn hasta nuestros días. Ellas
nunca habían estado lejos de su mente.
Pero entonces, ¿cuál había sido su pecado en cuanto a Maddor concernía?
¿La búsqueda del amor? Esa fue la única razón por la que había permitido
que Igraine le mintiera y sedujera. Había estado tan desesperado por una
clase de toque que había ignorado todo el sentido común y la razón.
¿Y Medea? Su pecado había sido confiar en que los humanos no iban a
lastimar a su hijo y esposo.
¿Eran esos pecados tan grandes que tuvieron que pasar el resto de la
eternidad pagando por ellos? ¿En serio?
Nadie debería tener que sangrar hasta los huesos por amar o confiar en
otro.
—¿Dónde estás, libélula? —La voz de Medea lo arrastró de vuelta de la
oscuridad de sus pensamientos.
Perdido y acorralado. Al menos así era como se sentía.
Sin embargo, se negó a hacerle saber eso.
—Estoy aquí.
—Eso dices, pero puedo ver en tus ojos que estás en otro lugar.
Le diría que estaba pensando en el futuro. Sin embargo, ¿por qué
preocuparse? No creía en un futuro. No creía en nada en este momento.
Aparte de la miseria y el infierno.
Traición. Eso fue lo que el mundo le había enseñado.
Cuán negras eran las almas de los demás realmente. Y cuán a menudo
otras personas condenaban a los inocentes por sus propias fechorías y actos
corruptos que no podían soportar por sí mismos. Debido a que era más fácil
verlo en alguien más y odiarlos por ello de lo que era odiarte a ti mismo y
esforzarte por tratar de solucionarlo. Después de todo, las personas eran
menos propensas a verlo en ti si su atención está siendo desviada por la
culpabilidad que señala con el dedo en distracción hacia aquellos que no
podrían defenderse a sí mismos porque eran inocentes, y ni siquiera podían
contemplar los pecados que se echaron sobre ellos.
Enfermo, realmente.
Pero por suerte, él se salvó de tener que responder cuando Shadow
desaceleró.
—Estamos aquí.
Con sus poderes, cortó otro agujero, de una pequeña habitación de su
reino de la sombra a Camelot. Shadow se quedó atrás mientras lo
atravesaban. Luego se unió a ellos y selló la ruptura herméticamente.
Medea arrugó la cara ante sus acciones.
—¿Cómo haces eso?
—Eso es como preguntarme cómo respiro. No lo sé. Solamente lo pienso
y sucede. —Shadow le dio una sonrisa sarcástica—. Es la magia.
Rodando los ojos ante su sarcasmo, ella sacudió la cabeza hacia él.
—Eres un bastardo enfermo.
—Siempre. —Mientras se alejaba, Medea frunció el ceño.
Había una mancha de sangre en el suelo. A pesar de que no había color
en esta habitación donde estaban, todo se veía como tonos de blanco y
negro, como una vieja película, conocía su aspecto. El olor de la misma.
Y tardó unos segundos en darse cuenta de la fuente.
—¿Estás herido?
Shadow se detuvo ante su pregunta, pero no respondió.
Entonces lo vio. La enorme herida abierta en el costado de Shadow que
parcialmente estaba oculta por la capa.
—¿Shadow?
Sus ojos rodaron hacia atrás en su cabeza mientras sus piernas se
doblaban. Habría golpeado con fuerza el suelo si Falcyn no lo hubiera
atrapado y bajado lentamente al suelo.
Sin embargo, tan pronto como lo recostó la puerta se abrió para mostrar
un pequeño grupo de Adoni que no eran sus aliados.
El sonido estridente de metal llenó el aire cuando los Adoni
desenvainaron sus espadas.
Un instante después, atacaron.
Capítulo 14

Solo en la torre de piedra con su prisionero, Narishka observó que


Maddor intentó alcanzarla para poder matarla. Por suerte tenía al mandrake
sofocado. Aunque el término se estaba volviendo más una esperanza que la
realidad mientras el mandrake continuaba luchando contra la magia que
estaba usando para encarcelarlo.
—¡Déjame salir de aquí!
Ella se rió de su tono furioso. En definitiva, se lo entregaría a la enorme
bestia salvaje.
Como su padre, era muy guapo. Con el cabello y los ojos negros,
emanaba innata, cruda masculinidad que atraía a otros hacia él. Y aunque
nunca había tenido un sabor de su exuberante y sexy cuerpo, sospechaba
que era increíble en la cama. Al menos eso era lo que decían todos los
rumores de él.
De nuevo, igual que su padre. Oh en los días en que Falcyn había sido
mucho más imprudente e indiscriminado. Cuando no le importaba quién se
aventurara en su cama o dónde se encontraba en la mañana.
Lo que bebía.
Pero era para otro día eso de explorar los límites de los gustos de Maddor.
En este momento, tenía que mantenerlo enjaulado.
Y lejos de su garganta que él estaba tan desesperado por arrancar.
—No me hagas drogarte.
La drogadicción en un mandrake era una cosa muy delicada que mataba
cerca de la mitad de ellos.
Y si Maddor muriera, Falcyn arrancaría su corazón y la obligaría a
alimentarse con él.
Poco sabía Maddor, que su profundo temor al temperamento de Falcyn
era la única razón por la cual la bestia seguía viva.
—¿Por qué estoy aquí?
Se encogió de hombros.
—¿Por qué estamos todos en esta cosa llamada vida? Esa es una pregunta
para la posteridad y para los filósofos. ¿Es eso realmente lo que quieres
discutir?
—No. ¡Lo que quiero es darme un festín con tu fétido corazón, perra!
Aye, ella conocía esa mirada ardiente, llena de odio en esos ojos oscuros.
Cómo nadie había imaginado que Maddor era el único y verdadero hijo de
Veles no lo podía imaginar. Eran tan similares en temperamento y gestos.
Aún más iguales en palabras como en acciones. Podrían ser la misma
persona. Solo un tonto podía perderse lo similares que eran el uno con el
otro.
—¿Es esa la forma de hablarle a tu tía?
Frunció el ceño ante su inaudita e inesperada revelación.
Una que tuvo éxito en tomar un grado de su fanfarronería y furia de él.
—Mi ¿qué?
Cruzando los brazos sobre el pecho, arqueó una ceja hacia la bestia que
finalmente había controlado.
—Aye. Parece que hemos guardado algunas cosas de ti durante los siglos
que te han encerrado aquí. Una de ellas es que tu madre biológica, Igraine,
era mi verdadera hermana de sangre.
Maddor se congeló. Por su expresión, ella podía decir que estaba
debatiendo si creerle o no.
—Estás mintiendo. Como siempre.
—Es verdad, querido sobrino. Absoluta y maldita verdad. No tengo razón
para mentir sobre esto. Y tengo otro poco de información que puede que
quieras... esa bestia sarnosa que tanto odias...
—Kerrigan.
Oh, se había olvidado de eso.
Pensando en ello, tenía una lista larga y tórrida de los que odiaba hasta la
médula de sus huesos. Tanto es así que, si ella continuaba jugando este
juego, estarían aquí por semanas.
Sacudió su cabeza.
—No, la bestia que le sirve... Blaise.
—¿Qué pasa con el desgraciado?
Burlándose de su tono, se acercó a la jaula con mucha lentitud,
desconfiado de cualquier movimiento repentino que pudiera hacer contra
ella mientras se preparaba para el golpe fatal que lo volvería loco y que
tenía la intención de darle.
Aye, podría sacar su mandrake para bajarle los humos.
Y hacerle odiar a los otros por toda la eternidad.
—Hay algo que debes saber sobre nuestro querido Blaise... y cómo está
relacionado contigo y con tu verdadero padre. Prepárate, muchacho... esto
te va a matar.
Más que eso, haría que matara a su propio padre.
<><><><><>
Medea manifestó su espada y la cargó con sus poderes antes de atrapar la
primera espada Adoni con la suya. Paró su empuje y la llevó de regreso
mientras que los otros se movían alrededor de ella para luchar contra sus
oponentes individuales.
Brogan se quedó al lado de Shadow para defenderlo mientras trataban
con este nuevo asalto.
Por supuesto, el Adoni hizo sonar una alarma. Porque mantener la calma
solo sería demasiado pedir. ¿No es así?
Malditos villanos. A diferencia de ella, no tenían un código que seguir.
Cerdos sin modales.
Urian maldijo.
—Bueno, no fue así como vi que se desarrollaban estos acontecimientos.
Falcyn resopló ante su sarcasmo.
—Sabía lo que era involucrarse con Daimons y Dark Hunters. Es lo que
obtengo por salir de mi agujero.
Con una mueca, Medea cortó la cabeza de su oponente Adoni, luego se
volvió hacia Falcyn antes de comprometerse con otro enemigo y tratara de
acabar con él, también.
—¡Deja de llorar, libélula! ¿Por qué no cambias y los prendes fuego?
¿Hacer esto un poco más fácil para nosotros? ¿Eh?
—Simple conciencia espacial. Si Blaise o yo cambiamos ahora,
mataríamos a un montón de ustedes, ya que nos gustaría ocupar toda esta
habitación y serían aplastados. ¿Todavía quieres que cambie, amor?
Oh. Medea le dirigió una sonrisa mientras golpeaba a su oponente.
—Por favor, no lo hagas.
—Pensé que te sentirías así.
Justo cuando remataba a su Adoni y empezaron a asegurarse de que no
hubiera más, la puerta se abrió.
Se giraron como un sólido grupo para hacer frente a este nuevo ataque.
Tan alto como Falcyn, el recién llegado estaba envuelto en la armadura
dorada y verde de un guardia Adoni. Una gruesa capucha de cuero le cubría
la cabeza. Musculoso y feroz, él se paró en la postura engreída de un
guerrero que sabía cómo luchar hasta el amargo final.
Sin embargo, no sacó su espada.
Por el contrario, extendió sus manos a los lados como si se divirtiera con
ellos y su predicamento.
Medea se preparó para un ataque psíquico. O uno nacido de la magia. Así
era como alguien como este por lo general se dirigía.
En cambio, la risa los saludó.
—Apuesto a que, si estornudo ahora, los enviaría a todos saltando
directamente al techo con una mirada de gato.
Falcyn gruñó profundamente en su garganta.
—¡Varian, bastardo inútil! Entra aquí. Shadow cayó.
El humor murió instantáneamente mientras el hombre cerraba la puerta,
entonces bajó su capucha. Medea arqueó una ceja ante su inesperada
belleza mientras pasaba por delante de ella con depredador paso para
revisar a su amigo caído. Aunque, siendo Adoni, su grado de magnificencia
superior no debería haberla sorprendido. Todavía incluso por sus estándares
estelares, el fey de cabello negro estaba excepcionalmente formado. Con
orejas puntiagudas y rasgos afilados y perfectos, que eran absolutamente
exquisitos… el pináculo de la perfección masculina.
—¿Qué pasó? —Varian se arrodilló junto a Shadow.
Falcyn se unió a él para ayudar a atender a Shadow.
—Estábamos acorralados por lobos huargos.
—¿Lobos huargos o gwyllgi?
—Gwyllgi —respondió Blaise, haciéndola preguntarse cómo sabía el
mandrake la diferencia.
Varian maldijo.
—¿El Crom estaba con ellos?
Blaise asintió sin más comentarios.
Gruñendo bajo en su garganta de una manera misteriosamente similar a la
que Falcyn había hecho a su llegada, Varian usó sus poderes para quitar la
armadura de cuero de Shadow. Luego levantó la camisa de lino para
inspeccionar el daño.
Medea se encogió ante la visión de la herida y todas las otras profundas y
rugosas cicatrices que estropeaban el cortado y musculoso abdomen y
pecho de Shadow. Esa armadura había escondido un cuerpo impecable. Para
una criatura que habitaba un reino inferior, pasaba mucho tiempo en el
gimnasio haciendo pesas.
O trabajó levantando pesas con gárgolas.
De nuevo, Varian maldijo… esta vez, más lascivamente.
—Maldita sea, Shade. ¿No puedes alguna vez hacer algo a la mitad de
vez en cuando? No, no tienes una pequeña herida. Tienes que ser
prácticamente eviscerado.
Falcyn se recostó sobre sus talones.
—Si lo sostienes, puedo curarlo.
Varian detuvo a Falcyn.
—Si planeas aprovechar lo que creo que eres, no lo hagas. Morgen lo
sentirá y saltará sobre ti al minuto en que lo intentes —Él trabajo en detener
el sangrado de Shadow—. Tengo esto. Tienes una misión que cumplir. Pero
debería advertirte...
El intestino de Falcyn se anudó. Conocía las palabras del Caballero del
Grial antes de que Varian se las dijera.
—Narishka tiene a Maddor, y está furioso —La mirada de Varian fue a
Blaise antes de encontrar la mirada de Falcyn—. También conozco lo que
dudo que quieras hacer público.
Sí, eso le daba una úlcera a Falcyn y un amigo para meditar.
Varian suspiró pesadamente.
—No quería que entres hasta que tengas todos los datos. Narishka le
contó a Maddor todo sobre su pasado y sus padres. Y quiero decir t-o-d-o
—Sacó la llave de Shadow y se la dio a Falcyn—. Hay una escalera al final
del pasillo que te llevará a las catacumbas. Ten cuidado. Están esperando
que todos ustedes vayan ahí y sean estúpidos.
—Entonces, está lejos de nosotros el decepcionarlos. —Falcyn le saludó
con la llave—. Gracias. —Se levantó mientras el temor seguía mordiendo
su confianza y erosionando su sentido de propósito. Como Varian había
notado, esto era una misión imposible. Sin embargo, una mirada a Blaise y
sabía que tenían que llevarlo adelante—. Dirige el camino.
Vacilando, Blaise tomó la mano de Brogan.
—¿Shadow va a estar bien?
Ella ladeó la cabeza cuando una mirada lejana oscureció sus ojos.
—Aye. No veo su muerte cerca. Y definitivamente no es inminente.
Los pelos de Falcyn se alzaron ante una nota que había enterrada en su
voz.
—¿Qué no estás diciendo?
Apretó la mano contra la frente.
—Veo la muerte a mi alrededor todo el tiempo. En todo el mundo. En
todo. Para mí, el mundo no es un lugar hermoso. Es un cementerio lleno de
cadáveres ambulantes. Así que cuando se me pide que mire más de cerca a
los espíritus necrófagos que me persiguen, parece que me roban una parte
de mi alma. —Respiró hondo—. Eso fue todo lo que estaba diciendo.
Medea se colocó a su lado.
—Lo siento, Brogan. Lamentablemente, también hay muchas cosas en la
vida que se sienten de esa manera.
Brogan extendió la mano y tocó la mano de Medea. Con una sonrisa
triste, se volvió y señaló las líneas en los lados de la palma de Medea.
—¿Sabías que tendrás cuatro hijos más para amar y sostener?
Las facciones de Medea se pusieron pálidas como su cabello.
—¿Perdón?
Brogan abrió la palma de Medea y, usando su uña, trazó las líneas que
dividían su piel.
—Tu corazón está roto, pero sanando. Y aunque nunca olvidarás lo que te
ha pasado, puedes y seguirás adelante. Valiente en todas las cosas. Esa eres
tú, Medea. Tus cicatrices no te definen. Son simplemente silenciosos
testimonio de tu resistencia y belleza interior.
Medea apretó su mano.
—No soy la única que es hermosa, Brogan. Tú lo eres. No entiendo cómo
puedes ser tan amable después de todo lo que has sufrido. Te envidio eso.
Eres como un buen filete que ha sido ablandado mientras que soy el acero
que ha sido templado.
Una sonrisa triste tiró de los bordes de sus labios.
—No lo hagas. Daría cualquier cosa por ser la luchadora que eres, y tener
el mismo borde afilado. Pero por desgracia, he sido desgastada por los
golpes que he soportado. Ya no queda nada excepto el recuerdo de la chica
que una vez fui y la mujer que solía esperar ser.
Ella tomó una respiración entrecortada.
—Esa es la picadura, ¿no es así? Ese día cuando despertamos el recuerdo
de lo que nuestro futuro una vez fue y nunca podrá ser.
Medea apretó su mano contra la de Brogan.
—Nunca, nunca te castigues así, amor. No cuando hay tantos otros
dispuestos a hacerlo por ti. Mira la gentil belleza que eres. No la daga
afilada en la que me he convertido.
Falcyn se movió así podía inclinarse para susurrar en el oído de Medea.
—Y yo creo que eres perfecta tal y como eres. No hay nada sobre ti que
cambiaría.
Esas palabras la derritieron. Peor aún, le trajeron lágrimas a los ojos,
como la cosa más dulce que alguien le había dicho en tanto tiempo, no
recordaba haber oído nada más precioso.
Tan acostumbrada a la ira como su constante estado de ser, no estaba
segura de cómo lidiar con estas tiernas emociones que Falcyn tocaba sin
esfuerzo.
¡Maldito sea por eso!
Y maldito su corazón por dejarlo entrar en contra de sus deseos.
No quería preocuparse por nadie. Pero cuando él la miraba así...
Cuando hablaba con ese timbre rico y profundo que le enviaba
escalofríos...
¿Cómo podía resistirse a él?
No puedes perder a alguien que amas de nuevo.
La idea de tener más hijos y un esposo...
Eso era una peor pesadilla que los Daimon. Al menos en su caso. Medea
no podía imaginar un horror peor. No hay peor tragedia que pasar todos los
días con el terror de perder todo de nuevo.
No. Ella no lo haría.
No podía hacerlo.
Falcyn vio el pánico que flameaba en los ojos de Medea un latido de
corazón antes de que se girara sobre sus talones y corriera fuera del cuarto
como si los perros del infierno le mordieran el alma.
—¿Qué le dijiste? —preguntó Urian.
—Nada que justifique esa reacción.
Blaise se burló.
—No lo sé. Mujeres aterradoras y niños pequeños, hacer que los hombres
adultos se meen los pantalones, es un tipo de especialidad tuya, hermano.
Falcyn apretó los dientes.
—Es una buena cosa que me gustes. —Y con eso, fue después de Medea,
que rápidamente se encaminaba hacia la corte fey.
—Cariño, tal vez quieras desacelerar antes de estallar precipitadamente
en la central Adoni. Podrías hacer su día, pero probablemente arruinaría el
tuyo... Entonces otra vez, conociéndote, podría hacerte sonreír. Siempre y
cuando no te tome por sorpresa.
Eso al menos logró hacer retrasar su decidido paso.
—¿Qué?
Él asintió, luego sacudió la barbilla en la dirección en la que se había
estado dirigiendo.
—Ahí donde está el Círculo es la fiesta. Es una mala idea para nosotros
entrar en ellos. A menos que quieres Adoni asado para la cena. Que lo
puedo arreglar.
Ella resopló.
—No eres gracioso.
Al acercarse a su lado, Falcyn tomó su rostro en sus manos mientras
buscaba consuelo.
—¿Y de qué se trataba, de todos modos?
—¿Qué?
—Tú huyendo en medio de nuestro momento. ¿Qué está pasando?
Sus ojos se oscurecieron con tanto tormento que lo golpeó como un puño
en su tripa.
No podía soportar verla con dolor.
—Brogan puede ver la muerte, pero el futuro que describió para mí es
más de lo que puedo hacer frente. Me aterrorizó.
La magnitud de su confianza en él no se le escapó. Comprendió
exactamente lo raro que era, y no lo tomaría a la ligera.
Anonadado y humilde, acarició su mejilla antes de sonreírle e intentar
aligerar su humor.
—Sí, el infierno interno es algo que he hecho todo lo posible por evitar.
Es todo ese estilo de vida suburbano. Pequeña casa de rancho. Furgoneta
blanca. Fiestas de barrio y cortadoras de césped. —Se estremeció—. Estaría
destapando cañerías el fin de semana.
Eso logró aliviar su dolor.
—No lo sé. Serías linda con un delantal.
Él sonrió aún más.
—¿Qué puedo decir? Podría ser capaz de hacer que una mamá con
vaqueros se vea sexy.
Ella se echó a reír. Pero solo por un momento antes de que la tristeza
regresara a sus ojos oscuros.
—¿Por qué no puedo ser normal, Falcyn? ¿Por qué tuve que haber nacido
tan maldita?
Su corazón se rompió por ella, la atrajo contra su pecho y la abrazó.
—Confía en mí, todos nos sentimos así. Muchas veces pienso que los
Destinos tienen un mayor rencor hacia mí, o soy solo su chivo expiatorio y
chiste favorito.
—Exactamente.
La besó en la frente y la apretó.
—Vamos. Tenemos que salir de aquí antes de que nos vean.
Medea le permitió tomar su mano para poder llevarla de regreso a los
demás. Pero con cada paso que daban, no podía detener el temor abrumador
que la debilitaba de una manera que odiaba. Peor era la premonición de que
algo malo estaba a punto de suceder.
Algo más que las heridas de Shadow.
Mucho peor.
De acuerdo, Gallinita. Deja de esperar el otro zapato. Respira y deja que
se vaya.
Sonrió ante el recuerdo de la cosa favorita de Davyn para decirle cuando
comenzaba con sus escenarios de desgracia y pesimismo. Lo decía tanto
que incluso había comenzado a llamarla Gallinita como un apodo.
Solo Davyn podía salirse con la suya sin que lo asesinara.
Oh mierda, estoy apegada a alguien.
Amaba a ese pequeño malhumorado Daimon. Él era su familia. Y estaría
devastada si le pasaba algo. Era por eso que había salido en esta búsqueda y
presionó a Urian para esta aventura.
Davyn no era solo su mano derecha, él era su mejor amigo. El único
confidente que tenía. Leal hasta la muerte, era el menos crítico y la persona
más fácil para tratar que había conocido. Nada lo derribaba.
Ni siquiera este flagelo.
Bueno, mejor yo que tú, ¿no? Así era como veía el mundo.
Y mientras ella tenía la sangre de miles en sus manos, era solo la muerte
de un pequeño puñado la que la atormentaba. Davyn sería uno de ellos, si
alguna vez caía.
No, él no la perseguiría.
Davyn la destruiría. No podía soportar la idea de perderlo, también.
No importaba lo que pasara, tenía que salvarlo.
Con ese pensamiento en su mente, miró a Falcyn mientras caminaba.
—Entonces, ¿cómo usas tu piedra dragón?
Él le lanzó una sonrisa molesta.
—Con mucha precaución. Es una cosa mortal cuando es usada por un no-
dragón. Es malhumorado e irritable.
—¿Como yo?
—No dije eso. —Los ojos le brillaron.
—Sí, lo hiciste. Escuché tu voz en tu propia cabeza. Hablaba tan fuerte,
que pensé que era mi propia voz interior gritando.
Él bufó.
—Buen truco, Savitar.
Se quedó en silencio mientras se acercaban a sus amigos. Aunque eso le
pareció una palabra peculiar. Urian era su hermano y no estaba segura por
qué consideraba a Blaise, Brogan y Brandor de esa manera cuando no
estaba en su naturaleza hacerlo. La confianza nunca le había sido fácil. Sin
embargo, no se podía negar el cariño innato que tenía por ellos. Por ninguna
razón conocida.
Extraño, ciertamente, para alguien que no confiaba en nadie. Ni siquiera
sus propios padres. Mientras amaba a su madre, no era ciega a los defectos
de Zephyra. Al final del día, su madre era una viciosa superviviente que no
dudaría en matar o torturar para conseguir lo que quería. Y mientras que
Medea no pensaba que su madre fuera capaz de traicionarla, había visto a
su madre hacer cosas que hacían que nunca quisiera ponerla en peligro por
temor a aprender una dura y amarga verdad.
Lo mismo para su padre. A pesar de que Stryker era un poco más
moderado… "poco" siendo una palabra interesante en este escenario. Pero
por lo menos su padre tenía un retorcido sentido del honor del que su madre
carecía.
Su madre creía firmemente en matarlos a todos y que los dioses los
clasificaran luego. Y si pudiera torturar para sacar información de ellos
primero, mejor.
Sí, la simpatía y la empatía no estaban en la lista de virtudes de su madre.
Por lo tanto, Medea no se engañaba con el pensamiento de que su madre
nunca estaría por encima de venderla por el precio adecuado.
Y eso la aterraba más que nada.
Tratando de no pensar en ello, Medea siguió a los demás por una estrecha
y serpenteante torre. A medida que continuaban, empezaba a sentirse como
si estuvieran descendiendo al infierno mismo. Se puso cada vez más frío,
más oscuro.
Más siniestro.
Y eso, también, le hizo preguntarse si y cuándo la traicionarían. ¿Qué
precio les pondría a esos extraños a quien se atrevió a llamar amigos?
—¿Dónde lleva esto? —preguntó Medea.
—El jardín de Morgen. —El tono de Blaise era plano y sin emociones en
la penumbra.
—No entiendo. ¿Un jardín bajo tierra? —Tan pronto como terminó la
pregunta se ralentizaron.
Falcyn usó su bola de fuego en su mano como una antorcha para que
pudieran ver lo que estaba alrededor de ellos.
En el momento en que levantó el brazo sobre su cabeza y la luz ahuyentó
la más pesada oscuridad, ella jadeó. El jardín era enorme y revestido de
gigantes estatuas de dragones que se prolongaban en una interminable e
inquietante exhibición.
En todas direcciones.
—Mierda —dijo.
Falcyn asintió.
—Mierda, en efecto. La ligera niebla aquí abajo es de su aliento. Al
menos sabemos que todavía están vivos, incluso si están congelados por el
hechizo de Merlín.
—No entiendo. Si están congelados, ¿cómo es que arrojaron la niebla?
Aunque estaba ciego en su forma humana, Blaise miró a Brogan y luego
a Medea antes de responder.
—El gas que exhalamos. Eso causa eso. Incluso cuando estamos
atrapados por la magia. No sé por qué. Solo un peculiar subproducto.
De acuerdo, entonces. A veces no había rima ni razón para la magia. Ella
sabía eso mejor que nadie.
Por supuesto, en última instancia, había rima y razón, simplemente no era
evidente.
—¿Tenemos que liberarlos a todos? —preguntó.
Falcyn se dirigió a la bestia más grande a su derecha.
—Es lo más seguro de hacer. Así, Morgen no tendrá nada que despertar y
usar contra nosotros.
Blaise dejó el lado de Brogan mientras atravesaba la oscuridad.
—No estoy seguro de cómo usar el anillo de mi padre para despertarlos.
¿Tú sabes?
Falcyn alargó la mano para tomarlo de él.
Justo cuando sus dedos lo rozaban, el dragón más cercano a ellos abrió
sus ojos y gruñó.
Capítulo 15

Falcyn se retiró, listo para la guerra, cuando la bestia a su lado se levantó


para la batalla. Él se alejó de Medea, con la intención de cambiar en su
propio cuerpo de dragón para luchar.
Blaise tomó su brazo y le clavó la mano en la manga para detenerlo.
—¡No! Eso es Maddor.
Esas palabras lo congelaron en el lugar. Su corazón comenzó a correr
ante la vista del dragón más grande
Este era su hijo. Suficientemente cerca para tocar.
Sostener.
La única criatura que siempre había querido conocer.
Y estaba de pie junto a su nieto, que seguía aferrándose a él.
Por primera vez en su vida, estaba con sus hijos. Ambos. La magnitud del
momento lo abrumó mientras luchaba con las emociones que ni siquiera
podía comenzar a definir. Retorcido dolor. Angustia.
Alegría y orgullo inexplicables.
Un amor increíble.
Éstos eran sus muchachos. Su propia carne y sangre...
Los sentimientos se estrellaron contra él y lo dejaron tambaleándose
hasta que la totalidad de ellos se establecieron en una rabia tan profunda
que fue todo lo que pudo hacer para no regresar directamente al Santuario y
al intestino de Max por lo que había hecho.
Por lo que sin saberlo le costó a sus hijos.
Y todavía…
—Maddor... —El nombre salió en un suspiro angustiado mientras
caminaba hacia delante, queriendo abrazarlo.
Urian extendió la mano contra el pecho de Falcyn para impedir que se
acercara a su hijo.
—Lo tienen encerrado. —Levantó la barbilla hacia la cadena que sostenía
a Maddor—. Apuesto que si liberas a los dragones, lo matará.
Falcyn tardó un momento en darse cuenta de que Urian tenía razón. La
cadena corría directamente dentro del pecho de Maddor y sin duda
atravesaba su corazón. Ese era el tipo de crueldad en la que Narishka y
Morgen se especializaban.
Maldita sean las perras por eso.
Y eso no era todo. Ellas también lo habían amordazado.
Esa combinación de crueldad volvió loco a Maddor. Falcyn no podía
culparlo en lo más mínimo. Ningún dragón llevaba bien el cautiverio. Ni
siquiera un mandrake. Tenían la intención de vagar libremente, no estar
atados de tal manera.
Pasando por delante de Urian, Falcyn estiró la mano para tocar las
escamas de su hijo.
—Maddor, cálmate. Estamos aquí para ayudarte.
Con un furioso siseo, Maddor se lanzó contra él para que Falcyn no
pudiera hacer contacto.
¡Jodete!
No se perdió esa voz enojada en la cabeza de Falcyn. Maddor azotó a
Blaise con la cola.
Falcyn apenas empujó a Blaise hacia atrás antes de que Maddor lo
traspasara con una punta.
—¡Detente! No quieres hacernos daño.
Por supuesto que sí. ¡Es tu culpa que esté aquí! ¡Tengo la intención de
matarlos a los dos!
Falcyn se estremeció ante una verdad que no podía cambiar.
—Lo sé, y lo siento por eso.
¡Estás a punto de estar aún más triste en estos tres segundos antes de que
te mate!
Falcyn apretó los dientes, necesitando alguna forma de razonar con un
irrazonable temperamento. ¿Por qué de todas las cosas que su hijo podría
haber heredado de él tenía que ser la principal?
Por otra parte, podría ser peor.
Podría haber heredado el de su madre.
Sí, el temperamento de Igraine había puesto en ridículo el de él. Y ahora
mismo, esa doble dosis de mala genética era agradable.
De repente, el piso resonó bajo sus pies. Como un terremoto de magnitud
6,0.
Confundido por la causa de esto, estiró la mano hacia Medea. Pero era
difícil permanecer en pie.
—¿Blaise? ¿Qué diablos está pasando aquí?
—Ni idea. ¿Vuelo de monos del infierno, quizá?
Deberían ser tan afortunados. En lugar de que los demonios dramonk
fueran liberados, las grietas en la piedra se ensancharon y un humo verdoso
salió en espiral. Era como si la mazmorra entera estuviera viva y en
movimiento.
No, no se mueve.
Respiración. Eso era exactamente como se sentía. Olía como eso. La
manera en que el piso y las paredes se movían llegaba a tiempo como si
alguien tomara aire. Adentro y afuera.
Sísmico. Ondulado.
Discordante.
Urian se mofó al sentir un tufillo algo fétido de olor sulfúrico.
—Alguien dígame que estos son vapores como el que el oráculo de
Delphian usaba para drogarse antes de que ella farfullara incoherencias.
Medea negó.
—Lo siento, hermanito. La visité una vez. Esto no lo es.
Fiel a su predicción, el humo se enrolló en feroces guerreros, con
armadura completa.
Y espadas.
Tenían un montón de espadas.
¿Qué demonios?
—¡Hombre! —exclamó Urian—. Podemos tener un respiro.
—Oye, te di una salida fácil —le recordó Falcyn—. Podrías estar en casa
ahora mismo, viendo Survivor. Pero no, elegiste estar aquí.
—¿Qué puedo decir? Soy un idiota. Culparía al hecho de que vengo de
una larga línea de ellos, pero mi mamá y papá me patearían el trasero por el
insulto. Así que culparé a Stryker por haberme criado entre ellos. —Urian
usó sus poderes para conjurar una espada—. ¿Alguien tiene idea de quién y
qué son estos idiotas?
—Es la mazmorra.
Se volvieron para mirar a Brandor.
—¿Qué acaba de decir? —El tono de Urian se llenó de incredulidad.
Brandor asintió.
—Aquí hay dos secciones. La cámara aquí abajo. La Mort à Jamais, La
Muerte Eterna, donde Morgen y Narishka colocan a esos que quieren
torturar sin temor a matarlos. Está encantado, asegurando que las víctimas
vivirán sin importar lo que se les haga. Una vez que terminan con la tortura,
Morgen toma el cuerpo sin vida y lo agrega a las catacumbas. Pero el
subproducto de esa crueldad y magia es que la mazmorra absorbe el alma
de los torturados y se aferra a ella para siempre. Hace del alma una parte de
ella. Después de un tiempo, l'âme en peine se une con los otros que están
atrapados aquí hasta que se conviertan en una sola entidad.
—Bien. —Falcyn miró a los guerreros en formación—. ¿Así que son
fantasmas?
Sacudió la cabeza.
—No. La naturaleza y fuerza de la magia residual se combina con las
almas. En lugar de hacer fantasmas individuales, se convierten en una sola
bestia. Lombrey de la Mort.
Falcyn soltó un suspiro cansado ante las palabras que significaban Death
Shadow.
—¿Me estás diciendo que estamos enfrentando al malvado gemelo de
Shadow?
Brandor se rió.
—En realidad, su príncipe subalterno. Si Shadow estuviera aquí, podría
controlar a Lombrey y obligarlo a retirarse. O, al menos, ordenarle que se
retire.
¿Por qué esas palabras me ponían enfermo del estómago?
—¿Sin él?
Mirando alrededor a los numerosos guerreros de la oscuridad que estaban
reproduciéndose, Brandor suspiró.
—Estamos jodidos. Lombrey es un bastardo desagradable. Lleno de
gritos y justa agonía de un millón de víctimas inocentes. Dicen que eso lo
ha vuelto loco y que ataca a todos los que entran en su dominio.
Indiscriminadamente.
Medea frunció el ceño.
—Entonces, ¿cómo lo reprime Shadow?
—Demonios si lo sé. De hecho, nadie lo sabe con seguridad. Solo que se
va sin miedo a dondequiera que Lombrey viva y emerge victorioso.
Falcyn gruñó con frustración.
—Bueno, eso es... jodidamente inútil. —Tenían que encontrar alguna
manera de liberar a Maddor sin matarlo. Despertar a los dragones.
Y detener a Lombrey de atacarlos.
O matarlos.
Pero ¿cómo podría alguien luchar contra una sombra cuando no eran una
sombra? Como podían arrastrar a sus soldados, hacerlos sólidos, y golpear
el infierno...
Espera un segundo.
¡Sí, eso era todo!
Falcyn se lamió los labios con expectación por la lucha por venir. Pero
mientras se preparaba mentalmente, tenía una idea radical.
Radicalmente loca.
Esto era una locura, pero lo suficientemente loco para que pudiera
funcionar.
Miró a las mujeres.
—Um... ¿Brogan? ¿Nos puede hacer un favor? Convoca al Crom.
Con los ojos muy abiertos, se volvió para mirar a Falcyn.
—¿Perdón? ¿Estás demente?
—Todo el tiempo. Pero extrañamente, esto no es una locura total. —
Bueno, total era la palabra clave—. Tiene completo sentido. —Si uno
estuviera loco.
Blaise se aclaró la garganta.
—Estoy con Brogan. Creo que esta es una profunda mala idea.
—Lo bueno es que soy malo hasta la médula de mis huesos. —Falcyn
disparó una explosión de fuego a las sombras espiraladas que se dirigían
hacia ellos—. Es posible que desees arrullar al Crom, amor... más pronto
que tarde.
Medea trató de luchar contra un atacante, solo para saber lo que ya sabía.
Era una tarea imposible. Eran demasiado rápidos y no corpóreos. Una mala
combinación en una lucha.
La voz de Brogan resonó en los muros de piedra mientras una gran
sombra se abría para acercarse a ellos.
—Grita. Grita. Alto y claro. —Su voz era inquietante y ronca.
—La angustia es el sonido más querido. —Se rió—. Dime ahora de cada
dolor. Hasta que no quede vida aquí.
—Eres un idiota retorcido. —Falcyn le disparó una bola de fuego a su
nuevo amigo.
La luz se abrió paso a través de la oscuridad para mostrar un rostro
etéreamente guapo. Por lo menos un lado de él. El otro estaba oculto por
una capucha negra. Con tormentosos ojos dorados, Lombrey lo miró
fijamente. Su piel de caramelo brilló antes de que se desvaneciera en los
huecos de la pared.
El piso se dobló de nuevo mientras el suelo continuaba con su rítmica
pulsación.
—Escucha, Crom, te ofrezco que cabalgues —respondió Brogan—. Te
necesito ahora, a mi lado.
Lombrey siseó ante su canto.
—¿Qué estás haciendo?
Ella no le respondió.
—De más oscuro pecado y tremendo poder. Deja que la más encarnizada
ira reine y colme.
—¡Detén eso! —gruñó Lombrey.
Fue muy tarde. Un torbellino giratorio se retorció en el aire, enviando
escombros por todas partes y dispersando a los guerreros de la sombra que
Lombrey había conjurado.
—¿Qué es esto? —preguntó Medea.
—El Crom levantándose. —Falcyn sacudió su barbilla hacia la luz que
giraba en círculos vertiginosos. Un caballo resopló a lo lejos.
Entonces lo sintieron. Ese pesado y rítmico golpe de cascos demoníacos.
Golpearon en su pecho como un segundo latido de corazón.
Hasta que el Black Crom y su caballo saltaron del portal y crecieron ante
ellos.
Brogan retrocedió con un grito mientras Blaise corría para protegerla.
Falcyn sonrió.
—¿Brogan? Dile Morgen, Narishka y Mordred.
Ella abrió los ojos.
—¿Perdón?
—Quiere los nombres de las víctimas. No puedo pensar en nada mejor. O
más merecedor de su ira.
Una lenta sonrisa curvó sus labios cuando finalmente entendió lo que le
estaba pidiendo hacer. Con una inclinación de su barbilla y un guiño, soltó
una pequeña risa.
—Maestro de la vida y la muerte silenciosa. Te llamo con mi sagrado
aliento. Oír estos nombres y así perseguirlos. Morgen, Mordred, Narishka
son los destinados a ti.
El Black Crom disparó el látigo de calavera hacia Brogan como si
pudiera abrir su boca para así capturar esos nombres, y reírse de ella. Todos
cabalgaremos. Y nunca les perdonaré mi homicidio.
De repente, Medea comenzó a cantar en un idioma que Falcyn no podía
identificar.
Mientras hacía eso, él comenzó su propio encantamiento. Era algo que no
había hecho en mucho tiempo. Algo en lo que había sido realmente bueno.
El aire que le rodeaba chisporroteó mientras llamaba a sus poderes
arcanos. El tipo que solo un dios podía mandar. Todos los cabellos en su
cuerpo se elevaron en atención.
La piel de gallina le corría por el cuello, por la espalda y los brazos. El
éter le susurraba en los oídos. Las voces de mil millones de personas y de
sus padres y los de otros panteones.
Él oyó el alma del mundo. El universo. Incluso las estrellas susurraron en
sus oídos. El poder se elevó dentro de él. Crepitando. Rompiendo.
Chisporroteando.
Sin que se lo dijeran, Falcyn sabía que sus ojos se habían vuelto un
amarillo serpentino. Algo que se confirmó cuando Medea lo miró y jadeó.
Falcyn la ignoró cuando llegó a la parte más peligrosa. Si perdía el foco
ahora, Maddor moriría. Tomaba mucho cuidado remover un alma de un
cuerpo, especialmente contra la voluntad del dueño. La mayoría ni siquiera
podía empezar a hacer esto, porque todas las almas tenían que ser dadas y
gentilmente coaccionadas.
Pero él era más grande que esas leyes. De vuelta a ese día, su padre había
mandado las almas de toda la humanidad. Las había intercambiado y
vendido como un niño con un conjunto de cartas de Pokémon.
Lombrey se congeló.
Al igual que sus guerreros.
Está funcionando.…
En cualquier momento, su hijo tendría un nuevo hogar. Maddor podría
odiarlo por esto, pero al menos lo alejaría de las garras de Morgen.
Falcyn susurró más rápido.
Más alto.
El Black Crom gritó. Lombrey maldijo y se retorció al caer sobre sus
rodillas
Algo oscuro y frío pasó a través de Falcyn. Se levantó como una ola y se
derrumbó. Electricidad se filtraba a través de su cuerpo, haciendo que su
cabello volara hacia arriba y hacia fuera. Durante un minuto, nadie se
movió.
Nadie respiró.
Nadie se atrevía.
Falcyn se volvió hacia Lombrey, esperando ver a Maddor.
Los guerreros de la sombra se desvanecieron en las paredes de la
mazmorra, donde colgaron como sombras inmóviles.
—¿Qué has hecho? —preguntó Lombrey.
—Te he liberado de Morgen.
Lombrey se echó a reír.
—Nunca fui esclavo de esa perra.
Confundido, Falcyn se volvió hacia Blaise para una explicación.
—Pensé que Morgen era dueña de todos los mandrakes.
—Lo es.
Con la frente arqueada con duda, se volvió hacia Lombrey, quien se
quedó mirando con el ceño fruncido de perplejidad.
—¿Qué tienen que ver los mandrakes conmigo?
Un mal presentimiento pasó por Falcyn. Había sacado el alma de Maddor
de su cuerpo. Lo había sentido. No había error en esa sensación. Concedido,
había pasado mucho tiempo desde que lo había hecho por última vez, pero
todavía...
Regresó al lado del "dragón" Maddor.
El dragón que para todos los intentos y propósitos parecía ser Maddor
podía seguir hablando. Echó un vistazo a la habitación como si estuviera tan
desorientado y confundido como se sentía Falcyn.
Esa mala sensación se profundizó dentro de él. Por favor, dime que no…
Con un nudo en el estómago, miró a sus compañeros. Sin embargo, nadie
parecía ser diferente.
¿Quién diablos tenía el alma de su hijo?
—¿Maddor?
Brandor dio un paso atrás.
—¿Por qué me miras a mí?
Clavó una mirada inquisitiva en Brogan.
—¿Qué? —preguntó ella.
—¿Urian?
—¿Sí?
Dios mío, por favor dime que no...
Falcyn tragó saliva mientras el miedo lo aferraba con una mano helada.
—¿Medea?
—¿Sí?
El alivio se derramó a través de él tan rápido que vio estrellas.
Bien, todo el mundo parecía ser el mismo.
Y eso no ayudaba. Todavía no tenía ni idea de lo que le había sucedido a
su hijo.
Si Maddor no era Maddor, y todos los demás eran quienes se suponía que
debían ser, qué podría haberle sucedido a su...
Su pensamiento se perdió cuando la única y sola respuesta se le ocurrió.
Jódeme.
Aturdido y más temeroso de lo que hubiera pensado posible, se volvió
hacia la única explicación racional.
Queridos dioses no...
Y, sin embargo, no había otra opción.
Maddor era el Black Crom.
Una risa demoníaca resonó a su alrededor.
—Te tomó el tiempo suficiente para averiguarlo, dragón. Gracias por la
mejora.
Capítulo 16

Mi hijo es el Crom. Falcyn se maldijo por el hechizo que había llevado a


todo tipo de equivocaciones.
En toda su malvada gloria, Maddor alzó su caballo negro delante de ellos.
Pateando el aire, el caballo gritó y sopló su fuego demoníaco. Maddor
desenrolló su látigo y lo rompió contra Falcyn.
Instintivamente, agarró las espinas huesudas que se envolvieron alrededor
de su antebrazo, mordiendo profundamente en su carne, y dejando una
herida sangrante. Tomó todo lo que tenía no tirar a su hijo de la parte de
atrás del caballo y arrastrarlo por el suelo para hacerlo entrar en razón.
Nadie atacaba a Falcyn con impunidad.
Nadie excepto su hijo y su nieto. Por ellos solos sangraría.
Medea vio la sed de sangre en los ojos de Falcyn. Esperaba que bajara al
Crom y le diera una paliza. Así que cuando soltó el látigo y dio un paso
atrás, su mandíbula se aflojó.
Por lo poco que sabía de su dragón, la retirada y la misericordia no
estaban en él.
—¿Qué está pasando? —preguntó.
—Solo estaba tratando de salvarlo. —La voz de Falcyn era apenas
audible.
Mientras tanto, el Crom no hizo ningún movimiento para irse o ir tras los
huesos que Brogan había nombrado anteriormente.
—¿Por qué no puedo matarte?
—No estás encargado de eso. —Brogan se le acercó lentamente—. El
Black Crom solo puede tomar las vidas que decreto. No otras.
Empezó a acosarla.
El caballo lo tiró al suelo antes de resoplar fuego y sacudió la cabeza para
hacerle saber que no tendría parte en lo que había pensado. Maddor rodó y
aterrizó en un montón poco digno.
Brogan se burló cuando Maddor se levantó frente a ella y volvió a
retroceder ante una pared invisible que la protegía de agredirla.
—No puedes hacerme daño en este reino. Al menos no físicamente. Es
por eso que quería salir del otro tanto. Solo puedes hacerme daño en nuestro
hogar. Soy tu voz, aunque cómo es que ahora puedes hablar por tu cuenta
está más allá de mí. Ningún Crom debería tener ese poder, en cualquier
mundo.
Lombrey se solidificó frente a ellos.
—Cuando rompiste el sello, mezclaste sus vidas. Ahora no es ni un
mandrake ni un verdadero Dullahan.
—Es otro... como yo. —Urian suspiró.
Asintiendo, Lombrey se mordió el labio.
—Eso parece.
Maddor maldijo.
—¡Quiero mi cuerpo de regreso así puedo patearte el trasero, anciano!
—Y la gente en el infierno quiere agua helada. —Brandor le sonrió—.
Supongo que estamos todos mal.
Maddor se lanzó hacia él.
Resoplando, Brandor esquivó su ataque y lo derribó, desde que tampoco
podía dañar a Brandor.
—Aunque no puedo decir que te culpo. Porque sin ofender, Maddie, te
ves mucho mejor sin una cabeza sobre tus hombros a como estabas.
Siempre fuiste un monstruo, pero nunca más de lo que eres ahora mientras
buscas una cabecita para azotar.
Falcyn agarró a Maddor para detener su avance mientras se movía hacia
la garganta de Brandor.
—Voy a arreglar esto.
—¿Cómo? ¡Tú eres el que lo jodió!
—Sí, pero soy la mejor oportunidad que tienes.
Con una burla feroz, Maddor lo empujó.
—¿Y por qué ayudarías? ¿Por qué no solo me mataste?
Medea no estaba segura de cuál de ellos era el más aturdido por su
pregunta.
Falcyn sacudió la cabeza hacia atrás como si hubiera sido físicamente
abofeteado.
—Tú eres mi hijo. ¿Por eso no lo haría?
Ahora era el turno de Maddor de actuar aturdido… al menos eso era lo
que ella suponía.
Aunque para ser honesto, era difícil decirlo cuando él no tenía cabeza ni
expresiones faciales para juzgar. Más bien, se quedó allí, paralizado.
—¿Qué? ¡Mentira!¡No eres mi padre! ¡Estás mintiendo!
Falcyn estaba completamente desconcertado.
—Dijiste que Morgen te contó todo.
—¡Sí! ¡Dijo que mataste a mi madre por protegerme y me dejaste morir!
La mandíbula de Falcyn se aflojó. Esas palabras lo enfriaron.
—Maté a tu madre cuando vino a burlarse acerca de venderte, a nuestro
hijo, a mi hijo a Morgen; a torturarme por lo que te había hecho. Piénsalo.
¿De qué otra forma habría tenido acceso a ella, desde que me han prohibido
este reino desde antes de que nacieras?
Desinflándose ante sus propios ojos, Maddor retrocedió con
incertidumbre.
—Yo... yo no entiendo.
—Es cierto, Maddor. Al menos, creo que eres Maddor. Falcyn me envió
aquí para cuidar de ti. Soy yo quien la incitó a ir a Falcyn, esperando que él
fuera capaz de encontrarte y ayudarte a salir de aquí. No conté con su
reacción exagerada que resultaría en su muerte. Supongo que debería
haberlo hecho.
Aquella voz inesperada, dulce y lenta pasó por Falcyn como un cuchillo.
No.
No podría ser...
Su oído martilleando, se volvió para ver a Sarraxyn. Pálida y parada con
pies inestables, tenía un brazo apoyado contra la pared más cercana a ella.
—¿Xyn? ¿Realmente eres tú?
Ella le dirigió una débil sonrisa.
—Saludos, hermano.
Con sus propias extremidades temblando, cruzó la habitación para
tomarla en sus brazos.
—¿Cómo?
—No lo sé. Un minuto estaba congelada y luego estaba aquí.
Dondequiera que sea.
Cerrando los ojos, Falcyn apretó la mano en su largo cabello rojo como la
llama que se separó para mostrar sus puntiagudas orejas. Su translúcida,
vibrante mirada verde quemándolo. Ella seguía siendo una de las mujeres
más hermosas que había visto.
—Nunca pensé que te vería de nuevo.
Se aferró a su espalda.
—Lo sé. —Besando su mejilla, retrocedió para mirar fijamente a Maddor
—. Es tu padre, Maddor. Así como Blaise es tu hijo.
Eso absorbió todo el aire de la habitación y tuvo el mismo impacto que
una bomba nuclear detonando en medio de ellos.
Blaise se tambaleó hacia atrás.
—¿Q-q-q-qué?
Falcyn apretó los dientes por el modo en que le contó algo con lo que él
hubiera sido mucho más delicado.
Xyn asintió.
—Yo estaba allí cuando naciste. Tu madre estaba furiosa, pensando que
tu albinismo tenía que ver con la maldición de Max.
—¿Qué maldición?
Falcyn se estremeció cuando ella inconscientemente revelaba el secreto.
—Nunca le dije la verdad a Blaise, Xyn. —Por una razón… lo último que
quería era lastimarlo.
Su mandíbula se aflojó.
—Lo siento mucho. Supuse que lo sabía.
Falcyn sacudió la cabeza.
—Para cuando me enteré de su nacimiento, había crecido. No tenía
corazón para decirle entonces. Gracias hermana. Siempre fuiste buena para
delatarme.
Maddor se sentó.
—¿Blaise es mi hijo? ¿Cómo?
Xyn suspiró.
—Ormarra. Ella te ocultó su embarazo y esperaba aprovecharse del
nacimiento de Blaise para sacar ventaja.
—Cuando nací deforme, trató de matarme.
Brogan se movió para sostener a Blaise.
—¡No eres deforme!
Su fuerte tono fue puntualizado por el grito de Falcyn con las mismas
palabras.
—Y la maté por sus acciones contra ti —dijo Xyn—. Todo lo que se te
dijo, Blaise, fue una mentira inventada por Morgen para hacerte daño.
Todavía estabas húmedo de abrir tu huevo cuando te llevé a Emrys para
criarte. La única verdad que sabías era que tu padre era el líder de los
mandrakes.
Había asumido que era el mandrake anterior a Maddor, porque solo un
pequeño puñado de fey sabía que Maddor era el primero de su raza.
Otra mentira que Morgen había guardado para que nadie supiera que
estaba relacionada con su raza.
Maddor gruñó ante Xyn.
—¡Deberías haberme hablado de él!
—Estaba planeado una vez que supiera que estabas a salvo, pero Morgen
se enteró de mis intenciones y me atrapó aquí antes de que tuviera la
oportunidad.
Con un rugido feroz, Maddor se dirigió hacia Xyn, solo para ser detenido
por alguna fuerza invisible.
—No puedes hacerle daño —le recordó Brogan—. No te he dado su
nombre.
—¡Los odio a todos ustedes! —rugió.
Falcyn se estremeció cuando Medea se colocó junto a él para poder
ofrecerle consuelo. Pero la culpa que sentía por su hijo no duró mucho. Dio
paso a una furia profunda mientras miraba el antiguo cuerpo de dragón de
Maddor y luego al nuevo como el Black Crom.
—¡Cómo te atreves! Siéntete libre de odiarme todo lo que quieras. Me lo
merezco. Blaise, sin embargo, nunca ha hecho nada para merecer tu
animosidad. Es tu hijo. Uno que has tratado como el infierno y burlado a lo
largo de los siglos sin razón alguna. Le debes una disculpa.
Maddor se burló de Falcyn.
—¿Te atreves a darme una conferencia sobre la paternidad? ¿En serio?
—¡Sí, y te partiré el trasero, muchacho! Nunca pienses que no puedo
pelear contigo. Te juro, que he comido pieles mucho más duras que las
tuyas y he usado sus escamas de zapatos. Si quieres actuar como un niño,
entonces te trataré como uno.
El Crom real hizo un ruido profundo dentro del cuerpo del dragón.
Falcyn se volvió hacia él ante el sonido, curioso por lo que lo estaba
causando.
—¿Qué está pasando, Brogan? ¿Va a vomitar?
Ella sacudió su cabeza.
—Es la lucha entre ustedes dos. Lo alimenta. Lo hace...
El Crom se liberó y se levantó.
—Más fuerte —terminó con un chillido.
Blaise tomó su mano y tiró de ella detrás de él.
—¿Qué está haciendo ahora?
—No estoy seguro. —Falcyn extendió la mano para impedir que Medea
atrajera a la bestia cuando se movió para un ataque.
Porque el Crom no era el único dragón levantándose.
Todos lo estaban y no estaba seguro qué significaba eso. Pero con su
suerte, no era algo bueno.
—¿Maddor? —Falcyn miró a su hijo—. ¿Quieres volver a tu cuerpo real?
Su látigo crepitó mientras giraba en un lento círculo para examinar el
número de dragones originales que estaban ahora un poco más que en plan
enojado. Y como no tenían otro objetivo, estaban rodeando al único
enemigo que encontraron en la habitación.
Ellos.
Todo el grupo. Y eso incluía al líder de los mandrake que no podían
identificar como un dragón ya que estaba en el cuerpo del Crom y no tenía
cabeza.
—Sí, creo que sí.
Falcyn no podía culparlo. A juzgar por el estado de ánimo de los recién
animados dragones, cualquiera que no fuera uno de su clan escamoso estaba
a punto de ser comido.
Invocando sus poderes, Falcyn sintió que sus manos se calentaban al
comenzar el proceso de revertir lo que había hecho para cambiar el alma de
Maddor.
Lombrey se levantó en un esfuerzo por bloquear a los dragones, pero
pasaron a través de su forma no corpórea.
Urian rodó los ojos.
—Es bueno ser una sombra, ¿eh? Me hace desear ser una. —Sacó una
espada y se preparó para atacar.
Y justo cuando Falcyn comenzó el encantamiento, una luz brillante
destelló cerca de ellos. Fue intenso y abrasador. Tanto que lo cegó
temporalmente.
Hasta que su vista se aclaró lo suficiente como para ver a la última
criatura que habría esperado que apareciera en medio.
Simi Parthenopaeus.
Vestida con una falda púrpura corta, maya a rayas negras y rojas, y un
corsé a juego, era la… algo del Dark Hunter Acheron. Nadie estaba seguro
de qué, y Acheron nunca fue bueno en dar detalles, sobre Simi o cualquier
cosa.
Se interrumpió mientras examinaba a todos a su alrededor. Sus rojos
cuernos sobresalieron de la parte superior de su cabeza, así como una cola
apareció de debajo de su corta falda. Un conjunto de curtidas alas de
murciélago surgieron, haciéndole saber que el gótico demonio Caronte
estaba listo para la batalla. De lo contrario, sus alas habrían sido de un
suave color negro y plumas rojas.
Los ojos de Urian se abrieron de par en par.
—¿Simi? ¿Qué estás haciendo aquí?
—Akri le dijo a Simi que estabas actuando todo extraño y raro
últimamente, y que la Simi debería mantener un ojo en ti, Akri-Uri. Así
que… recogí tu frecuencia cardíaca durante mi pausa publicitaria. Desde
que sabía que no estarías con ninguna criatura como esa diosa-vaca
pelirroja haciendo cosas que hacen a la Simi quedarse ciega, pensé que
estabas en problemas. Así que pensé, Simi, es mejor que estés revisando a
ese viejo ex-Daimon para asegurarte de que está bien y que no está a punto
de recibir algo que no fuera amistoso.
Frunció el ceño mientras ponía su dedo en la mejilla para considerar sus
palabras.
—No, eso está mal. Estar en problemas. —Sonrió ampliamente,
mostrando sus colmillos—. ¿Estás en problemas, Akri-Uri? ¿Puede la Simi
comer tus problemas? Porque no creo que estos dragonlies estén en la lista
de no-comer de Simi. Bastante seguro que a Akri no le importará si la Simi
los devora. —Se mordió el labio con un entusiasmo infantil que casi hizo
sonreír a Falcyn. Especialmente cuando metió la mano en su mochila con
forma de ataúd y sacó un babero y una botella de salsa barbacoa para
prepararse su comida.
En el momento en que lo hizo, los dragones de hecho se retiraron.
Algunos incluso tragaron audiblemente.
Y eso puso a Maddor nervioso como el infierno.
—¿Que está pasando?
Xyn se echó a reír.
—Nadie es tan tonto como para enredarse con un hambriento Caronte.
¿No lo sabes?
Simi jadeó.
—¡Dilo! ¡La Simi tan-n-n-n-n hambrienta! Han pasado veinte minutos
desde que la Simi tuvo su último diamante... —Hizo una mueca al girar,
buscando comida.
Mientras avanzaba, los dragones retrocedían.
—¡Sí! —Urian se lanzó hacia ellos—. ¡Así es! Tengo un Caronte aquí y
no tengo miedo de soltarla. ¡Hah!
Un dragón estornudó a su lado, soplando fuego que llegó un poco
demasiado cerca de Urian.
Urian corrió hacia el lado de Simi, poniéndola entre ellos.
—¿Eres a prueba de fuego, Sim?
—A prueba de bombas, también. —Eructó y disparó una corriente de
fuego que causó que varios dragones buscaran refugio corriendo—. ¡Ves!
—Ah, montón de crías. —Con las manos en las caderas, Falcyn terminó
de poner a Maddor de nuevo en su cuerpo.
En el momento en que el Crom fue él mismo otra vez, tomó su látigo y
fue directamente a Brogan.
Todos se tensaron con la expectativa de lo que pretendía hacer con ella,
especialmente Blaise.
Brogan levantó la mano para hacerles saber que estaba bien. Después de
unos cuantos segundos, ella asintió.
—Paz para ti, Crom.
Con un brusco tirón de su abrigo, se lanzó sobre la espalda de su caballo
y desapareció.
—¿Qué dijo? —preguntó Blaise.
Ella sonrió cálidamente.
—Que nunca quiere volver a ser un dragón. Puedes quedarte con tu viejo
cuerpo apestoso.
Blaise resopló.
—No puedo culparlo.
Con los ojos brillantes, tomó su mano.
—Y dijo que vería acerca de la lista que le di. Odiaría ser Morgen ahora
mismo.
—No estoy muy segura de querer ser nosotros. —Medea miró a los
inquietos dragones, que todavía estaban observándolos un poco demasiado
cerca para su felicidad.
Xyn sostuvo sus manos en un arco.
—¿Cuánto tiempo hemos dormido?
—Siglos —dijeron Blaise y Falcyn al mismo tiempo.
Un murmullo infeliz los atravesó.
—¿Simi los come ahora, ya que todos están refunfuñando? —Sus alas se
crisparon con expectativa.
Los dragones se detuvieron inmediatamente.
Medea se echó a reír.
—Es bueno saber que no asustas a Daimons, Simi.
Simi apretó su dedo contra sus labios e inclinó la cabeza con una
adorable expresión. Sí, eso no tenía sentido para Falcyn. ¿Cómo podría una
criatura tan letal ser tan poco comúnmente encantadora? La dicotomía del
demonio gótico nunca dejaba de asombrarlo o sorprenderlo.
Ella frunció el ceño, luego sonrió a Medea.
—¡La Simi te conoce! Te veo mucho y un montón. ¡Eres la princesa
malvada que liberó al akra de Simi en Kalosis!
—También es mi hermana.
Simi jadeó ante las palabras de Urian. Entonces se sorprendió.
—Oh sí. Yo debería tener... pero espera. Tu papá es falso-akri. —Apretó
las manos contra sus cejas—. ¡La Simi está tan confusa!
Urian se rió.
—Así estoy casi todos los días.
Preocupado, él suavemente tiró de una de sus manos hasta que abrió los
ojos para mirarlo.
—Es como tu papá, Simi. Me sacaron del útero de mi madre antes de que
naciera y me pusieron en el vientre de otra. Así que la Apolita de quien nací
en realidad no era mi madre. Y Stryker no era realmente mi padre. Styxx es
mi padre y Betania es mi verdadera mamá.
—¡Ah! ¡Como Simi eres adaptable!
La sonrisa de Urian se ensanchó.
—Sí.
—Espera… —Brandor frunció el ceño—. ¿Quiere decir adoptada?
—¡No, tonto! —Con los brazos en jarra, Simi puso los ojos en blanco—.
Aunque ambos fuimos adoptados, la Simi quiere decir adaptable, porque
Akri-Uri tenía que improvisar con la gente, pero no su gente. No es
realmente un Daimon, es un semidiós. Lo cual es mejor. A veces, de todos
modos. —Le reprochó cuando miró de regreso a Urian—. Lo siento, Akri-
Uri. ¿Es por lo que experimentas mucha tristeza junto con la tristeza de
Phoebe?
Sus ojos se oscurecieron.
—No, Sin. En su mayor parte solo tengo la tristeza de Phoebe.
Ella extendió su salsa barbacoa hacia él.
—¿Quieres comer un dragón? Te hace sentir mucho mejor. Da calor y
agitación en el vientre.
Y eso logró conducir a los dragones hacia las sombras y a Lombrey a un
ataque.
—¡No! ¡No! ¡No! ¡No deben ocultarse en mi dominio! ¡Fuera, bestias
sarnosas!
Brandor se aclaró la garganta para disimular su risa.
—Sabes, con todo este ruido, Morgen está obligada a darse cuenta de lo
que ha sucedido. Podríamos pensar en salir de aquí antes de que envíe a
algo o alguien a investigar.
Falcyn asintió a su hermana.
—De acuerdo, debe estar un poco preocupada con el Crom detrás de ella,
aún podríamos llevarlos a mi isla. Solo para estar seguros.
Arqueó una ceja por su orden.
—¿A todos ellos? ¿Realmente piensas tolerarnos en tu espacio personal?
Trató de no agitarse ante la idea de que muchos invadieran su territorio,
pero...
—Será el lugar más seguro para ellos.
Xyn le besó la mejilla.
—Te amo.
Falcyn trató de no dejar que esas palabras lo debilitaran. Pero siempre lo
hacían. Solo su hermana se lo había dicho y lo decía en serio.
—Igualmente.
Ella se burló de su respuesta.
—Vivo para el día, Veles, en que puedas decir esa palabra sin asfixiarte
—Y con eso, reunió a los dragones y se fue.
Todos excepto Maddor.
—¿No te unirás a ellos?
—¿Cómo puedo? —Su tono era tan amargo como la luz en sus ojos—.
Estoy vinculado a Morgen. Al igual que todos los mandrakes. Gracias a ti.
Bastardo.
Falcyn se maldijo por no recordar eso.
—Debería haberte dejado en el cuerpo del Crom.
—No quería estar allí. —No había desaparecido la furia en su voz.
—Maddor...
Pasó junto a Falcyn.
—No digas nada. No queda nada entre nosotros. —Sus ojos traicionaron
su tormento mientras se acercaba a Blaise—. Nunca debí haber intentado
matarte. Eso estuvo mal de mí parte. Si hubiera sabido que eras mío
entonces, te habría protegido. —Con esas susurradas palabras, se
desvaneció.
—¿Qué tipo de disculpa fue esa? —Falcyn quería golpear a su hijo. Sin
embargo, no podía culparlo. Realmente no. Era su propio trasero, y el de
Max, el que quería estrujar más.
Blaise suspiró.
—Para Maddor, era importante. Créeme. Eso es lo más parecido a una
disculpa que nunca he oído de él. —Tragó saliva—. No puedo creer que
hayas guardado este secreto por tanto tiempo. Maldita sea.
—Nunca fue fácil. —Falcyn se preparó mientras hacía la pregunta que no
podía evitar—. En una escala del uno a diez, ¿Qué tan enojado estás?
—No lo sé... Ochenta.
Falcyn se estremeció.
—Pero extrañamente, no contigo.
Eso lo sorprendió.
—¿Cómo puedes no estar enojado conmigo?
—No lo sé. Quiero estarlo. Siento que debería estarlo, pero luego
recuerdo todas las veces que has estado allí, y... todavía quiero patear tu
trasero.
Falcyn resopló.
—Lo siento.
Simi frunció los labios.
—No estés tan triste, gente dragón. —Sus alas se agitaron, luego se
emplumaron mientras se acercaba a Blaise para abrazarlo.
Necesitando comodidad, Falcyn deslizó la mano en su bolsillo donde
guardaba su piedra dragón.
Su corazón se detuvo al darse cuenta de que Maddor no había salido con
las manos vacías.
—¿Qué es? —preguntó Medea.
—Ese bastardo... ¡Maddor robó mi piedra dragón!
Capítulo 17

Solo en su habitación, Maddor abrió la mano para estudiar la piedra


dragón de su padre.
Su padre.
Ese conocimiento le traspasó como un rayo. Todavía no estaba seguro de
cómo manejarlo. Durante todo este tiempo, se había creído abandonado. No
amado. Había imaginado que un completo bastardo había embarazado a su
madre y luego lo dejó para morir.
Entonces Morgen había inventado una historia mucho más siniestra de un
bastardo que lo había rechazado, y luego mató a su madre. En su mente, su
desconocido padre había adquirido una personalidad aún más horrible.
Ahora conocía el rostro del dragón que lo había creado.
Y una historia completamente diferente. Una que jamás se habría
atrevido a soñar que existía.
No un bastardo después de todo, si las mentiras de Falcyn fueran a ser
creídas.
A una parte de él no le importaba. Nada de eso importaba, y lo más
probable era que cada palabra de su boca hubiera sido una mentira.
De cualquier manera, absolutamente seguro de que no cambiaba su
pasado.
Todavía…
Tengo un padre que está vivo.
Y un hijo.
Intentó comprenderlo en el momento, pero nada le vino. Peor era el
conocimiento de que él sostenía una parte vital de su padre en la mano. Una
parte vital del mundo mismo.
Con esto, podría destruirlo.
Al igual que Excalibur, la piedra dragón era capaz de tomar la vida y
darla. El poder de ella emanaba y vibraba a través de su mano. A través de
todo su cuerpo.
Esto era poder primordial y excepcional. La clase que podría eliminar a
Morgen y a todo su Círculo.
Para siempre.
Con esto, él podría gobernar no sólo Camelot y Avalon, sino al mundo
entero.
Todos los mundos.
Y ahora estaba solamente bajo su control. Podría gobernar todo y a
todos.
—¿Qué haces, hombre dragón?
Dio un salto ante el acento cantarín del demonio Caronte, pensó que le
había dejado atrás con su padre. ¿Cómo diablos se había metido en su
habitación?
—¿Quién te dejó entrar?
Encogiéndose de hombros, ella se acercó como si él no fuera alguien de
quien preocuparse. Una tontería, dado que…
Bueno, en realidad no podía matarla. No estaba seguro de qué, en todo
caso, podría matar a su especie. Esas malditas cosas eran terriblemente
fuertes.
—Nadie está diciendo a la Simi no excepto por su akri, y tú no Akri.
Lindo como Akri, pero sólo Akri es Akri. No se aceptan otras excepciones
para la Simi. Con excepción de Akri-Styxx y después sólo a veces… y tal
vez Akri-Bas. Y a veces Akra-Kat y Akri-Lexie.
—No deberías estar aquí.
—Entonces dame lo que agarraste y la Simi se irá. —Estiró su brazo con
la palma abierta y se inclinó hacia él en un gesto muy infantil.
Ella era tan honesta y de fiar. No podía imaginar siquiera ser así. Su vida
nunca se había inclinado a ello.
Una parte de él se enojó por ello. La otra, estaba curiosa.
Pero no era tan tonto como para actuar en contra de ella. Su instinto de
supervivencia mantenía su temperamento bajo control y decidió que el
mejor curso de acción era fingir ignorancia con ella.
—No sé de qué estás hablando.
Ella movió su dedo.
—Sí, tú sabes. Por supuesto que sí. Ahora sea un buen muchacho dragón.
—Señaló a la piedra—. Akri-Falcyn está muy molesto porque agarró su
juguete. Él dice que lo necesita y entonces estoy aquí para conseguirlo.
Porque la Simi no lo quiere triste. ¿Nadie te dijo nunca que no robes? ¡No
agarras lo que no te pertenece! Ahora entrégalo.
—¿Y qué de la infancia que él me robó?
Simi chasqueó la lengua.
—No estés culpando a otros por tus malos actos. O tratando de justificar
la robeza cuando está mal, no importa cómo lo rebanes y troces. Ni siquiera
lo intentes con las patatas en juliana. O conos de wafle tampoco. Tú sabes
que no hiciste la piedra porque no eres una mujer demonio y sabes que lo
agarró del bolsillo de tu papá. ¡Ahora devuélvelo!
—¿O qué?
Frunciendo los labios, ladeó la cadera y apoyó las manos en la cintura
estrecha.
—¿De verdad quieres ir allí? Porque la Simi podría usar algo de
barbacoa. Y la carne de dragón es la más rica. Solo digo.
Maddor fue a decirle dónde empujar la piedra y seguir negando que la
tenía. Pero en el momento en que abrió la boca para hablar, todo el dolor de
ello lo golpeó como un golpe físico.
Todos los años de su brutal infancia y su humillante subordinación a
Morgen. Todas las veces que había deseado una mano que lo tocara.
Alguien que le dijera que no era lo que ellos le llamaban.
Ahora…
Abrumado, se ahogó en un sollozo.
Simi dejó escapar un ruido angustiado.
—Oh, no, señor Humano Dragón. ¿La Simi te rompió?
Sí, pero no fue sólo su corazón que se hizo añicos cuando recuerdos tras
recuerdo lo atravesaron. A pesar de que vivió la mayor parte de su vida
como un hombre, nunca había sido tratado como un ser humano. Solamente
un animal que Morgen temía se orinara en su alfombra y masticara sus
zapatos favoritos.
Incluso ahora, podía verse en la jaula donde lo mantuvieron. Escuchaba
la risa burlona que nunca estuvo lejos de la superficie de su dolor.
¡Rey de los mandrakes pude que seas, pero nunca olvides quién tiene tu
correa, muchacho! La mano que te alimenta puede convertirse rápidamente
en la mano que te elimine.
Maddor se estremeció ante las imágenes que tomaron turnos para
agredirlo sin piedad. Odiaba la vida. Siempre lo hacía. Cada puto latido del
corazón no era más que otra oportunidad para que otra persona te dijera lo
inútil que eras. Cuánto lo odiaban.
Y su padre pensó que una simple disculpa podría rectificar eso. Sí, como
no…
Con una expresión afligida, Simi se acercó a él.
—No estés tan triste, hombre dragón. Está bien. ¡Lo ves! Sólo porque
estás enojado con tu papá no hace de él un malvado y desagradable dragón.
Incluso la Simi puede decir que te quiere. Debes hablar con él.
—No lo entiendes.
—No, no lo hago. Me pongo molesta. Me pongo triste. Pero cuando
puedes elegir entre ser amado por alguien o estar completamente solo,
parece para la Simi que ser amado es siempre mejor que estar solo. Mi akri
incluso perdonó a Akri-Styxx y Akri-Styxx perdonó a mi akri. Akri-Styxx
me perdonó por matarlo. Si ellos pudieron aprender a ser amigos y
perdonar, sé que tú puedes, también. Después de todo, tu papá no te mató.
Eso era cierto, supuso.
—Haces que suene fácil.
—Lo es. —Se acercó para ahuecar su barbilla y apretar sus mejillas—.
Lo siento. Está bien. No pretendía ser una iditica. ¿Ves? Sencillo, pan
comido con extra queso.
Él frunció el ceño ante su tono más profundo donde imitó su voz. Maldita
sea, la demonio gótica era encantadora.
Su ceño se fundió a una dulce sonrisa.
—¡Ves! Eso es todo lo que tienes que hacer.
Pero no era tan sencillo como ella lo decía.
—Si se lo doy a Morgen, ella me liberará. Y podré salir de aquí.
Simi hizo un sonido peculiar, casi como una bocina.
—¿Lo hará? ¿Estás seguro de eso?
Él se encogió cuando Simi expresó su propia duda. Morgen no era
precisamente conocida por mantener su palabra o por su integridad.
Joder a las personas…
Mentir cuando podía decir la verdad…
Ese era sin duda su fuerte. Infierno, la perra era conocida por tomarse las
molestias de joder a otros.
Literal y figurativamente.
Él se aferró a la piedra.
—Haz lo correcto, hombre dragón. Devuélvelo y pide perdón a tu papá.
Haz lo correcto para que pueda amarte y no sentirse todo mal y pegajoso
que te ame.
¿El único problema con eso? No sabía qué era lo correcto de hacer.
Proteger a su padre.
O proteger su propio culo, ya que nadie más lo hizo alguna vez.
<><><><><>
Medea se sentía horrible por Falcyn. Todos estos siglos, había pensado
que la peor cosa en el mundo había sido perder a su hijo. Viendo a Falcyn
ahora, se dio cuenta que no era lo peor.
Un hijo vivo que te odiaba era mucho más cruel.
Blaise y los demás habían vuelto sin ellos. Dividida entre su familia y
Falcyn, había decidido permanecer aquí en Camelot con él.
Él la necesitaba más.
Falcyn estaba solo y la miseria en sus ojos la mantuvo a su lado a pesar
de que sabía que era necesaria en Kalosis. Además, no había nada que
pudiera hacer por su gente sin su piedra dragón.
Su corazón se rompía por él, lo atrajo hacia sí y lo sostuvo con fuerza. El
hecho de que él no protestara le dijo exactamente cuán herido estaba por
todo. Estaba débil, y sabía por Urian que se trataba de un estado al que este
dragón no estaba acostumbrado.
Lo menos que podía hacer era consolarlo.
Cerrando los ojos, aspiró su olor mientras pasaba sus manos por su
cabello.
Falcyn se atragantó con sus lágrimas y una ola de ternura desconocida
despertó por Medea en el interior de su corazón muerto. El dragón en él
quería llevársela a su guarida y mantenerla allí, al demonio las protestas. De
ahí las leyendas de la antigüedad sobre su especie. Había sido su soledad y
la miseria extrema lo que había causado que su especie secuestrara
compañeros y los obligaran a sus guaridas aisladas.
Sin embargo, él nunca había hecho tal cosa. Nunca había querido.
Hasta ahora.
Desde que podía recordar, había estado recluido en una manera que
ningún otro dragón había sido. La única vez que había sido débil fue
después de la muerte de Haydn. Incapaz de lidiar con la pérdida de su
hermano, había permitido a Igraine seducirlo por Morgen.
Se había engañado entonces. Y lo había sabido. Sólo que no le había
importado. Algo para evitar estar a solas con su culpa por la muerte de su
hermano.
Ahora había jodido no sólo su vida, sino la de Maddor también.
Y la de Medea. Debido a esto, el pueblo de ella moriría. Lo más probable
es que sus padres, también. Sin embargo, ella no lo maldijo por ser estúpido
o descuidado.
Más bien, se quedó a su lado.
La mujer era tan extraña y no tenía sentido alguno para él.
—¿Por qué estás siendo tan amable conmigo?
Medea dejó escapar una risa suave.
—Ni idea. De seguro soy alguna clase de estúpida.
Enterrando la cara en su cuello, inhaló su dulce aroma y sacudió la
cabeza.
—Nunca eres eso.
—Por supuesto que lo soy. De lo contrario, me habría ido ya. Sólo una
total idiota estaría aquí en el dominio de su enemigo por ninguna buena
razón. —Medea jugó con el cinturón de Falcyn. Realmente no debería estar
con él ahora y lo sabía. Sin embargo, no se atrevía a dejarlo y ni siquiera
sabía por qué.
Esto se sentía correcto. Necesitaba estar con él en su hora de necesidad.
Darle comodidad cuando él no tenía a nadie más que lo aceptara.
Y no podía apartar los ojos de él. O sus manos. Había pasado demasiado
tiempo desde que se había sentido así. Desde que había querido estar con
alguien.
Y por el tamaño de su evidente erección, él estaba muy interesado,
también.
—¿En qué estás pensando, princesa?
Medea se mordió el labio mientras el miedo la consumía.
—Que debería irme.
Él le dio una sonrisa ladeada.
—Yo prefiero que te quedes.
Tomando una respiración profunda, le sacó la camisa por la cabeza, y
luego la suya.
—Somos dos especies completamente diferentes. Esto nunca va a
funcionar.
Falcyn no podía respirar cuando ella vaciló. Oh caramba, esto realmente
era cruel.
—No te burles de mí, princesa.
Con una lentitud que era una auténtica tortura, ella se desabrochó el
cinturón y se quitó los zapatos. Juró que su corazón dejó de latir mientras la
veía abrir ese cinturón, luego su bragueta.
La forma en que movió las caderas para deslizar sus pantalones hacia
abajo lo golpeó como un puño en el estómago.
Expulsó un aliento apreciativo ante la vista de su cuerpo desnudo. Ella no
era flaca, sino más bien tenía curvas exuberantes y llenas que eran perfectas
y la boca se le hizo agua.
Medea sabía que debería estar regresando a Kalosis para cuidar de los
otros, pero no pudo. Necesitaba este momento con Falcyn. Era una
necesidad imperativa que no podía negar. El mundo entero podría arder por
completo y a ella no le importaría.
Vaciló delante de ella, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo.
Oler el aroma de su piel. Era todo lo que podía hacer para no entrar en el
calor de él. Presionar su cuerpo contra el suyo…
Congelada en el lugar, ella no se movió mientras él se inclinaba hacia ella
y respiraba contra su cuello. Se retiró muy ligeramente.
—Hueles como los lirios.
Y el olía como la oscuridad y toda piel masculina. Sus pechos se
endurecieron ante el pensamiento, Medea volvió la cabeza y antes de que
supiera lo que estaba haciendo, él bajó sus labios a los suyos. Ella gimió
ante su sabor decadente.
Él ahuecó su rostro entre las manos mientras su lengua exploraba con
avidez cada milímetro de su boca. Se estremeció. Este señor dragón oscuro
ciertamente sabía cómo besar. Su cabeza estaba nadando, enterró las manos
en su grueso y ondulado cabello.
El corazón de Falcyn palpitó al probar sus labios. Se consumió en su
pasión y estuvo perdido. Perdido en ella. Entre la sensación de sus manos y
el calor de sus propias necesidades, estaba perdido y lo sabía. Se retiró
solamente un poquito para morder la comisura de la deliciosa boca.
Gruñendo, se agachó para poder recogerla y cargarla hasta un pequeño
rincón acolchado.
Medea sintió una oleada de alegría vertiginosa cuando Falcyn acarició
sus pechos. Cada parte de ella ardía por su toque.
Y luego hizo lo que tenía que ser la cosa más tierna que un hombre había
hecho por ella. Envolvió los brazos a su alrededor y simplemente la abrazó
con la cabeza en su hombro mientras se mecía con ella. Algo en su interior
se rompió y se fundió ante la sensación de ser sostenida así… como si fuera
preciada para él. Solamente suya.
Falcyn cerró los ojos mientras se deleitaba en la sensación de su piel
caliente, desnuda contra la suya. Sus senos fueron presionados contra su
pecho mientras sus muslos se abrazaban a sus caderas desnudas. Dios, había
pasado tanto tiempo desde que tuvo a una mujer simplemente abrazándolo,
y nunca tuvo uno tan dulce.
La mayoría de las mujeres con las que había dormido lo habrían arañando
a estas alturas, queriendo satisfacción. Pero Medea se limitó a sostenerlo
como si fueran algo más que extraños. Como si él fuera algo más que una
herramienta a la que usar para satisfacer sus necesidades.
Se echó hacia atrás para volver a sus labios antes de tomar su mano en la
suya y llevarla a la parte de él que más estaba deseándola.
Ella se mordió los labios mientras exploraba con cuidado la longitud de
su pene con dedos elegantes.
—Eres tan hermosa —susurró en su oído.
Medea gimió cuando Falcyn rodó sobre su espalda y la atrajo hacia él. Se
sentía tan bien estar con un hombre de nuevo. Ser sostenida, incluso si eran
poco más que extraños. Por alguna razón, él le hacía sentir hermosa. No
tenía sentido, pero lo hizo.
Queriendo complacerlo, se montó a horcajadas sobre sus caderas antes de
deslizar su cuerpo lentamente sobre el suyo.
Él siseó antes de morderse el labio y levantar sus caderas para llevarse a
sí mismo aún más profundamente en su interior. La mirada de puro placer
en su rostro la emocionó. No podía recordar la última vez que un hombre
había sido tan feliz de estar con ella.
A diferencia de los otros con los que había estado, él no estaba nervioso
en absoluto. Estaba relajado y tranquilo.
Su igual.
Medea tomó su mano entre las suyas y la sostuvo cerca. Entendía que ella
no significaba nada para él y que cuando esto terminara, él probablemente
se alejaría. El pensamiento dolió y sin embargo aún no podría forzarse a
detener esto.
No sabía por qué, pero en realidad quería estar con él, incluso si era sólo
temporal.
Falcyn suspiró mientras incitaba sus labios y su pálido cabello caía
alrededor de ellos en una cortina suave. Oh sí, esto era lo que había
necesitado más o menos. Ninguna mujer se había sentido mejor que Medea.
Ella lo montó lento y con calma, al menos al principio. Pero al cabo de unos
minutos, aceleró sus golpes.
Al percibir lo que necesitaba, se dio la vuelta con ella hasta que estuvo
debajo de él.
Medea arqueó su espalda cuando Falcyn se echó hacia atrás y empujó
profundamente en su interior. Se movía más y más rápido, estimulando su
placer hasta que ella no pudo aguantar más. Cuando llegó, su orgasmo fue
tan intenso que gritó con fuerza.
Fuego brillaba en sus ojos azules de acero mientras sonreía hacia ella. Se
movió aún más rápido hasta que se unió a ella en ese momento perfecto de
felicidad. Y dejó escapar un fuerte grito de placer. Mientras se estremecía
en sus brazos, ella lo acunó con todo su cuerpo, y se deslizó hacia atrás
desde el borde ondulante. Se sentía extremadamente bien mientras le pasaba
la mano por los músculos de la espalda.
Ella no se había sentido tan en paz en mucho, mucho tiempo, y estaba
realmente agradecida por eso. Abrumada por el sentimiento, presionó la
mejilla con la suya para así poder sentir su barba insipiente contra su suave
piel.
Completamente satisfecho, Falcyn se recostó contra su cuerpo mientras
su corazón acelerado ralentizaba su ritmo frenético. Por primera vez en
años sintió una paz profundamente arraigada y ni siquiera sabía por qué.
Había algo mágico en este momento. Algo mágico en ella.
Se tumbó encima de ella, reticente a moverse mientras ella jugaba con su
cabello y pasaba la otra mano a lo largo de su columna vertebral.
—No soy demasiado pesado, ¿verdad?
—Definitivamente no —dijo soñolienta—. Me gusta la forma en que te
sientes.
Gruñendo cuando otra ola de deseo lo golpeó, movió sus caderas contra
las de ella, conduciéndose un poco más en su interior.
—Me gusta la forma en que te sientes, también.
Medea le sonrió mientras trazaba pequeños círculos alrededor de su
pecho.
—No quiero volver a levantarme de aquí.
—Ni yo. —Pero tan pronto pronunció esas palabras y se levantó para
besarla, sintió moverse el aire alrededor de él.
Inseguro de quién se atrevía a invadir sus dominios, Falcyn manifestó su
ropa en su cuerpo, y sostuvo una sábana para proteger a Medea mientras
ella rápidamente siguió el ejemplo.
Se apartó de ella para enfrentarse al recién llegado y estuvo agradecido
de no haberla lastimado cuando se retiró tan rápidamente de su cuerpo.
A unos pocos centímetros a su izquierda, una sombra comenzó a
materializarse. La conmoción hizo que se congelara mientras se encontraba
con la mirada hostil de Maddor al momento en que su hijo se solidificó en
la caverna con ellos.
Durante un minuto, nadie se movió. No hasta que Maddor se adelantó y,
para absoluta sorpresa de Falcyn, le entregó su piedra dragón. El calor de
ella quemó la palma de Falcyn.
Su mandíbula se aflojó, miró de ella a Maddor.
—Pensé que le habías dado esto a Morgen.
Maddor dejó que su mano vagara antes de retirarse en las sombras.
—Sé que no debo poner mi confianza en ella. Contigo… —Se encogió de
hombros—. Al menos mátame antes de entregarme.
Falcyn apretó la piedra en su mano mientras se encontró con la mirada
cautelosa de su hijo.
—No voy a entregarte. Nunca. Puede que yo sea un bastardo, pero
siempre soy leal. Incluso a aquellos que quiero hacer traspasar una pared.
En vez de consolarlo, esas palabras llevaron aún más tormento y tristeza
a los ojos de Maddor.
—No estoy acostumbrado a que nadie me atrape cuando tropiezo.
Simi chasqueó la lengua en desaprobación cuando apareció detrás de él, y
luego lo empujó con fuerza con ambas manos.
Perdiendo todo el equilibrio, Maddor tropezó en los brazos de Falcyn.
Instintivamente, abrazó a su hijo en su contra.
—¡Ahí tienes! —Simi sonrió—. A veces todos necesitamos solamente un
pequeñito empujón. —La satisfacción brilló en sus ojos de color rojo
oscuro. Sus alas emplumadas se agitaban.
Falcyn habría resoplado hacia ella, pero en ese momento… todo lo que
podía hacer era sostener a su hijo.
Durante varios segundos, Maddor estuvo tenso y rígido en sus brazos.
Hasta que se fundió para devolverle el abrazo.
—¿De verdad no me abandonaste? —Su voz era apenas más que un
susurro ronco.
—Lo he intentado todo para llegar a ti. Maldito sea mi hermano por ello.
Morgen me había dejado fuera por completo.
—Todavía te odio.
—Yo me odio más. Créeme.
Maddor apretó los dientes contra el hombro de Falcyn antes de dar una
palmada en su espalda y alejarse un paso.
Falcyn no pasó por alto la forma en que sus ojos brillaban en la
penumbra. Se aclaró la garganta con brusquedad, Maddor se obligó a
parecer severo.
—Tienes que salir de aquí antes de que Morgen se dé cuenta que no estoy
llevándole la piedra. No quieres tener eso aquí en su reino. Ella va a
destrozarte.
—Ven conmigo, entonces.
—No puedo. Estoy encerrado aquí.
—Maddor…
—Está bien —dijo, deteniendo a Falcyn—. Estoy acostumbrado a eso.
Toma la piedra y ayuda a tantos como puedas con ella. Si Morgen usa eso
para liberar a Mordred, todo el infierno descenderá sobre el mundo de
nuevo. Tanto como la odio, odio más a ese pequeño cabrón. —Le entregó a
Falcyn un pequeño amuleto redondo que estaba grabado con un dragón.
—¿Qué es esto?
—La llave para el portal. Con esto, puedes dejar este reino.
Falcyn lo apretó en su mano.
—Volveré por ti. Lo juro. Y voy a exigir la cabeza de Morgen si discute.
Él sonrió con tristeza.
—No voy a hacerme muchas ilusiones. Pero es genial tener a alguien
finalmente ofreciéndolo. —Y con eso, abrió un portal—. Piensa en tu hogar
y te guiará a él.
Simi dio un paso adelante para abrazar a Maddor.
—Buen hombre dragón. ¡La Simi les ayudará a liberar a los dragones!
Una promesa. Y la Simi nunca rompe su palabra.
—Gracias, Simi.
Falcyn esperó hasta que las mujeres pasaron por delante antes de tirar de
Maddor a sus brazos.
—Te quiero, Maddor.
Xyn estaría orgulloso de él. No se había ahogado con las palabras en
absoluto.
Como era de esperar, Maddor no las repitió. Él simplemente le golpeó en
la espalda, y luego lo empujó a través del portal.
Fuerte.
Pero mientras era aspirado a través de las dimensiones, oyó la voz débil
de su hijo.
—Yo también te quiero, bastardo inútil.
Falcyn quiso regresar a su hijo, pero ya era demasiado tarde. El vórtice lo
chupó directamente al Santuario. De vuelta a la habitación en la tercera
planta, donde todas las criaturas sobrenaturales eran arrastradas a causa de
los escudos que la familia de osos había puesto aquí para asegurar que
ningún humano accidentalmente se expusiera a sus poderes sobrenaturales.
Colt Theodorakopolus se puso de pie tan pronto como vio entrar a
Falcyn. Alto y de cabello oscuro, el Centinela were-oso era un habitual en
el personal que trabajaba como guardia de seguridad y tocaba la guitarra
para la banda de la casa, The Howlers.
—Ah, eres tú. —Desinteresado, Colt se sentó de nuevo y volvió a su
lector electrónico.
Falcyn le hizo una mueca.
—¿Dónde está Medea?
Él hizo un gesto con la barbilla hacia la puerta y agarró su cerveza.
—Se dirigió a ver a Max tan pronto como llegó.
Ese pensamiento hizo que su estómago se contrajera. ¿Qué en el mundo
podría querer de su hermano?
A no ser que…
Ah, mierda. Sabía la respuesta sin preguntar.
Un mal presentimiento lo atravesó. Sólo podía pensar en una razón por la
que Medea buscaría a Max.
Aterrorizado por el mero pensamiento de la mierda que ella iniciaría, se
teletransportó a la habitación del ático de Max para encontrar a Medea
enredada con la esposa Amazona de Max, Serafina.
Sí, justo lo que se había figurado.
—¡Hey! —Agarró a Medea enderezándola en sus brazos y la apartó. Ella
pateó sus piernas en el aire, pero curiosamente no lo pateó a él.
Cuando Sera fue a avanzar, Max la agarró para evitar que volviera a
entablar la lucha.
—Gracias a los dioses que estás aquí.
Con Medea aún corcoveando en sus brazos, Falcyn le gruñó a su
hermano.
—¿Que está pasando?
De cabello rojizo y voluptuosa, Sera gesticuló hacia Medea.
—¡Ella atacó a Max!
Falcyn arqueó una ceja hacia Medea.
—¿De verdad?
Ella se detuvo retorciéndose y esperó hasta que la puso de nuevo en el
suelo antes de contestar. Con un tirón indignada, se enderezó su ropa.
—Debe pagarte por lo que les hizo a Maddor y a ti.
Le tomó todo lo que tenía para no sonreír hacia su salvaje Apolita. Sólo
Xyn lo había protegido alguna vez de tal manera. Y antes de que pudiera
detenerse, ahuecó su rostro entre las manos y la besó.
Max jadeó.
Medea siseó de lo bien que sabía su dragón. Empuñando su camisa,
deseó que estuvieran solos. Una buena pelea siempre hacia hervir su sangre,
y eso combinado con su aroma era todo lo que necesitaba para querer
mordisquearlo toda la noche.
Lamentablemente, él pasó su lengua contra la de ella, y luego se apartó
para mirar a su hermano. Sin embargo, ella no pasó por alto el hecho de que
él se puso entre ella y ellos.
Mantuvo la mano en su musculosa espalda cuando se dio cuenta que lo
único que realmente tenía en común con su hermano era el hecho de que
ambos eran excepcionalmente guapos. Sin embargo, Max era más pálido
cuando Falcyn era más oscuro. El cabello rubio de Max enmarcaba rasgos
cincelados y un par de ojos de oro plateado.
Sí, no se parecía en nada a Falcyn.
Al menos no hasta que inclinó la ceja en una expresión que era idéntica a
la utilizada por Falcyn cada vez que estaba irritado. Ahora veía las
similitudes.
Mientras Max miraba a su mujer, ella tuvo una nueva epifanía sobre el
dragón.
Mierda.
Literalmente. No era de extrañar que los dos dragones fueran tan
diferentes. Todo tenía sentido ahora.
—Max es parte Arel. —Las palabras salieron volando de su boca antes de
que pudiera detenerlas.
Los tres se volvieron en un jadeo hacia ella.
—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó Falcyn.
Ella hizo un gesto hacia la bestia. Aparte del hecho de que parecía uno…
—Él apesta a ellos. Del mismo modo que sé que eres parte demonio, y
algo mucho más traicionero. No puedes confundirlo. Su sangre corre por él.
Rezuma de él. Todo en él traiciona su crianza.
Un tic empezó a palpitar en la mandíbula de Max.
—No hablamos de mi padre. Jamás. —Él estrechó su mirada hacia
Falcyn—. Del mismo modo que no hablamos del suyo.
Tal vez no, pero al menos ella finalmente entendía por qué Max había
hecho lo que hizo en cuanto a Maddor concernía. Arel bastardo estúpido.
Todos ellos. No eran más que pedantes mojigatos.
¿Lo peor? Nunca pondrían la sangre en primer lugar. No estaba en ellos.
Rodando los ojos, ella tiró de la camisa de Falcyn.
—Tenemos que lograr sacar a Maddor de Camelot.
—Lo sé. Pero primero vamos a ver a tus padres.
Max balbuceó.
—¿Tienes la intención de ayudar a los Daimons? ¿Estás loco? ¡Son
Daimons!
Falcyn se encogió de hombros.
—Mi piedra. Mis reglas.
—Son Daimons —repitió Max.
Falcyn se inclinó para susurrarle al oído.
—Y tú eres el que personalmente causó que todas las razas de Were
Hunter fueran condenados por los dioses griegos a una guerra eterna entre
sí, Dragonbane. Así que no me sermonees sobre lo correcto e incorrecto.
Especialmente no en lo que a ellos respecta. Yo hago lo que quiero, que se
pudran tus reglas. —Y con eso, tomó la mano de Medea y la proyectó desde
el Santuario a Kalosis.
Algo que Medea pensó era una buena idea hasta que se manifestaron en
el gran salón de su padre en el centro del reino Daimon.
Tan pronto como aparecieron en la parte delantera del vacío trono de
hueso de Stryker un fuerte rugido atronador llegó. Nunca había oído tal
clamor. Y definitivamente no aquí. Este era el lugar donde todo el mundo
llegaba la primera vez que viajaban a Kalosis. Se creó para que su padre
pudiera controlarlos.
Había sido de esa manera desde que cualquiera tuviera memoria.
Apollymi siempre se sentaba en el centro de su jardín de piedra, donde
vigilaba el mundo del hombre mediante su piscina negra que reflejaba el
mundo del hombre.
Hoy, sin embargo, todo cambió.
En el momento en que ella y Falcyn se materializaron ante el asiento de
su padre, Apollymi estaba allí en su completo esplendor de diosa. Su
cabello rubio, casi blanco se agitaba en torno de su cuerpo delgado. Su
largo vestido negro estaba pegado contra ella mientras los vientos
silenciosos azotaban por el pasillo y enviaban a cada Daimon allí a
dispersarse por refugio. El espiral de color plata de sus ojos se volvió de
color rojo sangre mientras su ira contorsionaba su hermoso rostro en uno de
rabia suprema.
—¡Cómo te atreves! —gruñó ella.
Falcyn incluso ni se estremeció. Más bien, se enfrentó a la antigua diosa
sin miedo o ira.
—He venido con buena intención y en paz, Braith. No hay ningún mal
para ti en mi corazón. —Levantó las manos con las palmas frente a él para
mostrarle que estaban vacías.
Sin embargo, ella no dio marcha atrás.
—¿Cómo puedo confiar en ti?
—¿Cómo puedo confiar yo en ti, querida tía? Pero si hubiera querido
hacerte daño, te habría golpeado en el corazón… donde eres más débil. Y
no lo habría hecho aquí en tu fortaleza. Sino en el mundo donde no tienes
alcance.
Eso logró calmarla.
—No te atreverías.
—No te tengo miedo, Bra. Honestamente, la vida es una carga de la que
puedo prescindir. Pero no soy mi padre, y nunca te haría lo que me hizo a
mí. Vine aquí solamente para ayudar.
El viento finalmente se calmó.
Sus ojos volvieron a su plata en espiral familiar mientras su cabello se
asentaba de vuelta a sus hombros. Por su propia voluntad, su cabello se
enrolló en un moño trenzado impecable e intrincado alrededor de su rostro.
—Es difícil confiar en un antiguo enemigo.
Falcyn arqueó una ceja ante eso.
—Yo nunca fui tu enemigo. —Esos habían sido sus padres. Nunca él.
Ella encontró la mirada de Medea.
—¿Tu lo trajiste aquí?
—Sí.
—Entonces te hago responsable por sus acciones. Será mejor que reses
para que se comporte.
Falcyn se burló de su tono amargo.
—La misma vieja Braith. Veo que el tiempo no te ha suavizado nada.
—¿Cómo podría? ¿Cuando todo lo que tengo es la amargura de mi
compañía?
—Entonces tenemos mucho en común, ¿verdad? —Él inclinó la cabeza
hacia Medea—. ¿Dónde están sus padres?
—En la cama, supongo.
—Llévame a ellos.
Sin decir una palabra, ella lo condujo por un pasillo largo y oscuro.
Apollymi seguido después de ellos, como si no confiara en él en su
dominio, en absoluto. Sería gracioso si eso no lo enojara.
Falcyn la miró por encima del hombro.
—¿Tienes miedo de que vaya a darme a la fuga con algo?
—Podrías. Nunca podría confiar en un dragón. La última vez que uno de
ustedes estuvo aquí, orinó mis alfombras y rompió el techo.
—Trataré de contenerme.
—Hazlo por favor, ya que no tengo ganas de redecorar con otra cosa
además de tus entrañas.
Falcyn gruñó cuando Medea abrió la puerta a un dormitorio y vio la gran
cama con dosel, donde una mujer que tenía un asombroso parecido con ella
yacía en enfermiza miseria. En cuanto se abrió la puerta un hombre se
levantó para enfrentarlos.
Luego golpeó el suelo donde estaba parado también, retorciéndose de su
propia enfermedad.
—¡Papá! —Medea corrió a su lado para ver cómo estaba.
Con un gemido feroz, se forzó a ponerse en pie y así poder enfrentar a
Falcyn. A pesar de que no representaba una gran amenaza en esa condición.
Lo peor que podía hacer era vomitar sobre él.
—Relájate, Stryker. Estoy aquí para ayudar. —Falcyn se movió hacia
Zephyra, quien estaba tan débil que apenas podía abrir los ojos. No era de
extrañar que Medea hubiera estado aterrorizada. Dudaba que hubieran
logrado pasar otro día en esta condición.
Ella había tenido razón. Apolo había enviado una infernal enfermedad
para ellos.
Tal y como estaba, Stryker se vio obligado a sentarse en la cama.
Con la ayuda de Medea.
—¿Cuánto tiempo has estado ausente? —Su voz era débil.
—Un día.
Stryker tragó saliva.
—¿Estás enferma?
—No.
—Entonces no deberías haber regresado. Deberías haberte quedado
donde la enfermedad no pudiera alcanzarte.
—No podía dejarte así de enfermo.
Stryker estiró el brazo hacia su esposa.
—Ella había estado tan fuerte hasta hace aproximadamente una hora. —
Una lágrima corrió por su mejilla.
Falcyn tiró de la sábana para ver una furiosa erupción que cubría la piel
pálida de Zephyra. Las ampollas se habían abierto en heridas infectadas.
—No la voy a dejar morir. No te preocupes.
Por primera vez, sintió a Apollymi acercársele con algo más que odio o
desconfianza.
De hecho, puso su mano sobre él con una ternura que era completamente
inesperada.
—¿Puedo ayudar?
—Llévate a Medea de aquí para que no pueda ser infectada mientras
trabajo.
Asintiendo, Apollymi extendió su mano hacia Medea.
—Ven, hija.
Medea vaciló.
—Falcyn…
—Por favor… podré concentrarme mejor si estás a salvo.
Por mucho que odiaba irse, inclinó la cabeza y soltó la mano de su padre,
luego siguió a Apollymi fuera de la habitación.
Mordiéndose el labio, Medea vaciló en la puerta para volver la mirada y
escuchar que Falcyn cantaba en un murmullo. Él sujetó la piedra dragón en
la mano y la hizo girar una y otra vez. Un potente resplandor emanó de la
piedra entre sus dedos para iluminar el rostro con sombras.
Apollymi la sacó de la habitación y cerró la puerta.
—Él los curará, ¿verdad?
—Sí, creo que lo hará.
Entonces ¿por qué sus tripas estaban apretándose tanto? ¿Por qué algo se
siente tan erróneo? Estaba en casa ahora.
Sin embargo…
Medea estaba tan inestable.
Apollymi vaciló como si escuchara su incertidumbre.
—¿Estás bien, hija?
—No lo sé.
Apollymi miró hacia la puerta y suspiró.
—Debería haber sabido que Apolo haría algo como esto. Siempre fue un
bastardo traicionero. Todos ellos lo eran.
Ella captó la nota pesada en la voz de la antigua diosa.
—¿Ellos?
—Los griegos. Bastardos arribistas. Todos en su totalidad. Culpo a
Archon por su ascenso. Mentiroso pedazo de mierda. Todos ellos deberían
haber sido ahogados en cuanto se arrastraron a la existencia.
Archon había sido el rey de los dioses Atlantes, y el marido de Apollymi.
—¿Por qué te casaste con él si lo odiabas?
—Me mintió. Yo pensaba que era mi Kissare volviendo a la vida. Pero no
lo era. Demasiado tarde, me enteré de que era un truco que me jugaron para
mantenerme bajo control.
Los ojos de Apollymi nadaron en las lágrimas no derramadas.
—Con demasiada frecuencia dejamos que nuestros corazones guíen
nuestras cabezas, e ignoramos las señales que son enviadas para advertirnos
de la verdad. Yo quería a mi Kissare tan desesperadamente que vi su cara
cuando no estaba allí. Y luego, cuando estuvo de vuelta, yo había estado tan
consumida que ya no creía en él o en cualquier otra cosa. Y sobre todo no
en algo tan cruel como el amor. —Arrastró una respiración entrecortada—.
¿La parte más triste, Medea? Nuestros peores infiernos se hacen siempre
por nuestras propias malas decisiones.
Y eso era lo que la aterrorizaba más.
—¿Cómo sabemos cuando estamos tomando una mala decisión?
Apollymi rió con amargura.
—Ese es el golpe más cruel de todos. No lo hacemos. Es sólo cuando
miramos hacia atrás que vemos claramente en qué nos equivocamos.
—Entonces, ¿el amor es malo?
Una lágrima rodó cristalina del ojo de Apollymi y se congeló en la
mejilla impecable.
—Esa fue la pregunta que hice cuando me dijeron que mi amor fue la
causa de una guerra que nunca debería haber comenzado. No una. Sino dos
veces.
Y con eso, se dirigió a su jardín, donde podría llorar por su hijo, cuyo
nacimiento había sido maldecido y quien había sido arrancado de sus brazos
por los prejuicios y la venganza de los demás.
La vida era cruel. Medea lo sabía mejor que nadie. No tenía ningún
sentido. No había ninguna armonía. Ni razón. La miseria no reparaba en
uno. La injusticia los empapaba a todos por igual, sin prejuicios ni piedad.
Tarde o temprano, la muerte llamaría. El dolor acecharía todos los
corazones.
Esa era la naturaleza de la bestia.
Sin embargo, todavía tenía esperanza y no sabía por qué.
No tenía ningún sentido para ella. En verdad, no lo hacía. Si alguien tenía
una razón para echarse y entregarse a la desesperación que era la vida, ella
sería la única.
Y sin embargo…
Culpaba a Davyn por este estúpido optimismo que no perecía o
desaparecía.
Y hablando de eso, quería ir a comprobarlo. Posiblemente sólo porque
sintió de repente un profundo remordimiento de patear su culo cada vez
más alegre.
Sí, eso sin duda le haría sentirse mejor. Su cuello en sus manos…
De hecho, cada paso que la llevó más cerca de su habitación… y de su
garganta, le iluminó el espíritu. Junto con la idea de golpearlo hasta dejarlo
inconsciente.
Tan pronto como llegó a su puerta llamó a ella.
—¿Oye, Dav?
Sin pensar, la abrió, y luego se detuvo en seco cuando vio que no estaba
solo.
Estaba con una mujer. Lo que era muy, muy, muy extraño.
Debido a que Davyn era completamente gay. En todos los sentidos de la
palabra. Y no sólo era que Davyn estaba desnudo en su cama con la mujer
encima de él.
La mujer desconocida estaba felizmente alimentándose de su muslo. De
hecho, estaba tan mareada, que se estaba relamiendo.
Perpleja y horrorizada, Medea comenzó a retroceder para dejarlos en paz.
Pero justo mientras lo hacía, captó el leve chillido, apenas audible de
Davyn.
—Ayúdame —dijo en un susurro.
Sí, eso sonaba más como una palabra de seguridad o frase.
Medea se agarró al pomo de la puerta, sin saber si debía intervenir o no.
—¿Davyn?
La mujer levantó la vista y le siseó con un par de ojos vidriosos, y fieros.
La sangre goteaba de su barbilla y colmillos.
Pálido y débil, Davyn no parecía estar disfrutando. Por el contrario,
parecía más como alguien que se volvía gallu.
De acuerdo, esto estaba completamente mal.
—¡Apártate de él, puta! —Medea se precipitó hacia adelante, con la
intención de matar a su atacante.
Cuando Medea agarró el brazo de la mujer y tiró de ella hacia atrás,
Davyn atrapó su mano en una fuerza sorprendente para impedirle dar un
golpe letal.
Aturdida, se le quedó mirando.
—¿Qué estás haciendo?
La mujer se liberó de su agarre y reptó hacia la puerta.
Con su respiración entrecortada, él negó.
—No puedes… matarla.
—¿Por qué no?
—Es la Phoebe de Urian. ¡Mátala y él nunca te perdonará!
Capítulo 18

Aquellas palabras inesperadas derribaron a Medea y liberó sus garras


mientras miraba la puerta abierta a través de la cual la Daimon había
desaparecido.
¿La Phoebe de Urien?
No podía ser. No había manera.
Davyn se tambaleó lejos de ella para alcanzar una manta para que pudiera
cubrirse mientras ese nombre hundido en su pasado la dejaba en un estupor
repentino.
Aturdida más allá de lo creíble, Medea se quedó parada allí, con la boca
abierta. No…
No era posible.
Muchas mujeres se llamaban Phoebe. ¿Cierto?
Sí, pero dijo la Phoebe de Urian.
—Realmente no quieres decir la Phoebe de Urian-Urian.
Pálido y temblando, Davyn envolvió la manta alrededor de su esbelta
cintura. Su piel color caramelo tenía un matiz grisáceo.
Obviamente estremecido, se sentó en la cama y paso una temblorosa
mano a través de su despeinado cabello rubio.
—Tampoco sé cómo. Como tú, al principio pensé que estaba soñando…
pero era ella. La reconocería en cualquier parte. La vi muchas veces a lo
largo de los años. Era ella, sin lugar a dudas.
Sus pensamientos daban vueltas.
—No puede ser. Mi padre la mató. —Eso era lo que todo mundo le
habían dicho.
Todos.
—Eso es lo que creía también. Eso es lo que nos dijeron. Sin embargo, sé
lo que vi, Medea. La conocí cuando vivía en la comuna. Muchas veces
cuando fui ahí con Urian. —Se limpió en el muslo, esparciendo la sangre
sobre su piel—. Juro por los dioses, era Phoebe. Sé que lo era. Incluso sentí
sus pensamientos revueltos mientras se alimentaba de mí.
Se dejó caer en la cama para sentarse junto a él.
—¿La trajeron de alguna manera?
Podía pasar. ¿En su mundo? Extraño era normal. Lo imposible factible.
—No lo sé. Quiero decir, ¿cómo podrían? Nos desintegramos al morir,
¿verdad? Pero era su cuerpo. No alguien más que usaron para alojar su
alma.
Si. Los Daimons se convertían en polvo dorado tan rápidamente
dispersado cada vez que morían. Mientras que sus almas podían ser traídas
de vuelta desde la tumba, requerían un nuevo cuerpo para alojarlas. Era
imposible ponerlas de nuevo en su cuerpo desintegrado, ya que se había
ido.
Que ella supiera, ni siquiera los dioses podían hacer eso. Frunciendo el
ceño lo miro.
—¿Estás bien?
—No lo sé, Gallinita —repitió. Sus rasgos estaban aún más pálidos. Su
expresión se volvió siniestra—. Esto destruirá a Urian cuando se entere. No
hay manera decir cómo le hará frente a las noticias.
No estaba tan segura acerca de eso.
—¿Lo hará? Todo lo que quiere es que Phoebe regrese.
—Sí, pero no era ella. Quiero decir que lo es. Pero… —Apretó los
dientes—. Ella no está bien. No es la misma mujer que conoció.
—¿Gallu?
Tiró de la manta hacia atrás para que pudiera ver la marca de la mordida
en su muslo.
—No lo creo. ¿No me estaría convirtiendo en uno de ellos ahora, si ella
fuera uno de ellos?
No tenía idea. Ese no era su panteón, así que no sabía las reglas que
gobernaban a sus especies.
—Necesito llevarte con Falcyn. Él sabrá las respuestas.
—¿Falcyn?
—Es al que traje aquí para ayudarnos. Vístete. Está con mi padre ahora
mismo, sanándolo. Te llevaré con él y podemos preguntar. Si alguien sabe
algo acerca de los Gallu, él lo sabrá.
Después de todo, su hermano, Dagon, era parte de su panteón, y Falcyn
era más viejo que el primo segundo de la suciedad. Seguramente había
estado alrededor cuando los gallu eran activos al principio y peleando
contra los Caronte y los dioses.
Sus pensamientos saltaron y bailaron sobre este nuevo giro de los
eventos, salió de la habitación mientras Davyn se ponía la ropa. Sin
embargo, mientras esperaba, solo un pensamiento seguía repitiéndose en su
cabeza en un ciclo sin fin.
Phoebe está viva.
Le parecía increíble. Esto cambiaba absolutamente todo. No tenía idea
cómo reaccionaría Urian a esto. Había odiado a su padre por tanto tiempo
ahora porque le había dicho que Stryker había matado a la esposa de Urian
en un arranque de ira.
Pero si no lo había…
¿Y si algo mas le había pasado? ¿Algo que Stryker no podía detener?
Maldición.
¿Qué haría Urian entonces? ¿A quién odiaría más?
<><><><><>
Sentados ante la pequeña mesa en el Café Du Monde en Nueva Orleans,
Dikastas levantó la vista de su café y beignets mientras una sombra caía
sobre él y bloqueaba su vista del centro comercial peatonal donde le
gustaba observar a los turistas mientras compraban y paseaban por la
concurrida calle.
La interrupción era incluso peor de lo que había imaginado inicialmente,
algún pobre pordiosero rogando por monedas, o un molesto idiota pidiendo
direcciones.
Una niña exploradora con pucheros vendiendo algunas galletas
excesivamente dulces.
Oh no, esas pesadillas serían mucho más preferibles a esta bestia
pestilente que trajo consigo una sensación repugnante que hizo que la
mandíbula de Dikastas cayera floja. De hecho, no se habría sentido más
impresionado o aturdido de encontrar a la misma Apollymi sentada aquí,
mirándolo con odio.
Se ahogó con el bocado de su dulce y tomó un trago de café para aclarar
su garganta.
—Apolo… a que debo este… —Buscó una palabra apropiada.
Honor definitivamente no encajaba.
Horror, no realmente.
Inconveniente sería más adecuado, pero ya que Dikastas era el dios
Atlante de la justicia, moderación y orden, tenía un poco más de tacto como
para decirlo en voz alta, ya que causaría conflicto y discordia. Así que lo
dejo abierto a la interpretación del Dios griego, mientras se limpiaba la boca
con una servilleta de papel, luego hizo una seña hacia la pequeña silla de
metal frente a él.
Apolo aceptó la invitación sin dudar.
—Qué lugar tan peculiar para encontrarte. En realidad, creí que Clotho
estaba mintiendo cuando me dijo dónde estabas viviendo estos días.
No debía de sorprender eso, dado el hecho de que la inmensa mayoría de
su panteón estaban actualmente congelados como estatuas debajo del
palacio de Acheron en Katateros, el reino del cielo Atlante. Porque Dikastas
había tenido el buen sentido de no cruzarse ante la ira de Apollymi o el
brazo armado de Styxx, era uno de los extremadamente pocos que habían
quedado libres de vagar por la tierra después de que Styxx, Acheron,
Bethany, y Apollymi se hubieran desentendido de ellos hace algunos años
atrás.
—¿Cómo están mis queridas sobrinas medio griegas?
—Inútiles, como siempre.
Dikastas no hizo ningún comentario al respecto. Principalmente porque
estaba de acuerdo acerca de los tres Destinos. Con su gran estupidez y
acciones precipitadas, habían accidentalmente maldecido a toda la raza
Atlante y su panteón en un abrir y cerrar de ojos. Palabras celosas
pronunciadas en un momento de temor contra Acheron había llevado a su
fin con consecuencias devastadoras para los demás, especialmente para las
diosas trillizas.
Aclaró su garganta y le clavó una fría mirada a Apolo.
—Todavía no me has dicho por qué estás aquí.
Después de todo, no eran amigos, ni siquiera eran amistosos. De hecho,
se odiaban el uno al otro con ardiente celo. Sus panteones habían sido
enemigos mortales hace algún tiempo. Y la única cosa que tenían en común
era su cabello rubio.
Literalmente.
E incluso no era el mismo tono. El de Apolo era mucho más dorado y el
de él tendía hacia el marrón.
—Quiero información.
Dikastas arqueó la ceja.
—¿Los Destinos no te dieron lo que querías?
Apolo resopló.
—Como dije, son básicamente inútiles. Lo que necesito saber antecede a
su feche de nacimiento por varios siglos y tiene que ver con Apollymi y
Kissare.
Interesante.
Una mesera vino a preguntarle a Apolo su orden.
La miró con desdén.
—¿Parece que quiero comer o beber mierda? ¡Aléjate de mí, escoria
mortal!
Dikastas suspiró ante sus palabras enojadas. Demasiado para Apolo
siendo un dios de la templanza.
—Eso era innecesario.
—¡Me está haciendo perder tiempo!
Sin embargo, Apolo no tenía problemas entrometiéndose en su zen y
desperdiciar el suyo. Típico.
Pero Apolo siempre había sido un imbécil egoísta de esa manera.
Y todo lo que le importaba era su vida y sus deseos.
Todo lo demás podría irse a Kalosis y pudrirse.
Recostándose en su silla, Dikastas bebió su café con leche.
—Bueno, si eso es tras lo que estás, la persona con la que realmente
quieres hablar es Bet, y tiene la más… —Se calló cuando Apolo le dio una
dura mirada y se dio cuenta de la total estupidez de lo que estaba sugiriendo
—. Ah —dijo Dikastas con una sonrisa burlona—. Supongo que no puedes
ir ahí, ¿verdad? —No después de que Apolo hubiera jodido a Bethany, no
una, sino en dos vidas distintas. La diosa Atlante de la ira y la guerra no
tomaría amablemente que fuera a ella por otra cosa que un completo
destripamiento.
Seguido de una castración completa.
Y el sol mismo se congelaría antes de que ayudara al bastardo que había
matado a su amado esposo y la maldijo a perder a su bebé.
—Ella no habría estado ahí cuando Apollymi estableció el panteón, en
cualquier caso. No había renacido todavía, ¿no?
Otra vez, cortesía de la primera brutal traición de Apolo contra ella y su
esposo.
<><><><><>
Dikastas dejo su taza de café y agarró otro beignet.
—Correcto. —Cruzando sus brazos sobre su pecho, Apolo se acarició la
barbilla mientras pensaba en algo—. Así que, ¿cómo convenció Archon a la
perra frígida de todos los tiempos para casarse con él y establecer un
panteón con el como rey para que pudiera gobernar?
Dikastas resopló ante su suposición.
—Apollymi no es frígida. Ese no es el problema. Sus pasiones corren
profundas y oscuras. Es despiadada y sanguinaria, pero eso no la hace fría.
Es ardiente como un volcán e incluso más rápida para estallar, y mucho más
mortal cuando alcanza su punto máximo.
—Aún no has respondido mi pregunta. ¿Por qué él? ¿Por qué entonces?
Dikastas se encogió de hombros.
—Simple. Alguien le dio a Archon la información de que Apollymi
estaba esperando el regreso de su amado Kissare y confundió al aburrido
dios mientras esperaba que su Sephirot regresara a estar con ella. El espía le
dio la suficiente información a Archon de que era posible engañarla para
que pensara que era su amante renacido como dios. Es por eso que accedió
a establecerlo como su rey y le permitió gobernar sobre ella. Al menos por
un tiempo.
—¿Estás seguro que no lo era?
—Si. Muy seguro. Kissare amaba a Apollymi. Dio si vida por ella y por
su hijo. No había nada altruista en Archon. Era muy parecido a ti.
Los ojos de Apolo se entrecerraron. Pero escogió ignorar la pulla.
—¿Quién estaba trabajando con él?
—Nadie sabe. Archon se negó a traicionar a su informante. Estaba
demasiado agradecido de ser el rey de su propio panteón como para dar el
nombre de alguien que Apollymi seguramente hubiera destripado.
Apolo consideró eso por algunos minutos.
—¿Kissare renació otra vez?
—Una vez más, nadie lo sabe. Pero diría que debe haberlo hecho.
—¿Por qué?
—Porque alguien engendró a Acheron. Conociendo a Apollymi como yo
lo hago, pondría mi dinero y mi vida que Kissare es el padre de sus dos
hijos. Encuentra quién es el verdadero padre de Acheron y descubrirás a
quién ama realmente Apollymi.
—¿Crees que todavía está vivo?
Dikastas acunó su taza de café mientras lo consideraba.
—Esa sería la pregunta de todos los tiempos, ¿no?
<><><><><>
Mordiéndose las uñas, Medea estaba fuera de sí mientras ella y Devyn
recorrían el largo camino hacia la habitación de sus padres. De hecho, fue la
caminata más larga de su vida. Ninguno de los dos hablaba. Lo cual era raro
en ellos. Incluso olvidó que estaba enojada con Devyn.
Para el momento en que llegaron a la habitación, había olvidado muchas
cosas.
Hasta que empujó la puerta para abrirla y encontró a sus padres
completamente restablecidos, se precipitó con lágrimas en sus ojos para
abrazar a su madre, después a su padre.
Pero fue a Falcyn a quien besó.
—¡Gracias!
Él le sonrió.
—De nada.
Su padre se aclaró la garganta con brusquedad.
—¿Qué es esto? Dejen espacio para la imaginación entre ustedes dos.
¡Ahora!
Falcyn resopló ante su tono.
—Ni siquiera empieces conmigo, viejo. O te pondré de vuelta donde te
encontré.
Sonrió a su irascible dragón, pero no perdió el hecho de que estaba un
poco pálido por sus esfuerzos.
—¿Estás bien?
—Bien. —Cortó una mirada desagradable hacia su padre—. Mejor con
un poco de sangre Daimon para calmar mi humor.
Le dio un golpe en el brazo.
—Entonces tómala de Davyn.
—¡Oye! ¡Eso me ofende!
Riéndose, se dio la vuelta hacia su padre y se puso seria.
—Tenemos un problema.
Su padre gruñó.
—¿Ahora qué? ¿Apollymi está otra vez de mal humor? ¿O Apolo
regresó?
—Ninguno. Encontré a Phoebe Peters en la habitación de Davyn,
alimentándose de él.
Aunque su padre palideció, tomó la noticia mejor de lo que hubiera
pensado. De hecho, no estaba tan sorprendido como creyó que debería de
estar, dado lo increíble de esto.
Tampoco lo estaba su madre.
Y eso envió un escalofrío a su columna.
—¿Padre? ¿Hay algo que quieras decirme acerca de este asunto?
Él miró a su madre.
Su mal presentimiento se triplicó. Conocía esa mirada que estaban
pasando entre sí, como si trataran de calcular quién tomaría la culpa de
cualquier problema que surgiera.
—¿Lo sabías? —acusó.
Sus rasgos palidecieron aún más.
—No es lo tú crees. —Aunque ese tono decía que lo era.
¡Oh queridos dioses! Realmente lo sabía. Enferma del estómago
intercambio una mirada conmocionada con Davyn.
Se dio la vuelta hacia su padre.
—¿Cómo no lo es?
Stryker tomó una profunda respiración antes de responder.
—Estaba enferma, Medea. Infectada por la sangre de la que había estado
alimentándose.
—¿Gallu?
Sacudió la cabeza.
—Peor.
Davyn maldijo en voz baja como si lo entendiera.
—Anglekos.
En ese momento, Medea se encogió también. Luego se sintió estúpida
por no darse cuenta por sí misma.
Ni siquiera había pensado en eso.
Sí, eso lo haría. Eso era el porqué evitaba atrapar humanos psicóticos.
Esa sangre manchada podía abrumar y contaminar a un Daimon. Esas almas
corruptas eran tan malvadas que tenían la desagradable tendencia de
infectar al Daimon que trataba de alimentarse de ellas, a menudo
convirtiendo al Daimon en un asesino psicótico. Había algunos lo
suficientemente fuertes que podían tomar almas así.
Urian había sido uno. Davyn otro. De hecho, Davyn solo se alimentaba
de esas almas, como Urian cuando había sido Daimon. De una manera,
mantenían a la humanidad segura removiendo a esos miembros de la
sociedad.
Sin embargo, no era una cosa fácil de hacer, y después de que ella tomó
una alguna vez, había sido suficiente conocimiento para dejar las cosas
como estaban.
Stryker dejó salir otro largo, cansado suspiro.
—Siempre fue débil. Más humana que Apolita. Nunca una Daimon en
absoluto. Es por eso que no podía matar por ella misma. La sangre de Urian
de la que se había alimentado la transformó. La volvió loca. Nosotros no
fuimos los que atacamos la comuna Apolita en Minnesota. Fue ella.
—¿Qué? —preguntó Davyn frunciendo el ceño.
Pasando la mano sobre su rostro, Stryker hizo un gesto de dolor.
—Es por eso que te obligué mantener a Urien ocupado esa noche. Trates
y yo recibimos una llamada pidiendo ayuda. Sabía que Phoebe estaba
viviendo ahí. Había sabido de ella por mucho tiempo, al contrario de lo que
Urian creía, me lo había contado no mucho tiempo después de que la
instalara en un apartamento. Solo me sentí tan traicionado de que Urien
hubiera llevado a Cassandra y Wulf ahí, también. No me importó que
hubiera convertido a Phoebe. Casi podía respetar eso. Era el Dark Hunter
por lo que me molesté con él. Que mintiera y protegiera a nuestro enemigo
de mí cuando sabía cuánto quería a esa última perra muerta. Y Kat. Esa fue
la píldora más amarga. ¡Incluso los casó!
Lágrimas brillaron en sus ojos.
—Aun así, no podía dejarle saber sobre Phoebe y su matanza. Cuando vi
en lo que se había convertido, sabía que Urian se culparía a sí mismo. Se
odiaría por el monstruo en que ella se había convertido. No sabía qué hacer.
—Así que la mataste. —Davyn tenía una expresión enferma en su rostro.
Sacudió la cabeza.
—Empecé a hacerlo, pero no pude. No soy tan frío como crees. En
cambio, la traje aquí y la encerré en las catacumbas. En un principio, iba a
decirle a Urian y encargarnos de ella juntos. Después, cuando estábamos en
el Infierno de Dante… y Acheron se mostró en toda su arrogante, estúpida
gloria. El Dark Hunter estaba ahí con ese estúpido demonio escondido
como un bebé, y una cosa llevó a la otra… mi ira tomó lo mejor de mí. Lo
siguiente que sabía, es que había cortado su garganta y lo había dejado ahí
para que muriera. —Una contracción nerviosa empezó en su mandíbula—.
Igual que Phoebe, nunca fue realmente uno de nosotros.
Medea se quedó con la boca abierta ante su padre.
—¿Y en todo este tiempo no pensaste en contarle la verdad? ¿Decirnos la
verdad a cualquiera?
—¿Con qué propósito? Ya estaba hecho. Además, tú la viste. Ya no es su
esposa. No se conoce a sí misma. No lo reconocería. Para todos los efectos,
ella podría ser una gallu. Y no es como si él fuera a perdonarme en este
punto, en cualquier caso.
—Le cortaste la garganta, padre.
—Lo sé, Medea. Estuve ahí. Créeme, he revivido esa pesadilla más
veces de las que pueda contar. Nunca está lejos de mis pensamientos.
Incluso cuando mis ojos están abiertos. Esa noche es una de las pocas cosas
en mi vida en la que daría cualquier cosa para hacer las cosas diferentes.
Su madre se movió para abrazarlo y ofrecerle consuelo.
Pero tristemente, como Urian, Medea no podía perdonarlo por sus
acciones. Como madre, nunca sería capaz de lastimar a su hijo. Por ninguna
razón.
Aunque la traicionara. Habiendo perdido a su hijo, no había manera en
que fuera responsable por la pérdida de la vida de su bebé.
Y le hizo preguntarse si Urien tendría razón. Si un día su padre haría lo
mismo con ella.
¿Cómo podía confiar en alguien? ¿Alguna vez?
Aun así, cuando encontró la mirada de Falcyn, vio en ella una promesa de
fe. Un juramento de sangre.
Como ella, había conocido una amarga traición. Dolor. Soledad.
Mentiras.
Y no se lo haría a otro. Porque conocía su amargo sabor.
Ella no era nada más que el producto de los sueños rotos y la confianza
rota. De dolor y pena.
Pero en sus ojos, finalmente vio un futuro. Y por primera vez, no fue
sombrío.
Contra su mejor sentido, lo buscó.
Falcyn vio la tormenta en la profundidad de los ojos de Medea y la
reconoció por lo que era.
Miedo. Sufrimiento. Sueños aplastados que dolían tan profundamente en
el interior que no había tenido otra opción más que negar que alguna vez
estuvieron ahí.
Los sentía también. Los había enterrado bajo una apatía que lo había
dejado incapaz de sentir nada durante tanto tiempo que había comenzado a
creer la mentira de todo.
Que no había nada dentro de él. Ninguna emoción. Ningún
sentimentalismo de ningún tipo.
Y aquí estaba la ironía. Realmente se había convencido que era un
insensible sin sentimientos. Indiferente, cuando la verdad era que le
importaba mucho, había sido obligado a negarlo para poder permanecer
cuerdo cuando la locura de un mundo brutal constantemente lo asaltaba con
su locura y dolor.
Ahora…
Ya no podía fingir. Maldito sea el infierno. Contra todos sus escudos y
salvaguardias cuidadosamente construidos, esta pequeña Apolita se había
deslizado y pasado sus defensas y tallado su nombre en su muerto corazón.
Y nunca sería el mismo.
Porque ahora que conocía su nombre y su rostro… su toque… era tan
fundamental para él cómo respirar.
Mierda.
Falcyn no necesitaba su piedra dragón para vivir. Necesitaba a Medea.
Apretando sus dientes, buscó en su mente algo que decirle. Pero las
palabras fallaron. No había nada que pudiera decir para trasmitir
adecuadamente lo que sentía por ella.
Nada.
Así que tomó su mano y presionó sus labios en su palma abierta, después
a su corazón para que pudiera sentir el hecho de que latía solo por ella y por
nadie más.
Medea tragó saliva mientras veía la ternura en el rostro de Falcyn y sentía
el fuerte latido de su corazón debajo de sus dedos.
—¿Es eso, libélula? ¿De verdad?
—Me conoces princesa. Si hablo, lo más probable es que diga algo
incorrecto y te enojes. Noventa por ciento de inteligencia es saber cuándo
cerrar la jodida boca.
Riendo, dio un paso adelante para besarlo.
—Entonces eso te convierte en un genio.
De repente, un estruendo sacudió las paredes alrededor de ellos. Medea
retrocedió con el ceño fruncido.
Falcyn ladeó la cabeza ante el sonido cuando un raro sonido susurrante
bajó por su columna. Uno que no sentía hace mucho tiempo. Seguramente
no podía ser lo que pensó. Sería imposible para Apolo infiltrarse en el
dominio de Apollymi.
¿No es así?
El sonido regreso. Aún más fuerte. Más duro.
—¿Qué es eso? —preguntó Zephyra con la misma nota de pánico en su
voz.
Falcyn entrecerró los ojos hacia la entrada.
—Suena como…
—Strykyn —terminó Stryker por él en un tono jadeante mientras la
cacofonía de alas susurrantes se hacía cada vez más fuerte.
Y cada vez más cerca.
Como un tornado a través de un vasto campo, sacudiendo el suelo y las
paredes.
Un instante después, las puertas se abrieron de golpe para dejar entrar a
los gigantescos búhos negros de Ares.
Capítulo 19

Medea estaba congelada por la visión inesperada de los grandes guerreros


antiguos griegos que atravesaron la puerta, primero como gigantescas
lechuzas negras. Luego como soldados blindados. Armados con escudos
con puntas, hombreras de gran tamaño, y espadas, querían negocios y
estaban aquí por sangre.
Su sangre.
La mujer en ella podía apreciar sus hermosos cuerpos destrozados, pero
el demonio guerrero que había sobrevivido innumerables batallas no les dio
la bienvenida en su dominio. Los vio por la amenaza que eran, y los quería
muertos o desaparecidos.
Su elección. Cualquiera de las opciones estaba bien para ella. Cuanta más
sangre, mejor, porque con lo que estarían sangrando, conseguiría una
comida gratis.
Se lamió sus colmillos con la expectativa de una cena más satisfactoria.
Retrocediendo, manifestó su propia espada y se preparó para enviar a
tantos de ellos como pudiera a cualquier dios que adoraran si elegían luchar.
Esto era una mierda y no estaba a punto de sentarse y dejar que tuvieran a
su familia. No sin costarles la vida y los miembros.
Falcyn se acercó para protegerla.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó hacia ellos.
—Estamos aquí por tu piedra, dragón.
Falcyn chasqueó la lengua.
—Ah, mira, no quieren ir ahí, chicos. Si vienen por mi piedra y les
entregaré la suya en su lugar. Ahora, antes que comience la castración,
sugiero que se lleven de vuelta a cualquier idiota que enviaron en esta
búsqueda de suicidio y los abofeteen con mis más profundos saludos.
Medea puso los ojos en blanco ante su sentido de la ironía mientras
Davyn hacía un indefinible ruido que aterrizó en algún lugar entre el humor
y el horror. Su padre en realidad se rió.
Su madre aplaudió.
—Me gusta la forma en que tu dragón piensa, Medea.
—Sabía que lo harías, mamá. Sabía que lo harías.
Los strykyn se movieron para atacar, pero antes de que pudieran
acercarse a ellos, un grupo asesino Caronte invadió su grupo como una
escuela de pirañas hambrientas.
Medea se agachó cuando uno de los Carontes casi le arrancó la cabeza en
su entusiasmo de comerse al strykyn más cercano.
Ellos gritaron cuando el Caronte los desgarró con alegría.
Falcyn se frotó el rostro.
—Supongo que no están en la lista de no-comer del Caronte de Acheron.
Obviamente. Así como Apollymi todavía debía estar cuidando a su
ejército Daimon, también. Agradable saber que la diosa de la destrucción no
los había abandonado en su hora de necesidad.
La hacía sentir casi cálida y confusa por dentro.
O tal vez esa era la súbita náusea extraña causada por los demonios
hambrientos.
Medea se encogió cuando una de las hembras se movió para desgarrar a
un strykyn.
—Me pregunto si saben a pollo.
—¡Puaj, Gallinita! Sé que somos caníbales, técnicamente, pero todavía…
—Davyn le dio un codazo—. Has estado con los dragones demasiado
tiempo.
—En realidad, con Simi. —¿Peor? Estaba haciendo que ella quisiera
barbacoa. Sí, estaba enferma y lo admitía.
Pero entonces, eso era lo que la hacía la villana. Y lo que la hacía
apreciar el lado más oscuro de Falcyn.
Lo cual la aterrorizaba. Había pasado siglos sola, sin pensar nunca en
estar con alguien más. Nunca consideró la posibilidad de formar parte de
una pareja otra vez. Había quedado relegada al concepto. Satisfecha con
eso.
Ahora…
¿Se atrevería a confiar en la profecía de Brogan?
¿O en sus propios sentimientos?
Durante tanto tiempo la vida le había dado más patadas de las que había
retenido. Y eso hizo todo más difícil de confiar. Más difícil de creer. ¿Cómo
podía tener fe cuando todo lo que conocía era traición y dolor?
Entonces otra vez, dos negativos hicieron un positivo. Y nadie y nada era
más negativo que Falcyn y ella.
Juntos…
Él le frunció el ceño mientras la miraba a los ojos.
—¿Qué significa eso?
—No me creerías si te lo dijera.
Falcyn resopló.
—Entonces debes estar pensando algo bueno de mí.
—Lo hacía.
—Sí, tienes razón. No lo creo.
Ella le golpeó juguetonamente en su brazo.
—Te lo dije.
Sacudiendo la cabeza, le silbó al Caronte.
—Por mucho que me encantaría ver un sangriento banquete, me duele
poner los frenos en tu fiesta. Pero…
El Caronte realmente gimió.
—Sí, podríamos necesitar a los pájaros de la guerra, ¿así que podrías
guardar los condimentos y aguantar a las aves de corral para unos pocos? —
Se acercó al líder strykyn y literalmente lo arrancó de las manos del Caronte
que había estado mordisqueando en su yugular—. ¿Quién te envió
exactamente?
Con un trago audible, el strykyn se frotó la herida de la mordedura.
—Morgen y Apolo.
Colocó su brazo alrededor de los hombros del guerrero y lo apartó del
demonio.
—¿Y qué tan leal te sientes en este momento?
El strykyn miró alrededor de la habitación hacia los rostros de sus
hombres y la Caronte que le rogaba que fuera leal al dios griego y a la reina
fey para que Falcyn les permitiera terminar su comida en paz.
—Um… no muy bien.
—Buena respuesta. Lo que significa que no voy a darte de comer al
Caronte.
Hubo más protestas de los decepcionados demonios cuando le rogaron
más fuerte que lo reconsiderara.
—… todavía. —Falcyn levantó la mano para sofocarlos—. Siempre hay
un más tarde. Sin embargo, en este momento me siento incomparablemente
caritativo. Así que urgiría a muchos de tus amigos aquí a no probar mi
paciencia, o la de Apollymi. Y definitivamente a no tentar a los Carontes,
que no tienen ninguna restricción en absoluto, y un hambre insaciable.
Empaqueta tus alas, strykyn, y vuela a casa, con los talones vacíos. ¿Qué
piensas?
El strykyn no vaciló con su respuesta.
—Creo que tu piedra se ve bien en ti, mi lord.
Falcyn le dio unas palmaditas en la mejilla.
—Pensé que te sentirías así, cariño. Ahora llévate a tus pequeñas
lechuzas y gallinas.
Medea esperó hasta que se fueron.
—¿Crees que puedes confiar en ellos?
—Demonios, no. Pero creo que puedo confiar en su miedo a nuestros
amigos aquí. —Falcyn la miró y frunció el ceño—. Sin embargo, eso no es
lo que realmente me preocupa.
—¿No?
—No. La tasa más alta en mi mierdómetro en este momento es justo
cómo infiernos entraron en Kalosis para empezar. Quiero decir, piénsalo.
Romper el portal… no es una hazaña fácil. Sabemos que mamá Polly no lo
abrió. Nosotros no los dejamos entrar. —Miró a sus padres—. Lucy,
¿quieres hacer esto?
Su padre se puso pálido.
—Él tiene razón. El número de personas que pueden abrir un agujero-
perno es finito y pequeño.
Medea se volvió fría.
—Hay un traidor entre nosotros.
Davyn abrió mucho los ojos.
—¿Quién se atrevería?
Solo un nombre le vino a la mente.
Ella arqueó una ceja hacia él cuando ambos sabían que Davyn se había
atrevido en el pasado, pero eso había sido solo por el beneficio de Urian. Y
mientras ella sabía que él había llevado la información a su hermano, no
sospechaba de él en esto. Una cosa era ayudar a su amigo. Otra ayudar a un
enemigo que los había traicionado a todos.
Un enemigo y un dios que nadie podía soportar.
No. Davyn nunca habría ayudado a Apolo contra su propia raza. Una
raza que Apolo había maldecido para morir.
Solo un idiota de rango sería tan estúpido. Entonces, ¿quién de ellos era
el que dijo idiota?
Su madre cruzó los brazos sobre su pecho.
—Los encontraremos y nos comeremos sus entrañas.
El Caronte se animó ante sus palabras.
—Sí —dijo su madre, más fuerte—. Yo personalmente los alimentaré de
mi mano, mis demonios. Con salsa de barbacoa.
—¡Encuentren al traidor! —gritaron mientras salían corriendo de la
habitación para comenzar a buscar.
—Vaya. —Falcyn soltó una risa nerviosa—. Los Caronte son unas bestias
asustadizas. Básicamente la piraña voladora, excepto que la piraña no está
casi tan… hambrienta.
—En serio. Te hace preguntarte qué pensaban los Lemurianos cuando los
crearon.
—Que odiaban a los atlantes.
Los cuatro miraron fijamente a Falcyn por su respuesta tonificada.
—¿Qué? Yo estaba allí… un poco. Es para lo que fueron creados para
atacar.
—Entonces, ¿cómo terminaron esclavizados por los Atlantes? —Medea
se estaba muriendo por saberlo.
—De la misma manera que terminaron con una piedra de dragón.
Ella frunció el ceño ante su respuesta.
—¿Huh?
—La reina encontró el único conjunto de cadenas que podía contener a
una bestia verdaderamente fiera. Capturó el corazón de su líder. Lo llevó
profundamente a su guarida, lo calentó con su fuego, y lo hizo para que
nunca dejara su lado nunca más.
Esas palabras la derritieron al entender el significado subyacente y lo que
estaba diciendo no solo sobre el Caronte, sino sobre sí mismo.
—¿Y el dragón está domesticado?
—Nunca, mi lady Daimon. Como un Caronte, nunca puedes domar a una
bestia tan salvaje. Solo le haces anhelar el fuego donde tú eres más que el
frío donde él solía vivir.
Su padre se rió.
—Estaría enojado por esto, pero no puedo dejar de pensar que tener a
nuestro propio dragón no puede ser algo malo.
Falcyn se burló de las palabras de su padre.
—A menos que me enojes, Stryker, no te aconsejaría hacer eso.
—Ídem.
—Entonces, ¿tenemos un acuerdo?
Stryker bajó la mirada hacia Medea.
—Mientras trates a mi hija con todo el debido respeto y como la reina
que es, no tendremos problemas, tú y yo.
—Entonces nunca tendremos un problema.
—Excepto para el dios que todavía está fuera para acabar con nosotros.
—Medea frunció el ceño cuando se encontró la mirada de Falcyn—. Esto
no ha terminado. Apolo no ha terminado con nosotros, como el strykyn ha
demostrado. Has salvado a mis padres. Pero todavía tenemos un traidor que
encontrar.
Falcyn sacudió la cabeza hacia ella, luego miró a Davyn.
—¿Gallinita?
—Siempre. No puede evitarlo.
Y todavía tenía a su hijo que liberar. De algún modo.
Abrumado y perdiendo la esperanza por segundos, Falcyn suspiró.
—Necesito ver a mi hermana. Asegúrate de que está bien con los demás.
Medea dio un paso adelante.
—Iré contigo.
—¿Estás segura?
Ella asintió.
—No me dejes estallar en llamas.
—Haré todo lo posible en eso, ya que arruinaría mi mejor día, y estoy
seguro que no lo haría el tuyo, tampoco. —Le tendió la mano por ella. En el
momento que sintió su toque, un extraño aleteo le atravesó el pecho. No
estaba seguro si alguna vez se acostumbraría a tener sentimientos tan
tiernos por alguien más. A tener una vida de debilidad.
¿Honestamente? No le gustaba. Era difícil saber que ella era un medio
fácil para su destrucción. Eso solo le hacía querer empujarla y rechazarla.
Odiaba el sentimiento de vulnerabilidad que ella ejercía.
Ella estrechó su mirada hacia él.
—¿Estás bien?
No. Él tenía un nuevo y profundo respeto por ella al darse cuenta de
cuánta fuerza poseía. El hecho de que hubiera podido sobrevivir sin su hijo
y esposo…
Su único consuelo a lo largo de los siglos había venido del hecho que no
había conocido a Maddor. Su hijo había sido un concepto para él. No una
realidad. No había sostenido o conocido a Maddor.
No de la manera en que conocía a Medea.
Ahora…
Ella era una parte de él.
La mejor parte.
Y la idea de que algo le ocurriera era desalentadora.
—¿Cómo sobreviviste después de Evander?
Sus ojos se volvieron oscuros y obsesionados.
—Una respiración a la vez. Algunos días, eso era todo lo que podía
conseguir para seguir.
Ese era un pensamiento aleccionador que no quería siquiera contemplar.
Aterrorizado más allá del pensamiento racional, la tomó en sus brazos, y la
teletransportó a su casa.
—Nunca te dejaré ir, Medea.
—Estoy contando con eso, libélula.
Tomando su mano, se la llevó a los labios y le dio un beso en la palma,
luego retrocedió para que pudiera inspeccionar su isla.
Medea jadeó ante la belleza que era la “guarida” de Falcyn. No era de
extrañar que hubiera estado tan ofendido cuando lo había acusado de vivir
en una cueva. Esto era absolutamente asombroso. Abierto y bien ventilado,
técnicamente era una caverna.
Solo que una muy grande, espaciosa, con una vista al océano que la dejó
sin aliento. Las paredes encantadas eran cristalinas, de modo que podía
mirar hacia fuera, pero no ser visto por alguien más. Su transparencia los
hizo brillar y las chispas de la luz del día le quemaban los ojos, pero no su
piel.
—¿Cuánto tiempo has vivido aquí?
—Una eternidad y un día. —Él le guiñó un ojo.
Sacudiendo la cabeza ante su humor, giró en un pequeño círculo para
examinar todo. Fuera de la caverna, el paisaje tenía ruinas antiguas de
algunas ciudades y templos griegos. En el interior, era un poco estrecho por
el número de dragones. Podía ver por qué había gruñido un poco por
tenerlos aquí.
Sin embargo, sin ellos, tendría que estar solo. Un espacio tan grande sin
compañía…
Sí, eso no la haría feliz.
Pero entonces nunca había estado sola. Siempre había tenido a su madre
y luego a su marido.
A diferencia de Falcyn. Nunca se había visto obligada a vivir sola. La
familia siempre había sido parte de su vida.
Su hermana se acercó a ellos.
—¿Te gustan las nuevas decoraciones? ¿Dragón de pared a pared?
—Ja ja. Yo te odio tanto. —Sin embargo, había una luz en sus ojos que
decía que apreciaba las bromas de su hermana.
Y Xyn también lo sabía.
—Ah, no estás engañando a nadie. Sé que me echaste de menos.
Falcyn le hizo una cara de descontento.
Medea apretó los labios para no reírse. Era tan extraño ver este lado suyo.
Era tan protector con sus hermanos. Protector con ella y Xyn también, pero
vieron la parte mucho menos seria de él. Mientras podía ser frívolo y
sarcástico con Blaise y Urian, era un tipo diferente de humor que el más
vulnerable que mostraba a los dos. Era más suave y amable con las mujeres
en su vida.
—¿Y qué piensas hacer con todas estas bestias, Xyn? No estoy planeando
dejarles que se muden, ya sabes. Definitivamente no estoy cómodo con
ellos aquí.
—¿Por qué no? Es bastante acogedor. —Xyn sonrió.
Falcyn dejó escapar un sonido de repugnancia suprema.
—Sabes por qué. Y no empieces conmigo. Como dice el viejo refrán, la
puerta está en la pared.
—Oh, relájate, viejo animal sarnoso. No planean quedarse, de todos
modos. Sólo estamos jugando contigo.
Su alivio era tangible.
Xyn miró a Medea y negó con la cabeza.
—¿Cómo lo soportas?
—Creo que es divertidísimo.
Sopló una frambuesa.
—Esta es una guardiana, hermano. Mejor que no la dejes ir.
Antes de que pudiera comentar, la luz se apagó cerca de ellos.
Medea se preparó para otra batalla, luego se relajó al ver a Shadow
manifestándose cerca de Xyn. Sin embargo, por su vida, no podía imaginar
por qué estaba aquí, dada la condición en la que había estado cuando lo
habían visto por última vez. Habría pensado que estaría fuera de servicio
por un tiempo.
Al menos tumbado durante un mes o más.
Pero al parecer, nada mantenía el ser tumbado por mucho tiempo.
Inclinando su cabeza hacia ellos, se acercó a Xyn y le habló, dejándolos
saber que debía haber estado ayudándola un poco.
—He encontrado algunas casas más.
Falcyn soltó un suspiro audible.
—Shadow… eres mi hombre.
Shadow soltó una risa nerviosa.
—¿Desde cuándo?
—Desde que te salvé el culo. ¿Cómo te sientes?
—Como si me hubieran dado una paliza… Y eres bienvenido.
Cruzando sus brazos sobre su pecho, la expresión de Falcyn dijo lo que
esas palabras le afligieron. Sin embargo, el brillo de sus ojos revelaba su
diversión.
—¿Cómo ha fallado Varian en destriparte todos estos siglos?
—No por falta de esfuerzo de su parte, te lo aseguro. Soy más rápido que
él.
Falcyn sacudió la cabeza.
—De todos modos, me alegro de verte de pie.
—Me alegro de estar de vuelta en mis pies. Especialmente sin Varian
rondando sobre mí como una gran madre peluda. Y oí que te hiciste amigo
de un hermanito, Lombrey.
—Sí, puedes quedarte con él.
—Hmmm, eso es lo que todo el mundo me sigue diciendo. En realidad,
no está tan mal. Consíguele licor y una guarida, puedes obtener unos cinco
o diez minutos de paz antes de que esté en tu cara otra vez.
—Así que ese es tu secreto.
—Básicamente. Creo que funciona en la mayoría de la gente.
Falcyn se echó a reír.
—¿Y por qué creo que hay un poco más en eso de lo que estás diciendo?
—De nuevo, no es tan malo. Solo tienes que entender de dónde viene.
Todos somos criaturas del infierno que nos dieron la vida. ¿No es así?
Medea le daría eso.
—Verdad. —Falcyn retrocedió cuando uno de los dragones se acercó a
ellos.
—¿Están listos los santuarios? —le preguntó a Shadow.
Shadow asintió.
—Merlín los está preparando. Debemos ser capaces de transportar a la
mayoría mucho antes. Kerrigan y Merewyn dijeron que vendrían a ayudarte
tan pronto como estén abiertos.
—Gracias.
—Nuestro placer.
—¿Kerrigan? —Medea recordaba vagamente el nombre, pero no podía
ubicarlo ahora. Recordó que Merewyn era la esposa de Varian.
Falcyn soltó una risa amarga.
—El ex Pendragon del Círculo de Morgen. Fue el que tomó el lugar de
Arturo para dirigir a sus caballeros.
—Ahora pelea con los señores de Avalon. —Shadow sonrió—. La guerra
y el amor hacen compañeros de cama extraños.
Eso era realmente cierto, pero le hacía preguntarse una cosa.
—¿Por qué él cambia de lado?
Shadow lanzó la barbilla hacia Blaise y Brogan.
—Kerrigan era el merlin cargado con la espada Caliburn. Su esposa
Seren era el merlin para el telar de Caswallen que Morgen exigió a él y a
Blaise capturar. En el proceso de tomarlo de ella, la dama Seren se ganó el
corazón de Kerrigan. Él no podía entregarla a Morgen más de lo que Blaise
podía entregar a su Brogan a Crom. Así que Seren y Kerrigan, y su hijo y su
hija, ahora viven en Avalon con los demás, donde continúan luchando
contra Merlín y su corte fey.
Medea miró a Falcyn.
—Como tú.
—No tengo planes de trasladarme a Avalon.
—Sabes a lo que me refiero.
Falcyn pareció un poco incómodo.
—¿Qué? ¿Que te seguiría a cualquier parte?
—¿Lo harías tú?
La mirada de Falcyn la quemó y calentó la más oscura frialdad dentro de
ella.
—Sabes que lo haría.
Le dio un beso en la mejilla y se volvió hacia Shadow.
—¿Puedo pedirte un favor?
—Depende del favor, especialmente teniendo en cuenta lo que me pasó la
última vez que te hice uno.
—¿Puedes meterme de nuevo en Camelot? ¿Cerca de Morgen?
Shadow hizo un sonido realmente espectacular burlándose de la
incredulidad.
—¿Y qué nivel de estupidez especial has logrado, dragón? Sé que
tomaste un golpe importante en la cabeza, pero no me di cuenta que te había
hecho un daño cerebral. ¿Deberíamos hacerte una tomografía? ¿Escaneo de
perros?
—Ja ja. Y lo digo en serio.
—Sí… yo también. En realidad, me gusta tener mis pelotas unidas a mi
cuerpo. Mientras que no consigo utilizarlas tanto como quisiera, todavía
prefiero la cómoda sensación de tenerlas ahí sobre la alternativa de verlas
en un frasco en mi escritorio.
—Entonces me ayudarás o sé qué atacar.
Un tic empezó en la mandíbula de Shadow.
—Realmente te odio, dragón… bien. Pero si eres atrapado, no te
conozco. Nunca te vi y no tengo ni idea de cómo llegaste allí. Y enviaré a
Lombrey para que te rescate o te mate, lo que sea. Tu elección.
—¿Cómo has logrado vivir tanto tiempo sin que nadie te mate, otra vez?
—Te lo dije, soy rápido en mis pies. —Shadow suspiró—. Entonces,
¿cuándo quieres participar en tu suicidio?
Falcyn miró alrededor de su abarrotada casa.
—Ahora sería un buen momento. Eso evitará que enloquezca por mi
GCS.
Xyn frunció el ceño.
—¿GCS?
—Una guarida comunitaria sobrepoblada —señaló el grupo—. Deshazte
de esto mientras no estoy.
Ella puso los ojos en blanco ante su hermano.
—Ugh, gran bebé. ¡Nunca aprendiste a compartir!
—Oh, eso no es cierto. Aprendí a compartir el dolor y la miseria, desde el
principio.
—No, no. Aprendiste a entregar dolor y miseria. Gran diferencia. Ser
portador y distribuidor no es lo mismo que compartir, m'gios. No confundas
esas condiciones.
—Estás decidida a molestarme, ¿no?
Xyn sonrió.
—Siempre. ¿No te alegras ahora que me despertaste?
—Creo que debería haber pasado por alto tu estatua. —Falcyn gruñó en l
aparte de atrás de su garganta—. ¡Blaise! ¿Por qué volvimos a despertar a
Xyn?
—¡Tú la echabas de menos! —exclamó a través de la habitación.
—¡Mentí!
Xyn lo empujó hacia Shadow.
—Ve y llévalo antes de que tenga un ataque de nervios. O lo mataré.
Medea se echó a reír.
—Vamos, libélula.
Hizo una pausa ante sus acciones.
—¿Qué estás haciendo?
—Sé lo que significa esa mirada en tus ojos. Vas a volver por Maddor.
Planeo ir contigo.
—No. Tú no vienes. Te vas a quedar aquí.
Inclinando la cabeza, ella le dio una mirada de oh-no-tú-no.
Falcyn se aclaró la garganta.
—¿No?
—Voy contigo —repitió con firmeza.
Shadow se echó a reír.
—Yo no discutiría con eso, dragón. Parece un poco molesta, y mientras
no soy experto en mujeres, ese es el tipo de expresión que en el pasado no
ha dado buen resultado para que mis partes del cuerpo sean felices en un
momento posterior y fecha cada vez que una hembra me las señaló.
Le dio a Shadow una mirada árida.
—¿No tienes un interruptor o filtro?
—Realmente no.
Con un gruñido profundo, Falcyn sacudió la cabeza.
—Bien. No puedo discutir con ambos. Terminemos con esto. Veamos si
puedo hacer algún milagro.
—¿Qué clase de milagro estás pensando?
—Ni idea. Espero inspiración. —Falcyn respiró profundamente—. Todo
bien, Shadow. Llévanos.
—Llévanos, dice. Como si fuera fácil. Como si todo lo que tuviera que
hacer fuera chasquear mis dedos y puf. —Shadow chasqueó los dedos y
estuvieron en Camelot.
Falcyn arqueó su ceja ante la continua murmuración de Shadow.
—Bueno, esa parte fue fácil. —Su voz se interrumpió cuando se dieron
cuenta de que estaban rodeados por los guerreros Adoni—. Pero esto es de
lo que estaba hablando. Malísimo, los bastardos puntiagudos tienden a notar
cuando venimos y vamos. ¿Peor? Las pequeñas perras atacan como
langostas.
Apenas había terminado esa frase antes que demostraran que tenía razón
y se lanzaron.
Capítulo 20

Falcyn maldijo a Shadow y a los Adoni cuando Medea manifestó una


espada para luchar contra ellos.
—¿De verdad? ¿Tuviste que tirarnos en medio de una fiesta de las hadas?
—¡Bueno, Bubba, no especificaste dónde exactamente querías que te
pusiera, señorita Scarlett! Parecía un lugar tan bueno como cualquiera.
—¡Cállate! —Falcyn lanzó una bola de fuego al Adoni más cercano a él.
Mientras tanto, Shadow tomó las armas contra los más cercanos a él.
—Tengo que encontrar una clase mejor de amigos. Lo juro.
—¡Suficiente! ¡Detén esto!
Todos se quedaron paralizados ante el sonido de la voz de Morgen.
Confundido, Falcyn se movió para cubrir a Medea. Por si acaso, como si
no tuviera ni idea de lo qué Morgen pretendía o por qué no estaba
ordenando sus muertes, cuando esa era su orden habitual.
Shadow también retrocedió cuando la reina fey se materializó frente a
ellos.
Morgen cortó una mirada malvada a cada uno de ellos a su vez, pero fue
a Falcyn a quien señaló con su malicia.
—Le dije a Narishka que vendrías.
—¿Perdón?
—Suplica todo lo que quieras. Pero sabía que volverías por Maddor. Ella
creía que estaba loca y sentimental. Sin embargo, eres predecible.
Falcyn apretó los dientes.
—¿Tu punto?
—Sencillo. Quieres a tu hijo… quiero tu piedra. Uno por lo otro. Ahora
dámela.
Sí, claro. Lo sabía mejor que eso.
Falcyn vaciló en ceder ante su mentira.
—¿Cómo puedo saber que puedo confiar en ti cuando sé exactamente lo
poco fiable que eres?
—¿Te atreverías a hablarme de confianza después de matar a mi madre?
Medea se ahogó.
—Um… ¿entiendes que Maddor es tu hermano? ¿Cierto? ¿Seguramente
eso no se ha escapado a tu percepción después de todo?
Pasó una fría mirada hacia Medea.
—Medio. Y no era el único. Aprendí a no apegarme.
Ay.
La reacción de Falcyn fue mucho más violenta. Se lanzó hacia ella.
Shadow le capturó antes de que pudiera alcanzarla y hacer que fueran
atacados.
—Modérate, hermano —le advirtió Shadow—. No dejes que se meta
bajo tu piel. Piénsalo.
Shadow tenía razón. Su ira le haría cometer un error, y eso era con lo que
ella contaba.
Lento y estable ganó la carrera.
Sin embargo, quería enmarcar su cabeza en la pared. Forzando a
controlar su temperamento, tomó una respiración profunda y revisó sus
opciones. Podría convertirse en un dragón. Acabar con una serie de ellos.
Pero eran Adonis. Todos magos. Más que eso, estaban acostumbrados a
luchar con su raza y sabían cómo derrotar a un dragón. En un grupo de
verdaderos dragones con los poderes de sus hermanos, podría tener una
oportunidad contra ellos.
Solos, incluso con Shadow y Medea respaldándolo, podrían hacer daño,
pero en última instancia caerían por los fey bastardos.
Y Maddor seguiría estando retenido por Morgen y castigado por ello.
Medea estaría muerta, y todo sería culpa suya.
Nunca podría permitir eso.
Así que tomó la única decisión que pudo. Utilizó sus poderes para
convocar su piedra y la sostuvo en su palma.
—Dame a mi hijo.
Morgen chasqueó los dedos hacia un sátiro.
—Busca a Maddor.
Ella prácticamente salivó por su piedra dragón.
Y eso causó que algo lo confundiera al reflexionar sobre sus palabras y
ansias.
—Pregunta, Morgen… ¿por qué Mordred es tan especial para ti? ¿Por
encima de todos los demás? Como dijiste, Maddor no es tu único hermano,
no es tu único hijo. De hecho, Mordred ni siquiera es tu único hijo.
Sus ojos se iluminaron de rojo.
—Eso no es asunto tuyo, ¿verdad?
No, pero su reacción le dijo mucho. Había algo especial en Mordred.
Algo más que sus otros hijos. Justo lo que era, recordó la pregunta.
Y eso envió un escalofrío por su espina dorsal, cómo diferenciaba de
alguna manera a Mordred de sus hermanos, no podría posiblemente
presagiar nada bueno para el resto.
Nunca.
Maldita sea…
Pero ese pensamiento se dispersó tan pronto como vio a Maddor.
Si viviera otros mil años, nunca olvidaría la expresión de la cara de su
hijo. La incredulidad que se derritió en alivio y se instaló en estoicismo tan
rápido que casi le hizo reír. Se ofendería si no entendiera el hecho de que
esta compañía no pagaba por mostrar debilidad.
Sin embargo, lo había visto. No importaba cuán breve.
Su hijo le estaba agradecido de haber venido a rescatarlo.
Y él también. Más de lo que alguien podría saber.
Esperando hasta que Maddor llegó a su lado, utilizó sus poderes para
guiar la piedra a través de la habitación, en el aire, hacia Morgen.
Una sonrisa perversa curvó sus labios cuando agarró la piedra y la
envolvió en sus manos codiciosas.
Entonces, levantó la vista y lo clavó con una mirada siniestra.
—¿No estás olvidando algo?
—¿Qué?
—Una piedra dragón sin dragón no vale nada. ¿Cuán estúpido crees que
soy?
¿Honestamente? Falcyn esperaba no recordara ese pequeño detalle. De
hecho, había estado contando con ello.
Mierda…
Reaccionando, se alejó de Medea, para lanzar su fuego en la dirección
opuesta de su presencia.
—¿Shadow? ¡Saca a Maddor y a Medea de aquí! —Los empujó hacia él,
con la intención de cubrir su retirada.
Pero en el momento en que su mirada se encontró con la de Medea, se
dio cuenta de que tenía otros planes.
Fiel a su obstinada naturaleza Apolita, planeó quedarse con él.
—No perderé a otro hombre al que amo, y no veré que pierdes a tu hijo.
—Rozó sus labios contra los suyos un instante antes de empujarlo a través
del portal que Shadow había abierto, luego usó sus poderes para sellarlo.
Falcyn pasó a través y volvió al Santuario antes de que pudiera protestar.
Aterrizó en la sección del tercer piso, justo al lado de Maddor y Shadow.
Colt levantó la frente hacia su grupo.
—¿Qué demonios es esto? ¿Estás de vuelta de nuevo?
Desorientado, Falcyn frunció el ceño.
—¿Por qué estamos aquí? ¿No deberíamos estar de vuelta en Kalosis?
Silbando, Shadow se frotó el hombro.
—No puedo entrar allí sin Medea. Apollymi me haría una mierda. Podría
alimentar con mi atrevido culo a un Caronte. No vale la pena la
oportunidad.
Apenado, Falcyn giró lentamente al darse cuenta de que no tenía forma
de alcanzar a Medea mientras estaba en Camelot. Sintió que la sangre se le
drenaba de la cara cuando el impacto total de lo que ella había hecho lo
golpeó.
Ella había sacrificado su vida por la suya.
¿Qué demonios fue eso?
La furia ardía en cada parte de él al pensar en ella frente a Morgen en su
nombre. ¡Cómo se atrevió a ponerse en peligro! ¿Y para qué?
¿Por él?
Yo no lo valgo.
Las lágrimas lo ahogaron.
—¿Falcyn?
No sabía quién hablaba. No podía oír más allá de su acelerado latido. No
hasta que sintió una mano en su brazo.
—¿Padre?
No fue hasta entonces que se dio cuenta de que había sido Maddor quien
habló.
Parpadeando, se encontró con la mirada de su hijo.
—La recuperaremos.
—¿Cómo? —Incluso él oyó la grieta en su voz.
Maddor le dirigió una sonrisa arrogante.
—Podría ser un bastardo, pero no estaba sin algunos amigos en Camelot.
Shadow asintió.
—Ídem. ¿Morgen quiere una guerra? Vamos a darle una.
<><><><><>
Morgen chasqueó la lengua hacia Medea.
—No puedo creer que hayas hecho algo tan tonto, pequeña.
—Ah, quédate, cariño. Mi estupidez acaba de comenzar. —Medea utilizó
sus poderes para arrebatar la piedra dragón del agarre de Morgen.
Esa expresión de conmoción sería cómica en una situación menos grave.
Como fuera, Medea corrió hacia la puerta más cercana sin tener ni idea de
dónde llevaría. Simplemente parecía el mejor curso de acción a seguir
poniendo tanta distancia entre ellos como fuera posible.
Golpeó el pasillo a toda velocidad.
Oh sí, esto era tonto. Oscuro y triste, estaba iluminado con una impía luz
brillante. Sombras siniestras bailaban a su alrededor como criaturas
vivientes.
Sin tener ni idea de dónde buscar refugio, Medea se precipitó hacia donde
fuera. No tenía absolutamente ningún destino en mente. A cualquier otro
lugar excepto aquí.
Lo que resultó ser directamente a Narishka.
Megafabuloso.
Medea maldijo entre dientes mientras la bruja fey la atacaba.
—Sé una buena niña. Entregármela.
—No soy una buena chica. También soy una villana. ¿La quieres? Tengo
que luchar por ella. Ven a conseguirla, perra. —La guardó en su sostén y
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manifestó un conjunto de baghs nakas . Por eso, quería sentir algo de
sangre en sus manos.
Y colmillos.
Narishka lanzó una explosión invisible hacia ella.
Medea respondió y envió uno de los suyos.
—Vamos. ¿Eso es todo lo que tienes?
Ellos atacaron en masa y rápidamente aprendieron por qué era la líder del
ejército de su padre, cuando Medea desencadenó once mil años de furia
Daimon reprimida sobre ellos. Una cosa sobre los Spathi, no se detenían.
Y no se estremecieron. Olvida a los espartanos. Los Spathi Daimons eran
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los guerreros que podían hacer que el rey Leonidas mojara sus pteruges .
Pero esa no era la única razón por la que luchaba. En el fondo de su
mente era el pasado cuando vinieron por Praxis y Evander.
Esa noche, ella no había luchado en absoluto. Sin preparación y pasiva,
había estado desamparada ante los humanos mientras mataban a su esposo e
hijo. En aquel momento, se había dicho que era más noble hacer lo que los
dioses decretaban y aceptó su destino, fuera el que fuera.
Ser obediente. Someterse dócilmente, como un buen ciudadano.
El clavo que sobresalía estaba martillado.
Evander también lo había creído. Así que habían seguido las reglas y
hecho lo que se suponía que debían hacer. Nunca habían hecho ruido.
Nunca molestaron a nadie.
Nunca dañaron a otra alma viviente.
No había importado. Su lealtad le había sido devuelta con traición,
alevosía y sangre.
Su amabilidad se deslizó por su garganta. Aquellos a quienes contaba
como amigos habían sido los primeros en volverse contra ella y la lanzaron
a los lobos. Ninguno había hablado en su defensa.
No recordaba ni un solo acto de caridad. No. Ellos no le habían devuelto
el respeto que ella les había mostrado. O el respeto. Más bien, todos los que
había ayudado la habían abandonado como si nunca hubiera hecho nada por
ellos.
¡Malditos bastardos de corazón frío y egoístas!
Por esa lección más amarga, los odiaba a todos.
Y aquella noche había aprendido su pieza más vital. Para ser sincero con
uno mismo. No solo con honestidad, sino con caridad primero. Porque
nadie más estaría de pie para ella cuando más importaba.
Al final, vienes a este mundo solo.
Solo lo dejarás.
Pies primero.
Había entrado en este mundo luchando, con la sangre de otra persona en
los puños, y así era exactamente como tenía intención de salir.
Apretando sus dientes, golpeó al guerrero Adoni más grande con un
puñetazo en la mandíbula que envió al bastardo gigante tambaleándose
hacia atrás.
Luego, volviéndose, deslizó al siguiente fuera de sus pies y entregó un
puñetazo en su garganta. Sus oídos vibraban por el torrente de sangre. La
furia atravesaba cada parte de ella cuando exigía más y más de su fuerza
vital.
La bestia en ella estaba despierta y estaba hambrienta.
La rodearon. La superaban en número. No había forma de sobrevivir a
todos ellos. Lo sabía sin lugar a dudas.
No le importaba.
La guerra no siempre era para sobrevivir. Se trataba de proteger lo que
amabas. Preservar a los que eran sagrados para que pudieran seguir adelante
después de ti. Asegurarte de que tenían un futuro. Y si eso significaba
sacrificar tu vida por la de ellos, que así fuera.
Una vida para muchos.
Medea sintió un dolor penetrante en su costado.
Y todavía luchó. A pesar de que el dolor amenazaba con enviarla a sus
rodillas, se negó a darles la satisfacción de verla caer. Su madre la había
criado mejor que eso.
De repente, alguien la agarró por detrás.
Con un siseo vicioso, se movió para golpear a su atacante, luego se
congeló cuando vislumbró al hombre más locamente hermoso de cualquier
mundo.
—Falcyn. —Su nombre era una oración en sus labios.
—Tienes que saber que no te dejaría atrás. —La acunó en su pecho y se
agachó para que Shadow y Blaise pudieran cubrir su retirada.
Las lágrimas llenaron sus ojos mientras envolvía sus brazos alrededor de
su cuello.
Morgen soltó un grito agudo.
Falcyn se volvió hacia ella y le disparó. Entonces tomó a Medea de
vuelta a su caverna, donde Maddor se unió rápidamente. La acostó en su
cama para que pudiera inspeccionar la herida en su costado.
—No puedo dejarte sola ni cinco segundos, ¿verdad?
—Fue más de cinco segundos, libélula. ¿Tengo que comprarte un reloj?
Ella silbó y golpeó su mano mientras tocaba un lugar blando.
—¡Oh! ¡Oye!
—¡Eso duele!
—Sí, lo sé. —Él sacudió su mano.
Frunciendo el ceño, ella sacó su piedra dragón de su sujetador y se la
devolvió.
—Ni siquiera empieces conmigo.
Su mandíbula se aflojó.
—¿Cómo lo conseguiste?
—Ninguna perra va a manejar las rocas de mi hombre mientras esté
alrededor. ¿Bien?
Los ojos de Maddor se estrecharon ante sus palabras.
—Esperaré fuera.
Falcyn rió, luego la besó.
Medea suspiró mientras sentía que el calor de su beso fluía a través de su
cuerpo. Más que eso, sintió el calor de su piedra fundiéndose en su herida
cerrada y sanándola.
Completamente.
Y cuando él retrocedió, ella tomó su rostro y se dio cuenta de que Brogan
había tenido razón. Tenía un futuro con él después de todo.
—Así que dime, libélula. ¿Dónde hacen su casa un dragón y un Daimon?
—Sencillo, lady Spathi. En cualquier parte que quieran. Lo que sea que
quieran.
Epílogo

Medea había estado temiendo este momento durante días. Pero era algo
que tenía que hacer y algo que no quería que Urian descubriera por su
cuenta. Mejor que las noticias vinieran de alguien a quien amaba que ser
arrojado sobre él por accidente.
Y cómo había permitido que Falcyn la convenciera para hacer eso en el
palacio de Acheron en Katateros, no tenía ni idea.
Definitivamente amaba a la bestia. Solo eso podría explicar este nivel de
locura.
Pero al final, tenía razón. Era mejor que Urian se sintiera cómodo y
rodeado por la familia cuando aprendiera la verdad que estar cegado y
rodeado de extraños. Esto no auguraba nada bueno para nadie.
Todavía…
Esto era nervioso. El enorme palacio de mármol era impresionante, como
alguien esperaría que fuera el hogar de los antiguos dioses. Fue construido
para impresionar, y definitivamente no era inmune a su austeridad.
El trono de Acheron estaba puesto a la derecha en un enorme estrado
donde varias pequeñas criaturas como dragones estaban rizadas y dormidas
con los dos hijos de Acheron. Por la forma en que las criaturas estaban
entrelazadas, ni siquiera estaba segura de cuántos de ellos había.
Simi y su hermana Caronte estaban en el suelo a su izquierda, viendo
algún canal comercial en un gran monitor que estaba colocado en la pared.
Totalmente contentas, estaban comiendo palomitas asadas con salsa
barbacoa de un plato que compartían que estaba entre ellas mientras el
administrador de Acheron, Alexion, y su esposa, Danger, lo mantenían
lleno hasta su capacidad.
El hermano gemelo de Acheron, Styxx, se encontraba con ella y Falcyn
en la puerta. Casi de dos metros de altura, era una bestia
impresionantemente hermosa. Vestido en una camisa de botones azul casual
y vaqueros, estaba muy lejos de la preferida del estilo gótico de Ash.
—Sí, lo sabemos. Pero los mantiene fuera de problemas y evita que les
pongan cuernos a los bebés en las cabezas.
Medea se rió al ver a la esposa de Styxx, Bethany, que estaba sosteniendo
a su hijo menor en sus brazos y murmurando al niño.
—Así que este es el pequeño Aricles del que oigo cosas de su hermano
mayor Urian.
Con sus negros rizos en espiral alejados de su cara en una cola de caballo,
Bethany frotó la espalda de su hijo. Su piel de caramelo era impecable
sobre las cinceladas características agudas.
—¿Te gustaría cogerlo?
—Podría quedármelo si lo hago.
Ari sonrió mientras él la miraba.
—¿Mimi?
Completamente hundida, Medea lo tomó y se perdió en el momento en
que envolvió sus brazos alrededor de su cuello y la abrazó con un chillido
vertiginoso y un rebote. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que
tuvo a un bebé que había olvidado lo maravilloso que se sentía tener un
afecto tan ilimitado.
Esa era la parte más difícil de estar cerca de los Daimons, no podían tener
niños. Solo los Apolitas podían.
Falcyn le pasó la mano por el cabello.
—¿Estás bien?
Ella asintió.
—Estás jodido. Palabra de advertencia. Quiero un montón de estos de
nuevo.
Arrugó la nariz cuando Aricles apretó el dedo de Falcyn y lo mordió.
—No sé. Es un poco maloliente y tiene fugas en ambos extremos.
Bethany se echó a reír.
—No te molesta cuando es el tuyo quien huele de esa manera.
—Si tú lo dices. —Se encontró con la dudosa mirada de Styxx.
Styxx se aclaró la garganta.
—Estoy de acuerdo con Beth. De todas las maneras.
—Eso es porque mi hermano no es tonto. —Acheron entró y colocó sus
manos en los hombros de Styxx.
Medea se congeló al verlos juntos. Aunque sabía que eran idénticos, a
excepción de su color de ojos y color de cabello —y eso solo porque
Acheron artificialmente se teñía de rojo y negro— todavía era chocante
verles lado a lado así.
Si los dos pusieran su mente en ello, realmente no habría manera de
identificarlos.
Escalofriante.
—Queridos dioses, ¿quién está muerto?
Todos se congelaron cuando Urian entró en la habitación para atraparles
reunidos.
—Por favor, dime que es Stryker. —No faltaba la nota esperanzadora en
la voz de Urian.
—No es gracioso. —Ella devolvió a Aricles a Bethany mientras se
preparaba para la última cosa que quería hacer.
¿Cómo demonios iba a contarle a Urian lo de Phoebe…?
Ahora deseaba haber aceptado la oferta de Davyn de estar aquí para esta
confrontación. Pero entonces ella no era una cobarde, y Urian era su
hermano.
Puedo hacer esto.
Falcyn puso su mano en su hombro para hacerle saber que estaba con
ella. Ella tomó consuelo de su presencia.
Y con una respiración profunda, se preparó para lo que iba a ser una mala
reacción.
Realmente mala.
—Hay algo que necesito decirte, Urian. Algo que no vas a creer.
—¿He ganado la lotería de un millón de millones?
Ella puso los ojos en blanco ante su humor extravagante y
extremadamente irritante.
—No. Es sobre Phoebe.
Eso lo dejó serio por completo. El color se desvaneció de sus mejillas.
Cuando habló, su tono era frágil.
—¿Qué pasa con ella?
No había una manera fácil de hacer esto. Así que se conformó con
arrancar la tirita tan rápida y misericordiosa como fuera posible.
—Stryker no la mató esa noche. Sigue viva.
Ja, eso sonó duro incluso a sus propios oídos. Ella podría patear su propio
culo.
Delicado, tu nombre no es Medea.
Él se tambaleó de nuevo hacia los brazos de su padre y habría caído si
Styxx no hubiera estado allí.
—¿Qué?
—Respira —susurró Styxx en su oído—. Te tengo.
Urian sacudió la cabeza.
—No es posible.
Lo siento, hermano.
Pero tenía que ser fuerte por él. Y no tenía más remedio que ver esto a
través.
—Tanto Davyn como yo la vimos. Está viva, Urian. No es la misma.
Las lágrimas llenaron sus ojos cuando se encontró con la mirada de
Acheron.
—¿Lo sabías?
—Juro por la vida de mi madre, que no tenía ni idea. Ella no es humana,
así que no puedo ver su destino. Está más allá de mis poderes. Si lo hubiera
sabido, te lo habría dicho.
Urian parpadeó y parpadeó de nuevo mientras lentamente digería sus
noticias y llegó a términos con ellas.
—¿Stryker lo sabía?
Medea asintió débilmente.
Su respiración se hizo irregular, Urian la fulminó con la mirada.
—¿Por qué no me lo dijo?
—No quería que te sintieras culpable por en lo que se convirtió. Por lo
que hizo.
Él le frunció el ceño.
—¿Qué hizo?
—Atacó la comuna donde la tuviste alojada. Él dijo que se corrompió por
las almas que estaba consumiendo para vivir.
Una lágrima corrió por su mejilla mientras miraba hacia el espacio.
Angustia cruda y atormentada irradiaba de él. Era obvio que se culpaba a sí
mismo, al igual que su padre había predicho.
—Ash… ¿hay alguna manera de recuperarla?
—No que yo sepa. Pero soy un dios del destino. No uno de las almas.
—Bethany.
Ella sacudió su cabeza.
—La ira, la guerra, la miseria y la caza. Necesitas a alguien cazado y
matado con prejuicios extremos, soy tu chica. Pero nunca estuve a cargo de
las almas, tampoco. Lo siento.
Falcyn suspiró.
—Y yo también soy un dios de la guerra. ¡Qué inútil somos!
—A menos que…
Se volvieron para mirar a Acheron.
Ash se mordió el labio mientras consideraba algo.
—Esto es un tiro largo. Quiero decir que es un Ave María de todos los
tiempos.
—¿Qué? —Urian se alejó de su padre.
—Puede que conozca a alguien que pueda ayudarme con esto… Xander.
Medea frunció el ceño.
—¿Quién es Xander?
—Un Dark Hunter actualmente establecido en Nueva Orleans. Era un
hechicero. Uno de los poderes más oscuros. Tanto es así, que Artie solo
tiene una parte de su alma. Trata con transmutaciones y es el único no
demonio que conozco que puede negociar con Jaden y Thorn. Si alguien
puede ayudarte, será tu mejor apuesta.
—¿Crees que lo hará?
Ash soltó una risa nerviosa.
—No lo sé. Es un tramposo hijo de puta. Pero tiene una debilidad.
—¿Y esa es?
—Brynna Addams y Kit Baughy. Pueden hablarle sobre la mayoría de las
cosas. Tal vez, solo tal vez, puedan convencerlo de esto.
<><><><><>
Apolo se congeló al ver a Morgen acercándose a su trono. Su cabello
estaba chamuscado, su vestido rasgado y sucio.
—Te ves un poco peor por el desgaste, amor.
Ella realmente le disparó una explosión.
—¡Bastardo!
Él arqueó una ceja hacia ella. Temblor, temperamento.
—Ten cuidado con eso, para que no tome ofensa.
—¡Toma todo lo que quieras! ¿Qué pasó con la piedra dragón que me
prometiste?
—Paciencia. El juego no ha terminado. Solo un pequeño reajuste en el
tablero.
Ella frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Dejó escapar un largo y cansado suspiro.
—Olvidé que no eres un dios. Jugar con la vida de las personas no es
algo con lo que tengas mucha experiencia. A veces tienes que dejar que las
cosas sigan su curso.
—¿Significa? —repitió.
—Lo que significa que los buenos tenían todos los dragones… ahora no.
Y Urian contiene la sangre de Apollymi, Bet, Set y Acheron…
Morgen aspiró el aliento cuando finalmente lo comprendió.
—Él es la llave para acabar con todos ellos.
—Pero no es él. ¿Y sabes lo que acabamos de descubrir?
Una lenta sonrisa curvó sus labios.
—La fuente de su destrucción.
Apolo asintió lentamente. Con Phoebe bajo su control, no necesitaba
encontrar al padre de Acheron, después de todo. Tenía algo aún mejor a su
disposición.
La venganza de Acheron.
Porque esa era la belleza de ser un dios de la profecía. Conocía el futuro.
El destino final del mundo —de toda la humanidad— no estaba
realmente en manos de Acheron, o incluso de Apollymi.
En realidad, estaba en el linaje de la familia de Styxx.

Fin
Sobre la autora

Sherrilyn Kenyon es una de las más famosas


escritoras dentro del género del Romance
Paranormal. Sus libros aparecen en la lista de los
más vendidos del New York Times, Publishers
Weekly, y USA Today. Desde hace dos años, ha
reclamado el puesto número 1 de las listas del
New York Times en doce ocasiones. Esta
extraordinaria escritora sigue encabezando las
listas en el género de novelas que ella escribe.
Con más de 23 millones de copias de sus libros y
con impresión en más de 30 países, su serie
corriente incluye: Los Cazadores oscuros, La Liga, Señores de Avalon,
Agencia B.A.D y las Crónicas de Nick. Desde 2004, ha colocado más de 50
novelas en la lista del New York Times.
Es la voz más preeminente en la ficción paranormal, con más de veinte
años de publicaciones, Kenyon no sólo ayudó a promover, si no también a
definir la tendencia de la corriente paranormal romántica que ha cautivado
el mundo.
Además debemos recalcar que dos de sus series han sido llevadas a las
viñetas. Marvel Comics ha publicado los cómics basados en la serie
"Señores de Avalon" (Lords of Avalon) la cual guioniza la misma Sherrilyn
y "Chronicles of Nick" es una aclamado manga. Su vida es muy
representativa para muchos "MENYONS" así se hacen llamar sus fans.
Saga Dark Hunter

Arco Acheron
00 El Comienzo (The Beginning, 2002)
01 Amante de ensueño (Fantasy Lover, 2002)
01.5 Dragonswan (Dragonswan, 2002)
02 Placeres de la noche (Night Pleasures, 2002)
03 El abrazo de la noche (Night Embrace, 2003)
03.5 Amante Fantasma (Phantom Lover, 2003)
04 Bailando con el diablo (Dance with the Devil, 2003)
04.5 La navidad de un Cazador Oscuro (A Dark-Hunter Christmas, 2003)
05 El beso de la noche (Kiss of the Night, 2004)
06 El Juego de la Noche (Night Play, 2004)
06.5 Nacida en Invierno (Winter Born, 2004)
07 Disfruta de la noche (Seize the Night, 2004)
08 Pecados de la noche (Sins of the Night, 2005)
08.5 Segundas Oportunidades (Second Chances, 2005)
09 Desnuda la noche (Unleash the Night, 2005)
10 La cara oscura de la Luna (Dark Side of the Moon, 2006)
10.1 Un Duro día para el Investigador Nocturno (A Hard Day’s Night
Searcher, 2006)
10.2 Hasta que la muerte nos separe (Until Death We Do Part, 2006)
10.3 Temiendo la oscuridad (Fear the Darkness, 2007)
11 El cazador de sueños (The Dream-Hunter, 2007)
12 El diablo puede llorar (Devil May Cry, 2007)
13 La luna de la medianoche (Upon The Midnight Clear, 2007)
13.5 Manual Dark-Hunter (2007)
14 Atrapando un sueño (Dream Chaser, 2008)
15 Acheron (Acheron, 2008)

Arco Jaden
16 El silencio de la noche (One Silent Night, 2008)
16.5 A la sombra de la luna (Shadow of the Moon, 2008)
17 El Guardian de los sueños (Dream Warrior, 2009)
17.5 Donde los Angeles temen aventurarse (Where Angels Fear to Tread,
2008)
18 La noche de la luna negra (Bad Moon Rising, 2009)
19 Un amor despiadado (No Mercy, 2010)
20 Sed de Venganza (Retribution, 2011)
21 El Guardian (The Guardian, 2011)
22 Tiempo Sin Tiempo (Time Untime, 2012)
23 Styxx (Styxx, 2013)
24 Dark Bites (Recopilatorio de historias cortas, 2014)
Amante Fantasma
Nacida en invierno
La navidad de un Cazador Oscuro
Hasta que la muerte nos separe
Un duro día para un investigador nocturno
A la sombra de la luna
Donde los angeles temen aventurarse
Temiendo la oscuridad
House of the Rising Son
25 Hijo de Nadie (Son of No One, 2014)
26 El Estigma del Dragón (Dragonbane, 2015)
27 La marca del Dragón (Dragonmark, 2016)
28 Dragonsworn (2017)
29 Battle Born (2018)
Notes

[←1]
The Howlers: Los Aulladores.
[←2]
Hace una pequeña referencia harey karey que es un ritual de suicidio japonés.
[←3]
Kerling, una gigante femenina en la mitología islandesa, asociada con la isla de Drangey.
[←4]
Tipo de margarita, planta de la familia de las Asteraceae. El género tiene una distribución
cosmopolita con la mayor diversidad en Norteamérica.
[←5]
Se pierda el chiste al traducir porque viene de la frase anterior de Blaise, al usar la palabra
“KNOCK UP”, que para los británicos una de sus acepciones se traduce como “LLAMAR” y
Falcyn usa de nuevo “KNOCK UP” pero en el sentido del argot norteamericano significa
“DEJAR EMBARAZADA”.
[←6]
Médicos de plagas: Se refiere a los médicos que trataban a los pacientes víctimas de la
peste negra. Se reconocían por la máscara con aberturas para los ojos de cristal y una nariz en
forma de pico, típicamente rellena de hierbas, paja y especias.
[←7]
“Sod” se traduce como “césped” o “suelo”, por eso la confusión de Medea por las siglas
que usa Blaise.
[←8]
Original: Shadows of Doubt (SOD)
[←9]
Se puede entender como el llamado o la llamada.
[←10]
Original: Bane, que una de sus traducciones es veneno, de ahí el comentario de Medea y la
aclaración de Falcyn.
[←11]
Baghs nakas: Es un arma como una garra de la India diseñada para encajar en los nudillos
o ser oculta debajo o contra la palma.
[←12]
Pteruges: Pieza decorativa que cae de la cintura de la armadura de los antiguos soldados
romanos y griegos.

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