Derecho Procesal Constitucional - William Herrera Áñez
Derecho Procesal Constitucional - William Herrera Áñez
Derecho Procesal Constitucional - William Herrera Áñez
ÍNDICE GENERAL
DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL
Procesos y procedimientos constitucionales
PARTE PRIMERA
Introducción general
CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN
1. Génesis del derecho procesal constitucional
2. Concepto y evolución
3. Naturaleza jurídica
4. Autonomía científica
5. El objeto
6. Florece en Bolivia
6.1 El tribunal y el proceso constitucional
6.2 El código procesal constitucional
CAPÍTULO II
EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD
1. Configuración del Estado boliviano
2. Los modelos de control de constitucionalidad
2.1 El control político o modelo francés
2.2 El control difuso o modelo norteamericano
2.3 El control concentrado o kelseniano
3. Controles del tribunal constitucional
3.1 Control normativo
3.2 Protección de los derechos fundamentales
3.3 Los conflictos de competencias
3.4 Órgano consultivo
CAPÍTULO III
LA JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL (I)
1. Concepto y estructura orgánica
2. Naturaleza jurídica
3. Estatuto de los magistrados
3.1 Elección
3.2. Requisitos
3.3 Prohibiciones e incompatibilidades
3.4 Posesión y cesación
3.5 Status jurídico de los suplentes
4. Comisión de admisión
4.1 El procedimiento
4.2 Rechazo
4.3 Recurso
5. La excusa
5.1 El procedimiento solo permite la excusa
5.2 Efectos
6. Juicio político
CAPÍTULO IV
LA JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL (II)
6. Clases de resoluciones
6.1 Sentencias
6.1.1 Elementos esenciales
6.1.2 La ratio decidendi
6.1.3 El obiter dictum
6.1.4 El decisum
6.2 Declaraciones
6.3 Autos
7. Resoluciones de sala plena
8. Voto disidente
9. Aclaración, enmienda y complementación
10. Ejecución de sentencias
11. Revisión de oficio
12. Recurso de queja
13. La jurisprudencia constitucional
CAPÍTULO V
LOS PRINCIPIOS RECTORES
1. La Constitución principista o axiomática
2. La supremacía constitucional
3. La jerarquía normativa
4. Los principios ético-morales
5. El pluralismo y las cosmovisiones
6. Erradicar los ritualismos
7. El informalismo
8. El principio pro actione
9. El principio iuria novit curia
10. La verdad material
11. No reconoce fueros ni privilegios
12. Economía y celeridad
CAPÍTULO VI
LA INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL (I)
1. Concepto y problemas interpretativos
2. Características y objetivos de la interpretación
3. Los métodos interpretativos
3.1 La voluntad del constituyente
3.2. Interpretación sistemática
3.3 Los principios constitucionales
3.4 La unidad
3.5 El bloque de constitucionalidad
3.6 El control de convencionalidad
CAPÍTULO VII
LA INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL (II)
3.7 La dignidad y los derechos implícitos
3.8 Interpretación más favorable y la no retroactividad de la ley
3.9 El pluralismo jurídico
3.10 La perspectiva de género
ABREVIATURAS
AC Auto constitucional
AIOC Autonomía indígena originaria campesina
Art. Artículo
AS Auto supremo
AV Auto de vista
AA.VV. Autores varios
CC Código civil
CP Código penal
CPP Código de procedimiento penal
CPC Código de procedimiento civil
CPCo Código procesal constitucional
CPE Constitución Política del Estado
CADH Convención americana sobre derechos humanos
Corte IDH Corte Interamericana sobre derechos humanos
DS Decreto supremo
Ed. Editorial
ETAs Entidades territoriales autónomas
FELCC Fuerza especial de lucha contra el crimen
FELCN Fuerza especial de lucha contra el narcotráfico
FGE Fiscal general del estado
GTZ Cooperación técnica alemana
INRA Instituto nacional de reforma agraria
LTC Ley del tribunal constitucional
LOMP Ley orgánica del ministerio público
LOJ Ley del órgano judicial
LMAD Ley marco de autonomía y descentralización “Andrés Ibáñez”
MF Ministerio Fiscal
MP Ministerio Público
OEA Organización de Estados Americanos
ONU Organización de las Naciones Unidas
SC Sentencia constitucional
SSCC Sentencias constitucionales
STS Sentencia del tribunal supremo
SSCCPP Sentencias constitucionales plurinacionales
SAFCO Ley del sistema de administración, fiscalización
y control gubernamental
TIOC Territorios indígenas originarios campesinos
TCO Tierras comunitarias de origen
TC Tribunal constitucional (1999-2009)
TCP Tribunal constitucional plurinacional (2009 adelante)
TEDH Tribunal europeo de derechos humanos
PRESENTACIÓN
1
CARNELUTTI, F. Cuestiones sobre el proceso penal, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-
América, traducción de Santiago Sentís Melendo, 1961, p. 27.
A través del proceso se busca concretar el mandato constitucional de que “toda
persona será protegida oportuna y efectivamente por los jueces y tribunales en el
ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, y el “Estado garantiza el derecho al
debido proceso, a la defensa y a una justicia plural, pronta, oportuna, gratuita,
transparente y sin dilaciones”. De la misma forma, “ninguna persona puede ser
condenada sin haber sido oída y juzgada previamente en un debido proceso”; además,
las partes en conflicto gozarán de igualdad de oportunidades para ejercer durante el
proceso las facultades y los derechos que les asistan. En estos términos la Constitución
reconoce al debido proceso que exige, entre otras garantías, que toda persona sea oída
por una autoridad jurisdiccional competente, independiente e imparcial, y en su idioma
(arts. 115-120 y 180.I).
La publicación en general se ha encargado de recoger las transformaciones que
han tenido los procesos y procedimientos constitucionales en lo que va del presente
siglo. Aquí el TC, que ha materializado una verdadera revolución jurídica, ha tenido un
rol protagónico en la consolidación y perfeccionamiento del derecho procesal
constitucional. Las previsiones contenidas en la Ley N° 1836 de 19 de marzo de 1998,
fueron sobrepasadas y se impuso el código procesal constitucional.
El libro se compone de dos grandes partes, que hacen un total de XXIX
capítulos, y desarrolla todos los procesos y procedimientos que se encuentran
sistematizados en el código procesal constitucional. En la parte primera, abordamos la
introducción general sobre el derecho procesal constitucional boliviano, el control de
constitucionalidad, la jurisdicción constitucional, los principios rectores, la
interpretación constitucional. En la parte segunda, abordamos los procesos y
procedimientos constitucionales como el de libertad, de amparo constitucional, de
protección de privacidad, de cumplimiento, popular, la inconstitucionalidad (abstracta,
concreta y por omisión), los conflictos de competencias, control de tratados
internacionales, consultas de proyectos de ley, control de estatutos y cartas orgánicas,
preguntas de referendo, control de las normas indígenas originaria campesinas, proceso
contra tributos, impuestos, tasas, patentes y contribuciones especiales, procedimiento
contra resoluciones del órgano legislativo, recurso directo de nulidad y el procedimiento
de reforma de la Constitución.
La obra, que se inscribe en la línea de mis manuales procesales, busca no solo
contribuir al estudio de esta parcela del derecho, hija del derecho procesal general, sino
también a convertirse en una herramienta idónea para familiarizarse con los procesos y
procedimientos constitucionales de obligado conocimiento para los operadores
jurídicos, profesionales y estudiantes universitarios.
El autor
CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN
2
FIX-ZAMUDIO, Héctor, El juicio de amparo y la enseñanza
del derecho procesal, pp. 434 y s., Boletín Mexicano de Derecho Comparado, nueva serie año LI número
154, enero-abril 2019, en https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/derecho-
comparado/article/view/1128/1386.
disposiciones de la Carta Fundamental del 1° de octubre de 1920. La creación de este
original tribunal especializado en materia constitucional, que se popularizó en Europa
después de la segunda guerra mundial y en América Latina a fines de siglo XX,
permitió desarrollar un cuerpo de doctrina verdaderamente impresionante sobre los
lineamientos de esta jurisdicción constitucional, a tal grado de haberse conformado una
disciplina autónoma de perfiles propios y definidos ─aunque siempre vinculada a la
teoría general del proceso o del derecho procesal─, que se ocupa del estudio de los
instrumentos procesales establecidos por las mismas cartas fundamentales para la tutela
de sus propias normas, que se conocerá como derecho procesal constitucional. Y será
una ciencia procesal autónoma porque compartirá los conceptos básicos de acción,
jurisdicción y proceso y procedimientos constitucionales.
Hans Kelsen fue, en este sentido, el primero en desarrollar una teoría general
sobre la defensa jurisdiccional de la Constitución a través de un órgano concentrado. Y
como magistrado del primer tribunal constitucional en Austria, Kelsen convivió con el
derecho procesal y advirtió cuestiones relativas a los efectos de la sentencia, modo de
iniciar el procedimiento, sujetos legitimados, una posible acción popular, la cualidad de
los integrantes del órgano y la adecuada representación de las partes, entre otros
aspectos.
El austriaco no sólo fue el ideólogo del tribunal constitucional y uno de los
primeros jueces constitucionales sino que polemizó doctrinal e intensamente con el
alemán Carl Schmitt sobre quién debería ser el defensor de la Constitución. A manera
de réplica a Kelsen, Schmitt había exteriorizado en el Congreso de profesores de
derecho público realizado en Jena en 1924 su postura, que fue difundida en un ensayo
publicado en 1929, y luego apareció como libro en 1931: La defensa de la Constitución,
Estudio acerca de las diversas especies y posibilidades de salvaguardia de la
Constitución.
Hans Kelsen postulaba la necesidad de controlar el ejercicio del poder mediante
un órgano jurisdiccional independiente de los tres poderes tradicionales (ejecutivo,
legislativo y judicial), mientras que Schmitt abogaba por el control político de la
Constitución. Al poco tiempo Kelsen replica a Schmitt con su obra ¿Quién debe ser el
defensor de la Constitución? y asume su postura teórica sobre el control jurisdiccional
de la Constitución.
En contra de la posición de Schmitt, Kelsen consideraba que nadie puede ser juez
y parte de su propia causa y que por ello quien debía realizar el control de
constitucionalidad sería un órgano autónomo e independiente de los órganos
tradicionales del Estado, cuya naturaleza no era política sino semejante a la de los
demás órganos jurisdiccionales.
La relevancia del pensamiento Kelseniano, después de la polémica con Carl
Schmitt y una vez concluida la segunda guerra mundial, adquiere dimensiones
transcendentales en la concepción e interpretación del derecho y se consolida como el
precursor de la creación de los tribunales constitucionales. Esta creación fue advertida
por otra corriente que se abría paso en los mismos tiempos: La del procesalismo
científico o aparición de la ciencia procesal, totalmente independiente del derecho
sustantivo.
Kelsen entonces inicia el encuadramiento del fenómeno a la luz del procesalismo
científico, a la que se sumaron las aportaciones de los tratadistas procesales Alcalá-
Zamora y Castillo, Eduardo Couture, Fix-Zamudio, entre otros, cuyas contribuciones
dogmáticas sucesivas y conjuntas lograron la configuración científica del derecho
procesal constitucional. La construcción científica constituye una secuencia
concatenada del pensamiento al ir construyendo, con base en los predecesores e influjos
sociales, políticos y jurídicos del momento, nuevas concepciones y teorías.
Sin embargo, a pesar de la juventud del derecho procesal constitucional,
paradójicamente tiene antecedentes remotos. Según Sagüés3 el habeas corpus se perfila
como el padre del derecho procesal constitucional; es el primero de los procesos
constitucionales destinado a tutelar uno de los más importantes derechos fundamentales,
como es la libertad física y ambulatoria, derecho por cierto fundante, en el sentido que
posibilita la realización de los demás. Y como antecedentes más lejanos figura el
interdicto romano de homine libero exhibendo, preludio del habeas corpus inglés que ya
aparece en la Carta Magna de 1215. En cambio como fuentes más próximas, claras y
precisas, a manera de “tres cumpleaños” de esta disciplina, Sagüés señala: a) El Habeas
Corpus Act inglesa, en 1679, al constituir el primer ordenamiento que meticulosamente
regula un proceso constitucional; 2) El emblemático caso norteamericano Marbury vs.
Madison de 1803, a partir del cual se institucionaliza para siempre el sistema judicial de
control de constitucionalidad; y 3) La Constitución austríaca del 1° de octubre de 1920,
paradigma de tribunal constitucional como órgano especializado de control de
constitucionalidad.
3
SAGÜÉS, Néstor Pedro, La Constitución bajo tensión, colección Constitución y Democracia, edición
propia del Instituto de Estudios Constitucionales del Estado de Querétaro, México, 2016, p. 293.
2. Concepto y evolución
4
ASTUDILLO REYES, César, Doce tesis en torno al derecho procesal constitucional, revista general de
derecho público comparado, N° 2, 2008, pp. 45 y s.
En una síntesis de la evolución que ha tenido el derecho procesal constitucional,
Ferrer Mac-Gregor reconoce cuatro etapas hasta llegar a su configuración actual como
disciplina autónoma procesal, que son:5
I. PRECURSORA (1928-1942). Se inicia con el trabajo de cimentación
teórica de Kelsen, relativo a las garantías jurisdiccionales de la
Constitución (1928) y al reafirmarse su postura con la polémica que
sostuvo con Carl Schmitt sobre quién debería ser el guardián de la
Constitución (1931). En este período, Kelsen publica en los Estados
Unidos un ensayo de corte comparativo entre los controles de
constitucionalidad de las leyes austriaco y norteamericano (1942), que
constituye el primero en su género, por lo que si bien no tuvo un impacto
significativo resulta de utilidad para la disciplina científica.
II. DESCUBRIMIENTO PROCESAL (1944-1947). El procesalista español
Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, en sus primeros años de exilio en
Argentina (1944-45) y luego en México (1947), advierte la existencia de
una nueva rama procesal y le otorga denominación. En Argentina al titular
su obra Estudios de derecho procesal (civil, penal y constitucional) en
1944; y al año siguiente de manera expresa señala que la institución del
amparo debe ser considerada dentro del derecho procesal constitucional,
en una reseña que realiza a un comentario de su libro en la Revista de
Derecho Procesal. Y en México en las referencias que realiza en su clásica
obra Proceso, autocomposición autodefensa (contribución al estudio de
los fines del proceso) en 1947.
III. DESARROLLO DOGMÁTICO PROCESAL (1946-1955). Etapa en la
cual el mejor procesalismo científico de la época realiza importante
contribuciones para acercarse a la tendencia del constitucionalismo. Es el
período del estudio de las garantías constitucionales del proceso iniciada
por Couture (1946-48) y del análisis de la jurisdicción constitucional e
instrumentos procesales de control a través de las colaboraciones de
Calamandrei (1950-56) y Cappelletti (1955). Couture inicia toda una
corriente dogmática en el estudio de las garantías constitucionales del
proceso, especialmente del proceso civil, pero utiliza la expresión
5
FERRER MAC-GREGOR, Eduardo, El origen científico del derecho procesal constitucional (1928-
1956), Lima, Ed. Grijley, 2018, pp. 126 y s.
“garantías” como sinónimo de derecho fundamental y no como
mecanismo procesal de defensa. Calamandrei estudia el fenómeno de la
jurisdicción constitucional a la luz del procesalismo científico, realizando
clasificaciones muy valiosas sobre la caracterización de los sistemas de
justicia constitucional y analizando especialmente los efectos de las
sentencias constitucionales, pero no lo realiza en su integridad ni advierte
la existencia de la disciplina. Cappelletti agrupa el estudio de los
instrumentos procesales de protección jurisdiccional de los derechos
fundamentales en la categoría que denomina “jurisdicción constitucional
de la libertad”, que con el paso del tiempo se ha aceptado, y luego
desarrolló su teoría en el ámbito supranacional, pero no emplea la
expresión ni advierte la existencia de una nueva rama procesal.
IV. DEFINICIÓN CONCEPTUAL Y SISTEMÁTICA (1955-1956). El último
eslabón constituye la definición conceptual como disciplina procesal y la
realiza Fix-Zamudio en su trabajo relativo a La garantía jurisdiccional de
la constitución mexicana. Ensayo de una estructuración procesal del
amparo (1955), publicado parcialmente al año siguiente en diversas
revistas mexicanas (1956). Cabe agregar, también, a Néstor Pedro Sagüés,
Domingo García Belaunde, Eduardo Ferrer Mac-Gregor, entre otros, como
verdaderos artífices de la definición conceptual y sistemática.
Las aportaciones de estos juristas han sido fundamentales para perfilar el primer
estudio dedicado al análisis de la disciplina científica como objeto de estudio específico
y con la intención de sistematizarla a partir de su naturaleza procesal. Al mexicano Fix-
Zamudio se le reconoce haber descubierto los contornos científicos de la disciplina, así
como determinar su naturaleza jurídica, la conceptualización dentro del derecho
procesal, su contenido específico que la distingue de lo que es propio del derecho
constitucional. A tiempo de preguntarse quién será el fundador del derecho procesal
constitucional, Ferrer Mac-Gregor sostiene que Kelsen puso la semilla; Alcalá-Zamora
y Castillo descubre el pequeño retoño; Couture, Calamandrei y Cappelletti hacen que
broten sus primeras ramas; Fix-Zamudio le da la forma para convertirlo en un árbol lo
suficientemente visible para que otros lo advirtieran y bajo su sombra se cobijen.
Mientras Kelsen sentaba los cimientos, las base generales desde la teoría del
derecho, Couture, Calamandrei y Cappelletti encauzaban el fenómeno hacia su
significación científica procesal. Y en esa misma corriente Alcalá-Zamora y Castillo
advertía la existencia de la nueva disciplina, con la misma lógica con la cual se venía
dando la autonomía de las restantes ramas procesales bajo la unidad de la teoría general
del proceso. Y como aclaraba Fix-Zamudio esta teoría general del proceso supone la
existencia de una serie de conceptos comunes a todas las ramas de enjuiciamiento, los
cuales pueden estudiarse en su aspecto genérico, sin perjuicio de los aspectos peculiares
que asumen en cada una de las disciplinas específicas.6
Fix-Zamudio reconocía haber tenido el privilegio de iniciar esta corriente con su
tesis intitulada La garantía jurisdiccional de la Constitución Mexicana en 1955, que
llevaba el subtítulo significativo de ensayo de una estructura procesal del amparo,
trabajo inspirado en su mentor el procesalista español Niceto Alcalá-Zamora y Castillo
sobre la unidad del derecho procesal. Y fue el primero en definir al derecho procesal
constitucional como “la disciplina que se ocupa del estudio de las garantías de la
Constitución, es decir, de los instrumentos normativos de carácter represivo y reparador
que tienen por objeto remover los obstáculos existentes para el cumplimiento de las
normas fundamentales, cuando han sido violadas, desconocidas o existe incertidumbre
acerca de su alcance o de su contenido, o para decirlo con palabras carnelutianas, son
las normas instrumentales establecidas para la composición de los litigios
constitucionales”.
En la perspectiva de Nogueira Alcalá, el derecho procesal constitucional es una
rama del derecho público que estudia el conjunto de principios y normas
constitucionales y legales que definen y configuran el sistema de defensa de la
Constitución y de protección de los derechos fundamentales y su respectiva
interpretación, como asimismo el sistema de control de constitucionalidad, la
organización y funcionamiento de los órganos que ejercen dicha función jurisdiccional,
la configuración de los procesos y procedimientos constitucionales, las resoluciones
emitidas por las magistraturas constitucionales y los tipos y efectos de las respectivas
sentencias, como asimismo las reglas y postulados de interpretación constitucional
utilizados por tales jurisdicciones.7
6
FIX-ZAMUDIO, Héctor, El juicio de amparo y la enseñanza del derecho procesal, pp. 431 y s., Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, nueva serie año LI número 154, enero-abril 2019, en
https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/derecho-comparado/article/view/1128/1386.
7
NOGUEIRA ALCALÁ, Humberto, El derecho procesal constitucional a inicios del siglo XXI en
América Latina, Centro de Estudios Constitucionales de Chile, Universidad de Talca, 2009, pp. 26-27, en
https://www.corteidh.or.cr/tablas/R22704.pdf
Compartimos con el referido autor, en el sentido de que esta novel disciplina
jurídica se alimenta de la dogmática constitucional y el derecho procesal general;
además, su objeto de estudio será la defensa de la supremacía constitucional y los
derechos fundamentales y el control del poder político en el Estado Constitucional de
Derecho, etc.
3. Naturaleza jurídica
a) La corriente “constitucionalista”
Esta corriente sostiene que el derecho procesal constitucional forma parte del
derecho constitucional sustantivo, y que los tribunales constitucionales han creado la
necesidad de explicar el desenvolvimiento de una justicia especial que se denomina
“jurisdicción constitucional”. Para Gozaíni, el análisis del derecho procesal
constitucional compete principalmente al derecho constitucional, ya que de éste emerge
la temática basada sobre la que versan “procesos” y “conflictos” constitucionales, e
incluso que de él surgen los trámites procedimentales del caso (como habeas corpus,
amparo, acción de inconstitucionalidad, etc.).8
Las normas procesales constitucionales representan a su vez normas de
“innovación” jurídica, pues desde una óptica temporal, representan una adquisición
“reciente” del derecho constitucional, ya que con anterioridad los ordenamientos
jurídicos desconocían la existencia de normas con este objeto, contenidos y finalidad.
8
GOZAÍNI, Osvaldo A., El derecho procesal como ciencia autónoma, revista de opinión jurídica, en
http://urbeetius.org/wp-content/uploads/2017/11/42-125-1-PB.pdf
En esta perspectiva son normas cuya aparición simboliza un acto de refundación del
Estado porque nacieron en “polémica” con la realidad del momento histórico,
atendieron la exigencia de racionalización del poder político, y coadyuvaron a sentar las
bases de una nueva relación entre el Estado y la sociedad.
Como sostiene Astudillo Reyes, el derecho procesal constitucional es un derecho
con un “fin” concreto y determinado que se vincula en exclusiva al “circuito” de la
constitucionalidad, es decir, al circuito normativo de mayor trascendencia, con el objeto
de salvaguardar, principalmente, los principios y valores democráticos en que descansa
la estructura constitucional, para lo cual da vida a un conjunto de procesos y
procedimientos constitucionales a través de los cuales se concreta una paradójica
defensa jurisdiccional de la democracia constitucional.9
Es una disciplina que trata de un orden normativo que se diferencia del resto de
órdenes procesales en función de su “objeto”. El orden procesal constitucional y el
orden procesal general anclan sus principios y presupuestos en la misma fuente
constitucional, pero mientras el último se dirige a conformar las categorías por medio de
las cuales el Estado ejerce la jurisdicción ordinaria, aquél se dirige a estipular las
categorías entre el derecho procesal y el derecho constitucional procesal que busca
encontrar una nueva proyección si se distingue entre normas procesales “de la”
Constitución y normas procesales “en la” Constitución, con el objeto de autonomizar
ambos órdenes y hacerlos correr por vías paralelas para distinguir con claridad las
categorías mediante las cuales se tutela la Constitución, de aquellas que conforman las
categorías procesales a través de las cuales se tutela el circuito de la legalidad.
Las normas aludidas, en mayor o menor medida, se refieren a la jurisdicción
constitucional como función específica; al status de la magistratura o del órgano
constitucional de garantías; al estatuto jurídico de los magistrados o jueces
constitucionales; a las competencias del tribunal o magistratura; a los procesos o
procedimientos constitucionales; y a las normas particulares del procedimiento. La
distinción entre normas procesales “de la” y “en la” Constitución subraya que las
primeras no puedan ser utilizadas por cualquier operador jurídico, ya que gozan de un
atributo de exclusividad. Esto quiere decir que a diferencia de lo que sucede en otros
campos del saber científico, el orden procesal constitucional es un orden cerrado, que
9
ASTUDILLO REYES, César, Doce tesis en torno al derecho procesal constitucional…Ob. Cit., pp. 53
y s.
actúa en un espacio delimitado, bajo un uso restringido, que sólo compete manejar al
máximo órgano de garantías de la Constitución.
En consecuencia, no es extraño que existan quienes sostengan que los tribunales
constitucionales son los auténticos “señores” del derecho procesal porque solo ellos
pueden emplearlo, interpretarlo, y están facultados para participar en su creación y
perfeccionamiento. Esta corriente “constitucionalista” busca minimizar su impacto
procesal, y parece combinar mejor en el continente europeo que, no obstante, haber
hecho posible el nacimiento del primer tribunal constitucional, la mayor parte de su
estudio parece centrarse en esta figura como un “todo” y han minimizado los avances y
la autonomía del derecho procesal constitucional. Ello explica que no tengan todavía un
código procesal constitucional como el boliviano, el peruano y el tucumano, entendido
como conjunto normativo especializado en abordar, desarrollar y reglamentar los
procesos y procedimientos constitucionales.
b) La corriente “procesalista”
10
RIVERA SANTIVÁÑEZ, José Antonio, Jurisdicción Constitucional, procesos constitucionales en
Bolivia, Cochabamba, Ed. Kipus, 2011, p. 3.
control de constitucionalidad que se han adoptado; los mecanismos y vías de control de
constitucionalidad, como son los procesos constitucionales.
La idea fundamental era reconocer la “unidad” primigenia del derecho procesal en
general (el denominado tronco común), pues en cuanto pretensión originaria, constituye
una de las exigencias elementales en que se asienta la disciplina desde el momento en
que Carnelutti, en 1925, señalara: “el derecho procesal es fundamentalmente uno” y sus
distintas disciplinas deben distinguirse, no por el hecho de tener diversas raíces, sino por
constituir las grandes ramas en que se divide un único tronco. La corriente “procesal”
incorpora a la jurisdicción constitucional en su calidad de jurisdicción especializada y el
proceso constitucional pasa a considerarse como un proceso particularizado en función
de su objeto. El derecho procesal constitucional comparte automáticamente los
principios comunes de las normas procesales, su naturaleza pública, su carácter
instrumental e imperativo.
En la perspectiva de García Belaunde, existiendo un derecho procesal desarrollado
científicamente, es ese el lugar en donde debe ir todo lo relacionado con los procesos
que nacen de la Constitución y que por eso son constitucionales.11 Y aclaraba que el
derecho procesal no ha modificado su carácter científico, ni tampoco su papel dentro del
derecho público, y en cierto sentido tampoco ha cambiado sustantivamente su enfoque,
sino que más bien su contenido se ha enriquecido, pues ha sido engrosado muy
sustantivamente, hasta el punto de presentar otra fisonomía.
Sin embargo, no sólo el derecho procesal ha cambiado y ampliado notablemente
su contenido, sino todas las ramas del derecho. El código civil napoleónico era uno,
pero los actuales códigos civiles lo han desbordado totalmente. El derecho comercial
hasta hace cien años se limitada a ciertas sociedades, o a los actos de comercio y al
comercio internacional; hoy el derecho mercantil es distinto y ha superado largamente al
de sus orígenes. Lo propio ha sucedido con el derecho constitucional y procesal
constitucional. El tratadista peruano se fundamenta en la mejor doctrina sentada por
Alcalá-Zamora y Castillo, Calamandrei, Cappelletti, Couture, Fix-Zamudio, entre otros.
c) La ecléctica o híbrida
11
GARCÍA BELAUNDE, Domingo, De la jurisdicción constitucional al derecho procesal
constitucional, pp. 137-139, en https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/1976164.pdf.
Los partidarios de esta corriente sostienen que el derecho procesal constitucional
no es más que una combinación del derecho constitucional sustantivo y la teoría general
del proceso. La posición ecléctica responde a una fórmula transaccional que reconoce
elementos constitucionales y procesales. El derecho procesal constitucional implica la
existencia de determinadas instituciones, valores, principios, derechos y garantías
constitucionales que se concretan en procesos y procedimientos que implican la
confluencia aplicativa de principios e instituciones tanto de derecho constitucional como
de derecho procesal con particularidades propias de los procesos constitucionales.
Y como toda la normativa procesal, el derecho procesal constitucional recibe sus
contenidos de ambas disciplinas (sustantiva y procesal), y tiene como denominador
común el estudio y análisis de la tutela jurisdiccional de la Constitución y de los
derechos fundamentales, a partir de los valores, principios y normas constitucionales,
con procesos y procedimientos constitucionales que tienen características peculiares y
fuertemente diferenciados de aquellos de carácter civil, penal, administrativo,
desarrollando una interpretación constitucional.
En palabras de Nogueira Alcalá, se trata de una disciplina sustantiva en la medida
que tiene por objeto de estudio la defensa de la Constitución y la interpretación de la
Carta Fundamental y los derechos fundamentales por las jurisdicciones constitucionales;
estudia los órganos constitucionales, su organización, funciones y atribuciones; y es una
disciplina adjetiva en la medida que utiliza principios y reglas procesales, aun cuando
con peculiaridades propias de los procesos constitucionales, en especial, la legitimación,
partes, concepto de cosa juzgada, relativización, principio de congruencia, los tipos de
sentencia, la fuerza vinculante de la sentencia constitucional, entre otras materias.12
4. Autonomía científica
12
NOGUEIRA ALCALÁ, Humberto, El derecho procesal constitucional a inicios del siglo XXI en
América Latina, Centro de Estudios Constitucionales de Chile, Universidad de Talca, 2009, pp. 26-27, en
https://www.corteidh.or.cr/tablas/R22704.pdf
de su desarrollo y consolidación desde el punto de vista académico, científico y
normativo. La autonomía del derecho procesal constitucional se impuso aquí porque se
había generado una sólida y enriquecedora doctrina, al hilo de una infinidad de
publicaciones jurídicas especializadas, encuentros y seminarios académicos nacionales e
internacionales, investigaciones y enseñanza tanto en el pre como post-grado de la
universidad.
Nogueira Alcalá, uno de los protagonistas del estudio del derecho procesal
constitucional, se ha encargado de sistematizar los hitos fundamentales que cimentaron
a esta ciencia en la última década del siglo XX, como fueron los primeros encuentros
académicos, que muy pronto se multiplicaron e inundaron en toda Latinoamericana, a
saber:
5. El objeto
Sin embargo, como el derecho procesal constitucional estudia las normas, reglas,
valores y principios, que regulan no sólo los procesos y procedimientos constitucionales
sino también la composición, organización y atribuciones de la jurisdicción
constitucional, el objeto de estudio incluye al tribunal constitucional como magistratura
especializada, su organización, estructura, estatuto de los magistrados, etc. La creación
del TC boliviano en la reforma de la Ley Fundamental de 1994, y su desarrollo
normativo, supuso no sólo el control concentrado de constitucionalidad, la defensa y
supremacía de la Constitución, la tutela de los derechos y garantías constitucionales y la
consolidación del proceso y procedimientos constitucionales sino además una verdadera
revolución jurídico-procesal constitucional. El tribunal constitucional no solo se ha
encargado de constitucionalizar todo el ordenamiento jurídico nacional, sino igualmente
de racionalizar el poder del Estado.
La Constitución proclama que el tribunal constitucional vela por la supremacía de
la Constitución, ejerce el control de constitucionalidad, y precautela el respeto y la
vigencia de los derechos y las garantías constitucionales (art. 196.I). Y nació
concretamente con un objetivo definido: el control de constitucionalidad de las leyes, y,
por tanto, como un instrumento o técnica para hacer efectiva la defensa y supremacía
normativa de la Constitución sobre la ley.
13
FIX-ZAMUDIO, Héctor, El pensamiento de Eduardo J. Couture y el Derecho Constitucional Procesal,
http://ru.juridicas.unam.mx/xmlui/handle/123456789/57111.
órganos el poder, o sea, lo que tradicionalmente se ha designado como parte orgánica de
las leyes fundamentales.
6. Florece en Bolivia
14
HERRERA ÁÑEZ, William, y VARGAS LIMA, Alan, título primero: disposiciones generales, en
AAVV código procesal constitucional de Bolivia, asociación boliviana de derecho procesal
constitucional, Cochabamba, 3ra. edición, Ed. Kipus, 2020, pp. 11 y s.
15
CARNELUTTI, F. Cuestiones sobre el proceso penal, Buenos Aires, ediciones jurídicas Europa-
América, traducción de Santiago Sentís Melendo, 1961, p. 27.
para defender la Constitución y la Constitución sirve para defender al proceso. La
Constitución no sólo representa la norma que fundamenta al proceso, sino aquella que
lo organiza y lo delimita; además, es la norma que coadyuva a su conformación práctica
en la medida que como norma fundamental se incorpora a la dinámica procesal en
calidad de norma sustancial o norma parámetro. La Constitución constituye la norma
fundamental y fundamentadora de los procesos y procedimientos constitucionales.
Sin embargo, si bien todo proceso requiere para su desarrollo un procedimiento,
no todo procedimiento es un proceso.16 El proceso se caracteriza por su finalidad
jurisdiccional compositiva del litigio, mientras que el procedimiento se reduce a ser una
coordinación de actos en marcha, relacionados o ligados entre sí por la unidad del efecto
jurídico final, que puede ser el de un proceso o el de una fase o fragmento suyo (por
ejemplo, procedimiento incidental o impugnativo). Así, mientras la noción de proceso
es esencialmente teleológica, la de procedimiento es de índole formal.
El proceso tiene que estar al servicio de la supremacía constitucional y la
defensa de los derechos fundamentales; éstos no podrían existir sin aquél, no tiene un
fin en sí mismo, y de ahí su carácter instrumental: de nada servirían los derechos sin los
procesos para hacerlos valer. Mientras los procedimientos (constitucionales, civiles,
penales, laborales, agroambientales, etc.) vienen a ser la parte mecánica, ritual y sin
mayor trascendencia ni rigor académico, el proceso constitucional es un método
científico para la defensa de la Constitución y la tutela de los derechos fundamentales
del ciudadano y la resolución pacífica en nuestro caso de los conflictos jurídicos-
constitucionales.
En esta línea, desde un principio el TC ha pregonado que el debido proceso es
el derecho de toda persona a un proceso justo y equitativo, en el que sus derechos se
acomoden a lo establecido por disposiciones jurídicas generales aplicables a todos
aquellos que se hallen en una situación similar; comprende la potestad de ser escuchado
presentando las pruebas que estimen convenientes en su descargo (derecho a la defensa)
y la observancia del conjunto de requisitos de cada instancia procesal, a fin de que las
16
El TC (SC 0009/2004 de 28 de enero) interpretaba que el procedimiento en el ámbito administrativo es el
conjunto de actos realizados ante la autoridad administrativa, por parte del administrado, tendientes a obtener el
dictado de un acto administrativo. En cambio el proceso es el conjunto de actos recíprocamente coordinados entre
sí, conforme a reglas preestablecidas, que tienen por fin decidir una controversia entre partes (litigio), por una
autoridad imparcial e independiente (juez) mediante una decisión o sentencia con fuerza legal (cosa juzgada).
personas puedan defenderse adecuadamente ante cualquier tipo de acto emanado del
Estado que pueda afectar sus derechos.17
Al margen de la abundante y uniforme jurisprudencia constitucional boliviana,
fuente directa del derecho procesal constitucional, los artículos 120.I de la Constitución,
artículo 10 de la declaración universal de los derechos humanos, artículo 14.1 del pacto
internacional de los derechos civiles y políticos y artículo 8.1 de la convención
americana sobre derechos humanos, uno de los elementos esenciales del debido proceso
es el derecho a ser juzgado y oído por un juez natural, competente, independiente e
imparcial para la determinación de derechos y obligaciones, lo cual también debe
observarse y cumplirse en sede constitucional, más aún si se considera que el órgano
encargado del control no solamente tiene que ser diferente de los órganos controlados
sino independiente de ellos; de manera que en el ejercicio de su función jurisdiccional,
no esté subordinado ni sometido, si no es a la Constitución y las leyes.
El TCP ha venido reiterando que uno de los elementos esenciales de la garantía
del debido proceso es el derecho al juez natural competente, independiente e imparcial;
debiendo entenderse por juez competente como aquel que conforme a los criterios de
territorio, materia y cuantía, es el llamado para conocer y resolver una controversia
judicial; juez independiente es aquel que, como se tiene referido, resuelve la
controversia exenta de toda intromisión de otras autoridades o poderes del Estado; y
juez imparcial aquel que decide la controversia judicial sometida a su conocimiento
exento de todo interés o relación personal con el problema, manteniendo una posición
objetiva al momento de adoptar su decisión y emitir la resolución.18
17
El TC (SCP 0425/2012 del 22 de junio), aclaraba que esta garantía es de aplicación inmediata, vincula
a todas las autoridades judiciales o administrativas y constituye una garantía de legalidad procesal que ha
previsto el Constituyente para proteger la libertad, la seguridad jurídica, etc.
18
El TC (SSCC 0491/2003-R de 15 de abril, la 0009/2004-R de 28 de enero, la 0053/2005-R de 20 de
enero), reiteraba que el derecho a un juez imparcial e independiente, prohíbe el juzgamiento por una
autoridad que no esté dotada de independencia e imparcialidad que caracterizan a los tribunales y que se
traduce en la falta de interés del juez en los resultados del litigio desde cualquier punto de vista, esto es,
desde el de los demás órganos que conforman el Estado (independencia externa); desde el de otros jueces,
particularmente de los de grado superior (independencia interna); como desde el de las partes
(imparcialidad), lo que implica, en este último caso, que el juzgador que decida la controversia judicial
sometida a su conocimiento esté exento de todo interés o relación personal con el problema, manteniendo
una posición objetiva en el momento de adoptar su decisión, y por lo mismo, no puede verse constreñido
por ningún tipo de consideraciones que puedan ser entendidas como un propósito de favorecer a una de
las partes en desmedro de la otra; por el contrario, su objetividad frente al proceso es lo que debe primar.
Consiguientemente, el derecho a un juez imparcial, está orientado a preservar la llamada imparcialidad
objetiva en todo sistema procesal y en todas las instancias y jurisdicciones, sean ordinarias o
extraordinarias, como una garantía; a cuyo fin, el legislador ha incorporado mecanismos que aseguren su
control y que en nuestro sistema, se encuentran inmersos en el capítulo de la excusa y la recusación.
Con lo que se puede concluir que en todo proceso constitucional, es necesario
que la autoridad sea: a) Competente para conocer y resolver la controversia, porque
previamente ha sido determinada por ley en razón a la materia, territorio, turno, etc., lo
que implica que ninguna persona puede ser sometida a una autoridad incompetente para
conocer o resolver su controversia; b) Independiente que es aquella autoridad que
resuelve la controversia al margen de presiones que pudieran ser ejercidas por personas
u otras autoridades, sometiéndose únicamente al derecho; e, c) Imparcial que implica
que la autoridad no debe tener opinión anticipada sobre el resultado final del asunto que
conoce, y tampoco dejarse influenciar por nadie ni con nada, a favor ni en contra de
alguna de las partes, sino mantener una posición objetiva a tiempo de pronunciar su
decisión final.
19
GARCÍA BELAUNDE, Domingo, De la jurisdicción constitucional al derecho procesal
constitucional, pp. 121-122, en https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/1976164.pdf.
El nacimiento del Estado boliviano siguió, en líneas generales, el diseño liberal
de las tres grandes revoluciones de los siglos XVII y XVIII, que habían cambiado la faz
del mundo y eran referentes del naciente constitucionalismo, que encarnaba el libertador
Simón Bolívar, autor de la primera Constitución sancionada el 6 de noviembre de 1826,
y promulgada el 19 de noviembre de 1926. El primer acto legislativo de la asamblea fue
la sanción de la ley de 11 de agosto de 1825, conocida como Ley de glorificación,
donde se establecía que el nuevo Estado era la República Bolívar, como un justo
reconocimiento a su protector y primer presidente. Por su parte, el Libertador se
comprometió a redactar el proyecto de Ley Fundamental del Estado y expresó en su
proclama de 1° de enero de 1826, fechada en Chuquisaca: “Seréis reconocidos por una
nación independiente; recibiréis la Constitución más liberal del mundo”.
La Ley de 13 de agosto de 1825, sobre la forma de gobierno, representa la
columna fundamental de la institucionalidad boliviana y constituye la piedra angular
inamovible del edificio constitucional de Bolivia. Proyectada por José María
Mendizábal, Eusebio Gutiérrez y Manuel María Urcullu, concebida en siete artículos,
la Asamblea aprobó sólo los tres primeros, dejando pendientes los restantes. Las normas
aceptadas establecieron (desde entonces hasta nuestros días) como forma de gobierno, la
representativa republicana; gobierno concentrado, general y uno para toda la república
y sus departamentos; existencia de tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial,
separados y divididos entre sí.
Como hemos establecido en otra publicación, la naciente república estuvo
fuertemente influenciada por la teoría de la separación de poderes y la soberanía popular
que ya habían tomado cuerpo con los ideales políticos de “Libertad, Igualdad y
Fraternidad”, y estaban persuadidos de que el éxito y la consolidación de sus conquistas
revolucionarias, estaban íntimamente ligadas al hallazgo de nuevas fórmulas de
administración pública que les permitieran fortalecer el poder y acabar con el caos
administrativo heredado del Antiguo Régimen.20
Bolivia adoptó como forma de Estado el unitarismo, y la centralización político-
administrativa de origen francés, cuya característica ha prevalecido a lo largo de la
historia republicana. La Constitución del Libertador Simón Bolívar siguió este modelo
político, desarrollado y consolidado en la Ley de organización provisional del poder
ejecutivo de 19 de junio de 1826.
20
HERRERA ÁÑEZ, William, Derecho Constitucional Boliviano, Cochabamba, Ed. Kipus, 2019, pp.
168-173.
Sin embargo como sostiene Marquardt,21 el texto (primera Constitución) se basó
en los valores, derechos fundamentales, estructura e idioma en el pensamiento
constitucional de la Ilustración política. En palabras de Valencia Vega,22 el
constitucionalismo contemporáneo se ha conformado en torno al Estado liberal,
llegando a adquirir en determinado momento dentro de las ciencias jurídica, la
condición de dogma inconmovible e inmutable, porque también se consideró que en la
práctica se había llegado, a la conclusión de que la dignidad humana debía alcanzar su
máxima expresión bajo la forma de Estado liberal. Las teorías liberales fueron asumidas
desde la primera Constitución: “el gobierno de Bolivia es popular representativo”, “la
soberanía emana del pueblo y su ejercicio reside en los poderes que establece esta
Constitución”, y “el poder supremo se divide, para su ejercicio, en cuatro secciones:
electoral, legislativa, ejecutiva y judicial” (arts. 7-9). La forma de gobierno se
conservará con muy pocos cambios en las sucesivas reformas constitucionales.
La idea central del Estado de Derecho será el sometimiento del Estado a la ley
que él mismo impone, ley que es obligatoria para todos, gobernantes y gobernados, en
igualdad de condiciones, con plenas garantías para las personas que tienen que saber
que existen mecanismos legales idóneos y eficaces que, llegado el caso que el poder
público lesione alguno de sus derechos, puede ponerlos en marcha para la reparación
de los mismos. Así el Estado es una realidad social, cultural y jurídica, cuya
característica fundamental será su entera sumisión a las normas jurídicas. La reforma
constitucional de 2004, proclamaba en su artículo 1° que Bolivia “Es un Estado Social y
21
MARQUARDT, Bernd: Historia Constitucional Comparada de Iberoamérica, Bogotá, Ed. Ibáñez,
2016, p. 150.
22
VALENCIA VEGA, Alipio: Manual de Derecho Constitucional, La Paz, Ed. Juventud, 1985, p. 70.
23
SC 0045/2007 de 2 de octubre.
Democrático de Derecho, que sostiene como valores superiores de su ordenamiento
jurídico, la libertad, la igualdad y la justicia.”
Este tipo de Estado buscará que el pueblo ejerza la titularidad del poder público
eligiendo a sus representantes en las urnas, controlando la labor que ellos realizan e
interviniendo directamente en la toma de decisiones siempre que no se desconozcan los
derechos de las minorías. El constituyente de 2009 reitera en el primer artículo que
“Bolivia se constituye en un Estado Unitario…” y que la “soberanía reside en el pueblo,
se ejerce de forma directa y delegada, y de ella emanan, por delegación, las funciones y
atribuciones de los órganos del poder público; es inalienable e imprescriptible”. Y que
“la República de Bolivia adopta para su gobierno la forma democrática participativa,
representativa y comunitaria, con equivalencia de condiciones entre hombres y mujeres”
(art. 11.I CPE).
24
SCP 0258/2011-R de 16 de marzo, entre otras.
jurídico boliviano y goza de primacía frente a cualquier otra disposición normativa (art.
410.I.II CPE).
25
TALAVERA, P. Comentario a la Ley del Órgano Judicial, Encaje Constitucional y Capítulo Primero,
en AAVV Revista Boliviana de Derecho, año V - número 10, Santa Cruz, Ed. El País, pp. 192-193.
2. Los modelos de control de constitucionalidad
Sin embargo compartimos con Asbun, en el sentido que este modelo más que
actuar en el caso como verdadero control constitucional, estaba concebido para que
opere como mecanismo de equilibrio político entre los órganos de gobierno, dado que la
infracción de la Constitución conllevaba la pérdida del cargo (artículo 37 y 44 del texto
de 1831) y no se hacía ninguna mención sobre la situación de la norma o el acto que
daba lugar al proceso o a los derechos afectados por aquél.26
26
ASBUN, Jorge, El control de constitucionalidad en Bolivia: Evolución y perspectivas, Anuario
Iberoamericano de justicia constitucional, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, en
https://recyt.fecyt.es/index.php/AIJC/article/view/50665.
observación entorno a la necesidad de instaurar un sistema de control de
constitucionalidad de los actos del poder público.27 El órgano político encargado de
velar por la salvaguarda de la Constitución, era la tercera cámara del legislativo: la
cámara de censores, que a juicio de Bolívar tenía alguna semejanza con el Areópago de
Atenas y los Censores de Roma.
27
FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco, Antecedentes históricos del constitucionalismo boliviano,
biblioteca jurídica virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM (México), disponible en
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/180/3.pdf.
velar sobre la observancia de la Constitución y trasladando al poder ejecutivo los
informes convenientes e n los casos de infracción.
La doctrina coincide en que el famoso caso Marbury versus Madison fue una
verdadera confrontación jurídica entre los “padres” de los Estados Unidos, que
constituye un hito en el control difuso de constitucionalidad de las leyes. La demanda de
William Marbury no planteó una cuestión de inconstitucionalidad porque no existía una
disposición expresa, sino más bien una cuestión de supremacía de la Constitución
norteamericana, porque había sido nombrado juez por el presidente de los EE.UU. y
ratificado por el senado, pero no recibió su nombramiento y demandó a James Madison
en su condición de secretario de Estado y responsable de enviarle su nombramiento.
Carbonell recuerda que EE.UU a fines del XVIII y principios de XIX estaba muy
polarizado entre los partidos políticos, a partir de las distintas visiones que tenían de lo
que debería ser ese país.28
28
CARBONELL, Miguel, Notas sobre Marbury versus Madison, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
UNAM (México), 2005, pp. 3-5, disponible en http://biblio.juridicas.unam, mx/bjv
fijación del gran sello al nombramiento escrito; y el gran sello sólo se le fija a un
documento que ya esté completo. Da fe, por un acto que se supone que es de notoriedad
pública, de la autenticidad de la firma presidencial. El gobierno violaba derechos legales
adquiridos, sostiene el pronunciamiento de la Corte, al no entregarle a Marbury su
nombramiento.
Poco a poco John Marshall se va a acercando a una puerta que una vez abierta
cambiaría por completo el significado de la Constitución en los estados
contemporáneos. El siguiente paso de su razonamiento se expresa en los siguientes
términos: “La cuestión de si una ley común que repugna a la Constitución, puede llegar
a ser una ley válida, interesa profundamente a los Estados Unidos; pero
afortunadamente no es tan intrincada como interesante. Nos parece que sólo es
necesario tomar en cuenta ciertos principios ya por largo tiempo establecidos para
decidirla”.
Con esta premisa establecida, Marshall describe al gobierno de los Estados
Unidos como un gobierno limitado por mandato precisamente de la Constitución, que
impone límites a la actuación de los poderes públicos: “¿Con qué objeto se consignan
tales límites por escrito, si esos límites pudieran en cualquier tiempo sobrepasarse por
las personas a quienes se quiso restringir? La distinción entre gobiernos de poderes
limitados y los poderes ilimitados, queda abolida si los límites no contienen a las
personas a las cuales les han sido impuestos y si lo prohibido y lo permitido se equipara.
Este es un razonamiento demasiado obvio para dejar lugar a dudas y lleva a la
conclusión de que la Constitución controla cualquier acto legislativo que le sea
repugnante; pues de no ser así, el Legislativo podría alterar la Constitución por medio
de una ley común.
Los siguientes párrafos de la sentencia son los más citados y conocidos, pues en
ellos Marshall plantea la base conceptual sobre la que se asienta a partir de entonces la
“lógica de la judicial review” o control difuso de constitucionalidad.
Entre estas alternativas no hay término medio. O bien la Constitución es una ley
superior inmodificable por medios ordinarios, o bien queda al nivel de las demás
leyes del congreso y como tales, puede ser alterada según el legislativo quiera
alterarla.
Si el primer extremo de la alternativa es la verdad, entonces un acto legislativo
contrario a la Constitución, no es una ley; si el segundo extremo de la alternativa
es el verdadero, entonces las constituciones escritas son intentos absurdos por
parte del pueblo, para limitar un poder que por su propia naturaleza es ilimitable.
Ciertamente que todos aquellos que han elaborado constituciones escritas las
consideran como la ley fundamental y suprema de la nación y, en consecuencia,
la teoría de todo gobierno de esa naturaleza, tiene que ser que una ley del
congreso que repugnara a la Constitución, debe considerarse inexistente. Esta
teoría, por su esencia misma, tiene que considerarse como uno de los principios
fundamentales de nuestra sociedad…
Si una ley del legislativo, contraria a la Constitución, es nula, a pesar de dicha
nulidad ¿puede obligar a los tribunales a obedecerla y a ponerla en vigor? O, en
otras palabras, a pesar de que no es ley ¿constituye una regla que tiene los
mismos efectos que si fuera ley?...
Indudablemente, es de la competencia y del deber del poder judicial el declarar
cuál es la ley… Si una ley se opone a la Constitución; si tanto la ley como la
Constitución pueden aplicarse a determinado caso, en forma que el tribunal tiene
que decidir ese caso, ya sea conforme a la ley y sin tomar en cuenta la
Constitución, o conforme a la Constitución, haciendo a un lado la ley, el tribunal
tiene que determinar cuál de estas reglas en conflicto rige el caso. Esta es la
verdadera esencia del deber judicial.
…los tribunales deben tomar en cuenta la Constitución y la Constitución es
superior a toda ley ordinaria del Legislativo, (luego) entonces la Constitución y
no la tal ley ordinaria, tiene que regir en aquellos casos en que ambas serían
aplicables.
En estos párrafos se encuentra resumida buena parte de la filosofía de ese primer
momento fundacional del constitucionalismo moderno. La supremacía constitucional, el
deber judicial de proteger la Constitución, la normatividad y rigidez de la misma, etcétera,
son ideas que ─con mayor o menor fortuna, eso es irrelevante ahora─ fueron precisadas por el
juez Marshall. Sin embargo, en el derecho norteamericano no existen procesos
constitucionales específicos que tutelen los derechos fundamentales enunciados por su
Constitución. Por ello, la defensa de los derechos en este sistema se hace difusamente a través
de cualquier proceso judicial, donde una vez detectada la afectación de algún derecho o, lo
que es lo mismo, la vulneración de algún precepto constitucional, los justiciables pueden
acudir al Tribunal Supremo con el fin de que éste revise la constitucionalidad de la Ley o acto
que ha dado lugar a la vulneración de la Constitución.
Premisa 2: Cuando hay dos leyes contradictorias, no hay más remedio que aplicar una
desechando la otra.
Premisa 3: La Constitución es la ley suprema y define qué otras normas son ley.
29
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, La Constitución como norma y el tribunal constitucional, Navarra, Ed.
Aranzadi, 2006, p. 131.
30
NINO, Carlos Santiago: La Constitución de la democracia deliberativa, Barcelona, 2003, pp. 261-262.
Premisa 5: La negación de la premisa anterior supondría que el Congreso puede
modificar la Constitución dictando una ley ordinaria, por lo que la Constitución no sería
operativa para limitar el Congreso.
31
FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco, Antecedentes históricos del constitucionalismo boliviano,
Biblioteca Jurídica virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM (México), disponible en
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/180/3.pdf
32
ASBUN, Jorge, El control de constitucionalidad en Bolivia: Evolución y perspectivas, Anuario
Iberoamericano de justicia constitucional, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, en
https://recyt.fecyt.es/index.php/AIJC/article/view/50665.
parágrafo segundo del propio precepto, a declarar su inaplicabilidad al caso particular y
concreto debatido.
La creación y consolidación del TC no fue nada pacífica, entre otras cosas, por
la oposición de algunos ex ministros de la Corte Suprema de Justicia, y en cuanto
ascendió el gobierno del MAS (18 de enero de 2006) no tuvo reparos en descalificar a la
33
HERRERA ÁÑEZ, William, Derecho Constitucional Boliviano, Cochabamba, Ed. Kipus, 2019, pp.
503 y s.
institución y a sus primeros magistrados. La guerra no declarada de ese gobierno
consistió no sólo en el hostigamiento público y promover que grupos afines al partido
gobernante hayan tomado e incendiado parte de sus instalaciones en Sucre, sino también
inició juicios de responsabilidades a los magistrados para defenestrarlos y prácticamente
“bloqueo” al TC mientras conseguía sancionar la Constitución de 2009.
En una primera etapa que se extendería hasta mediados del año 2004, el TC
centra sus mejores esfuerzos en asentar los principios y valores constitucionales,
haciendo una interpretación expansiva en materia de derechos y libertades
34
Informe Anual de Labores, 2006-2007, Ed. Tupac Katari, 2007, pp. 11-13.
35
Entre los diez primero magistrados (cinco titulares y cinco suplentes), figuraban Pablo Dermisaky
Peredo, Hugo de la Rocha Navarro, René Baldivieso Guzmán, Willman Durán Ribera, Elizabeth Iníguez
de Salinas, José Antonio Rivera Santiváñez, Felipe Tredinnich Abasto, Rolando Roca Aguilera, Pastor
Ortíz Matos y Alcides Alvarado Daza. Los dos últimos sin embargo renunciaron al cargo.
fundamentales facilitando la plena operatividad de éstos en las diferentes esferas de la
vida jurídica, así como en el campo de la nueva organización de los poderes públicos. Y
de la misma forma, el TC se declarará competente para examinar y, llegado el caso
expulsar del ordenamiento jurídico, aquellas leyes que contienen enunciados contrarios
a los principios y normas constitucionales a través del recurso de inconstitucionalidad.
36
AGUIAR DE LUQUE, L. y PÉREZ TREMPS, P. Veinte años de jurisdicción constitucional en
España, Valencia, Ed. Tirant Lo Blanch, pp. 16-17.
monopoliza el TC, es preciso llamar igualmente la atención acerca del papel
“colaborador” que en este campo desempeña la jurisdicción ordinaria. El legislador ha
recogido esta doctrina cuando prevé que los jueces en materia penal conocerán la acción
de libertad (art. 2.II, Ley Nº 027).
Tal como aclaraba Aragón Reyes, tanto por la norma que aplica (la Constitución,
y también la ley) como por los actos que controla, la función del TC coincide
materialmente con la de los jueces y tribunales salvo en dos supuestos concretos:
corresponde al TC en exclusiva la declaración de la inconstitucionalidad de la Ley y
también la condición de ser el supremo intérprete de la Constitución.37 En suma, si un
juez o tribunal considera que una Ley es contraria a la Constitución, si bien no puede
directamente inaplicarla, pero sí puede plantear la cuestión de inconstitucionalidad al
TC y, al mismo tiempo, su doctrina vincula a la jurisdicción ordinaria. Estas son las dos
funciones materialmente exclusivas y excluyentes del TC.
37
ARAGÓN REYES, M. 25 años de Justicia Constitucional en España, en AAVV Derecho
Constitucional para el siglo XXI, T. II, Navarra, Ed. Aranzadi, 2006, pp. 3650-3665.
A partir de estas premisas se puede entender por qué llevamos en Bolivia poco
tiempo de Constitución judicialmente aplicable. Es cierto que la jurisdicción ordinaria
inició esta tarea tímidamente pues nuestra cultura jurídica no estaba acostumbrada a
operar por razones de constitucionalidad sino de legalidad. Es cierto también que fue el
propio TC el que contribuyó, desde su nacimiento, a que esa justicia fuera una realidad
declarando el carácter normativo, directamente vinculante, de los preceptos
constitucionales.
Entre los controles constitucionales, que ejerce el tribunal constitucional, se tienen los
siguientes:
38
SC 25/2010 de 20 de septiembre.
El control de constitucionalidad, que se pone de manifiesto en las referidas acciones,
se fundamenta según García de Enterría,39 en el hecho objetivo de que la Constitución es un
norma jurídica, y no cualquiera, sino la primera entre todas, lex superior, aquella que sienta
los valores supremos de un ordenamiento y que desde esa supremacía es capaz de exigir
cuentas, de erigirse en el parámetro de validez de todas las demás normas jurídicas del
sistema. Se trata de una acción de verificación de la compatibilidad y conformidad de las
disposiciones legales, los actos y resoluciones de los gobernantes con los valores supremos,
los derechos fundamentales y garantías de las personas consagrados por la Constitución.
39
GARCÍA DE ENTERRÍA, E. La Constitución como norma…Ob. Cit., p. 131.
40
RIVERA SANTIVÁÑEZ, J.A. Temas de Derecho Procesal Constitucional, Cochabamba, Ed. Kipus, 2007, p.
111.
generalizada en el derecho comparado, sino que entendemos plenamente justificada esta
competencia del TC por cuanto los derechos fundamentales ocupan un lugar singular en el
ordenamiento constitucional.
Bien puede decirse que los derechos y libertades constitucionales se sitúan en un lugar
preferente en el seno del ordenamiento, con lo que su vulneración implica la propia
constricción de la Ley Fundamental. De ahí que su salvaguarda no sólo suponga la protección
de un derecho subjetivo, sino también entrañe la defensa objetiva de la Constitución,
sirviendo para ello los procesos, procedimientos y acciones de defensa a un fin que
transciende de lo estrictamente singular. Estas acciones comprenden a todos los derechos
consagrados en la Constitución, así como a los derechos humanos reconocidos por los
tratados, convenciones y pactos internacionales. La Ley fundamental proclama que las normas
relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce, se
interpretarán de conformidad con la declaración universal de derechos humanos y con los
tratados y convenios internacionales en estas materias ratificados por Bolivia (13.IV, 256 y
410.II).
Para García de Enterría,41 esto basta para justificar que la Constitución se haya creído
obligada a dispensar a los derechos fundamentales una superprotección, como base que son
del sistema entero, y a implicar en esa protección reforzada al propio TC porque la eficacia de
la Constitución ha pasado a ser en primer término la eficacia de los derechos fundamentales.
En relación a los controles de las resoluciones del órgano legislativo, cuando sus
resoluciones afectan a uno o más derechos cualesquiera sean las personas afectadas, hay que
entender su atribución al TC por razones bien semejantes a las inmediatamente antes
apuntadas. Pues bien, la acción de amparo constitucional tendrá lugar contra actos u
omisiones ilegales o indebidas de los servidores públicos, o de persona individual o colectiva
que restrinjan, supriman o amenacen restringir o suprimir los derechos y garantías
reconocidos por la Constitución y la Ley (arts. 128-129 CPE). Estos preceptos ponen de
manifiesto que ningún órgano del Estado o servidor público o persona particular, está exento
del control de constitucionalidad y siempre además se debe imponer la supremacía de la
Constitución.
41
GARCÍA DE ENTERRÍA, E. La Constitución como norma…Ob. Cit., p. 153.
Estos controles y procedimientos serían: a) conocer y resolver los conflictos de
competencias y atribuciones entre órganos del poder público; b) conocer y resolver los
conflictos de competencias entre el gobierno plurinacional, las entidades territoriales
autónomas y descentralizadas, y entre éstas; y, c) conocer y resolver los conflictos de
competencia entre la jurisdicción indígena originario campesina y la jurisdicción ordinaria y
agroambiental.
Las consultas sólo proceden en la medida en que haya duda fundada sobre la
constitucionalidad de los estatutos autonómicos y cartas orgánicas aprobadas por los órganos
deliberativos de las entidades territoriales, así como del texto de las preguntas de la
convocatoria a referendo nacional, departamental y municipal, entre otros. En general, tienen
legitimidad activa para formular las consultas: 1) El presidente del Estado cuando se trate de
proyectos de ley de iniciativa del órgano ejecutivo; 2) El presidente de la asamblea legislativa
nacional, tratándose de proyectos de ley, cuando la consulta fuere aprobada por resolución del
pleno de la asamblea legislativa nacional o por una de sus cámaras; y, 3) El presidente del
tribunal supremo de justicia o del tribunal agroambiental, previa aprobación de sala plena, en
caso de proyectos de ley en materia judicial y reforma de los códigos.
El TC44 desde un principio dejaba claramente establecido que ningún órgano del
Estado puede sustraerse al control de constitucionalidad, previsto en la Constitución, y
argumentaba que en un Estado Constitucional de Derecho, cuyo orden jurídico y político se
sustenta sobre la base del principio fundamental de la supremacía constitucional, las
decisiones y resoluciones de todos los órganos públicos están subordinados a las normas
previstas por la Constitución, por lo mismo ningún órgano, entidad, autoridad o funcionario
público puede sustraerse al control de constitucionalidad.
44
SC 633/2002-R de 29 de mayo.
La jurisdicción constitucional está conformada por nueve magistradas y magistrados
titulares y nueve suplentes: dos de estas autoridades serán del sistema indígena originario
campesino, por auto-identificación personal, y desempeñarán sus funciones por un periodo
personal de seis años, computables a partir de la fecha de su posesión, no pudiendo ser
reelegidos de manera continua; además, el ejercicio de la magistratura constitucional será de
dedicación exclusiva.
En general, todas las salas del TC conocerán y resolverán las acciones de libertad,
amparo constitucional, protección de privacidad, popular y de cumplimiento; además,
habilitará a una de sus salas para conocer adicional y exclusivamente las consultas de las
autoridades indígena originario campesinas sobre la aplicación de sus normas jurídicas a un
caso concreto. La presidencia de las salas será ejercida por turnos de un año entre las
magistradas y los magistrados de la sala, y tendrá las siguientes atribuciones: controlar el
sorteo para la distribución de causas en la sala que preside y supervisar el desempeño de
funciones del personal de apoyo jurisdiccional y administrativo en la sala que preside.
En todo caso, el TCP tiene el desafío de prestar un buen servicio y resolver cualquier
deficiencia o limitaciones que pudieran existir. Según Fernández Segado,45 la existencia de la
jurisdicción constitucional se impone en la época actual, y viene a equilibrar el considerable e
inquietante crecimiento del legislativo y del ejecutivo, fruto a su vez de la gradual
transformación del Estado providencia en un Estado administrativo, que deriva
ineludiblemente de la expansión de las declaraciones de derecho, que constituye el común
denominador de la mayoría de los textos constitucionales, y muy en especial de los que han
sido concebidos como reacción contra los abusos y perversiones de los regímenes
dictatoriales que condujeron a la segunda guerra mundial, y que además han dejado de ser
proclamaciones meramente filosóficas o retóricas desde el mismo momento en que su
aplicación efectiva se confía a un órgano jurisdiccional especializado.
45
FERNÁNDEZ SEGADO, F. La Jurisdicción Constitucional en la Reforma de la Constitución de Bolivia de
1994, en AAVV La Jurisdicción Constitucional en Iberoamérica, Madrid, Ed. Dykinson, 1997, p.50.
4) Exclusión del tribunal de miembros de instancias políticas;
Todas estas recomendaciones del mentor del TC cobran actualidad en Bolivia ya que
el constituyente, en contra de estas sugerencias, ha optado por un sistema eleccionario y
consiguiente politización de las designaciones de sus magistrados, con lo cual corre el riesgo
de perder el rumbo el tribunal especializado en materia constitucional.
3. Naturaleza jurídica
Esta independencia del TC, según Rivera Santiváñez,46 significa que el órgano
contralor de la constitucionalidad debe ser distinto y separado de los órganos cuyos actos,
decisiones o resoluciones controla; así, esta labor no puede encomendarse al mismo órgano
del que emana la disposición legal o acto que debe ser sometido al control; es decir, el
parlamento que ha emitido la Ley es el menos idóneo para convertirse en defensor de la
Constitución. Esta garantía resulta de vital importancia para el adecuado funcionamiento del
sistema de control, toda vez que si existiese una relación de dependencia entre el órgano
contralor y el órgano cuyos actos se somete al control, el primero vería obstaculizada su labor
ya que toda relación de dependencia genera subordinación.
46
RIVERA SANTIVÁÑEZ, J.A. Tribunal Constitucional en el nuevo modelo de Estado, en AAVV IX
Seminario Internacional, Justicia Constitucional y Estado de Derecho, Memoria Nº 10, Sucre,
publicación del TC, 2006, p. 121.
a) La Constitución es la norma suprema del ordenamiento jurídico boliviano y
goza de primacía frente a cualquier otra disposición normativa;
Este autor aclaraba no obstante que el origen del principio de la supremacía que
impone la interpretación conforme a la Constitución de todo el ordenamiento está en el
proceso de constitucionalidad de las Leyes: antes de que una Ley sea declarada
inconstitucional, el juez que efectúe el examen tiene el deber de buscar en vía
interpretativa una concordancia de dicha Ley con la Constitución. En cualquier caso,
debe imponerse la prudencia porque la anulación de una Ley es un suceso bastante más
grave que la anulación de un acto de la Administración, ya que genera por sí sola una
gran inseguridad jurídica.
47
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, cuarta
edición, Navarra, Ed. Aranzadi, 2006, pp. 97 y ss.
Llegados a este punto y siguiendo a Fernández Segado48 destacaremos del TC algunos
de sus rasgos más relevantes:
3.1 Elección
48
FERNÁNDEZ SEGADO, F. La Jurisdicción Constitucional en la Reforma…Ob. Cit., p. 364.
a) La convocatoria del proceso de preselección de las magistradas y los magistrados
del TC, titulares y suplentes será emitida por la asamblea legislativa plurinacional y precisará
las condiciones de elegibilidad y las características del procedimiento de preselección.
b) Faltando seis meses para la fecha en que concluirá el mandato de las magistradas y
los magistrados del TC, la asamblea legislativa emitirá la convocatoria a preselección de las
candidatas y los candidatos. Las elecciones deberán realizarse cuando menos treinta días antes
del fenecimiento del mandato de las magistradas y los magistrados. En el proceso de
postulación, preselección y selección no sólo participará el control social de acuerdo con la
ley, sino también se garantizará la participación ciudadana, aunque no se dice cómo ni en qué
condiciones.
49
RIVERA SANTIVÁÑEZ, José Antonio, Legitimación Democrática de los Jueces Constitucionales, en
AAVV Constitucionalismo y Democracia en Iberoamérica, XI Seminario Internacional, Memoria Nº 12, Sucre,
2008, pp. 181-182.
estime poderosas o influyentes en la opinión pública, en detrimento de la justicia o de la
seguridad jurídica”.50
En realidad mientras continúe el copamiento partidario y, obviamente, no haya la
firme voluntad política de despolitizar al órgano judicial en su conjunto, se atenta contra la
independencia e imparcialidad de los jueces, tribunales y magistrados tanto de la justicia
ordinaria como del TC y por este camino no sólo continuará la degradación de la justicia,
sino que además se constituirá en el caldo de cultivo para la corrupción interna y externa.
3.2 Requisitos
La Constitución (art. 199) y la Ley (art.17), prevén que para optar a la magistratura
del TC se exige contar con la nacionalidad boliviana; haber cumplido con los deberes
militares para los varones; haber cumplido treinta y cinco años; no tener pliego de cargo
ejecutoriado ni sentencia condenatoria ejecutoriada en materia penal pendiente de
cumplimiento; tener especialización o experiencia acreditada de por lo menos ocho años en
las disciplinas de derecho constitucional, administrativo o derechos humanos; no estar
comprendido en los casos de prohibición, inelegibilidad ni incompatibilidad establecidos en
la Constitución y la Ley; estar inscrita o inscrito en el padrón electoral; hablar al menos dos
idiomas oficiales del país; título de abogada o abogado; no haber sido destituido por el
consejo de la magistratura. Y para la calificación de méritos se tomará en cuenta el haber
ejercido la calidad de autoridad originaria bajo su sistema de justicia; además, los candidatos
podrán ser propuestos por organizaciones de la sociedad civil y de las naciones y pueblos
indígena originario campesinos.
La persona que cumpla con los requisitos exigidos en la Constitución y la Ley para ser
elegida magistrada o magistrado del TC, podrá presentar su postulación ante la Asamblea
Legislativa. También podrán ser propuestas y propuestos no obstante por organizaciones
sociales de las naciones y pueblos indígena originario campesinos y de la sociedad civil en
general.
A diferencia de los primeros magistrados del TC que eran profesores universitarios y
especialistas en derecho público y además tenían credibilidad nacional e internacional, la
mayoría de los que fueron designados en las elecciones del 16 de octubre de 2011 y el 03 de
diciembre de 2017 no sólo que no tenían ni de lejos el perfil de los primeros sino que
50
LÓPEZ GUERRA, Luis, El Poder Judicial en el Estado Constitucional, Lima, Palestra Editores, 2001, p. 67.
prácticamente fueron rechazados en las urnas pero igual fueron posesionados y ejercieron
como magistrados. Estos resultados pueden incidir en el fortalecimiento, la credibilidad y la
confianza institucional porque en gran medida estas cualidades dependen del capital humano
elegido y las condiciones en las que tienen que cumplir su trabajo.
Por otra parte, la Ley (art. 22) reglamenta que las magistradas o los magistrados
cesarán en sus cargos por las siguientes causas: cumplimiento del periodo de funciones o de
su mandato; incapacidad absoluta y permanente declarada judicialmente; renuncia; sentencia
penal condenatoria ejecutoriada; pliego de cargo ejecutoriado; incurrir en alguna prohibición
51
El TC español (autos de 4 de mayo y 20 de julio de 1983).
o causa de incompatibilidad; otras establecidas por ley. La normativa advierte que conocida y
comprobada la concurrencia de la causal de cesación, la sala plena del TC decretará la
cesación y declarará la acefalía a los fines de la convocatoria de la o el suplente.
4. Comisión de admisión
4.1 El procedimiento
4.2 Rechazo
52
El TCP (SCP 1414/2013 de 16 de agosto que, a su vez, consolida la doctrina establecida en la SC
0030/2013 de 4 de enero) advertía que en etapa de admisibilidad y en aplicación de los postulados del
Estado Constitucional de Derecho, deben flexibilizarse los presupuestos procesales para que en un
análisis de fondo de la denuncia, el control de constitucionalidad, mediante la metodología de la
ponderación aplicable al caso concreto pueda asegurarse la justicia material.
a) La Comisión rechazará los procedimientos constitucionales cuando haya cosa
juzgada constitucional que, en palabras del extinto TC,53 ésta despliega su eficacia
frente a los otros órganos judiciales o administrativos, que lleva un mandato
implícito de no conocer lo ya resuelto, impidiendo con ello la apertura de
otros procesos nuevos sobre el mismo asunto (es te efecto sólo la producen las
resoluciones firmes sobre el fondo); como único medio de alcanzar la paz
jurídica, evitando, de un lado, que la contienda se prolongue indefin idamente
y, de otro, que sobre la misma cuestión puedan recaer resoluciones
contradictorias, lesionando la seguridad jurídica procesal.
53
SSCC 29/2002 y la 385/2004-R de 17 de marzo, entre otras.
54
El TCP (AC 0315/2010-CA de 9 de junio), igualmente rechazó un incidente de
inconstitucionalidad por haberse planteado en la etapa preparatoria, sin que sea necesario
correr traslado ni elevar en consulta ante este Tribunal.
tribunal constitucional. En cualquier otro caso, se rechazará el proceso o
procedimiento por falta de fundamento jurídico-constitucional.
4.3 Recurso
5. La excusa
55
HERRERA ÁÑEZ, William, y VARGAS LIMA, Alan, Título Primero: disposiciones generales, en
AAVV Código Procesal Constitucional de Bolivia, Asociación Boliviana de Derecho Procesal
Constitucional, Cochabamba, 3ra. edición, Ed. Kipus, 2020, pp. ....
56
PARDO IRANZO, V. Comentarios a los arts. 11, 12, 13, 14, 27 y 28 LOJ, en AAVV Revista Boliviana
de Derecho Nº 10, Santa Cruz, Ed. El País, 2010, pp. 251-253.
magistrado pero tiene la desventaja de impedir la abstención o recusación por motivos
diferente a los expresamente señalados, siendo éste el principal beneficio que presentan
los sistemas sin lista tasada de motivos de parcialidad. En general todos los motivos o
causales se pueden agrupar en tres categorías: a) razones de parentesco hasta el cuarto
grado de consanguinidad, segundo de afinidad o el derivado de los vínculos de adopción
con el accionante o las partes; b) motivos de amistad o enemistad; y c) tener interés en
la causa por ejemplo ser acreedor, deudor o garante de alguna de las partes.
También figura como una causal de excusa del magistrado haber sido abogado,
mandatario, testigo, perito o tutor en el proceso que conoce, o en cualquier función que
comprometa su imparcialidad. En cualquiera de estos supuestos, no está garantizada la
imparcialidad que es un derecho fundamental y corresponde su excusa de oficio. Otra
causal de excusa es que el magistrado haya manifestado su opinión sobre la pretensión
litigada y que conste en actuado judicial; es decir, tiene que producirse esa opinión en
actuaciones procesales y, por tanto, no constituye causa de excusa la opinión
manifestada extrajudicialmente (aunque conste en documento). Compartimos con Pardo
Iranzo57 en el sentido de que es necesario precisar qué actuaciones del juez en el proceso
generan sospecha de parcialidad puesto que no cualquiera la produce. Es difícil
concretar o enumerar todas ellas, si bien la regla es que debe tratarse de una actuación
en la que se manifieste la opinión; no infringe la imparcialidad, por ejemplo, la
adopción previa de medidas de ordenación del proceso.
Tener amistad íntima, enemistad u odio con alguna de las partes, que se
manifieste por hechos notorios y recientes es otra causal para excusarse. No obstante, en
ningún caso procederá la excusa por ataques u ofensas inferidas al magistrado, vocal o
juez después que hubiere comenzado a conocer el asunto. Igual que el magistrado haya
sido o sea acreedor, deudor o garante de alguna de las partes. Esta causal está más que
justificada y pone en peligro la imparcialidad que debe caracterizar su función dentro
del TCP.
Y como otra causal figura el haber sido denunciante o querellante contra una de
las partes, o denunciado o querellado por cualquiera de éstas con anterioridad a la
iniciación de la causa. Consideramos que no es suficiente ser o haber sido simplemente
denunciante o querellante contra una de las partes, o denunciado o querellado, sino
haber ejercido la acción penal y que las actuaciones hayan tenido alguna relevancia
jurídica; además, que se hayan promovido con anterioridad al proceso constitucional
pues en cualquier otro caso (al margen de que la acción haya sido relevante) no parece
justificarse satisfactoriamente que se aparte al magistrado o que se haga cuestión la
garantía de la imparcialidad.
57
PARDO IRANZO, V. Comentarios a los arts. 11, 12, 13, 14, 27 y 28 LOJ…Ob. Cit., p. 252.
58
En este sentido, la SC 70/2007-R de 9 de febrero que, a su vez, se remite a las SSCC 1339/2003-R de
15 de septiembre, la 248/2004-R de 2 de febrero, la 1584/2005-R de diciembre, y la 247/2006-R de 15 de
marzo, entre otras.
excusarse espontáneamente, siempre y cuando considere que se encuentra comprendida
en uno de los motivos legales de excusa.
En todo caso la imparcialidad hace referencia a cada juez, vocal o magistrado
concreto y es precisamente ese carácter subjetivo, personal e individual de esta garantía
judicial el que hace que sea imposible un planteamiento colectivo de la excusa, por
ejemplo, a todo un tribunal colegiado. Queda claro, por tanto, que no existe la falta de
imparcialidad de carácter colectivo sino varias parcialidades de carácter personal;
además, la imparcialidad del juez, la sala constitucional o TC, se da con relación a un
proceso concreto (a diferencia de la independencia que tiene carácter absoluto).
59
En este sentido, la SCP 2252/2012 de 8 de noviembre, a su vez, cita la 0475/2011-R de 18 de abril.
borda los valores, principios y derechos fundamentales sino también pervertir el orden
constitucional.
d) En caso que no exista o haya impedimento legal de todas y todos los vocales
de las salas constitucionales, se convocará a la o el vocal de la sala departamental de la
jurisdicción ordinaria del mismo departamento en el siguiente orden: salas penales,
civiles y comercial, familia, niñez y adolescencia y violencia intrafamiliar o doméstica y
pública, trabajo y seguridad social, en cada caso según orden de precedencia.
60
En este sentido, las SSCCPP 215/2018-S1 de 28 de mayo y la 47/2019-S1 de 3 de abril.
única figura dispuesta en el ordenamiento procesal constitucional para apartar a jueces,
vocales y magistradas y magistrados del tribunal constitucional, del conocimiento de las
causas puestas a su consideración, ello a efectos de evitar dilaciones innecesarias que
precisamente pueden darse al planteamiento de una recusación, inobservando el carácter
sumario y especial que ostentan las acciones tutelares. Y la autoridad que se encuentre
comprendida en una causal de excusa del art. 20 del CPCo, tiene la obligación de
pronunciarse sobre la misma a través de la excusa en el primer actuado del proceso,
como lo establece el art. 21 del mismo Código procesal.
5.2 Efectos
La normativa advierte que será nulo todo acto o resolución que se pronuncie
después de la excusa, de modo que en cuanto se haya consumado la excusa, el juez,
vocal o magistrado, tiene que apartarse definitivamente de conocer el proceso
constitucional, bajo sanción de nulidad (art. 21 LTC). De esta forma el legislador
considera que se garantiza la imparcialidad o derecho fundamental, que debe
caracterizar a todo juez, vocal o magistrado que ejerza la potestad jurisdiccional
constitucional.
La necesidad de garantizar la imparcialidad de los órganos jurisdiccionales no
sólo se busca con la declaratoria de nulidad y la imposición en su caso de una sanción
por la comisión de faltas graves o gravísimas, sino que el juez, vocal o magistrado que
haya pronunciado alguna resolución después de haberse excusado, configura además el
delito de prevaricato, previsto y sancionado en el artículo 173 del Código penal. En
cambio si la excusa fuere declarada ilegal, la magistrada o magistrado reasumirá el
conocimiento de la causa. Y si la excusa fue declarada legal, se sustituirá a la
magistrada o magistrado del conocimiento de la causa, cuya separación será definitiva,
bajo prevenciones de ser sancionado en la vía disciplinaria y penal.
6. Juicio político
7. Clases de resoluciones
6.1 Sentencias
62
El TCP (SC 0668/2010 -R de 19 de julio), concluía que la sentencia que no cumple con
los requisitos de formación descritos, es nula, cuya nulidad encuentra sustento en los
principios constitucionales de seguridad, supremací a constitucional y jerarquía
normativa, ya que todo acto infra -constitucional contrario a esta norma suprema, es nulo
e inexistente. Sin embargo en un Estado Constitucional, la nulidad de un acto
jurisdiccional debe ser declarada expresamente y no opera de pleno derecho, por tanto, si
a través de los mecanismos internos de cuestionamiento a decisiones judiciales no se ha
restituido el derecho al debido proceso, los afectados tienen la facultad de activar el
control de constitucionalidad a través del amparo constitucional para lograr la nulidad de
la decisión judicial contraria a la Constitución por vulnerar derechos fundamentales
reconocidos y garantizados por ella.
El máximo intérprete de la Constitución aclara ba que toda sentencia,
para someter a los justiciables y tener vigencia jurídica en una sociedad
política y jurídicamente organizada, debe cumplir con requisitos de
formación esenciales que le darán validez legal y que la harán inmodificable
e incuestionable, dando así seguridad jurídica a las partes en litigio y
consolidando la paz social. Esta formación es el proceso lógico-racional-
fáctico, en virtud del cual, luego de finalizadas las eta pas procesales previas
y agotado el debate contradictorio, el magistrado toma la decisión en
relación al conflicto conocido.
La validez de la sentencia, hace que esa decisión final, surta todos sus
efectos y someta a su decisión a las partes procesales y t erceros con
absoluta legitimidad, entonces, en tanto y cuanto se cumplan los requisitos
de formación de la sentencia, esta tendrá validez y alcanzará la autoridad de
cosa juzgada material. Así el primer requisito de formación de una
sentencia, se refiere a la obligación del juez de verificar el respeto al debido
proceso y garantizar mediante criterios de interpretación de la legalidad
ordinaria el respeto a principios y garantías de rango constitucional; por
tanto, las sentencias que cumplan con estos presu puestos serán válidas
plenamente y en consecuencia, adquirirán la calidad de cosa juzgada
material, aptitud que hace que una decisión sea incuestionable e
inmodificable.
Por su parte, el Diccionario de la Lengua Española define a la sentencia como el
“dictamen o parecer que alguien tiene o sigue; dicho grave y sucinto que encierra
doctrina o moralidad; declaración del juicio y resolución del juez; decisión de cualquier
controversia o disputa extrajudicial que da la persona a quien se ha hecho árbitro de ella
para que la juzgue o componga; secuencia de expresiones que especifica una o varias
operaciones; oración gramatical”. La sentencia declara el derecho al caso sometido a la
consideración de la jurisdicción constitucional. La palabra sentencia proviene del verbo
latino sentire, concretamente de la palabra sintiendo, porque el juez declara lo que
siente y valora respecto de la demanda, las excepciones y las probanzas aportadas en
juicio.
Para Cruz Quiroz, la sentencia constituye un silogismo compuesto por una
premisa mayor (ley), una premisa menor (el caso) y una conclusión o proposición
(aplicación de la norma al caso concreto); el silogismo es una argumentación deductiva,
un raciocinio en el cual en supuestas proposiciones o premisas se llega a una nueva
proposición, calificándosele como la expresión perfecta del raciocinio perfecto,
entonces, el acto procesal más importante de cualquier órgano jurisdiccional es la
sentencia, la cual constituye la resolución por antonomasia y, es a través de ellas que se
resuelve la litis sometida a la consideración del juez.63
La sentencia tiene una naturaleza eminentemente creadora, supone una serie de
actividades interrelacionadas y simultáneas, para constatar el hecho jurídico relevante y
para determinar su calificación conforme a derecho. La referida creatividad se pone de
manifiesto cuanto estamos frente a casos complicados y difíciles, en relación con los
cuales no puede formularse en forma inmediata la resolución; bien porque no sea
sencilla la identificación de la norma considerada como aplicable al problema
específico, en razón de que en el mismo nivel de jerarquía formal no haya sólo una
norma, sino varias, cuya elección dependen del punto de vista que se adopte; bien
porque el sentido y alcance del precepto, que parezca el adecuado, no sea del todo claro,
o porque el caso no esté previsto expresamente por la Ley, supuestos en que
incuestionablemente la tarea del juzgador se traduce en creación de normas dotadas de
fuerza ejecutiva. Y además las resoluciones del TC tienen una incidencia directa en el
quehacer político nacional; es decir, muchas de estas sentencias son determinantes en la
distribución del poder en el país, así como en la consolidación o degradación del
sistema político.64
A diferencia del Código procesal que guarda silencio del aspecto formal, la Ley
Nº 1836 (art. 48) establecía que la sentencia se tenía por fallo y debía contener: 1)
El encabezamiento, con expresión de los nombres de las partes contendientes y
el carácter con que litiguen, de los interesados y coadyuvantes, así como las calidades
de sus apoderados y el objeto del litigio; 2) La parte considerativa, en la que se
consignaba en forma clara y concisa las pretensiones de las partes y coadyuvantes; 3)
Las conclusiones, en las que constaba una declaración concreta del hecho o
63
Para este autor la responsabilidad y actitud del juez son fundamentales, pues no basta que sea apto y
que tenga un respetable bagaje cultural, para que emita decisiones justas, sino que es indispensable que
como ser humano extraiga sus mejores actitudes y cualidades morales, puesto que no debe olvidarse que
la palabra sentencia proviene de sentir-sentire. Vid. CRUZ QUIROZ, O.A. Los efectos generales de las
sentencias constitucionales, en AAVV La Ciencia del Derecho Procesal Constitucional, Estudios en
homenaje a Héctor Fix–Zamudio en sus cincuenta años como investigador del derecho, Coordinadores
Ferrer Mac-Gregor, E., y Zaldívar Lelo de Larrea, A., Tomo V, México, 2013, pp. 260-261.
64
El TC (SCP 0003/2013 de 25 de abril, la 0048/2017 de 28 de noviembre, entre otras) buscaba autorizar
la reelección indefinida de los ex mandatarios Evo Morales y Álvaro García Linera, prohibida por la
Constitución y dos referéndum de 25 de febrero de 2009 y del 21 de febrero de 2016.
hechos que el Tribunal tenía como demostrados, citando el medio de prueba que le
servía para tal acreditación, así como los no demostrados; y un análisis de las cuestiones
de derecho, con influencia en lo planteado; 4) La parte resolutiva en la que se
pronunciaba el fallo sobre el fondo del recurso o demanda, en la forma prevista para
cada caso, su dimensionamiento en el tiempo y los efectos sobre lo resuelto, la
condenatoria en costas si procediere y las comunicaciones pertinentes para su ejecutoria.
65
RIVERA SANTIVAÑEZ, José Antonio, La Jurisprudencia Constitucional y su Fuerza Vinculante, en
Temas de Derecho Procesal Constitucional, p. 278.
Para identificar una ratio decidendi, es importante tener en cuenta la relación
entre un supuesto fáctico con la consecuencia jurídica, lo que exige identificar con
claridad la problemática planteada por él o los recurrentes o demandantes, que se
registra en la parte de la relación procesal de la sentencia (bajo el título de antecedentes
con relevancia constitucional), que también se consigna, en forma resumida, al inicio de
los fundamentos jurídicos de la sentencia. También es importante tener presente la
decisión del TC, pues tiene que existir una relación sistémica entre los tres elementos:
problemática – ratio decidendi – decisión, “de manera que al realizar la labor de
identificación deberá intentarse quitar la parte de los fundamentos jurídicos a los que
inicialmente se otorga la calificación de ratio decidendi y revisar si la decisión se
entendería quitando esa parte; si efectuada esa labor la decisión no se entiende sin la
parte que inicialmente se considera la razón de la decisión, entonces definitivamente
debe asignarse la calidad de ratio decidendi a esa parte de la sentencia”.
Para Asbún Rojas,66 en el análisis de la razón de la decisión es posible identificar
dos contenidos claramente diferenciables: uno que se denomina razón jurídica, y el
otro, la razón fáctica los cuales generalmente están presentes en toda resolución, y
además tienen efectos jurídicos diferentes. Así, por ejemplo, respecto a la razón jurídica
para aplicar una determinada norma o instituto de la Constitución, el TCP debe realizar
una lectura comprensiva de la misma, armonizándola en todo su contenido, para
finalmente materializarlo en una regla también general que constituirá el núcleo del
razonamiento jurídico de una determinada sentencia constitucional, sea que ésta se
origine en una acción de amparo constitucional, acción de libertad, acción de protección
de privacidad, o bien en la acción de inconstitucionalidad u otro proceso similar.
La razón fáctica son unos determinados hechos, que en el entendimiento del
accionante, no se ajustan al orden constitucional y en consecuencia lo habilitarían para
recibir la protección o tutela respectivas. También en las acciones de
inconstitucionalidad, emergentes del ámbito de control normativo, existe una
descripción específica de algún contenido normativo de rango inferior (de una norma
infraconstitucional) que se considera como no ajustado al orden constitucional vigente.
En cualquier caso, el TCP debe analizar los hechos, esto es, identificar y realizar
el respectivo encuadramiento jurídico de los mismos en relación al orden constitucional,
de lo cual se infiere que la razón fáctica está directamente relacionada con el análisis de
66
ASBÚN, Jorge, Base Constitucional del efecto vinculante de las Resoluciones Constitucionales, en
Estudios Constitucionales. Santa Cruz – Bolivia, Ed. EL PAÍS, 2008. pp. 97-100.
los hechos o conflictos normativos expuestos y acreditados en el proceso constitucional
respectivo, pero ya concretizados e individualizados por la resolución constitucional que
se pronuncie al respecto, misma que deberá estar enmarcada en el sistema constitucional
vigente.
6.1.4 El decisum
6.2 Declaraciones
6.3 Autos
La sala plena resolverá los procesos por mayoría absoluta de votos de sus
miembros presentes, y como en toda organización colegiada, las decisiones siempre se
deben adoptar por mayoría absoluta de votos de sus miembros presentes (art. 10.2
CPCo). El legislador ha retrocedido en este campo ya que podría darse el caso extremo
de que el pleno del TCP adopte decisiones con una minoría de sus miembros presentes y
tendría tanto valor como si estuviera la mayoría absoluta de sus magistrados. Aunque no
le falten razones prácticas al legislador, lo cierto es que permitir que las resoluciones se
adopten por los votos sólo de los magistrados presente rompe con la sana tradición de
que las decisiones del pleno sean cualificadas, y por una verdadera mayoría.
67
El TC (SC 1229/2010-R de 13 de septiembre) aclaró que el retiro de la demanda es un derecho
facultativo y un acto unilateral de la parte accionante, donde no se hace abandono de ninguna clase de
derecho y la acción puede volver a ser intentada, pues es un acto de simples efectos temporales;
entendimiento jurisprudencial aplicable también a la acción de cumplimiento dadas las características y el
alcance de la figura del desistimiento (AC 0107/2011-CA de 21 de noviembre).
68
El TC (SC 1846/2011-R de 7 de noviembre), aclara que tratándose del “desistimiento o retiro de la
acción de libertad procede únicamente hasta antes de la citación a la parte demandada con su admisión, la
que una vez efectuada impide la posibilidad de retirarla, ello en virtud a los derechos que se encuentran
tutelados, como son la libertad y vida, de modo que cuando la parte accionante desiste de la acción,
después de su diligenciamiento, el juez o tribunal de garantías debe rechazarlo y continuar el
procedimiento hasta su conclusión”.
8. Voto disidente
69
AC 33/2013-ECA de 18 de septiembre.
resoluciones constitucionales. En principio este efecto viene a ser el mismo que existe
en las otras materias y por tanto es necesario que concurra identidad de objeto, sujeto y
causa y se distinga el efecto de cosa juzgada formal y el efecto de cosa juzgada
material.70
70
El TC (SC 1087/2006-R de 30 de octubre), dejaba establecido que cuando no ingresaba a analizar y
resolver el fondo de una problemática determinada, no se configura la identidad de sujeto, objeto y causa,
y el recurrente puede presentar un nuevo recurso, previo cumplimiento de los requisitos de contenido; es
decir, no puede haber cosa juzgada cuando no se ha resuelto el fondo de la acción interpuesta y, por tanto,
en este supuesto de que el TC haya conocido un recurso y lo hubiera denegado por cuestiones formales,
se puede volver a intentar.
71
SC 385/2004-R de 17 de marzo.
planteó aclaración, enmienda o complementación, este plazo corre desde la notificación
con el auto que resuelva esta impugnación. Esta revisión oficiosa forma parte de nuestra
tradición jurídica desde la Constitución de 1967, pues con anterioridad había el recurso
de nulidad ante la ex Corte Suprema de Justicia.
1. Todas las tutelas del país, hayan sido concedidas o negadas, deben ser
remitidas a la Corte Constitucional para que se estudie su posible selección y eventual
revisión.
2. Una vez llegan las tutelas a la corte constitucional, se les asigna un número
interno que permite su reparto al azar para estudio y preselección.
A tiempo de recordar que el artículo 203 CPE prevé que “las decisiones y
sentencias del tribunal constitucional plurinacional son de carácter vinculante y de
cumplimiento obligatorio, y contra ellas no cabe recurso ordinario ulterior alguno”, el
TCP ha establecido que frente a un eventual incumplimiento o demora en la ejecución
de una resolución constitucional, el legislador ha dispuesto para la etapa de ejecución de
fallos, un mecanismo procesal idóneo como la queja por incumplimiento de decisiones
emergentes de acciones tutelares, destinado a consolidar una real materialización y por
ende un efectivo cumplimiento a las sentencias constitucionales con calidad de cosa
juzgada.72
A la luz de una interpretación “de y conforme a la Constitución”, el TCP ha
determinado las reglas de un debido proceso aplicables a la etapa de ejecución de fallos
por denuncias referentes a quejas por demora o incumplimiento en la ejecución de
sentencias emanadas de acciones tutelares. Aquí el juez o sala constitucional puede
conocer la queja por demora o incumplimiento en la ejecución de su sentencia, quién
dentro del plazo de veinticuatro horas, solicitará informe y demás medidas o
documentación pertinente a la autoridad o particular obligado a cumplir su decisión, la
misma deberá remitirle lo solicitado en un plazo no mayor a tres días, para que el juez o
sala constitucional, determine si se incumplió la ejecución y, en su caso, disponga el
estricto cumplimiento de la sentencia constitucional.
El juez o sala constitucional en el plazo máximo de cuarenta y ocho horas,
mediante auto expreso, rechazará la queja o la concederá, asumiendo en este último
supuesto las medidas necesarias para el cumplimiento de estas resoluciones, entre las
cuales puede requerir la intervención de la fuerza pública, la remisión de antecedentes al
MP o la imposición de multas progresivas, entre otras. Con la resolución pronunciada
por el juez o sala constitucional, se notificará a las partes procesales, y si el demandante
de la queja considera dilación o incumplimiento de la resolución emergente de una
acción tutelar, activará el procedimiento ante el TCP, en los términos establecidos por el
72
El TCP (SCP 0008/2017-O de 24 de febrero, la 0015/2014-O de 5 de mayo, entre otras) establece que
la parte dispositiva de toda decisión constitucional con calidad de cosa juzgada es de cumplimiento
obligatorio para las partes procesales; constituyendo la razón jurídica de los fallos el precedente
jurisprudencial vinculante a ser aplicado en casos futuros con identidad fáctica.
art. 16.II del CPCo. En este supuesto, el juez o sala constitucional, en el plazo de
veinticuatro horas, debe remitir todos los antecedentes relevantes a la queja ante el
tribunal constitucional.
En conocimiento del procedimiento, el TCP, mediante la sala que emitió la
sentencia con calidad de cosa juzgada, debe resolver mediante auto constitucional la
queja interpuesta por demora o incumplimiento a la resolución constitucional con
calidad de cosa juzgada, debiendo confirmar total o parcialmente o, en su caso, revocar
la decisión del juez o sala constitucional que conoció inicialmente la queja por mora o
incumplimiento a decisiones constitucionales con calidad de cosa juzgada
constitucional, decisión que debe ser cumplida de manera inmediata.
La queja por incumplimiento de resoluciones constitucionales, exige no solo la
determinación precisa de los sujetos, el objeto, la causa, la razón jurídica y el alcance de
la parte dispositiva de una resolución constitucional, sino también un análisis de los
elementos sobrevinientes que siendo imputables a las partes o al cambio de las
circunstancias en las que hubiere sido emitida la resolución hayan reconfigurado como
consecuencia la problemática jurídica en su momento resuelta, y que después suelen
afectar su ejecución.
Aun cuando el artículo 16.II CPCo es clarísimo en sentido de que corresponde al
TCP “conocer y resolver las quejas por demora o incumplimiento en la ejecución…” en
algunos casos desafortunadamente el mismo tribunal ha derivado que la queja sea
presentada ante el mismo juez o sala constitucional de origen, autoridad renuente o
incapaz de hacer cumplir su propia resolución, con lo cual se estaría sentando un
funesto procedente para proteger los derechos fundamentales y los procesos
constitucionales.
El proceso de queja viene como consecuencia de que el juez o sala
constitucional no ha tenido la capacidad de hacer cumplir su propia resolución y por lo
general muy poco puede hacer cuando se activa el recurso ante la misma autoridad que
emitió la resolución; por tanto, el recurso de queja debe interponerse, conocer y resolver
directamente el TCP, en los términos previstos por la segunda parte del artículo 16
CPCo.
73
A tiempo de pasar revista a la jurisprudencia constitucional boliviana, el TCP (SCP 0846/2012 de 20 de
agosto) proclama que la Constitución es una norma jurídica que obliga a todos a someterse a sus
principios, valores, derechos y garantías constitucionales (normas constitucionales-principios), en
especial a los jueces dada su labor preponderante a partir de la configuración del Estado Constitucional de
Derecho y debido a que en sus manos están la pluralidad de fuentes del derecho, el desarrollo
jurisprudencial también debe ser coherente con la compatibilización y conciliación que declara la
Constitución respecto a la igualdad en su múltiple dimensión valor-principio-derecho y en sus dos
vertientes: la igualdad formal y la igualdad material.
resolutiva o “decisum”, que consigna a su vez dos elementos conocidos como la “radio
decidendi” (o razón de la decisión) y los “obiter dicta” (dichos de pasada).
Los efectos de una resolución constitucional son dos: 1) “inter partes”, que
implica la obligatoriedad para las partes intervinientes, es decir, solo afecta a ellas,
como ocurre en las sentencias de acciones de defensa (acción de libertad, acción de
amparo constitucional, acción de protección a la privacidad, acción popular y acción de
cumplimiento), declaraciones y autos del tribunal constitucional plurinacional; y, 2)
“erga omnes”, que implica la obligatoriedad para todos, es decir, tiene efecto general
como ocurre en el caso de las acciones de inconstitucionalidad y el recurso contra
tributos.
El primer TC dejó establecido que todos sus fallos en recursos de amparo
constitucional y hábeas corpus, tienen efectos inter partes (sólo afectan a las partes), los
fundamentos determinantes del fallo o rationes decidendi, son vinculantes y, por tanto,
de obligatoria aplicación para los poderes del Estado, legisladores, autoridades,
tribunales y jueces (en todos sus niveles jerárquicos).74
74
SC 1310/2002-R de 28 de octubre.
En todo caso compartimos con Asbun, en el sentido de que la vinculatoriedad de
las sentencias del TCP no depende únicamente de dos preceptos aislados (arts. 203 CPE
y 15 CPCo), sino fundamentalmente del valor normativo de la Constitución (norma
fundamental y fundamentadora de todo orden jurídico) que reconoce el carácter superior
y prevalente a los valores, principios, derechos y garantía contenidos en la Constitución,
tales como la igualdad, seguridad jurídica, debido proceso y primacía que la misma
pregona, dado que la Constitución es mucho más que una regla de creación del derecho;
contiene el objetivo o la finalidad que persigue una determinada comunidad.75 El
carácter vinculante recae entonces sobre las razones jurídicas de la decisión o ratio
decidendi; sin embargo, debe realizarse la siguiente precisión que distingue entre el
precedente constitucional y la ratio decidendi.
Pero ¿qué parte de las resoluciones constitucionales son vinculantes?, obvio que
no podríamos concluir simple y llanamente que es la ratio decidendi, debido a que todas
las resoluciones tienen una o varias razones jurídicas de la decisión; empero, no todas
crean derecho de origen jurisprudencial, a través de la interpretación, integración e
interrelación de las normas. Por ello, existe diferencia entre ratio decidendi y precedente
constitucional. En este plano, se puede llamar precedente constitucional vinculante
cuando éste es el fruto, el resultado de la interpretación y argumentación jurídica
realizada por el TCP.76 Por lo que, el precedente constitucional es una parte de toda la
sentencia emitida por el tribunal o Corte Constitucional, donde se concreta el alcance de
una disposición constitucional, es decir, en donde se explicita qué es aquello que la
Constitución prohíbe, permite, ordena o habilita para un tipo concreto de supuesto de
hecho, a partir de una de sus indeterminadas y generales cláusulas.
Es vinculante el precedente constitucional contenido en la ratio decidendi. Sin
embargo, el precedente constitucional será vinculante siempre que exista un supuesto
fáctico análogo. Y se pregunta el TCP ¿qué es el precedente constitucional vinculante?
75
ASBUN R., Jorge, Base constitucional del efecto vinculante de las resoluciones constitucionales,
estudios constitucionales, Santa Cruz – Bolivia, Ed. El País, 2008, p. 95.
76
El TCP (SCP 0846/2012 de 20 de agosto) cita como ejemplos las siguientes resoluciones: La
interpretación de una norma jurídica declaración constitucional 003/2005-R de 8 de junio, (interpretación
del art. 118.5 CPE); SC 0101/2004-R de 14 de septiembre donde interpretó el art. 133 y de la disposición
transitoria tercera del código de procedimiento penal. La integración SC 1351/2003-R de 16 de
septiembre, e interrelación, SC 0421/2007-R de 22 de mayo, de las normas jurídicas.
Para responder —dice— es preciso redundar en que: No es el texto íntegro de la
sentencia, no es sólo la parte resolutiva de la sentencia (decisum), no es el obiter dictum,
no es toda la ratio decidendi. Y aclaraba que los precedentes constitucionales están sólo
en las sentencias relevantes. Se identifican a las sentencias relevantes porque son
sentencias fundadoras, moduladoras, que reconducen o cambian una línea
jurisprudencial expresamente o tácitamente. En el precedente constitucional se
consignan: “las subreglas de derecho”, “normas adscritas” o “concreta norma de la
sentencia”, resultantes de la interpretación, interrelación o integración de las normas de
la Constitución o de las disposiciones legales. Estas tienen más jerarquía y fuerza
jurídica que las propias leyes, porque el tribunal constitucional es el último aplicador
del derecho. El profesor Cifuentes, señaló que la sub-regla, “Es el corazón de la
decisión, de la cosa decidida”.
El original TC,77 ya había establecido que el efecto vinculante de la
jurisprudencia constitucional significaba que la doctrina constitucional creada, así como
las sub-reglas extraídas de las normas implícitas de la Constitución y consignadas en la
ratio decidendi de la sentencia constitucional, tienen que ser aplicadas obligatoriamente
por este Tribunal y por el resto de los órganos del poder público, por lo mismo, por los
jueces y tribunales que forman parte del Órgano Judicial, en la resolución de todos los
casos que presenten supuestos fácticos análogos.
En consecuencia, la aplicación del principio de vinculatoriedad de la
jurisprudencia constitucional está sujeta a la regla de la analogía, vale decir que los
supuestos fácticos de la problemática resuelta mediante la sentencia constitucional en la
que se crea la jurisprudencia sean análogos a los supuestos fácticos de la problemática a
resolverse mediante la sentencia en la que se aplicará la jurisprudencia o el precedente
obligatorio, desde otra perspectiva, cuando no existe la concurrencia de la analogía entre
los supuestos fácticos no puede exigirse la aplicación de la jurisprudencia o el
precedente obligatorio.
En la interpretación del TC,78 desde un principio estableció que la jurisprudencia
con efectos vinculantes es la que contiene la ratio decidendi o fundamentos jurídicos
que guarden una unidad de sentido con la parte resolutiva, de tal forma que no se pueda
entender ésta sin la alusión a aquélla, es la parte en la que se consigna la doctrina y las
subreglas que se constituyen en precedentes obligatorios; en cambio, el obiter dictum no
77
SC 186/2005-R de 7 de marzo.
78
AC 004/2005-ECA de 16 de febrero.
tiene efecto vinculantes, de manera que para exigir la aplicación obligatoria de un
precedente debe tenerse el cuidado de identificar que se trate de la ratio decidendi.
79
RIVERA SANTIVÁÑEZ, José Antonio, Sistematización de la jurisprudencia constitucional y
precedentes obligatorios en Derecho Procesal Penal, Tomos I, Sucre, Ed. Tupac Katari, 2008, p. 26.
80
SC 186/2005-R de 7 de marzo.
técnica para hacer el análisis dinámico de la jurisprudencia constitucional. Son las
respuestas o soluciones que la jurisprudencia ha dado a determinado problema jurídico,
está conformada por un conjunto de sentencias que abordaron determinada temática.
La jurisprudencia constitucional al ser en esencia evolutiva, se va modulando, ya
sea extendiendo, o en su caso, restringiendo sus alcances, de ahí que es preciso hacer un
recorrido entre las sentencias básicas o creadoras de líneas, sentencias moduladoras de
líneas, sentencias confirmadoras o reiteradoras de línea, sentencias mutadoras o
cambiadoras de línea y sentencias reconductoras de línea, porque sólo con este análisis
dinámico de las sentencias que conforman la línea jurisprudencial se identifica el
precendente constitucional en vigor.
81
El TCP pone como ejemplo la SC 0076/2005-R de 13 de octubre, la SC 0494/2007-R de 13 de junio, la
SC 1426/2005-R de 8 de noviembre, sobre el tema del garante hipotecario, donde se aplicó la SC
0136/2003-R, cuando el proceso había adquirido la calidad de cosa juzgada.
aplicar retrospectivamente un precedente constitucional a procesos en curso, únicamente
cuando no perjudique o restrinja derechos consolidados por un anterior entendimiento
jurisprudencial.
Ahora bien, a dichos límites, se añade la prohibición de aplicar retroactivamente
un precedente que podría restringir el derecho de acceso a la justicia constitucional, ya
sea porque con dicha jurisprudencia se imponen o se endurecen los requisitos para la
presentación de las acciones constitucionales, o se generan nuevas causales de
improcedencia o, en su caso, el nuevo precedente, pese a efectuar una interpretación
favorable del derecho —por ejemplo derecho a recurrir— podría dar lugar a que en su
aplicación resulte desfavorable para el acceso a la justicia constitucional.
82
En este sentido, la SCP 0032/2012 de 16 de marzo.
i) Lo que se debe hacer a tiempo de aplicar o invocar un precedente
constitucional
83
SSCCPP 0258/2011 de 16 de marzo, la 0084/2017 de 28 de noviembre, entre otras.
En el derecho español los principios y el carácter normativo de la Constitución, según
Fernández Segado,84 supone lo siguiente:
1) La Constitución se nos presenta como la expresión de los valores de un orden, de
tal modo que en la medida en que el ordenamiento constitucional entraña
verdaderamente la supremacía de unos valores, es verdadero orden fundamental.
2) La Constitución aparece como la estructura esencial del orden, y ello en cuanto
que contiene el mínimo de elementos necesarios para que ese orden jurídico pueda
existir, imprimiéndole a la par una forma específica.
3) La Constitución es, por último, un orden fundamental por cuanto se nos presenta
como la base misma, el punto de apoyo sobre el que descansa el resto del
ordenamiento jurídico.
84
FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco: El Sistema Constitucional Español, Madrid, Ed. Dykinson, 1992, pp. 65-
69.
extraordinaria importancia de la labor diseñada por los jueces en orden a la interpretación de
la Constitución.
b) Otra importante consecuencia es el control de constitucionalidad del ordenamiento
jurídico ordinario, con el que se pretende evitar la vulneración de la Constitución
por una norma de rango inferior. Si la Constitución es la norma fundamental, la
norma primaria, por cuanto es la única que emana de modo inmediato del poder
constituyente, y en ella encuentran su validez las restantes normas jurídica del
ordenamiento, esto es, las normas secundarias, y además de todo ello da su unidad
del ordenamiento, al enunciar el orden material de valores del mismo, resulta
perfectamente comprensible que para las normas secundarias sean intangibles las
normas constitucionales. Del carácter fundamental de la Constitución derivan,
pues una serie de límites de muy diversa naturaleza para los poderes públicos,
unos son formales, otros materiales, y otros, finalmente, se desprenden de los
propios valores constitucionalmente proclamados.
85
SCP 0084/2017 de 28 de noviembre.
jurisdiccional de las restantes normas del ordenamiento jurídico para
determinar si están conformes o infringen los valores constitucionales . 86
86
El TC (SC 282/2005-R de 4 de abril) aclaraba desde un principio que a la jurisdicción
constitucional no le compete analizar la interpretación de la legalidad ordinaria efectuada
por los jueces y tribunales ordinarios, salvo que en esa inter pretación se hubieren
lesionado principios, valores, derechos y garantías constitucionales.
no como una norma cualquiera, de cualquier contenido, sino precisamente como
portadora de unos determinados valores materiales que tienen primacía en el
ordenamiento jurídico, ya que es la “norma suprema del ordenamiento jurídico
boliviano y goza de primacía frente a cualquier otra disposición normativa”, y todas las
personas, naturales y jurídicas, así como los órganos públicos se encuentran sometidos a
ella (art. 410 CPE).
2. La supremacía constitucional
87
Este autor además aclara que la sentencia del TC resuelve definitivamente el conflicto que conoce, de
modo que todos los poderes del Estado deben acatamiento a su decisión, mientras que las resoluciones de
los órganos jurisdiccionales ordinarios surten solamente sus efectos en el caso concreto y entre las partes
implicadas en tal caso concreto. Vid. GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, La Constitución como norma
y el Tribunal Constitucional, cuarta edición, Navarra, Ed. Aranzadi, 2006, pp. 97 y ss.
88
BILBAO, Juan María, REY, Fernando y VIDAL, José Miguel: Lecciones de Derecho Constitucional I,
3° edición, Pamplona, Ed. Thomson Reuters, 2014, pp. 35-38.
a) La génesis de la Constitución se halla en el consentimiento de los ciudadanos.
Aquí la Constitución sería la expresión por antonomasia de política de los ciudadanos
(los cuales disponen de su libertad originaria, aceptando limitarla en alguna medida para
protegerla mejor). Al proceso que conduce a la aprobación de esta norma tan singular se
le conoce como poder constituyente (porque se “constituye” —o reconstituye—el
Estado: donde se aprecia con mayor claridad es en EE.UU., porque allí nace el Estado, y
lo hace como Estado Constitucional y a partir de una Constitución normativa). Y a la
decisión del pueblo de imponer la Constitución como norma jurídica se conoce como
poder constituyente. Un poder singular, excepcional, que sólo surge cuando una
determinada sociedad decide establecer (o modificar) las normas básicas de la
convivencia.
b) El contenido de la Constitución refleja el objetivo fundamental de garantizar
jurídicamente la libertad. Por eso, el artículo 16 de la declaración de derechos del
hombre y del ciudadano declara que “toda sociedad en la cual la garantía de los
derechos no esté asegurada, ni la separación de poderes establecida, no tiene
Constitución”. Éste sería el contenido mínimo indispensable de la Constitución: el
catálogo de derechos (parte dogmática) y la organización del poder (de los poderes
constituidos) con arreglo al principio de división de poderes (parte orgánica). Conviene
advertir también que a medida que el Estado Constitucional evoluciona y descubre
nuevos instrumentos en favor de la libertad, la Constitución les dará entidad jurídica: la
Constitución normativa de hoy día es la Constitución del Estado Constitucional de
Derecho.
La supremacía constitucional tiene un valor político superior al resto de las
normas del ordenamiento en la medida en que traduce la voluntad del pueblo de fijar las
reglas básicas de la convivencia. Y como no tendría sentido que los poderes que la
Constitución crea y organiza (los poderes constituidos), no estén sujetos ni obligados a
respetarla, esa supremacía política aspira a convertirse en supremacía jurídica: el
esfuerzo de racionalización del poder conduce a la afirmación de la superioridad
jurídica de la norma en la que se funda su legitimidad y las condiciones de su ejercicio.
¿Cómo se garantiza la supremacía constitucional? La supremacía constitucional
se garantiza de dos modos.
i) En primer lugar, impidiendo que la Constitución pueda ser modificada
(socavada progresivamente) a través de los procedimientos legislativos
ordinarios. Son Constituciones rígidas las que sólo pueden modificarse
por los procedimientos en ellas previstos, que son normalmente más
complejos que los que sigue el poder legislativo para elaborar o
modificar las leyes ordinarias (hay que reproducir, de algún modo, el
consenso constituyente). Son constituciones flexibles las que no indican
nada sobre su reforma, lo que en la práctica se traduce (o se ha traducido,
atendiendo a la experiencia histórica) en su disponibilidad por el
legislador ordinario. La rigidez es consustancial a la Constitución
normativa, porque sin ella no es posible singularizar formalmente a la
Constitución como norma jurídica distinta y superior a todas las demás
(es como si la Constitución se cerrase sobre si misma). La Constitución
expresa el compromiso de la sociedad de conferir estabilidad al “pacto
constituyente” pero sin impedir que las futuras generaciones revisen
algunos elementos de ese pacto (una Constitución irreformable
condenaría a las nuevas generaciones a su ruptura, salvo las llamadas
“cláusulas pétreas”).
ii) En segundo lugar, la rigidez, siendo necesaria, no es suficiente para
garantizar la supremacía normativa de la Constitución. Aunque la
Constitución establezca un procedimiento especial para su reforma,
siempre existe la posibilidad de que el legislador apruebe
(deliberadamente o no) leyes que entren en conflicto con lo previsto en
aquella. Si esas leyes entran en vigor y se aplican normalmente será, en
la práctica, como si se hubiera modificado la Constitución pero por una
mayoría legislativa ordinaria, esto es, sin seguir el procedimiento
constitucionalmente establecido. La Constitución habrá resultado
infringida.
Por lo tanto, hace falta encomendar a alguien la misión de impedir que puedan
surtir efectos jurídicos las decisiones de los poderes constituidos (en particular, las
leyes) que vulneren la Constitución. Esta garantía de la supremacía normativa de la
Constitución se completa con el “control de constitucionalidad”, que no deja de plantear
también sus problemas como instrumento de control político.
89
SSCCPP 0005/2019 de 11 de febrero que, a su vez, se remite a la 0680/2012 de 2 de agosto, la
0591/2012 de 20 de julio.
En este sentido el principio de jerarquía opera cuando dos normas pueden versar
sobre una misma materia, obligando a preferir a la de nivel superior; pero cuando la
relación entre ellas está estructurada sobre el presupuesto de que cada una es
competente en un respectivo y bien delimitado ámbito de materias, esa colisión
jerárquica no debe existir. Igualmente debe tomarse en cuenta la norma competente o
especializada, de modo que cuando dos normas tienen bien delimitados sus respectivos
ámbitos materiales, se establece entre ellas una relación horizontal que hace legítima la
acción de cada una en su correspondiente espacio, obligando a preferir siempre, en caso
de colisión, la procedente de quien tenga la competencia sobre la materia de que se
trate.
Y aunque con las entidades territoriales autónomas se ha creado un nuevo
bloque normativo, el principio de jerarquía sigue siendo eficaz para dar cuenta de la
ordenación de fuentes “dentro” de cada bloque, pero ha dejado de ser efectivo para
explicar las relaciones “entre” tales bloques o subsistemas, tarea para la cual ha pasado
a ser preciso recurrir a la convergente utilización del principio de competencia. Como
sostiene Garrorena Morales,90 este principio de jerarquía es la distinta fuerza (vis) que
ostenta cada norma, lo que se traduce en que cada una de ellas posee: a) una “vis
positiva” que le permite actuar sobre las normas inferiores, a las que tiene a su merced
y puede modificarlas o derogarlas; y b) una “vis negativa” que, en cambio, la hace
resistente a ella (efecto impenetrabilidad) a la acción de tales normas inferiores.
90
GARRORENA MORALES, Ángel: Derecho Constitucional, Teoría de la Constitución y sistema de
fuentes, publicación del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2011, p. 178.
constituye una filosofía ancestral fundada en el “tricálogo complementario”, cuya
comprensión sería inútil al disgregarse; tampoco se debe olvidar de los otros principios
como el: suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena),
ivi maraei (tierra sin mal), qhapaj ñan (camino o vida noble), que son principios de
aplicación obligatoria, para alcanzar el valor máximo que también es el vivir bien, o
suma qamaña “vida en plenitud” en aymara, equilibrio material y espiritual del
individuo, saber vivir y la relación armoniosa del mismo con todas las formas de
existencia, “convivir”.
El tribunal constitucional boliviano asume y comparte del historiador peruano
Antonio Guevara, que pocos pueblos de la tierra han logrado el considerable adelanto
moral que alcanzaron los hombres del antiguo Perú, en cuya sociedad estaban ausentes:
el robo, los crímenes, la mentira, la ociosidad, la pobreza y la mendicidad; se distinguió
por el espíritu laborioso de sus componentes, el respeto mutuo y el bienestar común.91
Este extraordinario encumbramiento espiritual fue el resultado, de sabias enseñanzas
morales, de consejos y normas de conducta que el Estado había convertido en leyes. El
código moral de los Incas estuvo formado por dichas normas, especie de preceptos o
mandatos divinos, cuyo cumplimiento era obligatorio para todos los habitantes del
Imperio. Y entre tales preceptos morales figuraban los siguientes: Ama Llulla (No seas
mentiroso); Ama Suwa (No seas ladrón) y Ama Quilla (No seas haragán).
En la perspectiva del supremo intérprete constitucional, esta trilogía es un
constructo filosófico de los antepasados, bajo el siguiente razonamiento: Ama Qhilla, no
seas flojo, si eres haragán necesitarás robar para alimentarte (Ama Suwa), para justificar
el robo de tus alimentos, necesitaras mentir, (Ama Llulla); no obstante, a modo de
adelantar su comprensión, describimos el pilar del Ama Suwa, cuyo alcance, no
solamente hace referencia al robo patrimonial, como establece la norma ordinaria, el
robo también en la cultura ancestral, tiene su alcance al aspecto inmaterial, por ejemplo,
“el robo del tiempo”, cuando el interlocutor sin que exista un motivo fundado, causa
perjuicio al otro laborioso, ha incurrido en el robo de su tiempo destinado a realizar una
actividad específica, a igual tiempo, no sólo le ha robado tiempo al otro, también se ha
robado a sí mismo, al haber desgastado su tiempo en actividades fútiles en horas de
producción, entonces el Ama Suwa se debe comprender en un espectro amplio y no
limitante; del mismo modo, Ama Llulla, no sea mentiroso, no mientas a los otros sobre
91
SCP 951/2012 de 22 de agosto.
tu realidad ni te mientas a ti mismo sobre tu propia realidad; en otras palabras no se
debe fingir estar bien, cuando lo correcto es decir la verdad sobre la realidad de otros y
la tuya, que también es de todos. Finalmente, el Ama Qhilla, la flojera, considerada
como una enfermedad, no es natural que un hombre sano, tenga flojera, el ser humano
por naturaleza es dinámico, realiza actividades desde que se despierta hasta que se
duerme; consecuentemente, el no realizar una actividad productiva perjudica a su vida y
a la vida de los demás, la responsabilidad tiene mayor trascendencia, cuando se trata de
un servidor público, quien no solamente perjudica con su proceder ocioso, a su propio
lugar de trabajo, sino también perjudica a los justiciables.
Las Naciones Unidas (ONU) aprobaron los principios ancestrales Ama Sua (No
seas ladrón), Ama Llulla (No seas mentiroso) y Ama Quella (No seas flojo), como una
norma para una gestión pública eficiente, honesta, transparente y preventiva de la
corrupción. Estos principios, transmitidos oralmente durante siglos por las comunidades
andinas, simbolizan un paradigma para el mundo moderno. El reconocimiento
internacional es un hecho auspicioso para la cultura de los pueblos andinos, por cuanto
supone la perpetuación de estos principios y exige no sólo incorporarlos como nuevos
paradigmas universales sino también asumirlos, difundirlos y ponerlos en práctica en
los Estados miembros de la ONU.
92
SCP 0018/2018-S1 de 1 de marzo.
derechos colectivos de los pueblos indígenas así como también la protección de los
derechos individuales de los miembros de una comunidad indígena.
93
SC 295/2003-R de 11 de marzo.
94
ORELLANA HALKYER, R. Prácticas Judiciales en Comunidades Indígenas Quechuas, en AAVV
Justicia Comunitaria en los pueblos originarios de Bolivia, Poder Judicial, Instituto de la Judicatura de
Bolivia, Sucre, Ed. Tupac Katari, 2003, pp.12 y ss.
reconfiguran el derecho, usando incluso materiales valóricos, argumentos formales y
principios normativos del propio Estado o de lo que la gente percibe como estatal. En general
es una justicia administrada en su idioma materno, “por sus pares o iguales”, y responde a su
cosmovisión o valores de la comunidad, y tiene sus autoridades naturales, y legítimas que son
elegidas según la tradición, costumbres y prácticas culturales.
Los pueblos indígenas, originarios y comunidades campesinas tienen su propio
derecho, que en su conjunto configuran un auténtico derecho consuetudinario, porque son: a)
normas de comportamiento público; b) mantienen el orden interno, c) definen los derechos y
obligaciones de los miembros; d) la distribución de los recursos naturales, e) transmisión e
intercambio de bienes y servicios, f) definición de los hechos que puedan ser considerados
como delitos, faltas, que afecten a los individuos o bien a la comunidad, con la respectiva
sanción; g) manejo y control de la forma de solución de conflictos; y, h) definición de los
cargos y las funciones de la autoridad indígena.
Este sistema jurídico está garantizado por la Constitución (art. 192. I) cuando
establece que toda autoridad pública o persona acatará las decisiones de la jurisdicción
indígena originaria campesina, y para el cumplimiento de sus decisiones, sus autoridades
podrán solicitar el apoyo de los órganos competentes del Estado. Sin embargo y a diferencia
de la justicia ordinaria, en la milenaria justicia indígena la costumbre, creencias, valores,
cosmovisiones, etc., constituyen su Ley Fundamental, habida cuenta que es oral y se trasmite
de generación en generación y se ha mantenido en el tiempo sin necesidad de escritura ni
documento alguno para que sea aceptada y reconocida por los pueblos originarios y el
Estado. En fin, los usos y costumbres como principios de los pueblos indígenas, se han
revalorizados a partir del reconocimiento internacional como un verdadero sistema jurídico,
que se produce y reproduce oralmente hace más de 500 años en relación estrecha con las
fuerzas de la naturaleza.
95
El TCP (SCP 591/3013 de 21 de mayo) reitera que el principio de prevalencia del derecho sustancial
respecto al formal, conforme lo entendió la SC 0897/2011-R de 6 de junio, “…es uno de los pilares
fundamentales del Estado Constitucional de Derecho, que se encuentra consagrado por el art. 8.II CPE.
de la acción tutelar, no se la debe obviar, dando preeminencia en todos los casos, al
derecho sustantivo, es decir, a la acción y a la vigencia de los derechos fundamentales
de las personas”.96
96
El TCP (SSCCPP 1977/2013 de 4 de noviembre, la 0450/2012 de 29 de junio, entre otras), aclara que la
garantía del debido proceso, con la que especialmente se vincula el derecho formal, no ha sido instituida
para salvaguardar un ritualismo procesal estéril que no es un fin en sí mismo, sino esencialmente para
salvaguardar un orden justo que no es posible cuando, pese a la evidente lesión de derechos, prima la
forma al fondo, pues a través del procedimiento se pretende lograr una finalidad más alta cual es la tutela
efectiva de los derechos.
97
El TCP (SCP 2233/2013 de 16 de diciembre que, a su vez, cita a la 0846/2012 de 20 de agosto)
aclaraba que las líneas jurisprudenciales, son la técnica para hacer el análisis dinámico de la
jurisprudencia constitucional. Son las respuestas o soluciones que la jurisprudencia ha dado a
determinado problema jurídico, está conformada por un conjunto de sentencias que abordaron
determinada temática.
contradictorias elija de acuerdo a las particularidades de cada caso el entendimiento que
tutele de manera más adecuada los derechos fundamentales que llega a ser el estándar
más alto; ii) Y de existir diversos entendimientos jurisprudenciales no antagónicos sino
progresivos los mismos deben armonizarse para la resolución más adecuada del caso en
atención a los derechos fundamentales obteniéndose, vía integración de jurisprudencia,
el estándar más alto.
7. El informalismo
98
El TCP (SCP 1204/2003-R de 25 de agosto, la 0591/2013 de 21 de mayo, la 1977/2013 de 4 de
noviembre, entre otras), ha establecido que el principio de aplicación directa y eficaz de los derechos
fundamentales, constituye un postulado que consolida el valor normativo de la Constitución, por el cual,
los derechos fundamentales tienen una efectividad plena más allá de un reconocimiento legislativo o de
formalismos extremos que puedan obstaculizar su plena vigencia, aspecto que caracteriza la “última
generación del Constitucionalismo”, en el cual el fenómeno de constitucionalización del ordenamiento
jurídico, se consagra y alcanza su esplendor a través del principio de aplicación directa de los derechos
fundamentales.
incluir otros hechos conexos, lo que bajo ningún motivo puede interpretarse como que
el juez está resolviendo en base a presupuestos distintos a los que hubiera referido el
recurrente.
En general la forma es la condición necesaria para la certeza y la seguridad no
sólo de los mismos actos o procedimientos, sino también de las resoluciones judiciales.
Lo contrario de la forma es el formalismo, que significa incerteza e inseguridad y
degradación de los actos procesales y en definitiva de cómo obtener justicia. En
definitiva, la forma sólo puede entenderse cuando se concibe como modo para asegurar
el acierto de la decisión judicial, no como obstáculo que ha de ser superado para
alcanzar esa decisión y para que la misma se acomode a la norma material. La
informalidad busca que los procesos constitucionales, estén exentos de formalismos
innecesarios, como el cumplimiento de requisitos que no tienen relación directa con la
pretensión; en particular el habeas corpus debe interponerse en forma oral o escrita, a
cualesquier hora y día y sin llenar ningún formalismo jurídico.
En realidad cuando el artículo 125 CPE sostiene que la acción de libertad debe
ser tramitada “sin ninguna formalidad procesal”, no hace más que reconocer su
naturaleza jurídica y las características esenciales de esta acción tutelar en función a los
derechos primarios que protege, lo que justifica plenamente la flexibilización que debe
existir en todo el desarrollo de la acción, garantizando la protección inmediata y eficaz
de los derechos a la vida, a la integridad física, a la libertad física y a la libertad de
locomoción, etc. Y en el supuesto de que se advierta alguna deficiencia, la jurisdicción
constitucional igualmente debe resolver el fondo, incluso tiene la potestad de analizar
hechos conexos al acto demandado como ilegal.
Al estar este proceso exento de formalismos se puede presentar y formalizar a
nombre de otra u otras personas y sin necesidad de mandato o poder alguno. Por
ejemplo, en plena dictadura militar de Hugo Banzer Suárez (1971-1977), el ex dirigente
político y abogado Reynaldo Peter interpuso este recurso nada menos que en papel
higiénico, cuya osadía le mereció varios reconocimientos nacionales e internacionales.
En aquel entonces no sólo se perseguía, torturaba y asesinaba sino que las fuerzas de
seguridad del Estado, hacían desaparecer a las personas y cuando eran detenidas,
negaban el lugar de su detención. Este fue el caso de Reynaldo Peter, detenido en su
bufete a pocas cuadras de la Plaza Murillo de la ciudad de La Paz, y nadie sabía dónde
había sido conducido, hasta que Rosario Sánchez Becerra, después de algunas semanas,
ubicó el lugar y en cuanto los agentes policiales permitieron entregarle ropa, el hábeas
corpus salió camuflado en medio de unos calcetines bastante usados.99 En poco tiempo
tal pieza jurídica se convirtió en una bomba política porque, aunque la justicia declaraba
improcedente el recurso, permitió la libertad de unos 200 presos políticos de la
dictadura banzerista.
Este principio busca terminar con los formalismos y ritualismo que son
negatorios de los derechos fundamentales y garantizar una correcta justicia
constitucional, y consolidación de la justicia material. El principio pro actione exige a
los jueces y tribunales interpretar las normas procesales en el sentido más favorable a la
admisibilidad de la acción, facilitando así el acceso a los jueces y tribunales y brindar
una justicia pronta, oportuna y sin dilaciones, según interpretación constitucional.100 Y
se configura como una pauta esencial no solo para la interpretación de derechos
fundamentales, sino también como una directriz esencial para el ejercicio del órgano de
control de constitucional; además, asegura el cumplimiento de los principios, valores,
derechos y deberes reconocidos y consagrados en la Constitución (arts. 8.1 y 9).
99
En este sentido, véase el libro “Homenaje a Reynaldo Peters, autor del Monumento Jurídico Hábeas
Corpus en papel higiénico, Tomos I y II, Impreso en Creativa, primera edición, agosto de 2012.
100
SSCCPP 0501/2011-R de 25 de abril, la 2271/2012-R de 9 de noviembre y la 0139/2012 de 4 de
mayo.
internacionales en materia de derechos humanos ratificados o a los que se hubiere
adherido el Estado, siempre y cuando reconozcan derechos más favorables a los
contenidos en la Constitución; obligación que se extiende, además al contraste del
derecho con la interpretación que de él ha dado la Corte IDH.101
101
La corte Interamericana ha definido que el control de convencionalidad debe realizarse aun de oficio,
ya que cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la convención americana, sus jueces
también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque el efecto útil de la convención no se vea
mermado o anulado por la aplicación de leyes contrarias a sus disposiciones, objeto y fin. Vid. Sentencia
caso Trabajadores cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs Perú, sentencia de 24 de noviembre
de 2006.
102
El TCP (SCP 0121/2012 de 2 de mayo), ha venido reiterando que el principio de aplicación directa y
eficaz de los derechos fundamentales, constituye un postulado que consolida el valor normativo de la
Constitución, por el cual, los derechos fundamentales tienen una efectividad plena más allá de un
reconocimiento legislativo o de formalismos extremos que puedan obstaculizar su plena vigencia, aspecto
que caracteriza la “última generación del Constitucionalismo”, en el cual, el fenómeno de
constitucionalización del ordenamiento jurídico, se consagra y alcanza su esplendor a través del principio
de aplicación directa de los derechos fundamentales, el cual se materializa a través del nuevo rol de las
autoridades jurisdiccionales en su labor de interpretación constitucional acompañada de una coherente
teoría de argumentación jurídica.
103
SCP 1414/2013 de 16 de agosto que, a su vez, consolida la doctrina establecida en la SC 0030/2013 de
4 de enero.
justicia material sobre la formal. De la misma forma consolida un régimen
constitucional axiomático, donde todos los actos de la vida social se impregnan de
contenido no solamente de normas positivas, sino también de valores supremos y
rectores del orden jurídico imperante como ser la justicia e igualdad.
Los requisitos formales del artículo 33 CPCo, tienen por única finalidad dotar al
juez constitucional de elementos veraces, objetivos y suficientes para garantizar un fallo
justo e imparcial, permitiendo que el juzgador compulse correctamente los antecedentes
de la problemática planteada, para luego conceder o denegar la tutela impetrada; sin
embargo, en ningún caso puede impedir la tutela ante una evidente lesión de derechos y
garantías constitucionales. Muy por el contrario la justicia constitucional no estaría
cumpliendo los fines que le asigna la Constitución, y se convertiría en una institución
reproductora de formalismos y ritualismos, actuando en contra del mandato
constitucional y de los principios que inspiran a la justicia constitucional.
104
SCP 0018/2018-S1 de 1 de marzo.
corresponde al juez o vocal constitucional hacer una compulsa de fondo de la
problemática planteada siempre que los antecedentes permitan tener una comprensión
cabal de cómo pudo haberse materializado el acto ilegal, prescindiendo inclusive de los
requisitos establecidos en el código procesal constitucional, por cuanto la protección de
los derechos fundamentales y garantías constitucionales, no puede estar supeditada al
riguroso cumplimiento de requisitos de orden estrictamente formal.
105
SSCCPP 0016/2015-S2 de 16 de enero que, a su vez, cita a la 0793/2012 de 20 de agosto, la
0304/2013-L de 13 de mayo, entre otras.
por error u omisión no se haya mencionado o precisado adecuadamente los derechos
vulnerados, ya que “el juez conoce el derecho” y tiene el deber de analizar la demanda,
informe de los demandados y la participación de las partes en la audiencia de garantías,
para verificar si se lesionaron los derechos invocados y si correspondiera, conceder la
tutela con base en las disposiciones jurídicas pertinentes.
106
Caso "Masacre de Mapiripán" vs. Colombia, sentencia de 7 de marzo de 2005.
107
Sentencia T-146/10 de 4 de marzo.
Queda claro entonces que no podrá rechazarse un proceso o procedimiento
constitucional por falta de fundamentación jurídico-constitucional, más aún cuando las
sentencias emitidas por la Corte IDH, forman parte del bloque de constitucionalidad de
Bolivia. En consecuencia la exigencia de que todo proceso debe tener contenido
jurídico-constitucional, prevista en la normativa procesal, debe relativizarse en función
de la justicia material y el principio iura novit curia.
108
El TCP (SCP 2621/2012 de 21 de diciembre) aclaraba que el valor justicia no sólo es un valor en sí
sino que es una medida de los demás valores jurídicos.
que conocen; y ante cualquier deficiencia formal o material, la jurisdicción constitucional
debe procurar por todos los medios a su alcance conocer la verdad material.
109
El TCP (SSCCPP 713/2010 de 26 de julio, la 0144/2012 de 14 de mayo, la 0140/2012 de 9 de mayo,
la 1783/2014 de 15 de septiembre, la 0153/2016-S2 de 29 de febrero, entre otras), aclaraba que la
estructura del sistema de administración de justicia boliviano, no puede concebirse como un fin en sí
mismo, sino como un medio para obtener el logro y realización de los valores constitucionales que deben
ser considerados como mandatos dirigidos, primero, al legislador para que sean tomados en cuenta en la
elaboración de las leyes y, segundo, al Poder Ejecutivo y Judicial, para que sean considerados en la
aplicación e interpretación de esas normas, optando siempre por aquella aplicación e interpretación que
sea más favorable a la efectiva concreción de esos valores.
11. No reconoce fueros ni privilegios
110
El TC (SC 486/2000-R de 22 de mayo) aclaraba que el art. 18-II de la Constitución Política del Estado
de 1967, señalaba con precisión cuáles eran las autoridades competentes para conocer el recurso de
hábeas corpus; estableciendo al efecto, que en las capitales de departamento, eran las Cortes superiores
de distrito o los jueces de partido, a elección del afectado.
.
los derechos humanos en forma global y de manera justa y equitativa, en pie de igualdad
y dándoles a todos el mismo peso, sin desconocer las particularidades nacionales y
regionales, así como de los diversos patrimonios históricos, culturales y religiosos.
Con base en esta vigorosa doctrina, el constituyente de 2009 (art. 13) reconoce
que los derechos fundamentales no sólo son inviolables, universales, interdependientes,
indivisibles y progresivos, que no están separados los unos de los otros y que la
restricción a un derecho puede afectar negativamente a los demás, sino también obligó
al TCP a tener que ampliar la cobertura o protección de la acción de libertad a otros
derechos conexos como por ejemplo a la dignidad, a la salud, a los usos y costumbres,
entre otros, que no figuran precisamente en el catálogo del artículo 125 de la Ley
Fundamental.
Toda esta doctrina expansiva de los derechos humanos ha revolucionado el
proceso constitucional y, por tanto, ha echado por la borda el histórico reconocimiento
de fueros y privilegios del que gozaban las autoridades que encabezan el Órgano
judicial, legislativo, ejecutivo y electoral, de modo que ahora se puede demandar a toda
autoridad o servidor público, incluyendo al Presidente del Estado y a los particulares.
111
SSCC 0400/2005-R de 19 de abril, 0010/2010-R de 6 de abril y 0178/2011-R de 11 de marzo.
jurisdicciones y en la justicia constitucional, debe ser oportuna y sin dilaciones,
buscando efectivizar los derechos y las garantías constitucionales.
112
SSCCPP 0799/2012 de 20 de agosto, la 0078/2010-R de 3 de mayo, la 0384/2011-R de 7 de abril,
entre otras.
.
Las autoridades que conozcan las solicitudes de cesación de la detención
preventiva, tienen la obligación de imprimirles la mayor celeridad posible, y resolver en
un plazo razonable, y brevísimo de tres días hábiles como máximo. Este plazo incluye
las notificaciones pertinentes, lo contrario vulnera los derechos fundamentales de las
personas privadas de libertad (art. 73 CPE), y aunque exista “sobrecarga procesal”
evidencia una negligencia e incumplimiento de un deber de servicio a la sociedad.
Capítulo VI
La interpretación constitucional (I)
1. Concepto y problemas interpretativos. 2. Características y objetivos de la interpretación.
3. Los métodos interpretativos. 3.1 La voluntad del constituyente. 3.2. Interpretación
sistemática. 3.3 Los principios constitucionales. 3.4 La unidad de la Constitución. 3.5 El
bloque de constitucionalidad. 3.6 El control de convencionalidad.
113
RIVERA SANTIVÁÑEZ, José Antonio, Fundamentos sobre el carácter vinculante de las
resoluciones del tribunal constitucional, Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional, número 9,
Madrid, 2005, pp. 343 y s.
Y como aclaraba García Belaunde, se trata de un método integral, que puede
calificarse, provisionalmente, como dialéctico-comprensivo; entendiendo esto como una
contrastación de diversos enfoques que surgen desde diversas perspectivas, y que son
resueltas finalmente por una comprensión, que debe arribar a conclusiones lógicas.114
Sin embargo, esto no significa que tengamos que llegar necesariamente a una
conclusión acertada, única y perfecta, pues la fijación de un significado dependerá de
elementos muy diversos y esto nos remonta a los problemas propios que tiene la
interpretación, que pueden ser:
i) Un primer problema es saber si la interpretación llega a descubrir o crear,
es decir, si tiene que indagar por lo que existe escondido detrás de la
norma o sí, por el contrario, crea derecho al estilo del juez
norteamericano. El papel del juez ya no se concibe como repetitivo,
mecánico, sin iniciativas, sino más bien se reconoce que la función
judicial es innovadora, y el juez un descubridor de algo preexistente; es
decir, asigna un significado a la norma, lo cual lo hará como
consecuencia de un proceso interpretativo y con las limitaciones que éste
conlleva.
ii) Otro problema es darle sentido a la “voluntad”, pero ¿voluntad del
legislador o voluntad de la ley? Con excepción del modelo anglosajón
donde tiene un fuerte predicamento el legislador histórico, en nuestro
entorno tiene poca relevancia sobre todo cuando se extiende el tiempo
entre la sanción de la norma y el momento en que se interpreta (los
intérpretes actuales del código de Napoleón tendrán muy poco en cuenta
lo que pensaron los redactores originales del código). También muchos
hablan de la voluntad de la ley, como si la norma tuviera un pensamiento
oculto o vida propia. Aquí cabe hacer dos distingos: por un lado, lo que
realmente dijo el legislador en su momento (legislador histórico), y por
otro, lo que nosotros pensamos que hubiera dicho en las actuales
circunstancias (legislador presunto), con lo cual estamos en el fondo
frente a una verdadera creación.
114
GARCÍA BELAUNDE, Domingo, La interpretación constitucional como problema, Ponencia
presentada al “Simposio Internacional sobre Derecho del Estado”, organizado por la Universidad
Externado de Colombia (Santa Fe de Bogotá, 4-5 de mayo de 1993), pp. 25 y s.
iii) En la literatura jurídica especializada se distingue la interpretación
doctrinaria, judicial y auténtica, dependiendo de quién sea el intérprete.
La doctrinaria la realizan los tratadistas del derecho; la judicial los jueces
y la auténtica es la que realiza el legislador.
115
SC 0282/2005-R de 4 de abril.
116
VIGO, Rodolfo Luís, De la interpretación de la ley a la argumentación desde la Constitución:
realidad, teorías y valoración, Universidad de La Sabana, Colombia, 2012, p. 193.
específicamente: en el código), bajo la amenaza que si se apartaba del “sentido de la
ley” cometía el delito de prevaricato.
El autor consideraba que el trabajo del jurista ahora tendríamos que llamarlo de
otro modo, dado que la “interpretación” ha quedado asociada a aquel Estado que se
forjó a partir de la revolución francesa e imperó pacíficamente hasta después de la
segunda guerra mundial. En la cultura jurídica generada en respaldo de aquel Estado de
Derecho, se entendía y se enseñaba que la interpretación identificaba el trabajo del
jurista, en tanto consistía en aplicar la ley luego de haberla interpretado y descubierto en
ella “la” respuesta buscada. Pero hoy los juristas somos conscientes de que frente a la
pregunta del usuario vamos al derecho vigente (no solo a la ley) y es casi seguro, si
estamos ante un auténtico “caso”, que encontraremos más de una respuesta, por eso
debemos escoger una de ellas, y luego viene la delicada, específica y central tarea de
argumentar a favor de la que pretendemos que prospere o se consienta. Esa posibilidad
de encontrar más de una respuesta en buena medida está ligada a que la Constitución se
ha reconocido como fuente del derecho y en ella hay básicamente principios, valores o
derechos humanos que tienen esa capacidad potencial de generar respuestas en manos
de juristas preparados para ello.
El cambio de denominación de la tarea del jurista de algún modo coincide con el
cambio del paradigma de Estado, dado que fue en la década de los cincuenta cuando se
vuelve hablar de argumentar. En definitiva ─decía Vigo─, pensamos que la
argumentación es el nuevo nombre de la interpretación, y es “nuevo” porque esta era
funcional al Estado de Derecho, mientras que aquella remite al modo de operar los
juristas en tiempos del Estado Constitucional de Derecho.
117
GARCÍA BELAUNDE, Domingo, La interpretación constitucional como problema…Ob. Cit., pp. 25
y s.
a) La primero que debe tenerse en cuenta es que se trata de interpretar la
Constitución, la norma suprema y no existiendo ninguna que esté por
encima de ella, se desprende que ni en jerarquía ni en alcances tienen
igualdad con el resto de normas que componen el ordenamiento jurídico,
de modo que su tratamiento necesariamente debe ser distinto, pues es
una norma o conjunto de normas, que es tanto norma como las demás,
pero con superior jerarquía. En palabras del TC español, es una norma
cualitativamente distinta de las demás, por cuanto incorpora el sistema de
valores esenciales que ha de constituir el orden de convivencia política y
de informar todo el ordenamiento jurídico.118
b) Es una norma cuyo procedimiento de elaboración es distinto a todas las
demás normas porque obedece a una lógica propia. Las normas, sean
civiles o penales, son hechas por un legislador, que a su vez las ha
recibido, en proyecto, de comisiones o asesorías técnicas. La
Constitución, en cambio, es hecha mediante una asamblea constituyente,
independiente del orden constituido, cuya “función autónoma” no
encuentra fundamento en la Constitución que pretende cambiar, ya que
su único cause jurídico es la voluntad democrática popular en virtud de
la cual, para el establecimiento del nuevo orden constitucional le da a
esta función un carácter extraordinario, que se extingue en el momento
de la entrada en vigor de la Constitución que abroga el orden anterior. 119
c) La Constitución se denomina como política, pues es una norma que tiene
un primordial fin político, ya que se dirige a disciplinar, ordenar y
regular el ejercicio del poder. A su vez, trata de fijar los límites que
tienen los destinatarios del poder y, en consecuencia, poner barreras que
los ciudadanos o gobernados pueden oponer a los gobernantes. La
Constitución tiene un valor político superior al resto de las normas del
ordenamiento en la medida en que traduce la voluntad del pueblo de fijar
las reglas básicas de la convivencia. Y como no tendría sentido que los
poderes que la Constitución crea y organiza (los poderes constituidos),
no estén sujetos ni obligados a respetarla, esa supremacía política aspira
a convertirse en supremacía jurídica: el esfuerzo de racionalización del
118
STC 22/1984.
119
HERRERA ÁÑEZ, William, Derecho Constitucional Boliviano, Cochabamba, Ed. Kipus, 2019, p. 74.
poder conduce a la afirmación de la superioridad jurídica de la norma en
la que se funda su legitimidad y las condiciones de su ejercicio.
121
El TC (SSCC 501/2002-R de 30 de abril y la 1110/2002-R de 16 de septiembre, entre otras) ha
definido que los valores supremos son los parámetros y el límite para la interpretación de las leyes desde
y conforme a la Constitución; además, el Estado Constitucional de Derecho está “sustentado en los
valores supremos de la igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana”, luego ha concluido
afirmando que “tanto el orden político, como el jurídico del Estado se estructuran sobre la base de dichos
valores y principios.
La interpretación constitucional consiste en averiguar o desentrañar el verdadero
sentido y los alcances de las normas constitucionales, las cuales pueden adoptar o dar
lugar a diversas interpretaciones. El TCP sostiene que la interpretación de la
Constitución adquiere trascendental relevancia, ya que ella se encuentra en la cúspide
del ordenamiento jurídico, y dada la vigencia del principio de supremacía constitucional
y el control de constitucionalidad, la interpretación que realice el órgano legitimado
para el efecto puede determinar en su caso, la vigencia o no del resto de las normas
infra-constitucionales o la forma en que éstas deben ser entendidas y aplicadas, para el
respeto y vigencia de los derechos y garantías constitucionales.122 Y reivindicaba su
condición de máximo guardián y supremo intérprete de la Constitución, cuyas
decisiones y sentencias son de carácter vinculante y cumplimiento obligatorio (art. 203
CPE).
Es evidente que a partir de Savigny y, aunque trataba de otras ramas del derecho,
se desarrollaron los clásicos métodos de interpretación de la norma, como ser el
gramatical, histórico, sistemático o de contexto y teleologías; asimismo, se tienen los
principios de interpretación constitucional, entre los cuales los de unidad de la
Constitución, concordancia práctica, eficacia integradora, de interpretación conforme a
la Constitución, que para el caso no resulta necesario analizar.
122
SCP 0084/2017 de 28 de noviembre.
123
SCP 0850/2013 de 17 de junio.
La Constitución, el código procesal y la jurisprudencia constitucional establecen (sin ser
exhaustivos), los siguientes métodos interpretativos:
124
DCP 0001/2020 de 15 de enero.
mucho más profunda que la interpretación, puesto que para que opere la admisibilidad de la
misma, depende, de manera prescriptiva, que el tribunal pueda demostrar la existencia de
un vacío no planeado en la norma y la similitud del caso e intereses involucrados. El
criterio de la interpretación a través del tenor literal de la norma, traza no solo un límite
extensivo, sino también uno restrictivo a la aplicación del derecho, al establecer, de
manera normativa, que debe constar una demostración argumentativa de la existencia de
algún vacío normativo, axiológico, técnico o institucional.
Y como sostiene Martínez Dalmau, hay que hacer notar que los criterios
establecidos son los defendidos como necesarios en la interpretación de la Constitución
democrática: el método originario (voluntad del constituyente expresada en sus
documentos, actas y resoluciones, lo que busca eliminar el carácter extrasubjetivo de
otras fuentes, como las orales) y el tenor literal del texto que, necesariamente, debe
entenderse en el contexto (en cuanto a que el texto no es sólo el texto de la norma
correspondiente, sino de la Constitución).125 En realidad no existe prelación entre las
diferentes técnicas hermenéuticas, sino que la interpretación tendrá lugar “con
preferencia” (y no exclusivamente) teniendo en cuenta la voluntad del constituyente “así
como” el tener literal de las normas constitucionales. La decisión, finalmente,
corresponde al intérprete, que deberá realizar un ejercicio de equilibrio y combinación
de técnicas para dotar de sentido al resultado de la función interpretadora.
125
MARTÍNEZ DALMAU, Rubén, La interpretación de la Constitución democrática, en
https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00874669/document
criterios de interpretación.126 Y aclaraba que “con preferencia” tiene de suyo un claro
sentido normativo: autoriza al intérprete a servirse de otros criterios, en relación a los
cuales dará preferencia a los mencionados en la cláusula. Por tanto, la cláusula no puede
prohibir valerse de los resultados interpretativos obtenidos por criterios autorizados pero
no enunciados expresamente. Tampoco puede acudirse a la “voluntad del constituyente”
cuando sus “documentos, actas y resoluciones” simplemente no se pronuncian sobre la
disposición en análisis; ni acudirse al “tenor literal del texto” cuando el texto lleve al
mismo tipo de resultados (o ninguno o varios posibles).
126
ANDALUZ, Horacio, Aplicación judicial de la Constitución, Santa Cruz de la Sierra, Ed. El País,
2010, pp. 174-175.
127
SC 282/2005-R de 4 de abril.
128
DCP 0001/2020 de 15 de enero.
esencia por los principios que permiten ver a la práctica como una unidad que sirve a
ciertos valores y propósitos; en el tema de la interpretación constitucional, corresponderá
señalar que tales principios constitucionales servirán para los valores y propósitos o fines
constitucionales; por lo que, se mantiene una perspectiva teleológica respecto a una de las
principales características de la interpretación constitucional.
A partir de esta segunda etapa, ya se consolida la práctica integradora del derecho,
en el sentido que todos los materiales jurídicos deben verse como una unidad, que viene
conformada por el conjunto de principios constitucionales por el que haya optado cada
interpretación, conforme el artículo 2 CPCo; es decir, aplicar de manera concreta una
interpretación sistemática que permita observar a los materiales jurídicos como un
conjunto, a partir de los principios, valores y fines del Estado.
En general, el método sistemático consiste en desarrollar la labor de la
interpretación constitucional tomando en cuenta que la Constitución es un cuerpo
normativo orgánico y sistemático, que consagra un sistema de valores supremos,
principios fundamentales, derechos fundamentales y garantías constitucionales, e
incluye su estructura social, económica, política y cultural, lo que implica la existencia
de un lazo íntimo que une las instituciones y las reglas normativas de la Constitución,
en una sola unidad; por lo tanto, la interpretación de una norma, debe ser realizada de
manera sistemática en el marco de los principios de unidad y concordancia práctica de
la Constitución.
129
ANDALUZ, Horacio, Aplicación judicial de la Constitución…Ob. Cit., p. 160.
3.3 Los principios constitucionales
La Constitución de 2009 (art. 8.I) reconoce, por primera vez, los principios
ético-morales: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas
ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena),
ivi maraei (tierra sin mal) y whapaj ñan (camino o vida noble). Todos estos principios
constituyen verdaderos mandatos jurídicos y tienen carácter normativo porque
fundamentan todo el sistema constitucional y constituyen además un límite material al
poder del Estado.131 Y como sostenía Durán Ribera, comparten con los principios
generales la característica de ser informadores del ordenamiento jurídico, pues no sólo
que deben servir de base al legislador para la creación de las normas, sino también
deben cumplir su función interpretativa en su aplicación, ya sea por la autoridad judicial
o administrativa.132
En esta línea, el Tribunal Constitucional del Perú aclaraba que los métodos de
interpretación constitucionales no se agotan en aquellos criterios clásicos de
interpretación normativa (literal, teleológico, sistemático e histórico), sino que
abarquen, entre otros elementos, una serie de principios que informan la labor
hermenéutica del juez constitucional, que son:134
133
RIVERA SANTIVÁÑEZ, José Antonio, El Nuevo Sistema Constitucional del Estado Boliviano, en
AAVV Estudios sobre la Constitución, aprobada en enero del 2009, Cochabamba, Ed. Kipus, pp. 17-18.
134
EXP. N° 5854-2005-PA/TC. Sentencia del Tribunal Constitucional del Perú, disponible en:
http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia
principio-derecho de dignidad humana, cuya defensa y respeto es el fin supremo de la
sociedad y el Estado;
En general, Durán Ribera partía de que la Constitución era una unidad, y por
tanto, no puede ser parcelada en la labor interpretativa en partes aisladas; el principio de
concordancia práctica, que exige que los bienes jurídicos protegidos implicados en la
interpretación deben ser compatibilizados, y en caso de que no sea posible encontrar una
solución por esta vía, se debe recurrir a la ponderación de los bienes jurídicos en juego;
el principio de eficacia integradora, que enseña que si la norma promueve la formación
y mantenimiento de una determinada unidad política, la interpretación debe dirigirse a
potenciar las soluciones que refuercen dicha unidad, tomando en cuenta la realización
135
DC 0001/2020 de 15 de enero que, a su vez, se remite a las SSCCPP 1714/2012 de 1 de octubre,
0680/2012 de 2 de agosto.
136
FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco, Reflexiones en torno a la interpretación de la Constitución, en
AAVV Interpretación Constitucional, Sucre, Tribunal Constitucional de Bolivia, Konrad Adenauer-
Stiftuna, 1999, pp. 18-19.
de los fines del Estado y la conservación del sistema.137 Finalmente, el principio de
eficacia o efectividad, que obliga al intérprete a optimizar y maximizar las normas
constitucionales, sin distorsionar su contenido, actualizándolas ante los cambios del
mundo externo. Este principio es utilizado frecuentemente en la interpretación de los
derechos fundamentales, conocido con el nombre de principio de favorabilidad o in
dubio pro libertate.
Tal como aclara el TCP, el bloque de constitucionalidad está compuesto por los
siguientes compartimentos: 1) La Constitución como norma positiva; 2) Los tratados
internacionales referentes a derechos humanos; y 3) Las Normas Comunitarias; sin
embargo, en el marco de una interpretación progresiva, acorde al principio de unidad
constitucional y enmarcada en las directrices principistas de Bolivia, debe establecerse
además que los valores plurales supremos como el vivir bien, la solidaridad, la justicia,
la igualdad material, entre otros, forman parte del bloque de constitucionalidad en un
componente adicional, el cual se encuentra amparado también por el principio de
supremacía constitucional.140
139
SSCCPP 0110/2010-R de 10 de mayo, la 2074/2010-R de 10 de noviembre, la 0446/2011-R de 18 de abril, la
1888/2011-R de 7 de noviembre, la DCP 0003/2013 de 25 de abril, entre otras. En la SC 1662/2003-R de 17 de
noviembre, el primer TC reconocía que, realizando la interpretación constitucional integradora, en el marco de
la cláusula abierta prevista por el art. 35 de la Constitución abrogada, los tratados, las declaraciones y
convenciones internacionales en materia de derechos humanos, forman parte del orden jurídico del sistema
constitucional boliviano como parte del bloque de constitucionalidad.
140
SCP 1227/2012 de 7 de septiembre.
bloque de constitucionalidad y el Estado Constitucional de Derecho, habida cuenta del
reconocimiento de los valores plurales y los principios rectores del orden constitucional
que suponen la constitucionalización del ordenamiento jurídico.
141
SCP 0024/2018 de 27 de junio.
forman parte del bloque de constitucionalidad y fundamentan no solamente la actuación
de los agentes públicos, sino también subordinan en cuanto a su contenido a toda la
normativa infra-constitucional vigente.
En la perspectiva del derecho internacional de los derechos humanos, el
cumplimiento de estas obligaciones internacionales, responde a un principio esencial
que sustenta el propio sistema interamericano de protección de derechos humanos, que
es el de “buena fe”, llamado también “pacta sunt servanda”, en virtud del cual los
Estados deben honrar sus obligaciones pactadas para evitarse responsabilidades
internacionales.
En el marco del panorama descrito, se colige que inequívocamente las sentencias
emanadas de la Corte IDH, por su naturaleza y efectos, no se encuentran por debajo ni
de la Constitución tampoco de las normas jurídicas infra-constitucionales, sino por el
contrario, forman parte del bloque de constitucionalidad y a partir del alcance del
principio de supremacía constitucional que alcanza a las normas que integran este
bloque, son fundamentadoras e informadoras de todo el orden jurídico interno, debiendo
el mismo adecuarse plenamente a su contenido para consagrar así la vigencia plena del
“Estado Constitucional” enmarcado en la operatividad del sistema interamericano de
protección a derechos humanos.
El bloque de constitucionalidad exige que para efectuar el test de
constitucionalidad existen los criterios de interpretación contenidos en los arts. 13.IV y
256 de la CPE que introducen dos principios que guían la interpretación de los derechos
fundamentales: la interpretación pro persona (pro homine) y la interpretación conforme
a los pactos internacionales sobre derechos humanos. En virtud al primero, los jueces y
tribunales tienen el deber de aplicar aquella norma que sea más favorable para la
protección del derecho en cuestión ─ya sea que esté contenida en la Constitución o en
las normas del bloque de constitucionalidad─ y de adoptar la interpretación que sea más
favorable y extensiva y, en virtud a la segunda (interpretación conforme a los pactos
internacionales sobre derechos humanos), tienen el deber de ─ejerciendo el control de
convencionalidad─ interpretar el derecho de acuerdo a las normas contenidas en
tratados e instrumentos internacionales en materia de derechos humanos ratificados o a
los que se hubiere adherido el Estado, siempre y cuando, claro está, declaren derechos
más favorables a los contenidos en la Constitución.
El razonamiento del TCP responde al desarrollo del derecho internacional de los
derechos humanos que promovió la recomposición del ordenamiento jurídico interno y
con ello de los tratados y convenios en materia de derechos humanos como normas de
rango constitucional y de aplicación preferente ─inclusive sobre la norma suprema─
cuando garanticen de mejor manera la vigencia de los derechos humanos, y constituyen
una pauta de interpretación cuando prevean normas más favorables que las dispuestas
en la Constitución (arts. 13.IV y 256).
De ahí que todos los órganos del poder público, particularmente las autoridades
que imparten justicia, tienen el mandato imperativo de proteger los derechos
fundamentales a través del control de constitucionalidad y convencionalidad; con mayor
razón los jueces constitucionales y en especial los magistrados del TCP, que se
encuentran obligados a realizar el control de convencionalidad en las causas sometidas a
su conocimiento; inclusive frente a antinomias o colisión entre preceptos
constitucionales, emergentes de simples redacciones discordantes en las que pudo haber
incurrido el constituyente o bien, el desfase en el tiempo de algunas normas
constitucionales, correspondiendo en ese caso, que el Órgano Contralor de
Constitucionalidad, efectúe el control de constitucionalidad de las propias normas
constitucionales.
En consecuencia, el texto constitucional adopta una simbiosis con el orden
jurídico convencional. De hecho, se sostiene que, en virtud del control de
convencionalidad, la norma suprema adquiere la dimensión de una “constitución
convencionalizada”, y sus operadores jurídicos, en particular el órgano máximo de
jurisdicción constitucional, se ve constreñido a argumentar los casos en base a las
fuentes constitucionales y convencionales. De la línea jurisprudencial precedentemente
citada, se asume que las sentencias de las cortes supranacionales se suman a la
naturaleza res iudicata o cosa juzgada, con efectos inter partes, cuya interpretación tiene
efectos “erga omnes”, es decir, que resulta obligatoria y aplicable para los Estados.
De ahí que los órganos estatales y en especial las autoridades que administran
justicia se vinculan a la obligación general de dar ejecución a las decisiones de las
cortes supranacionales, interpretando la normativa en materia de derechos humanos del
modo convencionalmente correcto, como una actividad hermenéutica dentro del control
de legalidad y convencionalidad, puesto que conforme se señaló por el tribunal, las
sentencias emergentes de la jurisdicción supranacional, definen al interior de los
Estados el contenido legal de los derechos y de las garantías tuteladas por el
ordenamiento jurídico, por lo tanto, configuran un instrumento de actualización del
significado de los derechos en el orden internacional y armonizan los métodos y
criterios interpretativos a ser asumidos por los Estados a momento de interpretar los
derechos y garantías que tutelan.
Capítulo VII
La interpretación constitucional (II)
3.7 La dignidad y los derechos implícitos. 3.8 Interpretación más favorable y la no
retroactividad de la ley. 3.9 El pluralismo jurídico. 3.10 La perspectiva de género.
Esta declaración (art. 1), comienza señalando que “todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Y el Estado tiene
que garantizar y promover la dignidad, por cuanto constituye la esencia y fundamento
de los derechos humanos, que proclama el Estado Constitucional de Derecho.
En el mismo sentido, el pacto internacional de derechos civiles y políticos de 19
de diciembre de 1966, en su preámbulo afirma que “conforme a los principios
enunciados en la carta de las Naciones Unidas, la libertad, la justicia y la paz en el
mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad inherente a todos los miembros
142
FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco, La dignidad de la persona como valor supremo del
ordenamiento jurídico, disponible en https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5085303.pdf
de la familia humana y de sus derechos iguales e inalienables”. Igual la convención de
Naciones Unidas contra la Tortura, de 1984, comienza reconociendo que los “derechos
derivan de la dignidad inherente a los hombres” y define por "tortura" todo acto por el
cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean
físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una
confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido,
o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en
cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos
por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a
instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia.143 En el mismo sentido se
expresa la convención sobre derechos del niño de 1989, la que explicita la “dignidad
inherente a todos los miembros de la comunidad humana”.
Lo evidente es que el constitucionalismo occidental europeo ha venido a
consagrar, primero y el latinoamericano después, que la dignidad de todo ser humano
constituye un valor material central de la Ley Fundamental, derivando del mismo un
amplísimo reconocimiento de los derechos de la persona y una multiplicidad de
mecanismos de garantía. Por ejemplo, la Ley fundamental de Alemania de 1949 va a
dar pasos muy importantes en esta dirección, cuando proclama que el pueblo alemán
reconoce los inviolables e inalienables derechos del hombre como fundamento de toda
comunidad humana, de la paz y de la justicia en el mundo.
A tiempo de recordar que la dignidad humana es un derecho que engloba a todos
los demás y constituye por tanto el fundamento de los derechos humanos, Sagüés
aclaraba que resultaría un valor absoluto, incluso superior al valor vida, ya que éste
puede ceder en aras, por ejemplo, de la defensa de la patria o cuando se hace uso de la
legítima defensa, mientras que la dignidad debería actuar siempre —aún el condenado a
muerte, v. gr., tiene el derecho a ser ajusticiado con dignidad de trato—.144 Configuraría
entonces un derecho irrestringible. Pero también hay posturas reduccionistas, en el
sentido, por ejemplo, que de la idea de dignidad humana se desprenden ciertos
143
La ONU, mediante resolución Nº 39/46 de 10 de diciembre de 1984, aprobó la Convención contra la
Tortura, y otros Tratos o Penas, Crueles, Inhumanos o Degradantes, resolución que marca un hito en
defensa de la dignidad de la persona y ha tenido reconocimiento universal. Sin embargo, no se
considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones
legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas.
144
El autor no obstante prefiere ubicar al derecho a la dignidad humana como una manifestación más —
pero harto significativa, por supuesto— del derecho a la condición humana que comprende, a más del
derecho a la dignidad de trato, los derechos a la vida, salud, personalidad, nombre, etc. Vid. SAGÚÉS,
Néstor Pedro, La Constitución bajo tensión…Ob. Cit., pp. 339-355.
derechos, y no la totalidad. Así, comprendería los derechos de libre conciencia,
intimidad, honor, propia imagen, y simultáneamente, mandatos negativos, como la
prohibición de mutilaciones, maltrato en las prisiones, torturas o experiencias médicas
contra la voluntad del sujeto, empleo del detector de mentiras o de drogas para hablar, y
hasta evitaría la imposición de la prisión perpetua o la de muerte, ambas condenables
por impedir la reinserción del delincuente en la sociedad. Y concluye que la dignidad
autoriza tanto a ampliar el radio de posibilidades de los procesos constitucionales —
amparo y habeas corpus—, como a ampliar también el listado de los derechos
personales, al descubrir nuevas situaciones de “dignidad humana” que merecen
protección constitucional.
En la misma línea compartimos con Nogueira Alcalá, en el sentido de que la
dignidad de la persona se constituye en el valor supremo y en el principio jurídico que
constituye la columna vertebral básica de todo el ordenamiento constitucional y es
fuente de todos los derechos fundamentales, irradiando todo el sistema jurídico el que
debe interpretarse y aplicarse conforme a las condiciones en que dicha dignidad se
realice de mejor forma.145
Tal como hemos sostenido en otra publicación, la dignidad de la persona tiene
primacía sobre los derechos fundamentales, ya que estos tienen su fuente y fundamento
en la primera, debiendo rechazarse el ejercicio de cualquier derecho que suponga un
atentado a ella.146 De ahí porqué la dignidad de la persona constituye una barrera
insuperable en el ejercicio de los derechos fundamentales; además, es un dique a toda
reforma constitucional que pretenda desconocerla, suprimirla, degradarla o
desnaturalizarla.
La dignidad del ser humano es el mínimum invulnerable que todo ordenamiento
y operador jurídico debe asegurar y garantizar, sin que nunca pueda legitimarse un
menosprecio del ser humano como persona digna. De la dignidad del ser humano emana
la libertad y la igualdad como principios básicos que, a su vez, concretan los derechos
humanos. La afirmación constitucional de la dignidad humana constituye un enunciado
145
Para este autor, el artículo 1°, inciso 1° de la Constitución chilena, constituye una norma directriz a
través de la cual debe iluminarse e interpretarse todo el resto del texto constitucional y del ordenamiento
jurídico nacional, constituye una pauta interpretativa que debe ser seguida por todos los operadores
jurídicos, en cuanto norma rectora suprema de nuestro ordenamiento jurídico. Vid. NOGUEIRA
ALCALÁ, Humberto, La dignidad de la persona, derechos fundamentales, bloque constitucional de
derechos y control de convencionalidad, disponible en
http://www.crdc.unige.it/docs/articles/Dignidad.pdf
146
HERRERA ÁÑEZ, William, Del hábeas corpus a la acción de libertad en Bolivia, Cochabamba, Ed.
Kipus, 2017, pp. 41-54.
constitucional de eficacia directa y de aplicabilidad inmediata, teniendo un efecto
anulatorio o invalidatorio de toda norma que contravenga o ignore dicha dignidad. El
valor y principio jurídico de la dignidad humana genera un efecto de irradiación que se
difunde sobre los otros principios e instituciones constitucionales.
Nogueira Alcalá consideraba que los derechos fundamentales pueden ser
conceptualizados como el conjunto de facultades e instituciones que, concretan las
exigencias de la dignidad, la libertad, la igualdad y la seguridad humanas en cuanto
expresión de la dignidad de los seres humanos —considerados tanto en su aspecto
individual como comunitario—, en un contexto histórico determinado, las cuales deben
ser aseguradas, respetadas, promovidas y garantizadas por los ordenamientos jurídicos a
nivel nacional, supranacional e internacional, formando un verdadero subsistema dentro
de estos.
El derecho internacional de los derechos humanos, en este sentido, es fuente del
derecho interno cuando agregan un “plus” al contenido normativo de los derechos
delimitados y configurados en el derecho interno y viceversa. En el sistema jurídico
nacional debe buscarse siempre la integralidad maximizadora del sistema de derechos
esenciales o humanos, conforme con el artículo 29 de la convención americana de
derechos humanos y el artículo 5° del pacto internacional de derechos civiles y políticos
de Naciones Unidas.
En tal virtud, las reglas del derecho internacional generalmente aceptadas se
entienden automática y globalmente incorporadas en el derecho interno, y deben ser
aplicadas e interpretadas inexcusablemente por los tribunales nacionales.147 El intérprete
constitucional debe entender que existe una retroalimentación recíproca entre fuente
interna e internacional en materia de derechos fundamentales. Es decir, debe existir una
retroalimentación entre el intérprete final del derecho interno y el intérprete final del
derecho regional o internacional de derechos humanos, porque está de por medio la fe
del Estado boliviano y se tiene un compromiso en ese sentido ante la comunidad
internacional.
La Constitución boliviana proclama que la dignidad y la libertad son inviolables,
respetarlas y protegerlas es deber primordial del Estado (art. 22). La dignidad humana
es un derecho básico que tiene toda persona por su sola condición de “humano”, y busca
que se la respete y reconozca como un ser dotado de un fin propio, y no como un medio
147
En este sentido, Almonacid Arellano y otros vs. Chile, sentencia de 26 de septiembre de 2006.
para la consecución de fines extraños, o ajenos a su realización personal.
En este plano, el TCP ha interpretado por ejemplo que la dignidad humana
designa un conjunto de creencias, valores, normas e ideales que, de una manera u otra,
asumen como postulado que hay un valor intrínseco o una condición especial de lo
humano.148 El respeto de todo ser humano, como un fin en sí, empieza por el respeto a la
vida y al reconocimiento de los múltiples derechos en los que se despliega la dignidad.
Corresponde aclarar —decía el tribunal— que existe el principio de la interdependencia
de los derechos, según el artículo 13.I CPE, de modo que todos los derechos son
indivisibles, interrelacionados e interdependientes, que no se constituyen en estancos
separados los unos de otros sino necesarios en su globalidad para alcanzar un bienestar
común y el vivir bien, esto implica que la restricción al núcleo esencial de un derecho
puede afectar negativamente a los demás.
La dignidad de la persona tiene también el carácter de contenido integrador del
vacío que puede llegar a producir la falta de reconocimiento o la omisión de un derecho
indispensable o esencial a la preservación de la persona humana. En cualquier caso, la
Constitución boliviana prevé que “los derechos que proclama esta Constitución no serán
entendidos como negación de otros derechos no enunciados” (art 13.II).
La Constitución en realidad alude a los denominados derechos implícitos que
pueden deducirse de valores, principios, fines y razones históricas que alimentan el
derecho positivo constitucional e internacional. El sistema de derechos humanos pleno
tiene carencias normativas e implicitudes que es necesario extraer de los valores y
principios, pudiendo faltar normas de reconocimiento. El constitucionalismo
democrático americano y la jurisprudencia de los tribunales constitucionales lo
reconocen. Así, por ejemplo, la corte de constitucionalidad de Guatemala,149 reconoce
como derecho fundamental implícito el derecho a morir con dignidad:
“Por otra parte, el inciso 2 del artículo 5 del pacto de San José protege la
integridad moral de la persona y en el inciso 3 ibídem proclama que "la pena no
puede trascender de la persona del delincuente", porque, para el caso, la publicidad
fotográfica o videográfica del suceso profundamente íntimo de la muerte de un
individuo puede ser aflictivo a su familia. Siendo un valor fundamental la
estimativa de la persona humana, y aun cuando no esté constitucionalizado
expresamente el derecho a morir con dignidad, éste corresponde a la categoría de
148
Para el TCP (SCP 0096/2016-S3 de 14 de enero, la 0176/2012 de 14 de mayo), el haber dispuesto y
ejecutado la orden de ingreso al domicilio primero, y luego al dormitorio del accionante para la
instalación de los equipos de videoconferencia (Skype), y seguir el juicio en esas condiciones, vulneraba
su dignidad e intimidad del actor.
149
En este sentido, véase el expediente 248-98.
los derechos implícitos a que se refiere el primer párrafo del artículo 44 de la
Constitución, y, por ello, aunque de la ley objetada deban eliminarse las palabras
indicadas en este apartado -lo que se hace por razones de forma- deben quedar
preservados los derechos del ejecutable en cuanto a que la ejecución de la
sentencia se haga con absoluto respeto a su derecho a la intimidad, de la que la
sentencia condenatoria no le ha privado, y por ello, de pretenderse vulnerar ese
deseo, estarán a salvo los medios de protección directa y concreta de los derechos
e intereses que la Constitución y las leyes preservan.
150
Expediente N° 2488-2002-HC/TC.
151
SCP 0265/2016-S2 de 23 de marzo.
Con base en los artículos 13.II y 410 de la CPE, el TCP ha realizado una
interpretación integradora y progresiva de los derechos enunciados en la cláusula
abierta, en el sentido de que “los derechos que proclama esta Constitución no serán
entendidos como negación de otros derechos no enunciados” y, por tanto, los tratados,
declaraciones y convenios internacionales en materia de derechos humanos forman
parte del sistema constitucional boliviano.
Asimismo, el artículo 29.b.c de la convención americana sobre derechos
humanos, ha señalado que no se puede limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o
libertad que pueda estar reconocido de acuerdo con las leyes de cualquier Estado Parte o
de acuerdo con otra convención en que sea parte uno de dichos Estados, y excluir otros
derechos y garantías que son inherentes al ser humano o que se derivan de la forma
democrática representativa de gobierno. De la misma forma el art. 5.2 del PIDCP,
señala que no podrá admitirse restricción o menoscabo de ninguno de los derechos
humanos fundamentales reconocidos o vigentes en un Estado Parte en virtud de leyes,
convenciones, reglamentos o costumbres, so pretexto de que el presente pacto no los
reconoce o los reconoce en menor grado.
Los jueces bolivianos sin embargo no han venido acompañando en su integridad
toda esta afortunada evolución normativa, ya que en muchos casos se limitan a negar la
tutela pese a demostrarse la vulneración grosera de los derechos fundamentales. Al
desconocimiento del nuevo orden jurídico nacional e internacional por parte de los
jueces y magistrados, hay que agregar los elevados índices de corrupción, retardación de
justicia y el virtual colapso del órgano judicial y del tribunal constitucional. Lo evidente
es que los jueces, siempre hay excepciones, siguen anclados en el derecho del siglo XIX
y en su mayoría no han podido saltar del Estado de Derecho (donde reinaba el culto a la
ley, así estuviera en contra de la Constitución) al Estado Constitucional de Derecho,
donde prevalecerá la Constitución como parámetro normativo superior que decide la
validez de las demás normas jurídicas. De ahí que sus valores y principios, constituyen
el marco general básico del que deriva y se fundamenta el resto del ordenamiento
jurídico.
En este sentido el tribunal constitucional proclama la vocación axiológica y
finalista de la Constitución de 2009, y sostiene que su labor será vivificadora de los
valores, y principios éticos morales. Y recordaba la obligación que tienen las
autoridades judiciales de asumir una actitud comprometida con la vigencia real de la
Constitución, y les exige eliminar los formalismos procesales o requisitos
intrascendentes, injustificados e innecesarios, que terminan obligando a renunciar a sus
pretensiones a quienes han llegado al Órgano Judicial en busca del restablecimientos de
sus derechos.
La jurisdicción constitucional tiene el propósito inaplazable e imperioso de
garantizar el ejercicio legítimo de los derechos humanos, que son la base de toda
comunidad organizada que busca la paz, la convivencia pacífica y la justicia. La
necesidad de promocionar los derechos fundamentales exige del tribunal constitucional
no sólo impulsar, y desarrollar iniciativas que permitan incrementar la vigencia material
de esos derechos mediante acciones positivas, sino también una actividad militante en la
defensa real del orden constitucional, que debe prevalecer en todo Estado Constitucional
de Derecho.
La Constitución establece que la ley sólo dispone para lo venidero y no tendrá efecto
retroactivo, excepto en materia laboral, cuando lo determine expresamente a favor de las
trabajadoras y de los trabajadores; en materia penal, cuando beneficie a la imputada o al
imputado; en materia de corrupción, para investigar, procesar y sancionar los delitos
cometidos por servidores públicos contra los intereses del Estado; y en el resto de los casos
señalados por la Constitución (art. 123).
i) El principio de legalidad
152
RODRIGUEZ DEVESA, J.M. Derecho Penal Español, Parte General, Décima Edición, Madrid, Ed.,
Dykinson, 1986, p. 173.
153
AS Nº 21 de 26 de enero de 2007.
previa lege, sino que actualmente se presentan otros requisitos que completan la
formulación del principio, dotándoles de mayor exigencia y conteni do, como son
los principios de taxatividad, tipicidad, lex escripta y especificidad .
El principio de legalidad se encuentra conformado a la vez por varios sub
principios, entre ellos, el de taxatividad, referido precisamente ―valga la
redundancia― a la taxatividad de la norma penal, e implica la suficiente
predeterminación normativa de los ilícitos y sus consecuencias jurídicas; pues la
indeterminación supone una deslegalización material encubierta; por otra parte
se encuentra el principio de tipicidad que desar rolla el principio fundamental
nullum crimen, nulla poena sine lege; se entiende como la obligación de que los
jueces y tribunales apliquen la ley sustantiva debidamente enmarcando la
conducta del imputado exactamente en el marco descriptivo de la ley penal a
efectos de no incurrir en calificación errónea que afecte al debido proceso y
devenga en defecto absoluto insubsanable; otro importante principio es el de
favorabilidad que denota la aplicación de la norma más favorable al imputado en
caso de duda y cuyo techo constitucional se encue ntra en el art. 116.I. CPE
vigente que establece: durante el proceso, en caso de duda sobre la norma
aplicable, regirá la más favorable al imputado o procesado.
En consecuencia, el Estado no puede c astigar una conducta que no esté
descrita ni penada por la ley, cimentándose una doble garantía: por una parte,
todas las personas conocen el ámbito de lo permitido y prohibido y, por la otra,
el delincuente no puede ser castigado más que por las acciones legalmente
descritas y sólo con la pena correspondiente.
154
El TCP (SCP 0770/2012 de 13 de agosto) dejaba establecido que bajo los argumentos expuestos
y de una interpretación “de la Constitución” del art. 123 de la CPE y “desde la
Constitución” de la disposición final primera de la Ley 004, corresponde declarar s u
constitucionalidad únicamente respecto al cargo de inconstitucionalidad referido a que
permite la aplicación retroactiva del derecho penal sustantivo contenido en la Ley 004,
siempre y cuando su aplicación por los jueces o tribunales sea en el marco de l principio
de favorabilidad.
123 CPE, no debe ser entendida en sentido que sea posible sancionar
retroactivamente conductas que no estuvieron previamente establecidas en
una ley, pues este mandato se encuentra en el título IV, capítulo primero
relativo a las garantías juris diccionales, por lo que debe entenderse como
una garantía de seguridad del Estado a favor de los ciudadanos, pues no
resultaría lógica la interpretación del establecimiento de garantías a favor
del propio poder público. En este sentido para este tribunal no resulta
admisible que una garantía de los procesados en materia de corrupción sea
la de que se les aplique retroactivamente la ley penal sustantiva
desfavorable.
También recordaba que la aplicación del derecho penal sustantivo de
forma retroactiva está vedada por los pactos y convenios internacionales
sobre derechos humanos. Así, por ejemplo, la declaración universal de los
derechos humanos que en su art. 11.2, establece: “Nadie será condenado por
actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron delictivos
según el derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más
grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito”. La
convención americana sobre derechos humanos en su art 9, dispone lo
siguiente: “Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el
momento de cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable ”.
Tampoco se puede imponer pena más grave que la aplicable en el momento
de la comisión del delito. El pacto internacional de derechos civiles y
políticos, igualmente, consagra en su art. 15.1 que nadie será condenado por
actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos
según el derecho nacional o internacional.
La Constitución (art. 256.I) establece que “Los tratados e
instrumentos internacionales en materia de derechos humanos que hayan
sido firmados, ratificados o a los que se hubiera adherido el Estado, que
declaren derechos más favorables a los contenidos en la Constitución, se
aplicarán de manera preferente sobre ésta” y el art. 13.IV determina que
“Los derechos y deberes consagrados en esta Constitución se interpretarán
de conformidad con los Tratados internacionales de derechos humanos
ratificados por Bolivia”.
Por su parte, la convención interamericana Contra la corrupción (art.
XIX), fuente directa de la Ley anticorrupción, aclara que l a presente
disposición “en ningún caso afectará el principio de la irretroactividad de la
ley penal ni su aplicación interrumpirá los plazos de prescr ipción en curso
relativos a los delitos anteriores a la fecha de la entrad a en vigor de esta
convención”.
155
SSCC 0863/2010-R de 10 de agosto, y la 0085/2006-R de 25 de enero, entre otras.
aprobación de nuevas normas, orientar la interpretación de las e xistentes y
resolver los casos no previstos.
En relación a este principio de favorabilidad resume: 1) El principio
protectivo con sus tres reglas o criterios son: a) El in dubio pro operario se
aplica en el sentido de que cuando una norma se presta a más de una
interpretación, debe aplicarse la interpretación que resulte más favorable al
trabajador; b) La regla de la norma más favorable, según la cual si
aparecieran dos o más normas aplicables a la misma situación jurídic a, se
aplicará la que resulte más favorable al trabajador; y, c) La regla de la
condición más beneficiosa, según la cual ninguna norma debe aplicarse si
esta tiende a desmejorar las condiciones en que se encuentra el trabajador,
pues la idea es de que en materia laboral las nuevas normas o reformas,
deben tender a mejorar las condiciones de trabajo y no a la inversa .
El mismo TC dejaba aclarado que la jurisdicción constitucional sólo
puede analizar la interpretación efectuada por los jueces y tribunales
ordinarios cuando se impugna tal labor como irrazonable, y en este supuesto
es necesario además que el accionante, a tiempo de cuestionar la
interpretación de la legalidad ordinaria: 1) Explique porqué la labor
interpretativa impugnada resulta insuficientemente motivada, arbitraria,
incongruente, absurda o ilógica o con error evidente, identificando, en su
caso, las reglas de interpretación que fueron omitidas por el ó rgano judicial
o administrativo; y 2) Precise los derechos o garantías constitucionales que
fueron lesionados por el intérprete, estableciendo el nexo de causalidad
entre éstos y la interpretación impugnada; dado que sólo de esta manera la
problemática planteada por el accionante tendrá relevancia constitucional.
156
TERCEROS CUÉLLAR, E., El Derecho Indígena en la legislación positiva, en AAVV Sistema
Jurídico Indígena, Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social (CEJIS), Santa Cruz, Ed. El País,
2003, p. 51.
El convenio pone el acento en la necesidad de que los Estados deben respetar el
sistema jurídico indígena y proclama su igualdad con el sistema escrito; además, aclara
que este derecho se fundamenta en la “costumbre o derecho consuetudinario”. De la
misma forma pone de manifiesto que los delitos que cometan los miembros de estos
pueblos, serán sancionados conforme al derecho indígena. En particular el artículo 9,
establece: “En la medida en que ello sea compatible con el sistema jurídico nacional y
con los derechos humanos internacionalmente reconocidos, deberán respetarse los
métodos a los que los pueblos interesados recurren tradicionalmente para la represión de
los delitos cometidos por sus miembros”. Esta normativa advierte a las autoridades y
tribunales que cuando tengan que pronunciarse sobre cuestiones penales deberán tener
en cuenta las costumbres de dichos pueblos en la materia, y se dará preferencia a
sanciones distintas del simple encarcelamiento; es decir, busca evitar las penas
privativas de libertad.
157
SCP 1227/2012 de 7 de septiembre.
En la lógica del TCP, debe realizarse un redimensionamiento y una
interpretación extensiva del bloque de constitucionalidad previsto por el art. 410.II de la
Constitución, conformado por los siguientes compartimentos: i) Por la Constitución
como texto escrito; ii) Los tratados internacionales vinculados a Derechos Humanos; iii)
las normas de derecho comunitario ratificadas por el país; y, iv) En una interpretación
sistémica, extensiva y acorde con el valor axiomático de la Constitución, este Bloque de
Constitucionalidad deberá estar conformado además por un compartimento adicional:
los principios y valores plurales supremos inferidos del carácter intercultural y del
pluralismo axiomático contemplado en el orden constitucional imperante.
158
SCP 0017/2019 de 13 de marzo.
se requiere del Estado, acciones positivas ─medidas legislativas, administrativas, entre
otras─, que atenúen esta situación, a fin de garantizar el ejercicio efectivo de los
mismos. Entre los estándares más importantes, aplicables al caso, sobre el derecho de
las mujeres a una vida libre de violencia y las obligaciones que genera para el Estado, se
tienen los siguientes:
ii) Protección a las víctimas: El CEDAW recuerda que los Estados Partes, entre
otras medidas, deben velar porque las leyes contra la violencia y los malos tratos en la
familia, la violación, los ataques sexuales y otro tipo de agresión contra la mujer,
protejan de manera adecuada a todas las mujeres, respetando su integridad y su
dignidad; proporcionando protección y apoyo a las víctimas; capacitando a los
funcionarios judiciales, a los agentes del orden público y a otros funcionarios públicos,
para que apliquen la convención sobre la eliminación de todas las formas de
discriminación contra la mujer .
La Corte IDH estableció que debían removerse todos los obstáculos de jure o de
facto que impidan la debida investigación de los hechos y el desarrollo de los
respectivos procesos judiciales; además, debía incluirse una perspectiva de género en la
investigación.159 En los procesos penales, la perspectiva de género debe ser adoptada
desde el inicio de la etapa preparatoria, tanto en el control jurisdiccional como en la fase
de la investigación. Y estableció que la convención Belém do Pará obliga a los Estados
Partes a utilizar la debida diligencia para prevenir, sancionar y erradicar la violencia en
contra de la mujer. También deben adoptar medidas integrales para cumplir con la
debida diligencia en casos de este tipo. Y que los Estados tienen además de las
obligaciones genéricas contenidas en la convención americana, una obligación
reformada a partir de la convención Belém do Pará, con el fin de asegurar el efectivo
ejercicio y goce de este tipo de derechos.
159
Caso Gonzáles y Otras (Campo algodonero) vs. México, sentencia de 16 de noviembre de 2009, párr.
253.
160
Opinión Consultiva OC 21/2014 de 19 de agosto.
161
Opinión Consultiva OC-24/2017 de 24 de noviembre.