1 Los Sacramentos

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 ¿Qué son los sacramentos y cuántos hay?

 1113-1134 CIC

 Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos


por Cristo y confiados a la Iglesia, a través de los cuales se nos otorga la
vida divina. Son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia,
Unción de los enfermos, Orden y Matrimonio.

El conocimiento humano empieza por los sentidos y, para llegar a conocer las
cosas que los sobrepasan, tenemos que utilizar imágenes, símbolos o
comparaciones, que desvelan un poco lo desconocido. Dios ha procedido con
nosotros del mismo modo instituyendo los signos sensibles que llamamos
sacramentos, para expresar las realidades sobrenaturales de la gracia. Pero la
omnipotencia divina hace más de lo que podemos hacer nosotros, y Dios ha
concedido a estos signos sensibles significar y producir la gracia.

Para entender mejor el efecto de los sacramentos podemos compararlos con la


vida natural, viendo que en el orden de la gracia:

• Nacemos a la vida sobrenatural por el Bautismo.

• Nos fortalecemos con la Confirmación.

• Mantenemos la vida con el alimento de la Eucaristía.

• Si se pierde por el pecado, la recupera la Penitencia.

• Y con la Unción de enfermos nos preparamos para el viaje que acabará


en el cielo.

Para socorrer las necesidades de la Iglesia como sociedad tenemos el


sacramento del

• Orden sacerdotal, que procura los ministros de la Iglesia.

• Y el Matrimonio, que con los hijos perpetúa la sociedad humana y hace


crecer la Iglesia cuando son regenerados por el bautismo.

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por


Jesucristo y confiados a la Iglesia, por los que se nos dispensa la vida divina.

Signo sensible es una cosa conocida que manifiesta otra menos


conocida; si veo humo, descubro que hay fuego. Pero decimos también signo
eficaz, porque el sacramento no sólo significa, sino que produce la gracia (el
humo sólo significa el fuego, pero no lo produce).
Nos podemos preguntar por qué Cristo ha querido hacer así las cosas. Él puede
comunicar la gracia directamente, sin recurrir a ningún medio sensible, aunque
ha querido acomodarse a nuestra manera de ser, dándonos los dones divinos
por medio de las realidades materiales que usamos, para que nos fuera más
fácil conseguirlo. En el bautismo, por ejemplo, igual que el agua naturalmente
purifica, el sacramento purifica: el sacramento lava y limpia sobrenaturalmente
el alma, quitando el pecado original y cualquier otro pecado que pueda haber,
mediante la infusión de la gracia.

Ésta fue la pedagogía de Cristo durante la vida pública, sirviéndose de


cosas materiales, de acciones externas y de palabras. Tocó con su mano al
leproso y le dijo: "Quiero, queda limpio" (Mateo 8,3); untó con barro los ojos
del ciego de nacimiento, y recuperó la vista (cfr. Juan 9,6-7); para comunicar a
los Apóstoles el poder de perdonar los pecados, sopló sobre ellos y pronunció
unas palabras (cfr. Juan 20,22).

Igual que la Santísima Humanidad de Cristo es el instrumento unido a la


Divinidad del que se sirve el Verbo para realizar la Redención de los hombres,
así las cosas o acciones de los sacramentos son los instrumentos separados
por los que Dios nos santifica, acomodándose a nuestra manera de ser y de
entender.

Todos los sacramentos han sido instituidos por Jesucristo -que es el autor de la
gracia y puede comunicarla por medio de signos sensibles- y son siete:
Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de enfermos, Orden y
Matrimonio. En los siete sacramentos están atendidas todas las necesidades de
la vida sobrenatural del cristiano.

Cristo confió los sacramentos a su Iglesia, y podemos decir que son "de la
Iglesia" en un doble sentido: la Iglesia hace o administra o celebra los
sacramentos, y los sacramentos construyen la Iglesia (el bautismo genera
nuevos hijos de la Iglesia, etc.). Existen, pues, por ella y para ella.

Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la


edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios, pero, como
signos, también tienen un fin instructivo. No sólo suponen la fe, también la
fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones; por eso se
llaman sacramentos de la fe.

Los sacramentos, si se reciben con las disposiciones requeridas, producen


como fruto:

a) Gracia santificante. Los sacramentos dan o aumentan la gracia


santificante. El bautismo y la penitencia la dan; los otros cinco aumentan la
gracia santificante, y sólo se deben recibir estando en gracia de Dios. El que
los recibe en pecado mortal comete pecado de sacrilegio.
b) Gracia sacramental. Además de la gracia santificante que conceden
todos los sacramentos, cada uno otorga algo especial que llamamos gracia
sacramental. Es un derecho a recibir de Dios en el momento oportuno la ayuda
necesaria para cumplir las obligaciones contraídas al recibir aquel sacramento.
Así, el bautismo da gracia especial para vivir como buenos hijos de Dios; la
confirmación concede fuerza y valor para confesar y defender la fe hasta la
muerte, si fuera preciso; el matrimonio, para que los cónyuges sean buenos
esposos y eduquen cristianamente a sus hijos; etc.

c) Carácter. El bautismo, confirmación y orden sacerdotal conceden


además el carácter, que es una señal espiritual e imborrable, que confiere una
peculiar participación en el sacerdocio de Cristo. Por eso, estos tres
sacramentos sólo pueden recibirse una vez.

Un sacramento se compone de materia, forma, y el ministro que lo realiza con


la intención de hacer lo que hace la Iglesia.

* La materia es la realidad o acción sensible, como el agua natural en el


bautismo, o los actos del penitente en la confesión (contrición, confesión y
satisfacción).

* La forma son las palabras que al hacerlo se pronuncian.

* El ministro es la persona que hace o administra el sacramento.

Siguiendo la analogía entre vida natural y etapas de la vida sobrenatural, se


pueden distinguir en los sacramentos tres grupos:

a) Sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y


Eucaristía, que ponen los fundamentos de la vida cristiana y comunican al
hombre la vida nueva en Cristo;

b) Sacramentos de curación: Penitencia y Unción de enfermos, que


curan el pecado y las heridas de nuestra debilidad;

c) Sacramentos al servicio de la comunidad: Orden sacerdotal y


Matrimonio, establecidos para socorrer las necesidades de la comunidad
cristiana y la sociedad humana.

Los sacramentos forman como un organismo, en el que cada sacramento


tiene su función vital. La Eucaristía ocupa un lugar único, en cuanto
"sacramento de los sacramentos". Podemos decir con Santo Tomás de Aquino
que "todos los otros sacramentos están ordenados a la Eucaristía como a su
fin".

Los sacramentos no sólo son importantes sino necesarios, si queremos vivir la


vida cristiana y aumentarla. Son como los canales que conducen el agua, y en
este caso traen hasta nuestra alma la gracia de la redención de Cristo en la
cruz. Y son necesarias también nuestras disposiciones para recibir -o recibir
con más abundancia- el agua limpia de la gracia. Dan siempre la gracia si se
reciben con las debidas disposiciones, y si no se recibe más gracia no es por
culpa del sacramento, sino por falta de preparación. Hay que acercarse, por
tanto, a recibir los sacramentos con la mejor disposición, para que podamos
recibir la gracia y recibirla en abundancia.

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