Soler - Standards-No Standards
Soler - Standards-No Standards
Soler - Standards-No Standards
100
tul", el analista no. El primero no deja d e saber lo que tiene que
hacer, puesto que la asociación libre es la exigencia, podem os de--
cir, standard, que define su tarea. Nada semejan te e xiste del lado
del analista.
Ciertamente, Freud d efine su función con un término, interpre-
tación, por el que se prescribe una fina lidad, el d esciframien to, el
cual se opone a las dos fina lidades mayores del dominio, gober-
nar y educar. Esto nada dice, sin embargo, sobre cómo efectuar
t~sla función-interpretación. De hecho, la cuestión sobre lo que
dl:be reglar la intervención del analista se plantea d e inmediato p a-
ru los psicoanalistas, qu edando bien claro que si a la asociación se
In llama libre, la interpre tación no lo es. Tiene en la transferencia
Mus condicio nes, pese a dejar a discreción del analista los m omen-
to s, el núrnero, Jos términos y el campo de su s intervenciones,
on donde la asociación, en cambio, no deja al an alízante elección
uinguna y lo determina. El ¿cómo hacer? queda a cargo del analis-
ta , pues no hay r egla fund amental qu e se lo d iga.
Hay pues, incripto en el procedimiento freudiano, una h iancia
cutre el saber y el analista en cuanto a las finalidades y efectivi7.a-
ción de su intervención. Esta hiancia pr~para en el núcleo del
dispositivo ·analítico el lugar d e la impostura virtual. La enseilanza
tk Lacan no cesó de rodearla y de reformularla y, desde los co-
mienzos, los analistas t estimoniaron qu e la sufrían. En este pun to,
lu historia lo muestra, ubicaron primero el modelo - solución indi-
vidual- y luego e~ standard - solución institucional-. Es decir,
t¡ue a falta de un saber cuándo o cómo-hacer, se esforzaron por
hat:er-como; como Freu d al principio, según lo t estimonian sus pri-
rucros discípulos; después, como las reglas instituidas lo prescri-
twn para cada uno, luego de haberlo prescripto para su didacta.
lacan barre ese como-los-otros, y su pretensión de suplir la garan-
1f¡t que falta, con un: simples hábitos. Se une en esto a Freud, quien
no evocaba jamás su téc nica sin cuidarse de alertar contra la imi-
ludón, precisando que no hacía de ella una regla. ¿Se trata de la
l)llcrta abierta a una práctica sin r eglas? Pregunta mal planteada
que la enseñanza de Lacan nos permite corregir, la verdadera es
enher qué las justifica. La pregunta no es standard s o no standards,
liino validados o no.
Lacan responde a Jas preguntas planteadas por la práctica ana-
til ica a partir de los fundamentos mismos de la experiencia en rela-
¡.:jón a las Cüales los hábitos y presiones de grupo carecen de peso,
au nque no d e efectos. Así en su práctica modifica, en efecto, el
101
tiempo de las sesiones, pero en función de un punto de doctrina
esencial. Tam bién mantiene, por ejemplo, la regla de acostar al pa-
ciente. ¿Por qué? Freud la justifica vagamente como favorable a
la asociación. Lacan la funda, desde el principio de su enseñ.anza,
en su distin ción del otro imaginario, el semejan te, del Otro de la
palabra al que el rechazo del cara a cara deja c.l campo libre. Así
como agrei:,ra a las reglas establecidas la de las entrevistas prelímina-
res, y modifica aquellas otras, previas, que organizan los controles.
Aban<:}onada, mantenida, promo vida o modificada, en la enseñanza
de Lacan una regla se j uzga por sus fundam entos y en función de
las finaJidades de la experiencia.
Desde entonces, toda reglamentación heterogénea a la experien-
cia se revela como Jo que es: Irrisión de su lega lid ad. Los sta ndards
deben medirse en re lación a lo que funda al psicoanálisis mismo.
EL MODELO BERLlNES
EL MODELO AMERICANO
En J 949, en el congreso de la reconciliación, en Züiich, el equi-
librio de fuerzas se ha modificado. América se ha vuelto el foco oc
la actividad analítica, Ja lengua inglesa la del psicoanálisis y la ego--
psychology es en lo sucesivo la corriente dominante. La American .
Psychoanalytic Association instala su liderazgo sobre el mod elo
-rechazado en 1938- de la Comisión Internacional. Los standards
permanecen iguales. Son aquellos a los que Lacan apunta explici-
ta y especialmente en Variantes de la cura-tipo. Se trata del mode-
lo berlin és rigidizado por los criterios de adaptación de la ego-
psychology, que consuman la colusión del psicoanálisis con la psi-
quiatría y la higiene mental. Testimonio de esto es un trabajo en-
cargado en 195 1, llamado de revisión de las prácticas existentes en
los institu tos, y que concluyó con la promulgación, en 1956, de
los standards mínimos para la formación psicoanalítíca de los mé-
dicos.
El plan de formación no satisfizo a nadie. Es lo que revela, en
1960, el Comité de ensefianza, luego del estudio de los programas
de una veintena de institutos. Se lamenta del número creciente de
104
~; n n didatos inanalizables e inaptos, de los méto dos de selección in e-
fh; aces (fonnularios d e candidaturas, tests psicológicos, entrevistas
•k grupo), etc.
Pero, a los efectos producidos por el enfoque evaluativo y selec-
ti vo, la Instit ución no sabe responder sino redoblando su s propios
~~ it erios. De este modo, y siempre para o btener más objetividad, se
f!J ~talarán hacia 1964 comités de selección encargados de super-
'tsar y concluir los informes redactados por los analistas de las en-
ltl;Vistas realizadas a un candidato. Se llega en tonces a un ftmóme-
fl •> tan aberrante como éste: el rechazo , a veces de hasta el 90% de
~ ·s candjdatos presentados con opinión favorable del analista. A
\.'1 iterios perfeccionados, ¡el candidato fa Ita! A la luz de t:sto. no
;m rece que los institutos hay an avan zado mucho desde en tonces.
Ese rápido vistazo hist órico sugiere algu nas observacio nes.
Vem os en prim er lugar que la preocupación por definir stan-
fl¡trds que permitan reglar la práctica a nalítica fue. muy pront o una
preo cupación de la comunidad internac ional. Los problemas de la
f., rmación de analistas y las cuestiones concern icn tes :.JI t ielll po en
p·ücoanálisis estuvieron dl~ en tntda en el corazón de Jos d ebates.
~orprende notar que cuarenta afios más t ard e conti tu ycn los mis-
lll<>s o bstáculos puesto que es respecto de ellos que Lacan pudo
~t p arece r como un insumiso del psicoanálisis. En todo caso, es p a-
k nte q ue el esfu erz.o d e la Asociación Internacional para con trolar
t11 práctica analítica tomó como palanca la standarización de los
procedimientos de formación. El objetivo es claro y lógico: para
rq~lar al psicoanálisis, reglar al analista. La instit ución se planteó
~csde el comienzo como el agente d e esta regulación y como el
&ujeto supuesto saber las normas.
¿Cómo no observar, en la instaura ció n de esas normas, el peso
~·: razones externas y la falt a de fundamento intrínseco?
Desde el vamos las razones provenien t es del campo del psi-
V'.análisis en extensión fuero n primordiales. Así estaban prepara-
d• ,s, en 1920, para cambiar los hábit os d e tiempo y pard disponer
in 1a form ación rápida para llegar a más gent e y más rápido. lgual-
lu •:nte es el realismo, incluso el oportunismo, el que en el co n-
Ir xto político d e la d écada de pre-guerra arregla las condicio-
fi•· s de emigración posible para los analistas y sostiene el proyecto
~¡- internacionalizar la formación. En cuan to al diálogo América/
105
= e bien claro que está ?,autaclo por la relación de fuerza
clono!. De ahf la observacton de Lacan en 1953: "El mante-
ttimJento de las normas cae más y más en el orbe de los intereses
del grupo> como se manifiesta en los Estados Unidos do nde ese gru-
po representa m1 poder . Entonces se trata menos de un standard
que de u n standing". (Variantes de la cura tipo, en Escritos.
Siglo XXI>p. 95).
Esos fenómenos surgen, sin duda, de la inevitable inserción del
psicoaná]isis en el mundo. Sin embargo> su contingencia histórica,
junto a la falta de criterios analíticos, acentúa por con traste la no-
table estabilidad del modelo propues to, así como la exigencia in-
condicional a él ligada. Como si el Jegalismo más contingente e
inerte concentrase en sí la prenda misma d e la experiencia. Sor-
prende ver cómo las críticas hechas en nombre del psicoanálisis
-y por las p ersonalidades más eminentes en el interior m ismo de la
IPA (cf. Glover, citado al respecto por Lacan)- no afectó los pro-
cedimientos instituidos. Es de sospechar que una forma de entrada
tan definitiva y tan rebeld e a la evolución debe depender de un
modelo que ya estaba ahí y que está sostenid o por poderosas razo-
nes de estructura: precisamente el que Freud reconoció en la Igle-
sia y el ejército, y que hace lazo de otro modo que el psicoanálisis
(cf. Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en
1956, en Escritos JI, p. 198). Discurso del Amo, dirá Lacan.
ENTREVISTAS PRELIMINARES
EL ALGORITMO DE LA TRANSFERENCIA
No hay en trada posible en el análisis sin entrevistas preliminares,
decía Lacan en 1971, en . una serie de conferencias intituladas le
Savoir du psychanalyste. Históricamen te, esta práctica es una inno-
vación. Ciertamente, al comienzo de un análisis, a todo analista
siempre se le ha planteado la cuestión de aceptar o no la demanda
hecha> y esta aceptación siempre tuvo también sus implicaciones
diagnósticas ; es lo que Lacan formulaba con un "¿a quién acos-
tamos?". Pero · de las ent revistas preliminares se espera otra cosa.
Las entrevistas preliminares constituyen la modalidad técnica
que responde a: "en el comienzo del psicoanálísis está la transfe-
rencia" (Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de
rt:cole, en Scilicet, No l , París, Seuil, 1968, p. 18). Es preciso par·
106
tir d e ahí: un psicoanálisis es el trabajo d e la transfcn:mcift, y en la&
entrevistas preliminares lo que está en juego es poner a trabajar la
transferencia.
En tre la queja, que pide alivio, y la entrada en análisis, que su.
pone el trabajo analizante, no hay con tinuidad. A los analizantoa,
decía La can, "se trata d e hacerlos entrar por la puerta, qu e el anáU·
sis sea un umbral, que haya para e11os una verdadera demanda. Es·
ta demanda: ¿qué es de lo qu e q uieren desembarazarse? Un sín·
toma. [... ] Yo trato de que esta demanda los fuerce a hacer un es·
fuerzo... Es preciso en efecto que algo empuje". (Con[érence Ya· a
le University, en Scilicet, No 6/7, 1975, p . 32). Ahora bien, sólo el
sujeto supuesto al saber, como pivote de la transferencia, permite
situar aquello que hace del síntomél una "demanda verdadera".
En efecto , el síntoma se vuelve analizable solamente a condición
de incluirse en la transferencia.
Partamos del algoritmo de la transferencia:
_____s_-_-_- - --+ sq
( s sl , s2 , ........ s")
donde el S, "significante de la transferencia" , escribe la manifesta-
ción sintomática del sujeto que el paeiente presenta al analista y
cuya demanda sostiene. Notemos que le lleva esta man ife stación a
un analista cualquiera (Sq ), es decir reducido a su dcrinh.:ión de
intérprete, de descifrador. La direcció n misma hacía el descifra-
dor, m arcada por la flecha, implica una doble postuladón: t.JUcda
supuesto , por un lado, el carácter cifrado del síntoma (descifra-
miento supone ciframiento) y, por el otro, la represt!lllutividad del
síntoma. Es un h echo de experiencia que el sfnloma no conduce al
análisis sino cuando cuestiona> cuando el analizanto capta ese
incomprensible cuerpo extra ño como propio y portador de un sen-
tido obscuro qu e lo representa como sujeto desconocido para sí
mismo. En este sentido, el síntom a es cucstionumícnto del suje-
to, o más bien, representante del sujeto harrado y no "agotado por
su cogito" (Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, en Escri-
tos ! , p. 331). De este modo, por la transferencia, el síntoma es
puesto en forma de pregunta, pregunta del sujeto, en el doble
sentido del partitivo.
Sin embargo~ la transferencia así planteada es muy a menudo, a
decir verdad, previa al análisis. Está ahí desde que el síntoma es
107
.-
. .._,lftlldo como analizable. Casi podría hablarse de transferen-
l i;.Oón el psicoanálisis. Sería preciso evidentemente reservar aquí
Un lugar a los casos particulares, y sobre todo a la excepción,
Pi'cud, como inventor del psicoanálisis.
El momento de la demanda de análisis es aquel donde un
particular, analista cualquiera, se substituye al psicoanálisis en
general. A partir de ahí queda aún por producir la fijación de la
transferencia y ponerla a trabajar.
Es preciso, en efect o, que ese analista venga a. sostener para el
analizante la función de sujeto supuesto al saber, ocurre, se sabe, que
el analizante se haya equivocado de dirección y que la fu nción esté
para él ya fijada en otra parte. A nivel fe noménico, a menudo es el
amor de transferencia quien testimonia esa fijación, pero el fenó-
m eno de estructura es otro: es una transferencia del lado del ana~
lista - en el sentido de desplazamiento- del saber que se supone
puede responder a la pregunta. Efecto de histerizacíón inducido,
señala Lacan por el dispositivo analítico. La transferencia fijada al
analista es una transferencia primariamente demandante: demanda
al Otro que responda. El análisis supone aún que de esa transferen-
cia demandante, se haga una transferencia productora por el sesgo
de la llamada asociación libre. El analizante está en el análisis en el
lugar de aquel que trabaja -esfuerzo, dice Lacan- para que se ela-
bore el saber que responda a la pregunta del sujeto; mientras que
la operación del analista consiste en causar ese trabajo. Lo q ue es-
cribe el algoritmo del discurso del Analista: ..E...--+_!_ (Radiofo nía y
s2 sl
Televisión, Anagrama, pág. 77).
Son estas condiciones del análisis - transferencia analítica (o sea
pregunta del sujeto), fija ción de la transferencia y trabajo de la
transferencia- las que dan a las entrevistas preliminares sus obj eti-
vos para cada caso. Nada que ver con la medición de una capacidad.
Lo que es preciso subrayar, en efecto, es la incidencia del analis-
ta en aquello que se trata de obtener. El acto analítico está en jue-
go desde esas entrevistas, se ubica ah f en el lugar de la causa y su
efecto es el empuje-al-trabajo de la transferencia . .No podemos
desconocer, desde el comienzo, la acción del analista en cuanto a
este impulso q ue evocaba Lacan. La justa inserción del paciente
en lu transferencia no es del orden de la aptitud. Depende, por
cierto, <le la posición del sujeto en su relación con el Otro, pero no
está menos determinada por la respuesta dei partenaire analista.
108
Al respecto, Freud está del lado de Lacan, contra la ego-psycho-
logy.
LOS CONTROLES
Los controles existen desde que hay analistas. Parecen incluso
haber precedido la creación del término, si nos atenemos a los pri-
meros psicoanal istas que rodearon a Freud.
Se trata de una práctica que La can nunca cuestionó y cuya ne-
cesidad subrayó incluso. Lo que discute su ensefianza, por el con-
trario, es la función institu cional del control, tal como fu e codifi-
11 1
~Q¡t pgr \¡¡lilA. Al ..:a111biar los modos de habilitación, Lacan cam-
bt6 Untbl~ll cl l11ga r y la función del control.
at.C.ONTkOL Y LA lNSTJTUClON
tK(' cam bio tknc como pivote su: "El analista no se autoriza
lino t.h• sí mismo".
"hl úni~,;o princip io d l.:! rto a plantear, dice Lacan, y tanto más
~:uun to qu e ha sido desconocido, es q ue el psicoanálisis se constitu-
Y"' l'lHIW uid<lctico por el querer del sujeto , el cual debe estar ad-
vertido de que el amHisis cuestion ará ese querer, en la medida
mis111 a d e la aproximación del d ese o que encubre". (Note adjointe
al / ktt' de fondatio n, en Annuaire de l'ECF, p . 74). Al poner este
principio en la base de la fundación ele su Escuela, en 1964, Lacan
pone t!n el centro ctel problema de la formación del ana lista la
cuestión misma de su deseo. Su prolo ngació n e n un querer - que
p ued e ser el de vo lver se analista--- no d epende sino de una sola for-
mación ; la que Lacan ~,; sc ribe así: "El psicoanálisis, didáctico" (D e
nuestros antecedentes, en L::scritos 1, p. 10) ; acá la coma, en inciso,
borra la dicoto mía habitualm e nte recibida entre psicoanálisis perso-
nal Y psicoanálisis didáct ico. Es decir que la institución no es, no
debe ser, no podría seL el agente que instituye al psicoanalista.
Lo qne no quiere d ecir que la institución se desentie nda d e ga-
rantizar la form ación. Solame nte desplaza su punto de aplicación.
Una vez que Laca n reconoció y pla nteó que en su acto el analista,
si es analista, no se autoriza de ningún Otro, extrajo las consecuen-
cias: le queda a la institución garantizar el a nalista "que haya he-
cho su s pruebas" . Garantía pues, p ero retroactiva, y no caución
anticipada , como es el caso de los candidatos cuando son seleccio-
nados a la entrada del psicoanálisis o del control.
Al no ser la condición obligada de u na habilitación, el control se
une al campo del psicoanálisis en int ención del que la formación
del analista depende. Se encuentra, a partir d e entonces, profunda-
mente modificado. Para hacerlo valer, planteemos a propósito del
control cuatro simples preguntas, tanto a las prácticas standards co-
mo a la Escuela que Lacan creó en 1964 y volvió a lanzar para una
contra experien cia en 1981: ¿para qué, para q uién, cuándo y có-
mo?
Un vistazo a los documentos contemporáneos de la IP A, espe-
cialme nte a un informe presen tado en 1981 al IX precongreso so-
hn· el didáctico por Anne-Marie Sandler, a propósito de la Selec-
11 2
ción y función del análista didáctico en Europa, p rueba , de ser
necesario, las constancias del fenóm eno y pese algunas ligeras va-
riantes en el tiempo y de un instituto a otro. Los institutos euro-
peos, por ejemplo, piden dos o tres controles, mientras que los
norteamericanos piden cuatro. No obstant e, en todas partes Jos
contro les son obligatorios, en t odas partes están som etidos a auto-
rización, y también en toda s partes el control, garantizado por el
com ité didáctico del instituto, es un didacta.
Las respuestas, por consiguiente, son simp les. ¿Para qué el con-
trol?. Para la habilitación (se agrega a veces, pero subsidiariamente,
una finalidad de garantía para el paciente). ¿Quién va al control?.
Un candidat o al reconocimiento analítico. ¿Cucindo?. Cuando está
autorizado a recibir sus primeros pacientes. ¿Cómo ? Con un con-
trol reconocido por y según las normas (duración, frecuencia, nú-
mero de casos) propios de su institut o. De modo que el control es
a la vez ojo de la institución y baby-sitter de un analista bajo vigi-
lancia.
LA RESPONSABILIDAD DE LA ESClJF.LA
El trastocamícnto operado por Lacan es completo y sus linea-
mien tos se encuentran en el Acte de fond.ation de la Escuela y en
su Note adjo inte.
En primer lugar, el control no es ob ligat orio. La institución no
lo impone, así corno tampoco establece lista de controles ni lista
de didact as. Es decir q ue el sujeto pide u n co ntrol según su parecer,
y al analista de su elección. Por el contrario, la obligación - pues
por cierto hay una obligación- es para la Escuela. Obligación
de responder a la d eman da de éontrol "desde el comienzo y en
todos los casos", dice Lacan (Acte de Fondation., p. 72), lo que
quiere d ecir sin condiciones previas de antigüedad en la carrera
analizante y sin exclusion es. La razón de esto es que el contro l, si
no está impuesto, " se impone" (Note adjointe , p. 75). Se impone,
porque es un hecho que "el psicoanálisis tiene efectos sobre toda
p rác tica del sujeto comprometido con él". Corresponde, entonces,
a una Escuela, el d eber de asegurar "un contro l ca lificado" (y no
califkante) a todo sujeto cuya práctica suponga transferencia, ya
sea institucio nal o privada. y en cualquier fase que esté de su cur-
so .
Una demanda de control, enton ces, si es verdadera, no se recha-
za. Pero su p ráctica se adapta a la posición d el sujet o sin standards
preestablecidos. Porque hay u na necesidad de contro l la responsa-
113
bilidad de 1a Escuela no es rechazar las demandas sino aceptarlas.
Una única liinitnci6n debe señalarse evidentemente, la responsabili
dad de la Escuela es correlativa de la seriedad del compromiso del
sujeto en ln experiencia, y, sobre este punto, la opinión eventual
del analista puede ser det erminante.
¿Por qué el control?. Porque el control es un dispositivo com-
plementario de la cura, donde tratar analíticamente los efectos de
la experien cia analítica; abierto a cualquiera que lo demande,
cuando lo demanda, por el hecho de estar sujeto a las influencias
de sus efectos. ¿Qué relación queda entonces entre el control fun-
dado en una necesidad interna de la práctica analítica y la garantía
institucional? Una relación de hecho, sólo eventual. Cuanto se tra-
ta de discernir que un analista "ha hecho sus pruebas", el control
puede sin duda dar fe en ese sentido, pero de manera no obligada,
y sólo entre otros testimonios.
116
NO.SIN-EL-TI T::MPO
TIEMPO REVERSIVO
Segundo asunto: ese t iempo interno al sujeto Lucan In 8ltu6
como u n tiempo det erminado por la est ructura. Dió úivcrl$tt8 fór-
mulas de esa estructuración a lo largo del tiempo, y lwhdn. indu-
117
doblem ente, diferencias a señalar entre la t emporalidad de la pala~
bra intersubjetiva situada en 'Función y campo de la palabra y del
ltmguaje y la temporalidad que en Posición del inconsciente se re-
fiere a la alienación significante del suj eto.
Retengamos tan sólo la tesis fundame ntal: el tiempo del sujeto
hablante es la " retroacción del significante en su eficacia" (Posi-
ción del inconsciente, en Escritos II, Siglo XXI , p. 375) que regla sus
fenóm enos. Es ella la que causa ese "tiempo reversivo" (ibid., 375)
que da cuenta tanto de Jos fenómenos de apres-coup como de la
sobredeterrninación, y que suspende al sujeto entre esa anticipación
y esa retroacción, cuya fórmula gramatical nos brinda el futuro
anterior (él habrá sido y que encuentra su definición y su grafo en
el punto de almohadillado).
Ahora bien, ese tiempo entraña un momento privilegiado, el de
la escansión que, cual una puntuación, ratifica o también desplaza,
suspende el almohadillado del efecto de significación. La escansión
precipita el momento de concluir y decide el sentido. Es pues
homogénea a la interpretación e incumbe al analista, en tanto de él
se espera una respuesta. Es en Funció n y campo de la palabra y del
lenguaje donde Lacan explicitó más esta relación entre la inciden-
cia del analista en el tiempo del suje to y la duración de las sesio ~
nés: "Es una puntuación afortunada la que da sentido al discurso
del sujeto. Por eso la suspensión de Ja sesión de la que la técnica
actual hace un alto puramente cronométrico, y como tal indiferen-
te a la trama del discurso, desempeña en él un papel de escansión
que tiene todo el valor de una intervención para precipitar los mo-
mentos concluyentes. Y esto implica liberar a ese término de su
marco rutinario para someterlo a todas las fmalidades útiles de la
técnica." (ibíd).
Sin duda, ulteriormente, Lacan modificará la idea de que el suje-
to pueda encontrar su consistencia en una palabra plena: pero en
la medida en que la experiencia de la cura pone en juego en todos
los casos la dialéctica del sujeto hablan te que se historiza retroac-
livam ente, el tiempo, lejos de form ar parte de lo que los analistas
llaman el "encuadre'\ forma parte del proceso mism o, y la inci-
dlmciu del analista en ese proceso es siempre correlativa de un
efecto de u~mpo, que sólo puede juzgarse en función de la dialéc-
th;a en la que interviene. Esto excluye, tanto para la sesión como
para la cura, la ~.: uración standard, definida a priori.
118
EL T RABAJO DEL INCONSCIENTE
Es necesario empero un paso más para fundar la sesión llamada
"corta" de Ja cual, sin embargo, Lacan nu nca hizo una norma. Se la
objeta, en general, en nombre del tiempo que necesitaria el incons-
ciente. No se trata d e igualarlos, si se tom a en cuenta lo siguiente:
el inconsciente no tiene horarios y, trabajador ideal, trabaja perfec-
tam ente bien sín respiro. La sesión debe situarse por ende como un
tiemp o de registro, t iempo de "recepción clel producto de ese tra-
bajo" . La elaboración es remitida fuera d e la sesión. Su in terrup-
ción adquiere sentido y valor como "sanción" del producto anali-
zante y es experimentada asimismo como tal.
Un comentario en este punto: esta respuesta del analista sin la
cual, digámoslo, sin la cual la palabra del sujeto no es, ¿por qué ha-
cerla coincidir con la finalización de la sesión? ¿Por qué una res-
puesta actuada en lugar de una respuesta solamen te vocalizada?
Subrayemos que respecto a este punto Lacan señaló también que
el tiemp o depende también de Jo real. Ya lo formula en Función y
campo de la palabra ydellenguaje, texto donde. sin embargo, t!l
tiempo parece estar mas reabsorbido por el regis tro simbólico dd
sujeto. La funci.ó n del tiempo está allí, j unto con la"abstcnción.,
del anaJista, situado como conjunción " de lo simbólico y Jo real"
(ibid. 126-1 27), esta conj unción da fe de que la t ransft~n:ncia.
como Freud lo señaló, no es simple repetición del pasado, sino q u ~
incluye lo que La can llama entonces "un factor de rea lida d". si-
tuado, de entrada, del lado del analista.
LA P ULSACION
LA f'UNCION DE LA PRiSA
A partir de este p un to, las elaboraciones d e Lacan se d esarrolla-
rán cada vez más en el sentido de indicar que es el obj eto, que
vuelve siempre al mi smo lugar en la transferen cia y en el fantasma,
a la vez. condensador de goce y causa d e deseo, el que brinda I<J
t.:lavc de esa espera . El tiempo lógico no tiene. desde en ton ces, más
"en-si" que ese objeto (Radiofonía y televisión, Anagrama, p. 4 6)
qu t.: preside el encu entro faJiido d e la repetició n y "tetiza la función
dr la prisa" (Seminario XX, A un, Pa idós, p. 63). Ahora bien, en to-
dus los casos la tem p oralidad de sus emergencias es la d el insta nte,
i ns ra n h' casi de frac tura en la duració n del enca denamien to de los
si ¡ •, nil'i r anl ~s. Se con cibe asi que la ú ltima f orma producida por La-
L'all l'll lo qtlt~ se refiere al analista en el Jugar de objeto se acomode
; ¡ lllla Sl"Sión puntual cas i reducida al instante donde encu en tro y
Sl~pa ra ci(ln sl' c o nju~an .
¡, PreniJJii'.arcn lns l~ ntonct.:s la sesión cor ta? Debe señalarse q ue
120
Lacan nunca lo hizo, aunque la misma es coherente con su l'Hrsl'·
ñanza. De manera general, Lacan nunca formuló preceptos tél:ni-
cos para uso d el analista. No retrocedió empero ante algunos imp~,.
rativos, habiendo además retomado a menudo el propuesto por
Freud. Pero, si se siguen las fórmulas . en su enseñanza, desde, por
ejemplo, su: "hay que tomar el deseo a la letra" (Dirección de la
cura, Escritos ! , p. 251) se verá que las mismas se refieren siempn.~ a
los únicos "derechos de un fin primero" (Del Trieb de Freud y de'/
deseo del Psicoanalista, Escritos j!, p. 389).
La técnica no se enscfta allí donde el acto im pone la falla del su-
jeto supuesto al saber y supone la ética.
Traducciór~ : J. C. INDAR.'J'
ELEMENTOS DE BIBLIOGRAI-'IA
Sobre el nacimi<>nto d~ Los Standards
Balint M. (1948), "On thc psycho-analytic training systcm ", r;:nlntematioTUJI Journal oj
Psycho-Analysis, 29, p. 163-173.
Bird B. (1968), "On candidatc sclection and its rclatiom to analysis", en Jntematíoll(l/
Joumal of l'sycho·An11lysis, 49, p. 513·526.
Bibring E. & Landaucr K., (1937), Mcthous and tcchnique of control analysis, in btt;·rno·
tíonal Joumal of Psycho-Analysis, 18, p. 369·371.
Eitingon M. (1922), "Rapports sur la cliníque de Bcrlin: "Beridtt iilwr dil' l•i·tlllll'r
psychoanalytistthe ¡Joliklinik (Miüz 1920 bis Juni 1922)", ~'11 fnft'mlltlollu /¡·
Zeitsdtrift für Psychoanalysc, 8, p. 506-520; trad. in~:h•s:• "'' /tll•·m,lfirJIIOI
Journal of Psycho-Ana/ysis, 1923, 4, p. 254-269.
"Berkht über die bcrlincr psychoanalytische polikirtik en dr.r Zdl vou junl 1912
bis Miirz 1924", en lnlf:rnatíonale Zeitschrift ji1r l'.o•dwttllttii'St', 1O, JI. '221)..
240.
"Réunion de la Commission internationak 1k l;t fllflltahlln '', on fttft.• matioual
JourTUJI of f>sycho-Ana/ysis, 1928, 9, Jl. 1'/5· 141;- 1929, 10, 504-5 10 ; - 1933,
14, p. 155-159;- 1935, 16, 242-262;- 1937, 18, fl . 246-369.
Ferenczi S. & Rand O. (1923), EntwecklunJ:oZiele der l~vycltoartlllyse.
121
~ Y. (19~6), " Lnblrunulysc uno Kvntrollanalyse", in lnternationnle Zeitschrift für
h)iiJIIo.Aflt~ly.~ls:, 1936, 17, p. 346-354.
ltttfltlbtllal Swndurds for the training of Physicians en Psychoanalysís (1958)", en
Jmmrul o[ thc American Pzychoanalytic Associo tion, 4, p. 714-721.
1M 4titrovbtus preliminares
AJrona Z.A. (1960), "Indicatíons for analysis and problems of analysability", en Tire
Psyclto-Analytical Quarterly, 29, p. 4 78-506.
llnohruch H. M. (1983), On the concept of analysability. Psychanal. Quart.: 52: p. 180-
204.
E1!ud!os freudianos
Bachach G.M. & Loaff 9 L.A. (1978), "Analysability: a systematic review of the cli-
nical and qua.ntita.tive litcrature" ¡en lAPA, 26, p. 881-921.
Bcrnstein S.ll. (1983), "Tiaitement préparatoire a la psychanalyse", en JAPA, vol. 31,
t. u.
Erle 1. B. & Goldberg D'A. (1979), "P:roblems in the assesment of a:-~alysability", in
Psyclroana. Quart., 48, p. 48-84.
"An approach to thc study of analysability and analyses: the co urse of forty
consecutivo cases selected for supervised analysis", en Psycho-anal. Quart., 48.
Greenson R. (1965), " The wording alliancc and the transference neurosis'', en Psycho·
anal, Quart., vol XXXIV, p. 155-181.
Technique et pratique de la psychanalyse. PUF. (1977).
Guttman S.A. (1960), "Cñteria for analysability", en JAPA, 8, p. 141·151.
Huxtcr KK. et al. (1975), "Sorne pitfalls in the assesment of analysability in a psycho-
analytic clinic", enJAPA, 23, p. 90-106.
Kanzer M. (1979), "Le pacte analytique de Freud. L'alliance thérapeutlque standard", in
JAPA, 1981, voL 29, t. l.
:x ernberg O.F. (1970), " A proJ>Qs d u traitemenl des personnalités narch;siques", en lAPA,
vol. XVIII : - trad. francesa en En di:X ans de psychanalysc en Amérique, PUF.
:Lewin B. & Ross H. (19600) Psyclumalytíc Education in the Vnited States, p. 257-258.
·'lachs D.M. & Shapiro S.H. (1976), "On parallel processes in thcrapy and teaching", en
The Psycho-Analytical Quarterly, no 3.
· Sandlcr A. M. (1982), ''The select ion and funtio n of the t raining ana!yst in Europc", on
IJP, vol. 9, p. 386-398.
.Stanley S.W. & F lcming J. (1975), " Evaluation of progress in supervisiou", en Tlw
Psycho-Analytical Quarterky, no 2.
Searles H. (1955), " Tbc ínform atíonal value of thc supervisor's emotional cxpcricuc.,g",
en Psychiatry, XVJII p. 135-146.
Stone L. (1965), "La siluation analytiquc et le transfert", en lAPA. vol. 1S; tnul.
fran~se, en En dix ans de psychanalyse en Amérique, PUf'.
123