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Ódiame

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I

Quiero que todas las letras caigan del cielo de mi corazón

Y se derramen sobre el lienzo de tu piel tardía

Que todos los ojalás de Silvio se enreden en tu pelo

Y mi historia entre tus dedos sea moldeada

Quiero guardar en un baúl de oro con una llave azul

El algodón de mi mirada que derrite el tiempo

Y huye por entre el follaje de La fría Bacatá

Quiero esperar paciente como el monje que medita en silencio

Quiero ser planta para crecer lentamente

Quiero ser duda para cuestionarlo todo

menos a mí mismo.
Últimamente las luces que parpadean en la noche me miran más tristes que
de costumbre. Cae sobre el mundo un velo de seda azul, gigante, suave y
melancólico que se recuesta sobre el asfalto mojado de lágrimas. Los días
saben a colillas de pulmones que caen, llueve tiempo a cantaros, la
ventana de algodón se deshace con la saliva del viento… Luvia, lluvia,
lluvia, las guitarras se contorsionan por las montañas abrazándolas de
nostalgia con sabor a lunes en la madrugada, esos lunes que ya saludan al
viernes en la noche con un ramo de relatos de azufre que se riegan por
los dedos como agua de un manantial que cae en una alcantarilla profunda
llena de mierda. La luz se inmiscuye por entre el follaje de los árboles
y recita poesía de mentol a los días grises a los atardeceres agotados a
las canciones incineradas a las nubes resignadas a los cigarrillos negros
con sabor a sangre a la lluvia decrépita de ácido y a los reflejos
atemporales en los suelos al carboncillo…

Te pienso de nuevo, prendo otro cigarrillo negro entre el solitario


silencio de la noche. La nueva terraza no es muy grande, los pisos son
grises y no está pintada, el color de los ladrillos es naranja y en las
mañanas me despiertan los ladridos rojos de los perros amarillos del
barrio. En las noches como estas, el barrio esta extrañamente en calma.
Son las dos de la mañana, el cielo esta nublado y una luna llena me hace
compañía mientras me susurra que nada tiene sentido. Huele a sábado en la
noche y me pregunto de nuevo ¿si nada tiene sentido, por qué siento esto
en mi pecho? ¿por qué siento la necesidad de querer abrigar sus miedos,
querer besar sus heridas e intentar desnudar su tiempo? ¿por qué siempre
me cuesta tanto demostrar lo que siento?

¡¡¡Por qué le tenemos miedo a amar!!! a enamorarnos sin medir el


resultado y a no pensar en las consecuencias. ¿Por qué amamos? Amamos
porque sentimos algo en nuestro pecho que arde. Amamos porque al hablar
de ella los ojos brillan y las sonrisas son tan inevitables como el dolor
en el mundo. Nos enamoramos porque si y ya, porque hay algo que quema en
nuestro interior; creamos porque sentimos la necesidad, luchamos por
instinto y odiamos por orgullo.

El amor es lo opuesto al orgullo, el amor es procurar el bienestar de esa


persona, aunque a veces duela más que mil heridas de cuchillos sobre el
alma. Porque es como si ella estuviera debajo de mi piel y pasara por mi
corazón cuando quisiera, trayendo un maremoto de melancolía de solo
pensar en su partida. Y es que ¿cómo yo podría explicarle al mundo lo que
siento cuando la veo? ¿Cómo podría explicar eso que siento justo en el
pecho al ver sus labios y al escuchar sus palabras? Cómo podría explicar
la tristeza y la felicidad que me da escucharla cantar ¿cómo podría
explicarle al mundo que es la mierda más hermosa que alguna vez pude
escuchar? Cómo explicarles a los ojos de los otros que desde el cielo de
mis ojos tú eres la nube más hermosa que alguna vez vi, diluida entre la
luz interminable del atardecer, amarilla, radiante, pero a la vez triste
y solitaria como el café de Hopper. Como explicar que no quiero a nadie
más, como explicar que solo quiero ver tus ojos de nebulosa y tu rostro
de orquídea sobre las palabras de tu mar… Acaso tú, la única que leerá
esto, dime ¿Cómo voy a hacer para olvidarte? ¿Cómo voy a hacer para
arrancarte de mi pecho? ¿cómo voy a hacer para no reclamarte los pedazos
de mi corazón antes de tú partida?
II

Odio los domingos que suspiran nostalgia. Las nubes que con un filtro
amarillo se derriten de tristeza. La gente pasa y todo muere, las flores
se marchitan a mi paso y la vida se vuelve pesada. El sol huele a
gasolina y el tiempo pasa una película frente a mis ojos eclipsados. Ya
todo es tan cliché, y yo solo pienso en sus ojos, sus labios y sus
palabras se repiten como las canciones. Esos ojos verdes como las
frágiles hojas de los árboles, azules como el cielo y la melancolía, voz
de saudade. Te veo en todas partes, espero una llamada, un susurro, que
llegues de sorpresa y me des un abrazo y me digas qué nunca te alejarás
de mí, qué te importo y que sientes en tu corazón algo lindo que no
quieres dejar marchitar. Solo vivo de tristes ilusiones absurdas mientras
camino senderos desconocidos. Mientras me siento solo en este mundo que
se derrite como mi corazón, como la luz del atardecer, yo intento
atraparlo y se escurre por entre los dedos. El día muere y la oscuridad
me va alcanzando, el frío cada vez más cercano.

Y es que no sé por qué me duele tanto pensarte, sé que eres feliz y que
no me necesitas, yo solo soy un cero a la izquierda, un susurro en tu
oído, un chiste mal contado, una estrella fría que colapso en el tiempo
ya hace mucho. Me duele pensar que solo seré un recuerdo, un fugaz
instante en el calendario de tu tiempo. Quisiera estar para ti, quisiera
estar en este momento a tu lado. En este domingo soleado a las 3:30
caminando por cualquier calle del centro, mientras Bogotá cae sobre las
laderas de los cerros orientales que la sostienen, diciéndote que te
quiero y que luchare por ti. Pero todo lo siento tan lejano, tan
predecible como la noche y tan azul como un cianotipo. Siento que mi alma
esta tan triste como los girasoles de van Gogh, marchitándose
indefinidamente en el tiempo, lánguidos y de un amarillo grisáceo, pálido
como el mundo cruel. Solo escribo mientras miro las luces que se despiden
de los edificios, de las casas y de las personas que caminan sin
preguntarse el porqué de todo este absurdo.

Te extraño tanto, y me apena siempre sentir, me apena decir que te quiero


y que te necesito. Me da miedo desnudar mi alma porque siempre siento que
me lastimaran. Otro cigarrillo, otro cigarrillo y nunca para de doler.
Divago y muero junto al día que se recuesta en mi piel y en tu mirada
lejana. Hay amores que se deben padecer, hay amores que lastiman tan
profundo y tan hondo que al arrancarlos se llevan los pedazos. Se llevan
algo que nunca quisieron, porque el corazón no decide a quien amar,
solamente siente y no piensa en cómo nos sentimos. A veces pienso que
quisiera no haberte conocido, ni sentirme así. Todo es un déjà vu que me
deja intranquilo, muero y me pierdo, me difuminó entre el tiempo de tu
mirada y tu voz efímera. Solo espero que seas feliz con quien debas
serlo; estoy seguro que en algún punto le llega lo que le debe llegar a
cada uno. Pero mi pecho se siente agotado de sentir hasta lo más
profundo. Mi alma me pesa y no soporto cargarla, no soporto este peso
abrumador de esta ilusión que me destruye de a pocos. ¡Te quiero tanto!
me asesinas sin siquiera suspirar, me aniquilas sin siquiera mirarme…
III

Si te tuviera que escribir una última hoja, te quisiera decir que estoy
seguro que en las noches frías, cuando las luces se apaguen y me enfrente
otra vez a mí mismo; tú vas a estar ahí, caminando por el cuarto,
tranquila y liviana. Que, en las tardes lejanas, cuando la tristeza se
halla ido con el tiempo, te recordare con mucho amor y tal vez con una
pequeña ilusión de que la vida vuelva a juntar nuestros caminos algún
día.

Siempre me aterra pensar en el futuro, creo que no hay nada más


atemorizante que la incertidumbre; pero cuanto agradezco cuando soy
consciente de que una persona importante paso por mi vida y me dejo una
huella un poco más indeleble que las otras. Yo soy de los que cree que
dos personas nunca se conocen porque sí, siempre he pensado que detrás de
todo lo que sucede en el mundo hay un propósito intrínseco a pesar del
absurdo. Soy de los que se aferra a los imposibles, de los que aun sueña
con una buena vida y un buen amor, con el café en las mañanas y las
flores en la ventana.

Espero que me recuerdes cuando escuches alguna canción en una tarde


triste, en algún amanecer hermoso, veas cierto libro, tal vez una flor
azul, las nubes o alguna noche estrellada. Recuerdes a ese man todo loco
que se cruzó por un breve lapso de tiempo su camino con el tuyo, para
compartir un poco de ese mundo de azul a amarillo en unos instantes, ese
mundo tal vez absurdo, triste pero locamente apasionado y sentimental.

Tal vez no nos alcanzó el tiempo, o tal vez no me alcanzo a mí. A veces
pienso que me gustaría prometer, pero siento que las palabras siempre se
las lleva el viento. Ni siquiera sé si te interesan mis posibles
promesas; pero tal vez en un mundo hipotético me gustaría prometer que te
buscaré dentro de unos años. Qué tal vez considero que no es normal que
sienta tanto por alguien en tan poco, y que piense más allá de un momento
con alguien. Te quiero y me gustaría luchar por ti, aunque a veces piense
que tu corazón ya le pertenece a alguien más y sea una causa perdida.
Solo sé que quiero disfrutar el tiempo que me queda contigo, porque la
vida es una, y el destino a veces juega con los milagros.

Te deseo lo mejor en tú nueva vida, honestamente no sé por qué quisiera


correr tras de ti, detenerte un instante y besarte frente al atardecer
mientras suena de fondo alguna canción triste. Me siento como un estúpido
escribiendo esto. Te quiero un montón, quiero que sepas que siempre
podrás contar conmigo para lo que necesites. ¡Disfruta! vive hasta que te
duela, enamórate y si sientes algo por alguien no dudes en llevarlo hasta
el final, para los cobardes nunca será la gloria. Pinta, dibuja,
escríbele a la vida que es el único motivo para vivir, sentir hasta
explotar; fíjate en el mundo que de él vive la poesía y de la poesía bebe
la vida. Somos artistas, somos pequeños Dioses creando nuevos mundos
destinados a morir, somos la metáfora de la metáfora y el agua del río,
somos el cielo y los colores, la alegría y la nostalgia; somos todo y a
la vez no somos nada.
Quise – Luca Bocci
Agua marfil – Usted señálemelo
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Eres una mujer de fuego azul, intensamente hermosa. Te quiero, con cariño, VIERE.

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