Ódiame
Ódiame
Ódiame
menos a mí mismo.
Últimamente las luces que parpadean en la noche me miran más tristes que
de costumbre. Cae sobre el mundo un velo de seda azul, gigante, suave y
melancólico que se recuesta sobre el asfalto mojado de lágrimas. Los días
saben a colillas de pulmones que caen, llueve tiempo a cantaros, la
ventana de algodón se deshace con la saliva del viento… Luvia, lluvia,
lluvia, las guitarras se contorsionan por las montañas abrazándolas de
nostalgia con sabor a lunes en la madrugada, esos lunes que ya saludan al
viernes en la noche con un ramo de relatos de azufre que se riegan por
los dedos como agua de un manantial que cae en una alcantarilla profunda
llena de mierda. La luz se inmiscuye por entre el follaje de los árboles
y recita poesía de mentol a los días grises a los atardeceres agotados a
las canciones incineradas a las nubes resignadas a los cigarrillos negros
con sabor a sangre a la lluvia decrépita de ácido y a los reflejos
atemporales en los suelos al carboncillo…
Odio los domingos que suspiran nostalgia. Las nubes que con un filtro
amarillo se derriten de tristeza. La gente pasa y todo muere, las flores
se marchitan a mi paso y la vida se vuelve pesada. El sol huele a
gasolina y el tiempo pasa una película frente a mis ojos eclipsados. Ya
todo es tan cliché, y yo solo pienso en sus ojos, sus labios y sus
palabras se repiten como las canciones. Esos ojos verdes como las
frágiles hojas de los árboles, azules como el cielo y la melancolía, voz
de saudade. Te veo en todas partes, espero una llamada, un susurro, que
llegues de sorpresa y me des un abrazo y me digas qué nunca te alejarás
de mí, qué te importo y que sientes en tu corazón algo lindo que no
quieres dejar marchitar. Solo vivo de tristes ilusiones absurdas mientras
camino senderos desconocidos. Mientras me siento solo en este mundo que
se derrite como mi corazón, como la luz del atardecer, yo intento
atraparlo y se escurre por entre los dedos. El día muere y la oscuridad
me va alcanzando, el frío cada vez más cercano.
Y es que no sé por qué me duele tanto pensarte, sé que eres feliz y que
no me necesitas, yo solo soy un cero a la izquierda, un susurro en tu
oído, un chiste mal contado, una estrella fría que colapso en el tiempo
ya hace mucho. Me duele pensar que solo seré un recuerdo, un fugaz
instante en el calendario de tu tiempo. Quisiera estar para ti, quisiera
estar en este momento a tu lado. En este domingo soleado a las 3:30
caminando por cualquier calle del centro, mientras Bogotá cae sobre las
laderas de los cerros orientales que la sostienen, diciéndote que te
quiero y que luchare por ti. Pero todo lo siento tan lejano, tan
predecible como la noche y tan azul como un cianotipo. Siento que mi alma
esta tan triste como los girasoles de van Gogh, marchitándose
indefinidamente en el tiempo, lánguidos y de un amarillo grisáceo, pálido
como el mundo cruel. Solo escribo mientras miro las luces que se despiden
de los edificios, de las casas y de las personas que caminan sin
preguntarse el porqué de todo este absurdo.
Si te tuviera que escribir una última hoja, te quisiera decir que estoy
seguro que en las noches frías, cuando las luces se apaguen y me enfrente
otra vez a mí mismo; tú vas a estar ahí, caminando por el cuarto,
tranquila y liviana. Que, en las tardes lejanas, cuando la tristeza se
halla ido con el tiempo, te recordare con mucho amor y tal vez con una
pequeña ilusión de que la vida vuelva a juntar nuestros caminos algún
día.
Tal vez no nos alcanzó el tiempo, o tal vez no me alcanzo a mí. A veces
pienso que me gustaría prometer, pero siento que las palabras siempre se
las lleva el viento. Ni siquiera sé si te interesan mis posibles
promesas; pero tal vez en un mundo hipotético me gustaría prometer que te
buscaré dentro de unos años. Qué tal vez considero que no es normal que
sienta tanto por alguien en tan poco, y que piense más allá de un momento
con alguien. Te quiero y me gustaría luchar por ti, aunque a veces piense
que tu corazón ya le pertenece a alguien más y sea una causa perdida.
Solo sé que quiero disfrutar el tiempo que me queda contigo, porque la
vida es una, y el destino a veces juega con los milagros.
Eres una mujer de fuego azul, intensamente hermosa. Te quiero, con cariño, VIERE.