Promesas Solemnes
Promesas Solemnes
Promesas Solemnes
Con una parte del hombre Dios hizo a una mujer, a fin de que fuese ayuda idónea
para él, alguien que fuese una con él, que le alegrase, le alentase y bendijese,
mientras que él a su vez fuese su fuerte auxiliador. Todos los que contraen
relaciones matrimoniales con un propósito santo -el esposo para obtener los
afectos puros del corazón de una mujer, y ella para suavizar, mejorar y completar
el carácter de su esposo- cumplen el propósito de Dios para con ellos.
Cristo no vino para destruir esa institución, sino para devolverle su santidad y
elevación originales. Vino para restaurar la imagen moral de Dios en el hombre, y
comenzó su obra sancionando la relación matrimonial. (Nota: Manuscrito 16,
1899.*)
El que creó a Eva para que fuese compañera de Adán realizó su primer milagro en
una boda. En la sala donde los amigos y parientes se regocijaban, Cristo principió
su ministerio público. Con su presencia sancionó el matrimonio, reconociéndolo
como institución que él mismo había fundado. Había dispuesto que hombres y
mujeres se unieran en el santo lazo del matrimonio, para formar familias cuyos
miembros, coronados de honor, fueran reconocidos como miembros de la familia
celestial. (Nota: El Ministerio de Curación, pág. 275.*)
El amor divino que emana de Cristo no destruye el amor humano, sino que lo 85
incluye. Lo refina y purifica; lo eleva y lo ennoblece. El amor humano no puede
llevar su precioso fruto antes de estar unido con la naturaleza divina y dirigido en
su crecimiento hacia el cielo. Jesús quiere ver matrimonios y hogares felices.
(Nota: Bible Echo, 4 de septiembre, 1899.*)
Como todos los otros buenos dones confiados por Dios a la custodia de la
humanidad, el casamiento fue pervertido por el pecado; pero es propósito del
Evangelio devolverle su pureza y belleza....
La gracia de Cristo es lo único que puede hacer de esta institución lo que Dios
quiso que fuera: un medio de bendecir y elevar a la humanidad. Así pueden las
familias de la tierra, en su unidad, paz y amor, representar la familia del cielo.
La condición de la sociedad ofrece un triste comentario acerca del ideal que tiene
el Cielo para esta relación sagrada. Sin embargo, aun a aquellos que encontraron
amargura y chasco donde habían esperado obtener compañerismo y gozo, el
Evangelio de Cristo ofrece solaz. (Nota: Review and Herald, 10 de diciembre,
1908.*)
Las Escrituras declaran que Jesús y sus discípulos fueron invitados a esta boda
[de Caná]. Cristo no dio a los cristianos autorización para decir al ser invitados a
una boda: No debiéramos asistir a una ocasión de tanto gozo. Al asistir a aquel
banquete Cristo enseñó que quiere vernos regocijarnos con los que se regocijan
en la observancia de sus estatutos. Nunca desaprobó las fiestas inocentes de la
humanidad cuando se celebraban de acuerdo con las leyes del Cielo. Es correcto
que quienes siguen a Cristo asistan a una fiesta que él honró con su presencia.
Después de participar de aquel banquete, Cristo asistió a muchos otros y los
santificó por su presencia e instrucción. (Nota: Manuscrito 16, 1899.*)
No hay motivo por hacer mucha ostentación, aun cuando las partes contratantes
se correspondan perfectamente. (Nota: Testimonies for the Church, tomo 4, pág.
515.*)
Más o menos a las once de la mañana el martes, nuestro amplio comedor quedó
preparado para la ceremonia de la boda. En ella ofició el Hno. P., y todo fue muy
bien. Se solicitó . . . que la Hna. White ofreciese la oración después de la
ceremonia. El Señor me dio una libertad especial. Mi corazón fue enternecido y
subyugado por el Espíritu de Dios. En esa ocasión no hubo bromas livianas ni
dichos insensatos. Todo lo relacionado con este casamiento fue solemne y
sagrado. Todo fue de carácter elevador e impresionó profundamente. El Señor
santificó esa boda, y los dos cónyuges unan ahora sus intereses para trabajar en
el campo misionero, para buscar y salvar a los perdidos. Dios los bendecirá en su
obra si andan humildemente con él, apoyándose de lleno en sus promesas. (Nota:
Manuscrito 23, 1894.*)
La bendición de Dios en el hogar donde existe esta unión es como la luz del sol
que proviene del cielo, porque la voluntad de Dios ordenó que el hombre y su
esposa estén unidos por los santos lazos del matrimonio, bajo el gobierno de
Jesucristo y la dirección de su Espíritu....
Dios quiere que el hogar sea el lugar más feliz de la tierra, el mismo símbolo del
hogar celestial. Mientras llevan las responsabilidades matrimoniales en el hogar, y
vinculan sus intereses con Jesucristo, apoyándose en su brazo y en la seguridad
de sus promesas, ambos esposos pueden compartir en esta unión una felicidad
que los ángeles de Dios elogian.
El casamiento no, reduce su utilidad, sino que la refuerza. Pueden hacer de su
vida matrimonial un ministerio destinado a ganar almas para Cristo; y yo sé de qué
estoy hablando porque mi esposo y yo estuvimos unidos durante treinta y seis
años y fuimos a cualquier parte que el Señor nos mandase ir. Sabemos al
respecto que la relación matrimonial recibe el elogio de Dios. Es por lo tanto un rito
solemne....
En esta ocasión puedo tomar de la mano a este hermano nuestro; ... y también la
de su esposa, e instamos a ambos a que prosigan unidos en la obra de Dios.
Quiero decirles: Haced de Dios vuestro consejero. Unid vuestras personalidades.
(Nota: Manuscrito 170, 1905.*)
Hermana mía, Vd. debe ahora tomar sus primeras lecciones prácticas acerca de
sus responsabilidades como esposa. No deje de aprender fielmente estas
lecciones día tras día.... Vele constantemente para no abandonarse al egoísmo.
En vuestra unión para toda la vida, vuestros afectos deben contribuir a vuestra
felicidad mutua. Cada uno debe velar por la felicidad del otro. Tal es la voluntad de
Dios para con vosotros. Mas aunque debéis confundiros hasta ser uno, ni el uno ni
el otro debe perder su Individualidad. Dios es quien posee vuestra individualidad; y
a él debéis preguntar: ¿Qué es bueno? ¿qué es malo? y ¿cómo puedo alcanzar
mejor el blanco de mi existencia? (Nota: Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág.
95.*)
Dios ordenó que hubiese perfecto amor y entre los que asumen la relación
matrimonial. Comprométanse los novios, en presencia del universo celestial, a
amarse mutuamente como Dios ordenó que se amen.... La esposa ha de respetar
y reverenciar a su esposo, y el esposo ha de amar y proteger a su esposa. (Nota:
Bible Echo, 4 de septiembre, 1899.*)
Al comenzar la vida conyugal, tanto los hombres como las mujeres deben
consagrarse de nuevo a Dios. (Nota: Manuscrito 70, 1903.*)
Sea Vd. tan fiel a sus votos matrimoniales que se niegue, tanto en el pensamiento
como por palabras o acciones, a mancillar su caso de hombre que teme a Dios y
acata sus mandamientos.90 (Nota: Carta 231, 1903.* )