ENSAYO Las Siete Crisis Del Siglo XX
ENSAYO Las Siete Crisis Del Siglo XX
ENSAYO Las Siete Crisis Del Siglo XX
ENSAYO
Venezuela está inmersa en la más severa crisis económica que haya encarado país
latinoamericano alguno en la historia moderna, con sombrías perspectivas de recuperación
económica en el corto plazo y sin que se vislumbre una voluntad política decisiva para
diseñar e implementar un programa económico integral, que atienda los desequilibrios
macroeconómicos, las profundas distorsiones de los precios relativos y la disfuncionalidad
de instituciones que mantienen la economía en un estado de caos.
La economía venezolana acumula en los últimos cuatro años una caída abismal del
PIB cercana a 40%, en un cuadro de escasez que no solo afecta a las empresas por la
ausencia de insumos, materias primas y bienes de capital importados, sino a la población en
general que hoy dedica buena parte de su tiempo de vida a la búsqueda de bienes esenciales
para la subsistencia. El Banco Central de Venezuela (BCV) se ha quedado sin reservas
internacionales operativas, en un contexto en el que los menguados ingresos petroleros ya
no alcanzan para cubrir la pesada carga de obligaciones financieras externas heredadas de
la bonanza, que en promedio se han comido 45% de las exportaciones anuales de la
economía durante los últimos cuatro años.
A pesar de los cuantiosos recursos que la economía del país registró en el pasado
superciclo del precio del petróleo, la deficiente gestión macroeconómica y una
administración frágil de los ingresos petroleros llevaron a la economía venezolana a un
grave problema de escasez de divisas y a una situación en la que se hacía imposible, con el
régimen cambiario imperante, cumplir simultáneamente con las obligaciones externas y con
las importaciones requeridas para mantener la «normalidad» económica. Venezuela ha
venido cabalgando con una crisis externa que se ha convertido en una crisis de deuda, con
sus típicos ciclos de euforia y deflación en los precios de los títulos de la nación.
A fines de 2012, antes de que el precio del petróleo comenzara a caer, la economía
venezolana ya se encontraba con graves dificultades externas. El país había agotado casi
todo su nivel líquido de reservas internacionales y había perdido acceso a los mercados
financieros externos. Dos desarrollos institucionales importantes permiten explicar por qué
Venezuela agotó sus reservas internacionales líquidas aun antes de haber recibido el choque
de precios del mercado petrolero mundial. Ambos se vinculan con la reforma que Chávez
promovió en julio de 2005 en la ley que gobierna el BCV. Por un lado, esta reforma
permitió que el gobierno se apoderara de una cuantía significativa de las reservas
internacionales, que fueron gradualmente traspasadas a un fondo para las inversiones del
sector público (FONDEN).
Así, entre los años 2005 y 2013, el BCV traspasó al FONDEN cerca de 53.500
millones de dólares de sus reservas internacionales. Por otro lado, la reforma anuló la
cláusula según la cual PDVSA tenía la obligación de vender las divisas de origen petrolero
al BCV a la tasa de cambio oficial. Así, con la reforma, todo el poder sobre las divisas de
origen petrolero fue desplazado a PDVSA. Con un flujo de entrada limitado de dólares y un
flujo de salidas sin restricciones, el stock de reservas líquidas se fue agotando.
Decidido a imponer una agenda global de reformas, con una habilitación especial
concedida por el Parlamento, Chávez logró imponer en noviembre de 2001 un conjunto de
49 nuevas leyes y reformas que cruzaban transversalmente áreas que iban desde el sector de
hidrocarburos hasta los impuestos, pasando por una nueva ley que regulaba la vida de las
instituciones financieras y la tenencia y el uso de la tierra. Sin embargo, el gran giro
ocurriría una vez reelegido Chávez en 2006, cuando expresamente y afianzado en su ideal
del «socialismo del siglo XXI» decidió intervenir más decisivamente sobre la propiedad y
el control del sector productivo nacional. En el llamado «Plan de Desarrollo Económico y
Social de la Nación» para el periodo 2007-2013, Chávez y su ministro de Planificación,
Jorge Giordani, plasmaron la nacionalización de todos aquellos sectores considerados
estratégicos de la economía nacional.
Entre 2007 y 2009, cerca de 23.377 millones de dólares fueron usados para pagar
expropiaciones y nacionalizaciones. La bonanza propició desde luego un avance sin límites
en el control del Estado de la actividad productiva. Las nacionalizaciones y expropiaciones
continuaron en los complejos hoteleros, bancos, fábricas de vidrios y fertilizantes,
compañías de lubricantes para automóviles, fábricas de envases de aluminio, cartón y
ferretería, cadenas alimentarias completas y hasta supermercados. De un total de 1.167
empresas expropiadas, 256 operaban en el sector de alimentos. Adicionalmente y alegando
el fomento de la seguridad y la soberanía alimentarias, cerca de 3 millones de hectáreas de
tierras cultivables fueron expropiadas en Venezuela desde 2007. Una buena parte fue
distribuida entre pequeñas asociaciones comunales dispuestas a someter su actividad a las
necesidades de producción de rubros alimentarios determinados en los planes de seguridad
agroalimentaria del gobierno.
Una reforma parcial de la Ley de Banco Central hecha en 2009 terminó por agravar
peligrosamente el problema al autorizar entonces y por primera vez el financiamiento
directo y sin límites a las empresas y los institutos públicos, incluida PDVSA. El
financiamiento monetario, aún en pequeña escala, comenzó en 2010. Pero las presiones
sobre la autoridad monetaria fueron aumentando, a punto tal que para el cierre del año
2013, el pagaré que mantenía la empresa petrolera estatal con el BCV era ya de 411.000
millones de bolívares (que a la tasa de cambio oficial del momento correspondían a 65.200
millones de dólares). Hacia el último trimestre de 2014, los precios del petróleo comienzan
a bajar, con un sensible impacto en los aportes fiscales de origen petrolero sobre el
presupuesto del gobierno central. Paralelamente, la inflación fue encontrando combustible,
la recesión se fue profundizando y la erosión de los ingresos tributarios internos se hizo
manifiesta.
El quiebre y la hiperinflación
En otro plano, la economía real se ha quedado sin motor alguno que pueda sacarla
del estado de postración en que se encuentra. El racionamiento de divisas es un freno claro
para el sector productivo, la política cambiaria es igual una rémora, el sector público se ha
quedado sin recursos para promover una recuperación y, en el sector privado, la destrucción
económica y el clima de controles han sido tan hostiles, que no hay formas de estimular
mayores inversiones. Así que, con semejantes incapacidades por el lado de la producción,
cualquier empuje de demanda termina desatando mayores presiones inflacionarias.
Finalmente, se han conjugado sobre las finanzas públicas, por un lado, un contexto
macroeconómico adverso que afecta sensiblemente la capacidad de recaudación del fisco,
por otro lado, una pesada carga financiera de la deuda pública y niveles de gasto dirigidos a
mantener una administración pública cuyo tamaño se duplicó durante la Revolución
Bolivariana. La fórmula que ha quedado para cerrar el desequilibrio se halla en las
debilidades institucionales que la Revolución Bolivariana impuso en el plano fiscal y
monetario, y el resultado es una política monetaria a merced de las necesidades de recursos
del sector público.