La Bicicleta de Bruno, Comentarios
La Bicicleta de Bruno, Comentarios
La Bicicleta de Bruno, Comentarios
Si el cuento de Méndez Guédez "La bicicleta de Bruno" tiene una columna vertebral, esta estaría
constituida por la representación de la infancia de un narrador anónimo, cuyo nombre no nos es
revelado jamás, pero cuya desquiciada voz es, a su vez, el rostro enfermo de un culpable confeso y
remordido eternamente. Sobre esta columna se encuentra la muy viva médula espinal del
arrepentimiento, generadora de una incontenible descarga de irradiaciones que se abren paso a
través de la desgarrada consciencia de un sujeto atormentado e incapaz de seguir arrastrando su
cadena de cruces, formada por los recuerdos oprobiosos de un pasado infantil ruin que ya no
puede callar más: -"Fui yo"-, repite incesantemente.
Resulta peculiar observar la evolución de los niños que forman parte del cuento a medida que,
como nos cuenta el narrador, va transcurriendo el tiempo. Podemos observar en primer lugar a un
Giuseppe que ya luego se acostumbra al acoso y comienza a encontrar diversión en escapar de las
pedradas para, posteriormente, encontrar también la forma de ir encajando socialmente. En
segundo lugar, los amigos, quienes en su proceso de maduración van olvidando y dejando atrás el
asunto. Y en tercer lugar tenemos a un protagonista longevamente frustrado e incapaz, durante
muchos años, de superar aquel injustificado rechazo a la familia de quien, más adelante, se
convertiría en nada menos que su esposa.
Tal tratamiento del personaje principal pareciera hablarnos de las diferentes maneras en que un
infante puede sobrellevar el asunto de los prejuicios (tanto desde la perspectiva de quien lo sufre,
como de quien lo profiere), pero sobretodo de cómo en algunos individuos el prejuicio se fija con
mayor arraigo. Relacionando esto último con el personaje principal, los lectores tenemos un vacío
de información (probablemente intencional de parte del autor) sobre lo que motiva tan arraigado
prejuicio en el protagonista: desconocemos su devenir, las características de su familia, o sabemos
poco sobre cómo es su crianza. La escritura nos muestra la agonía de una psyque enferma; pero
desconocemos si tan enfático prejuicio era el resultado de esa psyque ya enferma desde la niñez,
o si esta psyque enfermó como resultado de aquel gran sentimiento de culpa por un
remordimiento que ha tardado años en hacer su aparición. Solo sabemos que, cual si se tratara de
un asunto de consciencia trágica, la epifanía del protagonista es una agónica revelación que
experimenta a través de un film, a cuya ficción va a mudar todos los elementos y personajes de su
obsesiva realidad, para por fin poder experimentar la empatía y la catarsis que le convierten de
victimario a víctima de los estragos de sus propios prejuicios.
Comentario n°2
El título de “La Bicicleta de Bruno”, y el filme que otorga la revelación de vida a su protagonista,
son en sí mismos una clara referencia a la película de Vittorio de Sica “Ladri di biciclette”
(“Ladrones de bicicletas”, en español). Asimismo, muchos podrían considerar un poco obvia la
referencia a “Los Comemuertos” de José Rafael Pocaterra, si caminamos sobre el definido trazo
que nos dibuja el autor al llamar “Giuseppe” a la nueva víctima de las piedras.
Esta reminiscencia literaria, lejos de parodiar, pareciera buscar una actualización del relato de
Pocaterra (casi un siglo anterior), probablemente muy bien lograda: el prejuicio ya existente en
1922 persiste en 2009, un siglo después de la ignición y las cenizas de la tan comentada
modernidad venezolana.
Atender, a las alturas de mi comentario, a las similitudes entre ambos relatos, quizás sea una tarea
innecesaria. No me refiero a que se traten de obviedades, sino que mis compañeros ya han
expuesto con maestría esas similitudes. Pero es en las diferencias en donde el lector encontrará
mayores frutos. Atendamos, por ejemplo, a las descripciones de las víctimas de ambos relatos: en
el cuento “Los comemuertos” hay una deshumanización del extranjero que, a través del pacto
ficcional, apela a que el lector encuentre grotescamente verosímil el rechazo a la diferencia. Los
Giuseppe viven en donde viven los muertos, hacia un cementerio. Mientras tanto, la familia de
Gianna y Giuseppe son ciudadanos con diferencias moderadas, desde el punto de vista cívico-
social, en relación al protagonista y sus amigos. En este orden de ideas, Méndez Guédez nos
muestra que no ha tenido que recurrir al elemento grotesco, ni a la deshumanización del individuo
“diferente”, para que sea verosímil el asunto de un despiadado acoso xenófobo. En medio del
delirio de un protagonista enfermo, nos encontramos con que el realismo puede ser incluso más
crudo que lo grotesco.
Por otra parte, en el cuento de Pocaterra el tiempo de la historia se limita a determinada sucesión
de episodios y, por tanto, los personajes son un poco más planos, salvo por la revelación sufrida
por el protagonista al final, que es un brote súbito de empatía. Mientras que en “La bicicleta de
Bruno”, los personajes en plena etapa de niñez comienzan a dar signos de empatía, a aburrirse de
acosar a Giuseppe, y se produce el reconocimiento del otro a través los puntos en común que
comparten como niños (deporte, juegos, campos semánticos).
No obstante, hay una semejanza que me parece interesante comentar y es cómo el sentimiento
de arrepentimiento y compasión de alguna manera, en ambos cuentos, está relacionado con lo
femenino. Tanto en Gianna como en Mafalda se observa una indefensa inocencia que en ambos
protagonistas pareciera generar remordimiento… ¿o tal vez lástima?
Considerando los distantes tiempos en que ambos cuentos se han escrito, es posible sugerir que
haya más consciencia sobre el tratamiento del asunto en el cuento más reciente que en el de
principios del siglo XX. Pues el tratamiento de lo femenino como pariente de la vulnerabilidad, de
contemplación meramente erótica (como las hermanas de Giuseppe) e, incluso, una posible
lástima (Mafalda, y Gianna) como uno de los pocos caminos desde el prejuicio hacia la empatía o
humanidad, de algún modo nos hablan de una sensibilidad machista en nuestro imaginario… una
sensibilidad que es negativamente condescendiente con la mujer, al asimilarla a un objeto de
indefensión, pero también con el hombre, con el cual la compasión es menos posible, o incluso
casi inexistente.