Evolucion de La Teoria Del Estado

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE NICARAGUA UNAN MANAGUA


FACULTAD REGIONAL MULTIDISCIPLINARIA FAREM ESTELI

MODULO I: EL ESTADO Y EL DERECHO


10 y 17 de Marzo 2017, Estelí, Nicaragua
Compilado y mediado Msc José Ramón Suárez Pineda
Departamento de Ciencias, Educación y Humanidades
Mediado por José Vicente Corrales Morales
Departamento de Ciencias Económicas y Administrativas
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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE NICARAGUA- UNAN MANAGUA


FACULTAD REGIONAL MULTIDISCIPLINARIA-FAREM ESTELI

MODULO UNO: EL ESTADO Y EL DERECHO


10 y 17 de Marzo 2017.

Trabajo cooperativo: vamos a compartir las ideas previas sobre el Estado.


1-(Origen) 2-(Evolución) 3-(Estructura) 4-(Justificación) 5-(Funcionamiento) 6-(Finalidad)

En seis equipos de cinco estudiantes, rifamos los roles de: coordinador, que es la persona
que dirige, redactor para que escriba las ideas en su libreta de apuntes y en el
papelógrafo, este debe escribir como título del mismo, la categoría que está entre
paréntesis, utilero, que consigue y ubica los materiales didácticos, embajador para
conseguir información en los otros equipos y un expositor para que exponga el trabajo.
Luego realizamos las actividades orientadas, una vez terminadas colocamos el
papelógrafo en disposición para exponer y participar en la socialización y debate en
plenario.

Equipo 1. Contestamos brevemente: ¿Cuál es y cómo nació el primer Estado del mundo?

Equipo 2. Graficamos y explicamos la evolución del primer Estado hasta el Estado actual

Equipo 3. Dibujamos y explicamos la Estructura del Estado

Equipo 4. En lluvia de ideas escribimos 20 palabras que justifiquen la interrogante ¿Por


qué existe el Estado?

Equipo 5. Elaboramos un gráfico que ilustre ¿Cómo funciona el Estado?

Equipo 6. Redactamos 10 oraciones cortas que respondan a la interrogante ¿para qué nos
sirve el estado como ciudadanos?

¿QUÉ ES LA TEORÍA DEL ESTADO?

“La Teoría del Estado es la disciplina filosófica que investiga la esencia y finalidad del
Estado. Su denominación es de origen alemán y su materia propia se ha desarrollado
desde la segunda mitad del siglo pasado. La Teoría del Estado no es Ciencia estricta sino
Filosófica, y tiene como objeto el estudio de la realidad del Estado, así como sus
caracteres esenciales, situados más allá del derecho.

El Derecho constitucional es una rama del Derecho público cuyo campo de estudio incluye
el análisis de las leyes fundamentales que definen un Estado. De esta manera, es materia
de estudio todo lo relativo a la forma de Estado, forma de gobierno, derechos
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fundamentales y la regulación de los poderes públicos, incluyendo tanto las relaciones


entre poderes públicos, como las relaciones entre los poderes públicos y ciudadanos.

En términos generales, la teoría del Estado es una ciencia del ser social político. La ciencia
del Derecho es una ciencia del deber ser social jurídico. El Estado es la sociedad política
normada jurídicamente. De aquí que siendo la norma jurídica uno de los elementos
integrantes del Estado, la disciplina científica que estudia al fenómeno social y cultural
jurídico está en relación directa con la ciencia que estudia al Estado, que es el todo
relacional humano organizado política y jurídicamente y del cual el derecho es una parte
fundamental.”

Por otra parte, el derecho positivo o derecho del Estado, es un conjunto de reglas que
sirven como medio de control de los modos de actuar de los seres humanos y como todo
sistema de control social busca posibilitar la convivencia social. Es en este aspecto en
donde cobra plena vigencia la afirmación del jurista romano Ulpiano, "donde está la
sociedad está el derecho". De aquí que el jurista francés Maurice Hariou señale que una
ley constitucional, una Constitución de Estado, no sea otra cosa que "el encuadre jurídico
de los fenómenos políticos de la esfera estatal".
[CITATION Per11 \l 19466 ]

1 EVOLUCION DE LA TEORÍA DEL ESTADO

La TEORÍA DEL ESTADO estudia el origen, evolución, estructura, justificación,


funcionamiento y finalidad del estado.

Toma el fenómeno estatal tanto en su generalidad como en su concreta realidad presente.


Indaga así las condiciones permanente que presenta el fenómeno estatal, en cuanto
organización del poder o forma de agrupamiento político, y se detiene, particularmente
en la investigación de la realidad de la vida estatal que nos rodea.

Estas dos perspectivas de investigación científica del estado no son excluyentes.

La búsqueda de lo que es común a todos los estados a lo largo de su desenvolvimiento


histórico-social, de lo que es válido para cualquier tiempo y para todo tipo de estado, la
comprensión de las regularidades que dirigen su desenvolvimiento no se opone a la
investigación de la realidad concreta de la entidad estatal. Se integran recíprocamente.

La expresión teoría del estado o teoría general del estado proviene de la traducción de los
términos Allgemeine Staatslehre, una de las dos disciplinas en las que los autores
alemanes dividían la ciencia del estado.

Dentro del sistema del derecho político, ella constituye el estudio de la organización de la
Sociedad mediante instituciones objetivas, en las que hace residir el poder, es decir, el
estudio del estado, titular abstracto del poder como lo indica Burdeau, si las decisiones
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políticas expresan la voluntad de los individuos de las que emanan, el título en virtud del
cual, ellas pueden exigir obediencia consiste en que el poder no reside en los gobernantes
sino en el estado. El poder de esta manera queda objetivamente situado por encima de las
personalidades cambiantes que tienen su ejercicio y confiado a un titular, que es el
estado.

De este modo, los gobernantes devienen sus agentes, a quienes les está confiado el
ejercicio de las facultades que de aquél provienen y la denominación se convierte en legal
o jurídica, es decir, de carácter racional, basada en la creencia en la legalidad de
ordenamientos impersonales y objetivos.

La teoría del estado moderno se fundamenta alrededor de dos conceptos estrechamente


vinculados.

A) el estado moderno es estado constitucional que se estructura en un sistema de órgano


mediante los cuales exterioriza una voluntad concreta y realiza las funciones encaminadas
al cumplimiento de sus finalidades esenciales.

B) el estado moderno es estado de derecho que, funcionalmente, somete a una disciplina


jurídica la relación de su actividad con los habitantes de su territorio, en interés de estos y
con la finalidad de protegerlos contra la arbitrariedad y la injusticia.

Las constituciones demo-liberales del siglo XIX, inspiradas por la revolución inglesa del
siglo XVII o por la revolución francesa del siglo XVIII, desarrollaron una teoría del estado
sobre la base del dogma de la separación e independencia de tres poderes
fundamentales:

Legislativo, ejecutivo y judicial, a los que constitucionalmente se les atribuyen funciones


específicas: la legislación, la Administración y la jurisdicción, respectivamente.

La pluralidad de los órganos del estado exige que las funciones se diversifiquen y, en
consecuencia, en las manifestaciones del poder del Estado se distingue entre la función
legislativa, la función administrativa y la función jurisdiccional del estado que se
exteriorizan, respectivamente, en actos jurídicos legislativos, administrativos o judiciales,
en los cuales se concreta la autoridad emanada del poder: un mandato expresivo de la
voluntad del órgano, que podrá ser ley (acto legislativo) si emana del órgano legislador;
acto administrativo si emana del órgano ejecutivo o un acto jurisdiccional, si emana del
órgano jurisdiccional (sentencia).

1.1 Teoría del contrato social

1.1.1 Thomas Hobbes inicia la historia científica del contrato social como fundamento
jurídico del poder y del estado.
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En el leviatán distingue:
a) en estado natural: fundado en la fuerza, en la lucha de todos contra todos;

b) un estado racional: por egoísmo, por temor y con el fin de obtener seguridad, todos
conciertan un contrato de unión, sometiéndose todos a una voluntad.

1.1.2 John Locke

Defendió la tolerancia religiosa hacia todas las sectas protestantes e incluso a las
religiones no cristianas;

En su obra más trascendente, Dos ensayos sobre el gobierno civil (1690) esgrimió
una serie de aportes, entre los cuales tenemos los siguientes:
a) postula que todo hombre nace dotado de unos derechos naturales (iusnaturalista)

b) que el Estado tiene como misión proteger: fundamentalmente, la vida, la libertad y la


propiedad.

c) ninguno puede hacer daño a los demás en su salud, libertad o posesiones.

d) apoyó la idea de que el Estado nace de un “contrato social” originario, rechazando la


doctrina tradicional del origen divino del poder; pero, a diferencia de Hobbes, argumentó
que dicho pacto no conducía a la monarquía absoluta, sino que era revocable y sólo podía
conducir a un gobierno limitado.

e) la autoridad de los Estados resultaba de la voluntad de los ciudadanos, los cuales


quedarían desligados del deber de obediencia, en cuanto sus gobernantes conculcaran
esos derechos naturales inalienables.

f) el pueblo no sólo tendría el derecho de modificar el poder legislativo según su criterio


(idea de donde proviene la práctica de las elecciones periódicas en los Estados
liberales), sino también la de derrocar a los gobernantes deslegitimados por un ejercicio
tiránico del poder (idea en la que se apoyaron Jefferson y los revolucionarios
norteamericanos para rebelarse contra Gran Bretaña en 1776, así como los
revolucionarios franceses para alzarse contra el absolutismo de Luis XVI en 1789).

g) defendió la separación de poderes como forma de equilibrarlos entre sí e impedir que


ninguno degenerara hacia el despotismo; pero, al inclinarse por la supremacía de un
poder legislativo representativo de la mayoría, se le puede considerar también un
teórico de la democracia, hacia la que acabarían evolucionando los regímenes liberales.

h) el poder seguiría siendo un atributo de la comunidad y no un privilegio absoluto del


gobernante.
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1.1.3 Juan Jacobo Rousseau convierte al contrato social en la base histórica del estado
democrático. Sostiene estos principios:

a) en el estado de naturaleza los hombres son felices, libres, iguales, sin egoísmos ni
luchas. Con la civilización se hace necesaria la sociedad civil o política;

b) por un acto de voluntad, toda vez que la libertad es irrenunciable, los hombres se
colocan bajo la dirección de una voluntad general formada por la comunidad;

c) el individuo entrega a la sociedad civil todos sus derechos, pero los recupera,
ampliados, como partícipe de la voluntad general. Está si sometido solo a sí mismo, con lo
que conserva su voluntad.

d) el objeto de la voluntad general es la ley; el objeto del gobierno es la ejecución de las


leyes.

1.1.4 El Marxismo, por su parte, sostiene lo siguiente:


a) el estado no representa la sociedad, sino la clase dominante y la posesión de los medios
de producción, y sirve de instrumento al mantenimiento de la explotación de una clase
por otra.

b) cuando se convierta en representante de la sociedad, será por sí mismo superfluo.


Desaparecidas las clases, cuando se tome posesión de los medios de producción en
nombre de la sociedad, ya no habrá nada que reprimir.

El gobierno sobre las personas será sustituido por la Administración de las cosas y por la
dirección de los procesos de producción. El estado no será abolido; se extinguirá. (En
Engels: en el anti- düring.).

En el anarquismo, que en realidad niega el Poder y no el estado, pueden distinguirse


distintas corrientes: 1) individualista, 2) socialista o colectivista; 3) sindicalista, 4) violenta;
5) pacifica.

La primera distinción se basa en los fines; la segunda, en los medios.

Dentro del anarquismo individualista encontramos como precursor, a Godwin (political


justice); y como representante a Max Stirner (el único y su propiedad), que postula un
feroz individualismo.

Dentro del anarquismo colectivista encontramos como precursor a Proudhon (¿qué es la


propiedad?), que postula un sistema cooperativo y pluralista, y como representantes a
Bakunin (catecismo de un revolucionario; estado y anarquía; Dios y estado), que propicia
la destrucción violenta del estado y su reemplazo por una comunidad internacional de
trabajadores; kropotkin (la moral anarquista; la ayuda mutua; la conquista del pan); que
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confía en la solidaridad como fuerza que lleva a la creación de una pluralidad de


asociaciones comerciales que sustituyen al estado, y Tolstoy, que sobre la base del
cristianismo, el bien y el amor al prójimo, proclama la resistencia pasiva como arma de
lucha para destruir el estado.
[ CITATION htt \l 19466 ]
2 CONCEPTO JURÍDICO DE ESTADO

Existen diversas teorías acerca del concepto jurídico de Estado, entre otras podemos
mencionar:

2.1 Las Teorías Organicistas


Consideran al Estado como un ente similar a los organismos vivos. Tendría una
personalidad propia, distinta de la de los individuos que lo integran, estaría dotado de
capacidad de discernimiento, voluntad y habilidad para ejecutar acciones complejas. Su
desarrollo histórico será similar al desarrollo biológico de los seres naturales.

2.2 Las Teorías sociológicas


Entienden al Estado como una unidad colectiva o de asociación. Los antiguos afirmaban
que representa una unidad permanente de hombres asociados, es decir, una unidad
colectiva. Las tesis actuales sostienen que es una comunidad con características
especiales, que es la unidad de la asociación, la cual consiste en que una variedad de
individuos se ponen en comunicación en virtud de un fin, de modo tal que el contenido
igual de voluntades de quienes participan en la comunidad llega a adquirir realidad por
obra del poder de las voluntades de los órganos directores y de los miembros de que
constan estos. Esta es la posición asumida por el Marxismo.

El Marxismo sostiene que el sistema capitalista se caracteriza por la dualidad dialéctica


entre el Estado y la Sociedad: nace de la sociedad y está determinado por la sociedad
misma, por lo que su separación consiste en una dualidad dialéctica, una oposición de
correspondencia entre la estructura y la superestructura; la separación de la sociedad y el
Estado corresponde a la distinción entre lucha económica y lucha política de clases.

Para Marx y Engels, la sociedad civil abarca todo el intercambio material de los individuos
en una determinada fase del desarrollo de las fuerzas productivas. Abarca toda la vida
comercial e industrial y en este sentido trasciende de los límites del Estado y de la nación.
La sociedad civil en cuanto tal, solo se desarrolla con la burguesía.

Las Teorías Jurídicas son tal vez las que han alcanzado una mayor aceptación entre los
estudiosos de la teoría general del Estado. Existen dos grupos:

Los primeros son los que sostienen la personalidad jurídica del Estado. Los segundos son
aquellas que lo identifican con el Derecho. Es decir proclaman la unidad entre el Estado y
el Derecho.
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La teoría de la personalidad jurídica afirma que el Estado es una persona, pero que ello no
puede significar, evidentemente, que equivale a un ser humano, se quiere decir que es
una unidad jurídica. Aun siendo un concepto jurídico la personalidad del Estado
corresponde a realidades. No se puede reducir a una ficción. No es, dicen los autores de
esta teoría, la expresión de realidades absolutas, sino únicamente de realidades jurídicas.
El concepto de la personalidad aparece como la base del Derecho Público y hasta como la
condición de la existencia del Derecho. El principal exponente de esta doctrina es Carré de
Malberg.

2.3 Teoría de identidad entre el Estado y el Derecho

La tesis es expuesta por Hans Kelsen y parte de la afirmación de que “El Estado no es una
unidad o ente que pertenezca al mundo de la naturaleza, a la esfera de la causa;
pertenece a la esfera de las normas o los valores. Por ello, sino es posible determinarlo
científicamente, con la metodología causal y si se reconoce su relación con el orden
jurídico, debe afirmarse la identidad del Derecho y el Estado. Ambos constituyen un único
objeto de conocimiento. La problemática estatal es de naturaleza jurídica.

Kelsen, afirma “Si el Estado es un orden normativo, tiene que ser el orden jurídico
positivo, pues es imposible admitir junto a este la validez de otro orden cualquiera.

Teorías que explican el Estado a través de los elementos que lo integran.


Existen diversas teorías que explican los elementos del Estado, pero en cualquier estado
existen al menos tres elementos necesarios: Población, Territorio y Poder político.

[ CITATION Ign02 \l 19466 ]


C-ELEMENTOS Y FINES DEL
ESTADO

a) Población
b) Territorio
c) Autoridad o Poder Publico

[CITATION http \l 19466 ]

a) Pueblo (nación).

- Jurídicamente: es el sujeto titular del poder político del Estado, el ámbito personal bajo
el poder del Estado y su ordenamiento jurídico.

- Socialmente. Concepto de nación de Smith:


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«La nación es el grupo considerable de seres humanos, que posee una integración vertical
de la población en torno a un sistema común de trabajo, un territorio más que local con
una movilidad horizontal dentro del mismo, pertenencia directa al grupo con iguales
derechos de ciudadanía, al menos un signo de relativa disimilitud reconocida por el cual
sus miembros pueden distinguirse de los de otro grupo semejante y relaciones de alianza,
competencia, o conflicto con otros grupos semejantes, así como un elevado nivel de
sentimiento de grupo».

«Las siete características de la “nación” ideal son, pues, el tamaño, la integración


económica, la movilidad territorial, una cultura distintiva, relaciones externas, iguales
derechos de pertenencia y lealtad al grupo».

b) Territorio.

- Jurídicamente: es el ámbito (territorial) espacial bajo el poder del Estado; ámbito


espacial de la validez del orden jurídico del Estado.
- Geo-políticamente hablando, cuestión de Derecho internacional: fronteras, territorio
continental, aguas marítimas interiores, espacio aéreo, subsuelo, mar territorial, territorio
flotante en alta mar (Insular), Plataforma continental, embajadas, etc.

c) Poder.

- Jurídicamente: es el orden jurídico al que está sometido el hombre (los ciudadanos del
Estado).

- Política y sociológicamente: las características de HAURIOU.

Dejando de lado la referencia al Poder en general y considerando, en concreto, el poder


del Estado, hemos de decir que las notas específicas (al menos en Occidente) de poder del
Estado son:

1. Su carácter expansivo (hasta que se llega al límite) y centralizador, observable en la


actualidad en los Estados federales y en los Estados del Tercer mundo, donde la tendencia
a acaparar y centralizar el poder es evidente.

2. Su carácter político, porque se trata:


a) De un poder de arbitraje, que actúa como tercera persona entre partes interesadas o
ante alternativas distintas.
3. De un poder no patrimonial (no es propiedad de la persona que lo ejercita) ni las cosas
sobre las que actúan los titulares del poder son suyas).

4. De un poder que sanciona sólo políticamente, no económicamente, lo que, de


concurrir (sanción política, mas sanción económica) situaría al individuo actual en la
situación de servidumbre.
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5. Su carácter civil.

El poder del Estado en tiempos normales es un poder para la paz, ejercido por personas
civiles. El poder militar está separado del poder civil y le está subordinado.

Se han empleado dos procedimientos para lograr esta separación civil-militar:

a) El acantonamiento territorial del ejército (poco viable en la actualidad).


b) El acantonamiento jurídico del ejército (separación de la vida civil, no poderes civiles,
subordinación al poder civil.

6. Su carácter laico.

Esto quiere decir que el poder del Estado (poder civil) y el religioso han de estar separados
como garantía de libertad para las personas individuales, el Estado, y la Iglesia.

No obstante, en la práctica, resulta casi imposible una separación absoluta entre el Estado
y la Iglesia. Por esto se suele hablar de colaboración en la separación.

7. Su carácter de monopolizador de la coerción (como legítimo monopolizador)

Esto es tan claro que sin esta característica el Estado desaparecería, v.gr. como ocurrió en
Alemania con la tolerancia de las organizaciones armadas nacional-socialistas.

Es decir, el Estado se convertiría, así, en la garantía del Derecho. Se trata de un poder que
no deriva del dominio sobre la economía.

8. Su carácter soberano.

Que el poder del Estado es soberano, quiere decir que la soberanía es la propiedad de los
poderes de Gobierno o dicho de otra manera, que lo que caracteriza a un Estado es
disponer de unos poderes, de unos derechos materiales, tales como los derechos de
legislación y reglamentación, de policía, de justicia, de acuñación de moneda, derecho de
punición, mantener un ejército explica el contenido del poder del Estado.

Esta es una concepción jurídica de la soberanía del Estado, que ha venido a sustituir
(aunque el origen histórico sea el mismo) a la concepción política de la soberanía según la
cual el Estado es soberano, porque está libre de todo tipo de subordinación frente a
cualquier otro poder, tanto interno como externo. El poder del Estado es así, absoluto e
independiente.

Esta noción política de la soberanía-independencia ha sido sustituida (abandonada) por su


falta de indicación del contenido del poder soberano del Estado, por su falta de aplicación
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ante un poder público dividido y repartido entre diversos titulares, ante las nociones de
soberanía en los Estados federales, y porque no concuerda con las limitaciones que sufre
la soberanía (derechos de la personalidad individual, derechos de las agrupaciones
humanas naturales, como el municipio) y limitaciones que se imponen tanto en el orden
interno como externo –la soberanía de otros Estados y el Derecho internacional y, hoy en
día, la ONU con los límites que impone al uso a la fuerza, la UE, el Consejo de Europa, etc.

La noción política de la soberanía como suprema y absoluta, o lo que es lo mismo, la idea


del Estado como comunidad suprema no es válida y ha de ser sustituida por la idea de una
comunidad relativamente suprema, en el sentido de que es suprema sólo en el
ámbito de su competencia y la medida de su poder.

9. Su carácter jurídico.

a) Es un poder jurídicamente ordenado, en cuanto establece órganos, titulares,


competencias, derechos y deberes, límites y recursos.

b) El problema que aquí se plantea no es el puramente descriptivo, según el cual la


estructuración del poder del Estado se hace conforme a un ordenamiento jurídico, sino
otro nuevo, a saber: si en el origen del Estado, en el nacimiento de los Estados existe o no
un acto jurídico, una operación jurídica que prorrogue su nacimiento y sobre qué
bases jurídicas reposa la vida cotidiana de los Estados.

Hay tres teorías al respecto, que reconocen una base jurídica al nacimiento de los Estados,
pero difieren en su interpretación o explicación:
- Teoría del contrato social (HOBBES y ROUSSEAU, ya conocidas)
- Teoría del contrato político (LOCKE, ya conocido)
- Teoría de la fundación y de la institución (HAURIOU).
Hay una cuarta teoría que niega que el Estado provenga de ningún acto u operación
jurídica. Según esta teoría el problema de la formación de los Estados es una cuestión
ajena al Derecho, es un problema puramente histórico, no jurídico. El Estado, añade la
teoría, nace jurídicamente cuando establece su primera Constitución. Según esta teoría
habría, pues, dos nacimientos del Estado:

- El histórico: ajeno al Derecho.


- El jurídico: con la primera Constitución.
Hauriou rechaza tanto esta opinión como la teoría del contrato social y del contrato
político y defiende (Teoría de la fundación y de la institución) que el Estado, como toda
organismo social estructurado, tiene por fundamento jurídico el acto de su fundación
acompañada de adhesiones.

Esto quiere decir que en el origen del Estado no existe ningún procedimiento excepcional
jurídico. Es exactamente el mismo que fundamenta a cualquier otra institución.
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En toda institución (lo mismo en el Estado) se dan la idea de fin, un poder organizado para
la realización de la idea y un grupo de individuos beneficiarios de dicho fin o proyecto.
Esto constituye esencialmente un organismo social estructurado. Uno de ellos es el
Estado.

Pues bien, la operación jurídica mediante la que urge cualquier institución es la fundación,
acompañada de adhesiones. Esto mismo ocurre con el Estado.

Lo que caracteriza a la fundación de cualquier organismo social es la creación de un


conjunto de obligaciones:
- De los dirigidos hacia el poder y los dirigentes.
- De los dirigentes hacia los dirigidos y hacia el fin que persigue el organismo social.

En la institución no existen elementos contractuales, sino consensuales. La voluntad de los


miembros tiene el mismo contenido, la misma finalidad; no existe cruzamiento de
voluntades de contenido diferente como ocurre en el contrato (obligación sinalagmática).

Lo que ocurre con el tiempo es que se olvida la operación de la fundación del Estado,
pasando a destacar entonces al primer plano el consentimiento habitual de los
interesados.

Según esta teoría el Estado accede a la vida jurídica (por la fundación) antes de que
establezca su Constitución, que viene a explicitar y dar forma solemne a lo que ya existe,
al menos en gran parte.

d) POSICIONES DOCTRINALES EN RELACIÓN A LOS FINES DEL ESTADO.

1.- LOS FINES DEL ESTADO

Cuando se aborda el tema relativo a la justificación del Estado, afirmamos que


íntimamente ligado con ese problema se encontraba la cuestión relativa a los fines del
Estado, que es aquello que la organización política ha de alcanzar por medio de su
actividad.

Si los fines del Estado son de tal naturaleza, que su realización se imponga
necesariamente, si son algo que necesitan los individuos para su perfeccionamiento y su
desarrollo, entonces el Estado quedará justificado
Cuando estudiamos la teleología como un elemento intrínseco del Estado, que lo
caracteriza como tal y hace que se le distinga de las otras sociedades humanas que no
participan del mismo fin, velamos que entre esos fines, entre los que trata de alcanzar el
Estado con su actividad, se encuentra, en primer término, la defensa hacia el
exterior. El Estado debe tener, una organización que tenga en sí misma la fuerza necesaria
suficiente para oponerse a cualquier invasión del territorio nacional.
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Cuando estudiamos la soberanía, también dijimos que tenía un aspecto negativo, en el


sentido de oponerse a la intervención de poderes extranjeros, dentro de la esfera
jurisdiccional del Estado. Entonces, un fin esencia del Estado es realizar precisamente esa
defensa. Internacional, conservar incólume el territorio patrio, mantener la
independencia. Esta finalidad indiscutiblemente justifica al Estado.
También veíamos, al analizar el elemento finalista intrínseco a la esencia del Estado, que la
actividad de éste debe encaminarse, igualmente, hacia la conservación de la paz, del
orden, en el interior.

No es posible una convivencia armónica si no existe orden, si no Existe una actividad que
lo mantenga y que permita que la población del Estado, que el elemento humano, viva
armónicamente en el interior del mismo.

Los medios de que se vale el Estado para realizar esos fines son, fundamentalmente, el
sostener las fuerzas armadas: el ejército, que es el guardián de la seguridad nacional,
tanto en el interior como en 'exterior, y las fuerzas
También esta finalidad justificó al Estado.

2.- POSICIONES DOCTRINALES EN RELACIÓN CON LOS FINES DEL ESTADO.-

El problema de los fines del Estado, como todos los problemas que se relacionan con los
fines de la organización política, según vimos anteriormente, es respecto en distintos
sentidos por la doctrina, de acuerdo con las bases filosóficas de los pensadores que se
ocupan de los mismos.

En relación con este punto, dice Groppali, existen dos tendencias fundamentales.
1* La que sostiene que el fin de todo Estado es la conservación y el, bienestar de los
individuos.

2* La, que afirma que el Estado es el fin y los individuos son el medio.

Ambas doctrinas, llevadas a su extremo, tal como las hemos expuesto, son unilaterales e
inexorables.

La primera posición, que coloca a la organización política al servicio exclusivo de los


individuos, es la que adoptó Rousseau y sirvió después de base a los postulados de la
Revolución Francesa cristalizando en sus textos legislativos.
El artículo 1° de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, dice:
Los hombres nacen libres e iguales, y en el artículo 2° se añade que: El fin de toda
asociación es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre.

La Declaración de 1793, a su vez, afirma que: El gobierno está instituido para garantizar al
hombre el goce de sus derechos naturales e imprescriptibles. Pero, apartándose en parte
de la Declaración de 1789, postula que: El fin de la sociedad es la felicidad común.
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Se advierte claramente el espíritu que domina en la Declaración de 1789: subordinar el


Estado en su totalidad al servicio de los individuos ¡No les interesa buscar un fin propio a
la organización política, pues el fin de la misma queda subordinado por completo a la
satisfacción de los fines individuales. El Estado tiene sentido, se justifica, únicamente en
cuanto tiende a proteger, a salvaguardar a los individuos y estar a su servicio.

En la Declaración de 1793 ya se advierte un deseo de dar mayor autonomía a la


organización política, pues se afirma, como hemos visto, que el fin de la sociedad, es decir,
el fin del Estado, es el lograr la felicidad común. Aun cuando se entiende esa felicidad
común una manera concreta, refiriéndola a la comunidad existente en un momento dado
y no a la felicidad común en abstracto, fuera del tiempo, de todos modos ya encontramos
un calificativo de un grado superior; ya no se habla de felicidad individual, sino de felicidad
común.

La segunda de las posiciones que hemos anotado en relación con los fines del Estado, la
inversa a ésta, consiste en la subordinación total de los individuos a la organización
política. Esta posición fue sostenida fundamentalmente por Hegel y es la raíz ideológica de
los Estados totalitarios contemporáneos.

"El Estado, para Hegel -dice Groppali-, tiene un valor absoluto. En su esencia representa lo
universal en sí y ante sí constituye el brazo secular de una región abstracta superior a toda
lógica moral."
El Estado absorbe y anula al individuo, que desaparece como ser sustantivo,
convirtiéndose en una apariencia del yo-universal.
El Estado es concebido, de esta suerte, como una entidad absoluta. Se niega la existencia
de derechos naturales en los hombres, anteriores y superiores, a la organización política.
Las consecuencias prácticas de esta concepción del Estado no han podido ser más
desastrosas, como lo prueban los monstruosos Estados totalitarios de nuestro siglo.

Contra esta, concepción totalitaria del Estado, hay que afirmar la existencia de una región
infranqueable para la actividad estatal, constituida por los derechos naturales primarios
de hombre y, entre ellos, por los que atañen al logro de su perfeccionamiento individual
en vista del fin superior de loa persona humana, que es la vida trascendente respetando el
gobierno la libertad de conciencia. La personalidad individual debe seguirse vigorizando
en su justa medida; todo intento de unificar los Derechos Público y Privado ha de
encontrar la barrera infranqueable de la realidad que se le opone.

El Estado no debe ser entendido corno una abstracción, sino que se le ha de comprendes
en función misma de los hombres que lo: originan con su actividad, expresando en su
contenido la necesidad de realizar sus deseos y sus aspiraciones. Los hombres y el Estado
no representan unidades irreductibles; ambos forman parte de un mimo ser. Ya sabemos
que el elemento humano es también una nota esencial del Estado.
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Los hombres y el Estado están ligados por los fines, por el elemento teleológico que es
esencial a la organización política. Esa relación del individuo con el Estado, es de
interdependencia: el Estado favorece y protege el desarrollo de los individuos, pero no lo
hace en interés exclusivo de los mismos, como seres individuales, sino que al mismo
tiempo que lo hace, realiza los intereses propios del Estado y procura el bien de todos, el
bien común.

Por su parte, los individuas contribuyen a la defensa y al progreso del Estado, no por el
Estado en sí mismo, concebido como un ser abstracto con fines propios y extraños a los
fines individuales, sino por el Estado como organización de la que forman parte, en el seno
de la cual viven y cuya salvaguarda y fortalecimiento redundan de manera necesaria en el
bienestar de la generación de los hombres presentes y de las generaciones sucesivas.
No hay que confundir los fines concretos individuales de un momento dado, con los fines
del elemento humano como parte sustancial del Estado, considerado es elemento de
manera abstracta.

El Estado, en su independencia y soberanía, representa un valor absoluto; pero la esfera


de derechos naturales primarios de la persona humana significa, igualmente, un valor
absoluto, un valor que también tiene el primer orden en la jerarquía. El Estado que no la
respeta, que invade esa esfera, que la anula, niega su propia naturaleza. Para decirlo
citando a Cicerón, ipse se fugiet ("se destruye a sí mismo")

El Estado y la persona humana no son dos valores antitéticos, sin, complementarios; no


debe hacerse abstracción del individuo, sino considerarlo como miembro de una sociedad
organizada políticamente; como miembro, como parte integrante del Estado.
En el plano del Derecho, ambos entes se encuentran y cooperan a la obtención de un
mismo fin. El Estado reconoce los derechos subjetivos de los individuos, sin que por ello
cese en su calidad de soberano, sino que, por el contrario, esa autolimitación que se
impone el Estado, señalando las barreras que no ha de traspasar, es una muestra clara de
su misma soberanía.
Estado y persona humana deben entenderse como valores no colocados en distintos
planos, sino coordinados y complementarios. El Estado no puede quedar al arbitrio de los
individuos y éstos también deben quedar salvaguardados del despotismo del poder
público.
Ambas partes, por tener un mismo fin, por participar en una misma organización, por ser
partes de un mismo todo, deben reunir armónicamente sus esfuerzas en beneficio de la
unidad superior.

Existen derechos intangibles de la persona humana e, igualmente, derechos


infranqueables del Estado.
De esta manera rechazamos las dos posiciones expuestas; condenamos por deleznable la
primera posición, que subordina totalmente el Estado al servicio de los fines individuales
e, igualmente, condenamos la posición totalitaria, que destruye la esfera de los derechos
16

individuales de la persona humana y la subordina totalmente a los fines de la organización


política.

El contenido mismo de los derechos atribuibles a la persona humana y al Estado nos lo


proporciona el análisis de sus respectivas naturalezas, la naturaleza de la persona humana
y la naturaleza del Estado.
En el desarrollo de nuestro estudio ya hemos fiado los caracteres fundamentales de
ambos entes; recordemos que la persona humana presenta el triple aspecto psicológico,
metafísico y moral. El Estado no podrá intervenir nunca en los aspectos psicológico y
metafísico. Su perfeccionamiento en vista de la vida trascendente queda a cargo, de
manera absoluta, del individuo.

En cambio, el Estado deberá realizar toda la actividad necesaria para que la persona
humana pueda perfeccionar su tercer aspecto, la personalidad moral o de la vida de
relación. La actividad del Estado tiene por contenido teleológico, según henos explicado el
analizar este elemento, el bien común. Al realizar, al obtener ese bien común por medio
del desarrollo de su actividad, el Estado logrará que se perfeccione, que llegue a su meta
la personalidad moral de los individuos, pues en esta forma suplirá la imperfección que en
la personalidad moral tiene el hombre y que ya hemos señalado la indigencia social.

3.- HUMANISMO Y TRANSPERSONALISMO.


Para aclarar más las posiciones expuestas en relación con los fines del Estado, vamos a
analizar las corrientes derivadas de las mismas, en forma somera: el personalismo o
humanismo y el transpersonalismo o totalitarismo.
Recaséns Siches, en su libro Tratado general de filosofía del Derecho afirma que el
personalismo ha sido y es la base de la civilización cristiana. Por civilización cristiana ha de
entenderse no únicamente el aspecto religioso, sino las consecuencias sociales del
cristianismo.
Esas consecuencias, dice Recaséns, pueden resumirse, como lo hace el padre dominico
Ducatillón, en las siguientes características de la civilización cristiana:
1* Superioridad de la persona individual sobre el grupo.
2* Igualdad fundamental de todos los hombres.
3* Fraternidad.

Estas características, según sean ampliadas o restringidas, dan origen a las diversas
doctrinas políticas, cuyas posiciones extremas: liberalismo absoluto (o sea, la sumisión
total del Estado al individuo) y totalitarismo político (o sea, la sumisión total del individuo
al Estado), en realidad llegan a hacer desaparecer esos postulados de la civilización
cristiana.

Nuestra posición no está en ninguno de esos extremos. Afirmamos que lo correcto es


colocar al hombre y al Estado en los respectivos lugares que les corresponden de acuerdo
con su naturaleza, de acuerdo con aquello para lo cual han sido creados. Condenamos la
17

doctrina liberal, que rebaja al Estado al papel de un simple policía, e igualmente


consideramos deleznable la doctrina totalitaria, que desconoce la naturaleza del hombre.
El humanismo bien entendido es el que toma en cuenta los tres aspectos de la persona
humana, y que al mismo tiempo penetra en la esencia del Estado y le concede las
atribuciones necesarias para realizar sus fines, lograr su propia conservación y obtener el
bien común.

El transpersonalismo es una posición política en la que, como afirma Recaséns


Siches, el hombre no es considerado como ser moral con dignidad, como persona que
tiene una misión que realizar por cuenta propia. Para esta doctrina el hombre es un simple
instrumento del Estado. Aun cuando su ideología política y sus realizaciones concretas
más acabadas hayan aparecido en la Historia contemporánea (nazismo alemán,
fascismo italiano, comunismo ruso y maoísmo chino), esta doctrina tiene raíces en Esparta
en la, Antigüedad pagana.

En el siglo XVII hubo diversas corrientes transpersonalistas. El romanticismo, que


consideró al Estado como un organismo cuyas partes carecen de individualidad y están al
servicio del todo. De Maistre afirma que tanto el pueblo como el soberano son piezas del
Estado y al servicio exclusivo de éste.

Pero el pensador que dio mayor impulso al transpersonalismo fue el filósofo alemán
Hegel. El hombre, para este pensador, no tiene valor como individuo, sino sólo en la
medida de que participa del espíritu objetivo del pueblo encarnado en el Estado, y por ello
se halla totalmente subordinado a éste.

La crítica de esa doctrina es bien fácil. Puede condensarse en la siguiente cita de


Recasens, que lo condena certeramente:
"El hombre vale para esta doctrina en la medida en que se individualiza y se sumerge en lo
general; los hombres, individuales quedan reducidos a pura alfalfa para alimento del
monstruo estatal, a mera carne de cañón. La misión del Estado no está sometida a los
principios de justicia y de moralidad y no tiene por qué respetar las llamadas reglas de
equidad, de caridad, de decencia, de tolerancia, ni tampoco que reconocer la libertad ni la
norma de igualdad."

La posición correcta, en consecuencia, es la humanista, y es deleznable todo


transpersonalismo. Precisamente el humanismo dando contenido en la forma expuesta a
los fines del Estado es el fundamento más firme de su justificación.

“El Estado es un ser dotado de personalidad jurídica y revestido de una autoridad


soberana, que por ello mismo, nace para cumplir ciertas finalidades, las que vienen a
constituir su justificación, ya que el logro de ellas, mediante determinados
procedimientos, radica la propia esencia de su actuación”
[ CITATION htt1 \l 19466 ]
18

El Estado es una persona jurídica, que ejerce el poder soberano en un determinado


territorio, y que persigue la realización de ciertas finalidades, las cuales son delimitadas
por distintos criterios filosóficos; dichas finalidades pueden lograr el bien común, asegurar
la vida de la sociedad, satisfacer necesidades colectivas, alcanzar la justicia social,
garantizar la libertad de empresa, mantener el poder de un grupo hegemónico, etc.

Respondernos las siguientes interrogantes puede aclararnos un poco la distinción entre


atribuciones, funciones, competencias y facultades:

¿Para que existe el Estado? -Fines del Estado


¿Qué hace el Estado? -Atribuciones del Estado
¿Cómo lo hace? -Funciones Estatales
¿Qué órgano es el competente? -Competencia del órgano
¿Quién es el funcionario facultado? -Facultad de los funcionarios

ESTADO

Atribuciones Funciones Competencias Facultades


Atribuciones:
Son aquellas tareas que el Estado decide reservarse, por medio del orden jurídico, las
cuales están orientadas a la realización de sus fines. Es decir, son los grandes rubros de la
actividad del poder público tendiente a alcanzar sus fines, por ejemplo, preservar el
ambiente, tutelar a los trabajadores, resolver conflictos entre particulares, prevenir y
sancionar conductas delictuosas, regular la actividad económica, etc.

Función:
Significa el cumplimiento de algo, de un deber. Las funciones son los medios de que el
Estado se vale para ejercitar sus atribuciones, encaminadas al logro de sus fines.

Competencia:
Consiste en la asignación de tareas concretas que el sistema jurídico asigna a cada órgano
estatal, para que pueda actuar legalmente. Es decir, que a un ente le incumbe atender
asuntos determinados, es la posibilidad jurídica que tiene un órgano público de efectuar
19

un acto válido. En otras palabras, es la facultad que tiene un organismo del Estado para
actuar en determinado ámbito.

Facultad:
Es la aptitud o legitimación que se concede a una persona física (Funcionario o empleados
públicos) para actuar según la competencia del órgano, por cuenta del cual externa su
voluntad. La facultad, es pues la posibilidad legal que posee un servidor público, de
realizar los actos de competencia de un ente estatal. En el ámbito administrativo, la
competencia es taxativa y obligatoria, es de orden público. (Ver artículos 130 y 183 de la
constitución Política de Nicaragua)
[CITATION Jor02 \l 19466 ]

Lectura del material (1-2) y preparación (2-3)

Equipo uno:

-Explicar mediante un gráfico que es la teoría del Estado y cómo ha evolucionado

- Explicar los conceptos en que se fundamenta la Teoría del Estado.

Equipo dos

-Elaborar un cuadro comparativo y explicarlo acerca de la Teoría del Contrato Social

Tomas Hobbes j. Rousseau Marx y Engels

Equipo tres

Elaborar un cuadro sinóptico de las teorías existentes acerca del concepto jurídico del Estado y
explicar. (Teorías organicistas, sociológicas, Marxistas, de la personalidad jurídica y de la identidad
entre el Estado y el Derecho.

Equipo cuatro

Graficar y explicar los elementos y fines del Estado (Población, Territorio y características del
Poder Público)

Equipo cinco

Graficar y explicar las posiciones doctrinales en relación a los fines del Estado (Personalismo o
Humanismo y Transpersonal ismo o Totalitarismo)

Equipo seis

Graficar y diferenciar Atribuciones, funciones, competencias y facultades del Estado

Exposición de equipos

Plenario

Conclusiones
20

4 PRINCIPALES SUPUESTOS DEL PODER

4.1 ESTADO-NACION.
Estado Nación: organización política de población homogénea que comparte
cultura, lengua, con un gobierno que sirve a los intereses de esta. No hay en el mundo
ningún pueblo con esa homogeneidad, pero sí que se aproximan. El concepto de que el
Estado debe servir a las naciones apareció en el Siglo XIX.

4.1.1 EL ANTIGUO RÉGIMEN:


El Estado anterior al Siglo XIX no servía a las naciones, ni siquiera a las comunidades;
servía a Dios. Existía una concepción descendente del poder, por el derecho divino, se
afirmaba que la autoridad descendía directamente de Dios al soberano y estos eran
responsables únicamente ante él. Las culturas particulares sólo interesaban en la medida
en que obstaculizaran el cumplimiento del mandato divino.

En Occidente, la única excepción fue el Sacro Imperio Romano, el mandato de Dios se


dividió entre reyes y el Papado. El papado trataría cuestiones religiosas y los reyes las
seculares. Luego los reyes dejaron de compartir esta autoridad, dejando al monarca como
única fuente de derechos y exigencias. Esto aumentó en los siglos XVI y XVII
(absolutismo monárquico).

En los siglos XVII y XVIII, hubo presiones para ampliar estas bases. Algunos de los reyes
europeos, hicieron tareas para mejorar el bienestar de la población, sobretodo en Francia.
A estos monarcas se los conoce como "déspotas ilustrados", ya que las mejoras fueron
limitadas.
La sociedad estaba dividida en distintos grupos corporativos: campesinos, terratenientes,
burgueses y aristócratas. Cada uno perseguía sus propios intereses, sus comunidades,
costumbres, tradiciones, libertades, etc. El uso lingüístico difería de región en región.
El mantenimiento de la ley, el orden, la administración y la justicia, el bienestar y apoyo
económico, que hoy dependen del Estado, era incumbencia de los grupos corporativos
locales.

Las ciudades, tenían sus corporaciones y gremios; las provincias tenían


variados sistemas feudales para mantener la paz y la producción agrícola. En la práctica
sus libertades le otorgaban autonomía y autorregulación.

La función del soberano era defender esas instituciones y el derecho consuetudinario


(diario) que las regulaba e interceder ante los conflictos.
Esto provocó revueltas y guerras civiles. Por ejemplo en Inglaterra había muchas ciudades
con grandes diferencias entre sí. En esas sociedades el nacionalismo era poco importante.
La religión y la lealtad dinástica eran las principales productoras de lealtad a grupos más
amplios. ¿Cómo se hizo realidad el Estado Nación?
21

Todas esas instituciones y antiguos hábitos fueron destruidos. Las distinciones basadas en


los derechos y en privilegios corporativos se eliminaron, se sustituyeron por nuevos
contenidos, ideas y tipos de relaciones sociales.
[ CITATION htt2 \l 19466 ]

4.2 EL ESTADO Y EL DERECHO.

Estado de Derecho, significa que el Estado está sometido a un ordenamiento jurídico, el


cual constituye la expresión auténtica de la idea de Derecho vigente en la sociedad. Las
bases del Estado de Derecho son:

-El imperio de la Ley, las normas deben ser expresión de la voluntad popular y deben
someterse a ella tanto gobernantes como gobernados.
-Distribución del poder estatal en diferentes órganos, de esta manera el Poder del Estado
no se concentra en una sola institución, sino que se distribuye permitiendo mayor
eficiencia y los debidos controles evitando arbitrariedades y abuso de poder.
-Legalidad de la administración y responsabilidad de las autoridades, sea penal, civil,
administrativa y política.
-Respeto y Garantía de los Derechos Humanos a través del ordenamiento jurídico el cual
también contempla los mecanismos o recursos que se pueden interponer en caso de
atropello o violación.

4.3 ESTADO, GOBIERNO Y SOCIEDAD

Si para la Biblia en el principio fue el verbo, para la política moderna en el principio fue la
sociedad, todo lo demás viene después. En la concepción contractualista, de la cual
nuestra época es tributaria, el Estado surge junto con el gobierno, y ambos de la sociedad,
mediante un contrato de todos los miembros de ésta. El contrato social que instituye al
Estado como tal, erige un poder que está por encima de todos los hombres, y que por
tanto dispone de ellos, con el doble propósito de preservar el orden y la paz, o sea, velar
por el interés general.

Por ende la sociedad, al menos en una formulación mitológica, es originaria respecto del
Estado y el gobierno, ya que si retrocedemos en la historia de la humanidad, nos
podremos encontrar al menos idealmente, con grupos humanos en los cuales ni Estado ni
gobierno existían, y todo se discernía por el acuerdo común o por la fuerza. Si bien es
posible pensar lógicamente estas instancias, es cierto también que es absolutamente
inútil tratar de buscar el origen histórico del Estado.

Lo que verdaderamente importa no es su filiación y surgimiento, sino más bien el rol que
desarrolla en cada época histórica y las diferentes concepciones ideológicas que sobre el
mismo predican. Decíamos que para la época moderna surge del común acuerdo de los
miembros de la sociedad, que viviendo hasta ese momento en una situación pre-estatal
llamada por alguno autores1 “estado de naturaleza”, deciden pactar para delegar el poder
22

y formar el Estado o sociedad política. En el pacto o contrato social, todos los miembros
de la sociedad civil ceden su poder al soberano, creando en ese movimiento a la sociedad
política o Estado.

En ese pacto son cedidos al soberano derechos, que de ahora en más le pertenecerán, a
cambio de que sean protegidas la vida y la propiedad de la anarquía del desorden. En el
movimiento del pacto se encuentra la clave para la interpretación de la moderna forma de
pensar las relaciones entre la sociedad (civil), el Estado (sociedad política), y el gobierno,
que es quien conduce a ese Estado. Pues una vez que el pacto es realizado, el soberano ya
no está obligado respecto de los ciudadanos. Su estatus mismo deriva del hecho de estar
por encima de ellos, y por ende, sin obligación alguna respecto de los mismos.

Al ser la sociedad política una creación de la sociedad civil, su propósito y sentido queda
atado a la necesidad que le dio origen, por lo cual podemos decir que el contorno de lo
estatal, es decir lo que es su forma y mecánica, deberá estar consagrado al contenido del
pacto social que le dio existencia.

El pacto tiene la forma de un contrato, donde cada parte se compromete a realizar


determinadas acciones, pero éste contrato tiene una peculiaridad: en el acto de su
suscripción crea una instancia que se eleva por encima de todos los ciudadanos, y que
está más allá de todos ellos y, por ende, de lo pactado. Entonces, al pactar se crea un más
allá de la sociedad civil, que se opone a ella a partir de lo que es su monopolio, la violencia
y la ley, pero que tiene inscripto en su origen la obligación de mantener el orden en la
doble acepción del término. Que haya paz social, evitándose el estado de guerra, y que se
mantengan las cosas tal cual están, en lo que es el statu quo imperante. Erigido así
entonces el Leviatán, tendrá desde el momento de su creación en adelante, la obligación
de manejar los asuntos comunes, mantener la paz y el orden, y defender a la sociedad de
agresiones externas.

Pues si bien su aparición instaura el orden al interior de la sociedad, el estado de guerra


no desaparece en lo que respecta a los estados entre sí. Entonces, este artilugio de la
razón que surge de la suma de las voluntades individuales, establece el marco para una
vida en común, a la cual habrá que atenerse de ahora en adelante si se quiere evitar ser
sancionado por la justicia del Leviatán. Una vez que se ha ingresado al Estado, que nace la
sociedad política con el pacto, todo ciudadano que se comporte transgrediendo los límites
por él ordenados, se pondrá en estado de guerra en relación con el resto de la sociedad.
Será por tanto, pasible de ser eliminado en nombre del bien común, ya que su vida
depende del soberano.

Esta paradoja encerrada en el contrato social, es decir el hecho de que se pacta para
evitar la muerte de la guerra pero se pone la vida en manos de un poder sin contestación,
es la base sobre la cual se sustenta nuestra vida comunitaria moderna, y es también,
fundamento de los sistemas republicanos de organización del poder. Pero antes de llegar
a ello es menester revisar con mayor detenimiento lo estatal en sí mismo. El estado
23

Existen múltiples concepciones del Estado, todas las cuales coinciden al menos en un
punto: el mismo debe detentar “el monopolio del ejercicio de la violencia legítima en
territorio determinado”. Esta coincidencia en cuanto el monopolio de la coerción legítima
corresponde al aparato estatal, deja traslucir lo que es una de las funciones principales del
mismo, y por ende habla de lo que es su naturaleza.

Pero más allá de este puntual consenso, existen multiplicidad de concepciones respecto
de lo estatal, que no resultan ni más ni menos que un reflejo de los disímiles estratos
ideológicos que atraviesan a toda sociedad. Dependiendo de la ubicación ideológica que
se dé un determinado enunciador de una teoría del estado, tendrá inclinación a remarcar
un aspecto u otro de lo que es la función del mismo. Una posición de centro tratará de
hacer hincapié en el rol que éste desempeña en la realización del bien común, en la
administración de justicia, y tenderá a señalar también los peligros de una posible
extralimitación del mismo en lo que hace a sus atribuciones.

En este sentido el riesgo que entraña es el de su avance en la esfera de las libertades


individuales, y el fantasma que define a este potencial peligro es el totalitarismo. Una
posición de izquierda remarcará el rol del mismo en el dominio de una clase por sobre
otra, en como la clase dominante hace aparecer en la figura estatal sus intereses como
coincidiendo con los de toda la sociedad, y como en última instancia, el Estado moderno
es el “comité de administración de los asuntos de la burguesía”, si parafraseamos a Marx.
Aquí el peligro es actual, no potencial, ya que mediante el aparato estatal se lleva
adelante el domino de un determinado grupo social por encima de otro, con lo cual el uso
del mismo es instrumental.

En este sentido se engarza en la tradición marxista la dictadura del proletariado, que


pretende utilizar la dominación estatal para instaurar una sociedad sin clases y finalmente,
asistir a su desaparición con la disolución de la sociedad de clases y el advenimiento del
comunismo. Para una posición conservadora o de derecha, el estado representa la forma
de administrar los asuntos temporales, y como tal debe ser llevada adelante por un
representante de dios en la tierra, o sea el rey, monarca hereditario investido en su lugar
por la autoridad divina, que habla por su boca, y por ende, jamás se equivoca. La
afirmación del soberano francés Luís XIV, el Rey Sol, de que “el Estado soy yo” ilustra
claramente esta posición. Aquí el Estado aparece engarzado en un orden natural de cosas,
tal como en el orden feudal.

Toda legitimidad, toda razón de ser desciende desde la altura de dios hacia la tierra, por
ende el peligro aquí aparece bajo la forma de la ideas que pretenden secularizar el
mundo. Si revisamos estos tres posicionamientos, trazados por supuesto con brocha
gorda, quedará claro a la vista que no es lo mismo adoptar una posición u otra: De cómo
se conciba al Estado (y al mundo) se desprenderán consecuencias tanto para la acción
política, respecto de cómo posicionarse frente al accionar estatal, como para gobernar, en
caso de detentar roles en el gobierno. Si analizamos algún tema específico, por ejemplo la
relación entre religión y Estado, vamos a tener dos posicionamientos, ya que las posturas
24

de centro e izquierda tenderán a confluir en la laicización a expensas de la derecha, que


apoyará el confesionalismo o incluso también el integrismo.

Si se vira al eje económico, por ejemplo mercado versus regulación, se tendrá


nuevamente una díada, pero esta vez se aproximarán derecha y centro para sustentar la
prescindencia de la intervención del estado en la economía contra el intervencionismo
que propugnará la izquierda, o lisa y llanamente, el control total de todos los aspectos de
la misma en una economía planificada como lo fue la Unión Soviética. En los ejemplos
precedentes se puede apreciar que los agrupamientos tienden a formar díadas, pero la
alineación de los mismos no es estable, sino que vira de acuerdo al tema de que se trate.
Igualmente estos ejemplos son simplificaciones, ya que generalmente los extremos de los
espectros tienden a manifestar posicionamientos en solitario.

Pero, más allá de todas estas formulaciones, ¿se puede marcar alguna especificidad de lo
estatal allende del monopolio de la coerción legítima? Pues claro que sí, primero y
fundamentalmente el mismo no es un monolito, es más bien una relación social que
actualiza en su cuerpo todas las tensiones y toda la complejidad de la época histórica en la
cual pervive. Lo que tratamos de decir es que el cuerpo del Estado se halla atravesado por
todas las tensiones y contradicciones de una época.

Así como determinado tiempo histórico no es un macizo monocorde, sino que está
compuesto por infinidad de interacciones y componentes que dan una resultante, el
aparato estatal se encuentra sometido a las mismas vicisitudes, con un agravante: en él
reposa la continuidad de la comunidad a la que representa, o si se quiere, su cambio y
evolución.

En nuestro mundo, que de ahora en adelante llamaremos formación económico-social,


conviven formas diferentes en lo que hace a la satisfacción de las necesidades materiales
del hombre, pero hay una fundamental que define con su influencia a toda la diversidad
de la relaciones en ella existente: esta forma es el capitalismo. El mismo consiste
básicamente en la generalización de la forma mercantil como mecanismo de asignación de
recursos sociales y, en consecuencia, la apropiación privada de la riqueza como forma del
trabajo.

En el contexto social del capitalismo naciente hace su aparición el estado moderno, y trae
impregnada como su marca de origen la filosofía liberal que lo ha acompañado en su
historia. De esa filosofía deriva la forma republicana moderna, y de una radicalización de
los principios del liberalismo político, la moderna democracia. Este Estado moderno va a
tener como principal tarea la centralización del poder, el cual con anterioridad (estamos
hablando de la Europa de fines de la edad media) se hallaba disperso entre distintas
instancias: los señores feudales, la iglesia, y otras circunscripciones pertenecientes a la
nobleza.
25

Así, al centralizar el gobierno, también surgieron los ejércitos nacionales, y las aduanas
nacionales. Esta primera tarea fue acompañada de una uniformización del territorio
nacional, en lo que hace por ejemplo a pesos, medidas y moneda, como también en lo que
atañe a la lengua nacional, aduanas y la creación de una conciencia nacional más allá del
enclave local de cada ciudadano. Estas tareas emprendidas en Gran Bretaña por su
revolución, en Francia por el Rey Sol, y luego completadas por la revolución, o en
Alemania a partir de la formación del Estado-Nación, con el Káiser Guillermo I en el trono
y Bismarck en el gobierno, son una clara muestra de cómo el Estado se articula con su
época en un engarce que es sumamente complejo.

En el caso de nuestro país, el Estado con su formación en la segunda mitad del siglo XIX,
vino a crear lo que sí existía en Europa y aquí se carecía, una nación, pues aquí no había
nada parecido a los argentinos antes de que se forme definitivamente el Estado y alcance
control efectivo sobre todo su territorio. Las campañas militares emprendidas para
despojar a los distintos pueblos originarios de sus dominios, la formación de ejércitos
regulares, la extensión de la educación, el servicio militar obligatorio, las obras de
infraestructura y la creación de símbolos nacionales han contribuido a la formación de la
“argentinidad”.

Nuestra identidad como país no se engarza en una larga tradición histórica que viene de
siglos, sino que empezó a delinearse a partir de un suceso fuertemente disruptivo, que
trasplantó en estas pampas una lengua inexistente, y usos y costumbres que llegaron
también de la mano de los conquistadores. Por tanto aquí, la nación como grupo que
comparte una historia, lenguaje y legado en común, no antecedió al Estado, sino que
advino de su mano. Retomando el hilo del argumento, hemos de señalar un elemento
fundamental que también emergió de la mano de los diferentes estados modernos: los
mercados nacionales, que conformados a partir de la uniformización de los territorios, la
consolidación de corpus de derecho racional y la mejora y extensión de la infraestructura
de comunicaciones, permitieron insertar a la economía capitalista a cada vez mayores
grupos humanos y, por ende, aumentar la escala del proceso de acumulación de capital.

Después de todo lo expuesto puede deducirse que para que el capitalismo avance y se
consolide, hubo de concurrir el Estado en su auxilio, ya que las fuerzas del mercado para
funcionar requieren de determinadas condiciones sociales y económicas. En este sentido
debemos señalar que, a pesar de ser dependiente de determinadas condicione sociales
para subsistir, el capitalismo no lo es en lo que hace a las formas políticas en las cuales se
desenvuelve. Por tanto, y si pensamos en el reclamo liberal de un Estado mínimo,
podemos observar la contradicción del mismo, ya que el liberalismo económico precisa
indefectiblemente de la regulación estatal para sobrevivir y perpetuarse como tal.

Sencillamente la idea de una sociedad regulada por la libre iniciativa individual es, a todas
luces, una utopía del liberalismo. Repasados ya algunos aspectos lo estatal estamos en
condiciones de delinear algunos aspectos que consideramos esenciales. - Posee el
monopolio del ejercicio de la violencia física legítima en un territorio determinado, o sea
26

que es el único agente que de manera legítima (por fuerza de ley) puede ejercer la
violencia hacia el exterior o el exterior de la sociedad a la cual pertenece, incluyendo esto
a la policía y las fuerzas armadas. - Incluye un territorio, en el cual se asienta una o varias
naciones, pudiendo ser multinacional como por ejemplo España. Cabe aclarar que pueden
existir naciones sin Estado, pero no a la inversa.

- Es el encargado de administrar los asuntos comunes de la comunidad a la cual


pertenece, tarea que realiza por medio de una burocracia especializada que es conducida
por el gobierno. - Asegura las condiciones básicas para que la sociedad se reproduzca,
dando marcos institucionales de manera de regular los conflictos y las condiciones en las
cuales se desenvuelve la acumulación de capital. - Se encarga de “normalizar” a la
población de su territorio mediante la regulación de la misma en tanto organismos
biológicos. Es decir, normaliza cuerpos mediante políticas sanitarias que abarcan desde lo
físico a lo mental. Lo sano y lo insano quedan delimitados por su accionar, por lo cual
delimita los espacio sociales de lo aceptable. - Crea narraciones y relatos como forma de
sentido del presente.

Desde el Estado, con sus diferentes políticas, se desarrollan argumentaciones y


construcciones de sentidos, metáforas e imágenes que interpelan a la sociedad creando
sentido e historia. Se puede decir en cierta forma, que las intervenciones estatales se
pueden deducir de las metáforas que se emplean para legitimar su actuar. En este
terreno, el de las narrativas del Estado, ya nos deslizamos al próximo tema, pues quien
más recurre a la retórica para establecer su posición es el gobierno, que es quien hace de
ello un arte con el que teje su suelo.

Pasemos entonces a revisar el concepto de gobierno. Gobierno Como ha quedado


expuesto. Estado no equivale a gobierno, pues dentro de aquel se encuentra
esencialmente la burocracia, que más allá de las coyunturas políticas, permanece en su
puesto. El gobierno de una sociedad puede organizarse de diferentes maneras,
pudiéndose establecer una dicotomía entre aquellos que contemplan división de poderes
como las repúblicas, y aquellos que concentran todo el poder en la cima, como puede ser
una monarquía pura o algún otro tipo de gobierno basado en la decisión de un único líder
o un grupo de ellos.

Aristóteles dividió a las formas de gobierno en tres tipos puros, que se caracterizaban por
ocuparse del bien común, y sus tres desviaciones, que surgían a partir de que se
privilegiaba el interés particular de una persona o un grupo en detrimento del resto de la
comunidad. Los tipos puros correspondían a la monarquía, que era el gobierno de uno, la
aristocracia, que era el gobierno de los mejores, y la república, el gobierno de todos. A
ellas se oponían como sus desviaciones la tiranía, la oligarquía y la democracia. Llama la
atención a nuestra forma de pensar que Aristóteles incluya a la democracia como una
forma de o gobierno desviada, pero esto se explica en el hecho de que para el filósofo, la
democracia era una forma de gobierno de la mayoría a favor de la mayoría y, por ende,
alejada de lo que es una forma recta, la búsqueda del interés de la comunidad. La
27

república, considerada por Aristóteles como el gobierno de los muchos en beneficio del
bien común, es la forma moderna dentro de la cual florece la democracia representativa,
pero esta república no es ya aquella que nuestro filósofo nos refiere.

Lo que caracteriza a la república moderna es la división de poderes, es decir que existe en


su seno una diferenciación de funciones las cuales conservan la independencia unas de los
otras. Esta división es triple y comprende a la función ejecutiva, legislativa y judicial. La
independencia a la cual aludíamos implica que esos tres poderes deben actuar entre sí
como un sistema de frenos y contrapesos, de manera tal que los posibles excesos de
alguno de ellos se vean compensados por el límite que a su accionar que ejercen los otros
dos.

Mediante esto, lo que se busca garantizar, es que las libertades individuales de los
ciudadanos estén al resguardo de cualquier tipo de exceso de los tres poderes, pero
fundamentalmente, de los del poder ejecutivo. Un elemento más se introduce si hacemos
foco en la forma del ejecutivo, y aquí la división se va a dar entre sistemas
presidencialistas y parlamentarios, dependiendo de en qué actor recae la legitimidad
directa del voto popular para gobernar.

En el caso del parlamentarismo, el ejecutivo va a ser presidido por un primer ministro, el


cual es elegido entre los legisladores y por los legisladores. En un régimen presidencial el
ejecutivo es ocupado por un presidente, el cual es elegido por el voto popular de los
ciudadanos sin que intervenga el parlamento. Para completar el panorama hemos de
aclarar algo que ha quedado implícito en las páginas precedentes, ya que decíamos que
gobierno y estado no coinciden automáticamente. La base de esta diferenciación reside
en el hecho fundamental de que el estado representa a toda la nación, y el gobierno, si
bien debe gobernar para todos los ciudadanos, representa los intereses de una
parcialidad, que aunque mayoritaria, hace valer sus intereses por encima de los del resto
de la comunidad.

Así entonces surge una diferenciación funcional entre la jefatura de estado, cuya función
es representar a la nación en todo, y la jefatura de gobierno, que representa a la mayoría
que la ha posicionado en el poder. En nuestra república ambas funciones coinciden en la
persona del presidente, pero en otros sistemas, como las monarquías parlamentarias,
están divididas. El rey o reina representa a la jefatura de estado y el primer ministro
representa la jefatura del gobierno. Así sucede también en regímenes como el alemán o el
francés, en los cuales las figuras del presidente y primer ministro representan la jefatura
de estado y gobierno respectivamente, y que están conformadas por personas diferentes
con atribuciones diferenciadas.

Por tanto, esa coincidencia en una persona, pero más aún, la concepción representativa
misma, introducen una tensión entre los representantes y los representados, ya que su
punto de convergencia sólo acontece en las elecciones, dependiendo en lo demás del
accionar y capacidad del gobernante. Por tanto, en buena medida, la legitimidad del
28

gobernante va a descansar en su disposición a cumplir con sus promesas, a la vez que en


su voluntad de privilegiar el interés colectivo por encima del particular.

[ CITATION htt3 \l 19466 ]

4.4 EL CONCEPTO DE SOBERANIA

Soberanía como concepto jurídico Antes que nada se platea la cuestión de cómo entender
el concepto de soberanía. ¿Qué características, intrínsecas al poder político, nombra dicho
concepto? El hecho de que reine tanta confusión respecto del contenido y sentido de la
soberanía radica no sólo en la naturaleza indefinida de dicho concepto, en su “siniestra
ambigüedad”, sino también en que la concepción en que éste se basa no sale a la luz.

Aquellos que consideran que la soberanía es un dogma anticuado, suelen apelar a la falta
de autonomía del Estado moderno, que le obliga a cooperar institucionalmente tanto con
socios no estatales, en el interior, como en sus relaciones internacionales con otros
Estados. Parece que el Estado, por hallarse tan limitado en la toma de decisiones y en su
capacidad de regulación, por sus dificultades para imponer sus intereses, ya no pueda ser
considerado soberano.

Sin embargo, esa visión precipitada opera con un concepto sociológico de soberanía,
aquel que equipara la soberanía a un uso ilimitado del poder estatal y que al partir de
dicha premisa, en vistas de la falta de omnipotencia del Estado, se ve obligada a negarle su
soberanía. Esa forma de entender el concepto de soberanía me parece equivocada. Por
una parte ningún Estado del mundo ha gozado jamás, a pesar del monopolio estatal de la
fuerza, de tal soberanía en el interior y mucho menos en sus relaciones exteriores.
Respecto del desarrollo de la economía mundial, éste se determina ante todo por las leyes
de mercado vigentes a nivel internacional. Es cierto que en lo que hace referencia al
mercado financiero la regulación estatal se ha mostrado más o menos impotente.

Sin embargo ninguno de estos dos fenómenos ha supuesto un rompimiento con la bien
entendida soberanía interior. En las relaciones exteriores, los otros Estados, dotados de
igual soberanía, han frenado siempre en la práctica las ansías de poder y el deseo de
dominio estatales. La soberanía es, a pesar de su componente empírica, en su núcleo un
concepto jurídico. Del intento de definir dicho concepto partiendo de la mera
contemplación de la realidad social resulta una imagen incompleta.

Los detractores modernos de la soberanía comparan el Estado actual con un espejismo,


con la imagen de un Estado teóricamente omnipotente. Esa deformación de los
acontecimientos históricos hace aparecer al Estado actual más impotente, de lo que de
todas formas es. Dichas fantasías irreales de omnipotencia no son más que el producto de
las igualmente exageradas pesadillas sobre la impotencia del Estado. Esa forma seudo
empírica de argumentar no es fructífera, porque la soberanía del Estado le otorga a éste,
29

como sujeto jurídico, jurisdicción sobre otros. Dicha posición de dominio es normativa y
no real por lo que su vigencia o existencia normativa no puede ser ni demostrada ni
refutada empíricamente.

La soberanía, la suprema potestas, no es un factum en el mundo exterior de las realidades


sociales. De ahí que “de la imposibilidad práctica de una actuación soberana no se derive
lógicamente la inexistencia de soberanía”, pues “como concepto jurídico que es no desea
saber cómo es la práctica estatal, sino cómo debe ser ésta en caso de conflicto”.

Eso supone que la soberanía no puede ser atribuida sencillamente al Estado, que tiene a
su disposición los mejores batallones. El problema que plantea la soberanía no es una
cuestión de poder, que pueda ser decidirse con la ayuda de las armas, sino una cuestión
que como tal sólo puede ser resuelta jurídicamente. Entendida como posición jurídica,
como la competencia del Estado para tomar la decisión definitiva y vinculante tanto en
asuntos internos como externos, supone un poder otorgado por el sistema jurídico y por
tanto necesariamente limitado.

Es la expresión no de una autoridad sin límites, sino de un poder ordenado legalmente.


Desde un punto de vista jurídico, la soberanía aparece desmitificada y menos demoníaca,
menos tremenda, menos monstruosa pero no por ello de menor importancia, pues es
literalmente decisiva. Al juzgar sobre la cualidad legal del poder estatal, es decir sobre su
soberanía, debemos tratar separadamente los aspectos regulados por el derecho
constitucional y los regulados por el derecho internacional público. En el seno de este
último debemos distinguir entre la relación del Estado y los sujetos sometidos a su
jurisdicción (la soberanía interna) y sus relaciones exteriores con otros Estados (la
soberanía externa).

[ CITATION Cri09 \l 19466 ]


4.5 TEORIA DE LA DIVISION DE PODERES Y FUNCIONES DEL ESTADO.

La teoría de la "división de poderes", según Montesquieu

“En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el ejecutivo de las cosas
pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo de las que pertenecen al civil.

Por el primero, el príncipe o el magistrado hacen las leyes para cierto tiempo o para
siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra,
30

envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el


tercero, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares. Este último se
llamará poder judicial; y el otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado (...).

Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona o
corporación, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el senado
hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo.

Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y del
ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los
ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al
segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor.

En el Estado en que un hombre solo, o una sola corporación de próceres, o de nobles, o


del pueblo administrase los tres poderes, y tuviese la facultad de hacer las leyes, de
ejecutar las resoluciones públicas y de juzgar los crímenes y contiendas de los particulares,
todo se perdería enteramente.”

Montesquieu. El espíritu de las leyes. 1748.


[ CITATION htt4 \l 19466 ]

4.5.1 FUNCIONES DEL ESTADO


Analicemos las siguientes citas textuales:
En las Constituciones Políticas de los Estados Unidos de Norteamérica (1787), en la
francesa de 1793, se afirma “No existe Constitución Política, si ésta no se apoya en la
separación de los Poderes”

El artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre que proclamaron los
revolucionarios franceses, expresó que:
“Toda sociedad, en la que no está asegurada la garantía de los derechos, ni determinada la
separación de los poderes, carece de Constitución”

Decía Montesquieu que de tal separación de los Poderes se derivan varias ventajas, siendo
una de las principales, la eliminación del peligro de que un órgano ignore cual es el campo
preciso de sus atribuciones y lo desborde. Esto puede suscitarse sobre todo con el Poder
Ejecutivo, quien podría absorber las funciones del Legislativo, convirtiéndose en un
Dictador. Así mismo, repartido el ejercicio de la soberanía entre varios órganos del Estado
en plano de igualdad, se obtiene un equilibrio que se traduce en un prudente ejercicio del
poder, en un balance de poderes, en el que un poder sirva de freno y de control al otro. Es
la conocida “teoría de frenos y contrapesos”
31

La teoría consiste en que un poder vigila y controla la actividad del otro en atención a su
reciproca vigilancia, en virtud de que estando perfectamente delimitadas sus funciones,
cada uno dentro de su propia esfera, evitará en primer lugar salirse de ella, y en segundo
lugar, que los otros poderes puedan también inmiscuirse dentro de su correspondiente
esfera de competencias. En suma, la soberanía ha de encontrarse repartida entre varios
órganos. Del equilibrio entre los poderes y la delimitación precisa de su competencia,
resulta también un beneficio indudable en favor de los ciudadanos, de su libertad y de su
seguridad. El ciudadano queda protegido contra las acciones desorbitadas del poder
estatal.

El Estado debe manifestarse a través de normas generales y tales leyes han de emanar del
órgano encargado de esa función. Si los jueces creasen las leyes e igual sucediera con el
órgano administrativo, los ciudadanos so sabrían a qué atenerse, existiría una inseguridad
e inestabilidad que redundaría en perjuicio del bienestar y la tranquilidad de la
Comunidad Política. Según Montesquieu que tal separación entre los poderes, facilita un
mejor ejercicio del poder.

En efecto, para poder realizar sus fines, el Estado tiene que actuar, tiene que desarrollar
actividades. Esas actividades fundamentalmente corresponden a su estructura orgánica
inmediata. Tales actividades se desarrollan de acuerdo con el contenido propio de las
funciones atribuidas a sus órganos inmediatos, y así en la vida del Estado en el desarrollo
de esas actividades, encontramos las siguientes funciones fundamentales:

a) En toda organización estatal tiene que existir una actividad encaminada a formular
las normas generales que deben, en primer lugar, estructurar al Estado y en
segundo lugar, reglamentar las relaciones entre el Estado y los ciudadanos, así
como las relaciones de los ciudadanos entre sí. Tal tarea compete a una función
legislativa. En otros términos, respecto a las atribuciones que se refieren a la
reglamentación de las actividades de los particulares, la función legislativa
constituye el medio de realizar esa regulación, puesto que ella se hace por medio
de normas generales de derecho.

b) Demás todo Estado debe tener una función encaminada a tutelar el ordenamiento
jurídico definiendo la norma precisa que aplicar en los casos particulares. Esta es
la función jurisdiccional.

c) Una tercera función esencial del Estado, es la de actuar promoviendo la


satisfacción de las necesidades de los ciudadanos y fomentando el bienestar y el
progreso de la colectividad. Se trata de la función Administrativa, en la cual se
encuentra comprendida la función gubernamental o de alta dirección del Estado.

d) En Nicaragua, existe una cuarta función fundamental del Estado, la cual se


encuentra a cargo de uno de los Poderes del Estado, como es el Poder Electoral,
32

que constituye el cuarto poder. Al Poder Electoral corresponde en forma exclusiva


la organización, dirección y vigilancia de las elecciones, plebiscitos y referendos.

FUNCIONES DEL ESTADO

FUNCIÓN FUNCIÓN FUNCIÓN FUNCIÓN


LEGISLATIVA JURISDICCIONAL ADMINISTRATIVA ELECTORAL
En todo Estado contemporáneo, existen de manera necesaria, siempre esas funciones
típicas, a través de las cuales se manifiesta el poder supremo o soberanía. No obstante
la estructura de la administración puede ser analizada también como criterio formal y
criterio material:

a) (Criterio Formal). Desde el punto de vista subjetivo, en tal sentido, la


administración implica una estructura orgánica, un ente o pluralidad de entes a los
que está atribuida la función de administrar. Se refiere a la organización de la
administración.

b) Criterio Material. Desde un punto de vista objetivo, la administración es una


acción, una realización de actividades para un fin. Significa la acción y
competencias que la administración tiene atribuidas y que debe ejercer en
beneficio de la comunidad.

[CITATION Jor021 \l 19466 ]

4.6 LOS PARTIDOS POLITICOS

13-La Ley de Partidos Políticos de Nicaragua, Decreto 1312 del 17081983, publicado en la
Gaceta Diario Oficial N° 210 del 13091983, establece:

Artículo 2: Los Partidos Políticos son agrupaciones de ciudadanos nicaragüenses


ideológicamente afines, constituidos, con el objetivo, entre otros, de optar al Poder
Político, con la finalidad de realizar un programa que responda a las Necesidades del
Desarrollo nacional. Los Partidos Políticos son instituciones de Derecho Público.

Artículo 3: Solo las Agrupaciones legalmente reconocidas como Partidos Políticos gozarán
de los Derechos, garantías y estarán obligados al cumplimiento de los deberes que esta
Ley y las demás de la República establezcan.

Artículo 4: Los Partidos Políticos podrán organizarse libremente en el País sin restricción
ideológica alguna. Se prohíbe la existencia de Agrupaciones o Partidos Políticos que
33

pretendan el retorno al Somocismo o propugnen por establecer un sistema político


similar.

Artículo 5: Los Partidos Políticos se regirán por sus propios principios y fines, pero deberán
respetar el Estatuto Fundamental, el Estatuto sobre Derechos y Garantías de los
Nicaragüenses y los Principios Fundamentales de la Revolución Popular Sandinista, como
son el antimperialismo y su carácter profundamente popular y democrático.

[CITATION Nic83 \l 19466 ]

4.6.1 DEL REGIMEN JURIDICO DE LOS PARTIDOS POLITICOS EN NICARAGUA


Regulación jurídica de los Partidos Políticos
En Nicaragua la regulación de los partidos Políticos esta ordenado en primera instancia en
la Constitución Política y en la Ley Electoral. La Constitución Política en su artículo 5
consagra como principio de la nación nicaragüense el pluralismo político mediante el cual
se asegura al pueblo la existencia y participación de todas las organizaciones políticas en
los asuntos económicos, políticos y sociales del país, sin restricción ideológica, excepto
aquellos que pretendan el restablecimiento de todo tipo de dictadura o de cualquier
sistema antidemocrático.
El mismo texto Constitucional en su artículo 55 expresa el derecho de los ciudadanos
nicaragüenses a organizar o afiliarse a partidos políticos, con el fin de participar, ejercer y
optar al poder. Además el artículo 173 en sus numerales 11, 12 y 13 otorga al Consejo
Supremo Electoral la atribución de regular lo tendiente a la existencia, funcionamiento y
estructura de los partidos políticos.
La Ley No. 331, Ley Electoral desarrolla los preceptos constitucionales mencionados
anteriormente y regula en el Título V lo concerniente a los partidos políticos, sus derechos
y deberes, la forma de constituirse, así como la suspensión y cancelación de la personería
jurídica. La reforma constitucional de 1995, introdujo un nuevo elemento que modificó el
sistema electoral disponiendo que para las Resoluciones del Consejo Supremo en materia
electoral no cabe recurso alguno ordinario ni extraordinario. Podemos deducir de lo
anteriormente estudiado, que la materia electoral en Nicaragua tiene su sustento legal,
básicamente en dos normas jurídicas: la Constitución y la Ley Electoral.
La Ley Electoral, establece su objeto de regulación siendo todos los procesos electorales
nacionales, regionales y municipales, régimen legal de partidos políticos, inscripción,
34

personalidad jurídica, resolución de conflictos, y cuestiones relativas al funcionamiento


administrativo de los organismos del Poder Electoral. De esta redacción se desprende
entonces, que la facultad o dimensión electoral-jurisdiccional del Consejo Supremo
Electoral versa únicamente sobre los procesos electorales, desde la publicación del
calendario electoral hasta la entrega de credenciales a los electos.
Cabe recordar, que el Consejo Supremo Electoral tiene competencias jurisdiccionales y
administrativas en temas electorales y en otros que no.
Cuando analizamos el alcance de estas atribuciones encontramos una serie de
disposiciones legales que hacen ver a este Poder como un órgano sui generis, es decir,
además de ser un órgano publico legalmente constituido para administrar los procesos
electorales, comparte con el Poder Judicial algunas atribuciones verdaderamente
jurisdiccionales. El Artículo 173 inciso 5, constitucional, expresa que el Consejo Supremo
Electoral podrá: Ver Arto. 173 parte infine Constitución Política. “conocer y resolver en
última instancia de las resoluciones que dicten los organismos electorales subordinados y
de las reclamaciones e impugnaciones que presenten los partidos políticos”.
A continuación en el inciso 15, agrega: “De las resoluciones del Consejo Supremo en
materia electoral no habrá recurso alguno, ordinario ni extraordinario”. Mientras el
artículo1 de la Ley Electoral dispone; “Las resoluciones que se dicten sobre los asuntos
relacionados en cualquiera de los seis numerales anteriores, no serán objeto de recurso
alguno, ordinario ni extraordinario” De ello podemos deducir que en materia electoral, es
un tribunal electoral, que ejerce, además, una función administrativa como la fiscalización
electoral.
A la vez dicho organismo es competente en otras funciones importantes, no propiamente
electorales, entre ellas el registro de los partidos políticos y la revisión de las declaraciones
de vacancia de las autoridades elegidas, tal como la muerte de un candidato, por ejemplo.
La inscripción o registro de los partidos políticos es una función, registral. Por tanto, su
naturaleza administrativa resulta evidente. Asimismo, es una función que no constituye
materia electoral.
Desde el punto de vista de un proceso electoral, el registro de partidos es un asunto o
cuestión pre-electoral. Ver Arto. 173, numeral 13 constitucional establece como
atribución del Consejo Supremo Electoral la vigilancia y resolución de los conflictos sobre
la legitimidad de los representantes y directivos de los partidos políticos., mientras el Arto.
149 de la Ley Electoral dispone que ante la falta definitiva de un diputado propietario se
incorporará a su respectivo suplente.
A su vez el Arto. 31 de la Ley de Municipios establece que ante la falta definitiva del
propietario y el suplente la vacante de ese escaño será llenada por el suplente siguiente
en el orden descendente del mismo partido o alianza, agotada la lista en ese orden se
escogerá al suplente siguiente en el orden ascendente de forma sucesiva.
35

Un proceso electoral, inicia con la convocatoria correspondiente y concluye con el cierre


del mismo, determinado por la ley electoral. En Nicaragua el organismo encargado, en
consulta con los partidos políticos que gozan de personalidad jurídica, previo a las
elecciones, elabora el calendario de ética electoral en el cual se señalan las actividades a
efectuar, el término, desarrollo y procedimiento de la campaña electoral y el día de las
elecciones.
Culmina este proceso con la toma de posesión de las autoridades electas ya sea en las
nacionales, regionales o municipales. Ahora bien, el plebiscito y el referéndum inician su
proceso con la aprobación del Decreto Legislativo de Convocatoria a partir del cual el
Consejo Supremo Electoral elabora calendario estableciendo el periodo de la campaña de
propaganda y día de las votaciones.
Dentro de un proceso electoral ocurren una serie de actos, procedimientos y etapas, que
son susceptibles de resolución por parte del Consejo Supremo Electoral entre ellas la
inscripción de fórmulas o listas de candidatos, la resolución de las tachas contra las
candidaturas, la aprobación del padrón electoral y la proclamación de las formulas u
opciones ganadoras de los procesos electorales, o de los resultados del referéndum o
consulta popular.
Todas aquellas decisiones que no estén comprendidas dentro del marco electoral no
constituyen materia electoral. El Consejo Supremo Electoral solo puede emitir
resoluciones jurisdiccionales cuando los asuntos que resuelve están relacionados con los
procesos electorales, es decir, cuando resuelve en materia electoral. Ver Arto. 4 y 22, de la
Ley Electoral. Ver Arto. 137, de la Ley Electoral. Ver Sentencia No. 504, CORTE SUPREMA
DE JUSTICIA.- Sala de lo Constitucional.- Managua, diecinueve de octubre de dos mil
nueve.-Las cinco de la tarde.- ratifica “que no cabe el Recurso de Amparo, ni recurso
alguno, ordinario ni extraordinario, en contra de las Resoluciones que dicta el Consejo
Supremo Electoral en Materia Electoral por ser Regulación Jurídica de los Partidos
Políticos en Nicaragua.
De ello se podría concebir como materia electoral al “conjunto de actividades que se
conjugan en las atribuciones de este Poder”, y para vislumbrar el límite entre las
atribuciones administrativas y las jurisdiccionales de este órgano y aún más, a partir de
dónde empezar la protección de las garantías constitucionales en nuestro país, cabría
preguntarse ¿qué discernir por materia electoral?
En este sentido y siguiendo lo estatuido en la Ley Electoral constituye materia electoral y
es exclusivo del Consejo Supremo Electoral lo regulado en el artículo 1 “La presente Ley es
de carácter constitucional y regula: a) Los procesos electorales para las elecciones de: 1)
Presidente y Vice -Presidente de la República. 2) Diputados ante la Asamblea Nacional. 3)
Diputados ante el Parlamento Centroamericano. 4) Miembros de los Consejos de las
Regiones Autónomas de la Costa Atlántica. 5) Alcaldes y Vice-alcaldes Municipales. 6)
36

Miembros de los Concejos Municipales. Las resoluciones que se dicten sobre los asuntos
relacionados en cualquiera de los seis numerales anteriores, no serán objeto de recurso
alguno, ordinario ni extraordinario.”
Entonces, por sí mismo, el Consejo Supremo Electoral no puede impartir justicia en
asuntos que no sean materia electoral, de tal modo que cuando resuelve sobre asuntos
que no son materia electoral, lo hace en calidad de organismo administrativo, por lo que
dichas resoluciones no son jurisdiccionales, sino administrativas. Del tal manera que
podemos observar que estas resoluciones no están “protegidas” por la irreversibilidad de
las resoluciones del Consejo Supremo Electoral establecida por el artículo 173 de la
Constitución.
Por lo tanto, cualquier resolución administrativa emitida por el Consejo Supremo
Electoral, exclusivo de ese poder, tal y como es lo regulado en el artículo 1 literal a)
numerales 1º al 6to de la Ley No. 331, Ley Electoral”. Regulación Jurídica de los Partidos
Políticos en Nicaragua pueden ser impugnadas judicialmente a través del proceso
contencioso administrativo o recurso de amparo.
[ CITATION Nel13 \l 19466 ]

4.7 El PUEBLO ORGANIZADO:-LA PARTICIPACION POPULAR

4.7.1 QUÉ ENTENDER POR PARTICIPACIÓN POPULAR.


La participación no es un concepto único, estable y referido sólo a lo político. Es una
dinámica mediante la cual los ciudadanos se involucran en forma consciente y voluntaria
en todos los procesos que les afectan directa o indirectamente.
Se habla de participación cuando la gente:
a) asiste a reuniones;
b) cuando sale a la calle a manifestarse a favor o en contra de algo;
c) cuando de manera pacífica se niega pública y notoriamente a comprar, hacer o decir
algo que la mayoría considera correcto,
d) cuando vota en los procesos electorales,
e) cuando ejecuta determinadas tareas: campañas de alfabetización, de vacunación,
etcétera;
f) cuando hace sentir su voz en una reunión.
37

Todas estas son, sin duda, formas de participación, pero, a nuestro entender, la principal
forma es la participación en la toma de decisiones que le afecten e involucren a otros y en
el control de la ejecución y mantenimiento en el tiempo de las medidas adoptadas.
En ese sentido, la participación se convierte en una herramienta para derrotar la exclusión
política. Al ejercer plenamente su ciudadanía, la gente recupera el verdadero sentido de la
democracia, poder para el pueblo y del pueblo.
Desde la perspectiva de la revolución bolivariana, la participación abre espacios de
encuentro entre los ciudadanos y sus gobiernos, posibilitando el desarrollo de políticas
públicas altamente relacionadas con las expectativas y necesidades de la gente.
La participación es el camino para la conformación de la ciudadanía. Es conciencia política
emergente. En el marco de la democracia participativa y protagónica, la participación es
una práctica que debe estar presente en todos los procesos de toma de decisiones en los
asuntos de interés público.
4.7.2 LA PARTICIPACIÓN COMO PROCESO
La participación no se decreta desde arriba. Implica un largo proceso de aprendizaje. Una
lenta transformación cultural y, por lo tanto, sus frutos nunca se cosecharán de inmediato.
Recordemos que en nuestro pueblo subyace aún una “cultura” de intermediación política,
de la representación, del clientelismo, de profundas prácticas individualistas, heredadas
de la IV República y del influjo perverso del neoliberalismo, presente en casi todas las
relaciones humanas.
Los líderes comunitarios deben, por eso, ser prudentes al esbozar las metas. Es necesario
evitar crear falsas expectativas. El poder popular es un proceso que se construye a partir
de cada logro colectivo que se alcanza. Cada uno de estos logros deben expresar serios
avances en la inclusión de los otros. El poder popular debe expresar la confluencia y el
mayor consenso posible para la acción por parte de los movimientos sociales, los partidos
políticos, la institucionalidad y las voces disidentes de las minorías.
Apoyarse en las propias fuerzas colectivas y la experiencia acumulada contribuye a elevar
la conciencia ciudadana y, con ella, a elevar la confianza comunitaria en sus propias
capacidades y potencialidades, es decir, la elevación de la autoestima colectiva. Ello
implica, una valoración de todas las formas de participación de base que vayan
apareciendo.
4.7.3 BARRERAS DE LA PARTICIPACIÓN Y CÓMO SUPERARLAS
La transformación cultural requerida no es nada fácil. Hay que enfrentarse a múltiples
barreras. Examinaremos aquí algunas de ellas.
ESCEPTICISMO Y APATÍA
38

Las prácticas utilitarias de los ministerios, gobernaciones, alcaldías y juntas parroquiales


respecto a la participación, durante los cuarenta años del sistema político de democracia
representativa, generaron una profunda desconfianza ciudadana respecto a las bondades
de la misma.
Es muy común encontrar en las comunidades más excluidas un gran nivel de incredulidad
y apatía. La gente está cansada de promesas incumplidas. Desconfía de la política y de los
políticos.
Por otra parte, los logros ciudadanos en el ejercicio de la participación como resistencia al
margen o enfrentada a las instituciones, generó en algunos movimientos populares una
cultura de oposición permanente. Todo lo que huele a institución o institucional es, de por
sí, algo dudoso, se le considera como un potencial enemigo. No se entiende que las
instituciones en manos de personas que comparten un proyecto de sociedad humanista y
solidario pueden ser muy útiles para despertar o consolidar la organización popular.
Es necesario vencer ese gran escepticismo y apatía reinante siendo muy consecuentes a la
hora de prometer soluciones. Jamás se debe prometer lo que no se pueda cumplir.
VENCER LA CULTURA CLIENTELAR Y DE OTORGAMIENTO DE FAVORES
A nivel mundial existe una profunda cultura clientelar y de mediaciones políticas. Todo se
consigue a través de intermediarios que cobran de diversas maneras sus favores (políticos,
económicos y de ascenso social). Hay que vencer la cultura paternalista del Estado
repartidor de dádivas pero castrador de dignidades. –
Hay que luchar por construir una nueva cultura que genere la convicción de que es a
través de la organización y participación del pueblo cómo se logra derrotar la pobreza y
edificar una sociedad libre, justa y de iguales.
Para ello es fundamental que los recursos con que cuentan las instituciones estatales para
otorgar servicios y realizar obras en la comunidad no sea distribuido de acuerdo a criterios
individuales de tal o cual funcionario del aparato administrativo, sino luego de una
consulta popular donde colectivamente se determinen los criterios de distribución de esos
recursos.
Resulta de especial importancia enfatizar en el desarrollo de prácticas reflexivas, evaluar
permanentemente los logros alcanzados a través de la participación respecto a las
necesidades de coyuntura y estratégicas de la propia comunidad. Atreverse a pensar y
entender lo que ocurre en la realidad en la cual se vive y participa, es el camino cierto para
alcanzar la independencia de pensamiento y constituye el mejor antídoto contra la
manipulación de la participación comunitaria. En este sentido, la educación popular y sus
formas de entender la realidad, los conflictos y la necesidad de cambios la convierten en
una herramienta de primer orden en la promoción y sostenibilidad de la participación.
39

BUROCRATISMO
No hay que confundir burocracia con burocratismo. La burocracia es el ejército de
funcionarios que garantiza el cumplimiento de las metas del Estado y del gobierno y, como
tal, es necesaria.
Otra cosa es el burocratismo, visto como el surgimiento de alcabalas, trámites y exigencias
innecesarias que bloquean o impiden el logro de las metas de una administración.
El burocratismo tiende a multiplicar las instancias y exigencias para solucionar los
problemas de la gente. Para lograr este propósito las instituciones suelen incrementar de
manera permanente el número de funcionarios, abriendo paso a prácticas clientelares.
Cada nuevo grupo de funcionarios eleva la cantidad de procedimientos y conlleva una
cadena de lealtades que propician el surgimiento de la corrupción.
Además, el burocratismo posibilita el surgimiento de la corrupción, al multiplicar el
papeleo, la discrecionalidad en la toma de decisiones y los grupos de intereses generados
por la cultura clientelar.
El burocratismo es la antítesis del protagonismo ciudadano en la gestión de los asuntos
públicos. Para evitar el burocratismo habría que:
a. Achatar la pirámide burocrática
Achatar la pirámide burocrática evitando tanto en la institucionalidad como en las
organizaciones de base el surgimiento de instancias intermedias y procesos artificiales. Las
organizaciones deben construir formas de dirección que abran paso a formas de gestión
donde los dirigentes sean simples facilitadores de las decisiones tomadas por la mayoría.
b. Simplificar los procesos
Simplificar procesos, fusionar trámites, haciendo más expeditos los caminos para la
solución de problemas, sin que ello implique un abandono de la calidad técnica ni la
pertinencia de las soluciones.
c. Desconcentrar y descentralizar las tareas administrativas.
La desconcentración y la descentralización de las tareas administrativas son iniciativas que
contribuyen a derrotar el burocratismo. Ello demanda una distribución geográfica
diferente de gran parte de los funcionarios, lo que evita que éstos se concentren en el
centro de las ciudades capitales de estado en lugar de distribuirse equitativamente en
todo el territorio, de modo que no sólo las clases adineradas tengan facilidad de acceso a
los servicios públicos sino toda la población. No se trata de elevar
desproporcionadamente el tamaño del Estado, sino de distribuir mejor a los trabajadores
públicos.
VERTICALISMO Y AUTORITARISMO
40

Otra traba a la participación es el estilo verticalista, autoritario, de algunos dirigentes y


cuadros administrativos que dirigen autoritariamente, pretendiendo “bajar” líneas de
acción a las comunidades sin consultarlas en ningún sentido. Lo que interesa es que se
ejecute lo indicado desde arriba, no existiendo preocupación alguna por convencer a la
gente acerca de las propuestas que se levantaban.
La participación popular exige un estilo democrático de conducción, que incorpore a las
bases al proceso de toma de decisiones. Tenemos que luchar por eliminar todo
verticalismo ya que éste anula la iniciativa de las masas. Nuestro papel es el de
orientadores y no el de suplantadores de las masas.
a) Eso es lo que se llama modelo de gestión de pirámide invertida.
b) En lugar de que los servicios que proporciona el estado estén concentrados en el centro
de la ciudad se busca colocarlos en los municipios o en las parroquias o en subdivisiones
de éstas para que los vecinos puedan realizar diversos trámites administrativos más cerca
de sus hogares, agilizando los mismos.
c) El nivel central de una organización, a través de la descentralización delega en otros
órganos locales la administración de un servicio, reservándose la generación de políticas.
La desconcentrar además de delegar, faculta a órgano local para que tome decisiones de
orden político.
Para lograr sus objetivos, los líderes autoritarios comúnmente utilizan el miedo, basado en
la arbitrariedad, en aras de evitar la reflexión crítica, el pensamiento, la acción y las
capacidades creativas de las personas,
No se debe confundir autoritarismo con ejercicio del gobierno con autoridad. La autoridad
se apoya en el poder y la legitimidad, o lo que es igual, poder legitimado por la mayoría.
Los líderes y gobernantes revolucionarios precisan prescribir el autoritarismo como
herramienta empleada para imponer su visión de las cosas y, en esa medida, deben
apostar por la generación de prácticas democráticas que privilegien el diálogo, busquen
consenso y respeten las posiciones disidentes.
ESCASEZ DE TIEMPO
Muchas veces solemos ponernos metas cuyos plazos son muy cortos e impiden la
maduración de los procesos participativos.
Hay que tener claro que la participación necesita tiempo: tiempo para hilar una idea,
tiempo para expresarse, tiempo para que unos reafirmen las ideas de los otros, tiempo
para convencer, tiempo para concretar una idea en actividades prácticas, tiempo para
señalar y resaltar las ideas correctas y esclarecerlas con argumentos.
INCAPACIDAD DE ESCUCHAR
41

Todos hemos estado presentes en reuniones poco productivas en las que se impone un
diálogo de sordos. En tales espacios, los argumentos de unos pretenden ser impuestos a
los demás sin que las partes logren ponerse de acuerdo para escucharse.
No sólo durante las reuniones o mesas de trabajo se registra esta incapacidad de
escuchar. Es común apreciar como determinados gobernantes o líderes, una vez
instalados en sus cargos le dan la espalda a la propia gente que le confirió tal
responsabilidad. Muchas veces éste no es un acto voluntario, las turbulencias y el agobio
del trabajo impide que los representantes puedan escuchar a los grupos organizados y al
pueblo en general. En este caso es importante que la acción popular explore vías junto a
sus dirigentes para producir espacios de diálogo permanente.
Los gobernantes y líderes no pueden perder el contacto con la gente. Los líderes formales
y naturales, así como todos los ciudadanos requieren practicar la cultura del debate. Por
ello, es imperativo que nunca se cierre la brecha de contacto permanente entre las partes.
Cuando esto ocurre, siempre la fuerza de las mayorías puede apelar a una protesta
organizada para que sean escuchadas.
INTOLERANCIA
Una de las actitudes que pone trabas a la participación es la intolerancia. Es habitual que
en las reuniones de trabajo, surjan posiciones antagónicas, discrepancias de opiniones y
divergencias de fondo y forma. No todos pensamos igual, no todos vemos los problemas
por una única ventana. No puede ser que se quiera imponer una sola visión a raja tabla.
Es necesario ser tolerante; hay que adquirir una cultura de diálogo y de debate. Y esto sólo
es posible si se abandona la idea de que uno posee toda la verdad y los demás están
absolutamente errados. Si se acepta que las demás personas pueden tener, al menos, una
parte de la verdad.
Nuestra norma debe ser la tolerancia. Todos y todas tienen el derecho de ser oídos
respetuosamente, independientemente de que no se compartan sus criterios. 8.
DESCONFIANZA EN EL PUEBLO
Hay dirigentes que no confían en el pueblo, que consideran que dedicar horas a conversar
con la gente es pérdida de tiempo.
Es necesario confiar en la capacidad creadora del pueblo y atreverse a liberar el potencial
creativo de la ciudadanía. Una revolución como la bolivariana pasa por la emancipación de
la inteligencia colectiva que se oculta entre los sin sabores de las derrotas, las
frustraciones, la apatía y la resignación. Inventar o errar es la consigna que guía esta idea.
Una vez que la gente adquiere confianza en sí misma, en su capacidad creativa y en sus
potencialidades de acción, eso redunda en una mejor disponibilidad para participar en
nuevas empresas comunitarias, en la medida que se decide a organizarse para participar.
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IMPROVISACIÓN DE LOS FUNCIONARIOS DEL GOBIERNO


Los funcionarios de gobiernos (local, regional o nacional), incluidos los revolucionarios,
suelen aproximarse a las comunidades con una precaria preparación para ello. Muchas
veces no saben quiénes son los que asisten a las reuniones ni cuáles son sus problemas.
Defienden su dejación en la preparación de las reuniones argumentando acerca de las
bondades de lo espontáneo.
Las organizaciones de base y los líderes comunitarios son muy sensibles cuando descubren
la improvisación con la cuál actúa la burocracia ante los ciudadanos. Cuando se
encuentran con un funcionario que se prepara de manera adecuada para su encuentro
con la comunidad, éstas rápidamente suelen expresarle su respeto.
En la experiencia del municipio Caroní bajo la conducción del alcalde Clemente Scotto, en
la década de los noventa, la improvisación fue desterrada mediante la norma de trabajo
consistente en la preparación de diagnósticos técnicos previos, llamados fotografías de la
realidad. Esta información se otorgaba en las primeras reuniones de trabajo y constituía el
punto de partida para los debates de planificación compartida entre comunidad y
gobierno local.
DIRIGENTE SABELOTODO
Una barrera tanto o más perniciosa que la anterior es la que produce el dirigente que se
presenta ante la comunidad como una persona excesivamente preparada, que conoce al
dedillo todos los problemas de la comunidad y sabe cómo resolverlos. Esta actitud
promueve la pasividad. ¿Para qué participar si el dirigente tiene todas las respuestas?
Ayuda mucho más a la participación que un dirigente trate de estimular que sean los
propios asistentes a la reunión los que hagan los diagnósticos y las propuestas, aunque el
sepa de antemano cuáles serán las respuestas.
EL ESPONTANEÍSMO DE LAS COMUNIDADES
La improvisación de los funcionarios tiene su complemento en el espontaneísmo
comunitario. Éste pretende fundamentarse en el desprecio por los teóricos y la teoría,
cuando en realidad revela un precario desarrollo de la sistematización, la revisión crítica
de las experiencias y una limitada cultura de socializar la información entre todos los
integrantes de las organizaciones o comunidades. No basta con hacer. La parábola popular
que dice: “el camino del infierno está lapidado de buenas intenciones,” sintetiza los
riesgos del espontaneísmo.
Éste no es otra cosa que una práctica comunitaria sin definición de objetivos, sin centrar
esfuerzos, sin identificar los ámbitos reales de desarrollo. Los esfuerzos se dispersan en un
afán de la acción por la acción.
43

Las comunidades y sus liderazgos deben estar alerta ante las expresiones de
espontaneísmo que se presentan en su seno. Se debe convocar a la gente a que discuta y
participe bajo una agenda construida de manera compartida entre todos los líderes de la
localidad. La elaboración consensuada de los puntos y temáticas a tratar, así como el
enfoque de las mismas, posibilita el emerger de la cultura de la sistematización, la
evaluación compartida y el pensamiento reflexivo. Pero la agenda consensuada debe ser
vista como un acuerdo mínimo que puede ser modificado y enriquecido por las propias
comunidades en el diálogo de saberes que se genera en las asambleas, plenarias y mesas
de trabajo.

ASAMBLEÍSMO
Aun cuando las grandes asambleas aparecen como el espacio ideal de participación para
mucha gente, no necesariamente lo son. Por el contrario, reuniones con una gran
asistencia y falta de preparación pueden ser el lugar propicio para que líderes
inescrupulosos manipulen a los asistentes a través de discursos muy floridos pero con
escaso contenido.
Los politiqueros con discurso radical, sin inserción social concreta, suelen defender el
asambleísmo porque esto les permite capitalizar las reuniones sin que ello implique un
real compromiso con el seguimiento de los acuerdos que de ella emanen.
Por eso la práctica aconseja que para agilizar la discusión de los problemas y la
elaboración de los planes de trabajo sectoriales es conveniente recurrir a reuniones
menores (entre 20 y 50 personas), que algunos han denominado mesas técnicas o
comisiones de trabajo.
Les corresponde a estas mesas y comisiones profundizar el diagnóstico y establecer las
modalidades de intervención social para la superación de necesidades o para cumplir
expectativas.
Teniendo en cuenta lo anterior, no se puede negar, sin embargo, que las asambleas son el
espacio privilegiado para hacer transparente los procesos de toma de decisiones y evaluar
colectivamente si una decisión fue correcta o no. Las asambleas son el espacio para
ratificar el norte de actuación de los equipos comunitarios.
Por eso, una vez concluido el trabajo delegado se hace necesario volver a las asambleas.
En éste caso, todas y todos los miembros de la comunidad debaten y acuerdan las
orientaciones centrales de interés e intervención.
Los líderes y organizaciones de base consustanciadas con la gente conocen las costumbres
de los habitantes de un lugar, saben cuándo se dan condiciones más favorables para que
44

la gente asista a las reuniones y suelen contar con un calendario de actividades de


acuerdo a estas consideraciones.
Pero no hay que confundir asamblea con asambleísmo. Éste es una desviación ultra
democrática que pretende someter todo asunto a la discusión asamblearia hasta paralizar
la dinámica de los procesos participativos de base.
Por otra parte, es errado considerar que quienes más participan en las asambleas son los
que mejor trabajan por la comunidad. No hay que descartar que lo que esas personas
buscan es sólo hacerse visibles, hacer presencia. En estos casos, el exceso de
protagonismo impide una adecuada contribución al desarrollo de las tareas colectivas
centrales.

FORMALISMO DECLARATIVO
Por lo general, suelen ser más activas en las discusiones las personas que poseen títulos
universitarios, preparación especial, dominio del tema tratado o actitudes como líder. Este
hecho configura una distorsión de las reuniones, por cuanto los oradores más aventajados
del foro hacen prevalecer sus opiniones por encima de quienes poco intervienen, poseen
limitaciones para armar su discurso o simplemente se inhiben para hacerlo.
Muchos de ellos se limitan a hacer intervenciones declarativas, de lucimiento personal,
que no aportan al análisis ni a la solución de los problemas. En tales situaciones, se debe
llamar la atención del exponente, en aras de que concrete su intervención.
No se trata de castrar el derecho que tienen los participantes de hacer uso de la palabra,
sino de auspiciar el aprovechamiento del tiempo de todo el colectivo. Generar disciplina
en las reuniones, concluir y tomar decisiones consensuadas, debe ser el norte de las
sesiones de trabajo.
Por eso, nos parece muy valioso el siguiente principio que adoptó un grupo comunitario:
el que interviene en una reunión asume la responsabilidad de ejecutar la tarea que
propone. Eso elimina de inmediato el formalismo declarativo.
PERFECCIONISMO
La realidad es siempre contingente, es decir, en constante cambio. La intención de
comprensión acabada del mundo expresa mitos sociales pues la realidad cambia a cada
rato y su abordaje demanda una buena dosis de improvisación. A menudo, muchas cosas
dejan de hacerse por la escasa disposición a asumir riesgos que tienen determinados
actores sociales e institucionales. Se aprecia una marcada tendencia a buscar mejorar
indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo nunca totalmente acabado, lo que
retrasa y, muchas veces, coarta muchas iniciativas. Esta actitud es conocida como
perfeccionismo.
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Los rasgos en la personalidad perfeccionista se expresan por medio de la combinación de


los siguientes aspectos: se posee un deseo exagerado de constante mejora, un deseo por
alcanzar metas excesivamente elevadas y preocupación por el concepto tienen los demás
sobre el líder.
El perfeccionista suele repetir una misma tarea varias veces en un obsesivo intento por
mejorar su desempeño, lo que supone mayor inversión de tiempo y recursos disponibles,
por ende, el resultado, aunque logre ser óptimo, nunca será eficiente.
El perfeccionista emprende una tarea si está seguro que el resultado será perfecto,
incuestionable, irrefutable. Esta circunstancia inhibe la creatividad y reprime el espíritu
emprendedor que debe caracterizar a los líderes y gobernantes.
Por otra parte, la preocupación y la indecisión están presentes en todas las actuaciones de
su vida, suele ser muy crítico consigo mismo y con los demás y nunca está satisfecho del
todo. Asimismo, el perfeccionista suele fijarse más en los aspectos en que falla,
concentrándose en cada error y en cada defecto, si comete un pequeño fallo es capaz de
considerar mal hecho todo el trabajo.
En aras de superar las tendencias perfeccionistas, es aconsejable recordar que todos
cometemos errores. Lo importante es saber asumirlos públicamente y reflexionar sobre
ellos, con el ánimo abierto a la idea de procurar solucionarlos y a aprender de nuestros
errores.
Se deben fijar metas realistas, alcanzables. Si los proyectos han sido debidamente
socializados y validados por las mayorías, los errores serán objeto de un aprendizaje
también colectivo. –
SECTARISMO
Sectario es quien defiende en forma ciega, no razonada, la “secta” a la cual él pertenece.
Una “secta” puede ser un determinado grupo de amigos, un partido, una seccional o
regional de ese partido, una federación sindical, un movimiento social, etcétera. Sólo la
“secta” tiene la razón. Los demás, cuando no coinciden con ella, están equivocados y sus
opiniones no merecen ni siquiera ser escuchadas y discutidas, sino ser aplastados,
ridiculizadas, reprimidas.
Ser sectario es anteponer los intereses parciales de la secta a los intereses generales del
proyecto por el que se lucha.
Existe sectarismo cuando en un ministerio, por ejemplo, los entes que trabajan en relación
con el agro, en lugar de complementarse y trabajar en forma armónicas se dedican a
competir entre sí, a ganar zonas de influencias, etcétera. Existe sectarismo cuando un
partido dentro de un frente político desprecia a sus aliados, tratando de copar todos los
puestos directivos importantes con su gente e impidiendo que los representantes de los
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otros partidos participen también de la dirección; lo mismo ocurre con una corriente
sindical con respecto a otras, o un movimiento social con respecto a otros.
Es común percibir actitudes sectarias en ciertos grupos sociales, políticos o institucionales.
Las actitudes sectarias ensordecen, impiden escuchar a los argumentos de otros. El
sectarismo se convierte en una traba para alcanzar el consenso duradero. El sectarismo es
un obstáculo para la participación.
El sectario solo ve a través de los lentes de su organización. Para él, los demás no tienen
razón. Quien no piense igual que él es su adversario.
El sectario busca imponer su verdad por cualquier medio, por ello limita las adhesiones y
conduce a fracturas en la unidad.
Si un miembro de una organización distinta a la suya tiene un comportamiento que
considera equivocado, sentencia como malos a todos los miembros de dicha organización.
Quien no pertenece a su grupo es adversario y no le concede la posibilidad de cambiar.
No sólo se reproducen prácticas sectarias entre componentes de grupos ideológicamente
antagónicos, también se evidencia entre tendencias identificadas con un mismo proyecto.
El sectario tiene un comportamiento extremista que lo lleva a conformar fracciones
incluso dentro de su propia organización.
El sectarismo es muy negativo porque conspira contra la unidad de los factores que
deberían articularse y potenciarse mutuamente y enrarece el ambiente, creando rechazos
y suspicacias que crean un ambiente desfavorable a la participación.
Para combatir al sectarismo, es preciso interpretar el espíritu de la participación como
herramienta de transformación del ser humano mediante la discusión y los aportes de
todos para arribar al mayor grado de consenso posible. Aceptar la diversidad, promover la
tolerancia, asumir comportamientos de humildad, reconocernos como iguales, es la clave
para erradicar el sectarismo.
DOGMATISMO
Ser dogmático significa razonar con recetas prefabricadas frente a los procesos sociales y
políticos, sin analizar la situación real del país que se quiere transformar.
El dogmático es aquel que se aferra a ideas fijas, para él nada cambia. La realidad no es
dinámica, sino que se reproduce en ciclos reiterativos. Sus reglas son inalterables y se
convierten en la única verdad.
El dogmatismo es un acto de fe, incapaz de comprender la riqueza del mundo real, su
diversidad y naturaleza contradictoria
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El dogma se asume como una verdad absoluta, convertida en ley inalterable y declarada
como cierta e incuestionable por quienes le siguen.
Son dogmáticos aquellos que repiten fórmulas y consignas revolucionarias que fueron
válidas en situaciones históricas pasadas y en determinados países, pero que no pueden
ser aplicadas a cualquier realidad sin más ni más.
Algunos dogmáticos suelen criticar a la revolución bolivariana por que no ha importado y
adoptado las medidas que otras revoluciones asumieron. (Régimen de partido único,
persecución a la disidencia, etcétera). Dichos detractores no comprenden que nuestra
revolución intenta construir un camino propio ni reproduce recetas, lo cual no implica que
no se extrapolen experiencias exitosas de otras latitudes.
Son dogmáticos aquellos que no distinguen entre cuestiones de principios y cuestiones de
orden táctico. Rechazan, por ejemplo, cualquier acuerdo con la burguesía, sin analizar
antes la coyuntura política y la correlación de fuerzas.
La superación del dogmatismo se fundamenta en la comprensión de la singularidad de los
procesos. No hay recetas, todo proceso es único.
Frente a la fraseología dogmática exijamos análisis concreto de la situación concreta. La
participación encuentra en el dogmatismo un obstáculo a las iniciativas creadoras. El
dogmático no reconoce la riqueza de caminos y propuestas que nutren la transformación
social que emprende la gente, siempre busca moldes para calzar la realidad a ellos.
En lugar de que el dirigente piense que sabe todo, es importante que entienda que hay
mucho que aprender de los otros. Y no sólo de las más complejas y abarcadoras sino
también de las pequeñas. Nadie puede subestimar una u otra experiencia, todas - cuentan
y en cada una de ellas encontramos claves para continuar avanzando en la construcción
de la democracia participativa y protagónica.
USO DE CALIFICATIVOS PEYORATIVOS
Muchos líderes sociales y políticos han encontrado en la descalificación peyorativa de la
disidencia una forma de control organizacional. En consecuencia suelen señalar que
quienes discrepan por un punto de vista lo hacen porque son contrarrevolucionarios,
anarquistas, trotskistas, oportunistas, escuálidos, golpistas disfrazados, etcétera, con la
sola intención de aislar a los sectores críticos del colectivo comunitario y garantizarse el
control de los grupos.
Estas prácticas contribuyen a dividir, a crear desconfianza; restan fuerza al compromiso y,
a veces llegan a paralizar los proyectos. Es necesario eliminarlas y, si no se logra, es
necesario no elegir más a ese tipo de líder para ningún cargo de responsabilidad.
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EXCESO DE PRAGMATISMO
El pragmatismo es una actitud y pensamiento que valora sobre todo la utilidad y el valor
práctico de las cosas. Los pragmáticos consideran que el único criterio para juzgar si algo
es verdadero o falso es la prueba de la práctica.
Los pragmáticos sobrevaloran el hacer. Lo que importa es hacer cosas, no pensar cómo
hacerlas; conseguir resultados poniendo de lado muchas veces los aspectos éticos
comprometidos en dicha manera de actuar. Desdeñan la teoría. Mientras menos se
piense, medite y analice sobre las cosas que se hacen, mejores resultados se obtendrán.
La lógica nefasta del pragmatismo apela a la eficacia y a la eficiencia como argumentos
justificadores de su acción. Contra este sistema de creencias deben operar las fuerzas
creativas y transformadoras de los revolucionarios. Se puede hacer las cosas rápido y bien,
sin dejar de lado la teoría, la ideología, la mirada estratégica. Toda acción humana merece
una reflexión asociada a ella.
LAS BONDADES DE LA PARTICIPACIÓN
La participación permite que las comunidades crezcan y desarrollen valores y nuevas
sensibilidades. Revisemos algunos de ellos:
ELEVA LA AUTOESTIMA POPULAR
A medida que las personas van participando en los asuntos que le son propios y logran,
con su organización y lucha, resolver sus propios problemas, se produce un cambio
cualitativo con respecto a lo que antes existía, las personas comienzan a recuperar la
confianza y se ven a sí mismas como sujetos que aprenden, transforman y propician el
cambio positivo. Constatan, al mismo tiempo, el poder de las comunidades organizadas.
Nuestra experiencia nos dice que los integrantes de las comunidades tienen
potencialidades y experiencias que se liberan y se potencian en el encuentro con los otros,
en espacios de participación compartida.
De allí, nuestro énfasis en cuidar cada una de las dinámicas que se llevan adelante en el
proceso participativo, que van transformando a las personas de actores pasivos en actores
o sujetos capaces de construir su propio destino.
RESPETO A LAS DIFERENCIAS Y SUPERACIÓN DE LAS DIVISIONES
En la medida que una comunidad organizada de base trabaja por alcanzar las metas
consensuadas, se genera un proceso de reconocimiento de los “otros” como ciudadanos
con iguales derechos. Ese proceso hace visible temas y agendas subterráneas como la del
género, la diversidad sexual, las minorías étnicas o el respeto a la biodiversidad,
enriqueciendo las prácticas comunitarias de base.
49

Por otra parte, un trabajo participativo en proyectos comunitarios facilita enormemente la


articulación de todos los sectores progresistas y de la izquierda, tanto de los militantes de
partidos como de los militantes sociales, como de gente sin partido porque permite hacer
un tipo de convocatoria diferente.
Para trabajar por un proyecto de esta índole no hay que adherir necesariamente a un
partido, a un frente, a un movimiento. Por ejemplo, cuando la gente se involucra en
instancias participativas en un gobierno local que se propone construir un proyecto de
ciudad humanista y solidario; o cuando el estudiante participa en un proyecto de
democratización de su federación estudiante; o cuando el campesino participa en la
construcción de un asentamiento o polo de asentamientos de acuerdo a un modelo que
prefigure la nueva sociedad.
POLITIZACIÓN
La participación popular protagónica en las distintas instancias de gobierno hace que las
personas involucradas en ella crezcan en conciencia política.
Hay que entender que la política no es propiedad de los partidos políticos. Tiene que ver
con la preocupación y actuación sobre la sociedad. Viene del griego ‘polis’, que significa
ciudad. Ya el filósofo griego, Aristóteles, decía que el hombre era un animal político.
Politización, por lo tanto, no es lo mismo que partidización. Una persona se politiza o
adquiere conciencia política en la medida en que deja de centrar toda la atención en sus
problemas individuales o de su pequeño grupo y empieza a ver los problemas en un
contexto más global; una persona que es capaz de sobrepasar los estrechos límites de su
localidad, sector, partido, gremio, grupo de opinión, tendencia, y asume como suyos los
intereses globales de la sociedad de la cual forman parte. En este sentido es que la
participación de los ciudadanos en los asuntos públicos se constituye en uno de los
caminos para su politización de los ciudadanos y para dar viabilidad a un proyecto de
emancipación común.
Es el proceso de toma de conciencia de la población sobre su condición ciudadana, es
decir, con derechos y deberes que se concretan en espacios sociales comunes.
Una de las tragedias de este país es que el ejercicio de la política ha sido sustraído del
ejercicio cotidiano de la gente siendo arrebatado por un sector que se llama a sí mismo
profesional de la política y que, en definitiva, es el único que se siente con derecho a
opinar, a decidir. Se ha llegado a hablar de “la clase política”, porque de hecho este grupo
de personas se ha ido separando de los intereses generales de la población y se ha ido
profesionalizando en el ejercicio de la política, en el discurso de la política.
Hay que recordar que los grandes problemas de Venezuela no eran debatidos con el país.
Las decisiones sobre el destino del ingreso petrolero, sobre la deuda, sobre todas esas
cosas, fueron tomadas siempre por los cogollos. Quienes participaban eran los secretarios
50

generales de los partidos. El pueblo era el eterno ausente. Ese era uno de los paradigmas
de la democracia representativa, y esa es una de las causas que explica por qué se ha
generado en la población una dinámica de rechazo hacia los políticos y la política en
general, cuando, en realidad, una de las cosas que hay que reivindicar es el ejercicio de la
función política como la más excelsa actividad de servicio a la comunidad.
Cada vez más la gente rechaza las prácticas partidarias clientelares, poco transparentes y
corruptas, que sólo se acercan al pueblo en momentos electorales, donde se pierde
energía en luchas intestinas, de fracciones y pequeñas ambiciones; donde las decisiones
son adoptadas por las cúpulas partidarias sin una real consulta con las bases y donde
prima el liderazgo unipersonal sobre el colectivo.
La gente repudia crecientemente los mensajes que se quedan en meras palabras, que no
se traducen en actos.
Por ejemplo, el proyecto bolivariano está tratando de realizar un proceso de politización
de la población. Pero, para lograr esto, uno de los obstáculos son aquellos políticos
profesionales que no entienden el proyecto de democracia participativa y protagónica,
que no dejan que la gente se exprese, porque tienen más facilidad de palabra, porque
tienen precisamente más capacidad de andar engullendo y deglutiendo cosas, y con ello
impiden que la gente, en su expresión más sencilla, vaya viendo y abordando problemas
para irles dando soluciones.
Criticar estas actitudes no significa desconocer que, en el sistema político de democracia
participativa y protagónica, los partidos electorales continúan jugando un papel
importante, pero la participación no se puede reducir a los partidos, va mucho más allá, se
expande a muchos otros sectores sociales y no se limita a las agendas electorales sino que
se realiza en la diaria acción comunitaria.
Se trata de un proceso de rescate nacional, y en todo caso local, del ejercicio de la política,
porque la involución de la democracia llevó a la despolitización general de la población.
LOS PARTIDOS Y LA PARTICIPACIÓN POPULAR
Los partidos deben tomar conciencia acerca de la importancia de las organizaciones
sociales y comunitarias, de los liderazgos de base extra partidarios que participan en la
construcción de la democracia participativa y protagónica.
Es necesario que asumamos una nueva concepción de la política que la concibe como el
arte de descubrir las potencialidades que existen en la situación concreta de hoy para
hacer posible mañana lo que en el presente aparece como imposible.
De lo que se trata es de cambiar la correlación de fuerzas existente construyendo las
fuerzas sociales y políticas que podrán hacer efectivos los cambios con los que soñamos.
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Pero pensar en construcción de fuerzas y en correlación de fuerzas es cambiar la visión


tradicional de la política que la reduce a la lucha relacionada con las instituciones jurídico-
políticas y a exagerar el papel del estado; que piensa de inmediato en partidos políticos y
en la disputa en torno al control y la orientación de los instrumentos formales de poder y
donde los sectores populares y sus luchas son los grandes ignorados.
Pensar en construcción de fuerzas es también superar el antiguo y arraigado error de
pretender construir fuerza política sin construir fuerza social.
Por eso, los cuadros políticos de la nueva época no pueden ser cuadros con mentalidad
militar —hoy no se trata de conducir un ejército, lo que no quiere decir que en algunas
coyunturas críticas pueda y deba hacerse un viraje en este sentido—, ni tampoco
demagogos populistas —porque no se trata de conducir un rebaño de ovejas—; los
cuadros políticos deben ser fundamentalmente pedagogos populares, capaces de
potenciar toda la sabiduría que existe en el pueblo.
Y no hay mejor terreno para aplicar esta concepción de la política que la construcción de
una verdadera democracia participativa y protagónica, donde cuadros políticos de nuevo
cuño promuevan la participación popular en todas las esferas de la sociedad.
[CITATION Mar \l 19466 ]

5 ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE LA SOCIEDAD


La vida política La imposibilidad de que cada ser humano pueda satisfacer sus propias
necesidades materiales y espirituales, y su vocación a convivir con los otros y a comunicar
sus conocimientos y su amor, muestran la necesidad de la sociedad política. La palabra
“política” deriva del sustantivo griego polis que, si bien significa ciudad, debe entenderse
en el sentido de Estado. La política es la ciencia y el arte que se ocupan de la organización
y administración de la res publica, con el fin de alcanzar el bien común de la sociedad.
5.1 Enseñanzas bíblicas
El estudio teológico-moral de la vida política se basa en la doctrina de la Revelación. Es
cierto que las actuales circunstancias sociales son muy diferentes de las que existían
cuando se compuso la Sagrada Escritura; pero los criterios morales son permanentes y
contienen suficientes elementos que iluminan la vertiente ética de la actividad política.
Estos elementos son el fundamento de la moral cristiana en este campo
El Antiguo Testamento ofrece una visión fuertemente orientada al reconocimiento de
dominio absoluto de Dios, que puede –y debe– iluminar las implicaciones morales de la
vida política en todas las épocas.
La realeza se considera un don de Dios a favor del pueblo, con la misión de hacer visible el
señorío y el designio divinos; el rey es elegido por el Señor y estimado como su hijo,
deberá actuar con justicia y defender a los necesitados.
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A menudo, sin embargo, el rey no encarna este ideal; Samuel ya había advertido las
consecuencias de un ejercicio despótico de la autoridad, y muchas de las denuncias
proféticas se refieren a las prevaricaciones de los reyes. Pero estas infracciones no
suprimen el ideal de una autoridad fiel a los planes divinos: este ideal prevé la llegada de
un rey ungido por el Espíritu del Señor, verdadero pastor del pueblo de Israel, que
gobernará con sabiduría y juzgará con equidad; él traerá la paz, premiará la conducta
recta y castigará la iniquidad.
El Nuevo Testamento enfatiza la dimensión moral de la política, Jesús hace una clara
distinción entre el poder temporal y el espiritual, rechaza la tentación de un mesianismo
político y reprueba el dominio despótico de los gobernantes, pero no impugna la
autoridad política en sí misma. Además, con su vida y su predicación, enseña que la
autoridad debe ejercerse como servicio
Las cartas apostólicas contienen la misma doctrina: San Pablo indica que la obediencia a
los poderes públicos responde al orden establecido por Dios y debe realizarse por razones
de conciencia, enseña la necesidad de cumplir las obligaciones cívicas (específicamente
pagar los impuestos) y recomienda orar por las autoridades para que los ciudadanos
puedan disfrutar de paz y tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna

San Pedro enseña que los gobernantes tienen el deber de castigar a los que obran el mal y
premiar a los que practican el bien; y los ciudadanos deben obedecer y respetar la
autoridad humana como quiere el Señor.
Sin embargo, si la autoridad se opone a los designios divinos y pide un acatamiento
absoluto, quiere decir que se auto diviniza y se convierte en la bestia del Apocalipsis. En
ese caso, hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
5.2 La sociedad civil y los cuerpos intermedios.
La palabra política tiene diversos significados: generalmente se usa en el sentido de “hacer
política”, pero su acepción más genuina se refiere a la estructuración de la vida pública en
orden al bien común: ésta es la finalidad del Estado. También se puede hablar de política
en un sentido más amplio, que incluye todas las actividades dirigidas al desarrollo de las
relaciones sociales. Este último es «el ámbito de la sociedad civil, entendida como el
conjunto de las relaciones entre individuos y entre sociedades intermedias, que se
realizan en forma originaria y gracias a la “subjetividad creativa del ciudadano”. La red de
estas relaciones forma el tejido social y constituye la base de una verdadera comunidad de
personas, haciendo posible el reconocimiento de formas más elevadas de sociabilidad»
Se debe, por ende, distinguir la comunidad política (y económica) de la sociedad civil; esta
distinción –en el plano teórico– ha sido una adquisición de los últimos siglos, a la que la
Iglesia ha contribuido con sus enseñanzas acerca de la plena verdad humana.
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La comunidad política, imprescindible para el progreso humano, no es la comunidad


primigenia: deriva de las personas y grupos que conforman la sociedad civil y se constituye
para su servicio, es decir, para promover el desarrollo ordenado de la sociedad civil y de
las personas y asociaciones que la componen. Ciertamente las dos esferas están
estrechamente vinculadas y son interdependientes, pero no se identifican; menos aún la
sociedad civil «puede considerarse un mero apéndice o una variable de la comunidad
política: al contrario, ella tiene la preeminencia, ya que es precisamente la sociedad civil la
que justifica la existencia de la comunidad política»
En definitiva, la razón de ser de la comunidad política es la sociedad civil, a la vez que esta
última necesita la primera para su desarrollo. La experiencia ha evidenciado la ineficacia
del Estado-providencia y que, en muchos casos, la sociedad civil ha demostrado una
notable capacidad para organizar las relaciones humanas al servicio de las personas y de
las asociaciones; esto deriva normalmente de su mayor libertad y subjetividad, que
favorecen la responsabilidad social de las personas. Sin embargo, no hay que idealizar la
sociedad civil; también ahí se verifican abusos y puede imperar la ley del más fuerte.
Precisamente por eso es necesaria una correcta relación entre la sociedad civil y la
sociedad política que promueva el desarrollo colectivo; éste progresa sea ampliando los
ámbitos en los que resulta posible participar activamente en la vida pública, sea
facilitando que los ciudadanos libremente asociados ejecuten funciones sociales al servicio
de la comunidad. El modo de relacionarse y los confines de las dos comunidades, civil y
política, dependen de la concreta situación histórica y cultural.
Existen, sin embargo, algunos criterios válidos en toda circunstancia, por ejemplo: las
instituciones políticas deben favorecer y, cuando sea necesario, subvencionar los
proyectos de la sociedad civil encaminados al bien común; proteger las iniciativas sociales,
cuyo crecimiento redunda en provecho del bien social
También conviene recordar algunas patologías que pueden presentarse en las relaciones
entre ambas comunidades: que la política invada la esfera propia de la sociedad civil, que
la autoridad política deje algunas de sus funciones en manos de grupos de presión, que la
base social desatienda e sus deberes ciudadanos, etc.
Estos casos son quizá los que exigen un mayor empeño por parte de los ciudadanos
responsables para no ceder a la pasividad y esforzarse en el saneamiento de las
estructuras. Las asociaciones que se forman en el ámbito de la sociedad civil son las
comunidades o cuerpos intermedios. Éstos responden a la natural sociabilidad humana y
gozan de una cierta “subjetividad” y de derechos naturales, inalienables y universales. Son
necesarios para el desarrollo personal y social, y su institución constituye un derecho
humano
Cuando este derecho es reconocido y vivido, se instaura un tejido social en el que es más
fácil tutelar la libertad y dignidad de las personas, y promover el desarrollo de toda la
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sociedad. En efecto, si estas comunidades intermedias se plantean en una perspectiva


humanista, sus objetivos van más allá de la mera convergencia de intereses, ya que se
basan en la confianza mutua y el afecto genuino que derivan de la igualdad –de origen, de
dignidad y de finalidad– de cada persona y grupo humano. El derecho de asociación
incluye la autonomía de los cuerpos intermedios para decidir sus metas y modos de
organizarse, siempre en consonancia con el bien común del país y de toda la familia
humana.
Para ello, es necesario que las actividades de estos organismos estén presididas por el
principio de solidaridad, que les lleva a no encerrarse en sí mismos sino a buscar también
el bien de los demás; y por el principio de subsidiaridad, en virtud del cual cada asociación
tiene el derecho a recibir la ayuda necesaria para su normal desarrollo y servicio, y el
derecho y el deber de prestar ayuda también a las comunidades que de ella dependen.
5.3 Naturaleza de la política
La actividad política comporta el análisis y la realización de cuanto atañe a la naturaleza,
los objetivos y los procedimientos para estructurar la vida pública de un país con miras al
desarrollo integral de los ciudadanos; incluye, por consiguiente, las relaciones con otros
países, los programas culturales, económicos, etc., y, principalmente, los modos de
gobernar, legislar y juzgar.
De ahí que la política esté íntimamente vinculada al concepto de potestad (potestas), en
cuanto la autoridad política tiene la facultad (según los procedimientos establecidos por el
sistema político vigente) de dictar normas obligatorias de acción a los ciudadanos del país.
La potestad, sin embargo, no es suficiente para organizar un Estado digno de la persona;
también es necesario que quienes ejercen el poder gocen de autoridad en el
cumplimiento de su función, es decir, de la ascendencia y prestigio que se adquieren
mediante un ejercicio correcto de la propia tarea, que genera la confianza de los
ciudadanos. La autoridad es tanto más necesaria en la vida política cuanto que su “materia
prima” son las personas humanas; esa confianza debe ganarse día a día, a través de una
serie de decisiones y de realizaciones que sean válidas en sí mismas. Esto muestra la
enorme importancia de la actividad política y la consiguiente gran responsabilidad de
quienes se dedican a ella.
La filosofía política ha pasado por diversas fases, según los distintos lugares geográficos y
tiempos históricos. Limitándonos a la cultura “occidental”, se constata que el pensamiento
político clásico –griego y romano– así como el de la Edad antigua y medieval estaba
presidido por los valores éticos: el fin del Estado era promover la “vida buena” de los
ciudadanos. En la Edad moderna comienza un cambio de paradigma, que considera como
finalidad de la política la adquisición, el manejo y el mantenimiento del poder. Hacia la
mitad del siglo XX, debido a la experiencia de los totalitarismos y a la influencia de
diversos pensadores y estadistas cristianos, la política ha vuelto a tomar un cierto cariz
55

más humanista, proponiéndose como objetivo no tanto el poder cuanto las personas y el
bien común.
Este enfoque es el correcto: la vida política encuentra su origen, su base firme y su
finalidad en el desarrollo integral de todas las personas; para ello debe respetar la plena
verdad humana, es decir, el orden moral. «La relación entre ética y política es,
particularmente hoy, un tema de extrema urgencia no sólo porque es objeto ineludible de
reflexión, sino también porque la experiencia atestigua que su desestructuración conduce,
de hecho, al sometimiento de la política al utilitarismo, al servicio de las oligarquías
económicas, financieras y tecnócratas, con graves peligros para la democracia y la paz.
Es cierto, como ya se ha visto, que el bien común temporal no se identifica con el bien
moral, pero tampoco le es ajeno; por eso, en su responsabilidad por el bien común, el
Estado debe garantizar la moralidad pública sin convertirse en un “Estado ético”. Sólo ese
empeño puede asegurar su supervivencia.
El primer y decisivo espacio de la política es, por ende, el hombre, el servicio a las
personas y a la sociedad civil y, en última instancia, el logro del bien común, que puede
resumirse en la tutela y el desarrollo de los derechos de las personas y de los grupos
humanos.
Para llevar a cabo este servicio, la actividad política debe realizar una doble tarea: a)
Promover el desarrollo integral de las personas, que incluye el crecimiento de la vida
virtuosa ya que la vitalidad de un grupo social deriva principalmente, de las virtudes de
quienes lo componen. b) Impulsar una cultura auténticamente humanista y establecer las
instituciones sociales y políticas que favorezcan la edificación del bien común.
Este imperativo humanista de la actividad política conlleva una serie de corolarios: ejercer
la autoridad como un servicio a los ciudadanos; no considerar nunca a ningún ser humano
como una simple parte del cuerpo social ni tratarlo como medio, porque siempre tiene
valor de fin y es titular de derechos inviolables e intangibles, que constituyen un límite
infranqueable para la autoridad política; favorecer la solidaridad social de modo que
ningún grupo humano –por motivos religiosos, étnicos, culturales, etc.– se encuentre al
margen del bien común; establecer un Estado de derecho, en el que impere la justicia y no
la fuerza, y en el que se tutelen los derechos fundamentales de todos; facilitar que todos
los miembros de la sociedad política proyecten libremente la propia existencia; promover
la igualdad y la justicia social; tutelar el derecho de asociación y la autonomía de los
grupos sociales; establecer la posibilidad y el modo de cambiar periódicamente los
poderes públicos y las instituciones políticas.
Un corolario que, sin ser el más importante, influye poderosamente en el desarrollo de la
vida política es la participación de los ciudadanos en la gestión de las actividades públicas;
cuando disminuye esa participación –por imposición o por apatía–, la formación del
consenso social se hace imposible y las personas en lugar de cooperar en la causa común
56

se encierran en sus propios intereses. La participación en la actividad política asigna a los


cristianos obligaciones específicas, ya que no deben considerar el contexto social, político
y económico como extraño a la historia de la salvación, sino como una realidad edificada
por la libre elección de los hombres y, por tanto, positiva o negativamente relacionada con
los valores del Reino.
Para cumplir adecuadamente sus deberes políticos es necesario que los fieles pongan en
práctica algunos criterios ya mencionados, que recordamos brevemente en relación a la
política. Ésta debe tener como objetivo construir la civilización del amor, ya que el amor es
el único vínculo firme que permite a un grupo de personas establecer una verdadera
comunidad. Las actividades políticas deben estar encaminadas hacia el bien común,
realizarse al servicio de las personas –especialmente de las más necesitadas–, y ser
coherentes con los valores cristianos.
Para ello es necesario un adecuado conocimiento de la enseñanza social de la Iglesia,
además de la correspondiente preparación política: sólo una relación armónica entre esos
dos aspectos –moral y profesional– podrá inspirar las decisiones más adecuadas para
lograr el bien común; y también es necesaria la práctica de las virtudes morales:
honestidad generosa, competente y fiel al servicio de la sociedad; prudencia y
discernimiento; talante democrático, pacífico y dialogante con todos.
A los cristianos comprometidos en este ámbito se les pide asimismo vivir las virtudes de la
fe, de la esperanza y del amor en su actuar político, confrontándolas con las limitaciones y
las oportunidades de la actividad socio-política.
5.4 La autoridad:
Necesidad y origen Las diferentes sociedades humanas, desde las más extensas a las
menores, se forman con el fin de alcanzar una determinada meta, inaccesible para la
persona aislada. La diversidad de los componentes y la unidad de propósito evidencian la
necesidad de una autoridad que estimule, oriente y unifique las actividades de quienes
participan en el esfuerzo común. Como el origen de la naturaleza social del hombre es
Dios, toda autoridad procede de Dios como autor de la naturaleza: «La autoridad exigida
por el orden moral emana de Dios».
Esta verdad no ha sido puesta en duda hasta la Edad moderna, en que se comenzó a
teorizar que era la voluntad humana –a través de un pacto o contrato social– a establecer
el Estado y su autoridad, dando lugar a la doctrina de la soberanía popular: no existiría
nada –ni voluntad divina ni ley natural ni derechos inalienables– por encima de la
voluntad general del pueblo. Esta teoría deriva de las ideas de Hobbes y Rousseau y,
dependiendo de su evolución, ha sido la base tanto del liberalismo individualista cuanto
del socialismo colectivista.
57

Considerando que “homo homini lupus”, es decir, que los hombres luchan entre sí para
sobrevivir, Hobbes imaginó que, a fin de evitar la aniquilación general, cada hombre cedía
una parte de su potestad mediante un “pacto social” a un poder público que recibía la
misión y la potestad de organizar la vida social. Rousseau parte de un supuesto antitético:
el hombre en su condición primitiva vive en un estado de bondad y libertad naturales,
pero el aislamiento obstaculiza su desarrollo; por eso estipula un contrato con otras
personas para fundar un Estado al que confiere parte de su libertad; la “voluntad general”
que así se forma englobaría lo mejor de cada persona, por lo que debería ser respetada –si
es necesario por la fuerza–, precisamente porque esa “voluntad” sería la única capaz de
hacer al hombre auténticamente libre.
El error de esta teoría no es la defensa de la soberanía popular: ésta es legítima, pero está
subordinada al designio divino. La equivocación fundamental se encuentra en que esa
doctrina se basa en una falsa antropología: prescinde de la relación del hombre con Dios,
negando su existencia o, al menos, suponiendo que no se interesa por las cuestiones de
este mundo. De ahí que considere la libertad como pura autonomía del ser humano; así, la
“voluntad general” sería el origen único y universal de los derechos y los deberes sociales.
Este planteamiento, al no aceptar la existencia de una verdad y de un bien objetivos,
acaba guiándose sólo por la arbitrariedad, aunque sea la arbitrariedad de la mayoría. Por
eso el Magisterio ha enseñado su falsedad.
León XIII reiteró frecuentemente esta enseñanza, debido a las circunstancias políticas de
su tiempo; posteriormente el Magisterio social ha recordado con insistencia el origen
divino de la autoridad, el error de erigir la voluntad humana a norma suprema y las
negativas consecuencias de este error. Más aún, la afirmación de que la libertad humana
comporta el rechazo de una ley moral superior es la raíz de las tragedias que acompañan
la historia moderna de la libertad: cuando el hombre quiere librarse de la ley moral y se
proclama independiente de Dios, lejos de obtener su libertad, la destruye y él mismo
resulta presa del arbitrio.
En definitiva, la autoridad no puede ser entendida como un poder que deriva únicamente
de criterios sociológicos e históricos, y no es suficiente una elección democrática para
garantizar la validez del poder público. Todo lo dicho no significa negar el carácter
voluntario y libre de las relaciones sociales, ni rechaza la posibilidad de realizar contratos
sociales. En efecto, la convivencia humana, para que sea tal, debe constituirse en modo
racional y voluntario: las personas establecen libremente los diversos grupos sociales,
pero lo hacen en conformidad con su sociabilidad, que es una característica puesta por el
Creador en la naturaleza humana.
Aunque el origen último del poder político se encuentra en Dios, la autoridad de los
grupos humanos deriva en modo inmediato de sus componentes. Por tanto, su ejercicio
depende de la naturaleza de la sociedad y puede evolucionar en función de las situaciones
específicas: la autoridad familiar es diferente de la que corresponde a la empresa o a la
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política. En la esfera política, la soberanía se encuentra en el pueblo, que debe delegarla


según los procedimientos establecidos en sintonía con la cultura y las circunstancias
históricas. En la situación actual, la autoridad ejercerá tanto más legítimamente esa
soberanía cuanto más democrática haya sido su elección.
5.5 Deberes y límites de la autoridad
El origen divino de la autoridad no debe dar lugar al absolutismo; más bien al contrario. En
efecto, es el olvido de la dimensión trascendente del hombre el que favorece la
autocracia: los pensadores griegos ya habían indicado que si la vida humana fuese
circunscrita a este mundo, la política sería la ciencia suprema y el Estado el valor máximo.
Mientras que el origen divino de la autoridad pone en evidencia su relatividad y límites; y
es, por eso, un elemento indispensable para el buen funcionamiento de las distintas
comunidades, como se enseña a la razón, la Revelación y la experiencia histórica. El poder
de las autoridades terrenas no es ilimitado, debe estar subordinado al designio divino: si
esto no sucede, el poder tiende a extralimitarse. No es de extrañar, por ende, que las
teorías del “contrato social”, aunque propuestas como un bien para la humanidad, hayan
sido la raíz de los más terribles totalitarismos de la historia humana.
Como escribió Hölderlin, cuando el hombre ha querido hacer del Estado un paraíso, lo ha
convertido en un infierno; palabras que, por desgracia, la historia moderna ha confirmado
ampliamente. Así pues, la naturaleza de la autoridad exige que se ejerza en favor del bien
humano y, por tanto, dentro de los márgenes de la ley moral; ésta precede, fundamenta y
confiere toda su dignidad al poder público. Las obligaciones y los límites de la autoridad
política, pueden enunciarse en modo sucinto: – El principal deber es promover el bien
común.
Esta verdad, que puede alcanzarse mediante la razón, es aún más evidente a la luz de la
fe, porque la caridad es el alma de la convivencia social: los cristianos deben apuntar en
este ámbito al establecimiento de relaciones fraternas entre las personas, dirigidas al bien
integral de todos los seres humanos. – El límite primordial es no ceder a la estatolatría, es
decir, pensar o, peor aún, actuar como si sólo la autoridad poseyera la piedra de toque del
bien humano
Este peligro es evidente en los totalitarismos, pero cada vez es más manifiesto en el
totalitarismo encubierto de ciertas democracias.
La forma de ejercer la autoridad política repercute notablemente en el desarrollo social y
en la vida de las personas: «La persona, el Estado, el poder público, con sus respectivos
derechos, están estrechamente relacionados y, por tanto, se mantienen o se malogran
juntos»; de modo que si alguno de ellos buscara su beneficio a expensas de los otros
acarrearía un daño a sí mismo y al conjunto social. Esto vale sobre todo para quienes
ejercen el poder, ya que el incumplimiento de sus obligaciones menoscaba el principio de
autoridad, influye negativamente en la relación entre gobernantes y ciudadanos, hace
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perder la confianza en las instituciones públicas y produce una creciente apatía hacia la
vida política. De hecho, la corrupción, el engaño, la inmoralidad, el egocentrismo son
pecados especialmente graves para las personas que ejercen la autoridad; mientras que
para edificar una “buena sociedad” son necesarias la idoneidad moral, la eficiencia
práctica y la aptitud política de las autoridades públicas: gobernantes, parlamentarios,
jueces, etc.
Conviene, por último, hacer una breve referencia a los funcionarios públicos, que
contribuyen a realizar los cometidos de la autoridad: «El papel de quien trabaja en la
administración pública no ha de concebirse como algo impersonal y burocrático, sino
como una ayuda solícita al ciudadano, ejercitada con espíritu de servicio».
Esta perspectiva se opone a la burocratización excesiva, al funcionalismo impersonal, al
deseo de imponerse a los demás y a la holgazanería más o menos encubierta, que
obstaculizan el espíritu de servicio. f) El poder judicial La búsqueda del bien común y la
promoción de los derechos de las personas requieren una triple función del poder público:
legislar con justicia, dirimir los conflictos y las responsabilidades y dirigir la sociedad.
Esto se realiza a través de los tres poderes del Estado: legislativo, judicial y ejecutivo, que
tienen como fin la edificación del bien común, según su ámbito específico. La función
principal del poder judicial es tutelar los derechos de las personas y de los grupos sociales;
para hacerlo debe decidir (“juzgar”), dentro del ordenamiento jurídico –que se supone
justo–, quién es el que posee un derecho cuando existe una controversia entre los
distintos componentes de la sociedad; o bien decidir cómo restaurar el orden de la
sociedad cuando éste ha sido deteriorado por un delito. Por eso, dentro de los límites de
la moral y de la búsqueda del bien común, el poder judicial tiene la función de ayudar y, si
es necesario, de obligar a los ciudadanos a cumplir sus propios deberes, incluso con la
imposición de sanciones adecuadas cuando sea preciso.
La salvaguardia de las exigencias morales y del bien común requieren que el poder judicial
tenga en cuenta un conjunto de delicados procedimientos para proteger la dignidad de los
hipotéticos o verdaderos culpables: presunción de inocencia, búsqueda de la verdad,
discreción en las investigaciones, celeridad de los procesos, recurso a métodos que no
sean inhumanos. Sobre este último punto debe recordarse la absoluta prohibición de la
tortura; y lo mismo se aplica a otras prácticas que ofenden la dignidad personal, como
puede ser el uso de la encarcelación preventiva con el fin de obtener informaciones
pertinentes al proceso.
Cabe señalar también que las penas por los delitos cometidos no tienen una finalidad
vindicativa; su objetivo es, principalmente, reparar el desorden social, mantener el orden
público y corregir al culpable para que pueda reintegrarse en la vida social
Es, por tanto, necesario que las cárceles posean las instalaciones y el personal necesario
para promover el crecimiento moral de los detenidos. Todo ello muestra claramente la
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delicada función que corresponde al poder judicial, y la necesidad de una elevada


condición moral y una seria preparación profesional por parte de quienes lo ejercen. El
bien social, requiere que «el poder judicial dé a cada cual su derecho con imparcialidad
plena y sin dejarse arrastrar por presiones de grupo alguno».
5.6 Deberes de los ciudadanos y derecho de resistencia
Cuando la autoridad política ejerce sus funciones en el ámbito del orden moral, teniendo
como fin la edificación del bien común, «los ciudadanos están obligados en conciencia a
obedecer. [...] Pero cuando la autoridad pública, rebasando su competencia, oprime a los
ciudadanos, éstos no deben rehuir las exigencias objetivas del bien común; les es lícito, sin
embargo, defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de tal
autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica»
Puede también suceder que la autoridad constituida no haya obtenido legítimamente el
poder; se plantea entonces la pregunta si es obligatorio en conciencia obedecerle. La
doctrina de la Iglesia, teniendo en cuenta que los poderes públicos son indispensables
para edificar el bien común, enseña que debe considerarse como verdadera autoridad
aquélla que “de hecho” la desempeña en modo justo.
Los deberes positivos de los ciudadanos se han desarrollado en otros momentos de este
Curso de moral, por ejemplo: el respeto de las leyes justas, la promoción del bien común,
la participación en la vida política, etc. Conviene, sin embargo, analizar el aspecto negativo
que puede resumirse en el concepto de resistencia. En un sentido estricto, la resistencia –
en el ámbito social– indica la decisión de oponerse a un orden social que se considera
injusto
Teniendo en cuenta que la legalidad y la moralidad no se identifican, es posible que una
autoridad –incluso legítima– emane una norma contraria a la conciencia de algunos o de
muchos ciudadanos
En tal caso, las personas tienen derecho a oponerse, para no realizar e incluso modificar lo
que consideran perjudicial para la dignidad humana. El derecho de resistencia es un
derecho natural, que deriva del derecho a la libertad de conciencia y del deber de buscar
el bien común, que se supone deteriorado por las estructuras existentes
León XIII condenó la rebelión frente a la autoridad legítima, ya que combatir el poder
político implica oponerse a la voluntad divina; pero, al mismo tiempo, admitía la
posibilidad de resistir ante una autoridad tiránica o una ley injusta. Las mismas ideas han
sido recordadas por el Magisterio sucesivo
La resistencia puede ser pasiva o activa. La primera intenta resolver la cuestión mediante
la desobediencia civil y la objeción de conciencia, que comportan no colaborar con las
instituciones estatales y así remover el ordenamiento injusto. Este tipo de resistencia es la
que mejor corresponde a su nombre, y si bien puede parecer ineficaz, la historia muestra
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que en muchos casos logra los resultados que se pretenden, sin producir grandes traumas.
La resistencia activa tiende a subvertir el orden establecido con actividades de
desestabilización, que fácilmente degeneran en actos violentos de guerrilla y de
terrorismo, a veces con costos humanos muy elevados. El derecho de resistencia debe
regularse por estrictos criterios éticos
Además, cuando es lícito aplicarla, es preferible la resistencia pasiva80; sin embargo, no se
debe negar a priori la posibilidad de la resistencia activa. Para evaluar su moralidad, se
usan los criterios éticos de la legítima defensa, teniendo en cuenta que la lucha armada es
un recurso extremo, válido únicamente para derrocar una tiranía evidente y prolongada
que perjudica gravemente los derechos fundamentales de la persona y el bien común81 .
La valoración global de esta materia requiere también un análisis del contexto
institucional en el que se realiza, ya que su validez depende del régimen político y de la
situación social.
[ CITATION htt6 \l 19466 ]

En Equipos de cinco estudiantes, realizamos las siguientes actividades:


-Lectura analítica y técnica de subrayado

-Preparación

-Exposiciones grupales

Equipo uno: Estado y Nación, Estado y Derecho

Equipo dos: Estado y Gobierno

Equipo tres: Concepto de Soberanía

Equipo cuatro: Teoría de la División de Poderes y Funciones del Estado

Equipo cinco: Los Partidos Políticos

Equipo seis: El Pueblo Organizado

Exposición rifada de tres grupos sobre el tema “La organización Política de la Sociedad”,
los otros tres equipos realizan oponencia

ESTUDIO DE CASO. LECTURA Y PLENARIO

Comunidad de Collagua. Un ejemplo de perseverancia y organización


Fue el ruido de la puerta al abrirse que despertó a Julián. Ni siquiera el acostumbrado
canto madrugador de aquel viejo gallo pudo interrumpir el profundo sueño que lo
envolvió esa noche. Miró por encima de la cobija y vio a su esposa que entraba con el
tarro de leche totalmente lleno, eso le indicaba que ya era más de las ocho de la mañana.
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Angustiado, saltó del camastro con el suficiente impulso para cruzar el pequeño
cuarto y aterrizar en la silla donde acostumbraba dejar su ropa. Revolvió los bolsillos del
sacón que había colgado antes de acostarse hasta encontrar el reloj que le acompañó
desde hace más de 10 años sólo para confirmar que el cansancio le había robado parte de
la mañana.
Volvió a su cama mientras se acomodaba el cinturón, que cada año le quedaba más
ajustado. Se sentó en una esquina y miró los folders que ahora estaban ordenados
cubriendo la única mesa que poseía. Era difícil de creerlo... lo habían logrado. Allí estaba la
prueba cuidadosamente acomodada. Después de años, el trabajo por fin estaba listo
para ser entregado.
Julián fue elegido presidente del comité de saneamiento de su comunidad hace ya cinco
años, desde entonces su vida se transformó en busca de cumplir con la tarea que le fue
encomendada por su gente. Fue un periodo donde junto a un grupo de campesinos le
dieron forma a una quimera que buscaba solucionar los conflictos por la tierra que
estaban ahogando a un número importante de las familias de su comunidad. No fue una
tarea sencilla pues tuvieron que promover todo un proceso de concertación y dialogo que
al final les arrebató mucho tiempo de sus vidas. Esos años estaban llenos de recuerdos, de
momentos gratos y amargos, de errores y aciertos, de aprendizajes y de dudas, de idas y
venidas, por lo que alcanzar su objetivo era más que un alivio y suficiente motivo para
sentirse pleno.
Nuevamente el ruido de la puerta sorprendió a Julián, esta vez era Calixto, su amigo de
siempre, vestido con su traje de autoridad, el pantalón recién planchado, los zapatos de
fiesta, el bastón de mando prolijamente acomodado y su acostumbrado maletín negro
colgado alrededor del dorso. Lucía cansado, pero el brillo de sus ojos denotaba
satisfacción mezclada con orgullo. Él también había sido parte de este logro por lo que
sobraban motivos para sentirse un gigante.
- ¡Ya estamos tarde! El “mini” pasa a las nueve y si no te apuras nos deja.
Julián acomodó las últimas carpetas en la caja que su hija había preparado especialmente
para este momento, tomó el sombrero de siempre, guardó todos los recuerdos, las
imágenes y los miedos junto a la coca que tenía en su bolso y sin despedirse salió
presuroso. Sólo el “Chicho”, que dormía en la puerta del corral, se percató de su partida y
los despidió con la mirada mientras rascaba su peludo hocico.
Julián Ramos, Calixto Mamani, Andrés Torres, Félix Aruni, Hermógenes Aruni, María Aruni,
son los nombres de quienes formaron el comité de saneamiento de la comunidad
Collagua. Su tarea consistió en organizar y guiar a su comunidad hacia la actualización de
los derechos de propiedad sobre la tierra.
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El presente texto narra este episodio en sus vidas y busca mostrar una experiencia exitosa
de la tenacidad de una comunidad campesina por garantizar el acceso a la tierra para su
comunidad y alcanzar la seguridad jurídica para todos.
Una comunidad en el altiplano boliviano
Esta experiencia se encuentra en el municipio de Viacha perteneciente a la provincia
Ingavi del departamento de La Paz. Esta zona, como el resto del altiplano boliviano, se
halla a 4000 metros sobre el nivel del mar, con un clima agreste y con escasos recursos
naturales es un sitio típico de la zona andina. El municipio se encuentra contiguo a la
ciudad de El Alto, la tercera urbe más grande de Bolivia después de Santa Cruz y La Paz.
Geográficamente, Collagua se ubica entre las siguientes coordenadas UTM: este 8150000
y norte 560000.
Pactos internos y la negociación voluntaria por la tierra
El derecho de propiedad de la comunidad de Collagua sobre su territorio, fue reconocido
durante la década de los sesenta, en el marco de la Reforma Agraria que inició en 1953. Si
bien la entrega de títulos que permitió el reconocimiento de su existencia y aprobó la
entrega de tierras, no significó el ejercicio de la gestión del territorio; es decir, el Estado no
fue capaz de generar las condiciones que le permitan a las comunidades actualizar sus
derechos de propiedad y distribución de tierras.
Con el paso de los años, las generaciones posteriores empezaron a subdividir el
espacio familiar y al no existir un registro adecuado de esas divisiones se fue generando
una extrema parcelación y disputas por la ocupación de la tierra. Tal como menciona
Julián Ramos1 “la tierra fue achicándose, entonces las nuevas familias ya no tenían
espacio, lo que ocasionaba peleas entre hermanos”. Y como explica Félix Aruni “…las
familias en la comunidad llegan a tener varios hijos. Entre seis, ocho hasta llegan a 10
hijos. Antes de morir, los padres les señalan su lugar a cada hijo y ahí pueden vivir cuando
se casen”. Este señalamiento implica la división de la propiedad, pero al ser una partición
verbal, los límites no son claros, más aún porque no existen documentos sobre esas
particiones.
Esta forma de distribución y heredad de la tierra generó conflictos intrafamiliares y un
sentimiento general de inseguridad jurídica. La mayoría de los habitantes de esta zona no
contaba con documentos de propiedad sobres sus parcelas y sólo poseían la tierra bajo el
amparo de la organización. Asimismo, no existían linderos claramente establecidos lo que
también generaba pugnas interminables entre campesinos. Esta inestable situación, pudo
ser sobrellevada por la comunidad; sin embargo, el creciente nivel de conflictividad en
torno a la tenencia de la tierra y sobre los derechos de uso de los escasos recursos
naturales, hizo que incluso la organización comunal pierda legitimidad y corra el riesgo de
quebrarse.
64

La situación de Collagua es común entre las comunidades rurales andinas, pues la tierra es
un recurso limitado, por lo que es frecuente encontrar conflictos por falta de una
actualización de derechos de propiedad, una gestión de los conflictos y un control de la
parcelación improductiva de la tierra; es por eso que la comunidad Collagua puede
considerarse una experiencia exitosa, pues a pesar del contexto, fue capaz de enfrentar la
situación organizando a sus afiliados, retomando los niveles de decisión colectiva y
promoviendo la acción comunal con el fin de actualizar los derechos de propiedad.
Collagua es un ejemplo de que es posible lograr una eficiente gobernanza comunal sobre
la tierra.
La estrategia de la comunidad fue promover la conciliación de conflictos y la construcción
de acuerdos para asegurar el acceso a la a tierra. Estas acciones muestran un
camino distinto para acceder a la tierra, pues supera la lógica legalista que concibe el
acceso únicamente a través de procedimientos jurídicos y estatales. Collagua demuestra
que el acceso a la tierra desde entidades colectivas alcanza una lógica propia que
cuestiona lo formal y sobrepasa lo administrativo.
Al interior de las comunidades altiplánicas el tema de acceso a la tierra es una
dinámica potencialmente conflictiva debido a la escasez, por eso la titulación no es un fin
exclusivo, sino que se busca resolver los conflictos y sostener la legitimidad social.
Entonces, el acceso a la tierra, no sólo implica la búsqueda de documentos, sino
principalmente la búsqueda de acuerdos y sostenimiento de la comunidad.
Las formas de acceso a la tierra dentro de la comunidad son la herencia, la compra- venta
u otro tipo de negocio jurídico; sin embargo, Collagua nos muestra otra importante forma
de acceso a la tierra a través de la construcción de pactos internos a la comunidad y la
negociación voluntaria. En esta forma de acceso, herederos, poseedores, compradores u
otros, pueden ser incluidos en igualdad de condiciones, creando oportunidades para
mujeres y jóvenes.
Esta forma de gestionar el acceso la tierra requiere de capacidad organizativa, iniciativa y
liderazgo colectivo. No todas las comunidades generan procesos de negociación y gestión
territorial,
Cultura y población de Collagua
Se trata de una organización indígena aimara que sumada a su actividad productiva,
puede ser catalogada como campesina. Las mujeres y hombres que viven allí
continúan hablando el idioma nativo, y debido a su constante movilidad social,
también hablan el español. Culturalmente mantienen el tipo de organización tradicional,
con autoridades naturales propias que conducen a sus afiliados en base a normas internas
de larga data. La organización está compuesta por 200 familias quienes ocupan más o
menos 15 hectáreas por unidad familiar.
65

La tierra en esta zona es pobre, vulnerable a sequías y heladas debido al clima propio de la
puna, dando como resultado bajos niveles de producción. Su principal actividad es la
agricultura que permite obtener el producto de los cultivos de papa, quinua, alfalfa,
cebada, entre otros; y que se combina con la cría de ganado ovino y vacuno, en menor
escala. La producción sirve para el consumo familiar, sólo una pequeña porción es
comercializada. El promedio de tenencia de la tierra por familia es de 15 hectáreas, pero
de esta porción sólo el 30% es productiva.
Como la mayoría de comunidades rurales del país, los servicios básicos son restringidos,
existe luz eléctrica, pero el uso que se le da es muy limitado. El agua es un recurso
insuficiente por lo que la mayoría de la gente se abastece a través de pozos. La falta de
servicios básicos produce que la principal causa de morbilidad sea enfermedades
diarreicas agudas. En la comunidad existe una pequeña unidad educativa compuesta por 8
aulas que alberga a 131 estudiantes, del nivel primario y secundario con nivel de deserción
del 9.3%. Existe una posta sanitaria, dotada de los mínimos requerimientos para la
atención médica, los encargados realizan visitas médicas a las familias de forma itinerante
a través brigadas móviles de salud dependientes del gobierno municipal3.
La ocupación del territorio es ancestral, pero esta posesión no implicaba control. Es decir,
la tenencia fue relativa sobre todo en la época anterior a la Reforma Agraria del año 1953,
donde se aceptaba la ocupación, pero la propiedad formal era de los hacendados que
habían adquirido los derechos de propiedad a través de compra al Estado. En ese tiempo
“la tierra era de los patrones y nuestros padres trabajaban como pongos”, indica Julián
Ramos.
Según nos cuenta, “Después de la reforma agraria hubo algunos cambios, ya no había
trabajos forzados porque las haciendas desaparecieron. Poco tiempo después el
presidente entregó títulos de propiedad a nuestros abuelos”. Las comunidades obtuvieron
el reconocimiento del Estado, que les otorgó la propiedad de la tierra bajo la figura de
“pequeñas propiedades campesinas”. Para la década de los ochenta los títulos
entregados quedaron desactualizados debido a las sucesivas transferencias familiares.
Para el año 2000 la posesión de la tierra estaba en manos de la tercera generación de
comuneros, la mayoría ocupando la tierra sin ningún documento formal y sin la
certeza del espacio territorial que le correspondía.
La posesión de tierras era potencialmente conflictiva y pudo mantenerse relativamente
equilibrada gracias a la intervención de la comunidad que se encargó de darle legitimidad
a la tenencia, a través de la construcción de pactos refrendados con resoluciones internas.
Al no existir una formalización de estos pactos en las instancias del Estado, los acuerdos
eran infringidos ocasionando conflictos, sobre todo entre las personas que fueron
perdiendo su relación con la comunidad debido a la movilidad urbana, y que regresaron a
la comunidad después de varios años.
66

Entonces la gestión del acceso, uso y tenencia de la tierra, luego de la titulación, estuvo a
cargo de la comunidad, pero sin puntos de contacto con el Estado. La tenencia de la tierra
se conservaba en un delicado equilibrio sustentado en acuerdos suscritos en la
comunidad. Con el paso del tiempo y la incomprensión de las nuevas generaciones, los
pactos comunales fueron perdiendo fuerza y se generó un sentimiento de inseguridad
jurídica.

Tácticas de negociación y estrategia de acceso a la tierra


El año 2006 la comunidad asumió el reto de ordenar los derechos de propiedad sobre su
territorio. La idea fue tomando forma gracias a un grupo de personas que encabezaron la
acción. Paradójicamente, la primera tarea fue motivar a su propio entorno, a las personas
que son parte de la organización pues no todos estaban de acuerdo en entrar a un
proceso de ordenamiento de sus derechos sobre la tierra. Sensibilizar a la comunidad fue
quizá la tarea más difícil en ese momento, pues no existía claridad sobre cuál sería el
camino y si lograrían algún resultado concreto. “Habían personas que desconfiaban de
nosotros porque no somos doctores ni ingenieros, creían que fracasaríamos”, cuenta
Julián Ramos.
Madurar la idea tomó un tiempo considerable que se superó gracias a la fuerza de la
necesidad de obtener seguridad jurídica que convenció a los reticentes. Con el aval de la
organización, se procedió a organizar un
“comité de saneamiento” que sería el encargado de promover la conciliación de conflictos
y el reavivamiento de los linderos externos e internos de la comunidad. Con el fin de ir
superando etapas, se resolvió empezar por lo externo; es decir, por los limites comunales.
La tarea de revisar los linderos junto a las comunidades vecinas mostró lo compleja que
sería la labor, pues, en la mayoría de los puntos, únicamente existían referencias verbales
sobre la ubicación que no siempre coincidían con los datos que manejaban sus vecinos;
entonces, la faena consistía en lograr consensos sobre los límites que carecían de
referencias claras. Collagua tiene 60 puntos limítrofes que están repartidos entre las
cinco comunidades que circundan su espacio territorial. En cada punto el comité tuvo que
promover un proceso de diálogo, que en algunos casos tomó varios días antes de poder
suscribir actas de conformidad. Además de suscribir acuerdos, la comunidad se dio a la
tarea de plantar mojones y tomar datos georreferenciados de cada sitio, dando inicio a un
emprendimiento que aún tenía mucho camino por recorrer.
Tocaba entonces promover la actualización de los derechos de propiedad familiar y la
situación era mucho más compleja y no estaba claro por dónde empezar. La primera tarea
debía ser enfrentar los conflictos y decidieron generar un espacio donde las familias
puedan construir acuerdos. La idea era crear las condiciones para que las familias por sí
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mismas puedan solucionar sus problemas, puesto que se trataba de conflictos entre
parientes. Se organizaron espacios de motivación y diálogo comunal donde se analizó la
importancia de suscribir acuerdos de forma pacífica, sin la necesidad de acudir a instancias
judiciales.
El producto que cada familia debía entregar era un acuerdo donde se especifique la
manera en cómo manejarían la tierra y el o los nombres de quienes serían
reconocidos como los propietarios. Según el plan del comité, a medida de que cada familia
presentaba su acuerdo, se inspeccionaría la propiedad para que, junto a los vecinos,
actualicen la ubicación de los linderos de las parcelas. Se consideró que un mes era
suficiente tiempo para concluir con esta labor.
Con este plazo sólo cinco familias habían entregado sus acuerdos y la mayoría no había
elaborado el documento porque los problemas familiares hasta entonces suspendidos,
resurgieron e impedían los acuerdos. Entonces, la comunidad decidió organizar
“audiencias públicas de conciliación de conflictos” donde a la cabeza de las autoridades
comunitarias se atendieron los casos que no pudieron ser resueltos en la instancia
familiar. Esta labor fue dificultosa ya que en la mayoría de los casos, la solución requirió
de más de una audiencia de conciliación. La tarea llegó a durar algo más de dos años. La
etapa fue concluida por decisión de la comunidad y los tres casos que quedaron
irresueltos, no podían retrasar más la aspiración de la comunidad de regularizar sus
derechos de propiedad sobre la tierra.
Paralelamente al trabajo de conciliación interna, las familias actualizaron los límites de sus
parcelas. Esta tarea fue cumplida con la ayuda del comité de saneamiento quién se había
organizado para revisar los puntos limítrofes de cada parcela. De esa forma, la mayoría de
las familias logró obtener dos documentos: un acuerdo conciliatorio familiar y un plano
geo referencial. La adquisición de esos documentos supuso la conclusión de la parte
más compleja de todo el proyecto y viabilizó la normalización de la tenencia de la
tierra al interior de la comunidad; sin embargo, esta regularización interna aún no
tenía el aval del Estado lo que era entendido como una gran debilidad.
Entonces, se presentaba un nuevo reto: lograr que el Estado convalide el trabajo de la
comunidad. Para ello, debía organizarse una estrategia de incidencia que les deje
ganar la atención del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA). La dificultad
radicaba en que esta institución mantuvo una mirada extremadamente técnica del
proceso de regularización del derecho de propiedad y no existía mucho espacio para la
acción social. Para lograr vencer este obstáculo se pensó en tres movimientos: generar
reuniones de incidencia, buscar aliados en las organizaciones supra-comunales y generar
las condiciones para que otras comunidades sigan su ejemplo y muestren que su acción
no era una iniciática aislada.
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Sobre la primera acción, la comunidad realizó varias visitas al INRA explicando el


contenido de su trabajo interno, primero a los funcionarios responsables de área y luego,
al director de esa institución. Estas reuniones no tuvieron mucho éxito pues los
responsables de esa repartición estaban aferrados a la idea de que los únicos
capacitados para realizar cualquier trabajo de actualización de derechos eran ellos
mismos. Esta sesgada percepción afectó la posibilidad de convalidar los resultados en esta
instancia. Por insólito que parezca, tuvo que esperarse a que haya un cambio de los
funcionarios para encontrar un ambiente más propicio. Este cambio sucedió el año 2011.
Afortunadamente, el responsable entrante mostró una perspectiva distinta sobre el tema
y permitió que se busquen alternativas para revalidar el trabajo comunal.
Al buen ánimo del nuevo director se sumó la positiva presión que ejercieron los
aliados de la comunidad que, para ese momento eran varios. Por un lado, estaba las
organizaciones matrices de los campesinos del lugar; y por otro, las ONG que
trabajaron junto a ellos. La convalidación en el Estado fue una labor que tomó tres años
debido a que, a pesar de buen ambiente, el INRA no sabía cómo conectar el
procedimiento formal a una acción social. Para el Estado esta tarea fue un desafío que
requirió una visión renovada de la manera legalista de encarar la regularización de los
derechos sobre la tierra. Ahora bien, para conseguir que los funcionarios de esa
institución terminen de flexibilizar su posición influyó el hecho de que poco a poco las
demandas de más comunidades, en los mismo términos que Collagua, se fueron
presentado y exigían una respuesta. Entonces, la aspiración de alcanzar la
consolidación de la propiedad de la tierra fue tomando fuerza, al punto de que el Estado
tuvo que generar las condiciones para que se convalide el saneamiento interno de la
comunidad.
En mayo del año 2014 el trámite de titulación llegó a su fin luego de sortear una serie de
revisiones y pasos procesales que dieron lugar a la firma del Presidente del Estado en
cada Título de propiedad y la Inscripción en los registros de propiedad del Estado. La
entrega de títulos supuso el final de esta iniciativa comunal que duró algo más de siete
años, pero que la final tuvo un resultado exitoso. El hecho de alcanzar la añorada
seguridad jurídica fue motivo de fiesta para toda la comunidad, donde, además,
participaron las máximas autoridades del INRA.

Actividades:
1- Lectura en equipos de cinco estudiantes para identificar la problemática de la
comunidad.
2- Planteamiento de posibles hipótesis
3- Establecimiento de soluciones provisionales
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4- Debate de ideas de los equipos de trabajo


5- Conclusiones

Lectura Complementaria
Los partidos políticos son instituciones de derecho público, su conformación y
funcionamiento se encuentra reglado en la Constitución Política y Ley Electoral. En la
medida que estas organizaciones se fueron desarrollando en el seno de la sociedad, se
consolidaron como un medio cívico, para que el ciudadano libre y espontáneamente se
afilie al partido de su preferencia, aceptando valores, principios, conceptos políticos-
ideológicos, que la organización vende a la clientela política. Sin embargo, el fundamento
de cada partido descansa en la plataforma política, económica y social, en los procesos
electorales ofrece al electorado con el objetivo de conquistar el poder político. En esa
carrera de competencia participan en igualdad de condiciones, otros partidos políticos, el
objetivo es llegar a la meta y ganar la presea, que es el poder político.

Como en este país la elección de Presidente de la República, se realiza conjuntamente con


la de diputados, en este caso el partido político también anhela obtener un mayor número
de diputados, lo que permitiría controlar no sólo el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo,
sino que se lleva también al Poder Judicial. Al tener todos los poderes, el partido influiría
en el andamiaje político, ideológico, económico y social. No obstante, una vez que la
agrupación gana las elecciones, su objetivo se desdobla, pues la lucha ya no es llegar al
gobierno, la tarea se vuelve más difícil y compleja, tal es mantenerse en el poder
indefinidamente.

En nuestro país, la historia de los partidos político ha sido precaria e inestable, del seno de
la sociedad ha surgido una fauna de partidos, con diversos signos políticos-ideológicos,
muchas de estas organizaciones han nacido, pero la mayoría ha muerto sin pena ni gloria.
Empero, la historia nos enseña que hubo organizaciones políticas que por muchos años
calaron en la conciencia colectiva de los nicaragüenses, tristemente con el paso de los
años, tal como ocurrió con los dinosaurios, estos partidos tuvieron una muerte política,
otros sobreviven, pero como el náufrago en alta mar, se aferran desesperadamente a una
tabla de salvación para no morir.

Nuestra historia es aleccionadora, pues nos muestra los errores y las causas políticas por
las cuales estas agrupaciones con origen histórico fenecieron. En el siglo XIX y las tres
cuartas partes del siglo XX, los nicaragüenses fueron testigos activos y pasivos de la
conformación de dos partidos, llamados inicialmente Legitimistas y Democráticos, el
pueblo irónicamente los denominó Timbucos y Calandracas. El primero se funda en
Granada, el segundo en León. Con el transcurso de los años, dichos partidos cambian de
apelativo a Partido Conservador y Partido Liberal. En el siglo XX, asumen el denominativo
de Partido Conservador de Nicaragua y Partido Liberal Nacionalista. Durante más de un
siglo (1850-1979), ambas agrupaciones logran penetrar con fuerte arraigo, en la
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conciencia popular, de tal suerte que cuando uno u otro partido llamaba a sus bases a
tomar las armas para desalojar del poder al otro partido, ese llamado tenía eco y
presencia en sus seguidores y simpatizantes.

Los partidos Conservador y Liberal, se caracterizaron por practicar una vida partidaria,
fundada en un fuerte liderazgo de naturaleza caudillista. En el caso del Partido
Conservador de Nicaragua, éste tuvo connotados caudillos como Fruto Chamorro, Adolfo
Díaz, Emiliano Chamorro, Fernando Agüero Rocha, etc. El Partido Liberal Nacionalista,
tuvo caudillos como Máximo Jerez, José Santos Zelaya, Anastasio Somoza García, Luis
Somoza y Anastasio Somoza Debayle.

La vida orgánica de estos partidos no estuvo cimentada en una democracia interna, en el


debate amplio de los problemas del país, en el relevo generacional de los cuadros. No
había ni existían en la ley electoral mecanismos, para combatir el caudillismo y fomentar
la institucionalidad. Los problemas políticos, económicos y sociales que enfrentaba el país,
no se resolvían en base a una discusión de consenso, las decisiones fundamentales las
dictaba en forma inconsulta el caudillo del partido.

Por la forma de dirección autocrática del caudillo, en los partidos se fueron dando
escisiones internas. En la década de los cuarenta, el Liberal Nacionalista se divide y nace el
Partido Liberal Independiente (PLI). Lo mismo ocurre con el Conservador de Nicaragua. El
fraccionamiento pone en peligro la hegemonía de ambos partidos, de manera que para
proteger sus intereses, ambas organizaciones se unen y pactan, los acuerdos suscritos
fueron elevados a la Constitución Política y a la Ley Electoral, con lo cual las paralelas
históricas se declaran partidos únicos. Proscriben otros partidos, en especial los que
tienen ideología de izquierda. Con los pactos los caudillos políticos se distribuyen como un
pastel las instituciones estatales y de gobierno. El caudillismo como ideología imperante
en los partidos políticos de la época, conllevó la exclusión de otras organizaciones
políticas, práctica que gradualmente fue carcomiendo la popularidad que en determinado
momento gozaron ambos partidos.

De manera que las contradicciones sociales se agudizan, los partidos en cuestión


perdieron el control y la hegemonía, en consecuencia al final no pudieron contener el
tsunami político del 19 de julio de 1979, es decir, el triunfo de la Revolución Sandinista.
Con la revolución se rompe en mil pedazos el andamiaje político que por muchos años
habían construido los partidos Liberal Nacionalista y Conservador de Nicaragua. Han
pasado treinta años desde que ambos partidos políticos, fueron enterrados en el
cementerio de la historia.

Con la Revolución Sandinista surge en el país el pluralismo político, nacen partidos


políticos por doquier, hay de derecha, ultraderecha, de centro derecha, de izquierda,
ultraizquierda, marxistas leninistas, socialistas, trotskistas, neoconservadores, neo
somocistas, socialcristianos, etc. etc. En las elecciones del 25 de febrero de 1990, sólo la
Unión Nacional Opositora (UNO), agrupó 14 partidos políticos. En las elecciones de 1996,
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participaron 27 partidos políticos, sin embargo, el electorado inclinó su voto a dos partidos
el FSLN y el PLC. En las elecciones de 2001, participaron siete u ocho partidos políticos,
más los electores votaron por el PLC y el FSLN. Esa situación se repite en las elecciones de
2006, con la salvedad que el voto se divide más, la derecha participa en dos bloques ALN y
PLC, mientras que la izquierda en el FSLN y MRS. En esos sufragios el FSLN logra un 38%, el
MRS un 7%, ALN un 29 % y el PLC un 26%.

Ante esos resultados los partidos mayoritarios, FSLN y PLC, que en los años precedentes
fueron fortaleciendo la figura del caudillismo, firman pactos políticos, reforman la
Constitución Política y la ley Electoral, acorde con sus intereses, se reparten las
instituciones del Estado, excluyen a partidos políticos clasificados como peligrosos. De
manera que los resultados electorales de 2006, generaron enorme preocupación,
similares a las que tuvieron los partidos PLN y PCN, en tiempos de la dictadura somocista,
por tanto había que impulsar acciones políticas concretas para parar el avance de los
emergentes partidos políticos, que son un verdadero riesgo para las elecciones generales
de 2011.

Ante la aprehensión del FSLN y PLC, de ser desplazados como fuerzas mayoritarias,
siembran la división en la ALN, debilitando el liderazgo, con que obtuvo 27 diputados.
Antes de las elecciones municipales de 2008, bajo artificios y sofismas legales cancelan la
personalidad jurídica del MRS y Partido Conservador.

La actuación política del FSLN y PLC, en contra de los otros partidos políticos, es análoga a
la que tuvo el PLN y PCN, en los mejores tiempos del somocismo, es decir, excluir de los
procesos electorales a otras organizaciones políticas, institucionalizar los pactos políticos,
repartirse el Estado, toda esta práctica, contribuyeron a la muerte política de las paralelas
históricas. Pregunto: ¿Se repetirá la vieja historia, y con el tiempo por los mismos vicios
también desaparecerán los partidos FSLN y PLC? El tiempo será quien dirá la última
palabra.

[ CITATION htt5 \l 19466 ]

Trabajos citados
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