Evolucion de La Teoria Del Estado
Evolucion de La Teoria Del Estado
Evolucion de La Teoria Del Estado
En seis equipos de cinco estudiantes, rifamos los roles de: coordinador, que es la persona
que dirige, redactor para que escriba las ideas en su libreta de apuntes y en el
papelógrafo, este debe escribir como título del mismo, la categoría que está entre
paréntesis, utilero, que consigue y ubica los materiales didácticos, embajador para
conseguir información en los otros equipos y un expositor para que exponga el trabajo.
Luego realizamos las actividades orientadas, una vez terminadas colocamos el
papelógrafo en disposición para exponer y participar en la socialización y debate en
plenario.
Equipo 1. Contestamos brevemente: ¿Cuál es y cómo nació el primer Estado del mundo?
Equipo 2. Graficamos y explicamos la evolución del primer Estado hasta el Estado actual
Equipo 6. Redactamos 10 oraciones cortas que respondan a la interrogante ¿para qué nos
sirve el estado como ciudadanos?
“La Teoría del Estado es la disciplina filosófica que investiga la esencia y finalidad del
Estado. Su denominación es de origen alemán y su materia propia se ha desarrollado
desde la segunda mitad del siglo pasado. La Teoría del Estado no es Ciencia estricta sino
Filosófica, y tiene como objeto el estudio de la realidad del Estado, así como sus
caracteres esenciales, situados más allá del derecho.
El Derecho constitucional es una rama del Derecho público cuyo campo de estudio incluye
el análisis de las leyes fundamentales que definen un Estado. De esta manera, es materia
de estudio todo lo relativo a la forma de Estado, forma de gobierno, derechos
3
En términos generales, la teoría del Estado es una ciencia del ser social político. La ciencia
del Derecho es una ciencia del deber ser social jurídico. El Estado es la sociedad política
normada jurídicamente. De aquí que siendo la norma jurídica uno de los elementos
integrantes del Estado, la disciplina científica que estudia al fenómeno social y cultural
jurídico está en relación directa con la ciencia que estudia al Estado, que es el todo
relacional humano organizado política y jurídicamente y del cual el derecho es una parte
fundamental.”
Por otra parte, el derecho positivo o derecho del Estado, es un conjunto de reglas que
sirven como medio de control de los modos de actuar de los seres humanos y como todo
sistema de control social busca posibilitar la convivencia social. Es en este aspecto en
donde cobra plena vigencia la afirmación del jurista romano Ulpiano, "donde está la
sociedad está el derecho". De aquí que el jurista francés Maurice Hariou señale que una
ley constitucional, una Constitución de Estado, no sea otra cosa que "el encuadre jurídico
de los fenómenos políticos de la esfera estatal".
[CITATION Per11 \l 19466 ]
La expresión teoría del estado o teoría general del estado proviene de la traducción de los
términos Allgemeine Staatslehre, una de las dos disciplinas en las que los autores
alemanes dividían la ciencia del estado.
Dentro del sistema del derecho político, ella constituye el estudio de la organización de la
Sociedad mediante instituciones objetivas, en las que hace residir el poder, es decir, el
estudio del estado, titular abstracto del poder como lo indica Burdeau, si las decisiones
4
políticas expresan la voluntad de los individuos de las que emanan, el título en virtud del
cual, ellas pueden exigir obediencia consiste en que el poder no reside en los gobernantes
sino en el estado. El poder de esta manera queda objetivamente situado por encima de las
personalidades cambiantes que tienen su ejercicio y confiado a un titular, que es el
estado.
De este modo, los gobernantes devienen sus agentes, a quienes les está confiado el
ejercicio de las facultades que de aquél provienen y la denominación se convierte en legal
o jurídica, es decir, de carácter racional, basada en la creencia en la legalidad de
ordenamientos impersonales y objetivos.
Las constituciones demo-liberales del siglo XIX, inspiradas por la revolución inglesa del
siglo XVII o por la revolución francesa del siglo XVIII, desarrollaron una teoría del estado
sobre la base del dogma de la separación e independencia de tres poderes
fundamentales:
La pluralidad de los órganos del estado exige que las funciones se diversifiquen y, en
consecuencia, en las manifestaciones del poder del Estado se distingue entre la función
legislativa, la función administrativa y la función jurisdiccional del estado que se
exteriorizan, respectivamente, en actos jurídicos legislativos, administrativos o judiciales,
en los cuales se concreta la autoridad emanada del poder: un mandato expresivo de la
voluntad del órgano, que podrá ser ley (acto legislativo) si emana del órgano legislador;
acto administrativo si emana del órgano ejecutivo o un acto jurisdiccional, si emana del
órgano jurisdiccional (sentencia).
1.1.1 Thomas Hobbes inicia la historia científica del contrato social como fundamento
jurídico del poder y del estado.
5
En el leviatán distingue:
a) en estado natural: fundado en la fuerza, en la lucha de todos contra todos;
b) un estado racional: por egoísmo, por temor y con el fin de obtener seguridad, todos
conciertan un contrato de unión, sometiéndose todos a una voluntad.
Defendió la tolerancia religiosa hacia todas las sectas protestantes e incluso a las
religiones no cristianas;
En su obra más trascendente, Dos ensayos sobre el gobierno civil (1690) esgrimió
una serie de aportes, entre los cuales tenemos los siguientes:
a) postula que todo hombre nace dotado de unos derechos naturales (iusnaturalista)
1.1.3 Juan Jacobo Rousseau convierte al contrato social en la base histórica del estado
democrático. Sostiene estos principios:
a) en el estado de naturaleza los hombres son felices, libres, iguales, sin egoísmos ni
luchas. Con la civilización se hace necesaria la sociedad civil o política;
b) por un acto de voluntad, toda vez que la libertad es irrenunciable, los hombres se
colocan bajo la dirección de una voluntad general formada por la comunidad;
c) el individuo entrega a la sociedad civil todos sus derechos, pero los recupera,
ampliados, como partícipe de la voluntad general. Está si sometido solo a sí mismo, con lo
que conserva su voluntad.
El gobierno sobre las personas será sustituido por la Administración de las cosas y por la
dirección de los procesos de producción. El estado no será abolido; se extinguirá. (En
Engels: en el anti- düring.).
Existen diversas teorías acerca del concepto jurídico de Estado, entre otras podemos
mencionar:
Para Marx y Engels, la sociedad civil abarca todo el intercambio material de los individuos
en una determinada fase del desarrollo de las fuerzas productivas. Abarca toda la vida
comercial e industrial y en este sentido trasciende de los límites del Estado y de la nación.
La sociedad civil en cuanto tal, solo se desarrolla con la burguesía.
Las Teorías Jurídicas son tal vez las que han alcanzado una mayor aceptación entre los
estudiosos de la teoría general del Estado. Existen dos grupos:
Los primeros son los que sostienen la personalidad jurídica del Estado. Los segundos son
aquellas que lo identifican con el Derecho. Es decir proclaman la unidad entre el Estado y
el Derecho.
8
La teoría de la personalidad jurídica afirma que el Estado es una persona, pero que ello no
puede significar, evidentemente, que equivale a un ser humano, se quiere decir que es
una unidad jurídica. Aun siendo un concepto jurídico la personalidad del Estado
corresponde a realidades. No se puede reducir a una ficción. No es, dicen los autores de
esta teoría, la expresión de realidades absolutas, sino únicamente de realidades jurídicas.
El concepto de la personalidad aparece como la base del Derecho Público y hasta como la
condición de la existencia del Derecho. El principal exponente de esta doctrina es Carré de
Malberg.
La tesis es expuesta por Hans Kelsen y parte de la afirmación de que “El Estado no es una
unidad o ente que pertenezca al mundo de la naturaleza, a la esfera de la causa;
pertenece a la esfera de las normas o los valores. Por ello, sino es posible determinarlo
científicamente, con la metodología causal y si se reconoce su relación con el orden
jurídico, debe afirmarse la identidad del Derecho y el Estado. Ambos constituyen un único
objeto de conocimiento. La problemática estatal es de naturaleza jurídica.
Kelsen, afirma “Si el Estado es un orden normativo, tiene que ser el orden jurídico
positivo, pues es imposible admitir junto a este la validez de otro orden cualquiera.
a) Población
b) Territorio
c) Autoridad o Poder Publico
a) Pueblo (nación).
- Jurídicamente: es el sujeto titular del poder político del Estado, el ámbito personal bajo
el poder del Estado y su ordenamiento jurídico.
«La nación es el grupo considerable de seres humanos, que posee una integración vertical
de la población en torno a un sistema común de trabajo, un territorio más que local con
una movilidad horizontal dentro del mismo, pertenencia directa al grupo con iguales
derechos de ciudadanía, al menos un signo de relativa disimilitud reconocida por el cual
sus miembros pueden distinguirse de los de otro grupo semejante y relaciones de alianza,
competencia, o conflicto con otros grupos semejantes, así como un elevado nivel de
sentimiento de grupo».
b) Territorio.
c) Poder.
- Jurídicamente: es el orden jurídico al que está sometido el hombre (los ciudadanos del
Estado).
5. Su carácter civil.
El poder del Estado en tiempos normales es un poder para la paz, ejercido por personas
civiles. El poder militar está separado del poder civil y le está subordinado.
6. Su carácter laico.
Esto quiere decir que el poder del Estado (poder civil) y el religioso han de estar separados
como garantía de libertad para las personas individuales, el Estado, y la Iglesia.
No obstante, en la práctica, resulta casi imposible una separación absoluta entre el Estado
y la Iglesia. Por esto se suele hablar de colaboración en la separación.
Esto es tan claro que sin esta característica el Estado desaparecería, v.gr. como ocurrió en
Alemania con la tolerancia de las organizaciones armadas nacional-socialistas.
Es decir, el Estado se convertiría, así, en la garantía del Derecho. Se trata de un poder que
no deriva del dominio sobre la economía.
8. Su carácter soberano.
Que el poder del Estado es soberano, quiere decir que la soberanía es la propiedad de los
poderes de Gobierno o dicho de otra manera, que lo que caracteriza a un Estado es
disponer de unos poderes, de unos derechos materiales, tales como los derechos de
legislación y reglamentación, de policía, de justicia, de acuñación de moneda, derecho de
punición, mantener un ejército explica el contenido del poder del Estado.
Esta es una concepción jurídica de la soberanía del Estado, que ha venido a sustituir
(aunque el origen histórico sea el mismo) a la concepción política de la soberanía según la
cual el Estado es soberano, porque está libre de todo tipo de subordinación frente a
cualquier otro poder, tanto interno como externo. El poder del Estado es así, absoluto e
independiente.
ante un poder público dividido y repartido entre diversos titulares, ante las nociones de
soberanía en los Estados federales, y porque no concuerda con las limitaciones que sufre
la soberanía (derechos de la personalidad individual, derechos de las agrupaciones
humanas naturales, como el municipio) y limitaciones que se imponen tanto en el orden
interno como externo –la soberanía de otros Estados y el Derecho internacional y, hoy en
día, la ONU con los límites que impone al uso a la fuerza, la UE, el Consejo de Europa, etc.
9. Su carácter jurídico.
Hay tres teorías al respecto, que reconocen una base jurídica al nacimiento de los Estados,
pero difieren en su interpretación o explicación:
- Teoría del contrato social (HOBBES y ROUSSEAU, ya conocidas)
- Teoría del contrato político (LOCKE, ya conocido)
- Teoría de la fundación y de la institución (HAURIOU).
Hay una cuarta teoría que niega que el Estado provenga de ningún acto u operación
jurídica. Según esta teoría el problema de la formación de los Estados es una cuestión
ajena al Derecho, es un problema puramente histórico, no jurídico. El Estado, añade la
teoría, nace jurídicamente cuando establece su primera Constitución. Según esta teoría
habría, pues, dos nacimientos del Estado:
Esto quiere decir que en el origen del Estado no existe ningún procedimiento excepcional
jurídico. Es exactamente el mismo que fundamenta a cualquier otra institución.
12
En toda institución (lo mismo en el Estado) se dan la idea de fin, un poder organizado para
la realización de la idea y un grupo de individuos beneficiarios de dicho fin o proyecto.
Esto constituye esencialmente un organismo social estructurado. Uno de ellos es el
Estado.
Pues bien, la operación jurídica mediante la que urge cualquier institución es la fundación,
acompañada de adhesiones. Esto mismo ocurre con el Estado.
Lo que ocurre con el tiempo es que se olvida la operación de la fundación del Estado,
pasando a destacar entonces al primer plano el consentimiento habitual de los
interesados.
Según esta teoría el Estado accede a la vida jurídica (por la fundación) antes de que
establezca su Constitución, que viene a explicitar y dar forma solemne a lo que ya existe,
al menos en gran parte.
Si los fines del Estado son de tal naturaleza, que su realización se imponga
necesariamente, si son algo que necesitan los individuos para su perfeccionamiento y su
desarrollo, entonces el Estado quedará justificado
Cuando estudiamos la teleología como un elemento intrínseco del Estado, que lo
caracteriza como tal y hace que se le distinga de las otras sociedades humanas que no
participan del mismo fin, velamos que entre esos fines, entre los que trata de alcanzar el
Estado con su actividad, se encuentra, en primer término, la defensa hacia el
exterior. El Estado debe tener, una organización que tenga en sí misma la fuerza necesaria
suficiente para oponerse a cualquier invasión del territorio nacional.
13
No es posible una convivencia armónica si no existe orden, si no Existe una actividad que
lo mantenga y que permita que la población del Estado, que el elemento humano, viva
armónicamente en el interior del mismo.
Los medios de que se vale el Estado para realizar esos fines son, fundamentalmente, el
sostener las fuerzas armadas: el ejército, que es el guardián de la seguridad nacional,
tanto en el interior como en 'exterior, y las fuerzas
También esta finalidad justificó al Estado.
El problema de los fines del Estado, como todos los problemas que se relacionan con los
fines de la organización política, según vimos anteriormente, es respecto en distintos
sentidos por la doctrina, de acuerdo con las bases filosóficas de los pensadores que se
ocupan de los mismos.
En relación con este punto, dice Groppali, existen dos tendencias fundamentales.
1* La que sostiene que el fin de todo Estado es la conservación y el, bienestar de los
individuos.
2* La, que afirma que el Estado es el fin y los individuos son el medio.
Ambas doctrinas, llevadas a su extremo, tal como las hemos expuesto, son unilaterales e
inexorables.
La Declaración de 1793, a su vez, afirma que: El gobierno está instituido para garantizar al
hombre el goce de sus derechos naturales e imprescriptibles. Pero, apartándose en parte
de la Declaración de 1789, postula que: El fin de la sociedad es la felicidad común.
14
La segunda de las posiciones que hemos anotado en relación con los fines del Estado, la
inversa a ésta, consiste en la subordinación total de los individuos a la organización
política. Esta posición fue sostenida fundamentalmente por Hegel y es la raíz ideológica de
los Estados totalitarios contemporáneos.
"El Estado, para Hegel -dice Groppali-, tiene un valor absoluto. En su esencia representa lo
universal en sí y ante sí constituye el brazo secular de una región abstracta superior a toda
lógica moral."
El Estado absorbe y anula al individuo, que desaparece como ser sustantivo,
convirtiéndose en una apariencia del yo-universal.
El Estado es concebido, de esta suerte, como una entidad absoluta. Se niega la existencia
de derechos naturales en los hombres, anteriores y superiores, a la organización política.
Las consecuencias prácticas de esta concepción del Estado no han podido ser más
desastrosas, como lo prueban los monstruosos Estados totalitarios de nuestro siglo.
Contra esta, concepción totalitaria del Estado, hay que afirmar la existencia de una región
infranqueable para la actividad estatal, constituida por los derechos naturales primarios
de hombre y, entre ellos, por los que atañen al logro de su perfeccionamiento individual
en vista del fin superior de loa persona humana, que es la vida trascendente respetando el
gobierno la libertad de conciencia. La personalidad individual debe seguirse vigorizando
en su justa medida; todo intento de unificar los Derechos Público y Privado ha de
encontrar la barrera infranqueable de la realidad que se le opone.
El Estado no debe ser entendido corno una abstracción, sino que se le ha de comprendes
en función misma de los hombres que lo: originan con su actividad, expresando en su
contenido la necesidad de realizar sus deseos y sus aspiraciones. Los hombres y el Estado
no representan unidades irreductibles; ambos forman parte de un mimo ser. Ya sabemos
que el elemento humano es también una nota esencial del Estado.
15
Los hombres y el Estado están ligados por los fines, por el elemento teleológico que es
esencial a la organización política. Esa relación del individuo con el Estado, es de
interdependencia: el Estado favorece y protege el desarrollo de los individuos, pero no lo
hace en interés exclusivo de los mismos, como seres individuales, sino que al mismo
tiempo que lo hace, realiza los intereses propios del Estado y procura el bien de todos, el
bien común.
Por su parte, los individuas contribuyen a la defensa y al progreso del Estado, no por el
Estado en sí mismo, concebido como un ser abstracto con fines propios y extraños a los
fines individuales, sino por el Estado como organización de la que forman parte, en el seno
de la cual viven y cuya salvaguarda y fortalecimiento redundan de manera necesaria en el
bienestar de la generación de los hombres presentes y de las generaciones sucesivas.
No hay que confundir los fines concretos individuales de un momento dado, con los fines
del elemento humano como parte sustancial del Estado, considerado es elemento de
manera abstracta.
En cambio, el Estado deberá realizar toda la actividad necesaria para que la persona
humana pueda perfeccionar su tercer aspecto, la personalidad moral o de la vida de
relación. La actividad del Estado tiene por contenido teleológico, según henos explicado el
analizar este elemento, el bien común. Al realizar, al obtener ese bien común por medio
del desarrollo de su actividad, el Estado logrará que se perfeccione, que llegue a su meta
la personalidad moral de los individuos, pues en esta forma suplirá la imperfección que en
la personalidad moral tiene el hombre y que ya hemos señalado la indigencia social.
Estas características, según sean ampliadas o restringidas, dan origen a las diversas
doctrinas políticas, cuyas posiciones extremas: liberalismo absoluto (o sea, la sumisión
total del Estado al individuo) y totalitarismo político (o sea, la sumisión total del individuo
al Estado), en realidad llegan a hacer desaparecer esos postulados de la civilización
cristiana.
Pero el pensador que dio mayor impulso al transpersonalismo fue el filósofo alemán
Hegel. El hombre, para este pensador, no tiene valor como individuo, sino sólo en la
medida de que participa del espíritu objetivo del pueblo encarnado en el Estado, y por ello
se halla totalmente subordinado a éste.
ESTADO
Función:
Significa el cumplimiento de algo, de un deber. Las funciones son los medios de que el
Estado se vale para ejercitar sus atribuciones, encaminadas al logro de sus fines.
Competencia:
Consiste en la asignación de tareas concretas que el sistema jurídico asigna a cada órgano
estatal, para que pueda actuar legalmente. Es decir, que a un ente le incumbe atender
asuntos determinados, es la posibilidad jurídica que tiene un órgano público de efectuar
19
un acto válido. En otras palabras, es la facultad que tiene un organismo del Estado para
actuar en determinado ámbito.
Facultad:
Es la aptitud o legitimación que se concede a una persona física (Funcionario o empleados
públicos) para actuar según la competencia del órgano, por cuenta del cual externa su
voluntad. La facultad, es pues la posibilidad legal que posee un servidor público, de
realizar los actos de competencia de un ente estatal. En el ámbito administrativo, la
competencia es taxativa y obligatoria, es de orden público. (Ver artículos 130 y 183 de la
constitución Política de Nicaragua)
[CITATION Jor02 \l 19466 ]
Equipo uno:
Equipo dos
Equipo tres
Elaborar un cuadro sinóptico de las teorías existentes acerca del concepto jurídico del Estado y
explicar. (Teorías organicistas, sociológicas, Marxistas, de la personalidad jurídica y de la identidad
entre el Estado y el Derecho.
Equipo cuatro
Graficar y explicar los elementos y fines del Estado (Población, Territorio y características del
Poder Público)
Equipo cinco
Graficar y explicar las posiciones doctrinales en relación a los fines del Estado (Personalismo o
Humanismo y Transpersonal ismo o Totalitarismo)
Equipo seis
Exposición de equipos
Plenario
Conclusiones
20
4.1 ESTADO-NACION.
Estado Nación: organización política de población homogénea que comparte
cultura, lengua, con un gobierno que sirve a los intereses de esta. No hay en el mundo
ningún pueblo con esa homogeneidad, pero sí que se aproximan. El concepto de que el
Estado debe servir a las naciones apareció en el Siglo XIX.
En los siglos XVII y XVIII, hubo presiones para ampliar estas bases. Algunos de los reyes
europeos, hicieron tareas para mejorar el bienestar de la población, sobretodo en Francia.
A estos monarcas se los conoce como "déspotas ilustrados", ya que las mejoras fueron
limitadas.
La sociedad estaba dividida en distintos grupos corporativos: campesinos, terratenientes,
burgueses y aristócratas. Cada uno perseguía sus propios intereses, sus comunidades,
costumbres, tradiciones, libertades, etc. El uso lingüístico difería de región en región.
El mantenimiento de la ley, el orden, la administración y la justicia, el bienestar y apoyo
económico, que hoy dependen del Estado, era incumbencia de los grupos corporativos
locales.
-El imperio de la Ley, las normas deben ser expresión de la voluntad popular y deben
someterse a ella tanto gobernantes como gobernados.
-Distribución del poder estatal en diferentes órganos, de esta manera el Poder del Estado
no se concentra en una sola institución, sino que se distribuye permitiendo mayor
eficiencia y los debidos controles evitando arbitrariedades y abuso de poder.
-Legalidad de la administración y responsabilidad de las autoridades, sea penal, civil,
administrativa y política.
-Respeto y Garantía de los Derechos Humanos a través del ordenamiento jurídico el cual
también contempla los mecanismos o recursos que se pueden interponer en caso de
atropello o violación.
Si para la Biblia en el principio fue el verbo, para la política moderna en el principio fue la
sociedad, todo lo demás viene después. En la concepción contractualista, de la cual
nuestra época es tributaria, el Estado surge junto con el gobierno, y ambos de la sociedad,
mediante un contrato de todos los miembros de ésta. El contrato social que instituye al
Estado como tal, erige un poder que está por encima de todos los hombres, y que por
tanto dispone de ellos, con el doble propósito de preservar el orden y la paz, o sea, velar
por el interés general.
Por ende la sociedad, al menos en una formulación mitológica, es originaria respecto del
Estado y el gobierno, ya que si retrocedemos en la historia de la humanidad, nos
podremos encontrar al menos idealmente, con grupos humanos en los cuales ni Estado ni
gobierno existían, y todo se discernía por el acuerdo común o por la fuerza. Si bien es
posible pensar lógicamente estas instancias, es cierto también que es absolutamente
inútil tratar de buscar el origen histórico del Estado.
Lo que verdaderamente importa no es su filiación y surgimiento, sino más bien el rol que
desarrolla en cada época histórica y las diferentes concepciones ideológicas que sobre el
mismo predican. Decíamos que para la época moderna surge del común acuerdo de los
miembros de la sociedad, que viviendo hasta ese momento en una situación pre-estatal
llamada por alguno autores1 “estado de naturaleza”, deciden pactar para delegar el poder
22
y formar el Estado o sociedad política. En el pacto o contrato social, todos los miembros
de la sociedad civil ceden su poder al soberano, creando en ese movimiento a la sociedad
política o Estado.
En ese pacto son cedidos al soberano derechos, que de ahora en más le pertenecerán, a
cambio de que sean protegidas la vida y la propiedad de la anarquía del desorden. En el
movimiento del pacto se encuentra la clave para la interpretación de la moderna forma de
pensar las relaciones entre la sociedad (civil), el Estado (sociedad política), y el gobierno,
que es quien conduce a ese Estado. Pues una vez que el pacto es realizado, el soberano ya
no está obligado respecto de los ciudadanos. Su estatus mismo deriva del hecho de estar
por encima de ellos, y por ende, sin obligación alguna respecto de los mismos.
Al ser la sociedad política una creación de la sociedad civil, su propósito y sentido queda
atado a la necesidad que le dio origen, por lo cual podemos decir que el contorno de lo
estatal, es decir lo que es su forma y mecánica, deberá estar consagrado al contenido del
pacto social que le dio existencia.
Esta paradoja encerrada en el contrato social, es decir el hecho de que se pacta para
evitar la muerte de la guerra pero se pone la vida en manos de un poder sin contestación,
es la base sobre la cual se sustenta nuestra vida comunitaria moderna, y es también,
fundamento de los sistemas republicanos de organización del poder. Pero antes de llegar
a ello es menester revisar con mayor detenimiento lo estatal en sí mismo. El estado
23
Existen múltiples concepciones del Estado, todas las cuales coinciden al menos en un
punto: el mismo debe detentar “el monopolio del ejercicio de la violencia legítima en
territorio determinado”. Esta coincidencia en cuanto el monopolio de la coerción legítima
corresponde al aparato estatal, deja traslucir lo que es una de las funciones principales del
mismo, y por ende habla de lo que es su naturaleza.
Pero más allá de este puntual consenso, existen multiplicidad de concepciones respecto
de lo estatal, que no resultan ni más ni menos que un reflejo de los disímiles estratos
ideológicos que atraviesan a toda sociedad. Dependiendo de la ubicación ideológica que
se dé un determinado enunciador de una teoría del estado, tendrá inclinación a remarcar
un aspecto u otro de lo que es la función del mismo. Una posición de centro tratará de
hacer hincapié en el rol que éste desempeña en la realización del bien común, en la
administración de justicia, y tenderá a señalar también los peligros de una posible
extralimitación del mismo en lo que hace a sus atribuciones.
Toda legitimidad, toda razón de ser desciende desde la altura de dios hacia la tierra, por
ende el peligro aquí aparece bajo la forma de la ideas que pretenden secularizar el
mundo. Si revisamos estos tres posicionamientos, trazados por supuesto con brocha
gorda, quedará claro a la vista que no es lo mismo adoptar una posición u otra: De cómo
se conciba al Estado (y al mundo) se desprenderán consecuencias tanto para la acción
política, respecto de cómo posicionarse frente al accionar estatal, como para gobernar, en
caso de detentar roles en el gobierno. Si analizamos algún tema específico, por ejemplo la
relación entre religión y Estado, vamos a tener dos posicionamientos, ya que las posturas
24
Pero, más allá de todas estas formulaciones, ¿se puede marcar alguna especificidad de lo
estatal allende del monopolio de la coerción legítima? Pues claro que sí, primero y
fundamentalmente el mismo no es un monolito, es más bien una relación social que
actualiza en su cuerpo todas las tensiones y toda la complejidad de la época histórica en la
cual pervive. Lo que tratamos de decir es que el cuerpo del Estado se halla atravesado por
todas las tensiones y contradicciones de una época.
Así como determinado tiempo histórico no es un macizo monocorde, sino que está
compuesto por infinidad de interacciones y componentes que dan una resultante, el
aparato estatal se encuentra sometido a las mismas vicisitudes, con un agravante: en él
reposa la continuidad de la comunidad a la que representa, o si se quiere, su cambio y
evolución.
En el contexto social del capitalismo naciente hace su aparición el estado moderno, y trae
impregnada como su marca de origen la filosofía liberal que lo ha acompañado en su
historia. De esa filosofía deriva la forma republicana moderna, y de una radicalización de
los principios del liberalismo político, la moderna democracia. Este Estado moderno va a
tener como principal tarea la centralización del poder, el cual con anterioridad (estamos
hablando de la Europa de fines de la edad media) se hallaba disperso entre distintas
instancias: los señores feudales, la iglesia, y otras circunscripciones pertenecientes a la
nobleza.
25
Así, al centralizar el gobierno, también surgieron los ejércitos nacionales, y las aduanas
nacionales. Esta primera tarea fue acompañada de una uniformización del territorio
nacional, en lo que hace por ejemplo a pesos, medidas y moneda, como también en lo que
atañe a la lengua nacional, aduanas y la creación de una conciencia nacional más allá del
enclave local de cada ciudadano. Estas tareas emprendidas en Gran Bretaña por su
revolución, en Francia por el Rey Sol, y luego completadas por la revolución, o en
Alemania a partir de la formación del Estado-Nación, con el Káiser Guillermo I en el trono
y Bismarck en el gobierno, son una clara muestra de cómo el Estado se articula con su
época en un engarce que es sumamente complejo.
En el caso de nuestro país, el Estado con su formación en la segunda mitad del siglo XIX,
vino a crear lo que sí existía en Europa y aquí se carecía, una nación, pues aquí no había
nada parecido a los argentinos antes de que se forme definitivamente el Estado y alcance
control efectivo sobre todo su territorio. Las campañas militares emprendidas para
despojar a los distintos pueblos originarios de sus dominios, la formación de ejércitos
regulares, la extensión de la educación, el servicio militar obligatorio, las obras de
infraestructura y la creación de símbolos nacionales han contribuido a la formación de la
“argentinidad”.
Nuestra identidad como país no se engarza en una larga tradición histórica que viene de
siglos, sino que empezó a delinearse a partir de un suceso fuertemente disruptivo, que
trasplantó en estas pampas una lengua inexistente, y usos y costumbres que llegaron
también de la mano de los conquistadores. Por tanto aquí, la nación como grupo que
comparte una historia, lenguaje y legado en común, no antecedió al Estado, sino que
advino de su mano. Retomando el hilo del argumento, hemos de señalar un elemento
fundamental que también emergió de la mano de los diferentes estados modernos: los
mercados nacionales, que conformados a partir de la uniformización de los territorios, la
consolidación de corpus de derecho racional y la mejora y extensión de la infraestructura
de comunicaciones, permitieron insertar a la economía capitalista a cada vez mayores
grupos humanos y, por ende, aumentar la escala del proceso de acumulación de capital.
Después de todo lo expuesto puede deducirse que para que el capitalismo avance y se
consolide, hubo de concurrir el Estado en su auxilio, ya que las fuerzas del mercado para
funcionar requieren de determinadas condiciones sociales y económicas. En este sentido
debemos señalar que, a pesar de ser dependiente de determinadas condicione sociales
para subsistir, el capitalismo no lo es en lo que hace a las formas políticas en las cuales se
desenvuelve. Por tanto, y si pensamos en el reclamo liberal de un Estado mínimo,
podemos observar la contradicción del mismo, ya que el liberalismo económico precisa
indefectiblemente de la regulación estatal para sobrevivir y perpetuarse como tal.
Sencillamente la idea de una sociedad regulada por la libre iniciativa individual es, a todas
luces, una utopía del liberalismo. Repasados ya algunos aspectos lo estatal estamos en
condiciones de delinear algunos aspectos que consideramos esenciales. - Posee el
monopolio del ejercicio de la violencia física legítima en un territorio determinado, o sea
26
que es el único agente que de manera legítima (por fuerza de ley) puede ejercer la
violencia hacia el exterior o el exterior de la sociedad a la cual pertenece, incluyendo esto
a la policía y las fuerzas armadas. - Incluye un territorio, en el cual se asienta una o varias
naciones, pudiendo ser multinacional como por ejemplo España. Cabe aclarar que pueden
existir naciones sin Estado, pero no a la inversa.
Aristóteles dividió a las formas de gobierno en tres tipos puros, que se caracterizaban por
ocuparse del bien común, y sus tres desviaciones, que surgían a partir de que se
privilegiaba el interés particular de una persona o un grupo en detrimento del resto de la
comunidad. Los tipos puros correspondían a la monarquía, que era el gobierno de uno, la
aristocracia, que era el gobierno de los mejores, y la república, el gobierno de todos. A
ellas se oponían como sus desviaciones la tiranía, la oligarquía y la democracia. Llama la
atención a nuestra forma de pensar que Aristóteles incluya a la democracia como una
forma de o gobierno desviada, pero esto se explica en el hecho de que para el filósofo, la
democracia era una forma de gobierno de la mayoría a favor de la mayoría y, por ende,
alejada de lo que es una forma recta, la búsqueda del interés de la comunidad. La
27
república, considerada por Aristóteles como el gobierno de los muchos en beneficio del
bien común, es la forma moderna dentro de la cual florece la democracia representativa,
pero esta república no es ya aquella que nuestro filósofo nos refiere.
Mediante esto, lo que se busca garantizar, es que las libertades individuales de los
ciudadanos estén al resguardo de cualquier tipo de exceso de los tres poderes, pero
fundamentalmente, de los del poder ejecutivo. Un elemento más se introduce si hacemos
foco en la forma del ejecutivo, y aquí la división se va a dar entre sistemas
presidencialistas y parlamentarios, dependiendo de en qué actor recae la legitimidad
directa del voto popular para gobernar.
Así entonces surge una diferenciación funcional entre la jefatura de estado, cuya función
es representar a la nación en todo, y la jefatura de gobierno, que representa a la mayoría
que la ha posicionado en el poder. En nuestra república ambas funciones coinciden en la
persona del presidente, pero en otros sistemas, como las monarquías parlamentarias,
están divididas. El rey o reina representa a la jefatura de estado y el primer ministro
representa la jefatura del gobierno. Así sucede también en regímenes como el alemán o el
francés, en los cuales las figuras del presidente y primer ministro representan la jefatura
de estado y gobierno respectivamente, y que están conformadas por personas diferentes
con atribuciones diferenciadas.
Por tanto, esa coincidencia en una persona, pero más aún, la concepción representativa
misma, introducen una tensión entre los representantes y los representados, ya que su
punto de convergencia sólo acontece en las elecciones, dependiendo en lo demás del
accionar y capacidad del gobernante. Por tanto, en buena medida, la legitimidad del
28
Soberanía como concepto jurídico Antes que nada se platea la cuestión de cómo entender
el concepto de soberanía. ¿Qué características, intrínsecas al poder político, nombra dicho
concepto? El hecho de que reine tanta confusión respecto del contenido y sentido de la
soberanía radica no sólo en la naturaleza indefinida de dicho concepto, en su “siniestra
ambigüedad”, sino también en que la concepción en que éste se basa no sale a la luz.
Aquellos que consideran que la soberanía es un dogma anticuado, suelen apelar a la falta
de autonomía del Estado moderno, que le obliga a cooperar institucionalmente tanto con
socios no estatales, en el interior, como en sus relaciones internacionales con otros
Estados. Parece que el Estado, por hallarse tan limitado en la toma de decisiones y en su
capacidad de regulación, por sus dificultades para imponer sus intereses, ya no pueda ser
considerado soberano.
Sin embargo, esa visión precipitada opera con un concepto sociológico de soberanía,
aquel que equipara la soberanía a un uso ilimitado del poder estatal y que al partir de
dicha premisa, en vistas de la falta de omnipotencia del Estado, se ve obligada a negarle su
soberanía. Esa forma de entender el concepto de soberanía me parece equivocada. Por
una parte ningún Estado del mundo ha gozado jamás, a pesar del monopolio estatal de la
fuerza, de tal soberanía en el interior y mucho menos en sus relaciones exteriores.
Respecto del desarrollo de la economía mundial, éste se determina ante todo por las leyes
de mercado vigentes a nivel internacional. Es cierto que en lo que hace referencia al
mercado financiero la regulación estatal se ha mostrado más o menos impotente.
Sin embargo ninguno de estos dos fenómenos ha supuesto un rompimiento con la bien
entendida soberanía interior. En las relaciones exteriores, los otros Estados, dotados de
igual soberanía, han frenado siempre en la práctica las ansías de poder y el deseo de
dominio estatales. La soberanía es, a pesar de su componente empírica, en su núcleo un
concepto jurídico. Del intento de definir dicho concepto partiendo de la mera
contemplación de la realidad social resulta una imagen incompleta.
como sujeto jurídico, jurisdicción sobre otros. Dicha posición de dominio es normativa y
no real por lo que su vigencia o existencia normativa no puede ser ni demostrada ni
refutada empíricamente.
Eso supone que la soberanía no puede ser atribuida sencillamente al Estado, que tiene a
su disposición los mejores batallones. El problema que plantea la soberanía no es una
cuestión de poder, que pueda ser decidirse con la ayuda de las armas, sino una cuestión
que como tal sólo puede ser resuelta jurídicamente. Entendida como posición jurídica,
como la competencia del Estado para tomar la decisión definitiva y vinculante tanto en
asuntos internos como externos, supone un poder otorgado por el sistema jurídico y por
tanto necesariamente limitado.
“En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el ejecutivo de las cosas
pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo de las que pertenecen al civil.
Por el primero, el príncipe o el magistrado hacen las leyes para cierto tiempo o para
siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra,
30
Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona o
corporación, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el senado
hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo.
Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y del
ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los
ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al
segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor.
El artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre que proclamaron los
revolucionarios franceses, expresó que:
“Toda sociedad, en la que no está asegurada la garantía de los derechos, ni determinada la
separación de los poderes, carece de Constitución”
Decía Montesquieu que de tal separación de los Poderes se derivan varias ventajas, siendo
una de las principales, la eliminación del peligro de que un órgano ignore cual es el campo
preciso de sus atribuciones y lo desborde. Esto puede suscitarse sobre todo con el Poder
Ejecutivo, quien podría absorber las funciones del Legislativo, convirtiéndose en un
Dictador. Así mismo, repartido el ejercicio de la soberanía entre varios órganos del Estado
en plano de igualdad, se obtiene un equilibrio que se traduce en un prudente ejercicio del
poder, en un balance de poderes, en el que un poder sirva de freno y de control al otro. Es
la conocida “teoría de frenos y contrapesos”
31
La teoría consiste en que un poder vigila y controla la actividad del otro en atención a su
reciproca vigilancia, en virtud de que estando perfectamente delimitadas sus funciones,
cada uno dentro de su propia esfera, evitará en primer lugar salirse de ella, y en segundo
lugar, que los otros poderes puedan también inmiscuirse dentro de su correspondiente
esfera de competencias. En suma, la soberanía ha de encontrarse repartida entre varios
órganos. Del equilibrio entre los poderes y la delimitación precisa de su competencia,
resulta también un beneficio indudable en favor de los ciudadanos, de su libertad y de su
seguridad. El ciudadano queda protegido contra las acciones desorbitadas del poder
estatal.
El Estado debe manifestarse a través de normas generales y tales leyes han de emanar del
órgano encargado de esa función. Si los jueces creasen las leyes e igual sucediera con el
órgano administrativo, los ciudadanos so sabrían a qué atenerse, existiría una inseguridad
e inestabilidad que redundaría en perjuicio del bienestar y la tranquilidad de la
Comunidad Política. Según Montesquieu que tal separación entre los poderes, facilita un
mejor ejercicio del poder.
En efecto, para poder realizar sus fines, el Estado tiene que actuar, tiene que desarrollar
actividades. Esas actividades fundamentalmente corresponden a su estructura orgánica
inmediata. Tales actividades se desarrollan de acuerdo con el contenido propio de las
funciones atribuidas a sus órganos inmediatos, y así en la vida del Estado en el desarrollo
de esas actividades, encontramos las siguientes funciones fundamentales:
a) En toda organización estatal tiene que existir una actividad encaminada a formular
las normas generales que deben, en primer lugar, estructurar al Estado y en
segundo lugar, reglamentar las relaciones entre el Estado y los ciudadanos, así
como las relaciones de los ciudadanos entre sí. Tal tarea compete a una función
legislativa. En otros términos, respecto a las atribuciones que se refieren a la
reglamentación de las actividades de los particulares, la función legislativa
constituye el medio de realizar esa regulación, puesto que ella se hace por medio
de normas generales de derecho.
b) Demás todo Estado debe tener una función encaminada a tutelar el ordenamiento
jurídico definiendo la norma precisa que aplicar en los casos particulares. Esta es
la función jurisdiccional.
13-La Ley de Partidos Políticos de Nicaragua, Decreto 1312 del 17081983, publicado en la
Gaceta Diario Oficial N° 210 del 13091983, establece:
Artículo 3: Solo las Agrupaciones legalmente reconocidas como Partidos Políticos gozarán
de los Derechos, garantías y estarán obligados al cumplimiento de los deberes que esta
Ley y las demás de la República establezcan.
Artículo 4: Los Partidos Políticos podrán organizarse libremente en el País sin restricción
ideológica alguna. Se prohíbe la existencia de Agrupaciones o Partidos Políticos que
33
Artículo 5: Los Partidos Políticos se regirán por sus propios principios y fines, pero deberán
respetar el Estatuto Fundamental, el Estatuto sobre Derechos y Garantías de los
Nicaragüenses y los Principios Fundamentales de la Revolución Popular Sandinista, como
son el antimperialismo y su carácter profundamente popular y democrático.
Miembros de los Concejos Municipales. Las resoluciones que se dicten sobre los asuntos
relacionados en cualquiera de los seis numerales anteriores, no serán objeto de recurso
alguno, ordinario ni extraordinario.”
Entonces, por sí mismo, el Consejo Supremo Electoral no puede impartir justicia en
asuntos que no sean materia electoral, de tal modo que cuando resuelve sobre asuntos
que no son materia electoral, lo hace en calidad de organismo administrativo, por lo que
dichas resoluciones no son jurisdiccionales, sino administrativas. Del tal manera que
podemos observar que estas resoluciones no están “protegidas” por la irreversibilidad de
las resoluciones del Consejo Supremo Electoral establecida por el artículo 173 de la
Constitución.
Por lo tanto, cualquier resolución administrativa emitida por el Consejo Supremo
Electoral, exclusivo de ese poder, tal y como es lo regulado en el artículo 1 literal a)
numerales 1º al 6to de la Ley No. 331, Ley Electoral”. Regulación Jurídica de los Partidos
Políticos en Nicaragua pueden ser impugnadas judicialmente a través del proceso
contencioso administrativo o recurso de amparo.
[ CITATION Nel13 \l 19466 ]
Todas estas son, sin duda, formas de participación, pero, a nuestro entender, la principal
forma es la participación en la toma de decisiones que le afecten e involucren a otros y en
el control de la ejecución y mantenimiento en el tiempo de las medidas adoptadas.
En ese sentido, la participación se convierte en una herramienta para derrotar la exclusión
política. Al ejercer plenamente su ciudadanía, la gente recupera el verdadero sentido de la
democracia, poder para el pueblo y del pueblo.
Desde la perspectiva de la revolución bolivariana, la participación abre espacios de
encuentro entre los ciudadanos y sus gobiernos, posibilitando el desarrollo de políticas
públicas altamente relacionadas con las expectativas y necesidades de la gente.
La participación es el camino para la conformación de la ciudadanía. Es conciencia política
emergente. En el marco de la democracia participativa y protagónica, la participación es
una práctica que debe estar presente en todos los procesos de toma de decisiones en los
asuntos de interés público.
4.7.2 LA PARTICIPACIÓN COMO PROCESO
La participación no se decreta desde arriba. Implica un largo proceso de aprendizaje. Una
lenta transformación cultural y, por lo tanto, sus frutos nunca se cosecharán de inmediato.
Recordemos que en nuestro pueblo subyace aún una “cultura” de intermediación política,
de la representación, del clientelismo, de profundas prácticas individualistas, heredadas
de la IV República y del influjo perverso del neoliberalismo, presente en casi todas las
relaciones humanas.
Los líderes comunitarios deben, por eso, ser prudentes al esbozar las metas. Es necesario
evitar crear falsas expectativas. El poder popular es un proceso que se construye a partir
de cada logro colectivo que se alcanza. Cada uno de estos logros deben expresar serios
avances en la inclusión de los otros. El poder popular debe expresar la confluencia y el
mayor consenso posible para la acción por parte de los movimientos sociales, los partidos
políticos, la institucionalidad y las voces disidentes de las minorías.
Apoyarse en las propias fuerzas colectivas y la experiencia acumulada contribuye a elevar
la conciencia ciudadana y, con ella, a elevar la confianza comunitaria en sus propias
capacidades y potencialidades, es decir, la elevación de la autoestima colectiva. Ello
implica, una valoración de todas las formas de participación de base que vayan
apareciendo.
4.7.3 BARRERAS DE LA PARTICIPACIÓN Y CÓMO SUPERARLAS
La transformación cultural requerida no es nada fácil. Hay que enfrentarse a múltiples
barreras. Examinaremos aquí algunas de ellas.
ESCEPTICISMO Y APATÍA
38
BUROCRATISMO
No hay que confundir burocracia con burocratismo. La burocracia es el ejército de
funcionarios que garantiza el cumplimiento de las metas del Estado y del gobierno y, como
tal, es necesaria.
Otra cosa es el burocratismo, visto como el surgimiento de alcabalas, trámites y exigencias
innecesarias que bloquean o impiden el logro de las metas de una administración.
El burocratismo tiende a multiplicar las instancias y exigencias para solucionar los
problemas de la gente. Para lograr este propósito las instituciones suelen incrementar de
manera permanente el número de funcionarios, abriendo paso a prácticas clientelares.
Cada nuevo grupo de funcionarios eleva la cantidad de procedimientos y conlleva una
cadena de lealtades que propician el surgimiento de la corrupción.
Además, el burocratismo posibilita el surgimiento de la corrupción, al multiplicar el
papeleo, la discrecionalidad en la toma de decisiones y los grupos de intereses generados
por la cultura clientelar.
El burocratismo es la antítesis del protagonismo ciudadano en la gestión de los asuntos
públicos. Para evitar el burocratismo habría que:
a. Achatar la pirámide burocrática
Achatar la pirámide burocrática evitando tanto en la institucionalidad como en las
organizaciones de base el surgimiento de instancias intermedias y procesos artificiales. Las
organizaciones deben construir formas de dirección que abran paso a formas de gestión
donde los dirigentes sean simples facilitadores de las decisiones tomadas por la mayoría.
b. Simplificar los procesos
Simplificar procesos, fusionar trámites, haciendo más expeditos los caminos para la
solución de problemas, sin que ello implique un abandono de la calidad técnica ni la
pertinencia de las soluciones.
c. Desconcentrar y descentralizar las tareas administrativas.
La desconcentración y la descentralización de las tareas administrativas son iniciativas que
contribuyen a derrotar el burocratismo. Ello demanda una distribución geográfica
diferente de gran parte de los funcionarios, lo que evita que éstos se concentren en el
centro de las ciudades capitales de estado en lugar de distribuirse equitativamente en
todo el territorio, de modo que no sólo las clases adineradas tengan facilidad de acceso a
los servicios públicos sino toda la población. No se trata de elevar
desproporcionadamente el tamaño del Estado, sino de distribuir mejor a los trabajadores
públicos.
VERTICALISMO Y AUTORITARISMO
40
Todos hemos estado presentes en reuniones poco productivas en las que se impone un
diálogo de sordos. En tales espacios, los argumentos de unos pretenden ser impuestos a
los demás sin que las partes logren ponerse de acuerdo para escucharse.
No sólo durante las reuniones o mesas de trabajo se registra esta incapacidad de
escuchar. Es común apreciar como determinados gobernantes o líderes, una vez
instalados en sus cargos le dan la espalda a la propia gente que le confirió tal
responsabilidad. Muchas veces éste no es un acto voluntario, las turbulencias y el agobio
del trabajo impide que los representantes puedan escuchar a los grupos organizados y al
pueblo en general. En este caso es importante que la acción popular explore vías junto a
sus dirigentes para producir espacios de diálogo permanente.
Los gobernantes y líderes no pueden perder el contacto con la gente. Los líderes formales
y naturales, así como todos los ciudadanos requieren practicar la cultura del debate. Por
ello, es imperativo que nunca se cierre la brecha de contacto permanente entre las partes.
Cuando esto ocurre, siempre la fuerza de las mayorías puede apelar a una protesta
organizada para que sean escuchadas.
INTOLERANCIA
Una de las actitudes que pone trabas a la participación es la intolerancia. Es habitual que
en las reuniones de trabajo, surjan posiciones antagónicas, discrepancias de opiniones y
divergencias de fondo y forma. No todos pensamos igual, no todos vemos los problemas
por una única ventana. No puede ser que se quiera imponer una sola visión a raja tabla.
Es necesario ser tolerante; hay que adquirir una cultura de diálogo y de debate. Y esto sólo
es posible si se abandona la idea de que uno posee toda la verdad y los demás están
absolutamente errados. Si se acepta que las demás personas pueden tener, al menos, una
parte de la verdad.
Nuestra norma debe ser la tolerancia. Todos y todas tienen el derecho de ser oídos
respetuosamente, independientemente de que no se compartan sus criterios. 8.
DESCONFIANZA EN EL PUEBLO
Hay dirigentes que no confían en el pueblo, que consideran que dedicar horas a conversar
con la gente es pérdida de tiempo.
Es necesario confiar en la capacidad creadora del pueblo y atreverse a liberar el potencial
creativo de la ciudadanía. Una revolución como la bolivariana pasa por la emancipación de
la inteligencia colectiva que se oculta entre los sin sabores de las derrotas, las
frustraciones, la apatía y la resignación. Inventar o errar es la consigna que guía esta idea.
Una vez que la gente adquiere confianza en sí misma, en su capacidad creativa y en sus
potencialidades de acción, eso redunda en una mejor disponibilidad para participar en
nuevas empresas comunitarias, en la medida que se decide a organizarse para participar.
42
Las comunidades y sus liderazgos deben estar alerta ante las expresiones de
espontaneísmo que se presentan en su seno. Se debe convocar a la gente a que discuta y
participe bajo una agenda construida de manera compartida entre todos los líderes de la
localidad. La elaboración consensuada de los puntos y temáticas a tratar, así como el
enfoque de las mismas, posibilita el emerger de la cultura de la sistematización, la
evaluación compartida y el pensamiento reflexivo. Pero la agenda consensuada debe ser
vista como un acuerdo mínimo que puede ser modificado y enriquecido por las propias
comunidades en el diálogo de saberes que se genera en las asambleas, plenarias y mesas
de trabajo.
ASAMBLEÍSMO
Aun cuando las grandes asambleas aparecen como el espacio ideal de participación para
mucha gente, no necesariamente lo son. Por el contrario, reuniones con una gran
asistencia y falta de preparación pueden ser el lugar propicio para que líderes
inescrupulosos manipulen a los asistentes a través de discursos muy floridos pero con
escaso contenido.
Los politiqueros con discurso radical, sin inserción social concreta, suelen defender el
asambleísmo porque esto les permite capitalizar las reuniones sin que ello implique un
real compromiso con el seguimiento de los acuerdos que de ella emanen.
Por eso la práctica aconseja que para agilizar la discusión de los problemas y la
elaboración de los planes de trabajo sectoriales es conveniente recurrir a reuniones
menores (entre 20 y 50 personas), que algunos han denominado mesas técnicas o
comisiones de trabajo.
Les corresponde a estas mesas y comisiones profundizar el diagnóstico y establecer las
modalidades de intervención social para la superación de necesidades o para cumplir
expectativas.
Teniendo en cuenta lo anterior, no se puede negar, sin embargo, que las asambleas son el
espacio privilegiado para hacer transparente los procesos de toma de decisiones y evaluar
colectivamente si una decisión fue correcta o no. Las asambleas son el espacio para
ratificar el norte de actuación de los equipos comunitarios.
Por eso, una vez concluido el trabajo delegado se hace necesario volver a las asambleas.
En éste caso, todas y todos los miembros de la comunidad debaten y acuerdan las
orientaciones centrales de interés e intervención.
Los líderes y organizaciones de base consustanciadas con la gente conocen las costumbres
de los habitantes de un lugar, saben cuándo se dan condiciones más favorables para que
44
FORMALISMO DECLARATIVO
Por lo general, suelen ser más activas en las discusiones las personas que poseen títulos
universitarios, preparación especial, dominio del tema tratado o actitudes como líder. Este
hecho configura una distorsión de las reuniones, por cuanto los oradores más aventajados
del foro hacen prevalecer sus opiniones por encima de quienes poco intervienen, poseen
limitaciones para armar su discurso o simplemente se inhiben para hacerlo.
Muchos de ellos se limitan a hacer intervenciones declarativas, de lucimiento personal,
que no aportan al análisis ni a la solución de los problemas. En tales situaciones, se debe
llamar la atención del exponente, en aras de que concrete su intervención.
No se trata de castrar el derecho que tienen los participantes de hacer uso de la palabra,
sino de auspiciar el aprovechamiento del tiempo de todo el colectivo. Generar disciplina
en las reuniones, concluir y tomar decisiones consensuadas, debe ser el norte de las
sesiones de trabajo.
Por eso, nos parece muy valioso el siguiente principio que adoptó un grupo comunitario:
el que interviene en una reunión asume la responsabilidad de ejecutar la tarea que
propone. Eso elimina de inmediato el formalismo declarativo.
PERFECCIONISMO
La realidad es siempre contingente, es decir, en constante cambio. La intención de
comprensión acabada del mundo expresa mitos sociales pues la realidad cambia a cada
rato y su abordaje demanda una buena dosis de improvisación. A menudo, muchas cosas
dejan de hacerse por la escasa disposición a asumir riesgos que tienen determinados
actores sociales e institucionales. Se aprecia una marcada tendencia a buscar mejorar
indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo nunca totalmente acabado, lo que
retrasa y, muchas veces, coarta muchas iniciativas. Esta actitud es conocida como
perfeccionismo.
45
otros partidos participen también de la dirección; lo mismo ocurre con una corriente
sindical con respecto a otras, o un movimiento social con respecto a otros.
Es común percibir actitudes sectarias en ciertos grupos sociales, políticos o institucionales.
Las actitudes sectarias ensordecen, impiden escuchar a los argumentos de otros. El
sectarismo se convierte en una traba para alcanzar el consenso duradero. El sectarismo es
un obstáculo para la participación.
El sectario solo ve a través de los lentes de su organización. Para él, los demás no tienen
razón. Quien no piense igual que él es su adversario.
El sectario busca imponer su verdad por cualquier medio, por ello limita las adhesiones y
conduce a fracturas en la unidad.
Si un miembro de una organización distinta a la suya tiene un comportamiento que
considera equivocado, sentencia como malos a todos los miembros de dicha organización.
Quien no pertenece a su grupo es adversario y no le concede la posibilidad de cambiar.
No sólo se reproducen prácticas sectarias entre componentes de grupos ideológicamente
antagónicos, también se evidencia entre tendencias identificadas con un mismo proyecto.
El sectario tiene un comportamiento extremista que lo lleva a conformar fracciones
incluso dentro de su propia organización.
El sectarismo es muy negativo porque conspira contra la unidad de los factores que
deberían articularse y potenciarse mutuamente y enrarece el ambiente, creando rechazos
y suspicacias que crean un ambiente desfavorable a la participación.
Para combatir al sectarismo, es preciso interpretar el espíritu de la participación como
herramienta de transformación del ser humano mediante la discusión y los aportes de
todos para arribar al mayor grado de consenso posible. Aceptar la diversidad, promover la
tolerancia, asumir comportamientos de humildad, reconocernos como iguales, es la clave
para erradicar el sectarismo.
DOGMATISMO
Ser dogmático significa razonar con recetas prefabricadas frente a los procesos sociales y
políticos, sin analizar la situación real del país que se quiere transformar.
El dogmático es aquel que se aferra a ideas fijas, para él nada cambia. La realidad no es
dinámica, sino que se reproduce en ciclos reiterativos. Sus reglas son inalterables y se
convierten en la única verdad.
El dogmatismo es un acto de fe, incapaz de comprender la riqueza del mundo real, su
diversidad y naturaleza contradictoria
47
El dogma se asume como una verdad absoluta, convertida en ley inalterable y declarada
como cierta e incuestionable por quienes le siguen.
Son dogmáticos aquellos que repiten fórmulas y consignas revolucionarias que fueron
válidas en situaciones históricas pasadas y en determinados países, pero que no pueden
ser aplicadas a cualquier realidad sin más ni más.
Algunos dogmáticos suelen criticar a la revolución bolivariana por que no ha importado y
adoptado las medidas que otras revoluciones asumieron. (Régimen de partido único,
persecución a la disidencia, etcétera). Dichos detractores no comprenden que nuestra
revolución intenta construir un camino propio ni reproduce recetas, lo cual no implica que
no se extrapolen experiencias exitosas de otras latitudes.
Son dogmáticos aquellos que no distinguen entre cuestiones de principios y cuestiones de
orden táctico. Rechazan, por ejemplo, cualquier acuerdo con la burguesía, sin analizar
antes la coyuntura política y la correlación de fuerzas.
La superación del dogmatismo se fundamenta en la comprensión de la singularidad de los
procesos. No hay recetas, todo proceso es único.
Frente a la fraseología dogmática exijamos análisis concreto de la situación concreta. La
participación encuentra en el dogmatismo un obstáculo a las iniciativas creadoras. El
dogmático no reconoce la riqueza de caminos y propuestas que nutren la transformación
social que emprende la gente, siempre busca moldes para calzar la realidad a ellos.
En lugar de que el dirigente piense que sabe todo, es importante que entienda que hay
mucho que aprender de los otros. Y no sólo de las más complejas y abarcadoras sino
también de las pequeñas. Nadie puede subestimar una u otra experiencia, todas - cuentan
y en cada una de ellas encontramos claves para continuar avanzando en la construcción
de la democracia participativa y protagónica.
USO DE CALIFICATIVOS PEYORATIVOS
Muchos líderes sociales y políticos han encontrado en la descalificación peyorativa de la
disidencia una forma de control organizacional. En consecuencia suelen señalar que
quienes discrepan por un punto de vista lo hacen porque son contrarrevolucionarios,
anarquistas, trotskistas, oportunistas, escuálidos, golpistas disfrazados, etcétera, con la
sola intención de aislar a los sectores críticos del colectivo comunitario y garantizarse el
control de los grupos.
Estas prácticas contribuyen a dividir, a crear desconfianza; restan fuerza al compromiso y,
a veces llegan a paralizar los proyectos. Es necesario eliminarlas y, si no se logra, es
necesario no elegir más a ese tipo de líder para ningún cargo de responsabilidad.
48
EXCESO DE PRAGMATISMO
El pragmatismo es una actitud y pensamiento que valora sobre todo la utilidad y el valor
práctico de las cosas. Los pragmáticos consideran que el único criterio para juzgar si algo
es verdadero o falso es la prueba de la práctica.
Los pragmáticos sobrevaloran el hacer. Lo que importa es hacer cosas, no pensar cómo
hacerlas; conseguir resultados poniendo de lado muchas veces los aspectos éticos
comprometidos en dicha manera de actuar. Desdeñan la teoría. Mientras menos se
piense, medite y analice sobre las cosas que se hacen, mejores resultados se obtendrán.
La lógica nefasta del pragmatismo apela a la eficacia y a la eficiencia como argumentos
justificadores de su acción. Contra este sistema de creencias deben operar las fuerzas
creativas y transformadoras de los revolucionarios. Se puede hacer las cosas rápido y bien,
sin dejar de lado la teoría, la ideología, la mirada estratégica. Toda acción humana merece
una reflexión asociada a ella.
LAS BONDADES DE LA PARTICIPACIÓN
La participación permite que las comunidades crezcan y desarrollen valores y nuevas
sensibilidades. Revisemos algunos de ellos:
ELEVA LA AUTOESTIMA POPULAR
A medida que las personas van participando en los asuntos que le son propios y logran,
con su organización y lucha, resolver sus propios problemas, se produce un cambio
cualitativo con respecto a lo que antes existía, las personas comienzan a recuperar la
confianza y se ven a sí mismas como sujetos que aprenden, transforman y propician el
cambio positivo. Constatan, al mismo tiempo, el poder de las comunidades organizadas.
Nuestra experiencia nos dice que los integrantes de las comunidades tienen
potencialidades y experiencias que se liberan y se potencian en el encuentro con los otros,
en espacios de participación compartida.
De allí, nuestro énfasis en cuidar cada una de las dinámicas que se llevan adelante en el
proceso participativo, que van transformando a las personas de actores pasivos en actores
o sujetos capaces de construir su propio destino.
RESPETO A LAS DIFERENCIAS Y SUPERACIÓN DE LAS DIVISIONES
En la medida que una comunidad organizada de base trabaja por alcanzar las metas
consensuadas, se genera un proceso de reconocimiento de los “otros” como ciudadanos
con iguales derechos. Ese proceso hace visible temas y agendas subterráneas como la del
género, la diversidad sexual, las minorías étnicas o el respeto a la biodiversidad,
enriqueciendo las prácticas comunitarias de base.
49
generales de los partidos. El pueblo era el eterno ausente. Ese era uno de los paradigmas
de la democracia representativa, y esa es una de las causas que explica por qué se ha
generado en la población una dinámica de rechazo hacia los políticos y la política en
general, cuando, en realidad, una de las cosas que hay que reivindicar es el ejercicio de la
función política como la más excelsa actividad de servicio a la comunidad.
Cada vez más la gente rechaza las prácticas partidarias clientelares, poco transparentes y
corruptas, que sólo se acercan al pueblo en momentos electorales, donde se pierde
energía en luchas intestinas, de fracciones y pequeñas ambiciones; donde las decisiones
son adoptadas por las cúpulas partidarias sin una real consulta con las bases y donde
prima el liderazgo unipersonal sobre el colectivo.
La gente repudia crecientemente los mensajes que se quedan en meras palabras, que no
se traducen en actos.
Por ejemplo, el proyecto bolivariano está tratando de realizar un proceso de politización
de la población. Pero, para lograr esto, uno de los obstáculos son aquellos políticos
profesionales que no entienden el proyecto de democracia participativa y protagónica,
que no dejan que la gente se exprese, porque tienen más facilidad de palabra, porque
tienen precisamente más capacidad de andar engullendo y deglutiendo cosas, y con ello
impiden que la gente, en su expresión más sencilla, vaya viendo y abordando problemas
para irles dando soluciones.
Criticar estas actitudes no significa desconocer que, en el sistema político de democracia
participativa y protagónica, los partidos electorales continúan jugando un papel
importante, pero la participación no se puede reducir a los partidos, va mucho más allá, se
expande a muchos otros sectores sociales y no se limita a las agendas electorales sino que
se realiza en la diaria acción comunitaria.
Se trata de un proceso de rescate nacional, y en todo caso local, del ejercicio de la política,
porque la involución de la democracia llevó a la despolitización general de la población.
LOS PARTIDOS Y LA PARTICIPACIÓN POPULAR
Los partidos deben tomar conciencia acerca de la importancia de las organizaciones
sociales y comunitarias, de los liderazgos de base extra partidarios que participan en la
construcción de la democracia participativa y protagónica.
Es necesario que asumamos una nueva concepción de la política que la concibe como el
arte de descubrir las potencialidades que existen en la situación concreta de hoy para
hacer posible mañana lo que en el presente aparece como imposible.
De lo que se trata es de cambiar la correlación de fuerzas existente construyendo las
fuerzas sociales y políticas que podrán hacer efectivos los cambios con los que soñamos.
51
A menudo, sin embargo, el rey no encarna este ideal; Samuel ya había advertido las
consecuencias de un ejercicio despótico de la autoridad, y muchas de las denuncias
proféticas se refieren a las prevaricaciones de los reyes. Pero estas infracciones no
suprimen el ideal de una autoridad fiel a los planes divinos: este ideal prevé la llegada de
un rey ungido por el Espíritu del Señor, verdadero pastor del pueblo de Israel, que
gobernará con sabiduría y juzgará con equidad; él traerá la paz, premiará la conducta
recta y castigará la iniquidad.
El Nuevo Testamento enfatiza la dimensión moral de la política, Jesús hace una clara
distinción entre el poder temporal y el espiritual, rechaza la tentación de un mesianismo
político y reprueba el dominio despótico de los gobernantes, pero no impugna la
autoridad política en sí misma. Además, con su vida y su predicación, enseña que la
autoridad debe ejercerse como servicio
Las cartas apostólicas contienen la misma doctrina: San Pablo indica que la obediencia a
los poderes públicos responde al orden establecido por Dios y debe realizarse por razones
de conciencia, enseña la necesidad de cumplir las obligaciones cívicas (específicamente
pagar los impuestos) y recomienda orar por las autoridades para que los ciudadanos
puedan disfrutar de paz y tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna
San Pedro enseña que los gobernantes tienen el deber de castigar a los que obran el mal y
premiar a los que practican el bien; y los ciudadanos deben obedecer y respetar la
autoridad humana como quiere el Señor.
Sin embargo, si la autoridad se opone a los designios divinos y pide un acatamiento
absoluto, quiere decir que se auto diviniza y se convierte en la bestia del Apocalipsis. En
ese caso, hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
5.2 La sociedad civil y los cuerpos intermedios.
La palabra política tiene diversos significados: generalmente se usa en el sentido de “hacer
política”, pero su acepción más genuina se refiere a la estructuración de la vida pública en
orden al bien común: ésta es la finalidad del Estado. También se puede hablar de política
en un sentido más amplio, que incluye todas las actividades dirigidas al desarrollo de las
relaciones sociales. Este último es «el ámbito de la sociedad civil, entendida como el
conjunto de las relaciones entre individuos y entre sociedades intermedias, que se
realizan en forma originaria y gracias a la “subjetividad creativa del ciudadano”. La red de
estas relaciones forma el tejido social y constituye la base de una verdadera comunidad de
personas, haciendo posible el reconocimiento de formas más elevadas de sociabilidad»
Se debe, por ende, distinguir la comunidad política (y económica) de la sociedad civil; esta
distinción –en el plano teórico– ha sido una adquisición de los últimos siglos, a la que la
Iglesia ha contribuido con sus enseñanzas acerca de la plena verdad humana.
53
más humanista, proponiéndose como objetivo no tanto el poder cuanto las personas y el
bien común.
Este enfoque es el correcto: la vida política encuentra su origen, su base firme y su
finalidad en el desarrollo integral de todas las personas; para ello debe respetar la plena
verdad humana, es decir, el orden moral. «La relación entre ética y política es,
particularmente hoy, un tema de extrema urgencia no sólo porque es objeto ineludible de
reflexión, sino también porque la experiencia atestigua que su desestructuración conduce,
de hecho, al sometimiento de la política al utilitarismo, al servicio de las oligarquías
económicas, financieras y tecnócratas, con graves peligros para la democracia y la paz.
Es cierto, como ya se ha visto, que el bien común temporal no se identifica con el bien
moral, pero tampoco le es ajeno; por eso, en su responsabilidad por el bien común, el
Estado debe garantizar la moralidad pública sin convertirse en un “Estado ético”. Sólo ese
empeño puede asegurar su supervivencia.
El primer y decisivo espacio de la política es, por ende, el hombre, el servicio a las
personas y a la sociedad civil y, en última instancia, el logro del bien común, que puede
resumirse en la tutela y el desarrollo de los derechos de las personas y de los grupos
humanos.
Para llevar a cabo este servicio, la actividad política debe realizar una doble tarea: a)
Promover el desarrollo integral de las personas, que incluye el crecimiento de la vida
virtuosa ya que la vitalidad de un grupo social deriva principalmente, de las virtudes de
quienes lo componen. b) Impulsar una cultura auténticamente humanista y establecer las
instituciones sociales y políticas que favorezcan la edificación del bien común.
Este imperativo humanista de la actividad política conlleva una serie de corolarios: ejercer
la autoridad como un servicio a los ciudadanos; no considerar nunca a ningún ser humano
como una simple parte del cuerpo social ni tratarlo como medio, porque siempre tiene
valor de fin y es titular de derechos inviolables e intangibles, que constituyen un límite
infranqueable para la autoridad política; favorecer la solidaridad social de modo que
ningún grupo humano –por motivos religiosos, étnicos, culturales, etc.– se encuentre al
margen del bien común; establecer un Estado de derecho, en el que impere la justicia y no
la fuerza, y en el que se tutelen los derechos fundamentales de todos; facilitar que todos
los miembros de la sociedad política proyecten libremente la propia existencia; promover
la igualdad y la justicia social; tutelar el derecho de asociación y la autonomía de los
grupos sociales; establecer la posibilidad y el modo de cambiar periódicamente los
poderes públicos y las instituciones políticas.
Un corolario que, sin ser el más importante, influye poderosamente en el desarrollo de la
vida política es la participación de los ciudadanos en la gestión de las actividades públicas;
cuando disminuye esa participación –por imposición o por apatía–, la formación del
consenso social se hace imposible y las personas en lugar de cooperar en la causa común
56
Considerando que “homo homini lupus”, es decir, que los hombres luchan entre sí para
sobrevivir, Hobbes imaginó que, a fin de evitar la aniquilación general, cada hombre cedía
una parte de su potestad mediante un “pacto social” a un poder público que recibía la
misión y la potestad de organizar la vida social. Rousseau parte de un supuesto antitético:
el hombre en su condición primitiva vive en un estado de bondad y libertad naturales,
pero el aislamiento obstaculiza su desarrollo; por eso estipula un contrato con otras
personas para fundar un Estado al que confiere parte de su libertad; la “voluntad general”
que así se forma englobaría lo mejor de cada persona, por lo que debería ser respetada –si
es necesario por la fuerza–, precisamente porque esa “voluntad” sería la única capaz de
hacer al hombre auténticamente libre.
El error de esta teoría no es la defensa de la soberanía popular: ésta es legítima, pero está
subordinada al designio divino. La equivocación fundamental se encuentra en que esa
doctrina se basa en una falsa antropología: prescinde de la relación del hombre con Dios,
negando su existencia o, al menos, suponiendo que no se interesa por las cuestiones de
este mundo. De ahí que considere la libertad como pura autonomía del ser humano; así, la
“voluntad general” sería el origen único y universal de los derechos y los deberes sociales.
Este planteamiento, al no aceptar la existencia de una verdad y de un bien objetivos,
acaba guiándose sólo por la arbitrariedad, aunque sea la arbitrariedad de la mayoría. Por
eso el Magisterio ha enseñado su falsedad.
León XIII reiteró frecuentemente esta enseñanza, debido a las circunstancias políticas de
su tiempo; posteriormente el Magisterio social ha recordado con insistencia el origen
divino de la autoridad, el error de erigir la voluntad humana a norma suprema y las
negativas consecuencias de este error. Más aún, la afirmación de que la libertad humana
comporta el rechazo de una ley moral superior es la raíz de las tragedias que acompañan
la historia moderna de la libertad: cuando el hombre quiere librarse de la ley moral y se
proclama independiente de Dios, lejos de obtener su libertad, la destruye y él mismo
resulta presa del arbitrio.
En definitiva, la autoridad no puede ser entendida como un poder que deriva únicamente
de criterios sociológicos e históricos, y no es suficiente una elección democrática para
garantizar la validez del poder público. Todo lo dicho no significa negar el carácter
voluntario y libre de las relaciones sociales, ni rechaza la posibilidad de realizar contratos
sociales. En efecto, la convivencia humana, para que sea tal, debe constituirse en modo
racional y voluntario: las personas establecen libremente los diversos grupos sociales,
pero lo hacen en conformidad con su sociabilidad, que es una característica puesta por el
Creador en la naturaleza humana.
Aunque el origen último del poder político se encuentra en Dios, la autoridad de los
grupos humanos deriva en modo inmediato de sus componentes. Por tanto, su ejercicio
depende de la naturaleza de la sociedad y puede evolucionar en función de las situaciones
específicas: la autoridad familiar es diferente de la que corresponde a la empresa o a la
58
perder la confianza en las instituciones públicas y produce una creciente apatía hacia la
vida política. De hecho, la corrupción, el engaño, la inmoralidad, el egocentrismo son
pecados especialmente graves para las personas que ejercen la autoridad; mientras que
para edificar una “buena sociedad” son necesarias la idoneidad moral, la eficiencia
práctica y la aptitud política de las autoridades públicas: gobernantes, parlamentarios,
jueces, etc.
Conviene, por último, hacer una breve referencia a los funcionarios públicos, que
contribuyen a realizar los cometidos de la autoridad: «El papel de quien trabaja en la
administración pública no ha de concebirse como algo impersonal y burocrático, sino
como una ayuda solícita al ciudadano, ejercitada con espíritu de servicio».
Esta perspectiva se opone a la burocratización excesiva, al funcionalismo impersonal, al
deseo de imponerse a los demás y a la holgazanería más o menos encubierta, que
obstaculizan el espíritu de servicio. f) El poder judicial La búsqueda del bien común y la
promoción de los derechos de las personas requieren una triple función del poder público:
legislar con justicia, dirimir los conflictos y las responsabilidades y dirigir la sociedad.
Esto se realiza a través de los tres poderes del Estado: legislativo, judicial y ejecutivo, que
tienen como fin la edificación del bien común, según su ámbito específico. La función
principal del poder judicial es tutelar los derechos de las personas y de los grupos sociales;
para hacerlo debe decidir (“juzgar”), dentro del ordenamiento jurídico –que se supone
justo–, quién es el que posee un derecho cuando existe una controversia entre los
distintos componentes de la sociedad; o bien decidir cómo restaurar el orden de la
sociedad cuando éste ha sido deteriorado por un delito. Por eso, dentro de los límites de
la moral y de la búsqueda del bien común, el poder judicial tiene la función de ayudar y, si
es necesario, de obligar a los ciudadanos a cumplir sus propios deberes, incluso con la
imposición de sanciones adecuadas cuando sea preciso.
La salvaguardia de las exigencias morales y del bien común requieren que el poder judicial
tenga en cuenta un conjunto de delicados procedimientos para proteger la dignidad de los
hipotéticos o verdaderos culpables: presunción de inocencia, búsqueda de la verdad,
discreción en las investigaciones, celeridad de los procesos, recurso a métodos que no
sean inhumanos. Sobre este último punto debe recordarse la absoluta prohibición de la
tortura; y lo mismo se aplica a otras prácticas que ofenden la dignidad personal, como
puede ser el uso de la encarcelación preventiva con el fin de obtener informaciones
pertinentes al proceso.
Cabe señalar también que las penas por los delitos cometidos no tienen una finalidad
vindicativa; su objetivo es, principalmente, reparar el desorden social, mantener el orden
público y corregir al culpable para que pueda reintegrarse en la vida social
Es, por tanto, necesario que las cárceles posean las instalaciones y el personal necesario
para promover el crecimiento moral de los detenidos. Todo ello muestra claramente la
60
que en muchos casos logra los resultados que se pretenden, sin producir grandes traumas.
La resistencia activa tiende a subvertir el orden establecido con actividades de
desestabilización, que fácilmente degeneran en actos violentos de guerrilla y de
terrorismo, a veces con costos humanos muy elevados. El derecho de resistencia debe
regularse por estrictos criterios éticos
Además, cuando es lícito aplicarla, es preferible la resistencia pasiva80; sin embargo, no se
debe negar a priori la posibilidad de la resistencia activa. Para evaluar su moralidad, se
usan los criterios éticos de la legítima defensa, teniendo en cuenta que la lucha armada es
un recurso extremo, válido únicamente para derrocar una tiranía evidente y prolongada
que perjudica gravemente los derechos fundamentales de la persona y el bien común81 .
La valoración global de esta materia requiere también un análisis del contexto
institucional en el que se realiza, ya que su validez depende del régimen político y de la
situación social.
[ CITATION htt6 \l 19466 ]
-Preparación
-Exposiciones grupales
Exposición rifada de tres grupos sobre el tema “La organización Política de la Sociedad”,
los otros tres equipos realizan oponencia
Angustiado, saltó del camastro con el suficiente impulso para cruzar el pequeño
cuarto y aterrizar en la silla donde acostumbraba dejar su ropa. Revolvió los bolsillos del
sacón que había colgado antes de acostarse hasta encontrar el reloj que le acompañó
desde hace más de 10 años sólo para confirmar que el cansancio le había robado parte de
la mañana.
Volvió a su cama mientras se acomodaba el cinturón, que cada año le quedaba más
ajustado. Se sentó en una esquina y miró los folders que ahora estaban ordenados
cubriendo la única mesa que poseía. Era difícil de creerlo... lo habían logrado. Allí estaba la
prueba cuidadosamente acomodada. Después de años, el trabajo por fin estaba listo
para ser entregado.
Julián fue elegido presidente del comité de saneamiento de su comunidad hace ya cinco
años, desde entonces su vida se transformó en busca de cumplir con la tarea que le fue
encomendada por su gente. Fue un periodo donde junto a un grupo de campesinos le
dieron forma a una quimera que buscaba solucionar los conflictos por la tierra que
estaban ahogando a un número importante de las familias de su comunidad. No fue una
tarea sencilla pues tuvieron que promover todo un proceso de concertación y dialogo que
al final les arrebató mucho tiempo de sus vidas. Esos años estaban llenos de recuerdos, de
momentos gratos y amargos, de errores y aciertos, de aprendizajes y de dudas, de idas y
venidas, por lo que alcanzar su objetivo era más que un alivio y suficiente motivo para
sentirse pleno.
Nuevamente el ruido de la puerta sorprendió a Julián, esta vez era Calixto, su amigo de
siempre, vestido con su traje de autoridad, el pantalón recién planchado, los zapatos de
fiesta, el bastón de mando prolijamente acomodado y su acostumbrado maletín negro
colgado alrededor del dorso. Lucía cansado, pero el brillo de sus ojos denotaba
satisfacción mezclada con orgullo. Él también había sido parte de este logro por lo que
sobraban motivos para sentirse un gigante.
- ¡Ya estamos tarde! El “mini” pasa a las nueve y si no te apuras nos deja.
Julián acomodó las últimas carpetas en la caja que su hija había preparado especialmente
para este momento, tomó el sombrero de siempre, guardó todos los recuerdos, las
imágenes y los miedos junto a la coca que tenía en su bolso y sin despedirse salió
presuroso. Sólo el “Chicho”, que dormía en la puerta del corral, se percató de su partida y
los despidió con la mirada mientras rascaba su peludo hocico.
Julián Ramos, Calixto Mamani, Andrés Torres, Félix Aruni, Hermógenes Aruni, María Aruni,
son los nombres de quienes formaron el comité de saneamiento de la comunidad
Collagua. Su tarea consistió en organizar y guiar a su comunidad hacia la actualización de
los derechos de propiedad sobre la tierra.
63
El presente texto narra este episodio en sus vidas y busca mostrar una experiencia exitosa
de la tenacidad de una comunidad campesina por garantizar el acceso a la tierra para su
comunidad y alcanzar la seguridad jurídica para todos.
Una comunidad en el altiplano boliviano
Esta experiencia se encuentra en el municipio de Viacha perteneciente a la provincia
Ingavi del departamento de La Paz. Esta zona, como el resto del altiplano boliviano, se
halla a 4000 metros sobre el nivel del mar, con un clima agreste y con escasos recursos
naturales es un sitio típico de la zona andina. El municipio se encuentra contiguo a la
ciudad de El Alto, la tercera urbe más grande de Bolivia después de Santa Cruz y La Paz.
Geográficamente, Collagua se ubica entre las siguientes coordenadas UTM: este 8150000
y norte 560000.
Pactos internos y la negociación voluntaria por la tierra
El derecho de propiedad de la comunidad de Collagua sobre su territorio, fue reconocido
durante la década de los sesenta, en el marco de la Reforma Agraria que inició en 1953. Si
bien la entrega de títulos que permitió el reconocimiento de su existencia y aprobó la
entrega de tierras, no significó el ejercicio de la gestión del territorio; es decir, el Estado no
fue capaz de generar las condiciones que le permitan a las comunidades actualizar sus
derechos de propiedad y distribución de tierras.
Con el paso de los años, las generaciones posteriores empezaron a subdividir el
espacio familiar y al no existir un registro adecuado de esas divisiones se fue generando
una extrema parcelación y disputas por la ocupación de la tierra. Tal como menciona
Julián Ramos1 “la tierra fue achicándose, entonces las nuevas familias ya no tenían
espacio, lo que ocasionaba peleas entre hermanos”. Y como explica Félix Aruni “…las
familias en la comunidad llegan a tener varios hijos. Entre seis, ocho hasta llegan a 10
hijos. Antes de morir, los padres les señalan su lugar a cada hijo y ahí pueden vivir cuando
se casen”. Este señalamiento implica la división de la propiedad, pero al ser una partición
verbal, los límites no son claros, más aún porque no existen documentos sobre esas
particiones.
Esta forma de distribución y heredad de la tierra generó conflictos intrafamiliares y un
sentimiento general de inseguridad jurídica. La mayoría de los habitantes de esta zona no
contaba con documentos de propiedad sobres sus parcelas y sólo poseían la tierra bajo el
amparo de la organización. Asimismo, no existían linderos claramente establecidos lo que
también generaba pugnas interminables entre campesinos. Esta inestable situación, pudo
ser sobrellevada por la comunidad; sin embargo, el creciente nivel de conflictividad en
torno a la tenencia de la tierra y sobre los derechos de uso de los escasos recursos
naturales, hizo que incluso la organización comunal pierda legitimidad y corra el riesgo de
quebrarse.
64
La situación de Collagua es común entre las comunidades rurales andinas, pues la tierra es
un recurso limitado, por lo que es frecuente encontrar conflictos por falta de una
actualización de derechos de propiedad, una gestión de los conflictos y un control de la
parcelación improductiva de la tierra; es por eso que la comunidad Collagua puede
considerarse una experiencia exitosa, pues a pesar del contexto, fue capaz de enfrentar la
situación organizando a sus afiliados, retomando los niveles de decisión colectiva y
promoviendo la acción comunal con el fin de actualizar los derechos de propiedad.
Collagua es un ejemplo de que es posible lograr una eficiente gobernanza comunal sobre
la tierra.
La estrategia de la comunidad fue promover la conciliación de conflictos y la construcción
de acuerdos para asegurar el acceso a la a tierra. Estas acciones muestran un
camino distinto para acceder a la tierra, pues supera la lógica legalista que concibe el
acceso únicamente a través de procedimientos jurídicos y estatales. Collagua demuestra
que el acceso a la tierra desde entidades colectivas alcanza una lógica propia que
cuestiona lo formal y sobrepasa lo administrativo.
Al interior de las comunidades altiplánicas el tema de acceso a la tierra es una
dinámica potencialmente conflictiva debido a la escasez, por eso la titulación no es un fin
exclusivo, sino que se busca resolver los conflictos y sostener la legitimidad social.
Entonces, el acceso a la tierra, no sólo implica la búsqueda de documentos, sino
principalmente la búsqueda de acuerdos y sostenimiento de la comunidad.
Las formas de acceso a la tierra dentro de la comunidad son la herencia, la compra- venta
u otro tipo de negocio jurídico; sin embargo, Collagua nos muestra otra importante forma
de acceso a la tierra a través de la construcción de pactos internos a la comunidad y la
negociación voluntaria. En esta forma de acceso, herederos, poseedores, compradores u
otros, pueden ser incluidos en igualdad de condiciones, creando oportunidades para
mujeres y jóvenes.
Esta forma de gestionar el acceso la tierra requiere de capacidad organizativa, iniciativa y
liderazgo colectivo. No todas las comunidades generan procesos de negociación y gestión
territorial,
Cultura y población de Collagua
Se trata de una organización indígena aimara que sumada a su actividad productiva,
puede ser catalogada como campesina. Las mujeres y hombres que viven allí
continúan hablando el idioma nativo, y debido a su constante movilidad social,
también hablan el español. Culturalmente mantienen el tipo de organización tradicional,
con autoridades naturales propias que conducen a sus afiliados en base a normas internas
de larga data. La organización está compuesta por 200 familias quienes ocupan más o
menos 15 hectáreas por unidad familiar.
65
La tierra en esta zona es pobre, vulnerable a sequías y heladas debido al clima propio de la
puna, dando como resultado bajos niveles de producción. Su principal actividad es la
agricultura que permite obtener el producto de los cultivos de papa, quinua, alfalfa,
cebada, entre otros; y que se combina con la cría de ganado ovino y vacuno, en menor
escala. La producción sirve para el consumo familiar, sólo una pequeña porción es
comercializada. El promedio de tenencia de la tierra por familia es de 15 hectáreas, pero
de esta porción sólo el 30% es productiva.
Como la mayoría de comunidades rurales del país, los servicios básicos son restringidos,
existe luz eléctrica, pero el uso que se le da es muy limitado. El agua es un recurso
insuficiente por lo que la mayoría de la gente se abastece a través de pozos. La falta de
servicios básicos produce que la principal causa de morbilidad sea enfermedades
diarreicas agudas. En la comunidad existe una pequeña unidad educativa compuesta por 8
aulas que alberga a 131 estudiantes, del nivel primario y secundario con nivel de deserción
del 9.3%. Existe una posta sanitaria, dotada de los mínimos requerimientos para la
atención médica, los encargados realizan visitas médicas a las familias de forma itinerante
a través brigadas móviles de salud dependientes del gobierno municipal3.
La ocupación del territorio es ancestral, pero esta posesión no implicaba control. Es decir,
la tenencia fue relativa sobre todo en la época anterior a la Reforma Agraria del año 1953,
donde se aceptaba la ocupación, pero la propiedad formal era de los hacendados que
habían adquirido los derechos de propiedad a través de compra al Estado. En ese tiempo
“la tierra era de los patrones y nuestros padres trabajaban como pongos”, indica Julián
Ramos.
Según nos cuenta, “Después de la reforma agraria hubo algunos cambios, ya no había
trabajos forzados porque las haciendas desaparecieron. Poco tiempo después el
presidente entregó títulos de propiedad a nuestros abuelos”. Las comunidades obtuvieron
el reconocimiento del Estado, que les otorgó la propiedad de la tierra bajo la figura de
“pequeñas propiedades campesinas”. Para la década de los ochenta los títulos
entregados quedaron desactualizados debido a las sucesivas transferencias familiares.
Para el año 2000 la posesión de la tierra estaba en manos de la tercera generación de
comuneros, la mayoría ocupando la tierra sin ningún documento formal y sin la
certeza del espacio territorial que le correspondía.
La posesión de tierras era potencialmente conflictiva y pudo mantenerse relativamente
equilibrada gracias a la intervención de la comunidad que se encargó de darle legitimidad
a la tenencia, a través de la construcción de pactos refrendados con resoluciones internas.
Al no existir una formalización de estos pactos en las instancias del Estado, los acuerdos
eran infringidos ocasionando conflictos, sobre todo entre las personas que fueron
perdiendo su relación con la comunidad debido a la movilidad urbana, y que regresaron a
la comunidad después de varios años.
66
Entonces la gestión del acceso, uso y tenencia de la tierra, luego de la titulación, estuvo a
cargo de la comunidad, pero sin puntos de contacto con el Estado. La tenencia de la tierra
se conservaba en un delicado equilibrio sustentado en acuerdos suscritos en la
comunidad. Con el paso del tiempo y la incomprensión de las nuevas generaciones, los
pactos comunales fueron perdiendo fuerza y se generó un sentimiento de inseguridad
jurídica.
mismas puedan solucionar sus problemas, puesto que se trataba de conflictos entre
parientes. Se organizaron espacios de motivación y diálogo comunal donde se analizó la
importancia de suscribir acuerdos de forma pacífica, sin la necesidad de acudir a instancias
judiciales.
El producto que cada familia debía entregar era un acuerdo donde se especifique la
manera en cómo manejarían la tierra y el o los nombres de quienes serían
reconocidos como los propietarios. Según el plan del comité, a medida de que cada familia
presentaba su acuerdo, se inspeccionaría la propiedad para que, junto a los vecinos,
actualicen la ubicación de los linderos de las parcelas. Se consideró que un mes era
suficiente tiempo para concluir con esta labor.
Con este plazo sólo cinco familias habían entregado sus acuerdos y la mayoría no había
elaborado el documento porque los problemas familiares hasta entonces suspendidos,
resurgieron e impedían los acuerdos. Entonces, la comunidad decidió organizar
“audiencias públicas de conciliación de conflictos” donde a la cabeza de las autoridades
comunitarias se atendieron los casos que no pudieron ser resueltos en la instancia
familiar. Esta labor fue dificultosa ya que en la mayoría de los casos, la solución requirió
de más de una audiencia de conciliación. La tarea llegó a durar algo más de dos años. La
etapa fue concluida por decisión de la comunidad y los tres casos que quedaron
irresueltos, no podían retrasar más la aspiración de la comunidad de regularizar sus
derechos de propiedad sobre la tierra.
Paralelamente al trabajo de conciliación interna, las familias actualizaron los límites de sus
parcelas. Esta tarea fue cumplida con la ayuda del comité de saneamiento quién se había
organizado para revisar los puntos limítrofes de cada parcela. De esa forma, la mayoría de
las familias logró obtener dos documentos: un acuerdo conciliatorio familiar y un plano
geo referencial. La adquisición de esos documentos supuso la conclusión de la parte
más compleja de todo el proyecto y viabilizó la normalización de la tenencia de la
tierra al interior de la comunidad; sin embargo, esta regularización interna aún no
tenía el aval del Estado lo que era entendido como una gran debilidad.
Entonces, se presentaba un nuevo reto: lograr que el Estado convalide el trabajo de la
comunidad. Para ello, debía organizarse una estrategia de incidencia que les deje
ganar la atención del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA). La dificultad
radicaba en que esta institución mantuvo una mirada extremadamente técnica del
proceso de regularización del derecho de propiedad y no existía mucho espacio para la
acción social. Para lograr vencer este obstáculo se pensó en tres movimientos: generar
reuniones de incidencia, buscar aliados en las organizaciones supra-comunales y generar
las condiciones para que otras comunidades sigan su ejemplo y muestren que su acción
no era una iniciática aislada.
68
Actividades:
1- Lectura en equipos de cinco estudiantes para identificar la problemática de la
comunidad.
2- Planteamiento de posibles hipótesis
3- Establecimiento de soluciones provisionales
69
Lectura Complementaria
Los partidos políticos son instituciones de derecho público, su conformación y
funcionamiento se encuentra reglado en la Constitución Política y Ley Electoral. En la
medida que estas organizaciones se fueron desarrollando en el seno de la sociedad, se
consolidaron como un medio cívico, para que el ciudadano libre y espontáneamente se
afilie al partido de su preferencia, aceptando valores, principios, conceptos políticos-
ideológicos, que la organización vende a la clientela política. Sin embargo, el fundamento
de cada partido descansa en la plataforma política, económica y social, en los procesos
electorales ofrece al electorado con el objetivo de conquistar el poder político. En esa
carrera de competencia participan en igualdad de condiciones, otros partidos políticos, el
objetivo es llegar a la meta y ganar la presea, que es el poder político.
En nuestro país, la historia de los partidos político ha sido precaria e inestable, del seno de
la sociedad ha surgido una fauna de partidos, con diversos signos políticos-ideológicos,
muchas de estas organizaciones han nacido, pero la mayoría ha muerto sin pena ni gloria.
Empero, la historia nos enseña que hubo organizaciones políticas que por muchos años
calaron en la conciencia colectiva de los nicaragüenses, tristemente con el paso de los
años, tal como ocurrió con los dinosaurios, estos partidos tuvieron una muerte política,
otros sobreviven, pero como el náufrago en alta mar, se aferran desesperadamente a una
tabla de salvación para no morir.
Nuestra historia es aleccionadora, pues nos muestra los errores y las causas políticas por
las cuales estas agrupaciones con origen histórico fenecieron. En el siglo XIX y las tres
cuartas partes del siglo XX, los nicaragüenses fueron testigos activos y pasivos de la
conformación de dos partidos, llamados inicialmente Legitimistas y Democráticos, el
pueblo irónicamente los denominó Timbucos y Calandracas. El primero se funda en
Granada, el segundo en León. Con el transcurso de los años, dichos partidos cambian de
apelativo a Partido Conservador y Partido Liberal. En el siglo XX, asumen el denominativo
de Partido Conservador de Nicaragua y Partido Liberal Nacionalista. Durante más de un
siglo (1850-1979), ambas agrupaciones logran penetrar con fuerte arraigo, en la
70
conciencia popular, de tal suerte que cuando uno u otro partido llamaba a sus bases a
tomar las armas para desalojar del poder al otro partido, ese llamado tenía eco y
presencia en sus seguidores y simpatizantes.
Los partidos Conservador y Liberal, se caracterizaron por practicar una vida partidaria,
fundada en un fuerte liderazgo de naturaleza caudillista. En el caso del Partido
Conservador de Nicaragua, éste tuvo connotados caudillos como Fruto Chamorro, Adolfo
Díaz, Emiliano Chamorro, Fernando Agüero Rocha, etc. El Partido Liberal Nacionalista,
tuvo caudillos como Máximo Jerez, José Santos Zelaya, Anastasio Somoza García, Luis
Somoza y Anastasio Somoza Debayle.
Por la forma de dirección autocrática del caudillo, en los partidos se fueron dando
escisiones internas. En la década de los cuarenta, el Liberal Nacionalista se divide y nace el
Partido Liberal Independiente (PLI). Lo mismo ocurre con el Conservador de Nicaragua. El
fraccionamiento pone en peligro la hegemonía de ambos partidos, de manera que para
proteger sus intereses, ambas organizaciones se unen y pactan, los acuerdos suscritos
fueron elevados a la Constitución Política y a la Ley Electoral, con lo cual las paralelas
históricas se declaran partidos únicos. Proscriben otros partidos, en especial los que
tienen ideología de izquierda. Con los pactos los caudillos políticos se distribuyen como un
pastel las instituciones estatales y de gobierno. El caudillismo como ideología imperante
en los partidos políticos de la época, conllevó la exclusión de otras organizaciones
políticas, práctica que gradualmente fue carcomiendo la popularidad que en determinado
momento gozaron ambos partidos.
participaron 27 partidos políticos, sin embargo, el electorado inclinó su voto a dos partidos
el FSLN y el PLC. En las elecciones de 2001, participaron siete u ocho partidos políticos,
más los electores votaron por el PLC y el FSLN. Esa situación se repite en las elecciones de
2006, con la salvedad que el voto se divide más, la derecha participa en dos bloques ALN y
PLC, mientras que la izquierda en el FSLN y MRS. En esos sufragios el FSLN logra un 38%, el
MRS un 7%, ALN un 29 % y el PLC un 26%.
Ante esos resultados los partidos mayoritarios, FSLN y PLC, que en los años precedentes
fueron fortaleciendo la figura del caudillismo, firman pactos políticos, reforman la
Constitución Política y la ley Electoral, acorde con sus intereses, se reparten las
instituciones del Estado, excluyen a partidos políticos clasificados como peligrosos. De
manera que los resultados electorales de 2006, generaron enorme preocupación,
similares a las que tuvieron los partidos PLN y PCN, en tiempos de la dictadura somocista,
por tanto había que impulsar acciones políticas concretas para parar el avance de los
emergentes partidos políticos, que son un verdadero riesgo para las elecciones generales
de 2011.
Ante la aprehensión del FSLN y PLC, de ser desplazados como fuerzas mayoritarias,
siembran la división en la ALN, debilitando el liderazgo, con que obtuvo 27 diputados.
Antes de las elecciones municipales de 2008, bajo artificios y sofismas legales cancelan la
personalidad jurídica del MRS y Partido Conservador.
La actuación política del FSLN y PLC, en contra de los otros partidos políticos, es análoga a
la que tuvo el PLN y PCN, en los mejores tiempos del somocismo, es decir, excluir de los
procesos electorales a otras organizaciones políticas, institucionalizar los pactos políticos,
repartirse el Estado, toda esta práctica, contribuyeron a la muerte política de las paralelas
históricas. Pregunto: ¿Se repetirá la vieja historia, y con el tiempo por los mismos vicios
también desaparecerán los partidos FSLN y PLC? El tiempo será quien dirá la última
palabra.
Trabajos citados
72
Escorcia, J. (2002). En J. Escorcia, Derecho Administrativo (págs. 39-41). León Nicaragua: Editorial
Universitaria UNAN LEON.
Hurtado, N. (2013). Regulacion Juridica de los Partidos Politicos en Nicaragua. Regulacion Juridica
de los Partidos Politicos en Nicaragua. Leon, Nicaragua, Nicaragua: UNAN LEON.
Ley de Partidos Politicos de Nicaragua. (Septiembre de 1983). GDO 210 13091983. Managua,
Nicaragua: GDO.
Vigil, P. (2011). Teoria del Estado, la razon histórica. Revista Hispanoamericana de Historia de las
ideas.