Mensurar La Tierra, Controlar El Territorio America Latina Siglos Xviii-Xix Garavaglia - Gautreau - 2011
Mensurar La Tierra, Controlar El Territorio America Latina Siglos Xviii-Xix Garavaglia - Gautreau - 2011
Mensurar La Tierra, Controlar El Territorio America Latina Siglos Xviii-Xix Garavaglia - Gautreau - 2011
América
Latina, siglos XVIII- XIX
Juan Carlos Garavaglia, Pierre Gautreau
ISBN 978-987-1304-77-6
1. Cartografía. 2. Mensuras. I. Garavaglia, Juan Carlos, ed. II. Gautreau, Pierre, ed.
CDD 526
Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por reconocidos
especialistas que asesoran a esta editorial en la selección de los materiales.
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editor.
Este libro se terminó de imprimir en Talleres Gráicos Fervil, Rosario, en el mes de abril de 2011.
Tirada: 500 ejemplares.
Impreso en la Argentina
ISBN 978-987-1304-77-6
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
Mensuras, catastro y construcción estatal
Juan Pro Ruiz ...................................................................................................... 13
Los ejidos de los pueblos a la luz del proceso de construcción del Estado.
Guardia de Luján (Mercedes), 1810-1870
María Fernanda Barcos ..................................................................................... 295
Siglas y abreviaturas más utilizadas
L
os estudios incluidos en este volumen son resultado del coloquio organi-
zado por el proyecto “State Building in Latin América” (Advanced Grant
del European Research Council),1 y realizado en Montevideo en agosto de
2010. La reunión contó con la cooperación de la Universidad de la República y del
Museo Histórico Nacional, gracias a la amable colaboración de nuestras colegas
(y amigas) Ana Frega y Ariadna Islas, quienes también participaron animadamente
en los debates que tuvieron lugar en el IMPO y en la Biblioteca del Museo His-
tórico. La presencia de los colegas de la Dirección Nacional de Topografía del
Ministerio de Transporte y Obras Públicas del Uruguay, Jorge Franco y Humberto
Curi, fue también de suma relevancia para los debates que tuvimos en esas reunio-
nes, sobre todo, por las intervenciones tan claras realizadas por profesionales con
una sólida experiencia del trabajo de terreno. Nuestros colegas Helen Osório de la
Universidad Federal de Rio Grande do Sul (Porto Alegre) y Juan Pro Ruiz de la
Universidad Autónoma de Madrid, participaron asimismo como comentaristas en
los dos paneles organizados.
Parte de las ponencias aquí presentadas se enmarcan en una línea de investi-
gación asociada al proyecto central, sobre la “territorialización del Estado” en la
región platina durante el siglo XIX. Esta línea de estudios enfoca la construcción
del Estado en la región centrando su atención sobre las modalidades de la forma-
ción de un conocimiento del territorio basado en el desarrollo de diferentes tipos
de cartografía, privilegiando entre estos la cartografía catastral mediante planos de
mensura de terrenos. Medir los éxitos y fracasos del proyecto estatal para conocer
de forma precisa y homogénea los terrenos poseídos por sus administrados, ofrece
una mirada original sobre aquel complejo proceso que articula simultáneamente la
recomposición de las formas de poder, de la ocupación de la tierra, de la creación
de administraciones y de cuerpos profesionales al servicio del Estado. Las medi-
ciones de corte cuantitativo (¿cuántos mapas se realizaron?) son imprescindibles,
pero de lejos insuicientes para analizar de cerca cómo el Estado fue desarrollando
categorías (en este caso cartográicas) que le permitieron ordenar su visión del
espacio, de los individuos y de las riquezas que allí se localizaban. Las estrategias
desarrolladas para crear este saber territorial estatal son analizadas de forma in-
terdisciplinaria, combinando métodos de la historia con aquellos de la geografía,
asociando para ello investigadores franceses, uruguayos y argentinos.2 Se busca,
por una parte, caracterizar las dinámicas espaciales y temporales del mapeo de los
nuevamente independizados territorios rioplatenses: ¿dónde, con qué velocidad
y precisión, con qué éxito fueron hechos los mapas? Por otra parte, se procura
deinir las vías por las cuales las administraciones cartográicas encargadas de esta
tarea fueron deiniendo normas técnicas y profesionales, no sólo a pedido de los
gobiernos, sino también como resultado de lógicas internas propias de cuerpos
administrativos especializados. Se esboza de esta forma una explicación no lineal
de la construcción del saber territorial del Estado en la región platina, que articula
lógicas administrativas y políticas, en fuerte interacción con procesos sociales de
aceptación o rechazo de la mensura. Los textos presentados sientan las primeras
bases de estos análisis.
Los editores deben recordar aquí a todos aquellos que han posibilitado que
gran parte de las investigaciones cuyo fruto es este libro sea una realidad. Los
directores, responsables y funcionarios del Archivo General de la Nación (Buenos
Aires), Archivo General de la Provincia de Entre Ríos (Paraná),3 Archivo Históri-
co de la Provincia de Santa Fe, Archivo del Museo Histórico Provincial “Dr. Julio
Marc” (Rosario), Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires (La Plata),
Archivo General de la Nación (Montevideo) y sobre todo –por la relevancia que
tiene su documentación para los temas tratados en este libro y por la amplia liber-
tad que nos dieron siempre para acceder a sus respectivos fondos– del Archivo
Histórico de Geodesia y Catastro, dependiente del Ministerio de Obras y Servicios
Públicos de la provincia de Buenos Aires (La Plata) y del Archivo Topográico del
Ministerio de Transporte y Obras Públicas (Uruguay).
2 El proyecto inicial contemplaba integrar al territorio del actual Rio Grande do Sul en este estudio.
La gran escasez de planos de mensura hasta la década de 1880 nos hizo desistir de ello.
3 Un auténtico ejemplo de cómo una provincia, que no ha sido particularmente rica en los últimos
años, puede, sin embargo, tener una excelente y moderna política de conservación de sus archivos.
Probando, una vez más, que la cabeza es más importante que el monedero.
INTRODUCCIÓN
L
os trabajos reunidos en este volumen muestran que desde la independencia
hubo estados en América Latina que elaboraron nuevas formas de saber
territorial. Esos saberes, constitutivos de Estado, no se obtuvieron de forma
inmediata, sino que aparecieron inicialmente formulados como una aspiración,
se plasmaron luego en instituciones, prácticas y cuerpos profesionales; hasta que,
de forma discontinua y a veces tortuosa, el proceso condujo a ese conocimiento
exhaustivo del territorio, esa precisión en la información y ese monopolio estatal
sobre la cartografía catastral que constituían los objetivos planteados.
Existe, ciertamente, una relación estrecha entre la historia de las mediciones
de la tierra –catastros y mensuras– y la construcción de estados; si bien aquélla
ha sido poco visitada por los historiadores, dejada en la penumbra de los asuntos
“técnicos”, mientras que ésta ha gozado de un lugar de privilegio en el relato
canónico de la “gran historia”, entendida como historia nacional. Sin embargo, el
vínculo es estrecho y doble. Por un lado, porque el territorio y la propiedad fueron
componentes fundamentales de los estados nacionales que se formaron en el siglo
XIX; sólo en la medida en que encontramos pruebas de la progresiva deinición
de la propiedad y del territorio nacional sabemos del avance en la construcción
estatal. Por otro lado, también, porque al prestar atención a este tipo de mediciones
y de levantamiento de planos se ponen al descubierto concepciones de la sociedad
y del territorio que relejan el grado de desarrollo de una nueva forma de vida y de
organización caracterizada por la separación entre sociedad civil y Estado. De ahí
la importancia que tiene describir y analizar con detalle, como hacen los trabajos
aquí reunidos, los procesos concretos que llevaban a esa apropiación simbólica del
territorio que es su mensura o su catastración, ya sea por propietarios particulares
o por instituciones públicas.
El asunto es importante: en cada levantamiento de planos de propiedades,
sea privado o estatal, está en juego el control sobre un territorio que se disputan
varios focos de poder (privado/público, local/provincial/nacional…). Y el modo
en que se juega esta partida sólo puede comprenderse prestando atención simultá-
neamente al marco geográico, las estructuras agrarias, las condiciones políticas,
todo lo cual va de suyo; pero también, y aquí la aportación del volumen es crucial,
14 Mensurar la tierra, controlar el territorio
las técnicas con las que se medía la tierra en cada momento y en cada lugar, y
las características de las instituciones que trataban de encuadrar estas mensuras.
Hacia el primer asunto apunta Juan Carlos Garavaglia en el primer capítulo del
libro; hacia el segundo, el análisis de Pierre Gautreau y Juan Carlos Garavaglia en
el texto siguiente.
En “¿Cómo se mide la tierra? Las mensuras en el Río de la Plata, siglos
XVII-XIX”, Garavaglia recorre la trayectoria de los modos de medir la tierra en el
Río de la Plata desde la génesis de este tipo de operaciones a inales del siglo XVI
hasta su maduración en los decenios centrales del siglo XIX, mostrando cómo el
en las técnicas y en las formas de representación del espacio tenía que ver tanto
con las condiciones geográicas especíicas que imponía cada zona como con las
condiciones sociopolíticas que afectaban a la propiedad de la tierra –y a la relación
del Estado con ella– y con el entorno económico de cada momento. Se parte de
unas prácticas de agrimensura establecidas desde el siglo XVII, que consistían en
ijar los rumbos con brújula y en medir y amojonar las suertes con ayuda de un
patrón. A ello se añadió desde inales del siglo XVIII la conluencia entre la men-
sura y la representación gráica del territorio medido, que nos ha dejado tan valiosa
constancia documental como son los planos. Se pasa de la cuerda a la cadena y a
la cinta metálica; de la plancheta al grafómetro y de éste al teodolito. Las mensu-
ras eran realizadas inicialmente por “personas que lo entiendan” (probablemente
marinos capaces de manejar la brújula), luego agrimensores con experiencia y, ya
desde los decenios de 1820 y 1830, aparecen instituciones especíicas encargadas
de regular las mensuras y de avanzar hacia el levantamiento de un catastro propio.
Todo este proceso de mejora en la precisión y iabilidad de las mediciones aparece
impulsado por dos factores cruciales, como eran, por un lado la construcción del
Estado y, por otro, el curso de los precios de la tierra (con esa tendencia al alza
desde el periodo 1820-1850, después de casi dos siglos de estancamiento); el texto
plantea agudamente la necesidad de establecer un balance entre el peso de uno y
otro factor.
El mismo argumento se retoma en “Inventando un nuevo saber estatal sobre
el territorio: la deinición de prácticas, comportamientos y agentes en las institu-
ciones topográicas de Buenos Aires (1824-1864)”, donde Pierre Gautreau y Juan
Carlos Garavaglia se centran en la dimensión institucional del proceso de conoci-
miento, medición y cartografía del territorio, es decir, precisamente allí donde se
anudan estos fenómenos técnicos con la construcción del Estado. La originalidad
del proyecto catastral bonaerense, dirigido por el Departamento Topográico du-
rante el periodo considerado, estriba en la manera de esquivar las limitaciones im-
puestas por la escasez de medios (personal y presupuesto), diseñando un modelo
en el que los agrimensores eran agentes privados, pagados por los propietarios de
los terrenos que medían, si bien crecientemente sometidos a esta oicina estatal,
Introducción 15
que acabaría regulando tanto el acceso al oicio como la validez de los trabajos
realizados. De este modo, Buenos Aires optó por un catastro basado en el archivo
de las mensuras enviadas por estos agrimensores, con las que gradualmente iría
componiendo, como un mosaico, la visión global del territorio de la provincia.
Para asegurar este resultado, el Departamento Topográico puso especial cuidado
al revisar los planos de mensuras recibidos en los criterios “contextuales”, que
garantizaban la ubicación de cada inca con respecto a las colindantes, mientras
que se ponía menos énfasis en los criterios técnicos, la precisión de las medidas o
los procedimientos de trabajo. A in de cuentas, la insistencia en que cada mensura
conllevara el deslinde preciso con respecto a las incas vecinas y la aceptación de
los propietarios de éstas era la clave para que todo el proceso fuera consensual y
gozara de cierta legitimidad social.
Se apunta así hacia un mecanismo de expansión de las actuaciones del Estado
mucho más allá de lo que permitía la acción directa de sus funcionarios y de los
mecanismos burocráticos estándar: actuando bajo licencia y bajo control de orga-
nismos del Estado, los agrimensores estaban, en realidad, extendiendo –con un
gasto público mínimo– la acción del Estado por todo el territorio. Esto es algo más
que un artiicio ingenioso para maximizar la rentabilidad del presupuesto dedicado
a aquel Departamento Topográico: es todo un modelo de Estado, apto para épocas
de penuria y, especialmente, para implementar su actuación en la fase de forma-
ción, cuyo nivel de desarrollo no habría permitido aún, en aquellos tiempos, des-
plegar muchas más funciones que las relacionadas con la guerra y la iscalidad. Sin
duda, mecanismos de control indirecto, como el descrito por Gautreau y Garava-
glia para el Buenos Aires de 1824-1864, pueden encontrarse en otros lugares y en
otros ámbitos de actuación estatal a lo largo de aquel siglo XIX en que muchos de
los estados inscritos en los mapas eran aún poco más que proyectos en desarrollo.
Los autores concluyen en su estudio, en línea con lo sugerido en el capítulo
anterior, que fueron más las demandas sociales que la iniciativa interna de la ad-
ministración las que impulsaron la mejora en la precisión de las mediciones. Sin
duda el argumento es sólido por lo que toca a la precisión técnica de los trabajos.
Pero ambos artículos señalan, al mismo tiempo, la importancia que tuvo la ce-
sura del periodo rosista para quebrar el ritmo de las actividades catastrales entre
1835 y la “refundación” del Departamento Topográico en 1852; el peso del factor
político era, sin duda, importante en la marcha de las operaciones en un sentido
global. De ahí que se concluya, por otro lado, que la relación de fuerzas entre los
agrimensores y el Departamento Topográico se invirtió con el paso del tiempo: si
en la primera época –de 1824 a 1835– aquellos poseían un saber exclusivo sobre
el territorio y los órganos estatales dependían de ellos para obtener una visión
del país que gobernaban, en la segunda época –de 1852 a 1864– la intensidad del
control que estableció el Departamento sobre los trabajos de agrimensura revela
16 Mensurar la tierra, controlar el territorio
airmando después, desfasada con respecto a la cronología que marcan los grandes
hitos políticos. Lo nuevo, lo especíico de la contemporaneidad, es la voluntad de
que ese orden espacial sea precisamente un orden estatal: un orden que se impone
en nombre del Estado, con concepciones y parámetros homogéneos dictados des-
de el Estado (y que según los casos pueden involucrar desde instrucciones precisas
para el trabajo de los agrimensores hasta la obligación de utilizar nuevas unidades
de medida oiciales); un orden, además, que tiende a homogeneizar el territorio en
el marco de unas fronteras, transformándolo en territorio nacional.
Por otro lado, el litigio analizado como ejemplo en la Nueva Granada del
siglo XVIII constituye una valiosa advertencia contra las pretensiones de obje-
tividad de las mensuras y de la cartografía a la que daban lugar. Las formas de
representar gráicamente el territorio crean el territorio mismo, adecuándolo a los
intereses que impulsan el levantamiento de cada mapa. Los mapas no pasan de ser
representaciones simbólicas de la realidad, interpretada a través de un determina-
do marco cultural y en función de unos determinados intereses. Los mapas carto-
grafían el poder que los produce, tanto o más que el espacio que dicen representar.
Y es sólo la naturalización de ciertas formas de representación cartográica en
nuestro espíritu la que nos hace ver como más objetivas o “cientíicas” –verdade-
ras, dirían los protagonistas del litigio analizado– unas representaciones que otras.
Que en esa escala de valores hegemónica tiendan a imponerse como “reales” las
representaciones del espacio más próximas al proyecto estatal-nacional debería
alertarnos sobre la distorsión que doscientos años de nacionalización y de orden
estatal han introducido en nuestra conciencia. ¿Conservamos aún alguna sensibili-
dad hacia formas de percepción del espacio distintas de las que sirvieron para arti-
cular la construcción de los Estados nacionales a lo largo de los siglos XIX y XX?
Las investigaciones aquí reunidas nos ponen ante la evidencia de que este
estado de cosas, en el que la visión de Estado ha impuesto su hegemonía como
forma “natural” o “verdadera” de concebir el territorio no es la única posible, ni
tan siquiera existió siempre: se airmó de forma discontinua y conlictiva frente a
otras concepciones que hoy resultan mucho más difíciles de reconstruir. De he-
cho, la apropiación del territorio por el Estado para convertirlo en ingrediente de
la construcción nacional fue un proceso lleno de paradojas, muchas de las cuales
aparecen en los diferentes trabajos que reúne este volumen.
Una de tales paradojas estriba en que frecuentemente, mientras duró el proce-
so de construcción de estos saberes sobre el territorio, el conocimiento del mismo
por parte del Estado fuese más preciso en las periferias que en el centro: en las
regiones que en cada país constituyen un “centro” –en el sentido de ser zonas de
poblamiento antiguo e intenso– la precisión de los levantamientos catastrales y la
consiguiente intervención del Estado venían a desaiar el statu quo de unas propie-
dades que en ocasiones procedían de usurpaciones, abusos y derechos consuetu-
20 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Santiago del Estero dos etapas bien deinidas, que podrían aplicarse en cualquier
proceso de apropiación del suelo de los que se vivieron en los siglos XVIII y XIX:
en un primer momento, el objetivo prioritario es convertir la tierra en mercancía
negociable e incorporarla al territorio provincial; luego, cumplido ese objetivo, las
competencias de los profesionales y de las instituciones se redeinen para adap-
tarlas a una nueva situación, en la que los propietarios preieren poner límites a la
intervención y vigilancia del Estado, por temor a que éste pueda poner coto a su
poder in situ o a sus deseos de expansión.
La historia de Amadeo Jacques en Argentina, junto con otros casos similares
a los que se alude en el texto, sugiere además otras relexiones sobre aspectos de
las mensuras de tierras relacionados con la construcción del Estado. Por un lado,
el papel de la ciencia y de la tecnología, tanto en el sentido de saberes especíicos
que eran requeridos por las autoridades para auxiliar al Estado naciente en tareas
concretas, como en el sentido simbólico de discurso legitimador del Estado mismo
y su proyecto de orden, al que podía responder el reclutamiento de determinados
personajes etiquetados como “cientíicos”, en plena era del positivismo. Por otro
lado, el papel de los extranjeros en la construcción de los estados nacionales la-
tinoamericanos: europeos y norteamericanos llamados a colaborar con gobiernos
y oicinas de todo el continente, pero, más en general, con el proyecto mismo de
ordenar el continente en torno a una idea de Estado. Caso por caso, el estudio de
estos personajes –cientíicos, extranjeros o las dos cosas a un tiempo– debe ir
mostrando en qué medida su aportación era eicaz por su formación, por sus cono-
cimientos, por su capacidad para trasvasar a América Latina modelos ya probados
en otras latitudes, o bien si en algunos casos lo que aportaban era más bien un plus
de legitimidad para el proyecto estatal, al rodearlo del prestigio que se atribuía a
sus países de origen o a su supuesta solvencia cientíica o técnica.
La importancia de este designio de orden que imperó en Argentina en los
momentos álgidos del positivismo, a mediados del siglo XIX, se pone también de
maniiesto en la contribución de Mariana Canedo, “Mucho más que una cuestión
de medidas. Las comisiones para el arreglo de los pueblos del Estado de Buenos
Aires. Pergamino, Arrecifes, San Pedro, 1854-1856”. El concepto mismo de esta-
talidad se hace tangible en el proyecto de aquellas comisiones para el arreglo de
los pueblos y ejidos de la campaña, concebidas por el Estado de Buenos Aires para
ordenar el mundo rural con arreglo a una racionalidad determinada, racionalidad
de Estado y de origen urbano, que se llevaba incluso hasta imponer una determi-
nada traza de los ejidos y de las calles de los pueblos. El relato de las operaciones
de estas comisiones revela un afán de regularidad en el que asoma la voluntad de
disciplinar a la sociedad rural desde un poder central ajeno y superior a ella, impo-
niéndole un orden en el cual iba implícito el poder simbólico del Estado.
22 Mensurar la tierra, controlar el territorio
propios dirigidos desde el poder central. Precisamente podrán hacer esto en fases
posteriores gracias a la fuerza acumulada durante la fase formativa, con mecanis-
mos de extracción de recursos como el del catastro por archivo que se ha descrito
para Buenos Aires (entendiendo, claro está, que la información es un recurso, uno
de los más valiosos que un Estado puede obtener para reforzar su poder). Vale en
todo esto el axioma de que la información es poder; y su corolario de que la infor-
mación sobre el territorio es poder sobre el territorio.
Cuanto más se investigue sobre los procesos de levantamiento cartográico
y catastral en los diferentes países, cuanto más se enriquezca el estudio de esos
procesos con la inclusión de elementos adicionales tan importantes como la pro-
gresiva airmación del sistema métrico decimal frente a las unidades de medida
tradicionales, o como el reparto de competencias cartográicas entre instituciones
civiles y militares, federales y provinciales, o como la formación técnica de los
profesionales involucrados en estas tareas, tanto más veremos en los mapas que
han llegado hasta nosotros un verdadero álbum fotográico del poder estatal, con
instantáneas impagables de su nacimiento, crecimiento y maduración.
¿Cómo se mide la tierra?
Las mensuras en el Río de la Plata,
siglos XVII-XIX
Introducción
E
n este breve estudio, expondremos, sobre todo en función de los objetivos
de este volumen, algunas precisiones acerca de la historia de la mensuras
y de las formas de medir la tierra en el Río de la Plata. Tomaremos ejem-
plos del área pampeana, abarcando no sólo el territorio dependiente de la ciudad
de Buenos Aires (lo que será más tarde la provincia de Buenos Aires), sino que
también hablaremos de las mensuras de Santa Fe y Entre Ríos. Nuestro objetivo
aquí es únicamente presentar las líneas generales de este proceso a los efectos de
que el lector pueda tener una idea clara de la situación antes de comenzar a ver los
trabajos especíicos sobre el tema expuesto en este libro.
1 Registro Estadístico de Buenos Aires (en adelante REBA), 1859, Tomo I, Imprenta Argentina de
El Nacional, Buenos Aires, 1860, p. 4.
28 Mensurar la tierra, controlar el territorio
2 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Sucesiones, legajo 8413, Juan de San Martín.
3 Mercedes: actos de “gracia” real (el gobernador o su teniente las otorgan en nombre del rey) que
concede, bajo ciertas condiciones, la propiedad de una parcela; las mercedes obviamente sirven
para consolidar una clientela alrededor del otorgante.
4 Recuerde el lector que la “cabezada”, pese a lo que su nombre parecería indicar, es la sección pos-
terior de una suerte de tierras, constituyendo la “frontada” la parte que toca el curso de agua (río,
arroyo, cañada, laguna) desde donde se miden las 9.000 varas, es decir, la legua y media de fondo
de cada suerte.
5 La palabra suerte viene de los repartos (centuriationis) romanos en los cuales se sorteaba el lote
asignado a cada propietario (sorte), más adelante volvemos sobre este asunto.
6 Es por ello que, todavía hoy existe la calle llamada “Fondo de la legua”, que corresponde justa-
mente al fondo de estas suertes de chacras.
7 “…la legua utilizada por Garay fue de 6000 varas –18000 pies, 3600 pasos geométricos o 7.200
pasos comunes– llamada también ‘legua de Burgos’…”, BARRIERA, Darío “Asuntos de Caín.
Medidas, equivalencias, valores y poder político, Santa Fe (1573-1660)”, en Anuario del IEHS,
núm. 20, Tandil, 2005.
8 RODRÍGUEZ ARAGÓN, M. Unidades. Diccionario técnico de pesas, medidas y monedas, Co-
misión Permanente de Pesas y Medidas, Presidencia del Gobierno, Dirección General del Instituto
Geográico y Catastral, Madrid, 1949.
¿Cómo se mide la tierra? 29
en las cuales ya se han realizado las conversiones a las medidas decimales, dan
un total de 5.199.6 metros para la legua lineal, lo que signiica que el pié original
es ligeramente mayor al de Burgos, con un total de 0,288866 metros; es decir, la
vara, que se divide en tres pies, mide por lo tanto 0,8666 metros. Entonces, ese pié
de 0,288866 metros es la medida que podemos considerar como el pié del Río de
la Plata y que rige a todas las restantes, sean éstas lineales como de supericie.
Partiendo de las varas lineales, el cálculo de la supericie es relativa mente
simple: se multiplican las varas del frente y el fondo de las suertes (200 x 9.000 =
18.000 varas cuadradas), este resultado se divide por 1,33349 (18.000% 1,3334 =
13.499,32 5) y éste a su vez, se divide por 10.000 para obtener inalmente las hec-
táreas (13.499,325 % 100 = 134,99325 ha). Recordemos que la legua lineal posee
6.000 varas. En los casos que la medida está determinada en leguas cuadradas –lo
que ocurre más tarde, bien avanzado el siglo XIX– hemos tomado la cifra de 2.700
hectáreas para la legua, conirmada por la propia documentación (6.000 varas x 6.000
varas da exactamente 2.699,865 ha). Las cuadras lineales poseen generalmente 150
varas10 y en cuanto a las cuadras cuadradas, resultan normalmente de 150 por 150
varas, es decir, 1,6874 ha., por lo tanto, una legua lineal tiene 40 cuadras lineales y la
legua cuadrada posee 1.600 cuadras cuadradas.11 Demás está subrayar que todas estas
medidas tienen validez regional exclusivamente y no pueden ser extendidas sin más a
otras áreas ajenas a la campaña bonaerense y al litoral durante el periodo.
El tercer momento en el que quisiéramos detenernos, se inicia el 16 de diciembre
de 1608, cuando el Cabildo de Buenos Aires decide poner orden a todos los repartos y
mercedes precedentes, partiendo de una delimitación clara del ejido de la ciudad, con
referencia particular a las suertes de chacras.12 Vemos actuar a un personaje que ocu-
pará un lugar destacado en este volumen: un técnico con los conocimientos suicien-
tes como para realizar las mensuras y mediciones de la tierra en forma relativamente
segura. La fuente lo enuncia con claridad, “llevando personas que lo entiendan, y
que con la ahuja han hecho la experiencia para ver el rumbo que se debe tomar…”.13
Esa fuente no lo dice en esta ocasión, pero, las “personas que lo entiendan” hacen
referencia obviamente a uno o dos pilotos navales que saben utilizar “la aguja”,
es decir la “aguja de marear” o más simplemente dicho, la brújula. Y los rum-
bos (palabras esencialmente marinera en sus inicios)14 serán para las suertes de
chacras del ejido suroeste-noreste partiendo de la barranca que da al Plata (“la
mar”, como dicen a veces las fuentes de esa época) y noroeste-sureste para la
calle que las atraviesa perpendicularmente, conocida más tarde como el camino
de los Olivos. Por supuesto, si bien las fuentes de este periodo temprano son
mudas al respecto, los pilotos náuticos que realizan las mensuras deberían aplicar
las correcciones correspondientes de la “aguja” (es decir, calcular la declinación
magnética con la brújula en un lugar determinado, para que una vez calculada esa
declinación, se pueda corregir el rumbo así obtenido), pero, como decimos, no sa-
bemos si, en estos primeros casos de mensuras, sólo se han calculado los rumbos
magnéticos sin su correspondiente corrección.15 El hecho que eso pudiera ocurrir
en mensuras del siglo XVIII (ver más adelante el Mapa 6 y sus comentarios), nos
coloca ante una duda razonable.16
En las mercedes y repartos de los años 1630 a 1640, que fueron las más nu-
merosas, vemos ya aparecer en algunas áreas a los mojones que tienen un papel
fundamental como puntos ijos de posición para la mensura de las suertes aleda-
ñas. Un ejemplo típico en la merced de tierras a favor de Antonio Rocha en el pago
de la Matanza, solicitada y otorgada en 1635:
“A V. S. pido y suplico me haga merced de los recodos que hace
el dicho Río, desde el mojón de la estancia del Capitán Francisco
García Romero, hasta el mojón que está en frente de los Sauces
del Capitán Diego Ruiz de Ocaña, y así mismo de las sobras que
hubiere en las estancias que están entre los dos mojones, toman-
do la medida de las estancias, desde el mojón del Capitán Fran-
20 Si bien la fuente dice Jacinto Pereyra Leite, Raúl H. Molina en su Diccionario biográico de
Buenos Aires, 1580-1720, lo llama Francisco Pereyra de Leyte, éste había nacido en Portugal,
habiendo llegado a la ciudad en 1627, es decir, parte de su probable “neutralidad” se fundaba en su
condición de recién llegado.
¿Cómo se mide la tierra? 33
ñoles como indios y negros”, pertrechados con sus azadones, el capitán Pereyra
Leite puede iniciar su tarea. Ésta consiste en partir de un punto ijo y conocido,
en este caso, el llamado Paso de las Carretas sobre el río Luján y medir las 3.000
varas de cada suerte original,21 remontando el río, en sentido contrario a la corrien-
te, hasta llegar al mencionado salto río arriba. Para ello, el que tiene fugazmente
las funciones de agrimensor, debe colocar palos o cañas cavados en la tierra cada
cien varas usando su cuerda, sin perder el rumbo gracias al auxilio de la brújula.
Por supuesto, no es tarea que se haga de un día para el otro, pues el 26 de octubre,
nueve días más tarde, Pereyra Leite presenta el “auto de medición” de las tierras,
poniendo al gobernador al tanto de lo actuado:
“…cumplido y ejecutado, y hallado, desde el paso de las carretas
y camino que va de esta ciudad por el dicho río de Lujan à la de
Córdoba, basta el sitio y lugar que llaman el Salto del dicho río
de Lujan, doce suertes de tierras, de tres mil varas de tierra cada
una, que hacen media legua, de esta banda del dicho río, y las
había puesto por número y puéstoles mojón y señal à cada una,
y en la suerte número cinco halló el sitio y paraje que llaman el
Árbol Solo, y en la suerte nú mero doce halló, al in de ella, el
paraje y sitio del Salto del dicho río; porque aunque midió desde
allí del dicho Salto para adelante, otra suerte de tres mil varas, y
le puso mojón. fue para mayor claridad y distinción, y esta suerte
es número trece; y de la otra banda del dicho río a su derecera
(sic) [por derecha] hay otras tantas suertes de tierras como las
contenidas en la dicha medida que hizo, que es la que la que
tiene exhibida, y presentada y reconocida, la cual juré a Dios y a
la Cruz, en forma de derecho, haberla hecho sin dolo, fraude ni
engaño, bien y ielmente à todo su leal saber y entender, con la
cuerda y medida de cien varas castellanas…”.
Como se puede observar, hay tres puntos principales sobre el río Luján que sir-
ven de guía a esta mensura: el paso de la Carretas (en el camino hacia Santa Fe
y Córdoba), el llamado Árbol Solo, probablemente un gran ombú o un algarrobo
centenario y el salto, río arriba. De este modo, los diversos accidentes naturales y
los caminos sirven de puntos de arranque para las mediciones. También vimos que
Pereyra Leite midió las suertes de ambas orillas del río Luján. El auto del gober-
21 Estas suertes de 3.000 varas por legua y media (o sea 9.000 varas), pese a su aparente gran exten-
sión (2.024,89 hectáreas), resultan ser la unidad familiar para la cría de ganado en las condiciones
tecnológicas de la época; esta medida será una de las dos que corresponden a las llamadas jus-
tamente “suerte de estancia”, siendo la otra, un poco menor, 1.875 ha, según GIBERTI, Horacio
Historia económica de la ganadería argentina, Solar, Buenos Aires, 1981.
34 Mensurar la tierra, controlar el territorio
nador aprobando estas mensuras, pese a las protestas de algunos propietarios, nos
da más información de interés; en efecto, dice el auto que el gobernador Mendo
de la Cueva:
“…aprobó y ratiicó la dicha medida hecha por el dicho Jacinto
Pereyra, en todo y por todo, como en ella se contiene, por haberla
hecho conforme à su comisión, en la cual halló doce estancias
de à tres mil varas castellanas cada una, que hacen media legua
de frente, desde el paso del río de Lujan hasta el dicho paraje y
sitio del Salto del dicho río arriba; y en la estancia número cinco
parece esta y se halle el sitio y paraje del Árbol Solo, y en cada
tres mil varas puso señal y mojón, con razón y distinción, por
frente el dicho río, y legua y media la tierra adentro, hacia el
río de las Conchas, y de la otra banda, el dicho río de Lujan en
medio, desde el paso hasta el Salto, corresponden otras doce es-
tancias frontero de las dichas doce contenidas en la dicha medida,
con otra legua y media de tierra adentro, hacia el río de Areco y
Cañada de la Cruz…”.
Ahora tenemos un cuadro bastante más claro, pues el capitán Pereyra Leite, no
solo midió las suertes de media legua sobre sus “frontadas” sobre el río, sino que
se internó midiendo la legua y media en dirección al río las Conchas22 –que se ha-
lla al suroeste del Luján– para marcar las “cabezadas” de cada suerte y lo mismo
hizo de la otra banda del Luján –hacia la Cañada de la Cruz y el río de Areco– para
señalar también las cabezadas de las suertes que se hallaban una legua y media al
noreste del Luján. De este modo, vemos conformarse un patrón de medición de
los campos, partiendo de los ríos, arroyos y cañadas –por razones obvias de acceso
al agua– que conformará un tipo de catastro peculiar a toda la región de la pampa
ondulada, llegando incluso hasta el río Carcarañá más allá de donde estará después
la capilla del Rosario, en plena jurisdicción santafesina. Este patrón, como com-
probaremos más adelante, es perfectamente visible hoy en día en las fotografías
aéreas de la región. El Mapa 1 nos muestra una representación ideal de cómo se
verían las suertes de estancia en la región de la pampa ondulada que se extiende
desde el río Luján al norte en el momento de las primeras mercedes.
Mapa 1
Tamaño relativo de las primeras mercedes en la región de Luján y de Areco
en la tercera década del siglo XVIII*
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El esquema del Mapa 1 permite ver de qué modo, al estar las suertes enfrentadas a los ríos
o arroyos de una y otra parte, resta un espacio libre entre las cabezadas de las respectivas
suertes23 que durante cierto tiempo quedó sin ser apropiado jurídicamente; es allí donde, ge-
neralmente con permiso de los propietarios de alguna de las suertes (y pagando en especie o
en trabajo un corto arriendo), se ubicaron las familias campesinas sin tierras. No olvidemos
que la demografía de la región tuvo densidades muy bajas hasta ines del siglo XVIII, había
aquí, “mucha tierra y poca gente”. Era perfectamente racional para los propietarios cam-
biarles a las familias campesinas el usufructo de la tierra por productos o trabajo, dado que
aquella sobraba y éste escaseaba.
23 Hay que subrayar que en algunas circunstancias, las cabezadas también fueron repartidas, como
fue el caso de las mercedes hechas al poderoso Juan de Vergara (tuvo más de 20 estancias según
cuenta Raúl H. Molina en su Diccionario biográico…, cit.), una de esas mercedes de cabezadas de
1635 es objeto de la mensura del Mapa 9 de ines del siglo XVIII que comentaremos más adelante.
La mensura original de 1635, en Mercedes de tierras hechas por los gobernadores a nombre del
Rey, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1979, pp. 76-77.
36 Mensurar la tierra, controlar el territorio
¿Cuál podría ser un antecedente de esta forma de repartir la tierra? Es obvio que
tratándose de un área donde era prácticamente imposible explotar el trabajo de los
pueblos autóctonos, dado que estos no se prestaron en esta región, con muy pocas
excepciones, a todo contacto con los colonizadores, siendo además poblaciones
de cazadores y recolectores con una relación peculiar con su territorio, el reparto
se hace nuda terra, es decir, sobre una (supuesta) tabula rasa y entonces, era bas-
tante lógico que se estableciera una patrón geométrico de las suertes partiendo de
los ríos y arroyos, posibilitando que todas tuvieran acceso al agua.24 El ejemplo
más cercano que conocemos en Europa occidental, fue el de las centuriaciones
romanas, los repartos de tierras a efectos de colonizarlas realizadas a soldados (y
también a civiles) en Roma. Algunos de los mapas europeos donde se observan
restos de esas centuriaciones nos muestran entonces una disposición catastral si-
milar, cuando existen cursos de agua en el terreno, con las suertes enfrentando los
ríos.25 Dado que aquí nos hallamos ante la misma lógica de colonización sobre un
espacio hipotéticamente vacío, no es casual esa proximidad y tampoco debería ser
casual que la palabra suerte que usan las fuentes, venga de ese sistema de reparto.
Los mapas 2 a 7, tomados en su gran mayoría de las mensuras del siglo XIX,
en la etapa en que éstas ya van acompañadas de mapas, nos muestra tanto para
Buenos Aires como para Santa Fe el aspecto que presentan las parcelas enfrenta-
das a los cursos de agua como resultado de las divisiones de las suertes originales,
sea por herencia como por traspasos onerosos entre los particulares. Si observa-
mos los mapas de Santiago del Estero confeccionados por Amadeo Jacques que
presenta el estudio de María Cecilia Rossi y Guillermo Banzato, incluido en este
mismo volumen, comprobamos que esta metodología fue también utilizada bas-
tante más allá de la región pampeana y sobre todo, en una región donde el acceso
al agua era vital.
24 En el marco del clima de la región, donde las lluvias son abundantes en todo el periodo del año
con medias superiores a los 800 mm, esto resultará relevante sobre todo en los años de sequía,
momentos que se suceden en ciclos bastante regulares de siete a diez años.
25 El nombre centuriación (centuratio) tiene su origen en el procedimiento utilizado para distribuir
el equivalente de una centuria (50 hectáreas) a cien propietarios. Ver CLAVEL-LEVEQUE, M. y
OREJAS, A. Atlas historique des cadastres d’Europe, Commission Européenne, Direction Géné-
rale de la Recherche, Luxembourg, 2002.
Mapa 2
37
38 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Mapa 3
Mapa tomado del Catastro de Buenos Aires de 1869, nos deja ver, en el partido de Barade-
ro, 140 km al norte de la ciudad, la diversa orientación de las parcelas en relación con dos
cursos de agua diferentes, el río Arrecifes y el arroyo Caaguané en el ángulo izquierdo de la
ilustración. El Catastro de 1869 se halla en el AHGyC de La Plata.
¿Cómo se mide la tierra? 39
Mapa 4
El mapa se reiere a las parcelas resultantes de las suertes sobre el río Carcarañá arriba en
Santa Fe, próximo a la ciudad de Rosario; el mapa es una detalle del Catastro de Santa Fe
confeccionado en 1872 por Charles de Chapeaurouge, conocido agrimensor bonaerense de
origen francés que publicó un libro sobre el tema: Tratado de agrimensura, teórico, prácti-
co y legal, según programas y textos oiciales, Shürer-Stoller editores, Buenos Aires, 1899.
40 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Mapa 5
Nos muestra dos parcelas enfrentadas al Paraná en Arroyo Frías, también en Santa Fe; Ar-
chivo Histórico Provincial “Dr. Julio Marc”, Rosario, Expedientes civiles, 1861 (terrenos
de los Cullen comprados a Pedro Pablo Puebla, nótese que el documento habla de cuerdas
como una medida, se trata de la cordelada de 100 varas que veremos usar más adelante).
Es obvio que esta continuidad Buenos Aires-Santa Fe en las formas de medir la tierra, está
estrechamente relacionada con un mismo medio geográico y paisajístico, el presentado por
la pampa ondulada, con sus numerosos cursos de agua orientados hacia el Paraná/Río de la
Plata y que se extiende desde el río Carcarañá, al norte de Rosario, hasta el Salado, al sur
de la ciudad de Buenos Aires.
¿Cómo se mide la tierra? 41
Mapa 6
Este mapa, realizado en Areco, permite ver la diferencia entre una mensuración calculada
solo según el rumbo magnético fechada en 1798 y otra según el rumbo corregido en la
misma parcela, realizada en 1768, ver la Mensura 3 de San Antonio de Areco en el AHGyC,
confeccionada en 1838 por el agrimensor Manuel Eguía. En otra mensura de Areco en
1839, el agrimensor Francisco Isaac señala que realizó únicamente la medición a través
del “rumbo magnético por estar así medidos todos los Terrenos de la Costa de este río”,
Mensura 11 de San Antonio de Areco, agrimensor Francisco Isach.
42 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Mapa 7
Foto área tomada a partir de Google Earth, de la zona el pueblo de Lima, al norte de Bue-
nos Aires, mostrando claramente cómo se perciben hoy restos evidentes del trazado de las
primeras suertes con frente al Paraná, Google Earth, 2003.
26 AHGyC, Libros de Mensuras Antiguas. Los dos Libros de Mensura Antiguas anteriores a 1824
son una copia manuscrita de decenas de mensuras que un miembro del Departamento Topográico
transcribió en esos libros en una fecha desconocida, pero que suponemos sería de ines de 1824,
como resultado de la circular de la Comisión Topográica que obligó a los antiguos propietarios a
enviar su títulos de propiedad (véase, en este mismo volumen, “Inventando un nuevo saber estatal
sobre el territorio”). Es probable que, en no pocas de esas mensuras, el dibujo original no existiese
y el transcriptor lo haya hecho por vez primera en ese momento.
27 En la mensura 3 de San Antonio de Areco en el AHGyC, el agrimensor Eguía se reiere en 1838
a una mensura realizada en 1768 por el agrimensor Cristóbal Barrientos y agrega al expediente
original una copia de ese mapa que, lamentablemente, no ha llegado hasta nosotros. En cambio, el
mismo agrimensor midió en 1772 un terreno en Quilmes y de este nos ha llegado una copia, en Li-
bro 2 de Mensuras Antiguas del AHGyC, fojas 249; en ese mismo Libro 2 de Mensuras Antiguas,
¿Cómo se mide la tierra? 43
hay una de 1733 en la foja 244, pero no estamos seguros que la copia del dibujo corresponda a esa
o a una subsiguiente de 1807.
28 “…esta es una vasta llanura que no tiene casi elevaciones, salvo las constituidas por algunos méda-
nos -éstos suelen albergar pequeñas lagunas de agua muy cristalina que resultaban vitales para los
animales en épocas de sequía- y que llega, en su parte central, hacia el suroeste, hasta el corazón
de la pampa árida (el inicio de ésta se halla marcado por la isohieta media de 600 mm anuales).
Recorrida por unos pocos y lentos cursos de agua de llanura, de los cuales el mayor es el río Salado
que sirve de débil desagote para las épocas de mayores lluvias, se ve interrumpida hacia el sur por
las formaciones apenas elevadas de las serranías de Tandil, Balcarce Olavarría y Ventana. La serie
de lagunas de Guaminí y el arroyo Vallimanca, ya en el inicio de las serranías, serían su límite sur.
Este área plana –fosa tectónica rellenada por sedimentos continentales y marinos– posee nume-
rosas lagunas, bañados, bajos y pajona les. Por efecto de una red de drenaje muy deiciente, estos
extensos bañados y lagunas casi no tienen vías naturales de escurrencia –constituyendo en muchos
lugares verdaderas áreas endorreicas, es decir, sin salida al mar– y así las periódicas inundaciones
son el pan de cada día de la pampa deprimida. La explotación ganadera –con sus animales que
buscan naturalmente los campos más bajos en los periodos de seca y los más altos durante las
inundaciones– es el tipo ideal de actividad económica de esta área”. GARAVAGLIA, Juan Carlos
Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense, 1700-
1830, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1999.
29 A ello se reiere Saturnino Salas en 1861: “Por la calidad de nuestro suelo, tan escaso de objetos
naturales que pudieran servir de límites entre las propiedades, estos no son por lo general, otra cosa
que líneas trazadas, sin mas ijeza que el relacionamiento que hacen de ellas los agrimensores, con
el meridiano y los mojones que las determinan, y que constantemente cambian de lugar á impulsos
de la mala fé, ó del capricho de los mismos propietarios, ó por el olvido de uno de los deberes mas
serios del agrimensor […] Se garantirá, pues, la propiedad territorial procurando la mas cientíica
determinación de límites tan inestables”. (“Carta de Saturnino Salas al Ministro Secretario de
Gobierno, Dr. Pastor Obligado”, 20 de agosto de 1861), en Instrucciones Generales para Agri-
mensores, Ministerio de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires, Taller de Impresiones
Oiciales, La Plata, 1945.
44 Mensurar la tierra, controlar el territorio
30 AHGyC, Libro 1 de Mensuras Antiguas, mensura del campo cercano al Salado perteneciente a
Jorge Pacheco, por el agrimensor Manuel Ozores, 29 de octubre de 1795.
31 El agrimensor Fortunato Lemoine y su ayudante Marcelino Dubrocat. en agosto de 1827, utilizan
“una cadena métrica de cien varas”, Mensura 3 de Carmen de Areco, AHGyC. Desde 1861, esta
será una obligación, ver Instrucciones Generales para…, cit., articulo 56.
32 Instrumento de topografía, que consiste en un tablero montado horizontalmente sobre un trípode,
y en cuya supericie se trazan con lápiz las visuales dirigidas por medio de una alidada a los dife-
rentes puntos del terreno. En 1828, el Departamento Topográico de la Provincia de Buenos Aires
adquiere una “plancheta con su alidada y nivel” por 330 pesos (AHGyC, Libro 1, 1828).
33 Ver, por ejemplo, la mensura 11 de San Antonio de Areco, 1839 y la mensura 90 de Baradero,
ambas en AHGyC.
34 Archivo General de Entre Ríos (en adelante AGER), Gobierno, VIII, 2B.
35 Obtuvieron su titulo en Buenos Aires y trabajaron en el Estado Oriental, entre otros, José Ma-
ría Pirán, Manuel Eguía, Juan María Gutiérrez, Telésforo Castañer, Federico Guitard, Guillermo
Schuster, José María Reyes, José María Manso, Enrique Jones e incluso, tenemos el caso inverso
de Antonio Ventura Orta que habiendo obtenido titulo en la Provincia Oriental en la época de la
¿Cómo se mide la tierra? 45
terreno en el Uruguay darán como resultado una forma más compleja de realizar
las mensuras. En el caso de Santa Fe, el Departamento Topográico se fundará
recién en 1863, mostrando claramente el atraso santafesino en este sentido36 y el
primer catastro será realizado en 1872, varias décadas después del primer ensayo
porteño (1830), como del primer intento oriental (1834).37
Volviendo a las mensuras concretas, como lo muestran las ilustraciones 8 a
14, esta forma de medir los terrenos en “campos abiertos”, tanto en la provincia
de Buenos, como en la de Santa Fe, da iguras muy similares y no es de extrañarse
si tomamos en cuenta la similar conformación de la topografía. Además, en el
caso de Santa Fe, las sucesivas colonias agrícolas que comienzan a difundirse a
partir de los años cincuenta del XIX, no harán más que reforzar esa impresión de
regularidad geométrica.
Mapa 8
Mensura de los campos de Jorge Pacheco en la otra banda del río Salado, realizada por el pi-
loto Manuel Osores, 1795. Podemos apreciar cómo una laguna (Las Hermanas) y un méda-
no (con el poético nombre de médano “donde-cantó-el-gallo”) sirven de punto de arranque
a la mensura, que ha sido realizada sin corrección. Libro 1 de Mensuras Antiguas, AHGyC.
Mapa 9
Mensura en 1793 de los terrenos de cabezadas de Pedro Díaz de Vivar situados próximos a
la Cañada de la Cruz, efectuada por el piloto Manuel Osores (las tierras habían sido dadas
en merced a Juan de Vergara en 1635 y una heredera colateral se la vendió a Díaz de Vivar).
Se trata, a todas luces, de un campo que no había sido jurídicamente regularizado hasta ese
momento. Una propiedad de casi 40.000 ha; de todos modos, es esta una mensura bastante
confusa, nótese el peculiar punto de arranque de la mensura a la derecha de la ilustración.
Libro 1 de Mensuras Antiguas, AHGyC.
¿Cómo se mide la tierra? 47
Mapa 10
Mapa de algunas mensuras de las cabezadas de las suertes originales en la zona de Areco,
realizado en 1840, donde se muestra además muy claramente la corrección de la medición
magnética, agrimensor Raimundo Prat, AHGyC, San Andrés de Giles 55, propietario Ma-
riano Lima.
48 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Mapa 11
Detalle del Registro Gráico de Buenos Aires de 1830, en AGN-Mapoteca I-230, donde se
pueden ver las iguras regulares de las mensuras allende el río Salado, cercanas al pueblo
de Guardia del Monte.
¿Cómo se mide la tierra? 49
Mapa 12
Detalle del plano catastral del partido de San Vicente en la provincia de Buenos Aires fe-
chado en 1952, en AHGyC. Pese a la fecha tan tardía de la redacción del plano, no pocas de
las mensuras presentan el estado que tenían a ines del siglo XIX.
50 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Mapa 13
Mapa 14
Mensura realizada en 1865 en Santa Fe, en las proximidades del fuerte de Melincué, por el
agrimensor Julián de Bustinza de la propiedad de Jorge Clark. Archivo Histórico Provincial
“Dr. Julio Marc”, Rosario, Expedientes civiles, 1865.
52 Mensurar la tierra, controlar el territorio
39 AGER, Gobierno, VIII, 2B, 1826, f. 252. Todas las citas correspondientes a esta mensura están
tomadas de las fojas 252 y 252 vta. de este mismo legajo.
40 El grafómetro es un instrumento de la familia de los goniómetros, instrumentos que sirven para
medir ángulos, fue inventado a ines del siglo XVI por Philippe Danfries (agradezco los comen-
tarios del ingeniero Jorge Franco, Jefe de la Dirección Nacional de Topografía de la República
Oriental del Uruguay).
41 Hay ejemplos para la campaña bonaerense en los que se puede comprobar que este era la forma
habitual de hacerlo: “…pasé a nombrar a mis auxiliares después de haberles tomado el juramento
de ley, primero a d. Jacinto Bogarin para dirigir la línea de cáñamo, á d. Fernando Hernández para
contar las cordeladas, á d. Juan Maria Bermúdez y a d. Hipólito Mura para ajustar las estacas de la
cuerda…”. AHGyC, Mensura 14 de San Andrés de Giles, agrimensor Francisco Isaac, 1826.
54 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Dejamos aquí esta descripción para no cansar al lector y porque imaginamos que
la materia está lo suicientemente tratada como para comprender bien la metodo-
logía de trabajo de este agrimensor. Salvo el agregado del grafómetro, esta era la
forma de realizar las mensuras con la brújula en toda la región pampeana, pero
obviamente la topografía, la hidrología y la lora del oriente entrerriano (en un
momento, en la mensura se está bordeando el bosquecillo cercano a la orilla del
Uruguay y el agrimensor no tiene más remedio que decir “nos acercamos cuanto
pudimos” dada la frondosidad de ese bosquecillo) obligan a un trabajo muchísimo
mayor y más delicado. El Mapa 15 nos muestra el resultado de este trabajo.
Lo que es notable es que estas innovaciones entraran en las formas habitua-
les de mensurar los campos en la banda occidental del Río de la Plata, bastante
después –en consonancia con el fuerte crecimiento de los precios de la tierra que
se disparan a partir de los años 1840– y también, como efecto del “renacimiento”
del Departamento Topográico desde 1852 en adelante; éste, como los decimos en
el trabajo incluido en este volumen, estuvo latente durante los años más duros del
rosismo (Juan Manuel de Rosas no tenía mucho interés que en una cuestión tan
relevante como la de la propiedad de la tierra, interviniera una institución “inde-
pendiente” –sobre todo, desde el punto de vista técnico– como el Departamento
Topográico).42 El detalle de una mensura de 1855 que se puede observar en el
Mapa 21 es sintomático en este sentido.
42 En algunas ocasiones, el mismo Rosas irmaba, acompañando el jefe del Departamento Topográ-
ico algunas de las mensuras; ver, por ejemplo, la mensura de J. M. Baudrix, agrimensor Chiclana
en 1827 y posterior revisión de 1839 en vistas a la venta del campo, Mensura 12 de Carmen de
Areco, AHCyG.
¿Cómo se mide la tierra? 55
Mapa 15
Mapa 16
Mensura realizada por Antonio Ventura Orta de la propiedad de José Joaquín Sagastume
sobre el río Gualeguaychú, 1826, en AGER, Gobierno, VIII, 2B, 1826. Nótese la cuchilla
que cierra el campo hacia el noreste y que hace de “frontera natural” de la propiedad, al
igual que el río Gualeguay y el arroyo de Gena. En esta mensura, como en la precedente y
la siguiente, comprobamos claramente de qué modo, estas “fronteras naturales” obligan a
utilizar un instrumental más preciso.
58 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Mapa 17
Mensura realizada por Antonio Ventura Orta de la propiedad de Pedro Pino sobre el río
Uruguay en 1829, en AGER, Gobierno, VIII, 3. Este campo es lindero del de Ricardo López
Jordán que vemos en el Mapa 15. Nos interesa destacar algunos detalles, como la cantidad
de puntos que el agrimensor ha medido –a más puntos, mayor precisión de la mensura– y
los mojones allí representados.
¿Cómo se mide la tierra? 59
Mapa 18
Mapa 19
Mapa 20
Foto aérea de un campo en el occidente entrerriano sobre el Paraná, se pueden apreciar los
tupidos montes cercanos al río, pero también las trazas de las antiguas mercedes enfrenta-
das al Paraná, Google Earth, 2003.
Mapa 21
Mensura del campo de José Vicente Martínez, agrimensor Manuel Eguía, mensura 5 de San
Antonio de Areco, AHGyC, 1854; véanse los detalles de las mediciones sobre la costa del
río de Areco que indican ahora una mayor precisión en el trabajo del agrimensor.
Inventando un nuevo saber estatal
sobre el territorio: la deinición de prácticas,
comportamientos y agentes en las instituciones
topográicas de Buenos Aires, 1824-1864
Pierre Gautreau
Juan Carlos GaravaGlia
Introducción
a formación de las instituciones topográicas de la provincia de Buenos
1 Estimación basada en los datos del Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires, Vol. 3, Bue-
nos Aires, 1856; véase GARAVAGLIA, Juan Carlos “La propiedad de la tierra en la región pam-
peana bonaerense: algunos aspectos de su evolución histórica (1730-1863)”, en FRADKIN, Raúl
y GARAVAGLIA, Juan Carlos En busca de un tiempo perdido: La economía de Buenos Aires en el
país de la abundancia, 1750-1865, Prometeo, Buenos Aires, 2004.
2 Durante el siglo XIX, la mayor parte de los catastros europeos se realizaba mediante operaciones
centralizadas y organizadas por el Estado. NADAL, Francesc y URTEAGA, Luis “Cartografía y
Estado: Los planos de mensura nacionales y la estadística territorial en el siglo XIX”, en Geocrí-
tica, 15/88.
3 En 1825 un decreto ijó la obligatoriedad para cada propietario de enviar su título de propiedad a la
Comisión Topográica (Archivo Histórico de Geodesia y Catastro, La Plata (en adelante AHGyC),
Libro de Actas, sesión de 22 de junio de 1825.
64 Mensurar la tierra, controlar el territorio
4 Para obtener una visión global de las investigaciones europeas sobre este punto, véase TOUZE-
RIE, M. “De l’estime au cadastre en Europe: L’époque moderne”, en TOUZERIE, M. –editor– De
l’estime au cadastre en Europe: L’époque moderne, Comité pour l’histoire économique et inan-
cière de la France, Paris, 2007.
5 JASANOFF, Sheila “The Idiom of Co-production”, en JASANOFF, Sheila –editor– States of
Knowledge: The Co-production of Science and Social Order, Routledge, New York/London, 2004,
pp. 1-12.
6 Cuanto más “grande” es la escala de un mapa, mayor es el nivel de detalle del mismo. Los planos
de mensura del periodo de estudio tenían frecuentemente escalas en torno al 1/20.000 (1 cm =
200 m), lo que constituye una escala “grande”, a diferencia, por ejemplo, de planos del continente
sudamericano, de “pequeña escala”.
Inventando un nuevo saber estatal 65
censos, mencionados por Benedict Anderson7 o por Hernán Otero.8 Sin embargo,
este movimiento no siguió en nada una progresión lineal: citando las palabras de
James C. Scott9 los intentos del Estado por hacer “legible” su territorio y población
mediante la cartografía estuvieron fuertemente limitados debido a impedimentos
políticos y administrativos.
Nuestra principal hipótesis metodológica es que el análisis del proceso nor-
mativo interno de la administración catastral (establecimiento de reglas formales e
informales) puede aportar elementos originales sobre la construcción del Estado.
Este proceso normativo debe ser comprendido como una dinámica global y com-
pleja que articula la regulación de la disciplina interna en el trabajo, la creación
de reglas técnicas y de procedimiento, la formación de agentes públicos y los
mecanismos de respuesta a solicitudes externas. En este artículo nos centraremos
en una de las principales tareas del Departamento Topográico: la creación y el
manejo del catastro . Nuestro propósito es analizar la forma en que la administra-
ción procedió a los efectos de desarrollar técnicas, procedimientos y prácticas para
resolver este complejo trabajo. En otras palabras, aquí pretendemos analizar la
construcción de normas en una administración a cargo de desarrollar conocimien-
to espacial del Estado, e indagar cómo eran organizados y estandarizados los datos
cartográicos. Una interrogante central es la explicación de cómo se deinían y
evolucionaban las relaciones entre la administración topográica y los agentes con
los cuales trabajaba, los empleados del Departamento y los agrimensores públicos.
Este es un punto clave para comprender las limitaciones de la administración para
obtener información sobre el territorio a nivel local.
Nuestro estudio inicia con la creación de la Comisión Topográica por el go-
bernador Las Heras, en 1824, como una administración provincial ideada para es-
tablecer el catastro de la provincia de Buenos Aires. Esta comisión fue rápidamen-
te reemplazada en 1826 por el Departamento Topográico, de carácter “nacional”.
La creación de esta administración se encuentra íntimamente relacionada con la
reforma del sistema inanciero provincial, bajo el gobierno de Martín Rodríguez
(1820-1824), que utilizaba las tierras iscales como garantía de la deuda pública
provincial. Desde 1822 en adelante, se prohibió la venta de las tierras públicas que
a partir de esa fecha fueron entregadas a privados bajo contrato enitéutico.10 El
7 ANDERSON, Benedict Imagined Communities: Relections on the Origin and Spread of Nation-
alism, Verso, London, 1991.
8 OTERO, Hernán Estadística y nación: Una historia conceptual del pensamiento censal de la
Argentina moderna, 1869-1914, Prometeo, Buenos Aires, 2007.
9 SCOTT, James C. Seeing like a State: How Certain Schemes to Improve the Human Condition
Have Failed, Yale University Press, New Haven, 1998.
10 La eniteusis fue establecida por decreto el 1 de julio de 1822, modiicada y extendida a todo el país
el 27 de junio de 1826 (Registro Oicial de la Provincia de Buenos Aires, (en adelante ROPBA),
Años 1824-1827, Buenos Aires, 1879): los individuos privados recibían una suerte de estancia
66 Mensurar la tierra, controlar el territorio
sistema enitéutico, aplicado hasta 1840 (pero, que sobrevivió hasta 1860), mar-
có la necesidad de crear un catastro que pudiera proveer información acerca del
acervo estatal de tierras públicas. En una primera etapa, comprendida desde 1824
hasta la década de 1830, la Comisión Topográica/Departamento Topográico (en
adelante DT) se organizó internamente y produjo, en 1830, el primer mapa ca-
tastral general.11 Su actividad decayó de forma drástica durante la segunda mitad
de la década entre 1830 y 1840, bajo el Rosismo.12 En 1852, el DT se reorganizó
y retomó una gran cantidad de actividades, inaugurando una segunda etapa en la
organización de la institución en el periodo del Estado de Buenos Aires.13 Esta
segunda etapa fue caracterizada por el aumento de las actividades del DT, que al-
canzaron niveles superiores a los de la primera etapa. Se encuentra vinculada con
la reorganización y el despliegue del Estado en este periodo luego de la derrota de
Rosas,14 con los cambios en la legislación de tierras y con la consolidación de un
mercado privado que dio lugar a grandes cambios en el sistema de tenencia de la
tierra. Nuestro estudio inaliza en 1864, con la publicación del primer mapa catas-
tral que cubrió casi todo el territorio de la provincia de Buenos Aires jurídicamente
apropiado en esta fecha.15
(2025 ha) durante 20 años y los criadores de ganado debían pagar anualmente el equivalente al 8%
del valor de la tierra, cfr. BANZATO, Guillermo Ocupación y acceso a la propiedad legal de la
tierra en la región nordeste del Río Salado: Chascomús, Ranchos y Monte, 1780-1880, Tesis de
Doctorado, Universidad de La Plata, 2002.
11 Registro Gráico de los terrenos públicos y particulares de la Provincia de Buenos Aires, 25 de
septiembre de 1830, en AHGyC.
12 Esta disminución no signiicó una total parálisis pero sí una drástica reducción en el número total
de controles de mensuras y de las tareas cartográicas en general. Mencionan este hecho RECAL-
DE, José María Evolución de la función social de la Agrimensura en el Río de la Plata: Aportes
para una historia de la Agrimensura, Biblioteca del Agrimensor, La Plata, 1999; ESTEBAN, F.
El Departamento Topográico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1962. El DT mantuvo
cierta actividad en la habilitación de agrimensores, en el control de la tenencia de la tierra o en la
producción de instrucciones para los agrimensores (Adición de 1839 a las instrucciones para agri-
mensores, AGN, Documentos Varios de la Donación E. Udaondo, legajo I-I-1-9, en Instrucciones
Generales para Agrimensores, Ministerio de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires,
Taller de Impresiones Oiciales, La Plata, 1945).
13 D’AGOSTINO, Valeria A. “Los orígenes de la agrimensura como profesión: su relación con el
Estado y el régimen de propiedad de la tierra (provincia de Buenos Aires, primera mitad del siglo
XIX)”, en GIRBAL-BLACHA, Noemí y MENDONÇA, Sonia –coordinadoras– Cuestiones agra-
rias en Argentina y Brasil, Prometeo, Buenos Aires, 2007, pp. 271-88.
14 GARAVAGLIA, Juan Carlos “El despliegue del Estado en Buenos Aires: de Rosas a Mitre”, en
Construyendo el Estado, inventando la nación: El Río de la Plata, siglos XVIII-XIX, Prometeo,
Buenos Aires, 2007.
15 Ley de Arrendamientos de Tierras Públicas (1857) y Derecho Público de Venta de Tierras (1864,
1867, 1871). Para una perspectiva general de este tema durante todo el periodo, véase VALEN-
CIA, Marta Tierras públicas, tierras privadas: Buenos Aires 1852-1876, Editorial de la Universi-
dad de La Plata, La Plata, 2005; INFESTA, María Elena La Pampa criolla: Usufructo y apropia-
Inventando un nuevo saber estatal 67
La principal fuente para esta investigación han sido los libros de actas de las
sesiones que llevaba a cabo el DT, depositados en el Archivo Histórico de Geode-
sia y Catastro del Ministerio de Infraestructura de la provincia de Buenos Aires.
En estos libros se detallaban las preguntas, temas, asuntos, acciones y debates que
se daban dentro el grupo principal de ingenieros, desde 1824 hasta ines de 1860.
El número total de sesiones en este lapso fue de 737 y se llevaron a cabo princi-
palmente en dos periodos: del 25 de septiembre de 1824 al 28 de junio de 1834
(348 sesiones) y desde el 15 de enero de 1857 al 31 de diciembre de 1860 (357
sesiones). Entre estos dos periodos sólo se realizaron 32 sesiones, indicando la
decadencia de las actividades del DT. Luego de 1860, el brutal aumento de la can-
tidad de trabajo, hizo que el DT dejara de transcribir las actas de sus sesiones, con
excepción de aquellos casos de desacuerdos internos entre sus miembros. Estos
documentos ofrecen un material muy rico y complejo para explorar la construc-
ción diaria de una administración, las tensiones y relaciones entre sus miembros y
los actores externos en ese territorio recientemente independizado (el gobierno, el
sistema judicial, los pueblos…). Asimismo, brindan una fuente única que permite
cuantiicar el trabajo realizado por esta administración y medir sus variaciones
en el tiempo. Estos datos fueron complementados con referencias a otras fuentes
primarias, recogidas en archivos de la provincia de Buenos Aires y de la Ciudad
de Buenos Aires y de Montevideo.16
ción privada de tierras públicas en Buenos Aires, 1820-1850, Archivo Histórico de la Provincia
de Buenos Aires, La Plata, 2003.
16 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), legajos X-14-3-2, X-42-10-1, X-43-3-2 (do-
cumentos misceláneos de la Comisión Topográica y del Departamento Topográico). AHGy C,
L1: Libro de Actas (procedimiento de sesiones de la Comisión Topográica y del Departamento
Topográico desde 1824 a 1857). L2: Libro de Actas, Dirección de Geodesia, Asesoría Histórica,
núm. 171 (procedimiento de sesiones desde 1857 a agosto de 1859). L3: Libro de Actas, Direc-
ción de Geodesia, Asesoría Histórica, núm. 172 (procedimientos de sesiones de sept. 1859 a dic.
de 1860). DAE: Documentos Antiguos y Expedientes (documentos misceláneos de la Comisión
Topográica). Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata (en adelante AHPB) DT
(documentos misceláneos de la Comisión Topográica y del Departamento Topográico). ROPBA,
1824-27. Uruguay: Archivo Gráico del Ministerio de Transporte y Obras Públicas de Montevideo.
17 Carta al DT de Valentín Alsina, Gobernador de Buenos Aires (AHGyC-L1, 2 de abril de 1852).
Una ley de 1857 especiicaba las funciones y tareas del DT. Ver Manual de disposiciones usuales
para la Dirección de Geodesia, Vol. 1, Antecedentes de la repartición y archivo, Ministerio de
68 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires, Taller de Impresiones Oiciales, La Plata, 1947.
18 La Comisión Topográica y el DT estaban a cargo del Registro Estadístico de la Provincia de
Buenos Aires (libro de estadísticas) hasta 1827. Luego de 1853, una nueva e independiente Mesa
Estadística de la Provincia de Buenos Aires fue creada, a la cual el DT continuó suministrando
información, como lo hacían otras administraciones. OTERO, Hernán Estadística y nación…, cit.
Inventando un nuevo saber estatal 69
Figura 1
Progreso espacial en el catastro de la provincia de Buenos Aires,
de 1833 a 1864
era responsable de conceder o denegarles su título, y fue cada vez más puntilloso
en la deinición de los procedimientos que debían seguir al momento de relevar
tierras. El promedio anual de agrimensores públicos en actividad pasó de 15 a 20
individuos durante la década 1824-1834 a 30 a 40 hombres en la década 1857-
1867.22 Por in, podemos identiicar otro grupo de profesionales vinculados con
las actividades del DT, los topógrafos a cargo de comisiones y de diversos trabajos
cartográicos que el DT no tenía tiempo o capacidad de realizar.23
Tabla 1
Funciones de los empleados en el DT
1825 1826 1842 1858
Presidente Jefe Presidente Presidente
Vocal primero Ingeniero primero Ingeniero segundo Vice-presidente (e Ing° 1°)
Vocal segundo Ingeniero segundo Oicial primero Ingeniero segundo
Oicial auxiliar primero Ingeniero secretario Director de dibujo Ingeniero tercero
Oicial auxiliar segundo Oicial primero Ingeniero cuarto
Primer Ayudante Oicial segundo Ingeniero secretario
Segundo Ayudante Oicial tercero Director de dibujo
Delineadores
Escribientes (2) Oicial primero
(nº desconocido)
Delineadores (4) Oicial segundo
Oicial tercero y archivero
Delineadores
(nº desconocido)
> 8 miembros 13 miembros 4 miembros > 11 miembros
El Departamento Topográico recibía una parte marginal del presupuesto del De-
partamento de Gobierno, siempre inferior al 2% del total entre los años 1824 y
1861.24 Esta débil inanciación podría explicar porqué los agrimensores no eran
22 Ver, en este volumen, la Figura 16a en “Catastro, construcción del Estado e institucionalización
administrativa en la provincia de Buenos Aires y Uruguay (1820-1870): enfoques geohistóricos”.
23 Por ejemplo, Carlos O’Donnel recibió una comisión por tres meses en 1825 para mapear el pueblo
de San Pedro. Fue posteriormente habilitado como agrimensor público en 1827.
24 Su importancia relative en los presupuestos de los años 1841, 1854 y 1861 era: el noveno ítem
del presupuesto de quince, el décimo de dieciséis, el onceavo de dieciséis (de acuerdo a datos de
72 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 2
Actividad del Departamento Topográico: número anual de sesiones
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 57 58 59 60
29 De 1823 a 1840, la principal manera de adquirir tierras públicas era mediante un contrato de arren-
damiento eniteútico. Las donaciones de las autoridades, bajo diferentes formas, fueron corrientes
de 1829 a 1852, así como las ventas luego de 1836 (VALENCIA, Marta Tierras públicas…, cit.).
Luego de la caída de Rosas en Caseros (1852), las autoridades provinciales intentaron aclarar la
complejidad de muchas situaciones de tenencia de tierras en un contexto donde los ocupantes eran
numerosos. Este proceso fue clave en el incremento de transacciones de tierras que el DT debió
examinar entonces.
30 Como ejemplo de esta tendencia, el ingeniero primero se quejó de la asignación interna de trabajo
en 1857, declarando el hecho de que tuvo que “atender al despacho diario de las delineaciones,
las que daba fuera de las hora de oicina (porque de hacerlo dentro de estas no podria venir a
Departamento); que tenia que dar antecedentes a los Agrimensores; dar la hora a los Relogeros;
y, para ellos, arreglar los relojes y por in, examinar espedientes como los otros Sres Miembros”
(AHGyC-L1, 7 de julio de 1857).
74 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 3
Actividad del Departamento Topográico:
promedio mensual de informes escritos por sesión
140
120
100
80
60
40
20
0
1825 1826 1827 1828 1829 1830 1831 1832 1833 1834 1857 1858 1859 1860
Fuente: AHGyC, Actas de Sesiones del Departamento Topográico. Línea: promedio móvil
sobre 15 sesiones.
31 “Por la calidad de nuestro suelo, tan escaso de objetos naturales que pudieran servir de límites
entre las propiedades, estos no son por lo general, otra cosa que líneas trazadas, sin mas ijeza que
el relacionamiento que hacen de ellas los agrimensores, con el meridiano y los mojones que las
determinan, y que constantemente cambian de lugar á impulsos de la mala fé, ó del capricho de
los mismos propietarios, ó por el olvido de uno de los deberes mas serios del agrimensor. […] Se
garantirá, pues, la propiedad territorial procurando la mas cientíica determinación de límites tan
inestables”. Carta de Saturnino Salas al Ministro Secretario de Gobierno, Dr. Pastor Obligado, 20
de agosto de 1861, en Instrucciones Generales para…, cit.
Inventando un nuevo saber estatal 75
32 Algunas formas de mejorar la precisión de los relevamientos de campo eran: “la mejor reglamen-
tación del procedimiento que deben observar los agrimensores […], la formal redacción de las
diligencias de mensuras, que son el complemento y la mejor esplicacion de los títulos de propiedad
y en el depósito ó archivo que de ellas conserve el Departamento”. Carta de Saturnino Salas al
Ministro Secretario de Gobierno, en Instrucciones Generales…, cit.
33 Reglamento Interno de la Comisión Topográico, artículos 13 a 17, AHGyC-L1, 14 de enero de
1825. En 1827, un técnico extranjero fue contratado (comisionado) para mejorar la calidad de estas
herramientas (AHGyC-L1, 23 de febrero de 1827): “Se acordo comisionar al Sr Fonchecour para
la traza de un azimut, desde la torre de la Casa de Justicia, anotando en un Registro las diferencias
azimutales entre todos los puntos mas remarcables de la circunferencia, y en otro las variaciones
magneticas que vaya observando en los instrumentos que al objeto le presentarn los agrimensores
publicos”. En 1831, el DT emitió un llamado público para adquirir un teodolito (AHGyC-L1, 21
de enero de 1831).
34 AHGyC-L1, 25 de abril de 1826; AHGyC-L1, 12 de abril de 1831. Ningún agrimensor podía
recibir instrucciones para proceder a una medición (antecedentes de mensura) si no presentaba la
prueba que había veriicado en el Observatorio de Santo Domingo la variación de su brújula.
35 AHGyC-L1, 4 de marzo de 1828. Este meridiano probablemente sea el meridiano “de Buenos Ai-
res”, que pasa por la actual “Plaza de Mayo” en la capital, y que fuera utilizado como el meridiano
“0°” en los mapas argentinos del siglo XIX hasta al menos 1864. De acuerdo a informes internos
del Instituto Geográico Militar, su longitud fue estimada en 58° 22’ 14.445” Sur (18 de diciembre
de 1937, Informe respecto al meridiano 0° de Buenos Aires, al Presidente de la Comisión Técnica
de límites interprovinciales, Archivo del Instituto Geográico Militar Argentino, Buenos Aires).
36 AHGyC-L1, 29 de enero de 1836. La vara era la medida común utilizada para medir distancias,
correspondiendo a 0,8666 metros. Véase en este mismo volumen, “¿Cómo se mide la tierra? Las
76 Mensurar la tierra, controlar el territorio
alrededor del año 1828.41 Nuevas mediciones de campo fueron requeridas en seis
ocasiones,42 y la habilitación de un agrimensor fue suspendida por un año en una
ocasión, debido a reiteradas inobservancias de las reglamentaciones.43 Durante
el segundo periodo del DT (luego de 1857), aun cuando los planos de mensura
pudieran recibir críticas al ser examinadas, no se expresaba la obligación de redi-
bujarlos: podría plantearse como hipótesis que el grupo de agrimensores incorporó
paulatinamente las reglas de trabajo establecidas por la administración e internali-
zó los estándares ijados para su actividad.
Esta normatización fue perfeccionada a través del sistema de habilitación
de agrimensores que adoptó progresivamente el DT. Desde los comienzos de la
Comisión Topográica, el título de agrimensor público era concedido al aprobar
un examen,44 pero su formato se estandarizó recién desde la década de 1850 en
adelante, cuando el DT se reorganizó.45 Hasta la década de 1830 el título “público”
era concedido sin examen previo a aquellos hombres cuya reputación y habilidad
en el relevamiento topográico estaba avalada por diplomas de origen europeo o
por experiencia práctica en la región. En algunos casos, el DT dudaba de la ne-
cesidad de someter un candidato a examen, prueba que el sistema de evaluación
no se encontraba estandarizado aun.46 Luego de la década de 1850, el cambio más
original no sólo consistió en la sistematización del examen para convertirse en
agrimensor público, sino también en la exigencia de “práctica”: alrededor de 1856
era común solicitar a los hombres que habían pasado un examen teórico conir-
mar su habilidad mediante una práctica de algunos meses junto a un agrimensor
público activo. Esto no signiica que luego de ese año no se hayan otorgado más
licencias sin examen: este era el caso para ciertos agrimensores foráneos, princi-
41 AHGyC-L1, 18 de agosto de 1828: “En virtud de haberse observado generalmente muy poca
exactitud en el cumplimiento de varios articulos de las instrucciones de los agrimensores quedo
encargado el Secretario de no recibir expediente alguno en que faltasen los requisitos necesarios”.
42 AHGyC-L1, 10 de mayo de 1825, 9 de marzo de 1827, 14 de agosto de 1827, 23 de agosto de
1827, 21 de enero de 1831, 26 de junio de 1831.
43 AHGyC-L1, 19 de diciembre de 1832. La “capacidad y buena fé” de De la villa fue cuestionada
acerca de una mensura, luego que el DT hubiera criticado en reiteradas oportunidades su trabajo
(AHGyC-L1, 11 de marzo de 1825, 16 de mayo de 1826).
44 AHGyC-L1, 14 de diciembre de 1824: Teodoro Schuster, J. M. Gutiérrez y Juan Saubidet solicita-
ron el título de agrimensor. La necesidad de un examen fue estipulado por el artículo 6 del decreto
fundador de la Comisión Topográica.
45 Incluso si hubiera habido alguna intención de mejorar los métodos de examen antes del año 1830
(AHGyC-L1, 28 de abril de 1826), no tenemos ningún documento que demuestre que se haya
realizado. Durante la sesión del 6 de mayo de 1828, se solicitó cambiar el examen de los agrimen-
sores.
46 En 1825, el DT preguntó al gobierno si don Carlos Suarez debía dar el examen para convertirse
en agrimensor público, como se indicaba en el artículo 6 del decreto de fundación de la Comisión
Topográica, o si podía obtener directamente la licencia, debido a sus “antecedentes” (AHGyC-
L1, 18 de febrero de 1825).
78 Mensurar la tierra, controlar el territorio
palmente de Uruguay y España y para los antiguos ingenieros o agentes del DT.47
El sistema de exámenes fue entonces sistematizado principalmente para garantizar
el entrenamiento práctico de los candidatos sin experiencia. El requerimiento de la
práctica con un antiguo profesional garantizó la homogeneización de los métodos
y de la cultura laboral durante la segunda mitad del siglo XIX.48 Esta no fue una
alteración accidental: puso de maniiesto un profundo cambio de la forma en que
la administración concebía el entrenamiento de sus agentes. En 1857, incluso los
jóvenes agentes del DT, que no eran agrimensores pero que tenían que realizar ta-
reas cartográicas, debían formarse trabajando previamente con personas de mayor
experiencia.49
Otra herramienta utilizada para la estandarización del trabajo fue la creación
de una Escuela Especial dentro del DT, que inicialmente comenzó el 1 de marzo
de 1857 formando jóvenes que aspiraban a ser agrimensores.50 La organización
inicial de esta escuela fue complicada debido al bajo nivel de los estudiantes y a
problemas vinculados con acuerdos en la enseñanza, asunto que preocupaba al go-
bierno.51 La principal cuestión parecía ser que no existía un presupuesto especíico
para pagar a los profesores, que debían ser escogidos entre los ingenieros activos
del DT, un punto que limitaba el tiempo de la escuela a 2 horas a la semana.52 A
pesar de estos inconvenientes, la creación de la escuela resultó una experiencia
interesante debido a su integración a la misma administración: el deseo de obligar
a los empleados a asistir a clases podría ser una evidencia de un novel intento de
47 Dicho esto, algunos indicios parecen indicar que hubo una tendencia en el DT a exigir un examen
incluso para los profesionales de renombre. En 1858, el ingeniero cuarto criticó al presidente por
dar licencia a un hombre con experiencia: “el Departamento debia en lo sucesivo adoptar exclusi-
vamente el sistema de examen, como mas formal y mas propio; siendo ademas el utilizado por los
demas facultativos” (AHGyC-L2, 21 de mayo de 1858).
48 Durante una sesión de 1857, la necesidad de cierta experiencia práctica en topografía era justiica-
da por un ingeniero, tomando en cuenta el hecho que “mas teniendo en consideracion que la espe-
cialidad de nuestras mensuras requiere […] conocimientos practicos para su perfecta espedicion”
(AHGyC-L1, 4 de junio de 1857). Durante este segundo periodo, los jóvenes agrimensores habían
adquirido su experiencia práctica de unos pocos hombres muy experimentados (Pedro Pico, Ma-
nuel Eguia, Teodoro Schuster). Esto probablemente jugaba un papel crucial en la estandarización
de las prácticas de trabajo.
49 AHGyC-L2, 9 de octubre de 1857.
50 AHGyC-L1, 17 de febrero de 1857. La escuela especial (Escuela Especial de la Facultad de Agri-
mensura) fue creada luego del decreto del 14 de enero de 1857 (AHGyC-L1, 4 de febrero de 1857)
y fue encomendada al ingeniero segundo, Julio Jardel (AHGyC-L1, 17 de enero de 1857).
51 El ingeniero tercero, a cargo de la escuela, creía que el método pedagógico no era bueno, y que
“los discipulos […] no saben nada” de los principios fundamentales (AHGyC-L2, 25 de noviem-
bre de 1857).
52 AHGyC-L2, 25 de febrero de 1858.
Inventando un nuevo saber estatal 79
53 Este era un requerimiento de Pedro Pico, el profesor de la escuela, el 6 de abril de 1858 (AHGyC-
L2).
54 El 24 de agosto de 1858, los jóvenes estudiantes de la Escuela, Lagos y Martell se ofrecieron para
unirse a la DT como “aspirantes” (AHGyC-L2).
55 De 1824 a 1860, se observaron 145 planos, de un total de 1029 informes sobre los planos de men-
sura.
80 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 4
Porcentaje de planos de mensura observados sobre el total mensual de
informes sobre planos (línea ina); porcentaje de informes de planos de
mensura relacionados con el total mensual de informes escritos por el DT
(línea gruesa)
80
70
60
50
40
30
20
10
0
1825 1826 1827 1828 1829 1830 1831 1832 1833 1834 1857 1858 1859 1860
56 Ejemplos de los criterios utilizados para la observación de los mapas. Criterios “técnicos”: falta de
mención de la diferencia entre el norte magnético y geográico en el diario de mensura, el mapa
no sigue los “trazados anteriores” del campo medido; la orientación del costado de un campo no
corresponde con la orientación indicada en los títulos de propiedad. Criterios “contextuales”: el
informe de relevamiento topográico no indica con precisión cómo se determinó el punto de par-
tida (mojón de arranque). Criterios “de procedimiento”: no se llamó a los vecinos para presenciar
la medición; fueron convocados, pero el informe no indica si estuvieron presentes y si aprobaron
la medición; el propietario del campo no aportó los títulos o documentos antes de realizar las me-
diciones; algunos elementos de la propiedad (una casa por ejemplo) fueron olvidados en el mapa.
Inventando un nuevo saber estatal 81
Figura 5
Importancia relativa de los criterios para la observación
de los planos de mensura
100%
90%
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
1824 1825 1826 1827 1828 1829 1830 1831 1832 1833 1834 1857 1858 1859 1860
La tolerancia por descuidos técnicos en mensuras era común y refuerza esta hipó-
tesis. En los documentos consultados, no hemos encontrado una sola referencia al
artículo noveno del decreto de creación de la Comisión Topográica (de septiem-
bre de 1824), el cual deinía ciertos errores técnicos como “criminales”.58 Durante
los primeros años del DT, muchos agrimensores volvieron a mensurar propiedades
adquiridas durante el periodo colonial y frecuentemente encontraban diferencias
entre sus mediciones y la forma y el área de los terrenos calculados en los antiguos
títulos de propiedad. Pequeñas diferencias eran generalmente aceptadas por la ad-
ministración.59 La prioridad para el DT era la medición de “hechos existentes”,60
es decir, de los límites efectivos entre los ocupantes de los campos, en lugar de
la remensura de límites imprecisos mencionados en los antiguos documentos de
las propiedades. En cierto modo, la tarea de los agrimensores era conirmar la
ocupación previa de las tierras en lugar de veriicar si los límites existentes se
correspondían de forma exacta con los títulos legales. Para el DT, un asunto funda-
mental consistía en garantizar que los vecinos de un campo mensurado aceptaran
dicho proceso:61 el objetivo principal del relevamiento de campo era alcanzar un
consenso social acerca de los límites de las propiedades y la forma en que se es-
tablecían, como se explicaba en la circular del año 1824 que solicitaba a todos los
propietarios enviar sus títulos de propiedad a la Comisión:62
“La Comisión Topográica a los Señores Propietarios. Cuando
la comision topográica que suscribe va á hacer de la campaña el
58 “Será considerada criminal toda operacion que, despues de ratiicada, dé por resultado un error que
llegue á un tres por ciento sobre cualquiera distancia del terreno medido, cuando fuere mayor de
una legua cuadrada, un uno por ciento desde una cuadra hasta una legua y uno por mil siendo solar
y de menos de una cuadra cuadrada” (ROPBA, 1824, pp. 76-78).
59 AHGyC-L1, 4 de marzo de 1828: se recordó a un juez de primera instancia que los agrimensores
eran fomentados a “respetar las pequeñas desviaciones del rumbo respetando los trazos primiti-
vos [de los terrenos]”. AHGyC-L1, 10 de abril de 1826: el Departamento “tolera” que un campo
medido por Antonino Lemoine tuviera un área ligeramente más pequeña que la esperada. Otros
ejemplos de tolerancia se encuentran en: AHGyC-L1, 26 de marzo de 1825, 10 de abril de 1826, 7
de julio de 1826, 13 de julio de 1827, 23 de enero de 1830, 17 de septiembre de 1830, 20 de marzo
de 1832, 6 de marzo de 1857, 26 de junio de 1857, 9 de diciembre de 1857; AHGyC-L2, 9 de abril
de 1858. Pequeños problemas de procedimiento eran también comúnmente tolerados: AHCG-L1,
11 de junio de 1827, 21 de enero de 1831; AHGyC-L2, 9 de diciembre de 1857, 9 de febrero de
1858. Ver mapas 4 y 6 del Libro de Mensuras antiguas 1824-1828, AHGyC.
60 AHGyC-L2, 3 de septiembre de 1857.
61 AHGyC-L1, 4 de marzo de 1828: se aconseja a un agrimensor a volver a medir un límite entre dos
propiedades, invitando a los propietarios a observar cómo los mojones eran colocados “con entera
conformidad del trazo primitivo”. Frecuentemente, problemas técnicos de medición eran tolerados
si los vecinos o linderos estaban de acuerdo (AHGyC-L1, 21 de mayo 1858, 6 de mayo de 1859;
AHGyC-L2, 19 de septiembre 1859).
62 Estos títulos fueron luego trancsriptos por los agentes, que dibujaban un boceto aproximado de la
propiedad de acuerdo con la información textual que contenían.
Inventando un nuevo saber estatal 83
66 En 1826, el ingeniero segundo Romero lamentó que los empleados no limitaran su actividad “ex-
clusivamente” a sus propias funciones (AHGyC-L1, 17 de marzo de 1826).
67 El reglamento de 1825 fue completado por una deinición más precisa de las funciones del tesorero
y del procedimiento de contratación (AHGyC-L1, 19 de julio de 1825). En 1826, se evaluó una
propuesta para regular el trabajo de los jornaleros empleados por el DT (AHGyC-L1, 27 de enero
de 1826).
Inventando un nuevo saber estatal 85
68 El número de artículos por función en las regulaciones de 1858 fue la siguiente: presidente, 6
artículos; vice-presidente y otros ingenieros, 12; secretario, 5, primer oicial, 1, segundo oicial, 3;
oiciales de archivo, 7; dibujantes (delineadores ), 1; gerente de recepción de documentos (encar-
gado de la mesa de entradas y salidas), 1; portero, 4 (AHGyC-L2, 20 de enero de 1858).
69 Artículo 26 de la reglamentación de 1825: “A mas de las obligaciones à que quedan sugetos
los oiciales auxiliares, tendran tambien la de auxiliarse mutuamente, y desempeñar los trabajos
extraordinarios à que los destine la Comision en los varios ramos que pueda comprender, ya sea
en la Oicina, o fuera de ella, en la Ciudad ò en la campaña” (AHGyC-L1, 14 de enero de 1825).
Artículo 49, 1858: “Ningun empleado será permanente en tal ó cual destino de los que se le señalen
en este Reglamento, pudiendo ser removidos ó alternados según lo demanden la necesidad ó las
circunstancias. Todos indistinctamente deberán auxiliarse mutuamente y alternar en sus trabajos
con el objeto de rendirse utiles para todos los destinos que el Departamento les señale” (AHGyC-
L2, 20 de enero de 1858).
70 El artículo 19 del decreto fundador de la Comisión Topográica requería a los agentes mapear
todos los pueblos rurales. Entre varios ejemplos: en 1828, al oicial segundo, Saturnino Salas, se
le dio la tarea de elaborar los planos de las ciudades de San Fernando, San Isidro, Conchas y Pilar,
de abril a septiembre (AHGyC-L1, 20 de mayo de 1828, 5 de septiembre de 1828). En 1857, se le
encomendó al oicial Don Juan Fernández la tarea de demarcar los límites de las quintas cerca de
San Martín (AHGyC-L1, 11 de febrero de 1857).
Tabla 2
86
Trayectorias profesionales de algunos miembros importantes
Arenales de la administración topográica
Fuente: AHGyC, Acta de Sesión del Departamento Topográico. La fecha –mes y año– corresponde al acto de sesión, y no siempre
corresponde al comienzo de la función.
Notas: Texto en negrita: función creada luego de 1826. Texto en negrita e itálica: función creada luego de 1858. Paréntesis: año de des-
aparición de la función. * Registro de una actividad de agrimensor público en Uruguay, de acuerdo al Archivo Gráico del Ministerio
de Transporte y Obras Públicas, Montevideo.
Inventando un nuevo saber estatal 87
71 Este texto se adoptó después del resurgimiento del DT al inal de la década de 1850 (AHGyC-L1,
1 de julio de 1834).
72 Los beneicios no eran sólo simbólicos. La cuantiicación de la cantidad de trabajo que se compro-
metían a hacer permitió a los ingenieros negociar con los demás la puesta en común de las tareas
(ver por ejemplo la denuncia de un ingeniero para que se dé menos cantidad de trabajo, AHGyC-
L1 del 7 de julio de 1857).
73 AHGyC-L1, 21 de junio de 1828.
74 El ingeniero Felipe Senillosa deliberadamente evitó expresar su opinión en los conlictos de tenen-
cia de tierras que ocurrían en un área donde él era propietario de campos (AHGyC-L1, 20 de abril
de 1825) o cuando tenia relación de amistad con una de las partes (con Rosas, AHGyC-L1, 17 de
diciembre de 1828). Abandonó la habitación cuando sus relevamiento de campo eran analizados o
cuando conocía personalmente a los propietarios (AHGyC-L1, 7 de enero de 1825, 17 de febrero
de 1826, 21 de febrero de 1826, 23 de enero de 1828).
88 Mensurar la tierra, controlar el territorio
personas autorizadas para ejercer esta profesión fue publicada en diarios privados
y públicos, probablemente con el in de evitar el ejercicio ilegal de la profesión.83
Las complejas relaciones entre los agrimensores y la administración topo-
gráica sufrió cambios signiicativos entre el “primer periodo” (1824-1834) y el
segundo (desde 1857 en adelante). Gradualmente la profesión de agrimensor se
fue deiniendo84 y la dependencia hacia el DT aumentó en cuanto a ciertas tareas.
Antes de la década de 1850, el estatus de agrimensor público no se encontraba
claramente establecido, incluso para los miembros del DT, quienes decidieron
consultar al gobierno en 1828 para aclarar si estos hombres eran o no funcionarios
públicos.85 La semejanza entre las tareas realizadas por agrimensores y emplea-
dos del DT, así como la cercanía personal durante su formación, contribuyeron
a reforzar tal indeterminación. Era corriente que un agrimensor dejara su trabajo
para unirse al DT e inversamente que empleados del DT se hicieran agrimensores
(ver ejemplos en la Tabla 2, para algunos miembros importantes).86 Además de
los presidentes del primer periodo del DT, los empleados de mayor rango solían
tados, etc.) y del tiempo necesario para su relevamiento, dependiendo de la distancia de la ciudad
(1 peso más por legua cuando el campo se encontraba a más de 15 leguas de Buenos Aires). El
pago era realizado por los propietarios, quienes debían compensar los gastos del transporte y el
alojamiento del agrimensor y sus asistentes, y llevar personal que ayudara con las mediciones del
campo (computar distancias, llevar mojones, sostener banderillas para la medición). La ijación
de un precio oicial por cada tarea era una forma de limitar el riesgo de negociaciones no oiciales
entre el agrimensor y el terrateniente.
83 Lista de los agrimensores públicos en el Registro Oicial (AHGyC-L1, 25 de febrero de 1825). Los
nombres de los agrimensores públicos eran publicados en la Gaceta Mercantil, de manera que “el
publico tenga el mejor conocimiento de los agrimensores habilitados para ejercer mensuras con
valor judicial” (6 de mayo de 1825).
84 D’AGOSTINO, Valeria A. “Los orígenes de…”, cit.
85 La respuesta del gobierno es desconocida, pero la opinión del DT era que ellos eran en realidad
empleados públicos. No está claro si esta posición se determinó de acuerdo a consideraciones
legales o por objetivos estratégicos de administración: los empleados públicos estaban exentos
del servicio militar (AHGyC-L1, 23 de enero de 1828). En una carta del 22 de marzo de 1825,
el secretario del Ministerio de Gobierno relaciona a los agrimensores como “personas públicas”,
Instrucciones Generales para…, cit.
86 Miembros menos conocidos del DT también eran agrimensores antes de unirse a la oicina o se
convirtieron en agrimensores cuando la dejaron. Los casos identiicados en las actas de sesiones
son presentadas a continuación. “AG” signiica “Agrimensor”, y los años corresponden a un do-
cumento donde la función es mencionada, pero no siempre se corresponde exactamente al año en
que la persona ocupó este empleo: Martiniano Chilavert, oicial 2° 1825, registrado como AG en
Uruguay 1833-1835; Oyuela Calixto, delineador 1827, secretario interino 1828, AG 1828; Luis
Esperon, delineador 1827, escribiente 1828, pasó el exámen de AG en 1828; Fortunato Lemoine,
oicial 2° 1825, AG 1828; Justiniano Lynch, oicial delineador 1853, AG 1856; Antonio Malaver,
delineador 1853, AG 1853; Juan S. Fernández, delineador 1853, AG 1853, ingeniero 3° 1857; Ju-
lio Jardel, oicial 2° 1857, AG 1860; Avelino Fernández, AG 1856, ingeniero cuarto 1857; Felipe
José de Arana, delineador 1860, AG 1860 (las ocurrencias de trabajo en Uruguay fueron relevadas
en el Archivo Gráico del Ministerio de Transporte y Obras Públicas de Montevideo).
Inventando un nuevo saber estatal 91
con los agrimensores, que generaron tensiones. En 1858 una gran controversia es-
talló en el DT, que consultó con el gobierno para saber si podían “prescribirles” a
los agrimensores lo que debían realizar en el terreno, lo que era resistido por varios
miembros de la oicina. El secretario lamentó que el DT no haya “reglamentado
sus relaciones con los agrimensores,” dado que las antiguas normativas eran “en
estremo deicientes”. El gobierno argumentaba que los agrimensores debían seguir
estrictamente las instrucciones del DT. Las instrucciones de 1861, orientadas fuer-
temente a mayores y más estrictos controles de las actividades de los agrimenso-
res, conirmaban la victoria de la postura del secretario: en un total de 68 artículos,
21 deinían la relación entre el DT y los agrimensores.92 No es sorprendente que
esta controversia haya opuesto a los ingenieros más jóvenes del DT con aquellos
de la generación del inspector Felipe Senillosa, fallecido tres meses antes. Éste,
anterior presidente de la oicina, había sido el heredero del periodo de la década
de 1830, cuando las relaciones entre agrimensores y DT eran señadas más por la
cooperación que por la ejecución. En una carta póstuma leída durante el debate,
Senillosa defendía la idea de que el DT sólo podía controlar a los agrimensores
en los aspectos técnicos (parte facultativa), pero no podía inluir en su “juicio”.93
En 1858, y en relación con esta controversia, el agrimensor Don José María
Romero se quejó al gobierno acerca de la “arbitrariedad” de las acciones toma-
das por el DT en su contra.94 En 1859 otra controversia, esta vez involucrando al
agrimensor Jaime Arrufo, terminó con el deseo expresado por el Departamento
de ser más estrictos con los “agrimensores”.95 En este proceso de mayor control
de los agrimensores, pudo haber impactado la voluntad de miembros del DT de
emanciparse de la tutela del gobierno. En junio de 1857, el presidente del DT Sa-
turnino Salas contradijo al inspector Felipe Senillosa, el cual quería presentar al
gobierno “instrucciones” para agrimensores actualizadas: Salas consideraba que
el DT podía actuar por su cuenta en este asunto y que no era necesario referir de
ello al gobierno.96 Uno de sus argumentos era que el DT había adquirido a través
92 Estas instrucciones retoman los artículos de las instrucciones anteriores, que deinen las relaciones
entre la DT y los agrimensores (habilitación de los agrimensores por parte del DT, obligación de
adquirir información acerca de un terreno en los archivos del DT antes de medirlo, etc.), pero
los hacen más precisos y detallados, con el in de reducir la posibilidad de interpretación subje-
tiva de situaciones problemáticas. Formalizan prácticas previamente aceptadas (por ejemplo, la
obligación de enviar un duplicado de todas las mensuras al DT). Fundamentalmente, procuraron
proporcionar un marco para resolver las controversias entre la administración y los agrimensores
(artículos 61 a 65), Instrucciones generales para…, cit.
93 AHGyC-L2, 7 de julio de 1858.
94 AHGyC-L2, 2 de julio de 1858, 6 de junio de 1857.
95 “Para no crear precedentes” (AHGyC-L2, 28 de enero de 1859).
96 “El Señor presidente manifesto que las instrucciones del año 25 adicionadas por acuerdos pos-
teriores habian sido corregidas por el Departamento segun se lo habia indicado la practica ser
necesario; y que no veia la necesidad de someterlas al Gobierno desde que el Departamento estaba
Inventando un nuevo saber estatal 93
facultado por los decretos de su institucion para instruir a los agrimensores en el desempeño de sus
funciones facultativas” (AHGyC-L1, 2 de junio de 1857, subrayado en el original.)
97 Catálogo General de Mensuras de la Provincia de Buenos Aires, 1824-1944, Ministerio de Obras
Públicas de la Provincia de Buenos Aires, Archivo de la Dirección de Geodesia, Catastro y Tierras,
Taller de Impresiones Oiciales, La Plata, 1945.
94 Mensurar la tierra, controlar el territorio
nes se llevaban a cabo en el terreno).98 Por otro lado, Ibáñez, el actual inspector, y
otros miembros, creían que el DT tenía a menudo un “pleno conocimiento de los
hechos” y “conoc[ía] las localidades de un modo perfecto”. Este nuevo conoci-
miento archivístico, recientemente legitimado por la acumualción de planos desde
la década de 1820, les permitía airmar que el DT poseía una mayor autoridad y
debía guiar a los agrimensores en el terreno. Obviamente, esta segunda opción se
impuso en la década de 1860, con profundas consecuencias para el reordenamien-
to de los vínculos entre la administración topográica y los agrimensores.
Para concluir esta sección, podemos decir que la evolución de la deinición
del agrimensor por parte de la administración topográica fue paradójica. Si bien
el agrimensor poseía un estatus indeinido en la década de 1820 y 1830, claramen-
te fue deinido como un empleado no público luego de 1857. No obstante, este
proceso de distanciamiento implicó una fuerte dependencia de estos profesionales
con la administración.
Observaciones inales
En un ensayo de 2008, Jeremy Black señala dos puntos importantes en cuanto a
las relaciones entre el mapeo y la construcción del Estado en la Europa moderna,
que nos permiten poner en relieve las innovaciones involucradas en la creación
de la administración catastral de parte del territorio bonaerense en el siglo XIX.
Primero, advierte sobre los riesgos de excesivos paralelismos entre construcción
del Estado y progreso de la cartografía. En segundo lugar, él insiste en que la cre-
ciente demanda de precisión en las mediciones, fue más una respuesta a demandas
sociales que el resultado de iniciativas administrativas internas. ¿Qué había en
las actividades del Departamento Topográico entre 1820 y 1870 que proveía al
Estado con herramientas decisivas para la consolidación de su poder? En efecto,
el progreso espacial de la cartografía (el catastro cubría 108,900 km² en 1833 y
181,500 km² en 1864)99 no siempre fue acompañado por cambios fundamentales
en la precisión y en los métodos topográicos. Por lo tanto, el punto clave para la
administración fue su capacidad de archivar la información territorial: el DT no
mapeaba de forma directa las propiedades rurales pero reunía los mapas elabo-
rados por los agrimensores y determinaba su posición dentro del territorio. Esta
98 Sus cartas insisten en que sólo el DT puede “orientar” a los agrimensores “relativamente a los
procederes cientiicos, pero que en nada puede afectar ni coartar el juicio del Agrimensor respecto
a las operaciones de ubicacion”. Considerando la falta de datos del Departamento, no se podía
“prescribir a priori lo que ha de hacerse en una mensura.” Por el contrario, el DT podía poner en
peligro su autoridad porque “no debia comprometer nunca su juicio deinitivo” (AHGyC-L2, 7 de
julio de 1858).
99 Datos calculados utilizando un Sistema de Información Geográica. Por supuesto, una cosa es el
catastro y otra la ocupación real y productiva de los terrenos ya mensurados.
Inventando un nuevo saber estatal 95
100 “This usage of cartography is very much linked with the modern intellectual tendency to present
cartography in terms of power, which also raises the question of how far cartography was an aspect
of modernity, or, as a related issue, how far maps recorded and relected processes that are to be
seen as modernization”. BLACK, J. “Government, State, and Cartography: Mapping, Power, and
Politics in Europe, 1650-1800”, en Cartographica, 43/2, 2008, pp. 95-105.
101 “As a consequence, measurement competed with memory, as arbiters of reality. Charged with
simplifying, codifying, and mapping the land, surveyors confronted the very thing their stable
images were designed to erase: a landscape of overlapping jurisdictions and use-rights, of opaque
tenure systems and illegible property regimes, of ambiguous borders and shifting place names, and
of villagers with their own conceptions of territory and history. […] This dissertation follows the
contested and dialectical process by which these fugitive landscapes were deined, codiied and
naturalized –in a word, ixed– by military mappers, land surveyors, and metropolitan cartogra-
phers in negotiation and struggle with the villagers and landowners they encountered in the ield”.
CRAIB, R.B. State Fixations, Fugitive Landscapes: Mapping, Surveying and the Spatial Creation
of Modern Mexico, 1850-1930, Yale University Press, New Haven, 2001; “Cartography and Power
in the Conquest and Creation of New Spain”, en Latin American Research Review, 35/1, 2000, pp.
7-36.
96 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Pierre Gautreau
Joël Boulier
Jean-François Cuénot1
Introducción
I
ntentamos en este artículo analizar la relación entre la formación de catastros
de tierras y la construcción del Estado en el área platina durante el siglo XIX.
Algunas de las hipótesis formuladas en el precedente artículo de este libro, con
base en fuentes textuales, serán aquí evaluadas a partir de otras fuentes, principal-
mente cartográicas. El objetivo general de esta investigación es entender en qué
medida la formación de administraciones encargadas del control de la tenencia de
la tierra y de su mensura en la provincia de Buenos Aires y en Uruguay respec-
tivamente a partir de 1824 y 1831 (Comisiones y Departamentos Topográicos),
contribuyó a la construcción de los nuevos Estados independientes. Más especí-
icamente, nos interesamos en los procesos de elaboración de un nuevo “saber
territorial” del Estado en el Río de la Plata, y sus características. Los principales
cambios introducidos en este saber por la creación de administraciones topográi-
cas después de las independencias son: la necesidad de un conocimiento exhausti-
vo de la tenencia de la tierra en el espacio que controla el Estado; el aumento de la
“resolución espacial” de este conocimiento mediante el uso sistemático de mensu-
ras de gran escala;2 el asentamiento de un monopolio estatal del saber cartográico
en gran escala, gracias a un estricto control de los profesionales encargados de la
mensura de las tierras, los agrimensores. Al estar vinculado en los casos uruguayo
y bonaerense a objetivos en parte iscales, podemos cualiicar este proceso de “ac-
tividad catastral” del territorio.
1 Pierre Gautreau y Jean-François Cuénot son miembros del Laboratorio PRODIG-UMR 8586, Joël
Boulier del Laboratorio Géographie Cités-UMR 8431. Ambos laboratorios son unidades mixtas
dependientes de la Universidad Paris 1 Panthéon-Sorbonne y del CNRS. Los autores agradecen los
comentarios de María Fernanda Barcos al manuscrito inicial.
2 Cuanto mayor es la resolución espacial de un mapa, mayor es la cantidad de detalles del espacio
que se pueden mapear. Los mapas de alta resolución espacial son mapas “de gran escala” (por
ejemplo, 1/1.000, 1/10.000). Los mapas de “pequeña escala” (1/100.000, 1/1.000.000) tienen una
resolución espacial menor.
98 Mensurar la tierra, controlar el territorio
rial estatal. El primero es el del archivado de los planos de mensura, que supuso
la formación de un acervo sobre la geometría de los terrenos y su tenencia. Se
puede airmar que el archivado constituye una competencia administrativa mucho
más compleja y decisiva para el Estado, que la capacidad extensiva de mapeo del
territorio o la mejora de la precisión de las mensuras, ya que supone tanto lograr
ordenar el saber territorial ya adquirido (los planos de mensura y las relaciones
entre ellos) como poner al día este saber. Dominar estas dimensiones del archivado
es fundamental para la legitimidad que busca el Estado en el control de la tenencia
de la tierra, ya que de ellas dependen las formalidades para tratar de forma iguali-
taria los pedidos de los ciudadanos: la memoria de los antecedentes de tenencia de
un terreno, y el conocimiento actualizado del contexto espacial en el que se ubica.
Centrarse en el tema del archivado supone dejar en segundo plano el simple estu-
dio del aumento cuantitativo de la supericie mapeada por los catastros, lo cual es
un indicador muy limitado de la capacidad estatal para conocer el territorio.
El segundo tema clave es, a nuestro entender, el de la relación entre las ad-
ministraciones topográicas y los agrimensores. Si aceptamos la premisa que la
creación de administraciones “catastrales” presuponía una ambición de monopolio
del saber territorial por parte de los estados de la región, debemos investigar cómo
estas administraciones manejaron su relación con los agrimensores, es decir, con
operarios privados con los cuales compartían este saber territorial, ya que ellos
eran quienes mapeaban los terrenos y no la administración misma. Fue comentada
en el artículo anterior la inversión de la relación entre agrimensores y administra-
ción topográica entre 1824 y la década de 1860, en la provincia de Buenos Ai-
res. Al comienzo, la administración se encontraba en una relación de dependencia
respecto a agrimensores con un muy buen conocimiento de los territorios locales,
cuando ella sólo poseía algunos planos esparcidos en la Provincia. Con el pasar
de los años, aquélla fue adquiriendo una memoria archivística del conjunto de los
terrenos de la Provincia, que le permitió romper esta relación de dependencia con
los agrimensores, e incluso revertirla: a partir de la segunda mitad del siglo XIX, la
administración conoce generalmente mejor que el agrimensor mismo el contexto
del territorio que aquél va a mapear.
Nuestro propósito en este texto es aportar nuevos elementos sobre las lógicas
de archivado y sobre la relación entre administraciones topográicas y agrimenso-
res, esta vez con base en documentos cartográicos: conjuntos de planos de men-
sura de los repositorios de La Plata y de Montevideo,6 listados de planos de estos
repositorios, y hojas catastrales de la provincia de Buenos Aires (Registros Grái-
7 El principal obstáculo para la constitución de estos mapas es la diicultad de conseguir una in-
Catastro, construcción del Estado 101
estudio pionero del equipo formado en torno a Lucía Sala para Uruguay,8 la mayor
parte de las investigaciones que recurrieron a fuentes de mensura para mapear la
tenencia de la tierra, lo hicieron en una perspectiva de microhistoria, a escala de
uno o de algunos partidos en el caso de la provincia de Buenos Aires.9 Se utilizan
también dichas fuentes para un seguimiento de cambios ambientales o en el uso
de la tierra.10 Aquí proponemos un uso muy diferente de estas fuentes, tendiente a
caracterizar el accionar de agrimensores y administraciones topográicas: intenta-
remos utilizarlas con el in de poner en evidencia métodos de trabajo y procesos de
construcción de prácticas administrativas. También intentaremos razonar a escala
regional, priorizando el Uruguay y la provincia de Buenos Aires como territorios
de referencia, en vez de razonar microhistóricamente a escala de partidos o peque-
ños territorios, para captar la acción de administraciones que pretendían actuar a
formación exhaustiva sobre tenencia y formas de las propiedades en un año dado, es la misma
diicultad con la cual fueron confrontadas las administraciones topográicas. Por una síntesis de
los problemas metodológicos en la reconstitución de mapas de tenencia de la tierra en base a este
material, ver los anexos de: BANZATO, Guillermo Ocupación y acceso a la propiedad legal dela
tierra en la región nordeste del Río Salado: Chascomús, Ranchos y Monte, 1780-1880, Tesis de
Doctorado, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La
Plata, 2002, p. 453.
8 Este equipo reconstituyó la tenencia de la tierra a escala del territorio actual del Uruguay para
cuatro periodos anteriores a la Independencia. Utilizó para ello planos de mensura, pero sobre
todo descricpiones textuales de los límites de las propiedades. SALA DE TOURON, Lucía et al.
Evolución económica de la Banda Oriental, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1958, p. 302.
Los estudios a escala Provincial para la provincia de Buenos Aires no conllevan una reconstitución
cartográica precisa de la tenencia. VALENCIA, Marta Tierras públicas, tierras privadas. Buenos
Aires, 1852-1878, Universidad Nacional de La Plata/Archivo Histórico de la Provincia de Buenos
Aires, La Plata, 2005; INFESTA, María Elena La Pampa Criolla. Usufructo y apropiación de
tierras públicas en Buenos Aires, 1820-1850, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires,
La Plata, 2003.
9 Algunos ejemplos de estas investigaciones: BARCOS, María Fernanda Economía, sociedad y
política en el ejido de la Guardia de Luján (Mercedes), 1810-1870, Tesis de doctorado, Universi-
dad Nacional de La Plata, 2010; GARAVAGLIA, Juan Carlos San Antonio de Areco 1680-1880.
Un pueblo de campaña, del antiguo régimen a la “modernidad” argentina, Prohistoria, Rosario,
2010; D’AGOSTINO, Valeria “La tierra pública en el sudeste bonaerense. Los partidos de Are-
nales y Ayacucho 1850-1880”, en Mundo Agrario, 6 (11) julio-diciembre 2005, artículo en línea;
LANTERI, Sol “Estado, tierra y poblamiento en la campaña sur de Buenos Aires durante la época
de Rosas. La frontera del arroyo Azul”, en Anuario de Estudios Americanos, 2 (62), 2005, pp.
251-283; BANZATO, Guillermo Ocupación y acceso…, cit.; CANEDO, Mariana Propietarios,
ocupantes y pobladores. San Nicolás de los Arroyos, 1600-1860, Mar del Plata, UNMdP/GIH-
RR, 2000; MASCIOLI, Alejandra Productores y propietarios de la frontera bonaerense. Dolores,
1798-1860, Tesis de maestría, Universidad Internacional de Andalucía, Sede Iberoamericana San-
ta María de la Rábida, 1999.
10 Ver, por ejemplo, el análisis de cambios espaciales de los bosques uruguayos en: GAUTREAU,
Pierre “Rethinking the dynamics of woody vegetation in Uruguayan campos, 1800-2000”, en Jo-
urnal of Historical Geography, 36, 2010, pp. 194–204.
102 Mensurar la tierra, controlar el territorio
estas escalas. Estas dos opciones –tomar la fuente cartográica como signo de una
práctica estatal y razonar a escala regional– vuelven difícil y en gran parte iluso-
rio intentar medir la distancia entre el conocimiento cartográico del territorio y
la “realidad” social y económica de éste. No analizaremos por ende la evolución
del saber territorial de los dos estados estudiados en términos de adecuación entre
saber cartográico y “realidad”, pero sí a partir de las nociones ya evocadas de
archivado y repartición social del saber cartográico, auto-referidas al accionar
administrativo.
Las diferencias entre los corpus de fuentes que permiten reconstituir los pro-
cesos de construcción de un catastro en Uruguay y en la provincia de Buenos
Aires radican sobre todo en la diversidad documental. Para Uruguay, sólo dispo-
nemos de los planos de mensura individuales, pero se perdieron en su mayoría los
documentos internos de la Comisión Topográica uruguaya,11 cuando existe gran
cantidad de datos para Buenos Aires, lo que permite una mejor contextualización
de la producción de planos.12 Estos últimos (Figura 1) fueron estudiados en los dos
repositorios principales ya citados del Archivo Histórico de Geodesia y Catastro
en La Plata (Argentina), y del Archivo Topográico del Ministerio de Transporte
y Obras Públicas de Montevideo.13 Representan uno o varios terrenos medidos
por un agrimensor y están acompañados por lo general de un “diario de mensura”
que detalla el proceder del agrimensor a campo.14 Las diferencias medioambien-
tales entre Uruguay y Buenos Aires determinan un potencial diferente de análisis
espacial de estos planos. El paisaje uruguayo, dominado por colinas y con un
encajonamiento marcado de la red hidrográica, presenta muchos más elementos
estables entre el siglo XIX y XXI (mojones paisajísticos como conluencias de
cursos de agua, divisorias entre cuencas, etc.). Esto permite, en el caso uruguayo,
“georeferenciar” los planos del siglo XIX, por ejemplo sobre imágenes satelitales
15 Esta operación consiste en deformar geométricamente el documento histórico para adaptarlo a una
proyección actual. Esto permite superponerlo con el territorio actual, y efectuar comparaciones
con éste. La operación se realiza con programas llamados “Sistemas de Información Geográica”.
16 De estos, sólo están completamente legibles los de 1830, 1833 y 1864, por estar en parte degrada-
do físicamente el papel. Existen registros posteriores a escalas más inas. El registro de 1830 tiene
una escala de 1/421.500, el de 1833 de 1/351.250 (1 cm = 3.5125 km).
17 El catálogo bonaerense fue realizado en 1944 (MINISTERIO DE OBRAS PÚBLICAS DE LA
PROVINCIA DE BUENOS AIRES Catálogo General de Mensuras de la Provincia de Buenos
Aires, 1824-1944, Archivo de la Dirección de Geodesia, Catastro y Tierras, Taller de Impresiones
Oiciales, La Plata, 1945); el uruguayo corresponde a un listado interno al ministerio, digitalizado
hasta 1870 incluido. Nos referimos a ambos documentos en el texto como Cat. PBA-AHCyG y
Cat. MTOP.
104 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 1
Ejemplos de planos de mensura
Plano de 1832 por el agrimensor Francisco Poinsignon (arriba)
y de 1860 por Juan Brilli (abajo)
Fuente: MTOP, plano núm. 107311; AHGyC, duplicado de mensura núm. 218, partido de
Chascomús.
106 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 3
Registros Gráicos de la provincia de Buenos Aires
de 1864 (izq) y 1830 (der)
Catastro, construcción del Estado 107
Fuente: edición original del Registro de 1864; Copia en tela del Registro de 1830, AHGyC.
Los límites administrativos actuales se superponen con un color rojo en el registro de 1830
(INDEC 2007).
108 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 2
Detalle de la georreferenciación de un plano de agrimensura uruguayo
Fuente: MTOP, plano núm. 52882; imagen satelital Landsat 7 TM+, resolución espacial
15m, mayo 2000 [en línea] http://glovis.usgs.gov. Los cursos de agua de mayor tamaño
están cubiertos de bosques galería y aparecen en verde.
Implicancias de la estandarización de los procesos de mensura
y clasiicación de planos
Catastro, construcción del Estado 109
Figura 4
Evidencias de uso de la plancheta en un plano de mensura uruguayo
de 1847, e ilustración del método en un manual de topografía de 1899
Fuente: MTOP, plano núm. 102662, (las lechas indican los probables sitios desde donde
el agrimensor tiró las visuales para trazar el plano). Viñetas del Tratado de Agrimensura
teórico práctico y legal según textos oiciales por Carlos de Chapeaurouge, ingeniero, Juan
Schürer-Stolle Editor, Buenos Aires, 1899, pp. 90-94. Las viñetas ilustran de izquierda a
derecha: la plancheta sobre su trípode; el uso de la plancheta para dibujar los costados de un
terreno recorriendo sus límites a pie o a caballo; el uso de la plancheta para localizar puntos
del terreno sin necesidad de recorrerlo enteramente, a partir de sitios de referencia (A y B):
los puntos se dibujan en el plano por recortamiento de visuales (líneas punteadas).
Catastro, construcción del Estado 111
Figura 5
Ilustración del estilo gráico de cuatro agrimensores:
Raimundo Prat, José María Manso, Juan Christison, Francisco Poinsignon
112 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Fuente: duplicado 22 del partido de Bragado, duplicado 1 del partido Esteban Echevarría
(AHGyC), plano núm. 91460 (MTOP). El plano de Poinsigno pertenece al legajo 321, caja
151, del Archivo de Escribanía y Gobierno del Archivo General de la Nación, Montevideo.
Catastro, construcción del Estado 113
26 Artículo 13 de las Instrucciones para agrimensores de 1825, sobre la forma de redactar las diligen-
cias.
27 Adición de 1839 a las instrucciones de 1825, artículo 5.
28 Libros 1 y 2 de mensuras antiguas, AHGyC.
29 La extracción de mensuras (breve reseña del procedimiento y reproducción del plano) parece
haberse prolongado hasta los años 1832-1833 (Figura 17). Después de esta fecha, el Departamento
Topográico parece haberse limitado a conservar el duplicado del expediente de mensura, sin “ex-
tractar” la información en un registro particular.
Catastro, construcción del Estado 115
30 Como ya lo evocamos, las características del ambiente pampeano bonaerense, muy diferentes al
de los campos uruguayos, diicultan la localización de planos antiguos sobre la trama actual de
paisaje.
31 Los datos están agregados al nivel de los partidos bonaerenses de 1944 (fecha de edición del
catálogo de 1944), y al nivel de los departamentos uruguayos actuales (lógica de clasiicación del
listado actual del MTOP).
32 Para cada periodo de cuatro años, se calcula qué porcentaje del total de planos del “país” (Uruguay
y provincia de Buenos Aires) fue realizado en cada unidad territorial (partido o departamento).
Este cálculo permite observar periodos en que el proceso de actividad catastral es fuertemente
concentrado (cuando la mayor parte de los planos realizados en un país fueron hechos en pocas
unidades territoriales), o al contrario poco concentrado (cuando el total de planos está repartido de
forma homogénea entre las diferentes unidades territoriales).
33 Es una consecuencia directa de la peculiar naturaleza de los catastros rioplatenses y de su “depen-
dencia informativa”.
116 Mensurar la tierra, controlar el territorio
inestabilidad de los territorios del este. La Figura 10 resume con un solo mapa
estos patrones espaciales y temporales diferenciados.
El Uruguay y Buenos Aires se diferencian en cuanto a patrones espaciales por
la notable concentración del proceso en Uruguay: allí, es frecuente que un depar-
tamento concentre más del 10% de la actividad de mapeo (suroeste y centro-oeste
entre 1832 y 1835 por ejemplo), mientras que en Buenos Aires, son contados los
casos en que un partido concentra más del 5% de la actividad, lo que da cuenta
de un proceso de actividad catastral más repartido en el espacio en este caso.34 De
estas iguras (8 y 9) se desprende que en 1870, la administración posee un cono-
cimiento mucho más exhaustivo de la provincia de Buenos Aires que la que tiene
el estado Uruguayo de su territorio, donde gran parte del este y centro del país pa-
recen haber “escapado” a la mensura.35 El contraste entre ambos países debió ser
aun mayor, ya que parece altamente probable que numerosos terrenos bonaerenses
fueron re-mensurados en ocasión de cambios de legislación sobre tierras públicas,
y en particular el comienzo de las ventas. La densidad de planos por unidad terri-
torial –y por consecuencia la calidad del conocimiento estatal– sería en este caso
mucho mayor en la Provincia.
Los documentos que brindan la información más valiosa sobre los alcances y
limitantes del saber territorial del Estado son los registros gráicos ya presentados,
disponibles únicamente para la provincia de Buenos Aires.36 Publicados con inter-
valos de varios años, constituyen “fotografías” que sintetizan tanto la extensión
del saber territorial del Estado (la supericie total mapeada), como el alcance de su
actualización. La Figura 11 presenta un análisis del Registro de 1833 (el segundo
realizado después de 1830), estableciendo una tipología de los terrenos inclui-
34 El modo de agregación estadística de los datos puede crear un sesgo en los resultados mapeados
en la Figura 9. Los departamentos uruguayos tienen una supericie promedio mayor a la de los
partidos bonaerenses, lo que probablemente potencie la impresión de concentración espacial de la
actividad de mensura (una actividad de mensura desarrollada sobre una supericie equivalente a la
de 4 partidos bonaerenses puede estar registrada en un solo departamento uruguayo).
35 Parecen obvias las razones políticas y geopolíticas de dicha sub-representación del este uruguayo:
son tierras de fronteras con el Imperio brasileño mal controladas por el Estado, y donde la autori-
dad montevideana encontró hasta ines del siglo XIX fuertes resistencias para su establecimiento.
Las tensiones y los conlictos posteriores a 1851 impactaron negativamente en el mapeo y registro
de propiedades. La Figura 7 muestra que salvo entre 1866 y 1869, la cantidad anual de planos
registrados para Uruguay no pasa de 50 para todo el país.
36 Sospechamos su existencia para Uruguay, ya que José María Reyes los cita en su mapa (Al Exce-
lentísimo Señor Brigadier Don Manuel Oribe, Presidente de la República Oriental del Uruguay,
dedica esta carta topográica de ella el Coronel de Ingenieros José María Reyes, Litografía de las
Artes de Luis Aldao, Buenos Aires). No se indica fecha, pero el mapa debe ser anterior a 1851,
pero no fue aun posible dar con ellos en los archivos. El dibujo del registro gráico bonaerense
insumía un trabajo importante, exigiendo la dedicación permanente de una persona en los años
1830-1832.
Catastro, construcción del Estado 117
37 Este número es el que permitía al Departamento Topográico establecer un nexo con sus listados
textuales (en el caso del Registro de 1833, se trata de tres libros de extractos de planos realizados
entre 1824 y 1828).
118 Mensurar la tierra, controlar el territorio
38 Parece haber sido el caso en los suburbios de Buenos Aires y en torno al pueblo de Luján (agrade-
cemos a Fernanda Barcos, Valeria Ciliberto y Mariana Canedo por sus comentarios al respecto de
este tema).
39 La misma formulación de esta circular sugiere que el Gobierno temía diicultades para obtener el
envío de títulos al Departamento Topográico: “La Comisión Topográica a los Señores Propie-
tarios. Cuando la comision topográica que suscribe va á hacer de la campaña el teatro principal
de sus operaciones, y cuando necesita para proceder á ellas de una ligera cooperacion de parte
de los propietarios, que poseen las diferentes suertes de chacras y estancias en que está dividida;
nada ha creido mas justo que manifestarles todo el interes que ellos tienen en esas operaciones,
y la completa seguridad en que deben estar de que no va á resultarles la menor alteracion en sus
posesiones, ni costo ó perjuicio alguno en ningun sentido […]. ¿Cual ha sido hasta aquí el estado
de las propiedades territoriales de la campaña? El de una constante incertidumbre […]. Estos
males son gravísimos […], debian al cabo llamar la atencion del gobierno, que siendo el único
capaz de disponer de todos los medios conducentes á remediarlos, se halla contraido al gran deber
de proteger las propiedades, y de favorecer la industria. […] ¡cuan diferente será el estado de las
propiedades territoriales de la campaña! Su antigua incertidumbre se verá convertida en seguridad:
las desazones y pleitos en paz y armonía…”. Primera Circular de la Comisión Topográica, 1824,
Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, Departamento Topográico, legajo 1,
49-2-1-20.
Catastro, construcción del Estado 119
Figura 6
Extracto de una mensura del 2 de febrero de 1825, por el agrimensor
Marcos Chiclana, en la desembocadura del río Salado
(provincia de Buenos Aires)
Figura 7
Cantidad anual de planos de mensura registrados en los repositorios de
Geodesia (provincia de Buenos Aires) y Ministerio de Transporte y Obras
Públicas (Uruguay)
350
Uruguay
300 Provincia de Buenos Aires
250
200
150
100
50
0
1825 1827 1829 1831 1833 1835 1837 1839 1841 1843 1845 1847 1849 1851 1853 1855 1857 1859 1861 1863 1865 1867 1869
120 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 8
Espacio cubierto por las mensuras de terrenos particulares
en Uruguay (1842)
Figura 9
Patrones de actividad catastral
122 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 10
Tipología de unidades territoriales con base en la cantidad de planos
realizados en ellas por periodo de cuatro años
(trayectorias temporales de unidades territoriales)
Figura 11
Incertidumbres informativas sobre forma, tenencia y clasiicación de
terrenos en el Registro Gráico de 1833
Figura 12a
Ajuste cartográico entre el Registro Gráico de 1864 y el de 1833
(estimación de imprecisión del Registro de 1833)
Figura 12b
Ajuste cartográico entre el Registro Gráico de 1864 y el de 1833
(estimación de imprecisión del Registro de 1833)
126 Mensurar la tierra, controlar el territorio
40 Todos los “objetos topográicos”, especialmente los ríos, arroyos, cañadas y lagunas permanentes
“deben ser nombrados”. Si no tiene “nombre propio en el lugar”, el agrimensor le debe dar un
nombre con anuencia del interesado (adición de 1839 a las Instrucciones para agrimensores de
1825). Las instrucciones de 1861 conservan esta obligación en su artículo 44.
41 Al Excelentísimo Señor…, cit. No se indica fecha, pero el mapa debe ser anterior a 1851.
Catastro, construcción del Estado 127
Figura 14
Evolución de la riqueza informativa y de la precisión de los mapas
topográicos antes (1822) y después (1829) de la fundación de la Comisión
Topográica bonaerense
Catastro, construcción del Estado 129
Fuente: Carta esférica de la Provincia de Buenos Ayres y Pampas del Sud hasta el es
tablecimiento del Rio Negro en la Costa Patagonica, construida, corregida y aumentada
con nuebas obserbaciones y descubrimientos hechos ultimamente en el interior del Sud en
comision conferida al Sr Cl Dn Pedro Andrés Garcia, por el Oicial Ingeniero Don Jose
Maria de los Reye, quien le dedica a dicho señor como amante de las Ciencias y de su
prosperidad (1822); Carta Geográica de la Provincia de Buenos Ayres, redactada según la
Proyeccion de Mercator por los datos que existen en el Departamento Topográico proce-
dentes de las mensuras practicadas desde los márgenes del rio de la Plata y Parana hasta
las sierras de Tandil y Tapalquen. El viaje a salinas es sacado del plano original de oicial
de marina Don Pablo Zisur las bahias Blanca y de todos los Santos lo han sido también por
los reconocimientos que practicaron lo comisionados del Gobierno en los año 1822 y 1823
(irmado Arenales/P. Benoit/1829), AHGyC.
130 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 13
Nexo entre la repartición y abundancia de los planos de mensura registrados
entre 1831 y 1841 por la Comisión Topográica y el mapa topográico
de José María Reyes (circa 1840-1845)
Fuente: planos de mensura georreferenciados del Archivo Topográico del MTOP; Mapa
de José María Reyes georreferenciado (Al Excelentísimo Señor…, cit.). Las lechas indican
zonas de baja densidad informativa, las cuales parecen estar directamente ligadas a una
escasez de planos de mensura.
Catastro, construcción del Estado 131
43 Son varios los casos en que un terreno es medido por dos agrimensores juntos.
132 Mensurar la tierra, controlar el territorio
fue lejos de ser clara, al menos para la situación bonaerense, debido a los intensos
lazos personales, y a la existencia de varios individuos que ejercieron sucesiva-
mente dentro y fuera de la institución. Los resultados presentados en los párrafos
siguientes deberán entonces ser matizados a la luz de esta relativa interpenetración
entre administración y cuerpo de agrimensores. Esto no le quita a nuestro entender
validez a un análisis global del periodo de estudio basado en una distinción de
estos dos grandes actores de la actividad catastral.
Presentamos en estos párrafos análisis exploratorios basados en los listados de
planos de los repositorios montevideano y bonaerense.44 Los análisis se realizan
a escala de los dos territorios juntos o por separado. Serán necesarios en el futuro
análisis a escalas más inas de partidos o departamento, y ya fue indicada previa-
mente la limitación de estas fuentes, que no permiten computar las supericies
mensuradas, sino sólo la cantidad de planos.
excluyen del conteo los años donde el agrimensor no realizó planos). Tiempo de-
dicado al 75% de los planos: representa en porcentaje el total de años que fueron
necesarios al agrimensor para realizar más del 75% de todos los planos que realizó
en su vida. Cuanto más alto el porcentaje, más alta es la concentración temporal
de la carrera del agrimensor (realizó la mayor parte de sus planos en poco tiem-
po). Cuanto más bajo el porcentaje, menor es la concentración temporal de la
carrera del agrimensor, ya que mejor repartido fue la intensidad de trabajo durante
sus años de ejercicio. Porcentaje de planos del año más trabajado: representa en
porcentajes la cantidad de planos realizados durante el año en que el agrimensor
realizó la mayor cantidad de planos en su carrera. Cuanto más alto el porcentaje,
más concentrada temporalmente fue la carrera del agrimensor.
- Variables espaciales. Unidades territoriales visitadas: cantidad de unidades terri-
toriales con registro de mapeo por el agrimensor. Promedio de planos por unidad
territorial: división del total de planos realizados por el agrimensor entre 1824 y
1870 por la cantidad de unidades territoriales que visitó en su carrera. Porcentaje
de planos en la unidad más trabajada: se expresa en porcentaje del total de planos
del agrimensor la cantidad de planos realizados en la unidad territorial donde más
trabajó. Es un indicador de concentración espacial. Cuanto más alto el porcentaje,
más concentrada espacialmente fue la carrera del agrimensor.
Los valores de cada uno de estos criterios fueron calculados para cada uno de
los 98 agrimensores estudiados (Tabla 4). Mediante análisis multivariado, proce-
dimos a una clasiicación jerárquica ascendente de estos individuos, los que nos
permitió partir el universo en cinco tipos principales de trayectorias. Caracteriza-
mos estos tipos con las tablas 1 y 2.
Dos grupos presentan rasgos muy semejantes, los “Incidentales” y “ultra-
incidentales”. Se trata de individuos con una cortísima carrera de uno ó dos años, y
una muy reducida cantidad de planos realizados en muy pocas unidades territoria-
les. Los “ultra-incidentales” han realizado por lo general un solo plano en una sola
unidad territorial. El grupo de los “Especializados” está conformado por agrimen-
sores con una carrera fuertemente concentrada espacialmente y baja concentración
temporal. Se trata de agrimensores que trabajaron toda su carrera en un número
reducido de unidades territoriales (menos de tres unidades para la mitad de ellos).
En promedio, la intensidad anual de trabajo se reparte de forma relativamente
homogénea durante toda su carrera. Se caracterizan por ser los más productivos
en cantidad de planos después del grupo de “veteranos” (el 50% de ellos realizó
más de 33 planos en su carrera).46 Conforman el grupo de los “Generalistas” agri-
46 “Especializados”: Baillo, Carcavallo, Christison, Egaña, Grossi, Olsina, Piran, Sisson; “Gene-
ralistas”: Aguiar, Aizpurua, Andre, Brilli, Cardeillac, F. Chiclana, Chilavert, Conring, De luca,
Descalzi, D. A. Díaz, Dupont, Fernandez, Fernandez Pareja, Ferreira, I. Gómez, Hammett, Ibañez
de Luca, Isach, Jardel, Jones, C.R. Kuhr, Lavoye, Lopez y Picor, Lupi, Mellitao, Minsen, Monti,
134 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Moreno, O’donell, Pellegrini, Reissig, Risso, Roca, Romero, Santos, Saubidet, C. Schuster, Se-
nillosa, Simonin; “Veteranos”: M. Chiclana, Cramer, De la Villa, Eguia, Germán Kuhr, Lemoine,
Manso, Mesura, Poinsignon, Prat, Rivera, T. G. Schuster.
47 No hay que olvidar el posible impacto de un sesgo debido a la forma de agregación estadística de
los datos: es factible que parte del fuerte porcentaje de “especializados” en Uruguay se deba a que
la supericie de las unidades censales de la matriz de datos (departamentos en vez de partidos) sea
más importante que para Buenos Aires. De forma automática, un agrimensor “bonaerense” tiene
más probabilidad de trabajar en varias unidades territoriales que un “uruguayo”, aunque ambos
hayan recorrido un área semejante.
48 El precio a abonar para una mensura dependía básicamente de su duración en días, del tamaño
del terreno a medir y de la distancia a recorrer por el agrimensor para llegar al terreno. También
estaban previstas compensaciones en los casos en que el mal tiempo paralizara las actividades. El
pago por distancia recorrida y los gastos ligados al riesgo climático eran compartibles entre un
grupo de vecinos.
Catastro, construcción del Estado 135
Porcentaje
Tiempo Porcentaje Promedio
Promedio Unidades de planos
Total Total de Años de dedicado al de planos de planos
TIPOS anual de territoriales en la uni-
indiv. planos actividad 75% de los del año más por unidad
planos visitadas dad más
planos (%) trabajado territorial
trabajada
Especializados 8 33 7 5 50 32 3 12 77
Incidentales 15 3 2 2 100 67 2 2 50
Generalistas 40 21 8 3 55 37 6 2 38
Veteranos 12 96 13 7 48 18 31 3 12
Ultra-incidentales 23 1 1 1 100 100 1 1 100
Todos 10 4 3 67 47 4 2 50
Tabla 2
Tipología de trayectorias profesionales de agrimensores:
distancia del valor promedio del tipo respecto del promedio general
Fuente: Cat. PBA-AHCyG, Cat. MTOP. Clasiicación ascendente jerárquica basada en una
tabla de datos de 98 agrimensores. 72% de la información está explicada por la diferencia
entre las clases (tipos de trayectorias). Cada columna de los gráicos representa la distancia
entre el promedio de la clase y el promedio general de agrimensores. Esta distancia está
expresada en número de desvíos-estándares. Realizado con el programa Philcarto [en línea]
http://philcarto.free.fr/Philcarto.html.
Tabla 3
Repartición de los tipos de trayectorias profesionales de agrimensores
por país
Especializados Incidentales Generalistas Veteranos Total
Uruguay 7 17 21 5 50
PBA 1 21 24 11 57
Porcentajes
Uruguay 14 34 42 10 100
PBA 1.8 36.8 42.1 19.3 100
Fuente: Cat. PBA-AHCyG, Cat. MTOP. Los nueve agrimensores que trabajaron en Buenos
Aires y Uruguay se cuentan para cada territorio.
138
Figura 15
Mapeo de tipos de trayectorias espaciales de agrimensores (ejemplos)
de mensura, que culmina en 1863 con cerca de 340 planos realizados en el año
(Figura 16a, línea negra). Con el correlativo aumento del número de agrimensores
en actividad (20 en 1854, 60 en 1870), se reduce drásticamente la concentración
del conocimiento cartográico: la mitad de los agrimensores en ejercicio no realiza
más del 3% de todos los planos realizados anualmente y no posee más del 3% de
la experiencia de todos los agrimensores (Figura 16b, líneas negra y roja). En Uru-
guay, la tendencia diverge para todas las variables: se estanca el número de agri-
mensores en ejercicio en torno a veinte, y los valores de concentración del saber
territorial son frecuentemente superiores (valores medianos superiores a 5% para
los años 1853-1861 y 1861-1868). Durante este periodo, el cuerpo de agrimenso-
res uruguayos en actividad es menos experimentado que el bonaerense: la mitad
de los uruguayos tiene por lo general menos de tres años de experiencia, mientras
que la mitad de los bonaerenses tiene más de cinco años. Gran parte de esta di-
vergencia puede ser explicada por las contrastadas situaciones sociopolíticas de
ambos territorios. En Uruguay, la inestabilidad política redunda en una drástica
reducción de la actividad de mensura en los años 1850-1860: no es de extrañar
que sean pocos los agrimensores en ejercicio, y en consecuencia relativamente
más fuerte que en la Provincia la concentración del saber territorial entre ellos. La
baja atracción que ejerce este oicio podría explicar una mayor tasa de recambio de
profesionales, lo que hablaría de una menor experiencia en el cuerpo de agrimen-
sores. Esto puede observarse comparando las iguras 16a y 16c (líneas blancas):
es impactante el continuo aumento de la experiencia acumulada por el cuerpo de
agrimensores en la provincia de Buenos Aires, que sobrepasa los 420 años al inal
de la década de 1860, mientras que el Uruguay se caracteriza al contrario por un
estancamiento de este indicador después de 1852. En Buenos Aires, el dinamismo
del mercado de la mensura, si bien redujo la concentración del saber territorial
dentro del cuerpo de agrimensores, no redujo de forma drástica su experiencia: ser
agrimensor fue un oicio atractivo, lo que explicaría que se hayan mantenido en
ejercicio profesionales veteranos, lo que aumentó la experiencia global del cuerpo.
Es, entonces, difícil llegar a conclusiones muy marcadas en cuanto al tipo de
relaciones que estas situaciones pueden haber determinado: todo indicaría que la
administración topográica uruguaya era más dependiente de su cuerpo de agri-
mensores que la argentina entre 1853 y 1870, pero que esta última “enfrentaba”
un cuerpo globalmente más experimentado. Poder establecer un nexo entre estas
situaciones y la forma en que evolucionaron las administraciones topográicas es
una tarea pendiente. Parece, no obstante, claro que ocurre un evidente cambio de
la relación antes y después de la Guerra Grande: las administraciones topográicas
tienen antes de 1840 rasgos netamente alejados de lo que la teoría caliicaría de
“modernos”, marcados por una fuerte dependencia de sus “funcionarios-informa-
142 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 16a
Provincia de Buenos Aires: variación anual del número de agrimensores en
ejercicio, de la cantidad total de planos realizados, y de la experiencia de la
agrimensura acumulada por todos los agrimensores
440
420 N° de agrimensores en actividad durante el año
400
380 N° de planos realizados durante el año
360 Experiencia cumulada de todos los agrimensores en actividad (años)
340
320
300
280
260
240
220
200
180
160
140
120
100
80
60
40
20
0
1824 1826 1828 1830 1832 1834 1836 1838 1840 1854 1856 1858 1860 1862 1864 1866 1868 1870
Figura 16b
Provincia de Buenos Aires: variación anual de la participación individual
a la producción de planos, de la participación individual en la experiencia
acumulada, y de la experiencia individual de los agrimensores en ejercicio
25
Participacion individual de los agrimensores al esfuerzo global de mapeo durante el año (valor
mediano en porcentaje)
Participacion individual de los agrimensores a la experiencia de mapeo cumulada por todos los
20 agrimensores en actividad durante el año (valor mediano en porcentaje)
Experiencia de mapeo de los agrimensores (valor mediano en años)
15
10
0
1824 1826 1828 1830 1832 1834 1836 1838 1840 1854 1856 1858 1860 1862 1864 1866 1868 1870
Figura 16c
Uruguay: variación anual del número de agrimensores en ejercicio,
de la cantidad total de planos realizados, y de la experiencia de la
agrimensura acumulada por todos los agrimensores
440
420 N° de agrimensores en actividad durante el año
400
380 N° de planos realizados durante el año
360 Experiencia cumulada de todos los agrimensores en actividad (años)
340
320
300
280
260
240
220
200
180
160
140
120
100
80
60
40
20
0
1824 1826 1828 1830 1832 1834 1836 1838 1840 1854 1856 1858 1860 1862 1864 1866 1868 1870
Figura 16d
Uruguay: variación anual de la participación individual a la producción de
planos, de la participación individual en la experiencia acumulada, y de la
experiencia individual de los agrimensores en ejercicio
25
Participacion individual de los agrimensores al esfuerzo global de mapeo durante el año (valor
mediano en porcentaje)
Participacion individual de los agrimensores a la experiencia de mapeo cumulada por todos los
agrimensores en actividad durante el año (valor mediano en porcentaje)
20 Experiencia de mapeo de los agrimensores (valor mediano en años)
15
10
0
1824 1826 1828 1830 1832 1834 1836 1838 1840 1854 1856 1858 1860 1862 1864 1866 1868 1870
Conclusión
Hemos recorrido brevemente en este artículo varias metodologías de la geografía
y del análisis espacial aplicadas a cuestiones históricas. Hemos visto que gracias
a simples pero eicaces métodos de estandarización y control de la calidad de los
planos de mensura, el Estado consiguió en ambas márgenes del Río de la Plata
acumular en pocos años un conocimiento a escalas inas de su territorio, lo cual
constituye sin dudas una verdadera revolución en la región. El análisis de padrones
espaciales y temporales de la actividad de mapeo puso, no obstante, en evidencia
que este proceso fue incompleto e irregular, tanto en cuanto a precisión como a
cobertura espacial: es el caso del este uruguayo que permanece sin mapeo catastral
hasta después de 1870, o de lo que llamamos “frontera interna” de la actividad
catastral en la provincia de Buenos Aires hasta 1864. Este hecho no fue obstáculo
para que las administraciones catastrales adquirieran rápidamente legitimidad y
capacidad para servir de reparticiones de referencia en la producción de saber te-
rritorial: pudimos observar cómo transferencias desde los saberes originados en la
recolección de mensuras (planos en gran escala) hacia la producción de mapas en
pequeña escala (topográicos), pudieron organizarse a los pocos años de fundadas
estas administraciones. Más allá de estas conclusiones, surgen, sin embargo, va-
rias otras dudas y quedan pendientes algunas preguntas. En particular, ¿cuál fue la
consecuencia de esta acumulación novedosa de un saber territorial a escalas inas
y sobre gran parte del territorio en cuanto al control social de los agentes estatales
sobre las diferentes localidades del “campo”? Nos queda claro que los resultados
presentados aquí sólo podrán ser suicientemente interpretados con base en aná-
lisis multidisciplinarios, y que las pistas para contestar esta pregunta muy proba-
blemente transiten por una articulación entre estudios microhistóricos y análisis
regionales. Una de las virtudes de la interdisciplinaridad para el tema que nos ocu-
pa es permitir sortear los peligros de abordar la construcción del “saber territorial”
del Estado desde la sola producción cartográica. Sabemos que la cartografía es
sólo una de las manifestaciones de este saber, un tipo de conocimiento entre otros.
Centrarse únicamente en ella conlleva el peligro de perder de vista las otras y muy
activas formas de conocimiento de su territorio por el Estado. Una perspectiva de
investigación, en este sentido, podría ser el seguimiento de los procesos por los
cuales el saber cartográico modiicó paulatinamente las otras formas en que el
Estado percibía su territorio.
La segunda pista de análisis que defendemos es la necesidad de distinguir las
pautas de comportamiento de la administración catastral de las prácticas de sus
peculiares agentes, los agrimensores. La puesta en evidencia de estrategias dife-
renciadas de acceso al mercado de la mensura por parte de estos, y la identiicación
de ciertas tensiones entre ellos y los oiciales del Departamento Topográico en el
caso bonaerense es prueba de la necesidad de no enfocar la construcción del saber
Catastro, construcción del Estado 145
Figura 17
Extracto de mensura (provincia de Buenos Aires)
Fuente: plano de mensura de 1825, por Raimundo Prat (izquierda). El texto a la derecha
corresponde a extractos de otro terreno. Libro de mensuras antiguas 1824-1828, AHGyC.
146 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 18
Copia del mapa de John Arrowsmith, edición 1852
Tabla 4
Valores de las variables para la caracterización de trayectorias
espaciales y temporales
Por-
Tiempo Porcen- Uni- Prome- centaje
Territorios Pro- dedi- taje de dades dio de de
Total Años
visitados medio cado al planos terri- planos planos
de de
Nombre 1-Uruguay anual 75% del año toria- por en la
pla- acti-
2-Pr.B.Aires de de los más les unidad unidad
nos vidad
3-Ambos planos planos traba- visita- territo- más
(%) jado das rial traba-
jada
Aguiar 1 26 9 3 56 23 6 4 65
Aizpurua 3 31 9 3 44 42 9 3 45
andre 1 4 2 2 50 75 2 2 75
baillo 2 205 15 14 27 23 11 19 65
brilli 3 64 15 4 60 11 29 2 16
carcavallo 1 9 4 2 50 44 1 9 100
cardeillac 1 7 5 1 80 43 4 2 57
chiclana 2 167 43 4 49 6 46 4 7
chiclana_2 2 56 18 3 50 16 29 2 14
chilavert 1 13 3 4 33 77 4 3 69
christison 1 80 9 9 44 34 5 16 68
conring 1 45 10 5 60 22 6 8 38
cramer 2 118 18 7 39 18 24 5 13
cuyot 2 1 1 1 100 100 1 1 100
dapso 2 1 1 1 100 100 1 1 100
de la serra 1 4 1 4 100 100 1 4 100
de la villa 2 51 8 6 50 25 26 2 12
de luca 2 4 3 1 67 50 2 2 50
de martini 1 1 1 1 100 100 1 1 100
de orma 2 9 2 5 100 67 3 3 67
de rueda 2 1 1 1 100 100 1 1 100
descalzi 3 53 17 3 41 21 26 2 13
diaz_2 2 4 3 1 67 50 3 1 50
dupont 1 24 9 3 56 38 6 4 46
duval 2 2 1 2 100 100 1 2 100
egaña 1 91 14 7 36 20 6 15 64
eguia 3 204 32 6 44 8 58 4 5
esperon 2 1 1 1 100 100 1 1 100
fernandez 2 55 13 4 46 18 29 2 13
fernandez
2 44 15 3 47 23 24 2 14
pareja
148 Mensurar la tierra, controlar el territorio
ozetz 2 2 2 1 100 50 2 1 50
parchappe 2 2 2 1 100 50 2 1 50
pellegrini 2 16 5 3 40 44 7 2 44
pellegri-
2 2 1 2 100 100 1 2 100
ni_2
penot 1 1 1 1 100 100 1 1 100
piran 1 38 5 8 60 50 4 10 79
poinsig-
1 83 12 7 33 23 9 9 30
non
pou 1 2 1 2 100 100 1 2 100
poydenot 1 6 2 3 100 67 4 2 33
prat 2 292 42 7 48 6 65 4 5
ramos_2 1 2 2 1 100 50 1 2 100
reissig 1 10 6 2 67 40 4 3 50
risso 1 27 12 2 50 19 9 3 30
rivera 2 54 7 8 71 19 30 2 15
roca 2 10 3 3 67 70 6 2 40
romero 2 85 20 4 55 11 33 3 9
rueda 1 6 2 3 100 67 3 2 50
santos 1 9 4 2 75 44 3 3 44
saubidet 2 34 15 2 53 18 18 2 15
schuster
3 156 27 6 48 11 39 4 10
TG.
schuster
2 35 16 2 44 23 13 3 31
C.
segovia 2 1 1 1 100 100 1 1 100
senillosa 2 17 4 4 25 82 10 2 29
simonin 2 29 10 3 40 48 9 3 34
sisson 1 10 6 2 67 30 1 10 100
sturz 1 1 1 1 100 100 1 1 100
thamm 2 1 1 1 100 100 1 1 100
150
Cálculo de las variables para estimación de la repartición social del saber territorial
Ejemplo teórico para 10 años y con base en cuatro agrimensores icticios (A, B, C y D)
1
2 1 4 4 100 100 1 1 1 100 50
3 3 6 2 5 13 55 15 45 45 2 1 1 4 1 67 25 33 33
4 3 2 1 5 8 29 13 71 29 3 2 2 7 2 60 29 40 40
5 2 4 3 7 57 100 79 3 3 6 3 50 100 75
6 3 2 22 1 25 8 96 4 8 4 4 1 9 4 44 80 20 44
7 2 3 2 5 60 40 40 5 5 10 5 50 50 50
8 1 5 5 100 100 6 6 6 100 100
9 3 1 1 7 9 11 13 88 13 7 6 2 15 6 47 40 13 40
10 3 1 3 5 9 11 38 63 38 8 7 3 18 7 44 39 17 39
Introducción
E
l presente análisis, enmarcado en el trabajo del equipo de investigación
“State Building in Latin America”, pretende revisar un tema que fue cen-
tral en la historiografía costarricense en las década de 1970 y 1980, pero
que actualmente ha caído casi literalmente en el olvido: la conformación de las
comunidades campesinas, los regímenes de tenencia de tierra y la política agraria.
Este artículo trata de entender la formación de un sistema de tenencia de tie-
rra basada en la “pequeña propiedad”, que permitió el desarrollo de comunidades
campesinas organizadas, y el impacto que esta forma de organización tuvo sobre
la conformación de una política agraria por parte de los primeros gobiernos del
Estado de Costa Rica.
Los cambios en las modas y paradigmas historiográicos hacia una historia
cultural, cada vez más alejada de la comprensión profunda de fenómenos estructu-
rales complejos, como el Estado o la economía, han llevado a que el tema agrario
perdiera su eje central en las explicaciones de fenómenos sociales, políticos y
económicos en Costa Rica, dando por sentadas muchas de las conclusiones hechas
décadas atrás.
Nos centraremos en el Valle Central de Costa Rica, que históricamente fue
el espacio geográico donde se asentaron las poblaciones más importantes del te-
rritorio, así como la casi totalidad de la población en el periodo en estudio, por
lo que es el lugar donde se desarrolló el fenómeno de la pequeña propiedad y las
comunidades campesinas.
Mapa 1
Relieve de Costa Rica (principales formaciones)
Mapa 2
Tipos de relieve existente en el actual territorio de Costa Rica
Fuente: FLORES SILVA, Eusebio Geografía de Costa Rica, EUNED, San José, 2005,
p. 48 (modiicado para añadir colores).
Estado, colonización y políticas agrarias 155
Mapa 3
Valle Central de Costa Rica, ubicación y poblados establecidos, 1824
Cuadro 1
Recuento de la población de Costa Rica 1522-1801
Números absolutos y porcentaje en el total de la colonia
Total
Ladinos y Mulatos y
Año Indios Españoles Negros colo-
mestizos zambos
nial
Total % Total % Total % Total % Total %
1569 17.166 98,2 113 0,6 0 0 30 0.2 170 1 17.479
1611 14.908 95,9 230 2,1 25 0,2 25 0.2 250 1,6 15.538
1700 15.489 80,3 2.146 11,1 213 1,1 154 0.8 1.291 6,7 19.293
1720 13.269 68,3 3.059 15,7 748 3,8 168 0.9 2.193 11,3 19.437
1741 12.716 52,7 4.687 19,5 3.458 14,3 200 0.8 3.065 12,7 24.126
1751 10.109 41,2 7.807 32,5 3.037 12,7 62 0.3 2.987 12,4 24.022
1778 8.104 23,7 6.046 17,7 13.915 40,7 94 0.2 6.053 17,7 34.212
1801 8.281 15,7 4.942 9,4 30.143 57,8 30 0.1 8.925 17 52.591
1 Este movimiento que se llevó a cabo desde ines del siglo XVII se encuentra ligado a varios
factores, entre los cuales pueden citarse: “a. El sistema de propiedad territorial dominante en la
sección oriental del Valle Central, es decir, en los alrededores de Cartago, donde la mayor parte
de las tierras habría sido concedida a los primeros colonizadores en calidad de merced […] Aún
cuando las tierras permanecían sin cultivar o sub-explotadas en la ganadería extensiva, esas tierras
permanecían cerradas y nadie podía vivir o trabajar en ellas sin el consentimiento de sus dueños;
b. Las grandes diicultades para adquirir legalmente tierras realengas, diicultad muchas veces
insalvables por los cultivadores pobres; c. El aumento de la población mestiza”. La ubicación de
la provincia de Costa Rica hacía que muchas veces fuera imposible el traslado hacia Guatemala,
donde debían hacerse los trámites para adquirir las tierras, por lo cual eran pocos los que lograban
completar los requisitos para componer realengos. Posteriormente, los cambios en la legislación
permitieron agilizar estos trámites y composiciones, pero ya a inales del periodo colonial. Para
más detalles puede revisarse FONSECA, Elizabeth Costa Rica colonial. La tierra y el hombre,
EDUCA, San José, 1997, pp. 53-101; SOLÓRZANO, Juan Carlos et. al Costa Rica en el siglo
XVIII, Editorial de la Universidad de Costa Rica, San José, 2003.
2 “Informe del gobernador Diego de la Haya Fernández al Rey sobre la provincia de Costa Rica, año
Estado, colonización y políticas agrarias 159
de 1719”, en Revista del Archivo Nacional, núm. 7 y 8, Costa Rica, 1837, pp. 358-359.
3 RICO ALDAVE, Jesús La renta de tabaco y su inluencia en el desarrollo del campesinado en el
Valle Central Occidental (1766.1825), Tesis de maestría en Historia, Universidad de Costa Rica,
1988. p. 250.
160 Mensurar la tierra, controlar el territorio
4 Esto no implica que no existieran otras formas de posesión de tierra diferentes a la propiedad
privada, o que no existieran personas sin tierra que vivieran de la explotación ilegal o del trabajo
pagado. En la tradición histórica de Costa Rica existe una explicación que sugiere la existencia
de una especie de “democracia rural”, una utopía campesina que asigna a todos los campesinos
la posesión de una pequeña explotación agrícola propia, de manera que al ser todos propietarios
era fácil un ambiente de “paz y entendimiento”. Esta explicación, sustentada en los trabajos de
autores como Carlos Monge, ha negado hasta cierto punto el conlicto económico y social, por lo
que queremos separarnos de esta perspectiva, pero rescatando de la misma los elementos que nos
permitirían advertir sobre las particularidades de la sociedad campesina de Costa Rica, en la cual
efectivamente se desarrollo un fenómeno de propiedad comunal muy interesante.
Estado, colonización y políticas agrarias 161
Cuadro 2
Datos relativos a la población total de Costa Rica entre 1801 y 1892
Años Habitantes Tasa media de crecimiento intercensal
1801 52.591
1844 93.871 1,3%
1864 120.499 1,3%
1883 182.073 2,2%
1892 243.205 3,3%
Nota: La tasa media de crecimiento intercensal entre 1883 y 1892 es demasiado elevada;
esto se debe a un subregistro en el censo de 1883, que los autores del mismo estimaron en
18000 habitantes.
Fuente: CARDOSO, Ciro F. S. y PÉREZ BRIGNOLI, Héctor Centroamérica y la econo-
mía occidental (1529-1930), Editorial de la Universidad de Costa Rica, San José, 1977, p.
225.
5 MOLINA JIMÉNEZ, Iván Costa Rica (1800-1850), Editorial de la Universidad de Costa Rica,
San José, 1998, pp. 150-153. Tal como ha señalado el mismo Molina, “la aldea velaba con denuedo
por su tierra y su gente; debido a la existencia de tal urdimbre económica y cultural (base de la
solidaridad campesina), emigrar no era una empresa individualmente atractiva entre 1750 y 1821.
La familia que por huir de la carestía territorial en su lugar de origen se aventuraba sola a colonizar,
se exponía a perder todo lo que entrañaba pertenecer a una comunidad especíica” (p. 153).
162 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Cuadro 3
Población de las cuatro poblaciones principales de Costa Rica
en 1824, 1836 y 1844 en número totales
Mapa 4
Expansión de la colonización en Costa Rica hasta 1850
Fuente: VEGA CARBALLO, José Luis “San José: antecedentes coloniales y formación
del Estado Nacional”, en Avance de Investigación, núm. 38, Instituto de Investigaciones
Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Costa Rica, 1980, p. 4.
Estado, colonización y políticas agrarias 163
7 MARTÍNEZ PELÁEZ, Severo La patria del criollo, EDUCA, San José, 1973, pp. 366-417.
8 SOLÓRZANO, Juan Carlos et. al Costa Rica en el siglo XVIII, cit., pp. 84-91.
9 Con respecto a las medidas hay que anotar que una caballería equivale a 45 hectáreas, más adelan-
te también se utilizará el término de “cuerdas” que equivale a 50 varas, la “vara” es equivalente a
83,5 centímetros.
10 SOLÓRZANO, Juan Carlos et. al Costa Rica en el siglo XVIII, cit., pp. 88-89.
Estado, colonización y políticas agrarias 165
11 Archivo Nacional de Costa Rica, San José (en adelante ANCR), complementos coloniales, 2705,
f. 17.
166 Mensurar la tierra, controlar el territorio
tierra, los cuales serían llevados a Nicaragua o Panamá, donde serían vendidos y
cambiados por más artículos para repartir entre los campesinos.
Para 1800 ya se había logrado consolidar una forma de organización campe-
sina, de naturaleza colectiva, que permitió a los “comunes de vecinos” la lucha y
defensa comunal de sus nuevos derechos colectivos, especialmente el de la tierra.
Esta característica imprimió un carácter diferenciado a las relaciones judiciales,
económicas y políticas en el territorio del Valle Central, característica que será
reproducida constantemente por los campesinos a lo largo del siglo XIX conforme
estos se desplacen y colonicen nuevas tierras cada vez más al oeste, al norte y al
sur.
Tal como airma Iván Molina, la existencia de la propiedad campesina de la
tierra, expresada en la pequeña propiedad, se ve consolidada no por acción del
crecimiento de la población o de la existencia de tierras libres, los cuales juegan
un papel en el inicio de la colonización, sino por la organización comunal para la
defensa y la lucha campesina por los derechos al acceso a la tierra.
Cuadro 4
Compras de tierras a la corona ubicadas en el Valle Central, 1755-1821
Comprador Caballerías Porcentaje
Comunes de los pueblos 554 67,3
Cofradías 195 23,7
Propietarios privados 74 9
Totales 823 100
Fuente: FONSECA, Elizabeth Costa Rica colonial. La tierra y el hombre, EDUCA, San
José, 1997, p. 94.
Nota: Una caballería equivale a 45 hectáreas.
Cuadro 5
Propósito de las cartas poder otorgadas por los vecinos del común 1800-1824
Propósito Total Porcentaje
Carta poder de tipo general 4 15,4
Cobrar una deuda 1 3,8
Discutir sobre el destino del “potreraje” de un terreno 1 3,8
Solicitar documentos favorables al vecindario 1 3,8
Pedir la extinción del estanco de tabaco 1 3,8
Representación en un asunto relacionado con tierras 18 69,2
Total 26 100
Fuente: MOLINA JIMÉNEZ, Iván “Informe sobre las cartas…”, cit., p. 107.
168 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Mapa 5
Ubicación estimada de las tierras de los vecinos de Villa Vieja
compradas a la corona en 1776-1777
Fuente: Google Earth y ANCR, Juzgado Contencioso Administrativo, sig 4199, ff. 7-9.
Nota: La estimación, hecha con base en el título original de la propiedad, no releja con
idelidad la forma ni el tamaño exacto de la propiedad original, únicamente permite ubicar
el terreno y su tamaño aproximadamente y a manera ilustrativa.
Estado, colonización y políticas agrarias 169
Mapa 6
Tierras del común de la ciudad de San José 1768
(ubicación actual y mapa original)
Fuente: Confección propia con base en RICO ALDAVE, Jesús La renta del tabaco en
Costa Rica (1766-1860), Tesis Doctorado en Historia, Universidad Pública de Navarra,
2008, p. 63.
170 Mensurar la tierra, controlar el territorio
13 MOLINA JIMÉNEZ, Iván “Informe sobre las cartas poder de los comerciantes y campesinos del
Valle Central de Costa Rica (1800-1824)”, en Anuario de Estudios Centroamericanos, núm. 12,
1986, p. 107.
14 ANCR, Protocolos de Alajuela, 38, f. 26v.
Estado, colonización y políticas agrarias 171
15 Protocolos de Cartago, 1016, ff. 10-20v, citado en MOLINA JIMÉNEZ, Iván “Informe sobre…”,
cit., p. 115.
172 Mensurar la tierra, controlar el territorio
18 “Decreto 49”, en Colección de leyes y decretos 1824-1826, Imprenta La Paz, San José, 1886, pp.
142-143.
19 “Decreto 159”, en Colección de leyes y decretos 1827-1830, Imprenta La Paz, San José, 1886, p.
131.
20 “Decreto 160”, en Colección de leyes y decretos 1827-1830, cit., pp. 73-74. El interés en el control
de la tierra y las medidas sobre la privatización de la tierra llevaron paralelamente un interés por
crear una legislación coherente y adecuada para la medición, registro y amojonamiento de la tierra;
Estado, colonización y políticas agrarias 175
Por último, el mismo año de 1828 se dio la gracia de ocho años para la explo-
tación agro-ganadera de tierras, con las posibilidad de logar obtener los títulos de
dichos terrenos, más un premio dependiendo de la actividad. Los que sembraran
productos diversos como cacao y tintes, quienes ya tuvieran cultivos de cualquier
clase, y quienes fueran a cultivar o a desarrollar actividades ganaderas tendrían
premios adicionales en tierra. La frontera agrícola abierta incluía las tierras más
allá del Valle Central hacia el norte, hacia el Caribe y hacia el sur.21
Las tierras baldías, elemento importante de la hacienda desde mediados de
la década de 1820, habían comenzado a decaer relativamente como un rubro de
ingreso a mediados de 1830, lo cual muestra, hasta cierto punto, el agotamiento
de las tierras baldías en el Valle Central para ese mismo momento. No obstante,
esto no es representativo de la importancia que las tierras continuaban teniendo
en la hacienda y sociedad de Costa Rica. En el decreto 45, de octubre de 1831, se
aprobaba como medio para llenar los vacíos del presupuesto y pagar las deudas
existentes, un ajuste en la alcabala de tierras. Se señaló en todas las ventas de
incas, fuera cual fuera su valor, con escritura o sin ella, el pago de un 4% sobre el
valor de la transacción, en este decreto se incluyeron también a los cosecheros de
tabaco, cuyo pago sería realizado por la Factoría de Tabacos.22
esto implicó deinir quiénes podían servir como agrimensores, y sus funciones y sueldos, pero no
será hasta bien avanzado el siglo cuando se cree una oicina de tierras.
21 “Decreto 170”, en Colección de leyes y decretos 1827-1830, cit., pp. 104-106. De manera más es-
pecíica las tierras incluidas como frontera abierta incluían “las suertes del Norte, Nor-Este se con-
cederán por la vereda descubierta por la ciudad de Alajuela desde las inmediaciones de Fraijanes,
y la isla hasta el río San Juan: por la vereda descubierta en San José, desde la inmediaciones de los
ríos Blanco y Santa Rosa, hasta las riveras del mismo San Juan y el Atlántico: por la vereda descu-
bierta por el rumbo de Cot, desde las inmediaciones del río del Pescado al volcán de Turrialba para
allá: por los caminos conocidos de Matina, desde el río de Turrialba y términos de Tucurrique para
delante; y por las fronteras de Colombia, desde la boca de la montaña de Santa Clara hasta la raya,
teniéndose por ahora por línea de demarcación la que se forma de un punto á otro de los citados:
y en el Sur el Gobierno en los casos que ocurran señalará próximamente la demarcación para las
suertes de terrenos que se concedan entre los de Portalón y el río del Naranjo, los que corren sobre
la costa de las Mantas entre las bocas de los ríos grandes del interior y la Candelaria, y la península
de Nicoya, ó Cabo Blanco, bocas del río Alvarado, entre el Golfo á las inmediaciones de Barco
Quebrado”. Esta es según José Antonio Salas Víquez, la primera ley que en realidad promovió la
colonización del territorio, aunque pocos fueron los que en realidad lograron hacerse de los títulos
de propiedad, en su mayoría esta ley sirvió para que ciertos miembros de la elite económica del
Estado se hicieran con grandes terrenos en las fronteras agrícolas. SALAS VÍQUEZ, José Antonio
“La privatización de los baldíos nacionales en Costa Rica durante el siglo XIX: legislación y pro-
cedimiento usados para su adjudicación”, en Revista de Historia, núm. 15, Escuela de Historia de
la Universidad Nacional, Centro de Investigaciones Históricas (Costa Rica), enero-junio 1997, p.
68.
22 “Decreto XLV”, en Colección de leyes y decretos 1831-1832, Imprenta La Paz, San José, 1856, pp.
122-124.
176 Mensurar la tierra, controlar el territorio
23 GUDMUNDSON, Lowell “La expropiación de los bienes de las obras pías en Costa Rica, 1805-
1860: un capítulo de la consolidación económica de una élite nacional”, en Revista de Historia,
Costa Rica, Vol. IV, año 7, julio-diciembre 1978, p. 64.
24 Falta el registro de lo que produjeron la venta de los bienes de dos cofradías, así que la cifra puede
aumentar un par de miles de pesos aproximadamente.
25 Se ha calculado esta cifra con base en el impuesto de un 4% decretado en 1831 para la compraven-
ta de tierras. Hay que tener en cuenta que el cálculo se hace sobre la cifra reportada de ingresos por
alcabalas de tierras, pero ésta no incluye muchas tierras que se vendían sin transacción monetaria
o que no eran registradas, igualmente creemos que este cálculo es sólo útil para darnos una idea del
volumen de las transacciones no como dato deinitivo. Las cifras para los otros años que reportan
alcabala de incas serían: 1835 con 39.050 pesos, 1836 con 51.725 pesos; 1837 con 80.900 pesos
y 1838 con 67650 pesos.
26 La manzana como medida de terreno fue deinida por el reglamento de hacienda de 1839 de la
siguiente manera: “una cordada tiene cincuenta varas, de treinta i seis pulgadas cada una: i una
manzana consta de cuatro cordadas cuadradas, o dos por cada uno de los cuatro vientos. Una
caballería cuadrada tiene doscientas cincuenta i ocho i tercia cordadas cuadradas, o vientidos cor-
dadas treinta i seis i media varas de largo, i once cordadas dieziocho i una cuarta varas de ancho:
la misma consta de sesenta i cuatro i media manzanas” (Reglamento de Hacienda, decretado en
10 de diciembre de 1839, Imprenta del Estado, San José, 1839). ANCR, hacienda sig. 7270, p. 80).
Si traducimos la información de manera más legible tendríamos que una manzana, según la ley en
Costa Rica, equivale a 91,44 metros por cada lado, o sea, 8.350 metros cuadrados, lo que es menos
Estado, colonización y políticas agrarias 177
de una hectárea.
27 MOLINA JIMÉNEZ, Iván “Bases de datos de las compraventa de cafetales y haciendas de café en
el Valle Central de Costa Rica (1834-1850)”, en Diálogos. Revista Electrónica de Historia, 3: 1,
octubre, 2001-febrero, 2002.
28 Decreto CXIV”, en Colección de leyes y decretos 1833-1836, Imprenta La Paz, San José, 1858, pp.
201-204.
29 Por ejemplo en 1832 se le había cedido al ayuntamiento de Heredia el derecho para cobrar por el
uso y cercado de las tierras de Tibás, para inanciar la educación y otros gastos importantes. “De-
creto LVII”, en Colección de leyes y decretos 1831-1832, cit., pp. 167-169).
30 “Decreto CXX”, en Colección de leyes y decretos 1833-1836, cit., pp. 210-216.
178 Mensurar la tierra, controlar el territorio
pidieran para hacer casa, siempre que no tuvieran casa propia; aquellos que tuvie-
ran hecha su casa en un terreno que no les perteneciera a partir de la aprobación
de dicha ley, serían propietarios del terreno donde se encontrara la casa.31 Este
decreto sería derogado al año siguiente, por los problemas suscitados en la guerra
de la Liga en 1835; en 1837, un impuesto sobre la utilización de cada manzana de
ejidos a 4 reales la manzana, quedaban excluidos “los terrenos del común” ya que
en estos no se podía cobrar derechos a los vecinos.32
Las tierras seguirán siendo un tema de primera línea en la década de 1840,
con un nuevo elemento a tomar en cuenta, la aceleración de la economía del café.
Ya muchos autores han señalado que el éxito que obtuvo el café en esa década, dio
inició a un proceso de sobrevaloración de las tierras, que incentivó la adquisición
de éstas para el cultivo de este producto, y que a su vez estimuló una intensiica-
ción de la política estatal de privatización de la tierra y cultivo de este fruto.33
31 “Decreto CXIV”, en Colección de leyes y decretos 1833-1836, cit., p. 202; aclarado posterior-
mente por “Decreto CXXII”, en: Colección de leyes y decretos 1833-1836, cit., pp. 218-221. Esta
actitud de mantener un beneicio importante para los campesinos y el “común de vecinos” no es
extraño si consideramos el peso que posee esta igura en la economía e historia del territorio. En
decreto XXI, del 9 de mayo de 1833, el gobierno había concedido a las ciudades principales, en
vista de su crecimiento y la cantidad de personas que ahora necesitaban tierra, la cantidad de 3
leguas a cada una “para el beneicio del común”; en dichos terrenos se prohibía cualquier clase
de “enajenación” o cercados, y su objetivo era que fueran usadas libremente por los vecinos para
agricultura, pastos y bosques (“Decreto XXI”, en Colección de leyes y decretos 1833-1836, cit.,
pp. 45-47). Durante todo el periodo en estudio la legislación sobre pueblos, y sus propios, incluye
derechos y salvaguardas importantes para los campesinos y vecinos de un pueblo o comunidad,
manteniendo elementos del viejo derecho castellano los vecinos de un pueblo tenían acceso a la
tierra para siembra, pasto, madera, recolección e incluso cacería, por lo cual no debían pagar, este
derecho se hizo muchas veces extensivo a las “tierras del común” surgidas de las contratas colec-
tivas del siglo XVIII. El modelo de contratas colectivas que había sido fundamental en la segunda
mitad del siglo XVIII iba a ser importante todavía en este periodo y los campesinos que viajaran
a la tierras de colonización repetirán este modelo, por ejemplo en 1850 el gobierno recibió de los
vecinos de Barba y Palmares, a través de sus apoderados la cantidad de 970 pesos por contratas
colectivas por 120 caballerías, un sexto y 29 manzanas de tierra (ANCR, gobernación sig. 16840,
ff. 25-25v, 32).
32 “Decreto V”, en Colección de leyes y decretos 1837-1838, Imprenta La Paz, San José, 1859, pp.
22-24.
33 Carolyn Hall ha señalado que normalmente se asocia el decreto XVII de julio de 1840, en el que
Braulio Carrillo ordena hacer la división de los terrenos de “las Pavas”, cercano a la ciudad de San
José, y en ellos sembrar café, como uno de los mayores alicientes a la siembra del mismo en la dé-
cada de 1840. Sin embargo, esta autora ha mostrado cómo lo único que hizo Carrillo fue continuar
una política que las municipalidades ya habían iniciado desde 1821; cuando la municipalidad de
San José repartió matas de café para su siembra entre los indios y campesinos, junto a esta medida
se entregaron terrenos gratuitos a quienes se dedicaran a este cultivo, esta política pronto sería se-
guida por otros municipios. HALL, Carolyn El café y el desarrollo histórico-geográico de Costa
Rica, Editorial Costa Rica, 1976, San José, p. 35.
Estado, colonización y políticas agrarias 179
acuerdo con Pantaléon Prieto cuando señala que “poseedor con título legítimo, en la terminología
de la Ley de Mostrencos, era sólo la persona que había adquirido válidamente el inmueble de su
propietario, o sea, el poseedor propietario; y, correlativamente, cualquier detentador o poseedor no
propietario del inmueble era detentador o poseedor del mismo ‘sin título legítimo’, cuya presencia
no podía impedir la adquisición del inmueble por el Estado si éste llegaba a estar carente de due-
ño” (PRIETO, Pantaleón “artículo 610”, en ALBALADEJO, M. –editor– Comentarios al Código
Civil y a las compilaciones forales, Tomo VIII, Vol. 1, EDERSA, Madrid, 1987, pp. 131-132).
Esta deinición, y su signiicado tendrán un peso importante sobre legislación y hacienda en Costa
Rica, donde la mayoría de las tierras eran usufructuadas por campesinos sin título que basaban su
posesión en la tradición, o por comunidades y corporaciones que no podían basarla sobre un “título
legítimo”, sino sobre un título colectivo que era resguardado por el representante o la familia y
descendientes de éste, por lo que el derecho de usufructo era transmitido por la pertenencia a la
comunidad, parroquia y por la descendencia de familia conocida, más que por un “título legítimo”
en el sentido en que será entendido en la época. NAVAS NAVARRO, Susana “La adquisición de
los bienes inmuebles sin dueño conocido por la Generalitat de Cataluña”, en Derecho privado y
Constitución, núm. 2, enero-abril 1994, pp. 197-238.
38 “Decreto XXXII”, en Colección de leyes y decretos 1841-1842, Imprenta La Paz, San José, 1861,
p. 133.
39 En Guatemala, en 1825, se llevaron a cabo procesos similares de privatización en los cuales se
consideró que la enajenación de los baldíos a precios favorables permitiría el aumento en el núme-
ro de propietarios y estimularía la agricultura. PALMA MURGA, Gustavo; TARACENA ARIO-
LA, Arturo y AYLWIN OYARZUN, José Procesos agrario desde el siglo XVI hasta los acuerdos
de paz, FLACSO/MINUGUA/CONTIERRA, Guatemala, 2002, p. 45.
Estado, colonización y políticas agrarias 181
normalmente son hechas principalmente por mujeres y niños, por lo que la mayor parte la inca de
café se ve con pocos peones.
42 Muchos estudios del agro en Costa Rica han sugerido que no existía una sociedad rural igualita-
ria, ni algo parecido a lo que la vieja historiografía de Costa Rica deinía como una “democracia
rural”, las desigualdades sociales existían y eran evidentes, pero a diferencia de otros contextos
latinoamericanos, esta tradición había deinido la posibilidad de poseer tierras a una gran cantidad
de campesinos.
Estado, colonización y políticas agrarias 183
Cuadro 6
Compras de tierra por colectivos de vecinos
entre 1825 y 1850 en el Valle Central
Cuadro 7
Cartas poder relacionadas con conlictos por la tierra
Motivos para ser extendidas por parte de los comunes de vecinos 1825-1850
Conclusión
La evolución de la comunidad campesina, relacionada directamente con el creci-
miento y mestizaje de la población vino a crear condiciones particulares para el
desarrollo de las relaciones sociopolíticas y económicas en el territorio de Costa
Rica. La pequeña propiedad, fenómeno aparejado a la posibilidad de la compra
colectiva de la tierra, base de la unidad de esa misma comunidad aldeana, y piedra
fundamental del desarrollo del occidente del Valle Central desde 1750, creó nor-
mas, costumbres y formas de relaciones sociales que tuvieron un impacto decisivo
sobre el carácter que adoptaría el Estado de Costa Rica y su legislación, pero tam-
bién en la relación que tendrían, posteriormente, las comunidades y ayuntamientos
con el gobierno.
Estado, colonización y políticas agrarias 185
E
n 1784, Juan Manuel de Pumarejo solicitó a la Real Audiencia la adjudi-
cación de unos territorios “realengos” ubicados en la provincia de Santa
Marta3 (Figura 1). Unos meses después, Agustín de la Sierra denunció el
1 Este artículo se publicó en el núm. 34 (julio-diciembre 2007) de la revista Historia Crítica, del
Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia, y se reproduce con
autorización de los editores. Agradezco a las directivas de la revista por permitir su reimpresión
y a Juan Carlos Garavaglia por su invitación a participar en este libro. Debo expresar mi agra-
decimiento a Marcela Echeverri, Nicolás Ronderos, Gina Cabarcas y a los miembros del Taller
Interdisciplinario de Formación en Investigación Social (UMBRA) por sus útiles comentarios.
Agradezco de manera muy especial a Marta Herrera, Claudia Leal y Mauricio Nieto por iniciar
mis inquietudes en este campo y por las discusiones en torno a la cartografía y al pensamiento
geográico.
2 Archivo General de la Nación, Bogotá, Colombia (en adelante AGNC), Colonia, Tierras del Mag-
dalena (en adelante TM), Rollo 138, ff. 228r-228v. Resaltado mío.
3 “REALENGO, GA. Adj. Lo que pertenece y toca al rey. Úsase como substantivo en la terminacion
masculina por el patrimonio real”. REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA (RAE),
188 Mensurar la tierra, controlar el territorio
hecho como un fraude. Según él, Pumarejo quería adueñarse de unos terrenos
extensos y fértiles sin ofrecer un precio justo a cambio. Con esta denuncia, Sierra
hizo petición de una fracción del territorio solicitado por Pumarejo conocida como
la Sabana de San Cayetano, proponiendo pagar por ella lo que Pumarejo ofrecía
por todo el territorio. Tras la presentación de las posturas de estos dos individuos,
se llevó a cabo un extenso proceso en el que se vieron involucrados otros perso-
najes y distintas prácticas culturales que permitirían la adjudicación del territorio.
Este artículo analiza tres mapas elaborados entre 1784 y 1789, que hacen parte
del proceso descrito (iguras 2, 3 y 4). Dos de los mapas fueron elaborados por
encargo de Pumarejo y un tercero fue elaborado a petición de Agustín de la Sierra.
Los tres formaban parte de un proceso administrativo, en el cual representaban
gráicamente el territorio que estaba en juego para así tomar disposiciones sobre
él. En las páginas siguientes se analizará cómo los mapas producían un espacio co-
lonial ordenado alrededor de ciertos parámetros, y cómo sustentaban las posturas
individuales de quienes solicitaban el territorio.
La hipótesis que adelanta este artículo se puede esbozar de la siguiente ma-
nera. Los mapas de merced que se analizan formaban parte de una batalla entre
diferentes maneras de concebir el espacio, el ordenamiento espacial y la territo-
rialidad. Los mapas son representaciones simbólicas que soportan ciertos valores
y ciertas maneras de relacionarse con el espacio, los que, a su vez, se estructuran
en función de pautas culturales determinadas y de intereses particulares.4 En el
caso que aquí concierne, las representaciones cartográicas formaban parte de un
interés de reordenar el territorio de los indios Chimila, de manera que se pudiera
extender el poder colonial a lugares que hasta entonces se habían mantenido autó-
nomos a la población española. Los mapas establecían una manera de ver5 el terri-
torio, en la que se expresaba un proyecto sobre el espacio y, de acuerdo con esto,
se resaltaban ciertas características de éste y ciertas maneras de experimentarlo.
Algunas pautas son comunes a los mapas que se estudian y muestran los
aspectos que se van a considerar centrales en el nuevo orden del territorio. De
esta manera, los parámetros a partir de los cuales se producía un espacio colonial
geométrico y cuantiicable eran las mediciones y el amojonamiento. Sin embargo,
a pesar de compartir estos aspectos en la representación del espacio, los mapas
parecen corresponder a criterios de elaboración muy diferentes. Mientras los ma-
pas de Pumarejo enfatizan la división geométrica y las mediciones (iguras 2 y 3),
el de Agustín de la Sierra resalta los propietarios de ese espacio y la toponimia
(Figura 4). Las notorias diferencias en los mapas remiten a la diicultad de asumir
como homogéneas categorías tales como “españoles”, y llaman la atención sobre
las múltiples utopías que tenían lugar en la Colonia. En este sentido, el hecho de
que dos “conquistadores” lucharan por extender un mismo orden no impedía que
discreparan y que su representación del espacio –y sus intereses sobre él– variaran.
Encontramos, entonces, que los mapas se constituían en diferentes proyectos sobre
el territorio. Mientras los tres buscaban adelantar un proyecto colonialista cohe-
rente con los intentos de ampliación del rango de dominación española, los mapas
de Pumarejo y de Agustín de la Sierra proyectaban en el territorio sus respectivos
intereses individuales. Una vez identiicadas tanto las diferencias en las represen-
taciones individuales como el “orden común” que hacía a los mapas asimilables y
comparables entre sí, nos enfocaremos en el “desorden”, es decir, en la representa-
ción de aquellos lugares que todavía escapaban al dominio colonial.
Figura 1
Área en litigio: Boca del Garupal, Provincia de Santa Marta,
Nueva Granada
Fuentes: HERRERA, Marta Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control po-
lítico en las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales Neogranadinos. Siglo XVIII,
ICANH/Academia Colombiana de Historia, Bogotá, 2002, p. 23; INSTITUTO GEOGRÁ-
FICO AGUSTÍN CODAZZI-IGAC Atlas de Colombia, IGAC, Bogotá, 1992.
190 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 2
Mapa de la Boca del Garupal elaborado
a solicitud de Juan Manuel de Pumarejo en 1789
(en adelante Mapa Pumarejo 1789)
Fuentes: AGNC (Bogotá), Mapas y Planos, Mapoteca 2, 1300. Este mapa también se en-
cuentra en AGNC (Bogotá), Mapas y Planos, Mapoteca 4, 362A.
“Medir y amojonar” 191
Figura 3
Mapa de la Boca del Garupal elaborado
a solicitud de Juan Manuel de Pumarejo en 1784
(en adelante Mapa Pumarejo 1784)
Fuentes: AGNC (Bogotá), Mapas y Planos, Mapoteca 2, 1300. Este mapa también se en-
cuentra en AGNC (Bogotá), Mapas y Planos, Mapoteca 4, 360A.
No obstante, esto sólo constituía una utopía que dejaba de lado otros esquemas de
percepción y otras maneras de relacionarse con la geografía.
Figura 4
Mapa de la Boca del Garupal elaborado
a solicitud de Agustín de la Sierra en 1789
Fuentes: AGNC (Bogotá), Mapas y Planos, Mapoteca 2, 1300. Este mapa también se en-
cuentra en AGNC (Bogotá), Mapas y Planos, Mapoteca 4, 361A.
Invasión y reordenamiento
Al comenzar el siglo XVIII, cerca del 60% de los territorios de la provincia de
Santa Marta estaban en manos de indígenas no sometidos al dominio colonial.6 En
estos territorios se agrupaban poblaciones denominadas por los “españoles” como
“indios bravos”, que mantenían una autonomía en sus pautas de organización es-
pacial, económica y política.7 La marginalidad del territorio con respecto a las
6 HERRERA, Marta Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las Lla-
nuras del Caribe y en los Andes Centrales Neogranadinos. Siglo XVIII, ICANH/Academia Co-
lombiana de Historia, Bogotá, 2002, p. 266.
7 URIBE, Carlos Alberto “La rebelión Chimila en la Provincia de Santa Marta, Nuevo Reino de
“Medir y amojonar” 193
Granada, durante el siglo XVIII”, en Estudios Andinos, Año 7, núm. 13, Revista de Ciencias So-
ciales en la Región Andina, Centro de Investigaciones de la Universidad del Pacíico, Lima, 1977,
pp. 113-165.
8 HERRERA, Marta Ordenar para controlar…, cit., pp. 266 y 280.
9 HERRERA, Marta “La geografía de la guerra”, en Cátedra del Caribe virtual: El Caribe sin
plantación, Observatorio del Caribe, 2006 [en línea] http://ocaribe.org/catedra/plantacion.htm
[consulta 2 de febrero del 2007].
10 La acumulación de tierras en las Llanuras del Caribe se puede ver por ejemplo en el caso de José
Mier y Guerra, del Marquesado de Santa Coa y del mismo Agustín de la Sierra. Hermes Tovar
Pinzón ha explorado el tema, mostrando las impresionantes magnitudes de estas haciendas, los
sistemas de trabajo mediante los cuales se buscaba controlar a una población “libre” en aumento
y la conexión con el comercio “internacional”. TOVAR PINZÓN, Hermes Grandes empresas
agrícolas y ganaderas, Su desarrollo en el siglo XVIII, Ediciones CIEC, Bogotá, 1980. Marta
Herrera ha trabajado las diferencias entre las medidas de reordenamiento espacial de inales del
194 Mensurar la tierra, controlar el territorio
XVIII entre la región andina y las Llanuras del Caribe. Herrera ha mostrado que mientras que en el
Caribe se buscaba reforzar el dominio de los territorios recién invadidos, en los Andes se pretendía
recortar los resguardos indígenas para repartirlos entre la creciente población “mestiza”. HERRE-
RA, Marta Ordenar para controlar…, cit., caps. 2, 4, 5 y 6.
11 FALS BORDA, Orlando Historia doble de la Costa: Mompox y Loba, 4 vols., Carlos Valencia
Editores, Bogotá, 1979, pp. 16A-60A.
12 “…lo cierto que se airma como constante, y notorio por experiencia de que hay terrenos que no
se pueden ocupar en t[iem]po de Ybierno, y otros en el verano valiendose los azendados de la al-
ternación en los oportunos en la mudanza de ganados, y muebles”. AGNC (Bogotá), Colonia, TM,
138, f. 242 r.
13 Aún así, la movilidad no fue siempre el caso. Los pobladores que habitaron el área entre los siglos
IX a.C. y XII d.C. construyeron obras hidráulicas que regulaban el curso y el nivel de las aguas y
les permitían mantener un poblamiento sedentario. HERRERA, Marta Ordenar para controlar…,
cit., pp. 66-68.
14 AGNC (Bogotá), Colonia, TM, 138, f. 8v.
15 Una estancia en la Nueva Granada equivale a 317,52 ha (nota de los editores).
“Medir y amojonar” 195
podían ser demasiado extensas para solicitar una merced, por ser pantanosas y sólo
ser útiles durante el verano era necesario alternar “ganados y muebles” entre ellas
y su hacienda actual; lo anterior reducía la utilidad del terreno y hacía necesario
tener una cantidad más grande de tierra. Ésta le parecía, entonces, una medida
razonable y calculaba su precio en 100 pesos. De acuerdo con estos argumentos,
Pumarejo sostuvo una visión de la geografía que correspondía con sus intereses
especíicos en ese espacio.
“…aunque en las medidas suena mucha extencion, fue porque en
ellas se comprehendid (sic) tierra frangosa e invtil, con el objeto
de vna ixa demarcacion, y q[u]e si acaso puede lograrse hacer
vtil parte de ella, sera con el uso, e introduccion de la misma
ganados, pues el principal objeto que se mira en dichas tierras es
el ser anegadisas por los rios, y vertientes q[ue] las bañan logran-
dose con esto, el que se mantengan con pasto, aun en el tiempo
de verano, en el que se acoje a ellas toda la hacienda, porque el
demas terreno q[ue] carese de esta circunstancia, queda sin pasto,
y sin aguadas”.16
Así, la representación de la geografía en la que Pumarejo sostenía su petición de
merced recaía en una “tierra frangosa e inútil”, que por ser “pantanosa” resulta-
ba “llen[a] de inconvenientes, diicultades, ó embarazos para su consecucion”.17
Para él, las complejas dinámicas estacionales del agua imposibilitaban el esta-
blecimiento de una hacienda durante todo el año y obligaban a la alternación de
ganados entre sus terrenos y los “realengos”.
La representación de la geografía de Sierra se cimentaba sobre bases totalmente
diferentes. Para él, en la medición de Pumarejo los territorios,
“…se quisieron graduar por unas tierras invtiles, quando son
unas sabanas, y palotales18 los mas amenos, y fertiles de toda la
prov[inci]a de S[an]ta Marta, y Cartagena, y aunque contienen
mas de 50 estancias solo las apreciaron en 17 estancias, y esto
con solo el valor de cien p[eso]s siendo assi q[u]e valen quinien-
tos p[eso]s como q[u]e mi parte esta pronto á darlos”.19
dinámicas de poblamiento que estaban teniendo lugar en esta región y durante esta
época, pues buscaban instaurar un control basado en la propiedad individual. No
obstante, a pesar de haber logrado la inclusión de estas poblaciones y territorios al
control colonial, la dominación estaba lejos de ser absoluta. Como veremos más
adelante, la amenaza que representaba el “monte” para los pobladores “españoles”
seguiría siendo una señal de los límites del poder colonial y un atisbo de las otras
espacialidades que persistían después del desestructuramiento de la autonomía
Chimila. Las poblaciones fundadas seguían siendo abandonadas y los “montes”
seguían concibiéndose como peligrosos.
idea de un espacio a priori, de un telón de fondo en el que sencillamente ocurrían las acciones
humanas, para ratiicar que el espacio es a la vez producido socialmente y un actor central en las
relaciones sociales. Lefebvre propone una distinción analítica entre espacio mental, social y físico.
LEFEBVRE, Henri The Production of Space, Blackwell Publishing, Oxford, 2005 [1974]. Para los
propósitos de este artículo es más útil la propuesta de Michel de Certeau acerca de distinguir entre
la producción estratégica del espacio y un uso táctico del mismo. Mientras la estrategia propone
unas estructuras espaciales, las tácticas trazan sus propias trayectorias por medio de múltiples
combinatorias. Las estrategias y las tácticas politizan la vida cotidiana. Como aquí se propone, los
mapas se pueden entender como producciones del espacio desde el campo estratégico, pero que
no dan cuenta de los múltiples signiicados del espacio que tienen lugar en la práctica. CERTEAU,
Michel de La invención de lo cotidiano, 2 vols., Vol.1, UNAM, México, 2000, pp. 35-45.
22 Uno de los interrogantes que surge al aproximarse a las diferencias entre los mapas es por qué fue-
ron elaborados dos mapas por solicitud de Pumarejo, pues, si bien existen diferencias entre ellos,
estos se usan para soportar los mismos argumentos y la información contenida en ellos no varía
sustancialmente.
198 Mensurar la tierra, controlar el territorio
tados por Sierra y Pumarejo y se pueden observar las divergencias con respecto a
la manera como los representaron en sus respectivos mapas.
Figura 5
Superposición esquemática de los mapas elaborados
a solicitud de Pumarejo (1789 y 1784) y de Sierra (1789)
sobre un mapa actual
40 “BALDÍO, DÍA. adj. que se aplica á la tierra, ó terreno comun de algun concejo, ó pueblo, que ni
se labra, ni está adehesado. BALDÍO. Vano, sin motivo ni fundamento. BALDÍO. ant. El vagabun-
do, perdido sin destino”. RAE Diccionario…, cit.
41 HERRERA, Marta “La geografía de la guerra”, cit., pp. 14-26; Ordenar para controlar…, cit., pp.
41-78.
42 HERRERA, Marta “La geografía de la guerra”, cit., p. 23.
206 Mensurar la tierra, controlar el territorio
grupo, el monte se establecía como “lo inculto” y “lo inhóspito”, pues escapaba a
su control y era habitado por los indígenas adversos al poder colonial.
Figura 6
Notación de las haciendas y las tierras individuales
(detalles de las iguras 2 y 4)
Figura 7
Asimilación entre palotales, vegetación y montes realengos
(detalles de las iguras 2, 3 y 4)
Como se puede observar, los dibujos de la vegetación acompañan en los tres ma-
pas a los montes y palotales realengos. Los números, líneas y nombres de propieta-
rios que se evidencian dentro de los diagramas de las iguras 2 y 3 se contraponen
a un espacio externo que los rodea, caracterizado por dibujos de vegetación. En la
Figura 4, las vacías “tierras de…” se contraponen al monte, expresado mediante
la vegetación. Así pues, el “paisaje” que se observa en los mapas adquiere sentido
en torno a una oposición entre el número y el árbol, entre el espacio apropiado y
el monte. Un diagrama cerrado establece el sentido de un orden, constituido por la
yuxtaposición de líneas, medidas y nombres, mientras que los montes y palotales
están abstemios de los anteriores criterios de ordenación. Así, pues, el signiicado
de los mapas se construye en una contraposición entre diagrama/monte, orden/
desorden, espacio propio/espacio del otro, que al oponer el orden de las medidas al
desorden de las representaciones de la vegetación crea también una contraposición
entre la geografía de la “hacienda” y la geografía del “monte”. Mientras la primera
debía estar constituida por pastizales efectivamente desmontados que permitieran
la ganadería, la segunda albergaba irremediablemente una vegetación que posibi-
litaba unas espacialidades alternas a la hacienda y al régimen colonial. El número
y el lindero se constituían, entonces, en el símbolo del orden, mientras que el árbol
y la vegetación se convertían en el símbolo del “desorden” del monte, caso que
como vimos oculta una serie de espacialidades y geografías que eran alternas y
cuestionaban el orden colonial.
Nótese que en las iguras 2 y 3 se incluye el territorio que estaba siendo so-
licitado dentro del diagrama y se presenta sin ninguna referencia a su vegetación
o a su condición pantanosa o anegadiza. Su representación incluye números y
medidas en lugar de dibujos. En el mapa de Sierra, igualmente, la Sabana de San
Cayetano se encuentra sin representaciones de vegetación, y está ordenada por
medio de la toponimia (Figura 4). La inclusión del territorio solicitado dentro del
diagrama no era, por lo tanto, una cuestión insigniicante, sino que adquiría rele-
vancia como acto de iniciación dentro de un orden. Se trataba de un momento de
transición de las categorías que identiicaban el estatus social del territorio: pasaba
de ser “monte realengo” a “tierras de…”. Eran categorías interpretativas y simbó-
licas, que, no obstante, tenían repercusiones prácticas sobre el territorio.
Así entonces, los tres mapas tejían una contraposición entre hacienda/monte,
espacio propio/espacio del otro. Por medio de estas contraposiciones se componía
un paisaje que oponía el orden de la hacienda al “desorden” del monte y, al hacer
esto, desconocía o invisibilizaba las múltiples signiicaciones del “monte” y ade-
lantaba unos esquemas de percepción, del ordenamiento espacial y de la territoria-
lidad que implantaban el orden colonial.
Un nivel adicional en el que el lenguaje, los mapas y el poder se unen para
conigurar una manera de percibir el espacio es la toponimia. Éste es un nivel mu-
“Medir y amojonar” 209
cho más “obvio”, cuyo uso se aplica generalmente de una manera “naturalizada” y
que, por tanto, se pasan por alto sus complejidades y sus connotaciones políticas.
Los ríos, los cerritos y los montes se incluyen dentro de una toponimia, dentro de
un orden que se va a instaurar. El hecho de nombrar, de desconocer nombres que
ya habían sido instaurados y de rebautizar un territorio implica un acto de apropia-
ción y un cambio en las estructuras de percepción, a partir de las cuales se ordena
y se clasiica el territorio.45 Se trataba de un acto de apropiación y de control que,
sin embargo, generaba brechas con su efectividad práctica y su aplicación en la
vida cotidiana.46
Otra manera en la que encontramos la importancia del lenguaje en la confor-
mación del proyecto sobre el espacio radica en el uso de las convenciones (Figura
8). Como se podrá observar, en la Figura 2 se hace uso de veinticuatro numerales y
tres iguras donde se aclara a qué se reiere cada uno de los espacios diseñados en
el mapa. Como ya se ha dicho, la cartografía es una práctica simbólica que se lleva
a cabo de acuerdo con unas pautas culturales de representación. Se trata de una
práctica que se centra en la “codiicación” y “decodiicación” de información, de
tal manera que se pueda trasmitir una manera de ver el territorio.47 En este sentido,
las convenciones operan como acuerdos entre grupos de personas que establecen
consensos sobre la manera en que se debe representar el espacio. Al hacer esto,
las convenciones estabilizan el signiicado del territorio para que se pueda movi-
45 Una relación entre el acto de nombrar un territorio y el bautismo como formas de integración en
un orden social y político, se encuentra en NIETO OLARTE, Mauricio “Caldas, la Geografía y
la Política”, en LYNCH, Michael y WOOLGAR, Steve –editores– Representation in Scientiic
Practice, The MIT Press, Cambrige, 1990, p. 33.
46 Como se ha mostrado, tanto la toponimia como la categorización del territorio en tanto “monte”
o “tierras de…” eran expresiones de esa “utopía” que se desplegaba como la realización de un
orden en el espacio; dejando de lado o invisibilizando la heterotopía y las múltiples signiicaciones
del espacio que se coniguraban en la praxis. Este contrapunteo entre la voluntad de nombrar del
estado y el rechazo de esas categorías por parte de la gente ha sido explorado por WORBY, Eric
“Maps, Names, and Ethnic Games: The Epistemology and Iconography of Colonial Power in
Northwestern Zimbabwe”, en Journal of Southern African Studies, Vol. 20, núm. 3, septiembre
de 1994, pp. 371-392. El mismo proceso ha sido analizado por William Roseberry, para quien
el estado reclama el poder de nombrar y, a su vez, los nombres son rechazados por la gente del
pueblo: “Each case reveals ways in which the state, which never stops talking, has no audience; or
rather, has a number of audiences who hear different things; and who, in repeating what the state
says to still other audiences, change the words, tones, inlections, and meanings”. ROSEBERRY,
William “Hegemony and the Language of Contention”, en JOSEPH, Gilbert y NUGENT, Daniel
–editores– Everyday Forms of State Formation: Revolution and the Negotiation of Rule in Modern
Mexico, Duke University Press, San Diego, 1990, p. 365.
47 Sobre la cartografía como un proceso de “codiicación” y “decodiicación” de información en-
tre los Wokaimin, HYNDMAN, David “Back to the Future: Trophy arrays as mental maps in
the Wokaimin’s culture of place”, en Signifying Animals: Human meaning in the natural World,
Unwin Hyman, Londres, 1990, pp. 63-73.
210 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Figura 8
Convenciones en Mapa Pumarejo 1784 (detalle de la Figura 3)
48 Sobre la movilización del espacio véase NIETO OLARTE, Mauricio “Caldas, la geografía y la
política” y LATOUR, Bruno “Drawing Things Together”, en LYNCH, Michael y WOOLGAR,
Steve –editores– Representation in…, cit., pp. 19-68.
49 AGNC (Bogotá), Colonia, TM, 138, ff. 280r-288r.
“Medir y amojonar” 211
una estructura de categorías posibles para cada posición. Las categorías que ha-
cían parte de la ubicación espacial que correspondía al “monte” eran tales como
“realengo” y “baldío”, que se contraponían a las “tierras de…”. Estas estructuras
plasmaban una manera de ver el territorio que lo integraba al orden colonial.
Por medio del lenguaje y de la representación gráica salía a relucir una con-
traposición entre el espacio ordenado y el desordenado. Era una oposición entre
“hacienda” y “monte” que daba pie a una serie de diferenciaciones que categori-
zaban el espacio. Mientras que el dibujo de un árbol ejempliicaba el monte, la
traza de una línea con sus respectivas mediciones y divisiones entre propietarios
simbolizaba la “hacienda”. Esta oposición se podría reconocer al mismo tiempo
como “acalladora” y “fantasmal”. En el mismo proceso de inscripción del “mon-
te” en los mapas se hacía referencia a una percepción particular del “monte” que
ocultaba otras maneras de relacionarse con el mismo (un movimiento acallador),
y se reconocía la falta de presencia del dominio colonial –y del orden colonial– en
estas regiones. El “monte” era un espacio “peligroso” e “inculto”, pues desde él
se desplegaban acciones que eran alternas al régimen colonial (un movimiento
fantasmal). En los mapas se inscribe esta visión del “monte” que evidencia los
límites de dicho régimen y que presenta una huella de las otras espacialidades que
coniguraban el lugar.
A nivel individual, Agustín de la Sierra y Juan Manuel Pumarejo omitían o
acentuaban los parámetros culturales de representación, presentando unos mapas
que correspondían con sus intereses individuales y con la situación por la cual
solicitaban la merced. El que Pumarejo representaba el espacio por medio de un
diagrama cerrado, que lo mostraba como pequeño y limitado, haciendo énfasis en
las mediciones y en la división geométrica del espacio como tal; o que Sierra dibu-
jara el territorio como extenso, omitiendo las medidas e identiicándolo de acuerdo
con los propietarios y la toponimia, llama la atención sobre el entrecruzamiento
entre las relaciones de poder y las representaciones de la geografía que conforman
un proceso de merced. La aplicación de los parámetros coloniales de percepción
del espacio se acentuaba u opacaba de acuerdo con los intereses y la situación
concreta de cada uno de los individuos en el litigio. En el caso de Pumarejo, el
territorio se debía representar como una parte de la hacienda que tenía. En el de
Sierra, el territorio debía ser una hacienda por sí misma.
Ahora bien, los mapas se elaboraban por medio de “prácticas de mensura y
amojonamiento”. Estas prácticas eran recorridos que involucraban distintos acto-
res, objetos y prácticas culturales que permitían codiicar una experiencia inesta-
ble y adelantar la mirada colonial. A partir de estos recorridos se ijaban referentes
que se convertían en signiicantes del nuevo orden del territorio, y se estandari-
zaba una representación que se podría utilizar para tomar una decisión sobre la
adjudicación. En este sentido, se podría decir que los mapas eran la codiicación
“Medir y amojonar” 213
Introducción
N
uestro interés en este trabajo es comenzar a estudiar la conformación del
estado provincial santiagueño a través del estudio de las exploraciones
que se hicieron en los territorios del río Salado del Norte, la ocupación de
estas tierras de frontera y los procedimientos para la medición y entrega en propie-
dad a mediados del siglo XIX.1
Los iniciadores de este proceso fueron los Taboada quienes nombraron a
Amadeo Jacques como primer agrimensor provincial el que realizará, en nombre
del gobierno, las primeras entregas importantes en un tiempo relativamente breve
de estadía en Santiago del Estero. Consideramos que la igura de Amadeo Jacques
es paradigmática por su especial relación con la familia Taboada, la que imprimió
una nueva dinámica al gobierno de la provincia, en consonancia con los represen-
tantes del liberalismo en la esfera nacional. Como resultado de esta relación y de
las prácticas de gobierno de la familia en el poder, buena parte de las tierras de la
frontera quedaron en sus manos, las de sus familiares más directos, los integrantes
de su entorno más inmediato y de la propia familia de Amadeo Jacques. Todo esto
ocurría al mismo tiempo que comenzaban a delinearse los trazos iniciales de la
burocracia provincial con las primeras leyes sobre entrega de tierras en espacios
de frontera indígena y la creación de las instituciones catastrales de historia tan
zigzagueante como el río que pretendían ocupar.
Pensar en las tierras de frontera de la provincia de Santiago del Estero, en la
segunda mitad del siglo XIX, nos pone frente a un escenario en permanente movi-
miento hacia el Este, que es lo mismo que decir hacia el Chaco, Chaco Gualamba
o Chaco-santiagueño, o simplemente, “desierto” como lo nombran frecuentemen-
te los expedientes y las copias de mensura.
1 Agradecemos los comentarios de Helen Osorio, Juan Pro Ruiz y Juan Carlos Garavaglia, que per-
mitieron ordenar el trabajo y expresar mejor nuestras ideas. También un agradecimiento especial a
la diligente atención de Claudia Contente en toda la organización del Workshop.
216 Mensurar la tierra, controlar el territorio
2 GARGARO, Alfredo “Santiago del Estero (1810-1862)”, en LEVENE, Ricardo –director– Histo-
ria de la Nación Argentina, El Ateneo, Buenos Aires, Vol. 9, 1962, pp. 381-425.
3 HALPERIN DONGHI, Tulio Proyecto y construcción de una nación, Alianza, Buenos Aires,
1995; FERNÁNDEZ, Sandra; PONS, Adriana y VIDELA, Oscar “Las burguesías regionales”,
en BONAUDO, Marta –directora– Liberalismo, Estado y orden burgués, Tomo IV de la Nueva
Historia Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 1999, pp. 423-482.
4 CAMPI, Daniel y RICHARD-JORBA, Rodolfo “Las producciones regionales extrapampeanas”,
en BONAUDO, Marta –directora– Liberalismo, Estado…, cit., pp. 393-422; ROSSI, María Ce-
cilia Espacios y relaciones de poder. Su articulación en Santiago del Estero durante el proceso
inicial de implante de la Modernidad (1851-1875), Tesis Doctoral, Universidad Nacional de La
Plata, 2004.
5 ROSSI, María Cecilia “Consideraciones en torno a la construcción de la frontera del río Salado del
norte en Santiago del Estero, Siglos XVII-XIX”, en Anuario del Instituto de Historia Argentina
“Dr. Ricardo Levene”, La Plata, núm. 6, 2007.
Explorar y medir en tierras de caudillos 217
6 RÍOS, Ricardo S. “Los gobiernos no cuidaron el patrimonio del Estado y algunos gobernantes
enajenaron las tierras iscales en beneicio personal. Antecedentes sobre la venta de grandes exten-
siones de tierras públicas”, en Revista de la Junta de Estudios Históricos de Santiago del Estero,
Año V, núm. 15-18, 1947; ROSSI, María Cecilia “Exploraciones y estudios de los nuevos espacios
económicos durante el siglo XIX. Santiago del Estero, 1850-1875”, en Mundo Agrario, núm. 9,
Segundo semestre, 2004 [en línea] http://www.mundoagrario.unlp.edu.ar; BANZATO, Guillermo
y ROSSI, María Cecilia “El mercado de tierras en las fronteras interiores argentinas. La expansión
territorial de Buenos Aires y Santiago del Estero en la segunda mitad del siglo XIX”, en América
Latina en la Historia Económica, núm. 34, segundo semestre, 2010.
7 Florencio Varela había enfatizando la mejoría que obtendría Buenos Aires en relación con las pro-
vincias mediterráneas: “…la mejora y prosperidad de las provincias vecinas será siempre uno de
los mayores beneicios que Buenos Aires puede recibir. ¿Qué gana él, que ganaría jamás, en tener
por vecinos pueblos miserables, obligados a buscar en el pillaje y en la guerra lo que no pueden
adquirir por el comercio o por la industria; que se hacen soldados porque no hallan otra profesión
a qué dedicarse, que consumen muy poco y nada producen?” Así, cuando mira la situación de las
provincias mediterráneas considera que “sistema ninguno político o económico puede alcanzar a
destruir las desventajas que nacen de la naturaleza. Las provincias enclavadas en el corazón de la
República, como Catamarca, La Rioja, Santiago, jamás podrán, por muchas concesiones que se
les hicieran, adelantar en la misma proporción que Buenos Aires, Santa Fe o Corrientes, situadas
sobre ríos navegables…”. También advertía sobre el aprovechamiento de los recursos naturales,
particularmente los del Chaco “de que hoy se saca menguadísimo producto, lo darían entonces
muy abundante, proveyendo al gran consumo de leña que los vapores usarían en vez de carbón: esa
nueva industria ocuparía muchos brazos del país y muchos del extranjero; establecimientos para
esos trabajos se levantarían en varios puntos de las hoy desiertas soledades de aquel río y servirían
de origen a otras tantas poblaciones que se extenderían sobre sus costas…”. VARELA, Florencio
“Sobre la libre navegación de los ríos”, de Florencio Varela, Rosas y sus opositores, Gleizer, Bue-
nos Aires, 1929, en HALPERIN DONGHI, Tulio Proyecto y construcción…, cit., pp. 32-35.
218 Mensurar la tierra, controlar el territorio
por otros grupos de inluencia política. Este proyecto fue trazado en pinceladas
gruesas y debió ser rastreado más desde las prácticas que desde lo escrito. De
todos modos, existió una voluntad política explícita, del gobierno provincial y
también del confederal, de conocer el estado de situación del territorio, utilizando
los adelantos cientíicos y técnicos disponibles en esos momentos. Junto con un
estado que desplegaba todos sus recursos humanos y materiales, y se empeñaba en
la búsqueda del inanciamiento internacional para concretar las obras que fueran
necesarias, aparecían unos grupos sociales fuertemente movilizados tras los pro-
yectos –por voluntad o coerción– y crecientes expectativas de poder hacer buenos
negocios.8
Cuando todos los elementos componentes del proyecto comenzaron a arti-
cular, se cruzaron los intereses entre la tierra pública y los negocios privados, ha-
ciendo que fuera prioritaria para la elite terrateniente la compra de esas tierras que
signiicaban un respaldo tan fuerte como el oro. En el caso santiagueño el Estado
provincial jugó un rol decisivo en la formación del mercado de tierras, asegurando
la apropiación de los excedentes y la acumulación de la elite local.9
Garavaglia, partiendo de la conceptualización de Weber y Bourdieu piensa
al Estado como un “entramado de relaciones sociales de dominación” sobre un
territorio y su población cuyo surgimiento es un “proceso de concentración de di-
ferentes especies de capital, capital de fuerza física, o de instrumentos de coerción
(ejército, policía), capital económico, capital cultural o mejor dicho informacio-
nal, capital simbólico”.10 Con Savater distingue el concepto de Estado en tanto
“institucionalización de un poder separado de la colectividad humana” del concep-
to de burocracia, en tanto “institución, es decir, una forma de estructuración social
que tiende a ritualizar conductas y comportamientos de acuerdo a ciertos códigos
compartidos, y que, a la vez, exige de la sociedad una adecuación creciente a esos
códigos”.11 Garavaglia nos insta a buscar las explicaciones de estos procesos de
constitución de la burocracia y el Estado a partir de una historia social que dé
cuenta de “las formas de reclutamiento [del ejército], el rol social de la disciplina
militar, el papel de las elites en tanto oiciales, las inevitables redes familiares y
sociales que se esconderían bajo los uniformes”.12
Sin dudas, otro tanto deberá hacerse con otros ámbitos de la burocracia, como
el de la constitución del catastro que, tal como ha venido trabajando D’Agostino,
llevó en Buenos Aires buena parte del siglo XIX cuando destacados agrimensores
participaron también de la apropiación del territorio que iban midiendo, a la vez
que formaban parte de las oicinas del estado encargadas de registrar la división
territorial.13 Siempre para Buenos Aires, se está estudiando también la participa-
ción de los agrimensores y las comisiones de solares en el trazado de los pueblos
y sus ejidos desde la década de 1820. La tensión entre el espacio ya ocupado y las
necesidades de delineación de la nueva traza (véase el trabajo de Mariana Canedo
en esta compilación), la mediación del estado provincial permutando parcelas para
poder dar espacio al ejido14 y la inluencia de la normativa y la participación del
Departamento Topográico en el desarrollo posterior del pueblo,15 son algunos de
los aspectos destacables.
13 D’AGOSTINO, Valeria “Los orígenes de la agrimensura como profesión: su relación con el Es-
tado y el régimen de la propiedad de la tierra (Provincia de Buenos Aires, primera mitad del siglo
XIX)”, en GIRBAL-BLACHA, Noemí y MENDONÇA, Sonia Regina –coordinadoras– Cuestio-
nes Agrarias en Argentina y Brasil. Conlictos sociales, educación y medio ambiente, Prometeo,
Buenos Aires, 2007, pp. 271-288.
14 BARCOS, María Fernanda “Los ejidos de los pueblos de campaña: ocupación y acceso a la pro-
piedad legal en Monte, 1829-1865”, en Mundo Agrario, Vol. 7, núm. 14, 2007 [en línea]
http://www.mundoagrario.unlp.edu.ar/mundo_agrario/numeros/numero14/copy2_of_index_html
[consultado 30-10-2010].
15 ALIATA, Fernando y LOYOLA, Omar “Transformaciones en el hábitat rural. Los planos topo-
gráicos de Chascomús, 1826- 1854”, en Mundo Agrario, Vol. 10, núm. 20, 2010 [en línea] http://
www.mundoagrario.unlp.edu.ar/numeros/numeros/no-20-1er-sem-2010/sumario-summary [con-
sultado 30-10-2010].
16 “La verdad, es que cuando hay gobierno como el que tú has hecho, y maestros como ese generoso
francés [Amadeo Jacques], saben allanar diicultades…”. Carta de Juan M. Gutiérrez a Marcos
Paz, Rosario, 31 de marzo de 1860, aparecida en El Eco del Norte, 6 de mayo de 1860, en VIGNA,
Juan Antonio “Amadeo Jacques y Marcos Paz, propulsores de la cultura tucumana”, en Trabajos
y Comunicaciones, núm. 13, 1965, p. 205.
220 Mensurar la tierra, controlar el territorio
con los Taboada y con los Ibarra, íconos políticos y sociales del espacio mataraen-
se, a la que pertenecía el gobernador, que oició como padrino de la boda.20 Con
Manuel Taboada trabajará estrechamente hasta que por una profunda desavenen-
cia se mudó de Santiago del Estero hacia Tucumán. Lamentablemente, no hemos
encontrado información acerca de esas diferencias entre Jacques y Taboada. En
Tucumán inició una fructífera labor educativa durante la gobernación de Marcos
Paz al frente del Colegio San Miguel y continuó en Buenos Aires, cuando Marcos
Paz era vicepresidente y lo hizo nombrar primero profesor y luego rector del Co-
legio Nacional, hasta 1865 en que murió.21
Estos breves trazos biográicos nos permiten, por un lado, destacar la pre-
paración académica de Jacques, su militancia política y su incansable capacidad
de trabajo; por otro, podemos apreciar que las elites provinciales del siglo XIX
continuaron con las viejas prácticas de Antiguo Régimen del vínculo matrimonial
y desarrollaron estrategias de cooptación, incorporando talentos formados en Eu-
ropa a través de puestos en la burocracia.
La organización de un estado uniicado con la Confederación Argentina
y su réplica en los estados provinciales implicó la necesidad de desarrollar las
burocracias, y esto se enmarca, entre otros sucesos que llevaron al arribo de
profesionales europeos a América, en la emigración de intelectuales franceses
durante el imperio de Napoleón III. Así encontramos los nombres de Augusto
Bravard, Amadeo Jacques y Enrique de la Vergne.22 Pero también fueron
convocados otros cientíicos y militares que desde años anteriores ejercían su
actividad en América del Sur, como Alberto Larroque, Martín de Moussy, Amadeo
Bonpland, Alfredo Marbais du Graty, Thomas Jefferson Page, entre otros. El
gobierno de la Confederación procuró ubicarlos estratégicamente en aquellos
espacios que, desde la visión de la elite, necesitaban ser modiicados, tarea con la
que podían colaborar desde su formación intelectual y su actividad previa.23
Para el caso de Santiago del Estero, según Maidana, Manuel Taboada tomó
contacto con algunos profesionales como Jacques y de la Vergne en la reunión de
gobernadores convocada por Urquiza en San Nicolás,24 convenciendo al segundo
concerniente al tránsito y comunicaciones. Una copia del Acuerdo de San Nicolás en TABOADA,
Gaspar Los Taboada. Luchas de la Organización Nacional, Tomo I, Imprenta López, Buenos
Aires, 1929, p. 69.
25 ROSSI, María Cecilia Espacios y relaciones…, cit.
26 FERNS, H. S. Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX, Solar, Buenos Aires, 1984, pp. 292-295,
302-303.
27 ROSSI, María Cecilia “Exploraciones y estudios…”, cit.
28 CANAL FEIJÓO, Bernardo De la estructura mediterránea argentina, Imprenta López, Buenos
Aires, 1948, p. 117.
Explorar y medir en tierras de caudillos 223
29 TABOADA, Gaspar Los Taboada. Luchas de la Organización Nacional, Tomo III, Imprenta Ló-
pez, Buenos Aires, 1937, pp. 13-14.
30 TABOADA, Gaspar Los Taboada. Luchas de la Organización Nacional, cit., Tomo II, pp. 35-37,
54.
31 TABOADA, Gaspar Los Taboada. Luchas de la Organización Nacional, cit., Tomo II, p. 43.
32 Sacerdote, hijo del general Lavaysse (emigrado francés de pública actuación en 1820) y repre-
sentante al Congreso Constituyente de Santa Fe en 1853, hermano de Juan Lavaysse, emisario
personal de Ibarra que se inclinó al unitarismo. FIGUEROA, Andrés Linajes santiagueños…, cit.
33 ROSSI, María Cecilia “Exploraciones y estudios…”, cit.
224 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Mapa 1
Provincia de Santiago del Estero (actual)
35 DI LULLO, Orestes El General Taboada a través de su epistolario, Santiago del Estero, 1953.
36 ROSSI, María Cecilia Espacios y relaciones…, cit.
37 CANAL FEIJÓO, Bernardo De la estructura…, cit.
38 ROSSI, María Cecilia “Exploraciones y estudios…”, cit.
226 Mensurar la tierra, controlar el territorio
39 RAMS Y RUBERT, Estevan Documentos relativos a la Empresa de navegación del río Salado del
Norte de la república Argentina, Imprenta del Orden, Buenos Aires, 1860.
40 TABOADA, Gaspar Los Taboada. Luchas de la Organización Nacional, Tomo II, Libreros edito-
res Juan Roldán y Cía., Buenos Aires, 1933, pp. 76-79.
41 Carta del gobernador Manuel Taboada, octubre de 1852, en TABOADA, Gaspar Los Taboada.
Luchas de la Organización Nacional, cit., Tomo II, pp. 76-79.
Explorar y medir en tierras de caudillos 227
cañonazo le destruyó el timón en febrero de 1855. ARECES, Nidia “Crecimiento interno, interés
colonialista y juego de poderes. La frontera concepcionera en época de los López”, en XXII Jorna-
das de Historia Económica, Asociación Argentina de Historia Económica, FCH-FCE-Universidad
Nacional de Río Cuarto, Río Cuarto, 2010.
46 TABOADA, Gaspar Los Taboada. Luchas de la Organización Nacional, cit., Tomo II.
47 GIL MUÑOZ, Darío “Medalla Exploración al Río Salado”, en Boletín Centro Numismático e
Históricos Gral. Urquiza, Año IV, núm. 2, 2007, Paraná, p. 37 [en línea] http://www.numisma.es/
CN/2007-02.pdf [consulta 20/10/2010].
48 PAGE, Thomas La Confederación argentina, cit.
49 PAGE, Thomas La Confederación argentina, cit.
Explorar y medir en tierras de caudillos 229
50 Ambas están escritas en inglés porque, dirá Page, “no puedo expresarme en su propio idioma” y
fueron traducidas por el Contralmirante Franklin Nelson Page, nieto del explorador especialmente
para Gaspar Taboada. Page dirá que su estancia en Santiago del Estero fue “uno de esos puntos
brillantes en el desierto de recuerdos ausentes y que alegra el espíritu decaído y hace creer a veces
que se halla uno en el propio hogar”. TABOADA, Gaspar Los Taboada. Luchas de la Organiza-
ción Nacional, cit., Tomo III, pp. 217-218.
51 TABOADA, Gaspar Los Taboada. Luchas de la Organización Nacional, cit., Tomo III, pp. 217-
218.
52 PAGE, Thomas La Confederación argentina, cit.
230 Mensurar la tierra, controlar el territorio
53 JACQUES, Amadeo “Excursión al río Salado y al Chaco”, en Escritos, Ángel Estada, Buenos
Aires, 1945, pp. 111-156.
54 Analizando el plano de 1904, el más antiguo catastral con que cuenta la provincia, se advierte que
atravesaron las estancias de Cachi Pampa, Cara-Huasi, Azogasta, Corral-Atun, Repecho, Guaype,
Alejito, San Miguel de Matará, Chilcán, Sauce Bajada, Paso Grande, Gramilla y El Bracho, espa-
cio que durante la colonia ocupaban las mercedes reales de Candelaria y El Salvador y los pueblos
de indios de Anzogasta, Guaype, Guañagasta, Inquiliguala, Lasco y Matará.
55 JACQUES, Amadeo “Excursión al río Salado…”, cit., pp. 111-112.
Explorar y medir en tierras de caudillos 231
Mapa 2
Indicación de la zona que recorrió Amadeo Jacques
(indicada en trazos verdes)
Mapa 3
Indicación del viaje de Amadeo Jacques y estancias luego mensuradas
Fuente: Elaboración propia con base en el plano catastral de 1904 y mensuras en Dirección
General de Catastro de la Provincia de Santiago del Estero y expedientes de la mesa de
tierras iscales del AHSE.
Explorar y medir en tierras de caudillos 233
Otra forma de río, mucho más sinuosa, con barrancas y sin bañados, acom-
pañaba a otros suelos, arcillosos, fuertes, de consistencia pesada, unos bosques
que se achaparran y pierden densidad, la presencia del “aive, pasto amargo y poco
nutritivo; sus matas aisladas invaden ya a trechos el simbol, y a veces lo reem-
plazan por completo. La supericie de la llanura se torna así más atormentada…”.
Luego, llegó la pradera que se asemejaba a la de Buenos Aires y que otros viajeros
llamarán los “campos del Salado”, donde la espesa vegetación se convertía sólo
en recuerdo fugaz y donde la caña de azúcar podría combinarse productivamente
con cultivos muy tradicionales como el índigo y la cochinilla.59
Emprendido el viaje de regreso y comprendiendo que lo que quería saber
sobre las condiciones del territorio había sido visto y apuntado, el texto se vuelve
completamente antropológico, revelando una compleja trama de fascinación en
cruce con la incomprensión, por unas formas socioculturales tan desconocidas
para él como propias de un espacio particular al que intenta comprender desde su
mirada eurocéntrica sobre la barbarie.
El recorrido exploratorio realizado por Page mostró que el Salado podría ser
navegable si se realizaban una serie de obras para despejarlo de obstáculos y fa-
cilitar la navegación por buques de pequeño calado. Ahora, el primer intento de
explotación comercial, irmado con la Casa Smith Hnos., terminó con la anulación
del contrato,60 pero sentó un importante precedente para la irma del próximo, el
2 de julio de 1856, esta vez con un poderoso comerciante, amigo de Urquiza y
proveedor de los ejércitos confederados, Esteban Rams y Rubert, quien comuni-
caba la noticia en una carta dirigida al gobernador Manuel Taboada, fechada en la
ciudad de Paraná el 14 de agosto del año 1856.61 El gobierno nacional le concedió
a Rams y Rubert “la exclusiva por quince años para hacer el tráico comercial y de
pasajeros con buques de vapor en los ríos Salado y Dulce de la Confederación”,
la posibilidad de que viajaran bajo la bandera que “más les conviniese” y, a todas
luces, absolutamente favorables a la empresa signataria. Se esperaban “grandes
utilidades que reportará el comercio en general, cuando por medio de la navega-
ción se exteriorizen (sic) los pingües productos de todo el Norte de la República
Argentina, y se abastezcan por el Río de la Plata de los productos extranjeros que
hoy va a buscar al Pacíico a través de las Cordilleras”.62
La primera ley que se dictó, creó una Comisión para que indicara al gobierno las
bases económicas sobre las que vender los terrenos de costa, la situación de los
poseedores, primeros denunciantes y cuestiones relativas a la equidad en las tran-
sacciones. Esta Comisión estaba integrada por tres actores de la centralidad del
poder, Juan Francisco Borges (primo hermano de los Taboada y hermano de crian-
za), Manuel Palacio (heredero de la más poderosa familia de la colonia pos-tardía
y que durante la etapa revolucionaria y post-independentista continuara actuando
en los ramos de comercio como importador) y Luciano Gorostiaga, miembro de la
familias que aparecen con mayor concentración de cargos.66
Su dictamen fue la base del decreto del 16 de agosto convertido en el ley del
28 de octubre, que establecía las intenciones de poblar las tierras de frontera y faci-
litar “a todas las gentes” que pudieran comprar sus terrenos; cada suerte de terreno
fronterizo en las costas de ríos tendría una extensión de dos leguas cuadradas por
tres de fondo, su precio sería de doce pesos –originalmente se había establecido
en sesenta pesos– y para la de los campos compuesta de dos leguas cuadradas el
precio sería de seis pesos la legua cuadrada –originalmente eran cuarenta pesos;
67 AHSE, AG, Legajo 9 bis, Años 1843-1862, 1856, agosto 16, Expediente 10, letra M, Iniciador:
Ministro General de Gobierno; Legajo 9, Expediente 622, 28 de octubre de 1856.
238 Mensurar la tierra, controlar el territorio
pesos por mensura de cada legua de terreno, en el deslinde de los fondos y la longi-
tud del frente; los interesados debían costear el traslado hasta el terreno a mensurar
costando dos pesos cada cinco leguas (solamente de ida, sin costos a la vuelta); el
interesado también debía costear los gastos del viaje, los peones, las cabalgaduras,
el mantenimiento del grupo, durante todo el tiempo y también en los viajes.68 Esta
decisión, prácticamente, quebró la historia de las Comisiones Interventoras que
el gobierno de la provincia nombraba en cada caso de denuncia de terreno iscal,
integrada por el comandante militar de la zona y cuatro vecinos de los más anti-
guos o reconocidos, Comisiones que sólo muy ocasionalmente se constituirán en
adelante pero que tuvieron, durante la gestión Jacques, una vida paralela puesta en
supericie con la entrega de las tierras de los exploradores.
Un mes más tarde el gobierno consideraba la necesidad de nombrar tasadores
efectivos que se encargaran de proceder a la venta de los terrenos de propiedad
pública realizando previamente unas acciones orientadas a conocer y reconocer
las calidad de los terrenos denunciados y justipreciar su valor. Hasta el momento,
las tasaciones habían sido realizadas por las Comisiones nombradas por el Poder
Ejecutivo a propósito de cada venta particular, cuya iabilidad se apoyaba en la
vecindad de sus integrantes y el conocimiento del espacio a tasar y avaluar para
la venta. El Decreto que nombraba a los primeros tasadores José Andrés Orgáz69
y José María Herrera, exceptuaba de esta acción de tasación “a los terrenos de las
Fronteras que el Decreto anterior sujetaba a un precio determinado.70
Finalmente, habiendo establecido todo lo anterior y llevando un año de entre-
gas de tierras en la frontera, el gobierno advirtió que no se había ijado el número
de varas de la legua para la medición de los terrenos iscales. Advertencia plantea-
Gaspar Taboada, y enajenó los territorios alrededor de los dos bañados más impor-
tantes de la frontera: del Bracho a La Viuda y los de Figueroa.
Mensura 1
Plano general de las tierras mensuradas por Amadeo Jacques
75 Agradecemos al Sr. Juan Viaña, director del AHSE por la ayuda técnica en el escaneo y armado de
Explorar y medir en tierras de caudillos 241
Mensura 2
Fragmento superior del plano general de las tierras mensuradas
por Amadeo Jacques
las imágenes.
76 DGCSE-M23, Figueroa/129 Taboada.
242 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Leandro Taboada era hijo de Ramón Gil Taboada y de Francisca Luisa de Paz
y Figueroa; de parte de su madre era heredero de los antiguos encomenderos de
Guaype cuando este pueblo de indios estaba bajo el control de Sancho Paz de
Figueroa a comienzos del 1700; la familia vivió siempre en el territorio; el padre
de Francisca Luisa de Paz y Figueroa era encomendero feudatario y administrador
del pueblo de Azogasta y Añatuya era el terreno que lindaba hacia el sur del pueblo
de Matará, con lo que tenemos un reclamo de tierras realengas que amplían las
posesiones propias. Con posterioridad a las Guerras de la Independencia en las que
participara activamente con el Batallón de Patricios Santiagueños, Leandro Ta-
boada se instaló como custodio fronterizo de las tierras de Matará con el grado de
Capitán otorgado por el gobernador tucumano Bernabé Aráoz, ya que Santiago del
Estero formaba parte de la gobernación que incluía el territorio catamarqueño y la
capital en Tucumán. Allí vivió, nacieron todos sus hijos entre ellos Manuel, que
será cinco veces gobernador de la provincia, y Antonino, jefe militar del Salado
y estanciero. Podemos pensar que estas tierras estaban ocupadas y en producción
de hecho, como era la práctica expansiva de la colonia, y que al quedar vacantes
y pasar a categoría de realengas, aprovecharon la oportunidad para legitimar, me-
diante la compra, su propiedad sobre la misma. En virtud de ello, la compra puede
encuadrarse en la composición, formato por el cual se regularizaba jurídicamente
la situación de las tierras poseídas sin justos títulos, las compras irregulares hechas
a los indios, las sobras, los malos títulos, a través del pago al isco de cierta canti-
dad de dinero. En esta reclamación realizada por Leandro Taboada encontramos la
pervivencia de formatos de solicitud y entrega de tierras de la colonia, que también
fueron usados en Córdoba y Buenos Aires por las autoridades independientes.77
En esta compra habría que considerar dos cuestiones, una relacionada con las ca-
racterísticas ecológicas del territorio y una segunda relativa a la práctica constante
e histórica de la familia Taboada de adquirir terrenos al Estado con poblaciones
completas en su interior.78
Ecología de bañados y poblaciones resultan elementos complementarios y
el reaseguro de mano de obra para los cultivos de bañados que, como formato
productivo propio de los indígenas y de la colonia, mostraba como práctica una
fuerte persistencia. El territorio se conocerá en el siglo XX como los “bañados
de Añatuya” pero Martín de Moussy, en 1866, nombra como los “bañados del
77 BANZATO, Guillermo “La herencia colonial. Moderada composición y remates en Buenos Aires,
1780-1822”, en BLANCO, Graciela y BANZATO, Guillermo –compiladores– La cuestión de la
tierra en Argentina. A 90 años de la obra de Miguel Ángel Cárcano, Prohistoria, Rosario, 2009,
pp. 57-74.
78 En relación con las poblaciones al interior de la antigua Añatuya estaban Sauce Bajada, Vizcache-
ral, Itines, Añatuya, Jagüel, Jume Esquina, Tunaj-Nioj, Simbol Bajo, Tres Cruces y Suncho Pozo,
varias de las cuales serán la base de futuras estancias y pueblos en el último cuarto de siglo XIX.
Explorar y medir en tierras de caudillos 243
79 BASUALDO, Mario Ángel Rasgos fundamentales de los Departamentos de Santiago del Estero.
Un documento para su historia, Tomos I y II, Municipalidad de Santiago del Estero, 1981.
80 LORANDI, Ana María y LOVERA, Delia Magna “Economía y patrón de asentamiento en la
provincia de Santiago del Estero”, 1972, pp. 173-191 [en línea] http://www.saantropologia.com.
ar/relacionescoleccion/Relaciones.pdf [fecha de consulta: 17/07/2010].
244 Mensurar la tierra, controlar el territorio
los fuertes y fortines y porque el territorio ahora estaría más protegido contra las
posibles invasiones indígenas. Ahora la tierra de Añatuya cobraba un valor mayor.
El énfasis en la determinación de dónde comenzaba y terminaba la estancia parece
mostrar que había sido ocupada y puesta a producir, porque el testigo sabía perfec-
tamente desde dónde a dónde. Para tomar el límite norte se fueron registrando los
informes de los vecinos desde Matará hasta Gramilla, particularmente los de dos
capitanes: Joaquín Herrera y Juan Bautista Taboada (hijo reconocido de Antonino)
ambos beneiciarios del premio en tierras a los Exploradores de 1855, quienes die-
ron referencia del mojón de Chávez, que era el mismo mojón de Argañaráz y que
al momento se conocía como el mojón de Pedro Pablo Larrea. Lo cierto es que el
límite norte estaba muy cerca del lugar conocido como Sauce Bajada.
Amadeo Jacques aclaró que no midió el frente de la estancia “en toda su
longitud por la extremosa seca que sobrevino a la fecha de la operación”, de modo
que lo calculó de acuerdo a las informaciones recogidas, y siendo el agrimensor
también amigo, y los testigos también de la familia o miembros del ejército que
comandaba Antonino, no es difícil suponer que lo hayan hecho de ese modo al no
haber oposición. Se midió una parte, según se expresa “hasta la arruinada estancia
de Astudillo” e intervinieron baqueanos para calcular la distancia desde Astudillo
hasta el mojón de Pedro Pablo Larrea. El cálculo de 1856 fue: 7 leguas de frente
por 2 leguas de fondo, el que fue establecido siguiendo antiguas costumbres toda-
vía en vigencia, se redondeó en un total de 15 leguas cuadradas.81
81 Entre 1856 y 1888 la tierra permaneció en poder de Gaspar Taboada, aún cuando en 1875 la fami-
lia completa debió abandonar la provincia, en 1888 fraccionó las tierras en tres terrenos, vendiendo
dos partes a la sociedad cordobesa conformada por Rosso y Picot. Lo interesante es que el terreno
que se vende ya no tenía 15 leguas cuadradas sino 27,800 leguas cuadradas, o sea, 50.598 ha según
la mensura realizada por Guillermo Reid. DGCSE-M05, Ibarra/129 Taboada.
Explorar y medir en tierras de caudillos 245
Mensura 3
Fragmento central del plano general de las tierras mensuradas
por Amadeo Jacques
Mensura 4
Fragmento inferior del plano general de las tierras mensuradas
por Amadeo Jacques
84 Nótese la diferencia con las 2.700 ha por legua que se medían en Buenos Aires.
85 En 1834, AHSE, AG, Legajo 1, núm. 109.
Explorar y medir en tierras de caudillos 249
el sur el isco, por el este el río Salado y por el oeste el isco. El 20 de mayo hizo lo
propio con Severino Etchecopar con un lote de idénticas condiciones que lindaba
con el de Evaristo Etchecopar por el norte, con el isco por el sur, con el río Salado
por el este y con el isco por el oeste, de modo que estaba por el sur del lote de
Evaristo. Evaristo y Severino eran hermanos, hijos de Jean Pierre Etchecopar Paris
y Marie Minette Sibas, formaban parte de una familia de origen vasco-francés, el
primero fundador del Ingenio Lastenia, en 1840, en Tucumán (Campi y Richard
Jorba, 2004). Con fecha 18 de octubre una nueva entrega a nombre de Justa Ca-
rolina Escudero de Etchecopar, representada por Amadeo Jacques, sin datos de
extensión y con un costo de $40, lindaba al norte con el terreno de Emilia Rojas
de Imbert, al sur y este con el isco y al oeste con el río Salado. Las tierras de los
Etchecopar se conocían como Aspirante, nombre de un fortincito levantado en
esta época.86
A mediados de diciembre de 1856 Gaspar Taboada denunció en representa-
ción de su hermano Antonino, un terreno de 5.622 ha, de forma irregular y con
dimensiones poco convenientes, que tampoco tenía la forma para una suerte de
estancia, que lindaba al norte con la estancia Gallo Cojo, al sur con Jean Fragalde,
al este con Doña Lorenza la denuncia de Jean Fragalde, y al sur con Antonino
Taboada. El costo del terreno era de $18 y fue mensurado trece días más tarde de
la compra.87
El 22 de julio el gobierno entregó tres lotes consecutivos conocidos como las
tierras de Culo-Saca, a otros inversores franceses, los Poucel, Benjamín, Fortu-
nato e Hilario, que tuvieron como denunciante y representante al propio Amadeo
Jacques, los tres ubicados en la margen izquierda del río Salado y fueron pagados
con plata. El primero de ellos Benjamín, obtuvo un lote de 6 leguas cuadradas,
11.244 ha, lindaba al norte con Lino Palacio, al sur con Fortunato Poucel, al este
con el isco y al oeste con el río; el segundo Fortunato Poucel, también de 11.244
ha lindaba al norte con el isco, al sur con Hilario Poucel, al este con el isco y al
oeste el río Salado. Ambos lotes fueron pagados a razón de $60 el lote. Un tercer
terreno que no tiene especiicación de extensión, fue entregado a Hilario Poucel
con un costo de $79 pagado en plata que tenía como linderos al norte el isco, al
sur Máximo Etchecopar, al este el isco y al oeste el río Salado.88
Benjamín Poucel fue un escritor francés que recorrió el norte del país y escri-
bió, entre muchos, un relato sobre El Bracho contando la vida de Agustina Palacio
86 AHSE, MTF, Legajo 3, Expediente 178; Legajo 4, Expediente 226; Legajo 3, Expediente181;
Legajo 5, Expediente 268.
87 AHSE, MTF, Legajo 3, Expediente 193.
88 AHSE, MTF, Legajo 4, Expedientes 199, 200 y 219.
250 Mensurar la tierra, controlar el territorio
la compra en Santiago del Estero el 6 de agosto de 1893, año en que los terrenos
fueron mensurados.98
101 AHSE, MTF, Legajo 5, Expediente 269; DGCSE, Mensura 22, Figueroa.
102 AHSE, MTF, Legajo 5, Expediente 270; DGCSE, Mensura 22, Figueroa.
103 AHSE, MTF, Legajo 5, Expedientes 268 y 274.
104 POGGETTI, Rocío “Apropiación y privatización de las tierras ranqueles (1867-1881). Particu-
laridades de la conformación del sur-sur cordobés”, en XXII Jornadas de Historia Económica,
Asociación Argentina de Historia Económica, FCH-FCE-Universidad Nacional de Río Cuarto,
Río Cuarto, 2010.
Explorar y medir en tierras de caudillos 255
Conclusión
En este trabajo nos propusimos analizar la expedición a la frontera del río Salado
realizada en los comienzos del gobierno liderado por la familia Taboada en Santia-
go del Estero, el proceso de medición y entrega en propiedad de estas tierras como
una expresión de la conformación del estado provincial santiagueño a mediados
del siglo XIX.
La conjunción de intereses de las familias locales, que a su vez lideraban las
fuerzas militares de frontera, con la participación de especialistas extranjeros con-
tratados por un estado en ciernes que apelaba a ellos para dar los primeros pasos
en la construcción de la burocracia, posibilitó mostrar que, por lo menos hasta la
mitad del recorrido, el Salado era navegable. Esta primera constatación hizo que
el porvenir de la Confederación fuese visto como venturoso, podría comenzar a
resolver sus problemas económicos poniendo en circulación hombres, recursos y
mercancías que evitarían a las regiones mediterráneas quedar marginadas del cir-
cuito capitalista, aún a pesar de los sombríos pronósticos sarmientinos.
Pero también era venturoso el porvenir para la elite local cuyos líderes inicia-
ron una carrera ascendente vertiginosa, en el plano político y en el plano económi-
co, a partir de la apropiación de las tierras de frontera. Para ello, fue fundamental
la cooptación, a través de los lazos familiares y de los cargos en la burocracia, de
personas formadas en el exterior, como Amadeo Jacques. Como en el caso bonae-
rense, el primer agrimensor también se hizo propietario y sobre ines de siglo, su
hija Francisca Jacques conservará uno de los terrenos en su propiedad con el cual
el gobierno de la provincia le pagó sus honorarios.
Si bien en este periodo se inició el avance sobre las tierras del Chaco, inin-
terrumpido aunque lento y que va a concluir recién en 1901, punto cúlmine de la
ocupación efectiva del territorio argentino por parte del Estado nacional, el pro-
yecto terminó en un fracaso. Se demostró que el río Salado podía ser navegable,
pero combinaron varias cuestiones para su desastroso inal, la falta de inancia-
miento internacional, la pérdida de poder de la elite provincial, la ausencia de
trabajos permanentes que regularan las crecidas y drenaran agua desde un río al
otro, la construcción de los “puertos”, el fracaso en la atracción de inmigrantes que
desarrollaran económicamente los territorios ribereños y, inalmente, el avance
arrollador del ferrocarril como nuevo medio de transporte de recursos y personas.
En realidad, la única fuente posible de inanciamiento de una obra de tal enverga-
dura eran los capitales europeos y habían tomado otra dirección, señalada por la
vorágine de la expansión ferroviaria y su “sueño imperial”. Lejos habían quedado
aquellas esperanzas de Rams de ver “nuestros campos hoy desiertos […] mañana
poblados por activos agricultores, y donde solo se ven rancherías miserables se
256 Mensurar la tierra, controlar el territorio
110 Ley del 15 de marzo de 1877, en Recopilación de Códigos, Leyes y Decretos, Publicación Oicial
de 1910, Tomo III. Por el artículo 2 queda derogado el artículo 2 del decreto del 12 de noviembre
de 1859, en la parte que se opone al presente, lo mismo que los decretos de 9 de abril de 1875 y 10
de septiembre de 1876.
Mucho más que una cuestión de medidas
Las comisiones para el arreglo de los pueblos
del Estado de Buenos Aires: Pergamino, Arrecifes,
San Pedro, 1854-1856
Mariana Canedo
A
las pocas semanas de haber sido nombrado presidente interino del De-
partamento Topográico, en noviembre de 1853, Saturnino Salas realizaba
una serie de propuestas (“apuntes”) al Ministro de Gobierno de Buenos
Aires. Éstas se referían a la traza de los pueblos y ejidos de la campaña, y fueron
fundamentadas de esta manera:
“El Departamento Topográico comprende que el asunto de que
se trata es de una grande importancia, y que por la magnitud que
él abraza, según lo ha determinado el Superior Gobierno, es el
primero y el más grande paso que han dado todos nuestros go-
biernos en el sentido de la mejora y progreso material de los
Pueblos de Campaña. La mejor prueba de ello es, la necesidad
que se siente de un arreglo en todos ellos”.1
El tema distaba de ser novedoso. Sin embargo, Salas relejaba en su airmación el
compromiso de impulsar, y luego tutelar, varias singularidades del “asunto”. Las
comisiones para el arreglo de los pueblos de la campaña conformaron un proyecto
de los gobiernos de Buenos Aires tras Caseros que se implementó durante dos
años y medio –desde inicios de 1854 a mediados de 1856.
Una primera característica a destacar es que el proyecto tuvo un ciclo de
desarrollo completo, esto es, fue elaborado, gestionado, inanciado, puesto en eje-
cución y evaluado antes de su inalización. Otra característica es que tuvo como
objetivo la búsqueda de una intervención por parte del Estado para dar respuesta
a problemas que se ponían de maniiesto desde los pueblos en esos años; intervi-
nieron en él empleados del Departamento Topográico, comisiones de los pueblos,
1 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Sala X, Ministerio de Gobierno del Estado de
Buenos Aires (en adelante MGEBA), legajo 5616. “Apuntes que el Departamento Topográico se
permite elevar a la consideración del Superior Gobierno con motivo de la orden que ha recibido
para proceder a la traza de los ejidos de los pueblos de la Campaña; y tendientes al mejor des-
empeño de la persona que ha de encargarse de la traza según lo acordado con el Señor Ministro
de Gobierno en conferencia verbal con el Presidente interino del Departamento Topográico”. En
todos los casos, las cursivas en las citas son nuestras.
260 Mensurar la tierra, controlar el territorio
2 AGN, Sala X, 28-1-11, legajo 1082. CANEDO, Mariana “El ‘restablecimiento’ del Departamento
Topográico tras Caseros. Empleados, oicina e instrumentos de un proyecto con consenso”, en
prensa.
3 HALPERIN DONGHI, Tulio Proyecto y construcción de una nación (1846-1880), Ariel, Buenos
Aires, 1995. Estudio preliminar “Una nación para el desierto argentino”; BONAUDO, Marta Li-
beralismo, Estado y Orden Burgués (1852-1880), Sudamericana, Buenos Aires, 1999; LETTIERI,
Alberto La construcción de la República de la opinión. Buenos aires frente al interior en la década
de 1850, Prometeo, Buenos Aires, 2006; GARAVAGLIA, Juan Carlos Construir el estado, inven-
tar la nación. El Río de la Plata, siglos XVIII-XIX, Prometeo, Buenos Aires, 2007; BRAGNONI,
Beatriz y MIGUEZ, Eduardo –coordinadores– Un nuevo orden político. Provincias y Estado Na-
cional, 1852-1880, Biblos, Buenos Aires, 2010.
4 GARAVAGLIA, Juan Carlos Construir el estado…, cit.; CANEDO, Mariana “Jura, ceremonia
y festejos de la Constitución del Estado de Buenos Aires (1854). Alcances y limitaciones de un
Estado en formación”, en Revista de Historia Bonaerense, núm. 36, 2010.
Mucho más que una cuestión de medidas 261
5 ZEBERIO, Blanca “El liberalismo y los derechos de propiedad en Argentina. Controversias jurídi-
cas y proyectos políticos en la etapa codiicadora”, en BLANCO, Graciela y BANZATO, Guiller-
mo –compiladores– La cuestión de la tierra pública en Argentina. A 90 años de la obra de Miguel
Ángel Cárcano, Prohistoria, Rosario, 2009, pp. 35-56.
6 Nos encontramos abordando el desarrollo de la Comisión del Sud y la del Centro, con el objetivo
de, una vez analizadas, lograr aglutinar el desarrollo en simultáneo del proyecto.
262 Mensurar la tierra, controlar el territorio
7 AGN, Sala X, MGEBA, legajo 12982. Agustín Ibáñez de Luca había nacido en Montevideo y
estudiado ingeniería en España. Dirigió la Contribución Directa y aspectos vinculados con la apli-
cación de la eniteusis. Posteriormente fue nombrado presidente del Consejo de Obras Públicas.
Había integrado el Departamento Topográico de Buenos Aires por varios años (1826, secretario;
1828, ingeniero 2º; 1830, ingeniero 1º) siendo, como se ha dicho, nombrado en junio de 1852
presidente del Departamento.
Mucho más que una cuestión de medidas 263
8 AGN, Sala X, MGEBA, 28-1-11, legajo 1082. Abordamos las diferentes facetas (políticas, sim-
bólicas, operativas) implícitas en el “restablecimiento” del Departamento en CANEDO, Mariana
“El ‘restablecimiento’ del…”, cit.
9 La complejidad de la elaboración de un plano catastral de la provincia, entre otras cuestiones,
hace que el mismo se dilate. La propuesta de confección de un plano de la ciudad de Buenos Aires
generará discusiones entre las autoridades sobre la conveniencia y las posibilidades técnicas y eco-
nómicas para emprender dicha actividad. Vinculados con estos objetivos, se encontraban otros de
carácter más instrumental, aunque centrales al funcionamiento del Departamento: la formación de
empleados capacitados, la regulación de la actividad de los agrimensores en el ámbito privado, y el
cuidado y preservación de un archivo especíico “único en su tipo en el país”. CANEDO, Mariana
“El ‘restablecimiento’ del…”, cit.; D’AGOSTINO, Valeria “Los orígenes de la agrimensura como
profesión: su relación con el Estado y el régimen de propiedad de la tierra (provincia de Buenos
Aires, primera mitad del siglo XIX)”, en GIRBAL-BLACHA, Noemí y MENDONCA, Sonia R.
–coordinadoras– Cuestiones agrarias en Argentina y Brasil, Prometeo, Buenos Aires, 2007, pp.
271-288.
10 El 26 de junio de 1826, entre las fundamentaciones de la constitución del Departamento General
de Topografía y Estadística, se explicitaba el “deber que tiene el Gobierno de preparar los medios
para la ejecución de la ley que manda dar en eniteusis las tierras de propiedad publica, la nece-
sidad de empezar y arreglar la topografía y estadística del país…”. Al día siguiente del decreto,
el gobierno de Rivadavia reglamentó la ley sobre tierras en eniteusis que había sido aprobada un
mes atrás. DIRECCIÓN DE GEODESIA Y CATASTRO Manual de Disposiciones usuales para la
Dirección de Geodesia. Antecedentes de la Repartición y Archivo, Talleres Impresiones Oiciales,
La Plata, 1947, Tomo I, pp. 3-4.
11 VALENCIA, Marta Tierras públicas, tierras privadas. Buenos Aires 1852-1876, UNLP, La Plata,
2005; ZEBERIO, Blanca “El liberalismo y…”, cit., entre otros.
12 Archivo Histórico de Geodesia y Catastro, La Plata (en adelante AHGyC), Partido de Baradero,
Duplicado de mensura, núm. 17, “Ejido del Pueblo”, diciembre de 1828. AHG y C, Documentos
Antiguos, Carpeta núm. 61, documentos varios, 1830-1831.
264 Mensurar la tierra, controlar el territorio
13 En la nota se señala la actividad realizada por los empleados del Departamento Topográico du-
rante la “paralización por la guerra”. Ibáñez de Luca se refería al cuidado mantenido sobre la
colocación de ediicios que se habían construido y a la obra pública pero, fundamentalmente, des-
cribía el trabajo en la oicina realizado por los subalternos vinculados con los registros gráicos del
Departamento y la capacitación de los empleados (adiestramiento gráico, curso de Matemáticas).
CANEDO, Mariana “El ‘restablecimiento’ del…”, cit.
14 AGN, Sala X, MGEBA, legajo 1188, nota del 25 de agosto de 1853.
15 AGN, Sala X, MGEBA, legajo 10906, 19 de septiembre de 1855. Valentín Alsina ha sido nombra-
do ministro de gobierno del estado de Buenos Aires, el mismo cargo lo ocupó en el primer gabinete
de la provincia tras Caseros, en el gobierno de Vicente López y Planes. Había durado tres meses
en la primera experiencia, siendo uno de los impulsores del restablecimiento del Departamento. La
nota de Salas “dialoga” con una presentada por Alsina sobre el tema en 1852. CANEDO, Mariana
“El ‘restablecimiento’ del…, cit.
Mucho más que una cuestión de medidas 265
16 AGN, Sala X, MGEBA, legajo 4821. Lo ubicamos a Salas en el Departamento Topográico desde
ines de la década de 1820.
266 Mensurar la tierra, controlar el territorio
17 SARMIENTO, Domingo F. Recuerdos de provincia, Linkgua, Barcelona, 2007, pp. 137 y 139. La
situación económica de Salas volvió a quedar expuesta cuando en 1854, ya nombrado presidente
interino aunque cobrando como Ingeniero 1º, el propio Salas reclamó el sueldo de presidente por
no alcanzarle para cubrir las necesidades de su familia. La diferencia era importante, de 1000$
mensuales entre ambos cargos. Sobre los sueldos de los empleados del Departamento Topográico,
remitimos a CANEDO, Mariana “El ‘restablecimiento’ del…”, cit.
18 AGN, Sala X, MGEBA, legajo 5616, 2 de diciembre de 1853, “Apuntes que el Departamento
Topográico se permite elevar…”, citado.
Mucho más que una cuestión de medidas 267
Sobre este último punto se señalaba la doble ventaja que generaría: “…de acelerar
el tiempo empleado en la operación, y de formar hombres capaces en el ramo de
agrimensores, y para los destinos de este mismo Departamento, hoy tan escasos
y tan necesarios a la vez en este País cuya principal riqueza está vinculada a la
propiedad territorial”.
Desde la dimensión de la práctica laboral, que Salas bien conocía por su
propia experiencia, remarcaba la necesidad de contar con condiciones laborales
adecuadas para los agrimensores:
“La comodidad del comisionado no debe ser desatendida […] la
importancia no puede rebajarse, sino que por el contrario debe
realzarse […] necesita llevar los instrumentos con que ha de tra-
bajar sobre el terreno, los que le han de servir para trabajar sobre
el papel, libros, y demás cosa necesarias para no carecer de todo
lo preciso, y para ijar hasta donde le sea posible, la latitud y
longitud de los pueblos de Campaña, hasta hoy ignorada, y tan
precisa para su ijación sobre la Carta Topográica. La conduc-
ción de estos objetos delicados, no puede hacerse a caballo: una
galera sería muy del caso”.
Los “apuntes” evidencian el conocimiento del tema que se proyectaba abordar.
Los diferentes tópicos señalados aparecerán en las cartas que los agrimensores
de las comisiones le escribieron a Salas como parte de la “directa y constante
comunicación con el Departamento” prevista, aunque en varias oportunidades im-
pregnados de quejas.
Junto con los “apuntes”, el Departamento Topográico presentó un presu-
puesto solicitado por Portela para el funcionamiento de cada comisión, a ser apro-
bado por el gobierno.
Mucho más que una cuestión de medidas 269
Tabla 1
Presupuesto de gastos del Encargado de la Traza de los ejidos
de los Pueblos de la Campaña
20 Se incluye un “viático o sea un sobre-sueldo para que pueda concurrir a sus necesidades donde
quiera que se halle”.
21 Un análisis más pormenorizado del presupuesto y de los gastos de las comisiones en la práctica se
encuentran en CANEDO, Mariana “¿Costosas y lentas? Razones para el cese de las comisiones
para el arreglo de los pueblos y ejidos en el Estado de Buenos Aires (1854-1856)”, en XXII Jorna-
270 Mensurar la tierra, controlar el territorio
24 AGN, Sala X, MGEBA, legajo 6438. “Instrucciones que deberá observar en la traza de los ejidos
y arreglo de los Pueblos de Campaña el Comisionado al efecto”.
272 Mensurar la tierra, controlar el territorio
oír a los particulares de terrenos afectados por la traza de los ejidos, permutar la
parte afectada por terrenos de propiedad publica, comunicándolo” (artículo 15).
El uso de las “Instrucciones” hacia las comisiones de trabajo, no era una no-
vedad en la práctica del Departamento Topográico.25 Sin embargo, las presentadas
por Salas superan a las restantes que conocemos en lo abarcativas de las fases del
trabajo que incorporan, la precisión con que son expresadas, y, a la vez, porque son
pensadas para ser seguidas por tres comisiones en simultáneo y distintos pueblos.
La coherencia del proyecto de las comisiones, fomentado por los escritos de Salas
en nombre del Departamento, parte de una clara representación del accionar del
agrimensor comisionado y de su auxiliar en cada pueblo, que no se distancia de
las propuestas precedentes, aunque aumenta la cantidad de temas a tener en cuenta
por el agrimensor.
Junto con la aprobación de las Instrucciones que debían servir de norma, el
ministro Portela libró “orden a los Jueces de Paz de Campaña; a in de que proce-
dan sin demora al nombramiento de nuevas Comisiones de Solares de los Pueblos
de Campaña”, en nota del 24 de enero. Desde Capilla del Señor y Zárate, San
Isidro, Las Conchas, Rojas, Fortín de Areco, Guardia de Luján, Pilar, San Nicolás,
Salto, San Fernando, en pocos días, varios jueces de paz fueron elevando los tres
nombres propuestos (presidente y dos vocales) de “los ciudadanos más idóneos
para formar la Comisión de Solares del partido”. Pese a los diferentes esfuerzos,
estas prontas respuestas no aseguraron que las comisiones estuvieran funcionando
en todos los pueblos cuando llegaron los agrimensores, como iremos viendo.
En febrero de 1854, el Juez de Paz y la Comisión de Solares de Morón so-
licitaban se nombrara un agrimensor para las trazas de Morón y Merlo.26 En esta
oportunidad es el ministro de gobierno quien pedía al Departamento Topográico
a principios de marzo que el gobernador esperaba que “a la brevedad posible dis-
ponga que las Comisiones marchen a sus destinos”. La respuesta de Salas en el
mismo expediente da cuenta de la composición de las comisiones, y su fecha de
inicio, el 23 de marzo, de las que se solicitaba su aprobación.
Al mismo tiempo, insistía en que los agrimensores nombrados “reciban la
cantidad que les está acordada para su equipo”, y que el ministro “se dirija a los
Jueces de Paz a in de que presten a las mencionadas comisiones los auxilios ne-
25 Un ejemplo son las “Instrucciones a que debería sujetarse el Oicial 1º del Do. To. en el desempeño
de las comisiones que va a desempeñar en los pueblos de San Vicente y Ensenada”, que como se
indicaba fueron realizadas de manera especíica por el presidente del Departamento Topográico
en 1830, José Arenales, al Oicial designado, Saturnino Salas. En el primer artículo se indica al
agrimensor que llevará un diario de sus operaciones desde el día de su salida hasta el de su regreso.
AHGyC, Documentos Antiguos, Carpeta núm. 61, Partido de San Vicente.
26 AGN, Sala X, MGEBA, legajo 6735, 21 de febrero de 1854.
Mucho más que una cuestión de medidas 273
27 “Informe al Ministro de Gobierno, del estado de los trabajos y orden bajo el cual sus operaciones
han sido emprendidas desde que dicha Comisión fue instituida en Septiembre de 1824”, en Archi-
vo Histórico de la Provincia de Buenos Aires (AHPB), Departamento Topográico de la provincia
de Buenos Aires (1821-1865), C-49; A. 2, legajo 1, expediente 41, año 1826, f. 6.
28 Schuster solicitaba que se lo examinara para lograr la habilitación, por haber “olvidado” su “pa-
tente profesional” en Buenos Aires. El encargado de hacerlo, Reyes, se excusó de hacerlo a “este
hábil profesor”, que “tiene fama por su ejercicio en los institutos de Buenos Aires”. Entre sus ante-
274 Mensurar la tierra, controlar el territorio
cedentes se adjunta una nota de 20 de marzo de 1822 irmada por Bernardino Rivadavia donde se
detalla que integra como “Oicial del Departamento de Ingenieros”, siendo “Teniente de artillería
retirado”. De forma coincidente, el “Tribunal Topográico de la República Argentina” especiica
como antecedentes (31 de julio de 1827): Oicial del Departamento de Ingenieros (20 de marzo de
1822); Agrimensor público (20 de marzo de 1827). Del libro de habilitaciones de agrimensores pú-
blicos de la República Oriental del Uruguay, 30 de enero de 1832. La información se ha obtenido
por gentileza de Pierre Gautreau.
29 Suponemos que la ubicación de San Nicolás, el pueblo o ciudad más al norte de la provincia, en la
Comisión del Centro se debió a una distribución estratégica de agrimensores y complejidad de los
casos. San Nicolás presentó diicultades inluidas por la propia dinámica política de esos años (la
cercanía con Santa Fe y Entre Ríos, uno de los pueblos donde más cambios de autoridades locales
se produjeron, la situación de puerto, etc.) y a las características del propio agrimensor (personali-
dad, trayectoria, no ser empleado del Departamento y tener problemas de salud). En esta oportuni-
dad, consideraremos solo algunos aspectos que ayudan a comprender el desarrollo de la Comisión
Norte. Presentamos algunos avances sobre el caso de San Nicolás de los Arroyos en CANEDO,
Mariana “Políticas de estado al ras del piso. Las condiciones sociales, jurídico-institucionales y de
poder en el trabajo de los agrimensores en los pueblos de Buenos Aires a mediados del siglo XIX”,
en Segundas Jornadas Nacionales de Historia Social, La Falda, 2009; “Poderes locales y marcos
jurídico-institucionales provinciales. El accionar de los agrimensores del Departamento Topográ-
ico en los pueblos de Buenos Aires a mediados del siglo XIX”, en XII Congreso de Historia de
los Pueblos, Olavarría, 2009.
Mucho más que una cuestión de medidas 275
30 A lo que Salas contestaba: “Por ella [la carta enviada por Schuster a Salas] veo el estado de sus
trabajos que aunque van despacio, van adelante y con aprovechamiento de los jóvenes, que tiene
a su lado. Es indudable que ellos aprovecharan, pues tienen muy buena capacidad y deseo de
saber. A Vd. pues deberán la práctica que están adquiriendo, que no dudo que sabrán agradecerlo.
No extraña que trabajen despacio, la poca práctica que tienen aun. […] Yo por mi parte le estoy
muy agradecido por el interés que Vd. se toma por el adelanto a sus jóvenes compañeros”, Salas a
Schuster, Buenos Aires, 4 de junio de 1854.
31 Las condiciones de convivencia presentaron, según las descripciones tanto de Schuster como de
Fernández y Malaver, importantes limitaciones, pudiendo haber inluido en los vínculos entre
ellos. El hospedaje, por su costo, su ubicación o las relaciones sociales que permitía y limita apa-
rece en las cartas como un tema central. También la comida y el ritmo de trabajo: “…si no da [el
Sr. Schuster] al traste conmigo y con Malaver, infaliblemente que aprenderemos mucho, hasta a
ni comer. Cuando andamos trabajando por el medio de la Calle y al rayo del Sol, a eso de las doce
o las trece de la tarde, nos miramos Cara a Cara con Malaver y encontrarnos siempre lánguidos,
enclenques y […] Entonces, volvemos maquinalmente los ojos al libro diario, y anotamos en el
con la paciencia de siempre el rumbo de una línea o el largo de una perpendicular” Fernández a
Salas, San Nicolás, 6 de mayo.
276 Mensurar la tierra, controlar el territorio
32 En la experiencia de Salas como comisionado al pueblo de San Vicente en 1830 su puesta en mar-
cha se registró el 18 de septiembre y su regreso el 2 de octubre. AHGyC, Documentos Antiguos,
San Vicente. Sin embargo, la mayoría de los pueblos hacia esos años, presentaban situaciones más
complejas.
Mucho más que una cuestión de medidas 277
para luego poder realizarse el amojonamiento de la traza propuesta (con las posi-
bles correcciones que se hubieran observado). Sintetizamos el tiempo empleado
por las comisiones en cada pueblo de la siguiente manera:
Cuadro 1
Duración del trabajo de los agrimensores en los pueblos
Tras el comienzo como aprendiz en San Nicolás, Juan Fernández estuvo dos años
encargado de la “Comisión para el arreglo de los Pueblos del Norte de la Campa-
ña” durante los cuales logró realizar el plano de tres pueblos. Los delineadores que
lo acompañaron variando en cada pueblo, fueron empleados del Departamento
Topográico como él, aunque con rango menor.
Entre la llegada a cada pueblo y el inicio de la actividad fueron momentos
dilatados, variando las razones según los casos: la conlictiva relación con las au-
toridades locales en San Nicolás de los Arroyos, la lluvia “constante” caída en
Arrecifes, la perdida de la cadena para medir por parte del propio Fernández antes
de llegar a San Pedro. En Pergamino, solo se mencionó algún día de lluvia, pero
no hubo mayores demoras. Algunos ejemplos:
“¿Qué el Juez de Paz se interesase en algo y conocieran las ven-
tajas reales que recibirá él y todo su pueblo de nuestro trabajo,
278 Mensurar la tierra, controlar el territorio
33 Las referencias de ines de 1854 corresponderían a lo que se conoce como el avance del general
Costa desde Rosario con unos “600 hombres”, detenido por el general Hornos en Buenos Aires
Mucho más que una cuestión de medidas 279
36 En la carta de Salas, de carácter oicial, hacía referencia a la “utilidad de trabajos de esa naturaleza
y que tanto reclaman los pueblos todos de la Campaña para su progreso y adelanto material”,
citaba los antecedentes de la Comisión “las delineaciones del Pergamino y Arrecifes”, y solicitaba
al Juez de Paz una contestación a la mayor brevedad, “lo mismo que en el caso de que no tenga
los recursos necesarios para costear los peones, estacas y mojones, que debe ocupar la Comisión
al expedirse en sus trabajos, pues dado esto deberá dirigirse a otro pueblo”. AGN, MGEBA, nota
oicial del Presidente interino al juez de paz, Buenos Aires, 12 de octubre de 1855.
37 AGN, MGEBA, nota oicial del juez de paz de San Pedro al Presidente interino, San Pedro, 26 de
febrero de 1856.
38 Flores fue derrotado el 25 de enero de 1856 por el mayor Antonio Llorente en Laguna de Cardozo,
cerca del arroyo del Medio, y por la tarde, nuevamente, por fuerzas del coronel Bartolomé Mitre.
Después de esta campaña Flores se retiró a Rosario, quedando convulsionada la campaña de Bue-
nos Aires.
Mucho más que una cuestión de medidas 281
tratos que han pasado en San Nicolás”, planteaba, en un estilo inusual, estar con-
vencido de que:
“…en los Pueblos cuanto más se acercan a su engrandecimien-
to hay mayor reinamiento y egoísmo en los individuos que los
componen; mientras que en los más pequeños se encuentran más
naturalidad y franqueza, por cuanto sus hábitos y costumbres son
más primitivos,” Salas a Fernández, Pergamino, 1854.
Al llegar Fernández en agosto de 1854 a Pergamino, no había Comisión de Solares
en el pueblo, por lo que solicitó al Departamento Topográico que le remitiera las
instrucciones para conformarla. Tanto el juez de paz como la Comisión de Solares
tuvieron un papel activo en la elaboración de la mensura, situación valorada por el
Departamento Topográico al considerar la evaluación de la mensura:
“Procediendo en todo con conocimiento e intervención de los
comisiones de Solares, y del Juez de Paz de Partido como debía
hacerlo según las instrucciones y que es muy grato al D (sic)
poder decir VE que los trabajos ejecutados han merecido ya la
aprobación de las expresadas autoridades, y vecindario de aquel
Pueblo, según se lo asegura la Comisión que los ha ejecutado”.39
Mientras realizaba el amojonamiento en Pergamino, Fernández se comunicó con
el juez de paz de Arrecifes, a instancias de Salas. Recibió como respuesta que:
“Con la excepción de los fondos que tenemos disponiendo para la Iglesia, los
Sres. de la comisión pueden contar con la eicaz cooperación de este Juzgado a tan
noble objeto” (sin referencia al “auxilio”).
“Me fui a Arrecifes, estuve con el Juez, le hablé de la urgen-
te necesidad que sentía ese pueblo de nuestros trabajos y de los
beneicios que traerían a la población (que francamente para mi
son ningunos) de los gastos que habíamos y por ultimo, que si
no había fondos para sufragarlos, se sacase una pequeña suscrip-
ción. El Sr. juez quiso, que no quiso, consintió en ayudarnos,
luego que pasásemos a su pueblo con peones, estacas y a más con
su eicaz protección para tan noble objetivo” Fernández a Salas,
Pergamino, abril de 1855 (subrayado en el original, las cursivas
son nuestras).
Tampoco existía “comisión Municipal ni de Solares” en Arrecifes, pero se con-
formó rápidamente. El papel activo que los jueces de paz y las comisiones fueron
medir el ejido del pueblo. Los límites de la donación eran, como solía suceder en
estos casos, “muy vagos”.41
“El ediicio aquí [Arrecifes] es cosa tan poco usada que no hay un
solo horno de ladrillo y el material que ha servido para la Iglesia
lo han tenido que traer de San Nicolás. Qué diferencia con el Per-
gamino desde que comenzamos a amojonar allí todos los días nos
venían a ver por encargo del Juez de Paz para dar una delineación
y trabajar más de 20 hornos y no daban a vasto. Casas de material
cómodas y de buen gusto con sus cornisas de 15 y de 18 pulgadas
y ranchos de la misma se han hecho un sin número” Fernández a
Salas, Arrecifes, 1855.44
Mientras intentaba ubicar la cadena perdida en Arrecifes, Fernández comunicaba
haber tenido oportunidad de conocer el pueblo de San Pedro,
43 AHGyC, Duplicado de mensura, Partido de Arrecifes. Ni siguiera la plaza del pueblo pudo regu-
larizarse en relación con la iglesia. Fernández especiica que se habría podido pero que “los Sres.
antes mencionados se empeñaron en que se conserve tal cual estaba. (f. 3)”, ya que se habría tenido
que perder “el ediicio de teja de la esquina sur de la acera de la Iglesia” (f. 2).
44 La información del Registro Estadístico para 1855-1856 especiica que habría 12 hornos de ladri-
llos, 20 albañiles y 2 herreros en Pergamino, 6 hornos, 9 albañiles y 3 herreros en San Pedro y 1
horno y 8 albañiles en Arrecifes. “Tabla Tercera. Industrias diversiicadas”.
Mucho más que una cuestión de medidas 285
45 No aparece discriminada la población del pueblo de San Pedro para 1854; para 1869, se estima en
2089 habitantes. DE LA FUENTE –director– Primer Censo…, cit., p. 89.
286 Mensurar la tierra, controlar el territorio
46 Para un análisis más integral sobre los ejidos, BARCOS, María Fernanda “Los intersticios de
la ley. De la sanción a la implementación de la legislación ejidal en Mercedes (Buenos Aires)
1810-1870”, en BLANCO, Graciela y BANZATO, Guillermo –compiladores– La cuestión de la
tierra…, cit., pp. 75-109.
Mucho más que una cuestión de medidas 287
lantara siendo uno de los mas antiguos (y en mucho tiempo el partido más rico en
Haciendas en todo el norte)”.
Solicitaba al gobierno que se estableciera el ejido, ante “las ininitas desave-
nencias que se originan a Cada instante entre los vecinos Propietarios”.
“Medida tan necesaria Sor. Ministro; que de no tomarla, más bien
disminuirán los habitantes que aumentarse como sucede de tiem-
po en tiempo. Como hoy que cada propietario que tiene terrenos
de Panllevar, trata de que los labradores, se los desalojen, y este
Pueblo no tiene terreno de Chacra que proporcionar, pues las Es-
tancias están Pobladas en el mismo Pueblo a dos Cuadras de la
Plaza, donde paran (rodeo) a sus majadas que en tiempos se los
introducen hasta la misma Plaza”.
El juez de paz había estimado unas 823 personas en el pueblo de Arrecifes para
1854 (el 27% de las 3030 personas que hacen al total del partido):47 “…este es
el Pueblo mas necesitado, de arreglos generales. Sin dejar de ser uno de los más
importantes para la localidad, el transito preciso para las Provincias y Céntrico
apoyo de la Frontera”.
En 1855, Fernández estableció el ejido “dándole la extensión que por De-
cretos Superiores le corresponde” y con la previa consulta del juez de paz y la
Comisión de Solares:
“…el Rio de Arrecifes ha impedido dejar al Pueblo con el cen-
tro del terreno destinado a la labranza. Como el Pueblo no tiene
terreno propio para Ejido, este se ha trazado sobre propiedades
particulares, por cuyo motivo no se ha hecho subdivisión alguna
en quintas y chacras […]
en relación con el Informe de Vélez Sarsield y los criterios sobre los terrenos de
los ejidos:
“La población esta situada sobre una loma no grande y conclu-
yendo esta, ya no se ve ni quintas, ni chacras ni modo que no hay
necesidad de amojonar unas cuantas cuadras fuera del pueblo (de
Arrecifes), y eso será trabajo perdido porque el pueblo ni sube ni
baja, pero se está quieto y es hoy lo mismo que 100 ó más años
atrás y será siempre lo mismo si el Asesor de Gobierno informa
sobre los terrenos particulares del modo que lo hizo para el Per-
gamino”, Fernández a Salas, Arrecifes, 1855.
Pese a la propuesta de desistir de realizar la traza o siquiera el amojonamiento del
pueblo de San Pedro, Fernández “su más obsecuente y atento servidor” como se
autodenomina en la carta siguiente, continúa señalando que “todo mira a demora
indeinidamente” y que el pueblo “es muy grande lleno de montes de talas y cuan-
to árbol echó Dios al mundo, y más que todo malísimamente delineado”.48
Un cambio de escena aparece con la comunicación del 20 de junio de 1856.
En nota oicial del Departamento Topográico al encargado de la Comisión del
Norte (Fernández), se ponía en “conocimiento y debido cumplimiento la nota re-
cibida del ministro de gobierno”, comunicando Salas que “debe dar por concluida
su Comisión; a no ser que Vd haya empezado a trabajar en Baradero, a cuyo caso
puede continuar”.49
No queda muy claro de qué manera Fernández aceleró el trabajo, pero el 15
de julio, despachó en la diligencia el plano que había realizado del pueblo y ejido
de San Pedro con proyecto de delineación al Departamento Topográico, para ser
presentada al ministro en esos meses, Dalmacio Vélez Sarsield.
Leer el duplicado de mensura conociendo este contexto de producción per-
mite una mayor comprensión del mismo.50 La mensura del pueblo y ejido de San
Pedro mantiene una estructura similar a las que hemos visto en los otros pueblos:
una parte irregular dentro de la calle de circunvalación y otra regular fuera de ella.
Sin embargo, el estilo –llamémoslo así– en el que se encuentra presentada resulta
más técnico en relación con los trabajos anteriores de Fernández.51 Especíica-
48 Hemos mencionado la inquietud por parte del juez de paz de que Fernández comenzara midiendo
el ejido, y la documentación provista sobre las escrituras de “la donación primitiva del año 802,
hecha a los vecinos de San Pedro con destino a ejido”, que presentaba límites imprecisos. Copia
de la donación realizada en 1802 se encuentra en AHGy C, Documentos Antiguos, carpeta núm.
61, San Pedro.
49 Nota oicial del Departamento Topográico a la Comisión del Norte, 20 de junio de 1856.
50 Diligencias practicadas en el levantamiento del plano del pueblo de San Pedro en el proyecto de su
delineación y en la mensura de su ejido.
51 A modo de ejemplo: “Para efectuar el levantamiento del plano, se trazó un polígono de cuatro
Mucho más que una cuestión de medidas 291
mente sobre el ejido, reproduce un “extracto de los títulos de propiedad del Ejido
de San Pedro” que indicaba la donación a los vecinos del pueblo de tierra ejidal”.
Los trabajos de la Comisión se reducen al “deslinde del ejido según las escrituras”.
Las apreciaciones del Departamento Topográico relejan el mismo estilo, no
teniendo que hacer observaciones. Una vez aprobada la mensura por Vélez Sars-
ield, Salas observará que la traza ha quedado sin amojonar. El ministro determina
que sea el juez de paz quien “proceda a poner mojones en las señales puestas por
el Agrimensor”.52
Resulta interesante considerar, aunque sea brevemente, la presentación rea-
lizada dos años más tarde por el presidente de la Municipalidad de San Pedro so-
licitando, para fomento de la agricultura, la traza de la dimensión completa que le
corresponde al pueblo “las cuatro leguas cuadradas que debería tener con arreglo
al Superior Decreto de 22 de abril de 1826”. El Departamento Topográico, tras
señalar que en 1856 había habido conformidad en la Municipalidad de San Pedro
en cuanto no hacerle mas extensión al ejido, consideró que el “Pueblo de San Pe-
dro como los demás del Estado, tiene derecho a que se le dé el Ejido establecido
por regla general”. Firman el informe las máximas autoridades del Departamento
Topográico en esos años: Saturnino Salas, Juan Fernández, Avelino Fernández y
Antonio Malaver. Es decir, Salas, el agrimensor a cargo de la Comisión del Norte
y dos de sus auxiliares.53
lados, […] se tomaron todos los ángulos con el Teodolite […] se ha medido, levantando perpen-
diculares a los ángulos de los ediicios de azotea de techo de paja, ranchos de quincho, paredes,
cercos de palo de árboles, zanjas, etc.” (f. 2).
52 Tomás Obligado, juez de paz de San Pedro escribe al ministro Vélez Sarsield en julio de 1856,
dado que habiendo inalizado las comisiones “y no habiendo fondo suicientes para costear unos
mojones”, pide que el gobierno le faculte “seis cañones viejos o inservibles para mojones”. Fun-
damenta el pedido en los “perjuicios a muchos vecinos que están con sus ediicios y materiales
parados, solo esperando que se amojonasen”, por lo que solicita se envíe agrimensores “15 ó 20
días”. AGN, MGEBA, Sala X, legajo 12360.
53 AHGy C, Partido de San Pedro, 28 de octubre de 1858. El Presidente de la Municipalidad so-
licita la traza del ejido. Los argumentos apoyando el fomento de la agricultura orientada a la
comercialización en el pueblo y por el río a la ciudad de Buenos Aires, fundamentan el pedido
realizado a partir de la siguiente situación: “De poco tiempo a esta parte han desaparecido de este
partido 9 leguas de terrenos de pan llevar que aunque situadas a uno de sus extremos alimentaban
no obstante a 400 familias que han emigrado a otros partidos o fuera del Estado, y fomentaban
el comercio de este pueblo y su campaña. Estas chacras desaparecieron por estar arrendadas en
terrenos de propiedad particular, cuyos dueños exigieron el desalojo para ocuparlos en pastoreo.
La falta de estos productos agrícolas se han hecho sentir en estos últimos años muy notablemente
en el comercio de este pueblo que siendo ventajocísimos para los productos de labranza han sido
pésimos para los del pastoreo de modo que teniendo los estancieros mas que muy poco o nada que
vender, el comercio de este pueblo ha sufrido la falta de dinero en su vecindario, reducido hoy a
vivir exclusivamente del pastoreo”. Completa los fundamentos un análisis orientado a señalar el
mayor rendimiento de la agricultura, en esta zona, en relación con el pastoreo existente (veinte y
tantos puestos de pequeños hacendados, que unos con otros, cada uno tiene ciento sesenta anima-
292 Mensurar la tierra, controlar el territorio
L
a formación de pueblos fue una preocupación recurrente del estado español
en América pero, en la actual provincia de Buenos Aires, su presencia fue
más tardía debido a la condición marginal de la región respecto a otros
dominios españoles; cuestión que se modiicó a partir de 1776 con la creación del
Virreinato del Río de la Plata. Debido a esto, los pueblos no se crearon por capitu-
laciones sino que se fueron conformando a medida que se asentaba la población y
se avanzaba sobre el espacio apropiado a los indígenas; en la mayoría de los casos
espontáneamente al amparo de los fuertes, capillas y postas. Los ejidos de esos
pueblos existían de hecho como tierras de pan llevar pero las trazas formales se
realizaron (salvo excepciones como Buenos Aires y alrededores) durante el siglo
XIX. A partir de 1810, momento en el cual se inició el proceso revolucionario que
derivaría en la independencia de la región, se retomó la preocupación por el reco-
nocimiento del territorio y, en función de esto, se comenzó a pensar en construir
una legislación propia sobre las tierras que rodeaban a los pueblos. El balance
indica que el proceso fue largo, complejo y transcurrió plagado de tensiones.
Las normativas en materia de ejidos de los primeros años implicaron sobre
todo la adaptación y modiicación de muchas disposiciones de raigambre colo-
nial sobre pueblos y poblaciones presentes en el Derecho Indiano. Éstas fueron
adaptadas y conforme las particularidades de Buenos Aires respecto al resto de las
regiones de colonización española. Así, la noción fue adquiriendo paulatinamente
un signiicado particular puesto que se diferenció progresivamente del que tenía en
España como en otras regiones americanas. En primer lugar, se despojó al término
del carácter comunal que llevaba implícito históricamente –tierras de uso común a
la salida de la población donde no se planta ni se labra–1 e inversamente se deno-
minó ejido al área cultivable destinada al fomento de la población. Por tal motivo,
se prohibió allí el pastoreo y, cuando comenzaron las trazas formales, los terrenos
que el ejido abarcaba se dividieron en solares, quintas y chacras.
2 GARAVAGLIA, Juan Carlos “Ejecito y milicia: los campesinos bonaerenses y el peso de las exi-
gencias militares, 1810-1860”, en Anuario IEHS, núm. 18, 2003, pp. 153-187; BARRAL, María
Elena y FRADKIN, Raúl O. “Los pueblos y la construcción de las estructuras de poder institucio-
nal en la campaña bonaerense (1785-1836)”, en FRADKIN, Raúl O –compilador– El poder y la
vara. Estudios sobre la justicia y la construcción del estado en el Buenos Aires rural, Prometeo,
Buenos Aires, 2007, pp. 25-58.
3 FOUCAULT, Michel “El sujeto y el poder”, en TERÁN, Oscar Michel Foucault: Discurso, Po-
der y Subjetividad, El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1995, p. 181. El empeño por entender a la
sociedad como la expresión de un conjunto de relaciones sociales y no sólo como el relejo de una
relación de dominación por parte del estado sobre la sociedad civil fue tempranamente efectuado
por Gramsci. Si bien Foucault se aleja del autor de Cuadernos de la cárcel cuando expone que to-
dos los individuos son sitios de poder por eso éste no tiene un epicentro sino que circula, se vuelva
a acercar cuando admite que la relación no implica suma-cero sino un cúmulo de acciones que
inducen a otras. En este sentido el ejercicio del poder permitiría conducir o, dicho de otro modo,
“estructurar el posible campo de acción de otros”. FOUCAULT, Michel Microfísica del poder, La
Piqueta, Madrid, 1993; GRAMSCI, Antonio Antología, Siglo XXI, México, 1978. Más que una
discusión teórica al respecto, nos interesa aquí incorporar el carácter relacional que le otorgan
estos autores al concepto de poder como herramienta de interpretación.
Los ejidos de los pueblos a la luz 297
4 Comentarios del Diputado Seguí en la sesión del 1 de mayo de 1865. Diario de Sesiones de la
Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires.
5 GELMAN, Jorge Un funcionario en busca del Estado. Pedro Andrés García y la cuestión agraria
bonaerense, 1810-1822, UNQ, Quilmes, 1997; ALIATA, Fernando “La acción del Departamento
Topográico y las Comisiones de Solares en la consolidación de los poblados bonaerenses. Dolores
entre 1831 y 1838”, en Jornada de discusión Interdisciplinaria Espacios urbanos-espacios rura-
les, FAHCE-UNLP, La Plata, 2005.
6 “Inspección de fronteras…”, en MUZLERA, Joaquín Tierras Públicas. Recopilación de leyes,
decretos y resoluciones de la provincia de Buenos Aires sobre tierras públicas desde 1810 a 1895,
Isidro Solá Sanz, La Plata, s/d, pp. 5-6.
7 BARCOS, María Fernanda “De cada labrador un soldado y de cada agricultor un propietario”.
Economía, sociedad y política en el ejido de la Guardia de Luján (Mercedes), 1810-1870, Tesis
doctoral inédita, FAHCE, La Plata, 2010.
298 Mensurar la tierra, controlar el territorio
utilizarse, entre otras cosas, con un criterio iscal. Así, si bien los primeros reco-
nocimientos topográicos datan del siglo XVIII8 recién con el establecimiento del
Departamento de Ingenieros Arquitectos y el de Ingenieros Hidráulicos en 1821 y,
más aún, con la creación de la Comisión Topográica (1824-1826) los proyectos
adquirieron mayor impulso tanto por la iniciativa gubernamental como por la pri-
vada.9 Las funciones inicialmente adjudicadas a estos organismos consistieron en
formar un archivo topográico y recolectar datos estadísticos de la provincia pero,
inmediatamente después, se les sumó el trazado de los pueblos y la realización
de obras públicas. Aunque después del informe de García se habían comenzado a
realizar planos de pueblos (San Salvador de Lobos, Monte, Carmen de Patagones
y se planeaba redibujar el de Ensenada) el proyecto iniciado por el Departamento
de Ingenieros en torno a la construcción del plano del pueblo de Pilar (1821-1829)
generó tantos inconvenientes, por la falta de especialistas para llevarlo correcta-
mente a la práctica y por la falta de disposiciones generales, que motivó la sanción
del decreto de 1823 sobre pueblos y ejidos:
“Art. 1 º El Departamento de Ingenieros Arquitectos levantará
el plano de cada pueblo de los de campaña en la jurisdicción de
la provincia, empezando por el de la ciudad de San Nicolás de
los Arroyos. Art. 2º Dicho Departamento hará la demarcación de
una legua en circunferencia de cada pueblo, tirada desde cuatro
cuadras en contorno fuera de la traza o plan del pueblo. Art. 3º
El terreno demarcado en virtud del artículo anterior será destina-
do exclusivamente a la agricultura, en cuya protección militaran
todas las disposiciones generales libradas sobre terrenos de pan
llevar. Art. 4º El jefe de dicho departamento establecerá una co-
misión de entre sus subalternos, que emprenda desde luego la de-
lineación de las calles de dichos pueblos, con arreglo al artículo
6º del Decreto de 14 de Diciembre de 1821…”.10
Esta disposición sobrecargó al Departamento de trabajo al punto que sus integran-
tes manifestaron que no contaban ni con los medios ni con el personal caliicado
para realizar las tareas encomendadas.11 Debido a esto, cuando inalizó el minis-
8 Ver los informes y expediciones compiladas en DE ANGELIS, Pedro Colección de Obras y Do-
cumentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de La Plata, T. VI,
Imprenta del Estado, Buenos Aires, 1837.
9 MARTINEZ SIERRA, Ramiro El mapa de las Pampas, Buenos Aires, 1975; D’ AGOSTINO,
Valeria Estado y propiedad de la tierra. Instituciones, derechos, leyes y actores sociales. El caso
de los partidos de Arenales y Ayacucho (provincia de Buenos Aires, Argentina) 1824-1904, Tesis
doctoral inédita, UNCPBA, 2008, p. 143.
10 Decreto del 16 de abril de 1823, en MUZLERA, Joaquín Recopilación…, cit., pp. 26-27.
11 MARTINEZ SIERRA, Ramiro El mapa…, cit., p. 85.
Los ejidos de los pueblos a la luz 299
terio de Rivadavia y asumió la gobernación Gregorio Las Heras, éste –junto con
Manuel García– creó en septiembre de 1824 la Comisión Topográica. Esta comi-
sión asumía, especíicamente y de modo exclusivo, las funciones de topografía:
aprobar las mensuras de tierras, construir los planos topográicos de los pueblos de
campaña y formar agrimensores. En 1826 este organismo fue subsumido por otro
de alcance nacional: el Departamento General de Topografía y Estadística (1826-
1837) que, con similares funciones, ejerció como tribunal topográico y publicó
datos estadísticos. Su obra más importante fue la construcción de los Registros
Gráicos de 1830 y 1833. Una vez que estalló el conlicto entre las provincias y se
disolvió la organización nacional, el Departamento General de Topografía y Esta-
dística volvió a ser incumbencia provincial pero su actividad cayó en receso hasta
después de Caseros cuando se reorganizó como Departamento Topográico.12
Como exponíamos, la creación de la Comisión Topográica se realizó en abril
de 1824, en agosto del mismo año otro decreto expresaba que debía nombrarse en
cada pueblo una comisión de solares para valuar los baldíos. Dichas comisiones
estarían compuestas por el Juez de Paz y dos vecinos propietarios. En febrero de
1827, fueron autorizadas a otorgar tierras en los ejidos de acuerdo a las instruccio-
nes del departamento. Luego de realizar los repartos, las comisiones debían ele-
var un expediente informando sobre las adjudicaciones. Estos informes pasarían
luego al gobierno quien inalizaría el trámite otorgando escritura de eniteusis. En
diciembre del mismo año, la administración de Dorrego modiicó lo estipulado
puesto que autorizó la enajenación de los terrenos de pan llevar y en 1828 mandó
otorgar las parcelas cercanas a los fuertes donde no había ejidos trazados. Dicha
disposición facultaba a los comandantes de frontera a donar parcelas a los labra-
dores al costado de los fuertes hasta tanto se nombraran jueces.13
Finalmente, en julio de 1828 se dictó la ley de eniteusis para tierras de pan
llevar la cual autorizaba a otorgar las parcelas por 10 años con un canon del 2%.
Si relacionamos el conjunto de disposiciones enunciadas y la fecha, observamos
que cada vez que cambiaba la coyuntura política se retomaba el tema ejidal. Del
mismo modo, durante la gobernación de Juan Manuel de Rosas, se ordenó que las
tierras baldías dentro del ejido se entregaran en arrendamiento (1831). A partir de
1840 y hasta 1852 la Cámara de Representantes no sancionó leyes sobre tierras
públicas ni se realizaron trámites de escrituración quedando vigentes las enuncia-
das hasta el momento.14
17 TABOSSI, Ricardo Historia de la Guardia de Luján durante el periodo hispano indiano, Archivo
Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1989, p. 35.
18 YRIBARREN, Alfredo El origen de la Ciudad de Mercedes, Archivo Histórico de la Provincia
de Buenos Aires, La Plata, 1937; SALVADORES, Antonio “Mercedes”, en LEVENE, Ricardo
Historia de la Provincia de Buenos Aires y la formación de sus pueblos, Archivo Histórico de la
Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1941, pp. 453-460.
19 ANDREUCCI, Bibiana “Ocupantes y eniteutas en el camino hacia el oeste, Chivilcoy, 1825
-1840”, en VALENCIA, Marta y MENDOCA, Sonia Regina de Brasil e Argentina. Estado, agri-
cultura e empresários, Vicio de Leitura/FAHCE, Río de Janeiro/La Plata, 2010, pp. 87-116; Tie-
rras libres hacia el oeste. Población y Sociedad en la frontera bonaerense: La Guardia de Luján
entre 1785-1837, Tesis de Maestría inédita, UnLu, 2004.
302 Mensurar la tierra, controlar el territorio
con labradores procedentes de Galicia cuyo destino original era la región patagó-
nica. Pero más allá de estas familias y los miembros del cuerpo de blandengues, la
población de la Guardia de Luján creció básicamente por la llegada de migrantes
del interior del Virreinato del Río de La Plata (sobre todo de Tucumán y Santiago
del Estero). La orientación agrícola de la región fue incentivada por el Cabildo de
Luján, esta organización era portavoz de los intereses ganaderos y propició duran-
te el siglo XVIII la implementación de medidas tendientes a reducir la labranza
en la Villa de Luján, circunscribiéndola a las regiones más cercanas a la ciudad de
Buenos Aires y a la inmediata frontera.20 Debido a la política represiva del Ayun-
tamiento, muchos labradores avanzaron hacia el oeste convirtiendo a la Guardia
de Luján en un centro agrícola importante. La zona era además el principal bastión
militar de la región y desde allí se organizaban las expediciones a las Salinas para
proveer de la sal necesaria al comercio de cueros. Este dinamismo se vio fortale-
cido también porque la Guardia era la puerta de entrada para el comercio con los
indígenas; prueba de ello es la importancia que adquirieron las pulperías volantes
sobre el río Salado.21
Mapa 1
La Guardia de Luján a ines del siglo XVIII
Fuente: “Mapa esférico de parte de la América Meridional hecho por Cerviño en 1798”, en
MARTÍNEZ SIERRA, Ramiro El mapa…, cit.
22 Campaña cercana: Flores, Matanza, Morón, Quilmes, San Fernando, Las Conchas y San Isidro.
Campaña norte: San Nicolás de los Arroyos, San Pedro, Baradero, Pergamino, Arrecifes, Cañada
de la Cruz, San Antonio de Areco, Fortín de Areco y Areco Arriba. Campaña oeste: Luján, Pi-
lar, Guardia de Luján, Navarro y Lobos. Campaña sur: San Vicente, Magdalena, Chascomús y
Monsalvo, Tordillo y Montes Grandes. GRUPO DE INVESTIGACIÓN EN HISTORIA RURAL
RIOPLATENSE “La sociedad rural bonaerense a principios del siglo XIX. Un análisis a partir de
las categorías ocupacionales”, en FRADKIN, Raúl y GARAVAGLIA, Juan Carlos En busca de un
tiempo perdido…, cit., pp. 21-64.
23 Sus datos son pobres en comparación con los de 1813 ya que sólo contienen una lista nominativa
de los titulares de las UC.
304 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Gráico 1
La Guardia de Luján en 1833
Referencias:
Límites estimativos de los actuales partidos que incluía la Guardia de Luján.
Ríos, cañadas, arroyos, lagunas.
Pueblo de la Guardia de Luján y su ejido.
Fuentes: Registro Gráico de 1833 y mapa de la provincia de Buenos Aires con divisiones
actuales, escala 1/351.250 (cm/km).
Así, casi toda la supericie de la actual Suipacha y todo el espacio que abarcaba
Chivilcoy fue entregado mediante eniteusis,24 mientras que en Mercedes fueron
entregadas sólo las parcelas que mediaban entre el pueblo y la Laguna Turbia,
24 INFESTA, María Elena La Pampa criolla. Usufructo y apropiación privada de tierras públicas en
Buenos Aires, 1820-1850, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 2003.
Los ejidos de los pueblos a la luz 305
actual límite con Suipacha, puesto que para la década de 1830 gran parte de la
supericie mercedina ya había pasado a manos privadas (la zona que aparece sin
dibujar en el Registro Gráico).
El lugar donde se estableció el pueblo y su ejido constituía la zona de más
antiguo asentamiento del amplio espacio que conformaba la Guardia de Luján,
allí se concentraba el poder político y militar y para ines de la década de 1820 se
encontraba densamente poblado. Si bien los testimonios de ines del siglo XVIII
dan cuenta de un área que se reservó tempranamente como de zona de pan llevar,
el plano no se trazó hasta 1830. Como la zona estaba ocupada al momento de la
confección del plano, el agrimensor Raimundo Pratt se limitó a dibujar el períme-
tro sin mensurar los terrenos. La delineación se efectuó en septiembre de 1830, en
esa fecha Pratt informó a la comisión de solares que todos los terrenos del lado
opuesto del río Luján eran de propiedad particular y que la mayor parte del área
correspondiente al ejido era bañado. Debido a esto, el pueblo se trazó inalmente
a unos metros del antiguo fuerte y se acordó ijar como límite del ejido el río. La
supericie quedó estipulada en dos 7.336,47 ha quedando incluidas 1.024, 39 ha
de terrenos particulares (Mapa 2).25 En esta primera etapa, las mensuras de las
unidades estuvieron a cargo de la comisión de solares del pueblo. Mayormente
sin plano, se realizaba sólo la medición en cuadras o varas. A modo de ejemplo:
“Ruino Cruz =una chacra= compuesta de 365 vs. de Sud a Norte
y 600 vs. de Este a Oeste. Lindando por el Norte Alverto Argue-
llo y Zacarias Montero, por el Este la Cañada de Villalba por
el Sud. Doña Dorotea Cruz y por el Oeste Doña Ana Montero.
Situado al Este de la Población”.26
Esta situación generó posteriormente un sinnúmero de inconvenientes tanto por
los problemas que generaban los lindes como porque estos documentos oiciaban
de probatorios de la donación y muchos habían desaparecido:
“…la mayor parte de los vecinos pobladores y actuales poseedo-
res carecen de esos títulos originarios, tanto por haberlos extra-
viado los primeros como inutilizado los segundos por haberlos
creído necesarios en los diferentes traspasos que han tenido esas
propiedades […] la Municipalidad creyó zanjar este inconve-
Mapa 2
Plano de la primera traza del ejido de la Guardia de Luján, 1830
duración del gobierno de Rosas tal y como lo demuestran los hechos producidos
luego de 1852 con el pronunciamiento de Hilario Lagos. El vecindario partici-
pó activamente en la sublevación de diciembre, algunos individuos integraron la
plana más importante del ejército sitiador mientras que otros participaron como
soldados reincorporados o como milicianos voluntarios. También el apoyo fue
indirecto mediante contribuciones económicas o como informantes. Estos datos
indican la construcción de un consenso que se sustentó en las bases sociales que
construyó el rosismo y que exceden la igura de su mentor. Cuestión que advirtió
claramente el líder de las tropas sitiadoras cuando utilizó como elementos inclusi-
vos del movimiento, entre otros, el uso del cintillo punzó y la retórica de la defensa
de los ideales de federación vapuleada por los porteños.33
La situación se modiicó a partir de mediados de siglo puesto que los cambios
que provocó la caída del rosismo generaron una década políticamente turbulenta
siendo la Guardia de Luján escenario privilegiado de los conlictos. Terminado
el sitio, observamos el despliegue paralelo de medidas de coerción como otras
tendientes a generar nuevos consensos en el vecindario. En cuanto a las primeras,
el disciplinamiento de un vecindario considerado “poco iable” se tornó prioritario
para el gobierno por eso se renovaron funcionarios, se reemplazaron miembros
de la comisión de solares abiertamente rosistas y se dictaron medidas simbólicas
como la prohibición del cintillo punzó. Paralelamente, y al calor de la expansión
de la ganadería ovina que atraía nuevos contingentes de población al partido,
las donaciones cobran nuevo impulso pero los beneiciados cambian. Así, las
donaciones del periodo fueron una de las tres vías que propiciaron la inclusión
en Sala X 26-6-5. AGN, Padrón de población de la Guardia de Luján de 1838 (en adelante PPG-
DL) en Sala X 25-6-2. Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires (en adelante AHPBA),
Escribanía Mayor de Gobierno (EMG), Expedientes de trámite. El vínculo entre la política de
donaciones y el apoyo al rosismo que observamos en la Guardia se condice muy claramente con lo
detectado en Azul, otra zona estratégica desde el punto de vista de la construcción del unanimismo
político. Sol Lanteri demostró que la implementación de donaciones condicionadas de suertes de
estancia de 2.025 ha fueron no sólo una excepcionalidad en materia de política de tierras, como
ya había planteado Infesta, sino parte de una estrategia desarrollada por el gobierno de Rosas para
fomentar el poblamiento criollo, el trabajo agrario y la expansión de las instituciones que debían
representar a un estado en construcción en un área de frontera. En consonancia con esto, la autora
observó también otra serie de medidas –como la resigniicación de la ley electoral, los altos índices
de participación militar-miliciana, los auxilios y contribuciones materiales no forzosas– que, su-
madas a lo expuesto, permitieron la construcción de un “vecindario federal” que sostuvo la causa
hasta el inal. LANTERI, Sol “Un vecindario federal”. La construcción del orden rosista en la
frontera sur de Buenos Aires. Un estudio de caso (Azul y Tapalqué), Tesis doctoral inédita, Tandil,
UNCPBA, 2009.
33 BARCOS, M. Fernanda De cada labrador…,cit., capítulo VI; CALETTI, Bárbara “Esa palabra
federación, es mágica, atractiva como el imán. Algunos apuntes sobre la cultura política popular
en el levantamiento de diciembre de 1852”, en XII Jornadas Interescuelas/Departamentos de His-
toria, Universidad Nacional del Comahue, octubre de 2009.
310 Mensurar la tierra, controlar el territorio
37 VALENCIA, Marta Tierras públicas, Tierras privadas. Buenos Aires 1852-1876, Edulp, La Plata,
2005.
38 REGUERA, Andrea “La controversia de la propiedad de la tierra Pensamiento, interpretación y
realidad”, en BANZATO, Guillermo y BLANCO, Graciela La cuestión…, cit., pp. 21-34; ZEBE-
RIO, Blanca “Los hombres y las cosas. Cambios y continuidades en los derechos de propiedad
(Argentina, siglo XIX)”, en Quinto Sol, núm. 9, UNLPam, 2005-2006, pp. 151-183.
312 Mensurar la tierra, controlar el territorio
39 Los sondeos efectuados para toda la provincia dan cuenta de los pocos trámites que se efectuaron
entre 1858 y 1862.
Los ejidos de los pueblos a la luz 313
40 Las mensuras no siempre se encuentran anexadas en los expedientes aunque el trámite lo imponía,
por eso, en algunos casos debimos relevarlas de modo independiente en el Archivo de Geodesia y
luego adjuntarlas. De modo inverso, no todas las mensuras que se encuentran en Geodesia son de
tierras que llegaron a escriturarse, por esto el trabajo de reconstrucción implica trabajar de modo
paralelo los expedientes de Escribanía, los duplicados de mensura de Geodesia y los protocolos de
los Escribanos. Sobre los aspectos metodológicos de la investigación sobre cuestiones de tierras
en Buenos Aires véase BANZATO, Guillermo “Análisis y comentarios de fuentes para el estudio
de la tierra en los partidos de Chascomús, Ranchos y Monte: 1779-1850”, en Trabajos y Comuni-
caciones, núm. 25, 1999, pp. 151-178.
314 Mensurar la tierra, controlar el territorio
41 GAUTREAU, Pierre; BOULIER, Joël y CUÉNOT, Jean-François “Catastro, construcción del Es-
tado e institucionalización administrativa en la provincia de Buenos Aires y Uruguay (1820-1870):
enfoques geohistóricos”, en este volumen.
42 La historiografía analizó atentamente el Código como la labor previa de las encuestas desde dife-
rentes perspectivas: resaltó la importancia del Código para observar el proceso de evolución de las
instituciones en un momento de cambio, analizó la progresiva inluencia de la labor codiicadora
en torno a la delimitación de los derechos de propiedad, examinó el peso concreto de la costumbre
y estudió la importancia de las disposiciones en materia ejidal. FRADKIN, Raúl “Entre la ley y la
práctica…”, cit., pp. 141-156; GARAVAGLIA, Juan Carlos “De ‘mingas’ y ‘convites’: la recipro-
cidad campesina entre los paisanos rioplatenses”, en Anuario IEHS, núm. 12, UNCPBA, Tandil,
pp. 131-139; AMARAL, Samuel The Rise of Capitalism on the Pampas, Cambridge University
Press, Cambridge, 1998. ZEBERIO, Blanca “Los hombres y las cosas…”, cit., pp. 151-183; BAR-
COS, M. Fernanda De cada labrador…, cit.
43 BANZATO, Guillermo y VALENCIA, Marta “Los jueces de paz y la tierra en la frontera bonae-
rense, 1820-1885”, en Anuario IEHS, núm. 20, UNCPBA, Tandil, 2005.
316 Mensurar la tierra, controlar el territorio
terrenos particulares y las hectáreas que pertenecían a la traza del pueblo (superi-
cie encerrada en la nueva calle de circunvalación) el área destinada efectivamente
para quintas y chacras resultó de 6.024,96 ha (Mapa 3). Luego de la traza general,
se realizó también la mensura de todas las unidades productivas establecidas en
esta supericie, la cual estaba “sumamente subdividida y del más arbitrario modo”.
Paralelamente, los poseedores continuaban con los trámites de legalización de sus
tenencias.
47 SABATO, Hilda Capitalismo y ganadería en Buenos Aires: la iebre del lanar 1850-1890, Sud-
americana, Buenos Aires, 1989.
48 SABATO, Hilda Capitalismo y…, cit.; INFESTA, María Elena La Pampa criolla…, cit.; VALEN-
CIA, Marta Tierras públicas…, cit.
49 SABATO, Hilda Capitalismo y…, cit., p. 68.
318 Mensurar la tierra, controlar el territorio
Cuadro 2
El acceso a la propiedad de las tierras ejidales en Mercedes
Acceso a la Nº
Tipo Ha % Oper. Historia Ha % Ha %
propiedad Op.
Reconocimiento
846 26,2 83
total
Supericie VENTA
previamente
3.228 65,2 (reconocimiento 757 23,5
donada y luego parcial)
escriturada
Supericie VENTA
1.625 50,3
escriturada (tasación)
4.954 100 605
entre 1863 499
y 1878 Supericie
baldía o sin
VENTA
antigüedad al 1.605 32,4 - -
(remates)
momento de la
compra
23
Sin datos 121 2,4 Sin datos - -
Fuente: AHPBA, EMG, Expedientes de trámite; AHPBA, Tribunal de Cuentas, Libro Ma-
yor Venta de Ejidos; AHPBA, EMG, Cuerpo 13; Archivo del Colegio de Escribanos de la
provincia de Buenos Aires (ACE), Protocolos notariales.
320
Mapa 3
El acceso a la propiedad privada en el ejido de Mercedes
Fuentes: AHPBA, Exp. de trámite. AHPBA, Cuerpo 13. AHPBA, Tribunal de Cuentas. Venta de ejidos. GEO, Duplicados de Mensu-
ras de Mercedes. Protocolos de los Escribanos.
Los ejidos de los pueblos a la luz 321
donatarios era mayoritariamente labradores, luego el peril se repartió entre los la-
bradores más acaudalados (ejidatarios) y ganaderos, los comerciantes y profesio-
nales ligados a las instituciones de poder local y, por último, los dueños de indus-
trias rurales. Muchos de ellos eran extranjeros, estos se vincularon políticamente
del lado de los vencedores de Caseros y no pocos ocuparon cargos y funciones de
importancia.
Conclusiones
Este trabajo se propuso analizar algunas cuestiones sobre la construcción del esta-
do que hoy resultan de interés para la historiografía. Para ello, reducimos la escala
de análisis y tomamos la cuestión ejidal como eje de la investigación. Tratamos de
observar desde allí cómo se produjo el despliegue de funciones de índole estatal en
el ámbito local centrándonos en la política de tierras para los pequeños labradores.
Paralelamente observamos cómo los diferentes organismos encargados del “saber
territorial” se apropiaban de este conocimiento en los pueblos.
Estos espacios se convirtieron paulatinamente en el escenario de construc-
ción de una nueva ciudadanía y en las sedes del poder institucional en la campaña
puesto que fueron cobrando suma importancia a medida que se expandía la fron-
tera y se instalaban importantes contingentes de población. Por eso las políticas
implementadas allí tendieron tanto al disciplinamiento de la población como a la
búsqueda de consensos. En cuanto a las medidas en torno a las tierras ejidales,
fueron implementadas por los diferentes gobiernos de Buenos Aires partiendo ori-
ginalmente de concepciones basadas en el Derecho Indiano pero progresivamente
fueron modiicándose al punto de constituir un modelo particular que se diferenció
tanto del de la vieja metrópoli como del de otras regiones del ex Virreinato del Río
de La Plata.
Las orientaciones en materia de política ejidal fueron variando durante el lap-
so estudiado. Durante los primeros años la atención estuvo centrada en reconocer
el territorio, averiguar el estado de los pueblos y si estos tenían ejidos. Para dicha
inspección se comisionó a Pedro Andrés García, las apreciaciones del funcionario
fueron el punto de partida para la construcción de una legislación sobre ejidos y
para los proyectos de reconocimiento territorial en los pueblos. Así, durante el pe-
riodo rivadaviano se crearon los organismos especíicos para la acción topográica
oicial y se sancionó el decreto de centros de población de 1823 que rigió el modo
en que en adelante debían trazarse los ejidos. Posteriormente se sancionaron las
disposiciones sobre el modo en que debía otorgarse la tierra puesto que hasta ese
momento las adjudicaciones se realizaban informalmente por medio de los co-
mandantes de frontera. Durante el periodo rosista los otorgamientos continuaron
incorporándose al conjunto de medidas materiales y simbólicas implementadas
para generar apoyo al gobierno. De este modo, las quintas y chacras ejidales se
Los ejidos de los pueblos a la luz 323
la política de donaciones. El interés por estas tierras estuvo presente desde muy
temprano y se acrecentó notablemente durante el transcurso del siglo al calor del
ingreso de migrantes. Allí se establecieron muchos de los pequeños labradores
nativos y migrantes que por falta de medios o conexiones no pudieron acceder a
tierras en la campaña o en la frontera chivilconiana. La comisión de solares del
pueblo fue la encargada de adjudicar las parcelas a los pobladores durante todo el
periodo elaborando mensuras muy rudimentarias en la gran mayoría de los casos
sin plano. La primera comisión estuvo integrada por el comandante de fronteras, el
cura y un vecino de renombre, posteriormente el comandante fue remplazado por
el juez de paz del partido y se agregaron vecinos de reconocida iliación rosista.
En 1857 se creó la municipalidad y fue ésta quien se ocupó de las adjudicaciones
en lo que para ese momento era Villa Mercedes.
La política de donaciones se implementó desde principios de siglo pero ob-
servamos que fue efectiva en materia de captación de claros consensos cuando se
articuló a proyectos globales que pensaron un modelo de sociedad. Esto se puso de
maniiesto sobre todo en coyunturas políticamente álgidas y donde la estabilidad
social se tornaba amenazada. Durante el rosismo las donaciones operaron como
un medio que paliaba, en parte, la presión del contexto. Para los migrantes del
interior, poseer una pequeña parcela de labranza a inmediaciones del pueblo era
importante porque esto les permitía convertirse en miembros de la comunidad y
los diferenciaba de los vagos y malentretenidos. Asimismo, como la presión en-
roladora fue muy fuerte durante la década de 1820 al punto de afectar también a
los vecinos, la restauración del orden para los ejidatarios era apremiante y el ideal
de la federación coincidía con esto. Por eso, la Guardia de Luján se transformó
en un reducto federal estratégico del rosismo durante todo el periodo siendo los
medianos y pequeños propietarios (muchos ejidatarios) sus principales adeptos.
Con la caída de Rosas, la posterior separación de Buenos Aires y los con-
lictos que el sitio generó, se torno necesario el disciplinamiento de un vecindario
considerado poco iable y una búsqueda de nuevos consensos desde donde sus-
tentar las bases de la nueva sociedad pensada. Ironizaba un periodista del diario
La Tribuna con motivo de la visita del nuevo gobernador de Buenos Aires, Pastor
Obligado, a la Guardia de Luján en 1864: cuando llegó al pueblo, el vecindario
lo recibió, “…con las demostraciones más simpáticas. Podría creerse muy bien,
querían con ellas descargarse de la responsabilidad histórica que pesa sobre el por
haber sido el lugar elegido por Lagos para dar el primer grito de rebelión”.
En la capital se tenía en claro que para que estos acontecimientos no se repi-
tieran era necesario generar un nuevo “pacto” político pero esta vez sobre nuevas
bases. Así, a las medidas represivas y de vigilancia se sumaron las donaciones
pero esta vez los sujetos beneiciados fueron otros. A partir de 1853 y sobre todo
de 1855 volvieron a incrementarse las adjudicaciones pero el abanico social se
Los ejidos de los pueblos a la luz 325
amplió puesto que se incorporaron al ejido de modo cada vez más frecuente la-
bradores europeos y una mayor proporción de comerciantes y ganaderos entre los
donatarios. El proceso se completó con la inclusión de nuevos actores mediante
proceso de acceso a la propiedad puesto en marcha desde 1858. Será de estos
procesos locales desde donde se construya también la Argentina Moderna y no del
vacío tan mentado.
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