Final-Unidad-4-Didactica STUDOCU ALVAREZ MENDEZ EVALUAR
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Delimitación conceptual: en términos precisos, debe entenderse que evaluar con intención
formativa no es igual a medir ni a calificar, ni tan siquiera a corregir. Evaluar tampoco es
clasificar ni es examinar ni aplicar test. Paradójicamente, la evaluación tiene que ver con
actividades de calificar, medir, corregir, clasificar, certificar, examinar, pasar test, pero no se
confunde con ellas. Comparten un camino semántico, pero se diferencian por los recursos que
utilizan y los usos y fines a los que sirven. Son actividades que desempeñan un papel
funcional e instrumental. De estas actividades artificiales no se aprende. Respecto de ellas, la
evaluación las trasciende. Justo donde ellas no alcanzan, empieza la evaluación educativa.
Para que ella se dé, es necesario la presencia de sujetos.
En el ámbito educativo debe entenderse la evaluación como actividad critica de aprendizaje,
porque se asume que la evaluación es aprendizaje en el sentido que por ella adquirimos
conocimiento. El profesor aprende para conocer y para mejorar la practica docente en su
complejidad, y para colaborar en el aprendizaje del alumno conociendo las dificultades que
tiene que superar, el modo de resolverlas y las estrategias que pone en funcionamiento. El
alumno aprende de y a partir de la propia evaluación y de la corrección, de la información
contrastada que le ofrece el profesor, que será siempre critica y argumentada, pero nunca
descalificadora ni penalizadora.
Necesitamos aprender de y con la evaluación. La evaluación actúa entonces al servicio
del conocimiento y del aprendizaje, y al servicio de los intereses formativos a los que
esencialmente debe servir. Aprendemos de la evaluación cuando la convertimos en
actividad de conocimiento, y en acto de aprendizaje el momento de la corrección.
Solo cuando aseguramos el aprendizaje podremos asegurar la evaluación, la buena
evaluación que forma, convertida ella misma en medio de aprendizaje y en expresión de
saberes. Solo entonces podremos hablar con propiedad de evaluación formativa.
Entendida la educación como acceso a la cultura y a la ciencia -bienes comunes
históricamente construidos-, el reto que cada profesor tiene es no dejar a nadie afuera. Tomar
conciencia de este hecho es comprometerse con modos razonables de actuar con cada sujeto
que se encuentre en esa situación delicada para no excluir a nadie de la participación del
saber.
Consiente de que el fracaso escolar está ahí el profesor que actúa cabal y
razonablemente en favor de quien aprende, trabaja con ánimo de superarlo. En este
sentido, no lo acepta como algo inevitable debido a causas que obedecieran
únicamente y de un modo determinante a las capacidades naturales de los sujetos,
cuestión de dones innatos, sin tener en cuenta factores socioculturales, económicos,
sin descartar los didácticos y los institucionales.
Caracterización global de la evaluación educativa: entre los rasgos referidos a la
evaluación educativa del aprendizaje escolar, destaco los siguientes:
Democrática: alude a la necesaria participación de todos los sujetos que se ven
afectados por la evaluación, principalmente profesor y alumno, no como meros
espectadores o sujetos pasivos “que responden”, sino que reaccionan y participan en
las decisiones que se adoptan y les afectan. La evaluación constituye una oportunidad
excelente para que quienes aprenden pongan en practica sus conocimientos y se
sientan en la necesidad de defender sus ideas, sus razones, sus saberes. Expresarlas,
con sus imprecisiones, errores, confusiones, aciertos, seguridades, sin el temor a subir
o bajar puntos en escaleras tan borrosas como son las de la calificación, abrirá el
camino para avanzar conjuntamente en el descubrimiento, en la apropiación, en la
formación del propio pensamiento, que-se-esta-formando.
La evaluación que aspira a ser formativa tiene que estar continuamente al servicio de
la practica para mejorarla y al servicio de quienes participan en la misma y se
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Para cambiar las prácticas en el sentido de una evaluación más formativa, menos
selectiva, es posible que se deba cambiar la escuela, pues la evaluación está en el núcleo
del sistema didáctico y del sistema de enseñanza. Una evaluación formativa que ayude al
alumno a aprender y al profesor a enseñar.
¿Por qué poner la evaluación en el centro? Sencillamente porque aquí hace punto de partida.
Sistemas de Didáctica y
selección y métodos de
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Programas,
Contrato didáctico,
objetivos,
relación pedagógica y
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Concertación, control,
política del
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A. Relaciones entre familia y escuela: en la imagen que se hacen los padres de la
escuela: las lecciones y las pruebas son valores sólidos. La evaluación es el lazo mas continuo
entre la escuela y la familia. Los padres deben firmar con cierta frecuencia los trabajos
escritos y, sobre todo, los boletines, considerados como una especie de acta certificatoria del
nivel y el progreso o las dificultades de su hijo. La evaluación les da seguridad acerca de las
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Lo ideal seria ir hacia una practica reflexiva y una profesionalización del oficio tales que el
control sobre la calidad de la enseñanza sea ejercido por cada maestro y por sus partes, en el
seno del equipo pedagógico, y que el establecimiento funcione bajo la forma de
autoevaluación.
F. Programas, objetivos, exigencias: tarde o temprano, la introducción de una pedagogía
diferenciada y una evaluación formativa lleva a tocar los programas. Ante todo, para
aligerarlos, para extraer lo esencial de ellos. Demasiado a menudo, lo que importa es que el
programa haya sido enseñado, no haya sido asimilado por la mayoría de los alumnos. Tanto
peor para los que no han asimilado lo suficiente. Serán relegados a otras secciones, obligados
a la repetición o incluso autorizados a proseguir su trayectoria escolar con la esperanza de
que sus lagunas desaparezcan espontáneamente o sus dificultades pasen milagrosamente
inadvertidas. Ir hacia la evaluación formativa es no fabricar más tantas desigualdades, es
darse los medios de remediar las dificultades de los alumnos mas lentos, mas débiles.
Hay una segunda razón para que la evaluación formativa induzca una transformación de los
programas. En general, estos últimos no son redactados en términos de objetivos de dominio.
Mas bien se presentan como listas de “contenidos a enseñar”. Esa manera de escribir los
planes de estudio obliga a los docentes que se orientan hacia la evaluación formativa y la
pedagogía diferenciada a un importante trabajo de explicitación de los objetivos, que a
menudo supera sus fuerzas.
G. Sistemas de selección y orientación: la evaluación formativa otorga prioridad al
domino de los conocimientos y las habilidades, considerando que la selección es a lo mejor un
mal necesario, nunca un fin en si o un beneficio. Es un sistema que se enorgullece de limitar
el acceso a los saberes, de preparar de entrada una elite, la evaluación formativa no tiene
lugar, pues ella participa de una voluntad de democratización de la enseñanza, voluntad
afirmada no solo in abstracto, sino concretada en la adopción de una estructura escolar que
favorezca una selección tan clemente, tardía y reversible como sea posible.
La cuestión, entonces, es saber si los docentes pueden desempeñar ese doble papel, al
adivinar los alumnos que las dificultades reveladas en una perspectiva formativa pueden, en
cierto momento, volverse contra ellos en una perspectiva certificadora o selectiva.
Si el sistema de selección y orientación dejara a las familias y a los alumnos asumir sus
responsabilidades, arriesgarse a una orientación demasiado ambiciosa y, por consiguiente, a
un fracaso tiempo mas tarde, la escuela, en el momento de la decisión, estaría en una
relación de ayuda mas que de autoridad. Su papel ya no sería el de impedir el ingreso en tal
sección difícil o el progreso en la trayectoria escolar, sino dar consejos, informaciones,
indicaciones a partir de los cuales los alumnos y sus familias se determinarían con
conocimiento de causa. En ese caso, mas que oponerse a la evaluación formativa, la
evaluación selectiva la prolongaría, en la misma lógica cooperativa.
H. Satisfacciones personales y profesionales: el cambio no es mas que un momento
difícil, a veces estimulante, si concluye en una renovación crea equilibrios más fecundos. La
situación es mas grave cuando los docentes presienten que no encontraran, en un nuevo
sistema de evaluación, las satisfacciones que les aporta la evaluación tradicional. Mas allá del
temor al cambio, los docentes tienen razones para adherir a una forma de evaluación que les
garantiza ese poder.
Una evaluación formativa no puede ser sino cooperativa, negociada, matizada, centrada en la
tarea y los procesos de aprendizaje mas que en la persona. Definitivamente, priva del poder
de clasificación, de distinguir, de condenar globalmente a alguien en función de sus
resultados intelectuales.
El enfoque sistémico, ¿es desmovilizador?
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APRENDIZAJE”
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