Editores Españoles en La Argentina

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LA

PATRIA
IMAGINARIA
Editores españoles en Argentina
LA PATRIA IMAGINARIA

LA
PATRIA
IMAGINARIA
Editores españoles en Argentina

Septiembre 2019 - Abril 2020


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LA PATRIA IMAGINARIA

Biblioteca Nacional Mariano Moreno (Argentina)


La patria imaginaria : editores españoles en Argentina / contribuciones de Fernando
Larraz, José Luis de Diego, Fabián Espósito. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Biblioteca Nacional, 2019.
64 p. ; 19 x 14 cm.

ISBN 978-987-728-114-9

1. Ediciones. I. Larraz, Fernando, colaborador. II. Diego, José Luis de, colaborador. III.
Espósito, Fabián , colaborador.
CDD 002.0982

SUMARIO
Exilio republicano y redes intelectuales en Argentina 9
Fernando Larraz

Gonzalo Losada y las ediciones republicanas 25


Fabio Espósito

Sudamericana y Emecé: editores españoles, literatura y mercado 41


José Luis de Diego

© 2019, Biblioteca Nacional Mariano Moreno


Agüero 2502 (C1425) CABA
www.bn.gov.ar

ISBN 978-987-728-114-9

Impreso en Argentina
4 5
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
LA PATRIA IMAGINARIA

Prólogo
La historia del libro y de la edición en Argentina, como otras tantas ta extraordinaria de autores, agrupados en las más variadas colecciones
historias, no se puede concebir como objeto de conocimiento sin con- de temas. Marcaron, también, toda una época de la literatura argentina
siderar la dimensión internacional de las cosas. Esta cualidad no solo se y latinoamericana durante los años del boom. Editores todos de viejo
explica por la lógica capitalista que progresivamente adquirió el merca- cuño, preocupados al mismo tiempo por la trascendencia cultural y la
do nacional del libro durante el siglo XIX hasta consolidarse de forma supervivencia comercial de sus empresas.
plena en el XX; sino que se comprende, además, por la circulación global
de las ideas y los movimientos migratorios que proveyeron, a su tiempo, Con La Patria imaginaria. Editores españoles en Argentina, la Biblioteca
los oficios y los saberes necesarios para la industria editorial de nuestro Nacional Mariano Moreno procura recrear toda una época para la edi-
país. La diáspora producida por la Guerra Civil española en el segundo ción en Argentina e Hispanoamérica mediante la exhibición de una va-
lustro de la década de 1930 es un testimonio tangible del efecto de com- riada gama de libros y documentos de Losada, Emecé y Sudamericana,
plementariedad producido por los desplazamientos de personas, ideas y tres sellos que permanecen indelebles en la cultura contemporánea.
mercados en el mundo de la edición. Losada, Emecé y Sudamericana
son el producto de esta coyuntura. Ezequiel Martínez
Apenas un puñado de meses separan la instalación en Buenos Aires Director de Cultura de la Biblioteca Nacional
de cada una de estas casas: Gonzalo Losada, tras abandonar la gerencia
de Espasa-Calpe Argentina —seguramente por razones políticas—, or-
ganizó su propia empresa en agosto de 1938. Ese mismo año, pero en
diciembre, el vasco Julián Urgoiti formó Sudamericana, con el apoyo de
algunos intelectuales e importantes empresarios argentinos. Por último,
en el inicio de 1939, recién arribado de España, José Medina del Río,
junto a Luis Seoane y Arturo Cuadrado, conformaron Emecé. Los tres
sellos marcaron el devenir de la edición durante las siguientes cuatro
décadas en Hispanoamérica, al poner al alcance del público una ofer-
LA PATRIA IMAGINARIA

Editores españoles en Argentina


Poseidón, de Joan Merli i Pahissa, y, paralelamente, se abrieron nuevas
librerías y talleres gráficos vinculados a emigrantes españoles.
Buenos Aires asumió el liderazgo editorial en lengua castellana, ex-
portando a España el 80% de los libros que se leían en la península. Su
Argentina, país de inmigración y de avanzadas políticas alfabetizado- influencia, a lo largo de casi cuarenta años, fue muy intensa no solo en
ras y educativas, fue desde finales del siglo XIX el escenario en el que se la Argentina sino también en el resto de América y en España. El re-
desarrolló un mercado editorial enormemente pujante. sultado, además de abrir al exterior el mercado del libro argentino, hizo
Este escenario favoreció, tras la Guerra Civil y el consiguiente crecer la riqueza de los catálogos y su impacto cultural. En los catálogos
derrumbe de la economía española, la llegada a Argentina de algunos aparecieron traducciones originales de Proust, Joyce, Hesse o Rilke he-
“españoles sin España”, como les llamó María Zambrano, que pronto se chas por Francisco Ayala, Ricardo Baeza, Arturo Serrano-Plaja y tantos
convirtieron en protagonistas de una de las muchas aventuras del exilio otros, que, junto a las realizadas por Borges o Cortázar, alcanzaron un
español en tierra argentina: la industria editorial. En ella sobresalieron gran nivel de calidad en la Argentina.
nombres como los de Antoni López Llausás, Gonzalo Losada, Gui- Quiero dejar constancia del agradecimiento de la Embajada de Es-
llermo de Torre, Mariano Medina del Río, Álvaro de las Casas, Luis paña a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de Argentina por esta
Seoane y Arturo Cuadrado, entre tantos otros que hicieron mucho por exposición que, con motivo de la conmemoración de los 80 años del exi-
el acercamiento entre autor y lector. lio español, mantiene la estela, la memoria y el lugar que ocuparon estos
En Buenos Aires se fundaron cuatro editoriales vinculadas a inmi- españoles, ciudadanos de una “España transterrada”, en la edificación
grantes españoles, que abrieron lo que sin exagerar puede tildarse de del mundo editorial de la Argentina.
auténtica época de oro (1938-1955): Espasa-Calpe Argentina, Losada,
Sudamericana y Emecé. Nombres míticos que no solo dieron un nuevo Javier Sandomingo Núñez
impulso al mercado editorial argentino, sino que propiciaron además Embajador de España en Argentina
la recuperación del pasado, con una nueva valoración de los clásicos en
magníficas colecciones y con la revisión del pensamiento político-social
y de la historia de España, publicando por ejemplo la polémica entre
Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz sobre quiénes somos y de
dónde venimos los españoles.
Losada y Espasa-Calpe pusieron el acento en la reedición: colecciones
populares de calidad (Austral y posteriormente Biblioteca Contempo-
ránea, sello propio de Gonzalo Losada) de obras de los grandes clásicos
de la literatura española y de las ciencias sociales y humanas, además de
las de otros nombres censurados en España, como García Lorca, Ma-
chado o Alberti.
En Emecé, fundada por los gallegos Seoane y Cuadrado, las colecciones
tuvieron nombres que evocaban a su tierra de origen: Dorna y Hórreo.
Junto a las ya citadas, se fundaron otras empresas editoriales como
LA PATRIA IMAGINARIA

Exilio republicano y redes


intelectuales en Argentina
Por Fernando Larraz*
Pocas actividades sirvieron mejor para identificar la condición de inte-
lectual republicano en el exilio que la edición de libros. Cuando, tras la
derrota militar —y en muchos casos, antes—, la mayoría de los intelec-
tuales españoles tuvieron que salir de su país y se vieron a la intemperie,
desprovistos de todo aquello que sustentaba su profesión —su públi-
co, sus cátedras, las instituciones que los amparaban, las editoriales que
editaban sus libros, las revistas que dirigían y con las que colaboraban,
sus periódicos…—, enseguida debieron de sentir la necesidad de crear
una patria simbólica que, a falta de otro suelo donde arraigar, morara
en libros que debían ser escritos, editados, fabricados y difundidos. Se
trataba de reanudar una biografía profesional rota por la experiencia de
la guerra, el ostracismo y la reubicación. Pero los movía, sobre todo, el
imperativo de poder dar con respuestas a la pregunta sobre sus señas de
identidad: ¿quiénes somos nosotros, nosotras, mujeres y hombres de le-
tras, fuera de un hábitat que hasta ahora era natural? ¿Qué sentido tiene
seguir escribiendo y publicando, una vez rotos los lazos con la sociedad
española que más necesita nuestra acción intelectual?

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* Profesor de la Universidad de Alcalá. Miembro del Grupo de Estudios del Exilio
Un miliciano del Ejército de la República leyendo ABC, 10 de septiembre de 1936. Fotografía de José Díaz Casariego. Literario de la Universitat Autònoma de Barcelona.
LA PATRIA IMAGINARIA

En respuesta a estos interrogantes, hallaron que ser exiliados signifi-


caba ocupar y defender un espacio libre de la dominación política que
los había arrancado de su país. Una vez garantizada la supervivencia
física, aquella era la manera de dotar a sus existencias de un nuevo sen-
tido. La victoria militar del totalitarismo parecía, de momento al menos,
irreversible, pero había una lucha de más largo alcance en la que los
republicanos se jugaban su papel en la historia y en la que todavía era
posible mantener una resistencia activa. Era la lucha por la legitimidad
y por la memoria; en definitiva, la lucha para que su legado pudiera ser
recuperado un día, el del eventual regreso, si es que entonces aún era po-
sible rectificar lo ocurrido y salvar del naufragio su proyecto de nación.
Los libros fueron enseguida vistos como el territorio de esa patria ima-
ginaria, el único medio posible para mantener la cohesión de los valores
republicanos frente a la dispersión geográfica y el olvido en España.
Entre la multitud de testimonios de los propios exiliados que confirman
esto, escojo estas palabras del periodista Luis Suárez:

Arriba: España Republicana, año


Entonces, ¿qué negocio poner en México? Ninguno vestía tanto la fina-
XXV, nro. 666, 7 de noviembre de lidad civilizadora y educativa de la República y los republicanos que el
1942. de las editoriales y librerías, por contraposición a la tienda y a la cantina
Izquierda: España Republicana, año
XXIV, nro. 614, 8 de noviembre del antiguo residente.
de 1941.
Implícita en esta cita, está la conciencia de que una de las fuentes
que había otorgado legitimidad a la II República había sido su proyecto
cultural, vertebrado en torno al poder casi totémico que alcanzó el libro.
Extender las letras a capas sociales tradicionalmente alejadas de ellas y,
simultáneamente, acabar con el desprecio hacia la cultura popular de
una buena parte de las élites habían sido consignas de un amplio sector
de la intelectualidad republicana desde antes de 1931. Aquel maridaje
ideal entre el intelectual y el pueblo, emancipado gracias a las distintas
formas de fomento de la lectura (editoriales de avanzada, bibliotecas po-
pulares, misiones pedagógicas, promoción pública del libro…) durante
los años previos a la insurrección militar del 18 de julio de 1936, había
llegado a su máxima expresión durante la guerra. La causa republicana
integraba las causas de la justicia social, de la igualdad, del pacifismo, del

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LA PATRIA IMAGINARIA

“España acosada por


el franquismo”, España
Republicana, 7 de noviembre
de 1942.

laicismo y de los derechos de la mujer, entre otras. Esas causas encon-


traban en el libro su aliado para vertebrar por fin el país. La imagen del
miliciano leyendo y componiendo romances de guerra fue, de hecho,
una imagen icónica de la lucha contra el fascismo.
Todo ello explica el alto valor que la actividad editorial tuvo para los
intelectuales exiliados. Frente a un régimen totalitario que tergiversaba
el sentido de la obra de Cervantes, Galdós o Unamuno; que cubría con
un denso olvido las figuras de Lorca, Miguel Hernández o Machado;
que permitía que, en sus discursos, el falangismo despreciara insisten-
temente los valores de la razón, la libertad y la justicia; que pretendía
que en España no había habido ni Institución Libre de Enseñanza, ni
vanguardias artísticas, literarias y políticas, ni movimientos de emanci-
pación de la mujer y de las clases obreras y campesinas; que proclamaba
la necesidad de abolir la libertad de pensamiento y de prensa; frente
a esa España, haberse salvado de la muerte y del cautiverio implicaba

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España Republicana, año XXV, nro. 666, 7 de noviembre de 1942.
LA PATRIA IMAGINARIA

comprometerse tras la guerra a par- de México, los republicanos se encontraron


ticipar en el salvamento, en las re- con una populosa colonia española mayori-
públicas americanas, de todo aquel tariamente favorable a su causa y con pode-
patrimonio nacional y evitar su ol- res políticos que, por el contrario, recelaban
vido y que, con él, la derrota llegase de su ideología y obstaculizaban su entrada
a ser absoluta y definitiva. en el país. También diferencia al exilio en
Pero la edición de libros, además Argentina el hecho de que la llegada de in-
de una misión trascendental, fue telectuales españoles fuera constante desde
una oportunidad profesional para mitad de 1937, cuando entraron muchos
solucionar una situación económi- que, más que del avance de las tropas fas-
ca a menudo precaria. La dedica- cistas, habían escapado de la guerra y de la
ción a las diversas tareas editoria- violencia generalizada. Fueron los casos de
les (ilustración, selección, edición, José Ortega y Gasset, Lorenzo Luzuria-
traducción, impresión, difusión…) ga, Guillermo de Torre, Manuel de Falla,
había sido frecuente entre los inte- Manuel García Morente, Ramón Pérez de
lectuales españoles en los años diez, Ayala, Ramón Gómez de la Serna, María de
veinte y treinta. Algunos grandes Maeztu, Gregorio Martínez Sierra, figuras
escritores, como Juan Ramón Jimé- muy reconocibles de la intelectualidad bur-
nez, Manuel Altolaguirre, Concha guesa española que habían sentido que su
Méndez, José Bergamín, Rafael vida corría peligro en la Madrid y la Barce-
Alberti, María Teresa León o Max lona de la retaguardia y que han mantenido
Aub, habían adquirido una valiosa una prudente distancia respecto de ambos
experiencia en el diseño y la edición contenientes, distancia que se irá matizando
de libros y revistas durante el perío- enseguida, orientándose hacia el republica-
do republicano. Ante la dificultad nismo en algunos casos (por ejemplo, De
para insertarse en cátedras univer- Torre o Luzuriaga) y en otros hacia el nuevo
sitarias y redacciones de periódicos orden en España (por ejemplo, García Mo-
y vivir de ello inmediatamente, ha- rente o Pérez de Ayala). Estos intelectuales La Nación, 3 de
cer libros fue la salida profesional neutrales pensaron que su acomodo en el septiembre de 1939.
más directa. campo intelectual argentino vendría principal-
La Nación, 1º de octubre de 1939. Además de las generalidades co- mente de la edición de libros. Una buena parte de los epistolarios
mentadas hasta aquí, para analizar de Guillermo de Torre, Lorenzo Luzuriaga y José Ortega y Gasset,
la labor editorial del exilio republicano hay que tener en cuenta la dis- por poner tres ejemplos relevantes, se dedicaba al movimiento edi-
tinta fisonomía que este tuvo en cada país. En este sentido, en Argentina torial, del que se informaban a través de corresponsales en Argenti-
la diáspora republicana presenta rasgos muy particulares. A diferencia na. Estos son algunos españoles bien conocidos en ámbitos académicos
LA PATRIA IMAGINARIA

y artísticos que residían en Argentina pasa-Calpe y muchas otras, venían ha-


desde hace años, como el ya mencionado ciendo de Buenos Aires el primer hito
Alonso, Luis Seoane o Julio Rey Pastor, de su acceso a los mercados americanos
así como intelectuales latinoamericanos desde principios del siglo.
que de antiguo tenían lazos estrechos La realidad es que, cuando los espa-
con sus homólogos de España y que, en ñoles llegaron a Argentina —poco a
algunos casos, habían residido allí: Pe- poco en 1937 y 1938, en mayor núme-
dro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, ro en 1939 y 1940—, se encontraron
Victoria Ocampo, José Luis Romero o a compatriotas —no siempre inequí-
Bernardo Houssay, quien, al frente de vocos antifranquistas— bien coloca-
la Junta Argentina de Ayuda a los Uni- dos en algunas de las más importantes
versitarios Españoles, hizo una inten- empresas editoriales del país. Por poner
sa labor —cuyos resultados fueron sin algunos ejemplos muy significativos y
embargo escasos— por asistir a algunos diversos entre sí, el ex gerente de Es-
profesores españoles que habían salido pasa-Calpe en su filial argentina, Gon-
en los primeros meses de guerra. zalo Losada, madrileño de nacimiento
El alcance y el signo del ímpetu editor y en Buenos Aires desde 1928, había
dependieron también de otros factores. fundado Espasa-Calpe Argentina en
Por un lado, de la coyuntura editorial de 1937 y la Editorial Losada un año des-
cada país de acogida y, por el otro, de la pués; y el empresario Rafael Vehils, un
permeabilidad de los profesionales del barcelonés que presidía la Institución
libro para integrar en su industria a los Cultural Española, asociado a un grupo La Nación, 17 de diciembre de 1939.
recién llegados. En el caso de Argentina, de intelectuales y miembros de la más
ambas variables resultaron especialmen- alta burguesía capitalina, había puesto
te favorables para los exiliados españo- parte de sus inversiones en la creación
les, al menos durante los primeros años. de una nueva editorial, Sudamericana.
Además del desarrollo sostenido que la Urgidos ambos por la necesidad de en-
industria del libro había venido experi- contrar colaboradores experimentados
mentando en el país, la edición de libros para asentar sus proyectos, tanto Lo-
en Argentina era una industria tradicio- sada como Vehils dirigieron su mirada
La Nación, 5 de noviembre de 1939. nalmente desempeñada por españoles, hacia Francia, donde se había instalado
tanto en las personas de viejos emigran- un importante contingente de hom- La Prensa, 17 de diciembre de 1939.
tes —como, por ejemplo, Pedro García, fundador de El Ateneo, que bres y mujeres de letras que habían escapado de España y vivían en una
colaboró en las nuevas fundaciones a través de su red de distribución y especie de limbo, a la espera del fin inminente de la guerra y de que las
su librería— como en la de delegados de firmas españolas que, como Es- consecuencias de esta sobre la vida del país fueran las menos posibles.
LA PATRIA IMAGINARIA

Losada, por correspondencia,


invitó a Guillermo de Torre a que
se instalara en Buenos Aires y cola-
borara con la recién fundada Espa-
sa-Calpe Argentina. Este comenzó
a seleccionar los primeros libros de
la colección Austral y, posterior-
mente, de su homóloga, la Biblio-
teca Contemporánea de Losada.
Por su parte, Vehils, en un viaje a
París a principios de 1939, apenas
unas pocas semanas después de
haber fundado Sudamericana, con-
venció a Antonio López Llausás de
que se hiciera cargo de la editorial.
Tanto De Torre como Llausás eran
editores bien conocidos en España
desde principios de los años vein-
te y tuvieron una larga e influyente
carrera posterior en el campo edi-
España Republicana, 7 de noviembre de 1942.
torial argentino.
En su viaje a Francia, Vehils se
entrevistó también con Ortega y Con Losada, Ortega nunca quiso tener relación editorial alguna a causa
Gasset, quien durante aquella pri- las noticias que le llegaban sobre las simpatías izquierdistas de los co-
mera mitad de 1939, ya con la idea laboradores de su sello. Además, Espasa-Calpe había sido su editorial
de embarcarse hacia Buenos Aires en Madrid y tenía los derechos de algunas de sus obras. Sin embargo, la
sin billete de regreso, se informaba, conflictiva relación que Ortega mantuvo después de su llegada a Buenos
a través de su correspondencia con Aires con el nuevo gerente de Espasa-Calpe Argentina, Manuel Olarra,
María de Maeztu, Lorenzo de Lu- dio al traste con el ambicioso proyecto editorial que venía tramando
zuriaga y otros amigos, del pujante desde su salida de España y, a la larga, amargó su dorado exilio en el
movimiento editorial porteño. En barrio de la Recoleta.
él puso las esperanzas de restaurar Son muchos más los casos de redes urdidas, con distinta fortuna, entre
su alta autoridad intelectual, que argentinos y viejos residentes por un lado y los exiliados republicanos
La Nación, 17 de diciembre de 1939. veía más que comprometida en la por el otro. A Atlántida, una editorial ya bien arraigada, se incorpora-
Madrid de la inminente posguerra. ron dos gallegos, Carmen Muñoz y Rafael Dieste, gracias a su amis-
LA PATRIA IMAGINARIA

tad antigua con el dueño y fundador,


Constancio Vigil, y ofrecieron trabajos
diversos a un buen número de compa-
triotas que ayudaron a su sostenimien-
to económico. En Emecé, que acababa
de ser instaurada, el galleguismo de los
fundadores y del director editorial, pese
a ser un galleguismo conservador y pro-
franquista, propició que se integraran en
el proyecto Arturo Cuadrado, llegado
en la primavera de 1939 directamente
de un campo de concentración francés,
y un viejo residente gallego, el artista
Luis Seoane, y que se los pusiera al fren-
te de las colecciones más importantes.
Un acaudalado emigrante español de
simpatías republicanas, José Iturriat, pa-
trocinó el efímero emprendimiento edi-
torial de Rafael Alberti, Francisco Ayala
y Lorenzo Varela bajo la advocación del
Nuevo Romance. Y otro viejo residente
de origen hispano-cubano, Diego Ma-
nuel Hurtado de Mendoza, frecuente
contertulio de los exiliados republica-
nos en el Café Tortoni, unió los capi-
tales iniciales, junto con los madrileños
Gonzalo Losada y Enrique Pérez, para
que Alberti dirigiera una bella editorial
La Prensa, 8 de octubre de 1939. llamada Pleamar. Gaceta del Libro, nro. 4, junio de 1945.
Todas estas relaciones tejieron una den-
sa red de empresas editoriales en la que se mezclaban filiaciones nacionales unido al notable desarrollo y la fuerte capitalización de la industria editorial
y políticas diversas en las personas de los inversores, gerentes, directores edi- argentina de estos años explican que, en la mayor parte de los casos, las edi-
toriales… Ello hace difícil definir los sellos nombrados como genuinas “edi- toriales en las que participaron los exiliados fueran menos transparentes en
toriales del exilio español”. El complejo perfil de la vieja colonia y del con- su definición ideológica que, pongamos, las casas que por aquellos años se
junto de nuevos expatriados españoles llegados tras el estallido de la guerra, fundaron en México, la otra capital editorial del exilio republicano.
LA PATRIA IMAGINARIA

No obstante, en muchos casos la opinión pública sí discriminaba las posfranquista. A este interrogante, en mi opinión, la respuesta ha de
tendencias ideológicas de los editores. La coexistencia de los intelec- ser pesimista. También podemos preguntarnos si el conjunto de esos
tuales pretendidamente neutrales y otros decididamente franquistas libros, que el público argentino leyó y con los que formó en gran medi-
con el contingente de republicanos que irían llegando posteriormen- da su gusto literario y su manera de entender la nación moderna, supo
te creó un espacio intelectual del destierro más conflictivo que el de atender a las necesidades del país de acogida de los exiliados o si, por el
otros países. Esta pugnacidad se trasladó al campo editorial, en el que contrario, las editoriales fueron una nueva manera de perpetuar formas
toda fundación que implicara a españoles estuvo impregnada inevi- de colonialismo cultural por editores extranjeros que, inevitablemente,
tablemente de simpatías partidistas. Quizás el caso más claro fue la seguían mirando preferentemente hacia la patria perdida.
alineación de Espasa-Calpe y Losada con las causas franquista y repu- Pero si abandonamos los excesos críticos y atendemos a los proce-
blicana respectivamente, que a partir de 1938, y con la participación de sos y no solo a los resultados, descubrimos el encomiable esfuerzo de
medios de comunicación, derivó en conflicto público. Las ediciones de unos sujetos desvalidos cuya acción editorial no fue un mero ejercicio de
las Obras completas de Lorca por Losada o las dos versiones divergentes nostalgia por aquello que no habían podido ser. En los libros editados
de las Poesías completas de Machado, que casi simultáneamente sacaron también cabe discernir la búsqueda de una nueva identidad enriqueci-
Espasa-Calpe y Losada en sus colecciones Austral y Contemporánea, da por la experiencia directa con la nueva realidad nacional. A lo largo
tuvieron connotaciones tan manifiestas como las ediciones de Poeta en de los años cuarenta, Buenos Aires, convertida en capital editorial en
Nueva York o de las Obras completas de Machado por la editorial Séneca lengua española, centro de traducciones al español y en estrecho diá-
en México. Por ello, ante la comunidad exiliada en Buenos Aires, los logo con las formas de la modernidad literaria, artística y filosófica del
libros servían para articular a la diáspora republicana y la ayudaban a mundo, fue asimismo uno de los núcleos de cohesión del exilio republi-
identificarse; “Lea libros leales”, decía, en cada número, un anuncio de cano. Aquel plan exclusivista de fundar una editorial que simbolizara la
España Republicana, el órgano cultura errante pero no agotada de la República española se había ma-
oficial del Centro Republicano terializado en la editorial Séneca, con sede en Ciudad de México. Pero
Español de Buenos Aires, en su existencia fue efímera. En cambio, en Losada, Sudamericana, Emecé
el que se publicitaban las em- y, secundariamente, en otras nuevas editoriales porteñas en cuyos ini-
presas —sobre todo, las edito- cios intervinieron los exiliados republicanos, germinaron los catálogos
riales— dirigidas por españoles de una patria transnacional cargada de futuro, que puso en diálogo voces
que hacían profesión pública de distintas cuyo contrapunto recogió y difundió, más allá de la península
republicanismo y se reseñaba ibérica, los amenazados valores republicanos y democráticos del huma-
con detalle cada nuevo libro. nismo, el progreso y la justicia.
Cualquier valoración que de-
mos a este despliegue editorial
estará inevitablemente sujeto a
España Republicana, año XXII, nro. 567, 15 de marzo
múltiples matices y dependerá de 1941.
de la pregunta que formulemos
a los catálogos que se produjeron. Podemos plantear, por ejemplo, si esos
libros han constituido, en alguna medida, la base de la cultura española
LA PATRIA IMAGINARIA

Gonzalo Losada y las ediciones


republicanas
Por Fabio Espósito*
Gonzalo Losada nació en Madrid en 1894, en el seno de una familia
humilde de origen gallego. Entró a trabajar desde muy joven en La
Papelera Española, en donde rápidamente ocupó puestos gerenciales.
Cuando su director, Nicolás María de Urgoiti, decidió expandir sus ac-
tividades al sector editorial mediante la creación de Calpe (Compañía
Anónima de Librería y Publicaciones Españolas), el joven Losada pasó
a desempeñarse en esa empresa. Conscientes de que el mercado inter-
no español resultaba insuficiente para una comercialización del libro
a gran escala, una de las metas principales de los directivos de Calpe
fue la conquista de los mercados hispanoamericanos. Por esa razón,
a comienzos de la década de 1920 abrieron una sucursal en Buenos
Aires, cuyo cargo de gerente vino a ocupar Gonzalo Losada en 1928.
Poco antes, en 1925, Calpe se había fusionado con la editorial Espa-
sa de Barcelona con el objeto de continuar con la publicación de la
Enciclopedia Universal Ilustrada, convirtiéndose en Espasa-Calpe. Este
ambicioso proyecto, que necesitaba de una fuerte inversión, no podía
proseguir sin el apoyo financiero de una empresa como Calpe, dotada
de un enorme capital. Su delegación en Buenos Aires, además, asegura-
ba la distribución de la enciclopedia en América Latina. Desde finales
del siglo XIX, la capital argentina se había convertido en el mercado
cultural más apetecible entre las antiguas colonias españolas y llegó a
constituirse en el epicentro desde el cual los editores españoles procu-
raron dominar las plazas hispanoamericanas.

26 27
* Profesor de la Universidad Nacional de La Plata. Investigador del Instituto de
Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-Conicet).
LA PATRIA IMAGINARIA

Federico García Lorca, Obras completas, Buenos Aires, Losada, Roberto J. Payró, El mar dulce, Buenos Aires, Losada, 1957. Colección Biblioteca
1945. | Rafael Alberti, Retornos de lo vivo lejano, Buenos Aires, Contemporánea. | Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte, Buenos Aires,
Losada, 1952. Colección Poetas de España y América. Losada, 1954. Colección Biblioteca Contemporánea. | Roberto Arlt, Aguafuertes porteñas,
Buenos Aires, Losada, 1958. Colección Biblioteca Contemporánea.
Cuando estalló la Guerra Civil los propietarios de Espasa-Calpe, que
habían perdido el control de la empresa, decidieron incrementar las ope- la década de 1930 la producción de libros experimentó un crecimiento
raciones de su filial en Buenos Aires a espaldas del Comité de Interven- inusitado, como parece confirmarlo el registro anual del depósito le-
ción y reiniciaron la actividad editorial interrumpida en Madrid bajo el gal: mientras que los títulos publicados en 1935 fueron 977, en 1941
sello Espasa-Calpe Argentina, creado el 22 de abril de 1937. Losada ascendieron a 6088. Una buena parte de esa creciente producción es-
pasó a desempeñarse como gerente del nuevo sello. Entre las noveda- taba destinada a los mercados hispanoamericanos, circunstancialmente
des de la flamante editorial se destacó la colección Austral, lanzada a disponibles a causa de la debacle de la industria editorial española. Ese
comienzos de 1938. Losada, junto con Guillermo de Torre, fue uno de despegue, además, estuvo muy relacionado con el trasvase de españoles
sus principales artífices. El consejo de administración de Espasa-Calpe, hacia América ocasionado por la Guerra Civil española (1936-1939) y
que simpatizaba con el bando sublevado, no vio con buenos ojos algunas la derrota republicana.
de las decisiones editoriales de la gerencia en Buenos Aires y envió a Desde sus inicios, Losada fue identificada como la editorial de los
Manuel Olarra para hacerse cargo de la empresa en octubre de 1937. exiliados republicanos. La Biblioteca Contemporánea, más tarde rebau-
Con Olarra, el rumbo ideológico de la empresa cambió drásticamente, tizada como Biblioteca Clásica y Contemporánea, fue su colección más
y Losada, un declarado republicano, se alejó al poco tiempo de la firma conocida y de mayor éxito. Con un formato idéntico y un carácter ecléc-
para fundar su propio sello el 18 agosto de 1938. Entre quienes acom- tico similar a la colección Austral, fue creada para competir con ella en
pañaron a Losada en la nueva empresa estuvieron Guillermo de Torre el segmento de los libros baratos. Entre 1938 y 1982 aparecieron 478
como director editorial, Attilio Rossi como director artístico, Amado volúmenes. En ella se incluye buena parte de los autores españoles más
Alonso, Pedro Henríquez Ureña, Francisco Romero, entre otros. relevantes para la tradición republicana: Federico García Lorca, Rafael
El surgimiento de Losada, junto con el de Sudamericana, Emecé y Alberti, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Pedro Salinas, Ama-
Espasa-Calpe Argentina, dio lugar a lo que comúnmente se ha deno- do Alonso, María Teresa León, Jacinto Grau, entre otros. En cuanto a la
minado el despegue de la industria editorial en nuestro país. A fines de literatura argentina, contaron con una fuerte presencia Roberto J. Payró,
LA PATRIA IMAGINARIA

Colección Austral.Obras
completas en cada uno de los
500 volúmenes publicados,
Buenos Aires, Espasa-
Calpe Argentina, 1945.

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LA PATRIA IMAGINARIA

Manuel Gálvez, Horacio Quiroga y Roberto Arlt: autores profesionales,


modernos, con propuestas estéticas vinculadas a un cierto realismo y de
enorme repercusión entre el público lector. La vocación americanista
de la editorial Losada se vio reflejada en el catálogo de la colección
mediante la inclusión desde los primeros años de algunos de los autores
hispanoamericanos más destacados: José Eustaquio Rivera, José María
Arguedas, Rómulo Gallegos y los premios nobel Miguel Ángel Asturias
y Pablo Neruda, entre otros. La Biblioteca Clásica y Contemporánea
conformó una oferta cultural ecléctica, diversa y cosmopolita, en don-
de la traducción de obras de autores contemporáneos europeos ocupó
un lugar preponderante: el existencialismo francés de Jean-Paul Sartre
y Albert Camus, el neorrealismo italiano de Alberto Moravia y Vasco

Ferdinand de Saussure, Curso de lingüística


general, Buenos Aires, Losada, 1945.
Colección Filosofía y Teoría de Lenguaje.

Pratolini, autores anglosajones como Henry James, G. K. Chesterton,


Oscar Wilde y Katherine Mansfield, así como también escritores en
lengua alemana como Thomas Mann y Franz Kafka fueron difundidos
en castellano a través de ella.
Otras colecciones que cobraron impulso en los primeros años de vida
de la editorial fueron Las Cien Obras Maestras de la Literatura y el
Pensamiento Universal, dirigida por Pedro Henríquez Ureña; Obras
Completas de Federico García Lorca y Panoramas, ambas dirigidas por
Guillermo de Torre; La Biblioteca Filosófica, dirigida por Francisco
Romero; La Pajarita de Papel y Cristal de Tiempo.
La editorial Losada fue un agente modernizador de la cultura litera-
ria en lengua castellana de enorme gravitación. Difundió a lo largo del
continente las obras de los autores argentinos, españoles y latinoameri-
canos más relevantes así como también tradujo las corrientes artísticas
europeas de mayor peso. Pero su importancia en la difusión de la cultura
contemporánea no se limitó a sus colecciones literarias. La colección
Filosofía y Teoría del Lenguaje, dirigida por Amado Alonso, tuvo a su
Pedro Henríquez Ureña, Guillermo de Torre y Gonzalo Losada. Fotografía de la revista Negro sobre cargo en los primeros años de la década de 1940 la difusión en castella-
Blanco. Boletín Literario Bibliográfico de la editorial Losada, número extraordinario, noviembre de 1958. no del Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure, El lenguaje
LA PATRIA IMAGINARIA

De izquierda a derecha:
Rafael Alberti, La amante, Losada, Buenos Aires, 1946.
Thomas Mann, Carlota en Weimar, Buenos Aires, Losada, 1941.
Rafael Alberti, Retornos de lo vivo lejano, Buenos Aires, Losada, 1952.
Norah Lange, Antes que mueran, Buenos Aires, Losada, 1945.
Pablo Neruda, Aún, Santiago de Chile, Nascimiento, 1969.
Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel, Buenos Aires,
Losada, 1940.
Rafael Alberti, Poesías Completas, Buenos Aires, Losada, 1961.
Rafael Alberti, Imagen primera de Federico García Lorca, Buenos Aires,
Losada, 1945.
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Colección BNMM, donación de Gonzalo Losada y familia.
LA PATRIA IMAGINARIA

“Cartas del lector”, La Nación, 29 de agosto de 1946. Colección BNMM, Departamento de Archivos, Fondo
Centro de Estudios Nacionales, Archivo de Redacción Qué Sucedió en 7 Días.

y la vida, de Charles Bally, y Filosofía del lenguaje, de Karl Vossler, obras


fundamentales de la lingüística moderna. Por otra parte, la Biblioteca
Filosófica, fundada por Francisco Romero, entre las décadas de 1940 y
1950 puso al alcance del lector en castellano obras filosóficas de Wil-
hem Dilthey, Karl Jaspers, Sören Kierkegaard, Max Sheler, entre otros.
La formación de un catálogo muy amplio y diverso con apuestas que
incluyeron la difusión de las corrientes más novedosas no solo de la
narrativa, sino también de la poesía y el teatro, así como la mirada pues-
ta en la renovación cultural que abarcó también el campo de los estu-
dios humanísticos fueron algunos de los méritos del proyecto editorial

La Nación, 12 de diciembre de 1958. Colección BNMM,


37 Departamento de Archivos, Fondo Centro de
Estudios Nacionales, Archivo de Redacción Qué Sucedió en 7 Días.
LA PATRIA IMAGINARIA

de Losada, que la llevaron a ocupar un lugar central en el mercado de


lengua española. Como ha señalado Fernando Larraz en Una historia
transatlántica del libro, “probablemente ninguna editorial del ámbito
lingüístico del español publicó tantos títulos que hayan entrado en el
canon de la cultura contemporánea entre 1938 y 1970. La perspicaz
mirada de Losada sobre la literatura y el pensamiento de su época hizo
posible una selección de textos que aún hoy sigue sorprendiendo por su
calidad, su cosmopolitismo y su modernidad”.
Las razones del éxito de la editorial Losada no solo deben buscarse en
la perspicacia para darle forma a un catálogo acorde con los intereses y los
gustos de un público lector creciente y diversificado, sino también en el
trabajo corporativo que Gonzalo Losada llevó adelante como miembro
de la Cámara Argentina del Libro (CAL). Como ha afirmado Alejandra
Giuliani en Editores y política, “Losada se consolidó rápidamente como
el dirigente más dinámico del empresariado editorial de Buenos Aires”.
Fue quien ejerció un claro liderazgo político dentro de la CAL, en cuyos
consejos directivos participó durante décadas, y quien articuló desde los
primeros años una estrategia corporativa que apoyase una verdadera polí-
tica del libro para impulsar la edición argentina hacia el mercado exterior,
procurando resolver los problemas de la provisión de papel para impresos,
amenazada durante la Segunda Guerra Mundial, gestionando ante Co-
rreos la reducción de los gastos de envío a través de la expedición postal
de los libros y asegurando el transporte de impresos mediante un acuerdo
ventajoso con la Marina Mercante.
Con el correr de la década de 1960 se fue debilitando la presencia de
Losada en el mercado editorial. Si bien el catálogo mantuvo su atractivo
y fue fuente de numerosas y valiosas reimpresiones, no renovó la oferta
de autores nacionales y latinoamericanos al ritmo que lo hicieron otras
editoriales. José Luis de Diego, en La otra cara de Jano, afirma que “al no
haber podido, o sabido, direccionar las políticas editoriales de la empresa
hacia ese movimiento de modernización literaria y cultural, Losada inició
su declive”. A diferencia de Sudamericana, Losada no participó del boom
de la narrativa latinoamericana, es decir, no tuvo ni a Vargas Llosa ni a
Cortázar ni a García Márquez. No obstante, tiene el enorme mérito de
haber difundido por el mundo la obra de Pablo Neruda —en septiembre

Anuncio publicitario. Revista Negro sobre Blanco. Boletín Literario Bibliográfico, de editorial Losada, número
38
extraordinario, noviembre de 1958.
LA PATRIA IMAGINARIA

César Vallejo, Poesías completas, Buenos Aires, Losada, 1949. Colección Poetas de
España y América. | Jorge Asís, Flores robadas en los jardines de Quilmes, Buenos Aires,
Losada, 1980. Colección Novelistas de Nuestra Época.

de 1964, Losada anunció que había llegado al millón de ejemplares ven-


didos— y de haber publicado la obra de César Vallejo. En la década de
1970 supo gestar el éxito de las novelas de Jorge Amado, de quien publi-
có once títulos, desde que en 1969 apareció en Argentina Doña Flor y sus
dos maridos. En 1980 editó Flores robadas en los jardines de Quilmes, de
Jorge Asís, una de las primeras novelas sobre la última dictadura militar,
junto con Respiración artificial, de Ricardo Piglia, y, además, un best seller
de más de trescientos cincuenta mil ejemplares vendidos.
Gonzalo Losada falleció en Buenos Aires en 1981. Fue mucho más
que un editor exitoso. Fue uno de los padres fundadores de la edición
moderna en América Latina. En 1955 había recibido en Roma el pre-
mio Torremargana de edición, según decía el fallo “por ser el más califi-
Manuscrito de Antes que mueran, de Norah Lange. Colección
cado e importante protagonista de la edición internacional [...] y el más BNMM, Sala del Tesoro.
infatigable, generoso, iluminado cooperador desde hace treinta años en
Norah Lange, Antes que mueran, Buenos Aires, Losada, 1944.
el intercambio cultural entre Europa y América Latina”. Colección Prosistas de España y América.

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LA PATRIA IMAGINARIA

Sudamericana y Emecé: editores


españoles, literatura y mercado
Por José Luis de Diego*
Si contabilizamos el número de títulos publicados, las editoriales Sud-
americana y Emecé fueron los sellos más activos en la edición de li-
teratura en Argentina durante el período que va desde su fundación
hasta el fin de siglo; esa centralidad incluyó obras tanto de literatura en
nuestra lengua como traducida, en una intensa producción que incluye
buena parte de las mejores firmas de las literaturas del mundo. El origen
de ambos sellos tuvo que ver con la conjunción de editores españoles
de experiencia y de capitales locales nada desdeñables —hombres de
negocios como Jacobo Saslavsky y Alejandro Shaw en Sudamericana,
la familia Braun Menéndez en Emecé—; esa coincidencia nos habla de
una circunstancia propicia para el desarrollo de esos proyectos como un
modo de posicionarse productivamente en el mercado del libro ante el
colapso de la industria española.

42 43
* Profesor de la Universidad Nacional de La Plata. Investigador del Instituto de
Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-Conicet).
LA PATRIA IMAGINARIA

Sudamericana

A seis meses de fundada Sudamericana, en diciembre de 1938, y lue-


go de algunos fracasos comerciales, llegó desde Francia, contratado por
Rafael Vehils, el catalán Antonio López Llausás, quien se hizo cargo
de la empresa junto con el vasco Julián Urgoiti —quien provenía de la
sede local de Espasa-Calpe—; desde entonces, Sudamericana fue siem-
pre identificada como una empresa familiar: López Llausás, después su
hijo Jorge López Llovet, después su nieta Gloria López Llovet de Ro-
drigué… De su período de crecimiento y expansión pueden destacarse
como hitos de importancia la adquisición de la tradicional Librería del
Colegio en 1940, la apertura hacia fines de esa década de subsidiarias
en el exterior que producían títulos propios y distribuían sellos locales
—como Hermes en México y Edhasa en Barcelona— y la mudanza al
clásico edificio de la calle Humberto Primo en 1965.
Durante los primeros años, Sudamericana fue un sello que privilegia-
ba la literatura traducida. Si en 1942 una de las colecciones era Autores
Argentinos, esa serie ya no aparece en un catálogo de 1945. En este se
privilegia la colección Horizonte, un conjunto de novelas que presenta
cuarenta y cinco títulos, de los cuales uno es de un español (Pío Baroja) y
uno de un argentino (Eduardo Mallea, Las águilas). El resto son traduc-
ciones: Ernest Hemingway, William Faulkner, Thomas Mann, Virginia
Woolf, Aldous Huxley, entre otros. Son abundantes, además, las colec-
ciones Biografías, con veintitrés títulos (con una fuerte presencia del
español Salvador de Madariaga), y Ciencia y Cultura, con veinte títulos.
Solo una página del catálogo está dedicada a la colección Laberinto,
de la que se mencionan dos títulos: la célebre Antología de la literatura
fantástica, de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, y una Antología
poética, en la que se presentan “los más bellos poemas argentinos de este
siglo”. El apartado “Poesía” sí incluye a autores nacionales: Francisco
L. Bernárdez, Leopoldo Marechal, Juan R. Wilcock, Enrique Molina.
Dos páginas dedica el catálogo a las reediciones de Sur. La fundación
del sello de Victoria Ocampo se anunciaba en el número 8 de la revista
homónima, en 1933, y ya en sus primeros años Sudamericana comenzó
a reeditar y distribuir su fondo editorial; desde entonces la relación se

J. L. Borges, S. Ocampo, A. Bioy Casares (comps.), Antología poética argentina, Buenos Aires, Sudamericana,
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1941. Colección Laberinto.
LA PATRIA IMAGINARIA

Víctor H. Lindlahr, Cómo adelgazar Julio Cortázar, Bestiario, Buenos Aires, Sudamericana, 1951. | Manuel Mujica Lainez,
comiendo, Buenos Aires, Cosmos, 1943. Misteriosa Buenos Aires, Buenos Aires, Sudamericana, 1951.

tornó casi inmediata, como ocurrió, por ejemplo, con El túnel, de Saba- res, y cuantitativo, por la notable cantidad de ejemplares vendidos. Lo
to, editado en 1948 por Sur e ingresado rápidamente a los catálogos de que pondría de manifiesto una paradoja: los llamativos índices de venta
Sudamericana. Como curiosidad, sobre el final del catálogo aparecen de novelas emblemáticas del período —como Sobre héroes y tumbas, de
títulos de Ediciones Cosmos, serie dedicada a lo que hoy llamaríamos Ernesto Sabato (1962); Rayuela, de Julio Cortázar (1963); Cien años de
libros de “autoayuda”: el famoso y muy vendido Cómo ganar amigos e soledad, de Gabriel García Márquez (1967); Boquitas pintadas, de Ma-
influir sobre las personas, de Dale Carnegie (para ese año iba por la 11ª nuel Puig (1969)— coinciden con una curva declinante en el desarrollo
edición), Cómo hacer un hogar feliz, Cómo adelgazar comiendo y otros. de la industria editorial argentina. La paradoja puede explicarse de este
Hacia fines de los cuarenta puede advertirse un progresivo interés en modo: a medida que nuestro país iba perdiendo mercados externos de-
publicar autores argentinos; la editorial fue consolidando una suerte de bido a la recuperación de la industria española y el ascenso de la mexica-
“Parnaso” de clásicos modernos de nuestra literatura: Adán Buenosayres, na, encontraba en el mercado interno los recursos para su sostenimiento
de Leopoldo Marechal (1948); El túnel, de Ernesto Sabato (1948); Bes- y consolidación.
tiario, de Julio Cortázar (1951); Misteriosa Buenos Aires, de Manuel Mu- A diferencia del Fondo de Cultura Económica de México o de Er-
jica Lainez (1951). Sin embargo, la venta de estos títulos por aquellos cilla de Santiago de Chile, Sudamericana no fue una editorial a la que
años no superaba un puñado de ejemplares. Hoy parece un lugar común podamos atribuir el mote de “americanista”. Y a diferencia de Losa-
afirmar que la literatura latinoamericana encontró, en la década de los da y Espasa-Calpe, tampoco tuvo en su catálogo una presencia fuer-
sesenta, un público propio, un mercado ávido de novedades, y por tanto te de autores españoles para abastecer al mercado peninsular. En los
se generó un doble boom: cualitativo, por la valoración de sus escrito- años cuarenta, lo moderno en cultura se identifica con lo anglosajón, y
LA PATRIA IMAGINARIA

Ernesto Sabato, Sobre héroes y tumbas, Buenos Aires, Sudamericana, 1965. Colección Piragua. | Julio
Cortázar, Rayuela, Buenos Aires, Sudamericana, 1963. Colección Novelistas Latinoamericanos. | Gabriel
García Márquez, Cien años de soledad, Buenos Aires, Sudamericana, 1967. Colección Grandes Novelas.

en Sudamericana se nota esa voluntad de modernidad; un sello actual,


ecléctico y comercialmente sólido. Podemos señalar, entonces, una se-
gunda paradoja: la editorial que protagonizó la recuperación del mer-
cado interno y dio visibilidad al inicio del llamado boom de la narrativa
latinoamericana no se identificaba con otros sellos, como Losada y Cla-
ridad —concebidos sobre todo como proyectos culturales—, sino que
más bien descubrió ese camino como parte de un oportuno golpe de
timón comercial. Pero es una paradoja aparente, porque el americanis-
mo tradicional podía representar, en un mercado como el porteño, algo
residual; en tanto el nuevo latinoamericanismo irrumpía con la fuerza
del juvenilismo, lo transgresor y lo genuinamente actual, como si se tra-
tara, en verdad, de una nueva vanguardia. La participación directa de
Francisco “Paco” Porrúa —director del Departamento Literario y uno
de los más notables editores de nuestro país— en la elaboración del ca-
tálogo fue confirmando el aserto de la mirada hacia lo nuevo, y lo nuevo
tuvo, por aquellos años, el sello de lo latinoamericano. A él se le atribuye
el “descubrimiento” de Cien años de soledad. De la novela de García Már-
quez lanzaron en 1967 una primera edición de ocho mil ejemplares y a
los quince días hubo que sacar una segunda edición; según el entonces
gerente del sello, Fernando Vidal Buzzi, se vendieron ciento cincuenta
mil ejemplares en el primer año. Otra innovación de Sudamericana fue

Manuel Puig, Boquitas pintadas, Buenos Aires, Sudamericana, 1969. Colección El Espejo.
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LA PATRIA IMAGINARIA
Izquierda: Catálogo general de precios, Buenos Aires,
Sudamericana, 1959. Colección BNMM, Depar-
tamento de Archivos, Fondo Centro de Estudios
Nacionales, Subfondo Silvio Frondizi.

Abajo: Catálogo general, Buenos Aires, Sudameri-


cana, 1940. Biblioteca editorial Ampersand.

Néstor Sánchez, Nosotros dos, Buenos Aires, Sudamericana, 1966. Colección El


Espejo. | Sara Gallardo, Enero, Buenos Aires, Sudamericana, 1958. Colección
Novelistas Hispanoamericanos.

la de haber publicado tempranamente ediciones de bolsillo: en 1958 co-


menzó a salir la colección Piragua, en la que se reeditaban los éxitos de
venta en formato mayor, en tiradas de más de diez mil ejemplares. Pero
si prescindimos por un momento de los títulos de mayor repercusión en
las ventas, existen otras apuestas que contarían con un reconocimiento
futuro: la persistencia en la publicación de un autor “de culto” como
Néstor Sánchez; las dos primeras novelas de Daniel Moyano; la primera
edición de Cicatrices, de un Juan José Saer que a partir de los ochenta
ingresaría al canon de nuestras letras y ocuparía allí un lugar indiscutido.
Y en esa dirección, los nombres de autores argentinos se multiplican:
María Elena Walsh, Alejandra Pizarnik, Alberto Girri, Alberto Vanas-
co, Griselda Gambaro, Elvira Orphée, Antonio Di Benedetto, Sara Ga-
llardo, Angélica Gorodischer, entre muchos otros.

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LA PATRIA IMAGINARIA

Manuscrito de El hombre del crepúsculo, de Estela


Canto. Colección BNMM, Sala del Tesoro.

Estela Canto, El hombre del crepúsculo, Buenos


Aires, Sudamericana, 1953.

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LA PATRIA IMAGINARIA

Luis Gudiño Kramer,


Emecé Médicos, magos y curanderos,
Buenos Aires, Emecé,
1942. Colección Buen Aire.
En sus orígenes, hacia 1939, el sello tuvo una orientación galleguista,
como si sus impulsores, Mariano Medina del Río y Álvaro de las Casas,
hubieran querido consolidar y difundir en Argentina la cultura y la li-
teratura comunitarias. La amistad de Del Río con los Braun Menéndez
dotó al proyecto de sustento económico; la presencia de la familia en el
primer directorio es llamativa: el presidente era Armando Braun Me-
néndez y los directores, Alejandro, Carlos y Mauricio Braun Menéndez.
A poco de andar, se sumaron a la empresa dos figuras significativas del
exilio republicano gallego: Arturo Cuadrado y el destacado ilustrador y
dibujante Luis Seoane; su influencia se advierte en las tres colecciones

que se dan a conocer en los inicios del catálogo: Hórreo, Dorna y Biblio-
teca Gallega. No obstante, a los pocos años, en 1942, Cuadrado y Seoa-
ne dejaron el sello, probablemente porque las escasas ventas del catálogo
que estaban diseñando no se condecían con las exigencias de una mayor
rentabilidad. A partir de entonces, se va consolidando una estrategia de
captación de títulos extranjeros de carácter más taquillero. En un aviso
publicitario de 1943 aparecen mencionadas, además de la colecciones
citadas: Buen Aire (“imágenes y espíritu de América”), Los Románticos
(“panorama del romanticismo universal”), Grandes Ensayistas (“las más
significativas obras del género en el orden clásico y contemporáneo”),
La Quimera (“grandes obras universales”), Cuadernos de la Quimera
(“selección de cuentos magistrales”), Clásicos Emecé (“las obras más
ilustres de la cultura del pasado”).
En 1947 se incorporó a la empresa Bonifacio del Carril, quien se va
a convertir en su presidente y en el referente más visible durante lar-
gos años. Un año después, la editorial adquirió la Compañía Impresora
Argentina. Se han destacado algunos aspectos novedosos en la estra-
Stand de la editorial Emecé en la Primera Feria del Libro Argentino. Revista Emecé, año 1, nro. 1, noviembre
de 1943. tegia comercial de Emecé; entre ellos, sus estrechas relaciones con las
LA PATRIA IMAGINARIA

Albert Camus, El extranjero,


Buenos Aires, Emecé, 1949.
Colección Grandes
Novelistas.

secciones bibliográficas de los diarios, en especial con Eduardo Mallea.


El escritor bahiense es el único autor argentino que fue publicado regu-
larmente por todas las editoriales importantes: Sudamericana, Losada,
Espasa-Calpe, Emecé. Era lo que hoy podríamos llamar un “agente cul-
tural”: fue asesor editorial, dirigió tres colecciones para Emecé y tuvo a
cargo el suplemento cultural de La Nación entre 1931 y 1955; encarna-
ba, además, el prototipo de un escritor refinado y culto que jerarquizaba
los catálogos. El vínculo estrecho de Mallea con Emecé le garantizaba al
sello un alto grado de visibilidad de sus títulos en la prensa y en el campo
literario nacional. En 1948 se lanzó la colección Grandes Novelistas,
acaso la más emblemática de la editorial, con El extranjero, de Albert
Camus, y Los idus de marzo, de Thornton Wilder. Si la colección en un
primer momento albergó en su catálogo a Kafka y Faulkner, a Moravia,
Hemingway y Cela, más adelante, y en especial hacia los sesenta, se fue
acercando cada vez más a un bestsellerismo indisimulado y se multiplica-
ron los autores de títulos mediocres pero de gran llegada masiva: Arthur
Hailey, Erich Segal, Guy des Cars, Leon Uris, Henri Charrière, Wilbur
Smith. Por esos años, se profundizó la relación entre literatura y cine;
Volante del lanzamiento de la colección Grandes Ensayistas de editorial Emecé. Colección BNMM, Departamento de
Archivos, Fondo Centro de Estudios Nacionales, Subfondo Silvio Frondizi.
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LA PATRIA IMAGINARIA

Aviso informando la incorporación de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares como asesores literarios
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de la casa editorial, revista Emecé, año 1, nro. 1, noviembre de 1943.
LA PATRIA IMAGINARIA

Jorge Luis Borges, La muerte y la brújula, Buenos Aires, Emecé, 1951. Colección Novelistas Ricardo E. Molinari, El huésped y la melancolía, Buenos Aires, Emecé, 1946. | María
Argentinos Contemporáneos. | Ernest Hemingway, La quinta columna, Buenos Aires, Emecé, Angélica Bosco, La muerte baja en el ascensor, Buenos Aires, Emecé, 1955. Colección El Séptimo
1972. Colección Grandes Novelistas. Círculo.

así, la venta de la novela se potenciaba con el éxito de la película, tal del odio, de Alexander Rice Guinness (seudónimo de Alejandro Ruiz
como ocurrió con Aeropuerto, de Hailey; Love Story, de Segal, y Papillon, Guiñazú, 1953); La muerte baja en el ascensor, de María Angélica Bosco
de Charrière. (1954), y Sanatorio de altura, de Max Duplan (seudónimo de Eduar-
En relación con la literatura argentina, la publicación en 1951 de La do Morera, 1963). Para mediados de los cincuenta, la colección había
muerte y la brújula de Jorge Luis Borges dio inicio a la publicación siste- pasado de tímidas tiradas de cuatro mil ejemplares a un promedio de
mática del autor argentino, que el sello solía exhibir con orgullo. Pero la dieciocho mil por título. Y la publicación de la obra borgeana alcanzó un
relación con Borges había empezado antes, ya que en febrero de 1945 se momento significativo en 1974, con el emblemático tomo verde de las
había lanzado El Séptimo Círculo, una colección de novelas policiales Obras completas. Adolfo Bioy Casares, Federico Peltzer, Inés Malinow,
que dirigieron Borges y Bioy Casares hasta 1955; en once años seleccio- Amalia Jamilis, Marco Denevi, Ricardo Molinari son algunos de los
naron ciento diez títulos, la mayoría de ellos de origen anglosajón. La escritores argentinos editados por Emecé.
serie se inicia con La bestia debe morir, de Nicholas Blake —en traduc-
ción de J. R. Wilcock—, e incorpora obras de autores del siglo XIX que En el marco de la concentración creciente de las empresas editoriales,
podían considerarse desconocidos en tanto novelistas “policiales”, como Sudamericana se vendió al consorcio Bertelsmann en 1998 y Emecé al
Wilkie Collins y Charles Dickens; incluye, además, a algunos pocos au- grupo Planeta en 2000.
tores argentinos: Los que aman, odian, de Bioy Casares y Silvina Ocampo
(1946); El estruendo de las rosas, de Manuel Peyrou (1948); Bajo el signo
LA PATRIA IMAGINARIA
Manuscrito del poema “A una Manuscrito del poema
prostituta”, de J. R. Wilckok. “Iremos a ver los Rembrandt”,
Colección BNMM, de Eduardo Mallea. Colección
Sala del Tesoro. BNMM, Sala del Tesoro.

J. R. Wilcock, Sexto, Buenos Aires, Eduardo Mallea, El vínculo,


Emecé, 1953. Colección Selección Buenos Aires, Emecé, 1946.
de Obras Contemporáneas.

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LA PATRIA IMAGINARIA
Agradecimientos Presidente de la Nación
Mauricio Macri
Embajada de España en Argentina,
Centro Cultural de España en Buenos Aires y Ministro de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología
Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo Alejandro Oscar Finocchiaro
Javier Sandomingo Núñez (Embajador de España)
Pilar Ruiz Carnicero (Consejera Cultural y Directora del CCEBA) Secretario de Cultura
Pablo Avelluto

Directora de la Biblioteca Nacional


Muestra organizada en colaboración con la Embajada de España en Argentina Elsa Barber
y el Centro Cultural de España en Buenos Aires (AECID)
Directora General de Coordinación Bibliotecológica
Elsa Rapetti

Director General de Coordinación Administrativa


Néstor Luque

Director General de Acción Cultural y Diseño


Ezequiel Martínez

Coordinación de la muestra: Museo del libro y de la lengua. Investigación: Esteban


Bitesnik, Fernanda Olivera, Cecilia Calandria, Inés Girola y Pablo Lichieri. Dirección
de Investigaciones: Javier Planas. Diseño: Maia Kujnitzky y Daniela Carreira.
Montaje: Museo del libro y de la lengua. Producción: Martín Blanco, Pamela Miceli
y Gabriela de Sa Souza. Edición: Área de Publicaciones. Dirección de Gestión y
Políticas Culturales: Natalia Garnero.

Autores invitados: Fernando Larraz, José Luis de Diego y Fabio Espósito. 

Áreas de la Biblioteca Nacional que intervinieron en la muestra y el catálogo:


Dirección de Investigaciones, Diseño Gráfico, Publicaciones, Dirección de Gestión y
Políticas Culturales, Museo del libro y de la lengua, Exposiciones y Visitas Guiadas,
Archivos, Hemeroteca, Libros, Montaje, Preservación, Prensa y Comunicación,
Producción, Relaciones Públicas, Sonido e Iluminación, Infraestructura y Servicios.

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