Ministerio Musica Perspectiva Biblica

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El ministerio de música desde una perspectiva bíblica

1. Introducción
2. En tus murallas, Jericó
3. Cantar la Biblia
4. Pablo (Domingo) y Silas (Pavarotti) jejejeje…
5. El ministerio de música (M.D.M.)

Introducción
¿Tiene la Biblia algo que decir sobre la música y el canto como ministerios en la Iglesia?
¿Puede la Palabra de Dios iluminar de un modo nuevo y "renovador" el ejercicio de los carismas
relacionados con este ministerio?
La perspectiva de Dios, manifestada en la Biblia, ¿debe cambiar nuestras actitudes e impresiones
personales acerca del tema?
¡¡¡Sí, por supuesto!!!
La música ocupa un lugar importante en la Palabra de Dios. Más de 40 libros de la Biblia nos hablan
directamente de ella, sumando casi 600 pasajes. ¡Casi nada! Esto sin contar las numerosísimas referencias
indirectas en la misma . Por tanto, haremos bien en leerlos, releerlos y aprenderlos de memoria para que
en un momento dado no se cuente con la biblia sabemos como expresarlos e interpretarlos con sencillez y
humildad
Todos los aspectos actuales de la música y el canto son abordados por la Palabra de Dios.

En tus murallas, Jericó


La música aparece en 563 citas del Antiguo Testamento. Y lo hace ya desde las primeras páginas del
Génesis.
En Genesis 4:20-22 se nos describe la primera especialización de las actividades humanas.
Tres hijos tuvo Lamek: Yabal, Yubal y Túbal Caín.
Yabal "vino a ser el padre de los que habitan tiendas y crían ganado".
Túbal Caín "padre de todos los forjadores de cobre y de hierro". El segundo de los hermanos,
Yubal, fue "padre de cuantos tocan la cítara y la flauta".
La palabra de Dios nos da a entender que los alimentos y los productos manufacturados no sacian las
necesidades del hombre. Junto a estas actividades, la Biblia pone la música. Dios nos revela que no es
suficiente atender las necesidades materiales del hombre.
El nos ha creado con ciertas necesidades "estéticas"" y ha creado la música para satisfacer esas
necesidades.
Desde siempre, la música ha servido para expresar la alegría y la alabanza a Dios. El Señor le
preguntaba a Job:
"¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra, alababan las estrellas del alba y se regocijaban todos los
hijos de Dios?" (Job 38,7).
Si leemos el Antiguo Testamento desde la perspectiva de la música, nos impresiona la importancia que
tenía en la vida del pueblo de Dios.
Estaba asociada a todos los aspectos de su existencia personal y colectiva.
La música está presente siempre, en todos los lugares, tanto en la vida cotidiana como en la religiosa.
Todas las épocas del año están marcadas por cantos aprendidos o improvisados. Se cantaba en:
􀂃 las siegas y en las vendimias (Esdras 9:2; 16:10. Jeremías 31:4-5)
􀂃 al momento de partir (Génesis 31,27)
􀂃 y en los reencuentros (Jueces11: 34-35 ; Lucas 15:25).
􀂃 a la llegada de la primavera (Cantares 2:12)
􀂃 y al descubrir el manantial (Números. 21:17)
􀂃 El novio cantaba al presentarse a la amada (1 Mac 9, 3)
􀂃 Había cantores y cantoras en la corte del Rey (2 Samuel 19,
En los libros del Antiguo Testamento aparecen toda clase de cantos:
􀂃 Cantos de marcha (números 10:35-36. 2 Crónicas 20:21)
􀂃 Cantos de peregrinación a Jerusalén (Sal 121 a 134)

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􀂃 Cantos laborales (Números 21:16-18; Jueces 9:27; Isaías 5:1; Isaías 27:2 ; Isaías 65:8; Jeremías
25:30; Jeremías 48:33; Oseas 2:17; Zacarías 4:7 Job 38:7)
􀂃 Cantos de amor (Salmos 45 ; Cantares 2:14 ; Cantares 5,:16 ; Ez 33:32)
􀂃 Cantos para beber (Job 21, 12 ; Sal 69, 13 ; Is 24, 9 ; Is 33, 11)
􀂃 Cantos para danzar (1Sam 18, 6-7 ; 21,12 ; 29,5 ; Sal 26,6 ; 68,26 ; 87,7)
Las más antiguas menciones a música y cantos improvisados están asociadas a las guerras (Números
21:11- 15:21,27; 21,30¿y a las victorias que Dios obtuvo en favor de su pueblo? (Éxodo 15:1; 1Samuel
18:6; 21:12; Isaías 14:4).
Las mujeres recibían a los vencedores con panderos y danzas, alegres y cantando en coros que se
alternaban.
En tiempo de los reyes se mantuvo esta costumbre: Después de su victoria, Josafat subió al templo al
son de cantos, arpas y trompetas (2 Crónicas 20, 28).
Se cantaba durante las fiestas y las bodas (Salmos 45:9; 2 Samuel 19:35; Isaías 24:8; Mateo 11:17).
Se cantaba "al son de panderos, del arpa y la flauta "(Job 21:12 ; Sal 30:12 ; Isaías 5:12 ; 24:8-9 ;
Jeremías 25:10 ; 31:4 ; Amos 6:5).
En estos pasajes encontramos ejemplos de las tres categorías de instrumentos que se usaban: de
cuerda, de viento, y de percusión.
Hay cantos de júbilo tanto en la salida de Babilonia (Isaías 48:20; Salmos 126:5) como en la liberación
definitiva de los redimidos (Isaías 35:10).
En los entierros, se cantaban elegías fúnebres (2 Samuel 1:18-27; 3:33; 2 Crónicas
35:25).
Aún el más pobre de los israelitas debía hacer venir como mínimo a dos músicos que tocaran la flauta
para el entierro de alguno de su familia.
La música acompaña el ejercicio del ministerio profético. En tiempos de Samuel, había grupos de
profetas que tocaban salterios, arpas, panderos, y flautas (1Sam 10:5; 16:16; 19:20-24).
Eliseo pidió a un músico que tocara el arpa para poder el expresar lo que Dios le inspiraba.
La música era utilizada también para echar los malos espíritus (1Samuel 16:16; 18:10).
La música se utilizaba regularmente en el culto del templo, tal como había ordenado el Señor: "En el día
de vuestra fiesta y en las solemnidades, tocaréis las trompetas durante vuestros holocaustos y sacrificios de
comunión.
Así haréis que vuestro Dios se acuerde de vosotros (Números 10:10).
Cuando transportaron el arca a Jerusalén, "David y toda la casa de Israel bailaban delante de Yhaveh
con todas sus fuerzas, cantando con citaras, arpas, panderos, flautas y címbalos" (2Sam 6, 5).
Los especialistas en el tema han clasificado hasta treinta instrumentos musicales utilizados por los
hebreos.
No todos eran utilizados por el pueblo; David hizo que el uso de alguno de ellos se limitase
exclusivamente al culto del tabernáculo.
Los cantos y la música resonaban sobre todo durante los sábados y las fiestas. Desde por la mañana se
cantaba un salmo que variaba según el día de la semana.
La mañana del sábado, los levitas cantaban los primeros versículos del Salmo 105.
La jornada estaba dividida en seis períodos. Cada uno de ellos se introducía con el canto de algunos
versículos del Cántico de Moisés (Sal 90, 1-6 ; 7; 13 ; 14-18...)
Por la noche, los levitas clausuraban la jornada cantando el Salmo 96.
Cada fiesta era celebrada por uno de los salmos en particular. En la fiesta de los Tabernáculos, la
asamblea entonaba el Salmo 118 caminando alrededor del altar.
El último día, "el más grande de la fiestas" , un sacerdote iba al estanque de Siloé para sacar agua con
un cántaro de oro.
Cuando volvía, el pueblo lo recibía a la puerta de la ciudad cantando: "sacaréis con gozo de las fuentes
de la salvación" (Is 12, 3).
Mientras el sacerdote derramaba solemnemente el agua sobre el altar, los otros sacerdotes tocaban las
trompetas y los levitas cantaban, acompañados por los flautistas.
En este marco, podemos entender mejor las palabras de Jesús en (Jn 7, 37). Esa
noche, la fiesta se prolongaba hasta el primer canto del gallo. Hombres y mujeres se reunían en el atrio del
templo a danzar y cantar al ritmo de los instrumentos de los levitas.
David fue el primer responsable de un ministerio de música
En (1Cro 15, 16-22) se nos explica como lo organizó. Inventó instrumentos (Am 5, 23) para acompañar
los "cantos en honor a Dios" (1Cro 16,642).
Más tarde estableció 4.000 levitas para "alabar al Señor con sus instrumentos" (1Cro 23, 30).

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Recibían diez años de formación para poder ejercer este servicio y no podían empezar su ministerio
antes de los 30 años (1Cro 23, 3).
Los maestros de música y canto estaban divididos en 24 grupos de 12 hombres; un total de 288 levitas
" expertos en todo lo referente al canto al Señor, instruidos y aptos" (1Cro 25, 7).
Estos enseñaban la música a sus hermanos. Asaf, Jedutún y Hemán dirigían este gigantesco ministerio
de música.
Daban la señal de empezar con sus címbalos. Otros ocho músicos guiaban la melodía con el arpa.
Salomón continuó con este ministerio de música con tal fuerza y pasion que el pueblo amo mas esto que
aun perdura en la actualidad.
Para la inauguración del templo, 120 sacerdotes tocaban trompetas al mismo tiempo que un gran coro
cantaba a una sola voz: "porque es bueno, porque es grande su Amor".(2 Cro 5, 13). Y Dios manifestó su
aprobación "llenando el templo de su Gloria".
En Cro 29, 26-30 y 35, 15, vemos nuevos modelos para nuestros modernos ministerios de música. Con
el exilio (S.VI a. de Cristo) el canto pasó del templo a las sinagogas, no sólo se continuó cantando los
salmos, sino que toda la escritura era leída cantando.
De los ocho grupos de instrumentos mencionados en el Antiguo Testamento, solamente la mitad tenía
acceso al templo. Sólo los descendientes de Leví podían tocar en el Santuario y debían hacerlo de una
determinada manera, apropiada para el culto. Esto nos enseña que había unos criterios establecidos en
lo referente a la utilización de instrumentos musicales, y que no estaba permitido que cada uno hiciera lo
que mejor le pareciese para alabar a Dios.
Las mujeres también participaban en el coro del Templo. Esdras habla de "doscientos cantores y
cantoras " (Esd 2, 65). En 1Cro 25, 5 y ss se nos habla de tres hermanas instruidas para el canto en la casa
de Dios.
Los cantores recibieron del rey Agripa el privilegio de llevar una túnica blanca, distintivo de los
sacerdotes.
La "orquesta" del templo estaba compuesta, sobre todo, por instrumentos de cuerda con sonidos suaves
(arpas y salterios).
Podemos decir que, a pesar de haber muchos instrumentos, las voces no tenían ninguna dificultad para
sobresalir y así ser escuchadas.
En el culto, había lugar para el canto de los solistas, el coro y las distintas clases de
instrumentos.
El Antiguo Testamento nos presenta también ejemplos del mal uso de la música. En Ex. 32, 17 se
menciona la música que hicieron los israelitas después de haber levantado el becerro de oro.
Pablo nos explica en 1Cor 10, 6-8 el carácter maléfico y las consecuencias negativas de esta clase de
música.
En el libro de Daniel, se nos cuentas como el rey Nabucodonosor utilizaba la música al servicio de la
idolatría y la glorificación del hombre (Dn 3, 5).
Amos en Am 6, 5 habla de la música religiosa que no es agradable a Dios. Y en el cap. 5, 23 , el Señor
reprende a los que hacen música religiosa sin que su corazón esté consagrado a Él: "Quita de mí lado la
multitud de tus canciones, no quiero oír la salmodia de tus arpas".

Cantar la Biblia
Hasta hace poco, se ignoraba casi por completo cual era el carácter de la música hebrea.
Se suponía que era similar al de otras culturas de la zona: una música monódica, sin armonía
. En 1978, Susana Haïk publica el libro "La música de la Biblia revelada" que presenta una serie de
sorprendentes descubrimientos sobre el tema.
Algunos investigadores habían notado que, además de los puntos que indican la vocales, las Biblias
hebreas llevan - por encima y por debajo de las letras- pequeños signos. ¿Qué significan?. ¿Son
anotaciones sintácticas, para marcar separación o encadenamiento de palabras, o son anotaciones
musicales?.
Estos signos aparecen en los manuscritos más antiguos, como los encontrados a orillas del Mar
Muerto. Haïk consiguió descifrar el significado de estos signos.
Dice su libro: "Los signos inferiores son peldaños que constituyen una escala, espaciados según las
normas por las que nos regimos hoy en día".
La "escala de DO" se corresponde con la escala Babilónica llamada "Lidia" (pág. 48). Los signos
superiores son, para Haïk "notas añadidas que indican cambios de tono de la melodía" (pág. 52).

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Dado que la música se ajustaba fielmente al texto y todas la sílabas tenían la misma duración, no hacían
falta signos rítmicos.
En una palabra: ¡Se cantaba todo el Antiguo Testamento! Y gracias a estos símbolos, que pasan casi
desapercibidos arriba y debajo de las letras, podemos conocer la melodía con que se cantaban todos los
textos bíblicos.
Dice Haïk que en "esta cantilación bíblica, la música no se distingue con una vida propia, independiente,
sino que es puro reflejo del sentido relativo de las palabras, dando al texto una segunda vida, una especie
de eco enriquecedor" (pág. 51).
Estos signos son la transposición gráfica de un sistema de gestos muy antiguo: La Quironomía.
Este sistema aún se utiliza en muchos países de Europa para enseñar una melodía. Cada tono se
corresponde con un gesto.
La Biblia hace muchas alusiones a Quironomía. Habla del uso de las dos manos en el período de David;
textualmente "según las manos de David" (en algunas traducciones, dicen los autores de Crónicas).
En 1Cro.25, 2 y Siguientes versículos se cuenta como una obra de música litúrgica era dirigida sólo con
la mano.
Son estos gestos los que han sido anotados en las Biblias hebreas. Era suficiente, por tanto, con atribuir
a cada gesto una nota, para poder reconstruir la música de todo el Antiguo Testamento.
Además de esta cantilación, en la Biblia hay otros dos tipos de cantos: La salmodia con canto respuesta
y el canto antifonal.
Un buen modelo del primero lo tenemos en el Salmo 136: el coro se repite en cada versículo y alterna
con el relato de las intervenciones del Señor en la vida del pueblo.
El canto antifonal se describe en el capítulo 13 de Nehemías, a partir del versículo 8. En el v.24 dice:"
Los jefes de los levitas y sus hermanos cantaban himnos de alabanza y de acción de gracias en grupos
alternos, según las instrucciones de David".

Pablo (Domingo) y Silas (Pavarotti) jejejeje…


El Nuevo Testamento contiene únicamente 12 pasajes con indicaciones relativas a la música.
Sin embargo, sabemos que la Iglesia primitiva tiene muchos puntos de continuidad con el pueblo de la
antigua alianza y, al principio, sus celebraciones fueron similares a las de las sinagogas. Si los hebreos
tenían razones para cantar y alabar a Dios, los cristianos tenían aún muchas más.
El Nuevo Testamento comienza con un canto profético de María: "El Magnificat" (Luc 1, 45-55). Según
las costumbres del pueblo hebreo, un poema de este tipo debía recitarse cantando.
El nacimiento de Jesús fue anunciado por el más fantástico ministerio de música que jamás se haya oído
sobre la tierra: miles de ángeles entonando el Gloria, que después seria cantado por millones de cristianos
(Luc 2, 14).
Algunos días más tarde, Ana y Simeón desbordaron de alegría cuando vieron a Aquel que el pueblo
esperaba desde hacía muchos siglos, y lo saludaron con un himno de alabanza al Salvador (Luc 2, 22-38).
Estos poemas fueron, con toda seguridad, cantados, como lo serán después durante siglos y siglos por
los cristianos. Jesús participó - como cualquier otro israelita en el canto de los salmos de alabanza y
penitencia, tanto en la sinagoga como en el Templo.
Hay un momento muy especial, tras la Última Cena, narrado en (Mc 14, 26):
"Cuando hubieron cantado el salmo, salieron al Monte de los Olivos".
Los primeros cristianos mantuvieron la tradición judía de cantar los salmos.
Participaban en el culto del Templo y los cantaban también entre ellos en las casas.
El hábito de cantar y el sentido espiritual del canto debía ser algo verdaderamente arraigado en ellos,
cuando en una situación tan apurada como la que vivieron Pablo y
Silas en la prisión de Filipos, los cánticos brotaban espontáneamente de su corazón.
La orden de cantar es menos frecuente en el Nuevo Testamento que en el Antiguo Testamento, pero la
encontramos en las cartas de San Pablo a los Colosenses (3, 16) y a los Efesios.
Esta última carta constituye una especie de testamento espiritual de Pablo a las iglesias de Asia Menor.
La segunda parte del capítulo 5 se podría titular "Carta del Apóstol San Pablo a los Ministerios de Música
Cristianos".
Pablo hace una exhortación fundamental : "¡Llenaos del Espíritu Santo!", seguida de cinco verbos:
􀂃 "Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados".
􀂃 "Cantad para el Señor desde lo hondo del corazón".
􀂃 "Tocad para el Señor desde lo hondo del corazón".

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􀂃 "Dando gracias siempre y por todo al Dios Padre en el nombre de Jesús".


􀂃 "Sometidos los unos a los otros en atención a Cristo".

Esto quiere decir que la plenitud del Espíritu tiene como consecuencias el canto, la alabanza, la acción
de gracias y el sometimiento mutuo.
Pero, por otra parte, quiere hacernos comprender que cuando cantamos unidos
unos a otros, alabando al Señor y dándole gracias por todo, estamos más abiertos a la acción del Espíritu y
lo experimentamos en mayor plenitud.
O sea que el canto es, a la vez, una característica de la Plenitud del Espíritu y
un medio de lograrla.
Es como un canal de doble dirección: Por Él recibimos la vida de Dios y por Él expresamos esta vida que
está en nuestro interior.
Este texto de Efesios es, pues, clave para captar la importancia de la música
y el canto en nuestra vida espiritual, especialmente en su aspecto comunitario.
Pablo nos habla de cantar salmos, himnos y cánticos inspirados. Destaca el valor de la diversidad.
La Biblia nos transmite ciento cincuenta salmos muy diferentes que se cantaban siguiendo variadas
melodías.
Durante mucho tiempo, sólo se cantaban estos poemas inspirados por el Espíritu Santo.
Pablo, pide que se canten también himnos y cánticos espirituales. Dios no actúa por patrones
estereotipados.
Toda la creación refleja su amor por la diversidad.
Según los tiempos y las circunstancias, tenemos necesidad de diferentes tipos de cantos y de música.
Debemos tener esto muy en cuenta en el canto colectivo.
La gran ventaja de los salmos es que nos ofrecen un texto del que podemos estar seguros que gusta a
Dios, ya que Él mismo lo ha inspirado
A los salmos podemos unir los himnos que aparecen en los libros históricos, en Isaías y Jeremías, en las
cartas de San Pablo y en el Apocalipsis.
A ellos podríamos añadir todos los cánticos compuestos en el transcurso de los siglos y que constituyen
uno de los tesoros más preciosos de la Iglesia.
Los "cánticos inspirados" debían ser improvisaciones espontáneas en base a textos bíblicos o
experiencias interiores surgidas en las oraciones sumergidas en el poder de su espíritu con una gran
conversación entre Jehová y nosotros, sin olvidar que Jesús es el salvador y que está a la diestra del padre
intercediendo por nosotros.
Si se improvisan las oraciones y los testimonios ¿por qué no permitir la improvisación de los cantos?.
Naturalmente procurando integrar a toda la asamblea en esta clase de cantos,
evitando todo protagonismo o deseo de lucirse e intentando que la letra esté lo más cercana posible al texto
bíblico.
"Cantad a Dios con todo el corazón" (Col 3, 16).
Dios es el destinatario de nuestros cantos.
Poco importa si son cantados en nuestro interior o en voz alta, que gusten o no a los estudiosos de la
música.
Si alguien canta con todo el corazón sus alabanzas a Dios, está cumpliendo su Palabra.
Y ¿qué nos dice sobre la música el último libro de la Biblia?
En la eternidad, al final de la historia de la humanidad, el canto permanecerá como una de las
ocupaciones de los huéspedes del cielo: Los 24 ancianos cantan un canto nuevo en honor del Cordero:
"Tú eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos..." (Apocalipsis 5, 9-10)
Los 144.000 redimidos adoran a Dios por medio del canto:
"La victoria es de nuestro Dios que está sentado en el Trono y del Cordero"
Y todos los ángeles adoran a Dios cantando:
"La Alabanza, la Gloria, la Sabiduría, la Acción de Gracias, el Honor, el Poder y la Fuerza..."
(Apocalipsis 7, 10-12)
Cuando el séptimo ángel toca la trompeta, unas voces poderosas entonan el himno de victoria (Ap 11,
15).
Los que habían vencido a la bestia estaban "en pie, sobre el mar de cristal, con las arpas de Dios. Y
cantaban el Cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero" (Ap 15, 2-3).
Parafraseando a Pablo en 1Cor 13, 8, podemos decir: La predicación y la Evangelización cesarán en
el cielo... pero la música de adoración ¡continuará!

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La música ha tenido - y tiene - un papel importante en toda civilización. Es una de las grandes
actividades humanas; para muchos, la más bella.
Pero, ante todo y sobre todo la música es un don de Dios.
Porque "Todo don perfecto viene de los alto, del Padre de las luces" (Santiago 1, 17).
Es Dios quien "da cánticos en la noche" (Job 8, 21).
Fue el Señor quien ordenó a Moisés escribir un cántico y enseñárselo a todo el pueblo de Israel
(Deuteronomio 31, 19), quien puso en la boca de David un cántico nuevo (Sal 40, 2) y quien inspiró a los
salmistas la orden
"Cantad al Señor!" que nos repiten en casi 30 ocasiones. En la lista de los dones del Espíritu que
edifican la Comunidad (1Cor 14,26), el primero tiene mucho que ver con la música: "cuando os reunís, cada
uno de vosotros tiene un salmo...".
Muchos cristianos nunca han sido conscientes de esto: la música es un precioso don de Dios.
Otros no se han atrevido a abrir el regalo, examinarlo y ver para qué lo podían utilizar.
Hay algunos que sí valoran este don, pero lo utilizan únicamente para su satisfacción personal... ¿Cómo
descubrir el verdadero sentido que Dios quiere dar a la música en nuestra vida y en nuestra fe, tanto en el
plano personal, familiar, como en el congregacional y con los amigos y con la gente que nos rodea de la
comunidad para llevar buenas nuevas a los demás ?
El Señor Jesús nos regala el don de la música y el canto como un precioso carisma Y CON GRAN
AGRADO PARA SU HONRA Y SU GLORIA
PARA LA ORACION CON ACCION DE GRACIAS, de oración SINCERA Y PURA Y SANTA y
Evangelización LLEVANDO SU ALABANZA ALAS NACIONES, que construye la congregación siendo
cauce del Amor de Dios y de la alabanza de su Gloria.
La música es un gran tesoro ES ESA LUZ QUE NO SE VE PERO SE SIENTE NO SE SABE
EXPRESAR EN PLABRAS SINO EN EL SENTIMIENTO MAS PROFNDO Y PURO EN EL que el mismo
Dios pone en nuestras manos y que se hace canal; canal puro, precioso y maravilloso por donde corre su
agua viva ese don bendito que es sanación para las naciones. No es una evasión ni, - por supuesto- una
distracción POR LOQUE MUCHOS HAN FALLADO NO ES ESTO NI UNO NI OTRO ….
Y tampoco se puede reducir a una cuestión de gusto, técnica o talento natural.
En los grupos de oración, el canto nace con la comunión del Espíritu Santo, que manifiesta la gloria de
Dios y coopera en la salvación total de los hombres.
Cantar en el espíritu es cantar más con el corazón que con la voz.
Es expresar el amor de Dios que "ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que
nos ha sido dado".
Es un canto nuevo que surge de hombres y mujeres nuevas, renovados y renovadas por el poder de la
Sangre de Jesús, por el poder de su muerte y resurrección.
Cantar y tocar para el Señor de este modo supone ser dóciles al Espíritu Santo, entregando a Dios todo
el corazón, aceptando vivir y actuar en el Señorío de Cristo.
Cantar a Dios no es ofrecerle nuestro canto, sino ofrecerle nuestro corazón.
En el canto Dios manifiesta su poder, y nosotros nos entregamos a El.
El canto es así un signo, un puente, una señal de amor entre Dios y
nosotros.
Dios nos une a Él, nos da su Espíritu de Amor, y en El podemos amarnos los unos a los otros.
Cantamos desde lo profundo de nuestro ser.
Desde ahí dentro, Dios - que habita en nosotros- se une a nuestro Espíritu.
Cantamos en la presencia de Dios, ungidos por esta presencia.
Cuando se canta en el Espíritu, Dios se entrega en el canto.
Dios actúa con poder, transformándonos.
Manifiesta su voluntad, su corrección, su ternura, su consuelo... su Gloria.
la música no tiene sentido en si misma. La música es totalmente oración, ése es su sentido primordial:
Don maravilloso de nuestro Dios que primero construye el acueducto y, luego, hace correr por él - hasta los
confines de la Tierra- su Agua Viva.
Canto nuevo, música ungida... el carisma de la música y el canto es un don - entre los múltiples y
variados que el Señor nos regala- para enriquecer y construir la comunidad.
La música tiene pues su papel importante en toda celebración litúrgica o en cualquier reunión de
oración.
Pero no debemos olvidar qué es lo esencial en una reunión de cristianos: "la enseñanza de los
apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan y las oraciones"
(Hechos 2, 42).

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La música es servidora, no dueña; servidora de la Palabra, de la Oración, de la Comunión... no la


dejemos usurpar un lugar que no le corresponde. Estemos atentos para rechazar toda idolatría: La música
es canal, no fuente.
Dice Teilhard de Chardin que la música nos aporta "el sentimiento de un gran presencia".
Podríamos señalar cuatro aspectos en los que este carisma construye, ayuda, sirve a una comunidad
orante:
􀂃 Nos une en la alabanza y la adoración.
􀂃 Nos abre y nos predispone a la escucha.
􀂃 Nos facilita a todos la posibilidad de expresar actitudes interiores, experiencias espirituales (a veces
mucho mejor que con palabras).
􀂃 Nos enseña verdades espirituales y las graba en nuestra mente y nuestro corazón.
Si la música es un don de Dios, ningún cristiano puede despreciarla o desinteresarse de ella.
Puesto que este don se compone de distintos elementos, valoremos cada uno de ellos como regalo de
nuestro Padre.
Los estudiosos señalan hasta diez elementos en la música; nosotros nos conformaremos - por ahora-
con pararnos en tres de ellos: Ritmo, Melodía y Armonía.
1. Ritmo
Aceptar el ritmo como un regalo de Dios quiere decir, en primer lugar, aceptar cantos con toda clase de
ritmos. Incluso si son nuevos para nosotros. En la creación de Dios no hay uniformidad.
Si todos nuestros cantos tienen un ritmo parecido o - lo que es peor- nosotros los cantamos con un ritmo
parecido, no estamos reflejando la infinita riqueza de nuestro creador y la variedad de todo lo que sale de su
mano.
Una de las dificultades de las personas mayores con los cantos "modernos" es su ritmo.
Los cantos "de antes" se componían, en su inmensa mayoría, con blancas, negras y alguna corchea con
puntillo.
Actualmente se emplean muchos ritmos sincopados, se acentúan los tiempos débiles... y muchos
hermanos y hermanas se "despistan" o se cierran considerándose incapaces de aprender y cantar estas
"novedades".
Sin embargo son una riqueza dada por el mismo Dios que inspiró otros cantos más tradicionales; si El
nos da una mente abierta y un poco de paciencia podemos aprenderlos correctamente y compartir esta
riqueza.
En el tiempo dedicado a ensayo de cantos, que debe haber antes de una celebración y oración común,
acostumbrarnos al ritmo del canto debe ser lo primero, puesto que normalmente es lo más difícil. Para ello,
antes de cantar la melodía, podemos marcar el
ritmo al mismo tiempo que decimos la letra.
2. Melodía
La inmensa mayoría de nuestras melodías están formadas por solo diez notas.
Es Dios quien nos ha dado esta riqueza impresionante de cantos, resultando de las casi infinitas
combinaciones hechas con esas diez notas, las experiencias, vivencias, intuiciones, profecías, palabras
inspiradas de hermanos y hermanas de todo el mundo
y de todas las épocas, expresadas a través de la música son un tesoro inmenso que todos podemos
compartir.
Para ello es clave entrar en la intimidad de una melodía para poder comprender y, si es posible, vivir lo
que el compositor o la compositora querían expresar.
Captar el sentimiento o intuición fundamentales de un canto y sus matices, a través de su melodía.
3. Armonía
Ha sido Dios quien ha creado la diversidad de voces: voces masculinas o femeninas, tenores o bajos,
sopranos o contraltos.
El canto a varias voces es un reflejo del misterio de Dios y de suplan para nosotros como Iglesia: Unidad
en la diversidad.
Si cada uno y cada una contribuimos al canto colectivo según las características de
la voz que el Señor nos ha dado, cantaremos mejor, armoniosamente, sin dañar ni cansar innecesariamente
nuestra garganta, y el resultado reflejará mucho mejor la multiforme sabiduría de Dios.
Un "precursor" de la Renovación Carismática, John Wesley, resumía en cinco reglas sus indicaciones en
relación a este don del canto (Obras completas de John Wesley ,vol. 14, pág. 346):
1. Que todos canten.
2. Cantad alegremente y con ánimo.
3. Cantad humildemente, para cantar unidos y en armonía.

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4. Cantad al mismo ritmo.


5. Sobre todo: Cantad espiritualmente.
Dirigid vuestra mirada a Dios en cada una de las palabras que cantéis.
Procurad agradar a Dios más que a vosotros mismos o que a cualquier otra criatura. Para ello, centraos
sólo en lo que estáis cantando y velad para que vuestros corazones no se aparten de El a causa de la
música, sino que a través de ella sean constantemente ofrecidos a Dios. ¡Éste es el canto que el Señor
aprueba!
Este último punto resumiría también toda la doctrina de los padres de la Iglesia: cantar con el corazón,
ésta es la actitud fundamental para cantarle al Señor.
Para San Agustín, "si queremos dar Gloria a Dios, necesitamos ser nosotros mismos los que cantamos,
no sea que nuestra vida tenga que atestiguar contra nuestra lengua. Sólo se puede cantar a Dios con el
corazón cuando nos hemos rendido a El, esto es, que hemos aceptado su plan de salvación y buscamos su
voluntad, tomando en serio su Palabra, cuando lo amamos. Bien se dice que el cantar es propio del que
ama; pues la voz del que canta no ha de ser otra que el fervor de Amor".
Por eso agrega San Juan Crisóstomo: "A Dios se le ha de cantar, más que con la voz, con el Espíritu
resonando hacia adentro.
Así cantamos no a los hombres sino a Dios, que puede oír nuestros corazones y penetrar en los
silencios de nuestro espíritu". En expresión de San Jerónimo "el siervo de Cristo cante de tal forma que no
se goce en la voz sino en las palabras que canta".
Para ello, dice San Basilio, "que la mente conozca y comprenda el sentido de las palabras cantadas,
para que cantes con la lengua y cantes también con tu espíritu".
Y San Ambrosio de Milán entiende que "el canto de la comunidad cristiana es accesible para ser
entonado por todos, es la voz del pueblo, himno de todas las edades, de todos los sexos, de todas la clases
y estados de vida.
El canto que los cristiano elevan para expresar su fe en el Señor, todos han de comprenderlo, sentirlo e
identificarse con El".
Así pensaban y sentían nuestros hermanos y hermanas de los siglos IV y V... ¿¿¿Y tú???
Nos dice la Palabra "cada uno, según el don que ha recibido, póngalo al servicio de los otros" (1Pe
4,10).
Si has recibido el don del Señor Jesús para la música y el canto, es un talento que Dios te pide que
pongas al servicio de tus hermanos y hermanas.
El te pedirá cuentas de como los has usado. Si guardas su don, si lo entierras en lugar de hacerlo
fructificar, sufrirás los reproches que el Señor dirige al siervo infiel. Y para utilizar correctamente este don
que me ha sido confiado, no debo subes- timarlo y sobrestimarlo, sino aceptarlo.
Conocerlo, valorarlo y dejar que el Señor lo haga crecer. Acoger con humildad su don:
"Que nadie se tenga por mas de lo que conviene, sino que cada uno se tenga por lo que se debe tener,
conforme a la medida de la fe que Dios otorgó a cada uno" (Rom.12, 3).

El ministerio de música (M.D.M.)


"El maestro Reichel dirigía el ensayo de su conjunto vocal preparando la ejecución
"El Mesías" de Händel.
El coro acababa de llegar al lugar donde la soprano entona: "Yo sé que mi Redentor Vive". Cuando ella
hubo terminado,
las miradas se dirigieron hacia Reichel, esperando que expresara su satisfacción.
En lugar de esto, se acercó a la cantante y le dijo:
- Hija mía, ¿verdaderamente sabe usted que su Redentor vive?
- Si - contestó ella-.
- Entonces, ¡cántelo! Dígalo de tal manera que todos los que la oigan comprendan que usted conoce el
gozo y
la fuerza de la Resurrección de Cristo.
Entonces Reichel ordenó a la orquesta que volviese a empezar.
La solista cantó como si fuese la primera vez que hubiera experimentado el poder de la Resurrección. A
todos los que la oyeron les costaba contener la emoción.
El maestro, con los ojos llenos de lágrimas, se acercó a ella y le dijo:
- "Ahora estoy seguro de que usted sabe que su Redentor vive... su canto me lo ha dicho".
El mismo y único Espíritu Santo da a algunos el don de servir a la comunidad en la música y los cantos

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(1Cor 12,11).
En función de éste servicio, con los diversos carismas que el Señor regala para ello, se forma el
Ministerio de Música; teniendo en cuenta más aún que el buen oído, la voz sonora y la formación musical, la
sensibilidad y docilidad al Espíritu; más que la destreza técnica, la humildad, la unción, la entrega al Señor.
Cómo todo ministerio, el M.D.M. es un instrumento de Dios para edificar la comunidad. Por eso debe ser
discernido, cuidado y pastoreado.
Los hermanos y hermanas que forman un M.D.M. son personas que:
􀂃 Se han encontrado con Dios.
􀂃 Se ha convertido a Él.
􀂃 Frecuentan los Sacramentos.
􀂃 Conocen, leen y escuchan la Palabra de Dios.
􀂃 Dan testimonio con su vida, en una relación con Dios a través de la oración y en relaciones fraternas con
los demás.
􀂃 Son y se sienten Iglesia, unidos a sus Pastores y en conformidad con su doctrina.
􀂃 Han sido llamadas por el Señor a servirle en este ministerio.
Todas estas condiciones son necesarias, aunque algunas -aparentemente- nada tengan que ver con la
música. No es preciso, sin embargo, ser joven, tener una gran voz, saber tocar la guitarra....
Todas estas cosas, buenas o indiferentes de por sí, no cualifican necesariamente para formar parte de un
M.D.M. Lo fundamental, como en toda vocación, en todo servicio al Señor, es su llamada y mi respuesta.
Hay personas a las que Dios llama a este servicio y se resisten a ello. Por miedo a comprometerse, no
crecen espiritualmente, sin conocer ni cumplir el plan de Dios para su vida de servicio a la comunidad.
La vivencia espiritual de un M.D.M. es la que lo hará capaz de transmitir el mensaje de Dios con poder
y, a su vez, manifestarle a Dios los sentimientos de su pueblo, siempre movidos por el Espíritu Santo.
Todo ministerio es como una pequeña comunidad. Y así debe crecer: como una pequeña comunidad que
canta y hace cantar a la Iglesia de Dios.
Una comunidad unida que edifica la unidad del cuerpo de Cristo. Los hermanos y hermanas de un
M.D.M. desarrollan, por tanto, un mutuo ministerio, animándose y exhortándose, apoyándose y
consolándose los unos a los otros, de modo que el ministerio se convierta en un lugar de comunión dentro
de la comunidad eclesial.
Un hermano mexicano, David Pimentel Pimentel, compara al M.D.M con un puente:
- Un buen puente: Sería un medio de unión, de acercamiento y de comunicación de Dios al hombre y del
hombre a Dios.
Cuando un puente funciona como debe, los pasos del hombre son más seguros. Cuando un ministerio
de música funciona bien, la asamblea camina con más seguridad.
- Un mal puente: Es el caso del hombre que construye su casa (servicio) sobre arena (LUCAS 6, 48-
49).
Este servicio se torna débil e incluso peligroso. El ministerio no proyecta a Dios: se proyecta a sí mismo.
El pueblo no llega a Dios tan fácilmente, se queda en el puente, porque le faltan piezas tan
fundamentales como humildad, sometimiento, discernimiento, oración, vida sacramental, vida eclesial.....
- No hay puente (no hay ministerio): El hombre sí puede entrar en comunicación con Dios sin la ayuda de
la música y del canto, pero el camino de la asamblea es más laborioso y difícil al no utilizar este puente tan
accesible.
El mensaje que un M.D.M. da, tanto a los cristianos como a "los de fuera", depende, en gran parte, de su
expresividad, es decir, de la manera en la que sus miembros manifiestan su autenticidad de oración y de
vida, en como viven el canto y lo expresan con su cara, sus gestos, con toda su actitud corporal.
Un M. D. M. tiene que transmitir la Verdad. Por ello, cada nuevo canto ha de ser meditado. hecho de
cada uno, orado para luego ser cantado por todos con plena convicción.
Un punto fundamental es velar por la unidad interior del M. D. M…
La verdadera unidad, la comunión profunda, no es automática. Es un regalo de Dios que debe ser
preservado contra los ataques del Enemigo.
No hay nada más natural - o sea, propio de nuestra naturaleza pecadora- que las rivalidades, los celos,
los resentimientos que surgen porque no hemos sido valorados como nos merecemos, porque nuestra
opinión no ha sido tenida en cuenta , porque no se consideran nuestros dones y cualidades...
Después se canta como si nada hubiera pasado, como si formásemos el ministerio más unido como en
forma secular.
Pero la corriente de Gracia no pasa.
El Espíritu Santo no puede usar libremente un ministerio de música si hay barreras entre las personas
que lo forman.

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Llegado el caso, si hay un conflicto latente que no ha sido resuelto, es mejor dedicarse a orar en lugar
de ensayar, cantar y tocar.
Cuando hayamos confesado nuestros fallos, pedido perdón y perdonado, recuperando la comunión en
Jesús, cantaremos y tocaremos con verdadero gozo en el Espíritu Santo, Espíritu de Amor, de Unidad y de
Perdón.
La riqueza de este Espíritu es infinita.
El es el siempre nuevo, el que "hace nuevas todas las cosas".
Sus manifestaciones son multiformes, sorprendentes, y no las podemos reducir a nuestros esquemas y
clasificaciones.
Podríamos hablar de un don de música en sentido general, como el don de experimentar y transmitir por
medio de canto y la música la acción de Espíritu.
Pero si profundizamos más, vemos que Aquel que es Señor y dador de
Vida capacita a un M.D.M. con herramientas muy variadas, todas necesarias y complementarias.
Unas son cualidades o facultades naturales potenciadas y transformadas por su acción, y otras son...
toda una sorpresa.
Por eso es mejor hablar - en plural - de dones para la música y el canto.
"Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu" (1ªCor 12, 4).
"A cada uno se le da la manifestación de¡Espíritu para el bien común" (1ªCor 12, 7).
"Si el cuerpo fuera un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?" (1ª Cor 12, 19)
A cada miembro de un M.D.M. se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. Y así, por obra
del mismo y único Espíritu, uno recibe el don de exhortar y animar; otro el don de profecía y palabra
inspirada a través del canto.
Éste recibe el don de discernir; aquél el de interceder. A unos, este mismo Espíritu les da don de
salmodiar y cantar bajo su inspiración.
Otro recibe del Espíritu el don de dirigir.
El que discierne no puede decir al que salmodia: No te necesito.
El que dirige no puede decir al que profetiza a través del canto : No me haces falta.
Un M.D.M. no es un coro que se valore por el número de voces, ni un conjunto musical que se mida por
la variedad de sus instrumentos.
Son los carismas los que marcan la diferencia: Estas herramientas santas que Dios
pone en nuestras manos (débiles y pecadoras) son con lo que verdaderamente el Señor "construye la casa"
y "guarda la ciudad".
La música y el canto están al servicio de la oración. El M.D.M. está al servicio del cuerpo, de la
comunidad y, por tanto, unido a la cabeza y sometido a aquellos que el Señor ha puesto como pastores y
ministros en el nombre de Jesús de Nazaret POR MEDIO DEL ESPIRITU SANTO
El M.D.M. está siempre bajo la autoridad de quien lleva la oración de la asamblea.
Y desde esa unidad con los que dirigen, guía a la comunidad con el canto. De ahí la importancia de que
M.D.M y dirigentes oren juntos antes, de que los responsables ejerzan sin temor su ministerio y de que el
M.D.M. obedezca con amor.
Para que un M.D.M. pueda ser canal del Espíritu tiene que estar desatascado y limpio.
Cada uno de sus miembros tiene que llevar una vida digna del llamamiento que ha recibido. Vida de
oración diaria, de lectura de la Palabra de Dios que es la Biblia meditación en la misma hacer actividades
para el Señor Jehová y tener fe en todas las actitudes que se tienen para servir con fe y devoción ... ¡Vivir
en la Gracia de Dios para ser canales que la dejen correr!
Es, por tanto, fundamental, que todo M.D.M. ore con verdadera humildad fe y esperanza así como con
intercesión para que sean tocados los congregantes y solo sea de honra y gloria para Nuestro Omnipotente
Dios antes de servir; y esta oración debe de ser conforme al servicio que se va a prestar.
Orar con corazón contrito y humillado, sometiendo al Señorío de Jesús todo pecado, herida, problema o
división.
Adorar y entregarse: dejar a Dios ser Dios. Y los angeles serán parte de nosotros y podemos fluir con
gozo y gratitud
La Iglesia debe orar para que Dios conceda sus dones para la música y el canto y suscite muchos
M.D.M. dispuestos a servirle más.
Si el Señor nos regala Ministerios /de Música ungidos no es para que el resto de la asamblea se calle.
La música es algo de todos; nada puede sustituir al canto en común. Mientras toda esta renovación de
la música y el canto - por muchas y buenas que sean sus aportaciones y novedades se quede al margen de
la vida normal de los grupos y comunidades, de asambleas y celebraciones, no conseguirá su verdadero
propósito.

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El propósito de Dios es siempre el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, su edificación y su expresión.


Sólo el Cuerpo de Cristo da sentido a un M.D.M... Un cuerpo resucitado que por ahora esta a la diestra
del padre estará prontamente cantando el cántico nuevo delante del trono y del Cordero (Apocalipsis 5, 8).
2.4 Grito de guerra.
"Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la Gloria y el poder del Señor, aclamad la Gloria de Jehová " (Sal
28)
"Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Tocad para Dios, tocad; tocad para
nuestro Rey; tocad porque Dios es el Rey del mundo. Tocad con maestría". (Sal 46)
Israel era el pueblo de Dios. De forma natural, los israelitas cantaban para el Señor Jehová y el
primer objetivo de su música era aclamarlo y glorificarlo.
De las más de quinientas citas en las que se menciona la música en el
Antiguo Testamento, nueve de cada diez se refieren a cantar o tocar para Dios dándole Gloria.
Y el Señor se atreve a decir: " ¡Dichoso el pueblo que la aclamación conoce!".
¿Formas tú parte de ése pueblo dichoso? ¿Conoces la aclamación?.¿Por qué "cantamos" en lugar de
"decirle" a Dios nuestros sentimientos de regocijo y agradecimiento? Cuando hablo, esencialmente es mi
inteligencia la que funciona. Con mi razón puedo identificarme con las palabras de un salmo, e incluso
repetirlas, porque reflejan mi forma de pensar.
Pero cuando las canto, una parte más profunda de mi personalidad entra en juego: mis sentimientos, mi
cuerpo, todo mi ser... se involucra en la aclamación a Dios.
La música subraya cada una de las palabras, las amplifica, las graba en
nuestros corazones y mueve nuestras zonas más profundas, impulsándolas hacia Dios. La música moviliza
tanto nuestro subconsciente como nuestro cuerpo.
Si un cristiano real nunca tiene deseos de cantar, ni siquiera "en su corazón" ,¿no es esto una señal
de que algo no va bien en su vida? Pablo señala el canto como una primera manifestación de la plenitud
del Espíritu y, al mismo tiempo, como un medio para aumentar esa llenumbre de Dios (Efesios 5:1-9).
Decía Jesús: "De la abundancia del corazón habla la boca" (Mateo 12,34). Si no tenemos nunca un
canto en nuestra boca, es que hay un vacío en el
corazón.
De lo contrario, ¿cómo no aclamar a nuestro Dios, cómo no gritarle alguna vez la alegría que sentimos
al pertenecerle?.
Si hay cantos en abundancia, cantar a Dios tiene una facultad maravillosa de llenar aún más nuestro
corazón. En palabras de San. Agustín: "cuando seguimos a Dios, no hay lugar para las palabras; sólo para
los Aleluyas, los glorias a Dios Todopoderoso"
"¡Aclamad, justos al Señor!" (Sal 32) - en otras traducciones "¡Gritad de júbilo, justos, al Señor!"
¿Qué es "aclamar"?.
¿cómo hemos de aclamar a Dios? ¿Veis cómo reaccionan, como actúan los hinchas de un equipo ante la
fugaz
victoria de sus ídolos, de sus pequeños dioses?
La victoria de Jesucristo, único Dios vivo y verdadero, debe ser aclamada más que todas las victorias de los
hombres.
Así nos lo dice la Palabra:"Pueblos todos : ¡batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo! ""¡Tocad
la mejor música de aclamación!" (Sal 33,2).En medio de nosotros, el Señor también juega un partido
definitivo.
Sabemos quién es su enemigo.
Y conocemos de quién es la victoria. El triunfador, el goleador victorioso, ¡es el
Cordero degollado!
Nuestras asambleas, todas nuestras reuniones - seamos cinco, cincuenta o cinco mil harán bien en
asemejarse más a un estadio de fútbol donde se juega la final. En realidad, es bien sencillo; sólo hemos de
alterar el
orden de las letras en la palabra y, en lugar de i G - O - L! , gritar i G – L – O – R – I - A! con entusiasmo
desbordante,
con todo el ser, a pleno pulmón-corazón-estómago-brazos y piernas... ¡hasta que se caigan los techos! Y
con los
techos, nuestras barreras: indiferencia, orgullo, complejos, apariencias e intelectualismos.
Que nadie crea que esto son modernidades carismáticas. La aclamación al Señor era una realidad
constante en las celebraciones del pueblo de Israel. Con toda normalidad, el Señor era aclamado cómo
"Héroe

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Victorioso". El Salmo 28, después de exhortar a los hijos de Dios a aclamar su gloria y su poder, nos
describe la
respuesta del pueblo : "En su templo un grito unánime : ¡GLORIA!". Dice "TEMPLO", no estadio o cancha de
baloncesto.
Hemos de reforzar estructuras y techumbres de nuestras Iglesias y oratorios... a fin de que resistan las
vibraciones y estruendos que han de venir. Ente nosotros, los católicos, la aclamación ha quedado
"normalizada" o
reducida a fórmulas como el "amén" o el " aleluya". Aunque en realidad son gritos de júbilo, la manera de
entonarlas en muchas asambleas las convierte en un eco apagado. En relación a esto afirma Max Thurian,
teólogo
católico de Taizé : " Estas aclamaciones sencillas deben ser el estallido de la espontaneidad del Espíritu
que habla
en la Iglesia".
La aclamación entra plenamente dentro de la tradición cristiana. San Agustín, San Jerónimo, San Juan
Crisóstomo, San Gregorio Magno.... etc, nos hablan de ella. Viajemos con Agustín hasta Hipona, siglo V, y
veamos. El
hijo de Santa Mónica nos cuenta - en latín- cómo dos hermanos enfermos, un hombre y una mujer, habían
acudido
a Hipona a pedir oración por su salud. El hombre obtuvo la sanación y dio el correspondiente testimonio.
San
Agustín comenzó entonces a hablar, explicando a la asamblea como Dios puede sanar si todos unidos
intercedemos por alguien, cuando un tumulto interrumpió sus palabras. Gritos gozosos resonaban por el
templo:
¡Gracias a Dios, alabanzas a Cristo! Y es que, mientras el obispo predicaba, la mujer también había sido
sanada. Y el
texto termina: " ALIQUANDIU CLAMOREM PROTRAXIT ", o sea que por un tiempo el clamor siguió
oyéndose. Hay
18
una cierta semejanza con la final del Zaragoza. Pero es mucho mayor su parecido con lo que, actualmente,
sucede
en los grupos carismáticos.
La Iglesia, nuevo Israel, debe aclamar a Yavhé con gritos de júbilo e invitar a todos los pueblos a dar
palmas en su honor. Igual que el antiguo pueblo de Dios, debe invocar el Nombre del Señor, lanzando el
grito de
guerra con que el pueblo escogido te imploraba su protección en las batallas. Hemos de aclamar a Aquel
que
"marcha delante de nuestras tropas ". Aquel que nos ha sacado de la esclavitud del opresor. Aquel que ha
trabado
en el mar carros y caballos, y que ha sido levantado por el Padre de entre los muertos y hecho Señor del
Universo.
En palabras de Diego Jaramillo: "Cuando el cristiano contempla la Resurrección de Jesucristo, se siente
llevado por el Espíritu a reconocer su Señorío y a expresar su admiración en palabras, en cantos, en risas,
en
sílabas entrecortadas, en aplausos, en gritos, en silencios, en lágrimas... según Dios da a cada uno. Lo
básico no es
lo que se dice, sino el amor y la adoración que brotan del corazón":
Las únicas palabras que pronuncia el Pastor, el amigo de la sulamita, que podría representar a Dios en el
Cantar de los Cantares, son : "Mis compañeros escuchan, iHazme oír tu voz!" (Cant 8, 13) Dios mismo invita
a la
Iglesia a aclamarlo. Los compañeros que escuchan son los ángeles que rodean a Jesucristo, sentado a la
derecha
del Padre, que participan de nuestra aclamación y son especialmente sensibles a ella. Si hemos de aclamar
al Señor
- con sus ángeles y sus santos - por toda una eternidad, ¿por qué no empezar a practicar ya ahora?.
2.5 Eliseo, "el enterao".
"Josafat, rey de Judá, dijo: ¿No hay aquí algún profeta de Yahveh para que consultemos a Yahveh por su
medio?. Respondió uno de los servidores del rey de Israel y dijo: "Está aquí Eliseo, hijo de Safat, el que
vertía el agua

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en manos de Elías". Dijo Josafat : "Con el está la palabra dél Señor', Y bajaron donde él el rey de Israel, el
rey de Edón
y Josafat. Dijo Elíseo: Traedme, pues, un tañedor de arpa. Y sucedió que, mientras tocaba el tañedor, vino
sobre él la
mano de Yahveh" (2ªRe 3,11-15).
La música no ocupa el lugar que le corresponde ni en las celebraciones ni en la vida de la Iglesia
fundamentalmente por una razón: falta verdadero discernimiento espiritual. Todas las personas que han
sido
puestas por el Señor para pastorear en su nombre, tienen una misión muy concreta: conocer los caminos
del
Espíritu, en cada momento y situación, y guiarnos por ellos. A esto se le llama visión. Los obispos, los
párrocos, los
superiores, los dirigentes de un grupo o comunidad, los miembros de una coordinadora regional o nacional,
han
de ser - ante todo - hombres y mujeres de visión.
Para ser hombres y mujeres de visión se necesita, en primer lugar, que el Señor regale el don de
discernimiento. Además tenemos que conocer la acción del Espíritu a través de los carismas. Esto significa
formación -por un lado- y conocimiento espiritual y experiencia pastoral -por otro -. Pues bien, hermano/a
responsable, ¿tienes formación suficiente sobre el ministerio de música? ¿tienes. como Elíseo,
conocimiento
espiritual y experiencia pastoral en éste ámbito?. Nunca se nos ha enseñado el valor de la música en la
Biblia, ni
tampoco su función en la vida del cristiano y en la vida de la Iglesia. Normalmente, los responsables - que
tienen
otras muchas cosas importantes de las que ocuparse - no ven por qué razón deberían perder su tiempo en
una
cosa tan accesoria como la música.
Desde la perspectiva de la palabra de Dios y de la Tradición de la Iglesia debemos cambiar nuestros
esquemas, desterrar muchas concepciones falsas y empezar a conocer lo que verdaderamente es y no es
la música
ungida por el Espíritu Santo.
a) El canto y la música no son tapagujeros ni elementos de animación. Son oración, puente, manifestación
de
Dios.
b) No es cierta la igualdad música = jóvenes. Los dones para la música y el canto son dones del Espíritu,
que
los derrama "sobre toda carne". Dios da lo que quiere, a quien quiere y como quiere.
c) Tocar instrumentos, tener buena voz o saber música no significan más que una predisposición. No
cualifican de por sí para este ministerio. Como en cualquier otro ministerio, lo fundamental es la llamada
19
del Señor y nuestra respuesta de conversión y entrega. La unción no es un elemento estético sino
espiritual. No puede aprenderse en ningún conservatorio. Los que cantan y tocan para el Señor, deben -
primero- escucharlo mucho, adorarlo en su Cuerpo y su Sangre, ayunar y vivir en humildad.
d) La música no debe ser el rótulo luminoso de una oración o el fuego de artificio de una liturgia, sino el
abono que poco a poco va aumentando el fruto de la comunidad. Igual que todo don o carisma, no es
plenamente verdadero hasta que no es humillado y purificado. Por ello, es inútil - cuando no peligroso
consentir y mimar a los "músicos" y "cantantes" para que no se vayan de la Iglesia o del grupo. El
sometimiento es la clave del crecimiento.
e) El canto es algo consagrado a Dios. Podemos -a menudo lo hacemos- profanar un canto. ¿Cómo?
Cantando
al Señor por el simple placer de cantar, por desahogarnos, cantando mecánicamente, sin pensar en la
letra... es decir cantando un canto a Dios como un canto profano. Algunas personas incluso, son capaces de
charlar con las de al lado mientras la asamblea canta. ¿Se atreverían a hacerlo cuando alguien está
orando?. Los cantos son oraciones cantadas, palabras realzadas por una melodía. A fuerza de cantarlos
muchas veces pueden perder poco a poco su significado. Por eso es bueno, en ocasiones, no cantar.-
escuchar e interiorizar el texto en silencio, revivirlo.
f) "La Palabra hecha canto nos da la capacidad de retener las verdades santas" (S. Agustín). Toda la
inspiración melódica cristiana - inspiración del Espíritu Santo - se pone al servicio de la Palabra. Y

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cantando con la unción del Espíritu un texto del Evangelio, un himno de San Pablo, un Salmo o un cántico
de Isaías, el Señor actúa con poder y su Palabra hace lo que dice: convierte, libera, transforma, sana. La
música pone alas a la Palabra y se convierte en un arma de luz y verdad que vence toda tiniebla.
Mediante la palabra hecha canto, el poder del Espíritu Santo se abre camino para actuar en el corazón que
le necesita y le busca. Así se refuerza el poder evangelizador de la palabra. Y el canto, como dice S.
Agustín
"se vuelve instrumento de justicia, vínculo de corazones, reunión de almas divididas, reconciliación de
discordias, calma de los resentimientos e himno de la concordia".
g) La música y el canto actúan como lo que podríamos llamar un "catalizador espiritual". En química, un
catalizador es una sustancia en presencia de la cual otras reaccionan, es decir, se combinan con mayor
facilidad y rapidez. De modo semejante, la música ungida por el Espíritu potencia otras manifestaciones
del mismo y único Espíritu, como la profecía, la palabra inspirada, la sanación o la curación interior. Unas
veces el canto prepara, limpia, crea un silencio profundo en la asamblea para que el Señor pueda ser
escuchado - otras es el mismo canto el que contiene el mensaje profético, la - Palabra del Señor. El canto
también es usado por el Señor para tocar nuestros corazones, para derramar su amor en heridas que, a
veces , ni siquiera conocemos pero que nos atenazan interiormente. Y así el Espíritu entra en lo más
profundo de nosotros y nos sana interiormente, utilizando la música para llevarnos a la conversión, la
reconciliación, a la paz.
Quien no haya vivido todo esto no podrá apreciar como es debido los dones y carismas del espíritu. Sólo
cuando se tiene experiencia del modo como el Espíritu Santo actúa en muchas ocasiones, se puede
empezar a reconocerlo y apreciarlo. Domingo Bertrand, jesuita francés, dice: "El Espíritu Santo es
desconcertante. Tan desconcertante que quien no se haya desconcertado frente a su acción, es porque no
lo conoce".
Los pastores, los responsables, deben conocer y discernir la acción del Espíritu y de todas sus
manifestaciones carismáticas, De modo que en la comunidad "cada cual ponga al servicio de los demás el
carisma que ha recibido" (1ª Pe 4,1)¿. De lo contrario, como dice Monseñor Uribe Jaramillo, "La Iglesia
estará sentada y pobre sobre una riquísima mina de carismas que desconoce por completo. Y si en una
iglesia o comunidad sólo actuamos los dirigentes y no todos los miembros, habrá que preguntarse
seriamente si, al renunciar a los carismas, no se ha renunciado también al Espíritu".
h) En cada comunidad o grupo de oración ha de haber hermanos y hermanas que sirvan a los demás a
través
de la música y el canto. Para ello no es estrictamente necesario que toquen la guitarra o sepan música. Sí
es necesario que hayan recibido del Señor el don y, con docilidad, lo pongan a funcionar. Para que este
don crezca y madure ha de ser pastoreado. Por eso el ministerio de música ha de tener un responsable. Si
este responsable es profundo en su relación personal con Dios transmitirá al ministerio la visión del
Señor y, sometido a los dirigentes, crecerá y hará crecer a sus hermanos en humildad y servicio.
Aprenderá a no apagar el Espíritu, siendo instrumento de El.
i) "El canto que los cristianos elevan para expresar su fe en el Señor todos han de comprenderlo, sentirlo y
ser capaces de aprenderlo, identificándose con él. El canto se convierte en símbolo de la Iglesia porque
todos participan en él y este símbolo de unidad debe cuidarse prioritariamente a otras cosas. Si se
convierte en motivo de la más sutil división, puede perder su fuerza como testimonio de fe y de amor" (S.
Juan Crisóstomo).
20
El don supremo es el amor. Y todo don es para la unidad del cuerpo de Cristo. La música y el canto son
servidores y constructores de unidad o no son nada. Es una gran responsabilidad de los pastores velar
porque " todo sirva para la edificación". El ministerio de música está al servicio de la asamblea ; guía a la
asamblea con el canto. Pero si la asamblea no canta, si no, se mete en el río de la música y se empapa
bien,
el ministerio no está cumpliendo su función. Como todo ministerio, ha de morir para dar vida. Evitemos
dar privilegios a un determinado estilo de música. Si somos capaces de alternar y armonizar lo "clásico"
con lo "moderno", los distintos miembros de la asamblea podrán expresarse e integrarse mejor en el
canto. Sin que se den cuenta, irán ampliando sus horizontes, su sensibilidad musical. Y empezarán a
apreciar lo bueno, lo "tocado por el Espíritu", independientemente de que sea nuevo o antiguo. En este
sentido, el responsable de la música se parece al padre de familia del cual nos había Jesús "que saca de su
tesoro cosas nuevas y cosas viejas". (Mt 13,52).
j) En toda reunión de oración ha de existir un equilibrio entre la palabra, el canto y el silencio. De este
último dice Fernando Palacios, un gran pedagogo musical: "En música, él es el rey; todos acatan su ley". Es
verdad, el silencio da sentido y valor al canto y a la palabra. El silencio es, por un lado, un momento

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específico de la celebración. Pero, por otro, es también una cualidad de la celebración, una realidad
espiritual en donde la - palabra y la música encuentran un ambiente propicio y eficaz. Dice L. Deiss: "El
silencio no hace ni crea una celebración litúrgica. Los cristianos no nos reunimos para saborear juntos un
silencio comunitario logrado a la perfección. Sin embargo, toda celebración debe dar lugar al silencio y se
trata de un elemento de primera importancia".
De la misma manera que el silencio marca el ritmo de la música y hace brotar un nuevo movimiento, así
en la oración comunitaria el silencio es como un regulador que aparece como fruto de la palabra y el canto.
Un silencio ha de valorarse más por su intensidad que por su duración.
¡Cuidado, pues, con usar el canto como una respiración asistida, como un llenasilencios! Avivar
artificialmente una asamblea a la que el Señor llama a la escucha, es una decisión equivocada, guiada por
inclinaciones humanas, no por verdadero discernimiento espiritual. Hay momentos en los que el canto sí
debe irrumpir con decisión en un grupo centrado en sí mismo o disperso, para disparar y sostener la
alabanza. Hay momentos de verdadera exultación, de aclamar, gritar al Señor, bailar para Él... Y la música
ha de estar ahí "hasta que se caigan los techos" (V. Borragán). Pero hay otros momentos en los que
guitarras y voces deben callar. La música prepara el silencio en el que Dios habla y actúa. Y toca escuchar,
imitando a Aquella que "guardaba todo y lo meditaba en su corazón".
Quienes han recibido de Dios el encargo de pastorear a otros no deben permanecer en la ignorancia o la
verdad a medias, A ellos, antes que a nadie, les dice S. Pablo -. "No quiero hermanos que ignoréis lo
tocante a los dones espirituales" (1ªCor 12, 1). Refiriéndonos a la música y el canto, podemos decir que la
variedad de dones y la abundancia con que el Espíritu Santo los está comunicando en todas partes, nos
muestra que son importantes para el crecimiento de la Iglesia y que no podemos mirarlos con indiferencia.
Necesitamos conocer su significado y sus fines, para no caer en exageraciones y saber usarlos y discernir
su autenticidad.
El Señor nos ha hecho "colaboradores suyos" (1ª Cor 3,9). Como dice Monseñor Uribe Jaramillo. "Dios
salva en la Iglesia y por la Iglesia. Como instrumentos tenemos que aportar algo, y en la medida que nos
capacitemos mayor será nuestra colaboración con Dios. Esto nos debe servir para recibir los carismas con
gratitud, pero también para ver cómo respondemos con el fin de que crezca su eficacia en nosotros... El
plan de Dios es que todo crezca en nosotros. Cuando termina el crecimiento, empieza a obrar la muerte.
También lo carismas deben crecer mediante nuestra colaboración. Un carisma es siempre perfecto en si,
pero su mayor o menor manifestación depende de nuestra correspondencia".
Y una última cosa, querido Eliseo (o Elisea). Te sonará -quizá- a juego infantil Pero te pedimos: ¡ábrete al
Señor, ábrete a la novedad del Espíritu! Ya que la música es un don de Dios, ¿por qué reservar a unos
pocos privilegiados el improvisar y componer cantos para el Señor.?. No se trata de componer cantos para
otros, sino, en 21 primer lugar, de cantar en tu corazón para Dios y después -¿por qué no?- a pleno pulmón
en medio del campo o mientras vas conduciendo.
Todos podemos improvisar una melodía para ofrecérsela a Dios. Empieza partiendo de como te
encuentres, del sentimiento que tengas : admiración, gozo tristeza, alabanza, angustia, paz... Expresar un
sentimiento lo potencia, lo afina. En algunas ocasiones, al expresarlo nos liberamos de ese sentimiento.
Toma como modelo a los salmistas, que decían a Dios todo lo que les agitaba interiormente. Tanto si era la
amargura, como la rebeldía o incomprensión, se liberaban de ellas cuando las expresaban. ¡Déjate llevar
por esta necesidad de expresarlo y encuentra en ti mismo las notas que mejor correspondan a lo que llena
tu corazón!
Si desafinas, no te preocupes. Tampoco si la canción tiene reminiscencias de otras melodías: estás
cantando en comunión con la Iglesia Universal. No importa que lo que acabas de cantar pronto se te olvide:
Dios no lo olvidará nunca; El lo ha registrado. Todo esto se va desarrollando y cultivando Si superas la
primera duda y dejas que tu corazón se lance a cantar, irás descubriendo como - en muchos momentos – la
música puede expresar lo que hay en tu interior. En la libertad del Espíritu...¡al corazón de Dios!
2.6 Se va el Diablo con dolor de panza.
¡Aclamad a Dios con tambores, elevad cantos al Señor con cítaras, ofrecedle los acordes de un salmode
alabanza" (Jdt 16,2)
" Entonaron un cántico nuevo"(Ap 5, 9)
Francisco de Asís dice: "¡Que toda nuestra vida sea siempre una canción!". Y canta, salta y baila para Dios,
proclamando ¡"El sentido de la vida es cantarte y alabarte!". Lo mismo Ignacio de Loyola. Para él, el
principio y fundamento de toda acción de un cristiano, de toda actividad espiritual, de cualquier
discernimiento, es alabar, bendecir y rendir homenaje al Señor. La música cristiana tiene un único sentido:
ser A-LA-BANZA de la Gloria de Dios.
Dios nos dice que hemos sido creados para su alabanza y que el pueblo queEl ha formado proclamará sus

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alabanzas (ls 43, 7. ls 43, 21. Efe 1. 1-14). Alabar es lo que haremos durante toda la eternidad (Ap.5, 9-13).
Dice Alfred Hüen, teólogo y musicólogo evangélico: "La música es el único arte que se practicará en el
Cielo. Pero no tenemos necesidad de esperar al más allá: aquí y ahora, la Iglesia anticipa su vocación futura
y eterna cantando alabanzas a Dios. ¡Que el Señor nos enseñe a cantar sus alabanzas sobre la tierra hasta
que las cantemos en el Cielo!".
El canto implica a todo nuestro ser (Espíritu, Alma y Cuerpo) en la alabanza. Es un medio excepcional para
desconectamos de nuestro propio mundo (nuestros pensamientos y preocupaciones) y centrarnos sólo en el
Señor. Con frecuencia somos egocéntricos incluso en nuestras oraciones; volvemos a lo nuestro una y otra
vez. El verdadero canto de alabanza dirige nuestra atención sólo hacia Dios,- a condición, claro, de que
vivamos el canto, de que cantemos con toda la mente y todo el corazón.
En Pentecostés los Apóstoles "proclamaban las maravillas de Dios"(Hech 2,11) magnificaban a Dios, o sea
hacían grande su nombre, como María en su canto. Llena del Espíritu Santo, la primitiva Iglesia prorrumpía
en himnos y cánticos inspirados. Como dice Fray Luis de Granada. "Fue tan grande la claridad y el amor, y
la suavidad y el conocimiento que allí recibieron de Dios, que no se pudieron contener sin decir a grandes
voces las grandezas y maravillas de Él. Parece que, si en aquel momento no dieran estas voces, que
reventaran y se hicieran pedazos como las tinajas nuevas cuando hierven con el nuevo mosto".
Este cantar alabanzas a Dios y proclamar su gloria que comienza en Pentecostés, es "heredado" por la
liturgia de la Iglesia, conservado especialmente en sus doxologías y es sólo un anticipo de lo que ya vive la
Iglesia triunfante (Ap. 14,3).
22
Alabar a Dios es más una actividad del corazón que de los labios. Las palabras que utilizamos para alabar
al Señor en realidad son parecidas a las que se usan en los anuncios publicitarios: "Bueno, excelente,
maravilloso, extraordinario...". Y es que las palabras que podamos pronunciar los hombres no son nada ante
la inmensidad del Creador. Cualquier lenguaje humano es incapaz de expresar al Dios infinito: "no sabemos
qué es, sólo afirmamos que Es" (Diego Jaramillo).
San Gregorio Nacianceno nos muestra cuál es la esencia, la raíz espiritual de todo canto de alabanza:
Oh Tú, "el más allá de todo".
¿Cómo llamarte con otro nombre?
¿Qué himno te puede cantar?
Ninguna palabra te expresa.
¿Qué espíritu puede comprenderte?
Ninguna inteligencia te entiende.
Sólo Tu eres inefable:
Cuanto se dice ha salido de Ti.
SóIo Tu eres incognoscible:
Cuanto se piensa ha brotado de Ti.
Todos los seres te alaban
los que hablan y los que guardan silencio.
Todos te rinden pleitesía,
los que piensan y los que no lo hacen
El universal deseo, el gemido de todos
tiende a Ti.
Cuanto existe te suplica
y quien contempla el universo
te eleva un himno en su silencio
Únicamente en Ti permanece todo
y de Ti, con un mismo impulso, todo procede.
Tú eres el fin de todo.
Tú eres el único.
Tú eres cada uno y no eres ninguno.
No eres un sólo ser;
no eres el conjunto de todo
Tú concentras todos los nombres,
¿Cómo podría yo nombrarte?
Tú eres el único que no se puede nombrar
Ten piedad, Oh Tú, "el más allá de todo".
Ante nuestra incapacidad de expresar a Dios, nos entregamos con e! canto, como si fuésemos flautas que

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suenan sólo cuando pasa por ellas el viento del Espíritu. El Espíritu Santo es quien alaba en nosotros al
Eterno, al
Soberano de todo, al Padre, al Cordero. "Es el Espíritu Santo (decía Adán de San Víctor, un cristiano de la
Edad
Media) quien dispone nuestros corazones para la alabanza; el forma en nuestras lenguas los sonidos del
canto
sagrado". Este es el misterio del canto de alabanza: el espíritu del hombre animado, tocado, soplado por el
Espíritu
de Dios. Nuestra música de alabanza y adoración se asemejará así a un iceberg; lo que aparece sobre el
agua (lo
que se oye), ha de ser sólo la octava parte de lo que está sumergido (lo que vibra en el corazón).
El Señor se complace en la alabanza de su pueblo. Y la voz de su esposa, la Iglesia, le parece dulce como
"un panal de miel" (Cant. 4,11). Nuestra voz ha de subir a Él como incienso (Sal. 141 , 2), que brota a
medida que el
Espíritu de amor mueve el incensario que es nuestro corazón. ¡Ofrezcamos a Dios el sacrificio de alabanza,
el fruto
de los labios que confiesan su nombre (Heb. 13,15)! ¡Alabemos al Señor con todas las lenguas del mundo,
con
todos los instrumentos de la orquesta, con todas las voces de la creación, con todos los afectos del corazón!
"¿Preguntáis qué alabanzas debéis cantar? Resuene su alabanza en la asamblea de los fieles. La alabanza
del canto reside en el mismo cantor. ¿Queréis rendir alabanzas a Dios? Sed vosotros mismos el canto que
vais a
cantar. Vosotros mismos seréis su alabanza, si vivís santamente". (S.Agustín. Oficio de lectura, martes III de
Pascua)
Y se irá el diablo con dolor de panza... ¡porque no resiste esta alabanza!
La danza
En el salmo 149-150 y vario más, dice que alabemos su nombre con danzas e instrumentos y que seamos
fieles a su palabra. El ministerio de la danza es muy antiguo en además es parte del hombre mismo. La
biblia nos cuenta que Miriam en el mar rojo, de la batalla de Jericó, en Rey Saúl, el rey David y de varios
sucesores mas danzaron con toda su fuerza, vigor, gozo y alegría delante de Jehová, Jesús y el Espíritu
Santo. Porque para ellos son la victoria, la exaltación gloria y alabanza, regocijo, gratitud majestuosidad y
amor. Además de la adoración que se desborda y a Nuestro Rey el que todo se merece. Cuando se danza,
hay liberación, ministración, profecía amor alabanza y adoración a Adonay, Hashem, el Shadai etcétera, que
su nombre es Jehová de los ejércitos.
Cabe destacar que nuestros ministerios, no son nuestros, no son del ser humano son del Señor Eterno
Todopoderoso.
Es correcto hacerlo y nos inquieta en realidad profundizar en la biblia más y mas
Recordemos que dios está restaurando las cosas en su iglesia y la adoración es lo primero ya que a
través de ella es que reconocemos que solo hay un Dios, que es el Rey y Señor y que todas las cosas son
de El

Autor:
David Daniel Damian Ponce de León Fuerte y Flores/Martinez
[email protected]

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