Uba Ffyl T 2008 843327
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espejo
El ensayo latinoamericano como
discurso cultural (de Sarmiento a
Martitegui )
Scarano, Mónica
Altamirano, Carlos
2008
5 .
FACULTAD de
SA
--
-
Mónica E. Scarano 5ABR 2118DE
Ag LN ibás
2008
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José Martí
5
ÍNDICE
Nota Preliminar 7
Ensayo e interdiscursividad 26
Epilogo 280
NOTA PRELIMINAR
Bautista Alberdi, José V. Lastan-ja, Juan Montalvo, Francisco Bilbao, Eugenio María de
Hostos, Manuel González Prada, José Ingenieros, José Enrique Rodó, Rubén Darío,
Manuel Ugarte, Ricardo Rojas, Justo Sierra, Alfonso Reyes, Alcides Arguedas, Pedro
Henríquez Ureña, entre otros, además de los cuatro autores de los textos que ocuparon el
centro de nuestra lectura: Domingo Faustino Sarmiento, José Martí, José Vasconcelos y
José Carlos Mariátegui.
En esta primera instancia, la decisión de focalizar nuestra mirada crítica en la
relación entre el ensayo y un objeto de interpretación específico, la entidad histórica,
geográfica y cultural que denominamos Latinoamérica, dentro del amplio y variado
horizonte de problemáticas y tópicos abordados por este género discursivo, apuntaba ya
a trascender la perspectiva tradicional que se había limitado a considerar las diferentes
representaciones alojadas en una formación discursiva tan superpoblada como diversa.
Por lo contrario, nuestro interés se orientó a examinar los estrechos vínculos que,
reiteradamente y con una insistencia curiosa, ligaban y aún siguen ligando, de algún
modo, esta comunidad imaginada (B.Anderson) -cuerpo vivo atravesado de
contradicciones y paradojas, tensiones, matices y ritmos diferentes- con la conformación
interna propia del discurso ensayístico latinoamericano y su correspondiente puesta en
escena enunciativa en situaciones históricas, culturales y sociales diferentes. De este
modo, el estudio del ensayo de interpretación cultural del siglo XIX y principios del XX
en Latinoamérica, en la medida en que registraba y daba cuerpo a las más variadas
conceptualizaciones acerca de la identidad / diferencia latinoamericana, nos permitió
indagar sobre los modos de formular interrogaciones en tomo a esa cuestión y de darles
respuesta.
Pero es necesario también recuperar los fundamentos de nuestro interés por el
discurso cultural latinoamericano y su planteo acerca de Latinoamérica en términos de
debate político-cultural, precisamente en nuestra época, cuando venimos asistiendo,
desde la década pasada, a un vaciamiento de la polémica de ideas y a la merma o
devaluación de su presencia en los grandes medios de comunicación. Seguramente una
inquietud nostálgica y su contrapartida, el anhelo de un compromiso activo que tomara
distancia de la aparente distensión ideológica de las discusiones posmodemas, exentas
de toda pasión, fueron quizá las motivaciones más profundas que guiaron nuestra
VE
aparecía definitivamente concluida sino que, por lo contrario, permanece aún abierta y
pendiente de refutaciones, polémicas, nuevas propuestas y redefiniciones.
Ya a fines del siglo XIX, lo encontramos inserto en la trama ficcional de la
novela de tesis modernista y, a mediados del XX, definitivamente instalado dentro de
algunas líneas narrativas de la prosa de ficción latinoamericana, en una clara tendencia
generalizada de desplazamiento y fusión de géneros. Y desde el entre siglos XIX y XX
en adelante, la creciente especialización de disciplinas y saberes lo confinó al refugio
acogedor del discurso periodístico, donde logró una cómoda subsistencia, a costa de
alguna que otra concesión, tanto en los tópicos como en los modos compositivos. No
obstante, simultánea y azarosamente, el discurso ensayístico sobrevive aún hoy, bajo el
soporte del libro, en formas más convencionales, dentro o fuera de los límites de la
literatura, inscripto en el territorio de una disciplina (disciplinariamente centrado), o
desdibujando estratégicamente sus fronteras, en dominios disciplinarios borrosos entre
la historia, la filosofía y la literatura, la crítica cultural y el análisis político, sociológico
o antropológico, entre los discursos ubicuos de las ciencias sociales que invadieron el
campo dominado por la historia, hasta hace unas décadas.
Al margen de las tesis que aquí sostenemos, acompañamos nuestro planteo con
una serie de valoraciones que últimamente se han venido proponiendo acerca de ese tipo
discursivo y con las que deseamos hacer dialogar nuestra propuesta. Se trata de la
reivindicación de las potencialidades significantes y expresivas del ensayo postuladas
desde la antropología y la sociología de la cultura por Néstor García Canclini, entre
otros, así como la definición de Julio Ramos del ensayo de fines del siglo XIX como
crítica cultural (T. W. Adorno), de acuerdo con su potencial capacidad enunciativa para
canalizar los planteos surgidos en períodos de crisis cultural, especialmente a través del
periodismo. En esta instancia, juzgamos conveniente ampliar retrospectivamente el
horizonte temporal de proyección de la hipótesis de Ramos hasta incluir el ensayo desde
mediados del siglo XIX en Latinoamérica. Otras hipótesis más recientes ratifican lo que
venimos afirmando, al encontrar en el concepto impreciso de ensayo nacional
latinoamericano del siglo XIX, un antecedente de los llamados estudios culturales
latinoamericanos (George Yúdice, John Beverley) o, en términos más generales y
acentuando otros rasgos distintivos del ensayo contemporáneo, cuando proponen el
ensayo como una de las formas discursivas más asiduamente frecuentadas por la
llamada crítica cultural latinoamericana (Nelly Richard). Por cierto nuestras tesis no
permanecen ajenas a estos planteos que nos resultan, sin lugar a dudas, sugestivos,
aunque, a nuestro entender, reclaman una mirada crítica más profunda y minuciosa y un
análisis más riguroso y atento a la especificidad que este campo requiere desde los
estudios literarios y la historia cultural latinoamericana.
Precisamente algunas de las premisas y posicionamientos epistemológicos que
sostuvieron y acompañaron la elección y la construcción del objeto y del corpus de
trabajo, y también la formulación de las hipótesis y la adopción de marcos teóricos y de
posturas metodológicas adecuadas, apuntaron a revalorizar la relación entre literatura y
cultura. Y al hacerlo, propiciaron una entrada en los textos -ensayísticos seleccionados,
desde su condición de objetos culturales, con la intención explícita y conciente de
ampliar el campo de la literatura, incorporando otras prácticas discursivas, portadoras de
significaciones en el territorio más vasto de la cultura, que no solían incluirse en una
definición canónica del término, estrictamente ligada a la cultura letrada, al esteticismo
y a los componentes ficcionales. En relación con el recorte concreto de nuestro objeto de
estudio, nos importa destacar la llamada literatura de ideas o literatura de combate,
desestimada y poco trabajada en las aproximaciones teóricas de corte formalista.
Por otra parte, la selección de los textos para nuestro análisis se basó, entre otros
factores, en el criterio de recorrer en un breve itinerario las áreas geoculturales
(A.Rama) más significativas del subcontinente, a las que cada uno de ellos remitía como
instancias de producción, circulación y recepción o lugares de enunciación, lo
suficientemente diversos, de modo que fuera posible percibir algunas de las
modulaciones más relevantes de la reflexión que ponían en juego. Conviene puntualizar
además que no intentamos postular determinaciones rígidas ni ontologías geoculturales
sino tan sólo identificar en distintas historias y tradiciones, las condiciones geográficas y
culturales, junto con las configuraciones ideológicas que incidieron de un modo u otro,
con mayor o menor fuerza, tanto en el hacer como en el pensar y el decir específicos del
subcontinente, en cada caso.
Asimismo reconocimos la dificultad para acordar un itinerario de lectura lo
suficientemente amplio y variado que diera cuenta de la heterogeneidad cultural
12
Siempre dentro del campo cultural y en el ámbito del discurso político, los textos
analizados y, en general, aquellos otros que colateralmente fueron contemplados en
nuestras reflexiones, suelen ser ubicados en un territorio discursivo de límites móviles o
imprecisos, renuente a clasificaciones y encasillamientos rígidos, cuya tradición no se ha
interrumpido nunca del todo, desde entonces, en el sistema literario latinoamericano. De
ahí, la necesidad de ir más allá de los alcances de la inventio (tópicos y argumentos
elegidos) y de las representaciones que se construyeron en esos textos, trascendiendo las
zonas discursivas en las que se proponía una reflexión explícita sobre el tema -y donde
estimamos que, por lo general, la crítica sobre el ensayo puso un énfasis demasiado
excluyente-, para analizar otros tipos de operaciones retóricas, en el orden de la
dispositio y la elocutio del texto, y atravesar críticamente el entramado de campos
discursivos, de por sí significativo de una recomposición de los conocimientos y saberes
que producían y, al mismo tiempo, condensaban sentidos previos.
Las últimas perspectivas de análisis nacidas de la nueva articulación entre los
estudios retóricos más recientes y la teoría de la argumentación (Perelman, Angenot)
han abierto el paso a una nueva mirada teórica y crítica acerca del ensayo. Nos
interesamos, en particular, en la configuración de (Latino)América como un lugar de
enunciación (locus enuntiationis, mode d'enonciation) diferencial, a partir no solamente
de los rasgos atribuidos a la realidad enunciada sobre la cual se discurría y se ejercía la
práctica hermenéutica sino, sobre todo, desde las características mismas de la
enunciación en cuanto tal, como instancia o lugar discursivo de posicionamiento
ideológico y crítico. Esto nos obligó, en definitiva, a subrayar la dimensión política de la
práctica discursiva ensayística, en su carácter de intervención cultural, sin escamotearla
bajo la aparente neutralidad de un discurso pretendidamente científico acerca de
Latinoamérica (Mignolo), para reparar en los modos de pensar(se), a partir de la
apropiación creativa de ideas ajenas para reterritorializarlas "Jora do lugar" (R.
Schwarz).
Dentro de este marco, propiciamos un modo diferente de lectura, al sesgo, de los
ensayos elegidos como centros de nuestra lectura, que expanden en una variedad de
tramas textuales, dentro de redes argumentativas con variantes significativas, las tres
tesis propuestas por el presente estudio que enumeramos a continuación:
14
PRIMERA PARTE
Germán Arciniégas
¿ Qué método usar para conocer esa cosa que soy yo y que vive
cambiando?
Michel E. de Montaigne
Jacques Leenhardt
ENSAYO. Del lat. tardío EXAGJUM 'acto de pesar (algo)', del mismo origen que
los clásicos EXIGERE 'pesar' y EXAMEN 'acción de pesar, examen' (1° doc.
Berceo). El significado castellano común a todos los romances ( ... ) debe venir ya de
la época latina; el latinismo griego 'sçoayzov, de baja época, tiene ya el significado
'comprobación', de donde era fácil el paso a 'prueba' e 'intento'. La acepción
Fue
'obra literaria ligera y provisional' aparece a principios del s. XIX y es copia del
francés ESSAJ y del inglés ESSA Y (...) DERTV. Ensayar (Cid y frecuentemente en
textos de todas las épocas) emprender, acometer ( ... ). Ensayista, s. XX. Tomado del
inglés ESSAYIST, deriv. de ESSAY'ensayo', 'artículo'. Ensayismo.'
Por otra parte, en las definiciones que encontramos en las ediciones más recientes
del Diccionario de la Real Academia:
Escrito en el cual un autor desarrolla sus ideas sin necesidad de mostrar el aparato
erudito.. 2
Escrito generalmente breve, constituido por pensamientos del autor sobre un tema,
sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma
materia,3
'Joan Corominas, Diccionario crítico etimológico de/a lengua castellana. Madrid: Gredos, 1974. Vol. II, 20.
2 De esta segunda acepción se deriva la tercera: "Género literario al que pertenece este tipo de escrito." Real
Academia Española, Diccionario de la Lengua Española. 22° edición. Con modificaciones agregadas en la
edición digital. Madrid, 2004. 1° cd.: 2001.
En la versión on une de este Diccionario, se registra la siguiente enmienda de esa entrada en el avance de la
23° edición (en curso): "Escrito en prosa en el cual un autor desarrolla sus ideas sobre un tema determinado
con carácter y estilo personales".
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española. 21° edición. Madrid, 1992, 596.
' Manuel Alvar realiza un estudio exhaustivo del uso del término ensayo en distintos metalenguajes -entre
ellos, el literario-, con el fin de dilucidar el largo proceso de elaboración cultural del mismo, mediante el
análisis de las diferencias registradas en las definiciones académicas, desde la primera edición del Diccionario
de Autoridades de 1726 que tiene en cuenta las acepciones consignadas en el Tesoro de Covarrubias de 1611,
hasta las ediciones contemporáneas del Diccionario de la Real Academia. Cfr. M. Alvar, "Historia de la
palabra ensayo en español", M. Alvar et al., Ensayo. Reunión de Málaga de 1977. Málaga: Servicio de
Publicaciones - Diputación Provincial de Málaga, 1977: 11-43, y M. Alvar, "La turbada historia de la palabra
Ensayo", Dispositio, 22-23 (1983): 145-168.
20
discursivo. Si revisamos algunas de las imágenes con que se lo describe, como "el
camaleón de las formas"5 , " el centauro de los géneros"6, "el cuarto en el recoveco"7 ,
advertiremos que todas ellas ilustran lo que venimos sosteniendo y destacan una serie de
trazos distintivos comunes y nos permiten perfilarlo como una categoría particularmente
problemática que, por presentarse abierta, dúctil y heterogénea, suele ser considerada
como amorfa o disforme. No obstante, es indiscutible que la ambigüedad ya está
planteada en el término mismo, ensayo, que alude a una tentativa de escritura no del todo
acabada, un intento previo o contiguo a otras formas discursivas más definitivas y
aceptadas, que a su vez admite varias acepciones, puesto que la palabra se abre a un
amplio espectro significacional y su uso está deficientemente delimitado.
En este punto, -dadoeLestado de la cuestión que comenzamos a esbozar y ante la
necesidad de acotar el concepto para que resulte operativo a la hora de delimitar el
corpus de trabajo, conviene precisar que consideramos las nociones de género o tipo
discursivo como configuraciones ideológicas inmersas en prácticas sociales y culturales,
en un contexto histórico concreto, y no como formas transhistóricas, consistentes en la
mera actualización en cada obra de contenidos políticos, sociales, económicos,
culturales y estéticos, desde una pretendida neutralidad ideológica.8 De acuerdo con la
definición de Marc Angenot, nos interesa circunscribir un perfil discursivo a partir del
reconocimiento de marcas de contenido, modalidades de enunciación y procedimientos
formales, por cuanto estas tres categorías confluyen en la institución de un género
determinado (Angenot, 68). En consecuencia, los rasgos o tendencias que destacaremos
como elementos de una ensayística, deberán ser situados y puestos en relación con
determinados tópicos que nos interesa focalizar como los vinculados a los diagnósticos,
posicionamientos y proyectos culturales sobre y desde Latinoamérica, que delimitan y
acotan el objeto de nuestro estudio.
Marcos Victoria, Teoría del ensayo. Bs. As.: Emecé, 1975: 111. Juan Marichal utiliza una imagen similar al
referirse a la "libertad camaleónica" del ensayo y más recientemente José Miguel Oviedo la retorna al
caracterizarlo como un "género camaleónico". Cfr. J. Marichal, Teoría e historia del ensayismo hispánico.
Madrid: Alianza, 1984, 15, y José Miguel Oviedo, Breve historia del ensayo hispanoamericano. Madrid:
Alianza, 1991, 11.
Reyes, "Las nuevas artes", Los trabajos y los días, Obras completas, t. IX México: FCE, 1959, 403.
Jaime Rest, "Primer ensayo: Sarmiento y la comprensión de la realidad", El cuarto en el recoveco. Bs. As.:
CEAL, 1982, 13.
8
Cfr. Marc Angenot, La paro/e pamphlétaire. Typologie des discours modernes. Paris: Payot, 1982, 11.
21
Cfr. José Luis Martínez, selecc., introd. y notas. El ensayo mexicano. México: FCE, 1971. 2" edic. refundida
y aumentada. 1" edic.: 1958, 13-15, y Estuardo Núñez, "Proceso y teoría del ensayo", Revista Hispánica
Moderna, año XXXI, 1-4 (1965): 363- 364.
lo Nos referimos a expresiones racistas como la de Pío Baroja cuando denomina la práctica de reactualizar
géneros antiguos, cosa de "judíos hábiles", como Emil Ludwig, Stephan Zweig o André Maurois. Cfr. Pío
Baroja, "Las biografias y los ensayos", Obras completas, vol. V. Madrid: Biblioteca Nueva, 1948: 1108.
Hacia 1958, el venezolano Edgar Gabaldón Márquez se refiere al "ensayismo a la hispanoamericana" como
un justificativo de "cierta pereza intelectual,"un estado peligroso de nuestra historia cultural". Cit. en Miguel
Gómes, Poéticas del ensayo vene:olano del siglo X( la forma de lo diverso. Providence, Rhode Island:
Ediciones INTI, 1996, 5-6.
24
invalidar por "ensayística" la obra de José Ortega y Gasset, difundida por esos mismos
años. 1 '
francesa, resulta sumamente útil el excelente estudio comparativo de Claire de Obaldía, The Essayistic Spirit.
Literature, Modern Criticism, and the Essay. Oxford: Clarendon Press, 1995, especialmente el primer
capítulo.
Cfr. José Luis Gómez-Martínez, Teoría del ensayo. Edición revisada y aumentada. México: UNAM,
Cuadernos de Cuadernos, 1992. 1° edic.: Ediciones de la Universidad de Salamanca, 1981 (interesa en
particular la edición mexicana actualizada, porque en ella se incorporan más ejemplos tomados de las obras de
ensayistas iberoamericanos representativos), y David W. Foster, Para una lectura semiótica del ensayo
latinoamericano. Textos representativos. Madrid: José Porrúa Turanzas - Studia Humanitatis, 1983.
25
Ensayo e interdiscursividad
Dentro de las múltiples relaciones establecidas desde una perspectiva teórica que
privilegie la cuestión de la interdiscursividad1 , el entramado de discursos que da forma
al subtipo específico, conocido como ensayo de interpretación cultural o ensayo
culturalista en Latinoamérica, nos permite identificar la convivencia de distintas zonas
discursivas que remiten a diferentes campos y disciplinas, tales como la literatura -en
sus más variadas manifestaciones-, la filosofia, la historia, la economía, la política y
otras ramas de las ciencias sociales, en un cruce particularmente significativo de las
modalidades enunciativas más diversas en un espacio discursivo, cuyas líneas
demarcatorias se muestran notoriamente borrosas. Tal como se insinúa en el primer
epígrafe de esta primera parte, la entidad histórica, geográfica y cultural que
denominamos (Latino)América -con la intención de consignar la ambigüedad y tensión
siempre presentes en la elección de un nombre para un determinado concepto-, sobre la
que se ejerce la actividad reflexiva y crítica, característica de la escritura ensayística,
presupone y, en cierto modo, convoca y activa los rasgos heterogéneos y difusos del
gesto tentativo y provisional de esa configuración discursiva.
Como voz cultural, la palabra ensayo ingresa en el ámbito hispánico desde fuera,
pero, a diferencia de la temprana difusión en la lengua inglesa de la acepción
montaigneana de la palabra essay (a partir de la aparición de los primeros ensayos,
Essays, de Francis Bacon en 1597 y de la traducción de los Essais, de Montaigne, al
1
Ubicamos esta noción en el marco del concepto de red interdiscursiva trazado por Eliseo Verón y en la
teoría de los géneros discursivos de Mijail Bajtin, quien señala diversas formas de producción de aquellos
mediante la absorción y reelaboración de géneros primarios, especialmente en una comunicación cultural
compleja, relativamente más desarrollada y organizada. Cfr. Eliseo Verón, La semiosis social.
Fragmentos de una teoría de la discursividad Trad. del francés por Emilio Lloveras. Bs. As.: Gedisa,
1987, 30, y Mijail M. Bajtin, "El problema de los géneros discursivos," Estética de la creación verbal. 28
edic. México: Siglo XXI, 1985, 250. 1 1 edic. en ruso: 1979.
27
inglés en 1603), y de lo ocurrido con las voces equivalentes en otras lenguas europeas
(saggio en italiano, ensaio en portugués, Versuch en alemán), que se incorporan durante
el siglo XVIII en los vocabularios respectivos y se emplean generalmente en la Europa
continental desde mediados del siglo XIX, el término ensayo fue aceptado tardíamente
en los dominios lingüísticos del español.
Curiosamente y por razones que analizaremos más adelante, se difundió y tuvo
su apogeo en Latinoamérica con Andrés Bello, Domingo F. Sarmiento, Juan Bautista
Alberdi, Esteban Echeverría, José V. Lastarria, José de la Luz y Caballero, José María
Mora, Juan Montalvo, Eugenio María de Hostos, Manuel González Prada, José Martí,
José Enrique Rodó y tantos otros, durante el siglo XIX, antes que en España, donde
surgió como forma discursiva reconocible-recién a partir del último decenio del siglo
pasado, sobre todo alrededor de 1898, año de la primera edición en lengua española de
los Essais de Montaigne, con Leopoldo Alas (Clarín), Juan Valera, Ganivet, Unamuno,
Azorín, entre otros, y proliferó desde entonces a lo largo del siglo XX hasta nuestros
días, mostrando una notable y continua vitalidad. 2 Esto explica que las voces derivadas,
ensayista y ensayismo, se hayan incorporado tardíamente en el Diccionario Académico
de la lengua española desde 1925 y 1939, respectivamente.
A juzgar por las escasas referencias y la lenta difusión de su obra del otro lado
de los Pirineos, Montaigne fue poco conocido en España: en el siglo XVII existió una
traducción española de los Essais autorizada para ser editada, que no llegó a publicarse -
y que aún se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid-, con el título: Experiencia
3
y varios discursos, preparada por un tal Diego Cisneros, entre 1624 y 1636. Conviene
tener presente que los Essais se editaron en español recién en 1898, en París y en
versión de Constantino Román y Salamero, más de dos siglos después de haber
circulado en las lenguas vernáculas de Alemania, Estados Unidos, Japón, Italia,
Holanda, Hungría y otros países. De modo que la aparición de los Essais de Montaigne,
2
Juan Marichal señala que la voz ensayo se empleó por primera vez en España, en el siglo XVIII, en la
acepción francesa de esa época, con el sentido de "estudio provisional o incompleto, de carácter histórico o
científico". En la acepción literaria aparece en español en 1818, en la antología de A. Anaya, An essay on
Spanish literature, publicado en Londres. Y a lo largo del siglo XIX comienza a ser empleada en obras como
los Ensayos literarios y críticos de Alberto Lista (Sevilla, 1844), los Ensayos religiosos, políticos y literarios
de Quadrado (1853) y Ensayos y revistas (1888- 1892) de Leopoldo Alas (Madrid, 1892). Pero ya había sido
utilizado el término essay desde el siglo XVII en la traducción de obras didácticas españolas, por las
características afines que incluían. Cfr. Juan Marichal, Teoría e historia del ensayismo hispánico, 14.
Cfr. J. Mancha!, "Montaigne en España", Teoría e historia del ensayismo hispánico..., cap. 4, 62-81.
28
El término ensayo en su acepción genérica moderna esencialmente montaigneana ya había sido usado por
Santa Cruz y Espejo en su Ensayo para determinar los caracteres de la sensibiIidaa publicado en Primicias
de la Cultura de Quito, 2 (29 de enero de 1792), y poco después con el mismo sentido en el Papel Periódico
de Santa Fé de Bogot4 244 (13 de mayo de 1796): 144-2; 245 (20 de mayo de 1796: 1443-7 . Por otra parte,
el panameño Justo Arosemena llamó ensayo a una obra de carácter tentativo como sus Apuntamientos para la
introducción a las ciencias morales y políticas (1840). Cfr. Miguel Gómes, 'El género que vino de la
modernidad: el ensayo", Atenea. Revista de ciencia, arte y literatura (Univ. de Concepción, Chile), 471 (1°
sem. 1995): 200-201.
"The word is late, though the thing is ancien! ". Francis Bacon incluyó esta sentencia en el prefacio-
dedicatoria al príncipe Enrique, incluido en la segunda edición de sus Essayes (1612), Works of Francis
Bacon. New York: Garrett Press, 1968, XI, 340.
30
6 Medardo Vitier ofrece una larga lista de obras que, a su juicio, conformarían la "prehistoria del género".
Además de los mencionados, incluye los Caracteres de Teofrasto, discípulo de Aristóteles, las Instituciones
oratorias de Quintiliano, E/príncipe de Maquiavelo, las obras del español fray Antonio de Guevara, entre
otros. Cfr. M. Vitier. Del ensayo americano. México: FCE, 1945, 48-50. Véanse tb.: José Luis Gómez-
Martínez, Teoría del ensayo. México: UNAM, Cuadernos de Cuadernos, 1992, 23-27. 10 edic.: Ediciones de
la Universidad de Salamanca, 1981; José Luis Martínez, El ensayo mexicano moderno.., 7; Marcos
Victoria, Teoría del ensayo..., esp. caps. II, III, IV y XIX; Antonio Sacoto, El indio en el ensayo de la
América Española. Ecuador: Cuenca, 1981, 16-17.
Montaigne dedicó casi nueve años de su vida a escribir los dos primeros libros de sus ensayos y continuó
escribiendo hasta 1592, año de su muerte. En total, sus Essais se componen de tres libros divididos en
capítulos, cada uno de los cuales consiste en un ensayo dispuesto cronológicamente, donde se tratan temas
muy diversos, sin establecer otro nexo entre ellos que la persona misma de su autor, que es la materia de su
libro.
31
de buena fe, lector ,,8, un libro preparado sólo con fines domésticos y privados. No
obstante, el hecho de que Montaigne no hubiese escrito sus ensayos con la finalidad de
inscribirlos en los dominios de lo literario, no impide ni invalida que en nuestra lectura
asociemos el ensayo con una noción actualizada de literatura.
De este modo, utilizando una forma clásica con un nuevo sentido y una nueva
finalidad, se creó un tipo literario más complejo, definido por su fundador como "un
decir informe y sin regla, una jerga popular y un proceder sin definición, sin división,
sin conclusión" (Montaigne, oc, 620), y se introdujo un giro inesperado en la palabra
ensayo que comenzó a cargarse de distintos matices, irregularidades, bordes difusos,
amplitud y desorden, incluyendo —como ya lo señalamos- tratados sobre temas muy
diversos y hasta poemas filosóficos, según la variante baconiana que incorporaba
ensayos en verso. La lista de sus sistemáticos u ocasionales cultores más destacados
sería interminable y siempre incompleta: además de los clásicos ya citados, emergió con
fuerza en Inglaterra con Robert Johnson, Dryden, Locke, de Foe, Berkeley, Pope, entre
otros. Hacia fines del siglo XVIII, adquirió mayor precisión, bajo la modalidad del
artículo periodístico, como un escrito breve, sin aparato erudito, al que se le sumaba la
libertad de asunto que le había concedido Montaigne. Puede agregarse a la lista de
precursores o ensayistas propiamente dichos en el mundo no hispánico —aunque en
algunos casos todavía no se los denominaba como tales, en su época -, a Rabelais,
Pascal, Leibniz, Voltaire, J.C.Gottsched, Diderot, los hermanos Schlegel, Goethe,
Schiller, Chateaubriand, Mme. Stal, Schelling, K. L. Reinhold, W.von Humboldt,
Carlyle, Ruskin, Shelley, Taine, Rousseau, Machado de Assis, M. Barrés, Oscar Wilde,
Lukács, Chesterton, Aldous Huxley, Albert Einstein, T.S. Eliot, W. Benjamin, T. W.
Adorno, Robert Musil, Franz Fanon, Roland Barthes, y en el dominio lingüístico del
español, a Quevedo, Gracián, Mesonero Romanos, Larra, Feijóo, Cadalso, Jovellanos,
Donoso Cortés, Giner de los Ríos, Rufino Blanco Fombona, Justo Ingenieros, Ramos
Mejía, Pedro Henríquez Ureña, Ricardo Rojas Sierra, Alfonso Reyes, José Vasconcelos,
José, Manuel Ugarte, Ramiro de Maeztu, Miguel de Unamuno, José Carlos Mariátegui,
Silvio Romero, Ezequiel Martínez Estrada, Américo Castro, Raúl Scalabrini Ortiz, José
8
II t'advertil dés / 'entrée, queje ne ni y suis proposé aucune fin, que
'c 'es! icy un Iivre de bonnefoy, lecteur.
domeslique et privée. le n y ay en nulle con.sideration de Ion service, ni de ma gloire ". Michel E. de
Montaigne, Oeuvres compléles. Edit.par Albert Thibaudet et Maurice Rat. Bruges: BibIiotque de la Pléiade,
1967.
32
Ortega y Gasset, Eduardo Mallea, Héctor Murena, Benito Canal Feijóo, José Luis
Borges, Ernesto Sábato, Pedro Salinas, José Gaos, Juan Larrea, Antonio Pedreira,
Germán Arciniégas, Arturo Uslar Pietri, Mariano Picón Salas, Octavio Paz, Julio
Cortázar, Alejo Carpentier, Rosario Castellanos, Angel Rama, Severo Sarduy, Carlos
Fuentes, Eugenio Trías, Fernando Savater, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, José
Luis González, Leopoldo Zea, Roberto Fernández Retamar, Carlos Monsiváis, Elena
Poniatowska, Beatriz Sano, Juan José Sebreli, Blas Matamoro, Nelly Richard, Rosario
Ferré, Antonio Benítez Rojo, Arcadio Díaz-Quiñones, solamente como una muestra de
la extrema diversidad temporal, geocultural, estética y de otras variables subjetivas que
tornan riesgosa cualquier posible teorización apresurada y en abstracto sobre el ensayo
en Latinoamérica.
En resumen: tanto la protohistoria como la historia del ensayo a las que
acabamos de aludir, nos enfrentan nuevamente con un dato que ya se había puesto de
manifiesto en el rastreo etimológico del término: la dificultad para su definición y
sistematización a partir de la enorme diversidad de tipos y de materias involucradas. 9
Según lo anunciado, nos ocuparemos de definir el ensayo en situación, en el denso y
plural entramado simbólico de la sociedad y la cultura latinoamericanas, donde se halla
inmerso. Para ello nos concentraremos en dos cuestiones derivadas del cuadro
descriptivo que acabamos de bosquejar: en primer término, la localización del ensayo y
sus formas afines en la compleja red interdiscursiva, y en segundo lugar, la incidencia
de la peculiar configuración interactiva de ese tipo discursivo en su comportamiento
persuasivo.
Dado que, según lo adelantamos, toda afirmación teórica del ensayo en general
sólo cobra sentido, si se la refiere a un estudio previo del comportamiento del género, en
una época histórica determinada y en un territorio cultural concreto, y puesto en relación
Para ilustrar lo que sostenemos, resulta útil revisar la selección de fragmentos que proponen diferentes
definiciones del ensayo, preparada por José Luis Gómez-Martínez. Entre ellas se advierten, en muchos
casos, evidentes diferencias de precisión y perspicacia teórica e insalvables contradicciones que revelan la
extrema labilidad del género en cuestión. Véase también la bibliografia comentada sobre la dimensión
teórica del ensayo que incluye al final de su libro. Cfr. J. L. Gómez-Martínez 1992, 135-178, 179-221.
33
10
Cfr. Jaime Alazraki, "Tres formas del ensayo contemporáneo: Borges, Paz, Cortázar," Revista
Iberoamericana, 118-1 19 (enero-junio 1982): 10.
11 Nos referimos a lo que Marichal denominó "voluntad de estilo". Cfr. J. Marichal 1984.
Las imágenes,
metáforas y demás procedimientos elocutivos que incorpora, no interfieren en la comunicación del mensaje,
sino todo lo contrario: la acompañan y refuerzan, otorgándole un plus de significación. Por otra parte, la
preocupación por el estilo no invalida el hecho de que a veces haya una presunción de improvisación, como
se verá en el análisis del Facundo, en el tercer capítulo del presente estudio.
12
Entendemos por digresión, el efecto de romper el hilo del discurso y de hablar en él de cosas que no tengan
conexión o estrecha relación con aquello que se está tratando.
34
el objeto del ensayo en un conflicto detenido, atravesado por rupturas que, en última
instancia, lo sostienen y dan unidad al conjunto.
No obstante, y a pesar de resistirse a caracterizar el ensayo como un género
invertebrado, Alazraki coincide con David Lagmanovich en identificar, hasta hace sólo
unas décadas, una larga trayectoria de estudios teóricos y críticos "contenidistas" que
limitan el análisis del ensayo a ese aspecto, desestimando las cuestiones formales por
considerarlo un género de débil estructuración.' 3 Existió, sin embargo, cierta
continuidad en una línea de reflexión interesada en la forma ensayística, desde las
primeras observaciones metatextuales del mismo Montaigne, incluidas en sus ensayos,
donde perfilaba una estética y una organización genérica alternativas 14 , que fueron
retomadas en algunos escritos de autores del primer romanticismo alemán (Friederich
Schlegel, Novalis, Jean Paul, entre otros), especialmente en el desarrollo de la teoría del
fragmento y el proceso de desmembramiento y reconfiguración del sistema discursivo
que condujo a un desplazamiento de las fronteras genéricas con una consecuente y
notable fecundidad reflexiva, prolongada, ya en el siglo XX, por Georg von Lukács,
Walter Benjamin y Theodor W. Adorno, en sus trabajos teóricos y críticos sobre el
ensayo, donde coinciden en identificar lo ensayístico con la esencia del ensayo y en
asociar el surgimiento y la proliferación de éste con períodos de crisis y transiciones
genéricas, como el Renacimiento y el Romanticismo.
Enumeraremos, a modo ilustrativo, algunas de las ideas de Lukács incluidas en
el ensayo epistolar que escribió en Florencia, dirigido a su amigo Leo Popper: "Sobre la
esencia y la forma del ensayo: una carta a Leo Popper", en octubre de 1910, puesto que
ya encontramos allí el comienzo de una línea de reflexión y discusión que será
profundizada más adelante y derivará en posiciones opuestas acerca de la condición
genérica del ensayo y su configuración híbrida o fronteriza. El texto del joven Lukács al
13 Cfr. J. Alazraki, "Tres formas del ensayo contemporáneo: Borges, Paz, Cortázar"...: 10, y David
Lagmanovich, "Hacia una teoría del ensayo hispanoamericano", Isaac Jack Levy - Juan Loveluck (eds.),
El ensayo hispánico. Actas del Simposio "The Hispanic Essay" (29-31.1.1981). Columbia - Carolina del
Sur: Univ. of South Carolina - Hispanic Studies Series N°3, 1984.
14
En "De Demócrito y Heráclito", ensayo 50 del Libro ¡ de sus Ensayos, Montaigne explica que, al tratar
un tema del que nada entiende, la forma discursiva adoptada -el ensayo- le permite recorrerlo "sondeando
el vado desde muy lejos" y, aún cuando reconozca la imposibilidad de atravesarlo, se evidencia la
efectividad del juicio. En este mismo ensayo encontramos una interesante descripción del modo de
escritura empleado: "Tomo al azar el primer tema que se me presenta. Todos me son igualmente buenos.
Y jamás pretendo tratarlos por entero ( ... ) Penetro en él, no con amplitud sino con la mayor profundidad
que puedo...". M. de Montaigne, Ensayos completos. Tomo 1. Bs.As.: Edics. Orbis—Hyspamérica, 1984, 18.
35
que hacemos referencia, sirvió de introducción y prólogo a su libro El alma y las formas
(Die Seele und die Formen. Berlin, 19 11)15. En esa misiva, con el estilo y la forma
dialógicos, propios de una carta-ensayo sobre el ensayo, se interrogaba a sí mismo
acerca de los principios ordenadores y la forma de la escritura ensayística, al tiempo que
consultaba e intentaba persuadir con vehemencia a su amigo de la condición de género
literario o gesto artístico que le adjudicaba al ensayo, independiente de las otras formas
discursivas ya conocidas. En una exultante apología del ensayo, Lukács lo situaba entre
la ciencia y la literatura, aún no independizado del todo como forma de la primitiva
unidad indiferenciada entre arte, moral y ciencia, dentro de cuyos límites borrosos
compartía algunos rasgos distintivos de otros géneros, y lo definía como una nueva
articulación de ideas y escritura que planteába temas filosóficos sin "la perfección
helada y definitiva de la filosofia", vale decir, un modo de pensar congruente y próximo
a la vida, configurado desde un punto de vista que precisamente privilegiaba y
revalorizaba la perspectiva (Lukács 1985, 15). Entre los rasgos distintivos, destacaba en
primer lugar el proceso de juzgar más que el juicio mismo, su condición de pieza
inacabada y la perdurabilidad del pensamiento del ensayista a pesar del paso del tiempo,
fundada en su arquitectura artística.
Medio siglo después, también desde los márgenes, en "El ensayo como forma"
(1958), Theodor W. Adorno complementó las primeras reflexiones de Lukács y en
ciertos puntos las contradijo, especialmente cuando cuestionaba la teoría lukacsiana del
ensayo como "forma artística". 16 En el citado trabajo, Adorno insistía en vincular
ensayo y heterodoxia, resaltando su carácter antisistemático, antidogmático,
fragmentario o, al menos, renuente a dar cuenta de visiones totalizantes y alejado del
espíritu cientificista, por cuanto revisaba y llegaba a liquidar las premisas de las que
partía. Con este argumento afectaba incluso gran parte de la obra de la madurez de
Lukács, asociada con el dogmatismo staliniano, especialmente los ensayos tardíos del
crítico húngaro a los que Adorno adjudicó la falacia de derivarse directamente de la
"teoría" (Adorno 1962, 17-27). En este mismo ensayo, nos interesa llamar la atención
sobre la redefinición de ese tipo que Adorno proponía enumerando un nuevo conjunto
de características peculiares que lo colocaban en un lugar intermedio entre la ciencia y
15 Cfr. G. y. Lukács, E/alma y laformas. Teoría de la novela. Ensayos. México: Grijalbo, 1985.
16
Cfr. Theodor W. Adorno, "El ensayo como forma"...: 11-36.
36
17Cfr. Adorno 1962. 15-19. Claire de Obaldía advierte que esta misma tendencia de pensar el ensayo como
totalidad siempre por hacerse o por venir, se encuentra en Georg Lukács y Walter Benjamin, y vincula esta
condición de "forma exiliada" con la de topos dislocado, buscando incesantemente la reintegración que el
ensayo presenta desde el Renacimiento. Cfr. C. de Obaldía, The Essayistic Spirit. Literature, Modern
Criticism and the Essay, 40. Para un análisis más detenido de los dos textos mencionados, véase
especialmente el primer apartado (The essay as a parergon) del capítulo 3, titulado "Philosophical Essayism",
C. de Obaldía, 99-125.
37
18 Merece destacarse la prolífica producción teórica y crítica sobre el ensayo procedente de Alemania, que ha
contribuido notablemente a la apertura y expansión de nuevas líneas interpretativas del discurso ensayístico
en general. Además de los autores citados, nos referimos a estudios como los que enumeramos a
continuación: Max Bense, "Über den Essay und seine Prosa", Merkur, 3 (1947), 414-424; Gerhard Haas,
Siudien :ur Form des Essays. Max Niemeyer, 1966 y del mismo autor, Essay. Met:Ier, 1969; Michael
Hamburger, "Essay über den Essay", AL-ente, 12 (1965), 290-292, y Ludwig Róhner, Der Deutsche Essay:
Materialien :ur Geschichte undÁesthetik einer /iterarischen Gattung. Luchterhand, 1966, entre otros.
38
19
Cfr.Kurt L.Levy y Keith ElIis,eds.El ensayo y la crítica literaria en Iberoamérica. Memoria del XIV°
Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.Toronto,CA: Ed.Univ.de Toronto, 1970.
20
Cfr. Isaac Jack Levy - Juan Loveluck (edits.), El ensayo hispánico. Actas del Simposio "The Hispanic
Essay: Theoretical Formulations, Authors, Trends and Issues ". (Univ.of South Carolina, 29-3111981).
Columbia-South Carolina: Univ. of South Carolina - Hispanic Studies Series N° 3, 1984.
21
Es necesario aclarar al respecto que cuando hablamos de forma, no nos referimos a una categoría
opuesta al fondo o contenido, sino a la noción bajtiniana que incorpora la ideología a la forma. Bajtin
define la forma por su carácter social y su función de organizar estéticamente los contenidos axiológicos
de la obra literaria. Asimismo, resulta interesante y complementaria con el planteo anterior la propuesta
de Hayden White de leer "el contenido de la forma" en sus estudios teóricos sobre el discurso histórico.
Cfr. Pável Medvedev (Mijail Bachtin), "La ciencia de las ideologías y sus problemas más inmediatos"
(1928), II metodo forma/e nel/a sciena della letteralura; introdu:ione al/a poetica sociologica. 1"parte,
Cap. 1. Bari: Dedalo Libri, 1978; M. Bajtin, Esthétique el théorie du roman. Paris: Gallimard, 1978, y H.
White, "Introducción: la poética de la historia", Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del
siglo XIX. México: FCE, 1992, y del mismo autor, El contenido de la forma. Narrativa, discurso y
representación histórica. Bs.As.: Paidós, 1992.
22
Carlos Real de Azúa, "Introducción y advertencia", Antología del ensayo uruguayo contemporáneo. Tomo
1. Montevideo: Universidad de la República - Departamento de Publicaciones- Letras Nacionales 5, 1964, 15.
39
Curiosamente los estudios posteriores sobre el ensayo han ignorado por completo
la tesis propuesta por Real de Azúa que destaca la novedad de las conexiones
interdisciplinarias como un dato natural y espontáneo, intrínseco al ensayo mismo, en tanto
que, según nuestro parecer, ésta eslabona y anuncia algunas de las inflexiones más
recientes de la teoría sobre el ensayo, que lo describen como un discurso fronterizo, un
híbrido literario, o un género mestizo, forma mixta, propicia para comunicar planteos que
desbordan los límites estrechos fijados por una disciplina determinada, sin dejar de
ubicarlo en los dominios de la literatura.
Ésta es una de las cuestiones centrales que articulan la discusión teórica y crítica
del ensayo en nuestra década. Cabe tener en cuenta en este punto que el estado de la
cuestión recién trazado parte del tipo particular de ensayo que nos ocupa y sólo
eventualmente puede remitirse a otras clases de ensayos. A nuestro juicio, se pueden
distinguir tres problemas ligados a su ubicación discursiva y, por ende, a su forma y
función, que adquieren especial interés en relación con las tesis que proponemos: en
primer lugar, la definición de su posición fronteriza o no respecto de otros discursos
sociales y culturales, dentro del vasto entramado semiótico en el que interactúa,
delimitando sus marcos discursivos en relación con los campos disciplinarios; en segundo
término, la discusión acerca de su inscripción como género en el campo de la literatura o,
de lo contrario, una tercera posición, que lo asocia con la superación de los límites
genéricos, optando por ligarlo con nociones más amplias como actitud, dimensión, modo o
espíritu ensayístico.
23 Cfr. Carlos Altamirano, "Ideas para un programa de historia intelectual" (Ponencia leída en el Congreso de
LASA, en Chicago, set. 1998), Prismas (Universidad Nacional de Quilmes, Argentina), 3 (1999), y Walter D.
Mignolo, "Coloniality at large: knowledge at the late stage of the modern!colonial world system"(Ponencia
leída en el Congreso de LASA, en Chicago, set. 1998), JILAS (Journal of Iberian and Latin American
Studies) Special issue on "The Subject of Cultural Studies".The University of Auckland, New Zealand (1999).
24 El crítico uruguayo Alberto Zum Felde es un exponente clásico de esta postura excesivamente amplia
Indice
y concesiva a la hora de armar un corpus de ensayos latinoamericanos, como lo demuestra en su
crítico de la literatura hispanoamericana: el ensayo y la crítica. México: Ed. Guaranía, 1954. El mismo
criterio de dudosa consistencia teórica sigue vigente aún en nuestros días, en algunos textos sobre el ensayo
que incluyen dentro de esa categoría materiales que identificamos mejor como proclamas, discursos,
manifiestos políticos y otros tipos de escritos construidos con formas emparentadas. Nos referimos
concretamente a algunos de los más recientes esbozos históricos y volúmenes antológicos del ensayo
latinoamericano publicados en los últimos años, como el estudio introductorio sobre el desarrollo histórico del
ensayo en Latinoamérica: Los géneros ensayísticos hispanoamericanos, de Teodosio Fernández, quien
deliberadamente no ingresa en el debate acerca de una definición que fundamente el recorte del objeto ensayo
con el que trabajará, excepto cuando lo delimita por la negativa (lo que no es narrativa ficcional, ni poesía ni
teatro), y como la antología preparada por Susana Rotker, titulada: Ensayistas de Nuestra América, en la cual
no se problematiza el concepto ni se explicita el criterio utilizado para la heterogénea selección propuesta.
Cfr. Teodosio Fernández, Los géneros ensayísticos hispanoamericanos.
Madrid: Taurus, 1990; AAVV.
Ensayistas de Nuestra América. Tomo 1: De Moreno a Sarmiento. Estudio preliminar, selección y notas sobre
los autores de Susana Rotker. Bs.As.: Losada, 1994, y AAVV. Ensayistas de Nuestra América. Tomo II: De
Bello a Gonále: Prada. Est.prelim., selección y notas sobre los autores de S. Rotker. Bs.As.: Losada, 1994.
41
4v lateralmente la función cumplida por el ensayo como uno de los géneros discursivos más
frecuentados en Latinoamérica, hasta hace unas décadas, para la articulación del
pensamiento acerca de la historia y la sociedad, cuando reflexiona sobre los efectos de la
reconfiguración de conceptos, modelos y fuerzas sociales en la estructura misma de la
producción de conocimientos y la consecuente reformulación disciplinaria e
interdisciplinaria, operada especialmente en el campo de las ciencias humanas y sociales.
Mignolo señala el desplazamiento de esa forma discursiva desde los dominios más anchos
del conocimiento hacia los de la literatura, en las llamadas ciencias del hombre, de donde
puede inferirse el lugar "natural", multidisciplinario, que solía ocupar, previamente al auge
de la compartimentalización institucional en disciplinas, más proclive a las formas
discursivas menos dúctiles y más rígidamente enmarcadas. -Por último, destaca -la estrecha
relación existente entre el discurso ensayístico y una segunda rama de la filosofía en
Latinoamérica que se pregunta por la existencia o la posibilidad de una filosofía
latinoamericana, en la medida que tanto el ensayo -pensado como manifestación discursiva
paraliteraria o paratáctica-, la modalidad del discurso filosófico antes mencionada y la
literatura en general, sobrepasan la distinción binaria sujeto-objeto y la supuesta
neutralidad frente al objeto del saber que distingue la epistemología de las ciencias
sociales, en el marco de un inminente proceso de transculturación del pensamiento desde
sus formas más canónicas y disciplinarias hacia un nivel más radical de
transdisciplinariedad.25
Pero la condiciónfronteriza y heterogénea que proponemos como consustancial
al ensayo latinoamericano, no termina, desde nuestra perspectiva, en la determinación
- - de sus relaciones con otras disciplinas y otros campos del saber, como la filosofía, la
historia, la política, la ciencia en sus más diversas ramas, la didáctica, la crítica literaria
y cultural, entre otras, sobre las cuales preferimos no explayamos a priori en este
25La voluntad de hacer dialogar una posible teoría del ensayo iberoamericano con la noción de
interdisciplinariedad y la perspectiva derivada de ella, se hace explícita en la presentación del proyecto El
Ensayo en América Latina en el siglo )O(, dirigido por Horacio Cerutti Guldberg junto con Liliana
Weinberg en la UNAM (México), cuyos volúmenes reúnen algunos trabajos que intentan encauzarSe
dentro de esa misma línea. Asimismo en la presentación del primer volumen, Cerutti Guldberg llega a
admitir que la tendencia del ensayo a transgredir fronteras institucionalizadas reclama una consideración
transdisciplinaria. Cfr. AAVV, El ensayo en Nuestra América. Para una reconceptuali:ación. (Actas del
Coloquio Internacional sobre el Ensayo en América Latina en el siglo XX Sufuer:a epistémica). Coord.
por Horacio Cerutti Guldberg. México: UNAM -CCYDEL - Colección El ensayo iberoamericano 1,
1993; AA VV, El ensayo iberoamericano. Perspectivas. (Actas del II Coloquio Internacional). Coord. por
H. Cerutti Guldberg. México: UNAM -CCYDEL - Colección El ensayo iberoamericano 4, 1995.
42
agencia verbal del espíritu, del pensamiento, del juicio, situada —ambigua,
incómodamente- en las zonas fronterizas de la Ciencia, de la Literatura y de la
Filosofia (R.de Azúa 1964, 26)
26
Hemos propuesto una caracterización del discurso ensayístico que sigue esta línea teórico-interpretativa en
nuestros trabajos: "Entre la historia y la ficción. El ensayo en Hispanoamérica: una discursividad fronteriza".
Cfr. Elisa T. Calabrese (coord.). Itinerarios entre la ficción y la historia. Transdiscursividad en la literatura
hispanoamericana y argentina. Bs.As.: Grupo Editor Latinoamericano, 1994:11-26, y "El ensayo
latinoamericano del siglo XIX: la producción de significaciones culturales", Literatura latinoamericana.
Otras miradas, otras lecturas (Actas de las IX Jornadas de investigación del Instituto de Literatura
hispanoamericana de la UBA). Bs..As.: Univ.de Bs. As.-Facultad de Filosofia y Letras - Instituto de
Literatura Hispanoamericana, 1994: 163-166.
t 27
28
Max Bense, Hegel y Kierkegaard Una investigación de principios. México: UNAM, 1969, 11.
También Andrenio (Eduardo Gómez de Baquero), en "La prosa periodística y el ensayo", Nacionalismo e
hispanismo y otros ensayos (Madrid: Historia Nueva, 1928), relacionaba la filosofia con el ensayo, al
definirlo como una "filosofia popular y literaria, que casa la meditación con el ensueño y la viste de
metáforas, como hacen los poetas con sus ficciones. Los mejores ensayistas son poetas de las ideas y de la
historia" (216).
43
Ensayo y literatura
Asimismo José Miguel Oviedo transita por esas mismas sendas, cuando lo describe
29
La descripción que ofrece Horacio Ceruui Guldberg acerca de la marginalidad del ensayo en la academia es
lo suficientemente elocuente para ilustrar el desplazamiento bastante generalizado del ensayo a partir del
apogeo de las ciencias sociales:
manifestación cultural condenada, si no a la extinción sí a la marginalidad en un mundo de
papers, de conocimiento trivializado e irrelevante. Quizá superado y llevado a la obsolescencia por
los desarrollos más confiables de las ciencias sociales, el ensayo habría quedado recluido en el
desván de la subjetividad ( ... ). Expresión de un tipo de pensamiento oscilante entre el optimismo y el
pesimismo, convocación profética y regañona, sin fuerza conceptual y afecto a las pirotecnias
verbales, más retórico que argumentativo, ¿quién querría revivir su tendencia proverbial a la
asistematicidad, a esa práctica peyorativamente denominada ensayismo? (H. Cerutti Guldberg 1995:
IX).
30
E. Martínez Estrada "Montaigne, filósofo impremeditado y fortuito", Heraldos de la verdad.
Montaigne, Balzac, Niet:sche. Bs.As.: Nova, 1958, 83, cit. en Liliana Weinberg de Magis, E:equiel
Martíne: Estrada y la interpretación del "Martín Fierro ". México: UNAM - CCY DEL - Nuestra
América, 1992: 49.
44
como "una forma literaria curiosa hecha de ciencia, voluntad didáctica, habilidad crítica,
información, poesía, testimonio personal y tratamiento artístico de los más diversos temas"
(Oviedo, 17), incluso cuando éstos no sean literarios.
Ahora bien, la dificultad para responder consensuadamente acerca de la pertinencia
o no de incluir el ensayo dentro de la literatura, alcanza la decisión todavía mucho más
discutible de asignarle con cierto grado de certeza el rótulo de género literario. A la
primera cuestión podría aducirse la necesidad de un replanteo de la noción de literatura
que la amplíe e incorpore explícitamente en ella la por mucho tiempo relegada literatura
de ideas.3 ' Por otra parte, quienes se niegan a revisar la identificación de la literatura con
los componentes y procedimientos propios de la ficción —que prevaleció durante las dos
últimas centurias-, alegan precisamente la ausencia de un núcleo ficticio en la mayoría de
los ensayos y, como contrapartida, la sobreabundancia de elementos conceptuales con un
neto predominio de estrategias expositivas y argumentativas que lo alejarían o lo
desplazarían hacia los márgenes de la literatura. Otras posturas intermedias lo describen
como una "pieza ideológica de cierto sesgo literario" que, analizada desde una perspectiva
lingüístico-formal, aparece delimitada entre las dos orillas que la cercan: de un lado, la del
lenguaje preponderantemente artístico y del otro, la del lenguaje eminentemente
científco. 32
En el extremo opuesto a esta posición, Robert Scholes y Carl Klaus proponen
estudiar el ensayo dentro de los dominios de la crítica literaria, apelando a su sorprendente
vitalidad probada en numerosos exponentes de reconocido valor, y a la constante
referencia a las dimensiones ensayísticas y sus cualidades, aplicables a otras clases
literarias de indudable calidad artística. 33 Por otra parte, la presencia de algunas
modalidades literarias o estéticas que trasuntan un trabajo creativo del lenguaje, con estilo
y una subjetividad que se expresa de un modo personal en ese acto, contribuyen a marcar
cierta distancia respecto de la mera propaganda, la polémica, la arenga, el escrito
ideológico político, social, religioso, más pragmáticos, inmediatos y combativos, y de los
31
En El deslinde, Alfonso Reyes asocia el ensayo con un tipo de literatura "ancilar", constituida por lo que
denomina "sistemas dispersos", aludiendo a su interacción con otras modalidades discursivas de las prácticas
letradas. Cfr. A. Reyes, El deslinde. Prolegómenos ala teoría literaria. México:FCE, 1963, esp. cap. II de la
Primera parte.
32
Pedro Aullón de Haro, Los géneros ensayísticos ene! siglo X(. Madrid: Taurus, 1987, 100.
4th edition. London: Oxford
33
Cfr. Robert Scholes y Carl H. Klaus (eds.), Elemenis of Lilerature.
University Press, 1991,2.
45
que, sin embargo, no termina de separarse totalmente, a riesgo de ser dejado de lado por
mero desinterés.
En suma, en la frontera de lo estético y lo científico, de lo político panfletario, lo
filosófico y lo periodístico, conjugando a menudo procedimientos poéticos con
estrategias didácticas, operaciones narrativas y recursos dramáticos, elementos
autobiográficos y testimoniales con rasgos provenientes de la oratoria, del género
epistolar, del discurso forense o del estudio crítico, entre otros, el ensayo de
interpretación cultural reemplaza la sistematización científica por una ordenación
estética que, en definitiva, es el resultado de una "estilización artística de lo
didáctico"34 .
" Eduardo Gómez de Baquero, "El ensayo y los ensayistas españoles contemporáneos ", El renacimiento de
la novela en e/siglo XIX. Madrid: Edit. Mundo Latino, 1924, 140-1, cit.por J.L.Gómez-Martínez 1992, 20-21.
31
Cfr. Lidia N. G. de Amarilla, El ensayo literario contemporáneo. La Plata: Fac. de Humanidades y
Ciencias de la Educación, 1951, 8, y también J. Leenhardt, 130. En esta misma línea, se encuadra la
afirmación de Juan Marichal al ver el ensayo más que un género, "una 'operación' literaria, un 'cómo' en
vez de un continente expresivo". J. Marichal 1984, 12.
36
Scholes y Klaus visualizan el ensayo como cuarto prototipo genérico, dentro del continuo de posibilidades
literarias. Estos autores prevén además que cada una de las categorías admita a su vez cuatro posibilidades
como énfasis o estrategias. En el caso del ensayo, la estrategia se identifica con la persuasión ensayíslica. Al
comentar esta propuesta, Paul Hernadi critica la elección del ensayo como una de las cuatro categorías
centrales, argumentando que así como ciertos ensayos son ejemplos de la comunicación verbal no artística,
puramente utilitaria, otros son personales y artísticos, pero pierden su naturaleza estrictamente temática. Entre
los teóricos que intentaron volver a la clasificación cuatripartita prerromántica, incorporando alguna versión
del género didáctico, Hernadi destaca a Herbert Seidier, Wolfgang Victor Ruttkowski y Willi Fleming, Cfr.
Scholes y Klaus 1991; Paul Hernadi, Teoría de los géneros. Barcelona: Antoni Bosch ed., 1978, 118-9.
37
Alastair Fowier, Kinds of Literalure: Introduction lo Ihe Theory of Genres and Modes. London: Oxford
University Press, 1982, 9.
46
extensión limitada, asociándose para organizar estéticamente su material, con todo tipo
de formas potencialmente literarias, algunas de las cuales lo precedieron en su
momento, luego facilitaron su surgimiento y aún hoy coexisten con él.
En este punto, quedan en pie algunos interrogantes: ¿podría pensarse que la
carencia o la poco común versatilidad de la posible condición genérica del ensayo
proviene del hecho de que se trata de una instancia previa, germinal, de la "matriz de
todas las posibilidades genéricas", como lo sugiere el crítico de Barthes, Réda
BensmaYa?38 ¿O podríamos deducir entonces que estamos frente a un producto derivado o
suplementario de otro género principal o, por el contrario, que se trata de una forma
precedente de todas las demás? Naturalmente la enorme variedad de modalidades
fluctuantes que reúne el discurso ensayístico fomenta respuestas múltiples, radicalmente
diferentes y hasta contradictorias: cuarto género, no-género, matriz de todos los géneros,
germen o epilogo de otros géneros, y en verdad no es fácil ni pertinente decid irse a priori
por una de ellas.
Para sortear las aporías planteadas por la topología del ensayo que acabamos de
reseñar, la noción de literatura en potencia ("literature in potentia ") ofrece la ventaja de
situar el ensayo en una relación afin a la de los otros géneros -biografia, diálogo, historia,
autobiografia, carta, sermón, máximas, aforismos y otros- que Alastair Fowier reúne bajo
ese rótulo de reciente factura, que se caracteriza por rodear, a modo de un plasma de
formas emparentadas, el núcleo de los géneros centrales. Como es evidente, el estatuto de
literatura en potencia supone la concurrencia en el discurso ensayístico de varias técnicas
literarias, ficcionales o de la novela en particular.
Además de las posibilidades enumeradas, la relación del ensayo con el discurso
literario admite otros matices que revelan problemas de interés para el estado de la
cuestión que nos proponemos trazar, como las dos aristas de la diferencia entre los
términos antes mencionados: si desde un planteo temporal y dinámico puede decirse que
el ensayo aún no es literatura, pero puede llegar a serlo, desde una perspectiva más
estática y sincrónica, la diferencia se presenta entre lo literario y lo extraliterario.
Finalmente podemos concluir que, en su acepción más amplia e inclusiva, el ensayo
38
Réda BensmaTa, The Barihes Effect. The Essay as Refieclive Texi. Trans. Pat Fedkiew. Minneapolis:
Univ.ofMinessota Press, 1987,91-2.
39
Cfr. Alastair Fowler 1982, 5. Según consigna Claire de Obaldía, la expresión citada ha sido utilizada
anteriormente por Michel Beaujour en "Genus Universum", Glyph, 7 (1980), 27. Cfr. C. de Obaldía 1995, 6.
47
engloba casi todos los géneros en ambos lados del margen literario, de modo que la
divisoria entre lo literario y lo extraliterario opera también incluso dentro de su dominio.
° Para esta cuestión, resulta útil la distinción que propone Fowler entre género ("kind") y modo ("mode"),
identificándose el primero con el sustantivo y el segundo con el adjetivo. Cfr. A. Fowler 1982, 88.
41
En su clasificación, Angenot sigue con algunos cambios a Ludwig Rohner, quien en Der Deutsche Essay
(1966) distinguió "Essay"(ensayo) en sentido estricto, más subjetivo, aforístico, estético, asociativo e
intuitivo, y "Abhandlung"(tratado, disertación), más objetivo, metódico y concreto. El desacuerdo entre
ambos reside en que Angenot considera los dos tipos en la categoría ensayo literario ("essai lilléraire"), en
tanto que Rohner insistía en el carácter lúdico del Essay, y la crítica en general tiende a reservar la cualidad
literaria sólo para éste. Cfr. Marc Angenot 1982, 47-68.
48
En este punto, la noción de modo supone una idea genérica más elusiva y
reemplaza la de género, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XX, cuando éste
ya parece obsoleto o pasado de moda y se impone sobre él la hegemonía de la novela.
La tensión entre modo y género y la opción de pensar el modo como un precedente del
género, o como su único remanente, nos sitúan frente a la "dialéctica de centro y
margen", inscripta en el corazón de la lógica del ensayo, desde sus mismos inicios con
Montaigne, quien hace un uso modal del vocablo como principio estructural. 42
Otros críticos prefieren aludir a un espíritu ensayístico43que focaliza la crisis o
disolución genérica, dentro de una aguda reflexión y autoconciencia que suele
acompañarse de una crítica a los sistemas y acarrea un interminable proceso de disolución
de la identidad en fragmentos de unaobratotai y bosquejos de obras en proceso, o a una
44
actitud o estilo ensayístico, visible aún en obras que no son estrictamente ensayos sino
crónicas, cartas, discursos, críticas o relatos, y caracterizado por una tendencia natural a la
indagación y el cuestionamiento.
Mediante los conceptos enumerados, se puede contemplar el ensayo desde su
condición paratáctica y paratextual45, es decir, desde la posibilidad de inserción en
otras formas discursivas y literarias de una serie de elementos que lo hacen reconocible y
cuya existencia es independiente y previa a la de aquellas. Según Gérard Genette, dicha
condición resulta un "aspecto de la textualidad" y a fortiori de la "literaridad" (Genette
1982, 15), que nos lleva a admitir la potencial presencia de rasgos ensayísticos en
42
En efecto, la unidad de los Essais de Montaigne se constituye como tal, por medio de un continuo
descentramiento. Graham Good sostiene que, para Montaigne, la voz "ensayo" alude a un concepto
esquemático y fragmentario, una especie de medio que liga formas establecidas como la sentencia y la cita,
por un lado, con el libro, por otro. Cfr. G. Good, The Observing Se(f Rediscovering the Esqy. London:
Routledge, 1988, 28.
' Claire de Obaldía utiliza la expresión espíritu ensayíszico, en un sentido que trasciende la posición
romántica para vincularse con la perspectiva pre- y post-hegeliana de los teóricos alemanes (Nietzsche,
Wittgenstein, entre otros), suscribiendo a la dialéctica negativa del esquema hegeliano. Desde este ángulo, el
ensayo exhibe su imposibilidad de reducir la otredad a lo mismo, la no-identidad a la propia identidad y de
lograr fusionar teoría y práctica, existencia y pensamiento, arte y filosofia. Cfr. de Obaldía, 48.
' Entre otros, Michael Hamburger propuso que el ensayo es un estilo más que una forma ("Essay über
den Essay", AL-ente, 12 (1965), 291, cit. en de Obaldía, 23.
45
El estado paratextual del ensayo opera en el funcionamiento del texto como tal, aunque éste no haya sido
publicado literalmente como un paratexto, e incluye formas muy variadas en que el ensayo señala su posición
transitoria en los márgenes de una obra en proceso. Gérard Genette distingue dos categorías de paratextos: el
epitexto (borradores, autobiografias, diarios, cartas, entrevistas y otros autocomentarios, incluyendo otras
performances orales y públicas), y lo inmediatamente fuera de la periferia de la obra literaria y "dentro" de
ella, el peritexto (prefacios, notas a pie de página, conclusiones). El ensayo suele operar como un paratexto
preliminar (borrador o prefacio), pero también como un paratexto postliminar, cuando ejerce un rol crítico o
metatextual. Cfr. O. Oenette, Palimpsestes: Le Littérature au second degré. Paris: Seuil, 1982, 10 y 15.
49
cualquier forma literaria. En efecto, especialmente desde principios del siglo XX, los
géneros literarios que incorporan material ensayístico adoptan el adjetivo ensayístico: así
pueden encontrarse poemas, dramas y principalmente novelas ensayísticas, que suelen
atravesar en algunos casos la categoría de Bildungsroman (novela de formación, educación
o iniciación), siempre reduplicando su inherente mixtura o hibridez. Pero a pesar de la
sanción teórica de su total diseminación o dispersión como género que podría pensarse
como inscripta en su propia lógica, debemos advertir que en la práctica el ensayo
subsiste hasta nuestros días, coexistiendo precisamente con los demás géneros que
suelen mixturarse con él.
Podemos concluir finalmente que, si bien esta perspectiva ofrece la ventaja de
traspasar la- rigidez -de las fronteras genéricas, no deja de generar otros efectos que,
como contrapartida, marginalizan el ensayo en su progresión hacia la literatura y lo
convierten en materia prima para ser absorbida y transformada por otros géneros o
subespecies literarias.
46
En la línea de la reacción antirretórica de los románticos, formulada teóricamente en 1901 en la estética
croceana que ya impulsaba la disolución de los géneros tradicionales, y ante la insuficiencia de la división
tripartita, nuestra propuesta dialoga con la de R. BensmaTa, quien define el ensayo como un género "atópico
50
y excéntrico ", sin una forma predeterminada, pero relacionado con otras subespecies afines. R. BensmaYa-
1987, 96.
5'
' Elegimos en este caso, la categoría utilizada por W. Mignolo en un trabajo señero para los estudios
formales del discurso ensayístico latinoamericano, donde para evitar la ambigüedad del vocablo género
sugiere la denominación más neutra de tipo discursivo, entendida como un "cierto número de rasgos (o
procedimientos) distintivos agrupados en una "forma" general de un discurso". W. Mignolo, "Discurso
ensayístico y tipología textual", Textos, modelos y metáforas. Xalapa: Univ. Veracruzana, 1984: 213.
48
Jaime Alazraki describió el ensayo como "una disquisición sobre un tema muy bien definido (generalmente
de cultura), su atracción es más limitada que una obra (novela, cuento, poema) cuyo campo focal es la
condición humana como totalidad". J. Alazraki, "Tres formas del ensayo contemporáneo: Borges, Paz,
Cortázar": 9.
49 La definición que proponemos ha sido planteada y reformulada, con algunas modificaciones, en
nuestros trabajos anteriores sobre este tema. Cfr. M. Scarano, "Discurso ensayístico, cultura e ideología en
el sistema literario hispanoamericano", Revista del Ce/chis, 1, 1 (1991): 155-166; "Entre la historia y la
ficción. El ensayo en Hispanoamérica: una discursividad fronteriza": 11-25, y "El ensayo latinoamericano del
siglo XIX: la producción de significaciones culturales": 163-166.
52
quien están especialmente destinadas sus estrategias de seducción. Por ende, cobra
especial interés para nuestro estudio, desentrañar las estrategias que deciden la
orientación de este tipo de discurso, escrito desde la perspectiva personal de su autor -
único protagonista posible-, cuya subjetividad estará siempre presente -explícita en
mayor o menor medida- en las marcas de estilo inscriptas en las distintas zonas y
componentes del espacio textual. Al favorecer el vínculo con una comunidad lectora real,
el ensayo convierte al lector en un sujeto activo que cumplirá la doble función de
interlocutor-destinatario de la acción persuasiva del discurso. Por esta razón, en vez de
imaginarlo como un sujeto pasivo, a quien se conduce paso a paso, de un modo lógico y
ordenado, hacia un terreno propio, poblado de certidumbres y claridades previamente
establecidas, el ensayista reclama por distintas vías la participación del lector, tanto en
la constante evaluación de las propuestas siempre abiertas y provisorias, como en la
tarea de deducir e interpretar los tópicos de su reflexión, en una búsqueda compartida de
certezas que el autor no posee de antemano y que irá construyendo junto con sus
lectores en el proceso mismo del ensayo-indagación.
Esta inconfundible actitud dialogal o comunicativa que lo anima y lo convierte
en una forma característica de prosa compartida, por la comunidad de intereses creada
por el diálogo interno que en él se establece, se ve fortalecida por la condición de obra
abierta que acostumbra mostrar el ensayo 50, de modo que el lector está presente desde el
inicio mismo del proceso de producción de la obra, y desde la instancia misma de su
escritura, se lo reclama para colaborar en la aventura intelectual de dar cauce a proyectos,
ensayar alternativas, imaginar modelos y criticar disuasoria y creativamente las grandes
teorías. En este modelo de interacción que nos interesa recuperar para explorar la faceta
polémica y exhortativa del ensayo, como vehículo del debate entre las diferentes
lecturas y proyectos generados sobre y desde el campo político-cultural
latinoamericano, en el recorte temporal que seleccionamos, el lector —ahora empírico y
contingente, más que implícito y trascendental- estará tan activamente involucrado en la
tarea crítica de cuestionamiento e interpretación así como el sujeto mismo del acto
enunciativo, sin que por esto quede eliminada la subjetividad del ensayista ni disminuya
el valor de su mensaje.
50
En virtud de este carácter dialógico, Jacques Leenhardt relaciona el ensayo con la categoría de 'forma
discursiva abierta'Ç propuesta y analizada por Mijail Bajtin. Cfr. J. Leenhardt, 135.
53
51
Al distinguir el ensayo, del tratado y la monografia, Santiago Kovadloff lo define como "expresión
magistral de un temperamento" que trasluce sus propias dudas, convicciones y emociones al mediar en el
tratamiento de un asunto. En relación con el reclamo de elocuencia ensayística, atribuye al "relieve estético
del lenguaje" su condición de pieza literaria, independientemente de la idoneidad profesional que se
manifiesta en tal o cual materia, o del conocimiento abstracto que se posea de las reglas propias de tal o cual
género. Cfr. S. Kovadloff, "El ensayo en el espejo", Marcelo Percia, compil. Ensayo y subjetividad Bs.As.:
Eudeba, 1998: 88-89.
54
pi
de apelación y de incoación discursiva, y actualmente cuenta con un consenso
considerable en la aún incipiente teoría del ensayo latinoamericano. 52 Ahora bien, si de
acuerdo con lo expuesto, el ensayo ingresa en el campo de la estética, desde el siglo
XVIII, y entra por esa vía en relación con la literatura, de un modo conflictivo y
discontinuo, ya había estado ligado a la retórica y a los llamados géneros de la
persuasión, por sus formas precedentes, desde mucho tiempo atrás. A pesar de esta
prolongada connivencia con la retórica, este aspecto dista mucho de haber sido
trabajado cabalmente y en profundidad. En relación con el tipo de ensayo que nos
ocupa, no es extraño encontrar interpretaciones que vean en la presencia profusa de
procedimientos retóricos -en el sentido más peyorativo del término, asociado a lo
meramente ornamental y superfluo, reducido a las figuras de estilo y al aspecto
estrictamente elocutivo- una señal de debilidad argumentativa, lo que solía decidir la
subestimación del texto en cuestión como ejercicio declamatorio, pura literatura o
engaíosa imaginería verbal. Al respecto, nos limitaremos a consignar que, a nuestro
juicio, aún resta mucho por hacer para desmontar los mecanismos y procedimientos
compositivos que definen ese modo o estrategia de escritura que denominamos ensayo, y
queda en pie, como una tarea pendiente, la profundización del estudio concreto de las
múltiples formas que asume el comportamiento persuasivo del ensayo y su dimensión
argumentativa, planteada como un fenómeno discursivo global y complejo, en el contexto
de las formaciones sociales y culturales latinoamericanas.
Sin duda, nuevas y promisorias lecturas de este tipo de ensayo podrán surgir, a la
luz de los más recientes enfoques que revisan las relaciones entre retórica ("arte del bien
decir") y dialéctica ("arte del bien razonar"), de acuerdo con la antigua distinción
aristotélica, y explican el renacimiento y la rehabilitación de la retórica en el pensamiento
contemporáneo, así como los nuevos lazos que ligan la llamada nueva retórica con la
teoría de la argumentación o la nueva dialéctica.53 A este nuevo arte le conciernen los
52
Para ilustrar esta cuestión, basta revisar las tesis que reúne José Luis Gómez-Martínez en tres capítulos de
su libro Teoría del ensayo (caps. 10,15 y 16), en consonancia con las proposiciones más aceptadas por la
mayoría de los teóricos y críticos del ensayo. Cfr. Gómez-Martínez 1992, 59-62 y 83-89.
53
Cfr. Chalm Perelman, E/imperio retórico. Retórica y argumentación. Trad. de Adolfo León Gómez
Giraldo. Sta.Fe de Bogotá: Edit.Norma, 1997, 10-21. Perelman adjudica a Petrus Ramus (Dialéctica,
1555) el error fatal para la retórica de reducirla al "arte del uso elocuente y ornado del lenguaje", a una
retórica de figuras, y despojarla de sus otras dos partes: la invención (inventio) y la disposición
(dispositio). Advierte sobre la necesidad de concebir la lógica como el estudio del razonamiento bajo
todas sus formas, y de completar la teoría de la demostración (lógica formal) con una teoría de la
55
diferentes tipos de discursos dirigidos a distintos auditorios, sobre materias diversas, que
animan el campo de la vida pública activa, y especialmente el de la política, con particular
interés en los razonamientos dialécticos o juicios de valor, es decir, las argumentaciones
del orden de lo preferible, lo aceptable o lo razonable que pretenden ganar la adhesión de
los lectores a las tesis que se presentan para su aceptación. Entendida como arte de
persuadir y convencer, la retórica se constituye así en una lógica de los juicios de valor que
contribuirá a recuperar en nuestro horizonte intelectual la técnica del discurso persuasivo,
del que forman parte el ensayo y otras formas doxológicas afines del debate ideológico
moderno, empeñadas en obrar sobre los otros por medio de la palabra y la razón, no
solamente para lograr una adhesión intelectual sino también para incitar o crear una
disposición para la acción (Perelman 1997, 32). Dado que-en- el campo de las disciplinas
prácticas como la ética y la política, las decisiones y controversias son tan frecuentes como
inevitables, estos discursos entimemáticos persuasivos 54 hacen uso a menudo del
razonamiento crítico ante circunstancias de índole muy diversa, aunque sin recurrir
necesariamente al cálculo o a la demostración, sino a la argumentación persuasiva o
convincente como una estrategia discursiva insustituible en toda deliberación o
confrontación de opiniones y posturas divergentes.
Al mismo tiempo, nuevos campos y perspectivas de análisis han ido surgiendo
desde la semántica y la pragmática lingüística, el análisis del discurso y los enfoques
lingüísticos socio-culturales en general, que coinciden en considerar el lenguaje como
portador de propiedades intrínsecamente argumentativas, vale decir, como medio que
actúa sobre las representaciones de los individuos, de modo que éstos adhieran a un punto
argumentación. La decadencia de la retórica se precipitó desde fines del siglo XVI, a causa del ascenso del
pensamiento burgués que generalizó el papel de la evidencia personal del protestantismo, de la evidencia
racional del cartesianismo o de la evidencia sensible del empirismo. El desprecio por la retórica y el olvido
de la teoría de la argumentación condujeron a la negación de la práctica y así los problemas de acción se
vieron reducidos a problemas de conocimiento, de verdad o probabilidad, o bien fueron considerados
irrelevantes para la razón (26-27). Para una exposición más detallada, véase. Ch. Perelman- L. Olbrechts-
Tyteca. Tratado de la argumentación. La nueva retórica. Trad. Julia Sevilla Muñoz. Madrid: Gredos,
1989. 1° edic.: Bélgica, 1989, esp. 30-43.
54
En la tipología de la literatura de ideas propuesta por Marc Angenot, se define el discurso entimemático
como una entidad compleja cuya unidad de base es el entimema, vale decir: todo enunciado que propone un
juicio sobre un tema cualquiera y que pone en relación este fenómeno con un conjunto conceptual que lo
integra o determina, "un maillon d'une chame de pensée" plus ou moins dép/oyée ckins bus ses eléments,
(..) organisée selon une siratégie générale d'órdre cognitf". Dentro de esta constelación discursiva ubica,
frente al discurso narrativo, al conjunto de formas doxológicas que pertenecen al orden de lo probable y
comprenden, por un lado, al ensayo-meditación y al ensayo-diagnóstico y , por otro, al discurso agónico,
integrado por el panfleto, la sátira y la polémica. Cfr. M. Angenot 1982, 30-36.
56
" Cfr. Berta Zamudio et al. "Introducción", Elementos de semiología y análisis del discurso. Curso C.B.C.
Bs. As.: Edics. "Cursos Universitarios", 1990: 1-VII.
56 Georges Vignaux desarrolla extensamente en el marco de la lógica discursiva la idea del discurso
argumentativo como representación y llega a sostener que: "[L]a argumentación es teatralidad". G. Vignaux,
La argumentación. Ensayo de lógica discursiva. Pról, de Jean Blaise Grize. Bs.As.: Hachette. P edic. franc.:
Genéve-Paris, Librairie Droz, 1976: 77.
Entendemos por discurso social —siguiendo a Angenot- los dominios discursivos que componen la
totalidad de lo que se dice y se escribe en una situación social determinada, así como todo lo que se imprime,
lo que se habla públicamente o se representa hoy en día en los medios electrónicos. Esa noción abarca tanto
los sistemas genéricos como los repertorios tópicos y las reglas de encadenamiento de los enunciados que
organizan lo decible -narrable y opinable- en una sociedad dada. Cfr. M.Angenot, "Pour une théorie du
discours social: problématique d'une recherche en cours", LiitératureMédiations du social.Recherches
actuelles, 70 (mai 1988): 83.
58 Recordemos que la argumentación junto con la narración son los dos grandes modos de la puesta en
59Cfr. M. Angenot, "Argumentation et Discours", Discours Social/Social Discourse, II, 3 (FalI 1983): 69.
60Tomamos esta expresión con el sentido que le dio Carlos Altamirano, al analizar desde una perspectiva
discursiva los debates ideológicos en la historia intelectual argentina, en el marco del seminario de posgrado
"Pasiones políticas y campo intelectual", dictado en el mes de noviembre de 1998, en el Programa de la
Maestría en Letras Hispánicas de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
C. Klaus 1991,5,6, )OO(
58
La excesiva amplitud y la diversidad son —como lo señalamos- las dos notas más
salientes del ensayo, en un cuadro de conjunto que privilegie una perspectiva teórica y
general. En esta instancia, acotaremos nuestro punto de mira para examinarlo en situación.
Para ello nos centraremos, con un enfoque más preciso, en algunas cuestiones que nos
permitirán calibrar de qué modo se articuló el ensayo latinoamericano de interpretación
cultural.. con determinadas circunstancias históricas y procesos socioculturales.
Revisaremos las condiciones históricas y sociales que acompañaron el surgimiento y el
desarrollo de una tradición ensayística de tan fuerte arraigo en el subcontinente.
En primer lugar, conviene tener presentes las transformaciones culturales que
prepararon el terreno y estimularon una práctica tan intensa y frecuente en estas latitudes,
especialmente desde mediados del siglo XIX, hasta el extremo de anticiparse al auge que
alcanzó en la península ibérica, hacia el final de esa centuria. Cabe preguntarse en este
punto por la atmósfera de cambios históricos de distinto orden que se registraron en
nuestros países. ¿Qué repertorio de ideas y de nuevas sensibilidades propició la profusión
de ensayos de interpretación cultural en las naciones latinoamericanas? ¿Por qué razón y
en qué sentido el ensayo se convirtió en el vehículo más eficaz para construir nuevas
subjetividades políticas y sociales y para expresar las propuestas, inquietudes y
aspiraciones nacidas en ese humus histórico, a partir de las diferentes experiencias
asimiladas y los materiales ideológicos trasplantados y aclimatados a las condiciones
peculiares de ese suelo?
Como se sabe, tanto desde la crítica literaria y cultural como desde la historia de las
60
rápido esbozo de los cambios más significativos registrados en las preliminares de las
revoluciones independentistas, con el fin de contextualizar las instancias discursivas más
puntuales que analizaremos con mayor detenimiento en la segunda parte de nuestro
estudio.
2
Aludimos a la identificación del ensayo como un tipo discursivo delimitado por un conjunto de rasgos y
procedimientos que permiten diferenciarlo, a modo de marcadores genéricos, con un cúmulo de
conocimientos asociados a ese concepto y vigentes en un período dado, que organizan la información
relevante sobre la producción y la comprensión de los discursos. Cfr. W. Mignolo, "Discurso ensayístico y
tipología textual".
Cfr. John Lynch, Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1825. Barcelona: Editorial Ariel, 12.
real absoluto, siguiendo el modelo político francés, contribuyeron en gran medida a la
agudización de un conflicto que ya se había hecho evidente desde mucho tiempo atrás, en
otros planos de la realidad histórica de la América colonial.
Si los intereses económicos y los demandas políticas y sociales en América eran de
por sí heterogéneos, la política borbónica desencadenó enfrentamientos entre las distintas
colonias y en el interior de ellas mismas, y despertó la resistencia de las elites locales, a
causa de la presión tributaria y la dificultad de los criollos para acceder a los cargos
públicos. Como resultado de la renovación del control imperial, con la supresión del
sistema de puerto único en España, a partir de 1765, el peso de la dependencia resultó
visiblemente mayor. Ni la autorización del comercio intercolonial y la abolición del
monopolio de Cádiz y Sevilla, ni la ampliación españoladel comercio con -España a varios
puertos de la América Hispana, impulsada desde 1778 por el "Reglamento para el Libre
Comercio entre España e Indias", fueron suficientes. Más aún: llegaron demasiado tarde
para modificar la escena y descomprimir la tensión. Podría decirse, recurriendo a la imagen
que ha trazado John Lynch, que la reforma imperial vino a plantar "la semilla de su propia
destrucción" (Lynch, 10).
Habría que tener en cuenta, además, otro factor importante que irrumpió y llegó a
ejercer una influencia decisiva en ese mismo escenario: los tempestuosos aires
revolucionarios que sacudieron el mundo occidental en las últimas décadas del siglo
XVIII e impactaron con fuerza en el mundo hispánico, a partir de la eclosión de la
Revolución Francesa y sobre todo desde la revolución liberal de 1808 que marcó el pasaje
del antiguo régimen de la monarquía hispánica a las formas políticas modernas de la
sociedad burguesa. Al mismo tiempo, en diferentes puntos de la geografia continental, el
siglo XVIII fue testigo de una serie de asonadas, motines, levantamientos populares o de
ciertos grupos sociales y, más adelante, movimientos revolucionarios que, en algunos
casos, alcanzaron el carácter de verdaderas rebeliones políticas. 4 Por lo general, estuvieron
Nos referimos, por ejemplo, a la rebelión de los comuneros del Paraguay (1725) que ya invocaba la
soberanía popular, la rebelión de Juan Francisco de León contra la Compañía Guipuzcoana de Caracas (1749-
1752), la agitación popular secesionista de los barrios de Quito (1765), el amotinamiento de los comuneros de
El Socorro en Nueva Granada (1781), las protestas de los comuneros de Mérida (1781), el levantamiento de
Minas Geris (1789) y los movimientos revolucionarios como el "de los Franceses" en Chile (1780), la
sublevación de Túpac Amaru en Perú (1780) y los levantamientos de 1795 y 1797 en Caracas, inspirados por
Francisco de Miranda.
63
conciencia en estas tierras de que se estaba inaugurando una era fundacional de un nuevo
tipo de hombre individual y de sociedad contractual, nacidos de un nuevo pacto social y de
una nueva política, que eran expresión de un nuevo soberano: el pueblo, al que se
pretendía representar o encarnar. Por otra parte, el triunfo del individuo que pasó a ocupar
un lugar central en la escena filosófica, desde Descartes, y en el campo de lo político, a
partir de las ideas de Hobbes, Locke y Rousseau, tuvo su correlato en las nuevas formas de
sociabilidad que se establecieron en aquellos tiempos. La descripción que ha hecho de ellas
François-Xavier Guerra, destaca los aspectos modernos de esas prácticas:
No cabe duda de que los cambios introducidos por esas nuevas formas de relación
y de comunicación social habían creado las condiciones modernas necesarias para el
desarrollo de nuevas prácticas discursivas y culturales. Entre ellas, el ensayo, que era en
Europa la forma privilegiada de difusión de las ideas de los enciclopedistas y de la
Revolución Francesa, también comenzó a ocupar un lugar más protagónico y central en las
nuevas sociedades americanas. 7 En otra etapa de esa misma transformación, hacia el final
6
François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. Madrid:
Editorial MAPFRE, 1992, 23. La cursiva es nuestra.
Desde la lingüística, ChaTm Perelman y Olbrechts-Tyteca relacionan el desarrollo de la retórica con los
tiempos de crisis, y el del arte de la elocuencia con la forma republicana de gobierno, en especial en los
géneros deliberativo y epidíctico. Así, por el modo de interlocución establecida con el lector, la elocuencia
retórica supone la libertad política, de pensamiento y de expresión, y el sistema político democrático,
como condiciones necesarias para darle lugar al otro como subjetividad a persuadir, sin silenciarlo o
anularlo, ni borrarlo o reducirlo a mero objeto pasivo. Ambos colocan a quien es criticado en el mismo
nivel del que critica, reclamando su derecho a réplica. Cfr. Perelman y Olbrechts-Tyteca 1989, Parte 1.
65
del siglo XIX, esos hábitos se exacerbaron, cuando las muchedumbres ganaron visibilidad
y comenzaron a hacer valer sus derechos, como lo testimonia la expresión con que Rubén
Darío definió la inesperada novedad de las experiencias finiseculares: "este tiempo, en fin,
en que todo el mundo se cree con derecho a tener una opinión". 8 Se nos ofrece así una
explicación plausible para los innumerables artículos periodísticos breves aparecidos en
esa época, entre los que encontramos esbozos ensayísticos y tantos otros escritos de
carácter doxológico en las numerosas revistas, semanarios y periódicos que se publicaron,
con diferente fortuna e impacto, especialmente en el entresiglo del XIX al XX, en las
principales ciudades de Latinoamérica e inclusive en algunos nucleamientos de hispanos
en los Estados Unidos, así como en metrópolis europeas, especialmente de España y
Francia. Hay que tener presente el rol protagónico que cumplieron estas naciones en ese
tiempo, verdaderos centros culturales que desempeñaron una importantísima función de
religación y articulación en el incipiente campo intelectual, a una y otra orilla del
Atlántico.
En síntesis, el panorama de conjunto es, desde todo punto de vista, complejo y
resistente a toda simplificación. Se trata de un proceso mucho más global y abarcador, que
no se limitó a una serie de cambios institucionales, sociales y económicos. A la irrupción
de un nuevo sistema de referencias políticas y culturales, de un nuevo ideal de hombre y de
una nueva sociedad con precedentes en la época ilustrada y en el antiguo régimen
monárquico, que ya habían ido surgiendo entre los círculos selectos de las minorías
letradas, se le sumó un fenómeno radicalmente nuevo: la creación de una escena pública.
Se impusieron así nuevas fuentes de legitimidad: la nación y el pueblo soberano, y entró
en escena una clase nueva de actores sociales: los políticos. No es de extrañar, entonces,
que las grandes transformaciones experimentadas en estas latitudes, durante esa etapa,
dejaran abierto un abanico de cuestiones por debatir y resolver, para las cuales se ensayaría
adaptar soluciones ya probadas en otros lugares o bien se imaginarían otras nuevas.
Por otra parte, como consecuencia del paulatino avance de la urbanización en las
distintas regiones del continente, se fueron configurando los marcos de experiencia
propicios para el desenvolvimiento de los procesos socioculturales que podrían ser
proyectados, evaluados y repensados desde el espacio discursivo maleable y renuente a
8
Angel Rama, Las máscaras democráticas de/modernismo. Montevideo: Ed. Arca, 1985, 132.
66
una unidad paradójica, la unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine
de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad
y angustia. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo
Marx, "todo lo sólido se desvanece en el aire". 9
Marshall Berman percibe con agudeza la dialéctica incesante de ruptura, cambio, superación y novedad que
anima, en cada una de sus fases, el proceso de la modernidad, al que define como:
...una forma de experiencia vital -( ) del tiempo y del espacio, de uno mismo y de los demás, de las
...
posibilidades y los peligros de la vida- que comparten hoy los hombres y mujeres de todo el mundo
de hoy. (...)
Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría,
crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir
todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Los entornos y las experiencias
modernos atraviesan todas las fronteras de la geografia y la etnia, de la clase y la nacionalidad, de la
religión y de la ideología: se puede decir que en este sentido la modernidad une a toda la
humanidad... (M. Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad.
Bs. As.: Siglo XXI, 1989. 1° ed. en inglés: 1982, 1).
68
lO
La lectura iluminista -en un sentido emancipatorio del término- de la racionalidad moderna que propone
Jürgen Habermas, complementa la visión que acabamos de presentar. En este sentido, también remitimos a
ella, con el fin de indagar sobre la relación entre ensayo y modernidad que nos interesa plantear. Cfr. J.
Habermas, "Modernidad: un proyecto inconcluso", El debate modernidad-posmodernidad. Compilación y
prólogo de Nicolás Casullo. P ed.: 1989. Bs.As.: Puntosur, 1991: 13 1-144. Cfr. tb. J. Habermas, E/discurso
filosófico de la modernidad (Doce lecciones). Bs.As.: Taurus, 1989. i" ed.alem.: 1985.
Nos referimos al proceso que Roberto Schwarz caracterizó en su excelente ensayo, "As idéias fora do
lugar", que da comienzo a su Ao vencedor as batatas. Forma litéraria e processo social nos inícios do
romance brasileiro. Sáo Paulo: Libraria Duas Cidades, 2000. i° ed.: 1977.
cm
es preciso reconocer que existieron precedentes, formas larvadas que anticiparon algunos
rasgos de este tipo de discurso en los últimos siglos de nuestra historia colonial' 2 . En
efecto, hacia fines del XVII y a lo largo de buena parte del siglo XVIII, una constelación
de discursos, cartas, sermones, críticas y comentarios, anunció y allanó el camino para la
consagración del ensayo como género eminentemente argumentativo' , tal vez el más
adecuado y dúctil para la formulación y la discusión de ideas. Ya en aquellos textos que
hemos llamado protoensayísticos, el ensayo aparecía prefigurado y ligado al espíritu de
esos tiempos, tan proclives a las prácticas reflexivas de autoconciencia y autocrítica que
irrumpían como gestos y hábitos modernos del nuevo tipo de subjetividad emergente.
Por otra parte, en los inicios de la sociedad virreinal, constituida ya la ciudad
letrada en el Nuevo Mundo, durante la época barroca, la letra se convirtió en el
instrumento simbólico de mayor fuerza, que paulatinamente fue ganando autonomía para
fijar y dar consistencia en el orden de los signos a las frágiles e inestables sociedades,
individuos y cosas americanas, desde la imposición del orden colonial. Ángel Rama lo
planteó en los siguientes términos: "la palabra escrita viviría en América Latina como la
única valedera, en oposición a la palabra hablada que pertenecía al reino de lo inseguro y
lo precario".' 4 Por cierto, la situación así definida por Rama no es privativa del
funcionamiento de la cultura letrada en las sociedades latinoamericanas, sino que puede
hacerse extensiva a su implantación en otras partes del mundo, donde la cultura occidental
se había impuesto sobre otras culturas preexistentes, en particular cuando éstas eran
predominantemente ágrafas u orales.' 5 Hecha esta salvedad, encontramos allí una hipótesis
12 En uno de los escasos trabajos sobre el tema, Emilio Carilla propuso un itinerario de autores y textos para
indagar esa hipótesis poco explorada en los estudios sobre el ensayo latinoamericano, y enumeró como
precedentes a Juan de Espinosa Medrano (El Lunarejo), Sor Juana Inés de la Cruz, Carlos de Sigüenza y
Góngora, Diego y Antonio de León Pinelo, Pedro de Peralta y Barnuevo, Antonio Nariño, Eugenio de Santa
Cruz y Espejo, Jorge Juan, Francisco José de Caldas y Félix de Azara, entre otros. Cfr. "El ensayo
hispanoamericano en la época colonial". Conferencia leída en el Coloquio La producción cultural en las
Colonias del Nuevo Mundo (San Miguel de Tucumán, 1994), Carmen Perilli, comp. Las Colonias de/Nuevo
Mundo. Discursos imperiales. Tucumán: ¡lELA - Facultad de Filosofia y Letras - Universidad Nacional de
Tucumán, 1999: 131-142.
13 María Elena Arenas Cruz desarrolló extensamente la tesis polémica del carácter genérico-argumentativo del
ensayo en su libro Hacia una teoría general del ensayo. Construcción del texto ensayístico. Cuenca:
Ediciones de la Universidad de Castilla - La Mancha, 1997. Véase especialmente el segundo apartado del
capítulo III, 150-445.
14
Angel Rama, La ciudad letrada. Prólogo de Hugo Achugar. Montevideo: Arca, 1995, 22.
15 En los dominios de la cognición, se atribuye a la práctica de la cultura escrita o más precisamente a lo que
denominamos alfabetización, una serie de competencias mentales potenciales, tales como el pensamiento
crítico (aunque éste no se agote en su vertiente letrada), o el situar las emisiones desde lugares imposibles, no
70
necesariamente in presencia, combinando emisiones de base perceptual con emisiones de base perspectiva.
La escritura -sostiene Kittay-, como brecha entre las coordenadas espaciotemporales de su
inscripción y las de su lectura, como producción que no es hablada ni está presente en el momento
de su recepción, libera al que escribe de los constreñimientos de las múltiples condiciones de la
presencia real y los actos verbales, dejando posibles oportunidades de perspectiva listas para ser
descubiertas...(232). (Cfr. Jeffrey Kittay, "El pensamiento a través de las culturas escritas", David R.
Olson y Nancy Torrance (compils.), Cultura escrita y oralidad. Barcelona: Edit. South Carolina
Gedisa, 1995: 223-234).
16 Cfr. David R. Olson, "La cultura escrita como actividad metalingüistica", Olson y Torrance 1995: 333.
17
Remitimos, por ejemplo, a las revistas inglesas The Tatier y The Spectator, editadas por Richard Steele y
Joseph Addison, que se empezaron a publicar desde 1709 y 1711 y contribuyeron a popularizar el género,
71
incluyendo artículos breves y todo tipo de ensayos, en consonancia con la gran tradición ensayística de la
literatura inglesa, y, unos años después, El diario de los literatos de España en 1737, El caxón de sastre
(1760), El Correo de Madrid (1786), El Censor (1781), entre tantos otros.
72
reflexiva sobre el ensayo. En principio, optamos por tomar distancia de las teorizaciones
posmodernas sobre el género que lo postulan como mero ejercicio de escritura subjetivo y
juego retórico, subestimando o diluyendo su valor argumentativo y pragmático como
discurso portador de ideología, con un alto poder de intervención en los debates políticos,
culturales y sociales.' 8
Por otra parte, las posiciones posmodemas acostumbran caracterizarlo como un
género privilegiado para trasuntar esa condición relativista e ideológicamente ligera o
vaciada, razón por la cual insisten en el carácter disuasorio, incierto y hasta indeterminado
de sus proposiciones y argumentaciones. Es así que, en favor de la desarticulación y
particularización de los saberes producidos y difundidos con ese formato, ciertamente
teñidos de un escepticismo desmovilizador, se diluye desde este ángulo la fuerza
programática y persuasiva que contenían las expresiones ensayísticas en el uso
eminentemente político con que se las venía cultivando desde las vísperas de la formación
de los estados nacionales en Latinoamérica.
Insistimos, por tantó, en que contrariamente al signo rupturista, escéptico y
transgresor que suele asociarse a su aparición en la escena europea -en particular, con
Montaigne-, el ensayo irrumpió en el discurso de las elites intelectuales hispanoamericanas
como un género inaugural que anticipaba la modernidad en el horizonte discursivo: "el
primer género mayor no recibido a través de la cultura colonial" 9 ya que —como ,
18
Esta perspectiva está ausente, por ejemplo, en el libro ya citado de Claire de Obaldía, The Essayislic
Spirit..., donde se limita el tratamiento del ensayo hispánico -o latinoamericano en particular-, al análisis
de la ensayística de Jorge Luis Borges. Tampoco se la contempla en el volumen compilado por Marcelo
Percia, Ensayo y subjetividad, ni en el libro de Eduardo Grüner, Un género culpable. La práctica del
ensayo: entredichos, preferencias e intromisiones (Rosario: Horno Sapiens Ediciones, 2000), excepto
cierta mirada obstinadamente moderna que persiste en algunos trabajos incluidos en este último.
19
Miguel Gómes, "El género que vino de la modernidad: El ensayo", Atenea. Revista de ciencia, arte y
literatura, 471 (1° sem. 1995): 192-3.
73
20
Si nos circunscribimos al siglo XIX, son ilustrativas las diferentes variantes del ensayo romántico, desde los
textos de Sarmiento y Francisco Bilbao hasta los de J. V. Lastarria y J. B.Alberdi, especialmente los que abren
el debate acerca de lo americano y la cuestión nacional, sin ocultar su voluntad fundacional.
21
Destacamos las ideas de los philosophes franceses, principales fuentes intelectuales del nuevo
americanismo, cuya crítica de las instituciones sociales, políticas y religiosas de la época fue conocida y
discutida por los americanos, sin llegar a aceptarla acríticamente. Vulneradas las barreras interpuestas por el
gobierno español para impedir su difusión, la literatura de la Ilustración y de la Revolución Francesa circuló
en Hispanoamérica con relativa libertad. En México, Newton, Locke, Adam Smith, Descartes, Montesquieu,
Voltaire, Diderot, Rousseau, Condillac y D'Alembert eran leídos por los miembros de la ciudad letrada, pero
a partir de 1790, la nueva filosofia comenzó a ser perseguida por la Inquisición mexicana, por su contenido
político, sospechado de sedicioso, defensor de "principios generales sobre la igualdad y libertad de todos los
hombres" y vehículo de las noticias consideradas peligrosas de la Revolución Francesa. Asimismo la lectura
de Paine y los discursos de John Adams, Jefferson y Washington, cuyas obras circularon por el subcontinente,
estimularon el deseo de libertad y el espíritu republicano y liberal. Sin embargo, a menudo el móvil de todas
esas lecturas nacía simplemente de una penetrante curiosidad intelectual, puesto que -como acota John Lynch-
poseer un libro no significaba necesariamente aceptar sus ideas. Cfr. Lynch, 38.
74
22
Recordemos que en la América colonial, a causa del fuerte sentimiento de superioridad dominante entre
los blancos —peninsulares y criollos- que se arrogaban el blasón de la pure:a racial, y de la obsesión por las
gradaciones raciales, las posiciones sociales y sus posibilidades de acceso a la educación sistemática y a la
comunicación escrita estuvieron fuertemente determinadas por las posiciones económicas y raciales. Esta
conciencia de raza no escapó, por ejemplo, a la agudeza de Humboldt, quien afirmó con perspicacia que: "En
América, la piel, más o menos blanca, decide la clase que ocupa el hombre en la sociedad". A. von
Humboldt, "Ensayo político sobre el reino de la Nueva España", 4 vols. México, 1941, II, 141.
23
Pensamos, por ejemplo, en letrados mestizos como el peruano Juan de Espinosa Medrano (El Lunarejo) y
el ecuatoriano Eugenio Espejo, entre otros.
75
nueva filosofia, que siguieron los ideales de libertad y felicidad humana. En el Rio de la
Plata, el contacto con los extranjeros era signo de cierto espíritu de independencia: Manuel
Belgrano conocía el pensamiento de la Ilustración; Mariano Moreno admiraba a Rousseau
y editó el Contrato social para instruir a los jóvenes americanos. Los ideólogos precursores
de la independencia eran una pequeña elite avanzada respecto de la opinión criolla, a la
que la nueva filosofia sirvió, en realidad, de inspiración para los ideales de los ya
disidentes y proporcionó una justificación intelectual para la revolución venidera. Los
americanos recibieron de la Ilustración más que informaciones o ideas, sobre todo una
nueva visión del conocimiento, una nueva preferencia por la razón y la experimentación
frente a la autoridad y la tradición. En tanto que los intelectuales criollos en México, Perú
y Chile expresaban y nutrían una nueva conciencia de patria, con un mayor sentido de
exclusivismo, porque, como observaba el Mercurio Peruano, "más nos interesa saber lo
que pasa en nuestra nación".
Por su parte, los jesuitas criollos, expulsados de su tierra natal en 1767, se
convirtieron durante el exilio en los precursores literarios del nacionalismo americano, y
su literatura -mayoritariamente epistolar, pero en muchos casos protoensayística- contenía
un ingrediente fundamental del nacionalismo, la conciencia del pasado de la patria, a la vez
que ensayaba la voz de un nuevo sujeto histórico. Pero la importancia de sus obras reside
menos en su influencia directa que en la forma en que reflejaron el pensamiento de otros
americanos menos capaces de hablar, por cuanto aquellos eran intérpretes de sentimientos
regionalistas, ya arraigados en el espíritu criollo. 24
Es obvio que la relativa autosuficiencia que fueron ganado las colonias americanas
fue un motivo de preocupación para las autoridades españolas que las impulsó a controlar a
los criollos y a reforzar la unión política con un lazo de mayor dependencia respecto de la
metrópoli. Esto implicó emprender una "segunda conquista" de América, esta vez
burocrática, mediante la creación de nuevos Virreinatos, como el del Río de la Plata y el de
24
Es el caso de la literatura nostálgica del jesuita chileno Manuel Lacunza, y del procriollo, indianista, abate
Juan de Molina, cuyo propósito era hacer conocer los pueblos americanos y destruir el mito de la inferioridad
y degeneración de los hombres, animales y vegetales en el Nuevo Mundo, propagado a mediados del XVIII,
por las obras antiamericanas de Cornelio de Pauw, Buifon, Raynal y otros. Un caso singular es el del escritor
exiliado criollo, Francisco Javier Clavijero, quien intentó refutar a de Pauw, realizando un estudio exacto de
México, especialmente de su prehistoria. Su Historia antigua de México (1780-1781) fue escrita con espíritu
científico, para 'hacerse útil a su patria". En ella señalaba las diferencias étnicas con España y sostenía que se
podría formar una nacionalidad más homogénea por medio de un mestizaje completo.
76
25
Por ejemplo, ya en 1788, La Gaceta de Literatura de México utilizó la frase "nuestra Nación Hispano
Americana".
77
Los criollos prefieren que se les llame americanos; y desde la paz de Versalles, y
especialmente desde 1789, se les oye decir muchas veces con orgullo: "Yo no
soy español; soy americano", palabras que descubren los síntomas de un antiguo
resentimiento... (A.von Humboldt, II, 118).
26
José Luis Romero, "Prólogo", Pensanziento político de la Emancipación. Tomo I. Caracas: Biblioteca
Ayacucho, 1977: IX.
27
J. L. Romero, Situaciones e ideología en Latinoamérica. Compil. por L. A. Romero. Bs.As.: Editorial
Sudamericana, 1986, 42.
80
Romero 1986, 13); son formas de mentalidad que suponen actitudes frente a la realidad y
un esquema de formas que se quisiera que la realidad adoptara, engendradas en las mentes
de las elites. Suelen ser el fruto de un movimiento espontáneo de varios grupos sociales
frente a una situación dada, que piensan en ella como en su circunstancia, sin perjuicio de
que de las elites surja quien pueda darles una forma más rigurosa, la expresión conceptual
y, acaso, la divisa capaz de polarizar a las multitudes y enfrentar a amigos y enemigos, en
un juego entre realidad e ideas y entre ideas teóricas preexistentes e ideas que nacen
espontáneamente de cierta interpretación de la realidad.
En los países latinoamericanos, tan distintos y dificilmente comprensibles en una
unidad más allá de ciertos límites, las interrogaciones estuvieron siempre movidas por
cierta militancia política que impregnó la inclinación del estudio histórico, y no por una
actitud científica; ni fueron fruto de la pasión por el conocimiento. La vertiente política era
mucho más acentuada, pues el movimiento emancipador había creado a principios del
siglo XIX un conjunto de países de idéntica raíz, constituidos al calor de situaciones muy
semejantes y con un futuro que se insinuaba con problemas muy parecidos. Hallar la
peculiaridad de cada uno de ellos era empresa muy dificil y, sin embargo, fundamental, no
sólo para afirmar su independencia del poder español, sino también para justificar su
segregación de vastas áreas tradicionales como los antiguos virreinatos, o de nuevas áreas
políticas como la Gran Colombia creada por Bolívar, de la que se desgajaron tres países. Y
fue esa misma dificultad la que desencadenó el afanoso análisis del pasado, la exploración
cuidadosa de los detalles de cada desarrollo regional y la sobreestimación de un patrimonio
legendario y heroico que se trataba de exaltar.
Esbozadas las condiciones históricas -materiales y simbólicas-, los repertorios de
ideas y las coyunturas políticas, económicas y sociales concretas que en distintas instancias
activaron, con mayor o menor ímpetu, la modalidad de escritura inacabada e interpelativa
que nos ocupa, podemos observar su fecundidad tanto en la formulación de planteos frente
a preocupaciones apremiantes como en la exposición de respuestas aleatorias -nunca
definitivas, rotundas, ni cerradas-, en la indagación sobre la historia, la sociedad y la
cultura. Bajo esas mismas condiciones históricas, se despierta la inquietud por localizar y
reconocer las primeras señas de una identidad compartida en el ámbito de la región,
como dentro de las fronteras del proyectado territorio nacional y aún más allá de ellas, en
81
28
Raymond Williams, "The Idea of Culture", P. Davison, R. Meyerson y E. Shils, eds. Literary Taste,
Culture and Mass Culture, vol 1. Cambridge: Chadwyck-Healey Ltd., 1978, 34.
29
Entre los numerosos trabajos que trazan un panorama histórico del complejo y variado abanico de
significaciones que ha reunido ese vocablo, desde diferentes perspectivas disciplinarias, destacamos:
Raymond Williams, Marxismo y literatura. Barcelona: Ediciones 62, 1980, 21-3 1, y Clifford Geertz, La
interpretación de las culturas. 8° reimpr. Barcelona: Gedisa, 1997, 214-218. Remitimos también a la
interesante reseña de las posiciones más relevantes que contribuyeron a la revisión crítica de esa noción,
en el ámbito de las ciencias sociales, en particular en lo que concierne a la disputa entre concepciones
82
sociológicas y antropológicas de la cultura, en: Denys Cuche, La noción de cultura en las ciencias sociales.
Bs.As.: Nueva Visión, 1999.
30
Cfr. Pierre Bourdieu, Questions de sociologie. Paris: Minuit, 1984.
83
31
Hablamos de texto en una acepción semiótico-performativa, según la definición que propusimos en M.
Scarano, "Reflexiones al margen", en M. Scarano-M. Marinone-G. Tineo, La reinvención de la memoria.
Gestos, textos, imágenes en la cultura latinoamericana. Rosario: Ed.Beatriz Viterbo, 1997, 16-17 y 33.
En este sentido, se supera la dimensión exclusivamente verbal (oral o escrita) que comúnmente refiere esa
noción, para aludir a elementos de cualquier sistema semiótico -escrito (alfabético o no), oral, gráfico no
verbal (imágenes, íconos) y mixtos- que interaccionan en todo texto entendido como complejo sígnico y
coherente que produce significación, inseparable de su dimensión social y cultural. Cfr. Lotman,
Uspenskij y Escuela de Tartu, Semiótica de la cultura. Introd., selecc. y notas de Jorge Lizaso. Madrid:
Cátedra, 1979. La acepción semiótico-performativa ha sido expuesta en detalle en W. Mignolo. The
darker side of ihe Renaissance. Literacy, ierritorialily and colonL-ation. Ann Arbor, Michigan: University of
Michigan Press, 1995, Part 1, Chapter 2.
84
32
Cfr. J. Lotman y B. Uspenskij. Sobre el mecanismo semiótico de la cultura," Lotman y Escuela de
Tartu, 90. Cuando definen la cultura como un 'fenómeno no hereditario de la colectividad expresado en
un sistema de determinadas prohibiciones y presupuestos", con trazos distintivos, estos teóricos le
atribuyen una capacidad modelizadora que le permite asimilar experiencias y nociones a su dispositivo
central codificador (69-73). Así, la cultura -en tanto sistema de lenguaje y significación- es concebida
como el texto de la memoria, por su relación con una experiencia histórica pasada.
33
Cesare Ségre coincide con Lotman y Uspenskij en caracterizar la cultura como un conjunto de textos
que, en un sentido amplio, semiótico y translingüístico, funciona a su vez como un mecanismo creador de
textualidades, es decir, de realizaciones de esa misma cultura. Cfr. C.L Ségre, Semiótica, historia y cultura.
Barcelona: Ariel, 1981, 16.
34
La imagen pertenece a la definición semiótica de cultura de Clifford Geertz, incluida en "Descripción
densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura", La interpretación de las culturas, 20.
86
35 Los conceptos de cultura y civilización aparecen aquí en su uso más estrictamente político, como "mots de
combat". Cfr. Philippe Bénéton. Histoire des mois culture et civilisation. Paris: Presses de la Fondation
nationale des sciences politiques, 1975, 92, cit. por Z. Bauman, Legisladores e intérpretes..., 138.
36
Tomamos la expresión acuñada por Eduardo Nicol en "Ensayo sobre el ensayo", El problema de la
filosofia hispánica. Madrid: Tecnos, 1961, 206-2 14 y 248-263, cit. en: J. L. Gómez-Martínez 1992, 154.
31
El concepto de ensayo como "fuerza epistémica" y la dimensión gnoseológica de la producción de
novedades son tratados en: H. Cerutti Guldberg, "Hipótesis para una teoría del ensayo (Primera
aproximación)", así como en otros trabajos incluidos en el volumen colectivo, El ensayo en Nuestra
América..., coordinado por H. Cerutti Guldberg 1993: 13-26.
87
La JENERACION PRESENTE
debe leer esta obra para CRITICARLA.
La que empieza su carrera
debe hacerse cargo del plan, para
EJECUTARLO en calidad de ENSAYO39
38
Ángel Rama se niega a reconocerles el carácter de ensayos a los escritos de Simón Rodríguez ("No hay
aquí [en los escritos de Rodríguez] nada que se parezca al ensayo, al discurso o a la oración que practicó la
prosa americana de la primera mitad del XIX..."), en tanto que Miguel Gómes defiende, frente a la figura
paterna indiscutible de Sarmiento, su papel del "otro padre" del ensayo, "oculto hasta mediados del siglo XX,
escasamente reeditado y mucho menos leído". Cfr. A. Rama 1995, 59 y M. Gómes 1995: 194.
39
Simón Rodríguez, Sociedades americanas en 1828. Facsímil de la versión de Valparaíso, 1840, 64.
88
En otra de sus obras, Rodríguez propuso una vez más el dilema que sostenía su discurso y
dio título al texto: Inventamos o erramos (1842), insinuando que la tarea de inventar el
continente comenzaba a concretarse en el libro mismo que la anunciaba, recogiendo
tipografias inéditas, ideas germinales, inventos lingüísticos y nuevas palabras para una
nueva cultura. La originalidad de la América nueva se traducía allí, en una disposición y
una elocución nuevas, y se enunciaba como problema verbal por medio de la poderosa
fuerza retórica de la escritura ensayística.
Hacia el final del siglo XIX, otro ensayista, el peruano Manuel González Prada,
retomó esta línea de reflexión, cuando al referirse una vez más a los lazos que acercaban la
forma al pensamiento, en su ensayo "Propaganda y ataque"(l 888), sostuvo: "[C]arecemos
de buenos- estilistas porque no contamos con buenos pensadores, porque el estilo no es más
que sangre de las ideas". 4°
Más próximos al "filosofar experimental ensayista", al "filosofar de tentativa" -
como Max Bense denominó el ensayo con un estilo concreto, ligado a lo existencial,
este tipo de ensayos indagan y azuzan verdades, ejerciendo permanentemente una actitud
de búsqueda incesante. En este esquema fuertemente dialoga], el lector se convierte en
un interlocutor, a quien se le reclama una intervención activa y creadora.
Desde sus primeras manifestaciones en las primeras décadas del largo proceso de la
formación de nuestras nacionalidades, el ensayo se presentó bajo el signo de la
provisoriedad. Notas, esbozos, ideas, prospectos, bases, panfletos, opúsculos, comentarios
remitían, al mismo tiempo, con mayor o menor destreza y ajuste, a la impronta romántica
del gesto retórico del fragmento, y a la totalidad de un texto perdido o por concluir,
actualizando la ya aludida condición de "parergon" o preliminar, que señalamos en
nuestro esbozo teórico inicial. Pocos ejemplos tan apropiados para ilustrar estas dos
marcas, como el Fragmento preliminar al estudio del Derecho, del joven Alberdi, obra
anunciada en los discursos del Salón Literario del 1837 y publicada en Buenos Aires, a
mediados de ese mismo año. En unos breves enunciados espontáneos que podrían servir de
base a una posible teoría local sobre el ensayo, Alberdi expuso las razones que lo indujeron
a elegir esa forma que nombraba -con esa misma voz, destacando sus dos rasgos más
° Manuel González Prada, "Propaganda y ataque" (1888), Páginas libres / Horas de lucha. Prólogo y notas
de Luis A. Sánchez. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1976: 102.
41
MaxBense, Hege/yKierkegaard.., 11
89
42
Juan Bautista Alberdi, "Fragmento preliminar al estudio del Derecho acompañado de una serie numerosa
de consideraciones formando una especie de programa de los trabajos futuros de la inteligencia argentina"
(1837), Obras comp/etas. 1. Bs.As.: La Tribuna Nacional, esp. apartado III: "Algunas esplicaciones sobre la
forma y carácter de este Fragmento": 130-ss.
43
Arturo A. Roig, "Nacimiento y etapas del ensayo de contenido filosófico-social en Argentina", Numen.
Revista de la Editorial José María Cajica. Puebla, México, 8 (nov.-dic. 1969): 41.
90
' Julio Ortega, "Identidad y posniodernidad en América Latina", ESTUDIOS. Revista de investigaciones
literarias, 3, 6 (jul.-dic.1995): 15.
45 T.W.Adorno 1962, 30. En este mismo sentido, Pedro Aullón de Haro lo define como: "crítica no
científica de las formaciones culturales, [que] naturalmente es parte constitutiva de las mismas". A. de
(...)
especialmente en el tratamiento de una de las agendas más problemáticas que fue ganando
creciente importancia, desde sus planteos iniciales durante la etapa colonial hasta la
actualidad: la búsqueda de la identidad nacional o supranacional (latinoamericana) y la
determinación de las peculiaridades diferenciales de la conciencia subcontinental, un
núcleo central y decisivo en la literatura y el pensamiento crítico latinoamericano que llegó
a convertirse —al decir de Antonio Cornejo Polar - en una "obsesión primordial". 46
Por lo general, este tipo de ensayo oscila entre la claridad expositiva y didáctica
del tratado -más propenso a comunicar conocimientos con pretensiones de evidencia y
cierto grado de certeza, y por ello, más cercano a los requerimientos discursivos del ensayo
positivista, por ejemplo- y la retórica pasional y el ímpetu verbal del escrito polémico, el
panfleto y otros modos enunciativos cultivados por el ensayo romántico, modernista y
anticientificista. Por esta razón, es común ver conjugadas al mismo tiempo en estos
textos las dos actitudes antagónicas que Martínez Estrada distinguió en la historia de este
género: el "saber del aula" y el "saber del ágora". 47
No obstante, de un modo u otro, tanto en el segmento temporal que nos atañe
como en las etapas posteriores hasta el presente, en toda interpretación sobre la sociedad, la
política y la cultura, resulta dificil sustraerse de la franca provocación propia de la disputa
política o, al menos, del gesto interpelador que en ambos casos resitúa el análisis o la
especulación teórica en el terreno de la polémica, de la lucha política, social o cultural,
dentro de un escenario ya de por sí convulsionado y, por definición, cambiante y plural,
donde el ensayo entra en juego, retomando su función agónica y sus habilidades
netamente agónicas.
Finalmente, la reflexión y el debate, planteados ya en términos latinoamericanos,
suscitan un encadenamiento y una red intertextual que implicará diálogos y
enfrentamientos discursivos, indagaciones retomadas y profundizadas, adhesiones y
refutaciones, posiciones -en muchos casos, inconciliables- que polemizan, disputando
lugares de poder para concretarse en acciones en el dominio de lo público y colectivo. 48
46
A. Cornejo Polar, Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas
andinas. Lima: Edit. Horizonte, 1994, 12.
' E. Martínez Estrada, "Cultura de aula y cultura de ágora", Análisis funcional de/a cultura. Bs. As, 1967.
48
Cfr. Carlos Real de Azúa, "Los males sociales latinoamericanos y su clave. Etapas de una reflexión",
Punto de vista, IV, 18 (agosto 1983): 17-27, donde se examinan los 'males', 'lastres', 'rémoras' y
'culpas' acumuladas en el ensayismo latinoamericano, desde la formación de nuestras nacionalidades a
92
mediados del siglo XIX y sus resonancias hasta nuestros días; M. S. Stabb, América Latina en busca de
una identidad. Modelos del Ensayo Ideológico Hispanoamericano (1890- 1960) .Caracas: Monte Avila
Edits., 1967, donde se enumeran los tópicos de la "enfermedad" del subcontinente, el "espíritu alado"
anticientificista y antimaterialista de cuño arielista, el - mundonovismo, hasta nociones abstractas que
buscan capturar la tan mentada "identidad" continental o la "esencia" de lo nacional; J. M. Oviedo 1991,
y S. Rotker 1994, ofrecen las versiones más actualizadas, con el mérito de ampliar el canon ensayístico
incorporando a figuras relegadas como Simón Rodríguez. Por su parte, el libro de A. Zum Felde, Indice
crítico... (3954) sigue siendo, pese al tiempo transcurrido, una de las hojas de ruta más seguras para
conocer la intrincada y farragosa diversidad del ensayo latinoamericano hasta mediados del XX.
49 Reparamos en la orientación introducida por Benedict Anderson en la idea de inventar la nación,
distinguiendo el estilo con que se pone en funcionamiento la imaginación o la creación, sin atribuirle -como
sugiere Geliner- una connotación de falsedad o fabricación. Cfr. B. Anderson. Comunidades imaginadas.
Reflexiones sobre el origen y la d!fusión de/nacionalismo. ia ed. ingl.: 1983. México: FCE, 1993, 23-4.
so Para una puesta al día de la cuestión teórica de la construcción de identidades y diferencias en
Latinoamérica, cfr.: Daniel Mato, coord. Teoría y política de la construcción de identidades y dVerencias
en América Latina y el Caribe. Caracas: UNESCO-Edit. Nueva Sociedad, 1994 y, aunque —a nuestro
juicio- desde una postura excesivamente posmoderna: A. Chanady, "Latin American Imagined
Communities and the Postmodern Challenge", "Introduction", A. Chanady, ed. Latin American ickntity
and the constructions of d?fference. Minneapolis-Londres: Univ.of Minnesota Press, 1994: IX- XLVI, y Julio
Ortega, 1995: 9-22.
93
SEGUNDA PARTE
DE SARMIENTO A MARIÁTEGUI:
LATiNOAMÉRICA A TRAVÉS DEL ESPEJO
Max Bense
Theodor W. Adorno
Antonio Cándido
del mapa subcontinental -Cono Sur, Caribe insular (región antillana), Mesoamérica y
zona andina-, y remiten a diferentes períodos históricos-culturales de nuestra vida
colectiva. Lejos de invocar un criterio excluyente de representatividad y sin la
aspiración de agotar con ellos las innumerables variantes que nos ofrece esa modalidad
específica del género en estas regiones, pensamos que los textos elegidos resultan, por
distintas razones, lo suficientemente significativos y valiosos como para justificar el
recorte realizado.
No obstante, sin ser los únicos relevantes en los períodos considerados (entre
mediados del XIX y fines de la tercera década del XX), proponemos leerlos como
verdaderos textos-signos insoslayables para el estudio histórico de nuestra cultura, cuya
travesía sesgada y en-profundidad-por el entramado de las significaciones que albergan,
nos enfrentará con un conjunto de interpelaciones de escritores-ideólogos-intelectuales,
y nos permitirá reconstruir las polémicas culturales planteadas en esos tiempos en tomo
a la cuestión de la identidad cultural latinoamericana. Cada uno de ellos emblematiza, a
modo de nudo condensador de sentido, una instancia diferente de los debates culturales
cuyas resonancias de adhesiones y contrargumentaciones todavía nos alcanzan en
nuestros días.
Considerando entonces la imposibilidad de abarcar, en una mirada que se quiere
analítica, la inasible diversidad de la constelación ensayística en el universo discursivo
subcontinental, proponemos en esta segunda parte de nuestro estudio la lectura de
cuatro casos que, a pesar de la limitación cuantitativa, nos permitirán poner a prueba la
hipótesis Iukácsiana del ensayo como "escritura en perspectiva" o "transversal". 1
Enfocaremos el comportamiento formal de esos ensayos dentro de la red intertextual y
de la situación argumentativa donde cada uno de ellos se inscribe, atendiendo a su
propósito deliberado de establecer y mantener un punto de vista y de estilizar la
perspectiva. 2
Por tanto nos interesa analizar algunos de los modos con que se fueron
configurando distintas imágenes y signos de la identidad / diferencia latinoamericana,
Cfr. Georg Lukács, "El alma y las formas", en El alma y las formas. Teorías de la novela. México,
Grijalbo, 1985.
2
Cfr. Gregorio Kaminsky, "El alma y las formas del ensayo", en Marcelo Percia: 82-83.
95
Nos referimos, por ejemplo, a: Richard Morse, El espejo de Próspero. Un estudio de la dialéctica
del nuevo mundo. México: Siglo XXI, 1982, y Felipe Arocena y Eduardo de León, eds. El complejo
de Próspero. Ensayos sobre cultura, modernidad y moderni:ación en América Latina. Montevideo;
Vintén Editor, 1993, entre otros.
Cfr. T. W. Adorno, "El ensayo como forma", 13.
96
Leerlos al sesgo es una manera -entre tantas posibles- de leer que, según el
planteo de Leenhardt acerca de la escritura ensayística que comentamos en el primer
capítulo, supone apuntar no sólo hacia el producto (imagen, representación,
configuración) finaJ del proceso de autodescripción, sino hacia el locus de enunciación
donde y desde donde se reflexiona, las mediaciones, los modelos y los filtros
interpuestos, y el cómo (los aspectos retóricos) de la representación, su forma material
de circulación, y el para qué y para quién (aspectos pragmáticos) del texto.
Finalmente, por la índole de los textos elegidos, la imagen del espejo asumirá
aquí un doble significado: si en cita que incluimos como segundo epígrafe de esta parte,
Adorno situaba en el centro del ensayo la antinomia entre subjetivación y objetivación,
de la que éste era espejo, la siguiente afirmación de Pierre Macherey, referida a la
condición especular de la literatura, nos permite extender el tropo hacia los aspectos
estrictamente literarios que particularizan los textos que analizamos:
...la literatura puede ser llamada espejo: al desplazar las cosas, ella conserva su
reflejo. Proyecta su delgada superficie sobre el mundo y sobre la historia. Los
atraviesa, los hiende. En pos de ella, en su estela, se levantan las imágenes. 5
Por otra parte, dada la funcionalidad central que tuvo este tipo textual en
nuestro continente y considerando que la independencia intelectual no acompañó ni
sucedió inmediatamente el logro de la independencia política de estas naciones, es
evidente que la búsqueda o la experimentación vehiculizada a través de la -
conceptualización y puesta en signo en el ensayo, fronterizo y disciplinariamente
descentrado, apuntó a producir significaciones culturales e intervenir en los debates
en torno de nociones claves para llegar a la meta inalcanzada. En este proceso, la
noción de modernidad aparece como un concepto clave en la construcción de la
identidad cultural e histórica de estas regiones, ajustado a los nuevos tiempos y las
nuevas formas políticas que éstos agencian, especialmente por las migraciones de
ideas y los préstamos culturales que propicia.
La misma condición anfibia y conflictiva del sujeto moderno, que dio lugar a
las más diversas manifestaciones, se vio intensamente exacerbada en el contexto de los
países latinoamericanos, donde la modernidad adoptó paradójicamente la fisonomía de
un "modernismo sin modernización ,,8• Se trata, en todos sus aspectos, de una
modernización que fue y continúa siendo un fenómeno muy desigual, donde coexisten
en realidad varias formas de modernidad, a veces contradictorias, en las que se articulan
con dificultad y de un modo extremadamente heterogéneo el modelo liberal racionalista
con diferentes tradiciones ancestrales aborígenes, elementos residuales del hispanismo
colonial católico y otros precedentes de los distintos desarrollos históricos y
socioculturales propios de cada país o de cada área geocultural. 9 Es así como va
cobrando forma una realidad diversa y multitemporal que llega hasta la actualidad,
"donde las tradiciones aún no se han ido y la modernización no acaba de llegar" °.
Asimismo, la noción de cultura (latino)americana" que utilizamos, resultaría
8
Tomamos esta fórmula de Néstor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir
de la modernidad. México: Grijalbo, 1989: 65-73.
Aunque centrada en el siglo XIX casi exclusivamente, la tesis de Julio Ramos sobre la literatura y la
política en la modernidad latinoamericana dialoga y se complementa con la que expone García
Canclini sobre el arte y la cultura modernos latinoamericanos hasta la década de los ochenta del siglo
XX; ambas ilustran lo que sostenemos. Cfr. J. Ramos, Desencuentros de la modernidad en América
Latina... México: FCE, 1989, 12.
° N. García Canclini 1989, 13.
11 Cuando optamos por la voz Latinoamérica para nombrar la entidad histórica, geográfica y cultural
subcontinental que se extiende desde el sur del río Grande o Bravo hasta el Cabo de Hornos, somos
98
conscientes del anacronismo que supone esa denominación cuyo uso recién comenzó a generalizarse
hacia el final del siglo XIX. Asimismo, advertimos las limitaciones conceptuales implícitas en ella..
Sin embargo, la usamos con un sentido más amplio que incluye realidades tan diversas como las del
Caribe insular. Ultimamente hay una tendencia a incorporar en ese concepto el alto porcentaje de
población hispana y latina, especialmente chicana y caribeña, residente en los Estados Unidos.
12
Cfr. Mario Hernández Sánchez-Barba, Historia y literatura en Hispanoamérica (1492-1820) (La
versión intelectual de una experiencia). Valencia: Fundación Juan March / Edit.Castalia, 1978, cap. 1.
13 M.Cerda, 133.
4 Baste, como ejemplo, el siguiente fragmento del "Discurso de Angostura" (15 de febrero de 1819), de
Simón Bolívar:
no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los
españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de
disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenemos en el país que nos vio nacer,
contra la oposición de los invasores [españoles], así nuestro caso es el más extraordinario y
complicado. (5. Bolívar, Doctrina del Libertador. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1979: 104)
vejez", Conflicto y armonías de las razas en América, pero insinuada veladamente en
algunos pasajes del libro que lo consagró como escritor en 1845:
Las dos citas nos sitúan en el cruce de dos preocupaciones que se conectan de
algún modo, dan cuenta de un diálogo intertextual que trasciende las posibilidades de
17
Mencionamos algunas excepciones, a pesar de que no se trata de estudios que aborden los aspectos
formales de los ensayos que analizan: Martin S. Stabb, América Latina en busca de una identidad.. 7, y
Richard Morse, El espejo de Próspero....
Cfr. Jorge Larraín Ibáñez, Modernidad, ra:ón e identidad en América Latina. Santiago de Chile:
8
19
Queda fuera de nuestro horizonte de análisis, el ensayo típicamente positivista que mantiene su
característica prosa expositivo-argumentativa y continúa lo establecido y codificado, aproximándose
más a la estructura y al estilo del tratado didáctico. Desde el punto de vista de la formulación del
enunciado, allí el sujeto del saber es científico y busca comunicar una verdad científica
disciplinadamente, con claridad expositiva y orden metódico, atendiendo a la necesidad de resultar
inteligible para un lector medianamente iniciado en el tema.
103
el que permite que el marco discursivo del ensayo se ensanche hasta convertir las obras
en tentativas, con el ingreso de otras formas más breves y fugaces, como el ensayo-
crónica: el ensayista toma la condición de maestro del saber, o de guía para encontrar
el ideal, en tanto que la verdad reclama ser sentida, más que entendida. En la instancia
final de nuestra selección, incluimos un ensayo regionalista-vanguardista que introduce
un sistema de ideas más rígido y pautado -el marxismo- al análisis de la realidad andina
—peruana, en particular-, sin abandonar una filiación discursiva decadentista que
conecta, en cierto modo, con la línea que veníamos señalando.
Dentro de la secuencia ensayística que trazamos, de la sucesión de puestas en
escena enunciativas (enactments) desplegadas dispuestas en el campo de batalla y de
debate ideológico de la cultura, resaltamos la posicionalidad de cada texto en la cadena
discursiva y el modus operandi ensayístico en la escena agónica donde interactúa, su
inequívoca condición dialogal que lo impele a integrarse, en tanto fragmento, al todo de
la discursividad social, ya suscitando adhesiones y buscando profundizar y prolongar la
propuesta inicial, ya estimulando y alimentando el debate de ideas, sometiéndolas al
juicio crítico de los lectores, aún a riesgo de su posible refutación y descalificación.
Para finalizar, anticiparemos un rasgo común en los textos elegidos, que
potencia el valor expresivo de su resolución formal, lo que facilita naturalmente el tipo
de lectura que nos proponemos realizar. Aludimos a esa condición de 'litiérature de
combat' que adoptó la literatura de ideas en Francia, a mediados de siglo XIX, y que se
retomó en América Latina hasta conformar una tradición con un estilo recurrente, que
se condice con la situación en que fue producida, tal como lo advirtió Héctor Murena,
con singular elocuencia:
música, pintura, etc., que duermen con decoro en el limbo. Y en el orden de las
letras, estos países son como potros salvajes sobre los que hay que practicar una
equitación de vida o muerte, que no deja tiempo para ocuparse del estilo. Potros,
20
naturalmente, descomponen a sus jinetes, les arrancan aullidos.
20
Héctor Murena, "Ser y no ser de la cultura latinoamericana", Ensayos sobre subversión. Bs. As.:
Sur, 1962, 56-57.
105
D. F. Sarmiento'
1
D. F. Sarmiento, "Facundo. Civilitá o barbarie. Versione al' italiano de F. Fontana" (El Nacional,
22.IX.1881) [Prólogo a la traducción italiana de Facundo], Páginas literarias, Obras,XLVI, 303.
Excepto el Facundo y cuando no se indique lo contrario, los demás textos de Sarmiento se citan o
mencionan por la edición de sus Obras. 53 vols. Ed. Luis Montt - Augusto Belín Sarmiento. Chile -
Argentina, 1885-1903. Reimpreso en Bs. As.: Editorial Luz del Día, 1948-1956.
2 Aunque en el "Anuncio..." publicado por Sarmiento, el día anterior a la primera entrega en El Progreso,
fundador de la cultura y la literatura nacional, nos interesa aquí releerlo desde otra
perspectiva, como un libro americano, y buscar las razones que lo convirtieron en uno de
los grandes textos de la cultura latinoamericana en su vertiente rioplatense. Partiremos de
la premisa de considerarlo un discurso cultural, vale decir, un acontecimiento discursivo
altamente significativo en la historia de la cultura y la escritura latinoamericanas y, en
particular, el texto fundador del ensayo en Latinoamérica.
Quizá siguiendo cierto impulso compulsivo a la escritura y sin tener pleno
conocimiento de la retórica persuasiva y los modos enunciativos propios de ese nuevo tipo
discursivo, Sarmiento abrió con el Facundo la historia de la ensayística latinoamericana,
con un gesto marcadamente provocativo, y la inauguró como una categoría inquietante y
problemática. Su libro provocó tantas apologías como rechazos, cuando irrumpió en la
conflictiva escena política y cultural del extremo sur del continente, agitada en esos
tiempos por las turbulencias políticas y sociales emanadas del poder despótico que ejercía
don Juan Manuel de Rosas en la Argentina. Generó críticas y polémicas que excedieron el
nivel exclusivamente ideológico de la interpretación, para atravesar el montaje mismo de la
enunciación, la desconcertante falta de encuadre, los modos elocutivos y las formas
argumentativas utilizadas. Como era de prever, la inscripción discursiva —silo planteamos
en términos más amplios- del Facundo en una zona ambigua, indefinida y heterogénea,
despertó entre sus contemporáneos no pocas reacciones e incomodidades que desataron un
largo y, en cierto sentido, fútil debate en los numerosos estudios dedicados a dirimir su
identidad genérica, por lo atípico de la modalidad que inauguraba, muy diferente de otros
escritos coetáneos que ya se presentaban como ensayos o compartían alguno de sus
rasgos.3
Un breve recorrido por las reveladoras observaciones metatextuales del autor sobre
la escritura del Facundo, bastará para constatar el grado de conciencia que tuvo Sarmiento
de la ruptura iniciada por su libro: "Ensayo i revelacion [sic] para mí mismo de mis ideas",
Una exposición detallada de este debate excedería los propósitos del presente estudio. Para ampliar,
puede verse: A. Palcos, El Facundo: Rasgos de Sarmiento. 2' edic.corregida y aumentada. Bs.As.:
Elevación, 1945; Noé Jitrik, Muerte y resurrección de Facundo. Bs.As.: CEAL, 1968; Luis Sáinz de
Medrano, "El arte de contar en Sarmiento," Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica, 1,
1(1978); Donald Shaw, "Concerning the structure of Facundo," IberoAmerikanisches Archiv, n.f., 6 (1980):
239-250.
107
' Tomamos estas expresiones de la carta de Sarmiento a Valentín Alsina, incluida en la segunda edición
(1851). Cfr. D.F.Sarmiento, Facundo. Edición crítica y documentada. Prólogo y edición de A. Palcos. La
Plata, UNLP, 1938, 23-24. En adelante, las citas y menciones a pasajes del Facundo remitirán a esta edición.
Se indicará solamente el número de página entre paréntesis, y se conservará la ortografia original.
5 D.F.Sarmiento, "Carta a Augusto Belín Sarmiento" (París), en ocasión de la cuarta edición de Civili:ación
y barbarie (marzo de 1874), Papeles del Presidente 1868-1874 (Parle 29, Obras, LI, 387.
6 D.F.Sarmiento, Páginas literarias, Obras,XLVI, 303. En un discurso pronunciado en 1876, al comentar
su libro Civili:ación y barbarie, lo definió con una expresión semejante: "panfleto, romance o libro".
D.F.Sarmiento, "Inauguración del ferrocarril a Tucumán" (2.X.1 876), Discursos populares. 2° vol., Obras,
XXII, 27.
Reenviamos a la noción descriptiva de una de las variantes del discurso ensayístico utilizada por W.
Mignolo, que comentamos en el primer capítulo de nuestro estudio, donde trazamos un estado de la teoría
sobre ese discurso en el contexto de la heterogeneidad latinoamericana. Cfr. Mignolo 1984: 209-232.
8 Sarmiento había dado muestras de su programa de escritura, basado en la espontaneidad, en una de las
polémicas que entabló con el venezolano Andrés Bello, quien residía en Chile en esos años.
Especialmente en la primera polémica sobre la lengua, en el invierno de 1842, sostuvo una postura
antiacademicista que representaba una ruptura con el grupo hegemónico en la sociedad chilena, en particular
con el sector ilustrado tradicional que defendía el estilo claro, racional y formal de la literatura neoclásica del
siglo XVIII y de la Ilustración. La posición de Sarmiento significaba para ese grupo una tendencia al cambio,
afincada en la concepción historicista de la evolución dinámica y permanente de la lengua. Esta misma
postura perduró y la reencontramos años más tarde, en una de sus polémicas con Juan Bautista Alberdi,
quien en su Segunda Carta Quillotana marcó los rasgos que distinguían su escritura crítica "impersonal" y
"desapasionada", apartada del campo de lo personal y lo instintivo, de la concreta y apasionada del
"montonero de la literatura", que veía aún en los últimos textos de Sarmiento. En ésta como en las dos cartas
siguientes, Alberdi se dedicó a refutar y condenar la emergencia, a su juicio, excesiva del sujeto enunciador
en el discurso del sanjuanino, poblado de exageraciones y contradicciones.
108
semanario, Sarmiento adelantó que había "creido necesario hacinar sobre el papel mis
ideas tales como se me presentan, sacrificando toda pretension literaria a la necesidad de
atajar un mal que puede ser trascendental para nosotros"(l), en velada alusión al
propósito de Rosas de ganarse el favor del país trasandino. Y en la "Advertencia del
autor", incluida en la primera edición en volumen (1845), introdujo una serie de tópicos
referidos a marcas y condiciones de producción específicas que hoy asociamos a ese
tipo discursivo, reforzadas en el texto por abundantes digresiones y el aspecto, a primera
vista, caótico del libro: escritura improvisada, provisional, hecha "de prisa, léjos del
teatro de los acontecimientos"(S), sin documentos o pruebas exhaustivas, y con la
promesa nunca cumplida de escribir más adelante, con mayor detenimiento y
tranquilidad, una versión más acabada y extensa de esta-obra, más cercana al discurso
histórico, cuando, "desembarazado de las preocupaciones que han precipitado la redacción
de esta obrita", la refunda en un plan nuevo, "desnudándola de toda digresion accidental, i
apoyándola en numerosos documentos oficiales, a que solo hago ahora una lijera
referencia" (5). En la carta a Alsina (1851), retomó las condiciones y características de
su escritura, al reconocer algunos "lunares" señalados por su amigo, y justificar los
"defectos" de su obra por ser "fruto de la inspiración del momento, sin el auxilio de
documentos a la mano, i ejecutada no bien era concebida, léjos del teatro de los sucesos
y sin propósitos de acción inmediata i militante."(23)
El énfasis en el posicionamiento enunciativo y la organización discursiva tan
peculiares del Facundo se justifican, además, por ciertos actos significativos como la
reiterada decisión de no completar los blancos ni hacer rectificaciones sustanciales ni
incinerar las páginas escritas precipitadamente, dejando incumplida la promesa expresa de
escribir más adelante la historia de su patria, sin la premura y la urgencia de las dos
primeras versiones en folletín y en formato de libro. Asimismo, la deliberación de la
fisonomía anómala del libro se verifica en la reincidencia del autor en reeditar los errores
históricos -pese a que le fueron señalados por Alsina en sus "Notas" (1850)- como también
las citas mal atribuidas, sin incorporar nuevas fuentes ni utilizar instrumentos más
apropiados que, a la hora de escribir el Facundo, había lamentado no poseer, pero que en
los últimos decenios del XIX ya fueron adoptados por los incipientes científicos sociales
autóctonos.
109
Esta perspectiva ha sido la menos transitada, incluso entre los trabajos publicados desde 1988, el año del
centenario de la muerte del autor, en que proliferaron nuevos enfoques críticos acerca de su obra.
10
En la "Introducción" de la primera edición del Facundo (1845), declaraba esa falta como condición
americana: "A la América del Sud en general, i a la Republica Arjentina sobre todo, le ha hecho falta un
Tocqueville, que premunido del conocimiento de las teorías sociales (...),
viniera a penetrar el interior de
nuestra vida política..." (11). Sin embargo, en esa misma carta confesaba tener una "ambicion literaria"
(24), y señalaba que "[H]ai una justicia ejemplar que hacer i una gloria que adquirir como escritor
argentino —fustigar al mundo, i humillar la soberbia de los grandes de la tierra..." (26-27)
El símil que encontramos en La cautiva, de Esteban Echeverría. y en el Fausto, de Estanislao del
Campo, aparece en el Facundo en pasajes como el que sigue: "...al fin al sud triunfa la Pampa, i ostenta su
lisa i velluda frente, infinita, sin límite conocido, sin accidente notable: es la imájen del mar en la tierra, la
tierra como en el mapa..." (31) En 1845, Sarmiento aún no había visto la pampa. La imagen, por tanto, está
construida a partir de las figuraciones de otras miradas que sí la conocieron y recorrieron: las de los
viajeros europeos y norteamericanos; un ejemplo más de la carencia americana de un repertorio simbólico
de imágenes propias que urgía acuñar, y de la consiguiente apropiación y traducción de figuras ajenas.
Véase al respecto: Adolfo Prieto, Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina. 1820-
1850. Bs.As.: Sudamericana, 1996.
110
12
Aludimos a la cita de Sarmiento que comentamos en la introducción de la segunda parte de este trabajo.
13
Transcribimos a continuación el fragmento textual completo que leemos en la "Introducción":
A la América del Sud en jeneral, i a la República Arjentina sobre todo, le ha hecho falta un
Tocqueville, que premunido del conocimiento de las teorías sociales, como el viajero científico de
espontáneamente y con los únicos medios asequibles, un trazado discursivo de territorios
en el campo de la sociedad y la cultura americanas, y una toma de posición en la batalla
simbólica que acompañaba el conflicto material y visible en el terreno de los
enfrentamientos armados, donde tempranamente se vio involucrado ya en su tierra natal.
Por consiguiente, uno de los propósitos de nuestro análisis consistirá en dilucidar ese
trazado y ese posicionamiento. Para ello dejaremos de lado algunas afirmaciones
aquilatadas por la crítica sarmientina más clásica, buscando avanzar en una lectura del
texto 'en filigrana', a través de sus fisuras, intersticios e incongruencias, allí donde el
sujeto y el espacio-tiempo representado estallan, en un trabajo del lenguaje que escapa a la
actitud voluntarista y egocéntrica de control que "don Yo" —como solían apodarlo sus
detractores y como él mismo se autodefinió desde una banca del Senado nacional, en
1879- intentó sostener empecinadamente a lo largo del Facundo.
En suma, este texto aparece como un libro inaugural de un nuevo modo de
reflexionar e interpelar narrativamente, o de narrar argumentando y discurriendo, y -
anticipando la tesis que desarrollaremos en los próximos apartados- podemos aventurar
que el Facundo introduce, con un estilo extremadamente personal, una modalidad
radicalmente diferente, señalada -aún con contradicciones y más allá de las pretensiones
del programa esbozado por su autor- como una alternativa de la forma de escritura y de
organización de los saberes europeos, tomados como modelos deliberadamente al sesgo.
barómetros, octantes ¡ brújulas, viniera a penetrar en el interior de nuestra vida política, como en
un campo vastísimo i aun no esplorado ni descrito por la ciencia, i revelase a la Europa, a la
Francia, tan ávida de fases nuevas en la vida de las diversas porciones de la humanidad, este
nuevo modo de ser que no tiene antecedentes marcados ¡ conocidos ( ... ) Este estudio (...),
hecho
por observadores competentes, habria revelado a los ojos atónitos de la Europa un mundo nuevo
en política, una lucha injénua, franca i primitiva entre los últimos progresos del espíritu humano i
los rudimentos de la vida salvaje, entre las ciudades populosas i los bosques sombríos... (11-12).
14 Remitimos a la cita de Héctor Murena que cierra la introducción de la segunda parte de nuestro estudio.
112
equitación de vida o muerte" que no dejaba tiempo para ocuparse del estilo —de acuerdo a
la idea muy particular que Murena tenía acerca de éste- y le arrancaba aullidos a su jinete,
puede reconocerse inequívocamente en las sucesivas y reiteradas violencias que el autor
sanjuanino ejerció sobre su libro, en cada una de sus reapariciones. Estas profundas
transformaciones -mutilaciones, autocensuras y restituciones- que sufrió el texto a lo largo
de la historia de sus reediciones, a la vez que ponen de manifiesto su contextura dinámica
que llevó al extremo la versatilidad discursiva propia del ensayo, revelan el vínculo que
unía esas mutaciones con las diferentes escenas enunciativas en que habían salido a la luz.
En efecto, el Facundo reapareció una y otra vez, con notorias variaciones, en las cuatro
ediciones publicadas en vida de su autor, exhibiendo su insólita espectacularidad, al
metamorfosearse reiteradamente con la pretensión de adaptarse a las condiciones
fluctuantes de cada nueva puesta en escena. Pocos libros en la historia cultural de
Latinoamérica presentan la complejidad y riqueza de alteraciones y reacomodos que
entretejieron el intrincado historial de las ediciones de Civilización y barbarie... Entre esos
cambios tuvieron lugar mutilaciones premeditadas por el propio autor, supresiones
sugeridas por lectores calificados, leves rectificaciones en respuesta a esas observaciones,
nuevas reposiciones de partes suprimidas y restituciones definitivas.
Una mirada atenta al aspecto filológico del texto nos permitirá examinar y valorar
cabalmente la optimización que hizo Sarmiento de la maleabilidad y la heterogeneidad
formal admitidas por el ensayo, y del fragmentarismo que lo identifica como un modelo a
armar, por cuanto en cada montaje y desmontaje proponía nuevos pactos de lectura, con
efectos muy variados en el también cambiante público lector. Sin duda, estos rasgos
tipológicos contribuyeron a crear una fluida interacción del discurso con las diferentes
coyunturas históricas de cada nueva instancia enunciativa, en la segunda mitad del siglo.
En cuanto a la circunstancia inicial de la escritura, sabemos que el examen casi
inédito del fenómeno del caudillismo en el sector más austral de Hispanoamérica, y de los
efectos de la instalación con Rosas de una siniestra inflexión regional del despotismo en la
Argentina, 15 fijada en la letra impresa por el Facundo y difundida a través de la prensa, no
' Para describir la atmósfera política de su tiempo, Sarmiento apeló a una metáfora tomada de la geografia
regional: "vorágine ( ... ) en que remolinean elementos tan contrarios", "lavas ardientes que se revuelcan, se
agitan, se chocan bramando en este gran foco de lucha intestina", "volcán subalterno" (11)-, cara a la
retórica iluminista que abundaba en los escritos de nuestros pensadores ilustrados, donde se denostaba el
113
hubiera podido hacerse público dentro de los límites de la patria natal de su autor. De
modo que ese proyecto recién pudo concretarse, cuando Sarmiento se encontró finalmente
a buen resguardo, "del otro lado de los Andes", fuera del territorio donde la république des
letires había sido interdicta y desterrados, sus más eximios ciudadanos letrados. Durante su
segundo exilio chileno, iniciado a fines de 1840, Sarmiento pudo hallar en el refugio de la
nación trasandina las condiciones más favorables para concretar una tarea de gran
envergadura, en los dominios fronterizos y agitados de la prensa chilena. Dos años antes,
se había iniciado en la actividad periodística de agitación en San Juan, donde dirigió la
única imprenta oficial de su provincia y fue el principal responsable del periódico
hebdomadario que había fundado en 1839, El Zonda, del que salieron sólo seis números. 16
Ya por esos años, tanto en la práctica periodística como en el magisterio, canalizó la
vocación y el compromiso por la educación y la política que lo acompañaron hasta el final
de su vida.
A los efectos de nuestra lectura, revisaremos las diferentes situaciones de
enunciación/argumentación, donde el Facundo irrumpió en las ediciones aparecidas entre
1845 y 1874, tomando distancia, una vez más, de la tendencia más generalizada en la
crítica sarmientina que privilegió la dimensión fictiva en este libro, para centrarnos en
su estructura fuertemente argumentativa que incorpora la ficcionalización como
estrategia retórica al servicio de la seducción y el encantamiento del lector. Algunas de
las variaciones más importantes durante las tres décadas en que se publicaron las
primeras cuatro ediciones, se relacionan directamente con marcas y operaciones
textuales que, en las sucesivas mutaciones formales, experimentaron cambios
sustanciales, especialmente en la disposición textual. En cada nueva edición, el Facundo
activó estrategias de captación y de persuasión, orientadas hacia distintos tipos de
destinatarios, con propósitos también muy variados. En cada caso, la fuerte vinculación
entre el marco de enunciación y la situación de recepción, aparece como una constante
textual, en virtud de la indiscutible naturaleza mudable del libro.
En la primera edición de 1845, tres circunstancias actuaron en forma decisiva en
las dos modalidades editoriales iniciales (en folletín y en libro). En primer lugar, cuando
Sarmiento escribió el Facundo por sugerencia de su amigo chileno, el ministro Manuel
Montt, la revolución de la independencia en la República Argentina ya estaba terminada y
sólo estorbaba el tirano que ella había engendrado, ya que, a pesar de haber obtenido
logros envidiables para otros pueblos americanos, la carrera hacia el progreso y la
civilización quedaba interrumpida. En el presente de la enunciación del relato-argumento
de la dramática lucha entre civilización y barbarie, el bárbaro Rosas ocupaba el centro de
la escena y del poder, en tanto que los pocos letrados civilizados habían sido dominados y
limitados en su libertad de pensamiento y de acción, o expulsados de la polis hacia
Uruguay y Chile, donde encontraron patrias alternativas para dar forma a sus nuevos
proyectos y perfilar estrategias mediatas de rebelión. Hacia 1845, Sarmiento había
desarrollado una intensa actividad en la prensa chilena con una excelente acogida y era ya
un hombre público. En la portada del volumen aparecido en 1845, se lo presentaba como
catedrático de la Universidad de Chile y Director de la Escuela Normal. Conocido por
algunos libros y sobre todo por los artículos periodísticos publicados desde 1841 en
medios de prensa de Valparaíso y Santiago, participó activamente en numerosas polémicas
periodísticas (sobre la lengua, el romanticismo, las bel/es lettres y la cultura), donde se vio
enfrentado con personalidades de la talla de Bello, Lastarria, Rafael Minvielle, Francisco
115
Bilbao y los demás redactores de El Semanario, entre tantos, además de otras polémicas
pedagógicas y parlamentarias. También desde Chile, Sarmiento vaticinó para sí y para los
demás miembros de su grupo -en su mayoría, jóvenes letrados exiliados-, una posición
elevada y central, desde donde él mismo se propuso escribir.' 7
En segundo lugar, el movimiento de expansión de la figura de Rosas en Chile,
impulsado por la llegada de su enviado, Baldomero García, potenció la motivación
inicial de Sarmiento, originada en su condición de exiliado. Bajo el pretexto de
preservar las relaciones entre ambos países, García había llegado a Chile para
desacreditar a los emigrados argentinos y exigir al gobierno chileno que contuviera la
acción de los proscriptos. Frente a esto, el Facundo constituye en sí mismo un acto de
posicionamiento decisivo ante la amenaza concreta que suponía la inminente presencia del
enviado de Rosas en Chile: los representantes de los intereses del tirano de inmediato
esparcieron ecos rosistas en el país trasandino, con el rumor de su propósito de comprar
prensas y ganar escritores para contrarrestar las campañas de oposición impulsadas por los
proscriptos argentinos que veían a Rosas como el espíritu de la contrarrevolución y el
reivindicador de las tradiciones coloniales.' 8
Y en tercera instancia, el peligro latente de la pretensión de Rosas de ganar
simpatías en Europa para la causa americana aceleraba la iniciativa de emprender una
campaña decidida para modificar o frustrar ese intento y desarticular el plan. En este
contexto, la estrategia de escritura del Facundo creaba, a la vez, un efecto de prevención e
incoación, en un plan pergeñado como táctica agonística para ingresar en un campo de
confrontación cuasi bélica. Un día antes de la publicación de la primera entrega del
folletín, en el "Anuncio ..." que apareció en la tercera página de El Progreso, Sarmiento
promocionó su "obrita", tratando de captar el interés del momento y alentando la
17 Entre los numerosos artículos antirrosistas de Sarmiento escritos en Chile por esos años y recogidos en
sus Obras, VI (Política Argentina 1841-185 1), destacamos "Política exterior de Rosas" (El Progreso, 2, 5
y 8.X. 1844, en Obras, VI, 131-132), y " Lo que es Rosas" (El Progreso, 11.1V.1 845).
18 Esta interpretación clásica, insinuada en el Facundo, apareció también en los escritos polémicos de los
proscriptos que combatieron a Rosas, así como en un discurso de Esteban Echeverría pronunciado en
Montevideo en 1844, en Agresiones de Rosas de Andrés Lamas y en los póstumos Estudios Económicos de
Alberdi, donde sentenció que en Caseros "el antiguo régimen colonial caía con Rosas por segunda vez"
(J.B.Alberdi, Escritos Póstumos, 1. Bs.As.: Imprenta Europea, 1895: 6, 131-1 36). Años más tarde, esa tesis
fue retomada por José Ingenieros en "La Restauración" (J. Ingenieros, La evolución de las ideas argentinas,
Libro II, en Obras completas, IV. Bs.As.: Mar Océano, 1961, 285-374). Cfr. Arturo Ardao,
"Interpretaciones de Rosas," Estudios latinoamericanos de historia de las ideas. Caracas: Monte Avila
Editores, 1978, 71-88.
116
curiosidad de los lectores con "la rareza de ciertos detalles" (5). Resulta extraño comprobar
que en las ediciones subsiguientes, posteriores a Caseros, cuando Rosas ya había sido
arrojado definitivamente fuera de la escena política sudamericana, aún permanecían las
marcas de esa escritura signada por los tópicos de la carencia y la urgencia del momento:
curiosamente el cuadro persistía inacabado, con la premura del primer trazado, en el que se
había sacrificado "toda pretension literaria a la necesidad de atajar un mal que puede ser
trascendental para nosotros"( 1).
Si en la primera escenificación de 1845 se hizo visible la condición reactiva del
texto que actuó como un instrumento desafiante de intervención y oposición, un arma
contra el monstruo y sus enviados, en la campaña antirrosista sostenida por los
emigrados argentinos, t9 volvemos a encontrar aflia mismo un rasgo que distingue el
Facundo del resto de los escritos publicados bajo la forma del folletín periódico, lo que
pudo incidir -como veremos más adelante- en el relativo desinterés del pasaje del folletín
al volumen que se observa, con algunas excepciones, en la mayoría de los trabajos
críticos sobre el Facundo, a pesar de la fuerte impronta de esa materialidad inicial en la
fisonomía y la estructura que mantuvo el libro en sus diferentes ediciones posteriores. 20
El pasaje casi inmediato del folletín al libro estuvo marcado por el apuro por sacar el
volumen a la luz pública. Por otra parte, la prisa estuvo precedida por un cambio de
formato en el diario que no dejaba lugar para el Facundo en la nueva edición del periódico,
ya que debería haber ocupado más de un pliego con las consiguientes incomodidades para
21
los lectores (El Progreso, 6.VI. 1845). Por esta razón se lo ofreció en un suplemento del
mismo tamaño de los números anteriores y probablemente haya terminado con la entrega
25 (El Progreso, n° 799, 21 .VI. 1845). 22
19
Otros artículos publicados por Sarmiento en esos años acompañaron al Facundo en el embate
antirrosista. Entre ellos destacamos el artículo que abrió la edición del 8 de mayo: "Verdaderos intereses
del agente que Rosas puso entre nosotros" y, días más tarde, en la primera página del diario: "La cinta
colorada".
20
Con la excepción de algunos trabajos de Guillermo Ara, Nol Salomon, Paul Verdevoye y Elizabeth
Garrels, la generalizada desconsideración que señalamos puede ser entendida, como lo sugiere Miriam
Gárate, a la luz de la supuesta atipicidad del Facundo respecto del subgénero del folletín, lo que contribuyó
a considerarlo como un hecho incidental de consecuencias irrelevantes. Cfr. Miriam V. Gárate, Qihares
cricados: entre Sarmiento e Euclides da Cunha. Tese de doutorado. Campinas: Instituto de Estados da
Linguagem, Universidade Estadual de Campinas, 1995 (mimeo).
21
Cfr. Guillermo Ara, "Las ediciones del Facundo," Revista Iberoamericana, XXIII, 46(1958): 376.
22
Aunque no hemos podido verificarla hasta la fecha, creemos oportuno consignar con mayor detalle la
hipótesis planteada por Elizabeth Garrels, cuya confirmación nos obligaría a replantear algunas de nuestras
117
afirmaciones sobre el pasaje del folletín al libro. Garrels contabilizó veinticinco entregas del Facundo en El
Progreso de Santiago, en mayo y junio de 1845 (todas como folletín, excepto la última que apareció como
suplemento del diario), con la sospecha de "que la publicación del Facundo como folletín haya terminado
con el capítulo "Barranca Yaco! ! !" (capítulo XIII) y que, por lo tanto, no haya tenido el mismo largo que la-
primera edición" en forma de libro. Su hipótesis se basaba en el hecho de que, al cabo de un minucioso
examen de las colecciones de El Progreso para estudiar el Facundo como folletín, tanto en la colección de
la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos como en la de la Biblioteca Nacional de Chile, la última
entrega que registró fue la correspondiente al número 813, del 21 de junio, fecha del primero y quizás el
único suplemento en que apareció el Facundo, y que contenía un capítulo y medio. Entre otras razones,
contribuye a abonar su hipótesis el hecho de que esa entrega no finalizaba con el consabido "Continuará".
No obstante, Garrels no descarta la posibilidad de que se hayan extraviado los últimos suplementos del
folletín con los capítulos restantes. Cfr. Elizabeth Garrels, "El Facundo como folletín", Revista
Iberoamericana, 143 (abril-juniol989): 421. Por su parte, en su artículo, Guillermo Ara corrigió
parcialmente el error de Palcos sobre la similitud entre la edición príncipe y el folletín. Cfr. Guillermo Ara,
"Las ediciones del Facundo", Revista Iberoamericana, XXIII, 46(1958): 376.
23
Cabe señalar que, apenas salido el libro, en la reseña que Carlos Tejedor publicó en El Progreso
(28.VII.1845), mencionaba el "comienzo" de la publicación de "la interesante obrita" en el folletín de ese
mismo diario, con notable éxito en el público. Luego, también apareció publicado en el folletín de El
Nacional de Montevideo (3.X.1845 - 6.11.1846), donde se aclaraba que se lo reproducía de aquel diario
chileno, y no del libro que ya circulaba en la capital uruguaya. Curiosamente no se incluían allí los dos
últimos capítulos que cerraban el volumen aparecido enjulio de 1845.
118
24
En 1846, tras la lectura del libro y del folletín, Alsina comenzó a redactar sus observaciones críticas
desde Montevideo, donde sobrevino una revolución, pero se las entregó recién en 1850 y permanecieron
inéditas hasta 1901. Alsina todavía no había concluido su trabajo, cuando se presentó una ocasión propicia y
resolvió enviárselas, omitiendo algunos detalles. En la carta que el autor le dirigió a Alsina, desde Yungay,
el 7 de abril de 1851, incluida a modo de prólogo en la segunda edición del libro, le agradeció las notas a
su amigo y respondió algunas de sus observaciones. En la última nota, Alsina le pidió disculpas a Sarmiento
por la prolijidad -indispensable para rectificar ideas- y la rigidez en el señalamiento de lo que reputaba como
errores, arguyendo insistentemente lo que suponía que Sarmiento había querido o proyectado hacer. Daba por
cierto lo que no era sino una impresión personal o un propósito incumplido e inconfesadamente dejado de
lado por el autor: que Sarmiento se había propuesto escribir una historia, no un romance. Así justificaba sus
observaciones: para escribir históricamente, para reformar el libro como su autor había pensado hacerlo, era
inevitable todo eso. Por la boca de Alsina, la Historia le exigía a Sarmiento "exactitud", "procedimientos
analíticos" y "recto examen". Cfr. "Notas de Valentín Alsina al libro "Civilización y barbarie",
"Documentos relacionados con el Facundo", en D. F. Sarmiento, Facundo. Ed.crít. de A.Palcos: 364-426.
Un interesante estudio crítico de estas notas puede encontrarse en el segundo capítulo del libro de Diana
Sorensen, El Facundo y/a construcción de la cultura argentina. Rosario: Beatriz Viterbo Editora, 1998.
25
Alberto Palcos, "Prólogo" a D. F. Sarmiento, Facundo. Ed.por A. Palcos. La Plata: UNLP, 1938: XVII.
26
Siguiendo esa aseveración de 1845, en la edición de 1851 incluyó una nota al final del capítulo VII, en la
página 137 (nota 52 de la edición crítica del Facundo de Palcos, p. 139), donde reconocía los defectos de su
libro -al que se refería como "primer ensayo histórico"-, mientras anunciaba la imposibilidad de
suprimirlos, sin que las ideas perdieran ilación y quedaran sin sostén: "se llevarían consigo el libro entero"-
confesó. En esa misma nota, se justificaba por las exageraciones señaladas por Alsina, aduciendo el "calor de
los primeros años, la imposibilidad de verificar los hechos desde el destierro, i las preocupaciones de partido"
que habían dejado "trazas indelebles" en el libro. A razones similares apeló en la carta a Alsina, donde pedía
disculpas por los errores, escudándose en la prisa y la distancia, y volvía a renegar, con displicencia, del
"sacrificio" invocado en 1845, ahora con una ambición literaria que se sumaba a la del historiador (19-27).
IpJ
segunda edición. Como sugirió Palcos, existieron motivos más fuertes y de índole política,
además de las meras indicaciones de Alsina, que explicaban aquellas supresiones por la
necesidad de adecuar el texto al cambio del panorama político de la República. Sin duda, el
inminente derrumbe de la tiranía de Rosas fue uno de ellos. Sarmiento ya había escrito
Argfrópolis con esa misma convicción. Y efectivamente la supresión de aquellos
elementos irritativos -derivados del carácter polémico de la introducción, del intertexto
del libro y del sesgo anticipatorio y programático-político de la tercera parte- colaboró
para acercar y reconciliar a los argentinos en un proyecto de unidad nacional, más allá de
las diferencias que los separaban, y contribuyó a que el autor pudiese ganarse las simpatías
tanto de los viejos unitarios como de los federales.
Desde el punto de vista estilístico y compositivo, esos cambios le otorgaron mayor
sugerencia y moderación al texto y lo alejaron del tono panfletario, político y
programático que primaba en la edición de 1845. Asimismo, en la segunda edición se
suprimió la división en partes, dejando sólo la disposición en capítulos con numeración
corrida, y se hicieron diferentes retoques a la redacción de la edición anterior, tales como el
reemplazo de galicismos, los cambios en la sintaxis para mejorar el texto, el agregado y la
exclusión de párrafos, vocablos y notas, la corrección de errores tipográficos, la supresión
de sarcasmos excesivos, críticas innecesarias y datos inoportunos o incorrectos, la
actualización de expresiones y referencias temporales anacrónicas —pasados ya seis años
desde la edición anterior-, ajustes léxicos y el añadido del párrafo final, entre otros.
A partir de esta segunda edición, la biografía de Facundo Quiroga pasó a ser el
'corazón' del Facundo, el núcleo donde el valor estético resistía y establecía su
dominio, y la ficción ganaba protagonismo, mientras otras partes más lábiles se
adaptaban, se quitaban o se reponían. Por esta razón se comprende que en la portada de
esa edición se imprimiera el siguiente título: Vida de Facundo Quiroga i aspecto fisico
costumbres i hábitos de la República Argentina. El relato de la vida del caudillo riojano
fue la única parte que permaneció inamovible en todas las ediciones, con algunas ligeras
rectificaciones en la edición de 1852, en respuesta parcial a las notas solicitadas a su
amigo.
La tercera edición del libro en español se publicó en la casa Appleton de Nueva
York, con el siguiente título: Facundo; Civilización ¡ barbarie en las pampas
120
arjentinas. Salió a la luz en 1868, al mismo tiempo que la traducción al inglés, hecha
por Mary Mann, y estuvo prologada también por ella misma. 27 Se mantuvieron allí las
modificaciones estructurales de la segunda, salvo la exclusión del episodio inicial
(Sarmiento marchando hacia el exilio trasandino, tras escribir la sentencia en francés en
clave civilizatoria y con carbón, a modo de graffihi revolucionario), algunos cambios en
los títulos de los capítulos y apartados, y la omisión de las transcripciones y referencias
a las observaciones de Alsina. Se inóorporaron además las correcciones formales
indicadas por el gramático cubano Mantilla, quien revisó las pruebas a pedido del autor
e introdujo cambios tendientes a mejorar la sintaxis y clarificar el sentido de la
expresión. Aunque las mutilaciones se conservaban sin explicaciones, en cierto modo,
eran predecibles: Sarmiento lanzó la edición en Nueva York, siendo ministro
plenipotenciario de la República Argentina en los Estados Unidos, donde residía desde
1865, y en esa instancia, nuevos y diferentes motivos políticos lo obligaron a
mantenerlas.. Recordemos que 1868 fue el año de las elecciones presidenciales en la
Argentina, en las que Sarmiento era candidato por el partido autonomista. El líder de
este partido, Adolfo Alsina, se oponía a la federalización de Bs.As., propuesta en el
Facundo, y a ello obedeció seguramente la supresión de los dos últimos capítulos que
sostenían la tesis de la configuración unitaria de la república y postulaban a Buenos
Aires como la única capital posible del país. Por otro lado, es indudable que la
publicación del libro apuntaba también a prestigiar la candidatura de su autor, quien ya
contaba con una trayectoria prestigiosa, puesto que había ocupado varios cargos
oficiales en la Argentina y se había ganado un merecido reconocimiento como
periodista y escritor. De hecho, la traducción y publicación de su libro por Hurd y
Houghton, además de hacerlo conocer por lectores ingleses y norteamericanos, culminó
sus denodados esfuerzos por colocarse en el centro de la vida cultural norteamericana.
27
La relación de Sarmiento con los Mann fue decisiva, entre otras cosas, en la migración cultural del
Facundo a los Estados Unidos. Durante su breve visita a Londres, Sarmiento conoció a Horace Mann,
educador radicado cerca de Boston, Massachusetts, a partir de la lectura de su "Informe de un viaje
educacional en Alemania, Francia, Holanda y Gran Bretaña". Desde entonces, tuvo el firme propósito de
visitarlo y ver personalmente los logros de la educación pública en los Estados Unidos. En 1847, pudo
dialogar con el pedagogo Mann en Boston, ayudado por las traducciones de la mujer de aquél, Mary
Peabody Mann, quien luego llegaría a ser su amiga y la traductora de sus obras al inglés. Cfr. William
Katra, "Sarmiento en los Estados Unidos", Todo es Historia, a. XXII, 255 (sept. 1988): 8, 10; D. Sorensen
1998, cap. 4.
121
advirtió muchas erratas de imprenta y suprimió párrafos sin motivo aparente. Palcos
sostuvo que en esta quinta edición —la primera, póstuma- se cometieron varios errores:
se dejaron de lado las modificaciones impresas mantenidas en las otras dos ediciones
publicadas en vida del autor, al desconocer las diferencias entre ellas por no haberlas
cotejado previamente y, por esa misma razón, se reintrodujeron frases ya eliminadas que
empeoraron notablemente el texto. Muchos de estos yerros fueron repetidos en las
ediciones posteriores que continuaron desmejorando y desfigurando el texto, por
ejemplo: se volvieron a incluir expresiones eliminadas por erróneas o anacrónicas y se
introdujeron otros leves cambios.
En síntesis, por la trayectoria mudable de su historia editorial que deviene un
rasgo sustancial, en sintonía con los cambios en la escena política y cultural de la que es
imposible sustraerlo, advertimos que aún hoy el Facundo sorprende y desconcierta,
incluso a un lector crítico actual, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿qué texto es, en
definitiva, el que tenemos en nuestras manos?, ¿cuál de las diferentes versiones que se
fueron sumando en las sucesivas entradas a escena, es la que leemos hoy en día? y
¿desde qué red de relaciones nos interpela? Visto desde este ángulo, se nos presenta
extremadamente lábil y versátil, como un texto que se desarma y se rearma, se contrae y
se expande como un organismo vivo, se mutila y autocensura para luego restituirse y
recomponerse nuevamente. Con una lógica guiada por la oportunidad y la adecuación a
los contextos de producción, circulación y recepción, 28 en función de los cuales el sujeto
de la enunciación ejerció un control obsesivo sobre su plan textual y sus efectos de
lectura, el Facundo exhibe el fuerte impacto de la marca de la modernidad, a través de
la inscripción de su temporalidad cambiante en el cuerpo textual y en sus constantes
mutaciones. Hay aquí otro elemento que merece ser considerado: la preocupación por la
función conativa29 del texto, decisiva en el ensayo y ligada a su retórica envolvente de
seducción que no anula -pero excede- el propósito de convencer al lector.
28 Como ejemplos de la movilidad discursiva del ensayo en relación con sus contextos de recepción se
pueden citar los cambios registrados en los títulos de las traducciones a otros idiomas. La segunda edición
parcial en francés (1852) llevó por título: Le Socialisme dans ¡ 'Amerique du Sud, lo que marcaba un
desplazamiento del relato biográfico en favor de la dimensión ensayística del texto, y la traducción al
inglés por Mary Mann se tituló: Ljfe in ¡he Argentine Republic in ¡he days of ¡he Tyrants: or Civili:ation
and Barbarism (1868), privilegiando la descripción de la vida cotidiana de una nación sometida a los
designios de un tirano y sin subordinar el componente ensayístico al relato ficcional.
29
Cfr. Roman Jakobson, Ensayos de lingüística general. Barcelona: Ariel, 1984. 1" cd.: 1974.
123
El horizonte complejo que hemos trazado justifica que, para considerar los
aspectos más diversos del libro, hayamos optado por trabajar con la edición crítica
establecida por Alberto Palcos, donde se incorpora la totalidad de las partes
trashumantes del texto, incluso aquellas secciones paratextuales como el "Anuncio...",
la "Advertencia del autor", los epígrafes, la escena inicial y las cartas, entre otros. Esos
reacomodos textuales han sido posibles por la permeabilidad de los límites borrosos que
delimitan el ensayo. Por otra parte, el texto se metamorfosea de acuerdo con los cambios
registrados en el contexto político y las diferentes elecciones del ensayista (estilísticas, de
énfasis, de adecuación a la 'verdad histórica' o a la época, etc.), con lo que se pone de
relieve el poderoso vínculo referencial de ida y vuelta entre éste y sus contextos, a lo largo
de su historia editorial.
Una vez establecida la estrecha ligazón entre los cambios formales y las
situaciones históricas correspondientes, trasladaremos la indagación hacia otras
relaciones establecidas con espacios y géneros discursivos, registros y modos de
producción, circulación y recepción ligados al ejercicio de la práctica periodística y a
una zona discursiva organizada desde diferentes premisas como la literatura de ideas y
el discurso político.
de su sintonía con el medio de publicación originario, tales como la urgencia como tópico
y condición del proceso de escritura, el carácter panfletario del texto, la actualidad y
variedad de los temas, la peculiar mixtura discursiva, entre otros.
La inserción del ensayo en el periódico nos reenvía a la histórica relación ensayo -
periodismo, a la que nos hemos referido en la primera parte de nuestro estudio. Como se
sabe, el periódico surgió bajo el signo de lo efimero, para satisfacer intereses que variaban
diariamente. Producto de las nuevas demandas sociales y de las posibilidades técnicas
que habilitaron la transformación de su formato y sus fórmulas más frecuentes, su
materialidad estuvo siempre vinculada a un contexto modelado por libros y volúmenes
producidos bajo otras circunstancias. Los cambios tecnológicos aceleraron los tiempos de
utilidad, producción, circulación y consumo de los escritos e introdujeron diferentes
criterios de durabilidad, valor y conservación entre el periódico y el libro, además de
variantes en la calidad de la impresión, del papel y de la organización de su superficie. Es
sabido también que en el siglo XIX el periódico era reconocido socialmente como un
discurso portador y propagador de ideas en el horizonte de la tradición letrada moderna,
un espacio propicio para incitar polémicas y debates, y promover el análisis de los
hechos, esgrimiendo verdades y razones construidas con argumentos y estrategias
propias de una retórica empeñada en convencer.
Por otra parte, la página del periódico no reproducía divisiones demasiado
marcadas, sino que representaba fronteras móviles entre pasado y presente, datos y
valoraciones, información y formación. Y aunque ese código en gestación no contaba
todavía a mediados del XIX con un lenguaje periodístico solidificado, ya tenía un rol
protagónico en la prensa del período. Ofrecía una discursividad híbrida que albergaba
columnas sociales, crítica de arte y literatura, ensayos literarios, biografias y artículos de
costumbres, reseñas bibliográficas, y en la que convergían distintas operaciones
indiferenciadas: informar, formar, divulgar, discutir, opinar. No es extraño entonces que
un tono ensayístico-disertativo impregnara los diarios de la época, encargados de
aleccionar a los lectores en cuestiones de doctrina, de carácter histórico y cultural, y
modelados por un nuevo perfil de sujeto productor, cristalizado en la figura del
periodista-redactor polifacético (polígrafo, crítico de arte y de teatro, ensayista, cronista
local) que oficiaba también de traductor-compilador-divulgador de lo que leía en
125
30
Cfr. Frédéric Barbier y Catherine Bertho Lavenier, Historia de los medios: de Diderot a Internet. Bs.
As.: Colihue, 1999; A.C. Ambroise-Rendu, "Du dessin de presse á la photographie (1878-1914): histoire
d'une mutation technique et culturelle", Revue d 'Hisloire Moderne et Contemporaine, 39 (1992).
31 Cfr. Julio Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en e/siglo
Sin embargo, aunque la heterogeneidad del Facundo sea una marca heredada de su
formato original y el libro parezca carecer de un plan armado previamente, una mirada
atenta reconoce en él una clara organización formal (introducción, epígrafes, partes,
capítulos, conclusiones, disposición cronológica y sucesiva de la biografia del caudillo,
crítica del presente y programa para el futuro), con algunos elementos que ya estaban
presentes en el folletín, vinculados con las posibilidades técnicas habilitadas por ese
formato inicial.
El Progreso era un periódico de Santiago, fundado por Sarmiento en 1842 y
dirigido por él hasta octubre de 1845, cuando dejó de ser su redactor para partir a Europa.
Era de formato pequeño -el más común en esa época- y de magras dimensiones (cuatro
páginas de cuatro columnas cada una), lo que facilitaba su encuadernación para
coleccionarlo. Era tribuna y escuela a la vez: reflejaba el presente, compendiaba el
pasado y tramaba el futuro. Desde su aparición, introdujo una serie de cambios
novedosos en la prensa chilena: incorporó la sección del folletín diario, un elemento de
la modernización capitalista, particularmente eficaz para estimular las ventas y con un
fuerte poder ideológico, que respondió a una necesidad del momento y llegó a ser una
de las secciones de mayor influencia. 35 Ofrecía un repertorio lo suficientemente diverso
que ampliaba los tópicos tradicionalmente tratados en un periódico. 36
34
D.F.Sarmiento, "Periódicos" (E/Zonda, 10.VlII.1839), Obras. Escritos diversos (último tomo), LII, 14-15.
El énfasis es nuestro.
35 En sus Viajes (1849), definió el folletín como "... la filosofia de la época aplicada a la vida, el tirano de
las conciencias, el regulador de las aspiraciones humanas..." (D.F.Sarmiento, Viajes por Europa, Africa y
América (1845-1847) (1849), en Obras, V, 116). Pueden encontrarse otras definiciones del género en:
"Nuestro folletín" (El Progreso, 10. Xl. 1842), Obras, II, 3, donde Sarmiento formuló un programa para ese
espacio discursivo; "Nuestro pecado de los folletines" (El Progreso, 30.VIII. 1845), Obras, II, 314-317,
donde comentó que le reprochaban haber inoculado en la prensa chilena el virus del "folletín"; "Un folletín
para E/Progreso por Carlos Bello" (El Progreso, n° 150, 15.IV.1843), entre otros.
6
En el primer número de El Progreso (1 0.XI. 1842), se anunció, además del material heterogéneo que se
incluiría en la sección "Folletín", la eventual reproducción de páginas publicadas previamente en diarios
europeos -especialmente franceses y españóles- y americanos. Esta última opción terminó casi
monopolizando el folletín ("Nuestro folletín", Obras, II: 3). Entre los 180 títulos publicados en esa sección
127
A través del folletín, el diario retomaba al libro y así ambos mundos quedaban
religados no sin conflictos. Tanto en la composición textual cuanto en la gráfica, por la
duplicidad de sus usos, el folletín se ubicó en una zona híbrida entre la fugacidad y la
permanencia, el suelto y el volumen, el fragmento y la totalidad. En lo que respecta
específicamente al folletín de ese período, la disposición, la diversidad y el tempus37 eran
diferentes de los que distinguieron al folletín del siglo XX. Cada entrega consistía en una
unidad mínima que debía ser renovada pero, a diferencia de la página impresa diariamente,
debía ofrecer algo nuevo y de interés. Esto hizo lugar para la no ficción en el folletín y
paradójicamente para la ficción en el cuerpo del diario, lo que favoreció el cultivo del
folletín de tema histórico, que terminó imponiéndose. 38 Por lo común, esta modalidad
estuvo asociada a lo meramente circunstancial, por su carácter de instrumento de acción
inmediata y directa. Asimismo, el folletín se caracterizó por estar escrito día a día, a
medida que la publicación iba avanzando, de acuerdo con la azarosa acogida del público. 39
Es evidente que la inserción atípica y menor del panfleto -Facundo- como
novela de folletín en el espacio discursivo de las dos o tres páginas que le ofrecía el
periódico, precipitada por las circunstancias ya mencionadas, resultó la más oportuna y
conveniente, aunque tal vez en otro momento la publicación se hubiera dilatado. No hay
dudas de que el periódico fue un medio de difusión sumamente eficaz y acorde con las
necesidades de la época. Al día siguiente del "Anuncio...", empezaron a sucederse las
entregas, con algunas interrupciones y algún cambio ligero de formato hasta la última
del diario, mientras Sarmiento fue su redactor, la mayor parte de los materiales serializados que se
incorporaron allí fueron ficciones tomadas de diarios extranjeros (lo que supuso -según Garrels (1988: 425-
426)- un público lector pasivo que no podía influir en el curso de lo narrado) y reseñas teatrales
(generalmente de melodramas representados en salas santiaguinas), de las cuales sólo unas pocas fueron
escritas por autores locales, expresamente para El Progreso.
37 Susana Rotker lo describió como un caso de presente ampliado, es decir, un alargamiento del presente en
el que los acontecimientos duraban más por limitaciones técnicas en la transmisión de las noticias. Las
fórmulas expresivas resultaron un tanto extrañas en un principio: rumores, conjeturas, relatos referidos
por terceros, elocuencia impersonal, extraña a principios de brevedad, economía verbal y concisión que,
más adelante, definieron la lengua informativa de la imprenta. Cfr. S. Rotker 1992, y S. Jongue, "Les
premier pas du feuilleton: chronique historique, nouvelle, roman", Europe. Revue Liltéraire Mensuelle,
542 (1974).
38 Además del roman-feuillelon como Los misterios de París, de Eugenio Sue, aparecieron en los folletines
de El Progreso novelas históricas como Rienzi, del inglés Edward Bulwer-Lytton —texto interrumpido para
dejar lugar al Facundo-, y otras como Le Pire Goriot, de Honoré de Balzac, publicada en la Revue de
Paris (1834), etc.
39
Jean-Louis Bory, "Premiers éléments pour une esthétique du roman-feuilleton", Musique II: Toul Feu
ToutFlamme. Paris: Julliard, 1966, 17.
e 128
junio y octubre de 1843 (Bory, 13-41). En primer lugar, las diferencias aparecen porque
sus condiciones y su modo de producción fueron otros: ni el acuerdo productivo con el
público lector a medida que leía las entregas, ni la escritura improvisada día a día están
estrictamente presentes en el libro que nos ocupa. Como advirtió Ana María Barrenechea,
en su perspicaz trabajo sobre la configuración del Facundo, Sarmiento tenía previamente a
su redacción la clara intuición de un plan coherente para su libro, que sólo por motivos
circunstanciales fue publicado como folletín. Sabía que corría el riesgo de que el lector, por
lo general distraído y perezoso, no siguiera paso a paso la explicación planeada en el libro,
[P]or eso parecería que se apodera de él desde los primeros capítulos y no lo suelta.
Por una parte, excita su interés con un diálogo constante que no le deja desviar la
atención, con preguntas, respuestas, exclamaciones, recursos que subrayan las
opiniones, sacudimientos y virajes súbitos, respiros y sorpresas, pausas y nuevas
arremetidas. Por otra parte, temiendo que se extravíe entre tantas digresiones y no
mantenga el hilo de su razonamiento, le recuerda a cada paso el plan que lo guía
para que al final quede claro el camino recorrido. 4 '
Sin embargo, muchos de estos rasgos que aseguraron la coherencia interna del libro
coincidían con los trazos distintivos de la estética de] roman-feuilleton -centrífugo,
discontinuo, ligado a una visión voluntariamente incoherente y fragmentaria del mundo-
(Bory, 16-17), que Sarmiento aprovechó para atraer al lector. Esa dispersión controlada,
efecto del esfuerzo por captar y mantener el interés del lector, formaba parte de la estética
del Facundo pero, a diferencia del roman, allí lo que primaba era la unidad. 42 El mismo
origen folletinesco tenían los ingredientes truculentos (desgracias y peligros, muerte y
violencia: puñaladas, descuartizamientos y degüellos, azotes y balazos, ejecuciones y
fusilamientos), cuyo alto potencial melodramático buscaba saciar la sed de violencia que
41 Ana María Barrenechea, "La configuración del Facundo", Textos Hispanoamericanos. De Sarmiento a
caracterizaba el gusto del lector medio del folletín, además de los cuadros costumbristas
como los cuatro tipos retratados en los primeros capítulos, el mayor Navarro y el general
La Madrid, entre otros. Indudablemente, la inclusión de estos elementos tan apropiados
para la sección donde se publicaba el Facundo, cumplió el propósito de no decepcionar a
los lectores habituales y de justificar su inserción en esa parte del diario, indispensable para
estimular las ventas.
Finalmente, la relación que el Facundo construyó con los lectores se inscribe en
esta misma línea. En un artículo publicado unos años después de la segunda edición del
libro, Sarmiento destacaba la peculiaridad de este texto que rompía con el "divorcio entre
lector y libro", dominante en América: "El lector se hace a su turno autor también,
pudiendo corregir un hecho mal narrado, o un efecto atribuido a causa diferente de la
verdadera..."13 Desde este ángulo, son visibles los vínculos entre ensayo y novela
convocados en el libro. Pero, si bien encontramos allí elementos netamente novelísticos -
caracteres, cierta conciencia de mundo, acción e intriga que habilitan un espacio para el
suspenso y la tensión dramática, apertura y agenericidad, aptitud para combinar modos
literarios heterogéneos, conjunción de lo histórico con lo filosófico-, la parcial fusión
entre ensayista y autor no llega a ser reemplazada, como sucede en la novela, por la
distancia estética propia de un narrador plenamente maduro, excepto en las ediciones
donde sólo prevalece el relato biográfico. Por otro lado, si consideramos la relación
ensayo-novela como una progresión, lo netamente ensayístico pasaría a ser en la
segunda y tercera edición un suplemento descartable o secundario —sin despojarse del
valor estético-, cumplida la meta inmediata que lo hacía imprescindible para dejar lugar al
despliegue ficcional en la narración de la vida y la muerte del caudillo riojano. 44
Asimismo, aunque los propósitos que animaron la redacción del Facundo
excedieron el mero entretenimiento del lector, la finalidad de escribir un texto con
eficacia política y con cierto valor científico-social, le planteó a Sarmiento la necesidad
de utilizar recursos artísticos y melodramáticos de la novela popular y del teatro, que le
43
D.F.Sarmiento, "La dictadura de O'Higgins. Carta a su autor don Miguel Luis Amunátegui" (La
Crónica, 26.X1I.1853), Obras, II, 371.
44
Cfr. C.de Obaldía, 19. Graham Good relaciona el ensayo periodístico con el surgimiento de la novela
inglesa y con el auge del individualismo burgués, en el contexto de la vasta transformación de la civilización
occidental que tuvo lugar a partir del Renacimiento. Cfr. Graham Good, The Observing Se?f Rediscovering
ihe Essay. Routledge, 1988, 14.
131
45 Avanzado el capítulo Xl, leemos: "Si el lector se fastidia con estos razonamientos, contárele crímenes
espantosos" (202). Pero la historia de Severa Villafafle, relatada en el capítulo X, es la que concentra el
material más típicamente melodramático del libro y concluye con un remate irónico que desmonta el uso
estratégico de esa anécdota, conscientemente elegido por el narrador/autor.
46
Tomamos algunos de los trazos distintivos del "essai-méditalion". Véase Angenot 1982, 53, 56-58.
47
Angenot denomina "discurso entimemático" (discours enihymémalique) (1982, 30) al conjunto
semiótico complejo, compuesto por un número finito de unidades funcionales y reglas combinatorias, que
incluye discursos del saber (tratados científicos y filosóficos) y discursos doxológicos y persuasivos
132
doxológicas del discurso persuasivo, cuando lo define como una forma histórica del
discurso agonístico que supone un contradiscurso implicado en la trama del discurso
social coetáneo, y reúne modos axiomáticos y entimemáticos, en una doble estrategia de
demostración de una tesis y de refutación para descalificar la tesis adversa (Angenot,
12), buscando generar un efecto perturbador en el marco de un combate ideológico. 48
Como lo señalamos, con el Facundo Sarmiento respondió con premura a una situación
que vivenció como un escándalo: la presencia concreta del representante del tirano en
Chile, que había sido enviado allí para ganar el favor de la prensa y la sociedad chilena
hacia su persona y su gobierno, y para desprestigiar a sus enemigos que superpoblaban la
prensa de ese país. De ahí, el carácter polémico y personal que nació del anhelo ferviente
de revertir la situación: anunciar su caída y derrota final, y ocupar su lugar o tal vez
desplazarse del margen hacia el centro para acceder a un lugar de poder. En este sentido,
el libro le sirvió a su autor -como, años más tarde, lo hizo Recuerdos de provincia- de
plataforma de lanzamiento y carta de presentación en Europa. 49
(ensayos, sátiras, homilías, polémicas, arengas, editoriales, panfletos, etc.). Por "entimema" (enthymme)
entiende todo enunciado que comporta un juicio sobre un tema cualquiera, es decir, todo lugar (Iieu) o
tópico (topos) que pone en relación ese fenómeno con un conjunto conceptual que lo integra o lo
determina, en tanto principio regulador más general, presupuesto dentro de su enunciado: un eslabón de
una cadena de pensamiento organizada de forma no aleatoria ni reversible, de acuerdo con una estrategia
general de orden cognitivo. Esos enunciados omitidos vinculan lo universal con lo particular en el discurso
entimemático y suponen una coherencia relacional en el universo del discurso. Son discursos teleológicos,
orientados en función de un fin cognitivo. Cfr. Angenot 1982, 30-33.
48
Angenot describe, además, el panfleto como una forma del discurso agónico, históricamente
circunscripta, perteneciente a una sociedad determinada y portadora de síntomas ideológicos definidos,
que consiste en una configuración ideológica nacida con la escritura y cuya táctica consiste en atacar
defendiéndose. Aparece como discurso-síntoma de una erosión ideológica en el campo social, acompañada
por rupturas bruscas entre un conjunto de valores y las prácticas concretas. Se trata de un modo discursivo
entimemático, persuasivo, doxológico y agónico. Por último, siendo a la vez artificio y acto, técnica y
espontaneidad, por sus funciones ideológicas, el panfleto se vale de ciertas coartadas (lo verdadero, lo Real,
el Yo, la Sinceridad, el mandato del Fuego interior o la trascendencia de los valores). Por naturaleza,
mantiene juntas dos ilusiones propias de la ideología del texto: afirmar la capacidad del discurso para decir
la Verdad e identificar la escritura con la expresión de un sujeto pleno, concibiendo en definitiva la
significación como relación diferencial y como adecuación a lo Real . Cfr. Angenot 1992,12-13, 3 7-45.
" Es elocuente la imagen con que Allison Bunkley describe a Sarmiento, recién llegado a París, con un
libro bajo el brazo, parado frente a la Revue de Deux Mondes, lo que descubre el juego del que forma
parte el texto: le urgía a su autor presentarse en Europa con un libro que le sirviera de contrapartida para
refutar lo que Europa pensaba de América y de Rosas, y para develar los móviles verdaderos del tirano y
su modus operandi, esperando convencer al lector europeo de la falsedad de la imagen construida hacia
fuera, por Rosas y sus colaboradores. En sus Viajes, Sarmiento relata en detalle los entretelones del
episodio que lo consagra en Europa: la publicación de la reseña en francés del Facundo que escribió
Charles Mazade en la Revue de Deux Mondes (París, 1846). Allí confiesa a su amigo Manuel Montt sus
expectativas respecto de las posibilidades que le facilitaría su libro: ". . .la llave de dos puertas llevo para
133
penetrar en París, la recomendación oficial del gobierno de Chile ¡ el Facundo; tengo fe en este libro..."
Véase: "Documentos relacionados con el Facundo", en Palcos: 328.
50 Transcribimos algunos de los ejemplos que ilustran la retórica violenta y pasional, puesta en acción en
esas secciones: adjetivos e imágenes fuertes arrostradas con valor de improperio para presentar a su
adversario en la "Introducción" (Rosas, quien ocupaba la cúspide del poder, era descripto en estos
términos: "falso, corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasion ( ... ). Tirano sin rival hoy
en la tierra ( ... ), mónstruo (...), Esfinge [sic] Argentino, mitad mujer por lo cobarde, mitad tigre por lo
sanguinario. . . "(10). Comparaciones denostatorias, improperios, alevosas invectivas, retorsiones al
contrincante, preguntas retóricas encendidas incluso bajo la forma intempestiva de la exclamación en una
secuencia dialogal -"Dios mío! ¡Para qué lo combatís!" (11); "...adios tirano! adiós tiranía!" (16)
pretenden dar respuesta contundente a la práctica violenta que sufrió en carne propia y revelan su firme
convicción -fiel al cilios panfletista- de que la impostura sería desenmascarada y la verdad se impondría.
Con temeraria claridad se describe la imposición del terror en Buenos Aires en el capítulo XIV - "El terror
estaba ya en la atmósfera.. ."(253); ". . .En la República Argentina (...), el que se ha apoderado así de la
autoridad suprema, es un hombre i un hombre bien indigno" (255).
51
Más adelante nos detendremos en el enfrentamiento de los actores involucrados en el episodio, y la
decidida carga combativa antirrosista anticipada allí y confirmada en la anécdota de la sospecha de un
insulto oculto en el axioma cifrado, por parte de quienes no pudieron descifrar el mensaje.
134
52
Según la clasificación de los destinatarios del discurso político propuesta por Eliseo Verán, el
"destinatario positivo" es quien comparte las ideas, los valores y objetivos del enunciador, y el
"paradestinatario" es quien aparentemente queda "fuera del juego" y de quien se presupone o suspende su
creencia. Cfr. E. Verán, "La palabra adversativa. Observaciones sobre la enunciación política", E.Verón, L.
Arfuch y otros, E/discurso político. Lenguajes y acontecimientos. Bs.As.: Hachette, 1987: 16-18.
En uno de los pocos estudios dedicados exclusivamente al análisis de este fragmento del Facundo,
Jaime Concha lo describe como un montaje de experiencias sintéticas y perturbadoras a la vez, que demanda
un estudio casi microscópico de sus contenidos. Cfr. J.Concha, "On the threshold of Facundo", Tulio
Halperín Donghi, I.Jaksic, G.Kirkpatrick, F.Masiello (eds), Sarmiento. Author of a nation. Berkeley-Los
Angeles-London: University of California Press, 1994: 146.
Por otra parte, el contrapunto entablado a partir de las interpretaciones divergentes de Ricardo Piglia y
David Viñas acerca del uso libre y salvaje de las citas en el Facundo -ya evidente en este pasaje-, ilustra
claramente la densidad cultural encerrada en este libro fundamental. En tanto que Piglia adjudica los
'deslices' de Sarmiento a la hora de citar fuentes de la 'alta cultura' occidental a una falla o falta
constitutiva de la cultura americana, al "funcionamiento de una cultura ostentatoria y de segunda mano"
Viñas acuerda con lo de "ostentatoria", pero discrepa con lo de "segunda mano", argumentando que "la
conversión posible de un col/age en bricollage" es precisamente una de sus marcas distintivas. Cfr.
Ricardo Piglia, "Notas sobre Facundo," Punto de vista, a. III, 8 (marzo-junio 1980): 15-18 y "Facundo: el
comienzo," Un escritor llamado Sarmiento, Página 12. Culturas, 11 .IX.1988: 2-3, y David Viñas, "Piglia y
Sarmiento," Página 12, 28.1X.1988.
54
Paul Verdevoye señaló el muy frecuente error de atribuir al conde de Volney la autoría de la frase que
Sarmiento adjudicó inicialmente a Fortoul y sostuvo, en cambio, refutando a Paul Groussac, que Diderot
era el verdadero autor de ese pasaje. La hipótesis se basa en que, poco tiempo antes de la publicación del
Facundo, había aparecido una frase muy semejante de Diderot —"Qn ne tire pas de coups de fusil aux
idées"-, como epígrafe de un artículo de Charles Didier en la Revue Encyclopédique, de la que el Maestro
sanjuanino era asiduo lector. Cfr. Verdevoye 1988, 80.
135
Carlos Pereda, Vértigos argumentativos. Una ética de la disputa. México: Universidad Autónoma
Metropolitana—lztapalapa / Anthropos. Ediciones del Hombre, 1994, 9-16, 322-324. El filósofo mexicano
denomina así los "vicios epistémicos", los "procesos de violencia interna" de la maquinaria argumentativa,
en los que se incurre "cuando quien argumenta constantemente prolonga, confirma e inmuniza el punto de
vista ya adoptado en la discusión, sin preocuparse de las posibles opciones a ese punto de vista (....) y todo
ello de manera, en general, no intencional"(9). Bajo la tentación de la certeza y el poder, estas
argumentaciones radicalmente parciales responden a la "razón enfática", valiéndose a menudo de la
"retórica de la violencia" (improperios, invectivas, retorsiones al contrincante en respuesta a la práctica
efectiva de la violencia que desde el poder se ejercía sobre los cuerpos de los disidentes).
56 Entre sus detractores más célebres, J.B.Alberdi y Paul Groussac criticaron la informidad del Facundo y
De modo que el axioma en francés, la traducción libre del propio autor —"A los ombres
[sic] se degüella: a las ideas no"(6)-, y el breve episodio autobiográfico (con el sucinto
relato de la golpiza que le propinó la Mazorca al autor y la escena del cruce de los Andes
hacia el exilio) que los enmarca, se convirtieron desde entonces en la instancia textual
liminar. El dato no es menor, puesto que la escenificación exhibe su propia ratio, la que
sostiene la transformación del graffiti en el libro "intratable" (A.Candido), raro,
heterogéneo. Esa emblemática escena inicial que condiciona y orienta su lectura, forma un
pliegue textual significativo donde se concentran y ocultan los actores principales, las
nociones y los dilemas básicos que protagonizarán la dramática lucha entre la civilización
y la barbarie representada en la totalidad del volumen. 57 A lo largo de éste se prolongan y
expanden ciertos signos presentes en aquella escena del destierro y la protesta en francés,
tales como el valor y la fuerza de las ideas, la denuncia de la violencia y el despotismo por
la exhibición de su modus operandi y sus efectos, y los pares oposicionales que articulan
su planteo. Civilización y barbarie, orden y caos, progreso y atraso, libertad y esclavitud,
paz y guerra, luces y oscuridad, don de lenguas y saber letrado vs. incomunicación e
ignorancia bárbaras, son algunos de los núcleos significativos desarrollados y ampliados en
las otras partes del libro.
Por consiguiente, leer el Facundo con ese comienzo, allí donde lo fija la edición de
Palcos, supone reconocer desde la entrada misma del texto un fuerte posicionamiento
enunciativo frente a un problema anunciado y denunciado en ese mismo segmento
preliminar. Así, el libro se anda como reacción personal de su autor ante el ataque a su
propia persona por parte del gobierno de Rosas, "en una de esas bacanales sangrientas de
soldadesca i mazorqueros" (6), y como respuesta en forma de protesta iluminadora a los
"cardenales" recibidos, oscuros signos escritos sobre su cuerpo por el otro/los otros -los
enviados del tirano- a quien/es se identificará en el curso de la lectura con la barbarie, el
segundo término del sintagma anticipado en el título del volumen, donde se cifra la clave
ideológica del texto.
De este modo, al situarse egocéntricamente y sin eufemismos en el centro de la
escena, instala en ese mismo lugar su propia subjetividad como enunciador/autor y se
57Es iluminadora la explicación de Marc Angenot (1982, 71) sobre la significación del incipit en el
discurso panfletario, especialmente por la potencialidad de convertir lo expositivo en performativo, que se
despliega en esa parte del texto, lo que justifica la atención que le dedicamos a ese pasaje del Facundo.
138
introduce como actor de un personaje presentado con dos notas románticas inconfundibles:
la condición de desterrado (exiliado de la polis) y de víctima expoliada de los abusos de
quien ejerce el poder en su patria, dos rasgos definitorios que aparecen en la escena
enunciativa, en un tono contenido pero confesional. Podría decirse que el episodio
inicial del cruce opera a modo de margen u orilla textual y da inicio a una presencia que
será continua durante todo el texto y que aparecerá bajo diferentes morfemas gramaticales
de persona (pronombres personales y adjetivos posesivos, verbos conjugados en primera
persona del singular), todas ellas, marcas netamente románticas y expresiones de "Don
Yo". El recurso literario, ostensiblemente presente, se distancia de lo conceptual, aunque lo
contiene concentrado en la oposición entre ensayo meditativo y panfleto político, cuyos
rasgos y componentes —como hemos visto- están simultáneamente presentes-eweste texto.
La escena del destierro resulta, entonces, emblemática de la semiosis dinámica y
singular del texto sarmientino y sus errancias, por cuanto se vincula con la totalidad del
volumen que precede y anticipa. Las fechas y precisiones geográficas presentan la
situación del destierro como una experiencia efectivamente vivida por el joven
Sarmiento, quien en un gesto pulsional, casi instintivo, inscribió de puño y letra su
protesta "en carbón", debajo del escudo de armas de la patria, sobre la pared de una
choza en los baños de Zonda, 58 y la escribió cautelosamente en clave (en francés, la
lengua de la civilización y de las nuevas ideas, cuyo solo dominio confería prestigio
cultural a quien lo poseía), a modo de salvoconducto para desconcertar y ocultar (cifrar,
contrabandear) su mensaje ante el enemigo no ilustrado y para alertar a quienes
pudieran comprenderlo (descifrarlo, traducirlo).
Por otra parte, el espacio geográfico donde tiene lugar la escena, la frontera
argentino-chilena en los Andes, nos reenvía simbólicamente a otras franjas intersticiales de
delimitación que se trazan en el texto. 59 En primer lugar, las que están convocadas ya
desde la misma contextura discursiva del ensayo que —como se expuso en la primera parte
58 Cierta versión legendaria que sobrevive todavía en el imaginario escolar argentino localizó esa escena de
escritura sobre una roca de la cordillera de los Andes.
La observación de José Joaquín Brunner en relación con las "identidades colectivas", entretejidas por la
fina red de las palabras que las nombran y sostenidas por discursos e interpretaciones, en la medida en
que "son tributarias de las distintas maneras en que las escen?ficamos" discursivamente, nos permitió
advertir que la geografia asume un lugar importante en la "escena de identidad" construida en el Facundo.
J.J.Brunner, CarlograjTas de la modernidad. Sgo.de Chile: Dolmen Ediciones, 1994, 191, 195.
139
60
En su momento, Sarmiento le recriminó a Rosas haberse visto compelido a "robar el don de lenguas" (18)
para predicar el mal: hizo traducir y publicar en Europa, artículos en su defensa, en varios idiomas. Este
ejemplo ilustra a las claras los alcances de la expresión utilizada por Sarmiento, quien poseía ese don y lo
ejercitaba como pocos en su época.
140
Una ocurrencia original. ¿Se acuerda de mi cuarto en los baños de Zonda, tan
pintado con las armas de la patria en un frente con banderas y trofeos? Pues bien, el
día que me degollaron, lancearon, etc..., en San Juan, al pasar a mi destierro, entré
en el cuarto y bajo el trofeo nacional escribí estas célebres palabras: 'On ne tue pas
les idées' y seguí mi camino. Como nadie lo entendiese, la ignorancia, madre de la
desconfianza, sospechó que podría decir: 'Hijos de una gran puta, montoneros, un
día me la pagarán'. Y esta traducción corrió de boca en boca; pero cuando llegó el
Gobierno era no sólo aquello sino los insultos más groseros, con un plan de
conspiración, y de llapa, que la Teléfora (éste era el nombre de la esposa del
Gobernador) era una ballena en aceite..." 61
A continuación del relato del envío por parte del Gobierno de una "COMISIÓN
DE SABIOS para que descifrasen el enigma" -en rigor, "el jeroglífico, que se decía
contener desahogos innobles, insultos y amenazas" (6) era jeroglífico para el otro, que
no podía comprenderlo-, en la anécdota se agrega el dato del presunto resultado del
informe sobre "los horrores que estaban contenidos en aquellas siniestras palabras" (cfr.
Verdevoye, 75). Además es curioso que en la escena de la protesta, Sarmiento no se
limite solamente a registrar el desconcierto de sus interlocutores enemigos -". . .Oida la
traduccion, "1 bien!", dijeron, "qué significa esto 7...." (6-7)-, sino que, una vez
restituido el sentido de la sentencia, interponga tipográficamente una suerte de barrera
formada por una sucesión de puntos suspensivos que abarcan varias líneas,
representando e incorporando en el cuerpo mismo del texto, el silencio o las
suposiciones maliciosas de los otros y la distancia respecto de su propio saber y el de
quienes podían leer aquella cita. Inmediatamente repone su interpretación personal de la
frase: "Significaba, simplemente, que venia a Chile, donde la libertad brillaba aun, i me
proponia hacer proyectar los rayos de las luces de su prensa hasta el otro lado de los
Andes..." (7)
De modo que el cruce y las acciones antes realizadas instalan definitivamente la
noción de frontera, pasaje, puente que comunica o separa dos territorios diferentes y que, a
la vez, hace posible imaginar un desplazamiento, un cambio, una reterritorialización, una
61
Citado por P. Verdevoye, 75.
141
62
Julio Ramos describe ese proyecto en estos términos:
Tras la victoria sobre el antiguo régimen se intensificaba el caos, en la medida en que las rígidas
instituciones coloniales —y el consenso antiespañol- perdían vigencia. Escribir, a partir de los
1820, respondía a la necesidad de superar la catástrofe, el vacío de discursos, la anulación de
estructuras que las guerras habían causado. Escribir, en ese mundo, era dar forma al sueño
modernizador; era "civilizar": ordenar el sinsentido de la "barbarie" americana. ( ... ) El intelectual
en Sarmiento se legitima volviendo 'los ojos a todas partes buscando con qué llenar el vacío'.
Llenar vacíos: poblar desiertos, construir ciudades, navegar los ríos... (J. Ramos 1989, 19).
63
Prueba de ellos son, por ejemplo, las fuentes citadas en los epígrafes —algunas, notoriamente de segunda
mano, como el fragmento de Shakespeare citado en francés en los capítulos X y XI, y otras, adjudicadas a
autores equivocados. Los epígrafes de los capítulos fueron extraídos de obras de figuras europeas
prominentes, como escritores (Victor Hugo, Lamartine, Chateaubriand, Shakespeare), historiadores y
filósofos (Villemain, Alix, Cousin), científicos y viajeros (Humboldt, Malte-Brun, Head). Asimismo
ilustran nuestra afirmación, las comparaciones desvalorizantes de la España americana con el Africa
bárbara y con la España rezagada y oscurantista (F, 12), y los cotejos con modelos procedentes de las
naciones más civilizadas de Europa o de la tradición universal, que exhiben sus carencias y atrasos.
142
trama narrativa del texto: yo (el letrado desterrado, el joven Sarmiento) y el/los otro/s (el
gobierno rosista, "esfinge" compleja pero escrutable, y misterio que cederá en manos de
las facultades exegéticas del yo). Aparecen también nombrados allí los actores principales
de la contienda: Sarmiento y Rosas, y en el comienzo de la "Introducción", un tercero que
oficiará de mediador: Facundo, invocado para terciar en lo que puede ser visto como un
acto de autoinvocación, desde la perspectiva introducida por la lectura alberdiana que
descubre en Sarmiento un "segundo Facundo".
Por otra parte, los términos en los que se plantea la oposición no dejan dudas sobre
la división del campo de batalla ideológico: civilizados y bárbaros, enfrentados en una
relación asimétrica en los órdenes del saber y del poder, ya que la superioridad cognitiva y
hermenéutica del yo resulta insuficiente frente al otro que ostenta el ejercicio de un poder
exorbitado. En este esquema, tras la constancia de la censura y la opción de Ja autocensura,
la violencia verbal desplegada junto con la inequívoca impronta panfletaria del libro será el
sucedáneo verbal compensatorio para la posición de franca desventaja frente a la violencia
fisica ejercida desde el poder. A esa diferencia inicial de fuerzas y de espacios, se sumará
el creciente deseo del autor de ocupar el territorio que, cuando escribió esa "obrita",
pertenecía a su adversario, en su empecinada obsesión por reunir en su misma persona
fuerzas dispersas y territorios escindidos. Estos proyectos implicaban realizar cambios
sustanciales en la estructura y el estatuto del poder de ese momento, cuando Rosas
representaba la fuerza sin límites y el poder absoluto en la ilegitimidad y la palabra oral, en
tanto que el yo, por el contrario, la promesa de una autoridad de otro orden, con una
legalidad objetivada en reglas escritas.
En resumen, se configura aquí la posición fronteriza de ese sujeto expatriado,
herido y maltratado en su patria, y recibido con admiración y afecto en la tierra chilena
que lo cobija, desde donde se enuncia, se organiza y se dispone el texto y desde donde
se arroja como llamado de alerta e instrumento de ataque que vale, para su autor, lo que
"un escuadrón de coraceros", o un "verdadero fragmento de peñasco que se lanzan a la
cabeza los titanes" 64. A ese locus de enunciación desterritorializado y atravesado de
64
Las citas completas donde se incluyen la imágenes del autor sobre su libro, que acabamos de citar, son
las siguientes: "La circulación de este librejo (Facundo) vale para mí tanto como un escuadrón de
coraceros mandado por un jefe arrojado." D.F.Sarmiento, "Carta a Anselmo Rojo", cit. por William
Katra, "El Facundo: contexto histórico y estética derivada", Cuadernos Americanos, XL, 3 (1981): 163.
143
tensiones, se añaden otras oposiciones como la de los materiales, los lugares, los signos
y los valores de la escritura y las incisiones: sangre o carbón y tinta; sobre el cuerpo, la
pared o el papel; palabras bajas o palabras cultas (en lengua elevada y de prestigio);
jeroglíficos ilegibles para unos o enigmas descifrables para otros. Este conjunto de
diferencias establecen una primera asimetría entre los sujetos del relato, que consagra la
supremacía interpretativa del yo. Sin embargo, la paradoja que desata el conflicto radica
en que ese yo investido de saber que se construye y se exhibe como tal, está despojado
de poder y muy lejos de dirigir los negocios de la República, que permanece en manos
del poder omnímodo de don Juan Manuel de Rosas, quien reúne en su persona las
mezquindades y caprichos que guiaban a los caudillos provincianos. Desde esta óptica,
se insinúa también el conflicto de intereses entre Buenos Aires y el interior, las ciudades
y las campañas pastoras.
La voz fronteriza 'polígrafo' que designaba en esa época el rol social que le
correspondía a Sarmiento como sujeto enunciador, en virtud de las prácticas culturales y
escriturarias que desempeñaba, perfila otra frontera que se resiste a disociar ciencia y
arte, entreviendo en esa intersección el futuro de las letras contemporáneas, resultante
de la tensión entre los muy diversos dominios epistémicos, genéricos, retóricos y
lexicográficos involucrados. Al superponerse la entrada del texto con el inicio de un
cruce definitivo y cargado de múltiples sentidos (no el primero en la biografia del
protagonista, pero sí el que dará comienzo a su actividad periodística y de escritor,
académico, político y educador en Chile), se establece allí el horizonte de expectativas
del proyecto perseguido con la travesía que había emprendido hacia su exilio como letrado
opositor -contracara de las posibilidades que le ofrece la realidad de la que decide alejarse-:
En otro símil bélico le adjudica el mérito de "haber servido de piedra para arrojarla ante el carro
triunfal de un tirano(...),
libro extraño, sin pies ni cabeza, informe, verdadero fragmento de peñasco que
se lanzan a la cabeza los titanes". D.F.Sarmiento, "Prólogo del autor a la traducción italiana de Facundo"
(1881), Obras, XLVI: Páginas literarias, 323.
Pero mucho antes, en Campaña en Ejército Grande Aliado del Sur, se autodefine en términos
equivalentes al de un panfletista (cfr. Angenot 1982, 24): "Soldado con la pluma o la espada, combato para
poder escribir, que escribir es pensar; escribo como medio y arma de combate, que combatir es realizar el
pensamiento." D.F.Sarmiento, Obras, XIV: Campaña en el Ejército Grande Aliado de Sudamérica, 67-68.
En la "Primera Carta Quillotana", Alberdi reconoció esta impronta en la escritura de Sarmiento, cuando lo
identificaba con una tendencia de la prensa argentina: "Por diez años Ud. ha sido un soldado de la prensa, un
escritor de guerra, de combate. En sus manos la pluma fue una espada, no una antorcha. Las doctrinas eran
armas, instrumentos, medios de combate, no fines." J. B. Alberdi, Obras, IV, 13-14.
144
61
Cfr. R. Piglia, "Sarmiento the Writer", en T. Halperín Donghi et al. 1994: 127-128.
66
Martin Heidegger reelabora la idea de límite, ya pensada en estos términos por los griegos, en
"Building, dwelling, thinking", Poetry, Language, Thought. Nueva York,: Harper & Row, 1971, 152-153.
145
ocurre con los términos de la oposición básica que postula el texto: civilización -
barbarie,67 y también en relación con el escenario más amplio donde se inscribe esa dupla
en el marco del aún sangriento drama nacional que ocupará el centro de la reflexión:
cultura (letrada) (occidental), América, americanismo, entre otros.
El primer capítulo del libro sitúa, con un tono inconfundiblemente magisterial, la
República Argentina (Confederación Argentina o, antes, las Provincias Unidas del Río de
la Plata) dentro del mapa continental. La elección no parece azarosa y da cuenta de una
preocupación que trasciende los límites del estado-nación y que estará presente
lateralmente a lo largo del volumen, sin que el autor se desentienda de ella totalmente,
aunque nunca llegue a formularla explícitamente ni alcance el primer plano del discurrir
ensayístico. Esta estrategia facilita el cotejo entre diferentes zonas y países, y sostiene la
localización de dos alternativas en América del Sur, frente a la dupla que articula el tópico
central y su profuso despliegue entimemático en el texto. Hay así una América bárbara,
rosista (identificada por la tiranía, la violencia, la falta de libertad, muy cercana al exótico
despotismo oriental) y una América civilizada o civilizable (caracterizada por la libertad, la
justicia, la paz, asociada a la forma de gobierno republicana y a la tolerancia). A esta
duplicidad estará naturalmente ligada la oscilación en el uso de la doble acepción del
lexema "americano" en el Facundo. Si la acepción negativa prima a causa de la
apropiación del término por el discurso rosista, equiparado en su propuesta política y
cultural a bárbaro, reaccionario, atrasado, atávico, el otro uso del mismo asume un
sentido positivo, por ejemplo, cuando el mismo autor se define a sí mismo como un
escritor "americano".
Sin embargo, podemos afirmar con certeza que no existe en Sarmiento un
desentendimiento total frente a esta cuestión americana. En el Facundo, como en otros
textos del autor, la representación y la reflexión sobre lo americano se restringen al estudio
o explicación —desentrañamiento- de la realidad de su patria-nación ("la República
Argentina"), pero contemplada como una de las fases de la realidad americana, mientras
que Chile encarna "el otro lado de los Andes" 68, su contracara, la América civilizable y
67
Para ampliar sobre el origen y los significados de estos términos, véase la nota 35 del capítulo 11 del
presente estudio.
68
El sintagma "en el otro lado de los Andes" es una expresión frecuentemente utilizada en el discurso
letrado europeo, sobre todo en escritores del romanticismo francés interesados en cuestiones americanas,
146
civilizada, como potencialidad realizada. No hay que olvidar que Sarmiento escribe desde
el exilio, a la distancia, desterrado de la polis, en condiciones que permiten la prensa libre
(punto insistentemente declamado en la polémica "Introducción") y desde donde es posible
imaginar y concretar —merced a las 'luces' de la prensa- la regeneración y reorganización
de su patria. El interés exclusivamente circunscrito a la cuestión nacional es sólo aparente.
Las circunstancias que rodearon la escritura del Facundo revelan que su autor no se
desentendió, desde la primera aparición del libro, del debate sobre el sentido y alcance
de la cuestión americana y del americanismo como ideología continentalista. Por lo
contrario, esas preocupaciones estuvieron siempre presentes como telón de fondo del
texto. Desde las primeras ediciones del Facundo, contamos con suficientes elementos
para reinterpretar el posicionamiento crítico de Sarmiento ante la cuestión, como
escritor y letrado patricio, lo que permite reevaluar la importancia del tópico en el
horizonte ideológico del autor y reconsiderar la aparente indiferencia que se le adj udica
ante la causa subcontinental. 69
Por otro lado, un segundo dato que suele dejarse de lado en las reconstrucciones
históricas de la situación enunciativa de este libro es la posición francamente explícita de
Sarmiento en contra de las expectativas surgidas de la convocatoria a un Congreso
Americano, que se difundió en varios periódicos sudamericanos, un año antes de la
publicación del Facundo. En 1844, el Ministro del Interior de Chile propuso realizar un
que visualizan dos Américas, a uno y otro lado de la cordillera de los Andes. Por ejemplo, en una carta de
Lamennais a Francisco Bilbao, escrita en 1853, que el chileno cita en una nota de su ensayo E/evangelio
americano (1866), se lo refiere a Chile en estos términos: "on commence ¿i penser avec force de / 'autre
cóté des Cordillires ". Cit.en Francisco Bilbao, El evangelio americano, Obras completas. Edic.de
Manuel Bilbao. 2 tomos. Bs.As.: Imprenta de Bs.As., 1866, II, 403.
69 Existía un gran movimiento en Montevideo que escandalizaba a la América y le dio a Rosas una
poderosa arma moral para fortalecer su gobierno y su principio americano. Rosas les echó en cara a sus
enemigos unitarios la alianza con los franceses que bloqueaban el puerto de Bs.As. Sarmiento terció en el
conflicto aclarando que los verdaderos unitarios que figuraron hasta 1829, no fueron los responsables de
esa alianza y cometieron delito de leso americanismo, y que quienes en realidad se echaron en brazos de
la Francia para salvar la civilización europea fueron los jóvenes de su generación. Lo que en verdad lo
inquietaba era la aceptación de Rosas en los estados americanos, aún entre liberales y hombres
civilizados. Aunque encontramos reflexiones dispersas sobre distintas naciones americanas en escritos
anteriores a 1845, su mayor interés se concentró en Argentina, Chile y Uruguay. Sin embargo, como
precisa Paul Verdevoye, es probable que el exilio haya infundido en él una noción de patria de fronteras
más amplias que las de su país, y lo haya llevado a pensar más en el continente que en un territorio
determinado. Cfr. D.F.Sarmiento (El Mercurio, 10.VlII.), Obras, IX, 5; P.Verdevoye 1988, 350-357.
Desde Francia, Charles Mazade concedió un considerable espacio a esta perspectiva de lectura del libro
en la famosa y extensísima reseña que publicó en la Revue de Deux Mondes. Cabe recordar por otra parte
que, como lo confiesa en sus Viajes, en París. Sarmiento se presenta a sí mismo como "el americano".
Cfr. "Documentos relacionados con el Facundo", en Sarmiento, Facundo. Ed.crít. de A.Palcos: 364-426.
L.
147
Ahora bien, en lo que respecta al rol fundador que se le asigna a este libro, hay
que considerar que, desechada la idea de un surgimiento natural de las entidades político-
culturales, cuando las elites letradas de la Argentina naciente emprendieron la tarea de
"construir una identidad nacional", se enfrentaron con un legado particularmente
° D.F.Sarmiento, "Un Congreso Americano en 1844" (El Progreso, 10 y 11. X.1844), Cuestiones
americanas, Obras, XXXIV: 7-14. Esos artículos provocaron la respuesta de Alberdi, quien terció en el
debate con la "Memoria sobre la conveniencia y objetos de un Congreso General Americano" (1844). Esa
tesis presentada en la Universidad de Chile, donde demostraba la utilidad de esa reunión, desató una
polémica en la prensa chilena, a la que se sumaron el periódico El araucano, redactado por Andrés Bello,
y el periódico oficial, El Siglo, con el que Sarmiento ya había polemizado anteriormente. Aún cuando el
congreso se concretase, Sarmiento sospechaba que no sería más que una utopía, ya que esas reuniones
eran una práctica diplomática europea, de dificil y dudosa efectividad en las relaciones internacionales.
Desde una óptica realista, su duda se centraba en la ingerencia que podría ejercer un congreso americano
en la ética de las relaciones entre los estados americanos y los poderes europeos, sobre todo, en el terreno
político y económico. Con lucidez, Sarmiento advertía sobre el efecto contrario que podría provocar la
exhibición de las debilidades de América, lo que tentaría las aspiraciones colonizadoras de las potencias
europeas en estado de guerra para ocupar territorios vacíos del continente, como las islas Malvinas, Pará,
Mosquitos, etc. Lo expuesto testimonia claramente la preocupación de Sarmiento por la situación de
América, que parecía obliterada en el Facundo.
Es sabido que en sus últimas obras extiende el análisis desarrollado en el Facundo hacia toda la América
Española. Véase: D.F.Sarmiento, Conflicto y armonías de las ra:as en América. Vol. 1, OC, XXXVII.
Editorial Luz del Día, 1953, 10-19. En 1883, el "Prólogo" de ese libro enuncia el siguiente diagnóstico: "Para
nuestro común atraso sudamericano avanzamos ciertamente; pero para el mundo civilizado, que marcha, nos
quedamos atrás" (11). Allí después de pasar revista al estado de las naciones hispanoamericanas y aventurar
sus causas, declara sin ambigüedades y muy a todo con el clima ideológico de esos años, su posición frente a
la cuestión americana: ". . . Tantas analogías y tan grandes disparidades, pues por todo hemos pasado
nosotros y de todo lo que allá pasa también estamos amenazados, me han hecho de tiempo atrás sospechar
que hay otra cosa que meros errores de los gobernantes, y ambiciones desenfrenadas, sino como una
tendencia general de los hechos a tomar una misma dirección en la española América, a causa de la
conciencia política de los habitantes, como a causa de una inclinación sudeste del vasto territorio que forma la
Pampa, corren todos los ríos argentinos en esa dirección.. ."( 18-19). La cursiva es nuestra.
Hemos realizado un relevamiento más minucioso del tema en M. Scarano, "Sarmiento y la literatura
americana", Anales de literatura hispanoamericana(Ed. Univ. Complutense, Madrid), 18 (1989): 29-38.
(11
148
72
Oscar Terán, "Acerca de la idea nacional", en Carlos Altamirano (ed.). La Argentina en el siglo X(
Introducción de C. Altamirano. Bs.As.: Ariel / Universidad Nacional de Quilmes, 1999: 279.
149
73
En el Facundo, Sarmiento elogia el acierto imaginativo de Echeverría, a quien llamó el "Cooper
argentino" -aludiendo al novelista norteamericano, Fenimore Cooper, de reconocida fama en Europa por
sus novelas La pradera y El último de los mohicanos:
.Este bardo arjentino dejó a un lado a Dido i Argea, que sus predecesores los Varela trataron con
maestría clásica i estro poético, pero sin suceso i sin consecuencia, porque nada agregaban al caudal de
nociones europeas, i volvió sus miradas al Desierto, ¡ allá en la inmensidad sin límites, en las
soledades en que vaga el salvaje, en la lejana zona de fuego que el viajero ve acercarse cuando los
campos se incendian, halló las inspiraciones que proporciona a la imajinación, el espectáculo de una
naturaleza solemne, grandiosa, inconmensurable, callada; i entónces, el eco de sus versos pudo hacerse
oír con aprobacion, aun por la península española... (48).
AN
150
acontecimientos que serían la materia central del libro y que curiosamente se recogieron
en ese ámbito de desarraigo, nomadismo y dispersión:
Era el inasible espacio de la oralidad, del decir de las tradiciones populares, los rumores
y las consejas, de los cuentos "de fogón"; una construcción que devolvía una
originalidad previa al lenguaje del letrado. Y es ese espacio, ignorado o desconocido para
el saber europeo o para sus difusores -locales, el que resultaba imperioso representar y
fijar para poderlo dominar. De ahí que se pueda describir al Facundo, como lo hace Julio
Ramos, como "un depósito de voces, relatos orales, anécdotas, cuentos de otros que
Sarmiento 'transcribe' y acomoda en su representación de la barbarie" (J. Ramos 1989,
29), como si la escritura de la voz resolviera en la misma superficie de su forma la
contradicción generada por el caos. Sin embargo -como también sugiere Ramos-, habría
que reparar sobre todo en el modo de la representación y en los cambios que se
introducen en la transcripción. No hay dudas de que la visión de Sarmiento desborda en
contradicciones y es justamente en este punto donde nos interesa ahondar.
Volviendo al plano de lo espacial, se podría trasladar esa misma inquietud al
modo de composición de la imagen del desierto y de otras afines, casi homólogas, que
se presentan en el Facundo, corno la pampa, la llanura, la planicie, donde hallamos
también una zona de tensiones y fuerzas contrarias semejante a la que configura el eje
escritura-oralidad. Paradójicamente, la tarea inédita emprendida esos jóvenes escritores
americanos, escribir el desierto, fue la condición necesaria para conquistarlo y también
para modernizarlo. Y si, por cierto, la tarea consistía en "llenar el vacío" 74, era
imperioso conceptualizar, nombrar, 'escribir el vacío' ("desierto") y así fijarlo,
ordenarlo, delimitarlo, para poder recién entonces 'poblarlo de signos' y otorgarle un
sentido, cultivarlo, civilizarlo. La función y el encuadre ideológicos de esa empresa son
74
Recuérdese la expresión del mismo Sarmiento, en Recuerdos de provincia: "Nosotros, al día siguiente de
la revolución, debíamos volver los ojos a todas partes buscando con qué llenar el vacío..." D.F. Sarmiento,
Obras, III. Bs. As., Editorial Luz del Día, 1948, 117. El énfasis es nuestro.
151
15 Cfr. Graciela Montaldo, "El cuerpo de la patria: espacio, naturaleza y cultura en Bello y Sarmiento",
extendido en las ciencias humanas, muy corriente en la literatura de viajes y entre la elite ilustrada,
asimilado mediante la lectura, aún sin mediar la experiencia del viaje, y pone en duda que el mecanismo
analógico baste para conferirle singularidad a Sarmiento o al Facundo, en velado contrapunto con la
sugestiva interpretación de Ricardo Piglia sobre las analogías en ese libro. Cfr.C.Altamirano, "El
orientalismo y la idea del despotismo en el Facundo", Boletín del Instituto de Historia Argentina y
Americana "Dr. Emilio G. Ravignani", 3" serie, 9(1° sem. 1994): 8-9, y R. Piglia, 1980.
152
del despotismo que Montesquieu desarrolla en El espíritu de las leyes, donde presenta el
Asia como el medio natural de esa forma de gobierno.
La primera descripción del desierto aparece en el libro en un elocuente y extenso
pasaje que sirve para ilustrar la importancia de la composición del paisaje americano en
la organización de la obra. 77 En ella se destaca la descripción del desierto que acecha en
los bordes y se insinúa también en las entrañas del país, confundiéndose con otras zonas
geográficas que no responden estrictamente a la fisonomía de aquél. En especial,
llamaremos la atención sobre el modo que asume en ese espacio la composición de los
'salvajes', precisamente uno de los componentes que sospechamos más conspicuos pero
que ha sido menos analizado por la crítica. El calificativo se repite en tres ocasiones en
este pasaje, para hacer alusión a lo temido ("los bultos siniestros de la horda salvaje"),
refiriéndose a las tribus de indígenas que atraviesan y deambulan por ese espacio, sin
llegar a habitarlo ni poblarlo, de acuerdo con la condición animal que se les atribuye y a
juzgar por los epítetos que acompañan sus escasas menciones o por las otras alimañas
con las que se los equipara. En ambos casos, se recurre a una estrategia que pondrá en
evidencia el carácter ficticio o artificioso de esa construcción política y cultural,
" La inmensa estension de pais que está en sus extremos, es enteramente despoblada, i nos navegables
posee que no ha surcado aún el frájil barquichuelo. El mal que aqueja a la República Arjentina es la
estension: el desierto la rodea por todas partes i se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado
sin una habitacion humana, son, por lo jeneral, los límites incuestionables entre unas y otras
provincias. Allí, la inmensidad por todas partes: inmensa la llanura, inmensos los bosques, inmensos
los nos, el horizonte siempre incierto, siempre confundiéndose con la tierra, entre celajes y vapores
tenues, que no dejan, en la lejana perspectiva, señalar el punto en que el mundo acaba i principia el
cielo. Al sud i al norte, acéchanla los salvajes, que aguardan las noches de luna para caer, cual
enjambres de hienas, sobre los ganados que pacen en los campos y sobre las indefensas poblaciones.
En la solitaria caravana de carretas que atraviesa pesadamente las Pampas, i que se detiene a reposar
por momentos, la tripulación, reunida en torno del escaso fuego vuelve maquinalmente la vista hácia
el sud, al más lijero susurro del viento que ajita las yerbas secas, para hundir sus miradas en las
tinieblas profundas de la noche, en busca de los bultos siniestros de la horda salvaje que puede, de un
momento a otro, sorprenderla desapercibida. Si el oido no escucha rumor alguno, si la vista no alcanza
a calar el velo oscuro que cubre la callada soledad, vuelve sus miradas, para tranquilizarse del todo, a
las orejas de algun caballo que está inmediato al fogon, para observar si están inmóviles y
neglijentemente inclinadas hácia atras. Entónces continúa la conversacion interrumpida, o lleva a la
boca el tasajo de carne medio sollamado de que se alimenta. Si no es la proximidad del salvaje lo que
inquieta al hombre del campo, es el temor de un tigre que lo acecha, de una vívora que puede pisar.
Esta inseguridad de la vida, que es habitual i permanente en las campañas imprime, a mi parecer, en el
carácter arjentino, cierta resignacion estoica para la muerte violenta, que hace de ella uno de los
percances inseparables de la vida, una manera de morir como cualquiera otra; y puede quizá esplicar
en parte la indiferencia con que dan i reciben la muerte, sin dejar en los que sobreviven impresiones
profundas i duraderas. (30-31)
153
ideológicamente fundada.
Desde esta perspectiva, el desierto se configura a partir de la tensión entre una
serie de elementos aludidos, ostentosamente unas veces y de un modo compulsivo otras,
sin reparar en errores ni reiteraciones -las estepas, el llano, la llanura y la pampa como
"el mar en la tierra", los beduinos, la caravana-, y otros moderada y suspicazmente
eludidos. Ciertamente, silos textos y las formas de percepción y de imaginación de
algunos viajeros extranjeros que visitaron estas y otras tierras de la América Meridional,
como Francis Bond Head, Alexander von Humboldt, Joseph Andrews, Félix de Azara,
Charles Darwin, entre otros, refractaron al ser invocados y exhibidos de un modo
ostensible y sin pudor alguno, en el Facundo,78 para configurar imaginativamente un
espacio que el autor, en rigor, no alcanzó a conocer sino muchos años después, cuando
acompañó a Urquiza como boletinero en el Ejército Grande del Sur, cabría preguntarse
cómo entender o explicar la reticencia sostenida en la figuración de un elemento que
podría ofrecer la oportunidad de desplegar la artillería retórica del exotismo y de la
barbarie y, en consecuencia, a qué podría obedecer la compulsiva ostentación de esas
'señas de civilización'. Y por último, qué relación e implicancias se podrían establecer
entre estas dos actitudes: la de nombrar profusamente lo escasamente conocido por
fuentes de segunda o tercera mano, y la de mencionar con mesura o simulando ignorar lo
bien conocido, cercano y tan temido.
No se pueden ignorar las profusas alusiones de citas, lecturas, vocablos, miradas
e imágenes prestigiosas, procedentes de los centros culturales europeos y portadoras de
los lustres de la civilización ; de las luces de la razón y de las tentadoras promesas del
progreso que invaden desde los epígrafes hasta las estrategias de autorización de los
enunciados, las notas ampliatorias y las comparaciones, los pasajes y fragmentos
traducidos, las analogías y las imágenes que remiten a referencias culturales exóticas y
lejanas, pero ideológicamente motivadas. Es evidente que el saber universal que se
ostenta, buscando formular un programa que se proyecta inscripto en la cultura
occidental, requiere la exhibición de un repertorio bien nutrido de referentes culturales
amplio y variado, así como de estrategias de presentación que lo hagan asimilable a una
78
Prieto señala la contradicción que supone en el Facundo introducir las efusiones y valoraciones estéticas
sobre el escenario natural extraídas de los textos de Humboldt y los viajeros ingleses, cundo se postulan los
efectos negativos determinantes de esa naturaleza en caracteres, hábitos e ideas. Cfr. A. Prieto 1996: 164-5.
154
audiencia europea y civilizada. Como señalamos, ese saber aparecerá las más de las
veces mediatizado por la retórica, los códigos culturales y la perspectiva de los viajeros,
en muchos casos, haciendo un "uso salvaje de la cultura" que aquellas lecturas le
pudieron proveer. 79
Hay, además, en el texto elusiones de diferentes tipos como la que colectiviza al
'otro' indígena (el malón, las hordas) que atraviesa el desierto exterior o lo coloca en un
segundo plano, bestializándolo, sin llegar al retrato panfletario, ni caer en descripciones
tan enfáticas que descubren un innegable trasfondo racista, como lo hiciera en textos
muy cercanos temporalmente donde no ahorraba improperios descalificadores -
utilizados como epítetos- para establecer su denostación. Por ejemplo, caracterizaciones
de una crudeza inusitada como las que Sarmiento publicó en un periódico chileno, menos
de un año antes de la aparición del Facundo en folletín, en una reseña crítica a un texto
de José V. Lastarria donde se ponía en tela de juicio el sistema colonial de los españoles.
Así escribió en una clara toma de posición sobre el exterminio indígena, con una
argumentación tan temible como falaz:
79
Uno de los ejemplos más elocuentes lo encontramos en el registro de la cita erróneamente atribuida a
otro autor (Fortoul por Volney o quizás Diderot), que Sarmiento escribe con carbón, a modo de graffihi,
antes de atravesar la cordillera de los Andes para exiliarse en Chile.
80
D. F. Sarmiento, "Investigaciones. Sobre el sistema colonial de los españoles. J.V.Lastarria", El
Progreso, 27. IX. 1844, Obras, II. Bs.As., Editorial Luz del Día, 1948: 218.
155
Y en ese mismo texto —el único donde Sarmiento ofrece un juicio favorable
acerca de la empresa de la conquista española y de sus gestores-, deslizaba más adelante
una posible explicación a la elusión que señalamos:
81
Según la investigación histórica de Lastarria en la Memoria que presentó a la Universidad de Chile, la
conquista española había influido decisivamente sobre la sociedad chilena. En ella celebraba con
156
Se probaría así que la deliberación de 'construir un paisaje', donde se conjuguen esos dos
designios rectores del Facundo -el político y el estético- conileva el riesgo ineludible de
la contradicción que el mismo autor admitirá hacia el final de su vida. 82 ¿Cómo entender,
sin ceder ante la tentación de desplegar un mayor potencial literario, la elección de
privilegiar la representación de la llanura pampeana central y oriental como una Arcadia
de rasgos orientales, surcada por carretas viajeras, arrieros y gauchos indómitos y
solitarios, bajo la amenaza constante de los malones, un espacio vasto y desierto donde
relevará unas catorce ciudades, cuando la descripción de aquella otra llanura "degradada
de matorrales enfermizos y espinosos" de la precordillera riojana, que había sido el
terruño de Quiroga, más ajustada a la tesis del determinismo mesológico, o del desierto
externo, le hubiera permitido presentar con mayor dramatismo la lucha entre la
civilización y la barbarie.
En suma, la elusión del 'otro' indígena pone en duda y acaba descartando la
posibilidad de civilizarlo, quedando así restringida la condición de 'otro' civilizable
solamente a los gauchos, esos "beduinos americanos" que deambulaban por la pampa sin
afincarse definitivamente en ningún sitio. No obstante, esta resolución no está exenta de
ambigüedades e inconsistencias, ya que la intención de desconocer en los "indios" los
entusiasmo la heroica resistencia de los araucanos y condenaba los malos tratos de los españoles para sus
enemigos. Sarmiento le replicó, contrargumentando así:
El autor no ha podido en estos conceptos emanciparse de las ideas que puso en boga la revolución de
la independencia para azuzar los ánimos contra la dominación española, mintiendo una pretendida
fraternidad con los indios, a fin de ponernos en hostilidad con nuestros padres, a quienes queríamos
arrojar de América; así, pues, nos envenenaríamos de 'la cordura de Colocolo, de la -prudencia y-
fortaleza de Caupolicán, de la pericia y denuedo. de Lautaro, de la ligereza y osadía de Painenancu',
como si estos hombres salvajes pertenecieren a nuestra historia americana, y como si Arauco, después
de la revolución, como durante el coloniaje, no fuese un país fronterizo y una nación extraña a Chile y
su capital e implacable enemigo, a quien Chile ha de absorber, destruir, esclavizar, ni mas ni menos
que lo habían hecho los españoles. Cuando nos preguntamos, pues, cuál es la sociedad sobre la que la
conquista ha venido a influir, nosotros no sabemos qué contestamos, a no ser que se suponga una
solidaridad que nunca existió entre los antiguos pueblos indígenas; y los españoles y sus descendientes
(217).
82
Sobre el Facundo, escribió su autor:
No vaya el escalpelo del historiador que busca la verdad gráfica, a herir en las carnes del Facundo, que
está vivo; ¡no lo toquéis! Así como así, con todos sus defectos, con todas sus imperfecciones, lo
amaron sus contemporáneos, lo agasajaron todas las literaturas extranjeras, desveló a todos los que lo
leían por primera vez, y la Pampa Argentina es tan poética hoy en la tierra, como las montañas de la
Escocia diseñadas por Walter Scott, para solaz de las inteligencias. D. F. Sarmiento, "Facundo.
Civilitá o Barbarie- versione al' italiano de F. Fontana" (El Nacional, 22.IX. 1881), Páginas literarias,
Obras, XLVI. Ed. por Augusto Belín Sarmiento Bs.As., Luz del Día, 1953, 303-304. Respetamos la
ortografia del original.
157
rasgos que definen a la especie humana, 83 lo que los dejaría fuera de la dicotomía
civilización-barbarie que estructura la obra, convive con la mención de la 'barbarie
indígena' que reaparece esporádicamente en el texto. Se podrían ensayar otras razones
posibles para esa sospechosa elusión. Quizás una figuración más detallada de la
feracidad de las temerarias tribus salvajes que atravesaban en hordas el desierto, habría
colaborado para equiparar de algún modo al ilustrado Sarmiento con su bárbaro
adversario, el Restaurador de las Leyes, quien tuvo una destacada actuación militar en el
trazado de la frontera austral, en la línea de los fortines, luchando contra los malones que
dominaban la Patagonia, lo que —de no mediar el fracaso en esa empresa- lo hubiera
colocado a Rosas entre los gestores de la 'misión civilizadora'.
Pero, aún admitiendo esta tensión entre la negación o el ocultamiento de aquellos
signos que desea excluir del proyecto literario, cultural y político de la nación, y la fuerte
voluntad de inscripción, donde advertimos una sistemática "sobreescritura nativa de lo
exótico" (Sommer, 60) por medio de sus lecturas y su ávida capacidad para apropiarse de
conocimientos heterogéneos por diferentes medios, el Facundo no deja de presentarse
como una épica fundacional, un discurso cultural que funda una nueva forma política y
retórica americana, habiéndose ganado como tal un lugar privilegiado en la literatura
nacional.
Aquí encontramos la fórmula para comprender la verdadera finalidad que
encierra esa tarea política y cultural: una labor de 'poblamiento' que el autor no sólo
desplegó en el orden político material, como efectivamente lo cumpliría unos años
después, en su programa de colonización de las campañas bonaerenses, formulado en su
famoso discurso de Chivilcoy, sino también en el orden simbólico, instalando el desierto
en el naciente imaginario nacional como problema y despejando ese territorio de todo
posible indicio de asentamiento 'humano' estable y de signos de cultura que pudieran
haber arraigado desde tiempos inmemoriales en esa región. De modo que recién en un
segundo movimiento sería factible nombrar, demarcar y fundar un nuevo orden,
domesticando el vacío, la barbarie y el caos para sembrar la civilización.
83
Doris Sommer identifica esta operación con el "ninguneo" que, con mayor o menor culpa o nostalgia,
Sarmiento practica al "hacer de Alguien Nadie", tal como define esa expresión Octavio Paz en E/laberinto
de la soledad. Cfr. Doris Sommer, Foundational Fictions. The National Romances of La/fn America.
Berkeley - Los Angeles / London: University of California Press, 1991, 67.
158
Retomando el epígrafe de este capítulo, por varios motivos, se puede sostener que
el Facundo resulta —como lo advirtió el propio autor en su vejez- un texto vivo, y como
tal convivió con él a lo largo de toda su vida. Las palabras con que se refiere a su libro
en una carta dirigida a su nieto editor, nos invitan a imaginar una semejanza con la
relación de continuidad vital entre obra y autor que Montaigne señalaba a propósito de
sus Essais:
El libro este, es una especie de poema, panfleto, historia, que habiendo pasado
el objeto con que se escribió, queda vivo no obstante y pasa a otras lenguas con
veinte años de retardo, por el interés y novedad de sus ideas. 85
84
W.J.T. Mitchell, "Introduction", id. (ed.) Landscape andPower. Chicago, Chicago U.P., 1994: 1-2
85D.F.Sarmiento, "Carta a su nieto Augusto Belín Sarmiento, ante la cuarta edición de Civili;ación y
barbarie" (París, marzo de 1874), Obras, LI: 387. El énfasis es nuestro.
159
Por cierto, si Facundo vivía en las tradiciones populares, el 'texto Facundo' siguió vivo
también, a lo largo del siglo y medio transcurrido desde su publicación, activando todo
tipo de mecanismos y marcas de constantes culturales que aún podemos localizar, al
menos, en algunas regiones de nuestro país y del subcontinente, y que dan cuenta de la
dificultad bastante generalizada en un grupo lector medianamente familiarizado con ese
libro, para hablar del Facundo en forma desapasionada —como ocurre también con otros
escritos sarmientinos- o simplemente para entablar un diálogo actualizado con el texto, sin
caer en esquematismos o simplificaciones, o en reacciones epidérmicas de exaltación
ingenua o rotundo rechazo. En suma, aún hoy el Facundo, texto complejo de nuestra
historia cultural, portador de significaciones que modelan nuestra identidad individual y
social, sigue problematizando y estimulando polémicas y debates. Así, al concebirlo como
un organismo vivo, Sarmiento revela algunas claves de su escritura en términos
programáticos y descubre bajo una formulación deóntica no sólo la relación de paternidad
que lo religa con el libro sino hasta qué punto reconoce en aquel una proyección de sí
mismo:
Escribir es pensar ha dicho alguno; pero yo creo que mejor habría dicho, escribir
es sentir, es querer, es obrar; y nunca producirán nuestras plumas contemporáneas
cosa que interese, si el corazón y simpatías no van guiando a la inteligencia en las
narraciones históricas. El autor de un libro ha de dejarse apercibir más que en el
título de la obra, en el perfume de las ideas. Un libro debe saber a algo y ser el hijo
ylaimagen de su padre. 86
86 D.F.Sarmiento, "La dictadura de O'Higgins.. ."(Crónica, 26.XII.1853), Obras, 11:376. El énfasis es nuestro.
160
Es mal mío no poder concebir nada en retazos, y querer cargar de esencia los
pequeños moldes, y hacer los artículos de diario como si fueran libros, por lo cual
no escribo con sosiego, ni con mi verdadero modo de escribir, sino cuando siento
que escribo para gentes que han de amarme...
1
José Martí
América Latina existe como un campo de lucha (..); lucha de retóricas y discursos
-a veces seguidas de luchas armadas- que se disputan la hegemonía sobre el
sentido de 'nuestra' identidad. Es decir, tras cada postulación de lo
latinoamericano hay una voluntad de poder, ejercida desde distintos lugares
en el mapa de las contradicciones sociales...
Julio Ramos2
José Martí, "Carta a Bartolomé Mitre y Vedia" (Nueva York, 19 de diciembre de 1882)", Escenas
norteamericanas (1881-1883), J. Martí, Obras completas, t. IX: En los Estados Unidos. La Habana:
Editora Nacional de Cuba, 1963-1965, 16. La cursiva es nuestra.
2
Julio Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina..., 230.
Las alusiones y citas textuales remiten a la siguiente edición: J. Martí, Nuestra América. Prólogo de Juan
Marinello. Selección y notas de Hugo Achugar. Cronología de Cintio Vitier. Caracas: Biblioteca Ayacucho,
1977. Hemos cotejado esta edición con la versión incluida en el tomo VI de las Obras completas (La
Habana: Edit. Nac. de Cuba, 1963) y con la edición de "Nuestra América" anotada por C. Vitier, incluida en:
C. Vitier, "Nuestra América, texto cenital de José Martí", AAVV. José Martí a cien años de Nuestra
América. Coordinada por J. Serna Moreno y Ma. Teresa Bosque Lastra. México: UNAM-CCYDEL...,
la
1993: 143-162. De El Gal/o Ilustrado 1496, suplemento cultural de El Día (México, 24. 11.1991). Publicada
también como anexo en C. Vitier, Vida y obra de/Apóstol José Martí La Habana: CEM, 2004: 339-347.
David Lagmanovich, "Los Estados Unidos vistos con los ojos de nuestra América", en J. Martí, En los
Estados Unidos. Periodismo de 1881 a 1892. Edic. crítica coord. por Roberto Fernández Retamar y Pedro
Pablo Rodríguez. Madrid-Barcelona-La Habana ... : Colección Archivos - Casa de las Américas, 2003: 1850.
162
literatura (estética) y política, tan cara a los románticos y al espíritu del siglo XIX
latinoamericano. El andamiaje argumentativo toma en "Nuestra América" la forma de
un despliegue estratégico y, en este sentido, es inseparable de su naturaleza claramente
agonística, la que autoriza su inclusión —como veremos más adelante- en la llamada
literatura de combate. Esta inscripción del ensayo en el campo de lo bélico no debe
llamar la atención, si reconocemos que la cultura es en Latinoamérica, especialmente en
esos tiempos, siempre "un campo de batalla", ya como resonancia de las luchas
armadas, ya como el lugar donde éstas se fraguan y reavivan. 5
Por otra parte, la figura de José Martí, investida -como pocas- de un carácter
sacralizado como 'héroe cultural' y 'patriota revolucionario' -cuyos méritos ciertamente
no desestimamos-, sumado a los innumerables apelativos consagratorios con que se lo
nombraba ya desde su época -Darío lo llamó "Maestro"; Ezequiel Martínez Estrada, "un
Héroe" y "un Santo, un Sabio y un Mártir"-, explica a las claras esta impronta
proyectada en su escritura y su propuesta estética y, al mismo tiempo, el relativo
desinterés sobre un aspecto que permaneció desatendido por la crítica martiana para dar
paso a lecturas que enfocaban su filiación modernista o su militancia política
revolucionaria y antiimperialista avant la lettre, con el consecuente repertorio
ideológico que la fundamentaba. Precisamente el aspecto que destacamos, el del Martí
periodista-cronista-ensayista -que no invalida ni desconoce los otros enfoques sino que
los integra desde otra perspectiva-, ha venido recibiendo una atención preferencial por
parte de la crítica en las últimas décadas. 6
Es fácil advertir cómo esas facetas están presentes en "Nuestra América", en el
proceder provisional y tentativo de la retícula martiana que imprime una determinada
Susana Rotker, "Estudio preliminar" a Ensayistas de nuestra América, tomo 1,... 7. Remitimos también a la
idea de cultura de Pierre Bourdieu que desarrollamos en el capítulo 2 de este estudio. Cfr. P. Bourdieu 1984.
6
No podemos dejar de señalar el protagonismo de Angel Rama en este decisivo viraje en los estudios
martianos, quien instaló definitivamente el estudio de la producción literaria y periodística martiana en
relación con la dialéctica modernidad/modernLación en América Latina. Véase: Ángel Rama, "La dialéctica
de la modernidad en José Martí", Estudios martianos. Seminario Martí. Río Piedras-Pto. Rico: Universidad
de Puerto Rico, 1971: 129-197). Son de destacar, también en esta línea, los estudios señeros de Julio Ramos
(1989) y de Susana Rotker (1991 y 1992) y, además, los trabajos reunidos por Pedro Pablo Rodríguez en: El
periodismo como misión (Compilación y prólogo de Pedro Pablo Rodríguez. La Habana: Pablo de la
Torriente Editorial, 2002), y los estudios recogidos en la edición de las crónicas de Martí escritas en y sobre
los Estados Unidos: J. Martí, En los Estados Unidos. Periodismo de 1881 a 1892 (Edición crítica coordinada
por R. Fernández Retamar y P. P. Rodríguez. Madrid-Barcelona-La Habana-Lisboa-París-México-Bs.As.-
San Pablo-Lima-Guatemala-San José: Colección Archivos - Casa de las Américas, 2003).
163
Baste para ilustrar lo que afirmamos, el cotejo de las tesis y argumentaciones de "Nuestra América" (1891)
con las de un discurso anterior, de temática similar, conocido como "Madre América" (1889).
8
Reconocemos nuestra deuda en lá perspectiva desde donde interpretamos este ensayo nodal de la obra
martiana, a la lectura del ineludible estudio de Fina García Marruz, El amor como energía revolucionaria en
José Martí. La Habana: Centro de Estudios Martianos - Ediciones Pontón Caribe, 2003. Lejos de pretender
imponer dogmáticamente la visión integral del mundo de Martí, García Marruz propone simplemente no
ignorarla y tomar lo provechoso que se encuentre en esa obra, estudiar el pensamiento martiano como un
todo y analizar la función de su ideario político-social, pedagógico y estético, sin dejar de percibir "los
hilos', 'la juntura' que los engarza", porque ese "...principio de relación, en su caso, constituye el centro de
que esos radios parten...", y "la interrelación de esos órdenes forma parte constitutiva de cada orden en sí
mismo...".
'? Encarcelado y deportado Mendive (1821-1886) y clausurado el colegio "San Pablo" de su Maestro,
Martí fue también encarcelado junto con su amigo Fermín Valdés Domínguez, ambos acusados de escribir
una carta sediciosa. Martí reclamó la paternidad de esa carta y el derecho de Cuba a la independencia, y
fue condenado a seis años de prisión en 1870 y obligado a realizar trabajos forzados en canteras. Por
gestiones de su padre, pronto le conmutaron la pena por deportación a Isla de Pinos y luego a España,
164
hacia donde partió en 1871. En alta mar redactó su primer escrito político, un alegato entre realista y
simbólico, con resabios bíblicos, El presidio político en Cuba. Cfr. C.Vitier 2004; lbrahim Hidalgo Paz,
José Mar1í1853-1895. Cronología. La Habana: Centro de Estudios Martianos, 2003. 2°edic.rev.; Salvador
Morales Pérez, José Martí: vida, tiempo, ideas. México: Soc.Cult. M.Hidalgo, CEM,... 2003.
165
O
José Martí, Escena y de ,4bda!a (Escrito expresamente para La Patria) [La Patria Libre, La Habana,
23 de octubre de 1869], J. Martí, Obras completas, tomo XVIII: Teatro/Novela/"La Edad de Oro ". La
Habana: Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro, 1975, 19.
11 Gonzalo de Quesada y Miranda registró en el apéndice de su libro Martí periodista (La Habana:
Rambla y Bouza, 1929), veintiocho periódicos y revistas para los cuales Martí escribió, sin contar los que
reprodujeron sus artículos en Hispanoamérica. La mayor parte de la enorme producción periodística
martiana se ubica entre 1881 y 1892. Sin la presunción de exhaustividad, nombramos algunos de los
medios donde circularon sus textos en el curso de su vida: en Cuba (El Diablo Cojuelo, Patria Libre, El
Siboney, El Almendares, la revista La Niñe:), en España (La cuestión cubana, de Sevilla, La Soberanía
Nacional, de Cádiz, El Jurado Federal, de Madrid entre otros), en Hispanoamérica (La Nación y El Sud
Americano, de Argentina; La Pluma, de Bogotá; El Progreso, El Porvenir y Revista Guatemalteca, de
Guatemala; La República, de Honduras; La Opinión Pública, del Uruguay; La Opinión Nacional de
Caracas y la Revista Universal, El Partido Liberal y El Socialista (del Gran Circulo Obrero), la Revista
A:ul, El Federalista, de México; La Época, La Libertad Electoral y El Ferrocarril, de Santiago de Chile;
El Mercurio, de Valparaíso y El Sur, de Concepción), y de los EEUU (El Porvenir, La Revista Ilustrada,
y la revista La Ofrenda de oro de Nueva York, el diario The Hour, The Sun, el periódico mensual La
América, El Economista Americano, El Latino-Americano, La República, El Avisador Cubano, El
Avisador Hispano-Americano, todos de Nueva York.). Incidentalmente se publicaron artículos de Martí
en The Evening Post, y Export and Finance, de Nueva York, La Habana Elegante, La Estrella de
Panamá, entre otros. Además de las publicaciones que creó en sus primeros años en La Habana, años
después fundó La Revista Vene:o/ana (1881), La Edad de Oro (1889), publicación infantil para niños
mayores, y en 1892, el semanario Patria, órgano oficial del Partido Revolucionario Cubano.
Además, tanto en su producción escrita en general —unas 12.500 páginas
agrupadas en 27 volúmenes en la edición digital de sus Obras completas'2- como en el
texto que nos ocupa en particular, comprobamos una vez más la fuerte conexión
existente entre ensayismo y periodismo, una ligazón que se nos revela ya como una
constante epocal, en la realidad cultural de algunas naciones americanas en el siglo XIX.
Y aunque no nos extenderemos en este punto, conviene señalar que el desplazamiento
del ensayo-libro al ensayo periodístico o aforístico no debe ser entendido fuera del
contexto de los cambios que tienen lugar en el último cuarto del siglo XIX, ya que
forman parte de lo que Julio Ramos describe como la "fragmentación de la República de
las letras" (Ramos 1989, 62-81 ), con la consecuente pérdida del papel protector con que
el estado las preservaba y dotaba de prestigio, una de cuyas consecuencias sería la
pérdida del mecanismo de consagración de los hombres de letras que suponía el
mecenazgo o el amparo y respaldo ofrecido por el Estado o, dicho de otro modo, su
función estatal.' 3 En las dos últimas décadas del siglo, la relación entre éstas y la vida
pública se volvió problemática a causa de la separación de la esfera pública,
específicamente política, del saber 'indiferenciado' de la república de las letras. Las
letras ya no eran la política, como lo habían sido antes (recordemos la imposibilidad de
separar esas dos esferas en el Facundo), y se hicieron cada vez más perceptibles los
efectos de la división del trabajo en la vida intelectual que reorganiza el campo
intelectual, como lo señaló Pedro Henríquez Ureña.' 4
Para entender cabalmente el proceso de emergencia de una autoridad y un lugar
de enunciación literarios en nuestras sociedades —sostiene Ramos-, es necesario atender
12
Aludimos a la edición publicada por la Editorial de Ciencias Sociales, cuyo carácter incompleto ha sido
puesto en evidencia por la reciente Edición crítica de las Obras completas, publicada por el Centro de
Estudios Martianos, actualmente en curso.
13
Así se entiende, por ejemplo, que Versos sencillos fuera publicado en una edición artesanal, costeada con
dificultad por el mismo autor. Este fue uno de los pocos libros -si no el único- que se editó en vida de su
autor y que amerita ser catalogado como tal, pues el material restante de sus publicaciones editadas antes de
su muerte está formado, en su mayoría, por prospectos, folletos, hojas impresas, discursos publicados
posteriormente, libelos y traducciones -muchos de ellos, escritos por encargo. Algo semejante ocurrió con la
versión en español de la novela de Helen Hunt Jackson que Martí tradujo y publicó en 1888, por su cuenta,
con el título Ramona. Novela americana, al no haber conseguido el financiamiento para montar su propia
empresa editorial, consciente de los beneficios que le hubiera aportado ese proyecto.
14
P. Henríquez Ureña, Las corrientes literarias en/a América Hispánica. México: FCE, 1974, 164.
167
15
Coincidimos con Julio Ramos en el cuestionamiento de la pertinencia de pensar en un funcionamiento
pleno de la autonomía literaria, dada la modernización desigual de América Latina. Cfr. Ramos 1989, 66-70,
82-84.
16
Pedro Henríquez Ureña resalta el rol que cumplieron en este proceso dos periódicos argentinos, La Prensa
(fundado por José C. Paz en 1869) y La Nación (fundado por Bartolomé Mitre en enero de 1870). Cfr. P.
Henríquez Ureña, Historia de la cultura en la América Hispana. México-Buenos Aires. FCE, 1947, 111. A
éstos se suman en una visión de conjunto, los avances en la modernización de periódicos como El Comercio,
de Lima (fundado en 1839), E/Mercurio, de Valparaíso, y El Progreso, de Santiago de Chile, entre otros.
17
J. Ramos 1989, 62-81.
168
¡Oh, el periódico! ¡lente inmensa, que en este siglo levanta y refleja con
certidumbre beneficiosa e implacable las sinuosidades lóbregas, las miserias
desnudas, las grandezas humildes, las cumbres resplandecientes de la vida!' 8
18
J. Martí, OC, t XXXI. La Habana: Editorial Trópico, 1936-1949, 412.
19
J. Martí, Obras completas, t. X, 235.
apetitos del bien personal, y atender imparcialmente al bien público. Debe ser
coqueta para seducir, catedrático para explicar, filósofo para mejorar, pilluelo
para penetrar, guerrero para combatir. Deber ser útil, sano, elegante, oportuno,
saliente. En cada artículo debe verse la mano enguantada que lo escribe, y los
20
labios sin mancha que lo dictan. No hay cetro mejor que un buen periódico..
Y sin desconocer lo poco que tenían que ver las condiciones en las que se practicaba la
escritura periodística con las más libres y apremiantes que acompañaban la poesía, vio
en el poeta, sin embargo, el hombre en quien las ideas encarnaban para ponerse del lado
de la acción.
Así, el periodismo dificilmente está presente en su obra corno una zona o un tipo
de discurso que se pueda deslindar con facilidad de las otras dimensiones o esferas de su
escritura. La producción martiana que podría catalogarse como propiamente periodística
o ligada a este oficio, atraviesa toda su vida (desde su adolescencia con "El diablo
cojuelo" y "Patria Libre" hasta la última etapa de la formación del Partido
Revolucionario Cubano, con la fundación del periódico "Patria" como su órgano
revolucionario) y abarca todos los aspectos o planos de su obra. En la Revista
20
J. Martí, Apunte dado a conocer por Gonzalo de Quesada y Miranda en su libro Martí periodista... 1929,
167, cit. en C. Vitier 2004, 210.
21
J. Martí, "Hierro", Versos libres, Obras Completas, XVI. Poesía 1..., 141.
170
22
Dardo Cúneo, "Crónica argentina de Martí" (Prólogo), J. Martí, Argentina y la Primera Conferencia
Panamericana. Ord.y pról.de D. Cúneo. Bs. As.: Edics.Transición, 1955: 11.
171
"pequeñas obras fúlgidas", 23 donde predomina "lo aforístico" sobre "lo metódico"
(Angenot 1982, 46-47) y gana terreno el sincretismo poético.
Si, como advierte con admirable sutileza crítica Fina García Marruz a propósito de
las crónicas martianas, "[L]a humilde 'crónica' se convirtió en sus manos en un
extraordinario vehículo artístico", 24 por la hasta entonces nunca vista incorporación de lo
cotidiano en ese género y el trabajo lingüístico e imaginativo que sobreimprimía a sus
percepciones, lo mismo podemos sostener acerca del ensayo que, multiforme y de
apariencia formalmente endeble, alcanza en este "gran texto" (LaCapra) y en otros
discursos doxológicos martianos, una solidez constructiva comparable a la arquitectura
poética, dotada de la mejor retórica —entendida ésta en un sentido que no se agota en lo
meramente ornamental (Perelman 1997)-, que nos persuade de que ninguna otra forma
discursiva netamente política (arenga, programa, panfleto, alegato, proclama, diatriba,
prospecto, etc.) podría haber provocado el efecto incoativo ni el poder de convicción que
suscita esta "criatura verbal" (García Marruz).
23
J. Martí, "Prólogo" al Poema del Niágara de José Antonio Pérez Bonalde (Nueva York, 1882) [Revista de
Cuba, tomo XIV, 18831, Nuestra América. Prólogo de Juan Marinello. Selección y notas de Hugo Achugar.
Cronología de Cintio Vitier. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1977, 304.
24
Fina García Marruz, "La prosa poemática en José Martí", Cintio Vitier - Fina García Marruz, Temas
martianos. Pto. Rico: Ediciones Huracán, 1981.
25
"Nuestra América" se publicó inicialmente en la Revista Ilustrada de Nueva York, el 1° de enero de 1891,
y luego, sin modificaciones, en El Partido Liberal de México, el 30 de enero de ese mismo año. Es de notar
que a menudo los críticos suelen indicar el 10 de enero como primera fecha de aparición, en la publicación
neoyorquina. Al respecto, hemos optado por respetar la fecha indicada en la última edición revisada de la
cronología martiana preparada por Ibrahim Hidalgo Paz (2003) y en una de las más recientes biografias de
José Martí, escrita por Cintio Vitier (2004).
172
26
La Conferencia Internacional Americana se inauguró en Washington el 2 de octubre de 1889 con la
participación de dieciocho países americanos, incluidos los EEUU (sólo Sto. Domingo no acudió al
convite realizado por el país del Norte) y se clausuró el 19 de abril de 1890. Se inició con una gira de los
delegados por el país anfitrión, en lo que Martí llamó "el tren-palacio de los delegados". La concurrencia
de su amigo personal de Martí, Gonzalo de Quesada, como secretario del delegado argentino, le permitió
incluir detalles y comentarios críticos e irónicos sobre ese "viaje-excursión" en sus crónicas para La
Nación. Las sesiones de la Conferencia se reanudaron el 18 de noviembre, y un mes después, la Sociedad
Literaria Hispano-Americana de Nueva York organizó una velada artística para los delegados, donde
Martí pronunció su célebre discurso "Madre América". Martí llegó a Washington el 15 de marzo de 1890,
donde permaneció dos días y se entrevistó con los representantes.
27
La Comisión Monetaria Internacional Americana fue inaugurada en Washington el 7 de enero de 1891
y tras ocho sesiones fue clausurada el 4 de abril de ese mismo año. Martí concurrió como representante
del Uruguay, con voz y voto, y el 4 de febrero participó en la segunda reunión de la Comisión. En la
tercera sesión integró la Comisión de Credenciales, con delegados de Brasil y Colombia, y en la cuarta
fue designado para participar con los delegados de Chile, Brasil, Argentina y Colombia en una comisión
que debía estudiar y emitir un dictamen sobre las propuestas de la delegación de los EEUU. Contra la idea
que había inspirado la convocatoria, la comisión consideró imposible la creación de una moneda común y
abogó por el bimetalismo, con una relación fija entre el oro y la plata, y solicitó convocar una conferencia
mundial para discutir esos asuntos. En ese marco, el 30 de marzo, Martí leyó ese dictamen en español y en
inglés. Durante las dos reuniones siguientes, se discutió acerca de la conveniencia de una nueva reunión.
El 1° de abril fue nombrado miembro de una comisión integrada también por México, Argentina,
Nicaragua y Colombia, para evaluar si se levantarían las sesiones para convocar a una conferencia
universal. Dos días después, se sometió a plenario el proyecto de resolución que no juzgaba factible
adoptar una relación fija entre el oro y la plata y auspiciaba la invitación a una reunión internacional para
acordar un sistema monetario uniforme entre las naciones americanas, lo que fue aprobado por
unanimidad. Al día siguiente, partió hacia Nueva York, sin poder participar de la última sesión. En el mes
de mayo, publicó su artículo "La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América" en el número
cinco de la Revista Ilustrada de Nueva York, donde denunciaba los objetivos ocultos del convite y
alertaba acerca del peligro del vínculo que trataban de imponer los EEUU: "ni uniones de América contra
Europa, ni con Europa contra un pueblo de América ( ... ) La unión, con el mundo, y no con una parte de
él; no con una parte de él, contra otra..." (J. Martí, COMISION MONETARIA INTERNACIONAL
AMERICANA, OC, VI, 157-167).
28
Las crónicas sobre la Conferencia interamericana o el Congreso de Washington, como también se lo
llamó, fueron escritas bajo la forma de cartas dirigidas al Director de La Nación, desde unos días antes del
inicio de las sesiones, el 28 de setiembre de 1889, hasta el 3 de mayo de 1890, unos días después de la
173
clausura, y fueron publicadas en ese periódico respectivamente, un mes y medio después. Cfr. J. Martí,
CONFERENCIA INTERNACIONAL AMERICANA, OC, VI, 33-116.
174
Destacamos en aquel conjunto textual uno de los discursos más reconocidos por la
crítica dentro de la producción doxológica del Maestro: el discurso "Madre América"
(1889), junto con las crónicas propiamente dichas del evento, publicadas en el diario La
Nación de Buenos Aires y reproducidas desde éste en otros diarios sudamericanos.
Precisamente en este contexto discursivo, el ensayo-programa político-cultural,
"Nuestra América", sobresale como un escrito clave y central, ligado por infinitos vasos
comunicantes con los mejores textos en prosa o en verso del autor, que lo colocan en el
'corazón' mismo de la obra martiana, en la cual asume el valor de un fragmento,
consagrado unánimemente como uno de los grandes textos de la historia intelectual
latinoamericana y continental, por su densidad ideológica y discursiva. Junto con
"Madre América", su antecedente más directo, exhibe un altísimo grado de estilización
y figuración poética. Ambos textos funcionan en el conjunto, a modo de contrapunto,
marcando dos instancias discursivas diferentes frente al referido evento, que muestran la
intensidad de la percepción martiana del dilema acerca de la definición de la identidad
americana en esa coyuntura, así como el sentido, en cierto modo, relativo y situacional de
su respuesta y de su toma de posición frente a esa disyuntiva.
En este caso, también el cotejo resulta iluminador. Brevemente, si en "Madre
América" el sujeto de la enunciación (el poeta, escritor-periodista José Martí, quien
pronuncia el discurso de recepción de los delegados hispanoamericanos, en un agasajo
ofrecido por la Sociedad Literaria Hispanoamericana de Nueva York) se presenta bajo la
imagen objetivada del "hijo preso, que vuelve a ver a su madre [América] por entre las
rejas de su prisión", 29 desplegando la plurivocidad simbólica de imágenes típicamente
martianas como la casa, el hospedaje, la madre ausente, en clara referencia a
circunstancias biográficas (exilio, nostalgia por la patria, recepción de los huéspedes en
la casa de América), en "Nuestra América" —publicado simultáneamente y con
diferencia de unas semanas en el mismo mes de enero de 1891, en una revista
neoyorquina y en un periódico de México, casi coincidiendo con el nombramiento para
participar en la Conferencia Monetaria Interamericana-, el sujeto ha borrado toda marca
identificatoria (no hay referencias a una primera persona del singular, ni a la situación
29
j Martí, "Discurso de la Sociedad Literaria Hispanoamericana" ("Madre América"), Nuestra América...
Biblioteca Ayacucho, 1977, 19.
175
30
J. Martí, "Nuestra América", Nuestra América..., 26. En adelante, cuando se hagan citas o menciones de
esta edición, se consignará solamente el número de página entre paréntesis, en el cuerpo del texto.
176
31
Veamos, por ejemplo, el comienzo de una de esas crónicas:
Se abre el Mail and &press, el diario vespertino de los republicanos de Nueva York y se lee: "los
huéspedes que vienen a seguir nuestra guía; la alianza que hemos solicitado y que vienen a ajustar
nuestros huéspedes".
Se abre el Herald y se lee: "es un tanto curiosa la idea de echar a andar en ferrocarril para que vean
cómo machacamos el hierro y hacemos zapatos, a veintisiete diplomáticos y hombres de marca, de
países donde no se acaba de nacer". Se abre el Post, y se lee: "el discurso de Blaine", lleno de
evasivas sonoras...
(J. Martí, "El Congreso de Washington" (N.Y, 4.X.1889) [La Nación (Bs. As., 14. X1.1889],
Ntra.América,43).
32
j Martí, "El Congreso de Washington " (N.Y., 28.IX. 1889) [La Nación, 8.XI. 1889], Nuestra América ,35.
33
J. Martí, "El Congreso de Washington "(N.Y., 3.V. 1890) [La Nación, 1 5.VI. 18901, Nuestra América, 95.
177
como dispositivo organizativo del plan textual, introduce una forma amena y
aparentemente ligera, distractora, para describir el "viaje-excursión en el tren-palacio de
los delegados" por los Estados Unidos (itinerarios, participantes, iniciativas,
propuestas), mientras permite intercalar sutiles observaciones críticas sobre las
intenciones ocultas que siembran la duda y conducen al lector al punto de sospechar
acerca del fin posible del congreso y las expectativas, intrigas y componendas de los
otros representantes, desplegando, a la par, una "retórica" complementaria "del peligro y
la sospecha" que incorpora el tópico de la urgencia, de la necesidad de estar listos -
"[U]rge...", "[D]e raíz hay que ver a los pueblos, que llevan sus raíces donde ya no se las
ve" (49)-, una retórica que volveremos a ver expandida en "Nuestra América".
Por otra parte, la presentación de la escena y de los personajes retratados apunta
a la construcción de un antagonista. Como se adelantó, quien encarna más cabalmente
el desmedido deseo expansionista imperial de los Estados Unidos, su costado más
oscuro aunque no el único, es James Gillespie Blaine (1830-1893), político y
diplomático republicano, varias veces Secretario de Estado y figura central de la política
panamericanista norteamericana. 34 Pero hacia el final de la crónica, se introduce otro
retrato, el del representante argentino, Manuel Quintana, que produjo un cambio
inesperado a último momento que desbarató la política de alianzas esperada, al votar a
favor de la eliminación del derecho de conquista, fortaleciendo así la unión
hispanoamericana.35
Interesa llamar la atención, en esta reconstrucción de la situación de enunciación
de "Nuestra América", sobre el hecho de que cuando Martí escribió las crónicas de estos
eventos para La Nación, tradujo en ellas una fuerte sensación de angustia que declaró
abiertamente en el prólogo de sus Versos sencillos, en un contexto intimista que admitía
una confesión de esa naturaleza (escritos en 1889 y publicados en 1891). En ese prólogo
describió ese tiempo como
34
Martí se refirió a Blaine, en varias ocasiones, en las Escenas norteamericanas y en sus "Norteamericanos".
En 1881, aquel concibió la idea de citar a un Congreso Interamericano para reafirmar la Doctrina Monroe. En
1882, medió junto con Trescott en un conflicto en Chile, Perú, y Bolivia, y fracasó, desautorizado por su
sucesor, Frelinghuysen. Como precandidato presidencial por el partido republicano, fue derrotado dos veces,
por Hayes y Garfield, y por el demócrata Cleveland en 1884, ligado a los intereses de empresas ferroviarias.
35
J. Martí, "El Congreso de Washington" (N.Y.3.V.1890) [La Nación, 15.VI.18901, Nuestra América, 98-
99.
178
Y ya desde mucho antes, pero con más intensidad en los años en que se reunieron esos
cónclaves, vivía con temor sobre el futuro político de su patria y la posible ingerencia de
los Estados Unidos en la región y el subcontinente, para concretar planes que adivinaba
siniestros.37 Con la pesada intuición sobre ese aciago futuro, le confesó su preocupación a
un amigo uruguayo, en 1887, cuando le comentaba su negativa a aceptar la invitación a
instalarse en la redacción de La Nación, en Buenos Aires, donde se revela la conciencia y
el estado con que asumió el compromiso con su patria y el tamaño de su entrega:
36
José Martí, "Prólogo" a Versos sencillos (1891), OC, XVI, Poesía, 1, 61. La cursiva es nuestra. Sus
Versos sencillos fueron escritos en el prescripto aislamiento en la Naturaleza en las montañas de Catskill
(EEUU), hacia donde lo "echó el médico al monte" (61), cuando enfermó de ansiedad. Así escribió ese
poemario que finalmente publicó en una sencilla edición de autor, un balance vital escrito en un metro
popular -octosílabos sencillos y complejos a la vez-, en vísperas de lanzarse a una campaña revolucionaria
independentista que habría de insumirle sus últimas energías.
31
Prueba de ello es el comentario sobre el congreso que le envió en una carta del 14 de diciembre de 1889, a
su discípulo cubano, Gonzalo de Quesada, entonces secretario del delegado argentino Roque Sáenz Peña y
luego secretario del Partido Revolucionario Cubano: "Sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más
tenebroso que lo que hasta ahora conocemos, y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para
tener pretexto de intervenir en ella...". J. Martí, OC, VI, 128.
179
puerta? Luego, mejor que a zurcir letras, violentas y postizas como los colorines
de los moros, adonde hubiera querido ir era a un retiro campesino, a reparar, en
38
comunión con la naturaleza, las fuerzas perdidas en vivir contra ella ...
Hacia el final de esa década, sus temores acerca de los designios norteamericanos
sobre la otra América se fueron confirmando hasta hacerse visibles, en 1888, con la
convocatoria del gobierno norteamericano a la Primera Conferencia de Naciones
Americanas en Washington. Martí siguió esas noticias con ansiedad, una vez difundida la
convocatoria de "un pueblo de intereses distintos, composición híbrida y problemas
pavorosos,"39 que pretendía "ensayar en pueblos libres su sistema de colonización" (57), al
que luego se identificaría como "neocolonialismo". Cabe agregar que las ambiciones
opuestas entre Inglaterra y los Estados Unidos y la ubicación de Argentina -en ese
momento- dentro de la órbita de influencia británica, favorecieron que Martí tuviera la
posibilidad de combatir esa reunión desde las páginas del diario La Nación de Buenos
Aires.4° Veamos algunos ejemplos de sus embates. Apenas iniciada la conferencia,
escribió en las páginas del periódico de los Mitre una crónica donde advertía
tempranamente sobre el desequilibrio de fuerzas puestas en juego en ese evento:
38
J. Martí, "Carta a un amigo uruguayo" (1887). La cursiva es nuestra.
39
J. Martí, "El congreso de Washington", OC, VI, 129.
40
Conviene tomar en cuenta que, en 1888, cuando se convoca la conferencia, una tercera parte del monto
total del comercio argentino le correspondía a Inglaterra; a Francia, más de un quinto, y a Alemania un
décimo, en tanto que los Estados Unidos tenía sólo la doceava parte. El dato es revelador respecto de las
observaciones incluidas en las instrucciones del presidente de la Argentina a los delegados M.Quintana y
Roque Sáenz Peña:
La formación de una liga aduanera americana envuelve a primera vista el propósito de excluir a
Europa de las ventajas acordadas a su comercio ( ... ). Tal pensamiento no puede ser simpático al
gobierno argentino ( ... ) que
(...)
bajo ningún concepto querría ver debilitarse sus relaciones
comerciales con aquella parte del mundo, adonde enviamos nuestros productos y de donde
recibimos capitales y brazos ( ... ). La convocatoria actual tiene por objeto la implantación del
Zoilverein americano, pero estando la legislación aduanera de los Estados Unidos basada en
principios opuestos a nuestras leyes en esa materia, no sería posible aceptar ninguna proposición
tendiente a la ampliación en América del sistema proteccionista de los Estados Unidos o que
importara restricciones a nuestro comercio con Europa...
(R. Sáenz Peña, Escritos y discursos, t. III. Ed.por R.Olivera. Bs.As., 1934, 369). Cfr. R.Fernández
Retamar, "Prólogo", J. Martí, Política de Nuestra América. México, S.XXI: 1977, 17.
180
41
J. Martí, "El Congreso de Washington", OC, VI. La cursiva es nuestra.
42
J. Martí, "El Congreso de Washington", Nuestra América, 48. La cursiva es nuestra.
43
Cfr. Thomas F. Mc Gann, Argentina, EEUUy el sistema interamericano 1880-1914. Bs. As., 1960, 207.
44
Sólo un ejemplo, tomado de la crónica ya citada sobre la última sesión, escrita el 3 de mayo de 1890:
La batalla del día fue de veras muy recia. El Zollverein había sido el campo de combate en lo
económico, y la Argentina lo ganó, de cara al sol. El proyecto de conquista, suma y término natural
del arbitraje, era el campo de combate en lo político; ¿lo ganaría la Argentina también, cuando tenía
al sol en contra? Porque, entre los de habla castellana el entusiasmo con que se acogió el proyecto
de honradez y humanidad que a todos las asegura y garantiza, y no se puede rechazar sin confesarse
reo voluntario y descarado contra la humanidad y la honradez, fue tan loable como la moderación
extranjera con que en la casa, refrenó los impulsos a que lo pudo llevar el interés amenazado o la
ira, el único pueblo de nuestra América que por sus pecados de guerra, pudo creer que le iba al
pecho el proyecto levantado en masa por todas las repúblicas del continente, como un coro de
181
Por otra parte, el ensayo que estudiamos interactia con otros textos martianos
ampliamente leídos y difundidos, especialmente en periódicos hispanoamericanos, en la
medida en que esas crónicas político-económicas formaban parte de un conjunto textual
mucho más amplio, publicado en ese diario porteño, entre otros, y compuesto por artículos
-agudos informes, minuciosos y escritos con un estilo deslumbrante, cargado de ironías y
alusiones- que Martí enviaba regularmente como corresponsal de La Nación, desde los
Estados Unidos. Esos textos conocidos como "cartas de Nueva York" o "escenas
norteamericanas" eran, al mismo tiempo -como señala Jorge Mañach sobre esas
correspondencias-, "blanco constante de alusiones y un foco de influencias literarias" en
las tertulias modernistas de Buenos Aires, donde Rubén Darío -y antes Sarmiento- solía
leer en voz alta muchas de aquellas "espesas inundaciones de tinta", como solía
llamarlas el nicaragüense.45
Más adelante, volveremos sobre este vínculo con las crónicas, a propósito de la
construcción discursiva de "nuestra América". Nos limitaremos aquí a indicar solamente
que cuando Martí publicó su ensayo político, era ya uno de los escritores de lengua
española más leídos y admirados en el continente, 46 y su fama continuó creciendo a
medida que se conocían sus escritos y sus acciones. 47 Esto nos autoriza a sostener que
' Anotaremos sólo algunos datos de la biografia martiana que preludian y suceden la publicación de
"Nuestra América. Hacia el final de los ochenta, Martí ocupó cargos diplomáticos e importantes lugares en
instituciones ligadas a la cultura y la tarea intelectual (desde 1887 era cónsul de Uruguay en Nueva York;
desde 1888, representante en los Estados Unidos y Canadá de la Asociación de Prensa de Buenos Aires, y
desde 1890, presidente electo de la Sociedad Literaria Hispano-americana de Nueva York y presidente
honorario de La Liga, una sociedad de negros en la que era maestro). A mediados de 1890, fue nombrado
cónsul de Argentina y Paraguay. Entre julio y octubre de 1889 había emprendido la tarea de escribir una
revista para niños, La edad de oro -de la que salieron sólo cuatro números-, de alto contenido moral, espíritu
moderno y sobrado valor estético por las ilustraciones y los textos que incluía. En ella les enseñaba "con ojos
descolonizados" a los niños -en quienes veía a los futuros hombres nuevos-, la historia del presente, el amor a
182
también era indudablemente reconocible por su estilo, el que —cabe recordarlo- para los
escritores modernistas era algo semejante a una "marca de fábrica", el lenguaje específico
de la literatura, un sello personal que se forjaba en las redacciones de los periódicos
(Ramos 1989, 90).
En este mismo sentido, el periodismo -según Rubén Darío- "constituye una•
gimnasia de estilo" y la crónica, un "laboratorio de ensayo del 'estilo' modernista" (Rotker
1992, 96), de donde se podría pensar —insistimos- en que ese mismo estilo opera como una
matriz compartida en los textos que nos interesa acercar, en la medida en que sus asuntos y
lugares de enunciación son también comunes.
Por último, podemos preguntamos por la función que asumen estas
contextualizaciones en la lectura que proponemos. En primer lugar, el cotejo que
sugerimos apunta a enfocar lo no explícito y desentrañar lo c?frado en un texto que nos
adelantamos a caracterizar como portador de un alto nivel de estilización y de trabajo
estético, construido con imágenes y tropos de sólo aparente sencillez y transparencia,
cargados de múltiples significaciones por su denso valor simbólico. En segundo lugar,
como se sabe, estas operaciones de "sobreescritura" 48 que agregaban un plus de sentido y
filtraban lo que estaba más allá de lo meramente informativo o de lo efectivamente
permitido, nos obligan a proceder con cautela, leer entrelíneas y 'sobreleer' materiales
semánticamente sobresaturados como los que se trabajan en el ensayo que estudiamos. En
tercer lugar, de lo expuesto hasta aquí es posible inferir que la participación como cronista
y testigo en el Congreso Internacional de Washington y como juez y parte en la
la patria hispanoamericana, a los héroes y a los humildes, y, al mismo tiempo, los grandes valores
universales: la verdad, la justicia, la belleza. En esa época fracasó definitivamente su matrimonio con
Carmen Zayas Bazán, mientras profundizaba su labor organizativa y de creación de una conciencia
independentista y antianexionista. En 1891 participó activamente como delegado de Uruguay en la
Conferencia Monetaria Internacional Americana, donde tuvo un papel central. Poco después, renunció a
sus cargos consulares y puso fin a su colaboración con periódicos latinoamericanos para dedicarse de
lleno a la tarea revolucionaria (en mayo de 1891, publicó su última correspondencia en La Nación). Desde
entonces sólo conservó unas clases nocturnas de español para vivir. Cfr. R. Fernández Retamar, 1977, 16-
19; 1. Hidalgo Paz 2003; C. Vitier 2004; S. Morales Pérez 2003.
48
Por sobreescrilura, entendemos la operación discursiva que Julio Ramos describe de este modo:
Para poder hablar en el periódico, el literato se ajusta a la exigencia del mismo, informa, e
incluso asume la información como un objeto privilegiado de su reflexión. Pero al "informar"
sobre-escribe: escribe sobre el periódico, que continuamente lee, en un acto de palimpsesto,
digamos, que a la vez proyecta un trabajo verbal sumamente enfático, que la noticia —el objeto
leído- no tenía.(J. Ramos 1989, 110).
183
Conferencia Monetaria, le ofreció la posibilidad única de palpar, desde las "[e]ntrañas del
congreso [que] están como todas las entrañas, donde no se las ve. " -desde el interior ,
mismo del lugar de discusión-, cómo y dónde se forjaban y debatían las políticas
internacionales continentales, se anudaban alianzas estratégicas y se elegían los planes y
las acciones para ejecutarlas.
De ahí la cautela, el esfuerzo cuidadoso y el esmero puestos en "estetizar la
política" (Rotker) en "Nuestra América", no para maquillarla o decorarla sino para poder
advertir y precaver, desarticular y refutar, programar y armar. A su vez, la lectura de esos
textos que anticipan y complementan las tesis y los argumentos, los tópicos, las figuras y
los tropos retomados en "Nuestra América" se nos propone como un ejercicio provocador
y particularmente productivo para el lector contemporáneo, en la medida en que ilumina
significados estilizados estratégicamente en ese texto, que el lector de época podía
fácilmente reponer y activar.
En suma, la consideración de esta relación poco trabajada como contexto
histórico y discursivo resulta, a nuestro entender, una operación ineludible para el
estudio y la cabal comprensión de este ensayo que merece ser revisada a la luz del
nutrido entramado de hebras de sentido que ligan estos acontecimientos político-
culturales con el acontecimiento discursivo que nos ocupa. Desde este punto de vista,
las afirmaciones de Julio Ramos, al comienzo del último capítulo de Desencuentros...,
dedicado a "Nuestra América", parecen estar sesgadas en exceso por teorías
posmodemas que colocan exclusivamente en el discurso, el poder configurador de la
realidad, perdiendo de vista el protagonismo —como en el caso que estudiamos- de lo
que se repone solamente en la inserción del - texto en la situación comunicativa en que
fue gestado como intervención, dentro en un momento histórico especialmente denso y
significativo.
Ramos adelanta que el objetivo de su lectura de ese ensayo martiano es la
configuración de un discurso latinoamericanista, y no la idea o el concepto de América
Latina como el núcleo generador que -tal como la percibe, casi siempre, irreflexivamente
cierta historiografia de la cultura- presupone "la presencia de América Latina como un
49
J. Martí, "El Congreso de Washington" (N.Y, 29.IX, 1889) [La Nación, 8.XT.18891, Nuestra
América, . 38.
..
184
mayoría de los números de una publicación que había permanecido casi ignorada durante
más de medio siglo, La Revista ilustrada de Nueva York, descubrieron que el l de enero
de 1891 el mismo ensayo había sido publicado en los Estados Unidos, en esa revista. A
pesar de que no se encontraron diferencias en la versión textual, las consecuencias de ese
hallazgo no fueron irrelevantes, puesto que la noticia de la doble publicación en
circunstancias y contextos nacionales, tan distintos y temporalmente no demasiado
lejanos, suponía un doble marco de inscripción que podría haber incidido —y que
efectivamente incidió- en la configuración discursiva del texto. A las tensiones inherentes
al contexto de confrontación ideológico-política donde salió a escena, se agrega la
orientación hacia dos espacios, una doble situación de recepción, es decir: dos contextos
de lectura que trazan desde el inicio una bipolaridad que reduplica aquella tensión original
pero también introducen un doble horizonte de destinatarios (pro- y paradestinatarios
para reunir adhesiones y contradestinatario para contraargumentar) (E. Verón).
Esta doble estrategia textual hace de "Nuestra América", por este solo hecho, un
texto atípico en la historia del latinoamericanismo y también en la de la cultura
latinoamericana, con por lo menos dos tipos de lectores implícitos, dos bandos textuales
considerados e incluidos en los dispositivos mismos de enunciación, y dos contextos de
recepción, circulación y difusión previstos anticipadamente en el texto. En principio, nos
referimos a la relación desigual que mantuvo Martí periodista o corresponsal, con estas
dos publicaciones —La Revista ilustrada de Nueva York y El Partido Liberal de México-
y los directores, temáticas, tipo de lectores y proyectos de cada una, aunque es probable
que tal vez el ensayo haya sido publicado en otros periódicos o revistas del continente, en
fecha no muy lejana, lo que explicaría la rápida difusión de su propuesta de acción. Esos
dos lugares documentados de edición representan los extremos de una curva de recepción
implícita: exiliados hispanos de Nueva York y políticos norteamericanos interesados en el
tema que encarnaban los intereses estadounidenses hasta los letrados e intelectuales del
resto de América.
Observemos algunos rasgos de las publicaciones que albergan este ensayo: en
principio, La Revista Ilustrada de Nueva York (1885-1898?) fue una prestigiosa
publicación decimonónica, de pensamiento y de letras -hasta hace unas décadas muy poco
conocida y escasamente estudiada-, cuyo editor propietario fue un distinguido panameño,
186
don Elías de Losada (1848-1896). La Revista ilustrada sobresalió por su alto valor
literario y su impresión de cierto lujo entre los mejores magazines editados en lengua
española, en los Estados Unidos, por esos años, y fue uno de los periódicos familiares más
destacados entre los más de doscientos publicados, eñ el siglo XIX, en las principales
ciudades norteamericanas. Su director literario fue Nicanor Bolet Peraza, poeta en prosa,
quien garantizó que el "esmero artístico" ("la pluma de colores", como lo llamó Martí)
fuese cultivado por todos sus colaboradores. En sus columnas escribieron autores de
renombre como Rubén Darío, Manuel Gutiérrez Nájera, Ricardo Palma, Juan Montalvo,
Juan Valera y Emilia Pardo Bazán, entre otros.
En La Revista -como solía llamarla Martí-, se publicaron al parecer sólo dos
trabajos más, aparte de "Nuestra América": "La conferencia monetaria de las repúblicas de
América" y "Las crónicas potosinas de Vicente O. Quesada", este último sin su firma. Se
distribuyó por toda la América Hispana y tuvo un sesgo netamente americano en su
propósito de dar a conocer nuestros pueblos, como lo prueban los numerosos artículos
elogiosos, procedentes de publicaciones extranjeras, que se reproducen en sus columnas. 50
La defensa martiana de los valores culturales americanos coincidía con la postura
americanista de La Revista, de modo que allí encontró una tribuna adecuada para definir
su posición autónoma respecto de América, posición que caracterizaba -por otra parte- a
esa publicación que defendía además del principio educativo de la fuerza intelectual como
vía y garantía del progreso, las "armas del juicio...", "trincheras de ideas..." (26), vale
decir, el valor del conocimiento para solucionar problemas. Por otra parte, la breve pero
muy valiosa colaboración de Martí en esa rara publicación neoyorquina se respaldó en una
serie de constantes compartidas por La Revista y el ideario martiano, como la apuesta- por
un magisterio social, un americanismo integral, una concepción idealista romántica
combinada con un sentido pragmático, un pensamiento universal y el deseo de fortalecer
y elevar el espíritu de América.
Conviene recordar, con vistas a perfilar el lector de este artículo, que
contemporáneamente a su publicación existían en Nueva York asociaciones de
50
En una carta a Elías de Losada, José Martí le expresó con estas palabras su personal estima sobre La
Revista: "Me pareció el periódico, cosa mía, por la tolerancia y pensamiento americano, del bueno, que
Ud. pone en él: y tuve un gusto vivo y personal..." (J.Martí, "Carta de Iván A. Schulman,
"José Martí y la Revista ilustrada de Nueva York", Cuadernos Americanos, XXVII, 4 (1968): 14 1-153.
187
misma crónica), a menos que no fuese muy culminante y absorbente (cfr. Rotker 1992,
107). En otras ocasiones, dudaba sobre la oportunidad de la publicación de un artículo y
sin embargo lo enviaba igual, pero dejaba la decisión de "darlo a la prensa" o no, en las
manos de Manuel Mercado y sus amigos, aunque confesaba haberlo "escrito en virtud de
mucho pensamiento y con una previsión en cada palabra".
Como es el caso de "Nuestra América", por lo general, la marca gramatical de la
primera persona del plural del posesivo ("nuestro"/a) incluida en los artículos publicados
en ese diario, englobaba la figura del lector ideal, presupuesto en la composición del texto,
e indicaba al mismo tiempo la pertenencia del emisor y del receptor al mismo espacio, en
tanto entidad construida legitimadora que autorizaba la escritura. Presuponía así una cierta
simetría que el sujeto de la enunciación esgrimía como estrategia. La identidad de ese
"nosotros" en representación del cual hablaba el emisor, podía referirse a los hombres de
la América Española, no sólo los que leen, sino los otros, los indios, los negros, los
campesinos -"la vincha y la toga"-, también los americanos del sur interesados en el
destino de la patria común, pero no aquellos "aldeanos" que sólo se miraban el ombligo y
veían con desconfianza a su vecino.
En cuanto a la circulación de lo publicado en esas páginas.del periódico mexicano,
excedía ampliamente las fronteras de esa nación: llegaba por intercambio directo a varias
capitales latinoamericanas, circulaba casi de boca en boca o por correo postal o a través de
viajeros (gente de las clases adineradas, las únicas que tenían el hábito de viajar
regularmente). Aparte de la directa relación de Martí con otros diarios del continente, el
periodismo le ofrecía un poderoso mecanismo encargado de diseminar las "novedades"
entre los centros culturales y de poder, mientras permitía el instantaneísmo, la casi
simultaneidad de un texto con el acontecimiento que lo había genera y una estrecha
relación entre hechos y palabras. 53
53
En la segunda mitad del siglo XIX, comenzó a difundirse el paulatino desplazamiento del periodismo
doctrinario, de opinión, al periodismo de cuño informativo, y de la prensa de divulgación y debate de ideas al
registro de acontecimientos, a partir de la aparición de la noticia. Esa transferencia de énfasis tiene como
correlato la preocupación creciente por acceder a la información in situ (novedad introducida en Francia, por
el semanario L'illusiraiion, fundado en 1843). En consecuencia, se comenzó a ponderar la relación de
contacto directo con la veracidad, la confiabilidad o el carácter fidedigno de la información recogida. Por
otra parte, la tendencia a acelerar el tiempo de transmisión, circulación y consumo de los datos se hizo
posible por la intermediación de dispositivos técnicos, como el telégrafo después de 1850. El campo de la
información de prensa acompaña la extensión de redes de telégrafo y la aparición del reponer, como nuevo
tipo social profesional del fin del siglo XIX. Cfr. E. Verón, S. Rotker, J. Ramos, P. P. Rodríguez, entre otros.
189
Volvamos ahora al ensayo que nos ocupa, debemos aclarar que aunque el asunto
tratado estaba lejos de encuadrarse en la esfera de lo euimero del diario de ayer e iba más
allá de la mera crónica, por cuanto refería y reflexionaba sobre un conflicto que, aún
confirmada la sospecha y realizado lo anunciado en ese texto, conservó su vigencia hasta
nuestros días, desde cualquier perspectiva que se lo enfoque, trasponiendo en su relación
de circulación-consumo los límites de lo instantáneo y perecedero hasta instalarse por su
tematización prolongada en la long durée de la historia.
"Nuestra América" construye así una entidad cultural, desde un doble lugar de
inscripción discursiva que traspasa no solamente las fronteras nacionales del lugar fisico
desde donde el autor lo escribió, sino las de la "comunidad imaginada" (B. Anderson)
transnacional o supranacional que el mismo texto se encarga de diseñar, y derriba así los
límites impuestos por el mismo mecanismo constructivo que lo articula, a través de una
cadena de oposiciones que lo tensan: "nuestra América" - "la América del Norte",
"nosotros" - "ellos", "hombres naturales" - "letrados artificiales", "mestizo autóctono" -
"criollo exótico", "tigre de adentro" - "tigre de afuera". En una escena atravesada por la
amenaza de una avanzada imperialista que extrema toda posibilidad de reflexionar sobre
la identidad fuera de ese contexto y mucho menos en el ámbito de un periódico, Martí
construye así una entidad que se desplaza incluso más allá de la frontera geográfica
trazada, hasta llegar a incorporar al sujeto mismo de la enunciación que encuentra aquí, al
parecer, en la escritura, a la vez su único lugar de arraigo y amparo. La operación
constructiva -insistimos- atravesada de tensiones profusamente representadas en el
discurso -como veremos en un apartado siguiente- apenas remeda una sutura que pretende
reparar la herida, el desarraigo, la carencia.
Sin embargo, ni la experiencia de la tensión que atraviesa la construcción
identitaria, intensificada en la circunstancia particular que rodea la escritura y
reduplicada en este texto por las condiciones materiales de su inscripción discursiva, ni
la expresión "nuestra América" y la conceptualización que la acompaña, son nuevas ni
en Martí ni en la historia intelectual de nuestros países, sino que reconocen una larga
prosapia y cuentan con una superpoblada genealogía de pensadores que la anticiparon:
Francisco de Miranda (1783 y 1806), y, aún antes, el poeta neogranadino, Hernando
Domínguez Camargo (1676) y el mexicano Juan José Eguiara y Eguren (1748), entre
190
54
Remitimos a los siguientes estudios detallados de estas fuentes del nacionalismo latinoamericano y de los
antecedentes de la idea de "nuestra América": Ricaurte Soler, Idea y cuestión nacional latinoamericanas. De
la independencia a la emergencia del imperialismo. México: Siglo XXI, 1980 y Ernesto Mejía Sánchez,
"Estudio preliminar" a Carlos María de Bustamante, No conviene a la libertad de la nación mexicana....
México: Colección Bibliófilos Oaxaqueños, 2 serie, 1974.
55 Hay una progresión en la toma de conciencia política de Martí sobre este punto, desde su inicial
preocupación por la nación en lo inmediato ("O Yara o Madrid") y por los efectos de la dominación
colonial más allá de las fronteras de la Isla, en El Presidio..., aunque sin percibirlas todavía como una
totalidad orgánica, ni con un nombre unificador, pero sí como diferentes de España. Luego, en España
advirtió la diferencia con los EEUU ("Cuadernos de apuntes. 1", oc, XXI, 15-16), y en México, con la
"América europea" (26). El primer germen de la idea martiana de "nuestra América", preparada y
anticipada en México, con el decisivo aporte de las culturas aborígenes, se hizo realidad en Guatemala,
hacia 1877, donde trazó un balance de su saber continental, con nociones que lo acompañaron durante el
resto de su vida ("Los códigos nuevos", OC, VII, 98). En ese mismo año, acuñó la expresión "madre
América", esbozada en sus artículos mexicanos. Ambas reaparecieron en su madurez. En Venezuela se
191
guatemalteca echaron las bases del americanismo martiano, pero -al decir de Cintio Vitier-
fue desde las estribaciones del Monte Ávila [en Venezuela] y desde el
tumultuoso mirador neoyorquino que Martí continentalizó, por decirlo así, su prosa
periodística, dotada ya en los años ochenta de una espacialidad, de un pathos de lo
simultáneo y de una adhesión al torrente vital que únicamente encontramos en la
poesía de Walt Whitman... (Vitier 2004, 206).
cristalizaron sus ideas sobre el carácter específico y diferente de nuestra América, pero recién en 1881,
en los EEUU, nació una nueva imagen de nuestra América en contrapunto con la "América europea". En
esos años ya había salido a la luz la dicotomía entre textos públicos donde hablaba de "nuestra América
fabulosa", y privados donde la llamaba "nuestra América enferma"(OC, XX, 67) y declaraba que "no
habrá literatura hispanoamericana hasta que no haya Hispanoamérica" (OC, )(X1, 164). Cfr. R. Fernández
Retamar 1977, 23-29. Para ampliar, puede verse: P.P.Rodríguez, De las dos Américas. (Aproximaciones
a/pensamiento martiano). La Habana: Centro de Estudios Martianos, 2002.
192
56
J. Martí, "Coney Island" [La Pluma (Bogotá), 3.X1I.18811, OC, t. IX, 123,127.
57Georg Simmel, "La metrópoli y la vida intelectual", El individuo y la libertad Ensayos de crítica de la
cultura. Península, Barcelona, 1986.
193
58
Con esa expresión, Fina García Marruz designa en Martí "la extensión de los límites de 'lo poético', como
cualidad adjetiva, a la poesía, como sustancia de la realidad toda, aún la sufriente o carente de belleza", y
agrega que "...y es ese abrazar también a las realidades mal llamadas 'prosaicas' la que lo llevó a su
excepcional periodismo poemático, en el que están las fuentes de su verso libre, de aquel llevar al verso 'la
llaneza y construcción directa de la prosa', como - ya había llevado a la prosa el aliento de lo lírico." Fina
García Marruz, "La prosa poemática en Martí", C. Vitier - F. García Marruz, Temas martianos. Pto. Rico:
Ediciones Huracán, 1984, 213. El énfasis en nuestro.
59 Conviene aclarar el sentido con que utilizamos la expresión 'retórica persuasiva'. Siguiendo la taxonomía
de la audiencia del discurso político, propuesta por Eliseo Verón, entendemos por esa expresión el
dispositivo utilizado en el tipo de discurso político orientado a un destinatario incorporado en contextos
democráticos o republicanos. Sostenemos, entonces, que si todo discurso político cumple funciones
diferentes frente a los dos destinatarios antagónicos que presupone: de polémica (lectura destructiva) respecto
del contradestinatario (Otro negativo, con inversión de creencia) y de refiiero respecto del prodestinatario
(Otro positivo, con presuposición de creencia) —ambas funciones, básicamente desarrolladas por la retórica
bélica-, "al paradestinatario [fuera de juego, con suspensión de creencia] va dirigido todo lo que en el
discurso político es del orden de la persuasión" (Verón 1987, 17). En este sentido, advertimos que este
ensayo cumple una función estrictamente formativa o educadora, con un marcado interés ético-político. En
ninguno de los casos, la retórica se reduce a lo someramente ornamental (Perelman), sino que se la piensa
sobre todo con un valor fundante.
194
lado, y el orden cósmico (quizás por oposición al microcosmos donde ubica la ingenuidad,
más terrenal), por el otro. La imagen muy arraigada en el imaginario infantil de "los
gigantes que llevan siete leguas en las botas", tomada del personaje fabuloso del famoso
cuento para niños Pulgarcito, de Charles Perrault, cuya sola mención enfatiza el
desarrollo vertiginoso ("botas de siete leguas") de los países más poderosos y la
desproporción de su relación con los países más débiles y pequeños, 60 y la metáfora más
extraña y compleja de "la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormidos
engullendo mundos" (26), ligada directamente con un pasaje de la crónica "El Congreso
Internacional de Washington" (La Nación, 19 y 20.Xll. 1889)61 —lo que abona la propuesta
de lectura en cotejo que planteamos en el primer apartado de este capítulo- y con cierta
creencia indígena de "cometas orgullosos que paseaban por entre el sol dormido y la
montaña inmóvil el espíritu de las estrellas", de los macusíes de la región del Orinoco, de
la que Martí tuvo noticia a través de su amigo venezolano Arístides Rojas. 62
Pero este poderoso dispositivo configurador no se agota en la asombrosa
profusión de recursos estratégicamente seleccionados sino que articula el orden mismo
de la partitio del texto en el encadenamiento de secuencias narrativas (en total, cinco
secciones separadas por un espacio en blanco) que marcan un avance, si no en el terreno
de la realidad fáctica, sí en el orden de la creencia: de la doxa inicial impugnada al
comienzo del texto, pasando por verdades sentenciadas, falacias denunciadas y falsas
creencias desacreditadas, e intercalando visiones retrospectivas, balances certeros y
anuncios proféticos, se asistirá en el final a la revelación exaltada no sólo en el orden de
lo visual sino también en el de lo sonoro ("Porque ya suena el himno unánime ... !)" de
un mito amerindio que actualiza la llegada de la América nueva, y se nos-impone con el
valor de una verdad: "...del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el
Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar,
60
Es de notar la vinculación que se establece aquí entre este ensayo y el proyecto pedagógico martiano que
llevó adelante La Edad de Oro. En esa revista publicó, en julio de 1889, el cuento de Laboulaye, "Meñique",
donde les enseñaba a los niños de nuestra América que "el saber vale más que la fuerza" (J. Martí, OC, t.
XVIII, 3 10-324).
61
El pasaje es el siguiente: "LA qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados
Unidos se preparan a librar con el resto del mundo? ¿Por qué han de pelear sobre las repúblicas de América
sus batallas con Europa, y ensayar en pueblos libres su sistema de colonización?" (J. Martí, OC, t.6, 57).
62
Cfi. C.Vitier, Notas a "Nuestra América. Edición crítica", Anexo a Vida y obra del Apóstol José Martí,
348.
196
63
Contra la atribución más corriente de la última imagen mítica del Gran Semí que cierra el ensayo, a la
mitología taína como representación de las fuerzas de la Naturaleza y al uso simbólico de la figura de
Yucahuguamá, Cintio Vitier la rastrea en otros textos martianos y sostiene que se trata de la figuración mítica
del padre Amalivaca, de los indios tamanacos, sobre los cuales Martí habría obtenido información también en
este caso de manos de Arístides Rojas. Cfr. C.Vitier 2004, "Anexo", 355. Para la interpretación anterior,
véase la nota final de "Nuestra América" de la edición de la Biblioteca Ayacucho, anotada por Hugo
Achugar (33).
64
El adjetivo "vanidoso" es el único indicio de la falacia que entrañaba esa proposición.
65
Otros pasajes y desplazamientos que se verifican a lo largo del texto van de lo inmaterial a lo material,
de lo abstracto a lo concreto, de lo desconocido a lo conocido, de la referencia fáctica a su interpretación e
intelección. Por otra parte, tras una apariencia de objetividad se pondera el orden simbólico, y se
evidencia una creciente valoración de enunciados subjetivos que van emergiendo por medio de la
adjetivación, las modalizaciones e intensificativos, y de la vasta gama de procedimientos compositivos
utilizados.
66
Las cinco secuencias enunciativas asociadas con lo bélico pueden reconstruirse en la dispositio del texto
de este modo: en 1 (tres primeros párrafos) se alerta y se llama a tomar conciencia del peligro, se insiste en
la necesidad de conocerse y unirse para arraigarse, y de tener valor, fe y orgullo para defenderse en una
batalla desigual entre nuestra América ("que va de menos a más") y la América del Norte ("que va de más
a menos"), y por último se introduce la figura del traidor; en las próximas tres secuencias se concentran
las argumentaciones: en 11 (cuarto, quinto y sexto párrafos) por primera vez se menciona la "patria" y se
argumenta su existencia con el relato de su origen y la adecuación a la realidad concreta, y finalmente se
enumeran las pautas para un buen gobierno; en III (séptimo y octavo), se evoca a los héroes de la
emancipación americana y se formula el problema de la independencia en términos de cambio de espíritu,
y al final se reitera la amenaza, esta vez con el símbolo del tigre; en IV (noveno y décimo párrafos) se
introduce la confianza en salvación de estos países, fundada en el nacimiento del hombre real, cifrada en
la juventud y en la autenticidad; y por último, en y (undécimo y duodécimo párrafos), encontramos una
suerte de epílogo, donde se insiste en la confianza en la salvación de nuestra América de todos sus
peligros, y se denuncia nuevamente, en forma más explícita, la posible avanzada imperialista por parte de
los EEUU, que no la conocen y la desdeñan. Por último, se introduce una visión utópica -"no hay odio de
197
razas, porque no hay razas" (32); ". . .la generación actual lleva a cuestas ( ... ) la América trabajadora"
(33)-, y el texto se cierra con la imagen mítica del Gran Semí sobre un cóndor, sembrando la América
nueva (33), que representa el anuncio hecho realidad.
198
67
Los aportes de la teoría del discurso social a la literatura de ideas, sobre el rol sociocultural de la acción
discursiva y la lengua como lugar de debate y confrontación de subjetividades, así como el diálogo abierto
entre la nueva retórica y la teoría de la argumentación, y el reencuentro de la retórica con la dialéctica, nos
permiten trazar un nuevo punto de partida eficaz para reevaluar-este-gran texto martiano, impregnado de un
"espíritu ensayístico" (C. de Obaldía), justamente donde parecen agotarse los instrumentos interpretativos. En
particular, nos preguntamos cómo se puede hablar de ensayos martianos o de una dimensión ensayística en
la escritura de Martí, cuando se reconoce en su obra una clara vocación magisterial de comunicar una verdad,
de iluminar racionalmente con ansia universal y con una voluntad inquebrantable de pergeñar un programa de
acción inmediata, de alertar peligros y solucionar enigmas. Por otra parte, ¿es posible calificar esa actitud
ensayística como una "estrategia de escritura"(J. Leenhardt) que pretenda abordar "al sesgo" el mundo del
que habla, o —dicho de otro modo- como una táctica de persuasión directamente orientada a abrir el diálogo
o la discusión con el público lector para alertarlo, sacudirlo, conmoverlo, para ganar su adhesión y contar con
su participación activa. En este caso puntual, cabe recordar la reflexión de Georges Vignaux respecto de los
"argumentos retóricos" que por su carácter dialéctico no producen jamás una convicción perfecta. Recuerda
Vignaux la condena aristotélica de esa "retórica pasional", pero visualiza a la par otros medios de persuasión
que derivan del carácter del orador y apelan a las disposiciones del oyente. Creemos que en "Nuestra
América" están operando estas vías alternativas procedentes del personalísimo y muy elaborado estilo
martiano y su poco común capacidad de fundir prosa y poesía en la poderosa construcción de verdades
convincentes, asimiladas como realidades, en tomo a una entidad geopolítica como "nuestra América",
cuyas fronteras estaban lejos de referirse a una entidad política administrativa existente.
199
segunda sección del texto, aparece por primera vez la palabra "patria", en el marco del
"discurso del nosotros"(A. Roig, 1981) que comienza a hacerse explícito en estas líneas,
dando lugar a lo "enunciativo americano" (F. García Marruz): "Ni ¿en qué patria puede
tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas
entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos
sangrientos de un centenar de apóstoles?" (27) (El énfasis es nuestro).
De este modo, por medio de una conjunción de recursos que trazan
desplazamientos, enlaces y contraposiciones (analogías, anáforas, oposiciones binarias,
gradaciones y expansiones), a medida que avanza el texto se confirma y se da por hecho el
pasaje de un ser deficiente, marcado por la carencia, la debilidad y la negación -"madre
enferma", "los que no tienen fe en su tierra. . .", "les falta valor" (27), "factores tan
descompuestos" (28), "elementos discordantes y hostiles", "continente descoyuntado
durante tres siglos" (29)-, a un deber ser pleno, rotundo y con un sentido armónico -
"naciones tan adelantadas y compactas", "pueblos originales, de composición singular y
violenta" (27), "el gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del
país" (28)-, y de la situación presente a la futura ideal, pese a que en apariencia aquella se
presenta equiparada con el futuro.
Pero donde mejor se evidencia y se concreta este sentido fuertemente constructivo
y su vocación de equilibrio y armonía, poniendo al descubierto la condición virtual de la
entidad referida, es sobre todo en aquellos pasajes donde la operación de "poetización
de lo real" produce 'núcleos de condensación poética', en una concentrada síntesis,
haciendo uso de recursos ficcionales, analogías y simbolismos, en una combinación "de
representación referencial y creación de un orden que sólo existe en el espacio del texto"
(Rotker 1992, 155). Veamos algunos ejemplos donde la yuxtaposición de pequeñas
imágenes, a modo de pinceladas de un cuadro impresionista, compone un cuadro
general de 'nuestra identidad' que, bajo la metáfora corporal nacida de un collage de
sinécdoques, remedan el trabajo de patchwork, de acuerdo con una estética del retazo
de la que Martí abomina como nos lo recuerda el primer epígrafe:
Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo,
vinimos, denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la virgen
200
Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente
de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco
parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio,
mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a
bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón,
solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se
revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura.
Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en
los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la
caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga;
en desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en ajustar la
libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos quedó el oidor,
y el general, y el letrado, y el prebendado... (30)
Nos interesa hacer notar en estos dos pasajes la estrategia de dar por pasado lo
que todavía sigue en pie. Se da paso de este modo a la idea de una identidad 'compacta',
'cristalizada', donde la conflictividad de la heterogeneidad cultural que^ nos constituye
parece haber sido armoniosamente contenida en un proyecto identitario superador:
El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los
bastones de oro. Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma
hispanoamericano. Cansados del odio inútil, de la resistencia del libro contra la
lanza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo (....), se empieza,
como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos y se saludan:
",Cómo somos? se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son ( ... ). Las
201
68 "Siempre conserva la prosa estructuras del verso...", pero "[E1n la prosa de Martí ( ... )" -al decir de Fina
García Marruz-, "la distinción prosa-verso pierde un poco su sentido ante esa fuerza de la palabra viva,
rítmica, adoptando todas las formas, para la cual la prosa había de resultar, en mucha mayor medida que el
verso, el órgano de todos los registros". Cfr. F. García Marruz, 213.
202
manifestado su predilección por aquellas "odas en prosa" que sintetizaban ideas madres
en párrafos cortos, sólidos y brillantes, en lugar de diluirlas en artículos extensos (cfr.
García Marruz, 213). En esta línea, la concisión, en tanto marca estilística que caracteriza
ciertos textos martianos y algunos pasajes alternantes en otros, ocupa un lugar central y es
alcanzada a partir de rigurosos procedimientos de desvío, en un modo oblicuo de enunciar,
indirecto y elíptico, que conjuga síntesis, brevedad y condensación, extrayendo de las
palabras su máxima densidad y potenciando su polivalencia y polisemia. 69
De acuerdo con la reconocida impronta del ensayo cognitivo 7° que ya señalamos,
el estilo martiano apunta a naturalizar los planteos mediante tropos tomados del orden de
lo natural (minera!, animal, vegetal): ". . . como la plata en las raíces de los Andes..." (26),
• .el tigre espera, detrás de cada árbol..." (30), y de lo familiar y cotidiano71 : ". . . como
hermanos celosos..." (26), aligerando la erudición y recurriendo a un léxico sencillo, pero
pleno de significación. Esa sintaxis de las imágenes que se iluminan unas a otras convive
paradójicamente con la argumentación en términos bélicos, que hace del texto
simultáneamente un arma de combate ideológico. Tal vez obedezca a esta estrategia el
hecho de que, a diferencia de otros ensayos, no haya aquí un emisor que adelante o declare
propósitos ni confiese intenciones ni se disculpe de sus incompetencias, y que tampoco
haya citas que sostengan los enunciados y los autoricen. Sin embargo, forma e idea al
parecer se concilian entre sí y alcanzan la contundencia de la verdad 'naturalizada' que se
impone por sí sola, sin necesidad de apoyos.
Para finalizar, cabría plantear una última cuestión. Aunque resulta evidente que el
sujeto de la enunciación posee una inconfundible actitud crítica y que no se limita en
ningún momento a ser un mero descriptor u observador, sino que se presenta en su
distancia táctica como un intérprete preocupado por comprender y hacer comprender
69 Este arte de la concisión asume en Martí el carácter de máxima, sobre todo en sus artículos
periodísticos, y adquiere al final de su búsqueda en los orígenes de nuestra lengua un virtuosismo
inconfundiblemente barroco: "El arte de escribir ¿no es reducir? La verba mata sin duda la elocuencia.
Hay tanto que decir, que ha de decirse en el menor número de palabras posible: eso sí, que cada palabra
lleve ala y color..." J. Martí, OC, XIII, 196. La cursiva es nuestra.
° Utilizamos la categoría empleada por Marc Angenot (1982), para designar el tipo de ensayo donde las
virtualidades literarias devienen estrategias persuasivas, conciliando el trabajo intenso -y hasta sofisticado-
del lenguaje con la voluntad militante de la escritura, en tanto estrategia para la acción certera. Estos textos
hacen prevalecer un valor, una regla, buscando adhesiones para la tesis que sostienen (11-12).
71
Cfr. George Lakoff y Mark Johnson, Metáforas de la vida cotidiana. Introducción de José Antonio
Millán y Susana Narotzky. 4 edic. Madrid: Cátedra-Teorema, 1998. 10 ed. en inglés: 1980.
203
aquello que está enunciando, surge de lo expuesto hasta aquí una única pregunta: ¿desde
dónde se enuncia o se escribe "Nuestra América"? Es útil retomar para este caso, una
vez más, la noción de lugar de enunciación (E. Benveniste) que permite deslindar el
lugar en donde se enuncia/escribe de aquel desde donde se lo hace.
Como sabemos, en 1891, Martí residía en Nueva York y formaba parte de la
diáspora cubana dispersa en esos años por América y Europa. Su lugar de enunciación es,
sin duda, el exilio, y al enunciar, no puede sino hacerlo sobre ese horizonte polémico.
Escribe desde lo alto -el locus tradicional desde donde los letrados y patriotas
independentistas (pensamos en Viscardo, Bello, del Valle, Bolívar) contemplaron o
imaginaron el panorama de la patria, "desde las nubes"-, asumiendo la posición de un
'veedor', desde el lugar del letrado virtuoso, ilustrado, pero ubicándose en y desde
"nuestras repúblicas" 72 . Solamente desde allí, tras la aparente impersonalidad desde
donde habla (sin que irrumpa nunca el 'yo', ni haya marcas de primera persona del
singular, excepto sólo algunos posesivos de primera del plural), puede enunciar con
vocación magisterial y naturalizar sus representaciones de la experiencia
latinoamericana. Solamente desde allí le es posible descifrar los sentidos trascendentes
del orden de lo espiritual y de lo histórico, tomando la distancia indispensable para
imaginar y fundar la nación, con la mirada lúcida del poeta-profeta, heredero de
Emerson, que por momentos llega a investir su ensayo con el tono de un sermón.
Ahora bien, si la fundación de una 'patria común', acometida en el ensayo
martiano, comparte con el ensayo de Sarmiento —pese a lo que suele sostenerse en relación
con la relectura martiana de la dupla civilización-barbarie- su nueva incursión en el topos
de las armas y las letras 73 y la fe renovada en el poder de las ideas, el lugar de
72
Arcadio Díaz Quiñones, "Martí: La guerra desde las nubes", "Dossier", José Martí, En los Estados
Unidos. Coord.por R. Fernández Retamar y P. P. Rodríguez ... : 2129-2148
73
No queremos dejar de recuperar, en relación con esta cuestión, la cita martiana donde replantea los
términos de la conocida oposición y los valores asignados a éstos:
Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres
naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico.
No hay batalla entre la civili:ación y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturale:a...
(28) La cursiva es nuestra.
Sobre esta reformulación, coincidimos con la perspectiva de lectura que adopta Susana Zanetti al
estudiar la relación entre los dos autores, cuando sostiene que en realidad en ese fragmento:
Martí no discute con Sarmiento, pues [éste] ya pertenece al pasado. ( ... ) Martí rechaza y combate en
sus escritos, sobre todo la concepción positivista que, apoyada en prejuicios y discriminaciones,
pretende imponer una visión de los hombres de América como incapaces de alcanzar todos juntos,
204
enunciación no se ubica en la arena donde los románticos debatían cuerpo a cuerpo las
alternativas políticas de la nación en ciernes. Pero es desde ese lugar de autoridad social y
espiritual donde se ubica, que erige a "Nuestra América" en texto cenital - como el
Facundo, en fundador-, que anuda antecedentes y prolongaciones: recoge inspiraciones de
quienes lo precedieron (Sarmiento, Alberdi, Bilbao), impacta definitivamente en el ensayo
caribefío (Hostos, en algunas ideas, Antonio Pedreira, Antonio Benítez Rojo, Arcadio Díaz
Quiñones) y se prolonga ya en sus contemporáneos como es el caso de José Enrique Rodó
quien en la lección del espíritu americano de su Ariel se hace eco del legado martiano,
actualizando su mandato creador en quienes lo sucedieron, como Pedro Henríquez Ureña,
Alfonso Reyes, Octavio Paz, entre tantos otros, en cuya obra ensayística reconocemos la
huella del Apóstol.
Por último, en relación con la definición incluida en el segundo epígrafe de este
capítuló, reconocemos en "Nuestra América" esa construcción que recompone la
e armonía y la unidad 'deseadas' de esa entidad, como una instancia de identificación, y
reproduce en el papel y en la página, con la pluma y los caracteres tipográficos, y en la
letra, el desequilibrio de fuerzas y las tensiones de la realidad que provoca la reflexión.
En este sentido, debemos admitir que, más allá de su canonización académica, este texto
todavía nos interpela y nos identifica, en virtud de una operación persuasiva, que es
funcional a su conversión como arma de combate en el terreno de lo simbólico, y que
hace de su virtualidad potencial un modo de comprometer en su concreción.
Alfonso Reyes'
El tercer texto que nos ocupa, La Raza Cósmica 2 (1925), del escritor, ideólogo
1 Alfonso Reyes, "Posición de América" (Conferencia para ser leída en el III Congreso del lnst.
Internacional de Literatura Iberoamericana, Nueva Orleans, 21 -24.XJI. 1941), Posición de América.
CEESTEMIEditoriaI Nueva Imagen - Colección Cuadernos Americanos, 49-50.
2
Las citas y remisiones textuales refieren a la siguiente edición: José Vasconcelos, La ra:a cósmica.
Misión de la ra:a iberoamericana. Argentina y Brasil. Bs.As.: Espasa Calpe, 1948. En adelante, se
utilizará la sigla LRC y sólo se anotará entre paréntesis el número de páginas. Nos concentraremos
aquí en el ensayo introductorio de La raa cósmica, que puede ser leído como un texto autónomo de
las notas del viaje sudamericano, aún desde su estructura, o como un "complemento" de aquellas.
206
su historia e incluso llega a abanderar las peores causas (como el nazismo) a través de treinta años
de textos y actitudes excepcionalmente diestros en la imprecación y el insulto. Una concepción
alegórica: formado y conformado en el siglo XIX, en la tradición liberal humanista, Vasconcelos
establece una identidad nacional con mitos e impulsos diversos —la lucha de Quetzalcóatl y
Huichilobos, la estética bárbara, la raza cósmica, el mesianismo nacionalista, la redención
misionera, la felicidad del Espíritu- con los que no sólo debía lograrse una nueva nación, sino una
nueva humanidad; esta alegoría constituyó la palanca cultural básica del México moderno...
(J.J.Blanco, Se llamaba Vasconcelos. Una evocación crítica. México: FCE, 1977, 9).
Enrique Krauze llama "caudillos culturales" a los hombres que, como José Vasconcelos, en una
actitud que sería modelo para la generación de 1915 en México, "quisieron embridar culturalmente a
la revolución", pretendiendo "instaurar en México el buen poder, la obra de beneficio colectivo,
imponiendo a la realidad cruda y bronca de la Revolución la sublime y ordenada de la ética absoluta y
la técnica..." Cfr.E. Krauze, Caudillos culturales en la Revolución Mexicana. México: Siglo XXI,
1985, 15.
Por su parte, Leopoldo Zea ubica a Vasconcelos en la "generación del Ateneo o del Centenario".
En efecto, en el mes de octubre de 1909, fundó el "Ateneo de la Juventud", con Antonio Caso, Pedro
Henríquez Ureña (único miembro no mexicano del grupo), Jesús T. Acevedo, Ricardo Gómez Robelo,
Julio Torri, Alfonso Reyes, y otros. En ocasión del Centenario de México (1910), dictaron
conferencias y Vasconcelos leyó entonces su famoso discurso "Don Gabino Barreda y las ideas
contemporáneas", que se distinguió por su originalidad. En 1912, asumió la presidencia del Ateneo:
desde entonces lo convirtió en el "Ateneo de México", otorgándole el carácter de cru:ada cultural y
convirtiendo lo que antes era un "cenáculo elitista" en un verdadero movimiento nacional, con la
ayuda de su injerencia en el gobierno maderista. El Ateneo se disolvió, poco después, durante la fase
armada de la Revolución. Cfr. Leopoldo Zea, Apogeo y decadencia del positivismo. México: El
Colegio de México, F.C.E., 1977, 30 y 42-46.
Asimismo, Martín S. Stabb destaca lo que distinguió a ese grupo respecto del programa arielista: si
208
elegido y el más utilizado por los ateneístas para difundir sus ideas acerca de la cultura
como una meta-especialidad (Ramos 1989, 223). Adalbert Dessau atribuyó esta
preferencia al complicado carácter social del grupo, así como al hecho de que la
mayoría de sus miembros, como intelectuales, no tomaron parte directa en los procesos
económicos, de modo que encontraron en el ensayo, por su forma asistemática, el
mejor instrumento para la propagación de su pensamiento. 7
La prédica y la defensa de la unidad cultural iberoamericana, así como el
tratamiento de las "trilladas cuestiones" -de este modo se refería a ellas el autor en la
introducción a su Indología- relativas a los problemas políticos, sociales y raciales de
nuestro subcontinente, recorren numerosos folletos, conferencias, discursos, notas de
viajes del autor, pero encuentran su forma más acabada en dos de sus libros más
conocidos y comentados: La raza cósmica (1925) y las conferencias que integran el
volumen ya mencionado, Indología. Una interpretación de la cultura iberoamericana
México para incorporarse a las fuerzas revolucionarias. Desde La Habana y Nueva York, tomó
contacto con los dirigentes de la Revolución; fue nombrado agente confidencial en Inglaterra, y de
regreso de Europa, en 1914, participó en la Convención de Aguas Calientes, donde fue nombrado
presidente provisional el general Eulalio Gutiérrez. Vasconcelos ocupó el cargo de Secretario de
Instrucción Pública y Bellas Artes hasta 1915, y por oponerse al triunfo de Venustiano Carranza sobre
los caudillos revolucionarios, se desterró voluntariamente en Nueva York y luego en Lima. Regresó a
México, próximo el fin del gobierno de Carranza, y caído éste, fue rector de la Universidad de
México, durante el gobierno provisional de Adolfo de la Huerta, desde 1920. Durante el gobierno del
general Álvaro Obregón, que marcó el comienzo de la estabilización y la reconstrucción en la historia
política mexicana, desde 1921 hasta 1924, ocupó el cargo de Secretario de Educación Pública,
suprimido en la Constitución de 1917, y en este período fue enviado como embajador en misiones
especiales a diversos países de América del Sur. Distanciado luego con Obregón y Calles, renunció a
la Secretaría y se exilió voluntariamente en Europa, desde 1925. Cfr. J. J. Blanco, Se llamaba
Vasconcelos ... ; E. Krauze, Caudillos culturales...
Como bien señala Annick Lemperiére, durante su desempeño en la función pública, Vasconcelos se
rodeó de colaboradores emanados de la nueva elite de hombres de menos de cuarenta años y de sus
discípulos, muchos de los cuales tenían menos de veinticinco. En 1921, designó a Antonio Caso para
sucederlo en el Rectorado, y a Pedro Henríquez Ureña, como director de la Universidad de Verano.
Otro ateneísta, Julio Torri, fue nombrado director del Departamento de Publicaciones de la SEP.
Entre los "Siete sabios", Lombardo Toledano llegó a ser director de la Escuela Preparatoria en 1922.
Antonio Caso y, un poco más jóvenes, Daniel Cossío Villegas, Jesús Silva Herzog y Eduardo
Villaseñor y Samuel Ramos trabajaron en el Departamento de Publicaciones de la SEP. Cabe destacar
-como lo apunta Lemperiére- que, para la "generación de 1915", el pasaje por la SEP constituye una
iniciación a las tareas de la administración, ennoblecida por el ideal vasconceliano del intelectual al
servicio del pueblo. Cfr. A. Lemperiére, Intellectucis, Etal et société aii Mexique XXe. sicIe. LES
CLERCS DE LA NATION. Paris: L' Harmattan. Recherches & documents. Ameriques Latines, 1992,
44.
Cfr. Adalbert Dessau, La novela de la Revolución Mexicana. México: F.C.E., 1972, 105.
210
(1926)8 -ambos, escritos durante su voluntario exilio europeo, tras distanciarse con
quienes estaban al frente del gobierno de su país, lo que motivó su renuncia como
Secretario de Educación Pública, en julio de 1924. 9
Si reconocemos en la mayoría de los intelectuales hispanoamericanos de los
primeros decenios del siglo XX el ejercicio de una función marcadamente
ideologizante que los lleva a asumir la conducción espiritual de la sociedad mediante
la implementación de una "superpolítica educativa" 0 podemos ver en los textos
,
8
J. Vasconcelos, Indología. Una interpretación de la cultura iberoamericana. París: Agencia
Mundial de Librería, slf (en adelante, 1). Ese volumen está compuesto por siete conferencias que
Vasconcelos preparó desde París para dictar en Puerto Rico, Santo Domingo y Chicago, en 1926, por
invitación de la Universidad Puertorriqueña. Consiste en una ampliación de LRC -según lo acotado
por el mismo autor-, que fue escrita como aquella desde el exilio en Europa.
El corpus, cuyo objeto de reflexión es el proyecto cultural iberoamericano, puede ampliarse con otro
volumen menos difundido de este autor: Bolivarismo y monroísmo. Temas iberoamericanos (1934),
que incluye las conferencias leídas el año anterior, tituladas "La cultura en Hispanoamérica" e
"Hispanoamérica frente a los nacionalismos agresivos de Europa y Norteamérica". Cfr. J.
Vasconcelos, Bolivarismo y monroísmo. Temas iberoamericanos. Sgo.de Chile: Ercilla, 1934 (en
adelante, BYM); Hispanoamérica frente a los nacionalismos agresivos de Europa y Norteamérica.
Conferencias pronunciadas en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. La Plata, 1934 (en
adelante, 11). Cabe acotar que los espacios discursivos elegidos para formular su propuesta ideológica
comparten la libertad de emergencia del sujeto de la enunciación y facilitan la comunicación con el
lector, mediante su versatilidad formal y su apertura incoativa. Estos textos ofrecen una exposición
reflexiva del proceso cultural del subcontinente, desde la perspectiva de los mismos protagonistas que
intentan pensar la identidad nacional o supranacional, desde adentro, en oposición a las visiones
foráneas, prestigiadas paradójicamente por algunos representantes de nuestras elites intelectuales.
10
A. Rama, La ciudad letrada. Hanover: Ediciones del Norte, 1984, 110. Sobre la "función
ideologizante" que asume el intelectual en la "ciudad modernizada", véase: A.Rama 1984, cap. V.
11 Por una iniciativa que nació con Germán Arciniégas, en 1923, la Cuarta Asamblea Nacional de
Estudiantes de Colombia homenajeó a Vasconcelos, proclamando su nombre como "Maestro de la
Juventud" de ese país, e hizo un llamamiento a las federaciones estudiantiles de América para que
siguieran su ejemplo. Y así lo hicieron en ese mismo año, inicialmente los estudiantes de la pequeña
Universidad de Trujillo del Perú, en un contexto grave de agitación obrera y estudiantil, y luego los de
las universidades de Lima, Arequipa y Cuzco, y asimismo la Asociación de Estudiantes de Panamá, y
los estudiantes e intelectuales de Costa Rica, entre otros, con la oposición de la prensa conservadora,
algunos grupos estudiantiles y los medios universitarios más tradicionalistas de esos países. Se le
reconoce así su adhesión a las orientaciones sociales del movimiento estudiantil en el continente, el
éxito del Congreso Internacional de Estudiantes de México de 1921 y el desarrollo de la política
educativa implantada en México por la Secretaría de Educación Pública, a su cargo. Sumadas a éstos,
211
las controversias a veces violentas entre el gobierno de los Estados Unidos y el de México respecto
del reconocimiento del gobierno de Obregón contribuyeron a difundir en los medios universitarios y
estudiantiles de Hispanoamérica la imagen de un ministro demócrata consagrado a una vasta campaña
de educación popular.
Como lo destacó Arciniégas, la importante obra educativa de vocación popular emprendida por el
ministro de Obregón, y su política favorable a las artes y los artistas contribuyeron a consolidar el
'idealismo de la raza', con el fin de oponer una barrera infranqueable- a la codicia norteamericana.
Según Arciniégas, Vasconcelos recogió el legado de figuras como Rodó, que abrieron 'horizontes
espiritualistas' a la juventud del subcontinente:"
Vasconcelos ha hecho del mapa hispanoamericano el escudo de la Universidad de México; él
promovió la Liga de Intelectuales Latinoamericanos; él ha estudiado como propios los problemas
de Brasil y de la Argentina; él ha ido hombro a hombro en las manifestaciones de los universitarios
chilenos; él ha llevado a Gabriela Mistral a México; él ha iniciado las protestas contra la tiranía de
Juan Vicente Gómez...
(G. Arciniégas, "Vasconcelos, Maestro de la Juventud", La República (Bogotá), 14.Vl. 1923, cit. por
Claude FelI, José Vasconcelos. Los años del águila (1920-1 925). Educación, cultura e
iberoamericanismo en e/México postrevolucionario. México: IJNAM, 1989, 571).
12 Henríquez Ureña defiende la tesis de la apoliticidad del intelectual hispanoamericano del siglo XX,
como prolongación del modelo de artepurismo que ubica en el modernismo. Cfr. P. Henríquez Ureña,
Las corrientes literarias en la América Hispana. México: FCE, 1949, 165.
13
En el prólogo a su Indología, Vasconcelos se autodefine como un "filósofo metido a caudillo"
(XLII).
212
rasgos muy distantes y hasta opuestos a los de sus años de esplendor' 4 implicó romper
-
A diferencia de los ensayos de Sarmiento y Martí, a los que dedicamos los dos
capítulos anteriores, no hay aquí una instancia periodística previa directa sino, en todo
caso, en forma tangencial, si consideramos como parergon las notas que recogieron sus
impresiones de la experiencia estimulante del viaje que realizó Vasconcelos por
algunos países de la América del Sur, las que excedían el papel de borradores de
trabajo -de hecho fueron incorporadas en el mismo libro, a continuación del ensayo-
prólogo titulado como el volumen homónimo que los reúne, La raza cósmica-, y que
fueron completadas con materiales tomados de algunos artículos periodísticos
publicados en medios de prensa sudamericanos. Efectivamente, tras su partida de la
Secretaría de Educación pública,' 6 a mediados de 1924, Vasconcelos comenzó a
14
En la semblanza trazada por Noé Jitrik, a propósito de la edición del Fondo de Cultura Económica
de las Memorias de José Vasconcelos, el crítico argentino alude a:
...la idea corriente acerca de que hay dos Vasconcelos, uno anterior y otro posterior a 1929, año de
la gran defraudación. El primero reúne los siguientes rasgos: maderismo, audacia y arrojo,
progresismo, casi socialismo, en ciertos aspectos (el sistema educativo) muy cerca del
bolcheviquismo (Lunatcharsky), sensibilidad, intensa capacidad para comprometerse, política y
eróticamente, sentir y gozar, imaginación, coherencia, fuerza filosófica, revolución, proyectos
sociales, políticos y artísticos. En cuanto al segundo, la imagen es de un sujeto minado por el
resentimiento, autoritario, juzgador, tradicionalista, antisemita, fascista, antirrevolucionario,
obsesivo, contradictorio, egoísta, reiterativo...
Sin embargo, Jitrik señala con agudeza que "esa operación separatoria, que existe ciertamente, no es
convincente, al menos para quienes quieran entender, a su través, un orden de problemas más amplio
que su propio, brillante y dramático caso." Y sugiere que "[H]abría que intentar una explicación o un
pasaje de una figura a otra..." Cfr. N. Jitrik ,"Lectura de Vasconcelos", El balcón barroco. México:
UNAM, 1988, 240-24 1.
15
Cfr. J. Vasconcelos, Indología, 205.
16 A los efectos de evaluar más acertadamente los alcances del proyecto vasconceliano, importa
considerar con mayor detenimiento la circunstancia del último año de su actuación en la SEP y de su
renuncia a la misma. Con razón, José Joaquín Blanco sostiene que "Vasconcelos vio en Obregón una
versión local del déspota ilustrado" que brindaba, a diferencia de otros caudillos de la Revolución, un
espacio de "ilustración o "civilización", no sólo en la esfera cultura] y educativa, sino también en la
política de reconciliación de facciones y en la apertura diplomática a Latinoamérica, en un proyecto
que aquel caudillo llamó la "revolución constructiva". Obregón prometía —según Blanco- "cambiar de
tácticas y de retórica: liquidar el militarismo y asegurar libertades", con respecto a los zapatistas,
villistas y carranclanes que representaban "su indeseable pasado violento" (130). Es evidente que la
213
revisar las notas que fue acumulando durante su viaje sudamericano por Brasil,
Uruguay, Argentina y Chile, 17 las organizó y las completó con los artículos publicados
en la prensa de los países visitados entre septiembre y diciembre de 1922, la mayoría
de los cuales había sido reproducida en los Boletines de la SEP. 18 Ese 'diario de viaje',
una vez ordenado y con el agregado de una introducción-ensayo sobre la "raza
cósmica", el 'programa espiritual' que creía destinado a consolidar definitivamente la
cohesión del continente iberoamericano y convertirlo en la cuna de 'la humanidad nueva
y que se conocería poco después con el título LRC.
Según el decir de Claude Feil, ese prefacio oscila "entre el manifiesto y el
conjuro", "vehemente y lírico, premonitorio e inspirado", en la misma línea de los
escritos estéticos anteriores a los años veinte, 19 y aparece como una 'tentativa'
contradictoria y hasta, por momentos, incoherente de ofrecer una síntesis 'intuitiva' de
alianza promovida por Obregón con los generales sobrevivientes, otorgó una enorme libertad en el
campo educativo que Vasconcelos supo aprovechar. Pero al surgir fuerzas políticas más poderosas
que los meros caudillos, como la Confederación Obrera (la CROM), que sustituyeron a los viejos
generales hasta conformar el PNR, origen del PR!, desde 1923, el feudo de la SEP fue invadido. Esas
fuerzas llegaron a organizar una huelga universitaria, y en 1924 propusieron mediante Lombardo
Toledano un programa educativo propio y opuesto al de Vasconcelos, de modo que, en el último año,
Vasconcelos nada nuevo pudo hacer, pues estaba rodeado de opositores y su acción individualista
desde la SEP se vio afectada por los compromisos de Obregón con la CROM. Por otra parte, el
arreglo de Obregón con los EEUU restó importancia a esa Secretaría como prestigio internacional y
la estructuración del estado en organizaciones políticas ofreció a las masas, aunque manipuladas, una
injerencia en la retórica oficial y en la cultura nacionalista. Así, acota Blanco:
[E]l culto demagógico al indigenismo, al obrerismo, la actitud anti-intelectualista a base de ser
"popular", la vinculación estrecha de la cultura con la oratoria oficial, etcétera, desplazaron los
cultos ( ... ) que había impuesto Vasconcelos. En sus términos de referencia, del despotismo
ilustrado se había pasado al despotismo bárbaro...
(Blanco; 13 1-132).
17
Antes de 1920, de Hispanoamérica sólo conocía Cuba y Perú, de modo que el viaje oficial hacia el
sur del continente que Vasconcelos emprendió, desde agosto hasta setiembre de 1922, le proporcionó
un conocimiento directo de las realidades continentales que renovó su fuerte convicción
iberoamericanista. Además, a la inicial inspiración en los escritos de Rodó, Henríquez Ureña, Díaz
Rodríguez y el brasileño José Pereira de Graça Aranha, posteriormente se agregaron las reflexiones de
Manuel Ugarte, José Ingenieros, Alfredo Palacios, Gabriela Mistral, Ricardo Rojas, entre otros.
8
A partir de 1922, el Boletín de la Secretaría de Educación Pública en cierto modo reemplazó al
recientemente desaparecido Boletín de la Universidad Nacional de México, cuya publicación se había
reanudado cuando Vasconcelos era rector de la UNAM. La organización de los Boletines de la SEP
reproducía la de la Secretaría y se le otorgaba gran espacio a las informaciones publicadas en la
Sección Iberoamericana. Entre 1922 y 1924, aparecieron cinco números, uno de los cuales fue doble.
Cfr. C. FelI 1989, 498.
19
Nos referimos a los libros que testimonian su poco común eclecticismo estético: José Vasconcelos:
Pitágoras, una teoría del ritmo (La Habana, 1912; edición completa: México, 1917), El monismo
estético (México, 1918); Estudios indostánicos (México, 1920), entre otros.
214
la nueva ideología que se anunciaba movilizadora (C. FelI, 639). En las breves páginas
que prologan LRC en su conjunto, Vasconcelos remite al 'intertexto' que rodea y
condiciona sus reflexiones, y menciona la legitimación del mestizaje propiciada por la
política dominante a partir de la Revolución Mexicana, así como la vigencia de un
código en desgaste en la época en que publicó su ensayo: la teoría darwiniana de la
supervivencia del más apto, aplicada a lo social por Gobineau, quien en el Ensayo
sobre la desigualdad de las razas humanas (1853-1855) había desarrollado la tesis del
ario puro que sirvió de sustento ideológico al imperialismo británico y fue llevado a
extremos aberrantes por el nazismo (LRC, 9). En el mismo prólogo, advierte sobre la
existencia de ciertas fisuras en aquellas doctrinas cientificistas con las que pretende
romper20, y señala la emergencia de nuevas teorías superadoras de las limitaciones de
las ideologías y códigos anteriormente dominantes, que introducen una nueva
interpretación del concepto de evolución, eliminando toda discriminación racial y
reclamando la necesidad de educar a todos los hombres en igualdad.
Sin embargo, pese a esta profusión de doctrinas nuevas y opuestas a los códigos
oficiales hasta hacía unos años atrás, se encuentran todavía residuos de doctrinas
positivistas a lo largo del principal ensayo de Vasconcelos, La raza cósmica,
especialmente por la frecuente recurrencia a claves y nociones raciales para referirse a
la cuestión de la cultura hispanoamericana. El acento está puesto indudablemente en la
incidencia del factor étnico, aunque se consideran además otros factores como el medio
fisico y geográfico y el espiritual, en la segunda y tercera parte del ensayo
respectivamente. No-obstante, existe también en-este texto una voluntad explícitamente
formulada de alcanzar una visión sintética que concilie la realidad espiritual, humana e
intuitiva, con la precisión y claridad de los datos proporcionados por la historia y la
ciencia21 :
20
Desde la conferencia que pronunció en el Ateneo de la Juventud, en 1910, titulada "Don Gabino
Barreda y las ideas contemporáneas", expresó su descontento con el orden positivista que llevaba
medio siglo en vigencia, y afirmó su posición crítica frente a esa ideología, junto con los miembros de
ese cenáculo. Así describió el clima intelectual reinante: "Se sentía la necesidad de una doctrina que
fuese capaz de poner en marcha al interés humano. A las ideas de Comte, Stuart Mill y Spencer se
opusieron las de Schopenhauer, Nietzsche, Boutroux, Bergson y Rodó." Cit. por Leopoldo Zea,
Apogeo y decadencia de/positivismo. México: El Colegio de México-FCE, 1977, 263 y 268.
21
Pensamos, por ejemplo, en las extrapolaciones de las leyes de Mendel combinadas con un breve
215
Sólo un salto del espíritu, nutrido de datos podrá darnos una visión que nos
levante por encima de la microideología del especialista. Sondeemos entonces
en el conjunto de los sucesos para descubrir en ellos una dirección, un ritmo y
un propósito. Y justamente allí donde nada descubre el analista, el sintetizador
y el creador se iluminan.
Ensayemos, pues, explicaciones, no con fantasía de novelista, pero sí con
una intuición que se apoya en los datos de la historia y la ciencia (LRC, 15-
16). 22
El centro del planteo de este ensayo reside en la noción algo confusa de 'raza'
que en Vasconcelos se asemeja a una 'amalgama' de conceptos afines, tales como
'cultura', 'civilización', 'pueblo','costumbres', 'lengua'. Priman aquí, sin embargo, la
crítica a la especialización y la fragmentación de los saberes y las esferas de la realidad,
puntos claves en el debate ateneísta contra el positivismo que funciona en LRC como el
principal núcleo provocador de las principales tesis que sostiene este ensayo. En este
sentido, el ensayo en su forma 'total', como lo visualiza Ramos, materializa la "super-
visión de la cultura" de Vasconcelos que pasa a representar "el atributo distintivo de la
raza "cósmica ", "latina", tras alcanzar un estadio superior del progreso humano que le
permitiría -como lo veremos más adelante- superar las limitaciones del estadio inferior
del "sajonismo", dominado aún por la mirada fragmentaria, propia de la ciencia y la
tecnología (Ramos 1989, 224).
A su vez, la yuxtaposición de alusiones explícitas o no a discursos de diversa
índole y ajenos al campo de las humanidades, la utilización de diferentes criterios,
métodos y teorías para la exposición y el análisis del problema americano se traducen
en la doble conformación lingüística que asume el discurso. Es notable cómo se desliza
análisis sociológico de la evolución histórica de las relaciones entre el norte y el sur de nuestro
continente.
22
La voluntad de síntesis de las nociones de raa y espíritu se hace patente en la divisa que
Vasconcelos propuso como lema para el escudo de la Universidad de México: "Por mi raza hablará el
espíritu", en el que efectivamente se incluyó esa sentencia.
216
23
Cfr. Max Nettlau, 11. Nettlau propone no despreciar la imaginación y el sueiío en el proceso de
construcción de la utopía. Por otra parte, Glenn Negley y J. Max Patrick definen la utopía como
necesariamenteficticia en su forma, lo que no permite una licencia absoluta de la imaginación, por su
necesaria referencia con la realidad y alguna semejanza con la sociedad en que vive el utopista. Cfr.
Negley y Patrick, 'La búsqueda de utopía', 1. L. Horowitz, 124.
217
Si el Amazonas lo dominan los ingleses de las islas o del continente, que son
ambos campeones del blanco puro, la aparición de la quinta raza quedará
vencida. Pero tal desenlace resultaría absurdo; la Historia no tuerce sus
caminos; los mismos ingleses, en el nuevo clima, se tomarían maleables, se
volverían mestizos...(LRC, 35).
culturalistas, lo que abona la teoría de 'texto separado' del que el diario fue sólo una
instancia de inspiración. En el ensayo de Vasconcelos, el enunciador se aproxima en
la lógica de su discurrir al profeta o al visionario, en una actitud al parecer deliberada o
conciente, por cuanto en el Prólogo definió el contenido de su ensayo como un
"presagio" (LRC, 9, 50), una "premonición" (y así subtitula sus Notas de viaje por
América del Sur).
24
Cfr. Horacio Cerutti, "Utopía y América Latina", La utopía en América. México: CCy DEL, UNAM, 1991.
220
25
Cfr. Bronislaw Baczko, Los imaginarios sociales. Memorias y espera:as colectivas. Bs.As.: Nueva
Visión, 1991, 70-80.
26
Ambos textos fueron publicados autor en el siguiente volumen: Pedro Henríquez Ureña, La utopía
de América. La Plata: Ed. Estudiantina, 1925, y fueron recogidos en Plenitud de América, Pedro
Henríquez Ureña, La utopía de América. Caracas: Biblioteca Ayacucho.
221
De este modo, con una modulación pausada y dialogal, propia de una meditación
compartida o en voz alta, afin con la 'actitud ensayística', un encadenamiento de
interrogaciones retóricas articula el texto buscando involucrar al público/lector y
guiarlo en el curso de su razonamiento, con un fin eminentemente persuasivo y
didáctico: "Hacia la utopía?..." (6), ",Cuál sería, pues, nuestro papel en estas
223
27
Gran parte de las críticas y objeciones que recibió LRC insisten en su falta de rigor y su inconsistencia
declamatoria, dos rasgos que la convierten en pura oratoria, así como en las frecuentes digresiones y
reiteraciones que acrecientan la insustancialidad del discurso, ya fundado en bases antropológicas poco
firmes y en falsas argumentaciones. Al parecer resulta evidente que la existencia de una construcción
utópica en LRC, salva en parte la crítica negativa que la condena al rango de "floripondio sociológico-
retórico, hinchado de falso profetismo". Cfr. Alberto Zum Felde, Indice crítico de la literatura
hispanoamericana: el ensayo y la crítica. Tomo 1. México: Ed. Guaranía, 1954, 426. Subsisten, sin
embargo, las grietas, las tensiones por la recurrente utilización de diferentes discursos, los vestigios de
otras ideologías remanentes, el desajuste entre el anhelo y el proyecto sin sustento científico.
224
pueblos latinos en Iberoamérica: servir de puente; LRC, 16, 33: trópico como el medio ideal; 1, 45,
65.
227
"nueva civilización". Si, por un lado, destaca la fantasía como la "facultad primordial",
por otro privilegia los valores estéticos: la belleza, el buen gusto, junto con el amor, el
ritmo, la emoción, la pasión y la alegría, que establecen las leyes y los criterios que
habrán de regir en el futuro (LRC, 36-37, 48). Merece resaltarse el anhelo de
universalidad que acompaña este proyecto visionario, en su intento de trascender toda
limitación racial, política, social, geográfica, desplazando intereses locales,
provinciales, regionales y hasta nacionales, en nombre de una aspiración 'cósmica',
internacionalista, de un "mundo Uno" (LRC, 27), cifrada en el nombre del lugar donde
se asentaría: Universópolis (LRC, 36). Paralelamente, el autor imagina también el
fracaso de su propuesta y la alternativa que se impondría de no lograrse la fusión
interracial deseada y supuesta la hipótesis de un nuevo triunfo sajón: el nombre sería,
entonces, Ánglotown.
Por último, si retomamos el cotejo de los dos textos utópicos y americanistas
que, a grandes rasgos, acabamos de trazar, podemos concluir que tanto en sus
aciertos como en sus limitaciones, ambos ofrecen dos versiones contemporáneas del
ensayismo tan característico a principios del siglo XX, dentro del estilo cultural
dominante entre las elites intelectuales mexicanas, pero con modulaciones muy
diferentes de la inflexión utópica -la utopía cultural y social en el texto de HU y la
utopía racial y mesiánica, como veremos más adelante, en LRC-, pese a que existen
contenidos y figuras compartidos por ambas modalidades.
...pero ahora que se inicia una nueva fase de la Historia, se hace necesario
reconstituir nuestra ideología y organizar conforme a una nueva doctrina étnica
toda nuestra vida continental ... (47).
Se hace referencia aquí a la 'nueva ideología' de la nueva generación, que potencia los
valores espirituales del desinterés y la libertad (L. Zea 1977, 276). De este modo, la
utopía asume el valor de una ideología, rebasando el criterio limitado de considerarla
como una consecuencia del uso exagerado de la imaginación. Al respecto, Roucek
contribuye a conciliar ideología y utopía, cuando explica que: "...la ideología ( ... ),
con su supuesto carácter "científico" utiliza de manera consciente o inconsciente
ilusiones e incluso errores (...). La ideología da por sentado sus ilusiones, declina
ponerlas en duda..."35
Por otra parte, si aceptamos con Horowitz que las ideologías son " ... conjuntos
de actitudes que pueden servir a diferentes estructuras políticas en diferentes períodos
de la historia..."36 podemos sostener que una doctrina puede identificarse como
,
35
Joseph S. Roucek, "La ideología como medio de control social", I.L.Horowitz, 40.
36
Cfr. Irving Louis Horowitz, "Formalización de la teoría general de la ideología y la utopía",
Horowitz, 92, donde redefine los conceptos de utopía, contra-utopía, ideología y contra-ideología.
Desmiente en la ideología y la contra-utopía el mero uso exagerado de la imaginación, y subraya en la
contraideología la función de 'desenmascaramiento' de las ideologías establecidas.
Por otra parte, Talcott Parsons define la "contraideología" como "una ruptura abierta con el sistema
de valores e ideología de una sociedad más amplia", compartida por un grupo divergente. Cfr. Talcott
Parsons, "La institucionalización de las ideologías", I.L. Horowitz, 105.
229
38
Vasconcelos se opone a la aplicación del darwinismo como biología social. Su posición se perfila
como contrapartida del "Estudio de las relaciones entre la sociología y la biología", de Manuel
Ramos, discípulo de Gabino Barreda y miembro de la Asociación Metodófila. Cfr. L. Zea, El
positivismo en México: nacimiento, apogeo y decadencia. México: F.C.E., 1968, 172.
231
normas que permitan construir el ideal hispanoamericano en el futuro (1, 105), a partir
de una filosofia y un pensamiento propios (1, 96; LRC, 47)•39
De lo expuesto, concluimos que el discurso alterna entre una actitud crítica
frente al presente (LRC, 18) y la idealización de un futuro. Desde una perspectiva
progresista y esperanzada, el futuro es visualizado como patria de una estirpe mejor y
de un tipo superior (LRC, 30). No obstante, el presente es visto como la transición
hacia la tercera edad, estética (41), reconociéndose en él las condiciones propicias para
su advenimiento (LRC, 51). En este punto confirmamos también la afirmación de
Melvin Lasky acerca de las utopías:
y así describe, también por la negativa, su posición sobre el perfil cultural que diseña
para el continente: ni sajón ni nacionalista ni regionalista ni localista, ni provincialista
en un sentido extremo o reductivo, ni "patrioterista", ni panamericanista ni proclive al
intervencionismo del imperialismo norteamericano o de cualquier otro origen, ni
colonialista ni indigenista.4 ' En cada caso, la negación supone su contrario, por lo
pronto, una rectificación o ampliación del concepto negado.
Otra forma corriente de definir el proceso cultural hispanoamericano en los
escritos vasconcelianos consiste- en plantear la opción por uno de los dos términos de
una alternativa: latinos-sajones, imperialismo-antiimperialismo, hispanismo-
40
Melvin Lasky, Utopía y revolución. México: F.C.E., 1985, 26.
41
Cfr. sobre antisajonismo: LRC, 23, 29; sobre oposición al nacionalismo reductivo: 1, 20;
antilocalismo: 1, 212; antiprovincialismo: LRC, 24; rechazo del patrioterismo del populismo y del
patriotismo de los caudillos: 1, 21, antipanamericanismo y antimonroísmo: LRC, 30, donde identifica
el imperialismo norteamericano, como el imperio final que pronto sucumbiría. También en BYM, 13
se expresa en contra del "inglesamiento" de Hispanoamérica, como ya lo había escrito en LRC, 23.
Pero en 1, XXIII se resiste a identificar a los Estados Unidos con la figura de Calibán y reconoce las
ventajas de algunas virtudes, patrimonio de la civilización sajona, precisando que justamente el
peligro reside en que suelen superarnos también en el espíritu. Véase tb. LRC, 15, 26, 46-47; 1, 111-
112. Oposición al indigenismo y a un renacimiento de las culturas indígenas: LRC, 25; 1, 73, 144;
BYM, 55. En 1, 77, identifica "lo autóctono" con el concepto de "nueva raza mestiza". Para ampliar
233
su ensayo, donde relata hasta qué punto las ideas expresadas allí habían sido 'puestas
en signo' monumentalmente en el Palacio de la Secretaría de Educación Pública, en las
alegorías murales y estatuas de piedra que adornaban el recinto, anticipando su ideal de
sincretismo universalista (LRC, 53). Del mismo modo operaron acciones como el
asilo y el empleo en México de intelectuales latinoamericanos perseguidos, o la
invitación de grandes figuras latinoamericanas (Gabriela Mistral, José Ingenieros,
Manuel Ugarte, Víctor Raúl Haya de la Torre, José Eustasio Rivera, entre otros) a
visitar su país para participar en la gran cruzada educativa y cultural promovida desde
la Secretaría, dos acciones con las que dio clara muestra de su posición
hispanoamericanista.
Utopía con elementos cientificistas y, a la vez, ideología con ropaje utópico;
ensayo alucinado y delirante, basado en argumentaciones improbables e inconsistentes,
pero, al mismo tiempo, documento verbal de un proyecto que cuenta con otras
Op
manifestaciones convergentes en el terreno artístico y arquitectónico -evidencias de
cierta coherencia estética, exorbitada pero consistente- y con correlatos en su programa
educativo ambicioso y extravagante pero efectivamente concretado en muchos
aspectos, 43 en LRC la ambivalencia parece ser un componente central.
Este rasgo es compatible con la pluralidad que caracteriza la reflexión
vasconceliana sobre Hispanoamérica, frecuentemente representada con la imagen de
una 'sinfonía', en consonancia con la flexibilidad del modelo y con su presentación de
la formación iberoamericana como una "síntesis de todos los valores" (LRC, 32; 1, 6,
204, 226). Descreído de la validez de imponer modelos culturales a pueblos en
formación (1, 78-79), Vasconcelos define su Indología como una "sinfonía
inconclusa", no definitiva, pero valiosa como apunte inicial para la formulación
colectiva de una ideología continental hispanoamericana (1, 205).
' Durante su función como Secretario de Educación Pública, Vasconcelos propició una
importantísima difusión popular de la cultura y la educación, mediante campañas de alfabetización,
ediciones populares de obras clásicas distribuidas entre la población semianalfabeta -en su mayoría,
indígena-, fomentó la pintura mural en México (los frescos del -Palacio de la Secretaría de Educación
Pública, pintados por Diego Rivera y José Clemente Orozco son un buen ejemplo de ello El discurso
de inauguración del 'palacio' para la Secretaría contiene pasajes muy semejantes al párrafo que cierra
LRC (9.VII.1922).
235
Esto se soñó que fuésemos, nada de esto somos aún; pero a fin de procurar
que lo seamos dediquémonos a formular una ciencia, un credo, unas bases
constitutivas, una forma de voluntad, un conjunto de impulsos superiores que
nos permitan ascender a la realización del ideal contenido en -nuestro--signo... (1,
10).
44Cfr. LRC, 15, donde cuestiona los alcances de la historia científica o empírica, a la que describe
como "enferma de miopía", pues sólo da detalles, sin responder a los interrogantes que se plantean,
huye de las conclusiones generales o de las hipótesis trascendentes, limitándose a describir
particularidades, pormenores, exterioridades sin importancia, sin llegar a enunciar una teoría integral y
236
de los intelectuales", un ideal en el que concilia los lazos que vinculan los dos órdenes
—del saber y del poder-, concediéndoles a aquellos un doble papel de "ideólogos y
estrategas" a la vez. Así lo sostiene el autor en un pasaje que ilustra, con una retórica
declamatoria muy propia de la época, la función que se le asigna al intelectual en el
discurso cultural vasconceliano:
Iluminar a las gentes para que todos los males vayan siendo corregidos y
vencidos; tal es la misión de todo patriota y de todo el que algo sabe en favor
del que no sabe.
Trabajemos, pues, sin descanso todos los que nos empeñamos en la
redención económica y moral de nuestra América. Trabajemos unidos para
resolver el problema complicado de una explicación justa y eficaz de nuestros
cuantiosos recursos, una explotación que beneficie al mayor número, para que
pueda ser base de una verdadera civilización.... (1,63).
comprensiva.
237
'u Es oportuno citar aquí algunos juicios de Alberto Zum Felde quien, con mayor acritud crítica, se
refirió a los libros americanistas de Vasconcelos en estos términos: "lo que hay de bueno en ellos no
es nuevo y lo que hay de nuevo no es bueno", "divagación literaria", "verbalismo filosofante",
"tropical ismo filosófico", "mística verbalista", "iberoamericanismo divagatorio y retórico",
"americanismo retórico, charlatanesco". Cfr. A. Zum Felde, 426-427.
238
Tal vez hay en cada uno de estos ensayos el esquema, la intención de un libro
autónomo. Ninguno de estos ensayos está acabado: no lo estarán mientras yo viva
y piense y tenga algo que añadir a lo por mí escrito, vivido y pensado...
José Carlos Mariátegui 1
Por los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos
acercando cada vez más a nosotros mismos...
José Carlos Mariátegui 2
' Importa enmarcar la lectura de este ensayo en la confluencia de tres cuestiones que Antonio Cornejo Polar
señaló como las agendas problemáticas que, entrecruzadas con otros conflictos sociales e históricos
seguramente mucho más acuciantes, dominaron el campo de la literatura y el pensamiento crítico
latinoamericanos en los últimos decenios del siglo XX. La tarea de reivindicar la "heteróclita pluralidad" que
definiría nuestras sociedades y nuestra cultura, aislando regiones y estratos, profundizando las "abisales
diferencias que separan y contraponen, hasta con beligerancia", los variados universos socio-culturales y los
muchos ritmos históricos coexistentes y solapados dentro de los espacios nacionales (A. Cornejo Polar,
Escribir en el aire..., 12), se relaciona estrechamente con las otras dos demandas -el cambio por la vía
revolucionaria que marcó la década de los sesenta, y la búsqueda obsesiva de la identidad nacional o
latinoamericana que comenzó a insinuarse desde las postrimerías de la colonia.
Es de notar que la inevitable percepción de disparidades y contradicciones entre las diferentes imágenes y
representaciones de América Latina y las realidades identificadas con esa noción, ha contribuido a presentarla
como una configuración plurívoca y conflictiva. Por otra parte, la valoración positiva de esa urdimbre de
desencuentros, quiebras y discontinuidades, bajo la cual se anudan soterrados lazos comunicantes con la
consiguiente aceptación de esa construcción híbrida y plural, ha permitido enhebrar muy laxamente redes
sociales de pertenencia y legitimidad en respuesta a la pregunta incesante por nuestra identidad.
240
Por otra parte, nos interesa destacar la presencia continua de formas del discurso
doxológico y persuasivo (Angenot 1982), especialmente del ensayo5 , en la producción
mariateguiana, en el formato más breve acorde con la circulación inicial que tuvo la mayor
parte de su obra en periódicos, folletos y revistas. Cabe recordar, por ejemplo, la decisión
expresa del autor de conservar el tono improvisado y provisorio de las "impresiones" que
reúne en su primer libro, La escena contemporánea (1925), y el carácter ensayístico que la
crítica reconoció en los trabajos incluidos en algunos volúmenes de la colección de sus
Obras completas 6 -la mayoría de ellos, antológicos y publicados póstumamente-, como
Defensa del marxismo, Peruanicemos el Perú, Temas de Nuestra América, Signos y obras
y La novela y la vida, que incluye una sección titulada "Ensayos sintéticos", donde expone
opiniones, apunta aclaraciones y discute hipótesis con peculiar sinceridad y personal tono
afirmativo y polémico, haciendo usos de los contenidos, procedimientos y motivaciones
que le competen al ensayo, combinados con datos informativos sobre el tema y una
profunda reflexión que sopesa sus implicancias. 7
Reenviamos a la definición operativa de ensayo incluida en el primer capítulo de este estudio (ver el
apartado "Una definición tentativa...") , anticipada en Scarano 1994, y a la noción de género planteada en
ese mismo capítulo. También nos resultaron útiles las nociones expuestas en Angenot 1982, 11, y las
reflexiones sobre la relación entre texto, contexto e ideología desarrolladas por Hayden White en el capítulo
"El contexto del texto: método e ideología en la historia intelectual", incluido en su El contenido de la
forma. Narrativa, discurso y representación histórica. Bs.As.: Paidós, 1992.
6
Para los textos de JCM, utilizamos la edición popular de sus obras: J. C. Mariátegui. Obras completas,
20 vols. Editada y dirigida por Sandro, Siegfried, José Carlos y Javier Mariátegui. Lima: Biblioteca
Amauta. De los veinte volúmenes, dieciséis reúnen los escritos de JCM a partir de las Cartas de Italia
(1920-1922) hasta su muerte. La producción anterior a 1920, que JCM llamó su "edad de piedra", no fue
incluida en esta edición.
Fiel a la versatilidad, agudeza y sugestión polémica que admite el género, aporta un punto de vista, un
testimonio, observaciones y juicios con cierta originalidad, que no alcanzan nunca el valor de conclusiones
rotundas. En la opinión de Alberto Tauro, "la hondura filosófica, la exaltación lírica, la ironía demoledora, o
el gozoso escarceo del ingenio" del ensayo mariateguiano son compatibles aquí con la creación literaria, la
disertación ideológica y el periodismo. Según Tauro,
aun temas circunstanciales, y a veces frívolos, proporcionan a José Carlos Mariátegui suficiente
materia para aplicar o comprobar teorías sobre la sociedad y la cultura, o sobre la acción de las fuerzas
que impulsan la marcha histórica. Y en esa accesible profundidad, en esa ágil concatenación de
apariencias y realidades, en esa facilidad para despejar la problemática de la mente actual, se halla la
esencia del ensayo...
(A. Tauro, Presentación a J. C. Mariátegui, "Ensayos sintéticos", OC., tomo 4: La novela y/a vida. Siegfried
y e/profesor Canella. Ensayos sintéticos. Reportajes y encuestas. Lima: Empresa Editora Amauta, 1987. 16°
edición: 89-90).
En los "Ensayos sintéticos", JCM hurga en los antecedentes y proyecciones, semejanzas y presupuestos
de los hechos abordados, y los presenta como pruebas eficientes de su concepción del mundo, desarrollando
su perspectiva en el tono apropiado, transmutando la seriedad de una teorización en una nota humorística o
una burla sutil, y apuntando a dar cuenta del estilo de una época mediante las formas de la cultura popular
que definen la vida colectiva.
241
Sin embargo, volviendo a 7e, el tipo discursivo, las funciones lingüísticas, las
dimensiones expresivas y las modalidades enunciativas convocadas para desarrollar su
reflexión, desde diferentes ángulos, en cierto modo se salen de los cauces esperados, si
tenemos en cuenta el modelo teórico marxista utilizado y su correspondiente
instrumental metodológico, que haría esperar un texto más cercano a los requerimientos
del discurso disciplinar que podría regular cada uno de los siete ensayos, con menos
apertura y margen para reescrituras y reformulaciones. Hay aquí un filón productivo
sobre el que conviene indagar. Como sabemos, de acuerdo con las conceptualizaciones
de Hayden White, la operación selectiva en el orden de lo estrictamente formal conlleva
opciones que remiten al plano de lo ideológico. 8 Al respecto, la precisa y acertada
valoración analítica de la escritura mariateguiana que aporta José Sazbón, puede ser
referida puntualmente a 7e : "[C]uriosa combinación de rigor reflexivo, expresividad
poética, convicción política y análisis subjetivo". 9 En su perspicaz descripción, Sazbón
recorta de una manera sutil -cautelosamente connotada en el calificativo "curiosa"- el
mismo aspecto que señalamos como particularmente conflictivo, en la medida en que
contribuye a poner de relieve su argumento acerca de las diferencias de los textos de
Mariátegui respecto de los paradigmas reconocidos del discurso marxista y la
perspectiva socialista, las que reclamarían seguramente -repetimos- un mayor
disciplinamiento respecto de sus matrices más reconocibles -discurso 'leninista',
'socialdemócrata', 'historicista', 'cientificista', 'dialéctica', 'determinista', entre otros) °
Encontramos aquí algunas cuestiones que iluminan esa zona especialmente
atractiva del ensayo mariateguiano, por la riqueza de opciones formales que concentran
8
Cfr. H. White, "El contexto del texto: método e ideología en la historia intelectual", El contenido de la
forma... 1992.
José Sazbón, "Filosofia y revolución en los escritos de Mariátegui". Ponencia leída en el Coloquio
internacional "Mariátegui y la revolución latinoamericana" (Tema 2: "El marxismo de Mariátegui").
Culiacán - México: Universidad Autónoma de Sinaloa, 14 al 18 de abril de 1980. Mimeo, 2.
una versión posterior de su trabajo, José Sazbón plantea la cuestión en términos de
la congruencia entre, por un lado, la práctica política de su autor y, por otro, la articulación de
posiciones filosófico-sociales; entre las resonancias del texto y el carácter del combate, o si se quiere,
entre dos formas distintas de inscripción ideológica (aunque esta inscripción sea, en esa primera
aproximación, conjetural). La intervención revolucionaria, la praxis socialista de Mariátegui, ¿no
aparecen ambiguamente refractadas en ese discurso que recupera con desenvoltura la mayoría de los
encuadres idealistas (vitalismo, irracionalismo, espiritualismo, intuicionismo, voluntarismo, misticismo,
agnosticismo) que las filosofias de su tiempo —la académica y la marginal- pusieron en circulación ( ... )?...
(J. Sazbón, "Filosofia y revolución en los escritos de Mariátegui ", Cuestiones políticas (Universidad de
Zulia, Venezuela), 1 (1985): 14).
242
múltiples significaciones imbricadas con los componentes de los niveles más explícitos
del discurso. Desde el título mismo, se nos anuncia como una particularidad de 7e el
hecho de que la interpretación de la realidad peruana estará estructurada bajo la forma de
"7 ensayos", que suponen siete entradas desde perspectivas diferentes, según el campo
disciplinario desde el que se ejerce la mirada crítica -la economía, la sociología, la crítica
literaria y cultural, etc.- o la problemática que se recorta -la cuestión agraria, el problema
del indio, el conflicto entre el regionalismo y el centralismo, el problema de la educación,
el factor religioso, el proceso de la la literatura, entre otros.'
En sintonía con la descripción de Sazbón, José Aricó, al referirse a JCM en forma
sesgada, a partir de una caracterización del intelectual tomada de Antonio Gramsci,
subraya algunos trazos que esbozan su retrato y guardan directa relación con la
caracterización que acto seguido hará de la escritura del Amauta. Nos referimos al
siguiente pasaje de las consideraciones preliminares de su libro La cola del diablo.
Itinerario de Gramsci en América Latina (1988):
11 Robert Paris ha señalado una de las principales claves de los Siete ensayos... y la prefiguración de su
estructuración en siete partes, en la obra de Francisco García Calderón, El Perú contemporáneo, publicada en
1907 bajo los auspicios de la Sociedad de Sociología de París:
Es necesario anotar, además, aunque sea como una curiosidad, que esta obra, con la excepción de una
"Introducción geográfica e histórica", se divide en siete capítulos, en los que podríamos encontrar sin
dificultad una prefiguración de los 7 ensayos... La mayoría de los problemas abordados en ese libro son,
en efecto, aquello que Mariátegui va a encontrar unos veinte años más tarde. Para comenzar: la distinción
geográfica tradicional de las tres grandes zonas que dividen el país: costa, sierra y montaña, y el viejo
tema "del regionalismo y del centralismo", con esta capital ( ... ) "demasiado vasta para un inmenso país
sin habitantes". Encontramos también el problema del 'ayllu' y del socialismo incaico, "el más despótico
y paternal de los socialismos". Y el diagnóstico, que Mariátegui retomará: la conquista ha sido
"demasiado fácil". Se trata, en fin, de una periodización de la historia del Perú y de un enfoque de los
problemas y dificultades que anuncian indudablemente los 7 ensayos...
(R. Paris, "Para una lectura de los 7 ensayos...", José Aricó (sel. y pról.) Mariátegui y los orígenes del
marxismo latinoamericano. 2° edic. correg. y aumentada. México: Siglo XXI, 1980: 311-312).
243
Pero si pudo decirse del estilo de Mariátegui que estaba dirigido a un público
básicamente americano, ¿por qué no pensar que es también el estilo de Gramsci el
que le permitió alcanzar tamaña recepción y constancia? Tanto en uno como en
otro nos sigue deslumbrando el carácter inacabado, abierto, problematizador de su
escritura. Descubrimos en ella una pluralidad de sentidos que nos obliga a
desandar el camino, a retornar a razonamientos que con cada nueva lectura,
provocadas siempre por la irrupción violenta de una realidad mutante, aparecen
12
José Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina, Bs. As.: Puntosur, 1988, 29-30.
244
siempre con una tonalidad distinta. ( ... ) Nada más significativo que la utilización
permanente del potencial, todos esos "habría que retomar" con los que Gramsci se
dice a sí mismo y advierte a sus desconocidos lectores sobre la provisoriedad del
discurso frente a la complejidad de lo real... (Aricó 1988, 30)
En esta misma línea y volviendo al plan textual que sostiene la dispositio de 7e,
cabe señalar que ese diseño pone de manifiesto una posibilidad formal potenciada por la
flexibilidad inherente al discurso ensayístico, así como por su no linealidad y su ductilidad
para aceptar interpolaciones, digresiones o interferencias, rasgos que han sido destacados
en las últimas décadas por algunos antropólogos que cultivan asiduamente esa forma
discursiva. Es el caso de Clifford Geertz, quien reivindica-ei-ensayo como el tipo más apto
para la exposición del conocimiento social y el análisis cultural, en la medida en que
permite explorar en distintas direcciones y facilita la argumentación con estudios y teorías
de otros que reclaman la recurrente referencia a 'discursos ajenos', tan común en los
ensayos que aspiran, al menos, a acercarse a un discurso científico.' 3 Sobre este punto,
creemos oportuno precisar que no consideramos inadecuado atribuir estas afirmaciones
retrospectivamente a los 7e de JCM; por lo contrario, justificar el anacronismo de esa
relación constituye una de las aspiraciones de nuestro trabajo.
Asimismo, la diversidad de campos involucrados y la disposición contigua y
sucesiva de cada uno de los ensayos podría sugerir un estadio epistemológico de transición
que insinúa la incipiente y progresiva compartimentación de los saberes, a cuyas últimas
13
Escribe Clifford Geertz, teorizando sobre la disciplina de su competencia:
En lugar de seguir una curva ascendente de comprobaciones acumulativas, el análisis cultural se
desarrolla según una secuencia discontinua pero coherente de despegues cada vez más audaces. Los
estudios se realizan sobre otros estudios, pero no en el sentido de que reanudan una cuestión en el punto
en el que otros la dejaron, sino en el sentido de que, con mejor información y conceptualización, los
nuevos estudios se sumergen más profundamente en las mismas cuestiones. Todo análisis cultural serio
parte de un nuevo comienzo y termina en el punto al que logra llegar antes de que se le agote su impulso
intelectual. Se movilizan hechos anteriormente descubiertos, se usan conceptos anteriormente
desarrollados, se someten a prueba hipótesis anteriormente formuladas ( ... ) El nuevo estudio no se apoya
masivamente sobre los anteriores a los que desafia, sino que se mueve paralelamente a ellos. Es esta
razón, entre otras, la que hace del ensayo, ya de treinta páginas ya de trescientas páginas, el género natural
para presentar interpretaciones culturales y las teorías en que ellas se apoyan....
(C. Geertz, "Descripción densa: una teoría interpretativa de la cultura", La interpretación de las culturas.
Barcelona: Gedisa, 1990: 36. Tb.su Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas.
Barcelona - Bs.As.: Paidós, 1994).
245
consecuencias asistimos en nuestros días. Sin embargo, como veremos más adelante, esta
hipótesis debe ser compatibilizada con otra marca identificatoria de ese libro: la voluntad
de establecer equivalencias, enlaces y analogías entre fenómenos y procesos que se
registran en los distintos aspectos de la realidad peruana abordados en los sucesivos
estudios que componen los 7e, imbricados entre sí, a modo de un sistema de vasos
comunicantes, desde la mirada unitiva del emisor. Así se entienden tanto la inclusión
como epígrafe de un fragmento de Nietzsche, donde se reivindica la posibilidad de
plasmar en forma de libro, sin una intención constructiva previa, deliberada y manifiesta,
la libertad y espontaneidad del pensamiento, como las afirmaciones que leemos en la
"Advertencia" que abre el libro: "... no es éste, pues, un libro orgánico", "...[M]i trabajo se
desenvuelve según el querer de Nietzsche ( ... )- espontánea e inadvertidamente...", "Y si
algún mérito espero y reclamo que me sea reconocido es el de -también conforme un
principio de Nietzsche- meter toda mi sangre en mis ideas" (7e, 11).
Ahora bien, si retenemos la imagen espacial elegida por JCM para finalizar este
prefacio: " ... la entrada de mi libro..." (12), y parafraseando la disposición itinerante
subrayada en el subtítulo del ensayo de Néstor García Canclini, Culturas híbridas...,
podemos sostener que en los 7e 'se entra y se sale estratégicamente' de la realidad peruana
interpretada por JCM, por diferentes accesos, recorriendo distintos caminos, que conducen
a zonas o núcleos raigales intercomunicados, hasta tal punto de que es imposible aislar
uno de ellos, sin afectar los restantes, lo que nos autoriza a considerar el texto como un
objeto armónicamente concebido y unitariamente pensado, con un estilo personal
reconocible, pese a su génesis aparentemente inorgánica.' 4
Pero basta sólo una rápida mirada a lo que se expone en cada uno de los ensayos,
para llegar a planteamos cuál es el margen de espontaneidad que se reserva ese sujeto
abocado a sintetizar y explicar, en un número limitado de páginas, procesos tan complejos
14
Es reveladora sobre este punto la respuesta de JCM a "i,Cómo escribe usted?", una encuesta del semanario
Variedades, de Lima, aparecida en la edición del 9 de enero de 1926, cuando JCM se encontraba aún
convaleciente de la intervención quirúrgica en la que le amputaron una pierna:
escribo siempre a última hora, cuando debo mandar mis cuartillas a la imprenta. Este hábito es sin
duda un residuo del diarisino. ( ... )
Tengo tendencia al método. Me preocupa mucho el orden en la exposición. Me preocupa más todavía
la expresión de las ideas y las cosas en fórmulas concisas y precisas. Detesto la ampulosidad...
("Reportajes y encuestas", J. C. Mariátegui, OC, tomo 4: La novela y la vida... Lima: Amauta, 1987. l2 ed.,
144). La cursiva es nuestra.
246
como la evolución económica y social del Perú desde el Imperio inkaico y la Colonia hasta
la República, la cuestión agraria en relación con la organización preincaica de las
comunidades indígenas andinas, las formas de religiosidad, el proceso de la instrucción
pública y de la literatura peruana desde la colonia hasta las primeras décadas del XX,
además de los consecuentes conflictos originados por el enquistamiento del colonialismo y
de la ley del gamonal que dominaron los distintos modos de organización política y
administrativa del Perú independiente.
A su vez, si convenimos en que el ensayo asume la individualidad del hablante en
un estilo singular, portador de un punto de vida personal y de un proyecto discursivo y una
visión del mundo que le son propios, notaremos la emergencia de la subjetividad del
emisor en- los 7e emerge esporádicamente y con diferentes funciones, pero siempre
legitimando las aserciones, juicios y proposiciones en su carácter de "sujeto ideológico"
(Mignolo 1984, 215) y, por tanto, portavoz de la peruanidad que aspira a consolidar como
programa de la 'nueva generación' peruana que JCM propicia, bajo la consigna
"peruanicemos el Perú", traída de México por el periodista peruano, Gastón Roger
(Ezequiel Balarezo Pinillos).' 5
Como en el Facundo, aquí también la reflexión sobre la realidad continental y
regional se perfila a partir del mapa de una nación en ciernes, todavía por construirse -
"la unidad peruana está por hacer" (7e, 206)-, y en esto puede trazarse una línea de
continuidad con el ensayo de Sarmiento, con el que /e entra en diálogo en forma
explícita, como lo apuntamos en la introducción de esta segunda parte de nuestro
estudio. En rigor, corresponde hablar en este caso de un 'pseudodiálogo' textual entre
ambos autores, ya que la relación se origina en la directa y explícita declaración
unilateral de Mariátegui sobre Sarmiento en la "Advertencia" de 7e y sería imposible
encontrar una valoración precedente del argentino, dado que no fueron coetáneos.
Retomemos nuevamente esa alusión:
15
Esa misma consigna daba el título a la sección que tenía a cargo JCM en la revista peruana Mundial.
247
6
El fragmento que sirve de epígrafe a los 7e, citado por Mariátegui en alemán, es el siguiente: "lch will
keinen Autor mehr lesen, dem man anmerk!, er wolite ein Buch machen; sondern nurjene, deren, Gedanken
unversehens ein Buch werden." (7e, 9) ("Ya no quiero leer a ningún autor en el que se advierta su intención
de hacer un libro, sino sólo a aquellos cuyos pensamientos se conviertan espontáneamente en un libro.") La
traducción es nuestra.
18
Françoise Pérus, "Heterogeneidad cultural e historia en los Siete ensayos de José Carlos Mariátegui (de
Sarmiento a Mariátegui)", Liliana Irene Weinberg y Ricardo Melgar Bao (eds.), Mariálegui entre la
memoria y elfuturo de América Latina. México: UNAM - Cuadernos de Cuadernos 10, 2000: 17-30.
19
Es preciso aclarar que cuando JCM menciona a Sarmiento se refiere, al parecer, al 'primer Sarmiento',
todavía más europeísta que admirador de los Estados Unidos.
250
20
N. Manrique, "Mariátegul y el problema de las razas", L. Weinberg y R. Melgar Bao (eds.) 2000: 281-
303.
251
rápidamente un cuadro que había creído poder presentar algún día" en forma más
acabada" (F, 5). En 7e también reconocemos la misma promesa de retomar más adelante
el curso de su investigación para convertir cada ensayo en "un libro autónomo" (7e, 12),
la misma idea de lo provisorio e incompleto -meros ensayos, bocetos o esquemas nunca
definitivos ni cerrados y siempre sujetos a adiciones y modificaciones- que debe ser
expandido o repensado con un instrumental teórico apropiado, en una instancia
superadora posterior. Sin embargo, diferentes motivos en cada caso impidieron alcanzar
la tan anunciada concreción: si la muerte lo sorprendió dos años después a Mariátegui, a
los treinta y seis años, en la etapa de madurez de su producción, en Sarmiento una
atávica obstinación, quizá no del todo deliberada obturó la posibilidad de otorgarle
mayor sistematización y contextura científica a su Facundo.
21
María Wiesse, "José Carlos Mariátegui. Etapas de su vida", J. C. Mariátegui, Ediciones populares de las
OC, tomo 10. Lima: Amauta 1986. 1 1" edic, 24. Explica la biógrafa que el nuevo presidente del Perú,
Augusto B. Leguía, para perpetuarse en el poder, como en efecto lo hizo durante once años, procedía
cautelosamente sacando de la escena política peruana a quienes consideraba peligrosos para su gobierno.
Para ello utilizó el método de la deportación, ofreciendo al deportado una pensión para subsistir en el
destierro. Es probable que en JCM, Leguía entreviera una fuerza que habría de oponérsele y un posible
renovador del Perú por sus doctrinas e ideas; seguramente por ello le ofreció costearle un viaje a Europa (que
JCM no hubiera podido afrontar económicamente), tras suspender la publicación del diario La Ra:ón, donde
militaba junto a Falcón. El periódico, de orientación izquierdista, publicado desde 1919 por ambos y
Humberto del Águila, había comenzado a alarmar el ambiente con su campaña de reforma de la Universidad
de San Marcos y sus artículos en apoyo a obreros y estudiantes que la impulsaban. Mariátegui aceptó la
252
22
Richard M. Morse, El espejo de Próspero. Un estudio de la dialéctica del nuevo mundo. México: Siglo
X)(I, 1987, 136-137.
e 254
w
Hago a mi modo la defensa de Occidente: denunciando el empeño
conservador de identificar la civilización occidental con el capitalismo y reducir
la revolución rusa, engendrada por el marxismo, esto es el pensamiento y la
experiencia de Europa, a un fenómeno de barbarie oriental... ("Carta a Samuel
Glusberg", 331)
23
Extraído de un artículo cuyo título reproduce la fórmula de José Vasconcelos que, para JCM, no solamente
definía "el sentimiento de la nueva generación ibero-americana frente a la crisis contemporánea", sino que
también correspondía absolutamente "a la mentalidad y a la sensibilidad de una época en la cual ( ... )
millones de hombres trabajan con un ardimiento místico y una pasión religiosa, por crear un mundo nuevo."
J. C. Mariátegui, "Pesimismo de la realidad y optimismo del ideal" (agosto de 1925), oc, tomo 3: El alma
matinal y otras estaciones del hombre de hoy. Lima: Amauta, 1985. 9 edición, 34-36.
24
Roland Forgues, "Mariátegui, lazo de unión entre América y Europa", R. Forgues (compil.), Encuentro
Internacional "José Carlos Mariátegui y Europa. El otro aspecto del descubrimiento ".Lima:Amauta, 1993:
75.
25
Solamente en el último ensayo de 7e, "El proceso de la literatura", después del filtro de una selección
previa, se 'ensamblaron' (es el término utilizado por JCM) treinta y un artículos sobre la literatura del Perú,
publicados por entregas, en la revista Mundial, de Lima, entre el 9 de diciembre de 1924 y el 14 de
septiembre de 1928. Cfr. Mirla Alcibíades, "Una 'tabla de valores': Pedro Henríquez Ureña en "El proceso
de la literatura" de José Carlos Mariátegui", Javier Lasarte V. (coord.), Territorios intelectuales.
Pensamiento y Cultura en América Latina. Caracas: Editorial La Nave Va, 2001: 305.
255
-- apertura de cada uno de los ensayos, a la que alude la cita del primer epígrafe, y acentúa
la condición provisional de work in pro gress de 7e desde instancias textuales que,
oficiando de 'borradores' (drafts), surgen del humus inspirador de la escena europea. 26
En efecto, el libro apareció en los primeros días de octubre de 1928, después de haberse
publicado su anuncio en el número 17 de Amauta (septiembre de 1928), y se vinculó
estrechamente con el propósito confesado por JCM en 1925, de llevar adelante no sólo
la conquista del poder sino "la conquista del pensamiento", en el convencimiento de que
"[L]a idea revolucionaria tiene que desalojar a la idea conservadora no sólo de las
instituciones sino también de la mentalidad y del espíritu de la humanidad". 27
Por otro lado, si nos detenemos en el incipit de 7e, encontramos otro rasgo
compartido con el Facundo: ambos textos se sitúan desde sus respectivos comienzos-en
el linde de tensiones, cruces y negociaciones entre dos espacios culturales -europeo y
latino(/hispano/indo)americano-, pensados o deseados como occidentales. En virtud de
un constante deslizamiento de perspectiva en sus respectivos lugares de enunciación, en
los dos textos se traza una frontera que opera como lugar de fundación de identidades,
donde elementos heterogéneos cohabitan a menudo conflictivamente. El mismo gesto,
con modulaciones y énfasis diferentes en cada texto y desde programas políticos
divergentes, alienta las remisiones intertextuales que marcan idas y vueltas e instalan
mediaciones y filtros textuales. Precisamente ese modus operandi es el que anima las
traducciones, comparaciones y confrontaciones en ambos textos, así como las antítesis,
los binarismos y las interpretaciones -por analogía o por contraste- de una realidad a la
luz de la otra, que reconocemos en ellos.
26 A menudo el ensayo se origina en notas en los márgenes de otros textos, por lo cual el género se convierte
en lo que es mediante la adición y el suplemento, expandiéndose sobre sus márgenes, de modo que el estatuto
completo que adquiere depende de una creciente 'marginalidad' y de un descentramiento tipográficamente
visible. Si tomamos los artículos previos como "borradores", vale decir, 'residuos' en tanto diferentes
versiones del texto fuera de la racionalidad cronológica del antes y del después, de la causa y del efecto. En
tanto fragmentos cada ensayos operan a la vez como totalidades autónomas, microcosmos y ana/ogon (cfr. C.
de Obaldía, 27). En relación con este aspecto del género, Graham Good sostiene que el ensayo es una suerte
de medio que liga formas establecidas de la sentencia y la cita por un lado, con el "libro" por otro, entre el
intento trivial y la anticipación de su uso genérico. Cfr. G. Good, The ObservingSelf.. 1988, 28.
27
JC• Mariátegui, La escena contemporánea, Obras completas, tomo 1. 14° edic. popular. Lima: Empresa
Editora Amauta, 1987, 156.
256
Por los caminos de Europa, encontré el país de América que yo había dejado y
en el que había vivido casi extraño y ausente. Europa me reveló hasta qué punto
pertenecía yo a un mundo primitivo y caótico; y al mismo tiempo me impulsó, me
29
esclareció el deber de una tarea americana.
28 EstuardoNúñez,La experiencia europea de José Carlos Mariáteguiy otros ensayos. Lima: Amauta, 1978.
29j C. Mariátegui, El alma matinal..., 192.
30
En parte, puede entenderse "interpretación" en 7e, en el sentido de 'traductor' de una tradición cultural,
que le da Zygmunt Bauman en Legisladores e intérpretes.., 14, 203-204.
257
31
Transcribimos algunas citas que ilustran la insistente recurrencia a ese argumento en diferentes órdenes
de la realidad: "La supervivencia de la feudalidad en la Costa, se traduce en la languidez y pobreza de su
vida urbana" (7e, 30); la cuestión indígena no podrá ser resuelta, "mientras subsista la feudalidad de los
'gamonales" (7e,35); "[E1n la historia de nuestra literatura, la Colonia termina ahora (...).
El
'indigenismo' está
( ... ) extirpando, poco a poco, desde sus raíces, al 'colonialismo" (7e, 350).
32
Leemos en 7e: "Bajo el régimen de economía feudal nacido de la Conquista subsisten en la sierra algunos
residuos vivos todavía de la economía comunista indígena. En la costa, sobre un suelo feudal, crece una
economía burguesa que (...)
da la impresión de una economía retardada" (7e, 28).
258
como "a mi juicio" (7e, 23), "me parece" (7e, 28), se muestra contenida en su afán por.
sostener un despliegue argumentativo sólido e irrefutable. Precisamente éste es uno de los
tantos aportes que se le reconocen a JCM: el de haber contribuido a crear una prosa
científica latinoamericana33 . En 7e, la interpretación se somete a un manejo controlado de
los resultados de investigaciones empíricas que aportan datos, fechas, cifras y porcentajes
extraídos de informes estadísticos, censos y bibliografia especializada en cada uno de los
aspectos estudiados. Con un lenguaje conciso, escueto, medido, donde se impone la idea,
en un claro afán de huir del retoricismo verbalista de la prosa tropicalista, el discurso
mariateguiano oscila y se polariza, por momentos, entre dos límites extremos, si no
contradictorios: desde la evidencia del dato tomado de la realidad o de la cita del
especialista, hacia la impresión, el juicio valorativo, la visión de realidades ocultas y
profundas, el mito en un sentido positivo heredado de Georges Sorel.
Nos interesa observar cómo se desplaza el enunciador desde un lugar donde asume
la óptica de un observador especialista al hacer sus revisiones sumarias, transitando de una
perspectiva a otra (7e, 21), hasta aparecer como el mediador que regula y dirige la
pluralidad de 'voces ajenas' ('discursos-otros') que pueblan el texto y arbitra la
intervención de los diferentes saberes y discursos a los que se apela para argumentar,
autorizar y sostener las aseveraciones. JCM se preocupa más de una vez en los 7e de
deslindar competencias y tomar distancia del rol de especialista que le es ajeno. Así lo
declara en el cuarto ensayo:
B
Cfr. David William Foster, "Procesos metadiscursivos en "El proceso de la literatura" de Mariátegui (Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana)", Para una lectura semiótica del ensayo latinoamericano.
Madrid: José Porrúa Turanzas, 1983.
259
34
A.Melis, "Mariátegui, el primer marxista de América", J. Aricó (sel.y pról.), Mariáteguiy los orígenes del
marxismo latinoamericano. México: Cuadernos de Pasado y Presente 60, 1980. 2a edición corregida y
aumentada: 201.
'II
35 Aunque las imágenes poéticas no abunden en los 7 ensayos... y afloren en casos muy puntuales, como
cuando se refiere a la relación del indígena con la tierra. Como hemos señalado, el sistema metafórico
refuerza los nexos o enlaces señalados entre los distintos aspectos de la realidad que se consideran en el libro
desde una visión unitiva y totalizadora. Encontramos por ejemplo: - metáforas letradas con las cuales lee, en
el primer ensayo, la evolución económica del Perú como si se tratara del capítulo inicial de un libro (7e,20,
22), "El último capítulo de la evolución de la economía peruana es el de nuestra posguerra" (7e, 24); -
metáforas industriales como "un golpe de conquista destruyó esta máquina de producción", aplicada a la
destrucción del sistema económico del lnkario, "las costumbres contrarias a la doctrina católica ( ... ) tendían a
convertir la comunidad en una rueda de su maquinaria administrativa y fiscal" (7e, 63), "íntimo
engranaje"( ... ) entre la economía y la enseñanza", "Los grandes caciques naturalmente vieron en estos
parlamentos una máquina muy embrollada" (7e, 211); - metáforas médicas, de cuño positivista y
características del discurso de su predecesor, Manuel González Prada, que aluden a la enfermedad del cuerpo
social y a la nación como un organismo: "anemia", "nación desangrada, mutilada", "nuestra economía
convaleciente de la crisis post-bélica" (7e, 25); -metáforas geológicas como expresiones de este tipo: "en la
costa, sobre un suelo feudal..."(7e, 28), "En el sur, la 'región' reposa sólidamente en la piedra histórica" (7e,
208); -metáforas teatrales, de acuerdo con una concepción romántica de la historia: "no quiero señalar más
que un testimonio reciente de la igualdad con que interpretan el mensaje de la época los agonistas iluminados
y los espectadores inteligentes de nuestro drama histórico" (7e, 201); -melaforas jurídicas como la del
"proceso judicial", aplicada a la crítica literaria según se lo explicita en el planteo inicial del último ensayo
(7e, 229-233); -metaforas económicas como el subtítulo que cierra el último ensayo del libro, "Balance
provisorio", o en el cuarto ensayo: "El balance de la primera centuria de la República se cierra, en orden a la
educación pública, con un enorme pasivo. El problema del analfabetismo indígena está casi intacto" (7e,
160).
262
paradestinatarios, cuya adhesión se pretende captar desde el gesto apelativo del discurso.36
Por otra parte, debe destacarse la utilización de ciertos autores para contraargumentar tesis
adversas a las que ellos sostienen, en un juego argumentativo propio de la polémica
política, en el que las afirmaciones del otro se esgrimen para desarticular sus
razonamientos.37
Es curioso notar cómo un volumen tan considerable de datos, opiniones,
constataciones e hipótesis de la más diversa índole conforman un sistema semiótico
complejo que, no obstante, está muy lejos de componer un mero collage de discursos
ajenos. Podría decirse mejor, como sugiere Oscar Terán, que se trata de un operación
relacionada con esos "saberes latinoamericanos que parecían limitarse a practicar
modestos bricollages sobre la base de materiales importados" (bajo el nombre de
Mariátegui -según Terán- se encontraba una "heterogeneidad de registros superpuestos, a
veces sin fusión". 38 Nuevamente cobra relevancia aquí la participación de la subjetividad
del emisor en su rol de regulador de las apropiaciones, las analogías y confrontaciones que
se establecen en el texto, donde es notable la diversidad del espectro universal al que
remiten los distintos términos comparativos, no sólo de los países centrales de Europa,
sino de América Latina y, en particular, de México y Argentina, y con frecuencia, de Rusia
y los países de Oriente.39
Advertimos en esta línea de lectura que 7e operan como un espacio textual de
reemplazamiento de sentidos -JCM utiliza en reiteradas oportunidades la palabra
"traducción" para referir un proceso que excede las transacciones lingüísticas y comprende
3,5
Utilizamos las categorías propuestas por Eliseo Verón en su tipología de los destinatarios del discurso
político. Cfr. E. Verón, "La palabra adversativa...", E. Verón y otros, El discurso político... 17.
:
37
Es el caso del escritor español, Ramiro de Maeztu, de quien se cita un fragmento de un artículo, a
continuación de un párrafo de El capital de Marx, con la siguiente cláusula introductoria:
Y no sólo los dialécticos del materialismo histórico constatan esta consanguinidad de los dos grandes
fenómenos [el protestantismo y el capitalismo]. Hoy mismo, en una época de reacción, así intelectual
como política, un escritor español, Ramiro de Maeztu descubre la flaqueza de su pueblo en su falta de
sentido económico... (7e, 179-180)
38
O. Terán, Discutir Mariátegui. Puebla: Editorial Universidad Autónoma de Puebla - ICUAP, 1985: 9
podemos dejar de recordar comparaciones verdaderamente curiosas como las que asocian el mir ruso
con el ayllu andino (7e, 65), el yanaconazgo con el sistema de otrabotki ruso (7e, 93), la literatura
indigenista con la literatura mujikista prerrevolucionaria (7e, 328), o la religión del Tawantisuyo con la
religión china (169), entre tantas otras. Llama la atención también la imagen "orientalismo indígena"
263
(302).
40
Cfr. J. Aricó, "Introducción", Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano. Selecc. y
pról.de J. Aricó. 1980: X1-LVI. Robert Paris reconstruye la disímil red de referencias que definen un
"campo cultural extremadamente marginal" respecto al marxismo de Marx, Lenin o la III Internacional y
explican ese signo común que identifica la obra mariateguiana: la ambigüedad. R. Paris, "El marxismo de
Mariátegui", Aportes, Revista trimestral de ciencias sociales, 17 (julio de 1970), París: Instituto
latinoamericano de relaciones internacionales: 18.
264
debatidas como el 'europeísmo' como el 'nacionalismo-popular' con los que se lo
denuesta desde diferentes posturas ideológicas, la reciclada concepción soreliana del mito
revolucionario y socialista, y el cosmopolitismo. Recordemos las palabras del epígrafe de
este capítulo, cargadas de una esperanza cercana a la exaltación alucinada de Vasconcelos
pero no exenta de una conciencia real de los obstáculos que se interponen, con que se
cierran los 7e, apelando a "caminos universales" en una búsqueda de la propia identidad y
apostando a obtener un saldo altamente positivo de ese intercambio. Queda clara en ese
fragmento la presencia de la función originaria del discurso ensayístico que, desde
Montaigne, había nacido como relato indagatorio del yo, entendido aquí en términos
colectivos.
Pero no es solamente en el terreno de los intercambios semióticos, donde se
advierte la hibridez y contaminación del ensayo mariateguiano, también sostiene una
marcada reticencia frente al discurso académico, por lo que prefiere siempre localizar la
enunciación en una zona fronteriza entre constataciones científicas e impresiones o
intuiciones personales, privilegiando la variante espontánea y testimonial de la
subjetividad que se manifiesta mediante juicios, ideales, pensamientos, pasiones y
aserciones. Declara desde la "Advertencia": "...no soy un crítico imparcial ni objetivo"
(7e, 12), "Estoy lo más lejos posible de la técnica profesoral y del espíritu universitario"
(7e, 12). Así el sujeto se legitima desde un saber también heterogéneo, propio del
intelectual latinoamericano, vinculado con el campo de la política, que media entre la
especialidad científica más regulada y el orden de lo experiencial-cotidiano, lo mítico-
espiritual, siendo ésta quizás la única -actitud posible desde esa perspectiva -ciertamente
ambigua- ante una realidad como la del Perú de los años veinte acerca de la cual existían
pocos datos ciertos y comprobables. De ahí que se pueda situar los 7e en un estadio
disciplinario de transición entre el ensayo unitario y el más reciente, cercano al informe
técnico. No obstante, de acuerdo con los modos enunciativos que predominan en el texto,
se impone el carácter de la prosa expositivo-argumentativa de una investigación
documentada, según lo ya establecido y codificado, pero más próxima a la estructura y el
estilo del tratado didáctico, por cuanto busca comunicar una verdad científica
disciplinadamente, con claridad y orden metódico, atendiendo a la necesidad de resultar
41
A. Flores Galindo, La agonía de Mariátegui. 3' edición. Lima: Instituto de Apoyo Agrario, 1989, 9-10
265
42
En el último ensayo del libro escribe:
El espíritu del hombre es indivisible; y yo no me duelo de esta fatalidad, sino por el contrario, la
reconozco como una necesidad de plenitud y coherencia (...)
Mi concepción estética se unimisma, en
la intimidad de mi conciencia, con mis concepciones morales, políticas y religiosas, y que sin dejar de
ser concepción estrictamente estética no puede operar independientemente o diversamente... (7e, 230-
23 1).
266
Ahora bien, como lo vio Eduardo Nicol, el ensayo en tanto "forma de pensar" 43
nos lleva a preguntarnos por las implicancias de la elección de! discurso ensayístico en la
producción mariateguiana, en particular, en el libro que analizamos. En la cita del primer
epígrafe de este capítulo a la que ya hemos aludido, se enuncia una característica que se
toma relevante en el curso de la lectura: el ensayo se presenta como una escritura abierta,
inacabada, perfectible, que se revela además como una estrategia de escritura "sesgada" -
tal como la describió Jacques Leenhardt- 44 y reclama una mirada 'transversal', oblicua,
sucesiva e intensiva a la vez, capaz de reconstruir los vasos comunicantes que producen el
sentido profundo del texto, recorriendo sus límites borrosos. Se insinúa así, desde el inicio
del texto mariateguiano, una incipiente teoría de la escritura.
Al mismo tiempo, al indagar la relación que establece este tipo de discurso con
la índole del objeto de la interpretación, encontramos lo que tal vez sea una clave de
sentido de 7e: existe una peculiar analogía entre la forma abierta y fronteriza de la
escritura ensayística y la realidad interpretada. En su afán por desentrañar los rasgos
sustantivos de la realidad peruana (20), desde la actitud de un 'hermeneuta de la
cultura', JCM advierte que el Perú es una realidad "por hacer", indefinida y conflictiva
(204) -rasgos que precisamente serán remedados en el despliegue discursivo con que se
los sondea. Consciente de la excepcionalidad negativa del Perú en el contexto de
América Latina -distinto por la geografia y su composición demográfica de otras
regiones del subcontinente, y por eso mismo más distante de Europa y más cercano al
Oriente-, JCM proyecta su programa de un Perú nuevo y entero, desde un lugar
doblemente periférico, donde su presencia es, sin duda, singular.
En 7e, las superposiciones y traslados temporales referidos instalan ritmos
dispares que trastocan profundamente la formación histórica y congelan el devenir
temporal o lo disuelven. Así lo atestiguan la persistencia del feudalismo más allá de la
República, la postergación del corte definitivo con la Colonia y la declaración de la
conocida consigna, más programática que asertiva, en el último ensayo: "En la historia
de nuestra literatura, la Colonia termina ahora ( ... ). Hoy la ruptura es sustancial" (7e, 350).
43
Citado en José Luis Gómez-Martínez, Teoría del ensayo. Salamanca: Edics.de la lJniv.de Salamanca,
1981, 54.
44 Cfr. J. Leenhardt, "La estructura ensayística de la novela latinoamericana", 1984: 140.
267
45En varios pasajes de 7e, se insiste en que el problema del Perú es "más hondo" y demanda resolver
desigualdades y conflictos enquistados desde la conquista y arraigados aún más durante la República. Se
formula un programa para el Perú futuro (7e, 215), "un Perú integral, ( ... ) nuevo" (7e, 242), planteándolo
como un desafio para la "nueva generación": un "nuevo regionalismo" que identifica con la "conciencia
peruana" y la construcción de la unidad de ese país (7e, 214-216).
268
46
Cfr. Alberto Flores Galindo, Buscando un inca. Identidad y utopía en los Andes. 40 ed. Lima: Horizonte,
1994., 27 1-274.
" JCM manifiesta una postura coincidente con lo expresado en la "Advertencia" de 7e, en el fragmento
citado en la página 255 de este capítulo, extraído de unas notas dedicadas a Waldo Frank, escritas entre
1925 y 1929 y recogidas en El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, donde confiesa que,
como el escritor norteamericano -con quien se reconoce semejante en trayectoria y experiencia-, no se
siente americano sino en Europa. Allí agrega: "Pero de esto, algún tiempo después de mi regreso, yo tenía
una conciencia clara, una noción nítida. Sabía que Europa me había restituido, cuando parecía haberme
conquistado enteramente, al Perú y a América; mas no me había detenido a analizar el proceso de esta
reintegración" (J. C. Mariátegui, OC, 3, 192). Sin duda, la lectura de la explicación que Waldo Frank dio
en Europe, en agosto de 1926, sobre la función de su experiencia europea en su propio descubrimiento del
Nuevo Mundo fue decisivo para la meditación del mismo proceso en el Amauta. Escribe más adelante en
las mismas notas que JCM describe como "impresiones" (OC, 3, 195):
Europa, para el americano, -como para el asiático- no es sólo un peligro de desnacionalización y de
desarraigamiento; es también la mejor posibilidad de recuperación y descubrimiento del propio mundo
y del propio destino ( ... ). Por mucho tiempo, el redescubrimiento del mundo nuevo es un viaje para el
cual habrá que partir de un puerto del viejo continente... (OC, 3, 194).
269
integrador.48 Las operaciones culturales a las que apela para llevarlo a cabo son,
básicamente, dos: 'asimilación' e 'incorporación' (7e, 344), pero ambas suponen la
'reivindicación' de lo indígena autóctono (7e, 332) y su salvación, como paso previo y
capital para lograr la renovación o reconstrucción del Perú verdadero (7e, 215).
Con las limitaciones propias de su tiempo, JCM inicia un movimiento de
'descolonización', en un sentido amplio del término, con el afán de no segregar ningún
elemento foráneo, excepto aquellos que impidan llevar adelante el proyecto de revolución
y el sondeo de la 'savia natural', indispensables para la nueva peruanidad "por crear" (7e,
254) .
49
No obstante esto, son de notar la voluntad y la lucidez puestas al servicio de la
dificil tarea de imbricar sistemas culturales tan dispares. El efecto de convocatoria buscado
por el proyecto mariateguiano se confirma en la constante apelación al lector y mantiene
su vigencia hasta nuestros días, sobre todo por su interpelación ante el recrudecimiento de
las luchas étnicas y el avance amenazante de la sociedad global sólo aparentemente
integradora bajo la condición de una homogeneización que tiende a borrar y negar las
' Imágenes tales como "formidable máquina de producción" (7e, 13) y " comunismo inkaico" (7e, 54, 63,
78, 83, 338-9), con las que JCM describe la sociedad incaica, ilustran la condensación expresiva del
proceso que venimos planteando.
' Nelson Manrique propone devolver dimensión humana e identidad primaria a JCM en su condición de
"héroe cultural" y rastrea las ambivalencias terminológicas con que el Amauta aborda el problema de las
razas, que adjudica a prejuicios básicamente inconscientes. Como lo adelantamos, el análisis de la
valoración negativa que desarrolla JCM, del mestizaje con negros y chinos, lleva a Manrique a sostener
que: "[E]n la elaboración de sus juicios sobre la mezcla de razas, Mariátegui se mueve permanentemente
al filo de interpretaciones que, reclamándose sólidamente sociológicas, no dejan de estar profundamente
marcadas por los prejuicios -racistas- de la época...". N. Manrique, "Mariátegui y el problema de las
razas", L. Weinberg - R. Melgar Bao (eds.) 2000: 288.
Por su parte, Míbal Quijano analiza en JCM la misma ambigüedad en la utilización de categorías
como "raza" y "etnia". Cfr. A. Quijano, "Raza', 'etnia' y 'nación' en Mariátegui: cuestiones abiertas",
Encuentro Internacional José Carlos Mariátegui y Europa. El otro aspecto del Descubrimiento. Lima:
Amauta, 1993: 181-187. Desde la premisa de considerar a JCM esencialmente un "antieurocéntrico" -
premisa ciertamente discutible y efectivamente discutida, por ejemplo, por José Aricó, entre otros, en la
"Introducción" de su compilación Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, al situarlo en
el contexto del marxismo y en las polémicas derivadas de su posición peculiar-, Quijano destaca, sin
embargo, la influencia europea en el uso diferencial de los conceptos de "feudalismo", "comunismo" Y
"capitalismo". Cfr. A. Quijano 1993: 188, y J. Aricó, "Introducción", Mariátegui y los orígenes del
marxismo latinoamericano. Selecc. y pról.de J. Aricó. 1980: XI-LVI.
Encontramos además otro tipo de limitaciones en los 7e. Por un lado, los nuevos descubrimientos
realizados sobre la organización social del ayllu y la sociedad incaica, en general, desactualizaron la
información que JCM maneja al respecto, para sustentar los planteos contenidos en los primeros ensayos;
por otra parte, el Amauta muestra una marcada preferencia por la producción escrita y la cultura letrada -
en estrecha relación con el estado de las investigaciones acerca de la civilización incaica y las sociedades
andinas en general. Se hace presente en este punto la fuerte vinculación vigente en su época de la
concepción de la 'literatura' con la noción de 'letra'.
270
diferencias o a expulsarlas.
Representante conspicuo del pensamiento moderno en la región andina, JCM es el
pensador que plantea con mayor perspicacia el problema de cómo y hasta dónde articular
el culto a la vieja tradición indígena con las demandas de la modernidad, tal como él la
entendía. Otros ensayistas andinos de filiaciones muy diversas y hasta opuestas como
Alcides Arguedas, Franz Tamayo o Luis E. Valcárcel, entre otros, coinciden con él en el
señalamiento de las insondables desarticulaciones que dividen Bolivia, Ecuador y Perú, y
explican las inconsistencias de sus estatutos nacionales. Con énfasis distintos, estos
autores parten de la descripción de una geografia diversa, con regiones internas que no
tienen entre sí nada en común y que producen formas de organización social y sistemas
culturales decididamente diferentes y hasta antagónicos. 5° Para el Perú, JCM expone un
esquema de tres regiones internas (la costa, la sierra y la montaña): "Llegamos a uno de
los problemas sustantivos del regionalismo: la definición de las regiones..." (7e, 203);
"[L]a región tiene generalmente raíces más antiguas que la nación misma..." (7e, 204);
"[E]l Perú actual es una formación costeña. La actual peruanidad se ha sedimentado en la
tierra baja..." (7e, 205).
50Esta creencia común en el poder configurador de la geografia denota una inconfundible filiación
positivista, aunque a veces funcione —como apunta Cornejo Polar- sólo como base de un pensamiento que -en
271
pero por encima de todos esos dilemas se impone la dicotomía que enfrentaba a indios y
'blancos', con eventuales alusiones sobre los 'negros', pero casi nunca sobre los mestizos.
Esto obedece a que -como se vio en el capítulo anterior- la ideología del mestizaje que
dominaba por ese entonces y pervive aún hoy, tuvo frecuentemente un tono conciliador y
hasta salvífico (cfr. Cornejo Polar 1994, 179-180).
A lo largo de todo el libro, el centro del debate y la atención se plantea en torno de
la 'cuestión indígena', concretamente por la situación de los nativos que son a la vez
mayoritarios, y marginales y discriminados, pero además porque se admite explícita o
implícitamente que las raíces nacionales no pueden ser pensadas al margen de la tradición
histórica de ese pueblo mayoritario. Por esta razón, se lo incluye a JCM en el movimiento
indigenista. Lejos de caer en el extremo del positivismo más reaccionario, el Amauta corre
el riesgo de incurrir en algunas contradicciones internas y, sin negar la modernidad como
progreso, la cruza con la utopía andina, recurriendo a entonaciones claramente apodícticas.
Cornejo Polar denomina esta variante "modernidad de raíz andina" (Cornejo Polar, 187-
194). En el prólogo al libro de Valcárcel, Tempestad en los Andes, que aparece citado en
una extensa nota al pie al comienzo del segundo ensayo del libro, JCM expone sus reparos
sobre la perspectiva arcaizante que anima esa obra del indigenista peruano. El indigenismo
en JCM se enmarca en la propuesta vanguardista:
Cabe aclarar, sin embargo, que dentro de la constelación cultural peruana a la que
Ø
pertenece JCM, polemiza y acusa influencia de pensadores indigenistas (Luis Alberto
Sánchez, Víctor Raúl Haya de la Torre, Jorge Basadre), entre ellos, de aquel autor y del
otros campos- exploraba distintas tendencias filosóficas, desde el vitalismo espiritualista hasta el marxismo.
51
J. C. Mariátegui, "Nacionalismo y vanguardismo" (1925), Peruanicemos a/Perú, oc, u, 100.
272
grupo cuzqueño, en general (además de Valcárcel, Une! García, entre otros. 52 La tarea
intelectual de este último grupo busca conciliar la experiencia histórica peruana con el
pensamiento político europeo contemporáneo, introducir el tema económico en el trabajo
historiográfico y adecuar el estudio del pasado a la necesidad de explicar y resolver los
problemas sociales del Perú de las primeras décadas del veinte. No sería justo olvidar al
peruano Manuel González Prada, entre los precursores que también dejan su huella en la
obra del Amauta. Particularmente su ensayo "Nuestros indios" (1904) ha sido, sin duda,
señero en el planteo de esta cuestión.
Un punto clave y problemático en el programa indigenista de JCM es la
articulación entre indigenismo y socialismo, que se proyecta a su vez sobre otras
cuestiones conexas, tales como las relaciones entre universalismo, vanguardismo y
nacionalismo, y entre tradición y modernidad. Desde su perspectiva, el problema nacional
reside esencialmente en la persistencia de un orden social que desemboca en la
servidumbre indígena, por eso defiende con insistencia y firmeza la necesidad de acabar
con esa situación de injusticia y desigualdad. La interpretación y el análisis mariateguianos
se sustentan en un marxismo excepcionalmente abierto, proponiendo una lectura de la
historia que asume a la vez los requerimientos de la tradición y de la modernidad.
A este respecto, la propuesta de JCM puede sintetizarse a grandes trazos en los
siguientes puntos, atendiendo a los principios básicos expuestos por Antonio Cornejo
Polar (1994, 187-190): a) la reivindicación de la tradición -para JCM, fundamentalmente
la incaica- como historia viva se funda en una posición revolucionaria ("El pasado incaico
52
En la puesta en discurso de 7e, JCM toma distancia del proyecto de "meter toda mi sangre en mis ideas"
(7e, 11) y suele utilizar un estilo más cercano a la monografla o al estudio académico, más acorde con su
criterio economicista y su perspectiva crítica socialista revolucionaria de "marxista convicto y confeso". Hay,
sin embargo, algunas excepciones donde se dejan oír acentos y tonos poéticos y expresivos de una
sensibilidad literaria y artística, como por ejemplo en aquellos pasajes con clara evidencia del influjo del
indigenista Luis Valcárcel, que encontramos en el estudio sobre el problema del indio, en cuya intensidad
poética resuenan los ecos de Tempestad en los Andes:
La servidumbre del indio, en suma, no ha disminuido bajo la República. Todas las revueltas, todas las
tempestades del indio, han sido ahogadas en sangre. A las reivindicaciones desesperadas del indio les ha
sido dada siempre una respuesta marcial. El silencio de la puna ha guardado luego el trágico secreto de
estas respuestas... (7e, 47)
Asimismo, ese estilo notoriamente más literario vuelve a aflorar con cierto dejo irónico, en algunos pasajes
del último ensayo:
Los pocos literatos vitales, en esta palúdica y clorótica teoría de cansinos y chafados retores, son los que
de algún modo tradujeron al pueblo. La literatura peruana es una pesada e indigesta rapsodia de la
literatura española, en todas las obras en que ignora al Perú viviente y verdadero. El ay indígena, la
273
ha entrado en nuestra historia reivindicado no por los tradicionalistas sino por los
revolucionarios ( ... ) La revolución ha reivindicado nuestra más antigua tradición" 53); b) el
rescate de la tradición prehispánica tiene un sesgo no sólo histórico, sino también político:
en el incanato funcionó un sistema "comunista", "bajo un régimen autocrático" (7e, 54),
abonando la perspectiva marxista clásica sobre una etapa de 'comunismo primitivo' en el
proceso de desarrollo humano (cfr. Cornejo Polar 1994, 188); c) se advierte en las
'comunidades' la pervivencia de signos de la antigua organización social indígena, pese a
su destrucción durante la conquista y, aunque este tema no abunda en los escritos
mariateguistas, la sola constatación de la "supervivencia de la comunidad y de los
elementos de socialismo práctico en la agricultura y en la vida indígenas" (7e, 52) -vale
decir, de la existencia de un "comunismo incaico" y su supervivencia contemporánea- es
clave para articular el proyecto socialista moderno con la tradición nacional originaria y lo
que sobrevive de ella, y para 'nacionalizar el socialismo' y arraigarlo en la historia propia,
soluciones avizoradas por JCM para superar el atraso, la fragmentación y la injusticia
enquistados en la sociedad peruana; d) la feudalidad consolidada durante la Colonia
sustituye el orden social incaico y se mantiene vigente aún después de la Independencia,
inclusive en plena República; de ahí que, para JCM, la debilidad y la torpeza de la
burguesía peruana y sus compromisos con el "gamonalismo" que domina el régimen
feudal, impiden una auténtica revolución burguesa y un régimen capitalista moderno,
incluso en las áreas más desarrolladas del Perú. Obstaculizado el proceso modernizador
por acción del imperialismo, sin que la burguesía nacional pudiese liderarlo (7e, 13-34),
JCM postula que el socialismo peruano debe ordenar y definir las reivindicaciones -de -las
masas trabajadoras que en el Perú es, por entonces, en sus cuatro quintas partes indígenas
y campesinas (7e, 48); e) en consecuencia, al socialismo le corresponde 'modernizar la
nación', realizando algo de lo que la burguesía no quiso o no pudo realizar, pero
retomando un proceso iniciado en el pasado prehispánico más remoto, que tiene sus raíces
pirueta zamba, son las notas más animadas y veraces de esta literatura sin alas y sin vértebras... (7e, 244).
53
J. C. Mariátegui, "La tradición nacional"(1927), Peruanicemos a/Perú, OC, 11 ...: 168. En "Heterodoxia
de la tradición" (1927), defiende esta mirada nueva y proyectiva hacia la tradición, argumentando a favor de
un uso productivo del pasado en función de la construcción del futuro, planteo que sustenta la propuesta
central de 7e: "Quien no puede imaginar el futuro, tampoco puede, por lo general, imaginar el pasado". J. C.
Mariátegui, Peruanicemos al Perú, OC, 11 ..., 164.
274
54
Como ha acotado Antonio Cornejo Polar, entre otros, hoy todo indica que la socialización de las
comunidades indígenas proviene de otra matriz diferente de la que indicaba JCM.Cfr.Cornejo Polar 1994,
189.
275
En otro orden de cosas, en cuanto a la aspiración modernizadora en el lenguaje,
Antonio Cornejo Polar ha sostenido que JCM compartió con César Vallejo la misma
preocupación por la representación y la autenticidad, ante la sospecha de que la
experimentación de la vanguardia andina, tensa y crispada, derivara en una falsificación
del lenguaje sólo en apariencia nuevo, como respuesta al reclamo de modernización
(Cornejo Polar 1994, 165). Justamente esa desconfianza ante la pura 'novedad' formal
alentó en ellos la creación una literatura esencial y globalmente nueva, y la decisión de
desliteraturizar el lenguaje, saliéndose de los cauces del canon modernista dariano y
abrevando, en todo caso, de la vertiente martiana para generar una renovación artística,
libre y auténtica, más allá de cualquier signo externo que podría ser engañoso: "El
modernismo [en un sentido amplio que incluye la vanguardia que JCM consideraba
decadente] no es sólo una cuestión de formas, sino sobre todo, de esencia..."; "... hay que
ser moderno espiritualmente." 56 La sospecha provenía, en el fondo, de la percepción del
abismo existente entre el atraso social de las naciones andinas (pese a los recientes
procesos parciales de modernización a partir de la parcial inserción de la región en la
órbita del capitalismo internacional, sobre todo norteamericano) y las diferentes
expresiones del arte moderno. Dicho de otro modo, el modernismo como forma cultural
no se asentaba sobre una auténtica modernidad social, y esto producía tensiones y
contradicciones de muy diversa índole. A pesar de su fe en el futuro, la modernidad -
concebida por JCM como modernidad socialista- era percibida por ambos como una meta
lejana y dificil de alcanzar en el mundo andino, un espacio extremadamente conflictivo en
el que se avistaban dos opciones igualmente inaceptables: la estetización del atraso y del
arcaísmo o la configuración de un arte moderno pero socialmente inconsistente. Al instalar
su propia obra en la historia, ambos asumieron sus energías transformadoras y confiaron
en el carácter renovador -o revolucionario- de los discursos culturales. Por esa vía
contribuían a demoler el viejo orden y a construir un orden nuevo, a la vez que, inmersos
en la modernidad social que anunciaban, la ponían en la escena enunciativa en sus
discursos ensayfsticos o poéticos, según el caso, con la esperanza de darles cauce y sentido
al arte y la ideología, ya integrados dinámica y productivamente en el proceso social.
55 En La agonía de Mariátegui, Alberto Flores Galindo ha explorado estas contradicciones del Amauta con la
ortodoxia marxista de su tiempo. Cfr. A. Flores Galindo, La agonía de Mariátegui... 1989.
276
56
j C. Mariátegui, "Poetas nuevos y poesía vieja" (1924), Peruanicemos al Perú, OC, 11, 26.
277
pueda entender el cosmopolitismo como una etapa que todavía no se realizó en lo social,
es decir, la revolución modernizadora burguesa que habría propiciado el surgimiento de
una dinámica social que conduciría al socialismo por la propia fuerza de sus
contradicciones. De hecho, el cosmopolitismo es el equivalente literario a la acumulación
de capital simbólico-tecnológico, con connotaciones de internacionalización, de la que
surgirá la literatura nacional como reencauzamiento y transformación de esas energías y de
las nuevas que iría suscitando, en camino hacia metas inéditas y distintas. De ahí se
entiende que lá oposición entre los dos últimos períodos no sea antagónica, puesto que el
segundo supera pero se alimenta del primero, y que JCM aceptara sin reparos la existencia
de un "indigenismo vanguardista" que de varias maneras alentó y estimuló y que sería, en
cierto modo, la manifestación literaria de la tesis central sobre la convergencia entre
indigenismo y socialismo.
Se evidencia aquí un problema mayor, que reside en que si la imagen y el
proyecto de la nación peruana tiene en Mariátegui una filiación indígena, su interpretación
de la literatura peruana —contradictoriamente- se limita a la literatura escrita en español. En
este campo el origen está fijado en la conquista, y no en el Comunismo incaico. Esta
contradicción deriva de la concepción de la lengua que regía la construcción de las grandes
historias nacionales europeas, pero en los propios textos de JCM hay elementos suficientes
para invalidar lo expuesto al comienzo de "El proceso de la literatura", el último ensayo de
7e. Sin encerrarse en dogmatismos herméticos: se abre a la discusión y hasta invita al
debate que suele realizarse explícitamente en sus mismas reflexiones, sobre las siguientes
cuestiones: en primer lugar, la dualidad quechualespaflol no está resuelta (7e, 205, 206,
236); en segundo lugar, la literatura peruana no es "orgánicamente nacional" (7e, 204-
205), pór su dispersión y porque el país íntegro es todavía una "nacionalidad en
formación"; y tercero, la definición de lo nacional en literatura con un contenido
originariamente indígena. La propuesta mariateguiana contiene gérmenes que permiten
traspasar esa frontera de la escritura en español y produce una interpretación más abierta
que la que parece surgir de una lectura ligera del último ensayo.
En consonancia con lo que sostiene en otros planos, la literatura nacional es para
JCM, al mismo tiempo moderna y hunde sus raíces y anda su sentido último en la
reivindicación de lo indígena y en la expresión de los sentimientos propios del "alma
278
indígena", aunque algunos críticos reconocen que cierto manejo algo abstracto en este
último punto, con rastros de una retórica del indigenismo que el Amauta había contribuido
a superar. Resulta obvio, sin embargo, que su programa nacional en su vertiente literaria
articula las dos categorías básicas de sus tesis centrales: la modernidad, en su versión
socialista, y lo indígena, intuyendo que por la vía del "indigenismo vanguardista" se
cumplirán las metas sociales y culturales de su proyecto. Así, por ejemplo, en el ensayo
"Nacionalismo y vanguardia" (1927), sostiene que: "[L]a vanguardia propugna la
reconstrucción peruana sobre la base del indio (...) busca para su obra materiales más
genuinamente peruanos [que los de la Colonia], más remotamente antiguos". 57 Sin
embargo, para JCM, el indigenismo no era la única alternativa posible (7e, 334).
Para finalizar, como en los capítulos anteriores de esta segunda parte de nuestro
estudio, dejaremos pendiente para un trabajo posterior el tratamiento exhaustivo de los
aspectos argumentativos más cercanos al aparato conceptual de 7e, de dificil
esclarecimiento político e ideológico, y el complejo entramado de relaciones donde textos
e ideas luchan entre sí mostrando la dinámica interna de un discurso en constante proceso
de construcción, aspectos merecedores de un desarrollo más detenido que excedería los
límites razonables de nuestra investigación. Retomaremos, entonces, la elección
deliberada del ensayo como el tipo discursivo más adecuado para enunciar las tesis y
disquisiciones que se reúnen en 7e, con el propósito de esbozar algunas reflexiones finales
sobre la dimensión que adquiere el ensayo en la escritura mariateguiana.
En primer lugar, el breve y doloroso itinerario vital de este "cuerpo sufriente"
explica en parte que, a lo largo de sus treinta y cinco años de vida, fecundos-y cargados de
experiencias e ideas, anhelos y realizaciones, el Amauta haya escrito casi exclusivamente
ensayos y textos doxológicos afines. Su corta vida, signada por la precariedad, la
enfermedad y la pobreza, y curiosamente animada por la inquietud intelectual, no le dejó
tiempo para proyectos de más largo aliento tales como escribir una novela, sino tan sólo
para esa escritura de la espontaneidad cruzada por la reflexión y el análisis científico. Así
el ensayo se comporta, en el contexto de la producción mariateguiana, como una poética
de la urgencia y de la prisa de quien presiente que el tiempo se consume y la tarea que
57
J. C. Mariátegui, "Nacionalismo y vanguardismo", Peruanicemos al Perú, OC, 11, 74.
279
queda por delante es aún inmensa. 58 En segundo lugar, el sustrato genotextual sobre el
que se construye 7e -artículos aparecidos en publicaciones y revistas culturales
peruanas- provee un formato lábil que acepta intercalaciones ulteriores y responde
también a la exigencia de lo perentorio y a la necesidad de esbozar e improvisar
rápidamente y con insistencia ideas previas que toman forma en el encadenamiento de
sucesivas reescrituras. 59 Por último, destacamos que el modo ensayístico de JCM, tal
como lo construye discursivamente, busca calar hondo y dejar huellas, invitando
incoativamente a sus lectores a repensar sus aserciones y sumarse a sus planteos.
De este modo se crea un nuevo lugar de enunciación que elude y avanza sobre
las posturas colonialistas. En este sentido, JCM inició también una 'descolonización de
la escritura' en una acepción amplia del término, reinvirtiendo - la función tradicional que
había cumplido la letra como instrumento de colonización y potenciando el rol inverso
de herramienta emancipatoria que había desempeñado en el proceso de formación de los
estados nacionales. Tal vez sea precisamente esa marca de escritura abierta la que se
impone como estrategia de una obra que no concluye, cuya interpelación permanece aún
vigente, estimulando la búsqueda de nuevas alternativas, en tanto que en nuestra
América permanezcan sus planteos y desafios incumplidos.
58 En las palabras finales del libro, cargadas de esperanza, el autor apuesta a que pueda obtenerse un saldo
positivo de ese intercambio: " ... un nuevo sentimiento, una nueva revelación se anuncian..." (7e, 350).
nuestro país que ocupa el lugar de una referencia idealizada y funciona como modelo o
paradigma al que se aspira emular. Como corresponsal del diario La Nación, Martí
menciona la Argentina como paradigma; por su parte, Vasconcelos escribe La raza
cósmica como ensayo-prólogo de las impresiones de un viaje por América del Sur, en
el curso del cual conoce la Argentina, entre otros países sudamericanos, y selecciona el
modelo de "crisol de razas", y JCM se relaciona con la vanguardia literaria, cultural y
política y por esta vía entra en contacto con los principales referentes argentinos en esas
esferas, muchos de los cuales aparecen citados o mencionados en sus escritos (José
Ingenieros, Victoria Ocampo, Jorge Luis Borges, Leopoldo Lugones, y figuras
salientes de la política -sobre todo socialistas y comunistas- y vinculados con la
reforma universitaria, entre otros).
Precisamente en el proceder aparentemente ametódico del ensayo encontraron
estos autores el molde ideal para configurar desplazamientos, desvíos y
yuxtaposiciones ideológicas, trasplantes, mezclas y apropiaciones culturales (R.
Schwarz), y sus propias posiciones de sujeto y sus fábulas de identidad/diferencia. De
este modo, el aspecto dialógico del discurso ensayístico se revela central para el estudio
de la dimensión incoativa, polémica y pan fletaria del ensayo cultural latinoamericano, y
evaluar su eficacia discursiva, que no se agota en la tensión apelativa hacia el lector y
en el llamado a su colaboración, sino que se nutre de la 'teatralidad' propia del
discurso, tal como la concibe desde la lógica discursiva Georges Vignaux, quien se
detiene en la puesta en escena argumentativa, buscando construir una gramática de la
argumentación.
Hoja de ruta parcial y focalizada de un recorrido y, sobre todo, de un modo de
transitar la historia cultural, desde uno de sus costados letrados, el de las élites
culturales o la historia intelectual latinoamericana, excluyendo la versión de los
sectores no letrados, el ensayo como forma discursiva se convierte en una clave para
leer transversalmente la constitución de un sujeto histórico, político, social, cultural,
en el proceso mismo de su escritura, con sus grietas, aperturas y suturas. Así deviene
la experiencia de una prosa que socava certidumbres y plantea más problemas que
soluciones. En consecuencia, la invitación al lector a interpretar es una invitación a
284
donde los textos se articulan y pasan a ser enunciados de una enunciación cuyo sujeto
es un emisor social imbricado en un proceso histórico de conjunto, en diálogo implícito
con otros textos o discursos y con la realidad misma.
luí
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