América Precolombina
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Los aztecas
La más importante cultura de México fueron los aztecas quienes, si bien lograron
extender su dominación desde el Pacífico hasta el golfo de México y desde la
América Central hasta la meseta de Chihuahua, ocuparon al principio solo una parte
del actual territorio mejicano (20.000 leguas cuadradas) pero en la zona más fértil y
mejor dotada por la naturaleza, cuál era el valle de Anáhuac (cerca del agua).
Su ciudad capital fue Tenochtitlán, asiento de las actividades políticas y militares.
Situada con sentido estratégico en el centro de uno de los lagos del valle (Texcoco)
y a la que se llegaba por medio de calzadas, era una activa ciudad que impresionó a
los conquistadores.
Los aztecas se hallaban organizados bajo un sistema federativo y tenían dos jefes:
uno para las funciones civiles y judiciales llamado Chihuacohualtl (serpiente
hembra) y otro con funciones militares y religiosas, que era el Tlacateculli (jefe de
hombres), quien ejercía a su vez el gobierno de la federación y tenía además
carácter sacerdotal. Los cargos de estos jefes eran electivos y vitalicios, pero no
hereditarios.
Un consejo tribal o Tlatocán, integrado por veinte miembros de otros tantos clanes o
tribus llamados calpullis, ejercía el poder supremo con funciones amplísimas y
jurisdicción total. El calpulli (o clan) constituía el núcleo inicial de la organización
social. En él se concentraba un grupo de familias —bastante numeroso— que poseía
en común la tierra, con la obligación de trabajarla y defenderla.
Cada calpulli tenía su tótem o ídolo de madera propio, sus templos y arsenales, y se
hallaba gobernado por un Consejo cuyos miembros eran elegidos por los jefes de las
distintas familias que integraban el clan.
La sociedad azteca comprendía una clase superior o nobleza, integrada por
sacerdotes y guerreros, luego el pueblo (agricultores y artesanos) y finalmente, los
servidores y los esclavos. Una clase aparte la formaban los mercaderes que no sólo
viajaban con sus productos, sino que también ocupaban del espionaje, aportando
datos de pueblos vecinos.
Excelentes agricultores, los aztecas hicieron de la tierra el centro de su actividad
económica. Cultivar las parcelas era obligatorio, la cosecha se repartía entre la
familia y los graneros públicos, donde se almacenaba para la época de escasez o se
distribuía convenientemente. El cultivo principal era el maíz, también el cacao, con
el que fabricaban el chocolate; además, porotos, algodón, tabaco, mandioca,
etcétera.
El maguey les proporcionaba una pasta con la que fabricaban papel además del
pulque, bebida muy utilizada. Los tributos que cobraban a los pueblos vencidos
gravitaban favorablemente sobre su economía, para lo cual tenían bien organizado
el sistema de recolección.
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En general, no utilizaban la moneda. El trueque o permuta era lo más usual, pero a
veces empleaban canutos de plumas llenos de polvo de oro bolsitas de granos de
cacao, o trozos de estaño o cobre en forma de T.
La guerra era la actividad más importante de los aztecas. Educados desde niños en
las prácticas militares, aunque no tenían ejércitos permanentes, movilizaban con
relativa rapidez grandes contingentes de hombres disciplinados. Carecían, en
realidad, de una verdadera técnica guerrera, ya que la lucha se dejaba librada, en la
mayor parte de los casos, a la acción individual. Existían diversas órdenes militares
que les conferían honores y privilegios.
El acto de guerra perseguía dos fines principales: la obtención de tributos y
prisioneros, a los que luego sacrificaban en honor de sus dioses. No ocupaban
permanentemente a los pueblos vencidos, sino que los transformaban en tributarios,
y la violación del pacto, suspendiendo los pagos, era reprimida en forma por demás
severa.
Los aztecas eran politeístas e incorporaban a su religión las de los distintos pueblos
que sometían. La clase sacerdotal era muy respetada y numerosa. Los templos que
poseían en gran cantidad se denominaban teocallis y consistían en grandes
montañas de tierra de forma piramidal revestidas con piedra o ladrillos, rodeadas de
amplias escalinatas que convergían en una plataforma; en ella se hallaban la piedra
de los sacrificios y algunos altares con fuego perpetuo.
La arquitectura constituyó la manifestación más destacada de su arte. Los templos o
teocallis, obras de carácter monumental y religioso, son alardes de perfección en el
uso de la piedra.
Utilizaban la numeración vigesimal y la escritura jeroglífica-simbólica. Hablaban la
lengua nahuátl, que poseía sonidos armoniosos y caracteres propios y constituía,
con otros pueblos, una unidad de carácter lingüístico.
Los mayas
Los territorios que ocuparon los mayas comprendían los actuales Estados mejicanos
de Chiapas, Tabasco y Yucatán; casi toda la república de Guatemala y el noroeste
de Honduras y Salvador. Cuando los españoles llegaron a sus tierras, los
encontraron en completa decadencia.
Las familias se agrupaban en clanes totémicos y existía el patriarcado, pues el padre
representaba la mayor autoridad dentro de la célula social. La agrupación de clanes
formaba la tribu, y su conjunto, una confederación regida por un Consejo de
Ancianos. En el aspecto político, los mayas se agrupaban en ciudades-estados, cada
una de ellas gobernada por un jefe hereditario a quien secundaba el mencionado
Consejo.
La sociedad comprendía:
a) Los nobles, llamados caciques por los españoles.
b) Los sacerdotes, que tenían variadas atribuciones, estaban a cargo de
sacrificios, ofrendas, adivinación, etcétera.
c) El pueblo —el más numeroso— se ocupaba de las tareas agrícolas y de la
construcción de edificios.
d) Los esclavos, la clase social más inferior.
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La economía se basaba en la agricultura; el principal cultivo era el maíz, al que
llegaron a convertir en una deidad. Le seguía en importancia el algodón. El
producto de las cosechas se repartía por mitades: una correspondía al Estado y otra a
los agricultores. La gran dificultad que debieron vencer fue la escasez de agua, por
lo cual se establecían cerca de pozos naturales que llamaban cenotes.
Los mayas tuvieron industria textil, alfarera y metalúrgica. Fabricaban las telas con
algodón; en los tejidos trataban de reproducir —sobre un fondo generalmente
blanco— la figura del tótem que adoraba cada uno de los diversos clanes. Utilizaron
el oro, la plata, el cobre y el bronce en la fabricación de numerosos objetos, la
mayoría de los cuales fueron sustraídos por los conquistadores.
Aunque no fueron de índole belicosa, mantuvieron un ejército con el objeto de
defender sus tierras. Reconocían a un jefe militar y a varios subalternos. Los
guerreros se dirigían a la lucha cubiertos con pieles de animales y protegidos por
escudos redondos. Sus armas ofensivas eran los arcos y las flechas; además,
utilizaban hachas y lanzas en los combates a menor distancia.
Con respecto a la religión de los mayas no existen datos muy certeros, aunque
puede afirmarse que eran politeístas y —al igual que los aztecas— creían en un
dualismo, con dioses benéficos que representaban la lluvia, el trueno, y otros
dañinos, como la sequía y la guerra. Debido al clima el dios de la lluvia (Chaak) era
muy reverenciado. El sumo sacerdote fue el depositario de la ciencia y conocedor de
todo el ceremonial religioso.
Muy vinculada a la religión figuró la arquitectura. Los restos de los grandiosos
monumentos se han conservado hasta el presente —a pesar de la acción del tiempo
y a la destrucción intencional— debido a la solidez y a la perfección con que fueron
construidos. Los centros arquitectónicos más importantes se han hallado en
Palenque, Uxmal, Chichén Itzá, Tikal y Copán.
Entre las ruinas más notables podemos citar los palacios de Palenque, al oeste del
rio Usumacinta, donde se observan grandes estatuas en actitud de adoración, lo que
hace suponer que esa ciudad fue un lugar destinado al culto sagrado. En la península
del Yucatán se hallan las ruinas de Uxmal, llamadas "Casa del Gobernador",
"Palacio de las Monjas" y "Casa del Mago". En la región de Chichén Itzá se
levantan la "Torre del Caracol" y "El Castillo”.
Para fabricar las pinturas, los mayas usaban tintes minerales y vegetales que
mezclaban con una sustancia viscosa, necesaria para adherirla a las paredes u
objetos de cerámica. Emplearon los colores rojo, amarillo, azul, verde, blanco y
negro, en diversas tonalidades.
Dividían el año en 365 días, con 18 meses de 20 días y agregaban 5 días
suplementarios; cada uno de los 20 días del mes tenía un nombre propio y un
símbolo característico. Los sacerdotes numeraban los días del 1 al 13 y conside-
raban 13 meses de 20 días, es decir, que el calendario religioso tenía 260 días.
Los incas
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A comienzos del siglo XVI, cuando los conquistadores españoles llegaron al Perú,
se encontraron con un gran imperio llamado inca o quechua. Con mucha
anterioridad se habían desarrollado en el mismo territorio otras civilizaciones,
conocidas históricamente con el nombre de preincaicas.
A mediados del siglo XIII de nuestra era aparece en la historia peruana el caudillo
Manco Cápac, quien estableció el centro de su imperio en la ciudad de Cuzco y
comenzó gradualmente a extender la zona de su poderío. Sus sucesores fueron
dominando a los pueblos vecinos. En épocas de Túpac Yupanqui (1440) las
fronteras llegaron, por el sur, hasta las proximidades del río Maule (Chile). El
noroeste del territorio argentino también se hallaba comprendido dentro de los
límites de la dominación quechua.
El núcleo social de los incas lo formaba el Ayllu, agrupación semejante al calpulli
azteca, es decir, conjunto de individuos reunidos en clanes totémicos. La familia era
monogámica y el matrimonio indisoluble, pero los funcionarlos practicaban la
poligamia.
El Inca, jefe supremo del imperio, era un personaje poderosísimo. Sus insignias de
mando se consideraban sagradas, y su persona era respetada como la de un dios. El
extraordinario esplendor de su corte, así como las lujosas prendas que vestía,
maravillaron a los españoles. Para mantener pura la sangre divina se casaba con su
propia hermana Coya (reina); sus otras mujeres se llamaban Pallas. Todos los
descendientes, legítimos e ilegítimos formaban el Consejo de los Orejones, así
llamado porque sus integrantes se perforaban y agrandaban progresivamente el
lóbulo de las orejas.
Generalmente el indio quechua no elegía su propia esposa, pues ésta le era impuesta
por las autoridades, quienes también separaban a las mujeres más hermosas de cada
ayllu para destinarlas al servicio del templo o del Inca. Cada matrimonio tenía su
"tupu" o parcela de tierra, cuya extensión podía aumentar de acuerdo con la
cantidad de hijos y, a veces, por los méritos de su dueño. Las tierras no pertenecían
a cada individuo sino a la colectividad, y todos los años el Inca ordenaba la
distribución de los nuevos tupus.
Construían terrazas en las laderas de las montañas, semejantes a enormes escalones,
donde sembraban en diversas épocas del año. Contaban también con un buen
sistema de riego por medio de canales que llevaban el agua por los más variados
recorridos. Los ríos que surcaban el territorio les ofrecían grandes cantidades de oro,
metal que, como hemos visto, era muy usado en la lujosa corte incaica; además,
obtenían plata, cobre y cinc.
Poseyeron un ejército aguerrido y disciplinado, por lo que les fue relativamente fácil
conquistar y mantener la dominación de los pueblos limítrofes. Los guerreros
usaban armas vistosas, tales como la maza de cobre y una lanza con punta de
bronce. Entre las defensivas podemos citar el escudo y el casco, que les protegía la
cabeza.
Desde el punto de vista religioso adoraban a un dios supremo, llamado Viracocha, y
a numerosas deidades secundarias. Los Incas decían descender del Sol (Inti) y, por
lo tanto, le ofrecían un culto especial, ya que representaba la divinidad de su
sagrado linaje. Ese culto estaba a cargo de numerosos sacerdotes, magos y adivinos,
cuya suprema autoridad era el Villac-Unu. Personajes muy importantes eran los
amautas o depositarios de la ciencia, quienes ayudaban sus curaciones con el
empleo de variadas hierbas medicinales.
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Los incas se destacaron por la grandeza y la majestuosidad de sus templos y
palacios; además, construyeron caminos, puentes y acueductos. En el Cuzco se
levantaba el templo de Coricancha, edificado con los elementos más costosos de
que disponían. Otro magnífico exponente de la grandiosidad de la arquitectura
incaica es la fortaleza del Cuzco, levantada al norte de la ciudad.
Las distintas partes del imperio estaban comunicadas por un servicio de chasques
integrado por indios muy corredores, quienes unían rápidamente la distancia de
cuatro leguas que mediaba entre posta y posta. Los mensajes se daban de palabra,
aunque muchas veces eran portadores de quipus, es decir, de cuerdecillas de
diferentes colores, con nudos variables en tamaño y distancia, que eran leídos por
funcionarios especiales, llamados quipucamayos, los que llevaban una verdadera
contabilidad del imperio.
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rapidez y era tal la potencia del impacto que podían atravesar el cuerpo de un
hombre.
2) Lule-Vilelas
Ocupaban todo el norte de la actual provincia de Santiago del Estero y zonas
limítrofes de Salta, Chaco y Tucumán. Indígenas de vida nómada, se dedicaban a la
caza y a la recolección de frutos silvestres. Gustaban de la miel y con la algarroba
preparaban la chicha, bebida embriagadora. Rendían culto a una divinidad superior
y adoraban fetiches.
4) Tonocotes
Habitaban la actual provincia de Santiago del Estero, en territorios comprendidos al
sur del río Salado. Fueron sedentarios y se dedicaron al cultivo del maíz y del
zapallo. En menor escala practicaban la caza, la pesca y la recolección de frutos
silvestres. Se destacaron en la cerámica, especialmente en el trabajo de urnas
funerarias y estatuillas. Las mujeres conocían el hilado y el tejido.
5) Comechingones
Estos indígenas habitaban las sierras cordobesas y la porción noroeste de la
provincia de Salta. Vivían en cuevas naturales o artificiales cavadas en la tierra en
forma de habitación, que cubrían con maderas y pajas.
Se dedicaban tanto al cultivo del suelo (maíz, poroto, zapallo) como a la caza
(guanacos, liebres, ciervos) o a la recolección (frutas del algarrobo). Trabajaron la
piedra y fabricaron hachas, puntas de flechas y boleadoras. Conocían el hilado de la
lana. No se destacaron en alfarería.
6) Guaraníes
En la época del descubrimiento, estos indígenas sólo ocupaban una reducida zona
de nuestro territorio —especialmente el curso del Paraná—, aunque se extendían en
una gran región del continente sudamericano. Ejercieron influencia sobre otros
aborígenes y aún en la actualidad la lengua guaraní se habla en regiones de
Corrientes, Misiones y Chaco.
Fueron sedentarios y su economía ha sido calificada de tipo neolítico. Cultivaban la
tierra (mandioca, zapallo, batata), aunque también se dedicaban a la caza, la pesca y
la recolección de frutos silvestres. Sus viviendas estables, levantadas con troncos y
cubiertas de ramas y hojas, albergaban a familias numerosas.
Creían en una divinidad superior y todopoderosa (Tupá), pero no le rendían culto.
Estaban agrupados en tribus al mando de caciques hereditarios; y la familia era
generalmente monogámica. Construyeron tinajas y urnas funerarias. Guerreros y
navegantes, se internaban por los ríos en rápidas canoas.
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7) Pueblos del litoral
Habitaban ambas riberas del río Paraná, desde la confluencia con el Paraguay hasta
el curso inferior. Entre los diversos pueblos recordemos los mocoretáes (al norte),
los timbúes y corondas (región central) y los chanáes (al sur).
Se dedicaban a la pesca, a la caza y —en menor grado— a la recolección de frutos
silvestres. Habitaban chozas rectangulares hechas con juncos. Poco se sabe con
respecto a su organización social. Se destacaron en alfarería, especialmente en el
decorado.
8) Olongastas
Ocupaban los llanos riojanos y las regiones próximas a San Juan y San Luis.
Cultivaban maíz y zapallo, aunque también se dedicaban a la caza y a la
recolección, especialmente de la algarroba. Ignoramos cómo estaban organizados y
la forma en que se agrupaban socialmente. Conocían el hilado y tejían la lana que
les proporcionaba la llama.
9) Huarpes
Habitaban parte de Mendoza, San Juan y San Luis. Construían sus viviendas con
paredes de piedra y techos de paja. Socialmente practicaban el sororato y el levirato.
El sororato es la costumbre por la cual el varón al casarse adquiere también el
derecho a hacerlo can las hermanas menores de su mujer. Levirato significa, que al
morir el marido, la viuda y sus hijos pasan a depender del hermano del fallecido.
Fueron politeístas y creían en una divinidad superior que moraba en la cordillera.
También adoraban- los astros, particularmente al Sol.
10) Pampas
Estos indígenas habitaban casi toda la provincia de Buenos Aires, el sur de Santa
Fe, Córdoba y San Luis y el noroeste de La Pampa. Integrantes de los pampas
fueron los querandíes, los primeros indígenas que conocieron los conquistadores
arribados con Pedro de Mendoza.
Llevaban vida nómada y era habitual en ellos el caminar muchas leguas. Se
alimentaban de la caza y de la recolección de frutos silvestres. Utilizaban a modo de
vivienda un simple paravientos que levantaban rápidamente con cuatro estacas y
cubrían con cueros.
Se agrupaban en tribus al mando de caciques. La familia era poligámica y el indio
compraba sus mujeres a los respectivos parientes. Creían en un dios superior
(Soychu) con quien se reuma el alma después de la muerte, y en un espíritu del bien
(gualichu). Eran supersticiosos y cada tribu tenía su brujo (shamán).