El Pensamiento Teórico y Crítico en Tiempos de Complejidad e Incertidumbre
El Pensamiento Teórico y Crítico en Tiempos de Complejidad e Incertidumbre
El Pensamiento Teórico y Crítico en Tiempos de Complejidad e Incertidumbre
ABSTRACT
This article analyzes positive scientific thought in modernity in order to study how ways of knowing through
scientific certainties helped to make up pragmatic and objective thought. Later, it approaches post-modernity as an
age that inaugurated some ways of knowing by means of uncertainties, subjectivity and social meanings, included
within a new technological paradigm based on the discourse of networks, communications and complex thought.
Starting from this point, it insists on the need to return to theoretical thought and critical reflection in the
communication sciences, in order to review their bases, go back to them and rescue the place of the subject and
the relations of language in scientific production in this field.
Key words: Commmunication, modernity, theoretical thought, post-modernity.
Recibido: 03-07-2007 · Aceptado: 18-10-2007
INTRODUCCIÓN
El trabajo que se presenta a continuación pretende, a partir de la revisión bibliográfica de autores como Antón
Boix, Dussel, Galindo, Lyotard, Márquez-Fernández, Martín Barbero, Otero, Pérez Estévez, Pineda, Saintout, Torrico
y Vassallo de Lopes, entre otros, reflexionar sobre la necesidad de rescatar el pensamiento teórico y crítico en
estos tiempos de incertidumbre y rápidos cambios. Para ello analiza, en primer lugar, cómo los paradigmas de
conocimiento de la modernidad ayudaron a configurar y consolidar un modo de conocer sustentado en la
objetividad, el cálculo y la verificación empírica que se impuso como universal.
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Asimismo, la investigación cualitativa que sustenta esta investigación teórica, aborda el paradigma de la
posmodernidad como una alternativa que mediante el pensamiento complejo plantea otros modos de conocer,
sentir y pensar para hacer de la ciencia una forma más histórica, cultural y socialmente hablando, de abordar la
realidad mediante las significaciones sociales. En este punto, se estudia también el papel de los medios masivos en
las sociedades actuales y se reivindica a los enfoques cualitativos como válidos también para afrontar las múltiples
interrogantes que los cambios científicos, tecnológicos y sociales están presentando a las ciencias sociales.
Finalmente este trabajo asoma un conjunto de reflexiones sobre las acciones a emprender para abordar los
problemas de la comunicación en la contemporaneidad y se detiene a analizar sobre la necesidad de rescatar el
pensamiento teórico, la reflexión epistemológica en las ciencias de la comunicación para poder proponer nuevos
paradigmas, conceptos y categorías que puedan dar cuenta de lo que está ocurriendo hoy en las comunicaciones
mundiales.
La modernidad como una configuración histórica de poder surge fundamentalmente en la Europa Occidental, desde
el siglo XII cuando aparecen los pequeños comerciantes como precedentes de la burguesía, y desde allí se
construye como proceso hegemónico mundial, que especialmente en el Siglo XVI, con el Descubrimiento de
América irradia un pensamiento eurocéntrico que se impone en el mundo occidental, y que en el Siglo XVIII se
fortalece con el proceso de la Ilustración, como modelo cultural universal basado en la razón humana1, por encima
de otros modos de conocer, de sentir, de pensar.
El predominio de los enfoques empiristas, racionales hace que en las ciencias sociales se establezca un discurso
científico que pretende explicar los fenómenos sociales desde posturas que separan al sujeto que conoce o produce
conocimiento de los sujetos u objetos conocidos. En este modo de conocer tiene lugar una objetivación de los
objetos de conocimiento, que se convierten en números, en algo mensurable y la ciencia se convierte en un fin en
si mismo con una orientación pragmática4.
La ilustración como forma de primacía de la razón centrada en el sujeto cognoscente plantea una esperanza
sustentada en el progreso de la técnica, en el dominio de la naturaleza por el hombre y en la erradicación de todo
pensamiento metafísico, el uso de la razón y la conciencia son pues la garantía de que el hombre moderno puede
construir un mundo nuevo con un futuro mejor, donde él se convierte en un sujeto autónomo, independiente y
liberado5.
Pero, el desarrollo de la modernidad con su avanzado crecimiento económico, científico y tecnológico, lejos de
liberar al hombre de los miedos y temores lo ha sometido a nuevos incertidumbres e inseguridades, y la fuerza
liberadora de la ilustración devino en la racionalidad instrumental dominante del capitalismo burgués que condujo a
una objetivación de la vida, de la ciencia, de la comunicación y a una separación del hombre frente a la
naturaleza.
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ha denominado, la racionalidad tecnológica: unas tecnologías que imponen sus modos de informarse y comunicarse
en el mundo moderno, que imponen su razón, que cuantitativamente tienen un crecimiento exponencial muy
avanzado pero que contradictoriamente cada vez comunican menos a los humanos.
La modernidad como máxima expresión de la sociedad capitalista burguesa, del libre intercambio, del libre
pensamiento y de la libertad de actuar, aunque comienza a ser cuestionada a finales del Siglo XVIII y principios del
siglo XIX, por los idealistas alemanes como Hegel, Nietzsche9, toca fondo en la segunda mitad del Siglo XX, cuando
se produce un desencanto sobre hacia dónde nos conduce el desarrollo económico y material, sobre los modos de
felicidad que esta sociedad permite y sobre las posibilidades de que la ciencia y la tecnología nos conduzcan hacia
una hecatombe global en lugar de hacia una sociedad de la justicia y la paz.
Con ese desencantamiento se comienza a poner en entredicho la idea del progreso como un transcurrir lineal y
homogéneo de la historia10, aparecen las inseguridades frente a los grandes relatos de las disciplinas científicas y
con ello, la crisis de los paradigmas de las denominadas ciencias sociales, las cuales en su afán de ajustarse a los
lineamientos de las ciencias exactas habían jerarquizado los enfoques cuantitativos, economicistas y pragmáticos,
dejando de lado enfoques más cualitativos, contextuales, culturales y humanos de los fenómenos sociales11.
El posmodernismo cobra mayor fuerza en la década de los 80 del siglo XX, cuando comienza a proponer nuevas
teorías en el campo de la física, la astronáutica, la historia, la pintura, la literatura y la medicina para interpretar
los profundos cambios sociales, culturales, políticos, tecnológicos y científicos de la época contemporánea15. Y para
los inicios del siglo XXI, se convierte en una revolución cultural, filosófica, de contexto y de carácter histórico, en la
cual la humanidad perfila otras maneras de entenderse a si misma, en medio de fuertes luchas de regiones,
provincias y pueblos por la autodeterminación y la autonomía cultural y política16; así como en medio de fuertes
cambios científicos y tecnológicos que hacen surgir una sensibilidad social y cultural más hedonista, y un nuevo
paradigma tecnológico sustentado en la imbricación de los medios de masas y las tecnologías digitales y virtuales,
todo ello en el marco de un contexto globalizado que convive con unas particularidades localizadas que cada vez
luchan por ser reconocidas17.
En virtud de que la sociedad contemporánea está consolidando un paradigma tecnológico distinto18 y de que gran
parte de los cambios ocurridos se han debido a los avances de la ciencia y la tecnologías, los enfoques
posmodernos señalan la necesidad de repensar “lo técnico”19, para avanzar en una deconstrucción de la
tecnología, que ahora adquiere un lugar central no en las relaciones de producción sino en las de reproducción
simbólica. Las tecnologías de la información y la comunicación como tecnologías blandas, tecnologías del alma,
según Sfez20 o tecnologías de la imagen, plantean grandes interrogantes sobre la función de la “máquinas” en las
sociedades contemporáneas. Unas máquinas que hacen posibles intercambios simbólicos con otros en un tiempo y
un espacio no lineal, no geográfico, sino virtual, reticular, global, que han revertido los lenguajes, las palabras y los
roles de los sujetos dialogantes, y que han introducido elementos de mayor desorden, caos e incertidumbres que
las máquinas exactas de la sociedad industrial.
En suma, las tecnologías digitales han supuesto cambios fundamentales en las formas de escritura lineal y analítica
de la palabra impresa, con sus modalidades del hipertexto, el multimedia, la virtualidad y la redes, y con ello están
contribuyendo a la conformación de un nuevo tipo de pensamiento, denominado por Piscitelli, el pensamiento
sintético21, no tan racional, más intuitivo, abierto y lleno de posibilidades. Lo cual ha conducido a este autor a
plantear la necesidad de comenzar a pensar en una epistemología de la red Internet y de las interfases que
permiten las tecnologías de la información y la comunicación, en las mediaciones que hacen posible entre los
sujetos hablantes.
Es evidente que algunas de las explicaciones que estas tecnologías están requiriendo no podrán ser ofrecidas a
través de los enfoques de las disciplinas científicas tradicionales, cuyos conceptos, categorías y base epistemológica
no podrían dar cuenta de la complejidad del mundo posmoderno y los intercambios significativos que a través de
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dichas tecnologías establecen los hombre entre sí e incluso con las máquinas, como modo de superar la linealidad
del pensamiento y de las formas de conocimiento de la modernidad22.
El pensamiento complejo y la transdiciplinaridad que lo acompaña23 emerge, pues, como el modo de acercamiento
a la realidad actual para entender los cambios, la pérdida de los centros y de los discursos institucionalizados como
verdaderos y en su lugar aparece la inestabilidad de los discursos, la relatividad de las teorías, la inseguridad de lo
sabido, y la diversidad y la diferencia comienzan a pugnar por llegar a ser valores culturales reconocidos.
Todas las incertidumbres, dudas y retos que la sociedad contemporánea le plantea al conocimiento científico no
tiene repuestas únicas y acabadas y están obligando a un replanteo epistemológico en el seno de las diversas
disciplinas científicas y muy especialmente en las de las ciencias sociales.
Es evidente, que con este cambio de época, la comunicación parece ocupar un lugar transversal en todos los
órdenes de la vida social y con ello los problemas del sentido, de las significaciones, del intercambio simbólico.
En consecuencia, el estudio de los procesos de comunicación, de sus bases teóricas, tiene que rescatarse para
ayudar a conformar otras explicaciones, conceptos y categorías que den cuenta de los profundos cambios que
están ocurriendo en la actualidad. Se trata de volver al pensamiento teórico, a la reflexión epistemológica que haga
posible la construcción de una episteme de conocimiento de lo social y lo histórico diferente a la de la modernidad
y su racionalidad instrumental.
Volver a la teoría no significa para nada retornar a un modo de conocimiento contemplativo, alejado de lo real, de
lo histórico, del contexto y de lo cotidiano, sino a un modo de conocimiento que se confronte de forma permanente
con los hechos, con la vida misma y que asume que el hombre con su potencialidad de pensar, conocer y dialogar
es el sujeto protagónico del proceso de conocimiento por encima de los métodos y técnicas institucionalizadas. Un
modo de conocimiento que revalorice los enfoques holísticos, integradores y cualitativos, que proponga opciones
metodológicas más flexibles y adaptables a los cambios del mundo real vivido, para llegar a nuevas combinatorias
y entrecruces de disciplinas que nos ayude a consolidar un pensamiento más heterodoxo que el de la modernidad.
La teoría, en los términos anteriores, actuaría como el espacio de la confrontación con los saberes constituidos y
como guía para la acción de la razón humana en sus formas de interacción con lo real, y a través de sus
conceptualizaciones podría ayudar al cuestionamiento de los conceptos y explicaciones aceptadas, entrando en lo
que Garrido Lecca24 denomina “Juegos de la teoría”, es decir, el poner en una crítica permanente y continua lo
sabido, lo aceptado, lo probado, lo validado para introducir otras combinaciones, otras reglas, donde tenga cabida
lo diferente, lo desigual, las contradicciones entre el saber erudito y el saber popular. Y que además, ubique el
lugar desde el cual se produce el conocimiento como un lugar no “epistémico puro” sino histórico, contextualizado,
como el espacio desde el cual se produce una visión de la realidad que en el entorno posmoderno no es un espacio
geográfico y físico solamente sino globalizado y a la vez localizado, lo cual obliga a entrecruces de enfoques y
posturas que se hacen desde territorios culturales y simbólicos diversos.
Se trata entonces de volver al problema del sujeto en la producción de conocimiento y no de los métodos o los
objetos25 y desde luego ello implica rescatar los enfoques cualitativos más vinculados con el lenguaje y la
producción de sentido, que proviene de diversas racionalidades en distintas culturas26, que nos habla de un
pluralismo epistemológico27 y no de una ciencia racional y lógica universal.
Los desafíos que ese nueva realidad plantea a las ciencias de la comunicación obliga a discutir las bases de este
campo de estudio para dilucidar si somos una ciencia o no, si realmente nuestros conceptos, matrices teóricas y
categorías conforman un núcleo duro de verdades a demostrar, si tenemos un cuerpo consolidado, refutado y
contrastado de teorías, si somos una disciplina clásica, desarrollada o madura de las ciencias sociales o por el
contrario pertenecemos a la que Kuhn denomina ciencias no desarrolladas28, donde no existen consensos básicos
entre los practicantes de la misma.
Responder a algunas o a todas estas interrogantes e incluso alejarnos de ellas por considerarlas falsas preguntas
en este época de incertidumbres posmoderna, requiere fundamentalmente de una reflexión teórica, epistemológica
que nos permita avanzar en la construcción de un pensamiento comunicacional de futuro29.
La reivindicación de la teoría no significa aquí una apología a la mera especulación teórica sino un reconocimiento
de la actividad teórica como una actividad humana, producto de la reflexión de la mente del hombre como
necesidad de pensamiento para la acción social e histórica y para la transformación de su entorno,
independientemente de que en la actualidad las máquinas o tecnologías avanzadas puedan simular o realizar
actividades de pensamiento y cognitivas parecidas a la de las personas.
Si la comunicación se está erigiendo como un lugar estratégico de la política, el poder, lo social, la ética, se vuelve
más prioritario que nunca la discusión teórica en el seno de las denominadas ciencias de la comunicación, que nos
permita avanzar en la producción de un conocimiento que de cuenta de las desafíos que representan los avances
en las comunicaciones digitales, virtuales y de las nanotecnologías y las transformaciones que se producen en la
actualidad de los modos de conocer, comunicar e intercambiar del sujeto contemporáneo. Habría pues que
comenzar a pensar en la teorización de los procesos de mediación que permiten las computadoras y las redes y en
cómo ello alteraría los esquemas de emisor/receptor de los paradigmas de comunicación de la modernidad, dando
lugar a diversos procesos de comunicación mediados ente emisores/receptores, entre receptores/receptores, entre
receptores/máquinas y emisores/máquinas.
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La búsqueda y producción de nuevas conceptualizaciones, de nuevas matrices teóricas o mapas cognitivos en las
ciencias de la comunicación, es necesariamente una actividad teórica, que implica una reflexión sobre la realidad
contemporánea, sobre sus datos y sus manifestaciones contextuales cuyo producto de conocimiento no es más que
una configuración teórica de la realidad realizada por un sujeto que conoce y que lo hace movido por unas dudas,
interrogantes que la misma realidad le despierta y en un contexto y tiempo histórico determinados, con lo cual
queda claro que no puede haber teorías definitivas, ni universales, válidas para todos los momentos y para todos
los lugares, por lo que resulta indispensable la actividad teórica, de reflexión crítica permanente como modo de
recrear la realidad cambiante sobre todo en este inicio de siglo.
En virtud de los fuertes desafíos que la posmodernidad presenta para las ciencias sociales, la actividad de producir
o generar teorías es fundamental, y generar teoría significa que los conceptos no solo vienen de los datos sino que
son sistemáticamente trabajos en relación con ellos. Por eso no se trata de partir de una teoría ya constituida para
probarla o validarla sino de abordar un campo de estudio para que surja lo relevante30 y a partir de allí construir
teorías.
En consecuencia, para poder avanzar en una discusión sobre el papel estratégico que en la actualidad tienen las
ciencias humanas y con ellas las de la comunicación, para comprender y dar cuenta de los cambios de sensibilidad,
de pensamiento del mundo contemporáneo, resulta prioritario comenzar a abordar la realidad mediante una
reconstrucción conceptual de los postulados que han sustentado las teorías dominantes a modo de poder construir
otros más adecuados para comprender la incertidumbre y la complejidad que hoy nos acompaña en nuestra vida
en sociedad.
CONCLUSIONES
Si bien es cierto que la modernidad con su idea del progreso de la técnica y la ciencia alejó al hombre occidental
del pensamiento metafísico y religioso e instauró un miedo a pensar desde las subjetividades, el sentido y las
emociones, y con ello inauguró una nueva epistemología: la del conocimiento científico como única fuente de
verdad; también es cierto que presentó contradicciones, las cuales fueron más evidentes en la medida que
avanzaba el desarrollo científico y tecnológico.
De manera que la modernidad toca fondo en la segunda mitad del Siglo XX, cuando se produce un
desencantamiento por el progreso científico más avanzado y sus potencialidades para mejorar el mundo del
hombre. Se pone en entredicho los grandes relatos de las disciplinas científicas y con ello a los paradigmas de las
Ciencias Sociales.
Surge así, en la década de los ochenta, un movimiento cultural, epistemológico y filosófico, el posmodernismo, el
cual plantea la necesidad de realizar un proceso de de construcción de la racionalidad moderna en crisis, mediante
el estudio del Lenguaje, las relaciones culturales y significativas que tienen lugar entre los sujetos sociales. Emerge
con ello el pensamiento complejo y la transdiciplinaridad que lo acompaña como forma de acercamiento a la
realidad cambiante, insegura y a la pérdida de los centros.
Frente a esa realidad resulta más urgente que nunca volver a la teoría como forma de crítica permanente, de
confrontar los conceptos constituidos, las bases de la ciencias, especialmente de la comunicación, a lo real, a la
vida del sujeto, para ajustarlas a lo que está ocurriendo actualmente sobre todo a partir de las tecnologías digitales
y de los modos de interacción que ellas hacen posible.
Es prioritario también revalorizar los enfoques integradores, cualitativos y holísticos y entender que el conocimiento
no se produce desde un lugar epistémico puro, que los discursos científicos como tales son producción de sentido y
por ende pueden provenir de distintas racionalidades y de distintas culturales, ya que no son universales, ni
ahistóricos.
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25 SAINTOUT, F (2003). Ob. cit. p.162.
26 PÉREZ-ESTÉVEZ, A (2005). Art. cit. p.126.
Av. 4 Bella Vista con calle 74, Edificio FUNDALUZ, Pisos 10 y 4. Maracaibo, Estado Zulia. Venezuela.
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