El Kari Kari
El Kari Kari
El Kari Kari
August constitutes the most relevant sacrificial time on the Aymara plateau
in Bolivia, where the ceremonial gifts, waxt'as and bloody wilanchas. Together with
some mythical characters, codify a kind of ritual violence that refers to a long
standing historical perception, related to both time and space of the ceremony and
at the same time, contribute to the definition of the cultural identity of
contemporary Aymara societies.
sarrollo del nuevo ciclo agrícola, que no falte la lluvia, que los cultivos crezcan y
extiendan sus tonos multicolores en los meses de febrero y marzo, que el envidioso
granizo no baile sobre las calaminas ni golpee las sementeras, que se vaya a otras
comunidades, junto con la escarcha y la helada, sus flojos hermanos, a robar el
fruto del trabajo humano. Todo depende del éxito de la ofrenda ceremonial, de la
elaboración correcta y específica de los platos rituales, de la abundancia y calidad
de las aspersiones ceremoniales y, por supuesto, de la acertada solicitud del
oficiante ceremonial quien debe conocer las aficiones culinarias rituales de sus
comensales sagrados y rogar por los intereses de sus representados con la
apropiada cortesía2.
En tiempo de agosto son varias las manifestaciones rituales aymaras que incluyen
diferentes oblaciones de sacrificio tanto cruentas como incruentas; tal vez, la más
conocida sea la waxt´a o mesa que he comentado anteriormente, con una
presencia extensa y amplia en las diferentes poblaciones andinas. Junto a la waxt
´a y en ocasiones complementándola se produce en los sectores ganaderos del
altiplano, con presencia de camélidos de altura, la wilancha o sacrificio de sangre
de alguna llama o alpaca, preferentemente3. De igual forma, la wilancha presenta
un acusado reconocimiento en contextos mineros para festejar el primero de
agosto. Si atendemos a las narraciones orales que implican, desde la perspectiva
aymara, a los seres cuya presencia en el altiplano y cuya interacción con sus
pobladores se circunscribe de manera explícita aunque no excluyente al mes de
agosto, podemos aventurar otras manifestaciones de violencia ceremonial que no
afectan tan sólo a elementos rituales inocuos, sino a los propios seres humanos.
Los propios cuerpos físicos de los pobladores aymaras son violentados en esta
época por parte de varios personajes que acentúan sus correrías en este tiempo
ceremonial4 (Fernández 1998a); uno de ellos aparece recorriendo el altiplano
buscando víctimas a las que extraer grasa y sangre, es el kharisiri. Los materiales
etnográficos que voy a presentar proceden tanto de comunidades aymaras de la
Provincia Omasuyos, próximas al Lago Titicaca, como de la Provincia Ingavi del
Departamento de La Paz.
Kharisiri
Al empleo tradicional del cuchillo propio del degollador que aparece en los relatos
de Morote (1988), le ha seguido una modernización tecnológica, que no hace sino
reflejar la presión de la modernidad sobre las comunidades aymaras, en lo que a
los útiles del kharisiri se refiere; de esta forma se le achaca el empleo de máquinas,
tales como cámaras fotográficas, grabadoras o jeringas con las que extrae el sebo,
o mucho más fácilmente la sangre de sus víctimas (Fernández 1999; Wachtel
1997).
Los kharisiris actúan durante todo el año, pero con especial incidencia, como hemos
dicho, en agosto, particularmente la víspera del primero de agosto (Mendoza
1978:54), momento en que la tierra se abre. El primero de agosto, justo en el
momento en el que la sangre de los campesinos es de mejor calidad, dada la
variedad alimenticia que se consigue tras la cosecha, así como el mundo aparece
abierto y expuesto a las características del pasado, el cuerpo de los seres humanos
es violentado y abierto por las mañas del kharisiri extrayendo lo que debe
permanecer oculto, la grasa y la sangre.