06 La Psicologia Social Como Critica de La Vida Cotidiana

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La psicología social como crítica de la vida cotidiana


Ana P. de Quiroga

La línea que vamos a comenzar a desarrollar es: la Psicología Social como crítica
de la vida cotidiana; la Psicología Social como análisis de nosotros, sujetos, en nuestras
condiciones concretas de existencia.
El pensamiento de Pichon-Rivière se inscribe en una corriente que plantea que el
punto de partida de toda ciencia social, y de toda reflexión psicológica en consecuencia,
no puede ser otro que los hombres concretos.
El primer objeto de la realidad a explorar —desde esta perspectiva— son los
sujetos de los procesos psíquicos, los sujetos del comportamiento, los hombres inmersos
en lo que es su vida cotidiana, lo que constituye sus condiciones concretas de existencia:
un hábitat, un espacio, una organización social determinada, una determinada estructura
familiar, una determinada modalidad de producir, una cultura.
¿Qué es lo más inmediato, lo más concreto y lo más esencial para nosotros,
sujetos del comportamiento, sujetos de los procesos psíquicos? Que somos seres vivos, y
en consecuencia seres de necesidades en un intercambio permanente con el medio. La
característica del ser vivo es estar incluido en una unidad indisoluble con el contexto o
medio. Esta es una ley general para todo organismo vivo, ya sea una ameba o un
mamífero. Pero al hablar de los sujetos de esos muy complejos procesos a los que
llamamos psiquismo, al hablar del sujeto de la representación, del sujeto del pensamiento
o del sujeto del lenguaje, al hablar de aquel que construye su subjetividad, su interioridad,
como un mundo, como un sistema que reconstruye fantaseadamente la realidad externa,
al hablar de aquel ser que puede elaborar teorías científicas, que puede conocer y
transformar la realidad externa e interna, es decir, al hablar del sujeto humano, estamos
hablando de un ser que posee una organización biológica particular a la que llegó en un
proceso evolutivo ¿Qué determina esa organización biológica que nos es propia como
seres humanos? Que nuestra vida, nuestra existencia material dependa de que
establezcamos relaciones con otros hombres y con la naturaleza. La forma particular que
en el ser humano —como ser vivo— reviste la relación organismo-medio le implica
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relacionarse a partir de necesidades primarias (por ejemplo, el alimento, el abrigo, la


sexualidad) para que cooperando se actúe sobre la naturaleza por medio del trabajo.
¿Qué es el trabajo? Es una acción previamente planificada y social. Esto es lo que
hace distinto al trabajo humano del trabajo animal. Porque hay animales que realizan un
trabajo (las abejas, las hormigas, las arañas, etc.), pero ese trabajo no es previamente
diseñado sino que es instintivo, mecánico. En el hombre eso es diferente. Hay una
estrategia de trabajo que se diseña previamente en la mente de quien trabaja.
En ese operar sobre la naturaleza se producen los objetos destinados a satisfacer
las necesidades vitales. Dicho de otra manera, el hecho más esencial, más inmediato y
más significativo de lo humano, y lo que en consecuencia se constituye en el punto, de
partida de toda ciencia del hombre, es que hoy —como en el comienzo de la historia—
los hombres producen y reproducen su vida en una doble relación: con la naturaleza y con
los otros hombres. Y la producen a partir de una acción planificada y consciente a la que
se denomina trabajo.
¿Por qué este es el punto de partida necesario de toda ciencia del hombre?
Porque este hecho inmediato y esencial que es constitutivo de lo humano, es
también el más eficaz, el más determinante por la importancia y complejidad de sus
efectos.
La producción social de la vida, en esa doble relación con los otros hombres y con
la naturaleza, no solo determina la vida en su posibilidad sino que la determina en sus
formas. Las formas concretas que reviste nuestra vida están directamente relacionadas
con las modalidades o con las formas en que la existencia material se produce y
reproduce.
¿Qué determina las formas de nuestra vida? El qué producimos, el cómo
producimos, con qué medios, qué instrumentos utilizamos. Cómo nos insertamos en el
proceso productivo, cómo se distribuye socialmente lo que socialmente se produce. Y qué
relación guarda lo que se produce y el cómo se distribuye lo que se produce con las
necesidades de los hombres que constituyen una organización social.
Vamos a tentar un ejemplo para ver de qué manera la forma en que se produce, lo
que se produce, los instrumentos y el cómo se distribuye determinan formas de vida.
Pensemos en un indio mapuche. Un indio mapuche vive en comunidad en la zona de la
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precordillera. ¿Qué produce normalmente? Suele ser pastor o tejedor. Si es tejedor, un


telar rústico, muy primitivo, es su instrumento de producción. Pensemos en un técnico de
la empresa Ford, en un diseñador de máquinas electrónicas, un obrero textil de una gran
planta de Buenos Aires, o un pelador de caña en Tucumán. Todos estos sujetos,
productores, forman parte de un mismo pueblo, son todos argentinos, de una misma
formación histórico-social, sin embargo su interpretación de la realidad, sus emociones,
sus pautas de conducta, su posición ante la vida y la muerte, ante la salud y la
enfermedad, su significación del sexo, su manejo del tiempo, todo eso es diferente. Lo
que entienden por diversión es diferente, su sensibilidad artística es diferente. Y esas
diferencias, ¿de dónde surgen? De sus distintas condiciones vitales, de sus distintas
cotidianidades, ya que producen su vida y la reproducen (se organizan familiarmente) con
modalidades distintas. Porque se insertan de formas diferentes en el proceso productivo.
Y porque reciben una parte diferente de la producción social.
Entonces, a riesgo de ser redundantes vamos a insistir en esta hipótesis e intentar
fundamentarla: que la producción es la condición de la vida y en consecuencia es la
condición última de emergencia, de posibilidad de los procesos psíquicos, condición
última de la subjetividad.
La producción implicó el establecimiento de relaciones direccionales, implicó el
establecimiento de procesos de comunicación. El tener que accionar sobre la naturaleza
transformándola en el trabajo, y en tanto lo hacía con otros, ya que el hombre no puede
abordar individualmente la naturaleza porque su condición de supervivencia es el grupo
—de allí decimos que el grupo es un hecho vigente desde el comienzo de la historia,
aunque se haya podido conceptualizar el grupo solo muchos milenios después—, el tener
que modificar activamente la naturaleza, primero como recolector o como cazador y
luego como agricultor y pastor, el tener que arrancar a la naturaleza los bienes necesarios
para la vida, determinó que surgieran, desde la necesidad, sistemas de comunicación.
Ese animal que trabaja inteligentemente, planificadamente, el hombre, comienza
un desarrollo evolutivo que es cualitativamente diferente de todas las otras especies.
Comienza a interiorizar sus acciones, es decir, empiezan a quedar inscriptas en él sus
experiencias, transformándose en representación, en pensamiento, en lenguaje. Y desde
ese asociarse, desde ese modificar el medio, se van dando al mismo tiempo, en forma
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dialéctica y en el desarrollo de millones de años, modificaciones biológicas: la oposición


del pulgar y el desarrollo de la corteza cerebral, que es el que hace posible este nivel de
procesos psíquicos.
Cuando decimos —siguiendo a Piaget— que el pensamiento es acción
interiorizada, hacemos referencia a que no hay actividad psíquica desvinculada de la
experiencia concreta del sujeto, es decir, de su práctica, de sus relaciones reales. Y esto es
válido en lo evolutivo de la especie y en lo evolutivo individual, porque este planteo lo
hace Piaget analizando el desarrollo del pensamiento en el niño.
No hay procesos y contenidos psíquicos que no estén determinados desde las
condiciones concretas de existencia. Son las experiencias concretas, la acción, la práctica,
las que determinan la subjetividad, y no viceversa. Esto en la génesis, porque una vez que
está constituido el psiquismo hay un interjuego entre pensamiento, representación y
acción. En última instancia, son las formas de producción, las experiencias, las que
determinan la representación y el pensamiento porque estos son experiencia procesada y
elaborada.
Este planteo rompe con el mito de lo «natural», de las condiciones naturales de
tales o cuales sujetos. Uno de los mitos con mayor significación en lo ideológico, porque
sobre la base de lo natural se ha justificado la opresión y el relegar a muchos sectores; por
ejemplo, los indígenas podrían ser considerados «naturalmente» menos inteligentes y
menos dotados; las mujeres y los niños, clases sociales, etcétera.
Se compara a los chicos de hace 30 años con los de ahora. ¿Qué se dice? «Son mis
despiertos pero son menos imaginativos». ¿Qué diferencia hay entre un chico actual y un
chico de hace 30 años? Las experiencias que viven son diferentes. Hay una serie de
informaciones y de experiencias que no se daban antes, por ejemplo, ese instrumento que
es la televisión, el desarrollo de los medios de comunicación masiva, el tipo de juguetes,
y el tipo de experiencia que la humanidad ha realizado y que los chicos incorporan. Hay
gente que dice: «Yo cuando era chico leía y vos no leés». O: «Yo me arreglaba con un
tachito...» Y es cierto, había un despliegue imaginativo que no era mayor ni menor sino
diferente, desde experiencias diferentes. La lectura hoy está sustituida en muchísimos
aspectos por la imagen y por la información de ese medio que es la televisión.
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Si decíamos que no hay actividad psíquica desvinculada de la experiencia


concreta del sujeto, un chico de clase popular que debe ingresar muy tempranamente al
proceso productivo tiene una mayor capacidad clasificatoria que un chica que no trabaja,
porque su experiencia lo lleva a un proceso de aprendizaje más acelerado, aunque en
otros aspectos pueda tener diferencias en relación a un chico de otra clase y de un núcleo
urbano. O un chico del campo tiene un manejo diferente del espacio que uno de la ciudad.
Distintas formas de pensamiento surgen desde distintas experiencias. Pensemos en la
adolescencia. ¿Qué es la adolescencia? Es un complejísimo proceso psicológico pero está
íntimamente ligado a experiencias sociales. Hay organizaciones sociales donde la
adolescencia no existe. Hay un pasaje de la infancia a la adultez. Se llega a la pubertad,
hay una maduración biológica y se ingresa al mundo adulto sin pasar por esa muy
compleja etapa de transición. Hay clases sociales donde la adolescencia además es muy
diferente. En el campo tiene matices muy diferentes que en la dudad.
Entonces, si son sus condiciones concretas de existencia las que determinan a los
sujetos, quizá pueda entenderse por qué la Psicología Social se define como crítica de la
vida cotidiana. ¿Qué es crítica de la vida cotidiana? Es el análisis objetivo, científico de
esas condiciones concretas. Es el análisis de las formas en que en cada formación social
concreta se organiza materialmente la experiencia de los sujetos, determinándose así el
interjuego fundante para la constitución de la subjetiviciad, entre necesidad y satisfacción
vincular social de esa necesidad. Podemos decir que la crítica de la vida cotidiana es el
análisis del destino de las necesidades de los hombres en una estructura social
determinada.
Desde allí la Psicología Social se inscribe en la crítica de la cotidianidad, que es
una corriente de pensamiento más amplia que abarcaría a todas las ciencias sociales, y se
inscribe como crítica del vínculo. Porque es el vínculo, esa relación social, elemental y
primaria, el ámbito en el que, de forma más inmediata, se manifiestan las necesidades de
los sujetos y cumplen su destino social de gratificación o frustración. El vínculo es el
ámbito en el que se actualizan las respuestas socialmente pautadas para las necesidades
de los sujetos.
No se agota allí la Psicología Social, porque comprender el vínculo y comprender
al sujeto implica una comprensión de las múltiples implicancias que hay en la relación
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sujeto-contexto social. Cuando hacemos un análisis de la cotidianidad desde una


perspectiva psicológica enriquecemos la crítica de la vida cotidiana porque esto nos
permite indagar cuáles son los mecanismos por los cuales cada sistema social produce los
sujetos que son aptos para su continuidad y su desarrollo. El análisis de la vida cotidiana
en una organización social concreta nos permite descubrir el proyecto que subyace y que
organiza al proceso de socialización.
Hasta aquí nos manejamos con un término que no hemos aclarado suficientemente
en su sentido específico: ¿qué es cotidianidad?, ¿qué es vida cotidiana? Podemos hacer
una primera aproximación en el espacio y el tiempo en que se manifiestan en forma
inmediata y directa las relaciones que los hombres establecen entre sí y con la naturaleza
en función de sus necesidades, configurándose así lo que hemos denominado sus
condiciones concretas de existencia.
Cotidianidad es la manifestación inmediata, en un tiempo, con un ritmo, en un
espacio, de las complejas relaciones sociales que regulan la vida de los hombres en una
época histórica determinada. Trabajar en una oficina, encender un televisor, comprar un
cassette y escucharlo son acontecimientos de la vida cotidiana que nos permiten una
experiencia directa y fragmentada de la complejidad de las relaciones sociales en las que
estamos inmersos. Estos hechos no están mostrando en su complejidad estas relaciones
sino una parte, un aspecto; hay que investigar para entender lo que subyace a los hechos
cotidianos.
A cada época histórica y a cada organización social le corresponde un tipo de vida
cotidiana, ya que en cada época histórica y en cada organización social se da distinto tipo
de relaciones con la naturaleza y los otros hombres. Para el hombre de la época feudal era
natural y cotidiano, autoevidente, no tenía por qué ser interrogado, que parte de su
producción —y en realidad la parte más importante— se entregara a su señor, porque él
era parte de la tierra que pertenecía a ese señor. Él no era libre de buscar trabajo en otro
territorio y eso lo tomaba como un hecho natural, no requería explicaciones. Era también
un hecho natural que el señor en muchos sitios ejerciera lo que se llamaba el derecho de
pernada, el derecho que tenía el señor feudal de ser el primero en tener relaciones
sexuales con las mujeres hijas de sus siervos.
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Hoy es natural, cotidiano, que cuando un hombre o una mujer necesita dinero
ofrece su trabajo libremente (es decir, dispone de su posibilidad de trabajar) a un posible
patrón, a una empresa, el que lo va a tomar o no de acuerdo a sus necesidades. Esto es
para nosotros natural, pertenece a nuestra cotidianidad, lo tomamos como natural y
autoevidente, como en una época fue también natural que hubiera esclavos y amos.
Podríamos caracterizar también la vida cotidiana como un modo de organización
material y social de la experiencia humana en un contexto histórico-social determinado:
en el esclavismo, en el feudalismo, en el capitalismo, etcétera.
¿Qué subyace a la vida cotidiana? Subyacen las relaciones que los hombres
guardan con sus necesidades en cada organización social. Subyace el modo del
reconocimiento de las necesidades, cómo se definen las necesidades, cómo se codifican,
las posibilidades y las modalidades de satisfacerlas y las metas que son socialmente
disponibles. Esto es el secreto y la sustancia de la vida cotidiana.
Entonces, la vida cotidiana, eso que parece tan banal, como manifestación o
expresión inmediata del orden social e histórico determina, en tanto está organizando,
nuestra experiencia, la vida y la historia de cada uno de nosotros. Es el horizonte de
nuestra experiencia, el ámbito y el escenario de la determinación social de nuestras
necesidades.
¿Cómo experimentamos nosotros la vida cotidiana? ¿Qué hechos la constituyen?
En principio podríamos decir que la vida cotidiana se manifiesta como un conjunto
heterogéneo y multitudinario de hechos, actos, objetos, relaciones, actividades que se nos
presentan en forma «dramática», es decir, como acción, como mundo en movimiento.
Estos hechos, estos objetos son de muy difícil clasificación, pero tienen en común
que en ellos toma cuerpo, se manifiesta, aunque fragmentariamente, la organización
social de la relación entre necesidad y satisfacción. Por ejemplo, el que nosotros a la
mañana, cuando nos tenemos que vestir, para saber si hace calor o frío en vez de salir
afuera y mirar prendamos la radio y nos digan «sensación térmica tanto» y entonces
veamos qué cantidad de ropa nos ponemos, remite a la manera en que se articula la
relación necesidad-satisfacción en esta formación social concreta.
Constituyen la cotidianidad la familia en que nacimos, la familia que
constituimos, la revista o el diario que leemos, la televisión, el cine, el teatro, el tipo de
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comida que cocinamos, el tipo de casa en la que habitamos, las alternativas de la moda,
los medios de transporte, nuestra economía, el deporte, el arte que nos emociona, el tipo
de relaciones sexuales que mantenemos.
Vida cotidiana es la forma de desenvolvimiento que adquiere día tras día nuestra
historia individual. Implica reiteración sistemática de acciones vitales, en una distribución
diaria del tiempo, del latín quo tidie que quiere decir «cada día». Por eso decimos que
cotidianidad es espacio, tiempo y ritmo.
Se organiza alrededor de la experiencia, de la acción, del aquí de mi cuerpo y del
ahora de mi presente. La vida cotidiana nos muestra un mundo subjetivo, que yo
experimento, pero a la vez ese mundo es intersubjetivo, social y compartido, porque es un
mundo que vivo con otros.
Hemos insistido que la vida cotidiana es predominantemente experiencia de
acción. Podríamos decir que en esa particular organización de tiempo y espacio que es lo
cotidiano el modo de vivir se transforma en un mecanismo irreflexivo y no consciente de
acción. Vivimos realizando permanentemente acciones sobre las que no nos
interrogamos. En la vida cotidiana en tanto está instalado este mecanismo irreflexivo, los
fenómenos que la constituyen no son examinados. Uno de los rasgos de lo cotidiano es
que los hechos se aceptan como parte de un todo conocido, autoevidente, como lo que
simplemente es. Los hechos y fenómenos en los que nos sumergirnos día a día se nos
presentan como algo que no tiene sentido ni cuestionar ni problematizar. Quién va a
preguntarse por qué comemos este tipo de comidas, por qué utilizamos este tipo de
instrumento, por qué vivimos en este tipo de hábitat. Vivimos sencillamente así, sin
cuestionarlo. Esos hechos no requerirían verificación alguna, constituyen lo real por
excelencia.
¿De dónde surge esta valoración de lo cotidiano como lo autoevidente e
incuestionable? De un sistema social de representaciones o ideología que interpreta lo
cotidiano y desde esa forma de interpretarlo como «lo natural» lo encubre y lo vela. Lo
distorsiona en tanto lo muestra como «la realidad», como lo que no tiene sentido alguno
cuestionar. Desde el sistema social de representaciones se mitifica lo cotidiano. ¿Por qué?
Porque se oculta —desde determinados intereses— su esencia social, su carácter de
manifestación concreta de las relaciones sociales.
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¿Cómo se da el encubrimiento? ¿Cómo se da la distorsión? A través de un


mecanismo que es típico de la ideología dominante: desde la naturalización. La vida
cotidiana constituye desde esa ideología, desde el mito, un orden natural, preestablecido e
inmodificable que no debe ser cuestionado, que no debe ser interrogado. Nosotros
vivimos lo cotidiano con una familiaridad acrítica, con una ilusión de conocimiento de lo
cotidiano que solo es desconocimiento. Lo que nos es familiar, cercano, inmediato, no se
constituye por esa mera cercanía en lo más conocido. Lo obvio puede ser lo más
desconocido. Desde esta familiaridad acrítica es que no nos interrogamos, por ejemplo
por el fútbol, la prensa, el consumo. por qué esta organización familiar y no otra. Desde
allí la apariencia se identifica con lo real absoluto y lo esencial suele quedar oculto.
Podríamos decir que en la cotidianidad las relaciones sociales se manifiestan y se
acallan. Se manifiestan en los hechos y se ocultan en la representación social de los
hechos. Fragmentariamente la realidad de las relaciones sociales se manifiesta en hechos
concretos, pero la representación social de esos hechos como «la realidad absoluta»,
«natural», «incuestionable», «es así y no puede ser de otra manera», oculta la verdadera
esencia de esa vida cotidiana.
¿Qué es la crítica de la vida cotidiana? Crítica en sentido estricto es un análisis
objetivo. Es analizar un hecho, examinado; lo que sería opuesto a la actitud ingenua. Es
plantearse un interpelar a los hechos, un problematizar a los hechos, aun a lo obvio. Una
consecuencia de la crítica es la desmitificación, la ruptura de los mitos, la superación de
ilusiones o ficciones en relación a los hechos. La crítica es un interrogar a los fenómenos
y las relaciones, en la búsqueda de sus leyes internas, de su esencia.
¿Cómo se realiza la crítica de la vida cotidiana? En primer lugar,
experimentándola, viviéndola, ya que la práctica se constituye como primer momento de
todo proceso de conocimiento. En segundo término estableciendo una ruptura con la
familiaridad acrítica, con el mito de lo natural, con el sistema de representaciones que la
muestra como lo autoevidente, lo real por excelencia. Desde la perspectiva específica de
la Psicología Social la crítica de la vida cotidiana implicará el estudio de las leyes
objetivas que rigen, en cada formación social concreta, la emergencia y decodificación
de las necesidades de los hombres, la organización y las modalidades de respuesta
social y vincular a esas necesidades en cada estructura internacional.
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Si bien la familiaridad acrítica y el mito han acompañado históricamente a la vida


cotidiana, también es cierto que se ha planteado históricamente y desde distintas
modalidades del conocimiento, la crítica de la cotidianidad. En particular esto ha sido
realizado desde la ciencia, el arte y la política.
El arte es una de las formas de crítica de lo cotidiano. El arte es una forma de
conocimiento, de exploración y transformación da la realidad en tanto plantea
modificaciones a aquellos que se comunican con la obra de arte.
La producción artística alude a las múltiples formas de la realidad con un código,
con un lenguaje que le es propio y que provoca en quien se acerca a esa producción
artística un tipo particular de vivencia que es la vivencia estética. El arte alude a lo real y
desde su lenguaje particular ilumina la realidad.
Hay producciones artísticas que son absolutamente reproductoras del mito de lo
natural, que no exploran la realidad. Pero hay otras que revelan una intención exploratoria
y desmitificadora de la vida cotidiana. Se centran en ciertos hechos de la vida cotidiana y
los esclarecen. ¿Cómo lo hacen? Introducen una ruptura entre la cotidianidad y la
representación familiar. Ese arte representa a lo cotidiano de una manera que es
contradictoria con esa familiaridad que encubre. Desde allí devela, desenmascara porque
introduce el asombro, los interrogantes, abre un espacio para comprender, pensar,
reflexionar. El artista, en esos casos, no es descriptivo sino que está interpelando a los
hechos.
Chaplin es un modelo de artista que hace una crítica de la vida cotidiana. Su
personaje «Carlitos» es un hombre que no está familiarizado con los objetos y los valores
que todos los demás consideran naturales y evidentes. En Tiempos modernos arrancamos
con esa imagen inicial que son las ovejas subiendo por la escalera del subterráneo. El
trabajo fabril, la línea de montaje. Aparece desde el protagonista el hombre perdido en el
mundo de la automación. Son imágenes que rompen con la familiaridad y nos remiten,
reflexivamente, a nuestra vida cotidiana. El instrumento crítico de Chapen es la imagen
visual y el humor, y desde allí se abre la posibilidad de reflexión.

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