06 La Psicologia Social Como Critica de La Vida Cotidiana
06 La Psicologia Social Como Critica de La Vida Cotidiana
06 La Psicologia Social Como Critica de La Vida Cotidiana
La línea que vamos a comenzar a desarrollar es: la Psicología Social como crítica
de la vida cotidiana; la Psicología Social como análisis de nosotros, sujetos, en nuestras
condiciones concretas de existencia.
El pensamiento de Pichon-Rivière se inscribe en una corriente que plantea que el
punto de partida de toda ciencia social, y de toda reflexión psicológica en consecuencia,
no puede ser otro que los hombres concretos.
El primer objeto de la realidad a explorar —desde esta perspectiva— son los
sujetos de los procesos psíquicos, los sujetos del comportamiento, los hombres inmersos
en lo que es su vida cotidiana, lo que constituye sus condiciones concretas de existencia:
un hábitat, un espacio, una organización social determinada, una determinada estructura
familiar, una determinada modalidad de producir, una cultura.
¿Qué es lo más inmediato, lo más concreto y lo más esencial para nosotros,
sujetos del comportamiento, sujetos de los procesos psíquicos? Que somos seres vivos, y
en consecuencia seres de necesidades en un intercambio permanente con el medio. La
característica del ser vivo es estar incluido en una unidad indisoluble con el contexto o
medio. Esta es una ley general para todo organismo vivo, ya sea una ameba o un
mamífero. Pero al hablar de los sujetos de esos muy complejos procesos a los que
llamamos psiquismo, al hablar del sujeto de la representación, del sujeto del pensamiento
o del sujeto del lenguaje, al hablar de aquel que construye su subjetividad, su interioridad,
como un mundo, como un sistema que reconstruye fantaseadamente la realidad externa,
al hablar de aquel ser que puede elaborar teorías científicas, que puede conocer y
transformar la realidad externa e interna, es decir, al hablar del sujeto humano, estamos
hablando de un ser que posee una organización biológica particular a la que llegó en un
proceso evolutivo ¿Qué determina esa organización biológica que nos es propia como
seres humanos? Que nuestra vida, nuestra existencia material dependa de que
establezcamos relaciones con otros hombres y con la naturaleza. La forma particular que
en el ser humano —como ser vivo— reviste la relación organismo-medio le implica
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Hoy es natural, cotidiano, que cuando un hombre o una mujer necesita dinero
ofrece su trabajo libremente (es decir, dispone de su posibilidad de trabajar) a un posible
patrón, a una empresa, el que lo va a tomar o no de acuerdo a sus necesidades. Esto es
para nosotros natural, pertenece a nuestra cotidianidad, lo tomamos como natural y
autoevidente, como en una época fue también natural que hubiera esclavos y amos.
Podríamos caracterizar también la vida cotidiana como un modo de organización
material y social de la experiencia humana en un contexto histórico-social determinado:
en el esclavismo, en el feudalismo, en el capitalismo, etcétera.
¿Qué subyace a la vida cotidiana? Subyacen las relaciones que los hombres
guardan con sus necesidades en cada organización social. Subyace el modo del
reconocimiento de las necesidades, cómo se definen las necesidades, cómo se codifican,
las posibilidades y las modalidades de satisfacerlas y las metas que son socialmente
disponibles. Esto es el secreto y la sustancia de la vida cotidiana.
Entonces, la vida cotidiana, eso que parece tan banal, como manifestación o
expresión inmediata del orden social e histórico determina, en tanto está organizando,
nuestra experiencia, la vida y la historia de cada uno de nosotros. Es el horizonte de
nuestra experiencia, el ámbito y el escenario de la determinación social de nuestras
necesidades.
¿Cómo experimentamos nosotros la vida cotidiana? ¿Qué hechos la constituyen?
En principio podríamos decir que la vida cotidiana se manifiesta como un conjunto
heterogéneo y multitudinario de hechos, actos, objetos, relaciones, actividades que se nos
presentan en forma «dramática», es decir, como acción, como mundo en movimiento.
Estos hechos, estos objetos son de muy difícil clasificación, pero tienen en común
que en ellos toma cuerpo, se manifiesta, aunque fragmentariamente, la organización
social de la relación entre necesidad y satisfacción. Por ejemplo, el que nosotros a la
mañana, cuando nos tenemos que vestir, para saber si hace calor o frío en vez de salir
afuera y mirar prendamos la radio y nos digan «sensación térmica tanto» y entonces
veamos qué cantidad de ropa nos ponemos, remite a la manera en que se articula la
relación necesidad-satisfacción en esta formación social concreta.
Constituyen la cotidianidad la familia en que nacimos, la familia que
constituimos, la revista o el diario que leemos, la televisión, el cine, el teatro, el tipo de
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comida que cocinamos, el tipo de casa en la que habitamos, las alternativas de la moda,
los medios de transporte, nuestra economía, el deporte, el arte que nos emociona, el tipo
de relaciones sexuales que mantenemos.
Vida cotidiana es la forma de desenvolvimiento que adquiere día tras día nuestra
historia individual. Implica reiteración sistemática de acciones vitales, en una distribución
diaria del tiempo, del latín quo tidie que quiere decir «cada día». Por eso decimos que
cotidianidad es espacio, tiempo y ritmo.
Se organiza alrededor de la experiencia, de la acción, del aquí de mi cuerpo y del
ahora de mi presente. La vida cotidiana nos muestra un mundo subjetivo, que yo
experimento, pero a la vez ese mundo es intersubjetivo, social y compartido, porque es un
mundo que vivo con otros.
Hemos insistido que la vida cotidiana es predominantemente experiencia de
acción. Podríamos decir que en esa particular organización de tiempo y espacio que es lo
cotidiano el modo de vivir se transforma en un mecanismo irreflexivo y no consciente de
acción. Vivimos realizando permanentemente acciones sobre las que no nos
interrogamos. En la vida cotidiana en tanto está instalado este mecanismo irreflexivo, los
fenómenos que la constituyen no son examinados. Uno de los rasgos de lo cotidiano es
que los hechos se aceptan como parte de un todo conocido, autoevidente, como lo que
simplemente es. Los hechos y fenómenos en los que nos sumergirnos día a día se nos
presentan como algo que no tiene sentido ni cuestionar ni problematizar. Quién va a
preguntarse por qué comemos este tipo de comidas, por qué utilizamos este tipo de
instrumento, por qué vivimos en este tipo de hábitat. Vivimos sencillamente así, sin
cuestionarlo. Esos hechos no requerirían verificación alguna, constituyen lo real por
excelencia.
¿De dónde surge esta valoración de lo cotidiano como lo autoevidente e
incuestionable? De un sistema social de representaciones o ideología que interpreta lo
cotidiano y desde esa forma de interpretarlo como «lo natural» lo encubre y lo vela. Lo
distorsiona en tanto lo muestra como «la realidad», como lo que no tiene sentido alguno
cuestionar. Desde el sistema social de representaciones se mitifica lo cotidiano. ¿Por qué?
Porque se oculta —desde determinados intereses— su esencia social, su carácter de
manifestación concreta de las relaciones sociales.
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