Familias Inmigrantes y Escuela Desencuentros Estra
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Resumen
Este artículo analiza las formas de entender y valorar la participación de las familias de origen inmigran-
te en los procesos educativos de sus hijos e hijas, con especial referencia a las familias de origen marro-
quí, y sus estrategias para el éxito en el marco de los proyectos migratorios, aportando evidencias sobre
los desencuentros y las dificultades específicas que emergen desde los primeros contactos con los servi-
cios educativos preescolares hasta la finalización de la educación obligatoria. Se sitúan en una posición
central del análisis diversas consideraciones sobre el valor de las formas diferenciadas del capital social
con relación a la etnicidad, la participación y el éxito escolar, y para ello se revisan brevemente algunas
aportaciones sobre capital social y educación en la literatura sobre educación e inmigración.
Palabras clave: Familia, inmigración, escuela, capital social
Abstract
This paper examines the ways in which immigrant families’ participation in their children’s education
process is understood and valued, with special reference to Moroccan families, as well as their achieve-
ment strategies in the framework of their ongoing migration projects, bringing about evidence on spe-
cific difficulties encountered from first contacts in early schooling through the end of compulsory edu-
cation. A series of concerns about the value of different forms of social capital constitutes a central
position of the analysis in relation to ethnicity, participation and school achievement. To do this, some
contributions concerning social capital and education in the literature of education and immigration will
be reviewed.
Key words: Family, immigration, school, social capital
procesos, desde las prácticas reproductivas hasta las transformaciones en las relacio-
nes de género y el reconocimiento de ciertas formas de diversificación de las confi-
guraciones familiares y su marco legal. En los procesos de individuación y democra-
tización de las familias actuales emergen nuevas formas de autoridad parental
(Brullet, 2004) en las que se negocian nuevos roles y posicionamientos. En los nue-
vos contextos a los que se incorporan, sus proyectos iniciales se entrecruzan y a ve-
ces chocan con los que desarrollan los hijos e hijas que crecen en destino (Carrasco,
2002) y con los discursos y prácticas escolares de las sociedades receptoras, en las
que tiene lugar una parte fundamental de su socialización.
En este artículo nos centraremos en las formas en las que desde los proyectos mi-
gratorios familiares se aborda la escolarización de hijos e hijas, y la variabilidad de
estrategias que adoptan las familias para el éxito académico y social, a través de los
desencuentros recurrentes que emergen entre escuelas y familias en el contacto inter-
cultural y en el marco del debate sobre capital social y educación en contextos de
inmigración. Prestaremos especial atención a las familias marroquíes porque, si bien
constituyen, con diferencia, el colectivo extracomunitario más numeroso y con ma-
yor tiempo de asentamiento en Cataluña, sus hijos e hijas siguen teniendo uno de los
más bajo niveles de continuidad académica tras la educación obligatoria2 a pesar del
aumento de los nacimientos en destino y de su mayor incorporación normalizada en
preescolar e incluso antes en proporciones crecientes, a través de los servicios educa-
tivos3 disponibles para la etapa 0-3.
Los datos analizados proceden fundamentalmente de 3 de los 14 estudios de caso
constituidos por instituciones educativas públicas de todas las etapas y sus entornos,
localizadas en municipios con alta presencia de población inmigrante de la RMB
(Región Metropolitana de Barcelona) que constituyeron la muestra4 en la que se lle-
varon a cabo sendas etnografías escolares y comunitarias, dentro de un proyecto de
investigación más amplio sobre familias inmigrantes y condiciones de integración
social y escolar de sus hijos. En este trabajo nos hemos centrado en el inicio de las
relaciones con las instituciones educativas (llars d’infants) y el final de la escolariza-
ción obligatoria (últimos cursos de ESO), por el peso que tienen estos dos momentos
de la trayectoria escolar en las teorías convencionales sobre éxito y fracaso escolar.
____________
2
Vid Carrasco, dir. (2005) y Pàmies (2006).
3
Programas como Ja tenim un fill! (Ya tenemos un hijo) o Espais Familiars (Espacios Familiares)
además de instituciones educativas como las Llars d’infants. Nos referiremos específicamente a estas
últimas sin traducir su nombre por ‘guardería’ porque estimamos que traicionaría la filosofía que las
inspira.
4
El trabajo etnográfico se realizó en 5 Llars d’Infants, 6 escuelas de educación infantil y primaria, y
3 institutos de Barcelona y de la RMB y sus entornos comunitarios, entre 2002 y 2006, por parte de un
equipo de 6 investigadores a lo largo de varios cursos académicos con el apoyo de dos proyectos I+D y
un proyecto de la Fundació Jaume Bofill.
del déficit5 atribuye a las familias inmigrantes y de minorías dudosas capacidades para
la crianza y la socialización de sus hijos que se proyectan sistemáticamente en el ámbi-
to de la educación formal, aunque no de forma tan clara en el ámbito preescolar. En
tales condiciones, informadas por prejuicios y estereotipos, el único capital social que
aquellas estarían por sí mismas en situación de acumular sería, paradójicamente, un
factor más de alejamiento de los requisitos de la educación formal y, en última instan-
cia, de las condiciones para la movilidad social. Es decir, siguiendo con la línea del
planteamiento clásico en el campo del capital social, al reforzarse los vínculos intraco-
munitarios (o capital social bonding), se limitaría el acceso a relaciones interculturales
y a la participación en la escuela, en los términos en los que ésta la entiende y promue-
ve (o capital social bridging). Sin embargo, como veremos más adelante, la investiga-
ción etnográfica6 cuestiona seriamente estos supuestos.
Así, se considera implícitamente que existe una relación directa entre participación
social e integración social de la población inmigrante, en la medida en que la participa-
ción promueve y moviliza redes de relaciones (Checa, 2004). Pero no hay que olvidar
que la participación puede considerarse desde dos ángulos, y esta distinción es crucial:
desde el acceso a los recursos (participar de) y desde su significado más convencional,
es decir, desde el acceso a las estructuras participativas previstas (participar en). Esta
última forma de participación –en realidad, de falta de participación- es la que se invo-
ca, a menudo sin contemplar la otra dimensión o perspectiva, e implicaría el estableci-
miento de relaciones interculturales positivas reales, y no sólo formales, y una actitud
favorable al conocimiento y al reconocimiento recíproco entre la mayoría, representada
por la institución escolar, y la minoría, representada por las familias inmigrantes.
Ahora bien, las relaciones entre la escuela y las familias, en general, vienen deter-
minadas por los mecanismos participativos que la institución ofrece y delimita –como
participación en- y por el interés y las posibilidades reales que las familias tienen de
inserirse en las redes de relación, razón por la cuál Booth & Ainscow (2000) insisten
en que se debe prestar atención a las barreras a la participación que la propia escuela
establece ante todos los agentes de la comunidad educativa (alumnado, familias y pro-
fesorado de nueva incorporación o en posiciones periféricas), como medida de su ca-
pacidad inclusiva. En esta línea, otras investigaciones centradas en los alumnos y en la
escuela (Gibson et al. 2004), pero no en las familias, abogan por la necesidad de crear
condiciones para la adquisición de capital social entre el alumnado de origen inmigran-
te a través de la participación en grupos de iguales intraétnicos en programas específi-
camente dirigidos a este sector de estudiantes, creando conexiones y vínculos propios
____________
5
Para una magnífica revisión de los supuestos e impactos del ‘pensamiento del déficit’ en distintos
ámbitos y disciplinas, ver Valencia, R (2000), The evolution of deficit thinking. Educational thought and
practice, London & New York: Routledge-Falmer Press, y en especial el texto de Foley, D., en el
mismo, “Deficit thinking models based on culture: the anthropological protest “.
6
No podemos dejar de mencionar nuestro pesar por la trágica muerte de Eduardo Terrén, insubstituible
colega fallecido mientras cerrábamos la redacción de este artículo, con la complicidad de responder a su
reclamación de más investigación empírica para contribuir a esta cuestión que planteó, como siempre de
forma clara y acertada, en Integración no significa asimilación: etnicidad, capital social y escolarización.
con la escuela. Estas actuaciones se refieren, sin embargo, a aspectos de una realidad
escolar poco comparables con la filosofía del sistema educativo y la organización esco-
lar españoles que, al menos en la teoría, defiende el énfasis en la sociabilidad intercul-
tural como la realidad más deseable, considerada a la vez una de las medidas básicas de
la integración y un indicador de la misma.
Por lo que respecta a las familias, su participación en la escuela puede verse obs-
taculizada por causas diversas: escaso reconocimiento de los bagajes culturales y las
lenguas familiares; rechazo de las prácticas culturales y religiosas individuales y
comunitarias; discrepancias en las formas de socialización de los niños y jóvenes;
proliferación de mensajes unidireccionales escuela-familia; existencia de códigos
contradictorios; y también resistencias por parte de los grupos de familias autóctonas
que manejan las asociaciones de madres y padres, de manera que aquella correlación
entre participación e integración social en el ámbito de la escuela se complica. Éstos
son los aspectos que suponen una mayor amenaza para el sistema de confianza al que
se refería Coleman (1990), que resulta de vital relevancia en los procesos de acogida
e incorporación de las familias inmigrantes (Terrén, 2004, Pàmies, 2006).
Finalmente, resituando el debate sobre educación y capital social en el nivel estruc-
tural del análisis, para comprender y analizar las relaciones entre las familias inmigran-
tes y la escuela es necesario prestar atención a las dos líneas de investigación recientes
que recuperan las jerarquías y relaciones de clase y etnia y los contextos de integración
escolar y social existentes en la sociedad receptora. Por una parte, algunos trabajos, por
ejemplo el de Feliciano (2006), intentan establecer correspondencias entre los factores
sociales pre-migratorios, como la posición de clase en el país de origen y la integración
escolar en el país receptor, que favorecerían estrategias de clase media en grupos inmi-
grantes que ocupan inicialmente en destino posiciones subalternas, lo que vendría a
explicar la heterogeneidad entre grupos en los resultados de sus hijos e hijas; por la
otra, otros trabajos, por ejemplo el de Dwyer, Modood y otros (2006), exploran las
diferencias intragrupales y entre grupos en la capacidad de producir capital social favo-
recedor de aspiraciones y trayectorias académicas consistentes a través de los ‘recursos
étnicos’ (o en afiliaciones identitarias hasta cierto punto equivalentes) de las familias
inmigrantes en las posiciones más precarias de la estructura social y productiva. Aun-
que su objetivo último es dar cuenta de las diferencias de género en los resultados esco-
lares de los británicos de origen paquistaní (afectados por las peores trayectorias aca-
démicas, después de los afrocaribeños), esta segunda perspectiva sobre educación y
capital social creado por las familias en los contextos comunitarios parece más adecua-
da para comprender las realidades vividas por las familias marroquíes. Además, propo-
nen retomar el análisis de las relaciones de poder y las posiciones de prestigio en las
estrategias de movilidad social en la línea de Bourdieu (1983), y explorar la existencia
de procesos de ‘cierre intergeneracional’ (padres e hijos se mueven en el mismo círcu-
lo) y ‘refuerzo normativo’ (los padres comparten y promueven idénticas normas, valo-
res y objetivos) en la creación de capital social eventualmente favorecedor de trayecto-
rias académicas positivas por parte de las familias inmigrantes, identificados por
Bankston y Zhou (2002) a raíz de su revisión de la literatura.
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En las siguientes secciones se describen las percepciones y las creencias del pro-
fesorado sobre las familias inmigrantes a través de los desencuentros que emergen y
las estrategias que éstas desarrollan ante la escolarización de sus hijos e hijas en el
contexto de sus proyectos migratorios y de sus entornos comunitarios7.
Los docentes piensan también que las familias inmigrantes son centro de esfuerzos
profesionales preferentes y extraordinarios, escolares y no escolares, que no se ven
correspondidos con los resultados, invisibilizando o tratando como excepciones los
casos de éxito que se producen y confirmando que tales esfuerzos son inmerecidos:
“Les dan becas de libros y todo y después no traen el material. Este sólo lo ves
cuando es la época de becas, entonces viene pero después ya está”
[Profesor]
Las formas en las que para educadoras y profesorado se concreta este desinterés
de las familias son variadas. En el primer ciclo de educación infantil (0-3 años) son
frecuentes los comentarios críticos de las educadoras sobre la supuesta mayor irregu-
laridad de la asistencia de algunos niños de origen no comunitario, sobre todo en
referencia a familias marroquíes y pakistaníes, y en menor grado, a las familias fili-
pinas y latinoamericanas:
____________
7
Sin ánimo de reforzar el uso generalmente impreciso, problemático y esencializador de ‘comuni-
dad’, extendido con frecuencia a partir de la literatura anglosajona, aquí nos referimos específicamente a
los vecindarios y barrios en los que viven las familias que escolarizan a sus hijos e hijas en las institu-
ciones educativas a partir de las cuales se ha llevado a cabo la investigación. Al mismo tiempo, presta-
mos atención al tejido asociativo y otras redes de relaciones informales, a menudo vinculadas al origen
común o a prácticas generalizadas en aquellos vecindarios y barrios, que pueden proporcionar algún
sentido de pertenencia comunitaria, pero también ejercer algún control comunitario.
Las familias de diferentes orígenes elogian este recurso socializador (la lengua, el
juego y el contacto con otros niños) y conciliador (el apoyo a la carga de trabajo fami-
liar y materna) y a las profesionales que trabajan en él, a pesar de que a menudo no le
atribuyen dimensiones ‘pre-escolares’ (y pro-escolares), ni perciben la necesidad de
ajustarse a los ritmos organizativos (temporales y espaciales) que las escuelas marcan.
Esta valoración positiva que hacen las familias se extiende al conjunto de las eta-
pas de educación obligatoria. Éstas desean que sus hijos e hijas aprendan en la escue-
la los conocimientos necesarios para tener un “buen futuro” en el nuevo contexto
pero que además la escuela los convierta en “personas educadas y respetuosas”:
“[…] Enseñar a los niños, en general la educación. Cómo ser persona de buena fa-
milia, enseñarle lo bueno y lo malo[…] Llegas al colegio, cómo entras, cómo salu-
dar al profesor, cómo escuchar, en fin, entonces los niños cuando están pequeños lo
cogen rápido, enseñarles lo que esta mal, la vida sexual en la calle, no hay que
hacerlo en la calle, hay que tener respeto al alcohol, las drogas, mucha gente no
respeta a sus padres, porque tienen que respetar a sus padres, hay que respetar a
los hermanos mayores, hay que respetar los derechos de los vecinos.[…] Si viene el
niño desde casa a clase y no aprende nada de esto, ¿dónde lo va a aprender?”
[Padre de Tarek]
Ahora bien, que las familias hagan una valoración positiva de la escuela no significa
que adopten una postura acrítica. Por ejemplo, consideran que la escuela tiene que frenar
aquellos comportamientos que perciben como demasiado liberales de algunos chicos y
chicas autóctonos y a los que sus hijos y sus hijas se ven expuestos:
“Me han dicho que habían entrado unos chicos [de fuera] al instituto el otro día. Si
vuelve a ocurrir nos lo dices. Trajimos a nuestras hijas porque aquí no es como en
otros colegios que se dan besos en el patio.”
[Padre de Idris]
Las ideas de las familias sobre la conducta que los estudiantes deben seguir en la
escuela proceden de su experiencia previa en origen. A ella se remiten con frecuen-
cia, en términos de obediencia y disciplina, aunque también señalan, y en el trabajo
de campo se pudieron constatar estos cambios, que estos valores se ven alterados en
la actualidad en origen:
“La figura del profesor antes era sagrada, no se equivocaba nunca, era como el
imán en los pueblos. Ahora ya no es así. “El profesor merece el respeto que se le
debe al profeta” decía un poeta egipcio. Porque el profesor enseñaba y educaba,
pero ahora ya no hace eso. Eso se ha quedado para los padres. Se piensa que el
profesor tiene que enseñar a escribir y a leer”.
[Profesor en Rabat, Marruecos]
En este sentido, las críticas a la escuela aparecen en especial entre aquellas fami-
lias cuyos hijos tienen trayectorias de conflicto persistente en la escuela, y cuando,
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“Les engañas si quieres. Yo estuve un año que no les enseñé las notas. Cuando se
las enseñe les decía que un In era incalificable, que estaba muy bien. Estaba en 2º y
pensaban que estaba en 3º. Fue mi hermano que se enteró y se lo dijo”.
[Badia, alumna de 4º de ESO]
“La educadora ayer le pidió a la madre de Hamida que le hiciera algún tratamiento a
su hija, puesto que tenía piojos. Hoy el padre ha entrado furioso en la clase de su hija
y ha empezado a discutir en tono muy elevado con la educadora. El padre le decía a
la educadora que no tenía porque decirle nada de esto. La educadora contestaba que
se lo comentó a la madre y que este tipo de sugerencias se la hacen a todas las fami-
lias, no sólo a la suya, a las inmigrantes o a las marroquíes. El padre decía que este
tema incumbe a la familia, y que ellas no tienen nada que decir sobre qué deben
hacer en casa, que ellas no deben entrometerse.”
Para las educadoras se trata de un tema de salud colectiva, pero para el padre se
trata de la intromisión en una esfera privada y cuestiona su capacidad cuidadora y su
responsabilidad familiar. A la humillación percibida por la familia –la madre le cuen-
ta al padre lo que le han dicho y éste acude a protestar a la escuela por el trato que
opinan que han recibido-, que puede sumarse a una experiencia de discriminación
reiterada fuera de la escuela a la cual la escuela puede no haber contribuido, se añade
la menor delegación de funciones socializadoras en ella por parte de las familias
inmigrantes.
A este respecto, como ha señalado Bertran (2005), para comprender las condicio-
nes que influyen en la participación de las familias inmigrantes en los servicios edu-
cativos para la pequeña infancia, es necesario distinguir las motivadas por la des-
igualdad social y las que tienen su origen en la diferencia cultural. Entre las primeras,
sin duda el factor más importante que condiciona el acceso a la mayoría de servicios
es el marco legal que rige el estatus de la población inmigrante. Además de obtener
una plaza en una Llar d’infants, es necesario acceder a una ayuda para escolarización
y alimentación, de manera que se constata que existe gran número de familias inmi-
grantes que aun obteniendo la plaza en el centro deciden no llevar a su hijo si no
disponen de estas ayudas porque no pueden hacerse cargo del gasto mensual que
supone. En segundo lugar, la institucionalización de la atención a la infancia entre los
0-3 años a menudo no tiene paralelo en la sociedad de origen. Por este motivo, en
algunos casos estos servicios públicos pueden ser percibidos como instrumentos de
control por parte del estado, que causan recelos en las familias especialmente cuando
viven en situación de irregularidad legal, por el temor a ser repatriadas. Además, los
cambios en las estructuras familiares derivados del proceso migratorio impiden con-
tar con redes extensas y recrear las condiciones consideradas óptimas para el desarro-
llo y la crianza de sus hijos. Entre las segundas, hay que destacar la prevalencia de
modelos de crianza en los que los agentes no-parentales y desconocidos no ejercen
de educadores y socializadores de los hijos por encima de parientes cercanos. A me-
nudo, durante los tres primeros años los niños permanecen en la esfera familiar prio-
rizando la vinculación del niño con personas cercanas (familia, vecinos) que ayudan
a construir un primer espacio social y relacional adecuado. Ello comporta que la
escolarización (o preescolarización que supone la Llar d’infants) durante esta etapa
del ciclo vital puede considerarse prescindible e incluso inconveniente. Las familias
autóctonas dejan a sus hijos a cargo de personas desconocidas porque confían en la
Para esta madre, trabajadora doméstica, sus deseos son que sus hijos tengan situa-
ciones laborales más estables que la suya, que pueden consistir en ser ‘profesionales’
o simplemente, en tener un ‘buen trabajo’. Narham, de origen pakistaní, tras cinco
años de residencia en España expresa la misma idea:
“Vivir aquí es mejor para los niños y para nosotros (...) Prefiero que mi hijo estudie
mucho, porque sé lo que es y no quiero que trabajen en un bar como yo (...) Aquí yo
puedo trabajar y ganar dinero para sus estudios y para cuando sean mayores que
necesitarán mucho dinero. Mejor tener un buen negocio, se está más tranquilo.”
En este sentido, las familias que apoyan de manera abierta la continuidad de las
trayectorias escolares de sus hijos e hijas son aquellas que cuentan desde el origen
con modelos de éxito académico familiar y/o con experiencias de éxito económico
relacionadas. Estas familias son las que comparten de manera más intensa el discur-
so mayoritario, que pasa por el reconocimiento familiar del aprovechamiento escolar
y la percepción de que la escuela facilita la movilidad social. En estos núcleos fami-
liares las trayectorias académicas de los hijos e hijas tienen más posibilidades de ser
exitosas, aunque puedan pasar por momentos difíciles, incluso críticos. Es en estos
momentos críticos de la escolarización cuando la apuesta se visibiliza de forma abier-
ta. La presencia de un familiar cercano, como un hermano del padre o de la madre o
un sobrino que proporcionen un modelo de éxito académico sirve para que el hijo
supere la situación y reconstruya la trayectoria:
“Yo quiero que mi hijo estudie, no quiero que vaya fuera a estudiar nada. Si vale,
que repita pero que siga estudiando. Su tío es ingeniero y en la familia han estudia-
do. Yo quiero que él estudie y tener un buen trabajo mañana”
[Padre de Ibrahim]
Estas familias también desean que sus hijas sigan estudiando. No obstante y en
comparación con los hijos, las oportunidades que se conceden a las hijas son menores
y estas se ven sometidas a mayores presiones9. La posible aparición del fracaso aca-
démico puede hacer abandonar el apoyo familiar con mayor facilidad, aunque se
hubiera promovido hasta entonces:
“Queremos que siga estudiando pero si suspende, ya está. Ya lo sabe. Yo no estudié
y mira. Hanan puede, pero si pierde el tiempo, si no está bien, lo deja. Ya lo sabe”
[Hermana de Hanan]
Pero hay que destacar que ante estas estrategias diferenciales de las familias con sus
hijas, y a menudo por concederles erróneamente un peso real más allá del discurso que
éstas a menudo acomodan a presiones comunitarias intra-étnicas, la escuela puede
involuntariamente contribuir a la interrupción de trayectorias académicas de las chicas,
que de otro modo no se hubieran llegado a producir. Sin pretender generalizar a partir
del siguiente ejemplo, sí es necesario observar qué tipo de situaciones refleja:
“Estuve un curso entero dando apoyo extraescolar por mi cuenta a un grupo de cinco chi-
cas en cuarto de ESO que tenían grandes aspiraciones para cursar bachillerato y llegar a
la universidad; las chicas y las familias confiaban en mi labor, sus profesores lo sabían,
aprobaron todas. El mes de septiembre siguiente me encontré con algunas de ellas por el
barrio y ninguna se había podido matricular para continuar porque al acudir al instituto
les habían dicho que su cuarto había sido un curso ‘adaptado’, que no tenían el nivel ade-
____________
9
En este sentido, los hallazgos de la investigación coinciden para este tipo de familias con otros
análisis sobre la fragilidad de las trayectorias de éxito de las chicas de clase trabajadora, inmigrantes y
de minorías (Abajo y Carrasco, 2004; Ponferrada, 2008).
cuado, ¿no tenían nivel? Claro que tenían nivel ¿Y cómo fue posible que no informaran
nadie? Ni las chicas ni sus familias tenían idea de esto. Fue frustrante.”
[Mediadora cultural de origen marroquí, Licenciada universitaria]
Son familias que no han conseguido, por diversos motivos, mejorar de forma os-
tensible las condiciones iniciales de integración socioeconómica y comunitaria y que
se hallan menos protegidas ante la presión negativa de los procesos de minorización.
En esta situación, los hijos se muestran críticos con el espacio social ocupado por sus
familias, ya que éste representa un referente indeseable y refleja el fracaso del es-
fuerzo migratorio, comparable y compartido, por otra parte, con la situación de mu-
chos de sus vecinos españoles procedentes de otras zonas del estado.
Para ello articulan diversas estrategias que pasan por formalizar los canales de apo-
yo y participación intracomunitaria, desde el asociacionismo hasta la observancia reli-
giosa. La asociación permite una reconstitución comunitaria de base familiar y se espe-
ra que un mayor control sobre los hijos e hijas favorezca el éxito académico y la
integración social a través de la mejora laboral y económica, al apartarlos de prácticas
juzgadas como no deseables, es decir, como prácticas que suponen un horizonte limita-
dor de sus expectativas de promoción social, para las cuales están llevando a cabo con
esfuerzo el proyecto migratorio. Así se fortalezcan las pautas culturales de cohesión y
supervisión comunitaria. Los documentos de la asociación de uno de los barrios donde
se ha realizado trabajo de campo en destino explicitan claramente este extremo:
“[…] Ante la necesidad de mantener viva la cultura árabe y formar unos jóvenes de
origen magrebí con la finalidad de ser unos representantes de la cultura árabe en di-
cha ciudad [...] ante la gran preocupación de los padres de jóvenes de origen magre-
bí, de que sus hijos puedan caer entre las redes de la vida callejera. La asociación ha
creado una ludoteca, que esta abierta a todos los jóvenes, especialmente los alumnos
y los que colaboran en la asociación o hacen actividades durante toda la semana. Este
espacio ha sido creado para los jóvenes que quieren reunirse, tengan un local ade-
cuado para hacerlo, bajo el lema de un futuro limpio y sano lejos de otras actividades
no recomendables, tal como empezar a fumar en los primeros años de su adolescen-
cia, tomar drogas, etc. Dicho espacio permite a los jóvenes conocer el mundo exterior
a través de Internet, además disfrutar del tiempo libre jugando a los videojuegos se-
leccionados y juegos de mesa” (Memoria de la Asociación 2004/05).
Su mayor preocupación se centra en frenar las presiones que reciben sus hijos e
hijas para “españolizarse”, que para ellos equivale en estos momentos a comportarse
como lo hacen los jóvenes autóctonos que conocen en las escuelas y barrios donde
están mayoritariamente asentados. Lejos de representar un repliegue étnico, esta pre-
ocupación está directamente vinculada a aspiraciones de integración social por enci-
ma de las posiciones representadas por los vecinos españoles de clases populares.
____________
11
En este sentido, aunque no es objeto de este trabajo, no podemos dejar de llamar la atención sobre
la suma prudencia necesaria ante las propuestas de redistribución del alumnado extranjero en la medida
en que pueden debilitar redes comunitarias formales e informales con potencial para actuar positivamen-
te ante el extrañamiento y empoderar a la minoría desde el reconocimiento de su agencia.
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académico en las familias y de la ventaja que debería suponer la mínima distancia lin-
güística entre la variedad dialectal del español de la familia y el catalán y el castellano
de la escuela y la sociedad receptora, en comparación con el árabe o el amazig de las
familias marroquíes.
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