Alfonso XIII Un Político en El Trono.
Alfonso XIII Un Político en El Trono.
Alfonso XIII Un Político en El Trono.
PÁGINAS
DE
HISTORIA
CONTEMPORÁNEA
DE ESPAÑA
Joaquín Mª NEBREDA PEREZ
RECENSIONES BIBLIOGRÁFICAS
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La línea crítica con la figura de Alfonso XIII puede decirse que está
representada por Salvador de Madariaga, Ortega y Gasset, Melchor Fernandez
Almagro y otros que presentan a un Rey, desde niño educado entre
reaccionarios y militaristas que le crían en el convencimiento de que es él quien
manda, mimado y caprichoso que ya se impuso al Gobierno desde el mismo
día en que juró la Constitución.
Para esta corriente los dos pilares del Rey serían la Iglesia pero, sobre
todo, el Ejército, con el que se integraría hasta asumir la figura del Rey-soldado
y así Madariaga diría: “lo que le hizo perder la corona fue aquel uniforme de
infantería con el que había nacido”, “a fuerza de llevarlo, el uniforme de
infantería se le había hecho piel”. Una de las consecuencias de tal militarismo
sería la que llevó a España al desastre de África que se tuvo por “una aventura
personal del monarca español”.
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Llegaría Seco Serrano a afirmar que “La labor de Alfonso XIII en el trono
consistió, desde el primer día, en abrir el paso, a través del círculo de ficciones
en que había degenerado el sistema político de la Restauración, al auténtico
latir de una opinión que el tinglado constitucional le daba falseada”, con lo que
los encomiásticos parecían confundir la democracia con el populismo.
Frente a los tres hitos históricos con los que Alfonso XIII se encontró, la
tesis encomiástica daba réplica a la interpretación crítica de contrario:
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Así Guillermo Gortazar estudió las finanzas del Rey y desmontó la tesis
tradicional de un enriquecimiento ilícito, pero reconocía la participación
financiera en iniciativas de modernización de España, mientras que Juan
Pando pondría en evidencia sus acciones humanitarias en la I Guerra Mundial.
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2ª.- No aparece un Rey débil superado por las circunstancias sino “un
actor capaz de adoptar iniciativas y llevarlas a cabo”, actuando en sus
funciones con un amplio margen de libertad y, por tanto, cabe concluir en que
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Entre los años 1902 y 1908, fue posible, con la intervención muy directa
del conde de Romanones y también de Maura, desplegar actos de impacto
popular, como la jura de la Constitución en 1902 o el matrimonio con Victoria
Eugenia de Battemberg, que otorgaba un aire de modernidad a la nueva pareja
y que, con atentado incluido, que reforzó la imagen de un Rey altivo y valiente.
Incluso las visitas a Barcelona en 1904 y en 1908, dirigidas por Maura, fueron
altamente productivas para consolidar la imagen del Rey como una persona
dinámica e inteligente.
Con la llegada del Gobierno Canalejas, éste apoyó la figura del Rey no
sólo como símbolo sino como persona, alejando las imágenes de efecto frívolo
para transmitir una imagen de hombre ocupado y trabajador, coincidiendo con
una efectiva preocupación real por las reformas sociales y la modernización del
país y así procura Canalejas atraer hacia la corona a las élites intelectuales,
fundamentalmente republicanas, como también lo trató Maura y después
Romanones, sin gran éxito y con patente fracaso en el caso de Miguel de
Unamuno.
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liberal centrista aparece Moret. Aunque sus diferencias eran patentes, los tres
sectores consideraban la necesidad de mantener la Monarquía como trabazón
nacional.
A finales del mismo año formó nuevo gabinete que, tildado de palaciego,
duraría cuatro días, lo que originó la vuelta de Maura con la consiguiente
reducción del intervencionismo real y el aislamiento liberal que originó una
coalición informal, el bloque, de liberales y republicanos en defensa de la
libertad de conciencia, como bandera anti-clerical, con motivo de una propuesta
legislativa de limitación de la libertad de prensa, con lo que apostaron, Moret y
los republicanos de Melequiades Alvarez, por la agitación liberal con prioridad
sobre la intriga palaciega, abriéndose una diferencia con la derecha liberal de
Montero Ríos y de su yerno Garcia Prieto.
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Garcia Prieto era una pieza al servicio de Alfonso XIII que siempre la
utilizó para sustituir a líderes liberales, primero a Canalejas, tras su asesinato, y
después al conde de Romanones, en un par de ocasiones.
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poco les reportó tal proximidad, sobre todo a partir de 1917 en el Rey se
orienta, claramente, hacia los sectores reaccionarios.
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En resumen, cabe resaltar del trabajo del profesor González Cuevas que
el entorno de Alfonso XIII le impuso una mentalidad muy conservadora, en
algunos aspectos absurdamente atrasada, con la que era imposible
aproximarse a una reforma de la institución monárquica y menos del propio
régimen de la Restauración.
VII.- REY-SOLDADO.
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Como es sabido, tras una revuelta militar originada por un ilegal asalto a
unas revistas satíricas en Barcelona por oficiales del ejército, previa la dimisión
de Montero Ríos y el nuevo gabinete de Moret, se promulgaría la Ley de
jurisdicciones, de dudosa constitucionalidad y contraria al espíritu de la
supremacía civil, con lo que el Rey se colocó, manifiestamente a favor de los
revoltosos.
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Los movimientos militares a lo largo del año 1923 coincidían en que los
partidos no representaban la voluntad popular y le correspondía al Ejército
actuar. En esta tesitura, el Rey no respaldó al Gobierno de coalición liberal, se
opuso al cese de los conspiradores y el gabinete dimitió, momento en que el
Rey pensó en asumir directamente el mando, pero los jefes de la guarnición de
Madrid le advirtieron de que si no se nombraba al general Primo de Rivera
habría derramamiento de sangre. Primo de Rivera asumió la jefatura del
directorio militar y el Rey se negó a cumplir la Constitución abriendo las Cortes,
con lo que se consumó el golpe.
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VIII.- REY-EMBAJADOR.
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Los viajes reales por los países de Europa sirvieron para aumentar el
prestigio de Alfonso XIII que, sin duda, beneficiaría a España, aunque los
riesgos de atentados redujeron las posibilidades de la presencia en España de
las grandes testas coronadas. Los sucesos de la Semana Trágica y la
represión subsiguiente, devaluaron mucho el prestigio que España había
ganado tanto por los viajes reales como por su integración en la Triple Entente.
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Esta actitud frívola del Rey le llevó a situaciones graves como fue la
publicación, en Le Matín, de que por su ligereza ofrecía planes militares del
enemigo a los franceses cuando posiblemente los alemanes le estuvieran
utilizando al Rey para trasladar previsiones falsas, así como la publicación de
un posible doble juego de Alfonso XIII con los agregados militares de Francia y
de Alemania.
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congreso, revalidada por la presencia del Rey, hacía presagiar que todos los
avances que (los liberales) intentábamos … en aquel medio no podían
prosperar; estaban de antemano condenados al fracaso”, realmente la queja de
Romanones era contra el éxito del Congreso Eucarístico al que el Rey había
otorgado su aval personal, no había queja contra la presencia del Rey en el
mismo.
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- 1913.- La expectativa.
- 1918.- La decepción.
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El Rey tenía dos salidas, la dictadura militar o la entrega del poder a los
reformistas para que formaran gabinete con independientes e, incluso, con
nacionalistas catalanes, según sugiere Ortega. Los reformistas exigían
disolución de Cortes y reforma radical de la Constitución, eliminando el
elemento de la co-soberanía, pero el Rey siguió con el turno proponiendo, el
año 1917, a Gracia Prieto un gabinete de transición y definitivamente a
Romanones, en 1918 el gobierno definitivo. El periódico El Sol “contrapuso la
abdicación de Guillermo II, fin de la vieja Europa, al nombramiento de Garcia
Prieto, reafirmación de la vieja España”.
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- 1923. Lejanía.
Otro problema añadido que era que la crítica se centraba en el más que
imperfecto parlamentarismo, confundiendo su concepto con su práctica y así
diría Azaña que “había oído de mala gana lo que se dice en descrédito de las
Cortes, porque suele ser un pretexto del que se aprovechan la arbitrariedad, el
despotismo ministerial y los irresponsables mangoneadores de camarilla…
pero no tenemos otra cosa para defendernos”. “Las Cortes culpables del
encubrimiento, son ahora la única institución española que puede, recuperando
sus funciones propias, extraer del conflicto de responsabilidades el buen fruto
que de esta conmoción el país espera”.
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- 1930.- La destrucción.
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partidos, de modo que el poder del Rey quedó muy limitado, porque el poder
efectivo lo tenía el general Primo de Rivera cuyo gobierno (Directorio) co-
legislaba, mediante Real Decreto, con el propio Rey que no tenía instrumentos
legales para retirar la confianza del dictador y así le recordaba: “Señor no está
Vuestra Majestad ante un gobierno sino ante un régimen”.
Desde luego, la idea de la pérdida total de poder del Rey no sería exacta
porque de él, de la Monarquía, emanaba la legitimidad del dictador y con la
oposición frontal del Rey su mantenimiento hubiera sido difícil, lo que agravaba
más la responsabilidad de Alfonso XIII en aquella dictadura.
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XIII.- EL EX-REY.
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que sólo podía ser de corte contra-revolucionario, lo que suponía una fase no
corta de penetración social, pero esta estrategia se encontró con dos hechos
que la obstaculizaban:
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En el alzamiento de 1936 nada tuvo que ver Alfonso (XIII), aunque poco
después del 18 de julio de 1936 enviara un mensaje a Mola y a Franco diciendo
que “su primer soldado soy yo”, aportando una suma estimable a la causa
militar. Posiblemente haría alguna gestión cerca del gobierno italiano para
conseguir apoyos a la sublevación pero en absoluto serían decisorios. También
autorizó a su hijo Juan que se presentara en la zona sublevada, en connivencia
con el carlista tránsfuga, el conde de Rodezno, para otorgarle un cierto grado
de legitimidad ante los combatientes carlistas, aunque el general Dávila ordeno
su devolución.
Durante los tres años de guerra civil, Alfonso (XIII) no desplegó acción
alguna de carácter humanitario, con presos y desaparecidos, o de mediación
para un rápido alto el fuego, como hizo durante la I Guerra Mundial, según
comentaría el presidente de la República Azaña ya en el exilio.
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Muerto Alfonso (XIII) su hijo Juan vivió en un continuo vaivén político que
le hacía muy poco fiable. Unas veces liberal, otras tradicionalista, ahora
franquista, luego antifranquista. Esta estrategia no le llevaría al trono, porque al
Rey lo designó el general Franco y accedió al trono muerto éste, casi treinta y
cuatro años después de fallecido Alfonso (XIII).
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