Altobelli-Grandal. Diseños de Dispositivos en Clave de Hibridacion
Altobelli-Grandal. Diseños de Dispositivos en Clave de Hibridacion
Altobelli-Grandal. Diseños de Dispositivos en Clave de Hibridacion
Montaje en Bricolage
Quizá de dónde más nos tomamos, porque él en sí mismo fue un gran bricoleur,
fue de D. Winnicott. El modelo de la Consulta Terapéutica winnicottiana, puesto
a trabajar en el entre de esas instituciones, fue dando a luz formas de
intervención y de abordaje que vamos creando en un concatenamiento de
espacios intermedios, transicionales, intermediarios entre jóvenes y terapeutas,
terapeutas y formadores, entre instituciones, entre padres, docentes y diversos
agentes de salud. En la Consultoría se intenta crear formas de intervenir con
niños, adolescentes y sus familias multiplicando en red los apuntalamientos en
perspectiva multicultural.
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Dicho programa se asienta en la Secretaria de extensión, bienestar y cultura universitaria de la
Facultad de Psicología UBA.
Consideramos que la experiencia cultural como efecto de la superposición de
múltiples zonas de juego, ofrece una modalidad para el diseño de dispositivos
terapéuticos y formación de agentes de salud poniendo el acento en el
descentramiento narcisista a partir de la producción de condiciones de
subjetividad en dónde se acota el pensamiento hegemónico, se tiende a la
producción polifónica y a poner en el centro la dimensión inmanente de lo
situacional.
Una expansión fuera del simismo, expresión que aplica al barroco y que no
parece ser impropia para de alguna manera dar cuenta de aquello que
podríamos definir como labor clínica. La clínica exige un estado de indefinición e
inconclusión, una disposición al pliegue, un pliegue que va al infinito
despedazando la unidad del sujeto.
Medina (2016) nos narra sobre como: “Nancy en una evocación levistraussiana
diría que en el origen solo hay fragmentos en tensión, residuos de
acontecimientos que los hombres juntan, reúnen, ordenan, para contar historias
al tiempo que pasan de lo crudo a lo cocido alrededor de un fuego para
finalmente olvidar y comenzar a actuar. Quizás sea ésta una imagen que nos
permitimos hacer del caos y el orden. Quizás sea esto lo que más se nos parezca
a la escena de un mito y su relato”.
Ahora bien, la construcción mítica participa entonces del interjuego narrativo
donde se tensionan –y ahora utilizamos el lenguaje de Raymond Williams, lo
hegemónico, lo residual y lo arcaico bajo el modo que tiene el bricoleur de “saber
hacer” con los fragmentos y las versiones. Raymond Williams en Marxismo y
Literatura (1980) toma la idea marxista de las formaciones históricas producidas
a partir de las ruinas de las formaciones anteriores en un movimiento que resitúa
el juego de las huellas en una composición que denomina cultura residual para
diferenciarla de una cultura arcaica, pieza de museo políticamente neutralizada.
Así lo define Williams: “Lo residual por definición, ha sido formado efectivamente
en el pasado, pero todavía se halla en actividad dentro del proceso cultural; no
sólo y a menudo ni eso, como un elemento del pasado, sino como un efectivo
elemento del presente”.
Deleuze (2008) en sus seminarios sobre Spinoza de los años 80, conocidos
como “En medio de Spinoza”, refiere a la relación entre el abuso de poder y la
tristeza. “….es una especie de fabricación de tristeza. Y hay instituciones para
engendrar la tristeza. Y aparatos. La tele, todo eso… Es inevitable que haya
aparatos de tristeza. No hay poder alegre.”
Sí, es posible un poder alegre; cuando se produce como “poder hacer con otro
en la diferencia”, parafraseando nuevamente a Berenstein (2011). Un poder
alegre es un poder hacer que nos permita ir en búsqueda de encuentros
compatibles, que aumenten nuestras potencias, nos den “alegría” y huir de
aquellos espacios-encuentros que nos des-componen, que disminuyen nuestra
potencia de actuar, que nos generen tristeza.
Los espacios potenciales creados y pensados por Winnicott contienen una ética.
Consideramos que son in situ reproductores de condiciones de humanización
del otro, de producción vincular, donde se juega el juego de la antijerarquía.
Deleuze (2008) comenta de Spinoza, que ha producido la filosofía más anti-
jerárquica que jamás se haya hecho. “….De una manera o de otra los filósofos
explícitamente dicen o al menos sugieren-pero en general explícitamente dicen-
que el alma vale más que el cuerpo, que el pensamiento vale más que la
extensión. Y todo esto forma parte de los niveles del ser a partir de lo Uno. La
diferencia jerárquica es inseparable de las teorías o concepciones de la
emanación, de la causa emanativa. Debo recordarles: los efectos salen de la
causa, hay un orden jerárquico de la causa al efecto. Lo Uno es superior al ser;
el ser-a su turno-es superior al alma; el alma es superior al cuerpo. Es un
descenso.”
En Spinoza todo esto se cae. Para él, el ser es un ser igualado, sin jerarquías.
No somos sustancias sino modos, modos de ser pero además a pura
inmanencia. Modos de ir siendo, haciendo en movimiento continuo.
De los primeros, dice que gracias a ellos vivimos, nos estimulan y vivimos y de
los últimos ubica comentarios como “esos negros de mierda”, o de psicólogos
que dicen, “eso no es psicoanálisis”, o “necesita más análisis”. Establecer
jerarquías para inferiorizar, o sea, inferiorizar para superiorizar.
Esto nos resuena al concepto que trabaja Puget (2002), sobre las concepciones
racistas (pre-juicios) para constituir conjuntos. Plantea, “…superior-inferior,
aceptado-rechazado, incluido-expulsado (expulsado ya tiene una connotación
discriminatoria), como una manera de confirmar la propia identidad apoyándose
en la denigración”.
La proposición presente en los mitos indígenas es: los animales eran humanos
y dejaron de serlo, la humanidad es el fondo común de la humanidad y la
animalidad. En nuestra mitología es lo contrario: los humanos éramos animales
y “dejamos de serlo” con la emergencia de la cultura.
El chamanismo es un modo de actuar que implica un modo de conocer o más
bien un ideal de conocimiento. Ese ideal estaría en las antípodas de la
epistemología objetivista que la modernidad occidental estimula.
Poner el cuerpo es ponerse en riesgo, sin riesgos no hay cuerpo ni grupo. Pero
sobre todo, sin cuerpo ni riesgo lo que hay es impunidad. Impunidad que
favorece la dimensión sustantiva y abusiva del poder. Le quita acción, le quita su
dimensión de verbo en tanto poder hacer (con otros)
Si nuestras afectaciones pueden aumentar o disminuir nuestra potencia de
acción, si estas afectaciones despliegan pasiones alegres o pasiones tristes, si
estas afectaciones componen y descomponen ese conjunto de relaciones que
es nuestro cuerpo, ¿cómo hacerle lugar al cuerpo en las escenas analíticas?
Pensamos en todas aquellas prácticas terapéuticas que empujan cada vez con
más violencia hacia un ideal de objetivación que anula la “personificación”. Una
suerte de desubjetivación del síntoma y del trabajo clínico que va en vías de
cumplir con los ideales occidentales modernos del conocimiento. Una
terapéutica que tiende hacia lo psico-educativo, hacia la evolución ¿De lo animal
a lo humano? ¿Es posible hacer del psicoanálisis una práctica chamánica? Dice
Viveiros de Castro que la epistemología chamánica es una epistemología
estético-política en la medida en que ella procede por atribución de subjetividad
o “agencia” a las llamadas cosas.
Bibliografía