Altobelli-Grandal. Diseños de Dispositivos en Clave de Hibridacion

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Diseño de dispositivos de intervención clínica en clave de hibridación:

Montaje en Bricolage

Lic. Hernan Altobelli – Lic. Lila Grandal

En Lo Puro No Hay Futuro - Jarabe De Palo.

Mi tío era mi primo


de un amigo de mi abuelo
que era indio americano
que se había enamorado
de una tico patuá
que nació en una goleta
abarrotada de esclavos
que se Jamaica robaron.

En lo puro no hay futuro


la pureza está en la mezcla
en la mezcla de lo puro
que antes que puro fue mezcla.

…Dicen que mi abuelo


era un rubio bananero
que a Cuba llegó de España
pa quedarse en La Habana
y que yendo pa Santiago
conoció a una mulata
mezcla de tabaco y caña
que en francés a él le hablaba…
Introducción:

Presentaremos la experiencia, que llevamos adelante desde 2007 entre la


Facultad de Psicología de la UBA con un Hogar de niños y adolescentes en
tránsito y una escuela secundaria, dónde instalamos el dispositivo de
“Consultoría Terapéutica”.

Los procesos de hibridación, lo mestizo y el pensamiento barroco así como las


prácticas del bricoleur han estado presentes en nuestra clínica de una forma muy
protagónica.

Quizá de dónde más nos tomamos, porque él en sí mismo fue un gran bricoleur,
fue de D. Winnicott. El modelo de la Consulta Terapéutica winnicottiana, puesto
a trabajar en el entre de esas instituciones, fue dando a luz formas de
intervención y de abordaje que vamos creando en un concatenamiento de
espacios intermedios, transicionales, intermediarios entre jóvenes y terapeutas,
terapeutas y formadores, entre instituciones, entre padres, docentes y diversos
agentes de salud. En la Consultoría se intenta crear formas de intervenir con
niños, adolescentes y sus familias multiplicando en red los apuntalamientos en
perspectiva multicultural.

En este dispositivo recibimos niños y adolescentes en orientación, consulta y/o


tratamiento. Simultáneamente formamos terapeutas a quienes, en tutoría se los
acompaña, así como a pasantes de diversos circuitos de formación de otras
instituciones en convenio con la universidad. Trabajamos en la creación de
dispositivos de sostén para los agentes de salud, padres, directivos y terapeutas,
desde la conciencia de su reiterada situación de desprotección en el ejercicio de
la labor profesional.

Así también, investigamos las ventajas de los dispositivos en co-coordinación,


en co-laboro de cada uno de los espacios de trabajo dentro del equipo:
supervisiones en co-pensamiento, tutorías de los terapeutas en formación, taller
de escritura, coordinaciones y funcionamiento interinstitucional. El abordaje es
desde una perspectiva vincular, situacional en entramado con las condiciones
epocales.
De la Consulta Terapéutica a la construcción de “La Consultoría
Psicológica”.

Horacio Medina, en su artículo “Hibridaciones o sobre el Barroco que nos habita”


(Medina 2011), nos plantea que: La hibridación aparece en las ciencias sociales
para nombrar procesos de mezcla y situar las características culturales de un
sujeto plural o de subjetividades emergentes.
Si bien la hibridación se inscribe como concepto en el campo de la biología o las
ciencias naturales, expresa en los estudios sociales los procesos socio-
culturales en los que estructuras o prácticas discretas, que existían en forma
separada, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas.
Leer esas líneas nos produjo inmediatamente resonancias con la intención en
marcha puesta en el Programa de Extensión “Construcción de un modelo de
Intervención Psicoterapéutica con niños y adolescentes en situación familiar
difícil”1, en el que venimos trabajando desde 2007, construyendo “entres”
diversos: entre la Consultoría y el Hogar de Niños y adolescentes, y la escuela.
Se nos hace presente y nos convoca a encontrar en el proceso de hibridación y
la tensión mestiza que García Canclini desarrolla y en los conceptos de Levy-
Strauss óptimo de diversidad y pensamiento mítico, entendido como bricolaje o
la expresión que de ellos deviene montaje en bricolaje, los intermediarios
barrocos para una clínica más afirmada en el desvío y en la dislocación.
El bricoleur no utiliza materias primas sino materiales ya elaborados desviados
para los fines para los que fueron construidos, no hay identidad previa en esos
elementos que determine su potencia a la hora de la recombinación.
O sea que en la dislocación de su relación inicial está el universo creativo a
producir.

Winnicott nos enseña que el lugar de ubicación de la experiencia cultural es el


espacio potencial que existe entre el individuo y su ambiente. Usa experiencia
cultural como expresión que amplía el territorio de los fenómenos transicionales
y del jugar; y sitúa la zona de juego como la parte de la mente dónde se
encuentra esa experiencia cultural.

1
Dicho programa se asienta en la Secretaria de extensión, bienestar y cultura universitaria de la
Facultad de Psicología UBA.
Consideramos que la experiencia cultural como efecto de la superposición de
múltiples zonas de juego, ofrece una modalidad para el diseño de dispositivos
terapéuticos y formación de agentes de salud poniendo el acento en el
descentramiento narcisista a partir de la producción de condiciones de
subjetividad en dónde se acota el pensamiento hegemónico, se tiende a la
producción polifónica y a poner en el centro la dimensión inmanente de lo
situacional.

Construir la capacidad de sostener y habitar las tensiones entre lo individual y lo


grupal sortea la necesidad de distinguir un afuera de un adentro. Habitar las
fronteras despliega la posibilidad de construcción de un nosotros con
interrupciones, discontinuidades. Un modo de estar que no supone
agrupamiento y superposición sino una multiplicidad de voces, una polifonía.
¿Un narcisismo colectivo?

En su texto “El valor de la Consulta Terapéutica”, Winnicott (1965) destaca


bellamente: “…Confío en que después de un amplio examen de mis casos, el
único rasgo fijo que se observe sea la libertad con que usé mi conocimiento y
experiencia para atender la necesidad de cada paciente…”.

No hay predeterminado. Experiencia y conocimiento se producen a cada


momento en inmanencia, cartografiando las tierras desconocidas de la zona de
encuentro por ir habitando. Lo conocido sometido todo el tiempo al ejercicio de
no suponer, de no entender, no porque no sea de utilidad sino para no desalojar
lo posible novedoso por vivir en ésta situación y no otra.

Winnicott (1965) maestro y pionero de la intervención a predominio de lo


situacional, nos dice en el texto antes citado: “…No hay ninguna consigna técnica
precisa para darle al terapeuta, ya que debe estar en libertad de adoptar
cualquier técnica que sea apropiada al caso. El principio fundamental es brindar
un encuadre humano, y que el terapeuta aunque es libre de actuar según le
parezca, no deforme el curso de los acontecimientos haciendo o no haciendo
cosas llevado por la angustia o la culpa o por su necesidad de tener éxito.”

Es aquí dónde podemos encontrar un pensamiento barroco en este autor y en


su punto de vista, en sus modos de ir haciendo dislocados de su relación con los
fines para lo que fueron creados o de dónde se han iniciado. Toda la teorización
del jugar, el juego y el espacio potencial tienen una enorme afinidad con las
propuestas del pensamiento barroco.

Una expansión fuera del simismo, expresión que aplica al barroco y que no
parece ser impropia para de alguna manera dar cuenta de aquello que
podríamos definir como labor clínica. La clínica exige un estado de indefinición e
inconclusión, una disposición al pliegue, un pliegue que va al infinito
despedazando la unidad del sujeto.

El mestizaje es un pensamiento de la invención nacida del encuentro con el


afuera y que implica lo aleatorio. Sin embargo se trata de un afuera que no tiene
lugar previo, cobra existencia en el experienciar. Es la posibilidad de una
experiencia compartida lo que conlleva la potencia para la construcción de un
espacio a ser habitado al tiempo que se construye en un movimiento continuo de
torsiones y distorsiones, flujos, flexiones e inflexiones.

El espacio terapéutico, como espacio transicional, sin pertenencias. Un entre,


espacios que no dan cuenta ni de una interioridad ni de una exterioridad,
espacios de co-produccion que llevan a habitar la frontera, a sostener la tensión
entre lo propio y lo ajeno. Heterogeneidad mestiza.

¿Qué hacemos cuando hacemos clínica? Quizás tensamos, quizá intentamos


una salida de la repetición de lo mismo, quizá intentamos llevar la cosa al
extremo de sus posibilidades. El saber previo se desarticula al inicio de cada
sesión en el espacio terapéutico y cuando esto no sucede las articulaciones
conceptuales crean esquemas, estructuras clasificatorias unificadoras de
diferencias. Riesgo clínico.

La situación clínica se produce en las incomodidades, en las incompatibilidades,


en una integración imperfecta que crea una zona de insolvencia. No hay
totalización ni homogeneización posible en la heterogeneidad mestiza. ¿Es
posible un psicoanálisis barroco / mestizo en un escenario social que tiende a la
homogeneización identitaria?

Medina (2016) nos narra sobre como: “Nancy en una evocación levistraussiana
diría que en el origen solo hay fragmentos en tensión, residuos de
acontecimientos que los hombres juntan, reúnen, ordenan, para contar historias
al tiempo que pasan de lo crudo a lo cocido alrededor de un fuego para
finalmente olvidar y comenzar a actuar. Quizás sea ésta una imagen que nos
permitimos hacer del caos y el orden. Quizás sea esto lo que más se nos parezca
a la escena de un mito y su relato”.
Ahora bien, la construcción mítica participa entonces del interjuego narrativo
donde se tensionan –y ahora utilizamos el lenguaje de Raymond Williams, lo
hegemónico, lo residual y lo arcaico bajo el modo que tiene el bricoleur de “saber
hacer” con los fragmentos y las versiones. Raymond Williams en Marxismo y
Literatura (1980) toma la idea marxista de las formaciones históricas producidas
a partir de las ruinas de las formaciones anteriores en un movimiento que resitúa
el juego de las huellas en una composición que denomina cultura residual para
diferenciarla de una cultura arcaica, pieza de museo políticamente neutralizada.
Así lo define Williams: “Lo residual por definición, ha sido formado efectivamente
en el pasado, pero todavía se halla en actividad dentro del proceso cultural; no
sólo y a menudo ni eso, como un elemento del pasado, sino como un efectivo
elemento del presente”.

El mestizaje es un pensamiento de lo continuo y lo discontinuo, de la flexión, el


giro y la torsión y la distorsión. Por ello conviene estar atento a los pliegues del
pensamiento o mejor a la pluralidad de las maneras de plegar, el pensamiento
del afuera y lo diverso que es otra cosa que la variación obtenida a partir de lo
mismo

Es interesante la metáfora que usa Deleuze () cuando describe la historia como


un toallón, diciendo que depende de cómo se lo doble que puntos quedaran
conectados entre sí y que puntos no. La dispersión de los puntos en el toallón no
produce ningún sentido, es una mera dispersión. Los puntos que se conectan
entre si no dependen del lugar que tenían sino de las operaciones de juntura que
vayamos haciendo.

Apostamos a pensar la labor clínica, como una operación de juntura entre


elementos heterogéneos. Para sostenerlos, tensarlos, no definirlos y dejarlos
hacer más que ser.
Juegos de Poder hacer con otros.

La intensión de diseñar dispositivos está apoyada en la conciencia de que somos


productores y reproductores de dispositivos. La pregunta que formulan Foucault,
Deleuze y Agamben, entre otros autores, sobre ¿qué es un dispositivo? nos
convoca éticamente a responsabilizarnos, en la parte que nos toca, a la hora de
construir nuestros equipos de trabajo.

Agamben toma de la famosa entrevista a Foucault (1977), este aspecto que


nosotros tomamos como referencia: "Lo que trato de indicar con este nombre es,
en primer lugar, un conjunto resueltamente heterogéneo que incluye discursos,
instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes,
medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas,
morales, filantrópicas, brevemente, lo dicho y también lo no-dicho, éstos son los
elementos del dispositivo. El dispositivo mismo es la red que se establece entre
estos elementos. Por dispositivo, entiendo una especie –digamos- de formación
que tuvo por función mayor responder a una emergencia en un determinado
momento. El dispositivo tiene una función estratégicamente dominante…El
dispositivo está siempre inscripto en un juego de poder”.

La construcción de dispositivos situacionales supone movimiento, un fluir, una


corriente, pliegues que profanan espacios sagrados, que emancipan del
aprisionamiento de lo instituido. Algo de esto se pone en juego cuando se habitan
espacios colectivos de pensamiento. Sitios que nos componen, y hacen de
nosotros profanadores de aquello venerable y susceptible de culto.

En la construcción de “La Consultoría Psicológica”, nuestra intención es que ese


“juego” imprima un “poder hacer con otros” (Berenstein 2004) más eficaz,
comprometido y sostenedor de todos los actores de la escena (docentes, jóvenes
adolescentes, padres, terapeutas, directivos), disminuyendo toda tendencia,
naturalizada, trivializada, burocratizada del abuso de poder, que opera desde
cierta máquina invisibilizada, a veces imperceptible, sobre y entre las personas,
nuestras acciones y pensamientos; los Baobabs (Saint Exupery) de las zonas de
juego, las alianzas que nos ponen tristes. Recordemos a los Baobabs que
crecían en el planeta del Principito. No nos confundamos. La interpretación
racista del Baobab acerca de que la mala hierba hay que sacarla de raíz o desde
la semilla misma, alentaría las teorías sobre la raza superior y el exterminio
mismo.

Como nos plantea Hanna Arendt en Eichmann y el Holocausto, la cuestión es


¿Cómo llegamos a eso?, como desnaturalizar las cientos de pequeñas acciones
emprendidas, de complicidades indiferentes y esquivas en el cotidiano, en las
pequeñas escenas, las de todos los días.

El tema de la banalización del mal desarrollado por esta autora es indispensable


para ubicar que en nuestra actitud a la hora de la construcción de alianzas se
puede marcar la tendencia hacia construir dispositivos donde el otro sea otro
objeto de dominación, usufructo, de adaptación, desexistencia, manipulación o,
marcando la diferencia, sea “otro humano” produciéndonos en ese “trabajo de
estar juntos en la diferencia y lo que se produce en el encuentro” como define
Isidoro Berenstein (2004) la categoría de vínculo.

El punto de vista winnicottiano sobre la producción de subjetividad, parte de


entrada de una concepción donde el otro en su dependencia con lo ambiental,
nos enclava en la dimensión biopsicosocial indiscernible y en permanente
movimiento y construcción, siendo el entrojado de espacios “entre”, lo que va
poniendo de entrada por fuera del narcisismo, la salud y una ética sobre la
misma.

¿Una biopolítica? ¿Otras biopolíticas posibles?

Deleuze (2008) en sus seminarios sobre Spinoza de los años 80, conocidos
como “En medio de Spinoza”, refiere a la relación entre el abuso de poder y la
tristeza. “….es una especie de fabricación de tristeza. Y hay instituciones para
engendrar la tristeza. Y aparatos. La tele, todo eso… Es inevitable que haya
aparatos de tristeza. No hay poder alegre.”

Sí, es posible un poder alegre; cuando se produce como “poder hacer con otro
en la diferencia”, parafraseando nuevamente a Berenstein (2011). Un poder
alegre es un poder hacer que nos permita ir en búsqueda de encuentros
compatibles, que aumenten nuestras potencias, nos den “alegría” y huir de
aquellos espacios-encuentros que nos des-componen, que disminuyen nuestra
potencia de actuar, que nos generen tristeza.
Los espacios potenciales creados y pensados por Winnicott contienen una ética.
Consideramos que son in situ reproductores de condiciones de humanización
del otro, de producción vincular, donde se juega el juego de la antijerarquía.
Deleuze (2008) comenta de Spinoza, que ha producido la filosofía más anti-
jerárquica que jamás se haya hecho. “….De una manera o de otra los filósofos
explícitamente dicen o al menos sugieren-pero en general explícitamente dicen-
que el alma vale más que el cuerpo, que el pensamiento vale más que la
extensión. Y todo esto forma parte de los niveles del ser a partir de lo Uno. La
diferencia jerárquica es inseparable de las teorías o concepciones de la
emanación, de la causa emanativa. Debo recordarles: los efectos salen de la
causa, hay un orden jerárquico de la causa al efecto. Lo Uno es superior al ser;
el ser-a su turno-es superior al alma; el alma es superior al cuerpo. Es un
descenso.”

En Spinoza todo esto se cae. Para él, el ser es un ser igualado, sin jerarquías.
No somos sustancias sino modos, modos de ser pero además a pura
inmanencia. Modos de ir siendo, haciendo en movimiento continuo.

En cuanto al tema de lo jerárquico, Jorge Rodríguez (2013), en su artículo


“Dogmatismo y superioridad”, reflexiona sobre la figura del inquisidor: “…El
Tribunal del Santo Oficio, la Inquisición, instrumento fundamental del poder de
Roma, fue creado por el futuro Estado Vaticano hace más de 200 años. Perdura
todavía en instituciones, grupos y seres humanos”. Nos propone la diferencia
entre:

 superioridad sana, creativa y generadora. No parte de inferiorizar y se


basa en el trabajo de transformación de la realidad.
 la de los delirios de grandeza (paranoia y manía) y pequeñez (melancolía).
 La de los sentimientos de superioridad e inferioridad, tal como los plantea
Freud.
 La que se presenta bajo la forma de una moral berreta, que necesita
inferiorizar a otro(s) para superiorizarse; que sostiene y tiende al vacío, a
la nada; que degenera.

De los primeros, dice que gracias a ellos vivimos, nos estimulan y vivimos y de
los últimos ubica comentarios como “esos negros de mierda”, o de psicólogos
que dicen, “eso no es psicoanálisis”, o “necesita más análisis”. Establecer
jerarquías para inferiorizar, o sea, inferiorizar para superiorizar.

Esto nos resuena al concepto que trabaja Puget (2002), sobre las concepciones
racistas (pre-juicios) para constituir conjuntos. Plantea, “…superior-inferior,
aceptado-rechazado, incluido-expulsado (expulsado ya tiene una connotación
discriminatoria), como una manera de confirmar la propia identidad apoyándose
en la denigración”.

La autora señala que esta modalidad denigratoria suele observarse en los


combates ideológicos, más o menos sutiles dentro de las instituciones,
llamándole a esto el racismo de todos los días y lo diferencia del racismo
instrumentado políticamente con violencia y exterminación, si bien tienen
mecanismos en común.

En el seno de un tratamiento psicoanalítico, en la modalidad de coordinación de


un equipo de trabajo, en la transmisión del psicoanálisis, puede habitar el
racismo de todos los días.

Espacios potenciales en clave de afinidades.

En una entrevista a la antropóloga María Laura Mendez (2014), realizada por el


Dr. Pablo Farneda, en sus diálogos, nos invitan a explorar el concepto de
afinidad. Categoría afín en sus afinidades con el espacio potencial como
condensador de espacios transicionales. Nos dicen de esta manera: “…Otro
aspecto que podríamos hoy desarrollar y explorar en torno a los procesos de
subjetivación es el concepto de afinidad. Esta noción es para Viveiros de Castro
un concepto amazónico, y es definido como aquello que va por los bordes,
aquello que es afín y se toca en los bordes. Creo que es fundamental repensarlo
y replantearlo en relación a los problemas y las tensiones entre la identidad y la
diferencia. Lévi-Strauss tiene un texto muy interesante en el cual habla acerca
de esto. La relación entre identidad y diferencia no puede ser ni de absoluta
divergencia, donde ya no habría afinidad posible, ni de absoluta convergencia
porque habría homogeneidad. Él no usa en ese momento la palabra afinidad,
pero no deja de ser interesante para pensar esta relación entre lo heterogéneo.
Si se es totalmente heterogéneo no hay composibilidad alguna. Si se es
totalmente homogéneo tampoco porque nos encontramos con la fusión. La
afinidad estaría en el medio, en el sentido de pensar algunos elementos de
relaciones en común, y a su vez las separaciones en otros planos. Creo que es
un concepto clave para pensar los vínculos: se dan por afinidad pero con nadie
se puede tener afinidad total porque estaríamos más bien frente a una
identificación total, una con-fusión. Sin embargo todo el ideal romántico de
Occidente tiene que ver con esta confusión, y entonces no hay posibilidad de
producción de diferencias. La producción de diferencias (en los vínculos y en las
subjetividades) tendría que ver con este ‘óptimo de diversidad’ tal como lo llama
Lévi-Strauss que sería, ni totalmente divergente ni totalmente convergente, sino
convergente en algunos puntos, en los bordes, en algún borde en el que se toca
con otro, y allí se produce entre otros, con otros. ”

La categoría de afinidad está en sintonía con el espacio potencial. La afinidad es


una superposición que soporta la tensión de lo convergente y lo divergente
produciendo condiciones para el encuentro sin con-fusión.

Ejercer una modalidad de coordinación, dirección, en clave de afinidad implica


correrse de toda acción que jerarquice para superiorizar inferiorizando. En
Winnicott para que haya encuentro siempre será con el otro y no sobre el otro,
hablar, pensar con el paciente y no sobre él.

Con los alumnos y los colegas en formación, se pretende conocer y valorizar la


experiencia de trabajar, producir y crear junto con otro. Lo ajeno y extranjero, lo
que no me replica, no hace eco de mí mismo, nos convoca a considerar el
dispositivo de co-coordinación como un ejercicio y modelo de vincularidad e
interculturalidad. A partir de la experiencia de trabajar determinadas
problemáticas ligadas a la clínica y la transmisión del psicoanálisis vincular y
proponerlas para ser discutidas, nuevas redes en afinidad, pueden ser
restituidas, restablecidas y creadas, a partir del encuentro con el otro, que puede
ser hospedado, no por lo idéntico, sino por lo diverso, diferente y ajeno.

Perspectivismo y chamanismo clínicos. Un modelo posible para pensar


con otros
El complejo conceptual del perspectivismo (Viveiros de Castro 2010) da cuenta
de la concepción indígena según la cual el mundo está poblado de otros sujetos,
agentes o personas, más allá de los seres humanos, y que perciben la realidad
de manera diferente a los seres humanos.

Esta concepción presenta al mundo compuesto por una multiplicidad de puntos


de vista: todos los existentes son centros de intencionalidad, que aprehenden a
los otros existentes según sus respectivas características y capacidades. Las
presuposiciones y las consecuencias de esa idea no son reductibles al concepto
corriente de relativismo que a primera vista parecerían evocar. El perspectivismo
amerindio hace resistencia a los términos binarios de los debates
epistemológicos de Occidente.

El tema mítico de la separación entre humanos y no humanos, esto es entre


“naturaleza” y “cultura” no significa en el caso indígena lo mismo que en nuestra
mitología evolucionista. Esta postura redistribuye los predicados ordenados en
las dos series paradigmáticas de Naturaleza y Cultura.

Esto condujo al autor a sugerir la expresión “multinaturalismo” para designar uno


de los rasgos distintivos del pensamiento amerindio en relación con las
cosmologías multiculturalistas modernas; en tanto estas últimas se apoyan en la
implicación mutua entre la unicidad de la naturaleza y la multiplicidad de las
culturas (la primera garantizada por la universalidad objetiva de los cuerpos y la
sustancia, la segunda generada por la particularidad subjetiva de los espíritus y
los significados. La concepción amerindia supondría, por el contrario, una
unicidad del espíritu y una diversidad de los cuerpos. La cultura o el sujeto
representarían la forma de lo universal y la naturaleza o el objeto la forma de lo
particular.

La proposición presente en los mitos indígenas es: los animales eran humanos
y dejaron de serlo, la humanidad es el fondo común de la humanidad y la
animalidad. En nuestra mitología es lo contrario: los humanos éramos animales
y “dejamos de serlo” con la emergencia de la cultura.
El chamanismo es un modo de actuar que implica un modo de conocer o más
bien un ideal de conocimiento. Ese ideal estaría en las antípodas de la
epistemología objetivista que la modernidad occidental estimula.

Para esta última conocer es “objetivar”. O si se quiere, conocer es “des-


subjetivar” tanto como sea posible. Uno conoce bien algo cuando es capaz de
verlo desde afuera, como un objeto. O sea, la buena interpretación de lo real es
aquella en la cual se es capaz de reducir la intencionalidad del objeto a cero. Del
objeto y del ambiente: el control de la intencionalidad ambiente es crucial.

El chamanismo amerindio es lo contrario. Conocer bien alguna cosa es ser capaz


de atribuir el máximo de intencionalidad a lo que se está conociendo. El “buen
conocimiento” es aquel capaz de interpretar todos los eventos del mundo como
si fuesen acciones, como si fuese resultados de algún tipo de intencionalidad.
Conocer es personificar, tomar el punto de vista de lo que es preciso conocer.

Personificar y personificarse para conocer, para intervenir. Hacerse un cuerpo,


hacer cuerpo grupal. Es preciso tomar el punto de visto de aquello por conocer
para pensar, vivir, sentir en inmanencia. En situación, más allá y más acá de la
idea de trascendencia que se desvanece junto con la ilusoria posibilidad de una
totalización que explique.

Es evidente como el movimiento colonizador ha instituido la lógica de lo Uno,


anulando o intentando hacerlo si consideramos que toda lógica siempre tiene
sus líneas de fuga todo intento de manifestación sostenida en la multiplicidad. La
colonización ha sido, no solo una dominación territorial que traza relaciones de
explotación y exterminio sino también una colonización de los cuerpos
singulares, grupales y culturales. El cuerpo, dominado por la cultura, cede ante
el alma, ante la palabra. Nebrija (1926) escribió “…siempre la Lengua fue
compañera del imperio”.

Poner el cuerpo es ponerse en riesgo, sin riesgos no hay cuerpo ni grupo. Pero
sobre todo, sin cuerpo ni riesgo lo que hay es impunidad. Impunidad que
favorece la dimensión sustantiva y abusiva del poder. Le quita acción, le quita su
dimensión de verbo en tanto poder hacer (con otros)
Si nuestras afectaciones pueden aumentar o disminuir nuestra potencia de
acción, si estas afectaciones despliegan pasiones alegres o pasiones tristes, si
estas afectaciones componen y descomponen ese conjunto de relaciones que
es nuestro cuerpo, ¿cómo hacerle lugar al cuerpo en las escenas analíticas?

Pensamos en todas aquellas prácticas terapéuticas que empujan cada vez con
más violencia hacia un ideal de objetivación que anula la “personificación”. Una
suerte de desubjetivación del síntoma y del trabajo clínico que va en vías de
cumplir con los ideales occidentales modernos del conocimiento. Una
terapéutica que tiende hacia lo psico-educativo, hacia la evolución ¿De lo animal
a lo humano? ¿Es posible hacer del psicoanálisis una práctica chamánica? Dice
Viveiros de Castro que la epistemología chamánica es una epistemología
estético-política en la medida en que ella procede por atribución de subjetividad
o “agencia” a las llamadas cosas.

Reunirnos, pensar con, pensar con alegría, no sin compromiso, no sin


enunciarse. Poner el cuerpo, con riesgos, descentrarse, apostar a las
inconsistencias, navegar las incertidumbres, con miedo, con ganas.

Bibliografía

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Alvarez Contreras. Supervisión conceptual: Dr. Hernán Kesselman
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