Sobre La Importancia de La Escritura

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE YUCATÁN

FACULTAD DE CIENCIAS ANTROPOLÓGICAS

LITERATURA DE LOS PUEBLOS


ORIGINARIOS DE AMÉRICA. SIGLOS XVI – XVIII

LIC. NATASCHIA RODRÍGUEZ LARA

JOSÉ ANTONIO CRUZ ALCÁNTARA

3 DE DICIEMBRE DE 2018
Importancia de la escritura en la conservación de los acontecimientos
de la conquista en América

A lo largo de la historia, y en muchos ámbitos de la vida, se escucha el constante


rechazo de la gran mayoría de la gente acerca del hecho de la conquista y se cataloga
como uno de los mayores males que pudo suceder a esta tierra. No se trata de justificar
acciones que, objetivamente, son reprobables por carecer muchas de ellas de
fundamento; no obstante, no todo fue oscuro y fatal como se ha querido generalizar, sino
que ha habido cosas o situaciones que han ayudado tanto a los mismos originarios como a
los asombrados descubridores. Sin embargo, lo que en el presente ensayo se pretende
específicamente es señalar lo importante que resultó el arribo de la escritura en las tierras
amerindias, tanto para la conservación de las tradiciones orales heredadas desde tiempos
ancestrales, como para la difusión de la visión de los autóctonos respecto de la conquista
y sobre su misma cultura.
Si bien, tanto en la cultura incaica como en la cultura náhuatl tenían una manera
de escritura característica de cada una. En el caso de los incas contaban con un sistema de
escritura muy peculiar: el kipu. (Lienhard, 1992: 39). Dichos artefactos eran una serie hilos
de colores diversos que estaban unidos a una pieza horizontal. En estos hilos en los que se
hacían nudos de diversos tamaños, en diferentes posiciones y dependiendo del color en el
que se encontraran sería el mensaje que querían transmitir. Estos hilos debían ser
medianamente largos, al menos lo suficiente, para poder hacerse en ellos los nudos que
servían para elaborar los mensajes.
Eran muy comunes para transmitir mensajes rápidos o servían también como tipo
oráculos y, dado su practicidad, eran de fácil transportación. Esto se ve muy claramente
en la obra teatral de Ollantay, cuando el sumo sacerdote Huillca-Uma es visitado por
Ollanta, este le apremia: “Explícate con claridad, ya que has adivinado el secreto. Ata
pronto esos hilos.” (Anónimo, 2010: 4). Es una referencia a cómo podían trasmitirse
mensajes, la manera en que los incas consultaban el deseo de los dioses, grababan
acontecimientos importantes de su historia o deberes.
La escritura por parte de la cultura náhuatl era de forma picto-glífica, usando
imágenes como animales, o elementos de la naturaleza para expresar sus ideas, plasmar
acontecimientos que habían sucedido o que sucederían. En este sentido resulta
interesante que con la llegada de la lengua castellana comienzan a transcribirse estos
elementos escritos en jeroglíficos. Además, es a partir de la datación europea por como
comienzan a situar en el calendario gregoriano los acontecimientos que habían sucedido
de antaño, tal como se menciona acerca del Códice Boturini:

En el códice se van consignando, con sus respectivas fechas, las peripecias de este
largo peregrinar. En cada caso se señalan también, con glifos toponímicos, los de los
correspondientes lugares por donde pasan los mexicas hasta llegar al cerro de
Chapultepec, en las riberas del lago donde estaba la isla en la que habrían de establecerse.
El códice abarca, pues, un lapso que va de 1163 a 1355 d.C. (León-Portilla, 2003: 145).

Una de las razones por las que resultó importante que los mismos autóctonos
fueran los que relataran o transcribieran sus propias historias basados en la gramática
castellana, es que ayudó para que, en los estudios posteriores, los acontecimientos
prehispánicos fueran situados con mayor exactitud. Un ejemplo de ello es lo que
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl escribe en su Relación sobre la creación del mundo:

Cuando el sol y la luna eclipsó y tembló la tierra y se quebraron las piedras y otras
muchas cosas y señales sucedieron, aunque no hubo calamidad ninguna en los hombres,
que fue en el año de ce calli, lo cual ajustada esta cuenta con la nuestra, viene a ser en el
mismo tiempo cuando Cristo nuestro señor padeció (…) -Y también- Salieron el año
siguiente de ce técpatl desterrados de toda aquella tierra, como se verá en lo que sigue, y
a nuestra cuenta 439 años de la encarnación de Cristo nuestro señor. (De Alva Ixtlilxóchitl,
1985: 265)
Como se ve en el texto anterior, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl utiliza la manera de
fechar a partir del evento de la encarnación de Cristo con lo que es más fácil situar
históricamente los eventos que ellos conocían tanto por sus historias transmitidas
oralmente como las que habían plasmado en sus estelas, esculturas, frescos y calendarios.
A este respecto, George Baudot señala que las expresiones de escritura de los
pueblos prehispánicos, al menos en las culturas otomí, zapoteca, maya y náhuatl, se
basaban sobre todo en representaciones iconográficas. Se fundaban en elementos
regionales que tenían una carga muy fuerte para la concepción de dichos pueblos por lo
que en sus leyendas se hablaban de ellos, por ejemplo: el jaguar, la serpiente, el agua, etc.
(Baudot, 1996: 25)
Todas estas formas que tenían, tanto los pueblos nahuas como los andinos, de
conservar memoria de los acontecimientos más relevantes de su historia, así los más
recientes como los ancestrales, pasaron a formar parte de un universo más grande al ser
puestas por escrito en la lengua castellana.
Con respecto a este punto, Martín Lienhard señala que el valor del testimonio oral,
que tenía un peso considerable en las culturas amerindias, frente al valor conferido a la
escritura plasmada en papel es muy desdeñado. Resulta interesante cómo, haciendo
referencia a la Gramática de la lengua castellana de Antonio Nebrija, señala que la
escritura es una manera de dominar a un pueblo, puesto que ello permite imponer las
leyes del vencedor sobre el pueblo vencido. (Lienhard, 1992: 31).
No obstante, esta observación, que en cierto sentido ha sido muy acertada, se
pueden observar variados casos donde la escritura es aprovechada por diversos autores;
tanto para conservar, de alguna manera, las memorias de su cultura. O, inclusive, con
otras finalidades, como la de reclamos por abusos por parte de los conquistadores con el
fin de hacer respetar sus derechos. De alguna manera, se comienza a pasar de una
mentalidad donde la oralidad era considerada como predominante, puesto que los datos
prehispánicos conservados por ambas culturas no eran tan abundantes en comparación
con su riqueza en la tradición oral, a otra donde la importancia comienza a recaer sobre
los documentos escritos, puesto que era una manera de conservar de manera más fiel e
íntegra lo que se quería transmitir y podía preservarse a través del tiempo.
Respecto a la importancia que se descubrió en la escritura traída de tierras
europeas, el cronista inca Titu Cussi, indica lo siguiente al inicio de su Instrucción:

“Y porque la memoria de los honbres es devil y flaca e si no nos acurrimos a las


letras para //nos aprovechar dellas en nuestras neçesidades, hera cosa ynposible
podernos acordad por estenso de todos los negoçios largos y de ynportançia que se nos
ofresçiesen, y por esso, ussando de la brevedad posible, me será neçesario hazer
recopilaçion de algunas cosas neçesarias.” (Titu Cussi, 1985: 3)

Con este fragmento queda de manifiesto que, para a los andinos, si bien no todos
tenían acceso para aprender a escribir, descubrieron en la escritura una manera de
mantener lo que habían recibido de manera oral por sus generaciones precedentes. No se
trata ya de que ellos conozcan su propia historia, sino que, gracias a la escritura, pueden
tener contacto con la corona y comunicarle su sentir respecto de diversos problemas que
veían en su situación como colonizados y exponer, de manera conciliadora, cómo ellos no
estaban tan perdidos en relación con las verdades que profesaban los españoles.
Con respecto a esta situación, Cornejo Polar sostiene que la voz fue perdiendo
poder en relación con la escritura; pues los andinos recurrirán a ella para conservar sus
tradiciones. Puesto que, como decía Titu Cussi, la memoria no era tan buena para
conservar todas sus historias y cosas de mayor relevancia, vieron la necesidad, tras
conocer que cuando las cosas que se escribían podían ser almacenadas para poder ser
leídas posteriormente, de “proteger” de alguna manera sus más importantes relatos
(Cornejo Polar, 2003: 43).
También, la gente, obviamente la que fue enseñada para leer y escribir, luego vio
que a través de la palabra escrita podía hacer reclamos, quejas por la violación de sus
derechos y, por esta razón, llegaron a identificar a la escritura como un elemento de
fuerza, de poder. De alguna manera, esta visión adquirida pudo ser fundamentada por las
actitudes que vieron en los colonizadores que justificaron tanto la apropiación de las
tierras descubiertas, como la evangelización, por medio de escritos provenientes del papa
y de los reyes de España. (Lienhard, 1992: 29).
Es por estas razones que los nativos, no desechando lo que ellos habían heredado
desde antaño, sino que, yendo más allá, vieron en la escritura, por medio de un sistema
más estructurado con letras y una gramática establecida, una gran oportunidad para hacer
valer sus propias aportaciones culturales y para hacerlas más accesibles para los españoles
que les habían conquistado.
A lo largo de la historia de ambas culturas, tanto la náhuatl como la inca, tuvieron
sus maneras de grabar los acontecimientos más relevantes de su historia: en estelas,
esculturas, pinturas y hasta artefactos como los kipus andinos. Sin embargo, la gran
riqueza cultural que estos pueblos poseían no había sido plasmada debido a la falta de
espacio y porque habían sido transmitidas de manera oral de generación en generación.
La gran economía, en cuestión de material y espacio, que trajo la escritura cautivó a los
escritores originarios de las tierras americanas, de manera que descubrieron en ella no
solo una oportunidad de plasmar su historia, sino una manera de que esta historia se
conservara, puesto que vieron cómo habían escritos muy antiguos que se conservaban por
medio de esa escritura. Por ello, no se puede decir que la conquista fue negativa en todos
sus aspectos; también hubo aportes muy importantes para poder adentrarse después en
el estudio de las culturas amerindias, ya que las claves para descifrar los códices fueron
plasmadas en los escritos dejados por estos escritores autóctonos.
Bibliografía:
Cornejo-Polar, A. (2003) Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad
sociocultural en las literaturas andinas, Berkeley: Centro de Estudios Literarios “Antonio
Cornejo Polar”.
Lienhard, M. (1992) “Irrupción de la escritura en el escenario Americano” en La voz
y su huella, Lima, Editorial Horizonte.
Titu Cussi (1992) Instrucción al licenciado don Lope García de Castro, en:
http://peru.inka.free.fr/Runapacha/DIEGO%20DE%20CASTRO%20TITU%20CUSI%20YUPANQUI.pdf
(Consultado el 03 de diciembre de 2018).
León-Portilla, M. (2003) Literaturas indígenas de México, México, Fondo de Cultura
Económica.
Anónimo (2010) Ollantay, en: http://www.biblioteca.org.ar/libros/153057.pdf
(Consultado el 03 de diciembre de 2018)
De Alva Ixtlilxóchitl, F. (1985) Obras Históricas, México, UNAM
Baudot, G. (1996) “Las literaturas amerindias y la literatura en lengua española de
México en el siglo XVI”, en Garza Cuarón, B. y Baudot, G. (coordinadores): Historia de la
literatura mexicana desde sus orígenes hasta nuestros días, volumen 1, México, Siglo XXI
Editores.

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