Curso de Derecho Constitucional - Mario de La Cueva

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C

urso de Derecho Constitucional


Sistema Bibliotecario de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
Catalogación
PO
E030 Cueva y de la Rosa, Mario, 1901-1981
C838c Curso de derecho constitucional / Mario de la Cueva y de la Rosa ; [presentación
Ministro Juan N. Silva Meza ; prólogo Manuel González Oropeza ; justificación José
Ismael Álvarez M.] -- México : Suprema Corte de Justicia de la Nación, Coordinación
de Compilación y Sistematización de Tesis : Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 2011.
xlvii, 275 p. ; 22 cm. -- (Apuntes de las clases impartidas por ilustres juristas
del siglo XX ; 9)

Primera reimpresión, 2011

ISBN 978-607-630-090-9

1. Derecho constitucional – Antecedentes – México – Manuales 2. Constitución


Política de los Estados Unidos Mexicanos 3. Historia del Derecho Mexicano 4. Poder
constituyente 5. Supremacía constitucional 6. Doctrinas sobre soberanía 7. Garantías
individuales 8. Federalismo 9. República 10. Democracia 11. Elementos del Estado
12. Territorio 13. Población 14. División territorial 15. Unión de Estados 16. Entidades
federativas 17. Distrito Federal 18. Nacionalidad 19. Estado federal 20. Distribución
de competencias 21. Facultades concurrentes 22. Facultades reservadas 23. División de
poderes 24. Sistema bicameral 25. Congreso de la Unión 26. Derecho comparado
I. Silva Meza, Juan Nepomuceno, 1944- , prol. II. González Oropeza, Manuel, prol.
III. Álvarez Moreno, José Ismael, prol. IV. t. V. ser.

Primera edición: mayo de 2011


Primera reimpresión: noviembre de 2011

D.R. © Suprema Corte de Justicia de la Nación


Avenida José María Pino Suárez núm. 2
Colonia Centro, Delegación Cuauhtémoc
C.P. 06065, México, D.F.

D.R. © Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Facultad de Derecho y C.S.
Avenida San Claudio s/n, Colonia San Manuel
Ciudad Universitaria, Puebla, Pue.

Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio, sin autorización escrita de los titulares
de los derechos.

Impreso en México
Printed in Mexico

La edición y diseño de esta obra estuvieron al cuidado de la Coordinación de Compilación y


Sistematización de Tesis de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

Ministro Juan N. Silva Meza


Presidente

Primera Sala
Ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea
Presidente

Ministro José Ramón Cossío Díaz


Ministro Guillermo I. Ortiz Mayagoitia
Ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo
Ministra Olga Sánchez Cordero de García Villegas

Segunda Sala
Ministro Sergio Salvador Aguirre Anguiano
Presidente

Ministro Luis María Aguilar Morales


Ministro José Fernando Franco González Salas
Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos
Ministro Sergio A. Valls Hernández

Comité Editorial
Lic. Arturo Pueblita Pelisio
Secretario de la Presidencia
Mtra. Cielito Bolívar Galindo
Coordinadora de Compilación
y Sistematización de Tesis
Lic. Diana Castañeda Ponce
Titular del Centro de Documentación y Análisis,
Archivos y Compilación de Leyes
Lic. Jorge Camargo Zurita
Director General de Comunicación y Vinculación Social
Dr. Francisco Tortolero Cervantes
Director General de Casas de la Cultura Jurídica
BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

Dr. Enrique Agüera Ibáñez


Rector

Dr. Guillermo Nares Rodríguez


Director General
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

Mtra. Belinda Aguilar Díaz


Secretaria Académica

Mtro. Demetrio Abundez Apresa


Secretario Administrativo

Mtro. José Ismael Álvarez Moreno


Coordinador
Centro de Investigaciones Jurídico Políticas
Dr. Mario de la Cueva y de la Rosa
Suprema Corte de Justicia de la Nación
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

C urso de Derecho Constitucional

Dr. Mario de la Cueva y de la Rosa


México, D.F.
Contenido

Presentación ......................................................................................................... XIII


Prólogo .................................................................................................................. XV
Justificación .......................................................................................................... XLV
Libro primero
Introducción ......................................................................................................... 3
I. Ideas del derecho constitucional. Colocación, clasificación, concepto y razón
histórica ................................................................................................................... 5
Antecedentes históricos del constitucionalismo moderno ............................. 21
España
Constitución de Aragón .................................................................. 22
Inglaterra
Antecedentes ingleses del derecho constitucional ....................... 25
Francia
Antecedentes franceses del derecho constitucional ..................... 29
Estados Unidos de América
Antecedentes norteamericanos del derecho constitucional ........ 34
Historia del derecho constitucional mexicano ................................................. 41
Contenido de la Constitución de Cádiz ................................................................ 44
Contenido de la Constitución de Apatzingán ...................................................... 46
Contenido de la Constitución de 1824 ................................................................. 50
Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1857 ....................... 55
Teoría del poder constituyente ........................................................................... 61
Artículo 136 constitucional y sus problemas ................................................... 67
Antecedentes del artículo 135 constitucional .................................................. 75
Supremacía de la Constitución .......................................................................... 83

IX
X Mario de la Cueva y de la Rosa

Decisiones políticas fundamentales ................................................................... 93


Doctrina de la soberanía ..................................................................................... 95
Clasificación de las garantías individuales ........................................................ 111
Antecedentes históricos del federalismo ........................................................... 117
Diferencia entre Confederación y Federación ........................................................ 118
Teoría del estado federal ..................................................................................... 121
Naturaleza del estado federal .............................................................................. 125
Principios fundamentales que rigen el Estado federal .......................................... 125
Características ......................................................................................................... 128
Libro segundo
Principios del sistema federal norteamericano ................................................. 135
Características del Estado federal Norteamericano .............................................. 136
Doctrina de la representación ............................................................................ 139
República y democracia, dos conceptos distintos .................................................. 141
Defensa de la representación .................................................................................. 143
Análisis de la idea de la representación ............................................................ 147
Elementos de la representación ......................................................................... 151
Territorio y población ......................................................................................... 155
Historia o antecedentes históricos sobre la división política de México ...... 161
I. Problemas resultantes de la división territorial ................................................. 164
II. Transformación de territorios en estados .......................................................... 165
III. Transformación de estados en territorios ........................................................ 166
IV. Unión de estados .............................................................................................. 169
V. Procedimiento para fijar los límites de las entidades federativas ................... 170
VI. El Distrito Federal ........................................................................................... 174
1. Antecedentes históricos. Su representación actual y los problemas
que suscita el artículo 44 constitucional ...................................... 174
Concepto de población en el Estado Mexicano ...................... 174
VII. Problemas de la nacionalidad ........................................................................ 176
Elementos del estado mexicano y el gobierno federal ..................................... 183
I. El Estado federal. Principios fundamentales. Identidad de principio de Estado
federal y entidades federativas. La garantía federal ............................................. 183
II. De la garantía federal ....................................................................................... 185
Derecho mexicano ............................................................................................... 189
Curso de Derecho Constitucional XI

Interpretación de la fracción V del artículo 76 de la Constitución de 1917 ...... 193


Distribución de competencias ............................................................................ 199
Primer grupo. Poderes que corresponden únicamente al gobierno federal ............ 203
Segundo grupo ......................................................................................................... 204
Tercer grupo. Facultades Concurrentes .................................................................. 205
Cuarto grupo. Actos prohibidos a la Federación y a los Estados ........................ 207
Quinto grupo. Actos prohibidos a la Federación .................................................. 207
Sexto grupo. Actos prohibidos expresamente a los Estados .................................. 209
Libro tercero
División de poderes ............................................................................................. 213
I. Aristóteles ............................................................................................................ 214
II. John Locke .......................................................................................................... 216
III. Montesquieu ..................................................................................................... 218
El gobierno parlamentario. Antecedentes y principios ................................... 223
Relaciones que se establecen entre los poderes del estado y la confección
de leyes .................................................................................................................. 229
Orígenes históricos del sistema bicameral ........................................................ 247
Leyes y decretos. Su distinción ................................................................................ 263
Facultades Generales del Congreso de la Unión. La clasificación de las funciones
del Estado, se pueden realizar de forma material y formal .................................. 272
Presentación

E l noveno número de los Apuntes de clases impartidas por


ilustres juristas del siglo XX corresponde al Curso de derecho
constitucional de Mario de la Cueva y de la Rosa (1901-1981), de
brillante carrera en la Universidad Nacional Autónoma de México:
Rector (1940-1942), Director de la Facultad de Derecho (1951-1953),
Coordinador de Humanidades (1961-1966) y profesor emérito
(nombrado en 1961). Brilló siempre en la cátedra, que abandonó
en 1975, habiendo formado a incontables abogados de probada
vocación y futuro promisorio.

Este libro no fue planeado por el maestro De la Cueva, pues


durante su vida publicó obras profusamente revisadas, como El consti-
tucionalismo a mediados del siglo XIX (dos volúmenes) y La idea del
Estado (1975), que él consideraba su texto definitivo de derecho

XIII
XIV Guillermo I. Ortiz Mayagoitia

constitucional. Este Curso de derecho constitucional es una recopi-


lación de ideas y apuntes que el propio maestro guardaba para sus
clases. Su valor es indiscutible, porque representan un acercamiento
conciso y sistemático al estudio del derecho constitucional, de
acuerdo con fuentes notables. Los temas clásicos de la materia,
como el federalismo, la división de poderes, la supremacía consti-
tucional, el gobierno parlamentario y la jerarquía normativa en el
orden jurídico nacional, entre otros, se tratan en estas páginas con
rigor académico.

La obra contiene un prólogo del Dr. Manuel González Oropeza,


ex alumno del maestro De la Cueva, que lo revela como hombre
generoso, disciplinado y comprometido con la ciencia jurídica, al
tiempo que explica su pensamiento en torno a temas de derecho
público y las tendencias doctrinarias que defendió durante su vida.
En general, estos apuntes serán de suma utilidad para los inicia-
dos en el estudio del derecho constitucional mexicano, y para quienes
busquen mayores fuentes relativas a temas ya conocidos y que mere-
cen reflexiones constantes, como los derechos del hombre, la teoría
del Estado, el funcionamiento de los poderes federales, etcétera.

Ministro Juan N. Silva Meza


Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
y del Consejo de la Judicatura Federal
Prólogo

R asgos biográficos

Don Mario de la Cueva y de la Rosa (1901-1981) es una de las figuras


paradigmáticas de la docencia en México durante el siglo veinte.
Sus padres fueron Ricardo de la Cueva y María de la Rosa Berrio-
zábal. Su afición por la ciencia jurídica provino de su relación
estrecha con su tío Arturo de la Cueva Chapela, quien fuera Secre-
tario de Estudio y Cuenta en la ponencia del Ministro de la Suprema
Corte, Félix Romero,1 y Ministro encargado de negocios ad interim

1
Don Félix Romero fue Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación desde 1907 y concluyó
alternativamente la Presidencia hasta 1911.

XV
XVI Mario de la Cueva y de la Rosa

ante el gobierno de los Estados Unidos durante la Revolución, en


el periodo de Francisco I. Madero.2

La impronta de Mario de la Cueva en la Universidad Nacional


es profunda, ya que fue Rector de la misma del 3 de diciembre de
1940 al 19 de junio de 1942, Director de la Facultad de Derecho
de 1951 a 1953 y Coordinador de Humanidades de marzo de 1961
a agosto de 1966. En 1978 recibió el Premio Nacional de Ciencias
y Artes en el área de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía.

Ejerció la docencia desde 1929 hasta 1975, año en que tuve el


privilegio de ser su alumno en la cátedra de Derecho del Trabajo,
última clase que impartió en la Facultad de Derecho, en un pequeño
salón del tercer piso de su edificio, y que con toda dedicación las
preparaba para descubrir la vocación académica de sus estudiantes,
subiendo con toda paciencia las escaleras interminables del
inmueble en el Pedregal de San Ángel.

Como ya nos había anunciado que ésa sería la última clase


que impartiría, los compañeros nos preparamos para hacer una
placa de bronce conmemorativa de ese hecho, y fijarla en el marco
de la puerta de acceso al salón; pero al enterarse de nuestra inten-
ción, declinó que hiciéramos ese homenaje modesto, según dijo,
para evitar suspicacias.

2
Su nombramiento fue extendido el diez de enero de 1913 por el propio Presidente Madero, suscribiéndolo
también Julio García como Secretario de Relaciones Exteriores.
Prólogo XVII

A pesar de que su conocimiento del Derecho del Trabajo fue


notorio desde 1938, con la publicación de su libro de texto, fue a
partir de la aprobación de la Ley Federal del Trabajo en 1970, que
sus opiniones fueron consulta obligada en la materia. Además, su
gusto por el Derecho Constitucional nunca se eclipsó e introdujo
a muchos de sus alumnos, bien en el aula o incluso en su propia
casa de la Ciudad de México, en los problemas del derecho público,
del cual el derecho social fue una emanación.

Poco después de su desempeño en el cargo como Director de


la Facultad de Derecho, coincidiendo con el Centenario de la Cons-
titución de 1857, promovió una conferencia que resultó en la publi-
cación de un libro clásico sobre El constitucionalismo a mediados del
siglo XIX, en dos volúmenes, donde reunió una serie de ensayos
sobre la evolución del constitucionalismo en el mundo y su propio
trabajo sobre la Constitución mexicana de esa época, el cual es
insuperable.

Poco después, como Coordinador de Humanidades en la


década de los sesenta del siglo pasado, promueve la publicación de
ensayos sobre el pensamiento de Jean Jacques Rousseau y la sobe-
ranía nacional, aprovechando un libro de Herman Heller sobre La
Soberanía, así como diversos libros sobre la Constitución Mexicana
de Apatzingán de 1814.

Justo en el año de su última clase, en 1975, apareció su libro


sobre La idea del Estado que es un verdadero texto de derecho cons-
XVIII Mario de la Cueva y de la Rosa

titucional. A quien se le acercara, el maestro De la Cueva ofrecía


con generosidad su sapiencia y su biblioteca, siempre que no salieran
sus libros de ella por supuesto. Por ello sus clases y conversaciones
eran prolijas y llenas de amabilidad.

Desde 1920, aproximadamente, la cátedra de derecho público


había sido ocupada por Manuel Gómez Morín (1897-1972),3 quien
en 1933 fue designado Rector de la Universidad Nacional de
México. En 1929 se invitó a Mario de la Cueva, entonces un joven
profesor de la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad
Nacional; posteriormente, de 1931 a 1934, completaría unos cursos
de posgrado en la Universidad de Berlín.4 Su doctorado fue Honoris
Causa otorgado en 1950 por la creación de la División de Doctorado
(ahora de Posgrado) de la Facultad de Derecho de la misma Uni-
versidad. En 1961 se le concedió el honor de ser nombrado profesor
emérito.

Enseñanza del Derecho Constitucional

La Constitución de Cádiz (1812) prescribió en el artículo 368:

El Plan de enseñanza será uniforme en todo el Reino, debiendo


explicarse la Constitución en todas las Universidades.

3
Según se reporta por Lucio Mendieta y Núñez, Apuntes para la historia de la Facultad de Derecho.
Manuales Jurídicos, 1, UNAM, 2002, p. 27.
4
Ana Luisa Izquierdo y de la Cueva, El humanismo jurídico de Mario de la Cueva (Antología),
UNAM-Fondo de Cultura Económica, 1994.
Prólogo XIX

Por ello, en México comienza la enseñanza del derecho cons-


titucional desde 1820, cuando la Constitución española se
restablece en suelo novohispano.5 En el discurso inaugural de la
cátedra se hace referencia a la soberanía popular que se recobra
con la muerte de un monarca, el imperio de la ley o, lo que quizá
se conoce en la actualidad, como Estado de Derecho, y la ense-
ñanza de los derechos que se derivan de la Constitución; con ello
se ofrece un panorama moderno de principios constitucionales.6

Producto de la obligación impuesta por la Constitución es-


pañola de Cádiz, se encomienda a Manuel José Quintana un Informe
para proponer los medios de proceder al arreglo de los diversos ramos de
instrucción pública (Informe Quintana, 1814) que se adoptó en el
Reglamento General de la Instrucción Pública (1821), aprobado
por la Cortes españolas, con una vigencia de dos años.

El Informe Quintana propuso que la educación debería ser


liberal, en el sentido de promover la igualdad, la libertad, ser uni-
versal y uniforme, así como correr a cargo del Estado; ideales todos

5
Blas Osés, Oración inaugural en la apertura de la cátedra de Constitución de la Universidad
Literaria de Méjico pronunciada el 28 de diciembre de 1820, por el C. Don Blas Osés, abogado
de la Audiencia territorial de esta N.E., rector del colegio i. v. y m. de esta Santa María de todos
los Santos, secretario de la Junta Provincial de censura establecida en esta capital, socio voluntario
de la academia pública de jurisprudencia teórico-práctica de la misma, y corresponsal de la de
buena educación de Puebla, y catedrático regente de la cátedra de Constitución. Méjico, Oficina
de Alejandro Valdés, 1821, 20 pp.
6
Precedieron a la cátedra de Constitución de la Universidad de México, las cátedras impartidas en la
Universidad de Valencia (1813) y de Estudios de San Isidro de Madrid (1814). Luis Sánchez Agesta. “Las
primeras cátedras españolas de Derecho Constitucional”, Revista de Estudios Políticos, Núm. 126, Madrid,
1962, p. 157.
XX Mario de la Cueva y de la Rosa

ellos de acuerdo a la Constitución gaditana.7 La Universidad de


Sevilla que fue el modelo de la Universidad mexicana, implementó
la cátedra de Constitución el 17 de abril de 1820 con Bartolomé
García Romero, siendo testimoniada por el mismo comandante
Rafael de Riego, quien sería fundamental para entender la
reimplantación de la Constitución en ese año.8

Por otra parte, a Blas Osés se le encuentra en Cuba en la


siguiente década, 9 pero su ausencia se suple con creces debido a
la obra de José María Luis Mora: Catecismo Político de la Federación
Mexicana (1831) que es una pequeña obra, pero muy significativa
al exponer los principios constitucionales, ya que en sus dieciséis
capítulos presenta el contenido de la Constitución Mexicana de
1824.10 Su libro es previo a su activa participación en la reforma
liberal de 1832-1833.

7
OEI. “Historia del sistema educativo español”. 2.1. La educación desde finales del Antiguo Régimen
hasta la promulgación de la Ley Moyano en 1857. www.oei.es/quipu/espana/ESPA02.PDF.
8
El nombre formal de la cátedra sería de “Constitución y Derecho Público”. Rosario Navarro Hinojosa,
“La Universidad de Sevilla durante el Trienio Constitucional: Innovaciones en las cátedras de segunda
enseñanza”, Campus.usal.es/-revistas_trabajo/index.php/0212-0267/article/…/6467.
9
Merece especial mención, la obra que editara Juan Wenceslao Sánchez de la Barquera en 1822 con el
título Lecciones de Política y Derecho Público para instrucción del pueblo mexicano, Imprenta de
Da. Herculana del Villar. Además de ser una obra pionera en esta materia, el libro de Sánchez de la
Barquera es quizá el primer libro que sugiere que lo primero que debe establecer una Constitución es una
declaración formal de derechos humanos, “reservados” por los ciudadanos al tiempo de celebrar la asociación
política. Se define en su libro igualmente lo que debe entenderse por derecho público como el conjunto de
leyes fundamentales del Estado cuyo objeto es la felicidad de la Nación a través de las reglas generales del
gobierno interior.
10
A diferencia de la Constitución de Cádiz, la Constitución de 1824 no se ocupó de la ilustración del pueblo
en los preceptos de la Constitución. El título de “Catecismo” se refiere a un texto ordenado por preguntas y
respuestas, y no corresponde al contenido, que generalmente se asocia a la religión. El Catecismo político
puede consultarse en Derechos del Pueblo Mexicano. México a través de sus Constituciones. Tomo I.
Cámara de Diputados. Congreso de la Unión. 7ª. Edición. 2006, p.287-336.
Prólogo XXI

Entre las primeras regulaciones sobre los estudios universitarios


en México, se encuentra el decreto del 12 de noviembre de 1834, en
el cual se ordenó que las Escuelas que impartieran la carrera, en-
señaran en el segundo año lo correspondiente al Derecho Público
(artículo 33), aunque los estudios universitarios se entendían com-
plementarios de los realizados en los Colegios de Abogados 11
(Artículo 73).

Desde esta fecha, el título de la materia de derecho constitu-


cional se fusionó al de derecho público, como se corrobora con el
Plan de Estudios de la República Mexicana, aprobado el 18 de agosto
de 1843, donde en el sexto año se mandata el estudio del derecho
público,12 recuperando su individualidad a través del decreto del 2
de diciembre de 1867, en el que se le denomina “derecho consti-
tucional y administrativo”.13

Apuntes de Derecho Constitucional de Mario de la Cueva

Los Apuntes que ahora se presentan, sobre la clase de Derecho


Constitucional, son la recopilación de ideas esquemáticas que me

11
Lucio Mendieta y Núñez. op. cit. p. 12. Desde 1760 se había creado el Ilustre y Real Colegio de
Abogados en el cual, desde 1785, era obligatorio para quienes aspirasen a ejercer en el foro, que cursaran
sus prácticas forenses. Posteriormente, a partir de 1794, los aspirantes a ser acreditados ante la Real
Audiencia de México acudían ante la Academia Teórico-Práctica de Jurisprudencia. El 1º. de diciembre de
1824 comenzó la decertificación de los abogados, quienes podían litigar sin necesidad de los cursos ante el
Colegio y la Academia. Esta situación perduró hasta 1830, cuando el Colegio y la Academia volvieron a
servir como crisoles de la formación forense. Alejandro Mayagoitia, “Juárez y el Ilustre y Nacional Colegio
de Abogados de México. Libertades en jaque en el México liberal”, Anuario Mexicano de Historia del
Derecho, vol. XX, 2008.
12
Mendieta. op. cit., p. 14.
13
Ibidem, p. 15.
XXII Mario de la Cueva y de la Rosa

recuerdan los apuntes que guardaba celosamente el maestro en dos


carpetas negras de gran formato. Cuando las consulté, me indicó
que no las citara pues se trataban de ideas sueltas, sin mayor re-
flexión de su parte, por lo que prefería que se mantuvieran como
fuente de consulta, más que constituir el esbozo de una obra.

Poco después de la muerte del maestro, Jorge Carpizo editó un


libro con el título Teoría de la Constitución,14 atribuido a Mario de la
Cueva, que me recordó nuevamente la advertencia que el maestro
me hiciera en vida en 1979, ya que algunas de sus afirmaciones no
habían tenido la debida reflexión de su parte. En esta obra, si-
guiendo a Santi Romano, se afirma que el derecho constitucional
es la base del derecho público.

Don Mario de la Cueva fue un académico que siempre gustó


del rigor científico en sus clases y trabajos escritos; lejos de escribir
innumerables obras, siempre cuidó de publicar lo suficiente, pero
de manera impecable; por ello, estos apuntes quizá no hubiesen
recibido la autorización del maestro, pero al leerlos se desprenden
los conceptos que siempre explicó a sus alumnos, por lo que más allá
de la redacción, que correspondió a algún alumno, está el espíritu del
maestro lleno de las ideas con las que construía su pensamiento y
enseñanza.

El último libro que publicó en vida fue La idea del Estado (1975)
que dedicó a “los estudiantes y al pueblo en la lucha por la libertad

14
Editorial Porrúa, 1982. (Prólogo de Jorge Carpizo).
Prólogo XXIII

y la justicia del dos de octubre de 1968”, y que constituye una


obra de gran importancia doctrinal sobre la soberanía y el Estado,
analizados sus fundamentos teóricos desde la antigüedad.

Por su parte, la idea del derecho constitucional para don Mario


de la Cueva es simple, pues considera que los orígenes del consti-
tucionalismo moderno están en las cartas de establecimientos de
las colonias de América del Norte, o antiguas posesiones inglesas
en el Nuevo Mundo, sin descuidar los antecedentes españoles del
Justicia Mayor de Aragón, así como las declaraciones francesas de
la etapa revolucionaria.

No obstante, el plan de su curso comenzó, muy acertadamente,


explicando la supremacía de la Constitución y la jerarquía de las
normas en el orden jurídico nacional. Comenzaremos por la parte
que más le apasionó al maestro De la Cueva: los derechos del hombre.

Declaración de derechos del hombre

El constitucionalismo debe su contenido original a la cuestión fun-


damental de incluir o no una declaración de derechos del hombre.
Los Apuntes aquí prologados así lo enfatizan y discuten el papel de
las declaraciones de derechos humanos en el constitucionalismo.

Como asunto previo, se explica el célebre debate de Georg


Jellinek y Émile Boutmy sobre la fuente originaria de las declara-
ciones de los derechos del hombre; sobre si se ubican en Estados
XXIV Mario de la Cueva y de la Rosa

Unidos con las declaraciones de derechos de la etapa colonial, como


la de Virginia de 1776, o en la Declaración de Derechos del Hombre
de Francia, de 1789. Al respecto, se ha considerado que si bien
hubo una fluida comunicación entre Marie-Joseph Paul Yves Roch
Gilbert du Motier, marqués de Lafayette y Thomas Jefferson, cada
quien sostuvo su peculiar concepción del significado que guardarían
las declaraciones en función de la propia naturaleza de los dere-
chos humanos, por lo que su influencia no puede considerarse
categórica.

Al respecto, Michel Troper 15


ha caracterizado la concepción
de Lafayette como el establecimiento de derechos naturales o
verdades “eternas” que no dependen de las revisiones periódicas
de las Constituciones. En cambio, la concepción de Jefferson se
refiere a declaraciones que no definen los derechos humanos,
sino reglas que derivan de ellas, por lo que la Constitución puede
ser variada por cada generación.

En el caso francés, la declaración de derechos es inmutable


pues contiene la prescripción de los derechos naturales, su función
consiste en fundar el poder no en limitarlo. Los derechos “a la
francesa” no son oponibles al Estado, puesto que ellos son el sus-
tento del Estado.

15
“Jefferson y la interpretación de la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789”. Derechos y
Libertades, Revista del Instituto Bartolomé de las Casas, Universidad Carlos III, año 5, núm. 8, 2000,
pp. 560 y 561.
Prólogo XXV

En el caso americano, las reglas de derechos previstas en la


declaración correspondiente, denominadas Enmiendas, pueden ser
interpretadas para oponerlas al Estado, al cual limitan, particular-
mente un gobierno federal en proceso de creación como lo era el
de los Estados Unidos en el siglo XVIII;16 por ello los jueces juegan un
papel importante en la interpretación y la garantía de tales derechos.

En México, la protección de los derechos humanos tuvo un


desarrollo similar al de los Estados Unidos, pues la Constitución
Federal de 1824 no consagró un capítulo específico sobre derechos
humanos, pero los Estados suplieron esa deficiencia, ya que sus pri-
meras Constituciones se esforzaron en determinar derechos
fundamentales que adelantaron las futuras declaraciones federales
en la materia.

Derechos Sociales en la Constitución Mexicana

El maestro De la Cueva se esmeraba en sus clases por enfatizar la


naturaleza pionera de la Constitución Mexicana de 1917 en cuanto
a la consagración de una nueva declaración de derechos, pero esta
vez sociales, a nivel mundial. La inclusión de los artículos 27 y 123
en la Constitución se logró con gran esfuerzo como producto de la
Revolución Mexicana.

16
Ya que hasta antes de la aprobación de la Constitución de 1787, correspondía a los Estados la protección
de los derechos humanos, como lo habían hecho en su etapa colonial, donde se destaca la Declaración de
Derechos de Virginia. Robert Allen Rutland, The Birth of the Bill of Rights 1776-1791, Northeastern
University Press, Boston, 1983, p. 110.
XXVI Mario de la Cueva y de la Rosa

Se basaba en las ideas de Gustav Radbruch17 para demostrar


que el hombre no observa una condición naturalmente igualitaria,
sino que debido a su condición la desigualdad es característica,
por lo que el derecho debe tomar como punto de partida para su
regulación y construcción, la nivelación de las desigualdades
naturales; asimismo, el libre juego de las partes que entraña la auto-
nomía de la voluntad del derecho individualista, se abandona con
el derecho social tomando como objeto al hombre colectivo.

Por su parte, Froylán C. Manjarrez tuvo la visión histórica


suficiente, al momento de discutir la nueva Constitución de 1917,
que ésta tendría que ser el documento normativo más importante
de la Revolución Mexicana, de ahí que su preocupación constan-
te por plasmar los ideales obreros y campesinos lo llevó a insistir en la
expresa consagración de los principios que formarían el artículo
123 constitucional.

Efectivamente, en la célebre sesión del 26 de diciembre de 1916,


Manjarrez propone la sugerencia más brillante del constitucio-
nalismo social mexicano:

Se ha visto que esta Revolución no es una Revolución Política, sino


una Revolución Social (...) pasará así solamente pidiendo las 8 horas
de trabajo, no; creo que debe ser más explícita nuestra Carta Magna
sobre este punto y precisamente porque debe serlo, debemos dedicarle

17
Introducción a la Filosofía del Derecho, Fondo de Cultura Económica, Trad. de Wenceslao Roces,
1a. ed. en español, 1951, pp. 153-165.
Prólogo XXVII

toda atención, y si se quiere, no un artículo, no una adición, sino todo


un capítulo de la Carta Magna (...) yo no opino que cuando fijen las
leyes reglamentarias sea cuando se establezca tal o cual cosa en
beneficio de los obreros, no señores. ¿Quién nos garantiza que el
nuevo Congreso habrá de estar integrado por revolucionarios?...
¿Quién nos garantiza, digo, que ese Congreso General ha de expedir
y ha de obrar de acuerdo con nuestras ideas? No señores, a mí no me
importa que esta institución esté no dentro de los moldes que pre-
vienen jurisconsultos, a mí no me importa nada de eso, a mí lo que
me importa es que se den las garantías suficientes a los trabajadores,
a mí lo que me importa es que atendamos debidamente el clamor de
esos hombres que se levantaron en la lucha armada y que son los que
más merecen que nosotros busquemos su bienestar y no nos espan-
temos a que debido a errores de forma, aparezca la Constitución un
poco mala en la forma; no nos asustemos de esas trivialidades, vamos
al fondo de la cuestión. 18

Esta propuesta que refleja el pensamiento social, más progre-


sista, característicamente mexicano, y que proviene de liberales
como Ignacio Ramírez en el Constituyente de 1856-1857 y de sus
obras posteriores en 1875, Manjarrez convence al Constituyente que
la formalidad ortodoxa del liberalismo es muy estrecha y ciega para
elevar al rango constitucional los rasgos más apremiantes de la revo-
lución social del país. El periodista poblano vislumbró una nueva
teoría constitucional, y ve a una supralegalidad constitucional que
permite alejar del alcance de congresos ordinarios, los valores más
importantes de una nueva comunidad,19 nueva en tanto se convul-

18
Ibidem, pp. 688 y 689.
19
Tamayo y Salmorán, Rolando, Introducción al estudio de la Constitución, 3a. ed., México, UNAM,
1989, pp. 283-284.
XXVIII Mario de la Cueva y de la Rosa

siona por una revolución que replantea y cuestiona principios po-


líticos y sociales, sobre los cuales habrá estado fundamentada.

Con esta participación, Manjarrez pasó a la historia y todos


los cronistas e historiadores ponderan las consecuencias de su preocu-
pación por el carácter revolucionario del Congreso Constituyente.20

Volviendo a la cuestión laboral, Manjarrez, sobra decirlo, fue


un convencido de la necesidad de incluir en el texto constitucional un
título, que finalmente fue el sexto de la Constitución, en su capítulo
único dedicado al trabajo y a la previsión social, el artículo por-
menorizado, como es el 123, sobre las condiciones de la clase obrera.
El artículo 123 sólo es comparable en importancia y extensión a
los originales textos de los artículos 3º, 27, 73 y 115.

En la sesión del 28 de diciembre de 1916 propuso primero


verbalmente, y después a requerimiento de Palavicini, el siguiente
pedimento por escrito:

Ciudadano presidente del honorable Congreso Constituyente:

Es ya el tercer día que nos ocupamos de la discusión del artículo 50


que está a debate. Al margen de ellos hemos podido observar que tanto

20
Excepto la historia de Palavicini sobre el Congreso Constituyente, las demás, especialmente las escritas
por jacobinos, reconocen la sugerencia de Manjarrez, Cfr., Bórquez, Djed, Crónica del Constituyente,
México, Botas, 1983; Rouaix, op. cit. supra; Melgarejo, Randolf L. y J. Fernández Rojas, El Congreso
Constituyente de 1916-1917, México, Secretaría de Fomento, 1917, pp. 534 y 535; Ulloa, op. cit., p. 327;
González Ramírez, Manuel, La Revolución Social de México, 2a. ed., México, t. II, pp. 327-328.
Prólogo XXIX

los oradores del pro como los del contra, están anuentes en que el
Congreso haga una labor todo lo suficiente posible en pro de las
clases trabajadoras.

Cada uno de los oradores, en su mayoría, ascienden a la tribuna con


el fin de hacer nuevas proposiciones, nuevos aditamentos que redun-
den en beneficio de los trabajadores. Esto demuestra claramente que
el problema del trabajo es algo muy complejo, algo de lo que tenemos
precedente y que, por lo tanto, merece toda nuestra atención y todo
nuestro esmero.

A mayor abundamiento, debemos tener en consideración que las


iniciativas hasta hoy presentadas no son ni con mucho la resolución
de los problemas del trabajo; bien al contrario, quedan aún muchos
escollos y muchos capítulos que llenar; nada se ha resuelto sobre las
indemnizaciones del trabajo; nada se ha resuelto sobre las limi-
taciones de las ganancias de los capitalistas; nada se ha resuelto sobre
el seguro de vida de los trabajadores, y todo ello y más, mucho más
aún, es preciso que no se pase desapercibido de la consideración de
esta honorable Asamblea.

En esta virtud y por otras muchas razones que podrían explicarme y


que es obvio hacerlas, me permito proponer a la honorable Asamblea,
por el digno conducto de la Presidencia, que se conceda un capítulo
exclusivo para tratar los asuntos del trabajo, cuyo capítulo podría llevar
como título ‘Del Trabajo’, o cualquiera otro que estime conveniente
la Asamblea.

Asimismo me permito proponer que se nombre una comisión com-


puesta de cinco personas o miembros encargados de hacer una reco-
pilación de las iniciativas de los diputados, de datos oficiales y de
XXX Mario de la Cueva y de la Rosa

todo lo relativo a este ramo, con objeto de dictaminar y proponer el


capítulo de referencia, en tantos artículos cuantos fueren necesarios.21

La propuesta venía respaldada por Rafael Ochoa, Rafael L. de


los Ríos, diputado y secretario particular de Rouaix y José María
Rodríguez. Pastor Rouaix, al enterarse de la propuesta, formó la
Comisión a través de De los Ríos, quien propuso una moción sus-
pensiva en la discusión del artículo 5o., que establecía la libertad
de trabajo, para discutir la conveniencia de un título para la cues-
tión obrera; las sesiones informales se llevaron a cabo durante los
primeros 10 días de enero de 1917 y el 13 de enero fue presentado
el dictamen firmado por 70 delegados, mismo que mereció la
aprobación de la Asamblea el 23 de enero.22

Aunque con esta concepción de Manjarrez bastaría para


asignarle un sitial importante dentro de la rica experiencia del de-
recho público mexicano, como digno promotor del constitucio-
nalismo social, su figura se presenta relevante por otro motivo
adicional: Manjarrez fue un defensor de los Congresos frente al
creciente poderío del Poder Ejecutivo. En este aspecto chocó fron-
talmente con la tendencia presidencialista de Venustiano Carranza.
La concepción sui generis del grupo de renovadores sobre el sistema
federal presidencial se perfiló claramente con motivo de la propuesta
para cambiar el nombre oficial de “Estados Unidos Mexicanos”

21
Cfr., Diario de los debates del Congreso Constituyente, México, 1920, t. I, sesión del 28 de diciembre
de 1916, pp. 739 y 740.
22
Charles C. Cumberland, La Revolución mexicana. Los años constitucionales, México, 1975.
Prólogo XXXI

por el de “República Mexicana”, presentada en la sesión del 12 de


diciembre de 1916. Los carrancistas pusieron tanto empeño en
combatir este cambio que se antoja más semántico que de fondo,
que correspondió al propio presidente del Congreso, Luis Manuel
Rojas, hacer la defensa del sistema, dejando a Cándido Aguilar,
vicepresidente del Congreso, en funciones de presidente. Rojas si-
guió el pulso de la propuesta y consideró que se encaminaba no
sólo a cambiar el nombre oficial de México sino el sistema presi-
dencial por uno parlamentario y el federal por uno centralista.
Rojas, después de recordar el proyecto de parlamentarismo que la
XXVI Legislativa presentó por los elementos más reaccionarios,
llegó a considerar que: “la palabra República en efecto, no puede
significar de ninguna manera, la idea de federación, la palabra ‘Re-
pública’ por su tradición está asociada a los antecedentes del sistema
central”. En esta ocasión el grupo renovador ganó por 108 votos
contra la propuesta y hubo sólo 57 por la afirmativa, entre los que
estaba el voto de Manjarrez.23

Ante esta postura, Manjarrez tuvo ocasión de presentar el 17 de


enero de 1917 una iniciativa suscrita por 25 diputados que se reducía
a la siguiente propuesta:

Que el Presidente de la República tenga facultades para nombrar a


los Secretarios de Estado y del Despacho, pero previa aprobación de la
Cámara de Diputados.

23
Cfr., Diario de los debates, op. cit., sesión del 12 de diciembre de 1916.
XXXII Mario de la Cueva y de la Rosa

Reformabilidad de la Constitución

Que los derechos sociales estén incluidos en la Constitución o en


su reforma fue, en su momento, un gran debate que al final que-
brantó el dogma liberal de que en la Constitución sólo deberían
estar contemplados los principios relativos a la división de poderes
y a los derechos individuales, pero no las reivindicaciones sociales de
una Revolución. Éstos bien podrían estar en la legislación secun-
daria, se pensaba. Pero nuestro Constituyente fue convencido de
lo contrario y, gracias a ello, México contó con la primera Consti-
tución Social en el mundo.

Con motivo de esta argumentación De la Cueva basó su doc-


trina constitucional, en materia de reforma, adoptando la tesis de
Raymond Carré de Malberg, expuesta en su libro Contribution a la
Theorie générale de l´État, spécialment d´aprés les donées fournies par
le Droit constitutionnel francais (1922). En ella se aprecia que la
reforma constitucional puede versar sobre puntos limitados de su
texto o, por el contrario, reformarla integralmente en su totalidad.

La tesis de Carré de Malberg, sostenida por las enseñanzas de


Mario de la Cueva en México, refleja el contenido del artículo 136
constitucional:24

24
“Esta Constitución no perderá su fuerza y vigor, aún cuando por alguna rebelión se interrumpa su
observancia. En caso de que por cualquier trastorno público se establezca un gobierno contrario a los principios
que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se reestablecerá su observancia, y con arreglo
a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido, serán juzgados, así los que hubieren figurado en el
gobierno emanado de la rebelión, como los que hubieren cooperado a ésta”. Esta disposición fue utilizada
por Venustiano Carranza para justificar su Revolución Constitucionalista contra Victoriano Huerta.
Prólogo XXXIII

Hay que abandonar, pues, esta primera hipótesis, en la cual la revo-


lución y el ejercicio del poder constituyente no están regidos por el
derecho, pues en la ciencia del derecho público no hay lugar para
un capítulo consagrado a una teoría jurídica de los golpes de Estado,
de la revolución y de sus efectos. Y por consiguiente, conviene fijarse
únicamente en un segundo caso, que es el de la reforma pacífica,
regular, jurídica en una palabra, de la Constitución vigente.

445. Esta reforma puede ser más o menos extensa; puede tener por
objeto, bien revisar la Constitución en algunos puntos limitados,
bien derogarla y reemplazarla totalmente. Pero cualquiera que sea la
importancia de este cambio constitucional, sea total o parcial, habrá
de operarse según las reglas fijadas por la misma Constitución que se
trata de modificar. Y en efecto, desde el momento en que se hace
abstracción de la revolución y de los golpes de Estado, que son proce-
dimientos constituyentes de orden extrajurídico, hay que reconocer
que el principio de derecho que se impone en una nación organizada
es que la creación de la nueva Constitución sólo puede ser regida por
la Constitución antigua, la cual, en espera de su derogación, perma-
nece aún vigente; de tal modo que la Constitución nueva nace en
cierto modo de la antigua y la sucede, encadenándose con ella sin
solución de continuidad. 25

Actualmente, Carl Schmitt ha cobrado difusión para limitar


el Poder Reformado de la Constitución y circunscribirlo a pocos
aspectos de su texto. Este controvertido autor alemán popularizó en
su libro Teoría Constitucional,26 publicado por primera vez en alemán
en 1928, la afirmación de que el poder revisor de la Constitución

25
Carré de Malberg, Teoría General del Estado, capítulo IV, Fondo de Cultura Económica, México,
1948, p. 1173.
26
Constitutional Theory, Duke University Press, trad. y edición de Jeffrey Seitzer. Prólogo de Ellen Kennedy,
2008, pp. 150-153.
XXXIV Mario de la Cueva y de la Rosa

sólo podía reformar su texto sin cambiar lo que llamó decisiones


fundamentales, pero no se pronuncia sobre la totalidad o parcialidad
de su articulado, ya que dicha cuestión atiende sólo a la revisión de su
articulado mas no a la supresión del contenido de la anterior
Constitución.

Schmitt basa su interpretación de limitación al Poder Refor-


mador de la Constitución en el artículo V de la Constitución de los
Estados Unidos,27 en el artículo 2º. del Estatuto Constitucional de
Francia de 1884,28 así como en el artículo 112 de la Constitución
de Noruega de 1814.29 Finalmente, la propia Constitución Mexicana
aparentemente induce esta conclusión, debido al artículo 136 que
habla sobre que ningún gobierno puede establecerse en contra de
sus principios. No obstante, esta limitación es respecto a los gobier-
nos o poderes constituidos atentatorios contra la Constitución; sin
embargo, el artículo 135 no limita al Poder Constituyente, sino que
sólo prescribe el procedimiento de reforma.

Por último, Schmitt descansó doctrinariamente su conclusión


sobre el Poder Reformador de la Constitución en el artículo de William
L. Marbury, publicado en 1919-1920.30

27
Cuya frase final dice textualmente: “No State shall be deprived of its equal suffrage in the Senate”. Lo cual
es una limitación a la reforma constitucional, puesto que este artículo trata sobre los procedimientos
reformatorios de la Constitución.
28
Que establece el principio de que la forma republicana de gobierno no puede ser objeto de revisión constitucional.
29
Que establece que la reforma constitucional nunca puede contradecir los principios de la presente Cons-
titución, sólo puede modificar dictados individuales en lo particular, sin cambiar el espíritu de la Constitución.
30
William L. Marbury, “The limitation upon the amending Power”, 33 Harvard Law Review, 223 y ss.
(1919/20).
Prólogo XXXV

En México, desde 1824 contamos con las mismas decisiones


fundamentales que no han sido suprimidas a pesar de las constan-
tes reformas (y revoluciones), pero han sido agregadas otras. Las
Constituciones de 1824, 1857 y 1917, a nivel federal, presentan
las mismas instituciones: forma republicana de gobierno, sistema
federal y presidencialismo; aunque se han incrementado otras de-
cisiones fundamentales como la protección de los derechos a través
del juicio de amparo (garantías individuales) y la revisión judicial
(capacidad del Poder Judicial para suspender la aplicación de leyes
inconstitucionales).

Por lo anterior, la historia política y la cultura jurídica de México


no se ajustan a las teorías de Schmitt en esta materia, aunque en-
cuentran acomodo en las de Carré de Malberg, Leon Duguit y Ulises
Schmill, entre muchos otros, que asignan al Poder Revisor de la
Constitución plenos poderes para transformar aun las decisiones
fundamentales de un texto constitucional previo. En 1835, el Poder
Revisor del Congreso, autoproclamado en Constituyente, cambió
el sistema federal por un sistema centralista; de la misma manera, en
1865, el Estatuto Orgánico del Imperio Mexicano cambió la forma
republicana por la monarquía constitucional y, en 1917, el Congreso
Constituyente de Querétaro conoció de la iniciativa de Froylán Man-
jarrez para cambiar el presidencialismo por un sistema parlamentario.

Por otra parte, muchas decisiones que han sido fundamentales


en una época han dejado de serlo en otra, como la religión de Estado
protegida por las Constituciones de 1814 y 1857, que se eliminó
XXXVI Mario de la Cueva y de la Rosa

debido a las Leyes de Reforma, promulgadas a partir del 7 de julio de


1859 en Veracruz, las cuales establecieron el principio de separación
de las Iglesias y el Estado. Igualmente, la decisión de la propie-
dad del ejido, consagrada como una decisión inmutable a partir de
1917, fue modificada sustancialmente por la reforma de 1992.

Cuando la Constitución Federal de 1917 fue atacada con esta


línea argumentativa, a través de Jorge Vera Estañol,31 la Suprema
Corte de Justicia se encargó de explicar la constitucionalidad de la
reforma integral de Querétaro a la Constitución federal precedente,
manifestando que las decisiones fundamentales originarias de 1824
habían sido respetadas y adicionadas con nuevos principios deri-
vados de la Revolución Mexicana.

La crítica a la reforma integral de una Constitución produce


un inmovilismo constitucional que no se justifica en la historia polí-
tica del constitucionalismo. Se ha argumentado que la Constitución
de los Estados Unidos de 1787 no se ha reformado más que con 27
enmiendas que han dejado intacto su texto original y que, por tanto,
México debería seguir el mismo ejemplo. Esta aseveración es inexacta,
ya que si bien esa Constitución no ha sido formalmente reformada,

31
Quien en su obra, publicada en el exilio, Al Margen de la Constitución (1920), después de la Revolución
impugnó la constitucionalidad de la nueva Constitución aprobada en Querétaro, ya que no fue producto de
un Congreso Constituyente y que, además, no había seguido el procedimiento ordinario de reforma, que aun en
la actualidad se determina en el artículo 135 constitucional. La traducción al inglés de la obra de Vera Estañol
popularizó el epíteto de Constitución Bolchevique a nuestra Carta Fundamental, por parte de los políticos
y abogados de los Estados Unidos, poniendo a nuestro país dentro de la fobia y el prejuicio del capitalismo
de ese país.
Prólogo XXXVII

judicialmente ha sido profusamente reformada, ya que por la


historia jurídica de ese país, corresponde a la Suprema Corte de
Justicia interpretar la Constitución y este poder de interpretación
se ha transformado en una facultad para actualizar su texto. Las de-
cisiones de la Suprema Corte tienen fuerza vinculante para todas
las autoridades, a diferencia de la jurisprudencia mexicana y, por
tanto, la anulación de leyes por declaración de su inconstitucio-
nalidad tiene efectos generales.

Adicionalmente, los “padres fundadores” de la Constitución


de los Estados Unidos consideraron que la reforma constitucional
era necesaria, basados en la experiencia francesa. La Constitución
de Francia del 21 de junio de 1793 estableció en su artículo 28 un
peculiar derecho, inspirado en el pensamiento de Juan Jacobo
Rousseau: “Un pueblo siempre tiene el derecho de revisar, reformar
y cambiar su Constitución. No puede una generación sujetar a sus
leyes a las generaciones futuras”.

De esta manera, las leyes de cualquier jerarquía no pueden ser


inmutables ni limitar a las generaciones futuras en su libertad para
adoptar los cambios que juzguen pertinentes. Cuando Samuel
Kercheval consultó a Thomas Jefferson sobre la viabilidad de revisar
el texto de la Constitución del Estado de Virginia, del cual era
ciudadano dilecto, el ex Presidente de Estados Unidos y redactor
de la Declaración de Independencia de su país le contestó, desde su
magnífica residencia de Monticello, el 12 de julio de 1816, con las
siguientes palabras:
XXXVIII Mario de la Cueva y de la Rosa

Algunas personas contemplan las Constituciones con reverencia sa-


cramental y las consideran como el Arca de la Alianza, tan sagrada
que no la pueden tocar… Aunque ciertamente no abogo por cambios
frecuentes y a la ligera en las leyes y en las Constituciones… Pero las
leyes e instituciones deben ir mano a mano con el progreso de la mente
humana… Tampoco pensemos cándidamente que una generación
no es igual de capaz que otra de cuidarse a sí misma y ordenar sus
propios asuntos… Debemos prever en nuestra Constitución por su
revisión periódica… Cada generación es tan independiente como la
que le precedió… Tiene por lo tanto, como ellos, el derecho a escoger
por sí misma su forma de gobierno… Es por la paz y el bienestar de
la humanidad que una oportunidad formal de hacer esto, cada 19 ó
20 años, esté prevista en la Constitución… Hace ahora 40 años desde
que se promulgó la Constitución de Virginia…32

De esta manera, Jefferson aceptaba la revisión de dicha Cons-


titución de buen grado.

Cuando se plantea la pregunta de si una revisión integral


equivale a una nueva Constitución nos estamos refiriendo a un
viejo problema del constitucionalismo mexicano. ¿Es la Constitu-
ción de Querétaro de 1917 una nueva Carta Fundamental respecto
a la de 1857? La respuesta es sí y no. Sí lo es porque mereció la
convocatoria a un Congreso Constituyente con el único objeto de
discutir reformas integrales al texto constitucional de 1857. No había
Congreso ordinario, pues lo había disuelto Victoriano Huerta, por
ello no era posible confiar en el Poder Revisor.

32
Letter to Samuel Kercheval by Thomas Jefferson. http//teachingamericanhistory.org/library/
index.asp%3Fdoc
Prólogo XXXIX

Tampoco había poderes constituidos, ya que Venustiano Ca-


rranza era Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, pero no
presidente de la República, lo cual no ocurrió sino hasta después
del primero de mayo de 1917, cuando la Constitución ya se había
discutido y entraba en vigor, precisamente con la celebración de
elecciones federales para reconstruir a los poderes Ejecutivo y
Legislativo. Finalmente, las Legislaturas de los Estados tampoco
estaban integradas, por lo que el Poder Constituyente Permanente
no era viable en la Revolución.

Como hemos mencionado con anterioridad, la Carta de Que-


rétaro, por otra parte, no es una nueva Constitución porque su
texto está fundamentalmente basado en los mismos principios de
la correspondiente a 1857: gobierno republicano, sistema federal,
sistema presidencial, derechos humanos, juicio de amparo, auto-
nomía municipal, entre otros. Además de que su título oficial es el
de Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que refor-
ma la del 5 de febrero de 1857.

Jerarquía de las normas

Un problema clásico del constitucionalismo mexicano sigue siendo


la jerarquía de las normas en el sistema jurídico. Para ello es ne-
cesario adoptar alguna de las interpretaciones posibles que, de
manera conjunta, se puede hacer respecto de los artículos 124 y
133 constitucionales.
XL Mario de la Cueva y de la Rosa

El artículo 124 es producto de la distribución de competencias


legislativas del Estado federal que ideó Mariano Otero en el Acta
de Reformas de 1847, para acabar con la superposición de facultades
entre la Federación y los Estados, originada por la concurrencia de
estas facultades contenidas en la Constitución de 1824. A partir
de entonces, adoptamos la regla de una Confederación donde se
requiere que el gobierno federal ejerza facultades explícitas en la
Constitución Federal, mientras que a las entidades federativas se
les otorga facultades reservadas, lo que significa que sus propias
Constituciones estatales son las encargadas de desarrollar las
potestades legislativas propias, sin infringir las exclusivas de la
Federación.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha definido que


entre las leyes federales y las estatales no existe propiamente una
jerarquía, sino que su contenido se define a través de un análisis
de constitucionalidad sobre a quién le corresponde desarrollar dicha
facultad legislativa.

Pero todavía queda indefinida la categoría de los tratados


internacionales. Si bien en materia de derechos humanos, desde
1999 se les ha privilegiado para aplicarlos preferentemente sobre
leyes federales y estatales que restrinjan derechos,33 queda la duda

33
“TRATADOS INTERNACIONALES. SE UBICAN JERÁRQUICAMENTE POR ENCIMA DE
LAS LEYES FEDERALES Y EN UN SEGUNDO PLANO RESPECTO DE LA CONSTITUCIÓN”.
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, X, noviembre de 1999, p. 46. Tesis aislada P.
LXXVII/99.
Prólogo XLI

respecto de tratados cuyos temas no sean referidos a los derechos


humanos, como los comerciales.

Los agudos comentarios del profesor se aprecian cuando se


refiere al caso de la jurisprudencia de los Estados Unidos. Alude al
caso conocido como “exclusión de chinos”, que decidió la Suprema
Corte de ese país en 1889, respecto de la confrontación entre el Tra-
tado de Amistad y Paz entre China y los Estados Unidos, del cual
derivó un ciudadano chino un certificado de autorización para
establecer en San Francisco, California, su negocio; y por otra parte,
la expedición de una ley federal en 1888 prohibiendo el ingreso al
país de ciudadanos chinos. La Corte prefirió negarle el derecho
contemplado en el tratado internacional y aplicar la ley federal
restrictiva.

Lo anterior no podría suceder en México. Pero todavía sucede


en los Estados Unidos debido al precedente de 1829, conocido
como Foster & Elam vs. Nielsen, donde se asienta la tesis de que los
tratados, en su mayoría normas heteroaplicativas, requieren de una
ley federal para su implementación, por lo que la extensión de los
tratados está definida en las leyes expedidas por el Congreso Federal.
A diferencia de México, en ese país los tratados y las leyes federales
siguen teniendo la misma jerarquía.

En los Apuntes que presentamos, se hace referencia al amparo


en revisión de la Compañía Telefónica de Sabinas (A.R. 4072/41)
resuelto por la Suprema Corte, donde el entonces Ministro Gabino
XLII Mario de la Cueva y de la Rosa

Fraga sostuvo la novedosa tesis de que los tribunales administrativos


podían resolver sobre la inconstitucionalidad de una ley federal, ya
que el artículo 133 constitucional permite el control difuso, tesis a
la cual el maestro De la Cueva muestra simpatía.

El sistema federal

En el Curso de Derecho Constitucional, el maestro describe las


teorías explicativas del Estado Federal con gran rigor, partiendo de
la teoría de distribución de competencias adoptado por los Estados
Unidos, a partir de la Enmienda X y de los precedentes judiciales.
De ambos se desprende que ese país, a diferencia del nuestro, cuenta
con un sistema federal mediante el cual, el gobierno federal no
requiere contar con una facultad explícita en su Constitución para
expedir leyes federales sobre materias de interés general que
desarrollen otras facultades implícitas.34

De allí se desprende que, en caso de antinomia entre una ley


federal y otra estatal, prevalezca la federal, a pesar de que la estatal
hubiese sido expedida de acuerdo con la Constitución. Hacia 1824,
la Suprema Corte de ese país resolvió que en caso de conflicto
entre una ley federal y otra estatal, la primera debiera prevalecer;35
lo cual no sucede en México, ya que la distribución de competencias
es explícita y excluyente.

34
McCulloch vs. Maryland 17 US 316 (1819)
35
Gibbons vs. Ogden 22 US 1 (1824)
Prólogo XLIII

Un legado

Estos breves y sencillos apuntes que presentamos deben ser


considerados como una muestra del gran legado de Don Mario de
la Cueva hacia la juventud estudiosa del Derecho. Sus enseñanzas,
esbozadas en estos Apuntes, muestran la sencillez de complejos temas
para el Derecho Constitucional Mexicano que son de fundamental
importancia para la comprensión de todo el sistema jurídico
nacional.

Su cátedra terminó en 1981 con su sensible fallecimiento, pero


sus enseñanzas continúan una treintena de años después. A pesar
de que la Constitución haya sido profusamente reformada en este
período, el lector seguirá encontrando los principios constitu-
cionales esenciales.

Manuel González Oropeza


Justificación

L a presente edición corresponde al noveno título que se


incorpora a la colección Apuntes de las Clases Impartidas
por Ilustres Juristas del Siglo XX, y forma parte de una importante
trilogía de obras de derecho constitucional. Las dos anteriores
recogen las lecciones de los igualmente distinguidos maestros uni-
versitarios Salvador Azuela Rivera y Carlos de Silva Nava, ambos
señalados por su ilustre trayectoria como juristas de nuestro foro
nacional.

En efecto, sus obras resumen un conjunto de fecundas expe-


riencias, fruto de su actividad profesional: como docentes y académi-
cos, como profesionales y funcionarios públicos, y por supuesto por
experiencias humanas, actividades que paradigmáticamente trascien-
den el contexto histórico donde se originaron. Significa que son

XLV
XLVI Guillermo I. Ortiz Mayagoitia

obras ejemplares, y en buena parte mucho de su contenido mantiene


aún vigencia, no obstante la distancia de ese origen.

La obra que ahora se difunde comparte la misma fuente de las


que le precedieron: nació en el aula universitaria, con la celebra-
ción y respeto que aquellos jóvenes alumnos sentían por el maestro.
Es resultado del registro espontáneo y práctico que de sus ense-
ñanzas hicieron sus discípulos, acción que de cierta manera evitó
que se perdieran, esto es, que el mismo ánimo o espíritu que las
generó se disolviera.

De esta forma, al recoger en notas de clase su personal percep-


ción de conceptos y problemas, su perspicaz filosofía para analizar
una diversidad de temas, durante la cotidianidad de las jornadas
estudiantiles de entonces, hicieron posible materializar hoy la publi-
cación de ese material original. Gracias también a la disposición
de voluntades generosas, ha sido posible que ahora compartamos
la distinción de participar en la coedición de esta excelente obra.
Ello nos hace adelantar nuestra confianza en que seguramente esta
publicación trascenderá por el enorme placer que tendremos de
disfrutar de la erudición jurídica del maestro De la Cueva, al plan-
tearnos múltiples aspectos del derecho constitucional mexicano.

Como en todo trabajo de valor imperecedero, el tiempo no la


ha rebasado, por el contrario, éste transcurre indistintamente al hecho
de que toda sociedad, no obstante sus circunstancias cambiantes, en
este caso la de México, mantengan su obra vigente, de tal suerte
que su lectura, su análisis y reflexión, nos permiten asomarnos a su
Presentación XLVII

pensamiento como si fuera una ventana a través de la cual podemos


apreciar con mayor claridad el pasado; el momento político en que
se fueron acuñando las normas derivadas del texto original, sus
reformas, adicionales y eventualmente su derogación. Todo este
proceso con el propósito de enfrentar las necesidad sociales y de
organización política que reclamaba determinado periodo de nues-
tra historia, el cual quedó registrado no sólo en el salón de clases y
en la memoria colectiva de las distintas generaciones de sus alum-
nos, sino también en cada cuartilla del modesto papel escolar que,
en su conjunto, ha integrado esta obra que hoy tenemos el gusto de
presentar a los estudiosos del derecho que, como justamente ha dicho
el doctor Jorge Carpizo “… está basado en las bellísimas clases que
impartía de esa materia”.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación y la Benemérita


Universidad Autónoma de Puebla, a través de su Facultad de Derecho
y su Centro de Investigaciones Jurídicas, tienen el honor de pre-
sentar a la comunidad universitaria la obra Curso de Derecho
Constitucional, del querido y reconocido tratadista de la ciencia
jurídica, Maestro Emérito de la Facultad de Derecho (1961);
Dr. Honoris Causa y ex Rector (1940-1942) de nuestra Universidad
Nacional Autónoma de México, Mario de la Cueva y de la Rosa,
como homenaje a su excepcional trayectoria de jurista, pensador
y humanista.

Mtro. José Ismael Álvarez M.


L ibro primero
Introducción

E l derecho constitucional es la esencia, el núcleo del derecho


público, cuyas diversas formas se desprenden de un tronco
común, que es el primeramente nombrado. Esta diferencia tiene su
razón de ser en los Estados modernos, cuya sustentación se encuen-
tra en la Constitución General, la cual contiene los principios
básicos del derecho público.

El derecho constitucional se define de igual manera que el derecho


público; la Constitución es la norma que reglamenta la estructura
y actividad del Estado. Esta actividad estatal está definida por la
Norma Fundamental; esto es, el derecho constitucional es la disci-
plina que reglamenta y estructura la actividad del Estado.

3
4 Mario de la Cueva y de la Rosa

Constitución, derecho constitucional y constitucionalismo son


términos que se vienen usando desde hace 150 años. Los autores
franceses a lo largo del siglo XIX, impartían un curso de derecho
constitucional en sus universidades; no tenían un curso de dere-
cho público, tampoco una teoría del Estado. Puede decirse que desde
que el hombre ha existido orgánicamente igualmente ha coexistido
un derecho constitucional, porque la Constitución es una realidad
político-social y a la vez una norma político-fundamental. De ahí
que al hablar de derecho constitucional no se hace referencia al de
todos los tiempos, ya que éste tiene un sentido distinto.

El origen de las Constituciones modernas puede ubicarse pri-


mero en las Cartas que trajeron a América los colonos ingleses;
poco después, en las primeras Constituciones de las colonias que
se establecieron; más tarde, en la Constitución norteamericana emi-
tida al formarse la Confederación y, por último, en la Constitución
que actualmente rige al país.

Cuando uno se pregunta ¿cuál es la característica principal del


constitucionalismo moderno, qué se puede contestar?

Lo que caracteriza al derecho moderno es su individualismo,


es decir, el sentido que el derecho constitucional moderno postula
como finalidad última del Estado y del ordenamiento jurídico con-
forme a la razón humana. Individualismo es, entonces, la doctrina
que ve en el hombre una finalidad central que le otorga a éste un
destino fundamental.
Curso de Derecho Constitucional 5

Gustav Radbruch afirma que la libertad tiene dos aspectos: uno


positivo y otro negativo. El primero, consiste en la potestad de los
hombres de participar en la vida del Estado; el segundo, es la inde-
pendencia de los hombres frente al Estado y el derecho; agrega que
los griegos conocieron el primer concepto mejor que nosotros, por
eso Aristóteles definía la democracia como “El gobierno del pueblo,
por el pueblo y para el pueblo”.

Por sus excesos, al individualismo se le ha llamado personalismo.


Surge del cristianismo y constituye la base de la cultura occidental,
de tal suerte que el derecho constitucional contemporáneo trata de
realizar el principio básico de la cultura de Occidente. El concepto
“individualismo” tiene numerosas acepciones; así, individualismo y
liberalismo económicos son usados en ocasiones como términos
sinónimos, lo cual es una lamentable equivocación.

El derecho constitucional es el ordenamiento que fija y regula


la estructura y organización del Estado, garantizando la libertad indi-
vidual frente a éste y previendo medios básicos para la satisfacción
de las necesidades colectivas.

I. IDEAS DEL DERECHO CONSTITUCIONAL . COLOCACIÓN,


CLASIFICACIÓN, CONCEPTO Y RAZÓN HISTÓRICA

Aunque lo veremos más adelante, la distinción entre derecho público


y privado tiene un valor puramente histórico, ya que es relativa.
La diferenciación arranca desde la concepción de Ulpiano: “Derecho
6 Mario de la Cueva y de la Rosa

público es el que afecta al Estado”, a la cosa romana; el derecho pri-


vado, en cambio, se refiere al interés de los particulares. En la Edad
Media no se observa tal división, sino más bien impera una visión
patrimonialista del Estado; ésta se manifiesta en una relación de
vasallaje, sustentada por la propiedad de la tierra en manos del señor
feudal. Con el Renacimiento retoma la fórmula romana, y el Estado
asume formas distintas a las anteriores, debido a la centralización
del poder, pues solamente él ejerce el poder público. A fines de la
Edad Media nace la idea de soberanía.

En los últimos veinte años se ha vuelto a la duda: ¿el Estado


actual tiene la misma base que el de los griegos? o ¿el Estado moderno
es igual que el contemporáneo? Para tratar de responder a estos cues-
tionamientos podríamos plantear los siguientes criterios:

1. Si existe una limitación internacional de soberanía.


2. Las teorías pluralistas de Inglaterra. En este punto Harold Lasky
afirma que hay otros organismos que no son el Estado y son
soberanos, por ejemplo, la Iglesia en la esfera espiritual.
3. El derecho agrario, el industrial, ¿son derechos públicos
o privados?

Por otra parte, al reflexionar sobre estos planteamientos, León


Duguit afirma que el derecho es sólo uno y que siempre impone
deberes a los hombres. Gustav Radbruch, por el contrario, sos-
tiene que sí hay diferencia entre derecho público y el privado, y
examina los distintos criterios que se han dado para distinguirlos:
Curso de Derecho Constitucional 7

1) el del interés, que afirma que el derecho público está integrado


por normas que persiguen intereses generales; 2) el privado, a su
vez, se conforma por normas que satisfacen intereses individuales.
Pero, ¿hasta dónde el interés individual se pierde en beneficio del
interés público? El derecho de familia se estudia dentro del derecho
privado y los intereses que persigue indudablemente son públicos.
El derecho procesal en un tiempo se dijo que pertenecía al derecho
privado, pero desde que Giuseppe Chiovenda habló de un derecho de
acción autónomo, el derecho procesal se convirtió en público.

Todo esto lleva a la conclusión de que el derecho público y el


privado se van integrando según las necesidades de los tiempos.
Actualmente, para diferenciar las dos ramas fundamentales del derecho
se atiende a la naturaleza de las relaciones jurídicas y a la naturaleza de
los sujetos; esto es, se consideran las relaciones jurídicas de igualdad
y las relaciones jurídicas de desigualdad existentes en la socie-
dad. Cuando en una relación jurídica intervienen dos particulares,
hay relaciones jurídicas de igualdad, por tanto, es una relación de
derecho privado; cuando en la relación interviene el Estado como
soberano y un particular, surge una relación de subordinación a la
entidad Estado, en este caso es de derecho público; y, cuando
la relación se da entre el Estado, no como soberano sino como
simple contratante y un particular, tal relación es de igualdad y se
enmarca dentro del derecho privado.

En consecuencia, podríamos decir que el contrato y la libre


manifestación de la voluntad son características del derecho privado,
y que en el derecho público el Estado se impone aun en contra de
la voluntad de los particulares.
8 Mario de la Cueva y de la Rosa

Salcilles y Maurice Hauriou indican que el derecho no se limita


a la actividad del Estado para hacer posible las relaciones huma-
nas, de acuerdo a un conjunto de principios políticos. Esto último
se reduce en su expresión más acabada o en su minimum a lo siguiente:

— Los derechos del hombre


— La soberanía
— Después se derivarán otros principios y otras consecuencias

Los derechos del hombre constituyen —según Radbruch— la liber-


tad negativa, y la soberanía es el concepto positivo de la libertad. Los
Estados contemporáneos tienen una Constitución que corresponde
a determinados principios jurídico-políticos y es así como las ideas
de Herman Heller han venido a darnos la construcción teórica de
esos principios.

Carl Schmitt, afirma que la palabra constitución tiene doble


significado:

1. En sentido amplio es una manera del ser, y entonces se


dice que una silla, una mesa, tienen una constitución.
2. Un significado específico del término designa una cate-
goría de la doctrina del Estado. El segundo sentido tiene
cuatro conceptos: Constitución en sentido absoluto, ideal,
relativo y positivo.

El concepto de Constitución en sentido absoluto es doble.


Primero, la Constitución es una realidad político-estatal, y segundo,
Curso de Derecho Constitucional 9

es una norma absoluta: es la Norma Fundamental del Estado. Como


realidad político-estatal significa la totalidad del ordenamiento
estatal, la unidad íntegra de la comunidad que tiene una forma política
cualquiera (libro tercero, capítulo 1o, “De la Política”). La Constitu-
ción como manera especial del ser político-estatal viene a significar
formas de Estado. El problema de las formas de Estado se reduce
actualmente a la siguiente cuestión: ¿cuáles son las distintas formas
de Constitución que han existido? La Constitución es el principio de
integración del Estado; el principio de principios que determina
esta integración configura la Constitución.

La Constitución en sentido absoluto contiene una segunda idea:


es la Norma Fundamental, la norma básica del Estado. La Constitución
como norma de normas es, tal vez, un producto contemporáneo.
La historia de las Constituciones podría entenderse como descrip-
ción de los regímenes políticos, o bien, la historia de la Constitución
como Norma Jurídica Fundamental (en ciertos aspectos del Código
de 1917, es el conjunto de principios que establecen la manera del
ser político-social).

El concepto de Constitución en sentido ideal. Es en cierta


medida un concepto absoluto de la Constitución. Se parece mucho
a las utopías de la historia; por ellas se entienden los principios ideales
para una organización del Estado, las mejores reglas para la óptima
convivencia de los hombres.

El concepto de Constitución en sentido relativo. En sentido


relativo se entiende al conjunto de leyes que corresponden a todas
10 Mario de la Cueva y de la Rosa

aquellas normas que según la voluntad del legislador forman parte


de la Carta Magna; ya no son las normas esenciales, sino todas las
leyes que se ubican en la Constitución, y con cierta eventualidad
son circunstancias accidentales, o bien, motivos de conveniencia
en los que se determina que el legislador incluya en la Constitución
principios que no son esenciales a ella.

El concepto de Constitución en sentido positivo. En sentido posi-


tivo puede analizarse desde dos ángulos: positivo absoluto y positivo
relativo. El primero esta dado por las normas que, formando parte
de la Constitución, determinan la manera de ser del Estado; el
segundo lo constituyen todas aquellas leyes que el legislador ha creído
conveniente colocar dentro de la Constitución.

Cuando Schmitt se pregunta ¿cuáles son los principios funda-


mentales de la Constitución? dice: son las decisiones políticas fun-
damentales que vienen a determinar de manera especial al Estado,
las que dan fisonomía a cualquier Estado. ¿Cuáles son esas decisiones
políticas fundamentales? Son cuatro —dice Schmitt— que se pueden
clasificar siguiendo dos criterios: uno político y otro jurídico, a saber:
la idea de que el poder radica en el pueblo, y el principio de que el
Estado no es un fin en sí mismo, es decir, la idea de representación.
Las decisiones jurídicas son los derechos del hombre (las garantías
individuales), y la doctrina de la división de poderes (artículos 1o. al
29, 49 y 123 de la Constitución Federal).
Curso de Derecho Constitucional 11

Estructura
fundamental
Absoluto de una
organización
Sentido natural política

Constitución Norma
Ideal
Fundamental

Relativa Absoluta
Concepto jurídico
Positiva Relativa

Todo Estado ha tenido y tiene una Constitución, y así puede


decirse que toda organización política representa una Constitución.
Las Constituciones del mundo se dividen en escritas y no escritas,
rígidas y flexibles. Las primeras, son aquellas dictadas por un Poder
Constituyente en un momento determinado; las segundas, las que
se vienen conformando históricamente, que están constituidas de
partes que han tenido una fuente distinta y se van ligando las unas
a las otras. Una Constitución rígida, es aquella que está por encima
de los órganos del Estado, requiriéndose para su modificación medios
distintos de los que se utilizan en el procedimiento ordinario y que
incluso van adaptándose a las necesidades diarias. Las Constitucio-
nes escritas y rígidas han tenido como objeto salvaguardar la confor-
mación del Estado y la libertad de los hombres; son Constituciones
que determinan la marcha del Estado. La única Constitución no
escrita y flexible es la que rige actualmente en Inglaterra.

La división de la Constitución en sentido absoluto parte de la


división existente entre las Constituciones inglesa y la norteamericana.
12 Mario de la Cueva y de la Rosa

Hans Kelsen. Este jurista parte de la división entre razón pura


y razón práctica. Existe el mundo del ser y el mundo del deber ser,
sin que sea posible el tránsito entre ambos. El ser, es el mundo
de la naturaleza, se explica mediante leyes físicas; el deber ser en
cambio, se expresa por medio de normas. La ley natural es necesaria,
fatal; la norma solamente nos dice lo que debemos hacer, puede
siempre violarse, no es necesaria. En la doctrina kelseniana existe
una unidad que viene a ser el punto central de ella: no hay en el
fondo más que una ley que unifica todo, la ley de causalidad, la cual
está en el ordenamiento jurídico, esto es, en la Constitución. Con
referencia a estas ideas, Carl Schmitt dice: tal vez la doctrina kelse-
niana pudiera ser expuesta como una explicación teórica del derecho
vigente, por tanto, es incompleta e inaceptable. Un orden jurídico
positivo no puede entenderse sino a través de una voluntad que
lo sustenta.

Ferdinand Lassalle. Este jurista alemán explica su doctrina de la


siguiente forma: si nosotros vamos a escuchar a uno de los profesores
distinguidos de la Universidad de Berlín y le preguntamos ¿qué es una
Constitución? nos dirá: es la Norma Fundamental del Estado alemán,
prusiano, mexicano, etcétera. Escribe Lassalle: con ello no penetramos
en la esencia de lo que es lo fundamental, es decir, que es la expresión
normativa del equilibrio real de las fuerzas de poder; está consti-
tuida por esas fuerzas reales que existen en el Estado; es la expre-
sión normativa de las durezas de poder existentes en una sociedad
determinada.
Curso de Derecho Constitucional 13

Reuniendo todas las ideas que han sido expuestas con anterio-
ridad, Kelsen llega a las siguientes conclusiones: el derecho tal vez
no sea el deber ser, como dicen la mayoría de los autores, sino un
“tener ser”, porque por lo menos hay que admitir que un orden
jurídico es necesario. Ahora, que puede variar el contenido del
orden jurídico, sí, pero no puede dejar de existir. Por eso pertene-
cen a la esencia jurídica la normalidad y la normatividad. El orden
jurídico se funda en la previsión, admite que lo que hacemos hoy
lo haremos mañana; esto constituye la normalidad y si no la admitié-
ramos el orden jurídico no existiría. La Constitución es, entonces, un
ser político que tiene una normalidad traducida en normas.

Sintéticamente podríamos definir a la Constitución —según


Heller—, diciendo que es “La expresión normativa de la estructura
fundamental de una colectividad”. La Constitución, en sentido posi-
tivo, es la norma vigente que traduce y expresa la estructura funda-
mental de un ser social.

Las Constituciones del pasado son las que provienen de las revo-
luciones francesa y americana, y que se prolongan hasta la Primera
Guerra Mundial. Constituciones nuevas son las que parten de la
Constitución mexicana de 1917, hasta las que se vienen elaborando
en nuestros días. Se llama parte orgánica de la Constitución aquella
que contiene la estructura del Estado, y parte dogmática a los dere-
chos fundamentales del hombre. Las Constituciones antiguas única-
mente constaban de estas dos partes. Atendiendo a este principio
de explicación podríamos agregar que la parte dogmática de la
14 Mario de la Cueva y de la Rosa

Constitución está constituida por los derechos del hombre o liber-


tades humanas, por la idea de soberanía, por la doctrina de la
representación y por la doctrina de la división de poderes. También
para los antiguos juristas la Constitución era la estructura social de
una colectividad.

La doctrina norteamericana, junto con la escuela argentina y


la doctrina mexicana, sostuvieron que además de las cuatro decisio-
nes políticas fundamentales de que habla Schmitt existe una quinta
para el derecho público, y es la de organización como Estado fede-
ral, particularmente para México, en donde don Emilio Rabasa
(La organización política de México) considera que el federalismo, por lo
menos en su origen (1824), es otra decisión política fundamental.

Se ha venido discutiendo si el federalismo mexicano es imita-


ción del norteamericano o si, por el contrario, tiene su origen en las
divisiones territoriales de la Nueva España. Rabasa dice que ninguna
de las dos corrientes tiene razón, ya que el federalismo mexicano
tiene su propio origen. En el año de 1822 se había convocado a un
Congreso Constituyente: se quería dar a México una Constitución;
se negó valor a los Tratados de Córdoba pero antes de que el Consti-
tuyente de 1822 pudiera dictar una Constitución devino el Imperio
de Iturbide; después, de su caída, poco más tarde, se convocó al
Congreso Constituyente que originó la Constitución de 1824. Los
diputados de provincia reclamaron la forma federal con base en
una doble idea: dejar vivir a las provincias y respetar la libertad
de los hombres. De esta manera el federalismo viene a ser una deci-
Curso de Derecho Constitucional 15

sión política fundamental que debe agregarse a las cuatro ya señala-


das por Schmitt.

Hermann Heller. Al criticar la doctrina de Schmitt, Heller se


pregunta si será posible reducir a cuatro formas fundamentales toda
Constitución, y se contesta diciendo que eso es posible para algunos
Estados, pero que habría otros que no lo admitirían. México tiene
una quinta formalidad, el federalismo, y probablemente una sexta,
la separación entre la Iglesia y el Estado, que viene a ser una libertad
humana y a constituir por tanto una decisión política fundamental.
Las Constituciones modernas, partiendo de la mexicana de 1917,
contienen otra serie de principios que pueden reducirse fundamen-
talmente a dos: los artículos 27 y 123, por una parte, y el 28 por
otra. Se refieren a la intervención del Estado en la vida económica
de sus integrantes.

Gustav Radbruch. Este jurista sostiene que las Constitucio-


nes modernas tienen un doble aspecto. Por una parte tenemos una
Constitución política formal y por otra una Constitución política
social; esta última contiene los nuevos principios que permiten al
Estado intervenir en los problemas de la familia, de la educación y
principalmente en los asuntos económicos. Un jurista ruso, George
Gurvitch, dice que si bien el derecho es uno, se puede diferenciar
entre el individualista y el social; el primero, tiene como objeto al
individuo, y el segundo, atiende a las cuestiones colectivas. Mien-
tras las Constituciones del pasado fueron de corte individualista, las
actuales se preocupan preponderantemente por aspectos sociales.
16 Mario de la Cueva y de la Rosa

Estas expresiones han hecho surgir una nueva polémica: ¿Los princi-
pios sociales existentes en las Constituciones modernas, pertenecen
al concepto absoluto o al relativo de las mismas? y ¿cuándo el Estado
dejó de ser el espectador que contemplaba el drama y la come-
dia del mundo y se convirtió en el personaje central de ese drama
y de esa comedia? ¿cómo se regularon las actividades del Estado?
El nuevo contenido de las Constituciones se propone expresar la
síntesis de dos principios: la idea de libertad, y la actividad del
Estado; esta última debe ser una condición para que se realice mejor
la libertad humana.

La séptima decisión política fundamental, que se da en las


Constituciones de nuestros días, es la participación del Estado en
la vida económica de los individuos y de la sociedad. Los deberes
del Estado son una garantía para los viejos derechos del hombre.
Sin embargo, ahora se piensa que el derecho no solo es el conjunto
de normas que aseguran la coexistencia de los hombres, sino que
además los sostiene y ayuda a seguir adelante. El constitucionalismo
es una de las manifestaciones de la democracia y de la libertad.
Una Constitución solamente es posible en un régimen democrático.

En este contexto, la soberanía viene a ser la potestad de dictar


la Constitución. El orden constitucional es una expresión del Estado
de derecho, y por tanto el principio conforme al cual el poder,
es decir, el Estado, se encuentra subordinado al derecho. Por ello el
fin del constitucionalismo es establecer un régimen de libertad.
Esta idea tiene un carácter general en el pensar de los profesores
de derecho público.
Curso de Derecho Constitucional 17

Maurice Hauriou afirma, a su vez, que el fin fundamental del


régimen constitucional es el establecimiento de un equilibrio entre
el orden, la libertad y el poder. En este sentido expresa que hay tres
formas de Estado: democracia, aristocracia y monarquía. En la
primera se da la soberanía como poder del pueblo para dictar
la Constitución; en la segunda, no hay propiamente un poder sobe-
rano en el concepto indicado, ya que el pueblo no es quien da la
Constitución. A través de la historia encontramos siempre una
lucha entre el poder y el derecho; cuando triunfa el derecho estamos
frente a un régimen constitucional y democrático; cuando triunfa
el poder la forma de Estado que priva en la colectividad es una
aristocracia o una monarquía.

Cuando Hauriou expresa que el fin del constitucionalismo es


lograr el equilibrio entre orden, libertad y poder, define al primero
diciendo que consiste en el poder de resistencia, la tradición, la
historia, la moralidad, etcétera, de un pueblo; a la libertad, como
la fuerza de movimiento que impulsa al pueblo, es la esencia del
progreso. Entre el orden y la libertad hay cierta oposición, sin
embargo, el elemento poder es el que establece cierto equilibrio
entre los conceptos anteriores. Un régimen constitucional significa
la organización institucional de un pueblo, siendo el Estado la insti-
tución en la cual el poder armoniza el orden con la libertad. En la
misma línea conceptual, la institución fue definida por uno de los
discípulos de Hauriou (Renard) diciendo que es “una organización
humana alrededor de una idea; esta idea es la libertad”.
18 Mario de la Cueva y de la Rosa

El concepto anterior fue desarrollado y completado por Hauriou.


Así, pensaba que en la vida social se puede hablar de un tránsito
entre el contrato y la institución en general, que representa todo
organismo; de la misma manera —dice— el contrato y la propia acción
son una institución. Pero en sentido riguroso, institución es una conjun-
ción de elementos alrededor o para la realización de una idea; por
ello, siempre ha de ser o es producto de una organización humana.
La institución es la familia, el Estado, las sociedades humanas. Toda
actividad humana tiende, dice Hauriou, a la institucionalización.
En este contexto, se puede indicar que los elementos del constitu-
cionalismo son:

1. Las ideas morales, políticas y sociales que constituyen la


conciencia popular, la unidad nacional o bien la idea de
nación, la cual es una forma de vida que descansa en la
igualdad de los hombres.
2. La Constitución como norma fundamental; la idea de que
hay una norma jurídica que está por encima del Estado.
3. La organización institucional del poder del Estado; o bien,
que los hombres se organizan en forma de Estado para la
materialización de una idea, que es la de libertad.

En suma, podemos decir que el constitucionalismo, como con-


cepto, es la organización institucional de una nación o de un pueblo
alrededor de la idea de libertad. Esta idea de constitucionalismo
acompaña a toda la cultura de Occidente. De aquí que la democra-
cia implique un concepto formal y material. El primero es definido
Curso de Derecho Constitucional 19

por Aristóteles diciendo que es el gobierno del pueblo, por el pueblo


y para el pueblo. Como concepto material podemos decir que es
un régimen de libertades humanas. Radbruch pudo decir que la liber-
tad es positiva o negativa, identificándose la primera con el concepto
de democracia formal y la segunda con la democracia en sentido
material. Nosotros hemos tomado de la antigüedad clásica la idea de
democracia formal. El concepto material tiene como fuente la doc-
trina cristiana. Estas dos concepciones se han confrontado en la
historia de las ideas políticas, y por ellas se ha venido luchando.
Antecedentes históricos
del constitucionalismo moderno

S e puede decir que son cuatro los países en que se


presentan diversas manifestaciones de constituciona-
lismo: Inglaterra, España, Francia y los Estados Unidos de Norte-
américa; son estos últimos quienes más han contribuido al desarrollo
del constitucionalismo de nuestros días. España presenta la organi-
zación constitucional más completa y antigua; su régimen es más
perfecto que el inglés, pero ha pasado de una época de libertad
a otra de absolutismo. Inglaterra, contrariamente a los dos países
anteriores, va del absolutismo a un régimen constitucional, siendo
considerado el país del verdadero constitucionalismo moderno. Sin
embargo, Estados Unidos es quien nos da la primera Constitución
contemporánea.

21
22 Mario de la Cueva y de la Rosa

ESPAÑA

Constitución de Aragón

Ignacio Luis Vallarta y después Emilio Rabasa, han sostenido que


uno de los antecedentes más importantes de nuestro juicio de amparo
se encuentra en los procesos locales de Aragón. La Constitución de
Aragón arranca del Fuero de Segorbe, que es común a Aragón y
Navarra. La característica principal de éste fue crear una monarquía
electiva. Es probable que la idea del estado de naturaleza, prohijada
primeramente por Hobbes y más tarde en Francia por Rousseau,
se haya basado en la vida de los primeros hermanos y en la de los
habitantes de las montañas de Aragón. Después de los fueros de
Segorbe viene la división de los reinos de Castilla y Aragón. Más
tarde se forma la Constitución de Aragón. Desde el siglo XIII hasta
finales del XIV se lucha por el Fuero de Segorbe, pudiéndose pensar
que a partir de 1348 queda constituida y organizada la monarquía
de Aragón. Es pues una monarquía limitada, la cual presenta cuatro
aspectos:

1. Monarquía
2. Las Cortes
3. Los derechos individuales
4. Las instituciones del Justicia de Aragón

La monarquía es una forma de Estado, cuando por doctrina y


en la realidad el poder del Estado y la soberanía corresponden al
Curso de Derecho Constitucional 23

monarca; cuando el monarca es solamente uno de los gobernantes,


entonces la monarquía se convierte en forma de gobierno.

1. Monarquía. Es en ocasiones hereditaria y a veces también


electiva, pero siempre que se hace la elección de monarca las Cortes
toman la protesta al rey en estos términos: “Nosotros valemos tanto
como vos y juntos valemos mas que vos, os hacemos nuestro Rey…”

2. Las Cortes. Junto al monarca se encuentran las Cortes, que


son lo mismo que el Parlamento. Se componen de cuatro brazos:
nobleza, clero, y los habitantes de la ciudad. La nobleza está dividida
en dos ramas: los ricos hommes de natura y los ricos hommes de
mesada. Cada uno de los brazos es independiente de los otros,
votando separadamente, siendo necesario para tomarlos en cuenta
como votantes que el brazo se unifique. A las Cortes corresponde,
en primer término, votar las leyes; en segundo, conocer de las injus-
ticias; en tercero, intervenir en los asuntos políticos y, en cuarto,
son las únicas que pueden juzgar y distinguir al Justicia Mayor.

3. Los derechos individuales. En 1348 y como privilegio gene-


ral, el rey don Pedro VII juró que “no matará ni desterrará por sí o
por sus auxiliares, a un aragonés sin juicio anterior”; es decir, el
respeto a la vida y el respeto a la libertad estaban asegurados bajo
este privilegio; prohibía el tormento, el monopolio de artículos
importantes y la confiscación de bienes, excepto en el caso de trai-
ción. Estos derechos individuales están dados fundamentalmente
contra el rey. Se admite la resistencia de los particulares contra los
24 Mario de la Cueva y de la Rosa

infractores del fuero, hablándose también de la libertad de trabajo


y no pudiéndose perseguir a los aragoneses por sus opiniones.

4. El Justicia Mayor. Para garantizar los privilegios a que nos


hemos referido con anterioridad, se crea la figura del Justicia Mayor
que, en opinión de Rudolf von Ihering, es el juez más poderoso que
ha existido sobre la tierra; se dice que es un recuerdo de los árabes.
Alvarado así lo cree por una designación que se daba a veces al
Justicia: “Zahdedina”. En 1233 se nombró a don Pedro Pérez de Tora-
zona, como el primer Gran Justicia Mayor, con las siguientes
cualidades y funciones: es designado por el rey, elegido de entre
la nobleza, con carácter de inamovible y sólo responde ante las
Cortes; su figura es inviolable y nadie puede tocar su persona.
Le correspondía:

1. La defensa de las libertades aragonesas: siempre que se


violaran los fueros en perjuicio de un aragonés, éste podía
recurrir a la Justicia.
2. La defensa general de los fueros: nadie podía violar los
fueros, ni siquiera las Cortes.
3. Mediar entre los brazos de las Cortes cuando no podían
ponerse de acuerdo en asuntos importantes.
4. Era también consejero del rey.

Corrieron los años, y particularmente después de los Reyes


Católicos y Felipe II, el absolutismo imperó en España, que no
vuelve a un sistema constitucional sino hasta el reinado de José
Curso de Derecho Constitucional 25

Bonaparte (1808-1813); viene después la Constitución de 1812


dictada por las Cortes de Cádiz. Restaurada la monarquía con
Fernando VII se retorna al absolutismo, pues éste restaura el antiguo
régimen hasta 1820. Así vivió España hasta la Constitución de
la República en 1931.

INGLATERRA

Antecedentes ingleses del derecho constitucional

En el curso de nuestro estudio veremos que Inglaterra es el país


donde el constitucionalismo contemporáneo tiene su origen y con-
serva las bases de su evolución. Existe una notable diferencia entre
la evolución española y la francesa, por una parte, y la de Inglaterra
por la otra. España transita de un régimen de libertad hasta el feuda-
lismo, desembocando en el absolutismo en el reinado de los Reyes
Católicos y de Felipe II, época en la que se da muerte al constitucio-
nalismo español, para retornar a él hasta la Constitución de Cádiz.
La situación en Francia es similar: poco a poco se va implantando el
absolutismo en la época de Luis XV y Luis XVI, quien termina
convocando a los Estados Generales, dando lugar poco tiempo
después a una revolución. En Inglaterra el proceso es opuesto, ya
que del absolutismo de los reyes normandos se pasa al constitucio-
nalismo, cuya historia es la historia del Parlamento inglés; lo que
los ingleses conquistan nunca llegan a perderlo.

Para los franceses la idea del derecho natural y los elementos


que lo integran son a priori, tienen origen divino o en la religión;
26 Mario de la Cueva y de la Rosa

en cambio, para Inglaterra los derechos son los que han adquirido
los ingleses.

La Constitución de Inglaterra es no escrita y flexible, compuesta


de piezas distintas que parten de la Carta Magna suscrita por Juan
sin Tierra y que se van amalgamando a través del tiempo. Se consi-
dera flexible porque puede ser modificada en cualquier momento
por el Parlamento. En cambio, cuando se trata de una Constitución
rígida, ésta se encuentra por encima del Estado y sólo puede ser
modificada por un Poder Constituyente, el cual no es un organismo
de Estado.

La historia del constitucionalismo inglés es la lucha entre el


Parlamento y el monarca. El derecho constitucional se va a determi-
nar por esos conflictos. En una etapa no existe el Parlamento, luego
se integra y va cobrando poco a poco fuerza y se enfrenta contra
el poder del monarca: Cuando el Parlamento logra dominar al
monarca, adviene una segunda época que es la lucha dentro del
Parlamento mismo: entre la Cámara de los Comunes y la Cámara
de los Lores. Una tercera época corresponde a aquella en que la
Cámara de los Comunes domina a la de los Lores, lográndose enton-
ces la democracia en un aspecto formal y material, porque es
gobierno del pueblo, por y para el pueblo, y porque logra también
las libertades humanas.

El Parlamento se compone por barones de la nobleza, miem-


bros del clero y habitantes de la ciudad. Posteriormente se separa
Curso de Derecho Constitucional 27

el clero, quedando solo los habitantes y la nobleza, sectores que


más tarde, al tener divergencias, forman lo que hoy se denomina
Cámara de los Comunes y Cámara de los Lores, respectivamente.

A finales del siglo XII el Parlamento aún no existía como tal.


Sin embargo, en Inglaterra ya había un camino para resolver con-
flictos, lo que se hacía a través de la Curia Regis (Corte del Rey), que
era un cuerpo consultivo compuesto por un grupo de barones.
En esta época los señores feudales van ganando terreno, cobrando
cada vez más fuerza, cuando arriba al trono Juan ‘sin Tierra’, quien
además muestra deseos de ser un monarca absoluto. No logra su
propósito, y en cambio los barones, inconformes, obtienen del rey
que firme la Carta Magna,1 la cual constituye la primera conquista
lograda por el pueblo inglés, registrada el 15 de junio de 1215. Las
libertades asentadas en ella son las mismas que hoy se disfrutan,
esto es, refiriéndonos a la Carta Magna inglesa en su Párrafo 7o.,
y en la cual igualmente se encuentra el origen del Parlamento.

Durante el reinado de Eduardo I (1272-1307) la monarquía


inglesa convoca a lo que posteriormente se llamó Parlamento
Moderno. Los barones habían cobrado fuerza y piden la convoca-
toria del Parlamento para ratificar la posición del monarca a quien
se le dio fuerza. Un historiador dice que al lado de la Carta Magna
existía un instituto llamado Talaya non concedandum, que data del
1306, el cual prohibía la fijación de impuestos, los cuales sólo podían

1
Magna Carta Libertatum, documento destinado a limitar el poder real.
28 Mario de la Cueva y de la Rosa

ser establecidos por el Parlamento, nunca por el rey. El estatuto


permitió el triunfo del Parlamento sobre el monarca, y en él se decía:
“O haces lo que nosotros queremos o no te damos impuestos”.
Cuentan los historiadores de Inglaterra que la vida del país gira
alrededor de esa idea, proclamada por vez primera por Hauriou.

De 1405 a 1410 la integración del Parlamento se conformó


por tres elementos: clero, señores feudales y burgueses. La clerecía
se preguntó ¿cuál era su papel ahí? y decidió que era mejor separarse
para determinar sus propios impuestos; de aquí derivó que desde
el siglo XV el Parlamento esté compuesto de dos Cámaras: la de los
Lores y la de los Comunes. A partir de entonces y hasta el siglo
XVI, el Parlamento luchó enconadamente contra el monarca y hacia
finales de ése último siglo la relación entre el Poder Legislativo y el
Ejecutivo se transformó; de manera que observabamos como el rey
conserva la iniciativa y tiene el derecho de veto. La vida constitu-
cional de Inglaterra se detiene un poco durante el reinado de Carlos I,
quien sostiene el absolutismo con la idea de volver a implantar la
teoría del derecho divino; adviene entonces la revolución, encabe-
zada por Oliver Cromwell y su militarismo, que ocasiona la caída
del tirano, reinstalándose la monarquía.

En 1628, Coke expone los motivos que ameritan una nueva


lucha para lograr la libertad; el rey contesta que desea hacer justi-
cia y ordena que se pongan en vigor los estatutos; el Parlamento no
queda satisfecho y entonces el rey dice: Hágase el derecho tal como
Curso de Derecho Constitucional 29

lo habéis pedido. En 1640 surge la figura del Habeas Corpus, recurso


que se consolidó en otra ley de 1679, y se complementó con el Bill
of Rights de 1689. Este instrumento jurídico tiene como finalidad
principal garantizar la libertad personal del gobernado, y afirma
que ningún hombre puede ser detenido si no hay una razón justa
para hacerlo.

En 1701 se ratifican las libertades y condiciones del Parlamento;


a partir del siglo XVIII se origina la lucha entre los Lores y los
Comunes, que tiene como resultado (en los tiempos modernos) la
igualdad de fuerza para ambas Cámaras. En el siglo XIX la Cámara
de los Comunes logró predominar sobre la de los Lores; esta situación
solo obliga a la de los Comunes a un segundo estudio de los proyec-
tos. Actualmente priva el mismo estado de cosas.

FRANCIA

Antecedentes franceses del derecho constitucional

El derecho constitucional francés es producto de varias revolucio-


nes; no se forma históricamente sino que se construye al derrum-
barse un régimen. El derecho galo va a tener el atractivo de ser
teórico, descansa en principios filosófico-políticos, esto es, significa
que es la secuencia de una determinada filosofía política. Antes de
redactar su Constitución, los franceses crean los principios teórico-
políticos en cuales fundarla. De aquí que exista una diferencia
enorme entre el derecho inglés y el francés: el primero, exige reali-
zaciones prácticas; mientras el segundo, considera que sólo con la
30 Mario de la Cueva y de la Rosa

enunciación de los principios es suficiente para que ellos, por sí


mismos, habrán de realizarse.

La Constitución inglesa es flexible y no escrita, la francesa


será escrita y rígida. Ésta es la historia y fuente de Francia; la inglesa es
la vida política del pueblo inglés hecha en reglas, es efectividad
humana, la unión entre el ser y el deber ser. El derecho inglés es
a posteriori; el de otros pueblos, y entre ellos el de Francia, es a priori.
Francia pasa del feudalismo al absolutismo, un status en que se
producen dos fenómenos: primero, surge la idea de soberanía (cen-
tralización del poder en el monarca) y, segundo, genera la aparición
de los Estados modernos.

En primer término, la soberanía es la expresión del Estado.


Para algunos autores nace en las repúblicas italianas, y para otros
se elabora, explica y extiende en Francia. Durante los siglos XV y
XVI Francia vivió sin Parlamento; éste aparece en el siglo XVIII
bajo el nombre de Estados Generales, que consistía en una asamblea
a que convocaban el rey de manera excepcional, y a está reunión
acudían los representantes de los diversos estamentos de la Edad
Media; clero, nobles y burgueses. El clero representaba el primer
estado, la nobleza al segundo, y los ciudadanos de distintas pobla-
ciones que contaban con cabildo o ayuntamiento, integraban el tercer
estado. Los Estados Generales se convocaban cuando surgía alguna
crisis política o financiera; en esta etapa, lo fueron en virtud de la
guerra constante en que se encontraba el monarca. Pero en rigor
puede decirse que en Francia existieron los Estados Generales
Curso de Derecho Constitucional 31

definitivamente formados en la época de Felipe IV de Francia,


el Hermoso, en 1302; éste dirá que el poder del rey tiene su ori-
gen en el pueblo, en quien la divinidad lo deposita, y que el rey no
está ya subordinado al Papa. Esta es la segunda tesis que en rela-
ción con el origen del poder se plantea en la Edad Media. La primera
es aquella que divide el poder terreno en espiritual y material, ambos
los delega la divinidad en el Papa, quien los ejerce a su criterio y
arbitrio, disponiendo terrenalmente a quien le corresponde. Felipe IV
el Hermoso para enfrentar al Pontífice, convoca a los Estados Gene-
rales; y así los reyes posteriores hicieron igual cosa, sin embargo,
estos Estados nada decidían en la vida política de Francia.

Luis XIV, El Rey Sol de Francia, extremó su gobierno absolu-


tista y dejó de convocar a los Estados Generales; lo mismo ocurrió
con Luis XV. Pero poco después, en el reinado de Luis XVI, la
Revolución estaba en puerta. Entretanto, Rousseau era a la sazón
el escritor más leído y expresaba la exigencia de crear una nueva
forma de Estado; Montesquieu a su vez proclamaba la división de
poderes, y así estos dos autores, además de los enciclopedistas y la
formación del derecho natural proveniente de Alemania, se gestaba
la Revolución.

Los antecedentes históricos del constitucionalismo francés son,


concretamente: la escuela del derecho natural, la división de pode-
res, la doctrina de la soberanía nacional de Rousseau y, como
influencia decisiva y oportuna, el paradigma de la vida constitucio-
nal de Norteamérica. Esta última influencia la encontramos en
32 Mario de la Cueva y de la Rosa

Lafayette, quien al participar e identificarse con la revolución de


independencia norteamericana, llevó a Francia la idea de una
declaración concreta de los derechos del hombre y la necesidad de
dar a la nación una Constitución; Benjamin Franklin también
contribuyó con este objetivo, al visitar París en ese periodo y traducir
las Constituciones vigentes en los Estados Unidos de Norteamérica.
En 1778 Luis XVI convoca nuevamente a los Estados Generales
ante la difícil situación del reino y se plantea entonces el problema
de que el tercer Estado está perdido.

¿Qué es el Tercer Estado? Todo el pueblo de Francia es el Tercer


Estado ¿Cómo puede el Tercer Estado conquistar la libertad?
Mediante la creación de una Constitución por una Asamblea o
Poder Constituyente, como lo expusó Emmanuel Joseph Sieyès
en su folleto político clásico Qu’est que ce le tiers état (¿Qué es el tercer
estado?). Es así como el Tercer Estado rompe con los otros dos Esta-
dos en junio de 1789 y constituye la Asamblea Nacional, invitando
a los otros miembros de los Estados Generales (el clero pobre y
algunos nobles) a deliberar. El documento más importante de la
historia constitucional francesa es la Declaración de los Dere-
chos del Hombre y del Ciudadano, del 26 de agosto de 1789. Esta
declaración es el Prefacio de la Constitución francesa de 1791, y
sus 17 principios son la base de sustentación de casi todas las Consti-
tuciones europeas.

Se ha discutido doctrinalmente cuál es el origen real de los


Derechos del Hombre, y son dos las tendencias que tratan de dilucidar
Curso de Derecho Constitucional 33

este problema. Jellinek, por un lado, afirma que el origen real se


encuentra en el pensamiento alemán, en el movimiento de la
Reforma y en los escritores del derecho nacional; frente a esta posi-
ción está la del profesor francés Doutruy, quien afirma: que si bien
no pueden desconocerse los antecedentes, los fundamentales los
encontramos en el alma del pueblo de Francia, ambiciosa y necesi-
tada de libertad.

En el año de 1791 se dictó la primera Constitución en Francia,


admitiéndose incluso al monarca como depositario constitucional
del país. Más tarde cae la monarquía, se disuelve la Asamblea Nacio-
nal, y en 1793 se dicta la primera Constitución Republicana —de
corte jacobino—, basada en una democracia social: soberanía popu-
lar, sufragio universal, dignidad de la persona humana y atención
preferente del derecho a la existencia. En esta Carta Magna el Poder
Ejecutivo corresponde a 25 personas. En 1795 se dicta la segunda
Norma Fundamental, y en 1799 la Constitución Consular. En 1802
el imperio de Napoleón promulga la Carta de 1814, la cual resta-
blece la monarquía a la Casa de los Borbones, durando hasta 1830,
fecha en que adviene el reino de los Orleáns, dinastía con la que se
da un nuevo estatuto. En 1848 se emite la tercera Constitución
republicana, y poco después Napoleón III es Presidente de la Repú-
blica. En 1864 se retorna al Imperio, el cual dura hasta la guerra de
Prusia, y en 1875 se dictan las leyes constitucionales de Francia
que estuvieron vigentes hasta la caída del último régimen fran-
cés. Actualmente Francia tiene una Constitución de tipo moderno,
y sus principales aportaciones al derecho constitucional son:
34 Mario de la Cueva y de la Rosa

1. Considerar al derecho constitucional como una filoso-


fía política
2. Esa filosofía política tiene como supuesto necesario la
democracia
3. La Declaración de los Derechos del Hombre
4. El principio de la división de poderes
5. Promueve la teoría de la soberanía que, como lo veremos
en su oportunidad, tuvo uno de sus primeros impulsores
y expositores en Jean Bodin

ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

Antecedentes norteamericanos del derecho constitucional

El derecho constitucional norteamericano tiene algunas caracte-


rísticas importantes para la normativa constitucional de todos los
tiempos. Desde luego tiene a su favor todo el constitucionalismo
inglés. La Carta de los Estados Unidos es la unión de dos principios:
el derecho constitucional histórico y la presencia de una Consti-
tución rígida y escrita. Es por ello que los teóricos norteamericanos
dicen que su Constitución es viva y dinámica. Tiene parecido y es
precedente para las constituciones francesas, sin embargo, es radical-
mente distinta. El parecido con la Carta francesa es que las dos
nacen en un día; difieren en que la francesa tiene como finalidad
principal suprimir el absolutismo, con el objetivo de establecer un
régimen de derecho y libertad. Los americanos no necesitaban
asegurar la libertad de los hombres y el régimen de derechos porque
Curso de Derecho Constitucional 35

ambas cosas ya existían, lo que requerían era fijar la competencia


de los poderes.

Después de la guerra que se suscitó con México, de la construc-


ción de los ferrocarriles y de la Guerra de Secesión entre Norte y
Sur, se ha dicho que la Constitución norteamericana no es un pacto
entre los Estados sino la integración de un Estado unitario que
representa la voluntad nacional. La Carta Magna de los Estados
Unidos es pobre por lo que se refiere a la Declaración de los Dere-
chos del Hombre. Prácticamente ha sufrido muchas modificaciones,
y la jurisprudencia que hoy se defiende no es la misma que la de
hace cien años. Al nacer esta Constitución se sustentaba en las
siguientes bases: subordinación del Estado al derecho: la suprema-
cía de los Congresos locales (los poderes del Congreso están limi-
tados por la fuerza de la opinión pública); profundo individualismo
—que en un principio fue patrimonio español— pero después cosecha
del pueblo inglés, y finalmente influencia de la filosofía francesa.

Las colonias norteamericanas se fueron formando mediante


las Cartas que recibían del monarca los colonos ingleses al salir
para Norteamérica, en las cuales estaban consignados todos los dere-
chos que tenían como ingleses, asegurándose entonces la libertad
y el derecho de los hombres a gobernarse. En el siglo XVIII las
colonias, pertenecían a la Corona; esta designaba al gobernador de
ellas, con una sola excepción, la de Rhode Island, en donde el
Congreso era quien lo nombraba. Cada colonia se gobernaba con
libertad; tenían un Congreso y éste procuraba en todo momento
ampliar la libertad de las colonias y la libertad de los hombres.
36 Mario de la Cueva y de la Rosa

Es a mediados del siglo XVIII cuando se forma la primera


unión colonial, motivada por el temor a Holanda, en ese entonces
la primera potencia marítima del mundo. Estas uniones fueron
destruidas cuando Jorge III quiso restablecer el absolutismo, al
menos en ellas, tratando a la vez que el Parlamento las obligara con
impuestos; esta fue la causa inmediata y más importante que impulsó
a la Independencia de las colonias. Cuando Jorge III insistió en
imponer mayores tributos a las colonias, éstas se reunieron en 1774,
y redactaron las siguientes declaraciones:

Los colonos son hombres libres, en consecuencia, están protegidos


por los mismos derechos que protegen a los ingleses, es decir, solo
ellos se pueden imponer impuestos: las colonias no están sometidas
al parlamento inglés, ya que cada una de ellas tiene su Congreso: el
rey sólo puede estar frente a las Colonias en la misma situación
en que actúa y se encuentra frente al Parlamento inglés.

En 1775 se reúnen nuevamente en Filadelfia, bajo la convoca-


toria de un Congreso; al año siguiente, el 4 de julio de 1776, declaran
su independencia de Inglaterra. Se integra luego la Confederación de
Estados y se redactan los artículos que institucionalizaron dicha
Unión. El contenido de estos artículos era el siguiente: el órgano
de la Confederación es el Congreso de los Estados Unidos, que es
su representante; las facultades del Congreso son llevar la repre-
sentación de la Unión en las relaciones internacionales y legislar en
los asuntos comunes a todos los Estados, siendo necesario que estas
leyes fueran aprobadas por los congresos locales.
Curso de Derecho Constitucional 37

Alexander Hamilton, James Madison y John Jay, son tres desta-


cados miembros de las colonias americanas y a quienes se debe
la doctrina del derecho constitucional norteamericano. Sus ideas
versaron sobre la teoría del Estado Federal, la idea de una Consti-
tución rígida y escrita, etcétera. Afirmaron, en aquel entonces, que
era necesario consolidar una fuerte unión entre los diversos Estados
norteamericanos. La propuesta de una asamblea de la cual surgiera
una nueva Constitución nació en el Estado de Virginia. En esa
época se propuso que se nombraran delegados estatales para asistir
a una gran convención en la cual se discutirían algunas reformas a
los Artículos de la Confederación. Todos los Estados concurrieron
a la convocatoria menos Rhode Island, que no quería aceptar
ninguna liga con las demás entidades federativas. De esta reunión
derivó, el 17 de septiembre de 1787, la aprobación de la Constitu-
ción de los Estados Unidos. Ahora bien, de la idea de hacerla entrar
en vigor nace, sobre todo, el fundamento moderno de la Constitu-
ción Norteamericana.

No podía la Convención Constitucional ponerla en vigor y


entonces en uno de sus artículos finales se propone el siguiente
sistema: someter la aprobación o ratificación del texto constitucional
directamente al voto popular; fue tan bien acogida la propuesta
y el resultado tan fructífero que hasta hoy las reformas a las
Constituciones, y aun a las leyes, deben ser votadas por el pueblo.
En este sentido habrían de formarse convenciones en cada uno de
los Estados de la Unión; se convocarían a las ciudades para que
nombraran delegados cuya única misión sería ratificar o negar la
38 Mario de la Cueva y de la Rosa

Constitución, la cual fue aprobada con la sola excepción de Carolina


del Norte que más tarde rectificó su voto dando su aprobación;
son once las enmiendas que hasta la fecha se han hecho a la
Constitución de Estados Unidos en más de 150 años de existencia.

Jellinek dice que en el texto de la Constitución de Virginia es


donde debe buscarse la primera Constitución moderna y la primera
declaración de los derechos del hombre. Sin embargo, ¿cuáles son
las aportaciones del derecho constitucional norteamericano a la
doctrina universal de ese derecho? Para dar respuesta a esta pregunta
hacemos los siguientes planteamientos:

1o. La teoría del poder constituyente. Ya desde tiempos de Maquia-


velo se hablaba de un Poder Constituyente pero la primera idea
concreta se encuentra en Estados Unidos; en esta nación surgió
también la idea de que la Constitución es superior al Estado, que
su fuerza no deriva del Estado, pues ella lo crea y organiza, está por
encima de él. La Constitución, mediante mecanismos especiales
es posible tocarla, pero ¿hasta dónde? Don Emilio Rabasa decía:
La Constitución puede reformarse pero siempre bajo la condición
de dejarla intacta; esto es, los principios fundamentales en ella
contenidos no pueden alterarse jamás.

2o. La idea de la supremacía de la Constitución. Ella es la Ley


Suprema de toda nación, es como dice Kelsen la norma última y
fundamental. Como una consecuencia natural de lo anterior, es la
idea de una Constitución rígida y escrita.
Curso de Derecho Constitucional 39

3o. Una Constitución para que tenga valor pleno debe ser aprobada
por el pueblo. Un régimen democrático en el pasado era aquel en el
que el pueblo se gobernaba así mismo; la democracia de Estados
Unidos no puede entenderse en cada sentido, aquí, el gobierno
es organizado por el pueblo, pero después es el mismo gobierno el
representante del pueblo.

4o. La forma de gobierno. Los principios sobre la forma en que


los Estados se han de gobernar, la idea de un gobierno representa-
tivo: la teoría del Estado federal, porque es la manera de conquistar
la libertad local y la libertad de los hombres.

5o. La primera manifestación exacta de la teoría de la división


de poderes.

6o. Como la conquista quizá más importante, el principio que


probablemente no se volverá a perder en la historia: la supremacía
del Poder Judicial. El Derecho es el fundamento y fin de toda organi-
zación político-social. Es en Estados Unidos donde por vez primera
se afirma la idea de que el poder jurídico (el derecho), es el fun-
damento, la base de toda organización humana.
Historia del derecho constitucional mexicano

C omo ya vimos anteriormente, el derecho constitucional


está inspirado en la organización de los pueblos desde
tiempos remotos, principalmente desde el Renacimiento. Así, el
derecho constitucional es la norma que organiza al Estado, que permite
garantizar frente al mismo la libertad individual, modula la organi-
zación política de la sociedad con la finalidad de asegurar a los
hombres la prevalencia de sus derechos. Este sentido es el que va a
privar en los principios del constitucionalismo mexicano, el cual
tiene los siguientes momentos:

1. Un país desorganizado, que nace a la vida con bases diver-


sas, pero que tiene, en los hombres que lo gobernaban,
un hondo sentido de libertad.
2. Es así hasta 1824, fecha en que aparece el feudo de
Santa Anna.

41
42 Mario de la Cueva y de la Rosa

3. Hacia 1856-57 se vuelve a la Norma Fundamental de 1824,


votándose en el último año la Constitución que rige hasta
1917, fecha en que se dicta la Constitución que reorganizó
al Estado Mexicano.

De igual forma se pueden señalar tres grandes influencias legis-


lativas y una cuarta de carácter general, respecto a la formación de
nuestro derecho constitucional:

1. España. México aprendió de las Cortes de Cádiz españolas


lo que era una Constitución.
2. El derecho constitucional y el pensamiento de Francia. Los
temas sobre los cuales se ha pronunciado la mayoría de
los juristas mexicanos versan sobre las ideas del derecho
natural, la doctrina de la división de poderes, etcétera.
3. La Constitución de Estados Unidos de América. Los libe-
rales y los constituyentes mexicanos conocían el progreso
norteamericano en materia constitucional; creyeron que
las instituciones de aquel pueblo eran por lo menos una
de las causas de su progreso y prosperidad y así trajeron
la idea un Estado Federal. A mediados del siglo pasado la
idea sobre el juicio de amparo y la supremacía del poder
judicial se va a consolidar.
4. El pensamiento y las doctrinas universales sobre el derecho
constitucional. De Francia heredamos el sentido doctrinal
del derecho constitucional, de Estados Unidos las realiza-
ciones prácticas, y de España la realidad en muchos de
nuestros preceptos y algunas instituciones.
Curso de Derecho Constitucional 43

Al inicio del siglo pasado (1810) flota una idea en todo el


espíritu español: la de la unidad. Ante el peligro que significaba
Francia, y con ella Napoleón, los habitantes de España y los espa-
ñoles que se encontraban en América buscaron unificarse para defen-
der su patria; así, bajo esta interrogante se convocó a la creación de
Juntas Locales y Regionales de defensa las cuáles derivarán en una
Asamblea Constituyente, conocida como Cortes de Cádiz. Para su
conformación se buscó la participación de españoles de los dos
hemisferios quienes enviaron delegados de todas las provincias a
las Cortes, que se llamaron de Cádiz. En España y América brota la
idea de una monarquía limitada como producto de la cercanía de
Francia, cuyas ideas pasaban diariamente a España y a través de ella
al pensamiento universal: el derecho natural, la idea de la soberanía
nacional, la división de poderes, etcétera.

Después de la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo


Fernando VII, y éste a favor de Napoleón quien deja la corona a su
hermano José Bonaparte y dicta el Estatuto de Bayona (Consti-
tución de Bayona), con el cual se establece, hacia 1808, una monar-
quía limitada; se habla de los derechos de los hombres; se hace
hincapié en la libertad de prensa, en la libertad de pensamiento y
al convocarse a las Cortes se piensa en ellas como una institución
permanente.

En 1810, al mismo tiempo que estalla el movimiento indepen-


dista en México, se convoca a las Cortes. Poco tiempo antes había
caído Bonaparte, se había creado la regencia y posteriormente la
44 Mario de la Cueva y de la Rosa

Nueva España envía como delegados a don Miguel Ramos Arizpe,


Francisco Azcárate y Guridi y Alcocer. Gómez Farías, precursor de la
Reforma y Alcocer, fueron de los delegados mexicanos más destaca-
dos en las Cortes. El 24 de septiembre del mismo año se inaugu-
raron en la Isla de León las Cortes de Cádiz, que serían las encargadas
de darle al reino de España una Constitución. Es relevante destacar
que la historia del derecho constitucional mexicano, y el sentido que
precedió a muchos artículos de nuestra Constitución, se encuentran
asentados sobre aquellas discusiones, detalladas en el libro de don
Isidro Montiel y Duarte, titulado Tratado de derecho público. La Consti-
tución española de 1812 fue promulgada por las Cortes Generales
de España el 19 de marzo de 1812. Se le conoce con el nombre de
Constitución de Cádiz; es jurada por Fernando VII, desconocida
más tarde por él mismo; vuelta a restablecer unos meses después,
desapareciendo más tarde para dejar sitio al absolutismo y es así,
hasta 1858, en que se dicta una nueva Constitución para España.

CONTENIDO DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ

El artículo tercero de esta Constitución dio lugar a una de las más


enconadas discusiones al interior de las Cortes, el problema de la
soberanía, que revistió dos tendencias: para unos la soberanía residía
esencialmente en la nación, para otros la palabra adecuada debía ser
“Originalmente”. Ambos términos pasan a la Constitución mexi-
cana. El Conde de Torena, con referencia a este problema, afirmó:
“La soberanía reside fundamentalmente y esencialmente en la
Curso de Derecho Constitucional 45

nación, pues es esencia de la misma; no se le puede quitar nunca”.


Por lo menos es lo que se va a decir en el siglo XIX, es un poder
absoluto e ilimitado; es la definición que se repite diariamente y el
pensamiento que, en nuestros días, los partidarios del derecho
internacional y los que piensan que la soberanía está desapareciendo,
critican con encono. Cuando el artículo tercero afirma, además,
que la soberanía es el derecho de establecer las leyes fundamentales
no solo no está en contraposición con el derecho internacional,
sino que es un coadyuvante de él.

La intervención de Ramos Arizpe en las discusiones del Con-


greso de Cádiz fué en dos sesiones memorables de las Cortes; desde
entonces, el delegado mexicano conquistó un prestigio y recono-
cimiento personal a nivel internacional memorable. Se trataba de
establecer fundamentalmente, quienes eran los ciudadanos españo-
les y así el artículo quinto, decía: “Son españoles todos los que hayan
nacido en España y sus hijos…”. El artículo en cuestión establecía
una diferencia entre español y ciudadano español. Ramos Arizpe,
oponiéndose a esta tesis, exponía: “Desde la conquista las Américas
han sostenido al imperio español y es más, las Américas, en los
actuales momentos (1812) están unidas a España sólo por el peligro
Europeo y por la situación que guarda España frente al mismo,
más nunca porque no se sientan naciones libres. Debe declararse
que todos los hombres de las Américas son ciudadanos españoles”.
Esto a cambio y justa reciprocidad de la ayuda que la Nueva España
daba a la madre patria y permitiendo que la nacionalidad desembo-
case directamente en el concepto de ciudadanía. La tesis de Ramos
Arizpe no triunfa totalmente.
46 Mario de la Cueva y de la Rosa

El artículo cuarto de la Constitución de Cádiz no contiene


una descripción completa de los derechos del hombre; es inferior
en este aspecto a la francesa y a la norteamericana. El artículo 14
establece que la religión católica será la única que podrá practi-
carse en España. Los artículos 15 al 17 consignan la división de
poderes, el Municipio y el juicio de residencia. La Constitución
de Cádiz, puesta en vigor en España y en sus colonias, fue la primera
Carta Fundamental vigente en la Nueva España; sin embargo, su
vigencia no puede contarse porque en 1812, fecha de su publicación,
el movimiento de Independencia en México estaba en auge.

En 1814 se dicta la llamada Constitución de Apatzingán, Carta


redactada por personalidades como José Ma. Liceaga, José Ma. More-
los, Romero de Castañeda, etcétera. La Constitución de Apatzingán
está influenciada por la norteamericana y la doctrina universal,
principalmente el pensamiento francés. Se puede decir que desde
entonces no se han expresado con mayor claridad y precisión
los principios y normas constitucionales que aun hoy se están
discutiendo.

CONTENIDO DE LA CONSTITUCIÓN DE APATZINGÁN

En esta Norma Fundamental van a ser diversos los artículos que


delinearán la organización política y social del México indepen-
diente; se conformó por 22 capítulos, los cuales estaban integrados
por 242 artículos; estableció entre otros puntos lo siguiente:
Curso de Derecho Constitucional 47

El artículo 7o., convierte por vez primera en norma el sufragio


universal; el 9o., consigna un principio de derecho internacional, al
normar las relaciones entre los Estados; el 10 habla de los posibles
atentados internos en contra de la soberanía de los pueblos y el
11 se ocupará de tres atribuciones fundamentales en materia de
soberanía: dictar leyes, hacerlas cumplir e imponerlas a los Estados
de la Federación; este mismo artículo define a la soberanía como
la facultad de dictar leyes y dar a los pueblos el gobierno que la
sociedad quiera. El numeral 12 establece la división de poderes de
la siguiente forma: 1. El Supremo Congreso Mexicano, el Supremo
Gobierno, Poder Ejecutivo, representado por tres personas, y el
Supremo Tribunal de Justicia, Poder Judicial. El 18 habla de la ley,
de su formación, promulgación, vigencia, etcétera. Y el 19 establece
la igualdad de todos los hombres ante la ley.

La Constitución de Apatzingán del 22 de octubre de 1814 care-


ció de vigencia práctica. El 24 de febrero de 1821 nace el Plan de
Iguala estableciendo nuevas formas de organización para México.
Vienen más tarde, el 24 de agosto de 1821, los Tratados de Córdoba,
que intentaron crear el imperio mexicano bajo el dominio de algún
príncipe extranjero. Con los Tratados de Córdoba queda consu-
mada la Independencia. Tres personas se encargarían de la regencia
en tanto llegaban los príncipes españoles. El 28 de septiembre de
1821, se instala la Junta Provisional Gobernativa, que elige como
presidente a Agustín de Iturbide. En este mismo año, y con el objeto
de organizar al país, se convoca a un Congreso Constituyente que
empieza a estudiar las normas más adecuadas para la nueva nación.
48 Mario de la Cueva y de la Rosa

Es está época cuando ocurre el pronunciamiento de Iturbide


de ser nombrado emperador de México, hecho que duró hasta el
20 de marzo de 1823, fecha en que abdicaría. En este mismo año
se establece un gobierno propio; se declara la nulidad del coro-
namiento de Iturbide y de los Tratados de Córdoba y se convoca a
un nuevo Congreso Constituyente en los últimos días de diciem-
bre de 1823.

El Primer Congreso Constituyente, verificado en 1821, terminó


sus funciones en dos años disolviéndose para convocar a uno nuevo.
La cuestión fundamental que plantea este Congreso sobre México es si
debía ser una República central o federal. Las provincias de la Nueva
España no quieren un gobierno central, que siempre había sido un
peligro para ellas, y así todos sus diputados son defensores del fede-
ralismo. El Congreso está por disolverse y el problema planteado,
en cuando tema de polémica, termina el siglo pasado. El 13 de
junio de 1823 se vota la forma federal en México por creer que así
se impediría él absolutismo y con él la existencia de un poder tiránico.

Viene después el Segundo Congreso Constituyente, verificado


en los últimos días de diciembre de 1823. Se empieza a hablar de
una Constitución, sin embargo, se dan cuenta los diputados que
habrían de tardarse mucho tiempo en redactarla y con el objeto
de suplirla lo más pronto posible, el 31 de enero de 1824 aprueban
el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana. Esta Acta no con-
tiene tampoco declaración alguna sobre los derechos del hombre.
Curso de Derecho Constitucional 49

El estudio del proyecto de Constitución se da entonces a partir


del 1o. de abril del mismo año; se aprueba el texto el 3 de octubre,
promulgándose el 4, y finalmente queda publicado el 5 de octubre de
1824 con el nombre de Constitución Federal de los Estados Unidos
Mexicanos. Es importante destacar que el Congreso Constituyente
que redactó esta primera Constitución mexicana estaba integrado
por las más ilustres personalidades mexicanas de aquellos días: se
encontraba entre los redactores a don Lorenzo de Zavala, fundador
del “Águila Mexicana” que escribió un ensayo sobre la Revolución
Mexicana, pero que en sus años postreros, siendo un verdadero
terrateniente, apoyo la segregación de Texas; también pertenecía a
este grupo fray Servando Teresa de Mier que un día, encargado de
pronunciar el sermón de Guadalupe, lo dijo de tal manera que
nadie supo si aceptaba o rechazaba la aparición de la Virgen Morena.
Estuvo encarcelado en España, fue a Inglaterra y escribió un libro,
volvió a México, escribió sus memorias y participó en la conforma-
ción de la Constitución de 1824. Se encontraba también dentro
de estos constituyentes don Valentín Gómez Farías, precursor de
la Reforma y a don Carlos Ma. de Bustamante, quien fuera uno
de los autores jurídicos.

Don Isidro Montiel y Duarte ha recogido las actas del Constitu-


yente, y destaca que fundamentalmente se recibieron tres influencias
importantes: la primera, fue la Constitución de Cádiz; la segunda, la
Constitución Norteamericana; y, en un tercer momento, el pen-
samiento liberal francés. La Constitución española, de Cádiz, apenas
50 Mario de la Cueva y de la Rosa

si tuvo vigencia en nuestro país; la Constitución de Apatzingán


tampoco llegó a estar en vigor; en cambio, la de 1824 sí tuvo vigencia
y ella organizó el primer gobierno del México independiente.

CONTENIDO DE LA CONSTITUCIÓN DE 1824

Esta Carta Fundamental estaba constituida por 171 artículos, distri-


buidos en ocho títulos. Su estructura fue similar a la de 1857; se
destacan principalmente los siguientes capítulos: consigna, al prin-
cipio, la soberanía nacional y el principio de división de poderes;
postula la forma federal que había sido votada con anterioridad; las
partes integrantes de la Federación son señaladas escrupulosamente;
se consigna el principio de las Constituciones rígidas; las reformas
a la Constitución —decía la misma— debía proponerlas el Congreso, y
una vez propuestas, una segunda legislatura las aceptaría o las
rechazaría. La organización de los Estados de la Federación era sobre
la base del Municipio Libre, influencia indiscutible del constitucio-
nalismo español.

Después de promulgada la Constitución de 1824, y hasta 1856,


hay un periodo de franca anarquía, productor del tercero, cuarto,
quinto y sexto Congreso Constituyente. Toda la historia de México
durante este periodo gira alrededor de ese personaje tan singular y
tan mexicano que fue don Antonio López de Santa Anna, quien tal
parece, al estudiarse su biografía, no admitía Constituciones.

Un nuevo Congreso, que iba a ser el Tercer Constituyente mexi-


cano, inauguró sus sesiones el 4 de enero de 1835. Cerciorado,
Curso de Derecho Constitucional 51

después de minucioso examen, de que los representantes traían


facultades de sus electores para variar el sistema, el Congreso
declaró, no obstante, que su actuación se reducía a reformar la
Constitución de 1824 dentro de los límites que señalaba su artículo
171; esto es, respetando la forma de gobierno. En este Congreso
se encontraron Miguel Valentín, José Ignacio Anzorena, Manuel
Sánchez de Tagle, José Ma. Cueva y Antonio Pacheco Leal; son
ellos mismos, al ser designados miembros de la comisión reforma-
dora, los que presentaron un proyecto de reforma constitucional
discutido y al fin aprobado el 23 de octubre de este mismo año,
1835, conocido formalmente con el nombre de Bases Constitucio-
nales, con lo cual se dio fin al sistema federal implantado, por vez
primera desde que México se constituyó en República, un sistema
centralista.

El rechazó al centralismo fué inmediato por parte de los fede-


ralistas. En 1841 Bustamante era Presidente de la República. Éste
con anterioridad, había apoyado a Iturbide y sobre este hecho
se basa Santa Anna para rebelarse y derrocarlo, convocando a un
Cuarto Constituyente. El referido Congreso fue uno de los más ilus-
tres y de 1840 a 1842 debió dictar una nueva Constitución. Es impor-
tante destacar que este Congreso estaba dividido en dos sectores:
centralistas y federalistas. Ahora bien, dentro de los juristas más
destacados tenemos a don Mariano Otero, quien se ubica dentro del
segundo grupo y se le tiene como precursor del juicio de Amparo.
52 Mario de la Cueva y de la Rosa

Crescencio Rejón, abogado yucateco, es el otro personaje que


se disputa junto con Otero la paternidad del juicio de amparo en
el derecho mexicano. Con anticipación a la celebración del Cuarto
Congreso Constituyente, él llevó sus principios a la Constitución
de Yucatán. La verdad probable, en cuanto a la paternidad del jui-
cio de amparo, es que Rejón fue quien primeramente lo dio a cono-
cer, pero indiscutiblemente Otero, el jurista de excepción, lo hizo
federal al estructurarlo jurídicamente en el Congreso. Estaba por
dictarse la Constitución, se discutía si México debía ser una Repú-
blica central o federal. Santa Anna era el presidente y lo único que
deseaba en esa época era gobernar; ni el centralismo ni el federa-
lismo eran cosas de importancia para él. El Gallo de Huetjotzingo
ideado por Santa Anna, dio muerte al Cuarto Constituyente, convo-
cando al Quinto.

Se integra el Quinto Congreso Constituyente. Don Nicolás


Bravo es nombrado Presidente interino en virtud de la licencia
solicitada por Santa Anna. En diciembre de 1843 designa, de confor-
midad con las Bases de Tacubaya a una junta de 80 notables, llamada
Junta Nacional Legislativa. Se dicta entonces la creación de una
República centrada, cuyo inspirador fue don Lucas Alemán, sobre
las Bases de organización política de la República Mexicana. Estas
Bases de 1843 contienen, por vez primera, una declaración completa
de los derechos del hombre, creando también la República Central;
prohibían dictar impuestos sin aprobación del Congreso. Santa
Anna, disgustado por esta medida, desconoce al Congreso y prepara
el Sexto Constituyente.
Curso de Derecho Constitucional 53

Los acontecimientos que originan el Sexto Congreso Consti-


tuyente son los siguientes: en 1845, Santa Anna abandona el poder
durante poco tiempo ya que el 4 de agosto de 1846, al redactarse el
Plan de la Ciudadela que convoca al Sexto Constituyente (6 de
diciembre) queda integrado éste y se le vuelve a llamar. El Congreso
se instala pero no llega a dictar ninguna Constitución dada la ame-
naza de guerra que se cernía sobre México. Los centralistas en esta
época eran minoría y en tal virtud Santa Anna se vuelve federa-
lista; se vota en mayo de 1847 su regreso y el restablecimiento de
la Constitución de 1824.

De 1848 a 1850 José Joaquín Herrera es elegido Presidente de


la República; en 1850 se inician los preparativos para las elecciones
presidenciales y es nombrado para ocupar el cargo don Mariano
Arista; Santa Anna no está de acuerdo con la decisión del Congreso
y en Guadalajara se pronuncia nuevamente contra el gobierno, enar-
bolando la bandera centralista con el Plan del Hospicio. Los levan-
tamientos se extienden por todo el país y en febrero de 1853, Arista
es obligado a renunciar y asume el poder Juan Bautista Ceba-
llos. Se reconoce en esta época el triunfo de Santa Anna, quien
vuelve al poder por última vez y dicta las Bases para la administra-
ción de la República hasta la promulgación de la Constitución.
Se organiza la última República Central en México, y no se vuelve
a hablar de Constitución sino hasta el año de 1856, fecha en que
se inician las labores del Séptimo Congreso Constituyente.

El 1o. de marzo de 1854, un grupo de opositores a Santa Anna


dirigidos por Ignacio Comonfort y Florencio Villareal proclaman
54 Mario de la Cueva y de la Rosa

el Plan de Ayutla. Fue el inició de la Revolución de 1855. Santa


Anna abandona la República para no regresar a ella y así, en 1856
se inician las labores del Séptimo Congreso Constituyente. Los tra-
bajos de este Constituyente duran un año, y el resultado o producto
es la Constitución de 1857 promulgada el 5 de febrero del mismo
año. La historia de este Congreso ha sido estudiada por distinguidos
juristas mexicanos. El cronista Zarco, de prodigiosa memoria, nos dejó
estudios sobre los debates del Constituyente del 57, que se publi-
caron poco tiempo después, reimpresos igualmente en 1916 por
orden de don Venustiano Carranza; el objetivo de está reimpresión
fue para repartirlos entre los Constituyentes de 1917.

Después, el gran historiador del Congreso que se encargó de


describir el espíritu y la forma de trabajar del Constituyente fue
don Emilio Rabasa. Don Ignacio Vallarta realiza una importante apor-
tación pero solo de forma parcial, cuando era presidente de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación. Vallarta sostuvo dos tesis:
la idea de que la Corte no podía intervenir en política y, la tesis de las
facultades extraordinarias otorgadas al presidente de la República.
Ésta también dentro de estos distinguidos estudiosos, por la profun-
didad que puso siempre en los debates, don José del Castillo de
Velasco, quien nos dejo un Tratado de derecho constitucional en el que
explica con claridad lo que significan cada uno de los artículos
de la Constitución. Don Mariano Coronado, ilustre profesor de la
Universidad de Guadalajara, es todavía mas claro que Del Castillo
Velazco en la interpretación que hace de estos artículos. Viene
después el golpe de Estado de Comonfort, la presidencia de Juárez,
Curso de Derecho Constitucional 55

la guerra con Francia, acontecimientos todos que hacen que la


Constitución sea letra muerta y no se vea restablecida sino hasta los
tiempos de don Venustiano Carranza. Éste se encargará, ya durante
su periodo de gobierno, de convocar al Congreso Constituyente, el
cual dicta la Constitución que nos rige actualmente.

CONSTITUCIÓN FEDERAL DE LOS


ESTADOS UNIDOS MEXICANOS DE 1857

Se pueden señalar como antecedentes de esta Constitución los


siguientes:

El pensamiento y la Constitución de Francia, particularmente


los Derechos del Hombre y del Ciudadano, con la siguiente diferen-
cia: los derechos de referencia no figuran en la Constitución fran-
cesa, en México sí lo hacen.

La Constitución española de Cádiz que influyó en la redacción


de varios artículos.

La Constitución mexicana de 1824.

El Proyecto de Minoría de 1842, cuando Otero llevó la idea de


la responsabilidad federal y el juicio de amparo.

Como la influencia más importante para la parte orgánica, la


Constitución Norteamericana, por lo que se refiere al federalismo
del juicio de amparo.
56 Mario de la Cueva y de la Rosa

Zarco cita a la Constitución francesa de 1848 que apenas si


tuvo vigencia.

El Congreso Constituyente —dice don Emilio Rabasa— estaba


dividido en tres partidos: el conservador, cuyo jefe era don Mariano
Arizcorreta; el moderado, al frente del cual se encontraba el Presi-
dente Ignacio Comonfort, y el partido liberal o progresista, que
contaba en sus filas con escritores, juristas, políticos y personajes
famosos de aquel tiempo. Se encontraba en primer lugar don
Ignacio Ramírez (el Nigromante) defensor del federalismo y cuya
aparición en México es narrada magistralmente por Guillermo
Prieto; a él se le debe el principio contenido en nuestra Constitución
según el cual “todas las facultades que no están expresamente desti-
nadas al Estado Federal se entienden reservadas a los Estados”.
Se decía también que don Guillermo Prieto era tal vez “el más
perfecto de los rabos verdes en México” (Fernández de Ledesma), su
libro fundamental es Memorias de mis tiempos, en él relata la vida
de México, distinguiéndose además, por la extraordinaria musa
que dejó en forma de cantares y corridos. Se destaca de este grupo
a don Luis de la Rosa, Ministro de Relaciones, quien sostenía que
era indispensable independizar a México de los países extranjeros
y de la Iglesia, sin que con ello propusiera la desaparición de nuestra
religión en nuestra Patria.

Encontramos también a don Filomeno Mata, autor del pro-


yecto de Constitución y defensor de sus artículos; a Melchor Ocampo,
combativo en extremo igual que Francisco Zarco, el gran cronista; a
Curso de Derecho Constitucional 57

Vicente Riva Palacio, José María del Castillo Velasco, jurista que
daba la nota jurídica perfecta. Luego a don Ignacio L. Vallarta, a
quien debe el Congreso una de las más grandes confusiones merced
al brillante discurso que impidió a la Constitución de 1857 ser de
las más avanzadas del mundo: algunos legisladores pedían una
protección para el campesino y para el obrero, y Vallarta afirmó
que la protección era indispensable, pero que los principios
liberales y las formas, como constitucionales, no permitían que
esas protecciones estuvieran incluídas en la Constitución, sino
que eran asunto de la legislación ordinaria. De la misma manera
que Elizalde, en el año de 1917, no quería que los artículos 123
y 127 figuraran en la Constitución.

Zarco reflexiona y dice que los principales autores, citados en


el Congreso de 1857, fueron: Tocqueville y Rousseau, con sus libros
La democracia en América y El Contrato Social, respectivamente; ambas
obras fueron de consulta fundamental. En la traducción que se
hizo del libro de Tocqueville es cuando por primera vez se destaca
el uso de la palabra “amparo”. Se citó también a Montesquieu con
gran frecuencia y los eruditos hablaban de John Locke y Jeremías
Bentham; se utilizó también como consulta la obra Ensayos sobre la
Constitución norteamericana; y se leyeron párrafos de El Federalista.
Voltaire fue citado en repetidas ocasiones por Ponciano Arriaga.

El Constituyente comenzó a trabajar con grandes bríos; sin


embargo, pasaron los días, los meses, las discusiones se prolongaban,
los diputados comenzaron a aburrirse del trabajo y las diversiones
58 Mario de la Cueva y de la Rosa

hicieron que poco a poco los constituyentes se fueran apartando


del Congreso motivando con ello varias veces la cancelación de las
sesiones por falta de quórum.

Dos acontecimientos relevantes merecen ser recordados en la


vida del Constituyente. Uno de ellos tuvo lugar en la sesión del 4 de
septiembre de 1856: Arizcorreta reunió a los miembros del partido
conservador y del moderado y les dijo que la nueva Constitución
iba a causar un tremendo daño a la República, que era producto
del partido liberal, que no había necesidad de ella puesto que ya se
tenía una Constitución que ya dos veces había sido puesta en vigor
y, en consecuencia, era la que debía regir nuevamente a la Nación
mexicana, solucionándose así el problema. Esta Constitución era
la de 1824.

Cuando se escuchó la propuesta se generó una tormentosa


discusión; Mata se quedó afónico durante varios días por las innu-
merables intervenciones oratorias que tuvo, pero el proyecto pasó
a votación y debido a la poca responsabilidad de muchos diputados
liberales se votó el regreso a la Constitución de 1824. A tal grado
llegaba la irresponsabilidad de algunos Congresistas, que en una
ocasión, en que no se reunía el quórum necesario para sesionar,
don Filomeno Mata encabezó una comisión para ir a traerlos a los
centros de diversión de la ciudad. Frente al hecho de haberse votado
la vigencia de la Constitución del 24, Guillermo Prieto se levanta y
mediante una medida política destruye los resultados de aquella
votación, diciendo que el proyecto debería pasar a una comisión
Curso de Derecho Constitucional 59

para que ésta lo estudiara y luego rindiera su dictamen; lo anterior


fue aprobado por Arizcorreta logrando, con este inusitado hecho,
que el citado dictamen no fuera terminado ni aún después de
haberse promulgado la Constitución. Filomeno Mata fue miembro
de la Comisión que prolongo indefinidamente la aprobación de
dicho dictamen.

El segundo episodio doloroso fue el siguiente: se votaron casi


todos los artículos de la Constitución, se formó una comisión de
estilo para que redactara la minuta de Constitución; quedaban tres
días para que se terminara el periodo de sesiones, cuando se votó la
minuta de Constitución. Unos días después de promulgada, encontrán-
dose don Guillermo Prieto en casa, recibió la Constitución y la leyó
hasta el artículo 29; la rompió inmediatamente y publicó mas tarde
un artículo periodístico en el que hablaba de traición, irresponsabi-
lidad, etcétera, y es que en el artículo 29 se había suprimido una
palabra que había costado un mes de discusiones al Congreso; ponién-
dose “garantías otorgadas” en lugar de “garantías individuales”. Fue
puesta en vigor la Constitución, pero los acontecimientos histó-
ricos subsecuentes cambiaron radicalmente el rumbo de los hechos.
El valor fundamental de la Constitución de 1857, está en que
fue, en años posteriores, tal vez lo que la Virgen de Guadalupe a
la Independencia de México, el símbolo de toda lucha anterior a ella.

En otro orden de ideas, la personalidad de don Benito Juárez


podrá discutirse en la historia, pero hay algo que nunca se le podrá
perdonar y es el hecho de no haber respetado íntegra la Constitu-
60 Mario de la Cueva y de la Rosa

ción, al impedir que el Congreso legislara y prorrogara su periodo,


etcétera. El mito de la Constitución de 1857 se perdió desde enton-
ces porque don Benito Juárez no la respetó en su integridad. Existía
además en esta Constitución un principio que establecía la supre-
macía del Congreso, y hacía a un lado al Poder Ejecutivo; el Presidente
de la República era un mero ejecutor de las leyes dictadas por el
Congreso. Esto se perdió desde entonces quizás por los aconte-
cimientos históricos, o tal vez por cobardía y es así como para restarle
poder al Congreso, el Presidente Lerdo de Tejada propuso la exis-
tencia de la Cámara de Senadores, la cual data desde entonces.
Teoría del poder constituyente

S i nosotros preguntamos ¿a quién corresponde dictar la


Constitución como Ley Fundamental? se nos dirá “al pue-
blo”, idea por otra parte solo concebida bajo un régimen democrático.

La posibilidad de dictar una Constitución cambia, según sean


las formas de Estado o de gobierno. En una monarquía la Constitu-
ción es dictada por el monarca, si se entiende a ésta como la fuente
de la estructura jurídica del Estado y de la sociedad. La Constitución,
como norma que estructura al Estado, sólo puede ser dictada por
el pueblo, y entonces la primera respuesta que se ofrece a la pregunta
¿a quién corresponde dictar la Constitución? es al Poder Constitu-
yente y éste corresponderá siempre al pueblo.

La idea de Poder Constituyente deriva del concepto de sobe-


ranía. El poder soberano es aquel capaz de organizar a una colecti-

61
62 Mario de la Cueva y de la Rosa

vidad y cuando este deber corresponde al pueblo debe hablarse, solo


entonces, de Poder Constituyente y de Norma Fundamental. Si esto
es correcto entonces la esencia de la soberanía será producir el
derecho y organizar al Estado. El Poder Constituyente es la manifes-
tación de la idea de soberanía nacional y nadie puede quitarle ese
derecho al pueblo, ningún grupo, ni el tiempo. A este respecto el
artículo 39 de nuestra Carta Magna dice: “La soberanía nacional
reside esencial y originalmente en el pueblo. El pueblo tiene en
todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma
de su gobierno”.

¿Qué es el Poder Constituyente? Es el poder capaz de dictar


una Constitución. ¿Cuál es su naturaleza y cuál su esencia? Para
contestar esta pregunta recurriremos a los antecedentes de la teoría
y la práctica del Poder Constituyente que se encuentran en Francia y
en Estados Unidos.

El primer constituyente contemporáneo nace en Estados Uni-


dos al formarse la Confederación y particularmente en la Conven-
ción de Filadelfia. Tiempo después, en Francia, cuando el Tercer
Estado se separa y se constituye en Asamblea Nacional; más tarde,
en la Constitución de Cádiz, etcétera. Cuatro hombres han forjado
la teoría del Poder Constituyente: Rousseau, Madison, Siéyes, y el
conde de Torena en la Corte de Cádiz.

Rousseau fue consultado por el rey de Polonia sobre la manera


de organizar el poder, y contestó en una carta en la cual esboza la
Curso de Derecho Constitucional 63

teoría el Poder Constituyente; Madison, por su parte, da a conocer


sus ideas en El Federalista; Sieyès lo hace en una monografía titulada
¿Qué es el Tercer Estado?, en la cual afirma que en aquellos momentos
el Tercer Estado, que es el pueblo, no es nada pero que en el futuro lo
será todo. El conde de Torena sostuvo que las Cortes de Cádiz
eran especiales, tenían mandato particular que era el de organizar
al mundo hispánico.

¿Cómo se caracteriza el Poder Constituyente y en qué se distin-


gue de los demás poderes del Estado? Es en primer término un poder
de decisión, no de actuación; no actúa, simplemente designa. Él decide
la forma del Estado, él hace, promulga la Constitución, pero hasta
allí; una vez que ha dictado la Carta Fundamental el Poder Consti-
tuyente desaparece. Ahora bien, a partir de este momento la Constitu-
ción es cumplida por los otros poderes, por los llamados poderes
constituidos.

El Poder Constituyente es el poder que organiza al Estado; los


poderes constituidos son los poderes creados por el Constituyente
y contenidos en la Constitución; es decir, poder creador y poderes
creados. El Poder Constituyente es un poder de origen; en cambio,
los otros poderes son derivados, secundarios. El Poder Constituyente
es políticamente un poder ilimitado; los poderes constituidos están
limitados por la Norma Fundamental. En la Constitución mexicana
están contenidos tres poderes: el Legislativo (Congreso de la Unión),
el Ejecutivo (Presidente de la República) y el Judicial (Suprema Corte
de Justicia de la Nación). La diferencia entre el Constituyente y el
64 Mario de la Cueva y de la Rosa

Legislativo cabe porque ambos dictan normas, sin embargo, el pri-


mero tiene una facultad de origen y el segundo solamente actúa
dentro de los límites que la Constitución le señala; es decir, es un
poder creado con facultades determinadas.

Entre las funciones legislativa, judicial y ejecutiva, —dice Kelsen—


no existe diferencia esencial, sin embargo, la discrepancia podría
darse en la distinta cercanía que cada una de ellas guarda en el
texto constitucional: ya que todas ellas aplican la Constitución.
En un Estado de derecho hay una cadena perfecta en el orde-
namiento jurídico, por ende, el Poder Constituyente no contiene
todas las normas procesales, ni crea tampoco las normas de derecho
civil, pero sí ha establecido los lineamientos generales respecto del
ordenamiento jurídico nacional.

¿Cómo se ha formado la Constitución alrededor de esta teoría


del Poder Constituyente? El problema del origen de la Constitu-
ción se puede soslayar desde dos vertientes: una teórica y otra real.
El primer problema es resuelto por Kelsen, el segundo encuentra
su solución en la historia del derecho constitucional.

Ahora, ¿cómo puede nacer, cómo nace o cómo ha nacido una


Constitución? Cuando Kelsen se pregunta: ¿cómo nace una constitu-
ción? dice al respecto que de otra, y así sucesivamente hasta llegar
a una norma hipotética general. Es la forma teórica de solucio-
nar el problema.
Curso de Derecho Constitucional 65

Otra de las formas en que se originan las constituciones es


histórica, y la vamos a encontrar en el nacimiento de los nuevos
Estados. Kelsen diría que en este caso existe un orden jurídico inter-
nacional que sirve de base a la estructuración estatal nueva; pero lo
cierto es que muchas veces el nacimiento de un nuevo Estado rompe
el orden internacional y los ejemplos abundan: el Estado polaco
de 1918; el Acta Confederativa de los Estados Unidos; la Constitu-
ción mexicana de 1824, etcétera.

Otra forma histórica también, es mediante una revolución,


pero este término necesita ser entendido: revolución no es levan-
tamiento armado, no es necesariamente un golpe de Estado, sino
que en derecho constitucional se entiende por revolución la trans-
formación fundamental de la estructura política de una sociedad.
El concepto fue precisado por vez primera por Mauricie Hauriou,
cuando afirmó que “revolución es el cambio de la estructura
fundamental de una colectividad…”. Ahora bien, las revoluciones
en derecho constitucional pueden ser:

Violentas, que originan la ruptura del orden jurídico.

Pacíficas, esto es, la modificación de la estructura jurídica de


una sociedad, sin romper el orden jurídico, ejemplo: la Constitución
Federal de los Estados Unidos de América, que al promulgarse
no rompió el orden jurídico; la Constitución mexicana de 1857,
entre otras.
66 Mario de la Cueva y de la Rosa

La ruptura del orden jurídico puede ser por diversas causas:

a) Por medio de una sustitución del orden jurídico por otro, y

b) Por medio de una lucha armada y sustitución del régimen


por otro distinto.

En cualquiera de estos dos casos surgen los siguientes problemas:

¿Cuándo la nueva Constitución es legítima? (art.136).

¿Hasta dónde se puede reformar la Constitución? La doctrina


ha respondido que la Constitución mexicana de 1917 es irreforma-
ble, no en cuanto a los preceptos que contiene, sino en cuanto a que
establece la estructura fundamental del Estado.
Artículo 136 constitucional y sus problemas

A la letra señala lo siguiente:

Esta Constitución no perderá su fuerza y vigor aún cuando por alguna


rebelión se interrumpa su observancia. En caso de que por cualquier
trastorno público se establezca un gobierno contrario a los principios
que ella menciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad,
se establecerá su observancia, y con arreglo a ella y las leyes que en
virtud se hubieren expedido, serán juzgados así los que hubie-
ren cooperado en ésta.

Una vieja cuestión debatida durante muchos años y que aun


sigue debatiéndose, es la que se denomina “el derecho a la revolu-
ción”. ¿Es éste un derecho, o la negación de un derecho? La Consti-
tución francesa de 1793, en su artículo 29, decía que en todo
gobierno libre debía existir un medio legal de resistencia a la
opresión y que en casos extremos, se tenía el derecho a concurrir a

67
68 Mario de la Cueva y de la Rosa

la revolución, y aún el deber de hacerlo. Un segundo problema se


plantea al preguntar ¿Cuándo una Constitución es legítima? porque
no es suficiente que un grupo de personas llamadas Poder Consti-
tuyente o un monarca, dicten una Constitución. Ante este problema
lo que importa saber es cuándo se trata realmente de la ley consti-
tucional de un país.

Respecto al primer problema podemos decir que se encuentra


relacionado con dos ideas: 1) la de ley injusta; esto es, cuando una ley
es injusta debe desaparecer; si como piensan las corrientes forma-
listas el derecho es un concepto formal y por tanto la idea de lo justo
le es esencial, las leyes injustas no deben existir ni deben obedecerse.
2) El principio de la soberanía popular: el pueblo que es soberano
tiene derecho a la revolución.

Ahora bien, ¿cuándo la Constitución que rige un Estado es


injusta? El párrafo final del artículo 39 dice: “El pueblo tiene en todo
tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su
gobierno”. Este párrafo en relación con el del artículo136 ¿otorgan
el derecho a la revolución? o por el contrario ese derecho no existe.

Generalmente los autores hacen toda una historia del pro-


blema, pero tal vez equivocada. En una monografía de la época, se
afirma que en la Constitución está el derecho a la revolución. Histó-
ricamente podemos remontarnos hasta la Carta Magna de Inglaterra
que, se dice, es uno de los primeros documentos que consignan el
derecho a la revolución, al especificar claramente que los 25 baro-
nes del rey Juan “Sin tierra” tenían el derecho de oponerse a éste.
Curso de Derecho Constitucional 69

Se habla también de los Fueros de Castilla y Aragón en donde el


monarca se comprometía a respetar los Fueros. Más tarde y durante
toda la Edad Media y aún posterior a ella, se debate el problema
alrededor de algunos párrafos de los libros de Santo Tomás, quien
sostenía la tesis de la ilicitud del tiranicidio; en cambio el Dr. Angé-
lico sostenía la tesis contraria. Vienen después los grandes maestros
españoles: Suárez, Domingo de Soto, Mariana, etcétera, quienes esta-
blecieron una distinción que ha perdurado hasta nuestros días:

Tirano. Glosan estos autores, es una palabra que tiene dos


sentidos, se puede ser tirano de origen y tirano de ejercicio. De ori-
gen, es aquel que no tiene ningún titulo legítimo para gobernar;
de ejercicio, el que tiene un origen legal, y desarrolla su poder de
mando tiránicamente. Es evidente entonces que contra los primeros
rige el tiranicidio; contra los segundos nada es posible porque tienen
la potestad de gobernar.

A partir del siglo XVII se formó en Francia una corriente que


sostuvo la licitud del tiranicidio cuando el gobernante se apartaba
del derecho, fue el grupo llamado monarcómano, formado por
católicos ingleses y protestantes alemanes. En los siglos XVII y XVIII
se adopta una posición particular frente al problema, no es posi-
ble el tiranicidio. El derecho natural —se dice—, está por encima de
todo y él es quien resuelve qué debe hacerse en estos casos. Viene
luego la Constitución francesa de 1793, cuyo artículo 29 hace una
referencia expresa de este problema, aceptando el tiranicidio y soste-
niendo que el derecho está por encima de los gobernantes y que si
estos se apartan de él, existe el derecho a la rebelión.
70 Mario de la Cueva y de la Rosa

Respecto a los autores contemporáneos, casi todos niegan el


derecho a la revolución, porque se dice que la ruptura del orden jurí-
dico no puede ser nunca un derecho. Cuando se rompe el orden
jurídico no puede haber, no hay un derecho. De los grandes juris-
tas del derecho público destaca uno en particular: León Duguit,
quien deja entrever la posibilidad del derecho a la revolución;
pero todos los demás autores lo niegan. En los últimos años dos
movimientos han proclamado el derecho a la revolución: el Nacio-
nal Socialismo de Alemania y el Franquismo de España, porque
su existencia está condicionada por esta idea hoy repudiada por la
mayoría de los autores de derecho público.

Si el derecho a la revolución existiera no sería positivo, este es


el pensamiento de la mayoría de los juristas de derecho público.
Pero ¿qué pensar de este problema en nuestra Constitución? Este
asunto ha sido tratado confusamente en el marco del derecho mexi-
cano. Para dilucidarlo partiremos de la base de que la resistencia a
la opresión, consignada en el artículo 39 de nuestra Carta Magna,
nada tiene que ver con el derecho a la revolución; Maurice Hauriou
dió el concepto jurídico de revolución al afirmar que “es para el
derecho la transformación radical, fundamental del orden jurídico
constitucional, es el cambio de la estructura política fundamental
de una colectividad”. La resistencia a la opresión no es la transfor-
mación radical de un orden jurídico, es sólo la sustitución de un
gobernante; la revolución sólo existe cuando se modifican las bases
del sistema constitucional. El mal uso del poder, el abuso del poder,
no son actos revolucionarios.
Curso de Derecho Constitucional 71

Nos podemos ahora preguntar ¿existe un derecho a la revolu-


ción? Sí existe y está en el párrafo final del artículo 39 de la Norma
Fundamental; pero antes, entendamos el problema. ¿Cómo es posi-
ble el ejercicio del derecho a la revolución si el pueblo tiene el
derecho de cambiar el sistema constitucional que lo rige? ¿Cuáles
son los medios de que puede valerse para llevar a cabo la revolución?
Una revolución se puede hacer por dos medios distintos:

1. Por procedimientos jurídicos, o


2. Por la ruptura del orden jurídico y su sustitución por uno
nuevo.

¿Cuándo hay en realidad un derecho a la revolución? El derecho


a la revolución, como derecho sustantivo, es la facultad de refor-
mar a la Constitución. El primero es un derecho limitado, su límite
será no atacar la libertad del pueblo y como tal es un derecho inalie-
nable e imprescriptible. Sin embargo, los procedimientos o el derecho
a la revolución, como derecho objetivo, se puede verificar o habrá
que preguntarse si existe en las dos ramas apuntadas al inicio de
este párrafo.

Revolución, rebelión y golpe de Estado no son términos equi-


valentes; puede haber rebelión sin revolución, puede haber rebe-
lión con revolución y puede haber golpe de Estado sin revolución
y con ella. Una rebelión, por ejemplo, fue el levantamiento de Obre-
gón en contra de Carranza; un golpe de Estado sin rebelión, es el
72 Mario de la Cueva y de la Rosa

de Huerta cuando desconoce al Congreso; una revolución, en cambio,


es la realizada bajo el Plan de Ayutla, que derivó en la Constitu-
ción de 1857. La rebelión es para el derecho “El levantamiento de
un grupo, más o menos numeroso del pueblo, para sustituír a una
autoridad por otra. El golpe de Estado es el acto de uno de los
poderes del Estado de desconocer a los otros y los integra nuevamente.

Cuando el golpe de Estado o la rebelión, además de sus caracte-


rísticas constitutivas, pretenden cambiar el régimen constitucional
que impera en una colectividad, en un momento dado, entonces la
rebelión y el golpe de Estado pasan a convertirse en revoluciones,
pues ésta —repetimos—, es la transformación radical de la estructura
política fundamental de una colectividad.

¿Cómo puede reformarse o sustituírse la Constitución? Este pro-


blema está contenido en el Artículo 135 de nuestra Carta Magna:

La presente Constitución puede ser adicionada o reformada. Para


que las adiciones o reformas lleguen a ser parte de la misma se
requiere que el Congreso de la Unión por el voto de las dos terceras
partes de los individuos presentes, acuerde las reformas o adiciones
y que éstas sean aprobadas por la mayoría de las legislaturas de
los Estados. El Congreso de la Unión hará el cómputo de los votos
de las legislaturas y la declaración de haber sido aprobadas las adi-
ciones o reformas.

Son dos las tesis que juegan alrededor de este artículo y las
cuales nos ayudarán a resolver el problema:
Curso de Derecho Constitucional 73

La primera tesis afirma que existe un procedimiento jurídico


para reformar o rectificar la Constitución; por tanto, relacionando
los artículos 39, 135 y 136, dicen estos autores, se puede llegar a la
conclusión de que la revolución es posible únicamente por la vía
del artículo 135, lo cual quiere decir que el golpe de Estado revolu-
cionario y la rebelión revolucionaria no son derechos. La segunda
tesis sostiene lo contrario, ella nos indica que por la vía del artículo
135 la reforma a nuestra constitución no es posible.

Entonces, ¿cómo es posible transformar a la Constitución?


¿hasta dónde llega el poder de reformar a la Constitución? Antes
de abordar el problema se presenta la siguiente cuestión ¿cuál es la
naturaleza del poder creado en el artículo 135 de la Constitución?
El poder radica en el Congreso de la Unión y en las Legislaturas de
los Estados. La naturaleza jurídica del poder creado está conte-
nida en el artículo l35, no es desde luego legislativo, es un poder
distinto de los tres constitucionales y, se le ha llamado Poder Consti-
tuyente Permanente.

En el marco de este artículo no está actuando el poder Legis-


lativo sino el Constituyente Permanente. El Poder Legislativo actúa
dentro de los límites de la Constitución, en cambio, el Constitu-
yente Permanente cambia, reforma la Constitución. Sin embargo,
en el artículo 135 no se consigna un auténtico Poder Constituyente,
que es originario y tiene facultades ilimitadas, ya que éste, el creado
por el citado artículo, tiene una posición intermedia, no es per-
74 Mario de la Cueva y de la Rosa

fecto por ser originario sino derivado, es creado por la Constitución;


el Poder Constituyente de origen no necesita de procedimientos
especiales, en cambio, el permanente está sujeto a los procedimien-
tos señalados en la Constitución.

El Constituyente Permanente del artículo 135 es un poder


constituído, no es originario, tiene facultades ilimitadas en el aspecto
procesal, pero ¿en el aspecto sustantivo? ¿El Poder Constituyente
constituído, creado no creador, tiene límites materiales? ¿Habrá
previsto el Constituyente de 1917 la posibilidad de operar una revo-
lución, una transformación radical de la Constitución por proce-
dimientos jurídicos? ¿Reformar la Constitución en cualquiera de sus
aspectos por la vía del artículo 135 es posible? ¿Se podrá mediante
reformas sucesivas o simultáneas derogar de hecho la Constitución
que nos rige? ¿Puede hablarse o es factible la inconstitucionali-
dad de una reforma constitucional? Y frente a esta última pregunta
¿en un caso práctico se admitiría el amparo? El problema es necesario
dividirlo en dos partes:

1. Antecedentes históricos del artículo 135.


2. Doctrina nacional y extranjera sobre el precepto.
Antecedentes del artículo 135 constitucional

E xisten al respecto dos datos muy importantes: primero, este


artículo es una copia incompleta del artículo quinto de la
Constitución norteamericana; segundo, dos autores mexicanos:
Castillo de Velasco —en forma vaga— y más tarde don Emilio Rabasa,
sostienen que por la vía del multicitado artículo no es posible refor-
mar de manera radical la Constitución. Años después, Hauriou e
Schmitt sostienen lo mismo. En los últimos tiempos toda una legión
de juristas desarrollan y completan esta tesis. Diego Lezama sostenía
que era inconstitucional la tesis sustentada por varios juristas quienes
aceptaban la posibilidad de reformar la Constitución, y decía que
cabía en contra de esto el juicio de amparo.

Los antecedentes del artículo 135, que corresponde al 133 de la


Constitución mexicana eran distintos del que actualmente nos rige,

75
76 Mario de la Cueva y de la Rosa

era el mismo sistema de la Constitución francesa de 1791. El proce-


dimiento reformador que establecían las Cortes de Cádiz consistía
en la presentación de un anteproyecto de reformas, diciéndose tan
sólo si había lugar a discutirlas, en cuyo caso, si la Corte lo aprobaba
se dictaba una primera resolución, siendo los nuevos diputados —los
del periodo siguiente—, quienes resolvían si había de invitarse a
las provincias a que nombraran diputados con poderes especiales, los
que eran quienes aceptaban a rechazaban las reformas propuestas.
Seis u ocho años eran necesarios para reformar la Constitución.
El Conde de Torena expresó cuando, se discutía este problema:

La potestad de cambiar la Constitución corresponde exclusivamente al


Poder Constituyente que es un poder que está sobre el Estado: nin-
guno de los poderes del Estado pueden hacer una reforma a la Consti-
tución, sólo el Poder Constituyente que se forma con diputados
especiales, a los cuales el pueblo ha dado poderes especiales; por lo
tanto, lo único que el Estado puede hacer es invitar al pueblo para
que designe un Poder Constituyente con facultades para hacer
reformas a la Constitución.

Esta misma idea contenida en la Constitución de Cádiz pasó


a la Norma Fundamental mexicana de 1824. Un Congreso juzgaba
la conveniencia de reformar la Constitución, lo comunicaba al Presi-
dente de la República quien hacía público el proyecto de reformas, y
era el Congreso siguiente quien lo discutía y aprobaba o reprobaba.
En el proyecto de Constitución de 1857 se contenían los mismos
principios de la Carta del 24 pero los diputados habían aprobado
ya 132 artículos, estaban cansados y alguno de ellos propuso que
Curso de Derecho Constitucional 77

siendo demasiado difícil el procedimiento creado en el artículo


133 debía simplificarse el sistema: el origen de las enmiendas debe
presentarse ante el Congreso o ante las legislaturas de los Estados;
posteriormente el Congreso resuelve por mayoría de las dos terce-
ras partes de sus miembros si se acepta la enmienda, y entonces
quedan dos caminos: el Congreso de la Unión manda la enmienda
a las Legislaturas de los Estados y las tres cuartas partes de ellas las
aprueban, entonces se acepta definitivamente; o, en un segundo
supuesto que consiste en enviar la enmienda a los Distritos y es la
votación directa del pueblo quien aprueba o rechaza la reforma.
Cuando se planteó el problema en el Constituyente de 1857 los
diputados que sabían que el pueblo no votarían en pro ni en contra
consignaron tan solo el primero de los procedimientos olvidando
el segundo, que tiene una importancia fundamental.

La Constitución de Estados Unidos, surgida de la Conven-


ción de Filadelfia, fue sometida a la votación directa del pueblo; es
de destacarse que este procedimiento no pasó a la Constitución
mexicana de 1857. Los teóricos establecen que por el Constituyente
permanente no es posible la reforma radical de la Norma Funda-
mental, sin embargo, la doctrina norteamericana no le ha dado
mayor importancia al problema; han sido teóricos extranjeros
quienes afirman que sólo por el voto del pueblo puede reformarse
la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica.

Por otra parte, ¿es posible, por el camino que nos señala el
artículo 135, reformar cualquier precepto de la Constitución, aún
78 Mario de la Cueva y de la Rosa

los esenciales? ¿Se podría —por ejemplo— transformar nuestro sis-


tema federal en centralista? ¿El Poder Constituyente permanente
tiene facultades ilimitadas para introducir reformas a la constitución?

Las doctrinas extranjeras han respondido a estas preguntas al


ser hechas en relación con las constituciones extranjeras. Es decir,
tres corrientes de opinión se han encargado de este problema: la
representada por Smein y Maurice Hauriou, primero; en segundo
término, la sostenida por Marbury y, por último, la que plantea
Schmitt.

Smein y Hauriou, sostienen que en Francia, al amparo de la


Constitución de 1848 era posible reformar ilimitadamente la Consti-
tución, pero que a partir de 1884 no fue posible ya una reforma
radical de la misma, ejemplo: la forma republicana de gobierno no
podía ser objeto de reforma por así prohibirlo expresamente la Consti-
tución; además, dice Hauriou, existen principios constitucionales
que están sobre la Constitución escrita, que no necesitan texto, que
existen y valen aun cuando no los encontremos bajo la forma de una
ley escrita y que ellos no pueden reformarse nunca.

Marbury. Jurista norteamericano, sostiene —igualmente— que


en la Constitución de su país no es posible cualquier reforma a la
Constitución; dice que la forma federal es indestructible.

Teoría de Schmitt. El término Constitución tiene diversos signi-


ficados, sin embargo, sólo nos interesan fundamentalmente dos:
Curso de Derecho Constitucional 79

Constitución en sentido absoluto y Constitución en sentido


relativo.

En sentido absoluto es, primero, la realidad político-estatal y,


segundo, la Norma Fundamental, suprema, la base de todo orden
jurídico. En sentido relativo, se entiende por Constitución a los
distintos preceptos que la conforman; esto es, al conjunto de leyes
constitucionales, que no son fundamentales, figuran y forman parte
de la Carta Magna.

Ahora bien, la diferencia que pudiera existir entre ambos


conceptos es la misma que surge entre la sustancia y el accidente.
Cuando se plantea el problema de las reformas a la Constitución
hay que hacer la distinción entre lo relativo y lo absoluto de la
misma. El Constituyente permanente puede modificar lo primero,
lo último nunca; es decir, para Schmitt las decisiones políticas
fundamentales son: la idea de la titularidad de la soberanía, el
principio de la división de poderes y la idea de representación u
ocasionalidad con que se ocupan los poderes públicos; las dos pri-
meras son principios políticos, la otra es un principio jurídico.
En consecuencia, una Constitución en sentido absoluto quedaría
completa si contiene estos postulados fundamentales.

¿Cuál es la solución que dará a este problema el derecho mexi-


cano? El problema no tiene los mismos caracteres en Europa y en
México; sin embargo, las ideas europeas no dejan de tener impor-
tancia para nosotros. A nadie en México, con mediano conocimiento
80 Mario de la Cueva y de la Rosa

jurídico puede ocurrírsele que por la vía del artículo135 pudiera


derogarse. Por ese mismo procedimiento es acaso factible volver al
latifundio en nuestra patria, se podría terminar con el derecho de
huelga. Los artículos 133, 135 y 136 pueden considerarse la envol-
tura de la Constitución, pues tienen como finalidad definir y asegu-
rar su cumplimiento. Estado de derecho y democracia son propósito
y finalidad de toda Constitución.

Dos destacados juristas mexicanos se ocuparon de este pro-


blema antes que los europeos: Castillo de Velasco y Emilio Rabasa.
El primero sostuvo que existen algunos principios, no les dio el
nombre de decisiones políticas fundamentales, que se debe a
Schmitt, que no están en manos del legislador y escribió: “No soy
yo quien lo dice, sino la historia de la humanidad, quien siempre ha
afirmado que encima del derecho positivo esta el derecho natural y
esto no se ha afirmado últimamente, pues ya Platón, en su diálogo
‘Sófocles’, se refería a él, igual ocurrió en el derecho romano y más
tarde en la Edad Media”. Pues bien, concluía Castillo de Velasco,
los principios del derecho natural o sea los derechos de los hombres,
no están al alcance del legislador, menos aun puede reformarlos el
Constituyente, problema que alguna vez tocaremos nosotros, afirmó:
nuestra Constitución no permite la trasformación de un Estado en
territorio; permite formar un Estado dentro de los límites de otro,
tal vez hasta la unión de dos Estados sería problema de interpreta-
ción, etcétera. De lo anterior se deduce que no puede hacer todo
el Constituyente permanente, no puede reformar cualquier pre-
cepto constitucional. No es posible destruir la idea de libertad en
Curso de Derecho Constitucional 81

la Constitución y con ello estamos afirmando que siempre deben


defenderse los derechos políticos y civiles del hombre.

¿Qué argumentos podríamos dar en apoyo de los mencionados


juristas mexicanos? Para nosotros existe un argumento definitivo para
aceptar la tesis sostenida por Castillo de Velasco y Emilio Rabasa.
Vamos a aceptar que el artículo 135 permite una reforma radical
de la Constitución empero, algo habrá, no obstante, que no puede
hacer el Constituyente permanente y ese algo es que no puede negarse
así mismo, no puede negar que está obrando en representación,
no puede desconocer al mandante del derecho público que es el
pueblo. Si el Constituyente permanente quisiera reformar las deci-
siones políticas fundamentales, ello equivaldría a negarse así mismo
el carácter de Constituyente puesto que reconocía un orden jurídico
preexistente no emanado de él mismo. Un Congreso, para que real-
mente sea Constituyente, no debe estar sujeto a leyes que no emanen
de su voluntad, si el Constituyente permanente es el representante del
pueblo soberano, no puede reconocer ningún otro poder superior
a él y a ello equivaldría que reconociese la obligación de respetar y
plegar su conducta a los lineamientos del artículo135.

Por otra parte, el artículo 39 preceptúa que la soberanía nacio-


nal reside esencial y originalmente en el pueblo, de manera que si
el Constituyente permanente, haciendo caso omiso de este precepto,
reconoce un poder superior a él, rompe con lo establecido en la
Norma Fundamental. El Constituyente permanente no podrá decir
nunca “niego la soberanía al pueblo”, porque en ese instante habrá
82 Mario de la Cueva y de la Rosa

roto la Constitución y carecerá de facultades para actuar. Podrá, teó-


ricamente, acabar con las decisiones políticas fundamentales, pero
no podrá destruírlas. Estas decisiones de referencia son fundamental-
mente dos: La idea de representación y la de soberanía.

Por la vía del artículo 135 no puede hacerse todo, he aquí


entonces, nuevamente, la pregunta: ¿puede hacerse todo por la vía
del artículo 135, si el 136 previene que una Constitución no pierde
su fuerza cuando alguna rebelión establece un gobierno contrario
a ella, cómo entonces será posible una reforma radical a la Constitu-
ción? La revolución por procedimientos jurídicos parece que no
tiene vida. León Duguit, sin embargo, propone la siguiente solu-
ción: no se puede por la vía del artículo 135 reformar la Consti-
tución pero, en cambio, se puede ver esa vía. Introducir un precepto
en la Constitución que diga: “Se autoriza al Poder Ejecutivo o al
Legislativo a convocar a un Congreso Constituyente que revise
totalmente a la Constitución”, o bien se podría introducir otro artículo
que dijera: “El Congreso de la Unión y las Legislaturas de los Estados
votaran un proyecto de Constitución que será sometido a la apro-
bación directa del pueblo, puesto que es él, el único soberano y su
soberanía es inalterable, intransferible e imprescriptible”. Estas pro-
posiciones del gran jurista galo son las únicas formas posibles de
reformar, por procedimientos jurídicos, a una Constitución. Dos
países se han adelantado en la solución de este problema: Suiza
en el viejo mundo y los Estados Unidos de América, al crear en el
artículo quinto de su Constitución el “referendum nacional”.
Supremacía de la Constitución

Artículo 133. Está Constitución, las leyes el Congreso de la Unión


que emanen de ella y todos los Tratados que estén de acuerdo con la
misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la República,
con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión.
Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y
tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber
en las Constituciones o leyes de los Estados.

El artículo arriba citado nos ofrece las siguientes cuestiones:

1. Jerarquía de las leyes, es decir, la superioridad de ciertas leyes


sobre las demás, y 2. El control de la Constitución.

Este artículo 133 tiene como antecedente directo al artículo


126 de la Constitución de 1857, la redacción primitiva en la

83
84 Mario de la Cueva y de la Rosa

Constitución vigente era igual al precepto relativo en la Norma del


57 pero después se introdujo la modificación referente a « “… y todos
los tratados que estén de acuerdo con la misma...” »; desde entonces,
el 133 constitucional no ha sufrido modificación alguna, además,
los antecedentes históricos de éste se encuentran en el texto del
artículo VI, segundo párrafo de la Constitución Norteamericana
de 1787.

En este contexto ¿cuál es entonces la Jerarquía que establece


el artículo 133? ¿Cuál es la relación que existe entre las diferentes
leyes? El artículo en cuestión otorga supremacía plena a la Consti-
tución; no pueden existir en la República mexicana leyes federales
o locales contrarias al texto constitucional. El orden jurídico deriva de
la Constitución; nada puede hacerse en su contra. Desde este punto
de vista el Constituyente norteamericano y el mexicano de 1857
consignaron la teoría kelseniana sobre la jerarquía de las leyes. Esta
misma idea jerárquica está contenida en los artículos 41 y 128 de
nuestra Constitución Federal.

Articulo 41. El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes


de la Unión, en los casos de la competencia de éstos, y por los de los
Estados, en lo que toca a sus regímenes interiores, en los térmi-
nos respectivamente establecidos por la presente Constitución Federal
y las particulares de los Estados, las que en ningún caso podrán
contravenir las estipulaciones del Pacto Federal.

Articulo 128. Todo funcionario público, sin excepción alguna, antes


de tomar posesión de su encargo, prestará la protesta de guardar la
Constitución y las leyes que de ella emanen.
Curso de Derecho Constitucional 85

Los fundamentos del numeral 133, en lo que se refiere a la


supremacía de la constitución, son los siguientes:

1o. La idea de Estado de derecho. En el conflicto entre norma


jurídica y poder, el Estado contemporáneo ha dado preferencia al dere-
cho. El Estado ya no es como en pretéritos tiempos, omnipotente,
en consecuencia, es indispensable que esté sometido a una norma
jurídica. Por la necesidad de la existencia misma del Estado, la Cons-
titución está por encima de él.

2o. La idea de Constitución rígida, que es parte del concepto


de Estado de derecho. El Estado contemporáneo ha dividido sus
poderes y así, sólo al Legislativo ha encomendado la facultad de dic-
tar las leyes, pero la Constitución, por ser su creador, no puede ser
modificada por ese poder pues está por encima de él.

3o. La teoría del Poder Constituyente, órgano legislativo que


tiene como misión dictar la Constitución de la República.

Ahora bien el problema de la jerarquía de leyes subsiste, ya


que la Constitución es la Ley Suprema; es decir, es la base del orden
jurídico, sin embargo, después de ella tenemos una serie de leyes
federales, locales, etcétera. Entonces, ¿cual es la situación de las
demás leyes dentro de nuestro marco normativo? ¿cómo se establece
la jerarquía entre ellas? Para dar respuesta a estos cuestionamientos
listemos la normativa nacional en el siguiente orden:
86 Mario de la Cueva y de la Rosa

a) Primeramente, las leyes orgánicas y reglamentarias de la


Constitución General, y los tratados que celebre el Presidente de
la República con aprobación del Senado;

b) Enseguida, la legislación federal y la legislación local; dentro


de ésta última podemos distinguir: 1. Las Constituciones locales y
2. Las leyes reglamentarias y orgánicas de dichas Constituciones, y

c) Por último, leyes ordinarias.

Ahora se entiende por ley orgánica aquella dictada por el Con-


greso de la Unión para estructurar un órgano del Estado; por ley
reglamentaria, aquella dictada para reglamentar una ley constitu-
cional. Estas leyes se encuentran colocadas inmediatamente después
de la Constitución en la pirámide que podría servirnos para cons-
truir la jerarquía de que venimos hablando; la razón es que se
entiende que son la aplicación inmediata y directa de la constitu-
ción; esto es, es la Constitución en movimiento, en aplicación pues
son normas que desarrollan sus preceptos para hacerlos observa-
bles. Sin embargo, el problema nace cuando en el artículo 133 se
dice: “Los tratados que se celebren…” ya que entonces se puede
uno preguntar: ¿cuándo existe una contradicción entre una ley
reglamentaria y un tratado, o entre una ley orgánica y un tratado,
toda vez que ambos parece que tienen la misma jerarquía? ¿Cuál es
el valedero?

Los tratados internacionales son celebrados por el Presidente


de la República, pero para tener aplicación en el territorio nacional
Curso de Derecho Constitucional 87

necesitan ser aprobados por el Senado de la Republica, siendo este


requisito sine qua non para que sean ley suprema, al igual que las
leyes reglamentarias y orgánicas; además, es menester que no sean
contrarias a la Constitución. Al plantearse el conflicto entre una
ley orgánica y un tratado, en Norteamérica se estableció la tesis
de que la ley posterior derogaba al tratado. El caso práctico que
motivó esta tesis se planteó por el año de 1870, y fue por lo siguiente:

Un chino llegó a Norteamérica y se estableció bajo el amparo


de un tratado que permitía la inmigración de extranjeros al país;
establece un negocio y a lo largo del tiempo prospera, se hace rico;
en estas condiciones, el oriental decide ir a su tierra en plan de
descanso pero al intentar regresar, poco tiempo después, se encuen-
tra con que se ha dictado una ley que prohíbe la inmigración de
chinos. El perjudicado lleva el asunto hasta la Suprema Corte de los
Estados Unidos de América y ésta falla en el sentido que se tiene
razón en no dejar pasar a territorio Norteamericano al chino, fun-
damentando su resolución en que siendo la ley posterior al tratado,
aquella deroga a este, toda vez que ambos tienen la misma jerarquía.
Decían que una ley y un tratado son en el fondo idénticos, con la
única diferencia de que mientras la ley es aprobada por las dos
Cámaras, el tratado solo lo es por la de Senadores; en consecuen-
cia —afirman—, todo tratado o ley posterior deroga la legislación
precedente.

Es cierto que los tratados implican una obligación internacio-


nal, sin embargo, esta obligación no puede impedir que en el inte-
88 Mario de la Cueva y de la Rosa

rior del Estado se dicte una nueva legislación porque un tratado


no puede terminar con la soberanía estatal; a lo más, a que se puede
llegar cuando un tratado se viola es a tener una acción de derecho
internacional. Después de la guerra de 1914-18, las ideas fueron
cambiando lentamente y así se afirma que si un tratado reúne todos
los requisitos legales no puede ser reformado por una ley poste-
rior; los Estados no pueden modificar mediante actos legislativos,
los convenios internacionales que hayan celebrado, porque sería
tanto como desconocer sus compromisos con los demás países lo
que traería como consecuencia una situación de incertidumbre y
continuos conflictos internacionales. Las obligaciones de carácter
internacional deben cumplirse; no es cierto que solo subsisten accio-
nes de derecho internacional al violarse un tratado, existen también
acciones internas y, en consecuencia, si bien un tratado puede modi-
ficar una ley constitucional, ésta no puede derogar al tratado.

Se puede presentar también, con respecto a la jerarquía de leyes


un problema parecido al anterior cuando se afirma que existe contra-
dicción entre una ley federal y una ley local. En este caso ¿cuál de
las dos debe prevalecer?

En otro orden de ideas, se llaman leyes federales las que expide


el Congreso en uso de las facultades que la Constitución le otorga;
son leyes locales las que dictan las Legislaturas de los Estados dentro
de los marcos que establece la Constitución Federal pudiendo, las
últimas señaladas, no desbordarse o salirse de los lineamientos gene-
rales que traza la Constitución ya que están siempre subordinadas
Curso de Derecho Constitucional 89

a ella; esta conclusión se desprende de los artículos 41 y 133 de


nuestra Ley Suprema.

El último problema que, repetimos, con respecto a la jerarquía


de las leyes, es el que formula la siguiente pregunta: ¿cuándo existe
contradicción entre una ley federal y una local, cuál de las dos preva-
lece? No encontramos en la Constitución precepto alguno que nos
guié en este problema y sí, en cambio, hay algunos casos en los cuales
se presenta, por ejemplo: la legislación federal regula la materia del
trabajo y hay algunos Estados (Michoacán y Yucatán) que también
legislan sobre esta materia. La contradicción en este caso en realidad
no existe, es aparente porque el problema no es de carácter jurisdic-
cional sino de competencia, toda vez que lo que debe preguntarse,
y sólo así la pregunta será correcta es ¿cuál de las dos leyes constituye
derecho en México? , ello en virtud de que la Constitución otorga
facultades determinadas y expresas a la Federación y por un princi-
pio excluyente también a los Estados.

El segundo problema que se nos presenta es el del control


jerárquico, la competencia entre legislación federal y local y ¿Cómo
quedará entonces garantizada la jerarquía de las leyes? Los antece-
dentes de este problema son los mismos que encontramos para el
artículo 133, agregando una vaga referencia en la Constitución de
1824 y en la etapa final del artículo 126 de la Constitución de 1857.

¿Qué recursos existen para garantizar el orden jerárquico


de las leyes? El párrafo final del artículo 133 dispone: “Los jueces de
90 Mario de la Cueva y de la Rosa

cada Estado se arreglaran a dicha Constitución… leyes y tratados a


pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las
Constituciones o leyes de los Estados”. ¿Cuál es la interpretación
de este párrafo? Se puede hablar de una tesis clásica que sostiene
que la jerarquía de las leyes, y principalmente de la Constitución,
solamente es posible hacerlas respetar a través del juicio de amparo.
Es importante destacar que sobre el particular juicio de amparo per-
sigue una doble finalidad: defender la Constitución y defender la
legalidad.

En el primer caso se tiende a asegurar a todo los hombres el


respeto a la Constitución y toma los caracteres de un juicio propio,
original. En el segundo, las características que destaca son las de un
recurso; esto es, cuando una autoridad, cualquiera, aplica incorrec-
tamente una ley se puede recurrir al juicio de amparo, y defender
así el derecho correspondiente, esto existe en el derecho mexicano,
asimismo, dicen los que sostienen la tesis clásica del problema ante-
riormente citado, un método para asegurar el control de la Constitu-
ción, éste no debe buscar por otros caminos y otros procedimientos
la solución del mismo. Esta es la tesis clásica: cuando la Consti-
tución se viola, la única manera de hacerla respetar y nulificar la
violación es recurriendo al juicio de amparo. Hace algunos años
se presento en la Suprema Corte una ponencia, la cual sostuvo
que el control de la Constitución, la constitucionalidad de las leyes,
no solamente podría recurrirse mediante el juicio de amparo sino
que cualquier autoridad, en el ámbito de sus competencias, puede
hacer predominar la Constitución.
Curso de Derecho Constitucional 91

En relación con esta nueva calidad surgió un postulado que


todavía no está concluido. Foun Russ un tratadista argentino ha
sido quien ha venido a dar solución a este problema, al plantear
las siguientes facetas radicales: en una de ellas afirma que sólo
mediante el juicio de amparo es posible el control de la Constitu-
ción; en la otra dice que este se debe hacer de conformidad con lo
que establecen los artículos 133 y 128 de nuestra Carta Magna.
Este último precepto es el que obliga a todos los funcionarios a
respetar y someterse a la Constitución, cualquier funcionario debe
hacer respetar y prevalecer la Norma Fundamental. Sin embargo,
se refutaba la última tesis diciendo que cuando se trataba de una
autoridad judicial, sí era posible hacer respetar la supremacía de
la Constitución por cuestión de jurisdicción, pero cuando se trataba
de una autoridad administrativa tal caso no podía llevarse a cabo.

Frente a este estado de cosas, dicho tratadista afirma: “Es cierto,


acepto íntegramente la doctrina mexicana, creo que sólo los órganos
estatales encargados de funciones jurisdiccionales pueden velar
por la constitucionalidad de las leyes”; pero tal cosa es cierta solo
en los casos en que la autoridad administrativa realiza la función
correspondiente.
Decisiones políticas fundamentales

L os artículos 133, 135 —y se puede agregar el 136—, es


factible denominarlos envoltura de la Constitución,
pues son éstos los que fijan los caracteres y la vigencia de ella. Los
tres definen la posición de la Norma Fundamental en el orden jurí-
dico mexicano; esto es, se refieren a los caracteres del orden jurídico,
no al contenido, y rodean a éste de ciertas garantías.

La Constitución es la norma que estructura al orden jurídico;


es la base de éste, y bajo está premisa y es posible decir que dentro de
ella está todo el derecho, nada se encuentra fuera y menos en su contra.

Como máximo ordenamiento político, la Constitución está


integrada por dos partes: a) la Constitución como Norma Funda-
mental, y b) las leyes constitucionales derivadas de ella. El contenido

93
94 Mario de la Cueva y de la Rosa

mismo de la Constitución está en la parte que se ocupa de las deci-


siones políticas fundamentales, de todo orden jurídico:

Las decisiones políticas fundamentales tienen un doble alcance


en el marco del derecho constitucional mexicano: 1. Sirven para
preservar la democracia, y 2. Asegurar la prevalencia del Estado de
derecho, propósitos, estos, perseguidos por la Constitución Gene-
ral de la Republica. A decir de Gustav Radbruch, asegura el Estado
de derecho en cuanto al éxito que el poder público puede y debe
tener, actuando únicamente bajo normas jurídicas. Con el objeto
de cumplir con este doble propósito en nuestra Carta Magna se han
consignado las siguientes decisiones políticas fundamentales o nor-
mas y principios mas adecuados:

• Los derechos del hombre,


• La soberanía del pueblo,
• La democracia representativa,
• La división de poderes,
• El sistema federal,
• La institución municipal y
• El juicio de amparo.
Doctrina de la soberanía

L
1.
a doctrina de la soberanía ha tenido tres posiciones
fundamentales diferentes:

La posición clásica, representada por Bodin a fines de la


Edad Media;
2. La gran polémica acerca de la titularidad de la sobera-
nía, la cual se desarrolla desde Bodin hasta Rousseau,
concluyendo con la afirmación más que de la revolución
americana de la francesa, de que la soberanía reside radical
y esencialmente en el pueblo, y
3. La tesis que de 1875 y 1880, en adelante, ha venido soste-
niendo Jellinek, según la cual, la soberanía deja de ser un
concepto jurídico y se transforma en un concepto político,
para lo cual se le quita al pueblo y se le da al Estado, pues
éste la necesita para preservar su seguridad y asistencia.

95
96 Mario de la Cueva y de la Rosa

La antigüedad —dice Jellinek—, no conoció el concepto de sobe-


ranía como tal; así, en la polis griega su lugar era ocupado por la
idea de autarquía, que quiere decir: autosuficiente frente a otro
poder, y cita que Aristóteles sugiere que la polis sea pequeña,
pero autosuficiente material e intelectualmente, el ejemplo que pone
para ilustrar su idea es el de las ciudades griegas sometidas al imperio
romano. Nos dice el escritor alemán, que la soberanía como con-
cepto le fue extraño; los estudiosos de nuestro tiempo y entre ellos
Marcel de la Villa, discuten enconadamente la postura de Jellinek
e intentan demostrar con un ejemplo que ya existía el concepto de
soberanía en la antigüedad: dicen que cuando Esparta y Atenas
lucharon en contra de Darío y de Jerjes, estaban demostrando la
existencia del mencionado concepto que nosotros tenemos de sobe-
ranía. Se consideraba a Roma, en aquel entonces, no soberana sino
universal.

La idea de soberanía nace, en su estructura moderna, a fines


de la Edad Media y como consecuencia directa de una lucha triple:
el imperio contra el Papado; los reyes de Francia contra el Papado,
y los reyes de Francia contra los señores feudales. En consecuen-
cia, hablar de soberanía es hablar fundamentalmente de la idea
francesa que Bodin propuso; esto es, soberanía en función del rey
de Francia. La idea de soberanía o de Francia soberana es una
opinión de los teóricos franceses, la expresión de independencia
del pueblo galo, así como de su unidad.
Curso de Derecho Constitucional 97

La soberanía es, nos va a decir Heller muchos siglos más tarde,


una doble pretensión de unidad e independencia; es la preten-
sión de un pueblo de llevar una vida unitaria y autónoma. En este
orden de ideas, Castillo de Velasco, antes de Heller, afirmó que la
soberanía era a los pueblos lo que la libertad a los hombres. Los
franceses, a lo largo del siglo XIX, hablan de la nación como persona
que forja su unidad y pretende una vida independiente.

Dos aspectos, dice Jellinek, se dan en cuanto al concepto de sobe-


ranía; uno positivo y otro negativo. El primero es la suma de atribu-
ciones y facultades que corresponden al soberano; el segundo, la
independencia frente a todo poder. Heller también dice que tienen
dos aspectos, pero distintos de los señalados por Jellinek: para el
primero es la pretensión de unidad interna, para el segundo, la pre-
tensión de independencia frente a cualquier otro poder.

Ahora bien, cuando se afirma que la soberanía es un concepto


político, tiene que admitirse que ha existido siempre en todos los
pueblos que han defendido su independencia.

Después del concepto planteado por Bodin, se desarrolla una


gran polémica alrededor de quien es el titular de la soberanía. Uni-
formemente se admitió hasta Rousseau que el titular era el pueblo,
sin embargo, esta opinión tiene dos variantes: por una parte, Hobbes
afirma que el pueblo es el titular de la soberanía pero que puede
en cualquier momento enajenarla al monarca, y que entonces
éste es el titular de ella, siendo esta postura la base del absolutismo
98 Mario de la Cueva y de la Rosa

y pudiendo distinguirse del Contrato Social de Rousseau en que


éste es un contrato de gobierno. En oposición a la idea absolutista,
Rousseau afirma que únicamente el pueblo es el titular de la sobe-
ranía; y que esta es imprescriptible, inalienable y única. La esencia
de la voluntad general es dictar leyes generales y es ella la titular de
la soberanía, y que la libertad no está en el patrimonio de los hombres,
sino que es parte del hombre mismo. Pero Jellinek vive una época
nueva en donde la filosofía y la metafísica eran despreciadas. Se vivía
una etapa positivista. Las doctrinas de los políticos y juristas dejan
muchas veces de entenderse porque no se relacionan con las demás
ideas que se dan en el tiempo en que aquellas se sostienen; pero, por
ello, para entender a Jellinek es necesario relacionar su pensamiento
con las ideas imperantes en el tiempo en que vivió; cuando Jellinek
escribe se ha perdido la idea plenamente positiva, corresponde al Estado
entonces —dice—, la soberanía, también al Estado le pertenece.

Algunos juristas y entre ellos Rousseau, han discutido un pro-


blema en vano cuando al preguntarse quien es el titular de la sobera-
nía, se contestaban que eran el pueblo; pues estaban equivocados,
porque el titular de la soberanía es el Estado, que es la corporación
territorial dotada de tres elementos fundamentales: población, terri-
torio y gobierno; y la soberanía —dice Jellinek—, es la potestad
de dictar la ley constitucional que fija y determina los órganos del
mismo Estado.

Frente a las dos ideas de soberanía expuesta se denotan las


siguientes diferencias: para la concepción francesa la potestad de
Curso de Derecho Constitucional 99

organizar al Estado y dictar la Constitución corresponde al pueblo


que es, por tanto, el titular de la soberanía; en cambio, para la
doctrina alemana quien dicta la Constitución es el Estado; en los
postulados de esta doctrina y en la Constitución francesa existen
los derechos del hombre, los cuales están por encima del Estado.
Así en franca interacción con el imperio alemán y la doctrina fran-
cesa coexiste la doctrina de Jellinek que postula que estas dos
concepciones están profundamente emparentadas.

En otro orden de ideas, el concepto de soberanía, según algunos


autores modernos, tiene su origen a fines de la Edad Media. En el
pensamiento de Bodin, nace la soberanía como doctrina, como
nota propia del Estado. Es el Estado el concepto más antiguo que
sobre soberanía tenemos; el de los últimos tiempos nos lo da Heller
al afirmar que la soberanía es la doble pretensión de unidad e
independencia de un pueblo.

La doctrina de la soberanía no nace de una o más personas


que sentadas frente a textos legales creen descubrirla interpretando
fórmulas y palabras; no, es la expresión del Estado moderno que
nace en la República italiana y se viene desarrollando en los tiempos
modernos.

Por lo anterior Bodin escribe, por una parte, que el rey de Francia
sólo adquiere su poder del pueblo y que por encima de ese poder
no existe ningún otro, ni interno ni externo. Nos dice igualmente
que la idea de soberanía tiene un doble sentido: positivo y negativo.
100 Mario de la Cueva y de la Rosa

El primero, es la suma de facultades que corresponden al poder; el


segundo, en cuanto que no reconoce ningún otro poder dentro,
sobre o al lado del Estado. Después del Renacimiento, cuando
ya se ha precisado y definido el concepto de soberanía, Bodin define
el Estado diciendo: “El Estado es un recto gobierno, de varias agrupa-
ciones y de lo que les es común, con potestad soberana”. Después
del Renacimiento y de Bodin, la doctrina de la soberanía genera una
querella entre el absolutismo y la democracia. Lo que ahora importa
precisar, se dice, es en quien radica la soberanía. Las formas de Estado
se van a clasificar de acuerdo con quien posea la soberanía. Así,
democracia, como forma de Estado, es aquella en la cual la soberanía
radica en el pueblo; monarquía, por su parte, es la forma de Estado
en la cual la soberanía corresponde el príncipe.

Rousseau afirma: la soberanía es la potestad de un pueblo para


organizarse y decidir por sí mismo su destino. La soberanía, dice
Bodin, sirve para expresar la esencia del poder nacional. La sobe-
ranía es el poder; pero es el poder del pueblo, porque es el pueblo
quien tiene la pretensión de independencia.

Ahora bien, al lado de la soberanía se encuentra el derecho;


ambos conceptos de ciernen sobre el Estado y el comercio interna-
cional. En el conflicto entre poder y derecho, Bodin resuelve que
si bien el poder de la nación francesa es soberano, no por ello deja
de estar sometido al derecho. La idea que tenia del derecho natu-
ral es la que lo hace pronunciarse de esa forma. El concepto de
derecho natural es que éste es un derecho interno, internacional,
Curso de Derecho Constitucional 101

que en el fondo son lo mismo, pues gobierna a toda la civilización


occidental desde el Renacimiento hasta mediados del siglo XIX.
Por una parte nos encontramos al Estado como poder político, sobe-
rano, y por otra, al Estado subordinado al derecho. Esta es una
tesis de los tiempos modernos. El derecho internacional solamente
existe en la medida en que hay naciones. Soberanía no quiere decir
arbitrariedad, es tan solo supremo poder político.

El siglo XIX es un siglo positivista y esto influye en la doctrina


alemana que plantea dos corrientes decisivas para entender las mani-
festaciones jurídicas. Dos son los movimientos que influyen en el
pensamiento de Jellinek, prohombre de la teoría del Estado alemán:
primeramente los planteamientos de Heller de que el Estado es un
Dios terrestre. En la vida colectiva, dice este filosofo alemán, hay tres
terrenos: la familia, la sociedad y el Estado, el cual es la expresión
suprema de lo colectivo; por ello es considerado la realidad más
fuerte de la vida social (tesis, antítesis y síntesis), es decir, el Estado
como un todo, como la unidad última.

El segundo movimiento de influencia positivista, se presenta


con la corriente la cual plantea que no hay derecho natural; que
no existe más derecho que el positivo, que es el que dicta el Estado.
La soberanía es la facultad de un pueblo de decidir su destino y lo
decide dándose una Constitución; o bien, es atributo de la soberanía
la facultad de dictar las leyes fundamentales de un Estado (Consti-
tución). Como la soberanía corresponde al pueblo, la facultad de
dictar una Constitución le corresponde también al pueblo. Jellinek
102 Mario de la Cueva y de la Rosa

acepta la idea anterior solo en el sentido de que ya no es el pueblo


un ser supremo sino que lo es convertido en Estado, que es en
fuerza superior.

La soberanía —dice Jellenik— a partir de este momento se trans-


forma de un concepto político a uno jurídico y consiste en la facul-
tad que tiene el Estado de autolimitarse. Cuando hoy se critica el
concepto de soberanía y se dice que es contradictorio con el derecho
internacional, esto es válido para el concepto germano, que según
hemos visto es falso, pues la tesis clásica llega a resultados totalmente
distintos. Si nosotros consideramos la solución al problema de la
soberanía, en el derecho mexicano, encontramos lo siguiente:

Como el antecedente más remoto encontramos lo que al res-


pecto cita el artículo 3o., de la Constitución de Cádiz que decía:
“La soberanía reside esencialmente en la Nación”. Luego tenemos la
Constitución de 1814 que en su artículo 2o., nos da una definición
acabada de soberanía, diciendo que es la facultad de dictar leyes y
de establecer la forma de gobierno que más convenga a la socie-
dad; es inalienable, imprescriptible y única, [y] reside fundamental-
mente en el pueblo. En el artículo 9o., cita la misma Constitución:
“Ninguna nación tiene derecho para impedir a otra el uso de su
soberanía” y, por último, dice que son tres las atribuciones de la sobe-
ranía: dictar, ejecutar y aplicar leyes.

En los Tratados de Córdoba se conceptualiza en el artículo


1o., el concepto de soberanía. La Constitución de 1824 nos dice,
Curso de Derecho Constitucional 103

en uno de sus artículos: “La Nación mexicana es para siempre libre


e independiente del gobierno español y de cualquiera otra potencia”.
El Acta Constitutiva de 1824 habla sobre este problema en el artículo
3o. Las Leyes Orgánicas de 1836 (santanistas), nada dicen acerca
del concepto soberanía. Por su parte, la Constitución de 1857 dice
en el artículo 39: “La soberanía nacional reside esencial y originaria-
mente en el pueblo”. Por último, la Constitución de 1917 cita en
su artículo 39: “La soberanía nacional reside esencial y originaria-
mente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y
se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el
inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.

Como se ve, en la historia de nuestro constitucionalismo hay


una línea continúa por lo que se refiere el problema de la soberanía
y en la cual destacan dos nombres: Rousseau y Montesquieu. Nada
hay que nos indique, en ninguna etapa de este recorrido histórico
constitucional sobre la admisión del pensamiento de Jellinek. Ahora
bien, nuestra Norma Fundamental tiene dos partes claramente dife-
renciadas: una parte dogmática y otra orgánica. La parte dogmática
comprende dos principios: el de soberanía y los derechos del hombre
o principios de derecho natural que en la Constitución actual se
denominan “garantías individuales”. Ambos principios se encuen-
tran en la base de Estado mexicano.

Garantías individuales. Los derechos del hombre encuentran


su fuente en la idea del derecho natural, que no es un concepto
104 Mario de la Cueva y de la Rosa

moderno sino que nos viene de la antigüedad. Toda la filosofía


griega se funda en la idea del derecho natural (recuérdese el pasaje
de una tragedia de Sófocles, el de Antígona: cuando ésta desobedece
un edicto de sepultura, de su hermano, y al ser sorprendida por
Creonte, le dice que no cree que sus edictos valgan mas que las
leyes no escritas e inmutables de los dioses, esas leyes que nadie
sabe cuando nacieron).

En Roma encontramos, por otra parte, que durante su evolu-


ción jurídica se habla primero de un derecho natural y después de
un derecho de gentes y civil. La noción del jus natural fue tomada
de la filosofía estóica y desarrollada por los jurisconsultos del impe-
rio para quienes el derecho natural es el conjunto de principios
inmutables y anteriores a la voluntad del hombre que se encuentran
conforme con la idea de lo justo, tales como el derecho a la procrea-
ción y a la educación de los hijos por sus padres. Los romanos,
desde un principio consideraron como contrarios jus gentium del
jus civile, entendido por derecho de gentes “el conjunto de normas
aplicables tanto a los extranjeros como a los ciudadanos romanos”,
es decir, el conjunto de reglas aplicables a todos los pueblos integra-
dos del imperio. El jus civile contrariamente al gentium era el “conjunto
de leyes aplicables a los ciudadanos romanos”:

La Edad Media, particularmente desde el advenimiento del


cristianismo como doctrina, reconoció la existencia de tres clases
de normas:
Curso de Derecho Constitucional 105

a) Ley divina. Aquella procedente de la religión


b) Ley natural. La que el hombre descubre por voluntad
de Dios
c) Ley humana. Aquella que es dictada por el legislador

Cuando se elabora la doctrina de la soberanía se sostiene que


si bien no reconoce ningún otro poder, los principios de derecho
natural están por encima de ella y, por tanto, del Estado y de los
reyes; así considerada, es uno de los elementos que sirvieron para
mantener la unidad europea. Sin embargo, el capítulo de las garan-
tías individuales es una conquista reciente en muchas constitu-
ciones. Si bien la humanidad afirmó durante mucho tiempo antes
la idea del derecho natural, hace poco se habla de los derechos del
hombre, señalando su origen a principios de este siglo, tiempo en
que se desenvuelve una sugestiva polémica que encuentra su clímax
en dos monografías, una de Jellinek y otra del escritor francés Boutuy.

Los autores alemanes, Jellinek entre ellos, sostuvieron la tesis


de que la libertad política tiene dos dimensiones: una positiva y
otra negativa. La positiva consiste en la posibilidad de intervenir
libremente en la vida política del Estado; por ejemplo: emitir un
voto, dar opiniones sobre los problemas del Estado, etcétera. Esta
postura perteneció en principio a Grecia, fundamentalmente a
todos los atenienses y consistía en la admisión y participación
de ellos en la vida estatal. La dimensión negativa de la libertad no
fue conocida por los pensadores antiguos. Las democracias de la
antigüedad, como Grecia, conocieron únicamente el concepto posi-
106 Mario de la Cueva y de la Rosa

tivo; recuérdese que los gobiernos de la polis imponían la religión


pagana a los ciudadanos, y que estos no tenían más libertades
que las que les reconocía el Estado. El Estado era el regulador de
todas las libertades.

Jellinek sostiene igualmente que la democracia contemporánea


individualista fue una conquista de los hombres frente a los poderes
de la Edad Media, en la cual, la lucha es el hombre contra el rey; en
cambio, desde el Renacimiento el hombre lucha contra todos los
poderes. Agrega Jellinek que el origen de los derechos del hombre
está en la filosofía inglesa y alemana y en la lucha religiosa que se
produce, principalmente, en Inglaterra y en la nación teutona.

Vienen después las cartas que les fueron otorgadas a los colonos
que partían a lo que hoy es Norteamérica y en las cuales se encuentra
la primera declaración de los derechos del hombre. Escribe Jellinek
que por primera vez una declaración de los derechos del hombre
aparece formando parte de una Constitución: en las constituciones
de las entidades federativas norteamericanas. La Norma Fundamen-
tal americana es llevada más tarde a Europa. En suma, se desprende
de todo lo anterior, que el título primero de nuestra Carta Magna
tiene como antecedentes históricos los siguientes:

1o. Partida de los colonos ingleses a los territorios del norte


del Continente americano.
2o. Las cartas que a ellos les fueron entregadas por autori-
dades inglesas.
Curso de Derecho Constitucional 107

3o. El preámbulo a la Constitución norteamericana.


4o. Y como meta final, la Declaración de los Derechos del
Hombre, surgida de la Revolución francesa.

La Constitución del Estado de Virginia fue modelo de las


Constituciones europeas, pero, aunque si bien es cierto el contenido
de la Carta norteamericana fue el modelo y que en ella se encuentra
insertada por primera vez, los derechos del hombre, debemos aclarar
que cuando Lafayette llevó a Francia este triunfo norteamericano,
la idea de esos derechos, ante los cuales el Estado debía detenerse,
eran ya del dominio de las conciencias europeas.

Boutuy replica a Jellinek y escribe: Hay indudablemente algo


de cierto en lo dicho por Jellinek. El derecho natural moderno
parte de Hugo Grocio, jurista holandés, fundador también del
derecho internacional y el primero en independizarse de la divi-
nidad y encontrar su origen en la razón humana; la tesis que sostiene
Grocio, hace que todos los filósofos europeos luchen por una decla-
ración de los derechos de los hombres. Es cierto que para ello ayu-
daron las luchas religiosas, pero cuando las constituciones
norteamericanas fueron traducidas, en Francia, la idea de los dere-
chos del hombre estaba ya plenamente clarificada en las conciencias
de los juristas galos.

La síntesis de este debate es, pues, la siguiente: los derechos


del hombre tienen su origen en los principios europeos; la forma,
en las cartas de los colonos ingleses, particularmente en la Constitu-
108 Mario de la Cueva y de la Rosa

ción de Virginia. Los derechos del hombre, como los llamó la Revo-
lución francesa, son inmutables, no pueden ser tocados por nadie,
ni por el Estado mismo; constituyen una esfera de libertad que
sólo corresponde a los hombres y en donde no puede penetrar el
Estado; es, como dice el viejo proverbio, la casa del rey en donde
nadie puede penetrar.

Por otra parte, nuestra Constitución (de 1857), tiene como ante-
cedente también las cartas de los colonos ingleses, la Constitución
del Estado de Virginia y la Declaración de los Derechos del Hombre
emanados de la Revolución francesa. Esta misma Constitución,
marcadamente individualista, habló de los derechos del hombre
tal y como lo había hecho la Constitución francesa (Declaración,
no Constitución) también individualista por excelencia.

Los Constituyentes de 1917, insertaron también en su obra


los derechos del hombre, pero lo hicieron cambiando su denomi-
nación: se les llamó garantías individuales, para hacer creer que
emanaban del Estado y del orden jurídico, como todos los demás
derechos. La Constitución de 1917 fue positivista, empero, el cam-
bio de denominación no afecto la esencia de esos principios llamados
“derechos del hombre”, lo único que se cambió fue el nombre, pues
tales derechos han seguido considerándose un campo inasequible
e inaccesible a la intervención del Estado.

La base y fundamento del título primero de nuestra Carta


Magna es el concepto de libertad y la idea de igualdad, principios
Curso de Derecho Constitucional 109

ambos que constituyen la esencia de la democracia; esto es, son la


expresión genérica, abstracta, del derecho natural. Algunas Consti-
tuciones hablan expresamente de la igualdad (EU y Francia) pero
en el derecho mexicano el principio no está expresado con esa clari-
dad, se deriva del artículo 13 constitucional que a la letra dice: “Nadie
puede ser juzgado por leyes privativas ni por tribunales especiales.
Ninguna persona o corporación puede tener fuero, ni gozar más
emolumentos que los que sean compensación de servicios públi-
cos y estén fijados por la ley…”, es decir, se acepta expresamente la
idea de igualdad esencial a toda democracia. El concepto de liber-
tad, también característico de las democracias, se encuentra igual-
mente inserto en nuestro capítulo de garantías individuales.
Clasificación de las garantías individuales

P rimero. Este grupo de preceptos fundamentales, quizá


el más importante de nuestra Constitución vigente, com-
prende todas aquellas normas relativas a las libertades del espíritu,
de la conciencia, leyes que protegen al individuo como ente dotado de
razón. Tales son:

• El artículo 6o., que habla de la libertad de pensamiento:


“La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna
inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de
que ataque la moral, los derechos de tercero, provoque
algún delito, o perturbe el orden público”;
• El artículo 24, que establece la libertad de conciencia:
“Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa
que más le agrade y para practicar los ceremonias, devo-
ciones o actos del culto respectivo en los templos o en su

111
112 Mario de la Cueva y de la Rosa

domicilio particular, siempre que no constituyan un delito o


falta penadas por la ley”. Así, todo acto de culto religioso
público deberá celebrarse precisamente dentro de los templos,
los cuales estarán siempre bajo la vigilancia de la autoridad;
• El artículo 3o., se ocupa de la libertad de enseñanza; el 7o.,
nos dice: “Es inviolable la libertad de escribir y publicar
escritos sobre cualquier materia. Ninguna ley ni autoridad
puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a los
autores e impresores, ni coartar la libertad de imprenta,
que no tiene mas límites que el respeto a la vida privada,
a la moral y a la paz pública. En ningún caso podrá…”.
• El artículo 25, norma lo relativo a la correspondencia que
bajo cubierta circule por las estafetas [la cual] estará libre
de todo registro, y su violación será sancionada por la ley.

Segundo. Este grupo está conformado por aquellas normas que


garantizan al individuo su libertad personal; tales son:

• El artículo 2o., (actualmente artículo 1o., segundo párrafo),


prohíbe la esclavitud. “Esta prohibida la esclavitud en los
Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos del extranjero
que entren al territorio nacional alcanzarán, por este solo
hecho, su libertad y la protección de las leyes”.
• El artículo 4o., (actualmente 5o.) que nos habla de la
libertad del trabajo. “A ninguna persona podrá impedirse
que se dedique a la profesión, industria, comercio o tra-
bajo que le acomode, siendo lícitos. El ejercicio de esta
Curso de Derecho Constitucional 113

libertad sólo podrá vedarse por determinación judicial,


cuando se ataquen los derechos de tercero, o por resolu-
ción gubernativa, dictada en los términos que marque la
ley, cuando se ofendan los derechos de la sociedad. Nadie
puede ser privado del producto de su trabajo, sino por
resolución judicial”.
• Y, el artículo 11, que se encarga de garantizar la libertad
de tránsito. “Todo hombre tiene derecho para entrar en la
República, salir de ella, viajar por su territorio y mudar
de residencia, sin necesidad de carta de seguridad, pasa-
porte, salvoconducto y otros requisitos semejantes. El ejer-
cicio de este derecho estará subordinado a las facultades
de la autoridad judicial (sic) en los casos de responsabi-
lidad criminal o civil, y a las de la autoridad administrativa,
por lo que toca a las limitaciones que impongan las leyes
sobre emigración, inmigración y salubridad general de
la República, o sobre extranjeros perniciosos residentes
en el país”.

Tercero. El tercer grupo se abocará a la seguridad de las perso-


nas, y se ocupará de aquellas normas que garanticen los intereses
materiales o patrimoniales, así como las garantías a que tiene
derecho cualquier individuo en caso de ser acusado criminalmente,
tales son:

• El artículo 9o., relativo el derecho de asociación. “No se


podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacífica-
mente con cualquier objeto lícito; pero solamente los
114 Mario de la Cueva y de la Rosa

ciudadanos de la República podrán hacerlo para tomar


parte en los asuntos políticos del país. Ninguna reunión
armada, tiene derecho de deliberar.
No se considerará ilegal, y no podrá ser disuelta una asamblea
o reunión que tenga por objeto hacer una petición o
presentar una protesta por algún acto a una autoridad,
si no se profieren injurias contra ésta, ni se hiciere uso de
violencias o amenazas para intimidarla u obligarla a resol-
ver en el sentido que se desee”.
• El artículo 26 (párrafo dieciocho del actual artículo 16
constitucional), que garantiza la inviolabilidad del domici-
lio por autoridades militares. “En tiempo de paz ningún
miembro del Ejército podrá alojarse en casa particular
contra la voluntad del dueño, ni imponer prestación alguna.
En tiempo de guerra los militares podrán exigir alo-
jamiento, bagajes, alimentos y otras prestaciones, en los
términos que establezca la ley marcial correspondiente”.
• El artículo 16, que protege el domicilio y posesiones del
gobernado contra las arbitrariedades del poder: “Nadie
puede ser molestado en su persona, familia, domicilio,
papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento
escrito de la autoridad competente, que funde y motive la
causa legal del procedimiento”.

Tenemos igualmente, los artículos 17, 18 y 19, que amparan y


dan seguridad jurídica al individuo; estos son:

— Artículo 17. “Nadie puede ser aprisionado por deudas de


carácter puramente civil. Ninguna persona podrá hacerse
Curso de Derecho Constitucional 115

justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar


su derecho. Los tribunales estarán expeditos para adminis-
trar justicia en los plazos y términos que fije la ley; su
servicio será gratuito, quedado, en consecuencia, prohibi-
das las costas judiciales”.
— Artículo 18. “Solo por delito que merezca pena corporal
habrá lugar a prisión preventiva. El sitio de ésta será dis-
tinto del que se destinare para la extinción de las penas y
estarán completamente separados. Los gobiernos de la
Federación y de los Estados organizarán, en sus respectivos
territorios, el sistema penal, —colonias, penitenciarias o presi-
dios— sobre la base del trabajo como medio de regeneración”.
— Articulo 19. “Ninguna detención [ante autoridad judicial]
podrá exceder del termino de tres días, sin que se justifique
con un auto de formal prisión, en el que se expresaran: …”.

• Por último tenemos los artículos 19, 20, 21 y 25, que


se refieren a las garantías que tiene el hombre para su
defensa.

Cuarto. El cuarto grupo está compuesto por los derechos y


libertades de los individuos en materia económica; y por las leyes
relativas. Es importante destacar que estas normas de carácter
económico sufrieron un cambio sensible al pasar de la Constitución
individualista liberal de 1857 a la socialista de 1917. En aquella se
trataba de proteger los intereses económicos del individuo en bien
de él mismo (1857), es la sociedad la que interesa no el individuo
particularmente considerado como tal (1917).
116 Mario de la Cueva y de la Rosa

• El artículo 27 declara categóricamente que la nación


tendrá en todo tiempo el derecho de transmitir la propie-
dad privada e imponer las modalidades que dicte el interés
público. En este grupo queda también comprendido el
contenido del artículo 5o., que dice que nadie puede ser
obligado a presentar trabajos personales sin la justa remu-
neración y sin su pleno consentimiento.
• El artículo 123 regula las relaciones obrero-patronales
y el salario. El 4o., habla sobre la libertad de trabajo, y el
28 implementa restricciones en materia de monopolios y
obstáculos a la industria.

Quinto. Garantías para la preservación de los derechos del


hombre. Dentro de este grupo están comprendidas las normas que
aseguran la libertad y seguridad jurídica del individuo. Los derechos
del hombre no son solamente teóricos, sino normas concretas
que deben ser respetadas por el Estado y comprende:

• El artículo 8o., el ejercicio y respeto al derecho de peti-


ción. El 14 se pronuncia en contra de la aplicación retro-
activa de las leyes en perjuicio del gobernado, y el 29, contra
la suspensión ilimitada de las garantías individuales conte-
nedoras en la Norma Fundamental.

En este contexto, es importante destacar que en este Código


Político se dice que sólo se suspenden las garantías en casos de
invasiones o perturbaciones de la paz pública.
Antecedentes históricos del federalismo

L os antecedentes del federalismo los encontramos insertos


en la Constitución norteamericana. Las colonias inglesas
que llegan a norteamérica, al conseguir su independencia de la
Corona forman una Confederación de Estados independientes y
soberanos; empero, dándose cuenta de que era necesaria una mayor
cohesión entre ellos, en virtud de que la Confederación que integra-
ban era débil, para conservar su unidad e independencia convocan
a un Congreso en Filadelfia y en esa reunión deciden adoptar un
sistema federal que liquida a la Confederación. Podemos decir
entonces, que en Filadelfia nace el federalismo y que Estados Unidos
fue el primer Estado federal de la historia, con una Constitución
escrita, rígida y federal.

Los teóricos del federalismo son: Jay, Hamilton y Madison,


juristas y pensadores norteamericanos, cuyos artículos se reunie-

117
118 Mario de la Cueva y de la Rosa

ron y publicaron bajo el nombre de El Federalista. Fueron ellos los


que logran convencer al pueblo Norteamericano de que la Confe-
deración debería transformarse en Estado federal.

DIFERENCIA ENTRE CONFEDERACIÓN Y FEDERACIÓN

George Jellinek habla de formas unitarias y pluralistas de Estado.


Las formas pluralistas —nos dice— se clasifican a su vez en uniones
personales y uniones reales. Las uniones personales consisten en
la reunión contingente de dos o más Estados para ser gobernados
por una sola persona, ejemplo: España y Alemania que fueron gober-
nadas por Carlos V. Las uniones reales consisten en la reunión de
Estados entre sí, sin tomar en consideración a las personas y con el
carácter de permanente; entre éstas tenemos a las Confederaciones
y Federaciones.

La Confederación es más antigua que la Federación, existe


desde los tiempos de Grecia, en la Edad Media y en el Imperio
alemán. En la época contemporánea se instaura primero en los
Estados Unidos de América, reaparece en Alemania, en donde
termina por imponerse la Federación. Las diferencias que pudieran
surgir entre Confederación y Federación son teóricamente fuertes;
en la práctica, sin embargo, tienden a desaparecer, van borrándose.
Así, Schmitt llega a afirmar que entre la Confederación alemana
y el régimen Federal Norteamericano existen escasas diferencias y
éstas son:
Curso de Derecho Constitucional 119

1. En la Confederación no se da nacimiento a un nuevo Estado;


en la Federación es esencial la creación de un Estado nuevo que
será distinto de aquellos que lo formen.

2. Como consecuencia de lo anterior, en la vida internacional


la Confederación se presenta como un tratado internacional de Esta-
dos soberanos; en cambio, en el régimen Federal la Constitución
es la norma política fundamental del pueblo, pues los Estados miem-
bros que forman la Federación no tienen existencia jurídica en las
relaciones internacionales, no pueden celebrar pactos ni ningún
acto jurídico internacional, es el gobierno federal el único que tiene
tales atribuciones y lo hace en representación de toda la Unión.

3. En la Confederación cada Estado miembro puede separarse,


es decir, esta posibilidad está sujeta a discusión, pero se puede
dar; en cambio, en la Federación ningún Estado puede separarse.

4. En la Confederación existen ciudadanías distintas, en el caso


de Alemania se habla de prusianos, bábaros, etcétera; en la Fede-
ración, por el contrario, existe una sola ciudadanía.

5. En la Confederación cada Estado expide sus pasaportes inter-


nacionales; en la Federación, sólo el Estado federal está facultado
para expedirlos.
Teoría del estado federal

L as formas históricas del Estado federal, en su nacimiento,


son dos: a) Una forma natural que por primera vez se
vio en Estados Unidos de América ; esto es, son Estados soberanos,
libres, los que constituyen el Estado Federal, y b) Partiendo de un
Estado unitario se llega a la integración de un Estado federal,
siendo este el caso de los países de América Latina y Canadá.

La diferencia surgida de estas dos formas de Estado al momento


de su creación no significa, por mucho, que los principios que los
unen sean distintos, esto sería y sólo variando levemente para el
caso de Canadá. Los países de Europa, que después de la Primera
Guerra Mundial imitaron el sistema federal, copiaron de los Esta-
dos Unidos el todo; en Canadá, sin embargo, alcanzaron los prin-
cipios a cambiar y así vemos como partiendo de un Estado unitario

121
122 Mario de la Cueva y de la Rosa

se llega a un Estado federal. La Constitución cita que las entidades


federativas tienen facultades expresas y que todas las que no han
sido conferidos a ellas están reservadas a la federación. Este prin-
cipio es contrario al que sigue Estados Unidos de América toda vez
que en estos lugares la Norma Fundamental establece facultades
expresas para el Estado federal y todas las no concedidas a éste
pertenecen a las entidades federativas.

El federalismo norteamericano encuentra su origen en las


antiguas colonias inglesas que llevaban una vida independiente entre
sí y ligadas tan sólo a la corona. Al mirar el poderío marítimo de la
pequeña Holanda intentan, por vez primera, unirse para defenderse
de ella en materia mercantil. Sin embargo, la unión definitiva surge
cuando el rey de Inglaterra intenta legislar —imperativamente— en
materia de impuestos en estas colonias; el hecho origina inconfor-
midad y como consecuencia buscan su independencia de la corona
inglesa, uniéndose primero, después de la Convención de Filadelfia,
en una Confederación, para tiempo después formar una Federación.

Ahora bien, ¿pueden los Estados Unidos desmembrarse?


¿pueden en algún momento adquirir cada Estado nuevamente su
soberanía y desconocer el pacto federal? Los Estados del sur apoya-
ron la tesis de que sí era posible que el Estado federal pudiera
disolverse; los del norte, por el contrario, negaron esa posibilidad.
Es el presidente Wilson quien contesta y resuelve este problema al
señalar tres acontecimientos determinantes para la formación
de los Estados Unidos, como una nación, estos son: la guerra de
Curso de Derecho Constitucional 123

secesión, el advenimiento de los ferrocarriles y la guerra contra


México. Estos tres momentos históricos, dice Wilson, dieron la
verdadera idea de un estado Federal para Norteamérica, toda vez
que merced a ellos se logra la unión con las colonias francesas; se dan
cuenta los habitantes de los diversos Estados, al comunicarse por
medio del ferrocarril, que habla un mismo idioma y que sus costum-
bres, en lo general, son las mismas. En suma, el pueblo norteameri-
cano adquiere su verdadera identidad al momento de constituirse
como una nación; en este momento se dice que el Estado federal
desaparece para transformarse en Estado unitario.

Como puede verse los norteamericanos se dieron cuenta de que


no constituían colonias europeas, sino que eran un pueblo nuevo
que surgía a la vida; un pueblo que empezaba a luchar por la hegemo-
nía de América; esto es, se dan cuenta que tienen un porvenir
único, y así se transforman en un Estado federal que deviene unitario.
Naturaleza del estado federal

J ohn C. Calhoun dice en un viejo libro que el Estado


federal no existe porque:

1o.- Si el Estado federal es la unión de Estados, entonces no


tiene soberanía y, por tanto, no existe.

2o.- Si el Estado federal es una unidad, lo que no hay al interior


de éste son Estados soberanos por carecer de soberanía.

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES QUE RIGEN EL ESTADO FEDERAL

El Estado federal puede originarse de dos maneras: primero, por la


unión de varios estados y, segundo, por la división de un Estado uni-
tario que deviene en federal. En los dos casos se presupone regidos

125
126 Mario de la Cueva y de la Rosa

bajo una Constitución, ya que sólo se puede pensar en un Estado


federal siempre y cuando se encuentren sujetos a una Norma Funda-
mental escrita y rígida. Un Estado federal necesariamente debe
regirse por una Constitución que delimite las competencias de las
entidades federativas y de los órganos de gobierno de la unión, de
no hacer esto, habría constantes pugnas y discusiones de competen-
cia entre las entidades y el gobierno federal.

En otro orden de ideas, en un Estado federal ¿a quién corres-


ponde la soberanía? ¿se divide ésta entre las entidades federativas
que lo conforman o desaparece para alguna de ellas? Ahora bien,
el estado federal ¿es soberano o por el contrario la soberanía la
detentan las entidades federativas adheridas a él? Estas y algunas
otras cuestiones son las que trataremos de resolver enseguida.

John C. Calhoun, destacado jurista norteamericano, sostuvo que


el Estado federal no existía y que la soberanía correspondía a las enti-
dades federativas; que únicamente se da representación a la unión
en materia internacional. El momento histórico que vivió Calhoun
explica con claridad la razón y el carácter político de su opinión, ya
que los Estados federales son muy celosos de su autonomía.

Jellinek. Al hablar de la Confederación alemana de 1870 nos


dice que los Estados eran absolutamente celosos de su autonomía
y que sólo aceptaban la unión para dirimir asuntos internacionales
(Confederación). La soberanía no es nota esencial del Estado, he
ahí el error en que incurrirían las naciones modernas, ya que las
Curso de Derecho Constitucional 127

ciudades de Grecia no contaban con soberanía y, sin embargo, al


igual que Roma fueron consideradas Estados. La soberanía —dice—
surge a finales de la Edad Media. Hay Estados soberanos y no
soberanos. Es Estado cuando existe un órgano capaz de organi-
zarlo; y se trata de un Estado soberano, cuando no depende de
ningún otro sino de sí mismo.

Jellinek compara el imperio alemán con la unión norte-


americana, opina que el primero está formado de Estados sobera-
nos, y el segundo de Estados no soberanos. El Estado Federal es un
Estado soberano y está formado de varios Estados miembros que
le dan poder, hay relación de unidad, su poder depende de los
Estados miembros.

Louis Le Fur. En su libro Los grandes problemas del derecho, sostiene


que la soberanía es indivisible y que el Estado federal es soberano,
sin embargo, sus Estados miembros no lo son. A los Estados miem-
bros sólo les compete participar de la voluntad nacional. En conclu-
sión, según este autor, los Estados miembros no son soberanos.

M. Mouskheli, cuyo pensamiento en el fondo es semejante


al de Kelsen, sostiene que una unión de Estados sólo es posible en el
momento en que los antagonismos y contradicciones han dejado
de ser importantes. Toda unión de Estados camina hacia la integra-
ción, cuando la armonía es superior a los antagonismos; entonces
se verifica la unión de Estados —lo mismo en la Federación que en la
Confederación—. Según este autor, se trata de Estados unitarios en
128 Mario de la Cueva y de la Rosa

potencia. Lo cierto es, opina el maestro de la Cueva, que en el Estado


federal estamos frente a un Estado unitario y que en la Confede-
ración se trata de una “Unión de Estados”. Podría suceder que en
los Estados federales estos se pudieran separar, lo cual solo podría
realizarse por empleo de la fuerza. El Estado federal es un sistema
de descentralización del poder. Existe una sola Constitución Gene-
ral, ella consigna la descentralización de los Estados y los Munici-
pios. No hay división de soberanía sino descentralización, son las
entidades federativas y los Municipios.

CARACTERÍSTICAS

Principios fundamentales en que descansa el Estado federal:

1. Superioridad jurídica. Existe superioridad jurídico-política


del Estado federal sobre los Estados miembros, que se revela de
dos formas:

a) La creación de una Constitución General y sus respectivas


modificaciones sólo pueden ser obra del Estado federal por con-
ducto del Congreso de la Unión (artículo 133).

b) Las facultades contenidas en la Norma Fundamental que


no correspondan a la Federación se entienden otorgadas a los esta-
dos que lo conforman (artículo 124).

2. La idea de nacionalidad única. Para efectos internacionales,


los habitantes de un Estado federal comparten la misma nacionali-
Curso de Derecho Constitucional 129

dad, los de México detentan la nacionalidad mexicana sin interesar


que sean originarios del Estado de Puebla, Coahuila, etcétera. Son
poblanos o coahuilenses sólo para sus relaciones internas o locales
pero no para las internacionales. Desde el punto de vista internacio-
nal el Estado con su territorio es unitario.

3. La idea de una Norma Fundamental. Este principio se refiere


a la existencia de una Constitución Federal que regula de forma
general a todos los miembros de los Estados federados (artículos
40 y 115, fracción 1)

Es importante destacar que las entidades federativas cuentan


con una identidad, estructura y organización política similar a la
que tiene el Estado federal; esto es, tienen un Poder Ejecutivo local,
un Legislativo (Congreso de una sola Cámara) y un Poder Judi-
cial autónomo para cuestiones internas de igual orden local.

4. La unidad internacional. Otra característica del Estado


federal es la unidad internacional; toda la representación interna-
cional corresponde al Estado Federal y no a las entidades federativas.
El Estado federal es una sola unidad internacional y los actos que
realiza redundan y tienen efecto con respecto a las entidades fede-
rativas; es decir, es el responsable de todas las actividades que realiza
el Estado con otros países del orbe.

5. Las garantías individuales. Por último, dentro del Estado


federal todos los hombres tienen un conjunto de derechos que debe
130 Mario de la Cueva y de la Rosa

respetar tanto el Gobierno Federal como los gobiernos y poderes


locales; estos derechos son las llamadas garantías individuales o
derechos del hombre.

En el caso norteamericano Wilson sostuvo que la formación del


Estado federal estaba condicionada por la idea de unidad. El Estado
federal es realmente un Estado unitario. La Constitución de los Esta-
dos Unidos de América no debe ser considerada como un tratado
internacional entre Estados libres y soberanos; no es una formación
artificial, es la dotación de una Carta Política General por un Poder
Constituyente para un Estado unitario; tal vez las colonias primige-
nias de Estados Unidos al unirse no se dieran cuenta de que iban a
formar una unidad. Es por ello que en el preámbulo de la Constitu-
ción se dice: “Nos, el pueblo de los Estados Unidos, con el fin de
hacer más perfecta la Unión, establecer la justicia, asegurar la
tranquilidad nacional, proveer a la defensa común, fomentar
el bienestar general y afianzar los beneficios de la libertad para noso-
tros mismos y para nuestros descendientes, decretamos e instituimos
esta Constitución para los Estados Unidos de América”. Procede esta
Constitución del pueblo norteamericano, derivada de la Conven-
ción de Filadelfia la cual no quiso promulgarla sino que la sometió
a la votación directa del pueblo norteamericano, no la sancionó ella
ni las legislaturas de las entidades federativas.

Las finalidades y propósitos de la Constitución federal norte-


americana son:
Curso de Derecho Constitucional 131

1. Hacer más perfecta la Unión.


2. Establecer la justicia federal o central; es decir, para todo
el pueblo de los Estados Unidos.
3. Consolidar la tranquilidad doméstica.
4. Proveerse de una defensa común; y
5. Proveer al bien general, tanto para ellos mismos como para
sus descendientes.

Wilson dice que la Constitución federal fue uno de los mayores


impulsos dados para promover la realización de la nacionalidad
norteamericana, y borrar las características provinciales —los pro-
vincialismos—. No hay pues, realmente, un Estado federal sino un
Estado unitario. Lo que se encuentra en el Estado federal norte-
americano no son dos gobiernos sino un gobierno doble, en donde
una de las partes atiende y soluciona los problemas generales y la
otra dedica su atención a los asuntos locales. A pesar de lo anterior,
en la Constitución norteamericana hay principios que nos indican
la indestructibilidad del sistema federal; esto es, la descentraliza-
ción es indestructible.
L ibro segundo
Dr. Mario de la Cueva y de la Rosa
Principios del sistema federal norteamericano

E l primero descansa sobre la idea de una Constitución escrita


y rígida, ya que de otra manera no sería posible fijar las
competencias entre las provincias y el Estado federal. La Norma
Fundamental constituye un equilibrio en materia de descentrali-
zación; en su formación intervienen el gobierno federal y las entida-
des federativas, incluso para reformarla o modificarla.

El segundo nos dice que el gobierno federal tiene facultades


expresamente delimitadas. La Constitución fija las atribuciones que
le corresponden y bajo este presupuesto todas las que no le estén
conferidas por la Constitución se entienden reservadas a los Estados.

Un tercer principio se basa en delimitar la esfera de facultades,


competencias y atribuciones de los poderes de la Unión. El Estado

135
136 Mario de la Cueva y de la Rosa

federal y las entidades federativas son independientes entre sí, sin


embargo, como es indispensable mantener a los poderes dentro de
sus facultades, respecto de sus atribuciones, la Constitución de los
Estados Unidos decretó por vez primera, la supremacía del Poder
Judicial, haciéndolo un poder político.

En este sentido la Corte Suprema norteamericana tiene una


doble función: jurisdiccional y de control sobre los poderes federa-
les y locales; bajo este supuesto actúa mediante procedimientos jurí-
dicos que tienen un carácter eminentemente político.

CARACTERÍSTICAS DEL ESTADO FEDERAL NORTEAMERICANO

La Norma Fundamental del Estado norteamericano, de corte sobrio


y conciso, estuvo conformada originalmente por siete artículos: los
tres primeros se dedicaban a los Poderes Ejecutivo, Legislativo y
Judicial. Los restantes se refieren a las relaciones entre la Federación
y los Estados; a los procedimientos para la enmienda constitucional;
la cláusula de la supremacía, y la ratificación de la Constitución.

Asimismo, la defensa de las entidades federativas que son indes-


tructibles, intocables, dando como consecuencia que el Poder Legis-
lativo se establezca bajo una doble representación: Cámara de
Diputados y Cámara de Senadores; representando la primera, direc-
tamente al pueblo, y la segunda, inmediata y directamente al Poder
Federal y mediata e indirectamente al pueblo.
Curso de Derecho Constitucional 137

En México a veces nos apartamos de los anteriores derroteros,


y así, de los principios señalados como característicos del Estado
federal entre nosotros subsisten sólo dos: la idea de una Constitu-
ción rígida y escrita, cuyo sistema de reformas no siempre ha corres-
pondido al norteamericano, y segundo, el principio de un gobierno
federal con facultades expresas. Trataremos de dilucidar las seme-
janzas que poseemos en relación al sistema norteamericano a
continuación:

1. En la Constitución de 1824, un Congreso propone las refor-


mas que se dan a conocer al pueblo, y es un segundo Congreso el
que las aprueba. La Constitución Norteamericana, da a los dos
poderes, al Federal y al local, poder para reformar la Constitución.

2. Seguimos el sistema de las facultades expresas (art. 124).


Con referencia a este principio lo encontramos limitado:

a) Por las reformas permanentes a la Constitución.


b) Por la teoría de las facultades implícitas que dan a la Fede-
ración un poder extraordinario (art. 73, fracc. XXIX).

Don Ignacio Vallarta quiso defender el federalismo pero fue


derrotado en los debates realizados por el Constituyente del 57 con
motivo de la discusión del artículo 14 constitucional; no obstante
ello, cuando Vallarta era Presidente de la Suprema Corte de Justicia
ofreció una interpretación del mismo en la cual afirmaba que:
“la justicia federal podía únicamente revisar por la vía del amparo las
138 Mario de la Cueva y de la Rosa

sentencias que dictaran los jueces locales en materia penal, porque


el día en que los jueces federales revisaran todos los actos de los
locales se destruiría el sistema federal, al crearse de tal manera [una]
subordinación de poderes”.

La destructibilidad de nuestras entidades federativas es otra dife-


rencia con el federalismo norteamericano (art. 73, fracc.3) ya que
por este camino también se destruye la idea del Estado federal.

Conforme a la Constitución de 1857 no era dable la apari-


ción del Senado, pero en razón del poder exagerado de la Cámara
de Diputados, que a los gobernantes les impedía gobernar, Benito
Juárez como Presidente y Sebastián Lerdo de Tejada como Secretario
de Gobernación propone en una circular de 1867 la creación de
la Cámara de Senadores, con el objeto principal de restar poder a la
Cámara de Diputados; aumentando, en consecuencia, el poder del
órgano ejecutivo.
Doctrina de la representación

Y a hemos dicho que la democracia contemporánea está


compuesta por dos ideas fundamentales: dos princi-
pios políticos (soberanía y representación) y dos conceptos jurídicos
(derecho natural y doctrina de la división de poderes). En los países
americanos, existe además, la idea del Estado federal, que ya
no es de esencia de la democracia actual, pero que fue un camino
por el cual se creyó asegurar mejor la libertad. Como último prin-
cipio fundamental del Estado federal mexicano tenemos la separación
de la Iglesia y el Estado. La democracia puede existir en un Estado
Unitario como en Inglaterra, o bien en un Estado Federal.

El artículo 40 de nuestra Carta Magna establece respecto a la


doctrina de la representación que: “Es voluntad del pueblo mexi-
cano constituirse en una República representativa, democrática,

139
140 Mario de la Cueva y de la Rosa

federal, compuesta de Estados libres y soberanos en todo lo concer-


niente a su régimen interior; pero unidos en una federación estable-
cida según los principios de esta ley fundamental”.

¿En qué consiste entonces la doctrina de la representación?


¿Cuáles son sus antecedentes? ¿Cuáles son las críticas que se le han
hecho a este sistema?

La idea es vieja, se puede decir que el gobierno representativo


nace con el parlamentarismo inglés, no el parlamento viejo de
origen sino el posterior, es decir, con el parlamento que adquiere
conciencia y se da cuenta de que es el resultado de la unión de las
fuerzas vivas de un pueblo. En contraposición a lo anterior, en un
régimen monárquico-absolutista no existe la idea de la represen-
tación; ésta nace con la democracia, es decir, la teoría del gobierno
representativo sólo es posible en la medida en que, naciendo la idea
de democracia, esta se encuentre estrechamente vinculada con la
idea de soberanía nacional. A Bodin puede considerársele también
cofundador de esta nueva escuela, siendo Montesquieu y Rousseau
quienes la desarrollan. Simmel cree que la doctrina de la represen-
tación se encuentra formada a mediados del siglo XVIII y es un autor
inglés, Blackstone, quien primeramente la expone.

Más tarde, en El federalista, los autores americanos intentan fun-


damentar la doctrina de la representación cuando dicen que los gober-
nantes son los representantes del pueblo; que éstos no actúan a
nombre propio sino en su representación.
Curso de Derecho Constitucional 141

REPÚBLICA Y DEMOCRACIA, DOS CONCEPTOS DISTINTOS

La República es representativa; la democracia es el gobierno del


pueblo, por el pueblo y para el pueblo; las grandes poblaciones no
aceptan la democracia directa, tal como la concibió Aristóteles,
sólo la representativa, por ello, la doctrina de la representación
reposa en una idea: los gobernantes son representantes del pue-
blo, reciben su poder del pueblo. La soberanía reside en el pueblo;
esto es, el pueblo otorga facultades, poderes, a los gobernantes,
quienes en virtud de la representación actúan en función de las
atribuciones que el pueblo les ha otorgado.

Entonces, ¿no es una ilusión la teoría? ¿no será falsa la tesis?


¿servirá de algo la doctrina?

León Duguit hace la critica más fuerte a la doctrina de la repre-


sentación; nos dice que está ha servido para ocultar la realidad
estatal, que es la división entre gobernantes y gobernados. La idea
de la representación nos oculta la verdad; opina que hay que quitar
esa pantalla de la representación para poder observar con claridad
la realidad estatal. Los gobernantes quieren hacernos creer que hay
una razón para que nos manden. La Teoría del Estado, el concepto
de Estado, es una ilusión, pues la ciencia jurídica no da una idea
autentica y real. Se parte, en la doctrina de la representación, de la
idea de soberanía nacional y ya decía Rousseau, en el Contrato Social,
que la voluntad general no era susceptible de representarse, porque
entonces —dice Duguit— la idea de soberanía nacional es falsa, no
142 Mario de la Cueva y de la Rosa

existe, porque no puede transmitirse la voluntad del pueblo. No debe


hablarse tampoco de representación que además de ser una doctrina
falsa es innecesaria.

El Estado es una cosa distinta. En toda sociedad se produce


una división entre gobernantes y gobernados, no hay por encima
de los hombres un ente que tenga otras atribuciones superiores,
sólo existe la colectividad. El orden jurídico, el derecho, que es idén-
tico en todas sus fases, es una norma que impone un deber funda-
mental: mantener la solidaridad social, deber que se traduce para
los gobernantes en no realizar actos que atenten contra ella y para los
gobernantes en realizar todos los actos necesarios para mantener
dicha solidaridad. Los gobernantes son personas que obedecen al
derecho, no necesitan ser representantes de nadie; debe hablarse
simplemente de gobernantes y gobernados sujetos al derecho.

El Estado es el servidor del derecho que impone a la sociedad,


es el mismo derecho quien determina quienes son los agentes gober-
nantes, nadie tiene derecho a mandar, todos deben sujetarse al
derecho. Por ello, cuando a Duguit se le pregunta por el concepto de
Estado dice que es, solamente: “La gran Federación de los servicios
públicos nacionales”, es decir, que la suma de los servicios públi-
cos nacionales es lo que constituye al Estado y que los gobernantes
solamente son los agentes encargados de realizar los servicios públi-
cos. Por todo lo anterior —concluye Duguit—, la doctrina de la repre-
sentación es falsa.
Curso de Derecho Constitucional 143

DEFENSA DE LA REPRESENTACIÓN

Muchos autores defienden la doctrina de la representación y tratan


de contestar las criticas que a la misma hizo León Duguit. Pero
¿cómo va a ser posible coordinar las ideas? si la voluntad nacional
no es representable ¿cómo es posible aceptar la idea de la representa-
ción? Las ideas de soberanía y representación se coordinan y unen
mediante un eslabón que es la Constitución; esto es, la Norma
Fundamental es quien salva las ideas de soberanía y representación.

Tiene razón Rousseau al afirmar que la soberanía nacional no


puede representarse; sin embargo, de aquí no se desprende la false-
dad de las doctrinas de la representación y de la soberanía, las dos
se unen en la Constitución porque la voluntad general, esencial
—decía Rousseau— se expresa en la Norma Fundamental que orga-
niza a la colectividad, y que es la Constitución General. La voluntad
general dicta la Constitución y no se agota en ella porque el pueblo
está siempre frente a ella para vigilarla, reformarla, etcétera. Cuando
el pueblo se da una Constitución, dicta a la vez el derecho esencial,
son palabras de Rousseau; y cuando León Duguit afirma que el
derecho es producto de la vida social, está coincidiendo con el pen-
samiento del teórico ginebrino: las nociones de soberanía y repre-
sentación se legan en la Constitución, en virtud que esta no es una
norma cualquiera, sino que los gobernantes tienen la función de
realizar el derecho; es decir, no están por encima de él, son los servi-
dores de la Constitución. Los gobernantes son representantes del
pueblo encargados de hacer cumplir lo mandado por el pueblo,
que es en definitiva la Constitución.
144 Mario de la Cueva y de la Rosa

En este entendido, la democracia actual consiste en reconocer


la libertad o la esencia de la persona humana, así como reconocer la
facultad, a la persona humana, de organizarse de tal manera que
garantice y asegure a la misma persona humana.

La democracia antigua reconocía al pueblo como todo poderoso;


actualmente el pueblo; ya no es todo poderoso, tiene un límite en
las ideas de libertad e igualdad. Montesquieu en su libro El espíritu
de las leyes cree en la idea de la representación y la hace desembo-
car en varias leyes que son, esenciales para la organización del Estado
moderno:

a) Todos los hombres tienen derecho a participar en la orga-


nización del Estado y del gobierno.
b) La forma de ejercer el voto. La idea de sufragio universal es
inherente a la soberanía.

Todos tienen los mismos derechos para ejercitar el voto. La idea


del sufragio universal no se consiguió al mismo tiempo que la Decla-
ración de los Derechos del Hombre, en la Revolución francesa se
reconocieron los derechos del hombre, pero no los políticos dentro
de los cuales está el derecho de votar. Tampoco en las constituciones
francesa, inglesa y prusiana, se consideraba el sufragio univer-
sal. La Revolución francesa fue fundamental, afirma Lasalle, no
aceptaba el sufragio universal y sólo otorgó en sus leyes la facultad
de votar en forma restringida, al conceder el voto a ciudadanos
que tuviesen una renta superior al promedio del salario del obrero.
Curso de Derecho Constitucional 145

El sufragio universal se conquistó a lo largo del siglo XIX, y es así


como en la Constitución mexicana de 1824 se consigna, haciéndolo
más tarde la Constitución argentina y la mexicana de 1857. Los
movimientos cartistas de Inglaterra fueron un intento para obtener
al principio el sufragio universal. Al conquistarse el sufragio uni-
versal se puede decir que la idea de representación cobra fuerza en
un doble sentido:

1. Cada hombre es titular de la soberanía.


2. Cada hombre tiene derecho a intervenir en la vida del
Estado, pero nadie tiene un derecho mejor que los demás.
Análisis de la idea de la representación

L a idea de la representación es consecuencia derivada de


la organización de los Estados modernos. Si el poder
pertenece al pueblo, los gobernantes no van sino a ejecutar la volun-
tad del pueblo manifestada en la Constitución, pues son estos sus
representantes. Son dos las teorías en torno a la doctrina de la repre-
sentación: la alemana y la francesa, aun cuando la primera más
bien niega la idea de la representación.

La escuela francesa parte de la idea de nación como una reali-


dad histórico-social y así algunos autores han llegado a afirmar que
la nación es una persona moral, que vivió antes que el Estado,
siendo ella quien lo crea; y que después vive dentro del Estado y
es entonces cuando los gobernantes representan a la nación,
al pueblo; sin embargo, todavía después, la nación está frente

147
148 Mario de la Cueva y de la Rosa

al Estado porque vigila, está pendiente de la conducta de sus repre-


sentantes para juzgarlos. Esto es así porque el pensamiento francés
es esencialmente democrático: todo parte del pueblo y a él vuelve.

La escuela alemana no acepta la idea de la representación ni cree


en la nación como algo distinto del Estado. Los teóricos del Estado
germano, de la segunda mitad del siglo pasado y el presente, están
dominados por dos ideas: la de Hegel, cuando dice que “el Estado
es la síntesis de todas las fuerzas y realidades sociales”. El Estado es la
realidad suprema, el devenir de la sociedad es la oposición entre
familia y sociedad, el Estado es la realización suprema de lo
individual y lo social; y la del positivismo jurídico, según la cual
todo proviene del Estado quien es la medida y árbitro del derecho.
Jellinek define al Estado diciendo que “es una corporación territorial
dotada de un poder de mando originario, no es ni la nación ni
el gobierno, ni el territorio, ni el pueblo, sino la síntesis de todos
esos elementos”. El Estado es una voluntad colectiva y ésta no puede
expresarse por sí misma, sino que necesita de un conjunto de órganos
que se denominan estatales y que sirven o son las maneras por
donde se expresa la voluntad colectiva. Los gobernantes, por tanto
son órganos que se denominan del Estado, no representantes del
pueblo, es decir, no hay representación sino sólo expresión de la
voluntad estatal a través de sus órganos.

Durante algún tiempo Adolfo Posada y otros profesores españo-


les, así como en México, Rodríguez de Jalisco y Nicolás Ruiz de
Michoacán, se inclinaron hacia el pensamiento constitucional alemán.
Curso de Derecho Constitucional 149

En síntesis podemos concluir diciendo que según la teoría francesa la


nación crea al Estado, y según la teoría alemana el Estado, está por
encima del territorio, pueblo o nación y gobierno. Las constitucio-
nes mexicanas del 24 y 57 parecen enmarcarse en el pensamiento
francés, pues cuando se redactaron, predominaban las teorías y el
pensamiento francés, inglés y norteamericano. Castillo Velazco, Vallarta,
Coronado y Rabasa son partidarios de la idea de la representación.
Elementos de la representación

S mein en su Tratado de derecho constitucional (siglo XIX) le


da a la representación los siguientes caracteres:

1. La idea de la representación supone la noción de soberanía


nacional, no estatal como quería Jellinek, sino que con ello se quiere
decir que el pueblo es el titular de la soberanía y no considera al
Estado como todo poderoso según sostenía el pensador teutón.

2. La facultad de organizar al Estado corresponde al pueblo. Los


gobernantes tienen el ejercicio del poder público sólo dentro de
los límites y marco que le ha señalado el pueblo en la norma, no
son los constructores de la maquinaria del Estado sino únicamente
quienes la ponen en movimiento.

151
152 Mario de la Cueva y de la Rosa

3. El poder de los gobernantes procede del pueblo. Los gober-


nantes actúan como representantes y funcionarios del Estado, es
decir, su poder lo adquirieron por voluntad del pueblo.

4. El poder de los representantes se otorga por elección. Como


una idea nueva pero ligada con las anteriores tenemos el principio
de que el poder de los gobernantes se transmite por elección; a
este respecto, la democracia tiene una doble dirección: por la forma
y la sustancia. La primera cuando al pueblo le corresponde estruc-
turar al Estado y designar, más tarde, a sus funcionarios; la segunda,
es aquella que respeta la igualdad y la libertad humana, es decir, los
derechos individuales.

Inglaterra puede considerarse un país democrático por la forma


y la sustancia. En Estados Unidos el Congreso es tan fuerte como
en Inglaterra lo es el Parlamento; Estados Unidos es un gobierno
presidencialista, Inglaterra es un gobierno parlamentario. El Par-
lamento en Francia designa al presidente, en Inglaterra el Poder
Ejecutivo se realiza por sucesión ¿Cuál sistema es el mejor? La demo-
cracia los compagina a ambos por medio de la representación.

5. Los representantes no son mandatarios de derecho civil.


No hay que confundir al mandatario civil con el representante polí-
tico pues son cosas distintas, sería ilógico que se quisiera aplicar a
los representantes políticos nociones de derecho civil. En el pasado
la representación política estuvo subordinada al derecho civil.
En la Edad Media, principalmente en Francia e Inglaterra, los baro-
nes —en esta última—, tenían un verdadero mandato, para votar
Curso de Derecho Constitucional 153

tenían que acatar las instrucciones recibidas de sus señores; traían


poderes limitados, misiones concretas que cumplir, facultades expresas,
en suma, eran verdaderos mandatarios de derecho civil. La represen-
tación en derecho civil es de personas, en cambio la representación
política es de interés público. El mandatario en derecho civil debe
obedecer al mandante, en la representación política el mandatario
o representante es libre y no está sujeto a instrucciones. Los repre-
sentantes en materia política tienen libertad de acción porque no
representan a las personas sino al pueblo. En derecho civil el man-
datario representa exclusivamente al mandante; en cambio, en el
derecho público el representante político no es sólo de quien lo eligió
sino de todo el pueblo.

6. La representación en el ámbito del derecho político es irrevo-


cable, temporal y responsab1e. Es irrevocable porque de otra manera
se volvería un mandato de derecho civil; es temporal, porque los
representantes deben durar un tiempo determinado, cuando el
pueblo no está conforme cambia de partido y nombra a otros repre-
sentantes, y es responsable porque los integrantes del Congreso en
general, y del Senado en particular exigen responsabilidad a los
representantes políticos.

Estas ideas están expresadas en los artículos 51, 52, 56 y siguien-


tes, solamente que la idea pura de representación se mezcla con la
de representación federal. Por otra parte, en un Estado federal
la idea es doble: los representantes concurren en representación
del Estado federal.
Territorio y población

C
¿ uál es el territorio nacional? ¿Cuál es su posición? ¿Cómo
se encuentra dividido? ¿Qué principios lo originan? ¿Cuál
es su relación con el Estado? ¿Cuál es la población nacional? Su posi-
ción en el Estado ¿cómo se encuentra dividida y que principios la
rigen? Estas son algunas preguntas que contestaremos al estudiar
los problemas referentes al territorio y su población.

Jellinek ha dicho que el Estado se compone de tres elementos:


pueblo, territorio y gobierno; que ninguno por sí solo es el Estado
sino que éste es la síntesis de los tres. El territorio es uno de los
elementos que entran en la concepción moderna del Estado y se le
define diciendo que es el límite espacial de la jurisdicción estatal,
el límite internacional de un Estado.

155
156 Mario de la Cueva y de la Rosa

¿Qué relación existe entre Estado y territorio? ¿Es necesario el


territorio para la existencia del Estado? León Duguit sostiene que
la idea de territorio no es esencial al concepto de Estado, y así,
pone el ejemplo de tribus africanas con las cuales hace notar la dife-
renciación entre gobernantes y gobernados, que para él es la esencia
del Estado moderno; en este ejemplo, para las tribus el territorio
no es fundamento para su existencia como tales. Sin embargo, parece
que Duguit confunde una simple organización tribal con el concepto
de Estado. Actualmente parece ser que es posible concebir al Estado
sin territorio y Jellinek, al ver la historia, señala que entre los
antiguos la idea del territorio no aparece al definir al Estado, son
sólo los autores modernos del siglo pasado y principalmente los
alemanes quienes han hablado de territorio.

En contra de esta tesis Marcela Villa sostiene que la idea de


Jellinek es parcialmente cierta, si bien en la antigüedad al defi-
nir al Estado no se habla de territorio, en los escritos de los autores
griegos y romanos (Aristóteles y Cicerón) se nota la influencia de
él y, así vemos como Aristóteles decía en su Libro cuarto de la
Política, que la polis debía ser lo suficientemente amplia para dar
vida a sus componentes, tener acceso al mar para preponderar en
materia mercantil y fácilmente defendible refiriéndose estrictamente
al territorio de la polis.

En la Edad Media se llegó a pensar que el territorio se identi-


ficaba con el Estado, y así se hablaba de: monarca del territorio.
Después de la caída de Napoleón se corrigió el concepto y se hablaba
Curso de Derecho Constitucional 157

de monarca del Estado. En general las doctrinas modernas, principal-


mente la francesa, sostienen que el territorio es indispensable al Estado.

¿Cuál es entonces la relación existente entre el Estado y el


territorio? Son tres las doctrinas que se ocupan fundamentalmente
de este tópico:

1) Doctrina patrimonial del Estado. Surge durante la Edad


Media, en esta época el dueño de un territorio tenía sobre él una
potestad de mando incuestionable. La propiedad de la tierra le
concedía el derecho de mandar sobre los hombres que en ella vivían.
Aquí se identifica el derecho privado con el público, más precisamente,
el derecho público se aproxima o se mezcla con el privado; posterior-
mente, al centralizarse el poder, se hace necesario el estatuto de
derecho público. El Estado en esta doctrina es, en el fondo, una deri-
vación del derecho de propiedad. La doctrina patrimonialista se
pierde con el régimen feudal, naciendo con este supuesto dos nuevas
doctrinas: la francesa, y más tarde la de Jellinek.

2) Doctrina de Jellinek. Esta postura teórica no es sólo de


Jellinek, abarca también toda la doctrina alemana, la cual afirma
que la relación entre Estado y territorio es doble: subjetiva y objetiva.

a) Subjetiva. El Estado no es el pueblo, el territorio o el gobierno,


sino la síntesis de estos tres elementos; cada uno de ellos parti-
cipa en la concreción subjetiva del Estado. El Estado no es uno solo
158 Mario de la Cueva y de la Rosa

de esos elementos, pero tampoco puede existir sin alguno de ellos.


El territorio es uno de los elementos que junto con el pueblo y el
gobierno integran la personalidad jurídica y subjetiva del Estado.
Éste último es producto de la voluntad colectiva que se distingue
de cualquier otra corporación por exigir un territorio determinado
y estar dotado de un poder de mando originario.

b) Objetiva. Cuando se ha formado el Estado, éste se vierte sobre


el territorio y lo hace objeto directo de su actividad. El territorio no
puede ser objeto directo de la actividad del Estado porque no puede
existir una relación directa entre el territorio y los sujetos; en conse-
cuencia, la relación es de imperio: el Estado ejerce imperio sobre el
territorio y este imperio se ejerce a través de los hombres. ¿Por qué?
Porque el derecho público y el privado no son abstractos sino
conceptos que corresponden siempre a alguna realidad concreta.
El siglo XIX es liberal e individualista, tiene un amplio concepto
de la propiedad privada, (que va desde el centro de la tierra hasta
el infinito). La relación con la propiedad privada se da de los
hombres sobre el territorio, por eso el Estado no tiene una interven-
ción directa, sino que es un ente que ejerce una relación de imperio.

3) Doctrina francesa. Esta tesis se conoce con el nombre de sobera-


nía territorial o dominio inminente o directo y sus antecedentes más
remotos los encontramos en el derecho romano. El dominio inmi-
nente existió sobre la propiedad provincial, sobre la cual se daba a
los habitantes del imperio, no ciudadanos, sólo la utilidad, esto es,
el jus utendi y jus friendi. La idea pasa más tarde a España con la
Curso de Derecho Constitucional 159

Bula del Papa Alejandro VI; por medio de ésta se otorga al monarca
todos los derechos sobre tierras y aguas de América, se da a los
particulares la propiedad y se conserva el dominio inminente sobre
los minerales.

Ahora bien, la idea de Jellinek —dicen los profesores franceses—,


proviene del individualismo y del concepto tan profundo que en
aquel entonces se tenía de la propiedad privada, cosa que quizá
es falsa. El Estado ejerce una soberanía territorial, hay un dominio
inminente que consiste en la facultad que se tiene de intervenir en
la propiedad privada; existe, por tanto, un dominio radical, directo,
inminente, que es distinto del dominio de derecho privado, que
consiste en que el Estado puede establecer cambios en la propie-
dad privada.

El artículo 27 constitucional se adhiere a esta teoría, y de él


se deriva la tesis de que el Estado tiene el dominio inminente
sobre el territorio; dominio que reviste en dos formas: la primera se
refiere a la facultad que tiene la Nación para modificar su régimen,
imponiéndole modalidades convenientes al interés público; y un
segundo momento surge cuando la nación constituye y organiza la
propiedad privada.

La teoría de Jellinek es falsa, cuando menos por lo que se refiere


al segundo supuesto, ya que el territorio entra necesariamente en el
concepto de Estado, el cual es un elemento condición para su exis-
tencia, no es elemento que pase a formarlo, a estructurarlo, porque
el Estado es únicamente la organización política de una sociedad.
160 Mario de la Cueva y de la Rosa

Las condiciones en que se encuentra el territorio nacional, de


conformidad con el artículo 42 constitucional es el siguiente: el
territorio nacional está dividido en tres categorías, 1) Estados miem-
bros de la Federación, 2) Territorios e islas adyacentes a la República
y 3) Un Distrito Federal.
Historia o antecedentes históricos
sobre la división política de México

D espués de proclamada la independencia, y luego de la


caída de Iturbide, se produce en el país una situación
de extrema complejidad, ya que las provincias no querían un
gobierno central, motivando con ello, que antes de dictarse la Cons-
titución de 1824 se votara la forma federal.

En 1823, se hizó por primera vez, una división territorial para


quedar de la siguiente forma: California Alta, California Baja,
Coahuila, Guanajuato, Guadalajara, Nuevo Reino de León, México,
Nuevo México, Michoacán, Puebla, San Luis Potosí, Santander,
Sinaloa, Sonora, Texas, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas.

Viene después el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana


de 1824. En ella se establece una distinción entre Estado y Territo-

161
162 Mario de la Cueva y de la Rosa

rio, y así vemos que la división política de la República queda


de la siguiente forma:

Artículo 7o.-Los Estados de la federación son por ahora los siguientes:


el de Guanajuato; el interno de Occidente, compuesto de las provincias
Sonora y Sinaloa; el interno de Oriente, compuesto de las provin-
cias Coahuila, Nuevo-León y los Tejas; el interno del Norte, com-
puesto de las provincias Chihuahua, Durango y Nuevo México; el
de México; el de Michoacán; el de Oajaca; el de Puebla de los Ángeles;
el de Querétaro; el de San Luis Potosí; el del Nuevo Santander que
se llamará de las Tamaulipas; el de Tabasco; el de Tlaxcala; el de
Veracruz; el de Xalisco; el de Yucatán; el de los Zacatecas. Las Califor-
nias y el partido de Colima (sin el pueblo de Tonila, que seguirá unido
a Xalisco) serán por ahora territorios de la federación, sujetos inme-
diatamente a los supremos poderes de ella. Los partidos y pueblos
que componían la provincia del istmo de Huazacoalco, volverán a
las que antes han pertenecido. La laguna de Términos corresponderá
al Estado de Yucatán.

La Constitución Federal de 1824 vuelve a hacer cambios en la


división política de la república, quedando integrada de la siguiente
manera:

Artículo 5. Las partes de esta federación son los Estados y Territorios


siguientes: el estado de las Chiapas, el de Chihuahua, el de Coahuila
y Tejas, el de Durango, el de Guanajuato, el de México, el de
Michoacán, el de Nuevo León, el de Oajaca, el de Puebla de los
Ángeles, el de Querétaro, el de San Luis Potosí, el de Sonora y
Sinaloa, el de Tabasco, el de las Tamaulipas, el de Veracruz, el de
Xalisco, el de Yucatán y el de los Zacatecas: el territorio de la Alta
California, el de la Baja California, el de Colima, y el de Santa Fe de
Nuevo México. Una ley constitucional fijara el carácter de Tlaxcala.
Curso de Derecho Constitucional 163

Después de la Constitución del 24 se pierde la división terri-


torial de la República y al volver al régimen centralista en las Leyes de
1836, se dice que la República se dividirá en departamentos, estos en
distritos y éstos a su vez en partidos. Más tarde nos encontramos
las Bases Orgánicas de 1843, cuyo artículo 2o., delimita el territorio
que comprende la República mexicana. Sin embargo, en 1846 se
vuelve nuevamente a la forma Federal y se restablece la vigencia
de la Constitución de 24, vigencia que, por otra parte, es muy breve.

Se promulga más tarde la Constitución de 1857, la cual clasifica


nuevamente a las entidades federativas. El artículo 43 comprendía,
primitivamente, los Estados de Aguascalientes, Colima, Chiapas,
Chihuahua, Durango, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, México,
Michoacán, Nuevo-León y Coahuila, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San
Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Valle de
México, Veracruz, Yucatán, Zacatecas y el Territorio de la Baja
California.

Poco tiempo después, el Presidente Juárez inicia la modifica-


ción en las entidades federativas. Una ley del 19 de febrero de 1852
crea el Estado de Campeche, segregándolo de Yucatán; en febrero
de 1854 nacen Nuevo León y Coahuila; el 15 de enero de 1869 se
forma el Estado de Hidalgo y el 16 de abril, del mismo año, el de
Morelos; los dos segregados del Estado de México. El 12 de diciem-
bre de 1864 se recogen estas reformas dictándose una nueva ley;
entonces, el artículo 43 configura al Estado mexicano de la siguiente
164 Mario de la Cueva y de la Rosa

forma: Aguascalientes, Campeche, Coahuila, Colima, Chiapas,


Chihuahua, Durango, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco,
México, Michoacán, Morelos, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Queré-
taro, Sinaloa, Tabasco, Tlaxcala, Tamaulipas, Sonora, Valle de
México, Veracruz, Yucatán y Zacatecas; además, los territorios
de Baja California y Tepic, formado este último con el séptimo
cantón del Estado de Jalisco, y el Estado de San Luis Potosí. El 24
de noviembre de 1902 nace el territorio de Quintana Roo.

En la Constitución General de 1917 el territorio de Baja Cali-


fornia se divide en dos (artículo 43): norte y sur, y se transforma el
Territorio de Tepic en el Estado de Nayarit. El 19 de diciembre
de 1931 el territorio de Quintana Roo desaparece para que el
16 de enero de 1935 se vuelva a reestablecer. Desde entonces no
han habido cambios en la división territorial de la República.

I. PROBLEMAS RESULTANTES DE LA DIVISIÓN TERRITORIAL

Cualesquiera que sea el origen del Estado federal norteamericano,


las entidades federativas que lo componen no pueden destruirse,
en cambió, en México es posible modificar la división política de la
República y de los límites de los Estados. He aquí, pues, la razón
de que nuestro federalismo se acerca bastante a la idea de un
gobierno doble.

Toda modificación en los límites de los Estados, la transforma-


ción de un nuevo Estado en territorio, etcétera, supone una reforma a
Curso de Derecho Constitucional 165

la Norma Fundamental; sin embargo, los problemas que se presen-


tan por este motivo son dos:

¿En qué medida es posible reformar el artículo 43?

¿Qué procedimientos se pueden seguir para reformar este artículo?

1. Admisión de nuevos estados y territorios

El problema para la admisión o conformación de nuevas entidades


federativas está resuelto en el artículo 73 de la Constitución Federal,
el cual encuentra su antecedente en la Constitución norteamericana
(art. 4o., secc. 3a. párr. I). El constituyente del 17 pensó que no era
necesario seguir el procedimiento señalado en el numeral 133; esto
es, con la intervención de las legislaturas locales, la República nada
pierde sino al contrario crece en un asunto que interesa al pueblo
de México. El procedimiento se desarrolla íntegramente en el
Congreso Federal.

II. TRANSFORMACIÓN DE TERRITORIOS EN ESTADOS

Según lo establece el artículo 73, fracc. II, el Congreso tiene facultad


para erigir territorios en Estados cuando éstos tengan una población
de 80 mil habitantes, y cuenten con los elementos necesarios para
proveer a su existencia política; se requieren pues tres requisitos:

a) La existencia de un territorio dentro de los límites del


territorio nacional.
166 Mario de la Cueva y de la Rosa

b) Una población mínima de 80 mil habitantes.


c) Los elementos necesarios para proveer a su existencia polí-
tica, es decir, recursos y elementos indispensables para llevar
una vida independiente.

Se otorgó al Congreso federal la facultad de transformar un


territorio en Estado porque se pensó que la intervención de particu-
lares podía interponerse para perjudicar los asuntos que interesan
a todo el pueblo. Estos son casos de división territorial que introdu-
cen una excepción al principio constitucional que establece las reglas
para modificar la Constitución.

III. TRANSFORMACIÓN DE ESTADOS EN TERRITORIOS

En los primeros años de este siglo, cuando en 1902 se creó el terri-


torio de Quintana Roo, don Emilio Rabasa sostuvo que no existía en
la Constitución mexicana procedimiento alguno que permitiera la
transformación de un Estado en Territorio; la reforma, pues, que creó
el Territorio de Quintana Roo, está en contra de la Constitución.
Esto quiere decir que desde 1902 la posición de Quintana Roo como
territorio está al margen de la ley, porque la Constitución de 1917
al hacer algunos cambios en la división territorial de la República,
vino a convalidar el vicio que existía en la creación de ese lejano
territorio, por otra parte la reforma que quitó territorio a Jalisco
para crear el territorio de Colima —decía Rabasa—, también es
inconstitucional, pero al igual que en el caso de Quintana Roo
fue convalidada por la Constitución de la República.
Curso de Derecho Constitucional 167

Por otra parte, la unión de un Territorio a un Estado tampoco


está permitida por la Constitución General. Los territorios están
bajo el control del Estado federal, no pueden unirse a una entidad
federativa, porque ninguna entidad federativa puede obtener una
ventaja en perjuicio de las demás, y si los territorios dependen directa-
mente del Gobierno Federal, no se debe autorizar, a un solo estado
el derecho de gozar de los recursos de un territorio que no le perte-
nece. Los Constituyentes de 1857 consideraban injusto que se permi-
tiese este tipo de uniones, de un territorio a un Estado; don Emilio
Rabasa decía: “No lo puede todo el Congreso Constituyente, no le
es posible anexar un territorio a un Estado”.

Nos queda ahora dilucidar los siguientes problemas: formación


de nuevos Estados dentro de otros; de territorios dentro de otros
Estados; unión de Estados, y señalar el procedimiento para fijar
los límites de los Estados.

Para la formación de nuevos Estados dentro de otros u otro, la


Constitución Federal de la República establece:

Articulo 73. El Congreso tienen facultad: …III. Para formar nuevos


Estados dentro de los límites de los existentes, siendo necesario al
efecto:
1° Que la fracción o fracciones que pidan erigirse en Estados
cuenten con una población de ciento veinte mil habitantes, por lo
menos.
2° Que se compruebe ante el Congreso que tienen los elementos
bastantes para proveer a su existencia política.
168 Mario de la Cueva y de la Rosa

3° Que sean oídas las Legislaturas de los Estados de cuyo territorio


se trate, sobre la conveniencia o inconveniencia de la erección del
nuevo Estado, quedando obligadas a dar su informe dentro de seis
meses, contados desde el día en que se les remita la comunicación
respectiva.
4° Que igualmente se oiga al Ejecutivo de la Federación, el cual enviará
su informe dentro de siete días, contados desde la fecha en que le sea
pedido.
5° Que sea votada la erección del nuevo Estado por dos terceras partes
de los diputados y senadores presentes en sus respectivas Cámaras.
6° Que la resolución del Congreso sea ratificada por la mayoría de
las Legislaturas de los Estados, previo examen de la copia del expe-
diente, siempre que hayan dado su consentimiento las Legislaturas
de los Estados de cuyo territorio se trate.
7° Si las Legislaturas de los Estados de cuyo Territorio se trate no
hubieren dado su consentimiento, la ratificación de que habla la frac-
ción anterior deberá ser hecha por las dos terceras partes del total
de Legislaturas de los demás Estados.

Nos encontramos, en suma, que para la formación de un nuevo


Estado, se necesitan requisitos de fondo y de forma: los primeros
son los que enuncia la fracción III del numeral 73, con los ordina-
les 1o. y 2o.; los de forma son los restantes del mismo artículo.
Este problema se discutió bastante al seno del Congreso Consti-
tuyente de 1857 y don Ignacio Ramírez fue el principal opositor
que tuvo esta fracción del 73 constitucional, pues decía que era
destructora del sistema federal, porque permitía a las Legislatu-
ras estatales destruir una entidad federativa; además, no es posible
entender alguna y por fortuna, hasta la fecha, no se ha dado un
solo caso en que las Legislaturas de los Estados, que pudieran resul-
tar afectados con la creación de un nuevo Estado, aprueben que se
Curso de Derecho Constitucional 169

les segregue parte de su territorio. El caso de Colima, Hidalgo y


Morelos se llevó a cabo sin la aprobación de las Legislaturas estatales
afectadas que fueron, respectivamente, Jalisco y el Estado de México.

Ahora bien, para la formación de un territorio dentro de otros


Estados, la Norma Fundamental nada nos dice sobre el particular,
pero es posible afirmar, mediante una exégesis correcta de la Consti-
tución, que tal cosa no está permitida. Las razones fundamentales
son dos: primero, la integridad de los Estados debe representarse con
las limitaciones que la Constitución autoriza; y, segundo, no ha
sido nunca propósito de la Constitución Federal aumentar el poder
del Estado federal a costa o en detrimento de las entidades federativas.

El caso de Quintana Roo, que en 1902 fue segregado del Estado


de Yucatán estuvo hasta la promulgación de la Constitución del
17, como lo afirma don Emilio Rabasa, al margen de ley; esto es,
fue una creación inconstitucional que vino a ser legislada por el Cons-
tituyente del 17.

IV. UNIÓN DE ESTADOS

En la Constitución de 1824 (art. 50, fracc. VII) se permitía la unión de


dos o más estados a petición de las legislaturas de las entidades que
querían unirse. Y el mismo precepto existió en el proyecto de Consti-
tución de 1857, pero su presencia a la hora de tomar decisiones
definitivas suscito un extraordinario debate. Don Ignacio Ramírez
se opuso a la inclusión de este artículo por las siguientes razones:
170 Mario de la Cueva y de la Rosa

Primero, porque si las legislaturas de los Estados intentan


unirse no pueden votar su propia desaparición, y segundo, porque
se corre el riesgo de que el “pez grande se coma al chico”; esto es,
que los Estados grandes presionen a los pequeños y los absorban,
obligándolos a aceptar la citada unión.

En consecuencia, el Constituyente del 57 no admitió en los


preceptos Constitucionales este artículo, que sí existía en la del 24.

V. PROCEDIMIENTO PARA FIJAR LOS LÍMITES


DE LAS ENTIDADES FEDERATIVAS

Ha habido una falsa interpretación de la Constitución de 1824,


respecto a su artículo 2, el cual afirma que una ley constitucional
fijará los límites del territorio de la Federación:

Artículo 2. Su territorio que comprende el que fue del virreinato


llamado antes Nueva España, el que se decía capitanía general de
Yucatán, el de las comandancias llamadas antes de provincias internas
de Oriente y Occidente, y el de la Baja y Alta California con los
terrenos anexos e islas adyacentes en ambos mares. Por una ley consti-
tucional se hará una demarcación de los límites de la federación,
luego que las circunstancias lo permitan.

La Constitución del 24, en el artículo que acabamos de trans-


cribir, no dio al Congreso Federal la facultad de fijar los límites de
las entidades federativas y en este sentido es como generalmente
se interpretó el artículo, tan sólo le concedió la facultad de esta-
blecer los límites del territorio nacional. Desde entonces a grandes
Curso de Derecho Constitucional 171

rasgos quedó abierto el problema que estamos tratando. En las


Siete Leyes de 1835 (régimen centralista), se dijo que una ley del
Congreso fijaría la extensión y límites de los Departamentos, pero
tal ley no llegó nunca a dictarse. La Constitución de 1857, por su
parte, coincide esencialmente con la Constitución vigente.

La Norma Fundamental de 1917, respecto al tema que nos


ocupa cita:

Art. 46.- Las entidades federativas pueden arreglar entre sí, por
convenios amistosos, sus respectivos límites; pero no se llevarán a efecto
esos arreglos sin la aprobación de la Cámara de Senadores.

Artículo 76.- Son facultades exclusivas del Senado:



XI. Resolver de manera definitiva los conflictos sobre límites terri-
toriales de las entidades federativas que así lo soliciten, mediante
decreto aprobado por el voto de las dos terceras partes de los indivi-
duos presentes (texto actual).

El artículo 46 nos remite a la Constitución en asuntos que con


motivo de los límites entre los Estados se suscitaren, estableciendo
únicamente la posibilidad de que los Estados arreglen sus diferen-
cias de acuerdo con los preceptos constitucionales posteriores.

Vienen después los artículos 116 y 73, fracc. IV, ¿Qué signifi-
can estos artículos? ¿Cómo se relacionan entre sí? ¿No hay oposición
entre ellos? ¿Cuáles son los Poderes del Congreso de la Unión?
172 Mario de la Cueva y de la Rosa

El texto original del artículo 116 nos señalaba que los Estados
podían celebrar convenios de carácter amistoso, que les permitiera
sanear sus dificultades en cuestiones de límites; es decir, estos conve-
nios debían someterse necesariamente a la aprobación del Congreso
Federal, ¿por qué? Hay dos opiniones al respecto:

1) El Congreso tiene que ratificar el convenio que celebren


los Estados en virtud de que las entidades federativas son Estados
independientes y, por tanto, en última instancia, celebran un tra-
tado internacional que sirve de base a la organización federal, así
pues, todo el pacto entre los Estados es un tratado y como los asun-
tos internacionales no dependen de las entidades federativas, debe
ser siempre aprobado por Congreso Federal.

2) Don Ignacio Ramírez decía que la razón por la cual el Con-


greso Federal intervenía forzosamente en la aprobación o desapro-
bación del convenio celebrado entre los Estados era la de evitar
que el Estado fuerte presionara al pequeño haciéndolo claudicar y
dando motivos a situaciones injustas. Por otra parte, sea una u otra
la tesis que se acepta, el Congreso Federal no puede modificar el
acuerdo que le someten a su consideración las entidades federativas,
únicamente esta facultado para aprobarlo o rechazarlo.

¿Qué significa el artículo 73, fracción IV? ¿Es una simple repro-
ducción del artículo 116? ¿Tiene algún sentido distinto? Existen dos
interpretaciones sobre este artículo constitucional y su fracción IV:
Curso de Derecho Constitucional 173

1) El Congreso de la Unión interviene sólo cuando las enti-


dades federativas le presentan un convenio.

2) El Congreso de la Unión puede intervenir en cualquier


momento aunque no le sea solicitada su intervención por las enti-
dades federativas.

Existe una tercera interpretación sobre esta fracción que es,


además, la correcta y única compatible con los artículos 116 y 46.
El artículo 116 existe por sí mismo, el Congreso no puede interve-
nir directamente, porque con ello estaría en contradicción con
el artículo 46; el alcance pues de la fracción de referencia es el
siguiente: cuando las entidades federativas celebren un convenio y
lo sometan a la consideración del Congreso Federal, éste puede
intervenir siempre y cuando las legislaturas locales lo faculten para
resolver el problema, siempre y cuando éste no se refiera a cuestio-
nes de carácter contencioso, caso en el cual el procedimiento a seguir
este determinado por los arts. 104, fracc. IV y 105, según los cuales
corresponde a los tribunales de la Federación conocer de las contro-
versias entre dos o más Estados, un Estado y la Federación, así como
las que surjan entre los tribunales.

Asimismo, las cuestiones del Distrito Federal y de la Federación


o de un Estado, en lo que se refiere a la controversia entre dos o más
Estados, corresponde sólo a la Suprema Corte de Justicia su resolu-
ción (art. 105).
174 Mario de la Cueva y de la Rosa

VI. EL DISTRITO FEDERAL

1. Antecedentes históricos. Su representación actual y los


problemas que suscita el artículo 44 constitucional

Los antecedentes históricos respecto al lugar en donde se asien-


tan los poderes de la Unión se encuentran en el artículo I, Sec-
ción 8, párrafo quinto de la Constitución norteamericana en la
cual se dice que “El Congreso tendrá facultad: Para legislar […]
al distrito que […], haya llegado a ser asiento del gobierno de
los Estados Unidos, y para ejercer la misma facultad sobre todos los
demás lugares comprados con el consentimiento de la legislatura del
Estado en el cual se hallen aquéllos […]”. Desde un principio y
sobre todo cuando la Confederación se transformó en Federación,
en Filadelfia, se pensó en la conveniencia de establecer una sede
autónoma para el Poder Federal, en virtud de que éste sería muy
débil si se quedaba dentro de la jurisdicción de un Estado, y por
tanto, lo mejor era dotarlo de un territorio propio.

Concepto de población en el Estado Mexicano

¿Cómo se clasifican los miembros de una población, sus derechos


y deberes frente al Estado? La primera referencia que encontra-
mos de la población, en la Constitución mexicana, es la que se
refiere a los nacionales y extranjeros; los primeros se subdividen
en ciudadanos y nacionales; esto es, aquellos en ejercicio de todos
sus derechos políticos. La nacionalidad es un término opuesto a
extranjero y significa la pertenencia a un determinado Estado. Este
Curso de Derecho Constitucional 175

concepto, también distinto del de ciudadanía, quiere decir plena


capacidad de ejercicio de los derechos políticos. Sobre esta misma
idea veamos que nos dice la Constitución Federal:

Artículo 30. La nacionalidad mexicana se adquiere por nacimiento


o por naturalización:
A) Son mexicanos por nacimiento:
I. Los que nazcan en territorio de la República, sean cual fuere la
nacionalidad de sus padres;
II. Los que nazcan en el extranjero, hijos de padres mexicanos nacidos
en territorio nacional, de padre mexicano nacido en territorio nacio-
nal, o de madre mexicana nacida en territorio nacional;
III. Los que nazcan en el extranjero, hijos de padres mexicanos por
naturalización, de padre mexicano por naturalización, o de madre
mexicana por naturalización, y a bordo de embarcaciones o aero-
naves mexicanas, sean de guerra o mercantes.
B) Son mexicanos por naturalización:
I. Los extranjeros que obtengan de la Secretaría de Relaciones carta
de naturalización; y
II. La mujer o el varón extranjeros que contraigan matrimonio con
varón o con mujer mexicanos, que tengan o establezcan su domicilio
dentro del territorio nacional […].

Igualmente, el original artículo 34 de la Norma Fundamental se


refiere a los ciudadanos y dice: Son ciudadanos de la República
todos los que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además,
los siguientes requisitos: I. Haber cumplido 18 años siendo casados,
o 21 si no son. II. Tener un modo honesto de vivir.

Esta cuestión de la nacionalidad está sujeta a varios principios


fundamentales:
176 Mario de la Cueva y de la Rosa

1. Todo hombre debe tener una nacionalidad; el hombre


sin patria es una excepción y se da sólo por razones
políticas.
2. Todo hombre debe tener una nacionalidad de origen: por
el hecho del nacimiento se adquiere una nacionalidad.
3. Se puede cambiar de nacionalidad con el consentimiento
indispensable del nuevo Estado.

Todo hombre debe tener, de origen, una nacionalidad que


adquiere desde su nacimiento. Ahora bien, los mecanismos para adqui-
rir otra nacionalidad han sido teóricamente dos.

VII. PROBLEMAS DE LA NACIONALIDAD

El jus sanguinis (derecho de sangre) y el jus solii (derecho de suelo). En el


primer supuesto, la nacionalidad se adquiere por la sangre, por los
padres se pertenece a una estirpe; en el segundo, la nacionalidad
está determinada por el territorio en que se efectúa el nacimiento.
Los dos sistemas han sido adoptados por los países de Europa
y América.

El jus solii es muy viejo y procede de la época feudal; era utili-


zado por los señores feudales, a quienes les interesaba tener una
población numerosa con la finalidad de tener más posibilidades
de éxito en las guerras en que se encontraban. Países que han adop-
tado el jus solii han sido, entre otros, Inglaterra, más tarde adqui-
rió el sistema del jus sanguinis; los que adoptaron el jus sanguinis
Curso de Derecho Constitucional 177

son España, Alemania, Austria y Hungría. Más tarde se implantó


el jus solii en América del Sur, los países sudamericanos necesitaban
poblarse y, por tanto, era necesario facilitar a sus nuevos residentes
la adquisición de la nacionalidad. En 1864 estos dos sistemas, uno
de los cuales —el jus solii— regía en Sudamérica y el jus sanguinis en
Europa, motivó una grave polémica entre Francia y Argentina,
en aquel entonces gobernada por Rosas: Francia reclamaba la presen-
cia de numerosos hijos de franceses que conforme la Constitución
de ese país tenían la nacionalidad francesa, no obstante haber
nacido y residido en Argentina; Rosas negó la expatriación de estos
hijos de franceses en virtud de que conforme a la Constitución
argentina tenían dicha nacionalidad y, por tanto, gozaban de las
prerrogativas que todo argentino tenía, entre las cuales se encon-
traba el derecho inalienable de vivir en su país sin poder —sin base
legal alguna— ser expatriados.

En el derecho mexicano, en épocas pretéritas, se siguió el sis-


tema del jus sanguinis; actualmente nos rige un sistema mixto, habién-
dose establecido como principio la nacionalidad mexicana, es decir,
en caso de conflicto sobre la nacionalidad de alguna persona debe
resolverse siempre dicha controversia a favor de la nacionalidad mexi-
cana. El jus sanguinis se ha definido vigorosamente y a su favor se ha
dicho que conserva la unidad y la tradición histórica de las familias;
esto, en atención a que en la vida moderna la familia cambia
frecuentemente de lugar, siendo por ello conveniente que se adopte
la nacionalidad de sus padres.
178 Mario de la Cueva y de la Rosa

Por lo que al jus solii se refiere, se dice que si este sistema no se


aplicara, países como Argentina estarían hoy, en su mayoría, poblado
por habitantes extranjeros. Es indispensable aplicar este sistema
en países de fuerte inmigración, ya que esto conlleva propiciar la
unidad de un pueblo compuesto por inmigrantes.

En 1857, al promulgarse la Constitución Federal de la Repú-


blica, en el artículo 30 se estableció:

Son mexicanos:
I. Todos los nacidos dentro ó fuera del territorio de la República, de
padres mexicanos.
II. Los estrangeros que se naturalicen conforme á las leyes de la
federación.
III. Los estrangeros que adquieran bienes raíces en la República ó
tengan hijos mexicanos, siempre que no manifiesten la resolución
de conservar su nacionalidad.

La reglamentación de este artículo fue encomendada a don


Ignacio Vallarta y se dice que desde entonces no se ha escrito nada
mejor sobre el proceso histórico de la elaboración de los dos sistemas
tradicionales: el jus solii y el jus sanguinis. Vallarta defendía el prin-
cipio del jus sanguinis. La fracción III del artículo que citamos quedó
mal redactada y Vallarta, al reglamentarla, la aclaró: “Los extran-
jeros desde el momento en que adquieren bienes raíces o llevan a
inscribir a sus hijos a la oficina del Registro Civil deben declarar
sin mentir su nacionalidad o adquieren la mexicana”. Es ésta una
adquisición extraordinaria de la nacionalidad.
Curso de Derecho Constitucional 179

La Constitución de 1917 cambió los principios, dando lugar a


un sistema no sólo mixto sino que además en los conflictos de
nacionalidad la ley siempre juega en beneficio de la nacionalidad
mexicana. Ya indicamos quiénes son mexicanos por nacimiento,
restándonos a decir que México ha roto con este hecho la norma
de reciprocidad internacional.

En otras palabras, son extranjeros en México:

Artículo 33. Son extranjeros los que no posean las calidades deter-
minadas en el artículo 30. Tienen derecho a las garantías que otorga
el Capítulo I, Titulo Primero, de la presente Constitución; pero el
Ejecutivo de la Unión tendrá la facultad exclusiva de hacer abando-
nar el territorio nacional, inmediatamente y sin necesidad de juicio
previo, a todo extranjero cuya permanencia juzgue inconveniente.

De igual forma, la ley de Nacionalidad y Naturalización nos dice


que son mexicanos por naturalización:

Articulo 2o. […]:


I. Los extranjeros que obtengan de la Secretaría de Relaciones carta
de naturalización.
II. La mujer extranjera que contraiga matrimonio con mexicano y
tenga o establezca su domicilio dentro del territorio nacional, conserva
la nacionalidad mexicana, aun después de disuelto el vínculo matri-
monial. La Secretaría de Relaciones Exteriores hará, en este caso, la
declaración correspondiente.

Nos dice igualmente el artículo 4o. de la misma ley, que la


mujer mexicana que se case con extranjero no pierde su naciona-
lidad por el hecho del matrimonio.
180 Mario de la Cueva y de la Rosa

Ahora bien, la nacionalidad mexicana se pierde:

a) Por adquirir voluntariamente una nacionalidad extranjera,


entendiéndose que no es adquisición voluntaria cuando
se hubiere operado por virtud de la ley, por simple resi-
dencia o por ser condición indispensable para adquirir
trabajo o para conservar el adquirido con anterioridad de
la Secretaría de Relaciones Exteriores.
b) Por aceptar o usar títulos nobiliarios que impliquen la
sumisión a un Estado extranjero.
c) Por residir, siendo mexicano por naturalización, durante
cinco años continuos en el país de su origen.
d) Por hacerse pasar, en cualquier instrumento público,
siendo mexicano por naturalización, como extranjero, o
por obtener y usar un pasaporte extranjero. La pérdida
de la nacionalidad mexicana sólo afecta a la persona sobre
la cual se den los supuestos antes citados.

De igual forma, la naturalización puede ser ordinaria o privi-


legiada. La primera se adquiere, en principio, por la residencia en
territorio nacional, y el procedimiento para tal efecto esta seña-
lado en los artículos del 7o., al 19 de la Ley de Nacionalización y
Naturalización:

Puede naturalizarse por el procedimiento especial que señala este


capítulo las personas siguientes:
I. Los extranjeros que establezcan en territorio nacional una indus-
tria, empresa o negocio que sea de utilidad para el país [e] implique
notorio beneficio social.
Curso de Derecho Constitucional 181

II. Los extranjeros que tengan hijos legítimos nacidos en México


III. Los hijos de padre extranjero y madre mexicana, nacidos en el
extranjero, que residan en México al cumplir su mayoría de edad
conforme a la ley mexicana, si dentro del año siguiente manifiestan
a la Secretaría de Relaciones su voluntad de ser mexicano.
IV. Los extranjeros casados con mujer mexicana por nacimiento.
V. Los colonos que establézcanse en el país de acuerdo con las expe-
didas leyes de colonización.
VI. Los mexicanos por naturalización que hubieran perdido su nacio-
nalidad mexicana por haber residido en el país de su origen.
VII. Los indo latinos y españoles de origen que establezcan su resi-
dencia en la República.
VIII. El procedimiento a seguir en cada uno de los casos previstos
en el artículo anterior (21 de la ley de nacionalidad y naturaliza-
ción se señalan los artículos del 22 al 29 de la ley citada).

La diferencia que existe entre la nacionalidad de origen y la


nacionalidad por naturalización es que, aquéllos que se encuentran
en el segundo supuesto no pueden ser diputados (art. 55 Const.),
senadores (art. 58 Const.), Ministros de la Suprema Corte (art. 95
Const.) ni presidente de la República (art. 82 Const.).
Elementos del estado mexicano y el gobierno federal

I. EL ESTADO FEDERAL. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES.


IDENTIDAD DE PRINCIPIO DE ESTADO FEDERAL
Y ENTIDADES FEDERATIVAS . LA GARANTÍA FEDERAL

E l estado federal mexicano es un Estado unitario, se ha


superado ya la vieja idea de que era una Unión de Estados.
Lo que existe hoy es, tan solo, siguiendo la idea de Wilson, un
gobierno doble, lo cual trae dos consecuencias importantes:

1. La necesidad de definir en donde se ubica el poder federal


y cuáles son los poderes locales.
2. Las relaciones que pueden darse entre el Estado federal
y las entidades federativas.

183
184 Mario de la Cueva y de la Rosa

Los poderes pertenecientes a la Federación se encuentran seña-


lados exhaustivamente en el pacto federal; los que corresponden
a las entidades federativas se encuentran delimitados en las Consti-
tuciones locales, de aquí la obligación que tienen todos los Estados
de darse una Norma constitucional que no podrá contrariar la
Constitución federal:

Artículo 41. El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes


de la Unión, en los casos de la competencia de éstos, y por los de los
estados, en lo que toca a sus regímenes interiores, en los térmi-
nos respectivamente establecidos por la presente Constitución Fede-
ral y las particulares de los Estados, las que en ningún caso podrán
contravenir las estipulaciones del Pacto Federal.

Artículo 133. Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión


que emanen de ella y todos los Tratados que estén de acuerdo con la
misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la República,
con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión.
Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y
tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber
en las Constituciones o leyes de los Estados.

La Constitución General de la República está por encima de


las Constituciones locales; si ocurriese que éstas tratasen de violar
el Pacto Federal, los Tribunales de la Federación estarán listos para
mantenerlos en sus límites competenciales.

Por lo que respecta a la segunda consecuencia, podemos decir


que de acuerdo con los artículos 40 y 115 constitucionales, las
Curso de Derecho Constitucional 185

decisiones políticas fundamentales que existen en la máxima Norma


Federal deben existir también en las Constituciones locales; es decir,
tanto la fundamental como las otras son homogéneas, se trata de
una unidad.

Artículo 40. Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una


República representativa, democrática, Federal, compuesta de Estados
libres y soberanos con todo lo concerniente a su régimen interior;
pero unidos en una federación establecida según los principios de
esta ley fundamental.

Artículo 115. Los Estados adaptaran, para su régimen interior, la


forma de gobierno republicano, representativo, popular, teniendo
como base de su división territorial y de su organización política y
administrativa el municipio libre, conforme a las bases siguientes: …

II. DE LA GARANTÍA FEDERAL

Se puede definir este concepto diciendo que es la obligación o deber


que tiene el Estado federal, de mantener el régimen de las entidades
federativas; encontramos sus antecedentes en el artículo IV, Sec-
ción 4 de la Constitución de los Estados Unidos de América, según
el cual, el Poder Federal debe proteger a sus Estados. Y en igual
sentido en el Sexto de la Constitución argentina, que según dice:
el Poder Federal interviene para garantizar la forma de gobierno de
las entidades y respetar las agresiones de que estas sean víctimas.

Los autores norteamericanos, al elaborar la doctrina de la garan-


tía federal, han llegado a las siguientes conclusiones. La garantía
federal es triple: externa, republicana y de disturbio interno.
186 Mario de la Cueva y de la Rosa

a) Externa. Es decir, el Poder Federal debe defender a las enti-


dades federativas contra las invasiones de Estados extran-
jeros.
b) La forma republicana. El gobierno federal tiene la obli-
gación de asegurar a sus entidades una forma de gobierno
republicana federal.
c) Disturbios internos. En caso del surgimiento de subleva-
ciones, el Estado federal solo interviene a petición de las
entidades federativas afectadas. Cuando se trate de rebe-
liones o revoluciones interviene de oficio.

Los autores argentinos, al hablar de la garantía federal, nos


dicen que es cuádruple:

a) Invasión extranjera. El Estado Federal tiene la obligación


de defender a todas las provincias en caso de alguna inter-
vención armada del extranjero.
b) Invasión por otra provincia. En este caso el Estado federal
deberá intervenir inmediatamente.
c) Garantía de la forma republicana. El gobierno federal debe
garantizar en cada entidad federativa una forma republi-
cana de gobierno.
d) Garantía en los casos de sedición, o garantía doméstica
como la llaman los norteamericanos.

En los casos primero y tercero el gobierno federal debe inter-


venir de oficio, en los otros dos, solamente a petición de las auto-
ridades locales.
Curso de Derecho Constitucional 187

Asimismo, estos autores hablan de garantía reconstructiva y


garantía ejecutiva.

a) Garantía reconstructiva. Es la que tiene como finalidad


restablecer la forma republicana de gobierno.
b) Garantía ejecutiva. Esta formada por los otros tres casos
de los que habla la doctrina argentina.

La diferencia entre la garantía reconstructiva y la ejecutiva es


que en la primera se trata del mantenimiento de un principio consti-
tucional, no importan las personas, se va a restablecer algo que
había desaparecido; en la segunda, lo que se va a mantener son las
instituciones preconstituidas.

Ahora bien, el gobierno federal es el único que puede legislar,


por lo que se refiere a las garantías reconstructivas y ejecutivas.
Todas las facultades que se atribuyen al gobierno federal y no son
expresas para cada poder, corresponden a las legislaturas locales.
Derecho mexicano

E l texto original del artículo 122 constitucional, actualmente


el artículo 119, cita lo siguiente: Los poderes de la Unión,
tienen el deber de proteger a los Estados contra toda invasión o
violencia exterior. En cada caso de sublevación o trastorno interior,
les prestarán igual protección, siempre que sean excitados por la Le-
gislatura del Estado, o por su Ejecutivo, si aquélla no estuviere reunida.

Este artículo que acabamos de transcribir consigna la garan-


tía ejecutiva pero no ignora la reconstructiva. ¿Hubo un olvido en la
Constitución mexicana? ¿No existe la garantía federal en la forma
republicana? El problema no está estudiado en el derecho mexicano,
sin embargo, se pueden ofrecer las siguientes consideraciones basa-
das en antecedentes históricos:

189
190 Mario de la Cueva y de la Rosa

El Constituyente del 57 deliberadamente suprimió la garantía


reconstructiva porque podía ser funesta para las entidades fede-
rativas. Se dejó a las Legislaturas locales y a la Suprema Corte para
que remediaran las controversias. Ramírez, Mata y Arriaga, tenían
un profundo respeto por la forma federal. El gobierno se dio cuenta
posteriormente que algunos gobiernos estatales no les simpatizaba
y apareció el artículo 76, fracción V, en donde se dijo:

Son facultades exclusivas del Senado: […] V. Declarar, cuando hayan


desaparecido todos los poderes constitucionales [legislativos y ejecu-
tivos] de un Estado, que es llegado el caso de nombrarle un gober-
nador provisional, quien convocará a elecciones conforme a las leyes
constitucionales del mismo Estado. El nombramiento de gobernador
se hará por el Senado a propuesta en terna por el Presidente de la
República, con aprobación de las dos terceras partes de los miembros
presentes, y en los recesos, por la Comisión Permanente, conforme
a las mismas reglas. El funcionario así nombrado, no podrá ser electo
gobernador constitucional, en las elecciones que se verifiquen en
virtud de la convocatoria que él expidiere. Esta disposición regirá
siempre que las constituciones de los Estados no prevean el caso.

Don José María Iglesias sostenía que la Suprema Corte de Justi-


cia de la Nación podía alegar su intervención en caso de conflic-
tos entre Estados, por lo que se refiere al origen legal de los
funcionarios.

Don Ignacio L. Vallarta sostenía, por otra parte, que la Corte


no podía estudiar el nombramiento de los funcionarios o su incom-
petencia de origen. La tesis propuesta por Vallarta fue la que triunfó.
Curso de Derecho Constitucional 191

Según la propuesta de Iglesias, era posible, incluso, que la Corte


juzgara la elección de Presidente de la República. Como resultado
de esta polémica vino la fracción V, apartado B del artículo 72 de la
Constitución de 1857, el cual contempla el supuesto triunfo
de la tesis de don José María Iglesias. ¿Cuál fue la idea del Constitu-
yente con respecto a esta fracción? ¿Qué se hizo o quiso decir con
esta o ella? No existe una exposición de motivos al respecto, lo
que se pensó se ignora, tendremos que utilizar otros medios de
investigación, no hay antecedentes en ninguna otra Constitución
mexicana. Desde entonces la citada fracción se usa en todos los
casos en que el poder ejecutivo no simpatiza con los gobiernos de
las Entidades. Según el maestro (Mario de la Cueva), esta fracción
es la garantía reconstructiva de la doctrina argentina.
Interpretación de la fracción V del artículo 76
de la Constitución de 1917

Artículo 76. Son facultades exclusivas del Senado:


[…]
V. Declarar, cuando hayan desaparecido todos los poderes constitu-
cionales de un Estado, que es llegado el caso de nombrarle un gober-
nador provisional, quien convocará a elecciones conforme a las leyes
constitucionales del mismo Estado. El nombramiento de gobernador
se hará por el Senado, a propuesta en terna del Presidente de la Repú-
blica, con aprobación de las dos terceras partes de los miembros pre-
sentes, y en los recesos, por la Comisión Permanente, conforme a las
mismas reglas. El funcionario así nombrado no podrá ser electo gober-
nador constitucional, en las elecciones que se verifiquen en virtud
de la convocatoria que él expidiere. Esta disposición regirá siempre
que las constituciones de los Estados no prevean el caso;

La garantía federal es una aplicación del artículo 122 constitu-


cional. En el derecho extranjero, y principalmente en la doctrina
argentina, se habla de una doble garantía: ejecutiva y reconstructiva.

193
194 Mario de la Cueva y de la Rosa

Si el Estado federal le garantiza a cada provincia una forma republi-


cana de gobierno, y por cualquier circunstancia se altera esa forma, la
Federación debe intervenir para reconstruirla, para reimplantar
la forma original; así, la garantía reconstructiva significa “borrar lo
que existe en la entidad federativa y luego reconstruir la forma
federal (Republicana) de gobierno”. Por ejemplo: si se estableciera
en alguna de las entidades una Constitución Monárquica, se justifi-
caría la intervención del Poder de la Federación para reimplantar
la forma republicana de gobierno. Por otro lado, la garantía ejecu-
tiva tiene como función principal restablecer el orden y los poderes
legalmente constituidos.

La diferencia que existe entre estas dos formas de garantía,


es que en la ejecutiva no se hace ninguna modificación interna; en
cambio, con la reconstructiva se destruye la existente para volver
al pasado. La Constitución que nos rige se refiere únicamente, en su
artículo 122, a la garantía ejecutiva.

Las doctrinas norteamericana y argentina han sostenido que


los poderes de la garantía reconstructiva y ejecutiva corresponden
al Congreso Federal; él es el único que puede ordenar el alcance de la
actuación del Poder Federal, sin embargo, éste se conforma sólo con
dictar las normas para que sea el Presidente de la República quien
deba ejecutarlas.

Nada había en el Congreso Constituyente de 1857 sobre la


garantía reconstructiva. Don Sebastián Lerdo de Tejada afirmó que
Curso de Derecho Constitucional 195

dicho Constituyente queria que el Congreso fuese quien tuviera


todo el poder, sin embargo, rendía honores a López de Santa Anna,
y fue así como decidieron que una sola Cámara era mejor que dos.
En una circular de 1874, Lerdo de Tejada dijo que el Presidente
era un juguete del Congreso y propuso, mediante una reforma, la
creación de la Cámara de Senadores. La verdad es que no existía
realmente el temor al Congreso, por ello, éste se plegó y voto la esci-
sión o división en dos Cámaras. En este mismo año cuando se hace
la reforma al artículo 72; no existe registro de ninguna exposición
de motivos sobre los antecedentes como ya lo dejamos apuntado.

Ahora bien, el artículo 76 de la Constitución de 1917, no es


igual al 72 de la Constitución de 1857, entre los dos existe una
significativa diferencia: el precepto del 57 dice: “Declarar, cuando
hayan desaparecido los Poderes constitucionales Legislativo y Ejecu-
tivo de un Estado, que es llegado el caso de nombrar un gobernador
provisional […].” Mientras tanto, el precepto del 17 habla de desapari-
ción de todos los poderes constitucionales.

En 1857 queda pues al Tribunal Superior de Justicia del Estado


la interpretación de este artículo. Don Paulino Machorro Narváez
dice sobre el tema que nos ocupa que: “sólo en el caso de que hayan
desaparecido todos los poderes constitucionales se puede nombrar
un gobernador, pues por tradición corresponde al Presidente del
Tribunal Superior de Justicia del Estado hacerse cargo del poder”.
El licenciado Machorro defendió el presupuesto, de que el Poder Judi-
cial, tiene el mismo rango que los otros dos poderes.
196 Mario de la Cueva y de la Rosa

Lanz Duret, explicando la fracción V del artículo 76, indica


que ésta sólo puede aplicarse cuando hay desaparición de hecho
de todos los poderes y que fuera de este supuesto general no tiene
aplicación. Ponía como ejemplo la renuncia de los funcionarios
de los tres poderes, el abandono del poder por los mismos, un
terremoto, etcétera; y seguía diciendo que “en México lamentable-
mente se han confundido dos cosas distintas: la desaparición de hecho
de los poderes y la responsabilidad de carácter oficial y del orden
común de los funcionarios”. Como dice Lanz Duret, cuando un
funcionario incurre en algún ilícito por acción u omisión debe exigír-
sele responsabilidad conforme al artículo 108 constitucional original:

“Los senadores y diputados al Congreso de la Unión, los magistrados


de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los secretarios del Des-
pacho y el Procurador General de la República, son responsables por
los delitos comunes que cometan durante el tiempo de su encargo y
por los delitos, faltas u omisiones en que incurran en el ejercicio de
ese mismo cargo. Los gobernadores de los Estados y los diputados a
las Legislaturas locales, son responsables por violaciones a la Constitu-
ción y leyes federales. El Presidente de la República, durante el tiempo
de su encargo, solo podrá ser acusado de alta traición a la patria
y delitos graves del orden común”.

Es importante destacar que la Constitución no define cuales


son los delitos graves. De igual forma, la confusión entre la desapa-
rición de hecho de los poderes y la responsabilidad de los funcio-
narios, trae por consecuencia los inconvenientes que citamos a
continuación:
Curso de Derecho Constitucional 197

1. Confusión de dos conceptos jurídicos: tales como la desapa-


rición de poderes y la responsabilidad de funcionarios.
2. La no exigencia de la responsabilidad en que incurren
dichos funcionarios.
3. No se respeta el principio constitucional de que ningún
hombre puede ser juzgado sin ser previamente oído (garan-
tía de audiencia) y simplemente se hace la declaración de
desaparición de poderes.
4. Se otorga al Senado de la República un arma poderosísima.

En virtud de todo lo anterior —concluye Lanz Duret—, no se


debe interpretar la fracción que venimos comentando, en el sen-
tido de que la responsabilidad de las autoridades de un Estado
ocasiona la desaparición de poderes. Solamente en el caso de que
la responsabilidad de los tres poderes sea probada, puede haber
aplicación de la fracción V del artículo 76, además de las consecuen-
cias necesarias y resultantes de la responsabilidad en que han incu-
rrido los funcionarios del Estado. El Senado debe comprobar, para
decretar su desaparición, que realmente han desaparecido los pode-
res. Otro dato a destacar respecto a la fracción, es que la fracción
siguiente, en el párrafo final, parece que deja una ley reglamentaria
de la mencionada fracción, cosa que hasta nuestros días no se ha
hecho y que de realizarse sólo por desaparición de hecho podría decla-
rar el Senado la desaparición de poderes.
Distribución de competencias

E l artículo 124 constitucional establece que: “Las facultades


que no están expresamente concedidas por esta Consti-
tución a los funcionarios federales, se entienden reservadas a los
Estados”. Cuando abordamos el tema de las competencias, necesa-
riamente debemos recurrir a los dos sistemas existentes respecto a
la distribución de competencias: el norteamericano y el canadiense.

La diferencia entre los dos sistemas tiene su origen en la


conformación del Estado Federal. En Estados Unidos se parte de
la existencia de varios Estados independientes que llegan a construir
una Federación; en el caso de Canadá, un Estado unitario central
pasa a convertirse en un régimen federal.

Ahora bien, los artículos que originalmente integraron la


Constitución norteamericana fueron diez. El artículo I, Sección 1

199
200 Mario de la Cueva y de la Rosa

establece: “Todas las facultades legislativas que esta Constitución


concede se depositan en un Congreso de los Estados Unidos, el
cual se compondrá de un Senado y una Cámara de Representantes”.

Se ha dicho que la concepción de la soberanía europea y norte-


americana son distintas; esto es, en la concepción europea la sobera-
nía radica en el pueblo, en cambio, en la concepción norteamericana
radica en el Congreso. Una de las enmiendas a la Constitución
norteamericana establece una doble competencia: una para el Estado
Federal y entidades federativas, y otra para el pueblo. Este artículo
cita igualmente que las facultades que no han sido delegadas a la
Federación o a los Estados se entienden reservadas al pueblo.

Así, el Estado no es omnipotente, está limitado por la Norma


Fundamental; las facultades que el pueblo no ha dado al gobierno
federal están reservadas a los gobiernos de las provincias, y aquellas
que no han sido delegados a uno u otro poder pertenecen al
pueblo. De igual forma, el artículo 10 constitucional norteamericano
que venimos revisando tiene los siguientes alcances:

1o. El pueblo señala las facultades del Estado federal.


2o. El pueblo puede suprimirle al Estado federal y a las provin-
cias determinadas facultades.
3o. Todas las facultades que el pueblo no ha otorgado al Estado
Federal o a las provincias en sus Constituciones, se entien-
den reservadas para él.
Curso de Derecho Constitucional 201

James Brais, autor norteamericano, en su obra titulada Derecho


constitucional, desmenuzando los artículos constituciones que refie-
ren a estos problemas, hizo la siguiente clasificación de atribucio-
nes, que fija la competencia del Estado federal y de las entidades
federativas:

1. Los poderes que corresponden únicamente al gobierno fede-


ral son los poderes atribuidos expresa y exclusivamente a la Federa-
ción, ejemplo: los asuntos internacionales. Todo lo que se refiere a
las atribuciones nacionales: el ejército, la marina, el comercio exte-
rior, la moneda, correos, pesas y medidas, aviación, transportes no
locales, etcétera.

2. Poderes que sólo corresponden a los Estados, ejemplo: todas


las demás facultades, es decir, aquellas que no están reservadas a la
Federación, con las limitaciones que más adelante veremos.

3. Poderes, atribuciones o facultades que pueden ejercerse,


independientemente, por el gobierno federal o por los Estados o
lo que daría en llamar la doctrina norteamericana facultades concu-
rrentes. Las facultades concurrentes han tenido gran importancia
en Estados Unidos, en México no. Son aquellas que puede ejercer
la Federación y los Estados. Los gobiernos locales podrán ejercer las
facultades que en la Constitución no les estén prohibidas expre-
samente, en aquellos casos en que la Federación no las ejerza ni se
oponga a que las entidades federativas las realice.
202 Mario de la Cueva y de la Rosa

Ahora bien, en el momento en que el Poder Federal realice


alguna actividad inherente a sus atribuciones deben cesar las acti-
vidades de las entidades federativas. Esto se explica en razón de que
son tantas las atribuciones que tiene el Estado Federal que se ve
imposibilitado para realizarlas todas y entonces los gobiernos locales,
en virtud de no estarles prohibido constitucionalmente y ayudando
al gobierno central, pueden y deben realizarlas con la única limita-
ción de que cuando el gobierno federal se oponga automáticamente
debe cesar la intervención del gobierno local.

4. Poderes prohibidos al gobierno federal, ejemplo: los dere-


chos del hombre, que en Estados Unidos se consignan mayorita-
riamente en las Constituciones locales y los que se establecen en
las Enmiendas a la Constitución norteamericana, esto quiere decir
que el Poder Federal, al dictar sus leyes o ejercer cualquiera facul-
tad, no puede violar los derechos del hombre.

5. Facultades prohibidas a los gobiernos de los Estados.


Algunos preceptos de la Constitución establecen, por ejemplo, que
los Estados no pueden celebrar ciertos actos: tratados, sostener ejér-
citos, tener marina propia, etcétera.

Matheius, tratando de perfeccionar la explicación de Brais,


añadía una sexta atribución: actos prohibidos a la Federación y a
los Estados, ejemplo: expedición de leyes retroactivas o no consig-
nación de las Constituciones de todos los derechos del hombre.
Curso de Derecho Constitucional 203

El último sistema, a propósito de la competencia, lo encontra-


mos en Argentina, en cuyo artículo 104 constitucional dice: “Las
provincias conservan todo el poder no delegado por esta Constitu-
ción al gobierno federal, y el que expresamente hayan reservado por
pactos especiales al tiempo de una incorporación”. Con este supuesto
se rompe el principio de la unidad constitucional y los autores argen-
tinos, al explicarlo, señalan que tiene su origen en la idea de que el
Estado federal se realiza merced a un tratado internacional; afir-
man que esto constituye una anomalía y que resulta prácticamente
inaplicable.

A continuación se explicará la distribución de competencias


entre el Estado federal y las entidades federativas según textos del
derecho positivo mexicano. Siguiendo la doctrina de Brais y Matheius,
quienes agrupan las diversas competencias entre la Federación y
las provincias en seis grupos, vemos nosotros realizada esta teoría,
en nuestra Constitución, bajo los siguientes supuestos:

PRIMER GRUPO. PODERES QUE CORRESPONDEN


ÚNICAMENTE AL GOBIERNO FEDERAL

Se puede establecer como principio que las facultades que correspon-


den al Estado federal son todas las que la Constitución enumera,
por virtud de que nuestro sistema contempla facultades expresas
para la Federación, y entre ellas se pueden señalar:

a) La expedición de leyes reglamentarias y orgánicas de la


Constitución (Arts. 133, 6o., y 16 transitorios).
204 Mario de la Cueva y de la Rosa

b) La Jurisdicción que ejerce la Federación sobre el Distrito


Federal, territorios e islas que no pertenezcan a alguna enti-
dad federativa y Territorios federales (art. 73 fracc. VI.)
“El Congreso tienen facultad: […] VI. Para expedir el
Estatuto de Gobierno del Distrito Federal y legislar en lo
relativo al Distrito Federal […]”.
c) Las facultades que se atribuyen a los distintos poderes
de la Federación (arts. 73, 74 y 76, por lo que al Poder
Legislativo se refiere; 89 en cuanto a las facultades y obliga-
ciones del Poder Ejecutivo, y 103 y 104 en lo referente al
Poder Judicial).

SEGUNDO GRUPO

Dentro de las facultades atribuidas a los Estados, es posible señalar


tres rubros importantes:

a) A los Estados corresponde la facultad de organizarse y de


establecer los órganos estatales de acuerdo con el artículo
115 de la Constitución General.
b) Les corresponde arreglar sus diferencias en lo concerniente
a cuestiones de límites, debiendo los convenios ser aproba-
dos por el Congreso de la Unión (art. 116). (Texto original)
c) El principio sobre las facultades que no corresponden
constitucionalmente al Gobierno Federal (art. 124), y que
se entienden reservadas a los Estados.
Curso de Derecho Constitucional 205

Hay, pues, facultades expresamente concedidas a los Estados


y facultades que corresponden al pueblo de los Estados por pertene-
cer, constitucionalmente, a la Federación. El hecho de que el
artículo 124 constitucional indique que todas las facultades de estos
sean ilimitadas, pues su barra o límite se encuentra en las Constitu-
ciones locales.

TERCER GRUPO. FACULTADES CONCURRENTES

Ya hemos visto que en los Estados Unidos de América la doctrina


ha concluido que las facultades concurrentes sí son posibles; este
supuesto tiene una realidad, y por ella se entienden atribuciones
que pueden ser ejercidas por la Federación o por los Estados. Los
autores norteamericanos exigen, para que se den las faculta-
des concurrentes, dos requisitos: que la atribución competa, en
primer término, al gobierno Federal, y que esa atribución no esté
expresamente prohibida a los Estados.

Partiendo de estas dos ideas, se dice que los Estados pueden


ejercer las facultades que no les están prohibidas en la medida
en que dichas facultades no las ejerza la Federación, y siempre
que ésta no prohíba a los Estados su ejercicio. Entiéndase bien, es
la Federación quien puede prohibir el ejercicio de determinada
facultad a las entidades federativas, porque si la Constitución
preceptuara el no ejercicio de esa facultad, la facultad concurrente
no podría darse.
206 Mario de la Cueva y de la Rosa

Los constitucionalistas mexicanos dicen que en nuestro país


no se han desarrollado las facultades concurrentes; diríamos que los
gobiernos locales de los Estados Unidos se sienten lo suficientemente
libres para hacer uso de sus facultades y prerrogativas y que, en cambio,
nuestras provincias tienen temor al Gobierno Federal. La idea de
las facultades concurrentes entre nosotros no es igual a la de Estados
Unidos, sino más bien ciertas materias o atribuciones las ha otor-
gado la Constitución a la Federación y a los gobiernos locales.

Los ejemplos más importantes sobre la materia los tenemos


en el art. 3o: “La educación que imparta el Estado —Federación,
Estados, Municipios— tenderá a desarrollar armónicamente todas
las facultades del ser humano…”, y en la fracc. XXV del art. 73,
“El Congreso tiene facultad: … así como para dictar las leyes encami-
nadas a distribuir convenientemente entre la Federación, los Estados
y los Municipios el ejercicio de la función educativa y las aportacio-
nes correspondientes a ese servicio público, buscando unificar y coor-
dinar la educación en toda la República. …”; se ha señalado también
al artículo 121, que puede tener el sentido de las facultades concu-
rrentes en los términos de la doctrina norteamericana: “En cada
Estado de la Federación se dará entera fe y crédito a los actos públi-
cos, registros y procedimientos judiciales de todos los otros. El Con-
greso de la Unión, por medio de leyes generales, prescribirá la
manera de probar dichos actos, registros y procedimientos, y el efecto
de ellos, sujetándose a las bases siguientes: … ”.

Las leyes generales a que se refiere el artículo precedente no


han sido dictadas por el Congreso de la Unión; han sido los Estados,
Curso de Derecho Constitucional 207

mediante leyes locales, quienes lo han reglamentado y hecho cum-


plir, siendo últimamente cuando el Código Federal de Procedimientos
Civiles lo ha venido a reglamentar.

CUARTO GRUPO. ACTOS PROHIBIDOS


A LA FEDERACIÓN Y A LOS ESTADOS

Hay un capítulo esencial con relación a este grupo: las garantías


individuales o derechos del hombre no pueden ser violados ni por
el poder federal ni por los poderes locales; ni uno ni otro poder
puede realizar acto alguno contrario a los derechos del hombre, no
solo por teoría, sino porque es indispensable decir al Estado que
se le dan determinadas facultades y que en ciertas ocasiones hasta se le
concede la posibilidad de suprimir determinadas garantías indivi-
duales, pero en el ejercicio de las primeras, no podrán nunca violar
los derechos del hombre, y en el segundo caso les será imposi-
ble suprimirlos todos. Nuestra declaración de los derechos del
hombre o garantías individuales es más completa que la del pueblo
norteamericano, porque la declaración de los derechos del hombre,
en los Estados Unidos, no está en la Constitución federal sino en
las Constituciones de las entidades federativas.

QUINTO GRUPO. ACTOS PROHIBIDOS A LA FEDERACIÓN

El artículo 130 establece que corresponde a los poderes federa-


les conocer sobre la materia de culto religioso, y al efecto señala:
“El Congreso no puede dictar leyes estableciendo o prohibiendo
208 Mario de la Cueva y de la Rosa

religión cualquiera” ¿se trata en este caso del principio de la libertad


de conciencia? Tal parece que sí. Este segundo párrafo del numeral
130 se puede interpretar de la siguiente forma:

a) La religión del Estado se puede exigir puesto que el gobierno


siempre protege y ampara una religión; empero, no puede obligar a
los individuos a que la profesen.

b) Existe la libertad de conciencia, puesto que no es contra-


dictoria a la religión del Estado, pudiendo ambas coexistir.

También es un acto prohibido a la Federación la disposición


contenida en el último párrafo del artículo 131: “[…]; pero sin que la
misma Federación pueda establecer, ni dictar en el Distrito y Terri-
torios federales, los impuestos y leyes que expresan las fracciones
VI y VII del artículo 117”.

Artículo 117. “Los Estados no pueden, en ningún caso: […] VI. Gravar
la circulación, ni el consumo de efectos nacionales o extranjeros, con
impuesto o derechos cuya exención se efectué por aduanas locales,
requiera inspección o registro de bultos, o exija documentación que
acompañe la mercancía; VII. Expedir ni mantener en vigor leyes o
disposiciones fiscales que importen diferencias de impuestos
o requisitos por razón de la procedencia de mercancías nacionales o
extranjeras, ya sea que esta diferencia se establezca respecto de la
producción similar de la localidad, o ya entre producciones seme-
jantes de distinta procedencia”;
Curso de Derecho Constitucional 209

SEXTO GRUPO. ACTOS PROHIBIDOS


EXPRESAMENTE A LOS E STADOS

Con respecto a este grupo, encontramos prohibiciones absolutas y


prohibiciones relativas, siendo las últimas aquellas que puedan
levantarse ya que están sujetas a condición. Las prohibiciones absolu-
tas las reglamenta el artículo 117 que señala con claridad que los
Estados no pueden celebrar alianzas, expedir patentes de corzo,
etcétera. Las prohibiciones relativas las señala el artículo 118 al
citar que:

Tampoco pueden, sin consentimiento del Congreso de la Unión:


I. Establecer derechos de tonelaje, ni otro alguno de puertos, ni impo-
ner contribuciones o derechos sobre importaciones o exportaciones;
II. Tener, en ningún tiempo, tropa permanente ni buques de guerra, y
III. Hacer la guerra por sí a alguna potencia extranjera, exceptuándose
los casos de invasión y de peligro tan inminente, que no admita
demora. En estos casos darán cuenta inmediata al Presidente de
la República.

Nos quedan, por último, dos cuestiones por resolver: a) Cuando


una facultad no es atribución del gobierno federal y tampoco de las
Constituciones locales, ¿qué pasos pueden darse? y b) La interpre-
tación de la fracc. XXX del art. 73: “El Congreso tiene facultad:
[…] XXX. Para expedir todas las leyes que sean necesarias, a objeto
de hacer efectivas las facultades anteriores, y todas las otras concedi-
das por esta Constitución a los Poderes de la Unión”.
210 Mario de la Cueva y de la Rosa

Es el problema de las facultades implícitas que han servido al


gobierno federal, hasta la fecha, para aminorar o restringir faculta-
des a las entidades federativas ¿existen en realidad? ¿estas facultades
están implícitas? ¿qué significación tienen las facultades expresas y
qué alcance tienen las implícitas, si las hay?
L ibro tercero
División de poderes

L a doctrina de la división de poderes está en la base de la


estructura del Estado mexicano. Por su parte, la doctrina
de la representación, la idea del derecho natural y la doctrina de
la soberanía, definen la manera de ser del Estado. La doctrina de la
división de poderes, en cambio, no es en esencia de corte democrá-
tica, pues está puede darse en un régimen monárquico, pero sí es
en esencia de la estructura del Estado moderno.

El tema de la división de poderes tiene una larga trayectoria.


Podemos remontarnos a la época de Aristóteles, en cuyos libros
encontramos las ideas precedentes de esta doctrina. El filósofo
griego hacía mención de las diversas actividades que debían realizar
los órganos del poder público; igualmente, hizo referencia al con-
cepto de un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

213
214 Mario de la Cueva y de la Rosa

Sin embargo, a partir del feudalismo se acepta la idea de que el


gobierno puede ser “de representación”. Por otra parte, la Declara-
ción de los Derechos del Hombre, surgida a partir de la Revolución
francesa, garantizó la libertad humana: las positivas y las negati-
vas, frente al Estado: la libertad negativa —nos dice la doctrina fran-
cesa— consiste en que el Estado debe respetarse, no puede limitar
las libertades humanas (garantías individuales) y, la libertad posi-
tiva, la cual consiste en el derecho que tienen los hombres de par-
ticipar en el gobierno.

En suma, la doctrina de la división de poderes aparece con


Aristóteles, en la Edad Media se difunde y se pierde en el absolu-
tismo, volviendo a aparecer en las constituciones norteamericanas
y en la Constitución francesa. La teoría de la división de poderes es
esencialmente contemporánea, ya que radicalmente es distinta a la
concepción antigua, y ha sido elaborada fundamentalmente por
Locke y Montesquieu, así como por las aportaciones doctrinales
norteamericanas y francesas.

I. ARISTÓTELES

En el Libro VI, capítulo XI de la Política, Aristóteles cita una divi-


sión de actividades que deben realizar los órganos del poder público;
esto es, el gobierno de la ciudad, que se identifica con el concepto
de Estado, debe realizar múltiples funciones, las cuales no podrían
ejecutarse por un solo órgano. Por ello, Aristóteles divide las fun-
ciones en: la deliberación, que es la función de bases; el mandato o
ejecutiva, y la justicia.
Curso de Derecho Constitucional 215

La función de deliberación parece que corresponde a la función


legislativa, en la potestad de hacer la ley civil, de declarar la guerra,
imponer la pena de muerte y el destierro, en suma, es la que se
encarga de todos los asuntos fundamentales de la ciudad. La segunda,
la función ejecutiva o mandato, es la que consiste en realizar lo que
se ha expresado y dado en la deliberación, es una función reglamen-
taria y subordinada a la deliberación. Por último, la justicia consiste
en dirimir las controversias que se suscitan entre los particulares.

Las tres funciones señaladas en la polis griega estaban encomen-


dadas a tres órganos distintos que eran:

1. La Asamblea, encargada de la función de la deliberación.


Es el órgano primitivo, el gobierno del pueblo, la demo-
cracia, la reunión de los ciudadanos, nada puede hacerse
que no haya sido ordenado por la Asamblea.
2. La magistratura, encargada de la función de ejecución, los
magistrados representan al poder ejecutivo en su sentido
restringido, nada agregan a las decisiones de la Asamblea,
sólo las cumplen.
3. Los jueces, a quienes corresponde lo que hoy se llama la
función jurisdiccional, se encargaban de dirimir las contro-
versias entre particulares, pues no era posible que la Asam-
blea se reuniera todos los días para resolver los problemas
suscitados entre los mismos. Los jueces estaban sometidos
también a la Asamblea.
216 Mario de la Cueva y de la Rosa

Desde los tiempos de la Grecia clásica se viene repitiendo el


tema aristotélico, y así el Parlamento no es sino el sustituto de
la Asamblea de Ciudadanos; al Poder Ejecutivo compete la función
administrativa y al poder jurisdiccional se identifica con ligeras
variantes con los otros órganos (2) de la concepción del filósofo
peripatético. Vemos pues como el pensamiento de Aristóteles se
repite uniformemente en Cicerón, Polibio y Santo Tomás.

En la Edad Media no se encuentra nada nuevo sobre el tema y


posteriormente Locke plantea nuevas bases para la teoría. Se con-
sidera a John Locke el precursor de la doctrina de la División de
Poderes. Locke es el fundador de la ciencia política contemporánea
y de los principios que más tarde desarrollarían Rousseau y
Montesquieu. Estos tres pensadores, con sus doctrinas, dieron la
base constitutiva o estructural a la Constitución norteamericana,
a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de
Francia, así como a su Constitución.

II. JOHN LOCKE

Este ilustre pensador inglés nos dice que si queremos saber lo


que es un Estado, debemos conocer primero sus funciones, las
cuales divide para su estudio en: legislativas, ejecutivas o adminis-
trativas y federativas o prerrogativas.

a) La función legislativa no tiene ninguna particularidad ya


que es la facultad que se tiene para hacer leyes.
Curso de Derecho Constitucional 217

b) La ejecutiva o administrativa, es el cumplimiento de las


leyes por todos los órganos del Estado. Para Locke, contra-
riamente a nuestro tiempo, esta función comprende la
administración y la jurisdicción, que como lo vemos actual-
mente son funciones distintas, distinción por otra parte
que es difícil establecer. Posteriormente, la doctrina vienesa,
representada por Mercki, intenta corroborar el pensamiento
de Locke, al afirmar que es imposible encontrar la diferen-
cia entre las funciones administrativas y jurisdiccionales.
Para Locke el juez no es más que un simple ejecutor de
la ley.
c) La función federativa, corresponde a la Corona, y se refleja
en la vida internacional de Inglaterra, por ejemplo: la cele-
bración de tratados, declaración de guerra, etcétera. La fun-
ción prerrogativa, que es la más hermosa de las joyas de
la Corona inglesa, es la equidad, misma que le permite
modificar las leyes, ya que el monarca puede disolver el
Parlamento.

Los poderes predominantes en Inglaterra son dos: el Legislativo


y la Corona o Poder Ejecutivo. Al primero corresponde la función
de legislar; las tres funciones restantes que ya comentamos le corres-
ponden al Ejecutivo. Los jueces no reciben consigna de nadie,
pero son parte del Poder Ejecutivo. El Poder Legislativo es superior
al Ejecutivo.
218 Mario de la Cueva y de la Rosa

III. MONTESQUIEU

Nadie planteó como este escritor francés la teoría de la división de


poderes. El orden jurídico, nos dice Montesquieu, está regido por
dos principios: la justicia y la seguridad; y llega a ser más que justi-
cia, seguridad. En el conflicto entre seguridad y justicia, triunfa la
seguridad (lo objetivo); si se prefiere la justicia, triunfaría el criterio
de los jueces (lo subjetivo). La seguridad tiene dos maneras de ser:
seguridad en las leyes, en el derecho; y, seguridad contra la actua-
ción del Estado.

La doctrina de la división de poderes ha sido desde el pasado,


una simple división de funciones cada una de las cuales se asigna
a un órgano determinado. Montesquieu cambia está percepción y no
parte ya de las funciones para llegar a los órganos, sino que por el
contrario, parte de los órganos para llegar a la función. La diferencia
entre Aristóteles y Montesquieu consiste, fundamentalmente, en
que para el estagirita después de contemplar las diversas funcio-
nes que debe realizar el Estado comprende que ellas no pueden ser
encomendadas a un solo órgano y, por la simple división del trabajo,
llegó a elaborar la doctrina estatal de organización tripartita;
Montesquieu, en cambio, plantea la división de poderes para asegu-
rar la libertad. Esto es, si todo el poder corresponde a un solo órgano
—nos dice— la libertad no existirá; para que ésta prevalezca es nece-
sario dividir al poder en tres órganos: Legislativo, Ejecutivo y
Judicial. Al Legislativo corresponde dictar las leyes, al Judicial inter-
pretarlas y al Ejecutivo aplicarlas.
Curso de Derecho Constitucional 219

Esta división debe ser total —nos dice—, plena, por ello es que
el Poder Judicial debe ser doble, así en Francia, donde coexisten
tribunales administrativos y plenamente judiciales, o mejor civiles.
Montesquieu afirma igualmente que la libertad nunca estaría garan-
tizada si los tribunales administrativos dependieran del Ejecutivo; y,
para concretar esto, plantea que la jerarquía entre los poderes debe
ser de la siguiente forma: Legislativo, Judicial y Ejecutivo; es decir,
primero quien dicta el derecho; segundo, quien lo interpreta y
tercero, el que lo ejecuta. Sólo mediante esta división —afirma
Montesquieu— se asegura la libertad.

Además, el Poder Legislativo no tiene ningún interés en dictar


leyes tiránicas, puesto que no las va a interpretar ni a aplicar. Si el
Poder Judicial busca una buena interpretación de las leyes, los jueces
no dictarán sentencias tiránicas porque ellos no las van a ejecutar.
El Poder Ejecutivo por su parte tampoco será un peligro porque no
dicta leyes, ni las interpreta, sino solamente las ejecuta. De ahí que
la división de poderes no es una división de funciones, sino una
garantía de la libertad.

La génesis constitucional histórica de esta doctrina es la siguiente:

• En la doctrina norteamericana se dijo que los poderes eje-


cutivo, legislativo y judicial formarían departamentos
distintos y separados; una misma persona no podía ser
titular de dos o más poderes al mismo tiempo.
220 Mario de la Cueva y de la Rosa

• La Constitución Federal norteamericana no hace mención


alguna sobre la doctrina en algún precepto en especial;
sin embargo, en los artículos: I, II y III, establece de manera
particular las funciones de cada uno de los poderes que
conforman la Unión.
• En el caso de Francia, la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano de 1789 consigna el principio
de que una Constitución tiene como finalidad suprema
realizar los derechos del hombre, y para ello la división
de poderes es esencial.

Si un pueblo no tiene asegurados sus derechos y consagrada la


separación de poderes, podremos asegurar que no posee un sistema
democrático constitucional.

• La Constitución de Cádiz en el capítulo relativo al gobierno


hace referencia a tres poderes: el Legislativo, en las Cortes
con el rey; el Ejecutivo, el rey; y, el Judicial, con los tribu-
nales de Justicia.

A partir del movimiento independista se dan en México diver-


sos ordenamientos constitucionales en las cuales ya se aprecia de
forma particular la teoría de la división de poderes.

• Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos


del 4 de octubre de 1824: el Poder Supremo de la Federa-
ción se dividirá en Ejecutivo, Legislativo y Judicial (art. 9o.).
Curso de Derecho Constitucional 221

• Bases Constitucionales de 1835: el ejercicio del Supremo


Poder Nacional continuará dividido en Legislativo, Ejecu-
tivo y Judicial (art. 4°)
• Bases Orgánicas de la República Mexicana de 1843: la
suma de todo el poder público reside esencialmente en
la Nación y se divide para su ejercicio; en Legislativo, Ejecu-
tivo y Judicial. (art. 5°).
• Estatuto Provisional del Imperio Mexicano de 1865: el
imperio mexicano se organizará bajo los poderes Legisla-
tivo, Ejecutivo y Judicial. (arts. 5°, 6° y 15)
• Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos
del 5 de febrero de 1857: El Supremo poder de la federa-
ción se divide para su ejercicio en legislativo, ejecutivo y
judicial (art. 50, T, III. De la división de poderes)

Tenemos finalmente el texto del artículo 49 de la Norma Funda-


mental que nos rige actualmente, el cual plasma la doctrina de la
división de poderes de la siguiente forma:

Art. 49. El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio


en Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

No podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona


o corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo, salvo
el caso de facultades extraordinarias al Ejecutivo de la Unión, con-
forme a lo dispuesto en el artículo 29. En ningún otro caso […] se
otorgarán facultades extraordinarias para legislar.
222 Mario de la Cueva y de la Rosa

En suma, Montesquieu había creído que la doctrina de la


división de poderes, por él formulada, se desprendía de las institu-
ciones inglesas; sin embargo, tal idea, como lo han hecho notar
posteriores historiadores y comentaristas, fue errónea, ya que en
Inglaterra, en la época en que se estudio su sistema institucional,
había una cierta unión de poderes y nunca la tesis constante y
definitiva del genial escritor.
El gobierno parlamentario. Antecedentes y principios

L a doctrina de la división de poderes se ha concretado


sobre dos aspectos fundamentales: el régimen par-
lamentario y el gobierno congresional o presidencial. El primero
tuvo su origen y encuentra hoy su único apoyo y ejemplo en Ingla-
terra, pero existió además en Francia, España, Bélgica, Italia y en
países de Sudamérica tales como Brasil (durante la época monár-
quica) y Chile. El segundo, el congresional, se observa en Estados
Unidos y en la mayoría de los países latinoamericanos.

El régimen parlamentario, o mejor dicho, el gobierno par-


lamentario, se traduce en la historia del Parlamento inglés, el cuál
ha minado paulatinamente el poder del monarca. En Inglaterra,
desde los tiempos de la Carta Magna, la Asamblea de los barones
y del clero lentamente se fue imponiendo al monarca hasta llegar a

223
224 Mario de la Cueva y de la Rosa

dominarlo. Esta idea ha dado lugar a los comentaristas para decir


que la democracia tiene su origen únicamente en Inglaterra y en las
Constituciones americanas de forma escrita. El régimen Parlamen-
tario nace en el siglo XVIII y sus antecedentes más remotos los encon-
traremos en los siglos XV y XVI, en la Curia-Regis aumentada en
miembros y más compleja en organización; y, el segundo al conver-
tirse en órgano consultivo del rey.

Las características de un gobierno parlamentario son las siguientes:

1. Supone la existencia de dos Cámaras, la de los Lores y la de


los Comunes; esta última de elección popular y fundamento de toda
la estructura gubernamental inglesa; la de los Lores es de carácter
hereditario. En Francia también existió el gobierno parlamentario
en un tiempo, empero, las dos Cámaras que lo regían eran electas
popularmente. Sólo cuando se forma la Cámara de los Comunes
se puede decir que existe en realidad un régimen parlamentario.

2. Es necesario, indudablemente, que la Cámara de los Comu-


nes tenga preponderancia, si no fuera así, el gobierno parlamentario
no se realizaría, habría cuando más un gobierno aristocrático sim-
ple; el rey y los lores dominarían.

3. Es de esencia que el pueblo gobierne por medio de la Cámara


de los Comunes, a donde van sus propios representantes: el pue-
blo designa a estos y van a la cámara para gobernar en nombre de él;
este tipo de representación difiere un poco de la democracia.
Curso de Derecho Constitucional 225

4. La Cámara de los Comunes se elige periódicamente, no puede


ser vitalicia.

5. El gobierno parlamentario exige que la Cámara de Represen-


tantes, por conducto de sus líderes, tenga las riendas del gobierno
y dirija la política general del Imperio, además de que su función
primordial es la de dictar las leyes. El Parlamento es quien gobierna,
el gobierno es el Parlamento.

6. El rey no puede actuar por sí mismo, necesita la participación


del gabinete en todos sus actos. Sin el refrendo del Parlamento, los
mandatos del monarca no lo son, ni pueden ser obedecidos.

7. Como el gabinete no puede permanecer en el poder sin el


apoyo de la cámara baja, o sea la de los Comunes, por virtud de que
el gabinete se forma o debe formarlo el rey tomando como base la
mayoría parlamentaria, podemos decir que es el Parlamento quien
gobierna.

¿Lo anterior quiere decir que el rey está en manos del Parlamento?
Indiscutiblemente que no. El monarca está en manos del pueblo y
la prueba de ello está en que, cuando existe divergencia de criterio
entre el rey y el Parlamento puede aquél disolver a éste y convocar
a nuevas elecciones, siendo, por tanto, el pueblo quien deberá deci-
dir que criterio político es el que acepta; si es el del órgano legisla-
tivo, entonces reelige a sus miembros; pero si el criterio del rey es
el aceptado, entonces el partido político que paso a integrar el par-
226 Mario de la Cueva y de la Rosa

lamento llevara las ideas del monarca, que se realizarán a través del
gabinete formado por el rey. Una tercera posibilidad es que el pueblo
no acepte las ideas del rey ni las del Parlamento, entonces los nuevos
integrantes de este último llevarán el criterio del pueblo, serán
quienes impriman la nueva política del Imperio a través de un nuevo
gabinete. El Parlamento está sobre el rey, su refrendo, empero, la
posición del rey es más fuerte porque puede disolver al Parlamento.

Los ingleses afirman que el sistema parlamentario es el más


adecuado para el gobierno de su país y que el monarca, en virtud
de no pertenecer a ningún partido, se encuentra por encima de
ellos, puede plenamente cuando el pueblo se inclina hacia la derecha
o izquierda, nivelar el equilibrio político, respetando siempre la
mayoría parlamentaria. Este sistema se ha llevado a otros países
como España y Francia, pero no ha dado el mismo resultado; en
el caso español la razón fundamental del fracaso se debió a que el
Presidente pertenecía a uno de los múltiples partidos existentes y
no podía, por tanto, gobernar sin soporte partidario. En el caso de
Francia, el Presidente nunca se atrevió a disolver al Parlamento.
Otra razón del éxito del régimen parlamentario inglés se debe a la
existencia de únicamente dos partidos políticos; sin embargo, no
ha sido sino hasta últimas fechas que el llamado partido Labo-
rista vio la luz. Este partido domina actualmente la escena política
inglesa. Por otra parte, en el caso alemán, el Presidente no era elegido
por el Parlamento, sino a través de elecciones directas; en este país
el presidente sí llego a disolver el Parlamento.
Curso de Derecho Constitucional 227

Antecedentes y principios del gobierno congresional o Presi-


dencial. Frente al sistema parlamentario se coloca el gobierno
congresional cuya primera realización la encontramos en Estados
Unidos. Las características fundamentales de este régimen son las
siguientes:

1. Los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial son distintos,


no existe entre ellos ninguna relación política, sólo una relación
jurídica.

2. Hay una subordinación de carácter político de los poderes


a uno solo, sin embargo, no se observa ninguna subordinación polí-
tica efectiva, en este aspecto, los tres poderes tienen la misma jerar-
quía, si acaso, el Presidente podría tener alguna supremacía pero
no de manera significativa.

Los presupuestos básicos sin los cuales no es posible la exis-


tencia de un gobierno presidencial, son los siguientes: en primer
lugar una Constitución escrita. Para el sistema inglés, una Consti-
tución rígida y escrita sería perjudicial; para ellos, lo esencial es
que la Constitución sea flexible y no escrita porque es su vida coti-
diana traducida en normas, aún y cuando no son normas ideadas
como las mejores para la vida inglesa. La constitución inglesa
deviene continuamente en una nueva, se está formando continua-
mente. El gobierno congresional, por su parte, necesita una Consti-
tución rígida, ya que sólo así se puede mantener ampliamente el
equilibrio entre los tres poderes estatales.
228 Mario de la Cueva y de la Rosa

Las relaciones del gobierno congresional se dan bajo los siguien-


tes parámetros:

a) Al Poder Legislativo le corresponde dictar las leyes.


b) Al Ejecutivo le corresponde la ejecución del derecho.
c) Al Judicial, la decisión de todos aquellos casos en que el
derecho está en disputa.

El Poder Ejecutivo no puede hacer nada que esté más allá del
derecho; hay subordinación del Presidente al Poder Legislativo,
subordinación de carácter jurídico. La segunda consecuencia del
régimen congresional es la supremacía del Poder Judicial, que es
quien en última instancia resuelve las controversias que entre los
otros dos poderes se presentan.

En conclusión, las características esenciales del régimen congre-


sional o presidencial son las siguientes:

1. La coexistencia de tres poderes diferentes, en donde a


cada uno le corresponde una función específica.
2. Estos tres poderes se encuentran ligados por una Norma
Fundamental (Constitución rígida y escrita).
3. Existe una subordinación jurídica del Poder Ejecutivo al
Legislativo, y de los dos al Judicial.
Relaciones que se establecen entre
los poderes del Estado y la confección de leyes

L a doctrina de la división de poderes tiene dos dimen-


siones distintas: gobierno parlamentario y gobierno con-
gresional o presidencial. Entonces, ¿cuáles son las relaciones que
deben existir entre los poderes del gobierno congresional?

En el gobierno congresional no hay una separación radical entre


los tres poderes que lo conforman, es una unidad que se expresa
mediante órganos distintos; no se trata de poderes radicalmente
diferentes, todos contribuyen a un mismo fin. Particularmente son
interesantes las relaciones entre los poderes Legislativo y Ejecutivo,
son ellos los que mueven al Estado, los que le dan vida.

Estas relaciones son en un primer plano, la participación del


Poder Ejecutivo en la función Legislativa. Al Presidente de la Repú-

229
230 Mario de la Cueva y de la Rosa

blica puede presentar una iniciativa de ley y pedir la discusión de


la misma; en la sanción y el veto sí interviene el Ejecutivo; empero,
entre nosotros la sanción de las leyes es una etapa de su formación.

En nuestro sistema jurídico ¿la sanción de las leyes es efectiva-


mente una etapa en la formación de las mismas? El artículo 72 dice:
“Todo proyecto de ley o decreto, cuya resolución no sea exclusiva
de alguna de las Cámaras, se discutirá sucesivamente en ambas,
observándose el Reglamento de Debates sobre la forma, intervalos
y modo de proceder en las discusiones y votaciones”. Esto es, en la
formación de las leyes se han observado diversos métodos o siste-
mas: en la Constitución de Cádiz intervinieron las cortes y el rey;
antes de Cádiz, en Inglaterra y Francia, las Cortes redactaban la
ley y el rey sancionaba, sin lo cual no era válida (“La sanción de los
reyes”). La Constitución de Cádiz daba supremacía al Parlamento
en la formación de las leyes.

Sin embargo ¿ahora que el Congreso es soberano, todavía existe


la sanción? Para contestar esta pregunta hay que analizar a fondo las
funciones del Poder Ejecutivo, y al mismo tiempo preguntarnos
¿puede el Ejecutivo detener la ley? En la vida actual en que el
Poder Legislativo se impone ¿existe aún la sanción? A lo anterior
contestamos: la sanción es sólo una etapa en la formación de las
leyes, pero ¿por qué es posible sostener que la sanción es una etapa?
Porque el veto es la facultad que tiene el Ejecutivo de devolver a la
Cámara un proyecto de ley con observaciones para que sea estudiado
nuevamente, sustituyendo a la sanción. Esto es, el veto no tiene la
Curso de Derecho Constitucional 231

virtud de detener la vigilancia de las leyes, sólo es suspensivo, es


una oportunidad que tiene el presidente para juzgar la ley. Enton-
ces, ¿existe o no la sanción? He ahí el problema.

El Lic. García Máynez considera a la sanción como una etapa


en la formación de las leyes, pero no la toma como los antiguos, es
decir, en forma limitada. En el antiguo régimen, si no había san-
ción del rey, la ley no era considerada como tal; ahora es posible
considerar a la sanción como una etapa en la formación de las leyes,
aunque no siempre pareciere así. El veto, además de ser suspen-
sivo tiene el poder de modificar la ley; y a este respecto se puede
considerar de dos maneras:

1. Según la legislación francesa de 1873 y 1875, cuando el


presidente veta una ley, ésta vuelve al Parlamento para una segunda
discusión, en un ruego del Presidente de la República; si el Par-
lamento ratifica esa ley, pasa al Presidente para su promulgación.
Los franceses concluyen que bajo este supuesto la sanción no existe.

2. Sistema norteamericano y mexicano. Cuando el Presidente


veta una ley, ésta vuelve al Congreso para ser aprobada por dos
terceras partes del número total de votos, lo cual constituye la dife-
rencia con el sistema francés; lo anterior significa que, la alianza
del presidente con una minoría se impone. Este sistema sólo existe
en el derecho norteamericano, mexicano y argentino.

En conclusión, podemos decir que no existe la sanción de la


ley en forma absoluta; pero, cuando el Ejecutivo ejerce el veto, sí es
232 Mario de la Cueva y de la Rosa

posible que detenga la ley. No es la misma condición del derecho


francés, lo cual quiere decir que no es una parte en la formación
de las leyes, por el contrario, la sanción es un momento, en un
estado irregular, en la formación de las leyes.

La intervención que tiene el Poder Ejecutivo en la función


legislativa se manifiesta en la iniciativa, el veto y la sanción y, por
último, en la promulgación y publicación. Ahora bien, ¿en qué se
distinguen promulgación y publicación? y ¿qué influencia tiene
en el proceso de la formación de las leyes? ¿cuál es la natura-
leza de la promulgación? ¿para qué sirve? ¿cuál es su papel en el
proceso de la formación de la ley? ¿es esencial?

En el derecho norteamericano la promulgación no existe y el


procedimiento para que una ley sea formalmente como tal, tiene como
últimos instantes la aprobación del Congreso, pasando después al
Poder Ejecutivo para que éste la publique y conservando la facultad
de vetarla; cuando una ley es vetada por el presidente regresa al Con-
greso; si éste considera ilegítimo el veto del Ejecutivo, la ley es apro-
bada y desde ese momento es ley, volviendo nuevamente al Presidente
para su publicación. La Corte Suprema norteamericana sostiene que
aún sin la firma del presidente, el proyecto de ley, se convierte en ley.

En el derecho mexicano tanto la promulgación como la publi-


cación son indispensables, ya que son requisitos esenciales en la
formación de la ley que exige la Constitución. Al respecto, el artículo
89 cita: “Las facultades y obligaciones del Presidente son las siguien-
Curso de Derecho Constitucional 233

tes: I. Promulgar y ejecutar las leyes que expida el Congreso de la Unión,


proveyendo en la esfera administrativa a su exacta observancia;”

Con respecto a la naturaleza de la promulgación, existen dos


sistemas principales: el alemán, para quien la promulgación es un
acto legislativo y constituye el último eslabón en la cadena de forma-
ción de la ley. Y segundo, la doctrina francesa, procedente de la
discusión con motivo del Código Civil Francés, afirma que la fun-
ción legislativa corresponde al Parlamento y que cuando éste ha
aprobado una ley, ese proyecto de ley es ley, pero únicamente
para el Parlamento; siendo necesario, para que sea ejecutiva,
que deba cumplirse la promulgación y después la publicación
¿por qué? En razón de que son dos cosas distintas la formación y
la ejecución de las leyes, la primera corresponde totalmente al
Parlamento y la segunda, o sea la promulgación, es el acto por
el que se ordena el cumplimiento de la ley.

Para los franceses no es un acto legislativo propiamente dicho,


sino un acto administrativo; y así, Portalis afirma que la natura-
leza de la promulgación es administrativa en virtud de que el
Presidente de la República es quien debe vigilar el cumplimiento
de las leyes y para ello necesita ordenarlo. Estas tesis ha sido soste-
nida por Hauriou, la Ferriere, Smein, etcétera.

Carré de Malberg, ha venido a sostener una nueva tesis que


parece ser la que prepondera. Define la promulgación como un
mandato del Poder Legislativo al Ejecutivo, para que la ley se cumpla.
234 Mario de la Cueva y de la Rosa

“Artículo 92. Todos los reglamentos, decretos y órdenes del


Presidente deberán estar firmados por el Secretario del Despacho,
encargado del ramo a que el asunto corresponda, y sin este requi-
sito no serán obedecidos …”.

Este artículo ha dado motivo a dos asuntos interesantes: a) a una


discusión teórica de gran alcance, y b) a un problema esencialmente
práctico.

Se dice respecto a este asunto, que es el último peldaño, una


huella del régimen parlamentario, basándose para ello en la teoría
del refrendo, y así nada puede hacer el presidente si no está res-
paldado por los secretarios de Despacho. Agregan, igualmente, que
el sistema parlamentario de Inglaterra, no se implantó en México,
pero si se introdujo en el artículo 92.

Los juristas que critican la idea anterior, dicen que no puede


ser verdad que el artículo 92 constitucional sea una huella del régi-
men parlamentario, afirmando primero, que no hay antecedentes
que lo demuestren y, segundo, que Zarco, en sus memorias sobre
el Constituyente de 1857, nada dice al respecto, además, hay
grandes diferencias entre el artículo 92 y el refrendo del régimen
parlamentario, de tal manera que es necesario concluir que el
mencionado artículo está inspirado en un principio nuevo y distinto
del que forma al parlamentarismo.

Las diferencias sobre las que basamos la mención anterior son


las siguientes:
Curso de Derecho Constitucional 235

• En el régimen parlamentario, el gobierno es el responsable


ante el Parlamento; el monarca no tiene responsabili-
dad; en cambio, en el derecho mexicano toda la responsa-
bilidad recae o corresponde al Presidente de la República
(en Inglaterra y ante el tribunal de la historia, la respon-
sabilidad corresponde al Primer Ministro).
• En el sistema parlamentario un ministro puede negarse a
refrendar un acto del monarca y no le sucede nada, sigue
en su puesto; en cambio, en el régimen congresional y más
precisamente en México, si un ministro se niega a refren-
dar un acto del Presidente de la República le quedan dos
caminos: renunciar o esperar que lo despidan. De lo ante-
rior se deduce que el artículo 92 de la Constitución tiene
como base, además de un principio de división del trabajo,
la exigencia de la firma del Ministro. En un acto del Pre-
sidente se tiene como base, además del principio de la
división del trabajo la garantía del mejor estudio del
problema.

Los orígenes de nuestro artículo 92 están en la Constitución


norteamericana, de la cual se puede deducir que ha sido tomado.
La tesis de que el Secretario de Estado sea sólo un notario es
inexacta, la verdad es lo contrario. Tena Ramírez opina que se trata
de una medida de cortesía hacia el Presidente el hecho de que en
la ley se especifique que el Ministro debe firmar antes que el Presi-
dente, naturalmente para evitar que algún Secretario de Estado
llegara a oponerse. Con la observación de que el Secretario de
236 Mario de la Cueva y de la Rosa

Estado firme primero se podría entender que se trata de una subor-


dinación hacia el Presidente que inclusive puede limitar las activi-
dades de los Secretarios de Estado.

Existen también otras relaciones a destacar entre los poderes


Legislativo y Ejecutivo, al respecto el artículo 93 constitucional cita:

Los Secretarios del Despacho y los Jefes de los Departamentos Admi-


nistrativos, luego que esté abierto el periodo de sesiones ordinarias,
darán cuenta al Congreso, del estado que guarden sus respectivos
ramos.

Cualquiera de las Cámaras podrá citar a los Secretarios de Estado y


a los Jefes de los Departamentos Administrativos, así como a los Direc-
tores y Administradores de los Organismos Descentralizados Federa-
les o de las Empresas de Participación Estatal Mayoritaria, para que
informen cuando se discuta una ley o se estudie un negocio concer-
niente a sus respectivos ramos o actividades.

El artículo que acabamos de transcribir contiene la redacción de


lo que se ha llamado: “obligación de informar”. El informe de los
secretarios de Estado ante las Cámaras también se ha presentado,
para algunos autores, como un recuerdo del parlamentarismo.
Lerdo de Tejada sostuvo que dicho informe debía darse siempre
por escrito, con el objeto de que la opinión pública no adquiriera
desconfianza de los secretarios de Estado cuando estos titubearan
o se vieren comprometidos al contestar las interrogaciones que los
diputados o senadores les formulasen…
Curso de Derecho Constitucional 237

Desde el punto de vista material cada poder puede ejecutar,


entonces, las tres categorías. Tampoco es exacto el criterio de Kelsen
y Merkl con su teoría de la proximidad a la Constitución, como
base para determinar la función legislativa, pues hay actos como los
reglamentos, la aplicación del artículo 29 constitucional, que a
pesar de que están cerca de la Constitución no pueden conside-
rarse por ese solo hecho actos legislativos. La Suprema Corte
también tiene actos muy cercanos a la Constitución y sin embargo
no pueden considerarse como actos legislativos.

Carré de Malberg afirma que es posible reunir, en un solo


criterio, los conceptos formal y material sobre las funciones del
Estados; empero, esta doctrina falla por cuanto que hay ocasiones
en que un mismo poder realiza diversas funciones, por ejemplo, el
Poder legislativo realiza actos que en ocasiones son materialmente
administrativos o jurisdiccionales: el primero, cuando nombra a
los empleados de las Cámaras; y, el segundo, cuando se constituye
en Gran Jurado.

Uno de los autores que han llevado la distinción de las diversas


funciones del Estado a su grado máximo es León Duguit. Este distin-
guido jurista afirma que el Estado moderno realiza, fundamental-
mente, actos jurídicos y actos materiales. Los actos materiales que
realiza el Estado son complementarios de los actos jurídicos. Para
delimitar con claridad las funciones que realiza el Estado es necesa-
rio clasificar los actos jurídicos, y es posible que lleguemos a obtener
238 Mario de la Cueva y de la Rosa

un acto para cada función. Sin embargo, puede suceder que una
misma función realice varios actos distintos; el poder Ejecutivo
puede ejecutar dos o tres actos jurídicos distintos. Duguit, dice que
todo acto jurídico es un acto de voluntad que modifica en mayor o
menor medida el orden jurídico, es un acto realizado con la
intención de que se produzca una modificación en el orden jurídico.
Una ley que exactamente reprodujera a otra, sería una norma jurí-
dica, no sería acto jurídico porque no modifica el orden jurídico, en
cambio, un contrato sí aumenta el orden jurídico, lo enriquece y,
por tanto, si es un acto jurídico. Los actos jurídicos se clasifican
en: actos regla, actos condición y actos subjetivos.

Actos regla. Son aquellos por virtud de los cuales se crea una
situación general, abstracta e impersonal; son actos esencialmente
objetivos, por esto en la interpretación de aquellos no debe entrar
para nada la intención subjetiva del legislador. La función del acto
regla es crear normas que descansen en una hipótesis y que sólo
obliguen a quienes se coloquen dentro de la misma. Todos los actos
jurídicos que tienen las características del acto regla son actos legis-
lativos, independientemente de que sean realizados por poderes
distintos.

Actos condición. Son aquellos por virtud de los cuales se aplica


a una persona un status determinado. Es objetivo y subjetivo a la
vez. El acto condición es un acto de voluntad del sujeto, a fin de
que el status le sea aplicado, ejemplo: en derecho público, el nom-
Curso de Derecho Constitucional 239

bramiento de un funcionario; en derecho privado es la adopción.


Es especialmente objetivo y fundamentalmente subjetivo, ya se dis-
tinguen pues del acto regla.

Actos subjetivos. Son los que tienen su fundamento únicamente


en la voluntad humana, quien es la creadora del acto jurídico; está
totalmente distanciado del acto regla, porque este no tiene nada de
su objetividad, y se parece en algo al acto condición del cual se dis-
tingue por no ser objetivo. En suma, todos los actos jurídicos quedan
incluidos dentro de alguno de los tres grupos señalados.

Los actos regla corresponden a la función legislativa, sin impor-


tar quien los ejercita; son los que realiza, principalmente, el Poder
Legislativo. También los encontramos en los otros poderes y aun en
los particulares. La nueva institución que nos habla el derecho italiano
y que denomina “contratos normativos”, son actos regla que se
oponen a los contratos obligatorios y provienen de los particulares.
En México tenemos como ejemplo el contrato de los trabajadores de
la lana, que es igual a los que rige a la ley Federal del Trabajo.

En la función administrativa nos vamos a encontrar una divi-


sión necesaria: actos jurídicos y actos materiales; la función legis-
lativa no tiene actos materiales. Los actos jurídicos de la función
administrativa son actos condición y actos subjetivos.

Entre función jurisdiccional y función administrativa —indica


León Duguit— no hay una diferencia tajante, dirá que hay función
240 Mario de la Cueva y de la Rosa

jurisdiccional cuando una voluntad, cualesquiera, de un particular


o agente público pretende que algún acto, situación o actitud, sea
contraria al derecho y pide que el agente público competente dé
una solución adecuada a esa cuestión. La función jurisdiccional
para este autor supone dos elementos:

a) Es necesario, ante todo, que haya una controversia, que


exista una cuestión de derecho, y
b) Que haya un agente público o particular que ponga en
movimiento el poder competente, sea este Judicial, Admi-
nistrativo o Legislativo.

Uno de los discípulos de Duguit, Gastón Jeze, se quejaba amar-


gamente del maestro porque no indicó la naturaleza del poder
jurisdiccional, sin apartarse mucho de Duguit, formula la siguiente
clasificación de los actos jurídicos:

1. Actos creadores de situaciones jurídicas generales (corres-


ponde a la función legislativa).
2. Actos creadores de situaciones jurídicas individuales
(corresponde a la función administrativa).
3. Actos condición, que son los que confieren un status
(corresponde al poder administrativo).
4. Actos que sirven para contar de la existencia de una
situación jurídica general, individual o de un status (corres-
ponde a la función jurisdiccional, con un campo propio,
con su castillo especial, que no se confunde con el de la
Curso de Derecho Constitucional 241

función administrativa; es el acto que le faltó a Duguit).


Esta clase de actos sirven para constatar la existencia de
una situación jurídica general, particular o de un status.

Carré de Malberg afirma en este sentido, que según la Constitu-


ción francesa de 1875, los criterios material y formal se pueden
considerar unidos. Sólo al Poder Legislativo le corresponde dictar
leyes, y todo lo que a ellas se refiere materialmente. Y nos dice que
son dos los criterios que se han dado para establecer las caracterís-
ticas de la función legislativa:

a) Creación de las leyes.


b) Generalidad de las leyes.

Siguiendo la doctrina alemana, lo que define a la función legis-


lativa es la elaboración de las reglas de derecho. La doctrina de
Melberg podría ser cierta: la creación de reglas generales corres-
ponde exclusivamente al Poder Legislativo y como consecuencia
importante tendríamos que decir que el reglamento no sería un
acto legislativo, pues sólo da medios, facilidades para la realización
de la ley. La teoría de Malberg falla por cuanto dice que no todos
los actos legislativos lo son materialmente, y así la doctrina
contemporánea acepta esta teoría únicamente por lo que se refiere
a la unidad en la función legislativa.

El problema de la clasificación de las funciones se dificulta, sobre


manera, al tratar de distinguir las funciones administrativas de las
242 Mario de la Cueva y de la Rosa

jurisdiccionales, si podemos caracterizar a la función legislativa por


su generalidad y abstracción. Ahora bien, ¿cuáles son los atributos
de las otras dos funciones? Las dos se distinguen de la función
legislativa porque se encargan de cumplir lo que ella dicta; esto es,
simplemente ejecutan lo ordenado por la función legislativa.
Entonces ¿cómo distinguiríamos las funciones administrativas de
las jurisdiccionales? En la doctrina inglesa clásica, jurisdicción y
administración no se distinguen; para Locke no hay diferencia
entre ellas; es Montesquieu, quien más tarde y por primera vez
nos hace ver la necesidad de diferenciarlas y últimamente son las
escuelas italianas y alemanas quienes han tratado de darnos una
diferenciación.

Los alemanes son los precursores de las teorías italianas, y son


quienes mejor han logrado diferenciar la función administrativa
de la jurisdiccional. Se dice: la jurisdicción tiene por objeto la reali-
zación del orden jurídico, vigilar su cumplimiento, hacer que nadie
se aparte de las normas de derecho, y definen la función en razón
de su fin. En cambio, la administración tiene en el orden jurídico
un fin que no es el cumplimiento del régimen jurídico, sino alcanzar
los intereses públicos; hay pues, en la administración, una relación
de medio y en la jurisdicción una relación de fin.

Independientemente del propósito anterior conviene, dicen


las doctrinas italianas, profundizar un poco más en la naturaleza
de las funciones para que podamos decir con certeza si un acto
es administrativo o jurisdiccional; y entre las muchas doctrinas
Curso de Derecho Constitucional 243

propuestas hay dos que coinciden en los puntos esenciales: la de


Chiovenda y la de Ugo Rocco.

Para Chiovenda, la función jurisdiccional y la administrativa


se distinguen en que, la primera “consiste en la actuación de la ley
mediante la sustitución de la actividad de órganos públicos a la
actividad ajena, ya sea afirmando la existencia de una voluntad de
la ley, ya poniéndola posteriormente en práctica”. La segunda,
en cambio es ordinaria, primaria, propia, autónoma. ¿Por qué?
Porque la función jurisdiccional en esencia es la actividad del
Estado que se sustituye en la actividad de los particulares, puede
ejercerse sólo cuando los particulares no han cumplido con sus
deberes; así, la acción jurisdiccional se ejerce en los dos momentos
fundamentales: en el proceso del conocimiento y en el proceso de
ejecución. En el primer supuesto, para decir a quien compete el ejer-
cicio de la actividad legal; en el segundo caso, para instar a los
particulares a cumplir con sus obligaciones. Por otra parte, la admi-
nistración del Estado, la función administrativa, es parecida a la
del propietario de una finca rústica tomando, desde luego, las pro-
porciones debidas. La administración realiza los intereses genera-
les, esa es su función propia, es por ello que se le trata como una
actividad primaria.

Hay, así, una diferencia radical entre las dos funciones: en la


administración actúa el Estado por derecho propio y en la jurisdic-
ción sólo cuando lo solicitan los gobernados. Bajo este último
supuesto, la jurisdicción es doble, primero cuando sólo estén en
244 Mario de la Cueva y de la Rosa

presencia particulares, y segundo, cuando la oposición se da entre


el Estado y un particular. La jurisdicción, cuando interviene un
órgano público, tiene como razón final generalizar al particular contra
el Estado. Tal sería la esencia de la jurisdicción en los dos aspectos.

En suma, Chiovenda llega al siguiente concepto: la jurisdicción


es la actuación de la ley mediante la sustitución de la actividad de
los órganos públicos a un órgano ajeno, ya sea afirmado la existencia
de la voluntad de la ley, ya poniéndola posteriormente en práctica.

El jurista italiano Ugo Rocco introduce algunas variantes


respecto a la concepción de Chiovenda y nos ofrece, sobre todo,
una definición más acabada. La naturaleza de la jurisdicción
—escribe—, deriva de la naturaleza misma del orden jurídico, es
una consecuencia imperiosa de los caracteres del orden jurídico;
porque existe el orden jurídico es que existe la jurisdicción.

El orden jurídico es un conjunto de normas y además la actua-


ción de esas normas, su cumplimiento y la jurisdicción no es sino
el medio de cumplir el orden jurídico que tiende a garantizar fines
y proteger intereses. Los dos, garantía de fines y protección de inte-
reses, son propósitos del orden jurídico, por lo cual este es impera-
tivo y, por tanto, tiene que cumplirse. Sin embargo, para que el
orden jurídico se cumpla y sea imperativo, es necesario que exista
la jurisdicción, ésta es esencial. En otros tiempos no había seguri-
dad de que se cumpliera el orden jurídico, porque no había jurisdic-
ción, privaba la venganza privada, cada quien se hacia justicia por
su propia mano.
Curso de Derecho Constitucional 245

Rocco termina definiendo la jurisdicción en la siguiente forma:


“Es la actuación del Estado determinada por la iniciativa de los
particulares y encaminada a la realización de los intereses tute-
lados por el derecho, cuando han quedado insatisfechos por la falta
de actuación de la norma jurídica que los tutela”. El orden jurídico
tiene que realizarse, pero es posible que esta falta de realización pueda
provenir de que dicha norma jurídica, que tutela directamente inte-
reses, sea incierta y es entonces cuando interviene la interpretación
(determinación del sentido de la norma); no puede actuar la norma
jurídica si no se sabe quien es el titular de los derechos o quien
es el obligado a satisfacer determinados intereses y, finalmente, no
puede dejar de actuar la norma jurídica por la voluntad de un par-
ticular que no quiere cumplir con sus obligaciones. En todos estos
casos, a iniciativa de los particulares obra el Estado para realizar
los intereses tutelados por el derecho. Es en esto en lo que consiste
la subordinación de la función jurisdiccional. El estado actúa en el
orden jurídico cuando la norma deja de actuar en un momento
determinado.

Las funciones que realiza el Estado, en el derecho moderno,


están divididas desde el punto de vista formal en: legislativas, admi-
nistrativas y jurisdiccionales. La función ejecutiva puede realizar
actos administrativos o jurisdiccionales; los primeros, cuando deter-
mina la desaparición de poderes y consecuentemente nombra al
gobernador interino de un Estado, y los segundos, cuando se consti-
tuye en legislativo para dictar los reglamentos que habrán de nor-
246 Mario de la Cueva y de la Rosa

mar su función administrativa. Este asunto ha sido muy discutido,


ya que se dice que el poder jurisdiccional igualmente realiza actos
administrativos o legislativos. Por todo esto —se dice— en México la
distinción entre las funciones del Estado es acto formal.
Orígenes históricos del sistema bicameral

L a historia del sistema bicameral está ligado a la historia


del sistema parlamentario. Primitivamente en España,
desde los Fueros de Castilla y Aragón hasta fines del siglo pasado;
posteriormente en Francia y en los primeros tiempos del sistema
parlamentario inglés sólo existía una Cámara; de los tres países
señalados solo en España se conserva el sistema. Durante los tiem-
pos de Eduardo I en Inglaterra, hubo también una sola Cámara que
después se dividió en dos al imponerse el pueblo, al clero y a la
nobleza. El bicameralismo se inicia de golpe y con toda su fuerza en
Estados Unidos; éste país ha sido quien ha dado el modelo a seguir;
en su Constitución nos habla de un Senado y una Cámara de Repre-
sentantes, ésta última corresponde a la de Diputados.

Cuando se discutía la organización de las entidades federativas


norteamericanas, surgió el siguiente problema: los Estados que tenían

247
248 Mario de la Cueva y de la Rosa

una población numerosa querían sólo una Cámara; los demográfica-


mente pobres deseaban no encontrarse en una posición desven-
tajosa en relación con los Estados densamente poblados, para lo
cual querían tener en las Cámaras de representantes igual número
que ellos. Los Estados grandes sostenían que los problemas de la
Unión no iban a resolverse por un solo voto, sino que en ellos,
por ser vitales para el país, debería buscarse siempre una mayoría
absoluta. Entonces, según cuenta el cronista Sterling, no se llegó a
un acuerdo, así tuvo que designarse a una comisión para resolver el
problema. De esta comisión derivó la tesis sustentada por la repre-
sentación del pueblo; la cámara de Senadores tiene la representación
de los Estados. La Cámara baja representa al pueblo de los Estados
Unidos en todos los asuntos; la Cámara alta se encarga de defender
la soberanía de cada Estado siendo, además, la representativa de la
soberanía. Fue de esta manera, creando una nueva Cámara, como
Hamilton, el gran constitucionalista norteamericano, resolvió el pro-
blema presentado al Constituyente que creó los Estados Unidos
de Norteamérica.

La historia del problema en el marco del derecho mexicano es


el siguiente: en el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana de
1824 (art.10) se estableció el sistema bicameral y poco tiempo antes
de disolverse el Congreso Constituyente que nos dio la Constitu-
ción de 1824; al mismo tiempo que se votaba la forma Federal, se
votó el sistema bicameral en razón de que se pugnaba por el estable-
cimiento de un régimen federal puro. Más tarde la Tercera Ley Consti-
tucional de 1836 (art. 1) reafirma el bicameralismo de México y las
Bases Orgánicas de 1843, en su artículo 25 continuarán la tradición.
Curso de Derecho Constitucional 249

Viene después la Constitución de 1857, en cuyos artículos 51 y 52


se expresaba: “Se deposita el ejercicio del Supremo poder legisla-
tivo en una asamblea, que se denominará Congreso de la Unión”.
“El Congreso de la Unión se compondrá de representantes, elegidos
en su totalidad cada dos años por los ciudadanos mexicanos”.

El 13 de noviembre de 1874 se reformó la Constitución y desde


entonces el texto que vemos transcrito es el que estuvo vigente
hasta la Constitución de 1917; al principio, dichos artículos consig-
naban una propuesta de sistema unicamerista en razón de que los
recuerdos que había dejado el Senado en épocas anteriores lo hicie-
ron aborrecible a los Constituyentes como asamblea aristocrática, de
carácter conservador, eterno obstáculo para la expedición de leyes
progresistas. En vano se alzaron voces en defensa del sistema uni-
cameral; dominó la impresión de la mayoría y triunfó la idea de
la Cámara Unida. Hemos visto como en 1874 olvidando las razones
expuestas en el Constituyente de 1857 se vuelve al sistema bicame-
ral; el regreso se debió también a que se palparon los inconvenientes
del unicamerismo.

El Constituyente, en materia de elección de diputados y sena-


dores, estableció las siguientes reglas:

a) La Cámara de Diputados será designada por el pueblo y los


diputados electos tendrán las cualidades que designen
las leyes.
b) La Cámara de Senadores estará integrada por individuos
que deberán elegir las legislaciones de los Estados.
250 Mario de la Cueva y de la Rosa

En igual forma se encuentra el problema en la Constitución


mexicana de 1824. El artículo 9o., dejaba la posibilidad de romper
el principio de sufragio universal y el artículo 25 hablaba de los
Senadores. Las Leyes de 1836 exigían que cada diputado debía
representar a un mínimo de 80.000 habitantes y la Cámara de Sena-
dores se integraba de miembros elegidos en forma curiosa y compli-
cada. Las Bases de 1843 contaron con un sistema semejante y los
Senadores eran 63.

El Congreso Constituyente de 1857 se planteó el problema de


la organización del Poder Legislativo en su forma histórica: aceptar el
sistema unicameral o consignar el sistema bicameral. El Constitu-
yente consignó el primer sistema con la siguiente modalidad: cuando
una diputación pedía al Congreso el voto de la Cámara no podía
ser por persona sino por diputaciones. Varios Constituyentes opi-
nan a favor del sistema bicameral; Zarco, por ejemplo, dice que el
voto del pueblo mexicano para la conformación del Senado derivaba
de la integración que le había dado Santa Anna, en razón de que
sus representantes no eran nombrados por el pueblo, señalaba
que un Senado de elección popular para que fuera de auténtica
representación de los Estados sería lo conveniente. No obstante la
anterior, se votó el sistema unicameralista.

En 1874 se crea nuevamente el Senado, ¿por qué motivo? Los


constituyentes del 57, Zarco y Olvera entre ellos, no se dieron cuenta
de su oposición, querían un Poder Legislativo más fuerte que el
Curso de Derecho Constitucional 251

Poder Ejecutivo y si se dividía el Congreso este perdía fuerza, en


cambio, unido en un solo grupo no temería enfrentarse al Presi-
dente de la República. Argumentaron a favor de la unidad, la fuerza,
la igualdad ante el Poder Ejecutivo y el ejemplo de Inglaterra en
que la Cámara de los Comunes es el factor decisivo.

Ventajas y desventajas del sistema bicameral. A este se le asigna-


ron las siguientes ventajas:

1. En el sistema federal, el bicameralismo parece que perte-


nece a su estructura.
2. El Senado es un freno para la Cámara de diputados, espe-
cialmente en la confección de leyes, busca establecer un
equilibrio entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo, que
permita una legislación mejor.

Por esto es que en países como Francia, Bélgica, Italia, etcétera,


apuntan hacia la instauración de este sistema. Rabasa sostiene
que el Constituyente del 57 quiso, hacer un Poder Legislativo más
fuerte que el Ejecutivo pero que tal cosa sólo se logró en el Congreso
inmediatamente posterior a la Constitución de 1857.

El sufragio universal y su evolución en México y en otros países.


En el derecho mexicano el Congreso de la Unión tiene la represen-
tación nacional y ésta descansa en el principio del sufragio universal,
lo cual significa que todos los mexicanos tienen derecho a ser electos
y a elegir a los integrantes de las Cámaras legisladoras.
252 Mario de la Cueva y de la Rosa

La idea del sufragio universal se puede decir que es una conquista


del siglo XIX, no existe al inició del siglo sino que se va conquis-
tando de manera paulatina. Encontramos sus primeras manifesta-
ciones en las constituciones de las provincias norteamericanas; sin
embargo, por primera vez se establece en la Constitución francesa de
1793, y más tarde la Española de Cádiz. En México, la Constitución
de 1824 consignó este principio y poco tiempo después lo hicieron las
Constituciones locales. Durante los periodos presidenciales de Santa
Anna el sufragio universal se mantiene. Se pasa después a la Consti-
tución de 1857 y en la que actualmente nos rige está también consig-
nado el sufragio universal.

La idea del sufragio universal es la esencia de la democracia


actual. En Inglaterra, en los viejos tiempos, eran electores sólo
quienes tenían cierta edad y una determinada renta, pero cuando
aparece en el marco de la cultura europea Juan Jacobo Rousseau, el
principio anterior que conducía directamente a un Estado burgués
se cambio y entonces dijo: “Todos los hombres tienen derecho a
participar en el gobierno, en razón de que todos ellos son en prin-
cipio iguales”. Lasalle, completando la idea anterior, nos dice
que las Constituciones europeas anteriores a 1850, descansan en
la idea de censo o renta anual y que, por tanto, eran burguesas.

En esta misma tesitura, José María Lozano, en su monografía


sobre los derechos del hombre, hace una clasificación bipartita
del sufragio universal. Generalmente se piensa que los derechos del
Curso de Derecho Constitucional 253

hombre son derechos civiles o derechos políticos: esto es, los prime-
ros expresan o traducen particularmente el principio de libertad
(de prensa, pensamiento, penal, etcétera) son todas las disposiciones
que tienden a asegurar la libertad humana ante el Estado. Los segun-
dos o sea los políticos, tratan de asegurar o realizar de manera
primordial la igualdad entre gobernadores y gobernantes. Con lo
anterior queremos decir que los derechos civiles tratan de alcanzar
la libertad y utilizan como punto intermedio para llegar a ella la
igualdad, y que los derechos políticos tienen como fin realizar la igual-
dad y que para llegar a ella, en su camino está la libertad. Todo esto
quiere decir que los derechos civiles o políticos no se excluyen
sino que uno conduce al otro. Significa que el sufragio universal es
uno de los derechos del hombre, uno de los derechos fundamen-
tales del hombre que vive en sociedad. Pero la democracia moderna
supone una posición particular de la nación y el Estado que se
traduce en:

a) La nación es superior al Estado.


b) La nación vive dentro del Estado porque es ella quien
designa a sus gobernantes, principio del cual arranca la
idea del sufragio universal.
c) La nación vive frente al Estado como juez de sus actos,
es la opinión pública que critica a la autoridad cuando sus
actos están mal hechos.

El artículo 35 constitucional señala las prerrogativas del ciuda-


dano, en su fracción II consigna el principio del sufragio universal:
254 Mario de la Cueva y de la Rosa

“Son prerrogativas del ciudadano:

I. Votar en las elecciones populares;


II. Poder ser votado para todos los cargos de elección popular, y
nombrado para cualquier otro empleo o comisión, teniendo las cali-
dades que establezca la ley;
III. Asociarse individual y libremente para tomar parte en forma
pacífica en los asuntos políticos del país;
IV. Tomar las armas en el Ejercito o Guardia Nacional para la defensa
de la República y de sus instituciones, en los términos que prescriben
las leyes; y
V. Ejercer en toda clase de negocios el derecho de petición.

Es importante destacar que el voto es un derecho, un poder que


tienen todos los ciudadanos mexicanos y que consigna el artículo
36 constitucional:

Son obligaciones del ciudadano de la República:

I. Inscribirse en el catastro de la municipalidad, manifestando la


propiedad que el mismo ciudadano tenga, la industria, profesión o
trabajo de que subsista; así como también inscribirse en los padrones
electorales, en los términos que determinen las leyes;
II. Alistarse en la Guarda Nacional;
III. Votar en las elecciones populares en el Distrito electoral que le
corresponda;
IV. Desempeñar los cargos de elección popular de la Federación
o de los Estados, que en ningún caso serán gratuitos; y
V. Desempeñar los cargos concejiles del municipio donde resida, las
funciones electorales y las de jurado.
Curso de Derecho Constitucional 255

Smein sostiene que el problema del sufragio universal no se


había entendido suficientemente; se hablaba de él como un derecho
del hombre, pero se ignoraba su segundo aspecto: el sufragio es
una función pública y todo ciudadano está obligado a cumplir-
la. Un pueblo en el cual los ciudadanos se abstienen de partici-
par en las elecciones no puede gozar de libertad ni de igualdad. Los
hombres son iguales cuando luchan y se preocupan por su libertad, y
llegan a ser libres cuando proclaman, desean y tienen igualdad.

Problema de la ejecución directa e indirecta. La doctrina y la


legislación nos plantean dos grandes sistemas de elección: directa
e indirecta. La elección directa es aquella en la cual los electores
expresan su opinión ante la persona que va a ocupar el cargo público.
La indirecta se da cuando los electores nombran un cuerpo cole-
giado, quien se encarga de nombrar a los representantes; por ejemplo,
en Estados Unidos para la elección del Presidente de la República, el
Congreso es quien hace la designación.

Por otra parte, se puede pensar también en una multitud de


sistemas para la votación, pero todas las democracias modernas han
utilizado el voto individual directo; empero, se puede hablar también
de un voto familiar y un voto profesional. Algunos reformadores
quieren que sólo voten los padres de familia; otros piensan que en
la vida contemporánea el individuo está perdiendo terreno frente
a las clases o profesiones. Sin embargo, nuestra Constitución y muchas
otras siguen partiendo del voto individual, tal vez con razón.
256 Mario de la Cueva y de la Rosa

Ahora bien, el artículo 51 constitucional nos habla de la inte-


gración de la Cámara de Diputados y al respecto establece que estos
son representantes de la nación y no del Distrito al que pertenecen.

El artículo 56 señala que la Cámara de Senadores tiene la repre-


sentación de los Estados, sin embargo, igual que la Cámara de Dipu-
tados, estos tienen una representación nacional; por ejemplo, en
materia internacional tienen competencia. Entre el sistema norte-
americano y el nuestro existen las siguientes diferencias: en el pri-
mero, a las legislaturas locales les corresponde fijar los requisitos y
condiciones para la elección; en cambio, en México la ley electoral
es federal.

Entre el párrafo segundo del artículo 56 y el artículo 60 parece


surgir una contradicción, leamos los textos: “La legislatura de cada
Estado declarará electo al que hubiese obtenido la mayoría de los
votos emitidos”; “Cada Cámara calificará las elecciones de sus miem-
bros y resolverá las dudas que hubiese sobre ellas. Su resolución
será definitiva e inatacable”.

Entonces ¿puede la Cámara de Senadores modificar la resolu-


ción adoptada por una legislatura local? Después de múltiples dis-
cusiones, se ha llegado a la siguiente conclusión: el párrafo segundo del
artículo 56 da a las legislaturas locales una función de profesor de
matemáticas, sólo se les permite sumar los votos, pero la calificación
de las elecciones corresponde en definitiva a la Cámara de Senadores.
Curso de Derecho Constitucional 257

Estructura del poder legislativo. Hemos señalado la manera


en que se integran las Cámaras y la naturaleza de la representación
que corresponde a cada una de ellas; veamos ahora como los artícu-
los 51 y 56 nos hablan de la duración en el cargo de los diputados
y senadores, respectivamente, y cómo se consigna el principio de la
no reelección.

Art. 51. La Cámara de Diputados se compondrá de representantes


de la nación, electos en su totalidad cada tres años, por los ciuda-
danos mexicanos.

Art. 56. La Cámara de Senadores se compondrá de dos miembros


de cada Estado y dos por el Distrito Federal, electos directamente
y en su totalidad cada seis años. La legislatura de cada Estado declara
electos al que hubiese tenido la mayoría de votos emitidos.

Art. 59. Los senadores y diputados al Congreso de la Unión no


podrán ser reelectos para el periodo inmediato. Los senadores y dipu-
tados suplentes podrán ser electos para el periodo inmediato con el
carácter de propietarios, siempre que no hubieren estado en ejercicio;
pero los senadores y diputados propietarios no podrán ser electos para
el periodo inmediato con el carácter de suplentes.

Los artículos 61 y 108 hablan de las prerrogativas que tienen


los integrantes del Congreso: Art. 61. Los diputados y senadores
son inviolables por las opiniones que manifiesten en el desempeño
de sus cargos y jamás podrán ser reconvenidos por ellas. Este precepto
asegura la libre expresión de las ideas y consagra conjuntamente
con el que enseguida transcribimos lo que se llama fuero constitu-
cional, el cual se extiende no sólo a los diputados y senadores sino
también a algunos altos funcionarios de la administración. Tiene su
258 Mario de la Cueva y de la Rosa

origen en el parlamentarismo inglés y desde el siglo XVIII ha sido


defendido en todos los países en razón de los representantes del
pueblo; se dice, no deben estar bajo el arbitrio de los tribunales
porque sería fácil que los detuvieran para que en un momento dado
no hubiera sesión dando, por tanto, un arma poderosa a los otros
poderes que podrían acaso nulificar al legislativo. Los artículos 108,
110 y 111 constitucional clarifican y determinan específicamente
cuales son los delitos por los que ameritan sean juzgados los repre-
sentantes o las autoridades que gozan de fuero constitucional.

Para dar seguridad al Poder Legislativo, las Constituciones


contemporáneas, partiendo de Inglaterra y Estados Unidos, consa-
gran el fuero constitucional que no es absoluto, y así se acepta que
los diputados pueden ser juzgados por sus iguales y los artículos
constitucionales citados se refieren a que cuando se trata de deli-
tos comunes es la Cámara quien debe conocer la acusación para
sólo determinar si existen suficientes elementos para desaforar al
acusado y ponerlo a disposición de los tribunales respectivos;
si la Cámara determina que no hay suficientes elementos para
desaforar a quien se acusa, el Poder Judicial queda paralizado tempo-
ralmente, ya que terminado el periodo para el que fue electo el
acusado puede ejercer las acciones que en contra del mismo tenga.

Cuando se trate de delitos oficiales entonces se juzga en rela-


ción con el puesto que desempeñe el servidor público, de ellos
conoce el senado erigido en Gran Jurado previa actuación de
la Cámara de Diputados. Si hay delito queda privado de su puesto el
Curso de Derecho Constitucional 259

funcionario y abierta la posibilidad para que los tribunales actúen en


la esfera de su competencia.

“Art. 65. El Congreso se reunirá el día 1° de septiembre de


cada año para celebrar sesiones ordinarias, en las cuales se ocupará
de los asuntos siguientes:…”. El Poder Ejecutivo y Judicial fun-
cionan continuamente; el Legislativo, en cambio, no requiere que
durante todo el año haya sesiones, para lo cual establece un periodo
determinado.

Las razones que se dan para el no funcionamiento permanente


del Congreso son, desde luego, que la ley no requiere modificacio-
nes diarias y que sería grave peligro para el Estado, un foco de
agitación constante, la permanencia en el funcionamiento del Poder
Legislativo; es por esto que entre nosotros, al igual que en Francia,
Inglaterra, las Cortes Españolas, etcétera, el periodo de sesiones
dura cuando más cuatro meses. Pero esto no significa que no pueda
reunirse el Congreso en alguna otra época, en este sentido el artículo
67 constitucional habla de las causas por las cuales se puede
convocar a sesiones extraordinarias. La diferencia de sesiones entre
el periodo ordinario y el extraordinario, es que en el primero se pueden
tratar todos los asuntos y, en el segundo, únicamente se delibera
sobre aquellas cuestiones para las que previamente se convoca.

La asistencia de los diputados a las sesiones (art. 64) es obli-


gatoria y cuando no asistan, no teniendo permiso, se les descuenta
260 Mario de la Cueva y de la Rosa

la dieta del día. El artículo 63 señala el único caso en que se puede


sesionar sin quórum, es decir, éste se forma con cualquier cantidad
de miembros concurrentes:

Las Cámaras no pueden abrir sus sesiones, ni ejercer su cargo, sin la


concurrencia, en la de Senadores, de las dos terceras partes, y en la de
Diputados, de más de la mitad del número total de sus miembros;
pero los presentes de una y otra deberán reunirse el día señalado por
la ley y compeler a los ausentes a que ocurran dentro de los treinta
días siguientes, con la advertencia de que si no lo hiciesen se enten-
derá, por ese solo hecho, que no aceptan su encargo, llamándose
luego a los suplentes, los que deberán presentarse en un plazo igual, y
si tampoco lo hiciesen, se declarará vacante el puesto y se convocará
a nuevas elecciones.

Se entiende también que los diputados y senadores que falten diez


días consecutivos, sin causa justificada o sin previa licencia del presi-
dente de su respectiva Cámara, con cual se dará conocimiento a
ésta, renuncian a concurrir hasta el periodo inmediato, llamándose
desde luego a los suplentes.

Si no hubiere quórum para instalar cualquiera de las Cámaras, o para


que ejerzan sus funciones una vez instaladas, se convocará inmediata-
mente a los suplentes para que se presenten a la mayor brevedad
a desempeñar su cargo, entre tanto transcurren los treinta días de
que antes se habla.

El artículo 68 nos cita lo relativo al lugar de residencia de las


Cámaras:

Las dos Cámaras residirán en un mismo lugar y no podrán trasla-


darse a otro sin que antes convengan en la traslación y en el tiempo
y modo de verificarla, designando un mismo punto para la reunión
Curso de Derecho Constitucional 261

de ambas. Pero si conviniendo las dos en la traslación, difieren en


cuanto al tiempo, modo y lugar, el Ejecutivo terminará la diferencia,
eligiendo uno de los dos extremos en cuestión. Ninguna Cámara
podrá suspender sus sesiones por más de tres días, sin consentimiento
de la otra.

Este artículo no es una simple reproducción del 73 constitucio-


nal, Fracción V, pues en éste se prevé un cambio en la radicación de
los poderes; en cambio el artículo 68 únicamente habla de una
modicación distinta de la que el Congreso pueda tener en el Distrito
Federal. Coronado, comentando el equivalente a este artículo en
la Constitución de 1857, dice que las dos Cámaras deben residir
en el mismo lugar, en la misma población, lo cual es necesario si se
atiende a las frecuentes e indispensables relaciones que entre ambas
existen; para trasladarse a otro punto es necesario que obren de
acuerdo y si no están conformes respecto de alguno de los pormeno-
res de la traslación, interviene el Ejecutivo como árbitro. No puede
una Cámara suspender sus sesiones por más de tres días sin consen-
timiento de la otra, pues de hacerlo así se corre el riesgo de que no
funcione el Congreso, con el consecuente perjuicio a los intereses
públicos.

La votación en las Cámaras puede ser: por mayoría relativa,


por mayoría absoluta y por mayoría calificada. La primera se con-
sigue con la mitad más uno de los miembros presentes; la segunda
se integra con la mitad del Congreso y la tercera es aquella en la
que se necesita que voten en un mismo sentido las dos terceras
partes de los integrantes del Congreso.

En otro orden de ideas, respecto a la función legislativa son


cinco las formas fundamentales de actuación del Congreso:
262 Mario de la Cueva y de la Rosa

1. Como Poder Constituyente.


2. Como Asamblea única, reunidas las dos Cámaras de Sena-
dores y de Diputados.
3. Como Poder Legislativo, operan entonces las Cámaras
sucesivamente.
4. Actuación de la Cámara de Diputados aisladamente.
5. Actuación de la Cámara de Senadores aisladamente.

La primera forma de actuación del Congreso es la que realiza


con fundamento en el artículo 135 constitucional; es el punto de
unión entre las necesidades de transformación del derecho y la rigi-
dez constitucional contemporánea. El Congreso actúa en estos casos
en unión con las legislaturas locales.

La segunda forma de actuación tiene lugar en la sesión de


apertura a la cual concurre el Presidente de la República, y cuando
por diversas circunstancias el Congreso tiene que designar presi-
dente; existió un tercer caso en la historia de nuestro derecho cons-
titucional: la elección de magistrados del Tribunal Superior de
Justicia del Distrito y Territorios Federales y la de los Ministros
de la Corte. Pero en virtud de las diversas controversias que se
suscitaron, toda vez que por el número mayor de Diputados eran
estos en realidad quienes los designaban, vino con posterioridad
una reforma que dio a la Cámara de Diputados la facultad de elegir
a los Magistrados y a la de Senadores la de elegir a los miembros
de la Corte.
Curso de Derecho Constitucional 263

El Congreso en su tercera forma de actuación lo hace como


Poder Legislativo, actúan las Cámaras sucesivamente, son las funcio-
nas propias del Congreso y están señaladas en el artículo 73 de la
Constitución. Las formas de actuación cuarta y quinta están seña-
ladas taxativamente en los artículos 74 y 76 constitucionales.

LEYES Y DECRETOS. SU DISTINCIÓN

El artículo 70 establece que toda resolución del Congreso tendrá el


carácter de ley o decreto. Las leyes o decretos se comunicarán
al Ejecutivo firmados por los presidentes de ambas Cámaras y
por un secretario de cada una de ellas, y se promulgarán en esta
forma: “El Congreso de los Estados Unidos Mexicanos decreta. (texto
de la ley o decreto)”. ¿Hay alguna diferencia entre ley y decreto? ¿Qué
importancia tiene distinguir entre los dos conceptos?

Los orígenes del artículo 70 los encontramos en la Constitu-


ción de 1824 (art. 47) y la primera distinción entre ley y decreto lo
ubicamos en la Ley Tercera de 1836, que en su artículo 43 establece
que el término ‘Ley’ corresponde a las resoluciones del Congreso que
versen sobre materia de interés común dentro de la órbita de atribu-
ciones del Poder Legislativo; en cambio, el decreto se ocupará de
cuestiones relativas a determinados tiempos, lugares, corporaciones,
establecimientos o personas. La Constitución de 1857 estimó que
no era posible distinguir entre ley y decreto (art. 64). En el año de
1874 se reforma la Constitución y se crea el Senado, desapareciendo
264 Mario de la Cueva y de la Rosa

el sistema unicamerista, y se dicta el artículo 64 que es el equiva-


lente al 70 de la Constitución que nos rige actualmente. Viene
después la Constitución de 1917 que mantiene la diferencia entre
ley y decreto.

El diputado Moreno, miembro del Constituyente del 57 pidió


que en lugar de acuerdo económico se dijera decreto para diferen-
ciarlo, y respecto a la ley debía decirse que esta se refería a cuestiones
particulares. La Comisión agregó que la distinción era poco valiosa
y se prestaba a confusiones, que no era posible determinar hasta
donde llegaba el interés general y donde iniciaba el particular y
que era posible hablar de acuerdos económicos.

Don Eduardo Ruiz, en sus Lecciones de derecho constitucional,


dice que es posible establecer una distinción entre ley y decreto: la
primera es una resolución de carácter general dictada por el Congreso;
el segundo se parece a las que dicta el Poder Judicial, son proveídos
que ayudan a la ejecución de las leyes, o preparan la mejor confec-
ción, ejecución o realización de ellas.

Los decretos no crean pues derechos objetivos, empero,


en la legislación mexicana es difícil aplicar esta distinción y así se
recuerda el caso de la Ley Minera de México del 41 en la que
el Congreso aprobó 20 o 21 de los artículos de dicha ley y les dio el
nombre de decretos. ¿Quiere esto significar que la ley es solamente
la disposición universal y que por importante que sea es un decreto?
Un límite absoluto radical entre ley y decreto creemos que no existe;
Curso de Derecho Constitucional 265

en este sentido tenía razón la Comisión de 1857, se corre el riesgo de


que el Congreso se equivoque en la terminología. Si se recorren
los antecedentes históricos, podemos decir que el sentido actual
del artículo 70 proviene desde 1857 y si entonces se estimó que la
diferencia entre ley y decreto era innecesaria ¿Por qué en 1874 se
vuelve a la distinción? ¿qué importancia práctica tiene? ¿quién debe
estudiar si se trata de ley o decreto? ¿el Congreso?

Dentro de la Constitución de 1857 el Congreso unitario y en


consecuencia todas sus resoluciones son de la misma naturaleza,
pero en 1874 se crea el Senado y entonces las atribuciones del
Congreso se bifurcan: actúa como Poder Legislativo, únicamente
la Cámara de Diputados y la de Senadores. En consecuencia, entre
ley y decreto surge la siguiente diferencia: la primera proviene única-
mente de la actuación de las dos Cámaras; las resoluciones de una
sola de ellas son decretos. Esto no quiere decir que el Congreso
reunido no pueda dictar decretos y es aquí donde la diferencia ya
no tiene validez. Diríamos, en conclusión, que la diferencia entre
ley y decreto es meramente formal, un valor material pleno no lo
tiene. Las resoluciones que provienen de una sola Cámara son
siempre decretos, pero el Congreso puede dictar leyes o decretos.

Una última afirmación: la ley, en ejercicio de la función legis-


lativa, corresponde siempre al Congreso como unidad; todos los
actos del Congreso o de una sola de las Cámaras que no sea ejercicio
de la función legislativa no debe llamarse ley, sino decreto.
266 Mario de la Cueva y de la Rosa

Las distintas maneras en que funciona el Poder Legislativo:

1. Como Poder Constituyente permanente (artículos 135 y 73,


primeras fracciones, de la Constitución).

2. Cuando las dos Cámaras se reúnen: apertura de sesiones y


casos en que falta el Presidente de la República; además, en el texto
primitivo del Constituyente del 17, cuando se trataba de la elección
de Magistrados del Tribunal Superior (art. 76, fracc. VI, 4ª base)
y ministros de la Corte. (art. 76, fracc. VIII).

3. Funcionando propiamente como Poder Legislativo (artículo


73); le corresponde dictar las leyes orgánicas, reglamentarias y en
definitiva ejercer todas las atribuciones que son materialmente
legislativas y otras que no lo son, ejemplo: las fracciones VI y VII
tienen contenido legislativo; las fracciones IX, XXVII y XXVIII no
son de materia legislativa. Estas dos últimas formas de actuación se
dan cuando ejercen competencia de forma separada o autónoma.

Respecto al problema de las facultades implícitas, la interpre-


tación que se da a la fracción XXX del Artículo 73: “… XXX. Para
expedir todas las leyes que sean necesarias, a objeto de hacer efec-
tivas las facultades anteriores, y todas las otras concedidas por esta
Constitución a los Poderes de la Unión”, debe clarificarse para su
mejor entendimiento.

Hemos venido sosteniendo que el Estado contemporáneo es


un Estado de derecho. Sobre este tópico la Constitución tiene dos
Curso de Derecho Constitucional 267

propósitos fundamentales: señalar los actos que puede y debe seña-


lar el Estado y asegurar la libertad de los hombres. El Estado de
derecho es aquel que tiene una Constitución y sólo puede actuar
en los límites que ésta le señala. Todo lo que está conferido a los
poderes locales, se entiende reservado al pueblo. El problema de
las facultades del Congreso Federal es por demás importante en regí-
menes como el nuestro.

Las facultades del Congreso de la Unión son exclusivamente las


que señala el artículo 73, en primer término, y algunos otros precep-
tos constitucionales como el 27, 123 y 130. De aquí se deduce que
cuando alguna facultad no ha sido otorgada al gobierno federal,
esa facultad no puede ejercerla el Congreso. ¿Quiere lo anterior decir
que las facultades del Congreso son expresas? Ya hemos transcrito
la fracción XXX del artículo 73 y hemos dicho también que en
ellas se encuentra lo que se llama el principio de las facultades
implícitas.

¿Cuál es el alcance y qué significa este concepto? Desde luego


y como tesis general, la fracción XXX, del artículo 73, lo mismo en
México que en Estados Unidos, ha servido para ampliar considera-
blemente la facultad de acción del Estado general.

Los antecedentes de la fracción que venimos comentando está


en el párrafo dieciocho, sección octava de la Constitución Norte-
americana que más o menos dice lo siguiente: “El Congreso tiene
268 Mario de la Cueva y de la Rosa

facultad para dictar todas las leyes adecuadas y convenientes para


la mejor realización de las atribuciones anteriores”. El artículo 28 de la
Constitución argentina está redactada casi en los mismos términos;
y la que nos rige actualmente cita: “El Congreso tiene facultad:
Para expedir todas las leyes que sean necesarias, a objeto de hacer
efectivas las facultades anteriores y todas las otras concedidas por
esta Constitución a los Poderes de la Unión”.

Para visualizar la evolución del problema arriba planteado, es


necesario partir de la sentencia dictada por el juez Marshall en la
Corte Suprema de los Estados Unidos de América, en el caso
siguiente: “El Congreso General dictó una ley organizando las institu-
ciones de crédito y con ese motivo una institución bancaria implantó
una sucursal en cierta ciudad norteamericana. El gobierno, al fijar
sus ingresos, incluyó dentro de los contribuyentes a la institución
crediticia, entonces el cajero de la institución se negó a pagar los
impuestos sosteniendo que el gobierno local podía imponerlos (no)
a instituciones regidas y amparadas por la Federación. Contestando a
su vez, el Gobierno local dijo que el Congreso Federal no estaba
facultado para organizar instituciones de créditos en las entidades
federativas, pues si se revisaba una por una de ellas se encontraría
que si lo autorizaba provocaría una laceración a las instituciones
bancarias. Este fue el problema hasta que la Suprema Corte de
Justicia y el juez Marshall fallan a favor del cajero de la institución.
Es cierto decía en sus considerandos el juez Marshall, que no hay
un precepto expreso, pero existe uno que indica que el Congreso
tiene facultad para regular el comercio en los Estados Unidos y las
Curso de Derecho Constitucional 269

instituciones son necesarias (las de crédito) para el mejor desarrollo


del comercio.

El profesor argentino Joaquín González, resume la tesis norte-


americana de la Corte en los siguientes términos: las facultades implí-
citas son medios de acción para poner en ejercicio los poderes
delegados a las legislaturas y al gobierno norteamericano, y esto
sólo cuando el fin es legislativo y está previsto por la Constitución;
además, deben ser convenientes y no prohibidas, tendiendo a reali-
zar el fin que se proponen, es decir, que son convenientes y no
prohibidas, cuando realizan el fin que desean.

En los orígenes del problema y en las páginas de El Federalista


parece que se sostuvo la siguiente tesis: “Facultades implícitas son los
medios necesarios para poner en ejercicio las facultades expresas,
lo cual implica que el gobierno federal viola el principio cuando
emplea un medio no necesario para poner en ejercicio la facultad
expresa”. Las facultades implícitas son medios necesarios y conve-
nientes para que se realicen las facultades expresas. Medios necesa-
rios quiere decir, aquellos sin los cuales no pueden realizarse las
facultades expresas.

La citada tesis, propuesta en El Federalista, fue contrariada


por la sentencia del juez Marshall, quien afirmó: facultades implí-
citas son los medios convenientes y necesarios para realizar las facul-
tades expresas, pero una facultad y una atribución pueden realizarse
270 Mario de la Cueva y de la Rosa

por medios diferentes, por medios muy variados; por tanto, el Con-
greso de la Unión para el mejor desarrollo de las facultades que
constitucionalmente se le han concedido, puede y está facultado
para utilizar cualquiera de los medios y procedimientos necesarios para
que realice sus fines. Si al Congreso le han dado determinadas
atribuciones es indispensable permitirle que utilice los medios y proce-
dimientos necesarios para que realice sus fines. Si el fin contem-
plado es la regulación al comercio, todo procedimiento que tienda
a realizar está permitido por la Constitución. Facultades implícitas
son, en consecuencia, todos los medios, caminos, métodos necesa-
rios y convenientes para que se realicen las facultades expresas; pero
naturalmente que las facultades implícitas no son ilimitadas, irrestric-
tas, sino que estén sujetas a dos condiciones:

a) Debe existir una facultad expresa, por eso las leyes o decre-
tos del Congreso de la Unión en que sólo se cite la fracción
XXX del artículo 73, notoriamente son sospechosas; si esta
condición se admitiera para el ejercicio de las facultades
implícitas, el principio del Estado de derecho y el de las
facultades expresas para la federación se rompería.
b) Las facultades implícitas han de relacionarse con las expresas
en el doble sentido de necesidad y conveniencia.

Ahora bien, el Congreso puede funcionar:

• Como Asamblea única


• Como Congreso de la Unión
Curso de Derecho Constitucional 271

• Como Poder Constituyente


• Pueden actuar separadamente las dos Cámaras.

Como Asamblea única. Funciona bajo este supuesto en los casos


de elección de Presidente de la República y cuando éste rinde su
informe anual.

Como Congreso de la Unión. Para cumplir con todas las facul-


tades y atribuciones que le otorga el artículo 73 y otros.

Como Poder Constituyente. Para reformar la Constitución de


acuerdo con lo establecido en el artículo 135 constitucional.

¿Cuándo las Cámaras pueden actuar separadamente? Cuando


sus actividades estén taxativamente reglamentadas en la Constitu-
ción General.

Como Poder Legislativo el Congreso tiene una doble posición:


a) Como Asamblea o Congreso Federal, y b) Una función pare-
cida a la de los Congresos locales, en todo lo que se refiere al Distrito
y Territorios Federales.

En al primer caso tiene todas las atribuciones del Poder Legis-


lativo, actúa como Poder Federal; en el segundo caso, se puede
comparar el Congreso a las legislaturas de los Estados en virtud
de la existencia del Distrito y Territorios Federales, es decir, tiene un
poder local.
272 Mario de la Cueva y de la Rosa

Las facultades del Congreso de la Unión sobre el Distrito y


Territorios Federales están contenidas en la fracción VI del artículo
73. El Gobierno del Distrito, como el de los Territorios, está a
cargo del Presidente de la República, con la diferencia de que el de
los territorios es parecido al que rige en los Estados (se sigue el sis-
tema de régimen municipal) mientras que en el Distrito Federal
rige el sistema delegacional. El régimen del Municipio fue suprimido
por una reforma constitucional.

Los poderes del Distrito Federal, igual que en los Estados,


son tres: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. El primero lo ejerce el
Congreso de la Unión; el segundo el jefe del Departamento Cen-
tral, nombrado por el Presidente de la República; el tercero, está
en manos de los magistrados del Tribunal Superior de Justicia del
Distrito y Territorios.

FACULTADES GENERALES DEL CONGRESO DE LA UNIÓN.


LA CLASIFICACIÓN DE LAS FUNCIONES DEL ESTADO,
SE PUEDEN REALIZAR DE FORMA MATERIAL Y FORMAL

En principio toda la función legislativa corresponde al Poder


Legislativo, pero el Congreso realiza materialmente también funcio-
nes administrativas y jurisdiccionales. Pueden darse dos reglas por
lo que toca a la actividad del Congreso como Poder Legislativo:
una, cuando se trata de reformar a la Constitución y los resultados
de esta actividad son siempre leyes; y otra, cuando actúa en función
legislativa al dictar leyes reglamentarias para organizar y legislar
Curso de Derecho Constitucional 273

en materia federal ordinaria, que son todas las leyes que dicta el
Congreso en función de las facultades que la Constitución le otorga.

La jerarquía normativa que nos rige en la actualidad es la


siguiente:

1. Constitución General de la República.


2. Leyes constitucionales (reglamentarias y orgánicas).
3. Legislación federal ordinaria formada por todas aque-
llas leyes que dicta el Congreso de la Unión dentro de sus
atribuciones.

En el texto del artículo 73 constitucional se encuentran una


serie de atribuciones que aunque formalmente son legislativas, en
el aspecto material viene a significar ejercicio de la función adminis-
trativa y jurisdiccional. Dentro de la función administrativa están:

1. La intervención del Congreso en cuestiones territoriales,


ejemplo: competencia para solucionar conflictos limítrofes entre
los Estados.

2. La fracción V establece la forma en que habrá de cambiar la


residencia de los Supremos Poderes Federales.

3. La fracción VI que concierne a la cuenta anual que debe pre-


sentar el Ejecutivo para su finiquito.
274 Mario de la Cueva y de la Rosa

4. La declaración de guerra.

5. Las atribuciones que le corresponden cuando acepta la renun-


cia del Presidente de la República o le concede licencia para ausentar-
se del territorio nacional.

6. Para crear o suprimir empleos o plazas fijando los emolumen-


tos de cada uno.

7. Autorizaciones que concede a funcionarios o particulares


para usar condecoraciones de países extranjeros.

Dentro de las funciones jurisdiccionales están las comprendi-


das en los artículos referentes a los delitos comunes de los altos
funcionarios. Cuando se trate de delitos del orden común, el papel
de la Cámara de Diputados se abocará a declarar si “ha lugar a
poner a disposición de las autoridades del orden común al funcio-
nario acusado”; si se trata de delitos oficiales, entonces el Senado
se constituye en Gran Jurado a propuesta de la Cámara de Dipu-
tados. En al segundo caso es indiscutible que se trate de una actividad
materialmente jurisdiccional. ¿ Hay en este caso función jurisdic-
cional por parte del Poder Legislativo? Son dos las tesis que existen
respecto a este caso:

1. Aquí se plantea que no se trata de un acto jurisdiccional.


La actividad del Congreso, afirman, se limita exclusivamente a
poner al funcionario a disposición de las autoridades comunes.
Curso de Derecho Constitucional 275

2. Indica que la función jurisdiccional exige frecuentemente


el ejercicio de actos previos a la actividad procesal y que el problema,
por tanto, se desplaza hacia la determinación de si los actos reali-
zados por el Congreso son o no materialmente procesales. Y ya
planteada la cuestión así, explican que es indispensable que el Con-
greso desaforé el funcionario implicado, acto que está realizando
de manera jurisdiccional.

Pero en contra de esta argumentación se dice que el ejercicio


de actos que conducen a la actividad jurisdiccional deben ser
parte del mismo proceso y que el fuero está instituido por razones
de orden político público y nunca por razones jurisdiccionales. Esto
quiere decir que el fuero tiende a evitar problemas de poder y el
acto del Congreso que venimos comentando no es definitivo ni se
impone al Poder Judicial, es solamente suspensivo, ya que las
autoridades judiciales declararan que ha lugar a aprehender al
acusado, en cambio el Congreso tiene la obligación de destituirlo
de su cargo.
Esta obra se terminó de imprimir y encuadernar en
diciembre de 2011 en los talleres de XXXXX
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111 Vivace Bt de 68.2 puntos y Goudy Old Style de
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2,000 ejemplares impresos en papel couche mate 2
caras de 100 grs.

La digitalización de esta obra estuvo a


cargo del Centro de Documentación y
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