Antropología
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a.1. UN ENTENDIMIENTO CREADO PUEDE VER A DIOS EN SU ESENCIA. “Lo veremos tal cual es”. 1Jn 3.2
Como quiera que un ser es cognoscible en cuanto está en acto, Dios, que es acto puro sin mezcla alguna de
potencialidad, en cuanto tal es cognoscible en grado sumo. Pero lo que en cuanto tal es cognoscible en grado
sumo, deja de ser cognoscible para algún entendimiento por sobrepasar su capacidad, Ejemplo: El sol, que es lo
más visible, por su exceso de luz no puede ser visto por el murciélago.
Partiendo de este principio, algunos dijeron que ningún entendimiento creado puede ver la esencia divina.
Pero esto no es aceptable. Pues, como quiera que la suprema felicidad del hombre consiste en la más sublime
de sus operaciones, que es la intelectual, si el entendimiento creado no puede ver nunca la esencia divina, o
nunca conseguirá la felicidad, o ésta se encuentra en algo que no es Dios. Esto es contrario a la fe y además,
es contrario a la razón. Porque cuando el hombre ve un efecto, experimenta el deseo natural de ver la causa. Es
precisamente de ahí de donde brota la admiración humana. Así, pues, si el entendimiento de la criatura
racional no llegase a alcanzar la causa primera de las cosas, su deseo natural quedaría defraudado. Por tanto,
hay que admitir que los bienaventurados ven la esencia de Dios.
a.2. LA ESENCIA DIVINA, NO PUEDE SER VISTA POR EL ENTENDIMIENTO CREADO A TRAVÉS DE ALGUNA
SEMEJANZA.
1- Por parte de la capacidad visiva… Para una visión sensible o intelectual se requiere: capacidad de visión
y unión de lo visto con la visión, ya que no hay visión si lo visto de alguna manera no está en el que ve. En
las cosas corporales sucede que lo visto no puede estar con su esencia en el que ve, sino sólo por
semejanza. Ejemplo: La semejanza y no la sustancia de la piedra está en el ojo que ve. Es evidente que
Dios es el autor de la capacidad de ver y que el entendimiento puede verle. Como quiera que la misma
capacidad intelectual no es la esencia de Dios, es necesario que sea alguna imagen participada de Él
mismo, que es el primer entendimiento. Por eso se dice que la capacidad intelectual de la criatura es una
cierta luz inteligible, derivada de la primera luz, bien se entienda esto de la capacidad natural, bien de
cualquier perfección añadida de gracia o de gloria. Por tanto, para ver a Dios, la capacidad de ver
necesita alguna semejanza de Dios que le proporcione eficacia para ver a Dios.
2- Por parte de lo visto , y que de algún modo tiene que estar unida al que ve, no es posible ver la esencia
divina a través de alguna imagen creada. Primero porque a través de imágenes del orden inferior de las
cosas no se pueden conocer las del orden superior, como por la especie del cuerpo no puede ser conocida
la esencia de lo incorpóreo. Así, pues, mucho menos a través de cualquier especie creada se podrá ver la
esencia de Dios. Segundo, porque la esencia de Dios es su mismo ser, algo que no se da en ninguna
especie creada. Así, pues, ninguna forma creada puede ser semejanza que represente al que ve la esencia
de Dios. Tercero, porque la esencia divina es algo ilimitado, conteniendo en sí de forma eminente todo lo
que pueda ser significado o comprendido por el entendimiento creado. Esto no puede ser representado
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en absoluto por ninguna especie creada, porque toda forma creada está determinada por alguna razón, o
sabiduría, o fuerza, o el mismo ser, o de cualquier otro modo. De ahí que decir ver a Dios a través de
semejanza es decir no ver la esencia divina, cosa errónea.
Hay que decir, por tanto, que para ver a Dios se requiere alguna semejanza por parte de la capacidad de ver,
a saber, la luz de la gloria . Pero la esencia de Dios no puede ser vista a través de alguna semejanza creada
que represente la misma esencia divina tal cual es.
a.3. LA ESENCIA DIVINA, NO PUEDE SER VISTA CON LOS OJOS CORPORALES. Es imposible ver a Dios con el
sentido de la vista o con cualquier otro sentido o facultad sensitiva. Toda facultad de este tipo es acto de un
órgano corporal. Y todo acto es proporcionado a su sujeto. De ahí que ninguna facultad de este tipo pueda ir
más allá de lo corpóreo. Dios es incorpóreo. De ahí que ni el sentido ni la imaginación lo puede ver, sino sólo el
entendimiento.
a.4. NO PUEDE NINGÚN ENTENDIMIENTO CREADO, POR SU CAPACIDAD NATURAL, VER LA ESENCIA DIVINA.
Ver a Dios es algo que le corresponde por gracia y no por naturaleza al entendimiento creado.
Así, pues, si el modo de ser de alguna cosa conocida excede el modo de ser de la naturaleza del que conoce, es
necesario que el conocimiento de aquello esté por encima de la naturaleza de aquél. Y hay un múltiple modo
de ser de las cosas:
- Hay algunas cuya naturaleza no existe más que en la materia individual. Así son todos los seres
corporales.
- Hay otras, sin embargo, cuya naturaleza subsiste en sí misma, no en alguna materia, y que, sin
embargo, no son su propio ser, sino que tienen ser. Así son las sustancias incorpóreas llamadas
ángeles.
- El único propio modo de ser es el de Dios, que es su propio ser subsistente.
Así, pues, aquellas cosas que no tienen su ser más que en la materia individual, las conocemos por
connaturalidad, pero nuestra alma, a través de la que conocemos, es forma de alguna materia. Y, además,
tiene dos facultades cognoscitivas. Una, la correspondiente al acto de algún órgano corporal. A éste le
corresponde conocer por connaturalidad las cosas tal como están en la materia individual. De ahí que el
sentido no conozca más que lo singular. La otra facultad cognoscitiva es el entendimiento, que no es ningún
acto de un órgano corporal. De ahí que al entendimiento le corresponda conocer por connaturalidad las
naturalezas que no tienen su ser más que en la materia individual, pero no en cuanto concretadas en la materia
individual, sino en cuanto son abstraídas de la materia por el entendimiento. De ahí que por el entendimiento
podamos conocer de este modo lo universal, algo que está por encima de la facultad del sentido.
Por su parte, connatural al entendimiento angélico es conocer las naturalezas no existentes en la materia, algo
que está por encima de la capacidad del entendimiento del alma humana, por cuanto en la presente vida está
unida al cuerpo.
Consecuentemente, hay que concluir que conocer al mismo ser subsistente es connatural sólo al
entendimiento divino, que está por encima de la capacidad natural de cualquier entendimiento creado,
porque ninguna criatura es su propio ser, sino que participa del ser. Así, pues, el entendimiento creado no
puede ver a Dios en su esencia, a no ser que Dios, por su gracia, se una al entendimiento creado haciéndose
inteligible.
a.5. NECESITA EL ENTENDIMIENTO CREADO ALGUNA LUZ CREADA PARA VER LA ESENCIA DIVINA
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Todo aquello que es elevado hasta algo que está por encima de su naturaleza, necesita que se le prepare con
alguna disposición que esté por encima de la naturaleza…. Cuando algún entendimiento creado ve a Dios en su
esencia, la misma esencia de Dios es lo que produce la forma inteligible del entendimiento. De ahí que sea
necesario que se le añada al entendimiento alguna disposición sobrenatural para que pueda ser elevado
hasta tanta sublimidad. Así, pues, como quiera que la capacidad natural del entendimiento creado no es
suficiente para ver la esencia de Dios, es necesario que su capacidad de entender aumente por la gracia
divina.
Ad.2. Esta luz no es necesaria para ver la esencia de Dios como si fuera una semejanza en la que se contempla
a Dios, sino como una cierta perfección del entendimiento que le da más capacidad para ver a Dios. Así, puede
decirse que es un medio no en el que Dios es visto, sino bajo el que se le ve. Esto no quita inmediatez a la
visión de Dios.
a.6. ENTRE LOS QUE VEN LA ESENCIA DIVINA, LA VEN UNOS MEJOR QUE OTROS. Porque un entendimiento
estará más capacitado que otro para ver a Dios. Y la capacidad para ver a Dios no le corresponde al
entendimiento creado por naturaleza, sino por la luz de la gloria. De ahí que el entendimiento que más
participe de la luz de la gloria, más perfectamente verá a Dios. Y tanto más participará de la luz de la gloria
cuanto más amor tenga, pues donde el amor es mayor, mayor es el deseo; y el deseo, de alguna manera,
capacita y prepara al que desea para conseguir lo deseado. Por lo tanto, aquel que tenga más amor, más
perfectamente verá a Dios y más feliz será.
a.7. QUIENES VEN A DIOS EN SU ESENCIA, ¿LE COMPREHENDEN? A cualquier entendimiento creado le resulta
imposible comprehender a Dios, en cuanto comprehender significa conocer perfectamente.
Ningún entendimiento creado puede llegar a tener un conocimiento perfecto de la esencia divina en lo que
tiene de cognoscible. Esto es así por lo siguiente. Cualquier cosa es cognoscible en la medida en que es un ser
en acto. Dios, como quiera que es infinito es infinitamente cognoscible. Y ningún entendimiento creado puede
conocer a Dios infinitamente. Pues un entendimiento creado en tanto conoce más o menos perfectamente la
esencia divina en cuanto está inundado de mayor o menor luz de gloria. Como quiera que toda luz de gloria
creada presente en cualquier entendimiento creado no puede ser infinita, es imposible que algún
entendimiento creado conozca a Dios infinitamente. Por lo tanto, es imposible que a Dios se le comprehenda.
1- la comprehensión estricta y propia, por la cual algo está incluido en el que comprehende. A Dios no se
le comprehende así, ni con el entendimiento ni con otra cosa, porque, siendo infinito, nada finito le
puede abarcar para que algo finito le entienda infinitamente como infinito es Él. Esta es la
comprehensión de la que estamos hablando ahora.
2- La comprehensión en sentido amplio, y que es la comprehensión opuesta a consecución. Pues quien
tiene algo cuando ya lo alcanza, se dice que lo comprehende. Así es como Dios es comprehendido por
los bienaventurados.
De este modo, la comprehensión es una de las tres prendas del alma, la que corresponde a la esperanza; como
la contemplación le corresponde a la fe; y el gozo a la caridad. Estas tres cosas los bienaventurados las
encuentran en Dios: porque le ven; porque viéndole, le tienen presente seguros de verle siempre; y teniéndolo,
porque lo disfrutan como el que colma el último fin de todo deseo.
a.8. QUIENES VEN A DIOS EN ESENCIA, ¿LO VEN TODO EN DIOS? Está el hecho que los ángeles ven a Dios en
su esencia, y, sin embargo, no lo conocen todo. Pues los ángeles inferiores son purificados de su ignorancia
por los superiores... Luego quienes ven la esencia de Dios no lo ven todo.
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El entendimiento creado, al ver la esencia de Dios no ve en ella todo lo que Dios hace o puede hacer. Ya que
ningún entendimiento creado puede comprehender totalmente a Dios. Por tanto, ningún entendimiento
creado, al ver a Dios, puede conocer todo lo que Dios hace o puede hacer. Eso sería comprehender todo su
poder. Pero aquellas cosas que Dios hace o puede hacer, algún entendimiento tanto más las conocerá cuanto
más perfectamente vea a Dios.
Ad.2. Quien ve un espejo, no necesariamente tiene que ver todo lo que allí se refleja, a no ser que con su vista
abarque todo el espejo.
a.9. QUIENES VEN A DIOS EN ESENCIA, LO QUE VEN EN LA MISMA ESENCIA DE DIOS NO LO VEN POR ALGÚN
TIPO DE ESPECIE, SINO POR LA MISMA ESENCIA DIVINA UNIDA AL ENTENDIMIENTO DE QUIENES LE VEN.
Conocer las cosas por las semejanzas que se dan en el que las conoce, es conocerlas en sí mismas, o en su
propia naturaleza; pero conocerlas por las semejanzas que preexisten en Dios, es verlas en Dios. Los dos modos
de conocer son distintos. De ahí que aquel conocimiento que se tiene de aquellas cosas que son vistas en Dios
por quienes ven a Dios en esencia, no se da a través de semejanzas extrañas, sino sólo a través de la esencia
divina presente en el entendimiento y por la que Dios es visto.
a.10: QUIENES VEN A DIOS EN ESENCIA, ¿VEN SIMULTÁNEAMENTE EN ÉL TODO LO QUE VEN? Lo que se ve en
Dios, se ve simultáneamente, no con sucesión.
Hay que tener presente que nosotros no podemos entender muchas cosas simultáneamente, porque muchas
cosas las entendemos por especies diversas, y un entendimiento no puede ser informado simultáneamente con
diversas especies para entender por medio de ellas... Así sucede que, cuando muchas cosas pueden ser
entendidas con una sola especie, son entendidas simultáneamente... y quedó demostrado (a.9) que las cosas
que se ven en Dios no son vistas cada una en su propia especie, sino que todas son vistas en una sola esencia.
De ahí que sea un ver simultáneo, no sucesivo.
a.11: ¿PUEDE O NO PUEDE ALGUIEN EN ESTA VIDA VER A DIOS EN ESENCIA? Sc. está lo que se dice en Ex
33,20: No puede el hombre verme y seguir viviendo.
Dios no puede ser visto en esencia por ningún hombre puro a no ser que esté separado de esta vida mortal. El
motivo es porque, como se dijo (a.4), el modo de conocer depende del modo de la naturaleza del que conoce.
Nuestra alma, mientras vivimos en esta vida, tiene su ser en la materia corporal. De ahí que naturalmente no
conozca más que lo que tiene forma en la materia o que pueda ser conocido de este modo. Es evidente que la
esencia divina no puede ser conocida a través de la naturaleza de las cosas materiales. Pues quedó demostrado
(a.2), que conocer a Dios por alguna semejanza creada no significa visión de su esencia. De ahí que le resulte
imposible al alma humana en esta vida ver la esencia de Dios. Signo de esto es el hecho de que nuestra alma,
cuanto más se abstrae de lo corporal, tanto más capaz es de entender lo abstracto. De ahí que en sueños y en
éxtasis se perciben más las revelaciones de lo divino y las premoniciones de lo futuro. Por todo lo cual, el alma
no podrá ser elevada hasta lo inteligible en grado sumo, esto es, la esencia divina, mientras se encuentra en
esta vida mortal.
Ad.1. Según Dionisio, cuando se dice que alguien ve a Dios, hay que entender que vio alguna figura, bien
sensible, bien imaginaria como representación de algo semejante a lo divino. Por eso, al decir Jacob: Vi a Dios
cara a cara (Gn 32,30), hay que entender no que viera la esencia de Dios, sino una figura en la que Dios estaba
representado.
Ad.2. Así como Dios milagrosamente obra algo sobrenatural en los seres corpóreos, así también sobrenatural y
extraordinariamente elevó algunas mentes sometidas a la condición carnal hasta la contemplación de su
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esencia sin usar los sentidos corporales. Es lo que Agustín respectivamente, de Moisés, maestro de los Judíos, y
de Pablo, maestro de los Gentiles.
II-II, 175, a.3. SI SAN PABLO VIO LA ESENCIA DIVINA EN SU RAPTO. Algunos sostuvieron que San Pablo, en su
rapto, no vio la misma esencia de Dios, sino cierto brillo de la claridad de la misma. Pero San Agustín defiende
abiertamente lo contrario... Esto mismo viene a sostener el propio Apóstol, quien dice (2 Cor 12,4) que oyó
palabras inefables, que no es permitido al hombre hablar. Ahora bien: esto parece referirse a algo tocante a la
visión beatífica, que supera la condición de la vida presente. Por tanto, parece conveniente decir que San Pablo
vio a Dios en su esencia.
Ad.2. Hay que decir que la esencia de Dios no puede ser vista por el entendimiento creado sin la luz de la
gloria... Esta participación admite un doble modo: 1) de forma inmanente, como sucede con los
bienaventurados en el cielo. 2) a modo de pasión transeúnte, como a propósito de la luz profética, y ésta fue la
luz de San Pablo cuando fue arrebatado. Por ello, tal visión no hizo que fuera bienaventurado plenamente, de
modo que la gloria redundara en su cuerpo, sino sólo en parte. Por eso, tal rapto pertenece, de algún modo, a
la profecía.
Cuando decimos que el hombre ha sido hecho a imagen de Dios, entendemos por imagen, como dice el
Damasceno, un ser dotado de inteligencia, libre albedrío y dominio de sus propios actos. Por eso, después de
haber tratado del ejemplar, de Dios, y de cuanto produjo el poder divino según su voluntad, nos queda estudiar
su imagen, es decir, el hombre, como principio que es también de sus propias acciones por tener libre albedrío y
dominio de sus actos.
Pero esto plantea una nueva duda. Como la naturaleza se ordena siempre a lo mejor y es más perfecto conocer
volviéndose directamente a lo inteligible que recurriendo a las imágenes, la naturaleza del alma debió de ser
formada de tal forma por Dios, que la manera más perfecta de conocer le fuese connatural, sin que para ello
necesitara unirse al cuerpo.
Así, pues, hay que tener presente que, aun cuando el entender refiriéndose a lo superior, en cuanto tal, es
más digno que el hacerlo recurriendo a las imágenes, sin embargo, dada la capacidad del alma, tal manera
de conocer era más imperfecta. Se demuestra de la siguiente manera: En todas las sustancias intelectuales, la
facultad cognoscitiva proviene de un influjo de la luz divina:
Así pues, si Dios hubiera dotado a las almas humanas de la intelección propia de las sustancias separadas, su
conocimiento no sería perfecto, sino general y confuso. Para que pudieran conocer con propiedad y perfección
las cosas, han sido ordenadas naturalmente a unirse a los cuerpos, para que puedan tener un conocimiento
adecuado de lo sensible. Por lo tanto, resulta claro que el estar unida con el cuerpo y entender por medio de
imágenes es mejor para el alma. Si bien puede existir separada y tener otro modo distinto de conocer.
Ad.3. El alma separada no entiende por medio de especies innatas, ni por las que abstrae entonces, ni
únicamente por las que haya conservado; sino por medio de las especies recibidas en virtud del influjo de la luz
divina, de las que el alma participa como las demás sustancias separadas, aunque en menor grado.
a.2. EL ALMA SEPARADA, CONOCE O NO CONOCE LAS SUSTANCIAS SEPARADAS. Como el rico que estaba en el
infierno vio a Lázaro y a Abraham (Lc 16,23). Por tanto, las almas separadas ven también a los ángeles y los
demonios.
Mientras el alma está unida al cuerpo, conoce recurriendo a las imágenes. Por eso, ni a sí misma puede
conocerse, a no ser en cuanto que entiende en acto por medio de la especie abstraída de las imágenes. Es
decir, se conoce a sí misma a través de su acto. Pero, una vez separada del cuerpo, entiende no recurriendo a
las imágenes, sino a lo que en cuanto tal es inteligible. Por eso se conoce a sí misma por sí misma. Es común a
toda sustancia separada entender lo superior y lo inferior a ella según el modo de ser de su sustancia, pues una
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cosa es conocida según el modo como está en el sujeto que conoce. Algo está en otro según el modo de ser de
aquel en quien está. El modo de la sustancia del alma separada es inferior al de la angélica, pero conforme al
modo de ser de las demás almas. Por eso, de éstas tiene un conocimiento perfecto; de los ángeles, imperfecto
y deficiente, hablando en un plano natural. Todo es distinto al tratarse del conocimiento de gloria.
a.3. EL ALMA SEPARADA NO CONOCE TODO LO NATURAL. El alma separada entiende por medio de especies
recibidas por influjo divino, al igual que los ángeles. Sin embargo, porque la naturaleza del alma es inferior a la
del ángel, al que le es connatural este modo de conocer, el conocimiento que el alma separada consiga por
medio de estas especies no es perfecto, sino general y confuso. Así, pues, en la misma medida en que los
ángeles por dichas especies tienen un conocimiento perfecto de lo natural, lo tienen las almas separadas
imperfecto y confuso. Tal modo de conocer es perfecto en el ángel. Por eso, las almas separadas tienen de todo
lo natural un conocimiento general y confuso, no propio y cierto.
a.4. EL ALMA SEPARADA CONOCE LO SINGULAR. Las almas separadas conocen algunos seres singulares, pero
no todos, ni siquiera los que existen en el presente. Para demostrarlo hay que tener presente que hay dos
maneras de entender:
1) por abstracción de las imágenes. De este modo no puede conocerse lo singular de forma directa, sino
indirecta,
2) por medio de las especies infundidas por Dios; y es así como el entendimiento puede conocer lo
singular. Pues así como el mismo Dios lo conoce todo por su propia esencia, tanto lo universal como lo
singular, así también las sustancias separadas pueden conocer lo singular por medio de las especies,
que son ciertas semejanzas participadas de aquella ciencia divina.
Sin embargo, hay diferencia entre los ángeles y las almas separadas, porque los ángeles por las especies tienen
un conocimiento perfecto y propio de las cosas; en cambio, las almas separadas, confuso. Por eso los ángeles,
debido a la eficacia de su entendimiento, no sólo pueden conocer por medio de tales especies la naturaleza de
las cosas de modo específico, sino también lo singular comprendido en las especies. En cambio, las almas
separadas no pueden conocer por dichas especies más que aquellas cosas singulares con las que tengan alguna
relación: Por un conocimiento anterior, por algún sentimiento, por una tendencia natural o por disposición
divina; porque todo lo que se recibe en algún sujeto está determinado en él por el modo de ser del que lo
recibe.
a.5. EL HÁBITO CIENTÍFICO ADQUIRIDO AQUÍ PERMANECE EN EL ALMA SEPARADA. Algunos supusieron que el
hábito científico no reside en el entendimiento mismo, sino en las facultades sensitivas; esto es, la imaginativa,
la cogitativa o la memorativa. También supusieron que las especies inteligibles no se conservan en el
entendimiento posible. Si esta opinión fuera cierta, se seguiría que, destruido el cuerpo, desaparecería
totalmente el hábito científico adquirido en este mundo.
Pero porque la ciencia está en el entendimiento, que es el lugar de las especies el hábito científico adquirido en
esta vida reside en parte en dichas facultades y en parte en el entendimiento mismo.
Pero los actos intelectuales, durante la vida terrena, se realizan recurriendo a las imágenes que residen en
dichas potencias sensitivas. Y así como el acto intelectivo está principal y formalmente en el entendimiento
mismo, y material y dispositivamente en las facultades intelectivas, así también sucede con el hábito.
Por lo tanto, en el alma separada no permanecerá aquella parte del hábito científico adquirido que reside en
las facultades inferiores, pero sí la que existe en el entendimiento mismo. Porque una forma puede destruirse
de dos modos: Por sí misma, cuando es sustituida por su contrario, como el calor por el frío; o accidentalmente,
por corrupción del sujeto en el que está. Por corrupción del sujeto no puede desaparecer la ciencia que existe
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en el entendimiento, ya que éste es incorruptible. Tampoco pueden las especies inteligibles existentes en el
entendimiento posible ser destruidas por su contrario, porque nada hay contrario a la intención inteligible,
sobre todo tratándose de la simple aprehensión, por medio de la cual conocemos lo que algo es. Sin embargo,
en cuanto a aquella operación por la que el entendimiento compone o divide o raciocina, hay contrariedad en
el entendimiento, puesto que la falsedad en la proposición o en la argumentación es contraria a lo verdadero.
En este sentido, a veces, la ciencia es destruida por su contrario, como ocurre cuando alguien, por un
argumento falso, se desvía de la ciencia de la verdad. Así, el Filósofo, en el libro mencionado, admite que la
ciencia se destruía por dos motivos: el olvido, por parte de la memoria; y el engaño, por una argumentación
falsa. Ninguno de ellos puede caber en el alma separada. Por lo tanto, hay que concluir que el hábito científico,
en cuanto que está en el entendimiento, permanece en el alma separada.
a.7. LA DISTANCIA LOCAL NO IMPIDE EL CONOCIMIENTO DEL ALMA SEPARADA. Algunos supusieron que el
alma separada conoce lo singular por abstracción de las cosas sensibles. Si esto fuera así, podría decirse que la
distancia local impediría el conocimiento del alma separada, pues sería preciso o que lo sensible obrara sobre
ella, o ella sobre lo sensible; en ambos casos se exigiría una determinada distancia. Sin embargo, tal hipótesis
es imposible; porque abstraer especies de las cosas sensibles se realiza por medio de los sentidos y demás
potencias sensitivas, de las que carece el alma separada. Esta conoce lo singular por medio de las especies que
provienen del influjo de la luz divina, que se extiende por igual a lo cercano y a lo lejano. Por lo tanto, la
distancia local de ningún modo impide el conocimiento del alma separada.
Contra esto: está lo que se dice en Job 14,21: Si sus hijos son honrados o son despreciados, él no lo sabrá.
Por conocimiento natural, al que nos estamos refiriendo ahora, las almas de los difuntos no saben lo que
sucede en este mundo. El porqué de esto radica en lo que ya hemos dicho (a.4): El alma separada conoce lo
singular en cuanto que de alguna manera está determinada a ello, o bien por un vestigio de conocimiento o
afecto anterior, o bien por disposición divina. Las almas de los difuntos, por prescripción divina y en
conformidad con su modo de existir, están separadas de toda comunicación con los vivos y en convivencia con
las sustancias espirituales, separadas de los cuerpos. Por eso ignoran lo que sucede entre nosotros.
En cuanto a las almas de los bienaventurados, parece que hay diferencia entre Gregorio y Agustín… Sin
embargo, parece más probable, siguiendo la opinión de Gregorio, que las almas de los bienaventurados, que
ven a Dios, conocen todo lo que aquí sucede, porque son iguales a los ángeles. De éstos el mismo Agustín
afirma que no ignoran lo que sucede entre los vivos. Pero como las almas de los santos están unidas de un
modo perfectísimo a la justicia divina, no se entristecen, como tampoco intervienen en las cosas de los vivos, a
no ser que lo exija una disposición de la justicia divina.
Ad.1. Las almas de los difuntos pueden ocuparse de las cosas de los vivos aun cuando ignoren el estado en que
se encuentran, como nosotros nos ocupamos de ellos ofreciendo sufragios en su favor, aunque ignoramos su
estado. Pueden también conocer los hechos de los vivos no por sí mismos, sino, bien por las almas de los que
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de aquí van a ellos, bien por medio de los ángeles o demonios, o bien porque se lo revele el Espíritu
Santo, como dice Agustín en el mismo libro.
Ad.2. Los muertos se aparezcan a los vivos de una u otra manera, sucede o por una especial providencia divina,
que dispone que las almas de los difuntos intervengan en las cosas de los vivos, lo que constituye un milagro de
Dios; o porque estas apariciones se realizan por acciones de los ángeles, buenos o malos, aun ignorándolo los
muertos, como también los vivos se aparecen sin saberlo a otros vivos mientras duermen.
a.1. LA IMAGEN DE DIOS ESTÁ EN EL HOMBRE. Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Gn 1,26.
San Agustín: Donde hay imagen se da semejanza, pero donde hay semejanza, no hay inmediatamente
imagen. Es decir, la semejanza es algo esencial a la imagen; la imagen añade al concepto de semejanza el ser
sacada de otro, pues se llama imagen por hacerse imitando a otro. Ejemplo: Un huevo, por más que sea
semejante e igual a otro huevo, no es imagen del mismo, puesto que no procede de él. La igualdad, en cambio,
no es esencial a la imagen, porque dice Agustín: Donde hay imagen, no hay inmediatamente igualdad, como se
ve en la imagen de un objeto en un espejo. Sin embargo, es esencial a la imagen perfecta, a la que nada falta
de lo que tiene aquello de lo que está tomada.
Pero es evidente que en el hombre hay una semejanza de Dios y que procede de Él como ejemplar, y que no
es semejanza de igualdad, pues el ejemplar es infinitamente superior a lo imitado. Así se dice que en el
hombre hay imagen de Dios, pero no perfecta, sino imperfecta. Esto es lo que da a entender la Escritura
cuando dice que el hombre está hecho «ad» imagen de Dios, porque la preposición «ad» indica
acercamiento, que sólo es posible entre cosas distantes.
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Ad.2. El Primogénito de toda criatura es la imagen perfecta de Dios, que cumple exactamente las condiciones
esenciales a la imagen.
Por eso se dice de Él que es «Imagen» no «a imagen». El hombre, en cambio, es imagen por semejanza, y
por la imperfección de esta semejanza se dice «a imagen». Y porque la semejanza perfecta de Dios sólo
puede darse en la identidad de naturaleza, su imagen se da en el Hijo, como la imagen del rey en su hijo
connatural a él; pero en el hombre, como en una naturaleza ajena.
a.2. LA IMAGEN DE DIOS, NO SE ENCUENTRA EN LAS CRIATURAS IRRACIONALES. Sc. En el hombre sobresale el
que Dios lo hace a su imagen, al darle una mente intelectual, por la que es superior a los animales. Por lo tanto,
las cosas que no tienen entendimiento no son a imagen de Dios.
Co. Para constituir imagen no basta cualquier semejanza. Pues, si sólo es semejanza en el género o en algún
accidente común, no por ello se dice que una cosa es a imagen de otra. Ejemplo: No puede decirse que los
gusanos que nacen del hombre sean imagen suya por la semejanza genérica. Para constituir imagen es
necesaria la semejanza de especie, como se da la imagen del rey en su hijo, o, al menos, de un accidente
propio de la especie, sobre todo la figura, como se da, por ejemplo, cuando decimos que está la imagen del
hombre en la moneda.
Es evidente que sólo las criaturas intelectuales son, propiamente hablando, a imagen de Dios.
a.3. LA IMAGEN DE DIOS, ¿ESTÁ O NO ESTÁ MÁS EN EL ÁNGEL QUE EN EL HOMBRE? Podemos hablar de
imagen de Dios en un doble sentido.
1- en cuanto a aquello en lo que se considera la razón de imagen: la naturaleza intelectual. Considerada así,
la imagen de Dios se da más en el ángel que en el hombre, porque en el primero es más perfecta la
naturaleza intelectual
2- en su elemento secundario: es decir, en cuanto que en el hombre se da cierta imitación de Dios, ya que
hombre procede de hombre, como Dios de Dios; y en cuanto que el alma humana está toda en todo el
cuerpo y toda en cada una de sus partes, como Dios respecto del mundo. En cuanto a esto y a otros
aspectos semejantes, se encuentra la imagen de Dios más plenamente en el hombre que en el ángel. Pero
esto no cuenta para el porqué de imagen divina en el hombre, a no ser que se presuponga la primera
imitación por la naturaleza intelectual; pues, de no ser así, también las bestias serían a imagen de Dios.
Por tanto, como en lo referente a la naturaleza intelectual el ángel es más a imagen de Dios que el hombre,
hay que admitir absolutamente que el ángel es más plenamente imagen divina; y el hombre lo es más en
algún aspecto.
a.4. LA IMAGEN DE DIOS, ¿SE ENCUENTRA O NO SE ENCUENTRA EN CUALQUIER HOMBRE? Como quiera que
se dice que el hombre es a imagen de Dios por su naturaleza intelectual, lo es sobre todo en cuanto que la
naturaleza intelectual puede imitarle del modo más perfecto posible. Y le imita de un modo perfecto en
cuanto que Dios se conoce y se ama a sí mismo. De ahí que la imagen de Dios en el hombre puede ser
considerada de tres modos:
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1- en cuanto que el hombre posee una aptitud natural para conocer y amar a Dios, aptitud que consiste
en la naturaleza de la mente; esta es la imagen común a todos los hombres.
2- en cuanto que el hombre conoce y ama actual o habitualmente a Dios, pero de un modo imperfecto;
ésta es la imagen procedente de la conformidad por la gracia.
3- en cuanto que el hombre conoce actualmente a Dios de un modo perfecto; ésta es la imagen que
resulta de la semejanza de la gloria.
La primera se da en todos los hombres; la segunda, sólo en los justos; la tercera, exclusivamente en los
bienaventurados.
a.5. LA IMAGEN DE DIOS, ¿ESTÁ EN EL HOMBRE REFERIDA A LA TRINIDAD DE PERSONAS ? La distinción entre
las Personas divinas se da por las relaciones de origen. Ahora bien, no es el mismo modo de origen en todas las
cosas, sino que cada uno tiene el modo de origen que es propio de su naturaleza: lo inanimado es producido de
modo distinto que lo animado; y las plantas de modo distinto que los animales. Es evidente que la distinción
de las Personas divinas se realiza en conformidad con la naturaleza divina. De ahí que el ser a imagen de
Dios por la imitación de la naturaleza divina no excluye el serlo según la representación de las tres Personas;
antes bien, lo uno se sigue de lo otro. Así, pues, hay que decir: En el hombre se da la imagen de Dios en
cuanto a la naturaleza divina y en cuanto a la trinidad de personas, pues en el mismo Dios hay una
naturaleza en tres Personas.
a.6. LA IMAGEN DE DIOS, ¿ESTÁ EN EL HOMBRE SÓLO EN LO QUE RESPECTA A LA MENTE? El ser a imagen de
Dios pertenece sólo a la mente.
Co. Aunque en todas las criaturas hay alguna semejanza de Dios, sólo en la criatura racional se encuentra la
semejanza de Dios como imagen y en las demás se encuentra sólo como vestigio. Pero la criatura racional es
superior a las otras por el entendimiento. De ahí que tampoco en la criatura racional se encuentra la imagen de
Dios a no ser según la mente. En las demás partes de la criatura racional se encuentra la semejanza de vestigio.
El porqué de esto resulta evidente considerando cómo representa el vestigio y la imagen. La imagen
representa en semejanza específica mientras que el vestigio representa como efecto que imita su causa sin
llegar a la semejanza específica. Ejemplo: Las huellas que dejan los animales en sus movimientos se llaman
vestigios; la ceniza es vestigio del fuego...
Por lo tanto, puede verse la diferencia entre las criaturas racionales y las irracionales en dos aspectos:
1- En cuanto a la representación de la naturaleza divina, la criatura racional parece llegar a constituir una
representación específica, en cuanto que imita a Dios, no sólo como ser viviente, sino como inteligente.
Las otras criaturas, en cambio, no entienden, pero aparece en ellas un vestigio del entendimiento que las
produce, si consideramos su armónica disposición.
2- en cuanto a la representación de la Trinidad increada, como la Trinidad increada se distingue por la
procesión de la Palabra de quien lo dice, y la del Amor de entrambos, en la criatura racional, en la que se
da la procesión de una palabra según el entendimiento y un proceso de amor de la voluntad, puede
decirse que se da una imagen de la Trinidad increada según cierta representación específica. En las demás
criaturas no se da el principio de la palabra ni la palabra, ni el amor; pero sí se da en ellas cierto vestigio
que pone al descubierto su existencia en la causa productora. Pues al tener la criatura una sustancia
modificada y finita pone al descubierto que procede de un principio; su especie pone al descubierto la
palabra del que la produce, como la forma de la casa pone al descubierto la concepción del arquitecto, y el
orden pone al descubierto el amor del principio productor, por el que el efecto se ordena al bien, así como
el uso del edificio pone al descubierto la voluntad del arquitecto.
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Así, pues, en el hombre se encuentra la semejanza de Dios como imagen en cuanto a la mente y como vestigio
en sus otras partes.
a.7. LA IMAGEN DE DIOS ESTÁ EN EL ALMA POR RAZÓN DE LOS ACTOS. Es esencial a la imagen alguna
representación de la especie. Por eso, si la imagen de la Trinidad ha de ser recibida en el alma, debe tomarse
principalmente por aquello que mejor represente, en lo posible, la especie propia de las divinas Personas. Estas
se distinguen por la procesión del Verbo de quien lo pronuncia y la del Amor que los une a ambos. Ahora bien,
en nuestra mente no puede darse una palabra sin el pensamiento en acto, como dice Agustín en XIV De
Trin. Por lo mismo, de un modo principal se toma la imagen de la Trinidad en cuanto a los actos, es decir, en
cuanto que por el conocimiento adquirido, pensando interiormente, formamos el verbo, y de éste pasamos
al amor. Pero, porque los principios de los actos son los hábitos y las potencias, y cada cosa está, virtualmente,
en su principio, de un modo secundario y consecuente, la imagen de la Trinidad puede ser considerada en el
alma según las potencias y, sobre todo, según los hábitos, en los que los actos están virtualmente. 1
a.8. LA IMAGEN DE LA DIVINA TRINIDAD, ¿ESTÁ O NO ESTÁ EN EL ALMA SÓLO EN RELACIÓN CON SU OBJETO,
QUE ES DIOS?
La imagen implica una semejanza que de algún modo constituya una representación de la especie. Por eso, la
imagen de la Trinidad en el alma ha de ser considerada por algo que representa a las Personas divinas
específicamente, en la medida que es posible a las criaturas. Dijimos también que las Personas divinas se
distinguen por la procesión de la Palabra respecto del Padre, que la pronuncia, y la procesión del Amor
respecto de ambos. Pero la Palabra de Dios nace de Él según el conocimiento de sí mismo; y el Amor procede
de Dios en cuanto que se ama a sí mismo. Es evidente, por otra parte, que la diversidad de objetos constituye
especies de palabra y amor distintas, ya que no es de especie idéntica en el hombre la palabra que concibe de
una piedra y la de un caballo, como tampoco el amor a cada uno de ellos. Por lo tanto, la imagen de Dios en el
hombre se considera según la palabra concebida del conocimiento de Dios y el amor que de él se deriva. Por
eso, la imagen de Dios en el alma se tiene en cuanto que es llevada o puede ser llevada a Dios.
1- como predisposición a la misma y existente en muchas cosas. Así considerada, la semejanza se mide
por lo que es más común a las propiedades de la naturaleza intelectual conforme a las cuales se toma
propiamente la imagen. Según esto, dice Agustín: la mens, fue hecha a imagen de Dios; las otras partes
del hombre, lo perteneciente a las potencias inferiores del alma o al mismo cuerpo, algunos pretenden
que hayan sido hechas a semejanza.
2- la semejanza puede ser considerada en cuanto significa la expresión y perfección de la imagen. En este
sentido escribe el Damasceno: Lo que es a imagen significa algo intelectual, libre y dueño de sí mismo;
lo que es a semejanza significa la semejanza de virtud en la medida en que puede darse en el hombre. A
eso mismo se refiere la otra expresión de que la semejanza pertenece al amor de la virtud, pues no hay
virtud sin amarla.
Ad.1. La semejanza se distingue de la imagen en cuanto que algunas semejanzas no llegan a ser imágenes o son
perfectivas de la imagen.
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La Trinidad está siempre en acto, de allí que la imagen de la Trinidad en nosotros está de modo pleno cuando estamos
en acto. No así por el hecho de tener las potencias.
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4- Cooperación del hombre, I, q.117, aa.1-2
a.1. UN HOMBRE PUEDE ENSEÑAR A OTRO. Sobre esta cuestión ha habido diversas opiniones.
- Averroes sostuvo la existencia de un solo entendimiento posible para todos los hombres. De ahí se
seguiría que son las mismas las especies inteligibles de todos los hombres. Y tendríamos entonces que
el hombre no causa en otro hombre mediante la enseñanza una ciencia distinta de la que él tiene, sino
que le comunica la misma que él tiene, estimulándole a ordenar las imágenes en su alma de tal manera
que sean convenientemente dispuestas para la aprehensión inteligible. Dicha opinión es verdadera por
lo que se refiere al hecho de que la ciencia es una misma en el maestro y en el discípulo, si tal identidad
se entiende con respecto a la unidad de lo conocido. La verdad de lo conocido es la misma en el
discípulo y el maestro. Pero por lo que se refiere a que el entendimiento posible es uno solo para todos
los hombres, y que son unas mismas las especies inteligibles, diferenciándose sólo por las imágenes, la
opinión es falsa.
- los platónicos, los cuales sostuvieron que la ciencia está desde el principio en nuestras almas por la
participación de las formas separadas. No obstante, el alma, por su unión con el cuerpo, queda
impedida para penetrar libremente aquello que sabe. Según esto, el discípulo no adquiere, por el
maestro, ciencia nueva, sino que el maestro simplemente le estimula a analizar los conocimientos que
el discípulo ya tiene, hasta el punto de que, según los platónicos, aprender no es más que recordar.
Hay que decir: El que enseña causa ciencia en el que aprende haciéndole pasar de la potencia al acto. Para
demostrarlo, hay que tener presente que de los efectos proceden a veces de un principio exterior y a veces de
un principio interior. Ejemplo: La salud es causada en el enfermo unas veces por un principio externo, la
medicina, y otras por un principio interno, como cuando alguno sana por virtud de la naturaleza. En esta
segunda clase de efectos hay que tener presente: Primero, que el arte imita a la naturaleza en sus operaciones,
porque, así como la naturaleza sana al enfermo alterando, digiriendo, y echando lo que causa la enfermedad,
así también el arte. Segundo, hay que atender al hecho de que el principio externo, el arte, no obra como
agente principal, sino como subsidiario, ya que el agente principal es el principio interno, reforzándole y
suministrándole los instrumentos y auxilios que ha de utilizar en la producción del efecto. Ejemplo: El médico
refuerza la naturaleza y le proporciona alimentos y medicinas de los cuales podrá usar para el fin que persigue.
Ahora bien, el hombre adquiere la ciencia a veces por un principio interno, como es el caso de quien
investiga por sí mismo; y, a veces, por un principio externo, como es el caso del que es enseñado.
1- La primera, suministrándole algunos medios o ayudas de los cuales pueda usar su entendimiento para
adquirir la ciencia, tales como ciertas proposiciones menos universales, que el discípulo puede
fácilmente juzgar mediante sus previos conocimientos, o dándole ejemplos palpables, a partir de las
que el entendimiento del que aprende es llevado al conocimiento de algo desconocido.
2- Fortaleciendo el entendimiento del que aprende, no mediante alguna virtud activa como si el
entendimiento del que enseña fuese de una naturaleza superior, tal como dijimos que iluminan los
ángeles, puesto que todos los entendimientos humanos son de un mismo grado en el orden natural,
sino en cuanto que se hace ver al discípulo la conexión de los principios con las conclusiones, en el caso
de que no tenga suficiente poder comparativo para deducir por sí mismo tales conclusiones de tales
principios.
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Ad. 3. El maestro no produce en el discípulo la luz intelectual; no produce tampoco directamente las especies
inteligibles, sino que por la enseñanza mueve al discípulo para que él, por su propio entendimiento, forme las
concepciones inteligibles, cuyos signos le propone exteriormente.
Ad.4. Los signos que el maestro propone al discípulo son de cosas conocidas en general y con cierta vaguedad,
pero desconocidas en particular e indistintamente. Por eso, cuando adquiere uno por sí mismo la ciencia, no
puede decirse que se enseña a sí mismo o que es maestro de sí mismo, ya que no existe en él anteriormente
la ciencia completa, como se requiere en el maestro.
a.2. LOS HOMBRES, ¿PUEDEN O NO PUEDEN ENSEÑAR A LOS ÁNGELES? Todas las ilustraciones divinas llegan
a los hombres por medio de los ángeles. Por lo tanto, los ángeles no son instruidos por los hombres sobre las
cosas divinas.
Los ángeles inferiores pueden hablar a los superiores manifestándoles sus pensamientos. Pero nunca los
superiores son ilustrados por los inferiores sobre las cosas divinas. Es evidente que del modo que los ángeles
inferiores están subordinados a los superiores, así lo están los hombres más eminentes a los ángeles. No
obstante, los hombres pueden manifestar a los ángeles sus íntimos pensamientos hablando con ellos.
Ad.3. Incluso en el estado de la vida terrena, algunos hombres son superiores a algunos ángeles, pero no en
acto, sino virtualmente, es decir, en cuanto que tienen tal grado de amor que pueden merecer con él mayor
grado de gloria que el que tienen algunos ángeles. Ejemplo: La semilla de un árbol grande es virtualmente
mayor que un árbol pequeño y, sin embargo, de hecho es mucho menor.
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