Comentario Menti Nostrae

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Seminario Mayor Diocesano San José - Diócesis de Lurín

Curso: Espiritualidad Sacerdotal


Seminarista: Rogel Morales López

COMENTARIO EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “MENTI NOSTRAE”


(23 de setiembre 1950)
SS. PÍO XII

La exhortación apostólica, escrita por SS. Pío XII, en el año 1950, trata sobre el fomento de la
santidad sacerdotal. Está compuesta de cuatro partes: I. La Santidad Sacerdotal, que trata sobre la
llamada a la perfección evangélica del sacerdote que es propio de su ministerio, II. La santidad en el
Ministerio Sagrado, que trata de la santidad del ministerio sacerdotal en sí mismo que es la salvación
y santificación de su alma y de las almas a él confiadas. III. Normas prácticas para la vida actual,
que aborda diversos temas de actualidad en torno a la formación sacerdotal, elección de candidatos, y
cuidados de las vocaciones, y IV. Escollos que se han de evitar, que trata sobre diversos peligros de
nuestro tiempo para la vida sacerdotal. Esta exhortación apostólica, lejos de ser un documento
doctrinal, está escrita en un tono paternal que aconseja y da elementos prácticos para la vida de los
sacerdotes.

Me ha impresionado la claridad con la que aborda este tema de la santidad sacerdotal. No se limita a
motivar a la santidad sacerdotal sino que expone de una manera muy sencilla, actual y práctica los
diversos medios para llegar a ella. Cuando uno los lee siente que la santidad es posible y da deseos de
poner en práctica todos los medios contenidos. Haré un breve comentario de aquellas frases que más
han iluminado mi formación sacerdotal.

“...la Sociedad cristiana exigen con mayor urgencia la perfección interna del sacerdote, éste está
ya obligado, por la misma naturaleza íntima del altísimo ministerio que Dios le ha confiado...”
El sacerdote está obligado por su propio ministerio a ser santos y esto es lo que espera la Iglesia de
ellos. En cuestión de santidad no hay opciones. Se acoge el don del sacerdocio para ser santos. Se
entra al seminario para ser santos. Como decía Monseñor Lahigera: “Ser grandes y prontos santos”.
Me ha impactado esta frase porque me ayuda a revisar mis motivaciones para la vida sacerdotal. No
es que deba intentar ser santo en este camino, debo ser santo o nada.

“Sed santos porque, como sabéis, es santo vuestro ministerio”


La santidad se exige por el propio ministerio sacerdotal, es decir, es inherente a la vocación
sacerdotal. Santo es Cristo, el que lo representa debe ser igual de santo, y no a la altura de la santidad
de San Francisco o de Luis María de Montfort, o de Maximiliano Kolbe; el sacerdote debe ser santo a
la altura de Cristo. Él es su modelo de santidad.

“La perfección de la vida cristiana consiste principalmente en el amor a Dios y al prójimo, pero
amor que sea verdaderamente férvido, diligente, activo.”
Me pareció interesante cómo puntualiza las características del amor en el sacerdote. Férvido, es decir
que arde. No es un amor cualquiera sino que arde por Dios y sus hermanos. Debe tener sed de amar.
Diligente, es decir cuidadoso, pronto en el obrar. No espera, ama, se entrega. Activo, es decir, que el
amor para que sea amor debe ir acompañado de obras. No puede ser un amor de palabras sino un
amor que involucre todo el ser del que ama.

“...que la fe sea constantemente la luz de su conducta y su conducta sea el reflejo de su fe”.


La fe del sacerdote es la que debe iluminar toda su vida. El sacerdote está llamado a ser un hombre de
fe y esta fe debe ser real, visible en la conducta del sacerdote. Sin fe no hay sacerdocio y menos
cristianismo.

“El clérigo debe llevar vida interna y externa más santa que los laicos y servir para éstos de
ejemplo en la virtud y en la rectitud de las obras.”
La santidad del sacerdote debe sobrepasar a la de los laicos ya que está llamado a ser ejemplo y
modelo de santidad para sus feligreses. Es importante como puntualiza que la santidad debe tocar la
vida interna y externa, es decir, no debe aparentar ser santo, debe serlo en sus opciones, emociones y
motivaciones más profundas y privadas. Aquello que pertenece a su fuero interno.

“El comienzo de la perfección cristiana está en la virtud de la humildad”


Sin humildad no hay santidad. Cuán importante es esta virtud y cuan divina que el Señor mismo se
quiso poner como modelo se humildad. Me veo y reviso como vivo esta virtud y me doy cuenta que
me falta mucho que pulir. Creo en que para Dios no hay nada imposible y sé que si soy dócil y me
dejo moldear, Cristo podrá hacer de mí un hombre profundamente humilde, sin apariencias ni falsas
humildades, sino una humildad desde la realidad de mi propia debilidad y desde la grandeza de un
Dios que me ama y se da por entero a mí.

“El sacerdote tiene como campo de se propia actividad todo lo que se refiere a la vida sobrenatural,
y es órgano de comunicación y de incremento de la misma vida en el Cuerpo místico de Cristo. Por
eso es necesario que renuncie a todo lo que es del mundo para cuidar solamente aquello que es del
Señor.”
A esto se refiere Pío XII cuando habla de la castidad. El campo de acción del sacerdote es lo
sobrenatural, lo divino por ello toda su vida se debe orientar a la vivencia de esa divinidad. La opción
del celibato es una exigencia de dedicación exclusiva a Dios y a sus cosas por amor, y no debe verse
como una imposición externa.

“Exige, en una palabra, nuestra muerte mística en la cruz con Cristo, de modo que podamos decir
con San Pablo: “Estoy clavado con Cristo en la Cruz”.”
Esta es la exigencia de la muerte mística en Cristo. Es exigida a todos los cristianos pero mucho más
al sacerdote porque es, con Cristo, sacerdote y víctima y debe unirse a Cristo en su entrega que el
mismo sacerdote ofrece al Padre en cada Misa y a la vez debe hacerse sacrificio al entregar su vida
para la salvación del mundo siendo canal de la gracia Divina. Si no hay muerte mística del sacerdote
no hay fecundidad en su ministerio. Dios lo ha llamado para morir con Cristo, por Cristo, en Cristo y
para Cristo.

“El Oficio divino es también un medio eficacísimo de santificación... por eso se debe recitar digna,
atenta y devotamente.”
El oficio, divino al está obligado el sacerdote por la ordenación, debe ser vivido y no solo recitado. En
el debe encontrar el sacerdote el alimento de su piedad. La vocación sacerdotal es una vocación
litúrgica, por ello, santificar las horas con la liturgia de las horas, es inherente a su vocación y parte de
su espiritualidad, a la cual debe entregarse con amor.

“Los sacerdotes pueden ser llamados por título singular hijos de María, no podrán menos de
alimentar una ardiente devoción hacia la Virgen...”
La relación de María Santísima y los sacerdotes es muy estrecha. Ella es la Madre de Cristo cabeza y
por ello es también madre de todos nosotros que somos miembros de su cuerpo místico, sin embargo,
el Sacerdote está configurado con Cristo por el sacramento del orden, por lo cual en ellos, María
Inmaculada, ve a su mismo hijo al que ellos representan y actúan en su persona. Con razón puede
decirse que los sacerdotes son sus hijos predilectos. ¿Cómo es mi relación con María Santísima? ¿Soy
consciente que ella es madre de una manera especial para los que hemos o nos sentimos llamados por
su Hijo para ser configurados con Él? Debo recordar siempre lo que decía San Luis María de
Montfort: “A los que Dios ha llamado a ser grandes santos, lo ha hecho muy devotos de María”.

“El sacerdote, antes de cerrar su jornada de trabajo, se dirigirá al tabernáculo y se detendrá allí
algún tiempo para adorar... para reparar... para encenderse... y permanecer... con Jesús en su
sacramento de amor.”
El sacerdote es para la Eucaristía. En el encuentra el culmen de su misión y la razón de ser de su
existencia. Sin ellos no hay eucaristía de tal modo que donde no hay sacerdote, hay un sagrario sin
Cristo. Me llama a evaluar cómo es mi relación con Cristo Eucaristía, ¿me estoy dejando
eucaristizar?, ¿Cómo vivo la misa?, ¿Es lo mejor de mi día, lo que le da sentido?, ¿Cómo adoro?,
¿Soy consciente que en el Pan y en el Vino está el mismo Cristo total y real?, ¿Con qué disposiciones
comulgo?, ¿Me preparo, hago mi acción de gracias?

“Se llama herejía de la acción a aquella acción que no tiene sus fundamentos en la ayuda de la
gracia y no se sirve constantemente de los medios necesarios que nos dio Cristo para la
consecución de la santidad.”
Es interesante como a la acción sin tomar en cuenta la gracia divina es llamada herejía, y es así. La
actividad pastoral sin Cristo es vacía y comunica a un Cristo que no existe en esa acción ya que es
realizada sin tomarlo en cuenta. Por eso herejía, porque presenta a un Cristo falso, posiblemente el
mismo sacerdote se presenta en su acción y por eso es grave hacer una acción sin Cristo.

“Los seminaristas aprecien, amen y custodien la castidad, porque la elección del estado sacerdotal
y la perseverancia en él dependen en gran parte de esta virtud.”
Cuánto debe amar un seminarista el don de castidad y el celibato. No es que recién como ordenado, al
hacer la promesa de celibato, deba empezar a vivirlo. Es el mismo estilo de vida que Cristo vivió, la
misma forma de amar que eligió para sí, es la forma vivendi del mismo Hijo de Dios. Cuánto
debemos amar el celibato y cuán felices nos debemos sentir al ser llamados a ser reflejos de Cristo y
de su estilo de vida. Todo esfuerzo por custodiar esta perla preciosa debe ser poco y siempre debe
querer uno crecer en esta virtud. No hay límite para crecer en ella por que es una virtud divina que
permite amar a la manera de Dios, por ello, siempre se puede crecer en ella.

Hay muchas otras frases hermosas en esta exhortación pero estas que he elegido me han dado mucha
luz sobre la santidad sacerdotal y sobre la manera de vivirla desde ahora.

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