1753-Texto Del Artículo-3683-1-10-20201012
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1753-Texto Del Artículo-3683-1-10-20201012
M A R I A N O IBÉRICO
INTRODUCCION
*Los estudios que componen "En el mundo de Trilce" provienen de una labor de
Seminarlo realizada por el Grupo de Estudio constituido por el doctor Mariano Ibérico,
ex-Rector de San Marcos y antiguo catedrático de la Facultad de Letras y las seño-
ras Yolanda de Westphalen y Maria Eugenia de Gerbolini, alumna y exalumna res-
pectivamente de nuestra Facultad de Letras.
El modo de elaboración de estos trabajos determina la estructura del conjunto,
el mismo que comprende dos partes: la primera compuesta de ensayos firmados,
la segunda que contiene las exégesls singulares de los poemas de Trilce y que es el
aspecto verdaderamente colectivo de la publicación que hoy aparece.
mos ontológica del poema. Quizá estamos creando otros mundos
imaginarios y quizá no es el poeta mismo quien nos guía, sino
que somos nosotros, los lectores, quienes conducimos los corceles
poéticos por los caminos de nuestra propia invención.
Pero tal posibilidad que el crítico acepta como inseparable de
su ejercicio intelectual, es fecunda, porque excita su ambición de
autenticidad y, con ella, puede despertar virtualidades de visión
y de comprensión en un. espíritu atento colocado a la vez dentro
y fuera de un mundo ofrecido no sólo a su interés estético 'sino tam-
bién teórico.
PRIMERA PARTE: L O S T E M A S
EL TEMA DE LA MADRE
Y ni lloraras, di libertadora
Madre, y ahora
II
El. amor nos hace ser, existir, vivir, sin reflexionar, es un im-
perativo que nos absuelve del pensamiento y de la lógica.
Pero Vallejo no puede nunca absolverse de su honda carga
metafísica ni aún cuando quiere ser puramente sexual, y así el
p o e m a termina con un comparar el acto amoroso en su instintiva
pureza con la muerte en su desnudez virginal, y el acto amoroso
viene a ser el puente, el circuito entre nuestro pobre día existen-
cial y la grande noche de la muerte inmortal.
Pero el amor también es a veces un rincón de ternura en
Trilce, un rescoldo para la tempestad del existir, así el poema
XXXIV lo dice:
III
Es de madera mi paciencia
sorda vejetal
Y s e apolilla mi paciencia,
Y m e vuelvo a exclamar ¿cuándo vendrá
el domingo bocón y mudo del sepulcro; .
cuándo vendrá a cargar este sábado
de harapos, esta horrible sutura
, • del placer que nos engendra sin querer,
y el placer que nos Destierra.
Pero esta referencia meramente material a la afectividad en
la conciencia del tiempo en Vallejo resulta por todo extremo insu-
ficiente p a r a caracterizarla debidamente si no la completamos con
un análisis, siquiera sea breve, de sus caracteres formales, los
mismos que no sólo nos ilustrarán sobre la estructura psicológica
de esta vivencia, sino que han de permitirnos vislumbrar a través
de su expresión poética, la problemática fundamental de su fondo
humano y metafísico.
Tratando, según ese criterio, de las calidades formales de la
temporalidad en la poesía de Vallejo, diremos que en ella el tiem-
po no se da como la rígida sucesión de pasado, presente, futuro,
sino que se ofrece como un fenómeno de superposición de esas
regiones (VI, VII, LXXIV), o de entrevero de planos temporales
de diverso ritmo (XXXIII), o de transtrueque en que el pasado
puede ser presente (XXI, XXIII), el presente pasado (LXIII) o en
fin en que el futuro puede aparecer como y a vivido (VI).
Como nota formal general de la vigencia del tiempo en Trilce
señalaremos por último un fenómeno de arritmia, semejante a la
enfermedad del mismo nombre y que consiste en un desorden de
aceleraciones, retardos, vacíos en los latidos del corazón. Arritmia
temporal que se encuentra no tan sólo en tal o cual poesía sino
que se revela en el conjunto del poemario, del que está ausente
el tiempo uniforme, tiempo verdaderamente rítmico. Siendo de ad-
vertir que todas estas alteraciones, perturbaciones, desdoblamien-
tos de la onda temporal, no suelen expresarse explícitamente en
/
fórmulas transparentes, sino que más bien son sugeridas, y se de-
ducen o se perciben a través de incoherencias aparente o de formas
desconcertantes o insólitas del lenguaje poético de Vallejo.
Si quisiéramos reducir de algún modo los caracteres materia-
les y formales que hemos enumerado en una calificación que los
comprenda a todos, sin recurrir a esquemas superficiales y abs-
tractivos, lo único que podríamos afirmar es que se trata de un
tiempo concreto, vivido, sufrido y no de ninguna entidad metafísi-
ca o cósmica. Lo que quiere decir que la vivencia temporal de
Vallejo se refiere exclusivamente al tiempo humano. A lo cual
debemos añadir que ese tiempo humano es, en su fondo más pro-
fundo, escatológico, o sea que todo él está orientado hacia el fin
que cancelará de una vez y para siempre, la ansiedad, el aban-
dono inerme ante las agresiones del destino.
Sería por lo demás artificial pretender ubicar el tema del tiem-
po de modo exclusivo en los poemas a que hemos hecho referen-
ca, porque, en realidad, el tema del tiempo es como un fondo os-
curo en el que se escriben las variaciones de los poemas singu-
lares. Y este fondo es el de un presente tenso escindido entre el
tiempo maternal, pasado pero que todavía vibra como una nota
a la vez amarga y dulce en el hoy, y la muerte como el final es-
perado y liberador de la angustia, de la pobreza, del infinito has-
tío de la vida.
Para Vallejo el tiempo no es un viaje cuyas perspectivas o
posibilidades podrían constituir un elemento de interés o de ilu-
sión en la existencia. Al contrario, la situación del poeta ante el
tiempo es la de una pasividad estática en que el tiempo actúa co-
mo algo que no otorga nada, sino que únicamente quita, despoja
o prolonga cruelmente una ansiedad sin objeto. Podría compa-
rarse este tiempo con el pedernal que afila? y desgasta la vida has-
ta acabarla, según lo dice el poeta en estos versos:
MARIANO IBÉRICO
VI
EL TEMA DE LA MUERTE
A] tratar del sentimiento de la muerte, considerado en sí mis-
mo y como integrante de la conciencia del tiempo en la poesía
de Vallejo, deberíamos definir lo que el poeta entiende por muer-
te, toda vez que esa idea no se ofrece con plena nitidez en su pen-
samiento. Y así, en ese empeño, no pudiendo reducir la idea o
la vivencia de la muerte en el mundo poético de Vallejo a- un es-
quema conceptual, trataremos más bien de describirlo; y con ese
propósito nos atreveremos a decir que según Vallejo la muerte
no es únicamente la cesación final de la vida sino algo que sin
dejar de ser muerte palpita sin embargo en el propio corazón de
la vida, en cuyo drama actúa como un elemento agónico y oscuro.
Habría pues, dentro de la idea de la muerte en la poesía de
Vallejo, dos aspectos que se unificarían en un, cierto sentimiento de
oscuridad, de soledad, de ausencia, acaso de terror. A todo lo
cual debe añadirse, en el ámbito fúnebre de la vivencia mortuoria
del poeta, un cierto comercio lleno de tierna humanidad con los
difuntos, ausentes-presentes, que el poeta convoca a una reunión
de amor y de tristeza. '
En el primer poema de Trilce la muerte se ofrece como el fi-
nal. Es una poesía escatológica en el doble sentido de la pala-
bra: como adjetivo que califica ciertos detritos orgánicos (las Is-
las Guaneras), y corno último término de la vida; último término
que el poeta sugiere con la imagen de la península que se levan-
ta a la espalda del hombre que ya h a transpuesto el mar pesti-
lente de la vida: "Península parada" que cierra do modo irrevo-
cable toda posibilidad de retomo.
Los poemas III, VII, VIII, aluden a la muerte en su sentido de
cesación ítnal, con símbolos de profunda resonancia anímica. El
poema VIII habla de un "mañana sin mañana". Expresión que
designa el último mañana, aquél que cierra de modo definitivo la
futuridad; interpretación que se confirma con la referencia al es-
pejo, símbolo del espacio de la muerte, y que nos recuerda la ca-
lidad mortal de esta misteriosa tabla brillante, reflectora de imá-
genes, en el Orfeo de Cocteau.
Y el circuito
entre nuestro pobre y día y Ja noche grande BB
SEGUNDA PARTE: L O S P O E M A S
(i)
(2)
IV (4)
V (5)
IX (9)
X (10)
Probable referencia a una mujer con quien fue feliz y cuya pre-
sencia recuerda en la prisión, quizás en la enfermería.
Poema confuso en que se barajan cifras de tiempo que no adquie-
ren un orden claro de sucesión.
XI (11)
Me he casado.
Poema de incertidumbre y de frustración en que los proyectos, las
esperanzas caen en mitad de su trayectoria.
XIII (13)
XIV (14)
XV (15)
Parecería que los novios están muertos para ese amor, para ese mo-
mento; pero el recuerdo del poeta añora esos instantes felices y hasta
se creería que tiene la ilusión de poder revivirlos:
Es el rincón
amado. No lo equivoques.
En la última estrofa del poema se confunden los planos de la rea-
lidad y de la irrealidad, no se sabe si ciertas expresiones corresponden
al simple recuerdo o la percepción de la realidad física de la persona.
Las dos puertas que con el viento se abren y cierran dan la impre-
sión del esperado retorno; pero al final parece que es tan solo la som-
bra de su pasado amor que en cierto modo está todavía presente y vivo.
Somba a Sombra.
XVI (16)
XVII (17)
XVIII (18)
XXI (21)
XXII (22)
XXIII (23)
XXV (25)
XXVII (27)
XXVIII (28)
Este poema está impregnado de una nostálgica amargura; su sen-
tido es muy claro, en la evocación del almuerzo familiar con las tier-
nas imágenes del padre y de la madre y con el contraste patético en-
tre la cena familiar de un pasado ya abolido y la cena en un lugar ex-
traño aunque amigo. Este poema contiene algunos acentos de una inten-
sidad lírica y humana verdaderamente extraordinarias y que producen
en la sensibilidad del lector un impacto profundísimo.
cuando ya se ha quebrado el propio hogar,
y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.
XXIX (29)
Y el circuito
entre nuestro pobre día y la noche grande,
a las dos de la tarde inmoral.
XXXII (32)
/
La primera parte de este interesante poema parece expresar el de-
seo de jugar con el tiempo, ya sea aboliéndolo, reduciéndolo a mera po-
sibilidad ya sea recogiéndolo como-en un ovillo en que se enrollaría
hasta el fin el hilo de la vida.
...hilo
del diantre, traza de haber tenido
por las narices
a dos badajos inacordes de tiempo
en una misma campana.
<En Id segunda parte, que comprende las dos últimas estrofas en-
contramos una conciencia dolorosa ante la fatalidad del curso del tiem-
po, en el que ya no es posible comenzar sino únicamente acabar y en
el que lo ya acontecido, el pasado tiene una suerte de paradójica con-
sistencia que lo hace irremediable.
XXXIV (34)
XXXV (35)
Bn qste poema se repite una vez más el tema familiar de la ce-
na, como un motivo o un pretexto para la realización poética. Aquí
se trata de un pretexto erótico que presenta en lo que llamamos la
primera parte del poema un aspecto frivolo, con ciertos matices de
ironía, y que en los últimos siete versos adquiere un significado más
serio, aunque el "hace visto" final parece anular todo lo dicho en una
especie de melancólico humorismo.
r
XXXVI
XXXVII (37)
Poema muy fino desde el punto de vista literario narra la eterna his-
toria del noviazgo que no llega al matrimonio sino a la burla del
párroco por la anticipación del amor juvenil.
Hay en este poema rasgos de cierta burla jovial sobre la situa-
ción personal y económica del poeta.
XXXVIII (38)
XL (40)
XLI (41)
XLII (42)
XLIII (43)
Poema evidentemente erótico, pero cuya interpretación exacta es
muy difícil; la tercera entidad a la cual se refiere el poeta es impo-
sible de identificar. Este poema puede tener un sentido muy mate1-
rial o pude tener un simbolismo psicológico, que resulta indesci-
frable.
XLIV (44)
XLV (45)
XLVI (46)
XLVII (47)
XLIX (49)
L (50)
LI (51)
Parece tratarse de un juego infantil con recíprocos agravios y con
el deseo final de borrar la ingenua historia que, por lo demás, deja
en el ánimo del lector, una gran indecisión sobre el sentido exacto del
poema. Ni siquiera se puede definir si se trata de una vaga historia
de amor, o de un juego entre un niño y una niña o entre dos niños,.
Se diría que el sentido de este poema depende del momento y las cir-
cunstancias personales en que es leído. La dificultad de este poema de-
pende de su aparente transparencia, que disimula una profunda am-
bigüedad. •
LII (52)
LUI (53)
En este poema se contienen una vez más los temas del tiempo y
de la muerte. El tiempo que en él figura no es cronométrico, la can-
tidad de las horas no tiene una significación fija y se conjuga con la
idea de la muerte que lo condiciona y al fin lo anula.
LIII (53)
LIV (54)
LVI (5G)
LV1I (57)
LVIII (58)
LX (60)
LXI (61)
Este poema representa algo así como el choque del alma con la au-
sencia, se diría, paradójicamente, con el vacío de la ausencia. El poe-
ta que retorna de un viaje, encuentra su casa vacía y silente; y hay
un sentimiento profundamente trágico en la obstinación con que el via-
jero toca inútilmente la puerta cerrada para siempre y hay una poesía
conmovedora en la evocación llena de ternura de la familia que habi-
taba la silente morada.
La figura del caballo confiere a este poema un ambiente de miste-
rio en cuyo fondo parece que rondara la muerte.
No creemos que este poema refleje en su totalidad una experiencia
concreta de Vallejo; pensamos que en él, sobre la base de un sentimien-
to vivido, ha elaborado el poeta el símbolo del vacío mortal que espera
al alma ilusionada cuando en el lugar del retorno no encuentra más que
la ausencia, la obscuridad y la muerte.
Los versos que transcribimos, resumen acaso la esencia poética de
esta composición; no sin cierto dejo de trágica ironía:
Hay una semejanza curiosa, que acaso sea meramente formal, pero
que de todos modos resulta interesante, entre este misterioso poema de
Vallejo y la rima XXXVII de Gustabo Adolfo Becquer, rima en que el
poeta español convoca a su amada a una cita a las puertas de la muer-
te donde él la esperará y donde todo el secreto de sus vidas será' el fin
desvelado para la eternidad.
Pero mientras la poesía de Becquer es transparente como el agua,
el poema del peruano es inquietante y enigmático, porque ¿qué signifi-
can esos "nos" que el poeta ofrece humildemente a las rodillas de la muer-
ta, y en qué dimensión de la existencia se sitúan esos "otros mundos"
y esa cuesta infinita?
LXIII (63)
LXIV (64)
Este poema parece ser una descripción geográfica del alma, en
cuyo paisaje desconcierta la evocación del Canal de Panamá.
De primera intención se diría que es una mezcla incoherente de lo
interno con lo externo, aunque quizás se trate de una tensión entre el
alma que ansiosamente espera y el paisaje caótico de geometría extraña
y cambiante. Este es un poema espacial en que incluso las tres regio-
nes del tiempo aparecen como dimensiones de la geometría humana,
LXV
LXVI (66)
LXVII (67)
LXVIII (68)
LXIX (69)
Este poema nos permite observar con claridad uno de los fenóme-
nos más característicos de la vivencia poética y que consiste en que ella
se integra con dos movimientos de sentido contrario en relación al mis-
mo símbolo. En un movimiento de exteriorización se diría que el alma
sale de sí y se proyecta en el espectáculo de la naturaleza, en este caso
el mar, que de esta suerte aparece como un símbolo de la agitación sub-
jetiva, interna; pero al mismo tiempo en el ánimo del espectador se
realiza un movimiento de dirección opuesta, y así el contemplador, en
la propia intimidad de su introspección, encuentra el mar, o mejor un
reflejo del mar en la hoja misteriosa del libro que, al igual que la
fluctuante superficie oceánica alterna y confunde caprichosamente sus
caras: anverso y reverso.
Y de esta suerte podemos apreciar en forma directa la estructura
polar del símbolo: El mar es un reflejo del alma, el alma es el reflejo
del mar, y el símbolo surge como una entidad de dos fases, que son las
fases, distintas y sin embargo inseparables de una misma vivencia.
Por lo cual, ecribía Novalis: "Lo externo es en un cierto misterio-
so estado, la más alta interioridad".
LXX (70)
LXXI (71)
LXXII (72)
El salón es un ámbito cerrado para siempre, y cuyas llaves penden
de alguna mano desconocida.
Los pabellones pueden significar las construciones frágiles de una
felicidad abolida y el paisaje campestre el espacio vacío dejado por la
ausencia de la amada.
Hay una asociación extraña con la idea de la muerte figurada en la
mortaja, y un hondo sentimiento de ausencia que le confiere al poema
su lirismo y su enigma.
Nos parece que toda la intensidad lírica y trágica de este admira-
ble poema se condensa en los versos que transcribimos:
Y la dulzura
dio para toda la mortaja, hasta demás.
LXXIII (73)
LXXIV (74)
LXXVI (76)
LXXV1I (77)
En este poema se reintera el sentido lustral y principalmente be-
néfico y fecundante de la lluvia. El poeta, que atesora como perlas los
granos helados de la lluvia, teme que ella se retire dejando en temida
esterilidad la región de donde brotan las palabras con su vocación de
armonía y ternura, y pide a la lluvia seguir fecundando la vida aún al
borde de la muerte.