El Nacimiento
El Nacimiento
El Nacimiento
Excepto para la gente que habita el mundo fantasioso de los cuentos de hadas
y de ciencia ficción, el único modo de entrar en la familia humana es a través
del nacimiento. Debido a que el nacimiento es el método que Dios ha ordenado
para transmitir la vida humana de generación en generación, todo aquél que
conoces tiene un día en el que cumpleaños todos los años.
NUESTROS PADRES
Jesús dijo, “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5). Cuando creemos en
el evangelio, nos arrepentimos de nuestros pecados y confiamos en Jesucristo,
nacemos inmediatamente y recibimos vida eterna: “El que cree en el Hijo tiene
vida eterna” (Juan 3:36). Primera de Juan agrega que “este es el testimonio:
que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al
Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:11-
12). El Espíritu Santo de Dios da vida porque Él es “el Espíritu de vida en Cristo
Jesús” (Romanos 8:2).
Jesús prometió que “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida
eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de vida a muerte” (Juan
5:24). La Palabra de Dios puede impartir vida porque tiene vida. Ésta es “la
palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23), y “la
palabra de Dios que es viva y eficaz” (Hebreos 4::12). Poner nuestra fe en la
Palabra de Dios es como enchufarnos en un generador eléctrico. A través del
ministerio del Espíritu Santo, la Palabra de Dios descarga el poder que nos
resucita de la muerte espiritual y nos ubica en la familia de Dios.
NUESTRAS VIDAS
Nacimiento implica dos padres, y estos padres imparten vida. Ser creyente en
Cristo no significa simplemente estar de acuerdo intelectualmente con la
doctrina cristiana o participar entusiasmadamente en actividades cristianas. Ser
creyente en Cristo significa poseer la vida de Cristo adentro, ser capaz de decir
vigorosamente, “Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20).
Esto fue lo que Jesús hizo cuando vino a la tierra y murió en la cruz: “Nadie
subió al cielo, sino él que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en
el cielo” (Juan 3:13); “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en
que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan
4:9).
NUESTRA NATURALEZA
Nacimiento implica dos padres que nos imparten vida, y este acto de dar vida
por el nacer determina nuestra naturaleza. Aquéllos que han nacido de nuevo
son participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que
hay en el mundo a causa de la concupiscencia (1 Pedro 1:4). Por cuanto los
humanos eventualmente morimos y nuestros cuerpos se transforman en polvo,
la primera vez nacimos de “simiente corruptible” (1 Pedro 1:23). Mas los
auténticos creyentes en Cristo son personas que han renacido de simiente
incorruptible (1 Pedro 1:23); poseen la naturaleza de Dios y han de ser hijos de
Dios para siempre.
Juan y María González tienen cuatro hijos que tienen una estructura genética
que proviene de ellos. Si los conocieras, estarías de acuerdo que estos
muchachos pertenecen a la familia González. Sus dos yernos y dos nueras
también son de la familia González pero no tienen la misma naturaleza que sus
consortes. Las nueras adoptaron el apellido González, pero ellas no tienen la
misma naturaleza de los González. Los yernos les llaman “Mamá y “Papá”
aunque Juan y María no les dieron vida. Si estas ocho personas se alinearan,
probablemente no tendrías dificultad alguna al separar los hijos naturales de los
adoptados por la vía afectiva; simplemente, porque, para bien o mal, los hijos
naturales tienen la naturaleza González.
Juan tiene una perra trampera que debe creerse gata. Siempre que la
acaricias, se acuesta y se pone a chillar tanto como es posible para un perro.
Pero su “maullido” no nos engaña: ella nació perra y tiene la naturaleza de una
perra. Los gatos actúan como gatos porque tienen naturaleza gatuna; los
perros actúan como perros tienen naturaleza perruna; y los creyentes en Cristo
actuamos como tales porque tenemos la naturaleza divina de Dios adentro.
Seamos más específicos acerca de lo que significa tener la naturaleza divina
internamente.
Un viejo tratado conocido como “Otros pueden, tú no” puede ser de gran
ayuda. Su mensaje es simple: No te dejes guiar por lo que otros hacen; más
bien, busca la voluntad de Dios para tu vida y dirección. Lo que es seguro para
otros puede ser nocivo para ti, entonces está alerta; y no uses el
comportamiento de los otros como excusa para pecar.
NUESTRO PARTO
Nacimiento implica esfuerzo. Los profesionales de la obstetricia
constantemente son llamados para que traigan niños al mundo. Sea que el
nacimiento ocurra en el hogar o en una sala de partos de algún moderno
hospital, el parto implica dolor y esfuerzo para la madre. Para que naciéramos
en la familia de Dios, Jesucristo tuvo que sufrir y morir en la cruz: “Él verá el
fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho” (Isaías 53:11).
De igual manera, también hay esfuerzo de parte del pueblo de Dios cuando ora
para que los pecadores perdidos se salven: “Pues en cuanto Sion estuvo de
parto, dio a luz sus hijos” (Isaías 66:8). Comentando este versículo, el
predicador británico Charles Haddon Spurgeon indicó, “La iglesia debe dar a
luz hijos de Dios o morir de consunción; no tiene ninguna otra alternativa. Una
iglesia debe ser fructífera o se pudre. De todo lo que pueda existir, una iglesia
putrefacta es la cosa más ofensiva”.
NUESTRO FUTURO
Nacimiento implica futuro. Probablemente nunca veremos un policía en la sala
de partos aguardando para arrestar a un recién nacido; los bebés no tienen
responsabilidad sobre el pasado (Romanos 9:11). ¡Todo lo que tiene el bebé es
futuro! Nuestro amoroso Padre celestial “nos hizo renacer una esperanza viva,
por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Pedro 1:3). ¡Tenemos
esperanza de vida porque tenemos un Salvador vivo!
Una última idea, por ahora, sobre el tema del nacimiento espiritual: El
nacimiento es definitivo. Ciertamente que sería bien raro que los bebés
nacieran con partes faltantes y que los padres tuvieran que regresar al hospital
periódicamente para que sus cuerpos se completasen. Sin embargo, el bebé
nace con todo lo que necesita para crecer y convertirse en adulto. Muchos de
los que tienen hijos quizás todavía puedan recordar el momento en que vieron
su primer hijo justo después de que naciera. Se veía tan pequeño y frágil—
“¡deberías verlo hoy!”, parecieras decirme. Dentro del cuerpo del bebé está
todo lo que necesita para convertirse en un adulto maduro. ¡Todo lo que
necesita es crecer!
Los hijos de Dios nacemos en Su familia con todo lo que necesitamos para
convertirnos en creyentes maduros en Cristo que puedan servir a Dios y
glorificarle.
El día que aprendamos esta verdad, podría ser el más feliz de nuestras vidas.
El nuevo creyente, apasionadamente, quiere más y más de lo que Dios tiene
para él, y ciertamente que no hay nada malo en estos deseos de santidad. Lo
que está malo es el modo en que trata de satisfacer sus anhelos. En lugar de
permitir que un creyente experimentado le instruya, lee todo libro que se cruza
en su camino sobre “la vida profunda”, “la vida victoriosa” y “la plenitud del
Espíritu”; e investiga ese “algo extra” que necesita que le permita saltar por
encima de la infancia espiritual a la gloriosa madurez. En realidad, lo que
quiere es una teología de “pronto arreglo” que le convierta de la noche a la
mañana en el Dr. Santo Exitoso.