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Oxford University
Press, New York, 1999. Capítulo 3: El legado de
Clausewitz o la caja de herramientas de la estrategia.
Este capítulo está dedicado a las ideas de Carl von Clausewitz por la razón
práctica de que provee la mayoría de las herramientas conceptuales necesarias para
integrar el maletín del estratega. Explico la razón de porque lo sostenido en De la
Guerra se mantiene como la regla de oro de la teoría de la guerra y la estrategia.
2-61
largo de los periodos históricos, derivada directamente de De la Guerra –como
veremos- y que cuatro de las seis preguntas que se entrelazan en el texto han sido
tratadas directamente por Clausewitz. Él analiza; indirectamente al menos, la relación
entre las ideas y la práctica; determina lo que implica la creciente complejidad
estratégica para la naturaleza y el carácter del sujeto; debate majestuosamente la
materia de por qué la estrategia es tan difícil e incomparablemente, nos regala el
concepto de “fricción” como una parte importante de su respuesta; e indirectamente,
nos advierte sobre las virtudes de un acercamiento equilibrado hacia la guerra, uno
que no busca la victoria en una forma reduccionista; ya sea, confiando sólo en el
genio de comandante o en planes adecuados. El juicio de lo que ha cambiado acerca
de la guerra y la estrategia desde que Clausewitz escribió De la Guerra en 1820 y lo
que estos cambios pueden significar para la historia estratégica del siglo XXI, son
nuestros aportes por hacer. La primera de estas preguntas está ubicada en la sección
sobre las limitaciones de De la Guerra, mientras que la segunda tendrá que esperar
hasta el último capítulo para una respuesta directa.
Sobre la inspiración
Estudiosos de los últimos 100 años podrán no estar de acuerdo, pero el siglo
XX no produjo realmente un gran libro en estrategia. Las convulsiones
multidimensionales en la guerra y en la estrategia de 1914-18, 1939-45 y aun en las
de 1847-89, fueron menos traumáticas que los cambios entre 1792 y 1815. Por ello,
las guerras de la Revolución Francesa y del Imperio le conceden a De la Guerra de
Clausewitz el valor de un gran trabajo sobre la guerra y la estrategia, como al Arte de
la Guerra de Jomini, un texto de status clásico incuestionable. 4 Clausewitz no tiene
En el tercer gran conflicto del siglo XX, la Guerra Fría de 1947-89, la ausencia
de victorias militares implica la ausencia de militares victoriosos. Si tuviera que haber
un Clausewitz de la era nuclear habría que buscar interpretar al genio de ese modelo
histórico responsable de haber provisto la inspiración napoleónica. ¿Quienes fueron
los héroes o heroínas de la conducción política y estratégica de la Guerra Fría?
¿Califican, Harry S. Truman, Dwight D. Eisemhower, John F. Kennedy, Richard
Nixon, Ronald Reagan o George Bush para integrar una breve lista de candidatos o
sólo merecen una mención honorífica? Si algo se puede decir a favor de estos
políticos norteamericanos, uno debería poder bajar un nivel y considerar a Deam
Clausewitz se gana la atenta atención que recibe en este libro, primero porque
sus escritos teóricos sobre la guerra y la estrategia conllevan las más poderosas
armas conceptuales disponibles para entender el desarrollo y la finalización de los
conflictos. También, atrae la atención porque sus ideas parecen (o por lo menos así
A pesar de que Clausewitz descubrió los que los seres humanos siempre han
estado haciendo, este descubrimiento era necesario. Puede haber sido, como lo fue,
el Copérnico de la estrategia, pero él no descubrió el contexto político y el
funcionamiento del comportamiento estratégico. Puede haber habido unos pocos
grandes trabajos sobre la guerra y la estrategia escritos antes o después de De la
Guerra, pero –con la ayuda de Sun Tzu (y el recuerdo de los Siete Clásicos de
China),16 Tucídides, Vegetius,17 el Emperador Mauricio18 y Maquiavelo19 – hombres
de estado y comandantes a menudo se comportaban estratégicamente con
intenciones y con consecuencias políticas claras. Pero, antes de la disponibilidad de
De la Guerra, no había una teoría general de la guerra y la estrategia coherente que
personas con necesidades o intereses militares particulares pudieran consultar. El
Almirante Custance señaló este punto cuando dijo:
15 Clausewitz, De la Guerra.
16 The Seven Military Classics of Ancient China traducido por Ralph Sawyer.
17 Vegetius. Vegetius: Epitome of Military Science traducido por N. Milner.
18 Emperador Mauricio, Maurice’s Strategikon traducido por George Dennis.
19 Niccolo Machiavelli, The Art of War traducido por Ellis Farnsworth.
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“El lector debe recordar que Mahan y el (Almirante P.H.) Columb fueron los pioneros (en el tema
del poder naval) sin una teoría de la guerra razonada detrás de ellos, cuando comenzaron a
discutir los hechos de las guerras pasadas. Fueron un caso similar a hombres que comenzaron
a investigar sobre el movimiento de los cuerpos sin ningún conocimiento sobre las leyes del
movimiento.”20
Puede ser difícil convenir con aquellos que no son teóricos estratégicos un
reconocimiento total del logro monumental de Clausewitz. El pensamiento estratégico
en el siglo XX, tanto como varias buenas y malas prácticas estratégicas en el mundo
occidental y oriental (incluyendo a la URSS y a China) fueron moldeadas por ideas
presentadas y a veces explicadas, en De la Guerra. Este es un libro que puede ser
usado para ayudar a dilucidar casi cualquier problema en estrategia, sin
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De la Guerra en la misma forma innovadora como cuando un grupo de actores o
directores presentan a Shakespeare en un formato moderno.
“En este punto nuestro estudio histórico puede terminar. Nuestro propósito no fue asignar, de
pasada, un puñado de principios de la guerra por cada periodo. Quisimos mostrar como cada
época tuvo su propia forma de guerra, sus propias limitaciones y sus propias y peculiares
concepciones preconcebidas. Cada periodo, por lo tanto, podría haber sostenido su propia
teoría de la guerra, aun si haya existido la necesidad universal de trabajar en base a principios
científicos. Sigue el principio de que los hechos de cada época deben ser juzgados a la luz de
sus propias peculiaridades. Uno no puede, en consecuencia, entender y apreciar a los
comandantes del pasado hasta que uno no se coloque en la situación de su época, aunque no
sea por un estudio de tenga en cuenta todos los detalles, por lo menos una apreciación correcta
de las características principales.
Pero la guerra, condicionada por las características particulares de los Estados y sus fuerzas
armadas, debe contener algo más general –de hecho un elemento universal por el cual todo
teórico se debe encargar por encima de todo.
La era en que este postulado, este elemento universal válido, fue más fuerte ha sido la
más reciente, cuando la guerra alcanzó una violencia absoluta. Pero no es menos probable
que la guerra no siempre tendrá un carácter tan monumental y que la amplia visión de que ha
gozado no se vea otra vez restringida seriamente. Una teoría, luego, que trate exclusivamente
con la guerra absoluta deberá ignorar tanto cualquier caso particular en el cual la naturaleza de
la guerra haya sido deformada por una influencia externa, o descartarlos a todos por carecer de
una interpretación. Para esto no sirve la teoría. Su propósito es demostrar lo que la guerra es en
la práctica, no el deber de su naturaleza. Entonces el teórico... siempre debe tener en mente la
amplia variedad de situaciones que pueden conducir a una guerra. Si lo hace, diseñará el
contorno de sus rasgos salientes en forma tal de que tanto puedan acomodar los dictados de la
época como a aquellos propios de la situación inmediata.
Nosotros podemos solo decir que los objetivos que los beligerantes adopten y los recursos que
empleen deben estar gobernados por las características particulares de su propia posición, pero
también se conformarán con el espíritu de la época y su carácter general. Finalmente, ellos
siempre serán gobernados por las conclusiones generales extraídas de la propia naturaleza de
la guerra.”23
guerra librada recientemente por los franceses, inter alia, como nación en armas es la
epitome de la guerra. Además, reclama prontamente que las guerras del futuro no
serán más proclives a tener este “carácter monumental” que a volver a su anterior
absoluta (A pesar de que Azar Gat insiste en la formula de “guerra absoluta” aplicada
objetivos limitados de la guerra son los que deben gobernar los estilos de conducción
explicación de las relaciones entre las dos dista mucho de ser clara; el casamiento
conceptual es, pese a todo, uno feliz. La historia de la estrategia de los pasados dos
24 Gat. Origins.
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que se esperaba. El miedo a una escalada nuclear que ensombreció la teorización en
compleja relación que uno encuentra en los escritos de Clausewitz entre la real y la
noción aparentemente idealizada, de una tendencia concreta del mundo real hacia la
guerra absoluta.25 Cuando todo parece ser tan real, aunque mas no sea en una
faz crítica han ablandado a los teóricos estratégicos de la era atómica26 que veían en
válido para la mayor parte del siglo XX.28 Este libro es acerca de la estrategia
Clausewitz goza de una hegemonía intelectual casi total como el líder de la teoría
recetario para el manejo del Estado, antes que una teoría comprensible de la
guerra.29
El modesto y pequeño libro del Almirante Wylie –un texto de sólo 108 paginas-
es por lejos el más “exitoso” de los trabajos considerados aquí. En Estrategia Militar,
Wylie provee un poderoso concepto organizador central o “tema fundamental”:
“El primer objetivo de un estratega es el grado de control que seleccionamos para el enemigo en
función de nuestra estrategia. Esto se alcanza por el control de los patrones de la guerra y este
control de los patrones de guerra se obtiene por la manipulación del centro de gravedad de la
guerra contra las desventajas del oponente.”36
37 Ibíd.
38 Ibíd.
39 Edward Luttwak, Strategy: The Logic of War and Peace.
40 Ibíd.
41 Ibíd.
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de un poder explicativo limitado. Desafortunadamente, hay más que confrontar y
hacer estrategia en la dimensión “horizontal” de las relaciones entre adversarios que
promueven la lógica paradójica o los problemas y oportunidades “verticales” creadas
por los diferentes niveles del conflicto.42 Lo que Luttwak intenta lo logra muy bien,
pero el problema es que no se propone demasiado.43
Bernard Brodie, entre todos los estrategas teóricos del siglo XX, fue
probablemente el mejor equipado por educación, experiencia profesional, rango de
interés y oportunidad para escribir un texto fundamental sobre la teoría de la guerra y
la estrategia.44 En el contexto de un enorme número de escritos influyentes sobre el
transcurso de tres décadas y media, la naturaleza de su trabajo, War and Politics,
editado cinco años antes de su muerte en 1978, se ha constituido en su principal
aporte para alcanzar el status inmortal en teoría estratégica.45 Los dos largos
capítulos de “The Weapon” en el libro de 1946, The Absolute Weapon, los cuatro
capítulos de “The Origins of Air Strategy”, que comprenden la primera parte de su
libro de 1959, Strategy in the Missile Age, y los dos ensayos a la edición de De la
Guerra traducida por Michael Howard y Peter Paret, también garantizan la inclusión
de los escritos más teóricos de Brodie en el corpus classicus.46
42 Ibíd.
43 Gregory Foster, “On Strategy Theory and Logic: Review of Edward Luttwak, Strategy: The
Logic of War and Peace”.
44 Barry Steiner, Bernard Brodie and the Foundation of American Nuclear Strategy.
45 Bernard Brodie, War and Politics.
46 Bernard Brodie, “War in the Atomic Age”.
21-61
War and Politics es un libro amplio, lleno de percepciones, las cuales en cierto
modo son un complemento vital de De la Guerra. Por ejemplo, Brodie tiene
importantes argumentos acerca de la identificación del interés nacional, las causas de
las guerras, la selección de los objetivos de guerra y las actitudes sociales hacia la
guerra; todos temas omitidos o relegados por Clausewitz, por lo general por buenas
razones, dado su focalización en la naturaleza y conducción de la “guerra adecuada”.
Además, Brodie tiene percepciones que ofrecer sobre la teoría de la práctica
estratégica y la práctica de la teoría estratégica que son tan penetrantes como lo que
podría esperarse de una persona cuya carrera incluyó el desempeño del rol de asesor
del gobierno por cerca de treinta años. La contribución de la vida de Brodie para
entender la implicancia de las armas nucleares en la guerra y la estrategia –
sintetizadas con el subtitulo del capítulo 9 de War and Politics, “La Utilidad del No
Uso” y del artículo publicado en 197847 gozan del status clásico.
Cualquiera sea la forma de gobierno y cualquiera sean sus disensiones internas en todas la
guerras, cada lado inicia, conciente o inconcientemente con un objetivo, el cual puede ser
llamado Nacional o Político y con un objetivo, el cual puede ser llamado Militar, para el uso de la
fuerza armada para obtener el objetivo Nacional o Político. En consecuencia, la idea de la
guerra como un acto político incluye tanto a los objetivos Nacional o Político como al Militar.53
57 Clausewitz, De la Guerra.
58 Clausewitz, De la Guerra.
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ello es la política la que crea la guerra”, mientras, “el máximo nivel del arte de la
guerra se vuelve político”.59
De la Guerra insiste que los políticos deben entender al instrumento militar que
intentan usar.60 El hombre de estado no tiene que ser un soldado, pero “un cierto
grado de entendimiento en asuntos militares es vital para aquellos a cargo de la
política general”.61 Pronto Clausewitz, nos ofrece una explicación luminosa:
Los planes de guerra cubren cada aspecto de la guerra y se entretejen en una sola operación
que tiene que tener un único objetivo final en el cual todos los objetivos particulares se
reconcilian. Nadie inicia una guerra –o nadie en su sano juicio debería hacerlo- sin haber
primero clarificado su mente sobre lo qué pretende obtener con esa guerra y cómo pretende
librarla. Lo primero es su propósito político, lo segundo su objetivo operacional.62
59 Ibíd.
60 Ibíd.
61 Ibíd.
62 Ibíd.
28-61
no su propia lógica (política)”.63 Debido a que el contexto de esta cita en el libro VIII,
capítulo 6 es el de la guerra como instrumento de la política, muchos comentaristas
se focalizan en la “lógica” de la política y no en lo suficiente en la identidad distintiva
de la “gramática” de la guerra”. Para mi, ningún comentarista de Clausewitz como ya
he dicho se ha opuesto a la “lógica” política y celebrado la “gramática” de la guerra
como se merece. Lo que Clausewitz está diciendo es que la amenaza del uso de la
fuerza no es un ejercicio que se auto justifique. Admitiendo proceder más allá de lo
que Clausewitz escribió, estoy impulsado por estos escritos a reclamar en que él
insistió en que existe esta “gramática” de la guerra, de carácter distintivo y dinámica,
que es inalienable, aunque carezca de una “lógica” política propia. Para ilustrar,
cualquier intención política, la lógica política de las armas biológicas en la guerra
moderna, hay una “gramática”, un grupo de condiciones físicas y desafíos tácticos,
que pueden restringir la efectividad del empleo de estas armas. El punto es obvio,
pero necesita ser explicado y Clausewitz lo hace en forma superlativa.
Con claridad brutal y elegancia parsimoniosa Clausewitz nos dice que: “La
guerra es un acto de fuerza que obliga al enemigo a obedecer nuestra voluntad” 64
Cuando Hedley Bull insiste en que la guerra es “violencia organizada conducida por
unidades políticas contra otras unidades políticas”65 no es obvio que nos ofrezca una
definición superior, ya que soporta la intrusión del calificativo “político”, el cual en el
mundo moderno distingue a la “guerra” de crimen u otra violencia privada. Clausewitz
nos dice que “imponer nuestra voluntad al enemigo es el objetivo de la guerra”,
63 Ibíd.
64 Ibíd.
65 Hedley Bull, The Anarchical Society: A Study of Order in World Politics.
29-61
mientras que “el carácter de la guerra debe estar determinado por la política”. 66 Nada
de esto es superlativo, pero esta sabiduría elemental es la que los políticos
frecuentemente ignoran en la práctica.
66 Clausewitz, De la Guerra.
67 Ibíd.
68 Gat, Origins.
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reconcilia las ideas de guerra absoluta y limitada, no hay una contradicción esencial
entre ambas. Es importante para los políticos y los teóricos de la estrategia entender
todo el espectro de la guerra. Limitada por los conflictos reales como tiende a ser la
guerra es “un acto de fuerza para obligar al enemigo a hacer nuestra voluntad”. La
aplicación agresiva de la fuerza puede dejar de ser un instrumento de la política, sin
mencionarla como “simplemente la continuación de la política por otros medios”.
Tenemos que recordar que la naturaleza bifronte de la guerra, que es tanto un
proceso de violencia que tiende a escalar al calor de la pasión como un instrumento
de la política.
69 Clausewitz, De la Guerra.
70 Ibíd.
71 Ibíd.
31-61
tipo más general deriva del peligro, del esfuerzo, la incertidumbre y el azar, en breve,
de las características de la guerra.72 Estas dos fuentes de fricción pueden interactuar
para reducir el rendimiento militar y la eficiencia estratégica. Un instrumento militar
complejo mal coordinado encontrará sus debilidades miserablemente expuestas por
aquellas circunstancias de la “guerra propiamente dicha” que no podrán ser
replicadas en ejercitaciones con finalidad de adiestramiento de tiempos de paz.
Además, la causa más general de la fricción en la guerra –generalmente, el peligro
sin par, el esfuerzo extremo- rebelarán en tiempo real las fragilidades que una fuerza
armada que ni siquiera sospechaba tener previamente. Mientras todos hablan de la
“fricción”, Clausewitz es el único en ser persuasivo en sus escritos sobre el tema y en
cómo y por qué las cosas pueden salir mal.
“La verdad es que las teorías no pueden enseñar con matemática precisión lo que hay que
hacer en cada caso posible; pero también es cierto que siempre señalan errores que deben
evitarse; y que esta es una consideración muy importante, para aquellas reglas, que en las
manos de un general al comando de tropas valientes, le aseguran la victoria.”,75
En una clara distinción con Sun Tzu y con muchos otros guerreros de la
información modernos, Clausewitz nos advierte sobre la pobreza de la información
disponible para un comandante en la guerra: “la falta de confiabilidad de toda la
información presenta un problema específico de la guerra: todas las acciones tienen
lugar, para decirlo de alguna forma, bajo una luz crepuscular o lunar, la cual como la
niebla, a menudo tiende a hacer que las cosas aparezcan grotescas y más grandes
de lo que realmente son.”78 El podría haber modificado su actitud negativa hacia la
inteligencia si hubiera previsto el desarrollo tecnológico en la recolección de
información (p.ej: desde el espacio, con vehículos no tripulados y generalmente
mediante la explotación del espectro electromagnético). Pero parece más probable,
sin embargo, que se hubiera mantenido escéptico acerca de la capacidad de la
tecnología en conquistar la fricción. La periódica celebración del concepto de la niebla
de la guerra puede servir con un saludable correctivo para aquellos que creen que se
obtendrá una total transparencia sobre un campo de batalla de 40.000 millas
cuadradas.79
80 Clausewitz, De la Guerra.
81 Ibíd.
82 US Marine Corps, Warfighting.
83 Clausewitz, De la Guerra.
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la guerra, antes que serlo con un propósito concreto. Como sea que uno interprete la
idea de centro de gravedad como una fortaleza enemiga a ser destruida o como una
vulnerabilidad a ser explotada, en ambos casos se trata de una teoría de la victoria. El
centro de gravedad es la clave al pensamiento estratégico, su traducción a un caso
particular –para los británicos y el Sinn Fien-IRA en Irlanda del Norte o para Irak y los
EEUU-ONU sobre las inspecciones de armas de destrucción masiva- que tiende un
puente entre los medios y los fines, que es el reino de la estrategia.
De la Guerra declara que a pesar de que “la guerra… es un acto político”,84 sin
embargo la misma comprende un ineludible nivel táctico que se relaciona con el
combate. Aunque la guerra sea un “instrumento político verdadero”, la decisión de las
armas es para las operaciones mayores y menores de guerra lo que el dinero es al
comercio. Sin importar cuan complejas sean las relaciones entre los dos bandos,
cuan raros sean los acuerdos, no estarán nunca ausentes. Desde las teorías de la
estrategia naval a las estrategias espacial y nuclear, los estudiosos modernos han
tratado en vano de eludir la lógica de Clausewitz en su insistencia sobre la posibilidad
permanente de la ocurrencia del combate.85
84 Ibíd.
85 Jan S. Breemer, The Burden of Trafalgar: Decisive Battle and Naval Strategic Expectations on
the Eve of the First World War.
36-61
de los valores morales.”86 También les recuerda a todos los que lo necesitan que “la
actividad militar nunca se dirige sólo contra la fuerza militar; siempre se la apunta
simultáneamente contra las fuerzas morales que le dan vida y que son
inseparables”87 La dimensión humana de la guerra y la estrategia siempre encuentra
una forma para imponerse a la tecnología y a los planes astutos.
86 Clausewitz, De la Guerra.
87 Ibíd.
88 Ibíd.
89 William H. McRaven, SPEC OPS, Case Studies in Special Operations Warfare: Theory and
Practice.
37-61
recientemente citado. El hecho es que es difícil de explicar porque se tiene éxito o no
en la guerra.
“La teoría no puede equipar la mente con fórmulas que resuelven los problemas, tampoco puede
señalar el estrecho pasaje plantando principios a cada lado por el cual una única solución se
supone que pase. Pero puede dar la visión mental del gran fenómeno y sus relaciones, luego
dejarla libre para que se eleve hacia los más altos reinos de la acción.”91
90 Ibíd.
91 Ibíd.
92 Los teóricos norteamericanos en estrategia están entre los peores críticos de Clausewitz, por
ejemplo: Jerone H. Kahan.
93 John Shy, “Jomini”.
38-61
De todos los teóricos de la guerra y la estrategia, Clausewitz es el que mejor
identifica la mezcla de cualidades necesarias para ser un buen general. Por sobre
todo, explica que el elemento clave es la “determinación que deriva de una clase de
mente especial, mas bien una fuerte antes que una brillante”. 94 Debe ser apto para
practicar la intuición, el coup d’œil, antes que la prudencia, pero también acierta
cuando enfatiza la importancia de las cualidades morales, al nivel de casi un genio,
en la conducción de la guerra. No hay virtud en la estupidez; Clausewitz piensa en el
comando sin celebrar la ignorancia en ninguna de sus formas. El punto es que,
mientras los generales necesitan ser lo suficientemente inteligentes para comprender
lo que necesitan comprender, lo intelectual per se, del tipo alabado en un estudioso,
sirve de poco, hasta pude ser que sea un valor negativo. Cuando uno considera que
es lo que hizo de Sir Douglas Haig o Dwight Eisenhower los mejores generales, la
mejor respuesta posible yace en las regiones de los diferentes estilos operativos y en
el perfil de sus cargos –ambas materias realmente críticas para el carácter- no para lo
intelectual o para la educación profesional.95
94 Clausewitz, De la Guerra.
95 Dominick Graham y Shelford Bidwell, Coalitions and Generals: Some Aspects of Command in
Two World Wars.
96 Ibid.
39-61
1807, Japón a principios de 1942 y los EEUU en la década de 1990 sucumbieron a la
“enfermedad del éxito” que desalienta a los líderes a reconocer los contextos y las
condiciones del combate que los habían conducido a tan importantes éxitos. 97 Tanto
como en Clausewitz, el concepto –en este caso, se tradujo en un consejo general, de
detenerse cuando es necesario- es de sentido común y su aplicación es con
frecuencia virtualmente imposible. Williamson Murray y Mark Grimsley expresan el
nudo del problema: “Como la política, la estrategia es el arte de lo posible; pero pocos
pueden discernir lo que es posible.” 98 Mas aun ¿Cómo puede uno saber lo que es
posible, a menos que lo intente? Clausewitz alerta a sus lectores de que más allá de
cierto punto la aparente fortaleza es en realidad una debilidad en crecimiento (p.j: la
ocupación nominal de un territorio enemigo). El éxito estratégico puede alimentar una
ambición política por imperar que exceda la escala de los recursos a movilizar o
manejables, mientras ello dispara la creación de argumentos hostiles a una coalición.
Al nivel operacional de la guerra, esta observación debe conducir a una visión
cautelosa para aquellos dispuestos a la ofensiva como la cura para sus dificultades
estratégicas. Al igual que los deseos de defenderlo todo puede resultar en que nada
quede bien defendido, por lo tanto lo más decisivo puede ser lo menos decisivo
cuando se trata de pasar a la ofensiva operacional.
Aparte por los breves intervalos en cada campaña durante los cuales ambos
bandos están a la defensiva, cada ataque que no conduce a la paz debe
necesariamente terminar en una defensa.
97 John W. Dower, War Without Mercy: Race and Power in the Pacific War.
98 “Introduction: On Strategy.”
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“En consecuencia, es la defensa en sí misma la que debilita al ataque. Lejos de ser una falta de
imaginación, consideramos que la mayor desventaja del ataque es que eventualmente puede
quedar en una posición defensiva desventajosa.”99
El ejercitó alemán por las salientes expuestas que creó fracasó en llegar a
París en Marzo/Julio de 1918; fue detenido en la primera semana de Diciembre de
1941 en los suburbios de Moscú; atrapado en el bolsón de Stalingrado a partir de
Noviembre de 1942 hasta el cese del 2 de Febrero de 1943; todas claras ilustraciones
de la advertencia de Clausewitz.
99 Clausewitz, De la Guerra.
100 Ibíd.
101 Liddell Hart, Revolution in Warfare.
102 Robert A. Doughty, The Breaking Points: Sedan and the Fall of France.
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Copérnico, Shakespeare, Newton y Adam Smith están mas allá de toda crítica
y el producto de su genio se encuentra fuera de la posibilidad de beneficiarse con
cualquier modificación. Aceptar que la teoría general de la estrategia es un sujeto
dinámico no es admitir que Clausewitz tenga pies de barro, a pesar de que haya
escrito un libro que no está libre de errores. Uno puede argumentar que dejó mucho
trabajo por hacer. De alguna forma, el progreso se puede lograr en áreas de las que
él no se ocupó, precisamente porque puso muy bien las bases para una teoría
general de la guerra y la estrategia. Paradójicamente, hay testimonios abundantes del
poder de su escritura; ya que muchos de sus dotados críticos, mucho después de su
muerte, todavía encuentran inspiración en su trabajo. Hay honor en él como gran
teórico, aun a pesar de “la gran tradición de descartar a Clausewitz”.103 Después de
todo, es mejor ser criticado que ignorado.
103 Christopher Bassford, “John Keegan and the Grand Tradition of Trashing Clausewitz: A
Polemic”.
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pueblo; cambia totalmente en los terrenos del comandante del ejército y mientras que
la racionalidad reside mayormente en el gobierno que usa al ejército como
instrumento de la política. La “trascendente trinidad” de Clausewitz también necesita
ser rescatada de los estudiosos poco cuidadosos y que creen incorrectamente lo que
él identificó como la pasión, el azar y la racionalidad directa y respectivamente y en
forma concreta con el pueblo, el comandante del ejército y el gobierno.104 La
revolución en las comunicaciones de los tiempos modernos que ahora, por ejemplo,
permite a los líderes políticos de un país mirar por televisión imágenes de guerra casi
en tiempo real significa que la tentación de jugar al general, al capitán o aun al
sargento, probablemente sea irreversible. Más aun, si todo el mundo está mirando
eventos militares en una forma técnicamente directa, la sensibilidad política de las
brutalidades de la guerra con certeza jugará un nuevo y pesado papel en las
relaciones que Clausewitz enunció entre el ejército y el gobierno. Esto no es un
reclamo sobre que la tecnología ha superado la visón de Clausewitz de la guerra
como una “trascendente trinidad”, pero sí reconocer que su fino pensamiento, de
alguna manera la idealizada noción de su trinidad requiere de una mejor
argumentación para sostener y explicar en detalle el carácter de la guerra a la luz de
los cambios en la tecnología y en la sociedad.
106 MacGregor Knox, “Conclusion: Continuity and Revolution in the Making of Strategy”.
107 Clausewitz, De la Guerra.
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con la prosecución de objetivos políticos particulares. La historia es generosa con
ejemplos de estos problemas y que no son tratados en De la Guerra.
Jessica Mathews nos cuenta que “la continua concentración de poder a manos
de los Estados que comenzó en 1648 con la Paz de Westfalia ha terminado, al menos
por un tiempo”.109 La cultura política asumida en De la Guerra está centrada en el
Estado. En el orden europeo de tiempos de Clausewitz, los Estados con gobiernos
tienen ejércitos con comandantes y un pueblo, que si es movilizado políticamente,
puede proveer algo de pasión saludable a la causa nacional –pero que siempre estará
bajo la dirección del Estado. Algunos de aquellos teóricos e historiadores de fines del
siglo XX que vieron una declinación en la autoridad del Estado decidieron que
Clausewitz, como un teórico proveniente del mundo de los Estados, estaba superado
por los acontecimientos.110 De la Guerra, sin embargo, no conduce a la aplicación de
ningún periodo. Pero hay un pequeño aunque ruidoso cuerpo de opinión que sostiene
108 Rosemary Foot, The Wrong War: American Policy and the Dimensions of the Korean Conflict.
109 “Power Shift”.
110 Preeminentemente: Martin van Creveld, The Transformation of War.
45-61
que Clausewitz no se puede aplicar a mundos que son pre o post westfalianos.
Concentrado en la historia militar reciente para buscar ejemplos ilustrativos, el mismo
Clausewitz aparece dando apoyo a este limitado dominio temporal (y en
consecuencia, orden político). Un punto más serio es que Clausewitz, con todas sus
buenas intenciones de escribir una teoría universal que perdurara no pudo evitar ser
un prusiano de su tiempo. Aparte de lo que los efectos de la Ilustración o el
Romanticismo germano pudieran haber influido en su visión del mundo, 111 hay pocas
dudas de que algunas de las decisiones y omisiones potencialmente importantes de
De la Guerra no estuvieran influenciadas por el tiempo, el lugar y la cultura de su
autor. En sí misma esta no es una crítica; es simplemente un hecho que muestra la
dimensión humana de la guerra y la estrategia. A pesar de que Clausewitz quiso
escribir un trabajo final de carácter universal, el pasado reciente prevaleció en De la
Guerra y limitó algo de la confianza que podemos depositar en él. Paradójicamente, el
gatillo para la teorización de Clausewitz, su extensa experiencia en las Guerras
Napoleónicas que habían tenido un carácter decisivo hasta 1807, puede decirse que
fue tan poderosa que le hizo imposible tener una perspectiva que le permitiera tener
un mejor el balance histórico.112 El poder de la inspiración lo obtuvo de la carrera de
Napoleón, pensada como la fuente más vital para la grandeza de Clausewitz; aunque
también necesariamente tiene una desventaja: el hecho de ser un factor limitante. La
calidad y duración de un manuscrito incompleto, como De la Guerra, atestigua no la
habilidad de Clausewitz por ser imperecedero en su teoría general ante el efecto
perjudicial producido por la atracción de los eventos recientes; pero sí su habilidad de
trascender con largueza las limitaciones de esta “atracción”.
117 Victor David Hanson, The Western Way of War: Infantry Battle in Classical Greece y John
Keegan, A History of Warfare.
118 Clausewitz, De la Guerra.
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receta para la impaciencia, las grandes bajas y con altas probabilidades de fracaso.
Adicionalmente, aunque no puede ser Clausewitz acusado por esto, su discusión
sobre el centro de gravedad ha provocado que mentes menos brillantes que la suya a
aplicar su idea, propia de la Mecánica newtoniana, en forma poco criteriosa. Caveat
emptor sería un aviso razonable para De la Guerra; pero a pesar de ello, el concepto
de centro de gravedad, como Clausewitz lo trata debería venir con una etiqueta de
advertencia médica pegada. Como idea no sirve para alentar a los conductores
políticos a concentrarse en el desafío estratégico. Además, tiende a una aplicación
simplista, en un ejercicio reduccionista que niega su verdadera complejidad. Un
planificador estratégico equipado con la poderosa idea de centro de gravedad puede
en ocasiones parecerse a un alquimista medieval en la búsqueda honesta; pero sin
sentido de la transmutación del plomo en oro.
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militares, cualquier guerra nuclear será de hecho una guerra muy limitada. La lógica
política de limitación operacional no es discutible y es absolutamente clara. En la
práctica, sin embargo, lo cual significa decir en la relación bilateral (o multilateral) de
la guerra nuclear, la capacidad de centralizar el comando político-militar en aras de
reforzar la limitación del esfuerzo nuclear puede ser muy frágil. Más aun,
paradójicamente, es probable que incremente los méritos del efecto disuasorio ante la
sospecha soterrada en todos los bandos de que la guerra nuclear podría escaparse
del marco de contención política y asumir un carácter absoluto. Cuando Thomas C.
Schelling escribió en la década de 1950, “la amenaza tiene algo de azar” y en la
década de 1960 habló de “la manipulación del riesgo”; estaba usando, para la teoría y
la política estratégica de la era nuclear, el mismo dualismo entre las naturalezas
absoluta y real (limitada) de la guerra, así como la gran posibilidad de caos que
Clausewitz trató de explicar.119
Hay poco o nada en De la Guerra sobre las causas de la guerra, sus objetivos
políticos o del manejo de Estado en general. Sabemos que estas omisiones fueron
deliberadas; pero una vez que Clausewitz intentó introducir a la “guerra real” de
objetivo limitado en su manuscrito su racionalidad se vio seriamente comprometida. A
pesar de que la gran fama teórica de De la Guerra reposa en su insistencia sobre el
contexto político para la acción militar, el libro constituye un estudio de la “guerra
adecuada” y de la estrategia revestida con contenidos políticos. Si los lectores siguen
cuidadosamente lo que sería su director de escena sabrán que la “guerra adecuada”
es la que sirve a los intereses políticos. Lectores menos avisados sólo notarán que
casi todo en el libro está dedicado a la conducción militar de la guerra. Los estudiosos
de Clausewitz todavía tienen que ocuparse de las implicancias de esta omisión y
explicarla adecuadamente. La guerra es política, pero no De la Guerra. En la medida
en que esto es debatible, necesita ser debatido.
121 Barton Whaley, Codeword Barbarossa; Richard Betts, Surprise Attack; Michael Handel,
Intelligence and Military Operations; Walter Hitchcock (ed.) The Intelligence Revolution.
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Seguramente que Clausewitz tenía un punto de vista ético, pero éste no jugó
un rol formal en el desarrollo de su teoría general de la guerra y la estrategia.122 De
hecho, atribuirle a la cultura estratégica de Clausewitz la de su tiempo antes que la de
su nacionalidad sería limitar el alcance universal de sus escritos. La omisión es tan
significativa como reprochable, así como entendible en su contexto histórico. Vale la
pena mencionar que Clausewitz, sin embargo, era un soldado teórico provisto de un
saludable antídoto contra el sentimentalismo y la hipocresía respecto de la guerra.
Como un hombre de su tiempo, Clausewitz cuestionó tanto a la institución social de la
guerra como a su inevitable brutalidad y sus atrocidades ocasionales. No la glorificó,
pero tampoco derramó lágrimas por sus horrores. El autor de De la Guerra la aceptó
(quizás no en forma muy persuasiva) como a un hecho, talvez como un mal
necesario. El no poder reconocer a la guerra como una cuestión ética es una
limitación de los valores permanentes de la cultura de Clausewitz. Más enfáticamente,
dado su interés posterior, de fines de la década de 1820, por la guerra real o limitada,
estuvo poco afortunado en no considerar a los temas éticos en relación con la
conducción de la guerra de tal modo de restringir los combates. Después de todo, la
pasión del “pueblo”, un hecho que Clausewitz reconoció explícitamente en su
estructura trinitaria, parece que se inflama cuando han tenido lugar atrocidades. En
forma paralela pensó en exigir justicia para aquellas acciones militares que pudieran
promover demandas y servir de excusa para la ejecución de represalias.
“De los ítems totalmente conectados con los combates que sirven sólo al mantenimiento de los
fuerzas, el abastecimiento es uno de los que más directamente lo afectan. Tiene lugar casi todos
los días y afecta a cada individuo. Por lo tanto, penetra profundamente los aspectos estratégicos
de toda acción militar.”124
Distingue firmemente, sin embargo, entre las actividades “que son meramente
preparación para la guerra de la guerra adecuada”.125 Se focaliza en “la teoría de la
guerra…el uso de los medios, una vez desarrollados para el propósito de la
guerra”.126 Uno puede olvidarse de la aparente negligencia de Clausewitz sobre
logística como una expresión continental, de hecho centro-europea, de una cultura
estratégica para la cual el abastecimiento y el movimiento eran menos problemáticos
de lo que fueron para la cultura anglo-norteamericana.127 También, uno puede
argumentar que estos componentes de los “mecanismos de la guerra” comprenden
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materias comunes para todos los beligerantes (excepto en las “guerras pequeñas”
entre fueras regulares e irregulares) y en consecuencia, impropias para un
tratamiento prominente en una teoría general. La omisión de consideraciones
detalladas sobre estos factores ayuda a incluir a De la Guerra como un tratado sobre
el generalato a la moda de Jomini. Si el efecto de la decisión de Clausewitz de no
discutir “la mecánica de la guerra” detalladamente en De la Guerra es tolerable en
función del carácter integral de su teoría; es un tema implícito que requiere,
ciertamente, más explicación y discusión que la que ha recibido. Clausewitz se
concentró en los combates y sus consecuencias; no se metió con el sistema militar
que permitía que estos combates pudieran ser conducidos. La cuestión es si tal
decisión daña o no a su teoría general. Clausewitz seguramente dejó aclarado por
qué y cómo la logística era importante, pero dejó su juicio incompleto en los tópicos
relativos al arte operacional y a la conducción del campo de batalla.
Probablemente sea trivial observar que no hay un debate sobre la guerra naval
en De la Guerra –de hecho los asuntos navales son citados sólo dos veces y
rápidamente comentados133- mientras es aun más trivial la observación sobre la
necesaria ausencia de debate sobre las formas de guerra nuclear, aérea y espacial.
Sin embargo, ronda sobre estos temas una cuestión seria. ¿Hubiera sido la teoría
general de la guerra y la estrategia de Clausewitz diferente si hubiera dominado la
guerra naval y entendido algo de estrategia marítima, tanto como lo hacía con lo
relacionado con el combate terrestre?
131 Williamson Murray y Allan R. Millett (ed.) Calculations: Net Assessment and Coming of World
War II. Proveen algo de correctivo.
132 E.S. Quade (ed.) Analysis for Military Decisions.
133 Clausewitz, De la Guerra.
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La respuesta probablemente sea negativa; pero con una nota a pie de página:
este debate podría haber enriquecido su comprensión de toda la panoplia de la
guerra de ese periodo.134 Clausewitz, estrictamente hablando, no necesitaba
entender el arte de la guerra naval para la integridad de su teoría general de la
estrategia. Sin embargo, hubiéramos depositado aun más confianza en él si sus
escritos hubieran sido capaces de desarrollarse sobre la base del manejo de los
términos de combate, de la gramática de la estrategia, en más de un ambiente
geográfico particular. La apreciación sobre el carácter “habilitante” de la estrategia
naval, por ejemplo, podría haberlo impulsado a modificar, o al menos ampliar, su
tratamiento de la batalla y del carácter central del combate. En forma similar, el
manejo de la gramática del arte de la guerra en el mar podría haberlo persuadido de
darle más importancia a la logística. Algunos ejércitos de la era napoleónica podían
tener éxito a pesar de su descuidada aproximación a la relación entre abastecimiento
y movimiento; pero las armadas, en cualquier periodo, sólo podían tener éxito si
contaban con el beneficio de la más cuidadosa preparación y el mejor planeamiento
logístico.135 A pesar de que la estrategia debe ser “hecha” tácticamente por fuerzas
armadas equipadas en función de un ambiente geográfico particular, cualquier teoría
general de la guerra y la estrategia puede, y probablemente deba, tratar de
trascender las particularidades de la geografía: los desafíos que las condiciones
físicas particulares presentan, que le dan forma a la tecnología y que a su vez
moldean a las tácticas. La lógica política de la guerra está por sobre todas las otras.
La cuestión es: ¿Hasta qué punto puede un teórico, aun uno grande, trascender
genuinamente una cultura militar enraizada en una geografía de tal modo de poder
Teorizar sobre la guerra y la estrategia per se, no debe ser problema aunque
no se incluyan referencias empíricas que abarquen a todas las experiencias de la
tierra, el mar, el aire, el espacio y el ciberespacio. Después de todo el tema central del
libro que es que hay una unidad esencial, una fundamental igualdad, en todas las
experiencias estratégicas. Al menos en principio, Clausewitz pudo bosquejar una
teoría de la guerra y la estrategia que no descansa sobre la historia estratégica, ni
terrestre ni naval o en ambas desde un enfoque “conjunto”. Una teoría general no
debe quedar afectada por una particular forma geográfica y en consecuencia, por
detalles tácticos. En la práctica, sin embargo, aun teorías generales exitosas, tales
como la de Clausewitz, muestran aproximaciones hacia conceptos y comportamientos
especialmente característicos de un ambiente que es propio de una de las forma del
arte de la guerra sobre la cual el teórico tiene un mayor conocimiento. Clausewitz es
el mayor teórico de la guerra: es también, sin embargo, un teórico de una guerra cuya
teoría está obviamente influenciada por una base empírica continental. Una razón
para escribir este libro sobre estrategia moderna, en un periodo donde no menos de
cinco ambientes geográficos –tierra, mar, aire, espacio y ahora ciberespacio-
requieren de un entendimiento y una explotación “conjunta”, es asegurar que una
parcialidad no quede sin ser reconocida en una supuesta teoría general.
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La teoría estratégica de Clausewitz nos revela su fragilidad más claramente en
su argumentación sobre la relativa superioridad de la defensa por sobre la ofensiva.
Su elocuente y persuasivo razonamiento en nombre de la relativa fortaleza de la
defensa se aplica sólo a la guerra terrestre y posiblemente sólo en una de tipo
continental a gran escala en condiciones europeas. 136 Con la misma lógica que lo
llevó a sostener “la forma más fuerte de hacer la guerra” en la tierra (según mi
aclaración), hoy él podría haber abogado que la ofensiva es la forma más fuerte de la
guerra en el mar, en el aire, en una guerra misilística, en una guerra espacial de
orbita baja y en un conflicto irregular.137 La geografía importa: hay una gramática; una
lógica técnica-táctica, una guerra específica para cada ambiente geográfico. Como
fue Clausewitz el primero en reconocerlo las ricas particularidades de cada conflicto
histórico son lo que más importa. Los ejércitos de tanques son obsoletos hoy; pero lo
son sólo si combaten contra las fuerzas armadas informatizadas de los EEUU. La
guerra es la guerra y la estrategia es la estrategia; a lo largo del tiempo, geográfica y
tecnológicamente hablando, los términos del combate entre la ofensiva y la defensiva
son diferentes en los ambientes geográficos. La teoría de Clausewitz de la guerra, en
consecuencia, nuevamente muestra sus limitaciones cuando se aventura en
generalizaciones para todas las formas de combate a partir de una base estratégica
angosta. La expansión de los campos de batalla de terrestres, a marítimos, a aéreos,
a espaciales y al ciberespacio, incrementa los peligros de una teoría especializada en
un solo ambiente geográfico.
El Clausewitz Inasible
“El pensamiento “estratégico” contemporáneo acerca de cada uno de estos problemas (algunos
de las más fundamentales problemas que plantean las guerras de todas la épocas: por quién
son libradas, de qué se tratan, por qué y para qué se libran) es fundamentalmente deficiente; y
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además, está enraizado en un mundo clausewitziano que es esta tanto equivocado como que es
obsoleto.”142
Cinco años antes, en un artículo titulado “El Clausewitz eterno”, van Creveld
nos había dicho que:
“entre los mejor conocidos escritores en teoría militar dentro de la civilización occidental está
Clausewitz solo; cuyos trabajos aparecen soportar cualquier clase de cambio político, social,
económico y tecnológico desde su publicación y parece contar con una buena posibilidad de ser
recordado por siempre mas allá de razones puramente históricas.”143