GRAY

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GRAY, Colin S. Modern Strategy.

Oxford University
Press, New York, 1999. Capítulo 3: El legado de
Clausewitz o la caja de herramientas de la estrategia.

Traducción: Coronel Carlos A. Pissolito.

La masa de lo que tenemos que saber en orden a entender la estrategia


moderna está en una lectura cuidadosa de De la Guerra de Carl von Clausewitz.1
Richard K. Betts está correcto cuando dice que “Clausewitz todavía vale mucho más
que la mayoría de los teóricos”.2 John Keegan no podría estar más equivocado
cuando acusa a Clausewitz de haber promulgado “la más perniciosa filosofía de la
guerra alguna vez concebida”. 3 Compartan o no los lectores mi entusiasmo por
Clausewitz, es notable que un manuscrito incompleto editado en 1832 pueda inspirar
hoy opiniones tan diversas como las citadas,.

Este capítulo está dedicado a las ideas de Carl von Clausewitz por la razón
práctica de que provee la mayoría de las herramientas conceptuales necesarias para
integrar el maletín del estratega. Explico la razón de porque lo sostenido en De la
Guerra se mantiene como la regla de oro de la teoría de la guerra y la estrategia.

1 Carl von Clausewitz. De la Guerra.


2 Richard K. Betts. “Should Strategic Studies Survive?”
3 John Keegan. War and Our World.
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Clausewitz legó a la posteridad un cuerpo de pensamiento sobre la guerra que es, por
lejos, más convincente que el de cualquier otro teórico rival o aun de todo un grupo de
teóricos.

El análisis De la Guerra de Clausewitz está organizado de la siguiente manera.


La discusión se inicia con la consideración de las fuentes de inspiración de su teoría
estratégica. Aun respetuoso de la dependencia de Clausewitz de estrategas
respetables de su época como Federico el Grande y especialmente Napoleón, no
estoy convencido de que esta clase de inspiración personalizada sea la causa para
que el genio puesto de manifiesto en su teoría haya florecido. La argumentación
continúa con una explicación amplia de porque De la Guerra nos toca tan
poderosamente. A continuación, los posibles sucesores de Clausewitz como teóricos
de la guerra son evaluados y comparados y todos ellos encontrados en falta y sin
mérito en varios de sus escritos estratégicos. (El capitulo 4 está dedicado a entender
porque los posibles sucesores de Clausewitz han fallado en esto.) El remanente del
capítulo, de hecho su parte principal, consiste en un celebración crítica de las ideas
de De la Guerra. Análisis sucesivos son ofrecidos respectivamente sobre las
fortalezas y limitaciones de Clausewitz como teórico de la guerra. Por sobre todo, el
capítulo sostiene que Clausewitz desnudó en forma única la naturaleza de la guerra y
de la estrategia y que esta virtud sobrepasa enormemente a sus debilidades. Estas
limitaciones, o debilidades derivan de influencias particulares a su tiempo, al
momento histórico y a su ubicación geográfica. Clausewitz necesita correcciones y
adiciones porque la teoría estratégica es una tradición viva, lo cual es una de las
razones por las que este libro ha sido escrito.

Mi tema principal, es que hay una unidad esencial de toda la experiencia


estratégica, tanto en sus múltiples dimensiones de trabajo contemporáneo como a lo

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largo de los periodos históricos, derivada directamente de De la Guerra –como
veremos- y que cuatro de las seis preguntas que se entrelazan en el texto han sido
tratadas directamente por Clausewitz. Él analiza; indirectamente al menos, la relación
entre las ideas y la práctica; determina lo que implica la creciente complejidad
estratégica para la naturaleza y el carácter del sujeto; debate majestuosamente la
materia de por qué la estrategia es tan difícil e incomparablemente, nos regala el
concepto de “fricción” como una parte importante de su respuesta; e indirectamente,
nos advierte sobre las virtudes de un acercamiento equilibrado hacia la guerra, uno
que no busca la victoria en una forma reduccionista; ya sea, confiando sólo en el
genio de comandante o en planes adecuados. El juicio de lo que ha cambiado acerca
de la guerra y la estrategia desde que Clausewitz escribió De la Guerra en 1820 y lo
que estos cambios pueden significar para la historia estratégica del siglo XXI, son
nuestros aportes por hacer. La primera de estas preguntas está ubicada en la sección
sobre las limitaciones de De la Guerra, mientras que la segunda tendrá que esperar
hasta el último capítulo para una respuesta directa.

Sobre la inspiración

Estudiosos de los últimos 100 años podrán no estar de acuerdo, pero el siglo
XX no produjo realmente un gran libro en estrategia. Las convulsiones
multidimensionales en la guerra y en la estrategia de 1914-18, 1939-45 y aun en las
de 1847-89, fueron menos traumáticas que los cambios entre 1792 y 1815. Por ello,
las guerras de la Revolución Francesa y del Imperio le conceden a De la Guerra de
Clausewitz el valor de un gran trabajo sobre la guerra y la estrategia, como al Arte de
la Guerra de Jomini, un texto de status clásico incuestionable. 4 Clausewitz no tiene

4 Antoine H. de Jomini. The Art of War.


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rivales modernos entre los teóricos de la guerra. La naturaleza de la guerra moderna
está mejor explicada en los escritos fragmentarios e incompletos de este general
prusiano que murió en 1831. Como el resto de nosotros que nos aventuramos en la
teoría de la guerra, Clausewitz fue una persona de su tiempo, de un lugar y de una
cultura. 5 Clausewitz, también tiene en común con el resto de nosotros, que es
humano y que se puede equivocar. El argumento, en conclusión, es que a pesar de
los errores, Clausewitz continúa a la cabeza de los teóricos de la guerra. Si no hubo
un rival próximo a Clausewitz en el siglo XX, la explicación no se encuentra en la
ausencia de su necesidad. Uno puede explorar la idea de relacionar los grandes
teóricos con la inspiración dominante de los grandes conductores: específicamente,
Clausewitz y Jomini interpretaron la forma de Napoleón de hacer la guerra. 6
Clausewitz fue un prusiano veterano de Jena y Austerlitz, de Rusia en 1812 y de la
campaña de Ligny-Waterloo y de mucho más en route; pero también fue mucho más
que una mera celebración del genio militar de Napoleón (el “dios de la guerra”). 7
Clausewitz no podía ignorar que el gran capitán, pese a su innegable genio militar y
administrativo, terminó seindo derrotado.

Ninguna de las grandes guerras del siglo XX produjo un gran “capitán”


semejante a Napoleón Bonaparte. Douglas Haig y Ferdinand Foche fueron
competentes, a pesar de que cualquier pretensión en ese sentido es discutible.
Mientras el lado alemán, austro-húngaro se inclina hacia un candidato cuasi-unánime:
Erich Ludendorff, su desempeño queda prácticamente condenado por los resultados

5 Peter Paret. “The Genesis of War.”


6 Sigue la línea de pensamiento sugerida por H. Camon a principios del siglo XX.
7 Jay Luvaas. “Student as Teacher: Clausewitz on Frederick the Great and Napoleon.”
4-61
estratégicos de 1917-18; 8 sin embargo, tuvo un dominio de la alta conducción muy
superior a los de Haig o Foch.

Si el rol político-militar de generalísimo fusionado en Napoleón fue sólo


parcialmente alcanzado por Ludendorff en la Primera Guerra Mundial, en la Segunda
Guerra Mundial tiene tres candidatos plenos en Adolfo Hitler, Winston Churchill y José
Stalin. De los tres, sólo Hitler sostuvo la fusión napoleónica de los roles político y
militar. Un pensamiento interesante es comparar los resultados estratégicos y
políticos de Hitler, Churchill y Stalin, ninguno de ellos, y ninguno de sus generales
subordinados, emergió en 1945 con el rotulo incuestionable de “gran capitán” en su
legajo. Los mayores nombres militares de los Aliados como el Mariscal de la Unión
Soviética Georgi Zhukov, el General Dwight Eisenhower y aun el General Douglas
MacArthur, estuvieron totalmente subordinados a la autoridad política, tanto como a la
gran complejidad, casi total, de la guerra moderna.9

En el tercer gran conflicto del siglo XX, la Guerra Fría de 1947-89, la ausencia
de victorias militares implica la ausencia de militares victoriosos. Si tuviera que haber
un Clausewitz de la era nuclear habría que buscar interpretar al genio de ese modelo
histórico responsable de haber provisto la inspiración napoleónica. ¿Quienes fueron
los héroes o heroínas de la conducción política y estratégica de la Guerra Fría?
¿Califican, Harry S. Truman, Dwight D. Eisemhower, John F. Kennedy, Richard
Nixon, Ronald Reagan o George Bush para integrar una breve lista de candidatos o
sólo merecen una mención honorífica? Si algo se puede decir a favor de estos
políticos norteamericanos, uno debería poder bajar un nivel y considerar a Deam

8 Keith Simpson. “The Reputation of Sir Douglas Haig”.


9 P.ej: D. Clayton James, “American and Japanese Strategies in the Pacific War”.
5-61
Acheson, John Foster Dulles, Robert S. MacNamara y Henry Kissinger. Además,
suponiendo que la disuasión fuera mutua ¿No habría por qué no que ver los méritos y
particularmente la inacción de Joseph Stalin, Nikita Khrushchev, Leonid Brezhnev y
Mikhail Gorbachev? Uno puede salir del terreno de las superpotencias e ir al de los
aliados y amigos de la URSS y los EEUU y aun a los observadores no-alienados. Sin
lugar a dudas la búsqueda no nos llevará a una veta de oro.

Los estudiosos de la Guerra Fría no sugieren que la ausencia de un desastre


nuclear se deba atribuir primariamente ya sea al genio de la alta conducción o a la
mutua disuasión. No es ni siquiera seguro que las teorías rivales y los sistemas
fueran realmente puestas a prueba entre 1947 y 1989. Las teorías y los sistemas
estuvieron presentes; pero ¿Influyeron realmente en los resultados políticos?10 De
hecho, mientras más aprendemos de los archivos y de la historia oral acerca de sus
pseudo batallas, de las cuales se puede decir que las crisis y la carrera armamentista
fueron el tercer gran conflicto del siglo, más presente aparece Clausewitz con su
insistencia sobre la importancia del azar, el riesgo y la incertidumbre en la guerra.
Mientras pueda que sea una exageración atribuir la ausencia de una conclusión
violenta a la Guerra Fría entre Oriente y Occidente simplemente a una serie de
“golpes de suerte”, esta afirmación no sería más osada a otra que la hiciera depender
de la eficiencia de la disuasión.

La inspiración para la estrategia puede ser contextual (p.ej. una amenaza


inminente) tanto como personal. Es probable que la inspiración contextual se dispare
con mayor facilidad y que sea aplicada al estudio estratégico con mayor posibilidad
de producir textos de interés inmediato que los verdaderos clásicos. Pero si los

10 Fred Charles Ikle. “The Second Coming of Nuclear Age”.


6-61
bárbaros se están aproximando a las murallas de la ciudad, un estudio profundo de la
naturaleza de la guerra será juzgado como un lujo por la mayoría de la gente.

Clausewitz y la Estrategia Moderna

Una evaluación de Clausewitz no puede explicarlo todo acerca de la guerra y


la estrategia en el siglo XX como la calidad de su teoría sugiere que pueda ser el
caso. El siglo fue “clausewitziano” sólo en el sentido que su objeto permaneció
incólume y que sus escritos teóricos reinaron sin ser cuestionados. Es posible que De
la Guerra haya influenciado todo el proceso de pensamiento estratégico de un político
por aquí y de otro general por allá; pero el nivel de una teoría general es siempre
difícil de demostrar. Es muy posible que la historia de la estrategia moderna haya
recibido poca influencia de personas que interpretaron bien o mal a De la Guerra. El
comportamiento estratégico puede fluctuar por la interacción de varios factores, entre
los cuales un libro particular de teoría general de la estrategia, considerando cuan
difuso puede ser su impacto educativo, nunca califica muy alto. Aun cuando los
teóricos en estrategia son conocidos o se presume que son actores en una
comunidad de defensa –como Albert Wohlstetter en los EEUU, el Mariscal V.D.
Sokolovskiy en la URSS y el General Pierre Gallois en Francia 11- habitualmente no
queda claro si sus estudios y escritos expresan actitudes y opiniones ya existentes.

Clausewitz se gana la atenta atención que recibe en este libro, primero porque
sus escritos teóricos sobre la guerra y la estrategia conllevan las más poderosas
armas conceptuales disponibles para entender el desarrollo y la finalización de los
conflictos. También, atrae la atención porque sus ideas parecen (o por lo menos así

11 A.J. Wohlsletter. “Selection and Use of Strategic Air Bases.”


7-61
se ha reclamado) que han influenciado en el comportamiento estratégico. La alegada
influencia de Clausewitz ha sido periódicamente objeto de comentarios desfavorables.
Hoy la relevancia de De la Guerra para conflictos futuros se encuentra bajo un ataque
teórico al menos tan duro como fueron los registrados más tempranamente por su
supuesta irrelevancia respecto de los desafíos estratégicos presentados, primero, por
la guerra de masas post-industrial y después, por las armas nucleares.12

Como los científicos sociales están descubriendo en sus primeras


exploraciones en las oscuras aguas de la cultura estratégica, las conexiones entre las
ideas estratégicas y la conducta son difíciles de conceptualizar, investigar y
demostrar. Las ideas y la conducta interpretadas hasta un cierto grado puedan, en
teoría, arruinar al mejor científico social confiable en cuestión.13 El hecho de observar
que la teoría de la guerra y la estrategia de Clausewitz es inductiva y que explica
como lo hace, la naturaleza histórica permanente de la estrategia, no disminuye la
estima que le debemos. Él inventó su teoría de la guerra y la estrategia tanto como
Mahan inventó su más restrictiva teoría sobre el poder naval. Ambos historiadores-
teóricos “descubrieron” que los seres humanos han practicado por milenios.

Si Clausewitz interpretó la práctica napoleónica, también interpretó las


prácticas de la guerra de Marlborough, de Enrique V de Inglaterra, de Basilio II
“Bulgaroctonus” del Imperio Bizantino, de Julio Cesar y de Alejandro de Macedonia.
Lo que Clausewitz, Mahan y Colbert, inter alia, descubrieron en términos teóricos,
Clausewitz y Colbert en mayor medida y Mahan en una menor,14 fue la naturaleza de

12 B.H. Liddell Hart. Strategy: The Indirect Approach.


13 El comportamiento estratégico tanto expresa como promociona ideas estratégicas.
14 Nos referimos a: The Influence of Sea Power upon History.
8-61
la guerra y la conducta estratégica y la identidad de aquellas prácticas y clases de
conducta susceptibles de producir el éxito o el fracaso estratégico. Consejos
estratégicos específicos están ausentes en De la Guerra, pero el libro contiene una
gran cantidad de recomendaciones. Por ejemplo, el punto: “La guerra, en general, y el
comandante en cualquier instancia especifica, está autorizado a requerir que las
tendencias y el diseño de la política no sea inconsistente con sus medios (militares)”
15 no necesita del genio estratégico para transformar un enunciado de Clausewitz en
una recomendación para un político.

A pesar de que Clausewitz descubrió los que los seres humanos siempre han
estado haciendo, este descubrimiento era necesario. Puede haber sido, como lo fue,
el Copérnico de la estrategia, pero él no descubrió el contexto político y el
funcionamiento del comportamiento estratégico. Puede haber habido unos pocos
grandes trabajos sobre la guerra y la estrategia escritos antes o después de De la
Guerra, pero –con la ayuda de Sun Tzu (y el recuerdo de los Siete Clásicos de
China),16 Tucídides, Vegetius,17 el Emperador Mauricio18 y Maquiavelo19 – hombres
de estado y comandantes a menudo se comportaban estratégicamente con
intenciones y con consecuencias políticas claras. Pero, antes de la disponibilidad de
De la Guerra, no había una teoría general de la guerra y la estrategia coherente que
personas con necesidades o intereses militares particulares pudieran consultar. El
Almirante Custance señaló este punto cuando dijo:

15 Clausewitz, De la Guerra.
16 The Seven Military Classics of Ancient China traducido por Ralph Sawyer.
17 Vegetius. Vegetius: Epitome of Military Science traducido por N. Milner.
18 Emperador Mauricio, Maurice’s Strategikon traducido por George Dennis.
19 Niccolo Machiavelli, The Art of War traducido por Ellis Farnsworth.
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“El lector debe recordar que Mahan y el (Almirante P.H.) Columb fueron los pioneros (en el tema
del poder naval) sin una teoría de la guerra razonada detrás de ellos, cuando comenzaron a
discutir los hechos de las guerras pasadas. Fueron un caso similar a hombres que comenzaron
a investigar sobre el movimiento de los cuerpos sin ningún conocimiento sobre las leyes del
movimiento.”20

Tan familiarizados están hoy el teórico de la estrategia y el planificador de


defensa con la conceptualización, que está profusamente diseminada a lo largo del
texto de De la Guerra, que nos hemos habituado ha consultar al gran libro cuando
estamos necesitados de asistencia conceptual, de tal modo que la vida sin Clausewitz
sería inimaginable. Mucho de lo que es más penetrante en De la Guerra puede ser
localizado en el Arte de la Guerra de Su Tzu,21 mientras que tanto la inmortal historia
de Tucídides y el manual del Emperador Mauricio en la conducción de la guerra son
fuentes ricas para la educación estratégica. De la Guerra de Clausewitz, sin embargo,
es única en su combinación de cantidad y calidad, aunque con ciertas reservas sobre
la coherencia general de su visión. Provee un sistema de pensamiento de la guerra y
la estrategia, no circunscrito a puntos aislados, aun cuando sus escritos inducen a
una cita selectiva.

Puede ser difícil convenir con aquellos que no son teóricos estratégicos un
reconocimiento total del logro monumental de Clausewitz. El pensamiento estratégico
en el siglo XX, tanto como varias buenas y malas prácticas estratégicas en el mundo
occidental y oriental (incluyendo a la URSS y a China) fueron moldeadas por ideas
presentadas y a veces explicadas, en De la Guerra. Este es un libro que puede ser
usado para ayudar a dilucidar casi cualquier problema en estrategia, sin

20 Reginald Custance, A Study of War.


21 Michael Handel, Masters of War: Classical Strategic Thought.
10-61
consideración de tiempo, lugar o tecnología; no es un libro a ser reverenciado, pero sí
abierto al carácter táctico de la guerra, que conducido por el cambio tecnológico ha
evolucionado más allá del mundo napoleónico del gran teórico.

Las culturas estratégicas son constantemente alteradas por las sucesivas


generaciones de pensadores estratégicos que reinterpretan el pasado con la luz
reflejada por el prisma dinámico de sus valores contemporáneos. Por ejemplo,
considerar como las actitudes británicas hacia su comportamiento político-imperial ha
cambiado a lo largo de cientos de años o como se ha alterado radicalmente la visión
estadounidense sobre su comportamiento político-militar en el pasado hacia los
pueblos indígenas dentro de sus fronteras. Sin disculparnos debemos tomar de
Clausewitz lo que consideremos útil. El quiso que su libro fuera usado para la
educación de los hombres de estado y los comandantes militares. De hecho, su
confianza, aunque ha sido ocasionalmente severamente cuestionada, fue tal que
pretendió escribir el libro más útil sobre la guerra jamás escrito. Mientras tanto
debemos tratar de entender a Clausewitz en sus propios términos, una preocupación
que nos obliga a conocer las fuentes de su educación, ampliándola a “su vida y a su
tiempo”, una búsqueda de una verdadera interpretación de De la Guerra debe ser una
misión escolásticamente aséptica.

Para los estudiosos de la teoría intelectual es importante acercarse al


Clausewitz real. Sin embargo, para aquellos de nosotros que deseamos llevar a
Clausewitz a ser la luz que brille en los lugares estratégicos oscuros de hoy, lo que
necesitamos es una comprensión de su teoría que haga justicia total a su
pensamiento para que no usemos mal a De la Guerra. El libro no debe usarse para
citas decorativas o para el axioma impresionante según los gustos y los
requerimientos del debate moderno. Pero uno debe no debe tener miedo de tratar a

11-61
De la Guerra en la misma forma innovadora como cuando un grupo de actores o
directores presentan a Shakespeare en un formato moderno.

Es un lugar común alertar sobre el “back-fitting” o ingeniería conceptual


reversible –ideas modernas en estrategia interpretadas en base a textos teóricos
antiguos o a las mentes de políticos y generales del pasado. La advertencia es
buena, útil para aquellos preocupados por la lealtad histórica. Menos útil si uno es un
practicante de la estrategia o un teórico que necesita usar a De la Guerra como
herramienta para el negocio concreto de la estrategia. Clausewitz hubiera entendido
y aprobado este punto. La estrategia es un arte aplicado o una ciencia social y la
teoría sobre ella tiene valor en la medida en que es valiosa para aquellos que
enfrentan los desafíos concretos de la estrategia. Clausewitz sabía que cuando uno
escribe para todas las épocas, los teóricos de las diferentes edades lo interpretarán
de acuerdo con sus propios intereses. Dada la atracción magnética del estilo de
guerra napoleónico en las estructuras y en contenido, Clausewitz estaba
inmejorablemente ubicado para reconocer el poder de atracción de los eventos de los
que era contemporáneo. La vara con la cual él juzga a la guerra como tal es, sin que
esto sea sorprendente, la experiencia de su propia época. Es un lugar común entre
los teóricos encontrar en su propio tiempo la conducta que, por un accidente histórico,
les proporcione la clave para un entendimiento general. La ubicación temporal, tanto
como la cultural y otras alimentan el axioma largamente sostenido por los teóricos de
las políticas burocráticas, de que: “tu posición depende de donde estés sentado”. 22

Clausewitz nos da una impresión de incomodidad intelectual cuando lidia con


periodos particulares de la historia y la experiencia universal. Luego de una rápida
revisión de la historia militar de los tiempos previos al suyo, un estudio destinado a

22 Graham Allison, Essence of Decision.


12-61
marcar abiertamente su contraste con la guerra total casi perfecta librada entre 1792
y 1815, Clausewitz nos ofrece una explicación penetrante de cómo lo históricamente
individual debe relacionarse con lo universal. En orden de no perder los matices y las
calificaciones la cita debe ser larga:

“En este punto nuestro estudio histórico puede terminar. Nuestro propósito no fue asignar, de
pasada, un puñado de principios de la guerra por cada periodo. Quisimos mostrar como cada
época tuvo su propia forma de guerra, sus propias limitaciones y sus propias y peculiares
concepciones preconcebidas. Cada periodo, por lo tanto, podría haber sostenido su propia
teoría de la guerra, aun si haya existido la necesidad universal de trabajar en base a principios
científicos. Sigue el principio de que los hechos de cada época deben ser juzgados a la luz de
sus propias peculiaridades. Uno no puede, en consecuencia, entender y apreciar a los
comandantes del pasado hasta que uno no se coloque en la situación de su época, aunque no
sea por un estudio de tenga en cuenta todos los detalles, por lo menos una apreciación correcta
de las características principales.
Pero la guerra, condicionada por las características particulares de los Estados y sus fuerzas
armadas, debe contener algo más general –de hecho un elemento universal por el cual todo
teórico se debe encargar por encima de todo.
La era en que este postulado, este elemento universal válido, fue más fuerte ha sido la
más reciente, cuando la guerra alcanzó una violencia absoluta. Pero no es menos probable
que la guerra no siempre tendrá un carácter tan monumental y que la amplia visión de que ha
gozado no se vea otra vez restringida seriamente. Una teoría, luego, que trate exclusivamente
con la guerra absoluta deberá ignorar tanto cualquier caso particular en el cual la naturaleza de
la guerra haya sido deformada por una influencia externa, o descartarlos a todos por carecer de
una interpretación. Para esto no sirve la teoría. Su propósito es demostrar lo que la guerra es en
la práctica, no el deber de su naturaleza. Entonces el teórico... siempre debe tener en mente la
amplia variedad de situaciones que pueden conducir a una guerra. Si lo hace, diseñará el
contorno de sus rasgos salientes en forma tal de que tanto puedan acomodar los dictados de la
época como a aquellos propios de la situación inmediata.
Nosotros podemos solo decir que los objetivos que los beligerantes adopten y los recursos que
empleen deben estar gobernados por las características particulares de su propia posición, pero
también se conformarán con el espíritu de la época y su carácter general. Finalmente, ellos
siempre serán gobernados por las conclusiones generales extraídas de la propia naturaleza de
la guerra.”23

23 Clausewitz, De la Guerra (énfasis del autor).


13-61
Este largo pasaje establece claramente la visión de Clausewitz de que la

guerra librada recientemente por los franceses, inter alia, como nación en armas es la

que mejor muestra la tendencia hacia la “violencia absoluta” que es el verdadero

epitome de la guerra. Además, reclama prontamente que las guerras del futuro no

serán más proclives a tener este “carácter monumental” que a volver a su anterior

forma “restrictiva”. Lo que le ha pasado es que Clausewitz fue tardíamente afectado

(a mediados de la década de 1820) por el matrimonio de conveniencia entre su tema

de siempre, el de combatir y librar batallas con una tendencia hacia la violencia

absoluta (A pesar de que Azar Gat insiste en la formula de “guerra absoluta” aplicada

solo tardíamente en el desarrollo de De la Guerra)24 y el tema nuevo de que los

objetivos limitados de la guerra son los que deben gobernar los estilos de conducción

de la misma. A pesar de que Clausewitz aparece incomodo con sus reconocimiento

del paralelismo entre la guerra absoluta y la limitada o real y a pese a que su

explicación de las relaciones entre las dos dista mucho de ser clara; el casamiento

conceptual es, pese a todo, uno feliz. La historia de la estrategia de los pasados dos

siglos apoya la proposición de que la teoría general de Clausewitz focalizada en

guerra absoluta y limitada funciona probablemente mucho mejor en la práctica de lo

24 Gat. Origins.
14-61
que se esperaba. El miedo a una escalada nuclear que ensombreció la teorización en

la era atómica acerca de la guerra limitada provee una ilustración perfecta de la

compleja relación que uno encuentra en los escritos de Clausewitz entre la real y la

noción aparentemente idealizada, de una tendencia concreta del mundo real hacia la

guerra absoluta.25 Cuando todo parece ser tan real, aunque mas no sea en una

forma potencial, la guerra se aproximándose a los niveles de violencia absoluta –

supuestamente la estrategia Este-Oeste de fines de la década de 1950 y años

posteriores- los teóricos y los hombres de estado buscaron en De la Guerra de

Clausewitz lo que necesitaban; esto es el Clausewitz real, lo que equivale decir la

guerra limitada como instrumento político. Los estrategas neo-clausewitzianos, en su

faz crítica han ablandado a los teóricos estratégicos de la era atómica26 que veían en

la “batalla” el epitome del arte de la guerra mediante la amplia decisión de ignorar a

algunos de los aspectos mas oscuros De la Guerra.

¿Tiene Clausewitz Sucesores?

25 Stephen Cimbala, Clausewitz and Escalation: Classical Perspective on Nuclear Strategy.


26 Raymond Aron, Clausewitz: Philosopher of War.
15-61
Para Bernard Brodie, “El libro de Clausewitz (De la Guerra) no es simplemente

el mejor sino el único gran libro sobre la guerra”.27 Su juicio es ampliamente

compartido entre los teóricos de la estrategia de muchos países hoy, de hecho es

válido para la mayor parte del siglo XX.28 Este libro es acerca de la estrategia

moderna, no sobre Clausewitz, o su importancia para la estrategia moderna;

Clausewitz goza de una hegemonía intelectual casi total como el líder de la teoría

general de la guerra y la estrategia. Sun Tzu es su único competidor posible, pero es

una competencia desigual, ya que El Arte de la Guerra es sólo una suerte de

recetario para el manejo del Estado, antes que una teoría comprensible de la

guerra.29

La grandeza de Clausewitz como teórico con una relevancia permanente ha


sido cuestionada por escritores modernos como Basil Liddell Hart, Martin van Creveld
y John Keegan.30 En mi opinión no tiene caso discutir sobre los méritos de la teoría
de la guerra de Clausewitz. Paradójicamente, él es un teórico cuya reputación tiende
a crecer cuando es desafiada.

27 Bernard Brodie, “The Continuing Relenace of On War”.


28 Handel, Clausewitz.
29 Sun Tsu, The Art of War.
30 Liddell Hart, Strategy; van Creveld, Transformation of War; John Keegan, A History of
Warfare.
16-61
Para defender la grandeza de Clausewitz y su permanente vigencia no es
necesario sugerir que ha mantenido una influencia notable. Los grandes libros deben
leerse; si son leídos deben ser entendidos; y aun si son entendidos; puede ser que no
sirvan como una guía de ayuda estratégica. Clausewitz no ha sido lo influyente que
debería haber sido, pese a su preeminencia intelectual. Como la práctica estratégica
puede alejarse de la mejor educación disponible en teoría estratégica superior se
puede apreciar en el controvertido estudio de Harry Summer sobre la guerra de
Vietnam, On Strategy.31 Summer simplifica la Guerra de Vietnam y sus consejos
estratégicos retroactivos no son para todos los gustos, excepto su empleo explícito y
penetrante de las ideas de Clausewitz que conduce a un enjuiciamiento de la
estrategia de los EEUU.

El reclamo de la superioridad única de Clausewitz como un estratega teórico


general se basa tanto en la calidad como en la calidad de sus percepciones. De la
Guerra es casi ilegible de principio a fin, dada su falta de una trayectoria narrativa
coherente, pero recompensa a los lectores rumiantes con verdaderas joyas aun con
la apertura casual de sus páginas. Clausewitz en De la Guerra nos provee tanto de
un difícil Antiguo como de un Nuevo Testamento. La crisis intelectual de 1827 lo
obligó a escribir la revelación de que la guía política aseguraba que la real, vale decir,
la guerra limitada, no tenia la menor posibilidad de exhibir su carácter absoluto.32 No
por nada se comenta que De la Guerra es habitualmente citada, pero con mucha
menos frecuencia leída más allá de las solapas. Provee una general y considerable,
aunque incompleta, y sin unificar teoría de la guerra y la estrategia inigualada por los

31 Harry Summers, On Strategy: A Critical Analysis of the Vietnam War.


32 Gat. Origins.
17-61
trabajos de otros teóricos anteriores o posteriores. Aun más, las teorías parciales del
poder naval y aéreo y la estrategia nuclear, todas ellas habiendo sacado sus
fortalezas de la teoría general clausewitziana, han fallado en alcanzar los estándares
de excelencia de Clausewitz. A pesar del problema de tratar de comparar los
esfuerzos únicos de una teoría general estratégica con teorías geográficas,
funcionales o de armas especificas, al menos se puede concebir una categoría de
trabajos que pueden ser juzgados de ser tan buenos, aunque sea en una forma
limitada, como De la Guerra. Por ejemplo, la obra de Corbett, Some Principles of
Maritime Strategy es la única que puede ser nominada para este club exclusivo.33

Por lejos la forma más persuasiva de reconocer la superioridad de Clausewitz


es considerar el mérito de su teoría general con las virtudes de las teorías de sus
posibles sucesores o rivales. Pocos teóricos aspiran a escribir un texto de teoría
general que trascienda un contexto temporal, geográfico o tecnológico particular. No
sería cierto reclamar que Clausewitz es único en trascender las categorías distintivas
de guerras, geografías y armas. Su individualidad, radica en la calidad de su
trascendencia.

Es instructivo considerar las contribuciones de siete teóricos generales de la


estrategia del siglo XX. Estos siete no son, en forma indisputable, lo mejor que el siglo
nos puede ofrecer, pero mi estimación en orden de mérito descendente de los autores
en teoría general es el siguiente: J.C. Wylie, Edward N. Luttwak, Bernard Brodie, Basil
Liddell Hart y Raoul Castex. Al margen de esta lista, merecen una mención especial
Reginald Custance y John Boyd. Cada uno de estos escritores armó su teoría para
trascender las limitaciones de tiempo, geografía y tecnología. Una excepción que

33 Julian Corbett, Some Principle of Maritime Strategy.


18-61
merece una 8va mención es Mao Tse-tung. Dos desventajas, sin embargo, reducen la
importancia de los Escritos Militares de Mao. Primero, su teorización está
profundamente enraizada en Sun Tzu; segundo, se focaliza en una forma particular
de guerra (la guerra revolucionaria popular).34 A pesar de ello, Los Escritos Militares y
textos muy cercamos como –Guerra de Guerrillas- por ejemplo,35 si bien no son tan
clausewitzianos ofrecen una excelente, aunque parcial, teoría de la estrategia y la
guerra.

El modesto y pequeño libro del Almirante Wylie –un texto de sólo 108 paginas-
es por lejos el más “exitoso” de los trabajos considerados aquí. En Estrategia Militar,
Wylie provee un poderoso concepto organizador central o “tema fundamental”:

“El primer objetivo de un estratega es el grado de control que seleccionamos para el enemigo en
función de nuestra estrategia. Esto se alcanza por el control de los patrones de la guerra y este
control de los patrones de guerra se obtiene por la manipulación del centro de gravedad de la
guerra contra las desventajas del oponente.”36

Todo a lo largo, Wylie señala un interés excepcional y gran capacidad de


persuasión acerca de la visión del mundo de aquellos que pelean en tierra, mar y en
el aire. Discute como uno puede proceder a partir de una teoría parcial, ya sea,
continental, aérea o marítima hacia las alturas de una teoría general. Wylie no es
Clausewitz. Mucho de su concepción se deriva, especialmente, del gran teórico
prusiano. A pesar de todo, Wylie ha escrito el mejor libro de teoría general de la
guerra y la estrategia que ha aparecido desde hace más de un siglo.

34 Mao Tse-tung, Selected Military Writtings.


35 Mao Tse-tung, On Guerrilla Warfare.
36 J. Wylie, Military Strategy: A General Theory of Power Control.
19-61
Al trabajo de Wylie le falta la originalidad y la calidad de la visión poderosa de
Clausewitz, pero sus méritos son notables. Dos máximas en particular ilustran la
calidad de su pensamiento: “Pretender planificar con certeza es el más grande de
todos los errores militares, como la historia de la guerra demuestra vividamente”; 37 “El
último determinante en la guerra es un hombre con un arma sobre el escenario. Este
hombre es la última instancia de la guerra. El tiene el control. El determina quien
gana.”38 Seria difícil exagerar la autoridad de estas proposiciones. Ambas máximas
son sobresalientes advertencias para ser incluidas como argumentos
contemporáneos sobre las implicancias de la guerra de información.

El tour de force de Edward N. Luttwak, Strategy, es en general exitoso en su


rigor e implacable hostigamiento de la “lógica paradójica” que penetra “todo lo
relacionado con la estrategia”.39 En la primera página de prefacio, Luttwak no les deja
duda a los lectores acerca del propósito heroico de su misión teórica. “Ninguna
estrategia se propone aquí para la conducción de los Estados Unidos en la escena
mundial o para el empleo de sus fuerzas armadas en guerra. Mi propósito, es
descubrir la lógica universal que las condiciones de todas la formas de guerra así
como las adversidades de las naciones en tiempos de paz.” 40 La brillante explicación
de Luttwak sobre como lo que hoy funciona puede que no sirva mañana,
precisamente porque funciona hoy41 -a pesar de que puede haber sorpresas cuando
se repita mañana los que ha fallado muchas veces en el pasado- es persuasivo, pero

37 Ibíd.
38 Ibíd.
39 Edward Luttwak, Strategy: The Logic of War and Peace.
40 Ibíd.
41 Ibíd.
20-61
de un poder explicativo limitado. Desafortunadamente, hay más que confrontar y
hacer estrategia en la dimensión “horizontal” de las relaciones entre adversarios que
promueven la lógica paradójica o los problemas y oportunidades “verticales” creadas
por los diferentes niveles del conflicto.42 Lo que Luttwak intenta lo logra muy bien,
pero el problema es que no se propone demasiado.43

Bernard Brodie, entre todos los estrategas teóricos del siglo XX, fue
probablemente el mejor equipado por educación, experiencia profesional, rango de
interés y oportunidad para escribir un texto fundamental sobre la teoría de la guerra y
la estrategia.44 En el contexto de un enorme número de escritos influyentes sobre el
transcurso de tres décadas y media, la naturaleza de su trabajo, War and Politics,
editado cinco años antes de su muerte en 1978, se ha constituido en su principal
aporte para alcanzar el status inmortal en teoría estratégica.45 Los dos largos
capítulos de “The Weapon” en el libro de 1946, The Absolute Weapon, los cuatro
capítulos de “The Origins of Air Strategy”, que comprenden la primera parte de su
libro de 1959, Strategy in the Missile Age, y los dos ensayos a la edición de De la
Guerra traducida por Michael Howard y Peter Paret, también garantizan la inclusión
de los escritos más teóricos de Brodie en el corpus classicus.46

42 Ibíd.
43 Gregory Foster, “On Strategy Theory and Logic: Review of Edward Luttwak, Strategy: The
Logic of War and Peace”.
44 Barry Steiner, Bernard Brodie and the Foundation of American Nuclear Strategy.
45 Bernard Brodie, War and Politics.
46 Bernard Brodie, “War in the Atomic Age”.
21-61
War and Politics es un libro amplio, lleno de percepciones, las cuales en cierto
modo son un complemento vital de De la Guerra. Por ejemplo, Brodie tiene
importantes argumentos acerca de la identificación del interés nacional, las causas de
las guerras, la selección de los objetivos de guerra y las actitudes sociales hacia la
guerra; todos temas omitidos o relegados por Clausewitz, por lo general por buenas
razones, dado su focalización en la naturaleza y conducción de la “guerra adecuada”.
Además, Brodie tiene percepciones que ofrecer sobre la teoría de la práctica
estratégica y la práctica de la teoría estratégica que son tan penetrantes como lo que
podría esperarse de una persona cuya carrera incluyó el desempeño del rol de asesor
del gobierno por cerca de treinta años. La contribución de la vida de Brodie para
entender la implicancia de las armas nucleares en la guerra y la estrategia –
sintetizadas con el subtitulo del capítulo 9 de War and Politics, “La Utilidad del No
Uso” y del artículo publicado en 197847 gozan del status clásico.

Desafortunadamente, War and Politics no presenta una conexión sólida entre


los poderosos ensayos que componen al libro. Esta no es una descalificación fatal
para ser elegido para la división de 1ra “A” de la teorías estratégicas; después de
todo, los méritos de De la Guerra de Clausewitz la colocan como la única cinco
estrellas a pesar de su carácter indefinido, menos que buena organización interna,
falta de exactitud en la traducción de elementos claves y la marca del tiempo, lugar y
contexto cultural y estratégico del momento de su creación. Como pensamiento
clásico, War and Politics, se queda corto en llegar a ser el trabajo que Brodie cree
podría haber escrito sobre los temas fundamentales. War and Politics carece de una
trayectoria coherente y es indebidamente personal y contemporáneo en mucho de
sus análisis, ejemplos y juicios.

47 Bernard Brodie, “The development of Nuclear Strategy”.


22-61
A un nivel menor de rendimiento, uno puede citar a los interesantes escritos de
dos teóricos de la estrategia: el británico Basil Liddell Hart y el francés Raoul Castex.
Ellos se ganan sus lugares en esta lista breve de grandes teóricos de la estrategia
porque cada uno de ellos pensó y creyó haber definido los elementos claves de la
conducción estratégica de la guerra. Aun si ellos fallaron, como yo creo que lo
hicieron, lo hicieron en una forma interesante. A diferencia de Corbett, Mahan 48 y
Dohuet,49 que se enfocaron en algún aspecto particular del ambiente geográfico como
limites para sus teorías, Liddell Hart y Castex trataron de proveer teorías generales de
la estrategia.

El descubrimiento y reclamo de Liddell Hart de que, “a lo largo de las épocas,


los resultados efectivos en la guerra raramente han sido obtenidos a menos que la
aproximación tuviera cierto carácter indirecto como para asegurar la falta de
preparación del oponente”,50 aparece como peligrosamente tautológico y poco
confiable, sino carente de mérito. Jugando en una diferente división (pertenecer a una
general, antes que a una categoría teoría geográfica parcial) como la de Mahan,
Liddell Hart comparte con el almirante norteamericano la distinción de haber sido
criticado sin causa.51 Liddell Hart favoreció la idea de una “aproximación indirecta”,
supuestamente la piedra filosófica conceptual para el estratega, es tan difícil de
acorralar intelectualmente como de ubicarla históricamente. Sin embargo, constituye
una valiosa aunque elusiva concepción teórica.

48 Mahan, Influence of Sea Power upon History.


49 Giulio Douhet, The Command of the Air.
50 Liddell Hart, Strategy.
51 Entre otros: John Mearsheimer, Liddell Hart and the Weight of History.
23-61
Raoul Castex se incorpora aquí no porque haya sido influyente –no lo fue- pero
porque él tuvo un entendimiento claro de la estrategia general en operaciones
conjuntas. En forma similar, sus grandes ideas acerca de la centralidad de la
manouvre (en francés, la búsqueda de la ventaja, antes que de la maniobra
propiamente dicha como se entiende en inglés) en la permanente aparición de los
perterbateurs (descontentos, revolucionarios, rapaces o activistas políticos) en la
política europea y por un modelo geoestratégico de conflicto entre Europa y Asia,
sirve para tornar sus prolíficos escritos en Théories stratégiques más interesantes que
su foco marítimo pudiera sugerir.52

Esta breve discusión sobre los sucesores de Clausewitz como teóricos


generales de la estrategia no puede estar completa sin la mención de dos autores
adicionales separados cincuenta años o más: el Almirante Sir Reginlad Custance
(Royal Navy) y el Coronel John Boyd (USAF). En A Study of War, con encomiable
franqueza y brevedad (pocos libros pueden vanagloriarse de un primer capítulo
consistente en una hoja), Cunstance reestablece y clarifica lo que muchos lectores de
Clausewitz, especialmente en Alemania, aparentemente habían obviado:

Cualquiera sea la forma de gobierno y cualquiera sean sus disensiones internas en todas la
guerras, cada lado inicia, conciente o inconcientemente con un objetivo, el cual puede ser
llamado Nacional o Político y con un objetivo, el cual puede ser llamado Militar, para el uso de la
fuerza armada para obtener el objetivo Nacional o Político. En consecuencia, la idea de la
guerra como un acto político incluye tanto a los objetivos Nacional o Político como al Militar.53

52 Raoul Castex, Strategic Theories.


53 Custance, Study of War.
24-61
No tiene sentido proponer a Cunstance como rival de Clausewitz como
estratega teórico, pero sí como un discípulo con el don del pensamiento claro, la
economía de expresión y el manejo de la mayoría de las técnicas de enseñanza del
maestro, el almirante se desempeña en forma encomiable. Tiende a tomar su
entusiasmo por la acción ofensiva hasta niveles imprudentes, especialmente en
oposición de la insistencia de Corbett sobre la primacía del control de las
comunicaciones marítimas como medio alternativo a la batalla decisiva. Esta urgencia
agresiva en Custance, sin embargo, es irrelevante en función de los méritos
generales de A Study of War.

Finalmente, si Edward Luttwak tiene garantizado un lugar por su rigurosa


postulación de la paradoja como la clave de “la lógica universal que condiciona todas
la formas de la guerra”, John Boyd merece al menos una mención honorable por su
descubrimiento del ciclo OODA. El ciclo especifica el proceso de Observación-
Orientación-Decisión-Acción, que supuestamente comprende a la lógica universal del
conflicto.54 Como piloto de combate y subsiguiente investigador de las razones por
que el avión Sabre F-86 logró tan notables derribos en su combate contra los MIG-15
en Corea del Norte (10 a 1), Boyd fundó en el ciclo OODA la lógica esencial de la
batalla.55 Así como la lógica paradójica de Luttwak penetró a todos los niveles y
clases de conflictos, también el ciclo de Boyd se puede aplicar a lo operacional, lo
estratégico y a los niveles políticos de la guerra, como a las tácticas del combate
aéreo. La teoría de Boyd sostiene que la clave del éxito en un conflicto es operar
adentro del ciclo de decisión del oponente. Ventajas en la observación y en la
orientación permiten un ritmo en el proceso de decisiones y en la ejecución que

54 John Boyd, “A Discourse on Winning and Losing”.


55 David Fadok, John Boyd and John Warden: Air Power’s Quest for Strategic Paralysis.
25-61
supera a la habilidad enemiga de reaccionar efectivamente en tiempo. Esta
aparentemente simple fórmula táctica fue debidamente explicada y copiosamente
ilustrada por Boyd en muchas conferencias dentro de la comunidad de defensa de los
EEUU a lo largo de veinte años. El ciclo OODA puede parecer humilde para merecer
la categorización como una gran teoría, pero es lo que es. En su elegante simplicidad,
por su extenso campo de aplicación y por la alta calidad de su percepción acerca de
la esencia de la estrategia, es que su autor bien merece una mención de honor como
un sobresaliente teórico general de la estrategia. Lo ambicioso de la percepción de
Boyd se muestra en esta nota de una de sus conferencias:

Estrategia: Penetrar moral-mental-físicamente al adversario para disolver sus fibra moral,


desorientar sus imágenes mentales, dislocar sus operaciones y sobrecargar sus sistemas, a la
vez de subvertir, destrozar, capturar o de alguna forma dominar, aquellos bastiones, conexiones
o actividades morales-mentales-físicas de los que dependa, en orden de destruir su armonía
interna, paralizarlo y colapsar su voluntad de lucha.56

Los teóricos estratégicos discutidos aquí son representativos de lo mejor del


siglo XX. Razones posibles de por que una teoría general de la guerra y la estrategia
desde Clausewitz a la fecha ha fallado en alcanzar el estándar de excelencia que él
estableció son identificadas y discutidas en el capítulo siguiente.

Las Fortalezas de De la Guerra

Lo que sigue constituye mi visión de las contribuciones conceptuales


extraordinarias que ofrece De la Guerra.

56 Boyd, “Patterns of Conflicts”.


26-61
Clausewitz caracteriza a la guerra como una “Notable Trinidad”.57 Su trinidad
comprende “violencia primordial, odio y enemistad”, “el rol del azar y la probabilidad
con los cuales el espíritu creativo está libre para vagar” y la racionalidad instrumental.
A pesar de que él asocia el primero de estos aspectos mayormente con el pueblo, el
segundo con el comandante y su ejército y el tercero con el gobierno, su genio
discierne que estos aspectos se interpenetran unos con otros y que no pueden tener
relaciones fijas. Especifica que “nuestra tarea en consecuencia es la de desarrollar
una teoría que mantenga un balance entre estas tres tendencias (pasión, azar,
racionalidad) como un objeto suspendido entre dos imanes”. Clausewitz deja esta
formulación brillante inexplorada, pero nos provee de ayudas de navegación de valor
incomparable para aquellos que las quieran seguir.

Clausewitz sostiene que la guerra es un instrumento o un acto político. 58


Errores en la comprensión de este punto fundamental son estratégicamente
irremediables, al menos en un conflicto en desarrollo, se admiten como evidencias,
como Alemania lo demostró dos veces en el siglo XX y EEUU lo aprendió de su
amarga experiencia en Vietnam y aun necesita aprenderlo del resultado de la Guerra
del Golfo de 1991. El poder de Saddam Hussein en Irak fue reducido, pero no tanto
como la coalición liderada por los EEUU lo creyó a principios de 1991. La coalición
juzgó que había ganado una guerra, de hecho había ganado una campaña. El dictado
de Clausewitz que “subordinar el punto de vista político al militar sería absurdo, por

57 Clausewitz, De la Guerra.
58 Clausewitz, De la Guerra.
27-61
ello es la política la que crea la guerra”, mientras, “el máximo nivel del arte de la
guerra se vuelve político”.59

De la Guerra insiste que los políticos deben entender al instrumento militar que
intentan usar.60 El hombre de estado no tiene que ser un soldado, pero “un cierto
grado de entendimiento en asuntos militares es vital para aquellos a cargo de la
política general”.61 Pronto Clausewitz, nos ofrece una explicación luminosa:

Los planes de guerra cubren cada aspecto de la guerra y se entretejen en una sola operación
que tiene que tener un único objetivo final en el cual todos los objetivos particulares se
reconcilian. Nadie inicia una guerra –o nadie en su sano juicio debería hacerlo- sin haber
primero clarificado su mente sobre lo qué pretende obtener con esa guerra y cómo pretende
librarla. Lo primero es su propósito político, lo segundo su objetivo operacional.62

Aquí Clausewitz prueba el significado central de la estrategia. El uso de la


fuerza y las consecuencias políticas de su uso –esto es lo real de la estrategia. Por
razones que Clausewitz no explora, puede ser difícil para los políticos entender a sus
instrumentos militares. De hecho, en la mayoría de las guerras uno o ambos bandos
han tenido que aprender los que sus respectivos instrumentos militares eran capaces
de hacer. Este argumento de Clausewitz es fundamental para todo el desempeño
estratégico. Nadie ha expresado este tema mejor que él.

La guerra está subordinada a la política pero permanece como algo distinto a


ella. De la Guerra nos dice que las guerras “pueden tener su propia gramática, pero

59 Ibíd.
60 Ibíd.
61 Ibíd.
62 Ibíd.
28-61
no su propia lógica (política)”.63 Debido a que el contexto de esta cita en el libro VIII,
capítulo 6 es el de la guerra como instrumento de la política, muchos comentaristas
se focalizan en la “lógica” de la política y no en lo suficiente en la identidad distintiva
de la “gramática” de la guerra”. Para mi, ningún comentarista de Clausewitz como ya
he dicho se ha opuesto a la “lógica” política y celebrado la “gramática” de la guerra
como se merece. Lo que Clausewitz está diciendo es que la amenaza del uso de la
fuerza no es un ejercicio que se auto justifique. Admitiendo proceder más allá de lo
que Clausewitz escribió, estoy impulsado por estos escritos a reclamar en que él
insistió en que existe esta “gramática” de la guerra, de carácter distintivo y dinámica,
que es inalienable, aunque carezca de una “lógica” política propia. Para ilustrar,
cualquier intención política, la lógica política de las armas biológicas en la guerra
moderna, hay una “gramática”, un grupo de condiciones físicas y desafíos tácticos,
que pueden restringir la efectividad del empleo de estas armas. El punto es obvio,
pero necesita ser explicado y Clausewitz lo hace en forma superlativa.

Con claridad brutal y elegancia parsimoniosa Clausewitz nos dice que: “La
guerra es un acto de fuerza que obliga al enemigo a obedecer nuestra voluntad” 64
Cuando Hedley Bull insiste en que la guerra es “violencia organizada conducida por
unidades políticas contra otras unidades políticas”65 no es obvio que nos ofrezca una
definición superior, ya que soporta la intrusión del calificativo “político”, el cual en el
mundo moderno distingue a la “guerra” de crimen u otra violencia privada. Clausewitz
nos dice que “imponer nuestra voluntad al enemigo es el objetivo de la guerra”,

63 Ibíd.
64 Ibíd.
65 Hedley Bull, The Anarchical Society: A Study of Order in World Politics.
29-61
mientras que “el carácter de la guerra debe estar determinado por la política”. 66 Nada
de esto es superlativo, pero esta sabiduría elemental es la que los políticos
frecuentemente ignoran en la práctica.

Muchos autodenominados estudios estratégicos son parciales en su foco y


tratamiento de la guerra. Clausewitz advierte, en el primer párrafo del libro I, capítulo
1 de De la Guerra, que “en la guerra más que en ninguna otra actividad debemos
comenzar por estudiar la naturaleza del todo; ya que, más que en cualquier lado, el
todo debe siempre ser pensado como un todo.” 67 A medida que la guerra se ha hecho
más compleja en sus elementos, la insistencia de Clausewitz en un análisis holístico
es aun más relevante. Él advierte sobre que la creciente complejidad en el fenómeno
de la experiencia estratégica no debe confundirnos sobre la naturaleza y función de la
estrategia y guerra. Nuevos ambientes y nuevas armas se agregarán a la pila de
materias que necesitan atención de los estrategas, pero la naturaleza de la guerra y
la relación entre política e instrumento militar, se mantiene.

La resolución de la crisis intelectual de Clausewitz en 1827 mediante la unión del


concepto de guerra absoluta o decisiva con la recientemente aceptada noción de
guerra real o guerra de objetivo limitado, ayuda a los políticos y a sus posibles
sucesores teóricos a apreciar el espectro completo de las guerras posibles. 68 Más
debido a un accidente intelectual e histórico que a una gran idea, De la Guerra
describe la guerra total y la guerra usada como instrumento racional de una política
dirigida a restringirla en función de objetivos limitados. A pesar de que Clausewitz no

66 Clausewitz, De la Guerra.
67 Ibíd.
68 Gat, Origins.
30-61
reconcilia las ideas de guerra absoluta y limitada, no hay una contradicción esencial
entre ambas. Es importante para los políticos y los teóricos de la estrategia entender
todo el espectro de la guerra. Limitada por los conflictos reales como tiende a ser la
guerra es “un acto de fuerza para obligar al enemigo a hacer nuestra voluntad”. La
aplicación agresiva de la fuerza puede dejar de ser un instrumento de la política, sin
mencionarla como “simplemente la continuación de la política por otros medios”.
Tenemos que recordar que la naturaleza bifronte de la guerra, que es tanto un
proceso de violencia que tiende a escalar al calor de la pasión como un instrumento
de la política.

Si Clausewitz hubiera escrito sólo sobre la fricción de la guerra, su lugar entre


los héroes en el Valhala de la teoría estratégica estaría asegurado por todos los
tiempos. ¿Qué es la fricción? “La fricción, como elegimos denominarla, es la fuerza
que hace que lo que aparentemente simple se torne difícil.” 69 Clausewitz nota: “la
acción en la guerra es como un movimiento dentro de un medio que ofrece
resistencia.”70 Antes, advierte que en la guerra, “las dificultades se acumulan y
terminan por producir una clase de fricción que es inconcebible a menos que uno
haya experimentado la guerra.”71 En general, comenta, “La fricción es el único
concepto que más o menos se corresponde con los factores que distinguen la guerra
real de la guerra en un papel.” Barry Watts, el más cuidadoso interprete moderno de
las ideas de Clausewitz sobre la fricción, argumenta que De la Guerra sugiere que la
posibilidad maligna, omnipresente de la aplicación de un tipo de fricción específica
impide tanto el buen funcionamiento de personas y máquinas y que una fricción de

69 Clausewitz, De la Guerra.
70 Ibíd.
71 Ibíd.
31-61
tipo más general deriva del peligro, del esfuerzo, la incertidumbre y el azar, en breve,
de las características de la guerra.72 Estas dos fuentes de fricción pueden interactuar
para reducir el rendimiento militar y la eficiencia estratégica. Un instrumento militar
complejo mal coordinado encontrará sus debilidades miserablemente expuestas por
aquellas circunstancias de la “guerra propiamente dicha” que no podrán ser
replicadas en ejercitaciones con finalidad de adiestramiento de tiempos de paz.
Además, la causa más general de la fricción en la guerra –generalmente, el peligro
sin par, el esfuerzo extremo- rebelarán en tiempo real las fragilidades que una fuerza
armada que ni siquiera sospechaba tener previamente. Mientras todos hablan de la
“fricción”, Clausewitz es el único en ser persuasivo en sus escritos sobre el tema y en
cómo y por qué las cosas pueden salir mal.

No contento con advertir sobre los peligros de la fricción para un buen


desempeño, De la Guerra advierte también que: ‘La guerra es el reino de la
incertidumbre; tres cuartos de los factores en los que cada una de sus acciones se
basa están envueltos por la niebla de la guerra en mayor o menor medida.”73 Este
pensamiento complementa las observaciones iniciales de Clausewitz que, “de todas
las actividades humanas, la que más se parece a la guerra es un juego de cartas.”74
El énfasis sobre el rol del azar puede parecer un lugar común entre los estrategas
teóricos; pero tal énfasis es raro con la excepción de Tucídides, quien comparte la
visión de Clausewitz acerca del carácter impredecible de la guerra. De una forma u
otra, la mayoría de los estrategas teóricos se han atribuido la llave del éxito
estratégico: de lo que se sigue que no enfatizan la incertidumbre en la guerra. Si

72 Barry Watts, Clausewitzian Friction and Future War.


73 Clausewitz, De la Guerra.
74 Ibíd.
32-61
Clausewitz alerta de que la guerra es el reino del azar, el Barón Antoine Hernry de
Jomini creyó que mucho del riesgo de fracaso en la guerra podía ser eliminado –
siempre que uno abrazara su teoría.

“La verdad es que las teorías no pueden enseñar con matemática precisión lo que hay que
hacer en cada caso posible; pero también es cierto que siempre señalan errores que deben
evitarse; y que esta es una consideración muy importante, para aquellas reglas, que en las
manos de un general al comando de tropas valientes, le aseguran la victoria.”,75

Superando un enfoque superficialmente centrado en el campo de batalla (o


“combate”), las definiciones de Clausewitz sobre táctica y estrategia, así como las
diferencias entre ambas, son las más claras y útiles, “el uso de los combates en
función del objetivo de guerra”,76 puede sonar a arte operacional pero se refiere a un
nivel superior de esfuerzo. Si se necesita una prueba de la superioridad de esta
distinción entre estrategia y táctica, uno sólo tiene que recordar lo infrecuente con lo
que esta distinción es observada. ¿Cómo pueden los conductores políticos de un país
usar adecuadamente como instrumento a sus fuerzas armadas cuando, por ejemplo,
designan a parte de su arsenal como “fuerzas estratégicas”? En el 1998 Defense
Review –uno se pregunta lo que una defensa no estratégica podría llegar a ser- el
gobierno británico se refiere a la posibilidad de un “ataque estratégico contra la
OTAN”, a “transporte estratégico” y en un máximo de oscuridad, al rol “sub-
estratégico” de los misiles Trident. 77 Si permitimos que “estratégico” signifique largo
alcance ¿Cómo se puede preservar la claridad de la distinción entre fines y medios?
La formula clausewitziana previene confusiones de este tipo. Dada la disponibilidad

75 Antoine H. de Jomini. The Art of War.


76 Clausewitz, De la Guerra.
77 George Robertson, Secretary of State for Defense, The Strategic Defense Review (London,
July 1998).
33-61
de buenas traducciones en inglés de De la Guerra desde hace tiempo, no hay
excusas para confundir hoy lo que Clausewitz explicó en la década de 1820.

En una clara distinción con Sun Tzu y con muchos otros guerreros de la
información modernos, Clausewitz nos advierte sobre la pobreza de la información
disponible para un comandante en la guerra: “la falta de confiabilidad de toda la
información presenta un problema específico de la guerra: todas las acciones tienen
lugar, para decirlo de alguna forma, bajo una luz crepuscular o lunar, la cual como la
niebla, a menudo tiende a hacer que las cosas aparezcan grotescas y más grandes
de lo que realmente son.”78 El podría haber modificado su actitud negativa hacia la
inteligencia si hubiera previsto el desarrollo tecnológico en la recolección de
información (p.ej: desde el espacio, con vehículos no tripulados y generalmente
mediante la explotación del espectro electromagnético). Pero parece más probable,
sin embargo, que se hubiera mantenido escéptico acerca de la capacidad de la
tecnología en conquistar la fricción. La periódica celebración del concepto de la niebla
de la guerra puede servir con un saludable correctivo para aquellos que creen que se
obtendrá una total transparencia sobre un campo de batalla de 40.000 millas
cuadradas.79

Aplicable a un teórico continental inspirado por el ejemplo de Napoleón,


Clausewitz advierte que la guerra:

78 Clausewitz, De la Guerra. Además, David Kahn, “Clausewitz and Intelligence”.


79 James R. Blaker, Understanding the Revolution in Military Affairs: A Guide to America’s 21st
Century Defense.
34-61
“Uno debe mantener en mente las características dominantes de ambos beligerantes. Fuera de
esas características se desarrolla un centro de gravedad, un nudo de poder y movimiento, de lo
cual todo depende. Este es el punto contra el cual todas nuestras energías deben ser dirigidas.”80

Él razonó que: “Es en la búsqueda constante del centro de poder,


arriesgándolo todo, que uno derrotará al enemigo”. 81 El concepto retiene su utilidad,
aun si uno rechaza la preferencia de Clausewitz de atacar lo fuerte con lo fuerte. El
Cuerpo de Infantería de Marina de los EEUU, por ejemplo, en su manual de doctrina
Warfigthing, nota que “preferimos aplicar nuestras fortalezas contra las debilidades.
Aplicado a la guerra moderna, debemos dejar claro que el centro de gravedad
enemigo no significa su fuente de poder, sino una vulnerabilidad crítica.”82

La idea de centro de gravedad se puede aplicar a todos los niveles y clases de


conflictos y se puede acomodar a una amplia variedad de “blancos”. El mismo
Clausewitz ofreció, en un orden descendente de atracción, los posibles centros de
gravedad: el ejército enemigo, su ciudad capital, su aliado principal, el comandante
enemigo y la opinión pública del enemigo.83 En la fase norteamericana de la Guerra
de Vietnam, Vietnam del Norte correctamente identificó a la opinión pública
estadounidense como el centro de gravedad más crítico. En la Guerra del Golfo de
1991 los líderes políticos militares de los EEUU se centraron en la persona del
comandante enemigo, Saddam Hussein y la fracción de su ejército que usaba para
sostener su régimen personal, la Guardia Republicana. La aplicación a casos
particulares es raramente fácil, pero la idea simple de centro de gravedad es esencial
para ayudar a la comunidad de defensa a evitar el error de ser meramente activos en

80 Clausewitz, De la Guerra.
81 Ibíd.
82 US Marine Corps, Warfighting.
83 Clausewitz, De la Guerra.
35-61
la guerra, antes que serlo con un propósito concreto. Como sea que uno interprete la
idea de centro de gravedad como una fortaleza enemiga a ser destruida o como una
vulnerabilidad a ser explotada, en ambos casos se trata de una teoría de la victoria. El
centro de gravedad es la clave al pensamiento estratégico, su traducción a un caso
particular –para los británicos y el Sinn Fien-IRA en Irlanda del Norte o para Irak y los
EEUU-ONU sobre las inspecciones de armas de destrucción masiva- que tiende un
puente entre los medios y los fines, que es el reino de la estrategia.

De la Guerra declara que a pesar de que “la guerra… es un acto político”,84 sin
embargo la misma comprende un ineludible nivel táctico que se relaciona con el
combate. Aunque la guerra sea un “instrumento político verdadero”, la decisión de las
armas es para las operaciones mayores y menores de guerra lo que el dinero es al
comercio. Sin importar cuan complejas sean las relaciones entre los dos bandos,
cuan raros sean los acuerdos, no estarán nunca ausentes. Desde las teorías de la
estrategia naval a las estrategias espacial y nuclear, los estudiosos modernos han
tratado en vano de eludir la lógica de Clausewitz en su insistencia sobre la posibilidad
permanente de la ocurrencia del combate.85

A pesar de enfatizar la importancia del combate real, Clausewitz no se olvidó


de la importancia de las fuerzas morales. Un arma no puede ser más efectiva que la
persona que la usa. La tecnología es importante, pero en la guerra y en la estrategia
las personas son lo más importante. Clausewitz entendió esto y sostuvo claramente:
“La teoría se transforma en algo infinitamente más difícil tan pronto como toca el reino

84 Ibíd.
85 Jan S. Breemer, The Burden of Trafalgar: Decisive Battle and Naval Strategic Expectations on
the Eve of the First World War.
36-61
de los valores morales.”86 También les recuerda a todos los que lo necesitan que “la
actividad militar nunca se dirige sólo contra la fuerza militar; siempre se la apunta
simultáneamente contra las fuerzas morales que le dan vida y que son
inseparables”87 La dimensión humana de la guerra y la estrategia siempre encuentra
una forma para imponerse a la tecnología y a los planes astutos.

Aun peligrosamente cerca de la tautológica, Clausewitz nos ofrece una


sabiduría estratégica universal que establece que “la mejor estrategia es siempre ser
el más fuerte: primero en general y luego en el punto decisivo.”88 Este pensamiento
es por supuesto muy simple, pero en el estilo clausewitziano no es fácil de llevar a la
práctica. ¿Cómo puede uno identificar el “punto decisivo”? ¿Tal “punto” es
determinado por nosotros o por la concentración del esfuerzo enemigo? A pesar de
sus dificultades de aplicación, el principio de la concentración del esfuerzo es util a lo
largo de todo el espectro del conflicto, desde las operaciones especiales de un
puñado de héroes hasta el bombardeo nuclear. Por ejemplo, los lectores de un
estudio reciente sobre operaciones especiales pueden leer: “Una relativa superioridad
es un concepto crucial para la teoría de las operaciones especiales.” El estudio
continúa con la siguiente afirmación: “Una superioridad relativa se adquiere en el
momento decisivo del combate.”89 “Puntos decisivos” y “momentos decisivos” no son,
por supuesto objetivamente contextuales con características geográficas o históricas,
pero son creados mediante el empleo exitoso del dictado de Clausewitz

86 Clausewitz, De la Guerra.
87 Ibíd.
88 Ibíd.
89 William H. McRaven, SPEC OPS, Case Studies in Special Operations Warfare: Theory and
Practice.
37-61
recientemente citado. El hecho es que es difícil de explicar porque se tiene éxito o no
en la guerra.

Clausewitz ofrece un análisis superior del uso correcto e incorrecto de la teoría


estratégica. Sus observaciones sobre el rol adecuado de la teoría nos ofrecen una
visión literalmente única en la literatura estratégica. “La teoría debe mantener una luz
estable en todos los fenómenos para que podamos reconocer más fácilmente y
eliminar la cizaña de la ignorancia; como una cosa se relaciona con la otra y
mantener lo importante separado de lo que no lo es.”90 El es un faro para las
generaciones futuras de la teoría estratégica:

“La teoría no puede equipar la mente con fórmulas que resuelven los problemas, tampoco puede
señalar el estrecho pasaje plantando principios a cada lado por el cual una única solución se
supone que pase. Pero puede dar la visión mental del gran fenómeno y sus relaciones, luego
dejarla libre para que se eleve hacia los más altos reinos de la acción.”91

Clausewitz entendió el rol de la teoría estrategia como educacional, antes que


como directivo, mucho más claramente que los analistas de defensa en la décadas de
1960 y 1970.92 Como John Shy ha notado, el pensamiento estratégico moderno
puede ser criticado por su positivismo de características jominianas y particularmente
por su tendencia a “reducir la guerra a un ejercicio operacional, transformándola en
un juego algo irreal pero particularmente peligroso”.93 La estrategia es una materia
práctica, pero la teoría estratégica no puede concluir en un manual para la acción.

90 Ibíd.
91 Ibíd.
92 Los teóricos norteamericanos en estrategia están entre los peores críticos de Clausewitz, por
ejemplo: Jerone H. Kahan.
93 John Shy, “Jomini”.
38-61
De todos los teóricos de la guerra y la estrategia, Clausewitz es el que mejor
identifica la mezcla de cualidades necesarias para ser un buen general. Por sobre
todo, explica que el elemento clave es la “determinación que deriva de una clase de
mente especial, mas bien una fuerte antes que una brillante”. 94 Debe ser apto para
practicar la intuición, el coup d’œil, antes que la prudencia, pero también acierta
cuando enfatiza la importancia de las cualidades morales, al nivel de casi un genio,
en la conducción de la guerra. No hay virtud en la estupidez; Clausewitz piensa en el
comando sin celebrar la ignorancia en ninguna de sus formas. El punto es que,
mientras los generales necesitan ser lo suficientemente inteligentes para comprender
lo que necesitan comprender, lo intelectual per se, del tipo alabado en un estudioso,
sirve de poco, hasta pude ser que sea un valor negativo. Cuando uno considera que
es lo que hizo de Sir Douglas Haig o Dwight Eisenhower los mejores generales, la
mejor respuesta posible yace en las regiones de los diferentes estilos operativos y en
el perfil de sus cargos –ambas materias realmente críticas para el carácter- no para lo
intelectual o para la educación profesional.95

Con el poderoso concepto del punto decisivo de la victoria, Clausewitz advierte


acerca de los peligros de un éxito aparente.96 La lógica paradójica del conflicto,
operando a todos los niveles desde la alta estrategia hasta la táctica, sugiere que el
éxito puede conducir al conductor cuesta abajo hacia una posición desventajosa y
aun a la derrota. Al nivel de la conducción del Estado, parece ser que Francia en

94 Clausewitz, De la Guerra.
95 Dominick Graham y Shelford Bidwell, Coalitions and Generals: Some Aspects of Command in
Two World Wars.
96 Ibid.
39-61
1807, Japón a principios de 1942 y los EEUU en la década de 1990 sucumbieron a la
“enfermedad del éxito” que desalienta a los líderes a reconocer los contextos y las
condiciones del combate que los habían conducido a tan importantes éxitos. 97 Tanto
como en Clausewitz, el concepto –en este caso, se tradujo en un consejo general, de
detenerse cuando es necesario- es de sentido común y su aplicación es con
frecuencia virtualmente imposible. Williamson Murray y Mark Grimsley expresan el
nudo del problema: “Como la política, la estrategia es el arte de lo posible; pero pocos
pueden discernir lo que es posible.” 98 Mas aun ¿Cómo puede uno saber lo que es
posible, a menos que lo intente? Clausewitz alerta a sus lectores de que más allá de
cierto punto la aparente fortaleza es en realidad una debilidad en crecimiento (p.j: la
ocupación nominal de un territorio enemigo). El éxito estratégico puede alimentar una
ambición política por imperar que exceda la escala de los recursos a movilizar o
manejables, mientras ello dispara la creación de argumentos hostiles a una coalición.
Al nivel operacional de la guerra, esta observación debe conducir a una visión
cautelosa para aquellos dispuestos a la ofensiva como la cura para sus dificultades
estratégicas. Al igual que los deseos de defenderlo todo puede resultar en que nada
quede bien defendido, por lo tanto lo más decisivo puede ser lo menos decisivo
cuando se trata de pasar a la ofensiva operacional.

Aparte por los breves intervalos en cada campaña durante los cuales ambos
bandos están a la defensiva, cada ataque que no conduce a la paz debe
necesariamente terminar en una defensa.

97 John W. Dower, War Without Mercy: Race and Power in the Pacific War.
98 “Introduction: On Strategy.”
40-61
“En consecuencia, es la defensa en sí misma la que debilita al ataque. Lejos de ser una falta de
imaginación, consideramos que la mayor desventaja del ataque es que eventualmente puede
quedar en una posición defensiva desventajosa.”99

El ejercitó alemán por las salientes expuestas que creó fracasó en llegar a
París en Marzo/Julio de 1918; fue detenido en la primera semana de Diciembre de
1941 en los suburbios de Moscú; atrapado en el bolsón de Stalingrado a partir de
Noviembre de 1942 hasta el cese del 2 de Febrero de 1943; todas claras ilustraciones
de la advertencia de Clausewitz.

Finalmente, entre las gemas seleccionadas aquí de la colección de Clausewitz,


nos advierte que: “Es más fácil retener un terreno que tomarlo. De lo que se sigue
que defenderse es mas fácil que atacar, asumiendo que ambos bandos tengan
medios equivalentes.”100 Esta proposición se refleja en la regla táctica que especifica
una relación de fuerzas de 3 a 1 como la requerida para que un ataque tenga éxito
contra una defensa continua y coherente.101 Esta sabiduría general ofrecida por
Clausewitz es, por supuesto, vulnerable ante casos particulares. La defensa puede
ser la forma más fuerte de librar una guerra regular en tierra, pero aun con medios
aproximadamente “iguales” no es a prueba de la incompetencia operacional en la
escala heroica demostrada, por ejemplo, por el alto mando francés en 1940 o por el
soviético en el verano de 1941.102

Las Limitaciones o Debilidades de De La Guerra

99 Clausewitz, De la Guerra.
100 Ibíd.
101 Liddell Hart, Revolution in Warfare.
102 Robert A. Doughty, The Breaking Points: Sedan and the Fall of France.
41-61
Copérnico, Shakespeare, Newton y Adam Smith están mas allá de toda crítica
y el producto de su genio se encuentra fuera de la posibilidad de beneficiarse con
cualquier modificación. Aceptar que la teoría general de la estrategia es un sujeto
dinámico no es admitir que Clausewitz tenga pies de barro, a pesar de que haya
escrito un libro que no está libre de errores. Uno puede argumentar que dejó mucho
trabajo por hacer. De alguna forma, el progreso se puede lograr en áreas de las que
él no se ocupó, precisamente porque puso muy bien las bases para una teoría
general de la guerra y la estrategia. Paradójicamente, hay testimonios abundantes del
poder de su escritura; ya que muchos de sus dotados críticos, mucho después de su
muerte, todavía encuentran inspiración en su trabajo. Hay honor en él como gran
teórico, aun a pesar de “la gran tradición de descartar a Clausewitz”.103 Después de
todo, es mejor ser criticado que ignorado.

La discusión que sigue sobre las posibles limitaciones y debilidades no es


presentada para defender a Clausewitz. Sin embargo, muchos de los puntos que
constituyeron su crítica en el siglo XX son pertinentes a problemas prácticos en la
elaboración y la ejecución de la estrategia. La mayoría de los puntos, en
consecuencia, debe ser entendida en el marco del desarrollo dinámico de la teoría
general de la estrategia.

La visión trinitaria de Clausewitz de la guerra es la clave de sus logros


conceptuales y requiere un mejor análisis. En parte requiere la modernización en el
énfasis puesto en sus reclamos sobre la pasión que emana principalmente del

103 Christopher Bassford, “John Keegan and the Grand Tradition of Trashing Clausewitz: A
Polemic”.
42-61
pueblo; cambia totalmente en los terrenos del comandante del ejército y mientras que
la racionalidad reside mayormente en el gobierno que usa al ejército como
instrumento de la política. La “trascendente trinidad” de Clausewitz también necesita
ser rescatada de los estudiosos poco cuidadosos y que creen incorrectamente lo que
él identificó como la pasión, el azar y la racionalidad directa y respectivamente y en
forma concreta con el pueblo, el comandante del ejército y el gobierno.104 La
revolución en las comunicaciones de los tiempos modernos que ahora, por ejemplo,
permite a los líderes políticos de un país mirar por televisión imágenes de guerra casi
en tiempo real significa que la tentación de jugar al general, al capitán o aun al
sargento, probablemente sea irreversible. Más aun, si todo el mundo está mirando
eventos militares en una forma técnicamente directa, la sensibilidad política de las
brutalidades de la guerra con certeza jugará un nuevo y pesado papel en las
relaciones que Clausewitz enunció entre el ejército y el gobierno. Esto no es un
reclamo sobre que la tecnología ha superado la visón de Clausewitz de la guerra
como una “trascendente trinidad”, pero sí reconocer que su fino pensamiento, de
alguna manera la idealizada noción de su trinidad requiere de una mejor
argumentación para sostener y explicar en detalle el carácter de la guerra a la luz de
los cambios en la tecnología y en la sociedad.

Una cosa es entender la importancia de la insistencia de Clausewitz en que “la


guerra… es un acto político” y no sólo “un acto meramente político pero sí un
instrumento político verdadero”,105 y otra muy distinta es saber como reconciliar a los
dos términos, sin afectar a la reconciliación misma. ¿En qué sentido debe la política
dirigir a la guerra como un instrumento? Más aun ¿La política o los políticos o talvez

104 Edward J. Villacres y Christopher Bassford, “Reclaiming the Clausewitzian Trinity”.


105 Clausewitz, De la Guerra.
43-61
la cultura pueden ser un instrumento de la guerra, o más bien viceversa? Clausewitz
tenía poco que decir acerca de la política. A pesar de en principio permitir que su
“trinidad trascendente”, por alguna forma de penetración de la pasión en los terrenos
de la política, su “política” es todavía esencialmente racional. Uno podría haber
esperado que un observador cercano de la genialidad operacional de Napoleón,
aunque poseedor de una política y una estrategia de “características extrañas”,
hubiera sido más inquisitivo sobre la calidad de la política.106 Existe, por supuesto,
una excusa o explicación parcial, es que Clausewitz estaba explorando la naturaleza
de la guerra, no sus razones o sus objetivos. El tratamiento en De la Guerra del nexo
que une a la guerra con la política es ejemplar en su lógica y en su claridad.
Clausewitz no deja lugar a dudas que la política está al mando, lógicamente, el fin
debe controlar a los medios. También, reconoce que lo que está al alcance del
instrumento militar pueda “afectar los objetivos políticos en un caso dado” aunque
“nunca hará algo más que modificarlos”.107 Más allá del riguroso mundo de la lógica
de lo político-militar, sin embargo, yace una zona real de incertidumbre sobre lo que
es y no es político. Más aun, hay una extensa experiencia histórica sobre la suerte de
la “guerra apropiada” afectando directamente los intereses de la política. De la Guerra
es justamente celebrada por el rigor de su exposición sobre el carácter de las
relaciones entre la guerra y la política; pero lectores poco avisados pueden quedar
tan impresionados por lo que Clausewitz logra que no se darán cuenta de lo que no
logra. Lo que no logra se extiende a partir del significado de la política, el hecho
estratégico que muestra la experiencia histórica de que una vez que los dados de la
guerra están echados, los logros de la política quedan cautivos del rendimiento
militar; hasta las obvias dificultades de coordinación entre la conducción de la guerra

106 MacGregor Knox, “Conclusion: Continuity and Revolution in the Making of Strategy”.
107 Clausewitz, De la Guerra.
44-61
con la prosecución de objetivos políticos particulares. La historia es generosa con
ejemplos de estos problemas y que no son tratados en De la Guerra.

Baste un ejemplo, la UN cambió su política sobre Corea entre 1950 y 1953, de


un modesto objetivo de repeler la invasión de Corea del Norte y restaurar el status
quo ante a la unificación de la Península Coreana, para luego volver a la restauración
del status quo ante, todo ello debido al dinámico veredicto de los campos de
batalla.108 La formula clausewitziana sobre la guerra y la política no ésta equivocada,
lejos está de ello; pero queda incompleta al no explicar a los lectores las grandes
dificultades que en la práctica, a menudo, gobiernan la relación entre el instrumento
militar y los objetivos políticos.

Jessica Mathews nos cuenta que “la continua concentración de poder a manos
de los Estados que comenzó en 1648 con la Paz de Westfalia ha terminado, al menos
por un tiempo”.109 La cultura política asumida en De la Guerra está centrada en el
Estado. En el orden europeo de tiempos de Clausewitz, los Estados con gobiernos
tienen ejércitos con comandantes y un pueblo, que si es movilizado políticamente,
puede proveer algo de pasión saludable a la causa nacional –pero que siempre estará
bajo la dirección del Estado. Algunos de aquellos teóricos e historiadores de fines del
siglo XX que vieron una declinación en la autoridad del Estado decidieron que
Clausewitz, como un teórico proveniente del mundo de los Estados, estaba superado
por los acontecimientos.110 De la Guerra, sin embargo, no conduce a la aplicación de
ningún periodo. Pero hay un pequeño aunque ruidoso cuerpo de opinión que sostiene

108 Rosemary Foot, The Wrong War: American Policy and the Dimensions of the Korean Conflict.
109 “Power Shift”.
110 Preeminentemente: Martin van Creveld, The Transformation of War.
45-61
que Clausewitz no se puede aplicar a mundos que son pre o post westfalianos.
Concentrado en la historia militar reciente para buscar ejemplos ilustrativos, el mismo
Clausewitz aparece dando apoyo a este limitado dominio temporal (y en
consecuencia, orden político). Un punto más serio es que Clausewitz, con todas sus
buenas intenciones de escribir una teoría universal que perdurara no pudo evitar ser
un prusiano de su tiempo. Aparte de lo que los efectos de la Ilustración o el
Romanticismo germano pudieran haber influido en su visión del mundo, 111 hay pocas
dudas de que algunas de las decisiones y omisiones potencialmente importantes de
De la Guerra no estuvieran influenciadas por el tiempo, el lugar y la cultura de su
autor. En sí misma esta no es una crítica; es simplemente un hecho que muestra la
dimensión humana de la guerra y la estrategia. A pesar de que Clausewitz quiso
escribir un trabajo final de carácter universal, el pasado reciente prevaleció en De la
Guerra y limitó algo de la confianza que podemos depositar en él. Paradójicamente, el
gatillo para la teorización de Clausewitz, su extensa experiencia en las Guerras
Napoleónicas que habían tenido un carácter decisivo hasta 1807, puede decirse que
fue tan poderosa que le hizo imposible tener una perspectiva que le permitiera tener
un mejor el balance histórico.112 El poder de la inspiración lo obtuvo de la carrera de
Napoleón, pensada como la fuente más vital para la grandeza de Clausewitz; aunque
también necesariamente tiene una desventaja: el hecho de ser un factor limitante. La
calidad y duración de un manuscrito incompleto, como De la Guerra, atestigua no la
habilidad de Clausewitz por ser imperecedero en su teoría general ante el efecto
perjudicial producido por la atracción de los eventos recientes; pero sí su habilidad de
trascender con largueza las limitaciones de esta “atracción”.

111 Paret, Clausewitz and the State.


112 Robert M. Epstein, Napoleon’s Last Victory and the Emergence of Modern Warfare.
46-61
Clausewitz advierte que, “de todas las actividades humanas, la que más se
parece a la guerra es un juego de cartas”,113 aunque sus jugadores no se sometan al
escrutinio de De la Guerra. Nos han dicho persuasivamente que “la guerra no es nada
más que un duelo a gran escala”,114 un pensamiento que nos lleva a esperar una
interacción cuidadosa entre adversarios calculadores. De hecho, De la Guerra nos
habla más acerca de “cómo imponer nuestra voluntad al enemigo”115 que de los
peligros que representa la voluntad enemiga. De la Guerra insiste adecuadamente
sobre el hecho de que la guerra no es un ejercicio unilateral. A pesar de ello, el libro
es más débil de lo que debiera ser en el análisis del “enemigo”. Esto no es una nota
marginal. Está en la naturaleza de la guerra y la estrategia por su dinámica y su
carácter variable, las ser influenciadas significativamente, en más o en menos, por la
cultura de los beligerantes actuando sobre las condiciones estratégicas en las cuales
ellos se encuentran. La falta de voluntad o de habilidad para comprender al enemigo
en sus propios términos y apreciar sus decisiones acertadamente, es la fuente
principal de bajo rendimiento en la conducción de la guerra. 116 Por supuesto,
Clausewitz sabía esto, pero no lo describió con la importancia que se merecía.

Se puede argumentar que Clausewitz ofrece una definición militarmente


restringida de estrategia que alienta precisamente a la clase de obsesión por la
decisión de la batalla (o la campaña) que llevó a Alemania a la derrota dos veces en
el siglo XX y que, de hecho ha sido muy característica del “estilo de guerra

113 Clausewitz, De la Guerra.


114 Ibíd.
115 Ibíd.

116 Robert B. Bathurst, Intelligence and the Mirror: On Creating an Enemy.


47-61
occidental.”117 La ausencia de un gran sentido estratégico o de hecho de una
maquinaria estatal para la elaboración de la estrategia se puede inscribir en lo que fue
fatal para Alemania en ambas guerras mundiales. De la Guerra dirige la atención
estratégica hacia el campo de batalla. El cargo de que Clausewitz está pensando en
las operaciones, aun en las de nivel táctico, no es del todo infundado. Él insiste
lógicamente, como su experiencia le dicta, en la batalla –“el combate”- como la
moneda de la estrategia; pero la gran claridad de su distinción entre táctica y
estrategia lo rescata de este cargo. A pesar de que Clausewitz insiste acerca de la
importancia de la batalla, reclama no en menor medida, que la guerra es un
instrumento político y que el valor de la batalla está precisamente en lo que se haga
de su resultado. Esto no es entronizar a la batalla como un icono.

Como podría esperarse de un prusiano –un centro-europeo continental-


teórico, los pensamientos de Clausewitz sobre los objetivos de la guerra tienden a ser
de carácter militar-operacional. Porque Alemania ha sido a menudo el campo de
batalla, porque tiene enemigos reales y potenciales en sus fronteras y porque Berlín
no se encuentra geográficamente protegida; Clausewitz sugiere que uno tiene que
buscar una rápida decisión en la guerra amenazando “el centro de gravedad, el nudo
de todo poder y movimiento.”118 Esta aproximación pone la máxima potencia contra
la fortaleza y alienta a tirar los dados de la manera más arriesgada (p.ej: el asalto
directo de Robert E. Lee contra Cementery Ridge en el tercer día de Gettysburg). Tal
consejo puede tener sentido para un poder continental en confrontación contra una
coalición hostil que rodea sus fronteras; pero como una estrategia general es una

117 Victor David Hanson, The Western Way of War: Infantry Battle in Classical Greece y John
Keegan, A History of Warfare.
118 Clausewitz, De la Guerra.
48-61
receta para la impaciencia, las grandes bajas y con altas probabilidades de fracaso.
Adicionalmente, aunque no puede ser Clausewitz acusado por esto, su discusión
sobre el centro de gravedad ha provocado que mentes menos brillantes que la suya a
aplicar su idea, propia de la Mecánica newtoniana, en forma poco criteriosa. Caveat
emptor sería un aviso razonable para De la Guerra; pero a pesar de ello, el concepto
de centro de gravedad, como Clausewitz lo trata debería venir con una etiqueta de
advertencia médica pegada. Como idea no sirve para alentar a los conductores
políticos a concentrarse en el desafío estratégico. Además, tiende a una aplicación
simplista, en un ejercicio reduccionista que niega su verdadera complejidad. Un
planificador estratégico equipado con la poderosa idea de centro de gravedad puede
en ocasiones parecerse a un alquimista medieval en la búsqueda honesta; pero sin
sentido de la transmutación del plomo en oro.

Los conceptos de guerra absoluta y real no están bien reconciliados como


deberían, dado su carácter central en De la Guerra. Clausewitz añadió la distinción
entre “guerra real” y “guerra absoluta” a fines de la década de 1820 a un manuscrito
incompleto; y la falta de completamiento en la fusión de la lógica que debía unir a
ambos conceptos no es sólo aparente. A pesar de ello, el inconveniente de la
yuxtaposición de la guerra absoluta y real no arruina el gran valor de una
argumentación tan ricamente comprensiva en sus logros analíticos. Hay que aceptar
que Clausewitz no es lo claro que debería ser en las relaciones entre la guerra
absoluta y la real (limitada), aunque probablemente lo hubiera sido si hubiera vivido
más. Una ilustración terrorífica de los méritos de su doble foco se puede encontrar en
la práctica de la estrategia nuclear. Los Estados armados con armas nucleares tienen
el mejor motivo –la auto-preservación- para preparar planes, equipar y entrenar
fuerzas para conducir una guerra nuclear sólo en una forma totalmente auto-
restringida. Si los gobiernos son racionales y pueden controlar sus instrumentos

49-61
militares, cualquier guerra nuclear será de hecho una guerra muy limitada. La lógica
política de limitación operacional no es discutible y es absolutamente clara. En la
práctica, sin embargo, lo cual significa decir en la relación bilateral (o multilateral) de
la guerra nuclear, la capacidad de centralizar el comando político-militar en aras de
reforzar la limitación del esfuerzo nuclear puede ser muy frágil. Más aun,
paradójicamente, es probable que incremente los méritos del efecto disuasorio ante la
sospecha soterrada en todos los bandos de que la guerra nuclear podría escaparse
del marco de contención política y asumir un carácter absoluto. Cuando Thomas C.
Schelling escribió en la década de 1950, “la amenaza tiene algo de azar” y en la
década de 1960 habló de “la manipulación del riesgo”; estaba usando, para la teoría y
la política estratégica de la era nuclear, el mismo dualismo entre las naturalezas
absoluta y real (limitada) de la guerra, así como la gran posibilidad de caos que
Clausewitz trató de explicar.119

Clausewitz envileció seriamente la estrategia y la inteligencia moderna en


cuanto al velo y engaño y a la sorpresa. De la Guerra enseña que en la estrategia y
en el arte operacional –a diferencia de la táctica- la sorpresa es generalmente
inalcanzable en la guerra.120 De ello se sigue que la inteligencia carece de
importancia, porque es poco confiable y que en consecuencia los esfuerzos para
engañar y sorprender al enemigo no valen la pena. Lo que no implica decir que los
comandantes de nivel operacional no puedan ser sorprendidos; pero la conducción
concreta y los problemas logísticos (inter alia) en los tiempos de Clausewitz
transformaron al engaño y a la sorpresa en algo más que en una esperanza sin
sentido. Estaba en lo cierto en su referencia a que en la guerra de principios del siglo

119 Thomas C. Schelling, The Strategy of Conflict.


120 Clausewitz, De la Guerra.
50-61
XIX, al menos en la forma terrestre; pero totalmente errado en referencia al siglo XX.
Alemania logró la sorpresa operacional en 1914, 1918 y 1940 y la sorpresa
estratégica con la Operación Barbaroja del 22 de junio de 1941.121 Clausewitz no
estaba equivocado respecto a la inteligencia, el engaño y la sorpresa, pero la validez
de su juicio negativo debe quedar limitada a su tiempo y a un marco de referencia
continental. Es por estas limitaciones que De la Guerra necesita ser tratada con
respeto antes que con veneración. La información y la inteligencia constituyen una
permanente dimensión de la estrategia, pero su factibilidad técnica no ha sido
constante a lo largo de todos los periodos, en todos los niveles de la guerra y en toda
clase de conflictos. Algunos aciertos de Clausewitz son más atemporales que otros.

Hay poco o nada en De la Guerra sobre las causas de la guerra, sus objetivos
políticos o del manejo de Estado en general. Sabemos que estas omisiones fueron
deliberadas; pero una vez que Clausewitz intentó introducir a la “guerra real” de
objetivo limitado en su manuscrito su racionalidad se vio seriamente comprometida. A
pesar de que la gran fama teórica de De la Guerra reposa en su insistencia sobre el
contexto político para la acción militar, el libro constituye un estudio de la “guerra
adecuada” y de la estrategia revestida con contenidos políticos. Si los lectores siguen
cuidadosamente lo que sería su director de escena sabrán que la “guerra adecuada”
es la que sirve a los intereses políticos. Lectores menos avisados sólo notarán que
casi todo en el libro está dedicado a la conducción militar de la guerra. Los estudiosos
de Clausewitz todavía tienen que ocuparse de las implicancias de esta omisión y
explicarla adecuadamente. La guerra es política, pero no De la Guerra. En la medida
en que esto es debatible, necesita ser debatido.

121 Barton Whaley, Codeword Barbarossa; Richard Betts, Surprise Attack; Michael Handel,
Intelligence and Military Operations; Walter Hitchcock (ed.) The Intelligence Revolution.
51-61
Seguramente que Clausewitz tenía un punto de vista ético, pero éste no jugó
un rol formal en el desarrollo de su teoría general de la guerra y la estrategia.122 De
hecho, atribuirle a la cultura estratégica de Clausewitz la de su tiempo antes que la de
su nacionalidad sería limitar el alcance universal de sus escritos. La omisión es tan
significativa como reprochable, así como entendible en su contexto histórico. Vale la
pena mencionar que Clausewitz, sin embargo, era un soldado teórico provisto de un
saludable antídoto contra el sentimentalismo y la hipocresía respecto de la guerra.
Como un hombre de su tiempo, Clausewitz cuestionó tanto a la institución social de la
guerra como a su inevitable brutalidad y sus atrocidades ocasionales. No la glorificó,
pero tampoco derramó lágrimas por sus horrores. El autor de De la Guerra la aceptó
(quizás no en forma muy persuasiva) como a un hecho, talvez como un mal
necesario. El no poder reconocer a la guerra como una cuestión ética es una
limitación de los valores permanentes de la cultura de Clausewitz. Más enfáticamente,
dado su interés posterior, de fines de la década de 1820, por la guerra real o limitada,
estuvo poco afortunado en no considerar a los temas éticos en relación con la
conducción de la guerra de tal modo de restringir los combates. Después de todo, la
pasión del “pueblo”, un hecho que Clausewitz reconoció explícitamente en su
estructura trinitaria, parece que se inflama cuando han tenido lugar atrocidades. En
forma paralela pensó en exigir justicia para aquellas acciones militares que pudieran
promover demandas y servir de excusa para la ejecución de represalias.

En el capítulo 14, en “Mantenimiento y Apoyo”, del Libro V de De la Guerra, se


pueden leer las implicancias de las relaciones entre la logística, la estrategia y los
propósitos políticos de la guerra; las que a pesar de su fecha histórica nos proveen de

122 Gat, Origins.


52-61
un análisis persuasivo y profundo. Sin embargo, a parte de ser un solo capítulo, el
hecho se mantiene: hay poca discusión en De la Guerra de lo que el General Wavell
llamó el “mecanismo de la guerra”,123 el cual es económico, logístico, administrativo y
tecnológico. No hay duda acerca de la importancia de estos temas. Hay una cuestión,
sin embargo, acerca del lugar apropiado en una teoría general de la guerra y la
estrategia. Clausewitz reconoce el significado estratégico de la logística
(‘abastecimiento”):

“De los ítems totalmente conectados con los combates que sirven sólo al mantenimiento de los
fuerzas, el abastecimiento es uno de los que más directamente lo afectan. Tiene lugar casi todos
los días y afecta a cada individuo. Por lo tanto, penetra profundamente los aspectos estratégicos
de toda acción militar.”124

Distingue firmemente, sin embargo, entre las actividades “que son meramente
preparación para la guerra de la guerra adecuada”.125 Se focaliza en “la teoría de la
guerra…el uso de los medios, una vez desarrollados para el propósito de la
guerra”.126 Uno puede olvidarse de la aparente negligencia de Clausewitz sobre
logística como una expresión continental, de hecho centro-europea, de una cultura
estratégica para la cual el abastecimiento y el movimiento eran menos problemáticos
de lo que fueron para la cultura anglo-norteamericana.127 También, uno puede
argumentar que estos componentes de los “mecanismos de la guerra” comprenden

123 Archivald Wavell, Generals and Generalship.


124 Clausewitz, De la Guerra.
125 Ibíd.
126 Murray y Grimsley, “Introduction: On Strategy”. Ver los argumentos en contra en Martin van
Creveld, Supplying War: Logistic from Wallenstein to Patton.
127 Clausewitz, De la Guerra.

53-61
materias comunes para todos los beligerantes (excepto en las “guerras pequeñas”
entre fueras regulares e irregulares) y en consecuencia, impropias para un
tratamiento prominente en una teoría general. La omisión de consideraciones
detalladas sobre estos factores ayuda a incluir a De la Guerra como un tratado sobre
el generalato a la moda de Jomini. Si el efecto de la decisión de Clausewitz de no
discutir “la mecánica de la guerra” detalladamente en De la Guerra es tolerable en
función del carácter integral de su teoría; es un tema implícito que requiere,
ciertamente, más explicación y discusión que la que ha recibido. Clausewitz se
concentró en los combates y sus consecuencias; no se metió con el sistema militar
que permitía que estos combates pudieran ser conducidos. La cuestión es si tal
decisión daña o no a su teoría general. Clausewitz seguramente dejó aclarado por
qué y cómo la logística era importante, pero dejó su juicio incompleto en los tópicos
relativos al arte operacional y a la conducción del campo de batalla.

El consejo táctico y operacional de Clausewitz de ser fuerte en el “punto


decisivo” es muy útil.128 ¿Pueden ser los “puntos decisivos” determinados
objetivamente o son creados por una intuición entrenada, el coups d’oeil, del genio
militar del comandante? Hay cierta ambigüedad en De la Guerra sobre el significado
exacto de “genio de la guerra”; si éste se refiere mayormente a un individuo
extraordinario o a la posibilidad de un rendimiento militar extraordinario que reposa en
varias personas.129 Menos ambigüedad surge del problema de que la atracción de
Clausewitz por el concepto de coups d’oeil en el campo de batalla pueda incluir a un
proceso racional para la toma de decisiones.130 Un verdadero genio militar es tan raro

128 Clausewitz, De la Guerra.


129 Ibíd.
130 Andel, Master of War.
54-61
en calidad y tan difícil de identificar sin una clara demostración, que un país debería
buscar la victoria en un sistema mejor que uno basado en su sola inspiración. Los
lectores que tomen seriamente el concepto de genio de Clausewitz tenderán a
devaluar un planeamiento estratégico adecuado.131 Los textos modernos en
planeamiento de defensa no son proclives a colocar un genio comprobado en la
conducción de la guerra.132 Por supuesto, estos textos modernos no tienen un método
para lidiar con la posibilidad de un genio como comandante. Un cínico o un escéptico,
puede llegar a decir que la mentalidad burocrática promueve un talento “seguro”, sino
modesto, antes que a un rebelde que puede ser tanto un genio como un idiota, o
ambas cosas, virtualmente predeterminado sólo por la capacidad promedio del
desempeño militar en el ejercicio del comando.

Probablemente sea trivial observar que no hay un debate sobre la guerra naval
en De la Guerra –de hecho los asuntos navales son citados sólo dos veces y
rápidamente comentados133- mientras es aun más trivial la observación sobre la
necesaria ausencia de debate sobre las formas de guerra nuclear, aérea y espacial.
Sin embargo, ronda sobre estos temas una cuestión seria. ¿Hubiera sido la teoría
general de la guerra y la estrategia de Clausewitz diferente si hubiera dominado la
guerra naval y entendido algo de estrategia marítima, tanto como lo hacía con lo
relacionado con el combate terrestre?

131 Williamson Murray y Allan R. Millett (ed.) Calculations: Net Assessment and Coming of World
War II. Proveen algo de correctivo.
132 E.S. Quade (ed.) Analysis for Military Decisions.
133 Clausewitz, De la Guerra.
55-61
La respuesta probablemente sea negativa; pero con una nota a pie de página:
este debate podría haber enriquecido su comprensión de toda la panoplia de la
guerra de ese periodo.134 Clausewitz, estrictamente hablando, no necesitaba
entender el arte de la guerra naval para la integridad de su teoría general de la
estrategia. Sin embargo, hubiéramos depositado aun más confianza en él si sus
escritos hubieran sido capaces de desarrollarse sobre la base del manejo de los
términos de combate, de la gramática de la estrategia, en más de un ambiente
geográfico particular. La apreciación sobre el carácter “habilitante” de la estrategia
naval, por ejemplo, podría haberlo impulsado a modificar, o al menos ampliar, su
tratamiento de la batalla y del carácter central del combate. En forma similar, el
manejo de la gramática del arte de la guerra en el mar podría haberlo persuadido de
darle más importancia a la logística. Algunos ejércitos de la era napoleónica podían
tener éxito a pesar de su descuidada aproximación a la relación entre abastecimiento
y movimiento; pero las armadas, en cualquier periodo, sólo podían tener éxito si
contaban con el beneficio de la más cuidadosa preparación y el mejor planeamiento
logístico.135 A pesar de que la estrategia debe ser “hecha” tácticamente por fuerzas
armadas equipadas en función de un ambiente geográfico particular, cualquier teoría
general de la guerra y la estrategia puede, y probablemente deba, tratar de
trascender las particularidades de la geografía: los desafíos que las condiciones
físicas particulares presentan, que le dan forma a la tecnología y que a su vez
moldean a las tácticas. La lógica política de la guerra está por sobre todas las otras.
La cuestión es: ¿Hasta qué punto puede un teórico, aun uno grande, trascender
genuinamente una cultura militar enraizada en una geografía de tal modo de poder

134 Yo no encuentro la defensa de Paret (Understanding War) sobre la omisión marítima de


Clausewitz totalmente convincente.
135 Daniel A. Baugh, British Naval Administration in the Age of Walpole.
56-61
generalizar con autoridad sobre los efectos estratégicos en la guerra para legislar
sobre “combates” de toda clase en todos los ambientes geográficos? De la Guerra
podría haber sido un libro más fuerte si su autor se hubiera asegurado comprender y
simpatizar con la guerra “conjunta” abarcando y aun integrando las operaciones de
fuerzas terrestres y navales. El punto no es que sus mejores y más penetrantes ideas
requieran una argumentación más sólida sobre ambientes que no sean los terrestres;
pero si que el comportamiento militar a partir del cual, finalmente, él extrajo su
inspiración teórica, se vio reducido.

Teorizar sobre la guerra y la estrategia per se, no debe ser problema aunque
no se incluyan referencias empíricas que abarquen a todas las experiencias de la
tierra, el mar, el aire, el espacio y el ciberespacio. Después de todo el tema central del
libro que es que hay una unidad esencial, una fundamental igualdad, en todas las
experiencias estratégicas. Al menos en principio, Clausewitz pudo bosquejar una
teoría de la guerra y la estrategia que no descansa sobre la historia estratégica, ni
terrestre ni naval o en ambas desde un enfoque “conjunto”. Una teoría general no
debe quedar afectada por una particular forma geográfica y en consecuencia, por
detalles tácticos. En la práctica, sin embargo, aun teorías generales exitosas, tales
como la de Clausewitz, muestran aproximaciones hacia conceptos y comportamientos
especialmente característicos de un ambiente que es propio de una de las forma del
arte de la guerra sobre la cual el teórico tiene un mayor conocimiento. Clausewitz es
el mayor teórico de la guerra: es también, sin embargo, un teórico de una guerra cuya
teoría está obviamente influenciada por una base empírica continental. Una razón
para escribir este libro sobre estrategia moderna, en un periodo donde no menos de
cinco ambientes geográficos –tierra, mar, aire, espacio y ahora ciberespacio-
requieren de un entendimiento y una explotación “conjunta”, es asegurar que una
parcialidad no quede sin ser reconocida en una supuesta teoría general.

57-61
La teoría estratégica de Clausewitz nos revela su fragilidad más claramente en
su argumentación sobre la relativa superioridad de la defensa por sobre la ofensiva.
Su elocuente y persuasivo razonamiento en nombre de la relativa fortaleza de la
defensa se aplica sólo a la guerra terrestre y posiblemente sólo en una de tipo
continental a gran escala en condiciones europeas. 136 Con la misma lógica que lo
llevó a sostener “la forma más fuerte de hacer la guerra” en la tierra (según mi
aclaración), hoy él podría haber abogado que la ofensiva es la forma más fuerte de la
guerra en el mar, en el aire, en una guerra misilística, en una guerra espacial de
orbita baja y en un conflicto irregular.137 La geografía importa: hay una gramática; una
lógica técnica-táctica, una guerra específica para cada ambiente geográfico. Como
fue Clausewitz el primero en reconocerlo las ricas particularidades de cada conflicto
histórico son lo que más importa. Los ejércitos de tanques son obsoletos hoy; pero lo
son sólo si combaten contra las fuerzas armadas informatizadas de los EEUU. La
guerra es la guerra y la estrategia es la estrategia; a lo largo del tiempo, geográfica y
tecnológicamente hablando, los términos del combate entre la ofensiva y la defensiva
son diferentes en los ambientes geográficos. La teoría de Clausewitz de la guerra, en
consecuencia, nuevamente muestra sus limitaciones cuando se aventura en
generalizaciones para todas las formas de combate a partir de una base estratégica
angosta. La expansión de los campos de batalla de terrestres, a marítimos, a aéreos,
a espaciales y al ciberespacio, incrementa los peligros de una teoría especializada en
un solo ambiente geográfico.

136 Clausewitz, De la Guerra.


137 Collin S. Gray, Weapons Don’t Make War: Policy, Strategy, and Military Technology.
58-61
A pesar de notar la eficacia contextual de la guerra irregular en España, el
mundo de Clausewitz era uno de ejércitos regulares combatiendo en nombre de un
gobierno estatal. Aun soportando la creciente evidencia de la eficiencia de las
fuerzas irregulares durante su época; lo que implica a un pueblo en armas pero no en
uniforme; Clausewitz nos ofrece una pobre explicación de su rol en el futuro. 138 Este
cargo tiene algo de mérito, pero necesita ser considerado a la luz de la preocupación
de autores contemporáneos en su búsqueda cultural por una supuesta
“transformación de la guerra” actual alejada del combate entre ejércitos estatales. 139
Algunos motivos no históricos parecen haberle dado forma a esta particular acusación
contra Clausewitz. Nuevamente, lo que De la Guerra tiene que decir sobre la guerra y
la estrategia no está empobrecido significativamente por su relativa brevedad en el
tratamiento de la guerra irregular. Como argumento después en el próximo capítulo,
los conflictos irregulares no están menos gobernados por razonamiento estratégicos
que los regulares. Es verdad que la “reconocida trinidad” de Clausewitz luce frágil de
cara con conflictos entre pueblos que no tienen ni gobiernos reconocidos ni ejércitos
organizados; pero el anuncio de la desaparición de la guerra regular es prematuro.
Más aun, en las “guerras pequeñas” de soldados regulares contra guerreros
irregulares, un beligerante al menos luce ciertamente clausewitziano. Como es
frecuente en el caso de cuando se examina a De la Guerra de cerca, uno encuentra
que algunos críticos de Clausewitz no han leído sus textos con suficiente cuidado.
Aquellos que ven a la guerra como una manifestación de la cultura, antes que como
una expresión de la política y a aquellos que condenan a la “trinidad” como atávica
mientras más y más beligerantes son comunidades de seguridad distintas a Estados
reconocidos; hay que releer lo que Clausewitz escribió. Él advierte sobre que no se

138 Clausewitz, De la Guerra.


139 Van Creveld, Martin, Transformation of War.
59-61
puede “fijar una relación arbitraria” entre “estas tres tendencias”: violencia, odio,
enemistad; azar y probabilidad y racionalidad y carácter instrumental. En otras
palabras, Clausewitz aboga por un pensamiento que no se coloca por sobre las
pasiones de los pueblos o el comportamiento de un ejército o el razonamiento de un
gobierno; y que juega un rol inusualmente preponderante en la conocida trinidad que
es la guerra.

Comentaristas británicos han tenido siempre problema con Clausewitz. Más


recientemente John Keegan, que siguiendo la tradición iniciada por Basil Liddell
Hart,140 lo eligió para demonizar a Clausewitz en su libro A History of Warfare.
Algunos teóricos e historiadores han tenido severas dificultades para entender a De la
Guerra. La cuestión permanece, sin embargo, de cuan duro trataron. Christopher
Bassford exagera cuando escribe: “para aquellos que realmente leyeron De la
Guerra, Clausewitz no es tan difícil de entender. Tres minutos de pensamiento son
normalmente suficientes para aclarar cualquiera de las muy interesantes
proposiciones de Clausewitz.”141 Los críticos tienen un punto cuando un pensamiento
importante no está claro. Aunque los críticos particulares de De la Guerra la hayan
leído con el suficiente cuidado y empatía, uno sospecha que mucho de los más
ardientes admiradores de Clausewitz exageran –como lo hizo Bassford- sobre la
claridad del mensaje del gran hombre. Una larga familiaridad con lo que uno cree de
De la Guerra promueve una internalización de sus argumentos y se pierde la
objetividad sobre las dificultades genuinas del texto.

140 Liddell Hart, Strategy.


141 Bassford, “Keegan”.
60-61
Publicada en 1832, De la Guerra era un manuscrito borrador que había tenido
una organización y una trayectoria intelectual misteriosa, un ponderado y elaborado
estilo y al menos, un concepto aparentemente contradictorio sobre la guerra absoluta
y la guerra real, porque el autor la agregó luego de 1827 como una capa de
razonamiento dialéctico. Como barreras para una comprensión exacta, las versiones
en inglés de De la Guerra trataron a sus lectores con cuestionables traducciones de
elementos claves y, por sobre todo, lo que parecía ser una confusión teutónica de
ponderaciones cuasi-filosóficas. Tal juicio es desafortunado. El método, el lenguaje y
el estilo de De la Guerra, sin embargo, nos conducen a un pobre entendimiento de la
misma. Si De la Guerra apareciera hoy como un manuscrito no solicitado en la oficina
de un gran editor, con toda certeza sería rechazado por problemas técnicos, inter alia.

El Clausewitz Inasible

Sin importar como los lectores puedan “juzgar” a Clausewitz a luz de


argumentos rivales, el consenso de que De la Guerra es la regla de oro de la
estrategia se mantiene. Tan intelectualmente impecable es Clausewitz que, en un
sentido o en otro, teóricos de estrategia moderna o son neo-clausewitzianos como
este autor; o autoproclamados post-clausewitzianos, como Martin van Creveld.
Terminaremos este capítulo con una celebración crítica, con las palabras de un
historiador militar moderno que cambió sucesivamente su juicio sobre de De la
Guerra . En 1991 van Creveld nos dice que:

“El pensamiento “estratégico” contemporáneo acerca de cada uno de estos problemas (algunos
de las más fundamentales problemas que plantean las guerras de todas la épocas: por quién
son libradas, de qué se tratan, por qué y para qué se libran) es fundamentalmente deficiente; y

61-61
además, está enraizado en un mundo clausewitziano que es esta tanto equivocado como que es
obsoleto.”142

Cinco años antes, en un artículo titulado “El Clausewitz eterno”, van Creveld
nos había dicho que:

“entre los mejor conocidos escritores en teoría militar dentro de la civilización occidental está
Clausewitz solo; cuyos trabajos aparecen soportar cualquier clase de cambio político, social,
económico y tecnológico desde su publicación y parece contar con una buena posibilidad de ser
recordado por siempre mas allá de razones puramente históricas.”143

La discusión cambia ahora hacia una revisión de la razones de por qué no ha


habido sucesores de Clausewitz en el siglo XX y que puedan ponerse sus zapatos.

142 Van Creveld, Transformation of War.


143 Van Creveld, “The Eternal Clausewitz”.
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