Barioná 1
Barioná 1
Barioná 1
MOSTRADOR DE IMÁGENES
(Música de acordeón)
Mis buenos señores, voy a contaros las extraordinarias
e inauditas aventuras de Barioná, el hijo del Trueno.
Esta historia tiene lugar en el tiempo en que los
romanos eran dueños de Judea y espero que os interese.
Podéis mirar, mientras hablo, las imágenes que están
detrás de mí; os ayudarán a representaros las cosas
como eran. Y si quedáis contentos, sed generosos.
Suene la música, empezamos.
(Acordeón)
(Acordeón)
(Nueva imagen)
PRIMER ACTO
Escena 1
LELIUS
(Inclinándose hacia la puerta)
Mis respetos, señora, Querido, vuestra esposa es
encantadora. ¡Hum! Vamos, tenemos que hablar de cosas
importantes. Siéntese. Sí, sí, sentaos y hablemos.
Estoy aquí por ese censo...
EL PUBLICANO
¡Cuidado, Señor Superintendente, cuidado!
(Se quita su zapatilla y golpea el suelo).
LELIUS
¿Qué era? ¿Una tarántula?
EL PUBLICANO
Una tarántula. Pero en esta época del año el frío les
atonta notablemente. Ésta, medio se arrastraba, medio
dormía.
LELIUS
Encantador. Y también tenéis escorpiones, por
supuesto. Escorpiones igual de dormidos que matarían
limpiamente, bostezando de sueño, a un hombre de
ciento ochenta libras. El frío de vuestras montañas
puede aterir a un ciudadano romano, pero no puede
hacer reventar a vuestros sucios bichos. Se debería
advertir, en Roma, a los jóvenes que se preparan en la
escuela colonial, de que la vida de un administrador
de las colonias es un condenado tormento.
EL PUBLICANO
Oh, Señor Superintendente...
LELIUS
Lo dicho: un condenado tormento, querido. Llevo dos
días vagando a lomos de mula por estas montañas y no
he visto ni un ser humano; ni siquiera una planta, ni
tan siquiera una mala hierba. Sólo bloques de piedras
rojas, bajo un cielo implacable de un azul helado, y
con este frío, siempre este frío, que me pesa como un
mineral y, de cuando en cuando, un pueblacho como
éste, una boñiga de vaca. Brrr... ¡Qué frío!.. Incluso
aquí, en vuestra casa... Por supuesto vosotros, los
judíos, no sabéis calentaros; cada año os sorprende el
invierno, como si fuese el primer invierno del mundo.
Sois verdaderos salvajes.
EL PUBLICANO
¿Puedo ofreceros un poco de aguardiente para haceros
entrar en calor?
LELIUS
¿Aguardiente? Hum... Os diré que la administración
colonial es muy estricta: No debemos aceptar nada de
nuestros subordinados cuando estamos en gira de
inspección. Veamos, tendré que hacer noche aquí.
Partiré para Hebrón pasado mañana. Por supuesto, no
hay albergue.
EL PUBLICANO
El pueblo es muy pobre, Señor Superintendente; nunca
viene nadie. Pero si me atreviese...
LELIUS
...¿me ofrecerías una cama en vuestra casa? Pobre
amigo mío, sois muy amable, pero es como siempre:
Prohibido hospedarse en casa de nuestros subordinados
cuando estamos en gira. Qué queréis, nuestros
reglamentos han sido redactados por funcionarios que
nunca han salido de Italia y que no tienen ni idea de
lo que es la vida colonial. ¿Dónde debería pasar la
noche? ¿Al raso? ¿En un establo? Esto no se
corresponde con la dignidad de un funcionario romano.
EL PUBLICANO
¿Puedo permitirme insistir?
LELIUS
Sí, amigo mío. Insistid, insistid. Tal vez acabe por
ceder a vuestras instancias. ¿Queréis decir, si os
comprendo bien, que vuestra casa es la única del
pueblo que puede aspirar al honor de recibir al
representante de Roma? Bueno... Oh, y en el fondo, en
resumidas cuentas, no estoy del todo en gira de
inspección... Querido, me quedaré en vuestra casa esta
noche.
EL PUBLICANO
¿Cómo podré agradeceros el honor que me hacéis? Estoy
profundamente emocionado...
LELIUS
Me lo imagino, amigo mío, me lo imagino. Pero no
vayáis a gritarlo por los tejados: Os incomodaríais
más a vos que a mí.
EL PUBLICANO
No diré una palabra a nadie.
LELIUS
Perfecto.
(Extiende las piernas).
Uf, estoy agotado. He visitado quince pueblos. Decidme
una cosa, me estabais hablando de un aguardiente hace
un momento... ¡Qué demonios, tengo que beber! Y ya que
me ofrecéis alojamiento, sería conveniente que me
dieseis también de beber y de comer. Excelente
aguardiente, merecería ser romano.
EL PUBLICANO
Gracias, Señor Superintendente.
LELIUS
Uf... Querido, este censo es una historia imposible y
no sé que cortesano alejandrino a podido sugerir la
idea al divino César. Se tata, simplemente, de contar
a todos los hombres de la tierra. Daros cuenta, es una
idea grandiosa. Pero luego, id a llevarla a la
práctica en Palestina: la mayor parte de vuestros
correligionarios no saben ni siquiera la fecha de su
nacimiento. Han nacido el año del gran crecida, el año
de la gran cosecha, el año de la gran tempestad...
Auténticos salvajes. No os sentís molesto, por
supuesto. Sois un hombre cultivado, aunque seáis
israelita.
EL PUBLICANO
Tengo la gran ventaja de haber estudiado en Roma.
LELIUS
Bien hecho. Se nota en vuestras maneras.
Veamos,vosotros sois Orientales, ¿captáis el matiz? No
seréis nunca racionalistas, sois un pueblo de magos.
Desde este punto de vista, vuestros profetas os han
hecho mucho daño, os han habituado a la solución
perezosa: el Mesías. El que vendrá a arreglar todo, el
que liquidará con un toque la dominación romana y
establecerá la vuestra en todo el mundo. Y consumís
Mesías... Cada semana surge uno nuevo y os cansáis de
él en días, como hacemos en Roma con los actores del
teatro o con los gladiadores. El último que me han
enviado era albino e idiota en sus tres cuartas
partes, pero veía en la noche como todos los de su
especie: las gentes de Hebrón se maravillaban. Qué
queréis que os diga: El pueblo judío es aún muy
inmaduro.
EL PUBLICANO
En efecto, Señor Superintendente, sería deseable que
muchos de nuestros estudiantes pudieran ir a Roma.
LELIUS
Sí. Eso proveería de mandos. Tomad nota que el
gobierno de Roma, siempre que fuese consultado con
antelación, no vería con malos ojos la elección de un
Mesías conveniente. Alguien que viniese de una antigua
familia judía, por ejemplo, que hubiese hecho sus
estudios con nosotros y que presentase garantías de
respetabilidad. Pudiera se incluso que nosotros
financiásemos la empresa porque –que esto quede entre
nosotros- empezamos a hartarnos de los Herodes y, por
otra parte, querríamos, en su propio interés, que el
pueblo judío pusiese de una vez un poco de plomo en su
cabeza. Nos vendría bien un verdadero Mesías, un
hombre que diese pruebas de una comprensión realista
de la situación de Judea.
EL PUBLICANO
Sí, Señor Superintendente, estará aquí en un instante.
LELIUS
Es necesario que tome a su cargo toda esta historia
del censo; debería poder darme las listas mañana por
la tarde.
EL PUBLICANO
A vuestras órdenes.
LELIUS
¿Cuántos sois?
EL PUBLICANO
Alrededor de ochocientos
LELIUS
¿Es rico el pueblo?
EL PUBLICANO
¡Ay...!
LELIUS
¡Ah, ah!
EL PUBLICANO
Me pregunto como la gente puede vivir. Hay algunos
pastos ralos; pero hay que hacer varias leguas para
llegar a ellos. Eso es todo. La aldea se va
despoblando poco a poco. Cada año, cinco o seis de
nuestros jóvenes bajan a Belén. La proporción de
viejos supera ya a la de jóvenes. Además, la natalidad
es baja.
LELIUS
¿Qué esperáis? No se puede criticar a los que se van a
la ciudad. Nuestros colonos han instalado fábricas
admirables en Belén. Puede ser que por ahí venga la
luz. Una civilización tecnificada, ya sabéis lo que
quiero decir, ¿eh? Pero no he venido solamente por lo
del censo. Decidme, cuántos impuestos recaudáis.
EL PUBLICANO
Bueno, hay doscientos indigentes que no aportan nada y
los demás pagan sus diez dracmas. Contad, año bueno
con año malo, cinco mil quinientos dracmas. Una
miseria.
LELIUS
Sí. Hm... Bien, sin embargo habría que tratar de sacar
ocho mil. El procurador eleva la capitación a quince
dracmas.
EL PUBLICANO
Quince dracmas... Es... Es imposible.
LELIUS
¡Ah!, he ahí una palabra que no debisteis oír a menudo
cuando estuvisteis en Roma. Vamos,vamos, seguro que
tienen más dinero del que dicen. Y,además... Hm...
Sabéis que el gobierno no quiere meter las narices en
los asuntos de los publicanos, pero, de todas maneras,
creo que vos no perdéis con ellos, ¿no es así?
EL PUBLICANO
No digo que no... No digo que no... ¿Son dieciséis
dracmas lo que habéis dicho?
LELIUS
Quince
EL PUBLICANO
Sí, pero el decimosexto es para mis gastos.
LELIUS
Hm... Ah... (se ríe) Este jefe... ¿Qué clase de hombre
es? Se llama Barioná, ¿no es así?
EL PUBLICANO
Sí, Barioná
LELIUS
Esto es delicado. Muy delicado. Se ha cometido un gran
error en Belén. Su cuñado vivía en la ciudad, tuvo
allí no sé qué embrollada historia de un robo
y,finalmente el tribunal judío le condenó a muerte.
EL PUBLICANO
Lo sé. Fue crucificado. La noticia nos llegó hace más
o menos un mes.
LELIUS
Sí. Hm... Y, ¿cómo se ha tomado la cosa el jefe?
EL PUBLICANO
No ha dicho nada.
LELIUS
Sí. Malo. Muy malo eso... ¡Ah!, es un grave error. Sí.
Entonces, ¿que tipo de persona es el Barioná ese?
EL PUBLICANO
Poco tratable.
LELIUS
De la raza de los pequeños jefes feudales. Me lo
temía. Estos montañeses son rudos como sus rocas.
¿Recibe dinero nuestro?
EL PUBLICANO
No quiere aceptar nada de Roma.
LELIUS
¡Lástima! ¡Ah!, eso no huele nada bien. No nos quiere
mucho, me imagino. El publicano
No sé. No dice nada.
LELIUS
¿Casado? ¿Niños?
EL PUBLICANO
Querría, dicen, pero no tiene. Es su mayor
preocupación.
LELIUS
No me gusta; no me gusta nada. Tiene que tener un
punto débil... ¿Las mujeres?... ¿Las
condecoraciones?... ¿no? En fin, ya veremos.
EL PUBLICANO
Aquí está
LELIUS
Esto va a ser duro.
(Entra BARIONÁ)
EL PUBLICANO
Buenos días, señor.
BARIONÁ
Fuera, perro. Pudres el aire que respiras y no quiero
estar en la misma habitación que tú.
(Sale el publicano).
Mis respetos, Señor Superintendente.