Saywite Squier y Viajeros
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Saywite Squier y Viajeros
Nº 15, 2004
El arte del Perú Antiguo visto por los viajeros del siglo
XIX: Wiener, Squier y Marcoy*
Virgilio Freddy Cabanillas**
Resumen En este artículo presentamos las opiniones de tres viajeros del siglo XIX: el francés
Marcoy, el norteamericano Squier y el austriaco Wiener. Todos ellos jugaron un
papel importante en el proceso de descubrimiento y revaloración del arte andino
autónomo. En sus libros describieron detenidamente obras de arte de diversas
técnicas, culturas y períodos; reprodujeron sus imágenes e hicieron audaces inter-
pretaciones que ejercieron notable influencia por la difusión que alcanzaron sus
escritos.
Marcoy estaba convencido del origen foráneo de nuestras culturas. Squier en cam-
bio, defendía la originalidad del arte andino y elogió sus diversas manifestaciones.
Por su parte Wiener, aplicó criterios clásicos para criticar la representación escultó-
rica humana, pero resaltó los valores de la arquitectura.
Abstract In this article we discuss the statements of three XIX century travelers: Paul Marcoy,
Efrain G. Squier, and Charles Wiener, these travelers played a significant role in the
process of discovery and revaluation of the autonomous Andean art. In their books, they
described in detail artistic objects of several techniques, cultures, and periods. They also
made high quality drawings of these objects and proposed audacious inter- pretations that
had a significant influence due to the diffusion of their manuscripts. Marcoy was
conuinced of the foreign origin of Andean cultures. In contrast, Squier advocated for the
singularity of Andean art and eulogized its diferent manifestations. Meanwhile, Wiener
criticized the patterns of human sculpture in the Andes under classic criteria, but
remarked the quality of arquitectural buildings.
* Este artículo surgió a partir de una conferencia que dimos en el Museo de Arqueología y Antropología de la
UNMSM , dentro del programa de los Miércoles Arqueológicos y Antropológicos (22-10-03).
** Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
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“He sido feliz en el Perú... ¡He realizado cultura se habría afincado inicialmente en
excavaciones! He sacado con qué llenar México y posteriormente en los Andes. La
una media sala del Louvre.” cultura se difundió desde el norte hacia el sur
“empobreciéndose” progresivamente (Chau-
(Carta de Charles Wiener, 11-03-1876 ) miel, 2001: 27).
Estos presupuestos están presentes constan-
El arte de la Civilización Andina alcanzó temente cuando analiza los monumentos y obje-
niveles de exquisitez y complejidad que los tos andinos . Por ejemplo, cuando se refiere a las
peruanos hemos descubierto y valorado tardía- chullpas, considera que su forma “... recordaba por
mente. Es interesante recorrer este proceso de su configuración general, los teocallis mexicanos,
revaloración que tiene antecedentes a mediados cuyo modelo parece haber sido tomado en préstamo al
del siglo XIX (Antigüedades peruanas de Tschudi templo de Bel” (2001: 138). La influencia china
y M. E. de Rivero, Francisco Laso, los viajeros), también está presente, en este caso en la arquitec-
pasa por los descubrimientos y teorizaciones de tura de pucaras y andenes (2001 : 298). Los obje-
Uhle y Tello, y llega a la obra de artistas como tos de oro y plata le causan buena impresión y los
Elena Izcue, Manuel Piqueras, Francisco considera “... de un estilo que recuerda Etruria y
Gonzáles Gamarra y otros, que utilizan los íconos Egipto” (2001: 316).
del Antiguo Perú en su quehacer artístico. En El arte textil despertó tempranamente la
este artículo revisaremos algunas páginas de esta curiosidad y admiración de los viajeros. Marcoy
historia, las opiniones de tres exploradores describe con acierto y minuciosidad una manta
extranjeros: el francés Marcoy, el norteamerica- decorada con diseños geométricos y naturalistas:
no Squier y el austriaco Wiener. “Era de algodón blanco y bastante gruesa, y atravesa-
da por rayas de tres dedos de ancho, colocadas a medio
I. Paul Marcoy, seudónimo de Laurent Saint- pie de distancia unas de otras. En ellas se cruzaban y
Cricq (1815-1888): Viaje a través de América del combinaban, según el logaritmo de la más caprichosa
Sur. Del Océano Pacífico al Océano Atlántico.1 fantasía, grecas, meandros, entrelazados, dameros,
Este viajero autodidacta e independiente cruces, billetes, estrellas, mezcladas con caracteres
recorrió el Perú en los años 40 del siglo XIX y jeroglíficos y figuras de hombres y mujeres, de cua-
publicó su libro en París, en dos tomos, con 626 drúpedos y pájaros. Todo ello pintado con colores un
ilustraciones y 20 mapas (1869). Las “vistas, poco apagados, se asemejaba, a tres pasos de distan-
retratos y paisajes” fueron obra de E. Riou. cia, a un tejido de Cachemira” (2001: 315).2
Marcoy estaba convencido del origen forá- Sobre la cerámica andina, Marcoy afirmó que
neo de las culturas americanas. Primero se hizo sus mejores logros se obtuvieron durante el
presente el elemento “colonizador” asiático y gobierno de Pachacútec, considerando que su exi-
luego el elemento “civilizador” egipcio. La alta tosa administración propició un desarrollo de las
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Hemos consultado la edición en español del 2001 (ver bibliografía).
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Pocos años después de la publicación del libro de Marcoy se realizan las excavaciones arqueológicas de Ancón a
cargo de los alemanes Reiss y Stübel (1875). Hoy se considera que éste fue el trabajo pionero de la arqueología de
campo con método en el Perú. Fue además un trabajo multidisciplinario. El resultado fue el libro: La Necrópolis de
Ancón en Perú . Una contribución al conocimiento de la cultura y la industria del reino inca según los resultados de las excava-
ciones de W. Reiss y A. Stübel. La obra está magníficamente ilustrada con 141 litografías a color. Una carta de Stübel
contiene observaciones sobre los logros artísticos de la textilería andina: “... de hecho debe sorprender , cuando se contem-
plan los tejidos cuya ejecución es tan perfecta que pueden compararse con algunos de nuestros más finos gobelinos . Las figuras
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artes: “Fue durante el reinado de Pachacútec que el na titular luce como viñeta un escudo con ser-
arte de la cerámica alcanzó toda su perfección. Los piente, sol, arco iris, ave bicéfala y torres almena-
vasos de una pasta tan fina, de un galbo tan puro y de das.
una originalidad tan clara, que admiramos hoy día” Squier llegó al Perú en misión diplomática y
(2001: 315). realizó sus exploraciones con un itinerario simi-
lar al de Cieza de León. Raúl Porras Barrenechea
II. Efraim George Squier (1821-1888): Un viaje lo considera “el gran pionero de la arqueología
por tierras incaicas. Crónica de una expedición científica” en el siglo XIX; “superando el empirismo
arqueológica . 1863-1865.3 romántico y descriptivo de los anteriores viajeros”.
Este libro se publicó originalmente en 1877 en (Porras, 1963: 62-64).
la ciudad de Nueva York, con el título Perú: inci- A diferencia de Marcoy, Squier defiende el
dents of travel and exploration in the land of the incas. carácter autónomo de nuestras culturas ances-
El voluminoso texto fue acompañado por un trales: “...no hay pruebas válidas de que los progeni-
repertorio de cuatrocientas ilustraciones. La pági- tores de los peruanos, dentro de cualquier período
tejidas corresponden muy de cerca al estilo etrusco, mientras los colores frecuentemente están bien conservados como si la lana
hubiera sido teñida ayer y no hace unos 600 y hasta 1000 años ” (Carlson, 2000: 9). El tejido andino es evaluado positiva-
mente, pero -al igual que en la obra de Marcoy- todavía es inevitable la referencia al arte del Viejo Mundo.
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Hemos consultado la edición en español de 1974 (ver bibliografía).
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“Vista de Pampa
Maroni, con muro
incaico, Cusco”. Squier.
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Cristóbal Campana prefiere llamarlo Dios de los Cetros. Iconografía Chavín, conferencia dictada en el programa
de los Miércoles Arqueológicos y Antropológicos del MAA-UNMSM (08/09/04).
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Hemos consultado la edición en español de 1993 (ver bibliografía).
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“Cabeza de hombre en alto relieve, granito gris; Cabeza clava del Callejón de Huaylas. MNAAHP.
proveniente de Pashash”. Wiener. Fotografía de Casals, tomada de Larco, s/a.
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Alfonso Castrillón ha señalado los criterios para apreciar la escultura lítica de la América Antigua. Afirma que los
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en superficies planas, la sabiduría de los griegos en En ese sentido, criticó con agudeza a aquellos
cambio le había asignado límites mucho más estre- que cuestionaban la trascendencia de los huaco
chos, circunscribiéndola únicamente a la representa- retratos porque eran objetos utilitarios -hoy
ción de los cuerpos dotados de belleza. El artista griego sabemos que más bien eran rituales-, afirmando
no representaba más que lo bello, y aun la belleza un valor que ahora resulta incuestionable: “Con-
vulgar, la belleza de orden inferior, no era para él sino sideramos injusto decir que el destino del objeto
un motivo accidental, que no ejecutaba más que como rebaja su valor, y que es indigno que tal rostro, a
ejercicio o pasatiempo. Lo que en su obra debía encan- menudo majestuoso, no sirva más que de máscara a
tar era la perfección del objeto mismo...”(1946:19). un vaso de chicha, y que a su frente, a la bandeleta
Wiener era rotundo en su apreciación: el que la rodea, se adhieran los labios del borracho.
artista andino fracasó en la representación del Hay allí una falsa interpretación: una costumbre
cuerpo, pero tuvo éxito modelando retratos: “He nacional no tiene nada que pueda mancillar a una
ahí por qué las bellas manifestaciones de la cerámica obra artística” (1993 : 663).
peruana son aquellas en que se ha suprimido por No ignoró a las botellas silbadoras: “... si el
completo el cuerpo humano, y en las que el artista se indio se preocupó rara vez por la elegancia de la
ha limitado a representar la cabeza... hallamos piezas línea, por la pureza de la forma, se preocupó siempre,
verdaderamente asombrosas como reproducción, en cambio, por la vida y el movimiento en la natura-
como retrato del rostro del indígena. La expresión leza... por eso se esforzó con notable ingenio en dar
indiferente, grave o triste, habitual en este pueblo, sus la palabra a los seres de arcilla que modelaba.
accesos de alegría violenta, están inmortalizados por Enseñó a su mono y a su loro a gritar, a su hombre
el modelador (sic) incomparable de algunas de estas que bebe a lanzar gritos de satisfacción” (1993: 668-
obras, las mismas que, fuera de su interés etnográfico 669). Y agrega: “En una nación llegada a la cumbre
o arqueológico, ofrecen un valor artístico indiscuti- de la civilización, se trataría de recursos para divertir
ble”(1993 : 659-662) . a los niños; en una nación que despierta, son pruebas
de una observación inteligente de la naturaleza
tomadas de lo vivo” (1993 : 669).
La famosa paccha de Sayhuite (Apurímac)
llamó la atención del viajero; la complejidad
simbólica de la escultura lo llevó a ensayar una
interpretación que reproducimos a continua-
ción: “... Un bloque de granito gris recubierto casi
por entero de esculturas en alto-relieve, la fuente de
Quonncacha. Cuando se examina con atención el
conjunto, a primera vista caótico, se descubren
animales de toda clase en medio de estanques, de
torrentes, de casas y de muros de sustentación . Uno
se siente tentado a creer que se trata de una obra
simbólica, objeto de un culto místico; se podría
incluso pensar, por un razonamiento inverso, que se
está frente a la obra sin objetivo preciso de un escul-
Huaco retrato. “Hallado en Trujillo”.Wiener. tor extravagante ...
criterios occidentales de apreciación artística -por ejemplo la “belleza”- no sirven para entender el “sistema artístico ameri-
cano”. Para el caso concreto de Chavín, Castrillón defiende las categorías de lo “terrible” y lo “sublime”. Ver : “Para una
apreciación del arte lítico en América”. Introd. A la exposición Piedra milenaria . Galería del Banco Continental , febrero
de 1978 . Reproducido en: ¿El ojo de la navaja o el filo de la tormenta? Lima , Universidad Ricardo Palma , 2001. pp. 90-91.
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Hoy sabemos que esta imagen estaba bastante difundida; además de la Portada del Sol, se le encuentra en una
estatuilla Pukara (Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia), las tinajas ceremoniales Wari descubier-
tas en Pacheco (Ica), un kero de madera hallado en Chen Chen (Moquegua), etc.
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ños es notable: “Según la finalidad de la cons- como para oponer su fuerza personal a la potencia
trucción los muros eran rojos o amarillos, o incluso majestuosa de la estructura de los Andes, con un gusto
estaban cubiertos por un damero de ambos colores; a lo bastante seguro, un juicio lo bastante firme, una
veces también se destacaban, sobre un fondo rojo, voluntad lo bastante orgullosa, como para corregir, si
dibujos amarillos, y a la inversa. Ahí también la puedo expresarme así, las irregularidades del mundo
ausencia de ventanas permitió el despliegue ancho e físico. La gran línea horizontal de los remates de estos
ininterrumpido del motivo, cuyo colorido, en la luz monumentos forma un contraste sorprendente con las
dorada del clima ecuatorial no produce de ningún cresta volcánicas de los Andes... El autóctono opuso la
modo el efecto chillón que una gama de colores seme- superficie uniforme y sin relieve de sus templos a las
jantes ocasionaría en nuestras grises regiones... Al arrugas profundas que surcan las vertientes abruptas
contrario, esos tonos se conciertan perfectamente de las cadenas de montañas, cuya solidez a menudo
con el suelo amarillo, con la vegetación de un verde socavan” (1993 : 584) .
uniforme, con el cielo de un solo tono, por así decir Sus observaciones sobre los indígenas con-
sin matices, de manera que el todo causa la impre- temporáneos son bastante duras. Por ejemplo
sión de un rico conjunto de colores francos, agrada- basta citar su apreciación sobre los morochucos:
bles a los ojos como un tapiz de oriente que exhibe sus “Se diría que los descendientes de los antiguos han
tonos cálidos a la luz resplandeciente del suelo nati- querido demostrar la medida en que puede degenerar
vo”(1993 : 526-527). una raza y perder la tradición de las artes y los ofi-
Las líneas horizontales que predominan en la cios, el amor al trabajo y el hábito del orden.
arquitectura inca, la ausencia de columnas, esta- Involuntariamente uno se traslada a la época en
tuas y otros “accidentes”, permitieron a algunos que los indígenas levantaron los grandes monumen-
críticos censurar nuestros edificios por su falta de tos de Vilcashuamán y ve entonces que de sus nuevos
“riqueza” y “carácter”. Ante este reparo de la amos, los españoles, no aprendieron sino el arte de la
arquitectura monumental moderna, Wiener ofre- destrucción” (1993 : 284-285).
ce una inteligente réplica que es realmente de Marcoy, Squier, Wiener. Éstas fueron las opi-
antología : “Mas ¿no hay una finalidad artística, niones de tres viajeros decimonónicos, acertados
inconsciente quizás pero indudable y de gran efecto, en unas veces, equivocados otras, apasionados siem-
esta extrema simplicidad? El arte indígena de esta pre. Tres hitos en el descubrimiento de ese arte
época traduce de manera sorprendente el carácter de que hoy nos sigue deslumbrando, complaciendo
una nación que se sintió lo suficientemente vigorosa y perturbando .
Los diseños Tiwanaku aparecieron registrados en muchos textos liminares de la arqueología peruana. Por ejemplo, en
el frontispicio de Antigüedades Peruanas (1851). En este caso, la Portada del Sol sirve de soporte a los retratos de los
catorce incas.
En el Diccionario de arte y arqueología de Mollet (Londres, 1883), la portada monolítica boliviana es atribuida a la
cultura inca y se le llama “templo peruano”. En la ilustración 379 aparece el famoso relieve como “fachada” del Intihuasi
o casa del Sol (Mollet,1998: 210). Sin embargo, en la ilustración 71 se aprecia el mismo relieve en una versión simplifi-
cada: del Dios de los Cetros sólo se aprecia su cabeza con rayos reposando directamente sobre el pedestal . El cuerpo ha
sido ignorado totalmente (Mollet , 1998 : 57).
Esta compleja imagen, tan densa en sus posibilidades semánticas, aparece coronando tres obras arquitectónicas
paradigmáticas de la década del 20: el Museo de la Cultura Peruana (en ese tiempo Museo de Arqueología Peruana,
colección Víctor Larco Herrera), la Escuela de Bellas Artes y el Pabellón del Perú para la exposición de Sevilla. El
primero, en estilo “neoinca”, fue diseñado por Ricardo Malachowski ; los otros dos fueron obra de Manuel Piqueras ,
creador del estilo “neoperuano” . En las tres fachadas se luce la poderosa imagen solar del Dios de los Cetros de
Tiwanaku . Resulta interesante la atracción de este símbolo altoperuano. Era necesario utilizar un ícono solar que
representara con contundencia al Antiguo Perú y para esa época no se conocía mejor imagen que ésta. Nótese que
hasta la greca que rodea su rostro ha sido tomada para el logotipo de la popular bebida INKA KOLA. La riqueza simbó-
lica de esta imagen no pasó desapercibida para Squier y Wiener en sus libros precursores.
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Conopa representando un
camélido. Marcoy la describe
como “Vaso de remedio en
traquita profiroide”.
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“Entrada de la iglesia de
Tiahuanaco”. Wiener.
La misma portada en
una fotografía
publicada por Uhle y
Stübel: Las ruinas de
Tiahuanaco en el
altiplano del Perú
Antiguo, 1892.
Fotografía tomada de:
Kaulicke (1998).
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