El Concepto de Filosofia de La Historia en La Modernidad
El Concepto de Filosofia de La Historia en La Modernidad
El Concepto de Filosofia de La Historia en La Modernidad
Con Herder, buscando las leyes que rigen los acontecimientos históricos (fuerzas
operantes), se descubre un sentido a todo e! curso. En e! interesante y polémico libro
XV, considera el progreso de la humanidad «en conformidad con las grandes leyes
generales». Resulta clarificador e! título de su capítulo 1: «El fin de la naturaleza
humana es ser humano y con este fin Dios puso el destino de la especie humana en su
propias manos». Para Herder, esta humanidad es siempre la misma, si bien cada
pueblo la realiza de modo particular. Afirma e! valor de las individualidades históricas y
reconoce sus procesos de desarrollo. Cada pueblo posee una individualidad propia.
Montesquieu no está interesado por indagar los hechos sino el espíritu de las leyes
estructurales. El acontecer político y civil representa el núcleo del orden de la historia,
que puede reflexionarse en los principios racionales de las historias particulares
constituidos por las leyes universales y generales. De tal modo que conociendo éstas
se comprenderá la dinámica interna de la historia, pues al igual que la Naturaleza, las
cosas humanas poseen sus propias leyes, que rigen los órdenes de la religión, la moral
y la política, las costumbres y los usos.
La nación es construida como mónada cultural originaria frente a la cual resultan vanos
los intentos de la razón por querer imponer sus leyes, se trata más bien de atenerse al
espíritu de las tradiciones originales de un pueblo. La monadología de las naciones es
simbiotizada así con un panteísmo de la naturaleza, pero ésta no es vista como el reino
de la racionalidad matemática del Dios de Spinoza, sino desde la perspectiva de un
naturalismo empírico. Esto le permite describir una lógica del proceso histórico en la
que diversas épocas y sucesos, aparentemente sin conexión o relacionados
externamente por la cronología o la noción sobreimpuesta de progreso, pasa a ser
necesario. El drama de la humanidad que se mostraba ante la mirada de la razón
ilustrada como caótica sucesión de hechos, adquiere ahora el sentido de una
pedagogía de la providencia. Lo que ha impulsado a la acción histórica no han sido la
libertad y el raciocinio, sino la teocracia y el despotismo, lo que produce culturas no es
la teoría que surge frente al escritorio, sino la sabiduría inconsciente del lenguaje y las
costumbres, la fe, el azar y la oportunidad, el destino y las circunstancias, en los que se
revelan los designios de la providencia. La marcha implacable de la providencia a
través de los tiempos asegura una creencia en el progreso de la humanidad.
Tanto en uno como en otro aparece la convicción de una transmigración del alma
individual, sólo que en el caso de! primero como un proceso no repetible hacia formas
cada vez superiores, Herder se basa en una débil analogía para transponer la noción
de metamorfosis a la de palingenesia.
El tema de la historia será el establecimiento y evolución del Estado que sea coercitivo
pero de una constitución civil justa. El mayor problema del género humano no es una
sociedad perfecta, sino en las relaciones internacionales, ya que esta sociedad está
sujeta a la guerra.
Para Kant el Iluminismo es la salida del hombre de una inmadurez de la que él mismo
es responsable. El hombre encuentra placer en esa minoría de edad, haciendo cómodo
el tutelaje en lo que denomina instinto de esclavitud, la madurez es una resistencia a la
propia pereza y cobardía.
Aboga por una Liga de Naciones, que no es un estado soberano por encima de los
otros pueblos, sino una federación de naciones. Detrás de! mecanismo irracional de la
guerra se oculta un secreto designio natural para impulsar al hombre a su destino de
paz.
En primer lugar, la guerra se muestra como un medio adecuado para poblar la tierra de
un modo proporcionado, dado que obliga a pueblos enteros a huir y dispersarse en
comarcas de lo contrario inhabitadas; en segundo lugar, compele a los pueblos a
organizarse en Estados con el fin de poder defenderse de agresiones externas; en
tercer lugar, la diversidad de idiomas y religiones, si bien suele ser fuente de conflictos,
sienta las bases de una futura paz federativa que evitaría los vicios del necesario
despotismo que traería consigo una monarquía universal; por último, la multiplicidad
de Estados hace posible el surgimiento de un «espíritu comercia!» que vincula las
diferentes regiones y pueblos y resulta hostil a toda guerra.
Hegel tiene en vista formas del saber, estructuras cognitivas, que llama «figuras». La
razón debe, por lo tanto, entenderse en un sentido más amplio que el que la identifica
con la facultad de un sujeto humano individual. Estas configuraciones racionales
incluyen también nociones acerca de la realidad y el significado de la existencia
humana que están implícitas en las instituciones políticas, religiosas, obras de arte y
maneras de pensar de una época. Las diversas formas de este tipo de saber en su
carácter supra individual es lo que Hegel denomina en esta obra «espíritu» designa un
sujeto que se modifica a través de sus fases.
La historia de la que se ocupa la Fenomenología es la de un progresivo despliegue y
surgimiento de nuevas formas de concebir la realidad que son luego reemplazadas por
la refutación que ejercen otras sobre ellas, que se van considerando más adecuadas. La
historia es tratada desde un doble punto de vistas: “Autoconciencia” que es la
transición del estado de naturaleza al estado social que es el comienzo de la historia o
el Estado y por otro lado el espíritu.
La «autoconciencia» de la que habla Hegel en este lugar no tiene que ver directamente
con la reflexión de un sujeto que se observa y analiza a sí mismo. De lo que se trata es,
también en este caso, de un experimento mental sobre las condiciones de la
socialidad: el yo se constituye en un conflictivo proceso de interacción -el
«antagonismo» de la naturaleza humana kantiana es historizado-. La lucha por el
reconocimiento termina en un fracaso, en una dominación.
Por espíritu entiende aquí lo que más adelante llamará «espíritu objetivo», o sea, el
mundo ético-político. La armonía de individuo y comunidad es provisoria porque
oculta un conflicto que se manifiesta en la confrontación entre los preceptos divinos
de la piedad familiar y las leyes estatuidas por el poder estatal. No puede haber
libertad sin sometimiento a la ley pública, pero ésta sola no produce ni exime de la
«culpa», de la responsabilidad de la acción. El conflicto de la ley misma fuerza al
ciudadano a buscar la pauta de la justicia en sí mismo.
Con la hipótesis de una «astucia de la razón» atribuye una lógica al cambio histórico
que impone su necesidad por encima de las intenciones de los protagonistas de la
acción, una nueva versión de la teleología antagónica de Kant.
¿Cómo poder lograrlo? ¿Cómo poder derivar todos los contenidos, todas las
determinaciones del pensamiento mismo, sin acudir a nada externo? Para ello Hegel
utilizará la dialéctica. Ciencia y dialéctica son equivalentes, pues “la verdadera ciencia
consiste en la derivación de su contenido total a partir del simple concepto”. El
procedimiento para derivar el contenido a partir del concepto es hacer que la unidad
(A) contenga a su negación (no-A). De allí el empeño de Hegel en la crítica a la
identidad abstracta. No-A está contenido en A, en la unidad. En esa teoría se deben
retener dos aspectos importantes.
No es, pues, aceptable para una filosofía materialista la dialéctica como la concibe
Hegel, esto es, como automovimiento del pensamiento, y como absorción de los entes
singulares dentro de determinaciones universales que, a su vez, son pensamientos.
Pero hay aún otro aspecto en que la dialéctica hegeliana era inaceptable para una
filosofía materialista, y es el uso de la categoría de finalidad. Según Hegel, “la razón es
el obrar con arreglo a un fin”.
Cada época histórica implica una relación con la que antecede y la que le sucede. Pero
Hegel concibe a la época posterior como la verdad de la época anterior. El orden
histórico es trastocado por el finalismo, ya que lo que tiene que realizarse al final rige
el desarrollo y la sucesión de las etapas que le antecede. La causalidad, esto es, la
sucesión temporal ordenada según una causa que produce un efecto, según lo cual el
presente es originado por el pasado, es invertida por el finalismo hegeliano: el futuro
(el fin por realizar) determina y rige al presente.
Éste concibe los hombres como seres pasivos, no los concibe como activos, como
transformadores del medio en que se desenvuelven sus vidas. En el idealismo, había
un concepto importante que Feuerbach no comprendió: el de actividad. Hegel lo
utilizó siempre pero se lo atribuyó al pensamiento, capaz de moverse a sí mismo, sin
ningún impulso externo. Marx, en cambio, buscará en la actividad humana sensible el
origen del movimiento en la historia humana.
Para fundar el materialismo histórico, esto es, un materialismo activo, que pueda
explicar los cambios en las relaciones entre los hombres, Marx recurrirá a los
siguientes hechos: Los hombres son seres vivos y como tales necesitan mantenerse
viviendo, esto es, tienen que comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas
cosas más.
Pero para satisfacer esas necesidades los hombres tienen que producir medios o
instrumentos capaces de transformar a la naturaleza haciendo que ésta suministre lo
que espontáneamente no da. Hay allí una diferencia profunda entre los hombres y los
otros seres naturales. Los seres humanos no vienen dotados con sus instrumentos de
producción. Tienen que modificarlos continuamente.
Lo esencial de Marx se encuentra en esa relación entre las fuerzas productivas y las
relaciones entre los hombres que ellas engendran.
Las críticas de Marx a Hegel se hallan contenidas en lo que Hegel entiende por
superación. Por una parte, superar quiere decir conservar. Una exteriorización del
pensamiento es puesta en la realidad.