NIetzsche
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1- La invención de la “Trascendencia”
Estos dos elementos configuran y dan riqueza a la vida, están reconocidos en la primitiva
cultura griega y en su máxima forma de expresión artística, la tragedia.
Sócrates aniquila el aspecto dionisiaco de la vida, interpreta el mundo desde el orden: inventa
el “concepto” que recoge los elementos comunes presentes en la diversidad de lo real,
anulando la riqueza de la vida, de la que Sócrates solo atienden una dimensión; aquella que
puede ser tratada racionalmente, el concepto general y abstracto, frente al cual, la realidad
inmediata, material, sensible y concreta pierde valor. Con ello está consolidando una imagen
del mundo, presente ya en Parménides en la que hay una prioridad de la razón sobre la
sensibilidad, del ser parmenídeo (realidad estática e inmutable ) sobre el devenir, y de la
esencia sobre la apariencia. A partir de Sócrates, la filosofía se convierte en dogma, considera
la realidad existente como algo fijo, estático en inmutable, se anula así su dimensión
dionisiaca, sin la cual la vida misma desaparece. De ahí que Nietzsche salve a Heráclito de su
crítica a la tradición filosófica, pues fue el único capaz de reconocer el carácter cambiante y a
la vez ordenado de la realidad, y el valor de los sentidos para mostrarnos el devenir, el
fenómeno, la apariencia.
¿Por qué ha triunfado esta filosofía decadente?, Nietzsche piensa que los filósofos sienten
“horror hacia la vida”, hacia fenómenos vitales como la vejez, la muerte, el cambio, la
procreación... desde este horror se niega la vida convirtiéndola en fuente de mal. El sentido
último de esta interpretación se explica a tenor de las siguientes reflexiones nietzscheanas:
Los filósofos toman el trabajo de la Razón, desde Platón a Kant, como la única verdad,
por la necesidad de encontrar seguridad y reposo en un mundo siempre cambiante,
carecen del valor necesario para asumir el carácter irracional y dinámico de la vida.
Negando el cambio niegan la propia vida.
El mundo llamado “verdadero” de los filósofos (mundo del “ser”), es falso, es una
ilusión de los filósofos: la ilusión de que solo existe lo estable. La identificación
Ser=real-verdadero, devenir=irreal-mentira, tiene un cariz valorativo-moral.
Por oposición a este mundo verdadero-real, nuestro mundo es devaluado, la invención
de la trascendencia, es una “venganza” de los filósofos, motivada por el
“resentimiento”, por su incapacidad para aceptar la vida tal como es.
Otro obstáculo que la filosofía tradicional opone a la vida procede de la idea de “lo
verdadero” y la “verdad” misma. En su breve ensayo “Sobre verdad y mentira en sentido
extramoral” Nietzsche pone de relieve el carácter valorativo-moral del concepto de “verdad”.
Desde una moral que niega la vida, el devenir y el cambio, la Verdad, con mayúsculas es el
resultado del trabajo de la Razón, el concepto estático e inmutable, siendo el cambio y la
diferencia algo “falso” pero también “malo”. Las categorías de verdad y falsedad son, pues,
valorativas,
4- La ciencia
En su obra “La Gaya ciencia”, Nietzsche arremete contra la concepción mecanicista del
mundo que preside la ciencia moderna. Querer reducir la vida a cantidad es un error y una
locura. El número, al igual que el concepto elimina la pluralidad, la diversidad y el devenir.
Por otro lado la ciencia que investiga lo físico, nada nos puede decir sobre la pasión, el
placer y el dolor que acompañan al ser humano, tampoco puede aportar algo que se parezca a
una ley moral. Si bien la Ciencia asestó un golpe mortal a la Religión durante el Renacimiento,
ahora se ha convertido en una fiel aliada del Estado Moderno, frente al hombre. No aporta
nada nuevo ya que es incapaz de encontrar una alternativa al vacío dejado por los valores
cristianos.
5- CONCLUSIÓN
En resumen, la cultura occidental niega la vida y sus valores, por ello “inventa” un mundo
real-trascendente: la “vida verdadera”
1- para la filosofía: imperfecto, falso (sensibilidad) no hay verdad en sus vivencias más vitales
2- para la religión: pecador, impuro, ha de buscar el sentido de esta vida en una vida
superior, trascendente
3- para la moral: esclavo de las pasiones, culpable, ha de buscar el sentido de la vida en su
entrega a ideales altruistas
4- para el científico: un mero fenómeno físico, igual a cualquier
otro. Este es el siervo, el hombre decadente.
Lo que debe ser explicado es por qué el ser humano rechaza su vida, ¿por qué siente la
necesidad de ser de otro modo, de vivir otra vida, de habitar otro mundo? Nietzsche cree que
una cultura sana tiene sobradas razones para vivir y captar el valor de la vida como algo que
tiene sentido en sí mismo. La necesidad de buscar un sentido a la vida en un más allá
trascendente es interpretado como signo de que hay algo enfermizo en la conciencia, es
síntoma de decadencia cuando se produce en una cultura o en una sociedad.
NIHILISMO, VOLUNTAD DE PODER: EL SUPERHOMBRE (La parte de su
filosofía que dice “si”
1- LA VOLUNTAD DE PODER
-nihilismo activo: el que surge tras la “muerte de Dios”, significa una destrucción
de los “valores supremos de la trascendencia”, tras esta destrucción será posible
instaurar un universo de valores nuevos, desde los que decir sí a la vida. En este
nihilismo late la voluntad de poder, que conduce a la superación del hombre en el
superhombre.
La muerte de Dios es el acontecimiento más importante de la historia del
nihilismo, es el punto de inflexión en la trayectoria de la vida decadente pasiva-
reactiva, y supone el triunfo del nihilismo activo y de la voluntad de poder.
a) la transvaloración moral
Conclusión
voluntad de jerarquía,
de excelencia voluntad de igualdad
·
es la moral de la persona que se encuentra con los valores
crea valores dados
ama la muerte de Dios ama y teme a Dios
Pero Nietzsche afirma que no hay más mundo que éste, al que debemos guardar
fidelidad. Por esto la idea cosmológica de los griegos, el “eterno retorno de lo
mismo”, adquiere ahora un sentido valorativo-moral. Quiere expresar Nietzsche con
esta idea que no hay más mundo que este, y sus valores son los únicos posibles, y son
positivos. En “Así habló Zaratrustra” Nietzsche se considera a sí mismo “el profeta
del eterno retorno”.