Libro Todos Podemos Cambiar El Mundo

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Te re s a B o u l l o n

To d o s p o d e m o s c a m b i a r e l m u n d o
© 2019 Teleo Producciones S.A.C

Teleo Producciones S.A.C

Colección: LEER PARA EL PERÚ


Dirección y diseño de la colección: Teresa Boullon Zegarra
Coordinación de la colección: Paiche Films
Escritura, corrección y revisión:
Teresa Boullon Zegarra
Carlos Fuller Maúrtua
Omar Mejía Yóplac
Portada e Ilustraciones: Dominique Millán
Asistente de Ilustración: Ronaldo Pareja Huamán
Asistente de Ilustración: Mayte Cáceres
Diagramación: Dominique Millán
Asistente de Diagramación: Mayte Cáceres

Editado por: Teleo Producciones S.A.C


Jirón 2 de mayo 237, Barranco
Teléfono: (+51) 01-3057036
RUC: 20545588057

Primera Edición - Junio 2019


Tiraje: 11,000 ejemplares.

Impreso en el mes de junio del 2019 por:


Punto y Grafía S.A.C
Dirección Legal: Cal. Los Rosales Mza. B1 Lote. 5
Urbanizacion: La capitana de Huachipa
Lurigancho, Lima, Perú.
www.puntoygrafía.com.pe

Hecho el Depósito Legal en


la Biblioteca Nacional del Perú
ISBN: 978-612-47974-5-3
ÍNDICE

1 Una invitada especial.................................................... Pag. 7

2 No todo es lo que parece............................................... Pag. 11

3 La narradora de cuentos................................................... Pag. 15

4 Un corazón roto.............................................................. Pag.18

5 Tiempo de cambios.......................................................... Pag. 21

6 La biblioteca soñada......................................................... Pag. 25

7 Nunca te rindas................................................................ Pag. 31

8 El primer millón............................................................... Pag. 35

9 Mirando al futuro............................................................. Pag. 41


Estos libros se han hecho en honor a los más de 2
millones de niñas y niños peruanos que aún no
tienen acceso a libros y bibliotecas escolares.

4
¿Quién es un héroe?

Para Ema y sus compañeros, este viene siendo el año es-


colar más emocionante de todos. En los últimos meses,
cinco peruanos extraordinarios, héroes de este tiempo,
han visitado su colegio para contar sus experiencias; ellos
han demostrado que, con mucha imaginación, es posible
cambiar realidades. Y, ahora, ¿qué hacemos con toda esta
información?

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Este libro cuenta la historia de cómo se originó el proyecto
LEER PARA EL PERÚ. Teresa Boullon Zegarra fundó
TELEO, empresa social que lidera el programa “Un Millón
de Niños Lectores” y que, desde hace 9 años, se dedica a ejer-
cer el derecho a leer de las niñas y niños peruanos a través de
la construcción de bibliotecas públicas y escolares.

6
Capítulo Uno

7
Capítulo Uno

Una invitada especial

H
ace unos días, nuestra profesora nos pidió que después
del recreo, fuéramos todos a la biblioteca. Como ya
les he contado, este es mi lugar favorito de todo el co-
legio. Tiene estanterías en forma de cubos de Tetris;
carritos que adentro guardan cientos de libros de todos los
tamaños y colores; también tienen películas y hasta instru-
mentos musicales. Los asientos no son normales: son bolsas
gigantes de cuero con rellenos muy suaves que nos hacen
sentir como si estuviéramos sentados sobre globos o pelotas
gigantes. Si nos provoca, podemos echarnos en el piso, y leer
sobre colchonetas o alfombras de colores.
Al llegar a la biblioteca, mis compañeros ya estaban
listos para lanzarse encima de los asientos y las colchonetas.
Sin embargo, uno de ellos ya estaba ocupado: una
chica estaba leyendo en una tableta. En un primer
momento, mis compañeros se callaron de gol-
pe. Pensamos que podría ser alguna profesora o
mamá, pero cuando la vimos bien se notaba que
no era de por aquí.
“Chicas y chicos, veo que ya conocieron a
Teresa Boullon”, dijo mi profesora.

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Capítulo Uno

La chica se paró de su asiento y, enseguida, nos guiñó un


ojo. Nuestra profesora continuó:
“Ella es una invitada especial de nuestro proyecto “Buscando
al Estudiante Héroe”. No quiero adelantarles mucho, pero les
digo que no es una casualidad que ella nos haya citado en este
lugar”.
Teresa nos mostró una gran sonrisa. Mis
amigos jalaron las colchonetas, las coloca-
ron a su alrededor y se sentaron a escuchar-
la. Yo me ubiqué muy cerca de ella.
—¿Ustedes para qué suelen venir a la bi-
blioteca? —nos preguntó Teresa.
—¡Para hacer el millón de tareas que nos
manda la tutora!—respondió mi amigo
Carlos y todos se rieron, incluso la profe-
sora.
—Yo vengo a leer los cuentos de terror y aventura—contestó
mi amiga July—. Además, las colchonetas son muy cómodas y
me gusta echarme en ellas a leer, como si fuera mi cama.
—Este es mi lugar favorito —le dije yo, y todos mis compa-
ñeros voltearon en mi dirección—. Algunos días, mi mamá se
queda trabajando hasta tarde y, mientras espero, me quedo aquí
leyendo. Un par de veces hasta me he quedado dormida encima
de uno de estos asientos. ¡Es que son muy cómodos!
—Pues te cuento que las bibliotecas son mis lugares favoritos,
también —me respondió Teresa—. Esta de acá me gusta mu-
cho, por ejemplo. Yo me sentí muy satisfecha cuando la termina-
mos de construir.
Al escuchar eso, todos mis amigos se quedaron con la boca
abierta. “¿Qué?”, gritaron algunos. ¿Esta chica había cons-
truido nuestra biblioteca? Antes de responder a cualquier

9
Capítulo Uno

pregunta, Teresa nos explicó que ella fundó Un Millón de


Niños Lectores, una organización social que se dedica a cons-
truir bibliotecas en colegios públicos de todo el Perú. Como
su nombre indica, nació con el objetivo de conseguir que un
millón de personas, especialmente niños y jóvenes, tengan
acceso a estos espacios.
—Las bibliotecas y los libros me gustan mucho—continuó
ella—. Porque considero que me salvaron la vida, y creo firme-
mente que le pueden salvar la vida a muchos niños y niñas más.
El problema es que hace muchos años, incluso antes de que uste-
des y yo naciéramos, los adultos de este país decidieron que ya no
eran necesarias. Dejaron de cuidarlas y construirlas. ¡Pero hay
millones de niños y familias que darían lo que fuera por tener
acceso a ellas!
Quizás Teresa tenía razón. Cuando les cuento a mis primos
sobre la biblioteca de mi colegio, ellos creen que les miento.
Les muestro los libros y me dicen que seguro me los com-
pró mi mamá. Incluso les he mostrado fotos de la
biblioteca, pero me dicen que las he sacado
de Internet. Ellos no pueden creer
que un espacio como este exista en
mi colegio.
—Ustedes ahora tienen una gran
responsabilidad —continuó Teresa—.
Usar este espacio, cuidarlo y compartir-
lo. Ustedes son niños privilegiados.

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Capítulo Dos

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Capítulo Dos

No todo es lo
q u e p a re c e

M
ientras Teresa hablaba, mi amiga Claudia no paraba de
mirarla de pies a cabeza. De pronto, levantó la mano y le
preguntó:
—¿Y tú de dónde vienes? Parece que a ti nunca se te ha
roto una uña...
Mi profesora la miró molestísima. A mí también me incomodó la
pregunta, pero Claudia tenía un punto. Teresa se veía impecable,
vestida con una blusa de flores y el pelo ondulado bien arreglado.
¿Cómo era posible que esta chica hubiera construido nuestra bi-
blioteca? Ella se comenzó a reír y respondió a la pregunta de Clau-
dia con mucha calma: —Pues, como tú bien dices: “parece”. Parece
que nunca se me ha roto una uña, pero en realidad durante mi vida se
me han roto muchas, solo que ahora sé cuidarlas —sonrió Teresa— yo
crecí en una familia que tuvo muchas necesidades. Cuando yo tenía tres
años más que tú, decidí ponerme a trabajar para ayudar a mi mamá con
los gastos de la casa. A veces las apariencias engañan.
Teresa nos contó que creció en una casa pequeña, pero junto a
una familia enorme: con ella vivían su mamá, su hermana, su abue-
la, sus tíos y varios primos. De pequeña, ella era una niña muy cu-
riosa: pasaba buena parte de su tiempo explorándolo todo. Con su
hermana Ale solía buscar bichos en el jardín; luego les construían

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Capítulo Dos

castillos y circuitos de plastilina y los observaban con lupas. Esto


era algo que a su prima Ely no le gustaba para nada: los bichos le
daban asco. Ella prefería pasar el día en la biblioteca leyendo o es-
cribiendo (en esa casa, leer era una actividad tan común como ver
televisión). Teresa admiraba mucho a su prima mayor. Le parecía
increíble que supiera leer y escribir, así que intentó copiarla desde
muy joven. “A los cuatro años, yo ya escribía mi nombre, edad y direc-
ción”, nos contó Teresa. “Pero lo malo es que lo hacía en las paredes
de la casa”, agregó, entre risas.
La infancia de Teresa transcurrió entre dos mundos di-
ferentes. Su padre era un limeño que venía de una familia acomo-
dada, y tenía su propia empresa; su madre, por otro lado, provenía
de una familia de condición humilde y de provincia, y había tenido
que ser becada para terminar sus estudios. Ambos le daban mucha
importancia a la educación, así que decidieron hacer un esfuerzo
y metieron a Teresa en un colegio privado en el distrito de Mira-
flores. Sus compañeras eran chicas con mucho más dinero que la
familia de Teresa: solían viajar al extranjero, compraban juguetes
caros, y estaban acostumbradas a pasatiempos que ella no valoraba
mucho. En ocasiones, la mamá de Teresa se demoraba en pagar la
pensión —porque era muy cara— y, entonces, a ella la mandaban
a la biblioteca del colegio, como castigo.
“Pero para mí era como un premio”, nos dijo.
Cuando terminaba el año escolar, durante las vacaciones de ve-
rano, Teresa y su familia viajaban a Trujillo, a
la casa de su abuela Flora. Allí, se encon-
traba con un estilo de vida totalmente dis-
tinto al que tenía en la ciudad. Este era un
lugar muy seguro: ella podía jugar en la ca-
lle con sus primos y otros chicos del barrio;

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todos se saludaban, todos se conocían. Una de las cosas que más
le gustaba hacer era pasar el día junto a su abuela Flora, cuidan-
do los cuyes, dándole comida a los patos, cuidando las plantas. O,
simplemente, conversando con ella. Cuando habla sobre su abue-
la, Teresa se emociona mucho. Nos contó que la llamaba “mamita
Flora”. Además de enseñarle a respetar a los animales y las plantas,
ella la inspiró a dedicar su vida a construir bibliotecas a niños como
nosotros. Siempre le hablaba sobre el valor de los libros y el cono-
cimiento.
“Leer es tan importante como comer, Teresita”, le decía su abuela.
“Es la mejor manera de aprender, crecer y progresar por ti mismo”.

14
Capítulo Tres

15
Capítulo Tres

La narradora de cuentos

C
omo a muchos de nosotros, Teresa amaba que le leyeran
cuentos. Por las noches, su abuela solía sentarse junto a ella
con un libro entre las manos y le contaba historias hasta
que se quedara dormida. “Ella fue quien estimuló mi amor a los li-
bros y la lectura”, nos contó. “Con sus historias, llenó mi corazón de
esperanza y me enseñó que todos somos iguales. No importa de dónde
vengamos, no importa nuestro color de piel o cuántos títulos tenga-
mos, lo que realmente importa es lo que llevamos dentro de nuestro
corazón y lo que hacemos con eso todos los días”.
A los seis años, Teresa ya había aprendido a leer; sin embargo,
ella seguía dejando que su abuela le contara cuentos. Una noche
como cualquier otra, mientras Flora leía, Teresa se dio cuenta de
un detalle extraño: su abuela estaba leyendo, pero sostenía el libro
al revés.
—¿Por qué lees así, mamita Flora? —le dijo.
La señora Flora siguió contando su historia, como si no hu-
biera escuchado la pregunta. Teresa insistió. Su
abuela se quedó congelada, sin saber qué res-
ponder. Al rato, cuando se dio cuenta de que
no había forma de eludir la pregunta, se vio
obligada a dar una explicación.
—No sé leer —le dijo, muy avergonzada.

16
Capítulo Tres

—¿No sabes leer? ¿Por qué? —le preguntó Teresa, sorprendida.


—Yo nunca tuve la oportunidad de ir al colegio y estudiar; mucho
menos de tener libros tan bonitos como los que tienes tú.
Luego le explicó que su lengua materna era el quechua. Que,
en su época, no era muy común que las mujeres fueran al colegio.
También le dijo que no se lo había contado a nadie, ni siquiera a
sus hijos, porque le daba mucha vergüenza. Teresa no sabía exac-
tamente qué responderle a su abuela.
Al día siguiente, en el colegio, ella estuvo muy distraída: aún
tenía muchas preguntas en la cabeza. Su profesora se dio cuenta
de ello y se acercó a preguntarle qué le pasaba. Teresa confiaba en
ella, así que le contó la situación.
—Vamos a hacer algo —le dijo su maestra, después de escuchar
la historia—. Todos los días, cuando hagas tus tareas, siéntate con
tu abuelita. Háganlas juntas.
Teresa siguió su consejo. Durante ese año, la
abuela y la nieta aprendieron a leer y es-
cribir juntas. No le dijeron a nadie
más de la familia: lo mantuvieron
como su secreto. “Aquel año fue un
regalo para mi”, nos contó Teresa. “Fue
uno de los tantos que mi mamita Flora me
dio”.

17
Capítulo Cuatro

18
Capítulo Cuatro

U n c o r a z ó n ro t o

A
los nueve, la vida de Teresa dio un giro de ciento ochenta
grados. Primero, su papá se fue de la casa. Ese mismo año,
durante las vacaciones de verano, su abuela Flora fue diag-
nosticada con una enfermedad muy grave. Según nos contó
Teresa, ese año se rompió su corazón. La abuela ya no podía hacerse
cargo de los animales y plantas que criaban en casa, así que sus tíos y
primos se turnaban para hacerlo y para Teresa era fascinante ayudar.
“Nos levantábamos tempranito para preparar la comida de los anima-
les, limpiar sus corrales, sacar las paltas, cosechar la maracuyá”. —con-
tinuó Teresa—“Mientras limpiábamos las flores que tanto amaba mi
abuelita, teníamos mucho cuidado de que las arañas y los abejorros no
nos picaran”.
Durante esas vacaciones, ella tuvo mucho tiempo para conversar
con su abuela. La señora Flora sabía que Teresa estaba triste por el
abandono repentino de su padre, pero nunca tocó el tema. “Ella era
muy inteligente”, nos contó Teresa. “Ella sabía
lo mucho que me afectaba la decisión que había
tomado mi papá, así que me hablaba en cla-
ve”. La señora Flora le decía que la vida era
muy hermosa como para quitarle la sonrisa
o que cuando ella fuera grande, podría ha-
cer las cosas diferente y mejor.

19
Capítulo Cuatro

Una noche mientras todos dormían, la señora Flora se puso mal y


tuvieron que internarla de emergencia.
—Todo sucedió mientras mis primos y yo dormíamos y no nos dimos
cuenta de nada—nos contó Teresa.
Ni ella ni sus primos podían visitar a la señora Flora en el hospital,
solo los adultos lo tenían permitido.
Sin embargo, Teresa la extrañaba tanto que ideó un plan para ver-
la. Durante un día especialmente ocupado en la casa, se escapó y si-
guió a escondidas a una de sus tías. Al llegar al hospital, se dieron
cuenta de su travesura, pero la dejaron entrar.
Su abuela estaba dormida. Teresa se acer-
có, le tomó la mano y la despertó. Ella
nos contó que, aunque su abuela te-
nía la mayor parte del tiempo los ojos
cerrados, los abría bien grandes cuando
quería decir algo.
Ese día, Teresa y su abuela Flora hicie-
ron su rutina clásica de leer cuentos, solo
que esta vez fue Teresa quien le leyó a su
abuela porque ella ya no podía ver bien.
Mientras leía, Teresa nos contó que comenzó a molestarse porque
el libro que había escogido para su abuela era muy difícil de leer.
Cuando quiso cambiarlo por otro su abuela abrió bien grande los
ojos y le dijo:
“Nunca permitas que nada ni nadie te haga sentir que no puedes hacer
algo. Uno es las decisiones que toma, por eso yo quiero para ti que nunca
te rindas ¿Me lo prometes hijita?.”
Teresa le prometió a la señora Flora que nunca se rendiría y le
siguió leyendo a su abuela hasta que se quedó dormida.
Más tarde, ese mismo día, su abuela Flora falleció.

20
Capítulo Seis

25
Capítulo Seis

La biblioteca soñada

V
arios años después, Teresa fue a hacer trabajo voluntario
al colegio Augusto Gutiérrez, ubicado en el Asentamien-
to Humano San Juan de la Libertad, en Chorrillos. Aquel
día, durante los ratos libres, Teresa conversaba con varios
de los niños de ese colegio. Les preguntó qué querían ser cuando
fueran grandes, pero ninguno le respondía, quizás por vergüenza.
De pronto, un niño levantó la mano y le dijo lo siguiente:
—Yo voy a ser doctor. Yo voy a ser ingeniero. Y cuando sea grande
le voy a construir la casa a mi mamá.
Su nombre era Alejandro, tenía 8 años y era el primer puesto
de su salón. Teresa se quedó sorprendida por la decisión y seguri-
dad con la que hablaba este niño. Tenía muy claro qué era lo que
quería hacer con su vida. Más tarde, conoció a su madre, Jessica,
una mujer que, con mucho esfuerzo, enviaba a su hijo al colegio.
Ella estaba convencida de que la educación era una herramienta
de crecimiento y que su hijo saldría adelante gracias a ella. Teresa
quedó fascinada por la manera en que Jessica hablaba, por su fe
ciega en la educación. Le recordó a su abuela Flora y a su mamá.
Sin embargo, Teresa se entristeció al recordar una realidad: la
situación de la educación en el Perú no iba a permitir que los
sueños de Alejandro se cumplieran. El colegio Augusto Gutiérrez
era uno de los tantos colegios que estaban en los últimos puestos

26
Capítulo Seis

de las evaluaciones de comprensión de lectura a nivel nacional.


El ochenta por ciento de sus alumnos no escribía correctamen-
te y tenían dificultades para leer. El mismo Alejandro tampoco
comprendía muy bien todo lo que leía. Y si él, que era el primer
alumno de su clase, tenía problemas para leer, ¿en qué estado se
encontraría el resto de estudiantes?
Más tarde, ese mismo día, algunos padres de familia llevaron a
Teresa a ver la biblioteca del colegio. “El lugar era horrible”, nos
contó ella. “Era un almacén repleto de cajas. ¡Obviamente, ningún
niño querría pasar tiempo allí!”. Para Teresa, una biblioteca tenía
que ser como el cuarto que cualquier niño hubiera soñado tener,
una especie de parque de diversiones. Un lugar lleno de colores y
juegos, donde uno pudiera echarse a leer en el suelo. Bibliotecas
como aquellas que vio en Estados Unidos y que habían logrado
que ella, que sufría de problemas de atención, se enamorara de los
libros y la lectura una y otra vez. En ese momento, Teresa tomó
una decisión: iban a construir la biblioteca más bonita que pudie-
ran en este colegio y la usarían como modelo para que se replique
en todos los colegios del Perú.
Teresa le contó su idea a Jessica, la madre de Alejandro, quien
también era presidenta de la Asociación de Padres de Familia.
“Tienes que hacer realidad esa biblioteca”, le dijo ella y, sin pensar-
lo dos veces, la llevó donde la directora del colegio.
“Me parece una idea muy bonita”, respondió la directora. “Pero,
¿cuánto me va a costar?”.
Teresa le respondió que no le iba a costar nada. Lo único que
necesitaba era que le concedieran una reunión con los padres de
familia del colegio. No necesitaban dinero: necesitaban creativi-
dad y trabajo en equipo.
El día de la reunión, el auditorio estaba repleto. Teresa se paró

27
Capítulo Seis

frente a los padres y les dijo lo siguiente:


—¿Quiénes de ustedes sueñan con que sus hijos lleguen a ser pro-
fesionales?
Todos levantaron la mano.
—¿Quiénes de ustedes —continuó— creen que la educación es
una herramienta que puede sacarlos de la pobreza y mejorar su cali-
dad de vida?
Nuevamente, todos levantaron la mano.
—Bueno —agregó Teresa—, lamento decirles que eso no va a
pasar en este colegio.
Los padres la miraron completamente sorprendidos. “¿Por
qué?”, preguntaron algunos.
—Porque más del ochenta por ciento de los niños que estudian en
este colegio, sus hijos, no pueden leer ni escribir eficientemente. Y esas
son herramientas básicas para la vida académica. ¿Cómo van a leer
un periódico? ¿Cómo van a escribir un currículum? ¿Conocen algún
ingeniero o doctor que no comprenda lo que lee?
Los padres se quedaron en silencio. Ninguno sabía muy bien
qué responder. Antes de que alguno dijera algo, Teresa habló:
—Pero hay una posible solución. Necesitamos que sus hijos tengan
acceso a una biblioteca escolar. Solo así van a poder
desarrollar el hábito de leer: leyendo con libertad lo
que a ellos les guste. Esa fue la manera en que
yo misma logré enamorarme de la lectura.
Enseguida, Teresa sacó una tableta y les
mostró un diseño en 3D que unos estudian-
tes de arquitectura habían desarrollado para
ellos. Era una biblioteca bellísima, repleta
de colores, libros y juegos interactivos. La
biblioteca escolar soñada.

28
Capítulo Seis

—¿Y esto cuánto nos va a costar? —preguntó un padre, preo-


cupado.
Teresa les dio la cifra. Ellos le respondieron que no tenían di-
nero.
—Yo lo sé—dijo ella—. Yo tampoco lo tengo. Pero tenemos nues-
tras manos y nuestra creatividad. Juntos, podemos fabricar esta bi-
blioteca. Y si falta dinero, podemos conseguirlo juntos también.
Durante los siguientes meses, los padres de familia organiza-
ron varios eventos para recolectar fondos, desde polladas hasta
rifas y en conjunto juntaron lo necesario. Con ese dinero compra-
ron libros nuevos, los más bonitos que encontraron, y materiales.
Jessica, la directora y un grupo de padres de familia comenzaron
a limpiar el lugar. Pintaron las paredes. Le dieron nueva vida a las
carpetas tiradas en el almacén. Poco a poco, la gente se comenzó
a unir. Una madre de familia vio el espacio y, como trabajaba en
una ferretería, donó herramientas. La profesora de manualidades
decoró las paredes con mensajes hermosos. Todos colaboraron.
El día de la inauguración, una multitud de niños rodeaba la
puerta. ¡Estaban emocionadísimos! Cogían un libro, leían un rato
y, luego, lo intercambiaban con sus compañeros. Algunos chicos
preferían quedarse allí en lugar de salir al recreo. Todos los pa-
dres de familia y profesores estaban muy sorprendidos.
En medio de las fotos y la emoción Teresa vio a Alejandro le-
yéndole un cuento a su hermanita menor y a todos los niños con
sus padres leyendo muy emocionados y agradecidos.
“Cuando vi esa imagen mi corazón dio un brinco tan fuerte que
me quedé sin aire y solo pude decir: Gracias Dios, gracias mamita
Flora”.

29

30
Capítulo Siete

31
Capítulo Siete

Nunca te rindas

M
ientras estábamos todos muy emocionados y sorprendi-
dos con la historia que acabábamos de escuchar, mi ami-
go Carlos, que no parecía muy satisfecho pegó un grito:
—¿¿Qué? espera, ¿y cómo llegaste hasta nuestro colegio?
—preguntó.
—Buena pregunta—respondió Teresa—. En ese momento, yo
pensé que mi trabajo ya había terminado, pero en realidad ese día
recién había nacido.
La directora muy entusiasmada había invitado a la inaugura-
ción de la biblioteca a los directores de los demás colegios de la
zona, al Ministerio de Educación y hasta al alcalde.
Los directores y padres de los otros colegios no tardaron en
acercarse a ella para pedirle que replicara lo mismo en sus escue-
las. Los representantes del Ministerio de Educación le dijeron lo
mismo. Y como la biblioteca había salido en algunos periódicos,
comenzaron a llegarle correos electrónicos de diferentes padres y
profesores de todo el Perú solicitando apoyo.
Un día la llamó una organización extranjera preguntándole qué
empresa había construido la biblioteca porque querían ayudar.
Teresa les dijo la verdad, que eran un grupo de personas, no una
empresa, y la organización extranjera les respondió que cuando
sean empresa los llamen.

32
Capítulo Siete

—¿Y los llamaste?—preguntó Carlos.


—No porque no dejaron número. —sonrió Teresa—.Pero me hi-
cieron pensar en la empresa que siempre había querido tener.

En esa época, Teresa vivía en Jesús María, y para llegar a Cho-


rrillos se demoraba alrededor de hora y media. Además, estaba
estudiando, trabajando, apoyando a su familia y cada vez se le
hacía más difícil financiarse su propia vida.
“Había tanta inestabilidad en mi vida en ese momento, que hasta
pensé que no podría hacerlo”, nos contó. Sin embargo, lo conversó
con su mamá y ella le dijo las palabras mágicas: “Nunca te rindas
antes de comenzar”. Y recordó la promesa que le había hecho su
mamita Flora.
—¿Y qué hiciste?—pregunté yo.
—Tomé los ahorros que había guardado para mis estudios uni-
versitarios y los invertí en el sueño de formar “Un Millón de niños
Lectores”. —sonrió Teresa.
—¿Y de ahí qué pasó?—preguntamos todos.
—Pasó que, aunque suene curioso, todo floreció y nacieron las pri-
meras bibliotecas escolares de las cincuenta que Un Millón de Niños
Lectores tiene implementadas por todo el Perú... Entre ellas, la de
ustedes.—dijo Teresa con una sonrisa.
—¿Y no tuviste miedo de perderlo todo y fracasar?—preguntó mi
amiga Sofía, que siempre es muy temerosa.
—Si, muchas veces—continuó
Teresa—Pero lo importante no
es recordar cuántas veces tuvimos
miedo, sino cómo hicimos para su-
perarlo y enfrentarlo.

33
Capítulo Siete

Teresa nos contó que el trabajo en los nuevos colegios fue mu-
cho más sencillo que en el Augusto Gutiérrez porque ya tenía un
equipo. Desde el principio, los profesores y padres de familia se
mostraron dispuestos a ayudar. Ellos querían tener una biblioteca
igual a la de sus vecinos y eso fue lo que consiguieron. Todos
estaban muy contentos de haber impactado tanto en tantas comu-
nidades y, cuando terminó el trabajo, se fueron muy satisfechos.
Sin embargo, dos años después, les llegó una noticia terrible: uno
de los colegios había decidido cerrar una de las bibliotecas para
convertirla en un salón de clases.
—Cuando nos enteramos, no lo pudimos creer—nos dijo. — ¿Qué
habíamos hecho mal?
Todos nos pusimos muy tristes. Pero Teresa no dejó que eso los
desanimara, para ese entonces ya eran un equipo y una comuni-
dad grande entre los padres, profesores y voluntarios. Más bien,
tomaron una decisión. No solo iban a construir las bibliotecas,
capacitar a los profesores y trabajar con los padres, sino que des-
de ese día iban a inscribir las bibliotecas y convertirlas en espacios
públicos propios de las escuelas.
—El detalle era que para eso tendríamos que cambiar algunas le-
yes.— comentó guiñándonos un ojo.

34
Capítulo Ocho

35
Capítulo Ocho

El primer millón

E
n medio de esos días, Un Millón de Niños Lectores recibió una
llamada. Era la directora del Colegio Augusto Gutiérrez de
Chorrillos, donde habían construido la primera de las bibliote-
cas. La mujer estaba totalmente emocionada.
—¡Teresa, no vas a creer lo que ha sucedido! — le dijo—. Hemos con-
seguido el primer puesto en comprensión de lectura en Chorrillos, entre más
de quinientos colegios. Y no solo eso. Estamos en la cuarta posición de la
UGEL 7, que reúne a siete distritos. ¡Estamos en la cuarta posición entre
más de cuatro mil colegios!
Teresa y su equipo no podían salir de su sorpresa. Tan solo dos años
atrás, más del ochenta por ciento de los alumnos de ese colegio no en-
tendían lo que leían y ya en ese momento, en 2013, la proporción se
había invertido. La noticia reforzó su nueva idea. Estaban en el camino
correcto. Era preciso no solo construir bibliotecas, sino activar una ley
a favor de ellas ¿Pero cómo?
De la noche a la mañana, Un Millón de Niños Lectores se hizo cono-
cido. Incluso salió en las noticias, en los periódicos y comenzó a ganar
premios nacionales e internacionales.
—Por estos años fue que conocí a varios jóvenes que estaban construyendo
organizaciones que también buscaban aportar a la sociedad, jóvenes como
Ivonne Bocanegra, fundadora de GATIA, una organización que convierte
la basura en joyas y ropa.

36
Capítulo Ocho

—Como Albina Ruíz— le dije acordándome de la visita que nos ha-


bía hecho.
—Sí, como Albina. De hecho, Ivonne se inspiró en el trabajo de Albina,
pero esa es otra historia...
A Ivonne y a varios de los jóvenes que iba conociendo les contaba
que quería activar una ley a favor de las bibliotecas y, por primera vez,
no recibía risas, ni dudas, sino recomendaciones. Así, un día le presen-
taron a Joaquín Leguía.
Cuando mencionó ese nombre, varios de mis amigos saltaron. Él
nos había visitado también hacía un mes y teníamos a su
muñequita ANIA en nuestro salón.
Teresa nos contó que Joaquín fue muy
amable con ella y que no dudo en com-
partir todo lo que había aprendido en los
casi veinte años que llevaba impulsando su
organización. Incluso decidió volverse mentor
de Un Millón de Niños Lectores y, conforme enten-
dió más la misión que tenían y vio resultados, decidió
postularlos a ASHOKA, la red más grande del mundo de
emprendimiento social.
De hecho Teresa los conocía muy bien, hacía algunos años había leí-
do un libro que la inspiró mucho, escrito por Bill Drayton, el fundador
de esa organización. Pero nunca se habría imaginado que algún día ella
podría postular para recibir ese reconocimiento.
—¿No te parece que somos muy jóvenes para ese reconocimiento?— le
preguntó Teresa a Joaquín.
—Deja que ellos decidan eso. No te puedes rendir antes de intentarlo.
A esas alturas, Teresa no creía en las casualidades. Así que aceptó
participar y dejó que los postularan.
Ese mismo año los invitaron a dar toda clase de conferencias en el

37
Capítulo Ocho

Perú y en el extrajero. Una de ellas fue organizada por TEDxTukuy,


una plataforma de microconferencias muy importante a nivel mundial.
Teresa nos contó que ese día estaba tan nerviosa que se la pasó cami-
nando todo el evento detrás del escenario. Mientras estaba así, se en-
contró con un chinito muy buena onda.
—Ese chinito era Marino Morikawa, a quien ustedes ya conocieron... Él
me dijo que recordara por quiénes estábamos ahí. Y me tranquilizó. Entré al
auditorio, me senté y, para mi sorpresa, él subió al escenario. Su charla fue
tan increíble como su trabajo y desde ese día nos volvimos amigos— nos
contó Teresa.
A finales de ese año, lo imposible pasó, Teresa fue reconocida por
ASHOKA como emprendedora social por el trabajo que habían reali-
zado con Un Millón de Niños Lectores. Gracias a ese reconocimiento
y financiamiento Teresa pudo concentrarse enteramente en conseguir
esa la ley de bibliotecas y armar una estrategia que suponía ir de pe-
queño a grande.
—El plan era simple—nos explicó—. Si queríamos que todas las es-
cuelas del Perú tuvieran bibliotecas no lo podíamos hacer solos, tenía que
asumirlo el Estado. Y el Estado somos todos nosotros: Gobierno distrital,
regional, empresas privadas, personas organizadas, etc. Nosotros decidimos
buscar la primera ley distrital del Perú a favor de las bibliotecas escolares.
El equipo de Un Millón de Niños Lectores recibió muchos portazos
en la cara antes de ser recibidos y escuchados por distintos alcaldes. En
una de esas visitas, un alcalde los escuchó de verdad. Este fue el alcalde
del distrito de Miraflores de ese momento, Jorge Muñoz.
-Porque aunque ese distrito era rico, sus únicas diez escuelas públicas no
tenían bibliotecas tampoco—nos comentó Teresa.
De nuevo había que buscar dinero para el proyecto. Pero esa vez no
estaban solos, ya tenían la experiencia, los patrocinadores, los aliados y
las comunidades educativas de su lado.

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-Nos planteamos conseguir el financiamiento para construir las diez bi-
bliotecas escolares que el distrito necesitaba, y como el sueño era grande,
nos propusimos también convertir el Museo Andrés Avelino Cáceres en la
primera biblioteca-museo de literatura infantil/juvenil del Perú— nos
contó Teresa.
El resultado fue que, luego de dos años, en 2016, gracias al financia-
miento de una organización extranjera y el apoyo de diversas empresas
y personas, Un Millón de Niños Lectores logró que naciera la ley que
tanto querían.
-No llegamos a construir diez bibliotecas, sino ocho. Y aunque no logra-
mos que la Biblioteca Andrés Avelino Cáceres se volviera la primera biblio-
teca-museo del Perú, lo bonito de hacer proyectos que parecen inalcanzables
es que inspiran y llenan de esperanza a los demás.
Teresa nos contó que el día de la inauguración de la ley, el alcalde de
ese entonces de San Juan de Miraflores se inspiró tanto en la propues-
ta que había logrado Miraflores, que ellos sí inauguraron la primera
biblioteca-museo del Perú dos años después. Y así como él, otros al-
caldes replicaron la ley en sus distritos y para el año 2018 más de un
millón de familias lograron tener acceso a bibliotecas públicas. “Por eso
si alguna vez tienen un sueño, sean insistentes y no se rindan”, agregó Te-
resa. “No importa lo difíciles que sean las circunstancias, el límite de todo lo
que hagan siempre lo pondrán ustedes y su imaginación, nunca los demás”.
-Y ahora ¿qué van a hacer?— le preguntó mi amigo Diego.
-Vamos a buscar alcanzar a los más de treinta millones de peruanos y
mucho más— nos respondió.

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Capítulo Nueve

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Capítulo Nueve

M i r a n d o a l f u t u ro

C
uando Teresa terminó de hablar, mis amigos no paraban de
cuchichear entre ellos. Estaban muy emocionados. Era in-
creíble lo que había logrado Un Millón de Niños Lectores y
aún así no estaban conformes.
—¿Teresa tú crees que algún día yo también pueda ser una
heroína?—le pregunté, aprovechando que todos estaban distraí-
dos.
Teresa miró a mi profesora y nuestra profesora tomó la palabra.
—Por eso quise que conocieran a Teresa y su organización, porque
han sido ellos quienes han hecho posible que conociéramos a Marino,
Joaquín, Albina, AnaBertha y José Adolfo—nos explicó—. Teresa
no ha venido en calidad de heroína, sino que junto a su equipo arma-
mos el proyecto “Buscando al estudiante héroe” porque
queríamos justamente que entendieran que los héroes
que necesita nuestro país ya viven entre nosotros, son
ustedes, somos todos.
Cuando nuestra profesora dijo eso todos nos quedamos
con la boca abierta.
—Pero profesora—dijo Carlos—no pues, si somos todos ya
no es nadie entonces. Debe haber algo más.
Teresa empezó a reírse y le contestó.
—Ese extra que buscas, son las decisiones que tomes de ahora en

42
Capítulo Nueve

adelante y lo coherente que seas con ellas. Tú y todos tus compañeros


tienen todo el potencial de cambiar el mundo. Y eso no es un cliché, es
una realidad. Lo han visto con sus propios ojos. No se necesita dinero,
una determinada edad o un determinado sexo. Todos sin excepción po-
demos hacer la diferencia y aportar a construir un mundo mejor si así
lo decidimos.
—Por ejemplo— interrumpió mi profesora— este proyecto sur-
gió gracias a la curiosidad de una de sus compañeras— dijo entusias-
mada—. Este proyecto empezó gracias a ti,
Ema.
Cuando la profesora dijo eso me sor-
prendió. ¿Cómo así yo había generado
este proyecto? Yo no conocía a Teresa,
nunca le había hablado de mi interés en
conocer héroes.
—¿Yo profesora? —dije con voz
bajita.
—Si tú—respondió Teresa—.
Hace un año y medio yo estuve aquí en
esta misma biblioteca, solo que estaba vestida de BOB, el construc-
tor— dijo riéndose—. Tú estabas leyendo justo por allá. Yo vine con
una par de miembros de mi equipo y estábamos tratando de iniciar un
taller pero los padres no paraban de hablar de lo mal que iba el Perú,
de la corrupción, de los crímenes. En medio de todo eso, un padre dijo
que solo un milagro salvaría al Perú. Entonces tú volteaste y con voz fir-
me dijiste que nuestro país no necesitaba milagros, sino héroes. Yo me
sorprendí de tu respuesta. Por eso te pregunté a qué te referías y tú me
respondiste que “el país necesitaba héroes como tu mamá que construyó
esta biblioteca con sus propias manos para ti y tus hermanos”.
Yo empecé a recordar y seguí escuchando con atención.

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Capítulo Nueve

—Ese día, Ema, con tus palabras tan inocentes me hiciste dar cuenta
que nos habíamos equivocado. Que no era suficiente crear acceso a la
lectura a los niños, sino también era urgente generar acceso a modelos
positivos a seguir. Yo no sería nadie, sino fuera por los referentes que
tuve desde pequeña, desde mi abuela, mi mamá, hasta mentores como
Albina, Joaquín y amigos como Marino, que con su ejemplo me moti-
varon y me motivan a ser mejor.
Teresa se detuvo un rato y empezó a ver el rostro de todos mis
amigos hasta volver su mirada a mí.
—Tú me inspiraste tanto, Ema, que salí corriendo a comprarle libros
con historias de personas inspiradoras a mi sobrino Gabriel que solo tiene
seis años. Y mientras lo hacía me pregunté qué pasaría si hacemos que
estas historias lleguen a todos los niños del Perú. Así nació este piloto
y gracias a ustedes va a nacer un proyecto más grande que llamaremos
LEER PARA EL PERÚ. Quiero que cuando vean este proyecto hecho
una realidad recuerden que fueron ustedes los héroes detrás de esto.

Ese día me fui caminando a mi casa casi flotando. Yo siempre


había pensado que para ser una heroína tenía que tener poderes
especiales o algo que me hiciera resaltar por sobre todos los demás.
Pero ahora me doy cuenta que la heroína que tanto estaba buscan-
do en realidad siempre estuvo viviendo dentro de mí.

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¿Por qué hemos realizado esta campaña?
Porque hace 8 años nacimos con el sueño de generar acceso a la
lectura a un millón de peruanos y, aunque nos dijeron que era
imposible, gracias a la alianza con distintas organizaciones nacio-
nales e internacionales y diversas personas, este
año lo hemos conseguido y queremos celebrarlo contigo.

Estos libros son un regalo para ti y para todas las niñas y niños que
vimos juntando sus propinas para comprarse libros en los quioscos.

Para todos los padres de familia que no tienen dinero para com-
prarle libros a sus hijos.

Para todos los profesores que necesitan libros para su Plan Lector
y para los más de 20 millones de peruanos que compran libros,
porque no tienen acceso a bibliotecas públicas y gratuitas.

UN MILLÓN DE NIÑOS LECTORES es una empresa social


que construye bibliotecas escolares en escuelas de escasos recur-
sos a nivel nacional, para ejercer el derecho a leer de todos los
niños y niñas del Perú.
Ahora tú puedes ser parte de este movimiento comprando los
libros de la colección LEER PARA EL PERÚ.

Entérate más de nosotros en:


www.millondeninoslectores.org

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