Libro Todos Podemos Cambiar El Mundo
Libro Todos Podemos Cambiar El Mundo
Libro Todos Podemos Cambiar El Mundo
To d o s p o d e m o s c a m b i a r e l m u n d o
© 2019 Teleo Producciones S.A.C
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¿Quién es un héroe?
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Este libro cuenta la historia de cómo se originó el proyecto
LEER PARA EL PERÚ. Teresa Boullon Zegarra fundó
TELEO, empresa social que lidera el programa “Un Millón
de Niños Lectores” y que, desde hace 9 años, se dedica a ejer-
cer el derecho a leer de las niñas y niños peruanos a través de
la construcción de bibliotecas públicas y escolares.
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Capítulo Uno
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Capítulo Uno
H
ace unos días, nuestra profesora nos pidió que después
del recreo, fuéramos todos a la biblioteca. Como ya
les he contado, este es mi lugar favorito de todo el co-
legio. Tiene estanterías en forma de cubos de Tetris;
carritos que adentro guardan cientos de libros de todos los
tamaños y colores; también tienen películas y hasta instru-
mentos musicales. Los asientos no son normales: son bolsas
gigantes de cuero con rellenos muy suaves que nos hacen
sentir como si estuviéramos sentados sobre globos o pelotas
gigantes. Si nos provoca, podemos echarnos en el piso, y leer
sobre colchonetas o alfombras de colores.
Al llegar a la biblioteca, mis compañeros ya estaban
listos para lanzarse encima de los asientos y las colchonetas.
Sin embargo, uno de ellos ya estaba ocupado: una
chica estaba leyendo en una tableta. En un primer
momento, mis compañeros se callaron de gol-
pe. Pensamos que podría ser alguna profesora o
mamá, pero cuando la vimos bien se notaba que
no era de por aquí.
“Chicas y chicos, veo que ya conocieron a
Teresa Boullon”, dijo mi profesora.
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Capítulo Uno
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Capítulo Uno
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Capítulo Dos
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Capítulo Dos
No todo es lo
q u e p a re c e
M
ientras Teresa hablaba, mi amiga Claudia no paraba de
mirarla de pies a cabeza. De pronto, levantó la mano y le
preguntó:
—¿Y tú de dónde vienes? Parece que a ti nunca se te ha
roto una uña...
Mi profesora la miró molestísima. A mí también me incomodó la
pregunta, pero Claudia tenía un punto. Teresa se veía impecable,
vestida con una blusa de flores y el pelo ondulado bien arreglado.
¿Cómo era posible que esta chica hubiera construido nuestra bi-
blioteca? Ella se comenzó a reír y respondió a la pregunta de Clau-
dia con mucha calma: —Pues, como tú bien dices: “parece”. Parece
que nunca se me ha roto una uña, pero en realidad durante mi vida se
me han roto muchas, solo que ahora sé cuidarlas —sonrió Teresa— yo
crecí en una familia que tuvo muchas necesidades. Cuando yo tenía tres
años más que tú, decidí ponerme a trabajar para ayudar a mi mamá con
los gastos de la casa. A veces las apariencias engañan.
Teresa nos contó que creció en una casa pequeña, pero junto a
una familia enorme: con ella vivían su mamá, su hermana, su abue-
la, sus tíos y varios primos. De pequeña, ella era una niña muy cu-
riosa: pasaba buena parte de su tiempo explorándolo todo. Con su
hermana Ale solía buscar bichos en el jardín; luego les construían
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Capítulo Dos
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todos se saludaban, todos se conocían. Una de las cosas que más
le gustaba hacer era pasar el día junto a su abuela Flora, cuidan-
do los cuyes, dándole comida a los patos, cuidando las plantas. O,
simplemente, conversando con ella. Cuando habla sobre su abue-
la, Teresa se emociona mucho. Nos contó que la llamaba “mamita
Flora”. Además de enseñarle a respetar a los animales y las plantas,
ella la inspiró a dedicar su vida a construir bibliotecas a niños como
nosotros. Siempre le hablaba sobre el valor de los libros y el cono-
cimiento.
“Leer es tan importante como comer, Teresita”, le decía su abuela.
“Es la mejor manera de aprender, crecer y progresar por ti mismo”.
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Capítulo Tres
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Capítulo Tres
La narradora de cuentos
C
omo a muchos de nosotros, Teresa amaba que le leyeran
cuentos. Por las noches, su abuela solía sentarse junto a ella
con un libro entre las manos y le contaba historias hasta
que se quedara dormida. “Ella fue quien estimuló mi amor a los li-
bros y la lectura”, nos contó. “Con sus historias, llenó mi corazón de
esperanza y me enseñó que todos somos iguales. No importa de dónde
vengamos, no importa nuestro color de piel o cuántos títulos tenga-
mos, lo que realmente importa es lo que llevamos dentro de nuestro
corazón y lo que hacemos con eso todos los días”.
A los seis años, Teresa ya había aprendido a leer; sin embargo,
ella seguía dejando que su abuela le contara cuentos. Una noche
como cualquier otra, mientras Flora leía, Teresa se dio cuenta de
un detalle extraño: su abuela estaba leyendo, pero sostenía el libro
al revés.
—¿Por qué lees así, mamita Flora? —le dijo.
La señora Flora siguió contando su historia, como si no hu-
biera escuchado la pregunta. Teresa insistió. Su
abuela se quedó congelada, sin saber qué res-
ponder. Al rato, cuando se dio cuenta de que
no había forma de eludir la pregunta, se vio
obligada a dar una explicación.
—No sé leer —le dijo, muy avergonzada.
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Capítulo Tres
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Capítulo Cuatro
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Capítulo Cuatro
U n c o r a z ó n ro t o
A
los nueve, la vida de Teresa dio un giro de ciento ochenta
grados. Primero, su papá se fue de la casa. Ese mismo año,
durante las vacaciones de verano, su abuela Flora fue diag-
nosticada con una enfermedad muy grave. Según nos contó
Teresa, ese año se rompió su corazón. La abuela ya no podía hacerse
cargo de los animales y plantas que criaban en casa, así que sus tíos y
primos se turnaban para hacerlo y para Teresa era fascinante ayudar.
“Nos levantábamos tempranito para preparar la comida de los anima-
les, limpiar sus corrales, sacar las paltas, cosechar la maracuyá”. —con-
tinuó Teresa—“Mientras limpiábamos las flores que tanto amaba mi
abuelita, teníamos mucho cuidado de que las arañas y los abejorros no
nos picaran”.
Durante esas vacaciones, ella tuvo mucho tiempo para conversar
con su abuela. La señora Flora sabía que Teresa estaba triste por el
abandono repentino de su padre, pero nunca tocó el tema. “Ella era
muy inteligente”, nos contó Teresa. “Ella sabía
lo mucho que me afectaba la decisión que había
tomado mi papá, así que me hablaba en cla-
ve”. La señora Flora le decía que la vida era
muy hermosa como para quitarle la sonrisa
o que cuando ella fuera grande, podría ha-
cer las cosas diferente y mejor.
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Capítulo Seis
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Capítulo Seis
La biblioteca soñada
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arios años después, Teresa fue a hacer trabajo voluntario
al colegio Augusto Gutiérrez, ubicado en el Asentamien-
to Humano San Juan de la Libertad, en Chorrillos. Aquel
día, durante los ratos libres, Teresa conversaba con varios
de los niños de ese colegio. Les preguntó qué querían ser cuando
fueran grandes, pero ninguno le respondía, quizás por vergüenza.
De pronto, un niño levantó la mano y le dijo lo siguiente:
—Yo voy a ser doctor. Yo voy a ser ingeniero. Y cuando sea grande
le voy a construir la casa a mi mamá.
Su nombre era Alejandro, tenía 8 años y era el primer puesto
de su salón. Teresa se quedó sorprendida por la decisión y seguri-
dad con la que hablaba este niño. Tenía muy claro qué era lo que
quería hacer con su vida. Más tarde, conoció a su madre, Jessica,
una mujer que, con mucho esfuerzo, enviaba a su hijo al colegio.
Ella estaba convencida de que la educación era una herramienta
de crecimiento y que su hijo saldría adelante gracias a ella. Teresa
quedó fascinada por la manera en que Jessica hablaba, por su fe
ciega en la educación. Le recordó a su abuela Flora y a su mamá.
Sin embargo, Teresa se entristeció al recordar una realidad: la
situación de la educación en el Perú no iba a permitir que los
sueños de Alejandro se cumplieran. El colegio Augusto Gutiérrez
era uno de los tantos colegios que estaban en los últimos puestos
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Capítulo Seis
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Capítulo Siete
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Nunca te rindas
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ientras estábamos todos muy emocionados y sorprendi-
dos con la historia que acabábamos de escuchar, mi ami-
go Carlos, que no parecía muy satisfecho pegó un grito:
—¿¿Qué? espera, ¿y cómo llegaste hasta nuestro colegio?
—preguntó.
—Buena pregunta—respondió Teresa—. En ese momento, yo
pensé que mi trabajo ya había terminado, pero en realidad ese día
recién había nacido.
La directora muy entusiasmada había invitado a la inaugura-
ción de la biblioteca a los directores de los demás colegios de la
zona, al Ministerio de Educación y hasta al alcalde.
Los directores y padres de los otros colegios no tardaron en
acercarse a ella para pedirle que replicara lo mismo en sus escue-
las. Los representantes del Ministerio de Educación le dijeron lo
mismo. Y como la biblioteca había salido en algunos periódicos,
comenzaron a llegarle correos electrónicos de diferentes padres y
profesores de todo el Perú solicitando apoyo.
Un día la llamó una organización extranjera preguntándole qué
empresa había construido la biblioteca porque querían ayudar.
Teresa les dijo la verdad, que eran un grupo de personas, no una
empresa, y la organización extranjera les respondió que cuando
sean empresa los llamen.
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Capítulo Siete
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Capítulo Siete
Teresa nos contó que el trabajo en los nuevos colegios fue mu-
cho más sencillo que en el Augusto Gutiérrez porque ya tenía un
equipo. Desde el principio, los profesores y padres de familia se
mostraron dispuestos a ayudar. Ellos querían tener una biblioteca
igual a la de sus vecinos y eso fue lo que consiguieron. Todos
estaban muy contentos de haber impactado tanto en tantas comu-
nidades y, cuando terminó el trabajo, se fueron muy satisfechos.
Sin embargo, dos años después, les llegó una noticia terrible: uno
de los colegios había decidido cerrar una de las bibliotecas para
convertirla en un salón de clases.
—Cuando nos enteramos, no lo pudimos creer—nos dijo. — ¿Qué
habíamos hecho mal?
Todos nos pusimos muy tristes. Pero Teresa no dejó que eso los
desanimara, para ese entonces ya eran un equipo y una comuni-
dad grande entre los padres, profesores y voluntarios. Más bien,
tomaron una decisión. No solo iban a construir las bibliotecas,
capacitar a los profesores y trabajar con los padres, sino que des-
de ese día iban a inscribir las bibliotecas y convertirlas en espacios
públicos propios de las escuelas.
—El detalle era que para eso tendríamos que cambiar algunas le-
yes.— comentó guiñándonos un ojo.
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Capítulo Ocho
El primer millón
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n medio de esos días, Un Millón de Niños Lectores recibió una
llamada. Era la directora del Colegio Augusto Gutiérrez de
Chorrillos, donde habían construido la primera de las bibliote-
cas. La mujer estaba totalmente emocionada.
—¡Teresa, no vas a creer lo que ha sucedido! — le dijo—. Hemos con-
seguido el primer puesto en comprensión de lectura en Chorrillos, entre más
de quinientos colegios. Y no solo eso. Estamos en la cuarta posición de la
UGEL 7, que reúne a siete distritos. ¡Estamos en la cuarta posición entre
más de cuatro mil colegios!
Teresa y su equipo no podían salir de su sorpresa. Tan solo dos años
atrás, más del ochenta por ciento de los alumnos de ese colegio no en-
tendían lo que leían y ya en ese momento, en 2013, la proporción se
había invertido. La noticia reforzó su nueva idea. Estaban en el camino
correcto. Era preciso no solo construir bibliotecas, sino activar una ley
a favor de ellas ¿Pero cómo?
De la noche a la mañana, Un Millón de Niños Lectores se hizo cono-
cido. Incluso salió en las noticias, en los periódicos y comenzó a ganar
premios nacionales e internacionales.
—Por estos años fue que conocí a varios jóvenes que estaban construyendo
organizaciones que también buscaban aportar a la sociedad, jóvenes como
Ivonne Bocanegra, fundadora de GATIA, una organización que convierte
la basura en joyas y ropa.
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-Nos planteamos conseguir el financiamiento para construir las diez bi-
bliotecas escolares que el distrito necesitaba, y como el sueño era grande,
nos propusimos también convertir el Museo Andrés Avelino Cáceres en la
primera biblioteca-museo de literatura infantil/juvenil del Perú— nos
contó Teresa.
El resultado fue que, luego de dos años, en 2016, gracias al financia-
miento de una organización extranjera y el apoyo de diversas empresas
y personas, Un Millón de Niños Lectores logró que naciera la ley que
tanto querían.
-No llegamos a construir diez bibliotecas, sino ocho. Y aunque no logra-
mos que la Biblioteca Andrés Avelino Cáceres se volviera la primera biblio-
teca-museo del Perú, lo bonito de hacer proyectos que parecen inalcanzables
es que inspiran y llenan de esperanza a los demás.
Teresa nos contó que el día de la inauguración de la ley, el alcalde de
ese entonces de San Juan de Miraflores se inspiró tanto en la propues-
ta que había logrado Miraflores, que ellos sí inauguraron la primera
biblioteca-museo del Perú dos años después. Y así como él, otros al-
caldes replicaron la ley en sus distritos y para el año 2018 más de un
millón de familias lograron tener acceso a bibliotecas públicas. “Por eso
si alguna vez tienen un sueño, sean insistentes y no se rindan”, agregó Te-
resa. “No importa lo difíciles que sean las circunstancias, el límite de todo lo
que hagan siempre lo pondrán ustedes y su imaginación, nunca los demás”.
-Y ahora ¿qué van a hacer?— le preguntó mi amigo Diego.
-Vamos a buscar alcanzar a los más de treinta millones de peruanos y
mucho más— nos respondió.
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Capítulo Nueve
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Capítulo Nueve
M i r a n d o a l f u t u ro
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uando Teresa terminó de hablar, mis amigos no paraban de
cuchichear entre ellos. Estaban muy emocionados. Era in-
creíble lo que había logrado Un Millón de Niños Lectores y
aún así no estaban conformes.
—¿Teresa tú crees que algún día yo también pueda ser una
heroína?—le pregunté, aprovechando que todos estaban distraí-
dos.
Teresa miró a mi profesora y nuestra profesora tomó la palabra.
—Por eso quise que conocieran a Teresa y su organización, porque
han sido ellos quienes han hecho posible que conociéramos a Marino,
Joaquín, Albina, AnaBertha y José Adolfo—nos explicó—. Teresa
no ha venido en calidad de heroína, sino que junto a su equipo arma-
mos el proyecto “Buscando al estudiante héroe” porque
queríamos justamente que entendieran que los héroes
que necesita nuestro país ya viven entre nosotros, son
ustedes, somos todos.
Cuando nuestra profesora dijo eso todos nos quedamos
con la boca abierta.
—Pero profesora—dijo Carlos—no pues, si somos todos ya
no es nadie entonces. Debe haber algo más.
Teresa empezó a reírse y le contestó.
—Ese extra que buscas, son las decisiones que tomes de ahora en
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Capítulo Nueve
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Capítulo Nueve
—Ese día, Ema, con tus palabras tan inocentes me hiciste dar cuenta
que nos habíamos equivocado. Que no era suficiente crear acceso a la
lectura a los niños, sino también era urgente generar acceso a modelos
positivos a seguir. Yo no sería nadie, sino fuera por los referentes que
tuve desde pequeña, desde mi abuela, mi mamá, hasta mentores como
Albina, Joaquín y amigos como Marino, que con su ejemplo me moti-
varon y me motivan a ser mejor.
Teresa se detuvo un rato y empezó a ver el rostro de todos mis
amigos hasta volver su mirada a mí.
—Tú me inspiraste tanto, Ema, que salí corriendo a comprarle libros
con historias de personas inspiradoras a mi sobrino Gabriel que solo tiene
seis años. Y mientras lo hacía me pregunté qué pasaría si hacemos que
estas historias lleguen a todos los niños del Perú. Así nació este piloto
y gracias a ustedes va a nacer un proyecto más grande que llamaremos
LEER PARA EL PERÚ. Quiero que cuando vean este proyecto hecho
una realidad recuerden que fueron ustedes los héroes detrás de esto.
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¿Por qué hemos realizado esta campaña?
Porque hace 8 años nacimos con el sueño de generar acceso a la
lectura a un millón de peruanos y, aunque nos dijeron que era
imposible, gracias a la alianza con distintas organizaciones nacio-
nales e internacionales y diversas personas, este
año lo hemos conseguido y queremos celebrarlo contigo.
Estos libros son un regalo para ti y para todas las niñas y niños que
vimos juntando sus propinas para comprarse libros en los quioscos.
Para todos los padres de familia que no tienen dinero para com-
prarle libros a sus hijos.
Para todos los profesores que necesitan libros para su Plan Lector
y para los más de 20 millones de peruanos que compran libros,
porque no tienen acceso a bibliotecas públicas y gratuitas.
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