(Psicología) Fernando Colmenares Gil - Fundamentos de Psicobiología. Volumen 1 (Psicología) - Sintesis (2015)
(Psicología) Fernando Colmenares Gil - Fundamentos de Psicobiología. Volumen 1 (Psicología) - Sintesis (2015)
(Psicología) Fernando Colmenares Gil - Fundamentos de Psicobiología. Volumen 1 (Psicología) - Sintesis (2015)
de psicobiología
Volumen I
Conceptos, principios, evolución,
desarrollo y herencia
PROYECTO EDITORIAL
Consulte nuestra página
PSICOLOGÍA. web: www.sintesis.com
MANUALES PRÁCTICOS
En ella encontrará el catálogo completo y comentado
Directores:
Manuel Maceiras Fafián
Juan Manuel Navarro Cordón
Ramón Rodríguez García
Fundamentos
de psicobiología
Volumen I
Conceptos, principios, evolución,
desarrollo y herencia
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34. 28015 Madrid
Teléfono 91 593 20 98
http://www.sintesis.com
ISBN: 978-84-9077-195-2
ISBN:
ISBN obra 978-84-907773-1-2
completa: 978-84-9077-197-6
Depósito Legal: M. 30.521-2015
VOLUMEN I:
Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
5
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
6
Índice
7
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
8
Índice
9
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
10
Índice
11
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
12
Prólogo y guía del libro
13
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
14
Prólogo
15
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
blar de tantos temas ha sido hablar bastante poco de todos ellos. Esta orientación
ha servido también de coartada para centrarnos en la identificación y evaluación
de principios y regularidades de carácter general más que en la descripción prolija
de datos que en cualquiera de los casos nunca hablan por sí solos.
A diferencia de lo que ocurre con muchos manuales de texto, que tienden a
recoger únicamente los principios explicativos más consensuados, ignorando las
controversias, y que proporcionan un número relativamente reducido de referen-
cias a los trabajos originales, en la presente obra hemos intentado compartir con el
lector una visión más realista de la ciencia a través de la incorporación de versio-
nes contrapuestas, si no enfrentadas, sobre muchos de los temas abordados, y
hemos sido generosos con la inclusión de referencias a las publicaciones origina-
les. Así pues, el libro está escrito de tal forma que el lector, sea estudiante o do-
cente, tenga la oportunidad, si lo desea, de localizar y de consultar las fuentes
originales utilizadas y de ampliar, en su caso, la información sobre los datos y las
explicaciones descritas en cada uno de los apartados.
Los contenidos del libro están organizados en cuatro bloques temáticos; existe
un hilo conductor bien meditado que vertebra sus contenidos y su secuencia. Por
ello, aunque cualquiera de los bloques es autosuficiente, la lectura de los cuatro
tiene un valor añadido que no tiene la lectura aislada de ninguno de ellos. En ese
sentido es importante aclarar que la publicación del cuarto bloque temático en un
segundo volumen separado se debe exclusivamente a una razón puramente for-
mal, la extensión. El volumen I abarca, pues, los tres primeros bloques: los con-
ceptos y principios de la psicobiología y de la biología, por una parte, y los dos
procesos históricos clave que definen la biología del organismo, es decir, su evo-
lución y su desarrollo, por la otra. El volumen II aborda el cuarto bloque en el que
se utilizan los contenidos del volumen I como contexto teórico general para, por
fin, analizar el comportamiento y los procesos psicológicos. A continuación se
presenta un resumen de los contenidos del volumen I.
En el primer bloque temático de “Concepto y métodos” se aborda la identifi-
cación de las señas de identidad de la psicobiología como disciplina científica o
como área de conocimiento matriz que aglutina un buen número de disciplinas
relacionadas; se trata de un objetivo ineludible y prioritario al que debería prestar-
se la adecuada atención. En este bloque se examina el concepto de psicobiología
(en el capítulo 1) y el método y las técnicas en psicobiología (en el capítulo 2).
El concepto de psicobiología que adoptemos estará condicionado en buena
medida por el concepto de biología que suscribamos, y puesto que la biología es
plural, lo esperable es que esta pluralidad también se haga notar en la conceptua-
lización de la psicobiología. La propuesta de concepto de psicobiología que se
defiende en este primer capítulo refleja mi convencimiento de que los psicólogos
y los biólogos (en realidad cualquier estudioso de la conducta) deben adquirir un
conocimiento básico y actualizado de los fundamentos biológicos del comporta-
16
Prólogo
miento y de los procesos cognitivos, de que la biología es mucho más amplia que
cualquiera de las subdisciplinas que aglutina, como la fisiología (especialmente la
neurofisiología), la bioquímica, la genética, la etología o la ecología, y de que las
explicaciones biológicas no pueden obviar la teoría fundamental que da sentido a
la biología, es decir, la teoría de la evolución, especialmente su versión moderna
en la que el desarrollo ocupa un lugar central. Este capítulo introduce ya la prime-
ra controversia importante en la concepción misma de psicobiología; en realidad
se trata de la permanente confrontación surgida en el seno de la propia biología
entre el reduccionismo y el organicismo, que da lugar a las concepciones restrin-
gida versus amplia de psicobiología, respectivamente. Por supuesto, el concepto
de psicobiología que se adopte va a colorear inevitablemente la naturaleza de las
relaciones entre la psicobiología y las demás disciplinas de la psicología y la per-
cepción, positiva o negativa, que los demás tengan de la psicobiología.
El método general de la psicobiología es el hipotético-deductivo, considerado
el método científico ortodoxo, sin embargo, la pluralidad de intereses de las dis-
tintas disciplinas psicobiológicas se traduce en la existencia de un menú extrema-
damente diverso de técnicas de estudio que facilitan un abordaje más efectivo de
los problemas empíricos y de los niveles de organización específicos abordados
por cada una de ellas. Puesto que este libro trata fundamentalmente del compor-
tamiento (nivel organísmico) y dado que, además, hay muchos otros libros que
describen de forma prolija las técnicas utilizadas en el estudio del cerebro y de
otros sistemas fisiológicos a nivel celular y molecular, el capítulo 2 se ha centrado
mayoritariamente en la descripción del método científico general y de la diversi-
dad de métodos y técnicas disponibles para el estudio del comportamiento. Tam-
bién se examina el método comparativo, una herramienta fundamental en el estu-
dio evolutivo de cualquier atributo del organismo, ya sea este genético,
fisiológico, morfológico, conductual, psicológico o incluso ambiental. El resto de
capítulos de este volumen y del volumen II muestran de forma reiterada el valor
de la perspectiva comparada. Este capítulo airea dos temas controvertidos de in-
dudable interés general, las ventajas e inconvenientes de las metodologías obser-
vacional versus experimental en el estudio del comportamiento y la ética de la
investigación experimental con animales (y con personas).
El segundo bloque temático sobre “Evolución” que se recoge en este primer
volumen presenta un tratamiento introductorio del concepto de evolucionismo y
de las diversas teorías de la evolución y de sus implicaciones en cuatro capítulos
(3-6). El objetivo de este bloque temático es introducir al lector en el ámbito de
las ideas evolutivas y de los distintos paradigmas herederos de la teoría de la evo-
lución de Darwin. Este bloque proporciona una oportunidad para conocer los
argumentos que articulan el pensamiento evolutivo contemporáneo y su contribu-
ción a la comprensión de los fenómenos naturales, entre ellos el comportamiento
y la psicología humanos.
17
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
18
Prólogo
ellos–, la experiencia demuestra, sin embargo, que pocos son los que realmente
pueden apreciar su significado más profundo y el alcance de sus implicaciones.
Que sepamos, el único planeta del sistema solar (y de momento del universo
entero) que alberga vida es el nuestro. La comprensión de la historia de la vida en
el planeta Tierra y, por tanto, de la película de la evolución, requiere un análisis
de sus dos componentes fundamentales, la diversidad de formas de vida (la biodi-
versidad) que lo han ocupado en distintos momentos (recordemos que las espe-
cies, como los individuos, tienen una longevidad finita) y el calendario que esta-
blece para cada especie cuándo se originó y cuándo se extinguió. Por ejemplo,
durante un espacio de tiempo geológicamente inmenso (de miles de millones de
años), el planeta no albergó ninguna forma de vida. Hace 540 millones de años,
durante la denominada explosión del Cámbrico, se produjo una proliferación de
“planes corporales” (diseños) de vida pluricelular, especialmente significativa en
el nivel taxonómico de phylum (linaje), que no ha vuelto a repetirse después. El
capítulo 5 explica los conceptos básicos que los biólogos evolutivos utilizan para
encontrar orden y patrones en la biodiversidad tan colosal que se observa en cual-
quier etapa. Sin embargo, la construcción de árboles evolutivos y la clasificación
de los seres vivos en categorías no es una tarea sencilla que podamos dejar al
sentido común o a la intuición. Como cabría esperar, existen distintas escuelas
que proponen versiones de árboles evolutivos y especialmente de categorías taxo-
nómicas diferentes en función de una valoración desigual de diversos criterios.
Así, por ejemplo, para algunos no basta con que dos especies se parezcan mucho
(o poco), es necesario averiguar si los atributos que comparten (o que las diferen-
cian) han surgido por evolución convergente o divergente, si han sido heredados o
no de un antepasado común y si se trata de atributos ancestrales o modernos (de
adquisición relativamente reciente). El otro componente que nos ayuda a entender
la historia de la evolución es el temporal, es decir, el que intenta explicar por qué
las distintas formas de vida aparecieron en la secuencia y en el momento en el que
lo hicieron y por qué todas ellas terminaron por extinguirse, a menudo tras un
periodo de esplendor. Aunque tampoco existe consenso al respecto, para algunos
la historia de la vida es en gran medida una historia de casualidades, de contin-
gencias que favorecieron en distintos momentos el éxito siempre efímero de algu-
nos linajes sobre otros. Como en el caso anterior, para comprender el drama de la
vida también es preciso conocer diversos conceptos que ayudan a explicar de qué
modo la interacción entre la litosfera, la hidrosfera, la atmosfera y la biosfera
construyó y destruyó la sucesión de escenarios geológicos y biológicos que se
detectan en el registro fósil. Un concepto tan clave como controvertido es el de
grado evolutivo, que implica la emergencia de innovaciones (o revoluciones)
evolutivas de gran calado, es decir, de discontinuidades en la evolución. El capí-
tulo 5 finaliza con un breve recorrido por la sucesión de transiciones que marcan
la historia de la evolución biológica.
19
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
¿Y qué ocurre con la evolución de nuestra especie? ¿Quiénes son nuestros an-
cestros más directos y cuándo y por qué aparecemos en el calendario de la historia
de la vida? ¿Cuál ha sido el tiempo y modo de evolución del linaje que condujo a
la especie humana actual? ¿En qué ha consistido el proceso de hominización?
¿Cuál es el presente y cuál puede ser el futuro de nuestra especie? Las respuestas
a estas y a muchas otras preguntas sobre la historia evolutiva de nuestro linaje se
exploran en el capítulo 6, aprovechando el bagaje de conceptos que ya se han
introducido en los capítulos anteriores de este bloque. Un estudio incluso superfi-
cial de la anatomía de la especie humana actual no deja lugar a dudas respecto a
nuestros orígenes y respecto a quiénes son nuestros parientes cercanos y lejanos
en ese árbol de la vida al que también estamos encaramados. Para comprender
mejor las características más salientes de la hominización utilizamos una doble
estrategia. En primer lugar analizamos la secuencia de episodios de especiación
que ha sido identificada en el registro fósil, su contexto biológico y ecológico y,
por supuesto, los rasgos más salientes de su anatomía y, a un nivel más especula-
tivo, de su conducta y cognición. El estudio de la filogenia de las distintas espe-
cies de homínidos ha producido algunos de los debates más agrios en paleontolo-
gía humana sobre cuándo, dónde y cómo evolucionó la especie humana moderna.
La segunda estrategia consiste en analizar el conjunto de características que dis-
tinguen a la especie humana del resto, incluido su pariente vivo más cercano, el
chimpancé. En este capítulo nos centramos en la comparación de los genomas y
los fenomas de estas dos especies, excluyendo los rasgos fenotípicos que tienen
que ver con el comportamiento y la cognición (que se abordan en el capítulo 4 del
volumen II). Lo que observamos es que, incluso a esos niveles, las diferencias son
cualitativamente impresionantes. Finalmente, el capítulo 6 concluye con una bre-
ve descripción de la biogeografía de la especie humana actual, es decir, de la dis-
tribución geográfica de diversos atributos genéticos, fisiológicos y morfológicos,
que ilustra la manera en la que la selección natural y otros agentes del cambio
evolutivo han actuado en el pasado y siguen haciéndolo en el presente en el pro-
ceso de generar adaptaciones inevitablemente imperfectas. El aprovechamiento
oportunista de las adaptaciones que uno ya posee para construir un nicho ecológi-
co menos hostil y para asumir un mayor protagonismo en el curso de su propia
evolución es un principio general que nuestra especie ilustra con especial elo-
cuencia y que se retoma en el capítulo 9.
Si la mente humana encuentra difícil comprender cómo es posible que un or-
ganismo tan complejo como el ser humano (o la ballena boreal) pueda haber evo-
lucionado en tan solo 3.500 millones de años de evolución biológica, a partir de
ancestros unicelulares y microscópicos, no menos difícil resulta entender cómo es
posible que la versión de un humano recién nacido se desarrolle en tan solo nueve
meses, a partir de una única y diminuta célula diploide. El viaje que recorre cual-
quier ser vivo desde su concepción hasta su muerte es fascinante y tremendamen-
20
Prólogo
te complejo. Los factores que moldean todas sus características durante su trayec-
toria vital son múltiples y se encuentran en continua interacción. Hasta hace pocas
décadas, los factores genéticos se consideraron los directores del desarrollo y de
la herencia. De hecho, en muchas ocasiones, el estudio del desarrollo se reducía al
estudio de la herencia y esta se reducía solo a la herencia genética. Recientemen-
te, sin embargo, la acumulación de datos empíricos sobre la interacción entre el
ambiente y el organismo durante su desarrollo prenatal y postnatal y la puesta a
punto de marcos teóricos más sofisticados han revolucionado nuestra visión de lo
que ocurre durante el desarrollo y de los procesos que explican las diferentes for-
mas de herencia. Los tres capítulos que conforman el último bloque temático
sobre “Desarrollo y herencia” de este volumen representan un intento de recoger
buena parte de los avances logrados en este ámbito tan fundamental para la biolo-
gía (evolutiva y del desarrollo) en general y para la biología de la conducta en
particular.
El capítulo 7 introduce diversos paradigmas y conceptos fundamentales pa-
ra abordar el estudio del desarrollo. En parte por razones bien distintas, los
avances tan espectaculares que se han producido recientemente en biología del
desarrollo y la evaluación de sus implicaciones para un análisis más certero de
la ontogenia de cualquier atributo biológicamente relevante se están incorpo-
rando con mucha lentitud a las enseñanzas de psicobiología y de biología del
comportamiento. En este campo abundan los mitos sobre la relación entre los
genes, el cerebro y la conducta, en unos casos, y sobre la relación entre el orga-
nismo y su ambiente, en otros, que es necesario desterrar. Ese es precisamente
el primer objetivo de este capítulo, identificar muchos de esos mitos y explicar
por qué deben ser abandonados. El segundo objetivo del capítulo consiste en
mostrar lo que nos enseña el estudio integrado de la ecología, de la evolución y
del desarrollo, lo que se conoce como EcoEvoDevo. Este campo interdisciplinar
de reciente creación proporciona explicaciones mucho más enriquecedoras de la
coevolución del ambiente y de los organismos que lo construyen, en el curso de
la historia individual (desarrollo) y en el de la historia del linaje (evolución).
Una buena ilustración del plus añadido por la contextualización ecológica del
desarrollo y de la evolución es la teoría sobre la evolución de las trayectorias de
vida. En efecto, muchas de las diferencias entre especies en diversas constela-
ciones de rasgos fenotípicos de todo tipo, morfológicos, fisiológicos, conduc-
tuales y psicológicos, cobran un nuevo sentido cuando se examinan a la luz de
esta teoría que enfatiza el papel del ambiente ecológico sobre la evolución de
patrones de desarrollo correlacionados. El tercer y último objetivo del capítulo
es introducir el esquema que se ha propuesto recientemente para conceptualizar
la herencia; se trata de un sistema conceptual renovado que abandona la visión
de que el único modo de herencia significativo es el que se basa en el modelo
clásico de herencia genética mendeliana.
21
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
El rechazo del mito que trata al organismo como un agente pasivo a merced
de los genes y del ambiente y la reivindicación de un estatus similar en la cadena
de causalidad para estos tres agentes exigen una revisión algo más detenida de los
nuevos descubrimientos sobre la naturaleza del genoma (tanto de los genes, como
de las regiones del ADN no codificador), de su relación con el fenotipo (el orga-
nismo) y de su sensibilidad a los efectos del ambiente. La información presentada
en este capítulo nos enseña varias lecciones muy importantes y sin duda contro-
vertidas acerca del genoma y su estatus en el desarrollo.
En primer lugar, que el genoma no es lo rígido e insensible a información
ambiental que nos habían contado. En segundo lugar, que gran parte de la activi-
dad y de la identidad cambiante del genoma se debe tanto a propiedades de la
propia arquitectura del genoma (p. ej., la función de los diferentes tipos de ele-
mentos genéticos móviles), como a la acción de factores epigenéticos y ambienta-
les. En tercer lugar, que la evolución o remodelación del genoma ha sido fruto de
alteraciones (innovaciones) que, lejos de ser tratadas como anomalías, han sido
favorecidas por selección positiva. En algunos casos, los cambios en la secuencia
de bases del ADN han sido relativamente autónomos (p. ej., causados por inser-
ciones, retrotransposiciones, deleciones, inversiones, translocaciones y transposi-
ciones), pero en otros, los cambios se han debido a la incorporación de genes de
otras especies a través del mecanismo de transferencia genética lateral, que es
mucho más importante de lo que se pensaba. Por último, que la complejidad es-
tructural y funcional de un organismo está más relacionada con el tamaño relativo
del ADN no codificador, que actúa como un mecanismo de regulación de la acti-
vidad del ADN codificador, que con el tamaño de este último.
Por otro lado, el capítulo también se hace eco del cambio sustancial que se ha
producido en la visión de la relación entre el genotipo y el fenotipo debido en
parte a que la concepción clásica del gen ha cambiado mucho en los más de cien
años que han transcurrido desde que este se definiera por primera vez, en parte a
la complejidad de la forma en la que opera el propio sistema genético (p. ej., la
epistasis y la pleiotropía) y en parte al descubrimiento del epigenoma y de su
función en la regulación de la actividad de los genes. Este innegable protagonis-
mo de la epigenética en la regulación de la actividad del genoma es tan importan-
te que llama poderosamente la atención el tratamiento relativamente colateral que
suele recibir en los libros que reducen el desarrollo a la genética. En este libro, en
cambio, los mecanismos epigenéticos se describen con cierto detalle, especial-
mente la metilación del ADN y la modificación de las histonas, la impronta ge-
nómica y la inactivación del cromosoma X, destacándose su papel en la génesis
de variación y sus implicaciones en el cambio evolutivo. Por último, este capítulo
presenta también una breve revisión del efecto de diversos factores ambientales
como inductores de la plasticidad del fenotipo. En realidad, la plasticidad es un
arma de doble filo. Por una parte hace posible que los factores ambientales mol-
22
Prólogo
deen y construyan fenotipos mejor adaptados a las demandas de sus nichos, pero
por otra abre la puerta a la emergencia de fenotipos patológicos cuando los facto-
res ambientales actúan como agentes teratógenos que empujan al organismo fuera
de los límites de variación de la ruta normal de desarrollo.
El concepto original de herencia es amplio ya que únicamente implica trans-
misión de información entre generaciones, y no estipula que dicha transferencia
deba limitarse solo a la que utiliza los genes como vehículo. Sin embargo, el mo-
delo de herencia que la teoría sintética de la evolución adoptó fue el de la heren-
cia genética mendeliana, que solo contempla el paso de información intergenera-
cional que tiene lugar a través de la secuencia de ADN que los hijos heredan de
sus progenitores. En el capítulo 9, sin embargo, lo que describimos es el modelo
de herencia inclusiva o ampliada, que reconoce hasta cinco rutas diferentes de
transmisión de información –la genética, la epigenética, la ecológica, la cultural y
la que tiene lugar a través de los efectos parentales–, y que contempla hasta tres
modos distintos en los que se puede producir el flujo de información, vertical-
mente (de padres a hijos), oblicuamente (de adultos a individuos de la siguiente
generación) y horizontalmente (entre miembros de la misma generación). Aunque
podríamos pensar que la ruta de transmisión genética es relativamente sencilla en
el sentido de que se limita a una transferencia fiel de alelos de padres y madres a
hijos, lo cierto es que la realidad es bien distinta. En efecto, las violaciones de las
leyes de Mendel son importantes y no se consideran anomalías excepcionales.
Como ya habíamos anticipado en el capítulo anterior, la arquitectura del genoma
nuclear y mitocondrial y el propio funcionamiento intrínseco del sistema genético
durante la división celular meiótica propician la génesis de niveles muy elevados
de variación genética entre los descendientes y, por tanto, de incertidumbre acerca
de la composición genética de la población reproductiva de la siguiente genera-
ción. Los descubrimientos de los últimos años en lo que se conoce como la era
postgenómica han cuestionado muchos de los supuestos y conclusiones de la ge-
nética convencional. La visión tradicional de la concordancia entre el genotipo y
el fenotipo ha sido profundamente revisada por el paradigma emergente, que está
cambiando sustancialmente algunas de nuestras percepciones más arraigadas so-
bre la naturaleza del genotipo y su relación con el fenotipo. Una de las conclusio-
nes más significativas de la neogenética, como algunos denominan a este para-
digma, es que el genoma nuclear y mitocondrial que recibe un individuo en el
momento de la concepción no es ni inmutable a lo largo de toda su vida, ni idénti-
co en todas sus células. El mosaicismo observado es causado por la actividad del
genoma que en parte responde a señales del epigenoma y del ambiente. Un ejem-
plo paradigmático de este nuevo escenario es el efecto inmediato e intergenera-
cional que la conducta de la madre (ambiente social) tiene sobre los patrones de
metilación del epigenoma de sus crías, que son responsables de la activación o
desactivación de genes (genoma) implicados en la síntesis de receptores clave en
23
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
24
Prólogo
25
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
26
1
Concepto de psicobiología
27
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
28
Concepto de psicobiología
mente se podrían deducir de las que poseen las unidades (o subsistemas) de los que
cada uno de ellos está constituido. De igual modo, la consecuencia de que los sis-
temas que se identifican en cada nivel de organización estén organizados jerárqui-
camente es que las interacciones entre sistemas de distinto nivel (interacciones ver-
ticales) presentan algunas singularidades añadidas. La actividad de las unidades
elementales tiene efecto sobre la actividad de las unidades superiores que las con-
tienen, sin embargo, aquellas están al servicio de estas. Son las unidades superiores
las que controlan, configuran y coordinan la organización y actividad de las unida-
des elementales. Como veremos más adelante, esta propiedad es fundamental para
la caracterización de las diferentes biologías y nada tiene que ver con la postura,
aceptada por los biólogos de cualquier orientación, de que el análisis es una herra-
mienta necesaria para generar avances en el conocimiento biológico. Sin embargo,
no hay que confundir el análisis, es decir, la disección de una totalidad en sus partes
componentes, con las explicaciones reduccionistas que reducen la explicación del
funcionamiento del todo a la mera suma de las explicaciones de sus partes. Los
resultados de un análisis y su interpretación deben tener en cuenta las propiedades
emergentes y no lineales que surgen cuando distintas unidades elementales interac-
túan en la totalidad agregada de la que forman parte.
29
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Sostiene que los seres vivos están diseñados de manera óptima para maximizar su
eficacia biológica, es decir, los imperativos de sobrevivir y reproducirse. Dicho de
otro modo, el estudio de las características de diseño de un organismo, cualquiera
que fuese el nivel de organización que estuviéramos considerando, desde las molé-
culas hasta los órganos, sistemas de órganos y el organismo completo, debería reve-
lar, siempre que el principio fuera correcto, la existencia de una tendencia hacia las
configuraciones funcionalmente más eficientes. De alguna manera, el principio asu-
30
Concepto de psicobiología
31
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
nen de relieve cada vez que los organismos “toman decisiones” acerca de qué
hacer entre varias opciones posibles pero antagónicas. Y los organismos están
permanentemente tomando decisiones (!).
32
Concepto de psicobiología
Una propiedad básica de lo que define una entidad como sistema animado (no
inerte) es que su actividad (y su reproducción) requieren el uso y procesamiento
de energía disponible en el ambiente. En otras palabras, si los recursos energéti-
33
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
cos de los que dependen los organismos no son ilimitados, que es siempre el caso,
estos están condenados a competir por ellos y, por tanto, a actuar sobre otros co-
mo “agentes” de selección natural. Un buen ejemplo ilustrativo de este escenario
es la competición que se produce entre los árboles y otras plantas del bosque por
la luz, un factor abiótico crítico para su eficacia biológica. Los mejor adaptados
de cada generación en la lucha por el acceso a los limitados recursos vitales serán
los que transmitirán sus características a la siguiente. Este escenario de conflicto
de intereses entre las partes implicadas se exacerbó aún más cuando evoluciona-
ron los diseños en los que la eficacia biológica de los individuos quedó íntima-
mente ligada a sus capacidades para “consumir” o “alimentarse” de otras entida-
des del ambiente biótico: surgió una interdependencia dramática e inexorable. La
heterotrofia fue sin duda el primer paso, puesto que ello implica que la vida de
uno (el depredador, el parásito) depende de su habilidad para quitársela (o en el
mejor de los casos para explotar) a otro (la presa, el hospedador). En este contexto
surge el concepto de “carrera de armamentos” (arms race), que evoca la situación
en la que han quedado atrapados los protagonistas de este drama, la vida de los
depredadores depende de sus habilidades para capturar a sus presas y la vida de
estas depende de sus capacidades para hacer fracasar a los que necesitan alimen-
tarse de ellas. En este escenario se produce un proceso de coevolución en el que
cada parte intenta ir por delante de la otra, es decir, hacer fracasar las contramedi-
das de la otra y neutralizar así su eficacia. El otro hito evolutivo que hizo a los
organismos esclavos de su dependencia de los demás –y, por tanto, los condenó a
coevolucionar en respuesta a conflictos de intereses– fue cualquiera de los modos
de vida en los que reproducirse o sobrevivir depende de otros organismos de la
propia especie. Así, la evolución de la sexualidad (frente a la asexualidad), de la
parentalidad (frente a la ausencia de cuidado parental) y de la socialidad (frente a
la asocialidad) produjo conflictos de intereses entre las partes y la consiguiente
presión que da lugar a procesos de coevolución en los que cada parte (machos
frente a hembras, progenitores frente a descendientes y “socios” en una díada de
amigos, aliados o simplemente compañeros de un grupo) intenta maximizar sus
intereses a costa o en detrimento de los de la otra parte.
1.1.8. Adaptación
Este término tiene varios significados, además del más obvio y coloquial de
rasgo que sirve para algo útil. El más sencillo y el menos técnico plantea que
una adaptación es cualquier atributo que contribuye a incrementar la eficacia
biológica del individuo que lo posea; es decir, es un atributo beneficioso para su
eficacia biológica. Una segunda definición añade a la anterior el criterio de que
para que un atributo se considere una adaptación se deben encontrar indicios de
34
Concepto de psicobiología
que sus características, incluso aunque lo posean muchos individuos (o todos los
que conforman una especie), deben ser variables dentro de la población. Esta
segunda definición permite investigar si el atributo en cuestión es susceptible de
evolucionar por selección natural, porque solo los rasgos que son variables pue-
den ser seleccionados. Por último, la definición más estricta de adaptación es la
que no solo requiere que el atributo sea biológicamente beneficioso y variable
dentro de una población, sino que, además, debe haber sido esculpido por selec-
ción natural. Esta última definición incorpora un criterio histórico acerca del
origen del rasgo.
35
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
36
Concepto de psicobiología
37
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
38
Concepto de psicobiología
que apuntábamos hace un momento, cuando sus teorías se consideran una versión
aún inmadura de las que puede proporcionar la física (reduccionismo teórico) y
cuando los fenómenos que investiga se pueden (y deben) interpretar en los térmi-
nos que plantean las explicaciones de la física o la química (reduccionismo expli-
cativo). Frente a esta concepción provincialista de la biología, más extendida en-
tre biólogos especializados en los niveles molecular y celular, se ha postulado y
defendido un estatus autonomista para la biología. La biología autonomista sos-
tiene que aunque a nivel molecular los seres vivos funcionan con arreglo a proce-
sos similares a los que se observan entre los sistemas del mundo inanimado (re-
duccionismo constitutivo), las explicaciones de muchos procesos que ocurren en
niveles de organización superiores no son reducibles a las que postula la física o
la química. No solo eso, las explicaciones moleculares de los procesos superiores
pueden resultar inadecuados (porque simplifican e incluso desvirtúan el sistema
que pretenden explicar) e irrelevantes (porque no aportan respuestas útiles para
entender el fenómeno en cuestión). Por último, la biología autonomista postula
que, en un ser vivo, las relaciones causales verticales deben concebirse como
descendentes y recíprocas, en lugar de simplemente ascendentes (Noble, 2006).
Así, aunque los procesos de orden superior –por ejemplo, la conducta– no son
ajenos a los de orden inferior –por ejemplo, las hormonas–, sin embargo la rela-
ción entre ambos procesos es recíproca y las características de los más elementa-
les han evolucionado al servicio de un diseño que maximiza la eficacia biológica
(supervivencia y reproducción) del organismo completo y no de sus átomos o de
sus moléculas.
39
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
40
Concepto de psicobiología
n al
Niveles de organización
cio
o bla Nivel
gí ap
o lo ica SUPRA-
i m ORGANÍSMICO
B
anís Nivel
a org ORGANÍSMICO
l o gí
Bio r
c ula
ole
ym
ar
lul Nivel
ce
lo gía INFRA-
Bio ORGANÍSMICO
No cabe ninguna duda de que todas son importantes, aunque solo sea porque
todas ellas abordan problemas complementarios del máximo interés (Scheiner,
2010; Sadava et al., 2011); no obstante, una diferencia notable entre ellas que es
muy pertinente para la articulación del concepto de psicobiología que vamos a
proponer más adelante es que mientras que los biólogos moleculares y celulares
41
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
42
Concepto de psicobiología
Figura 1.4. Relaciones causales promovidas de forma prioritaria por las posturas
reduccionistas y organicistas que definen las biologías provincialista
y autonomista, respectivamente.
43
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
44
Concepto de psicobiología
45
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
El Cuadro 1.2 recoge las principales señas de identidad de las dos concepcio-
nes de psicobiología mencionadas, la amplia (broad sense) y la restringida (na-
rrow sense). Los términos y la correspondiente clasificación dicotómica fueron
originalmente utilizados por Dewsbury (1991) y Colmenares ha continuado ela-
borando sus características (Colmenares, 1996a, 2009a). El análisis que se presen-
ta aquí compara las dos concepciones en función de siete dimensiones: (1) los
niveles de organización abordados; (2) la postura con respecto al reduccionismo;
(3) el tipo de relaciones causales que se plantean, tanto en relación con los niveles
de organización, como con la relación temporal entre las variables causa y las
variables efecto; (4) la concepción de la relación entre el organismo y su ambien-
te; (5) la concepción del desarrollo, en relación con la herencia, la relación entre
el desarrollo y la evolución (EvoDevo) y la postura adoptada con respecto a la
epigénesis; (6) la perspectiva evolutiva adoptada y, finalmente (7), la postura que
se suscribe en relación con la perspectiva comparada y la concepción de modelo.
El objetivo de la clasificación dicotómica que se describe en el Cuadro 1.2 es
46
Concepto de psicobiología
producir un retrato caricaturizado de las señas de identidad de cada una de las dos
concepciones de la psicobiología, la amplia frente a la restringida. No obstante,
hay que ser consciente de que lo más probable es que los casos puros en los que
un psicobiólogo suscriba todas y cada una de las características de cada “síndro-
me” serán muy infrecuentes. Los casos “híbridos” serán mucho más comunes.
1.3.2. Reduccionismo
Los psicobiólogos que adoptan una concepción amplia suscriben solo el reduc-
cionismo constitutivo, mientras que los que adoptan una versión restringida de
psicobiología se muestran más inclinados a suscribir las tres clases de reduccio-
nismo (apartado 1.1.10). Estas diferencias hacen que la perspectiva de los prime-
ros sea más cercana a la de la biología autonomista y que la de los segundos resul-
te más compatible con los de la biología provincialista.
Aquí hay que considerar dos tipos de relaciones causales distintos (Figura 1.4).
En primer lugar, la relación causa-efecto entre variables ubicadas en distintos
niveles de organización. La visión amplia de psicobiología tendería a proponer
relaciones causales verticales descendentes y recíprocas, mientras que la concep-
ción restringida de psicobiología se mostraría más inclinada por la identificación
de relaciones causales verticales ascendentes, que son más propias de la postura
reduccionista. En segundo lugar, la relación causa-efecto según la escala temporal
que plantea la distinción entre las causas próximas y la causas últimas.
47
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Las causas próximas se denominan así porque guardan una relación temporal
relativamente cercana con sus efectos y, en cualquier caso, siempre dentro de la
historia de vida del individuo cuya conducta se pretende explicar. Por ejemplo, la
conducta agresiva de un individuo en un determinado instante puede explicarse
como respuesta a la presencia de un rival y a niveles elevados de testosterona o
48
Concepto de psicobiología
49
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
En este apartado hay que examinar tres aspectos muy importantes: la herencia (la
transmisión de información entre individuos de la misma o de distintas genera-
ciones), la relación entre el desarrollo y la evolución, y la concepción de epigéne-
sis. En cuanto a los modos de herencia, hay que señalar que la asignatura pen-
diente en la teoría darwiniana de la evolución que, según los críticos, fue mal
resuelta por los responsables de la síntesis moderna, i. e., la transmisión de la
información entre generaciones, ha sido objeto de renovado interés en las últimas
décadas. De la herencia genética y el dogma clásico de la biología que blinda los
50
Concepto de psicobiología
51
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
samente ese dualismo y las dicotomías que han surgido en torno a ellas (Mameli
y Bateson, 2006). En este contexto, destaca la propuesta de Gottlieb (1992), que
distingue entre la epigénesis predeterminada frente a la epigénesis probabilista,
o el paradigma de los sistemas de desarrollo (developmental systems theory,
DST) de Oyama y colegas (Oyama, 2000). En el primer caso, la concepción de
que el desarrollo del comportamiento está bajo el control de los genes y del
sistema nervioso (i. e., epigénesis predeterminada) se sustituye por otra en la
que no hay líderes ni seguidores, sino que los tres elementos se consideran
agentes activos y corresponsables de orquestar el desarrollo (i. e., epigénesis
probabilista). Según la concepción de la epigénesis probabilista, el desarrollo es
el resultado de coacciones horizontales y verticales entre procesos que tienen
lugar en el mismo nivel y en distintos niveles, respectivamente (véase el capítu-
lo 7). En cuanto a la DST, lo que se enfatiza es el carácter recíproco y construc-
tivo de la relación entre el organismo y su ambiente a lo largo del desarrollo.
Esta visión rechaza las metáforas del desarrollo que invocan programas (como
el genético) y reivindica una visión constructivista y emergentista del mismo,
según la cual, la información no está preformada y contenida en ningún lugar ni,
por tanto, se va expresando a medida que se avanza en el desarrollo. ¡La infor-
mación se construye, no se lee!
52
Concepto de psicobiología
53
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
54
Concepto de psicobiología
55
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
56
Concepto de psicobiología
1.4.4. Neuropsicología
57
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
1.4.5. Psicofisiología
1.4.6. Psicofarmacología
Esta disciplina estudia el efecto de los fármacos sobre el sistema nervioso central
en general y, en consecuencia, sobre la conducta. Aunque muchos de sus esfuer-
zos están dirigidos hacia objetivos relacionados con el conocimiento básico, la
psicofarmacología tiene una vertiente aplicada tremendamente importante, ya que
contribuye decisivamente al descubrimiento de fármacos que pueden ser incorpo-
rados al tratamiento de trastornos mentales (Stahl, 2013). Como cabría esperar,
teniendo en cuenta sus intereses y los niveles de organización abordados, su apro-
ximación encaja sin dificultad en la concepción restringida de psicobiología.
Aunque algunos la incorporan como disciplina dentro de esta área que hemos
denominado psicobiología, el estatus de la neurociencia conductual y cognitiva se
valora como una disciplina o incluso como un área autónoma (Carlson, 2013b;
Redolar, 2014; Enríquez, 2014). En principio, cualquiera de las ciencias del cere-
bro, o neurociencias, que investigue la conducta y los procesos cognitivos podría
formar parte de esta macrodisciplina. Algunos autores enfatizan la utilización de
las técnicas de neuroimagen funcional como una de sus señas de identidad más
características. En cuanto a la distinción referida a la variable dependiente, con-
ductual o cognitiva, la clave reside en si lo que se estudia es una variable conduc-
tual observable que realiza un sujeto de forma espontánea en un contexto relati-
vamente natural, por ejemplo, el comportamiento sexual o social, o si la variable
58
Concepto de psicobiología
59
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Figura 1.6. Los intereses de la psicobiología convergen con los de las otras
disciplinas de la psicología. Sin duda, la naturaleza de la interacción y la
contribución potencial que pueda hacer dependerá mucho de cuál sea la
concepción de psicobiología que se adopte en esa aproximación interdisciplinar.
60
Concepto de psicobiología
Para bien y para mal, las relaciones interpersonales son una parte fundamental de
nuestra existencia. En una especie social como la nuestra (y tantas otras), lo espe-
rable es que la selección natural haya promovido la evolución de mecanismos fi-
siológicos, conductuales y psicológicos específicamente diseñados para gestionar
adecuadamente las redes sociales que formamos, que mantenemos y que disolve-
mos a lo largo de nuestra trayectoria de vida y que resultan funcionales en ámbitos
tan diversos como son el de la familia, la escuela, el trabajo, las amistades o la
pareja. La panoplia de temas abordados por los psicólogos sociales incluye, entre
otros, el estudio de las coaliciones y alianzas, de la amistad, de las relaciones de
61
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
62
Concepto de psicobiología
Las últimas décadas han producido mucha información sobre la relación existente
entre el estilo de vida de un individuo, en muchos casos un reflejo de su personali-
dad, y su eficacia biológica. No olvidemos que esta se define en función de dos
componentes, el éxito reproductivo y la capacidad de supervivencia. En realidad, la
supervivencia no tiene que ver solo con la longevidad, sino también con la calidad
de vida o salud que el individuo muestre mientras está con vida. La salud compren-
de dos dimensiones que al menos en la especie humana deben tenerse muy en cuen-
ta, la salud física y la salud mental. La medicina tradicional no presta atención a las
causas últimas y si cruza los niveles de análisis, como en el caso de la psiquiatría, la
noción de relación causal recíproca no adquiere un estatus particularmente notorio.
Como ocurre con el resto de las psicologías, la psicobiología también puede hacer
aportaciones importantes en esta área. Una de esas aportaciones tiene que ver efec-
tivamente con las relaciones recíprocas entre variables ubicadas en diferentes nive-
les de análisis. Por ejemplo, nuestra esperanza de vida, nuestro bienestar psicológi-
co y nuestra calidad de vida pueden depender significativamente del estilo de vida
que hayamos adoptado (Friedman, 2008; Friedman y Kern, 2014). Por estilo de
vida se entiende el conjunto de hábitos alimentarios, de ejercicio, de sueño, de so-
cialización, de ocio, etc., que tenemos y que se ha demostrado que inciden sobre
diversos indicadores de la salud física y psicológica. Por supuesto, el estilo de vida
de un individuo con frecuencia refleja decisiones realizadas en condiciones que
escapan a su control, o basadas en el desconocimiento de sus consecuencias. La
mera actividad mental, incluso en ausencia de su expresión conductual, tiene un
efecto igualmente importante sobre el estado psicológico y el perfil fisiológico del
individuo. Esta relación causal vertical-descendente es de gran importancia y desde
luego es enfatizada desde la psicobiología (véase volumen II, capítulo 1).
Un principio constatado tanto en la especie humana como en otras especies
sociales es que las relaciones sociales y las redes de amistad tienen un efecto dual
sobre la salud física y mental. En efecto, las relaciones sociales ayudan a amorti-
guar el impacto de acontecimientos estresantes diversos y, por tanto, contribuyen
a elevar la calidad de vida del individuo, pero al mismo tiempo constituyen una
fuente importante de estrés con los efectos inmunosupresores que ello provoca,
especialmente si la activación de la respuesta de estrés se hace crónica (Cohen,
2004; Kiecolt et al., 2010; Roach et al., 2009; Segestrom, 2008; Silk et al., 2009).
En cuanto a la inclusión del estudio de las causas últimas, hay que señalar que el
pensamiento evolucionista está teniendo por fin un importante eco dentro de la me-
dicina, de la psiquiatría y de la psicología de la salud (p. ej., Brüne, 2008; Gluckman
et al., 2009; Nesse y Williams, 1994; Schaller, 2011; Segerstrom y O’Connor, 2012;
Stearn, 2012). La perspectiva evolucionista contribuye a revisar y a enriquecer con-
cepciones tradicionales, pero incompletas, acerca de la salud y la enfermedad. Las
63
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
64
Concepto de psicobiología
65
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Actividades de autoevaluación
66
2
Método y técnicas
de la psicobiología
67
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Figura 2.1. Resumen de los pasos que comprende la aplicación del método
científico en las ciencias del comportamiento.
68
Método y técnicas de la psicobiología
69
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
cos, como la luz o la temperatura, o bióticos, como otros seres vivos de la misma
o de otra especie. En cuanto a los estímulos internos, estos pueden ser señales
fisiológicas de diversa naturaleza o procesos psicológicos, como emociones o
creencias. Por ejemplo, las mujeres con niveles elevados de testosterona se mues-
tran más generosas en sus ofertas en el juego del dictador que las mujeres que
solo han recibido placebo. Sin embargo, las mujeres del grupo control que creen
haber sido asignadas al grupo experimental que recibe el tratamiento con testoste-
rona realizan ofertas más tacañas. Es decir, la creencia popular de que la testoste-
rona debe tener un efecto negativo sobre la actitud altruista hace que el sujeto se
comporte según dicha creencia, aunque su estado fisiológico real no se corres-
ponda con el que el sujeto cree erróneamente tener (Eisenegger et al., 2010).
70
Método y técnicas de la psicobiología
tual en un instante determinado. En todos los casos, el efecto debe ser medible en
términos de cualquiera de los dos componentes de la eficacia biológica (la super-
vivencia y la reproducción). Por ejemplo, experimentar la emoción de rechazo
ante un estímulo o señal indicativo de la presencia de un patógeno puede ser
adaptativo porque es probable que tal emoción active respuestas conductuales de
evitación que reduzcan el riesgo de contraer una enfermedad (Schaller, 2011). De
igual modo, se ha constatado que muchas conductas sociales tienen un efecto
positivo sobre el bienestar psicológico y la salud física de los individuos (Dunbar,
2010); los etólogos se refieren a ellas como adaptaciones, es decir, conductas con
valor adaptativo ya que contribuyen a maximizar la eficacia biológica del indivi-
duo. Recientemente ha habido un debate sobre cuál es la mejor manera de definir
este tercer porqué de la ciencia del comportamiento (Nesse, 2013; Bateson y La-
land, 2013a); aquí hemos adoptado la definición de Bateson y Laland (2013b),
que enfatiza el valor funcional de la conducta en el presente.
El estudio del desarrollo u ontogenia del comportamiento (o proceso psicoló-
gico) implica buscar respuesta a la pregunta de cuándo se origina la conducta en
cuestión y qué patrón de desarrollo es probable que muestre durante la historia de
vida del individuo. También investiga de qué modo la historia individual de re-
fuerzos positivos y negativos configura el patrón de comportamiento, la persona-
lidad y el temperamento del individuo. Muchas conductas muestran estabilidad
temporal. Por ejemplo, los individuos que han estado expuestos a condiciones de
crianza adversas (p. ej., maltrato o abuso) es probable que presenten disfunciones
fisiológicas y psicológicas que les distingan durante el resto de sus vidas de otros
compañeros que se hayan criado en un ambiente prenatal favorable; estas disfun-
ciones pueden incluso persistir a lo largo de varias generaciones (Belsky et al.,
1991; Maestripieri et al., 2006).
Por último, el estudio de la evolución o filogenia del comportamiento (o pro-
ceso psicológico) implica dar respuesta a la pregunta de cuándo se originó el
comportamiento actual en la historia de la especie, qué secuencia evolutiva reco-
rrió hasta el momento actual y qué consecuencias evolutivas puede tener sobre
generaciones posteriores. Los psicólogos evolucionistas opinan, por ejemplo, que
muchos de los procesos psicológicos que controlan nuestra conducta en realidad
evolucionaron hace millones de años en un ambiente ancestral muy distinto del
que habita el hombre actual (Barrett et al., 2002). Este desajuste se habría exacer-
bado en los últimos cien años, aproximadamente, debido al impacto que la cultura
ha tenido sobre los cambios experimentados por el ambiente creado por el hom-
bre. En ese sentido, lo que observamos en la actualidad podría contemplarse como
la expresión de una psicología ancestral que en muchos casos puede producir
comportamientos maladaptativos.
Como ya sabemos (véase el capítulo 1), los dos primeros porqués se agrupan
en la categoría de causas próximas (o cuestiones cómo) y los otros dos porqués en
71
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
la de las causas últimas (cuestiones por qué). No obstante, algunos autores han
cuestionado la conveniencia de seguir utilizando esta dicotomía (Laland et al.,
2011, 2013a, 2013b; Hochman, 2013).
72
Método y técnicas de la psicobiología
73
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
74
Método y técnicas de la psicobiología
Por último, una seña de identidad general que es diagnóstica de una u otra
metodología es el control; control sobre las condiciones de estudio, control sobre
la muestra de sujetos y de conductas y control, finalmente, sobre las variables
(medidas) del estudio (Riba, 1993). La simplificación (e inevitable distorsión) del
sistema de estudio que a menudo comporta la investigación experimental maxi-
miza propiedades como la fiabilidad de las mediciones, sin embargo, a costa de su
validez ecológica. Lo mismo ocurre con la aleatorización de las muestras de es-
tudio; se trata de una decisión que hace posible generalizar o extrapolar las con-
clusiones alcanzadas en la muestra a la población general, asumiendo, por supues-
to, que esta se encuentre bajo las mismas condiciones controladas que la muestra
(un supuesto poco razonable desde el punto de vista de su validez ecológica). En
los estudios observacionales no se aleatoriza la asignación de los sujetos a las
diferentes condiciones; en su lugar, los que adoptan metodologías observacionales
recurren a la aplicación de criterios de selección en sus decisiones de muestreo
(de conductas o de sujetos) que minimizan las consecuencias negativas de la falta
de aleatorización, aunque no las eliminan del todo. Por último, por definición, los
estudios observacionales no manipulan las variables independientes (las que se
perciben como causas), solo esperan de forma pasiva, literalmente, que la varia-
ción en las variables presuntamente predictoras surja de forma espontánea. En los
estudios experimentales, en cambio, el investigador interviene y manipula riguro-
samente las variables relevantes y haciéndolo provoca de forma activa los efectos
que permiten establecer las relaciones causa-efecto que se están investigando.
75
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
76
Método y técnicas de la psicobiología
2.2.2. Antropomorfismo
77
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
78
Método y técnicas de la psicobiología
treo: el muestreo ad libitum, el muestreo focal (de uno o varios sujetos), el mues-
treo de comportamiento y el muestreo de barrido.
En el muestreo ad libitum, el observador “muestrea” todo lo que le parece re-
levante en un determinado espacio de tiempo, sin sistematizar ni el comienzo, ni
la duración de la observación (el cuándo), ni tampoco qué sujetos o qué conductas
seguir (el qué). En lo que respecta a sus ventajas, esta técnica de muestreo es útil
en los comienzos de un estudio porque puede ayudar a identificar problemas que
merezcan una investigación sistemática. También es importante este método en
cualquier etapa de la investigación, porque permite captar sucesos que son infre-
cuentes pero potencialmente muy importantes. Sus inconvenientes son que, dada
la asistematicidad del procedimiento, la información que se obtiene suele ser de
tipo narrativo y no puede emplearse en análisis cuantitativos. No hay ningún cri-
terio sistemático que controle el efecto de múltiples sesgos, por ejemplo, la elec-
ción del qué y del cuándo.
En el muestreo focal, el investigador selecciona a un individuo (o alguna otra
unidad de la muestra de sujetos, p. ej., una díada) sobre el que concentrará la ob-
servación. En general, la identidad del individuo escogido como animal focal y la
duración de la sesión focal se determinan con anterioridad al comienzo de la ob-
servación. Idealmente, la selección del individuo se realiza de forma aleatoria
(para evitar sesgos) y de forma rotatoria (para que todos los individuos puedan ser
muestreados aproximadamente el mismo tiempo). En esta técnica la prioridad es
el sujeto (o los sujetos), es decir, el qué se refiere a los sujetos (no a los compor-
tamientos). La principal ventaja de esta técnica es que permite un muestreo siste-
mático de todos los comportamientos que exhibe el sujeto focal y de todas las
medidas que se pueden derivar de ellos (p. ej., la frecuencia, la duración, el orden
secuencial, la intensidad, etc.).
No obstante, el muestreo focal también tiene inconvenientes. Los dos princi-
pales son que puede ser muy cansado (lo que influye negativamente sobre la fia-
bilidad de los registros), sobre todo cuando las sesiones de observación focal son
prolongadas y cuando el número de comportamientos realizados por los indivi-
duos muestreados es elevado y ocurren con mucha rapidez, y que puede resultar
muy poco eficiente y rentable, en términos de registros de comportamiento reali-
zados, cuando la frecuencia de los comportamientos es muy baja y cuando las
sesiones de muestreo son prolongadas (en ocasiones ocurre que el sujeto focal
está completamente inactivo, mientras que los no-focales están realizando multi-
tud de comportamientos).
En el muestreo de conducta, la observación se centra en las conductas que se
hayan seleccionado para la investigación y que sean ejecutadas por cualquier
miembro de la población de estudio. Con este método de muestreo, por consi-
guiente, el catálogo de conductas objeto de estudio se restringe con el fin de poder
detectar todas sus ocurrencias. Este método también se denomina muestreo de
79
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
80
Método y técnicas de la psicobiología
Dos son los problemas más importantes de este método. En primer lugar, las me-
didas de duración, de latencia y de orden pueden presentar sesgos producidos por
la inevitable circunstancia de que las sesiones focales pueden comenzar después
de que el sujeto focal inicie la ejecución de alguna conducta, y terminar antes de
que este la concluya. Otra fuente potencial de sesgo se produce cuando el sujeto
focal desaparece de la vista del observador. Lógicamente, durante el tiempo que
dura esta ausencia (que se codifica como time out), el observador desconoce las
conductas que el sujeto focal haya podido realizar, así como la identidad de los
individuos con los que haya podido interactuar. El segundo inconveniente del
método de registro continuo es que si el repertorio de conductas que hay que re-
gistrar es muy elevado, si muchas de las conductas tienen lugar en interacciones
sociales, si estas son rápidas y complejas (p. ej., participan muchos individuos) y
si las sesiones focales son muy prolongadas, el observador puede reducir la fiabi-
lidad de sus registros a medida que avanza la sesión de observación debido al
efecto del cansancio. No obstante, si el objetivo de un estudio requiere el registro
de valores reales de los distintos tipos de medidas de la conducta, entonces la
combinación del muestreo focal y el registro continuo es la mejor opción. Ahora
bien, si los objetivos son otros (que pueden ser igualmente importantes), la elec-
ción de esta técnica de registro puede ser absolutamente innecesaria, dado el con-
siderable esfuerzo que entraña y los efectos negativos que produce sobre la fiabi-
lidad de los registros.
En el registro intermitente instantáneo o puntual, el observador recoge, du-
rante el instante mismo señalado por el “punto de muestreo”, si la conducta (o
conductas) que está siendo objeto de estudio está ocurriendo o no. Se puede
decir que el observador toma una “fotografía” de lo que ocurre durante el punto
de muestreo. Normalmente se registra también la identidad de los individuos
implicados así como la direccionalidad, en el caso de que la conducta sea direc-
cional. Como con el otro método de registro intermitente, este proporciona me-
didas del porcentaje de tiempo (en realidad del porcentaje de puntos muestrales)
que los sujetos han dedicado a la realización de una determinada conducta (o
conductas). Este método de registro intermitente es especialmente idóneo para
registrar conductas que sean rápidamente identificables y que ocupen un espacio
de tiempo relativamente largo (es decir, que sean estados; p. ej., posturas, acti-
vidades, etc.). Se trata, además, de una técnica que no exige demasiado esfuer-
zo, especialmente si los intervalos entre registros son largos y el número de
categorías registradas no es muy elevado. También tiene inconvenientes. Así, no
permite obtener información sobre la duración de los comportamientos. Ade-
más, la estimación de la frecuencia de ocurrencia puede estar muy sesgada, ex-
cepto cuando el intervalo entre registros es bajo y la duración de los comporta-
mientos es al menos equivalente a la duración de los intervalos entre registros
sucesivos.
81
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
82
Método y técnicas de la psicobiología
Son técnicas o instrumentos que se utilizan para medir o valorar procesos psico-
lógicos como la memoria, el razonamiento, el lenguaje, la empatía, la impulsivi-
dad, la teoría de la mente, la inteligencia, etc. Es importante señalar que estos
procesos no se miden directamente, lo que se mide es la respuesta conductual o
actuación (performance) de los sujetos en tareas experimentales especialmente
diseñadas para detectar la activación de los procesos de interés. En este caso, la
conducta observable se utiliza únicamente como un chivato o indicador de la acti-
vidad del proceso. El número de tareas y de escalas disponibles para evaluar los
distintos procesos psicológicos y constructos de interés para el profesional de
cualquiera de las múltiples disciplinas de la psicobiología es realmente muy ele-
vado. Ejemplos de muchos de ellos se presentarán en los capítulos correspondien-
tes de este manual (véase el volumen II).
83
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Las técnicas de manipulación del cerebro (al igual que las de registro que se men-
cionarán más adelante) tienen como objetivo identificar las áreas cerebrales rela-
cionadas con la ejecución de distintos comportamientos (observables) o con la
operación de distintos procesos cognitivos (inobservables) que se infieren a partir
de la valoración de la conducta del sujeto en tareas y pruebas psicológicas especí-
ficas. En este apartado se mencionan las principales técnicas utilizadas en la in-
vestigación del sistema nervioso que implican la utilización de procedimientos
invasivos, ya sea para lesionar (o extirpar) o para estimular áreas cerebrales de
dimensiones variables. Como ya hemos advertido, nuestro tratamiento de las téc-
nicas de investigación del cerebro y de otros sistemas fisiológicos será muy super-
ficial porque hay excelentes manuales que las analizan con detenimiento (Ward,
2010, 2012; García-Moreno, 2014; Redolar, 2014; Enríquez, 2014) y porque nos
apartaría de los objetivos de este libro.
Existen diversos métodos para producir una lesión de la región del encéfalo de inte-
rés. Uno de los métodos consiste en hacer pasar una corriente de radiofrecuencia a
través de los extremos de un electrodo de acero inoxidable que ha sido implantado
previamente en la región cerebral diana y que destruye las células cercanas a la
punta del electrodo debido a la elevada temperatura. Un segundo método, más se-
lectivo y fino que el de las lesiones por radiofrecuencia, consiste en inyectar a tra-
vés de una cánula una sustancia química tóxica (una neurotoxina), por ejemplo, el
ácido caínico, el ácido iboténico o la 6-hidroxidopamina (6-HD). En todos los casos
se trata de lesiones químicas selectivas porque solo afectan a neuronas que liberan
neurotransmisores específicos (p. ej., las neuronas catecolaminérgicas en el caso de
la 6-HD). Un tercer método, denominado bloqueo criogénico, consiste en bombear
un refrigerante por medio de una criosonda. Esta es una técnica de lesión reversible
ya que no produce daños estructurales; cuando el tejido enfriado recupera su tempe-
ratura normal, las neuronas recuperan también los niveles de actividad anteriores a
la lesión. Como es lógico, el efecto conductual de estos tratamientos experimentales
que implican la lesión de alguna región cerebral se compara con el efecto conduc-
tual de tratamientos de control adecuados.
Para establecer la localización precisa de la zona que ha sido lesionada se pro-
cede al empleo de métodos histológicos. Una vez que el animal ha sido sacrificado,
se secciona y tiñe el tejido cerebral lesionado y se observan los cortes al microsco-
pio. Los detalles de lo que se puede visualizar dependen del tipo de microscopio
utilizado (p. ej., electrónico de transmisión, electrónico de barrido o confocal con
84
Método y técnicas de la psicobiología
85
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
86
Método y técnicas de la psicobiología
87
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
2.6.1. Comportamentales
Entre las pruebas estándar que se realizan para medir comportamiento bajo condi-
ciones estrictas de laboratorio se encuentran la prueba de campo abierto, que
mide el nivel de ansiedad del sujeto, el test del residente frente al intruso, que
mide la conducta agresiva, el laberinto de brazos radiales, que mide la capacidad
de orientación espacial y el laberinto de agua de Morris, también diseñado para
investigar las capacidades de orientación.
2.6.2. Fisiológicas
2.6.3. Genéticas
88
Método y técnicas de la psicobiología
89
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
en función del grado de afinidad genética y ecológica entre los individuos compara-
dos: comparaciones protoevolutivas, comparaciones filogenéticas, comparaciones
ecológicas y comparaciones microevolutivas (Figura 2.4). Hay que enfatizar el hecho
de que la puntuación de las parejas de individuos comparados en relación con las dos
dimensiones mencionadas, la genética y la ecológica, debe considerarse siempre en
términos relativos. Por ejemplo, un chimpancé y un elefante son más afines genéti-
camente que un chimpancé y una oca; sin embargo, un chimpancé y un elefante son
menos afines genéticamente que un chimpancé y un gorila.
Antes de analizar la clasificación de Timberlake como modelo heurístico que
puede ayudar a entender los tipos de cuestiones que se abordan en los estudios
comparativos, es preciso señalar que en la actualidad se dispone de métodos de
estudio y de herramientas informáticas sofisticadas para responder a preguntas
sobre la evolución de un patrón de comportamiento o de una habilidad cognitiva
apoyándose en análisis comparativos (MacLean et al., 2012). Estas metodologías
innovadoras son capaces de detectar el efecto independiente y en interacción de
múltiples factores (p. ej., filogenéticos, ecológicos, sociales, anatómicos, de la
trayectoria de vida) sobre la variable conductual o psicológica de interés, así co-
mo de reconstruir el curso temporal de su evolución (p. ej., el carácter ancestral o
moderno del rasgo) en las distintas especies.
90
Método y técnicas de la psicobiología
91
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Heyes, 2012; Shettleworth, 2010; 2012). Por último, el uso de animales modelo
para estudiar comportamientos o procesos de carácter general, comunes a muchas
especies, con independencia de su proximidad filogenética y de la similitud (o
diferencia) de sus zonas adaptativas, se ha convertido en una herramienta de gran
interés en las últimas décadas. Ejemplos paradigmáticos son la relación entre la
variación entre los sistemas de apareamiento (p. ej., monogamia frente a poligi-
nia) y sus correlatos fisiológicos (Insel, 2010; McCall y Singer, 2012), o los efec-
tos a largo plazo de la exposición temprana a condiciones adversas (Maestripieri
et al., 2006; Belsky, 2012).
92
Método y técnicas de la psicobiología
En esta última categoría se encuentran las comparaciones en las que tanto la afi-
nidad ecológica como la genética son elevadas, e incluye estudios sobre: a) los
mecanismos genéticos y epigenéticos que generan semejanzas y diferencias inter-
individuales; b) el desarrollo de estrategias alternativas dentro de una misma es-
pecie, y c) el uso de animales para la modelización de fenómenos comportamen-
tales de interés. Los datos que se han acumulado en la última década sobre el
impacto del ambiente en la génesis de variaciones comportamentales dentro de
una misma especie, e incluso de su estabilidad transgeneracional, son abrumado-
res, aunque sus implicaciones solo han comenzado a articularse recientemente
(Danchin et al., 2011). El estudio de la personalidad, de su valor adaptativo y del
papel del ambiente (Dugatkin, 2009; Wolf y Weissing, 2012) también ha genera-
do ya un importante volumen de información que pone de relieve el interés y el
potencial aún inexplorado de las comparaciones microevolutivas. Muchos cientí-
ficos de la conducta estudian un número relativamente reducido de individuos de
la misma especie, a menudo en un ambiente natural o experimental con poca va-
riación y, sin embargo, sus estudios de caso son necesarios para consolidar (o
rechazar) hipótesis de gran interés dentro de la aproximación biológica al estudio
del comportamiento (y de los procesos cognitivos).
93
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
94
Método y técnicas de la psicobiología
siempre y cuando los beneficios previstos superen el daño causado a los animales.
No obstante, esta postura utilitaria también defiende que los animales no humanos
tienen derechos que deben ser respetados y que la decisión a adoptar en situacio-
nes en las que los derechos de los animales y los de los humanos entran en con-
flicto debe tener en cuenta la opción que se considere relativamente menos inmo-
ral. Como ocurría con la postura anterior, en esta también se suscribe una visión
de la evolución obsoleta y se deja sin resolver el problema de cómo medir qué
derechos y de quién deben atenderse de forma prioritaria.
Bateson (2005) ha propuesto un diagrama de decisiones que tiene en cuenta tres
parámetros a la hora de considerar la aceptabilidad del uso de animales en una in-
vestigación (Figura 2.5). Según este esquema, se debe maximizar el beneficio para
el bienestar de la salud humana; también se debe maximizar la importancia intrín-
seca de la investigación, aunque solo genere conocimientos básicos; y, finalmente,
se debe minimizar el sufrimiento que se prevé vaya a experimentar el animal.
Figura 2.5. Las tres dimensiones que deben considerarse a la hora de decidir la
aprobación o rechazo de una investigación que utilice animales
(adaptado de Bateson, 2005).
95
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Actividades de autoevaluación
96
Método y técnicas de la psicobiología
97
3
Evolucionismo y
teorías de la evolución
En la actualidad, la noción de que tanto los seres vivos como los elementos del
mundo inanimado han experimentado cambios desde el origen de nuestro planeta
es aceptada de forma mayoritaria. Sin embargo, la travesía desde la postulación
de la doctrina evolucionista de la mano de Charles Darwin, en 1859, hasta su
aceptación generalizada ha sido larga y ha estado salpicada de agrios debates. De
hecho, la teoría darwiniana solo alcanzó el protagonismo que cabía esperar a par-
tir de mediados del siglo XX, es decir, casi 90 años después de su alumbramiento
(Mayr, 1982). De igual modo, la sustitución de las fuerzas sobrenaturales como
agentes responsables del origen del universo, de los planetas y de los seres vivos,
por agentes materiales ha sido un proceso difícil y cargado de confrontaciones
que aún no se han resuelto. Desde que Darwin [1809-1882] publicó su teoría de la
evolución, considerada por muchos como una de las interpretaciones del mundo
natural más revolucionarias y de mayor impacto de todos los tiempos, similar en
importancia a la teoría de la gravitación universal de Newton o a la teoría de la
relatividad de Einstein (no obstante, véase Caton, 2007), las ideas evolucionistas
acerca del origen de todo lo que nos rodea han ido ganando terreno a las explica-
ciones creacionistas (Mayr, 1982). No obstante, aunque las principales nociones e
hipótesis darwinianas acerca del proceso evolutivo han sido aceptadas de forma
mayoritaria por la biología evolutiva, lo cierto es que desde su publicación se han
articulado diferentes corrientes o teorías evolutivas postdarwinianas que han con-
tribuido a enriquecer nuestra comprensión de un fenómeno de tal envergadura
(Futuyma, 2009). Lejos de considerar este pluralismo teórico como una debilidad
de la teoría darwiniana, como pretenden los creacionistas, lo que pone de relieve
es su estatus científico. El capítulo 1 hace hincapié en el carácter plural de la bio-
logía; en este capítulo pretendemos hacer justicia al carácter igualmente plural de
la explicación científica del fenómeno evolutivo.
99
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
100
Evolucionismo y teorías de la evolución
3.1.1. Creacionismo
La esencia de esta doctrina responde a dos principios. El primero tiene que ver
con la naturaleza del agente responsable de la existencia y características del pla-
neta y de los seres vivos. Así, los creacionistas rechazan cualquier explicación del
mundo natural que no invoque la intervención de una entidad sobrenatural, por
ejemplo, de un dios omnipotente. El segundo se refiere a la noción de que los
seres vivos que habitan el planeta no han experimentado ningún cambio, ninguna
evolución, desde su creación. Por tanto, el creacionismo invoca la intervención de
un agente divino como causa de la creación y concibe el mundo como algo inmu-
table y estático.
No obstante, existen varias versiones del creacionismo (Cuadro 3.1). Una
de las más antiguas es la de los creacionistas de la “Tierra joven”, que defien-
den una lectura literal de las Sagradas Escrituras y postulan, por tanto, una
edad para nuestro planeta de menos de 10.000 años. Una de las versiones más
modernas del creacionismo es la del “diseño inteligente”. Sus defensores han
aparcado la discusión sobre la edad de la Tierra y se centran, en cambio, en
cuestionar la explicación evolucionista acerca del origen de la complejidad. En
efecto, los creacionistas de esta persuasión sostienen que la eficacia de los se-
res vivos y de sus órganos se debe a la perfección de su diseño y que es impen-
sable que este haya podido surgir simplemente por acumulación de mutaciones
azarosas y bajo la presión de la selección natural; su existencia solo puede ser
el resultado de la actuación de un diseñador inteligente con un fin o propósito.
Esta escuela creacionista suscribe, además, el principio de la “complejidad
irreducible”, es decir, la noción de que los órganos no pueden haber evolucio-
nado a través de estadios sucesivos y cada vez más complejos, puesto que su
funcionalidad solo la presenta el diseño del estado final y no los presuntos es-
tadios intermedios. Es decir, deben haber sido creados en su estado final desde
el principio. El diseño de un reloj puede servir como ejemplo de este plantea-
miento. Para que funcione de la forma tan precisa con que lo hace es necesario
que haya un relojero inteligente que lo diseñe teniendo en mente la función que
pretende que tenga y, por consiguiente, que contemple todos los componentes
desde el principio. Como veremos en breve, este y otros argumentos creacio-
nistas son fácilmente refutables.
101
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
102
Evolucionismo y teorías de la evolución
que resolver en los tribunales. Hay que aclarar, no obstante, que muchos científi-
cos y muchas personas creyentes opinan que no existe ninguna incompatibilidad
entre las explicaciones científicas del mundo natural y las creencias en la existen-
cia de un dios, porque se trata de magisterios ortogonales, es decir, se ocupan de
dominios de conocimiento diferentes (Gould, 1997).
De hecho, muchas autoridades de la iglesia han firmado declaraciones en las
que aceptan expresamente la teoría de la evolución y rechazan la presunta incom-
patibilidad entre ciencia y religión (Dawkins, 2009). Una de las posturas conocida
como evolución teísta sostiene que Dios creó las leyes naturales, como la de la
selección natural, y desde ese instante estas rigen el orden natural y su evolución
sin intervención divina (Futuyma, 2009).
103
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
104
Evolucionismo y teorías de la evolución
minante durante siglos y que se conoce como finalismo (la famosa causa última
de Aristóteles; véase el capítulo 1) o principio ortogenético. Se trata de la creen-
cia de que el universo y todos los sistemas que lo constituyen poseen una tenden-
cia intrínseca a cambiar, a evolucionar, hacia estados cada vez más perfectos. En
otras palabras, la evolución implica avance, mejora, una marcha de progreso. El
transformacionismo dirigido por una fuerza interna tampoco ha resistido el paso
del tiempo y ha sido igualmente refutado (Gould, 1989).
105
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
lución porque la visión esencialista que las tres compartían no les permitió apre-
ciar un hecho fundamental: cada especie y cada una de las poblaciones que la
componen están constituidas por individuos que son únicos, tanto a nivel genético
como a nivel fenotípico. En otras palabras, lejos de representar clases o tipos ho-
mogéneos y discretos, uno de los principales atributos de cualquier especie es su
variabilidad interindividual. Esta visión poblacional fue una de las aportaciones
más importantes y originales de Darwin al evolucionismo. Las especies evolucio-
nan porque los individuos que las constituyen son “esencialmente” distintos desde
el instante mismo de la concepción. Algunos de ellos llegan más lejos que otros
en su trayectoria de vida porque están mejor adaptados en la lucha por la supervi-
vencia, y algunos dejan más copias de sus características genéticas (y fenotípicas)
que otros porque están mejor adaptados en la lucha por la reproducción. Este es el
principio de la selección natural, es decir, la existencia de supervivencia y repro-
ducción diferencial de los individuos de una especie, y este mecanismo puede dar
lugar a cambio evolutivo, es decir, a un cambio en la frecuencia de las distintas
características genéticas y fenotípicas de una población a lo largo de las genera-
ciones. El evolucionismo poblacional o variacional de Darwin fue muy distinto
de cualquiera de las otras explicaciones evolucionistas atrapadas en nociones
esencialistas que le precedieron y es el único que ha sobrevivido y se ha consoli-
dado con el paso del tiempo (Figura 3.2). Antes de explicar con cierto deteni-
miento la teoría de la evolución de Darwin, vamos a examinar las principales
pruebas de la existencia de evolución.
106
Evolucionismo y teorías de la evolución
107
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
rasgos adaptados a este nuevo medio que es, como salta a la vista, muy distinto
del acuático. Los biólogos evolutivos predijeron en qué lugar y de qué época
tendrían que ser los estratos geológicos, datados entre los 390 y los 350 millo-
nes de años, dónde habría que buscar fósiles de organismos que representaran
la transición entre un vertebrado marino y uno terrestre. Y los fueron encon-
trando, uno tras otro: Eusthenopteron, Panderichthys, Tiktaalik, Acanthostega
e Ichthyostega (Pough et al., 2009). Cada una de estas formas intermedias pre-
sentaba un mosaico de características de pez y de anfibio (muchas de ellas pos-
teriormente consolidadas y explotadas de diversas maneras en el plan corporal
de reptiles, mamíferos y aves). Entre ellos, el descubrimiento de Tiktaalik (pa-
labra del lenguaje inuit que significa pez grande de agua dulce) fue uno de los
más celebrados. Se trata de un vertebrado, a mitad de camino entre un pez y un
anfibio, de hace 375 millones de años, con la forma de la cabeza plana, respira-
ción a través de pulmones y aparato locomotor de cuatro extremidades, que le
permitían sostenerse sobre ellas como un tetrápodo (Shubin, 2008; Dawkins,
2009; Coyne, 2009; National Academy of Sciences, 2008).
108
Evolucionismo y teorías de la evolución
La teoría de la evolución enfatiza el hecho de que los seres vivos son sensibles a
los ambientes en los que tienen que sobrevivir y reproducirse y responden a sus
demandas modificando y remodelando aquellos rasgos fisiológicos, morfológi-
cos, conductuales y psicológicos que mejor contribuyen a maximizar su eficacia
biológica. Si esta premisa es correcta, lo esperable es que los seres vivos que
explotan los mismos nichos ecológicos tiendan a desplegar rasgos similares. Y
eso es precisamente lo que ocurre. Por ejemplo, los animales que explotan el
medio aéreo han desarrollado alas, los que explotan el medio acuático, aletas, y
los que prosperan en el medio terrestre, cuatro extremidades. Sin embargo, cuan-
do se comparan estas adaptaciones morfológicas en diferentes especies, por
ejemplo, las aletas de un tiburón (un pez), las de un pingüino (un ave) o las de un
delfín (un mamífero), lo que se observa es que la estructura que las soporta y, por
supuesto, su desarrollo embrionario, puede ser bien diferente. Una vez más, este
hecho pone de relieve la importancia del efecto combinado de la historia evoluti-
va de cada linaje, por un lado, y del ambiente, por otro, como responsables de la
evolución de rasgos que en muchos casos solo son superficialmente similares
(los denominados rasgos análogos o convergentes). Las aletas de las especies
mencionadas, o las alas de los insectos (linaje o phylum artrópodos), de las go-
londrinas (clase aves) y de los murciélagos (clase mamíferos), se denominan
rasgos análogos porque han evolucionado por convergencia adaptativa, es decir,
de forma independiente, para explotar el mismo ambiente ecológico de forma
biológicamente eficaz. Estos rasgos se consideran solo superficialmente similares
porque no han sido heredados de un antepasado común que ya poseyera aletas (o
alas). En este caso, por tanto, solo se trata de rasgos análogos y no homólogos
(véase el capítulo 5).
Los avances tan espectaculares que se han producido en las últimas décadas en
biología molecular y celular han contribuido de forma fundamental a consolidar
el hecho de la evolución. En primer lugar, el simple hecho de que todos los seres
vivos compartan un mismo y único mecanismo molecular, el ARN o el ADN,
para sostener la maquinaria celular que hace posible la vida y su replicación resul-
ta sintomático e imposible de explicar sin recurrir a la noción de evolución. En
segundo lugar, esta conclusión se confirma igualmente cuando comparamos el
funcionamiento concreto de los distintos procesos moleculares realmente sofisti-
cados que están implicados en la división celular, en la síntesis de proteínas o en
el metabolismo de los distintos compuestos que hacen posible la vida. En tercer
109
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
lugar, cuando se comparan las moléculas de ADN, los aminoácidos, las proteínas,
o la composición química de las distintas sustancias que configuran la arquitectu-
ra de las células de diferentes especies, lo que se constata es la existencia de se-
mejanzas (y diferencias) que solo son explicables en función de la historia evolu-
tiva de los linajes. En cuarto lugar, los diferentes orgánulos contenidos en las
células, por ejemplo, mitocondrias, ribosomas, cloroplastos, son igualmente uni-
versales, con grados de semejanza y de singularidad que claramente solo tienen
sentido si se interpretan a la luz de la historia evolutiva de los linajes. La probabi-
lidad de que tanto las semejanzas como las diferencias hayan surgido por azar o
por la actuación caprichosa de un agente sobrenatural es despreciable.
110
Evolucionismo y teorías de la evolución
111
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
112
Evolucionismo y teorías de la evolución
3.2.7. Biogeografía
113
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
10 millones de años. De nuevo, las predicciones se han cumplido. Se sabe que los
marsupiales más antiguos vivieron en Norteamérica y que la única manera posible
de alcanzar Australia fue viajando hacia el sur y utilizando el puente natural entre
ambos continentes, la Antártica, cuando estos tres continentes actuales formaban
un único supercontinente denominado Gondwana. Y las excavaciones realizadas
confirman las predicciones puesto que se han encontrado fósiles de especies in-
termedias de 35-40 millones de antigüedad. Otro ejemplo revelador, en este caso
de una planta, es lo que ocurre con los árboles del género Glossopteris. La distri-
bución de sus fósiles y la orientación de las marcas dejadas por los glaciares sobre
la roca en su desplazamiento lejos del polo sur cobran sentido cuando uno advier-
te que las regiones en las que ahora se encuentra esta especie (Sudamérica, Áfri-
ca, India, Australia y Antártica) formaban parte del supercontinente Gondwana,
ubicado mucho más cerca del polo sur. Lo que hallazgos como estos también nos
revelan es que, en muchos casos, los que se desplazaron de un continente a otro
no fueron los seres vivos, sino los propios continentes, como si de gigantescas
plataformas flotantes se tratara.
Las islas continentales son masas de tierra que se han separado de algún con-
tinente debido a la deriva de placas tectónicas o a cambios en el nivel de mar que
han resultado en la inundación de los “puentes” naturales que las conectan al con-
tinente. Entre ellas destacan las islas británicas, Japón, Sri Lanka, Tasmania y
Madagascar. Hay que señalar que las fechas en las que se produjo la independiza-
ción de cada una de estas islas puede ser muy variable; por ejemplo, las islas bri-
tánicas se formaron hace 300.000 años, mientras que Madagascar se separó de
África hace 160 millones de años. Las islas oceánicas, en cambio, nunca han
estado unidas a ningún continente; han emergido directamente del fondo del mar
como consecuencia de erupciones volcánicas o de la actividad de arrecifes de
corales. Las diferencias entre la fauna y flora de ambos tipos de islas son las que
ponen de relieve la existencia y naturaleza del proceso evolutivo. Las islas oceá-
nicas no tienen muchas de las especies presentes en los continentes o incluso en
las islas continentales. Por ejemplo, las islas Hawái contienen muchas especies
endémicas de fauna y flora, sin embargo, carecen de especies nativas de peces de
agua dulce, de anfibios, de reptiles y de mamíferos terrestres. Algo similar ocurre
con las islas Galápagos, aunque estas sí poseen algunas especies nativas de repti-
les (iguanas marinas y terrestres y la tortuga gigante). Este contraste tan llamativo
en lo que a ausencia de ciertas especies se refiere, las mismas en todas las islas
oceánicas, solo tiene sentido si se invoca la evolución como causa. Y no se trata
de que estos grupos de vertebrados ausentes, los mamíferos terrestres, los anfi-
bios, los reptiles y los peces de agua dulce, no hayan sido creados en ese tipo de
islas porque resulten nichos hostiles e inhabitables para ellos, porque de hecho
ocurre todo lo contrario. Cuando el ser humano los ha introducido, no solo se han
adaptado bien, sino que en muchos casos se han convertido en una plaga y han
114
Evolucionismo y teorías de la evolución
acabado con las propias especies endémicas de las islas. La principal razón de que
las islas oceánicas y las continentales difieran en ciertos grupos específicos de
animales (y de plantas) tiene que ver con el efecto de la distancia al continente
sobre la posibilidad de que se produzca la inmigración y colonización por parte de
especies continentales. Las especies terrestres, porque no pueden nadar largas
distancias, y los anfibios y peces de agua dulce, porque no sobreviven al agua
salada. Si la distancia no es insalvable y se produce un episodio excepcional, co-
mo un huracán, algunos animales pueden ser arrastrados sobre ramas y troncos
desde el continente hasta islas oceánicas. Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, con
las iguanas terrestres y marinas que una vez que llegaron a la isla de Anguilla,
dieron lugar a especies endémicas de esas islas.
No deberíamos cerrar este apartado sin hacer referencia a la teoría de la deriva
continental de Alfred Wegener [1880-1930] y a su versión moderna conocida
como la teoría de las placas tectónicas, porque hemos visto que ha tenido un papel
fundamental en la confirmación de las predicciones de la teoría de la evolución.
La corteza terrestre está constituida por una serie de placas. La parte de ellas que
sobresale por encima del nivel del mar son los continentes, sin embargo, son las
placas completas de la litosfera las que “flotan” sobre la capa de roca semifundi-
da, denominada astenosfera, que se encuentra en movimiento circular bajo la li-
tosfera. Las placas tectónicas se encuentren en formación de modo permanente.
Esta circunstancia ha sido directamente responsable de la evolución de la fauna y
flora en el planeta.
115
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
largo de varias generaciones es que este tiende a alcanzar un equilibrio estable del
que rara vez se desvía de forma significativa. El tercer hecho, sobre la limitación
de los recursos alimenticios (Figura 3.3), es que los recursos de los que dependen
los organismos para sobrevivir y reproducirse son limitados, es decir, hay muchos
menos de los que serían necesarios para atender las necesidades vitales de muchos
más individuos de los que suele haber cuando una población ha alcanzado el ta-
maño que define su equilibrio. En otras palabras, el hecho de que las poblaciones
se ajusten a un tamaño estable tiene que ver con la capacidad de carga del hábitat
en el que se encuentran. Las posibilidades de crecer más allá de ese equilibrio son
prácticamente nulas puesto que los recursos para soportarlo y sostenerlo son ine-
xistentes. Estos tres hechos fácilmente observables condujeron a la primera infe-
rencia o principio de la teoría darwiniana, el de la lucha por la existencia (Figu-
ra 3.3). En efecto, los individuos se ven forzados a competir por los limitados
recursos disponibles. En tiempos de bonanza, por ejemplo, cuando la población
no ha alcanzado su techo de carga, la competición es menor, como predice el
principio. Sin embargo, cuando este se ha alcanzado o, más aún, cuando se ha
superado, los niveles de competición se disparan. Un cuarto hecho de la teoría es
el de la singularidad de cada individuo (Figura 3.3). Cada individuo es genética y
fenotípicamente único y ello implica que los individuos varían en todas aquellas
habilidades que se requieren para competir con éxito por la supervivencia y por la
reproducción. No debe olvidarse que tanto los recursos tróficos como los repro-
ductivos son limitados y que es esa limitación la que pone a prueba las habilida-
des de cada individuo en la lucha por la existencia.
116
Evolucionismo y teorías de la evolución
117
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
118
Evolucionismo y teorías de la evolución
119
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Según Mayr (1982), esta se fraguó entre 1937 y 1950. Entre sus arquitectos más
acreditados se incluyen Dobzhansky [1900-1975], Fisher [1890-1962], Haldane
[1892-1964], Huxley [1897-1975], Mayr [1904-2005], Simpson [1902-1984],
Rensch [1909-1990], Stebbins [1906-2000] y Wright [1889-1988]. Se considera
una síntesis porque integró las perspectivas hasta entonces irreconciliables de los
biólogos de laboratorio, por una parte, y los biólogos de campo o naturalistas, por
la otra. Los primeros estaban especializados en el estudio experimental de los
patrones de desarrollo de los rasgos morfológicos y enfatizaban el papel de las
mutaciones como agentes responsables de los cambios genéticos que definen la
evolución. Los segundos estaban especializados en el estudio correlacional entre
los atributos de poblaciones de individuos y las características de los ambientes
explotados, y ponían el acento en el papel de la selección natural como agente
responsable de la promoción o eliminación de los fenotipos y genotipos mejor o
peor adaptados, respectivamente, a través de las generaciones.
120
Evolucionismo y teorías de la evolución
121
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
122
Evolucionismo y teorías de la evolución
123
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Figura 3.4. (a) En el gradualismo de la TS, los cambios evolutivos tienen lugar
durante la cladogénesis (cuando la rama se bifurca) y durante la anagénesis (entre
los nodos del árbol). (b) En el puntuacionismo de la TEI, los cambios evolutivos
realmente significativos solo tienen lugar durante la cladogénesis, el resto del
tiempo es un periodo de relativa calma evolutiva o estasis.
124
Evolucionismo y teorías de la evolución
125
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
126
Evolucionismo y teorías de la evolución
127
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
128
Evolucionismo y teorías de la evolución
129
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
130
Evolucionismo y teorías de la evolución
Para cerrar este apartado vamos a hacer un breve comentario sobre el último
de los principios que se mencionan en el Cuadro 3.4, el referido al uso del con-
cepto de máquina como metáfora del cuerpo de un ser vivo. Lo vamos a hacer
porque en la defensa de la biología autonomista frente a la biología provincialista
y en el rechazo de algunos de los principales postulados del reduccionismo, en
concreto el explicativo y el teórico (véase el capítulo 1, apartado 1.1.10), ya hi-
cimos hincapié en la existencia de diferencias fundamentales entre los seres vi-
vos y los sistemas del mundo inerte. Aunque muchos reconocen que la metáfora
ha sido heurísticamente útil durante muchos años, cada vez es mayor el número
de voces que advierten de los peligros de seguir utilizándola (Nesse et al., 2012;
Nicholson, 2013). En el caso de los seres vivos, la organización del sistema
completo, la relación entre los componentes, los mecanismos de mantenimiento
y reparación, las propiedades y funciones de las partes y el propósito de su exis-
tencia son todos intrínsecos, el resultado de procesos de auto-organización. En el
caso de las máquinas, en cambio, todos ellos son extrínsecos, es decir, obra del
fabricante o del usuario. Además, todas las máquinas de un mismo tipo o modelo
son esencialmente idénticas, tanto en sus componentes como en las funciones
que desempeñan, y son el resultado de la implementación de una plantilla-
programa, diseñada por el hombre, que especifica el plan organizativo del siste-
ma completo: cuál será la función de cada parte, cuáles serán las interacciones
entre ellas y cuál será su cronograma de funcionamiento. En el caso de los seres
vivos, en cambio, incluso los que pertenecen a la misma especie, cada individuo
es intrínsecamente único, el funcionamiento de sus partes y del sistema completo
es sensible al contexto y, por tanto, mucho más indeterminado e impredecible. Se
puede afirmar que el organismo se construye a sí mismo, sobre la marcha, en
función de reglas locales que especifican el efecto que pueden tener los distintos
tipos de interacciones. Una implicación importante de este contraste es que el
concepto de normalidad es mucho más limitado cuando se aplica a los seres vi-
vos, dado el rango de variabilidad biológicamente funcional que es posible en-
contrar (Nesse et al., 2012). Además, como señala Dawkins (2009), la metáfora
de la plantilla-programa (blueprint) para describir la organización de un ser vivo
no es adecuada, ya que puede desvirtuar algunas de las propiedades singulares de
los seres vivos (véase el capítulo 7).
Las relaciones entre los seres vivos no serían conflictivas si los recursos vitales
fueran ilimitados. Sin embargo, como Darwin advirtió en la formulación de su
teoría de la evolución por selección natural (Figura 3.3), nada podría estar más
alejado de la realidad. Sin ir más lejos, los organismos compiten entre sí hasta por
131
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
los recursos del medio abiótico, como el agua o la luz o un lugar a la sombra o al
sol. No obstante, en este apartado nos interesan en particular las relaciones que
los organismos establecen con el medio biótico, es decir, con otros seres vivos,
aunque ahora solo abordaremos aquellas en las que están implicados organismos
de distintas especies (las otras las analizaremos más adelante, cuando estudiemos
la socialidad en el volumen II, capítulo 3).
Se denomina simbiosis a las relaciones estables entre distintas especies y, en
el caso particular de las relaciones entre los microbios que habitan dentro de un
organismo, se denomina disbiosis a la condición en la que existe un desequilibrio,
habitualmente asociado a alguna patología (Hill y Artis, 2010). Según esta clasifi-
cación, las relaciones simbióticas más significativas pueden ser de tres tipos: be-
neficiosa para las dos partes (+/+), beneficiosa para una de las partes y neutral
para la otra (+/0) y perjudicial para una de las partes (+/–). Siguiendo la tónica de
otros autores (Ivanov y Littman, 2011), en el análisis que se presenta a continua-
ción no se va a distinguir entre mutualismo y comensalismo.
El mutualismo (y comensalismo) es un modelo de relación en el que todos los
“socios” implicados obtienen beneficios (o al menos nadie experimenta costes).
La equidad en la distribución de los beneficios obtenidos y de los costes sufridos
puede ser más o menos asimétrica; sin embargo, incluso en el caso de que la
asimetría sea elevada, cualquier perjuicio de la relación es fundamentalmente
indirecto y resulta únicamente del reparto desigual de lo que aporta y de lo que
obtiene cada “socio”. Algunos enfatizan el carácter recíproco de los costes, más
que de los beneficios, e interpretan el mutualismo como una relación de explota-
ción recíproca (Begon, Townsend y Harper, 2006). Uno de los ejemplos más
espectaculares de mutualismo es el que existe entre los microorganismos, princi-
palmente bacterias, pero también hongos y protozoos, y los vertebrados que los
alojan en su tracto gastrointestinal. Puesto que, en este caso, uno de los socios se
hospeda en el interior del otro, la relación se denomina endosimbiótica. El con-
junto de seres vivos de un ecosistema se conoce como su biota. Así, uno de los
términos que se utiliza habitualmente para referirse a los microorganismos que
residen permanentemente en el tracto gastrointestinal de sus hospedadores es
microbiota o microbioma (Begon et al., 2006). En realidad, para algunos el mi-
crobioma se refiere estrictamente al conjunto de genes de la microbiota, aunque a
veces los dos términos se utilizan de forma indistinta. Otros denominan meta-
genoma al conjunto de genes de la microbiota o microbioma (Cho y Blaser,
2012; Cryan y Dilan, 2012).
La microbiota intestinal de una persona, por ejemplo, alberga representantes
de los tres dominios de seres vivos, i. e., las arqueas, las bacterias y los eucarion-
tes (véase el capítulo 8), y comprende entre 1013 y 1014 células, es decir, aproxi-
madamente 10 veces más que el número de células somáticas y germinales del
propio hospedador (Bäckhed et al., 2005; Balter, 2012; Cryan y Dilan, 2012; Hill
132
Evolucionismo y teorías de la evolución
133
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
dador (o la presa). Por supuesto, la magnitud de los costes sufridos por el hospe-
dador puede ser muy variable, pero en todos los casos la actividad del parásito
causa una reducción más o menos severa de la capacidad de supervivencia del
hospedador. Desde luego, en muchas ocasiones la relación concluye con la muer-
te del hospedador, precedida por un periodo variable de deterioro físico y psico-
lógico. En este escenario lo que se constata es un proceso dinámico de medidas y
contramedidas entre los hospedadores y sus parásitos tendentes a la maximización
de la supervivencia de cada uno. Por ejemplo, los hospedadores se defienden de
ambientes adversos o de agentes invasores causantes de enfermedades con res-
puestas como el aumento de la eliminación de agua a través de la orina (diuresis),
la elevación de los niveles de glucosa en sangre (diabetes), la reducción de los
niveles de hierro en sangre (anemia), la fiebre, la diarrea, la tos, las náuseas y el
vómito y la higiene. Por supuesto, el sistema orgánico especializado en organizar
respuestas fisiológicas para repeler a los invasores es el sistema inmunitario
(véase el volumen II, capítulo 1). Una forma particular de parasitismo es la que se
basa en el robo de presas u otros recursos entre individuos de la misma o de dis-
tinta especie y que se conoce con el nombre de cleptoparasitismo.
Por su parte, los parásitos también disponen de un buen arsenal de contrame-
didas para mitigar el impacto de las acciones defensivas del hospedador, entre
ellas se encuentran las respuestas de evasión, las de ataque y las de manipulación
del hospedador (Moalem, 2007; Nesse y Williams, 1994). Las acciones que ponen
en marcha los agentes invasores para evadir las defensas del hospedador son múl-
tiples. Por ejemplo, pueden acoplarse a receptores de las células del hospedador
“haciéndose pasar” por moléculas inocuas que engañan al sistema inmunitario
(p. ej., el virus de la rabia se acopla a receptores para la acetilcolina; el virus de la
viruela bovina se acopla a factores de crecimiento epidérmico; el rinovirus, cau-
sante de muchos tipos de catarros, se acopla a la molécula de adhesión intercelu-
lar de la superficie de los linfocitos). Otra estrategia consiste en burlar la acción
del sistema inmunitario, generando variantes de antígenos a mayor velocidad de
la que el hospedador puede procesar para crear los correspondientes anticuerpos
(p. ej., el tripanosoma responsable de la enfermedad del sueño; las bacterias He-
mophilus influenza y Neisseria gonorrhoeae, causantes de la meningitis y de la
gonorrea, respectivamente, o las distintas especies de parásitos del género Plas-
modium causantes de la malaria). Otra estrategia consiste en presentar una perfil
químico externo tan similar al de las células del hospedador que dificulta al sis-
tema inmunitario su reconocimiento, lo que a veces provoca que los ataques de
este sistema se dirijan de forma indiscriminada contra células propias y contra
células invasoras (p. ej., bacterias del género Streptococcus spp. causantes de
fiebres reumáticas; cepas responsables de la enfermedad conocida como corea de
Sydenham y bacterias del género Chlamidya spp. causantes de la gonorrea). En
cuanto a las acciones de contraataque, estas también pueden ser de varios tipos,
134
Evolucionismo y teorías de la evolución
desde casos en los que el invasor produce sustancias tóxicas (como ocurre con el
virus de la viruela bovina) o destruye células del sistema inmunitario (como ocu-
rre con el virus de la inmunodeficiencia humana, el HIV, causante del sida). Por
último, los agentes que parasitan al hospedador pueden realizar acciones que se
interpretan como manipulación. Las estrategias de manipulación del hospedador
normalmente están promovidas por la necesidad del organismo parásito de encon-
trar nuevos hospedadores. En estos casos, lo que se observa es que el parásito
modifica la conducta del hospedador de forma que este favorezca la dispersión
del parásito o agente patógeno (Moalem, 2007; Nesse y Williams, 1994).
Un ejemplo paradigmático e ilustrativo de estrategia de manipulación por par-
te del patógeno es el protagonizado por el virus de la rabia, un Lyssavirus (Villa-
rreal, 2005). Una vez infectado el hospedador, normalmente tras ser mordido por
un animal infectado, el virus se instala en dos regiones que garantizan la efectivi-
dad de su transmisión, las glándulas salivares (la víctima produce gran cantidad
de saliva debido a las dificultades que tiene para tragar) y el área del cerebro que
regula la conducta agresiva. Esa combinación, la boca con saliva cargada de virus
y la tendencia a morder, aseguran que el virus encontrará con facilidad un nuevo
hospedador. Otro parásito importante y de interés en este contexto es Toxoplasma
gondii, causante de la toxoplasmosis, que puede ser grave si infesta al feto hu-
mano. Se trata de un protozoo parásito que experimenta dos formas de reproduc-
ción en su ciclo de vida. La asexual, que la realiza dentro de cualquier animal de
sangre caliente, y la sexual, que solo la puede hacer en un felino, su hospedador
primario. Los humanos se pueden infestar si comen carne contaminada que no
esté bien cocinada o si tocan alimentos o heces de gato contaminadas. T. gondii se
instala en las células de los músculos y en las neuronas y puede permanecer asin-
tomático; se estima que un porcentaje elevado de la población mundial está infec-
tado por este protozoo parásito. Lo relevante en este contexto es que cuando las
ratas o ratones, que son hospedadores intermediarios fundamentales para que el
parásito llegue al destino final, el gato, se infestan, se producen dos efectos. Por
una parte, engordan y reducen su actividad. Por otra, pierden el miedo a su depre-
dador natural, el gato; de hecho parece que el olor de su orina les atrae. Y cuando
un ratón (o rata) se mueve torpemente, está gordo y responde acercándose a los
lugares donde huele a gato, lo más probable es que más pronto que tarde se con-
vierta en presa de uno de ellos y de esa forma se cierre el ciclo del parásito.
En estos y en muchos otros ejemplos de enfermedades, como la gripe, el cóle-
ra, la infestación por piojos o la malaria, las respuestas que muestra el hospedador
tienden a considerarse beneficiosas para él y a interpretarse simplemente como
síntomas de la enfermedad causada por el agente infeccioso o el parásito. La
perspectiva evolutiva, en cambio, plantea que, si bien muchas de esas respuestas
pueden resultar beneficiosas para el hospedador, en muchos casos se puede de-
mostrar que quien obtiene el mayor beneficio es el parásito, porque gracias a ellas
135
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
136
Evolucionismo y teorías de la evolución
pero de signo negativo (–/–). Un buen ejemplo de este tipo de relaciones es la que
tiene lugar entre especies que se alimentan de las mismas presas o, más general-
mente, que explotan el mismo nicho ecológico. En esa confrontación por el espa-
cio, o por las presas (recursos tróficos), la especie humana ha llevado a la extin-
ción a muchas de sus competidoras, especialmente en los países desarrollados.
1. Evolucionismo y creacionismo
2. Pruebas de la evolución
3. Teorías postdarwinianas
4. Evolucionismo en las ciencias de la salud
Actividades de autoevaluación
3.1. Evolucionismo
o a) El transformacionismo fue una versión esencialista erosionada
que defendió una visión de la evolución dirigida por el ambiente
o por un impulso interno hacia la perfección.
o b) El principal escollo del pensamiento variacional o poblacional de
la teoría de la evolución de Darwin fue su rechazo del papel de
las diferencias individuales.
o c) El transmutacionismo es una postura que compatibiliza el pen-
samiento esencialista y el pensamiento evolucionista.
137
4
Mecanismos de la evolución
139
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
El análisis del registro fósil indica que los seres vivos han exhibido patrones de
cambio fenotípico (normalmente estudiado a nivel morfológico o molecular) muy
desigual dentro de un mismo linaje y entre distintos linajes a lo largo de su exis-
tencia. Eso significa, por ejemplo, que algunos linajes apenas han cambiado desde
que aparecieron en la historia evolutiva (i. e., los denominados fósiles vivientes),
140
Mecanismos de la evolución
mientras que otros han desplegado una gran diversidad de formas en un espacio
de tiempo geológico relativamente breve. Para describir y explicar estos patrones
de cambio evolutivo potencialmente dispares se han propuesto varios conceptos y
explicaciones muy relevantes para la teoría evolutiva.
El ritmo o tempo del cambio evolutivo puede ser gradual o intermitente (Figu-
ra 4.1). Los ortodoxos suscriben el primer modelo y por ello se denominan gra-
141
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
dualistas, mientras que algunos heterodoxos postulan que, durante la mayor parte
de la historia de los linajes, estos apenas experimentan cambios evolutivos signi-
ficativos. Estos largos periodos de “calma evolutiva” o estasis son interrumpidos
o puntuados brevemente (en términos geológicos) por episodios de cambio relati-
vamente acelerado, precisamente cuando se origina una nueva especie. Este mo-
delo se conoce como equilibrio puntuado o intermitente, y los que lo suscriben
son puntuacionistas. Por supuesto, entre el gradualismo filético extremo y el pun-
tuacionismo equilibrado extremo se pueden contemplar versiones intermedias
(Figura 4.2).
142
Mecanismos de la evolución
143
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
144
Mecanismos de la evolución
nes de años. Sin embargo, su verdadera historia evolutiva es bien distinta, los
cambios fueron constantes, no hubo estasis.
4.2. Especiación
145
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
ca la propuso Mayr en 1942: “Una especie está constituida por grupos de pobla-
ciones que se cruzan en la realidad, o que pueden hacerlo potencialmente, y que
se encuentran aislados reproductivamente de otros grupos”. Como siempre, este
concepto se puede aplicar de forma estricta o más laxa, especialmente en lo que
se refiere al criterio de aislamiento reproductivo (apartado 4.2.2).
Concepto Definición
Biológico Grupos de poblaciones que pueden cruzarse y que se encuentran
aisladas reproductivamente de otros grupos
Evolutivo Linaje de poblaciones u organismos que mantiene una identidad
separada de otros linajes y que posee tendencias evolutivas sin-
gulares y su propia trayectoria histórica (Un linaje es una se-
cuencia ancestro-descendiente)
Filogenético El grupo monofilético más pequeño que contiene la forma ances-
tral común
Genealógico Grupo “exclusivo” de organismos cuyos miembros se encuentran
más estrechamente emparentados entre sí que con cualquier
organismo externo al grupo
Reconocimiento Población más inclusiva de organismos biparentales que compar-
ten un mismo sistema de fertilización
Cohesión Población más inclusiva de individuos que tienen el potencial
para exhibir cohesión fenotípica debido a mecanismos de cohe-
sión intrínseca
Fuente: Futuyma (2009).
146
Mecanismos de la evolución
147
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Concepto Definición
Aislamiento geo- Poblaciones entre las que no existe flujo génico debido a alguna
gráfico barrera física extrínseca (río, montaña, valle, mar, etc.) que impide el
contacto entre ellas
Aislamiento repro- Poblaciones entre las que no existe flujo génico debido a alguna
ductivo barrera (diferencia) genética intrínseca entre ellas
Poblaciones alopá- Poblaciones que ocupan áreas geográficas separadas
tricas
Poblaciones parapá- Poblaciones que ocupan áreas geográficas contiguas, con una zona
tricas de contacto en el borde
Poblaciones simpá- Poblaciones que ocupan la misma área geográfica y que, por tanto,
tricas pueden entrar en contacto
Zona híbrida Región en la que poblaciones genéticamente distintas entran en
contacto e intercambian material genético, dando lugar a individuos
híbridos
Especies hermanas La especies consideradas más estrechamente emparentadas debido al
compartimiento del ancestro común más cercano
Cronoespecie Formas fenotípicamente distinguibles en una serie ancestro-
descendiente en el registro fósil
Subespecie Poblaciones de una misma especie que presentan una o varias carac-
terísticas claramente distinguibles
Semiespecie Dos o más grupos de poblaciones parapátricas y genéticamente dis-
tinguibles que no han alcanzado un aislamiento reproductivo com-
pleto
Superespecie Conjunto de semiespecies. En muchos casos se trata de formas alo-
pátricas
Ecotipo Variante fenotípica de una especie asociada a un determinado hábitat
Especie politípica Especie que presenta una amplia variación geográfica y fenotipos
asociados a diferentes hábitats
Fuente: Futuyma (2009).
148
Mecanismos de la evolución
Por último, hay una tercera categoría de barreras postcópula que en este caso
operan después de que se haya formado el cigoto. Se denominan barreras postcó-
pula y postcigóticas. Se contemplan dos subcategorías, las extrínsecas, cuando la
menor eficacia biológica del híbrido se debe a su menor habilidad competitiva
ecológica o etológica en comparación con la especie ancestral, o intrínsecas,
cuando su menor eficacia biológica se debe a problemas de inviabilidad (reducida
capacidad de supervivencia) o de esterilidad (p. ej., incapacidad de producir ga-
metos viables o conductas de cortejo adecuadas).
149
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
ciones de la especie original. Aunque solemos asociar el concepto de isla con una
extensión de tierra rodeada de agua, en realidad una isla es cualquier porción de
tierra o de agua que está rodeada de agua o de tierra, respectivamente, que difi-
culta o hace inviable la migración, es decir, el movimiento o desplazamiento
hacia o desde la isla. En ese sentido, una isla puede ser un bosque rodeado de
espacios sin árboles, un pico montañoso rodeado de valles, un oasis en medio del
desierto, un valle rodeado de montañas o de ríos, además de una isla continental
u oceánica o de una isla en medio de un lago (Dawkins, 2009). En cualquiera de
los casos, lo que rodea a una isla es tan hostil que generalmente conduce al ais-
lamiento físico de las poblaciones que la habitan. Se han distinguido dos subca-
tegorías de especiación alopátrica: la vicariante, en la que las subpoblaciones que
quedan aisladas geográficamente son de un tamaño similar, y la peripátrica (tam-
bién conocida como especiación producida por el efecto fundador), en la que una
de las subpoblaciones aisladas es mucho menor que la otra (Figura 4.5). El ais-
lamiento geográfico y el hecho de que las subpoblaciones se adapten de forma
independiente a condiciones ambientales distintas conducen a la divergencia y,
finalmente, a dos nuevas especies reproductivamente aisladas incluso si poste-
riormente se reencuentran.
Como ya se ha señalado, la expansión del área geográfica de una especie y la
colonización potencial de los hábitats diversos que se encuentran los individuos
durante las marchas migratorias pueden dar lugar a un buen número de subpobla-
ciones o especies politípicas (subespecies, semiespecies), cada una adaptada a un
nicho ecológico distinto. En este escenario se puede producir especiación parapá-
trica entre las diferentes subpoblaciones. A diferencia del modo de especiación
anterior, en la especiación parapátrica las subpoblaciones no están aisladas geo-
gráficamente, solo existe una zona más o menos extensa de discontinuidad am-
biental que dificulta y reduce el flujo génico entre los miembros de estas especies
incipientes (Figura 4.5). En este caso, la especiación es favorecida por la evolu-
ción divergente de distintos ecotipos y por la reducción de la viabilidad o fertili-
dad de los híbridos entre ellos.
El tercer y último modo de especiación es la simpátrica. En este caso se
abandona la regla de que los cruzamientos entre individuos de la población son
aleatorios. Evoluciona, en cambio, un patrón de cruzamientos en el que los indi-
viduos tienden a aparearse preferentemente o exclusivamente con aquellos que
son más similares a ellos, tanto fenotípica como genéticamente. La persistencia de
este patrón y la reducción de la viabilidad o fertilidad de los híbridos, que al me-
nos al principio se pueden producir cuando se cruzan individuos genéticamente
distintos, conduce a la divergencia y aislamiento reproductivo requeridos para la
ocurrencia de especiación (Figura 4.5). La especiación de los cíclidos en los gran-
des lagos africanos son un excelente ejemplo del modo de especiación simpátrica
(Seehausen et al., 2008; Spinney, 2010).
150
Mecanismos de la evolución
151
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
de una especie a lo largo de las generaciones. Existen diversos procesos que pue-
den actuar como agentes del cambio evolutivo, como son la migración, los cru-
zamientos no aleatorios, la mutación, la deriva genética y la selección natural.
4.3.3. Mutación
152
Mecanismos de la evolución
153
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Este es sin duda el agente estrella del cambio evolutivo en la teoría de la evolu-
ción de Darwin y en la teoría postdarwiniana sintética o moderna de la evolución.
Los biólogos evolutivos heterodoxos también contemplan la selección natural
como el principal motor de la evolución, aunque sostienen una visión más plural
respecto a la importancia de los otros mecanismos ya mencionados y pueden ser
críticos con respecto a su presunta omnipresencia.
154
Mecanismos de la evolución
155
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
156
Mecanismos de la evolución
la función adaptativa que tal rasgo tiene para la eficacia biológica del individuo.
En cuanto al término ”selección sobre”, existe consenso sobre los inconvenientes
de su uso, ya que transmite la impresión de que la selección natural puede conce-
birse como una fuerza externa, cuando en realidad estrictamente es la consecuen-
cia (no la causa) de la existencia de diferencias interindividuales en las habilida-
des para sobrevivir y reproducirse.
A pesar de ello, lo cierto es que el uso del término selección natural como si-
nónimo de ambiente con un estatus causal, responsable, como quien dice, de po-
ner a prueba, moldear y favorecer (o eliminar) los individuos en función de su
grado de adaptación, sigue siendo una tentación muy extendida incluso entre los
expertos más estrictos. Y hay buenas razones para ello, porque para comprender
las características de cualquier especie es fundamental conocer el ambiente en el
que han evolucionado sus ancestros. Si aplicamos ese principio a todas y cada una
de las especies y sus ambientes biótico y abiótico, podríamos postular que todos
los elementos del ambiente externo e interno de un organismo, desde el oxígeno
que respiran hasta los nutrientes que proporcionan, han sido corresponsables del
proceso de coevolución que ha caracterizado la historia de la vida en el planeta
(véase el capítulo 5). Hemos coevolucionado (y seguimos haciéndolo) con nues-
tros depredadores y con nuestras presas, con los patógenos que nos infectan, con
nuestras parejas reproductivas, con nuestros amigos y familiares y con nuestros
enemigos. En ese sentido, se puede afirmar que somos su selección natural, del
mismo modo que ellos son la nuestra.
El concepto fundamental de selección natural tiene que ver con su carácter de
motor de la evolución, es decir, de los cambios en la frecuencia de los distintos
genotipos (y fenotipos asociados). Ahora bien, en su función como agente del
cambio evolutivo, la selección natural puede actuar de tres modos distintos: cam-
biando sistemáticamente el valor promedio de un determinado atributo en una
cierta dirección, es el caso de la selección direccional; manteniendo el valor pro-
medio del atributo a lo largo del tiempo, lo que se conoce como selección estabi-
lizadora, o dando lugar a una distribución de dos valores promedio del atributo
que son simétricos, en la denominada selección disruptiva o diversificadora (Fi-
gura 4.7).
En el ejemplo utilizado para ilustrar los tres modos de actuación de la selec-
ción natural (Figura 4.7), el valor promedio del atributo ”inteligencia” puede
aumentar en sucesivas generaciones bajo selección direccional, puede mante-
nerse estable y su varianza disminuir cuando la selección natural favorece valo-
res promedio de inteligencia, en la selección estabilizadora, o puede generar una
distribución con dos valores promedio similares en cada uno de los dos extre-
mos de la distribución del atributo, en la selección disruptiva. Por supuesto, la
selección natural afecta a la frecuencia de los distintos genotipos ligados a la
variación en inteligencia, a los cambios en el valor de la eficacia biológica aso-
157
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
158
Mecanismos de la evolución
p2:2pq:q2
159
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
160
Mecanismos de la evolución
No es fácil evitar la tentación de pensar que tanto el conjunto como los diver-
sos componentes del diseño de cualquier organismo son el resultado de la presión
de la selección natural que ha ido puliendo poco a poco todos los detalles para
maximizar su eficacia biológica. Sin embargo, hay dos cuestiones fundamentales
que son analizadas e interpretadas de forma distinta por los postdarwinistas orto-
doxos y por los heterodoxos (Cuadro 4.1). Una es si todos los atributos de un or-
ganismo realmente contribuyen a su eficacia biológica y, por tanto, pueden consi-
derarse adaptaciones. La segunda es si los rasgos que en la actualidad contribuyen
a incrementar la eficacia biológica del individuo que los presenta siempre han sido
funcionales (i. e., adaptaciones) e incluso si su función actual coincide con la que
originalmente promovió la evolución del rasgo como una adaptación. En el primer
caso se cuestiona que todos los rasgos tengan necesariamente que considerarse
adaptaciones, una postura que se conoce como adaptacionismo; en el segundo se
examina el papel de la historia en el diseño y características de los rasgos, lo que
podemos denominar historicismo. Sabemos ya que muchos rasgos son vestigiales
y atávicos (apartado 3.2.5), es decir, reliquias no funcionales de la historia evoluti-
va de las especies. Sin embargo, muchos rasgos reflejan solo la historia y no son
funcionales, pero no están en proceso de desaparecer, como los vestigiales o los
atávicos.
4.4.1. Adaptación
161
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
162
Mecanismos de la evolución
Figura 4.9. (a) La retención de la función original (f1) define al rasgo como una
adaptación para esa función. La cooptación del rasgo para una nueva función (f2)
define al rasgo como una exaptación para la segunda función. (b) Los rasgos
exaptativos que siempre tuvieron alguna función biológica (p. ej., f1) se
denominan preaptaciones (o preadaptaciones); los que proceden de rasgos que no
fueron funcionales originalmente se denominan spandrels.
163
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Hay muchos motivos por los que no es razonable esperar que todos los atributos de
un organismo hayan evolucionado porque contribuyeron a incrementar la eficacia
biológica de sus ancestros o incluso la de los individuos que los exhiben en la ac-
tualidad. En otras palabras, la pretensión de que todos los detalles del diseño de un
organismo deben considerarse adaptaciones no sería muy sensata; de hecho, la
existencia de organismos imperfectos o subóptimos en lo que a su diseño se refiere
es una predicción importante de la teoría de la evolución (Ridley, 2004). A conti-
nuación vamos a describir algunos de los mecanismos que explican la existencia
de muchos atributos que no son adaptaciones en el sentido más general y clásico
del término (apartado 4.4.1). Por supuesto, uno de esos mecanismos que no vamos
a comentar más es la deriva genética que, como ya hemos visto, puede fijar
(o eliminar) genotipos y fenotipos por razones que nada tienen que ver con su va-
164
Mecanismos de la evolución
lor adaptativo (apartado 4.3.4). Los mecanismos y procesos que generan atributos
neutrales o incluso maladaptativos, es decir, que los desvían de un estado óptimo
de adaptación, se han clasificado de diversas maneras (p. ej., Gould y Lewontin,
1979; Ridley, 2004; Williams, 1992). La tipología que voy a adoptar aquí utiliza
las siguientes categorías: a) la coevolución; b) la unidad del plan corporal (bau-
plan); c) las restricciones (constraints) o limitaciones estructurales; d) las restric-
ciones debidas al desarrollo, y e) las restricciones históricas o filogenéticas.
Ya hemos señalado que los organismos coevolucionan con sus ambientes
bióticos y abióticos. Sin embargo, no todos los participantes en esta carrera de
armamentos (arms race) son capaces de correr a la misma velocidad. Por ejem-
plo, en la coevolución de depredadores y sus presas, de parásitos y sus hospeda-
dores o de machos que practican la coerción sexual y hembras que intentan miti-
gar sus consecuencias negativas, lo que se observa es que alguna de las partes
puede tomar la delantera durante algún tiempo. Es decir, en comparación con sus
“oponentes”, los que quedan rezagados pueden desviarse significativamente de la
condición óptima de adaptación. Otro ejemplo ilustrativo es el desajuste entre los
organismos y sus ambientes abióticos que ha ocurrido muy a menudo en la histo-
ria de la evolución biológica y que ha sido la causa de extinciones regulares y de
extinciones masivas (véase el capítulo 5). Nos referimos a cambios abruptos en la
temperatura, en los niveles de oxígeno o de dióxido de carbono o en la cantidad
de luz solar disponible para la función fotosintética, entre otros.
Cualquiera que sea el nivel taxonómico que consideremos, desde la especie
(p. ej., Homo sapiens) al subphylum (p. ej., Vertebrata), los linajes presentan di-
versas características diagnósticas que definen lo que se conoce como su “plan
corporal” (Gerhart y Kirschner, 1997). Por ejemplo, la bipedestación, el tamaño
desproporcionado de la corteza cerebral en relación con el tamaño del resto del
cuerpo, el lenguaje y la cultura son algunas de las señas de identidad de la especie
humana moderna (p. ej., Boyd y Silk, 2009), y la posesión de cráneo, de vértebras
(salvo excepciones), de un encéfalo “tripartito”, de inmunidad adaptativa, la du-
plicación del complejo de genes Hox (genes homeobox) y la presencia de una
cresta neural como un cuarto tipo de hoja embrionaria son características definito-
rias del plan corporal de un vertebrado (Pough et al., 2009). Lo que postula el
concepto de “unidad del plan corporal” en el presente contexto es que el grado de
adaptación de cualquier organismo está determinado en buena medida por la esta-
bilidad y la cohesión entre las características fundamentales de su linaje (las ca-
racterísticas “filotípicas”). Se trata, como hemos visto, de características genera-
les, pero esenciales, que han evolucionado por selección natural y posiblemente
otros agentes, y que se han estabilizado y organizado como una unidad cohesiva.
La implicación general (y predicción) es que los atributos del plan corporal, no la
diversidad de detalles que es plausible que evolucione dentro de cada linaje, son
resistentes a cualquier forma de cambio evolutivo en solitario debido a las conse-
165
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
166
Mecanismos de la evolución
167
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
los sistemas vasculares y nerviosos que los soportan han producido soluciones
impropias de un diseñador inteligente. En un pez, la disposición del nervio la-
ríngeo, una rama del nervio vago, responde a un diseño eficiente: el sexto arco
branquial, que dará lugar a una agalla en el individuo adulto, es alimentado por
la sexta arteria branquial e inervado por la cuarta rama del nervio vago. En los
mamíferos, parte del arco branquial embrionario se transforma en la laringe; sin
embargo, el sexto arco aórtico del lado izquierdo desciende hasta el pecho (don-
de se encuentra el corazón) y se convierte en una estructura vestigial, el liga-
mentum arteriosum, y el nervio laríngeo hace lo propio. En lugar de adoptar una
ruta directa y corta para inervar la laringe, ubicada en la parte superior del cue-
llo, el nervio laríngeo desciende hasta el pecho, gira alrededor de la aorta y de
los vestigios del sexto arco aórtico y vuelve a subir hasta el cuello para inervar
la laringe. Esta imperfección es llamativa en cualquier mamífero, pero es asom-
brosa en el caso de la jirafa (!) Otros ejemplos de maladaptaciones o de diseños
pobres son el elevado tamaño del cráneo del feto humano que pone en peligro su
vida y la de la madre durante el parto; el espacio entre el ovario y las trompas de
Falopio que debe salvar el óvulo y que produce implantaciones ectópicas invia-
bles y peligrosas para la madre; las hernias inguinales a través del espacio por el
que se produce el descenso de los testículos; el hipo; la forma en S de la colum-
na vertebral en nuestra especie, causa de los frecuentes dolores de espalda, y la
tendencia a enfermedades como la obesidad, la diabetes y las hemorroides
(véase el capítulo 8).
La existencia de tantos rasgos imperfectos en el diseño de los organismos no
cuestiona la importancia de la selección natural, lo único que hace es poner de
relieve que esta no es la única fuerza que moldea las características de los orga-
nismos. No todo diseño es posible, como invita a pensar la doctrina funcionalista,
que enfatiza el poder del ambiente esculpiendo rasgos funcionales, ni es el mejor
de los posibles que se puedan concebir, como plantea el panglossianismo; los
organismos están sujetos a las limitaciones (o las oportunidades) impuestas por
las leyes que gobiernan las relaciones entre las partes (estructuralismo) y por la
herencia histórica (historicismo).
Por último, conviene señalar que el seleccionismo en cualquiera de sus ver-
siones (i. e., adaptacionismo, panglossianismo) puede conducir a lo que se conoce
como la falacia naturalista, es decir, la creencia de que cualquier cosa que obser-
vamos en el mundo natural refleja la acción de un orden superior incluso moral, la
naturaleza, que el ser humano no debería alterar. Existen muchas versiones de la
falacia naturalista: cuando se cambia “es” por “debe”, cuando se interpretan los
hechos en términos de valores, cuando se postula que la bondad es una propiedad
de lo que es natural, cuando se asume que lo natural es bueno, cuando se postula
que lo que existe debía existir y cuando se sustituye explicación por justificación
(Curry, 2006; Hochman, 2013).
168
Mecanismos de la evolución
Dos observaciones empíricas que no se le escapan a nadie son que los hijos se
parecen más a sus progenitores que a otros individuos de la población y que el
registro fósil está repleto de organismos que representan formas intermedias entre
otros fósiles o entre estos y especies actuales. La primera observación pone de
relieve la existencia de continuidad entre ancestros y descendientes, mientras que
la segunda indica que los descendientes no siempre son tan idénticos a sus proge-
nitores, es decir, también existe discontinuidad entre formas sucesivas. Ambos
fenómenos son la esencia de la evolución, i. e., herencia con modificación, y am-
bos suscitan la pregunta de profundo calado: ¿Qué mecanismos o procesos expli-
can la continuidad y la discontinuidad entre formas progenitoras y sus descendien-
tes? ¿Qué ocurre durante el desarrollo del cigoto que da lugar a formas más o
menos discontinuas en relación con las características de los progenitores que lo
han concebido? En realidad, la pregunta general y fundamental es: ¿Cuál es la
relación entre el desarrollo y la evolución? Este interrogante ha preocupado a los
biólogos, especialmente a partir del siglo XIX. La teoría darwiniana solo se planteó
el problema más restringido de la herencia, cuya resolución tuvo que contentarse
con fórmulas de herencia blanda. La teoría neodarwiniana moderna o sintética lo
resolvió adoptando una versión de herencia dura excesivamente restringida, una en
la que solo se contemplaba el modelo mendeliano y se ignoraba cualquier forma de
herencia no genética (Bonduriansky, 2012). Lo cierto es que no es concebible en-
tender la evolución sin comprender las innovaciones fenotípicas y genéticas que
surgen durante el desarrollo, del mismo modo que los patrones y regularidades del
desarrollo cobran un sentido pleno cuando se examinan a la luz de la evolución.
Desde hace algunas décadas, la relación entre el desarrollo y la evolución, la disci-
plina conocida como EvoDevo, se ha convertido en una de las áreas más activas de
la biología evolutiva contemporánea (Bateson y Gluckman, 2011; Carroll, 2005;
Gilbert, 2006, Gilbert y Epel, 2009; Gottlieb, 1992; Gould, 1977, 2002; Jablonka y
Lamb, 2005; Oyama, 2000; West-Eberhard, 2003; Shapiro, 2011) y de otras disci-
plinas igualmente interesadas por las implicaciones que las conclusiones que se
alcancen pueden tener para comprender mejor el desarrollo y la evolución del
comportamiento y de los procesos psicológicos (Hood et al., 2010; Martin y Bate-
son, 1999; Oyama, 2001).
169
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Fue von Baer [1792-1876] quien acabó con el debate iniciado en la época de Aris-
tóteles sobre el preformacionismo y la epigénesis que había ocupado buena parte
del trabajo empírico de los estudiosos del desarrollo embrionario especialmente
desde el siglo XVII. Los preformacionistas sostenían que todas las partes del cuer-
po humano estaban ya presentes, preformadas, en el óvulo (ovistas) o en el es-
permatozoide (animaculistas), y que el desarrollo únicamente implicaba creci-
miento, es decir, cambio cuantitativo. Esta es la hipótesis del homúnculo, según la
cual el individuo humano ya se encuentra preformado y debidamente miniaturiza-
do en el gameto. La postura epigenética, que desplazó al preformacionismo y que
sigue considerándose la adecuada en la actualidad, postula que los órganos del
cuerpo humano (y de cualquier ser vivo, por supuesto) se diferencian, emergen,
durante el desarrollo, de forma sucesiva, y que la ontogenia no es solo un proceso
de crecimiento, sino que también lo es de diferenciación, de emergencia de es-
tructuras y funciones nuevas. von Baer es conocido por la formulación de cuatro
generalizaciones o “leyes” (Gilbert, 2006).
170
Mecanismos de la evolución
171
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
172
Mecanismos de la evolución
173
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
1. Gradualismo y puntuacionismo
2. Selección natural
3. Filogenia y ontogenia
Actividades de autoevaluación
174
Mecanismos de la evolución
4.2. Especiación
o a) El aislamiento reproductivo entre dos individuos (que conduce a
la especiación) se denomina postcópula y precigótico si estos
son capaces de producir descendientes, aunque sean estériles.
o b) La especiación parapátrica implica aislamiento geográfico in-
completo entre dos subpoblaciones de la misma especie que
genera una reducción del flujo génico y de la viabilidad de los
híbridos.
o c) La especiación simpátrica se produce cuando los individuos de
una misma población adoptan un modo de cruzamiento aleatorio.
175
5
Biodiversidad, filogenia
y transiciones evolutivas
–––––––
1
Conviene aclarar que en muchos países de habla inglesa, 1 billón equivale a 109 millones, mien-
tras que en el resto, un billón equivale a 1012, es decir, un millón de millones. Ese es el motivo de
que en los textos anglosajones se hable de 3,8-3,5 billones de años para el origen de la vida, en
lugar de 3.800-3.500 millones de años. Utilizaremos la abreviatura Ma para millones de años y
ka para miles de años.
177
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
este libro, nuestro objetivo no será tanto describir de forma prolija los datos dis-
ponibles que ilustren lo que ha ocurrido, cuanto presentar la información empírica
esencial para introducir las herramientas conceptuales y los principios explicati-
vos que ayuden a entender por qué ha ocurrido.
Cuando examinemos la “película” de la vida tendremos ocasión de constatar
no solo que algunas ramas del árbol evolutivo han llegado hasta nuestros días,
mientras que muchas otras se han quedado por el camino, sino que, además, el
número de especies que han poblado el planeta desde que surgió la vida ha sido
muy variable. En efecto, la biodiversidad constituye un parámetro muy revelador
de la naturaleza del cambio evolutivo y un posible indicador de la “evolucionabi-
lidad” (evolvability) o capacidad de adaptación de las especies y de otras catego-
rías taxonómicas superiores (Gerhart y Kirschner, 1997). Por último, es importan-
te que no olvidemos que la evolución biológica se ha producido en un escenario
abiótico que ha experimentado cambios de una magnitud colosal. De hecho, en-
tender la evolución de los organismos que conforman la biosfera no es posible si
no se conocen y comprenden las interacciones que se han producido entre el am-
biente biótico y los agentes del ambiente abiótico, especialmente la temperatura,
los niveles de oxígeno y de otros gases (especialmente los de efecto invernadero)
y la luz. El escenario completo que es preciso analizar para entender la evolución
biológica debe incluir las interacciones entre la hidrosfera (las masas de agua), la
atmósfera (las masas de aire), la litosfera (las placas de la corteza terrestre) y la
biosfera (el conjunto de seres vivos).
5.1. Biodiversidad
178
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
binomial para asignar un nombre científico a cada ser vivo (Audesirk et al., 2011;
Sadava et al., 2014b). Según este esquema, aplicado sistemáticamente desde en-
tonces por los biólogos y recogido y actualizado periódicamente en los Códigos
Internacionales de Nomenclatura Zoológica, Bacteriológica y Botánica, el nombre
científico de cada organismo está constituido por dos palabras que se escriben en
latín y en cursiva (o subrayadas). La primera se refiere al género y la segunda a la
especie. Por ejemplo, el nombre científico de la especie humana actual es Homo
sapiens, la del tiranosaurio rex Tyrannosaurus rex y la del gran tiburón blanco
Carcharodon carcharias. Adviértase, además, que la letra inicial del género se
escribe con mayúscula y el resto, tanto del género como de la especie, se escriben
con minúsculas. De forma opcional, al nombre científico de la especie se le puede
añadir el nombre del autor que la describió por primera vez (y en ocasiones tam-
bién el año); por ejemplo, Homo sapiens Linnaeus 1758.
179
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Linnaeus no solo ideó este sistema binomial para dar nombre a las especies, sino
que, además, desarrolló un esquema para clasificarlas cuya propiedad fundamen-
tal es su carácter jerárquico o anidado. En efecto, los organismos desde el nivel
más elemental (la especie) hasta el más inclusivo (el dominio) forman parte de
categorías que contienen a las que son más elementales y a su vez son contenidas
por las que son superiores y, por tanto, más inclusivas (Figura 5.2). Lógicamente,
cuanto más nos alejemos de la categoría más elemental (i. e., la especie), menor
será el número de características que sus miembros tendrán en común y, cuanto
más nos acerquemos a la categoría superior (i. e., el dominio), mayor será el nú-
mero de subcategorías que contenga. Así, el dominio comprende varios reinos,
estos comprenden varios phyla (plural de phylum), los phyla varias clases y así
sucesivamente hasta llegar al nivel más elemental, el de la especie. En algunos
casos esta puede comprender categorías más elementales aún, como son, por
ejemplo, las subespecies (p. ej., el nombre científico del perro doméstico es Canis
lupus familiaris).
180
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
181
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
No obstante, hay que señalar que debido al carácter monofilético del árbol
evolutivo, es decir, al hecho aceptado mayoritariamente de que todos los seres
vivos están emparentados entre sí y, por tanto, tienen un ancestro común (Steel y
Penny, 2010; Theobald, 2010; no obstante, véase 5.1.6), los tres dominios com-
parten ciertos atributos como son la presencia de membranas y de ribosomas, la
utilización de rutas metabólicas similares (p. ej., glicolisis, fermentación y ciclo
del ácido cítrico), la replicación semiconservativa del ADN y la utilización del
mismo material genético, el ADN, cuyo código es transcrito y traducido del mis-
mo modo (véase el capítulo 8).
El siguiente nivel taxonómico inmediatamente por debajo del dominio es el
Reino. Cavalier-Smith (2006, 2010) utiliza un esquema de clasificación algo dis-
tinto al que hemos descrito hasta ahora; este autor reconoce dos dominios, Pro-
karya (agrupando Bacteria y Archeabacteria) y Eukarya, y seis reinos, uno de
procariotas: Bacteria, y cinco de eucariotas: Protozoa, Plantae, Chromista, Ani-
malia y Fungi. Ya hemos visto que el reino Animalia es el que mayor biodiversi-
dad presenta (Figura 5.1). Más adelante, cuando examinemos las principales tran-
siciones en la historia de la evolución biológica, presentaremos un breve resumen
de las señas de identidad de los distintos grupos taxonómicos por debajo del do-
minio y del reino (apartado 5.3).
182
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
relaciones genealógicas o de parentesco que los vinculan entre sí. En esta perspec-
tiva, el objetivo es reconstruir el árbol evolutivo o filogenia que identifica las rela-
ciones entre las diferentes ramas, grandes y pequeñas, desde el comienzo de la vida,
y la sistemática es la disciplina que se ocupa de ello. Los árboles filogenéticos son
diagramas que pretenden representar la secuencia histórica de episodios sucesivos
de bifurcación de las especies en el proceso de cladogénesis.
Existen varias escuelas de sistematistas, la de los fenetistas, la de los evolu-
cionistas y la de los cladistas. Los fenetistas identifican grupos en función del
número de características que sus miembros comparten. Su principal problema es
que los rasgos comparados pueden ser tanto antiguos (generalizados) como deri-
vados (adquiridos más recientemente) y pueden contener rasgos tanto homólogos
como convergentes (apartado 5.1.4). Los evolucionistas resuelven el problema
que genera la inclusión de caracteres convergentes, pero además de tener en
cuenta la cantidad de rasgos compartidos valoran muy especialmente aspectos
cualitativos como, por ejemplo, el grado de divergencia desigual que dos taxones
relacionados pueden mostrar con respecto a su ancestro común y la posibilidad de
que un taxón haya invadido una nueva zona adaptativa. Por último, los cladistas
sostienen que los grupos taxonómicos deben ser monofiléticos y deben contener
el ancestro común y todos sus descendientes (apartado 5.1.5). Según esta escuela,
la relación entre dos taxones y, por tanto, su pertenencia a un determinado grupo
taxonómico debe estar determinada por la recencia de su antepasado común y no,
como sostienen los evolucionistas, por el número o cualidad de los rasgos que
comparten o que les diferencian. Aunque el cladismo es la escuela de análisis de
la filogenia más extendida, las voces de evolucionistas que plantean interpreta-
ciones alternativas siguen siendo aceptadas y utilizadas (Cavalier-Smith, 2010;
Mayr, 1998).
Los árboles filogenéticos estrictamente cladistas (los denominados cladogra-
mas) representan la filogenia como un proceso de divergencia cada vez que una
especie se bifurca y da lugar a dos especies hijas (Figura 5.4). Los nodos represen-
tan los momentos en los que se produce una bifurcación en el árbol, es decir, cada
vez que una especie parental genera dos especies hijas. Es el proceso de cladogé-
nesis que da lugar a múltiples ramas (clados) tras sucesivos episodios de especia-
ción (p. ej., la especie A y el resto de las especies que se originarán en la otra rama
de ese nodo). Las ramas que surgen de cada nodo se denominan ramas o clados
hermanos (p. ej., especies C, D y E en la Figura 5.4). Un clado es un grupo de
especies (u otros taxones) que incluyen el ancestro común y todos sus descendien-
tes (lo que se denomina un grupo o árbol monofilético; véase apartado 5.1.5). La
rama inmediatamente anterior a una bifurcación (a un nodo) se denomina grupo
externo (p. ej., la especie A es un grupo externo para el clado 2, la especie B lo es
para el clado 3, etc.).
183
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
184
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
prensión (la musaraña y el ser humano)–, en todos los casos subyace y se retie-
ne el mismo plan estructural característico de un vertebrado tetrápodo, que
comprende los siguientes elementos esqueléticos organizados con arreglo a un
patrón espacial bien definido: un húmero, un cúbito, un radio, varios huesos del
carpo, varios huesos del metacarpo y varias falanges.
Especies que explotan nichos ecológicos equivalentes tienden a desarrollar de
forma independiente y paralela atributos superficialmente similares por conver-
gencia adaptativa. Estos rasgos se denominan análogos u homoplasias y deben su
similitud a la función que desempeñan, que es selectivamente ventajosa en ese
escenario. En el caso de las homoplasias, por tanto, es la presión del ambiente y
no la historia evolutiva la que promueve la evolución de adaptaciones convergen-
tes y funcionalmente equivalentes en especies filogenéticamente alejadas. Ejem-
plos bien conocidos son el ala de los insectos y la de los vertebrados voladores
(aves y mamíferos) o la aleta de los peces y la de los vertebrados acuáticos, tetrá-
podos que se han readaptado a la vida acuática. Otros ejemplos espectaculares
que se utilizan, además, para probar la existencia de evolución por selección natu-
ral (véase el capítulo 3) son las adaptaciones que se observan en los mamíferos
placentarios y en los mamíferos marsupiales, cuyos ancestros han evolucionado
independientemente en continentes separados (Eurasia y América frente a Austra-
lia, respectivamente) en los últimos 90-140 Ma (Coyne, 2009; Dawkins, 2009).
La identificación de las homoplasias es fundamental para no generar árboles filo-
genéticos erróneos.
Por último, los caracteres homólogos compartidos pueden ser primitivos o de-
rivados (los primeros se denominan simplesiomorfos y los segundos sinapomor-
fos en la terminología de la escuela cladista). Es obvio que los caracteres primiti-
vos no pueden ser de gran ayuda para rastrear la cladogénesis puesto que son
inadecuados para revelar el proceso de ramificación que define un árbol. En efec-
to, cuanto más primitivo es un carácter, más probable es que este sea común a la
mayoría de los miembros de un grupo taxonómico determinado. Por ejemplo, si
estuviéramos intentando identificar las relaciones genealógicas entre 20 especies
de vertebrados, desde bacalaos hasta chimpancés, recurrir a rasgos que fueran
comunes a todos (o a una gran mayoría de) los vertebrados, es decir, ancestrales
(p. ej., la presencia de cráneo, de mandíbulas o de vértebras) resultaría de poca
utilidad. Lo más acertado sería examinar caracteres derivados, por ejemplo, la
presencia de membrana amniótica, que solo poseen los vertebrados de las clases
reptiles, aves y mamíferos, de pelo, que solo poseen los vertebrados mamíferos, o
de dedo pulgar oponible, que solo poseen los mamíferos del orden Primates. Ob-
viamente, este criterio de evitar los rasgos que sean generalizados, y por tanto
primitivos, y centrarse, en cambio, en los que son derivados, y por tanto moder-
nos, es aplicable a cualquier otro escenario de comparación, por ejemplo, el hue-
vo amniota, el pelo o el dedo pulgar oponible son caracteres primitivos si los or-
185
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
186
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
Sin embargo, aunque la visión del árbol evolutivo universal de Darwin es sus-
crita por la mayor parte de las escuelas postdarwinianas, lo cierto es que cada vez es
mayor el número de voces que la cuestionan, sugiriendo modificaciones o incluso
proponiendo su abandono (Ragan et al., 2009; Koonin, 2009; Doolittle, 2010;
Franklin-Hay, 2010). ¿Cuál es el motivo? La respuesta es sencilla: existe amplia
evidencia de la existencia de un mecanismo conocido como intercambio de mate-
rial genético lateral u horizontal entre organismos que se encuentran en ramas se-
paradas del árbol de la vida (Ragan y Beiko, 2009), un fenómeno especialmente
frecuente entre procariotas y entre procariotas y protozoos (O’Malley, 2010). El
resultado de la operación de este mecanismo queda mejor representado por una red
o malla, no un árbol, ya que la información genética de las especies que se encuen-
tran en las ramas del árbol no procede solo de antepasados (progenitores) que la han
transmitido verticalmente, sino también de otras especies contemporáneas (primos)
que las han aportado horizontalmente (véanse también los capítulos 7 y 9).
Sin embargo, una forma de transmisión interespecífica (lateral) de información
genética que ha condicionado la historia de la evolución biológica en nuestro plane-
ta es la que se ha producido a través del proceso conocido como simbiogénesis
(Margulis y Sagan, 2002; Timmis et al., 2004; Cavalier-Smith, 2010, 2013). Sabe-
mos qué es la simbiosis, una relación íntima entre especies distintas en la que los
implicados obtienen beneficios de la actividad del otro. Conocemos también en qué
consiste la versión particular de simbiosis conocida como endosimbiosis, en la que
uno de los “socios” se encuentra alojado en el interior del otro, como en el caso del
microbioma, i. e., biota de microbios comensales residente en el tracto gastrointes-
187
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
tinal de algunos metazoos, entre ellos el ser humano (véase el capítulo 3, apartado
3.5.2). La simbiogénesis o quimerismo es un proceso mucho más complicado; es la
modificación genética y funcional del endosimbionte y de su hospedador en el cur-
so de la evolución, en parte debido al intercambio de material genético entre los
dos. Hay que advertir que existen varias hipótesis sobre la evolución de la célula
eucariota. Se pueden distinguir dos versiones generales. Una sostiene que los prota-
gonistas de la simbiogénesis que dio lugar a la célula eucariota con mitocondria
pudieron ser dos células procariotas que se fusionaron, por ejemplo, una arquea
actuando como hospedador y una eubacteria actuando como endosimbionte (Mar-
gulis, 1996; Margulis et al., 2000; Martin y Russell, 2003; Davidov y Jurkevitch,
2009). La segunda versión sostiene, en cambio, que el hospedador fue una célula
eucariota (un protozoo) y el simbionte intracelular fue una eubacteria, que fue
fagocitada por aquel (Cavalier-Smith, 2002a, 2013).
En la propuesta de Cavalier-Smith (2013) se identifican siete episodios de sim-
biogénesis durante la historia de la evolución biológica. El mecanismo que hizo
posible la explotación de esta vía fue la evolución de la fagotrofia en los eucariotas
ancestrales y esta puerta se abrió cuando estos perdieron la membrana exterior y la
pared celular de sus ancestros procariotas (Cavalier-Smith, 2002a; apartado 5.3).
Las dos primeras fueron simbiogénesis primarias en las que un eucariota unicelular
ancestral fagocitó un procariota (Figura 5.6A). Hace aproximadamente 1.200 Ma,
una α-proteobacteria fue fagocitada y se transformó en el orgánulo intracelular co-
nocido como mitocondria de los eucariotas posteriores, tanto heterótrofos como
autótrofos (Figura 5.6A1), y hace 750-800 Ma una cianobacteria fue fagocitada por
un eucariota mitocondriado y se transformó en el plástido intracelular conocido
como cloroplasto de los eucariotas autótrofos que evolucionaron después (Figura
5.6A2). Posteriormente ha habido cuatro simbiogénesis secundarias en las que eu-
cariotas fotoautótrofos han transferido plástidos (p. ej., rodoplastos y cloroplastos) a
protozoos heterótrofos (p. ej., corticoflagelados fagocitaron algas rojas y dieron
lugar a Chromista y Alveolata; cercozoos y excavados fagocitaron algas verdes y
dieron lugar a Chlorarachnea y Euglenoida, respectivamente) (Figura 5.6B).
Finalmente, algunos dinoflagelados mixótrofos han participado en una sim-
biogénesis terciaria fagocitando otras algas autótrofas y capturando su cloroplas-
to (Figura 5.6C). Con respecto a la evolución de la mitocondria a partir de la bac-
teria endosimbionte originalmente fagocitada se han promovido distintas
versiones, desde la mitocondria característica de la mayoría de los eucariotas, que
conserva un genoma modificado, a los hidrogenosomas y mitosomas, que lo han
perdido (Cavalier-Smith, 2013; Lithgow y Schneider, 2010). En cuanto a los plás-
tidos, estos han sufrido varias simbiogénesis adicionales, se han perdido o han
sido reemplazados en distintos linajes (Keeling, 2010). En el escenario planteado
por Cavalier-Smith, la depredación constituye el mecanismo central de la simbio-
génesis, que debió estar operativo muy pronto en la evolución, una hipótesis que
188
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
ha sido sustanciada por estudios recientes que rechazan la hipótesis del “Jardín
del Edén” (de Nooijer et al., 2009).
189
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
los científicos han establecido un calendario que recoge la fecha estimada de cada
uno de ellos. Este Gran Calendario, como se le denomina, se ha elaborado a partir
de datos paleontológicos, sedimentológicos y tectónicos (Anguita, 1988). Los
términos utilizados para nombrar las diferentes categorías del Gran Calendario
son eón, era, periodo y época (Cuadro 5.2). En algunas versiones del calendario
cronoestratigráfico de la Tierra, los primeros tres eones, el Hádico, el Arcádico y
el Proterozoico, se agrupan en uno único, el denominado Supereón Precámbrico,
que precede a la primera era del Fanerozoico, es decir, al Paleozoico, que comen-
zó hace 542 Ma. Por supuesto, las versiones más técnicas del Gran Calendario
incluyen un número mucho mayor de subdivisiones por debajo del periodo.
190
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
191
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
192
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
pensar que puedan producirse a un ritmo constante. Del mismo modo que vimos
que cada isótopo radioactivo tenía su propia vida media, así ocurre con los ge-
nes (sus nucleótidos o los aminoácidos que sintetizan), que cada uno tiene su
tasa de cambio característica, es decir, el ritmo al que una mutación neutral lle-
ga a fijarse por azar (i. e., por deriva genética). Así, por ejemplo, los genes de la
histona tienen una tasa de mutación neutral característica que tarda mil millones
de años en fijarse, mientras que la del fibrinopéptido es de tan solo un millón de
años (véase también apartado 5.2.5).
La corteza terrestre está constituida por placas, las placas tectónicas, y los con-
tinentes solo representan la parte de esas placas que sobresale por encima del
nivel del mar. Las placas que conforman la superficie esférica o litosfera de la
Tierra están “flotando” sobre una segunda esfera más profunda y en estado se-
milíquido que se denomina astenosfera (Fischer et al., 2010). La lección más
importante que hay que aprender de la tectónica de placas en este contexto es
que estas se desplazan en direcciones definidas debido a las corrientes de con-
vección que tienen su origen en la astenosfera, que esta “deriva de los continen-
tes” tiene un efecto muy importante sobre el clima y sobre la distribución de las
masas de agua y el nivel del mar y, sobre todo, que los continentes actúan como
gigantescas barcazas que acercan o alejan a las especies que se originan y evo-
lucionan sobre sus “cubiertas”. El estudio de la dinámica de la deriva de los
continentes es fundamental para entender las pautas de distribución geográfica y
las características de los fósiles hallados en las distintas regiones del planeta,
además de constituir una prueba de la existencia de evolución, como ya sabe-
mos (véase el capítulo 3). También resulta intrigante el hecho de que la Tierra
sea el único planeta del sistema solar en el que existe tectónica de placas y que
aún no se sabe cuándo comenzó y si ha operado de forma continua o disconti-
nua desde que se inició (Korenaga, 2013).
El volumen de agua y, sobre todo, la altura del nivel del mar han cambiado de
forma dramática a lo largo de la historia del planeta (Figura 5.7). Se sabe que
algunas de las extinciones masivas se han producido cuando el nivel del mar des-
cendía por la acumulación de agua en forma de hielo, debido al enfriamiento, o
por la ausencia de precipitaciones debido a una intensa sequía. También se sabe
que algunas de las innovaciones evolutivas más importantes, como la evolución
de los primeros vertebrados que invadieron el nicho o ecoespacio terrestre, tuvie-
ron lugar en escenarios dominados por mares epicontinentales y superficies pan-
tanosas poco profundas.
193
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
194
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
tes, es decir, la superficie libre de hielo, en la zona del ecuador (Hoffman y Sch-
rag, 2002). El CO2 atmosférico reacciona con las rocas a las que erosiona debido
a su carácter ligeramente ácido, pero queda atrapado en forma de carbonatos. En
este escenario, que implica una reducción y “secuestro” del CO2 atmosférico, se
produce un descenso de la temperatura, un aumento de la superficie oceánica
cubierta por el hielo y, como consecuencia de ello, un descenso aún más acusa-
do de la temperatura debido al aumento de la radiación solar que es reflejada
cuando esta incide sobre el hielo (i. e., lo que se conoce como efecto albedo).
Como se puede advertir, y esta es la principal lección, existe una cascada de efec-
tos de feedback positivos que resultan en un aumento de las condiciones favorables
para la caída y mantenimiento de las temperaturas a valores glaciales. Se ha propuesto
que los principales mecanismos que hicieron posible la salida de estas glaciaciones
globales fueron el movimiento de los continentes, que redujeron el “efecto sumidero”
de CO2 descrito, y la actividad volcánica, que libera CO2 a la atmósfera y la calienta,
por el efecto invernadero, rompiendo de ese modo el ciclo de enfriamiento.
195
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
desafíos) del mundo abiótico que caracterizaron las distintas etapas de la historia de
la evolución biológica en nuestro planeta. Dos procesos icónicos de la evolución
biológica son las radiaciones y las extinciones. Como ocurre con la historia de cual-
quier individuo, la de los linajes evolutivos (p. ej., especies, géneros, familias o
incluso phyla enteros) es también una historia de nacimiento, de supervivencia, de
mayor o menor esplendor y, finalmente, de inevitable desaparición. Se entiende por
radiación adaptativa o simplemente radiación el incremento en el número de espe-
cies (u otras categorías taxonómicas) que se observa dentro de un linaje durante
ciertos periodos de su existencia. Expresiones tantas veces escuchadas como la Era
de los reptiles o la Era de los mamíferos, por mencionar algunas de las más popula-
res, hacen referencia precisamente a la aparente explosión de diversidad de reptiles
o de mamíferos (en los ejemplos mencionados) que se detecta en el registro fósil
durante espacios de tiempo reconocibles.
Se han propuesto al menos cuatro mecanismos que pueden explicar las radia-
ciones o pulsos de diversificación que se han descrito en el registro fósil (Futuy-
ma, 2009; Ridley, 2004). La colonización de nuevos nichos en ausencia de com-
petidores es uno de los escenarios que favorece la promoción de una radiación
adaptativa y ejemplos paradigmáticos los podemos encontrar en diversos grupos
animales que han colonizado islas volcánicas relativamente jóvenes (p. ej., la
mosca de la fruta en las islas Hawái, el pájaro pinzón en el archipiélago de las
Galápagos) o lagos surgidos recientemente (p. ej., las especies de cíclidos en los
lagos africanos). El reemplazo (pasivo) por extinción de competidores es otro
proceso que podría explicar radiaciones adaptativas muy conocidas, como la que
experimentaron los mamíferos después de la extinción de sus rivales, los grandes
reptiles. En efecto, el ecoespacio o nicho ecológico liberado por los reptiles ofre-
ció un amplio abanico de oportunidades a los mamíferos que los ocuparon enton-
ces y se diversificaron (Figura 5.9). El reemplazo (activo) por competición consti-
tuye un tercer mecanismo mediante el cual las especies con mejores capacidades
competitivas pueden prosperar a costa de desplazar a especies competidoras que
están peor adaptadas (Figura 5.9). Por último, la radiación de un linaje puede
ocurrir como consecuencia de la evolución de alguna innovación adaptativa de
gran calado. Ejemplos de la operación de este cuarto mecanismo son la invasión
del ambiente terrestre por las plantas y por los vertebrados tetrápodos y, en reali-
dad, la mayoría de las transiciones evolutivas que hicieron posible la explotación
de un nicho ecológico o zona adaptativa hasta entonces desocupado (aparta-
do 5.2). Por supuesto, la evolución de la inteligencia en la especie humana y sus
consecuencias evolutivas son otro ejemplo paradigmático (véase el capítulo 6).
196
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
Por su significado y por las claves que puede proporcionar para compren-
der la naturaleza de la evolución biológica en nuestro planeta, la radiación
adaptativa más estudiada es la conocida como “explosión” del Cámbrico, ocu-
rrida hace aproximadamente 542 Ma, y que marca el comienzo del Eón Fane-
rozoico (Cuadro 5.2). La explosión del Cámbrico representa un parpadeo geo-
lógico de tan solo 20 Ma, aunque si incluimos los fósiles precámbricos de la
fauna de Ediacara, la ventana temporal se puede ampliar a unos 55 Ma (Mars-
hall, 2006; Valentine, 2002). Durante la explosión del Cámbrico surgió un
innovador modelo de diseño biológico en el reino Metazoa (metazoos o ani-
males) que resultó tremendamente eficaz, a juzgar por su éxito posterior. No
obstante, hay dos características de la explosión del Cámbrico que la convier-
ten en una radiación adaptiva única. En primer lugar, la disparidad (definida
como el número de linajes [phyla]) de animales bilaterales con partes duras
alcanza su máximo valor en este periodo. De hecho, todos los linajes de meta-
zoos aparecieron repentinamente (geológicamente hablando) durante la “ex-
plosión”, la identificación de sus precursores ha resultado complicado y lo que
resulta más intrigante, después no ha surgido ningún linaje nuevo. Como ve-
remos enseguida (apartado 5.2.5), la hipótesis de que la disparidad se redujo
197
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
198
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
199
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
200
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
201
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Los fósiles vivientes son especies que aparecieron hace millones de años y
que apenas han modificado su morfología desde entonces. En algunos casos se
conoció su existencia a partir del hallazgo de fósiles muy antiguos que se ha-
bían dado por extinguidos. Posteriormente, los científicos descubrieron ejem-
plares vivos de esos fósiles. Ejemplos de fósiles vivientes se han documentado
en los dos dominios, el de los procariotas y el de los eucariotas (hongos, ani-
males y plantas). Entre los segundos, el ejemplo paradigmático es el del pez
celacanto (género Latimeria, perteneciente al linaje de los peces de aletas lo-
buladas, técnicamente conocidos como sarcopterigios no tetrápodos), que ape-
nas ha cambiado su morfología en los últimos 400 Ma. De hecho, los celacan-
tos y los peces pulmonados (otro vertebrado sarcopterigio no tetrápodo que ha
preservado su morfología en los últimos 250 Ma) son parientes más cercanos
de nosotros, los tetrápodos, que de los otros peces (Dawkins, 2009; Pough
et al., 2009; Ridley, 2004), aunque hay autores que rechazan la interpretación
de que el celacanto deba considerarse un fósil viviente (Casane y Laurenti,
2013).
Además, la tasa de cambio dentro de un mismo linaje y entre distintos li-
najes en diferentes niveles de organización biológica puede ser muy variable e
independiente entre sí. Un ejemplo ilustrativo de este fenómeno es la tasa de
cambio a nivel molecular y a nivel morfológico que se observa en el tiburón
de Puerto Jackson, Heterodontus portujacksoni, otro fósil viviente (Ridley,
2004). Morfológicamente, esta especie apenas ha cambiado en los últimos
300 Ma; sin embargo, la tasa de cambio que ha experimentado en el número
de aminoácidos diferentes entre las dos formas de hemoglobina, la α y la β,
que aparecieron por duplicación durante el origen de los cordados, ha sido
muy similar a la que se observa entre estas dos formas de hemoglobina en la
especie humana (i. e., 150 frente a 147, respectivamente). Además, la diferen-
cia entre la forma α y la β del tiburón y de la carpa es de 149 aminoácidos. Lo
que hace más llamativo este análisis es que en esos 300 Ma que separan el
ancestro del tiburón actual y el del linaje que condujo a la especie humana, el
primero apenas ha cambiado, mientras que el segundo ha atravesado estadios
morfológicos de pez, de anfibio, de reptil y de varias versiones de mamífero.
Como ya sabemos (véase el capítulo 4), la estasis es el proceso de ralenti-
zación o detención del cambio evolutivo que experimenta un linaje durante
buena parte de su existencia. De acuerdo con la teoría del equilibrio intermi-
tente o puntuado, la tasa de evolución es elevada solo durante los episodios de
especiación; el resto del tiempo, es decir, durante la anagénesis, la tasa de
cambio es relativamente reducida. Los biólogos evolutivos ortodoxos no tie-
nen inconveniente en aceptar que la estasis sea un fenómeno documentado y
compatible con la noción de que la tasa de evolución es variable cuando se
comparan distintas especies, la misma especie en distintos momentos de su
202
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
historia, o distintos atributos dentro del mismo linaje; sin embargo, estos cien-
tíficos sostienen que la evolución de rasgos adaptativos complejos solo puede
ser el resultado de la selección natural generando cambios graduales que se
van acumulando de forma constante (i. e., gradualismo filético) (Ridley,
2004).
La explicación de la tasa de cambio evolutivo en general y de especiación
en particular ha recurrido tradicionalmente a dos modelos distintos (Benton,
2009, 2010; Venditi et al., 2010): uno enfatiza el papel de la competición y la
coevolución entre las especies que conforman el ambiente biótico (causación
biótica) y el otro, en cambio, coloca el acento en los retos planteados por el
ambiente abiótico (causación abiótica). El primero se conoce como el modelo
de la Reina Roja, en referencia a la obra de Lewis Carroll, Alicia a través del
espejo, en la que la Reina Roja le dice a Alicia en uno de sus diálogos: “Nece-
sitas correr todo lo que puedas para mantenerte en el mismo sitio”. Lo que
plantea este modelo es que los organismos pueden estar adaptados y al mismo
tiempo en continuo proceso de adaptarse, porque ni el ambiente es estático
(también “corre”), ni la dirección de sus cambios es constante (y, por tanto,
predecible). En el mundo representado por el modelo de la Reina Roja, la es-
peciación depende de factores intrínsecos, como el tamaño corporal, la resis-
tencia fisiológica y el éxito en la competición con otras especies por el acceso
a los recursos vitales (los depredadores o las presas, los hospedadores o los
parásitos). El segundo modelo es el del bufón de la corte (Court Jester). El
bufón fue un personaje medieval que se dedicaba a entretener a los miembros
de la corte en muchas culturas. En este contexto, el rol se utiliza metafórica-
mente, como el de la Reina Roja, para resaltar en este caso el carácter aleato-
rio y no direccional de las presiones del ambiente abiótico. En este modelo, la
diversificación responde a factores abióticos como la tectónica de placas y los
cambios en el clima, los cuales se manifiestan a escala global.
Tradicionalmente, los ecólogos evolutivos han tendido a enfatizar la im-
portancia de los factores bióticos, mientras que los paleontólogos han defen-
dido el impacto de los factores abióticos. En realidad, ni unos ni otros han
negado que la evolución y la especiación puedan ser el resultado de la opera-
ción de ambas clases de factores. Quizá la clave resida en comprender que el
ambiente biótico –la interacción entre especies– sea un fenómeno microevolu-
tivo de alcance local y poblacional, mientras que el ambiente abiótico tenga
más peso a la hora de explicar patrones macroevolutivos, a escala regional y
plenetaria. Como se ha argumentado recientemente (Benton, 2009), quizá ha-
ya llegado el momento de casar a la Reina Roja con el bufón de la corte y
aceptar así que ambos procesos operan conjuntamente, aunque se manifiestan
a distintas escalas temporal y espacial (Figura 5.10).
203
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
204
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
205
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
206
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
207
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
208
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
209
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
210
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
Cuadro 5.5. Ejemplos del efecto rápido de la selección natural como agente
responsable de producir cambios en experimentos de evolución en acción
Especie Breve descripción del estudio y principales resultados
Bacteria, Experimentos en laboratorio realizados ininterrumpidamente durante
Escherichia 22 años y 50.000 generaciones (6-7 generaciones/día) de 12 poblacio-
coli a nes fundadoras idénticas (de la misma cepa) en un hábitat (matraz)
con glucosa como nutriente limitante y abundante citrato. Todas las 12
poblaciones experimentaron un rápido aumento en su eficacia biológi-
ca, que posteriormente se moderó, y un aumento de su tamaño indivi-
dual, aunque cada población siguió una trayectoria distinta y alcanzó
un resultado final distinto. Después de la generación número 31.500,
una de las 12 poblaciones multiplicó por 6 su capacidad de dividirse y,
por tanto, de aumentar la densidad de individuos. Esta población había
desarrollado la capacidad de utilizar el citrato presente en el cultivo
como un nutriente extra. La evolución de este fenotipo innovador, tan
eficaz biológicamente, fue contingente sobre la historia de mutaciones
previas experimentadas por los ancestros de esa población
Pez, Experimentos en laboratorio y en campo, de machos que variaban en el
Poecilia color (brillo, número y tamaño de las manchas), que estaban ubicados
reticulatab en tanques o tramos de río con fondos distintos (grava gruesa o fina) y
expuestos a regímenes de presión predatoria diferentes. En ausencia de
depredadores, los machos desarrollaron coloraciones más llamativas y
atractivas para las hembras. Sin embargo, en respuesta a la depredación,
su patrón cromático evolucionó en la dirección que maximizara el ca-
muflaje y así la probabilidad de no ser detectado por los depredadores.
Estos efectos se observaron en 14 meses en los experimentos de labora-
torio y en 24 meses en los realizados en campo. La continuación de
estos estudios ha revelado que las poblaciones que se han adaptado a
ambientes con reducida tasa predatoria también han desarrollado la
constelación de rasgos que definen a los estrategas K (véase el capítulo
7), es decir, mayor tamaño corporal, menor número de descendientes
por puesta, menor número de puestas y el retraso de la madurez sexual
Lagartija, Experimento de campo en el que cinco parejas fueron trasplantadas de
Podarcis una isla (Pod Kopiste) a otra vecina (Pod Mrcaru). En tan solo 36 años
siculac (aproximadamente 30 generaciones), los descendientes de la pobla-
ción fundadora habían divergido de forma significativa y adaptativa
con respecto a la población de Pod Kopiste en rasgos morfológicos y
en la dieta. Así, su cabeza era más larga, ancha y alta que la de sus
ancestros, un conjunto de rasgos que habían sido favorecidos en un
escenario ecológico en el que el volumen de dieta vegetal aumentó de
forma significativa. Estos descendientes desarrollaron especializacio-
nes acordes con el cambio hacia un modo de alimentación herbívoro
(.../...)
211
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
El modelo del árbol evolutivo recoge dos propiedades fundamentales del proceso
evolutivo, la continuidad entre formas sucesivas dentro de la misma rama (duran-
te la anagénesis o evolución filética) y la discontinuidad entre formas sucesivas
cada vez que surge una nueva rama (durante la cladogénesis o especiación).
Por tanto, la evolución de un linaje (como el desarrollo de un individuo, véase
el capítulo 7) implica continuidad, que se expresa en la retención de característi-
cas en series de ancestros y sus descendientes, y discontinuidad, que se pone de
manifiesto en la adquisición de innovaciones graduales o abruptas que crean ra-
mas divergentes entre ancestros y descendientes. La teoría evolutiva sostiene que
todas las especies que han vivido en algún momento de la historia de la vida en
este planeta descienden de antepasados que fueron diferentes a ellos, especial-
mente si estos son remotos. Por ejemplo, los antepasados vertebrados de los pri-
meros vertebrados terrestres (los anfibios) fueron vertebrados adaptados a la vida
en el agua, los antepasados vertebrados de las primeras aves y de los primeros
mamíferos fueron reptiles terrestres y los antepasados de los mamíferos marinos
fueron otros mamíferos terrestres (Pough et al., 2009).
La identificación de fósiles que representen formas intermedias entre especies an-
tiguas y especies más modernas ha sido uno de los desafíos que la biología evolutiva
ha tenido que afrontar. Cuando Darwin publicó su teoría en 1859, el volumen de fósi-
les disponibles para testarla fue relativamente pequeño y, debido a ello, el número de
eslabones perdidos fue elevado, una circunstancia que fue convenientemente aprove-
chada, una vez más, por los detractores de la teoría de la evolución. Sin embargo, las
212
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
cosas han cambiado mucho desde entonces. En el último siglo muchos de los eslabo-
nes que faltaban para reconstruir la secuencia de formas intermedias de algunas de las
transiciones evolutivas más importantes han dejado de estar perdidos. Un buen ejem-
plo es el de la evolución de los primeros vertebrados tetrápodos a partir de peces sar-
copterigios (véase el capítulo 3, apartado 3.2.1). Los eslabones entre ambos grupos se
han ido descubriendo, uno tras otro, de tal manera que la reconstrucción de las inno-
vaciones evolutivas intermedias que se fueron sucediendo desde la condición de pez
hasta la condición de primer tetrápodo terrestre ha quedado razonablemente bien
documentada (Coates et al., 2008; Pough et al., 2009).
Como señala Dawkins (2009), el descubrimiento de cualquier forma interme-
dia entre dos fósiles nunca cierra definitivamente la identificación de la secuencia
evolutiva completa puesto que por cada eslabón encontrado se crean dos nuevos
por descubrir (Figura 5.13). Además, aunque hemos visto que los cambios genéti-
cos y fenotípicos que experimenta una especie pueden ocurrir en un espacio de
tiempo relativamente breve (apartado 5.2.7), lo cierto es que los cambios que
distinguen grupos taxonómicos de mayor categoría, por ejemplo, clases dentro de
un phylum, no se producen de la noche a la mañana. La transición de un reptil a
un ave o a un mamífero tuvo lugar durante millones de años de acumulación de
cambios relativamente pequeños (según los gradualistas) o relativamente grandes
(según los puntuacionistas), como el registro fósil pone de manifiesto.
213
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
214
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
observa desde entonces hasta hace unos 600-720 Ma. Como veremos a continua-
ción y enfatiza Cavalier-Smith (2010), la revolución que tiene lugar a nivel de la
membrana celular, lo que se conoce como la revolución neomura, fue fundamen-
tal para que luego surgieran los eucariotas y todo lo que vino después. En la se-
cuencia de transiciones que se presenta a continuación hemos optado por adoptar
un esquema mixto de categorías propias de la sistemática cladista (grupos mono-
filéticos) y de categorías evolutivas convencionales (grupos parafiléticos, como el
de los reptiles, que deja fuera a las aves, y grupos polifiléticos, como el de los
vertebrados homeotermos, que incluye a las aves y a los mamíferos). El motivo es
que nos interesa enfatizar las transiciones evolutivas más significativas. No obs-
tante, no hay que olvidar que cada nodo en el árbol de la vida implica la evolu-
ción de alguna innovación que justifica la bifurcación y con ella la existencia de
un modelo de diseño distinto del existente antes del nodo.
215
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Hace 2.800 Ma surge una nueve versión de bacteria, la glicobacteria, cuya princi-
pal novedad es la rigidificación de su membrana exterior con la inserción de mo-
léculas complejas de lipopolisacáridos. Cavalier-Smith (2006) califica esta inno-
vación de revolución porque con ella aparecen las bacterias que realizan la
función fotosintética oxigénica (que utiliza el H2O como fuente de electrones y
libera O2). Entre las glicobacterias protagonistas de esta transición se encuentran
las proteobacterias y las cianobacterias. Ambas van a desempeñar papeles funda-
mentales en el curso de la evolución. Así, las primeras van a jugar una función
216
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
217
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Con la aparición del grado de organización eucariota surgen dos innovaciones tam-
bién revolucionarias, la meiosis y la reproducción sexual. La división celular de los
procariotas se conoce como fisión binaria, mientras que los eucariotas han desarro-
llado la mitosis y la meiosis. La meiosis es la división celular en la que una célula
diploide (con dos juegos de cromosomas homólogos) produce cuatro células ha-
ploides en lugar de dos células diploides hijas, como ocurre en la división mitótica
(la mecánica de la meiosis y de la mitosis se describe en el capítulo 8). Se han suge-
rido dos hipótesis alternativas para explicar los cambios citológicos implicados en
la evolución de la meiosis. Wilkins y Holliday (2009) proponen que la meiosis evo-
lucionó a partir de la mitosis. Se asume que la condición haploide fue ancestral y la
diploide la derivada, que la división mitótica fue una innovación adquirida ya por
los primeros eucariotas y que la meiosis, mucho más compleja que la mitosis, fue
una elaboración posterior. Según esta hipótesis, la meiosis en dos pasos (meiosis I y
meiosis II) pudo originarse por la incorporación del proceso de sinapsis entre cro-
mosomas homólogos, cada uno con sus dos cromátidas (y su posterior separación),
que tiene lugar durante la meiosis I. Los otros cambios, especialmente la ausencia
de replicación del ADN al comienzo de la meiosis II, pudieron evolucionar des-
pués. La otra hipótesis sostiene que la meiosis evolucionó a partir del proceso se-
xual de transformación que se observa en las bacterias (Bernstein y Bernstein,
2010). En apoyo de esta segunda propuesta, que contempla una evolución en para-
lelo de la mitosis y de la meiosis, se encuentran los siguientes datos: los genes im-
plicados en la meiosis ya estaban presentes en el ancestro común de todos los euca-
riotas, los ancestros de los eucariotas eran capaces de realizar la transformación
característica de los procariotas, la enzima recombinasa RecA es central tanto en la
transformación como en la meiosis y, finalmente, se sabe que ambos procesos son
inducidos por los mismos tipos de estresores que están asociados con el daño en el
218
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
ADN. Y es precisamente esa función de reparación de los daños que sufre el ADN
en respuesta a múltiples contingencias lo que explicaría que la meiosis haya evolu-
cionado por selección natural.
La meiosis es fundamental para la otra innovación de los eucariotas que abor-
damos en esta transición, la reproducción sexual, es decir, la producción de des-
cendencia que contiene material genético de células haploides, los gametos, apor-
tadas por dos progenitores (salvo en el modo de reproducción conocido como
hermafroditismo simultáneo; véase el volumen II, capítulo 2). Y, al igual que con
la meiosis (y la cooperación, véase el volumen II, capítulo 3), esta es otra de las
grandes paradojas de la evolución que tantos quebraderos de cabeza ha causado a
los biólogos evolutivos (Futuyma, 2009; Ridley, 2004; Sherratt y Wilkinson,
2009). En el volumen II, capítulo 2, se examinan las hipótesis que se han propues-
to para explicar la evolución de la sexualidad. De momento solo anticiparemos
varios factores que están asociados con frecuencias más elevadas de reproducción
sexual: la tasa de competición entre especies (p. ej., la diversidad y su asociación
con la latitud), el grado de especialización (p. ej., la especialización ecológica y la
distribución geográfica), el alcance del tamaño poblacional techo (p. ej., densida-
des elevadas), una mayor inestabilidad e impredecibilidad del ambiente y un nivel
elevado de infestación por parásitos.
219
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
El diseño biológico revolucionario que define al grupo Bilateria, que surgió duran-
te la explosión del Cámbrico (hace 550 Ma), comprende tres propiedades: la orga-
nización triblástica (los sistemas de órganos se desarrollan a partir de tres hojas
embrionarias: el ectodermo, el endodermo y el mesodermo), la simetría bilateral
(el organismo es simétrico respecto a un plano anterior-posterior que lo divide en
dos mitades especularmente idénticas) y el desarrollo de partes duras (esqueleto).
Dentro de Bilateria se identifican dos grupos, Protostomia (que incluye varios
linajes de animales, algunos de ellos con niveles excepcionalmente elevados de
diversidad, i. e., los artrópodos; véase Figura 5.1) y Deuterostomia. Este último
linaje presenta como atributos distintivos la existencia de la división radial del
cigoto, el desarrollo del celoma a partir del mesodermo y el que da nombre al gru-
po, es decir, el desarrollo del ano a partir del blastoporo (Sadava et al., 2014b).
220
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
Las siguientes características están presentes al menos en algún estadio del desa-
rrollo de los organismos que pertenecen al phylum Chordata: un cordón nervioso
dorsal, un bastón dorsal o notocorda (ubicado por debajo del cordón nervioso),
una cola que se extiende más allá del orificio anal y hendiduras branquiales. Entre
los subphyla de cordados se encuentra el grupo Vertebrata, cuyos primeros fósiles
han sido datados en 480-500 millones de años (Pough et al., 2009). Sus caracte-
rísticas derivadas diagnósticas incluyen la evolución de una columna vertebral
que sustituye a la notocorda, un cráneo que contiene el encéfalo y está situado en
la parte anterior del cuerpo, un esqueleto interno sostenido por la columna verte-
bral y un sistema circulatorio impulsado por un corazón ubicado ventralmente.
221
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
222
Biodiversidad, filogenia y transiciones evolutivas
Actividades de autoevaluación
5.1. Biodiversidad
o a) Según la clasificación cladista, arquea y bacteria son clados hermanos.
o b) Los cladogramas deben construirse utilizando rasgos que sean
derivados, homólogos y compartidos.
o c) Los árboles polifiléticos están constituidos por el ancestro común
y solo algunas de las especies descendientes.
223
6
Evolución de la especie humana
En este último capítulo del bloque temático sobre evolución aplicaremos buena
parte de los conceptos y teorías descritos en los tres capítulos anteriores al análisis
del proceso evolutivo que desembocó en el origen y éxito de nuestra propia espe-
cie, el hombre moderno, Homo sapiens. El orden Primates, al que nuestra especie
pertenece, es uno de los más antiguos dentro de los mamíferos placentarios y en
80-100 millones de años (Ma) de evolución ha dado lugar a una amplia panoplia
de especies que se han adaptado a multitud de escenarios ecológicos dentro de las
regiones tropicales y subtropicales que habitan. No obstante, entre ellos ha habido
una única especie, la humana, que literalmente ha logrado ir mucho más allá y ha
colonizado todos los rincones del planeta. Después de múltiples episodios de es-
peciación y de adaptación a los nichos ecológicos que fueron surgiendo en un
planeta sometido a cambios climáticos muy importantes, especialmente durante
los sucesivos periodos glaciales e interglaciales, surgió nuestra especie. Aunque
todos los linajes experimenten cambios microevolutivos y macroevolutivos du-
rante su existencia, los procesos anagenéticos y cladogenéticos a los que están
sometidos pueden ser tremendamente dispares. La evolución de la especie huma-
na dentro del orden Primates es un excelente ejemplo de evolución relativamente
acelerada (gradual o episódica). En efecto, en una ventana temporal relativamente
breve, entre 6 y 8 Ma, el linaje de los homininos ha “trepado” por nuevas ramas
del árbol evolutivo en las que ha desarrollado un buen número de innovaciones
muy singulares, esas que nos hacen únicamente humanos. La historia de cataclis-
mos y de aciertos y de fracasos en la evolución biológica que precede al origen de
H. sapiens es infinitamente más larga que la historia de la que nuestra especie ha
sido testigo y en gran medida protagonista, i. e., 4.500 Ma frente a 150.000-
200.000 años (ka), respectivamente. No obstante, aunque breve, su contribución
al curso de la evolución desde que pisó el planeta ha sido cualitativa y cuantitati-
vamente abismal. La Figura 6.1 nos ayuda a percibir la escala temporal de la evo-
lución humana, que es insignificante, y nos invita a reflexionar sobre lo que he-
mos heredado, lo que hemos sido y lo que quizá lleguemos a ser.
225
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
226
Evolución de la especie humana
velan nuestra historia evolutiva compartida con el resto de los seres vivos. Ade-
más, si la diversidad es un indicador del potencial adaptativo de una especie o de
un “plan corporal” más general de organización biológica (véase el capítulo 5), lo
que se observa es que la especie humana forma parte de grupos taxonómicos que
no destacan precisamente por contener un número elevado de diseños alternativos
(Figura 6.2).
227
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
228
Evolución de la especie humana
6.1.3. Primate
229
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
230
Evolución de la especie humana
queño (de menos de 200 g), arborícola, nocturno, insectívoro y africano (Mar-
tin, 1990). Sin embargo, esta reconstrucción del primate ancestral ha sido cues-
tionada recientemente (Soligo y Martin, 2006). Un rasgo derivado diagnóstico
del orden Primates es la sustitución de las garras por uñas, una transición que en
animales arborícolas parece estar asociada con tamaños corporales que oscilan
entre los 800 g y los 3 kg. A la vista de los análisis comparativos realizados,
Soligo y Martin (2006) concluyen que los datos disponibles son compatibles
con la hipótesis de que el primate ancestral pudo ser más grande de lo que se
creía (entre 800 g y 1 kg) y que la dieta bien pudo ser frugívora, una adaptación
alimentaria compatible con la evolución de las plantas angiospermas que se
produjo en paralelo a la de los primates.
Las características definitorias del primate prototipo se pueden agrupar en
cinco categorías (Cuadro 6.1). Estas son las que se consideran primitivas y mu-
chas de ellas han experimentado modificaciones en el curso de la evolución y
adaptación a nichos ecológicos muy diferentes, dando lugar a una gran diversidad
de patrones derivados. Como exponente de la diversidad fenotípica que se obser-
va en los primates, se puede citar la variación en el tamaño corporal tan especta-
cular que presentan, desde los 60 g del lémur ratón, Microcebus murinus, hasta
los 150 kg del gorila, Gorilla gorilla, como ejemplos más extremos.
231
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
232
Evolución de la especie humana
Las características basales de los primates revelan las demandas del nicho
ecológico en el que evolucionaron sus primeros representantes y las adaptaciones
que fueron favorecidas por selección natural: el medio arbóreo y el diseño anató-
mico adecuado para desplazarse por él (las características de manos y pies, el
desplazamiento del centro de gravedad hacia las extremidades posteriores y la
sofisticación del sistema visual a nivel anatómico y neural). Aparentemente, las
propiedades de estabilidad del nicho ecológico también promovieron la evolución
del conjunto de patrones de historia de vida que definen la categoría conocida
como estrategias K (véase apartado 6.3 y el capítulo 7).
La clasificación del orden Primates puede adoptar una perspectiva evolutiva, que
enfatiza la consideración de grados evolutivos (Figura 6.4A), o una perspectiva cla-
dista, que solo contempla la historia de bifurcaciones sucesivas y la identificación de
linajes o clados monofiléticos (Figura 6.4B; véase el capítulo 5) (Martin, 1992).
Así, en la clasificación tradicional, los Tarsiiformes se incluyen dentro del
suborden Prosimii (prosimios) junto con los Lemuriformes y los Lorisiformes
porque presentan muchas características compartidas con ellos, a pesar de que
estén filogenéticamente más emparentados con los miembros del suborden An-
thropoidea (simios). En consecuencia, los prosimios constituyen un grupo polifi-
lético y los simios un grupo parafilético. En contraste, en la clasificación cladista,
los Tarsiiformes forman parte del suborden Haplorrhini (haplorrinos) y tanto este
como los miembros del otro suborden, el Strepsirrhini (estrepsirrinos), represen-
tan grupos monofiléticos (y linajes hermanos), porque en ambos casos el grupo
está constituido por el ancestro común más cercano y todos sus descendientes
(véase Figura 6.3) (Hay que señalar que estrepsirrinos y haplorrinos difieren en
un buen número de características, aunque la que da nombre a los dos subórdenes
es la presencia o ausencia de un rinario, respectivamente, un área de piel húmeda
y desprovista de pelo que recubre las narinas y que se considera ancestral en los
mamíferos placentarios; Martin, 1990).
Desde la existencia del último antepasado común al linaje que condujo al chimpan-
cé actual (género Pan) y al linaje (clado) hermano, el que desembocó en el actual
Homo sapiens, han transcurrido 6-8 Ma (Robson y Wood, 2008; Stone et al., 2010).
La Figura 6.5 muestra los nodos de bifurcación de las distintas ramas de primates
catarrinos y su datación basada en el estudio de la tasa de cambios de nucleótidos
en el ADN mitocondrial (Raaum et al., 2005). (La principal característica entre
varias que distinguen a los catarrinos, que comprenden los cercopitecoideos y los
hominoideos, es decir, los simios del Viejo Mundo y los simios antropomorfos, de
los platirrinos, o simios del Nuevo Mundo, es la orientación de la apertura de los
233
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
orificios nasales, que apunta hacia abajo en los primeros y que es plana en los se-
gundos). Aunque en la clasificación cladista la familia Hominidae (homínidos)
incluye a los orangutanes, a los gorilas, a los chimpancés y a los humanos (Figu-
ra 6.4), a partir de ahora utilizaremos la categoría homínido en su sentido tradicio-
nal, que incluye únicamente la especie humana actual y los fósiles posteriores a la
separación entre el linaje que llevó a los chimpancés actuales y el que condujo a
Homo sapiens. (El término hominino lo emplearemos solo en las figuras, en las que
sus autores así se hayan referido a los homínidos en su acepción tradicional).
234
Evolución de la especie humana
mento notable (Carroll, 2003; Foley, 2002; Klein, 2009; Tattersall, 2000; Wood,
2010; Wood y Baker, 2011). Los restos hallados representan, sin embargo, un
porcentaje muy pequeño de los que aún quedan por descubrir. El lado positivo de
esta situación, sin duda aplicable al estudio de la paleontología de cualquier lina-
je, es que el futuro nos depara aún muchas sorpresas. La otra cara de la moneda,
sin embargo, es que según se van desenterrando los nuevos fósiles el estatus taxo-
nómico de los ya descritos se tambalea y a menudo sufre “recalificaciones”. Por
ejemplo, el mismo fósil humano, identificado como KNM-ER 1470, ha recibido
los nombres de Australopithecus habilis, Homo habilis, Au. rudolfensis y H. ru-
dolfensis.
235
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
236
Evolución de la especie humana
237
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
antiguas del género Homo están muy bien definidos e incluyen, entre
otros, la posición más vertical de la frente, la reducción del arco supraor-
bitario, la posesión de una cara más ortognata (vertical) y de un esqueleto
en general más grácil, la presencia de mentón y la ausencia de espacio re-
tromolar. Algunos autores han enfatizado que aunque los atributos físicos
del hombre moderno ya habían evolucionado en torno a la fecha mencio-
nada, lo que distingue conductual y cognitivamente a nuestra especie del
resto de especies contemporáneas y predecesoras no surgió hasta varias
decenas de miles de años después, hace 50-100 ka (Tattersall, 2008,
2009). La singularidad de esas características se revisará más adelante,
cuando comparemos nuestra especie con la especie de primate no humano
vivo y filogenéticamente más cercano, nuestro “primo” el chimpancé
(apartado 6.3). El volumen craneal de nuestra especie es de 1.418 cc
(Robson y Wood, 2008).
238
Evolución de la especie humana
Figura 6.7. Árbol filogenético de los homínidos. Las líneas de trazo continuo
representan relaciones relativamente bien documentadas, mientras que las de
trazo discontinuo reflejan relaciones aún poco sustanciadas
(modificada de Wong, 2009).
239
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Figura 6.8. A) Tamaño relativo del cerebro en relación con el peso corporal en tres
grados de homínidos, los dos géneros de homininos (i. e., Australopithecus y Homo)
y las otras especies de homininos (i. e., el orangután, el gorila y las dos especies del
género Pan) (modificado de Roth y Dicke, 2005). B) Masa cerebral en relación con la
masa corporal en los dos subórdenes de Primates (i. e., Strepsirrhini y Haplorrhini) y
en un grupo externo (i. e., Insectivora) (modificado de Barton, 2006).
240
Evolución de la especie humana
observan en encefalización entre el grupo externo (en este caso los insectívoros) y
los dos subórdenes de Primates, los estrepsirrinos y los haplorrinos (Figura 6.8B).
El segundo modelo de transiciones integra datos sobre la ecología del com-
portamiento, la arqueología y la paleobiología de los homínidos a lo largo de su
historia evolutiva (Foley y Gamble, 2009). La Figura 6.9 muestra un esquema de
los principales hitos específicamente relacionados con la evolución social.
241
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
242
Evolución de la especie humana
soporte cognitivo que se requiere para ello permiten la ocupación de áreas en las
que las bajas temperaturas podrían representar una barrera difícil de franquear.
La transición 4 (T4) habría ocurrido hace aproximadamente 300 ka y se caracte-
riza por la expansión del cerebro social, especialmente de la corteza cerebral, y de las
destrezas en la fabricación de nuevas tecnologías. Es en esta etapa cuando se produce
el 30% de la encefalización experimentada por el linaje humano, alcanzándose el
volumen cerebral actual. El avance tecnológico, de nuevo asociado al pulso tan espec-
tacular en las habilidades cognitivas soportadas por el crecimiento del tamaño relativo
del cerebro, se traduce en la confección de herramientas que requieren planificación y
sistematización. Además, surge la tecnología de proyectiles que permite el acceso a
nichos ecológicos muy importantes. Por ejemplo, a la caza de presas de mucho mayor
tamaño que el de las cobradas hasta entonces. La complejización de la estructura
social es otra característica importante de esta etapa, con elaboraciones adicionales en
la organización fusión/fisión de sus comunidades. La expansión cerebral y la sofisti-
cación cognitiva de esta etapa es necesaria para mantener vínculos sociales entre in-
dividuos que se encuentran lejos temporal y espacialmente. Por supuesto, las especies
que definen esta transición son H. neanderthalensis y H. sapiens.
Por último, la transición 5 (T5) es la que solo los antepasados recientes de nuestra
especie experimentaron. Presenta tres características. En primer lugar, evolucionan en
África los rasgos anatómicos y genéticos de H. sapiens moderno. En segundo lugar,
hace 60 ka se produjo un éxodo desde África, que condujo a la colonización del 75%
del planeta que aún estaba deshabitado. Por último, se produjo un crecimiento rápido
de la población mundial tras la retirada de los glaciares después de la última glacia-
ción, que comenzó hace unos 16 ka. En esta transición los grupos y poblaciones al-
canzaron una densidad demográfica sustancialmente mayor que en etapas anteriores y
se intensificaron las estrategias de forrajeo basadas en la recolección de semillas, el
cultivo de cereales y la domesticación de animales. La diversidad cultural también
experimenta un aumento significativo; de esta quedan testimonios en las herramientas
que se fabrican, en la arquitectura y en el arte. Surgen los asentamientos duraderos (el
sedentarismo) y las relaciones más estables entre individuos y entre grupos, con el
establecimiento de redes de comercio e intercambio de recursos de diversa naturaleza.
Un importante hito de esta transición es que el hombre se hace con el control de los
recursos vitales y con ello adopta un rol dominante en la determinación del sistema de
apareamiento. Hasta entonces, sus opciones habían estado condicionadas por las op-
ciones ecológicas de las mujeres, como ocurre en otros animales (véase el volumen II,
capítulo 2); ahora el hombre cambia las reglas del juego al asumir el control del factor
que limita y condiciona las opciones reproductivas de las mujeres (Figura 6.10). En
opinión de Foley y Gamble (2009), los logros que definen esta última transición se
fueron acumulando a lo largo de un dilatado periodo de tiempo; comenzaron hace
150 ka y culminaron con el modelo de mundo sedentario, agricultor y étnicamente
complejo que surge hace 15 ka.
243
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
244
Evolución de la especie humana
245
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
246
Evolución de la especie humana
derthalensis (550-30 ka), H. floresiensis (95-17 ka) y los denisovanos (entre pa-
réntesis se indica la duración estimada de su existencia). Todos ellos se conside-
ran humanos arcaicos (Relethford, 2008).
247
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
248
Evolución de la especie humana
249
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
250
Evolución de la especie humana
251
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Los neandertales interactuaron con los humanos modernos cuando estos sa-
lieron de África y fueron extendiéndose por todo el planeta. Garcea (2012) dis-
tingue dos éxodos africanos de H. sapiens a través de la ruta norte (región del
levante mediterráneo, también denominado Oriente Medio), que ocurrieron hace
130-80 ka y 50 ka, respectivamente. Según Garcea, durante el primero de estos
éxodos, los humanos modernos entraron en contacto y se cruzaron con los nean-
dertales (véase también Green et al., 2010). A la larga, sin embargo, este primer
ensayo fue fallido, como lo demuestra el hecho de que después desaparecieran de
ese corredor durante cerca de 30 ka, mientras que los neandertales siguieron ocu-
pándolo. Entre las razones que se han aducido para explicar este fracaso se in-
cluyen la peor adaptabilidad de los humanos modernos al clima frío y seco de la
región y un tamaño poblacional inferior. En cambio, en el segundo éxodo de H.
sapiens a través de esta misma ruta, que se realizó en condiciones climáticas más
benignas, los humanos modernos reemplazaron definitivamente a los neanderta-
les, sin cruzarse con ellos en esta ocasión. Su éxito se debió a su superioridad
numérica y tecnológica y a estar mejor adaptados a un mayor número de eco-
nichos. Algunos autores han señalado que la extinción de los neandertales fue
parte de la extinción de la fauna de mamíferos de más de 44 kg que se produjo
durante el Cuaternario y que se llevó por delante a más de 178 especies (Hortola
y Martínez-Navarro, 2013). Se ha postulado que en este escenario los humanos
modernos quizá trataron a los neandertales como una especie competidora más o
incluso como una posible presa, y fueron eliminados o cazados (Hortola y Martí-
nez-Navarro, 2013).
252
Evolución de la especie humana
Hay un primer motivo de carácter conceptual que tiene que ver con el he-
cho de que algunos científicos, entre los que se encuentran prestigiosos exper-
tos del comportamiento, a menudo pasan por alto el hecho de que la evolución
no solo implica continuidad (conservación de rasgos primitivos comunes), sino
también discontinuidad (creación de rasgos derivados únicos). El énfasis en lo
común y el olvido de lo singular los lleva a practicar una forma de antropomor-
fismo y de antropocentrismo que hace un flaco favor a cualquier movimiento
que pretenda proteger a los animales sobre la base de argumentos científicos
(véase el capítulo 2). El segundo motivo se fundamenta en lo siguiente. La
divergencia entre H. sapiens y H. neanderthalensis se estima que ocurrió hace
tan solo 660 ± 140 ka (Green et al., 2010; Gibbons, 2010; Hublin, 2009; Strin-
ger, 2012a, 2012b). A pesar de tratarse de un corto espacio de tiempo, por su-
puesto en términos relativos, las diferencias entre ambas especies de homínidos
tanto a nivel morfológico como a nivel molecular son muy significativas (Cua-
dro 6.3).
Por otra parte, los chimpancés y los bonobos, que divergieron de su antepasa-
do común hace aún más tiempo, aproximadamente 2 Ma (Stone et al., 2010),
también presentan diferencias morfológicas, cerebrales, conductuales y cognitivas
detectables (p. ej., Hare, 2011; Rilling et al., 2011; véase el volumen II, capítu-
lo 4). El antepasado común al linaje de los chimpancés actuales y al linaje hu-
mano es aún más remoto, i. e., 5-7 Ma (Bradley, 2008; Stone et al., 2010), por lo
que parece razonable que la divergencia entre estos taxa sea todavía mayor que la
detectada en los casos que se acaban de mencionar.
En tercer lugar, la tasa de cambio evolutivo no tiene por qué discurrir a la
misma velocidad en linajes distintos, razón por la cual los conceptos de rasgo
primitivo y rasgo derivado son necesarios (véase el capítulo 5). Así, lo que obser-
vamos en la comparación entre el chimpancé y el ser humano es que, a muchos
niveles, el primero es más primitivo que el segundo, es decir, ha divergido mucho
menos que nosotros del antepasado común (véase, no obstante, Sayers et al.,
2012).
Por último, no hay que caer en el error de pensar que existe una relación di-
recta y sencilla entre la genética, el tamaño cerebral, la conducta y la cognición,
por mencionar cuatro niveles particularmente relevantes en psicobiología (véase
el volumen II). Dicho de otro modo, la relación entre el genoma y el “fenoma”,
definido como el conjunto de características fenotípicas de un organismo (p. ej.,
Varki y Nelson, 2007; Varki et al., 2008), es complicada.
253
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Rasgos Características
254
Evolución de la especie humana
255
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
256
Evolución de la especie humana
257
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Las dos especies exhiben diferencias en sus características fenotípicas que son
detectables sin dificultad. El Cuadro 6.5 presenta un resumen muy selectivo de
algunas de las diferencias entre los fenomas de nuestra especie y del chimpancé.
Las diferencias que tienen que ver con la conducta, la comunicación y la cogni-
ción se describirán y analizarán en el volumen II, capítulos 3 y 4.
258
Evolución de la especie humana
259
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
El Cuadro 6.5 solo pretende señalar algunas de las diferencias que se aprecian
entre las dos especies cuando se comparan sus respectivos fenomas, sin plantear
en ningún momento valoraciones sobre la superioridad de las adaptaciones de la
especie humana sobre las del chimpancé. En el árbol de la vida, la especie huma-
na y el chimpancé ocupan la copa de ramas distintas y, por tanto, no solo retienen
características primitivas compartidas heredadas del antepasado común del que
ambos han descendido, sino que también despliegan atributos derivados únicos y
específicos de sus distintos nichos. No cabe ninguna duda de que los seres huma-
nos somos mucho más diferentes de los grillos, por poner un ejemplo, que de los
chimpancés. Sin embargo, también es cierto que las diferencias entre los chim-
pancés y nosotros son abismales. Reconocer este hecho no debiera incomodar a
nadie que conozca la teoría de la evolución y entienda la naturaleza del proceso
evolutivo, porque eso es precisamente lo que cabe esperar.
En este apartado examinaremos algunas de las características que nos definen como
especie animal que, como el resto de las especies, ha evolucionado (y continúa
haciéndolo) por selección natural. Por supuesto, nuestra especie ha desempeñado un
papel fundamental en la construcción de su propio nicho ecológico y ello ha tenido
consecuencias dramáticas sobre su supervivencia a corto y largo plazo y la de mu-
chas otras especies del planeta. No obstante, las dos últimas etapas de la especie
humana, la que se inicia en el Holoceno, hace aproximadamente 10.000 años a. C.,
con la revolución del Neolítico (agricultura y sedentarismo), y la del Antropoceno,
que algunos sitúan en el comienzo de la Revolución industrial hacia mediados del
siglo XIX (Steffen et al., 2011; Ruddiman, 2013), se examinarán en el capítulo 8.
260
Evolución de la especie humana
261
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
262
Evolución de la especie humana
263
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
rocigóticos (A0, B0 y AB), pero solo cuatro fenotipos (A, B, AB y 0). La frecuencia
de cada alelo es muy variable a escala mundial, hay un 21,5% de tipo A, un 16% de
tipo B y un 62,5% de tipo 0, y su distribución geográfica también es altamente hete-
rogénea, por ejemplo, algunas poblaciones de indios de Sudamérica son monomórfi-
cos para el tipo 0 y el alelo B es prácticamente inexistente en América y Australia.
(Esta variación en la distribución de distintos tipos de grupos sanguíneos también se
observa en los primates no humanos; Ségurel et al., 2013). Se ha sugerido que los
tipos sanguíneos A y B son frecuentes en poblaciones expuestas a niveles elevados de
enfermedades bacterianas, mientras que el tipo 0 predomina en poblaciones más vul-
nerables a enfermedades víricas (Stanford et al., 2006). Por ejemplo, la frecuencia del
alelo 0 es muy baja en poblaciones como la de la India, en la que las personas están
muy expuestas al bacilo del cólera, Vibrio cholerae (Karlsson et al., 2014).
No obstante, existe otro factor que influye en la distribución de los diferentes
genotipos del sistema AB0 y de otros grupos sanguíneos como el sistema Rh. Nos
referimos a la incompatibilidad maternofetal que se produce cuando la sangre
materna entra en contacto con antígenos extraños presentes en la sangre del feto y
estos provocan la correspondiente respuesta (síntesis de anticuerpos) del sistema
inmunitario de la madre. En el caso del grupo sanguíneo AB0, la enfermedad que
se desencadena en gestaciones posteriores, cuando la madre ya ha desarrollado los
anticuerpos, se denomina anemia hemolítica (número reducido de hematíes por-
tadores de oxígeno en el recién nacido). La eritroblastosis fetal es otra enferme-
dad, mucho más grave que la anterior, que se produce cuando una madre con el
grupo sanguíneo Rh– que ha desarrollado anticuerpos antiRh+ fruto de embarazos
anteriores, gesta un nuevo feto Rh+. Como en el ejemplo anterior, una vez desa-
rrollados los anticuerpos antiRh+, estos atacan y destruyen los eritrocitos del feto.
La proporción de personas con los distintos alelos de este grupo sanguíneo tam-
bién presenta una distribución geográfica heterogénea (Stanford et al., 2006).
Uno de los mecanismos evolutivos que explica la persistencia inicialmente
paradójica de algunas enfermedades es la selección natural balanceadora. En este
caso, aunque los individuos portadores de ciertos genotipos son más susceptibles
de contraer algunas enfermedades, sin embargo, también resultan ser más resis-
tentes frente a otras que son más críticas para su supervivencia o que se manifies-
tan antes en su trayectoria de vida (véase el capítulo 3). En otras palabras, el ge-
notipo confiere una desventaja frente a una enfermedad de expresión más tardía o
menos severa, pero una ventaja frente a otra que se manifiesta antes o es más
letal. Se puede afirmar, pues, que el genotipo del individuo representa una suerte
de solución de compromiso (un trade-off) entre los beneficios y los costes que
genera; por supuesto, en última instancia el balance debe arrojar un valor positivo
(Gluckman et al., 2009; Nesse y Williams, 1994). La expresión “supervivencia
del más enfermo” (survival of the sickest) capta muy elocuentemente la naturaleza
de este mecanismo (Moalem, 2007). El Cuadro 6.6 recoge algunas enfermedades
264
Evolución de la especie humana
265
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
266
Evolución de la especie humana
267
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
268
Evolución de la especie humana
Actividades de autoevaluación
269
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
270
7
Principios del desarrollo
y de la herencia
271
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
No obstante, los epigenetistas no adoptan una posición única con respecto a los
detalles del proceso ontogénico, especialmente en lo que se refiere al papel que
272
Principios del desarrollo y de la herencia
desempeñan los distintos agentes del desarrollo, es decir, los genes, el sistema
nervioso, el comportamiento y el ambiente (Gottlieb, 1992, 2007). Según el mo-
delo conocido como epigénesis predeterminada, sin duda una reminiscencia de su
predecesor el modelo preformacionista, la información (y la causalidad) fluye
unidireccionalmente de los genes a la estructura (el sistema nervioso) que en úl-
timo término determina la función (el comportamiento). En este paradigma, el
ambiente solo tiene una función secundaria de mantenimiento o todo lo más de
facilitación del desarrollo, nunca de inducción (véase apartado 7.2.1). Su modelo
rival es el de la epigénesis probabilista. Según esta concepción alternativa y más
extendida, la relación entre todos los agentes del desarrollo es bidireccional. La
información fluye en ambos sentidos, y el resultado final solo puede ser predicho,
nunca determinado a priori (Figura 7.2).
273
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
274
Principios del desarrollo y de la herencia
En primer lugar, hay que señalar que hay muchos tipos de virus, como el de la
polio, el que produce los resfriados o el de la gripe, entre otros, cuyo genoma está
constituido por moléculas sencillas de ARN (Villarreal, 2005; Goodsell, 2009).
En este caso, el código que se replica, que se transcribe y que se traduce es la
molécula de ARN. En segundo lugar, hay otros virus que también carecen de
ADN, es decir, su genoma solo contiene ARN, como el HIV humano que produce
el sida, que utiliza una enzima denominada retrotranscriptasa para sintetizar un
fragmento de ADN a partir de la molécula de ARN. Después, este fragmento de
ADN viral parásito se inserta dentro del ADN de la célula hospedadora mediante
otra enzima producida por el virus, la integrasa, y utiliza la maquinaria química
de la propia célula (y su ADN) para sobrevivir y eventualmente multiplicarse. En
tercer lugar, hay un tipo de proteínas, los priones, que son capaces de autorrepli-
carse de forma autónoma, sin recurrir a moléculas intermediarias de ADN o de
ARN (Halfmann y Linquist, 2010; Jucker y Walker, 2013). Los priones son pro-
teínas que adoptan una configuración anormal y que son causantes de diversas
enfermedades infecciosas y neurodegenerativas conocidas como encefalopatías
espongiformes, por ejemplo, la enfermedad de las vacas locas y, en nuestra espe-
cie, las enfermedades de Creutzfeldt-Jacob y Kuru (Mead et al., 2003; Sakudo
et al., 2011). Estudios recientes han encontrado que posiblemente haya otras pro-
teínas que actúen de una forma similar a como lo hacen los priones, es decir,
adoptando configuraciones anormales, generando agregados y fragmentándose en
múltiples “semillas” (Aguzzi, 2009).
Sin embargo, existe un cuarto ejemplo mucho más general que los casos ante-
riores que pone contra las cuerdas la presunta primacía del ADN como director de
orquesta del desarrollo. Se trata del conjunto de mecanismos epigenéticos que son
275
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
276
Principios del desarrollo y de la herencia
d0
= f (O, E) [1]
dt
dE
= g( E) [2]
dt
dE
= f (O, E) [3]
dt
d0
= g(O, E) [4]
dt
277
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
278
Principios del desarrollo y de la herencia
Hacemos alusión a este marco teórico por hacer justicia a la importante contribu-
ción de sus proponentes (Oyama, 2000; Oyama, Griffiths y Gray, 2001a; Griffiths
y Gray, 2005; Griffiths y Tabery, 2013); no obstante, sus propuestas son muy
similares a las que ya hemos visto, es decir, a la concepción epigenética probabi-
lista de Gottlieb, a la visión dialéctica y constructivista del desarrollo y de la rela-
ción entre sus agentes de Lewontin y a la teoría de la construcción de nicho de
Odling-Smee y Laland. Las principales tesis de este marco teórico se pueden re-
sumir en las siguientes (Oyama et al., 2001b):
279
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
280
Principios del desarrollo y de la herencia
Figura 7.7. Tipos de efectos que la variable A y la variable B pueden tener sobre
la emergencia o mantenimiento de un atributo o de una función
(adaptado de Bateson, 1983).
Hay que aclarar que, aunque esta tipología de factores se elaboró inicial-
mente para reivindicar la diversidad de efectos que el ambiente puede ejercer
sobre el desarrollo (y así cuestionar el papel secundario que la epigénesis pre-
determinada le asignaba), posteriormente los autores han reconocido que en
realidad el esquema es igualmente aplicable y útil para clasificar el efecto de
factores genéticos (Gottlieb, 1976; Bateson, 1983; Sackett et al., 1981; West-
Eberhard, 2003). Además, en muchos casos un mismo factor, genético o am-
biental, puede desempeñar más de una función al mismo tiempo y varios fac-
tores distintos pueden actuar de forma simultánea, potenciando o moderando
el efecto del otro.
281
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Los atributos de los individuos de la misma especie dentro de una población sue-
len exhibir un nivel variable de plasticidad. Muchos son los sinónimos que se
utilizan para referirse a esta propiedad, por ejemplo, responsividad, flexibilidad,
maleabilidad, modificabilidad y deformabilidad y, como cabría esperar, su estudio
es muy relevante para entender la relación entre el desarrollo y la evolución (Ba-
teson y Gluckman, 2011; Gilbert y Eppel, 2009; Piersma y Van Gils, 2011; West-
Eberhard, 2003). Como han señalado diversos autores, existe una relación directa
entre el grado de estabilidad del ambiente (al que los organismos deben adaptar-
se) y su predecibilidad, y una relación también directa entre la cantidad de varia-
ción (o inestabilidad) ambiental y la probabilidad de que los individuos (y espe-
cies) que hayan evolucionado en esos escenarios desplieguen niveles elevados de
plasticidad fenotípica (Figura 7.8). La idea básica es que si el ambiente es estable
y, por tanto, altamente predecible, los individuos no necesitarán un menú de res-
puestas alternativas amplio y costoso de adquirir por ensayo y error.
282
Principios del desarrollo y de la herencia
283
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
284
Principios del desarrollo y de la herencia
285
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
286
Principios del desarrollo y de la herencia
Esta es probablemente una de las metáforas más populares y de uso más frecuente
dentro y fuera de la ciencia para representar la naturaleza del desarrollo. A pesar
de que ha sido rechazada en múltiples ocasiones por biólogos de todas las orien-
taciones (p. ej., Bateson y Martin, 1999; Dawkins, 2009), la metáfora sigue ocu-
287
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
pando su lugar habitual (y respetado) en los libros de texto de biología (p. ej.,
Sadava et al., 2014a, p. 5). La analogía plantea que el código genético, es decir, la
secuencia de nucleótidos que conforman las moléculas de ADN de las células de
cualquier organismo, funciona como un programa que contiene las instrucciones
necesarias para la construcción de todos los atributos del individuo, desde sus
células a sus órganos y las funciones de estos. Según esta concepción, el ADN
podría contemplarse como una suerte de plantilla o plan maestro del desarrollo y
no como uno más de sus contribuidores. No debemos olvidar, sin embargo, que la
información contenida en el código solo se “lee” (y expresa) en respuesta a in-
formación ambiental (a señales procedentes del medio intracelular y extracelular)
y que, de hecho, esta información es en parte el resultado de la actividad de los
propios genes (véase el capítulo 8).
En un elocuente e instructivo análisis de analogías capaces de captar adecua-
damente lo que ocurre durante el desarrollo embrionario, Dawkins (2009) identi-
fica diferencias muy significativas entre el proceso de construcción de cualquiera
de los artefactos fabricados por el ser humano y el proceso de desarrollo que con-
duce a la emergencia de un ser vivo. Estas se pueden resumir en dos. En primer
lugar, todo lo que manufacturan los seres humanos es el resultado de la acción de
un agente inteligente, capaz de imaginar, de anticipar, de planear, de diseñar y de
ejecutar un plan predeterminado. Absolutamente nada de esto es aplicable en el
caso de la construcción de un organismo. Por supuesto, el ADN no es equivalente
al plano de una casa que elabora un arquitecto, ni tampoco actúa como director
que ejecuta las instrucciones contenidas en su código de cuatro posibles bases.
En segundo lugar, el diseñador humano suele comenzar con una imagen más
o menos precisa del producto final que quiere conseguir, ya sea una catedral, una
nave espacial o un reloj, y entonces elabora un plano (o algún tipo de representa-
ción) de sus partes, así como la secuencia precisa de pasos que debe ejecutar para
lograr el ensamblaje de todas ellas. Se trata de una estrategia que discurre desde
arriba hacia abajo (top-down). En el caso del desarrollo de un organismo, en cam-
bio, las partes van diferenciándose y autoensamblándose en respuesta a reglas
locales de interacción entre ellas y no en respuesta a un plan maestro general dic-
tado por un programa autónomo interno (el código escrito en el ADN) o por un
programa diseñado por un agente inteligente externo (el ser humano). Existe or-
den y organización en las interacciones que tienen lugar entre los componentes,
sin embargo, estas propiedades surgen sucesivamente y de forma autónoma como
efecto colateral de la operación de reglas locales, como las que explican la orga-
nización de una colmena de abejas (constituida por millones de individuos), de
una bandada de estorninos (constituida por varios miles de individuos), de una
célula (constituida por varios miles de orgánulos y de moléculas) o de un orga-
nismo multicelular (constituido por varios millones de células). En este segundo
caso, la explicación del fenómeno global requiere una comprensión de cómo in-
288
Principios del desarrollo y de la herencia
teractúan sus partes; un objetivo que requiere el empleo de una estrategia que
procede desde abajo hacia arriba (bottom-up).
Hasta ahora, el ser humano ha sido incapaz de fabricar nada que se aproxime
en complejidad a un ser vivo; sin embargo, a diferencia de lo que les ocurre a las
grandes innovaciones biotecnológicas creadas por el hombre, los organismos
(incluidos los propios seres humanos) se desarrollan y funcionan de forma auto-
organizada, sin necesidad de ajustarse al guión de algún plan predeterminado.
Quizá esta sea una de las propiedades más grandiosas de la evolución biológica:
la complejidad se alcanza sin un programa que contenga instrucciones, ni un di-
rector que lo ejecute. La siguiente declaración de Gilbert (2006, p. 3) recoge con
gran elocuencia (y belleza) lo que distingue a una máquina de un ser vivo:
“… para llegar a ser un embrión, tuviste que construirte a ti mismo a partir de una
célula. Tuviste que respirar antes de tener pulmones, que digerir antes de tener
aparato digestivo, que construir huesos cuando solo había cartílagos, y que formar
neuronas de forma organizada antes de que supieras cómo pensar. Una de las
diferencias esenciales entre tú y una máquina es que esta nunca tiene que funcio-
nar hasta después de que se haya terminado. Los organismos, en cambio, tienen
que funcionar mientras se construyen a sí mismos”. Como señala West-Eberhard
(2003), el desarrollo es un proceso histórico, no programático. Cada paso en la
secuencia se construye a partir de estructuras preexistentes y de información lo-
calmente activa y significativa, tanto genética como ambiental.
289
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
290
Principios del desarrollo y de la herencia
291
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
las que sostienen los biólogos evolutivos DevoEvo, que cuestionan la importan-
cia de los agentes genéticos, más allá de lo que ellos consideran aceptable (Hall,
2000, 2001; Gilbert, 2003b; Griffiths y Gray, 2005). Los portavoces más desta-
cados de esta orientación son los que han articulado la teoría de los sistemas en
desarrollo (véase el apartado 7.1.4) y los que han hecho propuestas más hetero-
doxas sobre la transmisión intergeneracional de información no genética (véase
el apartado 7.4).
292
Principios del desarrollo y de la herencia
293
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
que la que arranca con una mutación genética (ruta 1). Entre las razones por las
que la ruta 2 (la hipótesis del cambio evolutivo inducido ambientalmente) se con-
sidera superior a la ruta 1 se pueden mencionar las siguientes:
294
Principios del desarrollo y de la herencia
295
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
296
Principios del desarrollo y de la herencia
297
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
molusco bivalvo), 1.000 años (el pino de piñas erizadas) y, finalmente, especies clasi-
ficadas como inmortales (la medusa y la hidra). Entre los mamíferos se ha establecido
la existencia de una relación positiva entre el tamaño corporal y la longevidad. Uno
de los factores que mayor variación interespecífica en longevidad explica es la morta-
lidad debida a causas extrínsecas (p. ej., depredación); esta no solo es más reducida en
animales de mayor tamaño, sino que también lo es en animales que explotan el nicho
arbóreo frente al terrestre. Así, entre los mamíferos los arborícolas tienden a ser más
longevos que los terrestres (Shattuck y Williams, 2010).
En muchas especies, la humana incluida (véase el volumen II, capítulo 1), se
ha encontrado que los machos son menos longevos que las hembras (Trivers,
1985). Se han invocado factores relacionados con el sistema genético, el sistema
inmunitario, el sistema neuroendocrino y el comportamiento como posibles cau-
sas de las diferencias sexuales observadas (Finch, 2007; Kruger, 2010; Kruger y
Nesse, 2004; May, 2007; Nunn et al., 2009). La explicación más plausible de las
diferencias sexuales debe contemplar una multiplicidad de factores (Figura 7.16).
Por una parte, las diferencias sexuales en la conducta y en la anatomía se combi-
nan para incrementar la mortalidad en un sexo, normalmente los machos, debido a
accidentes ligados a actividades de alto riesgo y a la conducta agresiva per se
(Clutton-Brock e Isvaran, 2007). Por otra, diferencias sexuales en tamaño, en
perfil hormonal y en exposición a patógenos contribuyen a generar diferencias
persistentes en la carga de infecciones que debe soportar cada sexo, normalmente
más elevada en los machos. Finalmente, a nivel molecular, la existencia de dife-
rencias sexuales en niveles basales de insulina/IGF-1 conduce a diferencias en
inmunidad innata, en mecanismos de desintoxicación y en tolerancia al daño oxi-
dativo, que de nuevo favorecen a las hembras frente a los machos.
298
Principios del desarrollo y de la herencia
Cuadro 7.3 se pueden agrupar en dos grandes categorías (De la Fuente, 2009): las
deterministas (i. e., 1-2) y las estocásticas o epigenéticas (i. e., 3-11). Estas últimas
se pueden agrupar, a su vez, en aquellas que comprometen sistemas fisiológicos
(p. ej., el sistema inmunitario [la 7]) y las que se refieren a alteraciones en procesos
metabólicos (i. e., 3-6 y 8-11). Las teorías deterministas plantean la existencia de
una suerte de “reloj molecular”, genéticamente controlado, que sería responsable
del envejecimiento y muerte celular. Sin embargo, ni la teoría del límite de Hayflick
en el número de divisiones mitóticas, ni la del acortamiento progresivo de los teló-
meros de los cromosomas tras cada división celular son aplicables de forma gene-
ral, solo lo son a ciertos tipos de células y a menudo a células in vitro.
Una de las teorías sobre las causas próximas del envejecimiento celular que goza
de mayor popularidad en la actualidad es la que propuso Denham Harman en 1956
sobre el efecto de los radicales libres de oxígeno. El enunciado básico de esta teoría
es que envejecemos porque nos oxidamos. Los radicales libres, también denomina-
dos de forma genérica especies de oxígeno reactivas (reactive oxygen species), son
átomos, moléculas y fragmentos moleculares con electrones desapareados, que se
producen de forma continua como consecuencia del metabolismo celular, inicial-
mente en las mitocondrias, aunque también están presentes en diversos compuestos
de nuestro entorno. Los radicales libres más implicados en el envejecimiento celular
299
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
300
Principios del desarrollo y de la herencia
Las varias teorías sobre las causas próximas del envejecimiento enfatizan
una visión en la que este se contempla como el resultado de una cascada de
acontecimientos que parten desde el nivel molecular al celular y de este a los
tejidos y órganos del organismo completo (Figura 7.17). El daño a nivel mole-
cular es intrínsecamente aleatorio, aunque la tasa de acumulación está regula-
da por mecanismos genéticos responsables del mantenimiento y la reparación,
así como por factores ambientales (alimentación, estilo de vida) que pueden
retrasar o acelerar la acumulación de daño celular y el envejecimiento del or-
ganismo. Esta visión también ayuda a identificar el tipo de acciones que pue-
den regular y contrarrestar los procesos moleculares y celulares que causan el
envejecimiento.
En cuanto a los agentes ambientales que generan radicales libres, cabe citar la
polución industrial y la producida por los automóviles, los pesticidas y herbicidas,
el humo del tabaco, la luz solar y otras formas de radiación ionizante, alimentos
sometidos a ciertos tratamientos y bebidas como el alcohol y el té. El organismo
también posee mecanismos para neutralizar el efecto oxidante de los radicales
301
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
libres, son los antioxidantes. Los hay exógenos, como las vitaminas E y C, el
betacaroteno y los flavonoides, y endógenos, como el glutatión, el ácido tióctico y
diversas enzimas como la superoxidodismutasa, la catalasa y la glutatión peroxi-
dasa. Se denomina estrés oxidativo la condición del organismo en la que los pro-
cesos oxidativos superan a los antioxidativos; sus efectos son el envejecimiento y
la aparición de diversas enfermedades.
Respecto a las teorías sobre las causas últimas del envejecimiento, las hay de
dos clases, las que consideran que este es una respuesta promovida por selección
natural y las que rechazan la noción de que el envejecimiento constituya una
adaptación (Kirkwood, 2005; Kirkwood y Melov, 2011; Sherratt y Wilkinson,
2009). Las teorías evolutivas que contemplan el envejecimiento como una adap-
tación favorecida por selección natural tienden a postular conceptos como los de
obsolescencia programada o muerte celular programada como causa próxima del
envejecimiento. Sin embargo, como ya hemos visto, la visión más aceptada en la
actualidad es que no existen indicios de que la muerte celular o apoptosis, y por
tanto el envejecimiento, estén programados. Por consiguiente, las condiciones
bajo las cuales la selección natural podría favorecer genes que programasen el
envejecimiento se consideran excepcionales.
Los principales argumentos evolutivos en contra de la idea de que el enve-
jecimiento esté genéticamente programado son los siguientes (Kirkwood y Me-
lov, 2011). En primer lugar, el envejecimiento y muerte programada reducirían
la eficacia biológica del individuo, por lo que en principio no parece una solu-
ción que fuera susceptible de ser favorecida por selección natural, salvo que se
invocara la teoría de la selección de grupo que tiene pocos defensores (véase el
volumen II, capítulo 3). Un segundo argumento en contra del envejecimiento
genéticamente programado es la baja frecuencia relativa de individuos seniles
en la población. Lo que se observa es que si el nivel de mortalidad extrínseca
que tiende a acumularse con la edad se relaja, entonces la frecuencia de indivi-
duos seniles se eleva. Esto prueba que el envejecimiento está más ligado a cau-
sas externas que a un mecanismo endógeno genéticamente programado. Por
último, si existieran genes que programaran el envejecimiento (y la muerte), lo
esperable sería que se hubieran encontrado mutaciones genéticas capaces de
desactivar esos genes y así soslayar el envejecimiento. Sin embargo, los estu-
dios que han encontrado mutaciones genéticas que alargan la longevidad no
han hallado, en cambio, mutaciones que eliminen el envejecimiento. En otras
palabras, los genes que alargan la vida no eliminan el envejecimiento, solo lo
retrasan.
Las teorías evolutivas no adaptativas (Cuadro 7.4) asumen que en poblaciones
naturales (no protegidas) la selección natural decrece con la edad, simplemente
como resultado de la mortalidad extrínseca que se va acumulando a medida que el
individuo recorre más pasos de su trayectoria de vida.
302
Principios del desarrollo y de la herencia
Las tres teorías evolutivas que postulan la naturaleza no adaptativa del enve-
jecimiento, la de Medawar, la de Williams y la de Kirkwood, son complementa-
rias y sostienen que el principal determinante de la longevidad y del envejeci-
miento es la mortalidad extrínseca (i. e., la causada por la depredación o por
enfermedades debidas a patógenos, etc.).
Así, en condiciones naturales, la probabilidad de supervivencia va disminuyendo
en función de la edad debido a la mortalidad extrínseca. Si esta se relaja, la esperan-
za de vida aumentará (línea verde de trazo intermitente) y la selección natural estará
operativa durante más tiempo, favoreciendo la existencia de mecanismos protectores
hasta una edad más avanzada (línea roja de trazo intermitente) (Figura 7.18a). Según
la teoría de la acumulación de mutaciones de Medawar (Figura 7.18b), estas se
acumulan y manifiestan a edades avanzadas y no son eliminadas por selección natu-
ral, puesto que esta es prácticamente nula (sombra de la selección).
303
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Quizá la teoría que actualmente goza de mayor popularidad sea la del soma
perecedero, que es compatible con las explicaciones propuestas por las teorías
sobre las causas próximas del envejecimiento (Cuadro 7.3), que complementa la
teoría de la pleiotropía antagonista de Williams y que explica la existencia de
diferencias individuales en longevidad. Según esta teoría, la inversión en meca-
nismos de reparación y de mantenimiento de las células somáticas, es decir, en el
cuerpo que aloja las células reproductivas, es biológicamente relevante y, por
tanto, elevada mientras la probabilidad de que el organismo sobreviva y se repro-
duzca sea alta. A medida que esta decae, que lo hace con la edad, se debe obser-
var también una disminución de la presión de la selección natural sobre esos me-
canismos. Esta es la teoría que mejor articula el argumento de la existencia de un
304
Principios del desarrollo y de la herencia
7.4. La herencia
Que los individuos de una población tienden a parecerse más a sus progenitores
(y a otros ancestros más lejanos) que a cualquier otro miembro adulto (de genera-
ciones anteriores), o a sus hermanos (y parientes más lejanos) que a otros sujetos
de su misma generación es un hecho que, desde tiempos remotos, a nadie le ha
pasado desapercibido. Así, en su sentido más general y original, por herencia se
entiende la transmisión (vertical) de información de padres a hijos; lo que también
se podría expresar como continuidad transgeneracional del fenotipo. Sin embargo,
esta concepción de la herencia ha sufrido muchos cambios al menos en biología
evolutiva y del desarrollo. Bonduriansky (2012; véase también Bondurianky y
Day, 2009) ha propuesto tres modelos generales de herencia (Figura 7.19).
El concepto de herencia blanda (soft inheritance), en cambio, sostiene que los pa-
dres pueden transmitir elementos cuya naturaleza sí puede ser afectada por el am-
biente o por el fenotipo parental. En este modelo se acepta el principio de la heren-
cia de los caracteres adquiridos, aunque se condiciona y limita esta posibilidad
únicamente a aquellos casos en los que las características inducidas por el ambiente
sean vehiculadas a través del material genético de los gametos (Figura 7.19b). Se
trata sin duda de un modelo de herencia que cuestiona uno de los dogmas centrales
305
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
306
Principios del desarrollo y de la herencia
Actividades de autoevaluación
307
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
7.4. Herencia
o a) El modelo de codificación genética de la herencia sostiene que
la información no genética también es heredable a través de las
generaciones.
o b) La herencia mendeliana rechaza la idea de que la información
se pueda transmitir a través del epigenoma.
o c) El modelo de herencia plural postula que la información ambien-
tal se puede heredar siempre y cuando esta afecte al genoma
de las células germinales del individuo.
308
8
Genes, organismo y ambiente
8.1. El genoma
309
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
310
Genes, organismo y ambiente
Los componentes del genoma se pueden clasificar en función de si las regiones del
ADN implicado son codificadoras (se traducen a proteínas o al menos se transcri-
ben a ARN) o no; de si son sencillas o repetitivas; de si el número de repeticiones
311
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Aunque hubo un tiempo en que se pensó que los genes, es decir, el ADN que
se transcribe y traduce, estaba constituido únicamente por segmentos de ADN
sencillo, lo cierto es que hoy se sabe que hay otros elementos genéticos que son
moderadamente repetitivos y que también pueden manufacturar proteínas. A con-
tinuación describiremos algunas de las características más destacadas de los seg-
mentos de ADN repetitivos, ya que los sencillos se abordarán cuando analicemos
la arquitectura de los genes.
312
Genes, organismo y ambiente
Aunque los ET fueron descubiertos por Barbara McClintock en los años cin-
cuenta del siglo pasado, el reconocimiento de su importancia capital en la estruc-
tura, función y evolución del genoma no se produjo hasta varias décadas más
tarde (p. ej., Rebollo et al., 2012). (En 1983, McClintock recibió el Premio Nobel
por su descubrimiento). Como su nombre indica, los ET son segmentos de ADN
que se mueven (o “saltan”) de unos lugares a otros dentro del genoma, ya sea en
el mismo cromosoma o en cromosomas distintos del mismo organismo (o de
otro). Se clasifican en dos grandes categorías en función de si utilizan un ARN
intermediario y la enzima transcriptasa inversa para generar un duplicado del
segmento de ADN original (los retrotransposones de clase I) o de si directamente
cambian de ubicación como segmentos de ADN, utilizando la enzima transposasa
(los transposones de clase II) (Figura 8.2).
Como se mostró en la Figura 8.1, los retrotransposones que utilizan el meca-
nismo “copia y pega” se pueden dividir el menos en tres categorías (Lander et al.,
2001; Wicker et al., 2007; Levin y Moran, 2011; Huang et al., 2012; Rebollo
et al., 2012; Agren, 2014):
313
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
314
Genes, organismo y ambiente
del genoma, se han propuesto varios índices para medirlo (Hahn y Wray, 2002;
Tafft et al., 2007; Eddy, 2012). El valor C se define como la cantidad total de
bases de ADN por genoma haploide (la unidad de medida original fueron los pg,
aunque se han utilizado otras, como el número de bases en miles o millones, kb y
Mb, respectivamente). Otro índice mide la cantidad de ADN que está implicado
en la codificación de proteínas. Este recibe el nombre de valor G y representa la
cantidad total de ADN génico, que incluye todos los segmentos que conforman un
gen, es decir, los exones, los intrones y los elementos reguladores asociados (i. e.,
promotores, amplificadores, silenciadores, etc.). Un tercer índice es la proporción
de ADN no codificador o extragénico, que se obtiene dividiendo el número de
bases de ADN extragénico por el número total de bases del genoma (i. e., el de-
nominador es el valor C).
Los primeros análisis de la relación entre la complejidad organísmica y la
complejidad genómica dieron lugar a dos hallazgos inicialmente sorprendentes; se
conocen como las paradojas del valor C y del valor G. En efecto, ni el tamaño del
genoma total, ni el del genoma codificador correlacionan con la complejidad de los
organismos (Figura 8.3a y b). La paradoja del valor C, también denominada enig-
ma del valor C (Gregory, 2001), surge no solo por la ausencia de correlación entre
complejidad organísmica y tamaño genómico, sino porque hay especies filogenéti-
camente cercanas y muy similares en complejidad organísmica que pueden exhibir
valores de C extremadamente variables (Figura 8.3b). La hipótesis que mejor ex-
plica la variación observada en el tamaño genómico es la relación positiva entre
este y el tamaño de la célula y negativa entre este último parámetro y la duración
de la división celular (mitótica y meiótica) (Gregory, 2001).
Los resultados de un tercer análisis resolvieron las dos paradojas anteriores
(Figura 8.3c). En efecto, lo razonable es esperar que cuanto mayor es la compleji-
dad estructural y funcional de un organismo, mayor sea la cantidad de ADN no
codificador requerido para regular su organización (Figura 8.3c y d). En relación
con este asunto también se pueden señalar otras dos conclusiones generales
(Charlesworth y Charlesworth, 2009; Pennisi, 2013). En primer lugar, que el gra-
do de solapamiento en tamaño genómico entre linajes y dentro de ellos es muy
notable (Figura 8.3a y b). En segundo lugar, que en todos los grupos en los que
existen especies parásitas, estas poseen un tamaño genómico menor que sus com-
pañeras no parásitas (Figura 8.3a).
315
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
316
Genes, organismo y ambiente
Figura 8.3. Relación entre el tamaño del genoma (valor C) y la complejidad del
organismo (adaptado de: [a] Pennisi, 2013; [b] Federoff, 2012; [c] Koonin y
Wolf, 2010, y [d] Taff et al., 2007).
Uno de los hallazgos más sorprendentes del Proyecto Genoma Humano fue
que el número de genes del genoma de nuestra especie fuera tan reducido en
comparación con el que se había encontrado en otros organismos aparentemente
mucho más sencillos (Venter et al., 2001; Lander, 2001, 2011). Las únicas regio-
nes del ADN nuclear que se transcriben en ARNm y luego codifican (se traducen
en) las proteínas son las que forman los exones, y estas solo representan el 1,5%
del genoma nuclear; el resto son intrones (aproximadamente el 24% del genoma)
317
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
318
Genes, organismo y ambiente
319
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
tar la eficacia biológica de los afectados y, por tanto, son favorecidas por selec-
ción natural (positiva). Aquí, la perspectiva comparada resulta especialmente útil
para identificar patrones generales que iluminan nuestra comprensión de la evolu-
ción del genoma.
Antes de nada conviene aclarar el significado de dos conceptos muy utiliza-
dos en el análisis cuantitativo de la evolución de los genes y de otros elementos
genómicos y relacionarlos con conceptos equivalentes en el estudio de la evolu-
ción en general con los que ya estamos familiarizados (véase el capítulo 4). Si una
innovación es beneficiosa, esta tenderá a propagarse por selección natural positi-
va. Sin embargo, si una mutación resulta deletérea para el portador, esta tenderá a
ser eliminada por selección purificadora (i. e., estabilizadora). El índice utilizado
para determinar si la mutación es positiva, purificadora o neutral, es el cociente
Ka/Ki (también dN/dS). Ka representa la tasa de sustitución de nucleótidos no
sinónimos (cambios que afectan al fenotipo molecular, es decir, a la proteína co-
dificada) y Ks representa la tasa de sustitución de nucleótidos sinónimos o silen-
ciosos (porque no afectan a la proteína manufacturada) (Hurst, 2002). Por tanto,
se considera que los cambios están bajo selección positiva cuando Ka/Ks > 1,
purificadora cuando Ka/Ks < 1 y neutral cuando Ka/Ks = 1 (Hurst, 2009). No
debemos olvidar, y este es un principio fundamental que ya hemos examinado
(véase el capítulo 4), que existe una relación positiva entre la presión de selección
y el tamaño efectivo de una población, y que esta se torna negativa cuando el
agente implicado es la deriva genética (Wagner, 2008a; Bromham, 2009; Char-
lesworth, 2009a, 2009b).
Cuando se comparan los genomas de diferentes especies o grupos taxonómi-
cos más inclusivos, se constata que muchas innovaciones cromosómicas estructu-
rales se han convertido en firmas genómicas permanentes específicas de cada
linaje. Por ejemplo, en el capítulo 6 mostramos que la comparación de los geno-
mas de la especie humana y del chimpancé revela la existencia de diferencias
entre ambas especies en muchas de las clases de innovaciones cromosómicas
mencionadas hace un momento e incluso en novedades aún más gruesas como es
el número de cromosomas (Kehrer-Sawatzki y Cooper, 2007; Varki et al., 2008;
O’Bleness et al., 2012). Por resaltar solo una de estas diferencias en el comporta-
miento de los genomas de estas dos especies filogenéticamente tan cercanas, se
puede mencionar que el número total de inserciones de ET ha sido mucho mayor
en nuestra especie que en el chimpancé (7.786 versus 2.933, respectivamente), en
particular del elemento Alu, un retrotransposón de clase SINE, que en los últimos
seis millones de años ha sido hasta 3,5 veces más activo en nuestra especie que en
el chimpancé (Mills et al., 2006; Varki et al., 2008). Más importante que su nú-
mero, que sin duda lo es, lo que tiene especial relevancia son sus consecuencias
funcionales, especialmente en relación con su impacto sobre la expresión génica y
320
Genes, organismo y ambiente
• Son universales. Se han descrito en todos los genomas, desde las bacterias a
los mamíferos. Su ubicuidad está relacionada con su capacidad para propa-
garse dentro del genoma y para colonizar otros genomas. Algunos pueden
surgir espontáneamente a partir de secuencias de ADN no transponible,
mientras que otros se pueden transferir horizontalmente entre especies.
• Son antiguos. Sus orígenes se remontan a los procariotas. Los transposo-
nes de ADN están relacionados con secuencias de inserción bacterianos y
los retrotransposones están relacionados con los intrones de la clase de-
nominada grupo II.
• Son abundantes. Pueden constituir un porcentaje muy elevado del genoma
de muchas especies. En las plantas, hasta el 60% de su genoma; en los ma-
míferos, hasta el 30%; en los primates, hasta el 50%. Su proporción aumen-
ta con el tamaño genómico y la complejidad del organismo. Recordemos
que se multiplican a mucha mayor velocidad que el resto del genoma.
• Son beneficiosos. Causan mutaciones que pueden resultar perjudiciales
para los individuos y entonces son eliminados por selección natural. Sin
embargo, en ocasiones pueden proporcionar ventajas importantes para un
linaje y entonces son conservados por selección positiva.
321
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
En 1970 Ohno propuso lo que se conoce como la hipótesis de las dos rondas
de duplicaciones (las 2R) para explicar la singular arquitectura de los genomas de
cordados y vertebrados en los que se observan indicios de la existencia de hasta
cuatro copias (duplicados) de algunas familias de genes en comparación con las
que se registran en animales de otros linajes. Aunque el número y magnitud de las
duplicaciones sigue siendo objeto de debate (McLysaght et al., 2002; Durand,
2003; Dehal y Bore, 2005; Vandepoele et al., 2004; Wagner, 2008), existe, no
obstante, un amplio consenso respecto a la idea de que las duplicaciones han sido
un motor importante en la evolución del genoma (Zhang, 2003; Ridley, 2004;
Sadava et al., 2014b).
La transferencia lateral de genes (TLG) entre especies es otro de los meca-
nismos frecuentemente invocado para explicar la evolución (y variación) del ta-
maño del genoma (Ridley, 2004; Sadava et al., 2014b). Esta consiste en la trans-
ferencia o donación de genes entre genomas de individuos pertenecientes a
especies distintas, en ausencia de apareamiento sexual (fusión de gametos haploi-
des). Ya estamos familiarizados con el fenómeno de la simbiogénesis y sus distin-
tas versiones entre procariotas, entre procariotas y protoeucariotas (e incluso entre
eucariotas) que dieron lugar a un “árbol” de la vida reticulado o, como algunos lo
llaman, una “red” de la vida (véase el capítulo 5). En efecto, en esos casos, el
endosimbionte original, por ejemplo, una proteobacteria o una cianobacteria, se
convirtieron en orgánulos permanentes de la célula eucariota, a la que transfirie-
ron un buen número de sus propios genes (Timmis et al., 2004). También sabe-
mos que la TLG está muy extendida entre los procariotas (Koonin y Wolf, 2008),
que una parte importante del genoma de los eucariotas ha sido aportado por las
bacterias y que incluso hay algunos casos documentados de TLG entre eucariotas
(Keeling y Palmer, 2008; Keeling, 2009). Se ha propuesto que el escenario que
facilita la ocurrencia de TLG entre procariotas y eucariotas es el contacto íntimo
en relaciones párasito/hospedador o patógeno/infectado y se ha argumentado que
el hecho de que la dirección de la transferencia sea mayoritariamente de bacterias
a eucariotas se debe al tamaño poblacional que es varios órdenes superior en las
bacterias que en los eucariotas.
Recientemente se ha señalado que la TLG se ha vehiculado también a través
de transposones de ADN y de retrotransposones (Gilbert et al., 2010; Ivancevic
et al., 2013). Ya hemos comentado que el “salto” de los ET de unos lugares a
otros, en este caso entre genomas de distintas especies, y su inserción en regiones
genómicas diversas del receptor puede tener efectos neutrales, beneficiosos o
perjudiciales sobre este. Dentro de la categoría de retrotransposones LTR se en-
cuentran los elementos conocidos como retrovirus endógenos, que en el caso de la
especie humana reciben el nombre de retrovirus endógenos humanos (HERV es
el acrónimo para la expresión inglesa Human Endogenous Retroviruses). Estos
HERV son descendientes de retrovirus exógenos que infectaron células germina-
322
Genes, organismo y ambiente
les de nuestros antepasados y tras incorporarse a nuestro genoma han sido “endo-
genizados” (o domesticados), es decir, han sufrido mutaciones y luego selección
que han eliminado la patogenicidad de sus ancestros. A pesar de ello, investiga-
ciones recientes han encontrado indicios de que bajo circunstancias que aún no
están claras, algunos HERV podrían recobrar su patogenicidad (Bannert & Kurth,
2004; Gifford y Tristem, 2003; Young et al., 2013).
Uno de los hallazgos más sorprendentes que produjo la genómica comparada
y la publicación de los primeros resultados del Proyecto Genoma Humano fue que
los organismos más complejos, es decir, los eucariotas multicelulares, solo dedi-
can un porcentaje de ADN desproporcionadamente reducido, del 1,5% en el caso
de nuestra especie, a la manufactura de proteínas (Figura 8.3c y 8.3d). Si a esto le
añadimos la parte del ADN que, aunque no se traduzca, sí se transcribe y está
implicada en la regulación de la expresión génica, la cantidad de ADN funcional
solo alcanza el 10-15% del genoma total en algunas estimaciones generosas. El
85-90% del ADN restante se considera no funcional (no sometido a la acción de
la selección natural) y así ha recibido los calificativos de ADN parásito, egoísta
(selfish) o basura (junk). Parásito y egoísta porque “viaja gratis” y se “inmortali-
za” sin hacer ninguna contribución funcionalmente significativa a la eficacia de
su portador, la célula (véase más abajo), y basura porque, al no servir ninguna
función esencial (ser neutral), la selección natural no puede librarse de él. Algu-
nos han hilado aún más fino y han distinguido entre el ADN basura inútil y el
ADN basura tóxico (junk versus garbage; Graur et al., 2013). El primero se man-
tiene a pesar de ser inútil, porque es neutral, mientras que del segundo hay que
desprenderse porque tiene un efecto negativo sobre el que la selección purificado-
ra sí puede actuar.
Diversos portavoces del consorcio de grupos de investigación y entidades im-
plicadas en el mapeo del genoma humano, es decir, en la elaboración de la denomi-
nada Enciclopedia de Elementos de ADN (ENCODE es el acrónimo en inglés), han
declarado recientemente que las nuevas investigaciones indican que hasta el 80%
del genoma humano es funcional, en el sentido de ser bioquímicamente activo
(Dunham et al., 2012; Ecker et al., 2012). Esta nueva lectura implicaría aceptar la
existencia de una reducción de la cantidad de ADN hasta ahora considerado basura
a tan solo un 20%. La sorpresa en la comunidad científica y en los medios de co-
municación ha sido mayúscula (véase Pennisi, 2012, para un breve resumen de los
nuevos resultados de ENCODE y de sus implicaciones). Las reacciones, muy críti-
cas por parte de biólogos especializados en genómica evolutiva, no se han hecho
esperar (Doolittle, 2013; Graur et al., 2013; Eddy, 2012, 2013), como tampoco las
contrarréplicas y matizaciones (Ward y Kellis, 2012; Kellis et al., 2014; Qu y Fang,
2013) e incluso las interpretaciones conciliadoras (Germain et al., 2014).
La discrepancia entre las dos posiciones encontradas tiene que ver fundamen-
talmente con el concepto de función (véase el capítulo 4). Para los científicos de
323
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
324
Genes, organismo y ambiente
325
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
326
Genes, organismo y ambiente
en cada meiosis). En conclusión, los óvulos tienen mucho más tiempo y es-
tán expuestos a más riesgos que los espermatozoides para sufrir errores irre-
parables en la meiosis en respuesta a perturbaciones endógenas y exógenas
diversas (Nagaoka et al., 2012). Esta conclusión es coherente con el hallazgo
documentado en muchos estudios de que la tasa de trisomías se eleva con la
edad de la madre. Así, mientras que solo el 2% de las gestaciones de mujeres
de 25 años son trisómicas, esa cifra se eleva al 35% a partir de los 40 años
(Hassold y Hunt, 2001).
Hemos visto que en los organismos eucariotas pluricelulares los genes solo
representan un porcentaje muy reducido del genoma completo del individuo.
Sin embargo, esta es la región codificadora del ADN que contiene la infor-
mación cifrada necesaria para sintetizar las proteínas.
327
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
328
Genes, organismo y ambiente
329
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
330
Genes, organismo y ambiente
SUCESOS POSTRANSCRIPCIONALES
Splicing alterna- Un transcrito puede generar múltiples Múltiples productos a partir
tivo del ARN ARNm que dan lugar a diferentes del mismo locus genético; la
proteínas información en el ADN no
tiene relación lineal con la in-
formación en la proteína
Productos spli- ORF alternativos del gen supresor de Dos productos que resultan de
ced alternativa- tumores INK4 codifica dos proteínas splicing alternativo de un
mente con ORF distintas ARNm primario producen pro-
alternativos teínas con secuencias distintas
Trans-splicing Secuencias de ADN lejanas pueden Una proteína puede ser el re-
de ARN, codificar transcritos ligados en varias sultado de la combinación de
trans-splicing combinaciones; dos transcritos idén- información codificada en
homotípico ticos de un gen pueden trans-splice y múltiples transcritos
así generar un ARNm en el que se
repite la misma secuencia exónica
Edición del ARN ARN modificado enzimáticamente La información en el ADN no
está codificada directamente
en la secuencia del ARN
SUCESOS POST-TRADUCCIÓN
Splicing de pro- Proteínas se autodividen y pueden Los sitios de inicio y fin de la
teínas, polipro- generar múltiples productos funcio- proteína no están determina-
teínas virales nales dos por el código genético
Trans-splicing Distintas proteínas pueden ser spliced Los sitios de inicio y fin de la
de proteínas juntas en ausencia de un transcrito proteína no están determina-
trans-spliced dos por el código genético
Modificación de Proteína es modificada y se altera la La información en el ADN no
las proteínas estructura y función del producto fi- se traduce directamente en la
nal secuencia de la proteína
PSEUDOGENES Y RETROGENES
Retrogenes Retrogene se forma a partir de la Flujo de información del
transcripción inversa del ARNm del ARN al ADN
gen de su progenitor y por inserción
del ADN resultante en el genoma
Pseudogenes Transcripción de un pseudogen Actividad bioquímica de ele-
transcritos mentos presuntamente inertes
Fuente: Gerstein et al. (2007).
331
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
332
Genes, organismo y ambiente
das. El número de bases de las UTR varía según cada gene. En este caso
particular, la UTR 5’ comprende 50 bases, mientras que la UTR 3’ inclu-
ye la secuencia AATAAA, que es el sitio que actúa como señal para la
adición de la cola de poliadenilación (de 100 a 300 nucleósidos con ade-
nina) durante el procesamiento del transcrito primario de ARN. La cola
poli-A confiere estabilidad al ARNm, hace posible su travesía del núcleo
al citoplasma y permite su traducción a proteína.
• Los exones (E) son las secuencias del gen que son transcritas a ARNm y
luego salen (exit) del núcleo al citoplasma, donde serán traducidas a poli-
péptidos. En el caso del gen de ejemplo, este comprende tres exones; el
primero codifica los primeros 30 aminoácidos (contiene 90 pb), el segun-
do codifica del aminoácido 31 al 104 (222 pb) y el tercero codifica del
145 al 146 (126 pb).
• Los intrones (I) son las secuencias del gen que son transcritas y aparecen
en el transcrito primario de ARN, pero que luego son eliminadas cuando
se produce el splicing de los exones y se obtiene el ARNm maduro. En el
caso del gen de la β-globina humana, este contiene dos intrones, uno de
120 pb y otro mucho más largo de 850 pb.
• La secuencia de terminación de la transcripción. La secuencia de bases
no traducidas continúa aún unas 1.000 bases después de la secuencia
AATAAA.
• Los promotores (P) son los sitios del ADN a los que se une la ARN poli-
merasa para iniciar la transcripción. Están ubicados en posición contigua
al primer exón en sentido 5’.
• Los amplificadores (A) (enhancers) son segmentos de ADN que controlan
la eficiencia y velocidad de transcripción del promotor. Aunque solo pue-
den activar promotores-cis, es decir, los que están situados en el mismo
cromosoma, en ocasiones lo pueden hacer a muy grandes distancias
(p. ej., de millones de pares de bases) del promotor o promotores afecta-
dos. Los A son elementos clave en la regulación del desarrollo. Gilbert
(2006) ha descrito varias funciones de los A en la regulación de la expre-
sión génica. En primer lugar, la mayoría de los genes los necesitan para su
transcripción. En segundo lugar, los A son el principal mecanismo respon-
sable de regular la transcripción en el tiempo y en el espacio (la célula).
En tercer lugar, la transcripción de un gen puede depender de múltiples A
ubicados en diferentes posiciones y distancias con respecto al promotor
333
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Los genes son los segmentos de ADN que contienen la información que será trans-
crita a ARN y luego traducida a proteínas. El esquema general de esta secuencia
completa se muestra en la Figura 8.6 (Audesirk et al., 2011; Sadava et al., 2014b).
Las proteínas están constituidas por cadenas de aminoácidos y su secuencia (distinta
para cada proteína) viene determinada por la secuencia de bases en la molécula de
ARNm. Recordemos que esta es complementaria a la secuencia de bases en la hebra
de ADN que ha actuado como plantilla, con la salvedad de que en el ARNm la base
complementaria de la adenina (A) del ADN es el uracilo (U) y no la timina (T).
La lectura de las bases del ARNm se realiza con arreglo a un código en el
que la unidad elemental es el triplete, denominado codón. El Cuadro 8.3 muestra
el código genético que identifica qué codón especifica cada uno de los aminoáci-
dos. Hay muchos más codones (43 = 64) que aminoácidos (20); hay un único co-
dón de inicio de la traducción, el AUG, que codifica el aminoácido metionina, y
tres codones distintos que actúan como señales de terminación de la traducción,
UAA, UAG y UGA. Se dice que el código genético es redundante, porque varios
tripletes distintos codifican un mismo aminoácido, pero no ambiguo, porque cada
codón solo puede codificar un único aminoácido.
La transcripción es el proceso por el que el código cifrado en el ADN es co-
piado en una molécula de ARN que actúa como portador del mensaje, de ahí el
nombre de ARN mensajero (ARNm). En realidad, la transcripción de la hebra de
ADN que actúa como plantilla produce una versión inmadura de ARN que con-
334
Genes, organismo y ambiente
tiene la secuencia complementaria tanto de los exones como de los intrones; esta
recibe el nombre de ARN precursor o transcrito primario. Este es entonces proce-
sado y el resultado es la versión madura y definitiva, el ARNm, que será transpor-
tado al citoplasma para iniciar la traducción. El procesamiento del ARN primario
consiste en la eliminación de los intrones (mediante ribonucleoproteínas nuclea-
res), el splicing alternativo de los exones y la adición de la secuencia cap en el
extremo 5’ y de la cola poli-A en el 3’.
335
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
realiza en los ribosomas, que están constituidos por dos subunidades de diferen-
te tamaño. La subunidad grande comprende dos ARNr y 49 proteínas distintas,
y la pequeña, un ARNr y 33 proteínas distintas. El ARNm y el ARNt, con el
anticodón de inicio (UAC) que porta el aminoácido metionina en su extremo 3’,
se unen a la subunidad pequeña. A continuación se une la subunidad grande.
Esta tiene dos sitios a los que se unirán los ARNt, el peptidílico (P) y el ami-
noacílico (A), y un tercer sitio, el catalítico (C). Es en este último donde se
cataliza el enlace entre los sucesivos aminoácidos de la cadena que se va sinteti-
zando. La mayoría de los polipéptidos así sintetizados experimentan modifica-
ciones varias que determinan las propiedades funcionales de las proteínas acti-
vas. Estas modificaciones incluyen la proteólisis (la fragmentación de los
polipéptidos por la acción de proteasas), la glicolisación (la adición de azúcares)
y la fosforilación (la adición de grupos fosfato).
336
Genes, organismo y ambiente
337
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Figura 8.7. Relación entre los genes (círculos) y los rasgos del fenotipo
(cuadrados). Esquema general simplificado de algunos de los principales procesos
implicados en la transcripción y en la traducción del ADN.
338
Genes, organismo y ambiente
otros varios rasgos físicos y fisiológicos, entre ellos una reducción de los niveles
de corticosteroides en sangre, una elevación de los niveles de serotonina, la apari-
ción de manchas blancas en el pelo, de orejas gachas y de una cola más corta y
curvada en el extremo. Algunos de estos rasgos son característicos de otras espe-
cies que también han sido sometidas al proceso de domesticación, como es el caso
del perro, la vaca, el caballo, el cerdo o el conejo (Trut et al., 2009). Uno de los
efectos colaterales de la domesticación de la respuesta agresiva y de miedo del
zorro, y la del lobo, ha sido el desarrollo de habilidades sociocognitivas singulares
que les permiten comunicarse más efectivamente con los humanos (Hare et al.,
2005). La domesticación del zorro y del perro también produce una aceleración
de la pubertad, un mayor número de ciclos ováricos, un inicio más temprano del
periodo de sensibilidad a diversas clases de estímulos y una reducción de la talla
(véase el volumen II, capítulo 4).
La pleiotropía biológica se produce cuando un mismo gen (o región de un
gen) afecta a más de un rasgo fenotípico (Figura 8.7C); este mecanismo también
se denomina fenotipo cruzado (cross-phenotype) (Solovieff et al., 2013). Hay una
categoría de pleiotropía, denominada pleiotropía mediada, en la que dos rasgos
fenotípicos están estadísticamente asociados con un gen, aunque en realidad el
gen solo afecta a uno de los rasgos, mientras que la otra asociación se debe en
realidad al efecto que el primer rasgo tiene sobre el segundo. Se ha estimado que
el 4,6% de los polimorfismos de nucleótido único (SNP es el acrónimo de la ex-
presión inglesa Single-Nucleotide Polymorphism) y el 16,9% de los genes tienen
efectos pleiotrópicos, aunque se piensa que estos valores en realidad son bastante
mayores (Solovieff et al., 2013). Hay un buen número de enfermedades cuya
expresión se debe al efecto pleiotrópico de ciertas variantes alélicas. Por ejemplo,
la variante rs11209026 está implicada en la enfermedad de Crohn, la espondilitis
anquilosante, la colitis ulcerosa y la soriasis; la variante rs6983267 está implicada
en el cáncer de próstata y en el de colon, y la duplicación en el locus 16p2.11 está
asociada con un aumento del riesgo de sufrir esquizofrenia, autismo, trastorno
mental, retraso del desarrollo y malformaciones congénitas.
Como ya apuntábamos en el capítulo 4, la epistasis y la pleiotropía y, por
supuesto, la versión más compleja y probablemente la más realista en la mayo-
ría de las situaciones, la que hemos representado en la Figura 8.7D como una
red, indican que muchos genes (alelos) pueden persistir en la evolución aunque
su contribución a la eficacia biológica del portador resulte negativa (i. e., se
trate de alelos deletéreos). La cuantificación de esta asociación o falta de inde-
pendencia entre alelos de distintos loci se denomina desequilibrio de ligamiento
(linkage disequilibrium); cuando permite la propagación de un alelo deletéreo
recibe el nombre de autoestopismo (hitchhiking) y cuando permite la elimina-
ción de un alelo beneficioso se denomina selección de fondo (background selec-
tion) (Hurst, 2009). En ambos casos, el alelo deletéreo que se gana y el benefi-
339
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
340
Genes, organismo y ambiente
Aunque todos los libros de texto de biología general o incluso más avanzada tra-
dicionalmente dedican subapartados específicos a la descripción de los mecanis-
mos que regulan la expresión de los genes (Sadava et al., 2011, 2014b; Audesirk
et al., 2011; Alberts et al., 2008), los descubrimientos realizados en biología mo-
lecular en la última década han puesto de relieve que el estudio de la maquinaria
molecular que regula la actividad del genoma, lo que se conoce como el epi-
genoma, merece la misma atención singularizada que el análisis del propio geno-
ma. Y la disciplina que se especializa en esta tarea es la epigenética (Hallgrims-
son y Hall, 2011a; Carey, 2011; Petronis y Mill, 2011; Francis, 2011; Mathews y
Janusek, 2011; Miklos y Maleszka, 2011; Shapiro, 2011).
“Epi-genética” significa “más allá de” o “por encima de” la genética, y aunque en
la acepción inicial propuesta por Conrad Waddington en 1942 el término se apli-
caba al estudio de cualquier proceso involucrado en la traslación del genotipo al
fenotipo, es decir, en la epigénesis, en las últimas décadas se han propuesto otras
definiciones que a menudo invocan criterios más restrictivos para considerar que
un proceso merece el calificativo de epigenético (Hallgrimsson y Hall, 2011b;
Tollefsbol, 2011; Bonasio et al., 2010; Halfmann y Linquist, 2010; Bird, 2007).
341
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
342
Genes, organismo y ambiente
343
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Aunque en este apartado solo hemos mencionado los cuatro estados epigené-
ticos mejor estudiados –la acetilación, la metilación y la fosforilación de las colas
de las histonas, y la metilación del ADN–, el sistema de marcado epigenético que
regula la transcripción es mucho más amplio (Mathews y Janusek, 2011). Muchos
estudios actuales en el campo de la epigenética se centran en identificar el código
epigenético que permita entender la ocurrencia y distribución de epialelos (epige-
nes) dentro del epigenoma, una “estructura” mucho más difusa y cambiante que el
genoma. La modificación de las histonas tiene que ver no solo con la marca epi-
genética (p. ej., metilación, acetilación y fosforilación) añadida a distintos ami-
noácidos (p. ej., lisina-K, arginina-R y serina-S), y el número de ellas (p. ej., mo-
344
Genes, organismo y ambiente
345
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Figura 8.10. A) Expresión normal (bialélica) de los alelos ubicados en los cromo-
somas sexuales X recibidos del padre (PAT) y de la madre (MAT). B) Inactiva-
ción de los alelos del cromosoma X recibido del padre. C) Inactivación de los
alelos del cromosoma X recibido de la madre. D) Expresión normal (bialélica) de
los alelos ubicados en los autosomas (p. ej., el cromosoma 15) recibidos del padre
y de la madre. E) Impronta genómica paternal. F) Impronta genómica maternal.
346
Genes, organismo y ambiente
los) aislados dentro de un cromosoma. Se trata del proceso conocido como im-
pronta genómica (Ferguson-Smith, 2011; Barlow y Bartolomei, 2014; Renfree
et al., 2009; Sha, 2008; Keverne y Curley, 2008; Keverne, 2010). Sabemos que
en especies diploides las células del organismo poseen dos alelos de cada gen,
uno heredado del padre y otro de la madre, y que el origen del alelo, ya sea ma-
terno o paterno, no tiene relevancia en lo que concierne a su actividad. En los
mamíferos, sin embargo, se han descrito alrededor de 100 genes que se expresan
monoalélicamente. Cuando se expresa el gen materno se dice que el paterno está
improntado, silenciado o sellado. Si el que se expresa es el paterno, se habla de
impronta materna para ese gen (Figura 8.10D-F). La definición de impronta
genómica se refiere, por tanto, a la expresión del gen de solo uno de los proge-
nitores en células diploides y en solo uno de los cromosomas (actuación cis). Es
importante distinguir la impronta genómica, en la que solo el gen aportado por
uno de los progenitores está activo (y el otro está silenciado), de otros fenóme-
nos en los que los progenitores también hacen contribuciones genéticas desigua-
les al embrión. Por ejemplo, los embriones macho reciben genes del cromosoma
Y que solo procede del padre; los embriones hembra reciben doble dosis de
aquellos genes ligados al cromosoma X que escapan al mecanismo de inactiva-
ción del cromosoma X; los genes mitocondriales son aportados mayoritariamen-
te por la madre; y los ARN mensajeros (ARNm) y proteínas que están presentes
únicamente en el citoplasma bien del espermatozoide o bien, especialmente, del
óvulo (Barlow y Bartolomei, 2014).
Los genes improntados tienden a estar en grupos (clusters), lo que significa
que un segmento de ADN puede regular el silenciado o la expresión de múltiples
genes en cis (en el mismo cromosoma). Los mecanismos epigenéticos responsa-
bles de la impronta genómica incluyen los dos que ya hemos descrito, es decir, la
modificación de la cromatina y la metilación del ADN, y también la acción regu-
ladora de algunas clases de ARN que describiremos en el próximo apartado.
El estudio de la impronta genómica ha proporcionado algunas claves impor-
tantes, aunque todavía incompletas, para comprender el cómo y el porqué de su
evolución (Keverne, 2009; Renfree et al., 2009; Barlow y Bartolomei, 2014). Por
ejemplo, se sabe que la mayoría de los genes improntados están implicados en el
crecimiento de la placenta, del embrión y del recién nacido. Los genes con expre-
sión paterna (y silenciado materno) funcionan como promotores del crecimiento
(p. ej., Igf2, Peg1, Peg3, Rasgrf1, Dlk1), mientras que los que se expresan mater-
nalmente (y presentan silenciado paterno) actúan retardando el crecimiento (p.ej.,
Igf2r, Gnas, Cdkn1cm H19, Grb10). Además, se ha encontrado que la madre y
sus embriones/crías comparten los mismos genes improntados en sus respectivos
hipotálamos y en la placenta. Recordemos también que la placenta es un órgano
fundamental para la transferencia de nutrientes y otras sustancias vitales al em-
brión/feto y que el hipotálamo de la madre está implicado en la termogénesis, en
347
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
348
Genes, organismo y ambiente
buen ejemplo del fenómeno de coadaptación propuesto por esta hipótesis. Se trata
de un gen que está maternalmente silenciado y se expresa en los tres tejidos: la
placenta y el hipotálamo tanto de la madre como del feto. Es un gen esencial para
que tanto la conducta maternal como la de succión de la cría sean normales. Si se
silencia el gen experimentalmente (knockout), la madre muestra una conducta
maternal aberrante y la cría no mama adecuadamente (su desarrollo es más lento).
Así, lo que postula esta hipótesis es que ambas funciones tienen que estar coordi-
nadas de forma efectiva y coadaptada entre la cría y la madre.
349
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Wan et al., 2011, 2014). De hecho, una de las conclusiones más señaladas de los
estudiosos del transcriptoma en general y de la actividad de las distintas molécu-
las de ARN en particular es que una buena parte de este, y por tanto del genoma
no codificador (de proteínas), es funcional. Estos autores se suman así a la recla-
mación de una concepción ampliada del concepto de función que incluya no solo
los genes, sino también los transcritos de ARN (apartado 8.1.6).
350
Genes, organismo y ambiente
de sus genes, e incluso de los órganos en los que las diferencias en el transcripto-
ma son más acentuadas. Por ejemplo, las diferencias más significativas en expre-
sión génica entre el chimpancé y la especie humana se registran en células de los
testículos, mientras que la selección negativa más intensa se ha producido en los
genes que se expresan en células del cerebro (Khaitovich et al., 2006a). No obs-
tante, cuando se compara el nivel de expresión génica dentro de cada linaje entre
distintos tejidos, lo que se observa es que en el cerebro humano la intensidad de la
selección negativa ha sido menor que en el del chimpancé (Khaitovich et al.,
2006b).
351
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
352
Genes, organismo y ambiente
La actividad de los genes, de las células y de los organismos siempre tiene lugar
en un contexto ambiental que puede variar a lo largo de múltiples dimensiones.
Como ya sabemos (véase el capítulo 7), la EcoEvoDevo es la disciplina que se
ocupa de investigar los efectos del ambiente sobre el desarrollo normal del fenoti-
po y, por supuesto, sobre sus alteraciones y patologías (Gilbert, 2001; Gilbert y
Epel, 2009). Recordemos que esta amalgama de disciplinas enfatiza el papel ins-
tructor/inductor del ambiente, más allá, por tanto, del estatus tradicional que se le
atribuía de mero proveedor de factores de mantenimiento. El impacto del ambien-
te sobre el fenotipo suele estar vehiculado a través de su efecto sobre el epigeno-
ma, sin embargo, esta dimensión tan fundamental del papel del ambiente la anali-
zaremos en el capítulo 9 cuando examinemos la herencia epigenética y los efectos
parentales.
353
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
perable es que diferentes rasgos presenten diferentes normas de reacción (i. e.,
plasticidad). Los polifenismos, en cambio, se refieren a fenotipos discontinuos
cuya variación se puede expresar de forma discreta. El número de categorías utili-
zadas para definir esa variación cualitativa puede ser variable, por ejemplo, pue-
den ser dos, como en el caso del sexo (macho y hembra), tres, como en el caso del
tamaño corporal de los machos de una especie del isópodo marino Paracerceis
sculpta (macho alfa, macho beta y macho gamma) (Shuster y Wade, 1991), etc.
En este contexto es importante aclarar la diferencia entre los polimorfismos, que
están causados por diferencias genéticas (como en el caso de los tres fenotipos de
machos mencionados), y los morfos o ecomorfos, que reflejan plasticidad induci-
da por el ambiente, que veremos a continuación.
El alimento puede contener componentes químicos que actúan como señales in-
ductoras de cambios fenotípicos. Las sociedades de insectos himenópteros (las
abejas, las avispas y las hormigas) están constituidas por castas. La casta a la que
cada individuo terminará perteneciendo depende de diversos factores y uno de
estos es la alimentación que consuma durante su etapa de larva. En las colonias de
abejas, por ejemplo, la génesis de la “reina” (el único individuo reproductor de la
colonia) depende enteramente de la dieta que haya ingerido durante su vida larval
(y su efecto sobre la síntesis de hormona juvenil producida por una estructura
denominada corpora allata). Si se ha alimentado de una dieta rica en las proteínas
contenidas en las glándulas salivares de los miembros de la casta de “trabajado-
res” estériles, su destino será el de reina (Rachinsky y Hartfelder, 1990). Sin esa
dieta “real”, consumida durante el tiempo adecuado, ese mismo individuo de-
sarrollará el fenotipo trabajador.
Los machos del escarabajo del estiércol (género Ontophagus) pueden desarro-
llar dos fenotipos distintos: el “cornudo” y el sin cuernos. Se ha encontrado que
este polifenismo no es heredable, sino que está determinado por la cantidad de
alimento consumido durante la fase de larva que determina, a su vez, el tamaño
del individuo cuando alcanza la última muda. Solo los machos que alcanzan un
cierto umbral de tamaño corporal en esa etapa desarrollarán los cuernos, y los que
lo hacen presentarán, además, una longitud de los mismos que guarda relación
lineal con su tamaño corporal (Moczek y Emlen, 2000). Además, existe una rela-
ción estrecha entre el polifenismo morfológico descrito y las estrategias de con-
ducta reproductiva que emplearán los machos, a saber, la confrontación directa
con sus rivales para defender las galerías subterráneas donde se encuentran las
hembras, en el caso de los machos cornudos, frente a la evitación de esa confron-
tación y el acceso indirecto a las hembras mediante la excavación de galerías que
354
Genes, organismo y ambiente
se crucen con las de las hembras, en el caso de los machos sin cuernos (véase el
volumen II, capítulo 2). Como predice el principio del trade-off, la inversión en
cuernos se ha hecho a expensas de la inversión en otros órganos; en el caso de los
machos de esta especie, los órganos afectados han sido los testículos y el pene,
que son más pequeños en los machos cornudos que en los machos sin cuernos.
El grado de contacto con un congénere puede tener efecto sobre la emergen-
cia de polifenismos en la morfología de los individuos de una especie. Este es el
caso de los enjambres de la langosta migratoria del desierto (Schistocerca grega-
ria). En esta especie los individuos pueden desarrollar dos posibles fenotipos, el
solitario y el gregario, y el factor inductor determinante es el grado de contacto
social (i. e., de estimulación de mecanorreceptores localizados mayoritariamente
en el fémur de las patas posteriores) que experimenten los individuos. El fenotipo
solitario emerge en condiciones de densidad reducida y se caracteriza porque los
individuos tienen un color verde, sus alas son reducidas, su abdomen es volumi-
noso y muestran una conducta de evitación de los demás. El fenotipo gregario y
migratorio, en cambio, emerge en condiciones de aglomeración; su color cambia
de verde a pardo, a negro y finalmente a naranja, su abdomen se estiliza, sus alas
se alargan y su conducta de evitación cambia a la opuesta de atracción hacia sus
congéneres. Estos cambios pueden producirse en unas pocas horas, tanto de forma
natural como en respuesta a manipulaciones experimentales relativamente simples
(Hägele y Simpson, 2000; Rogers et al., 2003). La coloración de los dos fenoti-
pos, la críptica del morfo solitario y la conspicua (y aversiva) del morfo gregario,
parecen funcionar como estrategias antipredatorias (Sword et al. 2001).
La temperatura puede afectar a la configuración estructural de las proteínas y,
por tanto, a sus propiedades funcionales. Por ejemplo, los gatos siameses y los
conejos del Himalaya poseen una variante de la enzima tirosinasa que les permite
producir melanina y, por tanto, desarrollar pigmentación en ambientes fríos. Sin
embargo, en ambientes con temperaturas elevadas, la configuración de la enzima
se altera y se pierde la capacidad de sintetizar melanina. Por eso, en ambientes
cálidos, las únicas áreas del cuerpo que están pigmentadas son las que mantienen
una menor temperatura, es decir, las extremidades, el hocico y las orejas (Gilbert
y Epel, 2009).
355
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
huevos incubados en temperaturas extremas, bajas o altas, son las que producen
un mayor porcentaje de individuos gonadalmente machos o hembras, según la
especie (Crews, 1994).
La presencia y la conducta de otros individuos pueden inhibir o desencadenar
el cambio de sexo gonadal en especies de peces hermafroditas secuenciales (War-
ner, 2010). En las especies con protoginia, en las que el individuo comienza su
etapa reproductiva con ovarios (véase el volumen II, capítulo 2), la desaparición
del macho del harén y, por tanto, de la conducta agresiva que este dirige a sus
hembras, activan el cambio del sexo gonadal (y de los demás atributos sexodi-
mórficos, tanto morfológicos como conductuales) de la hembra de mayor tamaño
del harén. En unas pocas horas, esta adquiere todos los atributos masculinos,
además de testículos funcionales.
Muchas especies que son presas en la cadena trófica del ecosistema en el que
viven utilizan claves producidas por sus depredadores para desarrollar caracterís-
ticas fenotípicas que les confieren una ventaja adaptativa cuando, en la etapa
adulta, tengan que escapar de ellos. En muchos casos, las claves son sustancias
químicas liberadas por el propio depredador denominadas kairomonas. Las inves-
tigaciones realizadas tanto en especies de invertebrados (p. ej., cladóceros, rotífe-
ros y moluscos) como de vertebrados (p. ej., peces y anfibios) indican que lo que
causa el polifenismo es la presencia del depredador y que el fenotipo que se desa-
rrolla ciertamente incrementa su tasa de supervivencia en ese contexto (Adler y
Harvell, 1990; Relyea, 2004). Como cabría esperar, los polifenismos inducidos
por la exposición temprana a un depredador no le salen gratis al organismo. En
efecto, el desarrollo de esas adaptaciones frente a los depredadores fuerza al or-
ganismo a reducir los recursos que puede invertir en el crecimiento de otros atri-
butos relacionados con la capacidad reproductiva. Además, la resolución de estos
trade-offs solo es adaptativa si el contexto original que los indujo permanece es-
table. Se trata de una versión particular del fenómeno más general de la progra-
mación temprana del desarrollo y de las respuestas predictivas de carácter adapta-
tivo que abordaremos en detalle en el próximo capítulo (véase el capítulo 9).
356
Genes, organismo y ambiente
357
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
358
Genes, organismo y ambiente
359
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
360
Genes, organismo y ambiente
Actividades de autoevaluación
8.1. Genoma_1
o a) Los retrotransposones son regiones móviles del cromosoma
que se duplican mediante el mecanismo de cortar y pegar.
o b) La heterocromatina es la cromatina que se encuentra conden-
sada y apenas se tiñe y comprende las regiones del cromosoma
que nunca se transcriben.
o c) El valor C se define como la cantidad total de bases de ADN por
genoma haploide.
8.2. Genoma_2
o a) La densidad de genes es más elevada en el genoma nuclear
que en el genoma mitocondrial.
o b) Son más frecuentes las aneuploidías debidas a alteraciones en
el gameto femenino porque la meiosis ocurre de forma tardía en
la gametogénesis del óvulo.
o c) La complejidad del fenotipo de un organismo guarda relación
con la proporción de bases de ADN no codificador en su geno-
ma.
361
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
8.5. Epigenoma_1
o a) La metilación de las colas de las histonas del nucleosoma relaja
la cromatina y permite la transcripción de los genes.
o b) La transcripción de un gen requiere que la cromatina se relaje y
permita la incorporación de factores de transcripción a la región
reguladora del gen.
o c) La metilación de las islas de dinucleótidos CpG del ADN activa
la transcripción de los genes.
8.6. Epigenoma_2
o a) En la impronta genómica se produce un silenciado de genes
ubicados en el cromosoma paterno de forma que la expresión
del gen es bialélica.
o b) En el mecanismo de inactivación del cromosoma X, el cromo-
soma activo forma el cuerpo de Barr.
o c) El síndrome de Angelman se produce porque la región del cro-
mosoma materno sufre una mutación y ninguno de los alelos se
expresa .
362
9
Herencia genética y epigenética,
efectos parentales y herencia
ecológica y cultural
363
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
364
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
365
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
366
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
367
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
368
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
369
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Recordemos brevemente que en especies diploides (i. e., el genoma está consti-
tuido por pares de cromosomas homólogos) los rasgos fenotípicos están “codifi-
cados” por dos alelos de un mismo gen que están localizados en el mismo lugar
(locus) de cada uno de los dos cromosomas homólogos. El resultado de esta arqui-
tectura del genoma es que cada gen comprende al menos dos versiones ubicadas
en distintos cromosomas (homólogos) y que cada uno de estos cromosomas con-
tiene un número variable de genes (véase el capítulo 8). Si los dos alelos son idén-
ticos, se dice que el genotipo (combinación de alelos) es homocigoto para ese
gen; si son distintos, se dice que el genotipo es heterocigoto para ese gen. En mu-
chos casos, el número de alelos (versiones distintas) de cada gen puede ser muy
elevado (polimórfico) y, además, en la mayoría de los casos los rasgos están “co-
dificados” por múltiples genes (poligenia). Como veremos, esta configuración es
uno de los muchos factores que contribuyen a dificultar la tarea de identificar las
causas genéticas de los rasgos fenotípicos.
Las leyes de Mendel referidas a la herencia se conocen como la ley de la se-
gregación independiente de los dos alelos de un mismo gen y la ley de la segre-
gación independiente de los alelos de diferentes genes durante la formación de los
gametos. Aunque estas leyes han sido fundamentales para explicar los mecanis-
mos generales de la herencia genética, las propiedades de la manera en la que la
información genética está organizada hacen que haya muchos contextos en los
que la herencia mendeliana no sea aplicable. Tampoco hay que extrañarse dema-
siado de que esto sea así, dado que los rasgos estudiados por Mendel pertenecen a
una clase particular cuya principal característica es la de exhibir variación discreta
o cualitativa. Sin embargo, la mayoría de los rasgos varían de una forma continua
o cuantitativa.
La relación entre el fenotipo de los progenitores y el de los descendientes que
predicen las leyes de Mendel se complica en un buen número de casos: cuando el
gen es altamente polimórfico, cuando la relación de dominancia entre los dos
alelos de un gen es incompleta, cuando existe codominancia entre los dos alelos
del gen, cuando un mismo gen afecta a varios rasgos (pleiotropía), o cuando el
efecto fenotípico de un gen depende de la presencia de otros genes (epistasis).
370
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
371
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
mólogo, el del padre o el de la madre, durante la meiosis I. Así, para cada par de
cromosomas homólogos puede ocurrir que la célula hija reciba cualquiera de las
siguientes cuatro posibles combinaciones: paternal 1 y maternal 2, paternal 2 y
maternal 1, paternal 1 y maternal 1 o paternal 2 y maternal 2. Además, cuanto
mayor sea el número de cromosomas implicados, mayor será el potencial de di-
versidad genética producida. En nuestra especie, por ejemplo, que tenemos 23
pares de cromosomas, se pueden obtener un total de 223 (8.838.608) diferentes
combinaciones mediante este mecanismo de separación independiente de los
cromosomas homólogos durante la meiosis I. Por último, la separación igualmen-
te aleatoria de las cromátidas genéticamente únicas durante la meiosis II constitu-
ye otra fuente extra de diversidad genética.
372
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
La búsqueda e identificación del sustrato genético que subyace a los rasgos fenotí-
picos ha sido un objetivo perseguido por muchas disciplinas. La que nos interesa a
nosotros en particular es la genética de la conducta (Plomin et al., 2008). Las dos
aproximaciones que se han adoptado con carácter general para identificar la rela-
ción entre el genotipo y el fenotipo han sido la biométrica, basada en estudios de
heredabilidad, y la biomolecular, basada en la identificación de genes asociados con
rasgos o perfiles conductuales diversos (Charney, 2012), tanto los considerados
normales (p. ej., la agresión, la inteligencia, la personalidad, el temperamento),
como los considerados patológicos (p. ej., la enfermedad de Alzheimer, el trastorno
de hiperactividad/déficit de atención, el alcoholismo, la anorexia nerviosa, el tras-
torno de espectro autista, el trastorno depresivo, el trastorno bipolar y la esquizofre-
nia) (Anholt y Mackay, 2012; Maltby et al., 2013; Munafo y Flint, 2011; Sullivan
et al., 2012; Turkheimer et al., 2014). La investigación de la concordancia entre el
genotipo y el fenotipo y la interpretación de los resultados obtenidos con distintas
metodologías han sido objeto de acalorados debates (Charney, 2012; Ho, 2013;
Joseph, 2010; Visscher et al., 2008; Wahlsten, 2013). Algunos autores han identifi-
cado dos paradigmas en el estudio de la genética de la conducta (Cuadro 9.2), el de
la genética convencional y el paradigma que ha surgido a partir de los avances lo-
grados en los estudios de la genómica. Este segundo paradigma se ubica en la etapa
postgenómica y ha recibido el nombre de neogenética (Charney, 2012).
373
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
374
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
375
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
376
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
Sabemos que el epigenoma controla y regula la actividad del genoma y, por tanto,
la relación entre el genotipo y el fenotipo, sin alterar la secuencia del ADN (véase
el capítulo 8). Sin embargo, el epigenoma posee otra propiedad clave que es que
constituye una fuente alternativa de transmisión intergeneracional de información
(Jablonka y Raz, 2009). Y esta es una concepción neolamarckiana. Es lamarckia-
na porque reconoce que lo que un individuo adquiere durante su vida puede ser
transmitido a los descendientes. Pero es una versión modificada de la visión que
planteaba Lamarck porque rechaza la tesis de este sobre la existencia en los orga-
nismos de un presunto impulso innato hacia el progreso (Charney, 2012; Mayr,
1982, 2001).
Al menos en los mamíferos se sabe que hay dos momentos de “borrado” de la
información epigenética tanto adquirida como heredada (Lange y Schneider,
2010; Reik et al., 2001; Reik, 2007; Santos y Dean, 2004; Feng et al., 2010). En
el caso concreto del modelo animal más estudiado, el ratón de laboratorio, la eli-
minación de las marcas epigenéticas se produce en las células germinales primor-
diales (PGC es el acrónimo en inglés) y poco después de la fertilización. Este
fenómeno de demetilación generalizada (aunque no completa) del genoma suscita
una paradoja, la herencia epigenética solo es posible si las marcas epigenéticas
que se adquieren en una generación y que definen el epigenoma del individuo son
trasmitidas a través de las células germinales (los gametos). Se ha constatado que
esta condición se satisface porque las células germinales primordiales recuperan
el estado metilado original del genoma en una etapa previa al comienzo de la
377
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
mitosis y la meiosis y luego en una segunda ronda de reseteo que ocurre en torno
al momento de la implantación. Este fenómeno de reprogramación en dos ocasio-
nes de la metilación del genoma asegura que los gametos recuperen brevemente
su capacidad de producir células pluripotentes y que el epigenoma se libere de la
acumulación de marcas epigenéticas potencialmente nocivas (Francis, 2011; Ca-
rey, 2011).
Aunque la herencia epigenética y los efectos parentales son dos vehículos de
transmisión intergeneracional de información que pueden actuar de forma inde-
pendiente (Figura 9.1), lo cierto es que en las especies en las que la gestación es
interna o el cuidado parental postnatal es significativo, buena parte de las modifi-
caciones del epigenoma de los hijos tienen lugar en el contexto del cuidado paren-
tal pre y postnatal. Por ese motivo estas dos formas de herencia las vamos a tratar
en el mismo apartado.
378
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
Schwarz, 2009; Barnes y Ozanne, 2011; Kopsida et al., 2011; Cottrell y Seckl,
2009). Hay que señalar que las disfunciones que se observan al nacer, en el curso
del desarrollo y en la etapa adulta pueden comprometer mecanismos epigenéticos,
tejidos y sistemas de órganos diversos cuyos efectos se manifiestan a nivel fisio-
lógico, a nivel conductual y a nivel psicológico.
Las infecciones durante el periodo prenatal se sabe que pueden dejar secuelas
importantes; una de las que más se ha investigado es la presunta relación positiva
entre la exposición a infecciones bacterianas, especialmente durante el primer
trimestre de gestación, y el riesgo de desarrollar esquizofrenia en la edad adulta
(Sorensen et al., 2009). Se ha sugerido que en general la producción de citocinas
por el sistema inmunitario en respuesta a una infección prenatal podría alterar el
desarrollo normal del cerebro, en particular de la microglia, y predisponerle a
responder de forma inadecuada ante desafíos posteriores. Esta distorsión de la
respuesta del sistema inmunitario podría afectar a la conducta y a las habilidades
sociales, cognitivas y afectivas del individuo (Bilbo y Schwarz, 2009).
Los efectos teratógenos de la exposición durante la gestación al etanol
(“síndrome del alcohol fetal”, FAS es el acrónimo en inglés), a diversas drogas
y a los componentes del tabaco ya se mencionaron en el capítulo 8 (Gilbert y
Epel, 2009). Se puede añadir aquí que la exposición a niveles elevados de al-
cohol está asociada a diversas alteraciones conductuales, neuropsicológicas y
cognitivas, así como a un aumento de la vulnerabilidad a trastornos de ansiedad
y depresión (Hellemans et al., 2010). El principal sistema fisiológico cuya pro-
gramación queda alterada en el FAS es el eje hipotálamo-pituitaria-adrenales
(HPA), que predispone al individuo a responder de forma exagerada a situacio-
nes estresantes.
Se ha constatado que el estrés prenatal está asociado a varios efectos durade-
ros y detectables durante la etapa postnatal, que incluyen alteraciones en la estruc-
tura y función de diversos tejidos y órganos, en la longitud de los telómeros, así
como en el comportamiento y la cognición (Nelson, 2011; Charney, 2012; Kajan-
tie y Räikkönen, 2010; Weinstock, 2008; Mastorci et al., 2009; Glover et al.,
2010; Cottrell y Seckl, 2009; Entringer et al., 2009; Entringer et al., 2012). En
estudios con modelos animales y con humanos se ha comprobado que el estrés
prenatal está asociado con la hipermetilación de la región promotora del gen que
sintetiza GR (receptor de glucocorticoides) en el hipocampo, con la reducción de
la metilación del promotor del gen que sintetiza CRH (hormona liberadora de
hormona corticotropina) en la amígdala y con un aumento de la reactividad del
eje HPA. La elevada reactividad postnatal de este eje refleja un defecto de su
programación en los individuos que han sufrido estrés prenatal; el resultado es un
fallo en el mecanismo de feedback negativo que regula los niveles de glucocorti-
coides debido a la ausencia de niveles adecuados de GR en el hipocampo (Cottrell
y Seckl, 2009).
379
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
380
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
381
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
brión/feto bajo las condiciones prenatales de malnutrición pasa factura, ya que con-
duce al desarrollo, en la etapa adulta, de hiperlipidemia, obesidad, diabetes, hiper-
tensión y enfermedades cardiovasculares. Los efectos más negativos se producen
cuando el cambio de una condición de malnutrición prenatal a otra de normalidad o
de exceso de alimento postnatal es muy rápido (Barnes y Ozanne, 2009).
Uno de los primeros estudios epidemiológicos sobre este fenómeno fue el de
la población holandesa que sufrió un periodo de hambruna de aproximadamente
siete meses de duración al final de la II Guerra Mundial (conocido como el Dutch
Hunger Winter). En represalia por su colaboración con los Aliados, el gobierno
nazi de ocupación impuso a la población local un racionamiento que redujo drás-
ticamente la cantidad de calorías ingeridas por día de 1.800 a 600. Barker y sus
colegas estudiaron los efectos de la malnutrición sufrida antes, después y durante
los tres trimestres de gestación sobre el peso del neonato y sobre la ocurrencia de
diversas enfermedades en la etapa adulta y en la siguiente generación (Barker,
1998; Godfrey y Barker, 2001; Hales y Barker, 2001; Roseboom et al., 2001).
Con la liberación del país, en mayo de 1945, las condiciones de alimentación de
la población holandesa volvieron muy rápidamente a su nivel normal. Los análisis
revelaron la existencia de una ventana de tiempo crítica sobre los efectos de la
malnutrición y su herencia intergeneracional. Los efectos más devastadores y
duraderos se observaron cuando las condiciones de malnutrición tuvieron lugar en
el primer trimestre de la gestación. Aunque los bebés expuestos a esta condición
durante el primer trimestre nacían con un peso normal, al alcanzar la edad adulta
fueron mucho más propensos a desarrollar diversos trastornos metabólicos así
como las enfermedades asociadas (síndrome metabólico, diabetes tipo II, obesi-
dad, hipertensión, hipercolesterolemia, enfermedad de las coronarias, infartos de
corazón). Además se observó que los hijos de las madres que habían sido gestadas
durante ese trágico primer trimestre, es decir, los nietos de las mujeres que habían
padecido la hambruna, nacieron con sobrepeso.
Estudios similares se han realizado con datos epidemiológicos disponibles en
varios países y los resultados en general avalan la hipótesis del fenotipo ahorrador
(Langley-Evans, 2006; véase, no obstante, Schellong et al., 2012). En algunos ca-
sos, la divergencia parcial entre los resultados de distintos estudios ha contribuido a
enriquecer la hipótesis y a sugerir la operación de posibles mecanismos que después
se han investigado con modelos animales. Por ejemplo, Stanner y Yudkin (2001)
compararon los efectos de la hambruna de Holanda con la que se produjo durante el
asedio nazi de la ciudad de Leningrado (posteriormente rebautizada San Petersbur-
go), también durante la II Guerra Mundial. Se advirtieron varias diferencias; por
ejemplo, en comparación con lo que se encontró en la muestra de Holanda, en la de
Leningrado no hubo una relación significativa entre la malnutrición prenatal tem-
prana y la intolerancia a la glucosa, la dislipidemia, la hipertensión y la enfermedad
cardiovascular en la edad adulta. Estas divergencias podrían deberse a las diferen-
382
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
cias tan marcadas que hubo entre la hambruna de Holanda y la de Leningrado, tanto
en su duración (7 frente a 28 meses, respectivamente), como en la velocidad con la
que se recuperaron los niveles normales de alimentación (tres semanas en Holanda
frente a seis meses en Leningrado), cuanto en las condiciones de alimentación pre-
ponderantes antes y después (en Holanda, las calorías se obtenían fundamentalmen-
te de la proteína, mientras que en Leningrado se obtenían del pan).
383
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
384
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
Hay una fuente extra de estrés prenatal cuyo origen no es tanto el que expe-
rimenta la madre, que acabamos de ver, sino el que puede sufrir un embrión que
es forzado a compartir los recursos provistos por la madre y el nicho uterino con
otro embrión (Charney, 2012). Este es el escenario al que se enfrentan los ge-
melos, tanto los monocigóticos (GM, que se originan a partir de un único óvulo
fecundado), como los dicigóticos (GD, que se originan a partir de dos cigotos
distintos). Los GM pueden ser de tres tipos en función del tiempo que transcurra
entre la fertilización y la formación de los dos embriones: dicoriónicos (GM-d),
cuando cada embrión tiene su propia placenta y corion (cuatro primeros días,
explica un tercio de todos los casos) y monocoriónicos (GM-m), cuando los dos
embriones comparten la misma y única placenta y el corion (después del cuarto
385
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
día, explica los otros dos tercios de casos de gemelos). A su vez, un 5% de estos
GM-m pueden compartir además el saco amniótico (son monocoriónicos y mo-
noamnióticos). Cuanto mayor sea el nivel de compartimiento de recursos e in-
fluencias presentes en el nicho prenatal, mayor se espera que sea la concordan-
cia entre los fenotipos debida al ambiente compartido y al grado de estrés. Por
tanto, la predicción general es que esa concordancia fenotípica y nivel de estrés
se ajuste a la relación GM-m > GD > embriones únicos. Los gemelos tienen una
tasa de mortalidad intrauterina cuatro veces superior, y de mortalidad durante el
primer mes de vida siete veces superior, a la de los embriones únicos. Su prin-
cipal causa es el reducido peso corporal de los gemelos frente al de los embrio-
nes únicos (Sutcliffe y Derom, 2006). Como cabría esperar, estos efectos se
acentúan cuando el número de gemelos gestados aumenta. Además, el tamaño
del neonato guarda una relación inversa con múltiples efectos psicológicos y
biológicos muy significativos, como el desarrollo neuroconductual y el desarro-
llo cognitivo. La tasa de las anomalías congénitas más comunes es dos veces
superior en gemelos que en embriones únicos, y la minusvalía más común en
los gemelos es la parálisis cerebral, que es cuatro veces más probable que la
sufran en comparación con los embriones únicos.
En realidad, este es un excelente ejemplo del carácter bidireccional de la re-
lación entre el embrión/feto y su madre, puesto que la gestación de gemelos no
solo resulta estresante para los embriones, sino que también lo es para la madre
(cuya respuesta afectará, a su vez, a los propios embriones) (Figura 9.2). Ade-
más, buena parte de estos efectos en realidad están causados por estrés nutricio-
nal, uno de los agentes más potentes de la programación fetal, como ya hemos
visto (Figuras 9.3 y 9.4).
Hasta ahora solo hemos examinado los efectos parentales durante la etapa
prenatal debidos a la madre. Sin embargo, a pesar de que su papel en la inversión
parental directa suele ser mucho menor que la de las madres, por razones obvias
ya apuntadas, diversas investigaciones ponen de relieve que los padres también
pueden influir sobre el fenotipo de sus hijos y de sus nietos (Pembrey et al., 2014;
Northstone et al., 2014). En particular, se ha observado que el estatus nutricional
y el consumo de tabaco de los hombres durante el periodo de crecimiento lento
que tiene lugar antes de alcanzar la pubertad (<11 años de edad) pueden afectar a
la salud (p. ej., el riesgo de sufrir obesidad) y a la longevidad de sus nietos, pero
no a las de sus nietas. También se ha observado una relación significativa entre el
estatus nutricional de la abuela materna y la mortalidad de su nieta (Pembrey
et al., 2006; Bygren et al., 2001; Kaati et al., 2007). Estos resultados no solo reve-
lan que la alimentación y el consumo de tabaco por parte de los hombres tienen
efectos intergeneracionales biológicamente significativos (riesgo de enfermedades
metabólicas y mortalidad más elevadas), sino que, además, señalan la existencia
de un periodo crítico del desarrollo (antes de la pubertad) en el que el mecanismo
386
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
387
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
388
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
Situación del extraño (8-18 meses) Entrevista sobre apego edad adulta
Seguro-tipo B (62%). Explora la habita- Seguro/autónomo. Discurso coherente. Va-
ción y los juguetes con interés antes de la lora su vínculo de apego y se muestra obje-
separación. Muestra signos de echar en tivo en la descripción de los sucesos y rela-
falta a la madre durante la separación, a ciones recordadas, tanto si las experiencias
menudo llora en la segunda separación. rememoradas son positivas como negativas
Prefiere claramente a su madre frente al
extraño. Saluda a la madre activamente y
suele iniciar el contacto cuando esta regre-
sa a la reunión
Inseguro/evitativo-tipo A (15%). No llora Inseguro/indiferente. Se muestra displicente
cuando la madre se marcha durante la cuando describe su vínculo de apego y las
separación. Evita e ignora activamente a la relaciones y experiencias en las que apoya
madre cuando esta regresa a la reunión; su narración. Hay muchas contradicciones
tampoco muestra ninguna respuesta emo- en el relato que, además, tiende a ser exce-
cional en esa fase. Apenas busca la proxi- sivamente breve
midad; no muestra ansiedad cuando la
madre se marcha. Se centra en los juguetes
y el entorno durante el proceso
Inseguro/ambivalente-tipo C (9%). Se Inseguro/preocupado. Su relato es incohe-
puede mostrar inquieto y ansioso antes de rente. Se puede mostrar alterado, pasivo o
la separación y apenas explora el entorno. asustado. Sus frases son largas, gramati-
Se puede mostrar inhibido o enfadado y calmente complicadas, llenas de expresio-
pendiente de la madre. No logra calmarse nes vagas. El relato tiende a ser excesiva-
cuando la madre regresa a la reunión; mente largo
sigue llorando y pendiente de ella. En la
reunión no logra retomar la exploración
del entorno
Desorganizado/desorientado-tipo D (14%). Desorganizado/no resuelto. Presenta lapsus
Su conducta en presencia de la madre es sorprendentes en el razonamiento o en la
desorganizada y desorientada. Tan pronto narración de episodios de pérdida o de
muestra intensa inhibición, como levanta abuso. Habla de personas ya muertas como
los brazos en el aire, se tira al suelo y adop- si aún estuvieran vivas. Su relato está lleno
ta una postura fetal; se cuelga a la madre, de pausas de silencio prolongado
llorando, pero evita el contacto ocular con
ella
Fuente: Hesse (1999).
389
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
390
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
391
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
geno (E) y de receptor para el estrógeno (ER). Lo que se ha hallado es que las
madres que muestran un perfil de inversión maternal más elevado, es decir, que se
tienden en el suelo y adoptan más a menudo la postura que facilita el amamanta-
miento de las crías y que estimulan de forma táctil (lamiendo y acicalando) con
más frecuencia a sus crías son las que producen un mayor número de ER en el
área preóptica del hipotálamo, debido a la activación de la transcripción del gen
implicado. En otras palabras, la calidad de la conducta maternal reduce la metila-
ción del gen que sintetiza los ER, y lo hace no solo sobre las neuronas de esa re-
gión del hipotálamo de la madre, sino también sobre las de las hijas, las cuales
heredarán el estado epigenético (reducción de la metilación del gen) causado por
la conducta de sus madres y se comportarán del mismo modo cuando ellas sean
madres (Champagne, 2008, 2009). También se sabe que durante la exhibición de
la conducta maternal hay otros sistemas hipotalámicos implicados, como es el
caso de las neuronas mesolímbicas activas en la síntesis de dopamina (DA)
(Champagne, 2008).
En el apartado anterior (9.3.2) vimos que las crías de madres prenatalmente
estresadas pueden sufrir una programación epigenética alterada del funcionamien-
to del eje hipotálamo-pituitaria-adrenales (HPA) que regula la respuesta al estrés
(véase el volumen II, capítulo 1). Diversos estudios han revelado que la conducta
maternal durante la etapa postnatal también tiene efectos sobre la programación,
normal o alterada, del HPA de la cría. En efecto, la conducta maternal influye
sobre el estado epigenético de un gen implicado en la síntesis de receptores para
los glucocorticoides (GR) en el hipocampo. Y como ya vimos en el aparta-
do 9.3.2, el complejo glucocorticoide + GR actúa inhibiendo la producción de la
hormona liberadora de corticotropina (la CRH) por parte del hipotálamo, que es la
responsable de iniciar la respuesta al estrés. En este caso, sin embargo, el efecto
de la conducta maternal sobre la activación de la expresión del gen afectado se
manifiesta a través de dos rutas distintas pero que actúan en sinergia. En una de
ellas, las madres más implicadas en el cuidado de sus crías (según los indicadores
ya mencionados) presentan una mayor concentración de serotonina (5-HT) que
incrementa la expresión del factor de transcripción conocido como NFGI-A. Este
participa en la regulación de la expresión del gen que sintetiza el receptor para los
GR en el hipocampo. En la otra ruta se observa que los niveles elevados de con-
ducta maternal están asociados con la demetilación del ADN y la acetilación de
las histonas del promotor del gen de GR en el hipocampo. El resultado de estos
dos procesos es un aumento de la producción de GR en las neuronas hipocampa-
les (Weaver et al., 2004, 2007). La exposición a madres que desatienden a sus
crías o la privación de cuidado maternal produce efectos similares, es decir, la
programación de un HPA alterado debido a la metilación del gen que sintetiza GR
en el hipocampo (Champagne y Curley, 2009; Kappeler y Meaney, 2010; Zhang y
Meaney, 2010).
392
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
Cuadro 9.4. Relación entre las condiciones del ambiente de desarrollo temprano,
la conducta y fisiología de la madre y la conducta de la cría
393
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
394
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
2012). Uno de los factores que más se ha estudiado en este contexto de aceleración
de la pubertad en un ambiente de desarrollo adverso es la calidad de la relación ma-
dre/hija y especialmente de la relación entre el padre y la hija. Tanto la teoría de la
aceleración psicosocial como la teoría de los patrones de la trayectoria de vida predi-
cen una pubertad más temprana en contextos familiares en los que las relaciones
entre padres e hijas es más deficiente (p. ej., el apego inseguro es más frecuente).
Algunas investigaciones han producido resultados que son compatibles con esta
predicción (Ellis et al., 2011; Belsky, 2012), aunque los mecanismos específicos que
podrían estar implicados no han sido todavía adecuadamente dilucidados.
395
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
396
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
Hoy en día pocos niegan el carácter globalizador (planetario) de todos los cambios
inducidos por la actividad de la especie humana durante el Antropoceno. Y muchos
de esos cambios tienen un efecto potencialmente devastador sobre la salud humana
(Harcourt, 2012). Existe una manifiesta interconexión entre los cambios demográfi-
cos y sociales, la actividad económica y la disponibilidad y sostenibilidad de los re-
cursos vitales necesarios para garantizar la vida y la salud humanas, y todos ellos
están afectados por el cambio climático de origen antropogénico. McMichael (2013)
identifica tres categorías de riesgos para la salud ligados al cambio climático global.
Entre los riesgos primarios se encuentran, según este esquema, los que se derivan de
los efectos biológicos directos producidos por las olas de calor, por los sucesos climá-
ticos extremos y por la exposición a niveles elevados de polución del aire en entornos
urbanos. Entre los riesgos secundarios se incluyen los efectos de la temperatura sobre
la pérdida de cosechas (recursos alimentarios), sobre las catástrofes debidas a lluvias
torrenciales y periodos de sequía extrema, y sobre la creación de condiciones ecológi-
cas que favorecen la proliferación de los vectores de muchas enfermedades infeccio-
sas. Por último, los riesgos terciarios comprenden efectos más difusos asociados con
problemas de comportamiento y de salud física y mental en grupos humanos desfavo-
recidos, como son los que se enfrentan directamente a condiciones ecológicas adver-
sas y extremas, los que tienen que abandonar sus tierras por hambre o por conflictos
armados (en muchas ocasiones provocados por el control de recursos básicos, como
el agua, el alimento, el petróleo, la madera, etc.) y los que viven en condiciones de
vida límites, incluso dentro de aglomeraciones humanas.
397
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
dro 9.5 se presentan los valores globales (nivel mundial) y los valores desglosados
para los países desarrollados (Europa, EE.UU., Australia, Nueva Zelanda y Japón,
Bielorrusia, Estonia, Letonia, Lituania, Moldavia y Rusia) y para los que se encuen-
tran en vías de desarrollo (África, Asia, varias de las repúblicas ahora independien-
tes de la antigua Unión Soviética, Latinoamérica, Caribe, Melanesia, Micronesia y
Polinesia).
398
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
399
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
400
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
Sabemos que los cambios fenotípicos inducidos por el ambiente pueden te-
ner un impacto sobre la evolución mucho más rápido que los cambios inicia-
dos por una mutación genética; también sabemos que los cambios en el am-
biente se deben en parte a la acción de “construcción de nicho” de los
organismos que viven en él, y que los organismos de cualquier generación
no solo heredan los genes de sus progenitores, sino que también heredan su
ambiente (véase el capítulo 7). En el caso de la especie humana, además, los
miembros de cada generación heredan la cultura de sus antecesores. En efec-
to, la teoría de la construcción de nicho llama la atención a una cualidad
singular del ambiente en el que ha evolucionado la especie humana, la cultu-
ra; de hecho, lo que se enfatiza desde esta perspectiva teórica es el papel
tremendamente importante que la cultura ha asumido como agente selectivo
que ha desplazado a los factores ambientales más convencionales que expli-
can la evolución de organismos no culturales (Laland et al., 2010; Laland y
Brown, 2006; Rendell et al., 2011).
El concepto de cultura varía según la disciplina desde la que uno opte
por aproximarse a su estudio (Tomasello, 1999; McGrew, 2004; Whiten
et al., 2011), lo cual ha provocado debates persistentes, especialmente cuan-
do el constructo se aplica a animales no humanos (véase el volumen II, capí-
tulo 4). En el presente contexto adoptaremos la definición genérica propues-
ta por Laland et al. (2010): cultura es cualquier información que es capaz de
afectar a la conducta de los individuos y que es adquirida a través de la en-
señanza, de la imitación o de otras formas de aprendizaje social. En cuanto
al concepto de información, esta incluye conocimiento, creencias, valores y
habilidades.
401
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
402
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
403
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
404
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
coevolución de la malaria y del alelo HbS que, como sabemos (véase el capítulo
6), produce la enfermedad conocida como anemia falciforme en los individuos
con genotipos homocigotos recesivos (HbS/HbS), pero que confiere una ventaja
frente a la malaria a los que solo son portadores (genotipo heterocigoto
HbA/HbS). El cambio de estilo de vida nómada del cazador/recolector al seden-
tario del agricultor dio lugar a la formación de grupos humanos hacinados, un
escenario que favoreció la exposición a enfermedades infecciosas novedosas y a
la coevolución de los agentes patógenos causantes de las mismas y de las defen-
sas inmunitarias que las combaten.
También se ha propuesto que algunos alelos actuales, como los que están re-
lacionados con la diabetes tipo 2 o con la sensibilidad al sodio, fueron favoreci-
dos por selección cultural (principalmente por los movimientos migratorios).
Por ejemplo, el deseo o la necesidad de colonizar las islas del Pacífico obligó a
los antiguos polinesios a realizar viajes migratorios de larga duración que les
exponían a bajas temperaturas y a condiciones de inanición. Este escenario fa-
voreció la evolución de un metabolismo ahorrador, adaptativo en aquel escena-
rio, pero maladaptativo en la actualidad. Por otra parte, el gen que favorece la
retención de sal fue adaptativo en los climas tropicales africanos en los que evo-
lucionó, pero se convirtió en un hándicap causante de hipertensión y enferme-
dades asociadas desde el momento en el que las poblaciones humanas comenza-
ron diferentes éxodos fuera de África. Además, la conducta migratoria de
nuestra especie ha tenido efectos muy importantes sobre la evolución de genes y
fenotipos que están implicados en adaptaciones como el color de la piel y la
capacidad de esta de mantener la temperatura corporal (adaptaciones al frío y al
calor). También resulta interesante constatar el hecho de que algunas de las
adaptaciones biológicas que han evolucionado como consecuencia de la conduc-
ta migratoria o de elección del hábitat de distintas poblaciones humanas pueden
ser diversas. Un ejemplo especialmente llamativo es el de las diferentes adapta-
ciones a la vida en altitudes elevadas que han desarrollado poblaciones del Tí-
bet, de los Andes y de Etiopía (Jeong y Di Renzo, 2014). Estas incluyen niveles
de hemoglobina, la saturación de oxígeno en la sangre arterial, la presión arte-
rial en los pulmones, la vasoconstricción hipóxica, la ventilación en condiciones
de reposo y la prevalencia del mal de montaña crónico.
El nicho sociocultural constituido por los grupos humanos hacinados del
Neolítico impulsó la evolución de genes implicados en la complejización del
cerebro, de la cognición y del lenguaje (Cuadro 9.7). Y el uso del fuego para
cocinar los alimentos constituye una práctica cultural a la que se atribuye el
papel de promotor de un sinfín de adaptaciones anatómicas y fisiológicas (véase
también el capítulo 6). Como en los ejemplos anteriores, los genes implicados
en todas estas adaptaciones fueron seleccionados en respuesta al hito cultural
que supuso el descubrimiento y posterior explotación del fuego. Desde luego,
405
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
406
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
407
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
408
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
409
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
Actividades de autoevaluación
410
Herencia genética y epigenética, efectos parentales y herencia ecológica y cultural
411
Solucionario
413
Bibliografía
415
Vol. I: Conceptos, principios, evolución, desarrollo y herencia
416
Bibliografía
417