Dios Nos Quiere Sanos

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DIOS NOS QUIERE SANOS (Mc 1,40-45)

“Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio
nos envuelve en absoluta oscuridad” (Gaudium et spes, 22).

La enfermedad en la vida humana (CATIC)

1500 La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que
aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su
finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte.

1501 La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la
desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a
discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la
enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él.

Dios sana, es una verdad innegable. Y hablar de sanación es hablar de una realidad sumamente
necesaria hoy, pero primero es muy importante corregir posturas erradas:

- La enfermedad NO ES VOLUNTAD DE DIOS.

- Lo esencial NO ES SÓLO LA SALUD ESPIRITUAL, depreciando la salud física.

- NO SE TRATA DE BUSCAR SÓLO EL BIENESTAR FÍSICO, desatendiendo la salud de su


mente, de sus recuerdos, de sus apetitos y de sus relaciones con los demás.

- LA SALUD FÍSICA NO ES UN VALOR ABSOLUTO.

2117 Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar
potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo —
aunque sea para procurar la salud—, son gravemente contrarias a la virtud de la religión... Llevar
amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o
mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas
llamadas tradicionales no legítima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la
credulidad del prójimo.

«DIOS NOS CREÓ COMO UNA UNIDAD, ÉL QUIERE NUESTRA SALUD INTEGRAL».

Jn 10,10. En ningún momento Jesús le dijo a nadie que el sufrimiento y la aflicción son voluntad de Dios. Lo
que sí dijo es que a veces la enfermedad es permitida por Dios en la vida del hombre para manifestar su
gloria (Cf. Jn 11,4). Por lo tanto, Dios desea que estemos sanos en cuerpo, alma y espíritu. Por eso
pedir ser sanados nunca es pedir algo en contra su voluntad.

Sanar es sinónimo de salvar…

A.T. Dios se muestra como el Dios sanador de su pueblo. «Yo soy Yahveh, el que te sana» (Ex 15,26).
«Yo apartaré de ti las enfermedades…» (Ex 23,25). «Él sana a los de corazón roto y venda sus
heridas…» (Sal 147,3). «Él es el que hiere y el que venda la herida, el que llaga y luego cura con su mano»
(Jb 5,18). «Sí, haré que tengas alivio; de tus llagas te curaré, oráculo de Yahveh…» (Jr 30,17).

En los evangelios aparece 40 veces el verbo "zerapeuo" que significa "curar". Sin embargo, en más de
una docena de ocasiones, el verbo "sodso" que generalmente se traduce como "salvar", se refiere a
"curar". Es decir, salvar incluye la acción de curar.

- Animo, hija, tu fe te ha salvado = sanado. Y quedó sana = salva la mujer desde aquel momento. Mt 9,
22. / Y cuantos tocaron (el manto de Jesús) se salvaron =sanaron. Mt 14,36. / No temas, ten fe y se
salvará = curará (tu hija) Lc 8,50.
- Véase: Mc 3,4; 5,23; 28; 6,56; 10,52; Jn 11,12; Hech 14,9.

1505 Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace
suyas sus miserias: "Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8,17; cf Is
53,4). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios.
Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la
Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf Is 53,4-6) y quitó el "pecado del mundo" (Jn 1,29),
del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio
un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión
redentora.

«Él soportó el castigo que nos trae la paz, y por sus llagas hemos sido sanados» (Is 53,4-5)

¿Cómo sana Dios? 2 Re 5,1-19: Historia de Naamán, el leproso

1509 "¡Sanad a los enfermos!" (Mt 10,8). La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla
tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos, como por la oración de intercesión con
la que los acompaña. Cree en la presencia vivificante de Cristo, médico de las almas y de los cuerpos.
Esta presencia actúa particularmente a través de los sacramentos, y de manera especial por la
Eucaristía, pan que da la vida eterna (cf Jn 6,54.58) y cuya conexión con la salud corporal insinúa
san Pablo (cf 1 Co 11,30).

«Si estás enfermo, hijo mío, no seas negligente, ruega al Señor y Él te sanará. No incurras en falta,
enmienda tu conducta y purifica tu corazón de todo pecado. Ofrece el suave aroma y el memorial de
harina, presenta una rica ofrenda, como si fuera la última. Después, deja actuar al médico, porque el
Señor lo creó; que no se aparte de ti, porque lo necesitas…» Eclo 38,9-12

Según este texto, para ser sanado por Dios se debe:

1º. Orar: «ruega al Señor y Él te sanará…»

2º. Reconciliarse: «no incurras en falta, enmienda tu conducta y purifica tu corazón de todo pecado»

3º. Comulgar, ofrecer la Eucaristía: «ofrece el suave aroma y el memorial de harina, presenta
una rica ofrenda, como si fuera la última»

En la Eucaristía está todo lo que necesitamos para sanar, porque la Hostia Consagrada es Jesús
mismo, allí está Él presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad.

Por eso, vive cada Eucaristía «como si fuera la última», siendo consciente de que quien está ahí, presente,
es el dueño de tu vida y es el único que puede devolverte la salud.

4º. Ir al médico y obedecer sus consejos: «después, deja actuar al médico, porque el Señor lo
creó; que no se aparte de ti, porque lo necesitas…»

**********
¿CÓMO ORAR POR SANACIÓN?
Enseñanzas del P. Emiliano Tardiff MSC, recogidas en su libro “Jesús está vivo”.

Hay 3 tipos de enfermedades y cada una requiere de una oración particular para su curación:
A. La enfermedad corporal originada por múltiples causas y que requiere de una simple oración de
curación física.
B. La enfermedad del corazón ocasionada por una herida emocional y que precisa de una oración
de curación interior.
C. La enfermedad del espíritu debida al pecado y que Jesús sana mediante la fe y la conversión.
Aunque compuesto de cuerpo, alma y espíritu, (1Tes 5,23) el ser humano es uno e indivisible (esta
división es sólo por razones pedagógicas). El cuerpo, el alma y el espíritu se interrelacionan a
niveles que es imposible precisar.

A.- ENFERMEDAD DEL CUERPO Y CURACIÓN FÍSICA


La actividad salvífica de Dios se manifiesta por hechos y por palabras. San Lucas lo sintetiza
diciendo: ”En el primer libro, oh Teófilo, te escribí todo lo que Jesús hizo y enseñó” (Hch 1,1). El
Concilio Vaticano II dice: "La revelación se muestra por obras y palabras intrínsecamente conexas
entre sí. Así como las obras manifiestan y confirman la doctrina, a su vez las palabras proclaman las
obras y las explican": Dei Verbum Nº 2.
¿Dios quiere sanar a sus hijos? La caridad es el carisma por excelencia, pero la caridad es
concreta. El don de sanación es básicamente un don de caridad.
En los evangelios aparece 40 veces el verbo "zerapeuo" ("curar"). Pero, en varias ocasiones, el
verbo "sodso" ("salvar"), se refiere a "curar". Salvar incluye la acción de curar. Ver Mt 9, 22; Mt
14,36; Lc 8,50; Mc 3,4; 5,23; 28; 6,56; 10,52; Jn 11,12; Hch 14,9.
La salvación traída por Jesús abarca al hombre completo. Jesús no vino a salvar almas. Le interesa
el hombre que es cuerpo y que es alma, y relaciones interpersonales y sociales.
a.- Jesús
Todo el Evangelio es una interminable cadena de actos misericordiosos de Jesús que sana a todos
los enfermos.
- Lc 4,18-19: la misión de Jesús era sanar física e interiormente y liberar al hombre de toda atadura
que lo esclaviza; especialmente el pecado.
- Mt 4,23-24: Jesús (el médico) ha venido a buscar no a los sanos sino a los enfermos, no a los justos sino
a los pecadores. A veces no nos reconocemos necesitados de su salud, por eso nos invita: “Vengan a mí
todos los que están cansados y agobiados que yo les aliviaré”. Mt 11,28.
Su nombre, Y'shúa, significa "Dios salva". Salvación integra, de todo el hombre y de todos los
hombres.
b.- La Iglesia
Jn 20, 21. Los 12 apóstoles continúan en el tiempo y el espacio la obra salvífica de Jesús. Son
enviados a predicar y sanar de manera inseparable. La Iglesia es la que anuncia la Buena Noticia
de que fuimos salvados, pero además es la portadora de esa salvación (sacramento de salvación).
Mt 10,5-8; Lc 9,16.
Esta misión se amplía a los 72 discípulos. “Curen a los enfermos que encuentren y díganles: el
Reino de Dios está cerca”. Lc 10,9. Al final del Evangelio de Marcos esta misión se extiende "a
todos los que crean" (Mc 16,15-18).
c.- Los signos
El evangelio de Juan no habla de milagros o curaciones sino de "signos". Un signo nos lleva
siempre al significado. Los milagros, son signos sensibles de la acción invisible de Dios. Las
curaciones son "semáforos" (semeion-fero) que nos indican:
- Que Jesús está vivo hoy y tiene el mismo poder que ayer para curar a los enfermos.
- Que Dios nos ama y quiere la salvación íntegra del hombre;
- Que Jesús es el Mesías.
La curación no tiene un fin apologético (probar la veracidad de una doctrina). Es Dios salvando.
Jesús no sana para probar que es Dios, SANA PORQUE ES DIOS.
Las sanaciones que el Señor hace nos recuerdan que nuestro Dios está entre nosotros y es capaz
de hacer maravillas. Por eso podemos abandonarnos plenamente a Él siempre.

d.- Milagros y Curaciones


No todas las sanaciones son milagros del Señor. Hablamos de milagro cuando se trata de una
sanación que ninguna ciencia médica podría conseguir, y que Dios la realiza. En los casos que el
Señor acelera el proceso de la curación que se hubiera podido conseguir por la medicina, una
operación o del reposo, decimos simplemente "curación" o “sanación”.
Estos signos milagrosos de Jesús, son un testimonio para despertar la fe de los que no creen y
fortificar la fe de los creyentes: Mt 13,16-17.

ORACIÓN POR SANACIÓN FÍSICA


Señor Jesús, creo que estás vivo y resucitado. Creo que estás realmente presente en el Santísimo
Sacramento del altar y en cada uno de los que en ti creemos.
Te alabo y te adoro. Te doy gracias, Señor, por venir hasta mí como pan vivo bajado del cielo. Tú
eres la plenitud de la vida. Tú eres la resurrección y la vida. Tú eres, Señor, la salud de los
enfermos.
Hoy quiero presentarte todas mis enfermedades porque tú eres el mismo ayer, hoy y siempre y tú
mismo me alcanzas hasta donde estoy.
Tú eres el eterno presente y tú me conoces... ahora, Señor, te pido que tengas compasión de mí.
Visítame a través de tu Evangelio para que todos reconozcan que tú estás vivo en tu Iglesia hoy; y
que se renueve mi fe y mi confianza en ti; te lo suplico, Jesús.
Ten compasión de mis sufrimientos físicos, de mis heridas emocionales y de cualquier enfermedad
de mi alma. Ten compasión de mí, Señor. Bendíceme y haz que vuelva a encontrar la salud.
Que mi fe crezca y me abra a las maravillas de tu amor, para que también sea testigo de tu poder y
de tu compasión.
Te lo pido, Jesús, por el poder de tus santas llagas, por tu santa cruz y por tu preciosa sangre.
Sáname, Señor. Sana mi cuerpo, sana mi corazón, sana mi alma. Dame vida y vida en abundancia.
Te lo pido por intercesión de María Santísima, tu madre, la Virgen de los Dolores, la que estaba
presente, de pie, cerca de la cruz. La que fue la primera en contemplar tus santas llagas y que nos
diste por madre.
Tú nos has revelado que ya has tomado sobre ti todas nuestras dolencias y por tus santas llagas
hemos sido curados. Hoy, Señor, te presento en la fe todas mis enfermedades y te pido que me
sanes completamente.
Te pido por la gloria del Padre del cielo, que también sanes a los enfermos de mi familia y mis
amigos. Haz que crezcan en la fe, en la esperanza, y que reciban la salud para gloria de tu nombre.
Para que tu Reino siga extendiéndose más y más en los corazones, a través de los signos y
prodigios de tu amor.
Todo esto te lo pido, Jesús, porque tú eres Jesús, tú eres el buen pastor y todos somos ovejas de tu
rebaño. Estoy tan seguro de tu amor, que aún antes de conocer el resultado de mi oración, en fe, te
digo: gracias Jesús, por lo que tú vas a hacer en mí y en cada uno de ellos.
Gracias por las enfermedades que tú estás sanando ahora, gracias por los que tú estás visitando
con tu misericordia.

B-. ENFERMEDADES DEL CORAZÓN Y CURACIÓN INTERIOR


Nuestro pasado puede afectarnos como un trauma, y afectar negativamente nuestro plano
fisiológico (enfermedades físicas causadas por heridas emocionales), psicológico (los complejos
son causados siempre por heridas) y espiritual (muchas debilidades en nuestra vida de fe tienen
dolorosas causas en nuestra historia). Estas enfermedades emocionales de nuestro corazón el
Señor puede sanarlas mediante la oración de sanación interior. “El sana los corazones destrozados
y venda sus heridas.” Sal 147,3
Dios es capaz de ir hasta el fondo de nuestros problemas, sanarnos y liberarnos, incluso de los
males del pasado, porque Él es el mismo ayer, hoy y siempre, el eterno presente.
El primer paso es sacar a la luz lo que nos ha herido, hacerlo consciente y exponerlo a la luz del
amor de Dios en un abandono total, pidiéndole que El cure con su misericordia infinita nuestras
heridas
Los recuerdos dolorosos en nuestra memoria - consciente e inconscientemente - producen traumas
y complejos en las relaciones con los demás, con nosotros mismos y hasta en nuestra relación con
Dios, además de reacciones somáticas, orgánicas y nerviosas.
En oración y fe tratamos de regresar a la persona al pasado buscando el origen de sus sufrimientos
(rechazo familiar, abandono, violencia, fracaso, accidente, etc.). Tomamos cada incidente doloroso
y lo ponemos a la luz del Señor, tomando autoridad en nombre de Jesús sobre esta situación. Y
Jesús, sana las heridas de la memoria, como el sol sana las heridas de nuestro cuerpo cuando las
exponemos a sus rayos (Mal 3,20).

a.- Raíz del problema


No debemos confundir la curación con la supresión de síntomas. A veces los síntomas brincan y se
transforman, mientras que el problema permanece. No se trata de suprimir los síntomas, sino de
encontrar y sanar la raíz que ocasiona los problemas.
Esta raíz se descubre principalmente de dos formas:
- Dialogando con la persona;
- Mediante el discernimiento carismático. A veces el Señor concede una luz especial para penetrar
hasta la raíz del problema.
Generalmente existe una herida de falta de amor o deformación del amor en toda enfermedad. Ello
se cura con experiencias positivas verdaderas de él. Por eso, no basta descubrir el problema o la
raíz de los conflictos, sino más importante es llenar este vacío con el amor misericordioso del
corazón de Jesús.
Debemos apropiarnos de los méritos de la muerte de Cristo para gozar de los frutos de su
resurrección. La oración se debe centrar en que el Señor rompa los lazos del pasado que está
repercutiendo en el presente. Luego se pide al Señor que llene de amor, comprensión, paz,
etcétera, aquel momento o circunstancia dolorosa.

ORACIÓN DE SANACIÓN INTERIOR


Padre de bondad, Padre de amor, te bendigo, te alabo y te doy gracias porque por tu amor nos diste
a Jesús. Gracias Padre porque a la luz del Espíritu comprendemos que él es la luz, la verdad y el
buen pastor que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.
Hoy, Padre, me quiero presentar delante de ti, como tu hijo. Tú me conoces por mi nombre. Pon tus
ojos de Padre amoroso en mi vida. Tú conoces mi corazón y conoces las heridas de mi historia.
Tú conoces todo lo que he querido hacer y no he hecho. Conoces también lo que hice o me hicieron
lastimándome. Tú conoces mis limitaciones, errores y mi pecado. Conoces los traumas y complejos
de mi vida.
Hoy, Padre, te pido que por el amor que le tienes a tu Hijo Jesucristo, derrames tu Santo Espíritu
sobre mí, para que el calor de tu amor sanador, penetre en lo más íntimo de mi corazón. Tú que
sanas los corazones destrozados y vendas las heridas sáname aquí y ahora de mi alma, mi mente,
mi memoria y todo mi interior.
Entra en mí, Señor Jesús, como entraste en aquella casa donde estaban tus discípulos llenos de miedo.
Tú te apareciste en medio de ellos y les dijiste: "paz a vosotros". Entra en mi corazón y dame tu paz.
Lléname de amor. Sabemos que el amor echa fuera el temor. Pasa por mi vida y sana mi corazón.
Sabemos, Señor Jesús, que tú lo haces siempre que te lo pedimos, y te lo estoy pidiendo con
María, mi madre, la que estaba en las bodas de Caná cuando no había vino y tú respondiste a su
deseo, transformando el agua en vino.
Cambia mi corazón y dame un corazón generoso, un corazón afable, un corazón bondadoso, dame
un corazón nuevo.
Haz brotar en mí los frutos de tu presencia. Dame el fruto de tu Espíritu que es amor, paz, alegría.
Haz que venga sobre mí el Espíritu de las bienaventuranzas, para que pueda saborear y buscar a
Dios cada día, viviendo sin complejos ni traumas junto a los demás, junto a mi familia, junto a mis
hermanos.
Te doy gracias, Padre, por lo que estás haciendo hoy en mi vida. Te doy gracias de todo corazón
porque tú me sanas, porque tú me liberas, porque tú rompes las cadenas y me das la libertad.
Gracias, Señor Jesús, porque soy templo de tú Espíritu y ese templo no se puede destruir porque es
la Casa de Dios. Te doy gracias, Espíritu Santo, por la fe. Gracias por el amor que has puesto en mi
corazón. ¡Qué grande eres, Señor Dios Trino y Uno! Bendito y alabado seas, Señor.
b.- La oración
Para orar por los enfermos debemos pedir al Señor empatía y compasión por los enfermos. Sin
compasión (sufrir-con) nuestra oración es sólo vocal y exterior, no del corazón.
No existe un modelo que siempre se deba seguir para orar por sanación interior. Más presentamos
varias pistas que puedan servir, teniendo claro que Dios puede enseñar otras cosas más a cada
quien.
- En el Nombre de Jesús (1Tim 2,5; Hch 4,12; Jn 16,23; Mt 7,22; Hch 4,30)
- Por la Sangre del Cordero, (Ef 1, 7); a veces atrás de una herida emocional, una opresión,
obsesión y hasta enfermedad física se anida un elemento de pecado. Entonces oramos: "Por la
sangre preciosa de Cristo Jesús te declaro libre de toda atadura y mal que te esté impidiendo vivir
en plenitud la vida de Cristo Jesús".
-Por las llagas de Jesús; (Is 53,5ss), por esos oramos así: "Señor Jesús, sana por el poder de tus
llagas, sana las heridas de los recuerdos... Sana la raíz de este problema que está causando
tristeza, odio, miedo, etc.
- Intercesión de María.

C.- ENFERMEDAD DEL ESPÍRITU Y RECONCILIACIÓN


Nuestra alma también se puede enfermar, esto es más grave que un cáncer o un trauma
psicológico. Jn 5, 1-14; Rm 6,23; Jer 2,13; Prov 8,36; Jer 26,19; Jer 7,19.
Dios nos ama tanto que nos prohíbe pecar, nos prohíbe ser esclavos. Dios no sólo nos perdona el
pecado, sino que nos fortalece para no volver a pecar.
Dios es el Dios de los perdones, (Neh 9,17) quien siempre perdona y perdona para siempre. Él ya
nos perdonó todos nuestros pecados. La sangre preciosa de Cristo en la cruz es la medicina
sanadora de nuestros pecados. (Miq 7,18-19).
Debemos hacer nuestra esa medicina, mediante la fe y la reconciliación. Por la fe nos apropiamos
los méritos de Cristo Jesús en la cruz. Por la conversión ponemos en juego todo el potencial de los
frutos de su redención. Basta confesarnos pecadores frente a su misericordia para ser
perdonados.1Jn 1,9
En este campo juega un papel imprescindible la Reconciliación que es el sacramento del encuentro
de alegría (Lc 15,11-24).
Siempre que le pedimos perdón, el Señor nos perdona, jamás se escandaliza de nuestros pecados.
Sólo espera que los reconozcamos y le pidamos perdón, sin excusarnos ni minimizar la falta. El
único pecado que Dios no perdona, es aquel por el que no le pedimos perdón, el que no
reconocemos como tal, el que auto justificamos.

D.- CONVALESCENCIA
En cualquier enfermedad, la etapa de convalecencia es importante pues de ella depende la total
recuperación. En la sanación, física, interior o de liberación, sucede lo mismo. He aquí unas ideas
de lo que entendemos como convalecencia:
a.- La vida sacramental: No es posible prescindir de los sacramentos si se quiere una recuperación
total. La oración es el contacto directo con la fuente de la salud.
b.- La oración: La oración es una comunión de amor. La Palabra de Dios purifica (Jn 15,3) y sana
(Sab 16,12). La Escritura leída y orada con fe es eficaz medicina porque es palabra de Vida eterna
(Jn 6,68).
Algunas veces se pierde el fruto de una sanación integral porque la persona se aísla y no se integra
a la comunidad. Es más, podemos afirmar que Dios quiere que esté sano en su totalidad el Cuerpo
de su Hijo, y no sólo algunos de sus miembros.
La sanación completa se da en la medida que vivimos el misterio de ser el Cuerpo de Cristo;
comunidad de fe y amor con la esperanza de la patria definitiva.

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