La REVISTA TESOROS CRISTIANOS es una publicación
trimestral que tiene el objetivo de proporcionar material de
edificación para el pueblo cristiano. Contiene artículos cen-
trados en la Persona del Señor Jesucristo y la Palabra de Dios.
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Bogotá-Colombia
Título: La Fe
Año 1 - Revista 3°
Enero – Marzo del 2020
1ª. Edición
Todos los versículos usados son de la versión Reina Valera 1960 a
menos que se indique lo contrario.
Todos los derechos reservados
Ninguna parte de esta edición puede ser reproducida, almacenada
o transmitida por cualquier otro medio sin la previa autorización
del ministerio de Tesoros Cristianos.
PRESENTACIÓN
D esde tiempos antiguos la humanidad ha
podido vislumbrar al Dios invisible a tra-
vés de una fe genuina. En estos últimos
tiempos estamos percibiendo una teología que se
aparta radicalmente de la fe revelada en la Biblia.
Hoy, las experiencias personales subjetivas y el
pragmatismo son elevados a la categoría de doctri-
na, desplazando así la fe bíblica. Por eso, no es de
extrañar que tantos sean arrastrados de un lugar a
otro por todo tipo de manifestaciones que nada tie-
nen que ver con la verdad presentada en las Escri-
turas. Necesitamos volver a poner delante de todo
hombre la doctrina tocante a la fe, el Evangelio y
sus grandes prerrogativas; el significado de creer en
Cristo como Señor y Salvador, que es la única con-
dición indispensable para poder recibir el precioso
regalo de la salvación.
Es, pues, necesaria la fe para acercarnos a Dios y, aún
más, para agradarle. Pero necesitamos la fe verdade-
ra, la que tiene su fundamento en la Palabra de Dios,
una fe basada en la predicación del Evangelio puro,
sin mixtura; una fe que viene como un don del Cielo,
una fe que da frutos visibles, una fe que nos conduce
a realizar las obras que Dios ha preparado de antema-
no para que anduviésemos en ellas.
Oramos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que a través de Su Santo Espíritu pueda utilizar las
páginas de esta revista para volver el corazón de to-
dos aquellos que por Su Providencia han de leerla, y
puedan llegar a ser herederos y participantes del más
grande don que puede recibir un hombre de parte
del Cielo: ¡La fe en Cristo Jesús!
Jhair F. Diaz
ÍNDICE
TEMAS DE PORTADA
La fe y el Evangelio de Dios..........................5
Fe vs. Obras...............................................15
La fe que viene por el oír la Palabra de Dios....…...25
Características de una fe genuina..……..…........35
La fe que produce obras.................................45
COMPLEMENTOS
Martín Lutero................................………...55
Entrega completa del corazón .............…........67
Características de las funciones del hombre..…...77
La reverencia en la mujer.............................87
Fe y razón....................................…......…99
5
LA FE Y EL
EVANGELIO
DE DIOS
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para
salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.
Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como
está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” (Ro. 1:16-17).
A través de las Escrituras se nota un gran énfasis en
la fe para salvación. Esta es una cuestión de suma
importancia. Un error en relación con esto afectará
toda nuestra vida espiritual y nuestra realidad eterna. La ma-
nera como respondamos a las preguntas: ¿Cómo puedo ser
salvo? o ¿Qué debo hacer para obtener la vida eterna? Son
definitivas y de una importancia incalculable.
Todas las religiones trazan caminos por los cuales el hom-
bre “puede acercarse a Dios”, y existen miles de maneras en
las que éste pretende encontrar el tiquete valioso de su salva-
ción. El mercado religioso es tan amplio y extenso que falta-
rían páginas para nombrar sólo algunas de estas promociones
espirituales que han atrapado al hombre caído. En este labe-
rinto religioso se encuentra el hombre perdido y confuso en
cuanto a su verdadera condición delante de Dios. Sólo la voz
del Evangelio y la verdad de la Palabra de Dios pueden mos-
trarnos el camino correcto.
6 Tema de Portada
La historia de la Iglesia
En este sentido, el cristianismo bíblico es único en su ma-
nera de llamar al hombre a la salvación, aunque no es de ig-
norar que pocos años después de la era apostólica, las grandes
luchas que enfrentó la Iglesia con la herejía, la llevaron a pe-
ríodos de gran decadencia y oscuridad. De todos estos con-
flictos y luchas surgiría un nuevo sistema religioso: la Iglesia
Católica Romana, muy diferente en práctica y en doctrina a
la Iglesia del Nuevo Testamento. La Iglesia Católica Romana,
en su orgullo y apostasía, se erigió como un monumento a
la idolatría, el error, la superstición y la vanagloria humana.
Doctrinas como el papado, la adoración a María y a los san-
tos, la veneración de imágenes y la compra de indulgencias
para salvación, atentan directamente contra la revelación de
Dios y Su Palabra.
Este sistema religioso, desvinculado y ajeno a la Palabra de
Dios, llevó a los hombres a un desconocimiento casi total del
camino que abrió Jesucristo para salvación. La gran verdad
de la salvación por la fe fue lentamente olvidada y suplantada
por los caprichos religiosos de hombres impíos. Sacramen-
tos, rezos, misas, indulgencias y actos de penitencia, sellaron
y escondieron el camino de la salvación.
No es de extrañar la gran lucha que enfrentaron algunos
hombres, como Pedro Valdo, John Wycliffe, John Huss, Mar-
tín Lutero, Juan Calvino, William Tyndale, y otros que, ante
el descubrimiento de esta gran verdad, emprendieron una
fuerte batalla contra la iglesia institucional y sus errores. Y
es importante entender que el campo de esta gran batalla
La fe y el Evangelio de Dios 7
en la Reforma Protestante no era nada menos que el propio
Evangelio. Como llegó a declarar el gran reformador alemán
Martín Lutero: “La justificación sólo por la fe es el artículo
sobre el cual la iglesia se apoya o cae”. La fe no es un asunto
secundario, es el centro del Evangelio, el corazón de la Iglesia
cristiana. Es el artículo que exalta la obra perfecta de Cris-
to y sus méritos únicos para salvación, y muestra al hombre
pecador, incapaz e indigno, recibiendo, sin ningún mérito, la
salvación preciosa sólo por la fe. Juan Calvino, quien sucedió
a Lutero en los inicios de la Reforma, afirmó lo mismo; lla-
mó a la justificación “la bisagra principal donde gira la reli-
gión”.Y Thomas Watson señaló: “La justificación es la bisagra
y el pilar del cristianismo. Cometer un error en el tema de la
justificación es muy peligroso, es similar a un defecto en un
cimiento. La justificación por Cristo es una fuente de agua
de vida. Verter el veneno de una doctrina corrupta en esta
fuente es algo sumamente maldito”.
El sustento bíblico
Debemos saber que esta comprensión no fue algo nue-
vo en la Reforma Protestante, simplemente fue el volver, en
términos simples y coherentes, a la enseñanza bíblica.
Jesús hablaba a los hombres: “De cierto, de cierto os digo:
El que cree en mí, tiene vida eterna.” (Jn. 6:47). Hay cantidad
de pasajes que sustentan la gran verdad de que el hombre
es salvo única y exclusivamente por la fe en Jesucristo. Wat-
chman Nee resaltaba con gran exactitud: “El Nuevo Testa-
mento nos dice claramente, por lo menos ciento quince ve-
ces, que cuando el hombre cree, es salvo. Además de estas
8 Tema de Portada
ciento quince veces, la Biblia dice treinta y cinco veces que el
hombre es justificado por la fe. El Evangelio de Juan mencio-
na ochenta y seis veces que solamente por fe, y no por otra
cosa, puede el hombre recibir la vida, ser justificado y evitar
la condenación. Por consiguiente, la Biblia nos muestra clara,
adecuada y simplemente que la salvación no se basa en lo que
el hombre es, lo que tiene y lo que ha hecho. Todos aquellos
que leen la Biblia saben que la condición para la salvación
es la fe”. (“El Evangelio de Dios”; cap. 9: “La manera de ser
salvo”).
Las declaraciones citadas resaltan la importancia que Dios
le da a esta verdad y el gran sustento bíblico que ésta tiene.
Sólo la ignorancia, la herejía y el orgullo religioso pueden
cegar los ojos de los hombres para que no les resplandezca la
luz del Evangelio.
La justificación por la fe
Entonces, escalando en la cumbre de las verdades bíbli-
cas, llegando a nuestro Himalaya espiritual, encontramos la
gloriosa bandera de la salvación.Y allí podemos concluir que
esta salvación es otorgada por los méritos exclusivos de la
obra de Jesucristo; ningún hombre, aparte de Él, participó y
nunca podrá participar en ello. Tan sólo pensar que el hom-
bre puede colaborar de alguna manera en este asunto, es una
ofensa gravísima al Espíritu de Gracia; es dar a entender que
la obra de Cristo fue incompleta, o innecesaria, como Pablo
ya lo advirtió: “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese
la justicia, entonces por demás murió Cristo.” (Gá. 2:21).
La fe y el Evangelio de Dios 9
Esta es una de las verdades más profundas y más impor-
tantes del cristianismo, el punto inicial y culminante de las
Escrituras: es la teología cristiana en su más pura esencia.
Atacar esta verdad no es un intento inocente de almas re-
ligiosas ignorantes ¡No! Es un ataque diabólico orquestado
en las profundidades del infierno para desviar y ocultar el
camino de la salvación.
Jesucristo crucificado
“¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a
la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado
claramente entre vosotros como crucificado?” (Gá. 3:1). Una de
las cosas que más consternación produjo en el apóstol Pablo
era que los cristianos de la región de Galacia habían oído el
Evangelio y su presentación de una manera pura. La frase
“presentado claramente”, nos habla de la pureza del mensaje
que ellos recibieron. Este mensaje les abrió los ojos del en-
tendimiento para que ellos contemplaran la obra más glorio-
sa que se ha visto en la Tierra: al Mesías Salvador expuesto a
la cruz, como un sacrificio perfecto, sobre el cual se derramó
la ira de Dios para salvación de los hombres.
Este cuadro es acertadamente descrito por John MacAr-
thur: “En sentido figurado, los gálatas habían tenido ante sus
ojos carteles inmensos de Jesucristo que Pablo puso con cla-
ridad a la vista de todos. Pablo era un predicador dinámico,
y quizás dramático también. Los que le oían, sentados a sus
pies, quizás escuchaban hasta el golpe del martillo sobre los
clavos que atravesaron las manos y los pies de Jesús. Tal vez
10 Tema de Portada
pudieron visualizar la sangre que brotaba de su frente tras-
pasada por espinas y su costado herido.” Esta imagen es defi-
nitiva para la comprensión del Evangelio, y la conmoción de
nuestros corazones: Cristo crucificado delante de nuestros
ojos, exponiendo los grandes beneficios, siempre actuales,
válidos y disponibles, de la gloriosa obra en la cruz; no por
nuestras obras, no en virtud de que hubiéramos hecho algo,
mas por causa de Cristo crucificado. El Evangelio no es la
demanda para que los hombres hagan alguna cosa; es la de-
claración de lo que Dios ya hizo en Su Hijo. El Evangelio no
es una exigencia; es un regalo, un don gratuito.
La insensatez de los gálatas
Estos cristianos perdieron toda sensatez, todo juicio,
toda claridad y todo rumbo. “¡Oh gálatas insensatos!” Una
especie de demencia espiritual había atrapado a esas igle-
sias. Estaban dejando a Cristo para volver a Moisés; esta-
ban abandonando la gracia para volver a ser esclavos de la
Ley; estaban dejando el Calvario para volver al Sinaí. Bien
lo advierte John MacArthur en su comentario de este pasa-
je: “La deserción y el alejamiento son reprochables porque
implican deslealtad y traición. Pocas cosas son más trágicas
o decepcionantes que un cristiano que abandona la pureza
del Evangelio por una forma falsa de cristianismo que presu-
me de mejorar la obra finalizada de Cristo”. Y continúa: “A
lo largo de la historia de la Iglesia algunos creyentes empe-
zaron bien, pero más adelante se apartaron de las verdades
que creyeron y siguieron al principio. Reciben el Evangelio
de la salvación por gracia y viven para el Señor con fe hu-
milde, pero caen presos de algún sistema de legalismo y jus
La fe y el Evangelio de Dios 11
ticia por obras que promete más y produce mucho menos.
Algunos caen en el formalismo y substituyen con ceremonias
y ritos externos la realidad interna del crecimiento personal
en el Señor. Otros caen en sistemas de legalismo prohibitivo
y, en su orgullo, esperan mejorar su posición delante de Dios
con hacer o dejar de hacer ciertas cosas.”
La fascinación de los falsos maestros
Esto es una absoluta insensatez, un disparate, una ver-
dadera torpeza. John Stott lo describe así: “El apartarse del
Evangelio no era sólo una especie de traición espiritual, sino
también un acto de locura”. Y todo esto está relacionado
con la siguiente pregunta: “¿quién os fascinó para no obedecer
a la verdad?” La palabra ‘fascinación’ usada aquí por Pablo es
‘baskaíno’, y conlleva la idea de un hechizo, alguien que es
atrapado por un poder espiritual maligno. Adolf Pohl dice:
“La conversación de los falsos maestros prácticamente había
hipnotizado a los creyentes de Galacia, de tal manera que
no ofrecieron ninguna resistencia a esta falsa doctrina”. Sin
duda, este panorama alarmante expuesto por Pablo en su
epístola no es diferente al que vemos en el cristianismo ac-
tual. Son muchos los tipos de hechizos espirituales que cir-
culan en la boca de falsos maestros, los cuales llevan a las
personas a desvincularse de Cristo y a confiar en sus propias
obras: exigencias, comidas, rituales, ceremonias, días y leyes.
Cualquier cosa, sea lo que sea, que nos lleve a confiar en algo
fuera de Cristo para salvación, es una gran maldición y es el
camino a la apostasía espiritual. Existen muchos maestros
dispersando estos engaños. La Iglesia de Jesucristo no debe
ser ingenua o tolerante ante el error y sus exponentes. La
12 Tema de Portada
ingenuidad casada con una falsa tolerancia ha sido la raíz de
muchos males que han aquejado a la Iglesia.
La obediencia a la verdad
Todos tenemos delante de nosotros la verdad del Evan-
gelio, y debemos saber que éste no es la presentación de un
acuerdo de dos partes donde se llega a una negociación. El
Evangelio es la oferta indiscutible e inmutable de Dios a los
hombres, Su mandamiento, Su llamado al hombre a creer
y arrepentirse. Cualquier tipo de modificación, alteración o
sustitución es una flagrante desobediencia, es una rebelión a
la verdad revelada.Ya lo decía Juan el Bautista: “El que cree en
el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá
la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” (Jn. 3:36).
¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad?
Estas palabras nos muestran el peligro del desvío por el
cual caminaron los gálatas; su insensatez los llevó a una des-
obediencia abierta a la verdad, una desobediencia al Evange-
lio, una desobediencia a Dios mismo y a Su Hijo. ¡Dios nos
libre de semejante mal! Roguemos al Señor que podamos
ser guardianes y heraldos de la verdad; que podamos ser de
aquellos que siguen la senda antigua que conduce al Calva-
rio sin ninguna vergüenza ni temor. Mientras otros vuelven
atrás, que nosotros podamos mantenernos firmes: Firmes en
la esperanza, firmes en la confianza, firmes en la fe, firmes en
la verdad que hemos recibido.
La fe y el Evangelio de Dios 13
Querido lector: Dios nos ha encargado el glorioso Evan-
gelio de Su Hijo. Debemos ser fieles al mensaje; la verdad
recibida debe ser conocida, atesorada y proclamada. Son mu-
chos los que deben oír; no podemos ser indiferentes. Que
nuestro compromiso sea hasta la muerte, que nuestro amor
sea heroico, que nuestro trabajo sea constante y que nuestra
fidelidad sea admirable. La predicación del Evangelio es el
encargo más importante y trascendental que hemos recibido;
el destino eterno de miles de almas depende del mensaje de
Jesucristo. El Evangelio es el informe del Cielo para los hom-
bres, lo único que puede traer esperanza y salvación. Sólo allí
el alma angustiada y atormentada por sus pecados puede ha-
llar descanso. Que podamos compartirlo con toda claridad,
fidelidad y eficacia. Que el peso y la responsabilidad se man-
tenga ardiendo en nuestros corazones como una llama que
no pueda ser apagada. Así como lo decía el apóstol Pablo:
“Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me
es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1
Co. 9:16). ¡Ay de nosotros si no anunciáremos el Evangelio!
¡Ay de nosotros si por temor enterramos esta preciosa Mina!
¡Ay de nosotros si descuidamos este gran Tesoro! Ninguna
excusa podría justificar semejante irresponsabilidad.
Quiera Dios usar el actual número de nuestra revista para
aclarar el entendimiento de su pueblo sobre la importante
doctrina de la fe y su relación con el Evangelio para la salva-
ción eterna de los hombres.
Pablo David Santoyo
EL TIEMPO Y EL OCIO
El carácter y la carrera de un joven dependen de cómo usa
el tiempo libre. No podemos reglamentar las horas de la es-
cuela o de la oficina -ya están determinadas para nosotros-
pero podemos decidir lo que haremos antes y después. La
forma en que usemos las horas que nos sobran después de
haber hecho provisión para el trabajo, las comidas y el des-
canso, determinará si nos desarrollaremos como personas
mediocres o poderosas. El ocio es una gloriosa oportunidad
y un peligro sutil. Cada momento del día es un regalo de
Dios que merece cuidado, porque de cualquier forma que
se lo mida, nuestro tiempo es corto, y la obra es grande.
Oswaldo Chambler
“Nosotros pensamos que somos personas buenas que a veces
hacemos cosas malas, y la Biblia enseña que, en realidad, somos
personas malas que a veces hacemos cosas buenas.”
Sugel Michelen
“Todas nuestras bibliotecas y estudios son un mero vacío
comparado con nuestra sala de oración. Crecemos, luchamos y
prevalecemos en la oración ‘en secreto’.”
Charles Spurgeon
15
FE VS. OBRAS
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” (Ef. 2:8-9).
H istóricamente, el cristianismo ha estado dividido en
dos corrientes de pensamientos para definir cómo
se salva el ser humano: Por gracia, a través de la fe,
o por obras (aunque no niegan la fe). En este breve artículo
consideraremos, a través de la Escritura, lo referente a este
asunto tan crucial.
Iniciaremos diciendo que muchas personas suponen que si
tratan de llevar una “vida de bien”, han hecho todo lo que es
necesario para que las puertas del Cielo se abran ante ellos.
Colocan su confianza en las buenas obras que han realizado
como requisito para satisfacer la justicia de Dios. Esa es una
confianza vana. Ese es el camino que enseñan todas las religio-
nes: llegar a la Deidad a través de buenas obras. Es aquí donde
se establece una clara diferencia con el cristianismo, en el cual
la salvación no es por obras, sino por gracia a través de la fe.
Es menester decir que el hombre carece de todos los re-
cursos para entrar al Cielo, o dicho de otra manera, el ser hu-
mano no puede lograr su salvación viviendo una vida de bien.
La razón es que Dios ha declarado, a través de las Escrituras,
que el hombre no es bueno (Ro. 3:12), y que la única manera
de alcanzar el bien es confiando en la justicia de Jesucristo.
16 Tema de Portada
El creer que somos justificados por las buenas obras, inde-
pendientemente de la fe, o añadiéndole a la fe, es establecer
una falsa base como requisito para la salvación.
La gracia, la base para la salvación
Para entender que la salvación no es por obras necesita-
mos entender primero, apreciado lector, qué es la gracia;
porque la gracia es la base sobre la cual Dios establece la sal-
vación para todos los hombres. El escritor Samuel Pérez-Mi-
llos define la gracia de la siguiente manera: “La gracia…es
el amor que desciende hasta la condición del miserable, de
ahí, que cuando se habla de gracia haya un acompañamiento
de descenso, como ocurre con la gracia de Jesucristo que se
hace pobre, siendo rico (2 Co. 8:9). La gracia es el amor que
obliga a Dios a descender al encuentro del hombre en Cristo
Jesús.” Podemos decir entonces que la gracia es el amor en
descenso de Dios en Cristo para buscar y salvar al hombre
pecador. Es un regalo, del cual la humanidad no es merece-
dora.
La fe: El medio instrumental
En los versos arriba citados, el apóstol Pablo nos dice: “…
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues
es don de Dios…” Al lado de la gracia que salva está la fe, que
es el instrumento por el cual podemos alcanzar la salvación.
La fe no es obra, la fe es el medio para alcanzar la salva-
ción, pero no es la causa, la causa es Dios en su gracia. A esta
gracia no se accede por vía de obras. Esa es la razón por la
cual el ser humano no puede ser salvo por obras. El Espí-
Fe vs. Obras 17
ritu Santo aclara que es por medio de la fe. La palabra griega
para la expresión ‘por medio de’ es -diá-, esta preposición
significa ‘a través de’. Dios estableció desde la antigüedad
que la fe sea el canal por medio del cual podemos recibir los
beneficios de la obra perfecta y completa de Cristo. Defini-
mos entonces que la fe es el único medio para salvación.
Pablo, en Romanos 3:21-26, dejó claro que es por la gra-
cia -un regalo no merecido- de Dios que somos justificados
(3:24), pero nuestra fe nos da acceso a esa gracia (3:26), es
decir, la gracia (y no la fe) es la que nos salva, pero la fe hace
posible experimentar la gracia. Vemos que la gracia se anun-
cia como causa de salvación en el mismo plan de redención,
como lo anunció Pablo a Timoteo: “…quien nos salvó y llamó
con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el
propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de
los tiempos de los siglos...” (2 Ti. 1:9).
Para que ningún ser humano pueda gloriarse
Volvamos al segundo verso citado arriba: “…no por obras,
para que nadie se gloríe.” (Ef. 2:9). Este texto tiene un alto
contenido teológico para evidenciar que la salvación no pue-
de ser por obras. A través de este verso, el Espíritu Santo
buscaba enseñarle al hombre que la salvación depende sólo
de Dios, porque Él es la causa primaria y única de ella. Con
esta exposición, el Señor acaba con cualquier pretensión de
que alguien piense que puede colaborar de alguna manera en
su salvación; ésta no es iniciada por actos humanos, sino que
procede del propósito Divino, por ello no puede proceder de
las obras. La palabra obras está en plural; comprende enton-
18 Tema de Portada
ces cualquier clase de obras del ser humano, tanto las obras
de la Ley (dada por Dios a Moisés), como las del hombre.
Recuerde lo que dice el apóstol: Nadie puede ser declarado
justo delante de Dios por el cumplimiento de las obras de la
Ley (Ro. 3:20, 28). Y ese es el tema principal en la epístola
circular que Pablo, el apóstol, les escribe a las iglesias en Ga-
lacia.
Otro evangelio: Salvación por obras
Pablo, por dirección divina, comenzó su obra apostólica,
y en la región de Galacia predicó el Evangelio. Como resul-
tado de ese trabajo surgieron muchas iglesias gentiles, gen-
tiles convertidos a Cristo, sin guardar la Ley. Pero algunos
judaizantes se introdujeron en dichas iglesias para exigir a los
cristianos gentiles una especie de conversión al judaísmo, por
el cual debían circuncidarse y guardar la Ley de Moisés. Eso
es verificado por Lucas en Hechos 15:1: “Entonces algunos que
venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis
(obras) conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.” Los judai-
zantes estaban diciendo que Cristo es un buen albañil que ha
comenzado un edificio, pero que no lo ha terminado; y debe
hacerlo Moisés. Estas personas creían que se requería mucho
más que solamente la fe en Jesús para ser salvos, y que la ob-
servancia estricta de las ceremonias judías, especialmente la
circuncisión (obras), también era necesaria. Así que, cuando
se enteraron de la conversión de gentiles que no guardaban
las obras de la Ley y, especialmente, sin la necesidad de la
circuncisión, estas personas se introdujeron en la iglesia en
Antioquía.
Fe vs. Obras 19
Vemos entonces que el propósito de la Epístola a los Gá-
latas era neutralizar este peligroso error, enfatizando nueva-
mente en el glorioso Evangelio de la libre gracia de Dios en
Cristo Jesús: La salvación por la sola fe, sin las obras de la Ley.
Dice el apóstol en Gálatas 1:6: “Estoy maravillado de que
tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cris-
to, para seguir un evangelio diferente.” Esta nueva enseñanza era
un evangelio diferente, no el que había enseñado Pablo, que
sí era y es el único Evangelio. El llamamiento a la salvación
descansa en la gracia. Si alguien se aleja de la gracia, entonces
entra en la esfera de la Ley, pues ambas son excluyentes entre
sí. El evangelio diferente hace que su receptor deje a un lado
el único modo de justificación (la fe), para intentar alcanzarla
por la vía de las obras (las de la Ley), mediante la cual nunca
llegará a ella. Así lo declaró Pablo en Romanos 11:6: “Y si por
gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia.
Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.”
Pablo mismo había creído durante mucho tiempo en la justi-
ficación delante de Dios por medio del cumplimiento de las
obras de la Ley judaica, hasta que se encontró con el Resuci-
tado, en el camino a Damasco, donde Dios le mostró lo in-
fructuoso de su intento y el fracaso de la vía del cumplimien-
to de la Ley como forma de justificación ante Dios. Entendió
que el añadirle obras “meritorias” a la salvación significaba
que era por fe y por obras.Y las Escrituras indican claramen-
te que los conceptos de salvación por gracia y de salvación
por obras tienen que ver con principios completamente
opuestos, no se pueden incluir la una en la otra; no se puede
tener una salvación basada en 25% obras y 75% gracia; la una
20 Tema de Portada
excluye completamente a la otra. No se pueden incluir las
obras dentro de la gracia, ni la gracia dentro de las obras.
Ninguna obra humana puede salvar, ni justificar a nadie.
Concluye el párrafo de la siguiente manera: “…para seguir
un evangelio diferente.” Era diferente en cuanto al fundamen-
to: algún porcentaje de fe y algún porcentaje de obras de la
Ley. Pero el Evangelio dado a Pablo era así: “…sabiendo que
el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe
de Jesucristo…” (Gá. 2:16). Los gálatas estaban abandonando
el verdadero Evangelio en favor de uno diferente, uno que
proclamaba la fe más las obras de la Ley como el camino de
salvación; pero Pablo dice enfáticamente en el verso 1:7: “No
que haya otro…”, literalmente, que no es otro. No hay otro
Evangelio, sólo uno. Las falsas religiones y los falsos maestros
estaban anunciando, no que era un evangelio diferente, sino
algo que no era el Evangelio.Y querido lector, es aquí donde
presentamos lo que dice la Escritura: Nadie puede ser llama-
do a salvación por otra vía que no sea por el Evangelio genui-
no, que es el que Pablo recibió del Señor Jesús y predicaba.
El propósito de este falso evangelio era pervertir el verda-
dero Evangelio de Cristo; éste enseña que el hombre es única-
mente salvo a través de la fe. La fe es el único medio de salvación
presentado en la Biblia a través de los apóstoles y profetas. En
esa perversión o tergiversación colocaban al hombre como
colaborador en algo, mediante sus obras, para la salvación. Lo
que hacían era apartar a los hermanos de la salvación por la fe,
para guiarlos a una salvación inalcanzable por las obras de la
Ley, y esto socavaba el fundamento mismo del Evangelio, de-
Fe vs. Obras 21
jando sin efecto la obra gloriosa de nuestro Señor Jesucristo
en la cruz. El concepto de obras para salvación está totalmen-
te opuesto al pensamiento Divino y apostólico.
El peligro de otro camino de salvación
“Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os
predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.”
(Gá.1:9) Establecemos con este verso el peligro de anun-
ciar un evangelio diferente, razón por la cual debemos ser
fieles al testimonio de la Escritura. Un evangelio diferente
carece de toda acción salvadora, porque su poder para salvar
recae en las obras de los hombres, las cuales son insuficien-
tes para conceder al hombre su salvación. Y Pablo refren-
da su posición al decir que la predicación de un evangelio
diferente (fe más obras), cae en la categoría de un mensa-
je que no es el verdadero Evangelio, y el que lo predica es
anatema, es decir, cae en maldición. Vemos por qué el hom-
bre no puede salvarse por las obras. Para el Espíritu Santo,
establecer una vía de salvación diferente a la fe es predicar
otro evangelio y, por ende, el que lo predica cae bajo juicio
de maldición por menospreciar el sacrifico de Cristo en la
cruz y considerarlo insuficiente para la salvación del hom-
bre. Aquellos que ponen otro evangelio en lugar del verda-
dero, atraen maldición sobre sí, ¡Es una solemne adverten-
cia! Y esta advertencia está vigente para todos los tiempos.
El verdadero Evangelio de la gracia no da opción alguna al
pecador en materia de salvación, y determina absolutamen-
te que sólo se recibe la salvación por gracia a través de la
fe en Cristo (Ef. 2:8). En el mismo sentido, el apóstol dice
en 1 Corintios 16:22: “El que no amare al Señor Jesucristo, sea
22 Tema de Portada
anatema. El Señor viene.” Aquellos que predican un evange-
lio diferente al Evangelio de la gracia, no aman a Jesucristo,
quien es el único Salvador y el único camino de salvación.
Tanto el mensajero como su mensaje deben ser considerados
malditos. Considere esto: Un vaso con agua es una bebida
saludable y refrescante, pero cuando se le añade una gota de
veneno, llega a ser mortífera.
Las obras nos desvinculan de la gracia
“De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la
gracia habéis caído.” (Gá. 5:4). El apóstol hace una solemne
advertencia: Quien quiera vivir bajo las obras de la Ley, o
dicho de otra manera, quien quiera vivir tratando de ser jus-
tificado por las obras, pone a un lado a Cristo, desligándose
de Él. La persona entra en la esfera de la Ley, saliéndose de
la esfera de la gracia, y en ésta sí encontraría salvación. Aquí,
desligarse implica dejar sin eficacia, equivale entonces a dejar
sin efecto los resultados que se alcanzan en la unión con Cris-
to mediante la fe. Aquel legalista que se desliga de Cristo,
abandona el sistema de la gracia para entrar al de las obras;
se separa de la gracia, y pasa al sistema que hace imposible
la salvación del ser humano. Quien se desliga de Cristo, bus-
cando su salvación fuera de Él, rompe con Él, y abandona la
esfera de la gracia, única esfera en la cual el hombre puede
salvarse sólo por gracia, a través de la fe.
La fe, instrumento para salvación y justificación
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo.” (Ro. 5:1). Este verso nos resume
Fe vs. Obras 23
cuanto venimos hablando. La Biblia Textual traduce más exac-
tamente este texto: “Por tanto, habiendo sido declarados justos por
la fe, tenemos paz ante Dios mediante nuestro Señor Jesucristo.” El
verbo griego traducido por ‘justificado’ es diakaiothéntes; esta
forma verbal indica que es una acción definitivamente acaba-
da, y que alguien más la hizo; puesta en voz pasiva, la obra fue
hecha por Cristo en la cruz. La aplicación de este beneficio se
produce por fe en el mismo instante del ejercicio de la fe. El
cristiano es beneficiario de esta bendición espiritual, la cual
quedó realizada definitivamente para todo aquel que cree. A
través de la justificación, pasamos a disfrutar de una posición
inalcanzable para el hombre por cualquier otra vía que no sea
la fe. Insistimos, Dios salva al hombre por la fe, sin obras.
Incompatibilidad entre la fe y las obras
Vemos entonces incompatibilidad entre la gracia salvado-
ra (sin mérito alguno por parte del hombre, y se basa única y
exclusivamente en la obra de Dios y es tomada por fe) y las
obras del hombre, incluidas en ellas las obras de la Ley, las
cuales excluyen totalmente a la gracia (Ro. 11:6).
Dios determinó la salvación del hombre por esta vía con
el propósito de que nadie se gloriara. Sólo la gracia dada por
Dios en provisión para el hombre, mediante la entrega de Su
Hijo Jesucristo, salva al hombre; por lo tanto, la única gloria
que debe brotar del corazón del hombre es hacia Dios, y no
hacia a sí mismo, porque la obra salvadora proviene de Dios.
Así se cumple lo que está escrito: “…El que se gloríe, gloríese
en el Señor.” (1 Co. 1.31).
24 Tema de Portada
La causa y la razón de la salvación es la gracia. Esta es la
enseñanza de Pablo, pero él también muestra el instrumento
para alcanzarla: La fe en la obra redentora del Señor Jesu-
cristo.
La conclusión final de la doctrina que el apóstol Pablo pre-
dicaba, y que debe ser la nuestra, se resume en un texto en su
Epístola a los Romanos, capítulo 3, versículo 28, el cual dice:
“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras
de la ley.”
Jhair F. Diaz
“¿Qué vas a hacer cuando llegues a la eternidad, si no
puedes quedarte una hora con Dios aquí abajo?”
Leonard Ravenhill
“Una iglesia que tiene como su “evangelio” el alimentar las
emociones, no es una iglesia del Nuevo Pacto. El deseo de ser
estimulado a fin de sentirse bien, es una marca inequívoca de la
naturaleza caída, de la cual murió Cristo para librarnos.”
A. W. Tozer
La Biblia es el cetro por el cual el Rey Celestial gobierna su Iglesia.”
Juan Calvino
25
LA FE QUE VIENE
POR EL OÍR LA
PALABRA DE DIOS
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios
para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y tam-
bién al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela
por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”
(Romanos 1:16-17).
E l Evangelio tiene un llamado no solo a un arrepen-
timiento verdadero, sino también a una fe genuina.
Pero, ¿cómo sabemos que aquello que creemos tiene
fundamento sólido para ser creído? Después de todo, en este
mundo muchos dicen tener fe en una cosa u otra ¿Cuál es
la diferencia con la fe del cristiano? Si el Evangelio se revela
por fe, ¿cómo puedo yo tener esa fe que salva? El único lugar
donde podemos encontrar adecuadas respuestas a estas inte-
rrogantes es en la Palabra de Dios, la cual es la máxima guía
y regla de fe y doctrina para el cristiano.
La fe es un don de Dios
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no
de vosotros, pues es don de Dios…” (Ef.2:8). Pablo afirma
que la fe, por medio de la cual el cristiano ha creído para
26 Tema de Portada
abrazar la gracia de Dios, no tiene su origen en él, sino que es
un don de Dios, es decir, un regalo que Dios da, por lo cual,
separados de Dios, sin Su intervención divina, no tendríamos
fe alguna. La fe que salva tiene su origen en Dios mismo.
Esto quiere decir que cualquier aparente fe, que no tenga
su origen en Dios, es una fe falsa, como lo es la de aquellos
que ponen su confianza en ídolos o rituales. Debido a esto,
muchos piensan hoy que la fe en cualquier cosa es una fe
genuina, una fe que podrá librarlos de sus pecados, de sus
problemas y necesidades diarias, una fe que los puede hacer
prósperos y exitosos.
Las iglesias en Galacia también luchaban con una fe equi-
vocada: “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu
por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gá.3:2). Los judai-
zantes estaban haciendo que las iglesias en Galacia pusiesen
la fe en las obras que ellos podían hacer, volviéndolos a ritos,
como la circuncisión y el abstenerse de alimentos, con el fin
de ser aceptos y limpios ante Dios por su propia justicia, la
cual ya no provenía de la fe en la obra de Cristo (Gá. 3:1).
Por eso el apóstol Pablo les pregunta: “Aquel, pues, que os sumi-
nistra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las
obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gá. 3:5). Recordándoles que
cuando oyeron con fe acerca de la obra de Cristo a favor de
ellos fue cuando fueron llenos del Espíritu Santo, y que Dios
obraba en medio de ellos.
Lo que vivían las iglesias en Galacia no se diferencia en
mucho al panorama religioso que tenemos actualmente fren-
La fe que viene por el oír la Palabra de Dios 27
te a nosotros, donde cristianos verdaderos y falsos confían
en supersticiones y rituales, siendo así engañados, creyen-
do que poseen una gran fe en Dios. Positivismo, psicología,
coaching, amor al dinero, estrategias humanas y toda clase de
ritos supersticiosos inundan la Iglesia del Señor, desviándola
de una fe genuina, hacia una falsa fe, sin base en la Palabra de
Dios. No es esta la fe que viene como don de Dios para los
hombres; no es la fe de los apóstoles, ni de nuestro Señor
Jesucristo.
¿Cómo creerán?
En el capítulo 10 de la Carta a los Romanos, Pablo vie-
ne hablando del anhelo suyo de que la nación de Israel sea
salva; pero los israelitas, actuando en ignorancia, rechaza-
ban confiar en Dios para ser justificados por la fe en Jesu-
cristo, procurando justificarse mediante una justicia propia
(Ro.10:1-3). Nos dice también que todo aquel que creyese
en Jesucristo y su obra no sería avergonzado, y sería salva-
do y justificado por Dios, fuera judío o gentil (Ro.10:4-12);
“…porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será sal-
vo.” (Ro.10:13). La palabra ‘invocar’ tiene en este texto la
implicación de llamar al Señor para reconocerle y adorar-
le (Diccionario Vine). Esto significa que una verdadera fe
para salvación lleva a los hombres a reconocer ante el Señor
su condición de pecado, desdicha y necesidad de arrepen-
timiento, llevándolos a una adoración a Dios en reconoci-
miento por Su obra a favor suyo en su Hijo Jesucristo. Pero,
¿cómo tener la fe que es don de Dios para invocar Su Nom-
bre? O como pregunta Pablo: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel
en el cual no han creído?…” (Ro.10:14a). Al igual que los ju-
28 Tema de Portada
díos que habían rechazado la fe por ignorar la justicia de Dios
(Ro.10:3), los hombres no podrán invocar a Dios si ignoran
su necesidad de salvación y la obra de Dios para justificar-
los ¿Cómo tendrán fe para invocar a quien no conocen? Los
hombres que están lejos del conocimiento de Dios, de su
Palabra, de la Verdad revelada por Dios en su Hijo Jesucris-
to, abandonados a su falso conocimiento y superstición, no
pueden conocerle sólo por el testimonio natural, entonces
se desvían e invocan a dioses falsos (Ro.1:18-28); e incluso,
acusándoles su conciencia de que pecan, no han oído cómo
pueden ser limpios “… ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han
oído?…” (Ro.10:14b) ¿Cómo conocerán al Dios verdadero si
no saben quién es o dónde buscarlo? El hombre sin Dios y Su
Palabra no tiene una brújula o guía exacta para encontrar el
camino de salvación y, cada vez, intento tras intento, se aleja
más de Él.
La fe viene por el oír la Palabra de Dios
Los hombres no podrán invocar a Dios si no han creído en
Él, y no podrán creer en Él si no le conocen, si no han oído
de Él; por lo cual vuelve a decir Pablo: “… ¿Y cómo oirán sin
haber quien les predique?” (Ro.10:14c). La palabra griega acá
utilizada para ‘predique’ hace referencia a un mensajero que
anuncia o proclama públicamente un mensaje (Diccionario
Vine), dándonos a entender que los hombres no pueden co-
nocer al Dios verdadero si no hay quien les anuncie el mensa-
je para que puedan oírlo ¿Y quién enviará a estos mensajeros?
“¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán
hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian
buenas nuevas!” (Ro.10:15).
La fe que viene por el oír la Palabra de Dios 29
Dios, en su gran misericordia, viendo nuestra imposibili-
dad de agradarle o conocerle por nosotros mismos, envió a
su Hijo, quien le ha dado a conocer, y quien, habiendo efec-
tuado la obra redentora en la cruz del Calvario y habiendo
resucitado al tercer día de entre los muertos, venciendo al
que tenía el imperio de la muerte, envió por todo el mundo
a sus apóstoles (o enviados) a predicar las Buenas Nuevas de
salvación, a fin de que todos los que las escuchen, se arre-
pientan de sus pecados y crean en el Señor. ¿Y cuál es este
mensaje o Buenas Nuevas que los hombres deben escuchar
para tener fe en Dios?: “Así que la fe es por el oir, y el oir, por la
palabra de Dios.” (Ro.10:17). Es la Palabra de Dios, la cual en
este contexto hace referencia al Evangelio, el mensaje que
Dios mandó a predicar a toda criatura (Mr.16:15), ya que
sólo por medio de este mensaje los hombres pueden recibir
fe genuina en Dios para salvación ¡Sí, este es el medio ma-
ravilloso de Dios para dar el don de la fe: por medio de la
predicación del Evangelio!
El ejemplo de Cornelio
Un ejemplo maravilloso de cómo la fe viene sólo por
el oír la Palabra de Dios cuando se predica el Evangelio, lo
encontramos en el libro de los Hechos, cuando Pedro fue
enviado por el Señor a predicar el Evangelio a Cornelio y
su familia. Las Escrituras nos cuentan que Cornelio era “…
piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas
limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre.” (Hch.10:2). Cor-
nelio y su familia vivían de una manera que honraba a Dios,
tanto en actitud como en obras, él ayudaba a los necesita-
dos y oraba a Dios siempre. Sin embargo, esto era insufi-
ciente para alcanzar la justicia que es por la fe (Gá. 2:16).
30 Tema de Portada
Un hombre, por muy religioso que procure ser, aunque se
esfuerce en ayudar a otros y quiera hacer el bien, nunca po-
drá conocer a Dios sólo por ello, si no es por el testimonio de
Dios mismo, Quien viendo el temor reverente de Cornelio
y su casa tuvo misericordia; por lo cual un ángel del Señor
le fue enviado (Hch.10:3) para indicarle que debía mandar a
traer a Pedro, que se encontraba en Jope, quien le indicaría
lo que debía hacer (Hch.10:5-6). Pedro, que ya había sido
puesto al corriente de este asunto por el Espíritu Santo, fue
con los enviados de Cornelio, quien lo esperaba en su casa
con sus parientes y amigos íntimos para oír todo lo que Dios
había mandado (Hch.10:24-33). Viendo Pedro el encargo de
parte de Dios, empezó a predicarles el Evangelio, comen-
zando por el ministerio terrenal del Señor, continuando por
el anuncio de su sacrificio, muerte y resurrección ¡Entonces
Pedro fue interrumpido por un hecho maravilloso!: “Mientras
aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos
los que oían el discurso.” (Hch.10:44) ¡Qué maravilla! ¡Qué
manifestación tan gloriosa! Lo que el hombre no puede al-
canzar con sus más altos intentos religiosos y sus obras más
sublimes, pues, ¿cómo Cornelio y los suyos podrían conocer
y creer en Aquel de quien no habían oído? ¿Y quién enviaría
a alguien que les predicase para que creyesen? Más cuando
Dios envió a Pedro para que les predicase el glorioso Evan-
gelio, mientras aun escuchaban, fueron persuadidos por el
mensaje y creyeron, viniendo sobre ellos el Espíritu Santo
por la fe verdadera que viene por el oír la Palabra de Dios.
No hay otro medio por el cual podamos tener una fe genuina,
sino por la maravillosa Palabra de Dios, la cual es el testi-
monio de Dios para los hombres acerca de Sí mismo y de su
Hijo, quien vino a dar su vida en rescate por los pecadores,
La fe que viene por el oír la Palabra de Dios 31
para que creyendo en Él tengan vida eterna.
La religión no salva
El ejemplo de Cornelio nos recuerda que el esfuerzo re-
ligioso de toda una vida podría terminar en un rotundo fra-
caso. La religión es inútil para proveer al hombre de verda-
dera piedad que permanece para vida eterna. Las obras más
sublimes de la religión de los hombres son para Dios apenas
un trapo inmundo que ni merece ser presentado (Is.64:6).
Además de sus buenas obras, a Cornelio se le apareció un
ángel para indicarle que debía mandar a llamar a Pedro, pero
ni siquiera el haber visto un ser angelical era suficiente para
proveer a Cornelio la fe que salva. Hay muchos que dicen
haber experimentado el poder de Dios recibiendo sanida-
des, siendo libres de espíritus inmundos y siendo librados de
grandes dificultades en Su Nombre y, sin embargo, siguie-
ron su camino de justificación propia o iniquidad, mostrando
que estas cosas son insuficientes para producir en el hombre
verdadera fe. Además, podríamos ser sinceramente religio-
sos a la manera de Cornelio, quien temía a Dios, ayudaba de
corazón al pueblo con limosnas, y no sólo era un líder en su
trabajo, en el cual influenciaba a otros, sino también en su
hogar, con su familia, a la cual guiaba a la piedad; oraba con-
tinuamente, presentándose delante de Dios con solicitud, y
mostró rápida obediencia al enviar a buscar a Pedro, demos-
trando su sincera disposición a escuchar el mensaje que Dios
le había mandado, invitando incluso a otros para que también
pudieran oír y, sin embargo, no era salvo; y no lo será nin-
guno que, aún con toda sinceridad y abnegación, invierta su
vida en buscar la salvación, a no ser que reciba la fe que viene
de escuchar y creer en el glorioso Evangelio de Dios.
32 Tema de Portada
La responsabilidad de predicar el Evangelio puro
Si predicamos el Evangelio, los hombres pueden recibir
la fe que viene de Dios, una fe verdadera y sólida en el Hijo
de Dios. Pero hoy en día, en muchas congregaciones se está
haciendo a un lado el glorioso encargo de la predicación de la
Palabra, y con gran ligereza y astucia se ha introducido vino
adulterado en el odre: un mensaje que produce una falsa fe,
un falso evangelio que no tiene poder para salvar a los que
lo oyen, una predicación que ya no es de la Palabra de Dios;
chistes, anécdotas, otros libros que no son la Biblia, psicolo-
gía y fábulas abundan en los púlpitos de los “cristianos”, no
trayendo fe en la verdad, sino presunción y blasfemia. Mas
Dios, conociendo de antemano estos tiempos, inspiró a Pablo
a escribir lo siguiente a Timoteo: “Te encarezco delante de Dios y
del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su ma-
nifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiem-
po y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia
y doctrina.” (2Ti. 4:1-2). Pablo está diciendo al joven Timoteo
que Dios está por Testigo del encargo que Timoteo recibió de
predicar la Palabra; y él debía cumplir con este llamado del
Señor en todo tiempo con toda diligencia. ¡Qué responsabili-
dad tan grande! El Evangelio puro debe ser predicado confor-
me a las Escrituras; si no, los hombres no podrán recibir la fe
verdadera que salva y transforma las vidas, no podrán oír para
creer en Aquel que es el único que puede librarlos del poder
de la ruina del pecado y del poder de la muerte. No debemos
cambiar la predicación del Evangelio por nuestros progra-
mas y estrategias sacadas del mundo; éstas son incapaces de
persuadir a los hombres para que confíen en Dios; la músi-
La fe que viene por el oír la Palabra de Dios 33
ca, el drama, la elocuencia, el carisma personal, sólo podrán
conmover superficialmente al alma; mas la poderosa Palabra
de Dios es el único medio para dar vida a un espíritu muerto
por medio de la fe en el Evangelio glorioso de nuestro Señor
Jesucristo. Si predicamos “otro evangelio”, uno diluido o fal-
sificado, estaremos siendo responsables ante Dios por haber
dejado de lado su Palabra, condenando a maldición y muerte
a quienes nos escuchen. (Gá. 1:8-9).
“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino
que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a
sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se
volverán a las fábulas.” (2Ti. 4:3-4). Esta advertencia de Pablo
se hace realidad en nuestros días. Muchos corren tras sus de-
seos de escuchar “lo novedoso”, lo cual es realmente el mis-
mo engaño de siempre de la falsa religión y superstición, las
cuales no nos pueden dar una fe real en Dios. Por esta causa,
como en aquel entonces, debe ser oída la santa exhortación
que clama: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz
obra de evangelista, cumple tu ministerio.” (2Ti. 4:5). Pablo nos
anima a ser medidos para no caer en los excesos que llevan
a adulterar el Evangelio, a ser justos en nuestra manera de
vivir en medio de las adversidades, cumpliendo nuestra res-
ponsabilidad de predicar el Evangelio puro e íntegro, como
nos lo encargó el Señor.
Examina tu fe
El mundo seguirá creyendo en sus ídolos y poniendo su fe
en vanidades ilusorias, que lo llevan lentamente a su destruc-
ción. Pero nosotros, los que decimos creer en el Señor, de-
34 Tema de Portada
bemos examinarnos a nosotros mismos, para comprobar si-
nuestra fe tiene su fundamento en el Evangelio de Dios y su
Palabra, o si más bien estamos corriendo en la misma direc-
ción de aquellos que se pierden, engañándonos a nosotros
mismos y creyendo en vano “otro evangelio”, que no provie-
ne del fundamento sólido de Dios, el cual es Su Palabra: “…
por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois
salvos, si no creísteis en vano.” (1Co. 15:2).
Por tanto, retengamos con valor la fe en el Evangelio que
fue predicado desde el principio, conforme a las Escrituras
(1Co. 15:3-4) ¡No tema tomar la Palabra de Dios! Deje que
Su Luz exponga la solidez o la flaqueza de sus convicciones,
sabiendo que sólo por el testimonio de Su Palabra, Dios le
dará la fe verdadera y sólida que vence al mundo, la fe genui-
na que viene de Él.
Alberto Rabinovici
“Tu testimonio personal, sin importar cuán significativo sea para ti, no
es el Evangelio ¡Predica la Palabra!”
R.C. Sproul
“Los santos de Dios, en todos los tiempos y en todos los lugares, no
sólo creían en el ayuno, sino que también lo practicaban.”
Martyn Lloyd Jones
35
CARACTERÍSTICAS
DE UNA FE GENUINA
“Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho
más preciosa que el oro…” (1 Pedro 1:7)
P ara saber si nuestra fe es genuina o no, no deberíamos
compararnos con otras personas; si bien la experiencia
personal de otros cristianos puede ser enriquecedora,
la Biblia nos da suficientes pruebas para examinar nuestra fe,
comprobar si ella tiene todas las notas espirituales que con-
tienen la melodía de la salvación y el nuevo nacimiento.
Juan escribió con este propósito: “Estas cosas os he escrito a
vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que
tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
(1Jn. 5:13). No son pocos los que dudan si su fe es genuina
o no; de hecho, la Palabra tiene el propósito de estimularnos
para que tengamos confianza y seguridad en la obra redento-
ra de Cristo.
Este pequeño grupo de características descritas a conti-
nuación puede ayudarnos a una comprensión real de nuestra
situación espiritual y a un examen profundo de nuestra fe.
36 Tema de Portada
- Conocimiento adecuado
“…Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con
tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios
le levantó de los muertos, serás salvo.” (Ro. 10:8-9). Este
versículo se refiere al contenido de la fe, los datos o la in-
formación que el pecador debe saber para poder ser salvo.
El pecador no puede ser salvo poniendo su fe en algo falso,
aunque sea sincero en su creencia. Es por eso que debe tener
conocimiento de quién es Cristo, de su obra, de su muerte,
de su resurrección, de su exaltación y señorío.
Un conocimiento falso no produce una fe verdadera, la
negación o distorsión de algunas de las verdades esenciales
del Evangelio producirá un evangelio anatema. La Divinidad
de Cristo, su encarnación, su muerte expiatoria, su resurrec-
ción al tercer día, su ascensión al Cielo, su inminente retorno
y el Juicio Final son verdades no negociables, y son la línea
de separación entre la fe verdadera y todo tipo de engaño
espiritual.
En otras palabras, este elemento tiene que acompañar
nuestra fe: la doctrina correcta. Juan ya nos advertía: “Cual-
quiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no
tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene
al Padre y al Hijo.” (2 Jn. 9). Esta doctrina verdadera es la
enseñanza revelada en las Sagradas Escrituras, dada por los
profetas, el Señor Jesucristo y por los apóstoles. Yo tengo la
responsabilidad de corroborar si mi fe está enraizada en la
verdad escrita de Dios en Su Palabra.
Características de una fe genuina 37
- Convicción profunda
“Porque con el corazón se cree para justicia…” (Ro. 10:10). La
naturaleza de nuestra fe es una certeza profunda en el cora-
zón. En lo íntimo de nuestro ser hay una convicción inalte-
rable e inconmovible. Más allá de las emociones o entendi-
miento intelectual (aunque son incluidos), la persona ha sido
convencida de su condición pecaminosa y del poder salvador
de Jesucristo. Como decía el conocido reformador Martín
Lutero: “Me miré a mí mismo, y vi imposible salvarme; miré
a Jesús, y vi imposible perderme”. El conocido teólogo Louis
Berkhof lo comentaba de la siguiente manera: “Cuando uno
abraza a Cristo por la fe, lo hace con profunda convicción
de la verdad y de la realidad del objeto de la fe, siente que
esa fe satisface en la propia vida una necesidad sumamente
importante…”
J. C. Ryle hablaba de esta misma realidad con las siguien-
tes palabras: “Puesto que el creyente ha aceptado la obra
completa y muerte de Cristo en la cruz, él cree que es con-
siderado justo delante de Dios, y puede esperar la muerte y
el Juicio Final sin miedo. Podrá tener temores y dudas. Pero
pregúntele si está dispuesto a confiar en cualquier cosa o per-
sona en vez de Cristo, y verá lo que le responderá. Pregúnte-
le si depositaría su esperanza de vida eterna en su propia bon-
dad, sus propias obras, sus oraciones, su guía espiritual, o su
iglesia, y escuche su respuesta: “¡Por supuesto que no!”Y esta
gran certeza es una evidencia que el don de la fe de Dios ha
venido al corazón de un pecador dándole vida y convicción.
38 Tema de Portada
- Confesión verbal
“Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
(Ro. 10:13). La confesión verbal bíblica va mucho más allá
de la repetición de una oración o la simple confesión de un
pecador. Es la expresión pública de la convicción interna. Es
la manifestación de un corazón donde abunda plenamente
Cristo y su Espíritu. Es el testimonio al mundo visible e in-
visible de la transformación del corazón y de la nueva fe ya
experimentada.Todo aquel que ha creído verdaderamente en
Cristo no tendrá miedo de confesarlo; él irá a su familia, a
sus amigos, a sus vecinos, a sus compañeros de trabajo para
anunciar las Buenas Nuevas de salvación. Pablo enseñaba cla-
ramente esto: “Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a
lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos,
por lo cual también hablamos.” (2 Co. 4:13). Es una caracterís-
tica común de los hombres redimidos dar testimonio de su
fe. Puede que en primera instancia el creyente tenga algunas
dificultades para hacerlo, pero la realidad interna de su fe
superará toda barrera, y él prontamente se volverá un atalaya
de Cristo para todos a su alrededor.
Entonces, cuando nos encontramos fríos y despreocupa-
dos con la salvación de las personas a nuestro alrededor, cuan-
do no hemos hecho nunca una confesión pública de nuestro
amor y fe en Jesús, podemos pensar que aún estamos lejos
del camino de la salvación. Como alguien decía en el pasado:
“Ninguno que vaya para el Cielo, querrá ir solo”. Un buen
termómetro de lo que hay en nuestro corazón son nuestras
palabras; asimismo, la calidad de nuestra fe puede ser medida
Características de una fe genuina 39
por la calidad de nuestra confesión pública.
- Relacionamiento íntimo
“Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará;
y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.”
(Jn. 14:23). El nuevo creyente manifestará espontáneamente
un nuevo tipo de relación con Dios y con Jesucristo. Él ha
sido trasladado del reino de las tinieblas al Reino del Hijo
amado. Antes era enemigo de Dios; ahora es un hijo amado.
Antes tenía un relacionamiento distante y religioso con Dios,
a quien no conocía; ahora tiene una relación íntima, secreta
y profunda con su Padre Celestial. Ahora él ama a Dios, y se
siente profundamente amado por Él. Antes, él rezaba repeti-
tiva y religiosamente; ahora él ora con el corazón derramado,
y sus oraciones son respondidas. Pasó de la religión externa a
la comunión verdadera con el Hijo de Dios.
Cuando nuestra fe es genuina tiene un alto porcentaje de
relacionamiento con el objeto de nuestra fe, es decir, con
nuestro Señor Jesucristo. Esta es una gran manera de escu-
driñar nuestra fe: nuestra vida de oración. Oración es re-
lacionamiento, oración es comunión, oración es compañe-
rismo celestial. El cristiano tiene deseos profundos de pasar
tiempo con Dios, de conocerlo, de vivir para Él, de amar-
le, de verle glorificándose en su vida, de obedecerle. Y nada
mejor que el altar de la oración para saber si hemos pasado
de muerte a vida, o si aún estamos en el profundo pozo de
la muerte espiritual. La fe verdadera no es pasiva, es pro-
40 Tema de Portada
fundamente activa. No es un relajante, es un tónico. No nos
duerme; nos despierta a nuestros deberes espirituales y nos
lleva generalmente a profundizar en la comunión con Dios y
la oración diaria.
- Experiencia con el Espíritu Santo
“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el
evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sella-
dos con el Espíritu Santo de la promesa.” (Ef. 1:13). El sello del
Espíritu Santo nos habla de la intervención del Espíritu San-
to en la vida del creyente, ahora manifestando su condición
como hijo de Dios. Esta experiencia es única y definitiva en
aquellos que han creído en Jesucristo. Ninguna fe es verda-
dera si no viene acompañada de la manifestación del Espíritu
Santo, pues “…si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.”
(Ro. 8:9). El cristiano es nacido del Espíritu (Jn. 3:5-6); rege-
nerado por el Espíritu (Tit. 3:5); sellado por el Espíritu (Ef.
1:13-14); habitado por el Espíritu (1 Co. 3:17); bautizado en
el Cuerpo de Cristo por el Espíritu (1 Co. 12:13). Debe andar
en el Espíritu (Gá. 5:16) y ser lleno del Espíritu (Ef. 5:18).
El efecto de esto en la vida es claramente manifesta-
do ya que produce cambios visibles, tanto en el área mo-
ral, como en el carácter, en la manera de relacionarse con
Dios, en el relacionamiento con las personas y en la misma
actitud hacia el pecado. La fe verdadera produce cambios
verdaderamente poderosos en nosotros. Pablo, hablando de
los corintios, decía que algunos de ellos, en su pasado (an-
Características de una fe genuina 41
tes de entregarse a Cristo), habían sido fornicarios, idóla-
tras, adúlteros, afeminados, homosexuales, ladrones, avaros,
borrachos, maldicientes y estafadores (1 Co. 6:9-11). Pero
su fe en Cristo los había lavado, justificado y santificado. Así
de poderoso es el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo que
cambia hombres pecadores en hombres santos, quita sus vi-
cios pecaminosos y los inclina hacia la santidad; juzga su in-
clinación hacia la carne y sus deseos, y los estimula a buscar y
andar en las cosas del Espíritu. Esto es algo experimentado y
demostrado en la vida del verdadero creyente. Ahora él tiene
una nueva vida con atmósfera celestial. Juan describía esta
realidad con las siguientes palabras: “Todo aquel que permanece
en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”
(1 Jn. 3:6). La práctica del pecado sin arrepentimiento, con-
fesión y abandono es una señal de que no hemos conocido
a Cristo y de que nuestra fe es falsa. El borracho que sigue
siendo borracho, y dice que es cristiano, está mintiendo y se
está engañando a sí mismo, aunque lleve cinco años asistien-
do a reuniones cristianas. El fornicario que sigue practicando
la fornicación, sin experimentar arrepentimiento, nunca ha
creído verdaderamente en el Evangelio.
Es cierto que el creyente no llega a ser perfecto en su
conversión, y tendrá una lucha continua y constante con
su vieja naturaleza y el pecado que aun mora en su car-
ne; pero él ya no se siente satisfecho con el pecado, no le
agrada; al contrario, cuando peca se siente avergonzado,
sucio, deprimido y culpable. Sólo la confesión, el reco-
nocimiento y la sangre de Cristo vuelven a traerle esa sa-
grada paz interior. Las ovejas pueden caer en el lodo, pero
sólo los cerdos se revuelcan y lo disfrutan. Nuestros con-
42 Tema de Portada
flictos con el pecado sólo cesarán cuando estemos en la Glo-
ria. Pero manifiesto es que la santidad y la pureza son metas
a las cuales nos lleva la verdadera fe, y esta obra del Espíritu
Santo es revelación de una fe genuina y poderosa.
EL orgullo y la altivez
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”
(Ef. 2:8-9). Por último, sin decir que hemos agotado todos
los asuntos, podría decirse que la fe genuina en el Evangelio
derriba el orgullo y la justicia del hombre, llevándolo sólo a
confiar con humildad en la obra de Cristo. El hombre entien-
de que no puede ser aplaudido por nada en cuanto a la salva-
ción; él no demanda ningún reconocimiento, y no participa
con ningún mérito; él es un indigente espiritual, carente de
todo recurso y desprovisto de todo medio, y el hombre de
fe verdadera lo reconoce y no tiene problema en humillarse.
Louis Berkhof, comentando esto, decía: “…Consiste en una
confianza personal en Cristo como Señor y Salvador, inclu-
yendo el sometimiento a Cristo del alma que se considera
culpable y manchada, y que ésta reciba y se apropie de Cristo
como la fuente del perdón y de la vida espiritual”.
El conocido predicador inglés Charles Spurgeon lo expli-
caba de la siguiente manera: “La fe excluye toda gloria. La
mano que recibe limosna no dice: ‘Me deben dar las gracias,
porque he aceptado la limosna’. Esto sería absurdo. Del mis-
mo modo, Dios ha escogido la fe para recibir el don inefable
de su gracia porque no puede atribuirse ningún mérito, sino
Características de una fe genuina 43
que tiene que adorar al Dios de toda gracia, que es Dispensa-
dor de toda dádiva perfecta. La fe pone la corona en la cabe-
za que corresponde”. Sólo Cristo puede ser coronado. Sólo
Cristo debe ser glorificado. ¡Sólo Él! ¡Y tan sólo a Él sea la
gloria por los siglos de los siglos! ¡Amén!
Exhortaciones Finales
Notará el lector que después de considerar algunas pocas
características del calibre de una fe genuina, todos podemos
examinar nuestras vidas. Este examen concienzudo delan-
te de la verdad pueda aclararnos la clase de fe que estamos
teniendo, si estamos verdaderamente en Cristo o no. Dios
siempre quiere sacar al hombre de la apariencia, para llevarlo
a la realidad; del engaño, para conducirlo a la vida; de la hipo-
cresía, para llevarlo a la sincera fe en Cristo Jesús.
Aquel que ha sido señalado y juzgado por el fracaso de una
fe infructífera y falsa, puede estar percibiendo un sentimien-
to de indignidad y muerte espiritual. Ahora, en este punto,
es bueno recordar que Dios destruye nuestra confianza en
nosotros mismos para que sólo confiemos en su gracia y acu-
damos a Él. La Palabra de Dios desenmascara al hombre, su
condición, su culpa e indignidad. Y en ese contexto de den-
sa culpa por el pecado, de desánimo y quebrantamiento, es
donde la luz del Evangelio, generalmente, comienza a alum-
brar. Así que podemos volvernos de todo corazón a Cristo,
lavando nuestros pecados en Su Sangre, suplicando el perdón
y la salvación. La oración penitente, que humilla al hombre y
engrandece a Cristo y Su Palabra, abrirá siempre las puertas
del Cielo para el pecador que cree y se arrepiente.
44 Tema de Portada
Ahora el hijo de Dios, con una verdadera fe, se sentirá
estimulado y confortado al ver que su fe puede pasar por el
fuego de la Palabra y salir en alabanza y victoria. Ahora pue-
de descansar tranquilo, disfrutar de la alegría y del gozo de
su salvación; él ya está preparado para ir al Cielo. Tiene una
armadura para la vida presente y para la vida venidera. Puede
vivir con esperanza en sus pruebas y enfrentar la muerte con
todo valor. La fe, ciertamente, nos ha brindado paz, gozo y
descanso espiritual.
¡Gloria y honra al Autor de nuestra fe y salvación, nuestro
Señor y Salvador Jesucristo!
Pablo David Santoyo
La mayor necesidad del hombre no es la salud, el placer, la rique-
za o el poder, sino la salvación. La mayor tragedia del hombre no
es la pobreza, la enfermedad o la muerte, sino el estar separado
de Dios y bajo su ira. El pecado es la mayor tragedia del hombre.
El pecado es peor que el hambre, que la pobreza, que la enfer-
medad y la muerte misma. Todos estos males juntos no pueden
separar al hombre de Dios, pero el pecado lo separa ahora de
Dios, y después, lo separa para siempre de Su Presencia.
Hernandes Dias Lopes
45
LA FE QUE
PRODUCE OBRAS
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviése-
mos en ellas.” (Efesios 2:10)
E l verdadero cristianismo no consiste en un conjunto
de normas y enseñanzas éticas. No es alguna nueva
filosofía o algo que simplemente se ocupe de ense-
ñanzas. El verdadero cristianismo va mucho más allá de la
mente, él toca todo nuestro ser, toda nuestra conducta, todo
nuestro modo de vida práctica. Hay efectos visibles de una
verdadera fe. En resumen: El verdadero cristiano es alguien
que tuvo una transformación de vida; muchas cosas que él
practicaba ya no las hace más; muchas otras que odiaba, ahora
se volvieron su práctica de vida.
Como el viento
El Señor Jesús, cierta vez, dijo: “El viento sopla de donde
quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dón-
de va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.” (Jn. 3:8).
¿Qué quiso decir el Señor con esta frase? Él está dicien-
do que todo aquél que nació de Dios, nació del Espíri-
tu, tuvo un cambio interior; ese cambio no es visible a
los ojos naturales, pero los efectos de este cambio pue-
46 Tema de Portada
den ser notados externamente a través de la vida práctica. Es
como el viento. Usted no puede verlo, pero puede percibir
sus efectos moviendo las hojas de los árboles, en los remoli-
nos, en las olas del mar. Aunque no puede ser visto, él es real,
y produce resultados que pueden ser percibidos por todos.
Así es aquel que es nacido del Espíritu.
No existen rayos X capaces de examinar el interior del
hombre, verificar si su espíritu fue vivificado, si él nació de
nuevo. Pero aquello que este individuo produce externamen-
te demuestra si verdaderamente hubo un cambio interior en
él o no.
Creados para buenas obras
Muchos piensan que el objetivo de la salvación es simple-
mente vivir algún día en el Cielo. Piensan que la vida cris-
tiana se resume solamente en ser libre de la condenación.
No desmerecemos esta parte de nuestra salvación; solamente
debemos pensar que ella no se limita a eso.
En el texto de Efesios 2:8-9 se nos dice que fuimos salvos
por la gracia, mediante la fe, y que esto no viene de nosotros,
no viene de obras, para que nadie se gloríe. En seguida, en el
versículo 10 dice que “…somos hechura suya, creados en Cristo
Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para
que anduviésemos en ellas.” La preposición ‘para’ deja clara la
idea de finalidad, propósito, objetivo. Es decir, nuestra sal-
vación tiene un objetivo, un propósito, tiene una finalidad.
Dios nos creó en Cristo Jesús para buenas obras que fueron
preparadas de antemano para nosotros.
La fe que produce obras 47
Tenemos esta misma idea en Tito 2:14. Allí dice que Cris-
to se dio por nosotros con la finalidad de redimirnos de toda
iniquidad y purificar para sí mismo un pueblo exclusivamen-
te suyo, celoso de buenas obras. La obra de Cristo, que es
recibida por la fe, tiene el objetivo de volvernos Su pueblo,
pueblo celoso de buenas obras. Pablo instruye a Tito como lo
que él es, como siervo de Dios, que debe ser un modelo de
buenas obras (2:7); y también dice que aquellos que creen en
Dios deben ser solícitos en buenas obras.
Tenemos textos en abundancia que demuestran que un
cristiano verdadero es alguien que practica el bien y es celo-
so de buenas obras.
¿Qué son estas obras?
Todo aquello que hacemos, hablamos, todo lo que produ-
cimos con palabras o acciones, son definidas como nuestras
obras. La figura más clara en la Palabra de Dios para tales
obras son los frutos. Somos árboles que producimos buenos
frutos (buenas obras), o producimos frutos malos (malas
obras) (Mt. 7:17).
Todo nacido de nuevo recibió la vida de Cristo dentro de
él, y ahora posee todo lo que necesita dentro de sí mismo, en
su espíritu; él fue regenerado, Dios le dio un nuevo espíritu,
puso dentro de él al Espíritu Santo. Ahora este hombre tiene
la fuerza motriz que necesita para vivir en novedad de vida.
La fe sin obras es muerta
La fe es algo activo, es energía de vida. Donde existe fe
existen obras, las cuales son los frutos de esta fe. En otras
palabras, donde no existen obras, no existe fe.
48 Tema de Portada
Pablo, al saludar a los tesalonicenses, dijo que no cesaba de
recordar la “obra de la fe” que ellos tenían (1Ts. 1:3). ¿Qué
significa esto? Significa que la fe produce obras. Cuando al-
guien cree en Jesucristo, se vuelve trabajador arduo en el Rei-
no de Dios. Si existe una fe verdadera, encontraremos obras.
La salvación conduce al servicio. Eso es trabajo cristiano go-
bernado y energizado por la fe. Calvino decía que esto trata,
tanto de la energía poderosa del Espíritu Santo, produciendo
en el creyente el nuevo nacimiento, como del resultado, que
es la capacidad de obrar en Cristo Jesús un servicio cristiano.
Si continuamos leyendo el capítulo 1 de esta epístola (1 Ts.),
veremos que este trabajo producido por ellos puede ser la
evangelización en diversas partes del mundo.
Santiago dice que “la fe sin obras es muerta” (2:17, 20).
Más adelante él dice: “... y yo te mostraré mi fe por mis obras.”
(V.18) ¿Qué quiere decir esto? Que las obras son evidencia
de una fe genuina; que la fe es atestiguada por las obras. No
existe fe que no trabaje, no existe fe que no produzca; donde
no haya frutos, no hay fe.
Ejemplos de buenas obras
Un estudio cuidadoso de las Escrituras nos hará notar que
todos los hombres de Dios, en la Biblia, fueron hombres que
vivieron por la fe, y que esta misma fe los condujo a una
vida de obediencia a Dios. Ellos tuvieron una vida de bue-
nas obras. La fe de ellos los condujo a una vida fructífera.
Para el autor del libro a los Hebreos debe haber sido muy
difícil seleccionar aquellos personajes del capítulo 11 de su
epístola. Incluso, al final del capítulo, se nota el sentimiento
del autor por haber dejado fuera a muchos. Los hombres y
La fe que produce obras 49
mujeres descritos allí son considerados en la historia de la
Iglesia como Héroes de la Fe. Personas que vivieron una vida
llena de grandes hechos, todo eso como consecuencia de su
confianza en Dios.
Vea el caso de Moisés (He. 11:23-29). La fe lo llevó a re-
husar ser considerado hijo de la hija de Faraón, aunque eso le
costase el precio de ser maltratado con el resto de los israeli-
tas; él prefería eso a los placeres de Egipto. ¿Qué convicción
lo llevó a cambiar todos los placeres de ser hijo de una hija de
Faraón por sufrimiento? Él, por la fe, sufrió con el pueblo de
Dios. ¿Y por qué? Porque sus ojos estaban puestos en el ga-
lardón de Dios; él confiaba que habría el día de la recompen-
sa para los siervos de Dios. Todo eso fue producido mediante
la fe; él vivió por la fe.
La fe lo llevó a abandonar Egipto, a no tener miedo de la
ira de Faraón, la fe lo llevó a permanecer firme como alguien
que ve aquello que no se puede ver; él enfrentó a Faraón, el
hombre más poderoso de aquella época, con osadía proclamó
aquello que Dios le había ordenado. Entre sus obras está el
hecho de ser él el instrumento de Dios para ejecutar juicio a
través de las plagas que asolaron a los egipcios. La fe le hizo
abrir el mar, atravesar como por tierra seca; en contraposi-
ción a eso, estaban los egipcios en su presunción pensando
que podrían hacer la misma cosa. La presunción de ellos los
llevó a la ruina. Por la fe condujo a millones de personas por
el desierto. En ese tiempo Dios les alimentó con maná que
descendía de los cielos. Por la fe construyó el tabernáculo,
todo según como Dios le había ordenado, él obedeció, tuvo
una vida de fidelidad a Dios. En el capítulo 3 del libro a los
Hebreos se dice que él fue un hombre fiel en toda la Casa de
50 Tema de Portada
Dios. Sin duda, él es un ejemplo de vida movida por la con-
fianza en Dios.
Hay muchos otros maravillosos ejemplos de fe en el capí-
tulo 11 del libro a los Hebreos. Sería un maravilloso estudio
meditar en la vida y en los hechos que la fe produjo en cada
uno de los hombres y mujeres descritos allí.
En la historia de la Iglesia
En toda la historia de la Iglesia siempre ha habido hombres
y mujeres que pisaron las mismas pisadas de fe de los hom-
bres de Dios de las Escrituras. Siempre hubo personas que
hicieron grandes hechos por causa de su confianza en Dios.
Anthony Norris Groves (1795-1853) fue un gran ejemplo
de fe. Groves había decidido obedecer la orden de Jesús al
joven rico, cuando le dijo: “…anda, vende lo que tienes, y dalo
a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo…” (Mt.19:21). Cierta
vez él donó una gran herencia a unas personas que estaban
involucradas con la obra misionera; él tenía a Dios como su
tesoro y suplidor de todas sus necesidades.
Groves renunció a un trabajo lucrativo de odontólogo para
ser misionero, muy diferente de los misioneros modernos, él
fue sin ningún apoyo financiero; él creía que Dios podría sa-
tisfacer todas sus necesidades con oración, como Él prometió
en las Escrituras. Groves entendía que el misionero debería
depender totalmente de Dios y de las habilidades que Dios le
diera, en lugar de tener su confianza en algún tipo de apoyo
financiero de terceros.
Groves fue llamado “el padre de las misiones de fe”; él lan-
zó la primera misión protestante a los musulmanes de lengua
La fe que produce obras 51
árabe, y se estableció en Bagdad, más tarde en el sur de India;
él deseaba volver al método de Cristo y de los apóstoles. Su
objetivo era convertir indios y formar sus propias iglesias, sin
depender de entrenamiento, autorización o financiamiento
extranjero. Groves predicó el Evangelio, estableció iglesias,
produjo diversos escritos, influyó a hombres como George
Müller, Darby, Bellet, Bakht Singh, Watchman Nee, entre
otros.
Otro ejemplo de fe fue el cuñado de Groves, el conocido
George Müller, que es llamado “el apóstol de la fe”; él quedó
a tal punto tan impresionado por el testimonio de Groves,
que decidió vivir una vida de fe y dependencia de Dios.
Müller fue un hombre usado por Dios para crear orfanatos
que recibieron a millares de niños de la calle. Cada necesi-
dad que había era colocada delante de Dios. Cierto día por
la noche, Müller le dijo a un compañero que no había nada
para que los niños comieran al otro día por la mañana y pidió
que orasen por la provisión. Muchas veces él oraba al Señor:
“Señor, tus niños no tienen nada que comer”. Sin saber cómo,
a la mañana del día siguiente, Dios había enviado lo suficiente
para alimentar a los dos mil niños por un mes. Era la provi-
sión de los cielos. El Señor despertó a una persona durante
la noche y le mandó que enviara alimento para suplir a los
niños. Episodios semejantes a este ocurrieron durante toda la
vida de Müller. Hay un libro titulado “Cincuenta mil oracio-
nes oídas”; en él están descritas varias de estas experiencias
de fe en Dios que proporcionaron una vida de buenas obras.
Era impresionante la fe que él tenía en Dios y lo que esta fe
produjo en la vida de este hombre de Dios.
52 Tema de Portada
¿Cuál es nuestra actitud ante estos testigos?
Como dijo el autor a los Hebreos “...teniendo en derredor
nuestro tan grande nube de testigos...” (He. 12:1). Para nosotros,
esta “tan grande nube de testigos” se ha vuelto aún mayor.
Además de los personajes bíblicos, tenemos la historia de la
Iglesia, donde hombres y mujeres de Dios vivieron una vida
de fe que produjo en ellos muchos hechos. Siendo así, “...
despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos
con paciencia la carrera que tenemos por delante...” (He. 12:1b).
Hay muchas cosas que nos estorban; éstas no son necesa-
riamente pecaminosas, pueden ser cosas comunes, pero que
son como una mochila pesada que nos impide producir bue-
nas obras en Dios. Debemos abandonarlas, seguir el ejemplo
de estos testigos que vivieron por fe.
El pecado también nos asedia en todo tiempo; debemos
tratarlo con seriedad, abandonarlo inmediatamente.
Nuestros ojos deben estar en Cristo. Él es el Autor de
nuestra fe. Nuestra fe procede de la Persona bendita del Hijo
de Dios. Él es el Autor y Consumador de nuestra fe.
Querido lector, ¿usted ve que los hijos de Dios son per-
sonas activas en la Obra del Señor? Ellos son individuos que
naturalmente manifiestan la vida de Cristo. Ellos son luz del
mundo, sal de la Tierra, resplandecen como luceros en me-
dio de una generación perversa.
La fe que produce obras 53
¿Qué hemos hecho de nuestra fe? ¿Será que la estamos
convirtiendo en algo abstracto, teórico, filosófico? ¿Será que
verdaderamente entendemos para qué fuimos salvos? ¿Cómo
hemos lidiado con esto?
Ante todo esto, que El Señor nos ayude a entender estas
verdades para que podamos vivir de manera digna de Él y
para Su entero agrado.
Las obras que Dios ha preparado para nosotros
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos
en ellas.” (Ef. 2:10).
Todos creemos que la salvación es por fe, independiente-
mente de las obras. Pero esta fe nos conduce a buenas obras.
Muchas veces, cuando escuchamos hablar de ser participan-
tes de la Obra de Dios, sentimos miedo, preocupación, pen-
samos que estando involucrados en el trabajo, no tendremos
ninguna alegría.
Nos gustaría incentivar a los lectores a ser firmes, cons-
tantes, siempre abundantes en la Obra del Señor, sabiendo
que esto les traerá inmensa alegría. Un hombre verdadera-
mente feliz, verdaderamente satisfecho con su existencia, es
aquél que está andando en las Obras que Dios preparó para
que él anduviese. Esa es la manera de glorificar a Dios y estar
totalmente satisfechos en Él. Jesús dijo que había glorificado
al Padre en esta Tierra, y eso hizo Él, completando la Obra
que Dios le dio para hacer (Jn. 17:4).
54 Tema de Portada
¡Que podamos ser también imitadores de Cristo en las
buenas obras en esta vida, por las cuales el pueblo de Dios
debe ser conocido!
Marcelo Vieira
El progreso del pecado en el hombre
“Primero lo asusta, después le resulta placentero, después fácil, y
luego deleitoso, luego frecuente, después habitual, y finalmente
¡confirmado! Después el hombre es impenitente, después obstina-
do, luego resuelve nunca arrepentirse, y finalmente es condenado.
Joven, para no llegar a esto, recuerda la regla que te doy este día:
Resuelve de inmediato renunciar a cada uno de los pecados que
conoces en ti.”
Jeremy Taylor
“El Evangelio no es salvación para todos, sino salvación para
los que creen; para los demás, una sentencia de muerte.”
Paul Washer
“No hay puente del infierno al Cielo después de muerto.”
R. C. Sproul
55
MARTÍN LUTERO
“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe,
como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” (Ro. 1:17)
U n día de julio de 1505, Lutero, un brillante estu-
diante de Leyes, regresaba a la Universidad de Er-
furt luego de visitar a sus padres, y una tormenta
se desató en los cielos sobre él, un rayo descendió con furia
desde lo alto y lo tumbó al suelo. Aquel joven luchó consigo
mismo para levantarse en medio de la lluvia y el sonido de
los relámpagos. Entonces, aterrorizado, pronunció un voto
solemne cargado de angustia: “¡Ayuda, santa Ana! ¡Me con-
vertiré en monje!”
Refiriéndose a esa experiencia, el biógrafo Richard Baiton
señala: “El hombre que así invocó a un santo, repudiaría más
tarde el culto de los santos. El que juró convertirse en monje,
más tarde renunció al monasticismo. Un hijo leal de la Iglesia
Católica, más tarde destrozaría la estructura del catolicismo
medieval. Siervo devoto del Papa, más tarde identificó a los
papas con el Anticristo. Este joven era Martín Lutero”.
Su vida revela que uno de los legados más importantes es
su ejemplo de confianza en la Palabra de Dios. Lutero decía:
“El hombre que quiera oír hablar a Dios, que lea las Santas
Escrituras”. Como el historiador Stephen Nichols afirma: “El
verdadero personaje en el día de la Reforma no es Lutero: es
la Palabra de Dios”.
56 Biografía
Su confianza en la Biblia lo llevó a ser valiente al procla-
mar el Evangelio y descansar en su poder. “Ustedes, papistas,
nunca lograrán lo que desean, hagan lo que hagan. Todos se
rendirán ante el Evangelio que yo, Martín Lutero, he predi-
cado. El Papa, los obispos, monjes, reyes, príncipes, demo-
nios, la muerte, el pecado y todo aquello que no es Cristo ni
está en Cristo, serán subyugados por este Evangelio”. Así se
expresó el monje que Dios usó para cambiar al mundo.
A fin de dar el debido valor a la obra de Martín Lutero,
es necesario recordar el obscurantismo y la confusión que
reinaban en la época que él nació. Se calcula que por lo me-
nos un millón de albigenses habían sido muertos en Francia
en cumplimiento de una orden del Papa, que decía que esos
“herejes” (que sustentaban la Palabra de Dios) fuesen cruel-
mente exterminados. Wycliffe, considerado como “la estrella
del alba de la Reforma Inglesa”, había traducido la Biblia a la
lengua inglesa (en 1382). Juan Hus, discípulo de Wycliffe,
había muerto en la hoguera, suplicando al Señor que perdo-
nase a sus perseguidores. Jerónimo, de Praga, compañero de
Hus, y también un erudito, había sufrido el mismo suplicio,
durante el cual estuvo cantando himnos en las llamas hasta
que exhaló su último suspiro. Juan Wessel, un notable pre-
dicador de Erfurt, había sido encarcelado por enseñar que la
salvación se obtiene por gracia; aprisionaron su frágil cuerpo
entre hierros, donde murió, lo cual sucedió en 1489, seis
años después del nacimiento de Lutero. En Italia, quince años
después del nacimiento de Lutero, Savonarola, un hombre
dedicado a Dios y fiel predicador de la Palabra, fue ahorcado,
y su cuerpo fue reducido a cenizas, por orden de la iglesia
católica.
Martín Lutero 57
Fue en tal época que nació Martín Lutero, resonando así
las palabras de uno de sus predecesores reformistas, Juan
Hus, quien dijo en la cárcel, cuando fue sentenciado por el
Papa a ser quemado vivo: “Pueden matar el ganso (en su len-
gua ‘hus’ quiere decir ganso), pero dentro de cien años apa-
recerá un cisne que no podrán quemar.”
Mientras caía la nieve y el viento helado aullaba como una
fiera alrededor de la casa, nació ese “cisne”, en Eisleben, Ale-
mania. Al día siguiente, el recién nacido fue bautizado en la
Iglesia de San Pedro y San Pablo, y como era el día de San
Martín (según el calendario católico), el pequeño recibió el
nombre de Martín.
Ciento dos años después de que Juan Hus expirara en la
hoguera, el “cisne” fijó en la puerta de la iglesia católica de
Wittenberg, sus noventa y cinco tesis en contra de la venta de
indulgencias, hecho que dio origen a la Gran Reforma. Juan
Hus erró en sólo dos años en su predicción.
El monje atormentado
Martín Luder nació 1483 en Eisleben, en Turingia, región
dependiente del electorado de Sajonia, Alemania. Andando el
tiempo y recién conquistado el título de doctor, Martín cam-
biaría el apellido Luder por el de Lutero, derivándolo de Lau-
ter, que en alemán antiguo significa “claro, límpido, puro”. Era
el primogénito de los nueve hijos de Hans Luder, minero, hijo
de campesinos, y buen católico, y de Margarethe Ziegler, mu-
jer trabajadora, muy piadosa y devota, que inculcó en su hijo
una piedad tan sombría que dejó en su alma una profunda tris-
58 Biografía
teza. Ambos progenitores eran de familia pobre y muy seve-
ra.
Desde niño, Lutero mostró una mente excepcional y pe-
netrante. Su padre quiso que él fuese abogado, y por eso se
enojó con Martín cuando hizo su voto para convertirse en
monje. Dos semanas después de aquella tormenta, Lutero
ingresó al monasterio riguroso de los frailes agustinianos en
Erfurt.
“Durante quince años de mi vida como monje, me agotaba
hasta más no poder con los sacrificios diarios; me torturaba
con ayunos, vigilias, oraciones y otras obras muy rigurosas.
En verdad pensaba que podía justificarme con mis obras”,
dijo Lutero años después. En su búsqueda de paz con Dios,
él era riguroso en extremo. Los otros miembros del monas-
terio llegaron a pensar que tenía serios problemas mentales.
Martín podía pasar horas enteras confesando sus pecados,
para luego salir del confesionario, recordar algún pecado no
mencionado, y volver al padre confesor para seguir atormen-
tándolo por horas.
Una mirada más detallada a su vida y educación nos ayuda
a entender lo que ocurría en su mente. Como R. C. Sproul
(teólogo y pastor estadounidense), explica: “Se dice que hay
una fina línea entre la genialidad y la locura, y que alguna
gente la cruza para atrás y para adelante. Quizás ese era el
problema de Martín Lutero; él no estaba loco. Era sin duda
un genio que tenía un entendimiento superior de la ley. Una
vez aplicó su mente legal astuta a la ley de Dios, vio cosas que
mucha gente no ve… La mente de Lutero era acosada con
Martín Lutero 59
esta pregunta: ¿Cómo puede una persona injusta sobrevivir
en la presencia de un Dios justo?”
Su viaje a Roma
Entonces el joven monje atormentado recibió el equiva-
lente a ganar un boleto de lotería: fue enviado a Roma en
un viaje para asuntos del monasterio. Aquella era una ciudad
llena de lugares y reliquias que, según la Iglesia Romana, al
ser visitados los unos, y al ser veneradas las otras, hacían que
las personas redujeran años en el purgatorio y acumularan
mérito delante de Dios; ese mérito incluso podría darse a
terceros. Entre las reliquias se encontraban extrañas cosas,
como presuntos trozos de la cruz de Jesús, un pedazo de la
“zarza ardiente” que vio Moisés, y un montón de objetos de
ese tipo.
Lutero aprovechó ese viaje amasando mucho mérito y
ayudando a personas en el purgatorio (o así lo creía él), pero
vio de cerca la corrupción en el seno de la iglesia romana. Sa-
lió de aquella ciudad desilusionado y cargado de inquietudes.
Seguía atormentado.
Noventa y cinco tesis de fuego
Luego de volver a Erfurt, Lutero fue transferido a la Uni-
versidad de Wittenberg. Allí recibió su doctorado en Teología
en 1512, y empezó a enseñar la Biblia como profesor, cargo
que mantuvo hasta el día de su muerte.
60 Biografía
En 1517, la vida de la pequeña ciudad de Wittenberg em-
pezaría a cambiar. Aquel año, el Papa León X autorizó reduc-
ciones en el castigo por los pecados a las personas que diesen
dinero para la construcción de la Basílica de San Pedro en
Roma. La forma en que se vendían y promocionaban estas re-
ducciones, conocidas como indulgencias, resultó escandalosa
para Lutero. Johann Tetzel, el principal encargado de la venta
de indulgencias, exclamaba en público: “Tan pronto caiga la
moneda a la cajuela, el alma del difunto al cielo vuela”.
El 31 de octubre de 1517, Lutero clavó noventa y cinco
(95) tesis al respecto en la puerta de la iglesia del castillo en
Wittenberg. Todos los que irían a la iglesia al día siguiente,
el día de los Santos, según el calendario católico, verían esas
tesis clavadas. Era normal clavar avisos en las puertas de la
iglesia, pero aquel martillo cambiaría la historia. Las tesis es-
taban en latín, la lengua de los estudiosos. Lutero quería un
debate académico, y no una revuelta pública. En sus tesis ar-
gumentó que el arrepentimiento requerido por Dios para el
perdón de los pecados involucraba una actitud interna en la
persona, y no consistía sólo en un acto exterior sacramental.
El monje agustiniano no actuó como un reformador en
ese momento. No lo era. Más bien actuó como un católico
que quería ver a su iglesia cada vez mejor. Pero, desde el pun-
to de vista humano, los eventos se salieron de control.
Algunas personas tomaron esas tesis y, gracias a la im-
prenta, en cuestión de días estaban siendo discutidas en
toda Alemania. A la gente muy poderosa no le gustó lo que
Lutero enseñó (empezando por Johann Tetzel), y lo acusa-
Martín Lutero 61
ron de hereje. Muchas otras personas estaban de acuerdo con
las tesis. Así, Lutero se vio envuelto en diversos debates que,
en la soberanía de Dios, lo presionaron a examinar, conforme
a la Biblia, los cimientos del catolicismo romano.
Por ejemplo, Johann Eck, uno de los oponentes más for-
midables de Lutero, expresó en un debate, en 1519, que el
verdadero asunto de disputa era sobre autoridad: “O el Papa
tiene la última palabra, o la tiene la Biblia”. Lutero no había
considerado eso con detenimiento hasta entonces. Así, Eck
fue usado por Dios para conducir a Lutero a profundizar en
lo que serían sus convicciones reformadas. El Señor tenía en
mente una Reforma, y usó hasta a los enemigos de ella para
llevarla a cabo.
Las puertas del Cielo abiertas
En los días posteriores a la divulgación de las tesis, Lutero
abrazó el significado de Romanos 1:17 durante su estudio de
la Palabra: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por
fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Para
Lutero, este pasaje hablaba de la justicia activa de Dios contra
los pecadores. Por eso, en el fondo de su corazón, odiaba a
Dios, ya que lo veía como un juez cruel hacia él, hasta que
llegó a ver de qué trataba realmente ese texto.
Lutero dijo: “Al fin, por la misericordia de Dios, meditan-
do día y noche, presté atención al contexto de las palabras
[de Romanos 1:17]. Allí comencé a comprender que la justi-
cia de Dios es aquello por lo cual el justo vive gracias al don
de Dios, es decir, la fe. Y este es el significado: La justicia de
62 Biografía
Dios es revelada por el Evangelio, es decir, la justicia pasiva
con la cual el Dios misericordioso nos justifica por fe, como
está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’. Entonces sentí que
había nacido de nuevo por completo y que había entrado al
Paraíso a través de puertas que estaban abiertas”.
Lutero abrazó la doctrina de la justificación únicamente
por medio de la fe en Cristo. Conoció el Evangelio y la paz
que tanto anhelaba su alma atribulada. Su testimonio nos re-
cuerda que Dios tiene poder para reformar el corazón de
cualquier persona, por muy hundida que esté en una falsa
doctrina.
“Aquí permanezco. Que Dios me ayude”
En junio de 1520, el Papa emitió una bula declarando que
Lutero sería excomulgado de la iglesia si no se arrepentía en
sesenta días. Lutero respondió siendo más audaz en la procla-
mación de sus ideas reformadoras basadas en la Palabra, en
las cuales estaba profundizando aún más, y quemó el edicto
papal en público, un acto de rebelión contra el Papa. La en-
señanza de Lutero ganaba muchos adeptos que veían en él a
alguien que estaba trayendo libertad.
El 16 de abril de 1521, a pesar de las advertencias de muer-
te, Lutero se presentó ante la Dieta Imperial, en la ciudad de
Worms, convocada por Carlos V, emperador romano, para que
Lutero fuese juzgado y se retractase de manera oficial. El am-
biente en Worms era de leyendas. La ciudad estaba rebosando
de expectativa. Un pobre monje encararía a las personas más
poderosas del mundo. En la Dieta, los escritos de él fueron
Martín Lutero 63
puestos sobre una mesa, y se le dijo: “¿Te retractas de ellos, o
no?”. Luego de pedir un día para considerarlo (oró con fervor
aquella noche), Lutero volvió y, al recibir de nuevo la pregunta,
respondió: “A menos que sea convencido por el testimonio de
las Escrituras o por razón clara (pues no confío en el Papa o en
el concilio, ya que es bien conocido que se han equivocado y
se han contradicho a sí mismos con frecuencia), las Escrituras
que he citado me obligan a mantenerme firme en esta posición,
pues mi conciencia está cautiva a la Palabra de Dios. No puedo,
y no voy a retractarme de nada, ya que no es seguro ni correcto
ir en contra de la conciencia. No puedo hacerlo de ninguna otra
manera. Aquí permanezco ¡Que Dios me ayude! Amén”.
Así Lutero, en su momento más decisivo y uno de los más
dramáticos de la historia, afirmó su convicción de que la Pa-
labra de Dios es nuestra máxima autoridad.
El resultado de la Dieta: Lutero fue condenado a muerte.
Le dieron 21 días para volver a Wittenberg y dejar su vida en
orden, pero en el camino fue secuestrado por sus seguidores
y escondido en el castillo de Wartburg. Aquel castillo, según
Lutero, fue su Patmos en el período más difícil de su vida.
“La Palabra lo hizo todo”
En Wartburg (05/1521 a 03/1522), Lutero luchó contra
su soledad, ocio, dudas y temores, aferrándose a la Palabra
de Dios, y siendo prolífico en la Escritura. Entre sus hazañas
produjo, en meses, una traducción impresionante de la Biblia
al alemán del pueblo, marcando un hito en la historia de la
lengua de la nación.
64 Biografía
Mientras tanto, la Reforma se expandía, con reyes y per-
sonas poderosas abrazándola. Y en Wittenberg, los seguido-
res de Lutero buscaban implementarla a través de la fuerza.
El historiador Michael Reeves explica: “[Ellos] daban la im-
presión de que la Reforma era realmente sobre atacar a sa-
cerdotes y las imágenes de los santos, comiendo tanto como
sea posible en los días de ayuno, y haciendo generalmente
todo diferente sólo para librarse de las viejas maneras. Para la
mente de Lutero, esto era un error demencial. Era tan malo
como Roma al obsesionarse con lo exterior y entonces forzar
cierto comportamiento. El problema que él vio en la iglesia
católica no eran las imágenes físicas; primero, las imágenes
necesitaban ser removidas de los corazones”.
Lutero tomó la determinación valiente de salir de su exilio
y volver a Wittenberg, donde eventualmente fue protegido
por personas influyentes. Allí se propuso buscar la Reforma,
pero no a través de la fuerza, sino a través de la predicación
de la Palabra. Como dijo a sus seguidores al volver: “Denles
tiempo a los hombres. Me tomó tres años de estudio cons-
tante, reflexión, y discusión para llegar a donde estoy ahora,
¿y se puede esperar que el hombre común, sin enseñanza en
tales asuntos, se mueva la misma distancia en tres meses? No
supongan que los abusos son eliminados al destruir el obje-
to que es abusado. Los hombres pueden errar con el vino y
las mujeres. ¿Deberíamos entonces prohibir el vino y abolir
las mujeres? El sol, la luna, y las estrellas han sido adorados.
¿Deberíamos entonces quitarlos del cielo? Tal apuro y violen-
cia es una falta de confianza en Dios. Miren cuánto Él ha sido
capaz de lograr a través de mí, aunque yo no hice más que
Martín Lutero 65
orar y predicar. La Palabra lo hizo todo. De haberlo deseado,
yo hubiese iniciado un gran incendio en Worms. Pero mien-
tras yo me sentaba quieto y disfrutaba con Felipe y Amsdorf,
Dios le dio al papado un poderoso golpe”.
Necesitamos entender lo que Lutero tenía en mente aquí
si queremos ser usados en una nueva reforma espiritual en
nuestros países. Sólo porque una iglesia luzca reformada no
significa que en verdad lo sea. La clave en una reforma no son
los cambios simplemente externos, sino el cambio que sólo
la Palabra puede producir en nuestros corazones para que
adoremos sólo a Cristo como nuestro Señor, Rey y Salvador.
Por eso la confianza en el Señor y la paciencia son necesarias
si hemos de predicar a Cristo. La Palabra en el poder del Es-
píritu Santo lo hace todo.
El púlpito de Lutero fue uno de los más poderosos en la
historia de la iglesia; él era un hombre de la iglesia local y,
por el resto de sus días, mientras al mismo tiempo fue un
padre de familia (se casó con una monja fugitiva), su trabajo
consistió en orar y enseñar la Palabra de Dios, para la gloria
de Dios. Lutero decía: “La Biblia es una fuente admirable:
mientras más uno saca de ella y bebe de ella, más estimula su
sed”. Para él, toda ella es acerca de Jesús, quien vino a salvar
a los pecadores. “Si sacas a Cristo de las Escrituras, ¿qué te
queda?” Así, Lutero nos pregunta hoy: ¿Confiamos en la Bi-
blia? ¿Vemos a Cristo centrado en ella?
“Todos somos mendigos”
En todo su ministerio, Lutero atesoró a Cristo como su roca
y castillo fuerte. Su convicción de que el Evangelio eran las
66 Biografía
buenas noticias de lo que Cristo hizo para nuestra justifica-
ción lo sostuvo y lo abrumaba cada día. Como escribió: “Es
cierto que la doctrina del Evangelio les quita toda la gloria, la
sabiduría, la justicia y demás, a los hombres, para atribuírse-
las sólo al Creador, que hace todo de la nada”. Por tanto, no
tenemos nada para jactarnos.
Antes de morir, el 18 de febrero de 1546, en lo que po-
demos ver como una especie de eco de la Dieta de Worms,
alguien le preguntó: “¿Estás listo para morir confiando en tu
Señor Jesucristo y confesar la doctrina que tú has enseñado
en Su Nombre?” Lutero respondió con un “¡Sí!” En aquel día
para Lutero no había reliquias, ni confesiones extensas, ni sú-
plicas a santa Ana. Tampoco temía a la muerte como el joven
que fue abrumado por una tormenta un día de julio, hacía
más de 40 años atrás. Su confianza estaba en el Señor. Sus
últimas palabras fueron: “Somos mendigos. Eso es cierto”.
Hoy, 500 años después de los martillazos, en los inicios
de esta Nueva Reforma, nosotros también somos mendigos.
Que el Señor nos dé la confianza en Su Palabra como la dio
a aquel monje que cambió el mundo predicando a Aquel, a
Jesucristo, quien es el centro de todo.
“La Biblia está viva, me habla; tiene pies, corre tras de mí,
tiene manos, me agarra”. Martín Lutero (1493 -1546)
Luisa Cruz
Fuentes: www.coalicionporelevangelio.org
Martin Lutero - Confianza en el poder de la Palabra
Biografías de grandes cristianos - Orlando Boyer
67
ENTREGA
COMPLETA DEL
CORAZÓN
“Dame, hijo mío, tu corazón, y miren
tus ojos por mis caminos.” (Pr. 23:26).
E l corazón del joven es un tesoro invaluable. Muchos
líderes han identificado esto; cada nueva ideología ha
buscado cautivar el corazón juvenil, pues son los jóve-
nes los que cuentan con más años por delante, y mantienen
con más fervor las ideas a las cuales se adhieren.
Por tanto, no es de extrañar que, históricamente, gran
cantidad de jóvenes han abrazado ideologías como: el mar-
xismo, el nazismo, el existencialismo, el feminismo, y otras.
Y en todas ellas sobresalieron por ser fieles precursores de
las ideas que decidieron seguir. Pero, ¿qué de aquellos jóve-
nes que han aceptado el camino que conduce a la vida? ¿Se
podría decir lo mismo de la juventud cristiana? Es necesario
abordar el tema que trata de una entrega total del corazón,
pues muchos son los jóvenes que han hecho una profesión de
fe en Jesucristo, le han “entregado sus corazones”, pero ¿ha
sido una entrega total?
Desertando del cristianismo en la juventud.
Investigaciones han demostrado que de cada cinco jóve-
68 Jóvenes
nes que han aceptado la fe cristiana, tres la han abandonado
¿Cuáles serían las causas? En un artículo de la página “Coa-
lición por el Evangelio” (TCG), el investigador y apologista
Steven Martins propuso tres causas de esta problemática en
los jóvenes.
Primero: Preguntas sin respuestas. Los jóvenes, al llegar
a las universidades, se encuentran con preguntas que atacan
la fe cristiana, y muchos de ellos parecen no encontrar res-
puestas. Sin embargo, como diría un escritor antiguo: “El
cristiano no debe tener temor de cavar la fosa de su fe”, ya
que existen respuestas lógicas que no contradicen la razón,
y dan evidencia de la veracidad de la fe cristiana. Por eso es
necesario que el liderazgo cristiano pueda otorgar respues-
tas a las inquietudes que les son presentadas por los jóvenes
cristianos.
Segundo: Sermones carentes de relevancia. Este punto
es dirigido hacia el liderazgo, pues no se puede ignorar que
una de las grandes necesidades en la época actual son hom-
bres que puedan ofrecer sermones que aborden problemas
de la actualidad. “Los pastores están sirviendo mal la Palabra
de Dios, y le hacen un mal también a sus congregaciones, si
no demuestran la relevancia perdurable de la Escritura en
toda la vida. A pesar de que sus sermones son “expositivos”,
nunca tocan temas culturalmente relevantes, como el aborto
o el matrimonio entre personas del mismo sexo. Los jóvenes
son muy conscientes de lo que sucede en la plaza pública:
están expuestos a ella a diario, y es infructuoso cuando se les
enseña la Biblia sin su aplicación”.
Tercero: Iglesias carentes de misión.Esto también constitu-
ye un problema en cuanto al liderazgo.“Hay un clamor que pide
Entrega completa del corazón 69
algo más que transformación personal. Hay un clamor por
formar parte de una narrativa más grande, por cumplir un
papel fundamental en el plan de Dios en la renovación de su
creación. Hay un deseo de luchar por un objetivo, trabajar
hacia un fin, ser parte de algo más grande y significativo. Los
jóvenes modernos ven a la Iglesia como un club social transi-
torio, una comunidad aislada que adopta una mentalidad de
escape. Una Iglesia sin misión es una Iglesia sin identidad, ya
que identificarse con Cristo es ser una “ciudad situada sobre
un monte” (Mt. 5:14). La ciudad de luz es la que proclama
al mundo la verdad objetiva y la justicia moral. Los jóvenes
quieren formar parte de esto, de una gran narrativa, de un
trabajo maravilloso que glorifica a Dios, de un lugar donde
puedan usar sus habilidades y dones para avanzar el reino de
Dios”.
Entrega superficial del corazón
Si bien lo que plantea el hermano Steven Martins son al-
gunas de las causas de deserción de la juventud respecto del
cristianismo, estos puntos son dirigidos hacia el cuidado que
debe tener el liderazgo cristiano en cuanto a sus jóvenes.
Pero en el presente artículo se propone una razón adicional
en lo que concierne a esta deserción: una entrega superficial
del corazón al Señor Jesucristo.
Es necesario hacer un examen de la entrega a Dios,
pues son muchos los jóvenes que han “entregado su cora-
zón a Cristo”, pero sus obras demuestran otra cosa. Los jó-
venes han llegado a pensar que se puede servir a Dios de
cualquier manera; llevan vidas dobles: sirven en la alabanza
o en misiones, y aun así, siguen abrazando pecados secre-
tos ¿Y todo por qué? ¡Porque sus corazones no son ente-
70 Jóvenes
ramente de Dios! Vacilan entre dos pensamientos, tal como
el pueblo de Israel en tiempos del rey Acab; y es preciso pre-
guntar como lo hizo el profeta Elías: “¿Hasta cuándo claudica-
réis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si
Baal, id en pos de él…” (1 R. 18: 21).
Joven, has estado por años entre el pueblo de Dios, asistes
regularmente a reuniones, prestas algún servicio en la iglesia
local, ¿pero es tu entrega verdadera? O se podrá escuchar de
ti, como se escribió de Demas, aquel compañero del após-
tol Pablo, que habiendo empezado bien, abandonó su fe por
amar más el mundo (2 Ti.4:10). El corazón de Demas no era
enteramente del Señor.
Un ejemplo de entrega total en la juventud
Berlín, abril de 1945. La última batalla que libraría el ejér-
cito nazi. Los últimos soldados del Führer son adolescentes
que no llegan a los 15 años. Su único objetivo: proteger el
búnker de Adolf Hitler, su líder supremo; y aunque no tenían
posibilidad de ganar, habían jurado servirle hasta la muerte.
El movimiento de las Juventudes Hitlerianas consistía en
adoctrinar jóvenes, implantándoles el pensamiento nazista
de su líder. Refiriéndose a ellos, Hitler decía que serían el
futuro de Alemania y del ejército nazi: “Somos viejos, pero
mis mayores jóvenes son un recurso humano increíble, con
ellos podría construir un mundo nuevo”. Este pensamiento
le motivó para ganarse el corazón de ellos, pues Hitler sabía
que serían capaces de servirle ciegamente y entregarse hasta
la muerte por sus ideales.
Entrega completa del corazón 71
La entrega del corazón de estos jóvenes es una gran ense-
ñanza para nosotros. Ellos se entregaron a los ideales de una
persona perversa como Hitler ¿Pero se podría decir algo pa-
recido de los jóvenes cristianos que han realizado una entrega
total a Jesucristo? El Señor lo único que ha deseado es el bien
para Su pueblo ¿Qué podría decirse de las promesas de Dios?
¿Acaso no han sido ciertas? ¿No son suficientes Sus grandes
obras realizadas? Aquí se mencionan algunas que muchos han
escuchado y comprobado: Cristo se hizo hombre para sufrir
en la cruz por causa de nuestra rebelión, pagó con Su sangre
para redimirnos de nuestra culpa, nos libra de la condena-
ción del pecado, nos ha librado de la pena del castigo eterno
en el infierno, nos ha dado Su Espíritu Santo para que sea
nuestro Maestro, Guía y Ayudador, ha quitado la inseguridad
y la incertidumbre en cuanto al futuro, y nos ha dado una paz
que sobrepasa todo entendimiento. ¿Acaso no es suficiente
para que te entregues completamente a Él? ¿No es suficiente
para que le entregues enteramente tu corazón, y Él sea el
único merecedor de tu amor?
Responsabilidad de dar el corazón
Cuando la Biblia habla del corazón, no se refiere al órgano
principal de nuestro sistema circulatorio, sino a la parte in-
terior del hombre, donde radica su voluntad; es decir, hacia
donde se dirija el corazón, irá el hombre. Por eso, el cora-
zón de los jóvenes alemanes estaba con su líder, el Führer.
Ahora, es necesario que cada joven cristiano entregue su ser
enteramente a Cristo, y se dirija hacia donde Él vaya. Re-
cuerden que Él ordena: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu co-
razón; porque de él mana la vida” (Pr. 4:23). ¿Y qué mejor lugar
72 Jóvenes
para guardarlo que en Dios mismo? Joven, toma en cuen-
ta las tiernas palabras de Dios: “Dame, hijo mío, tu corazón…”
(Pr.23:26). No se trata de que hagas una confesión sólo de
labios, pues Dios ya ha escuchado muchas de esas. Se trata
de que hoy dispongas tu ser entero para Él, y puedas decir:
“Padre mío, toma enteramente mi corazón, pues sólo en Tus
manos estará seguro”.
Entrega total del corazón
Dios requiere del hombre una entrega total. Uno de los
pasajes tristes en las Escrituras se halla en el libro de 2ª de
Crónicas (25:2) donde dice de la vida del rey Amasías: “Hizo
lo que es recto a los ojos de Jehová, aunque no con entero corazón.”
(NTV) ¿Cuántos jóvenes, como Amasías, pretenden hacer lo
bueno a su manera e intentan agradar a Dios, pero no con
una entrega completa del corazón? Dios no quiere el 50 o el
90 % de tu corazón. Él quiere todo, pues Él es digno de reci-
birlo todo. Gran cantidad de jóvenes han hecho una entrega
del corazón a Dios, pero, tal cual Amasías, no ha sido una
entrega total. Y así como este rey de Judá continuó adoran-
do dioses paganos de las otras naciones, así hay jóvenes que
siguen sirviendo a sus concupiscencias, siguen abrazando la
pornografía, la fornicación, las mentiras, las borracheras, y
andando en compañía de amistades impías. Creen que Dios
se conformará con las sobras de sus corazones. Jóvenes, ten-
gan en cuenta la advertencia del obispo anglicano J.C. Ryle:
“Joven, no te engañes. No pienses que puedes servir a tus
concupiscencias y placeres primero, y luego ir y servir a Dios
con facilidad después”.
Entrega completa del corazón 73
Es una burla terrible delante de Dios que el joven cristia-
no piense que puede servir a dos señores.
El corazón del joven y los caminos de Dios.
Los jóvenes que no han hecho una completa entrega de
sus corazones a Dios, son aquellos que no pueden discer-
nir Sus caminos. Por eso les resulta difícil el caminar cristia-
no, porque sus ojos no pueden fijarse en el camino angosto
que Dios ya ha trazado: “…y miren tus ojos por mis caminos”
(Pr.23:26). Los caminos de Dios son aquellos senderos que
guían a la vida.
Miremos algunos aspectos ya mencionados, en los que el
corazón del joven está dividido, siendo ésta la razón por la
cual muchos viven en aflicción, pues es imposible agradar de
corazón a dos señores: “…porque o aborrecerá al uno y amará
al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro…” (Mt. 6:24).
Pasiones juveniles
Entregarse a las pasiones juveniles (deseos sexuales ilí-
citos, lujuria, lascivias, y otras) ha hecho que considerable
cantidad de jóvenes abandonen el camino recto de la vida.
Se han ido tras sus concupiscencias y han traído amargura a
sus almas; todo por causa de una entrega superficial a Dios.
No puede haber nada bueno para el joven fuera de Dios. Si
tu corazón no es enteramente de Dios, no vas a poder huir
de las pasiones juveniles, ni seguir “la justicia, la fe, el amor y
la paz”, y es evidente que tampoco vas a querer estar “con los
74 Jóvenes
que de corazón limpio invocan al Señor”. (2 Ti. 2:22). Toma en
cuenta este llamado: “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos
por mis caminos”.
Relaciones sentimentales
Muchos jóvenes han abandonado su fe por causa de las
relaciones sentimentales. La Palabra del Señor ha sido clara
al advertir: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos…”
(2Co.6:14). Pero al no hacer una total entrega del corazón
a Dios, los jóvenes han caído en el abismo profundo, que es
la ramera, y han quedado atrapados en un pozo angosto, que
es la extraña (Pr.23:27). Son muchos los que han perdido
su juventud en relaciones sentimentales que sólo han traí-
do dolor a sus corazones. Han dado sus años a gente des-
piadada, y cuando sus cuerpos al final han sido consumidos,
han gemido: “¡Cómo aborrecí el consejo, y mi corazón menospre-
ció la reprensión; no oí la voz de los que me instruían, y a los que
me enseñaban no incliné mi oído!” (Pr.5:9-13). Joven, recuer-
da lo que el Señor dice: “Dame, hijo mío, tu corazón…”, para
que puedas huir de la mujer extraña, y no pierdas tus años.
La obediencia
La obediencia es la prueba de una entrega completa del
corazón a Dios. Actualmente, es común escuchar: “Dios
conoce mi corazón. Él sabe que le amo”. Pero, ¿es cier-
to esto? Afirmar que se ama a Dios, sin obedecerle, no es
congruente con lo que declaró el Señor Jesús: “Si me amáis,
guardad mis mandamientos.” “…El que me ama, mi palabra
guardará…” “El que no me ama, no guarda mis palabras…” (Jn.
Entrega completa del corazón 75
14:15,23-24). Joven, no te engañes, Dios demanda de
sus hijos obediencia. No pienses que puedes vivir como el
rey Saúl, quien pensaba que podía “obedecer” a su mane-
ra, porque así, como él, también terminarás siendo repro-
bado. Toma en cuenta esta recomendación: “Dame, hijo mío,
tu corazón…”, para que puedas obedecer de todo corazón
a Dios, y puedas decir: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha
agradado, y tu ley está en medio de mi corazón.” (Sal. 40:8).
El amor al mundo
Joven, no es posible amar al mundo y al mismo tiempo
amar a Dios. Recuerda: “Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él.” (1 Jn. 2:15). Al hacer referencia al mundo,
el apóstol Juan no está hablando del plano natural, del lugar
donde vivimos; él hace referencia a todo el sistema que se
opone al Señor, lo que el hombre ha creado para “ser feliz
alejado de Dios”, o lo que la Biblia llama: “…los deseos de la
carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida…” (1 Jn.
2:16). No puede haber una entrega total del corazón si aún
hay esperanza de obtener lo que el mundo pueda ofrecer.
Joven, recuerda el ejemplo de Demas, quien abandonó su lla-
mado por amor al mundo (2 Ti.4:10). Recuerda además que:
“…el mundo pasa, y sus deseos…”. No rechaces esta invitación:
“Dame, hijo mío, tu corazón…”, pues también debes recordar
que “…el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”
(1 Jn. 2:17).
Beneficios y aplicación final
En último lugar, es importante mencionar los beneficios
76 Jóvenes
que traería a la Iglesia la entrega total del corazón de los jó-
venes cristianos. Hay mucha necesidad en la Iglesia. Se nece-
sitan manos para la obra del Señor, pero hay pocos jóvenes
consagrados para realizar la labor. Muchos de los pastores y
ancianos de nuestras iglesias están ya llegando al final de sus
carreras, y son pocos los jóvenes con los cuales se cuenta para
relevarles.
“Joven, Dios te necesita en Su obra. Piensa en el instru-
mento para bien que puedes ser en el mundo. La cosecha
es abundante, pero los obreros son pocos. Sé fiel en realizar
buenas obras. Ven a ayudar a tu Señor en su lucha contra el
poderoso Satanás. ¿Es mejor ser inútil, frívolo, estorbo inútil
en la tierra, vivir para tu cuerpo, tu egoísmo, tus deseos, tu
orgullo, o vivir dedicado a la gloriosa causa de ser útil a tus
semejantes? ¿A quién no le gustaría dejar este mundo como
Josías, que fue lamentado por todos, en lugar de partir como
Jeroboam, sin que lo desearan más? (2 Cr. 21:20)”. J.C. Ryle.
Joven, recibe este consejo: No sigas pensando que es posi-
ble hacer una entrega superficial de tu corazón a Dios. Revisa
tu corazón. Pregúntate: Corazón mío, ¿eres enteramente de
Dios? Pues de seguro si has entregado enteramente tu cora-
zón a Dios, cuando venga el ataque de Satanás para querer
apartarte del camino de la vida, lo resistirás, y no serás con-
tado entre aquellos que han abandonado su fe. Que ya no se
diga de ti como se decía del pueblo de Israel: “Está dividido su
corazón…” (Os. 10:2); que, en lugar de eso, seas de aquellos
que el mundo respeta porque actúan valientemente para Di-
os.
Andrés y Alicia de Rodríguez
77
CARACTERÍSTICAS
DE LAS FUNCIONES
DEL HOMBRE
“Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad,
Pero hombre de verdad, ¿quién lo hallará?” (Pr. 20:6)
C onociendo la intención de Dios en la creación con
relación a las funciones de los géneros, queda en evi-
dencia cómo un hombre debe diferir de una mujer.
En esto reside la clave para distinguir las cualidades mascu-
linas. Después de entender, a partir de las Escrituras, lo que
Dios tenía en mente en cuanto a la misión original del hom-
bre, es más fácil determinar cuáles son las características que
se deben enfatizar. En ese proceso se vuelve obvio que la mu-
jer también necesita tener esas cualidades en algún nivel o en
algunas situaciones, pero un hombre debe sobresalir en ellas,
a fin de cumplir su función por excelencia. Ese concepto es
muy similar a los dones espirituales; por ejemplo, a todos los
cristianos se les manda evangelizar y ser hospitalarios. Sin
embargo, a algunos les fueron dados los dones de evangelis-
mo y de hospitalidad y, por lo tanto, deberán naturalmente
sobresalir en dichos dones, porque ellos deben cumplir su
papel en el Cuerpo de Cristo.
Un hombre poderoso en Dios se caracteriza por tener las
cualidades necesarias para cumplir las funciones que Dios le
ha dado.
78 Masculinidad Bíblica
- Liderazgo
Cuando Dios puso al hombre en el huerto en Edén, Él le
dio instrucciones específicas. Adán debía cuidar el huerto, es
decir, supervisarlo (Gn. 2:15). A él le fue dada la responsa-
bilidad sobre dicho huerto, aunque Dios podría haber hecho
un trabajo mucho mejor. Adán tenía el dominio sobre los
animales al haber recibido la responsabilidad de nombrarlos
a cada uno (Gn. 1:28-30; 2:19-20). Esas tareas le fueron da-
das antes que Eva apareciera en escena. Cuando Dios puso a
Eva en el Edén, Él dejó claro que Eva debería asistir a Adán
en el trabajo que le había sido encomendado; ella debería
ser una ayuda idónea, es decir, debería ser su ayudante (Gn.
2:18). Dios no dijo: “Eva, usted cuida esta mitad, y Adán, us-
ted cuida esta otra”. Adán debería liderar; Eva debería ayudar
y obedecer.
Más tarde en las Escrituras, los maridos son claramente
instruidos para ser la cabeza en la relación matrimonial, y a
las mujeres se les manda someterse al liderazgo del marido y
respetar esa posición dada por Dios (Ef. 5:22-33). Fue a los
hombres a quienes Dios colocó en posiciones de liderazgo en
la nación de Israel. Asimismo, fue a ellos también a quienes
Dios colocó en posiciones de liderazgo en la Iglesia (1 Ti.
2:11-12). Es obvio que Dios entregó al hombre el rol funda-
mental del liderazgo.
Eso no quiere decir absolutamente nada (positivo o nega-
tivo) sobre la capacidad o igualdad personal de la mujer, sino
que Dios, soberanamente, determinó dar este rol al hombre.
Debe haber un líder fundamental en cualquier proyecto a ser
ejecutado. Dios escogió y capacitó a Adán para ese rol. Si el
liderazgo es una función dada por Dios al hombre, entonces
Características de las funciones del hombre 79
cada hombre necesita encontrar el medio para liderar. Para
algunos hombres que no desarrollaron habilidades de lide-
razgo mientras maduraban, o que se han sentido habitual-
mente asustados en cuanto al liderazgo, les será necesario
desarrollar las habilidades de liderazgo con el tiempo, más
que intentar, de manera incompetente, liderar asumien-
do la responsabilidad total, cuando no tienen la capacidad
para cumplir con esa gran responsabilidad. También es cierto
que Dios concedió a algunos hombres habilidad excepcional
de liderazgo para llegar a ser líderes de líderes. Si todos los
hombres cristianos fueran enseñados en el concepto de que
ser varonil es tomar la delantera y liderar, no habría ninguna
falta de liderazgo masculino en los hogares ni en la Iglesia.
Con relación a enseñar a jóvenes muchachos sobre el lideraz-
go, Douglas Wilson escribe:
“Nuestros chicos necesitan aprender la humildad, pero
también deben aprender la osadía y el coraje. El úni-
co medio de alcanzar ese equilibrio es a través de una
comprensión de quién es Dios. Hemos dejado de en-
señar que Dios es nuestro Padre, con los atributos de
un Padre divino, por eso, hemos perdido la verdadera
comprensión de la masculinidad imitativa. Por causa de
eso, nuestros chicos se alejan hacia dos extremos: o ellos
adoptan la humildad sin osadía, lo que en los chicos es
afeminado, o ellos adoptan la osadía sin la humildad, ac-
titud que termina siendo destructiva.”
Las cualidades que pueden ser incentivadas, sin riesgos de
exagerar, en la personalidad masculina, para que el hombre
pueda cumplir el rol del liderazgo con sabiduría divina (por
el profundo conocimiento de la Palabra de Dios y aplicación
80 Masculinidad Bíblica
consciente de los principios bíblicos), son: iniciativa, deci-
sión, humildad, coraje e involucramiento personal.
- Amoroso
En la creación, Adán y Eva fueron hechos el uno para el
otro como compañía conyugal. Esa intención para el matri-
monio es aclarada más adelante en las Escrituras (Mal. 2:14).
Ciertamente, el amor está involucrado en este tipo de com-
pañerismo. En el Nuevo Testamento, los maridos son men-
cionados cuando es necesario ejemplificar el tipo de amor
sacrificial que Cristo tiene por la Iglesia (Ef. 5:25). Ellos
también son específicamente ordenados a vivir con sus es-
posas sabiamente (1 P. 3:7). Claramente, los esposos deben
sobresalir en ese amor. Cristo también ordenó a los hombres
que se amaran fraternalmente y se sirvieran los unos a los
otros (Jn. 13:15). John Benton escribe:
“Es necesario el arrepentimiento. Tal vez algunos hom-
bres solteros hayan utilizado la fuerza que tienen para
servirse a sí mismos más que a otras personas. Tal vez
los maridos hayan usado su fuerza para dominar a sus
esposas e hijos. Necesitamos aprender a volver hacia
Dios, volver a su Palabra en las Escrituras y aprender
nuevamente a caminar con Él. Ser un amoroso siervo
sacrificial de los otros, como Jesucristo era, no es ser un
débil, es ser un verdadero hombre.”
Un verdadero hombre, entonces, se excederá en cua-
lidades que muestran amor, como donación, gentile-
za, consideración, bondad, servicio y autosacrificio.
Características de las funciones del hombre 81
- Protector
Un natural y esforzado trabajo en los roles de líder y hom-
bre amoroso producen el rol de protector. Después de la caí-
da en el Edén, eso ciertamente se transformó en parte de la
descripción del trabajo de Adán: proteger a su esposa. Como
supremo líder y Padre amoroso, Dios hizo un compromi-
so de proteger a los creyentes (2 Ts. 3:3). Un hombre debe
cumplir el mismo compromiso de proteger a su esposa, sus
hijos y la iglesia. De la misma manera que Dios, en Su amor,
no siempre protege a las personas de las consecuencias de sus
pecados, o de todo el mal que hay en el mundo, Su protec-
ción, definitivamente, involucra ambos aspectos, el físico y el
espiritual, así como debe ser el amor de un marido. Sin em-
bargo, se debe recordar que sólo el Omnisciente y Omnipo-
tente Dios tiene el derecho y el conocimiento para permitir
intencionalmente que el mal sobrevenga a los seres humanos,
a fin de cumplir con Sus propósitos.
En el Antiguo Testamento, los hombres constituían el
ejército de Israel para proteger las ciudades, con sus mujeres
y niños (Nm. 1:2-3). En 1 Corintios 16:13, Dios ordenó a
los hermanos de la iglesia en Corinto que protegiesen la fe,
la Palabra de Dios, con estas palabras: “portaos varonilmente”,
es decir, ¡sean valientes! Cristo ciertamente protegió a los
discípulos que Él amó y lideró (Jn. 17:12). Él también es-
pera que todos los líderes de las iglesias protejan el Cuerpo
de Cristo (Hch. 20:28). Ser varonil involucra proteger. Las
cualidades que un hombre debe claramente poseer, antes de
ser un buen protector, son: coraje, osadía, fuerza (física y es-
piritual) y cautela.
82 Masculinidad Bíblica
- Proveedor
Los roles de líder y hombre amoroso transmiten, automá-
ticamente, la idea de provisión. Dios, como aquel que lidera
y ama, también provee para Su Casa y para los suyos todo lo
necesario (Sal. 34:10). Los esposos y padres son específica-
mente encargados de cumplir el rol de proveedor en su hogar,
expresado en el Nuevo Testamento (Ef. 5:28-29; 1 Ti. 5:8).
Los líderes del pueblo de Dios también fueron encargados de
cumplir esta función (Ez. 34:1-4; Jn. 21:15-17). Los hom-
bres deben conocer y satisfacer las verdaderas necesidades de
aquellos a quienes Dios puso para que ellos cuidaran (física o
espiritualmente). Para poder cumplir satisfactoriamente esa
tarea, un hombre verdaderamente masculino abundará en las
características de diligencia (trabajo arduo), involucramiento
personal y servicio. Él también hará todo lo que esté a su al-
cance para lograr un buen trabajo que le permita cuidar bien
de aquellos a quienes debe amar y liderar.
Un hombre estará mejor capacitado para cumplir el pro-
pósito divino para su vida cuando abandone el pecado y
crezca en su semejanza a Cristo. Lamentablemente, muchos
pecados han mantenido al hombre lejos de poseer esas cua-
lidades y de cumplir las funciones que Dios le dio. Estos pe-
cados incluyen: temor del hombre, autocompasión, amor al
placer, orgullo, pereza, egoísmo, idolatría (su ídolo pudiera
ser el trabajo, el dinero, su esposa, las posesiones, el éxito u
otra cosa), y falta de confianza en Dios y en Su Verdad. Un
verdadero hombre, por la gracia de Dios, deseará expulsar
éstos y cualquier otro pecado que se interponga en el camino
de su masculinidad. Él buscará la ayuda de Dios para per-
feccionar todas estas buenas cualidades (semejantes a las de
Características de las funciones del hombre 83
Cristo) dentro de sus quehaceres diarios. John Piper escribe:
“En el corazón de la masculinidad madura hay un senti-
do de responsabilidad benevolente para liderar, proveer
y proteger a la mujer de manera adecuada, para los dife-
rentes relacionamientos del hombre”.
La extensión y profundidad de esas cualidades presentes
en la vida de un hombre determinan de qué manera positiva
él demuestra estos aspectos diferenciados en su masculini-
dad. Él debe superar, con la ayuda de Dios, los aspectos ne-
gativos del pecado en sí mismo. Además, él tiene la libertad
de ejercitar dichas cualidades con ambos géneros. La mujer,
por otro lado, tal vez a veces necesite asumir estos roles con
niños, con otras mujeres y con hombres fuera del ámbito de
la iglesia; pero ella encontrará su verdadera identidad y satis-
facción si desempeña más específicamente el rol de asistente
o ayudante, más que en procurar el liderazgo en el matrimo-
nio o en tener que ministrar instrucciones espirituales (Gn.
2:18; 1 Ti. 2:12).
Además, una mujer en el liderazgo en su lugar de trabajo
debe ser apta para lidiar con un empleado hombre subordi-
nado a ella, de manera que preserve la masculinidad de él y
la feminidad de ella. Es un hecho que muchas mujeres han
encontrado una satisfacción orgullosa en liderar, pero ellas
ciertamente están perdiendo un sentimiento de placer mu-
cho más puro y santo, el cual es encontrado solamente en el
cumplimiento de las funciones que Dios les concedió.
De modo semejante, si los hombres fueran más consisten-
tes en vivir las cualidades ya mencionadas, no serían tentados
a volverse hacia las falsas expresiones de masculinidad, como
84 Masculinidad Bíblica
el machismo o el autoritarismo. Los hombres con ese tipo de
comportamiento son claramente condenados por la orien-
tación bíblica. Pero existe también el otro extremo: son los
hombres pasivos o afeminados. Si un hombre se concentra
demasiado en cualquiera de las características descritas en
este capítulo, descuidando otras, cometerá el error de irse
para un extremo o para el otro (no ser varonil y pecar en
sus deberes y relacionamientos). En vez de esto, un hombre
debe seguir totalmente el proyecto superior de Dios para los
sexos. Sobre esto, John MacArthur observa:
“Ellos son complementos perfectos: uno es la cabeza,
el líder y proveedor; la otra es la ayudante, soporte y
compañía”.
El punto principal
Entonces, ¿qué es lo que significa ser un verdadero hom-
bre?
- Significa no confiar en su propio juicio sobre la mascu-
linidad, sino, en lugar de ello, apegarse al hecho de que
existen absolutos descritos en la Palabra de Dios.
- Significa entender las características básicas de la virili-
dad y reconocer que debe haber diferencia entre los gé-
neros.
- Significa poseer la fe salvadora y semejanza con la per-
sona de Cristo.
- Significa aspirar a seguir los pasos de las cualidades que
Dios describe para hombres de bien en la Iglesia.
Finalmente, significa ser investido con las cualidades espe-
cíficas necesarias para cumplir las tareas que Dios le concedió.
Características de las funciones del hombre 85
En suma, significa vivir una visión bíblica del mundo con
relación a la masculinidad.
Es necesario que los padres y otros profesores capacita-
dos espiritualmente enseñen a los niños las características
bíblicas de la edad adulta en relación con su sexo. Además,
estas son cualidades que deben ser presentadas a la población
masculina en todas las iglesias e instituciones que creen en la
Biblia. Los hombres cristianos necesitan asumir la responsa-
bilidad personal de estudiar la enseñanza bíblica en esa área,
comunicándose con otros hombres de bien sobre eso, leyen-
do literatura idónea sobre el tema y dependiendo de la gracia
de Dios para cambiar su comportamiento, aproximándose lo
más posible al modelo bíblico.
Así como muchas de las cualidades masculinas discutidas
en este capítulo fueron aplicadas a los maridos, las Escrituras
también las presentan como pertinentes a hombres solteros
que son siervos de Dios; por lo tanto, estas verdades son para
todos los hombres, solteros o casados, jóvenes o ancianos.
Todos los hombres deberían fervientemente buscar el enten-
dimiento verdadero y transformador de las características
básicas del hombre, ejemplificadas en Cristo, guardando en
el corazón los absolutos bíblicos específicos sobre el com-
portamiento masculino, y buscar oportunidades para liderar,
amar, proteger y proveer a todos aquellos que Dios puso bajo
su responsabilidad. Entonces él será un verdadero hombre
que cumplirá ampliamente el concepto de la masculinidad.
86 Masculinidad Bíblica
Masculinidad: La posesión y búsqueda de carácter desde la
perspectiva de los redimidos, perfeccionado por cualidades
consistentes con la distinción de los roles de los hombres de
liderar, amar, proteger y proveer ¡Todo para la gloria de Dios!
(Tomado y traducido del portugués)
Stuart W. Scott
¡Y así las iglesias se llenaron de miembros no regenerados!
“Muchos de los púlpitos de los últimos cincuenta años actuaron
como si el primer y último objetivo de su llamamiento fuera la
salvación de las almas, y todo se hizo para doblegarse a ese objetivo.
En consecuencia, la alimentación de las ovejas, el mantenimiento de
la disciplina bíblica en la iglesia y la inculcación de la piedad prác-
tica, fueron desplazados; y con demasiada frecuencia se emplearon
todo tipo de dispositivos mundanos y métodos carnales bajo el ar-
gumento de que el fin justificaba los medios ¡Y así las iglesias se
llenaron de miembros no regenerados!”
“En realidad, tales hombres derrotaron su propio objetivo. El co-
razón duro debe ser arado y angustiado antes de que pueda ser re-
ceptivo a la semilla del Evangelio. Se debe dar instrucción doctrinal
sobre el carácter de Dios, los requisitos de Su Ley, la naturaleza y la
atrocidad del pecado, si se quiere sentar las bases para la verdadera
evangelización. ¡Es inútil predicar de Cristo a las almas, hasta que
vean y sientan su desesperada necesidad de Él!”
(Arthur Pink, 1886-1952)
87
LA REVERENCIA
EN LA MUJER
“Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no
calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien...”
(Tito 2:3)
E s necesario que podamos abordar este tema con la ma-
yor diligencia posible debido a la ausencia en el enten-
dimiento de esta preciosa y profunda palabra: Reve-
rencia. Cada generación ha tenido que luchar con sus propias
corrientes y sus propios desafíos. Esta generación ha experi-
mentado nuevos retos, cimentados en ideas que han traído,
de manera camuflada, una aparente libertad; y sobre todo,
nuestra generación más joven es la que ha tenido una enor-
me dificultad en discernir entre la verdad y el error. Cierta-
mente, la verdad bíblica es la columna vertebral de nuestra
fe, de nuestro crecimiento y del avance en el conocimiento
de Jesucristo. Ella es la que permite que se puedan corregir
todas las áreas de nuestra vida. La doctrina bíblica es la que
nos lleva a andar de manera agradable al Señor.
Pero la ideología basada en la falsa tolerancia, inmedia-
tamente acusará este acto como legalista y, por tanto, no se
atreverá a establecer diferencia entre lo que es correcto e
incorrecto, entre lo que es santo y lo profano. Actualmen-
te, con el advenimiento del postmodernismo, este se en-
cargó de darle muerte al sentido común, de darle muerte
al temor al Señor (el cual es el principio de la sabiduría),
88 Feminidad Bíblica
de darle muerte a la santidad; entonces, tan pronto el sen-
tido común trate de sacar la cabeza, será acusado de legalis-
ta, siendo asesinado de nuevo. Hoy no sabemos la diferencia
entre lo sano y lo insano, porque nuestra sociedad está tan
enferma que lo insano es “normal”; entonces, si es normal,
no puede ser juzgado como malo. Es así como la locura y la
depravación moral es lo “normal”.
Reverentes
En Tito 2:3, hallamos al apóstol Pablo haciendo referencia
a aspectos claves de la vida cristiana en cuanto a las ancianas,
enseñándoles a que sean reverentes en su porte. En el diccio-
nario, esta palabra ‘reverente’ está asociada a otras palabras
muy importantes, tales como: respeto, veneración, tener una
actitud decorosa, ceremonial y solemne; además, está asocia-
da a la piedad, al pudor y a la modestia. Todos estos significa-
dos están involucrados con la palabra ‘reverencia’.Y Pablo es-
cribe allí más adelante el motivo por el cual se debe enseñar
reverencia; dice allí en el versículo 5: “…para que la palabra
de Dios no sea blasfemada.” Se puede evidenciar que Pablo tiene
la urgencia de que se enseñen estas cosas con el fin de que se
pueda dar evidencia o testimonio al mundo de que la mujer
cristiana, que goza de una vida verdaderamente convertida
y transformada al Señor, refleje hacia los demás todas estas
cosas. Evidentemente, la caída produjo en la mujer todo lo
contrario: irreverencia, soberbia, descaro, irrespeto, altivez
y amargura.Y con el tiempo todo ha venido creciendo, como
una bola de nieve, a una velocidad que pareciera no poder
detenerse.
La reverencia en la mujer 89
Entender la importancia de este asunto para las mujeres
que han sido llamadas a la piedad es sumamente trascenden-
tal y necesario. Miremos con detalle cómo este tema se aplica
de una manera práctica en nuestras vidas.
- Reverencia a Dios
“Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo.
Y él dijo: No es así, sino que te has reído.” (Gn. 18:15). Sara, al
escuchar la promesa del Ángel de Yahveh para Abraham de
que tendría un hijo en su vejez, reaccionó riéndose. Esta ac-
titud en ella manifestó su corazón; tal vez los años de espera,
la falta de cumplimiento de las promesas de Dios hasta ese
momento, las circunstancias que estaban viviendo, las ma-
las decisiones que habían tomado (con respecto a Ismael) y
sus consecuencias, probablemente habían creado en ella una
incredulidad secreta y una amargura en el corazón. Esto la
llevó a una actitud de burla e irreverencia ante el Ángel de
Yahveh y sus Palabras.
Cuando hablamos de reverencia en el porte de una mu-
jer, no sólo se refiere a sus actitudes y obras externas. La
verdadera reverencia es fruto de un corazón consagrado
y lleno de amor a Dios. La reverencia es fruto de nuestra
revelación y conocimiento de Dios, nuestro compromiso
y dedicación a la Palabra, nuestro deseo de servir y honrar
a Jesucristo en todas las áreas de nuestra vida. Puede que
nuestros padres, esposos, hijos, amigos y hermanos no no-
ten cuando verdaderamente somos mujeres reverentes, pero
Dios sí. Asimismo, yo me puedo esconder bajo el manto
de la religión y la hipocresía engañando a todos los demás,
90 Feminidad Bíblica
pero a Dios no. Él sabe si soy una mujer reverente o no. Esto
le da gran solemnidad al asunto que estamos tratando.
Sara, sin darse cuenta, se estaba riendo ante Aquel que
todo lo ve, todo lo sabe, todo lo conoce. Él mismo se lo hace
saber. “…Y él dijo: No es así, sino que te has reído.” Esto hace
que nosotras tengamos conciencia que el suelo de nuestro
corazón es sagrado y santo, sondeado constantemente por la
omnisciencia de Dios. Esta verdad pone de manifiesto que la
verdadera piedad que Dios busca en nosotras debe comenzar
en lo interno, y no en lo externo, en lo invisible antes que
en lo visible, en las recámaras de nuestro corazón, y no en el
ambiente público. Por eso, toda actitud y manifestación de
piedad en nuestras vidas debe tener una motivación mayor: la
gloria y exaltación de nuestro Dios. Debemos poner candado
a nuestros corazones y limitar todo designio de mal en ellos.
Quizás las demás personas no valoren ciertas cosas, puede
ser que hasta las ignoren y las tomen como retrógradas y reli-
giosas; quizás podamos sentirnos poco valoradas por nuestras
familias, esposos, hermanos y amigos, mas nuestra confianza
y certeza está en que todo lo que vivimos y hacemos recibirá
su recompensa de nuestro Señor.
- Obediencia al varón
Ahora bien, las mujeres tienen, en general, apariencia de
ser más espirituales que los hombres, ya que se involucran con
más facilidad en los asuntos del alma; sin embargo, casi nunca
tienen que ver con el Espíritu de Jesucristo; comúnmente,
estamos confiando demasiado en la intuición y en nuestros
sentimientos, y pasamos por alto que tanto los sentimientos
La reverencia en la mujer 91
como la intuición están en constante cambio. Las mujeres
son las que más frecuentemente tienden a invocar a Dios
como su autoridad, aun cuando Dios no haya tenido nada que
ver con su dirección. La esencia del asunto es que las muje-
res “disfrutan” de la espiritualidad que brota de ellas mismas;
aunque también es posible que haya hombres que sean com-
pletamente irresponsables en los aspectos espirituales.
Pero esa falsa sensación de “espiritualidad” que tiene la
mujer la lleva normalmente a despreciar la figura del varón
y su autoridad. El asunto es que es Dios, y no el hombre,
quien ha diseñado intencionalmente nuestras relaciones y ro-
les para llevar a cabo Su propósito. “Pero quiero que sepáis que
Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer,
y Dios la cabeza de Cristo.” (1 Co. 11:3).
Esta realidad espiritual debe llevar a la mujer piadosa a
esforzarse en la gracia de Dios en todas las esferas de su vida,
para no caer en el pecado de la irreverencia y del desprecio
hacia el varón, sea en el hogar, con su padre; en el matrimo-
nio, con su esposo; en el trabajo, con su jefe o sus compañe-
ros; en la universidad, con sus profesores; en la iglesia, con
sus líderes espirituales. La mujer de Dios debe tener cuidado
de no caer en este pecado común. El éxito y la posibilidad de
sobresalir en alguna área (espiritual, profesional, moral, fa-
miliar), muchas veces tiene un efecto negativo en el corazón
de la mujer, y la vuelve rebelde ante Dios y ante el hombre.Y,
como decíamos, todo comienza en el corazón, pero no queda
en el ámbito de lo secreto, sino que tarde o temprano habrá
de manifestarse externamente.
92 Feminidad Bíblica
Querida lectora, siempre tendremos que considerar dos
preguntas: ¿Qué hay en nuestro corazón? Y ¿Cómo nos es-
tamos comportando en este mundo? Ninguna de las dos es
contradictoria. Lo que somos ante Dios, lo manifestaremos
ante los demás, sea la reverencia o la rebelión, el amor o la
ira, la paz o el desespero. Entonces, cabe plenamente pensar
y preguntarnos cuál es la imagen que estamos reflejando ante
los demás. ¿Nos caracteriza el respeto al hablar? ¿Nuestros
gestos son delicados y piadosos? ¿Nuestro lenguaje no verbal
refleja un corazón reverente y alegre? ¿Nuestras relaciones
son fraternales y reflejan un corazón paciente y bondadoso?
¿Transmitimos respeto, paz, alegría, gozo, reverencia en el
ambiente donde Dios nos ha puesto? Si es así, esto es vivir
verdaderamente el Evangelio de Cristo; si no, debemos con-
siderar nuestra fe y volvernos en arrepentimiento a Dios para
que Él transforme nuestro andar. No es de una mujer cris-
tiana ser como Jezabel: mandona, impía, cruel, impaciente,
iracunda, amargada, rencillosa y orgullosa. Si esto es común
en tu vida necesitas arrepentimiento y tratar seriamente con
tu pecado ¡Sí! ¡Esto es pecado! Y necesita ser expuesto y tra-
tado cuanto antes, si no estaremos haciendo que la Palabra
del Señor sea blasfemada con nuestra vida. No importa si
eres joven, soltera, casada, viuda, anciana… eso no es lo re-
levante. Lo realmente importante es que, si confiesas con tu
boca a Cristo, eso te pone en el camino de los justos y debes
enderezar tus pasos en la medida que creces y conoces tu fe.
La verdadera reverencia nos habla de la sujeción y respeto en
sumo grado, brindar honra y honor. Y eso debe caracterizar
a la mujer cristiana.
La reverencia en la mujer 93
Recordar ejemplos como el de Ester, una joven sumisa,
sujeta, reverente, temerosa de Dios, que hizo que el corazón
del rey fuera conquistado, despertará el corazón de toda mu-
jer para conquistar el corazón de Cristo con una vida llena
del Espíritu Santo reflejada en todas las áreas. Esa es la mues-
tra de una verdadera feminidad y una perla preciosa, pero
escasa en nuestros días.
- Reverencia al esposo
El Señor Jesucristo desea ser conocido. Él quiere que ten-
gamos una estrecha comunión con Él y que encontremos
todo nuestro deleite en Él, sin importar cuál sea la situación
o la jornada que estemos atravesando. Pero, por asombroso
que parezca, Él estableció el matrimonio para reflejar el ca-
rácter de Cristo en nuestras vidas y manifestar el fruto de
nuestra comunión con Él. La obediencia, sumisión y reve-
rencia son actos que Dios espera ver reflejados en la mujer
hacia su marido. Una mujer que no puede ser reverente ante
su marido, el cual es la figura que representa a Cristo en su
casa, ¿cómo lo puede ser delante de Cristo, a quien no ve? La
reverencia no se basa en sentimientos, sino en una voluntad
quebrantada y humilde.
Toda mujer debe volver su corazón hacia Dios, y pedir
constantemente una dosis de gracia para poder reflejar, en
todas las áreas de su vida, el dulce perfume de Cristo. Asun-
tos tan simples, como por ejemplo: la manera de dirigirme
a mi esposo, mi actitud al responder en una situación donde
no estoy de acuerdo, la postura que asumo al momento de
tomar decisiones en mi familia, la manera como hablo a mi
94 Feminidad Bíblica
esposo ante mis hijos y los demás, todo ello refleja si somos
o no reverentes.
No importa si él no es un digno representante de Cristo;
la fe nos debe llevar a mirar mucho más allá del hombre pe-
cador, y ver a Cristo. Todas estamos siendo preparadas para
ser la Esposa de Cristo, y nuestro matrimonio terrenal es un
gran entrenamiento.
La mujer sabia conocerá el impacto que esto tendrá, no
sólo sobre su vida, sino también sobre la vida de su marido
e hijos. Una mujer reverente, respetuosa, alegre y humilde
crea una atmósfera de paz y alegría en su hogar, que todo
hombre amará, y el impacto sobre sus hijos abrirá camino
para avivar un deseo profundo de conocer al Dios que su
madre predica y vive.
Por otro lado, una mujer irrespetuosa, rebelde e ira-
cunda, puede llevar al hombre a hacer a un lado la razón
y el buen juicio, si se le presiona y se le hace sentir cons-
tantemente inconformidad e insatisfacción. Una mujer sa-
bia puede fortalecer su hogar, o una necia, destruirlo en su
necedad. La Palabra enseña que aun el hombre impío será
profundamente impactado por el carácter cristiano de su es-
posa: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;
para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin
palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra con-
ducta casta y respetuosa” (1 P. 3:1-2). La verdadera reveren-
cia en la mujer hace que ella pueda ayudar a su marido en
el camino de la salvación. En el caso de que él sea ya cre-
yente, lo puede ayudar a crecer en su llamado y en el ser-
vicio otorgado por Dios. También la verdadera reverencia
La reverencia en la mujer 95
guía a la mujer en la tarea de dirigir a sus hijos hacia la vida
eterna, lo cual es una gran responsabilidad que sólo se podrá
llevar a cabo a través del amor, sacrificio y perseverancia.
- La manera de vestir
Otra área donde la mujer es profundamente tentada a pe-
car en contra de la reverencia y modestia cristiana es en su
manera de vestir. Infelizmente, vivimos en una generación
donde el hombre, en su corrupción, ha llegado a pensar que
la pornografía es entretenimiento, y la desnudez, una profe-
sión. Los valores cristianos son perseguidos, ridiculizados, y
poco conocidos, aun por los mismos cristianos. En este pano-
rama tan sombrío, la mujer cristiana debe tener convicciones
a la hora de vestir y comportarse. ¿Hacia dónde queremos
llevar la mirada de los hombres? ¿Hacia alguna parte especial
de nuestro cuerpo, y resaltar algún “atributo”? No podemos
“pecar de inocentes”. Las mujeres, con su manera de vestir,
pueden inspirar respeto; o, por el contrario, pueden desper-
tar lujuria, llevando al hombre a tener pensamientos de luju-
ria, lo cual daría una imagen degradada del Evangelio.
Ahora bien, ser una mujer santa no es sinónimo de ser
una mujer fea y mal arreglada. Una cosa es la piedad y otra
cosa es andar como un harapo en pijama y sin bañarse todo
el día. Hay una línea fina entre ser una mujer elegante, bien
arreglada, y ser una mujer inmoral y exhibicionista. Y de-
bemos tener mucho cuidado de no traspasar esa línea para
que la Palabra de Dios no sea desacreditada debido a nuestra
manera de vestir. Acudir a nuestros esposos, si los tenemos,
o a hombres piadosos en la iglesia, para recibir cierta direc-
96 Feminidad Bíblica
ción en esta área, puede guardarnos en este asunto, en el cual
la mayoría de mujeres de nuestra generación son altamente
culpables ante Dios. Leer libros cristianos sobre la modestia
y la manera de vestir es casi una obligación que toda mujer
piadosa debe asumir.
Ahora bien, es claro que no sólo la vestimenta de la mu-
jer debe ser considerada en este asunto de la reverencia; la
Biblia también habla de la mirada de la mujer impía: “No co-
dicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos.”
(Pr. 6:25). Los ojos pueden ser instrumentos de coquetería
y lascivia, así como cierto tipo de palabras y actitudes. Una
mujer reverente aprenderá a marcar distancia sabia con el
sexo masculino, trazará siempre una línea de separación pru-
dente. Nunca estará con hombres en lugares solitarios, no
permitirá que ellos se sobrepasen en ningún sentido, evitará
conversaciones de tono sexual, y no establecerá conversacio-
nes privadas e innecesarias con hombres (cuando no existe
el propósito del matrimonio), sino que ella será como una
torre firme y santa. Esto aplica para las solteras y casadas;
porque, así como es sumamente indecoroso para una mujer
casada tener actitudes que despierten el interés en hombres
que no son su marido, lo es para una soltera despertar el
interés de un hombre sin la intención divina de casarse. No
son pocas las mujeres que han destruido su testimonio, su
futuro matrimonio, las promesas de Dios para su vida, una
vida cristiana bendecida, un fructífero y útil ministerio, por
ser irreverentes en el área sentimental y sexual. Muchas se
volvieron la maldición de hombres que, al enredarse en sus
faldas, cayeron presos en el pecado de la lujuria y fueron atra-
pados por la fornicación y el adulterio. Querida lectora, la
La reverencia en la mujer 97
mujer posee un poder comparado con el fuego, y el hombre
es madera seca y lista para arder. Es necesario que Dios nos
haga mujeres reverentes y santas en esta área, no sea que el
juicio del Señor para las que hacen tropezar a los pequeños
del Reino, caiga sobre nuestras vidas.
- La prudencia
Como venimos diciendo, la prudencia es sinónimo de re-
verencia. A muchas mujeres les falta la prudencia bíblica y el
cuidado en sus relacionamientos.
No son pocas las mujeres que se envuelven en chismes,
murmuraciones y contiendas, por no saber evitar las malas
amistades y las malas conversaciones. Ser prudente y reve-
rente es vigilar lo que sale de nuestra boca y lo que entra a
nuestros oídos. Una mujer reverente no debe estar asociada
con malas conversaciones. Un límite en esta área hará que
nuestra vida se vea libre de problemas innecesarios, pues la
Escritura dice: “…Si alguno no ofende en palabra, éste es varón
perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.” (Stg. 3:2). To-
dos sabemos lo destructivo y aborrecible que es encontrar-
nos con una persona que no sabe cuidar su boca, y los pro-
blemas que puede causar, además del daño irreversible de
las palabras. Como lo dijo el conocido predicador Charles
Spurgeon: “El chismoso despide un veneno triple, pues daña
al que cuenta el chisme, al que lo oye y a aquel a quien se
refiere”. Nadie quiere estar al lado de alguien así; de modo
que la mujer cristiana reverente en su porte, debe evitar
este pecado y mantenerse lejos de él, al igual que mantener-
se alejada de aquellas personas que destilan veneno en sus
labios, aunque se trate de una hermana en la fe, un familiar,
una amiga en el trabajo, ¡sea quien sea! Hasta nuestra abuelita
debe ser evitada si nos lleva a practicar este pecado. Evitar
las lenguas venenosas que contaminan nuestro corazón es un
acto noble y necesario en nuestra vida piadosa.
Las ancianas y su ejemplo
Cuando la Biblia exhorta a que las ancianas sean reveren-
tes en su porte, nos está mostrando la importancia de tener
mujeres visibles en la iglesia que encarnen lo que es la ver-
dadera feminidad en un mundo sin valores, y cuyos modelos
son una apología a la impiedad y el pecado. Deben existir
mujeres que vivan contra la cultura y sean ejemplo para las
nuevas generaciones de mujeres. Las nuevas creyentes, las jó-
venes en la iglesia, nuestras hijas, necesitan referentes fuertes
y firmes de la piedad para no ser arrastradas en un mundo
donde ser bíblicamente femeninas y santas es odiado y abo-
rrecido. ¡Que Dios tenga misericordia de Su Iglesia y obre en
nosotras de tal manera que lleguemos a ser ancianas reveren-
tes en el porte y maestras del bien!
Diana Ramírez
“Recibir el Evangelio es recibir una visión completamente diferente
de la realidad donde Cristo es el epicentro de todas las cosas. Se
convierte en el centro de todo el universo, la fuente, el propósito,
el objetivo y la motivación de todo lo que somos y hacemos. Cuan-
do un hombre recibe el Evangelio, su vida entera comienza a vivirse
en un contexto diferente, y ese contexto es Cristo.”
Paul Washer
99
FE Y RAZÓN
“Si descubro dentro de mí un deseo que ninguna
experiencia en este mundo puede satisfacer, la explicación
más probable es que yo fui hecho para otro mundo.”
(C. S. Lewis).
Q uisiera creer, pero tengo tantas dudas, tantas pre-
guntas por responder. Siento que Dios se molesta-
ría si le expongo mis cuestionamientos y, por otro
lado, si llegara a abrazar la fe cristiana y rindiera mi vida a
Cristo, creo que esa decisión implicaría que no volvería a
usar mi mente racional; caería en una especie de “suicidio
intelectual”.
Hay personas honestas que al inicio de su peregrinación
espiritual luchan con estas inquietudes u otras similares. Hoy,
como médico especialista y docente universitario, miro ha-
cia mis primeros pasos en la fe, y debo admitir que luchaba
con la idea de caer en una credulidad ingenua, es decir, una
fe fundamentada en materia gelatinosa de fantasías o “cuen-
tos antiguos” que, como arenas movedizas, no me pudieran
soportar para pararme firme, y de las cuales temía no poder
liberarme posteriormente.
A principios del siglo XX era casi obligatorio, por razones
de prestigio, que un científico negara la existencia de Dios.
Timothy Keller, pastor y teólogo, citando la opinión del cien-
tífico ateo Richard Dawkins en el libro “¿Es razonable creer
en Dios?”, dice: “No puede aspirarse a un pensamiento cien-
100 Actualidad
tífico inteligente y seguir suscribiendo doctrinas religiosas.
O se cree una cosa, o se cree la otra.” En respaldo de su tesis,
señala que un estudio llevado a cabo en 1998, puso de re-
lieve que tan sólo un 7% de los científicos norteamericanos
pertenecientes a la Academia Nacional de Ciencias cree en
un Dios personal. Vale la pena leer la refutación completa
en el capítulo 6, donde se destaca el trabajo de un eminente
científico e investigador ex-ateo convertido al cristianismo y
responsable principal del Proyecto Genoma Humano: Fran-
cis Collins. Por otro lado, ¿qué diría Dawkins al revisar a los
ganadores del premio Nobel entre 1901 y 2000, cuando sólo
7% se declararon abiertamente ateos, en relación al 86,5%
entre cristianos y judíos?
Los libros de texto en colegios y universidades a los cua-
les éramos expuestos descansaban sobre estos prejuicios, ha-
ciendo eco de declaraciones como las del ateo George H.
Smith: “La razón y la fe se oponen, son términos mutuamen-
te excluyentes, no hay reconciliación ni término medio. Fe es
creencia sin la razón o a pesar de la razón”.Y minaban lo que
hasta ese momento creíamos de manera incuestionada.
Volviendo a la lucha de esos primeros pasos por el año
1983, sin internet, con las bibliotecas llenas de libros que se-
guían la misma línea escéptica, con creyentes no preparados
para responder o escandalizados ante las preguntas del “nue-
vo creyente”, providencialmente, llegó a mis manos un libro
que me fue de gran utilidad y que recomiendo ampliamente:
“Evidencia que exige un veredicto”, de Josh McDowell.
Fe y razón 101
Excusas intelectuales
En el libro “Evidencia que exige un veredicto”, dice Mc-
Dowell: “El rechazo de Cristo, por lo general, no es tanto un
asunto de la mente, sino más bien de la voluntad. NO se trata
de un “no puedo”, sino de un “NO quiero”.
Y continúa: “He descubierto que la mayoría de las perso-
nas rechazan a Cristo por una o más razones, que en ocasio-
nes se presentan mezcladas en quien no quiere y no puede
creer.
1. Ignorancia, con frecuencia autoimpuesta - Romanos
1:18-23.
2. Orgullo - Juan 5:40-44.
3. Problema moral - Juan 3: 19-20.
Es decir, algunas personas pueden encontrar las respuestas
requeridas a todas sus inquietudes u objeciones, pero aun así
NO creerán, porque su nueva fe implicaría un cambio en sus
vidas, y es un precio que no están dispuestas a pagar.”
Algunas de las razones que podríamos encontrar valederas
en un caso particular, pudieran estar lejos de nuestro campo
de conocimiento. Admitiendo esa clase de ignorancia, po-
dríamos avocarnos a una indagación ordenada de nuestros
vacíos intelectuales, venciendo de este modo la ignorancia
autoimpuesta. Experiencias muy similares en el recorrido de
este camino nos cuentan antiguos ex-ateos, como Josh Mc-
Dowell, Lee Strobel, William Lane Craig, John Lennox, Alis-
ter McGrath y Francis Collins, sólo para citar unos pocos.
102 Actualidad
Si racionalmente mis objeciones fueran resueltas, eso no
me conduce automáticamente a abrazar la fe. Es posible que,
como un paciente que se resiste a tomar el medicamento
(que está bien documentado le traería mejoría), el orgullo
humano impida la admisión de la necesidad de ayuda, de la
necesidad de un Salvador.
Como bien dice en el Evangelio de Juan, capítulo 3:19-
20: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hom-
bres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la
luz, para que sus obras no sean reprendidas.” Podríamos terminar
rechazando la luz, no porque no alumbre, sino por eso mis-
mo, porque pone de manifiesto quién soy verdaderamente,
expone las profundidades de mi corazón y cuáles son mis
obras y qué hay detrás de todo lo que pienso, digo y hago.
Se puede ser víctima de sus propios prejuicios, como ad-
mitía el mismo Aldous Huxley, el ateo que debilitó las creen-
cias de muchos, y quien fuera aclamado como un gran in-
telectual; él decía: “Yo tenía motivos para no desear que el
mundo tuviera un significado, en consecuencia, supuse que
no lo tenía, y pude hallar sin dificultad razones satisfactorias
para esta suposición… En lo que a mí concierne, la “filosofía
de la falta de significado” fue esencialmente un instrumento
de liberación sexual y política”.
¿Fe ciega?
La fe cristiana no es una fe ciega. Mi corazón no puede
regocijarse en lo que mi mente rechaza; mi corazón y mi ca-
Fe y razón 103
beza fueron creados para trabajar y creer en perfecta armo-
nía. Cuando Dios nos mandó que lo amáramos, esa entrega
involucra nuestra mente (Mateo 22:37). La creencia de un
individuo involucra la mente, las emociones y la voluntad. Y
es el conocimiento de la verdad, y no su ignorancia, lo que
nos conduce a la verdadera libertad (Juan 8:32).
La fe cristiana es una fe racional, objetiva y basada en he-
chos. Va más allá de lo que es razonable, pero no va en contra
de la razón. La fe es la certidumbre del corazón en lo ade-
cuado de la evidencia. O como dice el educador cristiano W.
Bingham Hunter: “La fe es una reacción a la evidencia de la
auto-revelación de Dios en la naturaleza, las Escrituras y Su
Hijo resucitado”.
Eliseo Vila, en el prólogo del libro de Antonio Cruz: “¿La
ciencia encuentra a Dios?” escribe: “La física ha demostrado
que el cosmos tuvo un principio, que el universo es mucho
mayor, más complejo y más maravilloso de lo que en princi-
pio se intuía.Y que el ajuste de los mecanismos que lo gobier-
nan, el llamado principio antrópico (cualquier teoría válida
sobre el universo tiene que ser consistente con la existencia
del ser humano), resulta muy difícil de explicar sin recurrir
a un designio inteligente. La Biblia adquiere así vigencia, Gé-
nesis 1 recupera sentido y la credibilidad científica.”
Podemos preguntar
En 2 de Timoteo 2:7 dice: “Considera lo que digo, y el Se-
ñor te dé entendimiento en todo.” De ese modo somos de-
safiados a pensar, a usar la mente para comprender, y el
104 Actualidad
Señor nos ayudará a entender; no son afirmaciones exclu-
yentes, sino complementarias. Igualmente, Proverbios 2:1-6
nos insta a clamar por inteligencia, a pedir entendimiento, y
buscarlos como a plata, para obtener conocimiento de Dios.
Como escribe John Piper: “La razón principal por la cual
Dios nos ha dado la mente es para que podamos buscar y en-
contrar todas las razones que existen para valorarlo en todas
las cosas y por sobre todas las cosas”. El creó el mundo para
que a través de éste, y por sobre éste, pudiéramos valorarlo
a él. Cuanto más entendamos su grandeza, conocimiento, sa-
biduría, poder, justicia, ira, misericordia, paciencia, bondad,
gracia y amor incomparables, más lo valoraremos, y cuanto
más lo valoremos, más será glorificado de manera consciente
y gozosa.
Así que, no sólo Dios no se molesta con nuestras pregun-
tas, sino que nos desafía a desentrañar los misterios del uni-
verso y de la existencia humana para conocerle y glorificarlo
a Él. Lee Strobel, en su libro: “El caso de Cristo”, plantea
excelentes preguntas e indaga con eruditos en cada área las
mejores respuestas.
Creer también es pensar
John Stott, en su libro “Creer es también pensar”, escribe
lo siguiente: “Dios hizo el hombre a su propia imagen, y uno
de los aspectos más notables de la semejanza de Dios en el
hombre es la capacidad de pensar”.
Los hechos simples y gloriosos - que Dios es un Dios que
se revela a Sí mismo, y que Él se reveló al hombre - demues-
tran la importancia de nuestras mentes; pues toda la reve-
Fe y razón 105
lación de Dios es racional, tanto la revelación general en la
naturaleza, como su revelación especial en las Escrituras y en
Cristo.
Dios habla a los hombres a través del universo que creó, y
proclama su gloria divina, y aunque sea un mensaje sin pala-
bras, sin embargo, el mensaje es muy claro, y los que recha-
zan su verdad son culpados delante de Dios. “Porque lo que de
Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las
cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente
visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio
de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo
conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias,
sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue
entenebrecido. ” (Romanos 1:19-21).
Aunque su creación sea una proclamación sin palabras,
una voz sin sonido, aun así resulta que todo hombre tiene
algún “conocimiento de Dios”. Ahí se presupone que el hom-
bre tiene capacidad para leer lo que Dios escribió en el uni-
verso, y eso es extremadamente importante… Así, pues, la
fe y el pensamiento caminan juntos, y es imposible creer sin
pensar. ¡CREER ES TAMBIÉN PENSAR!
Nuestra mente nos lleva a Dios
Probablemente, en una noche de estrellas, un humilde
pastor, que luego terminaría siendo el más recordado rey de
Israel, David, reflexionaba en la grandeza de Dios y la peque-
ñez del hombre, y escribió el Salmo 8:
“¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!
106 Actualidad
Has puesto tu gloria sobre los cielos…
Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
La luna y las estrellas que tú formaste,
Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
Y el hijo del hombre, para que lo visites?”
Abrumados ante tal majestad, todavía aun hoy podemos
dirigir al Dios Creador nuestras preguntas. Podemos usar la
mente que Él mismo nos dio para continuar maravillándonos
de la singular obra de sus manos. No encuentro mejor res-
puesta a los por qué de nuestra mente, con su complejidad,
sus inquietudes, preguntas y dudas, que la de Saulo de Tarso,
en quien convergían las culturas judía, romana y griega. Con-
siderado uno de los más grandes pensadores en la historia de
la humanidad, transformado en el apóstol Pablo después de
su encuentro personal con Jesús, exclamó: “¡Oh profundidad
de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán in-
sondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién
entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién
le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y
por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos.
Amén.” (Ro. 11:33-36).
Ayuda a mi incredulidad
En Marcos 9:14-24 leemos la historia de un hombre que
tenía un hijo poseído por un espíritu. El hombre llevó a
su hijo con los discípulos de Jesús para que echaran fuera
al espíritu, pero no pudieron. Cuando Jesús vino, los dis-
cípulos le contaron acerca de lo acontecido y de que ellos
no pudieron expulsar al espíritu. Jesús pidió traer al niño.
Fe y razón 107
Después el hombre le pidió a Jesús ayuda, diciéndole: “…si
puedes hacer algo,…ayúdanos.” Jesús respondió: “Si puedes creer,
al que cree todo le es posible.” El hombre clamó: “Creo; ayuda
mi incredulidad.” ¿Existe alguna contradicción aquí? ¿Acaso el
hombre dijo en estas cuatro palabras que cree y no cree al
mismo tiempo? ¿O él pensaba que creía, y luego se dio cuen-
ta que no, pero luego creyó otra vez? Quizá pensó que Jesús
quería escucharlo decir que cree, pero luego se dio cuenta
que había mentido. No creo que haya alguna contradicción.
Así que hoy, ante los incrédulos “Tomás” del siglo XXI
-quienes creen y al mismo tiempo luchan contra su incredu-
lidad-, Jesús resucitado se nos presenta, no para regañarnos
por preguntar, sino para mostrar las evidencias que requeri-
mos para alimentar nuestra fe, para no abandonar la batalla
por la verdad y para poder seguir avanzando en Aquel que
dijo ser El Camino, La Verdad y La Vida.
Pablo Moyano
“Chicos, traten a todas las chicas con respeto y pureza, de la manera
que quisieran que otros hombres trataran en el presente a la mujer
con quien un día se casarán. Cuando se sientan tentados a coque-
tear, aunque sea en su imaginación, oren por su futuro cónyuge:
Oren que Dios lo mantenga a él o a ella puro de corazón, del mis-
mo modo como les está ayudando a ustedes a resistir la tentación.
Piensen en su futuro cónyuge, en lugar de la persona hacia quien en
este momento se sienten atraídos.”
John W. Thompson
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