10 Fábulas Cortas para Niños
10 Fábulas Cortas para Niños
10 Fábulas Cortas para Niños
A lo largo de estas líneas veremos unas cuantas de las fábulas más conocidas.
Estando un día reunidos cerca del río y charlando sobre sus saberes, de
repente, escucharon un estruendo. Uno de los tres ancianos gritó, preguntando
‘¿Quién anda ahí?’
Por fortuna para ellos, quien venía no era más que un viajero acompañado por
su mascota, un pacífico pero enorme elefante.
'Perdonen si les asusté'. - dijo el viajero. 'Mi elefante y yo nos hemos acercado
al río para beber'.
Los tres sabios, al oír que estaban cerca de un elefante, no pudieron contener
su gran emoción, preguntando uno de ellos ‘¿Un elefante? ¿he oido bien?’.
El viajero se fijó en que los tres eran ciegos y que, por lo tanto, no podían
haberse percatado del animal pese a su gran tamaño.
'¡Un elefante es como una enorme columna!' Dijo el primer anciano mientras
acariciaba la pata del cuadrúpedo.
'¿Qué dices, amigo mío? ¡Un elefante es como un abanico, que te refresca con
una delicada brisa!' Dijo el segundo, mientras palpaba las orejas.
'Los dos estáis equivocados'. dijo el tercero, tocando la trompa. 'Un elefante es
como una anguila, o una serpiente, largo y grueso'.
Mientras los tres ancianos comentaban lo que tocaban, el dueño del animal se
quedaba pensando cómo de curioso era que tres personas estuvieran tocando
el mismo elefante y llegaran a conclusiones tan diferentes.
Cuando volvían a casa, el perro guardián les venía a recibir de forma muy
alegre, recibiendo de forma efusiva a su dueño, lamiéndole la cara y moviendo
la colita.
'¡Me ofende lo que está pasando! ¡Yo cada día de caza ayudando al amo para
que, al volver, tú, después de un día de no hacer nada, recibas tan ricamente
un buen plato de lo que yo he conseguio!'
'Amigo, tienes toda la razón del mundo, pero, ¿qué quieres que haga? A mí
me han adiestrado para vigilar la casa. Si quieres quejarte, quéjate al amo, que
a fin de cuentas es él quien reparte los bienes indistintamente de nuestro
trabajo'.
Pese al enfado del perro cazador ante la situación, lo cierto era que el perro
guardián había dado en el clavo. Si se quejaba, que fuera para con el amo, y
así lo hizo. Le explicó a su dueño lo que pensaba y, el hombre lo entendió.
Tras pasarse todo el día deambulando por el bosque logró ver un racimo
de suculentas uvas, las cuales colgaban de una alta vid. La zorra,
desesperada, quiso alcanzarlas. Saltaba y saltaba, pero no lograba llegar hasta
ellas. Tras muchos intentos, la zorra se cansó.
'Bah, ya me da igual. Total, ¿para qué quiero comer esas uvas? ¡Seguro que
están verdes y duras como piedras! Que se las coma otro…'
4. Pedro y el lobo
Érase una vez un joven pastor ovejero, llamado Pedro. Cada día sacaba a sus
ovejas para que pastaran por el campo.
'¡Que viene el lobo! ¡que viene el lobo! ¡Socorro, ayudadme, por favor!'
Ante los gritos del niño los aldeanos se asustaron y salieron corriendo para
ayudarle, para después ver cómo el joven se reía a carcajada suelta.
Al día siguiente, Pedro, mientras volvía a sacar a sus ovejas, decidió hacer la
misma broma:
Esta vez, los aldeanos volvieron a ir, confiando en que el chico ahora les decía
la verdad, pero para su sorpresa habían sido otra vez víctimas de un engaño.
'¡Ayuda! ¡El lobo ha venido! ¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Se
comerá mis ovejas!'.
Los aldeanos oyeron al chico gritar, como siempre, pero esta vez no
hicieron nada. Estaban convencidos de que se trataba de otra mentira, de que
les estaba tomando el pelo.
El lobo se comió a todas las ovejas sin que Pedro pudiera evitarlo, viendo
cómo perdía a sus animales además de comprender el grave error al haber
engañado a todo el pueblo.
Moraleja: no se deben decir mentiras, porque el día que se diga una verdad
es posible que nadie se la crea.
5. La liebre y la tortuga
En el campo vivían una veloz liebre y una lenta tortuga. La liebre corría
constantemente, mientras que la tortuga se movía lenta a causa de su pesado
caparazón.
'Corre, tortuga, ¿qué emoción hay si vas tan lenta? ¿Para qué competir si el
resultado está cantado? Ja, ja, ja, ja'.
La tortuga alcanzó a la liebre, pero esta volvió a dar otro impulso para
adelantarse. Cada vez que a tortuga lograba alcanzar a la liebre, el veloz
animal volvía a darse impulso.
Tras varias veces haciendo esto, la liebre fue acercándose a la meta. En vez de
cruzarla, la liebre decidió hacer una paradita a muy pocos metros del final de
la carrera, aburrida, tanto que se quedó dormida.
Moraleja: hay que ser humildes y entender que los objetivos se consiguen con
paciencia y dedicación. Nunca se debe menospreciar a la persona menos
habilidosa, porque puede que sea la más constante y empeñada en conseguir
su meta.
6. El cuento de la lechera
Vivía en una granja una joven chica con sus padres. Un día, la madre de la
chica, que se encontraba enferma, le encargó un recado.
'Hija mía' dijo la mujer. 'Me ha sobrado leche y se va a desperdiciar, como ya
eres mayor ¿podrías ir al mercado a venderla?'.
Viendo lo obediente que era su hija, la mujer le dijo que todo el dinero que
consiguiera con esa leche sería para ella.
'Con el dinero compraré doce huevos, que haré que mis gallinas incuben.
Cuando nazcan y crezcan, venderé los pollos y compraré un lechón', se decía a
sí misma.
'Cuando haya crecido y sea un puerco enorme, lo cambiaré por una ternera en
el mercado, que crecerá y me dará leche, que cada día venderé', seguía
pensando en voz alta.
La joven estaba tan absorta en sus pensamientos que, para su mala suerte, no
vio la piedra que había en el camino y se tropezó, cayendo al suelo. La leche
se desparramó por todo el camino y borrando los sueños de la pobre chica.
7. El cuervo y la jarra
Un cuervo negro estaba sediento en un caluroso día de verano, buscando
algo que poder beber. El campo estaba reseco y no había apenas una sombra
en la que poder resguardarse. El ave tuvo que alejarse del bosque y probar
suerte en otros lugares. Volaba y volaba, sin tener demasiada suerte, hasta que
logró divisar un jarrón de barro.
Introdujo su pico por el cuello del objeto pero el pobre cuervo se llevó un
chasco. Su pico era demasiado corto.
'Ojalá fuera una garza con su largo pico y no un cuervo…', se dijo a sí mismo.
Metió la pata dentro del jarrón para ver si, al menos, tocaba el agua, pero ni
siquiera eso lograba.
'Es el pan nuestro de cada día, esto del gato'. Tranquilo, luego te invitaré a una
gran comilona', dijo el ratón de ciudad.
Una vez vieron que la señora se había ido, volvieron a intentarlo una vez más,
consiguiendo probar bocado esta vez. Sus barrigas fueron satisfactoriamente
llenadas.
'¡Jamás comí tan bien, amigo!', dijo el ratón de campo. 'Pero, aunque vives
con todo lujo que uno pudiera desear, tanto estrés y ansiedad… yo eso no lo
podría aguantar. Prefiero mi vida sencilla y tranquila, allí, en el campo'.
Moraleja: vale más ser feliz con poco que tenerlo todo y andar sufriendo.
9. El cascabel al gato
En una casa vivía un gato quien era muy querido por su familia humana. El
gato no había tardado en adueñarse de la casa y, divirtiéndose, perseguía a los
ratones que la habitaban. Los roedores, quienes ya no podían salir a buscar
comida a causa del felino, cada vez se iban quedando más escuálidos. Ante
la situación, decidieron hacer algo.
Un ratón dijo que él no podía ser, que tenía artrosis, otro, también cobarde,
dijo que cojeaba, y otro dijo que andaba escaso de vista.
Todos los ratones iban poniendo excusas y nadie se decidía llevar a cabo el
plan. Comprendieron que la idea del cascabel era buena, pero difícil de llevar
a cabo. Tristes, se fueron a dormir, tratando de pensar en otra forma de
deshacerse del gato.
Esperaron a que vinieran las lluvias, pero éstas no llegaban y, con gran pesar,
tuvieron que abandonar lo que antes había sido su apreciada charca.
Ambas culebras decidieron irse. Una de ellas dijo a la otra que fuera ella hacia
el norte, que ella la seguía, pero la otra, que era muy lista, le advirtió que si
hacían eso, yendo en fila india, los humanos las detectarían y las cazarían. La
serpiente más sabia le dijo a su amiga que tenían que ser más inteligentes que
los humanos, y le explicó cómo lo harían.
Con el paso del tiempo, volvieron las lluvias y ambas culebras pudieron
trasladarse a un nuevo lugar húmedo en donde poder continuar con sus vidas.
Referencias bibliográficas: