Devocional Jesús y La Ira

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DEVOCIONAL “JESÚS Y LA IRA”

Es imposible no enojarnos, pero si podemos y debemos evitar caer en pecado “Airaos pero no
pequéis” EFESIOS 4:26

Devocionales Adventistas 2021 por Elena White


– 16 libros en PDF

La ira, un pecado tan grave como el homicidio

“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de
juicio.  Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de
juicio; y cualquiera que diga: Necio ,o insulte a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, o maldiga a su hermano quedará expuesto al infierno de fuego”.
Mateo: 5:21-22

           Cuando Jesús dice: Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás, se refiere a uno de
los diez mandamientos que Moisés le dio al pueblo en el monte Sinaí. 
Para los judíos no quedaba duda que este pecado era tan grave que se pagaba con la muerte;
pero Jesús lleva la interpretación de la ley a otro nivel y dice que la ira es un pecado tan
grave como el matar.
La ira que se guarda en el corazón, la que guarda odio y un resentimiento permanente es la que
Jesús condena como un homicidio y dice que el tal será culpable de juicio.

La ira y el enojo traen consecuencias espirituales muy serias, y hace que no podamos
tener la vida excelente que Dios ha planeado para nosotros.

¿Cómo nos afecta espiritualmente?:

 1) NO PODEMOS ADORAR A DIOS.

Mateo 5:23 Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu
hermano tiene algo contra ti,

Mateo 5:24 deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano;
luego vuelve y presenta tu ofrenda”.
Jesús continúa diciendo que de nada sirve que demos ofrendas a Dios si estamos enojados
con alguien. Por eso dice que cuando vengas delante de Dios con un acto de adoración
como la ofrenda, y estás enojado con alguien, reconcíliate o sea perdónalo primero, y
bendícelo, para que tu acto de adoración llegue al cielo.

Esto significa que Dios no quiere que le sirvamos en la iglesia, que ayudemos a obras de
caridad, que dediquemos nuestro tiempo a su servicio, que demos nuestro dinero al
necesitado o a la iglesia si nuestro corazón está lleno de ira contra alguien.
Esto no significa que no debamos hacer estas cosas, pero significa que debemos hacerlas
con un corazón limpio para que Dios reciba con agrado nuestra ofrenda sea en tiempo, en
esfuerzo o en dinero.

Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no
sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.
De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante”.
Mateo: 5:25-26
Por último, Jesús nos llama la atención sobre la importancia que debemos dar a este
asunto. Debemos buscar estar bien con aquella persona con quien estemos disgustados
mientras estemos en este camino de la vida, pues la vida cambia y nadie tiene seguro el día
de mañana. Hoy en día existen muchas formas de comunicarnos y deberíamos
aprovecharlas para buscar estar en paz con todas las personas.

CONCLUSIÓN

Las acciones que vienen como resultado de la ira usualmente son negativas y en circunstancias
extremas son criminales. Aquí Jesús toca la raíz de los actos agresivos. El advierte que el
pecado ya esta en el corazón desde que uno permite que el enojo y la ira penetren en
NOSOTROS .

El desafío es cambiar la actitud y ablandar el corazón con amor.

La condición del corazón es tan importante PARA DIOS, que Jesús dice que es mejor perdonar
y resolver conflictos antes de entrar al templo para ofrecer NUESTRA ADORACIÓN AL
Señor, porque de otra manera no será recibida en el cielo.

ORACIÓN
Padre amado, muchas veces me he enojado, he sentido ira y guardado rencor.
Pero hoy me despojo de todo resentimiento, enojo, ira y rencor. Ven Espíritu de
Dios a mi corazón y límpiame. Cautiva mi pensamiento con tu Palabra, y pon en mí
actitudes de perdón. Te entrego mi vida para vivir según tu consejo y caminar a la
luz de tus mandamientos y ser benigno, misericordioso y perdonador así como tú
me has perdonado. Amén.

El sermón del monte es una predicación hermosa que Jesucristo pronunció, se cree, sobre el
monte ahora conocido como Monte de las bienaventuranzas. En esta preciosa predicación, Jesús
nos dejó fundamentos sólidos para construir nuestra vida y para cambiar nuestra perspectiva de
ella. Quiero, con esta serie de devocionales, llamar la atención de cada uno de ustedes a la
importancia que tiene la aplicación de esta hermosa predicación para nuestra vida diaria,
predicación que tiene tanta vigencia hoy como la tuvo cuando fue enseñada por primera vez:

Jesús y la ira:
Es normal enojarnos. Puede ser que estemos en momentos de tensión laboral, o pasando por
dificultades económicas; puede ser que estemos viviendo un momento familiar difícil o que
simplemente alguien nos enfurezca por sus actitudes o palabras; es imposible no enojarnos, de
hecho, la Biblia nos enseña a enojarnos, pero evitar el pecado. “Airaos pero no pequiéis”
EFESIOS 4:26
¿A qué se refiere esto?, ¿Cómo podemos enojarnos y no pecar? Si leemos la porción de la
Biblia que corresponde a este tema, encontraremos como Jesús nos da unos fundamentos muy
importantes que, con mucha frecuencia, olvidamos.
En este punto del sermón del monte, Jesús empieza con una serie de contrastes entre los
mandamientos que recibieron los Israelitas en la Ley de Moisés contra su enseñanza. Es en
estos puntos donde encontramos una imagen vívida de lo que significa que Jesús no vino a
abolir la Ley sino a cumplirla.
Por ejemplo, en este pasaje, Jesús muestra como la Ley de Moisés enseñaba que no
podemos matar. Ciertamente todos estamos de acuerdo en que matar es malo; El
problema es que interpretación que damos a este mandamiento es que podemos hacer
todo lo que queramos contra alguien con tal que no lo matemos. Jesús llena este “vacío
legal”, enseñando con total claridad que no basta con no matar, tampoco podemos
guardar ira en nuestro corazón contra alguien, ni insultarlo o decirle que es necio o tonto.
Esto no solo aplica para aquellos que nos caen bien, sino para aquellos que nos hacen mal;
no solo aplica para las situaciones justas sino para las injustas también.
Honestamente, ¿Cuántas veces nos enojamos contra alguien?, ¿Cuántas veces lo insultamos en
nuestra mente?, ¿Cuántas veces nuestros comentarios están llenos de ira contra esa persona?,
¿Cuántas veces hablamos a sus espaldas y expresamos lo “tonta” que nos parece esa persona?
Estoy seguro que esto es más cotidiano de lo que creemos y lo peor es que no pensamos que
esté mal, bien sea porque todo el mundo lo hace, porque es la forma como se expresa el mundo
o porque no hemos traspasado algún límite como pelear, maldecir o matar.
Debemos reexaminar nuestros límites, pues Jesús pone un límite aún más ajustado de lo que lo
hacía la Ley de Moisés al decirnos que no debemos enojarnos contra alguien, guardar rencor en
nuestro corazón ni dejar que nuestra ira nos lleve a insultarlo en ninguna forma, sea merecido o
no.
Debemos tener cuidado y temor reverente, porque si en la Ley del Antiguo Testamento había
juicio para aquél que asesinara; ahora, con las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, cuánto
mayor castigo habrá para aquél que hable mal de su prójimo y dé rienda suelta a su ira.
QUE DIOS TE BENDIGA
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará”
Salmo 1:1-3
Jesús y la Ira (Mateo 5:21-26)
 Walter Cuadra  09:18:00  Evangelio según Mateo

“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de
juicio.  Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de
juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera
que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al
altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del
altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte
de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el
adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te
digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante”.
Mateo 5:21-26
Introducción
            Después de dejar clara su posición en cuanto a la ley, nuestro Señor Jesucristo abre una
serie de enseñanzas relacionadas con lo que esta dice, así como las interpretaciones que los
antiguos rabinos le daban y lo que Él dice al respecto de dicha ley. Para los israelitas la ley era
considerada divina y santa por lo que su interpretación tenía que estar a cargo de hombres
consagrados para tal función. Esto hacia que nadie se atreviera a dar su interpretación personal
acerca de las Santas Escrituras, ni aun los rabinos más destacados en los tiempos de Jesús, y
cuando uno de ellos explicaba una parte de ella se auxiliaba de una interpretación que un
antiguo rabino que había hecho al respecto, pero nunca se atrevía a decir su propia
interpretación. Por tanto resulta impactante oír a Jesús decir: Oísteis que fue dicho a los
antiguos, citando lo que los antiguos rabinos dijeron al respecto de la ley, para luego dar su
propia interpretación al decir: Pero yo os digo. Esto debió haber causado asombro en el
auditorio y mostro la gran autoridad que el santo Rabí tenía al citar la interpretación correcta del
Texto Sagrado, algo que para los fariseos y escribas eran un verdadero atrevimiento, pero para
el pueblo era una maravilla escucharlo hablar con toda autoridad.

Jesús y la Ira

La ira, un pecado tan grave como el homicidio


“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de
juicio.  Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de
juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera
que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”.
Mateo 5:22

           Cuando Jesús dice: Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás, se refiere a uno de
los diez mandamientos que Moisés le dio al pueblo en el monte Sinaí. De acuerdo a sus leyes, si
alguien era acusado de matar a una persona este era llevado a juicio donde era condenado por
un jurado que el mismo pueblo había escogido para estos casos, y si era encontrado culpable se
sentenciaba a muerte. En la mente de los judíos no quedaba duda que este pecado era tan grave
que se pagaba con la muerte; pero Jesús lleva la interpretación de la ley a otro nivel y dice que
la ira es un pecado tan grave como el matar.
La ira que se guarda en el corazón, la que guarda odio y un resentimiento permanente es la que
Jesús condena como un homicidio y dice que el tal será culpable de juicio.

 Generalmente el ser humano suele darle a los pecados una clasificación de grave y leve, por
ejemplo, pecados como el resentimiento, mentir, murmurar, llevarse folder o clips de la oficina
sin permiso o abusar del tiempo y recursos de la empresa (lo cual al final es robar) no se
consideran pecados tan graves, es más, ni siquiera existe la consciencia de que lo sean; pero al
final son tan graves que merecen el castigo eterno como el homicidas, violadores,
homosexuales o drogadictos. En el Nuevo Testamento hay dos palabras en griego que son las
más usadas para referirse a la ira. La primera es zumós (θυμός), la cual se refiere a un enojo que
surge súbitamente, pero generalmente así desaparece. La otra palabra griega para ira es la que
aparece en este texto y Jesús la utiliza: orgídso (ὀργίζω), la cual describe un enojo
que manifiesta lo más intenso de todas las pasiones humanas. Orgídso (ὀργίζω) es menos súbita
que zumós (θυμός), pero más duradera. Esta es la ira que uno guarda en su corazón y no deja
morir, la que guarda un permanente resentimiento y odio. Esta ira que se guarda en el corazón
es la que Jesús condena tanto como el homicidio y dice que el tal será culpable de juicio. Este
juicio al que se refiere Jesús es el tribunal local formado por los ancianos del pueblo el cual se
encargaba de juzgar los asuntos dentro de su jurisdicción. La ira que la Biblia condena es
aquella que el ser humano guarda en su corazón.

“Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”.


Efesios 4:26
“Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”.
Santiago 1:20

              En ambos texto la palabra griega para Airaos e ira es Orgídso (ὀργίζω). Posteriormente
Jesús pasa a hablar de dos casos donde la ira que se guarda en el corazón se manifiesta con
palabras insultantes. La primera es necio, o sea jraká (ῥακά) en griego, la cual en la Biblia es
utilizada para referirse a aquellas personas que niegan la existencia de Dios a través de sus
hechos y palabras. Tal persona será culpable ante al concilio. El concilio se refiere al Sanedrín,
el consejo de mayor autoridad entre los judíos formado por los sacerdotes y ancianos de mayor
renombre que se encargaban de juzgar los casos considerados de mayor gravedad a nivel
nacional. Con esto nuestro Señor quería decir que el pecado de la ira que no se apacigua es
malo, pero cuando llega al completo desprecio se comienza a expresar con palabras y es peor y
merece ser juzgado no por un juzgado local, sino por el máximo poder jurídico de la
nación. También dijo que cualquiera que dijera fatuo o tonto, es decir,  moros (μωρός) en
griego, quedará expuesto al infierno de fuego, o como en el original griego dice: quedará
expuesto a las llamas del géenna (γέεννα). El termino géenna es la transliteración griega del
hebreo gai jinnóm (‫הִּנ ֹם‬  ‫) ַּגי ְא‬, mejor conocido en el Antiguo Testamento como el Valle de Hinom
el cual estaba ubicado al sur de Jerusalén (Josué 15:8). Fue en el valle de Hinom donde
Salomón erigió lugares altos a Moloc (1 Reyes 11:7), y Acaz y Manasés hicieron “pasar sus
hijos por fuego” (2 Reyes 16:3, 2 Crónicas 28:3; 33:6, Jeremías 32:35). Para poner fin a estas
abominaciones Josías profano el sitio con huesos humanos y otras contaminaciones y lo
convirtió en crematorio donde echaban la basura de la ciudad (2 Reyes 23:10, 13, 2 Crónicas
34:4), convirtiéndose así este lugar en un símbolo de horror y deshonra donde el fuego
permanentemente destruía las basuras y los gusanos se movían en medio de ella. Así nuestro
Señor Jesús dice que aquella persona que por su ira calumnia y denigra el nombre y la
reputación de otra persona es digno del castigo eterno en las llamas del infierno.

Llamados a estar en completa paz


“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra
ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y
entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que
estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y
seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último
cuadrante”.
Mateo 5:23-26
               Jesús concluye esta enseñanza haciéndole ver al hombre la importancia de estar en
completa paz al momento de llevar sus ofrendas a Dios. Si bien es cierto, a través del sacrificio
de Cristo podemos reconciliarnos con Dios y estar en completa paz con Él, pero también es
importante  estar en paz con nuestros semejantes. En Israel las ofrendas eran dadas por el
pueblo a través de los sacerdotes con el fin de expiar los pecados o como agradecimiento y
comunión; sin embargo, Jesús les dice que de nada sirve que ofrezcan sus ofrendas a Dios si no
están en completa paz con sus semejantes. Jesús refuerza la importancia de estar en paz con los
demás al poner el ejemplo de un hombre que se vio en serios problemas los cuales lo llevaron a
enfrentar la justicia y fue su adversario el que lo entrego al juez y este al alguacil y así fue
echado en la cárcel y no salió de ahí hasta que pago su condena. De igual forma será triste
enfrentar la justicia divina y descubrir que siempre guardamos resentimientos y odio en contra
de nuestros semejantes; todas nuestras ofrendas serán vanas en aquel día. Por eso Jesús dice: si
traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu
ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y
presenta tu ofrenda. La consigna es esta: Acordarse de que mi hermano tiene algo contra mí, no
especifica quién inicio la disputa o quién es el que tiene la razón, el punto es que hubo una
discusión que provoco un descontento entre ambas personas y ahora que una de ellas trae su
ofrenda al altar, y si allí recuerda que su hermano tiene algo contra de él es mejor dejarla allí y
reconciliarse con ella. El punto central es pedir perdón por lo ocurrido, independientemente que
la otra parte lo acepte, Jesús es claro y nuestra parte está en obedecer y con ello podemos estar
libres de culpa y aptos para presentar ofrendas a Dios. Esto no significa que siempre lograremos
reconciliarnos con todos o llegar a un mutuo acuerdo. En algunas ocasiones nuestros principios
cristianos estarán en contra del sistema de este mundo, tal y como lo ha experimentado la
iglesia a lo largo de la historia. Por ello Pablo escribió:

“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.
Romanos 12:18

                Pablo exhortaba a los creyentes a estar en paz con todos los hombres en la medida que
dependa de ellos, siempre y cuando sea posible. Esto significa que no siempre podemos estar en
completa paz con los hombres ya que en ocasiones los principios cristianos causaran
descontento en el mundo y esto provocara oposición, críticas y en ocasiones persecución.
Nuestro Señor nos da una gran lección al explicar el verdadero espíritu de la ley, al colocar la
ira, el desprecio y el odio al mismo nivel de gravedad que el homicidio los cuales serán
castigados en el infierno de fuego.
William Barclay en su comentario del evangelio de Mateo
indica, al hablar de la ira, que en griego existían dos vocablos que
nosotros hemos traducido con el mismo término. El primero, al que no
se refiere Jesús en este pasaje, es la ira explosiva que tiene un
momento agudo y, del mismo modo que explotó, desaparece.

El segundo, el mencionado aquí, es la ira que da lugar al rencor y al


resentimiento y que uno va cuidadosamente anidando y cultivando en
su corazón negándose a perdonar al otro. Jesús no nos indica que
nuestra reacción delante de la ofensa y/o el dolor sufrido no sea
legítima y no tengamos el derecho a sentir lo que sentimos. Este no es
el punto, antes al contrario, la cuestión es qué hacemos con esos
sentimientos y cómo los manejamos y aquí es donde el consejo del
Maestro nos dice que es inaceptable el seguir cultivando esos
sentimientos y no trabajarlos con Él para que no nos destruyan y no
contaminen nuestra vida y la de aquellos a nuestro alrededor.

Jesús tiene palabras muy fuertes hacia sus seguidores que se niegan a
tomar cartas en el asuntos y quieran seguir cultivando y anidando esa
actitud de rencor hacia otro hermano con o sin causa justificada para
ello. Lo mejor de todo es que el Maestro lo hace para protegernos,
para impedir, como indicaba antes, que esos sentimientos acaben con
nosotros.

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