Arte 1 B

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Victor Mideros ( Ibarra, 1888- Quito, 1968) fue un pintor ecuatoriano.

Frente a todos los precursores de la modernización del arte nacional, una figura se alza como el
representante de lo tradicional: Víctor Mideros. La burguesía ve en él al gran pintor que satisface
su devoción y su visión espiritualista del mundo anclada en ciertos símbolos entre religiosos y
esotéricos.... era pintor que no dejaba llegar a sus telas los grandes conflictos sociales del
tiempo.
Mideros se convierte en el pintor mimado de intelectuales tradicionalistas, la Iglesia y los públicos
medios -siempre, como se sabe, tremendamente conservadores-. Se pronuncian sobre él
discursos -comenzando por Velasco Ibarra-, se escriben libros ("Víctor Mideros" por José
Rumazo, 1932), se lanzan exaltados elogios ("Mideros es en este momento el pintor más
poderoso de la América del Sur", proclamaba por los años treintas Elizabeth Delbrück), se lo
premia repetidas veces: gana premios en el "Mariano Aguilera" en 1917,1924,1927,1928,1930,
1931,1932.
Entre 1924 y 1935... domina el horizonte de la plástica nacional. A partir de ese año comienza
rápido ocaso y para los cincuentas, al imponerse las nuevas formas, el artista -que se mostró
incapaz de evolucionar e hizo gala de vivir de espaldas a las violentas transformaciones del arte
contemporáneo- se vio marginado como artista casi anacrónico y, en todo caso, muy poco
representativo del arte ecuatoriano contemporáneo.
En 1918 viajó a Roma, como adjunto a la legación ecuatoriana. Era ya un pintor de sólida técnica
-la había aprendido con Luis Toro Moreno y Rafael Troya-, abierto a las novedades lumínicas del
Impresionismo. Pero en Europa solo parece haberse interesado por el Simbolismo y cierta
pintura mística, y a su regreso eso mostró... En 1924 mereció el primer premio en el "Mariano
Aguilera" , con un cuadro que resume lo que sería la obra del artista a lo largo de cuarenta y
cinco años... técnica brillante en composición, dibujo y cromática...

Ahora la comunicación va de la mano de la ilustración y la computadora. Hace 100 años,


con un lápiz, Bellolio dio vida a personajes, poemas, chistes y caricaturas.

Antonio Bellolio, artista guayaquileño de los años 1900, se destacó por sus pinturas, esculturas y
dibujos, algunos de los cuales la arquitecta guayaquileña Antonieta Palacios Jara ha recogido en
el libro Bellolio.

“Soy historiadora de corazón y me encanta estar metida entre papeles y libros viejos”, afirma la
autora. Como coeditora de la Guía Histórica de Julio Estrada Ycaza, pudo acceder a las
bibliotecas de la ciudad en búsqueda de imágenes para ilustrarla y ampliar algunos temas.

“Poco a poco tuve la oportunidad de ir descubriendo en las revistas y periódicos ‘viejos’ las
ilustraciones de portadas, propagandas y personajes de las primeras décadas del siglo XX”,
relata. “No se tenía el recurso de la fotografía como actualmente, muy pocas de ellas eran
publicadas”, dice. Y fue en ese viaje que descubrió los dibujos de Bellolio, y el trazo del autor la
cautivó.

“Si bien me dedico hoy a la investigación histórica, la formación académica de arquitecta, el


diseño y la comunicación visual no son ajenos a mí, por lo que la lectura del trazo del autor me
llamó mucho la atención y poco a poco fui almacenando imágenes”, recuerda.

Sin embargo, las que más la enamoraron fueron los dibujos de las bailarinas Thalie Rosales y
Tórtola Valencia. “La danza es una de mis debilidades”, confiesa.

A este material se sumaron los originales que se conservan en el Museo Municipal y en el Centro
Cultural Simón Bolívar (antes MAAC).

“Quise darles vida a estas ilustraciones en una recopilación que hoy se resume en el libro. Y me
planteé dar una propuesta diferente en el diseño del libro en el formato, en los colores de sus
páginas, espero haberlo logrado. El libro está impreso desde julio del 2010, motivos personales
hicieron que no sea público hasta hoy”, expresa.

El personaje
Antonio nació en 1900, hijo de migrantes, don Luis Bellolio Corniglio, italiano, y Candelaria Pilart
Córdova, peruana, hija de padre francés y madre española. Sus estudios los realizó en los
colegios Andrés Matheus y Vicente Rocafuerte. Los continuó en la Escuela de Bellas Artes en
Quito, bajo la dirección del maestro Víctor Mideros. Fueron compañeros suyos Mario Kirby y
Sergio Guarderas.

A temprana edad se destacó con sus pinturas, así logró la Medalla de Oro en la Exposición
conmemorativa del Centenario de la Independencia de nuestra ciudad.
Fue merecedor de una beca otorgada por la Municipalidad para continuar sus estudios en Italia.
Mantuvo contacto con nuestra ciudad como corresponsal de El Guante y de la revista Savia.
A su llegada a Guayaquil reinstaló su escuela de arte. Las instalaciones del colegio Vicente
Rocafuerte fueron el marco de su exposición en 1928.
Para 1930, en compañía del escultor italiano Enrico Pacciani expuso en la galería del Museo
Municipal. El triunfo alcanzado por los expositores, a decir de Francisco Huerta Rendón,
constituye un legítimo orgullo para Guayaquil, que día a día va afianzando su doble característica
de “Ciudad Músculo y Cerebro del Ecuador”.
Destacan los retratos a su padre, en los que logra no solo un “retrato” de parecido más o menos
fiel, sino una humanísima figura, llena de fuerza y vigor sobre el lienzo, a decir de Huerta. La del
vestido azul, Retrato a mi madre y Dr. Abel Gilbert, médico guayaquileño, completan el cuarteto
de retratos presentados por Bellolio.
Pintor costumbrista de motivos criollos y de nuestra serranía, evidenciados en sus dibujos a
sepia: Bajadores de bananos, De vuelta a la choza, De la raza costeña y los óleos Mercado de
granadillas, Yaraví o La quena. Manejó con destreza y solvencia todas las técnicas: el lápiz, el
óleo, el grabado, el vitral, en el ámbito del realismo.

Un año más tarde fundó, junto con Pacciani y los siguientes artistas: Marco Martínez Salazar,
pintor; Alfonso Vernimmem y Léntulo Arguindi, escultores; Galo Galecio, caricaturista, y Carlos
Zevallos Menéndez, dibujante, la Sociedad Promotora de Bellas Artes Alere Flammam.
Institución que por algunos años se destacó en la labor cultural de la ciudad, abarcando todas las
formas de expresión del ser humano. Y es así como en 1933 propuso la primera exposición del
poema ecuatoriano.

En 1937 obtiene el primer premio otorgado por la Municipalidad por el óleo Retrato de mi esposa.
En 1945 fue nombrado miembro de número del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura. La
labor de Bellolio en la Sociedad Promotora de Bellas Artes Alere Flammam continuó y es así
como para octubre de 1955 se celebró la 17ª Exposición en los salones de la Cámara de
Comercio. “Como una llama encendida, como la única expresión del espíritu artístico de nuestra
tierra huancavilca”. Murió en 1965. No dejó descendientes directos.
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