Punto-Contrapunto - Las Naciones Deben Adoptar Políticas Comerciales Estratégicas.
Punto-Contrapunto - Las Naciones Deben Adoptar Políticas Comerciales Estratégicas.
Punto-Contrapunto - Las Naciones Deben Adoptar Políticas Comerciales Estratégicas.
Lo que nos lleva de regreso a la razón por la que la política de comercio estratégico
(a diferencia de adoptar una política de laissez-faire y esperar que ocurra lo mejor)
es la mejor opción para un país en vías de desarrollo: el gobierno tiene que proteger
a las industrias locales; por ejemplo, ayudándolas a conseguir las destrezas y
tecnología que van a necesitar. También se podrían concentrar las campañas para
conseguir inversión extranjera en las empresas que cuentan con las capacidades
técnicas y de marketing que se necesitan; ésa es una buena forma de llevar a casa
el tipo de producción que se requiere. Y no estaría de más un poco de liberalidad
en el otorgamiento de crédito a las industrias con las que se está contando.
Más aún, debido a que ninguna institución cuenta con demasiados recursos, es
mejor centrarlos en su totalidad en esfuerzos colectivos en industrias específicas
que tienen cierto potencial de competitividad internacional; de lo contrario, todo
lo que se tiene es un montón de dependencias y ministerios con recursos limitados
dirigidos a mercados dispersos por todo el panorama económico.
Empezaré por hacer una concesión: en efecto, hay circunstancias (limitadas) en que
un programa de establecimiento de objetivos puede funcionar, en particular en
países pequeños. Por ejemplo, en 2006, el PIB de Costa Rica, que ascendía a 21,400
millones de dólares, representaba menos 10 por ciento del valor de las ventas
anuales de Wal-Mart. Lo que esto me indica es que un programa de objetivos es
factible, desde luego, cuando la escala de la toma de decisiones políticas es
manejable, esto es, cuando la mayoría de las partes interesadas han trabajado
juntas durante años y pueden contar con alcanzar acuerdos mutuamente
beneficiosos con un mínimo de frustración. Pero, ¿en una economía grande?
Imposible.
De hecho, incluso en un país pequeño como Costa Rica, resulta debatible cuánto
del éxito económico del país se debe a la política de comercio estratégico y cuánto
a condiciones que existían antes de que el gobierno pusiera en marcha el proceso
de seleccionar industrias y atraer inversionistas extranjeros en alta tecnología. Para
que no se nos vaya a olvidar, Costa Rica ya tenía una población trabajadora bien
educada, un nivel relativamente alto de libertad económica, una población grande
de trabajadores que hablaban inglés, una calidad de vida que tenía cierto atractivo
para el personal extranjero y, por último, pero no por ello lo menos importante,
mayor estabilidad política que el promedio en América Latina. Sí, Costa Rica
consiguió atraer a Intel, pero es justo señalar que Intel ya había decidido instalar
una fábrica en algún lugar de América Latina. Así pues, la labor de Costa Rica
consistió, en esencia, en convencer a Intel de que era una mejor opción que ciertos
países, como Brasil y Chile, cuya distancia geográfica representaba una desventaja
a la hora de mandar la producción a los Estados Unidos.
Pero, ¿y si viéramos las cosas desde otra perspectiva? ¿No sería más fácil para todas
estas dependencias y ministerios burocráticos que revisaran (e hicieran cumplir)
sus propias leyes, adoptaran medidas para estabilizar sus poblaciones y rectificar
las desigualdades económicas, sociales y de género más palpables, y apoyaran la
actividad empresarial en los sectores informales de la economía, en lugar de tratar
de centrarse en una industria específica, por ejemplo, en el universo global de la
tecnología de vanguardia? ¿No sería más productivo (en todos los sentidos de la
palabra) fomentar un ambiente de confianza en el que, por ejemplo, el gobierno
ayudara a reducir los costos de transacción para que las empresas locales
estuvieran dispuestas a trabajar con otras compañías, nacionales o extranjeras,
para adquirir un poco del conocimiento y algunos de los recursos que necesitan
para llegar a ser competitivas?
Repito: en lugar de elegir (y regatear por) industrias especiales, ¿no sería más
conveniente que mejoraran el entorno de inversión en el que, a final de cuentas,
todos van a tener que operar tarde o temprano? En este punto, más vale que tome
una posición ofensiva en este debate. Déjenme señalar que, a decir verdad, las
políticas de comercio estratégico no producen por lo general más que pequeños
beneficios, sobre todo porque, como es de esperar, es difícil para la mayoría de los
gobiernos identificar y captar a las industrias correctas. ¿Qué pasa si un país trata
de captar una industria cuya demanda global nunca llega a estar a la altura de las
expectativas? Eso fue lo que ocurrió en el Reino Unido y Francia, países que
difícilmente puede decirse que sean novatos en el comercio internacional, cuando
se unieron para financiar aviones supersónicos de pasajeros.
Por último, incluso si un gobierno pudiera identificar una industria que crecerá en
el futuro y en la cual una empresa nacional tiene probabilidades de triunfar (una
interrogante muy grande, en mi opinión), no se desprende necesariamente de que
la empresa merezca recibir asistencia pública sólo porque da la casualidad que
opera en la industria elegida. La historia recomienda que los países permitan que
sus empresarios hagan lo que mejor hacen (y lo que es más apremiante dadas las
circunstancias): correr riesgos que no ponen en peligro sectores enteros de la
economía. El resultado será seguramente el de siempre: algunos fracasarán, pero
los que tengan éxito sobrevivirán y prosperarán en la competencia.
Fuente:
Daniels, J.D., Radebaugh, L.H & Sullivan, D.P. (2010) Negocios Internacionales: Ambientes
y Operaciones. México: Pearson Educación.
Facilitador:
Cristian Calcaño, MSc. EGF.