0683 Arjona
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INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………… 2
ANATOMIA……..…………………………………………………………………….. 2
EPIDEMIOLOGIA…………………………………………………………………….. 2-4
CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS……………………………………………………. 10
ERRORES A CONSIDERAR………………………………………………………... 17
RESULTADOS…………………………………………………………………………… 18
ALGORITMO……………………………………………………………………………. 21
CUADROS 1 Y 2………………………………………………………………………… 22
FIGURAS 1 Y 2…………………………………………………………………………… 23
BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………………… 28-29
Los traumatismos pélvicos pueden provocar desde lesiones banales a otras que
pueden ocasionar repercusión hemodinámica que comprometa la vida del paciente.
Dentro de los traumatismos pélvicos hay que destacar las fracturas del anillo pélvico,
fracturas acetabulares o lesiones por avulsión entre otras, siendo la mayoría consecuencia de
un traumatismo cerrado de alta energía, los cuales suelen aumentar la probabilidad de
lesiones concomitantes como las generadas en región abdominal o genitourinaria. No
obstante, no debemos olvidar que muchos de los pacientes que presentan este tipo de
lesiones, son pacientes frágiles y de edad avanzada y cuyo mecanismo lesional puede
responder a traumatismos de baja energía como las caídas, muy frecuentes en los mismos.
ANATOMÍA
La pelvis ósea está compuesta por sacro, coxis y tres huesos innominados: ilion,
isquion y pubis. Estos tres últimos formarán el acetábulo, el cual se describe clásicamente por
una columna anterior compuesta por ala ilíaca anterior, rama superior del pubis y la pared
anterior del acetábulo, así como una columna posterior que a su vez está compuesta por
isquion, tuberosidad isquiática y la pared posterior del acetábulo (figura 1).
Dentro de la pelvis ósea no solo hallamos vísceras pélvicas, sino también un extenso
sistema vascular y nervioso que deberán ser evaluados en cualquier lesión a dicho nivel. El
sistema venoso discurre de forma paralela al sistema arterial, existiendo además un plexo
venoso, el cual se halla en la región anterior del sacro, por lo que es altamente susceptible de
ser dañado, siendo una fuente importante de sangrado en aquellas lesiones sacroilíacas.
EPIDEMIOLOGÍA
Entre los factores de riesgo que aumenten la predisposición a padecer este tipo de
fracturas, hallamos una baja masa ósea, el tabaquismo, la histerectomía, la edad avanzada y su
consiguiente riesgo a las caídas. [10]
Existe un estudio en el que se analizaron a 1851 pacientes que habían sufrido un accidente de tráfico, de
los cuales 511 presentaron fracturas pélvicas, encontrándose una mayor incidencia de las mismas entre
aquellos que sufrieron impactos laterales e informándose que el uso del cinturón de seguridad se asoció
[13]
con una menor tasa de fracturas de pelvis. De forma paralela se realizó otro estudio sobre víctimas de
accidentes de vehículos de motor, analizándose un total de 240 pacientes, resultando 38 de ellos con
fracturas del anillo pélvico. En este estudio también se encontró una asociación entre dichas fracturas y
los impactos laterales, pero a diferencia del anterior, no se halló relación entre el uso de cinturón de
[14]
seguridad y una menor tasa de fracturas.
No hay que olvidar la existencia de dichas lesiones dado que para su producción es necesario,
en la mayoría de los casos, un impacto de alta energía, ocasionando lesiones internas
concomitantes, entre las que destacan las siguientes:
Se trata de un estudio retrospectivo de pacientes que sufrieron fracturas del anillo pélvico en
traumatismo de gran energía. De los 31.380 pacientes con fracturas pélvicas, 1.444 presentaron
lesión genitourinaria asociada, siendo el porcentaje mucho mayor en hombres respecto a
mujeres (66.14% frente a 33.86%). Del mismo modo aquellos casos que presentaban dicha
afectación concomitante a la fractura pélvica, precisaron una mayor estancia en Unidades de
Cuidados Críticos (mediana 3 vs 1 d, p <0,001) y mayor tasa de mortalidad (13.99% vs 8,08%, p
[18]
<0,001) en comparación con paciente sin afectación genitourinaria.
Existen varios esquemas de clasificación para las interrupciones del anillo pélvico; uno
de ellos es la clasificación Young y Burgess, la cual incorpora no sólo el mecanismo lesional sino
también la dirección de las fuerzas involucradas. (figura 2 y tabla 1). [22]
Un estudio observacional prospectivo objetivó que fracturas pélvicas tipo interrupción sacroilíaca,
independientemente de la clasificación Young-Burgess, presentan mayor requerimiento de embolización
angiográfica (odds ratio [OR] 4,5; IC del 95% 1.6 a 12.6). En general, la evidencia sugiere que los
pacientes que sufren una lesión grave del anillo pélvico posterior son más propensos a tener
[23, 24]
complicaciones.
Mecanismos combinados:
Se tratan de los patrones de las lesiones anteriormente descritas, siendo la más común
la compresión lateral y cizalladura vertical.
Se trata de un término común usado para describir las interrupciones del anillo
pélvico. Este tipo de fractura abarca un lesión anterior (ya sea ensanchamiento de la
sínfisis púbica o fracturas de rama o ambas) y una fractura pélvica posterior o lesión
ligamentosa. Así mismo las lesiones por compresión lateral, compresión
anteroposterior y las lesiones verticales, también son llamadas en libro abierto.
Cuando la región anterior del anillo pélvico se ensancha más de 2.5 centímetros, se
produce con frecuencia afectación de la pelvis posterior, en especial la porción
anterior del complejo ligamentoso sacroilíaco, que a su vez conlleva un mayor riesgo
de hemorragia.
Denis et al clasificaron las fracturas sacras para ayudar con la predicción de lesión
neurológica. Su esquema de clasificación, junto con la frecuencia de lesión neurológica, es el
siguiente: [25]
● Zona 1: se trata de una lesión lateral al foramen neural sacro (en un 5,9% se
ve afectada la raíz L5).
● Zona 3: se trata de una lesión medial al foramen neural sacro, a través del
canal central (≥50%, viéndose implicados intestino, vejiga o disfunción sexual).
Fracturas acetabulares
Para describir este tipo de fracturas nos puede servir de ayuda el sistema de
clasificación creado por Letournel y Judet. Este esquema incluye los siguientes tipos de
lesiones:
● De pared posterior: se trata del patrón más común (23,3 % de los casos). Se
trata de una fractura de la superficie articular posterior acompañada de la columna
posterior intacta; no obstante debemos realizar una exploración exhaustiva de
miembros inferiores y detenida visualización de pruebas de imagen, ya que puede
llevar asociada una luxación posterior de la cabeza femoral.
Ocurren con mayor frecuencia en los atletas con esqueleto inmaduro de 14 a 17 años,
pero también pueden ocurrir en traumatismos de alta energía; la causa habitual suele ser una
contracción muscular súbita. Las regiones y músculos que más comúnmente se encuentran
implicados son la espina ilíaca supero-anterior (musculo sartorio), columna antero-inferior
ilíaca (músculo recto femoral), tuberosidad isquiática (músculo isquiotibiales), y con menos
frecuencia el trocánter menor (músculo psoas ilíaco). En caso de hallar fracturas por avulsión
en ausencia de traumatismo en adultos, deben ser consideradas como patológicas hasta que
se demuestre lo contrario.
MANEJO PREHOSPITALARIO
Al igual que con cualquier paciente politraumatizado, hay que atender a la secuencia
ABCDE, siendo prioritaria la estabilización de la vía aérea, seguido de la función respiratoria y
circulatoria, minimizando a su vez el tiempo de exposición en el lugar del siniestro.
Para un triaje prehospitalario adecuado de las víctimas tendremos que tener en cuenta
la naturaleza del incidente, el número de víctimas, los recursos disponibles, el tiempo de
transporte hasta el hospital útil y el juicio clínico del profesional que lo atiende.
En las últimas dos décadas, se han desarrollado una serie de sistemas de puntuación
de triaje prehospitalario. La mayoría de ellos incorporan evaluaciones simples a nivel
neurológico, respiratorio y de la función circulatoria. Uno de los más conocidos es el método
START, en el cual se evalúa la deambulación, la respiración, la perfusión y el estado mental de
forma gradual para determinar qué víctimas requieren transporte inmediato para una
atención definitiva. Sin embargo, para incidentes con múltiples víctimas es de mayor utilidad si
se incorpora un sistema de identificación. Esto último está integrado en el sistema METTAG,
que es el más ampliamente utilizado en Estados Unidos. Se trata de un sistema que utiliza
etiquetas con códigos de color con el objetivo de identificar a los pacientes y su categoría de
triaje (negromuerto, rojocrítico, amarillograve, verdeno grave).
En cuanto al examen físico, debemos realizar una inspección inicial que incluya una
búsqueda de hemorragias externas, equimosis (de predominio en flancos, periné y/o zona
escrotal), sangre en meato urinario, sangrado vaginal y la exposición de extremidades
inferiores y de crestas ilíacas, sin olvidar la inspección de la parte posterior, región glútea y
panículo adiposo.
Evaluación inicial.
Pruebas diagnósticas.
10
Así mismo, para los pacientes inestables en los que no se haya identificado una
fuente obvia de sangrado y en los que la ecografía haya resultado negativa (es decir,
sin evidenciar líquido intraperitoneal), una angiografía puede ser útil y necesaria para
la identificación de dicho punto sangrante. En los casos de fracturas pélvicas, el
ultrasonido juega un papel más limitado en la evaluación de estos pacientes, ya que es
menos sensible para detectar sangrado pélvico, no pudiendo detectar hemorragias
retroperitoneales y por no poder diferenciar entre sangre y orina (cuadros 1 y 2). A
pesar de ello, su alta especificidad y la disponibilidad a pie de cabecera ha llevado a su
incorporación en los protocolos de gestión de la pelvis. [29, 30]
11
Una vez que el paciente haya sido estabilizado, será cuando podamos realizar
las radiografías especializadas. Entre ellas destacan la entrada/salida y vistas Judet. La
vista de entrada, se obtiene mediante la proyección de un rayo inclinado 40 grados en
sentido cefálico que definirá mejor el borde de la pelvis, mientras que la vista de
salida, utiliza un rayo inclinado 40 grados caudales para evaluar mejor las
articulaciones sacro y sacroiliaca. Por último para la obtención de vistas Judet, se gira
al paciente 45 grados a cada lado, con el objetivo de la obtención de vistas oblicuas
iliaca y oblicuas desde el obturador. Estas últimas proyecciones pueden ser de utilidad
para el traumatólogo a la hora de la planificación de la intervención y el seguimiento
postoperatorio.
12
Cistouretrografía retrógrada:
Todo tipo de lesiones uretrales son mucho menos comunes en las mujeres
dado que su uretra es más corta, relativamente móvil y carece de adherencia
significativa hasta el pubis.
13
Estabilización inicial
Las fracturas tanto pélvicas como de acetábulo tienen una alta incidencia de lesiones
internas asociadas. Una vez se haya estabilizado al paciente, aquellos con lesiones pélvicas
mayores deben ser trasladados al hospital útil de tercer nivel que cuente con cirugía
ortopédica y servicio de radiología intervencionista.
14
Por otro lado, no existe antídoto para ninguno de los inhibidores selectivos que actúan
en la vía final común. Si la hemorragia no es grave podría ser suficiente con la suspensión del
fármaco. Si por el contrario, presentase hemorragia grave, lo primero sería el control
hemodinámico, si hiciera < 2 horas de la toma del fármaco, se podría realizar lavado gástrico
con carbón activado siempre y cuando la situación del paciente lo permitiera; con Dabigatrán
sería posible dializar al paciente o hacer una hemofiltración con carbón activado, y si existiese
compromiso vital, podríamos utilizar CCPa o FVIIa recombinante (r-FVIIa), mientras que con
apixaban y rivaroxaban se podría administrar el CCP. [39]
Una vez estabilizado, los pacientes pueden ser trasladados para su tratamiento
definitivo mediante angiografía.
Lesiones pélvicas
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Lesiones acetabulares:
Estos pacientes tendrán una alta incidencia de lesiones asociadas, por lo que
requerirán de una evaluación y exploración completa. En este tipo de fracturas se
debe reubicar la cabeza femoral en caso de luxación de cadera asociada o
colocación de una tracción (colocado mayoritariamente por traumatólogo).
16
Este tipo de lesiones son tratadas de forma conservadora con reposo, frio local
y analgésicos. Existe desacuerdo sobre la reparación quirúrgica, generalmente son
tratados quirúrgicamente aquellos fragmentos desplazados más de 2 cm. [12]
ERRORES A CONSIDERAR
Tratar a los pacientes con fracturas pélvicas como cualquier otra paciente
traumatológico; ya que las lesiones pélvicas se asocian con hemorragia significativa,
lesiones internas concomitantes y alta mortalidad.
MANEJO DEFINITIVO
Consulta especializada
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Debemos consultar con los traumatólogos siempre que se evidencien lesiones pélvicas
aisladas, tras un estudio diagnóstico negativo. Los pacientes con lesiones menores, como las
fracturas por avulsión o fracturas aisladas de rama púbica, podrían ser dados de alta, siempre
que el paciente pueda moverse adecuadamente y se garantice un seguimiento.
Transferencia:
Todos los pacientes politraumatizados con lesiones pélvicas significativas deben ser
estabilizados y trasladados a un hospital de tercer nivel que cuente con traumatólogos y
radiólogos intervencionistas. Aquellos pacientes que presenten lesiones pélvicas complejas
aisladas deben ser derivados para una atención traumatológica definitiva.
RESULTADOS
RESUMEN Y RECOMENDACIONES
Los hallazgos del examen físico asociado con un mayor riesgo de lesión pélvica
incluyen:
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Las lesiones pélvicas significativas deben ser inmovilizadas utilizando ya sea una
sábana o un dispositivo ortopédico pélvico comercial. El objetivo es estabilizar las
lesiones; la sobrerreducción de las fracturas envolviendo con demasiada fuerza debe
ser evitada. (Ver 'lesiones Pelvis' arriba.)
Se proporciona un algoritmo para el manejo de pacientes con trauma cerrado con una
fractura pélvica significativa (algoritmo 1). Pacientes hemodinámicamente inestables
con un examen de FAST positivo se tratan con laparotomía emergente, la
estabilización de la pelvis, y / o envasado preperitoneal; pacientes
hemodinámicamente inestables con un examen de FAST negativo se evalúan con un
aspirado peritoneal diagnóstico (DPA). Si el DPA es positivo, los pacientes pasan por
laparotomía emergente, mientras que en aquellos con un DPA negativo se procederá
a la estabilización de la pelvis, embalaje preperitoneal, o angiografía pélvica si es
necesario.
19
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Figura 1.-
Figura 2.-
23
Imagen 1.-
Imagen 2.-
24
Imagen 4.-
25
26
Imagen 10.-
27
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