Guía N°2 Poema de Gilgamesh
Guía N°2 Poema de Gilgamesh
Guía N°2 Poema de Gilgamesh
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Avda. Laguna Sur 7241
Fono: 232753100 “Familia y Colegio, pilar de formación de
PUDAHUEL nuestros
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LENGUA Y LITERATURA
UNIDAD 1: EL HÉROE EN DISTINTAS ÉPOCAS
GUÍA N°2: GILGAMESH
Alumno (a): Curso: 7mo. Básico
Profesor(a): Oriela Tello Romero. Fecha: Semana 3 al 7 de Mayo 2021
OBJETIVO DE APRENDIZAJE:
OA 7: Formular una interpretación de los textos literarios, considerando:
a) su experiencia personal y sus conocimientos.
b) un dilema presentado en el texto y su postura personal acerca del mismo.
c) la relación de la obra con la visión de mundo y el contexto histórico en el que se ambienta y/o en el que fue creada.
OA 9: Analizar y evaluar textos de los medios de comunicación, considerando:
a) los propósitos explícitos e implícitos del texto
b) una distinción entre los hechos y las opiniones expresadas
EJE TEMÁTICO: Lectura
HABILIDADES POR MEDIR: Interpretar
INSTRUCCIONES:
En esta guía de trabajo interpretarás un texto sobre la Epopeya de Gilgamesh.
Luego deberás realizar las actividades propuestas.
LA EPOPEYA DE GILGAMESH
Hace cinco mil años, un rey llamado Gilgamesh gobernó la ciudad mesopotámica de Uruk. Pronto se
convirtió en héroe y dios, y sus gestas lo hicieron protagonista de la primera epopeya de la historia,
centrada en su desesperada búsqueda de la inmortalidad. En ella aparece, por primera vez, el tema
del diluvio universal. Hace casi cinco mil años, un hombre gobernó Uruk: Gilgamesh. Pronto entró
en la leyenda, convertido en protagonista de la primera epopeya de la historia, un dramático relato sobre la
búsqueda de la inmortalidad: “aquel que todo lo ha visto, que ha experimentado todas las emociones,
del júbilo a la desesperación, ha recibido la merced de ver dentro del gran misterio, de los lugares
secretos, de los días primeros antes del Diluvio. Ha viajado a los confines del mundo y ha regresado, exhausto pero
entero. Ha grabado sus hazañas en estelas de piedra, ha vuelto a erigir el sagrado templo de Eanna y las gruesas
murallas de Uruk, ciudad con la que ninguna otra puede compararse”.
El escriba Sin-leqi-unnini (“Dios Sin, acepta mi plegaria”) acaba de trazar estas palabras en
lengua acadia sobre una tablilla de barro fresco. Ahora cierra los ojos, como para ver mejor la
espléndida Uruk y a ese poderoso héroe que ha viajado hasta los lugares más remotos y cuyas
aventuras se dispone a narrar. Sin-leqi-unnini evoca las portentosas murallas de la ciudad y,
dirigiéndose al lector, se aplica otra vez a escribir: “Mira cómo sus baluartes brillan como cobre al
sol. Busca su piedra angular y, debajo de ella, el cofre de cobre que indica su nombre. Ábrelo.
Levanta su tapa. Saca de él la tablilla de lapislázuli. Lee cómo Gilgamesh todo lo sufrió y todo lo
superó”.
Así empieza la primera epopeya de la historia: el Poema de Gilgamesh. Sin-leqi-unnini
quizás escribe hacia 1400 a.C. Pero no es el creador de la obra, aunque su mano le da forma
definitiva. El relato que pone por escrito se hunde en la noche de los tiempos, más de mil años
atrás. Hace aproximadamente unos seis milenios, en lo que hoy es Irak, se extendía la fértil
llanura mesopotámica, atravesada por los ríos Éufrates y Tigris. En el sur de esa llanura, en el país
de Sumer, se levantaba la imponente Uruk (la actual Warka), cuna de su todopoderoso rey
Gilgamesh. Por sus hechos y su fama, este personaje pasó muy pronto a la categoría de mito,
convertido en protagonista de un ciclo de poemas sumerios que cristalizaron en la magna
composición que lleva su nombre. Sabemos que hacia 2700 a.C. existió un personaje, llamado
Bilgames -luego escrito Gilgamesh-, que los más antiguos textos en escritura cuneiforme sitúan
en Kullab, un barrio de Uruk, en calidad de sacerdote-rey. Gilgamesh también aparece en un
famoso documento, la Lista Real Sumeria (redactada hacia 1950 a.C.), que atribuye la fundación
de esta ciudad, emplazada en la orilla izquierda del Éufrates, al rey Enmerkar.
A lo largo de las doce tablillas del Poema se perfila a Gilgamesh como un héroe mítico,
de 5,60 metros de altura -el doble que el bíblico gigante Goliat-, compuesto en sus dos terceras partes de esencia
divina, puesto que era hijo de Lugalbanda y de la diosa Ninsun, y que habla y se mueve entre los dioses como uno más
de ellos. Dos serán las premisas de su actuación: la búsqueda de la gloria, que intentará alcanzar junto a su amigo
Enkidu (episodios narrados en las seis primeras tablillas) y, sobre todo, la búsqueda de la inmortalidad, que tiene lugar
en un contexto narrativo sombrío, caracterizado por la soledad y el temor a la muerte (de la tabilla séptima a la
decimoprimera). A todo ello se añadió la doceava y última tablilla referida al Más Allá, sin conexión con el relato
anterior, pero que permite a Gilgamesh ver el mundo que le espera tras su muerte.
Tomado de: http://www.vorpalina.com/2014/11/19/10-teorias-para-entenderlo-todo/
1. Completa el siguiente cuadro con sinónimos o definiciones de acuerdo al significado que
puede extraer según el contexto en el que se encuentran:
PALABRA DEL SINÓNIMOS SIGNIFICADO DE ACUERDO
TEXTO AL CONTEXTO
Gestas
Epopeya
Júbilo
Confines
Exhaustos
Remotos
Baluartes
Fértil
Premisa
2. Redacta un breve resumen con las ideas principales del texto anterior, utilizando sinónimos para las palabras que
conociste a través de su contexto.
LA EPOPEYA DE GILGAMESH
Prestad atención, porque esto es cierto: Gilgamesh, señor de Uruk, fue dotado por los dioses para
ser rey entre los hombres. Dos terceras partes divino, poseía una belleza perfecta, valor y
sabiduría. Y era orgulloso como un joven toro.
Gilgamesh cruzó el océano hasta el extremo por donde sale el sol, se fue muy lejos para averiguar
los secretos del mundo y recuperar la historia de los tiempos anteriores al Diluvio, y fundó la ciudad de Uruk, en donde
la historia de su vida apareció tallada en unas tablas de piedra.
Gilgamesh se hallaba tan instalado en su gloria que ningún hombre se le podía oponer ni ninguna mujer
resistírsele. Aruru, diosa de la creación, decidió crear un compañero para Gilgamesh. Escupió en sus manos, tomó un
poco de arcilla y la lanzó al desierto. De esta forma creó a Enkidu el guerrero, hijo del silencio, el fuerte. Su cuerpo se
hallaba cubierto de pelo como el de un animal y no sabía nada acerca de los humanos.
Una mujer del templo de Ishtar domesticó al salvaje Enkidu, que había nacido en las colinas, como una estrella
errante. Ella despertó en su corazón los pensamientos de hombre, y le llevó a Uruk para que desafiara al gran
Gilgamesh.
-Soy el más fuerte -le gritó Enkidu, y ambos lucharon como dos toros, aunque al final fue Gilgamesh el que venció: de
esta pelea nacería una amistad más íntima que el amor de un hombre por una mujer. Juntos, Gilgamesh y Enkidu
vagaron por el mundo, pues Gilgamesh tenía un corazón inquieto. Ishtar, la diosa del amor, deseaba a Gilgamesh, y le
dijo: Conviértete en mi marido y pondré el mundo a tus pies.
Pero el héroe la rechazó.
-¿A qué amor has sido fiel alguna vez? -le preguntó.
Entonces el deseo de Ishtar se convirtió en odio, y fue a ver a sus padres Anu y Antum.
-Gilgamesh me ha despreciado -les dijo-. Padre, hazme el Toro del Cielo para destruir a Gilgamesh. Si te niegas, abriré
las puertas del infierno y dejaré que los muertos se alimenten de los vivos.
-Si te hago el Toro, habrá una sequía de siete años.
-Hazme el Toro -insistió.
Ishtar agarró las riendas del Toro del Cielo y lo guió hasta Uruk. La bestia aterrizó junto al río, y allí, de un
resoplido, abrió un abismo en el que cayeron un centenar de jóvenes. Luego volvió a resoplar y abrió un nuevo abismo,
el cual tragó otro centenar de jóvenes. Resopló por tercera vez, abriendo otro abismo, en el cual cayeron cien,
doscientos, hasta trescientos hombres jóvenes de Uruk. Enkidu sujetó al Toro por los cuernos y, al lanzarle esta espuma
en los ojos, gritó:
-¡Gilgamesh, hermano, ensártale con tu espada!
Gilgamesh clavó la espada en el cuello del Toro del Cielo y, después de matarlo, ofreció su corazón a
Shamash, el dios Sol. Ishtar soltó un gran alarido de dolor al enterarse de la muerte del toro, lanzó una maldición sobre
Enkidu y Gilgamesh, y convocó a todas las mujeres de su templo para velar el cadáver del Toro del Cielo. Al día
siguiente, Enkidu le dijo a Gilgamesh:
-Hermano, he tenido un sueño. He visto a los dioses sentados en consejo. Anu y Shamash estaban allí con Enlil, dios de
la tierra y el aire, y con Ea, dios del agua. Anu decía que, dado que hemos matado al Toro del Cielo, uno de nosotros
dos debía morir. Anu, Enlil y Ea decidían que había que sacrificar mi vida. Shamash intentaba salvarme, pero era él
solo contra tres. Así que seré yo quien muera.
Y, ese mismo día, Enkidu cayó enfermo. Durante la larga enfermedad, mientras Enkidu oscilaba entre la vida y
la muerte, Gilgamesh se quedó a su lado.
-He soñado con mi muerte -le dijo un día Enkidu-.
El pájaro negro de la muerte me atrapaba entre sus garras y me llevaba al palacio de Ereskigala, Reina de la
Oscuridad, el hogar de los difuntos. -Y diciendo esto, falleció.
Llorando todavía a su amigo Enkidu, Gilgamesh vagó por la tierra.
-¿Por qué debemos morir? -se preguntaba-. Los dioses viven eternamente, pero los mortales venimos y nos vamos en
un suspiro. Iré en busca de mi antepasado Utnapishtim, a quien los dioses salvaron del Diluvio y le concedieron la vida
eterna.
Gilgamesh recorrió llanuras y montañas hasta dar con los picos gemelos de Mashu, guardianes del sol naciente
y poniente. Ante la puerta de Mashu estaban los terribles Escorpiones, mitad hombres y mitad dragones, cuya mirada
era mortal para los hombres. Sin embargo, Gilgamesh era dos terceras partes divino.
-¿Por qué vienes a este lugar prohibido? -le preguntaron los Escorpiones.
-Vengo en busca de mi antepasado Utnapishtim
-contestó-.
Tengo que hacerle algunas preguntas sobre la vida y la muerte.
-Ningún ser humano o mortal ha pisado este camino antes -le dijeron-. Es el camino de la oscuridad más absoluta. ¿No
te da miedo?
-Aunque me dé miedo, tengo que ir allá -y le abrieron la puerta.
Gilgamesh penetró en la oscuridad, y esta le llenó la boca y los ojos. Iba a tientas y trataba de apartar la
oscuridad, pero se le escurría entre los dedos. Siguió caminando, mientras afuera el sol salía y se ponía. Al final,
Gilgamesh salió a la luz, en el jardín del sol. Allí, al borde de un mar embravecido, encontró a Siduri, diosa de la
sabiduría, quien le dijo:
-Pareces muy cansado y la desesperanza invade tu corazón. Nunca hallarás la vida eterna.
-Aunque esté cansado, hablaré con Utnapishtim.
-Ningún mortal ha cruzado este mar de la muerte
-le dijo Siduri-. Únicamente el sol, Shamash, puede cruzar el océano. No lo intentes. Vuelve a casa, come, bebe y
disfruta. El hombre debe morir, pero la vida es dulce.
-¿Dónde está la dulzura de la vida si Enkidu está muerto?
-Penetra en el bosque, pues, y busca a Urshanabi, el barquero, que te llevará a través de las aguas hasta Utnapishtim.
Pero no toques esas
aguas de muerte.
Gilgamesh llegó por fin a la casa de Utnapishtim, su antepasado.
-Soy Gilgamesh, rey de Uruk -le dijo-. Vengo de muy lejos, a través del oscuro vacío y de las aguas amargas, para
preguntarte por qué motivo los hombres mueren. Enkidu, mi amigo, está muerto, y el miedo a la muerte se ha
apoderado de mí. ¿Debo reunirme con él en el hogar de los difuntos? Tú fuiste una vez un hombre como yo...
Cuéntame tu historia, antepasado mío.
-Lo que crece se descompone -le contestó Utnapishtim-. Tanto el hombre sabio como el tonto deben morir. La libélula
vive para la gloria del sol, luego muere. Un hombre crece como una caña en el río que luego se corta. La muerte es
como el sueño, a todos les llega. Son los dioses los que estipulan el tiempo de vida, el día de la muerte... Pero te
contaré mi historia.
Y Utnapishtim habló así:
-Yo vivía en la ciudad de Shurrupak, a orillas del Éufrates, fiel servidor del sabio dios Ea. La ciudad envejecía, y
también los dioses: Anu, el padre, y sus hijos Enlil, Ea, Ninurta, Ennugi, Ishtar y los demás.
-Ishtar provocaba disputas entre los hombres: guerras e inquietud. Los dioses no podían dormir con tanto
estruendo. Al final, Enlil, el guerrero, dijo a los dioses:
“Soltemos las aguas del mundo e inundemos a esta chusma que altera nuestro descanso”. Y los dioses estuvieron de
acuerdo.
-Incluso Ea estaba atado por la decisión de los dioses. No podía advertir del diluvio a la humanidad, pero musitó el
secreto a las cañas con que estaba hecha mi casa, y el viento al soplar entre estas me lo susurró durante el sueño:
“Hombre de Shurrupak, desarma tu casa y construye una barca”.
-Obediente al dios, construí una barca larga y ancha, provista de un tejado, y cargué en ella la semilla de todas las cosas
vivientes. Me llevé a mi familia y todas mis pertenencias, así como a un macho y una hembra de todos los animales
vivientes, tanto salvajes como domésticos.
-Durante seis días y seis noches rugió la tormenta, inundando la tierra con la furia del viento y de la lluvia. Al séptimo
día la tormenta se calmó. Me asomé fuera de la barca, y en la faz de la tierra tan solo había agua. Entonces me eché a
llorar, pero aquello era añadir más agua.
-Por fin, la barca se posó en el monte Nisir. Allí solté primero una paloma, luego una golondrina y luego un cuervo
para que buscaran un sitio donde posarse, pero no hallaron ninguno. Seguidamente hice un sacrificio a los dioses. E
Ishtar dijo: “Que todos los dioses disfruten del sacrificio, excepto Enlil, cuya negligencia ha provocado toda esta
destrucción”.
-Pero Enlil exclamó: “¿Ha escapado alguno de estos fastidiosos mortales? Todos debían morir. Alguien ha debido
advertirles”.
-Y Ea replicó: “La inundación ha sido un destino excesivamente cruel para el hombre. Pero yo no avisé a nadie; el
hombre lo soñó”.
-Dicho esto, Enlil me tomó de la mano y situó a mi lado a mi mujer. Ambos nos arrodillamos y él nos tocó la frente.
“Hasta ahora, Utnapishtim ha sido un hombre mortal. Ahora él y su mujer serán como los dioses”.
Utnapishtim miró fijamente a Gilgamesh.
-¿Y bien Gilgamesh? ¿Cómo piensas convencer a los dioses para que te otorguen la vida eterna?
-No pienso desistir -exclamó Gilgamesh.
-Entonces debes permanecer despierto seis días y siete noches.
Apenas hubo hablado Utnapishtim, el sueño tocó a Gilgamesh como una bruma. Durmió durante seis días y
siete noches, y cada día la mujer de Utnapishtim dejaba a su lado una hogaza de pan recién hecha.
Finalmente, Utnapishtim le despertó.
-Ahora mismo estaba a punto de echar una cabezadita
-dijo Gilgamesh.
-Mentiroso. Mira estas hogazas de pan que tienes a tu lado. La de hoy está recién horneada, pero las otras ya están
pasadas y secas.
Gilgamesh y el barquero se encaminaron hacia el bote.
-¿Qué puedo hacer? -gritó Gilgamesh-. La muerte se cierne sobre mí lo mismo que el sueño.
-Te has fatigado inútilmente viajando hasta aquí -dijo
Utnapishtim-. Pero te daré un gran secreto para llevar
a casa. En la otra orilla, bajo el agua, crece una planta
espinosa como el rosal que desgarra las manos al
arrancarla, pero que al comerla restituye al hombre la
juventud perdida.
Gilgamesh recogió aquella planta, a la que
llamó “El Viejo Rejuvenecido”, y se la llevó a Uruk
para probarla en los hombres más viejos de la ciudad,
y luego en sí mismo. Pero al detenerse junto a un
estanque para lavarse, una serpiente la comió. A partir
de entonces, las serpientes pueden mudar la piel y
rejuvenecer. Pero el hombre perdió la planta de la juventud eterna y nadie ha podido hallarla de nuevo.
Fuente: Philip, Neil, El libro ilustrado de los mitos, Ediciones B, Barcelona, 1996, pp. 44-48.
2. ¿Cuál es el objetivo de Gilgamesh al emprender este viaje para ver a Utnapishtim? Explica qué emociones lo
mueven a realizar esta búsqueda.
3. ¿En qué situaciones se muestra a Gilgamesh con fuerza de voluntad?
4. ¿Cuándo parece desanimarse?
5. ¿Qué aprendió a pesar de no haber conseguido lo que buscaba?
6. ¿Qué hechos, en tu opinión, definen a Gilgamesh como un héroe?
7. En la historia que leíste podemos reconocer a muchos personajes y elementos que colaboraron con la acción del
protagonista, como Ishtar y Utnapishtim. Explica con qué objetivo brindaron su ayuda y en qué consistió:
a) Ishtar:
b) Utnapishtim: